Manuel Puig SINTESIS ANALISIS: CINE y LITERATURA€¦ · cualquier experimento serio y se acabó...

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Manuel Puig SINTESIS y ANALISIS: CINE y LITERATURA Manuel Puig Vivir en un pueblo de la Pampa no era la condición ideal para quien se sentía incómodo con la realidad del lugar que le había tocado en suerte o en desgracia. Otros puntos de re- ferencia estaban muy lejos; catorce horas de tren a Buenos Aires, un día entero de viaje del mar , casi dos días de viaje de las montañas de Córdoba a Mendoza. Existía sí otro punto de referencia y muy cercano: en la pantalla del cine del pue- blo se proyectaba una realidad paralela. ¿Realidad? Duran- te muchos años así lo creí. Una realidad que yo estaba segu- ro existía fuera del pueblo y en tres dimensiones. La primera prueba negativa me la dio Buenos Aires, al ir a estudiar el bachillerato en 1946. En Buenos Aires no existía la realidad del placer la reali- dad apetecible. ¿Fuera de la Argentina entonces? Me costó salir de mi país ; solamente a los 23 años pude juntar el dine- ro para pagar los 21 días de barco que separaban entonces Buenos Aires de Europa. Tardé muy poco tiempo en descu- brir que tampoco en Roma, donde me instalé, existía esa an- siada realidad paralela. Sobre todo no existía en la escuela oficial del cine, el Centro Sperimentale di Cinematografia, que se erguía en el corazón mismo de Cinecittá. Yo había lle- gado allí con una carga de idolatría poco adecuada: von Sternberg, Frank Borzage, los grandes rostros, Greta, Mar- lene, Michele Morgan, los poetas Prévert y Cocteau. Porque estábamos en 1956 y la ideología reinante era el neorrealis- mo. Dentro de la escuela había que moverse al compás de dos represiones de signo diferente, pero hermanadas en el 2 fondo . Se trataba de una escuela estatal y en esa época esta- ba en el gobierno de la Democracia Cristiana. Por lo tanto, director y parte administrativa eran supercatólicos, de aque- llos que todavía subsistían en los años 50, puritanos a un ni- vel hoy risible. Por ejemplo , se objetaban los escotes de las alumnas actrices, se exigía decoro y cualquier actividad se- xual era considerada ofensa. Me refiero a actividades hetero- sexuales entre alumnos -así que ni hablar de homosexuali- dad . En cuanto a drogas, la mención de la palabra evocaba en ellos algún truculento fumadero de opio en Macao. En otras palabras: ascetismo conventual. A esa represión de la parte disciplinaria aparentemente se oponía la ideología del profe- sorado, imbuido de neorrealismo. Todo se había originado en la inmediata postguerra con filmes de autor , como Roma, ciudad abierta, de Rossellini , Lustrabotas de De Sica y La terra tr ema de Visconti . De la obra de esos autores, los críticos y teóricos del cine habían intentado extraer un dogma, una se- rie de principios que manejaban como cachiporras contra todo lo que fuera cine diferente al que hacían Zavattini y sus seguidores. Sí, no sólo saber narrar era reaccionario; el cine de autor también era reaccionario. Todavía no existía ese término, "auteur ", acuñado por Cahiers du Cinéma en la mis- ma época , que en el 56 no se había popularizado. Recuerdo un ejemplo de cine puro que propuso Zavttini: una obrera sale de su casa y hace las compras, mira vidrieras, compara precios, busca zapatos para los hijos, todo en el tiempo real

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Manuel Puig

SINTESIS y ANALISIS:CINE y LITERATURA

Manuel Puig

Vivir en un pueblo de la Pampa no era la condición idealpara quien se sentía incómodo con la realidad del lugar quele había tocado en suerte o en desgracia. Otros puntos de re­ferencia estaban muy lejos; catorce horas de tren a BuenosAires, un día entero de viaje del mar, casi dos días de viaje delas montañas de Córdoba a Mendoza. Existía sí otro puntode referencia y muy cercano: en la pantalla del cine del pue­blo se proyectaba una realidad paralela. ¿Realidad? Duran­te muchos años así lo creí. Una realidad que yo estaba segu­ro existía fuera del pueblo y en tres dimensiones . La primeraprueba negativa me la dio Buenos Aires, al ir a estudiar elbachillerato en 1946.

En Buenos Aires no existía la realidad del placer la real i­dad apetecible. ¿Fuera de la Argentina entonces? Me costósalir de mi país ; solamente a los 23 años pude juntar el dine­ro para pagar los 21 días de barco que separaban entoncesBuenos Aires de Europa. Tardé muy poco tiempo en descu­brir que tampoco en Roma, donde me instalé, existía esa an­siada realidad paralela. Sobre todo no existía en la escuelaoficial del cine, el Centro Sperimentale di Cinematografia,que se erguía en el corazón mismo de Cinecittá. Yo había lle­gado allí con una carga de idolatría poco adecuada : vonSternberg, Frank Borzage , los grandes rostros, Greta, Mar­lene, Michele Morgan, los poetas Prévert y Cocteau. Porqueestábamos en 1956 y la ideología reinante era el neorrealis­mo. Dentro de la escuela había que moverse al compás dedos represiones de signo diferente, pero hermanadas en el

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fondo . Se trataba de una escuela estatal y en esa época esta­ba en el gobierno de la Democracia Cristiana. Por lo tanto,director y parte administrativa eran supercatólicos, de aque­llos que todavía subsistían en los años 50, puritanos a un ni­vel hoy risible. Por ejemplo , se objetaban los escotes de lasalumnas actrices , se exigía decoro y cualquier actividad se­xual era considerada ofensa. Me refiero a actividades hetero­sexuales entre alumnos -así que ni hablar de homosexuali­dad.

En cuanto a drogas, la mención de la palabra evocaba enellos algún truculento fumadero de opio en Macao. En otraspalabras : ascetismo conventual. A esa represión de la partedisc iplinaria aparentemente se oponía la ideología del profe­sorado, imbuido de neorrealismo. Todo se había originadoen la inmediata postguerra con filmes de autor, como Roma,ciudad abierta, de Rossellini , Lustrabotas de De Sica y La terratrema de Visconti . De la obra de esos autores, los críticos yteóricos del cine habían intentado extraer un dogma, una se­rie de principios que manejaban como cachiporras contratodo lo que fuera cine diferente al que hacían Zavattini y susseguidores. Sí, no sólo saber narrar era reaccionario; el cinede autor también era reaccionario. Todavía no existía esetérmino, "auteur", acuñado por Cahiers du Cinéma en la mis­ma época , que en el 56 no se había popularizado. Recuerdoun ejemplo de cine puro que propuso Zavttini: una obrerasale de su casa y hace las compras, mira vidrieras, comparaprecios , busca zapatos para los hijos, todo en el tiempo real

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de la acción, lo cual bien podría llenar la hora y media clási­ca de proyección. Y no debía, claro, intervenir para nada lamirada del director; la mirada del director no podía ser sub­jetiva, porque eso era pecado mortal. Era la cámara fría, im­personal, pero reveladora, la que solucionaba todo ..¿Una cá­mara reveladora de qué? De un realismo fotográfico, superfi­cial.

Debo agregar que el año 56 fue además el año de mayorcrisis para los teóricos del neorrealismo: el público se estabaretirando yeso, en vez de hacerlos reflexionar, habla vueltoaún más rígidos sus postulados. Ese año se había estrenadoIl tetto de De Sica, filmado bajo el terror zavattiniano y habíasido un fracaso de público y también de critica en los festiva­les internacionales. Sólo la defendlan los teóricos neorrealis­tas porque había sido filmada según las reglas de la casa, lascuales habían conseguido ahogar el aliento creador de DeSica . ¿En qué terminó todo? Los productores desistieron decualquier experimento serio y se acabó una brillante cruza­da iniciada por autores, no por la crítica, en la postguerra.Pero ¿por qué los productores desistieron? Porque el públicose retiró: el cine de denuncia, el cine político, se había vueltotan purista, tan reseco que sólo una élite lo podla seguir. Elgran público, la clase baja, la clase trabajadora, que en Italiatenía pasión por el cine y podía pagar una entrada, no enten­día ese cine que aparentemente le estaba dirigido. Cine de é- .lite, de iniciados, para el pueblo. .

La cosa no funcionó. Pues bien , ahl estaba yo, con el cora­zón dividido. Por un lado me gustaba la idea de un cine po­pular y de denuncia; pero me gustaba también el cine biencontado, que parecía exclusividad de los reaccionarios. Atodo eso me debatía con mis primeros guiones, que no conse­guían ser más que copias de viejos filmes de Hollywood.Mientras los escribía me entusiasmaba, pero al terminarlosno me gustaban. Me seducía en el primer momento la posi­bilidad de recrear momentos de espectador infantil, protegi­do en la sombra de la sala cinematográfica, pero el despertarno era placentero; el sueño sí, el despertar no. Finalmenteme di cuenta de que podía ser más interesante explorar lasposibilidades anecdóticas de mi propia realidad y me puse aescribir un guión que inevitablemente se volvió novela . ¿Porqué inevitablemente. Yo no decidí pasar del cine a la novela.Estaba planeando una escena del guión en que la voz de una

tia mía, en off, introducla la acción en el lavadero de una casade pueblo. Esa voz tenía que ser de unas tres líneas de dura­ción, cuando mucho, y siguió sin parar unas treinta páginas .No hubo modo de hacerla callar. Ella sólo tenia banalidadespara contar; pero me pareció que la acumulación de las ba­nalidades daba un significado especial a la exposición.

Ese asunto de las treinta páginas de banalidades sucedió,u.!! día de marzo de 1962, y yo tampoco me he podido callardesde entonces. He seguido con mis banalidades; no quiseser menos que mi tía. Ahora teoricemos, como hacía Zavatti­ni. Creo que lo que me llevóa ese cambio de medio expresivofue una necesidad de mayor espacio narrativo. Una vez quepude enfrentar la realidad, después de tantos años de fugacinematográfica me interesaba explorar esa realidad, des­menuzarla, para tratar de comprenderla. Y el espacio clási­co de una hora y media de proyección cinematográfica nome alcanzaba. El cine exige slntesis y mis temas me pedlanotra actitud; me solicitaban análisis, acumulación de deta­lles.

De esa novela pasé aotras dos más, siempre con la convic­ción de que al cine no volvería más. Pero en 1973 el director'argentino Leopoldo Torre Nilsson me pidió los derechos deBoquitas pintadas y después de muchos titubeos acepté la ofer­ta y también acepté encargarme de la adaptación. TorreNilsson me dejó toda libertad, como productor y director,pero yo no me sentí cómodo en esa tarea, porque tenia queseguir el procedimiento contrario al que me habla ayudado aliberarme. Tenia que resumir la novela, podarla, encontrarfórmulas que sintetizacen aquello que en su origen hablasido analíticamente expuesto.

Cuatro años después hubo otro llamado del cine. En Mé­xico el director Arturo Ripstein me pidió que adaptase la no­vela corta de Donoso El lugar sinlimites. De entrada dije queno; pero Ripstein insistió yvolvla leerei texto. Setrataba de uncuento largo más que de una novelayloque había que hacer enese caso era agregar material para completar el guión. Yaahí me sentí mucho mejor y del buen entendimiento conRipstein surgió otro proyecto; la adaptación de un cuento dela argentina Silvina Ocampo, "El impostor", para el retornoal cine del productor Barbachano Ponce. ¿Qué tenlan esosdos relatos en común? Me refiero a El lugar sin limites y "Elimpostor". A primera vista , nada. Pero después de terminar

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ambos trabajos de adaptación vi un claro parentezco. Am­bos relatos eran alegorías, historias poéticas, sin pretensio­nes J;ealistas, aunque en última instancia se refiriesen a pro­blemas humanos muy definidos.

Mis novelas, por el contrario, pretenden siempre una re­construcción directa de la realidad; de ahí su naturalezaanalítica. La síntesis en cambio va bien con la alegoría, conel sueño . ¿Qué mejor ejemplo de síntesis que nuestros sue­ños de cada noche? El cine requiere síntesis y por lo tanto esel vehículo ideal de la alegoría, del sueño . Lo cual me lleva aotra suposición. ¿Será por esa razón que el cine de los a ñostreinta y cua renta ha envejecido también ? Se trataba, sinduda , de sueños en imágenes. Tomemos dos ejemplos : den­tro del mismo Hollywood, un producto de clase B, comoSi", pecadores de Tay Garnett y Losmejoresaños de nuestras vidas

tiene que dividirse entre el reclamo de la image n, el de la pa­labra, el de la música de fondo. Adem ás, el reclamo de laimagen en. movimiento e~ algo que tiene que .ser especial­mente temdo en cuenta. No es lo mismo que el requeri­miento de un cuadro, donde se cuenta con el estatismo de laimagen . La concentración que en cambio permite la páginaimpresa da margen al narrador a otro tipo de discurso, máscomplejo en lo conceptual especialmente. Además, el libropuede esperar, el lector. puede detenerse a reflexionar -laimagen cinematográfica no.

En conclusión, hay histor ias que sólo la literatura puedeabordar, porque la atención del lector así lo determina.Quien lo decide todo en última instancia es la naturaleza dela atención humana. Tiene límite s, puede focal izar un ciertomaterial y otro no. Se fatiga, logra penetrar en la página es-

El general de la Rovere (De Sica)

de WiIliam Wyler, sería entre comillas , superproducciónque arrasó con Oseares y fue considerada una honra para lacinematografía.

¿Qué pasó con esos dos filmes después de casi cuarentaaños? Siete pecadores no pretendía 'parecerse a nada viviente.Era una desprejuiciada reflexión sobre el poder y los valoresestablecidos; una alegoría más sobre ese tema. Por lo contra­rio, Losmejores años de nuestras vidas se proponía dar una ima­gen realista del regreso de los soldados norteamericanos,después de todos estos años, de ese film cuando mucho se pue­de observar que es un válido documento de su época, mientrasque de Siete pecadores se puede'decir que es una obra de arte. Sí,examinando loque vaquedando de la historia del cine encuen­tro más y más pruebas de lo poco que se puede rescatar de losintentos de realismo, en los que la cámara parece resbalar porla superficie, sin lograr pasar a otra dimensión que no sea la deun realismo fotográfico, de dos dimensiones .

.Ahora bien , apuntadas así brevemente esas diferencié.'que me parece vislumbrar entre cine y literatura, paso a con­testar una pregunta que se viene formulando desde hace untiempo. ¿Pueden el cine y la televisión terminar con la litera­tura, con la narrativa para ser más .específicos? Mi impre­sión es negativa: imposible que eso ocurra. Porque se tratade dos lecturas diferentes. En el cine la atención se ve reque­rida por tantos puntos de atracción diferentes que resultamuy difícil, o directamente imposible, la concentración enun discurso conceptual complicado. En el cine la atención

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crita densidades que expuestas en la pantalla result arían im­posibles de abordar. Tuve una experiencia curiosa al respec­to . Hace unos tres años vi una película italiana JI sospetto deMaselli. Es un relato de muy complicado contenido político,hecho con excepcional empeño. Promediando la proyecciónde la película empecé a alarmarme: simplemente no lograbaseguir la narración. Los personajes planteaban cuestionescuyo hilo no se lograba seguir . Supuse que escritas, esas mis­mas tiradas de diálogo serían más intel igibles ¿o no ?¿qué ocu­rría ? ¿era todo un galimatías o sencillamente la atencióndel espectador no conseguía abarcar todo lo que se le presen­taba ? Me interesó la cuestión y a través de mi editor enRoma conseguí el guión original del film. Lo leí y entendítodo perfectamente. Había sí dos o tres pasajes, algo oscu­ros, que volviendo atrás la página y releyendo se aclaraban.Pero esa operación no había sido posible en la sala cinemato­gráfica . No se puede detener la proyección.

Por todo esto creo poder afirmar que la lectura del espec­tador cinematográfico es otra que la del lector de novela yque esa lectura cinematográfica, si bien tiene algo de la lec­tura literaria, tiene también mucho de la lectura de un cua­dro . Sería entonces una tercera lectura, que participa de ca­racterísticas de la lectura literaria y de la plástica, pero quees también diferente. ¿Y a dónde voy con todo esto? A mani­festar mi siempre renovada admiración ante las ventajas dela narrativa impresa, con su margen generoso para la experi­mentación del autor y al mismo tiempo el amplio territorioque propone para el encuentro de ese autor con su lector.