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MANUAL DE REDUCCIÓN DE CONSECUENCIAS SANITARIAS Y SOCIALES DERIVADAS DEL CONSUMO DE DROGAS “Las personas que consumen drogas necesitan ayuda médica, no sanciones penales” Antonio María Costa. Director ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas para el control de las Drogas y la Prevención del Delito 2009. DIRECCIÓN DE TRATAMIENTO Y REHABILITACIÓN. SUBDIRECCIÓN DE HOSPITALIZACIÓN Y PROYECTOS CLÍNICOS. DEPARTAMENTO DE HOSPITALIZACIÓN Y PROYECTOS CLÍNICOS.

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MANUAL DE REDUCCIÓN

DE CONSECUENCIAS

SANITARIAS Y SOCIALES

DERIVADAS DEL CONSUMO

DE DROGAS

“Las personas que consumen drogas necesitan

ayuda médica, no sanciones penales”

Antonio María Costa.

Director ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas para el control

de las Drogas y la Prevención del Delito 2009.

DIRECCIÓN DE TRATAMIENTO Y REHABILITACIÓN.

SUBDIRECCIÓN DE HOSPITALIZACIÓN Y PROYECTOS CLÍNICOS.

DEPARTAMENTO DE HOSPITALIZACIÓN Y PROYECTOS CLÍNICOS.

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MANUAL DE REDUCCIÓN DE CONSECUENCIAS SANITARIAS Y SOCIALES

DERIVADAS DEL CONSUMO DE DROGAS.

DIRECTORIO

Dr. Jesús Kumate Rodríguez Presidente Honorario Vitalicio del Patronato Nacional

Dr. Roberto Tapia Conyer

Presidente del Patronato Nacional

Sra. Kena Moreno Fundadora de CIJ y Vicepresidenta B Vitalicia del Patronato Nacional

Lic. Carmen Fernández Cáceres

Directora General de CIJ

Lic. Iván Rubén Retiz Márquez Director General Adjunto de Administración

Dr. José Ángel Prado García

Director General Adjunto de Operación y Patronatos

Dr. Ricardo Sánchez Huesca Director General Adjunto Normativa

Dra. Laura Margarita León León

Directora de Tratamiento y Rehabilitación

Coordinadora General:

Dra. Laura Margarita León León.

Revisión:

Dr. Jesús Antonio Orueta Álvarez.

Elaboración:

Dr. Oscar Lázaro De la Torre.

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CONTENIDO

1. OBJETIVOS 1

1.1. Específicos. 1

1.2. Generales. 1

2. ALCANCE 1

3. NOTACIONES Y DEFINICIONES 1

4. INTRODUCCIÓN 2

5. ANTECEDENTES 4

6. JUSTIFICACIÓN 5

7. TIPOS DE ESTRATEGIAS 7

7.1. Desintoxicación e intensidad del tratamiento 9

7.2. Programa de intercambio de agujas y jeringas 9

7.3. Terapia de sustitución de opiáceos 10

7.4. Cuartos de consumo de drogas (Salas seguras de inyectables o narcosalas 11

7.5. Análisis de sustancias 12

7.6. Tratamiento enfocado en el entorno. 12

7.7. Prevención y tratamiento de la tuberculosis. 12

7.8. Prevención y tratamiento del VIH y de otras infecciones de transmisión sexual 13

7.9. Prevención y tratamiento de la Hepatitis B y C. 13

7.10. Grupos de ayuda mutua 13

7.11. Intervenciones psicosociales 13

7.12. Reducción de la oferta entre los jóvenes 14

7.13. Apoyo a los programas sanitarios y sociales 14

7.14. Reducir los riesgos y daños relacionados al encarcelamiento 14

7.15. Programas enfocados a las mujeres 16

7.16. Grupos minoritarios 16

7.17. Ayuda de las ONG 17

8. ESTRATEGIAS RELACIONADAS AL CONSUMO DE DROGAS 18

8.1. Estrategias relacionadas al consumo de Heroína 18

8.2. Estrategias relacionadas al consumo de Marihuana 18

8.3. Estrategias relacionadas al consumo de Cocaína, pasta base 18

8.4. Estrategias relacionadas al consumo de Drogas de diseño: éxtasis 18

8.5. Estrategias relacionadas al consumo de Alcohol 18

9. RECOMENDACIONES 19

10. BIBLIOGRAFÍA 21

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1. OBJETIVOS

1.1. ESPECÍFICOS

Disminución de los efectos negativos del uso de drogas, para disminuir la morbimortalidad y las

consecuencias psicosociales asociadas al consumo y mejorar así la calidad de vida de los usuarios

de drogas.

1.2. GENERALES

Prevenir la enfermedad primero y promocionar la salud después.

Potenciar que los propios individuos puedan definir sus propios problemas y necesidades.

Incrementar la toma de conciencia de los usuarios y la responsabilidad para su propia salud.

Promover acciones para fomentar el bienestar de la comunidad.

2. ALCANCE

El presente manual va dirigido a las unidades operativas de Centros de Integración Juvenil A.C. en

cuyas localidades se encuentran sitios específicos donde los usuarios de drogas inyectables se

reúnen para el consumo (Picaderos), y que cuenten con ONG´s y otras dependencias que auxilien

en la labor de contacto y difusión de los servicios de tratamiento y rehabilitación que ofrece la

institución.

Así mismo, está dirigido a las unidades que se ubican en la frontera norte del país y en aquellas que

por análisis de datos epidemiológicos sobre el consumo de drogas, cuentan con una mayor

población de consumidores de drogas por vía intravenosa y derivados opiáceos.

3. NOTACIONES Y DEFINICIONES

IHRA: Asociación Internacional de Reducción de Daños (IHRA por sus siglas en inglés)

ONG: Organizaciones No Gubernamentales.

ONU: Organización de las Naciones Unidas.

OST: Terapia de Sustitución de Opiáceos.

PICADEROS: Sitio donde se reúnen los usuarios de Drogas Intravenosas para el consumo.

PMDM: Programa de Mantenimiento y Deshabituación con Metadona.

UNDP: Programa de desarrollo de las Naciones Unidas (UNDP por sus siglas en Inglés).

UNODC: Oficina de Naciones Unidas para el control de la Droga y prevención del Delito (UNODC por sus siglas en inglés).

UNICEF: Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF por sus siglas en inglés).

WHO: Organización Mundial de la Salud (WHO por sus siglas en inglés)

VIH: Virus de la Inmunodeficiencia Humana.

VHB y C: Virus de la Hepatitis B y C.

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4. INTRODUCCIÓN

La mayoría de los gobiernos internacionales ha seguido fielmente el modelo de política de drogas promovido desde 1961 por las convenciones sobre estupefacientes de la ONU, que pone énfasis en leyes y operaciones represivas con miras a contener y, en última instancia, erradicar la oferta de drogas ilegales; sin embargo, muchos de los responsables de estas decisiones políticas se han visto obligados a replantear su objetivo debido al escaso o nulo éxito en su lucha por la erradicación del consumo de drogas.

En la actualidad, se han replanteado los objetivos de las políticas de drogas, partiendo de la propuesta de que toda estrategia nacional sobre drogas debería fundamentarse en cinco principios básicos:

1) Las políticas de drogas se deberán desarrollar mediante una evaluación estructurada y objetiva de las prioridades y las pruebas empíricas.

2) Todas las actividades se deberán desplegar en plena conformidad con las normas internacionales de derechos humanos.

3) Las políticas de drogas deberán centrarse en reducir las consecuencias nocivas de las drogas y no en las dimensiones del consumo y los mercados de estas sustancias.

4) Las políticas y actividades deberían perseguir el fomento de la integración social de grupos marginalizados.

5) Los gobiernos deberán construir relaciones abiertas y constructivas con la sociedad civil para debatir y desarrollar sus estrategias.

Estos objetivos deben analizarse para cada país en particular definiendo las prioridades, que pueden centrarse en reducir la delincuencia organizada, la violencia, el impacto del consumo de drogas en las familias y las comunidades o el contagio del VIH y otras infecciones.

Seguramente, habrá también varios objetivos que abarquen las dimensiones del mercado y sus consecuencias, sin embargo cabe mencionar que el número de decomisos de drogas o de arrestos no constituyen un resultado fundamental para una estrategia nacional adecuada, ya que esto solo se relaciona a la reducción de las dimensiones de los mercados de drogas a través de medios punitivos, con el falso convencimiento de que así se rebajarían los daños relacionados con estas sustancias.

Por lo tanto, limitarse a defender el objetivo a largo plazo de una sociedad sin drogas o la erradicación de los mercados de drogas ilegales ya no es una política sostenible. Las evidencias demuestran que las políticas y los programas que se centran explícitamente en daños concretos son más eficaces que las que intentan erradicar el mercado de una determinada droga o buscan alcanzar una sociedad sin drogas.

Las medidas de reducción de daños persiguen limitar las consecuencias nocivas del consumo y los mercados de drogas. Aunque el principio de reducción de daños se suele utilizar para aludir a medidas de fomento de la salud, también abarca medidas que reducen un amplio abanico de daños relacionados con las drogas para las personas, la comunidad y la población en general.

Las políticas y los programas concebidos para prevenir o limitar el daño por el consumo de drogas, han demostrado su mayor eficacia y sostenibilidad en aquellos casos en que se han desarrollado en colaboración con las personas y las comunidades más afectadas por los mismos. En el campo de las políticas de drogas, las organizaciones de la sociedad civil desempeñan un papel fundamental en

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la ejecución de programas y servicios, ya que tienen gran experiencia y conocimientos de estas cuestiones, lo cual resulta de especial utilidad para gobiernos y organismos internacionales.

Se debería reconocer el papel positivo de la sociedad civil en el diseño y la aplicación de políticas y programas eficaces y adecuados, y se deberían establecer estructuras y condiciones que fomenten la interacción significativa y positiva de los grupos afectados.

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5. ANTECEDENTES

Como una respuesta a la rápida expansión de la epidemia del VIH y consumo de drogas en la década de los ochenta, en el centro y este de Europa, Oceanía y Asía, se implementaron los primeros programas de reducción de daños enmarcados en el enfoque de Educación para la Salud, y que constituyen una propuesta escalonada, jerárquica y pragmática para atender las necesidades de la población afectada, entre ellos los usuarios de drogas, destacando los que incluyen el intercambio de agujas y jeringas y la OST para la dependencia de derivados opioides.

Sin embargo países como Rusia, hogar de casi dos millones de personas usuarias de drogas inyectables aún prohíbe los OST. En el Caribe, lugar donde las drogas inyectables no son frecuentes, la trasmisión de VIH está altamente relacionada al consumo de drogas y a prácticas y/o conductas riesgosas relacionadas al consumo.

En Latinoamérica, los programas de intercambio de agujas y jeringas están disponibles en cinco países, aunque la gran mayoría opera en Brasil y Argentina; México sin embargo, posee una substancial diferencia en el consumo de heroína, más que en otros países Latinoamericanos, siendo de hecho el único país que prescribe OST, aunque la cobertura es baja.

El enfoque de la reducción de daños, está basado en un fuerte compromiso con la salud pública y los derechos humanos, con el fin de beneficiar tanto a los usuarios de drogas, a sus familias y a la comunidad, brindando tratamientos eficaces para la dependencia de los consumidores y reduciendo los daños causados por las sustancias, minimizando los costos sociales y la delincuencia.

Tanto la ONU, OMS, UNICEF, UNDP y la UNODC coinciden en que los programas de reducción de daños son intervenciones relevantes en relación a la prevención del VIH entre usuarios de drogas, expresando que: …. “Un enfoque de reducción de daños es la forma más efectiva de proteger los derechos, limitando el sufrimiento personal, y reduciendo la incidencia del VIH… No podemos negar que los sufrimientos derivados de la adicción requieren de cuidado médico.”

Por lo que para garantizar el derecho a la salud, es necesario que se incrementen los programas de reducción de daños para llevar a cabo las obligaciones que por parte del estado propicien una protección de la salud, derecho fundamental de toda persona, incluso en aquellos usuarios que se encuentren en las prisiones, ya que no hay duda que los síntomas de abstinencia pueden causar daños severos y sufrimiento si no son atendidos bajo un tratamiento médico apropiado, el cual en caso de negarse, puede constituir un cruel, inhumano y degradante tratamiento o castigo, y por lo tanto está prohibido bajo la ley internacional de derechos humanos.

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6. JUSTIFICACIÓN

A pesar de contar con un amplio apoyo político y financiero, a escala mundial las campañas y los compromisos de la ONU para eliminar o reducir los mercados de drogas en contextos sociales y normativos, han sido incapaces de conseguir una reducción significativa y sostenida. En todas las sociedades, la prevalencia del consumo problemático de drogas se suele concentrar entre grupos marginados, donde son más altas las tasas de trauma emocional, pobreza y exclusión social.

Por lo anterior, es de esperarse que no exista un único enfoque al tratamiento con probabilidades de producir resultados positivos en todo el espectro social, por lo que los esfuerzos de los gobiernos deberían orientarse a un sistema de tratamiento que abarque un rango de modelos estrechamente integrados entre sí y que se refuercen mutuamente para obtener resultados en todos los ámbitos relacionados.

Se estima que alrededor de 205 millones de personas en todo el mundo son consumidoras de drogas ilícitas, de las cuales 15.9 millones en 158 países son usuarias de drogas inyectables, siendo la mayoría personas que viven en países de ingresos bajo-medio; asociándose a prácticas y/o conductas peligrosas que ponen en alto riesgo su salud, y a un alto índice de contagio de infecciones de transmisión sexual como la infección por el VIH, VHB y C, etc.

En el África Subsahariana, por ejemplo, más del 30% de las infecciones por el VIH ocurren a través del uso de drogas inyectables; en otros lugares, más del 80% de las personas que viven con VIH han sido probablemente contagiadas a través de la inyección hecha de manera insalubre al consumir drogas y compartir las jeringas. La evidencia sugiere que más de tres millones de personas que se inyectan drogas viven con VIH.

A pesar de la evidencia científica a favor de la reducción de daños como una serie de estrategias de prevención efectiva del VIH y otras enfermedades de transmisión, la aceptación e implementación de dichas estrategias es pobre, incluso en aquellos países en donde los servicios de reducción de daños son necesarios de manera urgente.

De acuerdo con una investigación llevada a cabo por la IHRA, existen por lo menos 76 países alrededor del mundo en donde han sido documentados o reportados usuarios de drogas inyectables, sin embargo no existen programas y/o servicios de reducción de daños disponibles.

Entre los factores que influyen en el poco impacto encontramos:

El restringido acceso a los servicios de atención básica en salud para la población general.

La falta de implementación de programas de prevención primaria y de centros calificados de rehabilitación.

Falta de capacitación técnica.

Moralización y mitificación del consumo y los consumidores.

La estigmatización de que los programas de intercambio de jeringas y agujas promueven el consumo entre la población.

Los escasos fondos económicos destinados a estos programas a nivel global, y que no son suficientes ni para el combate de la epidemia del VIH entre los usuarios de drogas intravenosas.

Las ONG´s que auxilian a la entrega de las jeringas y agujas en muchos países obtienen el apoyo del gobierno únicamente bajo presión, y aunque son legales, en muchas ocasiones sus acciones son obstaculizadas por la misma policía.

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La existencia de leyes que criminalizan el consumo de drogas y la posesión de materiales para inyectarse, lo que propicia a la policía a acosar a los consumidores de drogas en los centros de intercambio de agujas, lo cual los aleja de los servicios de atención de enfermedades.

En la misma línea, muchos consumidores eluden los tratamientos de drogas por temor a ver su nombre añadido a un registro gubernamental de personas dependientes de las drogas, ya que se exponen a perder el empleo, el permiso de conducir o incluso la custodia de los hijos.

La baja concientización de los riesgos asociados con la inyección de drogas por parte de los usuarios.

Las restricciones existentes en ciertos países que limitan la repuesta de la sociedad civil hacia el programa de reducción de daños.

Sin embargo, a pesar de lo anteriormente expuesto, se tiene el reporte de que alrededor del mundo existen 84 países que apoyan la reducción de daños en política y práctica, destacando los países Europeos y Asiáticos de los Americanos, de los cuales:

74 poseen una referencia explícita de apoyo hacia los documentos sobre política nacional de reducción de daños. 77 tienen programas de intercambio aguja y jeringas. 10 tienen intercambios de aguja y jeringa en prisiones. 65 tienen terapia de sustitución de opiáceos. 37 tienen terapia de sustitución de opiáceos en prisiones. 8 tienen cuartos para el consumo de drogas.

Por lo anterior, la propuesta de implementación de programas de Reducción de Daños representa una alternativa eficaz y posible, que no antagoniza sino que complementa los programas de rehabilitación donde la abstinencia total es las meta, contribuyendo a dar una respuesta más plural y realista a la problemática de la droga y sus problemas conexos.

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7. TIPOS DE ESTRATEGIAS Y/O PROGRAMAS DE REDUCCIÓN DE DAÑOS

Los términos Reducción de Riesgos y Reducción de Daños a menudo son utilizados como sinónimos, sin embargo el termino riesgo hace referencia a la posibilidad de que un evento no deseado ocurra; mientras que el termino daño, por su parte, puede considerarse como el evento no deseado en sí o como algo relacionado con él.

La reducción de daños, en esencia, se refiere a políticas, programas y prácticas que tratan de reducir los daños asociados con el uso de drogas psicoactivas sin el requerimiento necesario de la terminación de uso, los cuales se han consolidado como un pilar de las políticas de drogas de numerosos países europeos; en México sin embargo, oficialmente no es aceptado como un elemento de la política pública de drogas.

Los enfoques complementarios de reducción de daños que pretenden prevenir o reducir el nivel de consumo de drogas, aceptan que los consumidores son incapaces o no desean terminar con la adicción; asimismo, se acepta que algunos usuarios NO necesitan tratamiento.

Actualmente las principales intervenciones para la reducción de daños en base a una política de salud pública, pasan de la idea de la abstinencia total a la propuesta de reducir daños y riesgos, incluyendo prácticas tan variadas como la educación pública, prevención de sobredosis inadvertidas, servicios orientados a la abstinencia, asistencia legal, exámenes de sustancias en las fiestas juveniles, programas de conductor designado, programas de inclusión de tiamina en la cerveza, distribución de suministro de naloxona a usuarios de opiáceos, etc.

Existe una necesidad de proveer a los usuarios de drogas con opciones que les ayuden a minimizar riesgos de continuar con el consumo y de agredirse a ellos mismos u otros, por lo que los programas de reducción de daños deben complementarse con servicios de atención médica, psicológica y social, principalmente a consumidores muy desfavorecidos, en especial a aquellos de mayor edad y que cuentan con un largo historial de farmacodependencia.

La complejidad del consumo de drogas es tal que no existe un tratamiento único que sea apropiado para todos los usuarios de drogas. Las intervenciones efectivas para la prevención se deben diseñar como una respuesta integrada en el ámbito individual, comunitario y ambiental, enfocándose en mayor medida hacia factores sociales y ambientales, como la pobreza y la exclusión social, lo suficientemente integrados y que hagan uso eficiente de los recursos disponibles para maximizar los logros sanitarios y sociales.

Por lo anterior, los daños asociados al consumo de drogas deben ser considerados desde una perspectiva multifactorial, abordando el problema desde diferentes áreas, atendiendo los siguientes principios:

Evidencias y rentabilidad

La reducción de daños basa sus acciones en las pruebas de base empírica más sólidas disponibles.

La mayoría de las intervenciones son económicas, fáciles de poner en práctica y tienen un alto impacto sobre la salud de las personas y comunidades.

Una jerarquía de objetivos

El objetivo de la reducción de daños se puede ordenar como una jerarquía, en la que las opciones más factibles se encuentran en un extremo (como medidas para mantener

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saludables a las personas) y las opciones menos factibles pero deseables en el otro extremo.

En esta jerarquía, la abstinencia puede considerarse como una opción difícil pero deseable para la reducción de daños siendo la prioridad más urgente es mantener con vida a los consumidores de drogas y prevenir daños irreparables.

Los pequeños logros de muchas personas suponen más beneficios para la comunidad que los triunfos heroicos de unos pocos.

Universalidad de los derechos humanos

Los consumidores de drogas no pierden sus derechos humanos debido a su condición y deben poder disfrutar del más alto nivel posible de salud, así como de acceso a servicios sociales, empleo, educación, libertad ante la detención arbitraria, y otros derechos.

La reducción de daños se opone a los daños deliberados infligidos a quienes consumen y cultivan drogas en nombre de la fiscalización y la prevención de las drogas.

No discriminación

El estigma constituye una barrera clave para la prestación de atención sanitaria y servicios de reducción de daños a consumidores, que los aleja por temor a ser arrestados o rechazados por sus familias, amigos o comunidades.

Los empleados del sistema de salud en ocasiones son rechazan brindar servicios a consumidores, a quienes consideran como delincuentes.

Disminuir el estigma asociado a las drogas ilícitas desempeña un papel crucial en la mejora de las actitudes hacia los consumidores y hacia aquellas personas que viven con el VIH, así como en la prestación de servicios libres de juicios morales.

Participación

Con demasiada frecuencia, los usuarios de drogas son excluidos del diseño y la puesta en práctica de las decisiones que los afectan, por lo que es necesario que tanto los ex consumidores de drogas como las personas que siguen consumiendo tengan una verdadera voz en la creación y la aplicación de políticas y programas elaborados para atenderlos.

Área o campo donde se da el daño

Por decir, la salud del individuo, relaciones familiares, personales, finanzas, etc.

Ámbito en el que daño es experimentado

Individual, comunitario, social o familiar.

Origen de los daños

Los relacionados con el consumo de la propia sustancia, como daño hepático, renal, respiratorio, cerebral, etc., o los relacionados a la técnica de uso como infecciones locales, etc.

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Intensidad del daño ocasionado por el consumo de la droga.

La forma más habitual de delincuencia relacionada con las drogas son el hurto, la estafa, la prostitución y el robo cometidos por consumidores dependientes de drogas, con el fin de costearse el consumo.

7.1. Desintoxicación e intensidad del tratamiento.

Desintoxicación

Definida por la OMS como: “Proceso mediante el cual una persona deja de sufrir gradualmente los efectos de una sustancia psicoactiva; Entendido como procedimiento clínico, proceso de retirada (abstinencia) de la sustancia que se lleva a cabo de forma segura y eficaz, de manera que se reducen al mínimo los síntomas de la abstinencia. Las instalaciones en las que se lleva a cabo reciben varios nombres, como centro o unidad de desintoxicación y centro de rehabilitación”, puede conllevar la administración de sustancias, que imiten o bloqueen los efectos de aquella que tomaba normalmente el paciente.

La dosis administrada se calcula para aliviar el síndrome de abstinencia sin inducir intoxicación y se va retirando gradualmente conforme el paciente se recupera.

Intensidad del tratamiento

La intensidad del tratamiento dependerá de la cantidad, la naturaleza y el tipo de intervención ofrecida en un momento específico; esta intensidad está determinada por las necesidades terapéuticas de la persona, antes que por consideraciones de recursos, morales, filosóficas u otras. En términos generales, las investigaciones sugieren que, mientras más arraigado y severo sea el nivel de dependencia, más intensiva y prolongada debe ser la intervención de tratamiento.

Ello crea un dilema para los gobiernos, ya que la limitación de recursos disponibles vuelve tentadora la opción de tratar al máximo número de personas al mínimo costo. Esto puede llevar con frecuencia a que se ofrezcan intervenciones de baja intensidad a personas que sufren de dependencia severa.

Muchos países han presenciado con decepción que sus programas de tratamiento presentan altas tasas de reincidencia. Sin embargo, lo más probable es que ello sea resultado de una intensidad o metodología inadecuadas en las intervenciones, y no de cualquier otro factor relacionado con el consumidor.

7.2. Programa de intercambio de Agujas y Jeringas.

Puede que sea la intervención más emblemática de las estrategias de reducción de daños, dirigida a consumidores de drogas por vía parenteral que consiste en el suministro de equipos esterilizados para inyectarse, con el fin de reducir la propagación del VIH y otras infecciones de transmisión sanguínea como por el VHB y C. Esta estrategia tomo gran auge en Italia en los setentas, después de la epidemia por la infección del VHB, en donde se dio la iniciativa de eliminar los controles para la venta de agujas y jeringas en los supermercados, adoptando formalmente el programa de reducción de daños llegando a ser la base racional del programa de intercambio de agujas y jeringas.

Los programas de agujas y jeringas también se proponen prevenir infecciones cutáneas y en tejidos blandos (como abscesos y celulitis), que suelen derivarse del uso y uso compartido de material de inyección en condiciones antihigiénicas. Tales condiciones se pueden prevenir con una combinación de equipos de inyección esterilizados y consejos sobre técnicas de inyección, higiene y medidas similares. Los programas de distribución de agujas y jeringas, aunque atraen principalmente a los

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consumidores de drogas por vía parenteral a través del intercambio de material nuevo por usado, también pueden ser espacios útiles para:

aconsejar sobre prácticas de inyección más seguras.

aconsejar sobre cómo evitar una sobredosis.

informar sobre la eliminación segura de equipos de inyección.

ofrecer acceso a análisis de detección de virus de transmisión sanguínea, así como a vacunas y servicios de tratamiento.

ofrecer ayuda para dejar de inyectarse drogas, como acceso a tratamiento para el consumo de drogas (por ejemplo, TSO) y estímulo para pasarse a métodos no parenterales de consumir drogas.

proporcionar otros servicios de salud y bienestar (como el suministro de preservativos).

El éxito de estos programas depende de una amplia gama de factores. Entre ellos estarían, por ejemplo, el alcance de su cobertura; la accesibilidad; la distribución, cuidadosamente enfocada, de equipos que se correspondan a los patrones de consumo local de drogas, ya sea opiáceos, anfetaminas o esteroides anabólicos; la estrecha integración con el gobierno local o con otras autoridades encargadas de la eliminación de residuos; acuerdos con los organismos locales de aplicación de la ley para que éstos no interfieran en el uso legítimo del intercambio de agujas y jeringas.

Se ha demostrado además que los temores que se tenían con respecto a la implementación de este tipo de programas como el incremento del consumo de drogas, aumento de consumidores, etc., eran infundados, dadas las mejoras sociales aunadas a estas estrategias, como disminución de usuarios consumidores en las calles, y disminución de jeringas o agujas usadas tiradas en lugares públicos.

La mayor ventaja de este tipo de estrategia, es la eficiencia económica, ya que se estima que por cada dólar gastado en el intercambio de agujas y jeringas, representa un ahorro de 20 dólares en el tratamiento de enfermedades crónicas.

7.3. Terapia de Sustitución de Opiáceos.

Las terapias de sustitución son las respuestas de tratamiento de dependencia de drogas que se han estudiado con mayor profundidad y tienen a su favor una base significativa de evidencias a escala mundial. Se pueden definir como:

[…] “La prescripción de una droga sustituta para la que existe dependencia y tolerancia cruzadas. Se emplea una forma menos peligrosa de la droga normalmente consumida por el paciente para minimizar los efectos de la abstinencia o para que el paciente abandone una vía de administración concreta. Sin embargo, la base de evidencias sugiere que, para lograr resultados óptimos, estas terapias deben proporcionarse conjuntamente con intervenciones psicosociales”.

El éxito del tratamiento de sustitución reside en retirar al consumidor y dependiente de drogas de un estilo de vida caótico que involucra conseguir dinero (normalmente a través de actividades delictivas), comprar drogas de traficantes, intoxicarse, y volver a repetir el proceso. Si recibe una dosis segura administrada por personal médico, se puede eliminar el comportamiento más arriesgado y antisocial, y estabilizar así su modo de vida.

Actualmente, el método más utilizado para el tratamiento de la dependencia de drogas derivadas de opiáceos es el TSO, que conlleva la prescripción de metadona o buprenorfina, fármacos que ayudan a los consumidores de opiáceos a minimizar o eliminar el consumo ilícito.

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Este tipo de programa ha demostrado su eficacia en la reducción del consumo de heroína, así como de la criminalidad y mortalidad asociado, ejerciendo un control profesional para acabar con las sobredosis de opiáceos, los abusos de la adulteración, y la venta no restringida así como para evitar la venta y suministro a menores de edad. Reducen además la incidencia de daños relacionados con el uso compartido de equipos de inyección, que incrementa el riesgo de contagio de VIH, y su dependencia de las drogas que se venden en las calles.

Se ha demostrado que el TSO mejora el cumplimiento de los tratamientos con antirretrovirales, mejorando el tratamiento antirretroviral de los pacientes y reduce la mortalidad, incluida aquella relacionada con sobredosis.

Algunos países, en particular Suiza, prescriben heroína de uso legal (diamorfina) como sustituto de la heroína que se vende en la calle.Pese a lo nuevo de esta estrategia, lo que se ha evidenciado es que No se han planteado dificultades en cuanto a su almacenamiento, conservación y seguimiento.

La prescripción de heroína es segura y no se han producido complicaciones más que las que producen la metadona. No parece que estos programas desincentiven el acceso a los PMDM, simplemente obtienen además mejores resultados que estos en cuanto a retención de los usuarios.

No han traído problemas o alteraciones de orden público y tampoco se han dado casos de desvió de la sustancia al mercado negro, reduciendo claramente el consumo ilegal de esta sustancia, aunque no la eliminan.

Estos programas son sensiblemente más caros que los PMDM, aunque con los gastos sociales que evitan no dejan de ser una inversión rentable como la notable disminución de las actividades delictivas. En Suiza por cada franco dedicado al programa se ahorraban un poco más de 1,75 francos.

7.4. Cuartos de consumo de drogas (salas seguras de inyectables o narcosalas).

Esta propuesta nace a finales de los sesenta y principios de los setentas, principalmente en Londres, en donde se aperturaron algunas clínicas y centros de día para los usuarios de drogas inyectables, en donde se implementó la enseñanza de técnicas seguras de inyección y se instalaron salas en donde los usuarios podía acudir a inyectarse por personal profesional calificado.

Actualmente algunos gobiernos, como es el caso de Australia, Canadá, España, Alemania Italia y Suiza, han empezado recientemente a establecer espacios de consumo como una manera de brindar a los consumidores de drogas por vía parenteral servicios de reducción de daños y de prevenir muertes por sobredosis.

Los espacios para consumo de drogas son centros de consumo higiénico o venopunción supervisados y bien equipados también llamados “narcosalas”, donde los consumidores de drogas pueden inyectarse o consumir sus drogas sin temor a ser arrestados y con personal médico calificado para atender las sobredosis u otros problemas de salud, así también para encaminar a los usuarios a otras propuestas de intervención y a mejorar el estrés social por el consumo en lugares públicos.

Estos centros han generado polémica, ya que entrañan una tolerancia explícita hacia la posesión y el consumo de drogas, por esta razón, han sido objeto de detallados estudios e inspecciones, mostrando todos ellos hasta el momento que los centros son eficaces para disminuir los incidentes de sobredosis y los niveles de desorden asociados con el consumo de drogas en la calle.

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Este tipo de instalaciones, brinda aplicaciones seguras de drogas legales como la metadona, buprenorfina, dihidrocodeína e incluso morfina y heroína.

Por lo anterior es de esperarse que mejorarlas prácticas de consumo, reduce el riesgo o la incidencia de sobredosis y mortalidad asociada así como la reducción en la tasa de infecciones por VIH.

7.5. Análisis de sustancias.

Este tipo de estrategia facilita el contacto con colectivos a los que habitualmente los programas de Prevención no suelen acceder. Ayudan a conocer con precisión el contenido de la sustancia que se está consumiendo y las tendencias que se registran en el mundo de las drogas recreativas, ayudando a recabar información sobre la aparición de nuevas sustancias y tendencias del consumo.

Lo que no se evidencia es si realmente protege a los consumidores de posibles riesgos, tampoco ha demostrado en sentido contrario que este tipo de programas fomenten el consumo con la idea de tener una mayor seguridad sobre lo que consumen, simplemente permite entrar en contacto con poblaciones difíciles y atraer su interés hacia los mensajes preventivos y de reducción de daños.

7.6. Tratamiento enfocado en el entorno.

Un sistema de tratamiento eficaz también llevará a cabo estrategias en una variedad de entornos definidos y característicos de la población. Éstos se pueden clasificar, en grandes líneas, como espacios callejeros, comunitarios o residenciales.

Es difícil ser categórico sobre cuál de los espacios debe recibir mayor énfasis, dado que ello variará según las necesidades particulares de la población local que consume drogas, la tolerancia de las comunidades y del sistema legal hacia la visibilidad de los centros de tratamiento, y la disponibilidad de una fuerza laboral competente y de financiación.

Cualquiera que sea el entorno, es importante que las intervenciones ayuden a los consumidores de drogas a acceder a otras formas de tratamiento y atención que puedan o no abordar directamente el consumo de drogas, como servicios de albergue, educación y empleo.

Los entornos comunitarios tienden a ser los más apropiados cuando el consumidor dependiente de drogas cuenta con un fuerte apoyo social, familiar y comunitario. Sin embargo, cuando el consumidor no disponga de tal apoyo o cuando sea susceptible de retornar a la dependencia de las drogas por influencia de su entorno y compañeros, puede ser mejor tratarlos lejos de su hogar.

7.7. Prevención y tratamiento de la tuberculosis.

Los consumidores de drogas corren un riesgo especialmente alto de contraer tuberculosis en espacios donde prolifera la enfermedad, como albergues para personas sin hogar, prisiones, centros de detención preventiva y lugares para el tratamiento forzoso del consumo de drogas.

El fármaco rifampicina, utilizado comúnmente para el tratamiento de la tuberculosis, reacciona con la metadona, acelerando la eliminación de la droga por parte del hígado, en consecuencia, aquellos que están recibiendo tratamiento contra la tuberculosis necesitarán una dosis mayor de metadona para tratar su dependencia de la droga; de otro modo, el tratamiento contra la tuberculosis les provocará síntomas de abstinencia.

Por ello, una política de reducción de daños debería enfocar los programas de prevención y tratamiento de la tuberculosis hacia consumidores de drogas.

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7.8. Prevención y tratamiento del VIH y otras infecciones de transmisión sexual.

Los preservativos, así como los programas y servicios de educación sobre salud sexual, deben estar a disposición de los consumidores de drogas, sus parejas sexuales y el conjunto de la comunidad.

Debería animarse a los consumidores de drogas por vía parenteral a usar los servicios de pruebas de detección de VIH y asesoramiento, no sólo porque podrían correr un alto riesgo de contraer la infección, sino también porque de ser seropositivos, deben recibir tratamiento lo antes posible para responder favorablemente a la infección.

Estos servicios de detección deberían trabajar con consumidores de drogas para evaluar la posibilidad de que se hayan contagiado; considerar el impacto de un resultado positivo a la prueba; y facilitar su acceso al tratamiento y atención correspondientes. Esto tiene implicaciones para el estado de salud a largo plazo del consumidor de drogas, pero también para la población que no consume drogas y que se encuentra en riesgo de infección a través de la transmisión sexual y por otras vías.

7.9. Prevención y tratamiento de la hepatitis B y C.

Las vacunas contrala hepatitis B son sumamente efectivas y deben ponerse a disposición de todas las personas que consumen drogas o que lo hayan hecho en el pasado. Actualmente, no existe ninguna vacuna contra la hepatitis C, que es muy contagiosa y afecta a un gran número de consumidores de drogas. Sin embargo, sí existe un tratamiento para la hepatitis C, que debería ofrecerse a todos los consumidores de drogas.

7.10. Grupos de ayuda mutua

Como complemento al tratamiento, los grupos de ayuda mutua son quizá la respuesta más difundida a la dependencia de drogas. Las pruebas empíricas sugieren que la participación en estos grupos, particularmente cuando se apoya a otras personas tiene muy buenos resultados. La mayoría de las investigaciones se centran en los modelos de ‘12 pasos’, como los empleados por Narcóticos Anónimos y Alcohólicos Anónimos.

Sin embargo, también se deberían estimular otros modelos que se adapten a una diversidad de personas. El fin es brindar estructuras de apoyo mutuo que ofrezcan beneficios terapéuticos tanto para quienes proporcionan apoyo como para quienes lo reciben.

7.11. Intervenciones psicosociales.

Las intervenciones psicosociales consisten en intervenciones no farmacológicas, que se proponen influir en los factores internos de la persona que la impulsan a consumir drogas.

Éstas pueden ser breves intervenciones llevadas a cabo en sesiones individualizadas entre un terapeuta y su paciente, como la prevención de recaídas, breves intervenciones motivacionales y técnicas de identificación (donde el terapeuta trabaja con el consumidor de droga para identificar y contraponer situaciones que llevan al consumo de la sustancia).

También pueden incluir intervenciones más formales, como la entrevista motivacional y otras técnicas de refuerzo de la motivación; gestión de contingencias (donde se ofrece incentivos a los pacientes en respuesta a un comportamiento deseado); terapia conductual de parejas para pacientes que tienen una relación establecida y una pareja que no consume drogas; terapia familiar; y enfoques de ayuda mutua.

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7.12. Reducción de la oferta entre los jóvenes.

Aunque no es realista esperar que las autoridades encargadas de la aplicación de la ley acaben con toda la oferta de drogas en un país o ciudad concretos, sí pueden influir en el mercado al por menor de forma que se minimice el riesgo de que los jóvenes que son potenciales consumidores de drogas entren en contacto con él.

Pueden, por ejemplo, tomar fuertes medidas contra el tráfico en parques y plazas, y fomentar que el suministro de drogas a niños o la participación de menores en el tráfico sean un factor agravante en las condenas.

7.13. Apoyo a los programas sanitarios y sociales

Los consumidores de drogas suelen vivir al margen de la sociedad. La pobreza suele ser el factor más favorable para el desarrollo de una dependencia a las drogas (las condiciones de vida difíciles y los traumas emocionales pueden incrementar aún más la vulnerabilidad), y a su vez, la dependencia a las drogas empeora estos problemas.

Muchos programas y políticas exacerban la exclusión social, ya que arrestar y castigar a los consumidores de drogas o negarles el acceso al mundo laboral o educativo puede dificultar que se rehabiliten o se reintegren en la sociedad.

Muchos organismos de aplicación de la ley se han mostrado reacios a respaldar estas iniciativas, ya que consideran que consienten o perpetúan el consumo de drogas. Esta falta de claro apoyo y colaboración resulta desalentadora, ya que las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley deberían respaldar la derivación de consumidores a los servicios sanitarios correspondientes para mejorar la salud pública.

Los profesionales de la policía y los tribunales, en concreto, suelen estar en constante contacto con grupos de alto riesgo y pueden desempeñar un papel fundamental para proporcionar asesoramiento e información, facilitar agujas y otros equipamientos que garanticen un consumo más seguro y facilitar respuestas rápidas a las sobredosis.

7.14. Reducir los riesgos y daños relacionados al encarcelamiento.

Fomentar mediante la descriminalización, la despenalización y/o mecanismos de derivación alternativos, limitar los daños asociados con la superpoblación de los centros penitenciarios y la sobrecarga del sistema de justicia penal, así como fomentar la reinserción social.

Cada vez son más las personas arrestadas por delitos relacionados con drogas que acaban en prisión; según los cálculos de profesionales economistas, en 2006 los Estados Unidos gastaron el equivalente al costo correspondiente a las clases, comida y alojamiento en Harvard por cada plaza penitenciaria de manera anual, siendo un total de 12.300 millones de dólares en mantener recluidos en las cárceles estatales y federales a las personas que habían infringido la legislación contra las drogas.

Sobrecargar el sistema de justicia penal con autores de delitos menores de drogas también puede debilitar su capacidad para administrar justicia con eficiencia y para centrar los recursos en los delincuentes de mayor nivel.

Según el informe anual de 2003 del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, entre un 12 y un 60 % de los presos en cárceles europeas había consumido drogas dentro de las

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prisiones y, según un estudio efectuado en Alemania en 2006, el 75 % de los consumidores de drogas por vía parenteral que estaban encarcelados seguían inyectándoselas en prisión.

El encarcelamiento conlleva importantes costes colaterales para la salud, especialmente con respecto a infecciones de transmisión sanguínea, como el VIH y la hepatitis C; los reclusos presentan mayores niveles de consumo de drogas, sobre todo por vía parenteral, que la población general.

Algunos gobiernos han desarrollado mecanismos alternativos al encarcelamiento para que los autores de delitos de drogas no violentos y que no representan un peligro para la sociedad puedan pasar a servicios de tratamiento o recibir otro tipo de penas. Otros han desarrollado un sistema de tribunales especializados endrogas, mediante el cual los jueces supervisan el tratamiento de los consumidores de drogas arrestados en entornos comunitarios o residenciales como una alternativa al encarcelamiento. Estos tribunales parten de la idea de que proporcionar tratamiento a algunos acusados conducirá a mejores resultados para ellos mismos y las comunidades.

En las prisiones, se debería realizar una buena difusión informativa de estos riesgos y de los pasos que pueden seguir para protegerse a ellos mismos y a otras personas. Algunas administraciones penitenciarias también proyectan videos educativos o dan charlas para transmitir este mismo mensaje, lo cual ayuda a mejorar los niveles de sensibilización.

Se recomiendan las siguientes acciones:

Programas de vacunación.

Muchas administraciones penitenciarias han desplegado programas de vacunación contra la hepatitis destinados a reclusos consumidores de drogas, que son un grupo de riesgo específico, y han notificado un alto nivel de compromiso y cumplimiento.

Acceso a medidas de sexo más seguro.

Muchas administraciones penitenciarias han autorizado el reparto de preservativos entre los reclusos, ofreciéndoles acceso a la misma protección disponible fuera de la cárcel.

Programas de agujas y jeringas.

Los programas que entrañan la distribución de material de inyección esterilizado entre los usuarios que consumen drogas inyectadas han demostrado su eficacia para prevenir los contagios de VIH.

Sin embargo, el temor a que los reclusos utilicen las agujas como armas contra el personal u otros presos permanece latente. Afortunadamente, estudios realizados en Alemania en 2009 concluyen que, tras la adopción de un programa de intercambio de agujas, los índices de uso compartido de equipos de inyección entre los reclusos habían bajado del 71 % hasta prácticamente cero.

Prevención de sobredosis de drogas.

Los reclusos que consumen drogas son un grupo con un riesgo muy elevado de sufrir sobredosis accidentales, especialmente en el período inmediatamente posterior a la salida de prisión, derivado a la pérdida de la tolerancia por la limitante de su consumo mientras se estaba en la cárcel.

Esto significa que su organismo ya no puede asimilar las dosis que tomaban antes de entrar en prisión. Por tanto, es necesario destinar a los presos programas específicos de prevención de sobredosis, que cubran aspectos como formación y sensibilización.

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Tratamiento de drogas y rehabilitación.

Las prisiones que albergan a un gran número de consumidores de drogas, pueden ser en ocasiones, un entorno útil para proporcionar tratamiento y romper el círculo de dependencia y delincuencia. La experiencia del encarcelamiento puede representar para algunos consumidores una ruptura con su vida en la calle y ofrecerles la oportunidad de reflexionar sobre el impacto de las drogas en ellos.

Hay pruebas de que se pueden desplegar con buenos resultados toda una serie de intervenciones de tratamientos para la dependencia de las drogas en entornos penitenciarios. Varios estudios reconocen también que otras formas de tratamiento, como la terapia psicosocial, son relativamente eficaces para limitar la dependencia de las drogas en cárceles.

Un proceso de reintegración.

La mayoría de los usuarios de drogas provienen de sectores afectados por la pobreza y otras carencias. Por ello, un objetivo crucial del tratamiento, además de abordar los temas físicos y emocionales, es mejorar la capacidad de cada persona para funcionar en la sociedad. Esto significa elevar su nivel educativo, brindarles acceso a empleo y encontrarles alojamiento lejos de las presiones y tentaciones para volver a consumir drogas.

Atención especial a grupos vulnerables.- Algunos grupos sociales, como las mujeres, los jóvenes y las minorías, son especialmente vulnerables al consumo de drogas y a los efectos nocivos asociados a éstas. Las pruebas demuestran que se deberían crear programas de reducción de daños específicamente orientados a estos grupos y que tengan en cuenta sus necesidades particulares.

Personas jóvenes.

Aunque muchos jóvenes consumidores de drogas se encuentran en riesgo de incurrir en daños relacionados con estas sustancias, la mayoría de los servicios de reducción de daños están diseñados para lidiar sólo con adultos. Las políticas hacia las drogas deben incluir intervenciones específicas para jóvenes y garantizar el respeto de sus derechos humanos.

7.15. Programas enfocados a las mujeres.

Las mujeres que se inyectan drogas están en condición de alta vulnerabilidad respecto a riesgos relacionados con las drogas. Son diversos los factores que empujan a las mujeres a incurrir en conductas que aumentan su riesgo de contagio del VIH. Estos factores incluyen, entre otros, las políticas punitivas, la discriminación por parte de la policía y los prestadores de atención médica y la preponderancia de programas de reducción de daños y tratamiento dirigidos particularmente a varones.

Las mujeres embarazadas que se inyectan drogas son especialmente vulnerables a estos abusos. Por ello, es fundamental garantizar que todas las mujeres que consumen drogas tengan acceso a programas de reducción de daños y a otros servicios de salud.

7.16. Grupos minoritarios

Algunos grupos minoritarios, como indígenas, inmigrantes, refugiados y grupos étnicos o raciales, se ven especialmente afectados por el estigma social y los daños relacionados con las drogas. Las políticas y los programas de reducción de daños se deberían concebir de forma que se garantice su accesibilidad a las minorías del país.

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Estas intervenciones se deberían diseñar como proyectos de colaboración entre los responsables de formular las políticas y las comunidades afectadas. Deberían estar al alcance de las minorías en sus propios idiomas, estar adaptadas culturalmente e incluso incorporar, si así lo desea el paciente, prácticas tradicionales.

7.17. Ayuda de las ONG

La experiencia y las pruebas demuestran que las ONG y los grupos de la sociedad civil son actores importantes para la prestación de servicios de tratamiento a usuarios de drogas. Las autoridades gubernamentales, por tanto, deberían apoyar claramente y facilitar el trabajo de estas organizaciones y grupos.

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8. ESTRATEGIAS RELACIONADAS AL CONSUMO DE DROGAS

Se puede desarrollar una amplia gama de intervenciones de reducción de daños que han demostrado su eficacia en la disminución de problemas sanitarios relacionados con el consumo de una o varias drogas específicas.

En muchos lugares del mundo, la reducción de daños ha llegado a convertirse en la principal estrategia de salud pública para lidiar con problemas causados por drogas, a continuación mostramos cómo dichos principios pueden aplicarse al consumo de una o varias sustancias:

8.1. Estrategias relacionadas al consumo de Heroína

Intercambio y distribución de agujas y Jeringas. Programas de mantenimiento con metadona (PMDM). Orientación y cambios en las vías de administración. Educación sanitaria en el entorno. Salas seguras de inyectables, salas seguras de consumo. Programas de prescripción de heroína Prevención de la mortalidad por sobredosis

8.2. Estrategias relacionadas al consumo de Marihuana

Educación sanitaria en el entorno.

8.3. Estrategias relacionadas al consumo de Cocaína, pasta base.

Educación sanitaria en el entorno. Salas seguras de inyectables, narcosalas o salas seguras de consumo. Modificaciones en el consumo de la sustancia Terapias de sustitución. Intercambio de jeringas, cuando el uso es I.V. Cambios en las vías de administración. Programa de prescripción de cocaína.

8.4. Estrategias relacionadas al consumo de Drogas de diseño: éxtasis.

Análisis de sustancias in situ. Educación sanitaria en el entorno.

8.5. Estrategias relacionadas al consumo de Alcohol

Educación sanitaria en el entorno (porteros, meseros y barman) Transporte de ebrios a la casa (taxi seguro).

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9. RECOMENDACIONES.

La dependencia de las drogas puede derivar en una serie de consecuencias sanitarias dañinas, incluida la muerte por sobredosis como resultado de una intoxicación aguda y el contagio de infecciones por vía sanguínea, como la hepatitis B y C, y el VIH, al compartir material de inyección contaminado o a través de abscesos o heridas infectadas. En todo el mundo, hay cerca de 16 millones de consumidores de drogas por vía parenteral, y se calcula que hasta el 10 %de todos los contagios de VIH se producen por la inyección de drogas.

En consecuencia, es importante reconocer que los principios y las prácticas de reducción de daños también se aplican a consumidores de drogas que no se inyectan. Se han desarrollado técnicas de reducción de daños para minimizar estos riesgos, así como aquellos en que incurren los consumidores de metanfetaminas, quienes fuman heroína y otros similares. Estas intervenciones son parte importante de un amplio abanico de medidas de reducción de daños que pueden necesitarse en el entorno de consumo de drogas ilegales en un país.

Los servicios de reducción de daños pueden brindarse a través de varias fuentes, como el sistema nacional de atención sanitaria, centros de rehabilitación, ONG locales y organizaciones de la sociedad civil. Los organismos de aplicación de la ley pueden contribuir identificando a consumidores de drogas y derivándolos a los servicios apropiados.

Las medidas efectivas de reducción de daños deben integrarse plenamente en los sistemas nacionales para el tratamiento de la dependencia de drogas, dado que ambos son importantes mecanismos para estabilizar la salud y los hábitos de consumidores.

A continuación se enumeran varias recomendaciones como parte de las estrategias de reducción de daños mencionadas anteriormente:

Todos los gobiernos deben hacer una inversión a largo plazo en tratamientos para la dependencia de las drogas para responder a este problema, y reducirlos costes sanitarios y sociales asociados.

El objetivo primordial de los sistemas para tratamiento de la dependencia de drogas es permitir a las personas tener un modo de vida positivo y constructivo, y dejar de ser una carga para sus familias, su comunidad o su país.

No deben ponerse en práctica enfoques de tratamiento que violen normativas de derechos humanos.

Los Estados deben centrar sus recursos en los aspectos más nocivos de las actividades de los grupos delictivos organizados y no exclusivamente en el decomiso de alijos o los arrestos.

Se necesitan mecanismos que permitan derivar a los servicios correspondientes a los autores de delitos de drogas, los organismos de aplicación de la ley pueden identificar y derivar a los consumidores de drogas a dichos servicios.

Se deben desarrollar políticas que limiten el potencial de que los jóvenes entren en contacto con los mercados de drogas ilegales, haciéndolos menos accesibles a los jóvenes.

Las políticas para la reducción de daños forman parte de una jerarquía de objetivos que se proponen empoderar a los consumidores de drogas para mejorar su salud y manejar las consecuencias negativas de su consumo.

Los servicios de reducción de daños deberían ser integrales e integrados para permitir a los usuarios de drogas acceder a todos los servicios que necesiten.

Para asegurar su éxito, se deben crear alianzas entre autoridades gubernamentales y ONG, incluidos grupos que representen a los consumidores de drogas.

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Los programas para reducción de daños se deben dirigir específicamente a grupos vulnerables, como mujeres, jóvenes y minorías que consumen drogas, para asegurarse de que tengan acceso a servicios adaptados a sus necesidades particulares.

Resulta crucial que todas estas intervenciones para la reducción de daños se extiendan a los entornos penitenciarios.

Es necesario comprender el nivel y la naturaleza del consumo y la dependencia de drogas entre los reclusos para elaborar las políticas adecuadas.

Aunado a los programas de reducción de daños, deben adicionarse alternativas de tratamiento psicosociales o grupos de ayuda mutua.

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10. BIBLIOGRAFÍA

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2) Gobierno de Chile, “Reducción del consumo de riesgo y sus consecuencias sanitarias”, documento de trabajo interministerial de salud, 2010.

3) Armenta, A. y Cols. “Guía sobre política de drogas”¸ Consorcio Internacional sobre Políticas de Drogas (IDPC por sus siglas en inglés), 2010.

4) Machín, J. “Propuesta heurística hacia un modelo teórico de la reducción de daños asociado al consumo de drogas”, LiberAdicctus N° 77, 2004.

5) Castaño, G. “Estrategias de reducción de daños asociadas al consumo”, Colombia, 2009.

6) Ministerio de Sanidad y Política Social e Igualdad, “Tipos de programas de atención al drogodependiente y de reducción del daño”. Gobierno de España, 2008.

7) Programa International de Desarrollo de Reducción de Daño, “Reducción del Daño: Salud Pública y Orden Público”, 2006.