Maigret trabaja en la brigada móvil de Rennes y es...

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Maigret trabaja en la brigada móvil de Rennes y es destinadoa la localidad costera de Concarneau para descubrir qué seesconde tras una serie de misteriosos sucesos. En la ciudadse están produciendo una serie de atentados de los que unperro vagabundo parece ser el testigo final.

Georges Simenon

ElperrocaneloMaigret,6

ePUBv1.0Ledo07.05.12

Títulooriginal:LechienjauneGeorgesSimenon,1951.Traducción:CarlosSuárezMorillaDiseño/retoqueportada:Ledo

Editororiginal:Ledo(v1.0)ePubbasev2.0

Capítulo1Elperrosindueño

Viernes,7denoviembre.

Concarneauestádesierto.El reloj luminosode lavieja ciudadque se asoma por encima de las murallas, marca las once menoscincodelanoche.

Lamarea está alta y una tempestad del sudoeste hace que lasbarcasdelpuertoseentrechoquen.Elvientoenfilalascallesdondea veces se ven trozos de papel correr a toda velocidad al ras delsuelo.

En el muelle del Aiguillon no hay una sola luz. Todo estácerrado. Todo el mundo duerme. Sólo están iluminadas las tresventanas delHotel delAlmirante, en el ángulo de la plaza y delmuelle.

Notienencontraventanaspero,atravésdeloscristalesverdosos,se vislumbran borrosamente unas siluetas. Y el carabinero deguardia, cobijado en su garita, amenos de cienmetros, envidia aaquellasgentesqueseentretienenenelcafé.

Frenteaél,enelagua,unmercantehavenidoarefugiarseporlatarde. Nadie en el puente. Las poleas rechinan y un foque maltensadodasacudidasconelviento.Luego,elruidocontinuodelaresaca,unchasquidoenelrelojquevaadarlasonce.

La puerta delHoteldelAlmirante se abre.Aparece un hombreque continúa hablando un instante por la puerta entornada conalguienquesehaquedadodentro.La tempestad loabsorbe, agitalos faldones de su abrigo, le arranca el sombrero hongo queconsigue atrapar a tiempo y que se sujeta en la cabeza mientrasanda.

De lejos se conoce que va alegre, con un paso poco firme.

Canturrea. El carabinero le sigue con lamirada, sonríe cuando elhombre se empeña en encender un cigarro. Luego comienza unalucha cómica entre el borracho, su abrigo que el viento quierearrebatarleyelsombreroquesaledisparadoalolargodelaacera.Diezcerillasseapagan.

Yelhombredelsombrerohongoveunportalcondosescalones,se refugia en él y se inclina. Tiembla una llamita muy breve. Elfumadorvacilayseagarraaltiradordelapuerta.

¿Nohaoídoelcarabinerounruidoextrañoalatempestad?Noestá seguro de ello. Se echa a reír primero al ver al noctámbuloperder el equilibrio y dar unos cuantos pasos hacia atrás, taninclinadoquelaposturapareceincreíble.

Haterminadoporquedartendidoenelsuelo,juntoalbordillo,conlacabezaenfangadaenelarroyo.Elcarabinerosedapalmadasen los costados para calentarse, observa conmal humor el foque,cuyoaleteoleirrita.

Pasanunminuto,dos.Vuelveamirardenuevoalborrachoquecontinúa inmóvil. Por el contrario, un perro, que no se sabe dedóndehasalido,estáallíolfateándole.

—¡Sóloentoncestuvelasensacióndequehabíapasadoalgo!—declaramástardeelcarabineroenelsumario.

***

Lasidasyvenidasquesucedieronaestaescenasonmásdifícilesde establecer en riguroso orden cronológico. El carabinero seadelanta hacia el hombre tendido, algo más tranquilo por lapresenciadelperro,unanimalazoamarilloysarnoso.Hayunfaroldegasaunosochometros.Alpronto,elfuncionarionovenadade

anormal.De repente,observaquehayunagujeroenel abrigodelborrachoyqueporesteagujerosaleunlíquidoespeso.

Entonces corre alHotel delAlmirante. El café está casi vacío.Unamujerapoyaloscodosenlacaja.Cercadeunamesademármol,doshombresestánacabandodefumarseelcigarro,recostados,conlaspiernasestiradas.

—¡Pronto!Sehacometidounasesinato.Nosé…Elcarabinerosevuelve.Elperrocanelohaentradotrasélyseha

echadoalospiesdelamujerdelacaja.Parececomosihubieraunvagoespantoflotandoenelaire.—Suamigo,queacabadesalir…Unos instantes después, son tres los que se inclinan sobre el

cuerpo, que no ha cambiado de sitio. ElAyuntamiento, donde seencuentra el puesto de policía, está a dos pasos. El carabineroprefiereactuarpor sucuenta.Correa lapuertadeunmédicoy secuelgamaterialmentedelcordóndelacampanilla.

Yrepite,sinpoderlibrarsedeestavisión:—Ha retrocedido tambaleándose como un borracho y de esa

manerahadadoporlomenostrespasos.Cincohombres,seis,siete…Yportodaspartes,algunaventana

queseabre,cuchicheos.Elmédico,arrodilladoenelbarro,declara:—Unabalaenplenovientre.Hayqueoperarurgentemente.Que

telefoneenalhospital.Todoelmundohareconocidoalherido,elseñorMostaguen,el

principal negociante en vinos deConcarneau, una buena personaquesólotieneamigos.

Los dos policías de uniforme—uno de ellos no encontró suquepis—nosabenpordóndeempezarlainvestigación.

Alguien habla, el señor Pommeret, que por su aspecto y susademanesenseguidasenotaquesetratadeunnotario.

—Hemos jugado juntos una partida de cartas, en el café delAlmirante, con Servières y el doctor Michoux. El doctor fue elprimeroenmarcharse,haráunamediahora.Mostaguen,quetemeasumujer,noshadejadoaldarlasonce.

Incidente tragicómico. Todos escuchan al señor Le Pommeret.Olvidan al herido.Y en esemomento, éste abre los ojos, trata delevantarseymurmuraconunavozdeasombro,tansuave,tandébilquelamujerdelarecepciónestallaenunarisahistérico-nerviosa.

—¿Quépasa?Pero lesacudeunespasmo.Sus labiosseagitan.Losmúsculos

delrostrosecontraenmientraselmédicopreparalajeringaparaunainyección.

Elperrocanelocirculaentrelaspiernas.Alguienseextraña.—¿Conocenaesteanimal?—Nuncalohevisto.—Probablementeeselperrodealgúnbarco.Enaquellaatmósferadedrama,elperro tienealgoinquietante.

¿Quizásucolordeunamarillosucio?Espatilargo,muyflacoysuenormecabezaesunamezclademastínydedogodeUlm.

Acincometrosdelgrupo,lospolicíasinterroganalcarabinero,únicotestigodelsuceso.

Elportaldelosdosescalonesesexaminadominuciosamente.Esel umbral de un caserón burgués cuyas contraventanas estáncerradas.Aladerechadelapuerta,uncarteldelanotaríaanuncialaventapúblicadelinmuebleel18denoviembre:«Tasadaen80.000francos».

Un guardia municipal intenta inútilmente abrir la cerradura.Hasta que el dueño de un garaje próximo consigue hacerla saltarconundestornillador.

Llega la ambulancia. El señorMostaguen es colocado en unacamilla.Aloscuriososnolesquedamásdistracciónquecontemplar

lacasavacía.Está deshabitada hace un año. En el corredor reina un pesado

olordepolvoyde tabaco.Una linternadebolsillo ilumina,sobrelas baldosas, cenizas de cigarrillos y rastros de barro quepruebanquealguienhapermanecidobastantetiempoenacechodetrásdelapuerta.

Unhombre,quesólollevaunabrigoencimadelpijama,diceasumujer:

—¡Ven! No hay nada más que ver. Ya nos enteraremos de lodemásenelperiódicodemañana.HavenidoelseñorServières.

Servières es un personajillo regordete, que se hallaba con elseñorLePommeretenelHoteldelAlmirante.EsredactordelFarodeBrest, donde todos los domingospublica entre otras cosas unacrónicahumorística.

Toma notas, hace indicaciones, y casi da órdenes a los dospolicías.

Todas laspuertasdel corredor están cerradas con llave.Ladelfondo,quedaaccesoaunjardín,eslaúnicaabierta.Eljardínestárodeado de unmuro que no llega a tener unmetro cincuenta delalto.Al otro ladodelmuro, hay una calleja que desemboca en elmuelledelAiguillon.

—¡Elasesinohasalidoporahí!—anunciaJeanServières.

***

El resumen de estos acontecimientos fue establecido al díasiguienteporMaigret,enlamedidaqueselopermitieronlosdatosobtenidos. Hacía un mes que ya no pertenecía a la brigada deRennes,dondeseibanareorganizaralgunosservicios.Elalcaldede

Concarneau,alarmado,lehabíallamadoporteléfono.LlegóalpuebloencompañíadeLeroy,uninspectorconquien

nohabíatrabajadotodavía.La tempestad aún no había cesado. Algunas borrascas

arrastraban sobre el pueblo grandes nubes convertidas enchaparrones de lluvia helada. Ningún barco se atrevía a salir delpuertoysehablabadeunvaporenpeligrofrenteaGlénan.

Maigret,naturalmente,fueaalojarsealHoteldelAlmirante,queera el mejor del pueblo. Eran las cinco de la tarde y acababa dehacerse de noche cuando penetró en el café, un salón alargado,bastante tristón, con un suelo gris cubierto de aserrín, que loscristalesverdesdelasventanashacíanaúnmenosacogedor.

Habíavariasmesasocupadas.Peroalprimergolpedevistapodíareconocerseladelosclientesserios,cuyaconversaciónintentabanescucharlosotros.

Por lo demás, hubo alguien que se levantó de esta mesa, unhombredecaracolorada,deojosredondos,ylabiossonrientes.

—¿El comisario Maigret? Mi buen amigo el alcalde me haanunciadosullegada.Amenudoheoídohablardeusted.Permítamequemepresente.JeanServières.¡Hum!¿EsusteddeParís,no?Yotambién.HesidodirectordurantemuchotiempodelaVacaRoja,enMontmartre.HecolaboradoenelPetitParisien,enelExcelsior,enLaDépêche.Conocímuchoaunodesusjefes,elbuenBertrand,quepidió la jubilación el año pasado para retirarse al campo, en elNièvre.Yyoleheimitado.Estoy,pordecirloasí,retiradodelavidapública.Colaboro,pordistraerme,enElFarodeBrest.

Dabasaltitos,gesticulaba.—Voyapresentarleanuestratertulia.Elúltimocorrillodegente

de buen humor de Concarneau. Aquí, Le Pommeret, tenorioimpenitente,rentistadeprofesiónyvicecónsuldeDinamarca.

Elhombrequeselevantóyletendiólamanoibavestidocomo

un señorito de aldea: pantalones de montar a cuadros, polainasceñidas, sin una pizca de barro, corbata ancha de piqué blanco.Tenía unos elegantes bigotes plateados, pelo liso brillante, la tezclaraylasmejillascubiertasdepecas.

—Encantado,comisario.YJeanServièrescontinuó:—El doctorMichoux. Hijo del antiguo diputado. En realidad

sóloesmédicoporsu título,yaquenuncahapracticado.Yaverácómo acaba por venderle algún terreno. Es propietario de losmejoresterrenosdeConcarneauytalvezdeBretaña.

Unamanofría.Unrostrocomounahojadecuchillo,conlanariztorcida. Cabello de un pelirrojo poco corriente, aunque el doctoraúnnoteníatreintaycincoaños.

—¿Quéquieretomar?Durante ese tiempo, el inspectorLeroyhabía ido a hacer unas

preguntasenelAyuntamientoyenlaGendarmería.Enlaatmósferadelcaféhabíaalgogris,triste,sinquesepudiese

precisarquéera.Porunapuertaabierta,seveíaelcomedordondelascamarerasconvestidobretónponíanlasmesasparalacena.

LamiradadeMaigretsefijóenunperroamarillo,echadoalpiede la caja. Levantó la vista y vio una falda negra, un delantalblanco,unrostrosingraciayalmismotiempotaninteresante,quenodejódeobservarlodurantelaconversaciónquesiguió.

Porotraparte,cadavezquevolvíalacabezaeralachicadelarecepciónquienfijabaenélsumiradafebril.

***

—SiesepobreMostaguen,queeselmayorbribóndela tierra,

apartedequetieneunmiedoterribleasumujer,nohubieseestadoapuntodeperderelpellejo,juraríaquesetratadeunabromademalgusto.

Era Jean Servières quien hablaba. Le Pommeret llamófamiliarmente:

—¡Emma!Ylachicadelarecepciónseacercó.—¿Quétoma?Enlamesahabíavasosdecervezavacíos.—¡Eslahoradelaperitivo!—advirtióelperiodista—.Dichode

otromodo,lahoradelpernod,Emma.¿Verdad,comisario?El doctor Michoux miró uno de sus gemelos con aire

ensimismado.—¿QuiénhubiesepodidopreverqueMostaguenibaapararseen

el umbral a encender su cigarro? —prosiguió la voz sonora deServières—.Nadie,¿verdad?Ahorabien,LePommeretyyovivimosal otro extremo de la ciudad. ¡No pasamos por delante de la casavacía! A esa hora, nosotros tres éramos los únicos que nosencontrábamos en la calle. Mostaguen no es un tipo que tengaenemigos.Esdelosquellamandebuenapasta.UntipocuyaúnicaambiciónesposeeralgúndíalaLegióndeHonor.

—¿Quétallaoperación?—Saldrábien.Lomásgraciosoesquesumujerlehahechouna

escenaenelhospital,puesestáconvencidadequesetratadeunahistoria de amor. ¿Se da cuenta?El pobre ni siquiera se atrevía aacariciarasusecretariapormiedoatenercomplicaciones.

—¡Dobleración!—dijoLePommeretalacamareraqueservíalaimitacióndeajenjo—.Traehielo,Emma.

Eralahoradelacenayalgunosclientessalieron.Porlapuertaabierta,entróunaráfagaquemoviólosmantelesdelcomedor.

—Yaleeráustedelartículoqueheescritosobreesteasuntoyen

el que creo haber estudiado todas las hipótesis. Sólo una esplausible: que nos encontramos en presencia de un loco. Porejemplo, nosotros, que conocemos toda la ciudad, no vemos enabsolutoquiénpuedehaberperdido la razón.Venimosaquí todaslastardes.Aveces,vieneelalcaldeajugarunapartidaconnosotros.OMostaguen.Otrasveces,para jugaralbridge,vamosabuscaralrelojeroqueviveunascasasmásallá.

—¿Yelperro?Elperiodistaesbozóungestodeignorancia.—Nadiesabededóndehasalido.Porunmomento,creímosque

pertenecía al buque mercante que llegó ayer. ElSanta-María.Pareceserqueno.Hayunperroabordo,peroesun«terranova»,yyo desafío a cualquiera a que diga de qué raza es este horribleanimal.

Mientras hablaba, cogió una jarra de agua y llenó el vaso deMaigret.

—¿Lleva mucho tiempo aquí la chica de la recepción? —preguntóelcomisarioamediavoz.

—Unosaños.—¿Nosalióayerporlanoche?—No semovió. Esperó a que nos fuésemos para acostarse. Le

Pommeretyyoevocábamosviejosrecuerdos,recuerdosdetiemposmejores, cuando éramos lo bastante apuestos para ofrecernosmujeresgratis.¿Noesverdad,LePommeret?¡Nodicenada!Cuandole conozca mejor comprenderá usted que, en cuanto se trata demujeres,escapazdepasarsetodalanoche.¿Sabecómollamamosala casa donde vive frente al mercado de pescado? Lacasa delpecado.¡Hum!

—A su salud, comisario —dijo, no sin cierta confusión, elhombredelquehablaban.

Enesemismomomento,Maigretsediocuentadequeeldoctor

Michoux,queapenashabíadespegadoloslabios,seinclinabaparamirarsuvasoaltrasluz.Sufrenteestabaarrugada.Surostro,pálidopor naturaleza, tenía una expresión de inquietud realmenteconmovedora.

—¡Unmomento!—dijo de repente, después de haber dudadomuchotiempo.

Acercóelvasoasunariz,metióenélundedoylotocóconlapuntadelalengua.Servièresestallóenunacarcajada.

—¡Bueno!MeparecequeseestádejandoinfluirporlahistoriaMostaguen.

—¿Quépasa?—preguntóMaigret.—Creo que es mejor no beber. Emma, vete a decir al

farmacéutico de al lado que venga inmediatamente, es algo muyurgente.

Aquello cayó como un jarro de agua fría. La sala pareció aúnmás vacía, más triste. Le Pommeret se retorció el bigote connerviosismo.Hastaelperiodistaseagitódesasosegadoensusilla.

—¿Quéesloquecrees?El doctor estaba muy serio. Miraba fijamente su vaso. Se

levantó, y él mismo cogió del armario la botella depernod, laacercóalaluzyMaigretdistinguiódosotresgrumosblancosqueflotabanenellíquido.

La chica de la recepción entró, seguida del farmacéutico, queteníaaúnlabocallena.

—Oiga, Kervidon. Tiene que analizarnos inmediatamente elcontenidodeestabotellaydelosvasos.

—¿Hoymismo?—Inmediatamente.—¿Quéreaccióntengoqueprobar?¿Quéesloquepiensa?Maigretnuncahabíavistoaparecertandeprisalapálidasombra

del miedo. Unos instantes habían sido suficientes. Todo el calor

habíadesaparecidodelasmiradas,yenlasmejillasdeLePommeretlaspecasparecíanartificiales.

Lachicade la recepciónapoyó loscodosen lacajaymojó laminadeunlápizparaordenarcifrasenuncuadernodetapasdehulenegro.

—¡Estásloco!—probóadecirServières.Aquellosonófalso.Elfarmacéuticoteníalabotellaenunamano

yenlaotraunvaso.—Estricnina—murmuróeldoctor.Empujó al otro hacia fuera y volvió cabizbajo, con la tez

amarillenta.—¿Quéesloquelehizosuponer?—empezóadecirMaigret.—Nosé.Unacasualidad.Viungranitodepolvoblancoenmi

vaso.Meparecióqueteníaunolorraro.—¡Autosugestióncolectiva!—afirmóelperiodista—.Sicuento

mañanaestoenmidiariosignificarálaruinaparatodoslosbaresdeFinistère.

—¿Bebeustedsiemprepernod?—Todaslasnochesantesdecenar.Emmaestátanacostumbrada

que lo trae en cuanto ve que nuestro vaso está vacío. Tenemosnuestraspequeñascostumbres.Alatardecer,bebemoscalvados.

Maigretfueacolocarsefrentealarmariodeloslicoresyviounabotelladecalvados.

—¡Éseno!Labotellapanzuda.Lacogió, lamovió juntoa la luz,vio tambiénunosgranosde

polvo blanco. Pero no dijo nada. No era necesario. Los otros lohabíancomprendido.

ElinspectorLeroyentróyanuncióconvozindiferente:—En la gendarmería no han notado nada sospechoso.Ningún

vagabundo.Nocomprenden.Leextrañóelsilencioquereinaba,laangustiacompactaquese

agarraba a la garganta. Alrededor de las lámparas eléctricas seestiraba el humo del tabaco. El billar mostraba su paño verdosoigualqueuncéspedpelado.Habíatrozosdecigarrosenelsueloyunosescupitajosenelaserrín.

—…Sieteyllevouno…—decíaEmma,mojandolapuntadellápiz.

Y,levantandolacabeza,gritó:—¡Voy,señora!Maigretllenósupipa.EldoctorMichouxseobstinabaenmirar

fijamente al suelo y su nariz parecía más torcida que antes. Loszapatos de Le Pommeret estaban relucientes como si nunca loshubieseutilizadopara andar.Devez en cuando, JeanServières seencogíadehombroscomodiscutiendoconsigomismo.

Todas las miradas se volvieron hacia el farmacéutico cuandoregresóconlabotellayunvasovacío.

Habíacorrido.Estabajadeante.Enlapuerta,diounapatadaenelvacíoparaapartaralgoygruñó:

—¡Sucioperro!Y,apenasentróenelcafé:—Esunabroma,¿verdad?¿Nadiehabebido?—¿Ybien?—¡Estricnina, sí! Han debido de echarla en la botella hace

apenasunamediahora.Miró espantado los vasos aún llenos, a los cinco hombres

silenciosos.—¿Quéquieredecir?¡Esinaudito!¡Tengoderechoasaber!Ayer

matanaunhombrealladodecasa.Yhoy…Maigret le cogió la botella de las manos. Emma volvió,

indiferente, ymostraba por encima de la caja su largo rostro conojeras,delabiosfinos,sucabellomalpeinadosobreelcuallacofiabretonasedeslizabasiemprehacialaizquierdaapesardequeacada

momentoselacolocabaensusitio.LePommeretibayveníaagrandeszancadascontemplandolos

reflejosdesuszapatos.JeanServières, inmóvil,mirófijamente losvasosyestallóderepente,conunavozahogadaporungemidodeespanto:

—¡Diablos!Eldoctorseencogiódehombros.

Capítulo2Eldoctorenzapatillas

El inspectorLeroy,que sólo teníaveinticincoaños, separecíamásaloquellamanunjovenbieneducadoqueauninspectordepolicía.

Acababa de salir de la escuela. Era su primer asunto y desdehacía unos momentos observaba a Maigret con aire desolado.Trataba de atraer discretamente su atención. Acabó pormurmurarenrojeciendo:

—Excúseme,comisario.Pero,lashuellas…Debíapensarquesujefepertenecíaalaviejaescuelaeignoraba

el valor de las investigaciones científicas.Maigret,mientras dabaunachupadaasupipa,dijo:

—Siquiere…NovolvieronaveralinspectorLeroy,quellevóconprecaución

labotellaylosvasosasuhabitaciónysepasólatardepreparandoun paquetemodelo, cuyo esquema tenía en el bolsillo, estudiadoparahacerviajarlosobjetossinborrarlashuellas.

Maigret se sentó en un rincón del café. El dueño, con batablancayungorrodecocinero,miróasucasacomosihubiesesidodevastadaporunciclón.

El farmacéutico había hablado. Fuera, se oía a gente quecuchicheaba.JeanServièresfueelprimeroquesepusoelsombrero.

—¡Estonoesloúnico!YoestoycasadoylaseñoraServièresmeespera.¿Tútequedas,Michoux?

El doctor contestó sólo encogiéndose de hombros. Elfarmacéutico intentaba representar un papel de primer plano.Maigretleoyódeciraldueño:

—…yqueesnecesario,naturalmente,analizarelcontenidodetodaslasbotellas.Puestoquehayaquíalguiendelapolicía,basta

conquemedélaorden…Habíamásdesesentabotellasdeaperitivosvariadosydelicores

enelarmario.—Esunabuenaidea.Sí,talvezseaprudente.—¿Quéesloquepiensa,comisario?El farmacéutico era bajito, delgado y nervioso. Se agitaba el

triple de lo necesario. Tuvieron que buscarle una cesta para lasbotellas. Luego telefoneó a un café de la vieja ciudad para quedijesenasuempleadoquelenecesitaba.

Sinsombrero,recorriócincooseisveceselcaminodelHoteldelAlmirante a su oficina, atareado, encontrando tiempo para lanzarunaspalabrasaloscuriososquesehabíanagrupadoenlaacera.

—¿Quévaaserdemí,sisemellevantodalabebida?—gemíaeldueño—.¡Ynadiepiensaencomer!¿Novaacenar,comisario?¿Yusted,doctor?¿Vuelveasucasa?

—No.MimadreestáenParís.Lacriadatienepermiso.—Entonces,¿vaadormiraquí?

***

Llovía. Las calles estaban llenas de un barro negro. El vientoagitaba las persianas del primer piso.Maigret había cenado en elcomedor,nolejosdelamesadondesehabíainstaladoeldoctor,conaspectofúnebre.

Atravésde losvidriosverdes,podíaunoimaginarse, fuera, lascabezasdeloscuriososque,aveces,sepegabanaloscristales.Lachicadelarecepciónpermanecióausenteunamediahora,eltiempodepodercenarellatambién.Luegovolvióasusitiodecostumbre,aladerechadelacaja,conuncodoapoyadoenéstayunaservilleta

enlamano.—Demeunabotelladecerveza—dijoMaigret.Se dio cuenta de que el doctor le observabamientras bebía y

después de hacerlo, como esperando los síntomas delenvenenamiento.

Jean Servières no volvió como había dicho. Le Pommerettampoco. Así, el café quedó desierto, ya que la gente prefería noentrary,sobretodo,nobeber.Fuera,sedecíaquetodaslasbotellasestabanenvenenadas.

—¡Comoparamataratodalaciudad!El alcalde telefoneó, desde su hotel deSables-Blancs, para

enterarseexactamentedeloquesucedía.Luego,volvióareinareltriste silencio. En un rincón, el doctor Michoux hojeaba losperiódicos sin leerlos. La chica de la recepción seguía inmóvil.Maigretfumabaplácidamentey,devezencuando,eldueñoveníaaecharunvistazoyasegurarsedeestamaneraquenohabíaocurridounnuevodrama.

Se oía el reloj de la vieja ciudad dar las horas y las medias.Cesaronlospasosylosconciliábulosenlaacera.Yasóloseoíalaquejamonótonadelvientoylalluviaquegolpeabaloscristales.

—¿Duermeustedaquí?—preguntóMaigretaldoctor.Era tal el silencio, que el solo hecho de hablar en voz alta

llenabaelambientedeinquietud.—Sí.Lohagoaveces.Vivoconmimadre,atreskilómetrosdela

ciudad.Enunacasaenorme.Mimadreha idoapasarunosdíasaParísylacriadamehapedidopermisoparaasistiralabodadesuhermano.

Selevantó,dudóydijoconbastanteprisa:—Buenasnoches.Desaparecióporlaescalera.Seleoyóquitarseloszapatos,enel

primer piso, precisamente encima de la cabeza deMaigret. En el

cafésóloquedaronlachicadelacajayelcomisario.—¡Venaquí!—ledijorecostándoseenlasilla.Yalverquepermanecíadepie,enactitudafectada,añadió:—¡Siéntate!¿Quéedadtienes?—Veinticuatroaños.Senotabaenellaunahumildadexagerada.Susojoscansados,su

manera de deslizarse sin hacer ruido, sin chocar con nada,estremeciéndose de inquietud a la mínima palabra, armonizabanmuybienconlaideaqueunosehacedelafregonaacostumbradaasoportarlotodo.Ysinembargo,trassuaparienciasenotabaalgodeorgulloqueellaseesforzabaenocultar.

Parecía anémica. Su pecho aplastado no estaba hecho paradespertar la sensualidad.Sin embargo, atraía, por su inquietud, sucansancio,suaireenfermizo.

—¿Quéhacíasantesdetrabajaraquí?—Soyhuérfana.Mipadreymihermanomurieronenelmar,en

elTrois-Mages.Mimadremurióhaceyamuchotiempo.Primero,fuivendedoraenlapapeleríadelaplazadeCorreos.

¿Québuscabasumiradainquieta?—¿Tienesalgúnamante?VolviólacabezasindecirnadayMaigret,conlamiradafijaen

surostro,fumómásdespacioybebióuntragodecerveza.—¡Debe haber algún cliente que te haga la corte! Los que

estabanaquíhaceunmomentosonclientes.Vienentodaslastardes.Lesgustanlaschicasguapas.¡Vamos!¿Cuáldeellos?

Máspálida,articulóconunamuecadecansancio:—Sobretodoeldoctor.—¿Eressuamante?Lemiróconveleidaddeconfianza.—Hayotras.Avecessoyyo,cuandoledaporahí.Duermeaquí.

Medicequevayaasuhabitación.

RaravezhabíanhechoaMaigretunaconfesióntansincera.—¿Tedaalgo?—Sí.Nosiempre.Dosotresveces,cuandoesmidíadesalida,

mehallevadoasucasa.Anteayertambién.Aprovechaquesumadreestádeviaje.Perohayotraschicas.

—¿YelseñorLePommeret?—Lomismo.Exceptoquesólohe idounaveza sucasa,hace

muchotiempo.Habíaunaempleadadelapescaderíay…¡noquise!Tienenalgunanuevatodaslassemanas.

—¿TambiénelseñorServières?—No es lo mismo. Está casado. Según parece va de juerga a

Brest.Aquí,secontentaconbromear,ypellizcarmecuandopaso.Seguía lloviendo. A lo lejos se oía la sirena de un barco que

debíabuscarlaentradadelpuerto.—¿Yocurreasídurantetodoelaño?—Notodoelaño.Eninvierno,estánsolos.Aveces,bebenuna

botellaconalgúnviajantedecomercio.Peroenveranohaygente.Elhotelestálleno.Porlanoche,siempresereúnendiezoquinceabeber champaña o hacen una fiesta en algún hotel. Hay coches,chicas guapas. Nosotros, tenemos trabajo. En verano no soy yoquiensirvesinoloscamareros.Entonces,estoyabajo.

¿Quéesloquebuscabadeella?Estabamalsentadaalbordedelasillayparecíadispuestaalevantarsederepente.

Se oyó un débil timbrazo.Miró aMaigret y luego al tableroeléctricoqueestabacolocadodetrásdelacaja.

—¿Mepermite?Subió.Elcomisariooyópasosyunmurmulloconfusodevoces,

enelprimero,enlahabitacióndeldoctor.Elfarmacéuticoentró,unpocoborracho.—¡Yaestá,comisario!¡Cuarentayochobotellasanalizadas!¡Ya

conciencia,selojuro!Nohaylamenorhuelladevenenoexceptoen

e lpernod y elcalvados. El dueño puede ya enviar a alguien arecoger su material. Dígame, entre nosotros, ¿cuál es su parecer?Anarquistas,¿verdad?

Emma volvió, y en seguida salió a la calle para cerrar lascontraventanasyesperóapodercerrarlapuerta.

—¿Ybien?—dijoMaigretcuandoestuvierondenuevossolos.Lachicadelarecepciónvolviólacabezasincontestar,conun

pudorinesperado,yelcomisariotuvolaimpresióndequesiinsistíaunpocoseibaadeshacerenlágrimas.

—¡Buenasnoches,pequeña!—dijo.

***

Cuando el comisario bajó, creyóquehabía sido el primero enlevantarse al ver lo oscuro que estaba el cielo.Desde su ventana,había visto el puerto desierto, en el que una grúa solitariadescargaba arena de un barco. Por las calles, algunos paraguas eimpermeableshuíanrozandolascasas.

Enmediode laescalera,secruzóconunviajantedecomercioqueacababadellegarycuyamaletallevabaunmozo.

Emmabarríalasaladeabajo.Enunamesademármolhabíaunatazaconunpocodecaféenelfondo.

—¿Esdemiinspector?—preguntóMaigret.—Hacemucho tiempo queme ha preguntado el camino de la

estaciónparallevarunpaquetegrande.—¿Eldoctor?—Lehesubidoeldesayuno.Estáenfermo.Noquieresalir.Ylaescobaseguíalevantandopolvomezcladoconaserrín.—¿Quétoma?

—Cafésolo.Tuvo que pasar muy cerca de él para ir a la cocina. En ese

momento,lacogióporloshombrosconsusmanazas,lamiróalosojos,bruscoycordialalmismotiempo.

—Dime,Emma.Intentó sólo un movimiento tímido para soltarse, permaneció

inmóvil,temblorosa,haciéndoselomáspequeñaposible.—Entre nosotros, ¿qué sabes de esto? ¡Cállate! ¡No vas a

decirme la verdad! Eres una pobre chiquilla y no quiero buscartelíos.¡Mírame!Labotella,¿eh?Habla,ahora…claro.

—Lejuro…—¡Noesnecesariojurar!—¡Nohesidoyo!—¡Diablos!¡Yaséquenohassidotú!¿Peroquiénhasido?Derepente, lospárpadosselehincharonysusojossellenaron

delágrimas.EllabioinferiorselevantóespasmódicoylachicadelarecepciónestabatanconmovidaqueMaigretdejódesujetarla.

—¿Eldoctor…estanoche?—¡No!Nofueparaloqueustedcree.—¿Quéquería?—Mepreguntólomismoqueusted.Meamenazó.Queríaquele

dijesequiénhabíatocadolasbotellas.Casimehapegado.¡Ynolosé!Pormimadre,lejuroque…

—Tráememicafé.Eranlasochodelamañana.Maigretfueacomprartabaco,dio

unavueltapor laciudad.Cuandovolvió,hacia lasdiez,eldoctorestaba en el café, en zapatillas, con un pañuelo enrollado a lagarganta,igualqueuncuellopostizo.Parecíacansadoysucabellorojizoestabadespeinado.

—Nopareceencontrarsemuybien.—Estoyenfermo.Debíesperármelo.Sonlosriñones.Encuanto

me ocurre lo más mínimo, una contrariedad, una emoción, es asícomosemanifiesta.Nohepegadoojoentodalanoche.

Noquitabalamiradadelapuerta.—¿Novuelveasucasa?—Nohaynadie.Aquíestoymejorcuidado.Habíaenviadoacomprartodoslosperiódicosdelamañana.Allí

estabanendesordenencimadelamesa.—¿Nohavistoustedamisamigos?¿Servières?¿LePommeret?

Esraroquenohayanvenidoaenterarsedealgonuevo.—¡Bah!sindudaestarándurmiendotodavía—suspiróMaigret

—. ¡Por cierto!No he visto a ese horrible perro amarillo. ¡Emma!¿Havueltoustedaveralperro?¿No?AquívieneLeroy,sindudalohabrávistoenlacalle.¿Quéhaydenuevo,Leroy?

—Hemandadolasbotellasylosvasosallaboratorio.HepasadoporlagendarmeríayporelAyuntamiento.Segúncreo,estabaustedhablando del perro. Parece ser que un campesino lo ha visto estamañanaeneljardíndelseñorMichoux.

—¿Enmijardín?Eldoctorsehabíalevantado.Susblancasmanostemblaban.—¿Quéesloquehacíaenmijardín?—Porloquemehandicho,estabaechadoenelumbraldelhotel

y, cuando el campesino se acercó, gruñó de tal manera que elhombreprefiriómarcharse.

Maigretobservódereojolosrostros.—Oiga,doctor,¿ysifuésemosjuntoshastasucasa?Unasonrisacontraída:—¿Con esta lluvia? ¿Con mi crisis? Esto me costaría por lo

menosochodíasmásdecama. ¡Qué importaeseperro!Unvulgarperrovagabundo,sinduda.

Maigretsepusoelsombrero,elabrigo.—¿Dóndeva?

—Nosé.Arespirarelaire.¿Meacompaña,Leroy?Unavez fuera, todavíapudieronver la largacabezadeldoctor

quedeformadaporloscristalesparecíaaúnmáslarga,cubriéndoladeuncolorverdoso.

—¿Dóndevamos?—preguntóelinspector.Maigretseencogiódehombrosyvagabundeóduranteuncuarto

dehoraalrededordelmuelle,comoalguienqueseinteresaporlosbarcos.Alllegarcercadelaescollera,torcióaladerechaytomóunsenderodesignadoporuncartelcomoelcaminodeSables-Blancs.

—Sihubiesenanalizadolascenizasdecigarrilloencontradasenelcorredorde lacasavacía…—empezóadecirLeroydespuésdetoser.

—¿QuépiensadeEmma?—leinterrumpióMaigret.—Pienso…La dificultad, ami parecer, sobre todo en un sitio

como éste, donde todo el mundo se conoce, debe ser la deprocurarsesemejantecantidaddeestricnina.

—Nolepreguntoeso.Porejemplo,¿seríaustedsuamante?Elpobreinspectornosupoquécontestar.YMaigretleobligóa

pararse y a desabrochar su abrigo para poder encender su piparesguardadodelviento.

***

La playa deSables-Blancs, bordeada por algunos hoteles y,entreotras,unasuntuosaviviendadelasquemerecenelnombredecastillo,yquepertenecíaalalcaldedelaciudad,seextiendeentredospuntasrocosas,atreskilómetrosdeConcarneau.

Maigret y su compañero chapotearon por la arena cubierta dealgas y apenas miraron a las casas vacías con las contraventanas

cerradas.Más allá de la playa, el terreno se alza y unas rocas picudas,

coronadasdeabetos,sehundenenelmar.Ungrancartel:«UrbanizacióndeSables-Blancs».Unplano,en

varios colores, con las parcelas vendidas ya y las parcelasdisponibles.Unkioscodemadera:«Oficinadeventadeterrenos».

Por último: «En caso de ausencia, dirigirse al señor ErnestMichoux,administrador».

Enverano,todoestoreciénpintadodeberesultaralegre.Conlalluviayelbarro,conelruidodelaresaca,eramásbiensiniestro.

En el centro había un gran hotel nuevo, de piedra gris, conterraza,piscinayjardínqueaúnnoestabaflorido.

Máslejos, loscimientosdeotroshoteles:unostrozosdeparedquesalíandelsueloydibujabanyalashabitaciones.

El kioscono tenía ventanas.Montones de arena esperaban serinstalados en el nuevo camino que estabamedio cerrado por unaapisonadora. En la cumbre del acantilado, había un hotel, o másbien un futuro hotel, sin terminar, con las paredes de un blancocrudo,ylasventanascerradasconplanchasdecartón.

Maigret avanzó tranquilamente y empujó la barrera que dabaaccesoalhoteldeldoctorMichoux.Cuandoestabaenelumbralytendiólamanohaciaelbotóndelapuerta,elinspectorLeroydijo:

—¡Notenemosordendeljuez!¿Nocreeustedque?…Unavezmás,sujefeseencogiódehombros.Porlospaseos,se

veían las huellas profundas quehabíandejado las patas del perrocanelo.Habíaotrashuellas:lasdeunospiesenormescalzadosconzapatosdeclavos.¡Porlomenosdelcuarentayseis!

Elbotóngiró.Lapuertaseabriócomoporencantoypudieronverenlaalfombralasmismashuellasdebarro:lasdelperroylasdelosfamososzapatos.

Elhotel,deunaarquitecturacomplicada,estabaamuebladode

una forma pretenciosa. Por todas partes rincones, con divanes,bibliotecasbajas,mueblescamasbretonestransformadosenvitrinas,pequeñas mesas turcas o chinas. ¡Y demasiadas alfombras ycolgaduras!

Lavoluntadmanifiestaderealizar,concosasviejas,unconjuntorústico-moderno.

Algunospaisajesbretones.Desnudosfirmados,dedicados:«AmibuenamigoMichoux».Otambién:«Alamigodelosartistas».

El comisariomiraba todo ese baratillo con aire demal humor,mientraselinspectorLeroynopodíadejardeimpresionarseporestafalsadistinción.

YMaigretabriólaspuertas,echóunvistazoalashabitaciones,variasdelascualesnoestabanamuebladas.Elyesodelasparedesaúnestabahúmedo.

Acabóporempujarunapuertaconelpieytuvounmurmullodesatisfacciónalver lacocina.Encimade lamesademaderablancahabíadosbotellasdeburdeosvacías.

Unasdiezlatasdeconservahabíansidoabiertastorpementeconun cuchillo cualquiera. La mesa estaba sucia, grasienta. Habíancomido,enlasmismaslatas,arenquesalvinoblanco,guisadofrío,setasyalbaricoques.

El suelo estaba sucio.Había restos de carne, y una botella dechampaña rota; el olor del alcohol se mezclaba con el de losalimentos.

Maigretmiróasucompañeroconunasonrisaextraña.—¿Creeusted,Leroy,quehasidoeldoctorquienhahechoesta

comidadecerdos?Ycomoelotronocontestaba:—¡Espero que tampoco haya sido su mamá! ¡Ni siquiera la

criada! ¡Mire! A usted que le gustan las huellas. Más bien soncortezas de barro que dibujan una suela. Del número cuarenta y

cincoacuarentayseis.¡Ylashuellasdelperro!Llenóunanuevapipa,ycogiócerillasdeunestante.—¡Investiguetodoloquehayaqueinvestigaraquídentro!Noes

trabajoloquefalta.¡Hastaahora!Se fue, con las manos en los bolsillos y el cuello del abrigo

levantado,porlaplayadeSables-Blancs.CuandoentróenelHoteldelAlmirante,laprimerapersonaque

vio fue al doctor Michoux, en su rincón, aún en zapatillas, sinafeitar,consupañueloalrededordelcuello.

LePommeret,tancorrectocomoeldíaanterior,estabasentadoasuladoylosdoshombresdejaronacercarsealcomisariosindecirnipalabra.

Fueeldoctorquienarticulóconvozmaltimbrada:—¿Sabe lo que acaban de decirme?, que Servières ha

desaparecido. Su mujer está enloquecida. Nos dejó ayer por lanoche.Desdeentonces,nolehanvueltoaver.

Maigrettuvounsobresalto,noporloqueacababandedecirle,sino porque acababa de ver al perro canelo, echado a los pies deEmma.

Capítulo3«ELMIEDOREINAENCONCARNEAU»

LePommeretsintió lanecesidaddeconfirmar,porelplacerdeescucharseasímismo:

—Lamujervinoamicasahaceunmomento,suplicándomequehiciese algo. Servières, cuyo verdadero nombre es Goyard, es unviejocompañero.

LamiradadeMaigretpasódelperrocaneloa lapuertaqueseabrió,alvendedordeperiódicosqueentrócomounaráfagay,porúltimo,alostitularesquepodíanleersedesdelejos:

«ELMIEDOREINAENCONCARNEAU»

Luego,unossubtítulosdecían:

«Undramacadadía»

«DesaparicióndenuestrocolaboradorJeanServières»

«Manchasdesangreensucoche»

«¿Aquiénletocaelturno?»

Maigretagarródelamangaalmuchachodelosperiódicos.—¿Hasvendidomuchos?—Diez veces más que los otros días, y somos tres vendiendo

desdelaestación.EncuantoMaigretlesoltó,elmuchachovolvióacorrerporel

muelle,gritando:«¡ElFarodeBrest!¡Númerosensacional!».El comisario no había tenido tiempo de empezar el artículo,

cuandoEmmaleanunció:—Lellamanalteléfono.Unavozfuriosa,ladelalcalde:—¡Oiga! ¿Ha sido usted, comisario, quien ha inspirado este

estúpidoartículo?¡Ynisiquierasemehapuestoalcorriente!¡Creoque debo ser el primero a quien se informe de lo que pase en laciudadde laquesoyalcalde!¿Noesasí?¿Quéhistoriaesesadelcoche?¿Yesehombredegrandespies?Desdehacemediahora,herecibidomásdeveinte llamadas telefónicas de gente alocadaquemepreguntasiesasnoticiassonciertas.Lerepitoquequieroque,enadelante…

Maigretcolgó,sindecirnipalabra,entróenelcafé,sesentóyempezóaleer.MichouxyLePommeretrecorríanconlamiradaunmismoperiódicocolocadosobreelmármoldelamesa.

«NuestroexcelentecolaboradorJeanServièreshacontadoaquímismo los acontecimientos de los que Concarneau ha sidorecientementeelescenario.Eraviernes.Unhonorablenegociantedelaciudad,elseñorMostaguen,saliódelHoteldelAlmirante,separóen un portal para encender un cigarro y recibió en el vientre unabaladisparadaatravésdelbuzóndelacasa,unacasadeshabitada.

»Sábado.ElcomisarioMaigret,salidorecientementedeParísycolocadoa lacabezade laBrigadaMóvildeRennes, llegóaestaciudad,loquenoimpidióqueseprodujeseunnuevodrama.

»En efecto, por la noche, una llamada telefónica nos anuncióqueenelmomentoenquetresnotablesdelaciudad,losseñoresLePommeret,JeanServièresyeldoctorMichouxaquienessehabíanunidolosinvestigadores,tomabanelaperitivo,sedieroncuentadeque elpernodque leshabíanservidoconteníaunafuertedosisde

sulfatodeestricnina.»Yeste domingopor lamañana se ha encontrado el coche de

Jean Servières cerca del río Saint-Jacques sin su propietario que,desdeelsábadoporlanoche,nohabíasidovisto.

»Elasientodedelanteestámanchadodesangre.Unaventanillarota,loquehacesuponerquehahabidounapelea.

»Tres días: ¡tres dramas! Se concibe que el terror empiece areinarenConcarneau,cuyoshabitantessepreguntanconangustiacuálserálapróximavíctima.

»Reinaparticularmentelaconfusiónentreloshabitantesporlamisteriosa presencia de un perro canelo al que nadie conoce, queparecenotenerdueñoyquesurgeacadanuevadesgracia.

»¿Nohallevadoesteperroyaalapolicíahaciaunapistaseria?¿Ynobuscanaunindividuoquenohasidoidentificado,peroquehadejadoendiversoslugaresunashuellascuriosas,lasdeunospiesmuchomásgrandesquelonormal?

»¿Loco?¿Vagabundo?¿Eselautordetodasestasfechorías?¿Aquiénvaaatacarestanoche?

»Sin duda encontrará a quien hablar, pues los habitantesasustados tendrán la precaución de armarse y disparar a lamenorsospecha.

»Mientrastanto,estedomingo,laciudadestácomomuertaylaatmósferarecuerdaaladelasciudadesdelNortecuando,durantelaguerra,anunciabanunbombardeoaéreo».

Maigretmiróatravésdeloscristales.Yanollovíaperolascallesestabanllenasdebarronegroyelvientocontinuabasoplandoconfuerza.Elcieloestabadeungrislívido.

Lagentevolvíademisa.CasitodosllevabanElFarodeBrestenlamano.YtodoslosrostrossevolvíanhaciaelHoteldelAlmirantemientrasapresurabanelpaso.

Ciertamente, una atmósfera demuerte flotaba sobre la ciudad.

¿Peronoocurría lomismo todos losdomingospor lamañana?Eltimbredelteléfonosonódenuevo.

OyeronaEmmaquecontestaba:—No sé señor. No estoy al corriente. ¿Quiere que llame al

comisario?¡Oiga!¡Oiga!Hancolgado.—¿Quépasa?—gruñóMaigret.—UnperiódicodeParís,creo.Preguntansihaynuevasvíctimas.

Hanreservadounahabitación.—LlameaElFarodeBrest.Mientrasespera,paseadeunladoparaotro,sinecharunamirada

aldoctorrecostadoensusilla,niaLePommeretquecontemplabasusdedosensortijados.

—Oiga…¿El Faro de Brest? Aquí el comisario Maigret.¡Quisierahablarconeldirector,porfavor!¡Oiga!¿Esusted?¡Bien!¿Quiere decirme a qué hora ha salido de prensa esta mañana superiódico?¿Eh?¿A lasnueveymedia?¿Podríadecirmequiénharedactado el artículo referente a los dramas de Concarneau? ¡Ah!¡No!¡Sinhistorias,eh!¿Cómodice?¿Harecibidoesteartículoenunsobre? ¿Sin firma? ¿Y publica usted de esta manera cualquierinformeanónimoquelellegue?¡Missaludos!

Quisosalirporlapuertaquedabadirectamentealmuelle,perolaencontrócerrada.

—¿Quésignificaesto?—preguntóaEmmamirándolaalosojos.—Eldoctor…MirófijamenteaMichoux,seencogiódehombrosysalióporla

otrapuerta,ladelhotel.Lamayoríadelosalmacenesteníanelcierreechado.Lagenteendomingadaandabadeprisa.

Más allá del agua, donde estaban anclados algunos barcos,MaigretencontrólaentradadelríoSaint-Jacques,alextremodelaciudad,endondelascasasbastantemásespaciadasdejansitioalosastilleros.Enelmuelleseveíanbarcosenconstrucción.Enelcieno

sepudríanbarcasviejas.Enellugarenqueunpuentedepiedracruzaelríoquevienea

pararalpuerto,habíaungrupodecuriososrodeandouncoche.Habíaquedarunavueltaparallegarhastaallí,pueslasobrasen

losmuellesimpedíanelpaso.Maigretsediocuenta,porlasmiradasquelelanzaban,dequeyatodoelmundoleconocía.Y,alaentradadelastiendascerradas,vioagentesinquietasquehablabanenvozbaja.

Alfinllegóhastaelcocheabandonadoalbordedelacarretera,abriólaportezuelaconungestobrusco,hizocaertrozosdecristalyno tuvonecesidaddebuscarparaverunasmanchasoscuras en latapiceríadelasiento.

A su alrededor, se amontonaban sobre todo chiquillos yjovenzuelosendomingados.

—¿LacasadelseñorServières?Le acompañaron diez. Se encontraba a trescientos metros, un

poco apartada y era una casa burguesa rodeada de un jardín. Laescoltaseparóalllegaralaverja.Maigretllamóyfueintroducidoporunasirvientaconcaraconmovida.

—¿EstáaquílaseñoraServières?Enestemomento,éstaabríalapuertadelcomedor.—¡Diga, comisario! ¿Cree usted que lo habránmatado? Estoy

loca…yo…Eraunabuenamujer,deunoscuarentaaños,conaspectodeama

decasa,cosaqueconfirmabalalimpiezadelinterior.—¿Desdecuándonohavueltoaverasumarido?—Vinoacenarayerpor lanoche.Medicuentadequeestaba

preocupado, pero no quiso decirme nada. Había dejado el cocheaparcadodelantedelapuerta,loquequeríadecirqueibaasalirporlanoche.YosabíaqueeraparajugarsupartidadecartasenelcafédelAlmirante.Lepreguntésivolveríatarde.Alasdiez,meacosté.

Estuvedespiertavariashoras.Oídar lasoncey lasonceymedia.Pero a veces llegaba muy tarde. Debí quedarme dormida. Medespertédemadrugada.Meextrañóverquenoestuvieraamilado.Entonces pensé que alguien le había llevado aBrest.Aquí, no esmuy divertido. Por eso, a veces… No podía volverme a dormir.Desde las cinco de la mañana, estuve levantada mirando por laventana. No le gusta encontrarme esperándole y aún menos quepregunteporél.Alasnueve,corríacasadelseñorLePommeret.Alvolver,porotrocamino, fuecuandovigentealrededordelcoche.¡Dígame!¿Porquéibanamatarle?Eselhombremejordelmundo.Estoyseguradequenotieneningúnenemigo.

Delantedelaverjahabíaungrupoestacionado.—Parece ser que hay manchas de sangre. He visto a algunas

personasleerelperiódico,peronadiehaqueridoenseñármelo.—¿Llevabasumaridomuchodineroencima?—Nocreo¡Lonormal!Tresocuatrocientosfrancos.Maigretprometiótenerlaalcorriente,inclusosetomóeltrabajo

detranquilizarlaconalgunasfrasesvagas.Delacocinallegabaolora cordero. La sirvienta, con un delantal blanco volvió aacompañarlehastalapuerta.

Nohizosinoecharaandarcuandountranseúnteseacercóaél.—Excúseme,comisario.Mepresentaré.SeñorDujardin,maestro.

Haceunahoraquelagente,sobretodolospadresdemisalumnos,vienen a preguntarme si hay algo de verdad en lo que cuenta elperiódico.Algunosquierensabersiencasodeveralhombredelosgrandespiestienenderechoadisparar.

Maigret no era ningún ángel de paciencia.Gruñó,metiéndoselasmanosenlosbolsillos:

—¡Déjenmeenpaz!Ysedirigióhaciaelcentrodelaciudad.¡Eraabsurdo!Nuncahabíavistounacosasemejante.Aquellole

recordaba a las tormentas de las películas. Muestran una callealegre, un cielo sereno. Luego, pasa una nube, oculta el sol. Unfuertevientobarrelacalle.Iluminaciónglauca.Contraventanasquegolpean.Remolinosdepolvo.Gruesasgotasdeagua.

¡Ysevelacallebajounafuertelluvia,bajouncielodramático!Concarneaucambióderepente.ElartículodeElFarodeBrest

nohabía sidomásqueunpuntodepartida.Hacíamuchoque loscomentariosaumentabanenormementelaversiónescrita.

¡Y encima era domingo! ¡Los habitantes no tenían nada quehacer!ElegíancomopuntodereuniónelcochedeJeanServières,allado del cual hubo que dejar a dos gendarmes. Los mironespermanecíanallíhoras,escuchandolasexplicacionesdadasporlosmejorinformados.

CuandoMaigret volvió alHotel delAlmirante, el dueño, congorroblanco,presadeunnerviosismodesacostumbrado, le agarródelamanga.

—Tengoquehablarle,comisario.Estosehaceinaguantable.—Antesdenada,vaaservirmelacomida.—Pero…Maigretfueasentarseaunrincón,rabioso.Pidió:—¡Unacerveza!¿Nohavistoamiinspector?—Hasalido.Creoquelellamóelalcalde.Acabandetelefonear

otravezdeParís.Unperiódicohareservadodoshabitaciones,paraunreporteroyunfotógrafo.

—¿Eldoctor?—Estáarriba.Hadichoquenorecibeanadie.—¿YelseñorLePommeret?—Acabadesalir.Elperrocaneloyanoestaallí.Algunos,conunaflorenelojal,

elcabellotiesodefijador,estabansentadosenlasmesas,sinbeber

lo que habían pedido. Habían venido para ver. Y parecíanorgullososdehabertenidoesevalor.

—Venaquí,Emma.Había una especie de simpatía innata entre la chica de la

recepción y el comisario. Se acercó a él con abandono, y se dejóarrastraraunrincón.

—¿Estás segura de que el doctor no ha salido para nada estanoche?

—Lejuroquenohedormidoensuhabitación.—¿Hapodidosalir?—No creo. Tiene miedo. Esta mañana, fue él quien me hizo

cerrarlapuertaquedaalmuelle.—¿Cómoesqueteconoceeseperrocanelo?—No sé. No lo he visto nunca. Viene. Vuelve a marcharse.

Inclusomepreguntoquiénledarádecomer.—¿Hacemuchoquesehamarchado?—Nomehefijado.ElinspectorLeroyentró,nervioso.—Comisario,elalcaldeestáfurioso.¡Ynoesuncualquiera!Me

ha dicho que es primo del Ministro de Justicia. Pretende queestamos trabajando para nada.Que para lo único que servimos esparallenardepánicoalpueblo.Quierequedetengamosaalguien,acualquiera,contaldetranquilizaralagente.Leheprometidoquehablaría de esto con usted. Me volvió a repetir que nunca hanestadotancomprometidastantosucarreracomolamía.

Maigretlimpiótranquilamentesupipa.—¿Quévaustedahacer?—Nada.—Sinembargo…—¡Esustedjoven,Leroy!¿Haencontrandohuellasinteresantes

enelhoteldeldoctor?

—He enviado todo al laboratorio. Los vasos, las latas deconserva, el cuchillo. Hasta he hecho un molde de yeso con lashuellasdelhombreylasdelperro.Hasidodifícil,pueselyesodeaquíesdebajacalidad.¿Tienealgunaidea?

Portodarespuesta,Maigretsacóuncuadernitodesubolsilloyelinspectorleyó,cadavezmásdesorientado:

«Ernest Michoux (llamadoel Doctor). Hijo de unpequeño industrial de Seine-et-Oise que fue diputadodurante una legislatura y que, luego, se arruinó. Su padremurió. Su madre es una intrigante. Intentó, con su hijo,explotar unos terrenos en Jean-les-Pins. Fracaso completo.Hace lo mismo en Concarneau. Montó una sociedadanónima,graciasalapellidodesudifuntomarido.Noaportóningúncapital.Actualmente,tratadeobtenerquelosgastosdeviabilidaddelosterrenosseanpagadosporelmunicipioyeldepartamento.

»ErnestMichoux está casado y divorciado. Su antiguamujersecasódenuevoconunnotariodeLille.

»Tipodedegenerado.Carácterdifícil».

Elinspectormiróasujefe,conairededecir:—¿Yquémás?Maigretleenseñólaslíneassiguientes:

«Yves LePommeret . Familia Le Pommeret. Su hermanoArthur dirige la mayor fábrica de latas de conserva deConcarneau.Pequeñanobleza.YvesLePommereteselniñomimado de la familia. Jamás ha trabajado. Hace muchotiempo,enParís,agotólamayorpartedelaherencia.Vinoainstalarse a Concarneau cuando ya sólo tenía veinte mil

francosderenta.Noobstanteaparentaserunapersonalidad,aunqueseaélmismoquienselimpieloszapatos.Numerosasaventuras con jóvenesobreras.Huboque echar tierra sobrealgunos escándalos. Caza en todos los castillos de losalrededores. Por relaciones ha llegado a hacerse nombrarvicecónsul de Dinamarca. Solicita la Legión de Honor.Recurreavecesasuhermanoparapagarsusdeudas».

«JeanServières(seudónimodeJeanGoyard).NacidoenMorbihan. Es durante mucho tiempo periodista en París,secretariogeneraldepequeñosteatros,etcétera…Tuvounamodesta herencia y se instaló enConcarneau. Se casó conuna antigua obrera, que desde hacía quince años era suamante. Vida burguesa. Algunos escándalos en Brest y enNantes.Vivemásdepequeñasrentasquedelperiodismo,delqueestámuyorgulloso».

—¡Nocomprendo!—balbucióelinspector.—¡Diablos!,demesusnotas.—Pero…¿Quiénlehadichoque…?—Deme.El carnet del comisario era un cuadernito barato, el papel

cuadriculado, con tapas de hule. El del inspector Leroy era unaagendaconpáginasmóviles,montadaenacero.

Conairepaternal,Maigretleyó:

«1. ASUNTO MOSTAGUEN: la bala que alcanzó alnegocianteenvinosiba,sinduda,destinadaaotrapersona.Como no podía preverse que alguien iba a pararse en elportal,debían haber dado una cita en este lugar a laverdadera víctima, que no acudió, o que llegó demasiado

tarde.»Anoserquelaúnicafinalidadseaaterrorizaralpueblo.

E lasesino conoce de maravilla Concarneau. (Omitidoanalizarcenizasdecigarrilloencontradasenelcorredor.)

»2.ASUNTODEPERNODENVENENADO:eninvierno,el café delAlmirante estácasi todoeldíavacío.Cualquierpersonaconocedoradeestedetallehapodidoentraryecharelvenenoen lasbotellas.Endosbotellas.Por lo tanto, ibadestinadoespecialmentealosconsumidoresdepernodydecalvados. (Sin embargo, hay que tener en cuenta que eldoctorhanotadoatiempoysinelmenortrabajolosgrumosdepolvoblancoenellíquido.)

»3.ASUNTODELPERROCANELO:conoceelcafédelAlmirante.Tieneunamo.¿Peroquiénes?Parecetenerporlomenoscincoaños.

»4.ASUNTOSERVIÈRES:descubrirexaminandolaletraquiénhaenviadoelartículoaElFarodeBrest».

Maigretsonrió,devolviólaagendaasucompañeroydijo:—Muybien.Despuésañadió,conunamiradademalhumoraloscuriososque

seveíancontinuamenteatravésdeloscristalesverdes:—¡Vamosacomer!Unpocomástarde,Emmalesdiría,cuandoestabansolosenel

comedor con el viajante de comercio que había llegado por lamañana, que el doctor Michoux, cuyo estado había empeorado,habíapedidoquelesirviesenensuhabitaciónunacomidaligera.

***

Porlatarde,elcafédelAlmirante,consuscristalesglaucos,eracomo una vidriera delBotánico ante la que desfilan los curiososendomingados.Selesveíaluegodirigirsehaciaelfinaldelpuerto,dondeelcochedeServièreseralasegundaatracción,guardadapordospolicías.

El alcalde telefoneó tres veces, desde su suntuoso hotel deSables-Blancs.

—¿Handetenidoaalguien?Maigretapenassetomabaeltrabajodecontestar.Lajuventudde

dieciocho a veinticinco años invadió el café. Había gruposescandalosos que tomaban posesión de una mesa y pedíanconsumicionesqueluegonobebían.

No llevaban cinco minutos en el café y las réplicas seespaciaban,lasrisasseahogaban,laconfusióndejabasitioalbluff.Yseibanunostrasotros.

Ladiferenciafuemássensiblecuandotuvieronqueencenderlasluces. Eran las cuatro. Como de costumbre, la multitud seguíapaseando.

Aquellanoche,fuelasoledadyunsilenciodemuerte.Sediríaquetodoslosquepaseabansehabíanpuestodeacuerdo.Enmenosdeuncuartodehora,lascallesquedarondesiertasyelsilenciosóloerarotoporlospasosprecipitadosdealgúntranseúnteansiosoporrefugiarseensucasa.

Emmatenía loscodosapoyadosen lacaja.Eldueño ibade lacocina al café, donde Maigret se empeñaba en no escuchar susquejas.

ErnestMichouxbajó,hacialascuatroymedia,enzapatillas.Lehabía crecido la barba. Su pañuelo de seda, color crema, estabamanchadodesudor.

—¿Estáustedaquí,comisario?Aquellopareciótranquilizarle.—¿Ysuinspector?—Lehemandadoadarunavueltaporlaciudad.—¿Yelperro?—Nolohemosvistodesdeestamañana.Elsueloestabagris,elmármoldelasmesasdeunblancocrudo

veteado de azul. A través de los cristales, se adivinaba el relojluminosodelaviejaciudadquemarcabalascincomenosdiez.

—¿Siguensinsaberquiénhaescritoesteartículo?Elperiódicoestabasobrelamesa.Yunoacababapornovermás

queseispalabras:

«¿Aquiénletocaelturno?»

Eltimbredelteléfonosonó.Emmacontestó:—No.Nada.Nosénada.—¿Quiénes?—preguntóMaigret.—OtravezunperiódicodeParís.Pareceserque los redactores

lleganencoche.Nohabíaterminadosufrasecuandoeltimbresonódenuevo.—Esparaustedcomisario.Eldoctor,muypálido,seguíaaMaigretconlamirada.—¡Oiga!¿Quiénestáalaparato?—Leroy.Estoyenlaparteviejadelaciudad,cercadelpasode

agua.Hahabidoundisparo.Unzapaterohavistodesdesuventanaalperrocanelo.

—¿Muerto?

—¡Herido!Lehadadoenuncostado.Elanimalapenaspuedearrastrarse.Lagentenoseatreveaacercarse.Leestoytelefoneandodesdeuncafé.El animal está enmediode la calle.Puedoverlo atravésdelcristal.Estáaullando.¿Quéhago?

Y lavozqueel inspectorhubiesequeridoque fuese tranquila,erapreocupada,comosiaquelperroheridohubiesetenidoalgodesobrenatural.

—Hay gente en todas las ventanas.Diga, comisario, ¿hay querematarle?

Eldoctor,conlatezgrisácea,estabadepie,detrásdeMaigretypreguntótímidamente:

—¿Quépasa?¿Quédice?Y el comisario veía a Emma apoyada en el mostrador con la

miradaperdida.

Capítulo4P.deM.decompañía

Maigret atravesó el puente levadizo, franqueó la línea de lasmurallasysemetióporunacalleirregularymaliluminada.LoquelosdeConcarneaullamanlaciudadcerrada,esdecir,elbarrioviejo,rodeado aún de murallas, es una de las partes del centro másfrecuentadas.

Ysinembargo,amedidaqueelcomisarioavanzaba,entrabaenuna zona de silencio cada vez más equívoca. El silencio de unamultitudhipnotizadaporunespectáculoqueseestremece,quetienemiedoosesienteimpaciente.

Algunasvocesaisladasdeadolescentesdecididosaalborotar.Un nuevo recodo y la escena apareció ante los ojos del

comisario: la callejuela estrecha, congente en todas lasventanas;habitaciones iluminadas con lámparas de petróleo; un grupocerrandoelpasoy,másalládeesegrupo,ungranvacíodondesubíaunestertor.

Maigret apartó a los espectadores, jóvenes en su mayoría,sorprendidosporsullegada.Dosdeellos,aúnestabanocupadosenlanzarpiedrasenladireccióndelperro.Suscompañerosquisierondetenerle.Seoyó,omásbienseadivinó:

—¡Cuidado!Y uno de los que lanzaban piedras enrojeció hasta las orejas

mientrasMaigret, empujándolehacia la izquierda, avanzabahaciaelanimalherido.Elsilencioerayadeotraclase.Eraevidenteque,unos momentos antes, una borrachera malsana animaba a losespectadores,apartedeunaviejaquegritabadesdesuventana:

—¡Esvergonzoso!¡Deberíasometerlesaunproceso,comisario!Todosseencarnizanconesepobreanimal.¡Yyosébienporqué!Porquetienenmiedo.

El zapatero, quehabía disparado, entró, confuso, en su tienda.Maigretseagachóparaacariciaralanimalquelelanzóunamiradade asombro,más que de agradecimiento. El inspector Leroy saliódel café desde donde había telefoneado. Algunas personas sealejabanapesarsuyo.

—Quetraiganunacarretilla.Las ventanas se cerraron una tras otra, pero se adivinaban

sombrascuriosasdetrásdelascortinas.Elperroestabasucio,supelopuntiagudomanchadodesangre.Teníaelvientrellenodebarro,elhocicosecoyardiente.Ahoraqueseocupabandeél,recobrabalaconfianza, ya no intentaba arrastrarse por el suelo por donde lerodeabanveintepiedrasdegrantamaño.

—¿Dóndehayquellevarle,comisario?—Alhotel.Despacio.Pongapajaenelfondodelacarretilla.Este cortejo hubiera podido resultar ridículo. Pero fue

impresionanteporlamagiadelaangustiaque,desdeporlamañana,nohabíadejadodeaumentar.Lacarretilla,empujadaporunviejo,saltó por el pavimento, a lo largo de la calle con abundantesrecodos,franqueóelpuentelevadizoynadieseatrevióaseguirla.Elperrorespirabaconfuerza;luego,estirósuscuatropatasalmismotiempoenunespasmo.

Maigret se dio cuenta de que delante delHotel del Almiranteestabaparadouncochequenohabíavistoantes.Cuandoempujólapuertadelcafé,comprobóquelaatmósferahabíacambiado.

Unhombre leempujóycuando levantabanalperro, leapuntóconunaparatofotográficoehizosurgirunresplandordemagnesio.Otro,conpantalonesdegolf,conunjerseyrojoyuncuadernilloenlamano,hizoungestodesaludo.

—¿ComisarioMaigret?Vasco,delJournal.Acabodellegaryyahetenidolasuertedeencontraralseñor…

SeñalóaMichouxqueestabasentadoenunrincón,pegadoala

banquetaconasientodehule.—ElcochedelPetitParisiennossigue.Hatenidounaaveríaa

diezkilómetrosdeaquí.Emmapreguntóalcomisario.—¿Dóndequierequelopongamos?—¿Nohaysitioenlacasaparaél?—Sí, junto al patio. Un cuartucho donde amontonamos las

botellasvacías.—¡Leroy!Telefoneeaunveterinario.Una hora antes, era el vacío, un silencio lleno de reticencias.

Ahora,elfotógrafoapartabalasmesasylassillasexclamando:—Unmomento.Nosemuevan,porfavor.Vuelvanlacabezadel

perrohaciaestelado.Elmagnesioresplandecía.—¿YLePommeret?—preguntóMaigretdirigiéndosealdoctor.—Salióunpocodespuésqueusted.Elalcaldevolvióallamar.

Creoquevaavenir.

***

A las nueve de la noche, aquello era una especie de cuartelgeneral.Habíanllegadodosnuevosreporteros.Unoescribíaenunpapelenunamesadelfondo.Devezencuando,unfotógrafobajabadesuhabitación.

—¿No tendrán alcohol de 96 grados? Me es absolutamentenecesario para secar las películas. ¡El perro es formidable! ¿Diceustedquehayunafarmaciaallado?¿Cerrada?Noimporta.

En el pasillo, donde se encontraba el teléfono, un periodistadictabasuartículoconvozindiferente:

—Maigret,sí.MdeMaurice.AdeArthur.Sí.IdeIsidoro.Cojatodoslosnombresalavez.Michoux.M,I,choux,Choux.No,pouno.Espere.Ledoylostitulares.¿Sepondráenla«uno»?¡Sí!Digaaljefequetienequeponerseenprimerapágina.

Desorientado,elinspectorLeroybuscabasincesaraMaigretconlamiradacomoparaagarrarseaél.Enunrincón,elúnicoviajantede comercio preparaba su recorrido del día siguiente. De vez encuando,llamabaaEmma.

—Chauffier,¿esunaferreteríaimportante?Gracias.Elveterinariohabía extraído labalay rodeado laparte trasera

delperroconunavendarígida.—¡Esosanimalestienenunavidatandura!Habían extendido una manta vieja encima de la paja, en el

cuartitoconbaldosasdegranitoazulquedabaalmismotiempoalpatioyalaescaleradelabodega.Elperroestabaechadoallí,solo,adiezcentímetrosdeuntrozodecarnealquenotocaba.

El alcalde había venido, en coche. Un viejo con una barbitablanca,muycuidado,congestossecos.Habíalevantadolascejasalentrar en aquella atmósfera de cuerpos de guardia, o másexactamentedeP.deM.decompañía.

—¿Quiénessonestosseñores?—PeriodistasdeParís.Elalcaldeestabaenellímitedesupaciencia.—¡Magnífico! ¡Asímañana se hablará en toda Francia de esta

estúpidahistoria!¿Siguensinencontrarnada?—¡La investigación continúa!—gruñóMaigret con el mismo

tonoquesihubiesedicho:«¡Austednoleimporta!».Había irritabilidad en el ambiente. Todos tenían los nervios a

flordepiel.—¿Yusted,Michoux,novuelveasucasa?

La mirada del alcalde era despreciativa, acusaba al doctor decobardía.

—A este paso, dentro de veinticuatro horas, será el pánicogeneral. Lo que hace falta, ya le he dicho, es una detención,cualquiera.

E insistió en estas últimas palabras lanzando una mirada aEmma.

—Sé que no tengo que darle órdenes. En cuanto a la policíalocal,lehandejadounpapelrealmenteirrisorio.Perolesdigounacosa:otrodrama,unosolo,yserálacatástrofe.Lagenteesperaalgo.Tiendasqueotrosdomingospermanecíanabiertashastalasnueve,hanechadohoyelcierre.EseestúpidoartículodeElFarodeBresthaasustadoalpueblo.

Elalcaldenosehabíaquitadoelsombrerohongoyalmarcharselohundióaúnmásensucabezadespuésdehaberdicho:

—Leestaríaagradecidosimetuvieraalcorriente,comisario.Yle recuerdo que todo lo que se haga a partir de estemomento, sehacebajosuresponsabilidad.

—¡Unacerveza,Emma!—pidióMaigret.NopodíanimpediralosperiodistasquesealojasenenelHotel

Almirante,niqueseinstalasenenelcafé,telefoneasenyllenaranlacasa de su ruidosa agitación. Pedían tinta, papel. Interrogaban aEmmaquemostrabaunacaraasustada.

Fuera, la noche negra, con un rayo de luna que acentuaba elromanticismodeuncielocargadodepesadasnubes.Yesebarroquesepegabaatodosloszapatos,puesenConcarneauaúnnoconocenlascallespavimentadas.

—¿Le dijo Le Pommeret si iba a volver? —dijo Maigret aMichoux.

—Sí.Haidoacenarasucasa.—¿Ladirección?—preguntóunperiodistaqueyanoteníanada

quehacer.Eldoctorseladio,mientraselcomisarioseencogíadehombros

yarrastrabaaLeroyhaciaunrincón.—¿Tieneeloriginaldelartículoaparecidoestamañana?—Acaboderecibirlo.Estáenmihabitación.Eltextoestáescrito

conlamanoizquierda,porlotantoeradealguienquetemíaquesereconocierasuletra.

—¿Sinsello?—¡No! Han echado la carta en el buzón del periódico. En el

sobreestáescrito:«muyurgente».—Así es que a las ocho de la mañana como mucho, alguien

conocía ya la desaparición de Jean Servières, sabía que el cocheestaba o que se iba a abandonar junto al ríoSaint-Jacques, y quehabíamanchasdesangreenelasiento.Yestapersona,además,noignorabaque ibanaencontrarenalgunaparte lashuellasdeunospiesgrandes.

—¡Es increíble! —suspiró el inspector—. En cuanto a esashuellas,lashemandadoalQuaidesOrfèvres.Hanconsultadoyalosficheros. Tengo la respuesta: no pertenecen a la ficha de ningúndelincuente.

No había lugar a dudas: Leroy se dejaba influir por el pánicoreinante.Peroelmásintoxicado,sisepuededecir,porestevirus,eraErnestMichoux,cuyotiporesultabatantomáscómicocuantoquecontrastabaconlaindumentariadeportiva,losgestosdesenvueltosylaseguridaddelosperiodistas.

Nosabíadóndeponerse.Maigretlepreguntó:—¿Noseacuesta?—Todavía no.Nome duermo nunca antes de las nueve de la

mañana.Se esforzaba por esbozar una sonrisa falsa que mostraba dos

muelasdeoro.

—Francamente,¿quépiensausted?Elreloj luminosodelaviejaciudaddejóoírdiezcampanadas.

Llamaronalcomisarioporteléfono.Eraelalcalde.—¿Todavíanada?¿Esperabatambiénélundrama?Pero,dehecho, ¿no lo esperaba tambiénMaigret?Fue ahacer

unavisitaalperroquesehabíadormidoyque,sinmiedo,abrióunojo y miró cómo avanzaba hacia él. El comisario le acarició lacabeza,lepusounpocodepajabajolaspatas.

Vioaldueñodetrás.—¿Creeustedqueesosseñoresdelaprensasevanaquedaraquí

mucho tiempo? Porque en ese caso tendré que pensar en lasprovisiones.Elmercadoesmañanaalasseis.

Cuando no se estaba acostumbrado a Maigret, en semejantecaso,sesentíaunodesorientadoalversusenormesojosfijosenlafrentecomosinver,yluegooírlegruñiralgoininteligiblemientrassealejabaconaspectodeindiferencia.

El redactor delPetit Parisien volvió y sacudió el agua de suimpermeable.

—¡Vaya!¿Llueve?¿Quéhaydenuevo,Groslin?Brillabaunallamitaenlosojosdeljovenquedijounaspalabras

en voz baja al fotógrafo que le acompañaba. Luego, descolgó elreceptordelteléfono.

—PetitParisien,señorita.ServiciodePrensa.¡Prioridad!¿Qué?¿Tiene comunicación directa con París? Entonces, póngameinmediatamente ¡Oiga, oiga! ¿ElPetit Parisien? ¿SeñoritaGermaine?Póngameconlasecretariadeservicio.¡Aquí,Groslin!

Su voz era impaciente, y su mirada parecía desafiar a loscompañerosqueleescuchaban.Maigret,quepasópordetrásdeél,sedetuvoparaescuchar.

—¡Oiga!¿Esusted,señoritaJeanne?Rápido,¡eh!Aúndatiempo

paraalgunasedicionesdeprovincia.LosotrosnolotendránhastalaedicióndeParís.Digaalredactor-jefequeescribaelartículo.Yonotengotiempo.

«Asunto de Concarneau. Nuestras previsiones eran exactas.Nuevocrimen.¡Oiga!¡Sí,crimen!Unhombreasesinado,siprefiere».

Todoelmundosehabíacallado.Eldoctor,fascinado,seacercóalperiodistaqueproseguía,febril,triunfantecontento:

—¡Después del señor Mostaguen, después del periodista JeanServières, el señor Le Pommeret! Sí. Le he deletreado el nombrehaceunmomento!Acabandeencontrarlemuertoensuhabitación.¡Ensucasa!Ningunaherida.Tienelosmúsculosrígidosytodohacepensar en un envenenamiento. Espere. Termine por: «el terrorreina». ¡Sí! Vaya en seguida a ver al redactor-jefe. Dentro de unmomento le dictaré un artículo para la edición de París, pero elinformetienequepasaralasedicionesdeprovincia.

Volvió a colgar, respiró hondo, y lanzó a su alrededor unamiradadejúbilo.

Elteléfonosonó.—¡Oiga!¿Elcomisario?Haceuncuartodehoraqueintentamos

hablar con usted. Aquí la casa del señor Le Pommeret. ¡Rápido!¡Estámuerto!

Ylavozrepitió:—Muerto.Maigretmiróasualrededor.Encasitodaslasmesashabíavasos

vacíos.Emma,exangüe,seguíaalcomisarioconlamirada.—¡Quenotoquenningúnvasoniningunabotella!—ordenó—.

¿Comprende,Leroy?Nosemuevadeaquí.Eldoctor,conlafrenteempapadadesudor,sehabíaquitadoel

pañueloyseveíasupescuezodelgado,conelcuellodelacamisaabrochado.

***

CuandoMaigret llegóalpisodeLePommeret,unmédicoquevivíaenlacasavecinahabíahechoyalasprimerascomprobaciones.

Habíaallíunamujerdeunoscincuentaaños,ladueñadelacasa,lamismaquehabíatelefoneado.

Era una bonita casa de piedras grises frente almar. En dondecada veinte segundos, el pincel luminoso del faro iluminaba lasventanas.

Un balcón.Un asta de bandera y un escudo con las armas deDinamarca.

El cuerpo estaba extendido sobre la alfombra rojiza de unestudiollenodepequeñosadornossinvalor.Fuera,cincopersonasvieronpasaralcomisariosinpronunciarunasolapalabra.

En las paredes, fotografías de actrices, dibujos recortados derevistasyenmarcados,algunasdedicatoriasdemujeres.

LePommeretestabasincamisaysuszapatosaúnestabanllenosdebarro.

—¡Estricnina!—dijoelmédico—.Almenoslojuraría.Miresusojos.Ysobretododesecuentadelarigidezdelcuerpo.Laagoníahaduradomediahora.Talvezmás.

—¿Dóndeestabausted?—preguntóMaigretalamujer.—Abajo. Subarrendaba todo el primer piso al señor Le

Pommeret,quecomíaenmicasa.Llegóacenarhacialasocho.Notomócasinada.Recuerdoquedijoquelaelectricidaderamuyfloja,cuandolaluzeranormal.

»Medijotambiénqueibaavolverasalir,peroqueantestomaríaunaaspirina,porquesentíalacabezapesada.

Elcomisariomiróaldoctordeunamanerainterrogante.—¡Esoes!Losprimerossíntomas.

—Quesedeclaran…¿cuántotiempodespuésdelaabsorcióndelveneno?

—Depende de la dosis y de la constitución de la persona. Avecesmediahora.Otrasveces,doshoras.

—¿Ylamuerte?—No sobreviene hasta el final de una parálisis general. Pero

anteshayparálisislocales.Estabaechadoenesediván.Aquel mismo diván que hacía que llamasen a la casa de Le

Pommeret: ¡La casa del pecado! Las fotos de revistas eran másabundantes alrededor delmueble.Una lamparilla lanzaba una luzrosácea.

—Seagitóigualqueenunacrisisdedeliriumtremens.Murióenelsuelo.

Maigret se dirigió hacia la puerta por la que quería entrar unfotógrafoyselacerróenlasnarices.

Calculabaamediavoz:«LePommeretsaliódelcafédelAlmiranteunpocodespuésde

las siete.Había bebido.Aquí, un cuarto de hora después, bebió ycomió.Segúnloqueustedmedicedelosefectosdelaestricnina,pudoingerirelvenenotantoallícomoaquí».

Descendióenseguidaalaplantabaja,dondelacaseralloraba,rodeadaportresvecinas.

—¿Dóndeestánlosplatosylosvasosdelacena?Durante unos momentos no comprendió. Y cuando quiso

contestar, Maigret ya había visto en la cocina una palangana deaguaaúncaliente,aladerechaplatoslimpiosyalaizquierdaotrossuciosyvasos.

—Estabafregando,cuando…Entróunguardiaurbano.—Vigilelacasa.Echeatodoelmundofuera,exceptoaladueña.

¡Yningúnperiodista,ningúnfotógrafo!Quenotoquenningúnvaso

niningúnplato.Había que recorrer quinientosmetros enmedio de la borrasca

para llegar al hotel. El pueblo estaba en la penumbra. Apenasquedabandoso tresventanas iluminadas, agrandistanciaunadeotra.

Por el contrario, en la plaza, en la esquina delmuelle, las tresventanasverdosasdelHoteldelAlmiranteestabanencendidas,peroacausadeloscristales,dabalaimpresióndeunmonstruosoacuario.

Al acercarse, se oían ruidos y voces, el timbre del teléfono, elmotordeuncochequeponíanenmarcha.

—¿Dóndeva?—preguntóMaigret.Sedirigióaunperiodista.—¡La línea está cortada!Voy a otro sitio a telefonear parami

edicióndeParís.ElinspectorLeroy,depieenelcafé,teníaaspectodelprofesor

que vigila el estudio de la tarde. Alguien escribía sin parar. Elviajantedecomercioestabaembobado,pues se sentía apasionadoenaquellaatmósferanuevaparaél.

Todoslosvasosseguíanenlasmesas.Habíaalgunascopasquehabían contenido aperitivos, vasos de cervezamanchados aún deespuma,vasitosdelicor.

—¿Aquéhorahanquedadovacíaslasmesas?Emmatratóderecordar.—Nopodríadecirlo.Hayalgunosvasosqueheidoquitandoa

medidaqueestabanvacíosOtrosllevanahítodalatarde.—¿ElvasodelseñorLePommeret?—¿Québebió,señorMichoux?FueMaigretquiencontestó:—Uncoñac.Mirólosplatitosunotrasotro.—Seisfrancos.Peroheservidounwhiskyaunodeestosseñores

yeselmismoprecio¿Quizáseaestevaso?Talvezno.El fotógrafo,quenoperdíaocasión, tomaba fotosde todos los

vasosinstaladosenlasmesasdemármol.—¡Vaya a buscar al farmacéutico! —ordenó el comisario a

Leroy.Y fue verdaderamente la noche de los vasos y los platos. Los

trajeron de casa del vicecónsul de Dinamarca. Los reporterosentrabanenellaboratoriodelfarmacéuticocomoensupropiacasayunodeellos,antiguoestudiantedemedicina,participabainclusoenlosanálisis.

Elalcalde sehabíacontentadocondecirpor teléfonoconvoztajante:

—…todasuresponsabilidad…No se encontraba nada. Por el contrario, el dueño, de repente,

preguntó:—¿Quéhanhechoconelperro?Elcuartuchodonde lehabíanechadoencimade lapajaestaba

vacío.Elperro,incapazdeandarnisiquieradearrastrarse,acausadelavendaqueaprisionabasuspatastraseras,habíadesaparecido.

Losvasosnodescubríannadanuevo.—Tal vez han lavado el del señor Le Pommeret. Ya no me

acuerdo.¡Conestejaleo!—decíaEmma.En la casa, también la mitad de los cacharros habían sido

fregadosseguramenteconaguacaliente.Ernest Michoux, con la tez terrosa, estaba principalmente

preocupadoporladesaparicióndelperro.—Hanvenidoabuscarleporelpatio.Hayunaentradaquedaal

muelle.Unaespeciede callejón sin salida.Habráque clausurar lapuerta,comisario.Sino…Piensequehanpodidoentraraquísinquenadieloadvirtiera.¡Yvolverseamarcharconelanimalenbrazos!

Se diría que no se atrevía a salir del fondo de la sala, que

permanecíalomásalejadoposibledelaspuertas.

Capítulo5ElhombredelCabélou

Eranlasochodelamañana.Maigret,quenosehabíaacostado,seacababadebañary terminabadeafeitarsedelantedeunespejocolgadodelacontraventana.

Hacíamás fríoque losdías anteriores.La lluvia turbiaparecíanieve derretida. Abajo, un reportero esperaba la llegada de losperiódicosdeParís.Habíanoídoelpitodeltrenalassieteymedia.Faltabapocoparaqueapareciesenlosvendedoresdelasedicionessensacionales.

La plaza que se encontraba ante los ojos del comisario estabaocupaba por el mercado semanal. Pero se adivinaba que aquelmercadono teníasuanimaciónhabitual.Lagentehablabaenvozbaja.Algunoscampesinosparecíanpreocupadosalenterarsedelasnoticias.

En el terraplén, había unos cincuenta puestos de venta, conmantequilla, huevos, legumbres, tirantes y medias de seda. A laderecha, se estacionaban carricoches de todos los modelos y elconjunto estaba dominado por las cofias blancas con anchosencajes.

Maigretnosediocuentadequealgoanormalsucedíahastaquevioqueunapartedelmercadocambiabadefisonomía,lasgentesseamontonabany todasmirabanaunamismadirección.Laventanaestabacerrada.Nooíalosruidos,omásbien,loquelellegabatansóloeraunrumorconfuso.

Buscómásalláconlamirada.Enelpuerto,algunospescadorescargabanenlasbarcaslascestasvacíasylasredes.Masdepronto,sequedaroninmóviles,abriendopasoadosgendarmesquellevabanaunpresohaciaelAyuntamiento.

Unodelospolicíaseramuyjoven,imberbe.Derostroingenuo.

El otro tenía grandes mostachos castaños y unas cejas espesas yunidasledabanunaspectoterrible.

Enelmercado,habíancesado lasdiscusiones, todosmiraronalos tres hombres que avanzaban y señalaban las esposas quesujetabanlasmuñecasdelmalhechor.

¡Un coloso!Andaba inclinadohacia delante, lo quehacía quesushombrosparecieseneldobledeanchos.Arrastrabalospiesporelbarroyparecíaqueeraélquientirabadelosagentesaremolque.

Llevaba una chaqueta vieja. La cabeza descubierta, y un pelotieso,muycortoymoreno.

Elperiodistacorrióporlaescalera,abrióunapuertaygritóasufotógrafoquedormía:

—¡Benoît!¡Benoît!¡Deprisa!Arriba…¡Unafotoimponente!Ni él mismo estaba convencido de decir toda la verdad. Pues

mientrasMaigretsequitabadelasmejillaslasúltimasmanchasdejabón y buscaba su americana sin dejar demirar a la plaza, tuvolugarunacontecimientoverdaderamenteextraordinario.

Lamultitudnotardóenagolparsealrededordelosgendarmesydel prisionero. Bruscamente, éste, que debía de haber esperadomuchotiempolaocasión,diounaviolentasacudidaconsusmanos.

Desde lejos, el comisario vio los trozos de cadena rotos quecolgaban de las manos de los policías. Y el hombre se abalanzósobre el público. Una mujer rodó por el suelo. Otras personashuyeron.Nadiehabíasalidodesuestuporcuandoelprisionerosaltóporuncallejónsinsalida,aveintemetrosdelHoteldelAlmirante,al ladode la casavacíapor cuyobuzónhabía salidounabaladerevólverelviernesanterior.

Unagente—elmásjoven—estuvoapuntodedisparar,dudóyse puso a correr llevando su arma de una manera que Maigretesperabaelaccidente.Unsaledizodemaderacedióbajolapresiónde los que huían y su tejado de lona cayó sobre los puestos de

mantequilla.El joven agente tuvo el valor de precipitarse él solo por el

callejónsinsalida.Maigret,queconocíaellugar,acabódevestirsesinapresurarse.Puesahoraseríaunmilagroencontraralhombre.Lacalleja,de

dosmetrosdeancho,formabadosrecodosenángulorecto.Veintecasasquedabanalmuelleyalaplazateníanunasalidaalcallejón.Y además, había cobertizos, los almacenes de una cordelería yartículos para barcos, un depósito de latas de conserva, todo unmontón de construcciones irregulares, rincones y recodos, tejadosfácilmenteaccesiblesquehacíancasiimposibleunapersecución.

Ahora, lamultitud semantenía a distancia.Lamujer, a la quehabían tirado, levantaba el puño roja de indignación, en todasdirecciones, mientras que las lágrimas temblaban al rodar por subarbilla.

El fotógrafo salió del hotel, con untrench coat encima delpijama,ylospiesdescalzos.

***

Media hora más tarde, llegó el alcalde, y poco después elteniente,cuyoshombresempezaronaregistrarlascasasvecinas.

Al ver a Maigret sentado en el café en compañía del jovenagenteyocupadoendevorarunastostadas,elprimermagistradodelaciudadtemblódeindignación.

—Le previne, comisario, que le hacía responsable de… de…¡Peroesonopareceimportarle!Enviaréenseguidauntelegramaalministerio del Interior para ponerle al corriente de… de… ypreguntarle… ¿Ha visto siquiera lo que pasa fuera? Las gentes

huyende suscasas.Unviejo impedidogritade terrorporqueestáinmovilizado en un segundo piso. Creen ver por todas partes albandido.

Maigret se volvió, vio a Ernest Michoux que, como un niñomiedoso,permanecíalomáscercaposibledeélsinmoverunsolodedo.

—Sehabrádadoustedcuentadequehasidolapolicíalocal,esdecir,simplesagentesdepolicía,losquelehandetenido,mientrasque…

—¿Sigueustedpensandoquehayquedeteneraalguien?—¿Quéquieredecir?¿Pretendeustedecharlelamanoencima?—Ayer,mepidióquedetuvieseaalguien,acualquiera.Los periodistas estaban fuera y ayudaban a los guardias en la

captura. El café estaba casi vacío, en desorden, pues todavía nohabíantenidotiempodehacerlalimpieza.Seagarrabaalagargantaun áspero olor a tabaco frío. Al andar se pisaban las colillas, losescupitajos,elaserrínylosvasosrotos.

Sinembargo,elcomisariosacódesucarteraunaordendearrestoenblanco.

—Digaunasolapalabra,señoralcalde,y…—¡Tengocuriosidadporsaberaquiéndetendríausted!—¡Emma!Unaplumaytinta,porfavor.Fumabaapequeñasbocanadas.Oyóalalcaldequegruñíaconla

esperanzadequeleescuchasen:—¡Unbluff!Pero no se enfadó y escribió con una letra grande aplastada

segúnsucostumbre:—…elnombradoErnestMichoux,administradordelaSociedad

InmobiliariadeSables-Blancs…

***

Resultó más cómico que trágico. El alcalde leyó al revés.Maigretdijo:

—¡Yaestá!Yaqueseempeña,detengoaldoctor.Éstemiróalosdos,esbozóunasonrisapálida,comounhombre

quenosabequécontestaraunabroma.PeroeraaEmmaaquienelcomisario observaba. Emma, que avanzó hacia la caja y que derepentesevolvió,menospálidaquedecostumbre,sinpoderevitarunestremecimientodealegría.

—Supongo,comisario,quesedacuentadelagravedadde…—Esmioficio,señoralcalde.—Y eso es todo lo que se le ocurre hacer, después de lo que

acabadesuceder,deteneraunodemisamigos,auncompañero,másbien,enfin,unodelosnotablesdeConcarneau,unhombreque…

—¿Tieneustedunaprisiónconfortable?Durantetodoestetiempo,Michouxparecíasólopreocupadopor

ladificultaddetragarsusaliva.—Apartedelpuestodepolicía,enelAyuntamiento,sólohayla

gendarmería.ElinspectorLeroyacababadeentrar.Selecortólarespiración

cuandoMaigretledijoconlamayornaturalidad:—¡Oye,amigo!¿Tendríaslaamabilidaddellevaraldoctorala

gendarmería? ¡Discretamente! No hace falta que le pongas lasesposas.Loencarcelarás,cuidandodequenolefaltedenada.

—¡Es una locura! —balbució el doctor—. No entiendo nada.Yo…¡Esinaudito!¡Esinfame!

—¡Diablos!—gruñóMaigret.

Yvolviéndosehaciaelalcalde:—Nomeopongoaquecontinúenbuscandoalvagabundo.Eso

divierte al pueblo. Hasta puede ser útil. Pero no den demasiadaimportanciaasucaptura.Tranquilicealagente.

—¿Sabeustedquecuandoleagarraronestamañanallevabaunanavajaconseguro?

—Esmuyposible.Maigret empezaba a impacientarse. De pie, se puso su grueso

abrigoconcuellodeterciopeloylimpióconlamangasusombrerohongo.

—Hasta ahora, señor alcalde. Le tendré al corriente. Otroconsejo:quenocuentendemasiadashistoriasalosperiodistas.Enelfondo,nomerecelapenaarmarunjaleo.¿Viene?

Aquellasúltimaspalabrassedirigíanaljovensargento,quemiróalalcaldeconairededecir:

—Excúseme.Peroestoyobligadoaseguirle.El inspector Leroy daba vueltas alrededor del doctor como

hombrequeestámuyconfusoanteuntrabajomolesto.VieronaMaigretquealpasardiounaspalmaditasenlamejilla

deEmma,despuésatravesólaplazasinpreocuparsedelacuriosidaddelagente.

—¿Esporaquí?—Sí.Hayquerodearelmuelle.Tenemosparamediahora.Lospescadores estabanmenos trastornadosque el resto de los

habitantes por el drama que se representaba en torno al café delAlmirante, y unos diez barcos, aprovechando la tranquilidadrelativa,sedirigíanhacialasalidadelpuerto.

ElagentedepolicíalanzabaaMaigretunasmiradasdecolegialquesesienteconganasdecomplacerasumaestro.

—Sabeusted…elseñoralcaldeyeldoctorjugabanjuntosalascartasporlomenosdosvecesporsemana.Estohadebidoserparaél

ungolpe.—¿Quécuentanlasgentesdeaquí?—Depende de qué gente. Los obreros, los pescadores, no se

preocupan demasiado. E incluso, casi están contentos de lo queocurre.Porqueeldoctor,elseñorLePommeretyelseñorServièresnoteníanmuybuenareputación.Naturalmente,eranseñores.Noseatrevían a decirles nada. Lo que no quita que abusasen un pococuando hacían abandonar el trabajo a todas las chicas de lasfábricas. En verano, con sus amigos de París, aún era peor. Sepasabaneldíabebiendo,haciendoruidoporlascallesalasdosdela madrugada, como si el pueblo les perteneciese. Hemos tenidoquejas a menudo. Sobre todo en lo que se refiere al señor LePommeret, que no podía ver unas faldas sin desbocarse. Resultatristedecirlo.Perolasfábricasnotrabajannada.Hayparo.Entonces,condinero…,todasesaschicas…

—Enesecaso,¿quiénesestánpreocupados?—¡Losotros!Losburguesesyloscomerciantesquefrecuentaban

anteselgrupodelcafédelAlmirante.Eracomoelcentrodelpueblo,¿sabe?Inclusoelalcalde,queibaallí.

El agente estaba orgulloso por la atención que le prestabaMaigret.

—¿Dóndeestamos?—Acabamosdesalirdelpueblo.Apartirdeaquílacosaestácasi

desierta.Nohaymásquerocas,bosquesdeabetos,algunoshoteleshabitadosduranteelveranoporgentedeParís.EsloquellamamosLaPuntadelCabélou.

—¿Quélediolaideadebuscarporestelado?—Cuandoustednosdijo,amicolegayamí,quebuscásemosa

un vagabundo que pudiera ser el propietario del perro canelo,primero buscamos por los viejos barcos, en la parte de atrás delpuerto.Devezencuando,seencuentraaalgúnvagabundo.Elaño

pasadoardióunabarcaporqueunodeéstosolvidóapagarelfuegoquehabíaencendidoparacalentarse.

—¿Noencontraronnada?—Nada.Fuemicolegaelqueseacordódelantiguopuestode

guardiadelCabélou.Ya llegamos.¿Veeseedificiocuadrado,conpiedradesillaresenelúltimosalientedelaroca?Datadelamismaépocaquelasfortalezasdelaviejaciudad.Vengaporaquí.Tengacuidadoconlabasura.Hacemuchotiempo,vivíaaquíunguardián,unvigilantecomoaquelquedice,cuyamisióneraseñalarelpasodelosbarcos.Sevehastamuylejos.SedominaelpasodeGlénan,elúnicoquedaaccesoalarada.Perohacequizácincuentaañosquenoseusa.

Maigret cruzó un pasadizo cuya puerta había desaparecido,entró en una habitación con suelo de tierra. Estrechas aspillerasdaban al mar. Al otro lado, una sola ventana, sin cristales, nilargueros.

Yenlasparedesdepiedra,inscripcioneshechasconlapuntadeuncuchillo.Porelsuelo,papelessucios,numerososresiduos.

—¡Puesbien!Durantemásdequinceaños,unhombrehavividoaquí,solo.Unaespeciedesalvaje.Dormíaeneserincón,indiferentealfrío,alahumedad,alastempestadesquelanzabansusolasporlasaspilleras.Eraunacosacuriosa.Losparisinosveníanaverle,enelverano, y le daban algunas monedas. Un vendedor de tarjetaspostales tuvo la idea de fotografiarle y vender a la entrada susfotografías.Elhombreacabópormorir,durantelaguerra.Nadiehapensado en limpiar este sitio. Ayer se me ocurrió que si alguienqueríaesconderse,seríatalvezaquí.

Maigret subió por una estrecha escalera de piedra hecha delmismogrosordelaparedyllegóaunagaritaomásbienaunatorredegranitoabiertaporloscuatroladosyquepermitíaadmirartodalaregión.

—Era el puesto de guardia. Antes de inventarse los faros, seencendíaunfuegoenlaterraza.Puesbien,estamañana,temprano,mi colega y yo vinimos. Andábamos de puntillas. Abajo, en elmismo sitio donde antes dormía el loco, vimos a un hombre queroncaba. ¡Un coloso! Se oía su respiración a quince metros. Ypudimosponerlelasesposasantesdequesedespertase.

Habíanvueltoabajaralahabitacióncuadradaquelacorrientehacíaglacial.

—¿Sedefendió?—¡Nisiquiera!Micolegalepidiósuspapelesynocontestó.No

hallegadoustedaverle.Esmásfuertequelosdosjuntos.Hastaelpunto que no solté la culata demi revólver. ¡Y quémanos! ¿Lassuyas son grandes, verdad? Pues bien, trate de imaginarse unasmanosdosvecesmásgrandes,contatuajes.

—¿Violoquerepresentaban?—Sóloviunancla,enlamanoizquierda,ylasletras«S.S.»en

ambos lados. Pero había dibujos complicados. ¿Quizá unaserpiente?Notocamosnadadeloquehabíaporelsuelo¡Mire!

Habíadetodo:botellasdevinodemarca,licorescaros,latasdeconservavacíasyunasveintelatasintactas.

Habíaaúnmás:lascenizasdeunfuegoquehabíanencendidoenmediodelahabitación,yallado,unhuesodecordero.Mendrugosdepan.Algunasraspasdepescado.Unaconchadeperegrinoyunaspinzasdebogavante.

—¡Unverdaderobanquete!—seextasióeljovenagentequenodebíadehaberasistidonuncaaunfestínsemejante—.Estoexplicalas quejas que nos han dado en estos últimos tiempos.No hemoshechocaso,porquenosetratabadeasuntosimportantes.Unpandeseis libras robado al panadero. Una cesta de pescadilla quedesapareciódeunabarcadepesca.ElgerentedelalmacénPrunierquedecíaquelerobabanbogavantesdurantelanoche.

Maigret hacía un extraño cálculomental, tratabade establecerencuántosdíaspodíahaberdevoradounhombredebuenapetitotodoloquehabíasidoconsumidoallí.

—Unasemana—murmuró—.Sí.Incluidoelcordero.Derepentepreguntó:—¿Yelperro?—¡Precisamente!Nolohemosencontrado.Haymuchashuellas

de patas en el suelo, pero no hemos visto al animal. ¿Sabe?, elalcaldedebedeestareneseestadoacausadeldoctor.MeextrañaríaquenotelefoneaseaParís,comodijo.

—¿Elhombreibaarmado?—¡No! Fui yo quien registró sus bolsillos mientras mi colega

Piedboeuf,quesujetabalasesposas,leapuntabaconlaotramano.Enunbolsillodelpantalón,habíaunas castañas asadas.Cuatroocinco.Debíanprocederde lacarretillaqueseponeel sábadoyeldomingo por la tarde delante del cine. Luego, unas cuantasmonedas.Nisiquieradiezfrancos.Unanavaja.peronounanavajaterrible.Unanavajadelasqueutilizanlosmarinosparacortarpan.

—¿Nodijonada?—Niunapalabra.Hastaelpuntoquepensamos,micolegayyo,

queeraunloco,comoelanterior.Nosmirabacomounoso.Teníaunabarbadeochodías,dosdientesrotosenelcentrodelaboca.

—¿Suropa?—No podría decirle.Un traje viejo.Ni siquierame acuerdo si

debajo llevaba camisa o un jersey. Nos siguió dócilmente.Estábamos orgullosos de nuestra captura, hubiera podido escapardiezvecesantesdellegaralpueblo.Tanto,quehabíamosperdidoladesconfianzacuando,deuntirón,rompiólascadenasdelasesposas.Creíquemehabíaarrancadolamuñecaderecha.Aúntengolaseñal.ApropósitodeldoctorMichoux…

—¿Ybien?

—Sabequesumadrevendráhoyomañana.Es laviudadeundiputado.Sedicequetieneinfluencia.Yesmuyamigadelamujerdelalcalde.

Maigret miró el océano gris a través de las aspilleras. Unosbarquitos de vela se deslizaban entre la punta del Cabélou y unescolloquelaresacadejabaadivinar,virabanenredondoeibanalanzarsusredesamenosdeunamilla.

—¿Creerealmentequehasidoeldoctorquien…?—¡Vamos!—dijoelcomisario.Lamareaestabasubiendo.Cuandosalieron,elaguaempezabaa

bañarlaplataforma.Unchiquillo,acienmetrosdeellos,saltabaderoca en roca, en busca de unas cajas que había colocado en loshuecos.Eljovenagentenoseresignóacallarse.

—Lo más extraordinario es que hayan atacado al señorMostaguen, que es la mejor persona de Concarneau. Hasta elextremodequequeríannombrarleconsejerogeneral.Pareceserquesehasalvado,peroaúnnohanpodidoextraerlabala.Demodoquetodasuvidallevaráuntrozodeplomoenelvientre.Cadavezquepiensoquesinoselehubieseocurridoencenderelcigarro…

Norodearonporlosmuelles,sinoqueatravesaronunapartedelpuertoenlabalsaquevayvieneentreelPasoylaviejaciudad.

A poca distancia del sitio donde, el día antes, unos jóveneslanzabanpiedrasalperrocanelo,Maigretviounmuro,unapuertamonumental sobre la que había una bandera y unas palabras«GendarmeríaNacional».

Atravesó el patio de un inmueble que databa de la época deColbert. En un despacho, el inspector Leroy discutía con unbrigada.

—¿Yeldoctor?—preguntóMaigret.—¡Precisamente!Elbrigadanoquería sabernadaen loque se

refiereatraerlacomidadefuera.

—¡Ysilohace,esustedresponsable!—dijoelbrigadaaMaigret—.Meharáfaltaundocumentoquemesirvadejustificación.

El patio estaba tranquilo como el claustro de un convento.Elaguadeunafuentedejabaoírunadorablegluglú.

—¿Dóndeestá?—Allí,aladerecha.Empujaustedlapuerta.Luegoeslasegunda

puerta del pasillo. ¿Quiere que vaya a abrírsela? El alcalde hatelefoneado para recomendar que se tratase al prisionero con losmayorescuidados.

Maigret se rascó labarbilla.El inspectorLeroyyelgendarme,queerancasidelamismaedad,lemirabanconlamismacuriosidadtímida.

Unosmomentosdespués,elcomisarioentrósoloenuncalabozode paredes blanqueadas con cal, que no era más triste que unahabitacióndecuartel.

Michoux, sentado delante de unamesita demadera blanca, selevantó al verle llegar, dudó unmomento ymirando a otra parte,empezóadecir:

—Supongo,comisario,queelúnicomotivoderepresentarestacomediaeseldeevitarunnuevodrama,poniéndoseacubiertode…

Maigretsediocuentadequenolehabíanquitadonilostirantes,nielpañuelo,niloscordonesdesuszapatos,comoestabaordenado.Acercóunasillaconlapuntadelpie,sesentó,llenólapipaygruñó:

—¡Diablos!Pero,siéntese,doctor.

Capítulo6Uncobarde

—¿Esustedsupersticioso,comisario?Maigret, montado a caballo en su silla, con los codos en el

respaldo, esbozó una mueca que podía interpretarse de diversasformas.Eldoctornosehabíasentado.

—Creoqueenelfondo,todoslosomos,enunmomentodadoo,siseprefiere,enelmomentoenquenosapuntan.

Tosióensupañueloylomiróconinquietud,luegoprosiguió:—Haceochodías,lehubiesedichoquenocreíaenlosoráculos.

¡Y sin embargo…! Hace ya por lo menos cinco años de esto.Estábamosalgunosamigoscenando,encasadeunaactrizdeParís.En el café, alguien propuso echar las cartas. ¡Pues bien!, ¿sabe loquemeanunció?¡Puedeimaginarseloquemereí!Meestuveriendotanto más que aquello contrastaba con la eterna canción: mujerrubia,señormayorquelaquierebien,cartaquevienedemuylejos,etc.

»Amímedijeron:—»Tendrá usted una muerte muy fea. Una muerte violenta.

Desconfíedelosperroscanelos.ErnestMichouxnohabíamiradotodavíaalcomisarioydurante

un momento fijó la vista en él. Maigret estaba plácido, inclusoparecíaenormesentadoenaquellasillita,unaestatuadelaplacidez.

—¿Noleextrañaesto?Durantevariosaños,noheoídohablardeningúnperrocanelo.Elviernesocurreundrama.Unodemisamigoseslavíctima.Yo,delmismomodoqueél,habríapodidorefugiarmeenaquelportalyseralcanzadoporlabala.¡Yderepenteapareceunperrocanelo!

»Otroamigodesapareceencircunstanciasinauditas.¡Yelperrocanelosiguerondando!

»Ayer,letocaelturnoaLePommeret.¡Otravezelperrocanelo!¿Yquiereustedquenomesientaimpresionado?

Nunca había hablado tanto de una vez y mientras hablabarecobraba consistencia. Como única muestra de entusiasmo, elcomisariosuspiró:

—Naturalmente.Naturalmente.—¿No es brutal? Me doy cuenta de que he debido darle la

impresióndeuncobarde.¡Puesbien,sí!Hetenidomiedo.Unmiedovago,quesemehaagarradoalagargantadesdeelprimerdrama,ysobretodoencuantohaaparecidoelperrocanelo.

Dabavueltasdeun ladoaotrode lacelda,conpasitoscortos,mirandoalsuelo.Surostroseanimó.

—Heestadoapuntodepedirleprotección,perotemíqueseriesede mí. Temía aún más su desprecio. Pues los hombres fuertesdesprecianaloscobardes.

Suvozsehacíaaguda.—Yloconfieso,comisario,¡soyuncobarde!Yahacecuatrodías

quetengomiedo,cuatrodíassufriendoporelmiedo.¡Noesculpamía!Heestudiadobastantemedicinaparadarmecuentaexactademicaso.

»Cuando nací, tuvieron que meterme en una incubadora.Durante mi infancia, he coleccionado todas las enfermedadesinfantiles.

»Y cuando estalló la guerra, unosmédicos que examinaban aquinientoshombrespordíamedeclararonaptoparaelservicioymeenviaron al frente. Ahora bien, no sólo tenía debilidad pulmonarcon cicatrices de antiguas lesiones, sino que dos años antes mehabíanquitadounriñón.

»¡Tuve miedo! ¡Era para volverse loco! Unos enfermeros merelevaron cuando había sido enterrado en un agujero por ladeflagracióndeunobús.Yporúltimosedieroncuentadequeno

eranimuchomenosaptoparaelserviciodelasarmas.»Tal vez lo que le cuento no sea bonito. Pero le he estado

observando, tengo la impresión de que tiene usted el suficientecriterioparacomprender.

»Esfácil,eldespreciodelosfuerteshacialoscobardes.»Peroporlomenosdebíanpreocuparseporaveriguarlascausas

profundasdelacobardía.»¡Mire!Yocomprendíqueustedmirabasinsimpatíaanuestro

grupo del café delAlmirante. Le han dicho que me ocupo de laventadeterrenos.Quesoyhijodeunantiguodiputado,doctorenmedicina. Y luego, esas tardes que transcurrían alrededor de unamesadecafé,conotrosfracasados.

»¿Peroquéhubierapodidohacer?Mispadresgastabanmuchodineroy,sinembargo,noeranricos.EsonoesraroenParís.Hesidoeducadoenellujo.Losgrandesbalnearios.Luego,mipadremuereymimadreempiezaaintrigar,sindejardeserlagranseñoraqueeraantes,siempretanorgullosa,peroacosadaporlosacreedores.

»¡La he ayudado! ¡Era de lo único queme sentía capaz! Esosterrenos.Nadaprestigiosos.Yestavidadeaquí.¡Notables!Peroconalgopocosólido.

»Hace tres días que usted me observa y que tengo ganas dehablarle con el corazón en lamano. He estado casado.Mimujerpidióeldivorcióporquequeríaunhombreanimadoporambicionesmásaltas.

»Un riñón de menos. Tres o cuatro días a la semana, mearrastrabaenfermo,cansado,desdelacamaaunsillón.

Sesentóconcansancio.—Emmahadebidodecirlequehesidosuamante.Tontamente,

porqueavecessenecesitaunamujer.Noselecuentanestascosasatodoelmundo.

»EnelcafédelAlmirante,quizáhubieseacabadoporvolverme

loco. El perro canelo…Servières desaparecido…Lasmanchas desangre en su coche… Y sobre todo, esa muerte innoble de LePommeret.

»¿Porquéél?¿Porquénoyo?Estábamosjuntosdoshorasantes,en la misma mesa, delante de los mismos vasos. Y yo tenía elpresentimiento de que si salía de la casa,me tocaría amí. Luegosentíqueelcírculosecerraba,queinclusoelpeligromeperseguíaenelhotel,encerradoenmihabitación.

»Tuve un estremecimiento de alegría cuando le vi firmar miordendearresto.Ysinembargo…

Miróalasparedesdesualrededor,alaventanacontresbarrotesdehierroquedabaalpatio.

—Tendréquecambiarmicamadesitio,tendréqueempujarlaaaquel rincón. ¿Cómo, sí, cómo han podido hablarme de un perrocanelohacecincoañoscuando,sinduda,eseperronisiquierahabíanacido? ¡Tengo miedo, comisario! ¡Le confieso, le aseguro quetengomiedo! Pocome importa lo que piense la gente cuando seenterequeestoyenlacárcel.Loquenoquieroesmorir.Yalguienme espera, alguien a quien no conozco, que ha matado ya a LePommeret,que,sinduda,hamatadoaGoyard,quehadisparadoaMostaguen.¿Porqué?¡Dígame!¿Porqué?Probablementeunloco.¡Y todavía nohanpodido cogerle! ¡Está en libertad!Tal vez estárondandoanuestroalrededor.Sabequeestoyaquí.Vendrá,consuhorribleperroquetieneunamiradadehombre.

Maigretselevantólentamente,golpeólapipacontrasutalón.Eldoctorrepitióconunavozenternecedora:

—Séqueleparezcouncobarde.¡Mire!Estoysegurodequevoyasufrirestanochecomouncondenado,acausademiriñón.

Maigretestabaallíplantadocomolaantítesisdelprisionero,delaagitación,delafiebre,delaenfermedad,laantítesisdeesemiedomalsanoynauseabundo.

—¿Quierequelemandeunmédico?—¡No!Sisupiesequetienequeveniralguien, tendríaaúnmás

miedo.Meesperaríaquefueseélquienviniese,elhombredelperro,elloco,elasesino.

Unpocomásydaríadientecondiente.—¿Creeusted queva a detenerle o amatarle comoun animal

rabioso?¡Porqueestárabioso!Nosematadeesamanera,sinrazón.Otrostresminutosmásytendríaunataquedehisteria.Maigret

prefirió salir,mientras el detenido le seguía con lamirada, con lacabezahundidaenloshombros,ylospárpadosenrojecidos.

***

—¿Ha entendido bien, brigada? Que nadie entre en su celda,excepto usted: le llevará personalmente la comida y todo lo quepida. Por el contrario, no dejen por ahí nada que pueda utilizarcomo arma para matarse. Quítele los cordones de los zapatos, lacorbata…Vigilenelpationocheydía.Ytenganconsideraciónconél.Muchaconsideración.

—¡Un hombre tan distinguido! —suspiró el brigada—. ¿Creeustedquehasidoélquien…?

—¡Quien será la próxima víctima, sí! ¡Responde usted de suvida!

YMaigretsefuealolargodelaestrechacalle,chapoteandoporloscharcos.Todoelpuebloleconocíaya.Lascortinassemovíancuandopasaba.Loschiquillosdejabandejugarparamirarleconunrespetollenodetemor.

CruzabaelpuentelevadizoqueunelaviejaciudadalaciudadnuevacuandoseencontróconelinspectorLeroyquelebuscaba.

—¿Algonuevo?¿Nohanagarradoalosoporlomenos?—¿Quéoso?—Elhombredelosgrandespies.—¡No!Elalcaldehadadoordendesuspenderlasbúsquedasque

excitaban al pueblo.Hadejado a algunos guardias de servicio enlugaresestratégicos.Peronoesdeesodeloquequierohablarle.Esa propósito del periodista Goyard, llamado Jean Servières. Unviajante de comercio que le conoce y que acaba de llegar afirmahaberleencontradoayerenBrest.Goyardfingiónoverleyvolviólacabeza.

AlinspectorleextrañabalatranquilidadconqueMaigretrecibíaestanoticia.

—El alcalde está convencido de que el viajante se equivoca.Hombresbajitosygordoshaymuchos.¿Ysabeloqueleoídecirasu ayudante a media voz, tal vez con la esperanza de que yo looiría?Textualmente:

«¡Yaverácómoelcomisariosigueestafalsapista,semarchaaBrestynosdejaaquíconelverdaderoasesino!».

Maigret paseó en silencio. En la plaza, estaban quitando lospuestosdelmercado.

—Estuveapuntodecontestarleque…—¿Quequé?Leroysesonrojó,volviólacabeza.—No sé. Yo también tengo la impresión de que no da usted

muchaimportanciaalacapturadelvagabundo.—¿QuétalestáMostaguen?—Mejor.Noseexplicalaagresióndelaquehasidovíctima.Ha

pedidoperdóna sumujer. ¡Perdónporhabersequedadohasta tantarde en el café! ¡Perdón por haberse emborrachado! Ha juradollorandonovolverabeberunagotadealcohol.

Maigretsehabíaparadofrentealpuerto,acincuentametrosdel

Hotel del Almirante. Volvían unos barcos, dejaban caer su velaoscuramientrasrodeabanelrompeolas.

Labajamardescubría,alpiedelasmurallasdelaviejaciudad,bancosdecienoengastadosdeviejascacerolasyotrosrestos.

Traslabóvedauniformedelasnubesseadivinabaelsol.—¿Quépiensausteddetodoesto,Leroy?Elinspectorsesintiómásconfuso.—No sé. Me parece que si tuviésemos a ese hombre… Dese

cuentadequeelperrohavueltoadesaparecer.¿Quépodíahacerenel hotel del doctor? Debía haber ido a buscar algún veneno. Yodeduzco…

—Sí,¡naturalmente!Sóloqueyonodeduzconunca.—De todas formas tengo curiosidad por ver al vagabundo de

cerca.Lashuellaspruebanqueesuncoloso.—¡Precisamente!—¿Quéquieredecir?—¡Nada!Maigret no se movía, parecía entusiasmado contemplando el

panoramadelpuertecito, lapuntadelCabélou,a la izquierda,consubosquedeabetosysussalientesrocosos,labalizarojaynegra,lasboyasescarlatasqueseñalabanelpasohastalasislasGlénanquelanieblanodejabaver.

Elinspectorteníaaúnmuchascosasquedecir.—HetelefoneadoaParís,parainformarmesobreGoyard,queha

vividoallímuchotiempo.MaigretlemiróconunaafectuosaironíayLeroy,molesto,dijo

muydeprisa:—Losinformessonmuybuenosomuymalos.Estuvehablando

con un antiguo brigada de la Brigada Social, que le conociópersonalmente. Parece ser que ha evolucionado mucho tiempo alladodelperiodismo.Primero,portadordenoticias.Luego,secretario

generaldeunpequeñoteatro.Mástarde,dedirectordeuncabaretdeMontmartre.Dosquiebras.Redactorjefedurantedosañosdeunperiódicodeprovincia,enNevers,creo.Porúltimo,dirigeunasaladefiestas.Unoquenosemueredehambre.Sonlostérminosquehaempleadoelbrigada.Esverdadqueañadió:Unbuensujeto;cuandosediocuentaqueenfindecuentasnollegaríamásqueacomersesus cuatro perras o crearse historias, ha preferido volver a laprovincia.

—¿Entonces?—Entoncesmepreguntoporquéhafingidoesaagresión.Porque

hevueltoaverelcoche.Haymanchasdesangre,verdaderas.Ysihahabidounataque,¿porquénodarseñalesdevida,yaqueahorasepaseaporBrest?

—¡Muybien!El inspector miró bruscamente a Maigret para saber si éste

bromeaba.¡Pero,no!Elcomisarioestabaserio,conlamiradafijaenunamanchadesolqueaparecíaalolejos,enelmar.

—EncuantoaLePommeret…—¿Tieneinformes?—Suhermanohavenidoalhotelparahablarle.Noteníatiempo

deesperar.Mehadicholopeorquesepuedaimaginardelmuerto.Almenos,ensuopiniónesmuygrave:unvago.Dospasiones:lasmujeresy lacaza.Luegolamaníade tenerdeudasy jugaralgranseñor. Un detalle entre mil. El hermano, que es casi el mayorindustrialdellugar,mehadeclarado:

«Yo,mecontentoconvestirmeenBrest.Noes lujoso,peroessólido, confortable. PeroYves iba a París a encargar sus trajes.Ynecesitabazapatosconlafirmadeungranzapatero.Nisiquieramimujerllevazapatosalamedida».

—¡Derisa!—dijoMaigretcongranasombro,sinoindignación,desucompañero.

—¿Porqué?—¡Magnífico, si prefiere! Según su expresión de hace un

momento es una bonita zambullida en la vida provincial lo queestamoshaciendo.¡SabersiLePommeretllevabazapatoshechosamedidaono!Estonoparecenada.Puesbien,mecreerá siquiere,pero es el centro del drama. ¡Vamos a tomar el aperitivo, Leroy!Comolotomabaestagentetodoslosdías,¡enelcafédelAlmirante!

Elinspectorobservóunavezmásasujefepreguntándosesinoestabacometiendoalgunalocura.Habíaesperadofelicitacionesporsusiniciativas.

YMaigretteníaaspectodetomárselotodoabroma.

***

Hubo el mismo alboroto que cuando el profesor entra en unaclase donde los alumnos están hablando. Las conversacionespararon.Losperiodistasseprecipitaronhaciaelcomisario.

—¿Sepuedepublicarladetencióndeldoctor?¿Haconfesado?—¡Enabsoluto!MaigretlesapartóconungestoydijoaEmma:—Dospernods,pequeña.—Pero,sihadetenidoustedaldoctorMichoux.—¿Quierensaberlaverdad?Tenían ya el cuaderno en la mano. Esperaban con la pluma

preparada.—Puesbien,todavíanohayningunaverdad.Talvezhayauna

algúndía.Talvezno.—SedicequeJeanGoyard…—¡Estávivo!¡Mejorparaél!

—Loquenoquitaquehayaunhombrequeseesconde,alquesepersigueenvano.

—¡Loquedemuestralainferioridaddelcazadorantelapieza!YMaigret,reteniendoaEmmaporlamanga,dijosuavemente:—Harásquemesirvanlacomidaenmihabitación.Bebiósuaperitivodeuntragoyselevantó.—¡Un buen consejo, señores! ¡No saquen conclusiones

prematuras!¡Ysobretodo,nohagandeducciones!—¿Peroelculpable…?Seencogiódehombrosydijo:—¿Quiénsabe?Se encontraba ya al pie de la escalera. El inspector Leroy le

lanzóunamiradainterrogante.—No,amigomío.Quédeseacomeraquí.Necesitodescansar.Le oyeron subir la escalera con pasos pesados. Diez minutos

después,Emmasubióasuvezconunabandejallenadeentremeses.Luego la vieron llevar una concha de peregrino, un asado de

ternerayespinacas.En el comedor, las conversaciones tocaban a su fin. Llamaron

porteléfonoaunodelosperiodistasydeclaró:—¡Sí, hacia las cuatro! ¡Espero darle un artículo sensacional!

¡Todavíano!Hayqueesperar.Solo en una mesa, Leroy comía con modales de niño bien

educado, limpiándoseacadamomentolabocaconlapuntadesuservilleta.

La gente del mercado observaba la fachada del café delAlmirante,esperandoconfusamentequealgopasaría.

Un guardia estaba apoyado en la esquina de la callejuela pordondehabíadesaparecidoelvagabundo.

—¡ElseñoralcaldellamaporteléfonoalcomisarioMaigret!Leroyseagitó,ordenóaEmma:

—Subaaavisarle.Perolachicaderecepciónvolviódiciendo:—¡Yanoestáallí!Elinspectorsubiólaescaleradecuatroencuatro,sepusomuy

pálido,cogióelaparato.—¡Oiga!Sí,señoralcalde.Nosé…Yo…Estoymuypreocupado.

Elcomisarioyanoestáaquí.¡Oiga!¡No!Nopuedodecirlenada.Hacomidoensuhabitación.Nolehevistobajar.Yo…letelefonearédentrodeunmomento.

Y Leroy, que no había soltado su servilleta, la utilizó paralimpiarselasudorosafrente.

Capítulo7Laparejadelavela

Elinspectornosubióalahabitaciónhastamediahoradespués.Encimadelamesaencontróunanotaquedecía:

«Subaestanochehacia lasonceencimadel tejado.Meencontraráallí.Nohagaruido.Vayaarmado.Digaquemehemarchado aBrest desde donde le he telefoneado.No salgadelhotel.

MAIGRET».

Unpocoantesdelasonce,Leroysequitóloszapatosysepusounas zapatillas de fieltro que se había comprado por la tarde convistasalaexpediciónquenodejabadeimpresionarle.

Después del segundo piso ya no había escalones, sino unaescalerademano fija,que ibaadarauna trampaquehabíaeneltecho.Másarribahabíaundesvánheladoacausadelacorrientedeaire,dondeelinspectorsearriesgóaencenderunacerilla.

Unosmomentosdespués,saltóporeltragaluz,peronoseatrevióabajarinmediatamenteporlacornisa.Todoestabafrío.Alcontactode lasplacasdecinc, losdedossequedabanhelados.YLeroynohabíaqueridoponerseunabrigo.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad le pareciódistinguir una masa oscura, gruesa, como un animal enorme alacecho. Su nariz reconoció las bocanadas de la pipa. Silbóligeramente.

Unmomentodespuésseencontrabasubidoenlacornisa,alladodeMaigret.Noseveíannielmarnielpueblo.Seencontrabanenelladodeltejadoopuestoalmuelle,albordedelazanjanegraqueno

era otra cosa que la famosa calleja por donde el vagabundo degrandespiessehabíaescapado.

Todos los planos eran irregulares. Había tejados muy bajos yotros a la altura de los dos hombres.A un lado y a otro, algunasventanas estaban iluminadas. Otras tenían cortinas tras las cualesparecíanrepresentarseunespectáculodesombraschinescas.Enunahabitación,bastantelejos,unamujerlavabaaunniñopequeñoenunapalanganaesmaltada.

Lamasa del comisario semovió, trepómás bien hasta que subocasepegóaloídodesucompañero.

—¡Atención! No haga movimientos bruscos. La cornisa no essóliday tenemosdebajouna tuberíaqueharíaunruido tremendo.¿Ylosperiodistas?

—Están abajo, excepto uno que ha ido a buscarle a Brest,convencidodequelesiguelapistaaGoyard.

—¿Emma?—Nosé.Nomehepreocupadodeella.Fueellaquienmesirvió

elcafédespuésdecenar.Uno se sentía desorientado al encontrarse de aquel modo sin

saberlo nadie, encima de una casa llena de vida, gentes quecaminabanenelcalor,enlaluz,sintenernecesidaddehablarbajo.

—Bueno.Vuélvasedespaciohacialacasaenventa.¡Despacio!Era la segunda casa a la derecha, una de las pocas que se

igualabaenalturaalhotel.Seencontrabaencompletaoscuridady,sinembargo,elinspectortuvolaimpresióndequeunresplandorsereflejabaenunaventanasincortinadelsegundopiso.

Poco a poco, se dio cuenta de que no se trataba de un reflejoprocedentede fuera, sinodeunadébil luz interior.Amedidaquemirabaelmismopunto,aparecíannuevascosas.

Un suelo encerado. Una vela a medio quemar estaba muyderecha,rodeadadeunhalo.

—Ahíestá—dijoderepente,levantandolavozapesarsuyo.—¡Chisss!Sí.Alguienestabaacostadoenelsuelo,conlamitaddesucuerpo

enlaparteiluminadaporlaluzdelavela,ylaotramitadsumidaenla penumbra. Se veía un zapato enorme, un torso ancho con unjerseydemarino.

Leroy sabía que había un guardia en el extremo de la calleja,otroenlaplaza,yotromásquemontabalaguardiaenelmuelle.

—¿Quieredetenerle?—Nosé.Hacetreshorasqueduerme.—¿Estáarmado?—Estamañananoloestaba.Apenasseadivinabanlassílabaspronunciadas.Eraunmurmullo

indistinto,mezcladoalsoplodelasrespiraciones.—¿Aquéesperamos?—Loignoro.Megustaríasaberporqué,cuandoesperseguidoy

duerme,haencendidolalámpara.¡Cuidado!Enunaparedacababadeapareceruncuadroamarillo.—Han encendido la luz en la habitación deEmma, debajo de

nosotros.Eselreflejo.—¿Nohacenado,comisario?—Hetraídopanysalchichón.¿Notienefrío?Estaban los dos helados. En el cielo, veían pasar el rayo

luminosodelfaroaintervalosregulares.—Haapagado.—Sí.¡Chiss!Hubocincominutosdesilencio,detristeespera.Luegolamano

de Leroy buscó la de Maigret, y la apretó de una manerasignificativa.

—Abajo.—Lohevisto.

Una sombra, en la pared blanqueada con cal que separaba eljardíndelacasavacíaylacalleja.

—Va a reunirse con él —cuchicheó Leroy, que no podíaresignarsealsilencio.

Arriba, el hombre seguía durmiendo, al ladode la lámpara.Seoyóunruidoeneljardín.Ungatohuyóporeldesagüe.

—¿Notieneunmecheroconmechadeyesca?Maigretnoseatrevíaavolveraencendersupipa.Dudómucho

tiempo. Acabó por hacerse una pantalla con la chaqueta de sucompañero y encendió con fuerza una cerilla mientras que elinspectorsintiódenuevoelolorcalientedeltabaco.

—¡Mire!Nodijeronnadamás.Elhombreselevantóconunmovimiento

tanrepentinoqueestuvoapuntodetirarlavela.Retrocedióhacialaoscuridad, mientras la puerta se abría. Emma apareció en la luz,dudosa,tantristequedabalaimpresióndeunculpable.

Llevaba algo bajo del brazo: una botella y un paquete quedepositó en el suelo. Una parte del papel se rompió y dejó aldescubiertounpolloasado.

La mujer hablaba. Sus labios se movían. Sólo decía unaspalabras,humildemente,tristemente.Perosucompañeronoestabaalavistadelospolicías.

¿Acasolloraba?Llevabasuvestidonegrodechicaderecepciónylacofiabretona.Sólosehabíaquitadoeldelantalblancoyesoledabaunaspectomáscontrahechoquedecostumbre.

¡Sí! Debía llorar mientras hablaba, pronunciando palabrasespaciadas. Y la prueba es que de repente se apoyaba en lachambranadelapuerta,yescondíaelrostroensubrazodoblado.Suespaldasemovíaconunritmoirregular.

Al surgir el hombre, ennegreció casi todo el rectángulo de laventana,ydejódenuevoaldescubierto laperspectivaavanzando

hacia el fondo de la habitación. Su enormemano se apoyó en elhombrodelajoven,ylediotalsacudidaqueEmmadiounavueltacompleta, estuvo a punto de caerse,mostró una cara pálida y lospárpadoshinchadosporelllanto.

Pero era tan impreciso, tan turbio como un film proyectadocuando las lámparas de la sala estaban encendidas.Y faltaba otracosa:losruidos,lasvoces…

Eracomoelcine:cinemudo.Ysinembargo,quienhablabaeraelhombre.Debíahablaralto.

Era unoso.Con la cabeza hundida en los hombros, con el jerseyajustado al torso marcando los músculos pectorales, su cabellocortadoalcepillocomoeldeunpresidiario,con lospuñosen lascaderas,gritabareproches,oinjurias,oquizáamenazas.

Debíaestarapuntodepegarla.HastatalpuntoqueLeroytratódetocaraMaigretcomoparatranquilizarse.

Emmaseguía llorando.Ahorasucofiaestabatorcida.Sumoñoibaadeshacerse.Unaventanasecerróenalgunaparteylesdistrajoduranteunsegundo.

—Comisario…¿Creeque?…El olor a tabaco envolvía a los dos hombres y les daba una

ilusióndecalor.¿PorquéEmmajuntabalasmanos?Hablabadenuevo.Surostro

estabadeformadopor una turbia expresiónde terror, de ruego, dedolor,yelinspectorLeroyoyóaMaigretquecargabasurevólver.

Entre losdosgrupossólohabíadequinceaveintemetros.Unchasquido seco, un cristal que saltaría en pedazos y el coloso novolveríaamolestar.

Ahora daba vueltas de un lado para otro, con las manos a laespalda,parecíamásbajo,másancho.Supietropezóconelpollo.Estuvoapuntoderesbalaryconrabialediounapatadaquelehizorodarhastalaoscuridad.

Emmamiróhaciaeselado.¿Qué podían estarse diciendo? ¿Cuál podía ser el motivo de

aquelpatéticodiálogo?¡Pueselhombreparecíarepetirlasmismaspalabras!¿Peronolas

repetíaconmásblandura?Emmacayóderodillas,selanzómásbien,asupasoytendiólos

brazos hacia él. El hombre fingió no verla, la evitó, y ella ya noestaba de rodillas, sino casi tumbada, implorando con un brazolevantado.

Tanpronto seveíaalhombreyaque loabsorbía laoscuridad.Cuandovolvió,seirguióantelachicaquelesuplicabaylamiródearribaaabajo.

Empezódenuevoadarvueltas,seacercó,sevolvióaalejar,yentoncesaella lefaltó lafuerzaparaextenderelbrazohaciaél,ysuplicarle. Se dejó caer completamente en el suelo. La botella devinoestabaamenosdeveintecentímetrosdesumano.

Fueinesperado.Elvagabundoseinclinó,másbienbajounadesuspesadaspiernas,cogióelvestidoporelhombroyconunsolomovimiento,pusoaEmmadepie.Todoestotanbruscamentequelahizovacilarcuandodejódesujetarla.

Ysinembargo,¿no traicionabasu rostrodescompuestoalgunaesperanza?Elmoñosehabíadeshecho.Elgorroblancoestabaporelsuelo.

El hombre paseaba. Evitó por dos veces el contacto con sucompañera.

La tercera vez, la cogió en sus brazos, la estrechó contra sucuerpo,leechólacabezahaciaatrásylabesóapasionadamente.

Sólo se veía la espalda de él, una espalda inhumana, con unamanodemujercrispadaensuhombro.

Consusgruesosdedos, labestiasentíaeldeseosinapartarsuslabios, de acariciar el cabello que colgaba, de acariciarlo como si

hubiese querido aniquilar a su compañera, aplastarla mejor,incorporarseaella.

—¡Caramba!—dijolavoztemblorosadelinspector.YMaigretestabatanconmovidoque,aldarsecuenta,estuvoa

puntodesoltarlacarcajada.

***

¿LlevabaallíEmmauncuartodehora?Dejarondeabrazarse.Lavelasólopodríadurarunoscincominutos.Yhabíaenlaatmósferaundescansocasivisible.

¿No reía la chica de la recepción?Debía haber encontrado enalgún sitioun trozodeespejo.Enplena luz se laveía arreglar sulargocabello,sujetarloconunahorquilla,buscarporelsuelootrahorquillaquehabíaperdido,yponerlaentresusdientesmientassecolocabaelgorro.

Estabacasiguapa. ¡Estabaguapa!Todoeraconmovedor,hastasu falda negra, sus párpados rojos. El hombre había recogido elpollo.Ysinperderlodevista,lomordíaconapetito,hacíacrujirloshuesos,arrancabatirasdecarne.

Buscó una navaja en su bolsillo, no la encontró, rompió elcuello de la botella golpeándolo contra su tacón. Bebió. QuisohacerbeberaEmma,quequisorechazarlo,riendo.¿Ledabatalvezmiedoelcristalroto?Perolaobligóaabrir laboca,ysuavementeechóellíquido.

Ellaseatragantó,tosió.Entonceséllacogióporloshombros,lavolvióaabrazar,peroestaveznolabesó.Laabrazabaalegremente,labesóenlasmejillas,enlosojos,enlafrenteyhastaensugorrodeencaje.

Ellaestabapreparada.Elhombrepególacaraalaventanaunavezmás, llenandonuevamenteel rectángulo luminoso.Cuandosevolvió,fueparaapagarlavela.

ElinspectorLeroyestabacrispado.—Sevanjuntos.—Sí.—Lesvanacoger.El grosellero del jardín tembló. Luego una sombra apareció

colgada de lo alto del muro. Emma se encontró en el callejón yesperóasuamante.

—Vasaseguirlesdelejos.¡Sobretodo,quenoteapercibanenningúnmomento!Medarásnoticiasencuantopuedas.

Del mismo modo que el vagabundo lo había hecho con sucompañera,Maigretayudóalinspectoraalzarseporencimadelaspizarras hasta el tragaluz.Luego se inclinóparamirar al callejón,dondesóloseveíanlascabezasdelasdospersonas.

Dudaron.Cuchicheaban.Fuelachicalaquearrastróalhombrehacia una especie de cochera por dondedesaparecieron; la puertaestabasólocerradaconunpestillo.

Eralacocheradelacordelería.Comunicabaconelalmacén,endondeaaquellahoranohabíanadie.Forzaríanunacerraduray laparejallegaríaalmuelle.

PeroLeroyestaríaallíantesqueellos.

***

Encuantobajólaescaleradeldesván,elcomisariocomprendióque ocurría algo anormal. Oyó un rumor en el hotel. Abajo, elteléfonofuncionabaenmediodelosgritos.

Incluida la voz de Leroy, que debía de estar al aparato, pueselevabaeltonoconsiderablemente.

Maigret bajó corriendo la otra escalera, llegó a la planta baja,dondechocóviolentamenteconunperiodista.

—¿Quépasa?—Haceuncuartodehora.Unnuevocrimen.Enelpueblo.Han

llevadoalheridoalafarmacia.Primero,elcomisarioseprecipitóalmuelle,vioaunguardiaque

corría empuñando su revólver.Rara vez el cielo había estado tannegro.Maigretalcanzóalhombre.

—¿Quépasa?—Una pareja que acaba de salir del almacén. Yo estaba

montandoguardiaenfrente.Elhombrecasicayóenmisbrazos.Yanovalelapenacorrer.¡Debenestarlejos!

—¡Explique!—Oíruidoenlatienda,dondenohabíaluz.Esperéconelarma

enlamano.Lapuertaseabrió.Salióuntipo.Peronotuvetiempodeapuntarle.Mediotalpuñetazoquemehizorodarporelsuelo.Soltémirevólver.Loúnicoquemediomiedo,fuequelocogiese.¡Perono! Fue a buscar a unamujer que esperaba en el umbral. Ella nopodíacorrer.Lacogióenbrazos.Eltiempoquetardéenlevantarme,comisario. Semejante puñetazo. ¡Mire! Estoy sangrando. Hanbordeadoelmuelle.Handebidodarlavuelta.Aquelloesundédalodecallejuelas,yluegoelcampo.

Elguardiasetapabalanarizconelpañuelo.—¡Hubiesepodidomatarme!Supuñoesunmartillo.Delladodelhotel,cuyasventanasestabaniluminadas,seguían

oyéndosegritos.Maigretdejóalguardia,doblólaesquinayviolafarmaciacon las contraventanascerradas,perocuyapuerta abiertadejabasalirunaoladeluz.

Unas veinte personas se agolpaban delante de la puerta. El

comisariolosapartóconloscodos.En la oficina, un hombre echado en el suelo lanzaba gemidos

rítmicosmirandofijamenteeltecho.Lamujerdelfarmacéuticoencamisón,hacíamásruidoellasola

quetodoelmundoreunido.Y el propio farmacéutico, que se había puesto una chaqueta

encima del pijama, se alocaba, movía frascos, abría grandespaquetesdealgodónhidrófilo.

—¿Quiénes?—preguntóMaigret,dirigiéndosealfarmacéutico.No esperó la respuesta, pues había reconocido el uniforme de

carabinero,conunapiernadelpantalónmanchada.Yahoratambiénreconocíaelrostro.

EraelcarabineroqueelviernesanteriorestabadeguardiaenelpuertoyhabíaasistidodelejosaldramadelqueMostaguenhabíasidovíctima.

Llegóundoctor,miróalheridoyluegoMaigretdijo:—¿Quépasaahora?Algodesangremanchabaelsuelo.Elfarmacéuticohabíalavado

lapiernadel carabinero conaguaoxigenadaque formaba tirasdeespumarosa.

Fuera, un hombre contaba, tal vez por décima vez, con vozjadeante:

—Estabaacostadoconmimujer,cuandooíunruidoqueparecíaundisparo, luegoungrito.Después,quizádurantecincominutos,nadamás.Nomeatrevíavolvermeadormir.Mimujerqueríaquefuese a ver. Entonces oímos gemidos que parecían proceder de laacera, al lado de nuestra puerta. La abrí. Estaba armado. Vi unaformaoscura.Reconocíeluniforme.Mepuseagritar,paradespertaralosvecinos,yelfruteroquetieneuncochemeayudóatransportaralherido.

—¿Aquéhorasonóeldisparo?

—Haceunamediahorajusta.Es decir, en el momento más conmovedor de la escena entre

Emmayelhombredelashuellas.—¿Dóndeviveusted?—Soy fabricante de velas. Ha pasado usted diez veces por

delantedemicasa.Aladerechadelpuerto.Másalládelmercadodepescado.Micasahaceesquinaalmuelleyaunacallecita.Después,lasconstruccionessonmásespaciadasysólohayhoteles.

Cuatro hombres transportaban al herido a una habitación delfondo,donde leextendieronenundiván.Eldoctordabaórdenes.Fueraseoíalavozdelalcaldequepreguntaba:

—¿Estáaquíelcomisario?Maigretfueasuencuentro,conlasmanosenlosbolsillos.—Confesaráusted,comisario,que…Pero la mirada de su interlocutor era tan fría que el alcalde

perdióinmediatamentelafirmeza.—¿Hasidonuestrohombreelquehahechoelgolpe,verdad?—¡No!—¿Cómolosabeusted?—Loséporqueenelmomentoenquesecometióelcrimen,le

estabaviendocasitanbiencomoloestoyviendoaustedahora.—¿Ynolehadetenido?—¡No!—Mehanhabladotambiéndeunguardiaatacado.—Esexacto.—¿Se da usted cuenta de las repercusiones que pueden traer

semejantesdramas?¡Enfin!Desdequeestáustedaquí…Maigretdescolgóelaparatodelteléfono.—Póngameconlagendarmería,señorita.Sí.Gracias.¡Oiga!¿La

gendarmería? ¿Es usted el brigada? ¡Oiga! Aquí, el comisarioMaigret.¿EldoctorMichouxsigueallí,naturalmente?¿Cómodice?

Sí,vayadetodasformasaasegurarse.¿Cómo?¿Hayunhombredeguardiaenelpatio?Muybien.Espero.

—¿Creequehasidoeldoctorquien…?—¡Nada!Yonuncacreonada,señoralcalde.¡Oiga!Sí.¿Noseha

movido?Gracias.¿Dicequeestádurmiendo?MuyBien.¡Oiga!¡No!Nadaespecial.

Delahabitacióndelfondollegabangemidosyunavoznotardóenllamar:

—Comisario…Eraelmédico,queseestabalimpiandolasmanosaúnjabonosas

conunatoalla.—Puede interrogarle.Labala sóloha rozado lapantorrilla.Ha

sido más el miedo que el daño. Hay que decir también que lahemorragiahasidomuyfuerte.

El carabinero tenía los ojos llenos de lágrimas. Se sonrojócuandoeldoctorprosiguió:

—Todosuterrorvienedequehacreídoquehabríaquecortarlelapierna.¡Ydentrodeochodíasseibaajubilar!

Elalcaldeestabadepieenelumbraldelapuerta.—¡Cuénteme cómo ocurrió! —dijo suavemente Maigret,

sentándosealaorilladeldiván—.Notemanada.Yahaoídoloquehadichoeldoctor.

—Nosé.—¿Yquémás?—Hoy,acababamiguardiaalasdiez.Vivounpocomásalládel

sitiodondehesidoherido.—¿Novolvióentoncesdirectamenteasucasa?—¡No! Vi que aún había luz en el café delAlmirante. Me

entraron ganas de saber cómo estaban las cosas. ¡Le juro quemeardelapierna!

—¡Pero,no!¡No!—afirmóelmédico.

—Puestoqueledigoque…¡Enfin!¡Porelmomentonoesnada!Bebíunacervezaenelcafé.Sólohabíaperiodistasynisiquierameatrevíapreguntarles.

—¿Quiénlesirvió?—Unadoncella,creo.NoviaEmma.—¿Yluego?—Quisevolveramicasa.Pasépordelantedelcuerpodeguardia

donde encendí mi cigarrillo con la pipa de mi colega. Seguíandandoporelmuelle.Torcía laderecha.Nohabíanadie.Elmarestababastantebonito.Derepente,cuandoapenashabíapasadolaesquinadeunacalle,sentíundolorenlapierna,inclusoantesdeoírelruidodeunadetonación.Eracomosihubieserecibidoelgolpedeunadoquínenplenapantorrilla.Caí.Quiselevantarme.Alguiencorría.Mimano tocóun líquidocaliente,pegajoso,ynosécómoocurrióperomedesmayé.Creíquememoría.

»Cuando volví a recobrar el conocimiento, el frutero de laesquinaabríalapuertaynoseatrevíaaavanzar.

»Esoestodoloquesé.—¿Novioalapersonaquedisparó?—Nohevistonada.Esonoocurrecomosecree.Justoeltiempo

paracaer.Ysobretodo,cuandoretirémimanollenadesangre.—¿Notieneustedningúnenemigo?—¡Quéva!Hacesólodosañosqueestoyaquí.Henacidoenel

interior de la región. Y nunca he tenido la ocasión de vercontrabandistas.

—¿Vuelvesiempreporesecaminoasucasa?—¡No!Eselmáslargo.Peronoteníacerillasyfuialcuerpode

guardiaprecisamenteparaencenderelcigarrillo.Entonces,envezdetirarporelpueblo,bordeéelmuelle.

—¿Esmáscortoelcaminoporelpueblo?—Unpoco.

—Así es que si alguien le vio salir del café y tirar hacia elmuelle,¿habríatenidotiempodeiraesconderse?

—Seguramente.¿Pero,porqué?Nuncallevodineroencima.Nohanintentadorobarme.

—¿Está usted seguro, comisario, que no ha dejado de ver alvagabundodurantetodalanoche?

Senotabaundejodemaliciosaironíaenlavozdelalcalde.Leroyentró,conunpapelenlamano.—Untelegrama,queacabaderecibirseporteléfonoenelhotel.

EsdeParís.YMaigretleyó:

«Dirección General de Seguridad a comisario Maigret,Concarneau.

»Jean Goyard, llamado Servières, del que habíanmandadolasseñaspersonales,detenidoestelunesalasochodelanocheenelhotelBellevue,calleLepic,enParís,enelmomento en que se instalaba en la habitación 15. Haconfesado haber llegado de Brest en el tren de las seis.Protesta inocenteypideser interrogadoenpresenciadeunabogado.Esperamosinstrucciones».

Capítulo8¡Niunomás!

—¿No cree tal vez, comisario, que ha llegado la hora de quetengamosunaconversaciónenserio?

El alcalde había pronunciado aquellas palabras con unaconsideración helada y el inspector Leroy aún no conocía losuficienteaMaigretparajuzgarsusemocionessegúnlamaneradeecharelhumodesupipa.Deloslabiosentreabiertosdelcomisariosalió un fino hilillo gris, lentamente, mientras que sus párpadoslatieron dos o tres veces. Luego Maigret sacó su cuadernito delbolsillo, miró a su alrededor al farmacéutico, al doctor, a loscuriosos.

—Asusórdenes,señoralcalde.—Si quiere venir a tomar una taza de té a mi casa… —se

apresuró a interrumpir el alcalde—. Tengo el coche a la puerta.Esperaréaquehayadadolasórdenesnecesarias.

—¿Quéórdenes?—Pues…elasesino…elvagabundo…esachica…—¡Ah!¡Sí!Puesbien,si lagendarmeríano tieneotracosaque

hacer,quevigilelasestacionesdelosalrededores.Teníasuairemásingenuo.—En cuanto a usted, Leroy, telegrafíe a París para que nos

mandenaGoyardyvayaaacostarse.Tomóasientoenel cochedelalcalde,queconducíaunchófer

conuniformenegro.UnpocoantesdellegaraSables-Blancs,vieronelhotelconstruidoenelmismoacantilado,loqueledabaaspectodecastillofeudal.Lasventanasestabaniluminadas.

Durante el camino, los dos hombres nohabían cruzadoni dosfrases.

—Permitaquelemuestreelcamino.

Elalcaldedejósupellizaenmanosdeunmayordomo.—¿Laseñoraestáacostada?—Esperaalseñoralcaldeenlabiblioteca.En efecto, allí la encontraron. Aunque tendría unos cuarenta

años,parecíamuyjovenal ladodesumarido,que teníasesentaycinco.Dirigióunsaludoconlacabezaalcomisario.

—¿Ybien?Muyhombredemundo,elalcaldelebesógalantementelamano

ylaretuvoenlasuyamientrasdecía:—¡Tranquilízate! Un carabinero ligeramente herido. Y espero

que después de la conversación que vamos a tener, el comisarioMaigretyyo,acabarádeunavezestainadmisiblepesadilla.

Lamujersalió,entreelruidodelasedadesuvestido.Unapuertade terciopeloazulvolvióacerrarse.Labibliotecaeraamplia, conlasparedesconpanelesdemadera,eltechodefalsasvigas,comoenlasmansionesinglesas.

Se veían unas encuadernaciones bastante ricas, pero las máslujosas debían de encontrarse en una biblioteca cerrada queocupabatodounladodelapared.

Elconjuntoeradeverdaderasuntuosidad,sinfaltadegusto,elconfort perfecto. Aunque había calefacción central, unos leñosardíanenunamonumentalchimenea.

Ninguna relación con el falso lujo del hotel del doctor. Elalcaldeeligióentreunascajasdepuros,ofrecióunoaMaigret.

—¡Gracias!Simepermite,fumarémipipa.—Siéntese,seloruego.¿Tomaráwhisky?Llamó a un timbre, encendió un puro. El mayordomo vino a

servirles.YMaigret,talvezconintención,teníaelaspectotorpedeunpequeñoburguésquees recibidoenunamansiónaristocrática.Susrasgosparecíanmásrudos,sumiradaturbia.

Suanfitriónesperóaquesalieseelcriado.

—Tiene que comprender, comisario, que no es posible quecontinúe esta serie de crímenes. Veamos. Lleva usted aquí cincodías.Y,desdehacecincodías…

Maigretsacódesubolsilloelcuadernoconcubiertasdehule.—¿Me permite?—interrumpió—.Habla usted de una serie de

crímenes. Ahora bien, le hago notar que todas las víctimas estánvivas, excepto una. Un solo muerto: el señor Le Pommeret. Encuanto al carabinero, reconocerá usted que, si alguien hubiesequeridoatentar contra suvida,no lehabríadadoen lapierna.Yaconoce el sitio donde ha sido hecho el disparo. El agresorpermanecía invisible. Ha podido tomarse todo el tiempo quequisiese.Amenosquehubiesecogidounrevólver.

Elalcaldelemiróconsorpresa,ydijomientrascogíasuvaso:—¿Asíesqueustedpretende…?—Quehanqueridoherirleen lapierna.Almenoshastaquese

pruebelocontrario.—¿HanqueridotambiénherirenlapiernaalseñorMostaguen?Surgió la ironía. La nariz del viejo se estremeció. Quería ser

educado, permanecer tranquilo, porque estaba en su casa. Pero suvozteníauntonoinsolente.

Maigret,conaspectodeunbuenfuncionarioquedacuentasaunsuperior,prosiguió:

—Siprefiere,vamosairviendomisnotasunaauna.Leoenlafecha del viernes, 7 de noviembre:Unabala es disparada por elbuzón de una casa deshabitada en la dirección del señorMostaguen. Primero, podrá darse cuenta que nadie, ni siquiera lavíctima,podíasaberqueenunmomentodadoalseñorMostaguenseleocurriríarefugiarseenunportalparaencendersucigarrillo.¡Sihubiesehechomenosviento,nohabríahabidocrimen!Ahorabien,sinembargo,habíaunhombrearmadoconunrevólverdetrásdelapuerta.Obieneraunloco,obienesperabaaalguienqueteníaque

llegar. Ahora, recuerde la hora. Las once de la noche. Todo elpuebloduerme,exceptoelpequeñogrupodelcafédelAlmirante.

»Noheconcluido.Veamos losculpablesposibles.El señorLePommeret, Jean Servières y Emma están descartadas, ya que seencontrabanenelcafé.

»QuedaneldoctorMichoux,quehabíasalidouncuartodehoraantes,yelvagabundodelashuellasenormes.MásundesconocidoalquellamamosX.¿Estamosdeacuerdo?

»Hay que añadir al margen que el señor Mostaguen no hamuertoyquedentrodequincedíasestarádepie.

»Pasemosalsegundodrama.Aldíasiguiente,sábado,estoyenelcaféconel inspectorLeroy.Vamosa tomarelaperitivoconelseñor Michoux, Le Pommeret y JeanServières, cuando el doctorsospechaalgoalmirarsuvaso.Elanálisispruebaquelabotelladepernodestáenvenenada.

»Posibles culpables: señor Michoux, Le Pommeret, Servières,Emma, la chica de la recepción, el vagabundo—que ha podido,duranteeldía,entrarenelcafésinservisto—yporúltimonuestrodesconocidoalquedamoselnombredeX.

»Continuemos.El domingo por lamañana, Jean Servières hadesaparecido.Seencuentrasucochemanchadodesangre,nolejosdesucasa.Antes inclusodeestedescubrimientoElFarodeBrestrecibióunainformacióndelosacontecimientos,hechaparasembrarelpánicoenConcarneau.

»Ahorabien, primeroven aServières enBrest, luego enParís,donde parece esconderse y donde se encuentra naturalmente agusto.

»Unúnicoculpableposible:elpropioServières.»Elmismodomingo,elseñorLePommerettomaelaperitivocon

el doctor, vuelve a su casa, cena y muere a consecuencia de unenvenenamientoporestricnina.

»Posibles culpables: en el café; si ha sido envenenado allí, eldoctor,EmmayporúltimonuestroX.

»Aquí,enefecto,elvagabundodebeserdejadodelado,pueslasalanohaquedadovacíaniunsolomomentoynohasidoechadoelvenenoenlabotellasinoenunsolovaso.

»SielcrimenhasidocometidoenlacasadeLePommeret, losposibles culpables son: su casera, el vagabundo y nuestrosempiternoX.

»Noseimpaciente.Llegamosalfinal.Estanoche,uncarabinerorecibeunabalaenlapiernacuandopasaporunacalledesierta.Eldoctornohasalidodelaprisión,dondeestávigiladodecerca.LePommeret ha muerto. Servières está en París en manos de laDirección General de Seguridad. Emma y el vagabundo, a esamisma hora, se ocupan, ante mis ojos, de abrazarse y luego dedevorarunpollo.

»Porlotantounúnicoposibleculpable:X.»Es decir, un individuo que aún no hemos encontrado en el

transcursodelosacontecimientos.Unindividuoquepuedehaberlohechotodo,delmismomodoquepuedehabercometidoúnicamenteesteúltimocrimen.

»Aéstenoleconocemos.Notenemossusseñaspersonales.Sólosabemosunacosa: tenía interésenprovocarestanocheundrama.Tenía mucho interés. Porque este disparo no lo ha hecho unvagabundo.

»Ahora, no me pida que le detenga. Ya que estará ustedconforme,señoralcalde,enquetodosenestepueblo,todosaquellosqueconocenalosprincipalespersonajesmezcladosenestahistoriay que, en particular, frecuentan el café delAlmirante, sonsusceptiblesdesereseX.

»Inclusousted.Aquellas últimas palabras fueron dichas en un tono ligero al

mismotiempoqueMaigretserecostabaensusillónyextendíalaspiernashacialosleños.

Elalcaldeseestremecióligeramente.—Esperoquenoseamásqueunapequeñavenganza.EntoncesMaigret se levantó de repente, sacudió la pipa en la

chimeneaydandovueltasporlabiblioteca,dijo:—¡Quéva! ¿Quiere usted conclusiones?Puesbien, aquí están.

Hequeridosimplementedemostrarlequeunasuntocomoéstenoesunasimpleoperaciónpolicíaca,quesepuedadirigirdesdeunsillónafuerzadellamadastelefónicas.

»Yañadiré,señoralcalde,contodoelrespetoqueledebo,quecuando tomo ami cargo la responsabilidad de una investigación,¡deseoantetodoquemedejenenpaz!

Había salido todo de un golpe. Hacía días que se estabaincubando.Maigret, tal vezpara tranquilizarse,bebióun tragodewhisky,miróalapuertacomounhombrequehadichotodoloqueteníaquedeciryquesóloesperaelpermisoparairse.

Su interlocutor permaneció por un momento en silencio,contemplandolablancacenizadesupuro.Acabópordejarlacaeren un tazón de porcelana azul, después se levantó lentamente ybuscóconsumiradalosojosdeMaigret.

—Escúcheme,comisario…Debía estar pensando cada una de sus palabras, ya que las

pronunciabaaintervalos.—Talvezhehechomalendemostrarciertaimpacienciadurante

nuestrasbrevesrelaciones.Erabastanteinesperado.Sobretodoenaquelambienteenelque

elviejoteníaunaspectomástípicoquenunca,consupeloblanco,su chaqueta ribeteada con seda, su pantalón gris de raya muymarcada.

—Empiezoaapreciarleensujustovalor.Enunosminutos,con

un simple resumen de los hechos, me ha hecho comprender elmisterioangustioso,deunacomplejidadquenosospechaba,queeslabasedeesteasunto.Confiesoquesuinerciaenloconcernientealvagabundomehabíaprevenidocontrausted.

Se había acercado al comisario y le puso una mano en elhombro.

—Lepidoquenolotengaencuenta.Yotambiéntengograndesresponsabilidades.

Hubiese sido imposible adivinar los sentimientos de Maigret,queseocupabaenllenarlapipaconsusgruesosdedos.Supetacaestabayamuyvieja.Sumiradaseperdíaatravésdeunaventanaenelhorizontedelmar.

—¿Quéesesaluz?—preguntóderepente.—Eselfaro.—¡No!Digoesalucecitaaladerecha.—LacasadeldoctorMichoux.—¿Entoncesesquehavueltolacriada?—¡No!EslaseñoraMichoux,lamadredeldoctor,quehavuelto

estatarde.—¿Lahavistousted?AMaigretlepareciónotarciertaconfusiónensuanfitrión.—Se ha extrañado al no encontrar a su hijo. Vino aquí a

informarse.Ledije que le habíandetenido, explicándole quemásbieneraunamedidadeprotección.Porqueeseso, ¿no?Mepidióautorización para hacerle una visita en la prisión.En el hotel, nosabíandóndesehabíametidousted.Metomélalibertaddepermitiresavisita.

»LaseñoraMichouxvolviópocoantesdecenarparasaber lasúltimasnoticias.Fuemimujerquienlarecibióylainvitóacenar.

—¿Sonamigas?—Más exactamente sostenemos relaciones de buenos vecinos.

EninviernohaymuypocagenteenConcarneau.Maigretreemprendiósupaseoatravésdelabiblioteca.—¿Entoncescenaronlostres?—Sí. Lo hemos hecho amenudo. Tranquilicé como pude a la

señoraMichoux,queestabamuyimpresionadaporesagestióndelagendarmería.Lehacostadomuchotrabajosacaradelanteasuhijo,quenotieneunasaludmuyfuerte.

—¿NohablarondeLePommeretydeJeanServières?—NuncalegustóLePommeret.Leacusabadehacerbeberasu

hijo.Elhechoesque…—¿YServières?—Le conocía menos. No pertenecía al mismo mundo. Un

periodista sin importancia, unas relaciones de café, un chicodivertido. Pero, por ejemplo, no se puede recibir a sumujer cuyopasado no es muy limpio. ¡En los pueblos ya sabe lo que pasa,comisario!Tienesqueresignarteaestasdistinciones.Enparte,estole explica mis cambios de humor. No sabe usted lo que esadministrar un pueblo de pescadores, teniendo en cuenta lassusceptibilidadesdelosjefesydeunaciertaburguesíaque…

—¿AquéhorasefuedeaquílaseñoraMichoux?—Hacialasdiez.Mimujerlaacompañóconelcoche.—EsaluzpruebaquelaseñoraMichouxaúnnosehaacostado.—Tieneesacostumbre.¡Igualqueyo!Anuestraedadseduerme

poco.Yomequedohastamuytardeleyendouhojeandoficheros.—¿LosnegociosdeMichouxsonprósperos?Nuevomomentodeconfusiónapenasperceptible.—Todavíano.HayqueesperaraquesepongaenvalorSables-

Blancs. Dadas las relaciones de la señora Michoux en París, notardará. Ya se han vendido muchos terrenos. En la primavera,empezaránaconstruir.Eneltranscursodelviajequeacabadehacer,casi ha convencido a un banquero del que no puedo decirle el

nombre,paraconstruirunmagníficohotelenlacumbredelacosta.—Otra pregunta, señor alcalde, ¿a quién pertenecían antes los

terrenos?Suinterlocutornodudó.—¡Amí!Esunapropiedaddelafamilia,comoestehotel.Sólo

crecíanbrezosymalezacuandolosMichouxtuvieronlaidea.Enesemomentoseapagólaluzalolejos.—¿Otro vaso dewhisky, comisario?Naturalmente, haréquemi

chóferleacompañe.—Es usted muy amable. Me gusta mucho andar, sobre todo

cuandotengoquepensar.—¿Quéopinadeesahistoriadelperrocanelo?Confiesoquees

una de las cosas que más me desorienta. ¡Eso y elpernodenvenenado!Yaque…

PeroMaigretbuscabaelabrigoyelsombreroasualrededor.Elalcaldenotuvomásquellamaraltimbre.

—Elabrigoyelsombrerodelcomisario,¡Delphin!Sehizounsilenciotanabsolutoqueseoyóelruidosordodela

resacaenlasrocasqueservíandebasealhotel.—¿Deverdadnoquiereutilizarmicoche?—Deverdad.Había en la atmósfera como jirones de confusión que se

estirabanalrededordelaslámparas.—Mepreguntocuálserámañanaelestadodeánimodelpueblo.

Sielmarestábien,almenosfaltaránlospescadoresporlascalles,yaqueaprovecharánparaecharsusredes.

Maigretcogióelabrigodelasmanosdelmayordomo.Elalcaldequería hacerle aún alguna pregunta, pero dudaba debido a lapresenciadelcriado.

—Cuántotiempocreequeseránecesariopara…Elrelojmarcabalaunadelamañana.

—Esperoquetodoacabeestamismanoche.—¿Tanpronto?¿Apesardeloquemehadichoustedhaceun

momento?Enesecaso,¿cuentaustedconGoyard?Amenosque…Era demasiado tarde.Maigret bajaba ya la escalera.El alcalde

intentabadecirunaúltimapalabra.Peronose leocurriónadaquetradujesesusentimiento.

—Me siento confuso al dejarle volver andando, por esoscaminos.

Lapuertavolvióacerrarse.Maigretseencontrabaenelexteriorconunhermosocielodenubespesadasquepasabanrápidascomofantasmaspordelantedelaluna.

Elvientoveníadelmaryolíaaalgasqueunopodíaimaginarseamontonadasenlaarenadelaplaya.

Elcomisarioandabadespacio,conlasmanosenlosbolsillosylapipaentrelosdientes.Alvolverse,viodelejosapagarselaslucesdelabiblioteca,luegootrasqueseencendieronenelsegundopisodondelascortinaslasdifuminaban.

Nocogióelcaminoqueatravesabaelpueblo,sinoquebordeólacosta,delmismomodoquelohabíahechoelcarabineroyseparóunmomentoenlaesquinadondeelhombrehabíasidoherido.Todoestabatranquilo.Devezencuandounfarol.Concarneaudormía.

Cuando llegó a la plaza, vio las ventanas del café que aúnestabaniluminadascomoturbandolapazdelanocheconsuhalovenenoso.

Empujólapuerta.Unperiodistadictabaalteléfono:—…nosesabeyadequiénsospechar.Enlascalles,lagentese

miraconangustiaydesconfianza.¿Quizásesésteelasesino?¿Talvezesteotro?Jamássehavistounaatmósferademisterioypánicotanpesada…

Eldueño,lúgubre,ocupabaélmismoelsitiodelacaja.Cuandovioalcomisario,quisohablar.Podíanadivinarseporadelantadosus

recriminaciones.Elcaféestabadesordenado.Habíaperiódicosentodaslasmesas,

vasosvacíos,yunfotógrafosecabaunaspruebasenelradiador.ElinspectorLeroyavanzóhaciasujefe.—EslaseñoraGoyard—dijoamediavozseñalandoaunamujer

regordetasentadaenlabanqueta.Selevantó.Sesecabalosojos.—¡Dígame,comisario!¿Esverdad?Yanoséaquiéntengoque

creer.¿PareceserqueJeanestávivo?Peronoesposible,¿verdad?,¡quehayarepresentadoestacomedia!¡Nomehabríahechoeso!¡Meparece que voy a volverme loca! ¿Qué habrá ido a hacer a París?¡Dígame!¡Ysinmí!

Lloraba.Llorabacomo todas lasmujeres,conmuchas lágrimasquerodabanporsusmejillas,ycaíanhastasubarbilla,mientrassumanooprimíasuabultadoseno.

Ygimoteaba.Buscósupañuelo.Además,queríahablar.—¡Le juro que no es posible! Sé muy bien que era un poco

juerguista, ¡pero no habría hecho eso! Cuando volvía me pedíaperdón,¿comprende?Dicen…

Señalóalosperiodistas.—…dicenquehasidoélmismoelquehahecholasmanchasde

sangre en el coche, para hacer creer que había habido un crimen.Peroentonces,¡esquenoteníaintencióndevolver!Yyosé,estoysegura, ¿comprende?, que habría vuelto.Nunca se hubiese ido dejuergasilosotrosnolehubiesenarrastrado.ElseñorLePommeret.Eldoctor.¡Yelalcalde!¡Ytodosesosquenisiquieramesaludabanporlacalle,porquemeconsiderabanmuypocoparaellos!

»Mehandichoqueestabadetenido.Meniegoacreerlo.¿Quépuedehaber hecho?Ganaba suficiente para la vida que llevamos.Éramosfelicesapesardelasjuergasquesecorríadevezencuando.

Maigretlamiró,suspiro,cogióunvasodeencimadelamesa,se

bebióelcontenidodeuntragoymurmuró:—Excúseme,señora.Tengoqueiradormir.—¿Ustedtambiéncreequeesculpabledealgo?—Nuncacreonada.Haga lomismoqueyo,señora.Quedaaún

mañana.Y subió la escalera con pasos pesados, mientras el periodista,

quenohabíasoltadoaúnelteléfono,dictabaestaúltimafrase:—LasúltimasnoticiassonqueelcomisarioMaigretcuentacon

dilucidarmañanadefinitivamenteelmisterio…Yconotravoz,añadió:—Esoestodo,señorita.Sobretodo,dígalealjefequenocambie

una sola línea de lo que le he dictado. No podría comprenderlo.Tendríaqueestaraquí.

Despuésdecolgarelaparatoymientrassacabaunblocdenotasdelbolsillo,encargó:

—¡Un ponche, patrón! Mucho ron y un poquito de aguacaliente.

Mientras tanto, la señora Goyard aceptó el ofrecimiento deacompañarlaquelehizounperiodista.Yduranteelcaminoempezóarepetirsusconfidencias:

—Apartedequeeraunpocojuerguista.Pero¿comprendeusted,señor?¡Todosloshombressoniguales!

Capítulo9Lacajadeconchas

Maigret estaba de tan buen humor al día siguiente por lamañana, que el inspector Leroy se atrevió a seguirle charlando einclusoahacerlealgunaspreguntas.

Por otra parte, sin saber por qué, la calma era general. Quizáfuese debido al tiempo que de repente era bueno. Parecía quehubieranbarridoelcielo.Estabaazul,deunazulunpocopálidoenel que relucían ligeras nubes. Por eso, el horizonte parecía másgrande, como si terminasen de hacer la bóveda celeste. El mar,completamente liso, estabacubiertodepequeñasvelasque teníanaspectodebanderaspinchadasenunmapadeestadomayor.

Ahora bien, basta con un rayo solar para transformarConcarneau, ya que entonces, las murallas de la vieja ciudad,lúgubres bajo la lluvia, se vuelven de un blanco alegre,resplandeciente.

Abajo, losperiodistas, fustigadospor las idasyvenidasde lostresúltimosdías,secontabanhistoriasmientras tomabanelcaféyunodeelloshabíabajadoenbata,conlospiesdescalzosmetidosenunaspantuflas.

MaigrethabíaentradoenlahabitacióndeEmma,másbienunabuhardilla,cuyaventanadabaalacallejuelaycuyotechoinclinadonopermitíaestardepiemásqueenmediodelahabitación.

Laventanaestabaabierta.Elaireerafresco,perosesentíanlascariciasdelsol.Unamujerhabíaaprovechadoparatenderropaensuventana,alotroladodelcallejón.Enalgunaparte,enelpatiodeuncolegiovibrabaunrumorderecreo.

YLeroy,sentadoalbordedelacamitadehierro,dijo:—No comprendo aún muy bien sus métodos, comisario, pero

creoqueempiezoaadivinar.

Maigret le miró sonriente, y dirigió al sol una bocanada dehumo.

—¡Tiene suerte, amigo!Sobre todo en lo que concierne a esteasunto,enelqueprecisamentemimétodoconsisteenquenotengoninguno.Siquiereunbuenconsejo,siquiere irseperfeccionando,no tomeejemplodemí,ni tratedesacar teoríasde loquemeveahacer.

—Sin embargo… compruebo que ahora llega a los indiciosmateriales,despuésdeque…

—¡Precisamente, después! ¡Después de todo! Dicho de otramanera, he empezado la investigación al revés, lo que tal vez noimpidequeempiecelapróximaalderecho.Cuestióndeatmósfera.Cuestión de tipos.Cuando llegué aquí, caí sobre un tipo quemesedujoynolodejé.

Pero no dijo a quién pertenecía aquella cabeza. Levantó unaviejasábanaqueocultabaunguardarropa.DentrohabíaunvestidobretóndeterciopelonegroqueEmmadebíareservarparalosdíasdefiesta.

Eneltocador,unpeinealquefaltabanvariaspúas,horquillasyunacajaconpolvosdearrozdemasiadorosas.Encontróenuncajónlo que parecía buscar: una caja adornada con conchas brillantescomolasquevendenen todas las tiendasdel litoral.Ésta,que talvez databa de diez años y que sabe Dios qué camino habíarecorrido,teníaescritasestaspalabras:«RecuerdodeOstende».

Salíadeallíunoloracartónviejo,apolvo,aperfumeyapapelamarillento.Maigret, que sehabía sentadoal bordede la camaalladodesucompañero,hacíaconsusgruesosdedoselinventariodelascosasmenudas.

Habíaunrosariodebolasdecristaltalladasporvariascaras,conunafrágilcadenitadeplata,unamedalladeprimeracomunión,unfrascodeperfumevacíoqueEmmahabíadebidodeguardarporsu

bellaformayqueposiblementehabíaencontradoenlahabitacióndeunhuésped.

Una flor de papel, posible recuerdo de un baile o una fiesta,aportabaunanotadecolorido.

Allado,unacrucecitadeoroeraelúnicoobjetodeunpocodevalor.

Unapiladetarjetaspostales.UnarepresentabaungranhoteldeCannes.Aldorso,unaletrademujer:

«Harías mejor en venir aquí que quedarte en ese sucioagujerodondesiempreestálloviendo.Yseganamucho.Secometodoloquesequiere.Unabrazo

LUISA».

Maigret pasó la tarjeta al inspector Leroy, examinóminuciosamenteunadeesasfotografíasdeferiaqueseobtienenaldispararydarenelblanco.

Como se tapaba con la carabina apenas se veía el rostro delhombre, cuyo ojo estaba cerrado. Era muy ancho de espaldas yllevaba un gorro de marino. Y Emma, sonriendo a la cámara, leagarraba ostensiblemente del brazo.En la parte baja de la tarjeta,ponía:Quimper.

Unacarta,conelpapeltanarrugadoquedebíadehaberlareleídomuchasveces.

«Queridamía:»Yaestádichoyfirmado:tengomibarco.SellamaráLa

BellaEmma.ElcuradeQuimpermehaprometidobautizarlolapróximasemanaconaguabendita,granosde trigo, salytodo,habráchampándeverdad,porquequieroqueseaunafiestadelaquesehablemuchotiempo.

»Alprincipiocostaráunpocodetrabajopagarlo,porquetengoquedaralbancodiezmilfrancosporaño.Peropiensaquetienecienbrazascuadradasdevelayqueandarásusdieznudos. Se puede ganar mucho transportando cebollas aInglaterra.Eso quiere decir que no tardaremos en casarnos.Ya he encontrado flete para el primer viaje, pero tratan deentrenarmeporquesoynuevo.

»Tujefapodríadartedosdíasdepermisoparaelbautizo,porquetodoelmundovaaemborracharseynopodrásvolveraConcarneau.Yahe tenidoquepagarvarias rondasen loscafésacausadelbarco,queyaestáenelpuertoyquetieneunabanderanueva.

»Meharéunafotografíasubidoencimaytelamandaré.Tequiero.Unabrazoenesperadequeseaslamujerqueridadetu

LEÓN».

***

Maigretmetiólacartaensubolsillo,mirandoconairesoñadorlaropatendidaalotroladodelcallejón.Yanohabíanadamásenlacajadelasconchas,exceptounpalillerodehuesoenelqueseveía,dentro de un círculo de cristal, la cripta de Nuestra Señora deLourdes.

—¿Hay alguien en la habitación que ocupa habitualmente eldoctor?—preguntó.

—Nocreo.Losperiodistasestáninstaladosenelsegundo.El comisario buscó aún más por la habitación, para quedarse

tranquilo, pero no encontró nada interesante. Un poco despuésestaba en el primer piso, y empujó la puerta de la habitación 3,aquellacuyobalcóndominaelpuertoylarada.

Lacamaestabahechayelsueloencerado.Juntoallavabo,habíatoallaslimpias.

Elinspectorsiguióconlamiradaasujefe,mientrasensucarasedibujaba una expresión entre curiosa y escéptica. Por otra parte,Maigretsilbabamientrasmirabaasualrededor;sefijóenunamesitaderoblecolocadadelantedelaventanayconunacarpetaencimayuncenicero.

Enlacarpetahabíapapeldecorrespondenciaconmembretedelhotel y un sobre azul con elmembrete. También había dos hojasgrandesdepapel secante,unacasinegrade tintay laotra apenasmanchadaconcaracteresincompletos.

—¡Vayaabuscarmeunespejo!—¿Grande?—¡Noimporta!Unespejoquepuedacolocarenlamesa.Cuando el inspector volvió, encontró aMaigret en el balcón,

conlosdedosmetidosenlosdoblecesdelchaleco,fumandosupipaconevidentesatisfacción.

—¿Sirveéste?Volvióacerrarlaventana.Maigretcolocóelespejoverticalen

lamesay,conlaayudadedoscandelabrosquecogiódeencimadelachimenea,colocópegadaalespejolahojadepapelsecante.

Los caracteres reflejados en el espejo no podían leerse muyfácilmente. Faltaban letras, palabras enteras. Otras había quededucirlasporqueestabandemasiadodeformadas.

—¡Comprendo!—dijoLeroyconairemaligno.—¡Bueno! Entonces, vaya a pedir al dueño un cuaderno de

cuentasdeEmma,ocualquiercosaescritaporella.Transcribiólaspalabras,alápiz,enunahojadepapel:

«…verte…horas…deshabitada…absolutamente…»Cuando el inspector volvió, el comisario, rellenando

aproximadamenteloshuecos,reconstruíalasiguientenota:«Necesitoverte.Venmañanaalasoncealacasadeshabitada

queseencuentraen laplaza,unpocomásalládelhotel.Cuentoabsolutamente contigo. No tienes más que llamar y te abriré lapuerta».

—Aquíestáelcuadernode la lavanderíaqueEmmallevabaaldía—anuncióLeroy.

—Ya no lo necesito. La carta está firmada.Mire aquí.«mma».Dicho de otro modo:Emma. ¡Y han escrito la carta en estahabitación!

—¿Dónde se reunía Emma con el doctor? —preguntó elinspector.

Maigret comprendió su repugnancia a admitir esta hipótesis,sobre todo después de la escena a la que habían asistido el díaanteriorencaramadosenlacornisa.

—Enesecaso,¿seríaellaquien…?—¡Despacio!¡Despacio, jovencito!¡Nosaqueconclusiones tan

rápidas! ¡Ysobre todonohagadeducciones!¿Aquéhora llegaeltrenquenostraeaJeanGoyard?

—Alasoncetreintaydos.—Fíjeseenloquetienequehacer,amigo.Primerolesdiráalos

dos colegas que le acompañan que me lleven al hombre a lagendarmería. Por lo tanto, llegará hacia el mediodía. Telefonearáustedalalcaldediciéndolequemegustaríaverleaesamismahora,y en el mismo sitio. ¡Espere! Dará el mismo recado a la señoraMichoux, llamándola por teléfono a su hotel. Y por último, esprobablequedeunmomentoaotrolospolicíasolosgendarmesletraiganaEmmayasuamante.Elmismodestino,ylamismahora.¿Noolvidoanadie? ¡Bueno! ¡Una recomendación!QueEmmano

seainterrogadaenmiausencia.Impídaleinclusoquehable.—¿Yelcarabinero?—Nolonecesito.—ElseñorMostaguen.—¡Eh!¡No!¡Esoestodo!En el café,Maigret pidió una jarra de cerveza, que bebió con

visibleplacerdiciendoalosperiodistas:—¡Estomarcha,señores!Estanocheyapodránustedesvolvera

París.

***

Su paseo a través de las calles tortuosas de la vieja ciudadaumentó su buen humor.Y, cuando llegó frente a la puerta de lagendarmería,conlabanderatricolorenelbalcón,leparecióquelaatmósfera, por la magia del sol, de los tres colores, de la pareddeslumbrantedeluz,teníaunaalegríade11denoviembre.

Un viejo gendarme, sentado en una silla al otro lado de lapoterna, leía una revista cómica. El patio, con sus baldosasseparadasporhilerasdemusgoverde,teníalaserenidaddeunpatiodeconvento.

—¿Yelbrigada?—Estántodosencamino,elteniente,elbrigadaylamayoríade

loshombres,enbuscadelvagabundoqueyasabe.—¿Eldoctornosehamovido?Elhombresonriómirandoalaventanadebarrotesdelcalabozo,

aladerecha.—¡Nohaypeligro!—¿Quiereabrirmelapuerta?

Ycuandocorrióelcerrojo,dijoconunavozalegre,cordial:—¡Buenosdías,doctor!¿Hadormidoustedbien,porlomenos?Perosóloviounpálidorostroqueasomabaporunamantagris

encimadelalitera.Conlosojosfebriles,profundamentehundidosenlasórbitas.

—¿Quépasa?¿Noestábien?—Muymal—articulóMichouxinclinándoseensulechoconun

suspiro—.Esmiriñón.—¿Supongoqueledarántodoloquenecesite?—Sí.Esustedmuyamable.Se había acostado vestido. Sacó las piernas de debajo de la

manta, se sentó, se pasó la mano por la frente. YMaigret en esemismomomento, se subió a caballo en una silla, se apoyó en elrespaldo,resplandeciendodesalud,deanimación.

—¡Pero,oiga!¡Veoquehaencargadoustedborgoña!—Mimadreme lo trajo ayer.Mehubiesegustado tanto evitar

esavisita.HadebidoenterarsedealgoenParísyhavuelto.Las ojeras le comían la mitad de las mejillas sin afeitar, que

parecían más flacas. Y la falta de corbata y su traje arrugado,aumentabanlaimpresióndeangustiaquedabasupersona.

Interrumpió su charla para toser. Incluso escupióostensiblementeensupañueloylomirócomoalguienquetemelatuberculosisyqueseobservaconansiedad.

—¿Sabealgonuevo?—preguntóconcansancio.—¿Lehancontadolosguardiaseldramadeestanoche?—No.¿Quées?¿Quiénhasido?Sehabíapegadoalaparedcomositemiesequeleatacasen.—¡Bah!Untranseúntequeharecibidounabalaenunapierna.—¿Y han cogido al… al asesino? ¡No puedo más, comisario!

Reconozcaqueesparavolverseloco.¿HasidootroclientedelcafédelAlmirante,no?¡Vanapornosotros!Ypormásquemerompola

cabeza no me explico por qué. Sí, ¿por qué? ¡Mostaguen! ¡LePommeret!¡Goyard!Yelvenenoquenoshabíandestinadoatodos.Yaverácómoacabanpormatarme, ¡inclusoaquí!Pero,¿dígame?,¿porqué?

Yanoestabapálido.Estabalívido.Yhacíadañoverledetantocomo ilustraba la idea de pánico en su parte más lastimosa ydetestable.

—Nomeatrevoadormir.Estaventana.¡Mire!Haybarrotes.Perosepuededispararatravésdeellos,porlanoche.Unguardia,puededormirse, o estar pensado en otra cosa. Yo no he nacido parasemejantevida.Ayer,mebebítodaestabotella,conlaesperanzadedormir. ¡Y no he pegado un ojo! ¡He estado enfermo! Si por lomenos hubiesen logrado coger a ese vagabundo, con su perrocanelo.

»¿Han vuelto a ver al perro? ¿Sigue rondando por losalrededoresdelcafé?Nocomprendoquenolehayanmetidoyaunabalaenelcuerpo.¡Aélyasuamo!

—SuamohasalidoestanochedeConcarneau.—¡Ah!Aldoctorparecíacostarletrabajocreérselo.—¿Inmediatamentedespués…despuésdesunuevocrimen?—¡Antes!—¿Peroentonces…?¡Noesposible!Sólosepuedepensarque…—¡Esoes!Se lodecíaalalcaldeestanoche.Entrenosotros,el

alcaldeesuntipoextraño.¿Quépiensausted?—¿Yo?Nosé…Yo…—Enfin,lehavendidolosterrenos.Estáustedenrelacionescon

él.Eranustedesloquesediceamigos.—Teníamossobretodorelacionesdenegociosyéramosbuenos

vecinos.Enelcampo…Maigretnotóquelavozeramásfirme,quelamiradadeldoctor

eramenosturbia.—¿Quéesloqueustedledecía?Maigretsacóelcuadernitodesubolsillo.—Le decía que la serie de crímenes o, si usted prefiere, las

tentativas de asesinato, no habían podido ser cometidos porningunadelaspersonasquetodosconocemosactualmente.Novoya repetirle los dramas uno por uno. Hago un resumen. Habloobjetivamente, ¿verdad? ¿Como un técnico? Pues bien, es seguroque usted no ha podido disparar esta noche al carabinero, lo quepodría ser suficiente para descartarle. Le Pommeret tampoco hapodido disparar, ya que le entierran mañana por la mañana. NiGoyard,aquienacabandeencontrarenParís.Nielunonielotropodían encontrarse el viernespor lanochedetrásdel buzónde lacasavacía.Emmatampoco.

—¿Peroelvagabundodelperroamarillo?—¡Ya he pensado en ello! No sólo no ha sido él quien ha

envenenadoaLePommeret,sinoqueestanocheseencontrabalejosdeldramacuandoésteseprodujo.Poresohabléalalcaldedeunapersonadesconocida,unXmisterioso, inclusoél,quepodíahabercometidoesoscrímenes.Amenosque…

—¿Amenos…?—Amenosquenosetratedeunaserie.Envezdeunaespeciede

ofensiva unilateral, suponga un verdadero combate, entre dosgrupos,oentredosindividuos.

—Pero entonces, comisario, ¿qué va a ser de mí? Si hayenemigosdesconocidosrondando,yo…

Ysurostrovolvíaaempañarse.Secogiólacabezaconlasdosmanos.

—Cuando pienso que estoy enfermo, que los médicos merecomiendan tranquilidad absoluta. No tendrán necesidad de unabalanideveneno.Yaverácomomiriñónserásuficiente.

—¿Quéopinadelalcalde?—¡Nosé!¡Nosénada!Esdeunafamiliamuyrica.Dejovense

dio la gran vida en París. Tuvo caballos de carrera. Luego sentócabeza.Salvóunagranpartedesufortunayvinoainstalarseaquí,enlacasadesuabuelo,quetambiéneraalcaldedeConcarneau.Mevendiólastierrasquenoleservíanparanada.Creoquequierequelenombrenconsejerogeneral,paraacabarenelSenado.

El doctor se había levantadoy se hubiese juradoque en unosdías había adelgazadodiez kilos. Si se hubiese puesto a llorar denerviosnohubieraresultadoextraño.

—¿Quéquiereustedcomprender?YeseGoyardqueestáenParíscuandotodoscreen…¿quéesloquepuedehacerallí?¿Yporqué?

—No tardaremos en saberlo, porque va a venir a Concarneau.Inclusoyahabrállegadoaestahora.

—¿Lehandetenido?—Lehanrogadoquesiguieseadosseñoreshastaaquí.Noeslo

mismo.—¿Quéhadicho?—¡Nada!¡Tambiénesverdadquenolehanpreguntadonada!Entonces,de repente, eldoctormiróal comisariode frente.La

sangrelesubiódegolpealospómulos.—¿Quéquieredecir?¡Tengolaimpresióndequealguienseestá

volviendo loco!Vieneustedahablarmedelalcalde,deGoyard,yyo siento queme van amatar de unmomento a otro.A pesar deestosbarrotesquenopodránimpedirlo.¡Apesardeeseimbécilqueestádeguardiaenelpatio!¡Sólopidoquemedenunrevólverparadefenderme!Osino,queencierrenalosquequierenmatarme,alosquehanmatadoaLePommeret,quehanenvenenadolabotella.

Temblabadelospiesalacabeza.—¡Yonosoyunhéroe! ¡Mioficionoconsisteendesafiara la

muerte!¡Soyunhombre!¡Soyunenfermo!Yyatengobastanteenla

vida con tener que luchar contra la enfermedad. ¡Usted habla!¡Habla!Pero,¿quéhaceusted?

Rabiososegolpeólafrenteenlapared.—Todo esto parece una conspiración. A menos que quieran

volvermeloco.¡Sí!¡Quiereninternarme!¿quiénsabe?¿Talvezmimadrequeestáharta?Porquesiempreheguardadocelosamente lapartequemetocadelaherenciademipadre.Peronodejaréqueloconsigan.

Maigretnosehabíamovido.Seguíaallí,enmediode laceldablanca conunade lasparedes inundadapor el sol, con los codosapoyadosenelrespaldodelasillaylapipaentrelosdientes.

Eldoctordabavueltasdeunladoaotro,presadeunaagitaciónallímitedeldelirio.

Pero de repente, oyeron una voz alegre, algo irónica, quemodulabaalmododelosniños:

—¡Cucu!Ernest Michoux se sobresaltó, echó un vistazo a las cuatro

esquinasdelaceldaantesdemirarfijamenteaMaigret.Yentoncesvioelrostrodelcomisario,quesehabíasacadolapipadelabocaysereíalanzándoleunamirada.

Fuecomoelefectodeunchasquido.Michouxquedó inmóvil,fofo,grotesco,pareciófundirsehastaconvertirseenunaformairrealdeconsistencia.

—¿Hasidoustedquien…?Parecíaquelavozveníadeotraparte,comoladeunventrílocuo

quehacesurgirlaspalabrasdeltechoodeunjarróndeporcelana.Los ojos de Maigret seguían riendo mientras se levantó y

pronunció con una gravedad animosa, que contrastaba con laexpresióndesufisonomía:

—¡Repóngase, doctor!Oigopasos en el patio.Dentro de unosmomentos,elasesinoestaráseguramenteentreestascuatroparedes.

Fuealalcaldeaquienelguardia introdujoprimero.Peroyaseoíanotrosruidosdepasosenelpatio.

Capítulo10La«bellaEmma»

—¿Meharogadoquevenga,comisario?Maigretnohabíatenidotiempoparacontestarcuandovioentrar

en el patio a dos inspectores que acompañaban a Jean Goyard,mientrasenlacallepodíaadivinarsealosdosladosdelapoterna,unamultitudagitada.

El periodista parecía más bajito, más regordete entre losguardias.Sehabíaechadoelsombrerohacialosojosy,portemoraserfotografiado,sinduda,sujetabaunpañuelotapandolapartebajadesucara.

—¡Por aquí!—dijoMaigret a los inspectores—. Quizá puedairnosabuscarunassillasporqueoigounavozfemenina.

Unavozagudaquedecía:—¿Dónde está? ¡Quiero verle inmediatamente! Y le haré

degradar,inspector.¿Meoye?Leharédegradar.Era la señoraMichoux,conunvestidocolormalva, con todas

susjoyas,polvosybarradelabios,quejadeabadeindignación.—¡Ah! está usted aquí, querido amigo—murmuró delante del

alcalde—. ¿Puede uno imaginarse semejante historia? Mi criadoestádepermiso.Ledigoatravésdelapuertaquenopuedorecibirleeinsiste,exige,esperamientrasmearreglodiciendoquetieneordende traerme aquí. ¡Es inaudito! Cuando pienso que mi marido eradiputado, que fue casi presidente de Consejo y que este… estebribón,sí,¡bribón!

Estabademasiado indignadaparadarsecuentade la situación.PeroderepentevioaGoyardquevolviólacabeza,asuhijosentadoalbordedelalitera,conlacabezaentrelasmanos.Uncocheentróenelpatiollenodesol.Seveíanuniformesdegendarmes.Yahorasalíaunclamordelamultitud.

Tuvieron que cerrar la puerta cochera para impedir que elpúblico se abalanzase al patio, ya que la primera persona quearrastraron literalmente fueradelcocheeraalvagabundo.Nosólotenía lasesposaspuestas,sinoque también lehabíanapresadolostobillosconlaayudadeunacuerdasólida,detalmaneraquehuboquetransportarlocomosifueraunpaquete.

DetrásdeélbajóEmma,libredemovimientos,atontadacomosisetratasedeunsueño.

—¡Suéltenlelaspiernas!Los gendarmes estaban orgullosos, aún emocionados por su

captura.Éstanodebíahabersidofácil,ajuzgarporlosuniformesendesorden y sobre todo por la cara del prisionero, que estabacompletamente manchada de sangre que aún salía de su labiopartido.

LaseñoraMichouxlanzóungritodehorroryretrocedióhastalapared,comosiviesealgorepugnante,mientraselhombresedejabadesatar sin decir palabra, levantó la cabeza y miró sosegada ylentamenteasualrededor.

—¡Tranquilo!¿Eh,León?—gruñóMaigret.Elotroseestremeció,tratabadesaberquiénhabíahablado.—Queledenunasillayunpañuelo.SediocuentadequeGoyardsehabíadeslizadohaciaelfondo

de la celda, detrás de la señoraMichoux, y que el doctor estabatemblando,sinmiraranadie.Elteniente,confusoporestareunióninsólita,sepreguntabaquépapeldebíahacer.

—¡Que cierren la puerta!Que todos se sienten, por favor. ¿Subrigada es capaz de servirnos de secretario, teniente? ¡Muy bien!queseinstaleenesamesita.Leruegoaustedtambiénquesesiente,señoralcalde.

Fuera,lamultitudyanogritaba,ysinembargo,seadivinabaenlacalleunavidacompacta,unaesperaapasionada.

Maigretllenósupipa,mientraspaseabadeunladoparaotro,ysevolvióhaciaelinspectorLeroy.

—Antes de nada, debería usted telefonear al sindicato de lagentedelmar,aQuimper,parapreguntarlesloquepasó,hacecuatroocincoaños,talvezseis,conunbarcollamadoLaBellaEmma.

Cuandoelinspectorsedirigióhacialapuerta,elalcaldetosióehizoungestoparapoderhablar.

—Puedodecírselo,comisario,esunahistoriaquetodoelmundoconoce.

—Hable.El vagabundo se movió en su rincón, como un perro tiñoso.

Emmanoapartabalavistadeél,permanecíasentadaenelbordedelasilla.ElazarlahabíacolocadoalladodelaseñoraMichouxcuyoperfumeempezabaainvadirlaatmósfera,unolordulcedevioleta.

—No he visto el barco—dijo el alcalde con soltura, inclusodándosealgode importancia—.Pertenecíaaun talLeGlen,oLeGlérec,quepasabaporserunexcelentemarino,peroportenerunamente calenturienta, como todos los marinos de la comarca.LaBellaEmmatransportabasobretodofrutasylegumbresaInglaterra.Un buen día, hablaron de una campaña más larga. No tuvieronnoticias durante dos meses. Por fin supieron que al llegar a unpuertecito cerca de Nueva York, se llevó a la prisión a toda latripulación y les cogieron la carga de cocaína. Naturalmente, elbarco también. Era la época en que la mayoría de los barcos decomercio, sobre todo los que transportaban sal al Nuevo mundo,hacíancontrabandodealcohol.

—Muchas gracias. No se mueva, León. Contésteme desde susitio.Ysobretodo,contéstemeexactamenteamispreguntas:¡Nadamás!¿Comprende?Primero,¿dóndelehandetenidoahora?

El vagabundo se limpió la sangre quemanchaba su barbilla ypronuncióconunavozronca:

—En Rosporden, en un almacén del ferrocarril dondeesperábamos que llegase la noche para meternos en un trencualquiera.

—¿Cuántodinerollevabaencima?Fueeltenienteelquecontestó:—Oncefrancosycalderilla.MaigretmiróaEmma,que tenía losojos llenosde lágrimas,y

luegoaLeón,inclinadosobresímismo.Notóqueeldoctor,aunqueinmóvil, era presa de una agitación e hizo una seña a uno de lospolicías de que se fuese a colocar a su lado para evitar cualquiereventualidad.

El brigada escribía. La pluma rascaba el papel con ruidometálico.

—Cuéntemeexactamenteenquécondicionessehizoesacargadecocaína,LeGlérec.

El hombre levantó la vista. Su mirada, fija en el doctor, seendureció.Yconlospuñoscerrados,gruñó:

—Elbancomehabíaprestadodineroparaconstruirelbarco.—Yalosé.¿Yquémás?—Tuvimos un añomalo. El franco subía. Inglaterra compraba

menosfruta.Mepreguntécómoibaapagarlosintereses.Esperaba,para casarme con Emma, a haberme embolsado una buena suma.Entonces, un periodista, que yo conocía porque estaba amenudorondandoporelpuerto,vinoaverme.

Con gran estupefacción general, ErnestMichoux descubrió surostro, que estaba pálido, peromuchomás tranquilo de lo que seimaginaba.Ysacóuncuadernitoyunlápizdesubolsilloyescribióunaspalabras.

—¿FueJeanServièreselquelepropusounacargadecocaína?—¡Noinmediatamente!Mehablódeunasunto.Mecitóenun

cafédeBrestdondeseencontrabaconotrosdos.

—¿EldoctorMichouxyelseñorLePommeret?—¡Esoes!Michouxtomabanotasdenuevoysucarateníaunaexpresión

dedesprecio.Inclusoenciertomomentollegóaesbozarunasonrisairónica.

—¿Quiéndelostreslepusolamercancíaenlamano?Eldoctoresperó,conellápizenalto.—Ningunodelostres.Omásbien,mehablaronsólodelagruesa

sumaquepodíaganarenunoodosmeses.Unahoradespuésllegóunamericano.Nunca supe sunombre.Sólo lehevistodosveces.Seguramentesetratabadeunhombrequeconocíaelmar,yaquemepreguntólascaracterísticasdemibarco,elnúmerodehombresquenecesitaría a bordo y el tiempo necesario para poner un motorauxiliar. Creí que se trataba de contrabando de alcohol. Todo elmundo lo hacía, incluso oficiales de paquebote. A la semanasiguientevinieronunosobrerosainstalarunmotorsemidieselenLaBellaEmma.

Hablaba muy despacio, con la mirada inmóvil, y eraimpresionante verlemover sus enormes dedos,más elocuentes ensusgestoslentos,comoespasmos,quesucara.

—MedieronunmapaingléscontodoslosvientosdelAtlánticoylarutadelosveleros,porquenuncahabíahechoesatravesía.Sólollevé a dos hombres conmigo, como medida de prudencia, y nohabléanadiedelasunto,exceptoaEmma,queseencontrabaenelmuelle lanochequepartíamos.Losdoshombres tambiénestabanallí,alladodeuncochequehabíaapagadosusfaros.Lacargahabíatenidolugarporlatarde.Yenesemomento,tuvemiedo.¡Notantoporelcontrabando!Noheidonuncaa laescuela.Mientraspuedaservirmeelcompásylasonda,basta.Notemoanadie.Peroallí,enelmar…Unviejocapitánhabíaintentadoenseñarmeamanejarelsextante.Compréunatabladelogaritmosytodolonecesario.Pero

estabasegurodequemeibaahacerunlíoenloscálculos.Sóloquesi lo lograba podía pagar el barco y aúnme quedaba algo, unosveintemilfrancosenelbolsillo.Hacíamuchovientoaquellanoche.Perdimosdevistaalcocheyalostreshombres.Luego,Emma,cuyasiluetaserecortabaennegroenlapuntadelmuelle…Dosmesesenelmar.

»Yo tenía instrucciones para el desembarco. Por fin llegamos,Diossabecómo,alpuertecitodesignado.Cuandoaúnnohabíamoslanzadolasamarrasatierrallegarontresmotorasdelapolicía,conametralladoras y hombres armados con fusiles, nos rodearon,saltaron al puente, nos apuntaron gritando algo en inglés y nosgolpearonconlasculatashastahacernoslevantarlasmanos.

»Apenasnosdimoscuentadetandeprisacomolohicieron.Noséquiencondujomibarcoalmuelle,nicómonosmetieronenuncamión.Unahoradespuésnosencontramoscadaunoencerradoenunajauladehierro,enlaprisióndeSing-Sing.

«Estábamosenfermos.Nadiehablabaelfrancés.Losprisionerosnoslanzabanbromaseinjurias.

»Allíesascosasmarchanrápido.Aldíasiguiente,pasamosaunaespeciedetribunalyelabogadoque,segúnparece,nosdefendía,nisiquieranoshabíadirigidolapalabra.

»Fuedespuéscuandomeanuncióqueestabacondenadoadosañosdetrabajosforzadosycienmildólaresdemulta,quemibarcoestabaconfiscado,y todo.Nocomprendía. ¡Cienmildólares! Juréquenoteníadinero.Enesecaso,teníanosécuántosañosdeprisióndemás.

»MequedéenSing-Sing.Debieronconduciramismarinerosaotraprisión,puesnovolvíaverlesnunca.Meraparon.Mellevaronalacarreteraapicarpiedra.UncapellánquisoenseñarmelaBiblia.

»No puede darse cuenta. Había prisioneros ricos que iban apasearsealaciudadcasitodaslastardes.¡Ylosotroslesservíande

criados!»Poco importa. Fue después de haber transcurrido un año

cuando un día me encontré al americano de Brest, que venía avisitaraunpreso.Lereconocí.Lellamé.Tardóalgoenrecordaryluegoseechóareírehizoquemellevasenalasaladevisitas.

«Estuvomuycordial.Metratócomoaunviejocompañero,medijo que había sido siempre agente de la prohibición. Sobre todotrabajaba en el extranjero, en Inglaterra, en Francia, enAlemania,desdedondeenviabaalapolicíainformessobrelosconvoyesquesalían.

»Pero,almismotiempo,avecestraficabaporsucuenta.Comohabía ocurrido con el asunto de la cocaína, que tenía que haberdadomillones,pueshabíadieztoneladasabordo,anosécuántosfrancoselgramo.Entoncessehabíaentrevistadoconunosfrancesesqueteníanqueaprovisionarelbarcoyunapartedelosfondos.Eranmistreshombres.Y,naturalmente,losbeneficiosserepartíanentreloscuatro.

»¡Peroespere!Porqueaúnmequedalomejor.Elmismodíaenque se procedía a la carga, en Quimper, el americano recibió unavisodesupaís.Teníaunnuevojefedelaprohibición.Sereforzólavigilancia.LoscompradoresdelosEstadosUnidos,yporlomismolamercancía,searriesgabananoencontrarquiénloscogiera.

»Por el contrario, un nuevo aviso prometía a todo aquel quecogiera lamercancíaprohibidaunaprimaqueseelevabaal terciodelvalordeestamercancía.

»¡Esome lo contaron en la prisión!Yme enteré quemientrasqueyozarpaba,preguntándomesillegaríamosvivosalotroladodelAtlántico, mis tres hombres discutían en el mismomuelle con elamericano.

«¿Arriesgar el todo por el todo? Sé que fue el doctor quieninsistió en favor de la denuncia. Al menos, de esa manera,

recuperaríancontodaseguridadunterciodelcapital,sinriesgosdecomplicaciones.

»Sincontarqueelamericanoseponíadeacuerdoconuncolegaparaponeraunladounapartedelacocaínacogida.Combinacionesincreíbles,losé.

»LaBellaEmmasedeslizabaporelaguanegradelpuerto.Miréporúltimavezaminovia,segurodequevolveríaparacasarmeconellaunosmesesdespués.

»Yellos,quenosveíanpartir,sabíanquenoscogeríanencuantollegásemos. Incluso contaban conquenosdefenderíamos, que sinduda nos matarían en la lucha, como ocurría frecuentemente enaquellaépocaenaguasamericanas.

»Sabían que me confiscarían el barco, que todavía no estabacompletamentepagado,¡yqueeraloúnicoquetenía!

«Sabíanqueyosoñabaconcasarme.¡Ynosvieronpartir!»Eso es lo que me dijeron en Sing-Sing donde yo me había

convertidoenunabestiaentreotrasbestias.Medieronpruebas.»Miinterlocutorsereía,yexclamabadándosepalmadasenlos

muslos:»—¡Vayacanallasesostres!Hubo un brusco silencio, un silencio absoluto. Y en aquel

silencio, podía oírse con estupor el lápiz de Michoux que sedeslizabaporunapáginablancaqueacababadepasar.

Maigretmiró—comprendiendo—las inicialesS.S. tatuadasenlamanodelcoloso:«Sing-Sing».

—Creoqueteníaaúnparaunosdiezaños,enaquelpaísnuncasesabe.Lamenorfaltacontralareglaylapenasealarga,almismotiempo que llueven los golpes. He recibido cientos de ellos. ¡Ygolpesdecompañeros!

»Yfuemiamericanoelquehizogestionesenmifavor.Creoqueestabaasqueadoporlacobardíadelosqueélllamabamisamigos.

Mi único compañero era un perro. Un animal que había criado abordo,quemehabíasalvadodeahogarmeyqueallí,apesardetodasudisciplina,lehabíandejadovivirenlaprisión.Puesnotienenlasmismas ideasquenosotrosenesaclasedecosas. ¡Un infierno!Loquenoquitaquenos tocasenmúsica todos losdomingos,aunqueluegonosazotasenhastahacernossangre.Alfinal,nisiquierasabíayasieraunhombre.Helloradocienveces,milveces.

»Y cuando, una mañana me abrieron la puerta, dándome unculatazo en los riñones para enviarme a la vida civilizada, medesmayé, tontamente, en la acera. Ya no sabía vivir. Ya no teníanada.

»¡Sí!,unacosa.Sulabiopartidosangraba.Seolvidabadelimpiarselasangre.La

señoraMichouxseocultabaelrostroconsupañuelodeencajecuyoolordabanáuseas.YMaigretfumabatranquilamente,sinapartarlavistadeldoctor,queseguíaescribiendo.

—Y sentí el deseo de hacer sufrir la misma suerte a los quehabíansidocausadetodoesto.¡Nomatarles!¡No!Morirnoesnada.EnSing-Sing,lointentévariasvecessinlograrlo.Meneguéacomery me alimentaron artificialmente.¡Hacerles conocer la prisión!HubiesequeridoquefueseenAmérica.Peroeraimposible.

»Anduve por Brooklyn, donde trabajé en todos los oficiosesperandopoderpagarmipasajeabordodeunbarco.Hastapaguépormiperro.

»NohabíavueltoatenernoticiasdeEmma.NopuselospiesenQuimperdondehabríanpodidoreconocerme,apesardemiaspecto.

»Aquí,supequeestabacomochicaderecepción,yenocasionesera la amante de Michoux. Tal vez de otros también. Unarecepcionista¿verdad?

»No era fácil enviar a esos tres canallas a la cárcel. ¡Y estabaempeñadoenello!¡Eraelúnicodeseoquetenía!Vivíconmiperro

a bordo de una barca inutilizada, luego en el antiguo puesto devigilancia,enlapuntadelCabélou.

»EmpecéporhacerquemevieseMichoux.¡Quemeviesesolo!Mostrarlemi cara,mi cuerpodebruto. ¿Comprende?Quería darlemiedo.Queríadarleunterrorquelehiciesecapazdedispararme.Talvezmehubiesematado.¿Peroydespués?Laprisiónletocabaaél.Laspatadas, losgolpes.Loscompañeros repugnantes,más fuertes,que le obligan a uno a servirles.Anduve alrededor del hotel.Meinterponíaensucamino.¡Durantetresdías!¡Cuatrodías!Mehabíareconocido. Salía menos. Y sin embargo, aquí, durante todo esetiempo,lavidanohabíacambiado.¡Bebíanlostressusaperitivos!¡La gente les saludaba! Robaba en los puestos para poder comer.Queríaactuarrápidamente.

Seoyóunavozclara:—¡Perdón,comisario!¿Tieneunvalor legal este interrogatorio

sinlapresenciadeunjuezdeinstrucción?¡EraMichoux!Michoux, blanco como la cera, con los labios

pálidos. ¡Pero un Michoux que hablaba con una claridad casiamenazadora!

UnamiradadeMaigretordenóaunagentequesecolocaseentreel doctor y el vagabundo. ¡Y fue en elmomento preciso! PorqueLeónLeGlérecselevantabadespacio,atraídoporaquellavoz,conlospuñoscerrados,pesadoscomomazas.

—¡Sentado!¡Siéntese,León!Ymientrasquelabestiaobedecía,conunarespiraciónronca,el

comisariodijo,sacudiendolacenizadesupipa:—¡Ahoravoyahablaryo!

Capítulo11Elmiedo

Suvozbajay rápida contrastó coneldiscurso apasionadodelmarinoquelemirabadereojo.

—Primero una palabra sobre Emma, señores. Se entera de quehandetenidoasunovio.Norecibenoticiasdeél.Undía,porunacausafútil,pierdesupuestoysehacerecepcionistaenelHoteldelAlmirante. Es una pobre chica, que no tiene dónde agarrarse.Loshombreslehacenlacortecomolosricoshacenlacorteaunacriada.Hanpasadoasídosaños,tresaños.IgnoraqueMichouxesculpable.Se reúne con él, una noche, en su habitación. Y el tiempo siguepasando, la vida sigue su ritmo.Michoux tiene otras amantes.Devezencuando, se leocurredormirenelhotel.Obien, cuandosumadreestáfuera,hacellevaraEmmaasucasa.Amoressinamor.

YlavidadeEmmanotienealicientes,noesunaheroína.Guardaenunacajadeconchasunacarta,unafoto,peronoesmásqueunantiguosueñoquepalidececadadíamás.

»NosabequeLeónacabadevolver.»Noreconocealperroamarilloquerondaasualrededoryque

teníacuatromesescuandozarpóelbarco.»Unanoche,Michouxledictaunacarta,sindecirleaquienva

destinada.Setratadedarunacitaaalguienenunacasadeshabitada,alasoncedelanoche.

»Ella escribe, ¿comprende? León Le Glérec no se haequivocado.¡Michouxtienemiedo!Sedacuentaquesuvidaestáenpeligro.Quieresuprimiralenemigoqueleacecha.

»¡Peroesuncobarde!¡Hasentidolanecesidaddedecírmeloélmismo! Se escondería tras una puerta, en un pasillo, después dehaberhechollegarlacartaasuvíctimaatadaconuncordelalcuellodelperro.

»¿SefiaríaLeón?¿Noquerríaverapesarde todoasuantiguanovia? En el momento en que llamase a la puerta, bastaría condisparar a través del buzón y luego huir por la callejuela. ¡Y elcrimenseríaunmisterio,puesnadiereconoceríaalavíctima!

»PeroLeóndesconfía.Talvezandarondandoporlaplaza.¿Talvez iba a decidirse a acudir a la cita?El azar quiere que el señorMostaguensalgaenesemomentodelcafé,algobebido,quesepareenelportalparaencendersucigarrillo.Suequilibrioes inestable.Golpealapuerta.Eslaseñal.Unabalalealcanzaenplenovientre.

»Yaestáelprimerasunto.Michouxfallaelgolpe.Vuelveasucasa.GoyardyLePommeret,queestánalcorrienteyquetienenelmismo interés en la desaparición del que les amenaza a los tres,estánaterrorizados.

»Emma ha comprendido el juego que le habían hechorepresentar.TalvezhavistoaLeón.Talvezhaestadopensandoyporfinhareconocidoalperroamarillo.

»Al día siguiente, llego yo. Veo a los tres hombres. Noto suterror.¡Esperanundrama!Eintentosaberdedóndecreenqueveníaeldisparo.Measegurodenoequivocarme.

»Yfuiyoelquetorpementeenvenenóunabotelladeaperitivo.Estoy dispuesto a intervenir en el caso en que alguno hubiesebebido.¡Perono!¡Michouxestáalerta!Michouxdesconfíadetodo,delagentequepasa,deloquebebe.¡Nisiquieraseatreveasalirdelhotel!

Emma se había quedado fija, con una inmovilidad que no sehubiesepodido encontrar una imagenmásperfecta del estupor.YMichouxhabíalevantadolacabezaparamiraraMaigretalosojos.Ahora,escribíadeunamanerafebril.

—¡Yaestáaclaradoelsegundodrama,señoralcalde!»Ynuestrotríosigueviviendoysigueteniendomiedo.Goyard

eselmásimpresionabledelostres,sinduda,es tambiénelmenos

bribón.Estahistoriadelenvenenamientolesacafueradesí.Piensaqueundíauotro le tocará a él.Sabequeyo estoy en lapista.Ydecidehuir.Huirsindejarhuellas.Huirsinquepuedanacusarledehaber huido. Finge una agresión, hace creer que hamuerto y quehanechadosucuerpoalagua.

»Antes, la curiosidad le empuja a olfatear por el hotel deMichoux, tal vez buscando a León y para proponerle la paz.Encuentra lashuellasdelpasodelabestia.Comprendequeyonotardaréenencontrarestashuellas.

»¡Pues es periodista! Sabe además lo impresionable que es lamultitud.SabequemientrasLeónvivanoestaráseguroenningunaparte. Y se le ocurre una idea verdaderamente genial: el artículo,escritoconlamanoizquierdayenviadoaElFarodeBrest.

»Se habla del perro amarillo, del vagabundo. Cada frase estácalculada para sembrar el terror en Concarneau. Y de ese modo,quedalaposibilidaddeque,sialguienencuentraalhombredelosgrandespies,ledispareunbalazoenelpecho.

»¡Yestuvoapuntodeocurrir!Empezaronpordispararalperro.¡Del mismo modo habrían disparado al hombre! Una multitudalocadaescapazdetodo.

»Enefecto,eldomingo,elterrorreinaenelpueblo.Michouxnoabandona el hotel. Está enfermo de miedo. Pero está decidido adefendersehastaelfinal,portodoslosmedios.

»LedejosoloconLePommeret.Ignoroloquepasaríaentoncesentreellosdos.Goyardhahuido.LePommeret,queperteneceaunahonorable familia de la comarca, debe de tener la tentación dellamar a la policía, de revelarlo todo antes de seguir viviendosemejantepesadilla.¿Quéarriesga?¡Unamulta!¡Unatemporadadecárcel!¡Apenas!EldelitoprincipalsecometióenAmérica.

»Y Michoux, que le siente desfallecer, que tiene en suconcienciaelcrimendeMostaguen,quequieresalirlecuesteloque

lecuesteporsuspropiosmedios,nodudaenenvenenarle.»Emmaestáallí.¿Nosospecharíandeella?»Quisiera hablarle durante más tiempo del miedo, porque ha

sido la base de todo el drama. Michoux tiene miedo. Michouxquierevencerasumiedomásqueasuenemigo.

»ConoceaLeónLeGlérec.Sabequeéstenosedejarádetenersin oponer resistencia. Y cuenta con una bala que disparen lospolicíasoalgúnhabitanteasustandoparaacabarconél.

»No semueve de aquí.Yo recojo al perro herido,moribundo.Quierosabersielvagabundovendráabuscarlo,yviene.

»Desde entonces no se ha vuelto a ver al animal, lo cual mepruebaquehamuerto.

—Sí.—¿Lohaenterrado?—En el Cabélou. Hay una crucecita, hecha con dos ramas de

abeto.—LapolicíaencuentraaLeónLeGlérec.Ésteseescapa,porqué

laúnicaideaquetieneesladeforzaraMichouxaqueleataque.Loha dicho:quiere verle en la cárcel. Mi deber es impedir que unnuevodramaocurrayporesodetengoaMichoux,afirmándolequeesparaprotegerle.Noesunamentira.Pero,almismotiempo,impidoaMichouxquecometaotroscrímenes.Enelestadoenqueestáescapazdetodo.Sesienteacosadoportodaspartes.

»Lo que no quita que aún se sienta capaz de representar unacomedia,dehablarmedesudébilconstitución,dehablarmedeunaantiguaprediccióninventadaporcompleto.

»Loquenecesitaesquealguiensedecidaamatarasuenemigo.»Sabequepuedensospechardeélentodolosucedidohastaese

momento.Solo,enestacelda,serompelacabeza.»¿Nohayunmediodedesviaresassospechas?¿Quesecometa

unnuevocrimen,mientrasqueélestáencerrado,quetienelamejor

detodaslascoartadas?»Sumadrevieneaverle.Losabetodo.Notienenquesospechar

de ella y debe tener cuidado de que nadie la siga. ¡Tiene quesalvarle!

»Cenaráencasadelalcalde.Haráquelaacompañenasuhoteldonde dejará la luz encendida toda la noche. Vuelve andando alpueblo.¿Duermetodoelmundo?ExceptoenelcafédelAlmirante.Bastaconesperaraquesalgaalguienyesperarleenunaesquina.

»Yparaimpedirlequecorra,apuntaalapierna.»Este crimen, totalmente inútil, es la peor de las acusaciones

contraMichoux,sinotuviésemosyaotras.Porlamañana,cuandollego aquí, está febril. No sabe que Goyard ha sido detenido enParís. Sobre todo ignora que en el momento en que se hizo eldisparo que alcanzó al carabinero, yo tenía ante mi vista alvagabundo.

»PuesLeón,perseguidoporlapolicía,sequedóenlamanzanadecasas.Tieneprisaporacabar.NoquierealejarsedeMichoux.

»Duermeenunahabitacióndelacasavacía.Desdesuventana,Emmaleve.Yvaareunirseconél.Leaseguraquenoesculpable.Seechaasuspies.

»Eslaprimeravezquelavefrenteafrente,laprimeravezqueoyedenuevosuvoz.Hasidodeotro,deotros.

»¿Pero no ha vivido él demasiado? Se le parte el corazón. Lacogebrutalmentecomoparapegarla,perolabesa.

»Yanoestásolo.Yanoesunhombreconunasolaidea,unsolofin.Llorando,ellalehahabladodelaposiblefelicidad,deunavidanueva.

»Y se marchan los dos, sin una perra, en la noche. ¡Van acualquierparte!DejanaMichouxabandonadoconsuterror.

»Tratarándeserfelicesenotraparte.Maigretllenósupipa,lentamente,mirandounaaunaatodaslas

personasallípresentes.—Le pido excusas, señor alcalde, por no haberle tenido al

corriente de la investigación. Pero, cuando llegué aquí, tuve lacerteza de que el drama no había hecho más que empezar. Paraconocerloshilosquelounían,teníadedejarledesarrollarevitandolomásposiblelosdaños.LePommerethamuerto,asesinadoporsucómplice. Pero, tal y como le vi, estoy convencido de que sehubiesematadoélmismoeldíadesudetención.Uncarabineroharecibido una bala en la pierna.Dentro de ocho días ya no tendránada. Por el contrario, puedo firmar ahora mismo una orden dearrestocontraeldoctorErnestMichouxportentativadeasesinatoyheridas causadas al señor Mostaguen, y por envenenamientopremeditadodesuamigoLePommeret.OtraordendearrestocontralaseñoraMichouxporagresiónnocturna.EncuantoaJeanGoyard,llamadoServières, creoquenopuede ser perseguidomás queporultrajealamagistratura,porlacomediaqueharepresentado.

Fue el único incidente cómico. ¡Un suspiro! Un suspiro felizlanzadoporelperiodistaregordete.Ytuvoeldescarodedecir:

—Supongo que en ese caso puedo quedar en libertad bajofianza.Estoydispuestoaentregarcincuentamilfrancos.

—DeesoseocuparáelMinisteriofiscal,señorGoyard.LaseñoraMichouxestabahundidaensusilla,perosuhijotenía

másfuerzaqueella.—¿Notienenadaqueañadir?—lepreguntóMaigret.—Contestaré en presencia demi abogado.Mientras tanto, me

reservomiopiniónsobrelalegalidaddeestaconfrontación.Yestirabasucuellodepollodelgadodondesobresalíaunanuez

amarillenta. Su nariz parecía más torcida que de costumbre. Nohabíasoltadoelcarnetenelquehabíacogidonotas.

—¿Yestosdos?—murmuróelalcaldeallevantarse.—Notengonadadequeacusarlos.LeónLeGlérechaconfesado

quesuúnicofinerahacerqueMichouxledisparase.Paraeso,sólohahechoquelevea.Nohayningunaleyque…

—A menos que se le acuse de vagabundear —intervino elteniente.

Peroelcomisarioseencogiódehombrosdeunmodoqueelotrosesonrojóporsusugerencia.

***

Aunqueyahacíatiempoquehabíapasadolahoradelacomida,habíaunagranmultitud fueray el alcalde consintió enprestar sucoche,cuyascortinascerrabancasiherméticamente.

Emma fue la primera en subir, luego León Le Glérec, y porúltimoMaigret que se sentó al lado de la joven en el asiento deatrás,mientrasqueelmarinosesentótorpementeenuntraspuntín.

Atravesaron a toda velocidad entre la muchedumbre. Unosminutosdespués,sedirigíanhaciaQuimper,yLeón,confuso,conlamiradaturbiapreguntó:

—¿Porquédijoeso?—¿Qué?—Quefueustedquienenvenenólabotella.Emmaestabamuypálida.Noseatrevíacasiasentarseytalvez

fueselaprimeravezquesubíaenautomóvil.—¡Una idea! —gruñó Maigret apretando con sus dientes la

boquilladesupipa.Ylajoven,entonces,exclamó:—¡Le juro, señor comisario, que no sabía ya ni lo que hacía!

Michouxmehabíahechoescribir lacarta.Acabépor reconoceralperro. El domingo por la mañana vi a León que andaba por los

alrededores.Entoncescomprendí.IntentéhablaraLeónysefuesinmirarmesiquiera.Quisevengarle.Quise…¡Nosé!Estabacomoloca.Sabíaquequeríanmatarle.Yoseguíaamándole.Mepasétodoeldíaideandoalgo.Fuealmediodía,durante lacomida,cuandocorríalhotel deMichouxpara coger el veneno.No sabía cuál elegir.MehabíaenseñadofrascosdiciéndomequehabíaallíparamataratodoConcarneau.

»Perolejuroquenoleshubieradejadobeber.Oalmenos,nolocreo.

Estaba llorando. León, torpemente, le daba palmadas en larodillaparacalmarla.

—Nosabríanuncacómodarlelasgracias,comisario—exclamóentresusgemidos—.Loqueustedhahechoes…es…noencuentropalabras,¡estanmaravilloso!

Maigretmiróaunoyaotro,élconsulabiopartido,supeloalcepilloysucaradebrutoqueintentahumanizarse,ellaconsucaraempalidecidaenaquelacuariodelcafédelAlmirante.

—¿Quévanahacer?—Aúnnosabemos.Salirdelpaís.Talvez,llegaraElHavre.He

encontradolamaneradeganarmelavidaenlosmuellesdeNuevaYork.

—¿Ledevolvieronsusdocefrancos?Leónsesonrojóynocontestó.—¿QuécuestaeltrendeaquíaElHavre?—¡No!Nohagaeso,comisario.Porqueentonces,nosabríamos

cómo…¿comprende?Maigret golpeó con el dedo el cristal del coche al pasar por

delante de una estación. Sacó dos billetes de cien francos de subolsillo.

—Cójanlos.Losincluiréenlanotadegastos.Unavezsolo,enelcoche,alzóportresvecesloshombros,como

unhombreconunasterriblesganasdereírsedesímismo.

***

Elprocesoduróunaño.Duranteunaño,eldoctorMichouxsepresentó hasta cinco veces por semana en casa del juez deinstrucción,conunacarteradecuerorepletadedocumentos.

Yacadainterrogatoriosecomplicabamáseljuicio.Cada pieza de la ficha daba lugar a controversias,

investigaciones y contrainvestigaciones. Michoux seguía másdelgado,másamarillento,conpeoraspecto,peronosedesarmaba.

—Permitanaunhombreaquiennoquedanmásquetresmesesdevida…

Era su frase favorita. Se defendió con empeño, conmaniobrasoscuras, con respuestas insospechadas. Y había descubierto unabogadomásagrioqueelquelerelevaba.

Perounafotografíadehaceapenasunmes,aparecidaen todoslosperiódicos,lemostródelgadoyamarillentocomosiempre,conlanariz torcida,elsacoa laespalda,embarcandoenL’IledeRéabordo deLa Martinière, que conducía ciento ochenta presos aCayenne.

EnParís,Mme.Michoux, que tuvounapenade tresmeses deprisión, rebusca en los medios políticos. Pretende obtener larevisióndelproceso.

Yatienedosperiódicosasufavor.LeónLeGlérecpescaelarenqueenelmardelNorteabordode

LaFrancette,ysumujeresperaunbebé.

FIN