Manuel Sacristán Luzón_El Viejo Topo Especial MSL 2005

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Organizan: Universitat de Barcelona-Universitat Politècnica de Catalunya-Universitat Autònoma de Barcelona-Universitat Pompeu FabraFundació Catalana d’Investigacions Marxistes-Fundación de Investigaciones Marxistas

Homenaje conmemorativo aManuel Sacristán Luzón(1925-1985)23, 24 y 25 de noviembre de 2005www.manuelsacristan.org

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Portada: Foto de familiares y amigos en Puigcerdà. Septiembre de 1981. En pie, Miguel Candel; en la tercera fila: Paco Fernandez Buey, NeusPorta y el niño Eloy Fernandez Porta; en la segunda fila: Juan-Ramón Capella, Teresa Rodríguez, Gloria Comte y Antonio Izquierdo Escribano;en primera fila: una amiga, Vera Sacristán, Victor Rios, Manuel Sacristán y Toni Domènech. Foto de Albert Domingo

EL VIEJO TOPO, revista mensual. Director: Miguel Riera. Coordianación de este número especial: Iñaki Vazquez Alvarez y SalvadorLópez Arnal. Diseño de este número: Enric Gil i Robert. Edita este número: Ediciones de Intervención Cultural, S.L-Fundación deInvestigaciones Marxistas-Fundació Catalana d´Investigacions Marxistes-Universitat de Barcelona-Universitat Autónoma de Barcelona-Universitat Politècnica de Catalunya-Universitat Pompeu Fabra. Fotomecánica: Tumar Autoedición S.L. Imprime: Teys S.A. ISSN 0210-2706,Depósito Legal B-40.616-76. Impreso en España..El Viejo Topo es miembro de ARCE. Asociación de Revistas Culturales de España.Exclusivamente para este número especial Licencia Creative Commons. EL VIEJO TOPO, C/ Sant Antoni, 86, local 9, 08301 Mataró(Barcelona). Tel. Administración, redacción, publicidad y suscripciones (93)755-08-32 e-mail: [email protected]

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IV. Textos político-culturales:socialismo, transición política, movimientos sociales

1. Confucio (1955).2. Carta a José Mª Mohedano sobre la experienciachecoeslovaca (1969)3. Presentación de Historia general del socialis-mo (1976)4. Sobre Miguel Hernández, en el XXXIV aniversario de su muerte (1976).5. Esquema conferencia “Ni tribunos” (1978).6. Coloquio de la conferencia: “¿Por qué faltan economistas en el movimiento ecologista?” <Fragmentos> (1980).7. Sobre el 23-F (1981)

V. Crítica literaria,colaboraciones editoriales.

1. Sobre Eliseo Bayo.2. Contraportada de la edición castellana de Crítica del gusto de G. della Volpe (1966).3. Carta a ediciones Ariel en torno a la Historia del análisis económico de Schumpeter (1972)4. Nota introductoria de la traducción castellana de El varón domado (1973)5. Informe editorial sobre: Álvarez del Vayo, Julio: Give me battle (1973)6. Nota a la traducción castellana de Poemas y canciones (1976)7. Prólogo a: Heinrich Heine, Poemas (1976)

VI. Cuatro cartas

1. Carta a Juan Grijalbo (1973).2. A Miguel Sánchez Mazas (1984).3. A Eloy Fernández Clemente (1985)4. A Félix Novales (1985)

NOTA EDITORIAL

CRONOGRAMA

TEXTOS DEMANUEL SACRISTÁN

INTRODUCCIÓN

BIBLIOGRAFÍA

Manuel Sacristán:una semblanzapersonal, intelectual y política

Joaquim Sempere

I. Marx, tradición marxista1. Marx, Karl (1967)2. Advertencia. Presentación de la Antología de Antonio Gramsci (1969) 3. Prólogo a la primera edición catalana de El Capital (1983)4. Carta a Mónica Guitián (1985)5. Semblanzas: R. Luxemburg, A. Tasca, P.

Sraffa, E. Guevara, L. Althusser.6. “Un marxista que se acerca al anarquismo”. Entrevista con La Vanguardia (1983)

II. Dialéctica1. Carta a Luis Maruny. A propósito de un pro-yecto de Escuela de Sociología (1968)2. Carta a Benería Vidal (1971)3. Metodología de las ciencias sociales 1984-1985. Fragmentos.

III. Ciencia, filosofía, lógica1. El hombre y la ciudad (Una consideración del humanismo, para uso de urbanistas) (1959).2. Carta a Josep Ferrater Mora (1966)3. Nota y presentación de la edición castellana de Sigma. El mundo de las matemáticas (1968).4. Nota sobre el plan de estudios de la sección de filosofía (1968).5. Reseña de J. Mosterín, Racionalismo y acción humana (1981)

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ÍNDICE

Manuel Sacristán en suestudio de Barcelona.Fotografía del año1964.

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Manuel Sacristán Luzón nació en Madrid el 5de diciembre de 1925. Cursó estudios deDerecho y de Filosofía en la Universidad deBarcelona entre 1944 y 1952, y de lógica yfilosofía de la lógica entre 1954 y 1956 en elInstituto de Lógica Matemática eInvestigación de Fundamentos de laUniversidad de Münster (Westfalia). En 1957,se casó en Nápoles con la hispanista GiuliaAdinolfi (1930-1980), y en 1959 presentó sutesis doctoral sobre Las ideas gnoseológicasde Heidegger. Profesor de “Fundamentos deFilosofía” tras su regreso de Alemania, publi-có en 1964 su Introducción a la lógica y alanálisis formal, un manual decisivo para lareintroducción de la lógica en nuestro país (suhija, Vera Sacristán, editó póstumamente unensayo de lógica, escrito en 1965, con el títu-lo de Lógica elemental). En 1962, Sacristánno pudo conseguir la cátedra de lógica de laUniversidad de Valencia en una oposición queocupa, y ocupará, un lugar destacado en lahistoria de las barbaridades ideológicas delnacional-catolicismo universitario, y en 1965,como abyecto corolario, se le expulsó de laUniversidad vía no renovación de su contratoadministrativo. Desde entonces, Sacristán seganó la vida traduciendo y con colaboracio-nes editoriales. A mediados de los setenta,dio clases de alfabetización en la escuela deadultos de la parroquia de Can Serra, y final-mente pudo reintegrarse al mundo universita-rio de forma definitiva tras la muerte del gene-ral golpista, y, aún entonces, los avatares queconllevó su nombramiento como catedráticoextraordinario no permiten ser estudiados sinsonrojo. Durante el curso 1982-1983 impartióclases en la Facultad de Sociología yCiencias Políticas de la Universidad Nacionalde México. Allí se casó en segundas nupciascon Mª Ángeles Lizón.

Sacristán ha sido uno de los trabajadoresintelectuales más comprometidos con sutiempo, con la sociedad en la que le tocó viviry, especialmente, con los grupos socialesmás desfaorecidos. Militó durante más deveinte años en las filas del PSUC-PCE, for-mando parte de su dirección ejecutiva entre1965 y 1970 y siendo miembro de su comitécentral desde 1956. Intervino activamente ennumerosas acciones de la resistencia anti-franquista (la protesta contra el asesinato deJulián Grimau, constitución del SDEUB, movi-miento de profesores no numerarios, encie-rro-protesta de Montserrat). Fue miembro delconsejo de redacción, y director en algúncaso, de revistas tan importantes para la cul-tura barcelonesa, catalana y española comoQvadrante, Laye, Nous Horitzons, Materiales ymientras tanto. Sus aportaciones y activismoen los ámbitos del ecosocialismo, del pacifis-mo antiotánico y, en general, de los entoncesnuevos movimientos sociales, fueron decisi-vos en la historia reciente del país y han deja-do profunda huella. Su tenacidad, junto con lade Giulia Adinolfi y otros amigos y compañe-ros, fue decisiva en la constitución de laFederación de Enseñanza de CC.OO.

Sacristán falleció el 27 de agosto de1985, a los 59 años de edad. Una parte sus-tantiva de su obra está editada por la editorialIcaria, en los cuatro volúmenes que compo-nen Panfletos y materiales, y en Pacifismo,ecologismo y política alternativa (edición deJuan-Ramón Capella).

Recordamos, pues, en estas fechas el XXaniversario de su muerte. La Fundación deInvestigaciones Marxistas (FIM) y la FundacióCatalana d´Investigacions Marxistes (FCIM),recogiendo el sentir de un amplio sector deprofesores y trabajadores intelectuales, denumerosos activistas de la izquierda alternati-va y de la ciudadanía en general, se propusie-ron organizar, hace ya más de un año, con elapoyo institucional y económico de las uni-versidades públicas barcelonesas (UB, UPC,UAB y la UPF), un homenaje conmemorativo,al que también se sumaron amigos, fundacio-nes, fuerzas políticas y publicaciones como ElViejo Topo, mientras tanto, Viento Sur, Mundoobrero o Nou Treball. El trabajo del comitécientífico asesor, integrado por FranciscoFernández Buey, Juan-Ramón Capella, RafaelGrasa, Guillermo Lusa, Javier Navascués,Miguel Candel y Joaquim Sempere, ha sidodecisivo para llevar a buen puerto todo el pro-yecto.

El homenaje que va a celebrarse los próxi-mos días 23, 24 y 25 en la Universidad deBarcelona, en el Paraninfo y en la Facultad deEconómicas, con casi 30 ponentes, con lapresencia, entre otros, de autores tan desta-cados como Rosa Rossi, Gabriel VargasLozano, Víctor Ríos, Luis Vega Reñón, JoséMª Ripalda o Carlos Piera, puede y debe ser-vir de trampolín para otras actividades quetengan la obra y el hacer de Sacristán comopuntos nodales. Por eso, durante las jorna-das, se van a presentar tres películas -”Sacristán filósofo”, “Sacristán marxista” y“Sacristán maestro”, esta última en laFilmoteca barcelonesa- que forman parte del“Integral Sacristán”, un conjunto de ochodocumentales, de 13 horas de duración, diri-gido por Xavier Juncosa. Está también ya enmarcha -gracias al buen hacer de la FIM y dela FCIM, y al apoyo desinteresado de lasUniversidades barcelonesas que han contri-buido a la realización de este homenaje - unapágina web -http://www.manuelsacristan.org-dedicada a su obra, y acaso todo ello puedaser un pequeño o mediado altavoz que dé piea nuevas iniciativas que permitan el reconoci-miento público, ciudadano e institucional delcompromiso político, social e intelectual queManuel Sacristán mantuvo a lo largo de suvida para ayudar a aproximarnos a “una huma-nidad más justa en una Tierra habitable”, envez de seguir (mal) viviendo como un inmensorebaño acrítico que deambula extrañado, yentre una plétora inconcebible de desigualda-des, en “un ruidoso estercolero químico, far-macéutico y radiactivo”.

Los artículos, cartas, conferencias, rese-ñas que componen este dossier editado por

El Viejo Topo, con la generosa disposición deMiguel Riera, su director, de JoaquimSempere, autor de la biografía intelectual deSacristán que abre este dossier, intentanaproximar al lector a algunas de las temáticasque Sacristán cultivó y a algunos de sus múl-tiples registros. No son todo Sacristán, no lopretenden, pero sí buscan mostrar algunas desus aportaciones significativas en el campode las tradiciones marxistas, en el ámbito dela filosofía académica, en el discutido tema dela dialéctica, en asuntos de intervención polí-tica y sobre la reciente historia del socialismoy del comunismo, y dar cuenta, además, dealgunas de sus colaboraciones editoriales ytrabajos de traducción que, durante más deuna década, fueron básicos para su subsis-tencia (estos bloques estructuran, de hecho,las jornadas de noviembre). Hemos pretendi-do dar cuenta de estas múltiples caras, selec-cionando textos relativamente breves y, en lamayor parte de los casos, poco transitados.No se oculta: la selección pretende que elpotencial lector/a del dossier se quede insa-tisfecho y tenga deseo urgente de nuevas lec-turas.

En un sentido artículo de 1957 publicadoen Convivium, escrito poco después del falle-cimiento de Scholz, Sacristán apuntaba:“Obra viva y obra escrita se integran en estaadmirable figura. Scholz empezó su carreraintelectual en el terreno de la Teología.Interesado a poco por temas filosóficos gene-rales, su personalidad docente se afirma yadentro de la Filosofía [...]; cuando, por último,se dedica especialmente a la lógica formal,Scholz no deja nunca de ser un filósofo, asu-miendo además la responsabilidad moral queél consideraba aneja a ese título”. Es innece-sario señalar que tampoco Sacristán dejó deser nunca un filósofo, que asumió comopocos la responsabilidad moral y política queello conlleva, un verdadero trabajador intelec-tual que, tras el tiempo transcurrido despuésde su fallecimiento prematuro, se ha converti-do en un clásico del pensamiento y en unejemplo para los movimientos emancipatoriosque buscan cambiar el mundo conociendo,en la medida de sus fuerzas, el mundo quedesean cambiar y la consistencia y posibilidadde sus finalidades. Sacristán es, en definitiva,un autor que, tal como él mismo dijera deGramsci, tiene derecho a no estar nunca demoda y a ser leído siempre. Y por todos. Éstaes una de las agradables tareas de nuestrahora.

Iñaki Vázquez Alvarez ySalvador López Arnal

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Manuel Sacristán Luzó n nace en Madrid el 5 de septiembre de1925. Su padre, de origen andaluz, se dedicó a diversas ocupacio−nes, entre las que sobresale la de empleado contable. Su madre, deorigen castellano, pertenecía a una familia de artesanos y se dedi−có ocasionalmente a la costura. Manuel fue el mayor de tres her−manos. Pese a las dificultades econó micas de la familia, sus padresprocurarían que los tres hijos (incluida la menor, que era mucha−cha) asistieran a la escuela. Entre las escuelas a las que asistióManuel durante sus estudios primarios cabe destacar el InstitutoEscuela (donde estuvo un solo curso). En noviembre de 1936, enplena guerra civil, y cuando Manuel había cursado ya el primercurso de bachillerato, la familia se traslada a Valencia, donde residehasta febrero de 1937. De allí pasa a Rivatrigoso, en Liguria, cercade la frontera francesa, y tras una estancia de tres meses en estapoblació n italiana se instala en Niza hasta agosto de 1939. Manuelasiste allí a la escuela pú blica francesa y obtiene brillantes resulta−dos a pesar de su inicial ignorancia de la lengua.

De Niza pasa a Barcelona, donde residirá – salvo escasos y brevesparéntesis— hasta el final de sus días. Cursa el bachillerato en elInstituto Balmes y obtiene en 1944 un sobresaliente en el examende Estado. EL mismo año se matricula en la Facultad de Derecho,pero en 1947 interrumpe su carrera en tercer curso para matricu−larse en Filosof ía y Letras. Só lo tras haber terminado Filosof íareanudará y acabará la licenciatura en Derecho.

En 1940 ingresa en la organizació n juvenil de Falange y poste−riormente, durante su etapa universitaria, en el Sindicato EspañolUniversitario. Pero muy pronto, en 1945−1946, rompe con laFalange. A pesar de que la ruptura fue bastante violenta, en los añossiguientes recibe aú n algunas ofertas procedentes de instanciasoficiales. En 1947 dirige, con Juan Carlos García Borró n, la revis−ta Quadrante, cuyo subtítulo, “ Revista del SEU” , substituyen porel de “ Los universitarios hablan” (debido a lo cual el SEU dejade costearla y la hace desaparecer poco después). En 1949, tras unatuberculosis renal, se ve obligado a hacerse una nefrectomía; desdeentonces vivirá con un solo riñó n. En 1950 publica su primeracolaboració n (sobre temas académicos y literarios) en la revista

* Texto publicado en el nú mero especial de la revista mientras tanto (nº 30−31, mayo de 1987) dedicado a Manuel Sacristán Luzó n tras su muerte en 1985.Con autorizació n del autor, se reproduce – con algú n ligero retoque—en elpresente dossier reunido con motivo del Homenaje conmemorativo a ManuelSacristán que las universidades pú blicas barcelonesas, la Fundació n deInvestigaciones Marxistas y la Fundació Catalana d’ Investigacions Marxisteshan organizado los días 23,24 y 25 de noviembre del 2005. Texto transcrito porIñaki Vázquez Álvarez específicamente para la ocasió n.

1El presente artículo no es má s que un esbozo de urgencia de una biograf ía

personal, intelectual y política que convendrá hacer con mayor pausa, distancia−

miento y base documental. Muchos de los artículos de este nú mero de mientras

tanto aportarán datos complementarios o aná lisis má s específicos de unos u otros

aspectos de su vida y obra. En la « Aproximació n a la bibliograf ía de Manuel

Sacristán» , de Juan Ramó n Capella, puede seguirse cronoló gicamente, de

modo casi completo, la producció n escrita de Manuel Sacristán.

Laye. Él fue uno de los impulsores de esta revista, de la que llegóaser redactor jefe. También en 1950 le ofrecen dirigir un boletínuniversitario y la secció n universitaria del Instituto de EstudiosHispanoamericanos, cargos de los que dimitirá en febrero de

19512

Recibe una temprana influencia de Ortega y Gasset, a quien nuncadejará de respetar y con cuya obra dialogará repetidamentedurante toda su vida. Su multifacética curiosidad intelectual le llevaa buscar lecturas de dif ícil acceso durante el franquismo. En Layepublica, por ejemplo, sobre Thorton Wilder, Simone Weil, Moravia,Orwell, Thomas Mann, O’ Neill, Heidegger, Jaspers, BertrandRussell, Moritz Schlick, Carnap. Pero su obra incluye lecturas tandiversas como Sartre, Nietzsche y Bergson, el marxismo y la filo−sof ía brahmánica: en una correspondencia particular cita al filó −

sofo Sankara y expresa el deseo de estudiar sánscrito3. En 1954publica una traducció n del Banquete de Plató n.

De 1954 a 1956 estudiará ló gica matemá tica con Scholz enMü nster. Su estancia en Alemania es crucial en varios sentidos. Lepermite consolidar su conocimiento de la lengua y de la culturagermánica (siempre se declarará “ germanó filo” en lo cultural).Le proporciona un buen conocimiento de la ló gica moderna y dela filosof ía de la ciencia. Por ú ltimo, le da ocasió n de conocermá s a fondo la obra de Marx y Engels. Su inclinació n al com−promiso civil y su progresivo distanciamiento del falangismo lemueven a buscar contactos con la resistencia antifranquista clan−destina ya antes de ir a Mü nster (al parecer con una inicial predi−lecció n por el anarcosindicalismo). Su estancia en Alemania lepermite entrar en contacto con el partido comunista, en cuyas filasingresa en aquellos años. A su regreso entrará en al Facultad deFilosof ía y Letras de Barcelona para dar clases, como profesor nonumerario, de Historia de la Filosof ía y Ló gica, y en la Facultadde Econó micas poco después para dar clases de Fundamentos deFilosof ía, combinando su tarea docente con la actividad políticaclandestina, que pronto le llevará a los ó rganos de direcció n delPSUC (comités central y ejecutivo) y del PCE (comité central). Sulabor política se centra en el frente universitario y cultural, aunqueno se reduce a ella. El documento escrito por él hacia 1956 o 1957para ayudar a los militantes a leer el “ Manifiesto del PartidoComunista” de Marx y Engels revela que se ocupaba también detareas de educació n interna de la organizació n. En su conteni−do y estilo este documento muestra, por otra parte, la só lidaindependencia de criterios con los que abordaba ya entonces elmarxismo, y su negativa a mecerse en idealizaciones y autoenga−ños. Colaboró

2 En el grupo Laye figuraron también Carlos Barral, Ramó n Carnicer, Josep M.Castellet, F. Farreras, Gabriel y Juan Ferrater, Juan Carlos García Borró n, A.García Seguí, Jaime Gil de Biedma, Jesú s Nuñez, Alberto Oliart, Esteban Pinillade la Heras y Ramó n Viladá s, entre otros. Para má s detalles sobre la juventud deSacristán, véase infra el artículo de J.C. Borró n, « La posició n filosó fica deManuel Sacrstán desde sus años de formació n» . Véase también, sobre Laye, BarryJordan, « Laye: els intel· lectuals i el compromís» , Els Marges, nº , 17 (septiembrede 1979).3 Vease García Borró n, art. cit.

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una semblanza personal, intelectual y política*1

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Apuntes para una biografía

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durante aquellos años en la revista intelectual de PCE, NuestrasIdeas, publicada en el exilio, e impulsó una revista ciclostiladaeditada clandestinamente por el PSUC en Barcelona en 1959−1960 con el título de Quaderns de Cultura Catalana, en cuyaredacció n figuraba también Josep Fontana. Luego seguirá escri−biendo para las revistas del exilio, Realidad, del PCE, yHoritzons, luego llamada Nous Horitzons, del PSUC, hasta losaños 70.

Hacia 1956 conoce en Barcelona a Giulia Adinolfi, hispanista ita−liana que visitaba Barcelona en su segundo viaje de estudios. El 27de agosto de 1957 se casaron en Nápoles y a continuació n via−jaron a París, donde Manolo debía asistir a una reunió n del par−tido. En 1958 nació la ú nica hija del matrimonio, Vera.

En febrero de 1957 tiene su primer encuentro con la policía polí−tica franquista. A raíz de la detenció n de varios militantes delPSUC – en enero había tenido lugar la huelga de tranvías y enfebrero unas manifestaciones estudiantiles en la Universidad, “ loshechos del Paraninfo” —, la policía encuentra en manos del res−ponsable del PSUC detenido, Emilià Fàbregas, un artículo deSacristán sobre Rafael Alberti firmado con el pseudó nimo de“ Víctor Ferrater” . La policía detiene entonces al poeta GabrielFerrater, y el hermano de éste, Joan, visita a Sacristán instándole aque haga algo para evitar daños a Gabriel. Sacristán, entonces, sepresenta en la comisaría declarándose autor del artículo y confe−sándose marxista (el artículo hablaba “ del humanismo marxista”en la obra de Alberti y estaba destinado a la revista Nuestras Ideas).

En el terreno filosó fico, hacia 1958 poseía ya la informació nbá sica sobre la filosof ía contemporánea para hacerse una visió npropia, como muestra un trabajo sobre “ la filosof ía desde la ter−minació n de la segunda guerra mundial hasta 1958” para laEnciclopedia Espasa. En 1959 publica su tesis doctoral (Las ideasgnoseoló gicas de Heidegger), donde ajusta las cuentas con elantirracionalismo reaccionario de un autor que nunca dejó deimpresionarle e interesarle. En 1962 oposita sin éxito a la cá tedrade Ló gica de la Universidad de Valencia ante un tribunal que nose recata de dejar claro que se le niega la cá tedra por razones polí−tico−ideoló gicas, cuando era indudable que era el mejor especia−lista en ló gica en la España de entonces. (En 1964 publicaráIntroducció n a la ló gica y al aná lisis formal.)

En 1960 publica, con pró logo suyo, los escritos de Marx y Engelssobre España bajo el título Revolució n en España. Con estevolumen se inaugura una larga serie de libros de interés político,científico y/o filosó fico en cuya publicació n tendrá ManuelSacristán uno u otro papel: como traductor, compilador o prolo−guista, y muchas veces como consejero editorial. En esta laboringente, que dura hasta la muerte – y que le vino gravosamenteimpuesta por la estricta necesidad de subsistir y le quitó energíasy tiempo para la creació n intelectual—, Sacristán será la cabezade puente para introducir en el desierto cultural y político española autores y corrientes prá cticamente ignorados. Contribuye adifundir la obra de Quine y de otros analíticos, la de Galbraith yotros muchos pensadores sociales, y sobe todo la de Marx, Englesy otros autores pertenecientes al marxismo: Gramsci, Labriola,Lukács (cuya obra se propone traducir y editar). En 1975 conven−cerá al editor Juan Grijalbo para que publique en castellano la obracompleta de Marx y Engels, prevista en 68 volú menes, de los cua−les finalmente só lo se publicaron 12.

En la década de los 60 la actividad antifranquista empieza a pro−yectarse en acciones de calle y movilizaciones de masas, especial−mente entre los obreros y los universitarios, así como en iniciativaseditoriales e intervenciones culturales diversas. En 1963 Sacristánes detenido en una manifestació n en el centro de Barcelona paraprotestar por el asesinato de Julián Grimau, en el que participa unnú mero insignificante de personas. Su activa participació n en elmovimiento reivindicativo de los profesores no numerarios de launiversidad, junto con su ya conocida militancia comunista, levalen en 1965 su expulsió n por la vía de la no renovació n de sunombramiento como profesor (nombramiento que debía reno−varse cada año). En 1966 participa, junto con otros intelectualesdestacados, en la asamblea constituyente del SindicatoDemocrá tico de Estudiantes de la Universidad de Barcelona, cele−brada ilegalmente en el convento de los Capuchinos de Sarrià, yvuelve a ser detenido. En la redacció n del manifiesto “ Por unaUniversidad Democrá tica” del sindicato estudiantil, la interven−ció n de Sacristán es decisiva. En aquellos años su prestigio en elmedio universitario – sobre todo entre los estudiantes— se haafianzado só lida y extensamente, má s allá de la Facultad deFilosof ía y de la de Econó micas, en la que impartía clases deMetodología de las Ciencias Sociales. Las conferencias que da encualquier facultad o escuela son acontecimientos que congregan alos estudiantes por centenares y hasta por miles. Sacristán reuníavirtudes poco frecuentes entonces: rigor y só lida formació nintelectual, honestidad y antifranquismo activo. A la vez, su fama decomunista atrae a muchos hacia el comunísimo y contribuye adisipar reticencias intelectuales ante el marxismo.

Desde 1963 pasará regularmente sus veranos y otras temporadas devacaciones en Puigcerdà con su familia. Allí practica uno de suspasatiempos favoritos: el excursionismo de montaña, alternándolocon el trabajo, la lectura y el estudio. La comarca pirenaica de laCerdaña se convertirá para él en una especie de patria adoptiva, porcuyas gentes y costumbres manifestará siempre una curiosidadminuciosa y entrañable.

El conflicto interno del PCE iniciado en 1963, que desemboca enla expulsió n de Fernando Claudín, Sacristán se pronuncia por lalínea radical de Carrillo. La resolució n del conflicto fue vista pormuchos intelectuales del interior como un rebrote de autoritaris−mo estalinista; Sacristán que era decididamente antestalinista en

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Selección de proyectos editoriales en los que participa M.S.L.

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política cultural y en materia de organizació n, vio sin embargo enel asunto de Claudín un conflicto en el que se dirimían primor−dialmente cuestiones de estrategia.

Las primeras crisis del movimiento comunista internacional deesos años, iniciadas hacia 1964 con la escisió n pro−china y acen−tuadas por el “ doble aldabonazo” de 1968 (mayo francés e inva−sió n de Checoslovaquia), suscitan en él una respuesta compleja.Por un lado, creyó que había que seguir estando con el grueso delmovimiento obrero y no caer en el juego de las pequeñas sectas.Por otro, sin embargo, percibió que la crisis ponía al descubiertolos límites de una política excesivamente guiada por objetivospró ximos (como la democracia política frente al franquismo) yolvidadiza del objetivo de transformar la sociedad. Finalmente, seconvenció de que había que abordar sin anteojeras ni contem−placiones los fenó menos de degeneració n socialista en los paísesdel Este puestos en evidencia con los sucesos de Checoslovaquia.Precisamente la invasió n de este país, en agosto de 1968, y las cir−cunstancias del hecho, le golpean en lo má s íntimo y acentú anunos síntomas depresivos que venían manifestándosele desdealgú ntiempo atrá s. A raíz de las discusiones en el seno del grupodirigente del PCE−PSUC, sus discrepancias con los demá s seagudizan, y pese a la desaprobació n oficial de la invasió n por elPCE−PSUC, Sacristán rechaza la superficialidad oportunista conla que se zanja el problema y la renuncia a una revisió n seria delo que pasa en los países socialistas. Por esta razó n, dimite de suscargos en la direcció n de ambos partidos.

Sacristán no hizo nunca de su ruptura, cada vez má s profunda, conel comunismo oficial ningú n motivo de vedetismo. Su labor mili−tante en los años 70, aparte de sus aportaciones teó ricas, se con−centra en la pedagogía política (charlas en diversos ambientesobreros y estudiantiles, artículos en revistas, etc.) y en la acció nsindical en la enseñanza. Su objetivo es mantener focos de radica−lismo, dentro y fuera del comunismo mayoritario, que contrarres−

ten la deriva hacia posturas reformistas4.

En esos mismos años sigue creciendo su desasosiego ante la mag−nitud de la crisis social, en el Este y el Oeste, y habla de “ crisiscivilizatoria” . Su atenció n a la situació n italiana o a un perso−naje como Ulrike Meinhof indica su interés por el sujeto revolu−cionario en los países de capitalismo avanzado, y lo mismo cabedecir respecto a elaboraciones teó ricas como la de Ágnes Hellersobre las ” necesidades radicales” . No es sorprendente que tam−bién en esos años se ocupe de culturas precapitalistas (recuérdese suedició n anotada de una biograf ía del indio Geró nimo), puessegú n él lo que está en el candelero es una crisis global de valoresque trasciende con mucho la mera crisis econó mica del sistema.Este radicalismo crítico le proporciona unas antenas particular−mente sensibles para recibir y asimilar las primeras noticias sobre lacrisis ecoló gica.Esta etapa de reexamen crítico desemboca en la fundació n de larevista Materiales, cuyo primer nú mero lleva fecha de enero−febrero de 1977. De ella se publicarán, hasta su cierre en diciem−bre de 1978, catorce nú meros.A mediados de los años 70 se había declarado ya la fatal enferme−dad de su compañera Giulia, un cáncer del que morirá en 1980.

4Véase infra, F. Fernandez Buey, « Su aventura no fue de ínsulas sino de encrucijadas» , para todo el periodo 1968−1977.

La lucida serenidad con que ella se enfrentó a la muerte en com−pañía de Manolo – que se dedicó a su cuidado con la apasionadaentrega que ponía en sus verdaderos afectos—fue una ocasió n paraconfirmar la profunda compenetració n con que habían vivido ycon que habían compartido tantas cosas.

A finales de 1979Sacristán y Giulia enca−bezan la iniciativa de otrarevista, mientras tanto,con sus má s pró ximosamigos y compañeros dela anterior aventurapublicística. El editorialdel primer nú mero es unmanifiesto que expresa laintenció n político−cul−tural que animará la acti−vidad de sus ú ltimosaños: reconsiderar el ide−ario emancipatoriocomunista a la luz de lacrítica ecologista y femi−nista y en torno a lamatriz marxista de cuyainspiració n bá sica nuncase apartó .

Recordatorio del funeral en memoria de Giulia Adinorfi 1980

En 1978 había ingresado en el Comité Antinuclear de Cataluña ydesde esta fecha participa en sus actividades y en su prensa.

A finales de 1981 participa en el Congreso Mexicano de Filosof íaen Guanajuato y es invitado también a dar unas conferencias en laUniversidad Autó noma de México. En este viaje conoce a M.ªÁngeles Lizó n, profesora de sociología. Al año siguiente aceptaráun contrato que le ofrece la Universidad Autó noma de México,residirá en México durante el curso 1982−1983 y allí contraerámatrimonio con M.ª Ángeles, cuya compañía hará florecer en éluna vitalidad tanto má s notable cuanto que su salud estaba yaquebrantada. Vuelve a Barcelona con Mª Ángeles Lizó n.Entretanto, ni la Universidad de Barcelona ni el Ministerio deEducació n resuelven la provisionalidad de su status universitario(pese a que otras personas con renombre intelectual fueron nom−bradas catedrá ticos extraordinarios en esos años). Esta mezquinarespuesta de una institució n a la que tantos esfuerzos dedicó ydonde contribuyó a insuflar aire fresco se prolonga casi in extre−mis, hasta 1984, año en que es nombrado catedrá tico numerario.Pero hacia la primavera del mismo año debe soportar una opera−ció n de corazó n y a comienzos de 1985 el ya previsto deterio−ro del ú nico riñó n que le queda le obliga a dializarse. Los ú lti−mos meses de su vida se vieron lastrados por la pesada carga de tressesiones semanales de diá lisis, de cinco horas cada una, pese a locual conservó una sorprendente vitalidad y animosidad. Murióel 27 de agosto de 1985.

El arranque de su pensamiento filosó fico

A comienzos de los 50 Manuel Sacristán empieza a manifestarrasgos de una actitud y de un pensamiento filosó ficos que ya noabandonará . En 1953 la revista Laye publica dos textos suyos sig−

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nificativos. Uno es “ Homenaje a Ortega” , donde, rindiendo tri−buto a un pensador que será referencia constante en toda su obra,formula lapidariamente el eje central de su filosofar: la relació nentre conocimiento y ética y la dimensió n social de la existencia.

Una tradició n venerable distingue entre el sabio y el que sabemuchas cosas. El sabio añade al conocimiento de las cosas unsaber de sí mismo y de los demá s hombres, y de lo que intere−sa al hombre. El sabedor de cosas cumple con comunicar susconocimientos. El sabio, en cambio, está obligado a má s; si

cumple su obligació n, señala fines (II, 13)5

En este brevísimo homenaje de una cuartilla de extensió n secondensa todo su programa: el sabio (y en este vocablo encierraSacristán un entero proyecto de vida) enseña a ser hombre, ense−ña a bien protagonizar el drama que es la vida, a vertebrar el cuer−po que es la sociedad, a construir el organismo que es nuestromundo, a vitalizar todo lo que es vida en comú n, desde el con−tacto al lenguaje.

El segundo texto de 1953 se titula “ Verdad: desvelació n y ley” .En él examina Sacristán el concepto de verdad de la cienciamoderna desde la ó ptica del primer Heidegger. En este autorhallará Sacristán la formulació n – aunque críptica y especulati−va—de un enfoque muy abarcante de la verdad (y de la relació nhombre−mundo) que le permitirá abordar el tema de la raciona−lidad científica de una peculiar manera. A la vez que apuesta por laverdad científica como forma particularmente eficaz y potente dela actividad cognoscitiva, pone de relieve la denuncia heideggeria−na de la “ unilateralidad de la concepció n objetivista del ser” (II,53) propia del positivismo ló gico, o hace afirmaciones como lasiguiente: “ no solo hay conocimiento segú n ese modo de laobjetividad científico−natural; lo hay también por modo de apro−piació n, de utilizació n, de conexió n funcional, etc. Unos yotros son ‘ comportamientos’ del ‘ ser−ahí’ ” (II, 22). Elconocer no es má s que una entre muchas de las maneras de rela−cionarse el hombre con el mundo, y en ello asoma también la orejaorteguiana: “ enunciar una proposició n es, no lo olvidemos, uncomportamiento. Para que un comportamiento sea descubridor esnecesario que se desarrolle en una circunstancia que lo posibilite.Esa circunstancia es el ser−en−el−mundo” (II, 23).

En los años siguientes estas ideas se perfilan y se precisan en vir−tud de una doble fecundació n: de la filosof ía analítica y del mar−xismo. Son los años de la estancia de Sacristán en Alemania, dondeentra en contacto con la ló gica simbó lica. Cuando años má starde oposite a una cá tedra de Ló gica será ya un buen conoce−dor y especialista de esta disciplina, que concebirá siempre comoinstrumento, como organon de una actividad primordialmentefilosó fica. Su trabajo sobre Scholz publicado en 1957 enConvivium expresa su interés por “ un ló gico que nunca dejóde ser, en tanto que ló gico, filó sofo” (II, 57−58), y por suvisió n instrumental de la ló gica. Lo mismo cabe decir de su tra−tado de esta disciplina (1964), que, como su propio título insinú a– Introducció n a la ló gica y al aná lisis formal—

5 Las referencias bibliográ ficas que aparecen a partir de este momento son a losvarios volú menes de Panfletos y materiales, editados por Icaria, Barcelona, 1983 ysiguientes.

, va má s allá de las fronteras de esta ciencia formal y se ocupa, porejemplo, de su papel en la investigació n de fundamentos de lasotras ciencias o de las relaciones entre ló gica formal y metodo−logía.

El trabajo publicado en 1958 en la Enciclopedia Espasa bajo eltítulo “ La filosof ía desde la terminació n de la segunda guerramundial hasta 1958” revela que en tal fecha Manuel Sacristánhabía asimilado ya plenamente las dos corrientes esenciales fecun−dadoras de su filosof ía: el pensamiento analítico y el marxismo.Poseía ya un conocimiento completo de las principales tendenciasde la filosof ía analítica, su evolució n, sus crisis, su alumbramientode zonas cada vez amplias de la reflexió n epistemoló gica (hastalos desarrollos del segundo Wittgenstein, el ú ltimo Carnap, todoRussell, Quine y Popper por citar nombres). En cuanto al marxis−mo, esinteresante constatar que en esas fechas Sacristán había tomado yacontacto con un espectro amplísimo de marxistas, desde de los quese ocupan de temas culturales (Lukács, Gramsci) hasta los que tra−tan de filosof ía de la ciencia (Bernal, Langevin, Blojinzev), pasan−do por psicó logos como Wallon o revolucionarios como MaoTse−tung. En los años subsiguientes se consolida su asimilació ndel marxismo y su desarrollo creador del mismo. ¿ Có mo es elmarxismo de Sacristán?

Filosofía, ciencia, dialéctica

Para Manuel Sacristán – fiel a una doble genealogía antimetaf ísi−ca: la empirista−positivista y la marxista – no hay má s conoci−miento substantivo que el de las ciencias, sean naturales, sociales oformales. Pero la ciencia no se produce en una campana de cristal.El trabajo científico está mediado por concepciones religiosas ofilosó ficas (como ilustrará brillantemente en su estudio sobre “ Eltrabajo científico de Marx y su noció n de ciencia” de 1978), porincitaciones sociales y por realizaciones técnicas. Y si la relació n deser humano como lo real no se reduce al conocer, ¿ hay que con−cluir, como el neopositivismo, que fuera del estricto ámbito de laciencia no desempeña ningú n papel la racionalidad? Sacristán seniega tajantemente a admitir semejante visió n en compartimien−tos estancos y regalar al ámbito de lo irracional, emocional, místi−co o inefable las distintas prá cticas humanas que no son cienciapropiamente dicha. Y adoptará como tema central de su programafilosó fico la tarea de determinar un concepto de racionalidad que,aun admitiendo que los ú nicos resultados só lidos de que debepartirse son los que las ciencias, sea lo suficientemente amplio y“ generoso” para no relegar a las tinieblas de lo irracional todo loque no es ciencia. En su examen ya mencionado de la filosof ía dela postguerra, efectú a una caracterizació n de las filosof ías que élllama “ de intenció n científica sistemá tica” que con gran clari−dad resume (aunque no sea con esta intenció n) el motivo centralde su propio racionalismo crítico.

Respecto de las corrientes neopositivistas, que represen−tan un programa de rigurosa racionalizació n formalistade la vida científica por un lado, y abandono má s omenos integral de la vida prá ctica a instancias no racio−nalizadas y hasta místicas por otro, estas filosof ías de larazó n presentan cierta pretensió n sistemá tica. Pero nose trata ya del sistematismo racionalista clá sico (de lossiglos XVII y XVIII) que construía sistemas conclusos dela realidad. En sustancia, la aspiració n sistemá tica con−

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temporánea aspira má s bien a elaborar la cohesió nracional entre la teoría pura y la prá ctica y la teoría de ésta(ética, filosof ía de la sociedad, política, etc). Lo má s carac−terístico del racionalismo contemporáneo es el de aten−der bá sicamente a la ciencia, en vez de construir sistemá−ticamente al margen de ella; así recoge en su seno el reinode lo empírico, que quedaba má s o menos excluido delracionalismo clá sico. Por ú ltimo, se trata casi siempre defilosof ías críticas (que han pasado por las experienciaspositivistas o historicistas, o que han nacido junto con esasideas), por lo que no profesan la creencia clá sica en laRazó n como absoluto (II, 171−172).

Por de pronto, semejante racionalismo supone un concepto pecu−liar de filosof ía. Entronca con la tradició n empirista y analíticaque rechaza un saber filosó fico específico. Pero no se contentacon el horror philosophiae de esta tradició n, por las razones yamencionadas. El marxismo le resulta má s satisfactorio, pues, com−partiendo con aquella tradició n el rechazo de la filosof ía comometaf ísica y reina de las ciencias, contiene un impulso hacia larecomposició n de la unidad de todas las prá cticas humanas, desdela ciencia hasta la ética, dentro de un marco racionalista.

Pero el marxismo realmente existente tiene graves lagunas y defi−ciencias. Manuel Sacristán emprende desde muy pronto la tarea dedepurar ló gica y epistemoló gicamente el corpus de la tradició nmarxista para convertirlo en algo que só lo ha logrado ser incoa−tivamente: la inspiració n articuladora de una nueva cultura racio−nalista y científica, y ademá s comunista. Pues desde su adhesió nmilitante al comunismo, para él la tarea de comprender el mundoes inseparable de la de transformarlo en el sentido de la emanci−pació n social de los seres humanos.

En un artículo publicado en 1961 (“ Tres notes sobre l’ aliançaimpía” Horitzons, nú m.2) hay una primera formulació n de laidea marxista de filosof ía tal como él la entiende: “ El materialis−mo dialéctico [es decir, la filosof ía para el marxismo] es concien−cia del principio histó rico−filosó fico que posibilita la cienciapositiva, y conciencia de la limitació n del aná lisis científico−positivista ‘ desde abajo’ ” . Pero no es só lo esa consciencia,sino también una exigencia, la de “ a) recoger la explicació ncientífico−positiva en el estado de desarrollo en que se encuentraen cada época, y b) recoger la justa exigencia filosó fica de unaaprehensió n de las formaciones complejas...como tales, evitandola falacia de la reducció n” . Como puede observarse, hay aquí unaformulació n que implica, ademá s de un interesante planteamien−to del tema del reductivismo, una negativa completa a convertir lafilosof ía marxista, o materialismo dialéctico, en una especie desuperciencia al estilo del dogmatismo marxista dominante duran−te años, y que hace surgir el materialismo dialéctico de la dinámi−ca de la propia actividad científica, como consciencia de sus prin−cipios, sus límites y sus exigencias.

En “ La tarea de Engels en el Anti−Dü hring” (1964) su idea defilosof ía adquiere una formulació n má s acabada, porque incor−pora una dimensió n no explicitada en el artículo de 1961: ladimensió n prá ctica. Con su habitual independencia de criterio yfalta de actitud reverencial, somete a Engels – y a Marx—a unriguroso examen crítico que le permite ir perfilando su propiainterpretació n del materialismo dialéctico. Lo filosó fico no es unsistema superior a la ciencia, sino un nivel de pensamiento cientí−

fico (el pre− y metacientífico). “ Materialismo” no es má s que elenunciado filosó fico del postulado inmanentista: el mundo debeexplicarse por sí mismo y no desde instancias ajenas o superiores aél. “ Dialéctica” es una idea que se inspira no tanto en el hacercientífico−positivo cuanto en las limitaciones del mismo. La cien−cia positiva realiza su tarea a través de una metodología analítico−reductiva, abstracta, que alcanza conceptos y leyes generales; hastaaquí la dialéctica no juega ningú n papel. El ámbito de relevanciade la dialéctica es precisamente el de las “ totalidades concretas” ,para decirlo como Hegel. “ La tarea de una dialéctica materialistaconsiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir má s datosque los materialistas del aná lisis reductivo.” Se trata, pues, de cap−tar “ concreciones” . ¿ Qué hay que entender por “ concrecio−nes” ? Los individuos vivientes, las particulares formaciones his−tó ricas y, también, en un sentido má s vacío, el universo comototalidad.

El momento dialéctico tiene un papel claro en las ciencias histó −rico−sociales, donde no basta con la obtenció n de leyes genera−les, sino que hace falta, una vez obtenidas éstas, dar con el punto dearticulació n concreto de las mismas en cada particular aconteci−miento histó rico o, má s globalmente, en cada formació n his−tó rica concreta. Lo mismo cabe decir de “ los individuos vivien−

tes” .6 Pero para Sacristán el momento dialéctico interviene tam−bién en la concepció n – que no es lo mismo que intelecció n oconocimiento– del “ universo como totalidad” . Cada cienciapositiva nos da conocimientos parciales, perennemente incomple−tos. Ante esta incompletitud el pensamiento racional puede y debeplantearse la tarea de “ completar” aquella visió n fragmentariahasta una “ concepció n del mundo” , que, aun rechazando latentació n de lo absoluto y la pretensió n de un saber supracien−tífico, nos ofrezca un marco provisional e histó ricamente deter−minado – es decir, só lo vá lido en interacció n con las adquisi−ciones científicas de cada época— capaz de ayudar al ser humanoen su inserció n, teó rica y prá ctica, en el mundo. (Má s adelanteabandonará el uso del término “ concepció n del mundo” porconsiderarlo grávido de connotaciones románticas: véase su estu−dio sobre Lukács, I, 111.)

De ahí resulta una “ concepció n de lo filosó fico no como unsistema superior a la ciencia, sino como un nivel del pensamientocientífico: el de la inspiració n del propio investigar y de la refle−xió n sobre su marcha y sus resultados” (I, 34).

6 Sacristán dará varios ejemplos de có mo entendía esta captació n de « indivi−duos vivientes» con sus escritos sobre figuras literarias o artísticas : Goethe,Heine, Brossa y Raimon. Estos escritos – reunidos junto con otros comentariosliterarios en el cuarto volumen de Panfletos y materiales con el título deLecturas– no só lo son, aunque también lo son, expresiones de un hobby. Sonasimismo ejercicios que le permiten poner a prueba sus propias nociones de loque es el forcejeo con una realidad concreta (estética en este caso) para intentarcomprenderla lo má s ajustadamente posible, en el anudamiento entre la particu−laridad concreta y sus determinaciones generales. Por esto son trabajos dondecada detalle individual se rodea de una densa trama de categorizaciones (histó ri−cas, filosó ficas, estilísticas, etc.); y revelan una faceta de su enfoque de lo estético:la convicció n de que el goce estético se refuerza e intensifica con el dominiointelectual del objeto gozado.

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El principio de la practica

En el mencionado traba−jo sobre el Anti−Dü hring Sacristá nsubraya que

Engels deja de ver algoque es esencial desde elpunto de vista marxista: laimportancia de la prá cti−ca en todo aspecto de lavida humana, también,por tanto, en la estructu−ra y la funció n internasdel hacer científico. Poreso concibe está tica−mente las construccionesde la ciencia, como calco

de la naturaleza, en vez decomo respuestas del hom−

bre a los problemas que la naturaleza plantea. Un cá lcu−lo o algoritmo e incluso, en gran parte, una teoría cien−tífica positiva, son construcciones, como pueden serlo lasmáquinas; son fruto de una prá ctica determinada, laprá ctica de la ciencia, del conocimiento positivo (I, 42).

He aquí una manera má s completa y constructiva de reiterar sucrítica del positivismo ló gico, que en 1953 adoptaba una formaheideggerianizante al rezar así: “ El positivismo ló gico descansaen la coseidad del ser” . Aquí la prá ctica, o relació n dialécticaentre sujeto y objeto, aparece como elemento epistemoló gicoque media las diferentes fases del quehacer científico.

Pero esta prá ctica no es má s que un aspecto parcial de otra má sglobal: “ Esta prá ctica se integra dialécticamente con todas lasdemá s en la totalidad concreta de la vida humana en una deter−minada sociedad” . El marxismo es la asunció n consciente de esaglobalidad, y por lo tanto no se reduce a epistemología: el marxis−mo hace suya la totalidad de las relaciones entre hombre y reali−dad, incluidas la tecnoló gica, estética, político−social y moral. Tratade fundamentar racionalmente la posició n de fines consubstan−cial a todo obrar. En su esencia misma es una filosof ía comprome−tida, que no se inhibe, al modo neopositivista, de la aspiració nhumana a la belleza o la bondad. Como tal, “ el marxismo es, ensu totalidad concreta, el intento de formular conscientemente lasimplicaciones, los supuestos y las consecuencias del esfuerzo porcrear una sociedad y una cultura comunistas” ( I, 50)

Ahora bien, el tema de la practica asumirá varios desarrollos má sdetallados en el terreno propio de la epistemología, sobre todo enlos dos trabajos sobre Lenín y la filosof ía, de 1970. Ahí empiezaSacristán destacando lo que Lenín llamaba “ materialismo filo−só fico consumado” , que por lo pronto, es el “ materialismo quese desarrolla, como él dice, ‘ hasta arriba’ , hasta la comprensió nde la historia. Es complementació n de la teoría general materia−lista del conocimiento con el materialismo histó rico” (I, 185−186). Pero la idea – sigue diciendo Sacristán— tiene una impor−tante consecuencia: el conocimiento histó rico es el conocimien−to de las concreciones, de particulares construcciones histó rico−sociales, de clases determinadas, de procesos singulares. “ El cono−

cimiento de lo concreto se tiene que conseguir mediante la inter−acció n dialéctica de las varias noticias abstractas, generales.” Peroesa dialéctica requiere “ un elemento má s, otro principio que aña−dir a los de la abstracció n y la concreció n” . Este principio es elde la prá ctica – que Sacristán valora como principal aportació nfilosó fica de Lenin al marxismo, si dejamos aparte la trascenden−cia doctrinal de sus hechos revolucionarios.

Para Lenin, la prá ctica es la consumació n del conoci−miento: su consumació n, no só lo su aplicació n yverificació n. Materialismo consumado es materialismocon el principio de la concreció n y el de la prá ctica...En el pensamiento marxista, tal como lo ha desarrolladoLenin partiendo de Marx y Engles, la prá ctica tiene lafunció n que el irracionalismo (no só lo de los idealistas)conf ía a la intuició n: superar la unilateralidad del cono−cimiento abstracto, del conocimiento por leyes científicasy otras proposiciones universales (I, 189).

Este criterio es lo suficientemente indeterminado para impedir– con palabras del propio Lenin– “ que los conocimientos huma−nos se transformen en ‘ absolutos’ ” . Desgraciadamente, la obrapublicada de Manuel Sacristán no contiene desarrollos má s explí−citos de estos importantes atisbos potencialmente fecundos enepistemología e historia de las teorías científicas.

El materialismo histó rico

En el ámbito de las ciencias sociales e histó ricas, su lectura deMarx y los marxistas lleva pronto a identificar el nú cleo del mate−rialismo histó rico y a concebirlo así: en primer lugar, se trata dematerialismo, que, en este contexto, significa fundamentació n(ontoló gica) de toda la vida social en la prá ctica productivamaterial de los seres humanos. En segundo lugar, es un pensa−miento no reduccionista, que respeta la autonomía de cada uno delos niveles en que se puede dividir el todo histó rico−social exa−minado. He aquí có mo caracteriza (parcialmente) el métodopuesto en obra por Marx en sus trabajos sobre historia de Españadel siglo XIX: “ proceder en la explicació n de un fenó menopolítico de tal modo que el aná lisis agote todas las instanciassobrestructurales antes de apelar a las instancias econó mico−sociales fundamentales. Así se evita que éstos se conviertan en Deiex machina desprovistos de adecuada funció n heurística” (I, 20).

Poco a poco asimilará y desarrollará críticamente el pensamientosocial y los planteamientos metodoló gicos de Marx y los marxis−tas, y perfilará su presentació n del materialismo histó rico comono determinista, es decir, como pensamiento que admite unaapertura en la concatenació n causal de los fenó menos sociales ydeja espacio a la eficaz intervenció n humana, con posibilitació nde varias opciones (y no determinació n de una sola).

Ya en un material didá ctico escrito a mediados de los años 50 paraorientar en la lectura del Manifiesto Comunista destaca la famosafrase de que la lucha de clases siempre ha concluido hasta ahora“ con una transformació n revolucionaria de toda la sociedad ocon la destrucció n de las clases beligerantes” , frase que descartafá ciles interpretaciones de la dialéctica histó rica segú n Marxcomo mera predestinació n.

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OME-35/ Obras de Marx y Engels.Edición dirigida por M.S.L. Ed. Crítica.1977

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El pensamiento social de Sacristán debe mucho a su asimilació ncrítica, y hasta polémica, de la obra de Gramsci y Lukács. De ambosautores le interesaban sobre todo aquellos elementos que le per−mitían lograr claridad sobre tres grandes cuestiones: 1) la recom−posició n de la unidad espiritual rota por la sociedad capitalista,como parte importante, en lo cultural, del proyecto de transfor−mació n comunista; 2) las relaciones entre lucha de clases y prá c−tica intelectual, o, má s en general, entre sociedad y cultura; y 3) lascondiciones del surgimiento de movimientos revolucionarios enEuropa a comienzos de este siglo y los problemas planteados alpensamiento revolucionario marxista por la presente situació nhistó rica.

De ambos autores le interesa el énfasis puesto en la subjetividad, esdecir, en el elemento activo humano en la vida social, que tieneque ver con la posició n revolucionaria de ambos frente al“ objetivismo” de la socialdemocracia. Aunque criticara los exce−sos idealistas y las debilidades gnoseoló gicas de uno y de otro,subrayará que las inspiraciones idealistas y culturalistas recibidaspor ellos – Croce en el caso de Gramsci, el historicismo alemán enel de Lukács– les ayudaron a romper con el mecanicismo y posi−tivismo de la Segunda Internacional. Así, Gramsci capta la pecu−liaridad de la Revolució n de Octubre percibiendo que el factorrevolucionario “ sujetivo” se impone a la necesidad “ objetiva”que empujaba a Rusia a atravesar el completo desarrollo capitalis−ta antes de poder acceder al socialismo. En el énfasis puesto por elpensador italiano en la intervenció n activa del hombre en la his−toria ve Sacristán la raíz de sus aportaciones má s fecundas, comoson la expresió n “ filosof ía de la prá ctica” para designar al mar−xismo, o los conceptos de “ hegemonía” y de “ bloque histó ri−co” . Estos conceptos son instrumentos eficaces para arrancar elmaterialismo histó rico de las fomulaciones mecanicistas, puestoque subrayan la autonomía de las producciones culturales y lasmediaciones entre éstas y su base material. Con el concepto de“ hegemonía” Gramsci ponía de manifiesto que la articulació nsocial por obra de una clase social dominante no es só lo asuntode poder econó mico o estatal, sino también de “ una nueva cul−tura integral” capaz de generar consenso. Con la expresió n“ bloque histó rico” alude a “ la totalidad y unidad concreta dela fuerza social, la clase, con el elemento cultural−espiritual que esconsciencia de su acció n y forma del resultado de ésta” (I, 80).

A Gramsci le reprochará sobre todo que no se libre del conceptode “ ideología” . Para Sacristán – que en esto sigue estrictamentea Marx– este concepto tiene la carga peyorativa de “ falsa cons−ciencia” y no puede servir para describir ni proyectar una nuevacultura comunista, só lo concebible para él en pugna con todaforma de autoengaño o ilusió n (lo cual se vincula con su con−cepto de filosof ía de base científica y con el de racionalidad yracionalismo). Má s duro será con Lukács, sobre todo con el jovenLukács de Historia y conciencia de clase por su idealismo desafo−rado y con el de El asalto a la razó n por su esquematismo, queSacristá n atribuye al uso ideologista de los conceptos de“ razó n” e “ irracionalismo” (I, 85 ss.). En páginas demoledo−ras, rechaza el “ panideologismo” de Lukács, su “ comprensió npuramente ideoló gica de la historia del conocimiento” ; señalaque el culturalismo de las ciencias del espíritu, del que bebió , y supropia recuperació n revolucionaria de Hegel le dirigen la aten−ció n “ casi exclusivamente a las cuestiones de la ideología, de laconcepció n má s o menos sistemá tica del mundo, con ciertainsensibilidad para los problemas del conocimiento positivo” (I,

105). No obstante lo cual, Sacristán, con su habitual destreza ybuen sentido para separar el grano de la paja, no deja de apreciaren el conjunto de la obra del hú ngaro su potencia para una ajus−tada interpretació n histó rico−universal de los fenó menos de lacultura (con aciertos notables al interpretar a Goethe o al jovenHegel), o sus esfuerzos sistemá ticos de madurez par desarrollar elconcepto de objetivació n estética de en sus relaciones con lacientífica (su monumental Estética) o en su ambicioso proyecto,truncado por la muerte, de una “ ontología del ser social” .Sacristán expresó repetidas veces su admiració n por la amplitudde visió n y coherencia política personal de este pensador al quecalificó de “ clá sico marxista de la tercera generació n” y de“ Aristó teles marxista” .

Divisió n del trabajo y lucha por recomponer la unidad de lafragmentada cultura moderna

En 1963 dio Sacristán en la Facultad de Derecho de Barcelona unaconferencia titulada “ Studium generale para todos los días de lasemana” . Partiendo de un caso particular planteado por un estu−diante – la incompatibilidad, por falta de tiempo, entre el estudiode la carrera de Derecho y actividades como la pintura, la mú sicao el excursionismo—, plantea el problema de las amputaciones dela plenitud humana por obra de la divisió n del trabajo. Ante laprá ctica imposibilidad de un modelo “ renacentista” de hombrearmó nico y polifacético, busca una solució n a la altura de lostiempos. Rechaza la fá cil salida de un enciclopedismo superficial yse inclina por una formula bifronte: cultivar a fondo una especia−lidad y, a la vez, dotarse de un conocimiento comprensivo de lasadquisiciones generales de la civilizació n. Combinar, en suma,cultura general o extensiva con una capacitació n cualitativa ointensiva para descubrir las articulaciones concretas de lo realtomando como paradigma el propio trabajo de especialista.

En la mencionada conferencia se señalaba que semejante procederes só lo un medio contra “ la enclaustració n específica del inte−lectual puro” . Y que el problema ha de sustituirse en el ámbitomá s amplio que afecta a toda la sociedad – el de la divisió n deltrabajo y la mercantilizació n de la vida social—, planteando susuperació n en el combate prá ctico por transformar la realidad yliberar al ser humano amputado.

En esa conferencia, pues, el motivo político−moral de la luchacontra el capitalismo se enriquece y se prolonga con la lucha con−tra esa deformidad que Ortega llamaba “ barbarie del espacialis−mo” y que para Sacristán abarcará también otros rasgos de la cul−tura contemporánea bajo el ró tulo de “ fragmentació n de lacultura moderna” (tema caro también a Lukács). La recomposi−ció n de esa unidad sobre bases nuevas, científicas, está íntima−mente ligada a la construcció n material y cultural de una socie−dad comunista: esta idea será un hilo conductor durante toda lavida. Pero Sacristán se ocupa no só lo del momento políticoprá ctico de esa transformació n, sino también de las premisas inte−lectuales de una cultura comunista, presente y futura; y para él nopuede tratarse en ningú n caso de recomposiciones administrativaso dirigistas, à la Stalin, Zhdanov o Lyssenko – contra las que nuncaahorró ataques ni críticas—, ni es admisible ningú n intento derestablecer el imperio de ninguna filosof ía sistemá tica (“ materia−lismo dialéctico” u otra). Su alternativa a eso fue precisamente suproyecto de un filosofar racionalista capaz de articular – con rigorló gico y epistemoló gico– el conocimiento científico con las

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demá s esferas de la actividad humana. Ahí se echa de ver la estre−cha imbricació n de todas las motivaciones bá sicas del pensa−miento y de la vida de nuestro autor.

La cuestió n intelectualaquí apuntada – con lasconsecuencias que aca−rrea respecto al conceptode filosof ía y su papel enel saber y en la conducta– hallará un desarrollomá s concreto en sus pro−puestas para organizar losestudios superiores de lafilosof ía de tal modo quela enseñanza de la filoso−fa no se imparta comocarrera independiente,son como actividad plu−rudisciplinar para espe−cialistas en unas u otrasdisciplinas científicas(véase “ Sobre el lugar dela filosof ía en los estudiossuperiores” , II, 356 ss.).

Prá ctica y teoría

Se puede perfectamente imaginar una ideología reaccionaria deraíces marxianas o aná logas a las marxianas, o sea, basada en elmismo aná lisis clasista: un sistema, por ejemplo, que añadiría alaná lisis marxiano de las clases el postulado político de que nohay que promover la organizació n de la producció n al servi−cio de la libertad, y que obtuviera de ese conjunto una prá cti−ca antiproletaria y antisocialista que utilizara a su vez la com−prensió n marxiana de la lucha de clases ( I, 104−105).

Esta extrema andanada polémica contra el ideologismo de Lukácsdel Asalto a la razó n ilustra provocativamente la radicalidad conque Sacristán deslindaba los modos de validez diferentes de pro−posiciones que corresponden a diferentes niveles de la prá cticahumana. No es lo mismo posició n de fines que conocimiento delo que hay, o como dijo Einstein con palabras que Sacristán recor−daba a menudo: “ No se puede demostrar científicamente que nohaya que exterminar a la humanidad” .

Rechazando, pues, claramente toda “ falacia naturalista” ,Sacristán no se conformaba, sin embargo, con relegar la acció nhumana que no es ciencia estricta a la oscuridad irracional.Admitiendo que no hay inferencias deductivas o formales queconduzcan de uno a otro nivel, postuló que sí hay fundamenta−ció n por plausibilidad o posibilitació n. No elaboró recetasuniversales para ello; pero señaló que se trata, justamente, del“ problema teó rico central de la prá ctica: la tarea de fundamen−tar la prá ctica en la crítica de los fenó menos sociales bá sicos y delos fenó menos sobrestructurales, incluidos los ideló gicos” (I,106). El marxismo es un marco para semejante tarea, pues es“ praxeología racional y concreta, crítica y antiideoló gica” (I,81).

Sacristán no desarrolló una teoría de esa fundamentació n, peropuede afirmarse que la idea recorre toda su vida y todo su pensa−

miento, y por debajo de ella hay una toma de posició n origina−ria que repite el adagio escolá stico, de raíces plató nicas, segú n elcual “ verum et bonum convertuntur” , que justificaría la esen−cial indisolubilidad entre conocimiento y acció n moral. Entrebú squeda de la verdad y bú squeda del bien hay una dialécticafecundació n mutua. Es ilustrativa al respecto la siguiente obser−vació n que hace a propó sito de los iniciales forcejeos de Gramscicon las dificultades para comprender lo específico de laRevolució n de Octubre a partir de su idealismo crociano aú n nosuperado: “ Pero la veracidad y la franqueza con que Gramsci vivesu problema van teniendo, como suele ocurrir, su premio. Enmateria de ideas lo estéril no suele ser la aceptació n veraz de losproblemas” (I, 73).

Por eso no es de extrañar que al enjuiciar a cualquier pensadortuviera sumo interés en conocer su trayectoria moral y política. Noporque no supiera distinguir entre la validez de una idea y la dig−nidad moral de quien la profería (su libertad de prejuicios al res−pecto era admirable), sino porque estaba convencido de que lacoherencia entre el pensar y el hacer tiene bastante que ver con laeficacia del pensar, sobre todo con su eficacia para captar el meo−llo de la verdad, má s que los matices.

Otro enlace vivo entre actitud y esfuerzo intelectual es el que estádetrá s de su rechazo de la metaf ísica como anhelo de absoluto.Véase como se plantea el asunto a propó sito de la filosof ía deSchelling:

Si se pasa al otro punto de vista, a la consideració n de la filo−sof ía romántica como reacció n a Kant, lo que aparece comocaracterístico en la intuició n de lo Absoluto por la filosof íanatural schellingiana es la abrupta afirmació n de certeza, quesin duda traiciona una gran necesidad de estar seguro, o sublimauna insuperable impotencia para vivir y pensar en lo inseguro(II, 343−344).

Kant mismo – afirma a continuació n– ha sido aú n capaz de vivirmentalmente de provisionalidades histó ricas, como los demá silustrados. Y sigue con un bello elogio a la Ilustració n que con−tiene una profesió n de fe ilustrada:

La tradició n romántica revivida en el siglo XX ha tenido bas−tante éxito al presentar el progresismo ilustrado como todo locontrario de lo que es, como una complacencia bastante burdaen lo alcanzado y como una cobarde y optimista ceguera ante“ la condition humaine” . En realidad, el progresismo de laIlustració n, hecho de espíritu crítico y de ausencia de espíritude sistema, es sobre todo la valentía de pensar sin certezas reci−bidas, y hasta sin certezas substantivas, creando mundo y cono−ciéndolo al paso, dentro de lo poco posible, de acuerdo con elhermoso sapere aude! que fue motto de Kant y con el princi−pio de la acció n prá ctica, del “ compromiso” visible en la vidade má s de un ilustrado francés o alemán (II, 344).

No hay duda de que existe un hilo invisible que une el rechazo dela filosof ía como saber substantivo, acabado y superior, la capta−ció n de la prá ctica como momento del conocer mismo (como“ consumació n” y no só lo verificació n del conocer) y laasunció n de la perenne provisionalidad del saber científico, por unlado, y, por otro lado, la capacidad de “ vivir y pensar en lo inse−guro” . Pero también parece oportuno recordar que esa capacidadde vivir en lo provisional e inseguro le sirvió al Sacristán de losú ltimos años para no renunciar a la intervenció n política pese a

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Sobre el lloc de la filosofia en els estudissuperiors. Ed. Nova Terra. Col. dossierUniversitari nº 2. ( 1968)

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las acongojantes incertidumbres de la realidad, y para aguantarmoral y políticamente cuando tantos y tantos huían de una navezozobrante que habían creído, ilusoriamente, muy segura.

De la acció n al pensamiento político

En alguna ocasió n había dicho Sacristán que, puesto en la tesi−tura de elegir, como modelo personal para él, entre Gramsci, elintelectual, y Toglatti, el político y el hombre de acció n, sus pre−ferencias iban por este ú ltimo. Comoquiera que haya que juzgareste pronunciamiento, sirve en cualquier caso para valorar laimportancia que atribuía a la acció n política – a la acció n polí−tica comunista—. Ademá s de pensador y teó rico, fue desde muypronto un militante activo en la lucha antifranquista y comunista.

Ambas vertientes de su vida no só lo se yuxtaponen, sino que seimbrican, dando lugar a un conjunto de valiosas contribuciones ala reflexió n política comunista en las que se pone en evidencia nosó lo su claridad conceptual sino también su potente percepció nde las tendencias de fondo de la sociedad de nuestros días.

A falta de los textos de sus intervenciones en congresos y reunio−nes del comité central del PCE y del PSUC, es imposible evaluarsu papel en la elaboració n política de ambos partidos. En cambiopuede juzgarse su aportació n, mediante textos dados a la publi−cidad, en tres grandes á reas temá ticas: 1) el papel de la cultura, má sconcretamente, de la enseñanza y la universidad en la sociedad; 2)los problemas de la construcció n de una nueva sociedad socialis−ta, y 3) las contradicciones de las sociedades capitalistas avanzadas yla crisis de civilizació n que les subyace.

El termino “ letrateniente” , que gustaba de emplear, encierra unode los temas de su critica de la organizació n clasista de la cultu−ra. Letrateniente es el que obtiene poder de la letra, como el terra−teniente de la tierra. La divisió n social clasista y jerarquizadora deltrabajo hacen de la apropiació n proivada de la ciencia y de lossaberes un medio para acceder al privilegio. Sacristán denunciósiempre enérgicamente esta deformació n clasista de la cultura, asícomo sus correlatos morales: la arrogancia y el elitismo de intelec−tuales y profesionales cultivados (que no tiene nada que ver conninguna demagogia obrerista o populista en materia de conoci−miento; véase lo que dice de apelar al “ llamado sentido comú ndel hombre sencillo” : quiere decir apelar “ a la ignorancia y a lalimitació n de horizontes y, por tanto, a la falsedad” , III, 63).Desmitificó lo que él llamaba “ subcultura académica superior”– diferenciándola de la investigació n realmente científica de lasuniversidades– y su pretendido prestigio social.

Pero sus aportaciones má s completas y sistemá ticas a la critica dela organizació n capitalista de la cultura tienen que ver con la uni−versidad. Ya en el manifiesto “ Por una universidad democrá tica”– documento programá tico del Sindicato de Estudiantes de laUniversidad de Barcelona, creado en 1966 en ruptura con las ins−tituciones franquistas, cuyo texto se debe casi íntegramente a lapluma de Manuel Sacristán– se expresan embrionariamente variasde las ideas que su autor desarrollará después: rechazo del tecno−cratismo; concepció n de la universidad como institució n nosó lo científico−profesional, sino también cultural y política;denuncia de su clasismo y de su funció n reproductora de privi−legios sociales.

Estas ideas hallarán con−creció n y desarrolloteó rico en tres confe−rencias pronunciadas en1969−1970 y publicadasmá s tarde con el título de“ Universidad y divisió ndel trabajo” , bajo elimpacto del mayo francésde 1968 y de las diversasrebeliones estudiantilesen Europa y América.Examinando el papel dela universidad en la con−solidació n y reproduc−ció n de la hegemoníacapitalista, señala quearraiga en la divisió nsocial del trabajo impe−rante. Y preguntándosepor las bases materiales,productivas, de la crisis

universitaria en curso, se remonta al aná lisis de Marx de la divi−sió n social del trabajo. En El capital Marx distingue entre la divi−sió n manufacturera del trabajo, ya consumada en su época, y lanaciente divisió n maquinista del trabajo, en la que señala premo−nitoriamente rasgos que luego se han desarrollado en la produc−ció n “ cibernética” (señaladamente la creciente conversió n dela ciencia en fuerza productiva directa). La producció n maquinis−ta exige no ya el trabajador amputado, parcelario, mero apéndicedel instrumento, sino un trabajador má s versá til o multilateral, demayor calificació n. Esta tendencia de fondo del desarrollo de lasfuerzas productivas empuja a la generalizació n de los estudioshacia niveles cada vez má s altos y coincide con la aspiració n cre−ciente de grandes masas a la formació n intelectual (hecha posiblepor los progresos productivos de la postguerra). De ahí una masi−ficació n de la universidad que pone en entredicho su papelreproductor de la jerarquía social. El título universitario se deva−lú a, pierde valor de cambio: y esto es un desaf ío a la universidadcomo formadora de élites. Así se pone de manifiesto que la baseproductiva moderna permite una generalizació n de la enseñanzasuperior, y ésta, en la medida en que se generaliza, deja de “ justi−ficar” las atribuciones jerarquizadas y clasistas de puestos de tra−bajo (y só lo justifica distribuciones “ funcionales” de las tareas,sin diferencias substanciales de remuneració n, poder o prestigio).En otras palabras: existe ya en los países industrializados la baseproductiva para una organizació n no clasista, comunista, de lacultura.

El texto es un buen ejemplo del hacer intelectual e Sacristán, puesen él se dan cita un aná lisis “ materialista” , que busca las tenden−cias de fondo en la base productiva, pero que no pretende derivarmecánicamente de esa base los demá s elementos, sino que se arti−cula con los otros datos en su contingencia empírica. Y que termi−na con una proyecció n praxeoló gica, política, que revela contoda claridad que no caben fatalismos ni determinismos en eldecurso histó rico, sino que la intervenció n, activa e inteligente,de los seres humanos es un factor má s, decisivo.

En 1968 tuvo lugar, ademá s del mayo francés, otra sacudida polí−tica: la invasió n de Checoslovaquia por tropas del Pacto de

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Rev. Argumentos, nº 6, nov. 1977 (Madrid) 1ªEdición. Rev. Realidad, nº 21, (1971).La Universidad y la división del trabajo.

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Varsovia. Este hecho activó una reflexió n crítica, ya antes enciernes, de Manuel Sacristán en torno a la realizació n histó ricaconcreta del ideal comunista. En los dos textos publicados sobre eltema valora el “ nuevo curso” del PCCh encabezado por Dub?ekcomo “ la primera autocrítica general y auténtica, no retó rica delleninismo” (III, 90), subrayando los esfuerzos por conectar con lasmasas populares mediante el recurso a la veracidad y franqueza dellenguaje de los dirigentes, a la transparencia informativa y al estí−mulo de la actividad espontánea del pueblo. Pero no se trata só lode superar los fenó menos de alienació n dados a pesar de laexpropiació n de los capitalistas. Sacristán saluda también en elPrograma de Acció n del PCCh la lucidez teó rica y la conse−cuencia socialista e internacionalista que en él se expresa.

Sacristán ingresó en el partido comunista llevando in pectore unaconciencia indubitable de la degeneració n a que había llegado elsistema soviético. En los años que siguen a la invasió n deChecoslovaquia no se recata ya de atacar hasta el insulto algunosde los fenó menos de esa degeneració n (llamando, por ejemplo,“ provecto teó logo” a Konstantinov, autor de manuales de mar−xismo−leninismo). Pero su espíritu inquisitivo no le permitía que−darse en la superficie de los fenó menos y contentarse con diag−nó sticos só lo políticos, morales o culturales. Llama la atenció n,en su pró logo al Programa de Acció n del PCCh, la bú squeda deelementos “ para un aná lisis histó rico−materialista del final de la‘ acumulació n primitiva’ socialista, el dato que impone larenovació n del sistema” (III, 91). En los años siguientes a la inva−sió n reú ne numerosas lecturas sobre la industrializació n sovié−tica, el debate Trotski−Bujarin, la situació n china, las realidades dela Europa del Este. Saluda las investigaciones de Richta y Klein, elprimer libro de Bahro. Ante el vendaval maoísta en Europa, com−bina equilibradamente un respeto admirado hacia revolució nchina en su conjunto con una mezcla de curiosidad inquieta y dedesconfianza ante la Revolució n Cultural, temiendo que sea unsalto voluntarista y utó pico en el vacío. Poco a poco le invade, ala vista de los sucesivos fracasos para renovar las anquilosadasestructuras de los países socialistas, una conciencia trá gica sobre eldestino de esos países, ante la visió n de un Occidente capitalistacuya hegemonía econó mica y tecnoló gica se consolida y de unacrisis general de civilizació n que ensombrece las perspectivas delfuturo.

La tercera gran á rea temá tica de su reflexió n política entronca,pues, con la de los países socialistas. Tiene dos vertientes, ambasligadas al rechazo de ilusiones presentes en el movimiento obrero.La primera vertiente es la de la revolució n en los países capitalis−tas industrializados. A finales de los años 60 se han disipado ya, asus ojos, las ilusiones ligadas a la descolonizació n, las promesasjruschovianas consecutivas al XX Congreso del PCUS, la revolu−ció n cubana y la ofensiva obrera en Occidente con motivo de lacoyuntura expansiva de esa década. Clamando primero en el des−ierto, insiste en los signos de recomposició n del poder capitalistay reclama un cambio radical en la actitud de las fuerzas sedicente−mente revolucionarias. En los ú ltimos años de la dictadura fran−quista se convence de que los partidos comunistas occidentales hanabandonado la perspectiva revolucionaria. En su intervenció n de1977 publicada con el título “ A propó sito del ‘ eurocomunis−mo’ ” , su diagnó stico está hecho: los partidos comunistas euro−peos procedentes de la Tercera Internacional han abandonado elobjetivo de transformació n de la sociedad, se han reducido amovimientismo, y ese abandono tiene que ver con la capacidad

realista para conectar con el estado de ánimo del grueso de la claseobrera. Pero la salida no está en la acció n gropuscular, inoperan−te y desligada de la realidad. ¿ Qué hacer, pues?

Sus propuestas en la mencionada intervenció n son genéricas:

La orientació n general de un comunismo marxista tieneque consistir hoy en la reafirmació n de la voluntadrevolucionaria (sin la cual no sería una orientació ncomunista) y el intento de conocer con honradez cien−tífica la situació n (sin lo cual no sería una orientació nmarxista)...

Esa posició n política tiene dos criterios: no engañarse yno desnaturalizarse. No engañarse con las cuentas de lalechera reformista ni con la fe izquierdista en la loteríahistó rica. No desnaturalizarse: no rebajar, no hacer pro−gramas deducidos de supuestas vías gradualistas al socia−lismo, sino atenerse a plataformas al hilo de la cotidianalucha de las clases sociales y a tenor de la correlació n defuerzas de cada momento, pero sobre el fondo de un pro−grama al que no vale la pena llamar máximo, porque es elú nico: el comunismo (III, 205−206).

A propó sito del “ no rebajar” , menciona dos consecuencias. Laprimera es la de excluir los pactos con la burguesía, en sentidoestricto. La segunda es má s novedosa: “ el atenerse a plataformasde lucha orientadas por el ‘ principio ético−jurídico’ comunistadebe incluir el desarrollo de actividades innovadoras en la vidacotidiana, desde la imprescindible renovació n de la relació n cul−tura−naturaleza hasta la experimentació n de relaciones y comu−nidades de convivencia” . La intervenció n termina con uninventario de campos a explorar que constituye un proyecto detrabajo personal en los pocos años que le iban a quedar de vida:

... la acentuació n de la destructividad de las fuerzas pro−ductivas en el capitalismo, señalada enérgicamente porMarx en el Manifiesto comunista, en los Grundrisse, en Elcapital, etc., pero escasamente atendida en la tradició ndel movimiento; la crisis de cultura, de civilizació n, enlos países capitalistas adelantados...; los persistentes pro−blemas del imperialismo y el tercer mundo; y, por termi−nar en algú n punto, la espectacular degeneració n delparlamentarismo en los países capitalistas má s adelantados,augurio también (esperamos que falible) de una nuevainvolució n de esas sociedades hacia formas de tiranía(III, 206−207).

En el terreno estrictamente político atiende con interés a la polé−mica en el PC italiano en torno a la austeridad (1975−1976), en laque se atisba el ú ltimo intento (luego abandonado) de hacer des−empeñar a la clase obrera un papel hegemó nico en el caminohacia nuevas formas de producir y consumir, asumiendo la auste−ridad, cuya amenaza parece inevitable, como “ ocasió n paratransformar Italia” , en palabras de Berlinguer, en lugar de dejarque los trabajadores sigan haciendo de motor – con una políticapoco má s que reivindicativa de salarios– del propio desarrollocapitalista. Fuera de eso no ve má s que intentos desesperados, aun−que a veces valiosos, para abrir frentes revolucionarios en lasmetró polis imperialistas (saludando, por ejemplo, la sinceridad ylucidez teó rica de Ulrike Meinhof). Pese a todo, no dejará de

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intervenir, principalmente desde las páginas de Materiales, prime−ro, y mientras tanto después, en algunas batallas políticas españolas.Entre ellas hay que destacar la toma de posició n contra el terro−rismo de ETA, y la batalla contra el ingreso en la OTAN (en cuyoreferéndum no pudo ya participar).

La segunda vertiente está íntimamente ligada con ésta, pues yadesde comienzos de los años 70 había empezado a sostener que lasituació n de los países capitalistas (y de los socialistas) se compli−caba con una “ crisis de civilizació n” . Su radicalismo teó rico aldiagnosticar los problemas que sacudían a los países socialistas lehabían llevado a reflexionar de nuevo sobre las anticipaciones his−tó ricas de Marx en torno a las fuerza productivas, pero también apreguntarse si el mimetismo de los países del Este, en cuanto aobjetivos y normas sociales, con respecto al capitalismo no seríauna de las causas profundas del bloqueo histó rico de estos regí−menes. En 1971 conoce ya los escritos de Ágnes Heller y sunoció n de “ necesidades radicales” y en 1974 escribe la intro−ducció n y las notas a la biograf ía del indio Geró nimo. Estos dosdatos indican que su examen de la sociedad capitalista contempo−ránea no só lo va a las raíces econó mico−tecnoló gicas, sinotambién a planteamientos antropoló gicos y culturales. Se afianzasu convicció n de que la crisis presente es de civilizació n.

Por esto cuando se difunden en el país los primeros textos sobre lacrisis ecoló gica que han tenido cierto impacto pú blico (en par−ticular las obras de Commoner y el informe al Club de Romasobre “ Los límites del crecimiento” ), sus coordenadas intelec−tuales están preparadas para asimilar rápidamente los nuevos datosy darles una significació n coherente en el marco de un plantea−miento critico global. Por eso su ecologismo no fue una ideaadventicia, sino que se integró orgánicamente en una reflexió nya muy avanzada sobre la época. Recoge con sumo interés – aun−que también con distanciamiento crítico e iró nico– la aporta−ció n de Wolfgang Harich, primer pensador que intenta integrar larealidad de la crisis ecoló gica en el pensamiento marxista.

Algo parecido cabe decir de su ocupació n también temprana conel tema de la liberació n de la mujer, acerca del cual se beneficióde los intercambios con Giulia Adinolfi, que a mediados de losaños 60 intervenía en la prensa comunista defendiendo “ unaperspectiva propia y específica” para la lucha de la mujer que lalibrara del papel subalterno que se le asignaba en el combate gene−ral de la clase obrera. Sacristán había escrito poco sobre el tema dela mujer (véase “ Nota sobre la contradictoriedad de la vida sexualen la cultura” , de 1969), pero tenía ya entonces claro que “ tra−bajo y sexo son las dos formas principales de relació n del hom−bre con la naturaleza” (II, 434), y má s tarde, en los años de inten−sa bú squeda de una alternativa, recogerá una incitació n deHarich para “ una feminizació n del sujeto revolucionario y de lamisma idea de sociedad justa” . Añadiendo: “ Creo que llevarazó n [Harich], porque los valores de la positividad, de la conti−nuidad nutricia, de la mesura y el equilibrio – la “ piedad” – sonen nuestra tradició n cultura principalmente femenina” .

Desde la segunda mitad de la década de 1970 se dibuja para él unprograma claro (claro en la intenció n, menos claro en la realiza−bilidad prá ctica): integrar los movimientos ecologistas y feministasy el movimiento obrero en un impulso ú nico articulado por unamatriz marxista renovada. Este programa se afirma explícitamenteen las páginas de mientras tanto desde el primer nú mero (1979):

La tarea se puede ver de varios modos, segú n el lugardesde el cual se la emprenda: consiste, por ejemplo, enconseguir que los movimientos ecologistas, que seencuentran entre los portadores de la ciencia autocríticade este fin de siglo, se doten de capacidad política revo−lucionaria; consiste también, por otro ejemplo, en que losmovimientos feministas, llegando a la principal conse−cuencia de la dimensió n específicamente, universalmen−te humana de su contenido, decidan fundir su potenciaemancipadora con la de las demá s fuerzas de la libertad;o consiste en que las organizaciones revolucionarias clá−sicas comprendan que su capacidad de trabajar por unahumanidad justa y libre tiene que depurarse y confor−marse a través de la autocrítica del viejo conocimientosocial que informó su nacimiento, pero no para renun−ciar a su inspiració n revolucionaria, perdiéndose en eltriste ejército socialdemó crata precisamente cuando éste,consumado su servicio restaurador del capitalismo tras lasegunda guerra mundial, está en vísperas de la desbanda−da; sino para reconocer que ellos mismos, los que vivenpor sus manos, han estado demasiado deslumbrados porlos ricos, por los descreadores de la Tierra.

Los ú ltimos años de la vida de Sacristán, después del drama de lalarga agonía y muerte de su compañera Giulia, marcados tambiénpor su propia e irremisible enfermedad, son años de una breve perointensa y valiente revisió n de muchas de sus ideas anteriores. Perosin los desgarros ni las veleidades má s o menos frívolas de otrospersonajes. Su radicalismo crítico y revolucionario, su ideal comu−nista igualitario y su inspiració n libertaria se mantienen intactos,vertebrando y dando continuidad y solidez a sus revisiones, amenudo audaces. El testimonio escritito má s impresionante de estarevisió n es la “ Comunicació n a las Jornadas de Ecología ypolítica” celebradas en Murcia en mayo de 1979. En esta comu−nicació n Sacristán rechaza frontalmente y de entrada la actitudescatoló gica o milenarista que “ se encuentra en todas lascorrientes de la izquierda revolucionaria” ; reclama la necesidad derevisar la comprensió n del papel de los procesos objetivos de lasociedad en el logro de los objetivos revolucionarios, tanto en el“ desarrollo de las fuerzas productivas” (a la vez destructivas enproporciones sin precedente histó rico) como de la capacidad dela clase obrera para asumir el papel a ella atribuido en el cambiosocial; se pregunta có mo hay que proyectar una sociedad que nopueda aspirar ya a liberar las fuerzas productivas de toda traba perotampoco a aherrojarlas, y apunta a la necesidad de abandonar lasaspiraciones fáusticas y desmesuradas que han guiado la génesis yel desarrollo de las sociedades científicas modernas; discute el pro−blema del sujeto revolucionario, desechando las propuestas de quepueda consistir en las capas intelectuales o en élites autoritarias, yvolviendo a la apelació n a los trabajadores, aunque de tal modoque la “ conciencia de la clase trabajadora” se base menos en lanegatividad y má s en “ la positividad de su condició n de susten−tadora de la especie” ; postula “ una feminizació n del sujetorevolucionario” , como ya se ha dicho; rechaza los gradualismosreformistas, pero también los autoritarismos à la Harich, y propug−na “ vivir una nueva cotidianidad” . Es imposible resumir seispáginas ya de por sí densas y apretadas; baste esta somera enume−ració n para reflejar la actitud y el estilo mental que expresan.

En los años siguientes trabajará sobre esta problemá tica y publi−cará algunos breves resultados: el artículo sobre la econodinámica

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de Boulding y la comunicació n al Congreso de Guanajato, ambosde 1981, y el artículo “ Algunos atisbos político−ecoló gicos deMarx” , de 1984.

Este impulso a una revisió n sin contemplaciones de sus propiasideas anteriores tuvo otro resultado notable, aunque má s indeciso:su replanteamiento del tema de la violencia. En mayo de 1979 lle−gaba a decir lo siguiente en un debate en Barcelona con WolfgangHarich:

....conviene decir crudamente cosas bastante claras ya;principalmente que a estas alturas del siglo XX, atendién−donos a los países industriales, esto es, sin pretender incluiren estas consideraciones a los pueblos que soportan enú ltima instancia la opresió n y la explotació n imperia−lista, ha sonado y hasta pasado ya la hora de reconocer quela capacidad revolucionaria, cualitativamente transforma−dora, de las tradiciones má s robustas del movimientoobrero ha resultado escasa; no se ve que la IIIInternacional (ni la IV, para el caso) se haya acercado a susobjetivos doctrinales má s que el gandhismo a los suyos.Pero, ademá s, el aprovechamiento de experiencias de lasque por abreviar estoy llamando gandhianas puede servirpara dar forma a la necesaria revisió n de las concepcio−nes revolucionarias en un sentido que les añada cons−ciencia de alternativa radical.

La alusió n a Gandhi tiene una intenció n doble. La primera es depreguntarse si no es un camino errado el camino marxista tradi−cional del estatalismo y la violencia como “ partera de la histo−ria” , a la vista de los resultados. La segunda es proponer una nuevareflexió n sobre las vías no violentas de la lucha en la época de lasarmas nucleares y otros dispositivos tecnoló gicos de gran poten−cia destructiva. Es dif ícil saber hasta dó nde pudo haber llegado,por esta vía, en el reexamen de esta temá tica, aunque cabe recor−dar que tiene una vinculació n con su opinió n – manifestada enconversaciones particulares bastantes años antes – de que el ejer−cicio de la violencia, como el del poder estatal, genera dinámicasy hábitos nefastos dif íciles luego de extirpar. En cualquier caso, laú ltima época de mientras tanto atestigua su preocupació n cre−ciente por los peligros de guerra y hecatombe nuclear y su com−promiso con iniciativas pacifistas.

Estas breves páginas están muy lejos de agotar la exuberante, a lavez que densa y concisa, producció n intelectual de este hombreen el que se funden íntimamente pensamiento, acció n y vida. Viday muerte, por lo demá s, pues la muerte, propia y ajena, fue unobjeto permanente de reflexió n, aunque pocas veces se traslucie−ra en sus escritos. Su herencia intelectual y política es aú n dif ícilde evaluar. En ella, sin embargo, es seguro que figura un impera−tivo de rigor, de lucidez implacable, de coherencia entre actos eideas y de compromiso concreto con los demá s seres humanos,especialmente los má s sufrientes. Su impulso final, hervidero deideas sugeridas e inconclusas, pero pertinentes y de alcance amplio,queda ahí como invitació n y estímulo a seguir adelante

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La presidencia de la Caputxinada. En pie, R. Torrent (subdelegado deDerecho); luego Evaristo Manzano (delegado de Arquitectura); los delega-dos de la escuela de los Péritos Industriales de Barcelona y de Ingenierosde Terrassa, uno casi tapado por el otro; Benet (delegado del I. Químico deSarrià), P. Fernández Buey (Letras), Salvador Espriu, Jordi Rubió, JoanOliver (“Pere Quart”), Manuel Sacristán, Quim Boix (Ingenieros), J. Mª.Maymó (Ciencias), A. Ortega (subdelegado de Económicas), Pons(ESADE), R. Rodriguez Roisin (Medicina). Fotografía colección de VeraSacristán.

Manuel Sacristán, fotografía colección Vera Sacristán.

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1. MARX, KARL

Manuel Sacristán colaboró en laEnciclopedia Larousse con tres artículos:“Lógica formal”, “Materialismo” y “Karl Marx”,fechados en 1967. Los dos primeros fueronrecogidos en el segundo volumen de“Panfletos y materiales”: Papeles de filosofía,Barcelona, Icaria, 1984, pp. 284-293 y 294-301, respectivamente; el tercero, que aquíse reproduce, es una sucinta biografía inte-lectual de Marx, con un interesante apuntesobre la naturaleza de su trabajo teórico ycon neta posición sobre el entonces discuti-do tema de las rupturas y puntos de inflexiónen la obra del autor de El Capital.

Sobre Marx, puede verse tambiénel trabajo que Sacristán escribió para laEnciclopedia Universitas (Salvat, 1974), conel título “Karl Marx” (ahora recogido enSobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria,1983, pp. 277-308).

Albert Domingo Curto ha incluidoesta entrada de la Larousse en un volumende escritos filosóficos de Sacristán, de pró-xima aparición en la editorial Trotta, que lle-vará por título Lecturas de filosofía modernay contemporánea.

Político, filósofo y economista ale-mán (Tréveris 1818 - Londres 1883). Hijo deun abogado hebreo de formación y tenden-cias moderadamente ilustradas y liberales,su infancia transcurrió en Renania. Estudióen su ciudad natal y a los diecisiete añosempezó la carrera de derecho en la universi-dad de Bonn. Pero desde su traslado a laUniversidad de Berlín (1836), Marx se orien-tó cada vez más claramente hacia la filosofíay la historia. De esta época data su noviazgocon Jenny von Westphalen, hija de un funcio-nario de la nobleza reciente. A su llegada aBerlín el joven Marx vivió intelectualmente enel mundo de ideas de la Ilustración. La filoso-fía hegeliana, recién muerto Hegel, domina-ba el ambiente espiritual berlinés y estabadando origen a una tendencia progresista ydemocrática dentro de la cual se situaríapronto el joven Marx. Pero el cambio deorientación intelectual de éste no se produjosin crisis. En una carta dirigida a su padre el10 de noviembre de 1837, llega a ponerentre las causas de la enfermedad y ladepresión que sufrió entonces la necesidad

intelectual en que se vio de adoptar los moti-vos básicos del pensamiento hegeliano:“Enfermé, como ya te he escrito, (...) de lairritación que me consumía por tener queconvertir en ídolo mío una concepción queodiaba”. A pesar de esas tensiones intelec-tuales Marx era ya en 1837 un “joven hege-liano” de izquierda bastante típico. De ello datestimonio la citada carta, en la cual abundanreflexiones directamente inspiradas por elpensamiento de Hegel e incluso temas dedetalle muy característicos de la filosofía deéste, como la crítica despectiva del “pensa-miento matemático” o formal en general.

La orientación dominante de loshegelianos de izquierda consistía en enten-der y aplicar la filosofía hegeliana como uninstrumento crítico de la sociedad existente.Pero, de acuerdo con sus concepciones

básicas idealistas, sociedad era para ellostanto como cultura explícita o incluso teórica,o lo mismo que grado de realización de lasideas en las instituciones: la crítica es tam-bién teoría, como afirmara Marx aún en sutesis doctoral (un estudio sobre la filosofíade Demócrito y la de Epicuro) en 1841.Pese a ello, el ejercicio de la crítica puso pro-gresiva y naturalmente al joven Marx en pre-sencia de realidades sociales, sobre todo apartir del momento en que empezó a redac-tar trabajos periodísticos para la RheinischeZeitung, de la que llegó a ser director(1842). Los debates de la Dieta renana acer-ca de materias como los robos de leña enlos bosques, por ejemplo, despertaron enMarx una sensible conciencia de los proble-mas sociales. Muy tempranamente percibióla naturaleza clasista de la legislación y delos debates mismos de la Dieta. Sus artícu-los al respecto en la Rheinische Zeitung pin-tan plásticamente no sólo las actitudes declase de los oradores de los estamentosnoble y burgués, sino también la naturalezade clase del estado, cuya legislación y cuyaacción administrativa tienden a convertir elpoder social en guardia jurado de los intere-ses de los propietarios. La crítica del jovenMarx (que tenía veinticuatro años en esaépoca) a dicha situación procede según unalínea liberal apoyada filosóficamente en unainterpretación izquierdista del pensamientode Hegel: esa situación es reprobable por-que un estado clasista no cumple la idea delestado como realización de la eticidad, de laespecificidad humana.

Puede documentarse que Marxtuvo durante esos años un primer conoci-miento del movimiento obrero francés einglés y del socialismo y el comunismo utópi-cos de Fourier, Owen, Saint-Simon yWeitling. Por lo que hace a los movimientosrevolucionarios franceses de la época sufuente fue probablemente la AugsburgerAllgemeine Zeitung, en la cual H. Heinepublicaba crónicas desde París en las quevarias veces aludió al comunismo francés yal de los emigrados alemanes. La reacciónde Marx a esos datos tiene dos aspectosdistinguibles: por un lado, considera justifi-cado que “la clase que hasta ahora no haposeído nada” aspire a poseer, y reprocha ala clase dominante alemana su actitud pura-mente negativa; la aspiración económica delproletariado y su lucha por objetivos materia-les inmediatos (Marx comenta la gran agita-ción de Lyon, por ejemplo) le parecen natu-rales y justificados fenómenos sin importan-cia y nada temibles. Pero en las ideas comu-nistas ve ideas parciales -ideas de clase-, tanincapaces como las de la clase dominantede realizar el estado ético. Las ideas comu-nistas son un “temor de la conciencia queprovoca una rebelión de los deseos subjeti-vos de los hombres contra las comprensio-nes objetivas de su propio entendimiento”.Esas “comprensiones objetivas” son el con-

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I. Marx,tradición marxista

Traducciones de M.S.L. Primer volumen de panfle-tos y materiales

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cepto hegeliano del Estado, frente al cual elcomunismo es para el Marx de entonces laparcial noción de un “estado de artesanos”.En 1843 la censura procedió contra laRheinische Zeitung y Marx tuvo que dimitir.Ya previamente este endurecimiento de lacensura, el de la política universitaria prusia-na, le había movido a desistir de su proyectode carrera universitaria. Este año de 1843,en el cual Marx se sumaría a la emigraciónpolítica alemana en París, fue abundante enacontecimientos decisivos para su vida: ade-más de casarse, conoció a Heine, Börne,Proudhon y Engels. Con esos acontecimien-tos, nació el Karl Marx que ha pasado comofigura de gran influencia a la historia de lasideas y a la de los hechos.

La amistad con Engels acarreóante todo para Marx la convicción de quetenía que estudiar profundamente los proble-mas económicos. La conciencia de ello coin-cidió con esta fase de su evolución intelec-tual y moral con la utilización del pensamien-to de Feuerbach (un humanismo abstractoque culmina en una crítica recusatoria de lareligión y de la filosofía especulativa) comocorrectivo del idealismo de Hegel. Esa situa-ción se refleja sobre todo en tres trabajosmuy importantes para la comprensión de suevolución intelectual: dos escritos (1843)para los Deutsch-französische Jahrbücher ,la Crítica de la filosofía hegeliana del dere-cho y Sobre la cuestión judía; y otro nopublicado durante su vida que se conservaen estado de borrador: los Manuscritos eco-nómico-filosóficos de 1844. Todos estosescritos -el último sobre todo- presentancaracterísticamente lo que después Marxconsideraría una “mezcla” del punto de vistaideológico, o de historia y crítica de lasideas, con el factual, o de análisis e interpre-tación de los datos. Ese rasgo indica sufi-cientemente el lugar de transición que ocu-pan esos escritos en la biografía intelectualde Marx. El aspecto más meramente filosófi-co de esa transición se aprecia, en losmanuscritos sobre todo, en su intento deprecisar la síntesis del pensamiento recibidoa partir de la cual está organizándose elsuyo.

En 1845 Marx tuvo que abandonarParís. Pasó a Bruselas y en 1847 a Londres.De este período son las obras en las cualesse suele ver la primera formulación del mate-rialismo histórico: La sagrada familia, La ide-ología alemana, Miseria de la filosofía y elManifiesto del Partido comunista (escrito en1847, publicado en 1848). Engels ha fecha-do en esos años el punto de inflexión, carac-terizándolo como un rebasamiento de lasideas de Feuerbach: “Pero había que dar elpaso que no dio Feuerbach; el culto delhombre abstracto, que constituía el núcleode la nueva religión, se tenía que sustituir porla ciencia del hombre real y de su evoluciónhistórica. Este ulterior desarrollo del puntode vista feuerbachiano más allá de

Feuerbach empezó en 1845, por obra deMarx, en La sagrada familia”. En esa obra yen La ideología alemana, Marx (con la cola-boración de Engels) va explorando, con oca-sión de motivaciones polémicas, su nuevaconcepción de las relaciones entre lo que apartir de entonces se llamaría en el marxismola sobrestructura (las instituciones y las for-maciones ideológicas) y lo que recibiría elnombre de base de la vida humana, paulati-namente entendida como el sistema de rela-ciones (o condiciones, pues la palabra ale-mana Verhältnisse, siempre usada en pluralen este contexto, significa ambas cosas, ytambién circunstancias) de producción yapropiación del producto social. En elManifiesto (por tanto en 1847 a más tardar)está ya presente, además de la clásica tesismarxista que aparece en la primera frase delcélebre texto (“La historia de toda sociedadhasta hoy es la historia de luchas de clase”)también el esquema dinámico de la evolu-ción histórica tal como lo entiende el marxis-mo, a saber: la tensión dialéctica entre lascondiciones o relaciones de producción y eldesarrollo de las fuerzas productivas. En elManifiesto afirma Marx, por ejemplo, que las“modernas fuerzas productivas” están entensión “desde hace decenios” con “lasmodernas relaciones de producción, con lasrelaciones de propiedad que son las condi-ciones de vida de la burguesía y de su domi-nio.”

En 1847 era Marx miembro de laLiga de los comunistas y trabajaba intensa-mente en la organización del movimientoobrero. La evolución de 1848 le movió apasar a Alemania (abril) igual que Engels,con objeto de colaborar personalmente en larevolución democrática alemana. Marx publi-có en Colonia la Neue Rheinische Zeitungde vida efímera (1848-1849). Tras el fracasode la revolución, se encontraba en Londres(expulsado de París) en 1849. Y en 1850 sedisolvió la Liga de los comunistas. Ya no semovería Marx de Londres más que muy tran-sitoria y excepcionalmente, o por motivos desalud en los últimos años de su vida. La fasede ésta que empezó el año 50 es de muchosufrimiento causado por la pobreza, elesfuerzo y la resultante mala salud. En estaépoca había empezado la preparación de losmateriales y análisis para El Capital , quesufriría numerosos cambios respecto de losproyectos iniciales de Marx. Los textos cono-cidos con los títulos de Contribución a la crí-tica de la economía política, Esbozo a unacritica de la economía política y Teoríassobre la plusvalía son todos de esa época ypreparatorios de El Capital (esto puededecirse objetivamente, no en el sentido deque tales fueran los planes literarios deMarx). Tres años antes de aparecer ElCapital (vol. I) se fundó la AsociaciónInternacional de Trabajadores, laInternacional por antonomasia. Al pocotiempo de su fundación se le llamó a partici-

par en ella y se convirtió en su auténticoguía, al redactar la memoria inaugural y losestatutos. La distinta concepción del caminoque había que seguir en la lucha revoluciona-ria le llevó a enfrentarse con Bakunin y suspartidarios, que en 1872 fueron expulsadosde la Internacional. El primer volumen de ElCapital, único publicado en vida de Marx, hasido durante el siglo siguiente a su publica-ción la obra más influyente y famosa de suautor: sólo más recientemente empezó asolicitar una análoga atención su obra ante-rior y juvenil. Contemplado desde ésta, ElCapital aparece como el remate de un movi-miento intelectual de alejamiento progresivoy negación de la especulación filosófica y desu pretensión de ser fundamento de laacción política revolucionaria; en el mismomovimiento ese papel se atribuye a un cono-cimiento positivo de la realidad histórica,social y económica. “Una vez hubo recono-cido que la estructura económica es la basesobre la cual se yergue la sobrestructurapolítica, Marx atendió ante todo al estudio deesta estructura económica” (Lenin).

Concepto básico y nuevo, almenos en su sistemático aprovechamiento,de las obras de la época de El Capital y deéste mismo es el de plusvalía. Con ese con-cepto propone Marx una explicación de laobtención de valor por parte del propietariodel dinero como resultado de la circulaciónde éste. La ganancia de valor se explica por-que el capitalista puede comprar y comprade hecho la única mercancía que producevalor con su consumo, la fuerza de trabajo.En las obras que, como señaladamente ElCapital, son características de la madurez deMarx, se aprecia una recuperación de con-ceptos hegelianos. El propio Marx ha comen-tado el hecho, explicándolo simultáneamenteen dos sentidos, como mero “coqueteo”intelectual con el lenguaje filosófico deHegel, por reacción contra la vulgaridad anti-hegeliana de la cultura izquierdista alemanade los años 50 y 60; y como reconocimientode que “la mixtificación [idealista] que sufrela dialéctica en manos de Hegel no anula enmodo alguno el hecho de que él ha sido elprimero en exponer de un modo amplio yconsciente las formas generales de movi-miento de aquélla. La dialéctica se encuentrainvertida en el pensamiento de Hegel. Hayque enderezarla para descubrir el núcleoracional dentro de la cáscara mística”(Prólogo a la 2ª edición del vol. I de ElCapital).

Las vicisitudes y los puntos deinflexión de la evolución intelectual de Marx,tan rica y revuelta como la de cualquier otropensador importante, suscitan dos proble-mas que son actualmente tema de la mayorparte de la literatura marxiana: el de los “cor-tes”, “rupturas” o “censuras” que haya podi-do haber en esa evolución, especialmenteentre los años 1842-1847, y el de la natura-leza del trabajo teórico de Marx, tan directa-

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22 mente ligado (a diferencia del trabajo intelec-tual típico moderno, por ejemplo, el de unfísico) con objetivos prácticos (políticosrevolucionarios). Respecto del primer pro-blema, cabe decir al menos que un examende la evolución intelectual de Marx, por curio-so que sea, permite identificar no uno, sinovarios puntos de inflexión (alguno inclusoposterior a El Capital), ninguno de los cua-les, sin embargo, se revela como rupturatotal. (El propio Marx no parece haber tenidoconciencia de ninguna ruptura total: en1851, por ejemplo, seleccionaba para enca-bezar una publicación de sus escritos unartículo del año 1842, las “Observacionesacerca de la reciente instrucción prusianasobre la censura”). En cuanto al segundoproblema, parece también claro que Marx hapracticado con los temas económicos untipo de trabajo intelectual no idéntico con elque es característico de la ciencia positiva,aunque sí compuesto, entre otros, por éste.Es incluso claro que Marx atribuye un pecu-liar estatuto intelectual a toda ocupacióncientífica general con los problemas econó-micos. Así escribe, por ejemplo, en el citadoprólogo a la 2ª edición del vol. I de El Capital:“En la medida en que es burguesa -o sea,mientras conciba el orden capitalista comoforma absoluta y única de la producciónsocial, en vez de cómo estadio evolutivotransitorio-, la economía política no puedemantenerse como ciencia, sino mientras lalucha de clases sea latente y se manifiestesólo en fenómenos aislados”. Marx no hahecho nunca afirmación parecida acerca deninguna otra ciencia.

En 1870 Engels pudo trasladarse aLondres y entró a formar parte del consejogeneral de la Internacional, aliviando a Marxde parte de su trabajo y haciendo posibleque éste se retirase en 1873 de la actividadpública y dedicase los esfuerzos que le per-mitía su quebrantada salud a proseguir laredacción de El Capital. La muerte de sumujer y de su hija le afectaron profundamen-te y precipitaron su propio fin.

A finales de losaños sesenta,Sacristán preparóuna amplia antolo-gía anotada de laobra de AntonioGramsci, un autordecisivo en muchasde sus considera-ciones teóricas ypolítico-morales. Elvolumen fue publi-cado por Siglo XXIen México en 1970y, posteriormente,en su edición de1974, pudo ser edi-tado en España. Elestudio interrumpi-do al que hace refe-rencia Sacristánfue recuperado porJacobo Muñoz yposteriormente edi-tado por AlbertDomingo Curto en la editorial Trotta: ManuelSacristán, El orden y el tiempo, Madrid,1998.

Sobre el autor de los Cuadernosde la cárcel, pueden verse además: “La for-mación del marxismo en Gramsci”, SobreMarx y marxismo, op. cit., pp. 62-84;“Gramsci, Antonio”, Papeles de filosofía, op.cit, pp. 414-416, y la entrevista “Gramsci esun clásico, no es una moda”, De la primave-ra de Praga al marxismo ecologista.Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón, LosLibros de la Catarata, Madrid, 2004 (ed. deFrancisco Fernández Buey y Salvador LópezArnal), pp. 81-90. Puede consultarse elesquema de conferencias sobre el revolucio-nario italiano así como detalladas observa-ciones de lectura sobre escritos juveniles deGramsci y sobre los Cuadernos de la cárcelen diversos cuadernos y carpetas deSacristán depositados en Reserva de laUniversidad de Barcelona, fondo ManuelSacristán (RUB-FMSL).

La nota de Sacristán que aquí sereproduce está fechada en mayo de 1969.

El criterio en que se basa estaantología es la intención de presentar al lec-tor una imagen concreta -puesto que nopuede ser completa- de la obra de AntonioGramsci, entendiendo por “obra” lo produci-do y lo actuado, el fruto del poieîn y el delpráttein. Esa intención no se inspira princi-palmente en el deseo de reconstruir la indivi-dualidad de Antonio Gramsci, sino en la

necesidad de pasar porencima de las clasifica-ciones académicas tradi-cionales cuando se quie-re entender el pensa-miento revolucionario.Para que haya pensa-miento revolucionariotiene que haber rupturacon la estructuración delpensamiento cultural-mente consagrado. Ypara que el pensamientorevolucionario se logre,esa ruptura tiene queresponder a la naturalezade las cosas, no serveleidad de decadenteharto de ciencia aprove-chada, pero no entendi-da.

Del mismomodo que Marx no hasido ni economista, nihistoriador, ni filósofo, ni

organizador, aunque aspectos de su “obra”se puedan catalogar académicamente comoeconomía, historia, filosofía, organizaciónpolítico-social, así tampoco es Gramsci uncrítico literario, un crítico de la cultura, un filó-sofo o un teórico político. Y del mismo modoque para la obra de Marx es posible indicarun principio unitario -aquella “unión del movi-miento obrero con la ciencia”- que reducelas divisiones especiales a la función demeras perspectivas de análisis provisional,así también ofrece explícitamente la obra deGramsci el criterio con el cual acercarse a la“obra” íntegra para entenderla: es la nociónde práctica, integradora de todos los planosdel pensamiento y de todos los planos de laconducta.

En el caso de Gramsci la conve-niencia de acentuar la unidad práctica de la“obra” parece obvia, porque las publicacio-nes antológicas en lengua castellana no sehan beneficiado casi hasta ahora de la dis-ponibilidad, desde hace años, de numerososescritos políticos juveniles en los que semanifiesta inequívocamente la raíz de todo elhacer de Gramsci.

El criterio general recién expuestose ha especificado en las dos reglas siguien-tes para la construcción de esta antología:1ª, no separar completamente los textos“personales” de los textos públicos, sinoconsiderar que la cronología es más fuerterazón de homogeneidad que el género litera-rio; 2ª, acentuar la temática en la que más serealiza la unidad de la “obra”, el “genero” lite-rario que más se puede considerar como

22 2. ADVERTENCIAPresentación de Antonio Gramsci, Antología

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Antonio Gramsci, Antología, S.XXI, México,1970, Selección, traducción y notas de M.S.L.

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capaz de contener aquella unidad; esegénero es la literatura política; en él conflu-yen naturalmente el filósofo y el periodista, elhistoriador y el político, el crítico literario y elcrítico de la cultura. La última consecuenciaimportante de esos puntos de vista ha sidola ordenación de los textos según un esque-ma básico cronológico. Este esquemapuede ser llevado hasta el detalle cuando setrata de la juventud de Gramsci. Para loscuadernos de la cárcel y para las cartas sinfecha segura se ha preferido evitar riesgosde error grave: la datación es más global.

Causas de dos órdenes, técnicasde edición y también sustantivas, debidas ala problematicidad de algunos puntos de lainvestigación, impiden que esta antologíaaparezca con el estudio introductorio que eleditor había previsto. El editor se proponepublicarlo más adelante, aparte. Por elmomento, conviene hacer de necesidad vir-tud, descubrir que los textos de Gramsciestán probablemente mejor sin compañía, osin más compañía que la de las tablas crono-lógicas que los preceden fase por fase.

En México, durante su estancia enla UNAM, Sacristán escribió un prólogo parala primera traducción catalana de El Capital,volumen editado conjuntamente porEdicions 62 y la Diputació de Barcelona, contraducción de Jordi Moners. Una versión deeste texto, traducción de la traducción cata-lana del mismo Moners, fue editada en M.Sacristán, Escritos sobre El Capital (y textosafines), El Viejo Topo, Barcelona, 2004, pp.360-364. Aquí se da el texto original deSacristán que puede ahora consultarse enRUB-FMSL.

Este texto de presentación estáfechado el 1º de mayo de 1983.Curiosamente, o no tan curiosamente, el pri-mer escrito marxista de Sacristán, legalmen-te publicado en España y primero de losrecogidos en Sobre Marx y marxismo, estáfechado el 1º de mayo de 1959, y su correc-ción posterior el 1º de mayo de 1966.

La aparición de esta traduccióncatalana de El Capital puede parecer intem-pestiva. El libro sale, en efecto, alrededor deun siglo después de que empezara a estarpresente en la vida social y cultural deCatalunya; y, además, en un momento que

no se puede considerar de mucho predica-mento de la obra de su autor, sobre todo encomparación con lo que ocurría hace quinceo veinte años.

Es obvio que la primera circunstan-cia tiene mucho que ver con los obstáculoscon que ha tropezado la cultura superiorcatalana durante estos cien años, desde losde lejanía raíz histórica hasta los particular-mente difíciles que levantó el franquismo.Desde el punto de vista de esta considera-ción, la publicación de El Capital en catalán,como la de cualquier otro libro clásico, esuna buena noticia para todos los que se ale-gran de que los pueblos y sus lenguas vivany florezcan.

La segunda circunstancia -el hechode que este libro aparezca en catalán en unmomento que no es de los más favorablespara él- puede facilitar una buena lectura.Esto no tiene mucho de paradójico: cual-quier libro y cualquier autor pagan el hechode estar muy de moda con una simplificaciónmás o menos burda de su contenido o conversiones apologéticas demasiado estiliza-das. Es posible que sólo a este precio laobra influya extensamente: por eso nadie esdueño de sus propias influencias. En el casodel Capital todo esto adquiere proporcionesgrandes y reales. Y, puesto que “gris es todateoría / y verde el árbol de la vida”, segura-mente es más jugoso el caos de la influenciapráctica de las lecturas dudosas propias delas épocas de éxito de una obra que el frutode una lectura tranquila, relativamente fácilen una situación de escasa acción social dela ideas leídas.

En cualquier caso, el lector delCapital puede beneficiarse hoy de la conclu-sión de las polémicas de los años 1960 y1970 acerca de la posición y la importanciade este libro en la obra de su autor. Hoydebería estar salomónicamente claro, poruna parte, que El Capital es la obra máximade la madurez de Marx (como, tal vez innece-sariamente, lo proclamó con gran énfasisLouis Althusser) y, por otra parte, que ElCapital no es toda la “Economía” planeadapor su autor, ni lo habría sido aunque Marx lohubiera terminado (como no menos insisten-temente lo enseñó Maximilien Rubel en laspolémicas aludidas).

Pero quizá no haya que hacerse ilu-siones acerca de la superación definitiva depolémicas causadas por lecturas unilateralesde Marx impregnadas de intereses ideológi-cos o políticos. Tal vez ni siquiera se hayaacallado para siempre la disputa acerca dela relación entre el “Marx joven” y el “Marxmaduro”, que presidió la literatura marxológi-ca de los últimos decenios y en cuyo marcose inscribieron las tomas de posición deAlthusser y Rubel. La verdad es que todapersona hecha a criterios académicos dediscusión tiene motivos para considerarresuelta esta vexatam quaestionem. Pero nose puede decir lo mismo de los que leen a

Marx con el deseo de encontrar en él argu-mentos, o, por lo menos, palabras en queapoyar tesis políticas propias. Así, por ejem-plo, bajo el betselleriano título de Adiós alproletariado, André Gorz ha publicadorecientemente unos escritos que, en lo quetienen de exégesis de Marx, utilizan líneas depensamiento del autor procedentes de épo-cas diferentes de su desarrollo y aparente-mente discordes, sin trabajar el problemahistórico y textual que plantea esta situación.Parecería que esto no fuera posible enFrancia después del Pour Marx [La revolu-ción teórica de Marx] y el Lire le Capital[Para leer El Capital] de Althusser, pero loes.

Sin embargo, a pesar de la aparen-te inmortalidad de este asunto de los dosMarx -el joven y el maduro, el filosófico y elcientífico-, es razonable pensar que se tratade un asunto mucho menos importante parael futuro de lo que ha sido en el pasadoreciente. Pues las reconstrucciones del pen-samiento marxiano unilateralmente basadasen uno u otro de los “dos” Marx están enpeligro de no oír siquiera los interrogantesnuevos que una nueva época del “desarrollode las fuerzas productivas” va a dirigir a lalectura de Marx.

En efecto, prescindiendo de lacaducidad de tesis particulares de Marx, lahistoria reciente y las anticipaciones hipotéti-cas del futuro próximo coinciden en quitarverosimilitud a la hipótesis marxiana acercade la función del desarrollo de las fuerzasproductivas materiales e intelectuales en sumodelo de revolución socialista.

La acentuación unilateral de laimportancia del Marx maduro -el Marx delCapital y de sus borradores, de la fase de suvida que empieza en 1857 y dura hasta susaños últimos-, con desprecio de la obra ante-rior a esa fase, se apoya decisivamente en laobjetividad de las leyes históricas, centradasen última instancia en torno a la creciente“contradicción” entre las fuerzas productivasy las relaciones de producción de una épocade crisis. Ahora bien, ciertas consideracio-nes bastante obvias tienden a desbaratareste modelo por lo que hace a la crisis denuestros días, o, por lo menos, a la predic-ción que a este respecto enuncia la vulgatamarxista. Los textos de Marx sugieren desde1848 que su autor creía que las fuerzas pro-ductivas entonces operantes estabanentrando en “contradicción” con las relacio-nes de producción capitalistas y que la reso-lución de esa “contradicción” sólo podía serel socialismo. Una lectura lo más literal posi-ble de esos textos permite salvar el modeloteórico general marxiano (pues sin duda sepuede entender el florecimiento de las socie-dades anónimas industriales y financierascomo la revolución de las relaciones de pro-ducción resolutoria de la “contradicción” conel desarrollo de las fuerzas productivas seña-lada por Marx en aquellos años), pero no su

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3. Presentación de laPRIMERA EDICIÓNCATALANA DE ELCAPITAL

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predicción socialista. Esto mismo ocurrehoy, pero todavía más demoledoramentepara la predicción marxiana, porque las fuer-zas productivas cuyo desarrollo caracterizanuestra presente civilización no han sido nisoñadas por Marx, pero, a pesar de ello, lapredicción del inminente “paso al socialis-mo” no es más verosímil que en 1848. Estaconsideración quita mucho atractivo al mar-xismo teoricista, objetivista y cientificista,basado en el “Marx maduro”, que predominóen el marxismo de los países capitalistasdurante los años 1960 y 1970. Aquella lec-tura de Marx tenía graves defectos internos -principalmente la incoherencia entre su cien-tificismo y la inspiración hegeliana, presumi-blemente ignorada por sus protagonistas, desu infalibilismo y objetivismo histórico-, perosin duda es la evolución política y económi-ca ocurrida desde entonces lo que más ladesacredita. Por lo demás, ese teoricismomarxista se veía obligado a despreciar nosolo la obra del “Marx joven”, del que tantose discutía, sino también la del menos leído“Marx viejo”, el cual había escrito categórica-mente, en una carta hoy célebre a la revolu-cionaria rusa Vera Sassulich, que sus tesisdel Capital se referían exclusivamente a lassociedades europeas occidentales.

Pero no es probable que la recono-cida implausibilidad de la imagen de un Marxteórico puro, o autor de ciencia pura, talcomo tendió a verlo el estructuralismo, hagahoy mas convincente la vuelta a una interpre-tación de la obra marxiana desde el “Marxjoven”, desde los manuscritos de 1844 prin-cipalmente, como la cultivada por variasescuelas marxistas o marxológicas en losaños 1950, con desprecio más o menosacentuado del “positivismo” del Capital.También en este punto lo decisivo ha de ser“la práctica”, esto es, un criterio de coheren-cia con las necesidades sociales. No pareceque los conceptos fundamentales del Marxfilósofo (que así es como habría que llamar-le, más que “Marx joven”) -humanidad gené-rica, alienación, retrocaptación de la aliena-ción, etc.-, por interesantes que sean y poradecuadamente que expresen las motivacio-nes y las valoraciones comunistas marxianas,sean por sí solos suficientemente operativospara permitir un manejo eficaz del intrincadocomplejo de problemas tecnológicos, socia-les y culturales con que se ha de enfrentarhoy un proyecto socialista. Para eso hacefalta ciencia, “positivista” conocimiento de loque hay, de lo “dado”, cuyo estudio es tanantipático para el revolucionario románticocuanto imprescindible para toda práctica nofantasmagórica. Esto hará siempre delCapital una pieza imprescindible de cual-quier lectura sensata de Marx, pues esas dosmil páginas y pico contienen el esfuerzo máscontinuado y sistemático de su autor paraconseguir una comprensión científica de loque hay y de sus potencias y tendencias decambio.

Pero una visión científica adecua-da, ni cientificista ni apologética, tiene quepartir de la revisabilidad de todo productocientífico empírico. Lukács hizo una vez elexperimento mental de preguntarse si que-daría algo del marxismo una vez que todassus tesis particulares hubieran sido falsadaso vaciadas por la evolución social. Pensóque sí, que quedaría algo, a saber, el estilode pensamiento muy abarcante y dinámico,histórico, que él llamó “método dialéctico”.Admitiendo que esta idea de Lukács es muyconvincente, habría que añadirle o precisarlealgo: el programa dialéctico de Marx -queengloba economía, sociología y política, paratotalizarse en la historia- incluye un núcleo deteoría en sentido estricto que, sin ser todo ElCapital, se encuentra en esta obra. El pro-grama mismo era ya entonces inabarcablepara un hombre solo; seguramente estoexplica muchos de los padecimientos psíqui-cos y físicos de Karl Marx; y también da suestilo de época a una empresa intelectualque hoy consideraríamos propia de un colec-tivo, y no de un investigador solo. Por eso ElCapital quedó en muñón, y por esto esinconsistente todo intento de convertir suletra en texto sagrado. Pero lo que sí pareceimperecedero es su mensaje de realismo dela inteligencia: un programa revolucionariotiene que incluir conocimiento, poseer cien-cia. Por su propia naturaleza, la ciencia reales caduca. Pero sin ella no puede llegar aser aquello que no es ciencia. Por esta con-vicción ha dedicado Marx su vida y ha sacri-ficado mucho de su felicidad -con el turbioresultado que eso suele arrojar- en la redac-ción de estas miles de páginas que al final leproducían tan escaso entusiasmo que selimitó a sugerir que Engels “hiciera algo” conellas.

Mónica Guitián es profesora deSociología en la Facultad de CienciasPolíticas de la UNAM. Conoció a Sacristánen México durante el curso 1982-1983. Esmuy probable que asistiera a los dos semina-rios de posgrado -”Inducción y dialéctica” y“Karl Marx como sociólogo de la ciencia”-que Sacristán impartió durante su estanciaen la universidad mexicana.

La carta fue facilitada por la propia

destinataria a Xavier Juncosa, director de losdocumentales que forman “IntegralSacristán”, y se reproduce aquí con su auto-rización. Está fechada el 10 de marzo de1985 y presenta con toda claridad la posi-ción de Sacristán respecto a la considera-ción del marxismo como una filosofía de lahistoria.

Querida Mónica,no es fácil ponerse a escribir sin-

tiéndose uno tan culpable de no haberlohecho antes. Supongo, sin embargo, que lascosas que te ha ido contando Ángeles[Lizón] habrán servido para que sólo se mecondene a una pena pequeña, dados losimportantes atenuantes que puedo aducir enel pleito. El último atenuante es el más gordode todos: mi riñón dejó definitivamente defuncionar, y ahora tengo que someterme ahemodiálisis tres días a la semana. Eso mereduce la vida activa al 50% más o menos,aunque, de todos modos, consigo aprove-char algo la media vida muerta leyendo.

Considerando que con esos pode-rosos alegatos he conseguido la libertadprovisional sin fianza, paso a hablar de cosasmás objetivas, menos siniestras y más intere-santes.

Tu proyecto de investigación meparece muy bueno, claro y completo, demodo que no vale la pena hacer considera-ciones de conjunto sobre él. Me voy a dedi-car, más bien, a observaciones de detalle.

1º. El apartado III a) (“Principio dematerialidad-criticidad”) lleva dentro el pro-blema de si de verdad una teoría puede ser,por sí misma, crítica. El marxismo tradicionaly el para-marxismo de la Escuela de Frankfurtpiensan que sí. Yo creo que no, que la únicacrítica que puede ser sólo teórica es la críti-ca interna, y que la crítica social (que es dela que se trata esencialmente a propósito deMarx) no puede ser sólo teórica, porque sehace desde valoraciones prácticas. En cual-quier caso, creo que no deberías tratar estetema como a-problemático, sino como muyproblemático. (Mi concepción al respectoestá en el el articulo “El trabajo científico deMarx y su noción de ciencia”, en mientrastanto, nº 2, recogido en Panfletos y materia-les I: Sobre Marx marxismo. Si no lo tienes,dímelo y te lo enviaré.- Me permito citarme amí mismo porque tú tienes la amistad decitar otro artículo mío que, en realidad, vienemenos a cuento que éste que te digo).

2º. En la misma página 2 dices:“Podríamos aventurarnos a decir que Marxse encuentra en un camino intermedio entreesa orientación causalista, de una parte, y deesa orientación teleológica (dialéctica-her-menéutica ) por otra”.

No me parece posible dudar queen el conjunto de la vida intelectual de Marxestán las dos líneas de pensamiento, la cau-sal y la teleológica; pero con eso no está

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4.Carta a

MÓNICAGUITIÁN(10/3/1985)

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dicho que ambas estén presentes en suciencia; puede ser que la línea causal seaimprescindible en su ciencia, y la teleológicaen su pensamiento político. Y pudiera serque el intento de ver las dos juntas fuera lacausa de los fallos científicos de Marx y, aúnmás, de los marxistas posteriores. Por otraparte, yo creo que la idea de crítica ha idodisminuyendo su importancia en la obracientífica de Marx. El Capital tiene sólo comosubtítulo lo que al principio de su trabajoMarx veía como título de su proyecto:“Crítica de la economía política”.

En cuanto a la presencia de unainspiración dialéctico-hermenéutica en laobra de Marx, me parece importante losiguiente: los dialéctico-hermenéuticos tie-nen siempre como horizonte de su pensa-miento una filosofía de la historia; Habermas,por ejemplo, dice explícitamente que lo quebusca es una filosofía de la historia de la quese desprendan orientaciones prácticas, polí-ticas, no meramente técnicas. Es posibleque la obra de Marx sugiera la idea de unafilosofía de la historia: así la ven todos susenemigos, y así la vieron bastantes de susamigos, ya durante su vida. Pero a este res-pecto contamos, para la vejez de Marx, conun tajante testimonio en contra del propioautor. Si tienes a mano la correspondenciadel viejo Marx, puedes estudiar el asunto enella; pero como no estoy seguro de quetodas las cartas pertinentes y textos deimportancia al respecto estén traducidos, tepongo aquí los datos esenciales:

En el nº 10 (octubre de 1877) de larevista rusa Otetschestwennyje Sapiski[Anales de la Patria], el ideólogo de lospopulistas rusos N. K. Mijailovski publicó unartículo titulado “Karl Marx ante el tribunal delseñor J. Shukovski”. En ese artículoMijailovski recogía la acusación de que Marxno admitía ningún tipo de desarrollo socialpara Rusia que no fuera el de la Europa occi-dental, suponiendo que Marx se veía obliga-do a ello por su filosofía de la historia. Marxescribió una carta de respuesta, que no llegóa enviar, lo que sugiere que la cuestión lesuscitó dudas hasta el final de su vida.

En esta carta Marx afirma clara-mente que no quiere ver interpretado su pen-samiento como una filosofía de la historia,por lo cual no está en absoluto obligado asuponer que el desarrollo europeo-occiden-tal es universalmente necesario:“Acontecimientos de llamativa analogía, peroque se desarrollan en un milieu histórico dife-rente, condujeron, pues, a resultados com-pletamente diferentes. Si se estudia cadauno de eso desarrollos por sí mismo y secomparan luego unos con otros, se hallaráfácilmente la clave de ese fenómeno, peronunca se llegará a ellos con la clave univer-sal de una teoría de filosofía de la historiacuya mayor excelencia consiste en sersuprahistórica” (Marx-Engels Werke, vol.19,pág. 112.) A continuación, Marx declara que

su modelo de desarrollo vale sólo paraEuropa occidental, y se compromete acercade la comunidad aldeana rusa (la obschchi-na) del modo siguiente: “En resolución,como no me gustaría dejar “nada por adivi-nar”, voy a hablar sin reservas. Para poderestimar con pleno conocimiento de causa eldesarrollo económico de Rusia, he aprendi-do ruso, y luego he estudiado a lo largo demuchos años los impresos oficiales y no ofi-ciales referentes al mismo. El resultado alque he llegado es éste: si Rusia sigue avan-zando por el camino que emprendió en1861, desperdiciará la posibilidad más her-mosa que la historia haya ofrecido jamás aun pueblo, y a cambio de ello atravesarátodas las fatales vicisitudes del sistema capi-talista” (MEW 19, pág. 108). Esa afirmación-escrita según el clásico si-entonces de lalógica formal y de las leyes científicascorrientes- excluye la necesidad de la nega-ción de la negación como motor del desarro-llo, pues supone que la comunidad de laobschchina puede pasar linealmente, sincontradicción, a la comunidad comunista, sinpasar por su negación, el capitalismo.

Parece, pues, claro que en esemomento de su vida Marx ha pensado unproblema social apartándose de un esquemauniversal de filosofía de la historia (hoy pro-pio de las escuelas de la hermenéutica) y delas categorías de la dialéctica hegeliana.

Para apreciar hasta qué punto eseMarx es “heterodoxo”, es bueno compararlocon el pensamiento “ortodoxo” de Engels apropósito del mismo problema de la obs-chchina. En el artículo “Noticias sociales deRusia”, publicado en Der Volksstaat en 1875(hoy en MEW vol. 18) escribe Engels: “Larevolución a que aspira el socialismo moder-no consiste, brevemente hablando, en la vic-toria del proletariado sobre la burguesía y enuna nueva organización de la sociedadmediante la liquidación de las diferencias declase. Para ello se precisa, además de laexistencia del proletariado, que ha de llevar acabo esta revolución, la existencia de la bur-guesía, en cuyas manos las fuerzas producti-vas de la sociedad alcanzan ese desarrolloque hace posible la liquidación de las dife-rencias de clase.” Engels mantiene ahí literal-mente, el esquema marxista “ortodoxo” yeurocentrista, ignorando la posibilidad, queMarx afirma en su carta a los Anales de lapatria, de un desarrollo hacia el socialismosin pasar por la dominación burguesa.Engels -que no conocía la carta de Marx enaquel momento (la descubrió entre los pape-les de Marx una vez muerto éste)- aplica aRusia, sin más, el esquema europeo-occi-dental.

En 1882 Marx y Engels firman jun-tos el prólogo a la 2ª edición rusa delManifiesto Comunista. Marx estaba muy maly moriría poco después. Eso y el estilo mehacen creer que el texto es de Engels. Elprólogo presenta un compromiso entre la

concepción del viejo Marx en la carta de losAnales de la Patria y la concepción eurocén-trica y filosófico-histórica de Engels, que esla del Marx maduro. El texto se expresa asíen el punto esencial (supongo que tienes amano ese prólogo por lo que hace al resto):“La cuestión es: la la obschchina rusa, quees una forma, aunque muy desvirtuada, de lapropiedad colectiva arcaica de la tierra,¿puede pasar directamente <o sea, no pornegación de la negación> a la forma supe-rior de propiedad colectiva comunista? ¿Otienes, por el contrario, que recorrer primeroel mismo proceso de disolución que consti-tuye el desarrollo histórico de Occidente? -La única respuesta hoy posible a esa cues-tión es la siguiente: la revolución rusa seconvierte en la señal de una revolución pro-letaria en Occidente, de tal modo que ambasse complementan, entonces la actual propie-dad colectiva rusa de la tierra puede servirde punto de partida de un desarrollo comu-nista.” (MEW 19, pág. 296).

Que esa tesis fue un compromiso(seguramente tácito) entre dos concepcio-nes me parece bastante corroborado por elhecho de que, una vez muerto Marx, Engelsse expresa de nuevo con toda ortodoxia dia-léctica y eurocéntrica. Por ejemplo, en elPost-scriptum que puso en 1894 a su artícu-lo “Noticias sociales de Rusia”, que te hecitado antes: “(...) si es que se puede, engeneral, plantear la cuestión de si a la comu-na rusa le espera un destino mejor <MSL:cuestión, como sabemos, que Marx no sólohabía planteado, sino también contestado>,la causa de ello no radica en ella misma, sinoúnicamente en que en un país europeo haconservado cierta fuerza vital hasta unaépoca en que en la Europa occidental la pro-ducción mercantil y su forma última y supe-rior -la producción capitalista- ha entrado encontradicción con las fuerzas productivascreadas por ella misma, una época en queresulta incapaz ya de dirigirlas y perece aconsecuencia de dichas contradiccionesinternas y los conflictos de clase condiciona-dos por estas últimas. Ya sólo eso pruebaque la iniciativa de semejante transformaciónde la comunidad rusa únicamente puedepartir del proletariado industrial deOccidente, y no de la comunidad misma.” Obien, en el mismo Post- scriptum: “(...) es his-tóricamente imposible <MSL: modo deexpresarse propio de la filosofía de la histo-ria> que una sociedad que se halla en ungrado de desarrollo económico inferior tengaque resolver problemas y conflictos que sur-gen y puedan surgir sólo en una sociedadque se halla en un grado de desarrollomucho más alto”. Este último párrafo contra-dice literalmente al viejo Marx de la carta alos Anales de la Patria, y lo hace con el Marxmaduro, con el Marx hegeliano y filósofo dela historia, con el Marx “ortodoxo” en lamano. Dicho de paso, esos textos de Engels,en cuanto son interpretación del Marx madu-

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ro, prueban que la socialdemocracia tenía alMarx ortodoxo de su parte en su oposición ala revolución bolchevique mientras que elviejo Marx habría estado, en cambio, del ladode ésta.

Pero la intención de mi largo rollono es llegar a conclusiones de ese tipo, sinosolo sugerirte que el viejo Marx ha sido muypoco dialéctico en sentido hegeliano y, porlo tanto, muy poco hermenéutico: ha pensa-do según el modelo si-entonces de lascorrientes leyes científicas, y no ha dado porsupuesto ninguna necesidad histórica.También es verdad que se ha sistematizadoesos atisbos finales. Está demasiado out yaen ese momento.

Hazme el favor de dar besitos a lasniñas de mi parte, varios abrazos fuertes aVíctor, asegurándole que le escribiré tam-bién a él. Pues es evidente que la correspon-dencia va a ser a partir de ahora mi únicacomunicación con mis amigos lejanos, yaque nunca volveré a viajar, con eso de lahemodiálisis. Lo que también es un argu-mento para que pensarais en hacer algunavez turismo hispánico.

También te agradecería que le dije-ras a Ignacio Perrotini que no me olvido demis muchas deudas con él, y que estemismo mes espero escribirle. Para CarlosPrego tantos abrazos como para Víctor,menos uno. Y para todos los demás amigosmi recuerdo cordial.

Espero noticias tuyas y te abrazo inmente. Manolo

Se recogen en este apartado unasbreves anotaciones sobre diversos autoresde tradiciones marxistas, extraídas de notasde Sacristán a algunas de sus propias tra-ducciones, de contraportadas o bien denotas complementarias.

A. ROSA LUXEMBURG, KARLLIEBKNECHT.

Los dirigentes comunistas alema-nes Rosa Luxemburg y Karl Liebknechtambos (sobre toda Rosa) destacados tam-bién como teóricos, fueron asesinados enBerlín la noche del 15 al 16 de enero de1919. Estaban detenidos en el EstadoMayor de la División de tiradores de caballe-ría de la Guardia, en el hotel Edén, de Berlín.Pretextando su traslado a la cárcel de ins-

trucción de Berlin-Moabit, fueron muertos atiros y culatazos por los oficiales y soldadosde la División capitán Horst von Pflugk-Hartung (jefe del destacamento que trasla-daba a Liebknecht), teniente RudolfLiepmann, teniente Kurt Vogel (del destaca-mento que trasladaba a Rosa Luxemburg),húsar Otto Runge (que confesó haber derri-bado a culatazos a ambos detenidos), sinduda con la participación de otros varios queno fueron procesados. El capitán WaldemarPabst, del que partió la orden de trasladar aRosa Luxemburg, no fue siquiera acusado. Elasesinato de Rosa Luxemburg y KarlLiebknecht fue el primer crimen político de laAlemania de Weimar. Los asesinos fueroncondenados: Liepmann a seis semanas dearresto domiciliario, Vogel a dos años y cua-tro meses de prisión y expulsión del ejército,Runge a dos años de prisión, dos semanasde detención y expulsión del ejército. Losdemás, incluidos el capitán Von Pflugk-Hartung y otros oficiales que, según los tes-tigos, habían disparado contra las víctimas,fueron absueltos. El gobierno era socialde-mócrata.

Antonio Gramsci, Antología. Siglo XXI,Madrid, 1974, p. 108, nota 26.

B. ANGELO TASCA.

Angelo Tasca fue compañero deGramsci en Turín. Nació en 1890. Hijo de unobrero socialista, militó desde joven en lasjuventudes del Partido Socialista italiano yluego en el partido mismo. Muy pronto tuvochoques con el futuro dirigente de la izquier-da comunista, Amadeo Bordiga. Tasca losería de la futura derecha comunista. Ya en1912, por ejemplo, Tasca era para Bordigaun “culturalista” idealista y Bordiga paraTasca un determinista sociológico. (Gramsciestará de acuerdo con ambas condenas teó-ricas más tarde, al formarse su propio pensa-miento político y teórico en pugna con lasideas de sus dos amigos). Tasca influyó muyprobablemente en el ingreso de Gramsci enel P.S.I. Ya en 1912 se le ve instándole aello. Formó luego parte del grupo de l´OrdineNuovo, cuya financiación inicial aseguró;pero muy pronto aparecieron discrepanciasentre Tasca y Gramsci. El problema que pro-vocó el divorcio político fue la manera deconcebir la organización de la clase obrera.Tasca -y en esto coincidía Bordiga- rechaza-ba el programa gramsciano de formación deconsejos obreros independientes de los sin-dicatos, como organismos directos de claseen los que intervinieran también obreros nosindicados ni organizados en partidos políti-cos. Tasca y Bordiga rechazaban cualquierorganización de la clase obrera que no fuerael partido político o el sindicato. La mayorvinculación de Tasca a las tradiciones políti-

cas y sindicales de la socialdemocracia hizode él la cabeza de la derecha del P.C. d´I.desde la fundación de éste. Tasca fue expul-sado del P. C. d´I en 1929, hallándose comoel “centro” del partido, exiliado en Francia.Pasó luego a la socialdemocracia francesa.Su archivo personal, editado en los AnalesFeltrinelli de 1966 por Giuseppe Berti, esuna importante fuente para el conocimientode la historia del comunismo italiano.

Ibídem, p. 13, n 2.

C. PIERO SRAFFA.

Piero Sraffa, economista, compa-ñero y amigo de juventud de Gramsci, unode sus contactos principales, junto conTatiana Schucht, durante el período de lacárcel. Sraffa fue el que informó a Togliattide la existencia de los Cuadernos de la cár-cel, de Gramsci, y el que, siguiendo las ins-trucciones de Togliatti, se ocupó de poneresos textos a salvo en Moscú. Profesor deCambridge. Ha dedicado la mayor parte desu vida académica a la edición de las obrasde David Ricardo (cfr. nota 107: The Worksand Correspondence of David Ricardo,Cambridge University Press, 1951 y sigs).Sraffa se ha jubilado recientemente y hapublicado estudios económicos propios.Goza de gran autoridad científica.

Ibídem, p. 216, n. 91; p. 272, p 107

D. ERNESTO GUEVARA

“Como si para siempre/ te llevasescontigo (...) / tu huella de héroe /luminosa desangre / (...) Pero esto / de golpe da vida alas “quimeras” / y muestra / la médula y lacarne / del comunismo“ (V. Maiakovski, Alcamarada Nette)

No ha de importar mucho el cobar-de sadismo complacido con el que la reac-ción de todo el mundo ha absorbido losdetalles macabros del disimulo, tal vez volun-tariamente zafio, del asesinato de ErnestoGuevara. Posiblemente importa sólo comoexperiencia para las más jóvenes generacio-nes comunistas de Europa Occidental queno hayan tenido todavía una prueba sentidadel odio de clase reaccionario. Pero estaexperiencia ha sido hecha, larga y constante-mente, en España, desde la plaza de torosde Badajoz hasta Julián Grimau.

Importa saber que el nombre deGuevara ya no se borrará de las historias,porque la historia futura será de aquello porlo que él ha muerto. Esto importa para losque continúen viviendo y luchando. Para élimportó llegar hasta el final con coherencia.

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5. SEMBLANZAS

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Los mismos periodistas reaccionarios hantributado, sin quererlo, un decisivo homenajeal héroe revolucionario, al hacer referencia,entre los motivos para no creer en su muer-te, en sus falsas palabras derrotistas que leatribuyó la estulticia de los vendidos al impe-rialismo.

En la montaña, en la calle o en lafábrica, sirviendo una misma finalidad encondiciones diversas, los hombres que eneste momento reconocen a Guevara entresus muertos pisan toda la tierra, igualmente,según las palabras de Maiakovski, “en Rusia,entre las nieves”, que “en los delirios de laPatagonia”. Todos estos hombres llamarántambién “Guevara”, de ahora en adelante, alfantasma de tantos nombres que recorre elmundo y al que un poeta nuestro, en nombrede todos, llamó: Camarada.

“En memoria de Ernesto “Che” Guevara”,Nous Horitzons nº 16, 1er trim, 1969, p. 39.

E. LOUIS ALTHUSSER.

Entrada “Althusser” de las primeras edicio-nes de la Enciclopedia Catalana

Althusser, Luis (Birmandreis,Argelia 1918). Filósofo francés, representan-te destacado de una de las principalescorrientes del marxismo del siglo XX.Althusser rechaza la tendencia a interpretarel pensamiento de Marx en base a sus obrasjuveniles, según la moda iniciada en los añostreinta por algunos críticos de confesiónluterana, renacida en los años cincuenta ysesenta en el círculo de estudios marxianosde la Universidad de Tübingen, instituciónigualmente animada por aquella confesiónreligiosa (Iring Fetscher). Althusser sostieneque entre los Manuscritos económico-filosó-ficos de 1844 y El Capital, el pensamientode Marx experimentó una “ruptura epistemo-lógica” que separa la primera especulación,todavía perteneciente al ámbito ideológico,de la construcción posterior de “teoría”. Unaconsecuencia de esta interpretación de laevolución del pensamiento de Marx es lanegativa a verle como un humanista, comoun pensador cuyo punto de partida sea el“problema del hombre” en algún sentido psi-cológico, histórico o antropológico. El funda-mento del pensamiento marxista es, segúnAlthusser, la consideración de complejosestructurales, los sistemas socioeconómicosconcretamente dados en la historia. Es autorde Montesquieu, la politique et l´histoire(1959) Lire le Capital (1965, junto con otrosautores) y Pour Marx (1966).

Esta entrevista fue publicada por J. Ibarz enLa Vanguardia, el 5 de abril de 1983. Fuerealizada durante la estancia de Sacristán enMéxico, en el curso 1982-1983. Hemosresumido algunas de las preguntas de Ibarz.

Después de su salida del PSUC, dondeocupó cargos dirigentes, Sacristán ha agluti-nado a un grupo de militantes comunistasradicales que colaboran con partidos marxis-tas revolucionarios, grupos anarquistas, eco-logistas y antinucleares, así como con otrosmovimientos alternativos. Este antiguo diri-gente comunista dirige ahora la revista mien-tras tanto, que se edita en Barcelona y de laque han salido ya trece números.

Creo que es la última revista deizquierda marxista que sobrevive sin ningunafinanciación de partido. A pesar de nuestramiseria, la revista sale bastante bien. Pareceque se va consolidando la idea de inserciónen el pensamiento de la izquierda de los nue-vos problemas de la civilización industrial,como ecología, control de las fuerzas pro-ductivas, necesidades culturales nuevas,feminismo, etc. El equipo de la revista ha idocreciendo desde su núcleo inicial y yahemos integrado tres generaciones: la mía,la de Paco Fernández Buey y Juan-RamónCapella, y la de los más jóvenes, como ToniDomènech.

Un marxista como usted ¿ha tenidoun proceso de acercamiento hacia el anar-quismo?

Antes de entrar en el PSUC, meconsideraba un marxista anarquista, un pocoal estilo de Rubel. A estas alturas, el uso delos términos “anarquista”, “marxista”, “socia-lista”, no puede ser, en mi opinión, un usosistemático que suponga un cuerpo de pro-posiciones teóricas bien delimitado, sinoalgo bastante más flexible. Creo que los tér-minos “marxismo”, “comunismo”, “socialis-mo”, “anarquismo” abarcan ya cada uno deellos formulaciones con tantos matices dife-rentes que, en mi opinión, aluden más a tra-diciones de pensamiento que a cuerposdoctrinales fijos. Y, además, me parece queeso es un bien, no sólo por lo que tiene derectificación de posibles esquematismosinjustificables, sino porque en esta época dereflujo de las expectativas de cambio social

revolucionario esa situación de crisis deestructuras teóricas supuestamente rígidaspuede ayudar a remontarse a la fuentecomún de la que ha salido todas esas tradi-ciones: socialismo, anarcosindicalismo, mar-xismo, etcétera.

[...] En mi concepción, el anarquis-mo podría identificarse con el principio delplacer del pensamiento revolucionario; elmarxismo representaría el principio de reali-dad. Aunque eso no sea más que una bromadidáctica. En cualquier caso, en estosmomentos la necesidad de empezar unanueva época del pensamiento revolucionarioes tan visible, que lo mejor sería que las dis-putas de escuela pasaran a último lugar. Y,por otra parte, siempre es bueno hablar sinpalabras terminadas en “ismo” enfrentándo-se directamente con los problemas.

Con respecto a la vigencia del pen-samiento de Karl Marx, en estas fechas enque se conmemora su centenario, Sacristánnos señala dos cosas:

Por un lado, está claro que Marx esun clásico, un autor que no se puede borrar.Por otra parte, es un pensador que tiene sufecha: no se puede ser un clásico sin que losaños hayan decantado esta condición.Luego, también me parece claro que la obrade Marx es compleja, muy rica y que en ellael aspecto científico sólo representa unaparte porque, además, hay elementos de filo-sofía, ética y política.

[...] Además, su enfoque totaliza-dor, lo que con léxico hegeliano se llamaríadialéctico, ha hecho época en las cienciassociales y está tan vivo como el primer día.Por último, la visión general de la evoluciónde la sociedad que hacía Marx está siendosuficientemente corroborada, en mi opinión,por lo que estamos viviendo: aunque ahoraaparecen datos nuevos que Marx no podía niimaginar, particularmente por lo que hace alcrecimiento de ciertas fuerza productivas ydestructivas .

276. Fragmento (1983)

MANUELSACRISTÁN,un marxista que seacerca al anarquismo

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En 1968, un colectivo de científi-cos sociales invitó a Sacristán a sumarse aun proyecto cuya finalidad era la constituciónde una Escuela (dialéctica) de Sociología enBarcelona. En una carta a él dirigida, escritaen Manresa con fecha 2 de agosto de 1968,se señalaba: “[...] Resumiendo: hay dos tiposde sociología, una, la sociología tradicionaltiene el marco adecuado en la Universidad;la otra, una sociología “dialéctica”, no. Paraconseguir sociólogos del segundo tipo pue-den caber dos posibilidades. O esperar quesalgan del marco de un centro universitario,uno entre mil, o crear un marco genuino en elque puedan repararse sin tener que pasarpor la Universidad, ahorrando esfuerzos yobstáculos. En este segundo caso, pode-mos crear una “escuela de sociólogos dia-lécticos” directamente, o bien una ”escuelade científicos sociales dialécticos”, en la quese reunieran mayores esfuerzos que la posi-bilitaran aunque se diera un rodeo para con-seguir lo otro”. A este texto se refiereSacristán en la respuesta que dirigió a LuisMaruny, uno de los miembros del colectivo,con fechas 11 y 12 de agosto de 1968. Enlas cartas, que aquí se reproducen, y quepueden consultarse en RUB-FMSL, puedeverse una aproximación a la noción de dia-léctica netamente consistente con otros des-arrollos del autor.

A Luis Maruny.

Querido amigo: he repasado lospapeles que tengo sobre vuestra proyectadaEscuela de Sociología, que forman ya unpequeño expediente. No tengo mucha tran-quilidad para escribirte ordenadamente, por-que estoy trabajando en cosas muy distintas.

Pero temo que si retraso la respuesta enespera de ocasión mejor no voy a contestar-te nunca. Prefiero pedirte disculpas por eldesorden de la carta que sigue que por nocontestarte.

Tu última carta, la fechada enManresa el día 2, facilita bastante la discu-sión del problema, aunque temo que lo hagapor un procedimiento quirúrgico, amputandodel grupo a unas cuantas personas que pro-bablemente figuraban como autores o inspi-radores parciales de los anteriores plantea-mientos.

Admitiendo la identificación actualdel proyecto con la cuarta de las posibilida-des que examinas en tu carta, querría hacer-te antes que nada unas cuantas considera-ciones acerca de tu concepto -o conato deconcepto- de “sociología dialéctica”. Estaconcepción me parece arrancar de una ver-dad manifiesta que, con palabras de tu carta,se expresa así: “Existe una sociología queresponde a las necesidades objetivas delcapitalismo organizado". Pero, en mi opinión,apenas enunciada esa verdad manifiesta, tureflexión se precipita en una callejón sin sali-da, en mera ideología o falsa consciencia(Una de las cosas que la historia recientedebería de enseñar es que también existeideologismo revolucionario, falsa conscien-cia de intención revolucionaria, y no sólofalsa consciencia reaccionaria).

El giro ideológico al que me refiero(yo uso siempre ‘ideología’ en el mal sentidoen que la usaba Marx, como aproximadosinónimo de falsa consciencia) se apoya enuna inferencia injustificada, muy propia de lamoda neo-romántica que está, desgraciada-mente, padeciendo el pensamiento revolu-cionario. La inferencia injustificada consisteen identificar esa “sociología que responde alas necesidades objetivas del capitalismoorganizado” con la investigación del especia-lista en cuanto especialista y con la teoríamicro-sociológica. Éste es el sentido de laafirmación de tu carta según la cual “estasociología se aplica únicamente, en general,a núcleos reducidos entendidos como ele-mentos aislados de un sistema en el cual sedeben ‘integrar’ y al cual, como máximo,deben ‘mejorar’”. Debajo de esta actitudestá la condena de toda investigación espe-cializada y positiva -en otro lugar hablasexplícita y condenatoriamente de microso-ciología- por el hecho de que toda investiga-ción de ese tipo es sometida a los principiosgenerales de funcionamiento del sistema. Locual es, por supuesto, verdad. Pero eso esigualmente verdad (en cada momento) deltrabajo manual y de cualquier otra actividadque no sea el “acto” (hipotético y abstracto)destructivo del sistema. Y no por eso se

puede negar que el trabajo manual en elcapitalismo produce algo más que enajena-ción, a saber, riqueza. Análogamente, lainvestigación sectorial, la microsociología, lamicroeconomía, etc. por no hablar ya de lasciencias de la naturaleza, sólo son de verdadútiles como ciencias al sistema cuando pro-ducen verdad. Es la verdad misma la que esabsorbible y aprovechable por el sistema.Mientras se ignore esto, uno seguirá siendoun ideólogo, una víctima de la falsa cons-ciencia, por revolucionaria que sea su inspi-ración, y estará doctrinalmente muy pordebajo de Engels, el cual hace ya cien años,sabía muy bien que la teoría científica autén-tica está de la parte de la clase dominante,mientras ésta es capaz de dominar.Contraponer a la investigación microsocioló-gica o microeconómica, etc., “otra” sociolo-gía o economía, etc., que, por el mismohecho de la contraposición, queda puesta enel mismo plano (microplano, por así decirlo)de la primera, es ignorar que ésta sólo puederesponder a “necesidades objetivas del capi-talismo organizado”, a necesidades objetivasen la medida en que descubra y/o apliqueverdad; por lo tanto, toda “otra” disciplinaque se le contraponga dirá falsedades.Ejemplo: la biología “dialéctica” de los rusosen los años 30-40, o su economía en lo quese contraponía, negándola, a la microecono-mía matemática entonces en desarrollo enlos países capitalistas.

Es notable, en efecto, que tu con-cepción de la sociología “otra” o “dialéctica”reproduzca estructuralmente las tesis funda-mentales de la política científica rusa de losaños 30 y 40, la contraposición entre una“ciencia burguesa” y una “ciencia socialista”o “dialéctica” como también ellos decían.Hay, desde luego, un sentido en el cual meparece razonable hablar de ciencia con cali-ficativos de clase. Pero no es el sentido enque el concepto aparece en tu texto.‘Ciencia burguesa’, por ejemplo, sólo puedesignificar razonablemente, en mi opinión,ciencia posibilitada por la base de la socie-dad creada y dominada por la burguesía. Yésta es la única ciencia que existe hoy porhoy, dicho sea de paso, pues también losconocimientos contenidos en El Capital, porejemplo, han sido posibilitados por la basecapitalista. Por ciencia antigua habría queentender, análogamente, la ciencia posibilita-da por la base de la sociedad esclavista o, sise quiere apretar más históricamente, laposibilitada por esa base y efectivamenterealizada durante su vigencia. Por supuestoque toda ciencia de una base previa es, en loque tiene de ciencia, recogida por la basehistóricamente posterior. Este uso de loscalificativos de clase aplicados a la palabra‘ciencia’ no es un uso analítico o vacío, sinosintético y sometible a una prueba empíricade sentido. Por ejemplo, el uso permiteexcluir fundadamente, y luego con compro-bación empírica, de la ciencia antigua lamecánica cuántica o la cibernética, pues la

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II.Dialéctica

1. Carta a Luis Maruny,A PROPÓSITO DEUN PROYECTO DEESCUELA DESOCIOLOGÍA

Manuel Sacristán. Fotografía de Jordi Soteras.

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base u organización antigua de la produc-ción no incluía medios de producción (indus-triales) sin cuya existencia es inimaginablecualquiera de esas disciplinas.

Pero esa aplicación de las califica-ciones de clase a la palabra “ciencia” no esvalorativa, sino histórica. Por lo tanto, no con-trapone como simultáneas, al modo de tusociología dialéctica y tu sociología burgue-sa, la ciencia moderna a la antigua: pues elúnico criterio de valoración de la cienciaresulta en este caso el criterio de verdad ofalsedad. Toda la ciencia contemporánea esburguesa en sentido histórico (por creacióno fundamentación). Tan burguesa cuanto lapila eléctrica o la pila atómica, amén de lamáquina de vapor y la dinamo. E igual quelos HP de una instalación energética son losmismos en manos capitalistas que en manossocialistas, así también es la misma -salvocuando los socialistas sucumben a la obnu-bilación ideológica de la consciencia- la teo-ría científica que permite la construcción deaquella instalación energética. Hablar de unatermodinámica dialéctica, por ejemplo, con-trapuesta a una termodinámica burguesa noes más que continuar el viejo juego románti-co, irracional, que permitió a un imbécil igno-rante, y acaso falsario, como Lysenko, man-dar a campos de concentración a variosauténticos genetistas rusos que sabían queno hay más que una genética, a saber, la ver-dadera (en el modesto sentido en que pala-bras como “verdad” se pueden usar en undiscurso científico. Pero esto es harina deotro costal).

Te he ido escribiendo simplificacio-nes bastante brutales. Me ha parecido nece-sario ser simplista hasta la bestialidad, recor-dando elementales perogrulladas, en vistade la alegría ideológica con que tú parecesdispuesto a saltarte a la torera incluso esasperogrulladas. La unilateralidad de mi consi-deración ha dejado completamente de ladoel aspecto ideológico de la práctica científi-ca, que es, evidentemente, el que más teinteresa. Lo considero brevemente a conti-nuación.

La ciencia es un producto sobres-tructural. Como además es una fuerza pro-ductiva, los marxistas escolásticos -porejemplo, ese peligroso imbécil filósofo-poli-cía de Konstantinov- han tendido a negarque la ciencia fuera sobrestructura. La cosaes ridícula, porque ya una elemental cohe-rencia terminológica obliga a llamar sobres-tructural a todo lo consciente. Los marxistasescolásticos son tan ingenuamente materia-listas que sienten repugnancia ante la ideade una fuerza productiva no material. Peroésta no es la única razón de que en losmanuales se niegue tontamente el caráctersobrestructural de la ciencia. Hay otra razón:que la ciencia en sentido estricto no es unproducto ideológico. Hasta el más escolásti-co sabe que no puede llamar (salvo históri-camente) “geometría esclavista” a la geome-tría de Euclides, porque ésta es igualmente

conocimiento útil en las sociedades domina-das por la aristocracia cristiana, por la bur-guesía y por el proletariado. Un análisis insu-ficiente del concepto de sobrestructura, quelo identificaba groseramente con el de ideo-logía, ha contribuido también a producir latesis escolástica de que la ciencia no essobrestructura, cuando se trataba sólo deafirmar que no es ideología. La verdad esque la ciencia es, a la vez, base (en su apli-cación como fuerza productiva) y sobres-tructura (en cuanto construcción consciente,en cuanto teoría). Para ser eficaz como fuer-za productiva ha de ser verdadera (en elmodesto sentido científico), no ideológica. Ydesde ese punto de vista he consideradohasta ahora la cuestión. Mas, por otra parte,por el hecho de ser sobrestructura, la prácti-ca científica -o sea, la ciencia que existe,pues las teorías puras no existen como tales-está permeada de ideología. Por eso podría-mos proponernos como aclaración esque-mática de la cuestión las tres tesis siguien-tes:

- Desde el punto de vista de la teo-ría de la ciencia, hay que negar que hayaciencia burguesa, o socialista, etc., no haymás que la ciencia o pseudociencia.

- Desde el punto de vista de la his-toria de la ciencia el calificativo de clase eshistórico, significa la base que posibilitó unainvestigación determinada.

- Desde el punto de vista del análi-sis (y crítica) de la sociedad y de la cultura sepuede decir algo más: que los elementospuramente científicos, teóricos, cognosciti-vos o técnicos del producto cultural llamadociencia en sentido amplio o social están inte-grados con elementos ideológicos de unmodo determinado que es característico decada sistema.

Lo clasista en sentido pleno es, pri-mero, esta organización cultural de la cien-cia, fruto no sólo de una consciente políticacientífica, sino también de la dinámica delsistema. Por organización de la ciencia hayque entender fundamentalmente la asigna-ción de los recursos disponibles para lainvestigación y la enseñanza, asignación quese determina por necesidades de conoci-miento y aplicación que son función del sis-tema. Así ocurre repetidamente en la historiaque la ciencia de un determinado estadiocarece de disciplinas que aparecen en elestadio sucesivo, porque el sistema anteriorno necesitaba ni acaso posibilitaba, conoci-mientos de ese tipo. También puede ocurrir,y ha ocurrido, lo contrario, que en un estadioposterior se abandonen ramas de investiga-ción preexistentes. Pero eso es menos esen-cial y menos interesante para tu tema.

De todos modos, la organizaciónde la ciencia es la menos “perversa” de susideologizaciones. Es sólo una ideologizaciónpor defecto: el sistema ideologiza el conjun-to del conocimiento al no posibilitar, al hacerinimaginables, ciertas investigaciones. Pero

a esa ideologización básica, “espontánea” o“natural” de toda sobrestructura -no sólo dela ciencia-, se van sumando ideologizaciones“de segundo grado”, cada vez más premedi-tadas, hasta llegar a la pura propaganda. Así,por ejemplo, las disciplinas históricas -parti-cularmente la historia de las ideas- y la filoso-fía “pura” suelen ser mera apologética indi-recta del sistema, y la moral, la religión y laformación política, apologética directa, pro-paganda. En el seno de cada disciplina loselementos científicos pueden estar más omenos mezclados con los ideológicos deambos grados, es decir, ingenuos y apologé-ticos.

Está claro que en el caso de lasciencias sociales importan mucho los segun-dos. Cabe la posibilidad, incluso, de quetoda la enseñanza y la investigación microso-ciológica sea ideología de segundo grado,como lo es en sustancia la metafísica. Perolo dudo. Porque, en cualquier caso, es per-fectamente imaginable una investigaciónauténticamente científica -aunque acaso dealcance mínimo- con las disciplinas auxiliaresde que se sirve la macrosociología de losinstitutos burgueses. Por eso sospecho queel renunciar a la microsociología burguesaes una barbaridad tan grande como lo fue larenuncia a la genética mendeliana, a lamicroeconomía matemática o a la teoría de larelatividad.

Y, sin embargo, es obvio que esamicrosociología “responde a las necesida-des objetivas del capitalismo organizado” ytiene, además, una función ideológica defen-siva del mismo. Lo importante es saber porqué es capaz de ambas cosas y cómo cum-ple esas funciones. Empezando por la fun-ción ideológica, la cumple no en cuantorepertorio de verdades, no en cuanto teoríaen sentido más o menos estricto (y por míni-mo que sea su alcance gnoseológico), sinoen cuanto fundamento de una práctica o pre-texto de ella, de la práctica que consiste enocultar el todo de la sociedad, su historia y,por lo tanto, su mutabilidad. Esa ocultaciónno es imputable a la microsociología comoconjunto de verdades empíricas (si es queese conjunto, como sospecho, existe); esimputable a la organización de la cultura porla cual se supone que la limitación de laespecialidad (y del especialista) es término,deseado o necesariamente aceptado, delconocimiento, completable sólo por vía mís-tica.

(Esto exige una observación inci-dental. La moda romántica, ideologizante,parece suponer que el único procedimientode absorción de productos culturales por elsistema imperante sea la reclusión de losconocimientos en los departamentos de losespecialistas. Pero, en realidad, la últimareserva del sistema no es el especialismo,sino el intento de absorberlo todo en unagran ideología más o menos mística; así lohace en las fases críticas, y en esos momen-tos condena él mismo las modestas verda-

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des del especialista. Prueba: el fascismo).En cambio, la microsociología “res-

ponde a las necesidades objetivas” del siste-ma sólo en la medida en que sea capaz deinstrumentar la conquista y la aplicación deconocimiento auténtico. De no ser por eso,si no fuera conocimiento real, no serviría aninguna necesidad objetiva del capitalismosino que sería, a lo sumo, un arma meramen-te ideológica de éste. El “mal” no consiste enque la microsociología sirva para eso, sinoen que el capitalismo sea todavía capaz deutilizar objetivamente ciencia social. Yo nosoy sociólogo. Por eso no puedo afirmar -como es fácil hacerlo en el caso de la cien-cia natural- que la utilización de la cienciasocial por el capitalismo esté tocando pun-tas de contradictoriedad monstruosa. En laciencia natural eso está claro, pues estaciencia está siendo utilizada como una fuer-za productiva que, en este sistema, sólopuede usarse según una dinámica de cons-tante destrucción gratuita de riqueza. Algoanálogo a eso habrá, supongo yo, en la utili-zación objetiva por el capitalismo de auténti-co conocimiento microsociológico. Vosotrosque tenéis la vocación de estos temas debe-ríais estudiarlo (El problema general que haydebajo de todo esto, y que aquí no pretendoni tocar, es muy importante: el que el capita-lismo pueda aún utilizar objetivamente cien-cia -aunque sea en la forma terriblementedestructiva que se da en el caso de la cien-cia natural- significa que la crisis del sistema,el agotamiento de sus posibilidades ha deinterpretarse de un modo más profundo queel ordinario. Yo pienso que la crisis generaldel capitalismo se declaró hace ya 50 añospor lo menos. ¿Cómo es, entonces, que aúnsigue teniendo necesidad objetiva de cien-cia, de conocimiento, y que consigue satisfa-cerla? Este es el problema. Pero no haceaquí al caso).

En conclusión: no se trata de con-traponer sin más, en un mismo plano, unasociología "dialéctica” a una microsociologíaburguesa. Si de verdad hay una actividadcientífica microsociológica (esta condiciónes decisiva, naturalmente), entonces tal con-traposición es ideológica, falsa. Se trata másbien de saber si lo que hoy se entiende por(micro-)sociología en los ambientes burgue-ses es ciencia, en algún sentido serio osigue siendo predominantemente ideología,como lo era en la obra de Auguste Comte.En la hipótesis de que haya realmente unaposible actividad científica (micro-)sociológi-ca, entonces hay que precisar que sus raícesde clase son un dato histórico y no ideo-lógico. (Aunque, por supuesto, nunca estáexcluida su utilización ideológica, como la dela matemática misma).

Esto se puede decir subjetivamen-te: uno no es reaccionario ni se inserta comocomprado en el sistema por el mero hechode saber hacer psicoanálisis o sociología degrupo, ni por el mero hecho de hacer torni-llos para Seat o para Thyessen; no es la con-

dición de especialista -ni de la microsociolo-gía ni de la fresadora- lo que hace de unhombre un reaccionario. Sino (mentalmente)el que su condición de especialista se leconvierta en filosofía, en personalidad cultu-ral, ya por vía de negación o ignorancia detoda otra problemática, ya por trasposiciónmística de toda problemática que no sea lade su especialidad. Y (prácticamente) lo quehace reaccionario es la toma de posiciónmaterial en defensa de los desgraciadosbeneficios parciales que suelen ir de par conciertas especializaciones.

Una última salvedad: con todo esoeso no he tocado siquiera el problema de ladivisión del trabajo intelectual. Pero no meparece asunto necesariamente suscitadopor el tema de la Escuela de Sociología. Deun modo u otro tenéis que aceptar inevita-blemente la especialización).

No tenía más remedio que discutir-te la idea de la "sociología dialéctica” parapoder llegar fundadamente a ciertas conse-cuencias relativas a vuestro proyecto deEscuela. Siento que por mis actuales cir-cunstancias, la discusión haya tenido queser desordenada e improvisada; pero mejoreso que nada.

Mi consecuencia primera es que loque tú llamas sociología dialéctica no puedeser una ciencia socialista contrapuesta en elmismo plano a otra ciencia burguesa sobreel mismo asunto, porque no hay ciencias cla-sistas en ese sentido. La sociología dialécti-ca sólo puede ser el saber o la concepcióngeneral de la sociedad propia de un sociólo-go socialista. Pero, por lo demás, por lo quehace a la averiguación de verdad factual, esesociólogo trabajará con las mismas técnicasque el científico burgués y, a lo sumo, tendráalguna mayor capacidad para plantear máspreguntas a la realidad. (Todo esto, porsupuesto, admitiendo que exista ya una(micro-)sociología realmente científica. Si noexiste, todo el discurso se hace ocioso, y nohay ni siquiera por qué pensar en una escue-la ni en unos estudios de sociología. -'Existe'se entiende aquí laxamente: ya constituida ode constitución posible).

Una segunda consecuencia, éstaya de orden práctico: lo que os interesa noes propiamente innovar en las materias cien-tíficas que estudiar, si es que de verdad que-réis hacer sociología. Lo que os interesa esque vuestra personalidad cultural no quededeterminada por el esquema socio-culturalque acompaña, como prolongación ideológi-ca, al sociólogo del capitalismo por causa dela organización cultural del conocimientosociológico en este sistema.

Tercera consecuencia: vuestrointerés puede servirse (en principio) de dosmaneras, que son:

a) La fundación de una completaescuela de sociología, con todo el aparatode disciplinas auxiliares, cultural y socialmen-

te orientada en sentido socialista.Posibilidad en la práctica nula.

b) La organización de una "acade-mia" o “sociedad" de sociología, que presu-pone que conseguís la formación técnico-intelectual en otro sitio, que os hacéis soció-logos científicos en otro sitio, y que os reunísen las sesiones de vuestra sociedad paraconstruiros colectivamente vuestra persona-lidad cultural, filosófica, social, de sociólogosque no quieren ser absorbidos por el siste-ma. Me parece la única posibilidad quetenéis. Y, en realidad, puesto en práctica, elplan de Fabregat conducirá a eso: unasociedad de sociología en la que, por la(poca) investigación que se pueda hacer sindinero y los coloquios y comunicaciones (más viables), los miembros se formen -no sehagan técnicamente. Ya tienen que estarpreviamente hechos. Si no, ¿cómo van aentender ni gorda del previsto 2º curso?

En ninguna de las dos hipótesiscreo que tengo ningún pito que tocar. Esbastante más natural que en empresas deeste tipo atienda a colaborar con gente defilosofía, como ya hago. Un abrazo.

El 7 de mayo de 1971, Mª EncarnaBenería Vidal dirigió una carta a Sacristánpreguntándole por el cambio de título delensayo de R. Havemann, Dialéctica sindogma. Señalaba Benería que el título origi-nal era “Dialektik ohne Dogma?” y que, encambio, fue publicado en castellano sinsigno de interrogación, por lo que “ya queusted es el traductor considero que es lapersona más indicada para informarme”.Sacristán le respondió el 14 de mayo de1971 en los términos siguientes:

Señorita Benería:

Contesto a su carta del 7 de mayo.Siento no haber podido hacerlo antes, perotengo una temporada de escasa salud queme obliga a menudo a descansar totalmente.

El título auténtico (en sentidoestricto jurídico, o sea, el título puesto por elmismo autor) del libro de Robert Havemannes Naturwissesnchaftliche Aspekte philoso-phische Probleme (Aspectos científico-natu-rales de los problemas filosóficos). El títuloDialektik ohne Dogma? (¿Dialéctica sindogma?) es la presentación editorial introdu-cida por el responsable de la edición deHamburgo, en la Alemania occidental. El usode que el editor ponga un título presentador

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2. Carta aBENERÍA VIDAL

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de los textos que edita no es infrecuente nicriticable en sí: se hace. Lo criticable en estecaso era, en mi opinión, presentar el texto deun autor insultando a éste: cuando un autorno gusta, no se edita y en paz. Al encargar-me Ariel la traducción del texto, me negué ahacerlo si se mantenía como título la fraseinsultante y comercial (pues de eso se tratafundamentalmente: el empresario capitalistani siquiera insulta si no es para hacer nego-cio, en este caso a través de la punta escan-dalosa de la frase). Propuse editar con eltítulo auténtico, o con alguna abreviaturasuya, como Ciencia natural y filosofía. Pero eleditor barcelonés -que, como es natural eindependientemente de sus rasgos persona-les, realiza un trabajo mercantil como todaproducción en esta sociedad-, se quejó de laescasa comercialidad del título auténtico,aunque compartía mi indignación por el títu-lo-insulto hamburgués (y burgués). Me pidióuna solución de compromiso. Entonces pro-puse -y Ariel aceptó- Dialéctica sin dogma ysin interrogación insultante para Havemann.

Todo lo cual se podría resumir así:Dialéctica sin dogma? es el comentarioinsultante-mercantil del editor Rowohlt altexto de Havemann. Dialéctica sin dogma esel comentario favorable (y también, desgra-ciadamente, mercantil) que Ariel (no yo, queprefiero el título no-comercial) pone al librode Havemann.

Atentamente,

Sacristán dedicó gran parte del último cursode metodología que impartió a desarrollar sunoción de dialéctica. Se han seleccionadoalgunos pasos de estas clases. La transcrip-ción está en el generoso y laborioso haberde X. Martín Badosa y J. Muñoz Malo.

De todas maneras a Marx le queda-ba el problema de formular con coherencia,en un contexto no idealista, la idea hegelianade conocimiento como paso de lo abstractoa lo concreto. Para eso lo que hace es intro-ducir una distinción, que no estaba enHegel, entre concreto-real y concreto-de-pensamiento. El punto de partida del conoci-miento es lo concreto-real, pero de ese con-creto-real el pensamiento consigue un abs-tracto, y de ese abstracto, por acumulación

de conocimientos y análisis, va consiguiendoun concreto de pensamiento. Para un filóso-fo idealista concreto-real y concreto-de-pen-samiento serían lo mismo. Marx evita unaontología idealista por el procedimiento dedecir: lo concreto-real está al principio delconocer y lo que hay al final es un concreto,pero no lo concreto real sino lo concretopensado, la versión intelectual de la concre-ción histórica de la que se ha partido. Con locual, la idea deja su matriz idealista y se con-vierte en una idea de sentido común y carac-teriza muy bien la aspiración de conocimien-to de la economía de Marx.

[...] En cambio, los pensadores detradición hegeliana tienden a identificar logeneral con lo vago. En mi opinión, no haymás que un caso en que esto tiene ciertajustificación que es cuando se trata de mate-rias históricas. Por ejemplo, si realmente unolo que se propone realmente es conocer ínti-ma, intuitiva, estéticamente, un determinadoviejo péndulo que hay en casa de su abuela,sin duda no se va a satisfacer con las leyesdel péndulo de la física. Entre otras cosasporque las leyes del péndulo no sirven paratodo péndulo, y, además, en concreto, norepresentan a ningún péndulo: no hay ningúnpéndulo que tenga toda la masa concentra-da en un punto. Entonces, si de verdad hayun interés por determinado péndulo, claroque lo esencial para él no es la ley del pén-dulo, aunque también tiene su importanciasaber cómo funciona un péndulo. Para todala escuela histórica, por un lado, y para Marx,en paralelo con ella, ocurre que el objeto deconocimiento se parece mucho al péndulode la casa de la abuela, por así decirlo. Suverdadero interés es el conocimiento indivi-dualizado de ciertos momentos históricos,con la diferencia de que él (el Marx maduro)tiene asumido que incluso para conocer elpéndulo de la abuela necesita la teoría físicadel péndulo; dicho de otro modo, que tam-bién para su investigación necesita la econo-mía clásica y las matemáticas.

[...]Yo opino que la idea de queexista un método dialéctico distinto de losmétodos corrientes de la ciencia es falsa sipor método se entiende una sucesión deoperaciones reguladas y repetibles; si pormétodo se entiende estilo intelectual, enton-ces es válida. En mi opinión, la idea de méto-do dialéctico o de dialéctica es una de lasúltimas grandes metáforas metafísicas [...]ideas que han recogido, experiencia precien-tífica, de la vida cotidiana, contribuyendo así,sin ninguna duda, a estructurar la experien-cia vital de la gente. No es que sean ideasinútiles, pero en mi opinión no son ideascientíficas, no son ideas exactas.

[...] La dialéctica es una palabramuy cargada de pasiones ideológicas y conla que es difícil aclararse. Resumiré lo que sepuede decir a la vista, por un lado, de la obraen conjunto de Marx y, por otra parte, de lanoticia que él tenía de lo que había hecho.

La pretensión de que la dialéctica

es una lógica es falsa en mi opinión: no hayningún conjunto de reglas dialécticas de fun-cionamiento exacto. Dialéctica es más bienuna cualidad de ciertos productos intelec-tuales, no un método en el sentido rigurosode método. Dialéctico es un adjetivo aplica-ble a un tipo de producto intelectual caracte-rizable por varios rasgos: principalmente, suglobalidad y su totalidad, el carácter muyinterno, endógeno, de esa explicación -unobjeto está explicado dialécticamente cuan-do lo está con elementos y factores que soninternos a él, que no son exógenos- y esoimplica en mayor o menor medida un puntode vista histórico: no existen objetos socialesatemporales. En este sentido, se puededecir que una teoría o una concepción esmás o menos dialécticas en la medida enque es más o menos englobante, más omenos autoexplicable, y más o menos histó-rica. Pero, en cambio, no se puede decir queexista una lógica llamada dialéctica, cuyasreglas no aparecen por ningún lado de unamanera respetable porque cuando aparecenresultan ser en el fondo metáforas referentesmás bien a la experiencia cotidiana.

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3. Fragmentos (1984-1985)METODOLOGÍADE LASCIENCIAS

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En abril de 1959, Sacristán impar-tió una conferencia con este título dentro deun ciclo sobre “Sociología y urbanismo”organizado por el grupo R. de Arquitecturade Barcelona. Fue una reflexión filosófica enun programa de sociología y urbanismo pre-parado por un singular y, por lo demás, nadafrecuente grupo de arquitectos. La conferen-cia finaliza con la siguiente afirmación: “Todohombre que piensa sus cosas hasta el finalfilosofa”. En las crónicas de la época seseñaló que “La conferencia tuvo lugar antenumerosos oyentes en el auditorio del dis-pensario del P. N. A.” y que “el disertante fuemuy felicitado y aplaudido por los numerososasistentes que siguen periódicamente el cur-sillo”. El texto, depositado en RUB-FMSL, noestá firmado. Es posible que sea una trans-cripción de la intervención oral de Sacristánque acaso él mismo revisara. Está fechadoen 1957, pero creo que se trata de una erra-ta.

Es probable que se preguntenustedes por qué razón hay una sesión dedi-cada a la filosofía en el programa de sociolo-gía y urbanismo preparado por los arquitec-tos del grupo R. Yo también me lo he pre-guntado y se lo he preguntado a ellos, obte-niendo contestaciones un tanto vagas queacaso puedan reducirse a dos motivos.

El primero es la necesidad en quesuele encontrarse todo hombre cultivado detomar conciencia de su propia actividad, deconseguir hacerse trasparente su conducta,de descubrir en ella una coherencia racionaljustificadora. A esa necesidad es especial-mente sensible el científico, y también el cul-tivador de lo que tradicionalmente se llama-ba artes liberales, expresión a cuyo lado ycasi sustituyéndola podríamos colocar hoy la

de “técnicas científicas”. Un tal arte liberal esla arquitectura, y seguramente lo es tambiénesa actividad de más difícil precisión que lla-mamos urbanismo. Se trata en uno y otrocaso de actividades poiéticas, es decir, pro-ductoras, pero cuyo fundamento inmediatono es la espontaneidad biológica, sino elconocimiento científico.

Ahora bien: ocurre que el lugar clá-sico de la toma de conciencia, de la raciona-lización que hace coherente la prácticahumana, es en nuestra cultura la filosofía.Así, pues, empezaría a aclararse el que unosarquitectos preocupados por temas de urba-nismo decidieran incluir entre sus posiblesinspiraciones a la filosofía. En esto coincidennuestros arquitectos barceloneses, a pocadistancia en el tiempo, con sus colegas ale-manes, los cuales consiguieron colocarcomo tema de uno de los coloquios filosófi-cos de Darmstadt, el de 1951, un asuntoque en muchos aspectos es propio de suarte: "El hombre y el espacio". En ese colo-quio pronunció Heidegger su célebre confe-rencia “Construir, habitar, pensar".

Pero creo que la primera obliga-

ción de la filosofía en un asunto como éstees advertir que no se espere de ella lo queno puede dar. Forma única e indiferenciadade todo saber durante mucho tiempo, la filo-sofía se limitó a contemplar pasivamente elnacimiento de las ciencias positivas, desdela matemática y la medicina hasta las cien-cias sociales, arbitrando expedientes de sis-temática y de teoría de la ciencia más omenos convincentes para justificar su super-vivencia al lado de las ciencias que se inde-pendizaban de ella. En un momento dado,como es sabido, se consumó la plena tomade posesión de la realidad entera por lasciencias. De la necesidad de prescindir deuna dedicación especial a una región cual-quiera de la realidad hizo entonces la filoso-fía virtud, consiguiendo así su especificaciónmás o menos precisa como actividad intelec-tual. Pero está claro que esa virtud no podráya nunca consistir en impartir enseñanzapositiva alguna sobre la realidad. La filosofía,para usar una expresión tradicional bastantecómoda, carece de un específico objetomaterial. Su modo de eficacia no podrá serel de facilitar teorías positivas sobre objetoreal alguno.

Pero por otros varios caminospuede dar todavía la filosofía mucho a losespecialistas. Algunos de esos caminos sontransitados por ella acaso sólo provisional-mente en espera de que su recorrido sesubstantivice en ciencia, como ha ocurridootras veces. Tal podría ser el caso de capítu-los enteros de la metodología y de la teoríadel conocimiento. Pero hay por lo menos unavía que no parece susceptible de especiali-zación por la complejidad de su desarrollo:es el camino antes indicado por el que loshombres buscan la coherencia de su acción.Apenas el científico o el técnico emprende latarea de tomar conciencia de su hacer, se velanzado a un horizonte que rebasa el alcancepropio de su tarea especial, remitiéndole alos fundamentos y a los móviles de la misma.Ese horizonte es propiamente filosófico.

Y en él y sólo en él puede esperarcualquiera una aportación de la filosofía. Labúsqueda de la coherencia de la prácticahumana tiene como camino natural el de lacrítica, puesto que, como se ha dicho, nopuede recorrer el de la construcción positi-va. Esa crítica lo es de las representacionesque acompañan a la acción en la realidad, ytiene por objeto el establecer si aquellasrepresentaciones son coherentes con la rea-lidad y con la práctica real. Cuando la críticafilosófica descubre en las representacioneshumanas una incoherencia con la realidad ycon la práctica real y llega a hacer prenderen los hombres la conciencia de esa discre-pancia puede sin duda ejercer sobre la situa-ción humana una acción tan eficaz como lade las ciencias. Puede en efecto convertirseen el instrumento por medio del cual la reali-dad derrumbe todo un mundo de ideas quese ha quedado atrasado y es ya incoherentecon ella.

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III. Ciencia,filosofía,lógica.

1. Conferencia“EL HOMBREY LA CIUDAD(una consideración del humanismo, para uso deurbanistas)”

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Selección de proyectos editoriales en los queparticipó M.S.L.

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Pero para llegar a insertarse así enla práctica, la filosofía necesita tomar impul-so de la misma realidad y más directamentede las actividades humanas que están entrato inmediato con ella, a saber, las cienciasy las técnicas, o trabajo en general. Dichocon otras palabras: la crítica filosófica nopuede ejercerse en el vacío sino sólo sobrelas representaciones científicas y vulgaresde una época.

De aquí debe desprenderse paranuestros arquitectos y urbanistas una con-ciencia muy positiva del valor incluso episte-mológico de su actividad: la crítica filosóficaque pudiera interesarles más propiamentetendría que ejercerse sobre las representa-ciones que ellos o sus predecesores inme-diatos han aceptado respecto de la realidada que se refiere su hacer.

El segundo motivo que puedehaber movido a nuestros arquitectos a incluiren su programa un rato de filosofía nos daráocasión para ejemplificar lo que queda dichoy para ponerlo un poco en práctica. Esemotivo podría describirse así: la arquitecturay la urbanística son artes liberales que tienenpor objeto bastante inmediato el hombremismo. Y la preocupación por el hombre engeneral, el humanismo, es desde antiguoreconocido como cosa de filósofos.

En la filosofía clásica se ha dadoefectivamente un humanismo positivo, cuyapresencia en la imaginación del hombre con-temporáneo cuando usa esa palabra es sinduda más viva que la de otras acepcionesmás recientes de la misma. El humanismoclásico arraiga muy atrás en la historia de lacultura y de la filosofía europeas. Los histo-riadores de la filosofía suelen atribuir lainvención técnica del término “humanismo” aun pedagogo alemán de finales del sigloXVIII y principios del XIX, pero ya, enCicerón, por ejemplo, tienen esa palabra, ypalabras emparentadas con ella, el sentidode aspiración al pleno desarrollo moral y cul-tural de las capacidades humanas. El mismomotivo se manifiesta en la edad clásica delhumanismo, el Renacimiento, unido esta vezíntimamente, con una política filosófica con-tra el trascendentalismo del pensamientomedieval: la aspiración al desarrollo pleno delas capacidades humanas es visto por loshumanistas desde el Renacimiento comoincompatible con cualquier concepción delhombre que lo someta a desvaríos y a leyessobrehumanas.

Pero este aspecto polémico delhumanismo clásico puede ser aquí pasadopor alto por dos razones principales, una delas cuales (única que indicaremos y cuyaconsideración, por lo demás, basta) es suinesencialidad para nuestro tema: el horizon-te de la urbanística no es, en efecto, filosófi-co general; su perspectiva coincide con lade la Ciudad humana y su mirada puede ser-y es de hecho- estrictamente inmanentistasin tener que justificarse por ello con unaprevia discusión al respecto. De aquí pues

que basten unos fundamentos humanísticosincluso en un sentido reducido para, sumi-nistrar al arquitecto y al urbanista aquellatrasparencia racional que buscan su acción.

Posibilitar el pleno desarrollo de lascapacidades del hombre...

Este clásico principio humanísticoparece incluir tan naturalmente las metas dela arquitectura y del urbanismo que casiresulta disipada toda extrañeza ante el hechode que los organizadores de este curso qui-sieran que en él se hablara de humanismo.La filosofía del humanismo clásico, en efec-to, por boca de Cicerón y de Luis Vives, deErasmo y de Lorenzo Valla, puede decir aarquitectos y urbanistas: "vuestra actividadno tiene sólo por objeto conseguir determi-nados efectos estéticos, sino ante todo pro-mover el pleno desarrollo de las capacida-des humanas".

La declaración es sin duda muypertinente. Pero no menos vaga. Nuestrasreflexiones iniciales sobre la falta de un obje-to material específico de la filosofía podíanpor lo demás hacer prever la vaguedad deeste humanismo de la filosofía clásica. ¿Dedónde obtiene la filosofía clásica, de dóndeobtiene el humanismo clásico su noticia delhombre? Probablemente no será injustocontestar que el humanismo clásico, dado elatrasado estadio de las ciencias humanas ysociales que le son coetáneas no tiene nin-guna noticia seria y suficiente del hombre.Por eso es el hombre del humanismo y de lafilosofía clásica un hueco y vago conceptosin existencia real en parte alguna, un fantas-ma, una mala abstracción. Fantasmas y abs-tracciones suelen empero compensar muyhábilmente su deficiente entidad inspirandoa los filósofos la idea de que escriban susnombres con mayúscula y precedidos por elartículo determinado: el humanismo clásico,que desconoce a los hombres, rinde en cam-bio tributo al Hombre.

La circunstancia se repite bastanteexactamente en el moderno personalismo,puesto al servicio de la Persona. Esa conti-nuidad entre el humanismo clásico y el per-sonalismo contemporáneo en este puntofundamental de la abstracción de sus con-cepciones no tiene por qué sorprender,dado que el humanismo clásico es una delas raíces ideológicas de la cultura en quetodavía vivimos, destructor del trascendenta-lismo de la Edad Media igual que nuestrasociedad es el resultado de la destrucciónde la sociedad medieval.

Frente a la sujeción de los hombrespor un poder separado, el humanismo rena-centista manifestó por vez primera la volun-tad del Hombre de no aceptar más valoresque los propios. En eso estamos desdeentonces, o, por mejor decir, en eso estádesde entonces el Hombre con mayúscula.

Esta abstracción sirvió sin duda -ysigue sirviendo hoy- para dignificar los pos-tulados del humanismo clásico. Pero está

claro que en la realidad algún hombre con-creto tiene que encaramarse a la dignidadde la mayúscula. ¿Quién fue ese hombre enel humanismo clásico y a partir de él? Laarquitectura del humanismo renacentista nosda unas primeras indicaciones sobre esehombre, con los palacios de Pitti y Médicis,de fúcares, reyes y purpurados. Como se hadicho tantas veces, la arquitectura típica delhumanismo es una arquitectura de palacios,no ya de castillos o catedrales. El Hombremayúsculo del humanismo clásico no es yael guerrero ni el siervo de Dios, sino lisa y lla-namente el rico, aunque por razón de la con-tigüidad histórica el rico coincida frecuente-mente con el guerrero o ex-guerrero y con elsiervo de Dios, especialmente en paísescomo Italia, donde fue bastante habitual laconversión del aristócrata en comerciante oel ennoblecimiento de éste.

Sirva esa breve observación parahacer plausible -más no se puede en tancorto tiempo- la siguiente afirmación: el viciocapital del humanismo clásico es su uso abs-tracto de la palabra “hombre”. Como en larealidad no existe ese Hombre único, sinomillones de hombres concretos cuyas cir-cunstancias vitales son sumamente diversas,el humanismo abstracto conduce siempre dehecho a revestir con su magnificante abs-tracción un tipo determinado de hombreconcreto. Tal promoción de determinadosindividuos a la esencia "hombre" debe sersumamente agradable para ellos; pero lo essin duda muy escasamente para los quequedan convertidos de rechazo en hombresper accidens.

Guardarse de ese vicio de abstrac-ción del humanismo clásico es seguramenteimportante para arquitectos y urbanistas dehoy, así como lo es para todos los cultivado-res de la ciencia y de la práctica sociales.Pues la tendencia abstracta en el humanis-mo está completamente viva, por las razonesque han quedado indicadas. Y ello no sóloen forma académica -como, por ejemplo, enel personalismo actual- sino también en laforma más difusa de lugar común de la men-talidad colectiva de los hombres concretosque tienen acceso a la cultura en nuestrassociedades. Así se manifestó por ejemplo eneste mismo lugar hace pocos días, cuando alterminar el Dr. Jiménez de Parga su confe-rencia se le preguntó si consideraba "justo"el sacrificio de "una generación mártir" enaras del progreso de una comunidad; elinterpelante precisó su pregunta aludiendoal "caso de China”. Mientras no se precisequé clases de hombres vienen “sacrificados”en ese “caso de China”, no puede menos deverse que aquella pregunta procede de unhumanismo abstracto al modo clásico. Lapregunta supone un Hombre con mayúscula-o, más precisamente, una Generación nomenos única y abstracta- que está viviendotranquilamente hasta que en un momentodado alguien le impone un sacrificio. Pero enla realidad no hay tal Generación unitaria

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toda ella anterior al sacrificio. En la realidadexiste, en cada generación y en toda la histo-ria documentalmente conocida, un grupo demártires y un grupo de no-mártires, y el sacri-ficio del que habla aquella pregunta sólo esnuevo para estos últimos, mientras probable-mente es para los primeros más alivio queotra cosa, incluso en el terreno estrictamen-te material.

De fundamentos o presupuestosanálogos a los de esa pregunta es el fre-cuente giro hipostatizador con el que los his-toriadores suelen hablar de "el Hombre egip-cio" o “el Hombre griego", con mayúsculasétnicamente limitadas; ese giro encarna lamisma ambigüedad de la abstracción huma-nística clásica. No ha habido un "Hombreegipcio" que era enterrado en mastabas opirámides, sino sólo hombres egipcios queeran enterrados en mastabas o pirámides yhombres egipcios cuyos cadáveres se pudrí-an en las canteras del Alto Nilo. Y lo mismoocurre con todas esas abstracciones típicas.

La sentencia inaugural de las cien-cias sociales, aquella expresión griega segúnla cual el hombre es un animal social, lleva yaprácticamente en germen todo lo que acabade decirse. Por ser esencialmente social,lleva en su ser el hombre concreto que haexistido hasta ahora, como elemento inelimi-nable de su concreción, de su realidad, ellugar que ocupa en la diferenciación internade las sociedades. Los filósofos han dichoque nadie es uno sino en cuanto hay otros.La unicidad real, la real individualidad y per-sonalidad, son cristalizaciones en el seno deun tejido de relaciones de índole, natural-mente, muy varia. Algunas de esas relacio-nes que integran la base de la individualidadreal pueden ser de ámbito muy reducidocomo las relaciones de parentesco, porejemplo. Pero por debajo de todas esas rela-ciones está las que dimanan de la diferencia-ción básica en el seno de las sociedadeshasta ahora existentes en nuestro mundo.Esa diferenciación radical en grupos socia-les muestra su carácter fundamentantecuando se compara, por ejemplo, individuosde países diversos y pertenecientes a clasesanálogas: un bracero onubense tiene con-cretamente mucho más en común con unbracero del Algarbe portugués que con uncomerciante de Huelva.

Todas estas reflexiones conducena una conclusión bastante destructora paralas abstractas formulaciones del humanismotradicional o del personalismo contemporá-neo: en rigor, la humanidad es hoy todavíauna unidad sólo desde el punto de vista zoo-lógico. Desde el punto de vista de las cien-cias sociales y de las actividades relaciona-das con ellas, como es la urbanística, no haytal humanidad, sino propiamente humanida-des. Hay sin duda unas cuantas creacionesculturales muy directamente relacionadascon sus fundamentos biológicos bajo las

cuales puede todavía adivinarse un sujetohumano colectivo y sin embargo unitarioesencialmente: tal por ejemplo el núcleo fun-damental de los lenguajes, con su esqueletoíntimo, lo lógico-formal. Pero apenas unhecho de cultura alcanza mayor complejidad,su sujeto se dibuja ya como especificado porla diferenciación social esencial a todas lassociedades sidas.

Todavía desde otro punto de vistaimpide la naturaleza social de los hombreshablar simplemente en ciencias sociales deun Hombre o de una humanidad única. Porsu socialidad son en efecto históricas lashumanidades. Los individuos mueren en lassociedades, pero no muere con ellos el acer-vo material y cultural que han acumulado.Esa acumulación de cosas, instituciones,modificaciones en las instituciones, de sabe-res y usos, alcanza un día u otro un últimodintel estructural, traspasado el cual unasociedad amanece con una estructura pro-piamente nueva. Y puesto que la insercióndel individuo en la articulación de la estructu-ra social es la base real de su concreción, elhombre posterior al cambio de estructurasocial es realmente distinto de su antepasa-do. Diferenciación pues en el "espacio" y enel tiempo sociales son esenciales al hombrereal, al animal social de los filósofos griegos.

Esos filósofos disponíanpor cierto de una misma palabra para nom-brar la agrupación política de los hombres yla agrupación material de sus viviendas. Esteuso por el cual "polis" significa, como essabido, a la vez "ciudad" y “comunidad polí-tica'' tiene seguramente causas muy pocoespeculativas como la configuración geográ-fica de la península helénica y la presenciade grandes imperios en el Asia anterior en elmomento de la colonización griega. Peropuede sugerir además la siguiente conside-ración: aunque la comunidad política sellame “estado” y la "ciudad" sea sólo la reu-nión de las casas, poca duda puede caberde que en nuestras sociedades diferencia-das del modo antes aludido la ciudad mismarefleja esa diferenciación: es pues ciudad enlos dos sentidos. A todas y cada una denuestras ciudades pertenecen los barriosresidenciales, por ejemplo, y los servicios detransportes cuya óptima y deseada rentabili-dad exige cubrir veinte plazas de viajeros depié por cada viajero sentado. Evidentemente,esas dos creaciones urbanísticas no estánhechas para el mismo hombre, y hastapodría decirse que pertenecen a dos ciuda-des distintas si no fuera que existen tantoslazos entre ellas que la existencia y la pecu-liaridad de cada una están condicionadaspor las de la otra.

El arquitecto y el urbanista debentener conciencia de ello. En los últimosdecenios arquitectos de primera fila que hantenido y tienen también una influencia consi-derable en las ideas urbanísticas han pro-

pugnado repetidamente una ''Arquitecturapara el hombre" y una "ciudad para el hom-bre". El primer fruto que la crítica filosóficadebe proporcionar a nuestros arquitectos yurbanistas es sin duda modesto, pero sólido:consiste en incitarles a no dejarse arrastrarpor el hermoso sonido de esas expresioneshumanistas, en hacerles ver la necesidad depreguntar hoy y en nuestra sociedad: unaarquitectura, ¿para qué hombre? Una ciu-dad, ¿para qué hombre? La falta de una con-ciencia adecuada de sus concepciones abs-tractas explica el hecho de que en el urbanis-mo humanista contemporáneo aparezcantendencias claramente reaccionarias enarquitectura: el olvidar que el hombre para elque se trata de edificar la ciudad futura es elhombre de nuestra civilización y del futurodesarrollo de ella es la causa de que muchasveces se tome por humanismo en urbanísti-ca inoperantes nostalgias semicampesinas osemifeudales cuya realización significaríaprobablemente la renuncia a elementosimportantes del progreso moderno.

Algo es ya liberarse de un equívo-co, y la crítica del humanismo clásico puedeser útil a arquitectos y urbanistas para libe-rarse de la equívoca abstracción de progra-mas como el de la "arquitectura para elHombre" y la "ciudad para el Hombre". Algoes, pero no mucho. Es, sobre todo, menosde lo que resultaría alcanzable si los discur-sos sobre el Hombre y sobre Su Ciudaddejaran de ser equívocos sin tener querenunciar a su ambición de universalidad.Ahora bien: ¿puede un hombre de espíritucientífico pensar que haya alguna posibilidadde conseguir ese claro, unívoco sentido parael ideal humanista absoluto o clásico? Unacosa, en todo caso, tiene que estar clara aeste respecto: esa posibilidad, si existe, nose ha concretado nunca en ninguna de lasinstancias sociales realizadas en la historiaque conocemos documentalmente. Pero¿quiere esto decir que la posibilidad encuestión no exista en absoluto? Para probarlo contrario no bastaría naturalmente conconstruir una posibilidad pura -es decir, noconcretamente sociológica-: desde Platónhasta Savonarola los espíritus más o menosgenerosos que se han entusiasmado con laposibilidad puramente formal de una comuni-dad humana tan plena, tan verdadera comu-nidad que permitiera hablar concretamentede una humanidad, han sucumbido siempreen el fracaso y alguna que otra vez en lahoguera. De esas experiencias suele tomar-se pretexto para negar la posibilidad de queexpresiones humanistas absolutas, como“arquitectura para el Hombre” o “ciudadpara el Hombre" lleguen a tener alguna vezun sentido real, concreto. Esta no es natural-mente ocasión para discutir con detalle untema que rebasa desmesuradamente elmarco de nuestra conversación. Bastanempero pocas palabras para destruir por lo

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menos la argumentación basada en aquelpretexto: la inexistencia hasta ahora de unasociedad en cuyo seno la diferenciaciónhumana, fundamental, no sea estrictamenteeconómico-social no es en absoluto unabase sólida para negar su posibilidad real.Considerando el asunto como cuestiónmetódica, aquel que no acepte la instanciaexperimental como única instancia resoluto-ria de la duda no tiene siquiera derecho atomar parte en la discusión.

Pero está claro que experimentos eintentos de ese tipo, de cuyo éxito depende-ría el que pudiera hablarse con sentido plenode una "arquitectura para el Hombre" y de"ciudades para el Hombre" no está en lamano de arquitectos ni de urbanistas a pesarde lo fundamentales que serían para aclararla naturaleza de su trabajo y su concepcióndel mismo. Con esto llegamos por un cami-no nuevo a uno de nuestros puntos de parti-da: nadie que quiera verse transparente ensu conducta, nadie que aspire a la coheren-cia racional de su hacer, puede prescindir dereflexionar sobre los últimos condicionamien-tos y fundamentos del mismo. Todo hombreque piensa sus cosas hasta el final filosofa.

A raíz el la publicación delDiccionario de filosofía y de la Introducción ala lógica y al análisis formal, Ferrater Mora ySacristán mantuvieron una breve relaciónepistolar. Las cartas están actualmentedepositadas en el RUB-FMSL y en la cátedraFerrater Mora de la Universidad de Gironaque dirige el profesor Josep Mª Terricabras.La que aquí se reproduce está fechada el 5de octubre de 1966.

Apreciado amigo Ferrater:

Desgraciadamente no volví aBarcelona en fecha aún oportuna para verlea Ud. Lo siento de verdad, sobre todo por nohaber podido agradecerle personalmente sujuicio de manga ancha sobre mi manual delógica [Introducción a la lógica y al análisisformal] (Mi experiencia didáctica con él noes, por ahora, demasiado feliz: no me va malen segundo, pero creo que me he pasado derosca en cuanto a exigencias puestas a losalumnos de primero, que eran en rigor losque más me interesaban; y así yo mismo mehe visto obligado a seguir usando “elFerrater”, por hablar argot de estudiantes,para mi curso general de primero. La expe-riencia no caerá en saco roto, lo cual (meconsuelo) prueba que aún no estoy demasia-do viejo: si hay segunda edición, arrancaré al

manual unas cuantas páginas y le quitarétoda la pedantería que pueda).

Espero su “compensación” con lasatisfacción del que hace un buen negocio -tal vez el único buen negocio que puedahacerse en un curso académico que empie-zo sacudido, como bastantes otras perso-nas, por muy malos y arrasadores vientos.

Muy cordialmente, Manuel Sacristán

Sacristán, y una serie de colabora-dores como J. Sempere, X. Rubert deVentós, Miquel Muntaner, J. M. Giral, RamónCarbó, Joan Carreras, S. Giner o el mismísi-mo Pasqual Maragall, tradujeron en 1968los seis volúmenes de Sigma, un ambiciosoproyecto de educación y divulgación mate-mática dirigido por James J. R. Newman, queabarcaba historia, biografía, mundo físico,teoría de la probabilidad, estadística, lógica,máquinas, cultura, ciencias sociales, filosofíade la matemática, etc. Algunos de los ensa-yos incorporados en Sigma fueron posterior-mente recogidos en tres volúmenes de lacolección Hipótesis: La forma de pensa-miento matemático, Matemática, verdad, rea-lidad y Pensamiento y máquinas. La ediciónincorporaba una nota firmada por EdicionesGrijalbo, y cuya autoría puede y debe asig-narse a Sacristán. Él también escribió la pre-sentación de la versión castellana.

I. Nota

La presente edición española siguela organización de los textos de la ediciónsueca. La traducción de las notas introducto-rias de J. R. Newman, así como la de los tex-tos anglosajones, se ha realizado sobre laedición americana. Los demás textos se hantraducido de las lenguas en que fueron escri-tos.

La marcha de la cultura contempo-ránea parece indicar que dentro de pocosdecenios será imposible incluso la compren-sión práctica de la vida cotidiana sin unacierta familiaridad de los modos de pensarmatemáticos. Al publicar la versión españolade la eficaz antología de J. R. Newman, eleditor espera contribuir a divulgar esa con-vicción en el área de habla castellana y asuministrar al público no especializado unavía de acceso bastante llana, no, tal vez, a lamatemática (en la cual, como se ha dicho, no

hay atajos) pero sí, ciertamente, al mundo deconceptos de esa ciencia universal.

II. Presentación

El mundo de la matemática es ya elmundo en que vivimos, y lo será en mayormedida para las próximas generaciones. Lafrase de Galileo según la cual el libro de lanaturaleza está escrito con caracteres mate-máticos ha resultado tener la permanenteverdad de las metáforas poéticas más autén-ticas. Seguramente nadie tiene hoy presentela inspiración platónica de la frase al recono-cerla, luego de tres siglos, una vigencia aunmás completa que en el momento en que laescribiera Galileo. Vigencia más completaporque la convicción de que la matemáticaes una raíz principal de nuestras posibilida-des de comprender las cosas no se refieresólo a las cosas de la naturaleza. Una natu-raleza segunda, la técnica, penetra hoy, porobra en gran parte de la matemática, en lavida cotidiana, con profundidad creciente,configurándola e influyendo cada vez más enla consciencia de cada día. E incluso en lamisma consciencia teórica de la vida social,en las ciencias sociales, se tiene un procesode penetración del pensamiento matemáticoque, según toda apariencia, no previeronnunca ni los pensadores más entusiastas dela matemática en el pasado.

Mas si la ampliación del dominio dela matemática en la vida de los hombresrebasa así incluso las utopías de los pitagó-ricos antiguos y de los neopitagóricos delRenacimiento, eso se debe, entre otrascosas, a una modificación considerable delconcepto de matemática. “El dios hace arit-mética”, “el dios aritmetiza” como decían losgriegos, el Hombre matematiza no sólo -niacaso, dentro de poco, principalmente- por-que reduzca toda cuestión a un asunto denúmeros, de cantidades. Sino también por-que va encontrando la posibilidad de intro-ducir en los datos conceptos -como los deestructura y función, por ejemplo- que se ori-ginaron en la vieja “ciencia de la cantidad”,pero que, al mostrar su aplicabilidad muchomayor y su dimensión mucho más vastamen-te teórica, han ampliado a su vez el concep-to mismo tradicional de la matemática. Ytambién porque, en ese proceso de genera-lización de conceptos más allá de sus oríge-nes en el arte de contar y del medir, el pen-samiento matemático va dando con medioscada vez más agudos y exigentes para acla-rar el valor lógico de sus propias operacio-nes: la lógica moderna sería inimaginable sinel desarrollo de esa nueva matemática, noatada al contar ni al medir, en la segundamitad del siglo XIX.

El mismo dios que aritmetiza,empero -el cual, aunque no omnisciente, seha hecho ya un poco cauto al cabo de mile-nios de entusiasmos intelectuales-, querrápresumiblemente contestar aquí a sus fieles,

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2. Carta aJOSEP FERRATER MORA

3. Nota y presentaciónde la edición castellanade SIGMA.EL MUNDODE LAS

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y templar algo el himno recién entonado.Pues, si bien es verdad que instrumentos deorigen matemático encuentran un campo deaplicación cada vez más amplio, destruyen-do, entre otras cosas, el viejo prejuicio quelevantaba una muralla metodológica insalva-ble entre la investigación de la naturaleza yde la sociedad, no lo es menos que el uso deconceptos meramente formales -y formalesson todos los conceptos de naturaleza mate-mática- no produce por sí mismo conoci-miento de lo concreto de cada objetividad.Esto es especialmente visible en las cienciassociales, no porque la situación no se pro-duzca también en las de la naturaleza (puesse da igualmente en ellas), sino porque elconocimiento rico de lo concreto es de inte-rés vital en la aplicación de las primeras. Masla falta de concreción de los conceptos denaturaleza matemática -por ejemplo, y seña-ladamente, el concepto formal de estructuraantes aludido- se convierte con suma facili-dad en ideologías destinadas a encubrir,bajo la analogía mera o, a lo sumo, bajo elisomorfismo de elementos estructurales for-males, la diversidad concreta de los conteni-dos histórico-sociales. Así ocurre en unamoda reciente, pero el hecho tiene, en cuan-to a su sustancia, bastante tradición. El for-malismo es camino tradicional de escamoteode contenidos sociales: que las estructurasde parentesco de tal o cual pueblo primitivosean más o menos isomórficas de fenóme-nos modernos de tal o cual sociedad adelan-tada puede pretender ser algo más que unainteresante comprobación formal, y encubrirlos muy diversos contenidos sociales quehacen de esas estructuras formales análo-gas estructuras históricas incoherentes,“disparata”. Ésta es una cuestión de determi-nación de la abstracción que interesa encada caso. Y la sustitución de un determina-do modo histórico de abstraer por otrodeterminado matemático-formal (pues no esverdad que las abstracciones matemático-formales no sean determinadas) puede aca-rrear la renuncia, intencionada o no, al cono-cimiento de lo concreto. Este riesgo es sen-sible en una época que ve la introduccióninstrumentalmente fecunda de métodosmatemáticos y formales en las ciencias de lasociedad.

Los cultivadores de estas cienciasque no se satisfacen con la descripción for-mal de los fenómenos sociales -porque sien-ten que su comprensión puramente formaltiende a ser estática, ahistórica- han cometi-do muchas veces el error de defenderse sólopsicológicamente de dicho riesgo, por elprocedimiento de ignorar o negar la eficaciapositiva de los métodos formales, en el estu-dio de la sociedad. Ésa es una reacciónestéril. De lo que se trata es de situar cuales-quiera resultados de los análisis matemáti-cos y formales en el móvil y resolutorio cua-dro que es la historia de las relaciones entrelos hombres, de sus productos y hasta delas relaciones de los hombres con la natura-

leza. Un paso primero y necesario en esesentido es la percepción de la naturaleza his-tórica del pensamiento matemático-formalmismo, tanto en su génesis cuanto en susposibilidades de aplicación fecunda en eldescubrimiento y en la interpretación.

La antología de James R. Newmanque el lector tiene en sus manos es un librocuya sensible composición atiende de unmodo u otro a todos los motivos que se hanido aduciendo para presentarlo. Atiendeante todo a la educación en ese pensamien-to matemático cuya importancia va a aumen-tar para las nuevas generaciones: y no lohace de un modo didáctico en sentido esco-lar -pues su lector no ha de ser exclusiva-mente el estudiante-, ni con la sola intenciónde facilitar conocimientos y técnicas -aunqueno será poca la información de esta claseque recogerá el lector-, sino principalmentecon el programa de proporcionar nocionesfundamentales en cada campo y, a través deellas, un "saber a qué atenerse” acerca delmodo matemático de pensar. El proyecto nose realiza con la ayuda de los comunes pro-cedimientos de divulgación, refundiendo,como suele hacerse, el pensamiento origina-rio en moldes de sentido común. James R.Newman ha procedido de otro modo quemerece admiración por su erudición y por suespléndida modestia. Newman seleccionadel pensamiento matemático más importante-lo es incluso cuando toma de libros de divul-gación, como el de Conant- párrafos y pági-nas a la vez esenciales y legibles para unpúblico amplio.

La selección, por otra parte, mues-tra, sin que el antologizador tenga siquieraque decirlo, el carácter universal de la inva-sión en marcha por el pensamiento matemá-tico, desde la lógica hasta la estética, arran-cando de los fundamentos del pensamientoformal y pasando por todas sus ramificacio-nes mayores, y menores.

Por último, la antología de Newmanrespeta la consciencia histórica del modomás auténtico compatible con un marco que,por supuesto, impedía ocuparse de historiageneral de la cultura. La historicidad de lamatemática misma se revela en esta antolo-gía al lector atento por la vía más viva, másfecunda y gustosa: por la lectura de los tex-tos clásicos que dan origen a los principalesgiros del pensamiento matemático.

James R, Newman tenía títulos yautoridad para llevar a cabo una empresa deesta calidad y de estas dimensiones (muchomayores aún en perspectivas que en pági-nas). La exposición a la vez seria y educativao elemental de temas matemáticos profun-dos no es un arte en el que tuviera queponerse a prueba por vez primera. Ya haceaños publicó en colaboración con el lógicoE. Nagel, una exposición didáctica del teore-ma de Gödel que es una pieza clásica dedivulgación. Esta antología no se queda a lazaga de aquel texto.

En el otoño de 1968, un grupo dedelegados estudiantiles de filosofía de laFacultad de Filosofía y Letras de laUniversidad de Barcelona pidieron aSacristán su valoración del el nuevo plan deestudios de la sección. Pocas horas mástarde, él dio por escrito su opinión. Este es elorigen de esta “Nota acerca del plan deestudios de la sección de filosofía”, escritaen la misma época en que Sacristán publicó“Sobre el lugar de la filosofía en los estudiossuperiores”. Fue editada, en versión catala-na, en: M. Sacristán, Contra la filosofía llicen-ciada, Grup de Filosofia del Casal delMestre, Santa Coloma de Gramenet, 1992,en traducción de Pere de la Fuente.

- La distinción entre “Filosofía” y“Psicología” es un primer reconocimiento delcarácter anacrónico de las secciones de filo-sofía. Estas secciones, por estar inspiradasen una cultura arcaica, contienen como filo-sofía materias que son desde hace tiempociencias positivas en sentido amplio, peroque eran un capítulo de la Metafísica en laEdad Media. Una materia así es la psicolo-gía. El desgajarla de la Filosofía es reconocerese hecho. Pero el mantenerla como partede la antigua sección es reconocerlo amedias. En la práctica, como los estudiantesde psicología no tendrán, si siguen siendoestudiantes de letras, suficiente preparaciónen filosofía, ni en sociología, ni en matemáti-ca, ni en patología general, el resultado serála producción de una nueva categoría deincompetentes, más peligrosos que antesporque estarán titulados como especialistas.

- En cuanto a la filosofía misma,ahora se hace más patente que nunca elhecho de que los planes de estudio -éste ylos anteriores- la tratan en realidad como sifuera una ciencia positiva, puesto que ahoraaparece coordinada con una ciencia positiva( la psicología). Esto es contradictorio hastacon el concepto más tradicional de filosofía.

- Entre las asignaturas comunes afilosofía y psicología hay por lo menos cuatro(de cinco) que pueden entenderse ya comoespeculación filosófica trasnochada, yacomo ciencia positiva. Son la lógica, la psi-cología, la antropología y la sociología. Elúnico punto de vista hoy día admisible esque las cuatro son ciencias positivas (ensentido amplio, es decir: más o menos capa-ces de realizar el ideal de la teoría propia-mente dicha, pero todas tratadas ya conmétodos científico-positivos y con la cons-

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4. Nota sobre elPLAN DE ESTUDIOS DELA SECCIÓN DEFILOSOFÍA

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ciente intención de hacer de ellas teoríaspositivas). Dejando aparte la lógica -que, porsu naturaleza formal y por su utilidad instru-mental directa o indirecta, debería ser obli-gatoria para todos los estudiantes- ¿qué pri-vilegio tienen las otras tres respecto de lafísica, la genética o la economía? El que apa-rezcan en filosofía aquellas tres y no las otrastomadas como ejemplo se debe, simplemen-te, a que los redactores del plan ha tenido yatiempo (siglos) para darse cuenta de que lafísica es una ciencia positiva, mientras queaún no se han dado cuenta de eso por lo quehace a la sociología, por ejemplo.

- En conclusión, puede decirse queel plan considerado no es más que una con-servación ligeramente reformista de un vagoy contradictorio concepto de filosofía propiode otras épocas: el plan conserva aún unconcepto metafísico de algunas ciencias (lassociales), mientras se ha dejado ya arrastrarpor la cultura moderna en algunas otras (lasnaturales).

- En cuanto al problema de los cur-sos comunes a todas las secciones de lafacultad de letras, puede contemplarse delmodo siguiente desde el punto de vista de lasección de filosofía: a) Los cursos comunescontienen la enseñanza de algunas discipli-nas instrumentales útiles para el estudiantede filosofía: el griego y el latín; b) aparte deeso, suponen meramente una ampliación dela cultura general del estudiante.

Parece de sentido común afirmarque una facultad no tiene como función pro-mover la cultura general, porque ésta puedeconseguirse leyendo y asistiendo a cursosde varias facultades. Queda la utilidad delatín y griego, imprescindible para la lecturade los clásicos (como el alemán, el inglés oel francés, por lo demás). Pero existe unasección de clásicos y otras de filología romá-nica y germánica. Por eso, los dos cursos decomunes podrían suprimirse como tales; losestudiantes, según su inclinación, podríanenriquecer su cultura general por su cuenta(unos con orientación cosmológica, otroscon orientación histórica), dejando de sertratados como niños a los que se reglamen-ta hasta la cultura general; y los dos añospodrían ya ser una propedéutica filosófica,con lo que los últimos quedarían libres paraverdadera iniciación en la investigación.

Para asegurar académicamenteque los estudiantes disponen de un conoci-miento mínimo de materias instrumentalesbastaría con introducir en el tercer año deestudios (cualquiera que fuera el curso en elcual cada estudiante estuviera matriculado,excepto 5º), un examen que versara por lomenos sobre griego, latín (traducción de clá-sicos) y una disciplina necesaria para leerrectamente filosofía moderna, a saber, elanálisis matemático clásico, hasta el cálculoinfinitesimal suficiente para entender bien lamecánica clásica. Cada estudiante deberíapoder preparar ese examen durante tresaños y a su gusto, escogiendo los profeso-

res que le interesaran de clásicas y de mate-mática. O sea, también para su preparaciónen materias instrumentales, igual que por loque hace a la cultura general, el estudiantede filosofía debe ser tratado como un adultoresponsable. Lo único que debe controlar laSección es si el estudiante, en su tercer añode estudios, es o no capaz de leer y enten-der los clásicos filosóficos.

En Mundo científico (nº 1, marzo1981, pp. 106-107), Sacristán publicó unareseña de un ensayo de J. Mosterín publica-do por Alianza editorial en 1978. En RUB-FMSL pueden verse precisas anotacionessobre este trabajo como la siguiente: “A pro-pósito de sus conceptos de dogmático yescéptico (p.23). Las nociones son muy bue-nas. Pero habría al menos que aludir al “dog-matismo inevitable de las valoraciones”.Einstein y la bomba.”

Igualmente, en una conferencia de1981 sobre “La función de la ciencia en lasociedad contemporánea” Sacristán se refi-rió a este ensayo de Mosterín al tratar de laracionalidad incompleta.

Este libro es un conjunto de cincoestudios dedicados todos ellos a la tarea”del análisis, dilucidación y elaboración delconcepto de racionalidad y de otros concep-tos afines a un nivel filosófico y global” (p.11), sin hacer intervenir directamente las queel autor juzga aportaciones más sólidas a ladilucidación del concepto de racionalidad -en especial, la teoría de la probabilidad, la dela decisión, la de la programación lineal y lateoría de juegos-, pero si tendiendo un puen-te “entre las intuiciones de la gente, por unlado, y las técnicas formalizadas de decisiónracional”, por otro (p. 12).

El método predominante en loscinco estudios está en la tradición del análi-sis filosófico del lenguaje “natural”, como sesuele decir, esto es, del lenguaje común. Laspersonas que cultivan una filosofía especula-tiva o centrada en torno a contenidos místi-cos, o muy cargada emocionalmente -perso-nas que son mayoría en el ambiente filosófi-co español- gustan poco de este filosofaranalítico, distanciado, muy pocas vecespatético, que Jesús Mosterín representa aquídistinguidamente. Habría que sugerir a loslectores impacientes de este tipo de literatu-ra filosófica que cuando les irrite la conside-ración detenida de un uso lingüístico o de lasimplicaciones de una convención, recuerden

que este estilo existe en la tradición filosófi-ca desde mucho antes que nacieran Austino Ryle, porque una buena parte del opusaristotelicum está escrita más o menos así.

El primer estudio -”El concepto deracionalidad”- precisa el uso de “racionali-dad” que propone el autor: “...nos interesa eluso que del adjetivo “racional” hacemoscuando decimos de determinadas creencias,decisiones, acciones y conductas de loshumanos que son racionales, y de otras, queno lo son (p. 17). En ese sentido, la raciona-lidad presupone el uso de la razón, comocapacidad o conjunto de capacidades, “quees una condición necesaria, pero no sufi-ciente”, de la racionalidad en el sentido pre-cisado (p. 17). El estudio distingue entreracionalidad creencial, o de las creencias, yracionalidad práctica que es “la que se pre-dica de decisiones, acciones y conducta”, ypropone definiciones de ambas. En el cum-plimiento de esa tarea, el autor dilucida otrosconceptos afines y necesarios, propone dis-tinciones -por ejemplo, entre racionalidadcreencial individual y colectiva- y sugierereconstrucciones precisas de términos devago uso corriente, como “dogmático“,“escéptico”, “crítico”, “doctrinario”.

El segundo estudio -”La incomple-ta racionalidad”- que es probablemente elmás sugestivo del libro, contiene ante todo ladilucidación de las nociones de necesidad einterés, deseos y fines, sentido de unaacción; entra luego en una discusión de lafrase “sentido de la vida” y de la clásicacuestión de naturaleza y cultura, y vuelve atratar cuestiones ya consideradas en el estu-dio anterior (tres de los cinco estudios queintegran el libro habían aparecido ya en otrasversiones). Pero, además, recogiendo moti-vaciones de naturaleza ético-social apunta-das en el primer estudio, éste presenta unahipótesis acerca de la situación de crisis denuestra cultura, centrada en la noción deracionalidad incompleta. A la hipótesis diag-nóstica se añade una propuesta terapéutica.He aquí una de las formulaciones más com-pletas de la idea: “Los actuales problemasde nuestra cultura surgen de la incompletaracionalidad, de la aplicación de grandesdosis de racionalidad en unos campos simul-taneada con la casi total ausencia de racio-nalidad en otros. Estos males sólo son cura-bles ampliando el ámbito de la racionalidad”(p. 66).

El tercer estudio -”Intereses yracionalidad”- desarrolla análisis ya presen-tados más sucintamente (los de las nocionesde interés y deseos). La distinción entre inte-reses (objetivos) y deseos introduce otra deinterés político: la distinción entre democra-cia y tecnocracia. La administración demo-crática se basa en ese deseo: consiste enhacer lo que la mayoría de la gente quiere. Laadministración tecnocrática se basa en elinterés objetivo: consiste en hacer lo queconviene a la gente. Con un animoso des-precio de los puntos de vista más frecuentes

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5. Reseña del libro deJesús Mosterín,RACIONALIDADY ACCIÓN HUMANA

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en su medio, al modo del autoritarioWolfgang Harich, Mosterín admite proble-mas y situaciones que se deben tratar “a lamanera democrática” y otros de obligado tra-tamiento tecnocrático: “Hay ámbitos de lavida en que la superioridad del enfoquedemocrático es tan evidente que práctica-mente nadie lo pone en duda” (p. 70). “Hayotros ámbitos de la vida en que la superiori-dad del enfoque tecnocrático está igualmen-te clara” (p. 79). Estos últimos son “muchosde los problemas globales actuales” (p. 81).Harich suele poner en cabeza de la lista deestos problemas de tratamiento tecnocráticoo autoritario el de la conservación de los océ-anos. Presumiblemente, Mosterín piensa enproblemas análogos.

El resto de este estudio presentauna dilucidación de la noción de conductaracional que opera con más parámetros queen el primer estudio. Los dos últimos capítu-los -”Creer y saber” y “La acción humana”-son los más estrictamente analíticos dellibro. Con una composición más pedante deéste, se habrían tenido que colocar al princi-pio. Pero seguramente ha acertado el autoral ponerlos al final, si su intención era la dedespertar el interés de lectores no particular-mente aficionados a la inevitable morosidadanalítica.

No es fácil apuntar con brevedadlas varias discusiones que sugiere este libroriguroso y estimulante. Tal vez algunos lecto-res queden poco convencidos por el optimis-mo gnoseológico que inspira al autor. Eseoptimismo tiene varias manifestaciones:hace que el autor pase por alto la función dela valoración en las creencias (aunque, comoes natural, considera el papel de la voluntaden la racionalidad práctica), también le con-duce a cierto absolutismo respecto de losfines últimos de la acción, pese a reconocerexplícitamente “el momento de gratuidad”que hay en ellos (p. 31): pues una “condiciónde la conducta racional consiste, en la asun-ción de los propios intereses en el sistemade fines; es decir, el bienestar propio ha deser uno de nuestros fines últimos” (p. 53).Por razonable que sea, esa condición implicaque ciertos fines últimos son fuente de racio-nalidad, lo que equivale a decir a la modernalo que los antiguos expresaban diciendo quehay ciertos fines que son intrínseca, absolu-tamente buenos. No es cosa de afirmar sinmás que esta posición sea inevitablementeinconsistente con la afirmación de la gratui-dad de los fines últimos, pero sin duda habríahabido que construir explícitamente su con-sistencia, o declarar que es una posiciónseparada del análisis por un hiato decisional.

En general, el optimismo gnoseoló-gico de Mosterín le lleva a menospreciar osilenciar ciertas dificultades de su posición.Por ejemplo: en la discusión de la validez decostumbres o doctrinas tradicionales, y utili-zando el ejemplo del aborto en las concep-ciones heredades y ante los presentes pro-blemas demográficos, Mosterín escribe:

“desde el punto de vista racional, nada estáabsolutamente permitido o prohibido, ni porDios ni por el diablo ni por la naturaleza nipor la historia. Lo único que no se puedehacer es lo que es físicamente imposible.Esto no significa, naturalmente, que todo daigual -lo cual sería caer en la frivolidad prác-tica- sino que todo depende de las metasque en un momento dado persigamos y de lainformación sobre el mundo de que dispon-gamos” (p. 37). A propósito del ejemplo delaborto y del problema demográfico, la argu-mentación y las metas deberían llevar aMosterín a considerar más bien el senicidio.El que no lo haga parece depender no de suargumentación, sino de factores culturalesno explicitados.

Este optimismo se hace a vecescientificista. De vez en cuando, dentro deuna tradición neopositivista, como cuandohace intervenir esa pieza inevitable de “filo-sofía cientificista perenne” que es el criteriode los competentes, entender el cual es con-dición de la racionalidad creencial. El mismoejemplo que aduce Mosterín se burla unpoco del criterio de los competentes y sugie-re que, junto a ese criterio, habría que intro-ducir en la racionalidad creencial y en lapráctica un criterio de docta ignorancia, porasí decirlo, que autoriza a prescindir en cier-tos casos de las opiniones de los científicos.El ejemplo de Mosterín es la deriva continen-tal: el creyente racional ha de admitir la opi-nión dominante al respecto entre los geólo-gos competentes. Pero ocurre que que enuna generación esa opinión ha cambiadodos veces: hace poco más de treinta años seenseñaba en el bachillerato la tesis de laderiva continental en la versión de Wegener;luego se olvidó, y hoy se vuelve a enseñarcon otra explicación. Parece bueno reco-mendar al creyente racional y, sobre todo, alagente racional que, cuando ello sea posible,procure decidir con independencia de si loscontinentes se deslizan o no.

Una dificultad análoga pero amplia-da, se presenta cuando Mosterín pasa delcriterio de los competentes al de la compe-tencia misma “...sólo en nuestra actual cultu-ra universal se ha desarrollado una cosmovi-sión de este tipo” científico. “Sólo en estacultura puede uno plantearse la racionalidadcreencial y, por tanto, también la práctica,que viene condicionada por la anterior” (pp.57-58). No es seguro que la definición decreencia racional por Mosterín le impongaesa consecuencia (entre otras cosas, porqueel criterio de los competentes es relativo).Pero si realmente esta posición se deriva dela noción de racionalidad creencial y prácticadel autor, entonces esa noción parece inade-cuada, puesto que declara irracionales lasconductas que podríamos llamar sensatas orazonables de individuos de otras culturas.No es éste un modo de decir conveniente.

La cuestión respecto de la cual eloptimismo cientificista puede tener conse-cuencias menos deseables es la de la “racio-

nalidad incompleta” considerada en el intere-sante estudio segundo. “Nuestro sistemasociocultural, nuestro mundo”, escribe elautor, “ha entrado en crisis. Y los aspectosmás visibles de esa crisis son el resultado dela aplicación tecnológica (basada en la cien-cia) a unos campos sí y a otros no, son elresultado -en definitiva- de la desigual aplica-ción del método racional a parcelas sectoria-les de la actividad humana” (pp. 64-65)

Nada se puede objetar a esa des-cripción, que siempre se oye, por ejemplo,cuando se habla del atraso de las cienciassociales respecto de las naturales. Pero hayque tomarla como una simple descripción, yhay que añadir -incluso en el plano meramen-te descriptivo- que muchas técnicas raciona-les en algún aspecto se aplican irracional-mente en otros. Se trata, unas veces, de laconocida discrepancia entre la microrracio-nalidad (de una empresa individual, p. e.) y lamacrorracionalidad del conjunto del sistemaproducción-economía-ecología de nuestrasociedad; otras veces se trata de la aplica-ción de la racionalidad técnica a fines “irra-cionales” (industria del armamento). Engeneral, esta tesis de Mosterín pasa por altola instrumentalidad de la razón técnica y con-sidera insuficientemente los aspectos mora-les y sociales, no tecnológicos, de estos pro-blemas. Hay, en efecto, en el libro variasmuestras de la falta de percepción de mar-cos y datos sociales, la cual empobrece odebilita los resultados de ciertos análisis osus aplicaciones. Así, por ejemplo, Mosterínconsidera “pautas absurdas, que nuncatuvieron sentido” porque nunca han satisfe-cho “los intereses de las personas que lasaceptan”, usos sociales como la cliterono-mía, el estrujamiento de los pies femeninos,etc (p. 59). Si se tiene en cuenta el marcosocial se pone enseguida de manifiesto elsentido de esos usos, su funcionalidad a losintereses de la dominación masculina. Lainsuficiencia del punto de vista sociológico ehistórico acarrea en última instancia, contrala intención explícita del autor, la absolutiza-ción de criterios de racionalidad probable-mente adecuados para nuestra cultura, perocuya afirmación absoluta oscurece la com-prensión de ciertos aspectos de los proble-mas tratados.

Hay en el libro de Mosterín unaexpresión de optimismo racionalista que aalgunos lectores puede parecer un pocopatética. En medio del presente renacimien-to de tradiciones, filosofías y actitudes irra-cionalistas (probablemente relacionados conla extensa crisis económica y cultural a la quetambién alude el autor), la introducción alvolumen empieza así: “Las palabras “racio-nal” y “racionalidad” gozan actualmente debuena salud y se usan más (y en tono máspositivo) que nunca” (p. 11). Eso parece sermás un deseo que una observación. Sinembargo, este libro de Jesús Mosterín puedecontribuir a que ese deseo se acerque a larealidad.

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“Confucio” fue una de las vocesque Sacristán escribió, a mediados de losaños cincuenta, para la Enciclopedia Argos-Vergara, que finalmente no llegó a editarse.Puede verse en el espléndido ensayo deEsteban Pinilla de las Heras, En menos de lalibertad, Anthropos, Barcelona, 1989, p.207.

Confucio es un consecuente cos-mopolita que no concede valor substancial ala pertenencia del hombre a grupos étnicos onacionales:

“He sabido que el príncipe de Ts´uha perdido su arco; sus seguidores le pidie-ron que enviara a por él. El príncipe respon-dió: - El rey de Ts´u ha perdido su arco; unhombre de Ts´u lo encontrará, ¿Por qué bus-carlo?”

Confucio lo supo y añadió:-”Vale más decir: un hombre ha

perdido su arco y un hombre lo encontrará.¿Por qué añadir Ts´u?”.

Sacristán manifestó su rechazo a laaniquilación militar de la experiencia checos-lovaca en una carta dirigida a Xavier Folch,escrita pocos días después de la invasión:“(...) Tal vez porque yo, a diferencia de lo quedices de ti, no esperaba los acontecimientos,la palabra “indignación” me dice poco. Elasunto me parece lo más grave ocurrido enmuchos años, tanto por su significaciónhacia el futuro cuanto por la que tiene res-pecto de cosas pasadas. Por lo que hace alfuturo, me parece síntoma de incapacidad deaprender. Por lo que hace al pasado, me

parece confirmación de las peores hipótesisacerca de esa gentuza, confirmación de lashipótesis que siempre me resistí a conside-rar. La cosa, en suma, me parece final deacto, si no ya final de tragedia. Hasta el jue-ves. Manolo”.

En 1969, Sacristán fue entrevista-do por José Mª Mohedano para Cuadernospara el diálogo sobre los sucesos praguen-ses (“Checoeslovaquia y la construcción delsocialismo. Entrevista con Cuadernos para eldiálogo”. De la primavera de Praga al marxis-mo ecologista, op. cit, pp. 35-61), hecho quegeneró una correspondencia entre ambos.Se reproduce aquí la última de las cartas deSacristán, fechada en Barcelona, el 30 dejulio de 1969, que puede consultarse en unade las carpetas de correspondencia deRUB-FMSL.

Estimado amigo:recibí su carta del 24 en la que me

anuncia que la entrevista no podrá salirahora. He pasado cuatro días con fiebresmuy altas y hasta hoy no me he levantado.Siento que a pesar de trabajar bastante tiem-po y con bastante urgencia no haya podidosatisfacer las necesidades periodísticas deusted ni desde el punto de vista del calenda-rio ni desde el de la extensión.

Lo de la convicción ya es cosaaparte. No me propongo convencer a nadiecasi nunca. En este caso menos todavíapuesto que era imposible un tratamiento glo-bal, realmente dialéctico de los problemassuscitados. Me propongo sólo -y porquecreo que es útil le he dedicado muchashoras- mostrar que el tipo de pensamientode moda que se reflejaba en las preguntasexcluye él mismo el tratamiento dialéctico, acausa de su manera mecanicista y mítica deproceder, presuponiéndolo ya todo.

Por eso queda fuera de nuestraentrevista lo esencial, algo que usted recogemuy acertadamente en su carta: el tema de ladespolitización. Aquí está de verdad el meo-llo de la cuestión, porque toda dialéctica realacaba en la consciencia y en ésta es dondese puede sacar balance. (Acaba, ¿eh? noempieza).

Por cierto que si usted lo examinacon valor, sin asustarse por tener que reco-nocer muchas cosas tristes del desarrollo

del socialismo, tendrá que reconocer (si esque -cosa que ignoro- conoce ustedCentroeuropa) que lo característico delintento del PCCh fue que consiguió por vezprimera desde 1950, aproximadamente,repolitizar en sentido comunista a un altoporcentaje de comunistas y en sentido filoso-cialista a un alto porcentaje de la poblaciónprocedente de la antigua burguesía cultaurbana, al mismo tiempo que repolitizaba yhasta movilizaba a una aplastante mayoría dela clase obrera. Si usted tiene noticias de lamonstruosa despolitización de los proletaria-dos húngaro, alemán, etc. y de la persisten-cia de ideología reaccionaria en el polaco,por ejemplo, valorará lo que tenía de prome-sa (de mera promesa, ¿eh?) el intento checo.El gran error de Fidel Castro consistió, en miopinión, en no darse cuenta de que para

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IV. Textos político-culturales:socialismo,transición política,movimientos sociales.

1. CONFUCIO

2. Carta aJOSÉ Mª MOHEDANOsobre la experienciachecoeslovaca

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Selección de proyectos editoriales en los queparticipó M.S.L.

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decir verdades de a puño cogía, precisamen-te, la ocasión en la cual acaso se iba a abrirun portillo para que empezara de nuevo unadialéctica política interna al socialismo. Y ellole obligó a cometer el pecado de diplomaciaconsistente en callar que la RSCh era el paíssocialista menos degenerado políticamentede toda Centroeuropa.

En fin, dejémoslo, la cosa está detodos modos perdida por ahora.Precisamente porque lo está se agravará. Yprecisamente por eso le hago un últimoruego: que si realmente va a publicar algunavez la entrevista la feche en 15 de julio de1969, o 16 o 17, que ya no me acuerdo eldía en que yo mismo se la envié. Pues sepuede temer que con el paso del tiempo lasituación en Checoslovaquia sea una tal vic-toria de la reacción que nuestra entrevistacarezca ya de sentido si no se da la fecha.Fechada, siempre servirá para recordar porqué mecanismo el neostalinismo consiguióconvertir a una población entera -empezandopor el proletariado- que era la única socialis-ta de Centroeuropa en una población reac-cionaria.

Con amistad, Sacristán

Bajo la dirección de J. Droz,Presses Universitaires de France publicó laHistoire générale du socialisme. La editorialDestino editó en 1976 -y en 1984 en ediciónde bolsillo- la traducción castellana de ElviraMéndez. Sacristán prologó, revisó y adaptóla traducción. El siguiente texto es su presen-tación de la edición castellana (Ed. Destino,1984, pp. 7-9). Puede verse en él una tem-prana reflexión de Sacristán sobre la tecno-ciencia contemporánea y la problemáticaecológica.

La Historia general del socialismodirigida por Jacques Droz se plantea comohistoria política de las ideas. Su contexto, elmarco en el cual se cuenta, es la lucha polí-tica más o menos directamente practicada oinspirada por lo autores cuyas ideas se expo-nen. Ese contexto queda en ideológico cuan-do se trata de épocas poco agitadas política-mente. Como lo dice explícitamente JacquesDroz, ha resultado necesario sacrificar laexposición de la historia general en la cual sedesarrolla el movimiento socialista. Esa seríaprobablemente, la limitación de la obra quemás lamenten los lectores interesados por elsocialismo, los cuales, precisamente en lamedida en que simpatizan con él aspirarán ala totalización histórica, según una tendenciatípica del pensamiento socialista moderno.

Pero la obra compensa la limitaciónde su planteamiento -por lo demás, inevitableen alguna medida, pues nunca el discurso lodirá todo a la vez- con varias cualidades muyapreciables. De entre ellas -y prescindiendodel acierto general de la extensión prevista yla minuciosidad de la información- se puededestacar la acepción de “socialismo” queinspira esta Historia general. Ésta ha sidosiempre una cuestión de interés histórico ydoctrinal, no disminuido hoy. Pero, en unaépoca con novedades sociales y culturalestan radicales y de implicaciones tan acucian-tes como lo son las de estos años, la cues-tión de qué es socialismo va cobrando tam-bién importancia práctica directa, importan-cia política.

Mientras la ciencia y la técnica dela producción material (por tomar uno de losejemplos más llamativos de la nueva proble-mática) no presentaron a la práctica socialis-ta más dificultades que las analizadas yresueltas por los clásicos del movimientoobrero del siglo XIX, pareció justificada en lateoría -y, desde luego, fue dominante en lapráctica- la tendencia a restringir la acepciónde “socialismo” a las tradiciones revoluciona-rias o reformistas que basaban explícita y sis-temáticamente sus previsiones y sus orienta-ciones en el crecimiento de las fuerzas pro-ductivas, señaladamente los marxismos clá-sicos de la Segunda y Tercera Internacional.Hoy, el desarrollo de la ciencia y la la técnica-y, en general, el crecimiento de las fuerzasproductivas-, por la línea trazada inicialmentepor la civilización capitalista es mucho másproblemático que hace veinte años. La cons-ciencia de este hecho se va difundiendo y semanifiesta cada vez más clara y frecuente-mente en personas que por formación y sumilitancia política representan alguno de losmarxismos clásicos. No hace mucho que elveterano socialdemócrata holandés SiccoMansholt, puso directamente en duda ellegado tradicional del socialismo marxistaacerca de la relación entre producción(abundancia) tecnificada y socialismo. Y elcomunista Wolfgang Harich, con el radicalis-mo característico de la tradición de laTercera Internacional, ha llegado, por víasparecidas, a considerar terminada la funcióndialéctica revolucionaria del desarrollo de lasfuerzas productivas originadas en el capita-lismo y a postular una vuelta al austero deBabeuf, a propugnar un “comunismo sin cre-cimiento”.

La capacidad de mudar de piel alcrecer o al cambiar la problemática con laque se encuentra es la mayor riqueza delmarxismo, herencia directa de la declaraciónde Marx “por lo que a mí hace, yo no soy mar-xista”, una de las afirmaciones de método yde filosofía más hondamente sentidas por suautor, incluida la acedía sarcástica de esaspalabras. Pero, tras reconocer la fecundaplasticidad del mundo mental marxista, hayque subrayar que las nuevas dificultades crí-ticas de la época, los aspectos de crisis de

la civilización moderna que presentan estosaños, sugieren a la misma tradición marxistauna apelación más o menos radical a bienesideales de lo que se solía llamar “socialismoprecientífico” o “utópico”. El sólido marxistaHarich se acuerda de Babeuf, y en estepárrafo se acaba de citar imprecisamente aFourier.

El encuadre histórico determinadopor la acepción de “socialismo” en estaHistoria general se basa en las tresInternacionales. Con eso queda dicho quereconoce la evidente magnitud de la aporta-ción marxiana y marxista al socialismo. Talvez, incluso, la tendencia de la ciencia fran-cesa a la claridad y a la sencillez elegantepor encima de todo -tendencia de resultadosa veces admirables, pero también fuentesiempre vieja de escolasticismo- aligere enalgunos casos la complejidad histórica, enbeneficio inevitable del elemento central delcuadro, que es, naturalmente, el marxismo.Pero esta Historia general tiene, sobre todoen su primer volumen, la importante virtud depresentar toda línea de pensamiento emanci-patorio que recoge identificando su ser pro-pio, no como simple anticipación de logrosteóricos y prácticos posteriores. Sobre todopor lo que hace al comunismo francés delsiglo XVIIII, sólo eruditos especialistas -siacaso- podrán tener una imagen más viva delpensamiento de los principales autores queel lector atento de la Historia general. Quizásese libro ayude a refrescar el pensamientosocialista contemporáneo, solicitado por pro-blemas tan nuevos que reclaman una vueltaa las fuentes.

El siguiente texto fue leído el 20 demayo de 1976 -acaso por Mario Gas- en alAula Magna de la Universidad de Barcelonaen un acto de homenaje a Miguel Hernández,en el XXXIV aniversario de su muerte. Pudeconsultarse en RUB-FMSL. Posible fue unarevista de información general que se publi-có en los años de la transición.

Tiene que haber varias razones dela respuesta excepcional, en intensidad y enextensión, que está recibiendo la iniciativa dela conmemoración de Miguel Hernández.Algunas de esas razones serán compartidaspor todo el mundo, y del mismo modo, más omenos; por ejemplo, la autenticidad de lapoesía de Hernández, en la que, si se pres-cinde de algunos ejercicios de adolescencia,

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3. Presentación deHISTORIA GENERALDEL SOCIALISMO

4. SOBRE MIGUELHERNÁNDEZen el XXXIVaniversariode su muerte

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no se encuentra una palabra de más. Otrasmotivaciones serán menos generales. La míaes la verdad popular de Hernández: no sólode su poesía, en el sentido de los escritossuyos que están impresos, sino de él mismoy entero, de los actos y de las situaciones delos que nació su poesía, o en los que se aca-lló.

Al decir eso pienso, por ejemplo -pero no solamente- en aquella fatal indefen-sión de Hernández en su cautiverio.Hernández fue un preso del todo impotente,sin enchufes, sin alivios, sin más salida que ladestrucción psíquica y la muerte, como sólolo son (con la excepción de dirigentes revo-lucionarios muy conocidos por el poder) losoprimidos que no someten el alma, los hom-bres del pueblo que no llegan a asimilarse alos valores de los poderosos, aunque seapor simple incapacidad de hacerlo y no porninguna voluntad histórica. O por ella, natu-ralmente.

Las últimas notas de Hernándezque ha publicado hace poco la revistaPosible documentan muy bien el aplasta-miento moral que acompaña a la destrucciónfísica del hombre del pueblo sin cómplices y,por lo tanto, sin valedores en la clase propie-taria del estado, de las fábricas y de las cár-celes.

La autenticidad popular de la poe-sía madura de Hernández es tan consistenteporque se basa en esta segunda, en laautenticidad popular del hombre muerto,como el Otro, entre dos o más chorizos, ycomo ellos.

El 11 de marzo de 1978 Sacristánimpartió una conferencia con este título enSabadell (Barcelona). Por aquellas fechas sediscutía en el seno del PSUC-PCE, y enámbitos próximos, sobre el uso del término“leninismo” en la caracterización de la tradi-ción política del partido. Santiago Carrillo,por entonces secretario general del PCE,había lanzado esa propuesta de abandonodel término (y del concepto) desde tierras yuniversidades americanas. El esquema desu conferencia, con puntos tan destacadoscomo el señalado en el punto 4.3, fue elsiguiente:

1.1. Hoy hablamos aquí de leninis-mo porque es asunto políticourgente.1.2. Sin embargo, hay que tomár-selo con calma,1.2.1. porque, si no, se adoptanposiciones insostenibles 1.2.11. salvo con fariseísmo:1.2.1.1.1. los "antileninistas" man-tienen la organización 1.2.1.1.2. los "leninistas" ¿manten-drían la política sin proletariado?2. Así que: a profundizar.2.1. Tipos de clásicos.2.1.1. artísticos: modelos de lo hoyno decisorio. Consecuencias.2.1.2. científicos: modelos demétodo. Definidores de objetos for-males. Contenidos iniciales.2.1.3. filosófico-religiosos, inclui-dos textos sagrados: modelos defin y conducta.2.2. Un clásico político como Leninpuede ser las tres cosas, más 2que 1 [científico que artístico] ymás 3 que 2 [más filosófico-religio-so que científico] 3. El caso de Lenin3.1 Su repertorio está bastantesuperado.3.1.1. Por él mismo.3.1.2 Positivamente.3.1.3 Críticamente3.2 Su método es muy importante:la concreción práctica. 3.2.1. Con un punto crítico: el sen-tido de la importancia del poder.3.3. Su posición de fines es identi-ficadora. 3.3.1. Frente al reformismo. 3.3.2. Frente a ignorancia utópica.4.1. No hay que aferrarse al reper-torio leniniano.4.2. Ni hay que aceptar este anti-leninismo. 4.2.1. Porque se aferra al peorrepertorio: organización, etc.4.2.2 Y al punto más dudoso delmétodo: el poder.4.2.2.1. Encima, desnaturalizándo-lo. El actual antileninismo euroco-munista es la aceptación no ya delriesgo del poder revolucionario,sino del riesgo del poder burgués.4.3. En suma, ni tribunos, comodice el verso de la I [nternacional,pero siempre que sea en el espíritude ésta. No se puede lapidar al tri-buno de uno mismo mientras seayuda a entronizar al rey de losdemás.

Este coloquio de la conferencia

que Sacristán impartió en unas jornadasorganizadas por el CANC (ComitéAntinuclear de Catalunya) y por la Comisiónde Cultura de la Facultad de CienciasEconómicas de la Universidad de Barcelonaen marzo de 1980, es una nueva muestra desu temprano interés por temas de ecologis-mo político. Además, en mi opinión, se vier-ten en él opiniones de interés para la izquier-da transformadora de hoy. El texto de la con-ferencia fue publicado por vez primera en larevista del CANC, BIEN, nº 11-12-13, enjunio de 1980 y ha sido recogido en M.Sacristán, Pacifismo, ecología y política alter-nativa, op. cit. pp. 48-56. Enric Tello hahecho referencias a este coloquio en algu-nos de sus trabajos. Se reproduce aquí par-cialmente.

[Resumida la pregunta por el pro-pio MSL] Me pregunta que por qué no hehecho alusión a economistas marxistas. Diceque he citado a Samuelson, que he citado aotros economistas occidentales y a ningúneconomista marxista.

Seguramente porque es lo que unotiene más a mano, pero el cuadro entre eco-nomistas marxistas, por lo que se me alcanzahasta ahora, es muy parecido al cuadro entreeconomistas burgueses. De los materialesque llegan, por ejemplo, de la UniónSoviética (aunque no llega gran cosa sobreel asunto), se trasluce, como en los paísesburgueses, una pugna entre científicos, porun lado, y, por otro lado, una inclinación delpoder en favor de un pensamiento muy pocoecologista. O, por lo menos, para no exage-rar porque tampoco tengo tanta información,en el problema no ecológico en general sinonuclear en particular, en los poderes del Estehay también una inclinación clara por la solu-ción nuclear, con más peso incluso que enOccidente, donde hay un poco más margenpara la lucha en ese plano. Esto ha hechoque algunos filósofos marxistas antinuclearesy ecologistas, como, por ejemplo, Harich,estuviera lleno de esperanzas sobre lo quepudiera hacer el ecologismo en los paísescapitalistas y ha necesitado cuatro o cincomeses para empezar a rebajar sus esperan-zas y ahora anda por Austria muy deprimidosobre que aquí no hay revolución ecológico-social...

(Joan Martínez Alier) Está básica-mente de acuerdo, así que sería mejor que

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5. Esquema conferenciaNI TRIBUNOS

6. Fragmentos del coloquio de la conferen-cia “POR QUÉ FALTANECONOMISTAS ENEL MOVIMIENTO

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interviniera otro, pero en esta cuestión de las“inhibiciones metodológicas” cree que seestá perdiendo. A la lista de los economistasinteresados se podrían añadir la de NicholasGeorgescu-Roegen que ya hace casi diezaños criticaba la metodología de la economíadedicada a la asignación de recursos. Si unolee las revistas de economía actuales ahoraestán llenas de artículos sobre ese depreciohacia el tema de los recursos naturales, cuyadisponibilidad y cuya sustituibilidad se haignorado. Admite, concluyendo, que los eco-nomistas van a admitir algunos resultados dela ecología, van a cambiar su forma dehablar: de precios van a pasar a hablar deenergía. Otra cosa es su participación en elmovimiento ecologista, que no se limita ahacer cálculos energéticos sino que se mani-fiesta políticamente respecto a temas comoel de la energía nuclear.

El artículo de Boulding “La econo-mía de la futura nave espacial Tierra” se tra-dujo hace bastante tiempo pero yo no lo hevisto, de todas maneras, que en el ambientenuestro haya tenido mucho efecto y el librode Georgescu-Roegen [La ley de la entropíay el proceso económico], el que se refiere ala economía y a la segunda ley de la termodi-námica, es, por mi experiencia, menos leídoentre economistas de aquí. ¿Y tú piensasque ha conseguido séquito ese artículo?

¿Hablamos de los economistas deaquí o hablamos en general?

Sí, en general, claro. Hay más. Enese camino, la misma editorial que sacó ellibro de Georgescu-Roegen ha sacado elaño pasado un estudio de un ingeniero y uneconomista francés e italiano, intentandoargumentar una ley de rendimientos decre-cientes de la tecnología, que es todavía,digamos, desde el punto de vista de laabsorción de categorías ecológicas por unatemática económica, más radical. Yo querríaequivocarme pero me parece que hastaahora el impacto, como se suele decir, esdemasiado pequeño y, desde luego, desea-ría equivocarme.

Se le pregunta sobre la forma deinserción política del movimiento ecologistaen las democracias occidentales. Le cita elentonces reciente ejemplo francés de trans-formación del movimiento en partido.

A título muy hipotético y estandodel todo dispuesto a rectificar, lo que pienso,que ya he insinuado antes, es que el estadiodel movimiento ecologista es todavía tanvago, por un lado y, por otra parte, lo que élaporta esencialmente es tan nuevo quehabría que tocar varias teclas a la vez (...) noolvidar tampoco el trabajo político-culturaldentro de los movimientos y organizacionessociales que importan.

Esto con poquísimas limitaciones yno sólo en las organizaciones obreras. Laexistencia de corrientes ecologistas enambientes sumamente conservadores, como

es el caso de algunas zonas del ecologismofrancés y, sobre todo, del alemán, sugiereque ni siquiera se debería despreciar elhacer un trabajo ecologista en ambientesmuy burgueses; no porque crea que enambientes muy burgueses directamentepuede salir algo verdaderamente renovador,no, sino porque creo que estamos en unasituación que lo que reclama, lo que pide, esnutrir el caos, más que intentar clarificarloorganizativamente.

El caos en sentido griego, quierodecir, la masa de proto-ser, no quiero decir eldesorden necesariamente. Y, desde luego,no pienso que un caos mental ayudara. No,todo lo contrario, como he intentado argüir,pero sí que no hay que tener ninguna preo-cupación purista organizativa sino enriquece-dora y basta. Claro que es bueno poner elacento en este segundo plano de trabajo, eltrabajo dentro de organizaciones sociales yaexistentes. Vale la pena poner el acento enlas que ya, por otros conceptos y por su tra-dición, tengan un impulso renovador, decambio social. Sin duda. Pero sin despreciarlas demás, en mi opinión, sin despreciar, porejemplo, las motivaciones de tipo estético entoda esta problemática. Las que no son detipo biológico, ni político, ni económico, sinoestético. ¿Por qué despreciarlas? Es unbuen trabajo el que se puede hacer en lasescuelas de Bellas Artes.

Al respecto, por ejemplo, y por últi-mo, tampoco desecharía el trabajo políticodirecto como han hecho algunos ecologistasfranceses y alemanes. También en Alemaniahay ya una presencia en la Cámara deBremen, si no me equivoco, de ecologistasorganizados políticamente, en un sentido eti-mológico. La palabra “política” suscita amenudo reservas, pero es eso, es organizar-se socialmente para la acción.

Seguramente puede parecer unarespuesta muy ecléctica. Creo que el eclec-ticismo es obligado si es verdad que la faseen que estamos, para el movimiento ecolo-gista, es una fase de simple enriquecimientoy de presencia en la sociedad, de difusión enla sociedad. Si fuera otra la situación, noseguramente; el eclecticismo sería un viciomental, pero en la presente situación no melo parece, francamente.

Refiriéndose a los economistas detradición revolucionaria, pregunta si no esacaso la misma tradición marxista la que estáponiendo trabas, por la cortedad metodólo-gica de los economistas para incorporarse almovimiento ecologista. Concretamente, lateoría marxista del desarrollo de las fuerzasproductivas, la teoría marxista de la necesi-dad del trabajo, la teoría marxista del des-arrollismo hasta la transición al socialismo yal comunismo, ¿no son impedimentos paraque economistas de esta escuela se incor-poren al movimiento ecologista?

Yo creo que economistas de unacierta tradición marxista que ha tenido

mucho peso, la que viene de la vejez deEngels y la que se asocia a la II Internacional,sí, pero ni siquiera muy totalmente. La cues-tión de las fuerzas productivas, el esquemarevolucionario del Manifiesto Comunista, porejemplo, en mi opinión, ni siquiera cae deltodo dentro del capítulo de los trastos viejosdel marxismo. Me parece más caducada, porejemplo, la tesis de la caída tendencial de latasa de beneficio que el esquema sobre fuer-zas productivas. Mientras que lo de la caídatendencial -dicho sea pidiendo disculpas alos economistas; yo no lo soy, pero por lalectura de los economistas-, ahora ya no essusceptible siquiera de reformulación, sinomás bien digna de ser abandonada sin más,en cambio, la noción de fuerzas productivasme parece en la tradición marxista un pro-ducto intelectual importante, seguramentenecesitado de revisión, pero es un conceptoimportante. Me parece que con eso se haalcanzado una abstracción de cierta impor-tancia, para pensar en la vida del hombre, deesta especie, y de cualquier otra especie talvez en la tierra.

Debajo de todo esto, de estas doscosas que he dicho, está naturalmente, y noquiero esconderla, mi personal visión de quées el marxismo, que no tiene por qué sercompartida con otros que se considerentambién insertos en la misma tradición. Yoparto de la base de que Marx es un pensadormuerto el año 1883, es decir, dentro de nadahará un siglo. Por lo tanto, si lo que el hahecho es algo con importancia científicaentonces tiene que estar más o menos tanrevisado como lo que hayan hecho todos loscientíficos importantes muertos en 1883 -porejemplo, Maxwell- o que han trabajado en1883. Y si lo que él ha hecho no se puedetocar, refutar, rehacer, entonces es que notenía ningún valor, o tenía un valor artístico,nada más. No es que yo desprecie el valorartístico. También es una cosa importante deesa época, precisamente, de los añosochenta [del siglo XIX], las grandes produc-ciones, seguramente rebasadas, de los his-toriadores de la escuela positivista, y siguensiendo muy respetables, siguen siendo histo-riadores clásicos. Seguramente nadie va aleer hoy literalmente a Ranke o a Burckhardt,pero siguen siendo grandes historiadores dela misma época.

Me parece que en Marx hay más,me parece que en Marx hay el origen de unatradición y, en mi opinión, el marxismo vivo esuna tradición, no una teoría, no una cienciacomo se suele decir, pero es obvio que nadietiene por qué estar de acuerdo con esto quehe dicho aunque se considere marxista porsu cuenta. Y como tradición me parece unatradición muy potente, dotada de un troncode pensamiento transformador de los másclaros de la historia del pensamiento y capaz,naturalmente, de muchas líneas, como todatradición. A mí lo que ha hecho Marx meparece más bien un acto fundador de crea-ción de cultura que una creación de un siste-

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ma científico. Dicho así para el léxico de jóve-nes intelectuales españoles, sobre todo bar-celoneses, de estos años: se coge mi visióndel marxismo, se la vuelve del revés y sale lade Althusser.

Un economista pregunta por lasrelaciones entre el movimiento ecologista y elpoder, y por otra parte, por el instrumentalcientífico del movimiento. ¿El movimientopuede hacer algo si no se transforma lasociedad en el punto crucial del poder?

No estoy muy seguro de entenderla segunda parte de la pregunta. Por lo tanto,discutimos un poco la primera pregunta yluego, si me haces el favor, me repites lasegunda y la aclaramos más.

Yo también creo que un dato esen-cial de la situación del movimiento ecologis-ta es la impotencia, la impotencia material,política. Es una impotencia verdaderamentemuy grave porque lo más fuerte que haydetrás del antiecologismo es el militarismo;incluso lo más fuerte que hay detrás del mitodel crecimiento sin reservas, por lo menos enel mundo de la segunda postguerra de estesiglo, es el rearme. Cuando se sigue muchola discusión sobre problemas ecológicos -por ejemplo, los nucleares-, lo que al finalsale es un Estado Mayor; seguramente no elespañol, que en eso poco tiene que tocar,pero sí los otros: el americano, el ruso, el ale-mán, el inglés, el francés, los que sí tienenque ver con el asunto de verdad.

De modo que se trata realmentede una impotencia muy fuerte, muy intensa, yque tiene en el núcleo del contrincante elarma atómica; en última instancia, a través demuchísimas gradaciones, pero lo último quehay es eso, el arma atómica y muchas otras.Pocas cosas pueden repugnar tanto a unecologista como el armamento biológico, porejemplo, o la utilización militar de la ingenie-ría genética, que los especialistas dicen quedecir eso es, pues, una utopía, que no haypor qué hablar de eso, que se está a años luzde una posibilidad semejante. Estoy dispues-to a creeerlos, pero con la imaginación esoya se ha pensado, aunque todavía no puedaser un arma. Y así tantas otras cosas que sonfundamentalmente incompatibles con unpensamiento ecologista y son, por otra parte,el último núcleo, más central y fuerte, delpensamiento militarista moderno.

Se le pregunta algo así como“¿Deberían los ecologistas dominar la socie-dad en el plano político?”

“Dominar” no sé si es buena pala-bra, aunque, efectivamente, no hay por quécreer ni cargar a la palabra “poder”, que tienever con la palabra “fuerza” y con la idea decapacidad, de connotaciones sólo negativas.Pero sí, yo estoy de acuerdo que no sepuede ignorar ese problema en un plano teó-rico como, desgraciadamente, se tiende amenudo a ignorar, un ejemplo que Harich,que es un hombre muy autoritario, saca siem-

pre a relucir, porque es el mejor para él. Lamayoría de los ecologistas, salvo pocasexcepciones, somos partidarios de la peque-ña comunidad y en general de la pequeñez,que decía Schumacher -lo pequeño es her-moso-, por muchas razones, entre otras porla política energética. No hace falta que meextienda sobre esto. Pero a menudo muchosecologistas cometen el error de no recono-cer que eso lleva implícito un problema, asaber: la protección ecologista de los gran-des espacios y de las grandes entidades pla-netarias, como el océano, que es el granargumento de Harich, y hay ver qué soluciónpuede tener, federativa o como sea. Ustedme dice: vamos creando comunas, ¿y cómoprotege el Atlántico? Eso está lleno de pro-blemas políticos, sin ninguna duda. Deacuerdo, pero en estas cosas hay que sercomo la vieja frase de Romain Rolland, querepetía Gramsci: hay que reconocerlo conpesimismo intelectual y reaccionar con opti-mismo de la voluntad, a menos de apagar eirse.

La segunda pregunta no la habíaentendido bien. Por qué no intentamos acla-rarla un poco.

Sostiene que ya está contenida enla primera parte. En ausencia de poder paratransformar la sociedad, ¿cómo se puedentener técnicas para reconvertir esto?

El problema de las técnicas noparece grave en absoluto. El problema delpoder se plantea de un modo todavía máscrudo al movimiento ecologista, porque noes una cuestión de técnicas. Incluso en elpunto mas difícil, o uno de los dos más difíci-les, el punto energético, la cosa parece sal-vada.

Yo estoy dispuesto a rectificarme.Tampoco soy ingeniero, soy un ignoranteque académicamente se llama filósofo, y, porlo tanto, estoy dispuesto a rectificar inmedia-tamente, pero todo hace pensar que el pro-blema no son las técnicas. Por ejemplo, en elProjet Alter de los franceses no hay proble-ma tecnológico para suministrar esas mega-toneladas. El problema es la transición. En elcaso del último proyecto de Commoner[Barry] de este año -que es de su equipo, noes de él personalmente-, no les preocupa enabsoluto el problema una vez que se tenga laposibilidad de desarrollar el plan, les preocu-pa la transición.

No es un problema técnico, es unproblema político la verdad, pero político nosólo quiere decir poder central. Quiere decirtodos los poderes de la sociedad, empezan-do por la capacidad individual de los indivi-duos, que es la raíz de todo poder; o que, porlo menos, si es la raíz de todo poder, hayesperanzas.

Se le pregunta sobre las relacionesentre ecologismo y otros movimientos socia-les, y sobre la parcialidad del movimiento.Este último punto lo ilustra asÍ: los ecologis-

tas franceses con su lucha tal vez consiganque las centrales francesas se trasladen aEspaña o a África; puede tenerse éxito par-cial y fracaso global.

A mí parece que cada vez ganamás terreno en el ecologismo, como meparece que tú mismo has insinuado, la cons-ciencia de que un programa ecologista enserio tiene que ser un programa socialmenterevolucionario, lo que ocurre es que revolu-cionario me parece a mí que en este casopuede querer decir, por lo menos, tres cosaso tres grandes familias de soluciones. Hayuna, que es en la que tú estás pensando, quese injerta muy bien en la tradición comunistarevisándola (comunista en un sentido muygeneral, comunista y anarquista, lo que en elsiglo pasado se llamaba socialismo, queincluía también el anarquismo). Luego hay,en cambio, dos soluciones autoritarias, queno me parecen absurdas, que se puedenimaginar también, aunque yo sea partidariode esta primera [de la de la tradición comu-nista revisada].

Una es, digamos, un autoritarismode izquierdas, a lo Harich, que es el que lo haformulado explícitamente, que recogiera delas tradiciones socialistas y anarquistas delXIX en ese sentido general, que recogiera deesa tradición muchos elementos, como, porejemplo, la admisión de muchas zonas deautonomía local, muchas agregacionessociales pequeñas, comunas digamos, pero,en cambio, organizar todo eso bajo unaférrea autoridad, delimitando los campos deautonomía. Y luego hay una posible soluciónde autoritarismo ecologista conservador oreaccionario, que tiene también su teórico, yademás valioso, este señor Grühl, que era undemócrata-cristiano de derechas y abando-nó su partido para hacer esta propuesta deecología reaccionaria y también autoritaria,que enlazaría no con tradiciones socialistas,como en los dos casos anteriores, sino entradiciones antiliberales. Imaginemos en estepaís un carlismo, no como el actual, sinocomo el carlismo anterior, hasta la guerracivil, y que pudiera injertarse en eso, a basede un autoritarismo, a la vez, en la cúspide,en el centro del Estado, y también en la jerar-quización de las pequeñas agregacionessociales, con familia patriarcal, aldea regidaautoritariamente por quien fuera. Y así hastael rey.

Si descargamos a la palabra “revo-lución” de nuestras preferencias personales,las tres soluciones son revolucionarias y, queyo conozca, no existe ninguna solución eco-lógica no revolucionaria, lo que pasa es que“revolucionaria”, admito, también puede que-rer decir reaccionaria tal como hoy están hoylas cosas. No sé si sería viable, esta es otracuestión, pero en la situación magmática yun poco caótica en que está hoy la realidadecologista esas tres cosas se vislumbran, yse vislumbran con enorme confusión. En unaasamblea celebrada en Alemania occidentaleste mismo mes, si no me equivoco, para

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constituir el partido ecologista alemán, hanestado presentes Grühl, que es este autorde este proyecto ecologista autoritario yreaccionario, tradicionalista; los ecologistaspuros, sin tradición política, y luego las variastradiciones de ecologismo de izquierda,anarquistas, las varias corrientes marxistas,Bahro, por ejemplo. También estaban losgrupos maoístas. Estaba todo eso en aquellaconfusión. Lo único que no había, ¿qué era?.Gente dispuesta a seguir con la sociedad yel Estado alemanes occidentales tal comohoy son. En ese sentido, si no queréis llamar-los revolucionarios, digamos, subversivoseran todos, incluido Grühl, incluido el carlis-ta, digamos.

Se le pregunta en torno al tema delcrecimiento cero.

En los términos en que lo podamosplantear tú y yo, no digo que valga paratodos los presentes, que no los conozco atodos pero a ti sí, lo deseable para mi sería:economistas comunistas y ecologistas queredifinieran crecimiento. Ésta sería la línea deinvestigación que me interesaría. Como seestá usando ahora la palabra “crecimiento”,no, no me atrevo a opinar salvo en casos par-ticulares. Pues no me interesa que siga cre-ciendo en un país, incluso como éste, no veorazones evidentes para interesarme por elcrecimiento de magnitudes macroeconómi-cas de las habituales, el PNB o cosas así.Tampoco me interesa, ni para aquí ni para laIndia, un crecimiento demográfico, por ejem-plo. Cosas así de modestas sé decirlas peroplanteado el problema en su integridad meparece que lo que hay que contestar es queestá haciendo falta una redefinición con con-tenido ecologista y revolucionario de creci-miento.

¿Con disminución de la renta?De todo evidencia. No hay otro salida.

Éste es el problema de un econo-mista de izquierda. ¿Qué puede hacer?

En primer lugar, no puede tampocoaumentar el PNB él y, en segundo lugar,desgraciadamente, tampoco puede impedirla destrucción de la Naturaleza. Quiero decir,que no me puedes objetar con un argumen-to de impotencia, de imposibilidad, que yareconozco de salida, porque el mismo argu-mento afecta a las otras posiciones.Tampoco pueden hacer la revolución con unaumento incesante del PNB.

Le pregunta en torno a la aparentecontradicción entre el tema de las comunida-des pequeñas y el carácter mastodóntico delenemigo a batir. Sugiere esta línea de disolu-ción de la contradicción: que el ecologismose presente en la sociedad para que el suje-to revolucionario acepte sus planteamientos.Sin instrumentos políticos adecuados (lucharevolucionaria armada), el ecologismo sepuede quedar en agua de borrajas.

Recomienda cautela y sencillez al movimien-to ecologista. Insiste en el tema de los instru-mentos de lucha: sin lucha armada no hayrevolución. Esas, las ecológicas, son siacaso ideas útiles, pero nada más.

Éste, que es el célebre problemade la eficacia revolucionaria, es un problemaque se tiene que tratar respetuosamente y,desde luego, admito que en lo que tú hasdicho hay muchas cosas plausibles, pero hayque añadirle algunas que me hacen discre-par tendencialmente de tu planteamiento,aún admitiendo muchas cosas.

Lo que admito es que, yo mismo lohe dicho antes, el problema fundamental esel problema del poder hasta el punto de queuna de las tres causas que he dado de lasituación que registraba en mi intervenciónera eso, el poder. En la tradición marxista, ala que me parece que pertenecemos los dos,era corriente, por lo menos en ambientes dediscusión -así, como se suele decir- de mar-xismo vulgar, añadir a un discurso como eltuyo: “y la prueba es que el anarquismonunca consiguió nada”. Lo que pasa es queestas alturas habría que añadir: “y la contra-prueba es que nosotros tampoco”.

Parece claro. Tampoco la tradiciónmarxista ha conseguido nada, nada en esesentido trascendental de mutación total, por-que claro que en otros campos sí.Anarquistas y marxistas han conseguidocosas, y sin ninguna duda la situación de lasclases trabajadoras en el mundo industrial nosería ni siquiera higiénicamente la que es sinesa tradición. Pero lo sustancial, el cambiode mundo que se esperaba, no se ha produ-cido, tanto cuidando la eficacia como descui-dándola; quiero decir, si me permites la frasealgo provocativa, que la eficacia ha sido tanineficaz como la ineficacia, igual. Ha habidocambios técnicos en la detentación delpoder y nada más. Con gran desesperaciónde los más clarividentes protagonistas delcambio. Sería hora de decir, de una vez, queLenin ha muerto deprimido, convencido dehaberlo hecho mal y de que todo había fraca-sado, y en presa a una gran depresión.

Eso es lo primero que habría queobjetar a la línea del pensamiento de la efica-cia de la que tú has partido, pero, en el caso,además, de los conocimientos que están enla base del movimiento ecologista probable-mente habría que añadir una reflexión positi-va, no así siniestra como la que acabo dehacer, sino positiva, que es que en el ecolo-gismo hay, por confuso que sea, un conoci-miento nuevo, que en parte es experiencia delos fracasos de cambio de mundo anterior.Cuando la gente que tenemos conviccionesecologistas propugnamos lo pequeño, pordecirlo de la manera más cursi si quieres, laspequeñas agregaciones, no estamos pen-sando sólo a lo Gramsci, y eso es ya impor-tante, que esa es ya una manera de cubrir elplaneta, empezar por las moléculas, sino queademás estamos pensando que hay que evi-tar que la dinámica de las grandes agrega-

ciones vuelva a hacer lo que está haciendohasta ahora con la individualidad. Es decir,hay además una afirmación positiva, que essustancial, la de que la pequeña agregaciónes un tipo de cultura que preferimos a la vistade lo que está pensando con las grandesagregaciones, por lo menos directas, indirec-tas, mediadas es ya otra cosa. Se puedetener también un pensamiento, a la vez, par-tidario de la pequeña agregación y federal.Esto en la misma tradición marxista hay unejemplo claro: la idea trotskista de federa-ción mundial, tal como Trotski la trabajó. Yhay además un principio de método: inclusoen el plano técnico la toma del podermediante la eficaz acción de grandes organi-zaciones dedicadas a eso ha dado un saldoque no podemos considerar positivo y queinvita, por consiguiente, a profundizar en eltrabajo que he venido llamando molecular. Sies necesario, incurrir en el riesgo de la apa-rente inutilidad del trabajo testimonial, de lapequeña comuna agrícola o artesanal queestá aislada a 80 o 90 km. del simpatizantemás próximo, y que a lo mejor al cabo de dosaños tiene que capitular por un invierno par-ticularmente duro y falta de técnicas. Inclusoeso es bueno, seguro, como forma de vidafrente a las grandes organizaciones políticasy, además, probablemente también, a la vistadel fruto de otras técnicas de transforma-ción, tal vez también sea bueno como méto-do de transformación.

Siguiendo este hilo de pensamien-to, entonces uno tiene que confesar la exis-tencia de precedentes que también han fra-casado. No hay duda. Por ejemplo, uno ymuy señalado, Gandhi. Gandhi es segura-mente un hombre cuyo pensamiento hay quereconsiderar, reconociendo que no es menorel fracaso de Gandhi que el fracaso de Lenin.Cada uno por su lado, ha fracasado casi conla misma integridad. Pero dado que ésa es laposición de todos, vale la pena tenerlos atodos en consideración y, en definitiva, noconsiderar que el trabajo a pequeña escalaes sólo un refugio, es también una afirma-ción.

Esto es lo que pensamos muchos.Parece que habría varios aquí que apoyaríanesto porque procedemos más o menos delmismo ambiente. Esto no quita la gran plau-sibilidad, la evidencia de lo que tú has dicho.El problema fundamental es del poder; deacuerdo, es el decisivo.

(Sigue el mismo interlocutor): Aunreconociendo que en la historia esa eficaciano ha triunfado, sugiere que la actual situa-ción del poder exige al revolucionario unarespuesta de ese jaez. Admite el tic del usodel término “eficacia”.

Sería insensato, hablando ahora noen polémica contigo sino en general, claroque sería insensato despreciar el realismo dela eficacia, por así decirlo, el realismo estric-to para la organización de la lucha de toda latradición, no ya sólo marxista, sino leninista

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en particular. Eso sería también insensato.De lo que se trata es de no perder ningúnbagaje cultural, mientras que lo que hacaracterizado a una tradición como esa,hasta ahora, ha sido la pérdida de las demásriquezas, el no fijarse en ellas.

No hay apenas duda de que uno delos sucesos de mayor trascendencia políticadurante los primeros años de la “transiciónpolítica” fue el intento de golpe de estadofascista del 23 de febrero de 1981. Pocos

días después de la intentona, se convocó enel CTD (Centre de Treball i Documentació)de Barcelona un debate sobre la situaciónpolítica post-golpe en el que participóManuel Sacristán. El texto siguiente es latranscripción de su intervención inicial, asícomo de sus comentarios en el coloquio.

Yo he asistido ya a varias discusio-nes sobre el golpe del 23 de febrero y he dedecir que todas son bastante deprimentes.La que tuvimos el sábado por la mañana, enun círculo de amigos que hacemos una revis-ta [mientras tanto], fue calificada con muchoacierto (más que con sentido del humor aun-que tiene bastante), por uno de nuestrosamigos, por Víctor Ríos, como una coordina-dora de angustias. Y, efectivamente, es loque ocurre en estas reuniones sobre elgolpe. En ellas solemos intervenir gente sinpartido y algunos de partido. La gente sinpartido, por regla general, solemos ponernosanalíticos. Como en realidad ya recibimosnuestro merecido hace años (a saber, yasufrimos bastante trauma el día que salimosde nuestros partidos al cabo de más omenos decenios de estar en ellos), pareceque hayamos desarrollado una cierta capaci-dad estoica de ir analizando lo mal quevamos desde siempre. Los que representanpartidos en esas reuniones suelen intentarechar al asunto un poco de euforia, queresulta tan increíble que al público todavía ledetiene más que el análisis pesimista de lossin partidos. Sospecho que la reunión deesta noche va a ser igual de deprimente quetodas. Razón por la cual tengo cierto resenti-miento contra el Centre (CTD) y contra mímismo por habernos convocado aquí a sufrirdurante un par de horas más, además de lasvarias que vamos sufriendo en estas reunio-nes.

Diréis, ¿por qué has venido, porqué he venido con esa convicción? Pormodestia, porque tengo la esperanza de versi me equivoco y llevan razón la comisióndirectiva del Centre de Treball cuando pien-

sa que lo que hay que hacer es insistirmucho, hacer varias sesiones, seguir hablan-do de esto. A lo mejor es verdad, a lo mejorestas coordinadoras de angustias refuerzanuna cierta voluntad de resistencia. Vamos aver.

En todo caso, he venido a decirmuy pocas palabras de entrada; si hay discu-sión ya veremos si resulta más deprimente omás eufórica. Y algunas de las pocas pala-bras que quería decir además están yadichas. Sobre todo las palabras de partida:el golpe, llegue o no a ser lo que Pep Subirósacaba de llamar golpe blando logrado, por lomenos es evidente que refuerza la derechiza-ción del país. Como está a la vista de todo elmundo, no pienso haceros gastar un minutomás en ello.

Vale la pena recordar que en mediode esa derechización, los partidos de laizquierda parlamentaria se echan resuelta-mente a la derecha. La verdad es que no lodigo por interés en criticarlos, que a estasalturas es ya materia demasiado digerida.¡Para qué vamos a ponernos ahora a criticarrecientes tomas de posición! No vale lapena. Más interés tiene darse cuenta de lahonrada convicción con que lo hacen. Por lomenos las declaraciones que yo he leídohasta ahora, a mí me dejan poca duda -ya mediréis si pensáis que me equivoco- acerca deque no se trata de oportunismo en un senti-do trivial, sino de oportunismo en un sentidomuy profundo; es decir, están completamen-te convencidos de que hacen lo que tienenque hacer al capitular integralmente, al pre-sentar una capitulación total, no ya sólo acer-ca de lo que se ve - que lo que se ve es fun-damentalmente el problema de las autonomí-as y el problema de los derechos individua-les-, sino, recordarlo, sobre aquello de lo cualya ni se habla, a saber, que los partidos de laizquierda parlamentaria eran partidos delcambio social, eran partidos en cuya tradi-ción y en cuya ideología estaba inscrito elcambio social al que, normalmente, en épo-cas con menos pudor y con menos desastre,llamábamos “revolución” (Pero no voy aseguir poniéndome camp; después de haberusado la palabra “revolución” por una vez,basta).

La gran convicción con que seechan a la derecha tiene mucho que ver,creo yo, no sólo con la situación nacional,nacional española, estatal quiero decir, sinotambién con la situación internacional, con elmundo de los Estados. Cuando uno dice, ocuando un dirigente de esos partidos, eneste caso Santiago Carrillo (como no lo men-ciono con ningunas ganas de ofender, sinosimplemente de mencionar, no tengo porqué ocultar el nombre), cuando insiste enque no hay más política que la que él hace,hay que reconocer que está diciendo unacosa que, sea toda o parte de la verdad, espor lo menos demasiado impresionante, por-que ninguno de nosotros sabríamos oponer -esto es verdad, como él insiste mucho- una

política práctica, para realizar mañana, conimplicaciones parlamentarias y en el ámbitode poderes centrales o territoriales o que losenglobara todos, distinta de la que hace. Elproblema es entonces qué ocurre con la tra-dición del cambio social, con la tradiciónrevolucionaria de la izquierda social, que esel asunto al que me quería referir en estospocos minutos en que voy a usar la palabra.

La verdad es que la primera impre-sión que uno tiene es que en estos momen-tos el cambio social está en manos de lasfuerzas objetivas y subjetivas que dominan lacrisis. Quiere decirse: empieza a dar la sen-sación, incluso a escala mundial y no sóloespañola, que quien está dominando el cam-bio social que se avecina son las viejas cla-ses dominantes, en una recomposición inte-resante, en la que los ejércitos tienen muchamás importancia que antes, como lo sugierela nueva política norteamericana, por ejem-plo, o el hecho recientemente revelado deque contra lo que se creía también el ejérci-to federal alemán tiene entre sus activos undespliegue nuclear ya hoy, a pesar de queoficialmente todavía es un ejército desnucle-arizado. Con esta novedad, de que en larecomposición de las clases dominantes elfactor militar juega un papel directamentepolítico que tal vez no jugaba hasta ahora, sepuede decir que es el viejo conjunto de cla-ses dominantes el que está gestionando elcambio social que viene a través de larecomposición del capital fijo, de la divisióninternacional del trabajo, de cosas como lagran ofensiva nuclear que estamos viviendootra vez después de unos años en que estu-vo en sordina para hacer frente a la resisten-cia popular, las otras revoluciones tecnológi-cas, el paso de industrias ligeras a la perife-ria imperial, en fin, todas estas cosas que noes cuestión de intentar detallar ahora sinoque sería más propio de un análisis económi-co con detalle que yo no puedo hacer, puesbien, digo que da la impresión de que elcambio social está integralmente en manosde estas fuerzas, fuerzas en sentido objetivo-esas nuevas características de recomposi-ción de la división internacional del trabajo- yfuerzas en sentido subjetivo, es decir, las vie-jas clases dominantes con un nuevo ascensode los ejércitos en ellas.

Entonces, en mi opinión, de esaperspectiva tan desfavorable hay que arran-car, de esa ambiente internacional y españolhostil a las motivaciones de la izquierdasocial. Por lo tanto, hay que arrancar, partien-do de la convicción de que lo que nos espe-ra es una larga travesía en el desierto.Seguramente me ayuda en eso la edad: yano tengo pelos en la lengua y estaría dis-puesto a decir que empieza a ser razonablepensar que la gente de la izquierda social demi generación no vamos a ver ya un cambiopositivo. Hasta ese punto creo que vale lapena convencerse, al menos subjetivamente,para estar preparados. Yo creo que la gentede mi edad, de aquí hasta su muerte, vamos

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a estar en esta situación de derrota, conmayores o menores cambios, y que es lagente más joven la que acaso pueda pensaren otra cosa. Pero para que la gente másjoven pueda pensar en otra cosa me pareceabsolutamente necesario admitir, como dijoLukács poco antes de morir por cierto, quehay que partir como si estuviéramos en 1845o 1846, y eso quiere decir muchas cosasnegativas y también positivas. Hay queempezar por una autoafirmación moral.Saber que en medio de esta espantosaderrota material, de todos modos, lo queofrecen quienes están rigiendo el cambiosocial en estos momentos, no es más que laexacerbación de los horrores que estamosviendo, la exacerbación del hambre en el ter-cer mundo, del desarrollo de tecnologíasdestructoras del planeta, etc, sin olvidar elpunto del etcétera que más importa, a saber,la amenaza de guerra.

Los únicos valores positivos siguenestando donde estaban, en esa izquierdasocial por derrotada que esté. Desde esosvalores hay que volver a empezar otra vezcomo si hubiéramos perdido, que de hechola hemos perdido (disculparme la brutalidadde viejo con la que he decidido hablar estanoche aunque sea brevemente), comohemos perdido lo que empezó en 1848. Sise tiene en cuenta que el único lugar dondehay en estos momentos en Europa un movi-miento obrero importante [“Solidaridad”,Lech Walesa] es Polonia, está dicho todo. Elúnico movimiento obrero importante del con-tinente en estos momentos es un movimien-to que se levanta contra las versiones tópi-cas, triviales, de lo que empezó en 1848como una esperanza. Reconocer este hechocon los dos ojos es darse cuenta de dóndehay que empezar.

El lado positivo de todo esto seríaque si hay que empezar como en 1847entonces habría que empezar como si noestuviéramos divididos en las distintascorrientes del movimiento de renovaciónsocial, como si todos fuéramos socialistas,comunistas y anarquistas, sin prejuiciosentre nosotros, volviendo a empezar denuevo, a replantearnos cómo son las cosas,en qué puede consistir ahora el cambio, y,sobre todo, al servicio de qué valores, admi-tiendo de una vez que lo que hay en medio lohemos perdido.

De aquí me saldría, si me permitísdar un último salto de un minuto a la actuali-dad inmediata, una receta, efectivamente,aunque sea vergonzoso usar la palabra“receta”, pero es así, me saldría la recetasiguiente: ¿qué podemos hacer ahora y aquíen un plano que no sea sólo sea el funda-mental al que me acabo de referir de la rea-firmación moral y cultural (la palabra “cultu-ral” la ha usado varias veces, con intenciónque yo comparto, Pep Subirós)? ¿qué pode-mos hacer además? Creo que lo primeroque podemos hacer es pedir urgentemente alos partidos de la izquierda social extraparla-

mentaria [MC, PTE, ORT, LC. LCR] que sefusionen, que se dejen de historias, de que siunos son trotskistas y otros son lo que sean,y que intenten incluso la fusión también conlas juventudes libertarias, que se acabe lahistoria de los grupúsculos y volvamos aempezar desde antes de 1848, a ver quéconseguimos hacer. Y si esto no pasa,entonces habrá que decir que la única posi-bilidad política de apoyo, de refuerzo de lalucha cultural y moral, sería hacer entrismo,por decirlo con la vieja palabra trotskista, vol-ver otra vez todos a las grandes organizacio-nes de masas, con un sano escepticismopero con mucha pasión, para intentar desdeellas algún cambio.

Lo fundamental de todos modos,repito, es saber, para no entrar en desespe-raciones fuera de lugar, que como digo, aun-que el cambio previsible esté en manos delas clases dominantes existentes hastaahora, ellas no ofrecen ningún nuevo valor,los valores serios para una convivenciasocial, humana, moral, siguen estando en laizquierda. De ese arranque de rearme moralcreo que hay que partir sin que ello quieradecir que desprecie la receta que he dichoantes, de urgir a las fuerzas que existen en laizquierda social a que se fusionen, a que denpie, a que intenten apoyar orgánicamente elrenacimiento del movimiento.

Coloquio.Muy lejos de mi el meterme a maes-

tro ciruela. Quiero decir, yo no comparto elcapricho, muy frecuente entre intelectuales,de considerar que lo bueno es no estar en unpartido. Todo lo contrario. Yo siempre heconsiderado que es una desgracia. Tambiénme parecen muy impertinentes y no aprecionada la gente que se levanta desde fuera delos partidos a darles consejos.

En cambio... perdón, todavía másreconocimientos. Creo que llevas mucharazón cuando dices que la fusión del PTE yde la ORT ha sido para restar en vez de parasumar. Sin duda. Lo que yo quiero decir,expresándolo como un deseo y sin la petu-lancia y la impertinencia de que sea un con-sejo, era una receta. Algo para tener a la vistay que se podría hacer, en estos momentos,es que probablemente una de las tareas másfecundas de los partidos extraparlamentarios-extraparlamentarios o también sectores quesean verdaderamente revolucionarios de par-tidos parlamentarios, lo mismo me da, eneste momento no quiero hacer ninguna divi-sión sectaria-, sería preparar el terreno paraun tipo de unidad que partiera de la base deuna gran seguridad cultural, o moral, como loqueráis decir, a través de la cual se superarael sentimiento de inferioridad, al que tambiénse refería Pep Subirós, producido por lalarga derrota a la que tú [Ignasi Álvarez, diri-gente del MC] también te has referido, querecuperando entonces una moral alta sobrela base de una recuperación, de una nuevatoma de conciencia, de la calidad cultural y

de la propuesta de futuro que subyacedesde siempre en la izquierda social, busca-ra una nueva forma de unión, no una fusiónentre partidos con las características tradi-cionales.

Es muy posible que vosotros, losdel MC [Movimiento Comunista] -en algunaépoca por lo menos, no sé si ahora-, hayáisestado, visto desde fuera, particularmentebien situados para eso, porque no os atabaninguna de las grandes tradiciones que pue-den determinar patriotismos de partido en elresto de la izquierda marxista. Las franjasrevolucionarias del PSUC o del PCE estánmás o menos vinculados psicológicamentepor la herencia de la III Internacional, loscamaradas de LCR por la tendencia de la IV,vosotros teníais una posición ligeramenteprotagonista y por eso no te negaré que alverte aquí me ha parecido más seguro toda-vía lo que iba a decir del asunto, pero no conningún ánimo de impertinente consejo, sinocomo reconocimiento o expresión de la con-vicción de que algo nuevo hay que hacer, sime permitís hablar así de vagamente.

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En RUB-FMSL, puede verse este comentariode Sacristán a una obra de Eliseo Bayo.Creemos que el papel es inédito. Sin fecha,acaso esté escrito a mediados de los seten-ta.

Hay secretos de familia para cono-cer los cuales es necesario vincularse a lafamilia misma, dice Eliseo Bayo, “de tal suer-te que, una vez logrados, ya no sirve paranada haberlos descubierto". La campaña, yaduradera, de Eliseo Bayo podría refutar eseposo de sabiduría de la vida, o bien obligar aentenderlo de otra manera. Pues en losescritos de E.B. se descubren bastantessecretos de las clases explotadas hispánicas-en particular de varias capas y grupos obre-ros-, y ahora ya también de grupos trabaja-dores de otra procedencia, a menudo de unmodo lo suficientemente concreto y directocomo para que el lector tenga que suponeralguna vinculación del autor con la gran fami-lia muchas de cuyas ramas visita: y, sinembargo, la presentación de los secretosfamiliares de mineros y peones de la cons-trucción, soldadores y montadores, brace-ros, pescadores, leñadores, etc. en las pági-nas de E. B. sirve realmente para mucho.Sirve para dar concreción de individualidad alo que, en el mejor de los casos, el lectorconocía como cifra.

Puesto que uno tiene derecho adecir del todo su opinión cuando se la piden-y éste es el caso aquí-, añadiré que la eficazutilidad de los textos de E. B. me parecemáxima cuando más periodísticos son éstos,cuanto más se alejan de modelos literariosartísticos. En los artículos de E. B. se puedenotar la atracción de dos polos: la narraciónartística, el cuento, a veces muy bonito yconseguido, como en la historia del patrónde pesca Ceferino, que se encuentra al finaldel volumen; y la lisa información - lisa, perocon vínculos de familia- sobre las clases tra-bajadoras del país. Puede ser, simplemente,cansancio y, sobre todo, antipatía a la utiliza-ción literaria sin anonimato del hecho de la

explotación de clase. Pueden actuar tambiénmotivaciones precisamente literarias. El casoes que, sea por lo que sea, creo que los lec-tores hemos de agradecer más la informa-ción que E. B. nos da sobre los resinerossegovianos, por ejemplo, que el excelentecuento, ya aludido, de Ceferino el patrón dealtura, aunque acaso sean estas páginas lasque más hayan de apreciarse desde el puntode vista de la crítica literaria.

El valor informativo de los escritosde E. B. es esencialmente periodístico: estostextos dan lo que no puede comunicar el dis-curso científico, porque la infinidad de lasmediaciones haría inviable la exposición: danla cotidianidad de la vida trabajadora en unaparte considerable de su espesor material.Éste es un enriquecimiento importante enuna época que, turbada por el retraso de

revoluciones político-sociales que han madu-rado hace ya tiempo, no parece encontrar lasíntesis de la abstracción con los datos.Precisamente porque ese valor es el másesencial al trabajo de E. B. le son, comoqueda dicho, perjudiciales los modelos lite-rarios. El vicio informativo más grave de laliteratura artística realista fue -o es- probable-mente la tentación pintoresquista, por másinconsciente que ésta sea en un escritor dela segunda mitad del siglo. Es posible quehaya un resto de ese vicio en los textos deBayo. Pero su presencia principal es, en miopinión, paradójicamente negativa: se tradu-ce por un hueco relativo: el trabajo en la granindustria está insuficientemente representa-do en la obra de E.B. y es la deuda principalque tiene con sus lectores.

¿Quiénes será éstos? Los de laliteratura realista artística fueron los mismosintelectuales que E. B. ha visto conmoverseoyendo flamenco de verdad por el lado delBesós y subrayando luego la catarsis subur-bial con ese ruido húmero y sordo, tan carac-terístico de la época, que hacen las puertasde los automóviles al ser cerradas de golpe.Es de esperar que los lectores de E. B. seanmás. Pero se puede dar por seguro que novan a ser los mismos. La traducción ingenuade las hablas populares a un neutro castella-no común -operación que E. B. practica contoda la inocencia que procuran unos objeti-vos claros- hace que estos textos sean pocoatractivos para literatos. En contrapartida,ese mismo rasgo podría permitir que los artí-culos de E B. mediaran información y, por lotanto, consciencia entre los protagonistas delos varios reportajes. En cualquier caso, elelemento traducción -traducción de lo quedicen tales o cuales grupos de trabajadoresa una lengua común del trabajo- pareceesencial a los textos de E. B. No se puededecir que la misión traductora cumplida porE. B. cuente con instrumentos ya perfectos osuficientes. Pero el haberse propuesto esatarea y el irla realizando con los medios dis-ponibles día tras día es un acierto que ayudaa comprender el valor de este reportaje deverdades básicas, decir las cuales no sirvepara estimar cuanto vale un escritor, sinopara enterarse de quién es.

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V. Crítica literaria,colaboraciones editoriales

1. Sobre ELISEO BAYO

Selección de proyectos editoriales en los queparticipó M.S.L.

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En 1966, Sacristán tradujo, para Seix yBarral, Crítica del gusto. Él es también elautor de la contraportada del volumen.

Galvano della Volpe nació en Imota(Bolonia), el 24-IX-1895. Sus principalesobra son: La filosofía dell´esperiencia diDavide Hume (1933-1935); Eckhart o dellafilosofía mistica (1930-1952); Logica comoscienza positiva (1950-1956); Rousseau eMarx e altri saggi di critica materialista(1957-1962).

La Crítica del Gusto del profesorde Historia de la Filosofía de la Universidadde Messina, Galvano della Volpe es antetodo un intento de reorientación radical de laestética y la teoría del arte marxistas. En vezde reaccionar a la crisis del zhdanovismomediante una reformulación más prudentede las implicaciones teóricas e historiográfi-cas de la doctrina del “realismo socialista”,como lo intenta el Lukács de 1956 y añosposteriores, Della Volpe, libre de todo condi-cionamiento directo por el pensamiento deHegel, prefiere replantear el problema desdela raíz, con un punto de partida nada especu-lativo -ni menos hegeliano- en que seencuentran tres elementos principales: pri-mero, el dato del gusto artístico contemporá-neo, tanto en culturas socialistas(Maiakovski) cuanto en culturas burguesas(Eliot), y tanto en su aplicación a objetosartísticos del presente cuanto en la estima-ción de creaciones del pasado. Esta actitudsupone el reconocimiento -también frente aLukács- de que el gran arte burgués contem-poráneo no puede entenderse globalmentecomo un fenómeno de decadencia.Segundo: las aportaciones de la lingüísticaestructural, recogidas por Della Volpe conun radicalismo de filósofo que probablemen-te va más allá de la solidez de conviccionesde muchos lingüistas influidos por esaescuela. Tercero: la inspiración filosófica delMarx de la Introducción al Esbozo de la críti-ca de la economía política.

Mención especial merece el discu-tido intento lingüístico y estilístico de DellaVolpe que, al precio de cierta dificultad delectura, aspira a liberar a los términos de suhabitual y tranquilizador arropamiento sintác-tico en el discurso cotidiano.

Sacristán tradujo en 1971 la Historia delanálisis económico de Schumpeter, un volu-men de casi 1.400 páginas. Después deconsultas y discusiones con Juan Velarde,Víctor Pérez-Díaz y otros autores decidióusar en su traducción el término ‘competi-ción’ en lugar de los más habituales de ‘com-petencia’ o ‘concurrencia’.

En la breve presentación que abreel volumen Sacristán señalaba: “ManuelSacristán ha traducido íntegramente el texto.José Antonio García Durán y Narciso Serrahan leído, criticado y discutido toda la tra-ducción a medida que ésta avanzaba. En ladiscusión, García Durán y Serra han repre-sentado principalmente los derechos delléxico técnico de los economistas, ySacristán los derechos de la lengua castella-na común. Los tres tienen la esperanza deque el resultado sea -o llegue a ser, con laayuda de los lectores críticos que quieranprestarla- algo más que un compromiso.”

La carta está fechada el 12 de juliode 1972.

Muy señores míos: el 6-VII-1972 su Sr. Argullós me solici-

tó por teléfono que le razonara el uso del tér-mino ‘competición’ -en vez del habitual ’com-petencia’ y del también frecuente ‘concu-rrencia’- en mi traducción de History ofEconomic Analysis de J. A. Schumpeter. ElSr. Argullós motivó su requerimiento remi-tiéndose a la campaña realizada por perso-nas altamente situadas (según sus palabras)contra aquel uso lingüístico y, en general,contra la edición castellana del texto deSchumpeter.

No voy a expresar ahora el juicio que memerecen esas personas altamente situadas -expresión con la cual su Sr. Argullós aludía aD. Fabián Estapé- y el hecho de que dichopropietario de Ariel, S. A. adujera como moti-vo de su preocupación por un problema deléxico el que un individuo está situado alta-mente. Me limitaré a razonar mi elección deltérmino 'competición’', no sin recordarlesantes que esa decisión ha pasado por lacriba crítica de cuatro personas más, asaber: dos economistas no asalariados por

Ariel, S.A., un asalariado de Ariel, S.A. quees también licenciado en CienciasEconómicas y otro asalariado de Ariel, S.A.que es persona culta y de buen gusto.Igualmente quiero recordarles la nota conque presento mi traducción de la History, enla pág. 7 de la edición de Ariel, S. A [Notasobre la traducción]. Todo lector, indepen-dientemente de la altura o la bajura de suposición, queda allí invitado a enviar críticasy sugestiones de enmienda. Nadie tiene,pues, necesidad de hacer campañas anóni-mas si lo que quiere es realmente conseguirque el texto mejore en sucesivas reimpresio-nes; le basta con publicar críticas firmadas -como ha hecho ya Ernest Lluch- o con man-dar propuestas de enmienda.

Las consideraciones que me movierona abandonar el uso más frecuente e introdu-cir el término 'competición’ para designar lasituación relativa de los empresarios en elmercado según la concepción capitalistaclásica se pueden enunciar así:

1º. Ese uso más frecuente (‘compe-tencia’) no es de origen popular -caso en elcual normalmente un escritor castellanotiene que someterse sin más, según la defi-nitiva lección de Lope de Vega sobre el espí-ritu de la lengua castellana-, sino de origentécnico y vigencia culta. El uso popular deltérmino es escaso y fluctuante entre el senti-do que aquí interesa y el de “conjunto deempresarios de la misma rama o especiali-dad que el que habla". (V. diccionario deusos de la señora Moliner).

2º. La autoridad de la Academia dela Lengua Castellana no es decisoria de lacuestión, puesto que el diccionario de eseInstituto da como sinónimos (segundos)‘competencia’ y ‘competición’. (Por lodemás, las naciones de habla castellana tie-nen la suerte de que sus escritores no hayanreconocido nunca a la Academia borbónicade Madrid la autoridad que los escritoresfranceses, por ejemplo, reconocieron duran-te siglos a la Académie Française y al léxicocientífico del Institut de France, hasta llegara la definitiva momificación y muerte del fran-cés culto -incluido el propiamente científico-a principios del siglo XX y a las consiguien-tes reacciones desorientadas que se pue-den ejemplificar con el "franglais”. Buen cas-tellano escrito, incluido el científico, es elque escribimos los escritores castellanos yaceptan de un modo duradero las variasnaciones castellano-hablantes. Así, porejemplo, son buena lengua el castellano eti-mologizante de Luis de León y Góngora, elcastellano italianizante de Garcilaso, el cas-tellano extraño y hermosamente salomónico

48 2. Contraportada de laedición castellana de CRÍTICA DELGUSTO DE G.DELLA VOLPE

3. Carta a ediciones Arielen torno a laHISTORIADEL ANÁLISISECONÓMICO DESCHUMPETEREl

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de Juan de Yepes, el castellano lleno de ana-colutos de Quevedo y Gracián, la lasitudcuasi-oral del período de Ortega igual que lafuerte síncopa puramente escrita de la frasede Borges. Y me parece buen castellano -acercándome más a nuestro asunto- el ‘insu-mo’ con que los cubanos y otros castellanosde América dicen lo que en inglés se llama‘input’. De todos modos, este paréntesis valesólo por el fuero, no por el huevo: el huevoqueda cocinado con lo dicho inmediatamen-te antes del paréntesis).

3º. Tampoco la etimología ayuda azanjar la duda posible entre los dos términosprincipales en discusión: ambos tienen elmismo término latino, comunidad que fundalo común de sus significaciones, la neutranoción de “acudir a un mismo lugar”, que esla estrictamente dada por ‘concurrir', ‘concu-rrencia’, ‘concurrente’.

4º. Pero en los usos adjetivos el espí-ritu de la lengua castellana ha constituido unmatiz diferenciador de bastante significativi-dad: "competitivo', en efecto, se diferenciade ‘competente’ en que el segundo no pasade connotar el competir, e incluso el meroconcurrir; mientras que ‘competitivo' denotael competir y connota con mucha inmediatezel genérico concurrir. Pese al común origende los dos adjetivos, mientras que se puededecir con gusto 'competente' en sentidoabsoluto -o sea, de un individuo consideradoaisladamente-, en cambio, el uso absoluto de'competitivo’ es violento y (de nuevo) carecede sanción y de origen populares: sólo sepresenta en el léxico técnico hasta ahoraadoptado por los economistas: ‘industriacompetitiva', etc.

Ahora bien: el sustantivo más inme-diatamente asociado con ‘competitivo’ por lalengua castellana es ‘competición’, no ‘com-petencia’; y el asociado directamente con‘competente’ es ‘competencia’, no 'competi-ción’. De aquí que ‘competición’ me parezcamejor castellano que 'competencia' paradesignar la situación relativa de los empresa-rios en el mercado según la concepcióncapitalista clásica. Y ‘competencia’ mejorcastellano que 'competición’ para designarla cualidad de sapiente o de capaz de unaoperación no innata.

Lo que intento al escribir ‘competición’en vez de ‘competencia' es proponer a loseconomistas de habla castellana que recu-peren un trozo de su hablar auténtico y notecnifiquen demasiado el léxico de una len-gua que está viva gracias a que, de un modou otro, conserva la suerte de haber nacidocomo lengua escrita en un canto épicopopular. Ellos, como parte de los pueblos de

habla castellana, decidirán en los próximosaños. A eso les incito con la nota de presen-tación de la Historia. Tal vez convenga pre-sionarles un poco más directamente -a losescritores economistas y a los que publicansobre ciencias sociales en general- conobjeto de que tomen posición. Con ese finenvío copias de la presente carta a los pro-fesores José Luis Sampedro, Luis AngelRojo y Juan Velarde (economistas), al profe-sor Angel Latorre (jurista) y al profesor VíctorPérez Díaz (sociólogo). Como es natural,ustedes pueden consultar por su parte acuantas personas altamente situadas des-een.

No querría desaprovechar la ocasiónde expresarles:

a) Mi protesta por la desproporciónentre la importancia dada a un punto atrevi-do de mi traducción, el precio a que ésta fuepagada y los presumibles beneficios queustedes obtendrán del importante y volumi-noso libro.

b) Mi indignación por el miserable pagode 500 ptas. que recibí ayer por un dictamensobre un libro de etología humana y una notabibliográfica sobre el tema. La lectura dellibro dictaminado, la reflexión sobre él desdeel punto de vista de su adecuación para suscolecciones y el repaso de bibliografía -nolimitada a la presente en el volumen dictami-nado- ocupan bastante más de 50 horas detrabajo de una persona avezada. Ya sé quelo mismo -o incluso menos- pagan ustedes aotros informantes. Pero eso no contribuyesino a aumentar mi repugnancia.

Manuel Sacristán

P.S. Adjunto nota nº 1 de erratas y lapsus detraducción para enmendar en la primerareimpresión de la Historia. pág. 633, renglón 28. - dice: ...política eco-nómica...; - debe decir: ...economía política...

Con el seudónimo de Máximo Estrella,Sacristán tradujo para Grijalbo el texto deEsther Vilar, El varón domado. Sobre esteensayo, y un trabajo de Illich, escribió una

reseña para Jove Guàrdia, la revista de lasJuventudes Comunistas de Catalunya:“Grandes descubrimientos en el día dellibro” (Jove Guàrdia, año V, nº 4, junio 1975,p. 6).

En un carta a J. Pradera, de 11 deseptiembre de 1972, Sacristán hacía igual-mente una referencia a este ensayo de Vilar:“Querido Javier, acabo de recibir tu carta del8. Claro que me gustaría seguir traduciendopara Alianza cosas como Hempel, y Toulmin.Interesarme, desgraciadamente, no. Cuandotermine este verano -en sustancia, dentro de9 días- habré traducido cuatro libros: unbonito ensayo de un discípulo de Lukács, G.Márkus, para Grijalbo; un trivial ensayo deotra lukácsiana, A. Heller, también paraGrijalbo (es lo que estoy acabando ahora); elprecioso libro de Quine; y una mierda incali-ficable para Grijalbo: El varón domado, deEsther Vilar, que he traducido por peticiónpersonal suya, como favor, y firmando la tra-ducción con una alusión cínica que él nopesca (he firmado “Máximo Estrella”). Puesbien: Márkus y la Heller me han reportadopor jornada de trabajo (=5 horas, incluidacorrección) un poco más del triple que elQuine. La mierda de la Vilar, exactamentecuatro veces más. Sabes que no me intere-sa tener dinero, sino reducir el horario de tra-bajo. Si fuera consecuente, debería traducirsólo mierdas. Por otra parte, me sentí culpa-ble por el hecho de que mi comentario delprimer precio ofrecido por Alianza para la tra-ducción del Quine provocara sin más unaumento. No tengo carácter para que eso serepita”.

Curiosamente, el 26 de octubre de1973, Vilar dirigía una carta al “señorMáximo Estrella, traductor de El varón doma-do, ediciones Grijalbo” en la que se expresa-ba del modo siguiente:

“Muy estimado señor Estrella, latraducción que usted ha hecho de mi libro Elvarón domado es magnifica, absolutamenteperfecta. Le quedo muy agradecida”.

La observación añadida es unanota de: Hannelore Schütz, La mujer doma-da, p. 16.

A. Dos advertencias del traductor.1º El alemán dispone de un término simple('Mensch´) para el concepto de 'ser huma-no´, y de otro (‘Mann’) para el concepto de“ser humano varón”. Las lenguas latinas tie-nen que contentarse con el derivado de‘homo’, que, trátase de ‘uomo’, ‘homme’,‘hombre’, etc. dice él solo, según los casos,“Mensch” o “Mann”. Avergoncémonos. Yresolvamos el problema usando oscilante-

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4. Nota introductoria delatraducción castellana de

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mente -pero sin posibilidad de confusión-‘hombre’, ‘varón’, ‘ser humano’, e incluso(creo que sólo una vez) ‘Homo sapiens’.‘Mujer’ no tiene problema. Porque, aun cuan-do los alemanes disponen, también en estecaso, de un matiz para nosotros desconoci-do -’Weib’, neutro, la mujer en cuanto hem-bra de la especie Homo sapiens, y ‘Frau’,femenino, la mujer en cuanto compañera del(hoy degradado) ‘Herr’, señor-, en este casoel matiz es feudalizante y son ellos los que setienen que avergonzar.

2ª. “Der dressierte Mann” significaliteralmente “el varón amaestrado”.

Con el galicismo “dressieren” losalemanes designan la actividad de amaestraranimales, salvajes o domésticos, principal-mente para el circo; pero también el corrien-te amaestramiento de los perros, por ejem-plo, para que realicen actividades o adoptenposturas más o menos caricaturescamentehumanas. Por lo tanto, “el varón amaestrado”habría sido traducción más literal del títuloalemán.

Pero el sustantivo correspondienteal verbo ‘dressieren’ -’Dressur’- significa, engeneral, el arte del domador y su efecto. Encastellano decimos domador, no amaestra-dor. Consiguientemente, ‘Dressur’ se debetraducir por ‘doma’. Ocurre, además, que elarte del domador incluye, junto con el prima-rio y básico dominar, también el amaestrar.Por donde “amaestramiento” se puede con-siderar incluido en la comprehensión de“doma”.

Por último -en enunciación y enimportancia-: siendo el de traducir un oficiohecho principalmente de represión, y siendoparticularmente represiva la traducción deeste libro, me ha parecido peligroso para míimponerme la represión ulterior de renunciara retorcer -por lo demás, con completa fide-lidad a la autora- la habitual traducción cas-tellana del título de la comedia deShakespeare (La fierecilla domada). Eso sinolvidar el viejo y cruel romance castellano delmismo tema luego dramatizado porShakespeare. Etcétera.

El varón domado quiere decir,pues, “el varón domado con amaestramien-to”. Y en la traducción se usa ‘doma’ conno-tando conscientemente también “amaestra-miento”.

B. Hannelore Schütz (La mujer domada):“(...) Pues “los varones -dice Esther Vilar- hanllegado a encarecer hasta precios insensa-tos la utilización en exclusiva de una vagina”femenina (ya me gustaría conocer alguna vezuna vagina que no fuera femenina)” (p. 16).

De las dos posibilidades de la

senectud del traductor -la camisa de fuerzapara calmar berrinches y el compadecer alos delincuentes-, el presente traductor (porla cuenta que le tiene) ha escogido la segun-da. Eso explica que al traducir a la señoraEsther Vilar suprimiera el adjetivo “femenina”que esta distinguida autora añadía a “vagi-na”. Y así ha estropeado el chiste a la nomenos distinguida autora del presente libro.Por eso está obligado a dar testimonio deque, aunque el lector de lengua castellanano encontrará esa adjetivación redundanteen la traducción del libro de la señora Vilar,el sarcasmo de la señora Schütz está justifi-cado: el original alemán de El varón domado,de Esther Vilar, entregado a la paciente pie-dad de este traductor contenía, en efecto, ladistinción implícita entre vaginas femeninas yvaginas de otra clase. (Máximo Estrella).

En RUB-FMSL, puede consultarse esteinforme editorial fechado en agosto de 1973que Sacristán escribió, probablemente, parala editorial Grijalbo, quienes posteriormenteeditaron estas memorias del dirigente repu-blicano.

Estas fragmentarias memorias deAlvarez del Vayo, son, como podía suponer-se ya antes de la lectura, un texto del mayorinterés. Como podía suponerse ya antes dela lectura y, sin embargo, con sorpresa alleer. Pues podía adelantarse el interés de laexperiencia vivida desde observatorios histó-ricos tan panorámicos como los ocupadospor el autor en épocas decisivas; pero no laespléndida y simpática vitalidad con queAlvarez del Vayo reproduce el sentido aúnduradero de lo que vivió e introduce en lanarración histórica una constante remisión alpresente. Es inútil -me parece- detallar cuali-dades de un texto que habría que editar loantes posible. Por eso paso a exponer el pro-blema principal que plantea su adición (elotro, el de censura, no me parece resoluble,de modo que no aludiré a él).

Julio Alvarez del Vayo ha perdido eluso del castellano escrito. Es ese un efectonatural -en un hombre que no es fundamen-talmente escritor- del uso cotidiano delinglés en su vida pública y en su vida privada

(Alvarez del Vayo está o estaba casado conuna suiza, y hablaba con ella inglés y ale-mán). Su texto es, lingüísticamente, unaextraña jerga inglesa con palabras -no siem-pre- castellanas. Hay que realizar un trabajode redacción integral, frase por frase. El tra-bajo es, además de pesado, un poco -nomucho- delicado: por ejemplo, hay que estarsobreaviso respecto de las siglas y los nom-bres de instituciones internacionales, que elautor menciona en su tenor inglés; lo mismoocurre -con más gravedad- a propósito deinstituciones españolas, ya de antes delactual régimen, ya de éste. El trabajo deredacción ha de ser, en suma, cuidadoso. Eltexto no se puede publicar tal como está.

Por otra parte, el redactor deberáintroducir -en la media de lo posible- en eltexto principal las aclaraciones del autor a uneditor probablemente inglés; son textosmanuscritos que tienen en varios casosmuchísimo interés y amplían el texto princi-pal.

Quizás valdría la pena pensar endos ediciones de este texto: una primera enformato respetable, pasta dura y con ilustra-ciones; tres meses después, el paperback.No menos conveniente sería ponerse enrelación con Alvarez del Vayo para intentar

adquirir todos sus escritos cuyos derechosen castellano están disponibles.

Sacristán escribió una presentación para laedición de los poemas y canciones deRaimon por Ariel en 1973: “Amb tots elsbons que em trob en companyia (Raimon1959-1973)” (Lecturas, Icaria, Barcelona,1985, pp. 251-267), que el propio cantautorsigue considerando espléndida (entrevistacon Xavier Juncosa para “IntegralSacristán”). El siguiente texto es la brevenota que Sacristán añadió a la traduccióncastellana, por él mismo realizada, dePoemes i cançons.

Poco más que las palabras de lapresente traducción de las “letras” deRaimon son de exclusiva responsabilidadmía. Los detalles de la edición reflejan elcompromiso al que hemos llegado cuatropersonas: Raimon, Xavier Folch (director lite-

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5. Informe editorial sobre

ÁLVAREZDEL VAYO,JULIO:GIVE ME BATTLE

6. Nota a la traduccióncastellana de

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rario de Ariel), Alfred Picó (director de talle-res de Ariel) y yo. Criterio común de los cua-tro, ya antes de empezar la discusión, eraque no se debía dar una versión cantable delos poemas, sino una traducción literal quepermitiera a la persona de lengua castellanacantar el texto catalán entendiéndolo entodos sus detalles, o que le sirviera de caña-mazo o material para hacerse su propia ver-sión poética y cantable en castellano, almodo como el mismo Raimon se ha hecho lasuya catalana de una canción de Víctor Jara,por ejemplo.

En cambio, discrepábamos encuanto a la manera de poner en práctica esecriterio. Yo quería suministrar una versiónliteral, palabra por palabra e interlineada. Ésame sigue pareciendo la forma radical de apli-car el criterio común dicho. Pero mis trescompañeros coincidieron en rechazar la pre-sentación interlineada.

El compromiso al que llegué desdemi minoría de uno consiste en presentar tra-ducciones literales, pero no interlineadas,sino enfrentadas. Se trata de traduccionespalabra por palabra, salvo en los poquísimoscasos de frases hechas, como, por ejemplo,deixar ploure (literalmente 'dejar llover', tra-ducida por "oír llover") o, en otro plano, horafoscant (literalmente 'hora oscureciente', tra-ducida por "entre dos luces").

Doy brevemente cuenta de unapequeña peculiaridad de la traducción: tra-duzco algunos valencianismos -los que másse prestan a ello- por andalucismos. Porejemplo: traduzco poc por "poco" y miquetapor "poquito", porque son términos corrien-tes en Cataluña; pero traduzco poquet, quees catalán del País Valenciano, por “poqui-yo”, no por “poquito”, ni por “poquillo”.Quiero así incitar a mis paisanos a ver dequé modo el valenciano es, sencillamente,un catalán, igual que el andaluz es un caste-llano. Y quizá por causas parecidas a las quehacen que para mi oído el castellano máshermoso sea el sevillano, creo que el valen-ciano de Raimon es un catalán particular-mente agraciado.

Me siento algo incómodo al verreproducida en esta edición para lectores delengua castellana la nota que escribí en1973 por cordial encargo de Raimon.Alguna gente de izquierda en sentido amplio(yo diría que en sentido amplísimo), creyén-dose inminentemente ministrable o alcalda-ble, considera hoy oportuno abjurar sonora-mente de Lenin. No pretendo ignorar lospuntos del leninismo necesitados de (auto-)crítica. Pero por lo que hace a la cuestiónde las nacionalidades, la verdad es que laactitud de Lenin me parece no ya la mejor,

sino, lisamente, la buena. Ahora bien: unaregla práctica importante de la actitud leni-nista respecto del problema de las nacionali-dades aconseja subrayar unas cosas cuan-do se habla a las nacionalidades minoritariasen un estado y las cosas complementariascuando se habla a la nacionalidad más titulardel estado. A tenor de esa regla de conduc-ta, tal vez sea un error la publicación en cas-tellano de mi nota de 1973, dirigida primor-dialmente a catalanes.

Espero que no sea un error impor-tante. Y me anima a esperarlo así la acogidade mis paisanos madrileños a Raimon eneste suave y confuso invierno de 1976.

Lumen publicó en 1976 una antología depoemas de Heine. La selección y traducciónson de Feliu Formosa; los dibujos fueron rea-lizados por Todó y el prólogo (pp. 7-8) fueescrito por Manuel Sacristán, quien, comoes sabido, en 1964, tradujo, anotó y prologópara la editorial Vergara la obra en prosa deHeine. Su presentación llevaba por título:“Heine, la consciencia vencida”.

Uno puede decidir por motivosbastante variados que va a pasar un ratoleyendo versos de Heinrich Heine: interéspor la historia literaria, interés por la poesíaalemana, interés por la curiosa colocaciónde Heine en la vida política de su época,interés por la presencia simultánea y compli-cada en su obra de motivos y elementos típi-cos del romanticismo alemán y mociones yfactores muy corrosivos de él, y otros intere-ses parecidos. Lo que no parece probablees que el motivo sea el gusto primario, lasatisfacción directa.

No es que la poesía de Heine nohaya tenido cola. Por el contrario, ha tenidoincluso una extraña capacidad de influir, des-pertar y sembrar por todas sus vertientes: elsuspiro de Bécquer no es ajeno a la influen-cia del Libro de canciones de Heine; la críti-ca y el sarcasmo epigramáticos cultivadospor Tucholsky o por Brecht se remontantambién al poeta; y hasta el mismo chirriarentre motivaciones idílicas y motivacionescríticas o sarcásticas reaparece, con con-ciencia de su tradición, en poetas contempo-ráneos como Peter Rühmkorf o Hans-Magnus Enzensberger.

Pero creo que, a pesar de eso,

Heine está lejos de ser un clásico; su poesíalleva puesta fecha de un modo a la vez visi-ble y decisivo, no como lleva fecha la del clá-sico: difícilmente se orienta o descansa enella el que la lee desde lejos. No digo coneso que sea imposible disfrutar leyendo ver-sos de Heine hoy. Lo que pienso es que eldisfrute requiere una lectura muy oblicua,mediada por la predisposición a contemplar,como dijo Heine, los bosques de encinas dehoy en la bellota de la poesía de ayer.

Desde ese punto de vista, lo másconmovedor de la poesía de Heine es su fre-cuente fracaso. El fracaso se debe la vacila-ción y se manifiesta en incoherencias, com-plicaciones no buscadas inicialmente, con-tradicciones llamativas entre unos poemas yotros escritos casi al mismo tiempo. Ahorabien: un lector de hoy puede identificarsebastante con el fracaso, porque la vacilacióna que se debe es una problematización, pri-mero, de la lírica, después de toda literaturay, finalmente, del arte en general. Esa proble-matización lo ha sido a sabiendas: estáexpresada también en las prosas críticas yensayísticas de Heine. Pero incluso cuandose considera sólo su poesía, salta a la vistaque Heine ha sido uno de los descubridoresde la crisis del arte: su manera burlesca dereconocer el fracaso de los intentos poéti-cos una vez realizados, su introducción deun realismo crítico en la lírica con una lenguaprosaizante y hasta distanciadora son ejem-plos de las manifestaciones poéticas de sudescubrimiento.

Y en esto está la posibilidad de dis-frutar leyendo versos de Heine: en que laconsciencia crítica y autocrítica es en ellospoética, en absoluto pedante o fabulística.En los versos de Heine la poesía revela sucrisis; a la inversa, la crisis de la poesía es,en los versos de Heine, poesía. La gratifica-ción que da su lectura es ambigua y disfrutarcon ella quizá sea masoquista. Pero así es lacosa.

La antología que ha compuestoFeliu Formosa ordena los poemas cronológi-camente. Prescinde de las dos grandescomposiciones épicas de 1842 y 1844 (AttaTroll, Deutschland) por no fragmentarlas; yrenuncia a dar muestras de los poemas lar-gos y tristemente malos de los últimos tiem-pos de la larga agonía de Heine. La pérdidade información que así sufriría el lector secompensa -creo que muy bien- con las pie-zas seleccionadas de los Poemas del tiempo(por lo que hace a la década de 1840) y conalgunos “Poemas de 1853 y 1854” y del“Apéndice” (por lo que hace a la última fasede la vida de Heine).

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7. Prólogo a HeinrichHeine

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En esta carta dirigida a Juan Grijalbo, fecha-da en Puigcerdà el 6 de septiembre de1973, Sacristán hace referencia a un infor-me que le fue pedido por la editorial sobreuna obra de S. Marlowe y a la colecciónHipótesis que codirigió con FranciscoFernández Buey.

Amigo Grijalbo,

ayer me llegó su postal deLeningrado, que le agradezco. Le supongoya en Barcelona, por lo que le mando estaspocas líneas acerca de asuntos pendientes.

Desgraciadamente -porque sospe-cho que a usted le hacía gracia- yo tambiénjuzgo negativamente el libro de S. MarloweThe Man with no Shadow. Lo verá usted porel informe que mandé a Ignasi Vidal. No meparece verdadera ni apreciable fantapolítica,sino algo bastante más turbio. Justo es decirque si el autor puede realizar esa operaciónque considero turbia es porque sabe de ver-dad cosas de España. En fin, usted verá.

[...] Le he entregado a PacoFernández Buey todos los trastos de mataren el asunto de “Hipótesis”. Como yo metemía, es la capacidad del impresor la quefalla, y no nuestro trabajo de edición y redac-ción. Quizás no importe mucho el retraso.Sobre todo dado que el curso universitariono empezará aquí hasta enero, y los estu-diantes barceloneses y madrileños daránprobablemente de un 30 a un 40 por cientode los compradores europeos...

Me preocupa que Paco Fernándezno debería comprometerse a llevar la colec-ción con el mismo modo de remuneración “adestajo” -por libro- al que yo soy tan aficiona-do. Creo que debería cobrar un tanto al mes,como J. Muñoz. Por eso les propondría -austed y a él- que las 9.000 pesetas de que

habíamos hablado, en vez de ser por libro,fueran por mes. Puesto que se trata de edi-tar 15 vols. al año, eso le ”ahorra” a usted27.000 ptas. sobre mi presupuesto, pero leda a él una mayor seguridad, cosa que valealgo y que, aunque no de mi gusto cuandose trata de mí, me parece importante ofrecera otros. Él está de acuerdo.

Pronto pasaré a verle porBarcelona. Mientras tanto, hágame el favorde saludar a su esposa de mi parte y recibaun amistoso abrazo, Sacristán

Querido Miguel,

ha sido una gran alegría el recibir tucarta del 20 de julio; hasta me parece unindicio más de que no me he muerto. Tal vezsepas que me he pasado tres meses en elHospital Clínico de Barcelona, donde meimplantaron una válvula aórtica después desuperar (relativamente) un casi fallo renalproducido (sobre la base de mi crónica insu-ficiencia) por el líquido de contraste utilizadoen el cateterismo que hacen para el examenhemodinámico previo a la operación.Después de ésta “hice” -según la jerga delos médicos- una pericarditis lo suficiente-mente seria y dolorosa como para que tuvie-ran que desfibrilarme en cuidados intensi-vos. Cuando calcularon que ya me sosten-dría de pié, me operaron para dotarme de lafístula arterio-venosa que necesitaré en elmomento en que la hemodiálisis resulteimprescindible. (Ando ya con una tasa decreatinina en torno el 6). Y luego, sin dudapara que no sufriera un enfriamiento psíqui-co demasiado repentino, la Providencia tuvola bondad de mandar a mi compañera unsospechoso bultito en el pecho. Resultó ser

un fibroadenoma inofensivo pero eso sólo secomprobó por biopsia, después de veintedías de lata radiológica de vario tipo (mamo-grafías, xerografías, termografías,...)

Cuando estaba levantando la losade esa tumba barroca me llegó tu carta, defi-nitiva señal de que estoy vivo. (Por cierto,que, aunque la carta me ha llegado, la direc-ción sigue teniendo un error...)

Desde luego que acepto con agra-decimiento y buen ánimo vuestro ofrecimien-to de tener que ver con Theoria 2ª época. Yo te conocí porque existió la vieja Theoria.

La verdad es que en los primerostiempos, mientras no haya recuperado nodiré la salud (porque ya no puedo pensar enuna restitución in integrum), pero sí al menosla energía suficiente, no voy a ser de muchoservicio. De todos modos, en el cuestionario,al que he contestado, y que adjunto, os pro-pongo algunos posibles asesores y redacto-res, e incluso me permito recoger tu invita-ción a que escriba una nota editorial, si elasunto os parece de interés: mi intención esescribir unas pocas palabras para decir queno tiene ninguna utilidad ya hoy contraponera un irracionalismo oscurantista bastante demoda una euforia progresista y cientificistaque pocos científicos admitirían; recordarcortésmente a los románticos anticientificis-tas su ignorancia y a los petulantes progre-sistas ciegos el hecho, por ejemplo, de queentre los que pidieron la moratoria en inge-niería genética no estaba el cardenalBellarmino, ni siquiera Theodore Roszak,pero, en cambio, estaba el mismísimoWatson. Si os parece que esa “toma deposición” merece una notita editorial, me lodecís (y me dais instrucciones sobre exten-sión); y si no, me lo decís también y pasamosa otra cosa.

Me gustaría muchísimo ir a la reu-nión donostiarra de principios de septiem-bre; cuando sepáis las fechas, haz el favor

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VI.4CARTAS

2. A MiguelSánchez Mazas

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1. A JuanGrijalbo

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de avisarme a mi dirección de Barcelona y aesta otra, en la que pasaré varias semanas:Ca la Neus, Parlavà (Girona)

Sin embargo, no puedo asegurarque vaya, porque eso depende de que losmédicos me dejen y de que pueda cambiarla fecha de la convocatoria de exámenes deseptiembre de la asignatura (qué risa, ¿no?)que cae el 7 de septiembre.

El proyecto de Theoria 2ª épocame parece sólido, pero en un punto estoy dubitativo: parece que calculáis unos costesde distribución del 25% al 30%. Yo dirijouna pequeña revista y nuestro coste de dis-tribución es del 50%. Los porcentajes que túme das sólo me parecen probables si pres-cindís de agencia distribuidora y la revistavende directamente a los libreros. ¿Es eso loprevisto?

Te escribo a San Sebastián y aGinebra para asegurar que esto te llegue. Ydiscúlpame que lo haga a máquina: siempretuve mala letra, pero ahora, después de tantobisturí, ya ni garrapateo. Espero tener la ale-gría de verte en San Sebastián, y mientrastanto te mando un abrazo.

Querido amigo,

estoy cascado, pero no chocheo.Con esa precisión podrás inferir que no meolvido de los amigos (al menos, todavía, y siel estar cascado no da un “salto cualitativo”,tampoco los olvidaré en el futuro).

También he de protestar de que lla-mes “magníficos” a los dos tomos apareci-dos de Panfletos y Materiales. Me pareceque ellos revelan bastante bien el desastreque en muchos de nosotros produjo el fran-quismo (en mí desde luego): son escritos deocasión, sin tiempo suficiente para la refle-xión ni para la documentación.

En cambio, te agradezco mucho loque dices de una posible utilidad mía enotras épocas. Supongo que también eso esfalso, pero el hombre es débil y acepta algu-nas falsedades.

Y en cuanto a la entrevista paraAndalán, la hacemos cuando quieras. A pro-pósito de lo cual es bueno que sepas que yo

tengo algunas limitaciones graves: despuésde una operación de corazón, me falló defini-tivamente el riñón que me quedaba. Haceveinte años, cuando le pasaba a uno eso, elparte médico decía que falleció de fallorenal. Ahora te enchufan a una máquina dehemodiálisis cada 48 horas y sobrevives,aunque no lo pasas muy bien.Consecuencia: no haremos la entrevista endía de hemodiálisis. Cuando haya que hacer-la me telefoneas antes (o me telefoneaalguien de Andalán) y fijamos la fecha.

Mandaré uno de estos días unacarta internacional a Lola Albiac: se trata decomponer una cadena universitaria mundialen pro del desame nuclear. Espero que ellate enganche a la cadena,

Mientras tanto, un saludo afectuo-so.

Manolo

Apreciado amigo,

Me parece que, a pesar de las dife-rencias, ninguna historia de errores, irrealis-mos y sectarismos es excepcional en laizquierda española. El que esté libre detodas esas cosas, que tire la primera piedra.Estoy seguro de que no habrá pedrea.

Si tú eres un extraño producto delos 70, otros lo somos de los 40 y te puedoasegurar que no fuimos mucho más realis-tas. Pero sin que con eso quiera justificar lafalta de sentido de la realidad, creo que delas dos cosas tristes con las que empiezas tucarta -la falta de realismo de los unos y elenlodado de los otros- es más triste lasegunda que la primera. Y tiene menos arre-glo: porque se puede conseguir compren-sión de la realidad sin necesidad de dema-siados esfuerzos ni cambiar de pensamiento;pero me parece difícil que el que aprende adisfrutar revolcándose en el lodo tenga unrenacer posible. Una cosa es la realidad yotra la mierda, que es sólo una parte de larealidad, compuesta, precisamente, por losque aceptan la realidad moralmente, no sólointelectualmente (Por cierto, que, a propósi-to de eso, no me parece afortunada tu frase“reconciliarse con la realidad”: yo creo quebasta con reconocerla: no hay por quéreconciliarse con tres millones de paradosaquí y ocho millones de hambrientos en en

Sahel, por ejemplo. Pero yo sé que no pien-sas que haya que reconciliarse con eso).

Sobre la cuestión del estudio de lahistoria, repito lo que ya te escribí: a princi-pios de septiembre podré hablar conFontana, que estará aquí, y comentaremos elasunto. No tienes que temer en absolutoque, porque estés preso, no te vaya a decirlo que piensa. Fontana es un viejo militante,ahora sin partido, como están los partidariosde izquierda con los que él tuvo y tiene trato,pero no se despistará al respecto.

Tu mención del problema bibliográ-fico en la cárcel me sugiere un modo de ele-mental solidaridad fácil: te podemos mandarlibros, revistas o fotocopias de artículos queinteresen allí. Por de pronto, te voy a mandar(por correo aparte) algún número de la revis-ta [mientras tanto] que saca el colectivo enque yo estoy. Pero es muy posible que otrascosas te interesen más: dilo.

Por último, si pasas a trabajar enfilosofía, ahí te puedo ser útil, porque es micampo (propiamente, filosofía de la ciencia, ylógica, que tal vez no sea lo que te interese.Pero, en fin, de algo puede servir).

Con amistad,

Manuel Sacristán Luzón

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3. AEloyFernándezClemente

4. AFélixNovales

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No tiene mérito ser idealista cuando se vive en Babia; lo tiene encambio serlo cuando se vive en la Tierra y se ha conocido suhedor.

Albert Einstein (cita tomada de F. Fernández Buey, AlbertEinstein. Ciencia y consciencia, El Viejo Topo, Barcelona, 2005).

Las ideas gnoseoló gicas de Heidegger, Crítica, Barcelona, 1996; edició n de Francisco Fernández Buey.

Es la tesis doctoral de Sacristán editada inicialmente por el CSICen 1959. Emilio Lledó ha destacado su importancia filosó fica ysu magnífico castellano, y ha leído con admiració n la reflexió nfinal que cierra el ensayo: “ Por eso no es de esperar que el hom−bre interrumpa su diá logo racional con la realidad para entablarese otro “ diá logo en la historia del Ser” (HW 252) cuyos per−sonajes se niegan a declarar de dó nde reciben la suya” (p. 248). En su reedició n por Crítica, se incluye un pró logo de FranciscoFernández Buey.

Introducció n a la ló gica y al aná lisis formal, Ariel, Barcelona,1964.

Texto central para la (re)introducció n en nuestro país de laló gica formal. Reediciones durante los años sesenta y setenta; fuepublicado nuevamente por el Círculo de Lectores en 1990, conedició n a cargo de Albert Domingo Curto y Vera SacristánAdinolfi. Sigue siendo destacable la singular combinació n deló gica, epistemología y filosof ía de la ló gica presente a lo largode todo el ensayo. Paula Olmos y Luis Vega Reñó n han estudia−do sus informadas consideraciones sobre el teorema de incom−pletud de Gödel.

Antonio Gramsci, Antología, Siglo XXI, México, 1970.Selecció n, traducció n y notas de Manuel Sacristán.

Cuidada (y sentida) selecció n de textos de Antonio Gramsci, unode los marxistas má s considerados y transitados por Sacristán.Editada primeramente en México, fue un ensayo decisivo para laintroducció n y conocimiento del pensador y revolucionario ita−liano en el ámbito hispanoamericano. Del autor de los Cuadernosde la cá rcel ya había escrito detalladamente Sacristán en su artí−culo de 1959, para la Enciclopedia Espasa, sobre las corrientesfilosó ficas después de la II Guerra Mundial.

Geró nimo. Historia de su vida, S. M., Barret (ed),Hipó tesis/Grijalbo, Barcelona, 1975. Reeditada por F. W. TurnerIII. Traducida y anotada por Manuel Sacristán.

Fue el volumen 16ª de la colecció n Hipó tesis, codirigida porFrancisco Fernández Buey y por él mismo. Las notas del traduc−tor ocupan las páginas 145−199. Entre ellas cabe destacar:

“ Choque de culturas, etnocidio, genocidio” , “ Volver aArizona” , “ Genocidio conseguido o frustrado” . En esta ú ltimaseñala Sacristán: “ (...) su ejemplo indica que tal vez no sea siem−pre verdad eso que, de viejo, afirmaba el mismo Geró nimo, asaber, que no hay que dar batallas que se sabe perdidas” .

Sobre Marx y marxismo. Panfletos y materiales I, Icaria, Barcelona,1983.

Se recogen en este primer volumen de Panfletos y materiales −título escogido por el propio autor− algunos de sus principalestrabajos en el ámbito de la tradició n marxista. Entre ellos, “ Latarea de Engels en el Anti−Dü hring” , “ Sobre el uso de lasnociones de razó n e irracionalismo por G. Lukács” y “ El tra−bajo científico de Marx y su noció n de ciencia” . En su nota depresentació n señalaba Sacristán: “ No es dif ícil distinguir entreun material y un panfleto, aunque traten de lo mismo. El panfle−to no se escribe para la gente de uno, a diferencia del material,sino para llamar la atenció n de otros círculos que se considerainteresantes” . Sacristán no incluyó en este volumen algunos delos materiales que había publicado en revistas como Nuestrasideas o Nous Horitzons. Así, “ Humanismo marxista en la ‘ Oramarítima’ de Rafael Albert” (1957), “ Jesuitas y dialéctica”(1960) o “ Tres notas sobre la alianza impía” (1961).

Papeles de filosofía. Panfletos y materiales II, Icaria, Barcelona,1984.

Es el volumen má s filosó fico de toda la serie. En él pueden versedesde antiguas colaboraciones en Laye −por ejemplo,“ Homenaje a Ortega” o “ Verdad: desvelació n y ley” − hastala comunicació n presentada en 1981 al congreso de Guanajuato,pasando por comentarios sobre la ecodinámica de K.E. Bouldingo su célebre texto sobre el lugar de la filosof ía en los estudiossuperiores. Los “ Apuntes de filosof ía de la ló gica” recogengran parte del material presentado por Sacristán a sus oposicio−nes de 1962 a la cá tedra de Ló gica de la Universidad de Valencia.Uno de los primeros textos que Sacristán escribió después de suvuelta de Mü nster −” Ló gica formal y filosof ía en la obra deHeinrich Scholz” − sigue siendo tan destacable como sus reseñas,de principios de los cincuenta, de las obras de Simone Weil.

Intervenciones políticas, Icaria, Barcelona, 1984.

Escribió Sacristán como nota previa: “ Este tercer volumen es elmá s meramente documental de todos. Y encima tiene lagunas,para mí lamentables, que no he podido rellenar: las intervencionesdirigidas al Comité Central del PCE y al del PSUC, a sus respec−tivos comités ejecutivos y a numerosas organizaciones de basedurante los años 1956−1970. Yo me tomaba muy en serio lo delas “ medidas conspirativas” y no guardaba papeles comprome−tedores o que pudieran dar pistas. Esa rigidez, que me permitiósuperar sin desperfectos graves cinco registros concienzudos de laBPS, me deja ahora sin documentació n que quisiera tener.Váyase lo uno por lo otro” . Hay que agradecer a MiguelManzanera y a Giaime Pala que hayan subsanado este déficit.Textos como “ La Universidad y la divisió n del trabajo” ,“ Cuando empieza la vista” , “ A propó sito del eurocomunis−mo” o “ Checoslovaquia y la construcció n del socialismo”tienen en este volumen un papel destacado.

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BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

I. De MANUEL SACRISTÁN LUZÓN

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Lecturas, Icaria, Barcelona, 1985.

Algunos destacados miembros de la llamada “ Escuela deBarcelona” hablaron en torno al poco desarrollado olfato litera−rio−artístico de Sacristán. Ensayos como “ La veracidad deGoethe” , “ Heine, la consciencia vencida” , “ La prá ctica de lapoesía (Joan Brossa)” o “ Una lectura del Alfanhuí de RafaelSánchez Ferlosio” ponen en serias dificultades la anterior afir−mació n. A los citados trabajos se añadan aportaciones y críticas deSacristán en Laye, la entrevista con Martí i Pol sobre Joan Brossay su recordado pró logo a los Poemas y canciones de Raimon.

Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Icaria, Barcelona,1987. Edició n al cuidado de Juan−Ramó n Capella.

En la nota de presentació n señala el editor: “ Este volumenreú ne escritos de Manuel Sacristán Luzó n realizados entre 1979y su muerte en 1985. Se refieren a a temá tica que má s le preo−cupó en los ú ltimos años de su vida: la constituida por los pro−blemas de la crisis de civilizació n, las amenazas sociales y políti−cas para la supervivencia de la especie y la crisis del movimientoemancipatorio contemporáneo. Su conjunto puede ser represen−tativo del intento de Manuel Sacristán de ensanchar la base deconocimiento y la perspectiva de una voluntad ético−políticaemancipatoria renovada” . Se incluye en el volumen uno de losú ltimos escritos de Sacristán: su presentació n a la traducció ncastellana −de Miguel Candel− del undécimo cuaderno deGramsci en la cá rcel. Igualmente su conferencia de 1983 sobre“ Algunos atisbos político−ecoló gicos de Marx” .

“ Karl Marx como soció logo de la ciencia” , mientras tanto, nº16−17,noviembre−diciembre de 1983, pp. 9−56.

Sacristán impartió dos cursos de posgrado en la UNAM mexi−cana durante el curso 1982−1983: uno sobre “ Inducció n y dia−léctica” , y otro sobre Marx y la sociología de la ciencia. Este ú lti−mo curso fue la base de este largo artículo que fue primeramen−te publicado en México. En mi opinió n es, junto a “ El trabajocientífico de Marx y su noció n de ciencia” , el mejor ensayo defilología marxista de Sacristán. Un texto admirable, mirado comoquiera mirarse, leído como prefiera ser leído. Domingo Curto loha incorporado a su edició n (en prensa) de escritos de Sacristánsobre filosof ía moderna y contemporánea.

“ Sobre el estalinismo” . mientras tanto nº 40, 1990, pp. 147−157.Transcripció n de Juan−Ramó n Capella.

El 23 de febrero de 1978 Sacristán participó , junto con ManuelVázquez Montalbán, en una mesa redonda sobre el estalinismocelebrada en el saló n de actos del convento de los padresCapuchinos de Sarrià (Barcelona), en el mismo lugar en el queaños antes se había constituido el Sindicato Democrá tico deEstudiantes de Barcelona. Se recoge aquí la transcripció n de suintervenció n inicial.

Ló gica elemental, Ed Vicens Vives, Barcelona, 1996. Edició n acargo de Vera Sacristán Adinolfi.

Poco después de ser expulsado de la Universidad de Barcelona en1965, vía no renovació n de su contrato laboral, Sacristán acep−tó el encargo de la editorial Labor de escribir la secció n de

Ló gica de una enciclopedia temá tica que por aquel entonces seproyectaba y que, de hecho, nunca llegó a editarse. Sacristándejó acabado, sin embargo, un manuscrito de má s de 400 pági−nas que su hija Vera editó en 1996. Respecto a Introducció n alaná lisis y a la ló gica formal, este nuevo manual presenta algunasnovedades: silogística, los métodos grá ficos de la ló gica de clases,ló gica modal y un esquema de historia de la ló gica. Un desta−cado pró logo de Jesú s Mosterín (págs. III−X) abre el volumen.

El Orden y el Tiempo. Introducció n a la obra de AntonioGramsci(1891−1937), Trotta, Madrid, 1998. Presentació ny edició n de Albert Domingo Curto.

Domingo Curto transcribió con admirable esmero y competen−cia este texto de Sacristán que era la presentació n −interrum−pida− a su Antología de Gramsci. Señala Domingo Curto en sutexto introductorio: “ El contenido de El Orden y el Tiempocorresponde en esencia al de un detallado estudio biográ ficosobre Antonio Gramsci, el cual se interrumpe en la descripció ndel momento de su detenció n, el 8 de noviembre de 1926... Elmanuscrito aquí transcrito abarca los aspectos socio−políticos ytambién filosó ficos má s importantes de la vida de Gramsci hastaese preciso instante en el que es detenido” .

De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas conManuel Sacristán Luzó n, Los Libros de la Catarata,Madrid, 2004, edició n acargo de Francisco FernándezBuey y S. Ló pez Arnal.

Se recogen en este volumen once entrevistas con Sacristán: laprimera, sobre “ Checoslovaquia y la construcció n del socialis−mo” es de 1969; la ú ltima, para Mundo Obrero, es de 1985. Seincluyen también la larga conversació n con Sacristán sobre tra−ducció n de 1982 y la magnífica entrevista de Gabriel Vargas paraDialéctica de 1983.

Escritos sobre el Capital (y textos afines), El Viejo Topo, Barcelona,2004. Pró logo de Alfons Barceló y epílogo de Óscar Carpintero;edició n de Salvador Ló pez Arnal (en colaboració n con la F.I.M.)

Se han recogido en este volumen trabajos de Sacristán sobre ElCapital, sobre los Grundrisse, en torno a Teorías sobre la Plusvalíao sobre escritos del Marx tardío. Destacan las cuidadas y pene−trantes anotaciones de lectura sobre El Capital de Sacristán −sec−ció n 8º −, así como su conferencia, de 1977, “ Sobre economíay dialéctica” o el coloquio que siguió a su intervenció n sobre“ El trabajo científico de Marx y su noció n de ciencia” .

Seis conferencias. Sobre tradició n marxista y nuevos problemas,ElViejo Topo, Barcelona. 2005. Presentació n de FranciscoFernández Buey y epílogo de Manuel Monereo; edició nde S. Ló pez Arnal.

Se recogen en este volumen la transcripció n y los esquemas deseis conferencias de Sacristán impartidas entre 1978 y 1985:“ Sobre el estalinismo” , “ Reflexió n sobre una política socia−lista de la ciencia” , “ Centrales nucleares y desarrollo capitalis−ta” , “ La situació n del movimiento obrero y de los partidos deizquierda en Europa Occidental” , “ Tradició n marxista y nue−vos problemas” y “ Sobre Lukács” . La heterogeneidad de lostemas tratados no debería ocultar un probable hilo conductor: la

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mirada crítica (y equilibrada) de Sacristán sobre determinadosaspectos de la tradició n marxista y, al mismo tiempo, la sentidaconsideració n de que la tradició n socialista, con vocació n nomeramente nominal de transformació n social, debía abrirse consinceridad, estudio y modestia a los nuevos movimientos y a lasnuevas problemá ticas de aquellos años (fundamentalmente, alfeminismo, al pacifismo y al ecologismo).

Fundamentos de filosofía. Apuntes de las lecciones del curso1956−1957. Universidad de Barcelona, ediciones técnicasdel S.E.U., 1956.

Son los apuntes editados de las clases que Sacristán impartió enla Facultad de Filosof ía de la Universidad de Barcelona, despuésde su regreso del Instituto de Ló gica Matemá tica de laUniversidad de Mü nster. Constan de los siguientes apartados: 1Introducció n. 2. Ló gica. 3. Metodología. 4. Teoría del cono−cimiento. 5. Ontología. Las partes dedicadas a la ló gica y a lagnoseología ocupan má s del 65% del volumen.Existen unos apuntes similares pero no idénticos del curso 1957−1958 que pueden consultarse en Reserva de la Universidad deBarcelona, fondo Manuel Sacristán Luzó n.

En prensa o en preparació n:

Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, Trotta, Madrid(en prensa). Edició n, notas y presentació n de AlbertDomingo Curto.

Sobre dialéctica, El viejo Topo, Barcelona (en prensa). Pró logode Miguel Candel y epílogo de Félix Ovejero Lucas.

Escritos de filosofía, sociología y política de la ciencia, El ViejoTopo,Barcelona (en prensa). Presentació n de GuillermoLusa y epílogo de Joan Benach y Carles Muntaner.

Sobre Geró nimo, El Viejo Topo, Barcelona (en prensa).

Antología mínima. Casal del Mestre, Santa Coloma de Gramenet1988.

Edició n del Grup de Filosof ía del Casal del Mestre de la ciudadcolomense, dirigido por Pere de la Fuente. Breve antología des−tinada a estudiantes de bachillerato de aquellos años, que cuentacon un magnífico pró logo de Miguel Candel: “ ManuelSacristán: la idea hecha acció n” .

Contra la filosofia llicenciada. Casal del Mestre, Santa Coloma deGramenet 1992.

Edició n en catalán de cinco textos (o fragmentos) en torno alconcepto de filosof ía (y afines): “ Un apunte sobre la filosof íacomo especialidad” , “ Sobre el lugar de la filosof ía en los estu−dios superiores” , “ Nota sobre el plan de estudios de la secció nde filosof ía” , ¿ Qué es una concepció n del mundo” y “ La

concepció n marxista del mundo” . Miguel Candel escribióigualmente un pró logo para la edició n con el título. “ ManuelSacristán y la renovació n de la filosof ía en Catalunya” .

M.A.R.X. Máximas, aforismos y reflexiones con algunas variableslibres, El Viejo Topo, Barcelona, 2003. Presentació n deJorge Riechmann y epílogo de Enric Tello (en colabora−ció n con la Fundació n de Investigaciones marxistas,FIM). Edició n a cargo de Salvador Ló pez Arnal.

Amplia selecció n de textos de Sacristán, en gran parte inéditos,agrupados en 18 apartados que muestran la diversidad y amplitudde sus intereses. Hay casi unanimidad en la consideració n posi−tiva de los escritos de Riechmann y Tello.

Salvador Ló pez Arnal y Pere de la Fuente (eds), Acerca deManuel Sacristán,Destino, Barcelona, 1996.

Componen este ensayo −hoy descatalogado− once de las entre−vistas concedidas por Sacristán y un amplio conjunto de conver−saciones con familiares, compañeros, discípulos y filó sofos. Cierrael volumen una antología temá tica de sus escritos. En una de lasentrevistas recogidas, señalaba Antoni Domènech: “ He vividovarios años en países extranjeros, y he tenido la fortuna de cono−cer y tratar a, y aprender muchas cosas de, algunos filó sofos ycientíficos sociales de grande y, en general, merecida reputació ninternacional. Y con esos títulos por delante, no parecerá una exa−geració n parroquiana −y espero que no se tome tampoco poruna pura efusió n de la potencia cordial− decir que ManoloSacristán me ha parecido siempre, cuando menos, un parigual detodos ellos” (p. 452)

Homenaje a Manuel Sacristán. Escritos sindicales y de políticaeducativa, EUB, Barcelona, 1997. Edició n de SalvadorLó pez Arnal.

CC.OO. de Barcelona organizó un homenaje en el déci−mo aniversario del fallecimiento de Sacristán. En este librose recogen las intervenciones de Joan Carles Gallego,Guillermo Lusa, Jordi Olivares, Francisco Fernández Buey,Jaume Botey y José Luis Ló pez Bulla, así como una selec−ció n de textos de Sacristán sobre temas sindicales y polí−ticos educativos. Entre ellos, “ Una cuestió n mal plante−ada” o el proyecto de “ Líneas programá ticas de la fede−ració n de enseñanza de CC.OO.” Sobre ManuelSacristán

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II. ANTOLOGÍAS

III. De y sobre MANUEL SACRISTÁN LUZÓN

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Juan−Ramó n Capella, La prá ctica de Manuel Sacristán. Unabiografía política, Trotta, Madrid, 2005.

En la solapa interior del volumen se señala: “ Esta biograf ía polí−tica de Manuel Sacristán constituye una primera aproximació nglobal y rigurosa a su vida y a su obra. Y también una aproxima−ció n desde dentro a una historia real de la izquierda española enaños aú n cercanos... Este libro ha sido escrito principalmente paralas personas jó venes. Estas deben saber que Sacristán vivió ensu propio tiempo cuestiones que hoy son importantes para ellas, yque las vivió pensándolas. Una parte significativa de la prá cticapolítica de Sacristán consistió en elaborar una reflexió n volca−da sobre el futuro del movimiento emancipatorio” .

E. Pinilla de las Heras, En menos de libertad. Dimensiones polí−ticas del grupo Laye en Barcelona y en España,Anthropos, Barcelona, 1989.

Excelente y modélico estudio sobre la revista Laye y su contextocultural y político. El volumen incluye textos inéditos de Sacristánsobre Confucio, Montesquieu, Crisis, Libertad, Persona, todosellos de principios de los cincuenta, elaborados para una enciclo−pedia política de la época que no llegó a editarse, e, igualmente,una conferencia impartida por Sacristán en 1954 que llevaba portítulo “ Hay una buena oportunidad para el sentido comú n” .

S. Ló pez Arnal, A. Domingo Curto, P. de la Fuente y F. Tauste (ed),30 años después. Acerca del opú sculo de Manuel Sacristán

Luzó n “ Sobre el lugar de la filosofía en los estudiossuperiores” .EUB,Barcelona, 1999.

Textos de Fernández Buey, Manuel Cruz, Moreno Pestaña,Domingo Curto, Martínez Solas,... sobre la noció n de filosof ía yel filosofar en la obra de Sacristán. Se incluyen dos breves textosde Sacristán de 1966 y 1968, así como la transcripció n de suintervenció n en las jornadas sobre Cultura y Educació n deInteracció −84.

Juan Carlos García−Borró n, España siglo XX. Recuerdos deobservador atento, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2005.

Memorias del que fuera amigo de Sacristán durantemuchos años y compañero en revistas como Qvadrante oLaye. La presencia de Sacristán es manifiesta a lo largo decasi todas sus páginas. Vale la pena fijar la atenció n en lascartas de Sacristán, de muy diversas épocas, que GarcíaBorró n presenta y comenta detalladamente en su narra−ció n.

S.alvador Ló pez Arnal, Albert Domingo Curto, Pere de la Fuente,Francisco Tauste y Jordi Mir (eds), Donde no habita el olvido,Montesinos, Barcelona, 2005.

En noviembre de 2004 se celebraron en Santa Coloma deGramenet (Barcelona) unas jornadas organizadas por el Grup deFilosof ía, sobre ló gica y filosof ía de la ló gica que recordaron el

40º aniversario de la publicació n de Introducció n a la ló gicay al aná lisis formal. Se recogen en este ensayo las conferencias ycomunicaciones presentadas durante las jornadas, así como trestextos inéditos de Sacristán. Cabe destacar los magníficos trabajossobre Sacristán de Luis Vega, Paula Olmos, Christian MartínRubio, Jordi Mir y Albert Domingo.

1. “ 13 años de Andalán” , Andalán 434, septiembre 1985 (artí−culos

de José Luis Rodríguez y Javier Delgado).

2. Nuestra Bandera nº 131, noviembre 1985 (artículos de FélixOvejero, F. J. Martínez).

3. Papeles de la FIM, nº 14−15, 1985.

4. “ Manuel Sacristán Luzó n 1925−1985” , mientras tanto 30−31, mayo 1987

5. “ Manuel Sacristán” . Un Ángel Má s, 5, inv. 1989 pp. 57−103

6. “ Especial Escuela de Barcelona” , Abalorio 1991.

7. “ Homenaje a Manuel Sacristán en el 10º aniversario de sumuerte” , mientras tanto 63, otoño 1995

8. mientras tanto 89 invierno 2003.

9. Papeles de la FIM, nº 21, 2003, 2º época

10. El Viejo Topo, julio−agosto 2005, nú m. 209−210.

Francesco Aquino, “ L´influenza di Antonio Labriola nella cultu−

ra socialista spagnola” , leída en noviembre de 1988 en lafacultad de Letras de la Università di Roma (La Sapienza)con el Dr. Nicolao Merker como ponente. Direcció n:Francisco Fernández Buey.

Miguel Manzanera Salavert, Teoría y prá ctica. La trayectoria inte−lectual de Manuel Sacristán. Tesis doctoral presentada en Madrid,UNED, 1993. Director: José Mª Ripalda.

Álvaro Ceballos Viro, “ Manuel Sacristán y la literatura” , Trabajode investigació n. Director: Pedro Ribas. DepartamentoFilosof ía Universidad Autó noma de Madrid, 2002.

Giaime Pala: “ Archipiélago PSUC (1968−1975)” . Trabajo deinvestigació n presentado en la Facultad de Historia de laUniversidad Pompeu Fabra. Director: Josep Mª Termes.

Tesis doctorales en curso : Jordi Mir García, Christian MartínRubio, Giaime Pala.

57IV. Sobre MANUEL SACRISTÁN LUZÓN

V.REVISTAS

VI.TRABAJOS ACADÉMICOS

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“ Integral Sacristán” , dirigido por Xavier Juncosa. Compuesto por los siguientes documentales:

1. El jove Sacristán. 2. El mestre Sacristán3. Sacristán filòsof.4. Lluita antifranquista.5. Sacristán marxista6. Sacristán México.7. Els moviments socials.8. Giulia.

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VII. PELÍCULAS VIII. TRANSCRIPCIONES

IX. PÁGINAS WEB

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1. ” Clases de metodología de las ciencias sociales de 1983−1984” .

Transcripció n de Joan Benach

2. “ Clases de metodología de las ciencias sociales de 1984−1985” .

Transcripció n de X. Martín Badosa y J. Muñoz Malo

3. “ Clases de metodología de las ciencias sociales 1981−1982” . Salvador Ló pez Arnal

4. “ Introducció n a los nuevos movimientos sociales”(1985) y diversas conferencias: Juan−Ramó n Capella.

1. www.manuelsacristan.org

2. www.lainsignia.org

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