Manifiesto Azul 13

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MANIFIESTO AZUL fanzine de literatura e inquietudes varias invierno 2013 número 13 Depósito legal: MU-3094-2008 ©César Sebastián 13 13 13

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Fanzine de Literatura e inquietudes varias. Murcia, Enero de 2013.

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MANIFIESTO AZULfanzine de literatura e inquietudes varias

invierno 2013 número 13

Depósito legal: MU-3094-2008

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Aún puedes estar tranquilo. Aún. Sólo aún; o solo aún. Una primera página con cuatro presos en portada podría significar quizá que alterminar la lectura de este décimotercer fanzine estarás encarcelado en los versos de la sección de poesía, en las líneas de los relatos o micro-rrelatos que aquí encontrarás, o en las medias de una de nuestras protago-nistas de ilustrados. La otra opción, ya sabes, es salir libre y sin cargos (de conciencia) de su lectura, algo –permítenos la licencia- nada recomenda-ble. Pero insistimos: Aún puedes estar tranquilo. De momento sigues siendo inocente. Por eso acomoda tu cerebro, desvístete de rutina y prémiate con unas horas de desconexión de red interna y externa. Es el momento del MA .Es tu momento azul del día. Tal vez si sigues estos consejos podrás hacer un correcto zapping en-tre nuestras páginas y detenerte, si así lo deseas, a leer la curiosa relación de una mujer y su tostadora. Es posible que te asalten dudas propias de la condición humana, al no saber discernir si esa unión es familiar o sólo de conveniencia. Date entonces un respiro perdiéndote entre los símbolos descarnados de Pepe Incha o entre las naturalezas urbanas que nos ofrece Manuel Rebollar. Una vez aliviada la parte intelectual de tu vejiga podrás encarar nuestras perversiones, que esta vez vienen desde la profundidad boscosa de Zagreb, y nos acercarán a Dinko Telecán. Después, ya lo sabes, es el turno de ir a la despensa y coger en esta edición unas deliciosas galle-tas marca Pink Floyd, para que mientras leas nuestras seis recomendazio-nes alguien suene en tu estómago. No te olvides, por cierto, de visitar a los ilustrados ilustradores que se han convertido ya en compañeros de viaje fanzineroso. Y si quieres que este zapping sea circular y completo debes acabar por tanto en telefunken, donde encontrarás un análisis borgiano de Christopher Nolan.

Y sí, una vez ahí, es muy probable que ya estés preso por todo cuanto hayas visto y leído. Si te interesa, para la próxima, puedes enviarnos tus postales carcelarias a

[email protected]

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esíaPoema de amor en tiempos de crisis. II

Lo peor de la crisisNo es su nombre,Es su sabor sufrimiento,Sufren todos los pronombres personales Sufren hasta los números,Que no dan más de sí.

Lo peor de la crisisNo es su nombre,Lo peor es que la desidiaSe apodera de todos los rinconesDe tu cuerpo,Te desvela de madrugada,Te condena al silencio,Y sí, sufre el amor.

Sufre el amor,No sabe ni por qué, pero sufre, solidaridad que se llama,Como si al amor,Le importara el dinero.

EME

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aImpostura PaisajísticaDime, ¿Acaso siguen soñando en su mudo y obstinado letargo, ante tanta trivialidad, las eternas encinas?Descíframe, ¿tal vez la negruzca tierra, hastiada de fagocitarse de huella colonialista metamorfoseada en memoria, se erige, en el ahora, en bulímica actitud ante tan desmedido y horrendo espectáculo?Cuéntame, ¿Quizá los redentores surcos, lastrados por siempre ser enterrados sobre sí mismos, ante tanta chismografía viciosa, pudieron completar su heroica catarsis?Descríbeme, ¿acaso los olmos centenarios, zaheridos vehementemente por derrocar la nobleza del tiempo, ante el turbio acontecer, bregaron contra su nostálgico insomnio?Nárrame, ¿quizás los hieráticos y polvorientos pinos, ante la estirpe de la banalidad cultural, aceptan, sin más, que el viento parlanchín siga desconchando su piel? Anhelo, ante tanto absurdo, confundirme contigo en un beso indulgente y final.

Miguel Angel Rubio Sanchez

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El tiro que no damos

Sin un Euro en las Vegas,me azotan las cadenas del hijo patriota sin banderaque desertó de la inculturacon gomina y teletienda.Se me llena el pecho de hambrey el bolsillo inmaculado sudauna moneda.Como un niño, bajo las sábanas,escribimos, los cuentos que no quieren que lean.El último verso está en blanco.Somos la culata del tiro que no damos,y pedimos sin gaznate que no nos golpeen el estambre.Fieros esbirros de la nada,descerebradas balas de goma,en paro, sin casa.El último verso está en blanco,alerta, silente, vendado.Y tenemos en el vientre un nervio sin dientesque nos pide batallar.En la vega baja, sin un eurogermánicamente estérilesse nos llenan los labios de metralla.

Pero el último verso es nuestro,somos asquerosamente presente.

Tama Imrani Ruiz

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aRetorno…

Voy a ser tu tragedia,aquello que imaginas.Voy hacer honor a mi nombrey a destruirme, a perderme entre la vileza que agita mis palabras.

Me escondo, Para que no me veasEntre páginas y cuerdas.Busco tan sólo la belleza que te sorprenda, que te adorey te convierta en mi cómplice,mi compañera.

Voy a vivir Como todo lo que he leído. Voy a ser Bukowski, Baudelaire,Morrison... y a matarme cada noche, tan despacio, en un suspiro. Porque Dios está en mi vaso Y yo soy su tragedia. Soy un desgarro en su pecho muerto, soy, al fin y al cabo, su último reto...

Juan Cubillas Nidos

Hilos delgados de paja, barroy el botón perdido de alguna camisanos sirven para inventar quimeras,fenómenos de limo,madrigueras contra la vida oscura

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que negamos levantando refugioscomo incendios tibios que ahuecamos en las manos,nuestro oficio es trenzar nidos,espacios sin impostura de cobijoque nos bendicen recordándonos los labios,los placeres serenos de la tardeo la última luz derramada en la escollera,así los poemas,así el deseo, visita de caridad de un diosentre las astillas que aterran en la carne,nidos que saben al jornal limpio del amory sustentan el empeño de vivirentre las sendas que dicta la esperanza.

Rafael Escobar Sánchez

De lo que vi borracho en un balcón que se agitaba

Yo he visto el rastro sucio de las calles que has barrido de un soplidoy sin esfuerzo, y no he tenido miedo.Los caminos que llevaran hacia casa y que ahora se nos pierdena la altura de la boca, esos sitios que engañaras con rencores de otros ladosy que ya nunca habitamos,yo los he visto.Y te he vistoguareciéndote de lluviasque no saben nunca nada

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apero intuyen, rescatado de las calles empapadas de sonidos como furia o yo no entiendo que me busques,y te he visto desnudándote de frío,y no he tenido miedo. Y puede serque la certeza de que eres no discuta de ciudades ni de miedos, y que el mundo si se agita sea por culpa nada más que de la duda de ti mismay nada másy su imposible,y que por eso, te lo juro, yo no haya tenido miedo. Porque yoy todo esto te lo jurolo que yo he temido siempre es que las calles de un soplido [te lo juro]te borraran para siemprey no encontraras ya motivos para hacerte.

ManueL Torres Nieto

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Accidente

El jefe de máquinas siempre negóLa posibilidad de toda inundación.

Aquel tren había encallado en el océano.

Todo ocurrió como un milagroSin razón aparente.Sólo sentimos un golpe sordoY un mudo quebrar de raíles.Al otro lado de la ventanillaTodo era distinto y desconocido,Todo un desierto de azulPrepotente e inesperado.

Aquel cielo y aquel oleaje nunca invitadosY aquella sensación de que la existenciaNo albergar sentido alguno.

No habíamos descarriladoY aquel no era nuestro destino.

Parecíamos un poema dadaístaPero allí, líquidos,Nadie nos iba a recitar.Sólo restaba aguardar la leve inmersiónY el jefe de máquinas seguía obstinado.No había posibilidad de inundaciónPorque nunca deberíamos haber estado allí.Su rostro era un espejo de lo absurdo.El nuestro se empañaba con los restos de sal.

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aQuizás nos acordásemos de nadar.Quizás un bote salvavidas.Quizás los raíles estaban en el fondoDe este mar, quizás muy lejos, quizásNunca y nos embarcamos en el desastreEngañados y sin tomar el suficiente aliento.

Vicente VelascoSolo palabras.

Apenas es nada…

Asomarseal espejo blando de la calmaque precede al temporaly a manos llenasir arrojándole letra a letratodo aquello que se clavaal costado zurdo de la vida.

Y con los ojos perdidosen el abismo interiorcomprobar como cada vocal roca y cada consonante piedrase funden al hundirse en lo oscuropara emerger como palabrasque se expanden a través de las ondaspor el mar ignotoal encuentro de la orilla del verso.

ACRÓBATA

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Sumarísimo

Dónde el mundocon su arquero y su veleta,su dirección y su giro.

El hambre que arrastrassobre la arena de lo ajenoes cicatriz de mundoya ella misma;y no solo eso, sinotambiénmirada, curación, palabra.

“Cuándo el mundo”harías mejor en preguntar,o “para quién”.

¿No oías tú, al igualque el resto,que los jinetes se acercaban?¿No corriste,febril como el oroy el crisol,junto a los otros?

¿Para quién, entonces?¿A qué títuloy bajo qué riendasreclamas pureza y delirio?

La visión no te es exclusiva.Otros contigo han levantadofuertes, horadado valles.

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aEsta sangre que es tan tuyano es tuya solamente.Abre el puño, guarda la hoja;nadie te reta ni te autoriza.

No mezcles metal y vida.Recuerda que para nosotrosla retribución es usura.

Tus palacios son los nuestros.Tu muerte a nuestra muertese anuda.No preguntes dónde, porqueno hay brújula ni estrella.

Porque el desierto es nochey fragancia de flor de un día.

Entrega las armas y confiesa:¿para quién?

Joaquín Lameiro 02_ sesión matinal

Me gusta cuando aún en sueñospara llegar a los enseresdel desayuno-mitad diosa, mitad jirafa-te estiras con los brazos hacia arribay tu cuerpo se arqueay se marca tu pechocontra la camiseta del pijama.

Es por eso que me levanto prontoy cojo sitio en la primera filacon el café que humea entre mis manos.

Antonio Aguilar

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Ascensióncomme montent au ciel le soleils rajeunis

aprés s´être lavés au fond des mers profonds?CHARLES BAUDELAIRE

Aplaca la sed y el frío agrieta,se mantiene la vida fláccida, presa.Me adentro en un camino que no es rectoy una vez me llevará a los cielos.Asciendo, asciendo hasta el recodo que recodaréy a la espalda de las estrellas volveré a ocultarme.

Asciendo, asciendo hasta que las rocas adquieren rigidezy hasta que el aliento escurridizo esquiva los presagios,ahora que acecha el miedo a caer.

Pero asciendo, asciendo una y otra vez y te encuentrodesnuda en la nochey las flores blancas que escondes me recogen,fantasías, invertidas ilusiones,promesas a olvidar.

Pero ahora asciendo, asciendo más lentamente,llegando a un punto ciegoen el epicentro oscuro del recreo; a un suspensoen un lugar profundo a lo lejos;a un charco en el momento justo del veneno; a un desacatoen el golpe de estado perpetrado contra la parte de ti que ya no ves.

Y asciendo, asciendoy veo volando al buitre, alto en círculos concéntricos.Asciendo, asciendo y cada vez es más breve este momentoen que ni toco, ni siento; regreso.

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aY ya nos ocultarán las estrellasasciendo definitivamentey vuelas.

Juanma Sánchez

A quien leyere,en modo epitáfico

Aunque me ves ahora aquí cautivoy parece que vives y respiras;aunque crees que existe cuanto mirasy que bajo este mármol repulsivo

para ti solo sea un lenitivoque te hace amar la vida a la que aspiras,sabe que no me trago tus mentiras:no por estar viviendo estás más vivo.

Has combatido el mal, perseverante,no has dejado al rival ni los despojos,has hecho de tu vida algo importante,

has satisfecho todos tus antojos,pero no has visto a Eratia, caminante,ni tampoco el milagro de sus ojos.

David López Sandoval

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El negativo del amor a Ángel Paniagua

Cada vez que recuerdo nuestros años de amorme gusta imaginar qué sería de nosotros en un poema escrito justo al revés,en un poema en donde aparecieran invertidos nuestros papeles como los coloresen un negativo poético de Ángel Paniagua.

Sin embargo, el positivo de nuestro amores ya de por sí el negativode cualquier otro amor irremediable.

Se podría decir que sólo existepor la irracionalidad de nuestros actos, porque nuestro amor es la inconsecuenciade una verdad gritada al viento.

Nuestra historia tiene nombre de ciudaditaliana leída al revés,es a la vez precipicio y senda reconocidapor nuestros pasos,como un dolor pasajeroque deja en el alma una sensaciónde plenitud eterna cuando pasa.

El positivo del amor, Ángel, es a veces la mirada que hace posible que el mundo funcione a la manera de los que lo inventaron,pero ¿de qué me sirve un mundo calculadoque sigue girando ajeno a mí?

A veces el aleteo de un insectoprovoca inexplicablementeun torbellino de incomprensión y tristeza

Alberto Caride

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aAnte la excelencia

“Ante la excelencia, sólo cabe el amor”, declaró Friedrich Schiller.

Empero, la soledad, el desaliento,la marginación y el ostracismo.

Y enfrente, el repudio, la injuria,el descrédito o el escepticismo;el ultraje, en ocasiones,y, en general, la dolosa indiferenciacon los rostros evasivos de la envidia.

Ante la excelencia, sólo cabela rara especie de quien admiray nada espera.

Vicente Cervera Salinas

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ESTADOS DE ANIMO

Lo vio y lo escuchó en el informativo de la noche: “Y esta madrugada retrasaremos los relojes una hora. A las 3 serán las 2. La llegada del otoño nos obliga a este cambio horario que, según los expertos, se hace con la mira puesta en el ahorro.” La austeridad, el mensaje de la maldita austeridad otra vez, se repitió asimismo Eduardo.

- Es normal, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades –sentenció su padre en voz alta, al tiempo que apuraba su penúltima cucharada de sopa.

- Pero los políticos bien que siguen sin bajarse el sueldo –reprochó su mujer mientras cortaba una cuña de queso-, y viajando en esos cochazos para ir a, a, a…

- Al Congreso, mamá, al Congreso de los Diputados –completó Eduardo.

- La cámara de representación de todos los españoles, Carmen, que no se te olvide nunca, nunca –dijo el padre.

- ¡Tú sí que eres un “representao”! –contestó su mujer en tono de mofa.

Eduardo recogió el plato hondo de caldo, se levantó de la mesa y avisó a sus padres de que esa noche saldría a tomar unas cervezas con sus amigos.

- Pero a ver a qué hora vuelves, que hoy se cambia el reloj y luego nos engañas –le recordó su padre antes de verlo salir por la puerta principal.

Tras varias cervezas, varios bares, varias discusiones sobre la crisis y el futuro laboral, y un par de horas después de su hora de vuelta habitual, Eduardo volvió a casa para acostarse. No se molestó siquiera en mirar el reloj.

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s Al día siguiente, como cada domingo, se levantó temprano para ir a comprar el periódico. Lo primero que hizo fue atrasar el reloj que llevaba en su muñeca. Marcó la nueva hora. Después se vistió con un pantalón de chándal que su madre le había comprado días antes en el mercadillo semanal, se calzó sus zapatillas de deporte Kelme, cogió dos monedas de un euro y una de veinte céntimos, y salió de su habitación. En el pasillo, antes de salir por la puerta de entrada al piso, vio a su padre, al que saludó con un protocolario “buenos días, papá”. Su progenitor lo miró extrañado, con un gesto dubitativo, como contrariado, y no le contestó. Pensó que quizá su padre estaría enfadado por algún motivo desconocido.

El día estaba muy nuboso, en contra del pronóstico que, en el telediario, había dado el día antes el hombre del tiempo. Una lluvia fina apenas perceptible emborronaba su mirada, escondida detrás de unas gafas que Eduardo estaba obligado a llevar desde que el óptico le diagnosticara meses atrás tres puntos de miopía. Camino del kiosco de prensa el joven se cruzó con algunos vecinos, a los que encontró un

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poco cambiados. Le dio la sensación de que tenían la tez más blanca, como si su moreno habitual se hubiera degradado durante la noche, el pelo ligeramente rubio y su complexión física era más gruesa. No era lo único extraño que le iba a deparar el día

Su sorpresa fue mayor cuando, al llegar al quiosco, no encontró el periódico que semanalmente compraba. Por el contrario, sólo había diarios alemanes, ingleses y algún semanario francés. Ni rastro de periódicos españoles. Aún así intentó comprar alguno, pero se dio cuenta de que todos valían más que los dos euros con veinte céntimos que llevaba en el bolsillo de su pantalón de chándal del mercadillo. Confuso por la situación Eduardo le preguntó al quiosquero por qué no había ningún periódico español sobre el mostrador, si acaso había decidido cambiar su oferta de prensa de una semana para otra por alguna razón especial. Con idéntico gesto al de su padre el quiosquero no contestó y siguió atendiendo a otro cliente, al que se dirigió en una lengua distinta a la española.

Irritado, y sin ningún periódico bajo el brazo, Eduardo emprendió el camino de vuelta a casa para leer la prensa a través de internet. Ya en su habitación y con el ordenador encendido buscó en la red su diario de referencia habitual. Apenas tardó unos segundos en leer la información de cabecera, enmarcada en un enorme recuadro rojo y con la palabra urgente repartida en varios espacios de la pantalla: “El gobierno se equivoca y en lugar de cambiar las manecillas del reloj de la madrileña puerta del sol cambia la nacionalidad, la lengua y el modo de pensar de sus ciudadanos.”

Incrédulo, y aún pensando en términos de español progresista, Eduardo salió de su habitación con el corazón acelerado, exaltado por la noticia que acababa de leer. Fue rápidamente a buscar a su padre. Sólo cuando éste lo vio y leyó en el rostro de su hijo el desconcierto y el miedo se lo confirmó.

- Ja, klar, es ist, weil wir über unsere verhältnisse hinaus gelebt haben

ÁLVARO PINTADO

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sZapping IEl perro de peluche con ojos rígidos de plástico, y un punto por nariz, Bugs Bunny muerde una zanahoria obsoleto, explota un edificio y cae, y se desploma mientras ellos aplauden, hay un político, azul, naranja el fondo, mueve una mano y se agarra al atril, ahora aparece otro, agarra el atril, como el volante de un fórmula uno, y mueve la mano, de arriba a abajo, con convicción, el fondo ha cambiado, unas manos dibujan sobre una cartulina color negro, dan sombras con tiza bajo los pies de una niña que lleva una pelota bajo el brazo, en cambio un coño recibe un enorme falo, los dos gigantescos testículos golpean contra el ano de un modo inverosímil, el político sobre el atril se mueve acompasadamente, naranja el fondo, como una zanahoria, la niña agarra el falo de Bugs Bunny, como el volante de un fórmula uno, unas manos rápidas dibujan rayas de tiza con una cartulina color negro para que ellos no se cansen de aplaudir mientras el edificio explota y de los plastificados ojos del perro de peluche, rígidos y miopes, se caen dos lágrimas azules de desesperanza.

Zapping IICuando me decidí a confesarle que lo nuestro se había acabado ella no pudo contener su conocida mueca de asco: “Me parece estar viviendo una película”.

Lo dijo en el instante en que la primera ráfaga de electrones

ya deshacía el extremo de nuestros dedos. Supe entonces

que cuando sintonizaran de nuevo nuestro canal trataría de

convencerla de lo contrario.

JESÚS MONTOYA

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Dejen al muchacho en paz

Contemplada desde el aire la multitud parecía un solo ser rugiente y convulso, una masa viva y palpitante de células autónomas y excitadas. Desde los balcones de uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, la concentración se convertía en un mar de pancartas agitándose como olas arrítmicas acompañadas de un murmullo informe del que de vez en cuando se distinguían cánticos indignados, arengas políticas e instrucciones estridentes surgidas de un megáfono con más intenciones que capacidad de liderazgo. El arcoíris de banderas despertaba ilusiones o pavor según el corazón que lo contemplara pero siempre inyectaba aún más sangre en venas y arterias.

A pie de calle el panorama cambiaba, empezaban a distinguirse rostros. Adolescentes que vivían su primera jornada de protesta y que no podían ocultar unas pupilas ardientes en busca de emoción; ancianos que sentían renacer el fuego de la ira ante los derechos pisoteados, que decidían regalar su amor a los suyos en un último grito de justicia; médicos, profesores, bomberos y enfermeros que habían descubierto con las necesidades la verdadera función social de su oficio y que no estaban dispuestos a dejar pasar la oportunidad de sentir por una vez la verdadera finalidad de su labor; amas de casa preparadas para defender con uñas y dientes el pan y la sal de sus hijos.

A la altura de las miradas el rumor dejaba paso a las conversaciones, a las advertencias ante una posible carga policial, a las argumentaciones que justificaban cambiar una tarde de paseo por la protesta, a los comentarios cotidianos, “después de esto iré visitar a Paco al bar”, “no me dejes olvidar que tengo que tender la ropa cuando llegue a casa”, “luego te llevo en moto, no te preocupes”, también a algún que otro grito que no quería quedarse atrapado en una garganta y que estallaba arrastrando consigo parte de un alma.

Bajo la piel, manadas de glóbulos rojos aceleraban su ritmo siempre acompasado y se agolpaban transportando más oxígeno de lo

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shabitual a cerebros que debían permanecer despiertos para la acción. En las marañas neuronales fluían los mensajes en un intercambio aparentemente caótico de sodio y potasio.

Carteles con lemas mordaces, personas disfrazadas, algún que otro encapuchado y banderas amarillas, rojas y verdes eran contempladas tras la cerca por otra muchedumbre, ésta silenciosa. Los cascos ocultaban pupilas dilatadas, los uniformes, singularidades y opiniones; los escudos, escopetas de pelotas de goma y porras eran

toda una declaración de intenciones sin palabras. El tiempo no había pasado en el cuerpo de policía, pensaba un viejo sindicalista cogido del hombro de su nieto. Incluso estatura, complexión y edad eran casi idénticas entre los guardianes del orden, entre los que custodiaban la disciplina por encima de cualquier otro valor. Absorto en esta última idea se encontraba el muchacho cuando sintió el primer golpe en la cabeza, el que dolió de verdad. Ya en el suelo, encogiéndose instintivamente y mirando las botas negras que una y otra vez se lanzaban contra un cuerpo que ya no obedecía, solo tuvo

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tiempo de pensar que su despiste habitual le iba a costar caro esta vez. ¿Cómo no había sentido comenzar la carga de los antidisturbios? ¿Estaría bien su novia?

De repente la acción se detuvo. Los uniformados se habían hecho a un lado, en formación, como siempre, como no podía ser de otra forma. El ruido alrededor había cesado. Cuando alzó la mirada con menos esfuerzo del que había imaginado se dio cuenta del cambio de panorama. Un señor con gabardina y tez grisácea, con el rostro medio oculto por un sombrero, agarraba firmemente una pistola que apuntaba hacia los policías. Con voz grave y firme pero tranquila les decía “dejen al muchacho en paz”. Los antidisturbios, sin protestar, alzaron los brazos en señal de tregua y se retiraron poco a poco.

Dando por terminado el peligro, el joven se levantó casi de un salto y le pasó el brazo por encima del hombro a su salvador. “Coño, tú eres el tío de Casablanca”. “Muchas gracias colega, ¡creo que este es el comienzo de una gran amistad!”, exclamó tras una carcajada. Y sin mediar una palabra más, ambos se alejaron caminando entre la niebla en blanco y negro por una explanada ahora vacía.

Atrás, en el suelo, rodeado de fotógrafos y de personas llorando indignadas, con la cabeza contusionada apoyada en el regazo de su compañera, quedaba el cuerpo inerte de ese mismo muchacho. Un charco de sangre lo enmarcaba.

Desde los helicópteros de seguridad que sobrevolaban la plaza, la multitud era solo un ser rugiente y convulso que había perdido para siempre a una de sus células autónomas y excitadas.

CARLOS EGIO

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sImagínate que estás conduciendo por la noche: la carretera larga, inacabable. De pronto unos faros te deslumbran. Apenas un parpadeo y todo está oscuro. Te despiertas en una habitación desconocida. Lentamente tomas conciencia de tu cuerpo. Semanas más tarde, el médico te comunica que no podrás volver a andar. Te parece estar viviendo un sueño. Pocos días después, sales del hospital en silla de ruedas. En casa, a veces te despiertas creyendo que puedes andar. Y ya han pasado diez años desde entonces. Ahora mismo, sin saber cómo, te encuentras saltando sobre la blanda hierba del parque que has contemplado tantas veces desde tu ventana. Entonces notas algo molesto que aumenta, hasta que tomas conciencia de que es el sonido de algo y estás en un sueño y el parque ha desaparecido y abres los ojos y de pronto unos faros te deslumbran.

JORGE GÓMEZ VÁZQUEZ

LO NATURALSucede a veces. Cuando estamos haciendo cosas rutinarias se enciende una luz. Nos descubre la verdad...Imagina que vas con tu coche por la misma carretera que todos los días te conduce al trabajo. Vas escuchando, oyendo (si me lo permites) la radio. Como todos los días. Empieza a nevar, nieva muy fuerte y

cuanto más lo hace más se apodera de ti una sensación armoniosa de calor y silencio. Un silencio que esta vez es blanco y acogedor dentro de tu automóvil. Y tú, que quizá no te des cuenta, únicamente quieres llegar a tu trabajo para no ser el último en aparecer por allí. Sin saber

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que la naturaleza te está ofreciendo un verdadero espectáculo. Sólo para ti.Aún quedan algunos minutos para llegar a tu destino. Piensas en ese silencio y descubres una obviedad: no hay coches en la carretera y los únicos con los que te cruzas van muy despacio. La belleza de la soledad, del silencio, lo atractivo de vernos aislados entre cuatro paredes.Se rompe esa imagen al entrar por la puerta y pensar (desde tu despacho) que quizá merezca la pena ese viaje de todos lo días en el que siempre se pueden encender luces que te avisan de lo obvio.

ESTHER DE NÓVOA FERNÁNDEZ

HUMANOIDE

Me llamo Nagakute Aichi y estoy convencida de que mi tostadora lee a Asimov. Desde su pantalla led me envía mensajes todas las mañanas: “Un robot no puede hacer daño a un ser humano”, “Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos” o “Llegas tarde a la oficina”. Hoy dice: “En la Fortaleza de la Soledad hay que resistir”. Tecleo en Google “Fortaleza de la Soledad” y averiguo que es la casa de hielo de Superman. ¿Está mi tostadora sola? ¿Qué tiene que resistir? ¿Tendrá frío?. Recargo mis relés, termino mi desayuno y me marcho al trabajo. Apago la luz de la cocina y al hacerlo, creo percibir que la tostadora centellea con sus luces verdes.

RUBÉN GARCÍA PARDO

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sMILAGRO

Lanzaban presos al abismo. A uno le crecieron alas y voló. El sargento le disparó: el único con derecho a hacer milagros era el general.

HemorragiaBuscaban petróleo. El taladro penetró la tierra y salió sangre. Los médicos no pudieron hacer nada: el país murió tres días después.

CONDENAUn hombre fue asesinado por su sombra. Esta fue enjuiciada y condenada a vivir para siempre en oscuridad, dentro del féretro de su víctima.

ALBERTO SÁNCHEZ ARGÜELLO

Mi propia envidia

No me ha caído bien.Demasiado obstinado, demasiado independiente.Amoroso con los que ama.Y genial, sobretodo. Insoportablemente genial.Además inventarlo todo de la nada no fue fácil…He intentado echarlo por alguna nimiedad, algo artero, pero un hurto me parece poca cosa.No, he decidido: le instigaré la misma envidia que siento por él. ¿Pero en quién?Que decida el azar… Lo echo a la suerte.Ya está, le ha tocado a Caín.

STEFANO VALENTE

(traducción por Alejandro Ramírez Giraldo)

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Érase una vez…Érase una vez un humilde jornalero, muy honrado y de poco dinero, cuyo nombre, Jorge Dido, a menudo pasaba desapercibido. Casado con la simpática Olga Amanta, embarazada de ocho meses y trece días, una noche de septiembre decidieron, en un impulso inusual de derroche, homenajearse por su aniversario con un refrigerio en una conocida multinacional de hamburguesas. No había dado aún dos bocados cuando la simpática Olga Amanta se desplomó sobre el bol de patatas. Fallecida ipso facto. La autopsia desveló que la carne de su hamburguesa era de todo menos de vacuno. El desolado Jorge Dido asistió impertérrito a tal hecho, aunque tuvo un pequeño consuelo; los médicos pudieron sacar al bebé sano y salvo.

-¿Y ahora qué haré?- se preguntaba Jorge Dido.

Y un reputado letrado tenía la respuesta. “Te forrarás a costa de esa gentuza malsana”. Así fue, en pos de no manchar aún más su imagen, la multinacional obsequió al inconsolable viudo con un cheque que contenía tantos ceros que permitió a Jorge Dido no tener que trabajar nunca más. Consciente de la vida que le esperaba a su hijo, y en honor de su difunta esposa, en un ataque de lealtad, llamó al retoño por el nombre de ambos progenitores. “Jorge Olga Dido Amanta te llamarás, pequeño”. Y tratando de suplir en el pequeño la falta de una madre, se prometió darle todo lo que hiciera falta para no ver en sus ojos ni un halo de amargura. Así que el pequeño Jorge Olga creció entre montañas de juguetes y demás regalos. Mientras, el viudo Jorge Dido, gracias al efecto que producía en los demás su fortuna, pasó a ser el Sr. Dido o simplemente D. Jorge. El niño creció, y a la tierna edad de ocho años, colmado de todos los presentes que ninguno de sus compañeros podía soñar, se convirtió en un pequeño tirano con los demás infantes. Sorteaba los juguetes que le aburrían entre los demás a cambio de diversas vejaciones infantiles. Aunque pronto reparó el pequeño Jorge Olga que él también era objeto de burla a escondidas por parte de los demás, debido a su segundo

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snombre: Olga. Tan ofendido se sintió que en un arrebato decidió que nunca más se nombraría su nombre completo y tan sólo permitió sus iniciales junto a sus dos apellidos por lo que pasó a ser J.O. Dido Amanta. El pequeño J.O. Dido Amanta creció y creció y se convirtió en un imberbe de veinticinco años dispuesto a disfrutar la vida. Mientras tanto, el Sr. Dido no gastaba un céntimo más de lo necesario para subsistir, tal y como había hecho toda su vida.-Papá, quiero conducir- dijo un día al Sr. Dido su hijo J.O. Dido.-De acuerdo, hijo, pero hazlo con discreción. Y el chaval compró un avión privado, contrató a un piloto profesional para que lo manejase y él iba sentado a su lado con un panel de control de juguete simulando que pilotaba.-Papá, quiero trabajar.-De acuerdo, hijo, pero hazlo con discreción.

Y el pequeño J.O. Dido Amanta contrató a dos reputados letrados que crearon una empresa a su nombre, compraron unas instalaciones de unos cuantos miles de metros cuadrados a su nombre, contrataron a quinientas personas a su nombre y los metieron allí. El pequeño J.O. Dido fue todas las mañanas durante un mes a las instalaciones y su espíritu de pequeño tirano afloraba cada día. “¿Qué hacéis de brazos cruzados? Trabajad, energúmenos”. Los quinientos trabajadores respondían: “Nos han metido aquí, pero aquí no hay nada, ni mesas, ni máquinas, ni teléfonos, ni material, nada. No sabemos a qué se dedica esta empresa, no sabemos qué hacer”. Así que el chaval se aburrió y fue al encuentro de su padre.

-Papá, quiero enamorarme.-De acuerdo, hijo, pero hazlo con discreción. Así que el pequeño J.O. Dido se informó de cuál era la empresa mundial más importante de contactos virtuales, la compró, repasó las primeras diez fotos de los millones que había y seleccionó a la chica más voluptuosa que encontró, la rusa Karina Mirael Vientoseva. Como no se entendían, el pequeño J.O. Dido contrató a un traductor que mandó un mensaje a la señorita Vientoseva indicándole que volara urgentemente para formalizar la relación. Ella aceptó cuando al pie de carta se indicaba la cantidad de dinero que recibiría por el casamiento. Y así vivió y vivió el pequeño tirano con su esposa, sin hablarse porque no se entendían, hasta que pasados los meses sin tener noticias de su padre, un día recibió un aviso: el Sr. Dido se moría inminentemente. Así que el ya no tan pequeño J.O. Dido acudió al lecho de muerte para despedirse.

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-Papá, has disfrutado de una inmensa fortuna durante muchos años, pero curiosamente nunca la has disfrutado. Jamás te has dado un capricho, ni has ido a un buen restaurante, nada, nunca. Y siempre me pedías discreción en lo que hiciera. ¿Por qué, papá?-Porque en el fondo yo he sido el más indiscreto en todo esto.-¿Tú, papá? ¿Tú, que nunca has gastado nada?-Sí, hijo, cometí la mayor de las indiscreciones; te tuve a ti. Pero ahora, en mi agonía, sabiendo que me quedan escasos minutos de vida, puedo morir en paz sabiendo que ya no puedes perturbarme con ninguna de tus excentricidades.En ese preciso instante entró la señorita Vientoseva, se dirigió al perchero para dejar su visón de cinco ceros y mientras lo colgaba, el Sr. Dido pudo vislumbrar, atónito y agónico, la oronda y perfilada curvilínea que describía el feliz embarazo de su nuera de catálogo.

ÓSCAR GALLEGO

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sVIDA DE LA MOSCA

Para David Baizabal

Zumbaba y zumbaba, hasta que le pedí que dejara de rondar por mi puesto, no vaya a ser que se encontrara aplastada entre las palmas de mis manos, le dije con buena voz. Pero la mosca seguía aferrándose, hasta que le grité encabronado que se alejara. No me hizo caso, entonces preparé el papel untado de cera. ¡Pinche papel!, por la fuerza del ventilador nunca estaba en su sitio. Luego ya no la sentí, seguramente andaba revoloteando por los puestos de frutas; al fin me dio reposo, ¡Canija mosca! Más tarde volvió. Le dije entre dientes: Hasta aquí llegaste con tu vuelo zumbón. Fui por un matamoscas a la tlapalería, al volver a mi puesto lo reposé sobre el mostrador, entre retazos, suaderos y la cabeza del chancho descoyuntada por la mañana. Regresó como a las cinco, cuando ya me preparaba para recoger y cerrar la tocinería. La oí planeando sobre el mostrador, luego orbitaba a mi espalda, ¡la muy cabrona midiéndome!, pero ya sabía que ésa era la última visita de la pinche mosca. Tener cerca el matamoscas me daba la seguridad del cuchillo bien esmerilado; en sigilo y sin moverme lo tomé y esperé a que circunnavegara de nuevo frente a mí. Cuando lo hizo, de un tajo fulminante la azoté contra las carnes tendidas. Levanté glorioso el matamoscas para limpiarlo, pero no vi nada de ese cuerpo alado entre su tejido plástico. Enseguida planeó nuevamente sobre el caballete cuando destazaba las últimas costillas. ¡Déjame en paz!, le grité, pero mi súplica fue en vano. Ahora vive entre los tasajos, arracheras y bistecs que tengo

apiñados en el refrigerador. Cuando lo abro para despachar el pedido de otro cliente, me aseguro

de que sigue ahí, entre los mullidos cortes de carne. No me da lata, pero ya me compré un machete por si acaso.

JAVIER PERUCHO

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Recurso literarioEl moro llegó a Toledo con sus manuscritos bajo el brazo, seguro de que la historia de aquel hidalgo manchego le daría fama y dinero.Al anochecer, después de fatigar imprentas y de escuchar negativas, se encontró con ese viejo manco que accedió a entregarle unos pocos maravedís por sus ajados pergaminos.Cide Hamete Benengeli murió pobre y desilusionado. Hoy, para los críticos, es tan sólo “un recurso literario”.

JULIO ESTEFAN

DUDASCon esa exactitud tan característica de la ciencia mi padre se fuma un cigarrillo cada dos minutos y medio recorriendo toda la casa en continuas idas y venidas. La mirada difusa, el semblante petrificado. Y en la cocina, nosotros esperando. El llanto hambriento de mi hermanito rompe el silencio. Limpio el vaho de la ventana y nada. Tan sólo una columna humeante en el jardín asciende y se pierde en la noche. Es muy tarde ya. ¿Dónde se esconden los grillos? ¿Qué harán los zapatos de mi madre olvidados junto a un pico y una pala?

DAVID MORENO

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sOBRA MAGISTRAL

Alex adoraba coleccionar novelas, libros de cuentos, cómics, poemarios, de tema terrorífico. Había rastreado a multitud de autores desde que tenía diez años. Durante tres décadas había rebuscado en librerías modernas y de viejo, luego en la Internet. Prácticamente había consumido toda la Literatura que se había escrito de calidad dentro del género. Un día, recorriendo una oscura feria de textos prohibidos y ediciones muy raras, encontró un libro, en cuya portada había una extraña y aterradora criatura hecha de papel. Pagó el irrisorio precio del ejemplar y corrió a su casa, se bañó, se puso su pijama y se acomodó en su sofá predilecto para leer. La obra que tenía frente a él rompía todos los esquemas. Se titulaba «Ténganme miedo, bastardos», de autor anónimo, y se burlaba de los mejores escritores del género de horror. Alex se sumergió en la lectura durante varias horas.Al terminarlo, quedó satisfecho. Le había encantado el estilo y el argumento. De repente el volumen le mordió en el brazo, causándole una pequeña herida. Esto fascinó al hombre. Se dedicó a releer ese texto una y otra vez. Empezó a buscar otras novelas similares sin resultado. A veces, se enfrascaba en duras contiendas en su habitación, el cuaderno intentaba masticarle el rostro y las manos; el sujeto gozaba con ello, estaba convencido de que era una obra magistral, que había entendido el sentido del título, que conseguiría descubrir el nombre del autor de dicha magnificencia para poder adquirir nuevos trabajos suyos. Pasa el tiempo. Alex ya no lee otro libro que no sea ese. Ha descuidado su persona, ha abandonado su trabajo y a su familia; llegará el momento (pronto) en que muera de hambre. Entonces el volumen lo devorará finalmente, incluyendo los huesos, e irá en busca de un nuevo lector.

CARLOS ENRIQUE SALDIVAR

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CADAVERES SOCIALES

Los ves deambulando por el instituto. Nadie se acerca a ellos y ellos jamás miran a los ojos a nadie. En las clases adquieren un silencio sepulcral, que no rompen ni para acompañar las bromas ni para responder al profesor. Son diferentes. Nadie sabe la causa exacta. Quizás sea por su obesidad, por su leve retardo o por haber llegado en mitad de un trimestre. Quizás sea por otro motivo.

El caso es que ya en el colegio vagaban por el patio lejos del resto y el resto no se ocupaba de ellos ni siquiera para burlarse de su rareza. Algunos pasan los recreos en la biblioteca, otros, incluso, caminan por la grava tras alguno de los profesores de guardia. Nadie los ve. Nadie los escucha.Ni siquiera cuando terminan las clases se unen al bullicio que hermana a todos los estudiantes. Ellos salen en silencio y esperan en un banco a que vengan a recogerlos. Cadáveres pudriéndose al sol de su propia adolescencia.

BASILIO PUJANTE

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DE CÍCLOPES Y SANITARIOS

El cráneo de Polifemo era claramente de inspiración griega.

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TRA(D)ICIÓN FAMILIAR

Desde muy pequeño supo, a su pesar, que tendría que seguir sus pasos.

Manuel Rebollar

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s Como en una película de Woody Allen siempre me imagino a mis padres llevándome al médico, preocupados, porque el niño lo mira todo raro, no dice cosas coherentes -le comentan al doctor-, ha dejado de hablar en prosa y a veces en ocasiones ni se le entiende, aunque habla con una determinación meridiana. Es el remedo de una escena de Woody Allen, donde aparece de niño, cabizbajo, en el médico porque el mundo se expande, hasta que el facultativo le hace ver que eso es verdad, pero que él está en Brooklyn y que Blooklyn no se expande. Así que aún veo a mis padres sorprendidos cuando, apuntando sus gafas una vez más con el índice sobre el puente de su nariz, el doctor dictamina que su hijo está enfermo de una extraña y anacrónica dolencia llamada poesía.

Todo en mi vida anda liado con los libros. Desde hace unos diez años, por ejemplo, llevo una lista en la que apunto los libros que leo cada mes de cada año. Así sé que me pasó esto o aquello porque recuerdo que leía Mañana en la batalla piensa en mí de Javier Marías, o Casi una le-yenda de Claudio Rodríguez, o intentaba cantar los versos llenos de mú-sica que compuso Clara Janés en Kampa para que pudiera entenderla el poeta Vladimir Holan del que había caído en una babel de enamoramiento o recuerdo que me pasó aquello mientras me apabullaba la visión de las dos Alemanias de La Avenida del sol de Thomas Brussig, o me mareaban los cuentos de Kjell Askildsen, o deseaba escribir de nuevo contagiado por la impresionante poesía de Eugenio de Andrade, de Katleen Raine, de Anne Carson, de Olvido García Valdés. Cambié, en un momento de mi vida, que sólo ahora podría datar con un libro, las fechas por las lecturas. Y así me va hasta ahora, siempre más lector que autor, pero con cierto orgullo también por esta casa de palabras donde anidan mis poemas.

En esa casa andan la vida y la lectura a la par. Y se confunden a ratos y se explican la una a la otra y se complementan o discuten y no se encuentran. Es la poesía como un hilván, que a veces une, pero del que sería muy fácil tirar deshaciendo la costura.

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sMi relación con la poesía es interrumpida, viene y va, como Perséfone, la portadora de destrucción. Relata Robert Graves cómo su madre, De-méter, pierde la alegría cuando le arrebatan a la joven aún llamada Core. Hades se enamora de Core, y la rapta y se la lleva al Tártaro, un mundo de sombras bajo la tierra. Su madre la busca durante nueve días y nueve noches, sin comer ni beber, llamándola infructuosamente. Oye de ma-drugada alguien gritando “violación”, “violanción”, pero al apresurarse a rescatarla no ha encontrado ni rastro de ella. Sin embargo, como apunta, en su hermoso libro Averno, la poeta norteamericana Louise Glück, Hades es un dios enamorado -si sirve esto en su defensa-, que desea desposarla, que ha creado un mundo para ella, donde ella pueda ser feliz. Mientras, Deméter ha secado los campos y los árboles no dan frutos, tal es su ira. Si no devuelves a Core,-le dice Zeus a Hades- estamos todos perdidos. Así que le permiten recuperar a su hija a condición de que no haya probado el alimento de los muertos. Pero lo ha probado, apenas unos granos de una granada del jardín y quizás movida por la alegría de saber que regresaba con su madre, de tal manera que Deméter no tiene más remedio que llegar a un acuerdo en el que su hija Core, con el nombre de Perséfone, deba pasar tres meses al año en compañía de Hades como Reina del Tártaro, y los nueve meses restantes con ella haciendo que los campos florezcan.

Y así ando yo con la poesía, unas veces como esa madre que busca a su hija, que anhela encontrarla, que espera la llegada, que se im-pacienta cuando intenta escribir y no puede, pero también como el amante que ha aprendido a ser paciente y a leer y a hablar de las cosas con amor a la espera de que un día abra la puerta del pequeño patio y se adentre de nuevo en la casa.

ANTONIO AGUILAR

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sDinko Telecan (Zagreb, 1974) no es un poeta representativo de la lírica croata actual, pero es uno de los poetas más interesantes que uno se puede encontrar. Situado en la periferia de las tendencias dominantes y de la ciudad de Zagreb, que contempla desde lo alto de una colina, en una casa que linda con el bosque, se mueve con comodidad en el centro como activista lite-rario. Dirige un programa de radio sobre literatura y colabora con diversos editores y revistas. De nuevo en la periferia, en la colina o quizás más lejos, en una pequeña isla de la costa de Dalmacia, escribe poemas que combinan la contemplación de lo espiritual propias de un conocedor de la filosofía budista, con un concepto de la literatura que combina el juego y la mirada incisiva, digno de un traductor de Borges y Cortázar, como es el caso. Estos poemas, que a veces parecen mantras escritos por un escépti-co, nos descubren siempre una mirada que se aparta del mundanal ruido

para señalar con el dedo sus llagas más purulen-tas, pero sin alzar la voz, sino con la justa dosis

de ironía.

Dinko Telećan ha publicado los libros de poemas Kreševa (Bata-

llas), Vrtovi & Crvena mi-jena (Jardines & fase roja), Iza (Allende) y Plast igala (El agujar) y en prosa el ensayo Sloboda i vrijeme (Libertad y tiempo), la co-lección de ensayos Pus-tinja i drugi ne-vremeni ogledi (El desierto y otros ensayos intemporales), y el libro de viajes por Pakistán e India Lotus, prah i mak (Loto, polvo y amapola).

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sdan kad je bombardiran Mjesec

ništa se čulo nijenijedna žaluzina zatresla se nije

Sunce je tek trepnuloa dnevna kvota nevažnihskapala je u prašini

muhe su zadovoljnegotovo kao učenjacii njihova debela djeca u supermarketu

istraživanja se nastavljajua optimisti razmišljaju o proširenju obitelji

9. listopada 2009.

el día que fue bombardeada la luna

no se oyó nadani el temblor de una persiana, nada

solo el Sol parpadeóy la cuota diaria de pariasmurió de sed en el polvo

las moscas están satisfechas,casi tanto como los científicosy sus hijos cebados en el súper

continúan las investigacionesy los optimistas se plantean ampliar la familia

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9 de octubre de 2009

JUNACI

ona koja kredom crta mandalu u prašinii on koji u predvečerje pere potok

Vermeerova švelja s nevidljivom iglomi zauvijek nepomični bacač diska

stari primoštenski vinogradarlogoraš koji slaže trupla na hrpui Onaj koji se preporađa zbog Tebe

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HÉROES

la que dibuja con tiza mandalas en el polvoy lava el arroyo en el ocaso

la encajera de Vermeer con la aguja invisibley el discóbolo eternamente inmóvil

el viejo viñador de Primošten

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el deportado que apila cadáveresy Aquél que renace por Ti

o smrti, suglasnika punao smrti, suglasnika punapravilno opisuješ mlado suncei mudro se uklanjaš bijelim ljubavima

gnijezdiš se na dnu vaze, u suterenimagdje je nemoguće osušiti rubljei zaboravljena čekaš turistima u džepu

ulaziš i u krošnju koja sebe osiguravazaljubjlenim znanjem o prolječui u misao radosne djevicetako gordo punu samoglasnika

bivaš lijepa i sasma običnakad pod suncemokružiš tijelo sa svih stranai stidljivo mu se najavljuješ

dođi ili nemoj doćii imaj oći čije hoćeš,crna sestro ljubavi:znam da si točka iza koje novi red već slijedi

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o smrti, suglasnika puna

Oh muerte, de consonantes llena,Oh muerte, de consonantes llena, dibujas regularmente un sol joveny sabiamente te apartas de los amores blancos

anidas en el fondo del jarrón, en los sótanosdonde es imposible secar la ropay esperas olvidada en el bolsillo de los turistas

entras también en la copa que se afianza con el saber enamorado de la primavera y en el pensamiento de vírgenes felices tan soberbiamente lleno de vocales

eres bella y tan común cuando bajo el solrodeas completamente el cuerpo y vergonzosa te anuncias

ven o no vengasy ten los ojos de quien quieras,negra hermana del amor:

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ssé que eres el punto tras el que sigue una nueva líneaoh muerte, de consonantes llenaZLATNI PIJETAO

u meni se pagode podižu i rušeu meni se bogovi odriču svog porodau meni otoci izranjaju i zaranjajuu meni djecu tetoše i silujuu meni nebo obaraju na zemljuu meni žene polijevaju kiselinomu meni pjesnicima čupaju jezikeu meni je feniks prazna riječu meni jedan ludo zaljubljeni parpostaje jači od razornog kotačai svoj toj vrtnji staje na krajkad kukurikne zlatni pijetaou menii sve se zavrti iznovakad zlatnog pijetla meni žrtvuju odljubljeni u meni

NOTA BIOGRÁFICAY TRADUCCIÓNPOR

Pau Sanchís

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EL GALLO DE ORO

dentro de mí las pagodas se alzan y se derrumbandentro de mí los dioses reniegan de su progeniedentro de mí las islas emergen y se sumergendentro de mí a los niños miman y violandentro de mí el cielo se desploma por tierradentro de mí las mujeres regadas con ácidodentro de mí a los poetas les arrancan las lenguasdentro de mí el fénix es una palabra vacíadentro de mí una pareja loca de amorcobra más fuerza que la rueda devastadoray termina toda su vueltacon el quiquiriquí del gallo de orodentro de míy todo vuelve a girarcuando me sacrifican el gallo de oro los desenamoradosdentro de mí

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Calle Ángel Romero Elorriaga. Vistabella. MURCIA

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Calle Aljibe de la Gitana. Granada

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Calle San Antonio. MURICA

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sNeighbors (1980) Thomas Berger.Una pareja que se muda a un suburbio y que se enemista con sus vecinos hasta que de pronto, aunque magistralmente dosificadas, florecen de la cerrazón ve-cinal un montón de travesuras adultas que van escalando y escalando y esca-lando, en ritmo agilísimo, y que pasan a los golpes de puño, al secuestro, a los insultos, al asalto armado, para tejer una tensión impresionante entre la ver-dadera viabilidad de la muerte, el juego, el poder y el odio en un lugar normal-mente aburrido y pacífico.

Las situaciones tristes y cómicas, siem-pre con giros sorpresivos en espacios pequeñísimos de dos, tres habitaciones, un carro, un patio, algunas de ellas casi absurdas aunque no son del todo absurdas sino muy particulares y propias a la cultura estadounidense, porque la prosa del autor es de una parquedad y precisión que hacen temblar, del mismo modo como su ojo para el detalle hace temblar.

Neighbors es un ejercicio sobre la imposibilidad de la corrección política y la civilidad, pero es también el riesgo más puro y per-sonal de la escritura acopiada a partir de los restos de material sobrante de las novelas familiares estadounidenses (Cfr.The Co-rrections). A la vez retrata, cauterizándola, la conducta tan gringa como ineficaz de evitar y esquivar la confrontación hasta la estupi-dez más asumida e irrefutable; todo se va de las manos, lo real no existe y termina explotando.

ESTEBAN MAYORGA

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El delicado sonido del truenoEl camino de vuelta de Antonio Rodríguez.

por ANDRÉS GARCÍA CERDÁN

Le robo este título -yo que soy sobre todo eso: un ladrón- a Dé-bora Cerio, quien así llamó un estudio muy inteligente sobre los vínculos entre historia y filosofía en la obra de Walter Benjamin. ¿Quién puede decir que no sea delicado el trueno, que no fulja el relámpago en toda su violencia y nos revele en la oscuridad lo hermoso, lo furtivo y lo definitivo de su latigazo y su latido sin rumbo? La poesía es algo así: numen, dai-món, latigazo, latrocinio, tormenta, oscuridad, fulgor, iridiscencia, histo-ria, crimen, salvación. Escribir un poema es asesinar muy delicadamente. Antes y después del asesinato no hay poema: solo los preparativos de la fiesta o el resto, el escombro, la baba del mar que se pudre en la orilla, la rémora que se astilla en los acantilados. Cualquier poeta sabe que la única experiencia inconfesable es la experiencia del instante en que la palabra se deja caer en la página y te dice que llega para quedarse, que trae incienso, oro y mirra en su seno. Como la palabra de Antonio Rodríguez Jiménez.

Fue Adorno quien cuestionó en una frase lúcida y lapidaria el horrible del lugar de la poesía en el mundo:

“escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”.

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sCon toda seguridad. Peor sería, sin embargo, no escribir poesía después de lo más negro de lo negro entre lo negro. Una esperanza de redención hay siempre en el poema, querido Theodor. Una luz se entrevé en los vanos y los umbrales del otro lado. Luz, luz y luz, por favor. Lo de Aus-chwitz es, posiblemente, el ejemplo más claro de la falta de poesía en el mundo. Lo que pasa ahora es hijo de esa misma escoria, y no voy a expli-carlo. Nos hemos deshumanizado, inhumanizado, infrahumanizado casi absolutamente. Sí, me preocupa mi paga extra, pero me olvido de África. Los banqueros y los políticos se mean en mi cara y no sé con qué limpiar-me. Lo hemos hecho todo a mordiscos, perfectos como arcoiris de odio.Hoy, como entenderéis, es imprescindible el poeta. El Minotauro ha de vivir. Que no se atreva Teseo a degollarlo. Que la voz del poeta vuele sublime sobre la mustia pátina de este mundo caníbal y la rasgue y le inocule el veneno más fértil: palabra enamorada, maravillosa, verdadera, divina. Que la voz del poeta retumbe, dentro y más allá de las cloacas en que vivimos, con la rotundidad del trueno. Que sintamos en la piel el delicado rumor del poema, que viene a salvarnos.

La hermosura del héroe

El poeta cubano José Martí decía –con toda la propiedad con que un hombre puede decir- que

“la poesía vive de honra”.

Así, con tanta sencillez, con tanta ingenuidad. En muy pocas palabras Martí recoge la esencia del pensamiento poético de todos los tiempos, de William Blake a Lautréamont, de Horacio a César Vallejo. El poema es trascendencia, no sumisión. El poema es siempre algo más. Como palabra de la tribu, la palabra poética es el altar en que se cumplen y se honran las aspiraciones, los deseos, las inquietudes, los tiempos de la tribu. Entre los múltiples cristales con que la poesía nos deslumbra –belleza, intimidad, música de la naturaleza, inteligencia, exquisita sensibilidad, imagen del sueño…-, la ética ocupa un lugar propio. La poesía es ese hueco en que se rescata y se protege la hermosura moral del hombre. Así es la poesía de Antonio Rodríguez. Una poesía que se alimenta con la ética de un samurái, sensual e intelectual, prometeica y órfica, discreta y poderosa. El

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poeta nos regala en los hermosos versos de El camino de vuelta (Premio Arcipreste de Hita 2012, Pre-Textos, 2012) la única lucha digna de un hombre: buscar el secreto de la hermosura del héroe, rescatar a la princesa del lodo, vivir un prodigio, gozar la paz anterior a todo ruido, dejarse ir al son de todos los vientos, lejos, muy lejos. Una lucha clásica como una oda horaciana.

Poesía como la de Antonio Rodríguez nos defiende de ese as-queroso olvido de lo humano al que llamamos dinero o poder y nos sal-vaguarda de la superexposición a las miserias más clínicamente cínicas. Llamo, por tanto, ética a esta sublime necesidad suya –y nuestra– de huir de lo mediocre, lo adocenado y lo bestial, a la conciencia de estar restitu-yendo una verdad original, a la dicha en el conocimiento de uno mismo, que es el conocimiento del otro. Con el timbre incisivo del mirlo, contra “la insoportable estupidez del mundo”, Rodríguez canta y se acoge a la calma universal del que observa las estrellas y es mejor así. Esa es su revolución. Su honor es la construcción reservada, privada, secreta, de un mundo mejor, inédito y redondo en su maravilla. El honor -nos dice- es eso que ocurre cuando el tiempo juega su juego contra la bar-barie, cuando palabras como “camino” y como “volver” se revelan como la mejor forma de regreso a la limpieza poé-tica, a la antigua pulcritud, a la elegancia. “Ha querido la noche señalarte/ con el mágico don de la alegría”. Mejor que nadie sabe el poe-ta que Marco Aurelio espera cada noche a Amy Winehouse en la barra del mismo bar y que cada noche cantan juntos la canción que habla del otro mundo, del mundo mejor, del mundo que es caudal de hermo-sura, heroísmo, honra. Enhorabuena otra vez.

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sNada puede usurparnos la belleza

Hay caminos posibles que discurrenlibres de oscuridad y de zozobra.No han dejado jamás de sucederselos dones de la vida, junto al gestoque nos devuelve al barro, a lo que somos:naturaleza ciega y esplendente.Porque resplandecemossobre lo más abyecto y homicida.Hasta en la destrucción es deslumbranteesta estirpe dañina y creadora.Y hay algo que perdurapor encima de siglos y catástrofes.Aunque cubran oscuras amenazasel horizonte, hay algo indestructible,no lo muerden el tiempo ni el desgasteque persiguen las huellas de los hombres.Mientras alguien aliente en este mundoy acumule palabras este aire,nada puede usurparnos la belleza.

Antonio Rodríguez Jiménez.

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Notas para la composición de «Emma Zunz», por Jorge Luis Borges

El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. Es un marinero soez y de talla media. Que sea extranjero es clave, por lo ajeno; y también marino, porque, en cada nueva ruta de barco, se aleja progresivamente de Emma, igual que el recuerdo de su padre, y además se evitan futuras investigaciones policiales. La joven protagonista, Emma Zunz, presenta problemas de comu-nicación (vive sola), sobre todo con los hombres. Su comportamiento maníaco-depresivo proviene de un trauma de infancia: vio a su padre violar a su madre. La fábrica donde trabaja se torna el perfecto laberinto psicótico, de ahí su actitud confusa, tendente al repudio de sí misma y de su patrón (guardo la verosimilitud si evito que Emma narre en primera persona; mi historia exige la organización racional de un narrador om-nisciente). Las motivaciones de Emma, aún virgen, oscilan entre la atracción y la repulsa. Íntimamente quiere ser poseída por su patrón-padre (com-plejo de Electra), pero externamente pretende eliminarlos (complejo de Edipo). Con Emmanuel Zunz de fondo, quedan explicadas las relacio-nes con el marinero y el patrón: el primero es la coartada del crimen; el segundo, consumación. El asesinato plantea entonces el valor moral del acto. En este sentido, creo necesario diseminar términos religiosos en el texto: justicia, sacrifi-cio, impiedad, arrepentimiento… entrelazados con un vocabulario «del horror»: asco, oprobio, miserable, obscenidad… que diseñen una atmós-fera de culpa y castigo. Este lenguaje simbólico ha de tener un referente objetivo en anécdotas concretas (ejemplo: losanges, casita de Lanús) para que los abusos sexuales (madre-pasado e hija-presente) coincidan en la perturbada psiquis de Emma y actúen como motivo desencadenante de la historia. Finalmente, son preferibles la alusión y el indicio antes que una lec-tura lineal. Dispondré los materiales narrativos de acuerdo a controladas ausencias de contenido. Evitaré pisar la interpretación del lector.

RUBÉN ROJAS

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sMadame de Duffand y su mundo

deBenedetta Craveri

por Mari Cruz Gallego Nos encontramos en la Francia del siglo XVIII. Son los años del Siglo de las Luces, del Despotismo Ilustrado y la extravagancia de la corte, los años finales del Antiguo Régimen. Todo ello mezclado como un cóctel que estallaría al final de la centuria pero que, por el momento, se mantiene en un estado de quietud sólo agitado, y no nos parece poco, por el intenso debate filosófico e intelectual que se produce en estos años.

Es en este contexto en el que vive nuestra protagonista, Marie de Vichy-Champrond, Marquesa du Deffand. Educada un prestigioso inter-nado parisino, Marie de Vichy se casa con dieciocho años y su matrimonio le abre las puertas de la vida social y mundana del París dieciochesco del que tanto participó en su vida adulta. Hasta aquí, su biografía no difiere en demasía de la que tuvieron muchas de sus coetáneas; sin embargo, un hecho marca el inicio de una de las vidas más apasionantes que los años ilustrados: la marquesa, cansada de la monótona convivencia marital, de-cide separarse y comenzar un camino independiente que le llevará a ser, no sólo amante del regente Luis de Orleans (con el que participará en las numerosas orgías de la corte) y de Hennault, presidente del Parlamento, sino también dueña de uno de los salones más famosos de todo París, en el que se daban cita personajes tan ilustres como Montesquieu, Voltaire, D’Alembert o Rousseau.

Los Salones o Tertulias son uno de los fenómenos intelectuales más interesantes de estos años. Estos espacios, generalmente regentados por una figura femenina perteneciente a la aristocracia, conseguían dar cita a personajes de lo más variopinto: desde nobles de rancio abolengo a los nuevos intelectuales que participan en el ferviente debate ilustra-

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do, junto a damas de alta alcurnia que reniegan de una aburrida vida con-yugal o una monótona estancia en la corte. Ma-dame du Deffand fue una de aquellas damas y en sus reuniones semana-les de los lunes, “bureau d’esprit”, como ella las llamaba, polemizaban y difundían sus ideas los más altos intelectuales de su época y ella misma se erigía como un perso-naje, no sólo polémico, sino agudo, ingenioso y en defensa siempre del buen gusto y de la inteli-gencia. De toda esta intensa vida nos quedan hoy el testimonio más fiable: sus cartas. Las

epístolas de du Deffand no están escritas para ser publicadas, sino como parte de su correspondencia privada. Eso sí, en ellas nunca encontraremos la espontaneidad que hoy día podríamos pensar, sino que hay que enten-derlas en una triple vertiente: la comunicación entre ella y sus allegados, un medio para exponer su visión crítica y mordaz de la sociedad que la rodea y un modo de dar rienda suelta a sus reflexiones intelectuales. Todo mezclado con un estilo literario y elegante que fue calificado por Sainte-Beuve como “junto al de Voltaire, el más clásico y puro de esta época”. En ellas apreciamos, desde la descripción mordaz de su entorno (“Ayer tuve doce personas, y admiré la diferencia de clases y matices de la imbecili-dad: éramos todos perfectamente imbéciles, pero cada uno a su modo”) a la descripción del que, en el fondo, será su auténtico carácter: el hastío y la visión desencantada de la existencia humana. Este rasgo la aleja, en cierto modo, de su época para acercarla al pesimismo existencial de Ciorán o Beckett: “Todas las condiciones, todas las especies me parecen igual-mente desgraciadas, desde el ángel hasta la ostra. Lo molesto es haber nacido…”.

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s Pero de entre toda su correspondencia, son de gran interés las numerosísimas cartas escritas entre ella y uno de sus más íntimos amigos, un por aquel entonces joven D’Alembert que acababa de publicar la pri-mera entrega de su Encyclopédie y que no terminaba de acostumbrarse a la intensa y superficial vida social de la Francia dieciochesca. La amistad entre la aristócrata y el ilustrado se extiende por varios años pues los dos participan de la intensa y fatigosa búsqueda intelectual así como de la crítica aguda del tiempo que les tocó vivir. En la correspondencia entre ambos descubrimos, no sólo el carácter agudo y perspicaz de la marquesa, sino también una parte desconocida de la biografía de D’Alembert, un joven inseguro y con dificultades para la vida en sociedad.

Los años avanzan y con ellos, se vislumbra el advenimiento de un nuevo orden. Du Deffand no deja de pertenecer al que pronto será el anterior Régimen y los intelectuales se refugian ahora en el regentado por madame du Geoffrin, la que será musa de los enciclopedistas. La marquesa tiene ahora más de 70 años y está ciega. Los últimos años de su vida los pasa con lo poco que queda de vida en su salón y sumida en la enfermedad del alma, como ella denomina al aburrimiento profundo que la inunda: "Lo que se opone a mi felicidad es un hastío que se asemeja a la tenia solitaria, que consume todo lo que podría hacerme feliz". Sin embargo, de estos últimos años de vida es uno de sus amores más apasionados: el que siente por el famoso escritor de novela gótica Horace Walpole, casi treinta año más joven que ella, y al que le dedicará un epis-tolario de más de 800 cartas en las que vemos la última pasión amorosa de la dama. Esta correspondencia final de su vida fue publicada poco después; de ella dicen que Napoleón Bonaparte pidió un ejemplar para llevárselo a su campaña en Rusia y se sintió fascinado por la lucidez de la anciana enamorada del joven escritor.

Hoy, casi tres siglos más tarde, la historiadora italiana Benedetta Craveri recopila, en un magnífico ensayo titulado Madame du Deffand y su mundo (Siruela), los fragmentos más interesantes de las misivas que es-cribió a lo largo de su vida y las que le dedicaron sus amigos, D’Alembert, Montesquieu y otros. Ellas nos sirven para conocer parte de la biografía de los grandes hombres ilustrados desde una perspectiva diferente, la per-sonal, y también para adentrarnos en una de las mentes más lucidas y perspicaces de su tiempo: la de una marquesa que, a través de la intensa vida de su salón, intentaba huir del hastío que, en el fondo, había llenado toda su vida.

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por TONI RIVAS

Circula por ahí una camiseta adornada por la venerable imagen de un autor y bibliófilo argentino. Hablar del mundo de este escritor es considerar el universo como una trampa, como el laberinto que en el que cae fatalmente Lönnrot, o como un simulacro, en el que vive el mago de “Las ruinas circulares”.

Creo reconocer esa misma realidad dudosa en el mundo que nos propone el director británico Christopher Nolan, en cuyas películas,

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muchas veces auténticos thrillers metafísicos, domina esa misma isotopía de la incertidumbre. En Following, Insomnia, Memento o Inception, la realidad nunca es unívoca o firme u objetiva, incluso, puede llegar a postularse como un acto de la propia voluntad.

De hecho, ni siquiera en El caballero oscuro puede dejar de recono-cerse un eco borgesiano; pues, al igual que el Kilpatrick “El tema del traidor y del héroe” o como sus muchas versiones de Judas, Batman acaba siendo aquí un dudoso héroe que voluntariamente participa en una representación.

Lo más probable es que Nolan comparta la misma incertidumbre borgesiana con que ahora miramos el mundo. Más que de una in-fluencia directa, yo diría que Nolan ha trasladado a la pantalla la clarividencia borgesiana, clarividencia que, por lo demás, funda-menta el espíritu de nuestro tiempo posmoderno.

En Following, por ejemplo, un derrengado aprendiz de escritor-Co-bb- busca entre el caos urbano material para sus historias sin otro método que la persecución y el espionaje de vidas ajenas. Irónica-mente, la persecución del prójimo va enredarle en una madeja que desembocará en su propia destrucción; la realidad no es un material inerte para ser apresado en la creación, sino que es ante todo, un engaño, una trampa y hasta una perdición.

Insomnia, por su parte, nos conduce hasta un espacio hostil, Alaska y su perenne luz; hasta donde llegan dos detectives para resolver un crimen. Durante la investigación, uno de ellos, el irónicamente llamado Dormer, mata a su compañero. Así, la película estrecha el paralelismo entre el tormento de la conciencia y el insomnio que causa la falta de noche del verano polar en este atribulado sabueso. Progresivamente, la realidad se va desdibujando conforme la falta de sueño debilita la capacidad de juicio de Dormer, hasta que el recuerdo se convierte en un todo neblinoso que disuelve la frontera entre la culpabilidad y la inocencia. Por eso, en sus últimas pala-bras, Dormer confiesa “I don’t know anymore” al tiempo que ruega que le dejen dormir.

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Aunque de contornos más nítidos, la realidad del protagonista de Memento es igualmente incierta. En este caso, por el extraño caso de amnesia que Leonard padece. La vida de este personaje se ha borrado desde el asesinato de su mujer. Así, la desconcertante dis-posición temporal de la película –prodigio del montaje- nos debe conducir a reconstruir ese hecho traumático, a esclarecer el crimen así como a explicar las razones de su conducta métodica. Pero, lejos de resolver todo esto, al principio de los hechos, que es el final de la película, solo sabemos que la verdad, el origen, está más allá, que lo que hay al principio de la historia no es la verdad primera sino una mentira motriz con la que el amnésico puede motivar su razón de ser.

A ese origen falaz nos conduce también Inception. Esta película, para mí la menos afortunada, muestra no obstante la coherencia de la filmografía de Nolan (o la inconsistencia del mundo en el que habitan sus personajes). Aquí se mueve más bien en el campo de la ciencia ficción a través de la posibilidad del viaje por múltiples dimensiones oníricas. El arquitecto de esta invención, un personaje de nuevo llamado Cobb (palabra que significa algo así como ‘tela-raña’), subsume en su experiencia los avatares de los personajes de las películas anteriores. Como le sucedía al primer Cobb, éste tam-bién es víctima de su propia trama. Como a Dormer, las realidades se le confunden, incapaz como termina de distinguir la vigilia del sueño. En fin, comparte con el Leonard de Memento la base de la consistencia de su mundo, menos una certeza objetiva que un acto de la voluntad.

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The dark side of the Moon40º ANIVERSARIO

por JULIO RÓDENAS

La experiencia te enseña que en ciertos círculos de nuestro indie patrio, decir que te gustan Pink Floyd es un atrevimiento. Está mal visto. Incluso alguna influyente publicación especializada con-tribuye a fomentar esa animadversión por todo lo que huela a rock progresivo. En realidad, esa antipatía es inexplicable, más cuando algunas bandas del olimpo de lo alternativo reconocen abiertamente la influencia de los Floyd en su música; un ejemplo paradigmático lo encontramos en The Flaming Lips, quienes llegaron a versionar de principio a fin el disco The dark side of the Moon. Hoy hace 40 años desde que Roger Waters, David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason terminaran de grabar un álbum que significó todo un derroche de creatividad; un disco con el que pusieron en práctica innovadoras técnicas de grabación y que sirvió para demostrar que, en lo que se refería a sonido, Pink Floyd fueron unos adelantados a su tiempo. Con The dark side…, el grupo dio un puñetazo sobre la mesa que cambió su rumbo musical y comercial. Corría el mes de mayo de 1972 cuando los británicos entraron a los estudios de Abbey Road con la idea de grabar un álbum conceptual. Hacía cuatro años que el líder de la banda, Syd Barrett, había abandonado la formación a causa de los trastornos mentales provocados por su desenfrenado consumo de LSD. Barrett era el principal compositor del grupo, con

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lo que, tras su marcha, sus compañeros tuvieron que enfrentarse al reto de asumir toda la responsabilidad de textos y músicas. Después de publicar algunos discos irregulares donde primaban los temas instrumentales, urgía encontrar una dirección musical definida. Por fin lograron formular el dilema: ¿Cómo componer canciones pop y seguir sonando experimentales? El punto de inflexión fue Echoes, pieza que ocupaba toda la cara b del disco Meddle y que definía perfectamente la nueva senda que seguiría Pink Floyd a la hora de trabajar en The dark side…: empastar una línea melódica de voces sobresaliente con pasajes instrumentales donde dar rienda suelta a la alquimia sonora.

Así que en el verano del 72, mientras David Bowie presentaba al mundo su alter ego “Ziggy Stardust”, Pink Floyd entró en el estudio para dar forma a un proyecto ambicioso y complejo. Era la época álgida del glam-rock, pero Roger Waters, que se ocupó de escribir todas las letras, no estaba por la labor de pergeñar pequeñas fanta-sías pop; quería profundizar en las miserias de la condición huma-na mediante unos textos que hablaran de la ambición de poder, el consumismo, el paso del tiempo, la avaricia, la muerte, la locura y las relaciones personales. Las letras conectaron con toda una gene-ración inserta en una época gris y desencantada tras los sueños rotos del hipismo.

En el apartado puramente musical, The dark side… destacó gracias a una calidad de sonido sin precedentes y a una amalgama de efec-

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tos nunca antes utilizados por una banda de rock –conversaciones pregrabadas, latidos de corazón, explosiones, pasos, reactores-; de hecho, en muchas tiendas nunca faltaba una copia del álbum para probar los nuevos equipos de alta fidelidad. Con la ayuda de Alan Parsons como jefe técnico, la banda elaboró un disco de estruc-turas aparentemente sencillas pero trufado de originales detalles que permanecerían en la memoria colectiva, como el estruendo de las decenas de relojes que suenan al comienzo de Time o la caja registradora que marca el ritmo de Money. La grabación también destacó por el uso innovador de sintetizadores; si bien otros grupos como Roxy Music, Genesis o Yes ya habían incorporado sintes en sus discos, nunca antes una banda de rock había creado canciones construidas únicamente sobre este instrumento, como sucede con On the run, en la que Waters y Gilmour juguetearon con un famoso secuenciador. Pero no sólo es pura tecnología lo que respira en este

álbum, también hay sonidos orgánicos: destaca el notable trabajo de guitarras de Gilmour y sus armonías vocales, la sencilla pero precisa batería de Mason, los coros soul en Time y Eclipse, el gran riff de bajo cortesía de Waters en Money, y los destellos jazzísticos del piano de Wright que encuentran su momento cumbre en The great gig in the sky, donde sobresale la soberbia improvisación vo-cal de Clare Torry –sí, la grabación fue improvisada y prácticamen-te en una sola toma-. Como broche final, el recuerdo de Syd Barrett vuelve a cobrar forma en Brain damage y Eclipse –“The lunatic is on the grass”, canta Waters en referencia a su amigo-, cerrando el disco con la mítica e inquietante frase:

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“No hay lado oscuro en la Luna, en realidad toda la Luna es oscura”

A finales del mes de enero de 1973, Pink Floyd salieron de Abbey Road con su mejor trabajo hasta la fecha: un álbum que vería la luz dos mese después y que terminaría convirtiéndose en uno de los discos más vendidos de toda la historia, permaneciendo unos 14 años en las listas de éxito. Irónicamente, el grupo se hizo popular en todo el planeta con el sencillo Money, una canción que hablaba de los aspectos más negativos de la fama. “En aquel momento todos compartíamos el objetivo de hacernos ricos y famosos”, comentó Gilmour décadas después. Sin embargo, cuando finalmente lo con-siguieron, todos se hicieron las mismas preguntas: “¿Ya está? ¿Esto es la fama? ¿Y ahora qué?” La camaradería entre los miembros del grupo que había caracterizado las sesiones de grabación de The dark side… fue esfumándose poco a poco y las rencillas entre ellos comenzaron a aflorar. Pero todavía tendrían que pasar años para que Waters dejara la banda tras sus desavenencias con Gilmour y, mientras tanto, aprovecharon para publicar álbumes que reflejaban las relaciones entre los componentes de Pink Floyd, como Wish you were here. Aunque esa es otra historia…

Hoy parece mentira que muchas de las ideas que suenan en The Dark Side… fueran inventadas hace cuatro décadas y sigan resul-tando tan modernas. Estamos ante un disco que deja espacio para la imaginación del oyente y que invita a ser escuchado de principio a fin, sin ocupar el tiempo en otra cosa que no sea perderse por los múltiples recovecos de un álbum tan trascendente como atemporal.

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El recuerdo (2012)

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