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TM EZEQUIEL ILORO LENGUAJE VISUAL 3. 2013 I De mano en mano. Silvina Bonacci Algunos dicen que mis antecesores son chinos; pasados muchos años, en 1835, llegué a Europa, a Alemania más precisamente. Allí un tal Hermann Ulgh me tuvo entre sus manos e hizo mi cuerpo más liviano y maleable. Su idea era reemplazar conmigo al pesado órgano de las iglesias y difundir música sacra en las plazas. No tuvo éxito, y pasé a las manos artesanas de Hernrich Band, un cariñoso luthier que dibujó y moldeó mis pulmones: entonces, sí fui mejor aceptado. Es en honor a Band que comenzaron a llamarme bandunion, maldoleon, bandonion y finalmente bandoneón. Durante la guerra europea los alemanes empobrecidos dejaron su país en pos de América, de la que llegaban promesas de pan y trabajo. A ellos acompañé y en sus manos viajé. Desembarqué en los arrabales porteños, sur de la Ciudad de Buenos Aires, todo olía a malevaje, cuchillos, mujeres de malavida. Una noche acompañé a dos alemanes al cafetín de Malamuerte.. Ellos pasaron los límites del alcohol y como pago pasé a las manos del dueño del bar; absorto y desconcertado me exhibió cual pieza de museo hasta que un negro africano, un tal Sebastián, que me había visto y escuchado en el puerto, me tocó. Sus manos me acariciaron. Me llenó de aire y comencé a volar. Mis pulmones emitían sones extraños para mí y con el tiempo supe que esas notas aladas eran del tango. Tango. Mientras los hombres esperaban a sus señoritas en los burdeles los acompañé y ví como se trenzaban en ese baile exótico. El tango se enamoró de mí y yo de él. Liturgia, música africana, puterío y arrabal. Me encandilé con lo porteño y los porteños conmigo. A veces no necesito que me acompañe una orquesta: yo sólo encierro la orquesta. Nadie sabía nada de mí. Nadie. Poco a poco de mano en mano descubrí y descubrieron lo que yo llevaba dentro. Me moví y me dejé ser movido. De mano en mano, siempre. Mi vida se rodeó de prodigiosos, brillantes: Troilo, Leopoldo Federico, Piazzolla. Algunos me apodaron el fuelle, pero en realidad ya soy bien porteño y me dicen el fueye. Fui aclamado y aplaudido. Ya tengo ficha de identidad. Aquel titubeante comienzo explotó en éxito. ¿Existirán los éxitos y los fracasos? Ahora también femeninas manos suavizan mis acordes. Otros me escriben poemas y melodías. Hasta me asignaron un día propio, el 11 de julio, día del Bandoneón. Y aquí sigo de mano en mano, mano a mano con el tango. II Destino de vaca Carlos Pinto El problema empezó cuando Fermín le dijo a Pamela ,su vaca: _Serás una vaca lechera. Como lo fue tu madre. Y tu abuela. Desde aquel día Pamela no dio más leche. No le gustó que le dijeran lo que tenía que ser. Y las cosas se complicaron para Fermín. Porque desde siempre había ordeñado vacas. Como su padre, su abuelo y su tatarabuelo. Fermín oyó que las vacas producían más leche si escuchaban música, entonces le hizo escuchar a Pamela un CD de Daniel Toro. Pero la vaca ni mu. Seguía más seca que pasa de uva. A la otra semana hubo en el campo un baile con invitados y música. Cuando sonó una cumbia, Pamela se puso a bailar. __ ¡Serás bailarina!¡Te llevaré al circo! ¡ al menos así ganaré dinero!dijo Fermín. Y fueron al circo. La anunciaron como “Pamela, la vaca cumbiera “,y al son de “La pollera amarilla” la llevaron al escenario. Fue un fracaso. A la vaca no le gustó que la obligaran ser bailarina. No bailó y los mandó al cuerno. _¡ Al menos sacaré dinero vendiéndote! dijo Fermín desesperado. Y la llevó a la Exposición Rural. Era un

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I

De mano en mano.Silvina Bonacci

Algunos dicen que mis antecesores son chinos; pasados muchos años, en 1835, llegué a Europa, a Alemania más precisamente. Allí un tal Hermann Ulgh me tuvo entre sus manos e hizo mi cuerpo más liviano y maleable. Su idea era reemplazar conmigo al pesado órgano de las iglesias y difundir música sacra en las plazas. No tuvo éxito, y pasé a las manos artesanas de Hernrich Band, un cariñoso luthier que dibujó y moldeó mis pulmones: entonces, sí fui mejor aceptado. Es en honor a Band que comenzaron a llamarme bandunion, maldoleon, bandonion y finalmente bandoneón. Durante la guerra europea los alemanes empobrecidos dejaron su país en pos de América, de la que llegaban promesas de pan y trabajo. A ellos acompañé y en sus manos viajé. Desembarqué en los arrabales porteños, sur de la Ciudad de Buenos Aires, todo olía a malevaje, cuchillos, mujeres de malavida. Una noche acompañé a dos alemanes al cafetín de Malamuerte.. Ellos pasaron los límites del alcohol y como pago pasé a las manos del dueño del bar; absorto y desconcertado me exhibió cual pieza de museo hasta que un negro africano, un tal Sebastián, que me había visto y escuchado en el puerto, me tocó. Sus manos me acariciaron. Me llenó de aire y comencé a volar. Mis pulmones emitían sones extraños para mí y con el tiempo supe que esas notas aladas eran del tango.Tango. Mientras los hombres esperaban a sus señoritas en los burdeles los acompañé y ví como se trenzaban en ese baile exótico. El tango se enamoró de mí y yo de él. Liturgia, música africana, puterío y arrabal. Me encandilé con lo porteño y los porteños conmigo. A veces no necesito que me acompañe una orquesta: yo sólo encierro la orquesta. Nadie sabía nada de mí. Nadie. Poco a poco de mano en mano descubrí y descubrieron lo que yo llevaba dentro. Me moví y me dejé ser movido. De mano en mano, siempre. Mi vida se rodeó de prodigiosos, brillantes: Troilo, Leopoldo Federico, Piazzolla. Algunos me apodaron el fuelle, pero en realidad ya soy bien porteño y me dicen el fueye. Fui aclamado y aplaudido. Ya tengo ficha de identidad. Aquel titubeante comienzo explotó en éxito. ¿Existirán los éxitos y los fracasos? Ahora también femeninas manos suavizan mis acordes. Otros me escriben poemas y melodías. Hasta me asignaron un día propio, el 11 de julio, día del Bandoneón. Y aquí sigo de mano en mano, mano a mano con el tango.

II

Destino de vacaCarlos Pinto

El problema empezó cuando Fermín le dijo a Pamela ,su vaca:_Serás una vaca lechera. Como lo fue tu madre. Y tu abuela.Desde aquel día Pamela no dio más leche. No le gustó que le dijeran lo que tenía que ser.Y las cosas se complicaron para Fermín. Porque desde siempre había ordeñado vacas. Como su padre, su abuelo y su tatarabuelo.Fermín oyó que las vacas producían más leche si escuchaban música, entonces le hizo escuchar a Pamela un CD de Daniel Toro.Pero la vaca ni mu. Seguía más seca que pasa de uva.A la otra semana hubo en el campo un baile con invitados y música. Cuando sonó una cumbia, Pamela se puso a bailar.__ ¡Serás bailarina!¡Te llevaré al circo! ¡ al menos así ganaré dinero!­dijo Fermín.Y fueron al circo. La anunciaron como “Pamela, la vaca cumbiera “,y al son de “La pollera amarilla” la llevaron al escenario.Fue un fracaso. A la vaca no le gustó que la obligaran ser bailarina. No bailó y los mandó al cuerno._¡ Al menos sacaré dinero vendiéndote! ­dijo Fermín desesperado. Y la llevó a la Exposición Rural. Era un

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día que tocaba una grupo musical.Cuando pasaron cerca del escenario, la vaca agarró una guitarra y empezó a tocar. Fermín iba a decir “serás folklorista” y “te llevaré al teatro”.Pero no. Prefirió no hablar._ ¡Esto es rock! ­dijo Mister King, un turista norteamericano que comía un bife de chorizo.La vaca tocaba rock con un sentimiento que le ponía a la gente la piel de gallina y a las gallinas piel de no sé que…Pamela actuó en la ciudad y grabó su primer disco: “Cuero caliente”, que fue éxito. Y más tarde Mister King la llevó de gira a Estados Unidos. Fermín ganó mucho dinero con su vaca roquera, recorrió la ruta 66, el río Mississipi , y lugares que jamás había pensado conocer.Pamela se quedó a vivir en Arizona, en los Estados Unidos, adonde se casó y tuvo un ternerito.Y ahí sí, claro, dio leche.

III

La risa de los niñosMaria Jimena Alonso

Un espléndido día de primavera, Mariángeles, una niña tan pequeña como rulienta, se despertó temprano para jugar con sus amigas del cole. Se levantó, tendió su cama, desayunó y salió de su casa muy contenta hacia la casa de Julieta, su mejor amiga.A las dos les encantaba meterse en líos y, como siempre, salieron en busca de nuevas aventuras.Pero ese día pasó algo terrible, algo que ellas nunca pensaron que pudiera ocurrir. El espléndido día de primavera solo duró unas horas, porque, de golpe, un relámpago salió del cielo, iluminándoles el camino hacia un enorme y tétrico castillo a lo alto de una montaña. − ¿Vos estás viendo lo que yo veo? −le preguntó Mariángeles a Julieta. − Sí, estoy viendo lo que vos ves, pero nunca vi una montaña en esta ciudad. − Bueno, vamos a ver de qué se trata.Las dos se dirigieron hacia el castillo, pero no había ninguna puerta abierta. Se preguntaron cómo podrían entrar, pero el tiempo no alcanzó para una respuesta. La puerta del castillo se abrió y una voz muy suave dijo:­ Ustedes han sido las elegidas para entrar en ese castillo, pero tengan en cuenta esto:

Solo podrán entrar las personas valientes, inteligentes y con ganas de vivir nuevas aventuras.Las dos se miraron a la cara al instante, sin emitir sonido, hasta que Mariángeles dijo:− Valientes somos. Si no lo fuéramos, no habríamos querido entrar al castillo. ¡Inteligentes también!

Bueno, no sé, pero no tiene mucha importancia. Yo tengo muchas ganas de vivir aventuras desconocidas. − Bueno, ¡entremos! −dijo Julieta.Al término de esa charla, las niñas entraron, y aparecieron en un inmenso y hermoso salón. En el centro del techo, una lámpara gigante alumbraba el lugar. En las paredes, lo único que había eran cuadros y más cuadros. En el piso, una alfombra roja y reluciente se abrió, y de ella salió una mujer muy anciana.Las chicas, muertas de miedo, gritaron: − ¡Aaahhhhh! ¡¿Quién es usted?! Por favor, ¡no nos haga daño!− ¡Pero qué dicen, niñas! −respondió la anciana− Yo soy la risa de los niños y por mucho tiempo estuve

muy triste, porque ningún niño se reía, pero ahora inventé algo para que todos los niños rían felices, y ustedes dos, a las que les gustan mucho las aventuras, han sido las elegidas para venir hoy. − Pero, entonces… ¿Usted es buena? −preguntó Julieta tímidamente. − Sí, niñas, soy muy buena, y por eso quiero que comiencen a divertirse ya mismo.En cuanto la anciana terminó de decir eso, el lugar se transformó en un enorme salón de diversiones, lleno de laberintos, túneles, juegos, y todo lo que te puedas imaginar. Tanta era la alegría de estas dos niñas y tantos juegos había que no sabían por dónde empezar. El lugar estaba lleno de muñecos que hablaban, máquinas que fabricaban confites, cataratas de chocolate y cascadas de jugo de naranja.Mariángeles y Julieta se divirtieron muchísimo y, al terminar de jugar, la anciana apareció, les indicó la salida, les agradeció su visita y les dejó una marca para que nunca se olviden de su risa: las salpicó con un

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poquito de chocolate de la catarata y las dejó ir.Así es como nadie puede ahora olvidar su risa, porque a todos nos han salpicado alguna vez, aunque no lo recordemos, con ese chocolate, y nos quedaron como recuerdo los lunares que todos tenemos.

Cuando estés triste y no puedas volver a reir,cuando pienses que vos no tuviste tanta suerte,buscá en tu piel…¡vos también Estás lleno de risas!

IV

Orgullo y MaldadCarlos Lucio Calderón

Tom, el perro ya estaba cansado. Siempre ocurría lo mismo. La dueña de casa lo culpaba por la maceta rota, por las huellas de barro, por las migas de pan... Pero, el culpable, culpable: era Jim, el gato de la calle. Lo hacía para que la dueña, doña María Julieta de la Paz abandone al perro y adopte al gatito.

– Es que los gatos son más mimosos –le contó a una vecina, mientras Jim pasó, limpio, recién bañado y con un moño rojo que él mismo se puso. – Si, son mejor los gatos –afirmó la otra vecina. Un gato es más independiente y además, son más pequeños y más limpios. Tom no sabía que hacer porque cuando estaba con su lengua ordenando las migas que dejaba –a propósito Jim­ éste, le ensuciaba con barro la entrada a la casa. Y cuando Tom corría y con sus patas quería borrar las huellas, Jim se subía a algún mueble – aprovechando que no estaba y tiraba algo pequeño que hacia ruido, que destruía y de seguro el único animal que tenia doña Maria, no era otro sino Tom. El cansancio lo agobio a Tom y doña María se hartó de tanto desorden.

– ¡Fuera, vete! –le dijo un día. Como si Tom entendiera el idioma humano, agachó la cabeza y cansado comenzó a caminar rumbo hacia la nada. Se perdió en un punto y doña María suspiró. Curiosamente, esos días, Jim comenzó a maullar en la puerta de su casa. – Pobrecito... le daré leche como ayer. –dijo el mismo día que lo invitó a vivir en su casa. Jim había conseguido su objetivo. Además, doña María se pasaba horas observando lo limpio que era, lo ordenado, lo vivaz y lo suficientemente libre que no molestaba ni ensuciaba nada. A la semana, las fotos de Tom fueron a pasar a la basura. Jim ahora recibía los flashes y los halagos.

– Este sí, que es un animal inteligente y limpio y ordenado y sabio y... y....– Si, si –decían sus amigas – Creo que cambiaré mi perro por un gato. Pero un día, paró un camión que recorría la ciudad en busca de perros. Y ahí Jim, vio que uno de los atrapados era Tom. Entonces, bajo corriendo a burlarse pero, al acercase vio que la patita izquierda de Tom estaba ensangrentada.

– ¿Qué te pasó? – A mi... a mi me pasó de todo. No conocí bien a mis padres, viví en una familia donde un gato, que no conozco, hizo mi vida imposible me culparon y me echaron. Deambulé por las calles en busca de un hogar, pero no encontré. Ahora estoy encerrado acá, cuando un auto me atropello y rompió mi pierna y esta gente me atrapó y me llevaran, me encerraran, pero... qué le vamos a hacer, uno nace así... – ¿Quieres que te ayude a escapar? –dijo Jim – No te creo. Jamás un gato ayudaría a un perro... – Pero, es que yo, soy un gato diferente. – Aún así, mi orgullo no lo permitiría. Si me atraparon deberé escaparme por mi propia cuenta, jamás recibiría ayuda de un gato. Pero Jim saltó y con sus garras se las ingenió para abrir la puerta de la celda de alambre. – Es inútil gatito, no me iré. No quiero deberle favor a ningún gato en la tierra, soy perro y si fui perjudicado, pues... aguantaré. Uno debe tener su propio orgullo y por más que me digas que juntos podemos hacer más, en este caso prefiero que sea un perro quien me abre las puertas de la libertad y no vos, un gato común. – No soy un gato cualquiera!­replicó Jim­ Fui yo, quien te embromó y me apoderé de tu casa y tu dueña. Ahora, yo, vivo en esa casa. – Pues, goza del lugar, del confort que me robaste pero por mas méritos que hagas jamás torcerás mi orgullo. Es más, puedes irte ya mismo. Ahora se que sos mal gato y no te lo ganaste por méritos sino con trampa y... En esos momentos, el señor

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que recoge los perros de la calle advirtió la escena y al ver que la puerta estaba abierta, encerró al gato también. Los dos debieron compartir varios minutos la soledad de una celda de alambre. – Me pasó por querer ayudarte –dijo Jim – No te pedí ayuda, fue tu culpa. Hubieras seguido siendo un gato mimoso en casa de doña María. Claro, un gato con maldad... Al día siguiente, doña Maria llego al edificio Central de Perrerías y dijo: – Los vi por la ventana. Ustedes se llevaron a mi gato. – Esta bien, señora. Lo tenemos encerrado y se lo devolveremos lo que sucedió fue que ese gato estaba intentando que un perro se escape y nos dio rabia. –¿Un perro? – ¿Cuál perro? – Ese, el de la segunda jaula –dijo señalando a Tom. – Es el perrito que tenía yo... –¿Entonces, se quieren...? – ¡Qué bueno, me llevo los dos! Doña María pagó una multa y llegó a su casa con perro y gato, juntos. Juntos vivieron muchos años. Y, si bien discutieron como cualquier pareja de mascotas, lo disimularon bastante bien. Doña María Julieta jamás se dio cuenta que el gato no utilizó nunca más la maldad y el perro dejó atrás su orgullo.

V

Pablo, Andrés y los churicosRonán E. Cherulñec

Resulta que los hermanos Pablo y Andrés ganaron un concurso para viajar en cohete. Viajaron a Marte, pero nunca llegaron porque en vez de doblar a la derecha doblaron a la izquierda y llegaron a Churirica, que es un planeta desconocido. Ahí viven los churicos que son gente muy buena y los ayudaron a poner las coordenadas para ir a Marte. Además, les dieron combustible y unos alimentos raros: chuquirones, churratos, churros con chocolate. Pablo y Andrés se pusieron muy contentos porque conocían los churros con chocolate. Dijeron muchas gracias y se fueron a Marte y se divirtieron mucho y volvieron a casa.

VI

¡Por su culpa!Luciana Schwarzman

Catalina odiaba el viento. Hacía que se le despeinaran las ideas. Por la tarde se probó un sombrero, pero el viento se lo regaló a la arena con moño y todo. Entonces trajo una capelina y se la anudó al cuello. Pero el viento se elevó en remolino y se la sacó por la cabeza, atada con doble nudo. Mordiendo fuerte, pensaba. Mordía, pensaba, chillaba. De pronto se vio con los ojos fijos en una caja de galletas que estaba apoyada sobre el techo de la alacena. Arrimó una silla hacia la mesada. Estiró una pierna todo lo que pudo hasta apoyar entero su pie. Con el otro hizo equilibrio en punta de pie. Contó hasta tres y tomó un envión para subirse completa y llegar a agarrar esa caja. Las yemas de sus dedos cortitos arrastraron una punta de cartón que le rozó los pelos del flequillo. Un esfuerzo más hizo que se le cayera encima. Con las dos manos se agachó sobre la mesada y la dejó quietita. Se acomodó su peinado, se estiró el vestido, y así como subió, bajó. La caja estaba por la mitad de galletas de vainilla. Así que las sacó en una bolsa y las guardó en la alacena, pero esta vez la que estaba bajo la pileta de la cocina. Con una tijera le rozó dos líneas a la altura de la nariz y la boca. Con un lápiz de punta recién sacada, aprovechó a hundirle los huecos. Ya estaba lista. Entonces, pisó la arena con el peinado protegido por completo. Se sentó en medio de la playa y provocó al viento. Y esta vez, él no apareció. Catalina quieta, con las piernas cruzadas y una mueca oculta de satisfacción que inflaba sus cachetes dentro de la caja, se perdió de ver el atardecer. Sin el viento en la cara, se perdió la ida de los berberechos por los agujeros en la orilla. Con el peinado intacto, Catalina no vio la gaviota rozar las olas del mar. Tampoco sintió el olor verde del agua. Ni pudo tocar la espuma del sol.

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VII

Río de Cosme Lucas Ysleño

En el año 1947, en Córdoba había un pueblo llamado “Cosme” cerquita de Lozada. La gente del lugar pidieron al intendente Molina, que mandara a hacer una calle asfaltada, para que así pudieran llegar al cementerio, pero el intendente no lo hacia porque no quería gastar dinero.La gente estaba muy enojada por la negativa, se juntaron en una plaza central del pueblo y minutos más tardes se dirigieron a la casa de intendencia. Una vez ahí, le dijeron que si no hacía la calle lo iban a destituir como intendente y volvería a dar clases como antes.Entonces, Molina asustado llamo a los albañiles, ingenieros, arquitectos, etc. Ellos pusieron a trabajar máquinas especiales y la calle se por fin se realizó.Al día siguiente, el pavimento estaba formado, y la gente estaba muy contenta y conforme, dicho sea de paso, daban vueltas y vueltas por la nueva calle.Una noche de mucho viento, se produjo una gran tormenta. Empezó a llover sin parar varias semanas. Al amanecer, una señora que se dirigía hacia el cementerio, alcanzó a ver toda la calle inundada con una profundidad considerable.Al pasar un tiempo, el sol comenzó a aparecer y empezó una larga sequía. No se encontraba agua por ningún lado. Pero el agua que se había estancado en la calle nueva, los salvó.Las personas sacaban agua de allí y desde ese momento decidieron ponerle un nombre, la calle nueva fue llamada “Río de Cosme”.

VIII

SueñoAlejo Martocci

En las vacaciones de invierno fui a Córdoba a una región que se llama La cumbrecita. Conocí muchos lugares. Muchos lindos. Pero ahora viene la parte aterradora. En Córdoba visité un hotel abandonado que se llamaba El Eden. Estaba desierto. Tuve una cita guiada por el hotel de noche, estaba todo oscuro, solo escuchaba la voz de mi papá de mi mamá de todos los que estaban conmigo y de los ruidos que lanzaban las chapas. Eran ruidos muy escandalosos. Todos nos paralizamos del miedo. Además nos mostraron un video que empezaba con cantos gregorianos. Que son unos cantos que se usan en la iglesia particularmente. Y en ese video nos contaron todas las leyendas del hotel abandonado. Tuve mucho miedo. Casi toda una semana después estuve soñando que se abría la puerta de mi habitación y que aparecía como una especie de bárbaro germano; la verdad no se que hacía ese personaje en un sueño así, estaba vinculado con otra cosa. Ese fue mi sueño.

IX

Una botella de color azulinoMaria Delia Minor

En un reino muy lejano, hace ya mucho tiempo, vivía un sultán muy querido por su pueblo, su nombre era Alí Rají y su fama se debía a su gran justicia y generosidad. Allí nadie pasaba necesidades ya que las cosechas y el ganado eran administrados por el sultán y repartidos entre sus súbditos en partes

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proporcionales a su trabajo. Una de las familias era la de Salim Mustafá, Salim era un anciano que tenía 4 hijos varones, Farid, Surem, Caleb y Sabid. Los dos mayores se ocupaban de las cosechas y los dos menores del ganado, trabajaban mucho día tras día por lo que su familia recibía una buena ganancia. Una mañana, muy temprano, los hermanos se encontraban en el campo realizando sus tareas cuando vieron venir al Sultán con sus guardias. Los muchachos se acercaron para saludarlo con sumo respeto como su padre les había enseñado y observaron que la comitiva del Sultán estaba integrada por diez guardias a caballo, y su hermosa hija a quien llamaban Yurema, la flor más bella del desierto, los jóvenes no podían dejar de mirar a la bella hija del Sultán pero ésta no les dirigió ni una mirada. Los cuatro hermanos volvieron a sus tareas pero habían quedado enamorados de la belleza de la princesa. Por la noche, hablaron con su padre y le contaron lo sucedido esa mañana, pero éste se rió de ellos y les hizo entender que los hijos de un campesino jamás podrían casarse con una princesa. Los tres mayores comprendieron lo que su padre les explicaba pero el menor de los hermanos, Sabid, guardó silencio y solo podía pensar en el bello rostro de la princesa Yurema. A la mañana siguiente cuando los hermanos se preparaban para ir a sus tareas vieron que Sabid, su hermano menor, no estaba. Lo buscaron por toda la casa sin encontrarlo, se había levantado muy temprano y ya se encontraba en la ciudad, estaba decidido a ver a la princesa Yurema. Caminó por la feria de la gran ciudad todo el día y cuando fue la hora de la oración del atardecer vio entrar al templo a la bella princesa. Por más que intentó ingresar, no pudo, varios guardias custodiaban la puerta, decidió esperar a que saliera. En ese momento, un mendigo que se encontraba en las escalinatas del templo se le acercó y le susurró al oído: Sabid, yo sé lo que deseas. Éste muy asustado porque lo llamó por su nombre sin conocerlo, retrocedió golpeándose la cabeza contra una columna, rodando por las escaleras y quedando inconsciente. Cuando abrió los ojos vio que se hallaba en una choza y que el mendigo preparaba comida en una olla cercana. Se levantó del catre y preguntó:­¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?­ Por fin despertaste, toma un poco de sopa­ le dijo mientras acercaba un tazón humeante. Sabid no entendía nada, pero estaba hambriento y aceptó gustoso. El mendigo se sentó a su lado y comenzó a hablarle en un tono de voz que no era el de alguien que vivía en la calle de la limosna pública.­ Yo conozco tu deseo, tú quieres casarte con la bella princesa Yurema, la hija del Sultán_ hizo una pausa y continúo: Yo puedo ayudarte pero te saldrá caro, muy caro. Sabid continuaba sin entender cómo podría ayudarlo un mendigo, pero antes que pudiera decir nada, éste le mostró una pequeña botella que contenía un líquido azulino transparente y agregó :­ Este licor hará que tus deseos se hagan realidad, pero eso sí, tiene un precio. El muchacho seguía sin entender, pero su deseo de casarse con la bella princesa eran más fuertes y se animó a preguntarle: ­ ¿Cómo puede ser eso posible?. Muy fácil ­ contestó el mendigo ­ Este licor viene de un lugar muy lejano, donde la magia es común. Mi padre que era un gran mago me lo dio antes de morir.­ ¿Cómo sé que dices la verdad?. No lo sabes, pero si tu amor es tan fuerte debes arriesgarte. ¿Y cuánto debo pagar por ella? Yo no tengo dinero. No es dinero lo que debes entregar. ¿Y qué, entonces?, preguntó Sabid, preocupado. Son años. ¿Años?. Sí, años. Al tomar el licor todo lo que deseas se cumplirá, pero al cabo de diez años deberás pagar con el doble de los años que hayas vivido.­ ¿Cómo puede ser eso posible?. Prueba y verás, pero recuerda en diez años se te quitará el doble de los años ya vividos. Sabid era joven, recién había cumplido 20 años por lo que en ese momento no le preocupaba mucho regalar años a nadie, sentía que tenía toda la vida por delante y lo que más quería era casarse con Yurema. Aceptó, bebió el licor y se sintió transportado. De pronto estaba en el palacio, sentado junto al Sultán y Yurema, no lo podía creer, Yurema, la flor más bella del desierto, era su esposa.Pasaron los años, nacieron sus hijos, era tan feliz que nunca volvió a pensar en el mendigo. Diez años después, una mañana al despertar sintió que le costaba levantarse, se paró lentamente y vio su reflejo en un espejo, se había convertido en un anciano de cabellos y barba blanca, su cara estaba llena de arrugas y su espalda encorvada. No podía creer lo que le sucedía, pero recordó las palabras del mendigo “Recuerda en diez años se te quitará el doble de los años que hayas vivido” Había sucedido y Sabid no podía presentarse así ante su hermosa esposa y sus hijos, no podía explicarles que se había valido de magia para lograr su amor. Decidió dejar el palacio sin que lo vieran y volver a la casa de su padre. Caminó todo el día hasta llegar a la puerta del que había sido su hogar, llamó, sus manos envejecidas le temblaban, un hombre más joven que él le abrió la puerta y reconoció a su hermano Caleb, pero éste sin reconocerlo creyó que era un caminante y le ofreció agua fresca y descansar a la sombra del patio. Se enteró así que su padre había muerto muy triste por la desaparición de su hijo menor y que sus otros hermanos se habían

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casado y vivían en diferentes ciudades, no se animó a revelar su secreto y después de haber descansado agradeció la hospitalidad y partió. Ya en el camino, solo, pensó en todo lo que había perdido, a su amada esposa, sus hijos, su padre y sus hermanos y se preguntó si había valido la pena. Sintió pasos cerca de él, era el mendigo que le había ofrecido el licor diez años atrás, lo esperó y continuaron juntos el camino, sin hablarse, el sol ya se ponía, el día terminaba y quedaba bastante camino por recorrer.Era de noche cuando llegaron a una choza, Sabid reconoció el lugar en el que había estado hacía diez años.El mendigo prendió el fuego y comenzó a preparar la cena. Sabid se recostó, sintió pena por su padre, por su vida perdida, cerró sus ojos cansados y se durmió. Al despertar, el mendigo le acercaba un tazón y le decía al oído:­ Por fin despertaste, toma un poco de sopa. Al agarrarlo vio sus manos, eran las de un joven, se tocó la cara y no sintió arrugas. ¿Qué me sucedió?­ preguntó, nervioso. Nada ­ respondió el mendigo­ te caíste de las escalinatas del templo y como no reaccionabas te traje a mi casa para que te recuperases. Sabid, loco de alegría se incorporó, besó al mendigo y salió de la choza para dirigirse a la casa de su padre, no podía creer lo que había sucedido, todo había sido un sueño pensó, caminó unos pasos y se volvió para saludar. La choza estaba iluminada y logró ver junto a la ventana el reflejo de algo, era una pequeña botella, una botella de color azulino.

X

Uno de terrorNadia Cejas

Un martes 13 de junio, seis compañeros se reunieron para hacer un trabajo del colegio. Quedaron en encontrarse en casa de Marcos.Él jamás les dijo que su casa estaba embrujada y que por las noches y mañanas se escuchaban voces de ultratumba y gritos desesperados. La mayoría de los chicos llegaron a las 21:00 horas y comenzaron a realizar el trabajo. Hasta ese instante todo era normal, pero de pronto se escuchó un grito que venía desde el baño. Fueron a ver que es lo que ocurría y no encontraron nada.Con algo de miedo siguieron con su tarea concentradamente, de repente se dieron cuenta de que Rosa no estaba en su lugar. La buscaron por todo el interior de la gran casa pero no pudieron encontrarla. Decidieron salir afuera, al querer abrir la puerta se dieron con que estaba herméticamente cerrada, pero inexplicablemente sin llave.Se escucharon otros ruidos y un gran silencio invadió el comedor, en ese mismo momento vieron una sombra con forma humana que salía de la cocina y se posó frente a ellos. La mayoría lloraban atemorizados, otros rezaban para tener algo de coraje. De repente la sombra se hizo humo y desapareció.Siguieron las cosas extrañas. La más atemorizante fue escuchar detrás de las paredes como si alguien afilara un gran cuchillo o un hacha, lo que prácticamente paralizó a todos. Lautaro con mucho esfuerzo intentaba abrir la puerta, luego de mucho trabajo logró huir, pero se cerró inmediatamente. Mientras corría podía escuchar los gritos desgarradores de sus compañeros y un gran dolor al ver que no podía ayudarlos.Llegó corriendo a su casa y sin decir una palabra se metió en su cama donde se desmayó al instante.Al mediodía siguiente, se levantó y se dirigió inmediatamente a la casa embrujada, para ver que había pasado con sus amigos. Se cruzó con varios vecinos y amigos a los que saludó pero nadie le contestaba.Él siguió corriendo al llegar a la casa la puerta estaba cerrada, se apuró para darle un empujón pero la atravesó olímpicamente sin tocarla. Una vez adentro se encontró con seis ataúdes dispuestos en semicírculos, las familias de los chicos y su propia familia lloraban desconsoladamente. Se pregunto de quien era el otro ataúd si todos los compañeros sumaban seis.Entonces, se acercó uno por uno a los cajones reconociendo a sus amigos y en el último estaba él.