Manuel Scorza, escritor peruano que soñó la realidad y redobló por Rancas para siempre - Vicente...

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1 Manuel Scorza, poeta y escritor peruano que soñó la realidad y redobló por Rancas para siempre Vicente Brunetti Manuel Scorza con Héctor Chacón, en 1970 (descripto como ´El Nictálope´, el personaje central de “Redoble por Rancas”) (Fuente: http://tinyurl.com/nbp5yqm) Scorza habló con el Che, para “invadir” América Latina con un millón de libros, de bajo costo Testigo e involucrado políticamente en las luchas para enfrentar el sistema de explotadores y explotados, Scorza tuvo la idea de organizar un fondo editorial con libros para ser distribuidos a bajo costo, con el fin de diseminar en el continente la buena literatura. Scorza conoció al Che Guevara durante su exilio en México, y asistió en Tepotzotlán, como testigo de su boda con Hilda Gadea.

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Reseña acerca de la vida y la obra de Manuel Scorza, escritor y poeta peruano

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Manuel Scorza, poeta y escritor peruano que soñó la realidad y redobló por Rancas para siempre

Vicente Brunetti

Manuel Scorza con Héctor Chacón, en 1970 (descripto como ´El Nictálope´,

el personaje central de “Redoble por Rancas”) (Fuente: http://tinyurl.com/nbp5yqm)

Scorza habló con el Che, para “invadir” América Latina

con un millón de libros, de bajo costo

Testigo e involucrado políticamente en las luchas para enfrentar el sistema de explotadores y explotados, Scorza tuvo la idea de organizar

un fondo editorial con libros para ser distribuidos a bajo costo, con el fin de diseminar en el continente la buena literatura.

Scorza conoció al Che Guevara durante su exilio en México, y asistió en Tepotzotlán, como testigo de su boda con Hilda Gadea.

Manuel Scorza, poeta y escritor peruano

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En La Habana, en compañía de Alejo Carpentier, le expuso al Che,

por entonces Ministro de Industrias, la idea de los “Populibros”, con el objetivo de que, el viento de la Revolución, también hiciera posible que

cada familia cubana reciba una colección básica a ser publicada por el fondo editorial.

La reunión transcurrió en las oficinas del Che, frente a la mítica Plaza de la Revolución. La idea insurgente de Scorza de organizar un

fondo editorial que permita la reducción drástica para los precios de tapa de cada libro (fijar en 30 la unidad 100 utilizada por las editoriales

carnívoras), y los fundamentos precisos de Carpentier, obtuvieron las

simpatías del Che, pero explicó las angustias económicas de la isla. Como uno de los timoneles más firmes del proceso de la

Revolución, el Che hizo un pormenorizado detalle de las necesidades propias de Cuba, enfrentada a la agresión, a las trabas, a los embustes

y a los vicios producidos con el bloqueo por parte de los Estados Unidos, haciendo entender que todos los recursos eran aplicados para enfrentar

la consecución urgente de medicinas y alimentos para la población.

Manuel Scorza, rodeado de sus novelas (Fuente: http://tinyurl.com/pbujghr)

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Manuel Scorza

Manuel Scorza Torres nació el 9 de septiembre de 1928 en la

Maternidad del Cercado, un hospital de caridades de la ciudad de Lima. Con su familia, y para atenuar sus crisis de asma, de niño fue a vivir a

la sierra, en Acoria, distrito de Huancavelica (departamento en la parte central del Perú), cerca de Acobamba, pueblo natal de su madre.

Su niñez en la sierra es la que le proveyó de las vivencias propias y típicas de toda aldea andina, que tan poética y mágicamente

desembarcaron luego en su obra creativa, en particular, en cada una de las novelas autónomas de la saga “La guerra silenciosa”.

Luego de unos años, la familia retornó a Lima y el padre abrió un kiosco para la venta de periódicos y revistas. Aunque luego, y debido a

las crisis de asma, Scorza volvió a la sierra para internarse en un colegio salesiano, en Huancayo.

Cuando se repuso, volvió a Lima para ingresar al Colegio Militar “Leoncio Prado”, al que también accedió Mario Vargas Llosa y cuyas

experiencias las describió después en su novela “La ciudad y los perros”

(1963). Durante sus últimos años en el “Prado”, Scorza se inmiscuyó en

las protestas políticas públicas y también formó parte de una célula clandestina del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana).

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En 1946, a los 18 años de edad, Scorza ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, matriculado en la carrera de

Filosofía y Letras, y siguió desplegando una incansable actividad política. El año anterior, el gobierno del Perú fue víctima de un golpe de estado y

cayó en las zarpas de la dictadura del militar Manuel A. Odría (1945-1956). En 1948, con 20 años de edad, por la efervescencia de su

militancia política y la publicación de su poema “Rumor en la nostalgia antigua”, fue detenido y tuvo que abandonar su país en carácter de

exiliado político.

En sus primeros años de exilio (1949-1952), vivió en Chile, Argentina y Brasil, realizando diversos trabajos para sobrevivir, hasta

que desde 1952 hasta 1956 se instaló en México y prosiguió sus estudios de literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México

(UNAM).

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En todos estos años, siguió vinculado políticamente al APRA, hasta

que Víctor Raúl Haya de la Torre, su ideólogo y líder, se quitó la careta para mostrar un giro hacia la derecha expoliadora. Scorza respondió

abandonando el partido y su ruptura ideológica, con la publicación de una carta abierta a la que tituló irónicamente “Good-bye, Mister Haya”.

Scorza simpatizó con la gran Revolución Nacional de Bolivia de 1952, y ese año realizó una serie de actividades en apoyo a la misma y

escribió su poema “Canto a los mineros de Bolivia”. Por su postura, fue invitado por los sindicatos de mineros y en abril de 1953 viajó a Bolivia.

En Bolivia, pudo reafirmar su interés por la cuestión indígena y la larga lucha en pos de su liberación, y escribió un ensayo reflejando la

experiencia de ese viaje, al que tituló “La independencia económica de

Bolivia”, en términos de un fin a la tan extensa explotación que sojuzgaba a campesinos y mineros indígenas, en todo el continente.

En el ensayo dedicado a los mineros bolivianos, y frente a la explotación de los indios y la usurpación de sus tierras, definió su

posición antiimperialista, cargando su mochila creativa con los elementos que le permitirán elaborar después sus conjuros literarios en

las cinco novelas autónomas que formarán parte de la fantástica saga “La guerra silenciosa”.

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Recién con el fin de la dictadura de Odría, en 1956, Scorza pudo

preparar su regreso al Perú, al año siguiente, para volver a militar activamente junto a las causas indígenas.

En los siguientes once años, desarrolló varios emprendimientos editoriales con el nombre de Festivales del Libro, con técnicas de

abaratamiento de los costos, como la impresión en “offset”, la selección de un papel más económico y las grandes tiradas que en su inicio fueron

de 10.000 ejemplares por cada título. Además, para eludir el excesivo encarecimiento impuesto por los intermediarios, fueron ofrecidos al

público en las plazas, en los puestos callejeros y en festivales abiertos,

con la presencia de los autores respectivos que los autografiaban. Los dos primeros Festivales del Libro fueron dedicados a los más

imprescindibles autores peruanos. Los dos últimos, fueron abiertos a escritores extranjeros invitados. Después, los exportó a Venezuela, para

interesar al poeta y ensayista Juan Liscano, quien luego tomaría el timón de la Editorial Monte Ávila. Y también los pasó a Colombia.

Su intento de llevar los Festivales del Libro a los países de América Central, no fue concretado, y ocurrida la Revolución Cubana triunfante,

viajó a la isla, donde su maestro y amigo Alejo Carpentier tomó la dirección del Festival del Libro Popular Cubano, ocasión en que pudo

conversar con el Che.

Exhibición callejera de “Populibros Peruanos” (Fuente: http://tinyurl.com/o8gl66x)

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Exhibición callejera de “Populibros Peruanos” (Fuente: http://tinyurl.com/q4tu5xj)

Pero a causa de los estragos ocasionados por el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, el emprendimiento arruinó económicamente a

Scorza. Y fue en 1959 cuando tuvo la idea de una nueva colección de libros de bolsillo, con el nombre de “Bolsilibros”, que no pudo llevar a la

práctica, pero que en 1963 la convertiría en su último emprendimiento editorial: “Populibros Peruanos”.

“Populibros” abarcó, tanto a los autores peruanos clásicos como a los nuevos; y a obras de la literatura universal, en dos años, con doce

series y en cada una, con cinco títulos. Pero, la ruina económica de Scorza, estaba de nuevo a la vuelta de la esquina. Esta vez, por una

mojigatería de las autoridades de la Municipalidad de Lima, al prohibir la venta pública y secuestrar la edición de “El amante de Lady Chatterley”

de D. H. Lawrence, que fue considerada excesivamente provocativa… En 1968, Scorza estuvo inmerso otra vez en un movimiento

político indigenista, en el contexto de la convulsionada política peruana,

con los partidos políticos tradicionales en crisis, y la inoperancia y los errores estratégicos del gobierno de Fernando Belaúnde que no atinó a

dar una respuesta satisfactoria a la insurgencia de las luchas campesinas en la sierra central.

Ese año, obtuvo una imputación por “poner en peligro la seguridad del Estado” con una condena de 5 años de cárcel, que obligó a Scorza a

exiliarse una vez más y, en esta ocasión, establecerse en París.

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La obra poética de Manuel Scorza

“Yo conocí en mi patria sólo rostros vacíos,

Hombres de mirada prematuramente cana,

Balnearios de hueso

Donde antes de tiempo veraneaba la muerte.

Yo sólo recuerdo ojos en la niebla”.

(Fragmento de “Las Imprecaciones” (1955)

Scorza ganó el Premio de los “Juegos Florales de la Universidad Nacional de México” y el “Premio Nacional de Poesía (Peruana) José

Santos Chocano”, por su obra “Las Imprecaciones”, en 1956.

“y son las tres de la tarde

y el sol no calienta la miseria.

Un impresor misterioso

pone la palabra tristeza

en la primera plana de todos los periódicos.

Ay, un día caminando comprendemos Que

estamos en una cárcel de muros que se

alejan...

Y es imposible regresar”

(Fragmento de “El Desterrado”,

de “Los Adioses” (1960)

Su poesía de versos libres expresa una tetralogía de factores de su

cosmovisión, y la influencia de Pablo Neruda, al resaltar: el anhelo de justicia, la devoción a la mujer, la firme creencia de que el ejercicio

pleno del respeto a los Derechos Humanos facilita que las personas sean aptas para crear libertad, y la aspiración a lograr una Mejor Humanidad.

“Yo fui a Bolivia en el otoño del tiempo.

Pregunté por la Felicidad. / No respondió nadie.

Pregunté por la Alegría. / No respondió nadie.

Pregunté por el Amor. / Un ave

cayó sobre mi pecho con las alas incendiadas.

Ardía todo en el silencio.

En las punas hasta el silencio es de nieve”.

(Fragmento del “Canto a los mineros de Bolivia”, 1952)

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“…mientras alguien padezca,

la rosa no podrá ser bella;

mientras alguien mire el pan con

envidia,

el trigo no podrá dormir;

mientras los mendigos lloren

de frío en la noche,

mi corazón no sonreirá”.

(Fragmento de “Epístola a los poetas

que vendrán”

Su obra poética la componen: “Las imprecaciones” (1955)

“Los adioses” (1959) “Desengaños del mago” (1961)

“Réquiem para un gentil hombre” (1962), “Poesía amorosa” (1963)

“Cantar de Tupac Amaru” (1969) “El vals de los reptiles” (1970)

“Poesía incompleta” (1970) “Obra poética” (1990)

“Poesía Completa” (2012).

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La Saga de la Guerra Silenciosa

Con el ciclo novelístico o saga "La balada", "Las Cantatas" o “La

guerra silenciosa”, que Scorza inicia con “Redoble por Rancas”, obtuvo un lugar destacado en la ´novela indigenista´, a la que contribuyeron

con maestría Ciro Alegría y José María Arguedas, al representar las tribulaciones de miseria y privaciones de los nativos sudamericanos.

“Redoble por Rancas” tuvo un extraordinario éxito editorial, y de inmediato fue traducida a más de 30 idiomas, con un reconocimiento

internacional de la crítica especializada que lo elevó a una consideración muy especial. La novela estuvo entre las finalistas del Premio

Internacional Planeta de 1969, pero ese año el premio lo obtuvo ”En la vida de Ignacio Morel” del novelista Ramón J. Sender.

La saga la componen las novelas autónomas: “Redoble por Rancas” (1970), “Historia de Garabombo el Invisible” (1972), “El Jinete

Insomne” (1977), “El Cantar de Agapito Robles” (1977), y “La Tumba

del Relámpago” (1979). Cuando concluyó “La Tumba del Relámpago”, fue postulado al Premio Nobel de Literatura de 1979, pero el adjudicado

fue el poeta griego Odysséas Elýtis (Odysséas Alepoudélis). Fuera de la saga, en 1983 publicó la novela “La Danza Inmóvil”,

en la que contrapone sus vivencias urbanas y cosmopolitas de París, con las tribulaciones de la población sojuzgada de los Andes y la insurgencia

de los procesos revolucionarios.

"Este libro es la crónica exasperantemente real de una lucha

solitaria: la que en los Andes Centrales libraron, entre 1950 y 1962, los hombres de algunas aldeas sólo visibles en las cartas militares de los

destacamentos que las arrasaron. Los protagonistas, los crímenes, la traición y la grandeza, casi tienen aquí sus nombres verdaderos".

"Héctor Chacón, el Nictálope, se extingue desde hace quince años en el presidio del Sepa, en la selva amazónica”.

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“Los puestos de la Guardia Civil rastrean aún el poncho multicolor de Agapito Robles. En Yanacocha busqué, inútilmente, una tarde lívida,

la tumba del Niño Remigio. Sobre Fermín Espinoza informará mejor la bala que lo desmoronó sobre un puente del Huallaga. El doctor

Montenegro, Juez de Primera Instancia desde hace 30 años, sigue paseándose por la plaza de Yanahuanca”. El Coronel Marroquín recibió

sus estrellas de General. La ´Cerro de Pasco Corporation´, por cuyos intereses se fundaron tres nuevos cementerios, arrojó, en su último

balance, veinticinco millones de dólares de utilidad. Más que un novelista, el autor es un testigo".

"Ciertos hechos y su ubicación cronológica, ciertos nombres, han

sido excepcionalmente modificados para proteger a los justos de la justicia".

Manuel Scorza

(´Noticia´, de "Redoble por Rancas", pp. 9-10)

“1. Donde el zahorí lector oirá hablar de cierta celebérrima moneda”

“Por la misma esquina de la plaza de Yanahuanca por donde,

andando los tiempos, emergería la Guardia de Asalto para fundar el segundo cementerio de Chinche, un húmedo setiembre, el atardecer

exhaló un traje negro. El traje de seis botones, lucía un chaleco surcado por la leontina de oro de un Longines auténtico. Como todos los

atardeceres de los últimos treinta años, el traje descendió a la plaza

para iniciar los sesenta minutos de su imperturbable paseo”. “Hacia las siete de ese friolento crepúsculo, el traje negro se

detuvo, consultó el Longines y enfiló hacia un caserón de tres pisos. Mientras el pie izquierdo se demoraba en el aire y el derecho oprimía el

segundo de los tres escalones que unen la plaza al sardinel, una moneda de bronce se deslizó del bolsillo izquierdo del pantalón, rodó tintineando

y se detuvo en la primera grada”.

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“Don Herón de los Ríos, el Alcalde, que hacía rato esperaba lanzar

respetuosamente un sombrerazo, gritó: ´¡Don Paco, se le ha caído un sol!´”.

“El traje negro no se volvió”. “El Alcalde de Yanahuanca, los comerciantes y la chiquillería se

aproximaron. Encendida por los finales oros del crepúsculo, la moneda ardía. El Alcalde, oscurecido por una severidad que no pertenecía al

anochecer, clavó los ojos en la moneda y levantó el índice: ´¡Que nadie la toque!´. La noticia se propaló vertiginosamente. Todas las casas de la

provincia de Yanahuanca se escalofriaron con la nueva de que el doctor

don Francisco Montenegro, Juez de Primera Instancia, había extraviado un sol”.

“Los amantes del bochinche, los enamorados y los borrachos se desprendieron de las primeras oscuridades para admirarla. ´¡Es el sol

del doctor!´, susurraban exaltados. Al día siguiente, temprano, los comerciantes de la plaza la desgastaron con temerosas miradas. ´¡Es el

sol del doctor!´, se conmovían”.

“Gravemente instruidos por el Director de la Escuela –´No vaya a ser que una imprudencia conduzca a vuestros padres a la cárcel´ –, los

escolares la admiraron al mediodía: la moneda tomaba sol sobre las mismas desteñidas hojas de eucalipto”.

“Hacia las cuatro, un rapaz de ocho años se atrevió a arañarla con un palito: en esa frontera se detuvo el coraje de la provincia”.

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“Nadie volvió a tocarla durante los doce meses siguientes. Sosegada la agitación de las primeras semanas, la provincia se

acostumbró a convivir con la moneda. Los comerciantes de la plaza, responsables de primera línea, vigilaban con tentaculares miradas a los

curiosos. Precaución inútil: el último lameculos de la provincia sabía que apoderarse de esa moneda, teóricamente equivalente a cinco galletas de

soda o a un puñado de duraznos, significaría algo peor que un carcelazo”.

“La moneda llegó a ser una atracción. El pueblo se acostumbró a

salir de paseo para mirarla. Los enamorados se citaban alrededor de sus fulguraciones”.

(Fragmento de “Redoble por Rancas”, Manuel Scorza

Monte Ávila Editores CA, Caracas, 1977. Págs. 13-14).

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El último abrazo de Manuel Scorza

En 1983, Scorza fue invitado por el presidente de la República

Belisario Betancur Cuartas, al “Primer Encuentro de la Cultura Hispoanoamericana” en Bogotá (y en otras ciudades de Colombia) y que

tuvo entre sus participantes, entre otros, a Gabriel García Márquez.

Desde París, tomó el vuelo regular AV-011 de Avianca que cubría la ruta Fráncfort-Bogotá vía París, Madrid y Caracas, en el que también

viajaron otros escritores, críticos y artistas destacados, como Marta Traba Taín, crítica de arte y escritora argentino-colombiana; Ángel

Rama, escritor, ensayista y crítico uruguayo, marido de Marta Traba; Jorge Ibargüengoitia, escritor, ensayista y periodista mexicano radicado

en París; y Rosa Sabater, pianista española, entre otros.

El Vuelo AV-011 despegó del Aeropuerto Charles de Gaulle de París a las 22.25 GMT (11:25 pm hora local) del día 26 de noviembre de

1983 con destino al Aeropuerto de Barajas de Madrid, España, con 169 pasajeros a bordo y una tripulación de 19 miembros más 4 tripulantes

adicionales (que no tenían asignadas funciones en ese vuelo), con un total de 192 ocupantes.

Minutos antes de aterrizar, con el tren de aterrizaje desplegado, el Boeing 747 se desplomó e impactó contra el terreno tres veces

consecutivas a las 0:06 GMT (1:06 am hora local) del 27 de noviembre de 1983, en Mejorada del Campo, a 12 km al suroeste del Aeropuerto

de Barajas (Madrid). De los 192 ocupantes, fallecieron 181 víctimas y sólo 11 personas

sobrevivieron. El cuerpo de Manuel Scorza fue hallado en las colinas de

Fuentesecada, y fue reconocido porque estaba abrazado a su último

libro que acababa de ser publicado: "La danza inmóvil".

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