Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia - The Work of the...

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26-3-2001 LA SANTA MADRE IGLESIA ES LA NUEVA Y CELESTIAL JERUSALÉN, NO EDIFICADA POR MANO DE HOMBRES, SINO POR EL MISMO DIOS; ENGALANADA CON TODOS LOS DONES, FRUTOS Y CARISMAS DEL ESPÍRITU SANTO QUE JESÚS LE ENVIÓ DESDE EL PADRE, EL DÍA DE PENTECOSTÉS ¡Oh soberanía del Infinito Poder...! ¡Oh ex- celencia excelsa y consustancial de la Familia Divina...! ¡Oh esplendor de la magnificencia del que Es!; que, siendo y teniendo en sí, por sí y para sí, su misma razón de ser, quiere libre y vo- luntariamente, en un derramamiento de su in- finita voluntad, donarse, lleno de compasión, ternura y amor en desbordamiento de miseri- cordia infinita, al hombre; creado a su imagen y semejanza y según su eterno designio, para que le viva aquí en fe, y en el mañana de la eternidad pueda llegar a poseerle en el esplendor eterno y consustancial de su misma perfección; llegando a ser santo con la santidad del mismo Dios, hijo suyo y he- redero de su gloria; 3 Paseo de la Dirección, 5. 28039 Madrid Imprime: Fareso, S.A. Depósito Legal: M. 20.665-2008 ISBN: 978-84-612-4191-0 (Librería-Espiritualidad) Santa Sede : Congregación para el Clero www.clerus.org www.laobradelaiglesia.org [email protected] E-mail: infor Tel. 91.435.41.45 Tel. 06.551.46.44 quez, 88 Via Vigna due Torri, 90 C/. Veláz MADRID - 28006 ROMA - 00149 LA OBRA DE LA IGLESIA © 2008 LA OBRA DE LA IGLESIA DICIÓN 2ª E Madrid, 2-2-2005 Vicario General Joaquín Iniesta Calvo-Zataráin Imprímase: Censor edo Viña, Julio Sagr Nihil obstat: El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa" "Luz en la noche. Extracto del libro: Fundadora de La Obra de la Iglesia Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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26-3-2001

LA SANTA MADRE IGLESIA ES LA NUEVA Y CELESTIAL JERUSALÉN,

NO EDIFICADA POR MANO DE HOMBRES, SINO POR EL MISMO DIOS;

ENGALANADA CON TODOS LOS DONES, FRUTOS Y CARISMAS DEL ESPÍRITU SANTO

QUE JESÚS LE ENVIÓ DESDE EL PADRE, EL DÍA DE PENTECOSTÉS

¡Oh soberanía del Infinito Poder...! ¡Oh ex-celencia excelsa y consustancial de la FamiliaDivina...!

¡Oh esplendor de la magnificencia del queEs!; que, siendo y teniendo en sí, por sí y parasí, su misma razón de ser, quiere libre y vo-luntariamente, en un derramamiento de su in-finita voluntad, donarse, lleno de compasión,ternura y amor en desbordamiento de miseri-cordia infinita, al hombre;

creado a su imagen y semejanza y según sueterno designio, para que le viva aquí en fe, yen el mañana de la eternidad pueda llegar aposeerle en el esplendor eterno y consustancialde su misma perfección; llegando a ser santocon la santidad del mismo Dios, hijo suyo y he-redero de su gloria;

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Paseo de la Dirección, 5. 28039 MadridImprime: Fareso, S.A.Depósito Legal: M. 20.665-2008ISBN: 978-84-612-4191-0

(Librería-Espiritualidad)Santa Sede: Congregación para el Clero www.clerus.org

[email protected]: infor

Tel. 91.435.41.45 Tel. 06.551.46.44 quez, 88 Via Vigna due Torri, 90C/. Veláz

MADRID - 28006 ROMA - 00149

LA OBRA DE LA IGLESIA

© 2008 LA OBRA DE LA IGLESIA

DICIÓN2ª EMadrid, 2-2-2005Vicario GeneralJoaquín Iniesta Calvo-ZataráinImprímase:

Censoredo Viña, Julio SagrNihil obstat:

El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa""Luz en la noche.

Extracto del libro:

Fundadora de La Obra de la Iglesia

Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

Uniéndose Dios con el Hombre en despo-sorios eternos de forma tan sublime y trascen-dente que el Hijo de Dios es tan Dios comohombre y tan hombre como Dios.

¡Misterio insondable e inimaginable, en de-rroche de dones eternos!; siendo Él mismo elDon que se entrega, el Santo que, morando connosotros, pone su Santuario entre los hombres,para que el hombre, vuelto hacia Él, le respondaen adoración reverente de retornación amorosa.

¡Secreto sorprendente! que se nos manifies-ta por el infinito poderío del que Es en el mis-terio y por el misterio de la Encarnación, llenode dones eternos; en el cual y por el cual Diosse nos dice en deletreo divino y humano en suromance de amor, donándose a la humanidadcaída, a la cual restauró en un derroche amo-roso con el precio de su sangre divina.

Misterio tan lleno de compasión en desbor-damiento de amor misericordioso que, durantetodos los tiempos, del modo y la manera queen su infinito pensamiento lo quiso y determi-nó, Yahvé, El que Es, pudo decir en cumpli-miento de sus promesas que son eternas:

«Ellos serán mi Pueblo y Yo seré su Dios yhabitaré con ellos para siempre»2;

realizándose la donación de Dios al hombreen las entrañas purísimas de la Virgen, la NuevaEva prometida por Dios a nuestros Primeros Pa-

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entrando a participar de su misma vida: mi-rándole con sus Ojos, introducido en las Lum-breras de su Sapiencia consustancial y divina;cantándole con su misma Canción sus infinitasperfecciones en el concierto melódico de susinéditos, sublimes y divinos tecleares; y abra-sándose en el amor intercomunicativo del Padrey del Hijo, el Espíritu Santo: beso de amor in-terretornativo del Padre y del Hijo; besándolecon su Boca y amándole con su fuego amoro-so en saboreo disfrutativo de su mismo gozo yen la embriaguez divina y divinizante de su mis-ma divinidad.

Y para ello, mediante un portento insospe-chado y desbordante de compasión, amor y ter-nura hacia la humanidad caída, por la volun-tad del Padre y bajo el impulso del EspírituSanto, «el Verbo se hizo Hombre y puso su mo-rada entre nosotros»1.

Realizándose esto de un modo tan maravi-lloso y subyugante para la manifestación del es-plendor de la gloria de Yahvé; que, mediantela unión de la naturaleza divina y la naturale-za humana en la persona del Verbo, Dios rom-pió en cantares de inéditas y divinas melodíaspor su Unigénito Hijo Encarnado, Cantor eter-no de sus inexhaustivas, inefables e infinitasperfecciones.

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1 Cfr. Jn 1, 14. 2 Ez 37, 27-28.

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su Sacerdocio, mediante el misterio de su en-carnación, vida, muerte y resurrección, nos in-jertó en Él como la vid a los sarmientos: Árbolde la Vida que brota de los manantiales infini-tos de la Divinidad en derramamiento desbor-dante de sus torrenciales afluentes, pudiendoexclamar: «Yo soy la Fuente de aguas vivas, elque tenga sed que venga a mí y beba, el quetenga hambre que venga a mí y coma»3;

apagando la sed de todos los que acudierana Él, como al Manantial de aguas vivas, con elcentelleo luminoso de las lumbres de sus eter-nos Luceros: «Al despertar me saciaré de la luzde tu semblante»4:

del resplandor del Unigénito Hijo de Dios,Jesucristo su enviado, que, por el fruto de suredención sangrienta y gloriosa, triunfante y vic-toriosa en trofeo de conquista infinita de glo-ria en amores eternos –ya que «nadie tieneamor más grande que el que da la vida por susamigos»–, nos lavó de la mancha de nuestros Primeros Padres, redimiéndonos de nuestrospropios y personales pecados; vivificando, sal-vando y glorificando a todos aquellos que quie-ran acogerse al fruto de su sangre derramadaen el ara de la cruz.

Y el que todo lo es y todo lo puede, «aman-do a los suyos que estaban en el mundo, losamó hasta el extremo y hasta el fin»5.

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dres, que aplastaría la cabeza del dragón por elFruto de su vientre bendito; el cual quitaría lospecados del mundo, liberándonos de la muer-te y resucitándonos a una vida nueva.

¡Oh portento sublime del poderío infinito delque se Es!, en el cual, por la unión hipostáticade la naturaleza divina y la naturaleza humanaen la persona del Verbo, Dios se unió con elHombre en matrimonio indisoluble y eterno; deforma que el Hijo de Dios, hecho hombre, eraal mismo tiempo el Hijo de María, Fruto de suvirginidad maternal.

Por lo que la Virgen que, de tanto ser Virgen,rompió en Maternidad, ¡y Maternidad divina!tan sólo por obra y gracia del Espíritu Santo,dio a luz al Emmanuel prometido a los santosPadres y Patriarcas y anunciado por los santosProfetas del Antiguo Testamento.

¡Oh Maternidad, Maternidad divina de Maríatan sublime como trascendente!, en la cual ypor la cual Dios se nos dona con corazón dePadre, por la expresión del Verbo gimiendo porel llanto de un Niño, y sangrando en inmola-ción cruenta clavado en un madero entre el cie-lo y la tierra; en el abrazo coeterno y consustan-cial del Espíritu Santo; por el Fruto del vientrebendito de la Virgen, el Hijo Unigénito de Dios,Encarnado...!

El cual, siendo tan hombre como Dios sindejar de ser Dios, y tan Dios como hombre sindejar de ser hombre, en y por la plenitud de

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3 Sal 35, 10; Jn 7, 37. 4 Sal 16, 15. 5 Jn 13, 1.

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Y el Espíritu Santo, por el derramamiento desus dones, frutos y carismas y mediante el ím-petu infinito y avasallador de su fuego divino,hizo reventar a los Apóstoles en palabra vivaque expresa a Dios.

Los cuales bajo su impulso irresistible se lan-zaron a manifestar los pensamientos «ocultosen Dios desde todos los siglos, para que la mul-tiforme sabiduría de Dios sea manifestada pormedio de la Iglesia»7;

cumpliendo el mandato de Jesús: «Id portodo el mundo y predicad el Evangelio a todacriatura. El que crea y se bautice, se salvará,mas el que no crea se condenará»8.

Haciendo Jesús a su Nuevo Pueblo, NuevaSión, la Iglesia naciente, depositaria del miste-rio de la reconciliación de Dios con el hombrey de la restauración de la humanidad caída; deuna manera tan maravillosa, que se quedó conella durante todos los tiempos:

«Yo estoy con vosotros todos los días hastael fin del mundo»9.

Y por el poderío excelso del esplendor dela gloria de Yahvé, Jesús, en manifestación decómo nos amaba con amor infinito,

«En la noche en que iban a entregarlo, tomóun pan y, pronunciando la acción de gracias,lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se en-trega por vosotros”.

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Y para quedarse con nosotros hasta la con-sumación de los tiempos, fundó su Iglesia, en-comendándosela a los Apóstoles, descendientesde Israel, humildes pescadores de Galilea y asus Sucesores. Promesa cumplida de Dios entrelos hombres y depositaria de sus planes eternos.

Iglesia santa, Nueva Jerusalén, edificada pory sobre la piedra angular que es el mismo Cristo,sostenida, mantenida y perpetuada por su mis-ma divinidad sobre las Columnas de los Após-toles, y fundamentada en la Roca de Pedro;

haciéndola contensora en perpetuación delmisterio de la encarnación, vida, muerte y re-surrección del Hijo de Dios hecho hombre; lle-na de frutos de vida eterna mediante la venidadel Espíritu Santo prometido y enviado por elmismo Jesús:

«Yo le pediré al Padre que os dé otro De-fensor que esté siempre con vosotros, el Espí-ritu de la verdad.

El Espíritu Santo, que enviará el Padre en minombre, será quien os lo enseñe todo y os vayarecordando todo lo que os he dicho... y os guia-rá hasta la verdad plena.

Pues no hablará de por sí, sino que habla-rá lo que oye y os comunicará lo que está porvenir... Él dará testimonio de mí; y tambiénvosotros daréis testimonio, porque desde elprincipio estáis conmigo»6.

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6 Jn 14, 16-17. 26; 16, 13; 15, 26-27. 7 Ef 3, 9-10. 8 Mc 16, 15-16. 9 Mt 28, 20.

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compacta»11, necesita congregar bajo sus mu-rallas a los hombres de todo tiempo, pueblo,raza y nación, para hacerles vivir, bebiendo enlos chorros del agua que brota a raudales delos eternos Manantiales, y que desde el regazodel Padre, por el costado abierto de Cristo, sedesborda sobre toda la humanidad.

Raudales de agua viva remansados en elseno anchuroso y letificante de la Santa MadreIglesia, Nueva y Celestial Jerusalén, que está en-vuelta por la Santidad de Dios; Virgen, partici-pando de la Virginidad trascendente del InfinitoSer; Esposa, inmaculada y sin mancilla, del Cor-dero.

Iglesia peregrina que, bajo la sombra delOmnipotente, camina por el destierro de estavida y nos conduce con pie firme y paso va-leroso hacia la Casa del Padre.

Siendo la luz en la noche que ilumina las ti-nieblas de este mundo, llevándonos tras de sí,impelida como el carro de fuego del profetaElías; y que por la fuerza del ímpetu del EspírituSanto en el pasar de su brisa amorosa, en suvuelo veloz, nos levanta hasta la posesión delque nos espera y nos llama con voces infinitasde clamores inenarrables, para introducirnos enel festín de las Bodas eternas; donde están to-dos los sellados por Dios y marcados en susfrentes con la sangre del Cordero, único capazde abrir el libro de los siete sellos, haciéndonos

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Lo mismo hizo con el cáliz, después de ce-nar, diciendo: “Este cáliz es la Nueva Alianzasellada con mi Sangre; haced esto cada vez quebebáis, en memoria mía”.

Por eso, cada vez que coméis de este pany bebéis del cáliz, proclamáis la muerte delSeñor, hasta que vuelva»10;

quedándose con nosotros durante todos lostiempos como Pan de vida y Bebida de salvación.

Y como donde está el Hijo está el Padre yel Espíritu Santo, porque el Hijo siempre moraen el seno del Padre y los Dos son uno en elabrazo coeterno y consustancial del EspírituSanto; al quedarse Cristo con su Iglesia y en suIglesia, se trajo consigo al Padre y al EspírituSanto, haciéndola Templo vivo y Morada delAltísimo, Santuario de Dios con los hombres, yRaudal de los eternos Manantiales del agua vivaque salta hasta la Vida eterna, que es el Corderoinmaculado e inmolado que quita los pecadosdel mundo.

Por lo que la Iglesia, Asamblea santa, nue-vo Pueblo de Dios, Esposa de Cristo, está re-pleta y saturada de Divinidad, cubierta y en-vuelta por la hermosura del mismo Dios; siendola Jerusalén restaurada por Cristo y edificadasobre las doce Columnas de los Apóstoles; yque, cual «torre fortificada» y «ciudad bien

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10 1 Cor 11, 23b-26. 11 Sal 60, 4; 121, 3.

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Iglesia amada, se nos da con corazón de Padre,haciéndote expresión del Cántico infinito delVerbo y abrasándote en el fuego avasallador yletificante del mismo Espíritu Santo.

Por lo que «son tus mejillas rojas como lagrana»16 y tus perfumes «como el ungüento deAarón que se derramaba por su barba hasta laorla de sus vestiduras»17, empapándote de suinfinita, trascendente y eterna Virginidad.

¡Iglesia mía...!, estás ataviada con tu coronade Reina, con la que el Esposo divino te enno-bleció el día de tus Bodas; siendo el mismoCristo la real Cabeza que campea, como ban-dera de amor, en tus sienes de Madre; para re-pletarnos a todos del amor del mismo EspírituSanto que nos enaltece y nos ennoblece tan di-vinamente, que nos hace seguir al Cordero In-maculado, con el coro de las vírgenes, dondequiera que vaya, bajo el arrullo consustancial ysacrosanto de su pasar amoroso.

Por lo que Cristo, derramándose en amoressobre ti, te tomó por Esposa, ungiéndote conla plenitud de su Sacerdocio y haciéndote elánfora preciosa, llena y saturada de Divinidad,por donde el mismo Dios se da, se manifiestay se comunica a los hombres desde tu seno deMadre con corazón de Padre, canción de Verboy amor de Espíritu Santo.

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hijos en el Hijo, coherederos de su misma glo-ria, para vivir, en compañía de todos los biena-venturados, la misma vida que Dios vive.

¡Iglesia mía!, ¡qué hermosa eres...! Eres «jar-dín florido», Iglesia mía, Madre amada, «huertosellado»12 y amoroso, que ante la hermosura detu rostro, haces enloquecer de amor al mismoDios; Esposo divino, que tanto te amó, que «tedesposó con Él en justicia y amor»13, y que serecrea en ti como el Amado más enamorado,atraído al olor de tus perfumes, pues «son tusamores más suaves que el vino»14;

ya que estás embriagada con el mismo néc-tar de la Divinidad para derramarlo sobre to-dos los hombres y embriagarlos y saturarlos deesa misma Divinidad.

¡Iglesia mía...!, si te contemplo ¡tan divina...!,¡tan hermosa...!, ¡tan gallarda...! y ¡tan Señora!,que tienes a Dios mismo que, morando en tuseno por su desposorio eterno contigo y cau-tivado por la hermosura de tu rostro, te hizosu Santuario entre nosotros, «construido, no pormano de hombres»15 sino por el mismo Dios.

Siendo Él la luz de tus ojos mediante los cen-telleantes y sapientales luceros de su misma di-vinidad; y por ti y a través tuya, Iglesia mía,

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12 Ct 4, 12.13 Os 20, 21.

14 Ct 1, 3.15 Heb 9, 24. 16 Ct 4, 3. 17 Sal 132, 2.

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el abrazo consustancial, infinito y abarcador delEspíritu Santo; cantándosenos el mismo Diospor el Verbo en romance de amor a través tuyadurante todos los tiempos, como recopiladoradel misterio sacrosanto de la redención.

¡Canta, Iglesia, tu canción! No calles, porquetu voz es dulce al paladar de Dios, ya que esel mismo Padre el que por tu faz se nos mues-tra y comunica por su Palabra infinita, su VerboEncarnado, en deletreo amoroso de inéditas yconsustanciales melodías; lanzándose a la tierray levantándonos, atraídos por Él, hasta el pe-cho del Altísimo a morar en intimidad amoro-sa con la Familia Divina.

¡Iglesia mía...!, ¡Iglesia Madre...!, ¡Iglesia ama-da...!, ¡Iglesia santa...!, ¡cómo y cuánto te amo!Ya que es el mismo Dios quien en ti mora, elque por ti, Iglesia Madre, y a través tuya se noscomunica en donaciones de romances coeter-nos de amor; al mismo tiempo que estás baña-da con la sangre del Cordero que te desposócon Él en desposorios perpetuos y eternos.

Por lo que, bajo el esplendor de tu gloria,se nos muestra y se nos entrega Cristo, y éstecrucificado, que nos empapa con el fruto de suredención, bañándonos con su sangre divina;quedando sellados en nuestras frentes con lamarca de Dios y del Cordero.

¡Iglesia mía, Madre amada...!, ¡qué grande yqué hermosa te hizo Dios! Nueva, Eterna y Ce-

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¡Iglesia mía...!, ¡qué hermosa eres...! ¡Avanzatriunfante, Hija de Jerusalén, que no habrá quiense te ponga delante!

Eres como un ejército en batalla, dispuestaa enloquecer al mismo Dios de amor ante lahermosura de tu rostro, la gallardía de tu po-derío y la lozanía y belleza de tu juventud.

Eres santa con la Santidad de Dios, virgencon su Virginidad, reina con su Señorío, fuertecon su Fortaleza, hermosa con su Hermosura,divina y divinizante con la misma Divinidad quete satura, te enriquece y te ennoblece como aEsposa del Cordero sin mancilla;

que, inmolado en el ara de la cruz, envuel-ve a mi Iglesia Madre con un manto real de san-gre, para que ella la derrame en fruto de reden-ción por toda la tierra en su melódica canciónde Divinidad, recibida desde el mismo Seno deDios por la Canción del Verbo, bajo el arrulloacariciador y el ímpetu del Espíritu Santo.

El cual te hace romper, Iglesia Madre, NuevaSión, en palabra de fuego, en cántico infinito,en repetición de los cantares que sólo el mis-mo Dios se puede cantar en la profundidad re-cóndita, íntima y sacrosanta del arcano de suSancta Sanctórum.

Donde el que Es se está siendo en sí, porsí y para sí, su misma razón de ser y su mismadivinidad; rompiendo en Contemplación amo-rosa de Explicación cantora de Amor eterno, en

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

Déjame que te exprese en tu hermosura yte piropee ante la contemplación de mi almadelirante de ternura y amor por ti, ¡Iglesia Ma-dre, Virgen, Reina y Señora!; Nueva Sión, Pro-mesa cumplida de Dios entre los hombres,depositaria de los planes del mismo Dios, con-tensora de «las irrastreables riquezas de Cristoy del Misterio oculto desde todos los siglos enDios, y manifestado ahora a sus santos Após-toles y Profetas»18 que, en ti y por ti y a travésde la Liturgia se nos derraman en frutos de vidaeterna desde los infinitos y coeternos Manan-tiales para repletarnos a todos de Divinidad.

Iglesia mía, Iglesia amada, ¡qué hermosaeres...! ¡Cuánto te amo...!

❃ ❃ ❃

Mas, a pesar de conocerte en la esplendidezde la subyugación de tu gloria, en la soberaníade tu esplendor, en la majestad de tu poderíoy en la hermosura de tu juventud, por la ma-nifestación de los misterios de Dios que se de-rraman sobre ti desde su infinito poderío y sedesbordan a través tuya, sobre mi alma-Iglesia,desde tu seno de Madre a la filiación de mi pe-queñez en comunicaciones de amores eternos;

por contener en ti todo el misterio de laPasión cruenta de Cristo, el drama espeluznan-te de la inmolación sacrílega del Santo de Diospor los pecados del mundo;

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lestial Jerusalén, perpetuación de las donacio-nes del Infinito y contensora del Don eterno,que inmolado como Víctima, se ofrece al Padrecada día, en perpetuación de su Sacrificio cruen-to, en el Sacrificio incruento del Altar, para elperdón en perpetuación de la remisión de lospecados de todos los hombres, y en reparacióninfinita de todos ellos ante la Santidad del Diostres veces Santo, ofendida.

Iglesia mía, Nueva y Celestial Jerusalén, Pro-mesa cumplida de Dios a nuestros Padres, Abra-ham, Isaac y Jacob, y anunciada por los santosProfetas iluminados por Yahvé y bajo el fuegoy el ímpetu del Espíritu Santo; eres la perpe-tuación de la unión de Dios con los hombres,por ser la contención de sus misterios en de-rramamiento de amores eternos, llenos de mi-sericordia, ternura, compasión y amor.

¡Iglesia mía...!, ¡qué hermosa eres...! ¡Cómo ycuánto te amo...! Avanza triunfante, Hija de Je-rusalén, no calles.

Pon tus canciones en mi alma, tus melodíasen mi corazón, tu ternura en mi pecho, tus pe-ticiones en mi espíritu, y tus lamentaciones enlo más recóndito de mi ser, para que yo te pro-clame, Iglesia mía, Madre amada, bajo la pe-queñez de mi nada y la ruindad de mi miseria,del modo que pueda, en la melodía infinita delos tecleares de la Divinidad que, desde tu al-tura y por tu real Cabeza, caen hasta tus plan-tas sobre la pobreza de mi limitación.

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18 Ef 3, 9. 5.

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sura y tu infinita riqueza por el derramamien-to de su vida divina que tan esplendorosamentete engalana y ennoblece y por quien se nosdan y manifiestan los tesoros ocultos en Él des-de todos los tiempos; sino también el Eco detu tragedia, depositaria y perpetuadora del mis-terio de Cristo, y Éste crucificado.

« La Iglesia volcó sus penas en mi alma dolorida, y me envolvió con su manto aumentando mi agonía.

Me dijo sus amarguras, las que en su pecho tenía, cubriéndome con la nube que sobre ella se cernía.

La Iglesia se dijo en “Eco”, dejándome sumergidaen la asfixiante congoja de su pecho reprimida;

y me dijo los porqués de cuanto la ensombrecía con la confusión penante que por doquier la envolvía.

La Iglesia lloró en mi alma... ¡Qué amargo me fue este día! »

18-4-1975

¡Iglesia mía!, ¡Iglesia santa...!, el día 30 demarzo de 1959 me has sido presentada por el

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sobre el cual recayeron todas nuestras cul-pas e iniquidades haciendo morir al Justo, alque era la Santidad infinita, la Luz del Res-plandor divino, la Manifestación en expresiónde infinitos cantares de la gloria de Yahvé: «Tandesfigurado su aspecto que no parecía ser dehombre..., sin figura, sin belleza; sin aspectoatrayente, despreciado y evitado por los hom-bres, varón de dolores..., que fue traspasadopor nuestras rebeliones y triturado por nuestroscrímenes»19;

por tener, Iglesia mía, Iglesia santa, todo esocontenido en el ánfora de tu maternidad uni-versal, para darnos a beber hasta saciarnos delos afluentes manantiales del que Es, por el de-rramamiento de la sangre del Cordero en vic-timación de inmolante sacrificio;

a pesar de verte y saberte tan hermosa, Nue-va y Celestial Jerusalén, Promesa de Dios cum-plida, mi Iglesia amada, y conocer los infinitosdesignios de Dios desde su pensamiento divi-no antes de todos los siglos recayendo sobretu seno de Madre;

también te he tenido que contemplar cu-briendo tus ricas joyas y el esplendor de tu glo-ria como con un manto negro; tirada en tierray llorosa, jadeante y encorvada; y envuelta enla nube de la confusión que nos invade;

al haber sido mi alma hecha por Dios el Ecodiminuto en repetición, no sólo de tu hermo-

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19 Is 52, 14-53, 5.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

Pero... ¡cómo llora...! ¡cómo llora la Iglesiapor sus hijos perdidos...!

¡Iglesia mía, yo necesito piropearte..., cantartus glorias...! Y me ahogo en tu propio llanto,desgarrada ante tu angustioso penar. ¡Iglesiamía, cómo te veo...!

¿Qué tienes, Iglesia mía...? [...] ¿Por qué estásde luto? [...] Hija de Jerusalén, ¿por qué no avan-zas triunfante y victoriosa...? ¿Qué tienes, miIglesia Madre...?:

¡¡Te han arrancado tus hijos de tu seno ma-terno y calentito...!! [...]

La Iglesia tiene muchos miembros vivos quecantan Iglesia, que cantan a Cristo. Tiene en suseno de Madre muchedumbres de almas, quesiendo testimonios por su vida y su palabra, si-guen a «Cristo y Éste crucificado»22; e inconta-bles de ellas ofrecen sus vidas en inmolacióncruenta o incruenta para dar gloria a Dios y vi-da a las almas siendo semillero de Iglesia, con-suelo para Cristo y apoyo inconmovible para lamisma Iglesia. Pero hoy la Iglesia a pesar deesto está triste y llorosa porque tiene unas ca-vernas abiertas, ¡abiertas...!, ¡abiertas...!, sin ci-catrizar, por los hijos pródigos que se fueronde su seno de Madre, ¡y nadie las podrá cerrarmás que ellos con la vuelta a la Iglesia mía! ¡Yolo veo...! ¡Yo lo veo...! ¡Nadie podrá ocupar estehueco que ellos dejaron en el seno de mi Madre

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mismo Dios toda vestida de luto, cubriendo tusricas joyas con un manto negro; con tus entra-ñas desgarradas por los hijos que se fueron detu seno de Madre, «extraviándose tras los re-baños de sus compañeros»20.

Los cuales, muchos de ellos sin saberlo, de-jaron tus entrañas de Madre desgarradas, conunas cavernas abiertas que no se volverán a ce-rrar más que con la vuelta de esos hijos tuyos,tan profunda y tiernamente amados, a tu senosangrante y dolorido, que los espera, atisban-do desde la lejanía, como el padre del hijo pró-digo, sin cansarse.

Para que llenen los huecos que quedaronvacíos en tu seno de Madre y curen las heri-das que nadie podrá cicatrizar más que ellos,y las cavernas sangrantes que no se cerrarán si-no con la llenura de aquellos hijos que, al mar-charse, te dejaron llorando, como Raquel, congemidos, que son inenarrables, por el EspírituSanto.

30-3-1959«La Iglesia de luto»

(Fragmentos)

« Ay, ¡Iglesia mía...! ¡Cómo te veo...! Estás deluto, Iglesia amada, por tus hijos [...]21 que sefueron de la Casa Paterna...

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20 Ct 1, 7.21 Con este signo se indica la supresión de trozos más o

menos amplios que no se juzga oportuno publicar envida de la autora.

22 1 Cor 2, 2.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

en silencio...! Y mientras la Iglesia está san-grando y desgarrada, muchos de los miembrosde la Iglesia están buscando la felicidad en lascosas terrenas, en vez de compenetrarse con laIglesia, entrar en la intimidad de la Iglesia par-ticipando de su dolor y de su terrible y deso-ladora amargura... »

¡Cuántos hijos que, de una u otra manera,dejaron y dejan a la Iglesia sumergida, anega-da y desgarrada en el silencio espeluznante, es-calofriante, desgarrador, dramático e inmolantede la incomprensión...!

Unos porque nunca la conocieron; otrosporque, aun conociéndola, no la descubrieronen la esplendidez de la hermosura de su reali-dad; y otros, con más o menos buena o malavoluntad, que por su ostinación, no quieren re-conocer en su faz hermosa, repleta y saturadade Divinidad, el rostro de Cristo que, en ella ypor ella se nos da con corazón de Padre y amorde Espíritu Santo, en toda y con toda su Verdad,como camino que nos conduce a la vida, sien-do «la Gloria de Israel y Luz de los gentiles»23.

Y los que traicioneramente asolapados, co-mo Judas, buscan el momento de entregarla enmanos de sus enemigos; porque son lobos ra-paces que, asolapados, vestidos con piel deoveja y manso cordero, atropelladamente ma-

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Iglesia! ¡Sólo estos hijos podrán llenar, cerrar ycicatrizar las heridas que abrieron con su mar-cha, dejándole a la Iglesia unas cavernas san-grantes y doloridas, esperando la vuelta de loshijos que se fueron de su seno de Madre!

[...] ¡Si tú eres tan hermosa, Iglesia mía...! ¡sitú tienes la Palabra que sale cantando del senodel Padre...!

¡Alégrate, si tú eres fecunda y sales cantan-do en el Santo Padre la Palabra silenciosa delseno del Padre, que es el Verbo...!

¿Por qué estás tan triste...? ¡Si tú estás enga-lanada y te veo llena de joyas...!:

¡¡Joyas cubiertas con un manto de luto...!!¡Ay, Iglesia, qué enlutada estás...! [...]

¿Por qué estás tan triste, Iglesia...?: ¡¡Lloradesconsolada la marcha de sus hijos...!!, ¡y a loshijos que no están metidos en su Aprisco...! ¡Lossacaron del seno de mi Iglesia Madre...!

Por más que miro a mi Iglesia, la veo conun velo negro..., como si fuera una mujer aquien se le han muerto sus hijos; tapando susjoyas con un manto de luto...

¡Y yo estoy de luto con mi Iglesia...! No séquién se ha muerto... Estamos cantando el Me-mento de difuntos... ¡Estamos muy tristes laIglesia y yo...!

¡La Iglesia guarda su pena en el silencio dela incomprensión...! ¡La Iglesia está sangrando

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23 Cfr. Lc 2, 32.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

para que lo manifieste me comunica, y éstos, almirarla, vean el rostro de Dios en ella:

«Levántate, mensajera», Iglesia Madre, Igle-sia mía, «no calles, tú que traes buenas nuevasa Israel».

Tú que tienes la Palabra del Padre en tu senopara mostrarla a los hombres en romances divi-nos y humanos, y recogerlos de los cinco Con-tinentes y hacerles vivir bebiendo de los Ma-nantiales de las eternas Fuentes por ti y a travéstuya, como Esposa del Cordero Inmaculado, cu-bierta con su manto real de sangre, y saturaday repleta de su divinidad;

dásela a todos, entonando tus inéditos can-tares y atrayéndolos a tu seno de Madre.

Y así no tenga que verte envuelta con unmanto de luto, tan desgarrada y dolorida, cu-briendo tus ricas joyas toda vestida de negro.

« Mi Iglesia está sufriendo sin quejarse, mi Iglesia está de luto en su secreto, mi Iglesia está sangrando en sus gemidos, y con un manto negro va cubriendo las cavernas que hijos de su entraña por inconsciencia u orgullo, en su seno, están abriendo.

El Vicario de Cristo está penando, y mi espíritu, con él, está muriendo.

Mi Iglesia con el Papa está sangrando en un terrible, aterrador silencio.

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quinan la manera de desfigurarla y, aun si po-sible fuera, hacerla desaparecer.

Ya decía Jesús: «Guardaos de los falsos pro-fetas que vienen a vosotros con vestiduras deovejas, pero por dentro son lobos rapaces»24.

Y San Pablo: «Yo sé que después de mi par-tida vendrán a vosotros lobos rapaces, que noperdonarán al rebaño, y que de entre vosotrosmismos se levantarán hombres que enseñendoctrinas perversas para arrastrar a los discípu-los en su seguimiento»25.

Mientras que muchos de los hijos de la Igle-sia y entre ellos también del pueblo consagrado,más o menos inconscientemente, en vez decompenetrarse con la Iglesia, vivir de su vida,ayudarla en su misión y consolarla en su tra-gedia, viven buscando los placeres de este mun-do caduco, desencajándose del plan de Dios ydejando sola a la Iglesia, desgarrada en su do-loroso y tristísimo desamparo de Getsemaní.

Ante lo cual mi espíritu lacerado y acongo-jado, como el Eco de sus poéticas, dramáticasy proféticas canciones, exclama enaltecido y ja-deante ante el dolor sangrante que invade yanega a mi Iglesia santa, y la incomprensión enque la tengo que contemplar pidiéndome ayu-da para que la presente ante todos los hombresen toda su hermosura con cuanto el mismo Dios

24

24 Mt 7, 15. 25 Hech 20, 29-30.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

¿Dónde está la verdad de la Sabiduría divi-na, vivida y comunicada en sabiduría amorosaen toda su verdad en medio de los hombres...?

¿Dónde está el pensamiento divino recibido,contenido y explicado...?

¿Dónde están los hombres que viven de lasverdades eternas del espíritu...?

¡Millones de hombres buscando la luz en lastinieblas...! ¡Millones de hombres en medio dela luz, envueltos en las tinieblas de la confu-sión por su soberbia o inconsciencia...!

La Iglesia está desgajada, despreciada y ul-trajada, por desfigurada y desconocida. Y poreso, al hablar de la Iglesia, la mayoría de loshijos de los hombres sueltan su sonrisa burlo-na ante el desconcierto en que presentan mu-chos de los hijos de la Iglesia a la misma Iglesia.

La confusión nos invade porque Dios prác-ticamente ha desaparecido de la mayoría delcorazón de los cristianos. El intelectualismo estáaplastando las mentes y los corazones sencillos,y está ofuscando la verdad que la Sabiduría di-vina descubre a los pequeños en su diálogoamoroso de corazón a corazón.

¡Es aplastante el humanismo que ofusca alas mentes de casi la totalidad de los hombres...!

La Iglesia aparece, ante los que no tienenluz, hecha una monstruosidad, porque la vidade fe de los cristianos a veces está tan langui-

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¡Qué triste está mi alma con mi Iglesia!; con ella estoy sumida en su silencio.

¡Qué herida está mi Iglesia...!, ¡qué herido está mi pecho...! Mi Iglesia está penando y, con ella y con el Papa, ¡mi espíritu, muriendo! »

1-8-1968

También, Iglesia mía, el día 6 de enero de1970, he tenido que contemplarte tirada en tie-rra y llorosa, jadeante y encorvada, sentada so-bre tu piedra, y que nuevamente, vuelta haciamí con tu cara desencajada y llorosa, ¡me pe-días ayuda...!

Ante lo cual, mi alma, destrozada y dolori-da, llena de lamentaciones al ver así a mi Iglesiasanta, rompía en lágrimas del corazón y ex-presaba como podía la postración en que veíaal santo Templo de Dios y morada del Altísimoen la tierra, mi Santa Madre Iglesia:

6-1-1970«La Iglesia tirada en tierra»

(Fragmentos)

« ¿Dónde está Dios en los corazones de loshombres y aun de la mayoría de los cristianos...?

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

de la Iglesia...? Y ¿dónde están los hijos de laIglesia que, viviendo no sólo de los sentidosmateriales sino también de los espirituales, des-cubran la luz infinita de la verdad en toda suverdad, y sean testimonios vivos, por su vida ysu palabra, de Dios y de Jesucristo su Enviado...?

La verdad está clara en la Iglesia, pero losque están sentados y asentados en tinieblas ysombras de muerte no la ven, no la descubren;viven de la muerte, de su tiniebla, llegando mu-chos de ellos, en la tenebrosidad oscura de suofuscación y su soberbia, a hacerse doctores dela luz en medio de su terrible confusión.

¡La desolación envuelve a la Hija de Sión ydesfigura a la Nueva Jerusalén! Y ante tanta de-solación, yo querría huir apresuradamente alreino de la Luz, para no seguir viendo en eldestierro a la Esposa del Cordero tan ultrajada,para no tener que contemplar con tanto dolorel descaro con que la escupen y abofetean ensus divinas mejillas los hijos de las tinieblas.

Pero..., ¿cómo, Señor, si he apercibido quela Iglesia, llorosa y desplomada en tierra, en-vuelta en su manto de luto, me ha mirado nue-vamente pidiéndome compañía, pidiéndome mientrega, mi comprensión, mi amor y mi es-fuerzo, ¡pidiéndome ayuda...!?

¡Oh, cómo veo hoy a mi Iglesia mía, hundi-da en su propia humillación, llorosa y dema-

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decida y desfigurada, confusa y oscurecida, ¡tan-to, tanto, tanto!, que el misterio infinito que enla Iglesia se encierra, se presenta sofocado yoculto ante la mente confusa y ofuscada de lamayoría de sus hijos...

¿Dónde están los corazones que de verdadbusquen a Dios...? ¿Dónde los hombres que des-cubran la belleza infinita que hay en la Iglesia...?

El materialismo, la confusión, la sensualidad,la impureza, la soberbia –¡Señor!, ¿qué palabraemplearía...?–, ¡han empolvado y como ente-rrado! la realidad eterna que la Iglesia, Nuevay Celestial Jerusalén, tiene en sí vivida, poseíday ardiendo en ansias infinitas de comunicarla.

¡La cual ha quedado como enterrada!, igualque en un desierto, después de un huracán yde una tormenta de tierra, queda oculto cual-quier objeto que se encontrara en medio deaquella tempestad.

Mientras que los verdaderos hijos de Diosque conocen la verdad, esperan gimiendo an-gustiados, incluso asustados, que pase el terre-moto y se aplaque la tormenta, para que la bri-sa del Espíritu Santo se deje sentir y, en su luzinfinita, vaya clarificando y desenterrando nue-vamente la verdad potentísima que, tras añosde confusión, parece derrumbarse por la fuer-za de la soberbia.

¿Dónde está Dios en los corazones de la ma-yoría de los hombres y de muchos de los hijos

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

Iglesia mía, ¡cómo te veo...! ¡Cómo com-prendo hoy que el mundo esté en tinieblas alquerer quitar de ti la hermosura con que te tie-ne engalanada tu Esposo...!

No sé cómo la he visto, y la tengo grabadaen mi mente como la realidad más real que nospuedan dar los sentidos del alma.

¡Cómo he visto hoy a Jesús en la Iglesia, oa través de ella, asustado ante la maldad de loshijos de los hombres...! ¡Cómo he experimen-tado la humillación del Amor Infinito que, poramor, se hizo esclavo y, porque nos amaba, nospidió nuestro amor de esa manera...!

¡Cómo he comprendido que la Iglesia y Jesússon una misma cosa; y por eso Jesús, en suvida mortal, sufrió con la Iglesia su Getsemaní;y por eso la Iglesia, en su tiempo, vive enGetsemaní, con Jesús, su tragedia...!

Hoy más que nunca he comprendido queJesús estuviera tirado en Getsemaní. Y lo hecomprendido al ver a la Iglesia tirada, –¡porqueestaba tirada!–, aunque no en el suelo: estabasentada en una piedra redonda y rocosa...

¡Qué bien entiendo la necesidad de la unióncon el Papa...! Porque el que se separa delPapa, no está fundamentado en la piedra vivay angular donde la Iglesia descansa. “Tú eresPedro y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia yel poder del infierno no podrá contra ella; a tite daré las llaves del Reino de los Cielos y todo

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crada, ocultando su rostro y la hermosura de sujuventud nuevamente con su manto de luto...!

Aunque ya no es un manto negro lo que en-vuelve a la Iglesia mía... Está toda ella cubier-ta de negro, casi sin figura humana... Está comoen un aparente fracaso, con su voz, que es lavoz del Verbo, sofocada y enronquecida; por loque no puede romper en canción ante el granaplastamiento y asfixia del vocerío inhumanode los soberbios, que, levantando su voz llenade confusión, ahogan el cántico infinito que elVerbo, por su voz de Esposa, comunica en latierra a los hombres.

¡Oh, qué terrible pavor...! ¡Cómo veo hoy elTrono del Altísimo en la tierra, que es la Iglesia,la Nueva y Celestial Jerusalén, donde Dios sesienta y se asienta para darse y comunicarse enparticipación de su felicidad a todos los hombres!

¡Cómo veo hoy el Arca de la Nueva Alianza,la Puerta del Cielo, la Salvación de nuestro Pue-blo, el Orgullo de nuestra raza...!

¡Cómo comprendo que la vida de la fe, es-peranza y caridad esté languideciendo entre loshombres...! ¡Cómo todo el confusionismo enque nos encontramos, para mí, hoy tiene ex-plicación ante la Iglesia tirada en tierra, abofe-teada, ultrajada, apaleada...!

¡Iglesia mía...! ¿Por qué me ocultas tu ros-tro...? ¡Mírame, que yo nunca me avergonzaréde ti, que yo siempre estaré contigo!

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejitas. Portercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿mequieres? Pedro se entristeció de que por terce-ra vez le preguntase: ¿Me quieres? Y le res-pondió: Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes quete quiero. Le dijo Jesús: Apacienta mis ovejas.En verdad, en verdad te digo: Cuando eras jo-ven, tú te ceñías e ibas a donde querías; cuan-do envejezcas, extenderás tus manos y otro teceñirá y te llevará a donde no quieras. Esto lodijo indicando con qué muerte había de glori-ficar a Dios. Después añadió: Sígueme.

Se volvió Pedro y vio que seguía detrás eldiscípulo a quien amaba Jesús, el que en lacena se había recostado en su pecho y le ha-bía preguntado: Señor, ¿quién es el que te hade entregar? Viéndole, pues, Pedro, dijo a Jesús:Señor, ¿y éste, qué? Jesús le dijo: Si yo quisie-ra que éste permaneciese hasta que yo venga,¿a ti qué? Tú sígueme”27.

El mundo estaba en tinieblas en el AntiguoTestamento, y la Luz brilló en la noche. Y des-de aquel día, esa Luz se perpetúa visible –enmedio de la tiniebla y de la confusión que en-vuelve a la humanidad–, en el seno de la Igle-sia, Nueva, Universal y Celestial Jerusalén, pormedio del Papa y los Obispos que unidos a él,tienen un mismo sentir y un mismo pensa-miento, y proclaman la unidad de la Iglesia ensu verdad, en su vida y en su misión.

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lo que ates en la tierra quedará atado en el cie-lo, y todo lo que desates en la tierra quedarádesatado en el cielo”26.

Y a través de la Iglesia y por la Iglesia, y nofuera de ella, Cristo se da y se comunica enirradiación infinita a todos los hombres de latierra que de buena voluntad le buscan paraencontrarle.

¡Pero sólo en la Iglesia, donde está Cristomanifestándose por el Papa, se da la verdad entoda su verdad al hombre que de verdad la bus-ca en la voz del Supremo Pastor...!

Hay que pedir por el Papa para que no sedesplome, caído en tierra como la Iglesia, paraque grite enseñando la verdad, aunque sea en-tre sollozos; para que no se desaliente y se que-de en silencio como yo; para que sea la antor-cha que, con su voz potente, alumbre en mediode la noche; y mi alma con su descendencia,como ovejita del Rebaño del Buen Pastor quele ha sido encomendado por Cristo pueda vis-lumbrar siempre su luz y le siga vigorosamen-te hasta la consumación de los tiempos.

“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que és-tos? Él dijo: Sí, Señor, Tú sabes que te quiero.Le dijo: Apacienta mis corderos. Por segundavez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas?Pedro le respondió: Sí, Señor, Tú sabes que te

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27 Jn 21, 15-22.26 Mt 16, 18-19.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

Por lo que los Apóstoles, humildes pescado-res de Galilea, siendo las Columnas de la Iglesiatienen que sostenerla, mantenerla y perpetuar-la durante todos los tiempos, ya que como de-cía Jesús: “Yo estaré con vosotros todos los díashasta la consumación del mundo”33. Por lo quelos Sucesores de los Apóstoles, siendo las Co-lumnas de la Iglesia, cosa que también el Señorme hizo ver el 3 de septiembre de 1972, sonlos que tienen que llevarla y sostenerla ergui-damente sobre sus hombros, conduciéndolavalerosamente; pues si alguno o algunos deellos por inconsciencia, debilidad humana e in-cluso mala voluntad, como Judas traicionandoal Maestro –“amigo, con un beso entregas alHijo del hombre”34–, aflojaran el hombro o loretiraran, el santo Templo de Dios aunque estésostenido por las demás Columnas, ante la des-compensación puede parecer que se tambalea.

Convirtiéndose estos Pastores, al sembrar opermitir que se filtre la confusión, en piedra deescándalo y ruina de las almas. Evocándometodo esto el pasaje del Apocalipsis a los Ánge-les de las diversas Iglesias:

“Al Ángel de la Iglesia de Éfeso escribe: Estodice el que tiene en su diestra las siete estre-llas, el que se pasea en medio de los siete can-deleros de oro: Conozco tus obras, tus traba-jos, tu paciencia, y que no puedes tolerar a losmalos, y que has probado a los que se dicen

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Pues aunque, como dice el Apóstol, “lleva-mos este tesoro en vasos de barro para que laexcelencia del Poder sea de Dios y no parez-ca nuestra”28; y en cualquier momento algunoo algunos de ellos se puedan romper o que-brar, en la comunidad del Colegio Episcopalunida son ánfora preciosa repleta de Divinidad,para saturar a todos los hombres de buena vo-luntad que quieran encontrar el Camino de laVerdad que nos conduce a la Vida, lleno depaz, justicia y amor.

Siendo el Unigénito de Dios en persona elque paulatinamente fue depositando en ellos sumisma misión: “Como el Padre me envió, asítambién os envío Yo”29; y “el que me recibe amí no me recibe a mí, sino al Padre que me haenviado”30, mandándoles a predicar el Evangelioa toda la creación y encomendándoles su Iglesia:“Vosotros sois los que habéis permanecido con-migo en mis pruebas y Yo os preparo el Reinocomo mi Padre lo ha preparado para mí”31, en-tregándoselo todo de una manera tan sublime,que a través de ello, por medio de la Liturgia ylos Sacramentos, la infalibilidad de su doctrina yla plenitud de su pastoreo, Cristo realiza y per-petúa su acción salvadora y santificadora entrelos hombres durante todos los tiempos: “Recibidel Espíritu Santo, a los que perdonéis los peca-dos les quedarán perdonados, a quienes se losretengáis les quedarán retenidos”32.

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28 2 Cor 4, 7.29 Jn 20, 21.

30 Cfr. Jn 13, 20.31 Lc 22, 28-30.

32 Jn 20, 22-23.33 Mt 28, 20. 34 Lc 22, 48.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

Antipas, mi testigo, mi fiel, que fue muerto en-tre vosotros donde satanás habita. Pero tengoalgo contra ti: que toleras ahí a quienes siguenla doctrina de Balam. Así también toleras tú aquienes siguen de igual modo la doctrina de losNicolaítas. Arrepiéntete, pues; si no, vendré a tipronto y pelearé contra ellos, con la espada enmi boca. El que tenga oídos, que oiga lo queel Espíritu dice a las Iglesias. Al que venciere ledaré del maná escondido y le daré también unapiedrecita blanca y en ella escrito un nombrenuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe.

Al Ángel de la Iglesia de Tiatira escribe: Estodice el Hijo de Dios, cuyos ojos son como lla-mas de fuego y cuyos pies son semejantes a azó-far: Conozco tus obras, tu caridad, tu fe, tu mi-nisterio, tu paciencia y tus obras últimas, mayoresque las primeras. Pero tengo contra ti que per-mites a Jezabel, esa que a sí misma se dice pro-fetisa, enseñar y extraviar a mis siervos hasta ha-cerlos fornicar y comer de los sacrificios de losídolos”35. “A sus hijos los haré perecer de muer-te, y conocerán todas las Iglesias que Yo soy elque escudriña las entrañas y los corazones y queos daré a cada uno según vuestras obras.

Y a vosotros, los demás de Tiatira, los queno seguís semejante doctrina, y no conocéis lasque dicen profundidades de satanás no arroja-ré sobre vosotros otra carga. Solamente la quetenéis, tenedla fuertemente hasta que Yo vaya.

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apóstoles, pero no lo son, y los hallaste men-tirosos, y tienes paciencia, y sufriste por minombre sin desfallecer.

Pero tengo contra ti que dejaste tu amor deantes. Considera, pues, de dónde has caído, yarrepiéntete, y practica las obras primeras; sino, vendré a ti y removeré tu candelero de sulugar si no te arrepientes. Mas tienes esto a tufavor: que aborreces las obras de los Nicolaítas,como las aborrezco Yo. El que tenga oídos, queoiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Alvencedor le daré a comer del árbol de la vida,que está en el paraíso de mi Dios.

Al Ángel de la Iglesia de Esmirna escribe:Esto dice el Primero y el Último, que estuvomuerto y ha vuelto a la vida: Conozco tu tri-bulación y pobreza –aunque estás rico–, y lablasfemia de los que dicen ser judíos y no loson, antes son la sinagoga de satanás. Nada te-mas por lo que tienes que padecer. Mira que eldiablo os va a arrojar a algunos en la cárcel paraque seáis probados, y tendréis una tribulaciónde diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daréla corona de la vida. El que tenga oídos, oigalo que el Espíritu dice a las Iglesias. El vence-dor no sufrirá daño de la segunda muerte.

Al Ángel de la Iglesia de Pérgamo escribe:Esto dice el que tiene la espada, la espada dedos filos, la aguda: Conozco dónde moras, dón-de está el trono de satanás, y que mantienes minombre, y no negaste mi fe aun en los días de

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35 Ap 2, 1-13. 15-20.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

nadie puede cerrar: porque, teniendo poco po-der, guardaste, sin embargo, mi palabra y nonegaste mi nombre”37. “Porque has conservadola palabra de mi paciencia, Yo también te guar-daré en la hora de la tentación, que está paravenir sobre la tierra, para probar a los mora-dores de ella. Vengo pronto. Guarda bien loque tienes, no sea que otro se lleve tu corona.Al vencedor Yo le haré columna en el Templode mi Dios, y no saldrá ya jamás fuera de él,y sobre él escribiré el nombre de Dios, y elnombre de la Ciudad de mi Dios, de la NuevaJerusalén, la que desciende del Cielo, desde miDios, y mi nombre nuevo. El que tenga oídos,oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

Al Ángel de la Iglesia de Laodicea escribe: Estodice el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principiode la creación de Dios. Conozco tus palabras yque no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras fríoo caliente!; mas porque eres tibio, y no eres ca-liente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca.Porque dices: Yo soy rico, me he enriquecido, yde nada tengo necesidad, y no sabes que eresun desdichado, un miserable, un indigente, unciego y un desnudo; te aconsejo que compresde mí oro acrisolado por el fuego, para que teenriquezcas, y vestiduras blancas, para que te vis-tas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez,y colirio para ungir tus ojos, a fin de que veas.Yo reprendo y corrijo a cuantos amo; ten, pues,

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Y al que venciere y al que conservare hasta elfin mis obras, Yo le daré poder sobre las na-ciones, y las apacentará con vara de hierro yserán quebrantados como vasos de barro, comoYo lo recibí de mi Padre; y le daré la estrellade la mañana. El que tenga oídos, oiga lo queel Espíritu dice a las Iglesias”36.

“Al Ángel de la Iglesia de Sardes escribe: Estodice el que tiene los siete espíritus de Dios y lassiete estrellas: Conozco tus obras y que tienesnombre de vivo, pero estás muerto. Estate aler-ta y consolida lo demás, que está para morir,pues no he hallado perfectas tus obras en la pre-sencia de mi Dios. Por tanto, acuérdate de loque has recibido y has escuchado, y guárdalo yarrepiéntete. Porque, si no velas, vendré comoladrón y no sabrás la hora en que vendré a ti.Pero tienes en Sardes algunas personas que nohan manchado sus vestidos y caminarán conmi-go vestidos de blanco, porque son dignos. Elque venciere, ése se vestirá de vestiduras blan-cas, jamás borraré su nombre del libro de la viday confesaré su nombre delante de mi Padre ydelante de sus Ángeles. El que tenga oídos, oigalo que el Espíritu dice a las Iglesias.

Al Ángel de la Iglesia de Filadelfia escribe:Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tienela llave de David, que abre y nadie cierra, ycierra y nadie abre: Conozco tus obras; miraque he puesto ante ti una puerta abierta, que

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36 Ap 2, 23-29. 37 Ap 3, 1-8.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

porque la inconsciencia envuelve la vida de aquellos que pasan a mi alrededor.

Noches prolongadas son mis agonías; Dios solo comprende, “por su petición”, todo cuanto oculto de dolor sagrado, bajo la sonrisa de una inmolación.

Nada pide el alma que marcha al Eterno;Dios cubre con celos cuanto la infundió; ella sólo sabe guardar en secreto, hondas opresiones en su contención.

¡¿Qué importa que sufra, si sólo el silencio conoce el misterio que obró en mí el Amor...?! Silencios sagrados oprimo en mi entraña, ocultando días en frutos de don.

Corre el tiempo y juega con mis agonías; yo espero en la noche al Libertador. Conquistas de gloria son mis apreturas, vida de los hombres, fruto en redención.

Piérdase el gemido de mi gran nostalgia; Dios habló a mi alma, en victimación, peticiones fuertes que van taladrando la hondura secreta de mi corazón.

Nada hay tan sangrante cual la indiferencia, que me deja herida en crucifixión. ¡Rompa hoy el silencio de mis contenciones en explicaciones por beso de Dios! »

13-1-1975

❃ ❃ ❃

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celo y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta yllamo; si alguno escucha mi voz y abre la puer-ta, Yo entraré a él y cenaré con él y él conmi-go. Al que venciere le haré sentarse conmigo enmi trono, así como Yo también vencí y me sen-té con mi Padre en su trono. El que tenga oídos,oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias”38.

Iglesia mía, ¡cuánto me duele el alma...! antela contemplación por una parte tan gloriosa ypor otra tan dramática, de la situación que enel pasar de los tiempos te vas encontrando.

Hoy quiero abrirme totalmente a tu voz en-trecortada y jadeante, y recoger los sollozosdesgarradores que se te pierden en el silenciode la incomprensión.

Hoy quiero, con mi descendencia, volver arenovar mi misión y mi propósito de ser “elEco” de la Iglesia mía...

Hoy quiero poderme llamar en todo el sen-tido de la palabra, y así ser descanso para laIglesia en fruto de renovación: “Trinidad de laSanta Madre Iglesia”. »

« Lágrimas del alma irrumpen al pecho con grandes quejidos de mi corazón, por la gran nostalgia que guardo en silencio, en noches cercadas de una incomprensión...

Gemidos se escapan en hondos lamentos...;todo queda dentro sin explicación,

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38 Ap 3, 10-22.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

en tanto penar, mi pecho rompe en quejidossin poderla consolar.

¡Quiero llorar con la Iglesia...!, y, con elladesplomada, ir recogiendo adorante el lagri-mear penante que, en su hondo sollozar, hacea mi Madre tan bella, al caerle, como perlas,por sus mejillas sagradas llenas de Divinidad...

Mi alma se siente Iglesia, ¡tan metida en suverdad! que, siendo su confidente en este pe-regrinar, he de mostrar a las gentes lo que laIglesia silente me cuenta en su sollozar...

Soy “el Eco” de la Iglesia y, a pesar de sercantar para decir las grandezas que Dios mequiso mostrar, hoy en silencio he quedado alno poder expresar este dolor tan sagrado queapercibe mi penar en el pecho de la Iglesia consollozante clamar.

Quisiera, si yo pudiera, en la manera deamar con que yo amo a la Iglesia, vivir siem-pre en el destierro junto a ella en su penarcuanto duraran los siglos y perduraran los tiem-pos, por si me viene a buscar.

Mi martirio hoy no ceja... [...] Quiero decir ala Iglesia, ¡pero me ahoga el dolor...!

Yo sé el sufrir de la Iglesia, el porqué de supavor, su misión entre los hombres y su divi-no esplendor, los secretos infinitos que encie-rra en su corazón; por eso tengo en el pecho

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Y para que no quedara como derrumbadacontigo, Iglesia mía, sino para que te conocie-ra en toda tu realidad, como a Cristo, tu Cabezatan divina como humana, también me fuistemostrada por Dios cual ¡torre invencible...!, ¡for-tificada!, el día 23 de enero de 1971; cuandodesgarrada y envuelta por el penar de la Iglesia,dolorida, parecía que no podía más, y expre-saba como podía su desgarro, sumergida y ane-gada en el dolor de esta Santa Madre, que detantas maneras le ha pedido ayuda a mi pobre,asustada y temblorosa alma:

23-1-1971«Torre fortificada»

(Fragmentos)

« Veo a la Iglesia llorosa, jadeante y encor-vada; envuelta y desencajada en su propia hu-millación.

Veo cómo se deslizan por sus mejillas sa-gradas, como perlas engarzadas, lágrimas de in-molación.

Son sus ojos dos luceros, como soles en-cendidos en resplandores divinos y en deste-lleos de cielo.

Y, a pesar de ser dos soles sus ojos enroje-cidos por el dolido penar de su llanto enmu-decido, apercibo en su mirar un dolor tan do-lorido, tan hondo y enternecido, que al verla

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

Hasta sentí miedo, sin saber por qué; pues,al ver que la Iglesia empezaba a agigantarsetanto ante mí y yo aparecía tan pequeñita a sulado, temí haberla disgustado en alguna cosa...

¡Oh qué terrible...! ¡Cómo veo a la Iglesia...![...] ¡Qué realeza...!, ¡qué fortaleza...!, ¡qué ma-jestad...!, ¡qué firmeza...!, ¡qué señorío...! ¡Quéinmensa...!

¡Oh, cómo la veo...! ¡Nunca la contempléasí...! Me he quedado ¡tan pequeñita, tan pe-queñita! a su lado, que estoy asustada por suinmensidad y mi pequeñez...

¡Ah...! ¡Pero no...! ¡Si es mi Madre...! ¡Si meama con el corazón de Dios...! ¡Si yo soy suEco, su pequeña, el receptor de sus penas y desu lagrimear penante, de su respiración entre-cortada por el dolor...!

¡Cómo veo a la Iglesia...! ¡Oh cómo veo a laIglesia...!

¡Como una roca invencible de insólita cari-dad, en poderío terrible, repleta del Dios vivien-te, en su Luz resplandeciente, llena de Divini-dad...!

Yo no sé cómo expondría, con mi impoten-te expresar, este mi nuevo concepto que hoyDios me ha querido dar, al descubrir a la Iglesia,cual “torre fortificada”, en su inmovible verdad.

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un taladrante dolor, al no encontrar quien es-cuche mi jadeante pregón; un martirio tan ce-rrado ante el peso tan sagrado que el Señor de-positó en la hondura de mi hondura, que meahogo en la llenura de su don...

[...] ¡La veo desencajada, jadeante y encor-vada, con sus mejillas hundidas, en lágrimasempapadas...! La veo como asustada, buscandodónde encontrar aquel que le preste ayuda ensu duro caminar...

Junto a ella, de rodillas, queriéndola conso-lar veo al “Eco de la Iglesia” como una pobrechiquilla que sólo sabe llorar.

Cuando ya parecía que mi tortura era irresis-tible, por no poder contener, ni querer expresar,ni siquiera dejar traslucir nada de lo que ence-rraba en mi corazón; de pronto he contempla-do a la Iglesia una vez más, dentro de su agoni-zante amargura y de la terrible situación en quese encuentra: ¡serena...!, ¡tranquila...!, ¡majestuo-sa...!, ¡inmensa, inderrumbable, invencible, fuer-te, inconmovible...!

Mientras que a mí me he visto como unaniña pequeñita, tanto que al lado de la Iglesiano era más alta que sus zapatos –si ésta hu-biera tenido zapatos–.

Me vi tan pequeñita, que no sabía si com-pararme con un ratón o con una hormiga... Nosabía si la Iglesia me iba a reñir, si habría he-cho algo mal...

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

mismo tiempo yo me he contemplado diminu-ta y pequeña como si fuera su zapatito...

Y desde mi pequeñez, mirando arriba, con-templaba la excelsitud subyugante del Poderíoinfinito que sobre ella se derramaba, y veíacómo la repletura de la Divinidad, el manantialde su vida, su misión esplendorosa y su dolorsangrante se deslizaban, desde su divina y realCabeza, por todo su Cuerpo Místico empapan-do a todos sus miembros, hasta la pequeñezdiminuta de su zapatito; que, desde allí, en elsuelo, apercibía, por el lagrimear de sus subli-mes mejillas, el sollozo de su corazón, el latirde su pecho y el gemir de su hondura, con surealidad pletórica, para que yo la recibiera, meempapara, saturándome, y así, a mi vez, impe-lida por la fuerza de su poderío, la comunica-ra. Veía que me lo daba todo; pero desde sugrandeza a mi pequeñez, desde su altura a mibajeza, desde su riqueza a mi pobreza, desdesu maternidad a mi filiación, de su todo a minada, desde su cantar a mi repetir en Eco.

Siendo yo como un estuche chiquitito queva recibiendo todo ese vivir y sangrar de miMadre Iglesia, para abrir después mi corazóny dejar al descubierto el requejido, en palpitarde ternura infinita y de agonía sangrante, queella va depositando en mí para su descanso ypara comunicación y entrega de su tesoro a loshombres.

Porque el tesoro de la Iglesia a mí se mecomunica a través de sus quejidos, de sus lá-

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Toda yo estoy asustada por su terribilidad,sintiéndome tan pequeña, al quererla contem-plar, que, toda translimitada, no la consigo abar-car...

La Iglesia es como una reina, que, aunquela vea encorvada en su terrible penar, ¡tiene ensí tal realeza, tal señorío y grandeza que nun-ca podré expresar...!

¡Nunca me vi tan pequeña al ladito de laIglesia, sin un palmo levantar...! ¡Ella es ergui-da y hermosa!, ¡toda fuerte y valerosa!

Hoy la Iglesia se ha mostrado tan inmensa ami mirada, que aunque la viera tirada y aunquese hunda en la hondura de su profunda amar-gura y en su tristeza mortal, yo me siento des-plomada ante su realidad...; orgullosa y anega-da, llena de felicidad al verla tan sublimada, porDios mismo levantada, en su majestuosidad.

¡Y yo soy tan pobrecita, que no lo puedoexplicar...! ¡Me siento tan pequeñita cual nuncapude pensar...!

¡Qué misterio...!: y, a pesar de todo esto, ¡yola he de consolar...!

¡Oh, cómo he contemplado a la Iglesia...!:¡Como una “torre fortificada”...!, ¡terriblementeinmensa...!, ¡por encima de todo lo creado...!¡Tan hermosa!, que era capaz de enloquecer aDios de amor por el esplendor de su belleza yla hermosura y lozanía de su juventud. Y al

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

netración de sabiduría amorosa, a contemplaren luz desde el pensamiento divino y ardien-do en las candentes llamas del Espíritu Santo,con los ojos del espíritu, la situación escalo-friante de la Iglesia.

En una densa noche de oscuridad y sofo-cantes nubarrones ha contemplado hoy mi almadolorida a mi Santa Madre Iglesia, que, desplo-mada de dolor, ha quedado envuelta por unanube oscura, tenebrosa y espesa; la cual ocul-ta los soles que, en su interior, la luz infinita ycentelleante del Verbo, como Cabeza, hace res-plandecer en manifestación del Infinito Ser alos hombres.

¡¡Una densa noche cubre a la Nueva Jerusa-lén, a la Ciudad de Dios entre los hombres, en-vuelta en oscuros nubarrones de confusión queocultan la luz resplandeciente de la faz deCristo, repletándola y hermoseándola con sumisma divinidad...!!

“Eres morena, pero hermosa, Hija de Jeru-salén”39; morena y como ennegrecida por lospecados de soberbia, inconsciencia y cobardíade muchos de tus hijos, que, sembrando o de-jando que se expanda la confusión, así te hanpuesto.

¿Cómo podrá mi alma contemplar a mi Igle-sia mía como agonizante de dolor, sin morir...?¿Por qué tendré que seguir viviendo en el país

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grimas, de su hablar tembloroso, de sus pala-bras entrecortadas por el llanto; a través delcentelleo de su corazón, de su silencio san-grante, de su soledad insospechada; a través desu misión no escuchada y de su secreto no re-cibido; a través del manantial infinito de su vi-da, contenido y encerrado en la médula pro-funda de su pecho y en las cavernas de su ser.

Todo esto la Iglesia lo va deslizando y derra-mando, descubriendo y depositando en el cofrepequeñito de mi corazón. Y como una prensareprimida, mi alma suspira jadeante, buscandodónde y en quién depositar mi tesoro... »

Y por eso, nuevamente en el transcurrir delos años, el Señor me siguió mostrando en sa-biduría amorosa de aguda penetración las si-tuaciones dramáticas por las que iba y va pa-sando la Iglesia, a través del peregrinar de estedestierro, y en las que la ponen la insidia des-carada o asolapada de sus enemigos y la in-consciencia, la frialdad y aun la traición de mu-chos de sus propios hijos.

25-2-1975«Iglesia, ¿por qué me ocultas tu rostro?»

(Fragmentos)

« El día 23 de febrero de 1975, haciendooración junto al Sagrario [...] he vuelto nueva-mente, en un rayo luminoso de profunda pe-

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39 Cfr. Ct 1, 5.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

ante la vista de todos sus hijos el esplendor desu gloria que se me manifiesta siempre, aun-que sea en la sangrante noche de Getsemaní!

He experimentado tanto dolor, ¡tanto, en miescalofriante impotencia!, que, cayendo des-plomada junto a la Iglesia, he deseado con to-das las fuerzas de mi corazón morir en des-trucción de victimación desgarradora por ella.

Me han faltado las fuerzas para seguir vi-viendo, deseando la aniquilación de mi pobre-cito ser, que, ante su Madre Iglesia aparente-mente moribunda, ha sentido la necesidad deque la nube tenebrosa que la envolvía, no medejara fuera, sino que me envolviera a mí tam-bién, para que lo que fuera de ella pasara a serde su pequeño “Eco”.

Sólo podía repetir desde lo más profundo demi corazón, en alaridos torturantes que heríanla médula de las entrañas de mi ser, locamentesubyugado por amor a la Iglesia en cariño y ter-nura de hija pequeñita que no resiste ver a suMadre santa en tan escalofriante situación: ¡Yono quiero ver así a la Iglesia...! ¡¡Yo no puedover así a la Iglesia...!!

Necesito morir, como suprema rendición demi impotencia que, no sabiendo cómo ni quéhacer para ayudarla, desea, ante tan desolado-ra contemplación, destruirse como respuesta detotal entrega.

¡¡Yo no quiero ver así a mi Iglesia...!! ¡¡Yo noquiero ver así a mi Iglesia...!!

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de la ingratitud y del desamor, para saber, enun saboreo tan amargo, el Getsemaní penantede mi Madre Iglesia desgarrada...?

¿Quién podrá comprender la tristeza tristeque se apodera de mi ser ante mi Iglesia Madre,¡como sofocada! por una oleada de inmundiciaque la envuelve, queriendo destruir el invenci-ble poderío de su fuerza, cimentada y sosteni-da por la mano omnipotente del que, con ca-riño tiernísimo de Esposo, la cobija bajo susombra amparadora...?

¡Un manto real de sangre envuelve a la Igle-sia mía, porque es Cristo, el Verbo Infinito delPadre, el que, desposándose con ella, la levantóante todos los hombres como bandera de amor,de justicia y de paz...!

He sentido que mi pecho quedaba honda-mente taladrado por la herida dura que la con-templación de mi Iglesia abría en las entrañasde mi espíritu en un grito desgarrador de: ¡¡Yono quiero ver así a mi Iglesia mía, a la NuevaSión...!!

Durante un rato he estado padeciendo des-consoladamente la desolación desgarradora dela Iglesia. ¡Cómo he comprendido aún más laspalabras de Pablo VI: “El humo de satanás hapenetrado por las grietas del santo Templo deDios, que es la Iglesia...”!

¡La ola de confusión es tan densa, tan os-cura y tan tenebrosa, que envuelve totalmentea la Iglesia desplomada en tierra, ocultando

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

pañara, quien me conociera, quien me levanta-ra y quien me presentara ante la vista de todoslos hombres en la esplendidez pletórica de mirealidad, ¡y no lo encontré...!

La luz está entre las tinieblas, y éstas, no só-lo no la recibieron, sino que intentan sofocar-la con una asfixiante nube de confusión inex-plicable...

“Los hijos de las tinieblas son más sagacesque los hijos de la Luz”41; y al ver a la Iglesiatirada en tierra y como en un aparente desam-paro por parte de Dios y de los hombres, sehan lanzado sobre ella en una sarcástica carca-jada de triunfo, sin saber que el amor infinitode Yahvé está en celo por la gloria de su Amada:“El celo de tu Casa me devora”42.

Por lo que la mano del Omnipotente, si lasituación de la Iglesia no cambia, tal vez se des-cargue sobre aquellos que, profanando su san-to Templo, intentan convertirlo en “cueva deladrones”43.

Después de ver a la Iglesia en tan inexpli-cable situación, he comprendido, llena de do-lor y a un mismo tiempo de gozo –de gozo porser la luz de la infinita Sabiduría amorosa la queimpregnaba mi espíritu, y de dolor por la com-prensión que esta misma Sabiduría me daba en

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¿Por qué, en su seno, la faz hermosa delVerbo Encarnado ha quedado oscurecida...?

¿Por qué el poder de las tinieblas envuelvea la Iglesia mía...?

¿Por qué el “Eco” pequeñito de la Iglesia, derodillas y postrada en desplomación de dolor, noha podido descubrir, tras los nubarrones que cu-brían a la Iglesia, el rostro de su Santa Madre...?

¿Qué es lo que me oculta a mí su faz hermo-sa, aunque sea envuelta por un manto de lutoy desolación...?

¡¡Yo no quiero ni puedo ver así, desde fue-ra, a mi Iglesia mía...!! ¡¡Yo no quiero ver así ami Iglesia mía...!!

¡Yo quiero que Dios me dé paso, y profun-dizarme dentro de su nube, aunque me aho-gue en los tenebrosos y espeluznantes nubarro-nes en que la contemplo envuelta, para padecercon ella la asfixia humeante de la confusiónque la intenta sofocar...! [...]

¡Yo quiero ser Iglesia con todas sus conse-cuencias, en expresión vibrante de todo cuan-to ella es, vive y manifiesta, dentro de todas ycada una de las situaciones en que la soberbiade los grandes y la cobardía de los pusilánimesla pone, con la ingratitud y la indiferencia des-garradoras de su desamor...!

Cómo puede hoy decir la Iglesia: “Busquéquien me consolara, y no lo hallé”40; porque bus-qué quien me comprendiera, quien me acom-

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40 Sal 68, 21.

41 Lc 16, 8.42 Sal 68, 10=Jn 2, 17.

43 Mt 21, 13.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

nidad, como Madre universal de la Iglesia san-ta de Dios, la Nueva Sión, quiere infundirse enlas almas de los hombres con corazón de Madrey amor de Espíritu Santo.

¡Cómo ha aflorado a mi mente aquella rea-lidad que, quedando grabada en mi alma en elaño 1959, me hacía clamar que era voluntad deDios que se pusiera a la Virgen en la Iglesia enel sitio que le correspondía como a Madre deDios y de la misma Iglesia, la cual es fruto desu Maternidad divina...!

Pues por Ella, Nueva Eva, por el fruto virgi-nal de su vientre bendito nos vino el Autor dela vida que quita los pecados del mundo; le-vantándonos por el fruto de su resurreccióngloriosa a una vida nueva, y que nos conducea la Nueva y Celestial Jerusalén, triunfante ygloriosa, sin manto de luto y vestida de novia.

¡Cómo he entendido el empeño de los hijosde las tinieblas en hacer desaparecer o ensom-brecer la figura resplandeciente de la Madre deDios de la mirada de los hombres...!: “La llenade gracia”, de tal forma que cualquier gracia con-cedida a los hombres en cualquier momento desus vidas, Ella la tuvo en plenitud durante todosy cada uno de los momentos de la suya. Por loque clamaba mi alma en el mismo año 1959:

Es María la que tiene la culpa de que todoslos hombres se llenen de gracia y vayan a Dios.Porque por Ella se nos da la Fuente de la vidaque brota de los eternos y vivificantes manan-tiales del Seno del Padre, desde el costado abier-

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penetración de la sapiental palabra del Verbo,que, sin nada decir, ilustraba mi alma con sufuego–, el porqué estaba la Iglesia envuelta poruna densa nube de oscura y tenebrosa confu-sión: Los soles del Espíritu Santo están sofoca-dos por esta densa nube de confusión, que hasido producida por la soberbia y cobardía delos hombres desde fuera y desde dentro en elseno de la Santa Madre Iglesia. [...]

¡Cómo he comprendido también, en una sor-presa de inefable gozo, que es necesario quela Virgen irrumpa desde el seno de la Iglesiacon el resplandor de los soles que, envolvién-dola durante toda su vida, especialmente des-de el momento de la Encarnación, la hacen ser,en el seno de la Iglesia y para la misma Iglesia,la Madre del amor hermoso, en la cual y a tra-vés de la cual, se nos comunica la donacióneterna del Amor Infinito...!

Por María, el Verbo Encarnado nos trae alEspíritu Santo con la repletura de todos sus do-nes, saturándonos de Divinidad. Es la Virgen,la Nueva Eva, Esposa del Espíritu Santo, Madredel Verbo Encarnado e Hija predilecta del Pa-dre, la que, por voluntad de Dios, ha de rom-per e irrumpir con los soles del mismo EspírituSanto que Ella encierra, desde el seno de laIglesia; el cual es ánfora preciosa repleta deDivinidad que necesita, como un volcán en-cendido, reventar en erupciones con los fulgo-res infinitos de la misma Divinidad; y a travésde la Virgen, y bajo el amparo de su Mater-

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

de Cristo. ¡Con lo que la Iglesia ha quedadosumergida en una noche de densa y tenebrosaoscuridad! »

« ¡Oh Nueva Jerusalén!, si siempre te contemplara como el día en que te vi como una reina enjoyada...

Si siempre te viera hermosa, triunfante y engalanada, como esposa del Dios vivo y por todos aclamada...

¡Oh Nueva Jerusalén!, mi alma está desgarrada al verte triste y llorosa, jadeante y encorvada.

Te vi vestida de luto, en tu entraña traspasada por la ida de tus hijos que hacia otras tierras marcharan;

te vi encubriendo tus joyas, morena y desconsolada;¡pero yo nunca te vi tan triste y tan ultrajada!

Hoy no sé cómo expresar esto que siente mi alma.

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to de Cristo y por Él se derrama a borbotonessobre toda la humanidad.

Y ¡cómo he comprendido también el traba-jo de la sagacidad de los enemigos de la Iglesiapor desfigurar la divinidad de Cristo! “¡Raza devíboras y sepulcros blanqueados...!”44. [...]

Mi mirada espiritual ha quedado penetradade una tan profunda comprensión con relacióna la misión importantísima de la Virgen en elseno de la Iglesia, por ser la Madre del VerboEncarnado, el Unigénito de Dios, que he vuel-to a ver con una más luminosa penetración que,así como por Ella y a través de Ella se realizóel misterio de la Encarnación, y por él la do-nación de Dios que es Cristo, a los hombres;hoy, ante la situación escalofriante de la SantaMadre Iglesia, es por María y a través de Ellapor quien los soles del Espíritu Santo quierenirrumpir, disipando las tinieblas de la densanube que envuelve a la Ciudad Santa de Dios,Nueva y Celestial Jerusalén.

¡Están ensombreciendo a la Virgen dentrodel seno de la Iglesia mía...! ¡Intentan quitarladel corazón de sus hijos! ¡Quieren ocultar lossoles del Espíritu Santo que la envuelven, ha-ciéndola Madre del mismo Dios Encarnado yMadre de la Iglesia universal...!

Y aún más, se atreven, con doctrinas confu-sas y hasta engañosas, a desfigurar la divinidad

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44 Mt 23, 33. 27.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

porque no tengo más gozo que verla glorificada.

¡Oh, qué triste está mi Iglesia! ¡Oh, si yo la consolara y la viera nuevamente como una reina enjoyada...!

¡Oh, qué herida está mi Iglesia! ¡Ay, qué triste está mi alma! Pero... si Dios mismo llora, ¿cómo yo la consolara...? »

28-4-1969

« ¡Qué dolor tan dolorido, tengo dentro demi entraña!, ¡qué agonía tan profunda y quépena tan amarga...!

Sólo Dios sabe el misterio, de eso que a mialma embarga, por ser gemido silente que tocaaquel punto hiriente, donde Dios me besa enllaga...

Soledad tengo en mi hondura, porque así mivida vaga, sintiéndome incomprendida, allídentro en mi recámara...

¡Gimo con triste lamento, sin hálito para na-da, porque aprisionada he sido con cadenas tancerradas, que están cercados mis días, por midolor taladrada...!

Padre, si fuera posible que el cáliz no re-bosara, porque encontrara el consuelo, que miespíritu reclama...

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Es un martirio tan hondo el verte abofeteada, por tus hijos escupida, zaherida y maltratada,

en tu caminar penoso en esta tierra manchada, que, si no te conociera, te creyera abandonada.

¡Pero no!, Dios está en celo por la gloria de su Amada; su amor se siente enojado, su mirada está irritada.

¡Oh qué terror!, si Dios llora cuando ve a mi Iglesia amada... Y si Dios llora al mirarla, ¿cómo mi ser no llorara?

¡También mi alma está en celo, también se siente ultrajada, también anda temblorosay se ve abofeteada!

También... ¡porque soy Iglesia! Tan sólo Iglesia es mi alma, y su misión es la mía, su tragedia está en mi entraña,

y la gloria de su nombre es la gloria que me abrasa,

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

cificada, ser gloria del Infinito en inmolacióncallada...

¡Si es posible, Esposo mío, que este cáliz sepasara...! Mas si es tu voluntad que viva siem-pre inmolada, he de encontrar la manera de go-zar cuando me clavan, pues sé que son tus amo-res, victimando a los que amas, los que mepiden renuncias en silencios que no acaban... »

1-10-1977

Y cuántas veces, desde el 18 de marzo de1959 de una y otra manera Dios me mostró ala Iglesia ¡tan hermosa...!, ¡tan sublime...!, ¡tandivina y tan Señora...!, Esposa en juventud delCordero Inmaculado, desposada con Él en ma-trimonio eterno.

Nostalgia de un pasado guardado en el se-creto y el silencio de la incomprensión, en es-pera incansable de que llegue el momento des-pués de mi marcha hacia el cielo, para quepueda ser descubierto, según el pensamientodivino lo ha plasmado en mi corazón, y se ma-nifieste la realidad profunda y pletórica de laSanta Madre Iglesia, Esposa del Cordero inma-culado e inmolado, en este duro destierro;

siendo como Él y con Él, despreciada, ul-trajada, tirada en tierra y llorosa, jadeante y en-corvada; ocultando la hermosura de su rostro,la esplendidez de su juventud, tras la nube deconfusión que asfixiantemente intenta ahogar el

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Mas, si posible no fuera, yo beberé hastaapurarla, la amargura de su hiel, para gloria re-pletada del Esposo y de la Iglesia que fue porÉl coronada...

¡Yo quiero ofrecer por ella, en retornaciónsagrada, el morir de mi existencia en días quenunca pasan, porque siempre se repiten en micruz crucificada...!

Mas ¡qué importa! si mi Cristo, en celos querompe en llamas, mirándome con tristeza, mipobre ayuda reclama, para que alce a la Iglesiadel modo que Él me mostrara...

¡Qué peregrinar más largo por el que cruzami alma... en mi suspirar constante buscando aAquél que me llama...!

Mas mientras viva muriendo, he de estar encruz clavada viviendo mi sacerdocio, prendidaentre Dios y el hombre, como Jesús me ense-ñara...

Nada quiero rechazar, pues con mi “sí” fuisellada, el día que me ofrecí por mi Iglesia vic-timada...

¡Esposo, estoy en tus manos! Ya nunca te-meré nada, porque en tu pecho mecida, así,me encuentro arrullada con amores infinitos, yaque Dios mismo me abraza, como Jayán ence-lado, diciéndome que me ama...!

Todo acepto, Dueño mío, no quiero recha-zar nada; quiero colgada contigo en tu cruz cru-

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

cuando la contemplé como una Reina enjo-yada toda vestida de fiesta luciendo sus ricasjoyas, como Esposa del Cordero;

día en el cual mi alma, enloquecida de amor,te manifestaba, Iglesia mía, como andaluza quesoy, en expresión de mi tierra del modo que po-día en mi pobreza y bajo mi limitada expresión:

8-4-1959«Hermosura de la Iglesia»

(Fragmentos)

« ¡Cómo me duele el alma en amor a laIglesia...! Cómo amo a mi Madre Iglesia, ¡tansencilla y tan paloma!, ¡tan Reina, tan Señora ytan Palabra!, ¡tan repleta de Divinidad...!

¡Eres toda hermosa, Hija de Jerusalén, Iglesiaengalanada y triunfante...!

[...] ¡Iglesia, orgullo mío...! ¡Sí, eres mi orgu-llo, mi gloria, mi estandarte y mi corona, Iglesiamía...! Sí, no tengo más orgullo que ser hija deDios e hija de la Iglesia.

¡Qué hermosa es la Iglesia...! ¡Pero qué her-mosa es la Iglesia...! Hija de Jerusalén, ¡qué her-mosa eres...!

Estoy locamente enamorada de mi MadreIglesia... Yo no sabía que se podía uno ena-morar de ella, como se enamora de Dios.

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cántico infinito de Cristo por la Iglesia, con suslamentaciones llenas de desgarro por su dolo-roso y desolador Getsemaní:

la Santa Madre Iglesia, que de unas y otrasmaneras Dios la ha descubierto a mi alma: ensu triunfo de gloria y el desgarro de su cruci-fixión incruenta, y me sigue mostrando en si-tuación aún más dramática, si cupiera, a travésde este duro peregrinar; para que la proclamey la manifieste en el momento determinado ensu infinita voluntad del modo que, antes demarchar a la eternidad, lo pueda realizar; y queahora quiero ir dejando traslucir evocando algode cuanto, para que lo manifieste, Dios impri-mió en lo más profundo, recóndito y lacradode mi corazón.

Por lo que sólo en retazos he dejado tras-velar algunas de las lamentaciones llenas de pe-ticiones de la Iglesia en mi alma, su requejidoen mi pecho y sus amores en mi corazón.

Soy el Eco de la Iglesia, y la Iglesia es micanción.

❃ ❃ ❃

Por lo que también quiero traer a mi re-cuerdo lo que el Señor me hizo vivir el día 8de abril de 1959, manifestando algo de lo quetraslimitadamente comprendía, sobrepasada deamor a mi Santa Madre Iglesia;

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

[...] ¡Si eres toda hermosa, dulce y agradableal paladar de Dios...! Eres alta, con tu copa me-tida en el Seno del Padre, ¡alta y esbelta, fuer-te y “terrible como un ejército en batalla”46, dis-puesta a enloquecer al mismo Dios de amor...!

Iglesia mía, tú no sufras... ¡No me sufras, [...]Iglesia santa, Iglesia Madre! ¡Que tú eres fe-cunda con la fecundidad del Padre; y cantas...!,¡cantas con su mismo Hijo, el Verbo de la Vida!

Eres fecundamente terrible y cantas en unafecundidad amorosa, expresando con el Verbo;y te derramas, como bálsamo de misericordiaque sale del Seno del Padre por el Verbo, abra-sada en el Amor del Espíritu Santo... ¡Te derra-mas en amor misericordioso, Iglesia mía!

¡Ay, si yo pudiera cantar a mi Iglesia Católica,Apostólica, bajo la Sede de Pedro...! ¡Si pudie-ra cantarte la canción que te cuadra...! ¡Si pu-diera decirte a todas las almas como yo sientoque te digo en la mía...! ¡Si tuviera palabra paraexpresarte...!

Pero no la hay. No hay más que una Palabraque adecuadamente exprese al Padre y expre-se a la Iglesia, y es el Verbo.

El Verbo del Padre le canta a Éste todo suser y toda su hermosura en una sola y silencio-

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Yo adoro a la Iglesia en su real Cabeza, aun-que tenga muchos miembros muertos y otrosmuy enfermos. Porque, aunque muchos de sushijos la tengan tan afeada, aunque esté vestidade negro y tirada en tierra, la Iglesia, aunqueesté desgarrada y sangrando, aunque esté lloran-do y de luto, y aunque tenga todas sus joyas cu-biertas con un manto negro, ¡es toda hermosa!,aunque sea morena por sus hijos manchados.

“¡Eres morena, pero hermosa, Hija de Jerusa-lén!; tus ojos son palomas...”45. ¡Avanza triun-fante! como un ejército de amor, que no habráquien se te ponga delante.

¡Avanza, que tú eres fecunda con el Padre,cantas con el Verbo y te abrasas y abrasas deamor con el Espíritu Santo a todos tus hijos...!

¡Iglesia mía, Iglesia santa...!, si yo pudieracantar tus glorias..., manifestar tu hermosura yproclamar tus grandezas... Pero no, no tengopalabras para cantarte, ni expresión para piro-pear a mi Iglesia Reina.

¡Ni toda la grandeza y sabiduría de Salomón,ni las melódicas poesías del Cantar de los Can-tares, ni todos los pintores juntos, ni todos lospoetas juntos, ni todos los artistas, ni todos losconciertos juntos cantándote, intentando ex-presarte y manifestarte, pueden decir algo delo hermosa que Dios te hizo, Iglesia mía...!

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46 Ct 6, 4.45 Cfr. Ct 1, 5. 15.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

su rostro resplandeciente de alegría y felicidad,de plenitud y de vida...!

¡Ay, qué mantilla blanca envuelve hoy a miIglesia mía...! ¡Ay, qué peina tan alta y tan se-ñora está ennobleciendo hoy las sienes y la fi-gura de la Iglesia Reina...! Iglesia mía, ¡qué her-mosa eres...!

¿Será posible que no pueda expresarte ni de-cirte a los hombres...? Sí, tú eres toda hermo-sa, Hija de Jerusalén; sí, toda candorosa... Tú,la única paloma blanca y hermoseada con lablancura, santidad y virginidad del ser de Dios...

[...] ¡Que vengan...!, ¡que vengan todos lospoetas y los músicos y todos los artistas a cantara la Iglesia mía! ¿A ver si pueden decir algo demi Iglesia santa...? Que yo les digo que no, ¡queno hay palabra humana para expresarla...! Sóloel Verbo Infinito del Padre, la Palabra divina yeterna, la puede expresar adecuadamente comose merece.

[...] ¡Iglesia!, ¡eres hermosa! ¡Nunca te vi así...!Te he visto enjoyada y de luto, ¡pero nunca tehe visto derramándote, como te derramas, ensantidad, justicia, verdad, misericordia y amor...![...] ¡Te derramas en maternidad con el Padre,en canción con el Verbo y en amor con el Espí-ritu Santo...!

¡Oh Iglesia Madre, orgullo de mi alma-Igle-sia ! ¡Qué hermosa eres...! [...] ¿De dónde sacaré

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sa Palabra. Y el mismo Verbo Encarnado es laCabeza de la Iglesia, que canta al Padre, en unaPalabra silenciosa y terrible, toda la hermosurade la Iglesia; y el que canta su Canción infini-ta de amor a Dios y a los hombres en la Iglesiay por la Iglesia.

Porque la Iglesia tiene todos los tesoros delcorazón de Dios, que se derraman y desparra-man del Seno del Altísimo por el costado abier-to de Cristo sobre ella hermoseándola, “comoel ungüento que, chorreando por la barba deAarón, se derramaba hasta la orla de sus vesti-duras”47.

A la Iglesia se le derrama, se le derramacomo una mantilla blanca, toda hermosa, elVerbo que sale del seno del Padre; ¡y se le de-rrama en Palabra que canta!

[...] ¡Pero qué engalanada está la Iglesia mía,y qué Señora...!

¡Hoy la Iglesia está vestida de blanco...!; conuna mantilla blanca, ¡blanca...!, ¡encima de unapeina blanca también, como coronando sus sie-nes de Reina, que hace caer su mantilla de no-via sobre el rostro bellísimo y luminosísimo dela Iglesia, hermoseándola y engalanándola...!

¡Está engalanada..., toda vestida de blanco...,sin velo de luto...! ¡Toda cubierta de joyas, con

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47 Sal 132, 2.

Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

una palabra adecuada para cantar y piropear ami Iglesia...? Pero no hay palabra humana quela exprese. La Palabra única adecuada es la quele canta al Padre en silencio; por eso yo, Iglesiamía, te contemplo y te amo, y tengo que que-darme en silencio para poderte expresar en si-lencio con Cristo.

¡Pero si veo que se me han terminado lasexpresiones, y tengo hoy que decir, que piro-pear a la Iglesia mía...!

Sí, yo soy andaluza y sevillana, y me derra-mo en expresión de mi tierra para cantar a laIglesia...

Necesito cantar a la Iglesia como andaluzaque soy, y necesito decirla ¡que tiene una man-tilla, una mantilla blanca con una peina que lle-ga hasta el cielo...!

¡Ay, Hija de Jerusalén, ataviada con todas lasjoyas...! [...] ¡Hija de Jerusalén! ¿Qué puedo de-cirte yo...? [...] ¡Estoy como loca de amor a laIglesia...!

¡Que vengan las ferias...! ¡Que vengan las fe-rias con todas sus luces, con todas sus danzas,con todas sus alegrías, con todos sus cánticos,para cantarle a la Iglesia mía...!

¡Todas las fiestas...! ¡Todas las fiestas que seadornen y engalanen, que la Iglesia está tan ata-viada con todas sus joyas...!

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Iglesia mía, ¡qué hermosa eres! Avanza triun-fante, Hija de Jerusalén, hermoseada y engalana-da con todas las joyas que el Esposo divino teregala el día de sus bodas eternas. ¡Iglesia mía,avanza triunfante!

[...] ¡Cómo se le derrama a Dios su hermosu-ra en la Iglesia...! ¡Cómo derrama su alegría enla Iglesia, su santidad, su blancura, su pater-nidad...!

Dios mío, ¡qué grande es mi Iglesia! [...]

Iglesia mía..., ¡qué hermosa eres!, ¡cuánto teamo! »

Hoy, Hija de Jerusalén, Iglesia amada, ¿cómopodré seguir viviendo en el destierro, ante lacontemplación de los misterios que, recayendosobre ti, el Señor me ha querido mostrar de tandiversas maneras, inclinándose a la pequeñezy miseria de mi nada y levantándome a la pe-netración de sus misterios bajo la luz sapientalde la fe, llena de amores eternos y repleta deesperanza, haciéndome comprender que a ma-yor miseria más abundante misericordia; paraque los comunique, o los deje traslucir mien-tras viva en el destierro...?

Ya que son tantos y tan diversos, que mialma jadeante en su búsqueda incansable dedar gloria a Dios y vida a las almas, espera lle-na de nostalgia el momento de la voluntad de

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Madre Trinidad de la Santa Madre IglesiaLa Santa Madre Iglesia es la nueva y Celestial Jerusalén...

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Santo, el «¡Santo, Santo, Santo Yahvé Sebaot, latierra entera está llena de su gloria!»50,

y el «cántico de alabanza a Dios y al Cor-dero» siendo Iglesia gloriosa y triunfante portoda la eternidad:

«Y oí algo que recordaba el rumor de unamuchedumbre inmensa, el estruendo del océa-no y el fragor de fuertes truenos. Y decían:“Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios,dueño de todo, alegrémonos y gocemos y dé-mosle gracias. Han llegado las Bodas del Cor-dero, su Esposa se ha embellecido”»51.

Iglesia mía, Nueva y Celestial Jerusalén, ¡¡quéhermosa eres!! ¡Cuánto te amo!

Dios para introducirme con la Iglesia gloriosaen las mansiones de la Eternidad.

Y entonces, y sólo entonces, se podrá des-cubrir hasta el fondo con el contenido apreta-do de su vida, misión y tragedia el secreto demi vida inmolada, silenciada por la noche lle-na de incomprensión de este peregrinar.

Y en el día luminoso del encuentro definiti-vo con Dios, con todos los que «vienen de lagran tribulación, y lavaron sus túnicas y las blan-quearon en la sangre del Cordero»48, sentándo-nos a la mesa del Reino con Abraham, Isaac yJacob, como hijos de su numerosa y universaldescendencia venida de todos los confines dela tierra, seremos Iglesia triunfante y gloriosa pa-ra siempre.

No teniéndola que contemplar más con suvelo de luto y sus entrañas desgarradas, tira-da en tierra y llorosa, jadeante y encorvada,sino como a «la Esposa del Cordero, Nueva yCelestial Jerusalén, Ciudad Santa, que no nece-sita sol ni luna que la alumbre, porque la glo-ria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cor-dero»49.

Y donde entonaremos con todos los Ánge-les, Arcángeles, Querubines y Serafines, dandogloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu

48 Ap 7, 14. 49 Ap 21, 2. 9. 23.50 Is 6, 3. 51 Ap 19, 6-7.

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