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    MADRE NOCHEKurt Vonnegut, Jr.

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    EDITORIAL BRUGUERA, S.A.

    Ttulo original: MOTHER NIGHT

    Edicin en lengua original: Kurt Vonnegut, Jr. - 1961, 1966

    Primera edicin en lengua castellana:

    Editorial Sudamericana, S. A. - 1974

    PUBLISHED BY ARRANGEMENT WITH DELL PUBLISHING CO., INC. DELACORTEPRESS / SEYMOUR LAWRENCE, NEW YORK, N. Y., U.S.A.

    J. C. Guiral - 1974

    Traduccin

    Jorge Snchez - 1977

    Diseo y realizacin de la cubierta

    La presente edicin es propiedad de EDITORIAL BRUGUERA, S. A.

    Mora la Nueva, 2. Barcelona (Espaa)

    1 edicin: junio, 1977Impreso en Espaa. Printed in Spain

    ISBN 84-02-05166-9 Depsito legal: B. 16.838 - 1977

    Impreso en los Talleres Grficos de EDITORIAL BRUGUERA, S. A. Carretera Nacional152, Km. 21,650 Parets del Valles - Barcelona - 1977

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    Introduccin

    Esta es la nica de mis narraciones cuya moraleja conozco. No creo que sea unamoraleja extraordinaria. Slo que, en esta ocasin, s cul es: somos lo que pretendemosser, as que debemos tener cuidado con lo que pretendemos ser.

    Mi experiencia personal con las monadas que hicieron los nazis fue siempre escasa.Durante la dcada del treinta y all en mi ciudad natal, en Indianpolis, hubo algunosdespreciables y activos fascistas norteamericanos. Recuerdo que alguien me pas unavez cierto ejemplar de Los protocolos de los ancianos de Sin; se supona que ese libroconfiguraba el plan secreto de los judos para dominar el mundo. Y tambin recuerdoalguno que otro comentario jocoso acerca del problema de mi ta, que se haba casadocon un alemn alemn y haba tenido que escribir a Indianpolis para obtener pruebas deque no tena una sola gota de sangre juda. El alcalde de Indianpolis la conoca desdelos aos de secundaria y las clases de baile, de modo que se divirti en grande adhiriendocintas y estampando sellos oficiales en todos los documentos que los alemanes

    requeran; con todo aquello encima, los papeles de mi ta parecan tratados de paz delsiglo XVIII.

    Poco despus estall la guerra. Tom parte en ella y me hicieron prisionero. Porconsiguiente, tuve ocasin de ver algo de Alemania, desde dentro, mientras la luchaprosegua. Como era soldado raso explorador del batalln, por ms seas tuve quetrabajar para subsistir, de acuerdo con los trminos de la Convencin de Ginebra. Lo cual,bien mirado, me hizo ms bien que mal. No permanec todo el tiempo en la prisin,situada en algn lugar de la campia. Tuve oportunidad de viajar a una ciudad, Dresde, yde observar a su gente y lo que hacan.

    Nuestro grupo particular de trabajo contaba con unos cien hombres, y nos emplearonen una fbrica, como asalariados. La fbrica produca una especie de jarabe malteado,enriquecido con vitaminas, para el consumo de mujeres embarazadas. Saba a mielmezclada con humo de nogal. Era agradable. Me gustara probar un poco ahora mismo. Yla ciudad era hermosa, ornamentada en extremo, como Pars, y respetada por la guerra.Se supona que era una ciudad abierta, es decir, una ciudad que no podan atacarporque no mantena industrias blicas ni concentraciones de tropas.

    Pero en la noche del 13 de febrero de 1945, aviones norteamericanos y britnicosarrojaron explosivos de alto poder sobre Dresde. En el momento en que escribo esto hantranscurrido unos veintin aos desde aquel bombardeo. Las bombas no perseguanobjetivos concretos. Se esperaba crear con ellas una enorme conflagracin que obligara a

    los bomberos de la ciudad a guarecerse en los refugios subterrneos.Y con esa idea se arrojaron cientos de miles de bombas incendiarias, sobre todo lo

    que era combustible. Despus se arrojaron ms bombas para mantener a los bomberosen sus agujeros, y todos los focos de incendio crecieron, se unieron, se convirtieron enuna gigantesca llamarada apocalptica. Imagnenselo! Una tempestad de fuego. Entreparntesis, fue la matanza ms grande de la historia europea. Y qu hay con eso?

    No llegamos a contemplar la tempestad gnea. Nos hallbamos en un frigorficosituado bajo un matadero, acompaados por nuestros seis guardianes y por hileras ehileras de cadveres de vacas, cerdos, caballos y ovejas, ya troceados para el consumo.Oamos las bombas all arriba. De cuando en cuando nos caa encima una llovizna de

    yeso y cal. Si hubiramos subido a echar un vistazo, nos habramos convertido en esosproductos caractersticos de los incendios masivos: pedazos de materia parecidos a leos

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    chamuscados, de sesenta o noventa centmetros de largo; seres humanos ridculamentediminutos o, si lo prefieren, gigantescas cigarras fritas.

    La fbrica de jarabe malteado haba desaparecido. Haba desaparecido todo, exceptolos refugios antiareos, donde 135.000 Hnseles y Grteles haban quedado horneadoscomo bizcochos de jengibre. Nos asignaron la tarea de mineros de cadveres, con lamisin de romper los refugios y extraer los cuerpos. Y pude ver entonces muchos tipos dealemanes, de todas las edades, tal como los haba sorprendido la muerte; por lo general,con objetos de valor en el regazo. A veces los familiares de las vctimas se acercaban acontemplar nuestras excavaciones. Tambin ellos resultaban interesantes.

    Bien. Es suficiente en cuanto a los nazis y a m.

    Si hubiese nacido en Alemania, supongo que habra sido nazi, habra liquidado ajudos y gitanos y polacos, habra dejado botas sobresaliendo de montculos de nieve yme habra reconfortado con mis propias entraas, secretamente virtuosas. As suelesuceder.

    Pero hay otra clara moraleja en este cuento, ahora que lo pienso: Cuando uno est

    muerto, est muerto.Y todava se me ocurre una tercera moraleja: Hagan el amor cuando puedan. Les

    sentar muy bien.

    Iowa, 1966.

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    Nota del Compilador

    Al preparar la edicin norteamericana de las confesiones de Howard W. Campbell, Jr.,he tenido que manejar textos relacionados con algo ms que el mero informe o el engao,segn sea el caso. Campbell fue un escritor acusado de crmenes extremadamentegraves, y, en otros tiempos, un dramaturgo de cierta fama. Decir que fue escritor equivalea afirmar que las exigencias de su arte bastaban, por s mismas, para obligarlo a mentir; ypara mentir, adems, sin ver el mal que en ello hubiera. Decir que fue un dramaturgo esprevenir an ms al lector, porque nadie miente mejor que un hombre que ha urdido vidasy pasiones sobre algo tan grotescamente artificial como es un escenario. Y ya que hedicho lo anterior acerca .de mentir, arriesgar esta otra opinin: las falsedades narradasen busca de efectos artsticos en el teatro, por ejemplo, y, quiz, en las confesiones deCampbell pueden constituir, en el grado ms alto, una de las formas msperniciosamente engaosas de la verdad.

    No me interesa argir sobre el punto. Mis deberes de compilador no incluyen la

    polmica en ningn sentido. Consisten simplemente en transmitir a otros las confesionesde Campbell en el estilo ms satisfactorio posible.

    En cuanto a mi propia intromisin en el texto, dir que ha sido mnima. He corregidoalgunos errores ortogrficos y he suprimido algunos signos de admiracin. Todos lossubrayados en bastardilla son mos.

    En ciertos casos me he visto precisado a sustituir nombres. Me ha guiado la intencinde evitar con ello molestias innecesarias, o algo peor, a personas inocentes que todavaviven. Por ejemplo: los nombres de Bernard B. O'Hare, Harold J. Sparrow y el doctorAbraham Epstein son ficticios en cuanto a lo que se refiere a este relato. Tambin lo sonel nmero de serie militar que se asigna a Sparrow en el ejrcito y el nombre que atribuyoa una rama de cierta Legin Norteamericana que aparece en el texto. No existe ningunabase de la Legin Norteamericana en Brookline que se llame Francis X. Donovan.

    Hay un punto acerca del cual quiz se pueda cuestionar mi exactitud, ms que la deHoward W. Campbell, Jr. Est en el captulo 22, cuando Campbell cita tres de suspoemas, en ingls y en alemn. En su manuscrito, las versiones en ingls sonperfectamente claras. Sin embargo, las versiones alemanas escritas de memoria porCampbell parecen tan absurdas y tan suciamente atiborradas de correcciones que enmuchos casos resultan ilegibles. Campbell se enorgulleca de proclamarse a s mismoescritor en lengua alemana, sin que le preocupara mayormente su dominio del ingls. Ensus intentos por justificar lo orgulloso que se senta de su alemn, elabor

    machaconamente, una y otra vez, la versin germana de sus poemas, y al parecernunca lleg a estar plenamente satisfecho de ella.

    De manera que, a fin de dar una idea en esta edicin acerca de cmo era su poesa enalemn, decid encomendar a otros la delicada tarea de restauracin de los textos. Lapersona que llev a cabo este trabajo la que model, por decirlo as, la nueva vasija conlos restos de la antigua fue la seora Teodora Rowley, de Cotuit (Massachussets),excelente lingista y respetable poetisa.

    Slo he hecho dos cortes significativos en el texto. Uno de ellos en el captulo 39 sedebe a la insistencia con que me lo pidi el abogado consultor de la editora de estevolumen. En el original de dicho captulo, Campbell presenta a uno de los miembros de la

    Guardia de Hierro de los Hijos Blancos de la Constitucin Norteamericana gritndole a unpolica federal: Soy mejor norteamericano que t! Mi padre invent el Da delNorteamericano Autntico! Los testigos presenciales estn de acuerdo en que tales

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    palabras fueron dichas, pera sin ninguna base. El abogado de la editorial piensa quereproducir esas palabras en el texto sera difamar a las personas que realmenteinventaron el Da del Norteamericano Autntico.

    En ese captulo 39 advirtmoslo, de paso Campbell muestra su mayor grado defidelidad al transmitir exactamente lo que se dijo, segn corroboran los testigos. Todosestn de acuerdo en que Campbell ha sabido reproducir con absoluta veracidad lasltimas expresiones de Resi Noth, palabra por palabra.

    El otro corte que he hecho est en el captulo 23: un captulo pornogrfico, en eloriginal. Me habra considerado obligado por mi honor a ofrecer el captulo inexpurgado sino fuese porque el propio Campbell pide, en el texto, que algn revisor de su manuscritolleve a cabo, la emasculacin correspondiente.

    El ttulo de la obra pertenece a Campbell. Est tomado de las palabras de Mefistfelesen el Fausto de Goethe. Mefistfeles dice:

    Soy una parte de la parte que al comienzo lo fue todo, parte de la oscuridad de la quenaci la luz, esa luz arrogante que ahora disputa a la Madre Noche su antiguo rango y

    lugar, y que, sin embargo, no podr tener xito; no importa los esfuerzos que haga,pertenece a la materia y no se librar jams de sta. La Luz fluye de la sustancia, lavuelve hermosa; los slidos interceptan su camino, y por ello espero que no tardarmucho en llegar el momento en que la Luz y la sustancia del mundo sean destruidasconjuntamente.

    La dedicatoria del libro tambin es idea de Campbell. Sobre ella, Campbell escribi losiguiente en un captulo que luego descartara:

    Antes de ver qu tipo de libro iba a salirme, escrib la dedicatoria: A Mata Hari. Ellase prostituy en pro de los altos intereses del espionaje; lo mismo hice yo.

    Ahora que veo algo del libro, preferira dedicarlo a alguien menos extico, menosfantstico, ms contemporneo; alguien que tenga menos de creacin artstica de cinemudo.

    Preferira dedicarlo a una persona conocida, hombre o mujer; a alguien que seaampliamente conocido como capaz de hacer el mal y decirse a s mismo mientras lo hace:M yo bueno, mi real yo, un yo hecho en el cielo, est escondido all en lo profundo demis entraas.

    Pienso en muchos ejemplos posibles; podra agitarlos ruidosamente a la manera deesas pegadizas canciones de Gilbert y Sullivan. Pero no existe un solo nombre al cualdedicarle este libro con toda justicia... a no ser que fuera mi propio nombre.

    Permtaseme, pues, que me honre a m mismo de esta manera: Este libro estrededicado a Howard W. Campbell, Jr., un hombre que sirvi a la causa del Maldemasiado abiertamente y a la del Bien demasiado en secreto, el crimen de su poca.

    KURT VONNEGUT, JR.

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    LAS CONFESIONES DE HOWARD W. CAMPBELL, JR.

    A Mata Hari

    Respira, acaso, aquel de alma tan muerta

    que nunca se ha dicho a s mismo:

    "Esta es mi patria, mi nativa tierral",

    y cuyo corazn jams ha ardido

    cuando sus pies tornaron al hogar

    tras perderse por costas extranjeras?

    Walter Scott

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    1. Tiglat-Pilasor III

    Me llamo Howard W. Campbell, Jr. Soy norteamericano de nacimiento, nazi porreputacin y aptrida por vocacin.

    Escribo este libro en el ao 1961.Lo dedico a Tuvia Friedmann, director del Instituto de Documentacin de Criminales de

    Guerra, en Haifa, y a cualquier otra persona interesada.

    Por qu podra interesarle este libro al seor Friedmann?

    Porque lo ha escrito un hombre sobre el que recaen sospechas de que es un criminalde guerra. El seor Friedmann es especialista en ese tipo de personas. Ya habamanifestado su ansiedad por reunir todos los escritos que yo pudiese agregar a susarchivos sobre las villanas nazis. Lo ansa tanto que me ha proporcionado una mquinade escribir, servicio taquigrfico gratis y el uso de ayudantes de investigacin encargadosde reunir todos los datos que pueda necesitar a los efectos de que mi narracin seacompleta y exacta.

    Estoy tras las rejas.

    Estoy tras las rejas en una preciosa celda nueva de la vieja Jerusaln.

    Aguardo el justo juicio a que me someter la Repblica de Israel por mis crmenes deguerra.

    La mquina de escribir que me ha dado el seor Friedmann resulta extraa yapropiada a la vez. Es una mquina obviamente fabricada en Alemania durante laSegunda Guerra Mundial. Cmo lo s? Es muy sencillo: porque pone bajo la yema delos dedos un smbolo que nunca fue usado en otras mquinas de escribir antes del TercerReich alemn; un smbolo que nunca volver a emplearse.

    El smbolo es ese par de rayitos gemelos de los temidos S. S., el Schutztaffel, el alams fantica del nazismo.

    Historia antigua.

    Claro que estoy rodeado de historia antigua. Aunque la crcel en que me pudro seanueva, me dijeron que algunos de sus muros tienen sillares cortados en la poca del reySalomn.

    Y algunas veces, cuando contemplo por la ventana de mi celda esa alegre y brillantejuventud de la joven Repblica de Israel, siento que yo y mis crmenes de guerra somostan antiguos como las grises y viejas piedras del rey Salomn.

    Cunto tiempo ha transcurrido desde esa guerra, esa Segunda Guerra Mundial!Cunto tiempo hace de sus crmenes!

    Casi olvidados, inclusive por los judos; es decir, los judos jvenes.

    Uno de los judos que monta guardia aqu no sabe nada de la guerra. Ni le interesa. Sellama Arnold Marx. Es muy pelirrojo. Y tiene slo dieciocho aos; lo cual significa quetena tres cuando Hitler muri y que an no exista cuando empez mi carrera de criminalde guerra.

    Est de guardia desde las seis de la maana hasta el medioda.

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    Arnold naci en Israel. Nunca sali del pas. Su madre y su padre dejaron Alemania acomienzos de la dcada del treinta. Su abuelo me ha dicho gan la Cruz de Hierro en laPrimera Guerra Mundial.

    Arnold estudia abogaca. Pero la verdadera pasin de Arnold y de su padre, armero deprofesin, es la arqueologa. Padre e hijo pasan la mayor parte de su tiempo libreexcavando las minas de Hazor. Lo hacen bajo la direccin de Yigael Yadin, jefe delEstado Mayor del ejrcito Israel durante la guerra contra los estados rabes.

    As es la cosa.

    Hazor me dice Arnold fue una ciudad cananita, al norte de Palestina, que existi porlo menos 1.800 aos antes de Cristo. Cerca de 1.400 aos antes de Cristo me informaArnold un ejrcito israelita captur Hazor, mat a sus 40.000 habitantes y quem toda laciudad.

    Salomn la reconstruy me dijo Arnold. Pero el 732 antes de Cristo, Tiglat-PilasorIII la quem otra vez.

    Quin? pregunt.

    Tiglat-Pilasor III, El Asirio dijo, dando un empujoncito de ayuda a mi memoria.

    OH. Ese Tiglat-Pilasor dije.

    Parece como s nunca hubiera odo hablar de l.

    No, nunca me encog de hombros, humildemente. Supongo que eso es terrible.

    Bueno Arnold frunci el ceo como un maestro de escuela, me parece que esalguien de quien todos deberan saber algo. Fue quiz el hombre ms notable que hanproducido nunca los asirios.

    Ah.

    Le traer un libro sobre l, s lo desea.

    Muy amable de su parte, Arnold. Quiz ms adelante vuelva a pensar en asiriosnotables. Pero en estos momentos mi mente se encuentra absorbida por los alemanesnotables.

    Quines, por ejemplo?

    OH, he estado pensando mucho ltimamente acerca de mi viejo patrn, Paul JosefGoebbels le contest.

    Arnold me mir fijamente;

    Quin?Y yo sent todo el polvo de la Tierra Santa deslizndose para enterrarme. Y sent el

    grosor de la capa de tierra y los cascotes que algn da me cubriran: algo as como diez odoce metros de ciudades arruinadas sobre m y, debajo, los desechos de comida dealgunas cocinas primitivas, un templo o dos... y, por fin, Tiglat-Pilasor III.

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    2. Destacamento especial

    El guardia que releva a Arnold Marx cada medioda es un hombre que debe de tenermi edad, cuarenta y ocho aos. Aunque no le gusta, l s recuerda la guerra muy bien.

    Su nombre es Andor Gutman. Andor es un judo estoniano, somnoliento y no muyinteligente. Pas dos aos en el campo de concentracin de Auschwitz. Segn su propiodesganado relato, all estuvo en un tris de convertirse en el humo de la chimenea de uncrematorio.

    Me haban asignado al Sonderkornmando cuando lleg la orden de Himmler declausurar los hornos.

    Sonderkommando significa destacamento especial. En Auschwitz significaba, porcierto, un destacamento muy especial: estaba compuesto por prisioneros cuyos deberesconsistan en conducir a los condenados a las cmaras de gas y luego arrastrar suscadveres afuera. Una vez finalizada la tarea, tambin liquidaban a los miembros del

    Sonderkornmando. El primer deber de los sucesores era disponer de los despojos delSonderkommando anterior.

    Gutman me cont que, de hecho, muchos se presentaban por voluntad propia alSonderkommando,

    Por qu? le pregunt.

    Si usted escribiese un libro sobre el asunto y encontrase una respuesta a esapregunta, a ese por qu?, escribira un libro excelente.

    Usted sabe la respuesta?

    No. Por eso pagara mucho dinero por el libro que me la diese.

    Tiene, al menos, alguna sugerencia?

    No contest, mirndome fijamente a los ojos. Aunque yo fui uno de los que seofrecieron voluntarios.

    Se march por un rato tras habrmelo confesado. Y pens en Auschwitz; en lo quemenos le gustaba pensar. Cuando regres me dijo:

    Haba altavoces en todo el campo y nunca permanecan en silencio durante muchotiempo. Transmitan mucha msica. Los que saban de msica me decan que, a menudo,era buena msica; a veces, de la mejor.

    Es interesante.Msica no compuesta por judos, desde luego; eso estaba prohibido.

    Naturalmente.

    Y la msica se detena siempre en la mitad y luego se oa un anuncio. Durante todoel da, msica y anuncios.

    Muy moderno.

    Cerr los ojos, intentando recordar.

    Haba un anuncio que siempre transmitan canturrendolo como una meloda infantil.

    Nos llegaba muchas veces por da. Era el llamado al Sonderkommando.OH.

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    Leichentrager zu Wachecanturre con los ojos todava entrecerrados.

    Traduccin: Los transportadores de cadveres al cuarto de guardia. En unainstitucin cuyo propsito era eliminar a seres humanos por millones, se explica lafrecuencia del llamado.

    Despus de dos aos de or ese canturreo por los altavoces, siempre surgiendo de

    entre la msica, el puesto de porta-cadveres acab sonando como un buen trabajo.Puedo comprenderlo dije.

    Puede usted? sacudi la cabeza. Yo, no. Yo siempre me avergonzar. Voluntariodel Sonderkommando!... Fue una vergenza hacer algo as.

    No lo creo.

    Yo s. Vergonzoso. No quiero volver a hablar de eso jams.

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    3. Briquetas

    El guardia que releva a Andor Gutman todas las tardes a las seis se llama ArpadKovacs. Arpad es alto como un cirio, gritn y alegre.

    Cuando Arpad vino a montar su guardia anoche a las seis, me pidi que le mostrase loque ya tena escrito. Le di unas cuantas pginas y Arpad camin de arriba para abajo porel corredor, sacudiendo y alabando de manera extravagante todo lo que haba escrito.

    No lea las pginas. Las alababa por lo que se imaginaba que habra en ellas.

    Dle fuerte a esos complacientes hijos de puta! dijo. Dgales de todo a esasbriquetas requemadas !

    Por briquetas Arpad quera indicar a toda esa gente que no hizo nada por salvar suspropias vidas o la de algn otro cuando los nazis se aduearon de la situacin; aquellosque estaban dispuestos a recorrer mansamente el camino hacia las cmaras de gas, sieso era lo que los nazis les ordenaban. Una briqueta es, por supuesto, un ladrillomoldeado con polvo de carbn, la mar de conveniente en lo que se refiere a transporte,almacenamiento y combustin.

    Arpad, enfrentado con el problema de ser judo

    en la Hungra nazi, no se convirti en briqueta. Por el contrario, se consiguidocumentacin falsa y se uni a los S.S. hngaros.

    Ese hecho es la base de su simpata por m.

    Dgales las cosas que un hombre es capaz de hacer con tal de seguir vivo! Qutiene de noble ser una briqueta? me dijo anoche.

    Oy alguna vez mi programa radiofnico? le pregunt.El medio usado para mis crmenes de guerra fue la transmisin radiofnica. Yo era

    propagandista de radio nazi; un astuto y aborrecible antisemita.

    No.

    Entonces le mostr la transcripcin de una de aquellas emisiones mas; unatranscripcin que me haba proporcionado el Instituto de Haifa.

    Lala le dije.

    No tengo por qu. Todas decan las mismas cosas una y otra vez por aquellos das.

    Lala, de cualquier manera... como un favor.Mientras lea, su cara se amargaba ms y ms. Me la devolvi.

    Me desilusiona usted... dijo.

    Por?

    Es tan dbil... No tiene alma, ni sal, ni pimienta! Y yo que pens que usted era unmaestro de la invectiva racial!

    No lo soy?

    Si cualquier miembro de mi pelotn de la S.S. hubiese hablado de esa manera tan

    amistosa sobre los judos lo habran mandado fusilar por traicin! dijo Arpad. Goebbelsdebi despedirlo a usted y contratarme a m como azote radiofnico de los judos. Yo sque habra levantado ampollas en todo el mundo!

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    Usted ya haca lo suyo con su pelotn de la S.S.

    Arpad estaba radiante, resplandeca recordando sus das en la S.S.

    Y qu bien representaba el papel de ario!

    Nadie sospech de usted?

    De m? Cmo podan atreverse? Yo era un ario tan puro y terrorfico que hasta meencargaron una tarea especial: la misin de averiguar cmo los judos se enterabansiempre de lo que estaban por hacer las S.S. Haba un escape por algn lado y tenamosque detenerlo.

    Lo consigui?

    Tengo el placer de informarle que fusilaron a catorce hombres de la S.S. porrecomendacin nuestra dijo Arpad. Adolf Eichmann en persona nos felicit.

    Vio a Eichmann alguna vez?

    S; pero siento decirle que en aquel momento yo no saba lo importante que era.

    Y por qu lo siente? le pregunt.Porque de saberlo entonces, lo habra matado.

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    4. Correas de cuero

    Bernard Mengel, el judo polaco que monta guardia desde la medianoche hasta lasseis de la maana, es un hombre de mi edad. Durante la Segunda Guerra Mundial salvsu vida hacindose pasar por muerto de tal manera que un soldado alemn le arranctres dientes sin sospechar siquiera que Mengel no era un cadver autntico. El soldadoquera sus tres coronas de oro.

    Las obtuvo.

    Mengel dice que aqu, en la crcel, hago mucho ruido al dormir; que me sacudo yhablo durante toda la noche.

    Usted es el nico hombre, que yo sepa me dijo Mengel esta maana, que est tanlleno de remordimientos de conciencia por lo que hizo en la guerra. Todos los dems, noimporta del lado que estuvieran, no importa lo que hayan hecho, se mantienen firmes enla seguridad de que un hombre bueno no podra haber actuado de otra manera.

    Y qu le hace pensar que me remuerde la conciencia?

    La forma en que duerme; la manera de soar que tiene. Ni siquiera Hoess dormaas. Durmi como un santo hasta el ltimo momento.

    Mengel habla de Rudolf Franz Hoess, el comandante del campo de concentracin deAuschwitz. Bajo su tierno cuidado, literalmente millones de judos marcharon a la cmarade gas. Mengel saba algo acerca de Hoess. Antes de emigrar a Israel en 1947, Mengelayud a ahorcarlo.

    Y no con su sola presencia. Lo hizo con sus dos enormes manos.

    Cuando lo colgamos, yo le puse la correa alrededor de los tobillos y la ajust bientirante.

    Le produjo eso alguna satisfaccin?

    No; yo era casi como todos los que estuvieron en esa guerra.

    Qu quiere decir? le pregunt.

    Que llegu a convertirme en alguien incapaz de sentir nada. Cada trabajo era undeber que cumplir y nada ms; ninguno era peor o mejor que otro... Despus queterminamos de colgar a Hoess, hice la maleta y me fui a casa. El cierre de mi maletaestaba roto, as que la sujet con una gruesa correa de cuero. En una hora hice la mismaaccin dos veces: una vez con Hoess y otra con mi maleta. Ambos trabajos fueron param casi lo mismo.

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    5. "La ltima prueba"

    Yo tambin conoc a Rudolf Hoess, comandante de Auschwitz. Lo encontr en unafiesta de fin de ao en Varsovia, durante la guerra, a principios de 1944. Hoess se enterde que yo era escritor, me llev aparte y me dijo que deseara saber escribir.

    Cmo envidio a los creadores! me dijo. El poder de creacin es un don de losdioses.

    Hoess agreg que tena algunas maravillosas historias, absolutamente verdicas, peroque la gente no las creera.

    No se anim a narrrmelas. Me dijo que lo hara cuando ganasen la guerra. Despusde la guerra, me aclar, podramos colaborar juntos.

    El problema es que puedo hablar, pero no puedo escribir me mir, en espera de micompasin. Cuando me siento a escribir confes, me quedo helado.

    Qu haca yo en Varsovia?Me haba enviado a esa ciudad mi jefe, el Reichsleiterdoctor Paul Josef Goebbels, jefe

    del Ministerio alemn de Educacin Popular y Propaganda. Como yo posea ciertahabilidad para la dramaturgia, el doctor Goebbels quera que la usara. El doctor Goebbelspretenda que escribiese un espectculo en honor de los soldados alemanes que habandado su ltima prueba de devocin por la causa es decir, que haban muerto al dominarel levantamiento de los judos en el ghetto de Varsovia.

    El doctor Goebbels soaba con producir ese espectculo en la propia Varsovia, todoslos aos despus de la guerra, y dejar que las ruinas del ghetto quedasen perennementecomo su escenario natural.

    Participarn judos en el espectculo? le pregunt.

    Por supuesto respondi. Miles.

    Me permite preguntarle, seor, dnde espera encontrar tantos judos despus de laguerra?

    Capt el humor de mi pregunta.

    Muy buena pregunta se ri. Tendremos que arreglar eso con Hoess.

    Con quin?

    Yo no haba estado antes en Varsovia y nunca haba tenido oportunidad deencontrarme con el hermano Hoess.

    Hoess tiene a su cargo una pequea casa de salud para judos en Polonia dijoGoebbels. Debemos asegurarnos y advertirle que nos conserve algunos.

    Podr agregarse a mi lista de crmenes de guerra el guin de aquel espectculoatroz? No, a Dios gracias. Jams llegu a hacer otra cosa que darle ttulo: La ltimaprueba.

    Admito, sin embargo, que probablemente lo habra escrito si hubiese dispuesto detiempo y si mis superiores me hubiesen presionado bastante.

    En realidad, estoy dispuesto a admitir casi todo.

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    Acerca del espectculo: tuvo un resultado muy peculiar. Hizo que el discurso deAbraham Lincoln en Gettysburg llamase la atencin de Goebbels y, luego, del propioHitler.

    Goebbels me pregunt de dnde haba sacado el ttulo, as que le traduje al alemn eldiscurso de Gettysburg completo.

    Lo ley, moviendo los labios todo el tiempo.Sabe? me dijo. Esta es una hermosa muestra de propaganda. Nunca nos hemos

    atrevido a ser tan modernos. Nunca hemos adelantado con respecto al pasado tantocomo nos gustara creer.

    Es un discurso muy famoso en mi pas; todos los colegiales lo saben de memoria.

    Echa de menos Norteamrica, verdad?

    Echo de menos las montaas, los ros, las amplias planicies, los bosques... Peronunca podra ser feliz all, con los judos adueados de todo.

    De eso tambin nos encargaremos a su debido tiempo dijo.

    Vivo para ver ese da. Mi esposa y yo lo ansiamos.

    Cmo est su esposa?

    Perfectamente; gracias.

    Hermosa mujer!

    Le dir lo que usted ha dicho. La complacer mucho.

    En cuanto a este discurso de Abraham Lincoln... dijo.

    Seor?

    Hay en l frases que podran usarse con mucha eficacia en las dedicatorias de loscementerios militares alemanes. Francamente, le confieso que no creo estar msafortunado en la mayora de mis piezas oratorias fnebres... Pero esto parece tener ladimensin extra que he estado buscando. Me gustara mucho envirselo a Hitler.

    Lo que usted diga, seor dije.

    Este Lincoln no era judo, verdad?

    Desde luego que no contest.

    Sera embarazoso s resultara que lo fue, comprende?

    Nunca he odo a nadie sugerirlo siquiera.

    Abraham es un nombre bastante sospechoso, en todo caso... dijo Goebbels.

    Estoy seguro de que sus padres no se dieron cuenta de que era un nombre judo. Lesdebi haber gustado el sonido. Eran gente sencilla, de la frontera. De saber que elnombre era judo, le aseguro que le habran puesto algo ms norteamericano, algo ascomo George o Stanley o Fred.

    Dos semanas despus Hitler devolvi el discurso de Gettysburg. Prendida en la partesuperior vena una nota del propio Fhrer. Algunas de sus partes casi me hacen llorar escribi Todos los pueblos del Norte somos uno solo en nuestros sentimientos por lossoldados. Ese es, quiz, el lazo que ms ntimamente nos une.

    Extrao; nunca sueo con Hitler, Goebbels, Hoess, Goering o cualquiera de los otrosesperpentos de la Segunda Guerra Mundial. Sueo con mujeres. Le pregunt a BernardMengel, el guardin de mis noches aqu en Jerusaln, si tena idea acerca de mis sueos.

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    Anoche?

    Cualquier noche.

    Bueno, anoche mismo so con mujeres. Repeta mucho dos nombres.

    Cules?

    Helga era uno.Mi esposa.

    El otro era Resi.

    La hermana menor de mi esposa. Slo sus nombres... Eso es todo.

    Usted dijo adis.

    Adis, repet como un eco. Ciertamente, aquello tena sentido. Lo soara o no, tantoHelga como Resi se haban marchado para siempre.

    Y tambin hablaba de Nueva York. Murmur algo y luego dijo Nueva York;despus volvi a murmurar alguna otra cosa.

    Tambin eso tena sentido; como lo tiene la mayora de lo que sueo. Viv en NuevaYork por un largo tiempo antes de venir a Israel.

    Nueva York debe de ser el cielo dijo Mengel.

    Quiz lo ser para usted; para m, era el infierno.

    Y puede haber algo peor que el infierno?

    El purgatorio contest.

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    6. El Purgatorio

    Respecto a ese purgatorio mo en la ciudad de Nueva York: lo padec durante quinceaos.

    Desaparec de Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial. Reaparec nadie mereconoci en Greenwich Village. All alquil un apartamento deprimente en la azotea deun edificio. Las ratas chillaban y araaban las paredes. Segu viviendo en esa buhardillahasta hace un mes, cuando me trajeron a Israel para el juicio.

    Pero haba algo agradable en mi buhardilla ratonera. La ventana del fondo daba a unpequeo parque privado, un minsculo Edn formado por la conjuncin de los fondos devarias casas. Ese parque, ese Edn, quedaba aislado de las calles por los edificioscircundantes.

    Era lo bastante grande como para que los nios de la vecindad jugaran al escondite enl.

    A menudo oa un grito que provena de aquel pequeo Edn; un grito de nio quesiempre me detena a escuchar. Era el dulce y triste grito que significaba la terminacindel juego del escondite: los que todava permanecan escondidos deban salir de susescondites y ya era la hora de volver a casa.

    El grito era: Li-li-liii-breees tooo-dos!

    Y yo escondido de mucha gente que quiz pretendiese herirme o matarme, deseabaque alguien tambin me gritase lo mismo y acabase aquel interminable juego mo delescondite con un dulce y triste

    Li-li-li-liii-breeees tooo-dos!

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    7. Autobiografa

    Yo, Howard W. Campbell, Jr., nac en Schenectady, Nueva York, el 16 de febrero de1912. M padre, criado en Tennessee e hijo de un pastor bautista, era ingeniero en elDepartamento del Servicio de Ingeniera de la General Electric.

    La misin del Departamento del Servicio de Ingeniera consista en instalar, mantenery reparar el equipo pesado que la General Electric venda por todo el mundo. Al principio,el puesto de mi padre cubra solamente el territorio nacional. Rara vez estaba en casa ysu trabajo le exiga formas tan variadas de pericia tcnica que le quedaba escaso tiempoy poca imaginacin para cualquier otra actividad. El hombre era el trabajo y el trabajo erael hombre.

    El nico libro no tcnico que alguna vez le vi leer era una historia ilustrada de laPrimera Guerra Mundial. Un libro enorme, con lminas de unos treinta centmetros de altoy casi medio metro de ancho. Aunque no haba estado en la guerra, mi padre jams se

    cansaba, al parecer, de mirar aquel libro.Nunca me dijo lo que aquella lectura significaba para l; tampoco yo se lo pregunt

    jams. Todo lo que me dijo una vez fue que no se trataba de un libro para nios; que nodeba mirarlo.

    Por lo tanto, yo lo miraba siempre que me quedaba solo. Lminas de hombrescolgados de alambres de pas, mujeres mutiladas, cuerpos apilados como lea: todo elaparato habitual de las guerras mundiales.

    Mi madre se llamaba Virginia Crocker de soltera. Hija de un fotgrafo especializado enretratos, era ama de casa y violonchelista aficionada. Tocaba el celo en la OrquestaSinfnica de Schenectady, y alguna vez so con que tambin yo tocara ese instrumento.

    Fracas como violonchelista porque, al igual que mi padre, carezco en absoluto deodo para la msica. No tuve hermanos ni hermanas, y mi padre, como dije antes, estabarara vez en casa. As es que fui la principal compaa de mi madre durante muchos aos.Mi madre era una mujer muy bella, inteligente y morbosa. Creo que casi siempre estabaebria. Recuerdo que una vez llen un platito con una mezcla de alcohol medicinal y sal demesa. Lo coloc sobre la mesa de la cocina, apag todas las luces y me sent frente aella, del otro lado de la mesa.

    Y luego aproxim un fsforo a aquella mezcla. La llama brot de un color casi amarillopuro; una llama de sodio que me la mostr como un cadver y me hizo aparecer tambina m como un cadver ante ella.

    Esto me dijo es lo que pareceremos cuando estemos muertos.

    Aquella extraa demostracin no slo me asust a m; la asust tambin a ella. Mimadre se asust de sus propias rarezas y a partir de ese momento dej de ser sucompaero. Desde aquel da rara vez me hablaba... Me separ completamente de ella;estoy seguro de que fue por temor de hacer o decir alguna locura mayor.

    Todo esto sucedi en Schenectady, antes de que yo cumpliese diez aos.

    En 1923, cuando ya tena once aos, destinaron a mi padre a la oficina de la GeneralElectric en Berln. Desde entonces mi educacin, mis amigos y mi idioma principal fueronalemanes.

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    Y al final me convert en autor en lengua alemana, y tuve una esposa alemana: laactriz Helga Noth. Helga Noth era la mayor de las dos hijas de Werner Noth, jefe depolica de Berln.

    Mi padre y m madre abandonaron Alemania en 1939, cuando empez la guerra.

    Mi esposa y yo nos quedamos en el pas.

    Hasta que termin la guerra, en 1945, me gan la vida como escritor y locutor de radio,dedicado a emitir propaganda nazi para el mundo de habla inglesa. Yo era el experto enproblemas estadounidenses en el Ministerio de Cultura Popular y Propaganda.

    Hacia el final de la guerra ocupaba un lugar destacado en la lista de criminales deguerra, sobre todo porque mis ofensas haban sido tan descaradamente pblicas.

    Me captur el teniente Bernard B. O'Hare, perteneciente al Tercer Ejrcitonorteamericano, en Hersfeld. Era el 12 de abril de 1945. Yo viajaba en motocicleta,desarmado. Aunque tena derecho a usar uniforme un uniforme azul y dorado, no lollevaba puesto en aquel momento. Estaba de civil, vestido con traje de sarga azul y abrigoapolillado con cuello de piel.

    Ocurra que el Tercer Ejrcito haba tomado Ohrdruf dos das antes. Ohrdruf fue elprimer campo de concentracin nazi que los norteamericanos vieron. Me condujeron aese campo, me obligaron a verlo todo: los pozos de cal, las horcas, los postes dondeazotaban a los prisioneros, las pilas de cadveres ventrudos y cubiertos de costras, losojos comidos por los insectos, las articulaciones deformes.

    La idea era mostrarme las consecuencias de lo que haba hecho.

    Las horcas de Ohrdruf tenan capacidad para colgar a seis personas a la vez. Cuandolas vi, un guardia del campo penda del extremo de cada horca.

    Se supona que a m tambin me colgaran pronto.

    Yo mismo lo esperaba. Y me interes por la pacfica quietud de los seis guardias quecolgaban de las sogas.

    Haban dejado de existir rpidamente.

    Mientras miraba las horcas me tomaron una foto El teniente O'Hare se encontraba depie detrs de m, delgado como un Joven lobo y lleno de odio como una serpiente decascabel.

    La fotografa se reprodujo en la cubierta de Life y estuvo a punto de ganar el premioPulitzer,

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    8. Auf Wiedersehen

    No me ahorcaron.

    Comet alta traicin, crmenes contra la humanidad y crmenes contra mi propia

    conciencia; pero nadie me ha hecho nada por ellos hasta el momento. Nunca me hantocado un pelo, porque fui agente norteamericano durante toda la guerra. Mistransmisiones radiofnicas llevaban informacin en cdigo al exterior.

    La clave consista en el uso de ciertos modismos, pausas, nfasis, toses, algunostartamudeos en oraciones clave. Personas a quienes nunca vi me transmitaninstrucciones y me indicaban en qu partes de la audicin deban aparecer las distintasinflexiones. Hasta el da de hoy desconozco cunta informacin pas a travs de misaudiciones. Por la sencillez de la mayor parte de las instrucciones que se me daban,supongo que se trataba, por lo general, de respuestas afirmativas o negativas a preguntasque haban sido formuladas por el aparato de espionaje.

    En ocasiones, como durante la preparacin de la invasin de Normanda, esasinstrucciones se complicaban y mis fraseos y diccin sonaban como las etapas finales deuna pulmona doble.

    En eso consisti mi ayuda a la causa aliada.

    Y esa ayuda fue la que me salv el pellejo.

    Se me dio proteccin. Nunca se me reconoci la condicin de agente norteamericano,pero se sabote la acusacin de traidor que pesaba en mi contra. Fui puesto en libertadsobre la base de inexistentes tecnicismos acerca de mi ciudadana y me ayudaron adesaparecer.

    Llegu as a Nueva York con un nombre supuesto. Empec una nueva vida es unamanera de decir en mi buhardilla llena de ratas, frente al parque secreto.

    Y, sobre todo, me dejaron tranquilo. Tan tranquilo que pude retomar mi nombre y casinadie me preguntaba si yo era el Howard W. Campbell aqul.

    De cuando en cuando mi nombre apareca en revistas y peridicos, pero nunca comoel de una persona importante, sino como un nombre ms en la larga lista de criminales deguerra desaparecidos. Se rumoreaba que me encontraba en Irn, en la Argentina, enIrlanda. Los agentes israeles dijeron que me buscaban por cielo y tierra.

    Sea como fuere, ningn agente golpe a mi puerta. Nadie golpe a mi puerta aun

    cuando el nombre en el buzn de correspondencia resultaba fcil de ver: Howard W.Campbell, Jr.

    Hasta el final de mi purgatorio en Greenwich Village, lo ms cerca que estuve de queme detectaran fue cuando necesit los servicios de un mdico judo que viva en el mismoedificio que yo. Se me haba infectado un pulgar.

    El mdico se llamaba Abraham Epstein. Viva con su madre en el segundo piso. Sehaban mudado a ese apartamento haca poco.

    Cuando le di mi nombre, nada le dijo; pero a su madre s le dijo algo. Epstein era undoctor joven, recin salido de la Facultad de Medicina. Su madre era vieja, pesada, triste yacremente observadora.

    Ese fue un nombre famoso dijo. Usted debe de saberlo.

    Perdone, cmo dice? pregunt.

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    No conoce a nadie ms que se llame Howard W. Campbell, Jr.?

    Supongo que habr otros.

    Qu edad tiene usted?

    Le respond.

    Entonces, tiene edad suficiente como para recordar la guerra.Olvdate de la guerra le dijo su hijo, en forma afectuosa pero tajante, mientras me

    vendaba el pulgar.

    Y usted nunca oy hablar por radio a aquel Howard W. Campbell, Jr., que transmitadesde Berln? me pregunt.

    S; ahora que recuerdo, creo que s respond-. Lo haba olvidado. Fue hace tantotiempo... Nunca lo escuchaba; pero recuerdo que se hablaba de l en los diarios. Esascosas se borran.

    Deberan borrarse dijo el joven doctor Epstein. Pertenecen a un perodo de locura

    que tendra que olvidarse lo ms pronto posible.Auschwitz dijo su madre.

    OH, olvdate de Auschwitz.

    Sabe qu era Auschwitz? me pregunt la madre.

    S.

    All fue donde pas mi juventud; y all pas su niez mi hijo, el mdico.

    Yo nunca pienso en aquello dijo el doctor Epstein abruptamente. Bueno... esepulgar estar mejor en un par de das. Mantngalo caliente y seco.

    Y casi me empuj hacia la puerta.Sprechen-Sie Deutsch?me grit su madre, ya cuando sala.

    Cmo? pregunt.

    Le pregunt si hablaba alemn.

    OH contest. No; me temo que no.

    Y trat de hacer ver que experimentaba tmidamente con aquella lengua:

    Nein?Eso quiere decir no, verdad?

    Muy bien.

    Auf wiedersehen. Y eso quiere decir adis, no? dije.

    Quiere decir Hasta pronto.

    Ah. bueno: auf wiedersehen.

    Auf wiedersehenme contest.

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    9. Mi Hada Madrina Azul hace su aparicin

    Me reclutaron como espa norteamericano en 1938, tres aos antes de queNorteamrica entrase en la guerra. Me reclutaron un da de primavera, en el Tiergarten deBerln.

    Haca un mes que me haba casado con Helga Noth.

    Tena veintisis aos, entonces.

    Era un escritor con bastante xito, que escriba en el idioma que domino mejor: elalemn. Una obra ma, La copa de cristal, se representaba simultneamente en Dresde yen Berln. Otra, Rosa de nieve, tambin estaba en cartelera en Berln por aquellos das. Yhaba terminado recientemente una tercera, Setenta veces siete. Las tres obras eranromances medievales, tan polticas como pueden serlo los chocolatines.

    Cierta tarde de sol, estaba sentado solo, en un banco del parque. Pensaba en micuarta obra teatral y ya la haba empezado a escribir mentalmente. Se daba a s mismaun nombre: Das Reich der Zwei; Nacin de dos.

    Tratara del amor que mi esposa y yo nos tenamos. Iba a mostrar cmo un par deamantes, en medio de un mundo que se haba vuelto loco, poda sobrevivir nicamente atravs de la lealtad a la nacin que ellos mismos componan: una nacin de dos.

    En un banco del otro lado del sendero se sent un norteamericano de edad media.Pareca tonto y pelmazo. Se desat los zapatos para aliviarse los pies y empez a leer unejemplar del Chicago Sunday Tribune de haca un mes.

    Tres jvenes oficiales de la S. S. pasaron taconeando fuerte entre nosotros dos.

    Cuando desaparecieron, el hombre baj el diario y me habl con el ingls nasal deChicago.

    Hermosos muchachos dijo.

    Supongo.

    Usted entiende ingls? pregunt.

    S.

    Gracias a Dios por haberme topado con alguien que pueda entender mi lengua. Meestoy volviendo loco tratando de encontrar una persona con quien hablar.

    Ah, s?

    Qu piensa de todo esto? pregunt. O se supone que la gente no debe andarpor ah preguntando cosas como stas?

    Qu es todo esto a lo que se refiere?

    A las cosas que suceden en Alemania: Hitler, los judos y todo eso.

    No es algo que yo pueda controlar; por lo tanto, no me preocupa.

    Sacudi la cabeza:

    No es su disco, eh?

    No es qu?Que no es asunto suyo.

    As es.

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    Usted no me comprendi cuando dije disco en lugar de asunto, verdad? dijo.

    Creo que es una expresin coloquial, no?

    Lo es en Estados Unidos... Oiga: no le importa si me siento ah y as no tenemosque hablarnos a gritos?

    Como guste dije.

    Como guste repiti, mientras vena hacia mi banco. Esa es la entonacin y laexpresin que usara un ingls.

    Soy norteamericano dije.

    Levant sus cejas:

    De veras? Sabe... Estaba tratando de averiguar de dnde sera usted; pero nuncahubiese supuesto que era norteamericano.

    Gracias.

    Piensa que es un cumplido y por eso me da las gracias?

    Ni un cumplido ni un insulto. Las nacionalidades no me interesan tanto como quizdeberan.

    Eso pareci desconcertarlo.

    Y tampoco ser mi disco saber de qu trabaja?

    Soy escritor le respond.

    De veras? Qu coincidencia! Estaba sentado en aquel banco y soaba con sercapaz de escribir algo que, me imagino, podra ser una hermosa historia de espionaje.

    Ah, s?

    Podra ofrecrsela. Yo nunca la escribir.

    Mire, por ahora tengo ya todos los proyectos de que puedo ocuparme.

    Bueno, alguna vez puede quedarse sin ideas, y entonces podr usar la ma. Fjese:se trata de un norteamericano joven, comprende? Un joven que ha vivido tanto tiempoen Alemania que prcticamente es alemn. Escribe obras de teatro en alemn y estcasado con una hermosa actriz alemana y conoce, adems, una cantidad de capitostesnazis que gustan frecuentar a la gente de teatro.

    Me ametrall los nombres de todos los nazis grandes y chicos que Helga y yoconocamos bien.

    No es que Helga y yo estuvisemos locos por los nazis. Pero, por otro lado, tampocodir que los odisemos. Formaban una parte entusiasta de nuestro pblico; genteimportante de la sociedad en que vivamos. Eran personas. Slo retrospectivamentepuedo pensar que aquella gente dejara un reguero fangoso detrs. Para ser sincero, nisiquiera ahora puedo pensar en ellos como gente que dejara esas huellas.

    Los conoc demasiado bien como personas, trabaj demasiado duro en esa pocapara obtener su confianza y aplauso. Demasiado duro. Amn. Demasiado duro.

    Quin es usted? pregunt al hombre del parque.

    Djeme terminar mi cuento primero... As que este joven sabe que va a estallar una

    guerra, se imagina que los norteamericanos van a estar del otro lado. Y por eso, estenorteamericano que hasta ahora ha sido tan slo amable con los nazis, decide hacerse

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    pasar por nazi, se queda en Alemania cuando empieza la guerra y se convierte en unespa norteamericano muy til.

    Usted sabe quin soy?

    Seguro me contest.

    Sac su billetera y me mostr la tarjeta de identificacin del Departamento de Guerra

    de Estados Unidos de Norteamrica. Segn ella, se trataba del comandante FrankWirtanen, adscrito a cierta unidad no especificada.

    Y esto es lo que soy yo. Le estoy pidiendo que sea agente norteamericano, agente denuestro servicio de inteligencia, seor Campbell.

    Dios mo! exclam, con rabia y ya con resignacin.

    Me dobl en dos. Cuando me enderec otra vez, le dije:

    Ridculo...! No, qu demonios! No!

    Bueno dijo. No me doy por vencido, porque hoy no tiene que darme su respuesta

    definitiva.Si cree que voy a irme a casa para pensarlo dos veces, est equivocado. Cuando

    vuelva a casa, ser para participar de una deliciosa cena junto a mi bella esposa,escuchar msica, hacer el amor con mi mujer, y dormir como un tronco. No soy soldado nipoltico. Soy un artista. Si la guerra estalla, no har nada para ayudarla. Si la guerraestalla, me encontrar trabajando en mi pacfico oficio.

    Sacudi la cabeza otra vez:

    Le deseo toda la suerte del mundo, seor Campbell; pero esta guerra no permitir anadie permanecer en su pacfico oficio. Lamento desilusionarlo, pero cuanto peor marcheeste asunto de los nazis, menos podr usted dormir como un tronco por las noches.

    Ya veremos dije secamente.

    Est bien: lo veremos. Por eso le dije que hoy no tiene que darme su respuestadefinitiva. Tendr que vivir su respuesta final. Porque si decide aceptar mi propuesta,sepa que deber continuar su camino estrictamente solo; trabajar por su futuro con losnazis hasta llegar tan alto como pueda.

    Una perspectiva encantadora dije.

    Bueno, tiene esto de encantadora: usted sera un hroe autntico, algo as como cienveces ms valiente que cualquier hombre comn.

    Un tieso general de la Werhmacht y un obeso alemn que llevaba un portafoliospasaron frente a nosotros. Hablaban con cierta contenida excitacin.

    Cmo les va? pregunt amablemente el comandante Wirtanen.

    Bufaron despectivamente y siguieron de largo.

    Ser usted un voluntario al comienzo mismo de la guerra; un voluntario para lamuerte. Porque, aun si logra sobrevivir a la guerra sin que lo descubran, encontrar queha perdido su reputacin y probablemente tendr muy poco por lo que vivir.

    Pinta usted muy atractiva la cosa... le dije.

    Creo que quiz he logrado presentrsela de manera atractiva para usted. He visto

    esa obra suya que todava estn dando y he ledo la que pondrn en escena pronto.Y qu sac en conclusin?

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    Me sonri.

    Que usted admira a los puros de corazn y a los hroes. Que ama el bien y odia elmal y que cree en la fantasa.

    No mencion la razn ms importante para esperar que yo aceptase hacerme espa.La razn ms importante era que soy un actor frustrado. Como un espa de la clase que

    me describa, tendra oportunidad de actuar en grande. Engaara a todos con mibrillante, perfecta interpretacin de un nazi.

    Y realmente enga a todos. Empec a caminar dndome aires de importancia, comosi hubiera sido la mano derecha del propio Hitler, y nadie logr ver el honesto yo que tanprofundamente supe esconder en mi interior.

    Cmo puedo probar que fui espa norteamericano? Mi cuello indemne y blanco comoun lirio es la prueba principal y la nica que poseo. Los que tienen el deber de demostrarsi soy culpable o inocente de crmenes contra la humanidad sern bien recibidos cuandoquieran examinarlo poro por poro.

    El Gobierno de Estados Unidos de Norteamrica no confirma ni niega que haya sido

    agente suyo. Eso de que no nieguen la posibilidad ya es algo, por lo menos.

    Pero echan a perder esa gotita de esperanza cuando niegan que haya existido algnFrank Wirtanen al servicio del gobierno en cualquiera de sus departamentos. Nadie creeen l, excepto yo. As que, de aqu en adelante, lo llamar con frecuencia Mi HadaMadrina Azul.

    Uno de los muchos detalles que mi Hada Madrina Azul me dio fue la sea y lacontrasea que me identificaran con mi contacto, y al espa-contacto conmigo, si laguerra estallaba.

    La sea era: Haga nuevos amigos.

    La contrasea era: Pero conserve a los viejos.Mi instruido abogado defensor es un tal Alvin Dobrowitz. Creci en Norteamrica, algo

    que yo nunca pude hacer, y me dice que esa sea y contrasea forman parte de unacancin que suelen cantar las jovencitas miembros de una organizacin idealista es-tadounidense llamada The Brownies.

    La letra completa, segn el seor Dobrowitz, dice:

    Haga nuevos amigos,

    pero conserve a los viejos.Aqullos son de pla-a-ta.

    Y stos son de o-o-oro.

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    10. Nacin de dos

    Mi mujer nunca supo que yo era un espa.

    Nada habra perdido comunicndoselo. Ni me habra amado menos si se lo hubiese

    dicho, ni habra hecho peligrar mi posicin. Pero el simple hecho de decrselo habra rotomi mundo privado con la divina Helga; un mundo celestial que dejaba en paales el propioLibro de la Revelacin. Ya bastaba con la guerra. Mi Helga crea las cosas horribles queyo deca por radio y en las fiestas. Porque siempre frecuentbamos las fiestas.

    ramos una pareja lo que se dice popular, alegre y patritica. La gente sola decirnosque alegrbamos sus vidas, que les dbamos nimo para seguir adelante. Y no es queHelga viviese la guerra como una mera figura decorativa. No; entretena a las tropas consus espectculos, a menudo a tiro de los caones enemigos.

    Caones enemigos? Bueno, los caones de alguien, de todos modos.

    Y as fue como la perd. Actuaba para las tropas de Crimea cuando los rusosretomaron la pennsula. Mi Helga fue dada por muerta.

    Finalizada la guerra gast mucho dinero en contratar los servicios de una agenciaprivada de detectives de Berln oriental para que averiguase algo sobre ella, aunque slofuese el dato ms nfimo. Resultado: cero. Mi oferta a la agencia llegaba a diez mil dlarespor cualquier prueba fehaciente de que mi Helga se encontraba viva o muerta.

    Mi Helga crea que yo pensaba de veras las cosas que deca sobre las razas humanasy la maquinaria de la historia; y yo se lo agradeca. No importa lo que yo fuese en verdad;no importa lo que yo pensara realmente: lo que necesitaba era un amor sin crtica. Y miHelga era el ngel que me lo conceda.

    Copiosamente.No hay persona joven en el mundo que sobresalga tanto en todos los aspectos como

    para no necesitar un amor incondicional. Dios mo! Cuando los jvenes interpretan suspapeles en las tragedias polticas esas tragedias donde los personajes del repartoascienden a miles de millones un amor incondicional es el nico tesoro al que puedenaspirar.

    Das Reich der Zwei, la nacin de dos que mi Helga y yo formbamos, posea su propioterritorio. Y aquel territorio que defendamos tan celosamente no iba mucho ms all delos lmites de nuestra enorme cama matrimonial.

    Un breve terreno bajo, ondulado y flexible, con mi Helga y yo por montaas.Y sin tener otro aliciente en la vida que el amor, qu estudiante de geografa tan

    aventajado llegu a ser! Qu mapa poda trazar para un turista de una miera de estatura!Un Wandervogelmicroscpico que corriese en su pequea bicicleta aquel camino entre ellunar situado a un costado del ombligo de mi Helga y el rizoso vello dorado del otro... Siesta imagen parece de mal gusto, que Dios me perdone. Se supone que todosinventamos nuestros propios juegos privados para conservar la salud mental. Yo me helimitado a describir nuestro juego.

    Ah, cmo nos fundamos el uno con el otro! Qu despreocupadamente nosfundamos!

    No escuchbamos nuestras palabras. Para qu? Oamos slo la meloda de nuestrasvoces. Lo que escuchbamos no tena ms sentido que los ronroneos y gruidos de losgrandes felinos.

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    Si hubisemos escuchado con mayor atencin, si hubisemos pensado ms acerca delo que oamos, qu hastiada pareja habramos terminado siendo! Cuando estbamosfuera de ese territorio soberano que era nuestra nacin de dos, hablbamos como loslunticos patriotas que nos rodeaban.

    Pero eso no importaba.

    Slo una cosa importaba...Nuestra nacin de dos.

    Y cuando aquella nacin desapareci, me convert en lo que hoy soy, en lo quesiempre ser: un hombre sin patria.

    No puedo alegar que no me previnieran. El hombre que me reclut aquella tarde deprimavera en el Tiergarten hace tanto tiempo de eso! me predijo el futuro conexactitud.

    Para hacer bien su trabajo me dijo mi Hada Madrina Azul tendr que cometerdelitos de alta traicin; tendr que servir al enemigo. Nunca se le perdonar por eso,

    porque no existe ningn mecanismo en las leyes que otorgue el perdn para ese delito.Lo ms que se podr hacer por usted ser salvarle el cuello. Pero no llegarn jams esosmgicos das en que su nombre quede limpio. Jams llegar el momento en que EstadosUnidos de Norteamrica le saquen de su escondrijo con un alegre Li-li-li-liii-breee....

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    11. Excedentes de guerra

    Mi madre y mi padre murieron. Dicen que murieron de ataques cardacos. Lo cierto esque murieron a los sesenta y pico, es decir, cuando los ataques cardacos no son raros.

    No vivieron para ver el fin de la guerra, ni para contemplar otra vez a su brillantemuchacho. Aunque deben de haberse sentido amargamente tentados de hacerlo, no medesheredaron. Legaron a Howard W. Campbell, Jr., notorio antisemita, traidor a la patria yestrella de la radio, acciones, propiedades, dinero y efectos personales que ascendan enel momento de abrir el testamento, en 1945, a la suma de 48.000 dlares,

    Gracias al incremento y la inflacin, ese montoncito ha llegado a valer cuatro vecesaquella cantidad y me produce la inmerecida renta anual de 7.000 dlares.

    Digan lo que digan de m, nunca toqu mi capital. Durante los aos de posguerra misaos de bicho raro y recluso permanente en Greenwich Village me las arregl para vivircon cuatro dlares por da, alquiler incluido; y hasta tena televisor.

    Mi nuevo mobiliario consista, en su totalidad, en excedentes de guerra: un angostocamastro de acero, frazadas verde oliva con un USA indeleble sobre ellas, sillasplegables de lona, equipo de utensilios para cocinar y comer. Hasta la biblioteca provenade los excedentes de guerra, formada como estaba en su mayor parte por librosempleados para recreo de las tropas de ultramar.

    Y como esos sobrantes intiles incluan discos, consegu tambin entre las ofertas delos excedentes de guerra un fongrafo porttil, garantizado para ser usado en cualquierclima, desde el estrecho de Behring hasta el mar de Arafura. Comprando todos estoslotes que se vendan, por supuesto, cerrados y sin que se pudiese examinar previamenteel contenido llegu a poseer veintisis discos de Navidades Blancas, de Bing Crosby. Mi

    abrigo, mi impermeable, mi chaqueta, mis calcetines y mi ropa interior... todo provena delos excedentes de guerra.

    Al comprar por un dlar un equipo de primeros auxilios excedente de guerra,asimismo me convert en feliz propietario de cierta cantidad de morfina. Los cerdos queengordaban con este negocio de los excedentes de guerra estaban tan engolosinadoscon su carroa como para pasar por alto este detalle. Tentado estuve de inyectarme lamorfina, pensando que, si me haca sentir mejor, dispondra, despus de todo, de fondossuficientes como para mantener el hbito. Pero entonces me di cuenta de que ya estabadrogado.

    No senta el dolor.

    Era mi propio narctico lo que me haba mantenido a travs de la guerra; aquellaaptitud ma para conseguir que mis emociones se manifestaran en un solo sentido: miamor por Helga. Y esta concentracin de mis emociones en un rea tan sucinta habaempezado como la ilusin feliz de un joven enamorado, se haba desarrollado como unmecanismo para auto-mantenerme durante la guerra y, por fin, se haba convertido en eleje permanente alrededor del cual giraron luego todos mis pensamientos.

    Y as, cuando dieron por muerta a mi Helga. me transform en un adorador de lamuerte, tan feliz como puede serlo cualquier religioso intolerante y fantico en cualquierlugar del mundo. Siempre solo, brindaba por ella; le deca buenos das; le decabuenas tardes; tocaba msica para ella y me importaba un comino todo lo dems.

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    Hasta que un da de 1958, despus de trece aos de vivir de ese modo, compr otroexcedente de guerra: esa vez, un juego de ebanistera. Pero se trataba de un excedentede la Guerra de Corea, no de la Segunda Guerra Mundial. Me cost tres dlares.

    En cuanto llegu a casa, empec a tallar el mango de la escoba, sin ningn propsitoconcreto. Y de repente, se me ocurri tallar un juego de ajedrez.

    Digo aqu de repente porque empec a encontrar en m mismo un entusiasmo poralgo. Tanto entusiasmo que tall como un loco durante doce horas sin parar, y me hundlas agudas herramientas en la palma de la mano izquierda una docena de veces. Y sinembargo, nada me detena. Cuando termin me haba convertido en un exaltado yensangrentado esperpento. Pero posea un elegante juego de ajedrez como premio de mitrabajosa labor.

    Entonces me sobrevino un nuevo y extrao impulso.

    Me sent compelido a mostrar a alguien, alguien que an estuviera entre los vivos,aquella maravilla que haba construido con mis manos. As que, envanecido por lacreatividad y la bebida, baj y golpe a la puerta de mi vecino, sin siquiera saber quin

    era.Mi vecino era un zorro viejo llamado George Kraft. Este era tan slo uno de sus

    nombres. En verdad, el viejo se llamaba lona Potapov y era coronel. Este venerable hijode puta era un agente ruso que haba estado operando en Estados Unidos desde 1935sin interrupcin.

    Yo no lo saba.

    Y al principio, l tampoco supo quin era yo.

    Nos uni la suerte perra. No conspiramos juntos al comienzo. Fui yo quien golpe a supuerta e invadi su aislamiento. Si no hubiese tallado aquel juego de ajedrez, nunca nos

    habramos encontrado.Kraft lo llamar as, de ahora en adelante, porque as es como siempre pienso en l

    tena tres o cuatro cerraduras en su puerta.

    Lo induje a abrirlas una por una, preguntndole si jugaba al ajedrez. Perra suerte, otravez. Excepto aquella pregunta, ninguna otra le hubiese forzado a abrir la puerta.

    De pasada dir que la gente que me ha ayudado ms tarde en mis investigacionesasegura que el nombre de lona Potapov era familiar en los torneos europeos de ajedrez acomienzos de los aos treinta. Potapov, efectivamente, venci al Gran MaestroTartakover en Rotterdam en 1931.

    Cuando Kraft me franque la entrada, comprob que era pintor. En medio de su salahaba un caballete con una tela en blanco y excelentes cuadros suyos colgaban de todaslas paredes.

    Al hablar de Kraft, alias Potapov, me encuentro ms a gusto que cuando hablo deWirtanen, alias Dios sabe qu. Wirtanen no ha dejado otro rastro de s que el que podradejar una larva sobre una mesa de billar. En cambio, de Kraft aparecen huellas por todoslados. Y me dicen que en Nueva York y en este mismo momento sus cuadros se cotizan a10.000 dlares cada uno.

    Tengo a mano un recorte del Herald Tribune de Nueva York del 3 de marzo pasado hace dos semanas ms o menos en el cual un crtico dice a propsito de Kraft pintor:

    Aqu, por fin, tenemos un capaz y agradecido heredero de la fantsticainventiva y la experimentacin pictrica de los ltimos cien aos. Se ha dichoque Aristteles fue el ltimo hombre que comprendi la totalidad de su cultura.

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    Sin duda George Kraft es el primer hombre que ha sabido comprender latotalidad del arte moderno; comprenderlo hasta en sus nervios y huesos. Congracia y firmeza increbles, Kraft combina las visiones de gran nmero deimportantes escuelas pictricas, pasadas y presentes. Nos estremece y noshumilla con armona, como si nos dijera: "Si quieren ustedes otroRenacimiento, as es como sern los cuadros que expresan su espritu."

    A George Kraft, alias lona Potapov, se le permite continuar su notablecarrera artstica en la Penitenciara Federal de Fort Leavenworth. Todosnosotros podramos reflexionar, junto con el propio Kraft-Potapov, acerca decmo se habra destruido su futuro artstico en una crcel sovitica.

    Bien. Como deca, cuando Kraft me abri aquella puerta, supe en seguida que supintura era buena. Lo que no saba es que fuera tan perfecta. Sospecho que la reseaanterior est escrita por un marica ahogado en ccteles Alexander.

    No tena idea de que viviera un pintor en el piso de abajo dije a Kraft.

    Puede que no viva ningn pintor, en realidad contest.

    Maravillosos cuadros! Dnde los expone?

    Nunca los he expuesto.

    Pero ganara una fortuna si se decidiese.

    Muy amable por decirlo... pero empec a pintar demasiado tarde.

    Ese fue el momento que eligi para contarme lo que se supona era la historia de suvida. Nada de ello era verdad. Me cont que era viudo, natural de Indianpolis. De jovenquiso ser artista; pero se dedic a los negocios: el comercio de pinturas y material paraempapelar paredes,

    Mi esposa muri hace dos aos dijo; y se las arregl para mostrarme los ojos unpoco humedecidos.

    Tena esposa, s; pero no bajo tierra, en Indianpolis. Tena una esposa vivita ycoleando, Tania de nombre, residente en Borisoglebsk. No la haba visto en veinte aos.

    Cuando, muri, mi espritu slo deseaba elegir entre dos opciones: el suicidio o lossueos que haba acariciado en mi juventud. Soy un viejo imbcil que pidi prestados lossueos a un joven imbcil. Me compr algunas telas y leos y me vine a GreenwichVillage.

    No tiene hijos? le pregunt.

    No contest tristemente.En realidad tena tres hijos y nueve nietos. Su hijo mayor, Ilya, es un famoso experto

    en cohetes espaciales.

    El nico pariente que me queda en este mundo es el arte. Y yo soy el pariente mspobre que haya tenido el arte.

    Con esas palabras no quera decir que estuviese en la indigencia; quera decir que eraun mal pintor. La verdad es que posea mucho dinero, me dijo: haba vendido su comercioen Indianpolis a muy buen precio.

    Ajedrez... Me dijo usted algo acerca del ajedrez?

    Guardaba las piezas talladas en una caja de zapatos y se las mostr.Acabo de hacerlas dije. Y ahora tengo ganas de jugar una partida.

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    Est orgulloso de su juego, verdad?

    No he jugado en muchos aos contest.

    Casi todas mis partidas de ajedrez haban -sido contra Werner Noth, mi suegro, el jefede polica de Berln. Sola ganarle con facilidad todos los domingos por la tarde, cuandoHelga y yo bamos a visitarlo. El nico torneo de ajedrez en que particip fue uno interno

    en el Ministerio de Cultura Popular y Propaganda de Alemania. Ocup el decimoprimerpuesto entre sesenta y cinco participantes.

    El ping-pong me haba ido bastante mejor. Fui campen del Ministerio durante cuatroaos seguidos, en individuales y en dobles. Mi compaero en dobles era HeinzSehildknecht, experto en propaganda para Australia y Nueva Zelanda. En una ocasinHeinz y yo formamos pareja contra el Reichleiter Goebbels y el Oherdienstleiter KarlHederich. Les ganamos por 21 a 2, 21 a 1 y 21 a 0.

    La historia va, a menudo, de la mano de los deportes.

    Kraft tena un tablero de ajedrez. Dispusimos mis piezas recin hechas sobre l yempezamos a jugar. Y el grueso capullo erizado y verde aceituna que me haba

    construido para encerrarme en l se agriet poco a poco; se debilit lo suficiente comopara dejar penetrar un dbil rayo de luz.

    Disfrut de aquella partida de ajedrez; pude hacer algunas jugadas intuitivas lobastante interesantes como para entretener a mi amigo antes de que venciera.

    Despus de aquella vez, Kraft y yo jugamos por lo menos tres partidas diarias duranteun ao. Y as construimos entre los dos una especie de pattica vida domstica de la quetanto necesitbamos ambos. Empezamos a sentirle otra vez gusto a la comida, a haceren los almacenes pequeos descubrimientos que llevbamos a casa para compartirlos.Cuando lleg la temporada de las frutillas, recuerdo que Kraft y yo la celebramos como siJess hubiese vuelto al mundo.

    Algo particularmente conmovedor entre nosotros era la eleccin de vinos. Kraft sabamucho ms que yo acerca de ellos, y a menudo se presentaba con tesoros especialescubiertos de telaraas para acompaar determinado tipo de comida. Pero, aun cuandoKraft siempre colocaba un vaso lleno delante de s, una vez que nos sentbamos a comertodo el vino era para m. Kraft era un alcohlico. Si tomaba un solo sorbo, pescaba unacurda que le duraba un mes.

    Al menos eso que me dijo acerca de s mismo era absolutamente cierto. Hacadiecisis aos que era miembro de los Alcohlicos Annimos. A pesar de que usaba lasreuniones de los A. A. como lugar de contacto para su labor de espionaje, era real lanecesidad que senta por lo que aquellas reuniones le ofrecan espiritualmente. Una vezme dijo, con toda sinceridad, que la contribucin ms grande que Norteamrica habahecho al mundo una contribucin que sera recordada por miles de aos era lainvencin de los Alcohlicos Annimos.

    Era tpico de su esquizofrenia de espa el hecho de usar una institucin que tantoadmiraba con propsitos de espionaje.

    Y era tpico de su esquizofrenia de espa que se hiciese de verdad amigo mo y que,eventualmente, pensase utilizarme con crueldad en pro del avance de la causa sovitica.

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    12. Cosas extraas en mi buzn

    Durante cierto tiempo ment a Kraft sobre m y sobre mis actividades pasadas. Pero laamistad se ahond tanto y tan rpidamente que pronto se lo confes todo.

    Es injusto! dijo. Me hace sentir avergonzado de ser norteamericano! Por qu nopuede el Gobierno dar un paso adelante y decir: Miren! Este hombre a quien hanestado escupiendo es un hroe!

    Se mostraba indignado, y creo que era sincero en su indignacin.

    Pero nadie repara en m. Nadie sabe siquiera que estoy vivo.

    Se mora por leer mis obras de teatro. Cuando le inform que no tena copia deninguna de ellas, me oblig a contrselas todas, escena por escena, como si actuasepara l.

    Dijo que las crea maravillosas. Quiz fuese sincero. No s. A m entonces me

    parecan inspidas; pero es posible que a l le gustasen.Lo que ms le entusiasmaba, creo, era la idea del arte y no mi produccin artstica en

    particular.

    El arte, el arte, el arte... me dijo una noche. No s por qu tard tanto tiempo encaptar su importancia. De joven, realmente senta un desprecio supremo por el arte. Yahora, siempre que pienso en el arte me arrodillara y llorara.

    Finalizaba otoo. Volva la estacin de las ostras, estbamos dndonos un banquetecon una docena por cabeza. Ya haca casi un ao que conoca a Kraft.

    Howard: las futuras civilizaciones, civilizaciones mejores que la nuestra, juzgarn a

    todos los hombres en la medida en que hayan sido artistas. Si un futuro arquelogoencontrase nuestras obras milagrosamente preservadas en alguna ciudad enterrada, a ti ya m nos juzgaran por la calidad de nuestras creaciones. Nada ms importara denosotros.

    Hum dije.

    Tienes que volver a escribir. As como las margaritas florecen como margaritas y lasrosas como rosas, t debes florecer como escritor y yo como pintor. Todo lo demscarece de importancia.

    Por lo general, los muertos no escriben muy bien le respond.

    T no ests muerto, Howard. Ests Heno de ideas. Puedes hablar durante horas sinparar.

    Charlatanera.

    No, no es slo charlatanera! replic con calor. Todo lo que necesitas para escribirotra vez, para escribir mejor que antes, es una mujer.

    Una qu?

    Una mujer.

    Y de dnde sacas esa idea tan extraa? De comer ostras? Si t te consigues unamujer, yo me conseguir otra. Qu te parece?

    Estoy demasiado viejo para que una mujer me siente bien; pero t no lo ests.

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    Una vez ms, en mi intento de separar lo real de lo falso, debo declarar mi conviccinde que lo que deca en ese momento era verdad. Realmente deseaba que yo escribiesede nuevo; estaba convencido de que una mujer podra obrar el milagro.

    Casi pasara por la humillacin de intentar comportarme como un hombre ante unamujer, s t te buscases una tambin.

    Ya tengo una le dije.Tuviste una, en otro tiempo. Hay una diferencia enorme.

    No quiero tocar el tema.

    Pero yo voy a tocar el tema, de todos modos replic.

    Entonces, sigue hablando le dije, levantndome de la mesa. Vulvetecasamentero, si eso alegra tu corazn. Yo bajar para ver qu trajo hoy el correo.

    Estaba molesto y baj para echar un vistazo a mi buzn de correspondenciasimplemente por escapar de la situacin. La correspondencia no me preocupaba. A vecespasaba una semana entera o ms sin ver si haba llegado algo. Lo nico que sola

    encontrar en mi buzn eran los cheques de dividendos de mis acciones, avisos dereuniones de accionistas, y hojarasca dirigida al Sr. Propietario de este buzn, junto apanfletos de propaganda de libros y material que aseguraba ser til en el campo de lapedagoga.

    Por qu me remitan propaganda sobre material educativo? Una vez me presentcomo candidato para un puesto de profesor de alemn en un colegio privado de NuevaYork. Fue all por el 1950.

    No consegu el puesto; tampoco lo quera. Me present, creo, slo para demostrarmea m mismo que exista.

    El formulario que llen estaba, desde luego, repleto de mentiras; una fbrica defalsedades tales que el colegio aquel ni siquiera se molest en contestar diciendo que noaceptaba. Sea como fuere, m nombre se abri camino en la lista de aquellos que sesuponan dedicados a la enseanza. De ah en adelante, me llovi una propagandainterminable.

    Abr el buzn. Se haba acumulado en l el material de tres o cuatro das.

    Haba un cheque de la Coca-Cola, un aviso para la reunin de accionistas de laGeneral Motors, un pedido de la Standard Oil de Nueva Jersey para que aprobase elnuevo plan de opcin ideado por los ejecutivos para la compra de acciones y por fin unanuncio sobre un plomizo tomo de cuatro kilos disfrazado de texto escolar.

    El objetivo de ese peso era proveer a los escolares con algo para ejercitarse entreclase y clase. La propaganda recalcaba que el estado fsico de los nios norteamericanosse encontraba muy por debajo de los nios de cualquier otra parte del mundo.

    Pero a pesar de su plomiza rareza, aquella propaganda no era lo ms extrao en micorreo. Habla dos cosas mucho ms extraas.

    Una de ellas era una carta de la Base Francis X. Donovan de la LeginNorteamericana situada en Brookline, Massachusetts, que vena en sobre oficial.

    La otra era un diminuto peridico enrollado y con franqueo en la Estacin Central detrenes.

    Abr primero el peridico. Y descubr que se trataba de El Miliciano Blanco Cristiano.Una escabrosa, analfabeta, antisemita, antinegra, anticatlica publicacin dirigida por el

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    reverendo Lionel J. D. Jones, doctor en Ciruga Dental. La Corte Suprema deca suencabezamiento ms grande-, ordena que nuestro pas sea mestizo!

    El segundo encabezamiento en importancia deca: La Cruz Roja inyecta a losblancos sangre negra!

    Aquellos titulares apenas me sorprendieron. Era, despus de todo, la clase de cosas

    que yo haba dicho para vivir en Alemania. Pero an ms cercano al espritu del viejoHoward W. Campbell, Jr., se encontraba el encabezamiento de un breve artculo situadoen un ngulo de la primera pgina: El judasmo internacional, nico ganador de laSegunda Guerra Mundial.

    Despus abr la carta de la Legin Norteamericana. Deca lo siguiente:

    Querido Howard: Me sorprendi y me descorazon mucho saber queno te habas muerto an. Cuando recuerdo a toda la buena gente quemuri en la Segunda Guerra y pienso que t an ests vivo y en el pasque traicionaste, siento ganas de vomitar. Te quedars encantado alsaber que nuestra Base anoche resolvi por unanimidad exigir que seas

    colgado del cuello hasta que mueras, o que seas deportado a Alemania,que es el pas de tus amores. Ahora s dnde ests, y muy pronto te haruna visita. Ser agradable hablar otra vez de los viejos tiempos. Cuandote vayas a la cama, rata nauseabunda, espero que suees con el campode concentracin de Ohrdruf. Deb haberte empujado al pozo de calcuando se me present aquella oportunidad.

    Muy, pero muy afectuosamente tuyo,

    Bernard B. O'Hare

    Presidente de las Bases

    Pro Norteamericanismo.P.D. Se enva copia a: J. Edgar Hoover, FBI, Washington.

    Director de la Agencia Central de Inteligencia.

    Sr. Editor de la revista Time, Nueva York.

    Sr. Editor de la Revista de Infantera, Washington.

    Sr. Editor de The Legion Magazine, Indianpolis, Indiana.

    Sr. Jefe de Investigaciones del Comit Parlamentario de ActividadesAntinorteamericanas, Washington.

    Sr. Editor de El Miliciano Blanco Cristiano, Bleecker 395, Nueva York.Bernard B. O'Hare era, por supuesto, el joven que me haba capturado al final de la

    guerra; el que me haba arrastrado a travs del campo de exterminio de Ohrdruf; el queapareca junto a m en aquella memorable foto en la cubierta de Life.

    Cuando encontr la carta en mi buzn de Greenwich Village, me pregunt cmo habraaveriguado mi paradero.

    Ech una mirada a El Miliciano Blanco Cristiano yaverig que O'Hare no era la nicapersona que haba redescubierto a Howard W. Campbell, Jr. En la pgina tres delMiliciano, bajo un encabezamiento que deca simplemente Tragedia norteamericana,

    encontr esta breve historia:Howard W. Campbell, Jr., gran escritor y uno de los ms valientes

    patriotas de toda la historia norteamericana, vive ahora pobre y solitario

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    en la buhardilla de un edificio de la calle Bethune, 27. Tal es el destino delos pensadores lo bastante valientes como para decir la verdad sobre laconspiracin internacional de banqueros judos y la de los comunistasjudos que no descansarn hasta que la corriente sangunea de todos losnorteamericanos est contaminada sin remedio de sangre negra y/ooriental.

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    13. El reverendo Lionel Jason David Jones, doctor enCiruga Dental y doctor en Teologa

    Tengo una deuda de gratitud para con el Instituto de Documentacin de Criminales de

    Guerra, en Haifa, por todo el material indito que me ha permitido incluir en este informela biografa del doctor Jones, director del peridico El Miliciano Blanco Cristiano.

    Jones, aunque nunca ha sido perseguido como Criminal de Guerra, tiene un bonitoexpediente. He aqu un resumen de lo que he averiguado:

    El reverendo Lionel Jason David Jones, doctor en Ciruga Dental y doctor en Teologa,naci en Haverhill, Massachusetts, en 1889, y fue educado en la religin metodista.

    Hijo menor de un dentista, nieto de dos dentistas, hermano de dos dentistas y cuadode tres dentistas, Jones tambin empez a estudiar odontologa; pero fue expulsado de laEscuela Dental de la Universidad de Pittsburgh en 1910, por lo que ahora se

    diagnosticara como paranoia. En 1910 fue expulsado por simple ineficiencia.El sndrome de fracaso de Jones fue cualquier cosa menos simple. Sus exmenes

    escritos constituyen los exmenes ms extensos en la historia de la odontologa y quizlos ms irrelevantes. Normalmente iniciaba con bastante cordura el tema propuesto porlos examinadores; pero luego, sin tenerlo en cuenta para nada, Jones se las arreglabapara pasar inmediatamente a su propia teora: los dientes de los judos y de los negrosprobaban, fuera de toda duda, la degeneracin de ambos grupos.

    Su trabajo dental era de alta calidad, as que la facultad esperaba que, eventualmente,desaparecieran aquellas interpretaciones polticas de las dentaduras. Pero no fue as. Sucaso fue de mal en peor, hasta que sus exmenes se convirtieron en enardecidos

    panfletos que urgan a los protestantes anglosajones a unirse contra la dominacin negro-juda.

    Cuando Jones comenz a detectar la misma prueba de degeneracin en lasdentaduras de los catlicos y los unitarios, y cuando encontraron debajo de su colchncinco pistolas cargadas y una bayoneta, Jones fue expulsado mediante el antiguo sistemade la patada en el trasero.

    Los padres de Jones lo repudiaron: algo que mis padres nunca llegaron a hacerconmigo.

    Sin un cntimo, Jones encontr trabajo como aprendiz de embalsamador en lafuneraria de los Hermanos Scharff, en Pittsburgh. En dos aos se convirti en

    administrador de aquel establecimiento. Y un ao despus se casaba con la propietariaviuda, Hattie Scharff. Hattie contaba por entonces cincuenta y. ocho primaveras; Jones,veinticuatro. Los muchos investigadores de la vida de Jones, poco amistosos, casi sinexcepcin, se han visto obligados a concluir que Jones realmente amaba a Hattie. Elmatrimonio, que dur hasta la muerte de Hattie, en 1928, fue un matrimonio feliz.

    Fue, de hecho, tan feliz, tan unido, una nacin de dos tan autosuficiente, que Jonesapenas hizo nada durante todos esos aos por alertar a los anglosajones. Parece que secontent con limitar sus advertencias sobre problemas raciales a los chistes que hacacon ciertos cadveres y que, al parecer, son normales y corrientes en la industria delembalsamamiento. Y aquellos aos fueron dorados para l no slo emocional y

    financieramente, sino tambin en el aspecto creativo. Trabajando en equipo con unqumico, el doctor Lomar Horthy, Jones desarroll la Viverina, un lquido para

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    embalsamar, y la famosaAutenti-Gingiva, una sustancia para encas con dientes postizosque imitaba maravillosamente la vitalidad natural.

    Cuando su esposa falleci, Jones sinti la necesidad de renacer. Y renaci como loque haba sido, en estado latente, toda su vida: una especie de agitador racial de esosque el vulgo suele decir que han salido reptando de alguna cloaca. Jones rept de sucloaca en 1928. Vendi la funeraria por 84.000 dlares, y fund El Miliciano BlancoCristiano.

    A Jones lo barri del mapa la cada del mercado de valores en 1929. Su peridicosuspendi la publicacin en el nmero 14. Los catorce nmeros publicados se remitangratuitamente a toda persona que apareciera en el Quin es Quin. Las nicasilustraciones que contenan las pginas del Miliciano consistan en fotografas ydiagramas de dientes; y cada artculo era una explicacin de algunos acontecimientos delmomento relacionados con las teoras de Jones sobre denticin y raza.

    En el penltimo nmero, Jones se auto-anunciaba en el colofn: Lionel J. D. Jones,doctor en Ciruga Dental.

    De nuevo sin un cntimo, y ya con cuarenta aos encima, Jones contest al aviso deuna revista interna del comercio funerario. La escuela de embalsamamiento de LittleRock, Arkansas, necesitaba un director. El anuncio apareca firmado por la viuda deldirector y anterior propietario.

    Jones consigui el puesto y a la viuda. La viuda se llamaba Mary Alice Shoup. Tenasesenta y ocho aos cuando Jones se cas con ella.

    Y Jones se transform otra vez en un amante esposo, en un hombre completamenterealizado, feliz y tranquilo.

    La escuela que diriga tena el nombre, bastante directo, de Escuela deEmbalsamamiento de Little Rock. Perda 8.000 dlares anuales. Jones se apart delnoble mbito de la educacin embalsamatriz, vendi los terrenos pertenecientes a laescuela y la rebautiz como Universidad Bblica del Hemisferio Occidental. La Universidadno ofreca clases ni enseaba nada; lo haca todo por correspondencia. Y el negocioconsista en otorgar doctorados en el mbito de la Teologa ttulos enmarcados y convidrio incluido a ochenta dlares la unidad.

    Y Jones se otorg un ttulo de la nueva U.B.H.O. Cuando su segunda esposa muri yEl Miliciano Blanco Cristiano empez a publicarse de nuevo, apareci en el colofn delperidico como Reverendo Lionel J. D. Jones, doctor en Ciruga Dental y doctor enTeologa.

    Y escribi y public de su propio pecunio un libro que combinaba no slo laodontologa y la teologa, sino tambin las bellas artes. El libro se titulaba Cristo no erajudo. Probaba su tesis reproduciendo cincuenta famosos cuadros de Jess. SegnJones, en ninguno se le representaba con mandbulas o dentadura judas.

    La lectura de los primeros nmeros de esa segunda poca del Miliciano BlancoCristiano resultaba tan intragable como la de la primera. Pero, por entonces, ocurri unmilagro. El Miliciano creci de cuatro pginas a ocho. La diagramacin, tipografa y papelse transformaron en algo mordaz y elegante. Los diagramas dentales se reemplazaronpor fotos de actualidad y sus pginas hervan de noticias y comentarios mundiales deltimo momento.

    La razn era sencilla... y obvia. Jones haba sido reclutado como agente depropaganda por el Tercer Reich de Hitler, por entonces en su primer cuarto de hora. Lasnoticias de Jones, las fotos, los chistes y los editoriales provenan directamente de losmolinos de propaganda nazi instalados en Erfurt, Alemania.

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    Es muy posible, entre parntesis, que parte del material ms escandalosamentedifamatorio lo hubiese escrito yo mismo.

    Jones continu en su puesto de agente de propaganda alemn aun despus de queEstados Unidos entraran en la Segunda Guerra Mundial. No lo arrestaron hasta el mes dejulio de 1942, ao en que fue condenado junto con otros setenta y siete por:

    Conspirar para destruir la moral, la fe y la confianza de los miembrosde las fuerzas militares y navales de Estados Unidos y de. su pueblo ensus oficiales pblicos y en la forma republicana de gobierno; otros, porconspirar hasta el grado de aprovechamiento, uso y abuso del derecho delibertad de palabra y libertad de prensa, a fin de extender sus doctrinasdesleales, con el intento y la creencia de que cualquier nacin quepermita a su pueblo el derecho de libertad de palabra no tiene poder paradefenderse a s misma contra sus enemigos disfrazados de patriotas;otros, por buscar la obstruccin, el impedimento, el resquebrajamiento yla destruccin del funcionamiento especfico de la forma republicana degobierno, bajo la apariencia de crtica honesta; otros, por conspirar paraprivar al Gobierno de Estados Unidos de Norteamrica de la fe y laconfianza de los miembros de sus fuerzas militares y navales y de supueblo todo, a fin de dejar, de esa manera, al Gobierno sin fuerzas paradefender la nacin o al pueblo contra el ataque armado proveniente delexterior o la traicin proveniente del interior.

    Se le declar culpable. Lo condenaron a catorce aos, de los cuales cumpli ocho.Cuando sali en libertad de la prisin de Atlanta, en 1950, Jones era un hombre rico. LaViverina, su fluido embalsamador, y la Autenti-Gingiva, su sustancia imitativa de vigor deencas para dientes postizos, dominaban sus respectivos mercados.

    En 1955 reanud la publicacin de El Miliciano Blanco Cristiano.

    Cinco aos despus, un vivaz anciano estadista de setenta y un aos, un hombre deedad avanzada y sin remordimientos, el reverendo Lionel J. D. Jones, doctor en CirugaDental y doctor en Teologa, me hizo una visita.

    Por qu lo he honrado aqu con una biografa tan minuciosa?

    A fin de contraponer a mi propia personalidad la de un racista ignorante y loco. Yo nosoy ignorante ni loco.

    De todos aquellos cuyas rdenes obedec en Alemania puede decirse lo mismo. Erantan ignorantes y locos como el doctor Jones. Y yo lo saba.

    Pero que Dios me ayude: de todos modos, obedec sus instrucciones.

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  • 8/8/2019 Madre noche

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    14. Una mirada por el hueco de la escalera

    Jones me visit una semana despus de que descubr el inquietante contenido de mibuzn. Trat de visitarlo yo primero. Como las oficinas de su detestable peridico estabanslo a unas pocas manzanas de mi buhardilla, fui a verle con la intencin de quedesmintiera lo publicado sobre m.

    No estaba en su oficina.

    Cuando volv a mi casa, hall una abundante correspondencia en mi buzn. Casi todaproveniente de suscriptores de El Miliciano Blanco Cristiano. El tema comn era que yono estaba solo; que no careca de amigos. Una mujer de Mount Vernon, Nueva York, measeguraba que en el cielo haba un trono especial para m. Un sujeto de Norfolk deca queyo era un nuevo Patrick Henry. Otra mujer, sta desde Saint Paul, me enviaba dosdlares para que continuase mi buena obra. Se excusaba porque esas dos dlares erantodo el dinero que tena. Otro individuo de Bartlesville, en Oklahoma, me preguntaba por

    qu no hua de la Juda York y me iba a vivir al pas de Dios: Oklahoma.No tena la menor idea de cmo Jones haba dado conmigo.

    Kraft tambin se haca el sorprendido. Claro que en realidad no estaba sorprendido enlo ms mnimo. El era quien haba escrito a Jones fingindose un annimo compaeropatriota, y le haba anunciado la buena nueva de que yo segua vivo. Tambin habapedido a Jones que enviase un ejemplar gratuito de su excelente peridico al seorBernard B. O'Hare, presidente de la Base Francis X. Donovan de la LeginNorteamericana.

    Kraft ya haba trazad