Mainländer: El Suicidio como Liberación

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CONTENIDO DO Mainländer: El Suicidio como Liberación Revista N° 002 1. ¿Quién fue Philipp Mainländer? 2. La Filosofía de Mainländer 3. Filosofía de la Redención 4. Muerte de Mainländer Por: David Efraín Misari Torpoco 1 Se pensó por mucho tiempo, que la célebre frase “Dios ha muerto”, fue original de Nietzsche. Sin embargo, investigando en la historia de la filosofía, encontramos a otro filósofo alemán quizá algo desconocido para algunos - quien esbozó esta idea al hablarnos de “la muerte de Dios”. Hago mención a Philipp Batz o también conocido como Philipp Mainländer, quien se consideró “hijo de una violación conyugal” y se suicidó a la edad de treinta y cuatro años con una cuerda alrededor de su cuello, luego de ver publicada su única obra titulada “Filosofía de la Redención”. 1. ¿Quién fue Philipp Mainländer? Philipp Batz, conocido como “Philipp Mainländer”, nació un 05 de Octubre de 1841 en Offenbach, en un lugar ubicado muy cerca al río “Main” (del cual proviene el seudónimo de “Main- länder”) y fue uno de los seis hijos de un hombre de negocios. Durante su juventud realizó algunos estudios sobre los autores clásicos de manera autodidacta y luego asistió a la escuela de negocios, donde fue enviado a Nápoles para una pasantía. Sin embargo desde 1853 hasta 1863 tuvo dos experiencias que lo llevaron a estudiar de manera profunda la poesía, donde conoció a Leopardi, enamorado de sus versos y la profunda lírica de su vena poética, quedó más que fascinado. Pero también empezó a estudiar de manera autodidacta, la filosofía. Fue así, que a la edad de 19 años, descubrió en una biblioteca un libro titulado El Mundo como Voluntad y representación, quedando fascinado por el texto, lo cual hizo que empiece a leer a Schopenhauer, y transforme parte de su vida, desde aquel momento. 1 Escritor, filósofo y ensayista peruano. Es un filósofo autodidacto especializado en diversas investigaciones de contenido filosófico, filológico y jurídico. Ha escrito para diversas revistas en el ámbito jurídico desempeñándose en la filosofía del derecho. Por último, es autor del texto “ABC del Derecho: Latín Jurídico”. Revista Virtual Escritor Misterioso R. V. Filosófica | “ESCRITOR MISTERIOSO” © Revista Virtual “Escritor MisteriosoContáctenos: [email protected]

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Se pensó por mucho tiempo, que la célebre frase “Dios ha muerto”, fue original de Nietzsche. Sin embargo, investigando en la historia de la filosofía, encontramos a otro filósofo alemán – quizá algo desconocido para algunos - quien esbozó esta idea al hablarnos de “la muerte de Dios”. Hago mención a Philipp Batz o también conocido como Philipp Mainländer, quien se consideró “hijo de una violación conyugal” y se suicidó a la edad de treinta y cuatro años con una cuerda alrededor de su cuello, luego de ver publicada su única obra titulada “Filosofía de la Redención”. (David Efraín Misari Torpoco)

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CONTENIDO

DO

Mainländer: El Suicidio como Liberación

Revista N° 002

1. ¿Quién fue Philipp Mainländer?

2. La Filosofía de Mainländer 3. Filosofía de la Redención 4. Muerte de Mainländer

Por: David Efraín Misari Torpoco1

Se pensó por mucho tiempo, que la célebre frase “Dios ha

muerto”, fue original de Nietzsche. Sin embargo, investigando

en la historia de la filosofía, encontramos a otro filósofo alemán

– quizá algo desconocido para algunos - quien esbozó esta idea

al hablarnos de “la muerte de Dios”. Hago mención a Philipp

Batz o también conocido como Philipp Mainländer, quien se

consideró “hijo de una violación conyugal” y se suicidó a la

edad de treinta y cuatro años con una cuerda alrededor de su

cuello, luego de ver publicada su única obra titulada “Filosofía

de la Redención”.

1. ¿Quién fue Philipp Mainländer?

Philipp Batz, conocido como “Philipp Mainländer”, nació un 05

de Octubre de 1841 en Offenbach, en un lugar ubicado muy

cerca al río “Main” (del cual proviene el seudónimo de “Main-

länder”) y fue uno de los seis hijos de un hombre de negocios.

Durante su juventud realizó algunos estudios sobre los autores

clásicos de manera autodidacta y luego asistió a la escuela de

negocios, donde fue enviado a Nápoles para una pasantía. Sin

embargo desde 1853 hasta 1863 tuvo dos experiencias que lo

llevaron a estudiar de manera profunda la poesía, donde conoció

a Leopardi, enamorado de sus versos y la profunda lírica de su

vena poética, quedó más que fascinado. Pero también empezó a

estudiar de manera autodidacta, la filosofía. Fue así, que a la

edad de 19 años, descubrió en una biblioteca un libro titulado El

Mundo como Voluntad y representación, quedando fascinado

por el texto, lo cual hizo que empiece a leer a Schopenhauer, y

transforme parte de su vida, desde aquel momento.

1 Escritor, filósofo y ensayista peruano. Es un filósofo autodidacto

especializado en diversas investigaciones de contenido filosófico, filológico

y jurídico. Ha escrito para diversas revistas en el ámbito jurídico

desempeñándose en la filosofía del derecho. Por último, es autor del texto

“ABC del Derecho: Latín Jurídico”.

Revista Virtual

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Luego de leer algunos textos más del misógino Arthur, Philipp decide

hacerse filósofo y decidió llevar parte de sus ideas llenas de patriotismo

hasta el delirante extremo de proclamar la virginidad y el suicidio, como

medios eficientes para el dolor existencial en las futuras generaciones.

Creía que si uno se suicida, pone fin a todo sufrimiento humano. Pero pese

a sus estudios independientes de filosofía, se dedicó a realizar algunos

estudios y trabajos en el ámbito del comercio, con lo cual se solventaba

económicamente. Pero como la filosofía había llenado su vida, se dedicó a

investigar de manera íntegra, aspectos históricos, antropológicos y realizó

estudios de ciencias sociales y política, para seguir indagando la vida del

hombre y lo que aqueja a la sociedad.

Pero veamos como describe Mainländer su encuentro con la lectura del

misógino filósofo alemán, de un estilo similar como lo hizo Nietzsche: “En

febrero de 1860, llegó el día más grande de mi vida. Entré a una librería y

le eché un vistazo a los libros frescos llegados de Leipzig. Ahí encontré

“El Mundo como Voluntad y representación” de un tal Schopenhauer,

pero ¿Quién era Schopenhauer? El nombre nunca lo había oído hasta

entonces. Hojeo la obra, leo sobre la negación de la voluntad de vivir y me

encuentro con numerosas citas conocidas en un texto que me hace preso

de sueños”.

Un punto resaltante de la filosofía de Schopenhauer que rescató

Mainländer, es que el pesimista alemán basó su filosofía sobre la creencia

en una impetuosa y ciega fuerza que llega a impulsar a los hombres a vivir.

Aquí el mundo fue visto como un conflicto en estado continuo entre las

voluntades de cada ser, lo cual trajo consigo miseria, caos y dolor.

Schopenhauer veía al mundo de esta manera, debido a la enseñanza

budista que durante su juventud estudió. Además propone la renuncia al

deseo como medio para reducir todo sufrimiento del hombre. Gran parte

de la esencia filosófica schopenhaueriana, recae precisamente en este

pasaje de su vida, que nos lo narra de la siguiente manera: “Podemos

considerar nuestras vidas como un inusual disturbio momentáneo del feliz

reposo de la nada. La existencia humana debe ser una especie de error: es

mala hoy, y cada día será peor, hasta que lo peor de todo suceda. A mis 17

años, sin ninguna instrucción escolar, fui atrapado por la miseria de la vida

como Buda cuando en su juventud, descubrió la enfermedad, la vejez, el

dolor y la muerte. La verdad es que este mundo no pudo haber sido

producto del trabajo de un “ser todo amoroso”, sino más bien, el de una

especie de demonio que trajo criaturas a la existencia con el fin de

deleitarse al contemplar el sufrimiento de estos día tras día.”

De este modo Mainländer, emprendió con más ahínco, el estudio de la

filosofía. Y como parte de esta nueva etapa de su vida, y muy aparte de

leer a Schopenhauer, investigó los escritos de Spinoza, sobre todo porque

el filósofo holandés se dio cuenta que los hombres pueden beneficiarse de

la renuncia racional de los deseos personales y que la principal fuerza

conductora de la humanidad es su propia conservación. Y es aquí

precisamente el punto de partida del cual Mainländer se empieza a alejar

de sus predecesores.

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Es así como Mainländer escribe en su “Filosofía de la redención” lo

siguiente: “Nuestro mundo es el medio y solo el medio para alcanzar el

no-ser.” El punto de vista del filósofo, es que la inmortalidad resulta

insoportable, puesto que constituye la agonía, hasta del mismo Dios. Pero

Dios es eterno en esencia, y la única forma de alcanzar el no-ser es

convertirse en parte del Universo, ingresar en el espacio-tiempo y la

materia, escapando de lo lógicamente imposible a lo lógicamente

plausible.

Continúa Mainländer, diciendo “Así pues, todo el Universo tiene el afán de

no-ser”, con esto quiere decir que la humanidad debe entender que la no-

existencia es mejor que la existencia. Por ejemplo, cuando una persona

alcanza la iluminación de su conciencia, él o ella terminarán cometiendo

un acto suicida y con ello completará el proceso de su redención. Es por

ello, que el aspecto más notable de su filosofía, es que ofrece una posible

explicación teleológica para una de las teorías del origen del Universo, una

de las cuales es considerada como la más probable, en el presente.

2. La Filosofía de Mainländer

Philipp Mainländer, del siglo XIX, junto con Eduard von Hartmann ,

y Julio Bahnsen , fue uno de los grandes exponentes de la "Escuela de

pesimismo" que nace de la filosofía de Schopenhauer. Pero en pocos años

llegó a ser olvidado. Su trabajo durante mucho tiempo fue el tema de la

soledad. Nietzsche, quedó impresionado por la Filosofía de la Redención

y escribió: "Hemos leído un montón de Voltaire , ahora es Mainländer".

También Alfred Kubin , Borges y Cioran se referían a la obra de este

Hegesias moderno teutónico como el "persuadidor de la muerte."

Fue el arquitecto de un sistema filosófico centrado en el pesimismo de sus

maestros. Por una lado, reflejaba una ontología negativa, un “agujero

negro” metafísico basado en el principio de “no-ser es preferible a ser”.

Mainländer sostiene que el ser humano no sabe nada sobre la cosa en sí,

sino solo vive de apariencias, por la cual el mundo no es sino una

representación de lo que el mismo hombre percibe de acuerdo a su

realidad. Mientras que para Schopenhauer, la cosa en sí es “voluntad de

vida”, Mainländer sostiene que “la voluntad es de la muerte”, porque la

muerte está presente en todos los seres. Quizá con esto, se anticipa a la

pulsión de la muerte en Freud, con lo que Philipp empieza a filosofar sobre

el impulso de la división.

Para tratar este aspecto, Mainländer propone una audaz especulación

teológica y metafísica, las cuales se derivan del proceso mediante el cual,

la sustancia divina del término original (tratada por Spinoza) pasa a partir

de su unidad inmanente a la pluralidad del mundo. Mainländer nos dice lo

siguiente: “Dios ha muerto y su muerte fue la vida del mundo”, esta cita

fue acuñada por primera vez en Nietzsche, lo cual lo hizo famoso, pero

con la diferencia de que para Nietzsche, fue el hombre el culpable de la

muerte de Dios, mientras que para Mainländer, es el mismo Dios quien se

da muerte tras el impulso innato en él (impulso de la división) para pasar

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de ser a no-ser, o a la nada. Es así como Mainländer busca ser fiel a la

teoría de la inmanencia y niega la tesis de Kant, quien sostuvo que

podemos conocer la naturaleza del principio divino trascendente. Con esto

también, empezó a profesar un “ateísmo científico” para el que la esencia

de Dios es incognoscible.

Por otra parte, los conceptos de Mainländer proveen una excelente

fundamentación teológica a la teoría del Big Bang, la creación de la

materia y el espacio-tiempo por ser un eterno que quiso morir. En un

principio, Mainländer sostuvo que Dios fue incapaz de morir por su

esencia eterna, de modo que la única manera (lógicamente posible) de

cumplir su deseo, fue convertirse en Universo, lo cual es el constante

progreso de todos sus componentes desde una existencia transitoria hacia

la permanente inconsciencia y la muerte. Claro que existen explicaciones

teológicas alternativas para el Big Bang. En el año 1951, el Papa Pío XII

aceptó este “evento de creación” como parte de la doctrina católica

romana, comparándola con el libro del Génesis.

Sin embargo cree que podemos pensar en el origen del mundo como si

fuera el resultado de un “acto de voluntad motivado", por así decirlo, el

efecto, la acción de la trascendencia, es por lo contrario, incognoscible

para nosotros, y así como el acto por el cual lo trascendente, o "súper-ser"

que está por encima y más allá de ser, el mundo se disuelve en la

inmanencia del mundo, y luego en no ser. La génesis de todo el mundo se

originó en la voluntad divina para ir de “súper-ser”, - a través de estar en el

mundo - hasta a la nada. Esto es el suicidio, la autocadaverizzazione de

Dios.

Lo único que vemos en el mundo, “es la manifestación de la voluntad de

auto-aniquilación de Dios”, nos dice Mainländer, transformado y

radicalizado por el pesimismo de Schopenhauer, cayendo en una "entropía

metafísica", que se produce constantemente todo su pensamiento, tanto su

física, como su filosofía de la historia están sujetos a la ley universal del

dolor, su política, su ética, su defensa de la virginidad, su apología del

suicidio se expresan como la negación de la voluntad. En esta opción

radical, es donde Mainländer ve la posibilidad de una "existencia de

redención", con la esperanza final de desilusionarnos al decir "No hay

nada que mirar con los ojos." Motivo por el cual se apresuró a cumplir con

ello, sin esperar que el capricho de la madre naturaleza se lo llevé.

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3. Filosofía de la Redención

Mainländer, quien se consideraba “hijo de una violación conyugal”, ya

desde una edad temprana, su vida estuvo rodeado de muertes. Para

empezar, su abuela y su madre habían sido obligadas a casarse y mientras

la primera se pasaba la vida con la mirada en el techo y presa de una

melancolía mística-religiosa, su progenitora tenía extraños accesos de

locura. Él mismo estaba seguro de haber heredado el carácter de ambas.

Por si esto fuera poco, tres de sus seis hermanos se suicidaron.

De alguna u otra forma, el futuro filósofo comenzó a entender el suicidio

como una decisión y vehículo de liberación para el hombre. Primero quiso

acelerar las cosas haciéndose soldado. Después, comenzó a escribir. Estaba

en eso, cuando sus padres lo llaman de vuelta a Alemania para dedicarse a

la fábrica de cueros de su padre. Al poco tiempo encontraría muerta a su

madre - que lo era todo para él - y él no encontró otra solución que

sumergirse en la lectura.

Su desesperado alimento intelectual no solo incluyó Schopenhauer o

Spinoza, sino también a Heráclito, Platón, Aristóteles, Escoto, Locke,

Berkeley, Hume, Hobbes, Helvetius, Herbart, Condillac, Fichte y Hegel,

aunque claro está recordarlo, Schopenhauer fue su máxima influencia. Al

mismo tiempo que estaba ganando bastante dinero en los negocios

familiares, Philipp había abrazado el caos como respuesta a tantos

acontecimientos que estaba viviendo: se incorpora al ejército como

voluntario, pero en lugar de morir se pierde todas las batallas importantes

y vuelve a casa con su padre ya muy enfermo.

Entonces, en un apasionado rapto de inspiración escribe la primera versión

de “La filosofía de la redención” y logra terminarlo a fines de setiembre

1874, pero a la vez, sin darse cuenta - y aunque parezca increíble - sus

inversiones en la bolsa bajaron a tal punto que quedó en la bancarrota.

Pese a ello, en 1875 se establece en Offenbach para concluir el segundo

tomo de su obra, debido a que el 1ero de Abril de ese mismo año, luego

que le llegó la primera copia impresa de su obra, años después, se ahorcó

al siguiente día.

Pero ¿de qué trataba su obra Die philosophie der erlosüng, “Filosofía de la

liberación” o conocida también como Filosofía de la redención?

Tal como los maniqueos, los bogomilos o los cátaros, Mainländer

considera al mundo como un lugar catastrófico lleno de sufrimiento (tal

como Schopenhauer). Y es precisamente que por algún fenómeno

cósmico, las almas conscientes - que son fragmentos de una divinidad que

ha muerto - tienen sus partículas disgregadas y esparcidas aquí, sufriendo

un penoso cautiverio en este miserable mundo. Por ende, muchas personas

(por no decir “todas”) son portadoras de estas partículas y por eso sufren.

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La redención de la que trata Mainländer llega a pasar por una extinción

gradual del género humano, la cual permite “liberar” esas partículas y

reintegrarlas en la unidad primigenia. Es por ello, que de ahí parte su

invitación a la virginidad, la cual fue ridiculizada por Nietzsche. Esta

denominada “virginidad” de Mainländer, es la que quiere ver realizada

para evitar la procreación, la cual supone la perpetuación de este largo

periodo en la prisión del mundo. Debe quedar claro, que no defendía a la

“virginidad femenina”, sino que hablaba de virginidad en un sentido

general. El filósofo solo buscaba redimir a la humanidad en una extinción

gradual, como primer punto.

Luego intentó buscar una solución a la duda filosófica, con la cual veía un

medio para reducir u olvidar el sufrimiento. Pero ¿por qué esto?

Mainländer sostiene que en ausencia del sufrimiento, el pensamiento es

posible.

Aun así, la condición sine qua non, para que exista una respuesta, es la

traumática existencia de un problema, así tenemos a: “al mundo como

problemático” y “toda existencia implica sufrimiento”.

Pero aquellos que se encuentran viviendo en la auto-complacencia, rigen

su destino por el optimismo cósmico, los cuales son incapaces de tolerar

nuevas preguntas o respuestas inéditas, y por ende, incapaces para la

creación y la introspección.

Se debe aclarar que para este filósofo alemán, el sufrimiento viene a ser el

principal ingrediente de lo humano y hace posible la conciencia. Cabe

añadir, que la vida, tal y cual la concebía, no era más que el esfuerzo

constante para distraerse y disminuir el sufrimiento que a cada quién le

toque vivir.

La consciencia ha creado un original conflicto ante el hecho brutal de no

ser el “yo” (mismo) en el mundo, o sea, el hecho de no-ser Dios. Aquí

vemos, que resulta imposible regresar a la “ingenua” creencia en que la

redención religiosa a través de Dios, no encuentra un camino de retorno

hacia el proyecto platónico que albergaba la filosofía de las “ideas”, aquel

proyecto en el que debía elevarse a la dialéctica, al plano de alcanzar la

idea eterna de la misma consciencia, tal como el conocimiento absoluto y

otras utopías que prometieron trascendencia. Sin embargo, Mainländer se

alejó de todo esto por un momento y llamó a la vida real y existente como

“Muerte”.

Mainländer sostiene que “todo desarrollo de la voluntad, no es otra cosa

que la búsqueda de la distracción, de la auto-aniquilación”. Aunque parte

de una tesis algo “ontologizada”, esto es porque asume la creencia en que

el primer y último acto de Dios, fue la creación de un mundo en agonía.

Fue como explico que el concepto de nirvana, no significa la superación

del sufrimiento a través del humor (Kierkegaard), sino la aniquilación de la

consciencia. Mientras que para Schopenhauer la ciega voluntad de vivir, es

el sustrato del sufrimiento, para Mainländer, esto se resume en “la

voluntad de morir”, porque requiere que exista cierta tensión entre el ser y

el no-ser, dentro de un mundo de ilusión, que sigue un camino hacia la

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nada. Toda “omnipotencia” atribuida a Dios, ahora es un atributo de la

voluntad que tiene como misión, aniquilar la vida misma. Pero como la

voluntad per se, no es omnipotente, el nexo desde la existencia hacia el no-

ser, debe estar lleno de antinomias y auto-refutaciones. Es así como

Mainländer llegó a permutar la religiosa idea de la redención a través de

Dios, por la sola idea de la redención de la voluntad mediante su

aniquilación.

Tanto Dios o el “Karma”, tal como lo concebía Mainländer, viene a ser

una especie de compañero en el Universo, cuya representación individual

con sus contradicciones, son incluidas también. No se puede decidir bien,

hasta qué punto el hombre puede lograr trascender su solipsismo y su

desnuda individualidad, ya que solo así, el hombre se dará cuenta que la

única realidad existente es él mismo y su “sí mismo” no es el “locus”

latino (lugar) del sufrimiento.

Mainländer reconoció en todo momento que no se vio como “educador” o

“maestro” y no se sintió nunca con la obligación de tratar de convencer

con su pesimismo a las masas, simplemente no supo soportar el

sufrimiento de no escribir y no dejar aporte alguno a la humanidad, por lo

que fue una decisión existencial incomunicable y sin alguna intención

pedagógica, por lo que no llegó a superar la necesidad de su eterna

propuesta. Mainländer tampoco concibió la idea de dibujar una sociedad

utópica en la que no existiera el sufrimiento y si una realidad racional.

Hasta aquí podríamos tener tres puntos en claro:

a) Que la consciencia advierte a través de los tráfagos de la vida, que la no-

existencia es mejor que la existencia, y precisamente este conocimiento, es

la que lleva que el hombre se niegue a perpetuarse y tienda a auto

aniquilarse, consumando así, el gran ciclo de la redención del ser al no-ser,

ya que todos somos “fragmentos” de un Dios, que en la génesis del Big-

Bang, se destruyó a sí mismo, ávido de no-ser.

b) Todo el proceso histórico-universal, no es más que la lúgubre agonía de

esos “fragmentos”, y la destrucción del mundo tendría como objetivo

primordial resucitar a Dios.

c) Para Mainländer, Dios se sintió saturado de su “súper-ser” y entonces

decidió que la no-existencia era mejor que la existencia, y por eso al crear

a la humanidad (al hombre de paso) se suicidó. También se puede entender

que el auténtico Big-Bang, habría sido aquella decisión divina con la cual

Dios puso fin a su vida. Mainländer escribe: “Esta unidad simple que ha

sido, ya no existe más. Ella se ha fragmentado, transformándose en

esencia absoluta dentro del vasto universo de la multiplicidad. Dios ha

muerto y su muerte fue la vida del Universo”.

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Pero entonces queda una sola pregunta ¿Dios puede suicidarse?

Aunque el “punto C” nos da la respuesta, sin embargo, debemos aclarar

otro aspecto aquí. La idea de “la muerte de Dios” popularmente se la

atribuye a Nietzsche, pero el enfoque de Mainländer es muy distinto. En la

filosofía de Philipp, no son los hombres los que acaban con Dios, sino que

Dios se auto-aniquila a sí mismo, dando origen al universo y a un planeta

muy salvaje y vulgar como el nuestro. Bajo esta óptica, se entiende el por

qué de los terremotos y demás catástrofes que azotan al mundo.

Pero ¿cómo llega Dios a suicidarse?

Aquí podríamos hablar de una auto-reflexión que Mainländer concibe, en

que Dios en su inmensa soledad, decide ejecutar su única y gran obra para

crear y a la vez dar fin a su propia vida. Quizá de ese modo, el suicidio

puede ser la expresión de la voluntad de vivir para eliminar el sufrimiento

a la vez.

Sostiene Mainländer: “El movimiento de la humanidad del ser al no-ser

cubre todo y todos los movimientos. En la humanidad genera guerras

mundiales y civiles, conquistas, genocidios, contiendas, disputas que no

tienen como fin último un Estado nuevo, sino simplemente la aniquilación

de la existencia”. Y por ello Mainländer, asume esa experiencia, con la

cual puso en práctica lo que consideró.

En síntesis, podemos sacar algunas conclusiones fundamentales de la obra

de Mainländer:

a) Dios prefirió y decidió el no-ser.

b) La esencia de Dios, fue el obstáculo para la entrada inmediata en el no-ser.

c) La esencia se tuvo que desintegrar en un mundo de multiplicidad, cuyos

individuos tienen el afán de no-ser.

d) Dado este afán, vienen a ser obstáculos entre sí y luchan los unos con los

otros, debilitando de esta forma su fuerza.

e) La esencia completa de Dios, vino al mundo a través de una forma

transformada en un conjunto de determinadas fuerzas.

f) Todo el Universo tiene una meta, la cual es llegar al no-ser, y logra ésta

mediante el debilitamiento continuo de una suma de fuerzas. Aquí se

refiere al crecimiento de una Entropía.

g) Cada individuo debe llegar a través del agotamiento de su fuerza (proceso

evolutivo) hasta el punto que su ansia de alcanzar el exterminio pueda

llegar a ser cumplido.

h) La verdadera liberación del hombre, radica en el suicidio.

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4. Muerte de Mainländer

El 31 de marzo 1876 Philipp Batz, tomó finalmente en sus manos el primer

ejemplar recién salido de la prensa de su amplia filosofía de la redención a

la que había trabajado con dedicación febril. El filósofo que contaba con

treinta y cuatro años llevó los ejemplares a su casa de manera misteriosa.

La publicación de la obra fue el último acto que el joven filósofo estaba

esperando para unir de forma permanente su vida a sus ideas, mostrando

por ejemplo que las cosas realmente importantes para él, se encuentran en

la doctrina del pesimismo, la cual no se debe administrar sólo con

demostración, sino también dejando un testimonio real, vivo y

auténtico. Dado eso, y con la consistencia teutónica que lo caracterizó, a la

media noche del 31 de marzo y 01 de abril de 1876, estrechó un lazo

alrededor de su cuello y se ahorcó, colocando varios ejemplares de su obra

como pedestal.

Es increíble saber que Philipp Mainländer (1841 – 1876), Ludwig

Boltzmann (1844 – 1906) y Eugene Marais (1871 – 1936), tres grandes

pensadores que aportaron de manera extraordinaria al pensamiento

humano, sobre la percepción de la realidad, llegaron a suicidarse.

Todo esto resulta extraño para el mundo, quien actualmente le presta poca

atención, no solo a las obras de Mainländer, sino también a las de Eugene

Marais. No obstante, las ideas de estos hombres pueden complementar de

la forma más inesperada, algunos de los últimos descubrimientos en la

psicología, como en el campo de la ciencia.

Philipp Mainländer

(1841 - 1876)

Page 10: Mainländer: El Suicidio como Liberación

Anexos: Extractos de la Obra “Filosofía de la Redención” de Philipp Mainländer Traducción por: Sandra Baquedano Jer. Primera edición, FCE Chile, 2011

Fondo de Cultura Económica Chile S.A. Santiago de Chile

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I

SOBRE EL ORIGEN DEL UNIVERSO

Tenemos sólo un milagro: el surgimiento del universo. Mas el universo mismo no es

milagroso, como ninguno de sus fenómenos. Tampoco contradice acción alguna en el

universo las leyes del pensamiento.

Desde el campo inmanente de este universo no podemos ir más allá de la multiplicidad.

Como investigadores rectos que somos, ni siquiera en el pasado se puede destruir la

multiplicidad, teniendo que permanecer, al menos, en la dualidad lógica.

Sin embargo, la razón no desiste, haciendo hincapié reiteradamente sobre la necesidad de

una unidad simple. Su argumento se basa en que para ella todas las fuerzas que nosotros

consideramos de manera separada, como fuerzas serían en el fondo idénticas por los

motivos más profundos y, por lo mismo no deberían ser separadas.

¿Qué se ha de hacer con este dilema? Lo claro es que la verdad no debe ser negada y el

campo inmanente debe ser conservado en su completa pureza. Existe sólo una salida.

Nosotros nos encontramos ya en el pasado. Por lo tanto, dejemos confluir ahora las últimas

fuerzas hacia el campo trascendente, las cuales no podíamos tocar, si no queríamos

transformarnos en seres quiméricos. Esto es un campo pasado, acabado, decadente, y con él

es también la unidad simple algo pasado y decadente.

Al haber fundido la multiplicidad en una unidad, hemos destruido ante todo la fuerza, pues

esta sólo tiene validez y significado en el campo inmanente, en el universo. De esto se

desprende que no podamos formarnos representación alguna de la esencia de la unidad pre

cósmica, ni menos una noción de ella. No obstante, cuando la presentamos, sucesivamente,

todas las funciones y formas apriorísticas y todas las conexiones asimiladas por nuestro

espíritu de un modo a posteriori, queda claro que esta unidad pre cósmica es totalmente

incognoscible. Esta es la cabeza de Medusa frente a la cual todos se entumecen.

En primer lugar, fallan los sentidos al servicio, pues estos pueden reaccionar ante la acción

de una fuerza y la unidad no actúa como tal. Luego, el entendimiento se queda

completamente inactivo. En el fondo, únicamente aquí tiene completa validez el dicho: el

entendimiento se paraliza. No es capaz de aplicar su ley de causalidad –puesto que no existe

una sensación- como tampoco puede utilizar sus formas –espacio y materia-, pues falta un

contenido para dichas formas. Luego, se desploma la razón. ¿Qué debe componerla? ¿Para

qué le sirve la síntesis? ¿Para qué le sirve su forma, el presente, que carece de un punto de

movimiento real? ¿De qué le sirve a la razón el tiempo, el cual, para llegar a ser realmente

algo necesita de la sucesión real como soporte? ¿Qué puede iniciar la razón con la

causalidad general en relación a la unidad simple, cuya tarea es asociar como efecto la

acción de una cosa en sí –en cuanta causa- con la influencia que ejerce sobre otra? ¿Puede

ahí la razón utilizar el importante vínculo comunitario, donde no está presente una confluencia

simultánea de fuerzas distintas –una conexión dinámica-, sino donde una unidad simple

centra la atención en los ojos insondables de la esfinge? ¿De qué sirve finalmente la

sustancia, la cual es sólo el sustrato ideal de la acción variada de muchas fuerzas?

¡Y nada de ello nos permite reconocerla!

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Nosotros podemos, por lo tanto, definir la unidad simple sólo negativamente; esto es, desde

nuestro punto de vista actual, como: inactiva, inextensa, indistinta, indivisible (simple), inmóvil,

atemporal (eterna). Sin embargo, no olvidemos y mantengamos firme que esta unidad simple,

enigmática y decididamente incognoscible, se ha extinguido con su campo trascendente y no

existe más.

De hecho, el campo trascendente ya no está presente. Pero retrocedamos con la fantasía

hacia el pasado, hasta el comienzo del campo inmanente. De esta forma podemos figurarnos

lo trascendente al lado del campo inmanente. Sin embargo, a ambos los separa un abismo, el

cual no puede ser atravesado por medio alguno del espíritu. Sólo una delgada hebra

atraviesa el abismo sin fondo: esto es la existencia. A través de este delgado hilillo podemos

transferir todas las fuerzas del campo inmanente al trascendente: este peso es capaz de

resistirlo. Sin embargo, tan pronto como han llegado las fuerzas al otro campo, también dejan

de ser fuerzas para el pensamiento humano.

El principio fundamental que no es tan conocido y tan íntimo en el campo inmanente, la

voluntad, y el principio secundario subordinado a ella, el espíritu, que también no es tan

íntimo, tal como la fuerza, pierden todo significado para nosotros en cuanto los hacemos

pasar al campo trascendente. Estos principios pierden totalmente su naturaleza y se

repliegan por completo de nuestro conocimiento.

De este modo, estamos obligados a aclarar que la unidad simple no era ni voluntad ni

espíritu, como tampoco era una combinación particular de ambos. Así perdemos los últimos

puntos de referencia. En vano presionamos las cuerdas de nuestro magnífico y primoroso

aparato para conocer el mundo externo: se fatigan los sentidos, el entendimiento y la razón.

Inútilmente oponemos los principios voluntad y espíritu, encontrados en nuestra

autoconciencia –cual espejo ante la enigmática e invisible esencia al otro lado del abismo-,

con la esperanza de que en ellos se revele: mas estos no reflejan imagen alguna. Pero,

tenemos también derecho a darle a esa esencia el conocido nombre que desde siempre ha

denominado aquello que jamás ha logrado nombrar imaginación alguna, ni vuelo de la más

audaz fantasía, ni pensamiento tan abstracto como profundo, ni temperamento sosegado y

devoto, ni espíritu encantado y desligado del mundo: Dios.

Sin embargo, esta unidad simple que ha sido, ya no existe más. Ella se ha fragmentado,

transformándose su esencia absoluta en el universo de la multiplicidad. Dios ha muerto y su

muerte fue la vida del universo.

(…)

(Pp. 47-49)

Page 13: Mainländer: El Suicidio como Liberación

VII

APOLOGÍA DEL SUICIDIO

El hombre lisa y llanamente quiere la vida. La quiere de un modo consciente y por un

(inconsciente) impulso demoníaco. Recién en segundo lugar la quiere de una determinada

forma. Pues bien, prescindiendo de los santos (de los santos brahmanes indios, budistas,

cristianos y sabios filósofos, como lo fue Spinoza), cada cual espera que el soplo divino lo

lleve de flor en flor, tal como a la mariposa la transportan sus alas; en esto consiste la habitual

confianza en la bondad de Dios.

Puesto que la experiencia instruye incluso al más imbécil sobre el soplo divino, el cual no es

sólo un suave céfiro, sino también un frío viento glacial del norte o una temible tormenta que

puede aniquilar a la flor y a la mariposa; así, junto a la confianza se instala el temor de Dios.

Imaginémonos a un ser humano de tipo corriente, quien, recién reconfortado por un diligente

sacerdote, saliera de la iglesia y dijera: “Confío en Dios, estoy en sus manos, él lo hará bien”.

Si pudiéramos abrir el doblez más recóndito de su corazón, nos daríamos cuenta de que, con

este dicho lleno de confianza, en verdad quería expresar: “Mi Dios me salvará de la perdición

y la decadencia”. Él teme desdicha y muerte; sobre todo, una muerte repentina.

¿Confía este hombre en Dios? Él confía en temor. Su confianza no es nada más que temor

de Dios en los andrajos del ropaje de la confianza: el temor mira a través de miles de huecos

y roturas.

He señalado, en primer lugar, que cada cosa en el universo es inconscientemente voluntad

de morir. Esta voluntad de morir está, sobre todo en el ser humano, oculta en su totalidad por

la voluntad de vivir, porque la vida es medio para la muerte y como tal se le presenta también

claramente al más imbécil: morimos sin cesar, nuestra vida es una lenta agonía, diariamente

gana la muerte en poderío frente a cada ser humano hasta que, finalmente, apaga de un

soplo la luz de la vida de cada cual.

¿Pues, en buenas cuentas, sería posible un orden tal de las cosas, si el ser humano, en el

fondo, en el núcleo de su esencia, no quisiera la muerte? El bruto quiere la vida como medio

excelente para la muerte, el sabio quiere directamente la muerte.

Por consiguiente, sólo se ha de tener en cuenta que en lo más interno del núcleo de nuestra

esencia queremos la muerte; es decir, sólo se ha de quitar el velo sobre nuestra esencia y, en

el acto, aparece el amor por la muerte, esto es, la total incontestabilidad en vida o la bien

aventurada y magnífica confianza en Dios.

Este desvelamiento de nuestra esencia es apoyado por una clara mirada hacia el universo, la

cual encuentra, en todos lados, la gran verdad: que la vida es esencialmente desdicha y que

se ha de privilegiar el no ser frente a ella; luego, por resultado de la especulación: que todo lo

que es estaba antes del universo en Dios, dicho como metáfora, ha participado en la

resolución de Dios de no ser y en la elección del medio para este objetivo.

De ello resulta: Que nada en la vida me puede afectar, ni bien ni mal, que yo no haya elegido

con toda libertad antes del universo.

Page 14: Mainländer: El Suicidio como Liberación

Por consiguiente, una mano ajena no ocasiona absolutamente nada en mi vida de forma

directa, sino sólo de modo indirecto; la mano ajena sólo ejecuta lo que yo mismo he elegido

como provechoso para mí.

Si aplico ahora este principio a todo lo que me afecta en la vida, felicidad y desdicha, dolor y

voluptuosidad, placer y desgana, enfermedad y salud, vida o muerte, y si he comprendido el

asunto de forma clara y distinta, y mi corazón ha abrazado con fervor la idea de la redención,

entonces tengo que aceptar todos los sucesos de la vida con un semblante risueño y afrontar

todos los posibles acontecimientos venideros con absoluta tranquilidad y serenidad.

Philosopher, c`est appredre à mourir: este es el quid de la sabiduría.

Quien no le teme a la muerte, penetra a una casa envuelta en llamas; quien no le teme a la

muerte, salta sin vacilar a una desenfrenada riada; quien no le teme a la muerte, irrumpe en

una tupida lluvia de balas; quien no le teme a la muerte, emprende desarmado la lucha contra

miles de titanes acorazados; -en una palabra- quien no le teme a la muerte, es el único que

puede hacer algo por los demás, desangrarse por los otros, y tiene, al mismo tiempo, la única

felicidad, el único bien deseable en este mundo: la auténtica paz del corazón.

Pero quien no sea capaz de soportar más el peso de la vida, debe desecharlo. Quien no

pueda soportar más en el salón del carnaval del mundo o, como dice Jean Paul, en el gran

cuarto de servicio del mundo, que salga por la puerta “siempre abierta” a la silenciosa noche.

Con qué facilidad cae la piedra de la mano sobre la tumba del suicida y qué difícil fue en

cambio la lucha del pobre hombre que ha sabido preparar tan bien su lecho de muerte.

Primero, lanzó una temerosa mirada desde lejos hacia la muerte y se apartó con espanto,

luego la esquivó, tiritando, rodeándola en amplios círculos que, sin embargo, cada día se

volvieron más pequeños y estrechos hasta que, al final, estrechó con sus cansados brazos el

cuello de la muerte y la miró a los ojos: y ahí había paz, dulce paz.

(…)

(Pp. 125-129)

Page 15: Mainländer: El Suicidio como Liberación

VIII

PERSPECTIVA HACIA EL VACÍO

La filosofía pesimista será para el período histórico que comienza, lo que la religión pesimista

del cristianismo fue para el que ha caducado.

El símbolo de nuestra bandera no es el redentor crucificado sino el ángel de la muerte con

ojos grandes, plácidos y clementes, sostenido por la paloma de la idea de la redención; en el

fondo, se trata del mismo símbolo.

La flor más hermosa o, mejor dicho, el fruto más noble de la filosofía de Schopenhauer es la

negación de la voluntad de vivir. Se reconocerá, cada vez más, que recién en virtud de esta

doctrina se puede aseverar, con propiedad, que la filosofía sustituye a la religión y se

introduce en los estratos más bajos del pueblo.

¿Qué ha ofrecido la filosofía antes de Schopenhauer al corazón del ser humano, que clama

con fuerza por redención? O deplorables fantasmagorías sobre Dios, la inmortalidad del alma,

la substancia y asuntos accidentales; en resumen, un escollo, o análisis esmerados, muy

perspicaces y del todo necesarios de la facultad cognoscitiva. Sin embargo, ¿qué pregunta el

ser humano, en momentos de asombro de sí mismo, cuando la reflexión se impone y una voz

triste y débil le dice:

Vivo – y no sé cuánto;

Muero – y no sé cuándo;

viajo – y no sé hacia dónde,

Según las formas subjetivas, espacio y tiempo, según la ley de la causalidad y la síntesis de

una multiplicidad de la intuición? El corazón quiere tener algo a lo que se pueda aferrar, un

fundamento inquebrantable en la tormenta de la vida, pan y nuevamente pan para su hambre.

Debido a que el cristianismo sació el hambre, la filosofía griega tuvo que sufrir una derrota en

la lucha que ejerció en su contra, pues el cristianismo entregó un fundamento inquebrantable,

cuando todo titubeaba y se estremecía, y la filosofía era el teatro de un altercado infecundo y

de una lucha salvaje. Así pues, a menudo los espíritus más sobresalientes, alicaídos y

abatidos se lanzaron a los brazos de la Iglesia. Sin embargo, ahora ya no se puede creer

más, y porque no se puede creer más, se desecha con los milagros y misterios de la religión

su núcleo indestructible: la verdad de la salvación. El total indiferentismo –que Kant ha

denominado muy acertadamente “la madre del caos y de la noche”- se adueña de los ánimos.

Schopenhauer ha abrazado con firmeza este núcleo indestructible de la religión cristiana,

llevándolo al templo de la ciencia cual fuego sagrado que irrumpirá como una nueva luz para

la humanidad y se propagará por sobre todas las naciones, pues su constitución es tal que

puede entusiasmar tanto al particular como a la masa y transportar sus corazones hacia

ardientes llamas.

Entonces, la religión habrá cumplido con su labor y recorrido su curso: luego, puede exonerar

al género conducido a la mayoría de edad y perecer en paz. Esta será la eutanasia de la

religión. (Parerga y Paralipómena II)

Una filosofía que quiera ocupar el puesto de la religión tiene que, ante todo, poder conceder

el consuelo de la religión –el cual exalta y estimula-, que cada uno pueda ser absuelto de sus

pecados y que, por su bien, una bondadosa Providencia está conduciendo a la humanidad.

Page 16: Mainländer: El Suicidio como Liberación

¿Da la filosofía de Schopenhauer este consuelo? ¡No! Al igual que Mefistófeles,

Schopenhauer se sienta en la ribera del torrente humano y llama a viva voz a los que se

retuercen de dolor y claman por la redención, diciéndoles con sarcasmo: Vuestra razón en

nada os ayuda. Sólo la intuición intelectual os puede salvar, pero únicamente aquel que esté

predestinado a ello por un poderío enigmático. Muchos son los llamados, pocos los elegidos.

Todos los demás están condenados a consumirse “eternamente” en el infierno de la

existencia. Y pobre de aquel que se imagine que puede ser redimido en la totalidad; ella no

puede morir, pues su idea yace fuera del tiempo, sin la cual, nada puede cambiar.

Por cierto, todos desean ser redimidos del estado de sufrimiento y muerte: quieren, como se

dice, alcanzar la gloria eterna, entrar al reino celestial, pero de ningún modo por sus propios

pies, sino que quieren ser transportados hacia allá por el curso de la naturaleza. Pero esto es

imposible. (El mundo como voluntad y representación II)

Yo, en cambio, recurriendo a la naturaleza, digo: quien se quiera redimir puede lograrlo

siempre “por la razón y la ciencia, la suma fuerza del ser humano”. Para la individualidad real

–cuyo desarrollo de ningún modo depende del tiempo- la virginidad es, con toda seguridad, el

medio infalible para desprenderse del universo. Pero aquellos que ya perviven en los hijos,

para los que, por ende, han desperdiciado la posibilidad de la redención en esta generación, y

aquellos que, si bien aún podrían asir el medio no tienen la fuerza para ello, no han de temer

y deben continuar luchando honestamente: más temprano o más tarde serán redimidos, sea

antes de la totalidad o en la totalidad, porque el cosmos tiene el movimiento del ser al no ser.

Decir: “El mundo es por un azar originario”, es lo mismo que renunciar a explicarlo. La

pregunta: ¿por qué la avidez tuvo la voluntad de pasar del súper-ser hacia el ser?, es decir, la

creación del universo, permanece sin respuesta. Pero suponer una trayectoria del mundo sin

objetivo ni meta ni final (los puntos de quietud en el proceso repetitivo “a voluntad” caen fuera

de consideración, puesto que desde el final de un proceso universal hasta el comienzo del

siguiente no existe tiempo: el proceso universal, como tal, nunca finaliza absolutamente),

significaría exacerbar el profundo carácter propio de todo el desarrollo de este proceso en sí

hacia un carácter enteramente cruel.

¿Qué le ha de ofrecer por consuelo al individuo –que clama por la redención del tormento de

la existencia- una filosofía que se basa en tales presupuestos? Ella suelda con mano férrea al

combatiente acongojado de muerte –que quiere desprenderse del universo para siempre-, a

la eterna rueda giratoria “del devenir infinito”, y vierte en la herida abierta de su doloroso

conocimiento que vida y sufrimiento son uno y lo mismo; en vez de ser un bálsamo, sólo son

el mordaz veneno del pensamiento desconsolado que jamás podrá conseguir la total y

absoluta aniquilación de la su esencia, ni por sí mismo, ni en, ni con la totalidad. El

estremecedor clamor que brota del combatiente: ¿Entonces, para qué este martirio in

infinitum, sin sentido ni resultado, sin consuelo ni tregua? se extingue sin ser oído.

El ateísmo, así como lo fundamenta mi doctrina –que por primera vez lo ha fundamentado de

un modo científico-, al entregar la solución al gran problema del surgimiento y significado del

universo, también otorga, al mismo tiempo, la reconciliación. El ateísmo no conoce un mundo

antes de este mundo y ninguno después de él. Este universo es para el ateísmo un único y

grandioso proceso, el cual no es una repetición ni tendrá una repetición, pues lo antecede el

súper-ser trascendente y lo sucede el nihil negativum. Y esta no es una afirmación vana.

Page 17: Mainländer: El Suicidio como Liberación

La deducción es lógica de punta a cabo, y todo en la naturaleza adhiere al resultado, ante el

cual es posible que un espíritu débil se derrumbe temblando; el sabio, en cambio, se

estremece con júbilo hasta lo más íntimo de su alma. ¡Nada más será, nada, nada, nada!

¡Oh, esta perspectiva hacia el vacío absoluto!

Tiene que ser un principio correcto si resulta con tan poco esfuerzo, de modo espontáneo y

de manera clara. Ha de ser la solución de los mayores problemas filosóficos, ante los cuales

claudicaron los más geniales hombres de todos los tiempos, tras haber agotado en ellos su

intelecto. Cuando Kant creyó haber comprendido la coexistencia de libertad y necesidad, a

través de la distinción de un carácter inteligible y uno empírico, no le resto más que observar:

Sin embargo, el desenlace de las dificultades expuesto aquí tiene –se dirá- mucha dificultad

en sí y es apenas susceptible de ser una representación clara. No obstante, ¿es cualquier

otro desenlace que uno ha intentado o ha querido intentar más fácil o comprensible?

Todos tuvieron que equivocarse, pues no supieron crear ni un campo inmanente puro ni un

campo trascendente puro. Los panteístas tuvieron que equivocarse, pues atribuyeron el

movimiento universal efectivamente existente a una unidad en el mundo; Buda tuvo que

equivocarse, pues, de forma errónea, concluyó la total autosuficiencia del individuo en el

mundo, a partir del sentimiento de total responsabilidad por todas sus acciones, que de hecho

existen en él; Kant tuvo que equivocarse, porque en el campo inmanente puro quiso abarcar

con una mano libertad y necesidad.

Nosotros, en cambio, situamos la unidad simple de los panteístas en un campo trascendente

pasado y explicamos el movimiento universal uniforme como producto de la acción de esta

unidad simple pre cósmica; nosotros unimos la semiautónoma del individuo y el poderío del

azar en el mundo –que es totalmente independiente de él-, en el campo trascendente, en la

resolución uniforme de Dios de convertirse al no ser, y en la elección uniforme de los medios

para efectuar la resolución. Finalmente, no unimos libertad y necesidad en el mundo, donde

no hay lugar para la libertad, sino en medio del abismo que separó el campo trascendente –

recuperado del ocaso a través de nuestra razón- del campo inmanente.

No hemos logrado recuperar al campo trascendente del ocaso mediante sofismas. Que este

ha sido y no es más, lo hemos probado con lógica rigurosidad en la analítica.

Y ahora , pondérese el consuelo, la esperanza inquebrantable, la dichosa confianza que tiene

que fluir de la plena autonomía del individuo fundamentada en la metafísica. Todo lo que

concierne al ser humano: necesidad, miseria, pesadumbre, preocupación, enfermedad,

oprobio, desprecio, desesperación; en suma, toda la aspereza de la vida, no se debe a una

providencia insondable que procura lo mejor para él de manera inescrutable, sino que él

sobrelleva todo esto, pues eligió todo por sí mismo, antes del universo, como el mejor medio

para la meta. Todos los golpes del destino que lo afectan los ha elegido, porque sólo a través

de ellos puede llegar a ser redimido. Su esencia (demonio y espíritu) y el azar lo llevan

fielmente a través del dolor y la voluptuosidad, a través de la alegría y el duelo, a través de la

felicidad y la desdicha, a través de la vida y la muerte, a la redención que él quiere.

El ser humano tiene la disposición natural de personificar el destino y comprender de forma

mística la nada absoluta –que le clava los ojos desde cada sepultura- como un sitio de eterna

paz, como city of peace, nirvana: como una nueva Jerusalén.

Page 18: Mainländer: El Suicidio como Liberación

Y Dios secará todas las lágrimas de sus ojos, y no habrá más muerte ni sufrimiento ni gritos

ni dolores, pues las cosas de antes han pasado. (Apocalipsis de San Juan 21.4)

No se puede negar que la representación de un Dios Padre personal y cariñoso conmueva

más al corazón humano, “esa cosa terca y pusilánime”, que el destino abstracto, y que la

representación de un reino celestial –donde los individuos bien aventurados y sin

pretensiones descansan en una dichosa contemplación eterna- despierte un anhelo más

ardiente que la nada absoluta. La filosofía inmanente es también aquí indulgente y

bondadosa. Lo medular sigue siendo que el ser humano ha superado el universo a través del

saber. Si él deja el destino tal como es, o si le da de nuevo los rasgos de un padre fiel, o si

deja valer la nada absoluta como meta reconocida del mundo, o si lo transforma en un jardín

de eterna paz inundado de luz, todo esto es absolutamente secundario. ¿Quién quisiera

interrumpir el juego cándido y seguro de la fantasía?

Una ilusión que me hace feliz,

merece una verdad que me lance al suelo. (Wieland)

Sin embargo, el sabio mira a los ojos, fija y alegremente, a la nada absoluta.

(Pp. 133-138)