Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

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Maletas ligeras Hanzel Lacayo

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Primer antología de microrrelatos de Hanzel Lacayo, publicada bajo licencia Creative Commons.

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MaletasligerasH a n z e l L a c a y o

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CC BY-NC-ND Hanzel LacayoCiudad de Managua, Diciembre 2012

Diagramación y portada Alberto Sánchez Argüello

Ilustraciones internas: http://www.fromoldbooks.org/

Esta obra está publicada bajo licencia creative commonspara más información: http://creativecommons.org/licenses/

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nota del autor

Mi primer encuentro con la microliteratura se dio allá por 1996, cuando en la biblioteca del colegio me encontró Ars Combinatoria de Michèle Najlis. Al principio, el libro no creía en mí. Pensaba que, por tener mucho espacio en blanco, no lo cuestionaría nunca. Lo cierto es que yo no estaba preparado para hacer muchas preguntas; al menos, no las precisas. No lo culpo. Mucho hacía ofreciendo respuestas que mis sesos juveniles poco digerirían sino con la lectura de la vida a través del tiempo. Me leía unas dos veces por semana; por varios meses esto, hasta que la frecuencia comenzó a mellar durante mis años de secundaria. Pero el libro regresaba con su forma hasta a mí, interpretándome, reduciéndome; porque es posible que el libro pueda leer mar adentro en los ojos, y llamar. Para una edición de 10 000 ejemplares, no resultaba improbable encontrarse a menudo con alguno de tantos en las librerías de aquellos tiempos. Lo adquirí en numerosas ocasiones, pues los ejemplares saltaban de mano en mano como liebres que se ahogan en el sombrero sin regreso de los amigos. Esta liebre se ha hecho hoy en día tan pequeña que no alcanza ya en un sombrero. Muchos quieren llevarla puesta, pero aducen displicencia, distracciones, compromisos, pensando que no da suficiente abasto para cubrir del sol, la lluvia y las piedras. Pero será que la microliteratura lo hace bien que no podamos cegarnos ante la realidad de que libros como ésos van siempre llenos como las bolsas de ojos al alcance del receso, los almuerzos y los viajes cortos; libros que se leen rápido, y no por ello duren menos.

En los 4 años sucedáneos no pasaron muchas cosas. Como un polluelo que rompe huevo y, lo primero que ve no es un ave parecida a él sino al rapaz en cuyo nido el colibrí depositó el huevo por error, éste aprende a correr como él, a comer como él, a ver el mundo como él. Mi inquietud por el microrrelato me encontró nuevamente con su corte de sien sin cristalinos cuatro años después, en una búsqueda ciega. A inicios de 2000, casi paralelamente a la creación de los poemas de “Discrepancias”, los clásicos vuelos poéticos y la sagacidad de los picos presentes no importaban más que en la medida cómo lo escrito pudiera cavar túneles que a ese pájaro subterráneo quedaran apretados como un corsé (un corsé que va en el cuello). Apenas empezaba a asomar cabeza, y había reunido alrededor de treinta microrrelatos. En aquel entonces los hablaba mucho con Ezequiel D' León Masís, quien a su vez con poco recreaba y exhortaba a tomarme todo este asunto muy en serio. Tal vez mi error fue pensar que alguien serio es siempre alguien mayor que escribe miligramos, alguien a quien confié mis manuscritos en el Ranchón Ecológico, alguien que los dejó olvidados en algún lugar. Y es que cuando se pierde un minicuento en la cabeza, no es tan terrible (el minicuento sigue ahí: retornable, transfigurado). Cabalgará en algún lapsus freudiano o reencarnará en otras literaturas. Pero cuando se pierde un texto terminado, donde no lo sabe nadie y sólo uno lo sabe, es como perder el hígado. El águila volverá una y otra vez por más y, al no encontrar, arrasará con los demás órganos. Es la extinción de la totalidad; el hígado no volverá a crecer.

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La frustración fue tal que inactivó mi interés por la prosa en general, hasta el año 2011, quizá, cuando conocí a Alberto Sánchez Argüello, asiduo microcreador quien despertó al duende por tercera vez y me enseñó muchas cosas sin querer. Me enseñó que no era malo reír y que invertir en menos no era una pérdida. También me enseñó que la generosidad existe. Al ponerle tanto cuidado a esta edición sin pedir nada a cambio, puso las alas que soñé para Maletas Ligeras. Si la generosidad puede prevenirnos de hacer sólo todas las cosas y hacer todas las cosas solo; enseñarnos a confiar mejor en quien no se ha buscado y ha llegado, por ende, sin hallar, ¿cómo agradecer? Tal vez los primeros esfuerzos micronarrativos, al igual que mi poesía, debieron ser así: aislados, sin buscar aprobación ni consejo de nadie. Por esta razón, quiero creer que todos los accidentes son pérdidas justas.

Recién platicaba con Javier González Blandino sobre otras pérdidas, las de forma que implica el género; me comentaba que veía el microrrelato como “el disfraz de muchos fanfarrones que encubren su falta de pericia para la maniobra de los procedimientos narrativos, en historias que parecen arrojadas por una galleta de la fortuna” Creo que tiene mucha razón, y vi en esto la muy difícil brecha del panadero que ha querido moldear y hornear solamente con lodo. Hay alguien más a punto de soplar, que no es el creador. Con Maletas ligeras quise jugar el papel del minicuentista triste, a menudo tragicómico; el pesimista que boga con la cabeza arriba y a veces se atreve a reír. Alguien en cuyos últimos meses, ha tenido poco tiempo para leer y escribir narrativa (la mayor parte del libro se escribió bajo del agua); alguien que ha querido, por ahora, divertirse a su manera sola, nostálgica, y ocultar más que mensajes de suerte en las galletas de la fortuna, unas cuantas partículas de vidrio y limadura de hierro, enrojeciendo los labios con heridas que sanan para mañana, o los remanentes de las amalgamas que se destruyen de repente y pueden abrir orificios en las vísceras, quizá hasta partir con la noción de que ha hecho las cosas con reglas un poco diferentes.

Fue hasta que revisé la estilística del humor que pude sonreírle seriamente a la predictibilidad de la forma con la que este género se des-genera, la sonrisa seria de lo que no llega a convertirse en un chiste o una elucubración de juegos de palabras que no dejan de ser válidas si se racionan. Tal vez, si el microrrelato pretendiera demonstrar una capacidad, al hacerlo, demostraría inmediatamente su incapacidad de permitir al lector seguir soplando el barro, narrando omniscientemente e, incluso, profanándonos en una experiencia extracorpórea. Esto mucho tiene que ver con la vena de los autores y sus lectores, lo que han edificado con el tiempo; y con cuestiones como si habremos de respetar al texto por su autonomía, su relación con textos equivalentes, su armonía grupal o su autocracia todopoderosa, sea pues: Su capacidad transformadora. Entonces sí, creo yo, es viable navegar por estas aguas responsablemente. Yo tal vez he querido llegar al delta con el barco de papel por un río seco… o llegar cual salmón diferente, a este estanque sólo para morir; pero cada vez me fío más de este destino en el temple de quien agrega al punto final dos puntos adicionales para validar lo suspensivo: Este inventor sólo puede ser un fiel lector, abierto a cerrar el libro abierto, infinitas veces.

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Con este clase de semilla en la mano, al microcuentista no le queda más que aprender a decir adiós a la novela posible por cauterizar una idea que le obsesiona en pequeño, al verso de un poema para que no viva en el poema, armarse de menos cosas en naufragios de recursos limitados (de los que sus aflicciones ya no se dotarán) y aprender a hacer que todo quepa, aprender a viajar ligero. Con esto no quiero renegar de la validez y responsabilidad de la estilística de obras que sí narran con riqueza. (Estoy consciente de las imposibilidades de este des-generado). Y es que no falta quien quiera batallar montado una pluma. Espero haber creado el pájaro completo. Tal vez éste sea el punto que permita paso a más vectores en una ceremonia más dilatada con otras formas de narrativa, y que la viola no sólo ha hecho lo que una viola.

Por otra parte, he querido engarzar mortalmente muchas historias en tándem. Sobre el Estereoscopio de los solitarios, J. R. Wilcock consideraba su libro como “una novela con setenta personajes que nunca llegan a conocerse.” Yo no he contado los míos, pero sí sé que no están solitarios. Creo que algunas de los más cortos no sobrevivirían sin sus posteriores o predecesores, muchas veces hasta sin el propio título. Quiero pensar que las ideas deben comportarse así en este espacio delectable, vitales en su conjunto. Quiero creer que el microrrelato no sólo es de día y que la semántica tiene que buscar la sinfonía total en las cuatro cuerdas de la viola. Se trata, pues, de la supremacía de la idea. Y a pesar de que sigo sin creer en que alguien puede llegar a tener una voz propia en un espacio limitante para el herraje con la estilística, quiero pensar que esta voz es consistente con las imposibilidades que permite: La de meter las semillas en un frasco de salmuera por defender el derecho que tienen de permanecer dormidas para seguir siendo semillas. Veremos, pues, si continúa la siembra.

Hanzel LacayoManagua, 11 de diciembre de 2012

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ALGO SEFUGA

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…al principio de este minicuento

La piedra continuó rebotando sobre el agua hasta llegar…

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Las manos, el martillo

El artesano talló una mano a la piedra, pero luego la piedra tomó el martillo. Se talló, talló y talló hasta tomar la forma de otro martillo. Y ésta fue la historia de un martillo que tenía una mano de piedra con la que no sabía qué hacer.

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El último día de los dinosaurios

El asteroide desnudaba la tierra con pinzas, cuidadosamente dos o tres océanos seleccionaba, mientras yo tallaba sobre tu espalda, el último día de los dinosaurios.

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Tallando a la musa

A la musa renegada, nada convencida y todavía rezongando, sigues preguntando:

—¿Te convertiré en poema o te convertiré en minicuento?

Ella no parece responder, tal vez distraída por el encogimiento de su corsé de papel blanco. Va quedando más desnuda —no por ello menos enmudecida— y cuando por fin asoma su pezón accidentado, grita:

—¡Conviérteme en epigrama!

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Claudia aún espera el día del epigrama

A sabiendas de lo que has deshecho, Claudia, tú mereces todos los minicuentos del mundo, pero todavía no el epigrama.

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Para disgustos, ciertas musas

Destripaba a las ninfas cuando jugaban en el lodo y abusaba de las hadas cuando retozaban en el manantial. De vez en cuando se metía con un duende, arrancaba las manitos a los ogros, decapitaba a algún caído —decidido a no ser ángel—. Pero cuando frente a él colocaron a la inexorable musa dariana, rechazó la purgación.

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Renacimiento

Nació hace un segundo. Nueve meses atrás entró a la matriz. Se desconoció. Se partió en dos: Uno se fue por la trompa; el otro, por la uretra.

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Un mundo sin café

¡Se había tomado todo el café! Las sillas, la tierra, la leña, sus

heces... quedaron blancas.

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Cascadas, tus lágrimas

En vez de resbalar por las mejillas, sus lágrimas tomaron camino dentro de mis pupilas. Allí se evaporaron y p r e c i p i t a r o n v a r i a s v e c e s : Cascadas, tus lágrimas. Y ésta fue la historia del origen de mis cataratas.

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El hoyo

Alguien lo descubrió y lanzó en él una cáscara de banano. Otros corroboraron que no tenía fondo. Empezó todo el pueblo a despojarse de sus bagatelas.

Días más tarde, una sombra oscura nubló el firmamento. Lo primero en caer fue la cáscara de banano.

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Abducción

Las únicas huellas que dejaron los novios eran sólo rastreables en las escaleras.

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MALLOGRADO

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Maleficio

Buscando siempre ejercer el mal, Satanás había creado la fórmula perfecta, y dijo:

—¡Hágase la luz!Y nacieron los políticos.

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El marionetista aclara

No me solté para demostrarte los hilos, sino para aclararte que si obré mal, fue porque la marioneta siempre estuvo detrás de mí.

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Catapultado

Se ponía de pie, se agachaba; se ponía de pie, se agachaba… todo sin cansancio comprensible, hasta que un día Dios perdió una pestaña y el hombre salió disparado por los aires.

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Prudencial

Antes de cruzar la calle, el homúnculo miraba arriba y abajo para no morir aplastado en el vertiginoso tráfico de ángeles y demonios.

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La creación de los dinosaurios

Y Dios escondió al dinosaurio en el Edén para poner a prueba la fe de Adán.

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Salvos en el exilio

A nada temían tras ser expulsados del Paraíso. Habían robado suficientes semillas del Árbol.

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Devastación

El diablo se robó todas las flores y borró los caminos del jardín.

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Pena el amante

Estoy aquí, inclinado y confeso ante la cruz, pero no es lo único, erguido ni confeso, que se ha hallado ante un mortal inclinado en nombre de la cruz.

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La comunión de la limosna

Colocaron la hostia sobre su lengua y no se disolvió. Cuando abrió la boca para escupir, incluso devolvió una moneda.

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La constricción del universo

Luego de la gran tormenta, encontraron a Dios encogido como un planeta sobre la superficie de la moneda.

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La mu l t ip l i cac ión de los pescados

—¿Dónde están los pescados?P r e g u n t a e l p o r d i o s e r o

ilusionado, cuando en una esquina descubre a su mujer chupando el espinazo de Jesús.

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La enfermedad

Sólo el piano te puede tocar ahora.

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Desenervándose

En la cima de la montaña, el monstruo aguarda ansioso la llegada del incauto caminante, pero en un descuido, se deja ver.

Resignado, su hambre se siente así más milenaria, hasta que un eco, desgarrándose también entre los cactus, llega a él:

—¡Ten paciencia! Solamente subiré cuando no duela.

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El brillante

— ¡ L e p r o p o n d r é matrimonio!—presumió, mostrando el anular con la brillante sortija. El monstruo, poco sorprendido con la incrustación, preguntó:

—Y, ¿de cuántos quilates es?—Bueno, éste es un Einstein.

Andará por los ciento sesenta de coeficiente—exclamó con el pesar de quien tantea la sortija bajo el sol, en una búsqueda inútil del brillo que un cerebro disecado jamás soñaría procurar.

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Segundo rechazo

Frustrado tras el primer rechazo, le volvió a proponer matrimonio, esta vez ante un vos Savant, el cual tampoco logró brillar y mucho menos descubrió la relatividad.

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Visitador social

—Vengo a ver a los niños.—Pase adelante. Ya era hora de que viniera.—Veo que ya están l istos. ¡Échemelos en el saco!

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Más corazón

Al notar el poco afán con el que preparaba la sopa, le sugirió:

—Deber ías poner le más corazón a lo que haces.

A lo cual la bestia tomó siete niños, abrió sus pechitos y agregó los corazones.

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Salvaje

Como entrada ordenó ensalada de plantas de pies recién nacidos; para beber, un baso entero, todavía turgente de sangre; como plato fuerte, sopa de niño en su pinta.

Su esposa, sorprendida, lo contemplaba en su dieta no cárnica, mientras se atragantaba con los febles cabellos, las uñitas y los primeros dientes de leche sin lograr comprender en qué momento se había casado con aquel salvaje.

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La repartición de la novia

—La boda está aburrida. Vámonos.Y sin hacerse esta vez visibles

—lo cual de todas formas no causó menor conmoción— soplaron las velas, partieron en dos a la novia con sus tentáculos y la arrastraron dentro del portal.

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Gotera

La bestia no comprendía que la razón por la cual no podía devorarla era porque la pesadilla tenía un hueco a través del cual la realidad goteaba desde el mundo.

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Recusación

Usted verá cómo escapar del castillo. Yo ya le había advertido que soy muy alérgico a los dragones.

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Cambio de parecer

Cuando llegó al calabozo encontró tan pérfida a la doncella, que prefirió desposar al dragón.

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Celestino

El dragón ofrece todos los días un poco de calor al galio para que pueda cometer sus citas con el mercurio.

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un cuartode naranja

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Venus y el mercurio

No era la aplanada belleza del rostro del boxeador lo que enloquecía a Venus, sino los vapores mercuriales que despedían sus guantes.

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Cesárea

Cupido proyectó la primera flecha de su vida y escapó de la matriz.

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La sequía

Lo divisó de lejos y, sacudida en su vestido de calor, se acercó hasta él, lo olió y claudicó:

—Regresaré un día que esté menos sudado.

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Tú no fuiste hecha para tocar la cerbatana

Apenas lo tocaste, floreció el caño de bambú. La cerbatana que disparaste sólo escupió flores.

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Cuenta el pesimista

—¿No me quiere o no me quiere? Decide el pesimista sin siquiera

haber desprendido un pétalo de margarita.

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Flores perfectas

Compré las flores perfectas para tus manos. Todas sus esp inas atraviesan el papel.

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La media naranja

Junté todas las partes inflables como indicaba el manual, pero no logré recrear ningún poro de su piel.

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Reciclaje

Luego de desechar la media naranja, un indigente la recogió, le quitó los gajos y la ocupó para cubrir las yagas de sus pies.

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Fenomenal

Si bien extraño que, nueve meses después, la muñeca inflable diera leche, menos insólito que diera luz a su bebé asfixiado en una bolsa de aire.

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Aún no sé cómo llegar

En tu mapa no dejaste instrucciones sobre cómo, cuándo ni dónde debía abordar el tren descarrilado.

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Rompevidas

Podía armar el rompecabezas de un millón de piezas, enmarcaba y sabía que iba en la pared. Tomaba una montaña de aserrín, reconstruía y sabía a qué jardín correspondía el árbol. Lo mismo hacía con las efemérides del fuego y las trenzas de mil ríos intercambiables.

Pero cuando te colocaron frente a él, rompiste en mil salmos su corazón libre, que sólo sabía que ya no sabía qué hacer.

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Hipoxifilia

Con la centrífuga de un beso dejaste semejante vacío que asfixiaste para siempre las larvas de mariposa.

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Nirvana

Encegueciste los ojos de la araña, el ojo único del Cíclope, terceros ojos y los ojos miles de una bola de cristal.

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Mal de Chagas

Su amor crecía y, en igual medida, su corazón crecía bajo el plexo de quien ama y, a su vez padece: Mal de Chagas.

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Bomba de tiempo

—¡Qué helada está tu piel!—apuntó su esposa, mientras los impulsos de su cabeza todavía bombeaban las fantasías de la jovencita.

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Mudanza

Tan inexpugnable era tu corazón que cuando tuviste de frente a la tortuga de Galápagos, se desnudó por primera vez para mudarse dentro de ti.

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De regreso al mar, la sirena

Tras un divorcio prematuro, el cirujano exigió a la sirena por favor devolviera las piernas que le había cosido para llevarla al altar.

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Los guijarros de la esfinge

Al notar que el crujido provenía de las maletas, un hombre pregunta a otro en la estación:

—¿Son piedras acaso lo que llevas?

El héroe responde tapándose las orejas:

—Mis maletas van ligeras. Mi corazón hecho guijarros fue el único sonido que le pude arrebatar.

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La entrada está en la herida

—Y, ¿es que no sanas todavía?—Esta herida la abrí yo dentro.

Sólo desde mis entrañas podrías comprobar la cicatriz.

Así, la liebre abrió la boca y la boa entró.

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Las partes interesadas

Tanto conviene a Don Juan que la doncella su amor prive a como a ésta no conviene que él confirme que no cree en el amor.

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Fe

Todo puede suceder entre los dos si hay Études de Rachmaninoff.

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En vez de dar vuelta a la clepsidra

La tomó por la cintura y bailaron lentamente. Por fin los granos empezaron a caer a tiempo.

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Muñecas

—¡No pongas sesos al baile! Le dijo, mientras doblaba sus

muñecas hacia atrás. Así bailaron toda la noche.

Cuando tu hija te tome de las manos, no querrá jugar con dos muñecas rotas.

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Un hombre atrapa el río, el mar y el laberinto

Confinó el río al laberinto circular. Sólo así logró atrapar el mar. Desde entonces, no distingue cuál es cuál. Y así vio que éste era otro laberinto.

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El barco antes de ser tragado

Algunos pensaron que se trataba de un voraz remolino; otros, de una yuxtaposición del hemisferio en torno al Triángulo de las Bermudas. Pero la causante fue la gran Tortuga, que abrió su boca en ese instante para bostezar.

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Al abandono, su sombra

Mientras yo me ahogaba en el mar, ella estaba distraída lamiendo las sombras en las conchas.

Todavía sigue buscando alguien a quién unirse.

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Destilación de arrastre

Luego de caer en aguas peligrosas, fui yo quien arrastró el Equidna al exterior.

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Las olas contestan

El náufrago pregunta a las olas m i e n t r a s s e ñ a l a u n b a r c o hundiéndose:

—¿Son flores acaso esos espectros que fluorescen en la proa?

Arrastrándolo desde el fondo hasta la costa, con nostalgia contestan las olas:

—Son ratas evacuando. Una vez más se ha hundido el barco fantasma.

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El sobreviviente

Se sintió más intranquilo cuando vio la arena y más angustiado al comprender que ésta era la única isla.

Al llegar, más resignado aún que el propio declive del sol, se acostó en decúbito a llorar el atardecer, cuando notó el lánguido, pero seguro ascenso del horizonte, perceptible y valorable nada más d e s d e u n a i s l a q u e e s t á hundiéndose.

Se durmió en paz sabiendo que sí iba a sobrevivir.

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La vela

La marea devolvió el cuerpo de Juan Salvador gaviota excepto sus ojos, que aún volaban sobre la noche.

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La cosecha

Un hombre contempla boquiabierto las piernas de la señorita:

—¡No me vea con esos ojos! Pasé todo el invierno arrodillada sobre granos de maíz.

A lo cual procedió a cosechar las mazorcas de sus rodillas.

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Sábanas blanco fantasma

Dejó de copular con los fantasmas de familia cuando en sus sábanas las manchas empezaron a dejar color.

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El estrangulador

Con tal fuerza retorció sus calcetines hasta que ya no gotearon más. Al colgarlas en el tendedero, lamentó que las blancas plumas siguieran desprendiéndose.

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Cuna de lobos

Admite la loba más joven después de aparearse con el lobo más viejo:—Reconozco que no está limpio, p e r o m i s l o b e z n o s s e r á n legendarios.

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Un ojo verde no lo es todo

Te enamoraste del destello verde que se colaba por la rendija ignorando que se trataba del morboso ojo de la bestia.

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La mujer de hierro

Sólo pudo fecundarla el hombre bala.

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Sala de emergencias

Ésta era una mujer, sin piernas y sangrantes. Éste era un hombre, con la otra mitad de la mujer aprehendida a sus extremidades.

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El perfume

Te olió toda la noche; en sólo dos horas te dejó sin olor. A la mañana siguiente, una por una, las abejas fueron entrando por su nariz.

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La lengua no duda

Frente a mí hay otro cráter turgente, a mi derecha una barbilla y a la izquierda un desierto que culmina en monte.

¡Sé adónde ir!

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Psicópata

Éste era un jilguero que cuidaba su valiosa astilla de paja en el nido que forjó a partir de los huevos de sus enemigos.

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El gallo viejo lamenta

¿Cómo podré detener tus veintiún años de vida para que te quedes conmigo?

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Una insensata confirmación

El cabello de tu cuello bajo es tan idénticamente terso al suyo que termina resultando siniestro.

Debo así despertarte en medio de la noche, comprobar que no eres ella, y seguir así cayendo en otro mimetismo de tu sangre.

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El origen de la medusa

La sordera de Medusa incrementó cuando sus serpientes empezaron a practicar orgías. Tanta fue la fricción que se volvieron urticantes.

La leyenda cuenta que Perseo dispuso su cabeza en el mar.

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Botando el tejado

Tal fue la conmoción en el catre, que recibieron la caída de las tejas como pétalos edénicos.

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Faquires

Mientras uno clavaba y se acostaba sobre la tabla, su doble en el espejo mudaba de piel constantemente haciendo espacio para más clavos.

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Ménage à trois

No importaba que uno fuera un pez y el otro un ave. Desovarían ambos sobre el horizonte. La historia se complicó cuando conocieron a la serpiente.

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No predestinado

Frena el cardumen ante el óvulo absorto. El único colonizador ha decidido retirarse.

— To d o g o l p e e s v a n o —advierte— no sigan empujando. No cambiará por nadie su última palabra.

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Page 95: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Dos zorras mañosas

Dos zorras mañosas un día se encuentran y, por pretender ser puras, en su ingenuidad se temen, se aburren, se abruman. A los pocos días acaban por dejarse, cuando bien pudieron haber sido felices por la comunión de todas sus mañas.

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Page 96: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Voto de confianza

Llama. Todos los días tocaré una pieza de piano para convencerte de que sí estoy en casa.

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Page 97: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Paranollama

—¿No te llegó mi llama? ¡Tenías apagada tu célula!—Tengo una llamarada tuya. ¡Con que eras tú quién llameaba!

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Page 98: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

¿Con que esto es lo que llaman una estrella negra?

Fuertemente, la pareja se abrazó sin dejar espacio para el aire entre los brazos, comportando tal presión isobárica, que el amplexo se comprimió en un punto de masa infinito, temiendo desde la Tierra, al no ver su oscuridad no destellar ultraterrestre, el nacimiento de una cruel —y para Dios, indivisible— estrella negra.

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Page 99: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Toda la noche, acaramelados

Al despertar, descubrimos una piel más profunda calada por las hormigas.

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Page 100: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Lo que sucedió a las pinturas rupestres

Tal fue su ofuscación tras el hallazgo, que el sudor y la fricción entre sus cuerpos borraron las pinturas de los mármoles rupestres.

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Page 101: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Girasoles, la masacre

Para decapitarlos, se puso a dar vueltas, desnudo. Sorprendió aún más lo que hizo para extraer el aceite de los girasoles.

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Page 102: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Sopa de letras

Cuando movía la cuchara, las letras construían siempre un poema que al poco tiempo se hundía, fenómeno en menor medida curioso al considerar que todas las letras en la sopa provenían de su boca.

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Page 103: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Los lunares revelan lo que ha sucedido bajo muchas lunas

A mitad del eclipse, el amante recusa:

—Pensé que sería el primero.—¡Claro que eres el primero!—¡Mientes! ¡Tus lunares ocultos

ya hablaron!

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Page 104: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

mas omenoslibres

Page 105: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Cirugía cárnica

Luego de escrudiñar y cotejar en el catálogo de rostros, dejó elegir al doctor. No aplicaría anestesia antes de efectuar el implante.

Moldeó las facciones de los pómulos, ovaló la frente. En breve nariz y boca emergieron. Trabajó para el final los ojos, pegándolos cerrados para que al abrirlos, la máscara se contemplara genuina frente al espejo y no evitara emitir su primer gesto de sorpresa humana.

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Page 106: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Poltergeist

Se abre un aro en el cielo, entra una mano y me jala de las orejas. Más de c i e n n i ñ o s a p l a u d e n conmocionados.

¡Quiero regresar al sombrero!

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Page 107: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

El mago

Tomó un ramo amarillista del periódico, lo agitó fuertemente y lo convirtió en una poesía mensajera.

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Page 108: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Fe de erratas

Tras ser designada para comunicar la tregua y temiendo quedar desempleada con la segura culminación de la guerra, la paloma se vio obligada a reescribir el mensaje.

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Page 109: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

La carta envenenada

Al ver que la paloma mensajera no regresaría, decidí asignarle esta misión a un Pitohui.

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Page 110: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Un pie queda en libertad

E l c a r c e l e r o c o l o c a p o r equivocación la bola de hierro del preso en el orificio del cañón.

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Page 111: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Los mutilados

Ambos se acostaron y, sin cerrar los ojos, se quedaron en silencio. No se tomaron de las manos; tampoco dijeron nada. (No tenían manos y no había nada qué decir). Sólo los pies, no mutilados, amantes de guerra, se tomaron de los pies.

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Page 112: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

El exiliado

Tumbaron la cama y las mesas. Buscaron en el baño y el clóset; ninguna huella palmaria en el jardín, hasta que apuntaron al unísono cuarenta carabinas a su sien, interrogando:

—¿Dónde lo escondiste?—Huyó hace años.—¡Habla o disparamos!Y asomando la cabeza por la

falda tras apartar las piernas con sus garras, suplicó:

—¡No la maten! ¡Aquí estoy!

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Page 113: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

De armas tomar

Pregunta un guerrero al otro en el cuarto de artillería:

—¿Qué arma usarás?—Yo sólo sé usar el puñal. Hasta

que vi el aire dormido por las pestañas de la niña muerta.

Desde hoy las usaré como dardos paralizantes.

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Page 114: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Persistencia

En este desierto era tal el caminante, que el hambre y la sed murieron antes de que su cuerpo muriera de sed y de hambre.

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Page 115: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

occipitales

Page 116: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Recursos ilimitados

Por su fealdad, los paramédicos consideraron factible salvar y, por ende trasladar al hospital, sólo a su fantasma.

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Page 117: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Ruego por la bala

Rogó a los doctores no extraer la bala de su corazón. Era la única que hasta entonces había logrado inquietarlo.

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Page 118: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Pintando las flores

No es tan descabellado pintar de rojo los repollos para que parezcan rosas, sino explicarte que usé sus espinas para obtener el matiz adecuado que sólo puede en mi espalda infundir la autoflagelación.

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Page 119: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

El horror de un péndulo

El buey todos los días lloraba al ver el cuero de su vaca amada pendulando en el cobertizo.

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Page 120: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Antes de saltar

Una rata hala el rabo a otra rata y le pide:—No saltes. Quédate conmigo. No es tan malo si las dos nos hundimos con el barco.

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Page 121: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Carta a la familia

Dónde enterró el cadáver, qué hizo con el dinero, cómo los mató y por qué no permitió que la niña confesara: todo esto lo quemó ya grande al interceptar la epístola sangrante.

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Page 122: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Los cómplices dubitan

No sabían si enterrarla en la tierra o en el agua luego de asesinar a la salamandra sin preguntarle su última voluntad.

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Page 123: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Viuda negra

Antes de iniciar el baile, la viuda negra pidió a todos sus invitados que fueran desenvainando su cruz.

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Page 124: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

A sangre fría

No conforme tras haberle arrancado los ojos, el cuervo prosiguió con el corazón.

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Page 125: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Sombría

Salió del mar envuelto en sangre. El pescador, tras no divisar una herida, preguntó:

—¿Por qué sangras?—¡No es mi sangre!—apuntó,

señalando el sepulcro de su sombra que se había roto contra los corales.

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Page 126: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Más o menos libre

El elefante se soltó de su clavo, dio unos pasos fuera de la inmensa jaula y quedó atrapado en el mundo.

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Page 127: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

La tela de araña se rompe

¿A quién culpar de paquiderma occisión porque invitaren a saltar al vigésimo elefante?

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Page 128: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Estratagema

En vez de elegir el pochote, he decidido tallar nuestras siglas en el cactus para que las huellas de mi amor sobrevivan tu sequía.

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Page 129: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Honrando cien samuráis

Una estocada no bastaba. El cactus tuvo que enterrarse todas las espinas para desaguar.

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Page 130: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Al final del camino, el salmón

Los huevos que puse no romperán. He llegado a este estanque sólo para morir.

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Page 131: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Ictiocidio

Y el pez respiró las burbujas que venía ahorrando hace días.

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Page 132: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Teoría de la relatividad

Viejas noticias llegan a tiempo para cambiar el pasado pendiente hasta ahora.

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Page 133: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Segundos antes de la vida

Cumpliendo las palabras del augurio, la muerte acudió puntual a la escena portando el ramo con malvas del cementerio, pero al mirar dentro de la bañera, donde habían acordado enlazarse, la novia ya había decidido casarse.

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Page 134: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Gran salto

Cuando pasó el furgón, en muerte se unió con el policía acostado.

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Page 135: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

El homicida se regocija con el olor de una flor

No es la regla que la sangre en el lecho de un homicida simule una flor, a pesar de que esta vez sí fuera la regla.

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Page 136: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Aguas infectadas con tiburones

Antes de saltar por la borda, consideró más efectivo dejar caer una gota de sangre en el agua, antes que atar una roca a sus tobillos.

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Page 137: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

El bombillo

Atormentado por dar muerte a las polillas, el bombillo decidió cortarse el filamento.

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Page 138: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

El rescate

Justo cuando el hombre estaba a punto de ahogarse, la madre interrumpió tomándolo de la camisa con sus dientes:

—Discúlpenme. ¡Lo andaba buscando hace días!

A lo cual procedió a echarlo en su bolsa y se alejó saltando.

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Page 139: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

caleidoscópico

Page 140: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Banal

Luego de saltar arduamente de libro en libro, la zorra por fin alcanzó las uvas en esta fábula y comprobó que sí estaban verdes.

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Page 141: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

El regreso del unicornio azul

El unicornio azul regresó tres días después. Corneó tu puerta día y noche, y no abriste al descubrir por el visor un disimulo de lomo celeste. Había resbalado en una tina de cloro: Nada que otra pasadita de pintura no pudiera remediar.

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Page 142: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Lo que hubiera pasado con el unicornio

De no haber resbalado en la tina de cloro, el unicornio no hubiera regresado.

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Page 143: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

La telaraña en el laberinto

Porque a Ariadna sobraba hilo y el Minotauro aprendió a tejer, Teseo no se internó más profundo en el laberinto, temiendo la aparición de una gigante e inderrotable araña.

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Page 144: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Rapunzel, revisada

El último caballero de quien se supo, utilizó la cabellera de Rapunzel para ahorcarse, y así pasó a formar parte del áurico y sedoso receptáculo de esqueletos.

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Page 145: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Blanca Nieves, resoluta

Si bien harto curioso que los detectives no tuvieran nada que urdir en la escena del crimen —pues ella había devorado hasta el corazón de la manzana—, no menos oportuno confirmasen que el veneno se hallaba concentrado únicamente en las semillas.

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Page 146: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

De músicos a malabaristas

Sobre el gallo se montó la rata; sobre ésta una serpiente. Coronaba la pulga y con la orquesta completa, en vez de tocar música en las calles de Bremen, se pusieron a bailar sobre la cuerda floja al ritmo de la percusión del público circense.

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Page 147: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Tirando la toalla

Ambos contendientes se rehusaron a competir para demostrar quién podía hilvanar el más suntuoso vestido cuando te mostraste desnuda ante la araña y el gusano de seda.

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Page 148: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Morir dos veces

Se rehusó a construir la crisálida, pues para montar vuelo tendría que haber muerto.

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Page 149: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

La no metamorfosis

Todas las orugas la veneraban. Veían en ella un símbolo de emancipación. En el fondo, ella temía descubrieran que sólo se trataba de una vil lombriz.

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Page 150: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Más ordinario

Pensó que había nacido en un cuarto de espejos. Con el tiempo descubrió que solamente era una larva más en la prisión de abarrotados hexágonos.

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Page 151: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Derrocación

Tres de cuatro columnas hermanas se derrumbaron con la noticia de que la cariátide mayor se había mudado al parque.

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Page 152: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Serial

Cuando comprendió por qué la sierva lo condujo a ese rincón del bosque donde só lo yac ían osamentas, era demasiado tarde.

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Page 153: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Argumento del ratón ante la entrada de su madriguera

Jadeante, suplica la serpiente:—¡Escóndeme en tu madriguera

que me vienen persiguiendo!Tras lo cual el ratón apunta:

—Pero tú también me has venido persiguiendo…

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Page 154: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Una anciana muere veintisiete veces

¿Cómo le explicaré que dejé abierta la llave de gas y todos sus gatos estaban adentro?

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Page 155: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Luego de poner el cascabel al gato

La principal causa del aumento en el índice de mortalidad de los ratones se atribuyó a infartos cuando éstos daban cuenta de la proximidad del cascabel.

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Page 156: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

El cascabel en navidad también es fatal

El índice de mortalidad de ratones s igu ió aumentando cuando confundieron el sonido del cascabel con el del trineo volador de los renos navideños.

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Page 157: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Resolución al misterio del gato de Shrödinger

Cuando levantaron la caja, el gato se había convertido en una serpiente de cascabel.

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Page 158: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

sueñomiedos

Page 159: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Delikatessen

Ésta era una oveja disfrazada de lobo. Ésta era una oveja con extraños hábitos alimenticios.

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Page 160: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Sedante

Luego de ser acorralada, la oveja ultimó saltar de un lado a otro sobre la cerca hasta que uno a uno los lobos se quedaron dormidos.

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Page 161: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Muerte súbita

Luego de buscar refugio, la oveja empezó a contar lobos para quedarse dormida. Éstos, de sagaz olfato y presta ligereza, no saltando cercas sino subrepticios por la sierra, hace diez minutos habían despertado.

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Page 162: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Sueño sin filtro

Luego de entrar a mis sueños sin permiso, pub l icó todas las fotografías.

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Page 163: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Tres cocodrilos

El primero se quitó la carne, la colgó bajo el sol, espero que se deshidratara, se la puso de nuevo y pudo caber en el traje.

El segundo se quitó la carne, la colgó bajo el sol, espero que se deshidratara, se la puso de nuevo y anduvo con dos pieles.

El tercero se quitó la carne, la colgó bajo el sol, espero que se deshidratara, se la puso de nuevo y pudo entrar por la rendija.

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Page 164: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Tinnitus

Cuando hace demasiado calor, a veces se asoma por una de mis orejas, ve que el caos va muy mal y de inmediato se interna para seguir tocando el tambor.

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Page 165: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Perder lo más importante

Ascend ió po r m i ga rgan ta aprovechando que con la boca abierta había caído dormido, y escapó.

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Page 166: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Ornato

Ostentando su libertad, la perla se desprendió de la ostra. Lo que nunca imaginó fue que siempre llega un cangrejo que sin permiso la toma para adornar su caparazón.

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Page 167: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Big Bang

Ningún poema dijo a ningún otro:—¿Por qué de pronto estamos resonando?—Alguien, desde otra estrella, ha de estar a punto de inventarnos.

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Page 168: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Ofiuco, precavido

Para no espantar a la estrella fugaz si acaso llega, he decidido liberar a la serpiente.

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Page 169: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Nube negra

—¿Por qué portas un sombrero mojado?—No es un sombrero. Estoy feliz, y mi nube negra se cansó de llover sobre mí.

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Page 170: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Todo en orden

La reina se petrificó y el rey infartó segundos antes de irse. Los peones evolucionaron hasta alfiles. Las torres cayeron como fichas de dominó y el ajedrez por fin se jugó con damas y caballos de verdad.

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Page 171: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Sobre los deportes que exigen pelotas

—No me gustan los deportes que involucran perseguir una pelota estúpida.—¿Acaso no estamos jugando ahora sobre la faz de una pelota estúpida?

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Page 172: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Tercer ojo

Éste era un cíclope con un segundo ojo. Éste era un cíclope de superior intuición.

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Page 173: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

La destrucción del templo

Te tomaste las pastillas y me vi desaparecer ante ti.

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Page 174: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Irreplicable

Los comejenes arrasan con el laboratorio de biotecnología. No pudimos clonarte a tiempo.

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Page 175: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Compañía en el desierto

Justo cuando estaban a punto de desaparecer, partieron en dos más peyote y siguieron conversando.

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Page 176: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Dos gigantes discuten en su sueño

Señalando su bebida, un gigante dice al otro:

—¡Mira cómo se ahoga la mosca!

A lo que el otro corrige:—No es una mosca, sino el dios

que está soñándote.

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Page 177: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

El cielo es el límite

La mano del Niño agravaba la tormenta de nieve haciendo que sus cuerpos colisionaran contra el cielo de una bola de cristal.

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Page 178: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Crecida

La ardilla, que siguió la tradición de los castores, cayó en una profunda depresión cuando el río destruyó su gran pared de nueces.

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Page 179: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Prácticas de microbiología

La bacteria creía habitar el ojal de una aguja hasta que el laborista acercó el asa al corazón azul de la llama de Bunsen.

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Page 180: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Ladrona de flores

El camión se detenía siempre en la misma esquina en una entrega de aparentes flores blancas. Tu nariz previno el robo cuando a tres metros de distancia oliste las gallinas.

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Page 181: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Punto de congelación

Los colores del cuadro cambiaban todo el día, hasta que colocaron frente a éste un espejo congelando para siempre la imagen del colibrí.

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Page 182: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Movedizas

Al meter el dedo en la arena del frasco sentiste un mordisco. El tacto de tu piel las convino movedizas.

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Page 183: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Abandonada

Luego de quedar ciega, la paloma empezó a anidar en la estatua del cancerbero sin comprender por qué su amado jamás regresaría.

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Page 184: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

Advertencia en la salida de la tienda de alfombras voladoras

Por favor, camine sin los pies sobre la tierra.

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Page 185: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

indice

ALGO SE FUGA

9 …al principio de este minicuento

15 Renacimiento

10 Las manos, el martillo 16 Un mundo sin café

11 El último día de los dinosaurios

17 Cascadas, tus lágrimas

12 Tallando a la musa 18 El hoyo

13 Claudia aún espera el día del epigrama

19 Abducción

14 Para disgustos, ciertas musas

MAL LOGRADO

21 Maleficio 27 Devastación 22 El marionetista aclara 28 Pena el amante 23 Catapultado 29 La comunión de la limosna 24 Prudencial 30 La constricción del universo

25 La creación de los dinosaurios

31 La multiplicación de los pescados

26 Salvos en el exilio 32 La enfermedad

BESTIÁBOLO

34 Desenervándose 40 La repartición de la novia 35 El brillante 41 Gotera 36 Segundo rechazo 42 Recusación 37 Visitador social 43 Cambio de parecer 38 Más corazón 44 Celestino 39 Salvaje

Page 186: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

UN CUARTO DE NARANJA

46 Venus y el mercurio 58 Nirvana 47 Cesárea 59 Mal de Chagas 48 La sequía 60 Bomba de tiempo

49 Tú no fuiste hecha para tocar la cerbatana

61 Mudanza

50 Cuenta el pesimista 62 De regreso al mar, la sirena 51 Flores perfectas 63 Los guijarros de la esfinge 52 La media naranja 64 La entrada está en la herida 53 Reciclaje 65 Las partes interesadas 54 Fenomenal 66 Fe 55 Aún no sé como llegar 67 En vez de dar vuelta a la clepsidra 56 Rompevidas 68 Muñecas 57 Hipoxifilia

EN CUALQUIER MAR

70 Un hombre atrapa el río, el mar y el laberinto

74 Las olas contestan

71 El barco antes de ser tragado 75 El sobreviviente 72 Al abandono, su sombra 76 La vela 73 Destilación de arrastre

Page 187: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

PELIGRO DE CIRCULACIÓN

78 La cosecha 91 Botando el tejado 79 Sábanas blanco fantasma 92 Faquires 80 El estrangulador 93 Ménage à trois 81 Cuna de lobos 94 No predestinado 82 Un ojo verde no lo es todo 95 Dos zorras mañosas 83 La mujer de hierro 96 Voto de confianza 84 Sala de emergencias 97 Paranollama

85 El perfume 98 ¿Con que esto es lo que llaman una estrella negra?

86 La lengua no duda 99 Toda la noche, acaramelados

87 Psicópata 100 Lo que sucedió a las pinturas rupestres

88 El gallo viejo lamenta 101 Girasoles, la masacre 89 Una insensata confirmación 102 Sopa de letras

90 El origen de la medusa 103 Los lunares revelan lo que ha sucedido bajo muchas lunas

MÁS O MENOS LIBRES

105 Cirugía cárnica 110 Un pie queda en libertad 106 Poltergeist 111 Los mutilados 107 El mago 112 El exiliado 108 Fe de erratas 113 De armas tomar 109 La carta envenenada 114 Persistencia

Page 188: Maletas Ligeras de Hanzel Lacayo

OCCIPITALES

116 Recursos ilimitados 128 Estratagema 117 Ruego por la bala 129 Honrando cien samuráis 118 Pintando las flores 130 Al final del camino, el salmón 119 El horror de un péndulo 131 Ictiocidio 120 Antes de saltar 132 Teoría de la relatividad 121 Carta a la familia 133 Segundos antes de la vida 122 Los cómplices dubitan 134 Gran salto

123 Viuda negra 135 El homicida se regocija con el olor de una flor

124 A sangre fría 136 Aguas infectadas con tiburones 125 Sombría 137 El bombillo 126 Más o menos libre 138 El rescate 127 La tela de araña se rompe

CALEIDOSCÓPICO

140 Banal 149 La no metamorfosis

141 El regreso del unicornio azul

150 Más ordinario

142 Lo que hubiera pasado con el unicornio

151 Derrocación

143 La telaraña en el laberinto 152 Serial

144 Rapunzel, revisada 153 Argumento del ratón ante la entrada de su madriguera

145 Blanca Nieves, resoluta 154 Una anciana muere veintisiete veces

146 De músicos a malabaristas 155 Luego de poner el cascabel al gato

147 Tirando la toalla 156 El cascabel en navidad también es fatal

148 Morir dos veces 157 Resolución al misterio del gato de Shrödinger

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SUEÑOMIEDOS

159 Delikatessen 172 Tercer ojo 160 Sedante 173 La destrucción del templo 161 Muerte súbita 174 Irreplicable 162 Sueño sin filtro 175 Compañía en el desierto

163 Tres cocodrilos 176 Dos gigantes discuten en su sueño

164 Tinnitus 177 El cielo es el límite 165 Perder lo más importante 178 Crecida 166 Ornato 179 Prácticas de microbiología 167 Big Bang 180 Ladrona de flores 168 Ofiuco, precavido 181 Punto de congelación 169 Nube negra 182 Movedizas 170 Todo en orden 183 Abandonada

171 Sobre los deportes que exigen pelotas

184 Advertencia en la salida de la tienda de alfombras voladoras

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Hanzel Lacayo (Managua, 1984): Poeta, narrador y fotógrafo. Ha publicado los poemarios "Discrepancias" (2000), "A Contenciones, conspiraciones..." (2006), "Días de ira" (2008) y "Hasta el fin" (2011). Integró la revista "Tribal Literario". Galardones: primer lugar "Primer Premio de Poesía en Homenaje a Rubén Darío" por "Número Imaginario"; primer lugar "Primer Concurso de Cuento: UCA Literaria" por "Tres Señales". En julio de 2008 fue nombrado "Escritor del Año" por la "Asociación de Artistas de Nicaragua: Rafael Gastón Pérez". Participó en el "Primer Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, 2008" y "Quinto Encuentro Internacional de Poetas El Turno del Ofendido, El Salvador, 2008". Su poesía aparece publicada en importantes an to log ías , rev is tas , sup lementos y compilaciones poéticas dentro y fuera del país.

www.hanzellacayo.com

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PARAFERNALIAediciones digitales

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www.facebook.com/ParafernaliaEdicionesDigitales

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