Manuel Alberca Cuadernos Hispanoamericanos_nº_766 Abril 2014

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    MESAREVUELTA

    PorManuel Alberca

    De la autoficcin ala antificcin.Por la autobiografa

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    En el ensayo Malestar y autobiografa(Cuadernos hispanoamericanos, 745-746), Anna Caball, basndose en lasaportaciones de los estudios neurolgi-

    cos, expona un marco terico que per-mite comprender las tendencias de laliteratura autobiogrfca actual. Dentrode este nuevo modelo autobiogrfico, laautora conclua: La nocin de autofic-cin se ha quedado corta para explicarla nueva utilizacin de lo autobiogrficoen la creacin. Aunque esta conclusinno era, creo yo, lo ms importante ni sus-tancial de este interesante trabajo, he de

    reconocer que me anim a poner negrosobre blanco mis dudas y reservas conrespecto a la autoficcin tan difundidaen los ltimos aos.

    Lo que sigue tiene algo de meaculpa, pues como autor deEl pacto am-biguo. De la novela autobiogrfica a laautoficcin, (2007), aunque tuve la pre-caucin de llamar la atencin sobre los

    inconvenientes de la autoficcin, espe-cialmente en las conclusiones, soy corres-ponsable del abuso de este concepto enalgunos estudios literarios recientes. Des-de que publiqu el libro he ido matizandomi aprecio sobre la autoficcin, y en estetrabajo quisiera exponer mi postura ac-tual sobre este asunto. Creo que, despusde aos de hegemona de la autoficcinen el campo de los estudios autobiogrfi-

    cos, es oportuno hacer un balance crticode sus aportaciones y rmoras.

    UNA RELACIN DESIGUALAl referirnos a la autoficcin resulta in-evitable plantearnos la relacin entre g-neros limtrofes, en este caso entre la no-vela y la autobiografa. Estas relacionesno son de ahora, tienen siglos de existen-

    cia, pero nunca han sido simtricas. Alcontrario, han estado jerarquizadas porla ficcin, que ha gozado siempre de ma-yor prestigio.

    A la autobiografa le ocurre algo si-milar a lo que le suceda a la novela en elpasado, cuando era considerada un gne-ro espurio al margen de las poticas clsi-cas. La novela moderna espaola, la queapareci en el siglo XVI, tard tres siglosen ser un gnero respetado, y en conver-tirse en una lectura mayoritaria. Y estono sin fuertes censuras literarias, pues seconsideraba un producto pensado para

    nios y fminas. Tampoco faltaban las re-servas de tipo moral. Novelas? No ver-las, decan los clrigos decimonnicos, ydesaconsejaban su lectura por disolven-te. Quiero decir que, si la autobiografamoderna no tiene ni 250 aos, no debesorprendernos que sea rechazada todavapor sectores de la crtica, de la Academia,incluso por los propios autobigrafos.

    En los ligues entre la autobiografay la novela, esta ha resultado beneficiada,pues ha colonizado a su antojo a la pri-mera. Cuando a la novela le ha flaquea-do la inspiracin, o cuando los modelosvigentes han dado seales de adocena-miento, los novelistas han recurrido aotros gneros y, por supuesto, a la auto-biografa. Por el contrario, esta, aunqueutiliza tcnicas que creamos propias de

    la ficcin, no ha tomado la novela comotierra de promisin. Actualmente la su-premaca del gnero novelstico sobre elresto de gneros narrativos sigue siendoaplastante, y esa jerarqua se manifiesta,entre otros detalles, en que la denomi-nacin de novela se puede aplicar acualquier obra, incluso si se trata de unaverdadera autobiografa, un diario o un

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    tratado histrico. En fin, en esta desigualrelacin, la novela se lleva la fama y la au-tobiografa carda la lana. Los novelistaschulean la autobiografa, y adems se

    arrogan, en su beneficio, la categora delo literario, y mandan a la autobiografa asegunda divisin.

    Con la prudencia que conviene ob-servar cuando miramos atrs para que ladistancia no nos engae, podemos decirque, en la guadianesca historia de la au-tobiografa espaola, algunos momentoscruciales de nuestra historia han propi-ciado un desarrollo intenso del gnero

    memorialstico y confesional. Este desa-rrollo ha coincidido a veces con el colap-so creativo de la novela, que ha buscadoen la autobiografa inspiracin y estmu-lo creativo.

    Dar tres ejemplos de forma resu-mida que corresponden a tres momentoscrticos de la historia de Espaa: pri-mera mitad del siglo XVI, final de siglo

    XIX-comienzos del XX y 1975. En lostres, y sin poder entrar en detalles porfalta de espacio, se produjo un impor-tante desarrollo de la autobiografa. Enlos tres se produjo el colapso, por ago-tamiento, de la novela predominante enla poca: los libros de caballera, en elsiglo XVI; la novela realista-naturalista,a finales del XIX, y el realismo-social yel experimentalismo, en 1975. Y en los

    tres, la novela encontr inspiracin enla autobiografa: Lazarillo de Tormes y lapicaresca, las novelas de 1902, que enpalabras de Mainer son autobiografasgeneracionales, y por ltimo, a partir de1975, al socaire de la recuperacin de lamemoria colectiva y personal, los nove-listas volvieron la vista a la novela auto-biogrfica y a la autoficcin. En esos tres

    periodos el desarrollo de la novela no sepodra explicar sin la autobiografa coe-tnea.

    POR QU HA INTERESADO TAN-TO LA AUTOFICCIN?La autoficcin vena a insertarse, portanto, en una tradicin, en la que ficciny autobiografa mantenan desde hacasiglos una larga, fructfera, pero desigualrelacin. Al mirar la Historia de la Lite-ratura, encontramos normal que los no-velistas, en momentos de agotamiento openuria inventiva, hayan recurrido a los

    contenidos autobiogrficos, y que lo de-fiendan o lo justifiquen, echando manode los fundamentos proteicos del gnero.Es decir, los novelistas, en momentos dedeclive, han podido colonizar la autobio-grafa con total naturalidad. En cambiono se entiende o se entiende mal que losautobigrafos utilicen formas del lengua-

    je novelstico o inventen otras. Pero se

    comprende an menos que la autobio-grafa, por su carcter factual, sea exclui-da de la Literatura con maysculas.

    El origen de la autoficcin se en-cuentra precisamente en esta situacinque posterga a la autobiografa dentrodel sistema literario. En el invento sub-yace esta misma idea, pues su inventordejaba la autobiografa fuera de la Litera-tura, y la defina como un discurso ado-

    cenado de estilo grandilocuente que loshombres ilustres utilizaban para escribirsu vida (Doubrovsky, 1977). En este sen-tido la autoficcin le permita sortear dosescollos: el terminolgico (el neologismole exima de utilizar la larga, pesada y an-tiptica autobiografa) y la falta de pres-tigio, pues el nuevo registro, al presen-tarse como novela, le abra el paso de la

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    aduana literaria, que controla la ficcin.Es cierto que, dentro de la tradicin

    de trasvases entre la autobiografa y la no-vela, la autoficcin presenta unos rasgos

    especficos que la distinguen de formasafines, como la novela autobiogrfca o laautobiografa ficticia (Alberca, 2007:93-132), pero su novedad es relativa. Sinembargo, la autoficcin ha concitado uninters sorprendente, incluso inusitado,si lo comparamos con la escasa atencinque normalmente despiertan las cuestio-nes de teora literaria. Pero, por qu haejercido esa atraccin la autoficcin, por

    qu tanta curiosidad e inters por ella, ypor qu se ha convertido por algunos enuna forma de culto? A m se me ocurrenalgunas razones:

    1. La autoficcin simboliza el esp-ritu de una poca, el de las cuatro pos-modernas dcadas (del post-68 a 2007),que acaban con la crisis econmica de2008, cuyo hito inaugural lo puso la

    quiebra de Lehman&Brothers. Fuerontiempos marcados por un capitalismoglobalizado y neoliberal que uniformiza-ba a los sujetos hasta convertirlos en unalegin sin seas de identidad propias, almismo tiempo que venda la idea de que,con un suplemento de ficcin, cualquie-ra poda disearse a la carta una nuevay neo-narcisista identidad (Lipovetsky,1986).

    El auge de la autoficcin coincidicon una poca de expansin del llamadocapitalismo de ficcin y del dinero deplstico (Verd, 2003). Una panacea enla que pocos detectaron el disparate, ymenos an la cercana del fin de ese deli-rio econmico y social. Tampoco Vicen-te Verd. En consecuencia, el pinchazode la burbuja y la consiguiente cada de

    ese imperio ficticio han revelado la trivia-lidad o el carcter superfluo de muchasde las autoficciones producidas al socairede esta poca de compulsivo ludismo e

    impostura posmoderna. Adems algunosde los principios creativos de las artes enla posmodernidad coincidieron con losejes centrales de la autoficcin que en al-gunos casos pretendan ilusamente abolirlas fronteras entre realidad y ficcin, des-prestigiar las nociones de verdad y men-tira, initulizar los conceptos de identidadpersonal y compromiso autobiogrfico.La apotesica confusin de estos con-

    ceptos por el posmodernismo fue criti-cado con irona: El posmodernismo esdemasiado joven para recordar la pocaen que existan la verdad, la identidad y larealidad (Eagleton, 2005)

    Por otra parte, la autoficcin apare-ci en el campo literario en un momentode caractersticas en apariencia contra-dictorias: de una parte, la crtica post-es-

    tructuralista haba decretado la muertedel autor y de paso esa antigualla de lareferencia y del sentido de la obra lite-raria. Y por otra, desde la dcada de lossetenta, la autobiografa y el estudio de laautobiografa no haban dejado de crecery haban experimentado un auge y crea-tividad hasta entonces impensables. Dealgn modo la autoficcin y la intuicinde Doubrosvsky, que viva a caballo de

    Estados Unidos y Francia, era un intentode superar esta contradiccin. En resu-men, la autoficcin vena a testificar lacrisis y la afirmacin de un sujeto frag-mentado y de identidad inestable (Alber-ca, 2007:23-28).

    2. Un segundo motivo del xito dela autoficcin es el acierto del neologis-mo. El propio Doubrovsky reconoce es-

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    tar sorprendido de la fortuna de su ocu-rrencia. Confiesa que cuando utiliz eltrmino por primera vez para definir Fils(1977) ni pretenda crear un nuevo gne-

    ro literario ni pensaba que se convertiraen un movimiento importante en la litera-tura francesa y mundial (Chemin, 2013).Hubo intentos anteriores para nombrareste espacio literario de fronteras difusasentre la novela y la autobiografa, que noprosperaron en absoluto. A comienzosdel siglo XX, un escritor ingls, StephenReynolds, cre un trmino similar a au-toficcin, pero mucho ms farragoso e

    intil: autobiografiction, que no tuvofortuna (Saunders, 2008).

    La cuestin del nombre se debateentre la precisin y la expresividad. Au-toficcin no es un trmino preciso, peroresulta expresivo, y en este sentido til.Vino a suplir con ventaja a auto-bio-gra-fa, que no permite ni la apcope. Buenaparte de la popularidad de la autoficcin

    se debe a su nombre. Aunque algunoscrticos lo encuentran confuso, una con-tradiccin en los trminos (auto/ficcin),y lo declaran hasta cierto punto culpablede la ambigedad inherente al concepto(Gasparini, 2008:296), es preciso reco-nocer que el neologismo fue un acierto,pues tiene el atractivo y el poder sugeren-te de una buena marca o de un logo co-mercial. En parte el xito del concepto se

    debe al neologismo, que ha sido decisivopara su difusin y para que el productose haya vendido tan bien. A pesar de suimprecisin, y tal vez por esto, pues la in-determinacin era un valor posmoderno.

    3. Si bien en Espaa la mayora delos autores menosprecia la autobiografacon reservas morales (la tachan de imp-dica o de exhibicionista) y con razones

    literarias (la consideran una literaturamenor sin el prestigio de la ficcin), ladivulgacin de la autoficcin ha servidode coartada para utilizar materiales auto-

    biogrficos verdaderos bajo la forma deuna imprecisa autoficcionalizacin. Lapopularidad del concepto les ha permi-tido a algunos autores hablar de s mis-mos con ambigedad y sin riesgo (Soyy no soy yo), sin tener que arrostrar lavergenza (dentro de su escala de valo-res) de escribir testimonios, y sobre todosin tener que hacer frente a la desafiantebsqueda de la verdad de s mismo sin el

    protector velo de la ficcin.Por una parte, lo biogrfico es un

    buen cebo promocional para un libro,pero, por otra, resulta un material sos-pechoso de infra-literatura: no vaya a serque alguien piense que hacen autobio-grafa o una simple confesin. Un casoilustrativo de esta contradiccin lo cons-tituyeLo que me queda por vivir(Elvira

    Lindo 2010). En la contraportada dellibro, se puede leer que es la crnicade un aprendizaje, pero despus aadeque tiene la fuerza de las novelas queretratan un tiempo al contar unas vidassingulares [] esas verdades sobre laexperiencia que slo puede contar la fic-cin. En coherencia con lo que vengoexponiendo, este libro deja suficientesseales para que el lector intuya que se

    trata de la vida de Lindo, pero sin dejarde insinuar que bien podra tratarse deuna novela. Antes de su publicacin, losinformes editoriales y la prensa destaca-ban el contenido autobiogrfico. En lasprimeras comparecencias promociona-les, la escritora incit tambin a una lec-tura autobiogrfica de su libro. Sin em-bargo, despus de un mes de promocin,

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    comenz a desmarcarse de lo que conanterioridad ella misma haba afirmado.En una conversacin onlinecon los lec-tores de un peridico defenda que era

    una novela y no una autobiografa, peroreconoca que la protagonista tena mu-cho de ella misma. La explicacin a tantavacilacin nos la da ella misma en otraentrevista. Para Lindo, una confesinautobiogrfica no es literatura y, aunqueadmite que su novela podra parecerlo,es en realidad una construccin litera-ria (Moyano, 2010). Ergo, si su texto esarte, la autobiografa no puede serlo. La

    vacilacin de la autora est presente en elrelato, pues ste funciona mejor cuandotrasparenta la impronta vital que cuandopretende velarla. En ningn caso el lectorconsigue separar a Antonia, la protago-nista de la novela, de su autora. Se podapensar que, en esta poca de transparen-cia y ultra-exposicin de lo privado y delo ntimo, este tipo de reservas estara su-

    perado, pero una cosa es la construccinde un personaje en los medios o median-te la creacin calculada de un personajeliterario y otra distinta, el despojamientosin disfraces en un discurso ponderado ycrtico. La autoficcin permite este tram-pantojo.

    4. Otra razn del xito es el atracti-vo que tiene para los lectores las distin-tas y a veces contradictorias, interpreta-

    ciones que la autoficcin favorece. Lasautoficciones, y sobre todo aquellas queintentan prolongar la ambigedad delparatexto en el texto, constituyen un de-safo para los lectores. Es decir, un reto asu inteligencia y a su sagacidad lectora,pues invita a la participacin detectives-ca en su trama. Al contar su vida, sin re-nunciar a la ficcin, y mezclar de manera

    inconstil novela y realidad obliga a loslectores a convertirse en detectives. Sinser una novela en clave, la autoficcin, ydentro de esta las que logran un mayor

    grado de indeterminacin y ambige-dad o consiguen mantenerla durantems tiempo o incluso ms all del finaldel relato, estimula la lectura activa. Ladestreza de los lectores y su competen-cia interpretativa se las tenan que ver aveces con relatos de estatuto ambiguodifciles de desentraar. Obras comoLata Julia y el escribidor, de Vargas Llosa(1977), o Todas las almas, y su secue-

    la Negra espalda del tiempo, de JavierMaras (1989 y 1998), son, entre otrosejemplos, autoficciones que, adems desu calidad literaria e inters humano, porsu indeterminacin representan un retointerpretativo para los lectores.

    5. Y por ltimo, el fenmeno de laautoficcin ha resultado, y lo es todava,un terreno fecundo para los estudiosos,

    pues su singularidad desde el punto devista de la reflexin y de la crtica es evi-dente. Por primera vez una forma litera-ria naci, como aquel que dice, con lateora ya puesta de manera simultnea ala prctica. Los estudiosos de la autofic-cin han podido asistir al nacimiento yal bautizo de una nueva forma literaria,cuestionar incluso el nombre propio dela criatura, contemplar sus primeros y

    dubitativos pasos, seguir su desarrollo yhasta cierto punto intervenir en este pro-ceso y tener la ilusin de dirigir su mar-cha (Alberca, 2007:140-144, y Gaspari-ni, 2008). En fin, la tutela y el estudio deeste fenmeno ha dado a los profesoresuna cierta sensacin de poder para po-der prever su desarrollo. Ahora bien, yesto conviene researlo, dicha predilec-

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    cin por el estudio de la autoficcin seha traducido en que esta acapare toda laatencin en detrimento de la autobiogra-fa. No solo entre los profesores, tambin

    entre estudiantes y doctorandos que, ensintona con el signo de los tiempos, pre-fieren el estudio de la juvenil y juguetonaautoficcin al estudio de la vieja y seriaautobiografa.

    LA AUTOFICCIN, FASE JUVENILDE LA AUTOBIOGRAFA?Y sin embargo, considero que la auto-ficcin tiene mucho de xito coyuntu-

    ral o de moda, y arrastra los problemaspropios de esta clase de fenmenos. Elprincipal problema de la autoficcin haresultado ser el de su contradiccin in-herente y la indeterminacin que se des-prende de ella. En la lengua castellanatenemos un refrn que dice: Lo pocogusta y lo mucho cansa. La ambigedadconstitutiva de la autoficcin, tan atracti-

    va y tan ldica a veces para los lectores,ha devenido en un cierto hartazgo, y endiferentes y contradictorias interpreta-ciones que amenazan con dejar inservi-ble el concepto. Como es sabido, las dosprincipales definiciones de la autoficcinhan sido la biogrfica (Doubrovsky, 1977y 1988), y la autofabuladora (Colonna,1990 y 2004).

    Doubrovsky la define como novela

    o ficcin de acontecimientos y de he-chos estrictamente reales. Esta defini-cin y el neologismo introducan, tal veza su pesar, una evidente contradiccinen los trminos. Por qu ficcin sise trata de un relato de hechos estric-tamente reales? Doubrosvsky tratabade resolverlo as: cualquier relato quequiera superar la mera enumeracin de

    hechos vividos reconstruye un simulacrode lo real mediante la imaginacin. Portanto est claro que somos hombres-re-latos, que reconstruimos y modificamos

    incesantemente nuestra vida cada vezque la contamos (Ricoeur, 1996), peroesto no significa que tengamos que serhombres-mentira. Pero la puerta queda-ba abierta para los que iban a entenderla autoficcin como un campo de experi-mentacin novelesca.

    Esta fue precisamente la pista quesigui Vicent Colonna, que ampli elcampo extendindolo al terreno de la

    autofabulacin: Una autoficcin esuna obra literaria por la cual un escritorse inventa una personalidad y una exis-tencia, conservando su identidad real(Colonna, 2004:75). Es decir, el autor,como hroe de la historia, transfigura suexistencia real en una vida imaginaria,indiferente a la veracidad autobiogrfi-ca, pero conservando la cifra identitaria

    del nombre propio. Es la misma idea,que sostiene su maestro Grard Genette,pues las autoficciones al estilo de Dou-brovsky son autobiografas camufladasde autoficciones para pasar los contro-les de la aduana literaria (Genette, 1993:69-72). La idea de autofabulacin ha re-cibido fuertes crticas pero no se puedenegar que hay mltiples ejemplos de estaclase de novelas 1.

    Llegados a este punto, dejandoaparte la opcin fabuladora, es decir re-teniendo solo la interpretacin biogrfi-ca, reconozco en la autoficcin una faseintermedia o una variante autobiogrfi-ca, es decir, un sarampin o adolescenciaque, despus del boom de los 70-80, de-ba pasar tal vez la autobiografa espao-la. As lo veo hoy: la autoficcin ha sido

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    una vuelta o un rodeo necesario para quela autobiografa pueda alcanzar el reco-nocimiento literario, al mismo nivel de laficcin, pero sin ser confundida con ella.

    En fin, un rito de paso hacia la madurez,y una prueba ms de la juventud y vita-lidad de la autobiografa moderna espa-ola que, al fin y al cabo, tiene una brevey discontinua historia. Tampoco debeolvidarse que la autobiografa modernaes todava un arte literario por definir ydesarrollar, ms an en Espaa dondees considerada un gnero ancilar de laHistoria de la Literatura. En definitiva

    quiero pensar que la autoficcin fue unsimple desvo pasajero de la autobiogra-fa o una fase intermedia del camino deesta hacia su reconocimiento literario ysu plenitud creativa.

    Esta percepcin se me ha agudiza-do en los ltimos aos, pero no es total-mente nueva para m. De hecho, y dis-culparn la inmodestia de citarme a m

    mismo, en las pginas finales deEl pactoambiguo, a manera de conclusin, termi-naba preguntndome: Hacia dndese dirige la autoficcin? Qu se puedeesperar de ella en el futuro? Y me con-testaba a m mismo:

    ... la suerte que vaya a correr la auto-ficcin en la literatura espaola depende-r ms del desarrollo de la autobiografaque de la evolucin de la novela, siempre

    ms abierta a la experimentacin y portanto ms proclive a quemar rpidamen-te las innovaciones para ponerse a la bs-queda de otras. Depender, creo, del modoen que la autobiografa afronte sus desa-fos y sea capaz de cumplir el compromisode contar la verdad [...]. Por esta razn,aunque no se puede negar que el disposi-tivo autoficticio ha producido resultados

    interesantes en sus distintas variantes,creo que el futuro de esta frmula se en-contrar ms en la aceptacin y enfren-tamiento de la verdad, que en la difusin

    de relatos gratuitos o prescindibles sobrela vida personal [...].

    La autoficcin podra establecersecomo una forma renovada de la autobio-grafa y ya no en hostilidad o competen-cia con ella. De este modo, despus depasar por un periodo provisional comovanguardia autobiogrfica, la autofic-cin podra constituirse en una provin-cia de la autobiografa, porque la auto-

    biografa declarada no parece que vaya adesaparecer o a subsumirse en esta for-ma emergente anti-autobiogrfica que esen algunos casos la autoficcin (Alberca,2007:297-298).

    Este era de manera resumida mi dictamende 2007, basado solo en mi intuicin au-tobiogrfica y en cierta osada proftica.

    Es indudable que el concepto de auto-narracin (Schmitt, 2007), a su vez re-utilizado por Gasparini (2008:311-318)para redistribuir el mapa de los gnerosautobiogrficos, viene a dar soporte te-rico a esta tendencia de la literatura auto-biogrfica actual. Es tambin notable queSchmitt (2010) y Gasparini (2008) nocoinciden en sus planteamientos, inclu-so discuten lmites y fronteras, aunque la

    postura de ambos es inequvoca al devol-verle a los relatos autobiogrficos el prin-cipio de veracidad, que preside el pactode Lejeune, pero sin renunciar a la flexi-bilidad o a la invencin formal con que sesuele identificar a los relatos ficticios.

    Resumiendo. Creo que un registroexpresivo, un hallazgo artstico o un g-nero literario se sigue utilizando, mien-

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    tras es novedoso o mientras interesa alcreador y su pblico. O mientras alguiensabe infundirle savia nueva. A partir dedeterminado momento lo que era sor-

    prendente o vlido deja de ser funcional.Esto tambin rige para la autoficcin.Inevitablemente el esquema de la auto-ficcin desde el punto de vista creativoha devenido en algunos casos en una re-ceta adocenada, de la que el escritor sesirve para introducirse con su nombrepropio en el relato, disear artificiosasincertidumbres, ofrecer versiones dis-tintas de los hechos histricos o dar un

    tratamiento frvolo y fantasioso a la expe-riencia personal.

    ANTIFICCIN Y VERDADFrente a estas propuestas de escrituraambigua y de contenido fabulador, cabecontraponer la eleccin que otros auto-res han hecho al contar su vida o un epi-sodio de esta, sin inventar nada, sin col-

    mar los vacos ni lagunas de su trama realcon elementos ficticios. Estos autoresse someten al principio de realidad, poraustero, exigente e incluso yermo quepueda parecer, aunque para ello tenganque inventar una forma narrativa propiapara sondear la verdad con alguna pro-babilidad de xito, pues la vida de cadapersona es nica, pero no est escrita enningn sitio, y cada autobigrafo debe

    encontrar el modo de escribirla de la for-ma ms veraz y eficaz 2.A algunos la propuesta de contar la

    verdad sobre la propia vida con la mxi-ma sinceridad puede parecerles ingenua.Sin embargo, conviene recordar que to-dos las personas resultamos ingenuascuando contamos nuestra vida. En rea-lidad, todos, como autobigrafos acci-

    dentales, nos comportamos de una formasimilar ante este reto. Todos mentimos onos justificamos como nios cogidos enfalta o prometemos decir la verdad como

    animales indefensos y atemorizados.Pero tal vez esto no es lo ms importantecuando somos lectores, pues frente a unrelato autobiogrfico tomamos la distan-cia que creemos conveniente: fra, entre-gada, escptica, analtica o emptica. Encualquier caso nunca debemos perder devista que cuando alguien nos cuenta suvida con el mximo de veracidad posiblenos hace un regalo, y corresponde al re-

    ceptor buscar que esa comunicacin sealo ms fructfera. En una de las obras quepropongo ms abajo como ejemplo de es-critura autobiogrfca actual, el autor, Ra-fael Argullol, repite que su libro no es unaautobiografa, porque tal vez no quieraparecer ingenuo, pero, al menos en esto,lo es. Sin embargo, esta discrepancia eslo menos importante, pues su obra y su

    genio intelectual nos recompensan sobra-damente. Su verdad es ms interesanteque los posibles desacuerdos.

    He seleccionado tres obras, apare-cidas entre 2008 y 2010, que me parecenpropuestas autobiogrficas rigurosas,pues cumplen con el principio de veraci-dad del gnero, y al mismo tiempo inten-tan nuevas formas creativas de contar lavida. Estas obras son:No ficcin(Verd,

    2008), Tiempo de vida(Giralt Torrente,2010), y Visin desde el fondo del mar(Argullol, 2010).

    Los tres autores se proponen au-tobiografiarse sin aadir una pizca deficcin, y por tanto ninguno utiliza ladenominacin de autoficcin, que pa-recera en principio un contrasentido.Lo mismo cabra decir de la denomina-

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    cin novela, aunque hay que aceptarque en el espaol actual es una palabrapolismica, que significa tanto historiainventada como relato bien escrito. Dos

    de estos autores no ven en su utilizacinninguna contradiccin, pues novela espor razones prcticas una palabra quesirve para todo. Como ya he dicho a pro-psito del libro de Argullol, tampoco lescuadra a estas obras la denominacin deautobiografa, pues bien por el gustode los autores, por el carcter fragmenta-rio de los relatos o por el deseo de des-cubrir nuevas y eficaces formas de contar

    la vida, la palabra autobiografa iden-tifica, a veces injustamente, a los relatosque as se presentan como un ejerciciofin de carrera al que recurren escritoresy personas ilustres para rentabilizar lafama o afianzar su posicin social, tam-bin de justificarse o de legar una ima-gen de s mismo definitiva y satisfactoriapara la posteridad. Aunque estos rela-

    tos ni aceptan ni utilizan el trmino deautobiografa, cumplen y hacen gala decumplir el pacto autobiogrfico, puesanuncian, en el texto o en el paratexto,que van a contar la verdad de su vida, yal anunciarlo se comprometen (Lejeune,1998: 234-235).

    A falta de mejor trmino, y sin ni-mo ni pretensin de sentar ctedra, hepreferido denominarlas antificciones,

    trmino que tomo prestado a PhilippeLejeune, que cre el neologismo y lo uti-liz para describir la forma en que el dia-rista lleva su diario. Tal como Lejeune loentiende, el diarista escribe de lo que leacontece en el presente, y en cada entra-da de su diario se propone levantar actade lo que acaba de suceder. Por tanto laescritura del diario es de prctica simul-

    taneidad con los pensamientos y hechosanotados, y la cercana y gravitacin delpresente no permitiran la falsificacin.Tampoco permiten conjeturar lo que le

    deparar el futuro (si acaso solo como laexpresin de un deseo), pues su perspec-tiva temporal abarca unos minutos o unashoras. En fin, el diario no necesita la ima-ginacin para nada, pues es el reino de lofactual. Segn la tesis de Lejeune el dia-rista no puede inventar, pues est pegadoal momento y lo registra sin posibilidadde reconstruirlo. Inventar lo ocurrido enun solo da es tal vez posible, pero esa

    mentira condicionara el resto del diariometindolo en una dinmica de inven-cin sin fin, que acabara en un delirioabsoluto (Lejeune, 2013: 393 y ss).

    Tambin la autobiografa est regi-da por la antificcin, pero lo que enel diario es una regla de obligado cum-plimiento, aqu se trata de la aceptacinde un compromiso responsable. Por su

    carcter retrospectivo y por la distanciatemporal que le separa de los hechos na-rrados, el relato autobiogrfico tiene queenfrentarse a un tiempo lleno de incg-nitas y lagunas por rellenar. No obstante,desde la atalaya temporal desde la quecuenta, puede imaginar o completar unhecho puntual sin tener que trastocar elresto. Por tanto, la autobiografa parte deuna instancia temporal distinta al diario.

    El autobigrafo escribe desde el presentelo que ocurri en el pasado y cuanto msse retrotrae hacia atrs menos seguro sesiente. La infancia, los orgenes familia-res, los hechos olvidados o los fallos dela memoria justifican que el autobigrafovacile, sufra espejismos o se equivoque ala hora de rellenar los agujeros sin docu-mentar. En principio, el autobigrafo no

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    quiere inventar ni mentir, ni la autobio-grafa debe ser falsa a la fuerza y los dia-rios, por el contrario, sinceros, sino quesus respectivas dinmicas de escritura

    son distintas: el autobigrafo no dominael pasado, y cuanto ms retrocede, me-nos lo domina; por su parte, el diaristano puede dominar el porvenir, aunque lepreocupe, y quiera adelantarlo o condu-cirlo a su gusto.

    No pretendo colar de matute bajoel neologismo antificcin un gneronuevo (tampoco Lejeune lo hace), sinodestacar lo importante que es en estos

    textos la predisposicin literaria a contarla verdad y solo la verdad, que excluyeradicalmente la libertad o tentacin deinventar que puede sentir el autor de au-toficciones. Esta actitud entraa conocerla dificultad de la apuesta y la necesidadde hallar una forma nueva para dar cuen-ta de una realidad nunca antes contada.Desde este punto de vista, el enfoque an-

    tificticio se desentiende de alguna de laspreocupaciones que polarizan a las auto-ficciones como la habilidad para mezclarautobiografa y ficcin en un juego quepretende confundir las expectativas dellector, y prefiere el compromiso y el ries-go de buscar la verdad de la vida a travsde la escritura. Por tanto, los relatos quese acogen a estos principios se imponencomo meta la bsqueda de la verdad.

    O por lo menos lo intentan, como diceDominique Noguez en el comienzo desu libro Une anne qui commence bien(2013): Voy a intentar contarlo todo...

    Algunos crticos aceptan acrtica-mente que la fidelidad y la verdad enautobiografa son imposibles, pues pien-san que siempre se ficcionaliza el pasa-do, porque la memoria es errtica y fr-

    gil (Lejeune, en Vilain, 2010: 108-109).Frente a estos axiomas, los autoficciona-rios se resignan, se entregan a la ficciny se dejan ir a favor del viento. Tambin

    parecen desconocer que la verdad ni esuna ni siempre resulta asequible. Por elcontrario, los escritores que aceptan eldesafo autobiogrfico se tienen que en-frentar al riesgo de ser veraz, y ello llevaaparejado el rechazo de recurrir a la fic-cin. La opcin antificticia representa alos que tienen fe y lucidez para discernircuanto de imaginario hay en nuestras vi-das. Son los que aceptan que alcanzar la

    verdad absoluta es imposible, y sin em-bargo no se resignan y luchan por resti-tuir la verdad, su verdad. A los ojos delos primeros pueden parecer ingenuos.

    TRES EJEMPLOS DE ANTIFICCINLos tres libros arriba citados son ejem-plos innovadores de la literatura auto-biogrfica espaola actual tan reticente,

    por lo general, a las novedades formalesy discursivas. Cada uno hace una apor-tacin original en su estilo y temtica,sin dejar por ello de inscribirse dentrode la tradicin autobiogrfica. En Noficcin, Vicente Verd toma como pun-to de partida su propia enfermedad y laterapia de esta, es decir, elige uno de losmotivos ms frecuentado por la escrituraautobiogrfica de todos los tiempos. Lo

    original del relato es que el autobigra-fo observa su cuerpo enfermo como elsoporte de su identidad enfermiza. A uncuerpo morboso y doliente correspondeun yo hipertrofiado, y la cura del prime-ro facilita el adelgazamiento del segundo,es decir, su salud. Verd hace la crnicade una patologa que abarc un periodode aos impreciso entre el final y el co-

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    mienzo de siglo. El cuerpo y la psique,en ntima y frgil correspondencia, sonel campo de batalla de obsesiones, adic-ciones, miedos y achaques. Utiliza una

    tcnica narrativa fragmentaria, que yu-xtapone secuencias como vietas, uni-das con un tenue caamazo. Tambinse sirve de los procedimientos de otrosdiscursos como el estudio sociolgicoy la crnica periodstica. Para decirloen pocas palabras, Verd ha hecho unejercicio implacable de introspeccin,un descenso a los infiernos de su yo en-fermo (Caball, 2012:148-149). Pero a

    esta higiene personal el autor prefieredenominarla novela.

    Tiempo de vida, de Marcos GiraltTorrente, echa mano de la plantilla de lacrnica familiar, la genealoga familiar delpadre, verdadero protagonista del relato,su grave enfermedad y elplanctuspor sumuerte. A diferencia de la enfermedad,el duelo se caracteriza por esterilizar de

    manera inmediata la escritura. Mientrasdura el duelo el escritor se queda seco.Despus, pasado un tiempo (en este casoao y medio, nos dice al autor), lo vividopudo ser digerido y recuperado median-te la escritura. Adems de ocuparse de laevolucin de la enfermedad y del duelo,da cuenta tambin del taller del libro yde la dificultad de abordar literariamen-te un ejercicio tan difcil como este sin la

    red de la ficcin. El meollo argumental loforma la relacin conflictiva entre padree hijo y el desenlace mortal del primero,pero no es este un libro sobre la muerte,sino un libro sobre la vida, como el pro-pio ttulo se encarga de subrayar. Y so-bre todo, es un libro sobre el misterio y elequvoco que constituye la vida humanay el no menos misterioso hilo que une a

    padres e hijos, por encima de cualquierdesencuentro y desavenencia. Este libromuestra la reversibilidad de los rolespaterno-filiales y cmo los hijos toman

    conciencia de la dificultad de ser padrescuando llegan a serlo.Visin desde el fondo del mares una

    obra plena de sabidura, verdad y origi-nalidad, pero se encuentra emparentadatambin con la tradicin autobiogrfica,sobre todo, con el libro que, segn Ar-gullol, ha sido el de mayor influencia yestmulo intelectual a lo largo de su vida:los Essais, de Montaigne. Y el motivo

    para escribirlo no es menos autobiogr-fico: Cuando mi padre muri y vi quela cosa iba en serio, me di cuenta de quetena que escribir este libro para sentir-me ms libre (Rojo, 2010). Esta obratiene mltiples registros, en ella cabe casitodo: recuerdos autobiogrficos, ensayo,sucesivos autorretratos dibujados conel mundo de fondo, relato de infancia

    y adolescencia, reflexin filosfica, li-bro de viajes y diarios. Pero a pesar dela mezcla regatea la ficcin y evita la in-terpretacin ambigua. A este propsito,Argullol ha dicho: Todo lo que cuentoes verdad, y es cierto que hay muchas pa-radojas [...] no cuento ninguna mentira(Rojo, 2010). A la verdad emprica haincorporado la del imaginario la verdadmtica que dice el autor que tambin

    forma parte de la vida, pero sin mixtifica-ciones. Incluso para reforzar el carcterreferencial y documentado de su escritu-ra, en la web que la editorial Acantiladomantiene sobre esta obra, una parte desu contenido est refrendado por las fo-tografas del propio autor.

    La amenidad y el ritmo consegui-dos en un libro tan extenso son admira-

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    bles, como admirable es la unidad de suestilo, a pesar de los diversos registrosde escritura que ensambla. Tambin laalternancia de hechos y pensamientos es

    magistral, y aunque encierra profundi-dad y sabidura, no es mera abstraccin,sino verdad revelada en el viaje y ancladaen el cuerpo. El autor busca su verdaden dilogo con el mundo, en un continuonomadeo, y enfrentndose a situacionesextraas y arriesgadas. As nace el verda-dero conocimiento de s mismo. El librorene, sin anecdotismo fcil, relevantesancdotas, impagables lecciones de vida,

    como la teora del remolino que le expli-c un pescador. Cuando uno cae en unremolino de agua, hay que dejarse atra-par por la fuerza del mar, de nada serviraresistirse, pues, cuando llegas al fondo,este te expulsa a la superficie. En el re-molino de la vida como en el mar. Perolas 1.212 pginas del volumen no pue-den ser mnimamente comentadas en el

    espacio que disponemos. Solo les anotouna prueba ms de mi admiracin por siles sirve de estmulo para leerlo: Visin...es el mejor libro autobiogrfico del sigloen curso que conozco.

    Como se puede comprender deesta breve sntesis, cada uno de estos re-latos cultiva diferentes desafos, conteni-dos y facturas formales, pero compartensu carcter de antificciones, es decir, han

    hecho una bandera de la no invencin,han renunciado a ella para hacer un rela-to verdico de la vida. A diferencia de lasautoficciones, no buscan mezclar lo vi-vido con lo inventado ni parecen relatosreales, lo son. Tal vez porque su temticaes lo suficientemente seria, incluso trgi-

    ca, y porque afrontan asuntos, que dif-cilmente admitiran un tratamiento ldi-co o ambiguo. Son temas con los que nose puede jugar ni frivolizar: la muerte de

    un ser querido, la enfermedad, el dolorfsico y espiritual, el malestar...En esta poca actual tan difcil, en

    la que la contundencia de los hechos nose deja manipular ni se presta a la super-ficialidad, la escritura autobiogrfica noes ni puede ser solo un refugio narcisis-ta, sino la brjula que nos oriente por loreal, nos ayude a buscar nuestro identi-dad en relacin con los otros, a descu-

    brirla o afirmarla en relacin con el mun-do (Argullol), con el duelo (Giralt) o conla enfermedad (Verd). Aunque los treslibros chocan de frente con algunos delos imponderables ms dolorosos de laexistencia, cada uno a su manera encie-rra una personal invitacin a la vida.

    Ninguno de los autores que he ele-gido como ejemplos de literatura auto-

    biogrfica actual aceptara de buen gradoque se les considerase autobigrafos. Pen-saran, y con toda razn, que lo que hanescrito no es ningn ejercicio rutinario,sino el reto de buscar la verdad, su ver-dad, a travs de la escritura. En las ltimasdcadas la autobiografa ha cambiado deorientacin, pues no aspira ni pretende yacontar la vida de una vez por todas, sinode ir produciendo en sucesivos relatos

    el derrotero de la vida sin ponerle puntofinal. A esta prctica autobiogrfca Leje-une la ha denominado autobiografa per-manente. En pocas palabras, la autobio-grafa ha dejado de ser un relato previsiblepara convertirse en un verdadero espaciode creatividad literaria.

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    1 Para algunos autores franceses que escriben relatos auto-biogrficos, el concepto de autoficcin es slo aceptable sise equipara con el de nueva autobiografa, que excluye laambigedad del autobiografismo difuso y de la autoficcin.De esta rechazan su carcter equvoco y su falta de compro-miso. Defienden las posibilidades de la autobiografa sin ab-dicar de la innovacin y experimentacin en el arte de contarla vida. Es decir, nueva autobiografa. Autores como AlainRmond, Annie Ernaux o Grgoire Bouillier, rechazan quesus relatos confesadamente autobiogrficos (sin un tomode ficcin) sean considerados novelas. Alain Rmond, queha conocido un notable xito con algunos libros, ha reflexio-nado sobre el inequvoco compromiso autobiogrfico de suobra. Mantiene que sus relatos no son ni novelas ni autofic-ciones, puesto que no podra mentir a sus lectores ni traicio-nar su pacto con ellos. En sus libros dice- busca y profundi-za en la verdad de su vida, en su verdad. No se le oculta quees una aspiracin compleja, pero es la relacin con la verdady no con la invencin la que dirige su escritura (A. Rmond,Je marche en bras du temps, Paris, Seuil, 2006, 53-61).

    2 Hace ya ms de 250 aos que Jean-Jacques Rousseau in-vent la autobiografa moderna, cuando descubri que nin-gn hombre era superior a otro, que el relato de la vida de

    cualquier persona o de un don nadie poda tener tanto oms inters que la de un noble, un santo o un rey. E invental mismo tiempo el lenguaje artstico para dar cuenta del ha-llazgo, que conllevaba descubrir que las razones de la vidadel adulto se encuentran en su pasado infantil y en la formacmo lo ha gestionado. Realiz as una triple revolucin: psi-colgica, poltica y artstica (Cfr. J.-J. Rousseau, Prembu-lo de Neuchtel a las Confesiones, Memoria. Revista de es-tudios biogrficos, 1 (2003), pp. 54-58, y P. Lejeune, Sobreel prembulo de Neuchtel, Idem, pp. 51-53 (traduccindel francs de Amparo Hurtado).

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