Lux Domini, Icazbalceta Contra La Virgen

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LuxDomini -Joaquín García Icazbalceta- http://www.luxdomini.com/_gpe/contenido1/guadalupe_ica zbalceta1.htm[08/12/2012 02:49:20 p.m.] . Investigación Documental sobre la Virgen de Guadalupe . Joaquín García Icazbalceta  versus La Virgen de Guadalupe Puntos antiguadalupanos de Joaquín García Icazbalceta : -Fray Juan de Zumárraga nunca habló sobre el suceso guadalupano, antes bien parece negarlo. -Sahagún calificó de idolatría el culto guadalupano, y Bustamante también lo critica. -Los capellanes de la ermit a no supieron nada hasta 1648, en palabr as de Lasso de la Vega. -Crítica a algunos documentos guadalupanos. Joaquí n García I cazbalceta fue un historiador del siglo XIX (1825-1894). El ejemplo y los consejos de don Lucas Alamán parece que lo inclinaron al estudio de la historia. En su adolescencia ayudó a su padre en los trabajos de escritorio, y empezó los estudios que después serían su especialidad. Tradujo la Historia de la conquista del Perú  , de Prescott, y le agregó un apéndice (dos ediciones: 1849 y 1850). Colaboró en el Diccionario Universal de Historia y Geografía (1853-1856) con noticias biográficas y otros datos principalmente relativos a los siglos coloniales. Principia a reunir importantes materiales históricos sobre México: crónicas, libros, manuscritos, documentos originales desde el siglo XVI, que solía editar en la imprenta que había instalado en su casa. Publicó Apuntes para un catálogo de escritores en lenguas  indígenas de América (1866) y, como un testimonio elocuente de gran parte de la vida y los sucesos de la Nueva España en el siglo XVI, la biografía de Don Fray Juan de Zum árraga  , primer Obispo y Arzobispo de México (1881, varias ediciones posteriores). ------------------------------------------------ él es, en mi opinión, la figura más representativa del Antiguadalupanismo serio y sincero. Como él mismo declara, era católico y creía en los milagros, aunque el Guadalupano no le pareciera verdadero. A él y a su labor se remiten los dos siguientes antiguadalupanos que considera esta investigación: tanto José Luis Montecillos como Daniel Sapia saben de García Icazbalceta y lo han consultado. Existe un documento-base, donde Icazbalceta vertió sus razones para negar el milagro, y se conoce como la Carta ac erca del Origen de la I m agen de Nt ra. Señora de Guadalupe  , sobre cuya publicación haré algunas anotaciones. (Ver: Joaquín García Icazbalceta 2a. parte ) La Carta en cuestión ha sido comentada extensamente por apologistas guadalupanos, y mi crítica no será sino un "reforzamiento" de las respuestas que se dan a las objecciones planteadas. Cabe decir que Joaquín García Icazbalceta es el único antiguadalupano católico cuyos argumentos expongo. Los otros dos impugnadores -Montecillos y Sapia-, son antiguadalupanos, amén de anticatólicos. y sus argumentos están más avocados a "buscar falsedades católicas", de las muchas que creen que hay, en vez de analizar los elementos reales que rodean al suceso guadalupano, y que son los documentos históricos, la situación cultural de la Nueva España en 1531, la religión de los aztecas, la historia de la Conquista de México, la cultura indígena y las circunstancias sociales que han rodeado al asunto guadalupano en diferentes épocas. Citaré pues, fragmentos de la dicha Carta Antiaparicionista  , la cual es una carta dirigida por García Icazbalceta al Arzobispo de México D. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos en 1883. Quien guste leer la carta completa y sin comentarios insertados, puede leerla AQUí . Nota: En su Carta, Icazbalceta declara que solo por obediencia al arzobispo, quien le demandó su parecer como historiador, escribió su

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p://www.luxdomini.com/_gpe/contenido1/guadalupe_icazbalceta1.htm[08/12/2012 02:49:20 p.m.]

. Investigación Documental sobre la Virgen de Guadalupe  .

Joaquín García Icazbalceta  versus La Virgen de Guadalupe

Puntos antiguadalupanos de Joaquín García Icazbalceta:

-Fray Juan de Zumárraga nunca habló sobre el suceso guadalupano, antes bien parece

negarlo.

-Sahagún calificó de idolatría el culto guadalupano, y Bustamante también lo critica.

-Los capellanes de la ermita no supieron nada hasta 1648, en palabras de Lasso de la Vega.

-Crítica a algunos documentos guadalupanos.

Joaquín Garc ía I cazba lce ta fue un historiador del siglo XIX (1825-1894). El ejemplo y los consejos dedon Lucas Alamán parece que lo inclinaron al estudio de la historia. En su adolescencia ayudó a su padreen los trabajos de escritorio, y empezó los estudios que después serían su especialidad. Tradujo laHistoria de la conquista del Perú , de Prescott, y le agregó un apéndice (dos ediciones: 1849 y 1850).Colaboró en el Diccionario Universal de Historia y Geografía  (1853-1856) con noticias biográficas y otrosdatos principalmente relativos a los siglos coloniales. Principia a reunir importantes materiales históricossobre México: crónicas, libros, manuscritos, documentos originales desde el siglo XVI, que solía editar enla imprenta que había instalado en su casa. Publicó Apuntes para un catálogo de escritores en lenguas 

indígenas de América (1866) y, como un testimonio elocuente de gran parte de la vida y los sucesos de

la Nueva España en el siglo XVI, la biografía de Don Fr ay Juan de Zum ár r aga  , primer Obispo yArzobispo de México (1881, varias ediciones posteriores).

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él es, en mi opinión, la figura más representativa del Antiguadalupanismo serio y sincero. Como él mismodeclara, era católico y creía en los milagros, aunque el Guadalupano no le pareciera verdadero.A él y a su labor se remiten los dos siguientes antiguadalupanos que considera esta investigación: tantoJosé Luis Montecillos como Daniel Sapia saben de García Icazbalceta y lo han consultado.

Existe un documento-base, donde Icazbalceta vertió sus razones para negar el milagro, y se conocecomo la Car ta ace r ca de l Or igen de l a I m agen de N t r a . Seño r a de Guada lupe  , sobre cuya

publicación haré algunas anotaciones. (Ver: Joaquín García Icazbalceta 2a. parte)

La Carta en cuestión ha sido comentada extensamente por apologistas guadalupanos, y mi crítica no serásino un "reforzamiento" de las respuestas que se dan a las objecciones planteadas.

Cabe decir que Joaquín García Icazbalceta es el único antiguadalupano católico cuyos argumentosexpongo. Los otros dos impugnadores -Montecillos y Sapia-, son antiguadalupanos, amén deanticatólicos. y sus argumentos están más avocados a "buscar falsedades católicas", de las muchas quecreen que hay, en vez de analizar los elementos reales que rodean al suceso guadalupano, y que son losdocumentos históricos, la situación cultural de la Nueva España en 1531, la religión de los aztecas, lahistoria de la Conquista de México, la cultura indígena y las circunstancias sociales que han rodeado alasunto guadalupano en diferentes épocas.

Citaré pues, fragmentos de la dicha Carta Antiaparicionista , la cual es una carta dirigida por GarcíaIcazbalceta al Arzobispo de México D. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos en 1883. Quien guste leerla carta completa y sin comentarios insertados, puede leerla AQUí .

No t a : En su Carta, Icazbalceta declara que solo por obediencia al arzobispo, quien le demandó su parecer como historiador, escribió su

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Carta. él no tenía deseos de hacerlo, ni quiso que se difundiera. 

Lo que dijo y lo que calló Fray Juan de Zumárraga

Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Por lo demás, la falta de los autos originales no sería, por sí sola, un argumentodecisivo contra la Aparición, pues bien pudo ser que no se hicieran, ó quedespués de hechos se extraviaran: aunque á decir verdad, tratándose de unhecho tan extraordinario y glorioso para México, una ú otra negligencia es hartoinverosímil.

Este punto, que señalo únicamente como precedente, se completará después con otros que manejaGarcía Icazbalceta; mi comentario por ahora es que -según se deduce de la actitud de losevangelizadores-,l a m ism a Apa r i c ión Guada lupana no t en í a el m ism o s ign i f i cado e im po r t anc ia t an

g r a n d e q u e a h o r a s e l e d a . Esto aplica únicamente a los europeos, conquistadores, pues para los indiossignificó MUCHO, y de ello también daremos pruebas más adelante.

* * * * * * * * * * * * * * *

Comentaré ahora el más importante -a mi entender- punto que maneja Icazbalceta, y que exhiben casi

sin excepción todos los que niegan las apariciones guadalupanas: lo que concierte a quien habría recibidola tilma de Juan Diego; el arzobispo de México Fray Juan de Zumárraga.

Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

El primer testigo de la Aparición debiera ser el I lm o . Sr . Zum ár r aga , á quiense atribuye papel tan principal en el suceso y en las subsecuentes colocaciones ytraslaciones de la imagen. Pero en los muchos escritos suyos que conocemos n o

hay l a m ás l i ge r a a lus ión a l hecho ó á l as er m i t as : n i s i qu ie r a se

encuen t r a una so la vez e l nom br e de Guada lupe . 

Si el Sr. Zumárraga hubiera sido testigo favorecido de tan gran prodigio, no se

habría contentado con escribirlo en un solo papel, sino que le habría proclamadopor todas partes, y señaladamente en España, adonde pasó el año siguiente:habría promovido el culto con todas sus fuerzas, aplicándole una parte de lasrentas que expendía con tanta liberalidad.

Per o nada abso lu t am en t e nada en pa r t e a lguna .

En su intento por refutarme, Daniel Sapia me puso enfrente este argumento -junto con el sig. párrafo-.Fue mi principal fuente de dudas y reconozco, con toda la sencillez del caso, que no supe contestar en 

ese entonces , y cada vez que pensaba en la Virgen de Guadalupe, no podía evitar pensar en estaobjección, que a primera vista, parece de j a r c la ro qu e la Apar ic ión Guada lu pana ES FALSA .

Ahora bien, me gustaría comentar que tuve oportunidad de estudiar este punto cerca de un año después,y para exponer en pocas palabras lo que pienso sobre este punto, citaré algunas palabras de José Luis

Guer re ro , extraídas de su excelente libro Flor y Canto del Nacimient o de México , quien hace una breverelación de por qué motivos, el silencio de Zumárraga no es prueba contra la aparición.

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Dice Guerrero (aprox.):

Aunque la narración pinta a Zumárraga conmovido y “convertido” ante el milagro de las flores,

si juzgamos por los hechos, las cosas no sucedieron exactamente así:

Jamás volvió a ocuparse del asunto, jamás lo mencionó claramente en ningún documento que

conservemos (aunque hay indicios de que sí los hubo, incluso actas oficiales), y la ermita que le

construyó no pasó de cabaña miserable.

Todo indica, pues, que para nada tuvo conciencia de la trascendencia del hecho, ni de cuán granárbol surgiría de la semilla minúscula que le tocó sembrar.

Ahora bien, esto es perfectamente explicable a la luz del sentido común: Para él todo pudo

parecerle no sólo simple, sino rutinario. (Es muy de dudar que haya algún obispo en la tierra -o

hasta un simple párroco- que no haya pasado por situaciones similares).

Un desconocido recién converso viene a verlo y a pedirle un templo para una Virgen de su

devoción, alegando revelaciones especiales. él se lo sacude, sin darle importancia, y con tanta más

razón que tratándose de un indio recién converso, había que recelar revivicencias paganas o

problemas políticos anti-españoles.

Ante su insistencia reiterada opta por pedirle una señal, con la obvia intención de quitárselo de

encima, y tanto más que los informes que solicita no resultan favorables, aunque con ello secompremete a que consentirá si la recibe.

Lo que recibe es una imagen mariana un tanto rara, pero inobjetablemente ortodoxa , y la novedad

de que un tío moribundo está ahora bueno y sano, cosa que comprueba y recibe además de labios

de éste el tranquilizante aviso de la nueva devoción, Guadalupe, no puede ser más hispanófilo.

(A las flores, tan importantes para los indios, él no tuvo por qué darles mayor importancia). Aunque

efectivamente, resultara insólito que crecieran en el Tepeyac en invierno.

No era realmente mucho, pero sí lo suficiente para sentirse en el deber de hacer honor a su

palabra.

De estos comentarios se desprenden los sigs. puntos, importantes para responder a la objecciónpresentada:

Que efectivamente, Fray Juan de Zumárraga no escribió nada que se conserve, sobre el asunto guadalupano.Que el suceso guadalupano por verdadero que haya sido , no fue muy significativo para él.Que las flores no eran tan importantes para él ni para los españoles, aunque no crecieran en el Tepeyac.Que a pesar de todo el silencio de Zumárraga que quieran los impugnadores de la Aparición, la devoción

guadalupana empezó y se popularizó rápidamente, tanto que en 1556, 25 años después del milagro, el asuntoalcanzó tanta importancia como para que se instara al propio Virrey a tomar cartas en el asunto (ver notasobre el sermón del p. Bustamante)

* * * * * * * * * * * * * * *

Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

En las varias Doctrinas que imprimió tampoco hay mención del prodigio. Lejosde eso, en la Regla Cristiana de 1547 (que si no es suya, como parece seguro, álo menos fué compilada y mandada imprimir por él) se encuentran estassignificativas palabras:

"Ya no quiere el Redentor del mundo que se hagan milagros, porque no son 

menester, pues está nuestra santa fe tan fundada por tantos millares de milagros como tenemos en el Testamento Viejo y Nuevo".

¿Cóm o dec ía eso e l que hab í a p r esenc iado t an g r an m i lag r o? . . .

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Bueno, señalaremos lo que el propio García Icazbalceta reconoce, que parece casi seguro que dicha Regla 

Cristiana , no fue escrita directamente por él. Es de presumirse que las palabras que se cita no son suyas, demanera que la pregunta final, ¿Cómo decía eso el que había presenciado t an gran m ilagro? , se basa sobreuna premisa que el propio Icazbalceta no tiene por segura.En esa línea, cabe dudar si es Zumárraga quien "decía eso"...

En la última parte de la pregunta, encontramos que lo decía "quien había presenciado tan gran milagro".Aquí señalo -basado en lo que comenta José Luis Guerrero-, que una cosa que parece segu r a, es que nipara Zumárraga ni para muchos españoles contemporáneos suyos fuera un "gran milagro", sino unaadvocación más dentro de las muchas que ya existían en la misma América.

En su Carta Antiaparicionista , García Icazbalceta cita a varios autores españoles, y enfatizaré nuevamente,que para ellos la Guadalupana no era tan importante como la consideran hoy en la misma Roma, empezandopor el querido y "mexicano" Pontífice Juan Pablo II.

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Per o . .. ¿De ve r dad hubo " s i l enc io abso lu t o " po r pa r t e de Zum ár r aga?

Conociendo como inquisidor a Zumárraga, y conociendo la meticulosidad de la Inquisición -y aún de losespañoles fuera de ella-, que buscaban asentar TODO y levantar actas de TODO, es dudoso que el obispo sehaya desentendido absolutamente del asunto.

Pero sería gratuito basarnos en esto para asegurar que hubo Actas de Zumárraga sobre el asunto. Sereconoce que efectivamente la ausencia de su testimonio directo es buena arma en manos de losimpugnadores, aunque contra ella haya razones y argumentos.

Para sustentar la existencia de Actas de Zumárraga -aunque se hayan perdido, tal vez definitivamente-,citemos al padre Miguel Sánchez, quien declaraba bajo juramento como testigo en las Informaciones de1666, y quien dijo que el Dean de la Catedral había encontrado al arzobispo " Don Fray Garc ía de Mendoza 

[ . .] l e yendo los Au tos , y P r oceso de d i cha Apa r i c ión con s ingu la r t e r nu r a . . "  

Otro testimonio complementa a éste, y es el de Cayetano Cabrera, en su Escudo de Armas de México , donde

asienta que e l R. P. F r . Pedro d e Mezquía , re l ig ioso de Propagand a F ide , asegur aba hab er v is to y  le ído en e l conven to d e f ranc iscanos de V i to r ia , en España, una r e lación de l S r . Zumár r aga a l os  

r e l i g iosos de aque l conven to , de l a apa r i c ión de l a V i r gen de Guada lupe < > y hab ía p r om e t ido  

t r ae r la a su r eg r eso de un v ia je a España que i ba a em pr ende r . " " Y e l D r . U r ibe , que escr ib ía hac ia  

1778 , cuen ta qu e a l r eg r eso de l P . Mezqu ía l e p r egun ta r on po r l a r e lación que hab ía p r om e t ido  

t r ae r y r espond ió que no l a hab ía encon t r ado y q ue c r e ía que hab ía pe r ec ido en un i ncend io que  

hab ía su f r i do e l a r ch i vo de l conven to . "   

Fray Bernardino de Sahagún,

y el sermón del p. Bustamante

Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Uno de los fundamentos de Fray Bernardino de Sahagún es que allí acudían entropel los indios como de antes, mientras que no iban á otras iglesias de NuestraSeñora.Supuesta la realidad de la Aparición, n ingun a ex t r añeza pod ía causar a l P .

Sahagún q ue los i nd ios p r e f i r i esen e l l uga r en que uno de l os suyos h ab ía

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s ido t an s ingu la r m en t e f avo r ec ido po r l a Sm a . V i r gen . Bien mirado eltestimonio del P. Sahagún es ya algo más que negativo.

A esto se contesta que el p. Sahagún NO dijo nada contra la Aparición ni contra el culto a la Virgen deGuadalupe.Lo que él sospechaba es que los indios iban a adorar a "lo antiguo", es decir, a la diosa Tonantzin, madre deHuitzilopochtli, y NO a la Virgen María, o sea, "lo nuevo".

Un poco más adelante encontramos a Sahagún diciendo que él no opina que se le impida a los indios ir a talculto, sino que se les EXPLIQUE que esa ermita es centro de culto a la Virgen María y no a la diosaTonantzin.

Así pues, Sahagún no se "extraña" de nada, sino que prudentemente pide aclarar a los indios lo que hayaque aclarar, es decir, que en dicho lugar se venera a María y no se adora a Tonantzin.

* * * * * * * * * * * * * * *

Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Los pasajes de Torquemada y de Bernal Díaz en que se habla de la iglesia, handado materia de larga discusión á los apologistas. El hecho indudable es queninguno de estos autores menciona la Aparición.

Es la única vez que García Icazbalceta menciona a Berna l Díaz de l Cas t i l lo , cuando éste habla de laGuadalupana (lo citará más adelante cuando habla del indio Marcos); y lo cierto es que efectivamente, en suHistoria Verdadera de la Conquista de la Nueva España , Díaz del Castillo menciona la existencia del cultoguadalupano en el Tepeyac.Si no menciona la Aparición, es -como ya he señalado-, debido a que para los españoles no era tanimportante el asunto guadalupano, por razones culturales. Añado a esto que Díaz del Castillo tampoco diomuchos detalles de la impresión que significó para los indios  la ascención realizada por Diego de Ordaz alPopocatépetl, y no entendió hasta qué punto dicha ascensión había azorado a los indios. Estos dos puntos

son muestra de la poca comprensión que los españoles en general tenían de la visión indígena de lo divino ylo humano.

* * * * * * * * * * * * * * *

Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Todos los apologistas, sin exceptuar uno solo, han caído en una equivocacióninexplicable en tantos hombres de talento, y ha sido la de con f und i r

c on s t a n t em e n t e l a a n t i g ü e d a d d e l c u l t o c o n l a v e r d a d d e l a A p a r i ci ó n y

m i l a g r o sa p i n t u r a en la capa de Juan Diego.Se han fatigado en probar loprimero (que nadie niega, pues consta de documentos irrefragables), insistiendoque con eso quedaba probado lo segundo, como si entre ambas cosas existierala menor relación.

Pues bien, señalaremos aquí que la antigüedad del culto es ya a r g u m e n t o f u e r t e para sustentar laaparición. Icazbalceta se limita a negarlo, señalando -implícitamente- que no hay entre ambos elementos "lamenor relación".Lo que se sabe es que poco después de 1531 ya existía culto a una "Virgen de Guadalupe" en el cerro delTepeyac, y si bien los españoles no citan su origen, sí lo hacen los indígenas, por cierto poco valorados porIcazbalceta, quien descalificará posteriormente los pocos testimonios indios de los que hace mención.

Si el culto existía, y si eran devotos guadalupanos tantos indios como consignaba Sahagún, es de suponerse

que algo había allí que los at raía , y es muy probable que tal "algo" fuera el mensaje guadalupano según seexpone. Señala José Luis Guerrero que pocas dudas caben del trasfondo divino y de la certeza de lasApariciones Guadalupanas, tomando en cuenta lo que significaba a n i ve l t eo lóg i co pa r a l a cu l t u r a i nd í gena

-azteca principalmente-, y que ningún español hubiera podido proporcionar.

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Después de saber cómo se sentían los indios luego de 10 años de Conquista , parece también IMPOSIBLEincluso para los teólogos del siglo XX y posteriores al Concilio Vaticano II, proporcionar a aquellos indios unconsuelo y una renovación espiritual.Y sabiendo cómo reaccionaron los indios ante el suceso guadalupano, pocas conclusiones son más sensatasque admitir la veracidad del milagro.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Es digno de notar que cuanto estos antiguos misioneros tratan de las idolatríasencubiertas de los indios, saquen a cuento la devoción á Ntra. Sra. deGuadalupe. Mal se aviene esto con la creencia en el milagro.

Aquí Icazbalceta nota que quienes citan a la Guadalupana al hablar de idolatrías, son m is ione r os . Díaz delCastillo, que no es misionero, no relaciona a la Guadalupana con los ídolos. Y esto significa una simple cosa:Eran los misioneros (franciscanos casi siempre), quienes veían íDOLOS por todas partes.La Guadalupana no se escapó de esta relación, pero aquellos misioneros nunca dijeron que era "cosa mala"la veneración a Ntra. Sra. de Guadalupe. Condenaban que se tomara a la Virgen de Guadalupe por

"Tonantzin", lo cual es cosa distinta.

Añado a esto un comentario: Los que denostaban la cultura indígena, con ella a sus dioses y con ella acuanto pareciera indígena, arrojándolo al "cesto" de ídolos, eran l os f ranc iscanos, siendo caso distinto losdom in i cos , entre quienes se contaba fray Alonso de Montúfar -de quien tenemos motivos para creer quecreyó y defendió, aunque limitadamente, lo milagroso de la Aparición-, o por ejemplo fray Bartolomé de lasCasas, mucho más suave que un Sahagún o el mismo Zumárraga.

¿Y por qué García Icazcalceta considera "mal avenidas" las diatribas de los frailes franciscanos? ¿Es que lasapariciones guadalupanas son falsas porque algunos frailes franciscanos aclaraban que Tonantzin y Guadalupe 

eran cultos diferentes?  

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Si de los escritos nos vamos a los mapas y pinturas de los indios, hallaremosque en ninguno de los auténticos que existen hay nada de lo que se busca.Citaré como ejemplo los códices Telleriano-Remense y Vaticano, publicados porKingsborough, y los anales ó pinturas históricas de Mr. Aubin, que alcanzan á1607.

Hago notar aquí esta novedad en la Carta Antiaparicionista . A lo largo de la Carta Antiaparicionista  conté los

nombres de 2 6 personajes españoles, entre historiadores, frailes y cronistas. Indígenas, cita únicamente"como ejemplo", 2 códices -de los muchos que hay-, lo que evidencia una clara tendencia españolista, pocoatenta a los documentos y anales indígenas, a los cuales incluso descalifica posteriormente.

Omite también a un importante testimonio europeo anglosajón, e l de l p i r a t a i ng lés M i les Ph i l i ps, extraídode su diario y compilado en forma de libro, el Adventures in New Spain , mencionado en el capítulo sobre ladocumentación europea.

Y si el propio García Icazbalceta muestra claro desinterés por los docum en t os i nd í genas , ¿Qué cabíaesperar de los conquistadores? éstos tampoco daban mucha validez a los papeles indígenas -más aún, losconsideraban en su mayoría muestra de la superstición indígena-, y no pocas obras de la cultura prehispánicase perdieron a manos del rigorismo cristiano español.

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El Serm ón de Bus tam ante

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

El día de la Natividad de Ntra. Sra., 8 de Septiembre de 1556, se celebró unasolemne función religiosa en la capilla de S. José, con asistencia del clero,virrey, audiencia y vecinos principales de la ciudad. Encomendándose e l s e r m ó n

á Fr . Franc isco de Bus tam ante , provincial de los franciscanos, que gozabacréditos de grande orador.

Después de haber hablado excelentemente del asunto propio del día, hizo depronto una pausa, y con muestras exteriores de encendido celo, comenzó ádeclamar contra la nueva devoción que se ha levantado sin ningún fundamento"en una ermita ó casa de Ntra. Sra. que han intitulado de Guadalupe" ,calificándola de i do lá t r i ca, y aseverando que sería mucho mejor quitarla,porque venía á destruir lo trabajado por los misioneros, quienes habíanenseñado á los indios que el culto de las imágenes no paraba en ellas, sino quese dirigía á lo que representaban, y que ahora decirles que una imagen pintadapor el indio Marcos hacía milagros, que sería gran confusión

Es t e se r m ón d e F r ay F r anc isco de Bus t am an t e es un punto muy debatido dentro de la historiografíaguadalupana.Pero desde cualquier punto de vista, constituye un testimonio de la importancia que empezaba a adquirir ladevoción guadalupana -a 20 años del milagro-, y lo expresa de este modo José Luis Guerrero:

Entre su grey (de Fray Juan de Zumárraga) sí sabemos que la nueva devoción fue acogida de muy

diferentes maneras: con apasionado entusiasmo por los indios; con simpatía por los laicos

españoles, y con acendrada desconfianza por los frailes franciscanos.

Lo sabemos porque muerto Zumárraga y dos años después de instalado su sucesor, fray Alonso de

Montúfar, el provincial franciscano Fray Francisco de Bustamante desató un escándalo mayúsculo el

martes 8 de septiembre de 1556, atacando en un sermón al que asistía el Virrey, no sólo la

devoción, como falsa y herética, sino también al propio Arzobispo que la fomentaba.

Tan serio fue el zipizape, que se inició un proceso que conservamos, y del que se concluye que:

1.- Que pese al poco o nulo aliento de la clerecía, a 25 años de las apariciones la devoción estaba

ya tan sólidamente arraigada como para provocar que todo el virreinato se ocupara de ella,

dividiéndose en pros y contras.

2.- Que alguien tan suspicaz como Montúfar - que veía herejías por todas partes- favorecía y

defendía la devoción.

3.- Que los indios le eran incondicionalmente devotos, por más que los franciscanos la combatiesen

explícitamente.

4.- Que gozaba de las simpatías del laicado español, simpatías que aumentaron como reacción a

los excesos de Bustamante.

Ahora bien, si esa devoción existía y crecía, pese a los esfuerzos del clero (y en especial de los

franciscanos), en rechazarla, se concluye que carece de base histórica la hipótesis de que el asunto

fue un fraude armado por los españoles para mejor someter a los indígenas.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

¿Pues cómo el Sr. Arzobispo, tantos testigos de vista, el pueblo entero, no

aniquilaron los cargos del predicador con sólo echarle á la cara el origen divinode la imagen, bastante para justificar aquella devoción? ¿Cómo pudieron oír sinescándalo que se atribuyese á un indio la obra maravillosa de los ángeles?¿Cómo quien tales cosas decía en un púlpito, no fué inquietado?

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Pues bien, lo cierto es que el arzobispo realizó un p r oceso p a r a ana l i za r l a acusac ión de Bus t am an t e , ysegún las Informaciones de 1556, hubo quienes se declararon en contra de la postura de Bustamante, peroninguno se declaró a favor.

Icazbalceta pregunta: ¿Cómo pudieron oir  s in escánda lo   que se atribuyese á un indio la obra maravillosa de 

los ángeles? . Cualquiera que lea las Informaciones de 1556 verá que varios testigos declararon que sí huboescándalo en la ciudad por el sermón de Bustamante... pareciera que Icazbalceta desestima o desconocedichos testimonios.

El arzobispo negó haber respaldado los milagros atribuidos a la imagen, y nadie hizo caso de la acusaciónque atribuía la autoría de la imagen al indio Marcos. Como tampoco se sabe que el indio Marcos hayaasentido en ser él el autor de la imagen. El impugnador descalifica el Acontecimiento Guadalupano pese amuchos testimonios -él solo cita 15- a favor, pero sin embargo, la sola acusación de Bustamante lo convencede que efectivamente Marcos pintó la imagen. ¿Hay algún testimonio que ratifique la autoría de Marcos, o se 

trata de la voz aislada de Bustamante? 

Este punto despertó el interés del periodista J.J. Benítez, quien en su obra El misterio de Guadalupe , formulauna pregunta bastante legítima, ¿Por qué c i t ó Bus t am an t e d i r ec t am en t e a M ar cos, hab iendo v a r ios

ind ios a r t i s t as? , ¿Qué sabía Bustamante a ese respecto?

Convencido del carácter sobrenatural de la tilma, Benítez entiende que Bustamante "sabía algo", y pone,

como hipótesis personal, que los retoques que tiene el ayate fueron realizados por el indio Marcos, y de ahí la alusión de Bustamante a Marcos en específico.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Nada se hizo contra el P. Bustamante, quien, á pesar de aquel sermón, fué otravez electo provincial en 1560 y después Comisario general.

Aquí sí se contradicen mis fuentes. Icazbalceta sostiene que "nada" se hizo contra el P. Bustamante, pero J.J.

Benítez en el libro citado, El misterio de Guadalupe , dice:

El fenomenal escándalo -que terminaría por costarle al franciscano Bustamante el destierro ytodo un "rosario" de lindezas e improperios- arrancó como consecuencia, al parecer, de otro

sermón.

Dos días antes -el 6 de septiembre de 1856- el entonces segundo obispo de México, fray Alonso de

Montúfar, sucesor de Fray Juan de Zumárraga, pronunció una fervorosa plática en la catedral,

refiriéndose al carácter milagroso de la imagen de la Guadalupana. (El sermón estaba plenamente

 justificado, ya que se trataba de la antevíspera de la fiesta titular de Nuestra Señora de Guadalupe,

que en aquellas fechas se festejaba el 8 de septiembre).

Entre otras comparaciones, Montúfar equiparó en su homilía a la Guadalupana con la imagen de laVirgen de la Antigua, venerada en la catedral de Sevilla, y "cuya pintura-dijo-se atribuye al

ministerio de los ángeles". La comparó también con la imagen de Nuestra Señora de los Remedios,

cuya efigie se venera en muchos santuarios de España; con la Virgen de los Reyes, patrona de

Sevilla, que se venera en la capilla real y que fue regalo de San Luis, rey de Francia, a San

Fernando, rey de España. Igualó también la imagen de la Virgen del Tepeyac con la de Nuestra

Señora de Montserrat, "cuyo origen prodigioso se remonta a las últimas décadas del siglo IX".

"El supernaturalismo de nuestra Guadalupana -afirmó ante cientos de fieles- es similar al de la

imagen de Nuestra Señora de la Peña de Francia".

Por último, el obispo de México la equiparó a la Virgen de Loreto, en Italia. Con todo ello quiso dar

a entender, que al igual que estas imágenes europeas tenían un origen maravilloso, otro tanto 

sucedía con la del Tepeyac .

Este es, a mi entender, un t es t im on io c lave , español. José Luis Guerrero señala también -como ya he

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expuesto-, que Montúfar defendía la misma Aparición, aunque quizá no con el mismo ardor y con la mismaprofundidad religiosa que los indígenas, primeros destinatarios del Mensaje Guadalupano. García Icazbalcetaapenas si hace mención del sermón previo de Montúfar, al que siguió el sermón antiguadalupano deBustamante. Sí menciona, en cambio, las palabras del arzobispo durante el proceso que siguió, donde elArzobispo afirmó que él "no había predicado milagro ninguno de los que decían que había hecho la dicha 

imagen de Ntra. Sra. ni hacia caso de ellos" .Y efectivamente, nada en el sermón de Montúfar hace pensar que defendiera milagros atribuidos a laGuadalupana, sino más bien a la Guadalupana misma.

Otra reflexión sobre el Sermón de Fray Francisco de Bustamante:

Existe dentro de este tema una cuestión que García Icazbalceta no considera. El antiguadalupano concentrasu argumento en el hecho de que Bustamante atribuyó la imagen al pincel de Marcos , sin dar importancia alas circunstancias que rodean al sermón de Bustamante, uno de los cuales -ya lo señalé antes- es el sermónque pronunciara antes Fray Alonso de Montúfar.

Pero García Icazbalceta no se pregunta... ¿Cuá l es e l o r igen de las acusaciones de Bus tam ante h ac ia

M o n t ú f a r ? , ¿Qué había hecho o dicho fray Alonso de Montúfar para hacerse acreedor a las denostaciones deBustamante?Historiadores como Lauro López Beltrán señalan de la hostilidad que por entonces se tenían mutuamente losfranciscanos y dominicos, y en el caso que nos ocupa, Bustamante era franciscano, mientras que Montúfarpertenecía a la orden de Santo Domingo.Es creíble, por lo tanto, que hubiera "greña" entre ambos, y de ahí el sermón de Bustamante contraMontúfar.

Pero nuevamente, ¿Por qué acusó Bustam ante a Montúfar de propagar una devoción idolátrica? 

En primer lugar, no creo que Bustamante hubiera sacado su acusación de la nada... porque sería unaca lum n ia , y fácil de refutar. Además, sería una causa un tanto rara que Bustamante, queriendo "echarlepiedras" a Montúfar, lo acusara de propagar una devoción pagana, y que eligiera -¿casualidad?- a la

Guadalupana, como la devoción culpable predicada por el arzobispo.

Y si nos remitimos al sermón previo que había dicho Montúfar, pues una conclusión más sensata es queM ont ú f a r c r e ía y de f end ía l a d i cha advocación Guada lupana; y me parece también interesante queBustamante puntualizara que la imagen "la había pintado el indio Marcos", como si alguien, -el arzobispo olos indios-, dijeran algo diferente sobre "quién" había pintado la imagen .

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Lasso de la Vega y los "Adanes dormidos"

Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

La devoción de 1556, fervorosa como todas las nuevas, fué cediendo hastadesaparecer.

Con lo cual se quiere decir que entre 1556 y 1648 (fecha en que el P. Miguel Sánchez publica su libro), la 

devoción había desaparecido . Lo cierto es que en 1 5 6 1 escribían los regidores de Atzcapozalco una carta aFelipe II, donde se consignaba la existencia del templo de Guadalupe, y se mencionaba junto a la capilla

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arzobispal de la Virgen.

En 1 5 7 1 , se llevó a cabo la batalla de Lepanto, donde la nao capitana de Andrea Doria llevó como estandartela imagen guadalupana, y en 1 5 8 2 , Miles Philips daba su testimonio del culto guadalupano en el Tepeyac.Ese testimonio se publicó hasta 1 6 0 0 , luego, en 1 6 2 2 , se inauguró el primer templo guadalupano en elTepeyac, y en 1 6 2 9 la imagen fue trasladada a la catedral, con motivo de una inundación en la cd. deMéxico. ¿Por qué se preocuparía el arzobispado de poner en sitio seguro a una imagen "de una devocióndesaparecida"?

Este detalle de la inundación revela que no solamente la devoción guadalupana no "había desaparecido", sino

que además era lo suficientemente popular en México, como para que el Arzobispo se preocupara por laimagen.

Si "había desaparecido"-, ¿De dón de la sacó e l P . Sánchez? La ermita y la imagen seguían en el Tepeyac,y el número de indígenas convertidos crecía igualmente.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Mas he aquí que el Br. Sánchez publica un libro (el primero en que se vió lahistoria de la Aparición á Juan Diego), y todo cambia como por encanto. ¿Eraque en aquel libro se relataba, apoyada con documentos auténticos éirrefragables, una historia gloriosa, hasta entonces desconocida?

Icazbalceta señala como "por encanto" el cambio que se dejó sentir tras la publicación del padre MiguelSánchez en 1648. Pero históricamente, el verdadero cambio se dio en 1531.A los indios, el p. Sánchez no les contaba nada nuevo, pues ya habían recibido el mensaje, y lo habíantestimoniado en diversos documentos (vease Documentación). El sr. Icazbalceta ignora casi por completo lostestimonios indígenas, y llega a descalificar a los testigos indios de 1666.

En sí, lo que "cambió como por encanto", fue algo señalado por Motolinía en su Historia de los indios de la 

Nueva España, trat 2, cap. 1, p. 78 , y quien escribe como " a n d u v i er o n u n o s a ñ o s m u y f r ío s " y como

después de 5 años " desper t a r on m uchos de e l los e h i c ier on i g lesias, y aho r a f r ecuen t an m ucho las

m isas cada d í a y r ec iben l os sac r am en t os devo t am en t e " .  Por esto, y por la observación de Sahagún de la afluencia al Tepeyac, el imparcial debe reconocer que algo 

pasó , que levantó a los indios de la catástrofe moral y psicológica en la que se hallaban, y les hizo abrazarcon fervor la fe cristiana. Sólo el milagro guadalupano explicaría conjuntamente este CAMBIO "como porencanto", y aparte, la afluencia al Tepeyac.

Ya lo han señalado anteriores apologistas: Icazbalceta propone que después de un "siglo de silencio" -que nisiquiera fue tal-, con la publicación de un libro -el de Sánchez-, TODO un país se "lavó el cerebro" y se tornósúbitamente devoto de la Guadalupana, y tan devoto, que hubo quienes llegaron a " a f i r m a r b a j o

 j u r am en t o lo q u e n o er a v er dad " , que fue lo que hicieron los testigos de 1666 según Icazbalceta.Esto se complica más si consideramos que entre los testigos indígenas de Cuauhtitlán había quienes no

sabían leer y quienes no hablaban español (el libro de Sánchez se publicó en español), además de que laobra de Sánchez sólo se imprimió una vez -y pocos ejemplares-, así que estaba difícil que TODO un paísleyera el dicho libro -incluidos analfabetas y monolingües del náhuatl-, y TODOS se pusieran de acuerdo enasentir cándidamente a la publicación de Sánchez.

¿Será que la población de México en 1648-1666 estaba formada sólo por piadosos supercrédulos y perjuros?

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

(El P. Sánchez) tuvo la ocurrencia de publicar al fin del libro una carta laudatoria

del L ic . Laso de la Vega , Vicario de la ermita misma de Guadalupe, en la cualel buen vicario confiesa sencillamente, que él y todos sus antecesores habían 

sido "unos Adanes dormidos que había poseído a esta Eva segunda sin saberlo" ,y á él le había cabido la suerte de. ser el "Adán despertado" , lo cual en idiomacorriente quiere decir que ni él ni todos los vicarios ó capellanes de la ermita

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habían sabido palabra del origen milagroso de la imagen que guardaban, hastaque el P. Sánchez lo había revelado.

Para estudiar el caso, se necesita saber QUé fue lo que "dio a conocer" Sánchez con su libro Im agen de la 

Virgen María Madre de Dios Guadalupe . Celebra la aparición, cierto, pero esto no era nada nuevo en 1648. Elpropio Icazbalceta lo reconoce al situar el origen de la tradición hacia los años de 1555-1556.NO. La novedad del libro de Sánchez era la idea de que la Guadalupana correspondía ni más ni menos que ala visión del apóstol San Juan, consignada en Apocalipsis 12, sobre una mujer coronada de estrellas. Así pues, con lo de "Adanes dormidos", Lasso de la Vega quería significar que no habían visto, ni caído en lacuenta, de que tenía ante sus ojos nada menos que una profecía bíblica cumplida ; hasta hoy son muchosguadalupanos los que creen esto, que podría tener un matiz de cierto , tomando en cuenta que el libro deApocalipsis, además de profético, está lleno de simbolismos y figuras.

Y en cuanto a los "Adanes dormidos", la verdad es que en cierto modo Lasso de la Vega y sus antecesores sí lo fueron, y hasta recientes fechas hemos comprendido muchas cosas sobre el Acontecimiento:En primer lugar, l a im agen est á con f ecc ionada a m odo de am ox t l i , es decir, de mensaje pictográfico, yque contiene una serie de detalles imposibles de ver para los no-iniciados , y precisamente por eso, visiblepara los indígenas pero invisible para los europeos.En segundo lugar, y para probar lo que digo, cito a José Luis Guerrero, quien ofrece algunos comentarios alrespecto:

Hubieron de pasar más de cuatro siglos para que los blancos cayéramos en la cuenta de eso,

de que la imagen de la Señora del Cielo era un mensaje, un "Códice" indígena.

Hasta ahora los blancos empezamos a darnos cuenta de la diáfana claridad con la que la Señora

del Cielo presentó sus credenciales ante sus hijos indios, usando un lenguaje preciso y

rigurosamente técnico.

Pero eso es hoy; entonces lo veían exactamente al revés: entre más fieles a sus dioses, más

infieles al único verdadero.

Sin embargo, aunque ya no pensemos así, y estemos seguros de que tales héroes del pensamiento

y cumplimiento religioso se salvaron todos...

¡Qué lejos estaba el pobre Fray Toribio Paredes de Bevanente de poder entender que eso,

precisamente eso que a él le parecía tan bello y sublime, era como sal en las llagas para los indios,

la peor y más cruel de sus llagas: la religión cristiana!

La nueva religión recibía a sus candidatos con la bofetada de que todo lo que siempre habíancreído y amado era falso, que haberlo amado y servido hasta la muerte no era un honor, sino una

culpa de la que tenían que arrepentirse y avergonzarse, culpa que todos sus antepasados estaban

pagando con eternos tormentos...

La única salvación posible era una "BUENA NUEVA" que viniera a explicarles y justificarles la

pesadilla que estaban viviendo, que les redimiera su presente y les garantizara un futuro al menos

tan digno como el que tenían antes...

Preguntémonos hoy, si podríamos nosotros aportarles ESO, con todos los recursos de que ahora

disponemos, con toda la etnografía, antropología, teología post-Vaticano II y toda la buena voluntad

que le pusiéramos...

¿Qué mente humana, pues, en el siglo XVI, bajo la desmenuzante vigilancia inquisitorial...

...pudo hacerlo tan perfecta, discreta y naturalmente como lo hizo?

Guerrero Rosado, José Luis, en Flor y Canto del Nacimiento de México 

Y de obras como la de Sahagún (Historia General...) entiende el hombre moderno el ab ism o cu l t u r a l queseparaba a conquistadores y conquistados; por eso lo de los "Adanes dormidos" no anda tan desencaminado.A propósito de Lasso de la Vega, y de su traducción del Nican Mopohua , comenta José Luis Guerrero:

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Si alguna duda pudiera quedar de su identidad, es precisamente Ipalnemohuani, Teyocoyani, Tloque 

Nahuaque e Ilhuicahua Tlatipaque , nombres estos que a los españoles les sonaban como inocuos

epítetos de poesía, y que jamás imaginaron eran nombres propios -y nombres técnicos- del Dios

Verdadero, del mismísimo de ellos, que no podían concebir que conocieran los indios.

Tan de hecho no los entendieron, que tanto Lasso de la Vega que dio el texto a la imprenta por

primera vez en 1649, como todos los traductores hasta el P. Mario Rojas Sánchez, transcriben

varios de esos nombres con minúscula, como meros adornos literarios.

Entonces, en cuanto a comprensión de la teología indígena, Lasso de la Vega seguía siendo lo suficiente"Adán dormido", como para no captar los nombres que daba el Nican Mopohua a Ométeotl, cuya Madre erala que venía como embajadora del cielo.

¿Menc iona TODO ESTO e l s incero señor Garc ía I cazba lce ta ? ¿Exhibe un mínimo de cultura indígena ensu carta? ¿Demuestra conocerla, comprenderla, o sigue una línea españolista?

Bien mirado, a García Icazbalceta no se le puede achacar culpa de varias cosas. Cuando él desarrolló suactividad antiguadalupana, no había Concilio Vaticano II, no había análisis de Callagan y Smith, ni estudioscientíficos a la imagen, como tampoco aprecio directo por parte del Vaticano , hacia la Guadalupana, aprecioque se manifestó plenamente hasta Juan Pablo II.

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La crítica del sr. García Icazbalceta

a algunos testimonios guadalupanos

Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Confirmando el aserto de Muñoz he dicho, que antes de la publicación del librodel P. Sánchez, en 1648, nadie había hablado de la Aparición. Los apologistas,conociendo la urgente necesidad de destruir tal aserto, han alegado diversosdocumentos anteriores, cuyo valor conviene examinar. El Sr. Tomel (tomo II, PP.15 y 18) los ha enumerado, dividiéndolos en probables y ciertos.

Los prob ab les son :  

l. Los autos originales formados por el Sr. Zumárraga.

2. La carta que el mismo escribió á los religiosos de su orden residentes enEuropa.

3. La Historia de la Aparición escrita por el P. Mendieta y parafraseada por D.Femando de Alva.

Los cie r to s son :  

4o. La relación de D. Antonio Valeriano.

5o. El cantar de D. Francisco Plácido, Señor de Azcapotzalco.

6o. El mapa á que se refiere Doña Juana de la Concepción en las informacionesde 1666.

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7o. El testamento de una parienta de Juan Diego.

8o. Los de Juana Martin y D. Esteban Tomelín.

9o. El de Gregoria Morales.

10o. La relación de D. Femando de Alva Ixtlilxóchitl.

11o. Los papeles que el Br. Sánchez sacó su historia de la Aparición.

12o. Unos anales que vió el P. Baltasar González en poder de un indio.

13o. La Historia de la Aparición en mexicano publicada en 1649 por el Br. Lasode la Vega.

14o. Una Historia de la Aparición que hasta 1777 se conservaba en laUniversidad de México, "cuya antigüedad remonta hasta tiempos no muydistantes del suceso".

15o. El añalejo de la Universidad citado por Bartolache.

Mirando esta lista, puedo citar algunos documentos que le faltan a Icazbalceta, como el Códice Sutro, losanales de la colección Gómez de Orozco, los anales de Chimalpaín, el diario de Miles Philips, los anales deJuan Bautista, el códice 1548, el sermón de Fray Alonso de Montúfar previo al de Bustamante, etc.

Actualmente se siguen descubriendo nuevas piezas históricas, como por ejemplo el Códice 1548 o Escalada,descubierto en 1995.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Como se advierte, la lista de documentos es bastante larga; pero la desgraciaha querido que (á excepción del número 13), ninguno se halla publicado, nisiquiera se sepa que exista en alguna parte.

Bueno, se sabe que la versión más antigua del Nican Mopohua está en la Biblioteca pública de Nueva York, yno lejos de ahí está el Códice Sutro, en el Museo Indiano de la misma ciudad.Los anales de Bartolache están en la biblioteca Boturini de la basílica de Guadalupe.Otros documentos en náhuatl, como los Cantares del indio Plácido -citado por G.I.-, y los hallados por elpadre Garibay Kintana en el repositorio de la Biblioteca Nacional, y que hacen alusión a los milagros en latraslación de la imagen de México al Tepeyac (1531), complementan los testimoniales indígenas.

Mi capítulo sobre Documentación, copiado a partir del sitio web de la Basílica de Guadalupe, proporciona elRepos i to r io de diversos testimonios históricos guadalupanos.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

El can tar de d . F ranc isco P lác ido fué dado al P. Florencia por D. Carlos deSigüenza, quien le halló entre escritos de Chimalpahin. No falta quien piense queno ha habido escritor de tal nombre.Aunque yo no me atreva á tanto, creo que la sola circunstancia de habersecantado el día que "de las casas del Sr. Obispo Zumárraga se llevó á la ermita

de Guadalupe la sagrada imagen", basta para negar la autenticidad del himno,pues no hubo tal ocasión de que se cantase.

Empecemos puntualizando que el himno de Francisco Plácido no dice "ser compuesto para la ocasión de la

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traslación de la imagen", por lo que no puede descartarse su autenticidad, por lo que otras personas afirmensobre cuándo se cantó el mismo.En su Flor y Canto del Nacim iento de México , José Luis Guerrero coloca completo el cantar, y además loanaliza finalmente, pues el himno está repleto de l engua je i nd ígena, que expresa el éxtasis de felicidad dela raza india: Ahora era Ométeotl quien venía a ellos, y no ellos quienes intentaban buscarlo a través de LASFLORES Y LOS CANTOS.Si se ha de tomar por inventado este himno, García Icazbalceta tuvo que haber pensado en un "inventor"indígena, pues ningún español hubiera podido componer un canto de ese estilo y lenguaje.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

Los pasajes citados (Del añalejo de Bartolache) son: uno del año 13 cañas,1531, que traducido al castellano dice: "Juan Diego manifestó á la amadaSeñora de Guadalupe de México: llamábase Tepeyacac".

Si el añalejo de Bartolache llegaba a 1737, la copia era, cuando menos, de esafecha, que es precisamente la de la peste que fué causa ú ocasión de la jura delpatronato de Ntra. Sra. de Guadalupe. M uy f ác il f ué añad i r en t onces en l a

cop ia es tos pasa jes , al frente de los signos correspondientes

Aquí el asunto se pone más grave, pues García Icazbalceta está acusando -sin aportar pruebas- aBartolache de haber "añadido pasajes" a los Anales encontrados en la Biblioteca de la Universidad; estoevidencia ya un antiguadalupanismo deseoso de no verse contradicho, y capaz para ello, de acusar a quienesexhiben documentos, de "añadirles pasajes".

Como atenuante para su acusación, Icazbalceta añade -justificando- "en un añalejo de pocas fojas, no 

original sino copia, concluido cuando se hallaba más exaltado el sentimiento piadoso en favor de la 

imagen..." . Para mí no es bastante ese "sentimiento piadoso", como para creer que un documento fuemanipulado con mala fe, para hacerlo pasar por probatorio, a menos que nos arriesguemos a juzgar laconciencia del sr. Bartolache.

Acusar a Bartolache tiene también sus asegunes, pues Bartolache no era especialmente entusiasta de laaparición. Su Manifiesto satisfactorio , donde informa de sus observaciones a la tilma guadalupana, carece delfervor de otros informes similares, llegando incluso a desmentir algunas afirmaciones anteriores de MiguelCabrera.

Pues no me meteré más en esto, excepto que García Icazbalceta no da pruebas de que Bartolache cometierasem e jan t e engaño a concienc ia.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

A las informaciones se agregaron dictámenes de pintores y de médicos. Losprimeros afirmaron que aquella pintura excedía á las fuerzas humanas, y lossegundos que su conservación era milagrosa.Contra aquéllos hay la declaración pública del P. Bustamante: él dijo en elpúlpito que la imagen era obra del indio Marcos y nadie le contradijo.

Aquí sí hago la vista gorda a las declaraciones de Icazbalceta, quien descalifica las conclusiones de científicosy artesanos del siglo XVIII, mientras que hoy se disponen de datos mucho más sólidos y avalados por mejortecnología, como son los análisis con rayos infrarrojos que hicieron Callagan y Smith, y los exámenes de losojos de la Guadalupana, ya célebres cuando se habla de Ella.

Pero Icazbalceta, capaz de acusar a alguien de "añadir pasajes", sin pruebas visibles, se aferraconstantemente al sermón de Bustamante, y si hemos de creer a su insistencia, parecería que el indio 

Marcos pintó la imagen porque así lo dijo Francisco de Bustamante .Nadie le contradijo -en lo que respecta a Marcos-, porque Bustamante tampoco aportó pruebas de queMarcos fuera el autor de la imagen, y una prueba excelente hubiera sido -¿por qué no?- el asentimiento del

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propio Marcos.

Añadiré un comentario más, basándome en el texto del p. Agustín de la Rosa; Icazbalceta da más crédito aun orador exaltado y libre de juramento, que a un grupo de 20 artistas y sabios que afirmaron bajo juramento y con calma profesional, que la imagen es milagrosa.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:Los colores de los indios eran muy diversos de los nuestros, y por eso no esextraño que causasen confusión a los pintores de los siglos XVII y XVIII, hastahacerles imaginar que en un solo lienzo se reunían cuatro géneros de pintura,diversos y aún opuestos entre Si: ellos no conocían ya aquella especie depintura. Esto, las ideas preconcebidas, y el respeto que infunde un concurso depersonas graves, explican bien los dictámenes de los peritos antiguos.

Lamentablemente, Icazbalceta no dispuso de los estudios hechos a los colores, pigmentos y pinturas, conrayos infrarrojos, con los cuales queda más científicamente asentado qué partes de la imagen sonmilagrosas, y qué partes NO LO SON.

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Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

No la había en el año de 1646 porque los capellanes mismos del santuario óermita la habían ignorado é ignoraban, hasta que el libro del P. Sánchez vino aabrirles los ojos. ¿Dónde, entre quienes andaba, pues, la tradición?. Tampoco esquod ab omnibus porque ninguno de los distinguidos escritores de ese período laconocían, ó á lo m enos n inguno la c r eyó d igna de ap r ec io.

Y a mi entender, en parte sucedió fue lo último: No la creyeron digna de aprecio, a tal punto que Sahagún lacalifica de "idólatra", mientras que notaba la interesante concurrencia de los indios al Tepeyac.

¿No pa r ece , po r l o t an t o , qu e l a Guada lupana no s ign i f i caba m ucho pa r a l os españo les, pe r o s í pa r a

los i nd ios?

Aquí Icazbalceta pregunta: ¿Dónde, entre quienes andaba, pues, la t radición? , parece que se olvida de queen el num. 68 de su carta afirma que los indios que declararon en 1666 "conocían la tradición por susantepasados".¿Entre quienes andaba la tradición?, pues usted lo dice, sr. Icazbalceta: Entre los indígenas, quienes lohabían recibido de sus antepasados.

* * * * * * * * * * * * * * *

Icazbalceta hace algunos comentarios al texto del Nican Mopohua , en aspecto crítico, aunque -hay queseñalar-, no toma en cuenta l a m en t a l i dad i nd í gena y su com por t am ien t o consecuen t e . Poco rigorcultural hay en éstos comentarios de Icazbalceta.

Y á poco para no encontrarse con la Virgen y evitar una reconvención, toma otrocamino: esto no es candidez sino ignorancia absoluta de la religión que habíaabrazado.

¿Qué idea tenía de la Sma. Virgen el buen Juan Diego, cuando con esta puerilestratagema pensaba excusarse de ser visto por la Soberana Señora?,

Comenta José Luis Guerrero sobre ésto:

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Fijémonos en el frescamente ingenuo sabor de autenticidad que este episodio confiere al relato,

hasta aquí acentuado de sobrenaturalidad: Juan Diego se considera sólo un enviado, su trato con la

Madre de Ometéotl no lo ha convertido en un "influyente" y ni siquiera se le ocurre ir a pedirle un 

milagro ; muy al contrario, no sólo deja de acudir a la cita por buscar al médico, sino que intenta

escondérsele puesto que no puede atenderla por ir a llamar al sacerdote, con un gesto típico de lacortesía india, que aborrece decir que no, y, cuando no puede conceder algo, busca otros medios

que no sean la negativa directa. (Cosa que inconcientemente seguimos haciendo los mexicanos,

para asombro -y a veces fastidio- de los extranjeros.). Pero su estratagema no vale, pues la Señora

le sale al paso. El, apenado, trata de disculparse con palabras de espontaneidad y candor

exquisitos:

"<<-Mi Jovencita, Hija mía la más pequeña, Niña mía, ojalá que estés contenta; ¿cómoamaneciste? ¿Acaso sientes bien tu amado cuerpecito, Señora mía, Niña mía. Con penaangustiaré tu rostro, tu corazón: te hago saber, Muchachita mía, que está muy grave unservidor tuyo, tío mío. Una gran enfermedad se la ha asentado, seguro que pronto va a morirde ella. Y ahora iré de prisa a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados deNuestro Señor, de nuestros Sacerdotes, para que vaya a confesarlo y a prepararlo, porque enrealidad para ello nacimos, los que vinimos a esperar el trabajo de nuestra muerte. Mas, sivoy a llevarlo a efecto, luego aquí otra vez volveré para ir a llevar tu aliento, tu palabra,Señora, Jovencita mía. Te ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porquecon ello no engaño, Hija mía la menor, Niña mía, mañana sin falta vendré a toda prisa.>>" ( ).

Posiblemente bastarían esas palabras para demostrar que ese relato jamás pudo ser, como se hadicho, una ficción española para convertir a los indios. Nunca un español hubiera orado así:

Conservamos bastantes oraciones en náhuatl, hechas por ellos para el uso de los indios, y ninguna

siquiera se aproxima a ese tono de frescura e inocencia tan infantiles y tan amorosas, y en el cual,

sin embargo, todo mexicano, de entonces o de ahora, reconocería su forma de hablar con su Madre

del Cielo. Igualmente, la respuesta que merecen sus palabras es arquetípica de la refinadísima

cortesanía náhuatl.

Significa, por lo tanto, que no tiene nada de extraño, y sí mucho de lógico, el que Juan Diego intentaraevadir de algún modo la visión de la Señora, preocupado por algo tan urgente como era la enfermedad de su

tío.

Es el problema con García Icazbalceta: ¿Espe r a r ía qu e un i nd io de l s ig lo XVI se com por t e com o un

b lanco de l s ig lo XI X?.

* * * * * * * * * * * * * * *

Texto de la Carta  de Joaquín García Icazbalceta:

La última vez que Juan Diego se presentó al Sr. Obispo llevó las credenciales desu embajada, que eran las rosas solamente, según unos, y esas y otras floressegún otros. Cie r t am en t e que l a seña no e r a pa r a c r e ída . Se hace consistir lomaravilloso del caso en que el indio hallara las flores en la estación del inviernoy que estuviera en la cumbre de un cerro estéril. Lo primero nada tenía departicular, porque los indios eran muy aficionados a las flores y las cogían entodo tiempo. Vemos hoy que no hay mes del año en que no se vendan enMéxico ramilletes de flores á precio ínfimo. La segunda circunstancia no leconstaba al Sr. Zumárraga;no sabía en qué lugar se habían cortado aquellasflores, que b ien pod í an p r oven i r de una ch inam pa .

Esto merece comentarios detallados. Vaya que la señal de las rosas era de por sí peculiar, aunqueIcazbalceta no esté de acuerdo.Señala al respecto J.J. Benítez:

Según el texto del Nican Mopohua , "la cumbre del cerrito no era lugar donde se dieran ningunas

flores, sólo abundan los riscos, abrojos, espinas, nopales, mezquites, y si acaso algunas hierbecillas

que se solían dar, entonces era el mes de diciembre, en que todo lo come, lo destruye el hielo".

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A pesar de todo, la tradición nos cuenta que Juan Diego abrió su ayate, y "rosas de Castilla" y otras

flores aparecieron ante los atónitos ojos de fray Juan de Zumárraga y de cuantos estaban con él.

Después de preguntar a los especialistas Teófilo Herrera, director del Departamento de Botánica, y

Ermilo Quero, responsable del Jardín Botánico, ambos dependientes de la UNAM, así como al

director del Herbolario del IPN de México, sr. Rendowsky, sólo pude llegar a una conclusión: era 

muy difícil, -si no imposible-, que en el mes de diciembre pudieran florecer de forma natural, rosas 

en el Tepeyac.

Esto corresponde a la primera impugnación, que los indios recogían flores todo el tiempo ; porqueciertamenteno las podían recoger en el Tepeyac, y menos en diciembre.

* * * * * * * * * * * * * * *

Conclusiones

Pero si la historia de la Aparición no tiene fundamento histórico, ¿de dóndevino? ¿La inventó por completo Sánchez? No lo creo. Algo halló que le diera pie

para su libro. Tal vez llegó a sus manos una relación mexicana, á que añadiríanuevas circunstancias como acostumbraban los escritores gerundianos.

Con este comentario, Icazbalceta da a entender que en su opinión, la historia de las Apariciones data de1648, con el libro del p. Sánchez, y NO desde 1550-56, con la aparición del Nican Mopohua .

El p. Agustín de la Rosa, quien escribió una crítica a la Carta de Icazbalceta, hace notar lo siguiente:En el número 68 de su carta, Icazbalceta remonta el inicio de la tradición guadalupana "en los años de 1555-1556", pero en el num. 59 resulta que "no había tal tradición" en 1648 cuando salió el libro de Sánchez. Enel num. 59 pregunta con tono escéptico entre quiénes anduvo la tradición en el intervalo 1531-1648, pero enel número 68 se contesta a sí mismo, reconociendo que los indios testigos en las Informaciones de 1666

conocían la tradición "por sus antepasados".

Antiguadalupanos más modernos han reconocido -por no quedarles otro remedio-, que la tradiciónguadalupana se remonta al Nican Mopohua , y no a Miguel Sánchez, y a quien tienen que acusar de"inventar" el asunto, es a An t on io Va ler i ano , personaje que Icazbalceta menciona poco a lo largo de suCarta, atribuyéndole la composición del Nican Mopohua  como de una "drama".

* * * * * * * * * * * * * * *

Católico soy; aunque no bueno, Ilmo. Sr., y devoto en cuanto puedo, de laSantísima Virgen; á nadie querría quitar esta devoción: la imagen de Guadalupe

será siempre la más antigua, devota y respetable de México. Si contra miintención, por pura ignorancia, se me hubiese escapado alguna palabra o frasemal sonante, desde ahora la doy por no escrita.

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Quede claro que en lo personal simpatizo con la actitud de Icazbalceta, aunque señalo también de pasoalgunas que evidentemente son FALTAS SUYAS, tales como ignorar dentro de su Carta la cultura y lamentalidad indígena, y como acusar a un testigo de "añadir pasajes" a un añalejo encontrado, y que -malopara la causa de Icazbalceta-, sería testimonio del milagro guadalupano.

Y otras FALTAS no son suyas, sino de SUS circunstancias, y de las cuales no se le puede culpar, como es elno contar con los estudios modernos hechos a la imagen, tanto a los ojos de la Virgen, como a los estudiosde la tilma y de los colores que tiene "impresos", con rayos infrarrojos.

* * * * * * * * * * * * * * *

De todo corazón quisiera yo que (un milagro) tan honorífico para nuestra patriafuera cierto, pero no lo encuentro así; y si estamos obligados a creer y pregonarlos milagros verdaderos, también nos está prohibido divulgar y sostener losfalsos. Cuando no se admita que el de la Aparición de Ntra. Sra.de Guadalupe(como se cuenta), es de estos últimos, a lo menos, no podrá negarse que estásujeto a gravísimas objeciones.

Efectivamente, reconozco que hay GRAVES objecciones al suceso Guadalupano como se cuenta -digamos- enel Nican Mopohua , pero me parecen todavía más "graves" -si se me permite esta palabra-, los e lem en t os

que hacen pensar en la veracidad del milagro guadalupano.Personalmente, no pondría mis manos en el fuego por el Nican Mopohua , y creo, igualmente, que muchosdetalles del mismo son, o bien subjetivos, o bien agregados como complemento , pero incluso estos últimos,basados antes que nada en la Religiosidad y Sociología del Indígena, factores casi inexistentes en la Carta 

Antiaparicionista que hemos analizado.

Quiero ser honesto al investigar, y por lo mismo, para que mi Investigación NO SEA UNILATERAL, incluyo lasobjecciones antiguadalupanas, para así tomar en cuenta tanto a quienes defienden la Aparición, como aquienes la niegan.

Me interesan también otros puntos a tomar en cuentasobre Joaquín García Icazbalceta y su Carta , por lo que eltema...... continúa en ( Apénd ices sob r e l a Car ta  y ac t i t ud de l

s r . Garc ía I cazba lce ta )

donde se revisarán los siguientes tópicos:

- No t as sob r e l a Car ta  an t iapa r i c ion i st a y l as

respues tas que rec ib ió .

- Ret rac tac ión de Garc ía I cazba lce ta .

* * * * * * * * * * * * * * *

.

Bib l iogra f ía :

BARTOLACHE Y DíAZ DE POSADAS José Ignacio, Manifiesto satisfactorio u Opúsculo guadalupano, en Testimonios Históricos Guadalupanos 

BENÍTEZ, Juan José, El Misterio de la Virgen de Guadalupe, Edit. Planeta (Barcelona), 1a. Ed. 1982

DE LA ROSA Agustín, Defensa de la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe y refutación de la carta en la que la impugna un historiógrafo deMéxico, en Testimonios Históricos Guadalupanos 

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GARCÍA ICAZBALCETA Joaquín, Carta acerca del origen de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, en Testimonios Históricos Guadalupanos 

GUERRERO ROSADO José Luis, El Nican Mopohua, un Intento de Exégesis, Edición digital de la Basílica de Guadalupe, enwww.virgendeguadalupe.org.mx

GUERRERO ROSADO José Luis, Flor y Canto del Nacimiento de México, Edit. Librería Parroquial de Clavería, 5a. Ed. 1992

SáNCHEZ FLORES Ramón, La Virgen de la Patria, Edit. Imagen Pública y Corporativa S.A. de C.V. 1996

TORRE VILLAR, Ernesto de la, y NAVARRO DE ANDA Ramiro, Testimonios Históricos Guadalupanos, Fondo de Cultura Económica, 1a. Ed. 2a.Reimpresión, 2004

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. Investigación Documental sobre la Virgen de Guadalupe  .

 Apéndices sobre las Objecciones y Actitud

de Joaquín García Icazbalceta con respecto al sucesoguadalupano

Respuestas a la Carta de García Icazbalceta sobre la Aparición de N.S. de Guadalupe

Apéndices a comentar:

-Circunstancias en las que se publicó la Carta de Icazbalceta, su difusión y popularidad.

-Las respuestas que se han dado a la Carta de Icazbalceta, desde 1892 hasta hoy día.

-Porque Roma locuta, causa finita , Icazbalceta declara improcedentes sus objecciones

históricas

APéNDI CE I

Notas sobre la Carta  de Joaquín García Icazbalceta

Fue en el libro La Virgen de la Patria , de Ramón Sánchez Flores, donde por primera vez me enteré de queel historiador mexicano Joaquín García Icazbalceta -de notoria competencia y autoridad en asuntoshistóricos de México- había negado la aparición guadalupana.

Pero no encontré su Carta acerca del Origen de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe , sino hasta elinicio de esta investigación. Desde entonces, aparte de manifestar mi desacuerdo con algunos puntos delhistoriador, he hecho algunas observaciones sobre su Carta , y el uso que se le ha dado.

TODOS los antiaparicionistas que he leído, citan invariablemente a Icazbalceta y su Carta , ya sea directa oindirectamente, total o parcialmente.Para muchos antiguadalupanos, la Carta de Icazbalceta representa una r e fu tac ión conv i ncen te y

de f i n i t i va de las apariciones guadalupanas, y valiéndose de la autoridad y eminencia de D. Joaquín, venderrumbado el "mito guadalupano" con la sola presentación de esta Carta .

La primera vez que leí la Carta , quedé completamente apabullado, y por unos minutos consideré alguadalupanismo como causa perdida: "No hay más qué decir, está todo muy claro. Icazbalceta ha 

desmentido por completo el asunto, y no puedo seguir en ésto" , me dije.

Pero casi de inmediato, la sangre fría sustituyó a mi momentáneo susto, y pensando con objetividad decidí:-Que si de verdad hubiera Refutación del Milagro, habría muchos menos guadalupanos de los que hay.

-Que habría respuestas al sr. Icazbalceta, pues menospreciaría yo a la devoción guadalupana si supusieraque NADIE, en más de un siglo, ha respondido a los planteamientos de Icazbalceta.-Que sólo me asustaba por ignorancia en el tema; y que estudiándolo podría yo encarar y analizar lasimpugnaciones de Icazbalceta.

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Cóm o se pub l i có la Car ta  de I cazba lceta :

Leyendo la Carta , me encontré con algunas palabras interesantes de Icazbalceta, quien pide al arzobispoLabastida y Dávalos que considere privado el documento, y que no se publique ni pase a manos deterceros.Entonces... ¿Cómo se publicó su Carta ?. Hay reveladores datos al respecto, como los que proporcionaAlfonso Junco en su ilustre obra El milagro de las rosas , de la que citaré algunos párrafos:

En prosa fuerte, limpia y concisa, agrupa, mejorándolas, las objeciones de Muñoz y deMier, y alarga la lista de silencios. El no haber visto personalmente documentoscontemporáneos originales que hablaran con toda claridad de la aparición, hizo granfuerza en el espíritu de Icazbalceta, singularmente docto en papeles españoles delsiglo XVI. Yo creo que esto decidió la convicción del ilustre escritor, y lo llevó luego apaliar o desestimar los hechos y testimonios que se oponían a su convicción,aventurándose, para explicarlos, en conjeturas notoriamente débiles.Quien , s in p reparac ión par t i cu la r , l ee la ca r ta de don Joaqu ín Garc ía

I cazba lceta , l a encuen t ra m ag is t ra l y conc luyen t e . Pero cuando se ha

pro fu nd izado de veras en los estud ios guada lupanos y se han analizado puntopor punto las cuestiones, asombra -dada la competencia de su autor- la cantidad deerrores, omisiones y deficiencias que hay en la carta, acaso explicables por la menor

acuciosidad que se pone en lo que no se dedica a la publicidad.

Es una cantinela de tozuda motononía. No da para más la cultura histórica de esosantiguadalupanos: vuelven y vuelven a publicar y repartir -en ediciones fraudulentas ysin sacar el rostro- la carta de don Joaquín García Icazbalceta.

Cuando don Joaquín García Icazbalceta -católico de intachable probidad- escribió en1883 su carta confidencial al arzobispo Labastida y la comunicó reservadamente aunos cuantos amigos eruditos, el canónico don Vicente de Paula Andrade olfateó elasunto,. extrajo subrepticiamente una copia, la desfiguró un poco, y la vertió al latín,publicándola anónima bajo el título de Exquisitio Histor ica .

Entonces, un sabio y benemérito guadalupano, don Fortino Hipólito Vera, publicó enQuerétaro, el año de 1892, su "Contestación histórico-crítica en defensa de lamaravillosa aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe, al anónimo intituladoExquisitio Histor ica ", traduciendo al castellano la impugnación y poniéndole, párrafopor párrafo, la respuesta correspondiente. Y Andrade se apresuró a cometer el fraudede editar separadamente la traducción española del señor Vera, cercenándole lascontestaciones respectivas, bajo este título:"Exquisitio Historica. Anónimo escrito en latín sobre las apariciones de la B.V.M. deGuadalupe. Traducido al español por Fortino Hipólito Vera, socio de número de laSociedad de Geografía y Estadística, honorario de otras sociedades científicas yliterarias. Segunda edición. Jalpa. Tipografía de Talonia, 1893".En 1896 se publicó por primera vez, sin nombre de editor ni pie de imprenta, el texto

original de la famosa carta de Icazbalceta. Hiciéronlo personas de su amistad, queviolaron así el secreto que en ellas había depositado el autor -muerto en 1894- ypisotearon su categórica y reiterada voluntad, expresa en la misma carta, de que éstanunca se hiciese pública.

La refutó al punto, históricamente, el sabio canónigo y nahuatlato don Agustín de laRosa. Se han sucedido, de entonces acá, esclarecimientos, réplicas, hallazgos depapeles y singularmente el sobrio y macizo estudio de don Primo Feliciano Velázquez,en que, punto por punto, con gran respeto, ecuanimidad y madurez, analiza ycontesta las observaciones de la carta, en dos capítulos de su libro La Aparición de 

Santa María de Guadalupe  (Méjico, 1931), que deben estudiar los que quieranocuparse lealmente en estas cuestiones.

Hay también, el breve libro Prim er siglo gu adalupano (Méjico 1931), en que el p.Jesús García Gutiérrez se concreta a enumerar, con crítica exigente, la documentaciónde 1531 a 1648, o sea el largo periodo inicial en que entendía Icazbalceta que nohabía documentación. Ello era la base de su sentir sobre la no historicidad delprodigio. Demostrado con evidencia, que no existe la base, cae naturalmente el

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edificio de la carta.

Carece, pues, de seriedad científica, ponderar las excelencias de la epístola paratenerla por irrefutable y concluyente. Es un escrito que descuella, como todos los desu autor, por el orden, la concisión, la fuerza, el estilo; imp r esi ona g randem en te a

qu ien no se ha espec ial i zado en la cuest ión ; pe ro p ara qu ienes la conocen y

están a l d ía , r esu lt a v i s i bl emen te e r r óneo y superado

JUNCO, ALFONSO, El Milagro de las Rosas , Colección Figuras y Episodios de la Historia de México. Editorial Jus,

1958

El libro de Junco me confirmó en mi postura. Me había quedado boquiabierto con la argumentación deIcazbalceta, y Junco señala que eso es natural en quien carece de preparación suficiente. (¡Si hasta mequedé boquiabierto con la mucho más débil argumentación de Daniel Sapia!).

Y no sólo yo. El personal de porlaverdad.us, junto con su publicación digital de la Carta de Icazbalceta,añade el comentario de que ésta "convencerá a cualquier persona sincera". El académico González deMendoza admite que la Carta  le pareció contundente, antes de leer a Junco.Y es muy posible que entre los creyentes guadalupanos, muchos hayan dejado de serlo leyendo la Carta de

García Icazbalceta, que por cierto también ha sido muy difundida por protestantes.

El t ex t o de I cazbal ceta en I n te rne t :

Para cuando leía yo las réplicas a Icazbalceta, ya me había interesado una de mis observaciones:La Carta de Icazbalceta ha gozado de amplia difusión en Internet, por lo menos 9 s i t i o s w e b reproducencompleta y sin editar la dicha Carta , y encontré 1 que lo hace parcialmente:

Sitios de Internet que reproducen la Carta de Icazbalceta: - T o d o s l os s i t i o s e x i s t e n a l m o m e n t o d e s e r p u b l i c ad a e s t a I n v e s t i g ac i ón -

http://www.inep.org/content/view/3236/44/ (requiere r egistro)

http://www.proyectoguadalupe.com/documentos/carta_icazbalceta.html

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01394942099359738534802/p0000001.htm#I_0_

http://www.sectas.org/Catalogo/textocompleto.htm

http://porlaverdad.net/CartdeGarcIcazbalceta.htm

http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php?t=14742

http://biblioteca.redescolar.ilce.edu.mx/sites/fondo2000/vol2/02/htm/sec_3.htm

EN PDF: www.atrio.org/ICAZBALCETA.pdf 

EN ZI P: http://www.graciasoberana.com/archivos/sobreestapiedra/articulos/juandiego.rar

Fragm entos en :

http://copernico.mty.itesm.mx/phronesis/archi_txt/guadalupe.txt

Se ci ta a l a Car ta  , pe ro no l as respues tas a l a m i sma :

Lo que me consternó, fue que no encontré similar difusión de las RESPUESTAS a Icazbalceta. He leídomuchos artículos y algunos libros antiguadalupanos modernos, y no he encontrado ninguno que al menosmencione el texto del p. Agustín de la Rosa. En la publicación de la Carta , en 1896, aparece una notaprevia de los editores de la misma. En esta nota mencionan la respuesta que dio Fortino Hipólito Vera aIcazbalceta, pero para descalificarla, llamándola "pretendida" e "insertada en un abultado e indigestovolumen".

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El mismo año de 1896 en que se publicó la Carta de Icazbalceta, el obispo de Tamaulipas, Mons. EduardoSánchez Camacho, ya célebre por sus ideas antiguadalupanas, redactó una carta a los editores de El 

Universal , donde elogia la Carta de Icazbalceta, al tiempo que menciona y descalifica una respuesta emitidapor el periodista Trinidad Sánchez Santos. De De la Rosa y Vera no dice ni una palabra.

Y a mí me parece justo y necesario que as í como se da t an to peso y d i f us ión a l a Car ta  de

I cazbal ceta , se dé e l m i smo v a l or y voz a qu i enes l e r espond ie ron, pues leyéndolos se da uno cuentade los errores que cometió el sr. Icazbalceta en su Carta , y cómo es una falacia sostener que Icazbalcetadio el jaque mate a la creencia guadalupana.

En esa línea, y para hacer justicia a los apologistas que en su momento respondieron al historiador, me hedado a la tarea de localizar, estudiar y copiar, algunas de las respuestas que en su momento se dieron a laCarta de Icazbalceta.

APéNDI CE I I .

Las respuestas a la Carta  Antiaparicionista de D. Joaquín García Icazbalceta

Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda, hablan de "muchos contradictores" de Icazbalceta(Testimonios Históricos Guadalupanos , Preliminar, p. 17). Edmundo O´Gorman, en su Destierro de 

sombras..., p. 276, en las efemérides correspondientes a 1896 dice "Son innumerables las "defensas" de la 

aparición motivadas por la Carta de García Icazbalceta publicadas a partir de ese año y durante lo que va 

de este siglo" . Yo hablaré concretamente de las respuestas que conozco.

La primera de la que tengo noticia es la que dio en 1892 el importante guadalupano D. Fortino Hipólito

Vera, quien respondía no a la Carta como la conocemos hoy, sino a la publicación en latín queanónimamente publicó en 1890 el canónigo Vicente de Paula Andrade. Se trata de la Contestación histórico 

crítica en defensa de la maravillosa aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe, al anónimo intitulado 

Exquisitio Historica y a otro anónimo también que se dice Libro de Sensación , Querétaro, Impresión de laEscuela de Artes, Calle Nueva núm. 10, 1892. Lamentablemente no puedo poner este texto a disposición demis lectores, porque es un volumen bastante grueso, con 219 capítulos distribuidos en casi 700 páginas.Tampoco me fue factible fotocopiarlo, porque la regla del archivo en el que la ubiqué no permite fotocopiarlibros anteriores a 1900.No obstante, conozco la línea de respuesta que dio Vera a Icazbalceta, y la aprovecharé, tal vez incompleta(es una refutación extensa), pero espero que fructíferamente.

Otra respuesta directa y concisa a la Carta antiaparicionista, es la que dio el padre Agustín de la Rosa, ensu

Defensa de la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe y refutación de la carta en la que la impugna un historiógrafo de México , Imprenta de Luis G. González, Guadalajara, 1896. Publicada también en el yacitado Testim onios Históricos Guadalupanos .

Hay otra respuesta a la Carta en general, muy potente, por parte de don Primo Feliciano Velázquez, quedesarrolla en tres capítulos (16, 17 y 18), de su obra La Aparición de Santa María de Guadalupe , Edit. JUS,1931.

Una respuesta la dio el p. Jesús García Gutiérrez en Juicio crítico a la Carta de D. Joaquín García Icazbalceta 

y fuentes históricas de la misma , obra de 33 páginas publicada en 1931.Ya comenté que en su carta fechada el 2 de Agosto de 1896, el obispo de Tamaulipas Sánchez Camachohabla de una respuesta que dio el ilustre periodista Trinidad Sánchez Santos.Sobre Icazbalceta comentan también Alfonso Junco, en El Milagro de las Rosas , José Bravo Ugarte, en

Cuestiones Históricas Guadalupanas , Joel Romero Salinas, en Juan Diego, su peregrinar a los altares , elprofr. Ramón Sánchez Flores analiza el método histórico de Icazbalceta en el IV Encuentro Guadalupano, en1979, y en su libro Primer Siglo Guadalupano , Jesús García Gutiérrez enlista y analiza una serie dedocumentos históricos que precisamente responden al "siglo de silencio" del que tanto habla Icazbalceta ensu carta.

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xDomini -Respuestas a la Carta de García Icazbalceta-

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Hubo más respuestas todavía: la de Juan Luis Tercero, La causa guadalupana. Los últimos veinte años 

(1875-1895) con el final de la coronación de la celeste Imagen del Tepeyac. Apéndice sobre la carta 

antiguadalupana del Sr. García Icazbalceta , Victoria, Impresión del Gobierno del Estado, 1896. EstebanAntícoli respondió en Histor ia de la aparición de la Sm a. Virgen María de Guadalupe en México; desde el 

año de 1531 a 1895 , México, la europea, 1897, también el obispo de Yucatán D. Crescencio Carrillo yAncona en Don Joaquín García Icazbalceta y la historia guadalupana , Mérida, Impr. Gamboa Guzmán, 1896.Entre los contestadores del siglo XX contamos a Eduardo Iglesias, quien colaboró con el p. García Gutiérrezen el Juicio crítico de la carta de D. Joaquín García Icazbalceta y fuentes históricas de la misma , y en fin, aquienes han aclarado algunos puntos específicos mencionados en la carta de Icazbalceta, como Antonio

Pompa y Pompa, Lauro López Beltrán y Fidel de Jesús Chauvet.

Me resultaría imposible publicar todas las respuestas a Icazbalceta, porque presumo que habrá mas, de lascuales yo no tengo noticia, y por ejemplo, la Contestación histórico-crítica de Fortino Hipólito Vera, resultademasiado extensa y tal vez pesada para el lector. Las que sí publico son las siguientes:

Defensa de la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe , por Agustín de la Rosa

El Método Histórico de Joaquín García Icazbalceta , por Ramón Sánchez Flores

El Preju icio de un Gran Historiador , por José Bravo Ugarte

Capítulos 16, 17 y 18 de La Aparición de Santa María de Guadalupe , de Primo Feliciano Velázquez

A los cuales se puede acceder también desde el índice de la Investigación.

A Pé N DI CE I I I .

Retractación de García Icazbalceta segúnuna Carta escrita por él en 1888

Revisando la abundante información que había reunido para mi investigación guadalupana, encontré -norecuerdo dónde-, una débil sugerencia, según la cual, Joaquín García Icazbalceta se había retractado de suCarta Antiaparicionista , poco antes de morir.

La posiblidad de dicha retractación era interesante, pero no se me ocurrió dónde podía investigar con másdetalle el asunto.Pero cuando se trató de estudiar el Nican Mopohua , decidí consultar una obra dedicada a ese tema que yahabía visto yo citada con anterioridad, el libro llamado El Nican Mopohua: Un intento de exégesis , por Mons.José Luis Guerrero R.

Revisando su libro (del que consulté la versión digital), vi un archivo de Word llamado "RETRACTA.doc", ydecidí abrirlo, por mera curiosidad.

Y mi sorpresa fue considerable, cuando vi que justamente en ese capítulo, Guerrero proporcionaba datossobre la retractación de G. Icazbalceta, información de la que expondré un extracto:

Erró muchísimo el Sr. Icazbalceta: es la primera, cuya demostración con más de cien argumentos se haceen ese gran libro del Sr. Vera (Contestación histórico-crítica en defensa de la Maravillosa Aparición de la 

Santísima Virgen de Guadalupe al anónimo intitulado Exquisitio Histórica ).Segunda parte: Pero e l Sr . I cazba lceta com o buen ca tó l i co sab ía dec ir con la hu m i ldad y la

obed ienc ia del v e rdadero sab io : Rom a locu t a , causa f i n i t a  : Ha hab lado Roma, asun t o conc lu ido . 

Tanto, pues, como aborrecemos el error de nuestro sabio hermano, le amamos á él. ¡Dios le dé su gloria!Demostremos esta segunda parte.

¿Y dónde consta tan hermosa nueva como es esa de que el Sr. Icazbalceta abjuró posteriormente suserrores anti-guadalupanos? Tan feliz nueva la debemos al I lm o . Pasto r de Yuca tán Sr . Car r i l l o y

Ancona, consignada en su reciente carta al Sr. Arzobispo de México, carta que luego vamos á insertar casi

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en su integridad a beneficio de quienes no la hubiera leído en El Tiempo . (Diario de México, número del 20de agosto de 1896.) Dice así:

"Ilmo. y Rmo. Sr. Arzobispo Dr. D. Próspero María Alarcón.- México.- Mérida, Yucatán, Agosto12 de 1896.

"Como es de gran peso y autoridad el nombre de mi inolvidable amigo el finado Sr. Don

Joaquín García I cazbalceta , en asuntos históricos y religiosos de México, por lacircunstancia de haber sido el más diligente de nuestros bibliógrafos, á la vez que unfervoroso católico; con gran placer y saña impía han publicado en estos días los periódicosanticatólicos una Carta inédita de aquel señor, dirigida hace más de doce años, en (129) elmes de Octubre de 1883, al Predecesor de V. S. I. de grata memoria, Ilmo. Sr. Dr. DonPelagio Antonio de Labastida y Dávalos, con ocasión de la censura de un libro sobre historiaguadalupana.

Y digo, con gran placer y saña impía de los periódicos anticatólicos, porque esa Carta es nadamenos que una disertación histórica contra el milagro de la Aparición de Nuestra Señora deGuadalupe, que nunca quiso empero el autor que se publicara, que no quería escribir, y queuna vez escrita ni aun quería que se viera, pues le dice así al Ilmo. Sr. Labastida: "Me

manda V. S. I. que le dé mi opinión acerca de un manuscrito que se ha servido enviarmeintitulado: "Santa María de Guadalupe en México, etc."...."Quiere también, V. S. I., que juzgue yo esta obra únicamente bajo el aspecto histórico; y así tendría que ser de todosmodos, pues no estando yo instruido en ciencias eclesiásticas, sería temeridad que calificarael escrito en lo que tiene de teológico y canónico.... Quiero hacer constar que en virtud delsuperior y repetido precepto de V. S. I., falto á mi firme resolución de no escribir jamás unalínea tocante á este asunto, del cual he huído cuidadosamente en todos mis escritos.Presupongo, desde luego, que al hacerme V. S. I. su pregunta, me deja entera libertad pararesponder según mi conciencia, por no tratarse de un asunto de fe; que si se tratara, ni V. S.I. me pediría parecer, ni yo podría darle....Por supuesto que no niego la posibilidad y realidadde los milagros: el que estableció las leyes, bien puede suspenderlas o derogarlas....Pero siestamos obligados á creer y pregonar los milagros verdaderos, también nos está prohibidodivulgar y sostener los falsos.... Si he escrito aquí acerca de ella (de la historia de la

Aparición Guadalupana); ha sido por obediencia al precepto de V. S. I. Le ruego, por lomismo, con todo el encarecimiento que puedo, que este escrito, hijo de la obediencia, no sepresente á otros ojos ni pase á otras manos: así me lo ha prometido V. S. I."

(130) "Si, pues, la prudencia y justos temores del autor no le permitieron publicar su cartaantes de que la Santa Sede hubiese reprendido al Ilmo. Sr. Obispo de Tamaulipas Dr. DonEduardo Sánchez Camacho, por su modo de obrar y hablar contra el milagro ó milagros de laaparición de Nuestra Señora de Guadalupe, y antes de que en lugar de enmendar o prohibirel rezo respectivo del Breviario, como hubieran querido los antiaparicionistas, más bien loconfirmó, lo amplió y hasta decretó la Coronación de la sagrada imagen como aparecida;mucho menos la hubiera publicado después de todo esto, como de una manera tan contrariaá su voluntad expresa, se ha hecho ahora por la prensa liberal, aprovechándose del sensible

fallecimiento de aquel buen católico y notable sabio.

"Como tal sabio y buen cristiano, bien sabía el Sr. Icazbalceta que de los hombres es elerrar, y por tanto, que si él creía tener razones para negar la certidumbre histórica de lamilagrosa Aparición, no por eso negaba ni la posibilidad del milagro ni la autoridad de laIglesia para resolver la cuestión, una vez profundamente estudiada por ella misma, lamateria. Por eso, refiriéndose él mismo a cuestiones semejantes, dice así: "La admirablecredulidad de la época (siglo XVII), junta con una piedad extraviada, hasta admitir, desdeluego, cuanto parecía redundar en gloria de Dios, sin advertir, como muchos no adviertenhoy, que á la verdad suma no se da honra con la falsedad y el error. Los pergaminos de latorre Turpiana y los plomos del Sacromonte de Granada, alcanzaron tal crédito, que pasó unsiglo en disputas, antes que la Santa Sede los condenase." Y en el núm. 69, añade: "sabrá V.

S. I. si no se han corregido (por la Santa Sede) muchas veces los Breviarios, y si alguna nose ha prohibido, después de mejor examen, una misa ya concedida de mucho tiempo atrás."

"Ahora bien, la Santa Sede, no solamente no ha pro- (131) hibido ni condenado después derepetidos y profundos estudios, el milagro Guadalupano, sino que en las postrimerías de estesiglo de luces, lo ha declarado y lo ha confirmado y lo ha realzado sobre toda ponderación;

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luego ya el nombre del Sr. Icazbalceta, que es de tanto peso y autoridad, no está de partede los enemigos de Nuestra Señora de Guadalupe aparecida, por más que éstos se armen dela aludida Carta.

"Después de la reprensión hecha por la Santa Sede al Ilmo. Sr. Obispo de Tamaulipas,publiqué en 1888 mi Opúsculo intitulado: Carta de actualidad sobre el milagro de la Aparición 

Guadalupana en 1 531 "..................................."Envié ejemplares del Opúsculo al Sr.Icazbalceta, como á uno de mis mejores y más queridos amigos, y aun le supliqué me dierasu opinión. Con la modestia, la sabiduría y la sinceridad que distinguían á aquel gran hombrey humilde creyente, me contestó por la siguiente carta, la cual me he propuesto dar á

conocer á V. S. I. para su consuelo, y á todo el mundo para su instrucción, pues en ella severá cómo pensaba ya el Sr. Icazbalceta después de haber hablado la Santa Sede acerca dela verdad histórica de nuestra milagrosa Patrona mexicana, y se verá también como quedadesvirtuada por ella la Carta de 1883. Dice así la Carta, cuyo original podrá ver quien gustareen mi Secretaría:

Car ta de Joaqu ín Garc ía I cazba lceta a l ob ispo Car r i l l o y Ancona :

"México, Diciembre 29 de 1888.Ilmo. Sr. Dr. Don Crescencio Carrillo y Ancona, Dignísimo Obispo de Yucatán, etc.

"Ilmo. Señor:

".... Recibí los ejemplares de la "Carta de actualidad." Desde luego envié á nuestro P. A. losque venían para él y le rogué también que distribuyese los que traían dedicatoria, porque mepareció mas seguro....

"Me honra V. S. I. mucho más de lo que merezco con pedirme parecer acerca de suOpúsculo. Nunca me atrevería á formular juicio acerca de un escrito de V. (132) S. I., no sóloPríncipe de la Iglesia, sino sabio de letras divinas y humanas, y amigo muy querido yrespetado. ¿Y quién soy yo para eso? Mucho menos me atrevería en punto tan grave y ajeno

de mis limitados estudios, como es el de definir el sentido de la reprensión enviada al Sr.Sánchez. A semejanza del corresponsal, creía yo que la reprensión se refería al modo dehablar y obrar y no a la esencia misma del negocio.

Mas V. S. I. afirma, y esto me basta para creerlo, que es asunto concluido, porque Roma 

loquuta, causa finita ; y siendo así, no me sería ya lícito explayarme en consideracionespuramente históricas. En dos terrenos puede considerarse este negocio: en el teológico y enel histórico. El primero me está vedado por mi notoria incompetencia; y si está declarado porquien puede, que el hecho es cierto, no podemos entrar los simples fieles en el otro.

"Penoso ha sido para mí el final de este año y me encuentro muy abatido. Dios quieramejorar el venidero; y si no, que se haga su voluntad. A V. S. I. se lo deseo felicísimo para

bien de sus ovejas y sus amigos, entre los cuales tiene la señalada honra de contarse esteúltimo servidor, que con todo respeto su Pastoral anillo besa.-

JOAQUI N GARCI A I CAZBALCETA."

** *

"Nótese á primera vista cómo se transparenta en esta Carta el espíritu contrariado delantiaparicionista; pero aquilatándose más precisamente por lo mismo, el mérito de la

humildad cristiana con que fiel y rendidamente se inclina y cede. En su carta de 1883, habíadicho: "En mi juventud creí, como todos los mexicanos, en la verdad del milagro; no recuerdode donde me vinieron las dudas, y para quitármelas acudí a las apologías; éstas convirtieronmis dudas en certeza de la falsedad del hecho.

"Y ahora en su Carta de 1888 dice: "Si está declarado por quien puede, que el hecho es

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cierto, no podemos entrar los simples fieles en el otro," (esto es, en el terreno de lascuestiones y de las dudas históricas).... Creía yo -dice- que la reprensión se refería al modode hablar y obrar y no á la esencia del negocio. Mas V. S. I. afirma, y esto me basta paracreerlo, que es asunto concluido, porque Roma loquuta, causa finita ."

"¿Y qué dijera hoy el Sr. Icazbalceta, si aun viviera y se lo dijese, que su misma Carta de1883, examinada en Roma por mandato de la Santa Sede, y sacadas de ella cuidadosamentetodas y cada una de sus conclusiones históricas, como otras tantas objeciones contra elmilagro guadalupano, han sido satisfactoriamente resueltas, sirviendo de fundamente elestudio motivado, para declarar y confirmar con autoridad Apostólica la verdad del hecho

milagroso? He aquí á este propósito las palabras del Venerable Cabildo de la Colegiata deNuestra Señora de Guadalupe, en la Protesta que acaba de publicar el 29 de Julio último,contra la publicación maliciosa de la mencionada carta de 1883, del Sr. Icazbalceta:"Protestamos contra todas esas publicaciones, principalmente la que sacó á luz pública unacarta que dice ser del Sr. García Icazbalceta, y que á ser auténtica, nunca jamás debióhaberse publicado á no ser con el fin de escandalizar á los que la leyeran. Bien sabido lotiene, Ilmo. Sr., quien tal carta haya publicado, que ella fue traducida en latín y enviada áRoma con el fin de estorbar la concesión del nuevo Oficio de Nuestra Señora de Guadalupe; yque á pesar de que el Promotor de la fe, por razón de su oficio, sacó de esa carta treinta ytantas objeciones, ninguna de ellas quedó sin solución satisfactoria; puesto que, no obstantetodo esto, la voz autorizada del Padre Santo sancionó la antigua y constante tradición."

"¿No es evidente que el Sr. Icazbalceta diría al Venerable Cabildo de Guadalupe las mismaspala- (134) bras arriba consignadas: esto m e bas ta pa ra c reer ?

"El propio V. Cabildo en su citada Protesta dice con razón: "Creemos que ningún católico, enmaterias religiosas, dará mayor crédito á la Carta del Sr. García Icazbalceta, que a la voz delSoberano Pontífice." Y yo, en conclusión, añado: que aquellos católicos débiles que han tenidopor mejor arreglar su creencia conforme a la Carta del Sr. Icazbalceta, del año de 1883,tienen ya la de 1888 del mismo ilustre autor y verdadero católico, para entrar en cuentasconsigo mismos; aquel á quien siguieron en su error, síganlo también en el esforzadovencimiento de sí mismo, y en todos sus muchos ejemplos de cristiana virtud.

"¡Ah! si de alguna pena ha sido para el espíritu de mi grande amigo en la eternidad, la

escandalosa publicación de su Carta antiguadalupana de 1883, séale de satisfacción y reparo,sírvale de alivio y descanso por la infinita misericordia del Señor, la publicación que ahorahago de su edificante Carta de 1888!

"Soy de V. S. I. adictísimo hermano y amigo que atento su mano besa.- Crescencio, Obispode Yucatán."

Me parece que esta última información es muy importante; si los impugnadores de la aparición semuestran tan satisfechos de contar con la Carta Antiaparicionista de 1883 de Icazbalceta, entonces estánobligados a prestar atención a esta otra Carta de 1888, donde Icazbalceta se retira del campoantiguadalupano.

Y a la retractación de Icazbalceta se suman las respuestas y refutaciones a las objecciones planteadas ensu carta de 1883, entre las que destacan la de Fortino Hipólito Vera, en su Contestación histórica-crítica ,la del p. Agustín de la Rosa, que hemos anexado, la de Primo Feliciano Velázquez, en su La Aparición de 

Santa María de Guadalupe , y las exhibiciones de documentos históricos que pedía Icazbalceta.

.

Bib l iograf ía :

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xDomini -Respuestas a la Carta de García Icazbalceta-

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GUERRERO ROSADO José Luis, El Nican Mopohua, un Intento de Exégesis, Edición digital de la Basílica de Guadalupe, enwww.virgendeguadalupe.org.mx

JUNCO Alfonso, El Milagro de las Rosas, Edit. JUS, 2a. Ed. 1958

SÁNCHEZ CAMACHO Eduardo, Carta a los editores de El Universal, en Testimonios Históricos Guadalupanos

TORRE VILLAR, Ernesto de la, y NAVARRO DE ANDA Ramiro, Testimonios Históricos Guadalupanos, Fondo de Cultura Económica, 1a. Ed. 2a.Reimpresión, 2004

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. Investigación Documental sobre la Virgen de Guadalupe  .

Defensa de la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe y

Refutación de la Carta en que la impugna un historiógrafo deMéxico (1896)

Por el P. Agustín de la Rosa, historiador y periodista contemporáneo de García Icazbalceta,

autor de una valiosa traducción al latín del Nican Mopohua y guadalupano insigne

Para una m e jo r comprens i ón de l Tex to : Puesto que el p. De la Rosa responde a García Icazbalceta,

las palabras de éste último se resaltarán con curs ivas ro jas  , y los textos de otros autores o

documentos citados por De la Rosa irán en curs ivas azu les  .

Aparte de esto, los formatos de negrillas, subrayados y resaltes son de Jesús Hernández. Las divisiones

numeradas y las cursivas son originales de De la Rosa.

PROTESTA

A todo lo que se refiere de milagros en este opúsculo no debe darse más valor que el 

que perm itan los decretos de su Santidad el Papa Urbano VII I; todo queda sujeto al 

 juicio y censura del sumo pont ífice.

LA CUESTI óN  

En el número 918, época 2ª, tomo XIII de El Universal , correspondiente al 24 de junio

de 1896, se publicó en forma epistolar una impugnación de la milagrosa aparición de

nuestra Señora de Guadalupe, cuya impugnación ha sido reproducida repetidas veces, y

se dice ser del acreditado historiógrafo mexicano D. Joaquín García I cazbalceta , que

por haber muerto, nada puede decir del escrito que se le atribuye. Sea quien fuere su

autor, como en él se trata de presentar como una fábula el hecho que trae a nuestra

patria una gloria inmarcesible, no es dado a un mexicano que aprecie el insigne

beneficio que hemos recibido del cielo, guardar silencio al ver que se vilipendia a una

nación de gloriosos antecedentes religiosos y científicos, como si México fuera una

colección de hombres sin sensatez que aceptan con entusiasmo vulgares

preocupaciones.

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Es necesario vindicar nuestro honor y hacer ver que no era posible que un historiógrafo,

sea quien fuere, haya tenido mejor criterio que el de todo nuestro país por espacio de

tres siglos y medio, mejor que el de las naciones civilizadas que han aceptado el culto

de nuestra Virgen de Guadalupe, mejor que el de la silla apostólica que ha autorizado y

engrandecido el mismo culto. Por tanto quien escribe estas líneas contribuirá, como sus

fuerzas se lo permitan, para manifestar los errores en que ha incurrido el historiógrafoimpugnador de la aparición.

§ I. De la explicación del origen de nuestra Señora de Guadalupe que finge el 

impugnador de la aparición 

Aunque el adversario de la aparición colocó al fin de su carta su ficción de la historia de

la aparición, parece conveniente presentarla desde luego para que inmediatamente se

haga la confrontación de la historia real generalmente conocida y aceptada, con la que

últimamente ha ocurrido a la fantasía del que ha atacado la creencia nacional de la

aparición de María Santísima de Guadalupe.

Se tiene fingida la historia en los números 67 y 68 de la carta. He aquí el invento. Los

misioneros levantaban capillas de preferencia en los lugares donde había sido mayor el

culto de los ídolos: una de esas capillas fue la del Tepeyácatl, en la cual se colocó una

imagen, o acaso ninguna, por ser escasas entonces las imágenes. Esta capilla tuvo el

título de La Madre de Dios , sin advocación particular; de lo cual, dice el impugnador,

que era natural fuese sin advocación particular, para corresponder al nombre Tonantzin 

que tenía el ídolo adorado allí . Los discípulos de la escuela de fray Pedro de Gante

hacían imágenes: sin duda una de ellas fue la de nuestra Señora de Guadalupe, y

hallándola bastante bien pintada, devota y atractiva, la enviaron los religiosos a aquella

ermita, que no sabemos cuando se edificó, y quitaron la imagen que allí estaba, si

acaso la había. Cuando los españoles vieron la imagen la llamaron de Guadalupe.

Hacia los años de 1555 y 1556 comenzó a encenderse la devoción con motivo de la

curación milagrosa que refería un ganadero haber conseguido orando en la referida

ermita, y se mencionó también la aparición (a ese indio o a otro) de que hablan Juana

Martín y Suárez Peralta. Se acostumbraban entonces y continuaron mucho después las

representaciones religiosas de los misterios a las cuales eran muy aficionados los indios.

D. Antonio Valeriano, indio ilustrado, era muy capaz para esta clase de composiciones:

él u otro aprovechando los milagros que se referían de nuestra Señora de Guadalupe,

tomando por base la aparición y añadiendo circunstancias que le dieran forma y

animación a la pieza, sin intención de hacerlas pasar por verdaderas, como suelenhacerlo todavía los autores dramáticos, compuso en mexicano la historia de la aparición

con contextura dramática . ésta sería la pieza que vio el P. Miguel Sánchez, quien la

tomó al pie de la letra y la dio por historia verdadera en el libro que publicó en 1648. Lo

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demás lo hizo el espíritu de la época propenso a aceptar sin examen todo lo milagroso.

Se había referido a un pastor la aparición, y los testigos de la información de 1666 la

sabrían por sus antepasados: fácilmente la acomodaron a las circunstancias que estaban

generalmente aceptadas.

Haber colocado la aparición en el día 12 de diciembre provino sin duda de que en igual

día fue presentado para obispo el Sr. Zumárraga en 1527. No acierta el adversario a

explicarse satisfactoriamente por qué se eligió para la aparición el año 1531; pero nota

la coincidencia de que en 1531 parece que se creyeron cesar las apariciones del ídolo

Cihuacoatl  que también llamaban Tonantzin , con cuyo nombre llamaban los indios a

nuestra Señora de Guadalupe. Así es que preocupados los indios por la imaginación de

las apariciones de una diosa falsa, pasaron a imaginar la aparición de la Virgen María.

ésta es la historia de la aparición fingida por el impugnador.

Además de la ficción de la historia de la aparición, todavía hay que notar otros errores.

Es falso que fuera natural que al templo del Tepeyácatl se diera el título de La Madre de 

Dios sin advocación particular para que correspondiera al nombre Tonantzin que tenía el

ídolo adorado allí. Madre de Dios en español es en mexicano “Teonantzin”, no

 “Tonantzin”. El templo se dedicó al Señor en honor de la Madre de Dios, de Teonantzin ;

mas a la Madre de Dios con razón le damos el título de Nuestra Madre, “Tonantzin”.

Esto lo saben muy bien los católicos.

Es una verdadera cavilación suponer que en este nombre “Tonantzin” dicho de la Virgen

María se importara alguna relación idolátrica. El nombre mexicano tonantzin por su

propiedad gramatical significa nuestra madre respetable o reverenciada . Llamar a María

Santísima Tonantzin en lengua mexicana es igual a llamarla en lengua española Nuestra

Madre venerable. Con espíritu verdaderamente cristiano llamamos de este modo a la

Madre de Dios en español, y con el mismo espíritu verdaderamente cristiano se le dice

Tonantzin en mexicano: ambos nombres contienen las mismas ideas. A todo católico se

le enseña que acuda a la Madre de Dios con confianza filial y la mire como Madre

piadosa; ¿por qué se había de privar a los indios de este consuelo? ¿Y en su lengua tan

reverente como afectuosa, cómo habían de expresar este pensamiento sino diciendo

Tonantzin ? Los misioneros eran hombres instruidos y celosos en hacer que los neófitosadquirieran ideas rectas de la religión; por lo mismo no debemos dudar que enseñaron a

los indios a dar el título de Madre a la Virgen María con espíritu verdaderamente

cristiano.

Como por desgracia es muy raro en nuestros días el conocimiento de la lengua

mexicana, pueden causar daño estas confusiones.

REFUTACI óN DEL HI STORI óGRAFO I MPUGNADOR DE LA APARI CI óN  

§ I I . De l p r i me r a rg u m e n to t o m a d o d e l a s d u d a s so b re l a a p a r i ci ó n  

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Ya que vimos la fingida historia de la aparición ocurrida a la fantasía nada feliz del

historiógrafo, veamos cómo impugna la verdadera.

Toma su primer argumento de las dudas sobre la aparición, las cuales dice (número 6

de la carta) que "no nacieron de la disertación de D. Juan Bautista Muñoz, sino que son 

bien antiguas y generalizadas a lo que parece" . No afirma el impugnador lo segundo:

sólo le parece , y la causa de que le parezca es la “multitud de apologías que ha sido

necesario escribir” defendiendo la aparición. Léanse las apologías y se verá que no dan

a entender dudas generalizadas. Las pruebas que presenta de lo primero son dos

hechos anteriores a la disertación de Muñoz: el primero es que el P. jesuita Francisco

Javier Lazcano en 1758 contestando a una carta que se le dirigió en Madrid en 1757

pidió datos sobre la impugnación que hizo un desatinado . No sabe el adversario si esta

impugnación fue de palabra o por escrito. Por la fecha de la carta se entiende que se

hizo hacia la mitad del siglo pasado. El segundo hecho es la apología del señor Uribe

escrita a fines del siglo pasado, acaso por ocasión de un sermón del Dr. Mier.

A estos dos hechos se reducen las pruebas: mas el doctor Mier no negó la aparición,

sino que modificó su historia; queda un solo hecho acontecido hacia la mitad del siglo

pasado: podía haberse añadido el hecho del sermón del provincial fray Francisco

Bustamante. Y aun unido este otro hecho, ¿qué vale el argumento? Podemos dudar de

un hecho histórico cuando aunque por una parte tenga apoyo, por otra lo contradigan

autores respetables fundados en razones a que no se ha podido contestar

satisfactoriamente; pero que se cite contra el hecho de la aparición como argumento de

dudas antiguas y atendibles a un orador que escandalizó al público y fue procesado por

su sermón y al que después de dos siglos la contradijo y no se sabe si lo hizo de

palabra o por escrito, es opuesto al sentido común.

DEL ARGUMENTO NEGATI VO

 

§ I I I . Fi j a e l i mp u g n a d o r d e l a a p ar i c i ón l o q u e se p ro p o n e p ro b ar a l e xp o n e r e l  

a rg u me n to n e g a t i vo . Le co n t ra d i ce D . Ju a n Ba u t i s t a Mu ñ o z y é l m i smo se  

con t rad ice  

 

Consiste el argumento llamado negativo, cuando se impugna un hecho histórico, en

hacer notar el silencio que guardaron respecto de aquel hecho los autores que en caso

de ser verdadero, no habrían dejado de repetirlo. El impugnador de la aparición fija

terminantemente el tiempo respecto del cual se propone probar que no se habló de laaparición. En el número 8 de la carta cita a D. Juan Bautista Muñoz que dijo en su

Memoria que “antes de la publicación del libro del P. Miguel Sánchez (en 1648) no se

encuentra mención alguna de la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego”; y

en el número 40 manifiesta hallarse totalmente de acuerdo con esta asertación de

Muñoz. Aquí tenemos en los términos precisos de una proposición lo que va a probar el

adversario al desarrollar el argumento negativo contra la aparición.

Notaremos desde luego que desmiente al historiógrafo impugnador el mismo Muñoz que

cita en su favor. Buscando Muñoz el origen que habría tenido la creencia en la aparición

dice: "Yo sospecho que nació en la cabeza de los indios por los años de 1629 a 1634.Todo ese tiempo, con motivo de una inundación terrible, estuvo la imagen de Guadalupe 

en la capital obsequiada con extraordinarias demostraciones… desahógose el fervor en 

danzas, bailes, prevenidos coloquios y cantares de indios, en que se mentaron las 

apariciones antes inauditas" .

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¿Qué diría el historiógrafo de que el mismo Muñoz que pensaba hallarlo favorable, le

contradijo dando a la creencia de la aparición de 14 a 19 años más de antigüedad que

la que él ha querido asignarle?

El impugnador se impugna así mismo. Cita (num. 35 de la carta) al Lic. D. Antonio

Robles que en su Diario de sucesos notables  refiere que antes de la publicación del libro

del P. Miguel Sánchez había en México en el convento de Santo Domingo una imagen de

nuestra Señora de Guadalupe. ¿Qué era este imagen sino una copia de la iglesia de

Tepeyácatl? Y lo más extraño es el modo de raciocinar del historiógrafo: citando

textualmente y sin contradecir el testimonio del Lic. Robles de que antes de la

publicación del libro del P. Sánchez existía en México una imagen de nuestra Señora de

Guadalupe, dice: “De m anera que en 1648 nadie sabía de la aparición; nadie conocía ya 

la im agen” . La prueba de que nadie conocía la imagen es que existía en la ciudad de

México la imagen de nuestra Señora de Guadalupe. ¡La existencia de la imagen en un

lugar público prueba que nadie la conocía!

Otra vez se desmiente a sí mismo el impugnador de la aparición. Dice en el número 68

de la carta que en 1555 a 1556, refiriendo un ganadero que había conseguido curación

milagrosa orando en la ermita de nuestra Señora de Guadalupe, empezó a encenderse la

devoción y se contó también la aparición; y siendo los indios muy aficionados a las

representaciones de misterios, D. Antonio Valeriano, indio instruido, u otro, escribió la

historia de la aparición en forma dramática, indudablemente para que fuera

representada. He aquí cómo él mismo había dicho (num. 8) que antes de la publicación

del libro del P. Sánchez no se encuentra mención alguna de la aparición ; que antes de

la publicación de ese libro nadie sabía de la aparición ; nadie conocía ya la imagen (num.

35), olvidándose de lo que había escrito, hace subir la creencia de la aparición hasta por

los años de 1555 a 1556, y afirma que se escribió su historia en forma dramática, sin

duda para que se representara, aproximadamente a esos años. Dice también (num. 68),

que los indios que en 1666 dieron testimonio de la aparición la sabrían por susantepasados. Hay más: en el num. 68, queriendo explicar por qué se fijaría la aparición

en el año 1531, le ocurrió que entonces la inventara la imaginación de los indios,

exaltada por las apariciones que se habían creído de la diosa Cihuacoatl. He aquí como

el historiógrafo llevó la idea de la aparición hasta el año 1531, siendo así que había

dicho que antes de 1648 no se había mencionado. Es propio de los que yerran

contradecirse.

§ I V . De l a s co n d ic i on e s q u e d eb e t e n e r e l a rg u me n t o n e g a t i vo  

Dice el impugnador (num. 10) “La fuerza del argum ento negativo consiste 

principalmente en que el silencio sea universal, y que los autores alegados hayan escrito 

de asuntos que pedían una mención del suceso que callaron”.

Es cierto que para que el argumento negativo valga en la historia debe tener esas dos

condiciones; pero además de ellas se necesitan otras: 1 ) que no haya fundamento para

creer o sospechar que se hayan perdido algunos impresos o manuscritos o algunos

monumentos que pudieran dar conocimiento del hecho de que se trata; 2 ) que conste

que los escritos que se tienen no han sido trucados ni alterados; 3 ) que no haya habido

causas que pudieran influir en que los autores callaran el hecho.

§ V . Exp o n e e l i m p u g n a d o r e l a rg u m e n to n e g a t i vo co n t ra l a a p a r i c ió n  

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El adversario de la aparición ocupa una parte considerable de la carta en exponer el

argumento negativo, como que es de tanta importancia para los que niegan el insigne

beneficio que recibimos del cielo dejándose ver en nuestro suelo patrio la Madre del

Señor y dejándonos su sagrada imagen. Habiendo establecido las dos primeras

condiciones de que depende la fuerza del argumento negativo, presenta con precisión y

como una proposición científica lo que se obliga a demostrar; dice (num. 8): “Ambas 

circunstancias concurren en los documentos anteriores al P. Sánchez” .

Es decir: va a p roba r e l impugnado r h i s t o r i óg ra fo que an tes de l l i b ro de l P .

Sánchez fue u n ive rsa l e l s i l enc io respecto de la apar i c ión ; que nadie la mencionó;

que todos los autores que citará y que guardan silencio, trataron de asuntos que exigían

que se hablara de la aparición; y además debe probar que esos autores no estuvieron

sujetos a la influencia de alguna o algunas causas que los indujeran a callar; que no hay

fundamento para sospechar que algo se ha perdido en que pudiera constar el hecho, o

que de lo que conservamos algo se haya truncado o alterado que pudiera hacer constar

el hecho. Veamos si es feliz o infeliz el historiógrafo en la demostración que se

compromete a presentar.

§ VI . Del s i l enc io de l Sr . Zum ár raga  

El primer testigo de la aparición , dice nuestro adversario (núms. 11 y 12 de la carta),

debía ser el Sr. Zumárraga, a quien se atribuye papel tan importante en el suceso. él

debió practicar la información jurídica de la verdad del milagro. Mas no hay información

ni autos originales; ni en algún otro de sus escritos se menciona la aparición: antes bien

dice en la Regla Cristiana (que “si no es suya, como parece seguro, a lo m enos fue 

compilada y mandada imprimir por él” ): “Ya no quiere el Redentor del mundo que se 

hagan milagros, porque no son menester, pues está nuestra santa fe t an fundada por tantos m illares de m ilagros como tenemos en el Testamento Viejo y Nuevo” . ¿Cómo

decía esto si había presenciado un milagro? Tampoco menciona la aparición en las

doctrinas que imprimió ni al exhortar a los religiosos para que le ayudaran a trabajar en

la conversión de los indios, e tc.

No admite el impugnador la noticia de que el Sr. Arzobispo D. fray García de Mendoza

fue visto leyendo los autos originales de la aparición, porque esto sólo se tiene por una

serie de dichos. Tampoco da crédito a fray Pedro Mezquia que aseguró haber visto y

leído en el convento de Vitoria de España una carta del sr. Zumárraga en que refería la

aparición a aquellos religiosos; y habiendo prometido traer este documento a su vuelta

de España a donde tenía que partir, no lo hizo, diciendo que habría perecido en un

incendio que aconteció en el archivo. Así expone este argumento el impugnador de la

aparición.

Contestación. Por lo que hace a la falta de autos originales en que se hubiera

averiguado la aparición, e l m i smo h i s to r i óg ra fo impugnado r nos da l a r espues ta de

su p rop ia ob j ec ión diciendo al terminar el núm. 11 de su carta: “La falta de autos 

originales no sería por sí sola un argumento decisivo contra la aparición, pues bien pudo 

ser que no se hicieran, o que después de hechos se extraviaran, aunque a decir verdad,

tratándose de un hecho tan extraordinario y glorioso para México, una u otra 

negligencia es harto inverosímil” . He aquí cómo el impugnador de la aparición haaniquilado la mayor fuerza que pudiera haber tenido su objeción. él mismo lo ha dicho:

la falta de autos originales no prueba por sí sola que no se haya verificado la aparición.

Toda su dificultad queda reducida a no resolverse fácilmente a admitir a que haya

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acontecido lo que considera harto inverosímil. ¿Pero cuántas cosas suceden realmente

que si se consideran en sí mismas se presentan muy inverosímiles?

Mucho más que la pérdida de unos autos es que México no tuviera en el archivo

episcopal una firma del primer prelado; y sin embargo se aseguró este hecho al ocurrir

a la silla apostólica pidiendo la confirmación del patronato de nuestra Señora de

Guadalupe: se dijo: “Adeo enim archivum defectuosum est, ut neque ipsius primi

Episcopi subscriptio aliqua in eo reperiatur”. Siendo esto así, ¿es extraño que no se

encuentre información original sobre la aparición de nuestra Señora de Guadalupe?En la testificación del P. Miguel Sánchez en las informaciones de 1666 dice este

testigo que supo del licenciado presbítero D. Bartolomé García que “la causa de no 

parecer los originales de esta milagrosa aparición había sido por haber faltado un año el 

papel en el reino, por cuya causa desaparecieron muchos papeles del archivo del 

arzobispado para venderlos; de los cuales se hallaron algunos enteros, y ot ros 

fragm entados en las tiendas de especiería, y ot ros se consum ieron; y se cree 

probablemente fueron de los que perecieron los de nuestra Señora de Guadalupe” . Es

verdad que fue éste un hecho reprensible y bárbaro, pero algo análogo se observa aún

en nuestros días, que obras muy apreciables y papeles de importancia suelen

despedazarse en las tiendas de pequeño comercio y en las coheterías. También pudo

suceder que cuando el señor Zumárraga fue a España para consagrarse, haya llevado

los autos de la aparición y se hayan quedado allá, o que durante su permanencia en

España, que no fue de poco tiempo, se perdieran a la persona a quien los dejara.

Ni es verdadero que fuera inverosímil que el señor Zumárraga, para averiguar la

aparición, no formara un expediente como ahora se acostumbra y lo desean los

exigentes, sin tener en consideración las circunstancias de aquellos tiempos. Muy

numerosos eran los infieles en cuya conversión trabajaba sin descanso un número muy

pequeño de ministros del Evangelio. No era el tiempo para organizar como ahora se

tiene el despacho gubernativo, ni las oficinas como hoy las vemos. Averiguada la verdad

por los medios tan seguros y sencillos que nos presenta la historia de las apariciones dela Santísima Virgen, reconocido el prodigio por el prelado, el clero y el pueblo, con la

aprobación notoria que se tenía en el hecho de que el mismo prelado practicaba y

autorizaba el culto especial y solemnísimo, pudo parecer que se había hecho lo

bastante. ¿Qué tiene esto de inverosímil? El Conci l io de Tren to en decreto posterior al

año de la aparición, en la sesión XXV celebrada en diciembre de 1563 tratando de la

invocación a los santos, dice: “No se han de adm itir nuevos milagros sino 

reconociéndolos y aprobándolos el obispo, quien luego que algo descubriere, tomando el 

consejo de teólogos y otros varones piadosos, haga lo que juzgare convenir a la verdad 

y a la piedad”. Juzguemos al Sr. Zumárraga aún por lo contenido en este decreto

posterior a la aparición.

La imagen de nuestra Señora de Guadalupe fue colocada en su iglesia llevándola en

solemnísima procesión al mismo prelado. él se certificó personalmente del prodigio de la

aparición, como lo manifiesta la historia y después se hará ver más ampliamente.

¿Quién podrá probar que no haya consultado a teólogos y varones piadosos? Todos los

que había estuvieron de acuerdo con el prelado, todo el clero y otra multitud de

personas concurrieron a la procesión de la colocación de la imagen en su iglesia. Los

hechos del señor Zumárraga son más elocuentes que los escritos.

Además: no tiene razón el impugnador para rechazar la noticia de que el Sr. D. Fray

García de Mendoza leía los autos originales de la aparición. En las informaciones de

1666 declaró con juramento el P. Miguel Sánchez que el Lic. Presbítero D. BartoloméGarcía le afirmó que el deán Dr. D. Alonso Muñoz de la Torre vio a aquel prelado

leyendo los referidos autos originales.

Tener por falso el dicho del P. Sánchez sería llamarlo perjuro, lo cual sería muy

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reprensible temeridad: los otros dos dichos, aunque no tienen la misma fuerza por no

haber sido afianzados con juramento, no deben despreciarse por ser de personas de

probidad; y por esta misma razón no debe despreciarse el dicho del P. Mezquia relativo

a haber hecho saber la aparición el Sr. Zumárraga a los religiosos del convento de

Vitoria.

Respecto de otros escritos en que el Sr. Zumárraga no hablara como autoridad, algunos

por razón de su objeto no exigían que se hablara de milagros, así son las doctrinas, que

son libros catequísticos, no historias; a lo que se lee en la Regla cristiana es necesario

darle un sentido que no desdiga de la notoria religiosidad y piedad del Sr. Zumárraga,entendiendo que la propagación del cristianismo no se hace después con milagros como

al principio (lo cual no es cierto absolutamente, así v.g. se lee en el oficio divino que

 “Dios corroboró con la multitud y excelencia de los milagros el ardoroso empeño de S.

Francisco Javier en dilatar el Evangelio”). Más de ninguna manera debe entenderse que

el autor de la Regla cristiana, sea quien fuere, niegue que Dios haga milagros después

de establecido el cristianismo, porque esto sería negar todos los milagros que han

aprobado los obispos, todos los que se refieren en los divinos oficios acontecidos en

tiempos posteriores a la fundación del cristianismo, y aún aquellos que hayan dado

motivo para establecer algunas festividades. Por lo demás, siendo notoria la humildad

del Sr. Zumárraga, no es extraño que guardara silencio acerca de un favor del cielo que

lo engrandecía, como es el de que en su presencia se hubiera dejado ver por la primera

vez la imagen de nuestra Señora de Guadalupe: aún las personas de una sensatez

común no quieren incurrir en las notas de jactancia y fatuidad hablando de lo que cede

en su alabanza. Los que son verdaderamente humildes ocultan cuidadosamente lo que

puede elevarlos sobre sus semejantes, mucho más algún insigne beneficio divino.

En todos los escritos del Sr. Zumárraga que fueron interceptados, cuando se hacía

terrible persecución a él mismo y a los religiosos, no sabemos cuántas cosas

importantes se contendrían.

§ V I I . Del s i le n ci o d e l S r . o b i sp o Mo n tú fa r e n u n e sc r i t o  

Del Sr. Zumárraga pasa el impugnador de la aparición al Sr. Montúfar, que fue el

inmediato sucesor. Dice (num. 13): “Si del Sr. Zumárraga pasamos a su inmediato 

sucesor el Sr. Montúfar… hallaremos que en 1569 y 70 rem itió, por orden del visitador 

del Consejo de Indias D. Juan de Ovando, una copiosa descripción de su arzobispado 

(que tengo original), en la cual se da cuenta de las iglesias de la ciudad sujetas a la 

mitra y para nada menciona la ermita de Guadalupe. Por pequeña que fuese, lo ilustre 

de su origen y la imagen celestial que encerraba merecían muy bien una mención 

especial, con la correspondiente noticia del milagro”.  

No deduce el impugnador de la aparición una consecuencia de lo que ha citado; pero no

parece que lo ha citado con otro objeto sino con el de presentar un argumento negativo

aun contra la existencia de la iglesia de nuestra Sra. de Guadalupe en los años de 1569

y 1570.

Contestación . El im pugnado r de l a apa r i ci ón se im pugna a s í m i smo . Véamoslo. En

el núm. 23 de su carta cita estas palabras de f ray Lu is de Cisneros: “El más antiguo 

(santuario) es el de Guadalupe, que está una legua de esta ciudad a la parte del norte,

que es una  im agen de g ran devoc ión y concurso cas i desde que se ganó la t i e r ra  ,

que ha hecho y hace muchos milagros, a quienes van haciendo una insigne iglesia” .¿Qué diría el impugnador de la aparición? ¿Negaba que había iglesia de nuestra Señora

de Guadalupe casi después de que se ganó esta tierra por los españoles?

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En el número 20 de la carta se hace mérito de que el virrey D. Martín Enríquez,

informando al rey aseguró que por años de 1555 o 56 existía una ermita con una

imagen de nuestra Señora que llamaban de Guadalupe. ¿Negará el impugnador de la

aparición que la existencia de esa ermita es muy anterior al año de 1569 a 70?

En el número 30 de la carta se cita el sermón de fray Francisco Bustamante dicho en

1556 en que el orador declama contra la devoción de nuestra Señora de Guadalupe.

¿Existía o no su templo en ese año?

En el número 68 de la carta, componiendo el impugnador la historia de la apariciónsegún su fantasía, reconoce que en 1555 o 56 ya existía la ermita de nuestra Señora de

Guadalupe, que refirió un ganadero que orando en ella consiguió su milagrosa curación?

¿Qué se contestará a sí mismo el adversario de la aparición?

D. Juan Bautista Muñoz impugna al historiógrafo impugnador de la aparición. Hablando

del culto de nuestra Señora de Guadalupe, dice el número 26 de su Memoria : “Empezó 

sin duda a pocos años de la Conquista de México… El segundo arzobispo de México D.

Fray Alonso de Montúfar, que llegó a su diócesis por junio de 1554, ya encontró muy 

difundida la devoción a la Virgen de Guadalupe, venerada en una ermitilla” . ¿Qué dirá el

impugnador de la aparición que presenta argumento negativo contra la existencia de

esa ermita aún en 1569?

En la serie de obispos de México que sigue a los Concilios mexicanos que publicó el Sr.

Lorenzana, se dice del Sr. Montúfar: “Perfeccionó la ermita de Ntra. Sra. De Guadalupe”.

Pueden citarse más autoridades históricas; pero las que preceden son más que

suficientes: Verdaderamente es cosa inaudita en nuestra historia que todavía en 1569

no existiera la ermita de nuestra Señora de Guadalupe. ¿Mas acaso sería tan

insignificante no sólo por su pequeñez sino también por falta de culto que fácilmente

pudo olvidarse el Sr. Montúfar que refería las iglesias sujetas a su jurisdicción? Ni aun

esta evasiva puede favorecer al autor del raro argumento negativo contra la existencia

de la ermita de nuestra Sra. de Guadalupe, porque consta en los testimonios alegadosque casi desde que se ganó la tierra por los españoles fue de mucha veneración la

imagen de nuestra Señora de Guadalupe, que ya estaba muy difundida su devoción

cuando llegó a México el Sr. Montúfar en 1554.

¿Qué valió el argumento negativo tomado de que el Sr. Montúfar no mencionara la

iglesia de nuestra Señora de Guadalupe en un escrito de 1569 o 70?

Lo que el impugnador de la aparición debió haber descubierto al leer el escrito que nos

cita del Sr. Montúfar, es la inseguridad del argumento negativo mientras no se tenga

todas las condiciones que exige una crítica severa. Nos asegura que tiene original una

copiosa descripción del arzobispado de México remitida a España por aquel prelado en

1569 y 70, y que en ella no se menciona la iglesia de Ntra. Sra. de Guadalupe; y sin

embargo es indudable que dicha iglesia existía en esos años y desde mucho antes.

§ V I I I . De l t ex t o t o m a d o d e u n i n f o rme d e l v i r r e y D . Ma r t í n En r í q u ez  

Ambos impugnadores de la aparición, D. Juan Bautista Muñoz y D. Joaquín García

Icazbalceta, han creído encontrar un poderoso argumento contra la aparición en las

siguientes palabras dichas por el virrey D. Martín Enríquez informando al rey de España

en 1575: “El principio que tuvo la fundación de la iglesia [de nuestra Señora de 

Guadalupe] que agora está hecha, lo que comúnm ente se entiende es que el año de 

1555 o 56 estaba allí una ermita en la cual estaba la imagen que agora está en la 

iglesia, y que un ganadero que por allí andaba publicaba haber cobrado salud yendo a 

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aquella erm ita; y em pezó a crecer la devoción de la gente. Y pusieron nom bre a la 

imagen nuestra Señora de Guadalupe, por decir que se parecía a la de Guadalupe de 

España”.

No copió el impugnador el texto del virrey Enríquez; Muñoz lo copió. Dice el Sr.

Icazbalceta que el virrey no supo el origen de la ermita, que dijo que el nombre

Guadalupe se dio a la imagen por decir que se parecía a la de Guadalupe de España y

que el aumento de la devoción provino de que se refirió un milagro.

Contestación . No se propone el virrey informar ni sobre el origen de la imagen, ni

sobre el de la primera ermita, sino del de la segunda iglesia; las palabras son claras,

dice: “El principio que tuvo la fundación de la iglesia que agora está hecha”. De la

ermita sólo dice que ya existía en 1555 o 56 y que en ella estaba la imagen de Ntra.

Sra. de Guadalupe. Que la imagen tuviera este nombre por parecerse a la de Guadalupe

de España es un error que a cualquiera se le disiparía con la simple inspección de las

dos imágenes o de sus copias auténticas. Que la relación de un milagro causara

aumento en la devoción nada tiene de extraño: éste es uno de los objetos de los

milagros, que aunque se realicen en lo material, Dios los orden al bien espiritual. ¿Qué

tiene que ver esto con la aparición? Si el virrey no creyó de su objeto hablar del origen

de la imagen y de su primera iglesia, como de hecho no habló ni de una ni de otra cosa;

si ocupado en graves negocios no había investigado el origen del templo y de la imagen,

que cuando él vino a México ya tenían no pocos años de existencia; si respecto del

nombre “Guadalupe” sólo refiere lo que decían personas sin criterio, excusándose más

trabajo. De todo esto, ¿qué puede deducirse contra la aparición de Ntra. Sra. de

Guadalupe?

§ I X . Del s i l enc io de l P . Cavo en sus Tres s ig los de México

Dice el impugnador en el número 26 de su carta: “El P. Jesuita Cavo escribió en Roma 

hacia 1800 sus Tres siglos de México, en rigurosa forma de anales. Al llegar al año de 

1531 calló el suceso de la aparición y pasó adelante”.

Contestación . Era de desearse que el historiógrafo impugnador de la aparición hubiera

 “pasado adelante” en la lectura de la referida obra del P. Cavo.

Al llegar al año de 1737 hubiera visto cómo refiere el P. Cavo que la terrible peste que

en ese mismo año asolaba a la ciudad de México terminó “jurando por patrona a la 

Santísima Virgen de Guadalupe” . Al llegar al año de 1756 habría leído estas palabras del

mismo P. Cavo: “Llegó a México de Roma y Madrid el P. Juan Francisco López de la 

Compañía de Jesús que en ambas cortes había solicitado el patronato de la milagrosa 

imagen de María Santísima de Guadalupe, conforme al voto hecho diez y ocho años 

antes por el arzobispo y ciudad en la peste. Se hicieron por este motivo fiestas nunca 

vistas” , etc., ¿No podía ignorar el P. Cavo que en las diversas comunicaciones que

mediaron para la elección del patronato más de una vez se llamó aparecida a Ntra. Sra.

de Guadalupe? El ayuntamiento de México ocurriendo al ordinario con el referido objeto

dijo: “solemnizándose anualmente el día 12 de diciembre, en que celebramos su 

aparición” . El Cabildo Eclesiástico de México, dijo: “Después de que la Santísima imagen 

se apareció” , etc. El real acuerdo dijo el 2 de mayo de 1737: “El día 12 de diciembre de 

la aparición de esta Señora ha muchos años está recibida por fiesta de corte” .

Tampoco podía ignorar el P. Cavo que al ocurrir a la santa sede pidiendo la confirmación

del patronato se refirió toda la historia de las apariciones de Ntra. Sra. de Guadalupe.

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¿Cómo se p re tende deduci r de este escr i t o r un a rgum en to con t ra l a ve rdad de l as

m ismas apar i c iones si re f ie re hechos que las a f i rm an?

§ X . De u n t e x to a t r i b u i d o a f r a y Bern a rd i n o d e Sah a g ú n  

A este texto le da el impugnador el título de famoso : lo copia en el número 17 de la

carta. Es grande la importancia que le conceden los adversarios de la aparición. He aquí el llamado famoso texto del p. Sahagún:

Cerca de los montes hay tres o cuatro lugares donde solían los naturales hacer muy 

solemnes sacrificios y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos es aquí 

en México, donde está un m ontec i l l o que se l l ama Tepeyácac, y los españo les  

l l amaban Tepeaqu i l l a y ahora se l l ama Nu est ra Señora de Guada lupe  ; en este 

lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses que llamaban Tonantzin, que 

quiere decir Nuestr a Madre; allí hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa y venían 

a ellos de muy lejanas tierras y de más de veinte leguas de todas la comarcas de 

México y t raían m uchas ofrendas, venían hom bres y m ujeres y mozos y mozas a estas 

fiestas; era grande el concurso de gente en estos días y todos decían: vam os a la fiesta 

de la Tonantzin y ahora que está allí edificada la iglesia de Nuestra Señora de 

Guadalupe, también la llaman Tonantzin, tomada ocasión de los predicadores que a 

nuestra señora madre de Dios la llaman Tonantzin. De donde haya nacido esta 

fundación de esta Tonantzin, no se sabe de cierto, pero eso sabemos de cierto que el 

vocablo significa de su primera imposición a aquella Tonantzin antigua y es cosa que se 

debía remediar, porque el propio nombre de la madre de Dios, Señora Nuestra, no es 

Tonantzin, sino Dios y Nantzin; parece esta invención satánica para paliar la idolatría 

debajo de la equivocación de este nombre Tonantzin y vienen ahora a visitar a esta 

Tonantzin de muy lejos, tan lejos como antes, la cual devoción también es sospechosa 

porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora y no van a ellas, y vienen de lejos hasta Tonantzin como antiguamente le nombraban.

Prueba tanto este texto, a juicio del historiógrafo, que en él y en otro que luego se

citará advierte con toda claridad que desagradaba al p. Sahagún la devoción de los

indios a Ntra. Sra. de Guadalupe, teniéndola por idolatría y deseaba verla prohibida.

Contestación . Este mismo texto citó D. Juan Bautista Muñoz en su Memoria sobre las 

apariciones y el culto de Ntra. Sra. de Guadalupe de México , núm 20; pero tanto Muñoz

como el nuevo impugnador omitieron lo siguiente:

Persuadieron a aquellas provincias a que viniesen como solían porque ya tenían 

Tonantzin, Tocitzin y Altepuchtli, que exteriormente suenan o los ha hecho sonar a 

Santa María, a Santa Ana y a Juan Evangelista; y en lo int erior de la gent e popular que 

allí viene, está claro que no es sino lo antiguo; y así n o e s m i p a re cer q u e l e s  

i mp i d a n l a v e n i d a n i l a o f re n d a ; p e ro s í l o e s q u e l o s d e sen g a ñ e n d e l e r ro r q u e  

padecen , dándoles a entender que aquellos días que allí vienen no es la falsedad 

antigua, y que no es aquello conforme a lo antiguo. Esto deberían hacer predicadores 

bien entendidos en la lengua y costumbres que ellos tenían y también en la escritura 

divina. Bien creo que hay otros lugares en estas Indias, donde paliadamente se hace 

reverencia y pfrenda a los ídolos con disimulación de las fiestas que la Iglesia celebra a 

Dios y a sus santos, lo cual sería bien investigarse, para que la pobre gente fuese 

desengañada del error que agora padece.

¿Qué excusa podemos dar a Muñoz y a nuestro historiógrafo impugnadores de la

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aparición por esta gravísima falta de fidelidad histórica en que han incurrido? Para que

Muñoz no haya obrado de mala fe es necesario que haya sido negligente y muy falto de

la precaución que debe tener todo el que trata una cuestión histórica, pues no continuó

leyendo, y nuestro historiógrafo o padeció como Muñoz alguno de esos dos defectos, o

hizo total confianza del mismo Muñoz, y lo que en él encontró lo copió sin acudir a la

obra del P. Sahagún.

¿Cómo dijo el historiógrafo que se advertía con toda claridad que desagradaba al P.

Sahagún la devoción de los indios a Ntra. Sra. de Guadalupe, que la tenía por idolátricay deseaba verla prohibida siendo así que en la parte que omitió del texto dice

expresamente el P. Sahagún: “no es mi parecer que les impidan la venida ni la

ofrenda”? ¿Aquí está expreso que no quiere Sahagún que se impida la devoción a Ntra.

Sra. de Guadalupe? ¿Qué es lo que desea? Lo expresa también con toda claridad

diciendo: “pero sí lo es [mi parecer] que los desengañen del error que padecen”. ¿Cómo

los habían de desengañar del error que padecían? Continúa explicándolo Sahagún, dice:

 “Dándoles a entender que aquellos días que allí vienen no es la falsedad antigua, y que

no es aquello conforme a lo antiguo”. ¿Qué es lo que reprueba el padre Sahagún? Está

declarado: reprueba la “falsedad antigua”; esa “falsedad antigua” era la idolatría. ¿Pero

cómo consideraba que se hallara la idolatría en los que iban a venerar a Ntra. Sra. de

Guadalupe? ¿Acaso creía que había idolatría venerándola con espíritu cristiano? Si así lo

hubiera creído habría sido protestante. Temía que hubiera idolatría porque como al ídolo

adorado antes le decían Tonantzin y a María Santísima la llamaban Tonantzin; siendo

iguales estos nombres en lo material del sonido, fingiendo que honraban a la Virgen

María realmente estuvieran adorando al ídolo antiguo.

Lo explica Sahagún con toda claridad diciendo: “Parece ésta invención satánica para

paliar la idolatría debajo la equivocación de este nombre Tonantzin”. Evítese esta ficción,

instrúyase al pueblo de que el culto católico no es la “falsedad antigua” de la idolatría:

 “esto debían hacer los predicadores bien entendidos en la Escritura divina”. Y no sólo

reprueba el P. Sahagún que no paliara la idolatría en el culto de Ntra. Sra. deGuadalupe, sino que reprueba igualmente que se hiciera lo mismo en los templos de

Santa Ana “Tocitzin” y de San Juan Evangelista o Bautista “Altepuchtli”; y advierte

también que cree que había “otros lugares en estas Indias donde paliadamente se hacía

reverencia y ofrenda a los ídolos, con disimulación de las fiestas que la Iglesia celebra a

Dios y a sus santos”, lo cual deseaba que “se investigara” para que la pobre gente fuera

 “desengañada del error” que padecía.

Es claro el pensamiento: que en el templo se adore a Dios y se venere a los santos con

el culto que enseña la verdadera religión y no se disimule la idolatría fingiendo

exteriormente el verdadero culto; que en el templo de Ntra. Sra. de Guadalupe no se

fuera a adorar a una diosa falsa fingiendo exteriormente tributar veneración a la

verdadera Madre de Dios. Esto es lo que dice el famoso texto. ¿Qué contiene contra la

aparición?

Lo mismo dice de los otros templos de Santa Ana y S. Juan, que no se adorara a una

falsa divinidad fingiendo honrar a aquellos santos.

Que se diga en el texto “De dónde haya nacida esta fundación de esta Tonantzin no se

sabe de cierto”, lo único que prueba es una ignorancia crasa que no podía haber en el

P. Sahagún, que tenía tanta instrucción en nuestras cosas, que según Beristáin no

reconoció igual en el conocimiento de las antigüedades de los indios y en la historia

natural, civil y religiosa de la Nueva España. Un hombre de tanto saber en la historia no

podía ser que ignorara de dónde hubiera nacido la fundación relativa a Ntra. Sra. deGuadalupe, además, como dice el mismo Beristáin, el P. Sahagún no tuvo superior en la 

inteligencia de la lengua mexicana , y no podía haber dicho que el nombre Tonantzin 

significa de su primera imposición una diosa falsa. El nombre está compuesto de tres

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elementos que son To nantli (perdida la admisible), tzin; nantl i  es nombre que significa

madre sea cual fuere; to  es posesivo de la primera persona del plural, unido al nombre

nantli significa nuestra madre , sea cual fuere, tzin es nota de respeto o reverencia;

unida esta partícula se forma el nombre compuesto Tonantzin que significa simplemente

nuestra madre respetada o reverenciada : ésta es la significación del nombre por su

primera imposición; no es su propiedad gramatical significar una falsa divinidad.

Esto lo sabía muy bien el P. Sahagún. Que este nombre Tonantzin haya sido aplicado en

tiempo de la idolatría a una falsa diosa, importa una de tantas aplicaciones que sepueden hacer de él, pero no su primitiva significación. Quien conozca aunque sea

medianamente la lengua mexicana, no puede negar que este nombre se dice

rectamente de María Sma. a quien con mucha razón llamamos nuestra Madre digna de 

alto respeto y reverencia : quien no lo entendió no pudo ser el P. Sahagún sino un

ignorante. Se reprueba en el texto no sólo por prudencia, sino teológicamente, que a

María Sma. se le llame Tonantzin, nuestra venerada Madre; más el P. Sahagún fue un

teólogo eminente y no podía ignorar que los cristianos piadosamente llamamos nuestra

Madre, “Tonantzin”, a la Madre de Dios.

Hay razones para sospechar que no sólo todo el texto citado por Muñoz y por nuestro

historiógrafo impugnador de la aparición, sino todo lo que se lee con el título de

 “Continuación del autor” fue introducido por otro que ocultó su nombre. éstas son las

razones:

1) El libro XI de la obra de Sahagún se divide en capítulos y éstos en parágrafos: ¿qué

razón había para que repentinamente se perturbara el método de la división

interponiendo entre los parágrafos VI y VII del capítulo XI con un título extraño la

llamada “Continuación del autor”?

2) No en el libro XI sino en los primeros libros trata el P. Sahagún de lo perteneciente a

la idolatría de los mexicanos; en el libro XI trata de animales, de árboles, de piedraspreciosas, etc., por lo mismo si hubiera querido añadir algo relativo a la idolatría, lo

habría en alguno de los primeros libros cuya materia es la idolatría, principalmente en el

capítulo XX del libro segundo donde habla de la idolatría en algunos montes, y no en el

libro XI en que trata de cosas pertenecientes a zoología, geografía, etc. Por tanto un

desconocido añadió la “Continuación”, y este incógnito fue ignorante en teología y en la

lengua e historia mexicanas.

§ X I . De o t ro s d os t e x to s , u n o d e l P . Sa h a g ú n y o t ro d e f r a y Ma r t í n d e L e ó n  

Se cita en la carta (núm. 18) otro texto del P. Sahagún tomado de un códice manuscrito

que existe en la Biblioteca Nacional y está rotulado “Cantares de los Indios” y otros

opúsculos”. Al tratar del calendario dice:

La tercera disimulación [ idolátrica] es tom ada de los nombres de los ídolos que allí se 

celebraban, que los nombres con que se nombran en latín o en español significan lo que 

significaba el nombre del ídolo que allí adoraban antiguamente. Com o en esta c iudad 

de Méx ico , en e l l ugar d onde es tá S ta . Mar ía de Guada lupe , se adoraba un ído lo  

q u e a n t i g u a me n te se l l a ma b a To n an tz i n   y entiéndenlo por lo antiguo y no por lo 

nuevo. Otra disimulación semejante a ésta hay en Tlaxcala en la iglesia que llaman Sta.

Ana…

En el número 22 se cita del P. fray Martín de León en su obra intitulada Camino del 

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cielo ,

La tercera disimulación es tomada de los mismos nombres de los ídolos que en los tales 

pueblos se veneraban, que los nombres con que se significan en latín o romance son los 

propios en significación que significaban los nombres de estos ídolos;  co mo e n l a  

c iudad de Méx ico en e l ce r ro donde es tá Nt ra . Sra . de Guada lupe , adoraban un  

ído lo de una d iosa que l l am aban Tonan tz in  , que es nuestra madre y este mismo 

nombre dan a Ntra. Sra. y ellos siempre dicen que v an a Tonantzin, y muchos de ellos 

lo entienden por lo antiguo y no por lo moderno de agora.

Contestación. Por la simple lectura de los dos textos se ve que lo que reprueban los

autores de la idolatría que por la semejanza de los nombres se disimulara aparentando

venerar una imagen como cristianos y en realidad adorando al ídolo cuyo nombre era

semejante al de la imagen. Es clarísimo que esto es lo que se reprueba. Dice el primer

texto: “Como en esta ciudad de México, en el lugar donde está Sta. María de

Guadalupe, se adoraba un ídolo que antiguamente se llamaba Tonantzin , y entiéndenlo

por lo antiguo y no por lo nuevo”.

Es manifiesto que se reprueba que al venerar exteriormente a la Virgen María lo

entiendan por lo antiguo, es decir por adorar al antiguo ídolo Tonantzin , pero no se

reprueba que fuera por lo nuevo, es decir, por honrar realmente a María Madre de Dios 

y venerada Madre de los hombres . Dice el segundo texto: “En el cerro donde está Ntra.

Sra. de Guadalupe adoraban un ídolo de una diosa que llamaban Tonantzin que es

nuestra madre y este mismo nombre dan a Ntra. Sra., y muchos de ellos lo entienden

por lo antiguo y no por lo moderno de agora”. El texto es terminante. “Ellos dicen que

van a Tonantzin y muchos de ellos lo entienden por lo antiguo [que era adorar al ídolo]

y no por lo moderno de agora” (que es venerar a la Virgen María). Esto moderno de 

agora no se reprueba. ¿Qué hay en todo esto opuesto a la aparición?

§ X I I . Del serm ó n d e l P . f r a y F ran c i sco d e Bu sta m a n te y d e l a i n f o rm a ci ó n q u e se  

h i zo p o r cau sa d e l serm ó n  

Los modernos impugnadores de la aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe creen haber

encontrado un argumento terrible contra la realidad de la misma aparición en un sermón

que el provincial de los franciscanos de México f r ay Franc i sco Bus taman t e predicó en

la iglesia de S. José el día 8 de septiembre de 1556 sobre la Navidad de María

Santísima y en la información reservada que se hizo por causa del sermón. Expone el

Sr. Icazbalceta este argumento en los números 30, 31, 32, 33 y 34 de su carta. Todo se

reduce a que el padre Bustamante dijo que la devoción de Ntra. Sra. de Guadalupe no

tenía fundamento, que la imagen fue pintada por el indio Marcos, que el orador no

causó escándalo por haber negado la aparición y que el Sr. Montúfar practicó una

información reservadamente acerca de lo que dijo el orador.

Contestación. Erró Bustamante negando la aparición. ¿Qué hay de extraño en esto?

Personas muy encumbradas, muy superiores a un provincial de franciscanos han errado

aún respecto de los dogmas de la fe. En la historia del arrianismo y del protestantismo

¿no se encuentran multitud de personas de alta dignidad que han errado sobre puntos

de fe? No tenemos que admirarnos del error de Bustamante. De lo dicho por este

orador se practicó información con reserva por el sr. Montúfar, arzobispo de México. Lareserva lo único que prueba es que el asunto era delicado en aquellas circunstancias.

Habló Bustamante ante el virrey, la Audiencia y otros vecinos principales de la ciudad:

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contaría tal vez con el beneplácito, el favor y apoyo de algunos de ellos. A los que no

miraban con buenos ojos a los indios, a los que los oprimían y los tenían en bajo

concepto, debió haberles halagado que se hostilizara una devoción que era su consuelo

en sus sufrimientos, que se negara el insigne favor con que los había honrado la Reina

del Cielo.

Ya que el provincial había hablado con tan reprensible imprudencia, convenía al carácter

de un arzobispo dar lugar a la prudencia: averiguó la verdad con reserva; suspendió la

información y tuvo datos seguros respecto del hecho que pudieran servirle de norma ensu conducta. No se obró estrepitosamente contra Bustamante: se evitó una escisión

entre el arzobispo y el provincial, y acaso entre el clero secular y el regular, la cual

habría sido de muy funestas consecuencias, principalmente en aquel tiempo. El

provincial de los franciscanos era en aquel tiempo una persona de consideración e

importancia: fray Francisco de Bustamante aun había sido comisario general; los

franciscanos trabajaban sin descanso en la conversión de los indios; habría sido de muy

funestas consecuencias una división entre el arzobispo y el provincial y los franciscanos

de México; si todos éstos se adhirieran a su provincial, la división habría sido de todos

contra el Sr. Montúfar; si unos se hubieran adherido al provincial y otros no, habría

habido división entre los mismos religiosos. La división podría tener trascendencia a

otros puntos del país. El P. provincial fue removido pacíficamente anticipándose al

capítulo y enviado a Quauhnahuac a perfeccionarse en la lengua mexicana. [como

atestigua Torquemada en su Monarquía Indiana ]. Otra vez fue provincial en 1560; pero

entonces no se sabe que haya causado alguna perturbación. De este modo por la

prudencia del Sr. Montúfar se extinguió la chispa que pudo haber causado una gran

conflagración; se continuaron los trabajos de la conversión de los infieles y la devoción y

la creencia de la aparición continuaron tan sólidamente establecidas que al fin la fiesta

de la aparición viniera a ser con la autoridad del sumo pontífice una de las más

solemnes que celebramos en honor de la madre de Dios.

Conviene el impugnador en que el orador Bustamante causó escándalo; pero dice que elescándalo no fue sino porque atacaba impetuosamente al Sr. Arzobispo, y porque en

cierta manera procuraba menoscabar el culto a la Reina de los Cielos (núm. 34). Dice

también (núm. 32): “Uno de los testigos de la información, el dr. Salazar, acabó de 

confirmar que la fundación de la ermit a no venía de aparición ni de m ilagro alguno,

pues dijo “que lo que sabe es que el fundamento que esta ermita tiene desde su 

principio fue el título de la Madre de Dios, el cual ha provocado a toda la ciudad a que 

tenga devoción en ir a rezar y a encomendarse a ella”. De suerte que ese solo título, el 

de la Tonantzin de que habla Sahagún, fue el que dio origen al culto”.

Contestación. Es cierto en que le orador Bustamante escandalizó porque atacó sin

respeto al Sr. arzobispo, pero es falso que en lo relativo a la Virgen María sólo haya

escandalizado, porque genéricamente procuraba menoscabar el culto a la Reina de los

Cielos. ¿No vería el impugnador el texto de las contestaciones a la pregunta 13?

El test igo D. Juan Salazar dijo que “oyó decir a muchas personas que no les había 

parecido bien lo que fray Francisco Bustamante había dicho, por haber tocado en la 

devoción de Ntra. Sra. de Guadalupe” . D. Francisco Salazar dijo que “vio en muchas 

personas que recibieron escándalo con las palabras que dicho provincial dijo, y de tal 

manera, que todo lo que había dicho tocante a la Natividad de nuestra Seora había sido 

como si no hubiera dicho nada, por haber contradicho una devoción tan grande questa 

ciudad tiene” . D. Alonso Sánchez d e Cisneros dijo que “v io estar confusos la m ayor 

parte de los que oyeron el serm ón, de haber oído lo que t rató t ocante a la devoción de 

dicha erm ita” .

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D. Juan Messeguer dijo que “habiendo predicado [ Bustam ante] un sermón maravilloso 

y divino de nuestra Señora, por mostrarse después contra la devoción de la dicha 

imagen hubo grande escándalo en el auditor io”… “qu e por lo que dicho Bustam ante dij o 

contra la dicha imagen, no ha cesado la devoción, antes ha crecido más”. He aquí como

escandalizó mucho Bustamante, no sólo por irrespetuoso respecto del Sr. arzobispo, no

sólo por procurar menoscabar en cierta manera el culto a Ntra. Sra., sino expresamente

por lo que dijo contra Ntra. Sra. de Guadalupe, ¿Por qué lo calla el historiógrafo?

A Messeguer no se le preguntó según el orden del interrogatorio.

¿No vería el impugnador el memorial presentado al Sr. Montúfar el día 8 de septiembre

de 1556? En él encontraría que fue denunciado Bustamante porque dijo en su oración

 “que le parecía que la devoción que esta ciudad ha tomado en una ermita y casa de

Ntra. Sra. que han intitulado de Guadalupe, es en gran perjuicio de los naturales”. La

misma portada de las informaciones hechas por el Sr. Montúfar prueba que se trató

muy de intento de lo que el orador Bustamante dijo contra Ntra. Sra. de Guadalupe. He

aquí la referida portada: “Información hecha por el Ilmo. Sr. D. fray Alonso de Montúfar,

arzobispo de México, con motivo del sermón que en la fiesta de la Natividad de Ntra.

Sra. 8 de septiembre de 1556 predicó en la capilla de S. José de los Naturales del 

convento de S. Francisco de México, el P. provincial de la misma orden fray Francisco de 

Bustamante acerca de la devoción y culto de Ntra. Sra. de Guadalupe” .

Es falso que el testigo Salazar acabara de confirmar que la fundación de la ermita y el

origen del culto viniera sólo del título Tonantzin. El t est igo c i t ado es D. Fran cisco

Salazar , éstas son sus palabras: “Lo que sabe es, que el fundamento de esta ermita 

tiene desde su principio fue el título de la Madre de Dios… ha v isto entrar en ella con 

gran devoción y a muchos de rodillas desde la puerta hasta el altar donde está la dicha 

imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe, y éste le parece fundamento bastante para 

sustentar la dicha ermita y querer quitar la t al devoción sería contra toda cristiandad” .

¿No leería el texto el impugnador de la aparición? Si no lo leyó, ¿cómo se le excusa de

la nota de negligente?; y si lo leyó, ¿por qué quiso presentar de un modo genérico la

devoción a María Sma. cuando el testigo dice terminantemente que muchos iban de

rodillas desde la puerta hasta el altar donde está la imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe

y que éste le parece fundamento bastante para sustentar la ermita y que “querer quitar

la tal devoción [la de Ntra. Sra. de Guadalupe] sería contra toda cristiandad”.

§ X I I I . I x t l i lx ó ch i t l  

El impugnador presenta este escritor como uno de los que guardaron profundo silencio

sobre la aparición.

Contestación . D. Fernando Alva Ixtlilxóchitl, lejos de haber guardado silencio sobre el

milagro de la aparición, antes por el contrario es autor de la traducción parafrástica de

la antigua relación de la aparición en lengua mexicana a la lengua española. Así lo

asegura D. Car los d e Sigüenza en su obra intitulada Piedad heroyca de D. Fernando 

Cortés ; dice: “Digo y juro que esta re lac ión h a l lé en t re los pape les de D. Fernando  

de A lva  que tengo todos, y es la misma que afirma el Lic. Luis Becerra en su poder. El 

o r ig ina l en mex icano es tá de le t ra d e An ton io Va ler iano  , indio, que es su verdadero 

autor, y al fin añadidos algunos milagros de letra de D. Fernando, también en mexicano.

Lo que presté al Rmo. P. Florencia fue una traducción parafrástica que de uno y otro 

hizo D. Fernando y también está de su letra" .

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Beristáin da la noticia de otro escritor hijo de D. Fernando Alva Ixtlilxóchitl cuyo nombre

es Bartolomé, el cual escribió algunas obras que no tienen relación con la aparición. Si

de este segundo habla el impugnador, la fidelidad histórica exigía que no enunciara con

la sola palabra Ixtlilxóchitl a quien guardara silencio sobre la aparición, sino que debía

haber dicho que la voz autorizada del célebre anticuario D. Fernando Alva Ixtlilxóchitl es

una de las que resuenan en el profundo silencio en que considera sumergido el siglo

que se siguió a la aparición.

§ X I V . De o t ro s a u to re s  

Dominado el impugnador de la aparición por el grande concepto que tiene del

argumento negativo, es en verdad sorprendente por cuántas partes mira aparecer con

toda fuerza ese argumento.

Si algunos autores como f ray Lu is de Cisneros no mencionan a Ntra. Sra. de

Guadalupe en el capítulo de su historia de Ntra. Sra. de los Remedios en que trata de

que las imágenes de devoción tienen principios ocultos y milagrosos, siendo así que

Ntra. Sra. de Guadalupe no tiene principio oculto, y que no prueba el impugnador que

Cisneros haga en ese capítulo el catálogo de todas las imágenes milagrosas, ya no hay

aparición.

Si el mismo autor o cualquiera habla con grande elogio del templo e imagen de Ntra.

Sra. de Guadalupe, y de su espléndido culto y no dice la palabra aparecida , no hay

aparición, no obstante que sólo la aparición puede explicar ese culto

extraordinariamente espléndido, y que es muy común que hablemos con grande elogio

de imágenes muy venerables sin referir su origen.

Si los Conci l i os m ex icanos que no son historias, sino colecciones de leyes, no

nombran la aparición, no la hubo.

Si el Sr. Garcés escribiendo al sumo pontífice y hablando de la docilidad de los indios

para recibir y observar la religión y refiriendo dos o tres casos prodigiosos, no refirió la

aparición, no la hubo.

Si Torquemada , no obstante que no tenemos íntegra su obra, aunque hable de Ntra.

Sra. de Guadalupe, no dice la palabra aparecida, no hay aparición .

Si Mend ie ta , que escribía bajo la influencia del amor y respeto a su religión y a sus

prelados, no habla del suceso que sirvió de materia a uno de ellos, a fray Francisco de

Bustamante, para causar gravísimo escándalo y por lo cual sufrió grande pesar, no hay

aparición.

Si un comisario franciscano, f ray A lonso Ponce, pasa de largo por Tepeyácatl,y no

entra al templo de Ntra. Sra. de Guadalupe, no hay aparición; siendo así que es muy

frecuente que los católicos pasen de largo por frente de los templos en que está

expuesto el Smo. Sacramento, sin que de esto se infiera que no creen en la Eucaristía.

Si un predicador, f ray Juan de Zepeda , dice un sermón de la Natividad de María Sma.y no habla de la aparición, no la hubo.

Por dondequiera se le presenta el argumento negativo al impugnador de la aparición; y

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forma un catálogo de los autores que asegura que no hablaron de este prodigio; pero

nada prueba mientras no demuestre que se ha cumplido la condición que él mismo dijo

que era indispensable para que el argumento negativo tenga fuerza, y es que el silencio

sea universal; y dista tanto de probar que en el presente caso se haya realizado esta

condición, que como después veremos, se v io ob l igado a reconocer que hubo

test im on ios c laros e indudab les de la apar i c ión dur an te e l s ig lo que cons idera de l

s i lencio . Y además debía hacer ver que no hubo causas que influyeran en el silencio de

algunos autores.

§ XV. De las causas a que debe a t r ibu i r se e l s i l enc io de va r ios au to res r especto  

de la apar i c ión de Nt ra . Sra . de Guada lupe  

En lo que se ha dicho anteriormente quedan indicadas unas causas muy poderosas que

influyeron en el silencio de varios autores respecto del suceso de la aparición de Ntra.

Sra. de Guadalupe. Ya vimos la gravísima imprudencia que cometió el provincial fray

Francisco Bustamante que negó la aparición; vimos igualmente cómo la conducta

prudente del Sr. Montúfar contuvo en su principio un mal que habría tomado

proporciones enormes. Era necesario no perturbar la armonía de los religiosos entre sí y

con los prelados y cleros seculares.

Por lo mismo, ya que se evitara la diferencia que Bustamante iba a suscitar entre un

arzobispo y un provincial, es decir, entre dos personas de muy alta importancia, no

debía darse motivo para que de nuevo se moviera la cuestión. Es muy obvio entender

que al provincial lo seguiría un número mayor o menor de sus súbditos, y esto podía ser

el principio de la pugna con el ordinario y con el clero secular. La división habría sido

trascendental a otros puntos del país. Por una y otra parte habría habido personas de

poderosa influencia del estado secular, que favorecerían a un partido y hostilizarían al

otro. Todo vendría a ceder en detrimento de la religión, en desconcepto de sus ministrosy en ruina de la grande empresa de la conversión de los infieles y del buen gobierno de

los convertidos. He aquí la explicación del recato que debió observarse.

Si convenía guardar silencio sobre la falta de Bustamante, igualmente convenía

guardarlo sobre lo que había ocasionado o se refería a aquella falta.

Hablar en los escritos de la aparición era herir la susceptibilidad de los religiosos celosos

del honor de sus prelados, dar motivo para que se formaran partidos exaltados con

perjuicio de la caridad y del mismo culto de la Sma. Virgen. Que de este modo se

explica el silencio de varios autores sobre la aparición lo manifiesta claramente el hecho

de que de la misma manera se explica el silencio de los autores sobre la cuestión de

Bustamante.

Este otro silencio es tan cauteloso que al leer la biografía del referido provincial en

alguno de los religiosos que la escribieron, no se concibe sospecha de lo que sucedió.

Dice v.g., Torquemada que fray Francisco Bustamante fue “hombre prudentísimo y de

gran gobierno”. ¿Qu ién pud ie ra sospechar que un “ hombr e p ruden t í s im o ”

i ncu r r i era en t an eno rme im p rudenc ia como l a de l m i smo Bus taman te en su

se rmón? Pues l a m i sma r azón que hab ía pa ra no hab lar de l a im p rudenc ia de

Bustam ante , l a hab ía tamb ién para ca l la r respecto de lo que le hab ía se rv ido de

m a te r i a pa ra su f a l t a . Evitar divisiones no se opone a los fines de la DivinaProvidencia, y lo estamos viendo en el presente, porque estamos presenciando el culto

grandioso de Ntra. Sra. de Guadalupe, no obstante el silencio de varios escritores

antiguos sobre la aparición.

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Para que el Sr. Icazbalceta hubiera descubierto la nulidad del argumento negativo que

hace contra la aparición, le habría bastado compararlo con el argumento negativo de

mucha mayor fuerza que se puede hacer contra la realidad de la desacertada

predicación del orador Bustamante. El argumento negativo contra la realidad de esta

predicación es de mucho mayor fuerza que el que pudo hacer contra la verdad de la

aparición; contra esta verdad opone el impugnador un siglo que él considera de silencio;

y contra la realidad de la predicación de Bustamante hubo tres siglos de silencio.

Respecto del silencio que se dice de un siglo, el mismo que lo alega se ve obligado aconfesar que no fue universal; este de tres siglos parece que lo fue.

Sin embargo, e l S r . I cazbal ce ta no se r i nde an te e l s i l enc i o no i n t e r rum p ido de

t res s i g l os, y t i ene po r r ea l l a p red i cac i ón de Bustam an te; por lo mismo no tiene

razón para exigir que atendamos a su argumento negativo de un silencio nada universal

a que él da la duración de un siglo. Pronto veremos cuánto ruido hubo durante ese

decantado silencio de un siglo.

En el proemio de la segunda edición de la Monarquía indiana de Torquemada , impresa

en 1723, vemos hasta donde se extendía la exigencia del recato. Dice el editor “No tuve 

por conveniente pedir licencia para estampar lo que se hallaba borrado del original,

aunque ya parecía cesaban las causas del recato” , y asegura que tuvo desplacer en

omitir todo el capítulo primero del libro segundo que estaba borrado y lo consideraba

interesante; y para que el libro segundo no careciera de capítulo primero, al segundo lo

hizo primero, al tercero lo hizo segundo y así sucesivamente. Este hecho manifiesta

claramente cómo se podían desfigurar y mutilar las obras en aquellos tiempos, habiendo

una absoluta libertad de suprimir todo lo que pudiera lastimar las susceptibilidades, o

que pudiera ocasionar temores fundados o infundados de tener que sufrir molestias u

otros inconvenientes. Y si se borraba lo que había de permanecer en un manuscrito

sepultado en una biblioteca, es evidente que mucho menos se habría permitido que

saliera a luz pública por la prensa o que no quería conservarse ni aun en lo doméstico;y si en las obras ya perfectas se habían supresiones, no podemos dudar que a los

escritores debe habérseles hecho entender que no tocaran estos o aquellos puntos sobre

que debía guardarse recato; y aun cuando no se les hiciera intimación, ellos mismos,

los escritores, debieron ser muy precavidos, porque a todo autor le es muy molesto que

su obra sea trucada o desfigurada después que con grande trabajo la dio por perfecta.

Sin embargo, éstas son las obras que si no refirieron la aparición, cree el historiador

que la impugna, que le suministran un argumento invencible contra la realidad del

prodigio. Es evidente que verificada la predicación imprudentísima del orador

Bustamante, uno de los puntos que no habrían de tocar los escritores franciscanos era

el de la aparición, porque referirla equivalía a reprochar la conducta de aquel prelado.

Los otros religiosos tenían que guardar armonía con los franciscanos y también el clero

secular no debía dar ocasión a que se perturbara la misma armonía que también él

debía guardar con los regulares. Considerando estas circunstancias, ¿qué argumento

puede dar contra la realidad de un hecho el que no hablen de él los que no pueden

hablar?

Otra causa que exp l i ca la reserva d e a lgunos escr i t o res en lo re la t i vo a la

apar i c ión , se t i ene en lo de l i cado que e ran en aque l los t i em pos las re laciones

en t r e los vencedores y los venc idos. El patriotismo de los españoles ha sido

sobremanera exaltado y a la exaltación del patriotismo se añadía la viveza de su

sentimiento religioso nacional. La patria y la religión, éstos eran los objetos quedominaban absolutamente en el corazón del español. Si se hubiera querido lastimar a un

español, bastaría haberle dicho que su patria en religiosidad, en valor, en proezas, en

ciencia era inferior a otro pueblo.

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¿Qué habría sentido el alma del español si se le hubiera dicho que el pueblo que

acababa de conquistar había recibido del cielo un beneficio mayor que otro de que se

gloriara su patria? No era necesario decirle tanto: que se le indicara que con distinguido

favor se hubieran igualado ante la Virgen María y ante Dios el indio vencido y el español

vencedor, ¿qué sentiría entonces el vencedor? Sólo quien no conozca el corazón

humano podrá creer que inculcar esta idea habría sido favorable a los aborígenes

mexicanos. Al enunciarla se causaría desagrado, se exaltaría la altivez propia del

vencedor.

¿Cómo, diría éste, cómo es posible creer que ante Dios ya se igualaron la heroicamente

católica España y este pueblo que ayer empezó a dejar la idolatría? De este modo se

habría dificultado la defensa y protección de los indios, en cuya causa entendían los

sacerdotes católicos con celo ardoroso, pero prudente. No sería un proceder sensato

querer exaltar de tal manera a los vencidos que ofendidos los vencedores se hiciera

peor la condición de aquéllos.

Léase en Torquemada, en la vida del Sr. Zumárraga, la persecución que sufrieron al

principio los defensores de los indios, siendo difamados ante el emperador y el Consejo

de Indias e interceptándose las cartas que dirigía a España el Sr. Zumárraga, hasta que

unas fueron llevadas secretamente, siendo autores de la persecución los hombres

poderosos. Cambiadas las autoridades no hubo de cesar luego la mala disposición de

muchos particulares contra los indios: no se mudan tan fácilmente las voluntades, y la

persecución social suele ser más terrible que la oficial.

Creyó el Sr. Icazbalceta que habría producido buen efecto en aquellas circunstancias

proclamar: “El indio ha sido exaltado por la Reina del Cielo tanto o más que el español”,

pero la experiencia enseña que engrandecer sobremanera a la persona que se reputa vil

ante el mismo que la menosprecia, es acrecentar en éste su perversa disposición. Debía

obrarse con mucha prudencia, y así el Sr. Montúfar consiguió aumentar notablemente ladevoción de los españoles a Ntra. Sra. de Guadalupe; y hasta qué punto haya llegado en

la misma España el esplendor de su culto, lo manifiesta la celebérrima Congregación de

Madrid.

§ XVI . La h is to r ia de la apar i c ión parece inveros ím i l a l impu gnador  

La historia de la aparición se presenta inadmisible al impugnador aún por la elección de

la misma persona del enviado que escogió la Madre del Señor para hacer saber su

voluntad al prelado mexicano. Juan D iego , nos dice, tenía una ignorancia absoluta de la

religión, creyendo que tomando distinto camino del que antes había seguido podría no

ser visto por la Sma. Virgen que consideraba esperándolo en Tepeyácatl; hizo una

exclamación gentílica cuando habiendo oído la primera vez el admirable concierto de las

aves en el cerro, dijo: “¿Por ventura he sido transportado al paraíso de los deleites que 

llaman nuestros mayores, origen de nuestra carne, jardín de flores o tierra celestial 

oculta a los ojos de los hombres?” . Se refiere que iba a llevar a un sacerdote que

administrara a su tío gravemente enfermo los sacramentos de la penitencia y la

extremaunción, siendo así que entonces no se administraba el segundo. En fin, quisiera

saber el adversario qué familiares tendría el Sr. Zumárraga el año de 1531 y cómo era

difícil que un indio hablara a un prelado que siempre andaba entre los indios.

Contestación. Tengamos paciencia y calmemos los escrúpulos del historiógrafo.

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Nadie ha negado que Juan Diego era inculto. En un neófito sencillo y de pocos

conocimientos no es extraña la idea de querer no ser visto de la Virgen María

cambiando el camino. La exclamación que parece gentílica al historiógrafo, tiene sentido

cristiano. Juan Diego debió haber sabido por las explicaciones religiosas la existencia del

paraíso, el cual fue un jardín amenísimo donde estuvieron nuestros primeros padres

antes de pecar, y esto se dijo del paraíso antiguamente, en el libro primero de la

Sagrada Escritura lo encontraría el adversario.

No debía ignorar el historiógrafo, que, siéndolo, debió conocer la lengua mexicana, queel texto mexicano no dice que se trata de que se administraran a Juan Bernardino los

dos sacramentos de la penitencia y la extremaunción.

El texto mexicano es claro y terminante: dijo este indio a Juan Diego que llamara un

sacerdote inic m ohuicz quimoyolcuitil itiuh ihuan quim o cencahuilitiuh , que a la letra

dice: para que venga a confesar y a aparejar, es decir, a disponer para bien morir.

El historiógrafo debió conocer la lengua mexicana y no omitir los textos de esa lengua al

tratar de este hecho de historia. Disponer para bien morir expresa una idea en la cual

nada se incluye de que se administre o no la extremaunción.

En lo relativo a que el Sr. Zumárraga tuviera o no familiares a quienes hablara Juan

Diego, también debía haber consultado el historiógrafo los textos mexicanos.

Respecto a la primera vez que fue Juan Diego a hablarle al Sr. Zumárraga, dice el

texto: Quintlatlauhtia initetlayecolticahuan initlannencahuan , etc. El nombre

telayocoltiani significa servidor , el nombre nencauh , significa criado .

¿Por qué no consultaría el diccionario mexicano el historiógrafo? ¿Por qué no leería el

texto?

Respecto de la última vez que fue Juan Diego a hablarle al Sr. Zumárraga, así dice el

texto mexicano: connamiquito ini calpixcau ihuan occequin itlan nencahuan intlatoca 

Teopixqui , etc. La versión literal es: Dice al que cuidaba la casa y a los otros criados del 

señor sacerdote , etc.

El historiógrafo debió haber leído el texto mexicano, porque cuando se trata de hechos

antiguos, deben consultarse los datos más antiguos que se tengan. Pero no consultar

esos datos es uno de sus defectos.

Ya vimos que el nombre nencauh  significa criado . Respecto del nombre calpixqui , dice el

diccionario que significa mayordomo ; y el historiógrafo debió saber analizar los nombres

compuestos mexicanos. El nombre calpixqui se compone de calli que significa casa ,

perdiendo la amisible, y de pixqui , verbal del verbo pia , que significa guardar , y así 

calpixqui significa el guardador de la casa , que corresponde al español mayordomo . Así 

es que según el texto mexicano Juan Diego hablaba al mayordomo y sirvientes del Sr.

Zumárraga. Algunos ha de haber tenido aquel prelado, a no ser que queramos suponer

que viviera solo y que no obstante la multitud de sus gravísimas ocupaciones, no

tuviera algunas personas que cuidaran de lo doméstico. En qué quedó el argumento que

con cierto aire de triunfo hizo el impugnador de la aparición diciendo: “Quisiera yo saber 

qué familiares tenía el Sr. Zumárraga en 1531”.  

Creyó el adversario que la historia de la aparición presenta al Sr. Zumárraga como unhombre ligero que creyó fácilmente a un indio que para probarle que era enviado de la

Madre de Dios, le llevo unas flores y una imagen, y no averiguó de dónde se habían

tomado aquellas flores ni de dónde se traería aquella imagen. Así raciocinia el

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adversario; pero atendiendo a la misma historia de la aparición se patentiza que el

prelado procedió con la delicada prudencia que exigía la gravedad del caso. La primera

vez que le habló Juan Diego le respondió con afabilidad, pero de tal modo que el indio

perdió la esperanza de ser oído, atribuyéndolo a que él era una persona insignificante

en la sociedad. Se le mandó que volviera a manifestar la voluntad de la Santísima

Virgen: entonces el Sr. Zumárraga le hizo muchas preguntas e investigó, y por las

respuestas del indio parecía que realmente había visto a la Reina del Cielo.

Ya se entiende que el prelado investigó cuanto creyó necesario. Sin embargo todavía nodio crédito, y dijo al indio que en aquel asunto no había de proceder sólo por su

palabra, que se necesitaba una señal para creer que lo enviaba la Reina del Cielo. Juan

Diego le respondió “Mirad, señor, cuál será la señal que m e pedís; luego iré a pedirla a 

la Reina del Cielo que me envió” . Viendo el señor obispo que no vaciló, sino que habló

con tanta seguridad, envió personas que lo siguieran y observaran a dónde iba, a quién

veía y con quién hablaba. Cumplen los enviados este precepto; más al llegar Juan Diego

al Tepeyácatl, no les fue posible verlo, por lo cual vuelven indignados tratándolo de

engañador.

El día 12 vuelve Juan Diego con las flores. Como las personas de la casa episcopal

estaban en disgusto, no le atendían; pero notando que algo llevaba en su capa,

descubrieron, y viendo que eran flores muy hermosas, quisieron tomarlas, más al

acercar la mano nada pudieron tomar, las flores que a la vista eran reales, al tacto eran

como pintadas o tejidas en el lienzo. Dicen al señor obispo lo que les había acontecido,

lo cual no podía ser un fenómeno natural; manda el prelado que entre Juan Diego;

despliega éste su capa, caen las flores y se deja ver la imagen de María Santísima de

Guadalupe y postrado el prelado la venera. ¿En dónde está la l i ge reza de l señor

Zumár raga?

Después de haber examinado al indio a su satisfacción; después de haberlo oído que sin

vacilación y con toda seguridad promete ir luego a pedir a la Reina del Cielo cualquieraseñal que el prelado exigiera; después del insólito acontecimiento de ser como pintadas

o tejidas en un lienzo las flores que al verlas y al caer son verdaderas, todavía se le

critica porque veneró la imagen. Aún hay más, el señor Zumárraga envió personas que

no sólo vieran el sitio que el indio indicara para levantar un templo, sino que también

fueran a la casa de Juan Bernardino y averiguaran lo relativo a su grave enfermedad y a

su curación milagrosa, lo cual encontraron ser cierto. Este prodigio confirmó más los

anteriores. De este modo autoriza Dios a las personas que elige para hacer saber su

voluntad.

Que no obstante que el Sr. Zumárraga fuera muy accesible a los indios, los domésticos

le hubieran puesto dificultad a Juan Diego para que le hablara, nada tiene de extraño;

todavía se observa que los domésticos de persona de elevada posición y caritativa,

suelen recibir mal a los pobres que acuden a quien los trata con paternal cariño,

principalmente si por la frecuencia con que acuden a hablar con quien los favorece, se

enfadan los que realmente nada valen en aquella casa.

§ XVI I . De l a i m p u g n a ci ó n q u e e l a d ve rsa r i o d e l a a p a r i c ió n p r e te n d e h a ce r  

con t ra los fu ndam entos h is tó r i cos , c ien t í f i cos y a r t í st i cos con que se ha  

de fend ido la rea l idad de es te p rod ig io  

Como el impugnador de la aparición reconoció (núm. 10) que una de las condiciones

que debe tener el argumento negativo para impugnar un hecho histórico antiguo es que

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el silencio de los autores que debieran referirlo sea un ive rsa l , él mismo se colocó en la

imprescindible necesidad de hacer que enmudezcan las voces que constantemente han

turbado el silencio de un siglo que asegura que existió respecto de la aparición. Veamos

si lo consigue.

§ XVI I I . Del h i m n o d e D . F ra n ci sco P lá ci d o  

El adversario de la aparición niega la autenticidad del himno que D. Francisco Plácido

cantó en el mismo día en que con solemne procesión fue trasladada la sagrada imagen

de la casa episcopal a su templo en Tepeyácatl, y niega la autenticidad de este himno

porque no admite que se haya verificado esa procesión, y porque el P. Florencia no

imprimió ese himno y de él sólo nos consta por noticias de segunda mano y extractos

nada seguros (núm 44 de la carta). Y antes había dicho (núm. 12): “Es necesario decir 

para de una vez que todas esas construcciones de ermitas y traslaciones de la imagen 

no tienen fundamento alguno histórico” .

Contestación. Que fue una realidad la procesión solemnísima con que fue trasladada la

imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe de la casa episcopal de México a su primer templo

quedó demostrado con todo el rigor que pudiera desear el más exigente historiógrafo o

 jurisconsulto en las informaciones de 1666. Lo aseguraron testigos juramentados. Para

negar lo que afirmaron es necesario llamarlos perjuros. Si los dichos de testigos que

afirman con juramento no fueran un medio de conocer la verdad, debiéramos reprobar

las leyes de las naciones cultas, lo cual sería absurdo. Es conveniente citar algunos

testimonios. D. Marcos Pacheco aseguró haber oído referir la erección de la primera

iglesia, y que a la dedicación de ella y colocación de la santa imagen se habían

convocado y convidado todos los pueblos de la comarca de México.

D. Martín de S. Luis, D. Juan Suárez y D. Diego Monroy, aseguraron haber sabido depersonas fidedignas sin variedad ni duda el milagro de la aparición y la traslación de la

imagen por el Sr. Zumárraga a la ermita que le fabricó.

En la relación de la aparición que tuvo el P. F lorencia, se refiere la procesión de la

traslación de la sagrada imagen con estas palabras: “Iban por retaguardia los muy 

ejemplares y seráficos padres de nuestro glorioso seráfico Francisco, llevando todos 

revestidos en hombros a la soberana imagen de María de Guadalupe”.

Muy fácil sería presentar más autoridades; pero es inútil respecto de un hecho tan

notorio como es que la imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe fue trasladada con muy

solemne procesión desde México hasta su primer templo en Tepeyácatl.

Consta pues que fue una realidad la ocasión en que se cantó el himno de D. Francisco

Plácido. La autenticidad del himno no se puede negar, porque consta con verdadera

certidumbre histórica por el testimonio de testigos irreprochables en su moralidad y muy

respetables por su instrucción. Estos testigos son el P. Florencia y D. Carlos Sigüenza,

como se manifiesta por lo que de este mismo himno dice el P. Florencia en estas

palabras: “D. Carlos Sigüenza, hallándolo entre los escritos de un D. Domingo de S.

Antón Muñón Chimalpain, lo guardaba como un t esoro, y para ilustrar esta historia m e 

lo dio”.  

Tres cosas asegura Florencia: que él mismo tenía el himno; que lo tenía D. Carlos

Sigüenza y que lo tuvo Chimalpain. Si estas tres aserciones de Florencia hubieran sido

tres insignes falsedades, luego Sigüenza las habría desmentido, supuesto que fue censor

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de la obra. Por tanto tenemos a favor de la existencia del himno de D. Francisco Plácido

la autoridad del P. Florencia, que lo tuvo en sus manos, la de D. Carlos Sigüenza,

insigne anticuario que lo guardaba como un tesoro y lo pasó a Florencia para que se

sirviera de él en su historia. Se añade a estos dos testigos al anticuario D. Domingo

Chimalpain que conservaba este himno. Es inútil notar que escritores posteriores

reconocen la realidad de este himno. Hacen mérito de él, Boturini, Cabrera Quintero,

Alcocer, Uribe, Beristáin, etc., que sin fundamento llamaríamos faltos de crítica.

Queda por lo mismo establecido que en el mismo principio del siglo que el impugnadorde la aparición llama del silencio, resonó públicamente una voz proclamando ese

singular favor del cielo.

No creeríamos si no lo viéramos (núm. 12 de la carta), que un historiógrafo asentara

con toda seguridad que todas las construcciones de ermitas  (de Ntra. Sra. de

Guadalupe) y traslaciones de la imagen no tiene fundamento alguno histórico .

Que existió la primera ermita lo testifican todas las autoridades antes citadas a favor de

la traslación de la imagen de México a su primer templo; lo asegura el virrey Enríquez,

como antes se vio; lo asegura el historiógrafo impugnador en el núm. 68 de su carta; lo

reconoce Muñoz en su Memoria , diciendo que el Sr. Montúfar que vino en 1554

encon t ró m uy d i f und ida l a devoc ión a l a V i rgen de Guada lupe vene rada en una

e rmi t i l l a , y todos lo admiten. Mas si existió esa ermita es evidente que fue construida.

Que se construyó otra iglesia lo confiesa el mismo Muñoz, que después de las palabras

citadas, continúa diciendo que a la ermita de Ntra. Sra. de Guadalupe “acudía la piedad 

de los fieles con tales limosnas que le sufragaron para costear una decente iglesia” ; y lo

testifica el virrey Enríquez diciendo: “y el principio que tuvo la iglesia que agora está 

hecha, lo que comúnmente se entiende es que el año de 1555 a 56 estaba una ermitil la 

en la cual estaba la imagen que agora está en la iglesia” . Aquí tenemos dos

construcciones de dos templos y que en los dos estuvo la imagen que por lo mismo yatenía dos traslaciones: 1) de México al primer templo; 2) del primer templo al segundo.

Fray Lu is de Cisneros en su Historia de Ntra. Sra. de los Remedios  impresa en 1621

dice de Ntra. Sra. de Guadalupe: “A quien van haciendo una insigne iglesia que por 

orden y cuidado del arzobispo está en m uy buen punto” . En la serie de los arzobispos

de México se dice del Sr. Pérez de la Serna que bendijo esta iglesia “que se dedicó a la 

imagen portentosa de Ntra. Sra. de Guadalupe en el año de 1622 y la colocó 

solemnemente en su tabernáculo de plata” . Tenemos otra construcción de iglesia y otra

traslación de la imagen.

Del siguiente arzobispo se dice en la serie citada: “Reparó la iglesia de Ntra. Sra. de 

Guadalupe y restituyó a ella la sagrada imagen desde la catedral donde había estado a 

fin de que los fieles implorasen el auxilio de tan benigna Madre” . Estuvo en México

desde 1629 hasta 1634 cuando sucedió una terrible inundación.

Del sr. Aguiar y Seijas se dice en la serie citada: “Puso la primera piedra para el 

magnífico templo en que hoy se venera la aparecida milagrosa imagen de Ntra. Sra. de 

Guadalupe en 26 de marzo de 1695” .

No es necesario seguir adelante. ¿Cómo dijo el historiógrafo impugnador de la aparición

que no tienen fundamento histórico las construcciones de iglesias y las traslaciones de laimagen de Ntra. Sra. de Guadalupe?

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§ X I X . De l a a n t i q u ís i ma re l a ci ó n d e l a a p ar i c i ón e n l e n g u a m e x i can a  

Terminantemente admite el nuevo impugnador de la aparición, que existió una

antiquísima relación de la aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe en lengua mexicana;

dice (núm. 43): “Ya que Sigüenza jura que tuvo una relación de letra de D. Antonio 

Valeriano no pondré duda en ello” . No asegura que haya sido Valeriano el autor de esa

relación: la escribió él u otro, dice en el núm. 68. igualmente reconoce que es tanta la

antigüedad de esta relación, que la hace remontar (núm. 68) hasta un tiempo cercanoal año de 1555 o 1556 que es la época que fija (núm. 68) para que se haya empezado

a hablar de la aparición. Confiesa en el núm. 68 que en esa relación se tiene como

verdadera la aparición pero no cree que su autor haya intentado hacer pasar por

verdaderas algunas circunstancias que conforme a la costumbre de los autores

dramáticos, introdujo para dar forma y animación a la pieza, la cual mira elaborada con

contextura dramática, para complacer a los indios que eran muy aficionados a las

representaciones de misterios. Dice también (núm. 68) que ésta sería la pieza o relación

mexicana que vio el p. Miguel Sánchez y que éste en el libro impreso en 1648 dio por

verdadero todo lo que allí encontró, aún aquello que cree que el autor mexicano

introdujo sólo con verdad relativa, para amenizar y dar interés a la pieza. Este es el

 juicio del Sr. Icazbalceta sobre la antiquísima relación mexicana de la aparición; pero

dice (núm. 43) que esa relación no existe ni se ha publicado jamás; y como tenemos

una relación mexicana de la aparición impresa por Lasso de la Vega en 1649, rehúsa

creer (núm. 51) que ésta sea la antigua, sino que la considera compuesta por el mismo

Lasso de la Vega: “I nflamada-dice (núm . 51) la devoción de Lasso con el r elato de 

Sánchez, quiso divulgarlo entre los indios, y para ello lo abrevió y puso en lengua 

mexicana. Eso es todo” .

Tenemos en todo esto confesiones muy importantes:

1) Que existió la relación de la aparición en lengua mexicana.

2) Que esta relación es antiquísima

3) Que tiene por base la aparición

4) Que el p. Miguel Sánchez no fue inventor de la historia de la aparición, sino que

hubo un documento antiquísimo donde pudo haberla leído.

El im pugnador de la apar i c ión se ha impugn ado a s í mism o. ¿Todavía ins is t i rá en

que respecto de la apar i c ión hubo u n s ig lo de s i l enc io?

¿Por qué no impuso silencio a esa voz que oyó resonar desde un tiempo cercano al año

de 1556?

Ya no sería necesario decir más sobre este punto si no se ofreciera hacer una

rectificación importante. No debe admitirse que en la relación mexicana de la aparición

se encuentren cosas en que sólo haya verdad relativa que se concede a los poetas

porque esa relación no es un drama, sino una historia: historia grandiosa cuyo asunto

presenta materia para un drama sobremanera interesante, pero no tiene ese carácter;

refiere los hechos con sencillez histórica, y todos los que presenta se encuentran

ordenados con relaciones necesarias o muy convenientes para el fin a que dirigía lamisión del neófito. Si le habló la Reina del Cielo había de dejarse ver con una grandeza

que diera idea de su dignidad: la historia debió describir esa magnificencia; en las

palabras de la Virgen María se nota dignidad y amor; en las que le dirige Juan Diego

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hay sumo respeto. Así debía ser. La primera vez que Juan Diego habla al Sr. Zumárraga

de su misión, aparece que no le da crédito; así lo exigía la prudencia; vuelve segunda

vez y entonces el prelado examina diligentemente al indio; pero para proceder con toda

seguridad le manda que pida a la Virgen María una señal de que realmente es su

enviado, y además manda a algunas personas que observan a dónde se dirige Juan

Diego, con quién habla, etc.; era muy puesto en razón que hiciera todo esto.

Cuando lleva Juan Diego las flores se excita la curiosidad de los domésticos del Sr.

Zumárraga y quieren tomarlas; es claro que Dios había de evitar que las tomaran y poresto al llegar la mano eran como pintadas o tejidas en el lienzo; la curación milagrosa

de Juan Bernardino venía a confirmar más la verdad de la aparición. He aquí una

historia completa en que nada falta y nada es sobreañadido. La inventiva de la

imaginación más de una vez habría tenido lugar; sin embargo la narración tiene la

sencillez propia de la historia; lo interesante, lo conmovedor está en la misma

naturaleza del asunto.

En la pretensión de que la relación mexicana de la aparición impresa por Lasso de la

Vega no es la antigua, sino otra que el mismo Lasso compuso, no hace otra cosa el

impugnador sino duplicar el documento, poniendo en peor estado la mala causa que

defiende. No le admitiremos esa duplicación gratuita que para nada la necesita la

defensa de la verdad.

Entretanto tenemos dos voces que interrumpen el profundo silencio de un siglo en que

esperaba dormir tranquilo el historiógrafo impugnador de la aparición.

§ XX. De la ve rs ión españo la para f rás ica de la an t iqu ísim a re lac ión m ex icana de  

la apar i c ión  

En el núm. 50 de la carta nos habla el impugnador de la versión parafrásica española

que hizo D. Fernando de Alva Ixtlilxóchitl de la antigua relación mexicana de la

aparición. No puede negar la realidad de este respetabilísimo documento. He aquí otra

voz que no pudo dejar de oír el adversario de la aparición; pero cree debilitar su fuerza

de demostrar diciendo que como no se trata sino de una versión de la relación antigua

ya existente, no se tiene un documento distinto del anterior.

Este m odo de rac i oci na r im po r ta un e r ro r en l a f i l o so f ía de l a h i s t o r i a, y es creer

que la multiplicación de las autoridades históricas está sólo en la multiplicación material

de los escritos de diversos autores, y no primaria y principalmente en la multiplicación

de los testigos. El escritor no vale por el papel, ni por la tinta, ni por la figura material

de las letras, sino porque manifiesta su modo de pensar. Por lo mismo si D. Antonio

Valeriano es una autoridad histórica escribiendo la relación de la aparición en mexicano,

D. Fernando Ixtlilxóchitl, conformándose y parafraseando en español esta relación, y aún

aumentándola en lo tocante a relación de milagros, es otra autoridad histórica. Que así 

lo hizo lo testifica Sigüenza. Tenemos, pues, dos autoridades históricas respetables y

tenemos derecho para contar como dos testimonios históricos, la relación antigua

mexicana de la aparición y su paráfrasis española. Otra voz molesta al historiógrafo.

§ XXI . De l a s ra zo n es q u e se t i e n e n p a ra c re er q u e h a h a b i d o p o r l o m e n o s o t ra  

an t igua re lac ión de la apar i c ión  

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El adversario de la aparición proponiéndose en el núm. 42 refutar al Sr. Tornel que

presenta como probable la existencia de otra relación antigua de la aparición, se avanza

a decir absolutamente que de esa relación más valiera decir con franqueza que nunca la 

hubo . ¿Y cuál es el fundamento de una aserción tan terminante y atrevida? El único

fundamento es que hay variedad entre los autores acerca de quién sea individualmente

el autor de esta otra relación.

Es muy extraño que un historiógrafo niegue absolutamente la existencia de una obra

sólo porque no es cierta la persona del autor, aunque haya fundamento que apoye larealidad de la obra. ¿Cuántas obras hay de que no se duda, y sin embargo no se tiene

certidumbre de sus autores? Es gratuita por lo mismo la negación del impugnador.

El P. Florencia da por autor de esta narración a un franciscano y lo prueba por el mismo

lenguaje de la referida narración, que sólo puede usarlo un franciscano. Describiendo la

relación de la procesión con que fue trasladada la imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe de

México a su primer templo, dice que iban los padres “de nuestro glorioso y seráfico 

Francisco” , hablando de Juan Diego; dice que guardó castidad “a persuasión de la 

alabanza de ella que en cierta plática oyó de un santo religioso de nuestra orden de S.

Francisco, llamado fray Toribio Motolinía” ; más sólo un franciscano puede llamar a una

persona religioso de nuestra orden de S. Francisco . Del Sr. Zumárraga dice era de la

orden de nuestro padre S. Francisco. Todo esto manifiesta que en esa relación escribió

la pluma de un franciscano. ¿Quién fue? La historia señala o al p. Mendieta o al P. fray

Francisco Gómez.

Mas si en aquella relación se tiene no una sino repetidas veces el lenguaje de un

franciscano, en la relación mexicana impresa que conservamos se tiene repetidas veces

el lenguaje de quien no es franciscano. He aquí a la letra los textos mexicanos y su

traducción:

Hablando de la primera vez que Juan Diego habló al señor Zumárraga dice de esteprelado: “itocatzin catca D. fray Francisco de Zumárraga S. Francisco Teopixqui” .

Traducc ión : su nombre era D. fray Francisco de Zumárraga, sacerdote de San

Francisco.

Refiriendo el segundo milagro dice: (texto mexicano): in Itlaçohuan totecuillo S.

Francisco Teopixqui .

Traducción : los amados sacerdotes de Nuestro Señor San Francisco.

Refiriéndose al duodécimo milagro dice (texto mexicano): co Francisco Teopixcatzintli.

Traducción : un venerable sacerdote de S. Francisco.

Refiriendo el decimocuarto milagro dice (texto mexicano): in Francisco Teopixqui.

Traducc ión : los sacerdotes de S. Francisco.

Tres veces habla de este modo.

Hablando de la castidad de Juan Diego dice de él y su consorte (texto mexicano):ceppaquicacque in itemachtiltzin fray Toribio Motolinia ceme in matlactin ommomen S.

Francisco Teopixqui y ancuican maxitico.

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Traducción: una vez oyeron la enseñanza respetable de fray Toribio Motolinía, uno de

los doce sacerdotes de S. Francisco que vinieron recientemente.

Este lenguaje no es de un franciscano.

Comparemos también la narración de la procesión de las dos relaciones. La impresa por

Lasso de la Vega dice:

Texto mexicano: “Cahuel mohueychinh in tlayahualoliztli ic quimohuiquilique cenquizque in ixquichtin Teopixqui catca ihuan in nepapan caxtilteca in ye inmac catca altepetl, ni 

iuhan in ixquichtin Tlatoque Pipiltin Mexica”.

Traducción : se hizo la grande procesión con que la llevaron todos los sacerdotes que

había y varios castellanos que ya estaban en la ciudad y también los señores nobles

mexicanos, etcétera.

Comparemos esta narración con la que refiere Florencia que se leía en la relación que

tuvo en su poder que dice así: “Iban por retaguardia los muy ejemplares y seráficos

padres de nuestro glorioso seráfico Francisco, llevando todos revestidos en hombros a la

soberana imagen de María de Guadalupe”.

Se ve que aunque se hable del mismo asunto, o se refiere del mismo modo; lo cual

manifiesta que han sido dos los autores que refirieron el mismo suceso de dos modos

distintos.

De aquí resulta más que probable que hubo por lo menos dos autores que escribieron

en mexicano respecto de la aparición.

Hablando el P. Florencia de la antigüedad de la relación de la aparición que le comunicó

D. Carlos Sigüenza y que se decía trasladada de unos papeles muy antiguos, dice: “Por el deslustre del papel y lo amotignado de la tinta se está conociendo que el traslado es 

muy antiguo, que a mi entender ha más de setenta u ochenta más que lo trasladó; 

porque no estando deslustrado, como no está de manoseado, sino de antiguo, es sin 

duda, que la causa es los muchos años que ha que se escribió. Y si el traslado tiene 

tantos de edad, llamando a los papeles de que se copió muy antiguos, ¿qué años 

tendrían éstos?” .

Habla después el impugnador (núm. 50) de los papeles en que fundó su historia el P.

Miguel Sánchez; pero no admite que prueben porque Sánchez no dijo qué papeles

fueron los que halló y dónde. ¿ésta es la razón? ¿Acaso porque Sánchez no expresó

todo lo que desea el exigente historiógrafo es nulo su testamento?

Es bien sabido que estudiando la historia se hace uso de los testimonios que han dado

los escritores, y no se desechan porque no hayan dicho todo lo que deseáramos. Dan

testimonio de documentos antiguos relativos a la aparición el P. Florencia citando el

testimonio de la misma relación de la aparición de que se sirve el P. Sánchez y Luis

Becerra Tanco en el prólogo de su obra. ¿Nos atreveríamos a decir que todos mienten?

Tenemos más voces que interrumpen el silencio de un siglo en que el impugnador de la

aparición pretendía que ni una sola se hubiese oído.

§ XX I I . Del t e s t i mo n i o d e l a a p a r i ci ó n q u e se e n cu e n t ra e n u n t e s ta me n to d e u n a  

par ien ta de Juan D iego  

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Asegura Boturini en su Catálogo del Museo Indiano , § XXXVI, núm. 4, que tenía el

testamento original de una parienta de Juan Diego en que dejaba a la imagen de Ntra.

Sra. de Guadalupe unas tierras; y en la Idea de una nueva historia, § XXVII, núm. 4,

menciona también este testamento y copia la noticia de la aparición que en él se tenía

en mexicano y es la siguiente: “Sapa omenextlitzino itlaço cihuapilli Sta. María inoqui 

cayotilique in itlaçoteopixqui Guadalupe" .

El Sr. Icazbalceta no se atreve a negar ni la existencia de este testamento ni el

testimonio de la aparición que en él se encontraba; pero ocurre a un medio de defensa

que ha inventado. Conviene en que el testamento realmente habla de la aparición, pero

ha de ser otra la aparición de que hace mención y no la famosa hecha a Juan Diego.

Pretende fundar tan rara interpretación en que si dijera el texto que se había dado la

noticia de la aparición al Sr. Zumárraga le habría llamado Huey teopixqui , que era el

tratamiento que convenía a su carácter. Nada prueba esto, porque las personas

sencillas, respecto de los eclesiásticos que les merecen particular aprecio, prefieren un

tratamiento afectuoso al oficial o social; dice que no le habría añadido el calificativo de

una ermita: así es que según el Sr. Icazbalceta lo que dice el texto mexicano es que la

Virgen se apareció en sábado y que se dio aviso del suceso al sacerdote (capellán o

vicario) que estaba en la ermita de Guadalupe.

Es de sentirse que en nuestros días sea tan poco conocida la lengua mexicana, por lo

cual acaso no faltarán personas que crean acertada y docta esta traducción, la cual no

es exacta.

El texto mexicano dice que se avisó la aparición de María Stma. a su amado sacerdote

de Guadalupe. El posesivo i  que significa suyo, hace que la posesión se refiera

activamente a María Stma. y pasivamente al sacerdote, teopixqui con el calificativo de

amado, tlaçotli , perdida la amisible; así es que no se le dice al Sr. Zumárraga de unmodo indeterminado, según traduce el Sr. Icazbalceta, el amado sacerdote , sino

determinadamente sacerdote amado de María Sma .; y realmente lo fue, y una prueba

del amor particular de la Virgen María a aquel prelado fue haberse aparecido en su

presencia la sagrada imagen de Guadalupe. Cree el Sr. Icazbalceta que se le dice al Sr.

Zumárraga sacerdote de la iglesia de Ntra. Sra. de Guadalupe , y por esto le parece que

se le considera como capellán o vicario de la misma iglesia, lo cual no era propio de su

carácter, porque era el prelado diocesano. Para sentar estas cosas introduce el

historiógrafo en su traducción el nombre ermita, suponiendo que en texto mexicano falta

el correspondiente teocalli ; es decir, supone en el texto mexicano la figura eclipsis sin

fundamento ni en la gramática ni en la literatura, que no deben ser extrañas a un

historiógrafo, porque se necesitan para la recta inteligencia de los documentos

históricos. No hay fundamento para suponer esa figura; sin ella el sentido es perfecto:

el Sr. Zumárraga con mucha razón pudo llamarse sacerdote de Guadalupe , tanto por la

aparición verificada en su presencia, como por el especial cuidado que tuvo de la

imagen y del culto de la Sma. Virgen bajo la advocación de Guadalupe-

Tenemos otra voz que resuena cerca del principio del siglo que el Sr. Icazbalceta llama

del silencio.

§ XX I I I . El t e s ta me n to d e Ju an a Ma r t í n  

Fue otorgado este antiquísimo testamento en S. Buenaventura Quauhtitlán ante el

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escribano Morales. En este testamento se nombra a Juan Diego y a su esposa María,

Malintzin, y hablando de Juan Diego se da el siguiente testimonio claro y terminante de

la aparición: “I nipaltzinco omochiu y tlahuiçolli in ompa Tepeyac in campa monexi in 

tlaço cihuapilli Sta. Maria in oncan yotilique itlaço ixcopinque Guadalupe nican toaxcatzin 

in ipan toaltepetl Quauhtitlán” .

Traducción: “Mediante él [Juan Diego] se hizo la maravilla allá en Tepeyac, donde se

apareció la amada Sra. Sta. María; en donde vimos su amable imagen de Guadalupe; es

nuestra de los de la población de Quauhtitlán”.

A un testimonio tan preciso es imposible adaptarle la tergiversación intentada por el

historiógrafo adversario de la aparición de decir que hablará de alguna otra aparición y

no de la reconocida generalmente.

Es manifiesto que este testamento es distinto del anterior de que se trata en el párrafo

XXII. En aquél se dice que María Sma. se apareció en sábado; en este no se expresa el

día; en aquél se dice que se avisó la aparición de la Sma. Virgen a su amado sacerdote,

lo cual no se halla en éste.

El Sr. Icazbalceta asegura que de este testamento no conoce cosa alguna (núm. 48 de

la carta); y después en el núm. 68 dice que el testamento de Juana Martín habla de la

famosa aparición que tanto honra a nuestra patria, dice: “Hacia los años de 1555 a 56 

comenzó a encenderse la devoción (de Ntra. Sra. de Guadalupe cuya imagen estaba en 

la erm ita)… y se contó t ambién la aparición de que h ablan Juana Mart ín y Suárez 

Peralta.” 

Otra voz más inquieta al Sr. Icazbalceta en su imaginado silencio de un siglo.

§ XXI V. De l tes tament o de Gregor ia Mar ía  

Asegura Guridi Alcocer que en este testamento se asienta la aparición, que fue otorgado

el día 11 de marzo de 1559 y que de su original mexicano corrían copias con la

traducción castellana.

El impugnador de la aparición hace mención de este testamento de Gregoria María pero

desvirtuando la noticia histórica que da de él Alcocer. Este escritor asegura que corrían

copias del original mexicano de este testamento con su traducción castellana; el

impugnador sólo dice que el Sr. Alcocer tenía una copia de él, y le desagrada que no la

publicara. Como da a entender la existencia de una copia, podía perderse; más como

Alcocer asegura no ya que hubiera una copia del testamento, sino que corrían las copias

de él, por lo cual era bastante conocido, no había motivo para el desagrado del

adversario.

Dice Alcocer que muchos creían que este testamento y el de Juana Martín eran uno

mismo. Como no se tiene a la vista el texto de este testamento, no se puede hacer la

comparación que resolvería la cuestión; pero es muy difícil suponer que el Sr. Alcocer

que lo cita, incurriera en tal equivocación que leyera Gregoria María en vez de Juana

Martín. Sin embargo, no resolvemos que este testamento sea o no distinto del de Juana

Martín, por falta de datos suficientes.

Pero que éste testamento es distinto del de la parienta de Juan Diego de que habla

Boturini, lo prueban las razones siguientes que leemos en Alcocer:

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Tanto el Sr. Lorenzana como Boturini y todos comúnmente convienen en que la

testadora era pariente de Juan Diego, lo que sacan del mismo testamento; y en el de

Gregoria María no aparece tal parentesco. Dice aquél que se dejaron a Ntra. Sra. unas

tierras, hasta tres, expresa Boturini, y en el de Gregoria María, parece ser una sola. En

el primero se refiere haberse aparecido María Sma. en sábado; y no se halla semejante

expresión en el segundo.

Dícese que se avisó la aparición al querido párroco o padre de Guadalupe según elprimero; y esto tampoco se encuentra en el segundo. Dícese en fin en aquél que se

llamaba la mujer de Juan Diego, María Lucía; y el último sólo le da el primer nombre de

María, Malintzin.

§ XXV. El im pugnador de la apar i c ión hace un obsequ io a los qu e la de f ienden  

En el núm. 47 de la carta nos da el Sr. Icazbalceta un documento que según asegura,

no han aprovechado los últimos apologistas de la aparición y es el de Juan Suárez

Peralta que en sus Noticias históricas de la Nueva España escritas hacia el año de 1589

dice que el virrey Enríquez “llegó a Ntra. Sra. de Guadalupe que es una imagen 

devotísima que está de México dos lehuechuelas, la cual ha hecho muchos milagros 

(apareciose entre unos riscos y a esta devoción acude toda la tierra) y de allí entró en 

México” . El testimonio es terminante; sin embargo para evadirse el impugnador de esta

autoridad que claramente habla de la aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe, ocurre al

medio que ha inventado y dice que debe hablar de otra aparición hecha a persona

incógnita en figura de la imagen de Guadalupe ya existente, y no de la aparición hecha

a Juan Diego. Vemos cómo in t r oduce apar i c iones desconoc idas para negar la

verdadera genera lm ente reconoc ida . No nos dice el escritor citado que el virrey

Enríquez fuera a venerar una figura de la imagen, sino a la verdadera imagen deGuadalupe; y hablando de esta imagen, de la visita del virrey, de la grande devoción

con que era venerada esa verdadera imagen, en el intermedio de estas cosas refiere la

aparición en la montaña, es evidente que ésta no es una aparición ignorada, sino la que

todos reconocemos.

Otra voz. El Sr. Icazbalceta al fin tuvo que oírla confesando en el núm. 48 de la carta

que Suárez Peralta habla de la aparición que nuestro adversario se propuso impugnar.

§ XXVI . Test im on io de la apar i c ión por D. Lu is ánge l Ve tancour t  

Boturini (Catálogo del Museo Indiano § XXXIII, núm. 11 y Manuscritos guadalupanos , §

XXXV, núm. 4), asegura que tuvo en sus manos una historia manuscrita de Ntra. Sra.

de los Remedios. Es de don Lu is ánge l Ve tancour t , la cual fue anterior a la de fray

Luis de Cisneros impresa en 1621. En aquella historia dio Vetancourt el siguiente

testimonio de la aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe:

Y porque tengas de tu gloria indicios 

a Tepeaquilla baja diligente,

y entre tajadas peñas y redondas,

verás mi imagen cerca de las ondas.

No como aquí, de bulto, de pinceles 

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que en blanca manta el gran Apeles tupe 

porque Dios, verdadero Praxiteles,

allí me advocará de Guadalupe.

En el Tesoro Guadalupano , primer siglo, núm. 54, asegura su autor, el Sr. Vera, que por

bondad del Sr. Troncoso, académico, tiene copia de esta historia y reproduce el

testimonio de la aparición.

Otra voz que ni menciona el Sr. Icazbalceta.

§ XXVI I . De l a h i s t o r i a d e l a a p a r i ci ó n d e q u e h a b l ó e l S r . Ur i b e  

El Sr. Don José Patricio Uribe en un sermón que predicó en el templo de Ntra. Sra. de

Guadalupe (el tercero impreso), dijo que estaba la historia de la aparición en idioma 

mexicano archivado en la Real Universidad, cuya antigüedad aunque se ignora a punto 

fijo, se conoce que remonta hasta tiempos no muy distantes de la aparición, ya por la 

calidad de la letra, y ya por su materia que es masa de m aguey, de la que usaban los 

indios antes de la conquista.  

¿Qué opondría a esta prueba el Sr. Icazbalceta? Cita el Sr. Uribe una historia

manuscrita de la aparicion; prueba su antigüedad; dice dónde se encuentra. ¿Qué más

puede desear el crítico más rígido? Pero por no dejar de decir algo el Sr. Icazbalceta,

asegura que todavía en 1580 usaban los indios el papel de masa de maguey. Esto no

destruye la antigüedad del manuscrito. Pregunta, ¿qué contenía esa relación? Es inútil

que lo pregunte diciendo terminantemente el Sr. Uribe que ese escrito es una historia

de la aparición.

Pregunta el Sr. Icazbalceta, ¿cuál es la fecha del manuscrito? ¿Dónde para hoy? A laprimera pregunta ya dijo el Sr. Uribe que era antiquísimo, pero no podía fijarse con

precisión cuándo se escribió; la segunda pregunta no tiene motivo de hacerla el

impugnador, supuesto que el Sr. Uribe asegura que en sus días se hallaba en la

universidad. Si actualmente se encuentra allí o no, nada desvirtúa la fuerza propia del

documento.

Sería de desear que se hiciera constar si esta historia de la aparición de que da

testimonio el Sr. Uribe, es la misma o distinta de la impresa por Lasso de la Vega.

§ XXVI I I . De l o s An al e s y o t r o s ma n u scr i t o s  

El Dr. José Ignacio Bartolache en su Opúsculo guadalupano , en la pieza número 3,

presenta un testimonio certificado por el secretario de la Universidad de México, en que

consta que el día 30 de enero de 1787, estando presentes juntamente con el secretario

y el Dr. Bartolache, el rector de la universidad, el bibliotecario y el catedrático de lengua

mexicana, se vio un manuscrito y de él se hicieron estas dos traducciones: en 1531

Juan Diego m anifestó a la amada Sra. de Guadalupe; el año de 1548 murió Juan Diego 

a quien se apareció la amada Sra. De Guadalupe. El catedrático de idioma mexicano

aprobó la inteligencia y fiel traducción de los textos mexicanos.

Los dos testimonios de la aparición son terminantes. Al historiógrafo impugnador no le

quedó otro recurso sino decir que el añalejo puede estar viciado. No lo vio, como se

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manifiesta porque dice: Ignoro qué disposición tenía, más no ignoraría esto si lo hubiera

visto; y de este escrito que no vio, sólo porque es copia y no original, y porque

comprende los sucesos hasta el año de 1737 que fue el del juramento del patronato de

Ntra. Sra. de Guadalupe, fácil le parece que hayan añadido entonces en la copia los

pasajes de la aparición al frente de los signos correspondientes.

¿Quién creyera que de este modo tratara de evadirse un historiógrafo? Cinco personas

instruidas, el rector y el secretario de la universidad, el bibliotecario, el profesor de

lengua mexicana y el Dr. Bartolache, que nadie puede tachar de crédulo, tuvieron porauténticos los testimonios de la aparición contenidos en el añalejo de la Universidad de

México; y el historiógrafo que ni siquiera lo había visto, aventuró sin ningún fundamento

la especie de que lo habrán alterado.

Se nota que en este añalejo se tienen unos anales existentes en la biblioteca de la

universidad. En la de la catedral de la misma ciudad de México también se tenían otros

anales, los cuales eran distintos de los de la universidad, como se ve por la

confrontación de los textos de unos y otros que siguen a continuación, notando con letra

cursiva las palabras distintas en unos y otros.

Tex to m ex i cano de l os ana les de l a un i ve rs i dad

Acaxihuitl 1531. Otlalmanque in caxilteca in Cuitlaxcoapa Ciudad de los Angeles ihuan in 

Juan Diego oquimotenextilli in tlaco cihuapilli Guadalupe Mexico motocayotia Tepeyácac.

Texin 1548 Omomiquili Juan Diego, inoquimanextilli y Tlaçohuapilli Guadalupe México.

Otecihuilo iniztactepetl.

Bartolache copia estos textos en los números 11 y 12 de la segunda parte del Opúsculo

guadalupano.

Tex to m ex i cano de l os ana les de l a cated ra l

1531 Otlalmanque in quixtianotzin cuitlaxcoapa Ciudad de los Angeles. Zano ipan inin 

xihuitl in Juan Diego oquimotenextli in tlaço nantzin cihuapilli Guadalupe México.

1549 Omomiquili in Juan Diego oquimonextilitzino in Tlaço Cihuapilli Guadalupe México.

Tuve ocasión de ver estos textos en un volumen manuscrito que se guarda en el Museo

Mexicano.

La versión española de ambos textos es:

De los ana les de la un ive rs idad

1531. Los castellanos tomaron a Cuitlaxcuapa, ciudad de los ángeles, y Juan Diego 

manifestó a la amada Señora de Guadalupe. Llámase de Tepeyácac.

1548. Murió Juan Diego a quien se apareció su amada Señora de Guadalupe de México.

Cayó granizo en el Cerro Blanco.

De los ana les de la ca tedr a l

1531. Los cristianos tomaron a Cuitlaxcuapa, Ciudad de los ángeles. También en este 

año manifestó Juan Diego a la amada Madre Señora de Guadalupe de México.

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1548. Murió el Juan Diego. Se le apareció la amada Señora de Guadalupe de México.

En ambos anales se refiere dos veces la aparición; pero por la diferencia en algunas

palabras y porque el verbo nextia en los anales de la catedral tiene reverencia superior

respecto de la que tiene en los anales de la universidad, se ve que son distintos los

anales.

Boturini en el Catálogo del Museo Indiano, “Manuscritos guadalupanos” , §XXXV, núms. 2y 3, da las siguientes noticias: “Un manuscrito en lengua náhuatl trata de muchas cosas 

pertenecientes al imperio mexicano, y en unos pocos renglones con estilo conciso (como 

lo demás), refiere el haberse aparecido la Sm a. Sra. en el cerro del Tepeyac…” . Otros

dos manuscritos en lengua náhuatl que están citados en las piezas sueltas de la Historia

del Imperio mexicano, mencionan en cortos renglones la aparición en el año que le toca.

Poseía Boturini estos manuscritos originales. Del primero dice: “La historia es antigua,

fidedigna, y lo probaré en el prólogo galeato” . De los otros dos manuscritos dice que

probará la antigüedad de ellos en el mismo prólogo.

En el caso de que alguno o algunos de estos tres manuscritos se identifiquen con los

anales de que antes se ha hecho mérito, se tendrán por lo menos estas otras tres voces

para inquietar al adversario en su silencio de un siglo.

Asegura también Boturini que el testamento de D. Esteban Tomelin sirve para probar la

notoriedad de las apariciones de nuestra Señora de Guadalupe.

Tuvo Boturini un tanto auténtico de este testamento. Catálogo cit. § XXXVI, número 3.

§ XX I X . De l o s m a p as y p i n tu r a s  

No teniendo los antiguos mexicanos la escritura alfabética conocida en Europa, se valían

de otros medios para conservar la memoria de los acontecimientos. No era México un

pueblo sin historia; ni habría podido escribirse después nuestra historia antigua, sino

sirviéndose de la historia propiamente dicha que sin usar el alfabeto europeo,

conservaban los mexicanos. En estos medios había garantías de seguridad, porque la

historia es nula cuando no puede tenerse certidumbre de los sucesos; y de hecho se

reconoce que se obraba con fidelidad cuando se transmitían los hechos a la posteridad.

La pintura y la poesía sirvieron a los antiguos mexicanos para formar su historia.

Representando a la vista los objetos materiales a que afectaban los hechos y formando

de tal manera las representaciones que tuvieran analogía con los acontecimientos cuya

memoria se quería conservar, se habían las pinturas o mapas por medio de los cuales se

transmitían a los posteriores las noticias de importancia. Por medio de la poesía se

formaban composiciones que se cantaban públicamente con acompañamiento de

instrumentos músicos en las fiestas u otras ocasiones oportunas. Se enseñaban estos

cantares a los niños más inteligentes, que después los cantaban y los enseñaban a

otros; por ese medio se perpetuaba por siglos la memoria de los sucesos interesantes.

Aún después de la Conquista continuaron los indios con estos usos; y también les

sirvieron para conservar la memoria de la aparición.

Apenas una muy ligera indicación se encuentra en la carta (núm. 50) respecto de los

mapas representativos de la aparición: dice que estos mapas no infunden confianza

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porque “no se trata de una aparición cualquiera de la Virgen de Guadalupe, sino de la 

aparición a Juan Diego y de la pintura milagrosa en la tilma” .

No afecta al historiógrafo multiplicar los testimonios de apariciones incógnitas: si Suárez

de Peralta habla de la aparición de la Virgen María en un cerro; si el testamento de

Juana Martín refiere la aparición; si los mapas la representan, han de ser otras

apariciones, aunque no estén averiguadas, aunque no obtengan el asenso de los

hombres de criterio; l o que l e impo r t a es nega r l a apa r i c ión que t odos

reconocem os como ve rdadera ; y como en la posibilidad las apariciones podríanmultiplicarse indefinidamente, sean cuales fueren los documentos que se le presentaran

al historiógrafo, siempre contestaría que se han de referir a otra aparición que no sea la

generalmente admitida. A quien raciocinara de este modo nadie podría convencerlo.

Luego se propone inculcar la idea de que los mapas no importaran la idea de que fuera

real la aparición; y para esto los compara con los retablos que vemos en las iglesias,

llevados por personas que atribuyen a la intercesión de algún santo un beneficio

especial. Dice: “Es costumbre que todavía dura pintar en los retablos de milagros la 

imagen del santo que lo hizo, como si se apareciera en el aire al devoto, sin que nadie 

pretenda por eso que la aparición fuera real… un retablo semejant e pintado en unos 

anales de indios sin texto que declare el asunto, puede tomarse por una aparición real,

sin serlo” . Estos son los argumentos para impugnar la autoridad de los mapas y

pinturas relativos a la aparición.

Aunque sea tan fútil esta impugnación, es conveniente refutarla. A lo menos en la

generalidad de los retablos de las iglesias que alega el impugnador, nadie entiende que

se intente representar apariciones de santos; mas consta históricamente que los indios

intentaron representar en pinturas o mapas la aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe o

referirse a ella. El primer testigo examinado en las Informaciones de 1666, hacia el fin

de la contestación a la quinta pregunta dice que a Juan Diego se le apareció la Virgen, y

añade “que lo tiene por cierto y evidente, pues los antiguos lo llegaron a pintar en los conventos y retratar a éste delante de la Virgen, que no lo hiciera si no fuera tal,

porque la pintura era muy antigua y se hecha muy bien de ver por ella y ser de aquel 

tiempo” .

Aquí tenemos declarada la relación de esta pintura con la aparición.

Becerra Tanco asegura que vio en poder de D. Fernando de Alva un mapa de insigne

antigüedad escrito con figuras y caracteres de los indios, en el cual se representaban los

sucesos de más de trescientos años antes que vinieran los españoles y muchos años

después, y para su mejor inteligencia tenía algunas líneas en lengua mexicana y en él

estaba figurada la aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe. Boturini tuvo en su poder el

retrato original de Juan Diego que se ve de rodillas mirando al Tepeyácatl donde se le

apareció la Sma. Virgen y a un lado tiene el pozo donde otra vez vio a la Virgen María.

Asegura Boturini que halló este retrato en Tlaxcallan a donde había sido llevado.

En cuanto a la autoridad que tuvieron antiguamente los mapas históricos de los indios,

dice Florencia, que era tanta como la de los procesos españoles autorizados por

escribanos, y que todavía en su tiempo valían mucho, no sólo cuando litigaban los indios

entre sí, sino también cuando lo hacían con los españoles. Se citan otras pinturas

relativas al culto antiquísimo de la imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe; pero como el

adversario lo reconoce no es necesario hablar de esas pinturas.

Habrá otros mapas y pinturas relativas directamente a la aparición. Mas es sabido que

mucho se ha perdido en lo tocante a nuestra historia.

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§ XXX. De los h im nos y rep resen tac iones de la apar i c ión  

Fue costumbre muy antigua de los mexicanos conservar la memoria de los

acontecimientos importantes refiriéndolos en composiciones poéticas que se cantaban

públicamente en festividades; que conforme con esta costumbre se cantaban las

apariciones de Ntra. Sra. de Guadalupe, lo reconoce el mismo Muñoz, adversario de laaparición: dice en el núm. 24 de su Memoria que todo el tiempo de 1629 a 1634 con

motivo de una inundación terrible estuvo la Virgen de Guadalupe en la capital y fue

obsequiada con extraordinarias demostraciones… desahogóse el fervor en danzas, bailes,

prevenidos coloquios y cantares de indios en que se mentaron las apariciones.

Becerra Tanco dice (en Felicidad de México , “Pruébase la tradición”):

Afirmó haber oído cantar a los indios ancianos en los mitotes y saraos que solían hacer 

antes de la inundación de esta ciudad los naturales, cuando se celebra la festividad de 

Ntra. Sra. en su templo santo de Guadalupe y que se hacía en la plaza que cae en la 

parte occidental, fuera del cementerio de dicho templo, danzando en círculo muchos 

danzantes y en el centro de él cantaban puestos en pie dos ancianos al son de un 

teponaztli a su modo el cantar en que se refería en metro la milagrosa aparición de la 

Virgen Sma. y su bendita imagen, y en que se decía que se había figurado en la manta 

o tilma que servía de capa al indio Juan Diego, y cómo se manifestó en presencia del 

ilustrísimo Sr. D. Fray Juan de Zumárraga, primer obispo de esta ciudad; añadiendo al 

fin de dicho canto los milagros que había obrado Ntro. Señor en el día que se colocó la 

santa imagen en su primera ermita, y los júbilos con que los naturales celebraron esta 

colocación.

Veamos ahora lo que dispone el Tercer Conci l io Mex icano . En el libro III, tít. XVIII §

I, que trata de que se destierre toda superstición de las cosas sagradas dice: “Conviene 

que los obispos, como pastores, procuren propagar la verdadera devoción entre los 

fieles y se excluyan absolutam ente las falsas y vanas supersticiones; por tant o se 

proh iben en las iglesias las danzas, bailes, r epresentaciones y cantos profanos… Mas si 

hubieren de representarse algunas historias sagradas u otras cosas santas y útiles al 

alma o cantarse algunos himnos devotos, todo esto antes de un mes preséntese al 

obispo para que lo examine y apruebe” .

Y en el libro I, tít. I, tratando que se quiten los impedimentos de la salvación de los

indios, en el § I dispuso que sólo se permita a los indios los cantos que fueren

aprobados por sus párrocos y vicarios. Atendidas estas disposiciones, no pudiendo

admitirse que todos los obispos y los ministros fueran unos constantes infractores de las

leyes del concilio, se deduce lógicamente que siendo ciertísimo que la historia de la

aparición se cantaba en público en la misma ciudad de México y del mismo modo se

cantaba en Tepeyac, esta historia tenía la aprobación que exigió el Concilio Mexicano.

He aquí cómo de un modo constante y autorizado se recordaba la aparición al pueblo

mexicano. Estos cantos valen en la historia: 1) por la fidelidad que caracterizaba a los

mexicanos en guardar la memoria de los hechos importantes; 2) por el examen y

aprobación que de los mismos cantos mandó el concilio y por la vigilancia de los

ministros para que en los referidos cantos se tratara de misterios religiosos conexactitud; 3) por la aquiescencia de todo el público que los oía; 4) por la aprobación o

asenso de las autoridades públicas eclesiásticas y civiles que habrían impedido que se

refirieran apariciones que nunca se habían verificado, principalmente cuando esto se

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hiciera con motivo de fiestas religiosas celebradas en un lugar tan cercano a la ciudad

arquiepiscopal, como era el de Tepeyácac, y en la misma ciudad, como sucedió en el

tiempo en que estuvo allí la imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe por causa de la

inundación.

Un argumento semejante en favor de la aparición se deduce de la costumbre de

representarla públicamente en los llamados coloquios. Que éstos se hicieron aún en la

ciudad de México lo confiesa el mismo Muñoz, adversario de la aparición. Antes están

citadas sus palabras: y el sr. Icazbalceta indica bastantemente que se usaron estasrepresentaciones desde tiempo inmediato al año de 1556, porque dice que la historia de

la aparición escrita en mexicano por Valeriano u otro, tuvo contextura dramática para

complacer a los indios que eran aficionados a las representaciones de misterios.

Cuéntase si es posible la multitud de testigos de la creencia de la aparición que importa

la antigua costumbre de referirla y representarla en público. Acaso nuestro adversario

tendría en menos estimación a los que cantaban y representaban porque eran indios,

como después se verá que hace menos a los testigos indios de la información de 1666;

pero prescíndase de que aquellos fueron o no indios, el hecho es que se refería y se

representaba en público la aparición, que los obispos y religiosos cuidaban de que no

hubiera falsedad en lo que se cantaba; que en la sociedad había muchos hombres

instruidos que o presenciaban o sabían lo que se refería y representaba, y que los

obispos y demás autoridades sabiéndolo no lo impedían, y por consiguiente lo

consentían. Nada dice contra estas pruebas nuestro adversario, ni siquiera hace

mención de ellas.

Aqu í t enem os una i ncon tab l e m u l t i t ud de t es t i gos de l a c reenci a de l a apa r i ci ón .

¿Cuán p úb l i ca no e ra la fam a de las apar i c iones?

Tenemos por lo tanto multitud de voces para despertar al historiógrafo del sueño en que

creía reposar en su siglo de silencio.

§ XXXI . De la ex t inc ión de la d evoc ión a Nt r a . Sra . de Guada lupe que cree e l  

im pugnador de la apar i c ión que hab ía acaec ido cuando se pub l i có e l l i b ro de l  

padre Migue l Sánchez 

Asienta con toda seguridad el adversario de la aparición que la devoción a Nuestra

Señora de Guadalupe que en 1556 había sido tan fervorosa, fue rebajando hasta

desaparecer de tal manera que en 1648 “nadie sabía de la aparición, nadie conocía ya la 

imagen” .

Lo que dice el impugnador es increíble. Estuvo la imagen en México obsequiada con

extraordinarias demostraciones desde 1629 hasta 1634, y en este año fue restituida a su

templo con grande solemnidad, ¿cómo pod ía se r que en ca to rce años se o lv ida ra

todo aque l cu l t o esp l énd ido , a l g rado de qu e aun l a imagen no se conocie ra?

¿Cuántas personas vivirían en 1648 que habían presenciado y habían tenido parte en las

demostraciones religiosas, ruidosas y solemnes con que se había honrado en México

hacía poco a la Virgen de Guadalupe? ¿A todo se les había olvidado lo que habían visto

y habían hecho en lo relativo a la Virgen de Guadalupe, y se les había olvidado no

obstante que todo estaba unido con la memoria de la inundación de la ciudad? No eraposible que esto sucediera. Pero es bien presentar algunas pruebas históricas de la

falsedad del aserto del adversario de la aparición.

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En el año de 1643 ya se acostumbraba la fiesta de Ntra. Sra. de Guadalupe celebrada

por los españoles. (cita de La Estrella del Norte de México , cap. XXI, núm. 244).

En el mismo año de 1643, D. Francisco de Almanza, vecino de México, por haberse

libertado de uno de los toros que se lidiaban en la brutal diversión llamada de los toros,

cuyo beneficio debió a la Sma. Virgen de Guadalupe a quien invocó en la hora del

peligro, estableció en acción de gracias una fiesta anual a Ntra. Sra. de Guadalupe, que

todavía se celebraba, escribía el padre Florencia.

Los indios también celebraban a Ntra. Sra. de Guadalupe. Tenemos por lo menos tres

fiestas cada año.

El conde de Salvatierra D. García Sarmiento Sotomayor que fue virrey de México desde

1642 hasta 1648, costeó para que se colocara la imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe un

tabernáculo de plata que le atribuyeron de peso de más de trescientos marcos. (Escudo 

de Armas de México , lib. III. Cap. XIII núm. 720).

Mediante un bienhechor o bienhechores por el año de 1647 se colocó en vidrieras la

imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe, lo cual fue obra de gran precio en aquel tiempo.

Cuando fue restituida la sagrada imagen terminada la inundación de la ciudad de México

en 1634, no rebajó en nada el culto de Ntra. Sra. de Guadalupe, antes al contrario, “era 

como la misma inundación, o como otro general diluvio que desprendió el cielo en 

favores e inundaba el santuario, México, el reino, etc.” . Son palabras de Cabrera

Quintero. Los moradores buscaban la imagen original en su santuario; o procuraban

tener en sus casas una copia de ella para venerarla. Las imágenes que se hicieron

fueron tantas que según la expresión de Cabrera Quintero, llenaron el reino y Muñoz en

su Memoria las llama por su número infinitas. No obstante la inexactitud de no pocas de

estas imágenes, su multitud hace ver cuánto se extendía en aquel tiempo la devoción a

Ntra. Sra. de Guadalupe. La autoridad eclesiástica cuidó de remediar el mal de lasimágenes inexactas.

En 1644 se imprimieron en México las cartas del canónigo D. Francisco Siles al P. D.

Miguel Sánchez sobre la Historia de Ntra. Sra. de Guadalupe.

D. Luis de Sandoval y Zapata, caballero noble de México, escribió varias poesías en

honor de Ntra. Sra. de Guadalupe. El P. Florencia copia un soneto. No fija Beristáin la

fecha de la impresión de estas poesías; pero por otro impreso del mismo autor se

conjetura que deben haberse publicado aproximadamente por el año de 1645.

Advierte el Sr. Vera que dijo esta poesía en un certamen, lo cual manifiesta la

estimación de los literatos a Ntra. Sra. de Guadalupe.

La imagen de que habla el Sr. Icazbalceta que estaba en Sto. Domingo de México, se

hallaba en un suntuoso altar por agencia de un devoto opulento, lo cual aumentó la

devoción.

Es inútil acumular más pruebas.

§ XXXI I . De l as I n fo rm a ci o n es d e l a ñ o 1 6 6 6 so b re l a ve rd a d d e l a a p a r i ci ó n  

Siente el Sr. Icazbalceta el peso enorme de los testimonios que con la más rigurosa

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observación de las prescripciones del derecho y conforme a un interrogatorio enviado de

Roma, se recibieron de multitud de testigos idóneos en el año de 1666 los que

declararon unánimemente la verdad de la aparición, como admitida constantemente

desde la época del suceso.

¿Qué recurso quedar ía a l h i s to r ióg ra fo im pugnador ? Confiesa que “se juzgará 

absurdo desechar así un instrumento jurídico” . Es ciertamente un atrevimiento

desmedido, es un absurdo en derecho, en filosofía y aun en buena cristiandad entender

que de la capital del orbe católico y tratándose de un asunto de suma gravedad, cual esla averiguación de un milagro insigne, se dispusiera la práctica de lo que fuera imposible

practicar; y si era acertada la disposición emanada del centro del catolicismo y si en

México fue cumplida con exactitud, como de hecho así lo fue, las informaciones de 1666

son altamente respetables y pusieron en manifiesto la verdad.

¿Se hizo la elección de los testigos con el debido acierto? Oigamos respecto de esto al

mismo Sr. Icazbalceta: con muy grave ofensa desatendió este adversario de la aparición

a los testigos indios que declararon; pero respecto de todos los demás asegura que en

ellos se ven sacerdotes graves y caballeros ilustres. ¡Preciosa confesión! Mas todos los

testigos declararon con juramento, ¿Los llamará perjuros? No se atreve a hacerles tan

enorme injuria; así lo asegura con estas palabras: “No cabe decir que estos testigos se 

cargaban a ciencia cierta con un perjurio” . No han perjurado esos testigos y ellos son

personas ilustres y de gravedad; y se les ha examinado conforme a un interrogatorio

enviado de Roma.

En todo esto se halla de acuerdo el Sr. Icazbalceta, ¿Qué consecuencia debía haber

aducido? Basta tener sentido común para esperar que dedujera la consecuencia de que

les debemos creer; mas no lo hizo así.

Es conveniente presentar una breve reseña de las declaraciones de los testigos a que el

mismo adversario llama graves e ilustres, entre los cuales hay sabios respetables.

El L ic. D. Lu is Becerr a Tanco , muy perito en las lenguas latinas, griega, hebrea,

italiana, francesa, portuguesa, mexicana y otomí; maestro público de estas dos últimas

y catedrático de matemáticas en la Universidad de México… poeta, orador y teólogo

aventajado y físico y químico muy regular, afirmó haber oído referir la historia de la

aparición como él la escribió, a personas dignas de entera fe y muy conocidas en México

y que certificaban haberla oído de los que conocieron a los naturales a quienes se les

apareció la Sma. Virgen, al Sr. Zumárraga y otros hombres provectos de aquel tiempo.

De las personas a quienes oyó referir la aparición, cita 1) al licenciado cura D. Pedro

Ruiz de Alarcón, ya difunto, hombre de grandes prendas, virtud y letras, eruditísimo en

el idioma mexicano, que nació menos de cuarenta años después de la aparición y

alcanzó a las personas que vivían cuando sucedió el prodigio, 2) al licenciado D. Gaspar

de Prabes, ministro muy antiguo de los indios “hombre de seso y honrado, Cicerón en la

lengua mexicana”, que nació veinte años después de la aparición y oyó su historia a D

Juan Valeriano, indio muy instruido que se educó en el Colegio de Sta. Cruz de

Tlatelolco, que conoció a Juan Diego y otras personas fidedignas; 3) al licenciado D.

Pedro Ponce, hombre de conocida virtud y letras, Demóstenes en la lengua mexicana,

que murió de 80 años en 1626; así es que alcanzó a los contemporáneos de la

aparición; 4) a D. Jerónimo de León, eminente en la lengua mexicana, que fue por

mucho tiempo intérprete del juzgado de indios y hacía 35 años que había fallecido de 85

años de edad y pudo tener noticias inmediatas de los que vivían en el tiempo de laaparición. ésta fue la declaración del sabio D. Luis Becerra Tanco, y comprende otros

cuatro calificados testimonios de la verdad de la aparición.

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El P. Mig uel Sánchez , en quien desde joven se hermanaron las letras y las virtudes, y

fue honrado a competencia por los virreyes y arzobispos, y a su entierro concurrieron

los cabildos eclesiásticos y secular y otras corporaciones respetables, lo cual manifiesta

cuánto era su mérito en la sociedad culta y cuánto es el peso de su testimonio en favor

de la aparición, afirmando con juramento a los sesenta años, lo que por espacio de

cincuenta años había oído “a muchas personas de calidad, nobleza y letras”.

El dom in ico f ray Pedro Oyangur en dijo que desde que llegó a uso de razón tuvo

muchas e individuales noticias del prodigio de la aparición, oídas con uniformidad deinfinidad de personas de todos estados, puestos y calidades, y de sus padres y abuelos,

sin que jamás hubiera oído ni entendido cosa en contrario ni aun de personas de inferior

categoría.

El f r anc iscano padre de p rov in c ia f ray Bar t o lom é Tap ia aseguró que desde que

tuvo uso de razón oyó la historia de la aparición referida por todo género de personas

de alta calidad e inferiores.

El agust ino d e f in ido r f ray An ton io de Mendoza oyó referir la aparición a sus padres

y abuelos: uno de ellos fue el oidor D. Antonio Maldonado, otro D. Alonso de Mendoza,

capitán de la guardia del conde de la Coruña, virrey de México.

Fray Juan de Her re ra , del orden de la Merced, “el sujeto de más graduación que

habían tenido en este reino su religión y la universidad”, afirmó que desde que llegó a

uso de razón, tuvo conocimiento de la aparición por sus padres y abuelos y otras

personas muy antiguas y de toda calidad, cuya tradición era notoria y constante en toda

la Nueva España.

Fray Pedro de S. Sim ón , que había sido provincial de los carmelitas, declaró que en

más de treinta y dos años que tenía de vivir en la Nueva España, había tenido muchas y

extensas noticias de la aparición, recibidas de personas antiguas y de notoria calidad.

El P. Diego Monr oy , prepósito de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, dijo que en

más de cuarenta años había tenido noticias y ciertísima ciencia del prodigio de la

aparición, por habérselo comunicado personas antiguas de conocida calidad y nobleza.

Fray Juan de San José , que había sido provincial de los franciscanos, declaró que por

el espacio de más de 54 años supo la aparición por personas antiguas y de autoridad.

Fray Pedro de S. Nico lás, sacerdote religioso de S. Juan de Dios, dijo que desde que

tuvo uso de razón supo lo relativo a la aparición por personas de toda autoridad.

Fray Nico lás Cerdán , provincial de la orden de S. Hipólito, también declaró haber oído

referir la aparición desde que tuvo uso de razón a personas de toda autoridad.

D. A lonso d e Cuevas Dáva los, de la primera nobleza de México, declaró haber sabido

la aparición desde que tuvo uso de razón por sus padres, antepasados y personas de

toda autoridad.

D. D iego Cano Moctezuma , caballero del orden de Santiago, declaró lo mismo que el

anterior.

Dígase de buena si no es evidente que aun sólo con las declaraciones de estos testigos

quedó demostrada histórica y jurídicamente con el mayor rigor que pudieran exigir los

historiógrafos y jurisconsultos el hecho de la aparición y su creencia constante y

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generalmente extendida.

El Sr. Icazbalceta se ha puesto en el compromiso 1) de probar que las personas sabias,

ilustres y graves que con juramento declararon la aparición dijeron una falsedad; 2) de

vindicar a esas mismas personas de haber cometido un crimen y dejar bien sentada su

reputación. ¿Cómo prueba lo primero?

Luego le ocurre la aserción del audaz orador Francisco Bustamante, y la información

reservada que ocasionó y que en lo que se actuó nada contiene opuesto a la aparición,y el silencio que llama de un siglo y que fue interrumpido por voces que el señor

Icazbalceta no pudo hacer callar. Esto ministra al historiógrafo un argumento para

pronunciar magistralmente que los ilustres graves y sabios testigos de las informaciones

de 1666 aseguraron con juramento una falsedad.

¿Cómo los excusa del crimen de perjurio? ¿Cómo salva su buen nombre?

Todo lo hará la fuerza de la preocupación y de la imaginación. Nos dice el historiógrafo:

“No puedo menos de confundirme considerando hasta dónde puede llegar al contagio 

moral y el extravío del sentimiento r eligioso” . A su m odo de ver las cosas, an t es de

1648 t odo e l m undo i gno raba l a apa r i ci ón ; y en m ed io de ese s i lenci o gene ra l

pub l i ca e l P . Sánchez su l i b ro , s in com proban t e , cuando la devoc ión v ue lve a

encenderse , t oman pa r te en f omen ta r l a co rpo rac i ones t an r espe tab l es como e l

cab i ldo ec les iás t i co , l l évase e l asun to por ac lam ación a Roma; aparecen por

todas pa r t es t es t i gos ca li f i cados que unán imes y ba j o j u r amen to decl a ran “ sabe r

de mu cho t iem po a t rás lo que hasta en ton ces nad ie n i e l l os hab ían sab ido” . ¡Qué

fuerza de fasc inar descubre e l h i s to r ióg ra fo en la pub l i cac ión de un l i b ro s in

comproban te !

Contempla un silencio profundo por un siglo; repentinamente oye una voz destituida de

fundamento; y luego se levantan multitud de voces y hay fama pública, y es tanto elruido que se oye hasta más allá de los mares. Verdaderamente ha sucedido al

historiógrafo algo parecido a los encantamientos de que era víctima D. Quijote; y a su

 juicio cada uno de los testigos de las informaciones de 1666 fue un nuevo Quijote que

miraba en su imaginación lo que no venía ni había, sin que por esto dejaran de ser

sacerdotes graves y caballeros ilustres.

Ellos eran respetados en la sociedad por su honradez y conocimientos; comprendían lo

que es el juramento y que no se honra a Dios sino que se incurre ante su presencia en

un crimen gravísimo mintiendo con juramentos, y mucho más afirmando la creencia de

milagros falsos o destituidos de sólido fundamento. Deci r q ue esta c lase de personas

pon iendo a D ios po r t es t i go a f i rm a ron que sab ían desde m ucho t i empo a t r ás un

m i lag ro que hasta en t onces nad ie n i e l l os hab ían sab ido , es suponer q ue se

ha l laban en sumo g rado de dep ravaci ón o con l amen tab le t r ans to rno m en ta l ; y

que los ju eces que los l l am aron a la soc iedad que les reconocía ins t ru cción ,

honor y sensatez t amb ién carecían de sen t ido común . A tales absurdos conduce la

idea del Sr. Icazbalceta de unos testigos graves e ilustres jurando que saben hace

tiempo lo que nadie ni ellos conocen. Y como sería una locura admitir tan inauditos

absurdos, es necesario reconocer que aún sólo los trece testigos que no fueron indios

probaron sobreabundantemente la verdad de la aparición. Estos trece testigos son más

que suficientes. Pero también es muy justo desechar el desfavorable concepto que

formó el Sr. Icazbalceta de los indios que dieron testimonio. La religiosidad de losindios, por la cual no habían de violar su juramento, y el buen criterio de los jueces que

los escogieron, garantizan la averiguación y la verdad. Más todos estos testigos

afirmaron lo que oyeron de sus padres o de otras personas que a su vez supieron la

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aparición aun de los que vivieron en el tiempo del suceso.

La grande multitud y la diversidad de las personas y de las ocasiones en que hablaban,

sin ponerse previamente de acuerdo y refiriendo como generalmente reconocida la

verdad del hecho de la aparición, prueba evidentemente su verdad.

§ XXXI I I . De l a t r a d i c ió n d e l h e ch o h i s t ó r i co d e l a a p a r i c ió n a n te s d e 1 6 4 8  

Se avanza el Sr. Icazbalceta (núm. 59) a negar que antes de publicarse en 1648 el libro

del padre Sánchez hubiera habido tradición del origen sobrenatural de la imagen de

nuestra Señora de Guadalupe. He aquí su razonamiento que mal merece este nombre:

no había, dice, esta tradición en 1556 cuando Bustamante atribuía al pincel de un indio

la imagen guadalupana sin que se levantara contra él un clamor general. No la había en

1575 cuando el virrey Enríquez ignoraba el origen de aquel culto. No la había en 1622

cuando predicó de la natividad de María Santísima el padre Zepeda, ni en 1648 porque

aun los capellanes del santuario la ignoraban hasta que el padre Sánchez los ilustró; y

ninguno de los escritores distinguidos de esa época conoció la tradición o no la juzgó

digna de aprecio. Pero lo asombroso es que esa tradición que jamás había existido,

luego que publica su libro el padre Sánchez se levanta grande, universal, no

interrumpida. Vuelve el señor Icazbalceta a sus visiones nunca vistas. Ve que e l l i b ro

de l pad re Sánchez hace aparecer en un m omen to y aparecer g rande y un i ve rsal

lo que nunca hab ía ex is t ido ; ¿y este señor es el enemigo de las apariciones? Oye que

el imperturbado silencio de un siglo se convierte luego en un estrépito grande y

universal. ¡Qué fenómenos! ¡Qué imaginación del señor Icazbalceta!

En algo más de un siglo no alcanza el señor Icazbalceta a descubrir ni un rastro de la

tradición del prodigio guadalupano.

Asegura que no había tradición del milagro cuando predicó Bustamante en 1556. ¿Y n o

leyó este h isto r ióg ra fo e l núm . 68 de su p rop ia ca r ta en que , con t rad ic iéndose,

co loca e l o r igen de la c reenc ia de la apar i c ión hac ia los años de 1555 a 1 556? .

Estas son sus palabras: “Hacia los años de 1555 o 1556 comenzó a encenderse la 

devoción con motivo de la curación milagrosa que refería el ganadero, y se contó 

también la aparición” . ¿Y no sigue repitiendo cómo le parece que se fue extendiendo

esa creencia? El impugnador de la aparición se impugnaba a sí mismo. Así suelen

hacerlo los que incurren en errores. El señor Icazbalceta hace llegar la creencia de la

aparición hasta por los años de 1555 o 1556: por lo mismo reconoce que existía a

creencia antes de la publicación del libro del padre Sánchez en 1648, antes del sermón

del padre Zepeda en 1622, antes del informe del virrey Enríquez en 1575 y necesita

mirarla poco más o menos como contemporánea al sermón de Bustamante. Mas el

hecho histórico del grande escándalo que causó este audaz orador, demuestra que la

creencia de la aparición estaba generalizada.

¿Y los cantares en que se refería la aparición desde tiempo antiquísimo, empezando con

el de don Francisco Plácido en el mismo día de la traslación solemne de la sagrada

imagen de la ciudad de México al templo del Tepeyácatl, no proclamaban la aparición?

¿Y todas las personas que oían los cantares no conocían la tradición? ¿Y los coloquios,

especie de piezas dramáticas en que se representaba el mismo prodigio, no

proclamaban la tradición? ¿Y el señor Icazbalceta haciendo subir la época de estasrepresentaciones hasta el tiempo de don Antonio Valeriano indio ilustrado (núm. 68) de

quien nos dice que para complacer el gusto de los indios, él u otro compuso la historia

de la aparición con contextura dramática, no está confesando la antigüedad de la

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tradición? ¿Y las autoridades públicas, eclesiásticas y civiles que no impedían ni los

cantos ni las representaciones del milagro, no tenían conocimiento de la tradición? ¿Y

las pinturas y los mapas relativos a la aparición, no testificaban la tradición? ¿Y los

testamentos en que se hablaba del prodigio, no daban testimonio de la tradición? ¿Y los

anales de los acontecimientos públicos en que se mencionaba el prodigio guadalupano,

no referían también la aparición? ¿Y la relación o relaciones antiquísimas en lengua

mexicana, producto de escritores instruidos, no dan una prueba incontrastable de la

tradición? ¿Y la versión española parafrásica de una relación mexicana de la aparición,

obra del respetable anticuario Alva Ixtlilxóchitl, no prueba igualmente la tradición? ¿Ylos manuscritos antiguos que conservaban en su poder Chimalpain e Ixtlilxóchitl, no

confirmaban la tradición? ¿Y acaso estos anticuarios y Valeriano eran hombres

despreciables? ¿Cómo se atrevió el señor Icazbalceta a decir que ningún escritor

distinguido anterior al padre Sánchez, tuvo noticia de la tradición, o que si la tuvo no la

 juzgó digna de mencionarla en ningún escrito? ¿Y qué importa que esos escritos no se

hubieran dado a la prensa? ¿Ignora el señor Icazbalceta el valor de los manuscritos,

principalmente para los estudios históricos? ¿No es muy sabido que no sólo en nuestras

bibliotecas, sino también en las europeas se conservan los manuscritos con grande

aprecio? ¿Y las incontables personas que veían, tenían en sus casas y veneraban la

infinidad de imágenes de nuestra Señora de Guadalupe después de la inundación de

México, ignorarían la tradición? ¿Y los que asistían a las fiestas de nuestra Señora de

Guadalupe ya las celebraban los indios, ya los españoles o ya fueran por fundación de

algún particular como la que estableció Almanza para cada año, no tendrían noticia de

la tradición? ¿Y qué diremos de los testigos de las informaciones de 1666, unos de ellos

indios de religiosidad y otros españoles graves e ilustres, como los califica el señor

Icazbalceta, y también sabios respetables, los cuales unánimemente y con juramento

declararon que ellos mismos oyeron por mucho tiempo de sus padres y de otras

personas fidedignas y aun aseguraban que la aparición era de pública voz y fama?

¿Las declaraciones recibidas con todos los requisitos del derecho no dan un testimonio

ilustre de la tradición? ¿Cómo pudo ocultarse el señor Icazbalceta a esta tradición tanmanifiesta?

§ XXXI V. De la c reencia de la apar i c ión después de l año de 1 648  

Cree el impugnador que de una plumada reduce a cero la autoridad de más de cien

escritores nacionales y extranjeros que con su respetabilidad han corroborado más y

más la creencia de la aparición. Dice (núm. 60): “Los autores posteriores al libro de 

Sánchez todos bebieron de esa fuente, añadiendo, perfilando, ponderando y exagerando 

más y m ás” . ¿Tan l i ge ros habrán s ido t an tos sab ios , que só lo por que uno inven t a

a lgo m i lag roso todos lo acep tan s in c r ít i ca?

Es falso que el libro del P. Sánchez sea la única fuente a que ocurrieron tantos autores.

Muy anterior es la relación mexicana antiquísima de la aparición, que aseguró el Sr.

Uribe que todavía en su tiempo existía en la Universidad de México. Más antiguos que el

libro del P. Sánchez eran los manuscritos que tenían en su poder Chimalpain e

Ixtlilxóchitl. ¿Y los anales y testamentos antiquísimos en que se refería la aparición

tomaron su noticia del libro del P. Sánchez?

¿Y quién creyera que en los tiempos en que con tanta justicia y sabiduría se estimaba lalengua mexicana y estaba tan extendido su conocimiento, tantos sabios que creían la

aparición no entendieran los cantares, ni los anales, ni vieran los mapas, ni presenciaran

las representaciones de la aparición?

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¿Necesitaría absolutamente del libro del P. Sánchez el erudito Sigüenza, eminente en el

conocimiento de la lengua y de las antigüedades mexicanas y riquísimo en documentos

de nuestra antigua historia, quien en su Primavera Indiana y en sus Glorias de 

Querétaro dio un ilustre testimonio de la aparición?

¿Acaso en el libro del P. Sánchez estudiaron la ciencia por la cual los médicos

declararon milagrosa la conservación de la sagrada imagen?

¿En el mismo libro de Sánchez adquirieron sus conocimientos artísticos Cabrera y todos

los demás insignes pintores que en distintas inspecciones declararon ser obra

sobrenatural la misma sagrada imagen?¿El sabio y laborioso Boturini acaso extrajo del libro del P. Sánchez los documentos

antiguos que acopió relativos a la aparición?

¿La respetable congregación guadalupana de Querétaro, la de Madrid en que el rey

mismo estaba incorporado, no tuvieron en su seno sino hombres fascinados por el dicho

de un solo autor?

¿Y fascinados por el mismo autor han sido todos los oradores, los poetas, los obispos,

las universidades, en una palabra, toda la nación mexicana y las demás naciones

civilizadas que han creído la aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe?

¿Y ha llegado la fascinación hasta el mismo Vaticano y han sido víctimas de ella los

sapientísimos Benedicto XIV y León XIII?

¡Cuán desacertado ha sido el Sr. Icazbalceta en sus apreciaciones histórico-críticas!

§ XXXV. De los reconoc im ien tos que se han h echo de la imagen de Nt r a . Sra . de  

Guadalupe 

Terribilísimo compromiso ha sido para el impugnador de la aparición de la Reina de los

Cielos que tan altamente honra a la nación mexicana, tener que hablar de los

reconocimientos científicos y artísticos que se han hecho de la admirable imagen deMaría Santísima de Guadalupe.

¿Qué haría? Omitir absolutamente tratar de ellos, era confesarse derrotado; negar el

saber de los hombres instruidos que han examinado la sagrada imagen en distintos

tiempos era imposible; impugnar sus dictámenes, era más inasequible. ¿Qué haría quien

tomó la audaz empresa de querer presentar ante el mundo como niños crédulos a todos

los mexicanos y a todos los demás miembros de las naciones cultas que han reconocido

la aparición? ¿Qué haría?

Sin que se entienda que se quiere faltar de alguna manera al respeto con que debe

tratarse un asunto tan serio, permítase decir que pasó el señor Icazbalceta por el

asunto de los reconocimientos y dictámenes periciales de la imagen de Ntra. Sra. de

Guadalupe, según suele decirse vulgarmente, como gato por las brasas.

Cuat r o veces ha s ido exam inada nuest ra imagen guada lupana :

1 ) En 1666 por siete pintores y tres médicos; 2 ) A mediados del siglo pasado por el

insigne pintor D. Miguel Cabrera y otros distinguidos pintores de la escuela mexicana de

pintura en la época en que esta escuela llegó a su apogeo, añadiéndose los otros

pintores que aprobaron el opúsculo de Cabrera intitulado Maravilla Americana ; 3 ) en

1787 por otros cinco pintores distinguidos; 4 ) en fin, por un pintor norteamericano aquien califica El Nacional  de artista distinguido.

Además Boturini -en Manuscritos guadalupanos - da noticia de un manuscrito en que se

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probó científicamente que era sobrenatural la conservación de la imagen. Por todos

tenemos la suma de veinte y cuatro sabios que han dictaminado sobre los prodigios de

la pintura de Ntra. Sra. de Guadalupe y de su conservación. El juicio de veinticuatro

sabios y sus dictámenes, que hablando la mayor parte de ellos con juramento han

declarado sobrenatural la pintura de Ntra. Sra. de Guadalupe y su conservación, tiene

tanta fuerza que aun cuando nadie hubiere hablado de la aparición, fuera por

ignorancia, por pasión, por miramientos políticos y sociales, o por cualquiera otro

motivo, él solo bastaría para dejar bien sentado el honor de México que venera a esa

sagrada imagen como una obra sobrenatural. éste es el peso enorme que abruma alhistoriógrafo impugnador.

Algo habría de decir el Sr. Icazbalceta. Supues to que se haya comprom e t i do a

p resen ta r como i n fundada una c reenc i a naci ona l, ya no pod ía vo l ve r a t rás .

Piensa, pues, refutar el dictamen de los tres médicos oponiendo que muchísimos papeles

se conservan aunque rueden por todas partes. Mas no dictaminaron los médicos sobre

la conservación de un lienzo, sino respecto de la conservación de la pintura que en él se

encontraba.

En cuanto al buen estado de la pintura después de 135 años de estar expuesta a causas

destructivas opone que dijeron los canónigos más de cien años después, es decir, en

1795, que los colores de la imagen se han amortiguado, deslustrado y el lienzo

lastimado. ¿Pensaría el impugnador que combatía la idea de ser sobrenatural la

conservación de la pintura hasta 1666 con sólo oponer que en 1795 tenía algún

deterioro?

Si de este modo pensó, debía haber reflexionado que los médicos dando su juicio, se

redujeron a hablar sólo de las causas destructivas del orden puramente natural y no de

las causas destructivas que por imprudencia humana se hubieran de añadir.

Porque si por especial providencia se ha conservado la sagrada imagen no obstante la

existencia de causas que naturalmente la hubieran destruido, ni debemos exigir de Dios

prodigios sobre prodigios, lo cual si se hiciera por malicia sería tentar a Dios; porque se

tienta a Dios pretendiendo que haga milagros sin necesidad.

El impugnador siente la debilidad, o hablando con propiedad, la nulidad de su sofisma;

así es que termina el núm. 56 en que trata del primer examen de la imagen evadiendo

la cuestión relativa al dictamen de los médicos.

Dice: “En todo caso la conservación de la imagen sería un milagro diverso y sin relación 

alguna con el de la aparición” . Así es que nos deja en posesión de nuestro derecho para

agradecer al Señor este otro milagro. Sí, tenemos derecho de reconocerlo y agradecerlo.

He aquí otro fundamento:

Mas de 200 años después del dictamen dado por los médicos, un artista americano que

examinó la imagen dijo: “El tiempo la respeta”. ¿Por qué tan singular exención a favor

de la inexplicable pintura? El arte ha enmudecido, incapaz de explicar tan raro

fenómeno… ¿Cómo se ha preservado?

Otra vez el arte y la ciencia callaron, dejando la respuesta al creyente que la encuentraen una esfera superior a los humanos conocimientos.

Contemos esta derrota sufrida por el impugnador.

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A l os p i n t o res só lo l es opone que e l P . Bus taman te d i j o que l a im agen de N t r a .

Sra . de Guada lupe f ue ob ra de un i nd i o y nad ie l e con t rad i j o . Esto segundo es

absolutamente falso, porque por las declaraciones juramentadas de los testigos llamados

por el Sr. Montúfar, consta que el orador Bustamante causó grande escándalo en la

ciudad de México. Respecto de lo primero, ¿quién que tenga sentido común, puede

admitir que el dicho de uno que habla sin juramento y afectado de pasión, tenga valor

contra el dicho de siete artistas que aseguran con juramento lo que afirman? Y sumando

con éstos a los otros pintores que han dado su juicio respecto de la imagen, son ve i n tesab ios a r t i s t as con t ra Bustam an te . Perdida está la causa del adversario de la

aparición, supuesto que tan triste la defiende.

Continúa el impugnador (núm. 58), hablando del segundo reconocimiento hecho por el

respetabilísimo artista D. Miguel Cabrera y otros pintores insignes. Para desechar el

dictamen de estos peritos se muestra el impugnador sobremanera desgraciado: lo único

que dice es que Cabrera estaba preocupado por la creencia general de la aparición, y

por el resultado de la inspección anterior, y que la asistencia de altos personajes lo

privaba de la libertad.

Esto quiere decir que Cabrera y los demás artistas se redujeron a hombres vulgares, a

niños, a personas ignorantes de la plebe que siguieron ciegamente las preocupaciones

populares: que tuvieron en nada su honor, su bien sentada reputación de artistas; que

echaron sobre sí una negra mancha, periendo el derecho a la respetabilidad de artistas

inteligentes. También los escritores y todos los sabios mexicanos que han respetado a

Cabrera, habrán sido unas nulidades, habrán llamado artista distinguido al que era tan

ignorante en el arte, o que con nimiedad vulgar se dejaba preocupar hasta el grado de

llamar divino lo que era puramente humano.

Y no sólo esto resulta de la nunca vista impugnación que el adversario de la aparición

hace a Cabrera y a los demás respetables artistas que lo acompañaron en el examen dela sagrada imagen o que aprobaron su juicio. Nos dice que no tuvieron libertad por la

presencia de altos personajes, es decir, que traicionaron a su conciencia, que fueron

perjuros, que en cuanto era de su parte autorizaron un culto falso y supersticioso,

teniendo como milagro lo que no era, que engañaron desde luego a la autoridad

eclesiástica de México, y después se propusieron engañar al mundo, publicando por la

prensa su solemne mentira en el opúsculo intitulado Maravilla Americana .

Trata el adversario en el núm. 58 del examen de l a imagen p romov ido po r e l D r .

Bar to l ache y ve r i f i cado en 1787 por cinco pintores. Les preguntó Bartolache “si,

supuestas las reglas de su facultad y  presc ind iendo de toda pas ión  o empeño,

¿t ienen p or m i lag rosament e p in tada esa san ta im agen? Respond ie ron que s í, en  

cu an to a l o su s ta n c ia l y p r i m i t i vo q u e co n s id e ra n e n n u e s t ra i ma g e n  ; pero no, en 

cuanto a ciertos retoques y rasgos que sin dejar duda demuestran haber sido ejecutados 

posteriormente por m anos atrevidas” .

Ante una declaración tan terminante, queda atónito y enmudece el impugnador de la

aparición. Sólo dice que quisiera que los pintores hubieran declarado qué fue lo que

añadieron manos atrevidas. ¿Qué importa que no lo hayan especificado, si dicen con

toda precisión y claridad que la imagen en sí misma es sobrenatural? ¿Porque no es

sobrenatural lo que hicieron los hombres, no es milagroso lo que hizo Dios? La imagen

en sí es milagrosa, ésta es la declaración; el adversario no puede impugnarla, no puedecontradecirla, ¿Qué es esto sino manifestarse completamente derrotado?

No faltó quien creyera que lo dicho por el Sr. Icazbalceta impediría que se concediera el

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nuevo oficio de Ntra. Sra. de Guadalupe. ¡Vana Esperanza!

Nada valió el estudio del historiógrafo: el nuevo oficio se consiguió.

EDI CTO DE LOS VENERABLES PRELADOS DEL CONCI LI O PROVI NCI AL MEXI CANO  

El arzobispo de México y los obispos reunidos en la metrópoli con motivo del Concilio

Provincial Mexicano:

Juzgando un deber de nuestro pastoral ministerio el tranquilizar las conciencias que

hayan podido perturbarse con las publicaciones hechas últimamente acerca de la

aparición de nuestra Señora de Guadalupe, de común acuerdo declaramos:

Que la maravillosa aparición, sin ser dogma de fe, como pudiera interpretarse por la 

sencilla devoción de algunas almas piadosas, es una tradición antigua, constante y 

universal en la nación mexicana, revestida de tales caracteres y apoyada en tales 

fundamentos, que no sólo autorizan a cualquier católico para creerla, sino que ni aun le 

permiten contradecirla sin mayor o menor temeridad.

.

Bib l iograf ía :

TORRE VILLAR Ernesto de la, y NAVARRO DE ANDA Ramiro Testimonios Históricos Guadalupanos, Fondo de Cultura Económica, 1a. Ed. 2a.

Reimpresión, 2004

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. Investigación Documental sobre la Virgen de Guadalupe  .

El Método Histórico de Joaquín García Icazbalceta

Análisis de la composición de la Carta acerca del origen de la Imagen de Ntra.Sra. de Guadalupe de México , donde el eminente historiador García Icazbalcetaimpugna el Milagro Guadalupano 

Exposición pronunciada por el profesor Ramón Sánchez Flores, el 6 de diciembre de 1979,

durante el IV Encuentro Nacional Guadalupano , dirigido por el sacerdote jesuita Luis Medina

 Ascencio, con la presencia del Sr. Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, Arzobispo Primado

de México, y del Sr. Abad de la Basílica, Mons. Guillermo Schulenburg Prado.

Los tex t os de la Car t a  de Joaquín García I cazbalceta se

resa l tan en LETRAS CURSIVAS Y ROJAS.

Preámbu lo  

En la historiografía religiosa, como en la propia historia de México, el acontecimiento de las Apariciones

de Nuestra Señora de Guadalupe en el Tepeyac, y la estampación de su imagen el 12 de diciembre de

1531, marca el surgimiento de la fe aglutinadora de un pueblo, que se ha nutrido en la permanente

vivencia de lo que considera el milagro de una nación privilegiada.

Los fastos religiosos –y con mayor razón cuando pertenecen al orden de la espiritualidad colectiva- no

pueden ser valorados y explicados bajo la severa crítica del racionalismo histórico.

Por ser acontecimientos de jerarquía preternatural, la fuerza de la tradición firme en la fe, enriquece

con sus relatos vivenciales la escueta noticia historiográfica. Para el pueblo creyente estos sonargumentos suficientes para legitimar una realidad, que, por lo demás, nunca han alterado los vanos

escrutinios e investigaciones que el científico realiza en su gabinete.

Las únicas pruebas que el pueblo siempre fiel busca y pide para valorar la autenticidad de sus glorias

religiosas, no pueden proporcionarlas los simples racionalistas. únicamente acepta aquellas, que

pasando por el crisol de su espiritualidad, tienen el peso específico de la Gracia y Favor que recibe de

quien cree y espera.

Y hay que recordarlo: en cuestiones de fe, no es la ciencia, sino la conciencia del pueblo creyente la

que manda.

I NTRODUCCI óN  

En el campo de la historiografía religiosa, ha preocupado a algunos historiadores y estudiosos, católicos

principalmente, el analizar la historicidad del acontecimiento guadalupano del Tepeyac y sus

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consecuencias. Puede afirmarse que este interés surge con el nacimiento mismo de la historia crítica.

El estudio crítico sobre las Apariciones o Mariofanías del Tepeyac, ha sido enfocado desde diversos

ángulos y perspectivas. Algunos lo han realizado con pretensiones puramente apologéticas como:

Francisco Javier Conde y Oquendo, en su Disertación histórica sobre la aparición de la port entosa 

imagen …, publicada en 1852; y en 1853, Esteban Antícoli, S.J. en su Historia de la Aparición de la 

Santísima Virgen María de Guadalupe de México .

Otros historiadores han practicado un análisis crítico de las fuentes y testimonios guadalupanos de los

siglos XVI al XVIII, como Agustín de la Rosa en su Disertación Histórico-Teológica de la Aparición …

publicada en 1887; Alfonso Junco en Un Radical problema guadalupano , editado en 1926 o bien:Mariano Cuevas S.J., en el Álbum Histórico Guadalupano del IV Centenario , editado en 1930; y

recientemente José Bravo Ugarte, S.J., en las Cuestiones Históricas Guadalupanas , obra publicada en

1946, entre otros. Ciertamente en la crítica histórica del suceso guadalupano han sobresalido estudiosos

que lo observan desde el punto de vista estético-religioso, o bien bajo un análisis etno-social, como

Joaquín González-Moreno, en su Iconografía Guadalupana , editada en 1959 o bien: Bernardo Bergöend

en La nacionalidad mexicana y la Virgen de Guadalupe , editada en 1931, entre otros trabajos

igualmente valiosos.

Finalmente han existido y existen historiadores, que bajo una crítica subjetiva, más que en metódica

disertación científica, han efectuado estudios impugnativos en torno al Suceso guadalupano del Tepeyac.

De entre los más connotados deben citarse: el historiador español Juan Bautista Muñoz, quien dejó

manuscrita su Memor ia sobre las apariciones y el culto de Nuestra Señora de Guadalupe de México … en

1794 y que no fue publicada sino hasta 1817.

La impugnación más conocida es la Carta que el bibliógrafo e historiógrafo Joaquín García

I cazba lceta , envió en octubre de 1883 al Arzobispo de México Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos,

quien le solicitó su parecer en torno a un manuscrito apologético de las Apariciones guadalupanas, obra

de José Antonio González. En esta Carta privada García Icazbalceta aprovechó la oportunidad de verter

sus opiniones en torno a la historia guadalupana y principalmente sobre las noticia documental de las

Apariciones que impugna con la misma argumentación de Juan Bautista Muñoz, criticando los

testimonios y formulando una conclusión o hipótesis.

Esta carta privada se publicó, al parecer subrepticiamente, en varias versiones, la más completa y

apegada al texto original, según sus editores, dos años después de la muerte de su autor, es decir en

1896, con el título de “Carta acerca del or igen de la im agen de Nuestra Señora de Guadalupe de México 

escrita por D. Joaquín García Icazbalceta al Ilmo. Sr. Arzobispo D. Pelagio Antonio de Labastida y 

Dávalos ”.

Para la historiografía guadalupana de México, la Carta del Sr. García Icazbalceta tiene un particular

interés, no sólo bibliográfico, sino porque en ella se plantea una crítica que en su fondo y forma, como

lo han opinado algunos estudiosos, “es una firme impugnación histórica”. Quienes han calificado así 

esta Carta han sido no precisamente historiadores, como es el caso del crítico y analista de arte

Francisco de la Maza en: Los evangelistas de Guadalupe … y recientemente el antropólogo francés

Jacques Lafaye en Quetzalcoatl y Guadalupe . De entre los historiadores católicos recientes, el

franciscano Fidel de Jesús Chauvet opina que la Memoria y la Carta de J. Bautista Muñoz y García

Icazbalceta son: “Dos obras maestras de crítica histórica severa en relación con los orígenes del culto

guadalupano del Tepeyac”.

No obstante estas opiniones (esta última muy valiosa por provenir de uno de los historiadores católicos

que con mayor solidez ha estudiado el acontecimiento guadalupano), no obstante estas opiniones, digo,

ya desde que se tuvo conocimiento de la Memoria de Muñoz y la Carta de García Icazbalceta, varios

historiadores religiosos han analizado metodológicamente el contenido de estas exposiciones

refutándolas, concluyendo que tanto la Memoria de J. Bautista Muñoz como la Carta de D. Joaquín

García Icazbalceta carecen de argumentaciones verdaderamente válidas a la vista de la documentacióny la tradición histórica guadalupana.

Esto se desprende de las obras de José Miguel Guridi y Alcocer en su Apología de la Aparición ; Agustín

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de la Rosa en su Disertación Histórico-Teológica (ya citada); Primo Feliciano Velázquez en: La Aparición 

de Santa María de Guadalupe  (1931), y Jesús García Gutiérrez en El prim er siglo guadalupano (1931);

finalmente por la concreción con que lo hizo, debe citarse a José Bravo Ugarte, S.J., en su obra ya

mencionada Cuestiones históricas guadalupanas , edición 1966.

La mayoría de quienes han procedido a rectificar o impugnar las obras de Muñoz y García Icazbalceta,

lo han efectuado sustentando tesis básicamente crítico-históricas y teológicas. En la realidad esta tarea

ha sido implícitamente en defensa y apología del Suceso guadalupano del Tepeyac, sin que, por otra

parte, se haya procedido a analizar la Carta impugnadora de García Icazbalceta, particularmente en la

metodología histórica que utilizó el mencionado estudioso, en la exposición de la misma.Concretamente: su composición o estructura bajo la crítica de lógica formal y lógica material.

La presente ponencia, preparada para nuestro IV Encuentro Nacional Guadalupano, pretende ensayarlo.

Se advierte que los circunstantes están en conocimiento del contenido en la Carta de referencia, pues

por razones de tiempo es imposible dar su lectura íntegra, si bien en el trabajo impreso de esta

ponencia (en la Memoria del IV Encuentro) se procurará anexarla, señalada gráficamente, como

apéndice.

I

La Carta escrita en octubre de 1883 por el bibliógrafo e historiógrafo Joaquín García Icazbalceta al

arzobispo de México, es un instrumento privado del género literario epistolar, donde se presenta en

forma argumentativa, semejando la forma disertativa escolástica, la proposición del historiador Juan

Bautista Muñoz, de que: “Antes de la publicación del libro del P. Miguel Sánchez (en 1648), no se 

encuentra mención alguna de la Aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego” . En esta carta

expone en argumentos negativos y positivos, lo que el autor deduce y concluye de la historia

guadalupana.

De acuerdo a la enunciación anterior, conviene formular la siguiente proposición:

Para que la Carta de García Icazbalceta se considere una Disertación:

Debe estar vertida en forma: ordenada, clara y objetiva; que de manera directa recurra a la evidencia

intrínseca de las exposiciones científicamente formuladas.

En conformidad con lo anterior, se examinará si la composición impugnadora, en lo que corresponde al

esquema de la lógica formal, cumple los requisitos de ser: ordenada, clara y objetiva.

I I

El orden que se observa en las partes que conforman la composición impugnadora de Icazbalceta, es el

siguiente: está dividida en 70 párrafos, foliados del 1 al 70.

La inordinación que se advierte es como sigue:

Del párrafo 1 al 5 efectúa los saludos, explicación y justificación de manera personal y subjetiva, como

corresponde a la introducción de una carta privada.

Del párrafo 6 al 7, inordina el planteamiento del asunto que se reduce a un cuestionamiento y una

crítica subjetivas.

En el párrafo No. 8 establece la proposición fundamental citando la misma propuesta por el historiador

J. Bautista Muñoz.

De l os pá r ra fos 9 a l 66 , e fectúa l a p rueba . Es ta no está con ten i da en o rden , como se ve rá m ás

ade lan te , en la inordinación las pruebas están interpoladas en los argumentos negativos y positivos

por una conclusión inducida. Esta es la foliación: el argumento negativo expuesto en dos partes

fragmentadas: del 9 al 29 y del 40 al 66, y el argumento positivo del 30 al 39. Existe una interpolación

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en el párrafo 28, que es una conclusión de la proposición fundamental sin pertenecer al grupo de

inducciones.

Los párrafos foliados del 67 al 68 contienen la deducción del autor en una hipótesis sobre la historia de

las Apariciones.

Finalmente, los párrafos 69 y 70 contienen una conclusión del autor, reafirmación subjetiva de la

introducción, una confesión y exculpación personales, una recomendación y saludos de despedida.

Al someterse al análisis metodológico esta composición, revela las siguientes fallas:

La proposición fundamental no es clara: 

El párrafo No. 8, que la contiene, dice así: “Muñoz tampoco los conoció  (haciendo referencia a los

documentos nominados en los párrafos 6 y 7) ni pudo conocerlos; pero todos ellos no han hecho más 

que confirmar de una manera irrevocable su proposición de que: “antes de la publicación del libro del P.

Miguel Sánchez no se encuentra mención alguna de la Aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan 

Diego”.

No es c la ra , porque: a) Al ser una proposición fundamental viene precedida de una defensa o

prevención del que dijo esto (Muñoz), no sólo en la primera parte del párrafo: “Muñoz tampoco los 

conoció” , sino de la introducción al párrafo No. 6, que comienza diciendo: “Las dudas acerca de la 

verdad del suceso de la Aparición, tal como se refiere, no nacieron de la Disertación de D. Juan Bautista 

Muñoz, son bien ant iguas…”  Esto que parece una prueba de la veracidad de J. Bautista Muñoz y su

proposición, no está mas que sugerida y no sustanciada. Por no estarlo, la advertencia defensiva no

hace clara la proposición que va a defender, y es condición mínima e indispensable que las

proposiciones fundamentales tengan la claridad de ser argumentos por sí mismos.

No es c la ra porque: b) La proposición fundamental de esta Carta no es propia del autor, sino en todos

sus términos del historiador Juan Bautista Muñoz al que cita, y por no citar completa la proposición

original, el fragmento citado queda sólo como el término mayor de la proposición, lo que plantea un

entimema, como se observará en la conclusión.

La argumentación no es ordenada 

En la inordinación de las pruebas (párrafos 9 al 69), el autor de la Carta no sigue el debido orden en

sus inducciones. Si bien toda la prueba se reduce a mostrar el “argumento negativo”, es decir según el

autor: “aquel silencio universal en torno a las Apariciones del Tepeyac, antes de la mención del P.

Sánchez”, el autor inordina también una serie de argumentos positivos, y entre ellos, una conclusión

prematura y un comentario personal ajeno a la argumentación.

Así, el esquema probatorio queda quebrantado en la siguiente forma: Expone el argumento negativo en

los párrafos foliados del 9 al 29, lo interrumpe del 30 al 39 para exponer el argumento positivo, y

reanuda en los párrafos 40 al 66 el argumento negativo.

Las interpolaciones que vician el orden, son las siguientes: en el párrafo No. 28 hace una conclusión

prematura aparentando agotar la inducción antecedente, sin embargo reanuda las pruebas en los

párrafos 40 al 66, invalidando así la prematura conclusión, que dice: “Como V.S.I. ve ,es completo el 

silencio de los documentos antes de la publicación del libro del P. Sánchez" .

En la exposición de la primera serie de argumentos negativos, es decir en definición del mismo autor

(Párrafo no. 10): “La fuerza del argumento negativo consiste principalmente en que el silencio sea 

universal, y que los autores alegados hayan escrito de asuntos que pedían una mención del suceso que 

callaron” , los párrafos foliados del 9 al 29 se ven interpolados por argumentos que no son de “silencio

universal”, y por lo tanto no son negativos; esto se observa en los párrafos 17, 18, 19 y 20, donde sí 

se hace mención por varios autores antiguos de la devoción y milagros de Ntra. Sra. de Guadalupe. Estaanomalía de haber incluido el autor en la primera serie de argumentos negativos menciones positivas,

se debe a que no hizo de antemano distinción del “silencio universal”. Ese “silencio universal” se refería

no al culto, sino a las Apariciones, como lo viene a advertir tardíamente en el párrafo No. 1, cuando

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dice: “Los pasajes de Torquemada y de Bernal Díaz en que se habla de la iglesia, han dado materia de 

larga discusión a los apologistas… Aquí debo hacer una observación importante”  -dice el autor, “Todos 

los apologistas, sin exceptuar uno solo, han caído en una equivocación inexplicable en tantos hombres 

de talento, y ha sido la de confundir constantemente la antigüedad del culto, con la verdad de la 

Aparición y milagrosa pintura en la capa de Juan Diego. Se han fatigado en probar lo primero (que 

nadie niega, pues consta de documentos irrefragables), insistiendo en que con eso quedaba probado lo 

segundo, como si entre ambas cosas existiera la menor relación". Como se ve, esta advertencia fuera

de orden se revierte en la fuerza argumentativa del “argumento negativo”, invalidándolo en los párrafos

del 9 al 20. En los párrafos 22, 23 y 24, de la primera serie inductiva, existen menciones positivas,mas con la distinción contenida en el No. 21 ya se explica por qué estén inordinadas en el “argumento

negativo”. Lo mismo sucede en la segunda serie de inducciones de los párrafos 40 al 66.

En la serie argumentativa del 30 al 39, quedan inordinados lo que el autor considera el “argumento

positivo”, contrario al aserto de la Aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe. Esta serie queda también

fragmentada con la interpolación de un largo comentario personal del autor de la Carta ajeno al orden

de la argumentación.

Esta interpolación vicia no sólo el orden argumentativo, sino por sus características subjetivas -como se

verá adelante-, a la misma argumentación.

A lo largo de la exposición también se observa lo siguiente:

La argumentación no es objetiva 

Debido a que en un riguroso examen del texto, únicamente se encontraron 4 párrafos objetivos (16,

18, 26 y 40), conviene aquí hacer una división y un muestreo de la subjetividad mostrada por García

Icazbalceta en su Carta. Esta subjetividad es: a) la particularidad personal en la observación de los

problemas históricos; b) apreciaciones y críticas subjetivas; c) explayamiento de pensamientos y

sentimientos personales; d) empleo de frases y exclamaciones adjetivantes y vituperios.

En el muestreo de los párrafos siguientes se observa:

a) Particularidad personal en la observación de los problemas históricos:

En el párrafo No. 28, así dice: “Como V.S.I. ve, es completo el silencio de los documentos antes de la 

publicación del libro del P. Sánchez. No cabe en buena razón suponer que durante más de un siglo 

tantas personas tan graves y piadosas, separadas por tiempo y lugar, estuviesen de acuerdo en ocultar 

un hecho tan glorioso para la religión y la patria. Los apologistas de la Aparición quieren que se 

presenten todos los documentos de tan larga época, para convencerse de que el silencio es universal; 

pretensión inadmisible, porque de esa manera jamás se escribiría historia, en espera de documentos 

que pudieron existir y que pudieran hallarse. Los que tenemos dan testimonio suficiente de lo que 

contendrían los que tal vez pudieran hallarse todavía. Alguna prueba de ello hay ya. Muñoz, en 1794,

fundaba principalmente su im pugnación en el silencio de los escritores: en los noventa años corridos 

desde entonces se han descubierto innumerables e importantísimos documentos, y ni uno solo ha 

hablado, sino que han aumentado mucho con su silencio el grave peso de la argumentación de Muñoz” .

Hasta aquí el autor de la Carta.

Analizando este argumento, la inobjetividad radica en admitir como suficientes los documentos que

conoció a la fecha que escribía la carta, para probar que no existía noticia histórica de la Aparición, a

sabiendas de que de la última impugnación de Muñoz en 1794 se habían descubierto “innumerables e

importantísimos documentos”, pero al mismo tiempo negaba la posibilidad de que estos documentos

también innumerables e importantísimos podrían seguirse descubriendo después de escribir su Carta. La

subjetividad de sentirse apodíctico en materia histórica guadalupana, le impidió hacerse un silogismo

tautológico: “Se seguían descubriendo nuevos documentos sobre el suceso guadalupano; es así que noeran todavía exhaustivas las pruebas documentales; luego todavía no podía negarse el suceso de las

Apariciones guadalupanas”.

La inobjetividad radica no sólo en metodología histórica, sino en un elemental principio de la lógica

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material en sus señalamientos sobre la duda metódica: “La duda, aún la simplemente metódica -dice

Regis Jovilet-, jamás puede ser universal, porque hay certezas cuya evidencia es tal que no puede ser

en modo alguno negada, ni siquiera por una ficción”. Concluyendo, es de señalarse con lo dicho por

este mismo autor que: “Quien quisiera poner en duda las evidencias históricas existentes en los

testimonios no descubiertos, no podrá demostrar ya cosa alguna”.

b ) Su argumentación no es objetiva por sus apreciaciones y críticas personalizadas y digresivas: Esto

se observa en el párrafo foliado con el No. 55, que dice: “La información se hacía ciento treinta y 

cuatro años después de la fecha que se asigna al suceso, y claro es que no podían quedar ya testigos de vista. Pero se encontraron oportunamente indios octogenarios y aún más que centenarios, que 

alcanzaron a padres o abuelos igualmente longevos, de manera que con dos vidas bastó para 

remontarse a 1531 y más allá. (Continúa describiendo la información y dice): No me haría fuerza el 

caso si solamente se tratara de testigos indios, porque siempre han sido propensos a las narraciones 

maravillosas, y no m uy acreditados por su veracidad; pero cuando veo que sacerdotes graves y 

caballeros ilustres afirman la misma falsedad, no puedo menos de confundirme, considerando hasta 

dónde puede llegar el contagio moral y el extravío del sentimiento religioso. No cabe decir que esos 

testigos se cargaban a ciencia cierta con un perjurio, pero es visto que afirmaban bajo juramento lo 

que no era verdad. Es un fenómeno bastante común en los ancianos, y lo he observado muchas veces,

llegar a persuadirse de que es cierto lo que han imaginado. Se juzgará sin duda, absurdo y atrevido 

desechar así un instrum ento jur ídico; pero el hecho es que la dem ostración h istórica no admit e réplica,

y que las afirmaciones de unos veinte testigos de oídas, por calificadas que sean, no pesan más que la 

terrible información de 1556 y el mudo pero unánime y desapasionado testimonio de tantos escritores 

no menos autorizados que aquellos testigos y que llevan a su frente al Ilmo. Sr. Obispo Zumárraga” .

Hasta aquí el impugnador.

Tan subjetivo es el juicio del autor de esta Carta, que a los indios, por el hecho de serlo, los califica de

 “no muy acreditados por su veracidad”. Subjetivo al desechar el instrumento jurídico de las

Informaciones de 1666, sin más argumentación que “las afirmaciones de unos veinte testigos de oídas,

por calificadas que sean, no pesan más que la terrible información de 1556” , sin sustanciar pruebas del

mayor valor histórico y jurídico de unas sobre otras.

c) No es objetivo, al explayar pensamientos y sentimientos personales. Esto se observa en el párrafo

disgresivo foliado con el No. 38, en el que después de juzgar algunos documentos de la historia de

España que califica de apócrifos señala: “No todos fueron engañados, pero nadie se atrevería a 

impugnar aquellas torpes invenciones por temor a la grita que se levantaría contra el que combatiera 

tan piadosas mentiras. El empuje era irresistible, y costo mucho tiempo y trabajo limpiar de aquella 

basura la historia civil, y eclesiástica de España. Era una época de misticismo, en que el espíritu público 

estaba dispuesto a acoger y apoyar cuanto se refería a comunicaciones o manifestaciones 

sobrenaturales: cualquier forma en fin de milagro. El que de continuo ofrece la naturaleza con el 

cumplim iento invariable de sus leyes, no satisfacía: se necesitaba siempre la excepción de la regla, y 

que la intervención directa de la Divinidad viniera a derogar hasta en las cosas más fútiles, lo que 

desde la creación qu edó sabiam ente establecido…” . Y en este tono termina este párrafo el autor de la

Carta. Aquí la subjetividad de su incredulidad es manifiesta.

d ) Emplea frases y exclamaciones adjetivantes y vituperios como se advierte en los siguientes párrafos:

Viciando la argumentación con frases sarcásticas en el No. 11: “oportuno incendio” ; en el No. 23: “Nada 

de aparición” ; en el No. 29 (diciendo de Torquemada), “Embustero no fue, sino algo plagiario” ; en el

No. 38: “Piadosas mentiras” . Vituperios como en el No. 38, al llamar a los documentos apócrifos de

España “basura” ; en el No. 39: “A esta idea extraviada debemos las tristes informaciones de 1666” , en

el No. 43: “dan como recibidos documentos dudosos, oscuros y enfermizos, que ni siquiera pueden 

exhibir”  (en referencia a los apologistas); en el No. 67: “escritores gerun dianos”  e “insufrible libro” ,refiriéndose al libro del P. Sánchez.

En cuanto al análisis de la Carta bajo la lógica material, interesa solamente a nuestro ensayo, conocer

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de ella ciertas condiciones de certeza y el camino o método con que se llegó a ella. Respecto a las

condiciones de certeza de la Carta y su correlación al análisis del contenido, ésta ya ha sido juzgada e

impugnada por varios autores que en dominio del proceso histórico y la heurística y hermenéutica del

acontecimiento del Tepeyac, encontraron que bajo las apariencias formales de un argumento

silogísticamente bien planteado, se encubrían inexactitudes históricas, se interpolaban textos viciados, o

se omitían simplemente menciones comprobatorias del suceso o pasaje histórico negado. Aquí 

únicamente se analizarán las contradicciones y sofismas que son comprobables en el contexto de la

composición.

En el párrafo No. 68, que contiene la consecuencia o deducción hipotética del autor existe una

desproporción argumentística con respecto a lo argumentado, es decir: que tiene mayor certidumbre y

verificación histórica lo que impugnó, que lo propuesto como explicación histórica. En este sentido no

cumple con las condiciones apriorísticas que se exigen en la validez de una hipótesis, es decir: que sea

sugerida y verificable por los hechos históricos, sin ser absurda o sea contradictoria en sí misma.

Así dice la hipótesis de referencia (párrafo No. 68): “Los primeros religiosos levantaron luego de 

llegados, m uchas capillas y erm itas en div ersos lugares, con deseo de destruir la idolatría, prefirieron 

para colocar esas pequeñas iglesias aquellos sitios en que ant es se tribut aba m ayor culto a los ídolos, y 

aún les dieron títulos análogos. Si en eso hicieron bien o mal, no es esta ocasión de averiguarlo: 

bástenos saber que así pasó, y que una de esas ermitas fué la del Tepeyac, con el título de la Madre de 

Dios, sin advocación particular, como lo indica Sahagún, lo declara el Br. Salazar en la información de 

1556, y era natural que fuese para corresponder al nombre Tonantzin ó Nuestra Señora Madre, que 

tenía el ídolo adorado allí.

No sabemos en qué año se labró la ermita, ni qué imagen se puso en ella: tal vez ninguna, por ser 

entonces muy escasas. Poco después los indios se dieron a hacerlas, para lo cual se contaba ya con los 

discípulos de la escuela de Fr. Pedro de Gante, "y así es (dice Torquemada) cosa m uy ordinaria 

remanecer en cada convento de cuando en cuando imágenes que mandan hacer de los misterios de 

nuestra Redención, ó figuras de santos en que más devoción tienen". Sin duda una de estas fué la de 

Guadalupe, y hallándola bastante bien pintada, devota y atractiva como realmente lo es la enviaron los 

religiosos a la ermit a, llevando a ot ra part e la que allí estaba, si alguna había: y cuando los españoles la vieron le dieron ese nombre por lo que antes he dicho.

Hacia los años de 1555 y 1556 comenzó a encenderse la devoción con motivo de la curación milagrosa 

que refería el ganadero, y se contó también la aparición simple (á ese ó á otro indio) de que hablan 

Juana Martín y Suárez de Peralta. Estaban ent onces en boga y continuaron m ucho después las 

representaciones sacras de autos o m isterios, a que los indios eran aficionadísimos. D. Antonio 

Valeriano, indio ilustrado, catedrático en el colegio de Tlatelolco, t enía capacidad suficiente para esta 

clase de composiciones. él u otro aprovecharon la relación de los m ilagros de Ntra. Sra. de Guadalupe,

y tomando por base la Aparición que se refería, añadieron circunstancias que dieron forma y animación 

a la pieza, sin intención de hacerlas pasar por verdaderas, como suelen hacer todavía los autores 

dramáticos.

La historia de la Aparición tiene una contextura dramática que á primera vista se advierte. Los diálogos 

entre la Virgen y Juan Diego; las embajadas al Obispo; las repulsas de éste; el episodio de la 

enfermedad de Juan Bernardino; la huida de Juan Diego por otro camino; las flores nacidas 

milagrosamente en el cerro, y por último, el desenlace con la aparición de la pintura milagrosa ante el 

señor Obispo, forman una acción dramática. Esta seria la pieza o relación mexicana que cayó en 

manos, de Sánchez, quien la tomó al pie de la letra y la dió por historia verdadera.

Hizo lo demás el espíritu de la época, propenso a aceptar sin examen, como obra meritoria todo lo 

milagroso. Se había contado la aparición de Ntra.Sra. de Guadalupe a un pastor, y la sabrían por sus 

antepasados los testigos indios de las informaciones de 1666, fácilmente le acomodaron las 

circunstancias. que corrían ya con general aceptación.Haber pu esto el suceso en el día 1 2 de Diciembr e provino sin duda de que en igual día de 1527 fué presentado el Sr. Zumárraga al Obispado, lo que en 

aquellos tiempos equivalía á un nombramiento en forma. Lo que no acierto á explicarme 

satisfactoriamente es por qué se puso el suceso en el año de 1531.

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Hay que notar, sin embargo, una rara coincidencia. Refiere Sahagún (lib. 8, cap. 2) que D. Martín Ecatl 

fué el segundo gobernador de Tlatelolco después de la conquista: que gobernó tres años "y en tiempos 

de ese, el diablo en figura de mujer andaba y aparecía de día y de noche, y se llamaba Cioacoatl 

Haciendo el cómputo de tiempo en que gobernó dicho D. Martín, según los datos que ofrece Sahagún 

en el propio capitulo, resulta que fueron los de 1528 á 31; y por Otro pasaje del m ismo autor ( lib. 1

cap. 6) sabemos que la diosa Cioacoatl se llamaba también Tonantzin. Aquí tenemos que por aquellos 

años se hablaba entre los indios de apariciones de la Tonantzin, nombr e con que ellos conocían a Ntra.

Sra. de Guadalupe, según el propio P. Sahagún. Hasta aquí el autor de la hipótesis.

Como se desprende de esa lectura, e l esquem a es en t odas sus pa r t es h i po té t i co y no e l de una

tes i s p roba to r i a; si se entiende como hipótesis la explicación provisional de los fenómenos

observados, ésta sería una explicación subjetiva, pero no una prueba definitiva en contra de lo

impugnado. En varios aspectos la hipótesis no está sugerida ni es verificable por los hechos históricos y

sí es contradictoria en sí misma.

Es con t rad i c to r i a po rque com o h i pó tesi s i n va l i da l a m i sma p ropos ic ión de l asun to (contenido en

el párrafo No. 8). Para citar como ejemplo estas contradicciones, en la hipótesis se acepta que “Hacia 

los años de 1555 o 1556 comenzó a encenderse la devoción con motivo de la curación milagrosa que 

refería el ganadero, y se contó también la Aparición simple (a ése o a otro indio) de que hablaba Juana 

Martín y Suárez de Peralta”  (al indio Juan Diego) y continúa: “Estaban en boga y continuaron mucho 

después las representaciones sacras de autos o misterios a que los indios eran aficionados” .

En cambio, la proposición o tesis que trata de defender el mismo de la hipótesis, dice: “Antes de la 

publicación del libro del P. Miguel Sánchez no se encuentr a m ención alguna de la Aparición de la Virgen 

a Juan Diego” … Contradice también la hipótesis a la anticipada conclusión del autor (en el párrafo No.

28) que dice: “Como V.S.I. ve, es completo el silencio de los documentos antes de la publicación del 

libro del P. Sánchez” .

Conclusión: el corolario o hipótesis parece invalidar la tesis.

Pero esta h ipó tes is de l au to r de la Car ta , no só lo es con t rad ic to r ia s ino so f ís t i ca. Bajo el mismo

análisis en lógica material, sin recurrir al análisis del contenido, se descubre que estos sofismas de

inducción se originan principalmente por ignorancia de causa, si se tiene en cuenta que se toman por

causas, simples antecedentes o circunstancias accidentales. Esto se observa, cuando dice en la

siguiente parte de la hipótesis: “Lo que no acierto á explicarme satisfactoriamente es por qué se puso 

el suceso en el año de 1531… "y en tiempos de ese (Martín Ecatl), el diablo en figura de mujer andaba 

y aparecía de día y de noche, y se llamaba Cioacoatl Haciendo el cómputo de tiempo en que gobernó 

dicho D. Martín, según los datos que ofrece Sahagún en el propio capitulo, resulta que fueron los de 

1528 á 31; y por Otro pasaje del m ismo autor ( lib. 1 cap. 6) sabemos que la diosa Cioacoatl se 

llamaba también Tonantzin. Aquí tenemos que por aquellos años se hablaba entre los indios de 

apariciones de la Tonantzin, nom bre con que ellos conocían a Ntra. Sra. de Guadalupe, según el propio 

P. Sahagún” .

De acuerdo a este sofisma, la circunstancia de que la imagen de Ntra. Sra. estuviese en un lugar donde

se veneraba a Tonantzin (según los párrafos 17 y 22), luego algo tenía que ver con la Cioacoatl y ésta

con la fecha que se asignó a la aparición. Un evidente sofisma de falsa analogía, al querer confundir

para provecho de su argumentación los nombres de Cioacoatl, Tonantzin y Guadalupe a pesar de la

diferencia esencial de este último que el mismo autor aclara en el párrafo No. 66 de su Carta.

Finalmente para comprobar que la hipótesis es contradictoria en sí misma, sea suficiente en este

muestreo observar que, no sólo existen sofismas de inducción, como se explicó ya, sino también dededucción. Esto puede observarse en el mismo párrafo 68 de la hipótesis cuando confunde el asunto de

las imágenes y los nombres, al decir: “No sabemos en qué año se labró la ermita, ni qué imagen se 

puso en ella; t al vez ninguna, por ser entonces muy escasas”. Y más adelante: “Una de éstas fue la de 

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Guadalupe, y hallándola bastante bien pintada, devota y atractiva, como realmente lo es, la enviaron 

los religiosos a la ermita, llevando a otra parte la que allí estaba, si alguna había” , un claro sofisma de

deducción consistente en probar otro asunto por ignorancia de la materia. Hasta aquí el examen formal

de la Carta.

I I I

En conformidad con el análisis anterior se concluye:

La Carta de García Icazbalceta no está vertida en forma ordenada, clara y objetiva y no recurrió en

forma directa en busca de la evidencia intrínseca de la verdad; luego no puede considerarse una

Disertación, que cumpla los requisitos exigidos metodológicamente a las exposiciones científicamente

formuladas.

ANáLI SI S Y CRíTI CA DEL MéTODO  

Al proceder al análisis del método expositivo del autor de la Carta impugnadora de las Apariciones

guadalupanas, se hace necesario conocer los antecedentes del autor.

En términos generales puede afirmarse que el ilustre bibliógrafo e historiógrafo no era esencialmente un

crítico de la historia, ni disertador en este campo. Su cuantiosa obra bibliógrafica y su corta obra

histórica reflejan su capacidad organizativa esencialmente empírica, no obstante la irregularidad con que

desarrolló su tarea.

D. Joaquín García Icazbalceta, si bien no tuvo una formación académica, ni asistió a cursos de su

especialidad en institución alguna, ejecutó su tarea, no como un autodidacta, sino como un hombre de

estudio y método. Aunque se ufanaba de no haber puesto pie en escuela alguna, y que de sus

profesores particulares muy poco aprovechó, en cambio, como lo afirma Manuel Guillermo Martínez,

crítico de su obra, fue un consumado lector de los clásicos, no le fue ajeno el estudio de las corrientes

históricas de su época y por su dominio del inglés fueron historiadores anglosajones sus predilectos,

como es notorio en su traducción de la Historia de México de W. Prescott. Fue amplio su conocimiento

sobre la metodología de Bertoldo Niebuhr y Leopoldo von Ranke, como se desprende en su Biografía del 

primer obispo y arzobispo de México Don Fray Juan de Zumárraga (1881) donde sigue los postulados

de la historia genética.

En efecto, como lo afirma G. Martínez, D. Joaquín García Icazbalceta optó en sus estudios históricos por

el método genético, es decir la historia causal o razonada que no pretende solamente enumerar los

hechos por el valor que en sí mismo tienen, ni instruir, sino indagar el origen de los hechos, o

cerciorarse de las causas que han producido los sucesos.

Sin embargo García Icazbalceta no era un purista de la historia genética; en la mayor parte de su obra

de ensayo biográfico (En el Diccionario Universal de Historia, 1859), como en su propia biografía de

Zumárraga, se nota la influencia de la historia pragmática, pues no sólo pretendía ceñirse a la narración

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de los hechos, ni sus investigaciones únicamente pretendían novedad; es común en él insinuar un

provecho o conclusión, cuando no directamente formular consideraciones hipotéticas. En su biografía de

Zumárraga el pragmatismo de Icazbalceta asoma claramente, ya que prejuiciado por su negación del

acontecimiento guadalupano del Tepeyac, huyó de efectuar la más mínima cita del asunto, ni siquiera

mencionándola como una tradición universalmente aceptada e inseparable de su biografiado.

Que su metodología no era únicamente genética, sino afectada por una fuerte dosis de pragmatismo, se

observa en la Carta acerca del origen de la Imagen de Ntra. Sra. De Guadalupe de México, la que se ha

analizado en su parte estructural. En efecto; no obstante ser este trabajo de historia crítica más bien

una composición epistolar, por el hecho de hacer una investigación histórica (que no fue de él sino de J.

Bautista Muñoz) tenía que haber mostrado en ella su metodología genética y no lo hizo así. Sus

opiniones personales están constantemente expuestas a lo largo de la carta. Aún más, ocasionalmente,

como sucede en el epílogo, trata de sacar provecho en la misiva al Arzobispo, sugiriéndole veladamente

hacer cambios y ofrecía soluciones para borrar lo relativo a las Apariciones en el culto de Nuestra

Señora de Guadalupe, como él lo dice: “Si éstas no se destruyen (las objecciones a la Aparición), las 

apologías producirán efecto contrario” .

Se advierte en los trabajos históricos de García Icazbalceta una propensión mutable en su

estructuración y maleable en sus fines utilitarios, muy contraria a su magistral aptitud bibliográfica. Si

su metodología genética consistía en escribir la historia como si estuviese confeccionando una ficha

bibliográfica, esto explica por qué instintivamente para abatir esta rigidez, recurre a los subjetivismos, a

dar por válidos solamente los documentos por él vistos, y aun, exagerar el valor de los documentos que

eran de su propiedad, pues en realidad su trabajo histórico y bibliográfico se centró en dar a conocer

sus ricas colecciones. Este subjetivismo y elitismo histórico son propios del medio pragmático. Pero hay

más.

Precisamente en el método expositivo de la Carta que nos ocupa, se observa una carencia heurística y

hermenéutica propia; las investigaciones de nuevos documentos guadalupanos y su análisis crítico los

deja a otros, de allí que use como proposición propia, la misma del historiador Juan Bautista Muñoz.

García Icazbalceta no investiga en los archivos, no aporta nuevos documentos -porque él no los tiene

en su colección- él sólo cita los instrumentos históricos empleados por los impugnadores que le

antecedieron (Bartolache, Muñoz, fray Servando), o por los mismos apologistas.

La fuerza de sus pruebas para impugnar el suceso de las Apariciones, no la hace radicar en una nueva

aportación documental, sino con procesos deductivos. Esta es la razón por la cual, al desconocerampliamente la materia histórica, surgen inevitablemente sofismas de deducción, como se observa en el

planteamiento de su hipótesis.

Al no radicar su metodología en la heurística propiamente dicha, ésta no es exactamente genética. Se

da por satisfecho con los documentos que hablan del suceso guadalupana hasta el momento que él los

critica. Nada espera de la invest igac ión fu tu ra y por ende lo que é l escr ibe lo cons idera

de f i n i t i vo .

Si bien dentro de la propia lógica formal de la historia, García Icazbalceta acude en su Carta a la

avaloración en la tarea descriptiva, no obstante ésta es sólo externa, ya que en el contexto de su

proceso inductivo y deductivo privan peculiarmente las subjetivaciones. Filosofa y va al valor mismo,

toda vez que partiendo de los conceptos de valor, efectúa un discernimiento entre el hecho cultural, el

hecho natural, y el sobrenatural portadores de valores.

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Un ejemplo típico puede observarse en el contenido del párrafo No. 2 que dice: “Quiere también V.S.I.

que j uzgue yo esta obra ún icament e bajo el aspecto histórico; y así tendría que ser de todos modos,

pues no estando yo instr uido en ciencias eclesiásticas sería tem eridad que calificara el escrito en lo qu e 

tiene de teológico y canónico.” 

Pero esto era sólo un formulismo, ya que más adelante desliza criterios no propiamente históricos y sí 

más cercanos a lo teológico, cuando dice, por ejemplo, en el párrafo No. 38: “La admirable credulidad 

de la época, junta con una piedad extraviada, hacia admitir desde luego cuanto parecía redundar en 

gloria de Dios, sin advertir, como muchos no advierten hoy, que á la Verdad Suma, no se da honra con 

la falsedad y el error”. -y más adelante - “Era una época de misticismo, en que el espíritu público 

estaba dispuesto á acoger y apoyar cuanto se refiriera á comun icaciones ó manifestaciones 

sobrenaturales; cualquiera forma, en fin, de milagro. El que de continuo ofrece la naturaleza con el 

cumplim iento invariable de sus leyes, no satisfacía: se necesitaba siempre la excepción de la regla, y 

que la intervención directa de la Divinidad viniera á derogar hasta en las cosas más fútiles, lo que 

desde la creación quedó sabiament e establecido.” 

En el epílogo de su Carta, D. Joaquín vuelve a manifestar sus juicios de valor en torno a cuestiones,

temo equivocarme, pero me parece que teológicas, cuando dice (párrafo No. 70): “Por supuesto, que 

no niego la posibilidad y realidad de los milagros: el que estableció las leyes, bien puede suspenderías 

ó derogarlas; pero la Omnipotencia Divina no es una cantidad matemática susceptible de aumento o 

disminución, y nada le añade o le quita un milagro más ó menos.” 

Sean su f i c ien tes es tos e jem p los de la am b igüedad de l m étodo de Garc ía I cazba lceta : el

pragmático, con el que subjetiviza y hasta saca conclusiones más allá de las históricas; y el genético,

con el que observa racionalmente las avaloraciones que considera indispensables en su tarea crítica.

Mas este dualismo no es ciertamente característica personal del historiador que nos ocupa. Ya se

observa desde mediados del siglo XIX la influencia filosófica racionalista del francés August Comte, cuya

doctrina positivista alcanzó gran divulgación entre los intelectuales de su época. Los historiadores no

fueron ajenos al método de exclusión del conocimiento del ser mismo de las cosas y los hechos,

recurriendo sólo a las verdades provenientes de la observación y la experiencia. La doctrina de este

sistema rechazaba la metafísica, considerándolas una fase histórica del pensamiento sobreseída por las

ciencias llamadas positivas. En México sin duda uno de los primeros historiadores que aplica este

método es D. Joaquín García Icazbalceta, pero como doctrina novedosa y opuesta a la tradicional; la

trasición que opera en la obra de este autor es notoriamente imperfecta.

Donde es palpable esta derivación metodológica de un historiador católico que abraza el positivismo, es

la propia Carta que impugna las Apariciones. D. Joaquín cuestiona severamente el aspecto metafísico

del acontecimiento del Tepeyac, no obstante que él en varias ocasiones y en su propia Carta se

muestra creyente en lo metafísico, intrínseco a la religión católica. Mas entonces lo irreconciliable de

ambos métodos: el de la doctrina de la Iglesia y el positivismo, se trataba de justificar como conducta

propia de los “Católicos Ilustrados”, y D. Joaquín García Icazbalceta, por propia confesión, es uno de

ellos.

Si en el terreno puramente personal, tal posición asumida por el autor de la Carta merece nuestro

respeto, f o rm a lmen te , como h i s to r i ado r está expues to a l a c r ít i ca de su ob ra . El método híbrido

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pragmático-genético que refleja en su Carta le lleva a indefinirse conceptualmente; a establecer

dicotomías de aceptación y rechazo, pero sobre todo le lleva a cometer irregularidades en la exposición

de sus pensamientos e incurrir en contradicciones, no sólo de contenido, sino de forma. Esta hibridez de

fondo y forma le lleva a deducciones sofísticas.

Metódicamente una obra que adolece de estas características híbridas, no puede ser ni en el fondo ni en

la forma una exposición científicamente propiamente dicha, y por lo tanto de ella no pueden sacarse

conclusiones válidas científicamente. En el caso de la Carta ya estudiada esto se aplica puntualmente,

pues ni puede considerarse como una argumentación estructuralmente válida, como tampoco un

instrumento probatorio del suceso que pretende impugnar, es decir: las Apariciones de Nuestra Señora

de Guadalupe.

Pero hay más. D. Joaquín García Icazbalceta, recio intelectual y muy consciente de que sus conceptos

críticos expuestas en la Carta no eran para divulgarlos ni insertarlos en el cuerpo de su obra, él mismo

coloca sus escritos en el género de un ensayo subjetivo, cuando dice en el final del epílogo (párrafo No.

68): “He concluido, Ilmo. Sr., con el examen de la historia de la Aparición bajo el aspecto histórico. No 

he querido hacer una disertación, sino unos apuntes para facilitar á V.S.I. el camino si gustase, de 

examinar por sí mismo este grave negocio.” 

Que esta era una carta o composición privada en que se vertía el muy personal criterio del historiador,

queda declarado por el propio firmante de la impugnación en dos ocasiones: en la introducción

explicativa (párrafo No. 4) y en el epílogo (párrafo No. 70). En el primero dice: “Quiero hacer constar 

que en virtud del superior y repetido precepto de V.S.I. falto á mi firme resolución de no escribir jamás 

una línea tocante á este asunto del cual he huido cuidadosamente en todos mis escritos.”  Y en el

último: “Si he escrito aquí acerca de ella, ha sido por obedecer el precepto repetido de V.S.I. Le ruego,por lo mismo, con todo el encarecimiento que puedo, que este escrito, hijo de la obediencia, no se 

presente a otros ojos ni pase a otras m anos: así me lo ha pr ometido V.S.I. Me repito de V.S.I.

afectísimo amigo y obediente servidor, que su pastoral anillo besa. J.G.I.” 

Con esto queda finalmente analizado el método de la Carta de D. Joaquín García Icazbalceta al

Arzobispo de México D. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos escrita en octubre de 1883; un

frustráneo intento antiaparicionista, que por provenir de un historiógrafo mexicano tan eminente, se le

acreditaba singular importancia, que por otra parte la rigidez de la metodología filosófica e histórica ha

colocado en debido lugar.

EPíLOGO  

Concluiré este análisis y crítica del método de D. Joaquín García Icazbalceta en su carta impugnadora,

con esta consideración:

Indudablemente los postulados positivistas seguidos por el autor de la Carta impugnadora de suceso

tan extraordinario, son incompatibles con la metodología genética cristiana. No sólo el hecho histórico

del Tepeyac, sino el espíritu mismo del acontecimiento, es esencialmente teológico, porque surge del

suceso sobrenatural de las Apariciones de la Virgen María y su estampación en la tilma de Juan Diego.

Este santo suceso y sus consecuencias se han dado en el tiempo y el espacio, pero también en la

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conciencia del espíritu social, como es la fe del pueblo a quien se dirigió el mensaje. I n t e r p r et a r e s t e

hecho p re te rna t u ra l , en tonces y ahora , bajo la c r í t i ca h is tó r i ca rac iona l i sta , es pene t ra r en

d imens iones y cam inos opuestos que j am ás co i nci d i r án . Analizarlo, en cambio, bajo el método

científico de la genética cristiana: hechos y fe, es llegar a la verdad por la vía más accesible.

Y de método sabía muy bien Nuestra Señora, cuando para hacer llegar su mensaje a estos pueblos, a

Juan Diego no solamente le dirigió palabras que avivaran su fe, sino que para significar el hecho del

mensaje, Ella dejó proyectada y fijada su imagen, como una prueba monumental que ni la devastación

de los tiempos ni la perfidia humana han podido destruir, ni destruirán, mientras esté sustentada en el

vórtice de nuestros corazones.

BI BLI OGRAFíA 

En el análisis filosófico (lógica formal y material) e histórico se emplearon las siguientes obras:

NABER, A. Theoria cognitionis critica , Roma 1932

SEIFFERT, Helmut, Introducción a la lógica , Barcelona 1977

GENY, Paulo, S.J., Critica de Cognitionis hum anae valore disquisitio , Roma 1932.

VRIES Ios. de, S.J., Lógica , Herder, Mcmlxix

MORANDINI, Franciscus, S.J., Crítica , Roma 1963.

BELGODERE, Francisco Javier A. Retorno a la lógica clásica, síntesis total contra el subjet ivismo , México

1947.

JOLIVET Regis, Traite de Philosophie, T.I. Logique , París 1939.

WAGNER Fritz, La Ciencia de la Historia , México, UNAM 1958.

RENIER G.J., History, its purpose and method , London, 1950.

PARENTE, Alfredo, I l tramonto della logica antica e il problema de la storia . Bari, 1952.

GARCíA VILLADA, Zacarías, S.J., Metodología y crítica históricas . Barcelona, 1912.

BALTHASAR, Urs Von, Teología de la historia , Madrid, 1959.

.

Bib l iograf ía :

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CENTRO DE ESTUDIOS GUADALUPANOS A.C., IV Encuentro Nacional Guadalupano, Edit. JUS, 1a. Ed. 1980

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. Investigación Documental sobre la Virgen de Guadalupe  .

El Prejuicio de un Gran Historiador 

Capítulo IV del libro Cuestiones Históricas Guadalupanas , del historiador D. JoséBravo Ugarte, Editorial JUS, colección "México Heroico", 2a. Edición, 1966.

Los tex t os de la Car t a  de Joaquín García I cazbalceta se

resa l tan en LETRAS CURSIVAS Y ROJAS.

Dolorosamente se fijó en el alma de aquel gran h is t o r iador y exce len t e cató l i co , don Joaqu ín

García I cazbalceta , la convicción de que no había habido aparición alguna de la Virgen de Guadalupe.

“En m i j uventud” -nos dice- “creí, como todos los m exicanos, en la verdad del m ilagro: no r ecuerdo de 

dónde m e vinieron las dudas, y para quitárm elas acudí a las apologías; éstas convirtieron m is dudas en 

certeza de la falsedad del hecho… De todo corazón quisiera yo que un m ilagro t an h onorífico para 

nuestra patria fuese cierto, pero no lo encuentro así” .

Ello le produjo graves pesares, no sólo por lo que significaba para él personalmente en lo íntimo, sino

por los resultados que al manifestarse al exterior producía, quitando la devoción a la Virgen de

Guadalupe, que él “a nadie querría quitar” , ya por los ataques de que él mismo fue objeto.

De ahí, que aún su magistral Biografía de Don Fray Juan de Zumárraga (México, 1881) haya sido para

él “un libro desgraciado”.

“Llamé desgraciado al libro” -le escribe al Dr. Nicolás León a 28 de marzo de 1890- “porque, habiéndolo 

yo hecho en defensa del prelado y en honor de la Iglesia, me lo recibieron mal por haber callado 

aquello, y luego me acusaron de hereje al prelado, de modo que obtuve el fin contrario que me 

proponía” . La herida fue honda y le decidió a no publicar ya otros libros semejantes: “Escarmentado con 

el éxito del Zumárraga, que contristó a los prelados, no me expondré a contristarlos otra vez, y he 

dado resueltamente punto a toda publicación del carácter de las anteriores, aunque me queda todavía 

excelente material, como los Memoriales de Motolinía, el Informe del Sr. Montúfar, las Estadísticas del 

Siglo XVI que t engo ya copiadas, y por últim o el Estudio Histór ico que no concluí”  (Al Dr. León, 24 de

mayo, 1893). Tenía también la firme resolución de no escribir jamás una línea tocante a este asunto

(de las Apariciones), del cual había huido cuidadosamente en todos sus escritos.

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Más he aquí que el Sr. Arzobispo Labastida le mandó que le diese su opinión acerca de un manuscrito

en que se trataba de “la verdad sobre la aparición de la Virgen del Tepeyac y sobre su pintura en la

capa de Juan Diego”, y se vio obligado a exponer lealmente todo su sentir de historiador en este punto.

Tal fue el origen de su famosa Carta acerca del origen de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe 

de México , muchas veces impresa -la primera en latín y fraudulentamente (México, 1888)- y siempre

reeditada por los protestantes cuando hay alguna gran festividad guadalupana.

"Su original estaba todo escrito de puño del mismo autor, cuya letra me era ya perfectamente 

conocida” , dice don Jesús Gal indo y V i l l a, que la leyó por primera vez en 1889, antes de las primeras

ediciones castellanas de 1893 y 1896. “Es rigurosamente auténtica” , dice por su parte don José Ma. De

Agreda y Sánchez, el cual añade: “llegó en tres ocasiones distintas el Sr. García Icazbalceta a 

enseñarme algunos datos que, según sus propias palabras, “se le habían quedado en el tintero” y a 

indicarme en qué parte del manuscrit o se habían de incluir: aún guardo uno de esos datos últim os” .

La Carta -según su propio autor- “pone sencillamente a la vista lo que dice la historia acerca de la 

Aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe a Juan Diego”  (núm. 3), es “el examen de la historia de la 

Aparición bajo el aspecto histórico”  (núm. 69). Pero, más exactamente, es la exposición de la

investigación guadalupana del Sr. García Icazbalceta: investigación manifiestamente dominada por un

prejuicio y reducida a la crítica parcial de lo que otros habían encontrado en pro o en contra de las

Apariciones del Tepeyac.

Intentaré el análisis de este prejuicio, exponiendo su origen, su fórmula y su actuación.

Con el prejuicio en el alma, -“no recuerdo de dónde m e vinieron las dudas” -, empezó el Sr. Icazbalceta

su investigación guadalupana- “para quitármelas, acudí a las apologías” -. Tal vez fueron don Juan

Bautista Muñoz, con su Memoria sobre las Apariciones y el Culto de Nuestra Señora de Guadalupe de 

México (Madrid, 1817), y el p. Fray Servando Teresa de Mier, con sus Cartas al Dr. Muñoz sobre la 

Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe (México, 1879), quienes le despertaron las dudas. Muñoz y

Mier son ciertamente los principales inspiradores de la Carta icazbalcetiana: y Muñoz es de quien toma

don Joaquín la proposición fundamental de ella: “antes de la publicación del p. Miguel Sánchez, no se 

encuentra mención alguna de la Aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego”  (núm. 8)

Las apologías no le quitaron las dudas, antes “se las convirtieron en certeza de la falsedad del hecho”.

Por otra parte, en sus investigaciones históricas no encontró en los papeles y libros del siglo XVI nada

que afirmara positivamente la Aparición de 1531.Así, curiosamente, de lo que decían un filósofo del siglo XVIII y un fraile apasionado y desautorizado;

de las fallas de unas apologías que él, con su preclaro talento, su vastísima erudición y sus inmensos

recursos hubiera podido subsanar; y de unas investigaciones históricas hechas en general o sobre otros

puntos, se originó el prejuicio del Sr. García Icazbalceta contra la historicidad de las Apariciones

Guadalupanas.

El prejuicio se formula en dos proposiciones que podrían ligarse como el antecedente y el consiguiente

de un entimema: “antes de la publicación del libro del P. Miguel Sánchez (1648), no se encuentra

mención alguna de la Aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego”, luego “no hubo tal Aparición

en 1531”. Sin embargo, la última proposición -“no hubo Aparición Guadalupana”-tiene alguna vez para

el Sr. Icazbalceta un valor absoluto, que le hace excluir lo anterior a 1648 por favorable a la Aparición

(núm. 44).

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En dos contrarios sentidos actuó el prejuicio: negativo, haciendo que el Sr. García Icazbalceta no hiciera

una investigación personal, especializada en la cuestión guadalupana; y positivo, guiándole en la

composición de la Carta.

él mismo dice que no valía la pena hacer una especial investigación: “Si en uno o dos escritores 

siquiera, de los más inmediatos al suceso, poco fidedignos que en lo demás fueran, encontrara yo 

alusiones a la tradición, ya creería yo por lo menos que corría entre el vulgo y que valía la pena 

aquilatarla”  (núm. 59).

La Carta es larga, se compone de 70 párrafos numerados (1-70).

Comienza con una introducción explicativa y justificativa de la misma Carta (1-5), plantea la cuestión

(6-7), establece la proposición fundamental (8) y su prueba (9-66), deduce como corolario el que, a

 juicio del autor, es el origen histórico de la Imagen de Guadalupe (67-68) y concluye con un epílogo

que reafirma y completa lo que dice la introducción (69-70).

El número 8, que contiene la proposición, dice así: “Muñoz tampoco los conoció  (los documentos

últimamente descubiertos), ni pudo conocerlos; pero t odos ellos no han hecho más que confirmar de 

una manera irrevocable su proposición de que “antes de la publicación del libro del P. Miguel Sánchez 

no se encuentra mención alguna de la Aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego” .

La prueba se reduce al argumento negativo o silencio universal, sobre la Aparición, de los autores

anteriores a 1648, aun en aquellos lugares de sus obras que pedían una mención de ella; al cual, añade

el Sr. García Icazbalceta el argumento positivo contrario a la misma Aparición. Así resulta “ la 

demostración histórica que no admite réplica” , compuesta de “la terrible información de 1556 y el mudo 

pero unánime y desapasionado testimonio de tantos escritores… que llevan a su frente al Ilmo. Sr.

Obispo Zumárraga”  (55).

Por último, el corolario recoge los elementos históricos suministrados por la prueba para reconstruir el

origen “histórico” de la Imagen del Tepeyac.

Ahora bien, los dos argumentos -negativo y positivo-, se presentan con parcialidad bajo la influencia del

prejuicio que en diversa forma altera los datos. El negativo se expone dividido en dos partes, pero no

seguidas, sino interrumpidas (9-29, 40-66) por el argumento positivo (30-39); se da por terminado -

como si se hubiese agotado la inducción que lo constituye- en el número 28, que reproduce -ya como

conclusión- la proposición fundamental; pero se reanuda en los números 40-66, invalidando laprematura conclusión con los casos no contados en la primera inducción “completa”. La segunda

inducción (40-66), en fin, cuyos casos eran muy imperfectamente conocidos por el en otras ocasiones

siempre acucioso investigador, salió tan mal lograda, que no sólo varios casos posteriormente

descubiertos, sino varios de los mismos que allí cita el Sr. García Icazbalceta la han desmentido.

Además de lo que después anotaremos, en la exposición de la primera parte del argumento negativo

(9-29), hay esta notable inexactitud en el número 13: “en la cual  (Descripción del Arzobispado de

México, remitida por el Arzobispo Montúfar) se da cuenta de las iglesias de la ciudad sujetas a la mitra,

y para nada se menciona la ermita de Guadalupe” : i nexact i tu d d eb ida qu izás a l o l v ido , pues e l Sr .

Garc ía I cazba lceta t en ía e l o r ig ina l de esa Descr ipc ión y en é l (p . 390 de l im preso) la m enc ión

echada de menos.

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En la exposición del argumento positivo contra la Aparición se avaloran a la luz del prejuicio los datos

de Sahagún y de la Información de 1556, que son los que componen dicho argumento (17-19, 30-39).

Sahagún, estudiado en los números 17-19, dejó -según el Sr. Icazbalceta (29) -“textos en que

claramente la niega (la Aparición)”. Si la niega, digamos por de pronto, existía la tradición guadalupana

en tiempos de Sahagún, contemporáneo de la Aparición: lo que es directamente contra la tesis

icazbalcetiana (núm. 59). Mas, prescindiendo de eso, el texto de Sahagún -como he expuesto en otra

parte- indica que la Imagen de Guadalupe tenía un origen misterioso -milagroso., que él no acababa de

creer, pero que no se atrevía a contradecir, pues tenía en su favor respetables autoridades: “de dónde 

haya nacido esta fundación de esta Tonantzin, no se sabe de cierto”  (III 299 edic. de México, 1938). Su

ignorancia no procedía de la falta de datos, sino de la oscuridad de ellos por referirse a un hecho

milagroso ocurrido entre los indios y en un lugar y tiempo sospechosos.

La I n fo rm ación de 1556 impresionó vivamente al Sr. García Icazbalceta: era “terrible” en contra de la

Aparición (núm. 55), ya que “después de leído el documento, a nadie puede quedar duda de que la 

Aparición de la Sma. Virgen el año de 1531 y su milagrosa pintura en la tilma de Juan Diego es una 

invención nacida mucho después”  (núm. 32). Increíble parece que el insigne crítico dé fe a lo que

produjo escándalo y contradicción en un sermón ruidosamente impugnado por la sociedad de aquella

época, así por los ataques que contenía contra el Arzobispo, como sobre todo por los que hacía contra

la devoción guadalupana, que por reacción contra el predicador se aumentó mucho más; por lo que

algunos decían “de aquí en adelante, si íbamos una vez ( a la Ermita), iremos cuatro” .

La Información recogió todo lo que pudiera ser motivo para que “el predicador fuese reprendido” : y a

ello pertenecen la peregrina afirmación -sin precedente ni repetición en toda la historiografía

novohispánica- de que la Imagen fue pintada por el indio Marcos y la de que no tenía un gran origen

como el de la de Loreto- milagroso.

Más fuerza parece tener lo que dijo un testigo sobre que “el fundamento que esta ermita tiene desde 

su principio fue el título de la Madre de Dios, el cual ha provocado a toda la ciudad a que tengan 

devoción en ir a rezar y encomendarse a ella” . Pero, aclarado el sentido de esa frase, resulta que nada

hay contrario a la Tradición.

En efecto, a la pregunta a que respondió el testigo dice solamente:

“si sabe que el dicho provincial dijo que la dicha devoción de Ntra. Sra. de Guadalupe se había 

comenzado sin fundamento alguno, porque dado que en otras partes a imágenes particulares se tenga devoción, como a Ntra. Sra. de Loreto y a otras, éstas habían llevado gran fundamento”.

El testigo, en cambio, no respondió a lo preguntando, sino que se volvió con vehemencia contra el

predicador para defender la devoción guadalupana como totalmente ortodoxa desde su principio, tuviese

o no un gran fundamento como el de la de Loreto:

“Lo que este testigo sabe es que el fundamento que esta ermita tiene desde su principio fue el t ítulo de 

la Madre de Dios… y éste le parece fundamento bastante para sustentar la dicha erm ita, y querer quit ar 

la devoción sería contra toda cristiandad” .

También en la segunda parte del argumento negativo (40-66) se advierte, y con mayor fuerza, la

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influencia del prejuicio, que hace decir al Sr. García Icazbalceta que todos los documentos recién

descubiertos y no conocidos por Muñoz “no han hecho más que confirmar de una manera irrevocable” 

la proposición de Muñoz y la suya propia (núm. 8)

Por eso, tales documentos “o no existieron o hay en contra ellos gravísimas objecciones”, que él no

intentó solventar, pero que se han ido resolviendo poco a poco. Por eso, las fidedignas Informaciones

de 1666, que recogieron la tradición oral, comprobándola amplia, constante y uniformemente, son unas

 “tristes informaciones” (núm. 39).

Por eso, aún diciendo Florencia (Cap. 13, párr. X, en el título del párrafo) de dónde toma ciertos datos

relativos a Juan Diego, los critica el Sr. Icazbalceta como “sacados nadie sabe de dónde”, (núm. 60).

Por eso, hace un comentario tan poco serio y feliz a propósito de este pasaje de Suárez de Pera l ta :

“llegó (el virrey Enríquez) a Ntra. Sra. De Guadalupe, ques una Imagen devotísima questá de México 

como dos legüechuelas, la cual ha hecho munchos milagros. Aparecióse entre unos riscos y a esta 

devoción acude toda la tierra”.  

Comenta, pues, el Sr. García Icazbalceta:

“No llama a la imagen aparecida, sino devota”.  

En seguida, como inquieto por la infidelidad del comentario, lo corrige tácitamente:

“aunque sí dice que se apareció”  

y prosigue:

“( pero) es preciso distinguir…”  

Las palabras textuales del Sr. Icazbalceta son éstas:

“No llama a la imagen aparecida, sino devota. Es preciso distinguir entre una aparición cualquiera… y la 

Aparición de la Virgen a Juan Diego…”  (núm. 47)

Por eso da como razón bastante para negar la autenticidad del Cant ar de don Fran cisco Plácido la

autoritaria negación de lo que se está discutiendo si existió o no:

“la sola circunstancia de haberse cantado el día que “de las casas del Sr. Obispo Zumárraga se llevó a 

la erm ita de Guadalupe la sagrada imagen”, basta para negar la autenticidad del him no, pues no hubo 

tal ocasión de que se cantase”  (núm. 44).

Por último, por eso ataca despiadadamente al libro de Sánchez, en el que -como vamos a ver-

encuentra el principal escollo.

Pero antes hay que revisar la prematura conclusión del número 28, que supone completa la inducción

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hecha en los números precedente (10-27). Puede negarse que sean “silenciosos sobre la Aparición aun 

en aquellos lugares que exigían una mención de ella” , autores que la mencionaron en la misma obra allí 

citada (Cavo ), o trataron de ella en otra obra (I x t l i l x ó c h i t l); que escribieron de asuntos enteramente

distintos (Valadés, Cisnero s, Conci l ios Mexicanos ), o de tiempos anteriores a 1531 (Acosta, Las

Casas, Dur án ), o posteriores a ese año (Gri j a lva, Cabi ldo Catedr a l ); cuyas obras no tenemos

completas (Moto l in ía , Tezozóm oc ), o escribieron documentos que todavía no están explotados

enteramente (Zum árr aga, Garcés, Gant e, Fuenlea l ); que son poco autorizados por omitir muchas

cosas importantes en sus respectivas historias (Dávi la Padi l la , Daza, Muño z Cam argo ) o por

mostrarse mal informados (Talavera, Gi l González Dávi la , Ponce); o que no hacen sino reproducir

textos ajenos (Gonzaga, Fernández, Mart ín de León, Sern a ). Pero prescindiendo de esto, la

existencia de toda una serie de documentos y autores que iban a salir en los números 40 y siguientes

hacían ilegítima la conclusión: “Como V.S.I. ve, es completo el silencio de los documentos antes de la 

publicación del libro del P. Sánchez”  (núm. 28).

Al libro del P. Sánchez -Imagen de la Virgen María, Madre de Dios, Guadalupe, milagrosamente 

aparecida en la ciudad de México (México, 1648)-, que es el punto central de la Carta, lo llama el Sr.

Icazbalceta “historia peregrina”  (36), “historia inaudita”  (40), que en 1648 “cambia todo como por 

encanto”  (36), restaurando la devoción guadalupana que “nadie conocía ya” , y la Aparición que “nadie 

sabía”  (35): hechos que comprueba con un pasaje del Diario del Lic. Antonio Robles.

Pero hay m uchos docum en tos que ev i denci an t odo l o con t r a r i o . Citaremos tan sólo los que hacen

mención de la Aparición, dividiéndolos en cuatro grupos: 1 , varios desconocidos del Sr. Icazbalceta y

anteriores a 1648; 2 , varios, también desconocidos para él, posteriores a 1648 (en cuanto copias

adicionadas para poner al día documentos anteriores), pero independientes del libro de Sánchez; 3 , uno

de que era dueño el Sr. García Icazbalceta, pero no citado por él en la Carta; y 4 , los citados por dicho

Sr. y por él rechazados en fuerza del prejuicio, sin haberlos examinado o conocido debidamente.

Desconocidos del Sr. Icazbalceta y anteriores a 1648 son: las Coplas a la partida de la Virgen de 

Guadalupe (México, 1634), que él no conoció hasta 1890 y de las que pensó eran del siglo XVIII y no

“habían de tener gran interés”  (Al Dr. León, 14 abr. 1890); dos Serm ones Guadalupanos en náhuatl,

uno de la primera mitad del siglo XVII y otro del XVI, que están en nuestra Biblioteca Nacional y fueron

publicados por el P. Cuevas; los Anales de Chimalpain  (1258-1612), publicados en París por RémiSiméon en 1889; los Anales de Juan Bautista  (1555-82), que se conservan en el archivo de la Basílica,

y los Anales de la Fundación Heye de Nueva York, publicados en facsímil por el P. Cuevas.

Desconocidos asimismo del Sr. Icazbalceta y posteriores a 1648 (en cuanto copias adicionadas), pero

independientes de Sánchez, son cinco Anales indígenas: los de Cuitlaxcoapan o Puebla , los de Tlaxcala ,

los de la Catedral de México , los “Noticias Curiosas” , y los de México y sus contornos (citados en obra

posterior del Sr. García Icazbalceta). Que son independientes de Sánchez, lo prueba, para los de

Cuitlaxcoapan, Tlaxcala y México y sus contornos, su diversa equivocación -o inexactitud- en los años

de la Era Cristiana en que registran la Aparición; y respecto de todos, su mismo carácter de Anales, en

los que -como dicen los Anales de Bartolache-, “iban apuntando lo que iba sucediendo en su tiempo los 

viejos sabios de esta Nueva España” . Dueño fue el Sr. Icazbalceta -pero no la tomó en cuenta en su

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carta-, de la Historia en verso del Cap i tán Lu is ánge l de Be tancour t , escrita antes de 1621 y que

inequívocamente alude al milagro del Tepeyac.

Numeroso es, por último, el grupo ligeramente estudiado por el Sr. García Icazbalceta. Empezando por

el libro del P. Miguel Sánchez , es de notar que éste, aunque muy en general, indicó sus propias

fuentes, que eran -a falta de los autos originales de la Aparición, que no encontró en los Archivos de la

Catedral- unos papeles “antiguos y bastantes a la v erdad” , y, sobre todo, la Tradición “antigua,

conforme y general” . Probado está en los magníficos estudios de Velázquez, Junco, Cuevas, etc., que

Sánchez no inventó nada, sino que, en medio de las ampulosidades literarias propias de su tiempo,

utilizó la antigua Relación de Valeriano, que al año siguiente dio a luz en su texto e idioma original el

Br. Luis Lasso de la Vega. Uno y otro libro fue aprobado por la autoridad eclesiástica, precisamente

porque -no inventando cosa alguna- estaban conformes con la Tradición: del de Lasso dice el censor P.

Baltasar González, S.J. que “está ajustado a lo que por Tradición y Anales se sabe del hecho” . Con esto

sólo quedan de nuevo en pie contra la tesis icazbalcetiana el mismo P. Sánchez, Lasso de la Vega, el P.

Balasar González, don Antonio Valeriano y toda la Tradición “antigua, uniforme y general” .

Tampoco quedaron invalidados por la crítica del sr. Icazbalceta: ni el viejo t estamento de Cuautitlán ,

que, superando las múltiples confusiones a que ha dado lugar y la enmienda que se le hizo al año de

su fecha -1559 en vez del primitivo 159-, ratifica su antigüedad por sí mismo, ya con su añoso papel y

aspecto, ya con la anotación cronológica completa que trae de “sábado 11 de marzo de 15)5)9” ; ni el

testimonio del erudito Becer ra Tanco , que en las I n fo r m ac iones de 1666 comprobó la Tradición con

la Relación de Valeriano, con un antiguo mapa pictórico que había visto en poder de Alva Ixtlilxóchitl,

con los cantares que entonaban los indios en Guadalupe antes de la inundación de 1629 y con lo que

personalmente oyó de respetables ancianos -que nominalmente menciona-, de los cuales algunos

habían oído referir las Apariciones a Valeriano o a otros que, a su vez, las oyeron de Juan Diego, Juan

Bernardino o el Sr. Zumárraga; ni mucho menos fueron anulados los testimonios de todos los 21

testigos, venerables por su edad, sus conocimientos en la materia y su probidad, que, en las mismas

Informaciones de 1666 declararon bajo juramento haber sabido del milagro guadalupano desde sus más

tiernos años -es decir, a mediados del siglo XVI, a fines de ese siglo o a principios del XVII, según las

respectivas edades-; y, lo que es más, haberlo sabido por personas que, por su parte, lo conocieron de

los propios labios de Juan Diego, Juan Bernardino o el Sr. Zumárraga.

Es, pues, fa l sa la t es is de l Sr . Garc ía I cazba lceta , f ru t o de un p re j u i c io que, en sus secuelas,amargó los últimos lustros del gran historiador y acabó por paralizar toda su labor, tan fecunda y

valiosa.

Concluyamos confirmando lo dicho con esta observación. La aparición del Tepeyac, como hecho

milagroso, tenía que tropezar con la incredulidad de muchos. Absurdo y antihistórico sería que todos al

principio hubiesen creído en ella. Lo natural era que algunos dudaran, muchos no la creyeran y otros

muchos quedaran convencidos de su realidad. Aparicionistas y antiaparicionistas exageraron: aquellos

pretendiendo que hubo desde el principio una fe universal y sin contradicciones en las Apariciones,

éstos suponiendo que una verdadera Aparición no podía dejar lugar a dudas.

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.

Bib l iograf ía :

BRAVO UGARTE José, Cuestiones históricas guadalupanas, Edit. JUS, 2a. Ed. 1966

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. Investigación Documental sobre la Virgen de Guadalupe  .

El Argumento Negativo

Capítulo XVI del libro La Aparición de Santa María de Guadalupe , del estudioso

nahuatlato D. Primo Feliciano Velázquez (autor de una de las más difundidas

traducciones del Nican Mopohua ), Editorial JUS, edición facsimilar de la primera edición

de 1931, 1981

Las palabras de Joaquín García Icazbalceta se resaltarán con cu r s i vas r o jas  , y los textosde otros autores o documentos citados por Velázquez irán en curs ivas azu les  . Demásresaltes por Jesús Hernandez.

CAPíTULO XVI

EL A RGUMENTO NEGATI VO

Carta acerca del origen de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de México por don Joaquín García

Icazbalceta.- La era de las impugnaciones.- Autos originales de la Aparición.- Historia escrita por el señor obispo

Zumárraga.- "Ya no quiere el Redentor del mundo que se hagan milagros".- Descripción del arzobispado de

México en 1570.- Está incompleta la historia de Motolinía.- Por qué no habló de la Aparición el Ilmo. Sr. Garcés.-

Silencio de otros varones ilustres, entre ellos el V. Gante.- Fr. Bartolomé de las Casas.- "Aparición" que trae

Mendieta.- Deficiencia del "Teatro" de González Dávila.- Fernández y Daza como biógrafos del Sr. Zumárraga.-

No tiene lugar el P. Talavera entre nuestros escritores silenciosos.- Reservas de Muñoz Camargo.- No cupo el

milagro guadalupano en la Rhetorica del P. Valadés.- Alusión a Guadalupe en la Historia de Durán.- Acosta no

pertenece a los escritores mexicanos.- Dávila Padilla enmudeció en su biografía del Sr. Montúfar.- Qué contiene

la segunda parte de la Crónica de Tezozómoc.- Ixtlilxóchitl no fue mudo.- En la Crónica de Grijalva no hay

noticias de 1531.- El pasaje de Sahagún no se opone a la tradición.- Viajes de Fr. Alonso Ponce.- Torquemada y

Bernal Díaz no trataron especialmente la devoción guadalupana.- Fr. Juan de Zepeda no predicó en la festividad

de Guadalupe.- Silencio de los tres Concilios Mexicanos y de las actas del Cabildo Eclesiástico.- Alusiones del P.

Cavo.- Mapas y anales indios.- No habiendo sido universal el silencio, no hay argumento negativo.  

Don Joaquín García Icazbalceta sacó a la luz en 1881 su biografía de Zumárraga, primer

obispo y arzobispo de Mexico, donde no hay una palabra sobre la aparición de la Virgen

de Guadalupe. de escritor tan conocido en largos años por sus obras maestras y tan

 justamente estimado por sus meritorios hechos de piedad y de fe católica, causó

admiración aquel silencio. Para que lo quebrantara, el Ilmo. señor arzobispo don Pelagio

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Antonio de Labastida le pidió su opinión tocante a un libro guadalupano recién

compuesto por el Lic. don José Antonio González. Rehusó darla el señor García

Icazbalceta, rogando que se le excusara, por no ser teólogo ni canonista. Insistió el

señor Labastida en pedírsela, como a persona muy versada en la historia eclesiástica

del país; diciéndole, para obligarle, que se lo rogaba como amigo y se lo mandaba

como prelado.

De ahí vino que escribiera en 1883 su Carta acerca del origen de la Imagen de Nuestra 

Señora de Guadalupe de México , en que, sin analizar el libro del Lic. González, porque

no se propuso impugnarlo, prefirió exponer sencillamente lo que la historia dice de laAparición de Nuestra Señora de Guadalupe a Juan Diego . No estaba la Carta destinada

a publicarse. Viéronla, sin embargo, varios amigos del autor, entre ellos el insigne

académico don Rafael ángel de la Peña, de cuyos labios recibí la primera noticia. Don

José María de Agreda sacó una copia íntegra, que, traducida al latín por otra persona,

corrió impresa en 1890 con el nombre de Exquisitio Histor ica , aunque cambiada su

forma epistolar y con algunas supresiones. La reprodujeron después, tal como salió de

la pluma de su autor, El Imparcial en junio de 1896 y otros periódicos. El mismo año se

hizo en México una edición especial conforme a la copia del señor Agreda.

En el fondo no es, no podía ser, la Carta enteramente original. De don Juan Bautista

Muñoz, así como de fray Servando Teresa de Mier y don José Ignacio Bartolache,

doctores los tres, tiene cuanto la hace parecer formidable.

No bien apareció la Memoria de Muñoz, que había estado sepultada en los archivos de

la Real Academia de la Historia desde 1794 hasta 1817 (aunque por acá andaban

innumerables traslados), la refutaron los doctores don Manuel Gómez Marín y don

Miguel Guridi Alcocer. Rebatió a fray Servando el doctor don José Patricio Uribe, que en

unión del doctor Omaña habían ya censurado el sermón antiguadalupano de aquel

religioso. No faltaron las contradicciones a Bartolache; siendo de mayor precio la del

doctor Conde y Oquedo, escrita en 1794 y publicada hasta 1852.

De suerte que hollada por controversistas de nombre la liza adonde entró el señor

García Icazbalceta, maltrechos estaban los argumentos capitales de la impugnación.Mas no lo juzgó así el nuevo adalid, que declaró haber las apologías trocado sus dudas

en certeza de la falsedad del hecho.

Era que, pidiendo ante todo documentos, sólo quería razones peculiares de historia. Y

tan grande como es su reputación y tan profundo su conocimiento de nuestra vida

colonial y tan castizo y elegante su estilo, todo lo empeñó en el debate, haciendo una

concisa exposición de las objeciones, reforzadas mediante libros y escritos que sus

predecesores no alcanzaron.

Comienza por asentar que "las dudas acerca de la verdad del suceso de la Aparición,

tal com o se refiere, n o nacieron de la disert ación de D. Juan B. Muñoz: son bien 

antiguas y bastante generalizadas, a lo que parece". Aludió, en prueba ,a las muchas

apologías que ha sido necesario escribir; mencionando una carta del P. Lazcano, fecha

el 13 de abril de 1758, y referente a la impugnación de "un desatinado fraile jerónimo" ;

la defensa del doctor Uribe, motivada sin duda por el sermón del P. Mier en 1794; la

del señor Lic. don José Julián Tornel publicada en 1849; y no más. Pero, aun contando

las otras que dejé citadas, de Gómez Marín, Guridi Alcocer y el doctor Conde, son

pocas. Y si apartamos al desatinado fraile jerónimo, que acaso, como otro antiguo de su

Orden, trataría sólo de reivindicar para la Imagen de Extremadura el culto y las

limosnas que a la de México se daban; caemos en que de veras la Memoria de Muñoz

marcó la era de las impugnaciones. En mano del señor García Icazbalceta estuvo

retrollevarlas desde luego hasta 1556, cuando el provincial fray Francisco deBustamante clamó contra la devoción guadalupana y aseveró ser la Imagen pintura del

indio Marcos. Lo haremos por él; y acabalando la enumeración tenemos: un

Bustamante empolvado tres siglos entre los papeles de la Curia; un inominado fraile

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 jerónimo; un Muñoz sepultado por más de cuatro lustros en el archivo de la Academia;

un Bartolache, que, de puro tímido o indeciso, quedó pronto olvidado; y un Servando

Teresa de Mier, "cuyos escritos (según el mismo señor García Icazbalceta) han sido 

muy poco conocidos hasta estos últimos tiempos"  [ 1 ] .

Por lo que, a fin de cuentas, y dado el largo espacio que media entre la Aparición y la

Carta (1531-1883) son pocos cinco impugnadores, de los cuales dos jamás tuvieron eco

en libro alguno; y con los tres de residuo, al final del siglo XVIII, no se logrará

convencernos de que son "bien antiguas" las dudas que engendraron y menos de que

estén "bastante generalizadas".

Pregunta luego por las informaciones o autos originales de la Aparición, ya que,

tratándose de un hecho tan extraordinario y glorioso, juzga harto inverosímil que no se

hicieran o que, después de hechos, se perdieran. De su peso se cae la respuesta. Si un

milagro debierse constar a la fuerza en papel sellado y bajo la firma de un fiel de

fechos, la escritura tendría que existir, siempre que no ocurriera, como ha sido

frecuente en nuestro país, la destrucción o saqueo de los archivos públicos. No se hallan

autos, cuya falta explica tal cual apologista con razones más o menos plausibles.

"Algunos se han empeñado  (dice la Carta) en que realmente existieron, y quieren 

probarlo refiriendo que el Sr. Arzobispo D. Fr. García de Mendoza (1602-1602) leía con 

gran ternura los autos y procesos originales de la Aparición, lo cual no consta mas que 

por una serie de dichos". Rectifiquemos. El único de tal empeño fue el historiador

Miguel Sánchez. Afirmó como testigo y bajo juramento, haber comunicado sobre el

particular con un vicario de la ermita, que fue el P. Bartolomé García, quien de boca del

deán don Alonso Muñoz de la Torre supo que, habiendo visitado el señor arzobispo

Mendoza "había visto que su Señoría Ilustrísima estaba leyendo los autos y proceso de 

dicha Aparición con singular ternura, y que así lo había manifestado y declarado a dicho 

señor deán". [ 2 ] .

El testimonio es autorizado. Ade lan te ve rem os cuán ta fe da e l señor Garc ía

I cazba lceta a l gacet i l l e ro An t on io de Rob les ; ¡y se la n iega a un t es t igo

sacerdo te y j u ram en tado ! Consta la existencia de los autos por una serie de dichos:no es otra cosa la tradición, la relación sucesiva de unas en otras personas. Pero es tan

corta la serie, que apenas merece su nombre, si es verdad que dos eslabones no hacen

cadena. El dicho del deán es de vista; el del P. García, de oídas: ambos fidedignos. Y a

menos de pretender que el historiador narre solamente lo que ve u oye de testigos

presenciales, será fuerza convenir en que la noticia es valedera. No lo será más la de

los mismos autos, si se hallan alguna vez: el notario asentaría lo que dijo el señor

Zumárraga que le refirió Juan diego.

Con una diferencia en contra de los autos: que mientras el deán Muñoz de la Torre no

tiene tacha, se pondrá a Juan Diego la de ser indio, como se pone a sus paisanos de

Cuauhtitlán, que atestiguaron en las Informaciones de 1666.

"Cuentan también que Fr. Pedro Mezquia, franciscano, vió y leyó en el Convento de 

Vitoria " donde tom ó el hábito el Sr. Arzobispo Zum árraga", escrita por este prelado á 

los religiosos de aquel convento, la historia de la Aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe,

"según y como aconteció"."  Por supuesto, no lo cree el señor García Icazbalceta,

aunque el testigo sea intachable y de vista. Partió a España el P. Mezquía y ofreció traer

el documento; pero no lo trajo, diciendo que no lo había hallado y que se creía había

perecido en un incendio del archivo. Se objeta que el señor Zumárraga no tomó el

hábito en Vitoria, ni consta que alguna vez residiese allí, ni hay otra noticia del

oportuno incendio del archivo. Nada de lo cual viene al caso. No dijo el P. Mezquía que

en Vitoria compusiera el prelado su narración del milagro, sino que la escribió a los

religiosos de aquel convento; lo que no depende de que residiese allí alguna vez o de

que allí haya tomado el hábito. Cosa que, además, el contradictor no indagó de cierto:

asentó en su biografía del señor Zumárraga que "varían los autores acerca del lugar 

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donde hizo su profesión religiosa;"  [ 3 ] , y copió las opiniones sin decidirse por alguna.

Al fin declara que "la falta de los autos originales no sería, por sí sola, un argumento 

decisivo contra la Aparición". Advirtiendo empero que el obispo Zumárraga debía ser el

primer testigo, nota, como antes Muñoz, que no hay la más ligera alusión al hecho ni

se encuentra siquiera el nombre de Guadalupe en los escritos del Ilustrísimo; y que "si 

nada dijo en lo m ucho que tenemos, es suposición gratuit a afirm ar que en otro papel 

cualquiera de los que aún no se hallan, refirió el suceso". No tan gratuita,

responderemos, supuesto lo aseverado por el deán Muñoz de la Torre y por fray Pedrode Mezquía. Ni pasamos por que se pondere lo mucho que de la pluma del señor

Zumárraga tenemos.

Hablando de los escritos sueltos, aseguró el mismo señor García Icazbalceta en la

biografía que "no puede quedar duda de que nos faltan muchísimos que se han perdido 

o permanecen sepultados en el polvo de los archivos". [ 4 ] . Y desde entonces (1881)

hasta el tiempo de su Carta (1883) ninguno había sido descubierto o desenterrado.

Posteriormente (1885) imprimió don Marcos Jiménez de la Espada en el Boletín de la

Real Academia de la Historia tres cartas familiares de nuestro obispo; y a principios de

1919 halló otra en los archivos españoles el R. P. Mariano Cuevas, S.J. Cuatro es

número exiguo para los muchísimos escritos que nos faltan. Más, sin preocuparnos de

lo que una feliz casualidad nos depare, el modo con que se quiere esforzar este

negativo argumento, da clara idea de su valor negativo. Al señor García Icazbalceta le

parece seguro que la Regla Cristiana de 1547 es del señor Zumárraga. Quienquiera que

compare su estilo con el de las cartas publicadas en 1885 y 1919, empezará por

dudarlo, y acabará por negarlo, leyendo en el colofón que fue impresa por mandato de

su señoría, a quien la congregación de obispos encomendó "la compilación, examen e 

impresión della".

De haber sido su autor, no necesitaba examinarla; siendo compilador, sí.

Tiene en verdad líneas de su mano, pero confirman lo que sostenemos: "quise ofrecer 

mi pequeño talento de lo copilar". [ 5 ]

Sin embargo, de la Regla saca en apoyo de su tesis el señor García Icazbalceta estas

significativas palabras: "Ya no quiere el Redentor del mundo que se hagan milagros,

porque no son m enester, pues está nuestra santa fe t an fundada por t antos millares de 

milagros como tenemos en el Testamento Viejo y Nuevo" . Y se pregunta ufano: "¿Cómo 

decía eso el que había presenciado tan gran milagro?" . Pero si el señor Zumárraga no

dijo eso, ¿qué admiramos? Escrita la Regla para gentes de fe arraigada, no se adapta a

los recién convertidos: prueba de que, en efecto, fue compilada.

Las palabras que en ella preceden a las copiadas son éstas: "No debéis, hermanos, dar 

lugar a los pensamientos y blasfemias del mundo, el cual tienta a las almas, para que 

deseen ver por maravillas y m ilagros lo que creen por fe". Y el párrafo en que unas yotras se hallan, termina así: "No queráis, como Herodes, ver milagros ni novedades,

porque no quedéis sin respuesta". [ 6 ] Se refiere a milagros deseados o pedidos

curiosamente por quienes saben que los apóstoles y sucesores solían obrar maravillas

para propagar el Evangelio.

No fue escrito para los que tal ignoran. Ni es creíble que de suyo asentara el prelado

en las Indias Occidentales que el Redentor del mundo no quería ya  que se hicieran

milagros, a la sazón que el taumaturgo san Francisco Javier los multiplicaba en las

Indias Orientales. Y sin ir tan lejos, el ilustre Motolinía, uno de los doce franciscanos

primeros que cristianaban esta tierra, en su Historia de los Indios , compuesta durante

los años de 1536 a 1541, refiere entre otros milagros el que recibió de fray Pedro de

Gante, y fue la resurrección del niño Ascensio en Atlacuihaya (Tacubaya): "causa de 

que muchos se edificasen más en la fe y comenzaron a creer los otros milagros y 

maravillas que de Nuestro Redentor y de sus santos se les predican". [ 7 ] . ¿Podía pensar

el primer obispo de México que en el principio de esta conversión renunciaría el

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Altísimo a las patentes demostraciones de su poder y a la directa manifestación de su

gloria?

"Si del Sr. Zumárraga pasamos (continúa la Carta) a su inmediato sucesor, el Sr.

Montúfar, a quien se atribuye parte principal en las erecciones de ermitas y traslaciones 

de la imagen, hallaremos que en 1569 y 70 remitió, por orden del visitador del Consejo 

de Indias D. Juan de Ovando, una copiosa descripción de su Arzobispado (que tengo 

original), en la cual se da cuenta de las iglesias de la ciudad sujetas a la mitra, y para 

nada se menciona la ermita de Guadalupe". Pudo así creerse, mientras permanecióinédita la Descripción; no ahora que la tenemos a la vista, publicada en México el año

de 1897 por don Luis García Pimentel, hijo del señor García Icazbalceta. A la página

390 está la declaración, fecha el 7 de enero de 1570, del P. Antonio Freyre, "buen

sacerdote y muy viejo", quien entre otras cosas manifestó: "que en esta ciudad sirve la 

capellanía de Ntra. Sra. de Guadalupe en Tepeaquilla, con ciento y cincuenta pesos de 

minas de salario, con dos misas cada semana..."  He aquí mencionada la ermita. En los

Papeles de Nueva España , y como parte de la Descripción del Arzobispado de México,

dio a conocer don Francisco del Paso y Troncoso (1905) la lista y memoria que a 10 de

enero de 1570 hizo el citado P. Antonio Freyre "en cumplimiento del mandato del 

ilustrísimo y reverendísimo señor don fray Alonso de Montúfar". Bastará copiar el

principio: "Primeramente digo que la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe Tepeaca 

está a media legua de esta ciudad..."  Estas líneas y aquella declaración prueban que en

la Descripción remitida a España por el segundo arzobispo de México se mencionó la

ermita de Guadalupe.

La aseveración errónea del autor de la Carta, acucioso como ninguno en el estudiar y

concienzudo en el escribir, es dos veces notable, porque a causa de ello dejó en duda lo

que no es dudoso, que al señor Montúfar se debió una decente iglesia de Guadalupe,

algo más significativo que la mención buscada; y no recordó el sermón de aquel

Ilustrísimo, cuyo texto aludió tan claramente al prodigio, que aun los opositores de

entonces lo entendieron: "Así como comenzó a decir el Ilmo. Señor Arzobispo, Beati 

oculi qui vident quae vos videtis, que fue el tema del dicho sermón, dijo fray Alonso (de Santiago), luego vi que iba a parar en Ntra. Sra. de Guadalupe" [ 8 ] .

Tenemos, pues, un arzobispo que habló. Y aunque se alega que fueron igualmente 

mudos los primeros religiosos, así como otros personajes coetáneos, poco trabajo

cuesta hallar de su silencio la explicación razonable: o no conocemos todos sus escritos,

o no se vieron obligados a tratar del asunto, o, si se vieron, causa mayor les impidió

tocarlo. El mismo señor García Icazbalceta nos da la razón, cuando expone: "La fuerza 

del argumento negativo consiste principalmente en que el silencio sea universal, y que 

los autores alegados hayan escrito de asuntos que pedían una mención del suceso que 

callaron".

Se empieza por el ya citado Moto l in ía , que "escribió en 1541 su Historia de los Indios 

de Nueva España, donde refiere var ios favores celestiales otorgados a los indios; mas 

no aparece nunca en ella el nombre de Guadalupe". "Lo mismo sucede  (añade el señor

García Icazbalceta) en otro manuscrito de la obra, que poseo, muy diferente del 

impreso" . Su hijo don Luis García Pimentel publicó después (1903) el manuscrito

referido, que intituló Memoriales de fray Toribio de Motolinía . Pero ni los Memoriales 

están completos ni la Historia . Algo falta en las últimas hojas de aquellos, como su

lectura revela; y la Historia carece de la cuarta parte, prometida en su capítulo noveno,

la que solían reservar los cronistas para las Vidas de sujetos insignes. Hay también

inequívocos datos de que muchas adiciones se perdieron, "porque quizás se 

encontraban en fojas sueltas, que dejó extraviar la incuria de aquellos tiempos" . Así lo

advierte don José Fernando Ramírez en su magistral estudio de Motolinía, puesto al

frente de la Historia por el mismo señor García Icazbalceta; y ya se ve que en libros

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descabales se apoya mal el negativo argumento.

"Es muy notable (prosigue) el silencio de la célebre carta del Ilmo. Sr. Garcés al Sr.

Paulo III en favor de los indios, en la cual refiere también algunos favores que habían 

recibido del cielo". Es que el asunto no pedía la mención buscada. Se propuso el señor

Garcés probar la capacidad de estos naturales en orden a la fe y rechazar la vanísima

opinión de quienes los motejaban de brutos, para no admitirlos en el gremio de la

Iglesia. Después de encarecer el feliz ingenio de los niños y el buen proceder de los

párvulos, su Ilustrísima narró en compendio algunos casos de fe y costumbres, que leconstaban por sí mismo o por noticia de religiosos fidedignos.

Ejemplos. Que a Pedro y Santiago, dos neófitos de los primeros, les pareció ver,

imaginaria visione videre videantur , dos caminos, uno mal oliente y el otro lleno de

rosas y perfumes, y contemplar a Magadalena y Catarina cuyos simulacros conocían en

pintura, que les decían: "era hediondo vuestro camino; el que seguís después del 

Bautismo, huele a rosas" . Que el moribundo Martín dijo a su madre que le asistía:

"Deja, m adre, ¿no v es que v ienen los padres con la Cruz y que la Señora m e ofrece un 

precioso rosario?..." 

No mencionó el señor Garcés el milagro guadalupano, porque no le venía al caso. Ni de

él tenía que dar informe a la Santidad de Paulo III. Ya supondría que lo había hecho o

lo haría el señor obispo Zumárraga, como obligado que era.

Así lo supondrían otros varones ilustres, a continuación listados por el señor García

Icazbalceta. "Tampoco se halla cosa alguna en las cartas del V. Gante, del Sr. Fuenleal,

de D. Antonio de Mendoza, y de otros muchos obispos, virreyes, oidores y personajes,

que últim amente se han publicado en las Cartas de I ndias, y en la voluminosa 

Colección de Documentos inéditos del Archivo de Indias". Sin embargo, tan imposible

como asegurar que ya salieron a luz todas las cartas, lo será demostrar que tantos

como aquí se citan, debieron comunicar la noticia que nos ocupa.

Escribiendo el 30 de abril de 1532, repetidas veces dijo al rey el señor Fuenleal: "Como 

el electo (señor Zumárraga) podrá de ello informar a vuestra Majestad... Porque dello informará el Electo de esta ciudad... el Electo dará cuenta...." [ 9 ] . Tenía que ser: dejaba

al señor Zumárraga las cosas a su oficio pastoral concernientes. Los otros que

sucedieron en el mando supremo, civil o eclesiástico, ya no estaban obligados o no

tuvieron ocasión de referir en sus cartas un suceso anterior a su tiempo.

Quedó reservado a los que se propusieran escribir de historia o recibieran especial

mandato; por ejemplo, al virrey don Martín Enríquez de Almanza, que, como sabemos,

en obediencia a un real decreto, informó de la ermita y de la Imagen de Guadalupe.

En cuanto al V. Gant e , está por conocer algo de lo poco que salió de su pluma. Hay

cinco cartas suyas, una de 1529 y las demás posteriores a 1531. Al publicar la última,

de 1558, mencionó el señor González de Vera "una breve relación de varios sucesos" 

[ 1 0 ] de que no alcanzó noticia el señor García Icazbalceta. Y se nos ocurre que,

mientras el contenido de esa relación se ignore, arriesgado es afirmar que el autor fue

mudo en el punto que tratamos. Hay un hecho significativo. En pintura antiquísima del

convento de Cuauhtitlán estaba retratado el V. Gante, al lado de Juan Diego y Juan

Bernardino, ante la Santísima Virgen: por algo le juntó el pincel con los que vieron la

Aparición Guadalupana.

Probable es que de ella supiera f ray Bar to lom é de las Casas por el mismo señor

Zumárraga, aunque no le dió lugar en sus numerosos escritos, de controversia los más,

tocante a la condición de los indios, pero no de los mexicanos particularmente. Ni cupo

en su Historia , que apenas llegó a 1520. Por su caràcter y estilo de su defensa,

comprendemos que rehusó sacar argumentos de la intervención celeste.

Había dicho a Carlos V en la famosa audiencia de Molín de Rey: "Nuestra religión 

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cristiana es igual, y se adapta a todas las naciones del mundo, y a todas igualmente 

recibe, y a ninguna quita su libertad y sus señoríos ni m ete debajo de servidumbre, so 

color ni achaque de que son siervos a natura o libres... y por tanto, de Vuestra Real 

Majestad será propio desterrar en el principio de su reinado de aquellas tierras tan 

enorme y horrenda, delante de Dios y los hom bres, t iranía, que tantos m ales y daños 

causa en perdición de la mayor parte del linaje hum ano; para que nuestro Señor 

Jesucristo, que murió por aquellas gentes, su real Estado prospere por muy largos 

días" . No era de esperar entonces ni años adelante que quien usaba este lenguaje alto

y severo de la justicia y del derecho, apelara a la conmiseración y a la piedad, paradefender la causa que llenó gloriosamente su vida.

Con todo y ser poco devoto del egregio obispo de Chiapas, cuyo testamento sacó a luz,

mejor que nosotros conoció el señor García Icazbalceta en qué campo y con cuáles

armas luchó aquel hasta su postrer instante por la libertad de los indios, sin que

hubiera menester la relación de un milagro, aunque le fuera útil, para esforzar su 

enérgica defensa .

De f r ay Je rón imo de Mend ie ta nos hace saber la Carta, que vino en 1552 y a fines

del siglo compuso su Histor ia Eclesiástica I ndiana , donde "cuenta, lo mismo que 

Motolinía, los favores que ( estos naturales) recibían del cielo; y part icularmente en el 

capítulo 24 del libro IV trae la aparición de la Virgen el año de 1576 al indio de 

Xuchimilco Miguel de S. Jerónim o, quien la r efirió al m ismo P. Mendieta; pero nada dice 

de Ntra. Sra. de Guadalupe".  

¡La aparición de la Virgen! Lo que aquel pobre viejo de Azcapotzalco (no de Xochimilco)

contó al historiador fue que "le apareció una mujer en figura, y hábito de india, muy 

bien aderezada y de buen parecer" , la que, sólo porque Miguel lo refirió con insistencia

y derramando muchas lágrimas, creyó Mendieta que "sería la Madre de piedad y 

misericordia o algún ángel" [ 1 1 ] . Nada dice de Nuestra Señora de Guadalupe; a pesar de

que llegó en 1554 (no en 1552), el mismo año que el señor Montúfar, patrono de la

famosa iglesia de Guadalupe, de la que ni siquiera el nombre se halla, y debía hallarse,

en una Historia Eclesiástica  Indiana. ¿Por qué tal silencio? Once años después depublicada primera vez la Historia , su mismo editor, que no fue otro que el señor García

Icazbalceta, anunció haber llegado a sus manos una copia de los capítulos 57-60,

"donde se expresa cuanto se quiso callar en el trasunto de la obra entera".  [ 1 2 ] .

Tocaba lo callado a ciertas cosas que hicieron los indios para impedir que los dominicos

ocuparan los monasterios que dejaban los franciscanos. Y el motivo de haber callado

fue el mismo por que calló y aun borró parte de lo escrito en el capítulo LVIII, como

puede verse en la obra. A eso llamaban recato, que le forzó igualmente a callar todo lo

relativo al clero secular y a los Concilios Provinciales, sin duda por haberse mezclado en

la contienda de los regulares con los obispos. Y sabiendo, como sabemos, que su

prelado, su amantísimo padre fray Francisco de Bustamante, a más de que encabezó lacontienda, impugnó la devoción, milagros y culto de la Imagen de Guadalupe, nada

tiene de extraño que la Historia Eclesiástica I ndiana , desluciendo su nombre, no diga

palabra acerca de ella.

Cual si no bastaran los autores ya dichos, sigue en la Carta una copiosa lista. "En las 

demás crónicas de aquel tiempo, escritas por españoles o indios  (dice) , buscaremos 

tam bién en vano la historia. Muñoz Camargo (1576) , el P. Valadés (1579) , el P. Durán 

(1580), el P. Acosta (1590), Dávila Padilla (1596), Tezozómoc (1598), Ixtli lxóchitl 

(1600), Grijalva (1611), guardan igual silencio. Tampoco dijo nada el P. Fr. Gabriel de 

Talavera, que en 1597 publicó en Toledo una historia de Ntra. Sra. de Guadalupe de 

Extremadura, aunque hace mención del santuario de México. El cronista franciscano 

Daza, en su Crónica de 1611, Fernández en su Historia Eclesiástica de nuestros tiempos 

(1611) y el cronista Gil González Dávila en su Teatro Eclesiástico de las Iglesias de 

Indias (1649) escribieron la vida del Sr. Zumárraga y callaron la historia de la 

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Aparición. Ya la contó el P. Luzuriaga en la vida del mismo prelado, como que publicó 

su Historia de Ntra. Sra. de Aranzazu en 1686".

Siguiendo a don Juan Bautista Muñoz, pide el señor García Icazbalceta escritos

anteriores a la obra de Miguel Sánchez, impresa en 1648; desechando por esto la

Historia del P. Luzuriaga, que es posterior. Sin decirlo, presume que sugirió Sánchez a

Luzuriaga su relato de la Aparición; mas quisiéramos saber cómo Sánchez no sugirió lo

mismo a Gi l González Dáv i la , que también escribió después. Averiguado está que el

autor del Teatro Eclesiástico  incurrió en graves defectos y errores, por falta deinstrucción suficiente de las cosas de nuestro país. Escribió allende el océano y jamás

estuvo aquí.

Relata como ocurrido en 1530 que la Emperatriz hizo saber a las señoras nobles de

México "por medio del Arzobispo" , que se ocuparan en ejercicios dignos de sus

personas: todos saben que entonces no había arzobispo en la Nueva España [ 1 3 ] .

Dedicó el señor Pérez de la Serna en 1622 la iglesia de Guadalupe, comenzada en

1609; y González Dávila nos dice que el arzobispo Manso y Zúñiga, inmediato sucesor

de aquél, "reparó a su costa la ermita de Guadalupe" .

Menciona la carta que el mismo señor Manso y Zúñiga dirigió al rey en 16 de octubre

de 1629 sobre los estragos de la inundación de México; [ 1 4 ] y carece de palabras para

contar que, con ocasión de la calamidad, fue conducida por primera y única vez de su

santuario la santa Imagen a la catedral metropolitana: acontecimiento tan sonado, que

no debió omitirse en una historia religiosa. Su catálogo de arzobispos de México está

trunco; le faltan muchos y equivoca las noticias de otros; a que no halló disculpa el

señor arzobispo Lorenzana, dado que, como indica, estaban en la Sala Capitular los

retratos de todos los prelados, desde el primero hasta él, con la inscripción respectiva

de patria, conducta y dignidad que obtuvieron. [ 1 5 ] .

El mismo señor García Icazbalceta apuró la materia en su Don Fray Juan de Zumárraga ,

redujo al mínimo la biografía que de este prelado hizo Gil González Dávila, ya que,

después de rectificarle un dato, no le citó sino para advertir que al obispo deGuadalajara Lic. Santos García le añadió el nombre de Francisco y le llamó fundador del

colegio de Todos Santos, sin ser verdad una ni otra cosa [ 1 6 ] De donde concluimos que

el silencio guadalupano del Teatro Eclesiástico , sólo arguye la deficiente instrucción del

autor en asuntos mexicanos.

No más que una vez citó el señor García Icazbalceta en su estudio biográfico de

Zumárraga la Historia Eclesiástica de nuestros tiempos por f ray A lonso Fernández

(Toledo, 1611) y la Quarta parte de la Chrónica General de N.P.S. Francisco y su 

Apostólica Orden por f r ay An ton i o Daza (Valladolid, 1611), sin otro objeto que

numerar a estos autores entre los que están por Durango como patria del prelado. [ 1 7 ]Y con solo eso nulificó las sendas biografías que traen del señor Zumárraga; pues, de

haberles encontrado más datos interesantes, no habría dejado de espigar en ellas. Que

nunca estuvo en México el P. Alonso lo asienta el propio señor García Icazbalceta,

donde a la par anota, con relación a diverso asunto, que "no hizo más que copiar a 

Dávila Padilla, cuya obra cuenta entre las que le sirvieron para componer la suya  [ 1 8 ]

Tampoco estuvo en México el P. Daza: lo hubieran dicho tanto la Biblioteca Universal 

Franciscana de fray Juan Antonio como la Crónica Seráfica de fray Matías Alonso; ésta,

sobre todo, al dar cuenta de los oficios que Daza tuvo hasta 1630 [ 1 9 ]  

Consta, además, que mucho de lo que escribió Daza de la predicación del Evangelio en

estas partes, fue tomado de las crónicas de Moles y de Gonzaga, quienes a su vez lo

sacaron de un Memorial de fray Jerónimo de Mendieta. [ 2 0 ] De esa manera queda en

claro que si Fernández y Daza no son por sí autoridades en lo que dicen del primer

obispo de México, menos lo serán en cuanto a las circunstancias que, por defecto de

instrucción, callaron.

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De la lista de taciturnos debe borrarse a f ray Gabr ie l de Ta lavera, "que en 1597 

publicó en Toledo una historia de Ntra. Sra. de Guadalupe de Extremadura, aunque 

hace mención del santuario de México". Lo mienta en los términos siguientes el editor

de cierto Libro de sensación : [ 2 1 ]  "Fr. Gabriel de Talavera, jerónimo, que publicó en 

1597 en esta de Madrid la Historia de N.S. de Guadalupe que se venera en 

Extremadura, fol. 454 (vuelto), dice que los conquistadores castellanos, en testimonio 

de su devoción a esta I magen, dieron por nombre a una de las prim eras islas que 

ganaron Guadalupe. La devoción de los conquistadores arraigóse y comenzaron a levantar iglesias y santuarios con el título de N.S. de Guadalupe especial en la ciudad 

de México de Nueva España"  Se notará que mientras uno de los impugnadores (García

Icazbalceta) hace salir de Toledo la Historia , el otro señala a Madrid. Más interesante es

que al P. Talavera le refuten dos religiosos, también jerónimos y del mismo convento

de Extremadura.

Fray Francisco de San Joseph, autor de una Historia Universal de la primitiva y 

milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe  (Madrid, 1743), a la página 199

refiere que los conquistadores extremeños, por devoción a la Virgen de Extremadura,

de cuyos milagros daban noticia, consiguieron por estas regiones, no que le erigieran

templos sino que le ofrecieran limosnas, para cuya agencia y segura conducción

salieron de aquel monasterio fray Diego de Ocaña y fray Diego de Santa María. El

primero fue al Perú y en la ciudad de los Reyes "erigió una capilla a Nuestra Señora de 

Guadalupe y colocó en ella su santa imagen".

El segundo vino a México, de donde escribió al rey, a 12 de diciembre de 1574,

avisándole haber hallado aquí una ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, por

entender la devoción con que acudían los cristianos a la Virgen de Extremadura, así 

como por defraudar las limosnas que solían darle. [ 2 2 ] Eso prueba que los

conquistadores no levantaron en México templo alguno con aquel título. Y la falta de

instrucción del P. Talavera exige que le borremos de la lista.

A Diego Muñoz Cam argo , mestizo, lo pone el señor García Icazbalceta en el año1576. Ya en ese tiempo escribía, ciertamente, su Histor ia de Tlaxcala , como indicó él

mismo (pág. 203); [ 2 3 ] pero la siguió escribiendo después de 1589. La parte que de

ella conocemos, termina con estas líneas: "El Marqués de Villa Manrique gobernó cuatro 

años, en su tiempo oyó muy grandes negocios, que de algunos dellos trataremos en 

suma."  Sabemos bien que el citado marqués gobernó de octubre de 1585 a 1589. Se

ignora si Muñoz Camargo terminó su labor como se proponía o si la dejó en lo antes

copiado. Lo cierto es que ya entonces había concluido la suya fray Jerónimo de

Mendieta, de quien aquél dice: "ha escrito lagramento de las cosas sucedidas acerca de 

la conversión de los naturales de esta tierra". (pág. 244). En otro lugar (pág. 268)

recuerda por sus nombres algunos varones de santa vida; "aunque sé y entiendo" (agrega) que fray Hierónimo de Mendieta y otros religiosos han escrito largamento 

dellos".

Acabó Mendieta su Historia Eclesiástica I ndiana en 1596. Con que todavia a fines de

aquel siglo escribía Muñoz Camargo. No se propuso tratar de la conversión de los

indios; y si es verdad que hizo un breve catálogo de los primeros obispos y de otros

frailes y clérigos, que conoció, se abstuvo de referir sus vidas, reservándolo

humildemente a plumas ajenas. He aquí sus propias palabras: "Ha habido tantos 

religiosos de todas órdenes tan buenos, tan santos y siervos de Dios, que como al 

principio dijimos, sería necesario hacer grandes historias de cada uno de ellos y de sus 

milagros, por lo cual me remito a los que han escrito sus vidas, que sé que son muchos 

en particular, y yo m e hallo indigno de tratarlos; y aunque muchas cosas buenas suyas,

de sus doctrinas, sermones y ejemplos (he visto), me hallo corto y no merecedor de 

tocar en ello, porque sería m eterme en un piélago de mucha profundidad..."  Esta

cortedad de Muñoz Camargo, rayana en timidez al hacer, por respeto a los españoles,

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punto omiso de los combates de Cortés y Xicoténcatl en el camino de Tlaxcala,

degeneró en algo peor, callando, no digamos la Aparición de Guadalupe, sino hasta la

Imagen y el culto y el nombre, quizás por miramiento a ciertos religiosos, cuyas

disensiones en esa y otras materias con el arzobispo Montúfar fueron públicas y

escandalosas de sobra. Por consiguiente, Muñoz Camargo no merece estar en la lista de

los impugnadores.

Fray Diego Valadés , morador y acaso guardián del convento franciscano de Tlaxcala,

hizo imprimir en Perusa el año de 1579 su Rethorica Christiana ad concionandi et orandi usum accomm odata, u tr iusque Facultatis exemp lis suo loco insert is, quae quidem ex 

Indorum Historiis maxime deprompta sunt. Y según trató don Antonio de León y Gama,

el P. Valadés "tr ató a los indios en aquellos tiempos inmediatos a su conquista, y tuvo 

inteligencia de su idioma, y de los caracteres con que se explicaban en lugar de 

nuestras letras, no solamente en tiempo de su gentilidad, sino aun después de 

cristianos, comparándolos con los jeroglíficos de los egipcios". [ 2 4 ] Así lo dió bien a

entender el mismo P. Valadés, al acomodar los ejemplos sacados de las historias indias

ad concionandi et orandi usum ; de donde tomó ocasión para hacer la apología del

carácter, racionalidad y cristiandad de los mexicanos. Con todo, es ocioso pedirle la

relación del milagro guadalupano, que no entraba en el objeto de su libro.

Fray D iego Durán , dominicano, que acabó de escribir la parte ritual de su Historia de 

las I ndias en 1579 y la histórica en 1581, como lo dice al final de cada una, trató

solamente de las antigüedades. Encontramos una mención de Guadalupe en su capítulo

XCVII, donde habla de los indios que de muy lejos y apartadas provincias venían a

buscar las aguas salidas del volcán "y a ofrecellas ricas ofrendas y preciosas joyas y 

piedras y aunque en sus tierras las hubiese fuentes y manantiales ríos venían a las 

aguas en romería y a los cerros extraños y a las cuevas extrañas donde había ídolos, a 

cumplir sus votos y promesas y romerías, como nosotros cumplim os los de Santiago y 

de Guadalupe, Jerusalén, et c."  ¿El Guadalupe de España o de México? Lo indiscutible es

que fray Diego no quiso historiar la conquista y sucesos posteriores."Jamás fue mi intento ni voluntad, ni ahora lo es  (dice en el capítulo LXXIIII) de escribir 

ni hacer nueva historia de la venida de los españoles a esta tierra, ni de sus hechos y 

hazañas... ni traer de nuevo a la memoria cómo el Marqués del Valle entró en el puerto 

y barrenó los navíos... porque ya todo esto está muy sabido y escrito por muchos 

autores". Si, a pesar de ello, con hechos subsiguientes a la toma de México llenó un

capítulo de tres hojas (el LXXVIII), se quedó en el regreso de la expedición de las

Hibueras, que fue en 1526. Y no hay por qué buscar en su obra noticias de 1531.

El P. Acosta (1590). Nacido en Medina del Campo (Castilla la Vieja), vistió la sotana de

la Compañía de Jesús en 1553. De Ocaña pasó al Perú, donde permaneció diez y siete

años. Su Historia natural y moral de las Indias , que se imprimió en Sevilla el año de

1590, consta de siete libros, los cuatro primeros escritos en el Perú y los tres restantes

en España. Aprovechó para ello una Relación que Torquemada tuvo en su poder, escrita

de mano; y copió a fray Diego Durán, cuyos tratados le dio el P. Juan de Tovar. Esto

último fue aclarado por don José Fernando Ramírez, al publicar en 1867 el primer

volumen de Durán, diciendo que cierto manuscrito que forma el núcleo de dicha obra,

está copiado al pie de la letra o substituido con frases equivalentes por el P. José de

Acosta, en la parte relativa a México. De donde resulta que la Historia de Acosta no es

original en lo pertinente a nuestro país, al que conoció sólo de paso. Torquemada le

hace tales rectificaciones, que le forzaron a decir: "Ignoró todo lo que en estos Libros 

escribo". [ 2 5 ]  

Le disculpa, no obstante, en las siguientes líneas: "Aunque tiene el dicho Padre excusa,

por no haberlo averiguado personalmente, sino creídose de otro, que lo avergiuó antes 

que llegase de el Pirú, de quien lo tomó, yendo de paso, y lo ingirió en el Libro dicho".

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[ 2 6 ] Beristain nos informa que, después de permanecer Acosta en el Perú, "estuvo 

también a lo menos en las islas de la América Septentrional". Entre nuestros escritores,

por tanto, no tiene lugar; cuanto más que si trató, aunque de cosecha ajena, las

antigüedades de estos naturales, no se propuso tocar sucesos ocurridos durante la

dominación de España en nuestro país.

Fray Agust ín Dáv i la Pad i l l a, natural de México, hizo imprimir en Madrid el año de 156

su Historia de la Fundación y Discurso de la Provincia de Santiago de México de la 

Orden de Predicadores por las vidas de sus varones insignes y casos notables de Nueva España . Pensará cualquiera que entre estos casos debía contarse la Aparición

Guadalupana. Sin embargo, no se halla. Ni podemos decir si es de las cosas

importantes que se le pasaron de la memoria y que advirtió su discípulo y hermano de

hábito fray Hernando de Ojea. Las cuales, por notables que hayan sido, parecerán

insignificantes, junto a las omisiones que tiene en su biografía de don fray Alonso de

Montúfar. [ 2 7 ] En sentir del autor, aunque la dignidad de aquel prelado (dominico) le

sacó de la Provincia de Santo Domingo, "su mucha religión le pone en memoria de los 

que guardaron mucho en ella". Y tanto la justicia como el espíritu de cuerpo pedía al

cronista que se extendiera en la relación de hechos y encomio de su ilustrísimo

hermano, segundo arzobispo de México. Empero, las breves líneas que le consagra,

distan mucho de historiar su pastoral ministerio. Se reducen a que corregía con piedad

y castigaba con amor; que era muy limosnero y vigilante en remediar las necesidades

de su rebaño; que amó con ternura a los indios, y muchas veces los bautizaba con su

propia mano; que fue buen fraile y mostró afición a los religiosos de santo Domingo, a

quienes dio varias casas entre indios, en especial de la comarca de Zumpango. Y no

más; sin pormenores que sirvan para valorar tan buenas prendas y actos

correspondientes al cargo episcopal. A poco de haber llegado el señor Montúfar a su

arquidiócesis, llevó a cabo una obra material que le afamó, la iglesia de Guadalupe, y

una obra pastoral que le engrandece, el primer Concilio Provincial; de la que no habló

su biógrafo, porque, ligándose a la primera el contradicho de ciertos religiosos y a la

segunda el de todas las órdenes regulares, no acertó a desatar una de otra cosa ni tuvolibertad para ello.

Buscar distinta explicación sería fantasear con su silencio, sobre todo en el punto

guadalupano.

Tezozómoc (1598). En su librería tuvo Sigüenza la historia manuscrita de los

mexicanos por don Hernando Alvarado Tezozómoc, hijo del emperador Cuitlahuatzin,

sucesor de Moteuczoma; la que, por donación de su dueño, pasó al Colegio Máximo de

San Pedro y San Pablo, de los jesuitas. Boturini, su descubridor, dice que contiene 112

capítulos desde la gentilidad hasta la llegada de Cortés, que es la primera parte, y que

falta la segunda. Don Mariano Veitia, que recogió los papeles de Boturini, sacó de ellauna copia, y de ésta a su vez la suya fray Francisco García Figueroa, para la colección

que en 1792 formó de real orden y que existe en el Archivo General de la Nación.

Arreglada esta segunda copia, que se cotejó con una del señor García Icazbalceta, hizo

el ilustre literato don José M. Vigil la edición de 1878, bajo el título de Crónica Mexicana 

escrita por D. Hernando Alvarado Tezozómoc hacia el año de MDXCVIII . Tiene 110

capítulos y no los 112 que dijo Boturini. El último deja a Cortés en Tlaxcala, de camino

para México; concluyendo con que, así que Moteuczuma lo supo, "hizo llamam iento de 

todos los principales de sus comarcas para hacer acuerdo y cabildo, como adelante se 

dirá en otr o cuaderno".

El cual, anunciado también en el capítulo LXXVII, ha sido en vano buscado por los

modernos escritores. Es la segunda parte que dijo Boturini faltaba y cuyo paradero aun

se ignora; mas de fijo podemos asegurar que existe y dar su contenido en resumen,

como tuvimos la fortuna de hallarlo en la sabia Descripción histórica y cronológica de 

las dos piedras por don Antonio de León y Gama. Este célebre anticuario disfrutó en

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náhuatl completa la Crónica de Tezozómoc. Después de citarle en el número 7 de la

Descripción , transcribió en una nota tres líneas en idioma mexicano, cuya

correspondencia, aunque no literal, es fácil ver en el capítulo I de la parte que

poseemos. Apuntó además, en el número 51 de la misma Descripción , los años y

sucesos que abraza la segunda parte de la Crónica, enlazada ajustadamente al capítulo

final de la primera. Y con ocasión de la mudez de los cronistas indios sobre el mes y día

en que acabó el imperio mexicano, dice León y Gama: "Aun más silencio guardó D.

Hernando Tezozómoc, pues habiendo hecho relación de todo lo acontecido en el año Cé 

Acatl, en que entraron los españoles; de los sucesos del año Ome Tecpatl, en que m urió Motheuzoma; de los hijos que dejó y de todo lo dem ás que acaeció hasta la elección de 

Cuitlahuatzin (que dice haber sido el día 1 del mes Ochpaniztli, que se contaba 8 

Ehecatl, correspondiente a nuestro septiembre); el tiempo que reinó, y su muerte de 

viruelas, al fin del mes Quecholli; el ingreso al gobierno del último rey Quauhtemotzin,

en el mes I tzcalli; y ot ros acontecimientos, qu e señala con las citas de sus meses, calla 

de propósito la toma de México, y los sucesos posteriores hasta el año 7 Calli, 1525, en 

que prosigue la narración de su crónica, concluyéndola en el año 9 Acatl,

correspondiente al nuestro 1579". Todo eso cabalmente nos falta conocer, para indagar

si el noble escritor indio calló de veras y por qué la Aparición Guadalupana.

I x t l i l xóch i t l ( don Fernando de A lba) , descendiente del último rey de Texcoco y del

matrimonio de éste con doña Beatriz Papantzin, hija de Cuitláhuac, penúltimo rey de

México, no fue mudo. Comenzadas sus obras en 1600, según Boturini, estaban casi

concluidas en 1608, cuando a las memorias históricas dieron su aprobación los

concejales de Quatlacinco , así como los de Otumba  y otros pueblos. Las heredó todas

Sigüenza, quien a su vez las legó al colegio de San Pedro y San Pablo, de los jesuitas,

donde las leyó Clavijero. Antes las había visto Gemelli Carreri en poder de Sigüenza, al

que también pertenecieron unos fragmentos históricos que copió Boturini, por los cuales

(dice) "descubrí otro Manuscrito de la misma Historia de Guadalupe en lengua 

castellana, su Autor Don Fernando de Alba Ixtlilxóchitl, cuya letra conozco, el que ando 

buscando con las mayores diligencias". [ 2 8 ] Beristáin, por su parte, entre los escritos deIxtlilxóchitl enumera en noveno lugar una "Relación de nuestr a Señora de Guadalupe,

en mexicano" . Son, pues, dos sus obras guadalupanas, una en español y otra en

náhuatl ; de ambas, salvando la diferencia de títulos, habló Sigüenza en su declaración

 jurada, aludiendo a la historia primitiva: "El original en mexicano está de letra de D.

Antonio Valeriano, indio, que es su verdadero autor, y al fin, añadidos, algunos 

milagros de letra de D. Fernando, también en mexicano. Lo que presté al Rmo. P.

Francisco de Florencia, fue una traducción parafrástica que de uno y otra hizo D.

Fernando, y también está de su letra".  [ 2 9 ]

La Relación de los milagros, en mexicano, corre en el libro impreso por el Bachiller Luis

Lasso de la Vega; y la traducción castellana así de dicha Relación como de la originalde Valeriano sirvió al P. Florencia para escribir su Estrella del Norte de México . De

manera que Ixtlilxóchitl no debe estar entre los escritores mudos, de que formó lista el

señor García Icazbalceta.

A Gr i ja l va por equivocación le puso el año de 1611. Ponderando fray Juan Robledo la

facilidad con que aquel docto agustino escribió su libro, dice que, "habiéndole entregado 

los papeles por Noviembre del año de 21, le trujo acabado por el año de 23" . Y al

tiempo que el autor ejercitaba la pluma, encendía la devoción guadalupana el arzobispo

don Juan Pérez de la Serna, quien "bendijo y dedicó la segunda capilla de N.S. de 

Guadalupe por el mes de Noviembre del año de 1622 y colocó a la Soberana Imagen en 

su Tabernáculo de plata". La solemnidad fue suntuosa y de ella, cuando menos, hubiera

Grijalva dado noticia, si hubiera entrado en el plan y desarrollo de su obra. Mas no cupo

allí, como el título indica: Crónica de la orden de N.P.S. Augustín en las prouincias de la 

nueua españa en quatro edades desde el año 1533 hasta el de 1592 por el P.M.F. Ioan 

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de Grijalua . Ajenos a su intento, los sucesos de 1531, tampoco quedaban dentro de las

cuatro edades, que se cuentan de este modo: "Edad primera en que estuvo sujeta esta

provincia a la de Castilla por espacio de diez años.- Edad segunda en que la provincia

levantó cabeza, y se gobernó por sí misma.- Edad tercera en que la provincia se dilató

por las islas del Poniente y otras partes.- Edad cuarta en que la provincia empezó a

tener trabajos". [ 3 0 ] Donde se ve que nada de la Crónica de Grijalva prometió o hace

buscar la historia de la Aparición Guadalupana.

Vengamos ahora a Sahagún . Su pasaje del culto gentílico a Tonantzin, Toci y Telpochtlien los montes adonde acudían en crecido número los indios, fue substancialmente

reproducido por Torquemada, dándolo como suyo propio y noticiando que, para extirpar

allí la idolatría, levantaron los primeros misioneros las iglesias de la Virgen María

Señora nuestra, de Santa Ana y de San Juan Bautista, donde había grandes ofrendas y

concurso; y que "estas son las fiestas y esta la intención de haberlas instituído y con la 

que de presente las celebran, aunque no todos lo saben" . [ 3 1 ] Según está el mismo

pasaje en el códice de la Biblioteca Nacional, o sea, en la Introducción de la Arte

Adivinatoria, lo copió fray Martín de León para su Camino del Cielo , de donde parece

seguro lo tomó Serna para su Manual de Ministros de Indios . En dicho pasaje da

Sahagún noticia del culto idolátrico de la antigua Tonantzin, substituído en Tepeyácac

por el cristiano de la Madre de Dios, a quien los indios llamaban también Tonantzin,

"tomando ocasión de los predicadores" . Para el cronista, conservaba el nombre su

primer significado, y por eso juzgaba sospechosa la devoción de los que venían "de 

lejas tierras a esta Tonantzin como antiguamente, cosa que se debería remediar" . Fray

Martín de León repitió que "m uchos dellos lo entienden por lo antiguo y no por lo 

moderno de agora" . Y Serna, por último, escribió que "cuando van a la fiesta de la 

Virgen Santísima, o a entrambas intenciones, pensando que una y otra se puede 

hacer" .

A ninguno de estos autores se le ocurrió proponer la supresión del culto Mariano en

aquel sitio o que se prohibiera la concurrencia de los indios. Lo más que dijo Sahagún

fue: "no es mi parecer que les impidan la venida ni la ofrenda; pero sí lo es que los 

desengañen del error que padecen, dándoles a entender que aquellos días que allí 

vienen es la falsedad antigua y que no es aquello conforme a lo antiguo. Esto deberían 

hacer predicadores bien entendidos en la lengua y costumbres que ellos tenían y 

tam bién en la escritura divina" . Del mismo parecer han sido, son y serán cuantos

profesan la fe de Cristo.

Pero se arguye que "supuesta la realidad de la Aparición, ninguna extrañeza podía 

causar al P. Sahagún que los indios prefiriesen el lugar en que uno de los suyos había 

sido tan singularmente favorecido por la Santísima Virgen". Se responde que no era

extrañeza la suya, sino recelo de que muchos naturales, los maliciosos, disimularan su

antigua idolatría con las nuevas prácticas cristianas.Extrañeza la nuestra, de ver cómo por causa de los indios maliciosos se olvida de

quienes no lo eran, a todo el pueblo de indios y no indios que, "supuesta la realidad de

la Aparición", acudía en masa a Tepeyácac, de preferencia a otros lugares.

Llegado de España en 1529, estaba Sahagún en Tlalmanalco entre los años de 1530 y

1533. [ 3 2 ] No presenció la Aparición de Guadalupe: hubiera dado testimonio de ella.

Pero no pudo ignorarla. En los tres escrutinios que desde 1558 hizo de su Historia ,

contó con la ayuda de cuatro latinos, "a los cuales (dice) yo pocos años antes había 

enseñado la gramática en el colegio de santa Cruz en el Tlatelolco"  y "el general y más 

sabio fue Antonio Valeriano, natural de Atzcapotzalco" . Ahora bien, este Valeriano

escribió en náhuatl la primera relación que se conoce de la aparición de la Santísima

Virgen a Juan Diego; y sería de todo punto inverosímil que no la hubiese comunicado a

su maestro. El cual, sin embargo, no le dio crédito y estampó en su Historia , pasando

por reticente, no por mudo. "De donde haya nacido esta fundación de esta Tonantzin,

no se sabe de cierto" . Esta reticencia, que puede explicarse por el mismo recato de

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Mendieta, no niega la verdad de la aparición.

No la niega en su informe de 1575 el virrey Enríquez, que, como acertadamente dice el

señor García Icazbalceta, contando con tantos medios de información y haber de dar

cuenta al rey, "no alcanzó a saber el origen de la ermita" . Tampoco lo alcanzaron otros

escritores o guardaron silencio, pero no niegan la Aparición, en las obras de que sigue

hablando la Carta, y a cuyo estudio ya renunciaríamos, si no fuera porque conviene

apurar la materia del argumento negativo.

Hay una relación del viaje de fray Alonso Ponce, Comisario Franciscano, en la cual se

cuenta que, "habiendo salido de México el 23 de Julio de 1585, y pasando un pedazo de 

la laguna de Méjico (de quien adelante se tratará), por una calzada de piedra de media 

legua, en que se pasan muchas acequias por puentes de madera, pasó últimamente 

una muy grande, por un puente de piedra, junto a la cual está un poblecito de indios 

mejicanos y en él, arrimada a un cerro, una ermita e iglesia, llamada Nuestra Señora 

de Guadalupe, adonde van a celebrar y tener novenas los españoles de Méjico, y reside 

un clérigo que les dize misa. En aquel pueblo tenían los indios antiguamente en su 

gentilidad un ídolo llamado Ixpuchtli, que quiere decir virgen o doncella, y acudían allí 

como a santuario de toda aquella tierra con sus dones y ofrendas. Pasó allí de largo el 

P. Comisario" . Disculpa el señor García Icazbalceta al relator "como nuevo en la tierra",

de que equivocara el nombre del ídolo; y fija su atención en que, si la tradición existía,

ninguno de la comitiva hubiera avisado al Comisario que en aquella ermita se guardaba

una imagen milagrosamente pintada, para que entrara a verla y venerarla, en vez de

pasarse de largo. La causa fue que, según dice el texto, pasó el P. Comisario "algo de

mañana". Y marchaba muy desazonado. No le había consentido el provincial que

visitase la provincia; y el Capítulo celebrado en 29 de junio anterior confirmó, a no

dudarlo, la resistencia del provincial, por la que dieron con el P. Ponce en la cárcel,

mediante el apoyo del virrey marqués de Villamanrique, y todavía más de la virreina

doña Blanca de Velasco. [ 3 3 ] Se comprende que el Comisario pasara de largo. La

narración del viaje fue "escrita por dos religiosos, sus compañeros, el uno de los cuales le acompañó a España desde México, y el otro en todos los demás caminos que hizo y 

trabajos que pasó".  [ 3 4 ] Si a este otro, que suponemos era su comitiva al llegar a

Guadalupe, le disculpan, "como nuevo en la tierra" de que equivocase el nombre del

ídolo, merece igual disculpa por no haber dado aviso de la Imagen.

Antiguo en la tierra, Bernal Díaz de l Cast i l lo ; y sin embargo, no refirió la Aparición,

como tampoco lo hizo f ray Lu is de Cisneros, que escribió a principios del siglo

decimoséptimo. Se citan sobre el particular las obras de entrambos, porque, hablando

de la santa Imagen y de los milagros que ha hecho y hace, se remontaron a los años

próximos a la conquista, "casi desde que se ganó la tierra;" con que se prueba laantigüedad del culto, que tocante al origen de la tradición es dato principalísimo. En eso

concuerdan con las relaciones o pruebas directas del prodigio y rebaten de sobra a

quienes se prevalen del conocido imforme de don Martín Enríquez, para fijar el principio

de la historia en el año de 1555 ó 56 que aquel documento pone. Pero como Bernal

Díaz del Castillo y Cisneros no trataron especialmente de la devoción guadalupana, no

estaban obligados a narrar la aparición de Nuestra Señora.

Sí parecía estarlo el agustino f ray Juan de Zepeda . Predicó el año de 1622 en la

ermita de Guadalupe un sermón que se dió a la estampa y en que el señor García

Icazbalceta notó dos cosas: "la una, que el predicador dice en la dedicatoria, que la 

Natividad (8 de septiembre) es la vocación de la ermita, y la otra, que no habla palabra 

de la Aparición. Confírmase lo primero con el acta del Cabildo Eclesiástico de 29 de 

Agosto de 1600. Ese día se dispuso que el domingo 10 de Septiembre se celebrara la 

fiesta de la Natividad de Ntra. Sra. en la Ermita de Guadalupe por ser su advocación, y 

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en seguida se pusiera la primera piedra para dar principio a la nueva iglesia. De donde 

claramente se deduce que para entonces todavía no le había ocurrido a nadie que la 

imagen fuera pintada en la tilma de Juan Diego; y que la fiesta t itular era la del 8 de 

Septiembre en que se celebran las de todas las imágenes que no tienen día señalado 

para su título particular: de suerte que noventa años después del supuesto 

aparecimiento no se pensaba todavía en celebrar el 12 de Diciembre" .

Creyendo probada su tesis con el silencio no bien dilucidado de los autores y demás

personajes que cita, la coronó con este argumento: según documentos de 1600 y 1622,la vocación o advocación de la ermita era de la Natividad de Nuestra Señora; "de donde 

claramente se deduce que para entonces todavía no le había ocurrido a nadie que la 

imagen fuera pintada en la tilma de Juan Diego" . La deducción no se sostiene, ni aun

arrimándole el que la fiesta se hiciera, ya el 8, ya el 10 de Septiembre, a causa de que

la Imagen no tenía día señalado para su título particular, y aun no se había pensado en

celebrar el 12 de diciembre. Esta circunstancia y la vocación o advocación de la ermita

son materia litúrgica, con la que el suceso conmemorado no guarda relación de causa.

Nuestra Señora de Loreto se celebraba el 8 de Septiembre; hasta después de siglos le

fue señalado el 10 de diciembre. Nuestra Señora del Pilar, de Zaragoza, también era

celebrada el 8 de septiembre; y muchos años pasaron antes de que se le concedieran

Misa y Oficio para el 12 de octubre. [ 3 5 ] .

De estas imágenes milagrosas como la de Guadalupe, mientras no les asignó la Sede

Apostólica el día particular de su título, la vocación o advocación litúrgica fue la que se

llama del común , y es de la Natividad de Nuestra Señora.

Por eso, cuando en 1737 se solemnizó el Patronato de Santa María de Guadalupe, el

arzobispo de México no determinó que se rezara Oficio del milagro o Aparición, sino

Oficio del común solamente, de la Natividad de María Santísima, "que con la leve 

mutación de Nativitas en Festivitas nos dicen los autores debe darse a sus 

advocaciones" , según advirtió el escritor coetáneo don Cayetano Cabrera Quintero. [ 3 6 ]

Su festividad en 1556, cual refiere la información del señor Montúfar, fue el 8 de

septiembre, día de la Natividad. [ 3 7 ] en 1566 se celebró el domingo 15 de septiembre,octava de la Natividad, según el MS. de Juan Bautista. Y el Cabildo Eclesiástico en

1600, conforme al acta citada, dispuso que dicha fiesta se hiciera el domingo 10 de

septiembre, infraoctava de la Natividad. Lo cual en manera alguna contradice la

Aparición.

Predicó fray Juan de Zepeda por diez años sucesivos "en la festividad del Nacimiento de 

la sacratísima Virgen, vocación de la ermita de Guadalupe" , como expresó él mismo en

la dedicatoria de su sermón de 1622. No sabemos lo que diría en los anteriores; pero

en éste trató de "las prerrogativas, grandezas y excelencias con que la divina voluntad 

de Dios nuestro Señor adornó y enriqueció a la Sacratísima Virgen María S. N." ; [ 3 8 ] yal no hablar de la Aparición y ni siquiera de la Imagen de Guadalupe y de su protección

milagrosa, ya es inútil decir que aquella festividad no fué la de Nuestra Señora de

Guadalupe. Se reservó en ese año para noviembre, mes en que el arzobispo don Juan

Pérez de la Serna, como se lee al pie de su retrato en la galería de la catedral

metropolitana, bendijo y dedicó la segunda capilla de Guadalupe. Según declaró fray

Antonio de Mendoza posteriormente "se tuvo a su Divina Majestad ocho días en una 

ramada, que se hizo primero para ver y experimentar más bien su voluntad y en lo que 

fuese más bien servida que se hiciese, y viendo no se experimentaba novedad en esta 

Santísima Señora, se llevó y colocó en la segunda iglesia y santuario" [ 3 9 ] .

Con que si al P. Zepeda no cupo o no plugó hacer los loores guadalupanos en 1622, en

su lugar los hizo aquel Ilustrísimo, cuya devoción a la Santa Imagen es justamente

encarecida por el historiador Florencia. El que, refiriéndose al año de 1643, habla de

dos fiestas principales, una de que los españoles celebraban el día de la Natividad (cap.

XXI), con el agregado de lidia de toros en la plazuela de la hospedería del Santuario; y

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otra que los naturales hacían "a la Aparición de esta admirable imagen" (cap. XXX),

ofreciendo para ella abundantes limosnas, y acompañándola con mitotes, en que

representaban la guerra de mexicanos y chichimecas y la de españoles y mexicanos;

siendo esa la ocasión, añadiremos, en que Becerra Tanco oyó el cantar con que en su

lengua recordaban las apariciones de Guadalupe. Cuándo empezó a solemnizarse el 12

de Diciembre, lo ignoramos. Sabemos sí que el señor arzobispo Vizarrón en su edicto

del Patronato, [ 4 0 ] a 24 de mayo de 1737 expuso lo siguiente: "se nos hizo relación,

diciendo cómo el mencionado Ayuntamiento había elegido por Patrona Principal de esta 

ciudad a la Soberana Reina de los ángeles, en su admirable Imagen de la milagrosa advocación de Guadalupe, con el deseo de que este Patronato se extendiese a todo el 

reino, y asimismo que el día doce de diciembre de cada un año, enq ue se celebra su 

prodigiosa aparición, se le hiciese fiesta con toda solemnidad..." 

En todo caso, el año de 1622 había quienes supieran que la Imagen está pintada en la

tilma de Juan Diego. Andaba entonces en los veinte de su edad e lcitado P. Mendoza,

agustiniano como fray Juan de Zepeda; y no sólo con relación a ese año sino a tiempo

anterior, "desde que tuvo uso de razón, por haber nacido en esta ciudad de México, y 

por haberlo oído a sus padres y abuelos, personas muy antiguas, como fue el señor su 

abuelo Lic. Antonio Maldonado, Presidente que fue de la Real Chancillería de esta 

ciudad, y a su padre y señor D. Alonso de Mendoza, capitán de la guarda que fue del 

señor conde de Coruña, virrey que fué de esta Nueva España, que pasó de esta 

presente vida de noventa años" , declaró saber "cómo a los doce del m es de diciembre 

del año pasado de mil quinientos treinta y uno, siendo prelado de este arzobispado el 

Ilustrísimo señor don fr ay Juan de Zumárraga, de la Orden Seráfica de nuestro padre 

san Francisco, de buena memoria, habiendo llegado a su casa y palacio arzobispal Juan 

Diego indio, natural y vecino que en aquella ocasión era del pueblo de Cuauhtitlan, y 

que había pedido avisasen a su Señoría Ilustrísima, que quería verle de parte de la 

Señora, de quien en otras ocasiones le había traído otros recados, y que habiendo 

entrado dicho Juan diego a la presencia de su Señoría, le había dicho que la Señora le 

había mandado dijese a su Ilustrísima, que para que se diese crédito a dichos recados,tomase aquellas flores, que traía envueltas en la tilma que tenía puesta, y que, al 

descogerla, queriéndola reconocer, había hallado y visto dicho señor arzobispo la 

Sacratísima Imagen de nuestra Señora de Guadalupe estampada en la dicha tilma..." 

[ 4 1 ]

Y lo que dijo fray Antonio de Mendoza, de 66 años, a 27 de febrero de 1666,

uniformemente repitieron otros doce caracterizados testigos.

Que en los tres Concilios Mexicanos y en las actas de los Cabildos Eclesiástico y

Secular, anteriores al libro de Miguel Sánchez, nada se habla de la Aparición, es cierto.

No era allí forzoso. Nada habló tampoco en sus Actas el Concilio Plenario de América

Latina (1899), y eso que la tradición guadalupana con todos sus pormenores estaba ya

autorizada en el Breviario por la Santidad de León XIII. Bien es que en las

aclamaciones con que terminó el Sínodo, se aludió claramente al prodigio: "Inmaculada 

Madre nuestra.... Tú arrebataste nuestro corazón y los corazones de nuestros pueblos,

tú afianzaste, amplificaste y confirmaste las primicias de nuestra fe con tu benigna 

presencia y suavísima protección, en Guadalupe y en otros monumentos de tu amor 

maternal, por todos nuestros países, tu primitias fidei nostrae benignissima praesentia 

tua, suavissima protectione tua in Guadalupano aliisque pietatis tuae monumentis per 

universas regiones nostras obsfirmasti, amplificasti et confirmasti" . No invocaron los

Padres a Nuestra Señora de Guadalupe como aparecida a Juan Diego: cosa digna de

notar, porque a toda alusión que no tenga precisamente esos términos, le niegan valor

los impugnadores. No los contienen las actas del Cabildo Eclesiástico de México; pero,

habiendo sido casi todos los capitulares de aquel tiempo familiares del señor

Zumárraga, en sentir de Cabrera Quintero, de ahí nació "que constando a algunos, y de 

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éstos a los otros, los portentos y verdad de la Aparición, se esmerasen en venerar y 

fomentar lo que les constaba milagroso, cuidando y celando sus aumentos, ya en Sede 

vacante, ya plena. De que nos certificaron no pocos instrumentos que se guardan en el 

archivo de Cabildo de esta Iglesia. Y consta también en sus libros..."  [ 4 2 ] donde está el

acta mencionada de 1600.

En las suyas ni siquiera mencionó el Cabildo Secular, se dice, las solemnes traslaciones

de la Imagen, siendo así que refieren hasta los más insignificantes regocijos públicos.

Pero un capitular, al menos, cuadno se trataba de cambiar el asiento de la ciudad deMéxico, mencionó la traslación de la santa Imagen, con motivo de la inundación de

1629; y si ese acontecimiento no es conocido por las actas, será porque los libros de

1631 a 1634 y otros m uchos del m ismos siglo  "fueron consumidos de las llamas en el 

incendio que la plebe amotinada causó en 1692"  [ 4 3 ] .

La noticia es del P. Andrés Cavo, que en sus Tres Siglos México , al llegar al año de

1531, calló el suceso de la Aparición y pasó adelante; pero fue porque, según anunció

en su Prólogo, no se propuso hablar de la historia eclesiástica "sino en los puntos que

tienen conexión con lo civil". Por eso no trató de la célebre contienda de los jesuitas

con el señor obispo Palafox. Y omitió el milagro de Guadalupe, no por desamor a

Nuestra Señora, de quien, cuando la juraron Patrona, dice que "luego se comenzó a 

experimentar la protección de tan gran madre" . Ni porque no creyera en él; pues

hablando también del Patronato, refiere que el P. Juan Francisco López solicitó en

ambas cortes el de la milagrosa  imagen de María Santísima de Guadalupe, y que con

este motivo se hicieron fiestas nunca vistas, en que los mexicanos "mostraron la gran 

devoción que tenían a aquella santa imagen" ; alusiones cuyo sentido aclaró

inequívocamente, al citar en otra parte "las informaciones que trae el padre Florencia 

del milagro de la aparición de la santísima Virgen de Guadalupe"  [ 4 4 ] .

Finalmente, opone el señor García Icazbalceta, como ejemplos de mapas y pinturas

indias en que nada hay de lo que se busca, los códices Telleriano-Remense y Vaticano ylos anales de Mr. Aubin, que alcanzaron a 1607; reservando para después el decir algo

de las pinturas que los apologistas alegan. Con todo lo cual creyó haber demostrado

que es completo el silencio de los documentos antes de la publicación del libro del P.

Sánchez, no sin notar que en los noventa años transcurridos desde 1794 se han

descubierto innumerables e importantísimos documentos, ninguno de los cuales ha

hablado, antes han acrecido con su silencio el grave peso de la argumentación de

Muñoz.

A nuestra vez reservamos hablar de los documentos alegados por los apologistas y de

los nuevamente descubiertos; que no en vano ha corrido el tiempo, como se asevera,

para confirmar con escritos la tradición guadalupana.Pero a la altura a que hemos llegado será bien recordar que la fuerza del argumento

negativo, cual expuso el señor García Icazbalceta en el número 10 de su Carta,

principalmente consiste en que el silencio sea universal , y que los autores alegados

hayan escrito de asuntos que pedían  la mención del suceso que callaron. De los hasta

aquí enumerados solo Mendieta y Torquemada debieron mencionar el acontecimiento. A

Sahagún asimismo le tocaba hacerlo, pero fue reticente, no mudo. Y sin trabajo se

descubre que si estos tres historiadores pretermitieron la narración del milagro, fué por

no juzgar a fray Francisco de Bustamante, su prelado, quien, como vamos a ver, lo

impugnó escandalosamente sin pruebas.

En todos los demás el silencio es muy explicable por causas que no implican la

negación del prodigio. Esto, por supuesto, no reza con don Fernando de Alba

Ixtlilxóchitl, autor de una relación y traductor de otra, que dan testimonio de las

apariciones guadalupanas. Con sólo él se probaría que el silencio no fue universal y

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basta para oponerlo a un impugnador como fray Francisco de Bustamante. Aunque no

hubiera más documentos, que sí hay, conocidos unos en tiempo de Muñoz y del señor

García Icazbalceta y otros posteriormente descubiertos; ya no hay argumento negativo

que valga.

La cuestión, a lo sumo, quedaría reducida al examen comparativo del escrito y

circunstancias de aquel historiador e impugnación de este religioso, haciendo para

siempre a un lado a los que pudieron escribir sobre el asunto y no lo hicieron, como a

los que, debiendo hablar, callaron. Quítense de delante los testigos mudos. Los

testimonios positivos hacen fe.

Referenc ias ( t odas o r ig ina les de l L ic . Ve lázquez)

[ 1 ]  Don Fray Juan de Zumárraga , México, 1881, pág. 352

[ 2 ]  Informaciones sobre la milagrosa aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe 

recibidas en 1666 y 1723 . Publícalas el Pbro. Br. Fortino Hipólito Vera - Amecameca,

1889, pág. 69.

[ 3 ]  Don Fray Juan de Zumárraga . pág. 5.

[ 4 ]  Ibidem . pág. 242.

[ 5 ]  Ibidem . pág. 289.

[ 6 ]  Ibidem .

[ 7 ]  Apud  Colección de documentos para la Historia de México, por don Joaquín García

Icazbalceta, México, 1858, I-145

[ 8 ] PBRO. BR. FORTINO HIPóLITO VERA, La Milagrosa Aparición de Nuestr a Señora de 

Guadalupe comprobada por una información levantada en el siglo XVI  Amecameca, 1890,Declaración de Gonzalo de Alarcón, pág. 47

[ 9 ]  Documentos inéditos del archivo de Indias tomo XIII, páginas 206 a 224.

[ 1 0 ] JOAQUíN GARCíA ICAZBALCETA, Bibliografía Mexicana del Siglo XVI , México, 1886,pàg. 44.

[ 1 1 ]  Histor ia Eclesiástica I ndiana , edición de don Joaquín García Icazbalceta, México,1870, pàg. 453.

[ 1 2 ]  Don Fray Juan de Zumárraga , por don Joaquín García Icazbalceta, nota 3 a la pág.34.

[ 1 3 ]  Bibliografía Mexicana del Siglo XVI , nota a la pág. 164.

[ 1 4 ] Cita del Tesoro Guadalupano del Sr. Vera, Amecameca, 1887, pág. 357.

[ 1 5 ]  Concilios Provinciales prim ero y segundo Carta-introducción, página B.

[ 1 6 ]  Don Fray Juan de Zumárraga , pág. 5 y nota 3 a la pág. 139.

[ 1 7 ]  I d. , pág. 4.

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[ 1 8 ]  Bibliografía Mexicana del Siglo XVI , pág. 151

[ 1 9 ] Se halla la noticia en el Tesoro Guadalupano del Sr. Vera, pág. 289

[ 2 0 ] MENDIETA, Historia Eclesiástica I ndiana , Noticias del autor y de la obra por donJoaquín García Icazbalceta, pág. XXIX

[ 2 1 ] VERA, Contestación histórico-crítica en defensa de la maravillosa aparición de la 

Sma. Virgen de Guadalupe , Querétaro, 1892, pág. 97.

[ 2 2 ] CUEVAS. Historia de la Iglesia en México , Tlalpan, D.F., II-493.

[ 2 3 ] Me refiero a la edición de don Alfredo Chavero, México, 1892.

[ 2 4 ]  Descripción de las dos piedras halladas el año de 1790 en la plaza de México ,México, 1832, núm. 118.

[ 2 5 ]  Monarquía Indiana , Madrid, 1723, tomo I, págs. 140, 149, 172, 180, 184 y 295;tomo II, págs. 120 y 217.

[ 2 6 ]  Mon. Ind. , II-120.

[ 2 7 ] Puede verse en el Tesoro Guadalupano , pág. 194.

[ 2 8 ]  Idea de una nueva Historia General de la América Septentrional , Madrid, 1746,Catálogo XXXV, núm. 6.

[ 2 9 ]  Piedad Heroica de D. Fernando Cortés , México, 1898, número 114.

[ 3 0 ] Véase el Tesoro Guadalupano , pág. 293.

[ 3 1 ]  Monarquía Indiana , lib. 10, cap. 7.

[ 3 2 ]  Bibliografía Mexicana del Siglo XVI , pág. 255.

[ 3 3 ] Id., pág. 259.

[ 3 4 ] Véase el Tesoro Guadalupano , pág. 66.

[ 3 5 ] Véase la obra del Sr. Vera titulada Contestación histórico-crítica en defensa de la 

maravillosa aparición de la Sma. Virgen de Guadalupe , pág. 219.

[ 3 6 ]  Escudo de Armas de México , núm. 579.

[ 3 7 ] VERA, La Milagrosa Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe comprobada por una 

información levantada en el siglo XVI , pág. 35.

[ 3 8 ] ANDRADE. Ensayo Bibliográfico Mexicano del Siglo XVII , México, 1899, pág. 108.

[ 3 9 ] VERA. Informaciones de 1666 y 1723, pág. 87.

[ 4 0 ] Inserto en el Escudo de Armas de México , núm. 940.

[ 4 1 ] VERA. Informaciones de 1666 y 1723, pág. 85.

[ 4 2 ]  Escudo de Armas de México , núm. 707.

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[ 4 3 ] CAVO. Tres Siglos de México , lib. VII, núm. 2.

[ 4 4 ] Id. Véanse las relaciones correspondientes a los años de 1666, 1737 y 1756.

.

Bib l iograf ía :

VELáZQUEZ Primo Feliciano, La Aparición de Santa María de Guadalupe, Edit. JUS, edición facsimilar de la primera edición de 1931, 1981

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. Investigación Documental sobre la Virgen de Guadalupe  .

El Argumento Positivo

Capítulo XVII del libro La Aparición de Santa María de Guadalupe , del estudioso

nahuatlato D. Primo Feliciano Velázquez (autor de una de las más difundidas

traducciones del Nican Mopohua ), Editorial JUS, edición facsimilar de la primera edición

de 1931, 1981

Las palabras de Joaquín García Icazbalceta se resaltarán con cu r s i vas r o jas  , y los textosde otros autores o documentos citados por Velázquez irán en curs ivas azu les  . Demásresaltes por Jesús Hernandez.

CAPíTULO XVII

EL A RGUMENTO POSI TI VO

Sermón de fray Francisco de Bustamante contra la Aparición.- Su resumen en la Carta de don Joaquín García

Icazbalceta acerca del origen de la Imagen.- Información del señor arzobispo Montúfar.- Declaraciones de los

testigos.- Se niega la coincidencia con el informe del virrey Enríquez y con un pasaje de Sahagún.- Sermón del

señor Montúfar el 6 de septiembre de 1556.- Afirmó el P. Bustamante que la Imagen es pintura del indio

Marcos.- Pero no dió ninguna prueba.- Antigüedad de las copias de la imagen.- Sánchez se atuvo

preferentemente a la tradición oral.- Adanes dormidos.- Los milagros guadalupanos en los cuadros del

Santuario.- Documentos anteriores a 1648.- Relación de Antonio Valeriano.- Cantar de don Francisco Plácido.-

Testamentos.- Anales que vio el P. Baltasar González.- Añalejo de Bartolache.- Noticias Históricas de Suárez de

Peralta.- Documentos que olvidó o de que no tuvo noticia el señor García Icazbalceta.- Consideraciones sobre su

valor probatorio. 

A Don Joaquín García Icazbalceta pareció argumento más que negativo el de la

información hecha en 1556 por el señor Montúfar, inmediato sucesor del señor

Zumárraga; la cual contiene el testimonio de los que oyeron a fray Francisco de

Bustamante un sermón en que, impugnando la devoción guadalupana, afirmó ser la

Imagen pintura de un indio llamado Marcos. El documento es auténtico; y, como ya se

entiende, en el sermón que las declaraciones refieren es donde se halla el argumento,

tan formidable que, a juicio del señor García Icazbalceta, después de leída la

información, "a nadie puede quedar duda de que la Aparición de la Santísima Virgen el 

año de 1531 y su milagrosa pintura en la tilma de Juan Diego es una invención nacida 

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mucho después" .

No la leyó don Juan Bautista Muñoz ni fray Servando Teresa de Mier, y fue lástima,

porque les hubiera ahorrado todo el trabajo, a aquél de su Memoria y a éste de sus

Cartas. El mismo señor García Icazbalceta, que la vió en su original, se dolería quizás

de haber gastado su tiempo en repasar libros y escritos mudos, esforzando un

argumento negativo, que naturalmente no tiene razón de ser, cuando lo hay positivo y

valedero.

Pero a nosotros se nos ocurre que si el predicador Bustamante hubiera dicho verdad en

los puntos capitales, no había para qué levantara el arzobispo información, que no fuéde propio impulso sino a virtud de varias denuncias de personas escandalizadas, y no

para la censura del sermón, que no se hace con testigos, sino para indagar a punto fijo

lo que predicó el orador y saber si había cosa reprensible en la materia o en el modo.

El hecho solo de haberse abierto la información nos pone en guardia. Tocaba a los

testigos no más que declarar lo que oyeron. la información, por tanto (aparte de su

forma literaria o razonamiento florido que era imposible reprodujeran los oyentes), vale

lo que vale el sermón, lo que vale la narración del orador, que será poderosa a

convencer, acompañada de prueba; si no, no. Fueron muy notables las circunstancias:

Tenía el P. Bustamante fama de buen orador; era provincial de los franciscanos, entre

quienes aun brillaban apostólicos misioneros; predicó en la capilla de San José de los

Naturales y en la solemnidad del 8 de septiembre del año citado, y delante del virrey,

Audiencia y principales vecinos. Por eso causó grandísimo escándalo. Mas el juicio

histórico de la materia predicada descansar debe únicamente en la prueba. Cuando

siglos adelante fray Servando Teresa de Mier, también en el púlpito y en presencia

también del virrey, Audiencia y gran concurso de gente principal, afirmó que la Imagen

de Guadalupe está pintada en la capa de Santo Tomás, nadie lo creyó, ni él mismo,

según confesó después. Al P. Bustamante, que afirmó que la Imagen es pintura del

indio Marcos, no dice la información del señor Montúfar que alguno le diese crédito.

Antes que él nadie había afirmado tal cosa; nadie la ha repetido después. Porque es

una invención destituida de fundamento. Y este sí es argumento más que negativo.

De la homilía predicada nos da el señor García Icazbalceta el sumario que sigue:

"Después de haber hablado excelentemente del asunto propio del día, hizo de pronto 

una pausa, y con muestras exteriores de encendido celo, comenzó á declamar contra la 

nueva devoción que se ha levantado sin ningún fundamento " en una erm ita ó casa de 

Ntra. Sra. que han intitulado de Guadalupe", calificándola de idolátrica, y aseverando 

que sería mucho mejor quitarla, porque venía á destruir lo trabajado por los 

misioneros, quienes habían enseñado á los indios que el culto de las imágenes no 

paraba en ellas, sino que se dirigía á lo que representaban, y que ahora decirles que 

una imagen pintada por el indio Marcos hacía milagros, que sería gran confusión y 

deshacer lo bueno que estaba plantado, porque otras devociones que había tenían 

grandes principios, y que haberse levantado ésta t an sin fundamento le admiraba: que 

no sabía á qué efecto era aquella devoción, y que al principio debió averiguarse el 

autor de ella y de milagros que se contaban, para darle cien azotes y doscientos al que 

en adelante lo dijese: que allí se hacían grandes ofensas á Dios: que no sabía á dónde 

iban á parar las limosnas recogidas en la ermita, y que fuera m ejor darlas á pobres 

vergonzantes ó aplicarlas al hospital de las bubas, y que si aquello no se atajaba, él no 

volvería a predicar á indios, porque era trabajó perdido. Acusó luego al Arzobispo de 

haber divulgado m ilagros falsos de la imagen: le exhortó á que pusiera remedio en 

aquel desorden, pues le tocaba, como juez eclesiástico; y por últim o dijo, que si el 

Arzobispo era negligente en cumplir con ese deber, ahí estaba el virrey, que como 

vicepatrono por S. M. podía y debía entender en ello." .

Notaremos, ante todo, que las muestras exteriores de encendido celo no fueron sino de

cólera: "mostró un rostro muy airado, mostrando tener gran cólera"  (31) [ 1 ] . Por lo

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demás, declamó, sin estar enterado del principio de la devoción, del autor de ella ni de

los milagros que hacía la Imagen. Viendo el gran concurso de gente que iba a la

ermita, "a la fama de que aquella imagen pintada ayer de un indio, hacía milagros" 

(58), manifestó "que no era bien predicarlo en púlpito primero que estuviesen 

certificados en ello, y de los milagros que se decía que había hecho". (42)

Corría, pues, la fama de los milagros, que eran por sí solos bastante fundamento de la

devoción; y aunque no estuvieran aun certificados mediante pesquisa, no podía el P.

Bustamante decir que eran falsos, sólo porque a él no le constaban. Claro es que debió

averiguarse el autor de la devoción; mas entre tanto era fuera de razón pedir desdeluego que se le dieran cien azotes. Y quien se hallaba a obscuras de cuándo y cómo

empezó la devoción, ¿por qué la llamó nueva?

El Santuario se remonta a los primeros años, casi desde que se ganó la tierra ; y

escritor nada sospechoso como don Juan Bautista Muñoz asienta que cuando el señor

Montúfar llegó a su diócesis en 1554, ya encontró la devoción muy difundida . Sobre

todo, si el P. Bustamante no sabía el origen, ¿de dónde sacó que la Imagen es pintura

del indio Marcos? Nada importa indagar tanto como eso.

Injustamente dice el señor García Icazbaleta que, "Lastimado el Sr. Montúfar, que no 

era muy sufrido ni muy amigo de los franciscanos, con aquella reconvención pública en 

tal ocasión y ante tal concurso, y acaso más por habérsele echado encima el brazo 

seglar, comenzó desde el día siguiente á levantar la información."  Si el señor Montúfar

hubiese estado presente al sermón, como el Ilmo. señor Haro y Peralta al del P. Mier

en 1794, habría procedido de oficio. Pero no asistió a la festividad en la capilla de San

José; sino que, por haber recibido memoriales de diversas personas acerca de que el

provincial Bustamante escandalizó con ciertas cosas que dijo de la devoción y romería

de Guadalupe (38), vióse obligado a abrir, y abrió, la información, "para saber y 

averiguar la verdad, y si el dicho padre provincial había dicho alguna cosa de que 

debiese ser reprendido"  (27). No era irascible el señor Montúfar.

Escribieron al rey los agustinianos en 1567: "afirmamos haber hasta agora visto en él 

las partes que Dios pide al prelado y pastor de un pueblo, porque en su gobernación le hemos conocido solícito y diligente, castigador y reprendedor de vicios... humilde en 

pedir parecer a los buenos y doctos... casto y templado en su persona, menospreciador 

del mundo y sus vanidades, celoso del servicio y honra a Dios y de V.M., prudente,

manso y caritativo para con todos, y finalmente ejemplo y dechado de virtudes y 

bondad, sin que parezca en él vicio que dignamente se pueda reprender" [ 2 ] Ni se le ha

de mirar como desafecto a los franciscanos. Uno de éstos, fray Jerónimo de Mendieta,

en carta dirigida nada menos que a su amantísimo padre fray Francisco de Bustamante,

dijo del señor Montúfar que, "con ser tan sabio como es, y letrado, y de su natural 

condición un manso cordero, recién venido de España, por algunos años que ha sido 

nuevo, no ha habido tigre para con nosotros más fiero".[ 3 ] Pero la fiereza estuvo sólo

en hacerles sentir la autoridad episcopal, lo mismo que a todos los regulares y

conformes a decretos del Concilio, en cuanto a las doctrinas y administración de los

sacramentos. Al revés, él pudo quejarse de la recia y personal oposición que con tal

motivo le hiceron los franciscanos, y en particular fray Francisco de Bustamante, quien,

a causa de una provisión santísima , le amenazó con pedirle "cuenta de lo que hacía y 

proveía"  [ 4 ] La amenaza fue anterior al sermón: explica por qué este degeneró en

invectiva, y a la par demuestra cuán piadoso y recto se mostró el prelado en la

información que nos ocupa. Nueve testigos probaron que, en efecto, hizo mal el padre

Bustamante. Así lo confiesa, el señor García Icazbalceta en el párrafo 34 de su Carta,

diciendo que "aquel sermón no escandalizó sino porque. en él se atacaba 

irrespetuosamente al Sr. Arzobispo, y porque en cierta manera se procuraba 

menoscabar el culto á la Reina de los Cielos". ¿Mereció por eso reprensión el

predicador? Claro que sí. Pues, a pesar de ello, no fue reprendido. La información se

hizo, pero el proceso se suspendió. Un juez irascible y desafecto a los franciscanos no

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lo habría dejado pendiente.

Tocante a la sumaria dice el autor de la Carta: "Fueron llamados nueve testigos, y de 

sus declaraciones resulta haber predicado el P. Bustamante lo que dejamos referido.

Algunos añadieron, que él no era el único que pensaba de aquella manera, sino que le 

seguían los dem ás franciscanos: que t odos se oponían á la devoción, y aun alegaban 

contra ellos text os de la Sagrada Escritura en que se manda adorar sólo á Dios; que 

aquella ermita, decían, no debía llamarse de Guadalupe, sino de Tepeaca ó Tepeaquilla: 

que ir a tal peregrinación no era servir á Dios, sino m ás bien ofenderle, por el m al ejemplo que se daba a los naturales, etcétera". Quien eso lea, creerá que la Orden

Franciscana en masa estaba por lo que se asentó el predicador y unánime contra el

culto y romería de Guadalupe.

Y no fue así. De los nueve testigos sólo tres, Gonzalo de Alarcón, Alonso Sánchez de

Cisneros y Juan de Maseguer, añadieron algo a sus declaraciones, pero no en los

términos que expresa el anterior resumen, y no de cuenta propia, sino refiriéndose a

tres religiosos , a quienes respectivamente oyeron, dejándoles, por consiguiente, la

responsabilidad de su dicho. Así se supo que un franciscano, uno solo, llamado fray

Alonso de Santiago, alegó textos de la Sagrada Escritura, opinando que no se

prosiguiese la devoción (47 y 51); que dos, el citado fray Alonso y fray Antonio de

Huete, querían que la ermita no se llamase de Guadalupe sino de Tepeaca o Tepeaquilla

(51); y que otro, nombrado fray Luis, reprochando a Juan de Maseguer su devoción

guadalupana, le habló de esta suerte:

"Déjese de esa borrachera, porque esa es una devoción que nosotros todos estamos 

mal con ella... antes me parece que ofendéis a Dios que no ganáis mérit o; porque dais 

mal ejem plo a estos naturales; y si Su Señoria del Arzobispo dice lo que dice, es 

porque se le sigue sus intereses y pasa de sesenta y desvaria ya... ¡Calle! que nosotros 

haremos con que el Arzobispo vaya otra vez por la m ar."  (56). Repitieron los testigos lo

que oyeron, mas sin asentir a ello, sin afirmar que fuese verdadero y justo.

Téngase eso en buena hora por favorable al P. Bustamante; pero en contra hay queoponer esto de Juan de Salazar, procurador de la Real Audiencia: "toda la mayor parte 

de la dicha ciudad, como dicho t iene, ha v isto este testigo que sigue y prosigue la 

dicha devociòn de Ntra. Sra.: y este testigo demás de esto ha oído decir que aunque 

los religiosos de las órdenes que residen en México, que son predicadores y han 

procurador de estorbar la dicha devoción no les aprovechará nadam antes serán 

escuelas para que con más ardor visiten y sirvan a la dicha ermita" . En todo caso,

ninguno de los testigos, ni persona alguna de las que en su declaración mencionaron,

nadie siguió al predicador en cuanto a que la Imagen sea pintura del indio Marcos. Con

que en este punto capital la Información no le dió apoyo.

"Desde luego coincide extrañamente este instrumento jurídico  (asienta el señor García

Icazbalceta) con lo que diez y nueve años después escribía el virrey Enríquez. El 

provincial decía en 1556 que la devoción era nueva y no tenía fundamento, sino que se 

había levantado por los milagros dudosos que de la imagen se contaban; el virrey 

tampoco le asigna origen cierto y da a entender que comenzó en 1555 ó 56, por haber 

publicado un ganadero, que había cobrado la salud yendo a la ermita" . Sin embargo, no

hay tal coincidencia. Ya que el comentador no inserta el capítulo de informe del virrey,

transcribiremos aquí lo conducente: "Y el principio que tuvo la fundación de la iglesia 

que agora está hecha, lo que comúnmente se entiende, es que el año de 55 ó 56 

estaba allí una ermitilla, en la cual estaba la imagen que ahora está en la iglesia, y que 

un ganadero que por allí andaba publicó haber recobrado salud, yendo a aquella 

ermita; y empezó a crecer la devoción de la gente" . [ 5 ] Empezó a crecer; luego ya

existía, desde antes de 1555 ó 56, desde que estaba allí la ermitilla, "en la cual estaba

la imagen". Así que no coincidió el virrey con el provincial, que la llamó nueva en 1556;

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pero sí con don Juan Bautista Muñoz, que dijo en su Memoria : "El segundo arzobispo 

de México, don fray Alonso de Montúfar, que llegó a su diócesis por junio de 1554, ya 

encontró muy difundida la devoción a la Virgen de Guadalupe venerada en una ermitilla 

a donde acudía la piedad de los fieles con tales limosnas que le sufragaron para costear 

una decente iglesia..."  [ 6 ] Aquí hallarán los parciales del P. Bustamante contestada la

pregunta de éste sobre "adónde iban a parar las limosnas recogidas en la ermita". En lo

cual también coincidió Muñoz con el virrey Enríquez, quien informó: "y de las limosnas 

se labró la iglesia y el edficiio todo que se ha hecho, y se ha comprado alguna renta" .

Con el virrey coincidieron igualmente Bernal Díaz del Castillo y fray Luis de Cisneros,que hablan de los milagros de la Imagen, como fundamento de la devoción; pues

aunque uno y otro escribieron después de 1556, el primero historió la Conquista y los

sucesos que inmediatamente le siguieron; y el segundo se remontó hasta ellos, donde

dijo: "El más antiguo (Santuario) es el de Guadalupe... que es una imagen de gran 

devoción y concurso, casi desde que se ganó la tierra, que hace y ha hecho muchos 

milagros" . [ 7 ] De modo que, en vez de la extraña coincidencia que hallarse quiso entre

el provincial y el virrey Enríquez, encontramos que éste, el conquistador Bernal Díaz, el

p. Cisneros y Muñoz contradicen acordes al P. Bustamante: la devoción guadalupana no

era nueva en 1556 y tenía suficiente fundamento en los muchos milagros de la Imagen.

Con no mejor fortuna hace notar el señor García Icazbalceta que "uno de los testigos 

de la información, el Br. Salazar, acabó por confirmar que la fundación de la ermita no 

venía de aparición, ni m ilagro alguno, pues dijo "que lo que sabe es que el fundam ento 

que esta ermita tiene dende su principio, fue el título de la Madre de Dios, el cual ha 

provocado a toda la ciudad a que tengan devoción en ir a rezar y encomendarse a ella" 

De suerte que ese sólo título  (agregó el comentador) , el de la Tonantzin de que habla 

Sahagún, fue el que dio origen al culto" 

Lo cual negamos, porque es imposible confundir el solo título de la Madre de Dios con

el de Tonantzin. Sahagún mismo, a quien cita, nos enseñó que "Madre de Dios" se dice

en mexicano Dios inantzin , muy diferente de Tonantzin , que significa "nuestra madre".

Además, si el solo título de la Madre de Dios hubiera dado origen al culto, no había por

qué se opusiera el P. Bustamante. Clamó contra la devoción "en una ermita o casa deNtra. Sra. que han intitulado de Guadalupe". Y aun este título, que era el propio de la

ermita, le habría sido indiferente, a no ser porque se aplicaba también a la Imagen,

que él decía pintada por el indio Marcos y que contaban hacía milagros. Bien lo

comprendió el Br. Francisco de Salazar, Abogado de la Real Audiencia, uno de los

testigos de la información; pues, como va a leerse, afirmó que sería contra toda

cristiandad quitar la devoción a la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe; y si dijo

que el fundamento de esta ermita fue el título de la Madre de Dios, explicó luego que

por fundamento entendía la razón o motivo para sustentar la dicha ermita. "Preguntado 

si sabía que el dicho provincial dijo que la dicha devoción de Ntra. Sra. de Guadalupe 

se había comenzado sin fundamento alguno, porque dado que en otras partes a imágenes particulares se tenga devoción, como a Ntra. Sra. de Loreto y a otras, éstas 

habían llevado gran fundamento  (pregunta sexta del interrogatorio) respondió: que lo 

que sabe es que el fundamento que esta erm ita t iene dende su principio fue el t ítulo de 

la Madre de Dios, el cual ha provocado a toda la ciudad a que tengan devoción en ir a 

rezar y encomendarse a ella y de fuera desta ciudad estando este testigo en la dicha 

ermita, así españoles como naturales ha visto entrar en ella con gran devoción, y a 

muchos de rodillas dende la puerta hasta el altar donde está la dicha imagen de Ntra.

Sra. de Guadalupe, y le parece fundamento bastante para sustentar la dicha erm ita, y 

querer quitar la tal devoción sería contra t oda cristiandad (25 y 43)...

No pensó el testigo hacer historia en su declaración. Al hablar de esta ermita , aun con

la añadidura dende su principio , se refirió a la ermita de entonces, o, como dijo el

virrey Enríquez, a "la iglesia que agora está hecha"; pero no a la ermitilla, en que antes

estuvo la Imagen y donde realmente comenzó la devoción. Porque el citado virrey

informó que en la iglesia de 1555 ó 56 no nació sino empezó a crecer la devoción . Si el

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testigo hubiera tocado el origen del culto, hubiera referido el origen de la Imagen.

Como de éste nada dijo, lo mismo que el virrey dejó en silencio el principio de la

ermitilla; y por tanto, ya que ni el P. Bustamante ni el virrey empezaron, el Br. Salazar

no "acabó de confirmar que la fundación de la ermita no venía de aparición ni milagro

alguno".

"¿Cómo el Sr. Arzobispo (pregunta el señor García Icazbalceta) que se veía acusado 

coram populo de fomentar una devoción idolátrica y de predicar milagros falsos trata de 

 j ust if icarse t ím idam ente de tales acusaciones en vez de con fu nd ir al predicador con la comprobación del gran prodigio? . Se olvida que el señor Montúfar procedía en la

información como juez, no como acusado; y que toda timidez era ajena del propósito

de fijar los hechos. Lo expresa el mismo señor García Icazbalceta en el párrafo 31 de

su Carta: "El interrogatorio de trece preguntas tenía por único objeto dejar bien fijado 

lo que el predicador había dicho" . Sólo a un testigo se le hicieron preguntas

adicionales; y con el mismo objeto de fijar los hechos.

Después que contestó al interrogatorio, se preguntó a Juan de Salazar si había oído el

sermón de su Ilustrísima, de tres días antes, en que dijo que el Concilio Lateranense

mandó dos cosas: "la una que nadie infamase a los prelados, y la otra que ninguno 

predicase milagros falsos ni inciertos, y que su señoría no predicaba milagro ninguno de 

los que algunos decían haber hecho la dicha imagen de NTra. Sra. ni hacía caso dellos: 

que andaban haciendo la información, y según lo que se hallase por cierto y verdadero,

aquello se predicaría o se disimularía..."  El testigo respondió que se halló presente al

sermón de su Ilustrísima, "y que en cuanto a decir, como el dicho fray Francisco de 

Bustamante dijo, que el dicho señor arzobispo probaba los milagros que decía haber 

hecho la dicha imagen de Ntra. Sra. de Guadalupe, fue testimonio que se le levantó,

porque no dijo sino que aunque le habían dicho algunos milagros, que por el presente 

no quería tratar dellos, hasta haber acabado la averiguación que dellos andaba 

haciendo"  (34). "Preguntado si sabe que su señoría Rma. ha mandado predicar y en su 

presencia se ha predicado a los indios cómo han de entender la devoción de la imagen 

de Ntra. Sra.; cómo no se hace la reverencia a la t abla ni a la pintura sino a la imagen de Ntra. Sra.; por razón de lo que representa, ques a la Virgen María, nuestra Sra.; y 

cómo la reverencia que a la imagen se hace no para allí, sino va a lo representado por 

ella, y que así deben entendello; dijo, queste testigo, como dicho tiene, ha ido algunas 

veces a la dicha ermita de Ntra. Sra., y entre ellas ayer, que se contaron ocho días 

deste presente mes, y estando en ella, desde a poco rato llegó el dicho señor 

arzobispo, al cual este testigo salió a recebir con algunos amigos, y llegados a la 

iglesia, el dicho señor arzobispo hizo oración, y hecha se volvió a hablar a a muchos 

indios que allí estaban, y como no sabía la lengua para podelles hablar mandó a un 

sacerdote, que se llama... de Manjarrés, que les declarase lo que el dicho señor 

arzobispo les quería decir: el cual como lengua ques les dijo todas las palabras en la 

pregunta contenidas; y este testigo lo sabe porque, como dicho tiene, se halló presente 

(y) porque medianamente entiende la lengua de los indios"  (35).

En tal punto fue confirmada esa declaración por el Br. Francisco de Salazar, quien dijo

haber estado en la ermita, cuando su señoría Ilustrísima, mediante Francisco de

Manjarrés, clérigo presbítero, dió a entender a los indios "como habían de adorar en 

aquella devoción la imagen de Ntra. Sra. que allí estaba en el altar, porque 

representaba la del cielo, Madre de Dios verdadera, y que no hacía reverencia al lienzo 

ni pintura ni palos de las imágenes, sino a las imágenes, por lo que representaban" 

(45). Esta sí fué coincidencia; que mientras en la ermita el señor Montúfar exponía la

doctrina ortodoxa sobre el culto de la Imagen, el provincial en la capilla de San José lereprochaba fomentar una devoción idolátrica.

"Dijo el P. Bustamante, que la im agen fué pintada por el indio Marcos, y con otro 

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testimonio se confirma la existencia y habilidad de ese pintor, pues Bernal Díaz, en el 

capítulo 91, menciona con elogio al artista indio Marcos de Aquino". El mismo señor

García Icazbalceta, cuyas son las palabras que anteceden, rehusa prohijar la afirmación

del predicador; y aun parece desecharla en el párrafo 65 de su Carta, donde con

relación al año de 1531 asienta que "Aunque no sepamos. de cierto que ya para esa 

fecha hubiese en México pintores, tampoco nos consta lo contrario" . Dudó que en 1531

hubiera pintor Marcos de Aquino; y debió acrecentarse su duda, al ver que el Marcos

del capítulo 91 se trocó al capítulo 209 en Andrés de Aquino, juntándolo Bernal Díaz en

uno y otro lugar con Juan de la Cruz y el Crespillo, de quienes no hay más noticia.Advertiría también que el historiador de la Conquista elogia primero a los tres citados

en su oficio de entalladores y pintores , y después sólo pondera sus obras de esmeriles y 

relicarios ; siendo excusado añadir, con don José Bernardo Couto, que el amable y

valeroso escritor era probablemente "persona más entendida en pasos de armas que en 

negocio de bellas artes"  [ 8 ] . De todos modos, con la existencia y habilidad del pintor no

se confirma la aserción de Bustamante. Al contar los santos milagros que Nuestra

Señora de Guadalupe ha hecho y hace cada día, invitando a dar por ello muchas

gracias a Dios y a su bendita Madre, ¿no era ocasión de que agregase Bernal, si así 

fuera, que la Imagen es obra de Marcos o Andrés de Aquino? Esa hubiera sido la mejor

manera de encomiarle. Y al P. Bustamante, el único que tal ha dicho en la serie de los

siglos, ¿no le incumbía probarlo, para desautorizar al arzobispo y confundir a los

devotos? Si vivía el pintor, nada tan fácil como obtener su declaración. Si había

muerto, sus compañeros de la escuela o sus familiares y conocidos pudieron testimoniar

cuándo y cómo pintó la Imagen. No podían haberlo olvidado, por tratarse de una obra

famosa. La persona o personas, al menos, de quien el predicador lo supo, habrían

servido de testigos. Buscando un pintor indio de aquel nombre, algunos recientemente

han creído hallarle en los anales inéditos de Juan Bautista . Pero el Marcos Cipac que

allí se mienta, no aparece dotado, ni con mucho, de las excelentes prendas que

necesitaba, para ser identificado con el Marcos de Aquino, de Bernal Díaz. El analista no

le alaba ni da indicios de considerarle capaz de una pintura como la santa Imagen; y ni

siquiera permite suponerlo, porque entre sus notas está que se apareció  NuestraSeñora de Guadalupe.

A pesar de todo, el señor García Icazbalceta pregunta: "¿Pues cómo el Sr. Arzobispo,

tantos testigos de vista, el pueblo entero, no aniquilaron los cargos del predicador con 

sólo echarle á la cara el origen divino de la imagen, bastante para justificar aquella 

devoción? ¿Cómo pudieron oír sin escándalo que se atr ibuyese á un indio la obra 

maravillosa de los ángeles? ¿Cómo quien tales cosas decía en un púlpito, no fué 

inquietado?"  Cualquiera sabe que, para inquietarle, había que juzgarle, precisamente a

causa del escándalo. Las personas escandalizadas lo denunciaron; por el escándalo se

abrió la información; y los testigos a una, comprendiendo el sermón en conjunto,declararon "que no hubo poco escándalo ahí en la ciudad, y decían que sería razón 

enviar al dicho provincial a España para que allá fuese castigado y que no le oirían más 

sermón en la Nueva España" (a la pregunta décimatercera) . No satisfecho con eso,

indica el señor García Icazbalceta lo que debió hacerse y no se hizo. "Si los 

documentos originales existían, bastaba con publicarlos, pues imprentas no faltaban, si 

ya habían perecido, aquella era la ocasión de reponerlos con una información facilísima,

en vez de dejarla para ciento diez años después. Nada se hizo."  Le parece nada la

información de que se viene tratando. El objeto de ella no podía ser comprobar la

Aparición; porque el juez no sabía si la contradicción daba motivo, mientras no quedara

fijado lo que el P. Bustamante dijo sobre la devoción y romería de Guadalupe. Entre

tanto no tocaba a los testigos ni a nadie rendir pruebas en contrario. El pueblo entero

no tenía que inmiscuirse en la causa. Como exigía el procedimiento, se recomendó a los

testigos que guardaran secreto, y tan lo guardaron, que hasta fines del siglo XIX se

conoció el atestado, al exhumar la información.

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Mientras no concluyera el proceso, que no concluyó, ni había lugar a publicar

documentos originales o reponerlos, ni era posible permitir que se imprimieran

apologías. La Curia Eclesiástica, cuya licencia era indispensable, no podía darla, sin

externar su juicio. En suma, no eran aquellos tiempos como los nuestros, en que se

acude luego a la prensa por todo lo que acae. Imprentas no faltaban, dice el señor

García Icazbalceta, olvidando que en 1556 había sólo una, la de Juan Pablos, con

privilegio y que hasta agosto de 1559 Antonio de Espinosa presentó la cédula

conseguida en España, sobre que el arte de la imprenta se usase y ejerciese librementeen esta tierra como en aquellos reinos. [ 9 ] Empero no había vallas en el campo de la

historia. Vivían en México y trataron de cerca al P. Bustamante los cronistas

franciscanos Sahagún y Mendieta, que no pudieron ignorar lo predicado, por haber sido

escandaloso. Si su provincial hubiera, al contradecir la Aparición, proclamado la verdad,

deber de los historiadores era exponerla en sus libros, para esclarecimiento del origen

de la devoción y del Santuario, ya famoso, y sobre todo, para volver por la honra a su

prelado, cuya remisión a España pedían en castigo los devotos guadalupanos, que eran

toda la ciudad. En el supuesto de que la Imagen fuera pintura de Marcos y por

consiguiente no hubiera tradición de milagroso aparecimiento, nada les estorbaba

decirlo.

Sin embargo, calló Mendieta hasta el nombre de Guadalupe. Sahagún se excusó de

aclarar el punto, y se limitó a manifestar que "de donde haya nacido esta fundación de

esta Tonantzin, no se sabe de cierto". No supo, pues, de cierto que la Imagen sea

pintura del indio Marcos, y con sólo eso contradijo la afirmación de Bustamante. He

aquí a lo que se reduce el argumento más que negativo.

Con él quedó convencido el señor García Icazbalceta de que la Aparición de la

Santísima Virgen el año de 1531 y su maravillosa pintura en la tilma de Juan Diego es

una invención nacida mucho después. Para él, nació con el libro de Sánchez. Y en

comprobación cita el Diario de don Antonio Robles, "documento privado en que

indudablemente se encuentra la verdad"; del cual toma las líneas conmemorativas delfallecimiento de aquel bachiller, cuyo libro pareció a Robles medio para que en toda la

cristiandad se extendiera la devoción de la sacratísima imagen de Guadalupe, "estando 

olvidada aun de los vecinos de México, hasta que este venerable sacerdote la dio a 

conocer, pues no había en todo México mas que una imagen de esta soberana Señora 

en el convento de Sto. Domingo" . Habla Robles de la devoción, que así como empezó a

crecer en 1555 ó 56, podía haber decaído, sin que por eso llegara el señor García

Icazbalceta adonde llegó en su amplificación, diciendo: "De manera, que en 1648, nadie 

sabía de la Aparición, nadie conocía ya la im agen; la devoción había acabado por 

completo." Le faltó, con todo, señalar desde cuándo. No en 1600, en que, según el acta

del Cabildo Metropolitano, "no sufriendo su devoción las angustias y estrechuras de su primero t emplo" , acordó dilatarlo y se hizo con la ofrenda copiosísima de las limosnas,

interv eniente eleemosynarum copiosissima largitione , cual publican las láminas de

plomo después de extraídas de los cimientos. [ 10 ] Ni en 1622, en que fue dedicado el

nuevo templo por el arzobispo don Juan Pérez de la Serna. Menos aún en 1629, cuando

a causa de la inundación se llevó a México la santa Imagen en una canoa, donde se le

puso un altar ricamente adornado, acompañándola el virrey, arzobispo y muchos

sacerdotes, y así llegó a la iglesia de santa Catarina mártir, luego al palacio arzobispal y

por fin a la Catedral, en cuyo altar mayor, al decir del escritor contemporáneo fray

Alonso Franco, estuvo "muchos días visitada siempre de toda la ciudad"  [ 11 ] . Los

muchos días pasaron en cuatro años; pues hasta el 13 de mayo de 1634 volvió "en 

solemnísima procesión a la iglesia de la parroquia de Santa Catarina, a píe enjuto, ya 

retiradas las aguas, y a otro día por la m añana en la m isma solemnísima procesión fue 

conducida a su santuario" . Esta gacetilla demostradora de ferviente devoción pertenece

a don Francisco Sedano, [ 12 ] que contraponemos al diarista don Antonio de Robles; y

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por si no bastara, la pareamos con libro de más peso, como Los Tres Siglos de México .

Refiere allí el P. Cavo [ 13 ] que, al discutirse en junta y con motivo de la inundación el

proyecto de transladar la población a otra parte, uno de los capitulares terminó así su

arenga: "Tenéis aquí una ciudad consagrada al Altísimo, quien por intercesión de su 

Madre, bajo la advocación de Guadalupe, cuya imagen nos vino a consolar en la pasada 

aflicción, no nos abandonará" . Cuenta el P. Francisco de Florencia en el capítulo XXI de

su Estrella del Norte cómo María Santísima libró de una muerte que parecía segura a

Francisco de Almazán, el 13 de septiembre de 1643, "en que a la fiesta principal a 

Nuestra Señora de Guadalupe, que celebran los españoles el mismo día de su gloriosa Navidad, se lidiaban otros en la plaza de la hospedería del Seminario" . Y en el capítulo

XXX habla de la fiesta principal "que todos los años hacen los naturales a la Aparición 

de esta admirable Im agen" Siendo así, ¿quién va a creer que en los cinco años

siguientes se olvidara hasta desaparecer la devoción guadalupana?

Según Robles, al publicarse en 1648 la obra de Sanchez, no había en todo México más

que una imagen en el convento de Santo Domingo. El caso es que entre los

fundamentos de la tradición enumera Veitia "la m ultitud de copias de esta santa I magen 

que desde aquellos primitivos tiempos se sacaron y existen en nuestros días, cuyas 

inscripciones contestan puntualmente en relación de las Apariciones, desde ocho y diez 

años después de ellas hasta nuestros tiempos"  [ 14 ] . Y lo confirma don José de Ibarra:

refiriéndose en 1750 a los pintores de gran rumbo que florecieron el que menos ciento

cincuenta años antes, dijo haber visto algunas Guadalupanas de aquellos tiempos. [ 15 ]

La del convento de Santo Domingo, que primero tuvo en su casa Diego de Godoy, se

colige ser anterior a 1633 por la fecha de la construcciòn del altar en que fue colocada.

Cabrera en su Escudo de Armas (núm. 717) da noticia de que hasta 1637 había gran

copia de medidas del Vulto y Cabeza, y que "anhelaba la devoción por estos rasgos de 

su dueño, proporciones de su hermosura" . Don Francisco de Castro y Mampaso, muchos

años atrás llegado a la Nueva España, pasó en 1648 a San Luis Potosí con el cargo de

Tesorero de la Real Caja; y siendo con particular afecto devoto de Ntra. Sra. de

Guadalupe, de quien se confesaba deudor en muchos trabajos, emprendió edificarle enaquel lugar una capilla, "para cuyo efecto (declaró) traje la hechura de dicha Virgen en 

pincel a este dicho pueblo" , que fue reciida allí por las religiones y vecinos con mucha

veneración y se depositó en el altar mayor de la iglesia parroquial. [ 16 ] Todo esto

prueba, contra lo estampado en su Diario por don Antonio Robles, que hasta 1648 no

sólo vino en creciente la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe, sino que existía más

de una copia de la Imagen.

Verdad es que el primer libro en que se vió la historia de la Aparición a Juan Diego, fue

el publicado por Miguel Sánchez en 1648, al que todavía se piden documentos

auténticos e irrefragables como fuente de su relato. él sólo indicó que había disfrutadounos papeles antiguos, sin determinar cuáles; pero el hallazgo fue cierto, cual se

prueba cotejando su narración con las vetustas narraciones posteriormente impresas. Y

no hay que culparle de que contara con la credulidad de sus lectores; contó más bien

con que antes de poner por escrito el suceso, había corrido tradicionalmente de boca en

boca, aunque para algunos no con todos sus pormenores. Por lo cual anunció en su

prólogo que, ya que le hubieran faltado papeles, tenía de su parte "el derecho común,

grave y venerado de la t radición en aqueste milagro antigua, uniforme y general" . Esto

sí que no hubiera dicho, a no contar con la ratificación de sus lectores. Se le objeta que

no podía ser, puesto que el capellán mismo de la ermita ignoraba la historia. Se alude

a la carta inserta al final del libro, donde el Lic. Luis Lasso de la Vega "confiesa 

sencillamente (son palabras del señor García Icazbalceta) que él y todos sus 

antecesores habían sido unos Adanes dormidos que habían poseído a esta Eva segunda 

sin saberlo, y a él le había cabido la suerte de ser el Adán despertado, lo cual en 

idioma corriente quiere decir que ni él ni todos los vicarios o capellanes de la ermita 

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habían sabido palabra del origen milagroso de la imagen que guardaban, hasta que el 

P. Sánchez lo había revelado" .

Mas primeramente, la figura de segunda Eva no es original de Lasso; pertenece al

mismo Sánchez. El año de 1640, predicó un sermón de San Felipe de Jesús, que dedicó

al Dr. D. Lope Altamirano y Castilla, arcediano de la Metropolitana de México, a quien

dijo: "Quedo con esperanzas de otro m ayor escripto: la segunda Eva en nuestro 

Santuario de Guadalupe, si con el favor de Dios y el de V.S. puedo acogerme a 

disponerlo"  [ 17 ] . Lo que hizo Lasso fue glosar el tropo al estilo del tiempo, inventando

lo de Adanes dormidos, para ponderar el trabajo de Sánchez. Echase de ver en elpárrafo respectivo que no confiesa ignorancia absoluta del origen milagroso de la

Imagen. Dice: "Yo y todos mis antecesores hemos sido Adanes dormidos poseyendo a 

esta Eva segunda en el Paraíso de su Guadalupe mexicano entre las milagrosas flores 

que la pintaron, y en sus fragancias siempre la contemplábamos admirados"  ¿De dónde

procedía esa admiración constante sino de creerla milagrosa? Si fuera claro el sentido

de tamaña ignorancia, no sería menester que en idioma corriente nos interpretasen sus

palabras, como es fuerza hacer de las siguientes: "Mas agora me ha cabido ser el Adán 

que ha despertado para que la vea en estampa y compartida en lo prodigioso del 

milagro; en el suceso de su aparición; en los misterios que su pintura significa; y en 

breve mapa de su Santuario, que habla ya, descifrado todo lo que antes calló tantos 

años..."  Lo cual, a nuestro entender, quiere decir que no sabía cuantos pormenores

escribió Sánchez. Por lo demás, no podía calificar de ignorante a su inmediato antecesor

el P. Bartolomé García, quien dió a Sánchez noticia de los autos y proceso de la

Aparición; ni al Lic. Juan Vázquez de Acuña, capellán asimismo de la ermita, el cual vió

encenderse prodigiosamente las velas del altar de la Virgen; ni al P. Freire, el vicario

más antiguo, a quien no alcanzó.

Censura el señor García Icazbalceta a la autoridad, porque no llamó a cuentas al primer

escritor guadalupano, sino que por un procedimiento enteramente opuesto al natural y

debido, en vez de exigirle las pruebas de aquella historia y de los milagros que contaba,

se dirigió todo el empeño a procurarle los fundamentos que no tenía. "A esta idea extraviada debemos , dice, las tristes informaciones de 1666 . Lo cual implica un error

histórico. Debemos las informaciones al piadoso afán del doctor don Francisco de Siles,

que murió electo arzobispo de Manila. En 1663 se pidió a Roma la concesión de la

festividad del 12 de Diciembre; y sabiéndose por el Procurador, en 1665, "que se 

estaba para remitir Bula remisorial, que parece puede contener las preguntas en orden 

a la testificación del milagro y circunstancias;"  atendida la distancia y para ahorrar

tiempo, solicitó el doctor Siles de los señores Deán y Cabildo Sede vacante que

nombraran Jueces de la causa, los que recibieron las informaciones. Si, pues, la

diligencia fué del doctor Siles, el motivo fué un aviso del Procurador de la causa en

Roma, o mejor, de la Congregación de Ritos, y con objeto no de dar comprobación allibro publicado diez y ocho años antes, sino al milagro acaecido en 1531, "de público y 

notorio, pública voz y fama" , como expresa la novena pregunta del interrogatorio para

el caso formulado.

El Deán doctor don Juan de Poblete, que encabezó la comisión nombrada por el Cabildo

para recibir las informaciones, fué el mismo que había dado su aprobación la relación

de un suceso tradicional, ni habría aceptado el encargo de verificar mediante testigos la

tradición, si antes de sánchez no le hubiese llegado a él y a sus compañeros de

comisión, entre los que estaban nada menos que el doctor don Nicolás del Puerto,

Provisor y Vicario General del arzobispado. [ 18 ] Y puesto que quienes ejercían la

autoridad atestiguaban por sí mismos la tradición, ¿qué cuentas tenían que pedir de

cosa que les constaba, aunque no con todos los pormenores sacados de papeles

antiguos?

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Seis meses después de publicado el libro de Sánchez, dió el padre jesuita Baltasar

González su parecer sobre la obra de Lasso de la Vega, que trata más extensamente de

la aparición y los milagros; y dijo: "hallo está ajustada a lo que por t radición y anales 

se sabe del hecho" . Luego Sánchez no hizo más que escribir la historia circunstanciada.

Los milagros que contó, lo estaban ya en los lienzos y pinturas del Santuario. Fray

Pedro de Oyanguren, que declaró en 1666, manifestó que "le consta de m uchos, que si 

se hubieran de referir no había tiempo para ello, mas de que se remite a los que se 

hallan pintados en dicha ermita" ; y narra el de la curación del indio atravesado por un

flechazo el día de la procesión inaugural [ 19 ] . De esta pintura, "de suficienteantigüedad", habla Cabrera Quintero, como de "una expresión galana de la solemne 

procesión, a la colocación de la Santa Imagen" ; y agrega que, al lado opuesto, la

acompañaba "otra del mismo pincel y tamaño" representativa de la procesión de

penitencia de 1544. [ 20 ]  

El P. Florencia refiere (1686) que el milagro con que fué favorecido un pariente de don

Antonio de Carbajal, estaba "en un lienzo de muy buena mano en el Santuario de esta 

Señora" ; y también menciona la antigua pintura que recordaba la curación de fray

Pedro de Valderrama. Estos y otros milagros se encuentran en la relación de Alba

Ixtlilxóchitl, que indudablemente leyó Sánchez.

La cual está apoyada y confirmada por numerosos documentos. Vamos a recorrer

primero los que examina el señor García Icazbalceta, siguiendo la enumeración del

señor Lic. don José Julián Tornel. Al paso refutaremos fácilmente las objeciones.

1º -Los autos originales form ados por el señor Zumárraga 

Desdeñando sin razón el testimonio de Miguel Sánchez, que supo la existencia de ellos

por el P. Bartolomé García, vicario que fué del Santuario; afirma el señor García

Icazbalceta que nunca existieron. Y pasa adelante.

2º -La carta que el mismo (Zum árraga) escribió a los religiosos de su orden residentes 

en Europa Desecha con igual desdén el testimonio de fray Pedro de Mezquía, quien vió y leyó en el

convento de Vitoria, escrita por dicho prelado, la Aparición de Nuestra Señora de

Guadalupe, según y como aconteció . Recusando este testimonio, se recusa asimismo el

de Cabrera Quintero y del canónigo Sopeña, por quien se supo.

3º -La Historia de la Aparición escrita por el P. Mendieta y parafraseada por D. Fernando 

de Alba 

Mendieta no escribió la Historia. La obra que parafraseó.

4º -La Relación de D. Antonio Valeriano Acerca de ella dice la Carta: "El primero de los documentos ciertos es la historia de D.

Antonio Valeriano. Ya que Sigüenza jura que tuvo una relación de letra de D. Antonio 

Valeriano, no pondré duda en ello" . Tampoco debe ponerla en que Valeriano es su

verdadero autor; pues lo juró igualmente Sigüenza, cuyas son estas palabras: "Digo y 

 j ur o que est a relación hallé ent re los papeles de D. Fern ando de Alba, que tengo todos,

y que es la misma que afirma el Lic. Luis Becerra Tanco haber visto en su poder. El 

original en mexicano está en letra de D. Antonio Valeriano, indio, que es su verdadero 

autor, y al fin añadidos algunos milagros de letra de D. Fernando, también en 

mexicano. Lo que presté al R. P. Francisco de Florencia, fue una traducción parafrástica 

que de uno y otro hizo D. Fernando y también está a su letra"  (Piedad Heroyca , núm.

114.). En estas breves líneas, indubitables, por ser de un sacerdote doctísimo en

nuestra historia, y selladas con juramento, está la clave de lo que parece enigma al

señor García Icazbalceta. "Pero aquí de la desgracia  (añade) porque esta pieza capital 

no existe, ni la ha visto ningún moderno, ni se ha publicado jamás, para que 

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pudiéramos saber lo que decía y cómo lo decía" . Y continúa: "El P. Florencia, que tan 

ampliamente usó de ella..."  Luego existe, aprovechada ampliamente, esta pieza capital

en el libro del P. Florencia, donde los modernos la ve y saben lo que dice y cómo lo

dice. No en su texto original, porque el original está en mexicano y el libro del P.

Florencia en español; sino en su traducción parafrástica, certificada con juramento por

Sigüenza, quien dijo: "Lo que presté al R. P. Francisco de Florencia, fué una traducción 

parafrástica que de uno  (el original de Valeriano) y otro (el escrito de los milagros) hizo 

D. Fernando..."  En otro lugar de su Piedad Heroyca  (núm. 111) lo repitió el mismo

Sigüenza, diciendo: "Que le mandó la Santísima Virgen al dichoso indio Juan Diego (cuyo nombre antes de bautizarse fue Quauhtlatoatzin) fuese a la casa del Obispo y 

que allí le manifestó la imagen es cosa que dicen uniformes cuantas relaciones 

históricas hasta aquí se han impreso, y con especialidad una antiquísima, que aun 

tengo MS. y estimo en mucho, y es la misma que presté al R. P. Francisco de Florencia 

para que ilustrase su historia" .

5º -El cantar de D. Francisco Plácido, Señor de Atzcapotzalco 

Fue "dado al P. Florencia por D. Carlos de Sigüenza, quien le halló entre escritos de 

Chimalpahin. No falta quien piense que no ha habido escritor de tal nombre. Aunque yo 

no me atreva á tanto, creo que la sola circunstancia de haberse cantado el día que "de 

las casas del Sr. Obispo Zumárraga se llevó á la ermita de Guadalupe la sagrada 

imagen", basta para negar la aut enticidad del himno, pues no hubo t al ocasión de que 

se cantase" . En su relación de los milagros, anexa a la de Valeriano contó Alba

Ixtlilxóchitl que la santa Imagen fué llevada procesionalmente de México a Tepeyácac.

Pero, aunque así no fuera y Florencia, que es el que habla de la ocasión, hubiera sido

en el particular mal informado, existió el cantar de don Francisco Plácido. Florencia, lo

tuvo en su poder; se lo dió Sigüenza, para que lo insertara en su historia. Si aceptamos

que le prestó el valioso manuscrito manecionado; no hay por qué neguemos nuestro

asenso al regalo del himno.

Con la aprobación de Sigüenza se dió a la estampa el libro del P. Florencia; y a no ser

cierta la noticia del himno, la hubiera desmentido, como desmintió la aseveración deque la paráfrasis era de fray Jerónimo de Mendieta. Además, toda duda sobre la

existencia de Chimalpahin, entre cuyos escritos se halló el cantar, ha desaparecido con

la publicación hecha en París (1889) por Rémi Siméon, de los Anales de Domingo

Francisco de San Antón Muñoz Chimalpahin Quauhtlehuanitzin, 6ª. y 7ª. Relaciones. si

llegan a imprimirse las demás, que están en la colección Goupil, antes de Aubin, quizás

demos con el cantar, original o copia antigua, de don Francisco Plácido.

6°-El mapa a que se refiere Dña. Juana de la Concepción en las informaciones de 1666 

Declaró la testigo que, por haber sido su padre cacique, era el primero en saber todas

las cosas que sucedían en la ciudad de México y sus contornos, y tan curioso, que todo

lo asentaba en mapas, en que "tenía, si mal no se acuerda, asentada la Aparición de la 

Virgen Santísima de Guadalupe" . Al final aseguró categóricamente que lo declarado por

ella lo "tenían escritos" sus padres. Dos veces robaron al cacique don Lorenzo

Aztatzontzin; le llevaron cuanto tenía de dinero y otras cosas, entre ello sus mapas,

que guardaba más que toda su hacienda; y por eso su hija doña Juana no pudo

exhibirlos. Para el señor García Icazbalceta de nada sirve indicación tan vaga. Pero no

es razón desecharla, como se desechan otras igualmente vagas, por ejemplo, las de

Becerra Tanco y Boturini.

7°-El testamento de una parienta de Juan Diego 

De él da razón Boturini, que lo poseyó original, escrito en lengua indiana. Dice quemenciona las apariciones con estas palabra: Sapa omonextitzino itlaxociuhapilli Santa 

Maria, inoque cayotilique in itlazoteopixque Guadalupe , que traduce de este modo: "En 

Sábado se apareció la muy amada Señora Santa María, y se avisó dello al querido 

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Párroco de Guadalupe"  Y agrega que en dicho documento hay noticia de la castidad en

que vivió Juan Diego durante su matrimonio con María Lucía, que murió virgen,

omomiquili in Ychpochtli . Según el señor García Icazbalceta, que, como otros, critica la

traducción de Boturini, la aparición no es la famosa de Nuestra Señora a Juan Diego,

pues entonces no había el nombre de Guadalupe ni ermita ni sacerdote a quien avisar;

sino que se trata de uno de tantos milagros que por los años de 1555 ó 56 se atribuían

a la imagen. Pero, si así fuera, ¿a qué venía la mención de Juan Diego y su mujer? De

esta circunstancia se colige fundadamente que la parienta del dichoso indio aludió a la

Aparición original. Y no importa que la traducción de Boturini sea de veras infiel.Teopixque es plural: sacerdotes. Está en plural el verbo inoque cayotilique , el cual

debe, al parecer, enmendarse por in oquimocallotilique , reverencial de callotia, nite ,

"aposentar u hospedar a otro", porque no hay cayotia ni cayotilia . En este supuesto, la

frase quiere decir: en sábado se apareció la amada Señora Santa María, a quien

hospedaron en Guadalupe los reverendos padres. Siendo la relación posterior, se ignora

cuántos años, al suceso, no causa extrañeza que se llame Guadalupe al lugar que aun

no tenía tal nombre, cuando aquél ocurrió.

8°-Los testamentos de Juana Martín y D. Esteban Tomelín 

Acerca de ellos dice la Carta: "El Sr. Lorenzana vió los de Juana Martín y D. Esteban 

Tomelín; no publicó el primero, por estar enmendado el año: en el otr o, otorgado en 

1575, hay un legado a Ntra. Sra. de Guadalupe. Este hay que ponerlo a un lado, pues 

dejar un legado a Ntra. Sra. de Guadalupe no es atestiguar su aparición, y pues en 

1575 había ya Iglesia, nada tiene de particular ni prueba nada que D. Esteban le dejase 

una m anda o limosna. Del de Juana Mart ín no conocemos cosa alguna: ni aun la f echa: 

hay quien piense que es el mismo atribuido por Boturini a una parienta de Juan Diego" .

El de Tomelín fue publicado por el Ilmo. Sr. Vera en su Tesoro Guadalupano el año de

1887. No se otorgó en 1575, sino en 1572; y el nombre del testador es Sebastián, no

Esteban. Se aduce para probar la antigüedad del culto; y tiene importancia, porque se

opone a lo que dos años después escribió fray Diego de Santa María al rey,

notificándole que las mandas se dejaban a Nuestra Señora de Guadalupe deExtremadura. Del testamento de Juana Martín, el Ilmo. Sr. Lorenzana, que lo vió

original, escrito en papel de maguey y en lengua mexicana, dice que fue otorgado en S.

José de las Casas Tejapa ante el Escribano Morales; que la testadora, "parienta del

indio V. Juan Diego", dejó unas tierras en el partido de Cuauhtitlán a Nuestra Señora, y

refirió que Juan Diego se crió en San José Millan y estuvo casado con Malintzin o María

[ 21 ] Esto, ya conocido, es alguna cosa.

9°-El testamento de Gregoria Morales 

Existe en la Biblioteca Nacional de París la "Copia de un Papel hecho de masa de

Maguey ,de el que usaban los indios en el tiempo de su gentilidad y principios de su

conversión, que se halla en la Real Universidad de México, en el Museo del Caballero

Dn. Lorenzo Boturini, Inv. 8° N° 47, en que en las primeras letras, que comenzaron a

escribir los Naturales se contiene un Testamento según parece, otorgado ante Gerónimo

Morales Escribano de la Republica de ellos, por Gregoria María: en el que dexa un

pedazo de tierra en Quauhtitlan a Ntra. Sra. de Guadalupe de México. Refiere aver sido

la Aparición de Ntra. Sra. en Sábado, y da razón del Felicísimo Juan Diego, como lo cita

el mismo Cavallero Boturini en su Idea de una nueva Historia General de la América 

Septentrional  impreas en Madrid el año de 1746, fxs. 90 N° 4°. Y a su continuación la

Traducción hecha de orden del Sr. Arzobispo de México y Toledo Don Francisco

Lorenzana, que se halla en el mismo Inventario y Número, por el Br. Dn. Carlos de

Tapia, y reconocida por fiel y exacta por el Lic. D. Joseph Julián Ramírez, ambos

Catedráticos y Synodales de dho. Arzobispado, y Universidad. Deviéndose advertir, que

el original mexicano está tan viejo, roto, y gastadas las letras, que en muchas partes,

ni aun con vidrios de graduación han podido reconocer los Traductores lo que estava

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escrito: por lo que se dexan en blanco los lugares que en él se hallan assí en la Copia,

y Traducción Castellana".

Poseyó copia de este documento el señor doctor don José Miguel Guridi Alcocer, quien

llama a la testadora, Gregoria María (no Morales); dice que en él se asenta la Aparición

y que muchos reputan ser el mismo que el de Juana Martín, si bien obsta la diferencia

de nombres.

10°-La relación de D. Fernando de Alba Ixtlilxóchitl 

"Según la declaración jurada de Sigüenza  (leemos en la Carta) no era m ás que una traducción parafrástica de la atribuida a Valeriano. Por lo mismo, no puede considerarse 

como documento diverso" . No lo sería si comprendiera solamente la relación de

Valeriano; pero contiene también la de los milagros añadida por el mismo Alba

Ixtlilxóchitl, conforme a la citada declaración de Sigüenza.

11°-Los papeles de que el Br. Sánchez sacó su historia de la Aparición 

Cotejándola, en las apariciones y en los milagros, con la primera y segunda parte del

libro impreso por Lasso de la Vega, se adquiere el convencimiento de que éstas,

traducidas por Alba Ixtlilxóchitl, sirvieron a Sánchez para componer su obra. Así es que,

aunque no haya determinado qué papeles halló, la existencia de éstos es indudable.

12°-Unos anales que vió el P. Baltasar González en poder de un indio 

De ellos habló el P. Florencia en los siguientes términos: "De otro escrito en forma de 

anales, tuve noticia estaba en poder del P. Baltasar González, Profeso de la Compañía 

de Jesús, y varón tan eminente en la lengua m exicana, y t an insigne predicador de ella,

que le llamaban, y con razón, el Cicerón mexicano... Este escrito, de mano de un indio,

comprendía la Historia de los Culhuas y Toltecas, desde su origen, anotados los años y 

meses, reducidos los suyos a los nuestros, en que acaecieron los sucesos, hasta el año 

de 1642, en que fué depuesto del Virreinato el marqués de Villena, y le sucedió en él el 

Excmo. señor D. Juan de Palafox y Mendoza, Visitador y Obispo de la Puebla, en el cual 

año, o poco después, debió de morir el cronista o cronistas, porque no pareció de un historiador, sino de muchos que se fueron sucediendo. Entre los casos de la serie de 

esta narración, está el milagro de Nuestra Señora de Guadalupe, en el año que le 

toca" . Al señor García Icazbalceta se le ocurrió preguntar: "¿Por qué dijo  e l m i l a g r o  y 

no  l a Apa r i ción  ?"  A nuestro entender, aludió indiscutiblemente a la Aparición el P.

Florencia, pues dice que entre los casos de la serie está en el año que le toca.

A un milagro distinto del original no le tocaba un año de la serie. Además, lo

demuestran las palabras finales del pasaje: "Y por ventura de esta Historia, se trasladó 

aquel cuaderno que alega el Lic. Luis de Becerra Tanco, y del cual él tradujo, como fiel 

intérprete, los coloquios que Juan Diego tuvo con la Virgen, y la Santísima Virgen con 

Juan Diego"  [ 22 ] . Por último, se confirma que un documento de esa clase estuvo en

poder del P. González, con el Parecer que dió acerca de la obra impresa por Lasso de la

Vega sobre la Aparición, donde dijo: "Hallo está ajustada a lo que por tradición y anales 

se sabe del hecho..."  Si no hubiera visto anales, no habría dicho tal cosa.

13°-La historia de la Aparición en mexicana, publicada por el Br. Lasso de la Vega 

Repetiremos que la relación de Valeriano parafraseada por don Fernando de Alba es la

que Sigüenza prestó al P. Florencia ,quien usó ampliamente de ella, al decir del señor

García Icazbalceta. Sabiendo dónde está la traducción española, substancialmente, al

menos; resta indagar el paradero del original mexicano. Nos guía la declaración de

Sigüenza: "Digo y juro que esta relación hallé entre los papeles de D. Fernando de 

Alba... y que es la misma que afirma el Lcdo. Luis de Becerra Tanco.... haber visto en 

su poder... El original en mexicano está de letra de D. Antonio Valeriano, indio, que es 

su verdadero autor..." 

A su vez, había dicho Becerra Tanco en el Papel  que presentó en las informaciones de

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1666: "Un mapa de insigne antigüedad certificó haber visto y leído con unos renglones 

añadidos... en poder de D. Fernando de Alba... y vide un Quaderno escrito con las 

letras de nuestro Alphabeto de mano de un indio, en que se referían las quatro 

Apariciones de la Virgen Santísima al Indio Juan Diego, y la quinta a su Tío de éste 

Juan Bernardino, el qual fué el que se dió a las Prensas en lengua Mexicana por orden 

del Licenciado Luis Lasso de la Vega..."  Con que entre los papeles de Alba halló

Sigüenza la relación mexicana de Antonio Valeriano, que es la misma que afirma

Becerra Tanco haber visto en poder de Alba. Becerra Tanco la vió, en efecto, y por su

parte afirma ser la que se dió a las prensas en la lengua mexicana por orden del Lic.Lasso de la Vega en 1649. Luego en el libro de éste se halla la relación original de

Valeriano.

14°-Una Historia de la Aparición que hasta 1777 se conservaba en la Universidad de 

México, "cuya antigüedad remonta hasta tiempos no muy distantes del suceso" 

El Dr. Uribe (1777), por quien se tuvo noticia de esta Historia, no dijo más sino que

estaba escrita en mexicano y "archivada en la Real Universidad, cuya antigüedad,

aunque se ignora a punto fijo, se conoce que se remonta hasta tiempos no muy 

distantes de la Aparición, y a por la calidad de la letra, ya por su materia que es m asa 

de maguey, de la que usaban los indios antes de la conquista" . Aun sin otros datos,

excusado está el temor que manifiesta el señor García Icazbalceta, de que en ella se

hable sólo de mandas o limosnas.

15°-El añalejo de la Universidad citado por Bartolache 

Algo más que citarlo hizo; pues dió a conocer los pasajes en náhuatl que relatan la

aparición de la Virgen a Juan Diego. Ya que es imposible negar la existencia de este

documento, certificada por el Secretario de la Universidad, cuya firma autentificó un

escribano real, se pretende disminuir su valor, diciendo que es copia; y se tacha de

errada la correspondencia del año 1548 con el símbolo mexicano 8 pedernal , sin

advertir que parece errata de Bartolache.

Según el cual, tiene el asiento de 1531 figurada la característica de la caña y debajo elnúmero 13, y en verdad tr ece caña corresponde a 1531. Mas al traducir el de 1548,

anota solamente que el año 8 pedernal coincidió con 1548. La correspondencia exacta

es de cuatro pedernal . En vez de 4, puso 8. No es creíble que la equivocación sea del

analista: porque el signo tecpatl  pedernal, está bien puesto a 1548; y desde 1531, que

está cercano, era sobrado fácil seguir la numeración de las trecenas, conforme a la

cronología india. Comprende el añalejo sucesos de 1454 hasta 1737, que es

precisamente, dice el señor García Icazbalceta, el año de la peste, causa u ocasión de

la jura del patronato de Nuestra Señora de Guadalupe. Por lo cual cree que "muy fácil 

fue añadir entonces en la copia estos pasajes, al frente de los signos correspondientes" .

Contra esta suposición reclama Marcelo de Salazar, el copista.

Así como Bartolache cuidó de autentificar el documento, cuidó de alejar sospechas,

poniendo a la cabeza del manuscrito: Inin Quaderno amoxtli itech neztoc tlilancoc inin 

ixiuatlapualtzi in t otecuiyo Dios inic oquimachiotitaya in tlen om ochiuctaya initech in 

cahuitl in huehetixtlamaque ipan inin Nueva España. In quennami neztoc inipan original,

zanyuhqi inic oniquixcopin nehuatl Marcelo Salazar, etc. Lo que Bartolache tradujo: "En 

este cuaderno de papel aparecen escritos por cuenta y razón de años de nuestro Señor 

Dios, según se iban apuntando los sucesos ocurrentes por los viejos sabios, aquí en 

Nueva España. Y conforme está escrito en el original, lo copié yo Marcelo de Salazar" .

16º -Noticias Históricas de Juan Suárez de Peralta 

A la lista precedente, que, como está dicho, formó el señor Lic. Tornel, agrega el señorGarcía Icazbalceta una noticia sacada de las históricas de la Nueva España, que hacia

1589 escribió Juan Suárez de Peralta, quien refiere que el virrey Enríquez "llegó a 

Nuestra Señora de Huadalupe, que es una imagen devotísima, questá en México, como 

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dos lehuechuelas, la cual ha hecho muchos milagros (aparecióse entre unos riscos, y a 

esta devoción acude toda la tierra), y de allí entró en México..."  A guisa de comentario

se lee en la Carta que Suárez anuncia esa aparición con igual sequedad que el

testamento de una parienta de Juan Diego, "entre un paréntesis, y sin hacer caso de 

ella. No llama a la imagen aparecida, sino devota" . De donde infiere que Suárez trata

de una aparición cualquiera, "de las m uchas que se cuentan, que no deja rastro de sí,

ni pasa de la persona favorecida" . Empero si el historiador no aludiera al milagro de

origen, hubiera expresado alguna circunstancia del caso particular a que se contraía. En

otra parte (cap. I) hemos aclarado que no hay tal paréntesis en el manuscrito deSuárez; quien después de haber dicho que la Imagen se apareció entre unos riscos no

necesitaba llamarla aparecida. Que no dejó rastro de sí. Pues, ¿no leemos que a esta

devoción acude toda la tierra ? ¿Qué rastro más largo se quería ver?

Quitando tres documentos repetidos en la lista, quedan trece; a los que vamos a sumar

otros, que olvidó citar el señor García Icazbalceta o que no le fueron conocidos.

14º -Un mapa de insigne antigüedad escrito en figuras y caracteres, que el Br. Becerra 

Tanco vió en poder de don Fernando de Alba Ixtlilxóchitl 

Entre otros sucesos acaecidos después de la pacificación y reino mexicano tenía

"figurada la Milagrosa Aparición de nuestra Bendita Imagen", según dijo Becerra Tanco

en su declaración jurada en las informaciones de 1666.

15º -Cantar de los indios ancianos en los mit otes que hacían cuando se celebraba la 

fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe en su templo, antes de la inundación de México 

(1629)

En él se refería la aparición de la Bendita Imagen en la manta de Juan Diego y también

los milagros que obró el día de su colocación en la primera ermita. Lo oyó el mismo

Becerra Tanco, según afirmó en su declaración mencionada.

16º -Relación de Chimalpain escrita en m exicano 

En el año 12 pedernal , 1556, puso este autor el pasaje siguiente: Auh cano ypan yn yhcuac monextitzino yn totlaconantzin sancta Maria Guadalope yn Tepeyacac . En el

mismo año se apareció nuestra Digna Madre Santa María de Guadalupe en Tepeyácac.

Publicó estas Relaciones Mr. Siméon el año de 1889 en París con el título de Annals de 

Domingo de San Anton Muñon Chimalpahin Quauhtlehuanitzin - 6e. et 7e. Relations 

(1258-1612).

17º -Manuscrito mexicano de Juan Bautista 

En él se lee: ynipan xihuitl mill e quiºs 55 aºs yquac monextitzino in sancta maria de 

quatalupe yn ompa tepeyacac . El año de 1555 se apareció Santa María de Guadalupe en

Tepeyácac.

Se conservan estos anales en el archivo de la Basílica Guadalupana.

18º -Anales de la Catedral de México, en lengua "náhuat l" 

Comprenden los años de 1519 a 1739; y de ellos se copiaron los dos textos siguientes:

1531 Otlalmanque in quixtianotzin cuitlaxcoapa Ciudad de los Angeles. Zano ipan inin 

xihuitl in Juan Diego oquimotenextli in tlaço nantzin cihuapilli Guadalupe México.  

1548 Omomiquili in Juan Diego oquimonextilitzino in Tlaço Cihuapilli Guadalupe México.

Traducción:

1531. Los cristianos allanaron el suelo de Cuetlaxcoapan, Ciudad de los ángeles. En 

este mismo año Juan Diego manifestó a la amada Madre y Señora de Guadalupe de 

México.

1548. Murió Juan Diego a quien se apareció esta amada Señora de Guadalupe de 

México.

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El señor Dr. don Agustín de la Rosa vió los textos en mexicano y asegura haber visto

tambien su traducción castellana en un tomo manuscrito existente en el Museo

Nacional. [ 23 ]  

19º -Anales de Cuetlaxcoapan en mexicano, inéditos 

Después de dar noticia de la venida del Presidente gobernador de México y del obispo

llamado Fray Juan de Zumárraga en un año pedernal , añaden yn huel ycuac 

monextit zino yn totlazonantzin de guadalupe , y entonces se apareció nuestra amadaMadre de Guadalupe.

Debo el inestimable favor de haber hojeado estos Anales a mi amigo don Federico

Gómez de Orozco, su dueño.

20º -Anales de Tlaxcala ( 1519-1720) en mexicano, inéditos 

En un año 1510 tecpatl  se da noticia de la venida del nuevo Presidente y se agrega:

zanno ypan xihuitl m onextitzino tot laconantzin de hualolope quim onextili macehualtzintli 

ytoca Juº. Diego . En el mismo año se apareció nuestra amada Madre de Guadalupe, y

se manifestó al pobre indio llamado Juan Diego.

También pertenece este MS. a don Federico Gómez de Orozco, quien me lo prestó

bondadosamente.

21º -Noticias curiosas (1519- 1738), sacadas de un cuadernillo semejante al Añalejo de 

Bartolache 

Ahí se lee: de 1531 as. otlalmanque in quicht ianome Cuitlachquapam Ciudad de los 

Angeles, sanno ipan inin xihuitl in Juan Diego oquimotenextlili (in Juan Diego,

oquimotenechtili) in totlaco Cihuapilli Guadalupe Mexico.- Año de 1548 omomiquili in 

Juan Diego in oquimotenechtilitzino in tlaco Cihuapilli Guadalupe Mexico . El colector

mismo tradujo de esta manera: En el año de 1531 fundaron los Españoles la Ciudad de

la Puebla o Cuitlaxcoapan (que así la llaman los Indios en Mexicano) y en el mismo año

se apareció a Juan Diego Ntra. Sra. de Guadalupe de México. - En el año de 1548 murióJuan Diego al que se le apareció Ntra. Sra. de Guadalupe de México.

Estas "Noticias curiosas" se hallan asimismo en poder de don Federico Gómez de

Orozco.

22º -Testamento del dichoso Juan Diego 

En el inventario que de los documentos recogidos a Boturini hizo en 1745 don Patricio

Antonio López, y que se conserva en el Museo Nacional, bajo el número 40 listó quince

fojas, donde "se hallan diferentes cantares en lengua mexicana y española en elogios 

de la m isma m ilagrosa aparición; y entre ellos una Copia simple del testamto. del 

dichoso Juan diego con vn Mapa, y en él vna Iglesia, y en su atrio vn Religioso Franciscano y v n Yndio como que le está exhort ando; pertenece al pueblo de Sn. Juan 

Bapta. de vno de los circuitos de esta Corte" .

23º -Un mapa de lienzo, grande como una sábana, donde, entre cosas de la conquista,

está dibujada la Bendita Imagen de Nuestra Señora y Patrona de Guadalupe, con la 

perspectiva de su primera Ermita 

Lo descubrió Boturini, quien lo cita en su Idea de una nueva Historia General de la 

América Septentrional, ... § XXVI. 

24º -Ms. original en m exicano, que t rata de m uchas cosas pertenecientes al Im perio 

Mexicano y refiere "el haberse aparecido la Santísima Señora en el Cerro de Tepeyácac" 

Lo listó Boturini en su Catálogo , § XXXV, núm. 2.

25º -Dos MMS. originales en mexicano, piezas sueltas de la historia del I mperio 

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Mexicano, que "mencionan en cortos renglones la Aparición en el año que le toca" 

Dió noticia de ellos Boturini en su Catálogo, § XXXV, núm. 3.

26º -Historia de la Milagrosa Im agen de Nuestra Señora de los Remedios por el capitán 

don Luis ángel de Betancourt 

Fué escrita de 1616 a 1622 en verso castellano. La tuvo en su poder Boturini

(Catálogo , § XXXIII, núm. 11); se conserva en el Archivo General de la Nación y la

publicó por primera vez en 1908 el señor canónigo don Vicente de P. Andrade.

Cantó su autor en términos muy claros el milagro de la santa Imagen:

A Tepeaquilla baja diligente,

Y entre tajadas peñas y redondas

Verás mi imagen cerca de las ondas.

No como aquí, de bulto, de pinceles

Que en blanca manta el gran Apeles tupe,

Porque Dios, verdadero Praxiteles,

Allí me advocará de Guadalupe.

Como se ve, a los trece documentos de la lista que formó el señor Lic. Tornel en 1849,

añadimos hoy otros tantos. Los autores de dos de éstos son del siglo XVI: Juan Bautista

y Chimalpain. El mapa de Alba Ixtlilxóchitl y el cantar de los indios ancianos oído por

Becerra Tanco, son anteriores al libro de Miguel Sánchez. Sólo por la mención relativa

conocemos los Anales de la Catedral de México; pero los de Cuetlaxcoapan, los de

Tlaxcala y las "Noticias curiosas", los tres en mexicano, así como los de la Catedral,

nos son conocidos íntegramente. De cuatro documentos citados por Boturini no

tenemos más que su noticia; en cambio, anda en letras de molde la Historia compuesta

por el capitán Betancourt, que más de un cuarto de siglo precedió al libro de Sánchez.

Juan Bautista y Chimalpain refieren solamente que Santa María de Guadalupe se

apareció en Tepeyácac; poniendo el primero la Aparición en el año de 1555 y el

segundo en 1556.

Más valiosa es la noticia de los Anales de la Catedral, porque al milagroso

acontecimiento de 1531 añaden la muerte de Juan Diego en 1548, concordando en una

y otra fecha con la relación de Valeriano y la adición de los milagros por Alba

Ixtlilxóchitl.

Los Anales de Cuetlaxcoapan traen la Aparición en un año pedernal : habiendo escrito el

analista 1510 tecpatl , quiso por ventura significar 10 tecpatl , que corresponde al año

1528, en que, como anotó, vino el señor Zumárraga. El sincronismo de esta noticia con

la del advenimiento del Presidente (Nuño de Guzmán), que también dió, es exacto;

pero no lo es con la aparición de Nuestra Señora.

Los Anales de Tlaxcala enlazan la venida del Presidente (entendemos que el Sr.

Ramírez de Fuenleal) con el suceso de la Aparición, agregando a éste la circunstancia

de que a Juan Diego se manifestó nuestra amada Madre de hualalope .

Las "Noticias Curiosas" hablan de que Nuestra Señora de Guadalupe se apareció en

1531 a Juan Diego y que éste murió en 1548, haciendo sincrónica la primera noticia

con la fundación de Cuetlaxcoapan o Puebla de los ángeles, lo mismo que hacen los

Anales de la Catedral.

Entre los documentos que llamaremos sueltos, tiene precedencia el testamentoconocido con el nombre de Juana Martín, por las importantes circunstancias que refiere.

Del conjunto resulta la prueba indubitable. No obsta el yerro de fecha en unos ni la

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inexactitud del sincronismo en otros, si, como es notorio, todos convienen en la esencia

del milagro. Las diferencias accidentales son inherentes a un relato transmitido de viva

voz: nada más natural que distintas personas en distintos tiempos conmemoren el

suceso, quién con detalles, quien sin ellos, aun equivocando la fecha o alguna otra

circunstancia. La uniformidad absoluta sería otro prodigio.

De los documentos enumerados algunos no han llegado a nuestras manos; pero no

cabe dudar de su existencia, porque no es dado tachar de mentirosos a sacerdotes

como Mezquía, Florencia, Becerra Tanco, González, Uribe, Lorenzana, y con ellos alcaballero Boturini, que los vieron.

No tenemos originales sino copias. Por desgracia, de los archivos mexicanos han salido

y andan por los cuatro vientos diseminados tesoros pictográficos y manuscritos: no por

eso merecen desdén las reproducciones, que un acaso feliz nos depara, especialmente

si las abona su antigüedad o su procedencia. Las Crónicas que, para ilustración de

nuestra historia general, sacó a luz con no poco trabajo y a toda costa el señor García

Icazbalceta, son copias venidas del extranjero. Fuera de nuestro país halló en copia el

Motolinía y el Mendieta. Fuera se encontró el Sahagún.

Nada extraño es, por tanto, que sólo en copia manuscrita tengamos los documentos

guadalupanos. Se entiende los sueltos; que afortunadamente las relaciones principales

están en el libro impreso por Lasso de la Vega, tomadas del texto original, según el

irrecusable testimonio de Becerra Tanco y Sigüenza. Tenemos, además, en traducción,

dos fragmentos de relaciones mexicanas, que confirman la de Antonio Valeriano.

La comparación con ellas del libro de Miguel Sánchez demuestra que éste las conoció

parafraseadas y antes de ser impresas. Así es que no podemos dar asenso al señor

García Icazbalceta, cuando asegura que, inflamada la devoción de Lasso con el relato

de Sánchez, quiso divulgarlo entre los indios y para ello lo abrevió y puso en lengua

mexicana. Todo el que lea a Lasso se persuadirá de que éste no abrevió la narración;

antes le añadió al fin algo de su cosecha.

Y, en resumen, con escritos de indios y de españoles, anteriores a 1648, estápositivamente comprobada la verdad de la Aparición, lo mismo o mejor que puede

estarlo otra piadosa maravilla en los fastos de la Cristiandad.

Referenc ias ( t odas or ig ina les de l L ic. Ve lázquez)

[ 1 ] Esta cita y las que siguen de la Información se refieren al texto publicado por el Sr.Pbro. D. Fortino Hipólito Vera, después obispo de Cuernavaca, en su obra La Milagrosa 

Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, comprobada por una información levantada en el siglo XVI , Amecameca, 1890. Los números que entre paréntesis ponemos, son losde las páginas de dicho texto.

[ 2 ] Archivo General de Indias (60-2-16). Nota del R.P. Mariano Cuevas, Historia de la 

Iglesia en México , II-73.

[ 3 ]  Cartas de Religiosos de Nueva España , edición de don Joaquín García Icazbalceta,México, 1886, pág. 32.

[ 4 ]  Descripción del Arzobispado de México, hecha en 1570 , edición de don Luis García

Pimentel, México, 1897, pág. 425.

[ 5 ] JUAN B. MUñOZ. Memoria sobre las apariciones y el culto de nuestra Señora de 

Guadalupe , núm. 16.

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[ 6 ]  I d. , núm. 26.

[ 7 ] VERA. Tesoro Guadalupano , Amecameca, 1889, pág. 90.

[ 8 ] Obras de D. José Bernardo Couto, edición Agüeros, México, 1898, I-204.

[ 9 ]  Bibliografía Mexicana del Siglo XVI  por don Joaquín García Icazbalceta, México, 1886,págs. XIX y XXVII.

[ 10 ]  Tesoro Guadalupano , pág. 76.

[ 11 ]  Segunda parte de la Historia de la Provincia de Santiago de México , México, 1900,pág. 454.

[ 12 ]  Noticias de México , edición de don Joaquín García Icazbalceta, México, 1880, pág.273.

[ 13 ] Lib. 7°, núm. 3.

[ 14 ]  Tesoro Guadalupano , pág. 124.

[ 15 ] CABRERA. Maravilla Americana , §IV.

[ 16 ]  Colección de Docum entos para la Historia de San Luis Potosí , por el Lic. PrimoFeliciano Velázquez, San Luis Potosí, II-102 y 116.

[ 17 ] VICENTE DE P. ANDRADE. Ensayo Bibliográfico Mexicano del Siglo XVII , núm. 227.

[ 18 ] VERA. Informaciones sobre la Milagrosa Aparición de la Santísima Virgen de 

Guadalupe, recibidas en 1666 y 1723 , Amecameca, 1889, págs. 4 a 6.

[ 19 ]  I d. , pág. 76.

[ 20 ]  Escudo de Armas de México , núms. 701 y 702.

[ 21 ]  Cartas de D. Fernando Cortés , Serie de los Virreyes, nota 2ª.

[ 22 ]  Estrella del Norte de México , cap. XVI.

[ 23 ]  Dissertat io Histórico-Thelogica de Apparitione B.M.V. de Guadalupe, Guadalaxarae ,1887, pág. 98.

.

Bib l iogra f ía :

VELáZQUEZ Primo Feliciano, La Aparición de Santa María de Guadalupe, Edit. JUS, edición facsimilar de la primera edición de 1931, 1981

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. Investigación Documental sobre la Virgen de Guadalupe  .

La Prueba Directa de la Tradición

Capítulo XVIII del libro La Aparición de Santa María de Guadalupe , del estudioso

nahuatlato D. Primo Feliciano Velázquez (autor de una de las más difundidas

traducciones del Nican Mopohua ), Editorial JUS, edición facsimilar de la primera edición

de 1931, 1981

Las palabras de Joaquín García Icazbalceta se resaltarán con cu r s i vas r o jas  , y los textosde otros autores o documentos citados por Velázquez irán en curs ivas azu les  . Demásresaltes por Jesús Hernandez.

CAPíTULO XVIII

LA PRUEBA DI RECTA DE LA TRADI CI ON

Las informaciones de 1666 y 1723.- Su comparación con la del señor Montúfar.- A documentos mudos, veintiséis

expresivos.- La aseveración del P. Bustamante y un decreto del Concilio I Mexicano.- Contradicción de los

pintores de Bartolache a Miguel Cabrera y compañeros.- Falsa conjetura acerca del origen de la ermita.- La

relación de Valeriano no es pieza dramática.- El testamento de Juana Martín.- Por qué, según el señor García

Icazbalceta, se fijó al suceso de la Aparición el 12 de diciembre. 

Si faltaran documentos, bastarían las informaciones que tenemos, para comprobar la

tradición del milagro guadalupano. Cabalmente por medio de testigos se acredita la

fama pública de sucesos remotos. De 1531 a principios de 1666 corrieron 134 años.

Indios octogenarios o más que centenarios, que alcanzaron a padres y abuelos,

igualmente longevos, declararon lo que oyeron a sus progenitores. Fué público el

acontecimiento, que afamó a Juan Diego en su pueblo, donde todos le conocían y

donde él no pudo menos de contarlo, aparte de que se pregonó y celebró

 jubilosamente. Allí abundaban los testigos, y levantar la información fué por extremo

fácil. A la cual no dió motivo la publicación del libro de Miguel Sánchez, sino el anuncio

de que la Curia Romana iba a pedir la testificación del milagro, para proveer a la

petición de día festivo. Los testigos de la información del señor Montúfar, que se

redujeron al sermón del P. Bustamante, cuyos términos se trataba de fijar, nada dijeron

de la Aparición, pero tampoco nada contrario a las declaraciones posteriores de los

indios de Cuauhtitlán, las cuales versaron sobre lo que tradicionalmente supieron.

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¿De qué otra manera podía comprobarse lo que en particular concernía a los indios?

Otros que no lo fueron, trece entre sacerdotes y caballeros seglares, todos sujetos de

lustre, atestiguaron también, unánimes y concordes, como recibida de sus padres y

abuelos y otras personas antiguas, de todos estados, puestos y calidades, la noticia de

la aparición de la santa Imagen en la tilma de Juan Diego. Dos más hicieron lo mismo,

en el primer tercio del siglo XVIII; siendo uno de ellos el V. fray Antonio Margil de

Jesús. Con los cuales se contaron veintitrés testigos intachables.

De la información de 1666 supo el señor García Icazbalceta, por el breve extracto del P.

Francisco de Florencia, quien no cita más que seis declaraciones de los testigos indios,

siendo ocho, y de los no indios trece, pero en dos únicamente los nombres. De haberla

leído aquél en las testimoniales que guardaba la Colegiata, no habría escrito que

apenas publicado el libro de Sánchez, "aparecen por todas partes testigos calificados 

que unánimes y bajo juramento declaran saber de mucho tiempo atrás lo que hasta 

entonces nadie, ni ellos, habían sabido" . En indios analfabetos, ¿Qué influencia pudo

ejercer el citado libro?

Es dado relacionar con él las declaraciones, por el asunto; pero las distinguen su

contexto y circunstancias. Para desecharlas, habría que demostrar que los testigos no

pudieron haber oído lo que refieren; y para desvirtuar la confirmación que de ellas

hacen quince personas prominentes, indispensable sería probar que éstas son indignas

de fe.

Impotente para una y otra cosa, cae en confusión el impugnador. "No me haría fuerza 

el caso  (confiesa) si solamente se tratara de los testigos indios, porque siempre han 

sido propensos a las narraciones maravillosas, y no muy acreditados por su veracidad; 

pero cuando veo que sacerdotes graves y caballeros ilustres afirman la misma falsedad,

no puedo menos de confundirme, considerando hasta dónde puede llegar el contagio 

moral y el extravío del sentimiento r eligioso" . Sin embargo, le faltó decir quién contagió

a quién. Lo declarado por los indios en Cuauhtitlán del 7 al 22 de enero quedó ignoradode los no indios, que atestiguaron en México del 18 de febrero al 11 de marzo del

mismo año de 1666; y mas aun de los que rindieron su declaración en 5 de mayo y 16

de junio de 1723, cuando el expediente de las anteriores informaciones se había

perdido. Los indios contaron el suceso, en su lengua, como lo sabían de sus padres y

abuelos y otras personas de su pueblo, dando nombres y señales particulares. Sus

pormernores no fueron ni podían ser repetidos por los no indios, quienes limitaron su

narración a la esencia, tal como les llegó por sus deudos y otras personas antiguas, que

hasta la existencia de los cuahtitlanenses ignoraron. No fue posible contagio de unos a

otros testigos; ni se adivina cómo en sacerdotes graves, prelados de conventos, se

haya extraviado el sentimiento religioso. El contraste choca. Sube el P. Bustamante a

un púlpito y en arrebato de cólera, que se toma como muestra de encendido celo,

clama contra la devocion que califica de idolátrica, siendo ortodoxa, por quitarla a los

indios, a pesar de que no sólo ellos la profesaban, sino el pueblo entero. En aquel

predicador no se tuvo eso por extravío del sentimiento religioso; ¡y a sacerdotes

graves, que, bajo juramente, y algunos después de celebrar a propósito el Santo

Sacrificio de la Misa, atestiguan el origen de la devoción, se les echa en cara su

testimonio como señal de extravío y de contagio moral!

No osando culparlos de perjurio, aunque "afirmaban bajo juramente lo que no era 

verdad" , se recurre por explicación al fenómeno, que se dice bastante común en los

ancianos, de que a persuadirse llegan de ser cierto lo que han imaginado. En maneraque por negar un milagro, se inventa otro: que trece testigos, no todos ancianos, pues

uno apenas pasaba de 55 años, imaginaron el mismo suceso y del mismo modo. Los

imaginantes, en todo caso, serían las personas que tal les contaron, a cada uno en

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lugar y tiempo distinto que a los demás.

"Se juzgará sin duda  (tuvo que manifestar el señor García Icazbalceta) absurdo y 

atrevido desechar así un instrumento jurídico; pero el hecho es que la demostración 

histórica no admite réplica, y que las afirmaciones de unos veinte testigos de oídas, por 

calificadas que sean, no pesan m ás que la terrible información de 1556 y el m udo pero 

unánime y desapasionado testimonio de tantos escritores, no menos autorizados que 

aquellos testigos, y que llevan a su frente al I lmo. Sr. Obispo Zum árraga" .

Algo es ya poner en pie de igualdad las afirmaciones de veinte testigos (son veintitrés)calificadas , con el mudo testimonio de tantos escritores, no menos autorizados .

Queda al fin paliado aquello del contagio y extravío del sentimiento religioso. Pero si

enfrente de los escritores mudos, que no son tantos, hay veintitrés elocuentes testigos,

no pesaran más aquellos que éstos. Decimos que no son tantos los escritores,

contando los que han sido mencionados por sus nombres. A los frailes, directa o

indirectamente mezclados en discordias enojosas con los obispos, se resiste llamar

desapasionados. Más si, prescindiendo de ello, quitamos a los autores que no pudieron

hablar de la Aparición, como Mendieta y Sahagún, por no contradecir a las claras al P.

Bustamante; o que no tuvieron ocasión, a causa de que su relato no alcanzó el tiempo

del suceso, como Las Casas, Durán y Tezozómoc; o que no quisieron, como Muñoz

Camargo y Dávila Padilla; o que no supieron, como Daza, Fernández y Gil González

Dávila, mengua la cifra en tal grado, que ni por hipérbole admitimos lo de tantos 

escritores que llevan a su frente al señor Zumárraga.

Al revés, frente a documentos mudos, presentamos veintiséis expresivos, dos de pluma

española y los restantes de figuras o letras de indios, que nosotros mismos criticamos

con severidad extrema, porque uno tiene enmendada la fecha, otros la muestran

equivocada, cuáles no se han impreso, cuáles nos constan solamente por el dicho de

quien los vió y lo dijo a otro y éste a otro. Les damos, sin embargo, crédito, porque sus

autores son muchos para falsarios. El tiempo en que vivieron era de fe; y para creer o

hacer creer, no necesitaban artificio. Los yerros que cometieron algunos, son fáciles deexplicar. Empezaban a escribir; no sabían contar bien; confundían la correspondencia de

los números arábigos con los signos cronográficos mexicanos; y si al compilar sus datos

caían en anacronismos, bien sabemos que de ellos no están exentos los cronistas

religiosos mismos. Hay dos relaciones completas, de don Antonio Valeriano y don

Fernando de Alba Ixtlilxóchitl, de suyo bastantes para comprobar la tradición y que

están por encima de la crítica. Las demás que nos han llegado, a pesar de sus defectos

y por estos mismos, ostentan el sello de su época, que es prueba de su autenticidad. Si

fueran irreprochables, darían margen a sospecha, como si en los vetustos monumentos,

en vez de inscripciones borrosas, imperfectas y mutiladas, halláramos limpios, claros e

intachables caracteres. A la cabeza de estos relatores de la Aparición es donde

 justamente ha de ponerse al señor Zumárraga, en el supuesto de que hubo autos

originales y que del milagro dió noticia al convento de Vitoria.

Pasando luego de los documentos en mención, en copia, incompletos o completos, a los

testigos de oídas, la réplica a los impugnadores es más terrible de lo que puede ser por

sí sola la información de 1556. Esta demuestra la antigüedad y fervor del culto y la

fama milagrosa de la santa Imagen; de lo que, en su natural enlace con los escritos

alegados, resulta el prodigio de la Aparición como causa de aquel efecto. El único

testigo, llamémosle así, que entre los de aquella información depuso en contra, fue el P.

Bustamante, afirmando que la Imagen es pintura del indio Marcos. Lo afirmó, queremos

creerlo, de oídas: si le hubiera constado de vista, así seguramente lo hubiera dicho.Pues a ese testigo único oponemos veintitrés también de oídas, pero entre ellos los

prelados de las órdenes religiosas y hasta un Venerable, fray Antonio Margil de Jesús,

conjunto no se puede más calificado y más fidedigno que la sola personalidad de

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Bustamante.

Traditio est, nihil amplius quaeras , puso Miguel Sánchez en su prólogo, no sin haber

antes anunciado que había visto papeles bastantes, y asegurando que, aunque todo le

faltara, tenía la tradición en su apoyo. Becerra Tanco, a su vez, que de los papeles

bastantes dió traducida la parte principal, prefirió atenerse a la tradición, en calidad de

testigo, mentando por sus nombres a cinco personas prominentes, de muchas a quienes

la oyó, y que a su turno la recibieron de los contemporáneos del suceso. Si, además, se

considera que los ya referidos testigos, en su mayor número vivieron diez, veinte o másaños del siglo XVI, y por consiguiente recogieron sus informes de voz autorizada, con

igual seguridad que los citados historiadores, inútil es analizar el párrafo donde el señor

García Icazbalceta sostuvo que la tradición no existía antes de aparecer el libro de

Sánchez. Anotaremos, con todo, que define la tradición equivocadamente: quod ubique,

quod semper, quod ab omnibus traditum est . No se refiere a la transmisión sino a lo

transmitido la fórmula de san Vicente de Lérins: verdadero es lo que por dondequiera y

siempre todo el mundo transmite. La cual, según Perrone, es de entender en sentido

positivo, quod semper, ubique et ab omnibus creditum est, non possit non esse verum ;

mas nunca en el negativo, ita ut v erum aut certum non sit censendum quidquid 

semper, ubique et ab omnibus creditum saltem explicite minime fuerit . Es absurdo el

sentido negativo, prorsus absurdum , de tener por falso lo que no crean siempre todos y

en todas partes [ 1 ] . Porque casos particulares no demuestran incredulidad general o

absoluta.

Aunque en 1556 no se hubiera levantado un clamor general contra el P. Bustamante,

que atribuyó osadamente al pincel de un indio la imagen celestial; aunque el virrey

Enríquez no haya logrado saber en 1575 el origen del culto; aunque en 1622 no lo

haya predicado el P. Zepeda; y aunque el Br. Lasso con aquellos de los Adanes

dormidos haya dado a entender en 1648 que hasta entonces vió en la santa Imagen

circunstancias para él ignoradas; no se infiere de ahí que los demás mexicanos

ignorasen o no creyesen el milagro de la Aparición. A México entero escandalizó el P.Bustamante, y muchos hasta pidieron que fuese enviado a España para su castigo: he

ahí el clamor general, no sólo porque reprobase en los indios la devoción guadalupana,

so pretexto de que idolatraban, sino porque pretendía quitarla a todos, mientras que el

señor Montúfar los animaba a ella. A casos particulares negativos pueden oponerse

otros positivos. Vivían a la sazón Mateo Juárez, Ventura Juárez y María Ana, su esposa,

todos de Cuauhtitlán, que conocieron bien a Juan Diego, de cuya boca supieron la

Aparición, y pudieron, por tanto, desmentir al predicador. No lo hicieron; pero después

informaron del milagro a sus hijos, Mateo a Gabriel Juárez, que nació ese año, Ventura

y María Ana a Andrés Juan, ya entonces de dos o cinco años [ 2 ] .

Con aquellos por vía de ejemplo, se prueba que existía la tradición; con éstos, que

había quienes pudieron comunicarla al virrey Enríquez para su carta de 1575, si se le

hubiera ocurrido interrogarlos a ellos o a otros como ellos, que en su mismo pueblo no

faltaban. El P. Zepeda en su sermón de 1622 pasó en silencio la Aparición, a lo que

creemos, por no ser su asunto; y el bachiller Lasso en 1648 manifestó que hasta

entonces había ignorado, según se colige, las circunstancias, calificándose a sí y a todos

sus antecesores en la guarda del Santuario, de Adanes dormidos, sin ningún

fundamento notorio por lo que a ellos toca.

Pero tanto en ese año como en el de 1622 florecían ya los Cuevas Dávalos, los

Oyanguren, los Herreras, etc., que desde que tuvieron uso de razón, o sea, todavía en

el siglo XVI, supieron el prodigio y a su vez lo contaron.

Citamos a personas conocidas mediante jurídico instrumento, para que no se ponga en

duda que la tradición es jurídica y auténtica; y pocos nombres, porque no pasan de

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cuatro los que de contrario se alegan; y en conjunto a los demás, para notar que la

tradición corría por su cauce. Habría quienes la ignorasen; pero el río no deja de serlo,

porque no lo vean algunos o tuerza a veces su corriente o a veces la esconda. Yendo de

testigos a documentos, no se nos diga que hubo imprentas que multiplicaron el

argumento negativo y ninguna que diera a luz siquiera uno positivo. De las obras

donde se busca apoyo para aquel argumento, una sola se imprimió en México: la de

Grijalva en 1624. Las de P. Valadés (1579), de Acosta (1590) y Dávila Padilla (1596)

fueron impresas en Europa. Las demás, que no son tantas, permanecieron inéditas

hasta bien entrado el siglo XIX. Por tanto, nada multiplicaron; y si en más de unacenturia los argumentos positivos no fatigaron las prensas, fué porque no era

menester: se confiaba en que la posteridad recibiría de viva voz la tradición universal y

constante.

Poco después de publicada la Historia de Sánchez se levantaron las informaciones, para

dar satisfacción a la Curia Romana. Con igual objeto se hizo la primera inspección

facultativa, en que los pintores comisionados dictaminaron que la Imagen excede a las

fuerzas humanas. Ignoraban que el P. Bustamante afirmó ser la pintura obra del indio

Marcos. Así que en 1666 estaba tal afirmación olvidada; lo estuvo probablemente desde

su fecha; no se la tomó en serio. Ni en 1531 había indios capaces de pintar bien, como

no los había aún en 1555, cuando el primer Concilio Mexicano prohibió a indios y

españoles pintar imágenes sin previo examen y licencia, porque, entre otras causas,

"los indios sin saber bien pintar ni entender lo que hacen, pintan imágenes 

indiferentemente todos los que quieren" . Su atraso en aquella época contradice al P.

Bustamante, mejor que pudieran cuatro líneas de los analistas de entonces; pues si en

1555, cuando fructificaba la escuela del P. Gante, no había competentes pintores indios,

será inútil buscarlos veinticuatro años atrás. Juan Bautista, que empezó sus Anales en

1566 y da lista de pintores, debía haber sabido y dicho, si fuera cierto, que entre ellos

o sus compañeros anteriores estaba el que pintó la santa Imagen. Nada dijo.

Y pasamos hasta el célebre don Miguel Cabrera. "Puede suponerse  (leemos en la Cartadel señor García Icazbalceta) lo que diría un pintor preocupado ya con la creencia 

general, con el resultado de la inspección de 1666, y con la presencia de altos 

personajes, que no le dejaban libertad, ni le hubieran t olerado la m enor indicación de 

que había en la im agen algo que no fuera sobrenatural y divino" . Es que Cabrera

examinó la Imagen, en unión de otros pintores de fama, citados por el Cabildo; y de

acuerdo con ellos escribió su Maravilla Americana , donde confirmó el dictamen de 1666

y refutó las objeciones de arte, sin huir el cuerpo a ninguna. No fué, pues, el único

preocupado; lo fueron todos sus compañeros. De ellos discreparon en ciertos puntos los

pintores que treinta y cinco años después repitieron el reconocimiento, a instancia de

don José Ignacio Bartolache. La creencia general seguía siendo la misma; nada había

desvirtuado el dictamen de 1666; el Abad y un canónigo, los mismos altos personajes

que en 1751, presenciaron la inspección de 1786: ¿cómo fué que se sustrajeron de la

preocupación estos pintores y no aquellos? Resumiendo el parecer de los postreros,

asienta el señor García Icazbalceta: ”el tosco ayate de maguey se convirtió en una fina 

manta de la palma iczotl: asegurarn que t enía aparejo, negaron algunas 

particularidades notadas por Cabrera, y en fin: preguntados si supuestas las reglas de 

su facultad, y prescindiendo de toda pasión o empeño, tienen por milagrosamente 

pintada esta santa im agen, respondieron: que sí, en cuanto a lo sustancial y prim itivo 

que consideran en nuestra santa imagen; pero no en cuanto a ciertos r etoques y rasgos 

que sin dejar duda demuestran haber sido ejecutados posteriormente por manos 

atrevidas”  

Por nuestra parte sabemos que deseoso de obtener un lienzo idéntico a la tilma de Juan

Diego, mandó Bartolache hilar y tejer en su presencia cuatro ayates, dos de maguey y

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dos de iczotl , recomendando a hilanderos y tejedores que “remedasen en todo al

original”; y no consiguió su objeto. Uno de esos ayates de maguey y otro de iczotl se

cotejaron con el de la pintura; no le igualó ninguno. Así que la experiencia frustrada no

convence de que el tosco ayate de maguey se haya convertido en finta manta de iczotl .

Dijeron los pintores de Bartolache que ”el ayate tiene aparejo suficiente en todas sus 

partes para mant ener la pintura, sin que sus colores se t ransportasen o rechupasen por 

el revés” ; pero, según dos de ellos confesaron a la postre, no hicieron ”la más leve 

observación de la Santa Imagen por el reverso” ; no investigaron ”si era cierto se 

percibían algunos colores, o pasaba la Imagen” . De modo que su testimonio del aparejono vale, por insuficiencia de examen. Las particularidades que negaron, notadas por

Cabrera, son dos: que las flores de oro de la túnica están perfiladas; y que el número 8

que ahí se advierte, es cosa especial. Esta segunda ni poco ni mucho altera la esencia

del anterior dictamen. La primera sí. Los cinco pintores de Bartolache contradicen a

Cabrera, Ibarra, Osorio, Ruiz y Alcíbar, que tuvieron la aprobación expresa de don

Francisco Antonio Vallejo y don José Ventura Arnáez, también pintores. En cosa que se

 juzga por los sentidos e interviene la pericia, sobre la de aquellos cinco prevalece la de

estos siete. Hecha salvedad, finalmente, de los retoques y manos atrevidas, que,

citando al P. Florencia y al Proto-Medicato (1666), especificó el mismo Bartolache en la

infeliz añadidura de algunos querubines, y de oro a los rayos y de plata a la luna; sus

pintores tuvieron por milagrosamente pintada la Imagen en cuanto a lo substancial y

primitivo. Donde vemos que, en rigor, se fue acortando hasta desaparecer la distancia,

que pareció grande al señor García Icazbalceta, entre las fr ías r eticencias de los

pintores de Bartolache, y el entusiasmo de Cabrera.

El reparo que al señor García Icazbalceta merecen algunas circunstancias inverosímiles 

de la historia, según la trae Becerra Tanco, no atañe al milagro. Oyendo Juan Diego el

concierto, y viendo la claridad luminosa con que se le anuncia la Santa Virgen, quedó

absorto y le ocurrió una exclamación gentílica : “¿Por ventura he sido trasladado al

paraíso de deleites que llaman nuestros mayores origen de nuestra carne, jardín de

flores o tierra celestial oculta a los ojos de los hombres?” Esto que llamó la atencióndel crítico, es rectificado por Becerra Tanco, a quien sigue.

El cual escribió: “Quedó el indio absorto… sintiendo dentro de su corazón un júbilo y

alborozo inexplicable, de tal suerte, que dijo entre sí : ¿Qué será esto que oigo y veo?…

¿por ventura etc.?” Lo dijo entre sí; no pasó del pensamiento, que el historiador leyó

en el alma de Juan Diego.

Para no encontrarse el martes siguiente con la Virgen y evitar una reconvención, tomó

el indio otro camino. La estratagema no podía ser más pueril, como el señor García

Icazbalceta la califica. Pero, aunque la interprete por ignorancia absoluta de la religión,

no fue sino candidez: Adán culpable se escondió a las miradas de Dios, y no era

ignorante. La falta de Juan Diego consistía, según el crítico, en no haber acudido a la 

cita que ella (la Virgen) le pidió el día anterior, porque fue a Tlatelolco para pedir que 

se administrasen a su tío Juan Bernardino los sacramentos de la Penitencia y 

Extremaunción. Nadie ignora, pues Mendieta lo dice, que a los principios en muchos 

años no se le dio a los indios la Extremaunción. La Penitencia se les escaseaba.” 

Aquí olvidó otra vez el señor García Icazbalceta a Becerra Tanco. La Santísima Virgen

no dio cita el día anterior, lunes, sino el domingo, a Juan Diego. Ni fue éste a

Tlatelolco. Disculpándose el martes, cuando le salió al encuentro la Reina del cielo, le

dijo: “No tomes a disgusto… está enfermo de riesgo un siervo tuyo y mi tío… y porque

se ve muy fatigado, voy de prisa al templo de Tlatilolco…”. Pero, al fin, no fue.

Consolado y satisfecho, al saber que ya su tío estaba sano, como le anunció la Señora,sólo pensó en obedecerla. Que a los principios en muchos años no se dio la

Extremaunción a los indios, lo dice Mendieta; pero expresando la causa: “por haber

pocos ministros”. Motolinía, que escribió catorce años antes que Mendieta viniese a la

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Nueva España, refiere que “el año de 1526 comenzóse este sacramento de la Penitencia

entre los naturales”. No dice que se les escaseara. El señor Zumárraga, al contrario,

dijo en 1531: “Confiésanse mucho” [ 3 ] . Y claro está que a un moribundo no había lugar

a escasearle la absolución de sus culpas.

Ya que la historia dice que ”cuando el indio quiso entrar a la presencia del Sr. Obispo,

se lo estorbaron los familiares y le hicieron aguardar largo tiempo” ; quiso a su vez el

señor García Icazbalceta saber ”qué familiares tenía el Sr. Zumárraga en 1531 y cómo 

era que los indios encontraban dificultades para acercarse a un prelado que siempre andaba entre ellos” . A esto responderemos que, por no haber sido las de Juan Diego

mas que esperar largo rato, y sin conocimiento ni orden del prelado, no son

inverosímiles. Inquirir por los familiares parece excusado. Becerra Tanco, cuya historia

se sigue, cuenta que, habiendo entrado el indio la primera vez al palacio del obispo,

 “comenzó a rogar a sus sirvientes que le avisasen para verle y hablarle”. Cierto que, al

narrar la segunda entrevista, dice que “le dilataron mucho tiempo los familiares del Sr.

Obispo”; pero vuelve a nombrar los sirvientes en la tercera y última vez: “habiendo

rogado a varios sirvientes del señor obispo que le avisasen, no lo pudo conseguir…” 

Como es indiscutible que el señor Zumárraga tenía personas que en su casa le servían,

no se necesita saber más. Empero familiar , en la acepción de “eclesiástico o paje

dependiente y comensal de un obispo”, no podía faltarle: no le faltó un religioso,

 “lengua”, por cuya mediación tratar con los indios, “ya que siempre andaba entre

ellos”; ni uno o más clérigos que le acompañasen y sirviesen como a un prelado.

En su carta de 1529 habló de un “padre guardián, que era mi intérprete ”.

Respondiendo después a ciertos capítulos de acusación del Lic. Delgadillo, dijo (entre

otras cosas), refiriéndose al cacique de Tacuba: “Yo le llevé en una hamaca al

monasterio más propincuo de Cuyoacán, con Fr. Jacobo mi compañero ”. Y declaró

también entonces: “Ni yo tenía dineros, ni otro de mi compañía ” [ 4 ] .

”Los viernes (leemos en Mendieta) iba al monasterio de San Francisco, y decía su culpa 

en el capítulo de los frailes… y esto hizo más veces el tiempo que estuvo electo antes de consagrarse… Cuando no tenía religioso que lo acompañase en su casa, se iba a 

confesar al conv ento de S. Francisco…”  [ 5 ] . De Iztapalucan escribió a su “amado

hermano”, una carta (sin fecha), avisándole: ”Dos cleriguitos y un fraile andan conmigo,

y el m artes o el m iércoles pienso ser allá…” 

En esa misma carta menciona a Pedro de Agurto y a Mendiola (Domingo), de quienes,

en unión de otros servidores, se acordó en su testamento. [ 6 ] Su mayordomo Martín de

Aranguren, en Relación de 3 de Junio de 1548 asentó cincuenta pesos de tepuzque ,

 “que mandó dar S. Sría. a Domingo de Mendiola por el tiempo que le sirvió”; veinte

pesos de tepuzque  a Pedro de Agurto, “paje, e hijo de Sancho López, por el tiempo que

estuvo en casa; otros xx ps. a Francisco Dávila, paje, e hijo de Alonso Dávila…” Martín de Aranguren fue desde 1545 mayordomo del Sr. Zumárraga; antes lo había

sido Hernán Gómez; y antes otros, pues el mismo Ilustrísimo dijo al canónigo Juan

Bravo, hablándole de Aranguren: ”Nunca he tenido mayordomo que tanto me hubiese 

satisfecho, que éste” . Señal de que había tenido más de uno. [ 7 ]

Sería mucho pedirnos que señaláramos con fijeza quiénes de los nombrados o cuáles

otros comían el pan del señor Zumárraga en 1531. Bastará saber que desde que fue

solamente electo (1528-1532) no le faltaron intérpretes, compañeros, religiosos o

clérigos, pajes, mayordomos ni otras personas de su servicio, a quienes propiamente se

debe llamar familiares .

"La última vez que Juan Diego se presentó al Sr. Obispo llevó las credenciales de su 

embajada, que eran las rosas solamente, según unos, y esas y otras flores según 

otros. Ciertamente que la seña no era para creída. Se hace consistir lo maravilloso del 

caso en que el indio hallara las flores en la estación del invierno y que estuviera en la 

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cumbre de un cerro estéril". Para el señor García Icazbalceta, lo primero nada tenía de

particular, porque los indios cogían flores en todo tiempo; y la segunda circunstancia no

le constaba al Sr. Zumárraga.- Ni le constó a nadie más que a Juan Diego. Y porque

aquella seña no era para creída, por eso, al caer las flores, se estampó la Imagen en la

tilma en que las portaba.

"y habiéndola venerado (el Sr. Obispo) como cosa celestial, le desató al indio el nudo 

de la manta, y la llevó a su oratorio... Disertan mucho los autores Guadalupanos sobre 

cuándo se pintó la imagen; aunque todos concuerdan en que al soltar Juan Diego la tilma ya apareció pintada. Este fué el gran prodigio; pero tam poco le constaba al Sr.

Zumárraga.... Aunque no sepamos de cierto que ya para esa fecha hubiese en México 

pintores, tampoco nos consta lo contr ario; y en todo caso, bien valía la pena de que en 

negocio tan grave el cauto Sr. Zum árraga hubiese averiguado muy detenidamente de 

dónde venía la pintura, en vez de arrodillarse ante ella tan pronto como la vió... Ningún 

Obispo procedía t an ligero y menos un varón tan grave. Otra circunstancia debió 

aumentar su justa desconfianza: la de que la im agen está pintada en una m anta fina 

de palma, y no en un grosero ayate de maguey, que era la materia de que usaban sus 

tilmas los macehuales o plebeyos, como Juan Diego. ¿De dónde le había venido esa 

capa tan ajena de su humilde condición?" 

Contestando a la impugnación del P. Mier, se ha dicho ya que la manta no es fina o de

palma. Quienes la han creído de iczotl o palma, no son indios. Los indios testigos en la

Información de 1666 afirmaron como Valeriano que es de ichtli o maguey. Pudo el sr.

Zumárraga a primera vista apreciar que es un lienzo de hilos gruesos y tosco y ralo

tejido; y no necesitó hacer indagación de la pintura, cuya belleza le cautivó luego,

como a todos nos cautiva.

"Ningún obispo procedía tan de ligero". El hecho es que cuantos obispos ha habido y

hasta el obispo de los obispos, Benedicto XIV, con sólo oir la relación y ver la Imagen

han caído de rodillas, a la manera del señor obispo Zumáraga.

Llama la atención que la Santísima Virgen eligiera el nombre, ya famoso, de unsantuario de España , "cuando se aparecía a un indio para anunciarle que favorecería

especialmente a los de su raza", y que "ninguno de sus favorecidos podía pronunciar

por carecer de las letras d  y g  el alfabeto mexicano". Tampoco tiene r  el alfabeto

mexicano; mas la Santísima Señora no podía menos de darse a conocer con su nombre

de María, que tiene aquella letra. Carece igualmente de  j  y de b  el mexicano. No

obstante, los favorecidos de la Reina celestial se llamaban Juan Diego y Juan

Bernardino; y así como aprendieron a pronunciar sus nombres, aprendieron a

pronunciar el de Guadalupe.

En cuanto al origen del templo con ese título, recuerda el señor García Icazbalceta que

entre los conquistadores había muchos andaluces y extremeños, grandes devotos del

santuario español, que está en la provincia de Extremadura; y luego, citando a fray

Gabriel de Talavera (que imprimió en 1597 su Historia del Santuario de España), dice

que arraigóse la devoción y respeto de dicho santuario en los moradores de ambas

Indias, los que comenzaron a dar prendas del buen ánimo con que habían recibido la

doctrina, levantando iglesias y santuarios con título de Nuestra Señora de Guadalupe,

especial en la ciudad de México de Nueva España . De donde concluye: "Aquí tenemos 

ya declarado sencillamente el origen del nombre, por un autor que escribía en el siglo 

mismo de la Aparición, y la ignoraba." Pero ignoraba también que veintitrés años antes,

en 1574, hallándose en México fray Diego de Santa María, religioso asimismo del

convento de Extremadura, escribió al rey una carta, quejándose de que por 1560 ó 62los mayordomos impusieron el nombre de Guadalupe a la ermita mexicana, que antes

se llamaba por otro nombre, y que lo habían hecho por defraudar las limosnas que

solían darse a la casa de España. Fray Diego había venido precisamente por el negocio

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de las limosnas.

Y de ser cierta su queja, nada queda de la sencilla declaración del P. Talavera. Mas no

fue cierta una ni otra cosa; porque así lo hubiera escrito el virrey Enríquez en el

informe que le pidió el rey, con ocasión de la referida carta. Alega también el señor

García Icazbalceta que " Los españoles creyeron advertir que la imagen de la Madre de 

Dios venerada en el Tepeyac se parecía en algo a la del coro del santuario de 

Extr emadura, y eso bastó para que le dieran el m ismo nombr e. Así lo dice el Virrey 

Enríquez." . Poco a poco, el virrey Enríquez ni siquiera mentó la Imagen del coro de

Extremadura.

Por final de cuentas, no cree el señor García Icazbalceta que Miguel Sánchez inventara

completamente la historia. "Algo halló  (piensa) que le diera pie para su libro. Tal vez 

llegó a sus manos una relación mexicana, á que añadiría nuevas circunstancias como 

acostumbraban los escritores gerundianos, casi sin apercibirse de ello, sino llevados por 

aquel prurito de ponderar y exornar cuantos asuntos les caían en las manos."  Más,

siendo la Aparición el asunto, la ponderación de las circunstancias no importa.

Sin embargo, no es de creer que un sacerdote tan grave como Sánchez inventara

hechos. Nosotros aseguramos con certidumbre absoluta que nada inventó; porque

cuanto refiere de las apariciones y de los milagros se encuentra en el antiquísimo relato

de Valeriano y en la narración añadida por Alba Ixtlilxóchitl.

Veamos, no obstante, lo que, en sentir del señor García Icazbalceta, "puede saberse por

documentos históricos y rastrearse por conjeturas". Según él, "Los primeros religiosos 

levantaron luego de llegados, muchas capillas y ermitas en diversos lugares, con deseo 

de destruir la idolatría, prefirieron para colocar esas pequeñas iglesias aquellos sitios en 

que antes se tributaba mayor culto a los ídolos, y aún les dieron títulos análogos....

bástenos saber que así pasó, y que una de esas ermitas fué la del Tepeyac, con el 

título de la Madre de Dios, sin advocación particular... No sabemos en qué año se labró 

la ermita, ni qué imagen se puso en ella: tal vez ninguna, por ser entonces muy 

escasas. Poco después los indios se dieron a hacerlas... Sin duda una de estas fué la de Guadalupe, y hallándola bastante bien pint ada, devota y atractiva como realmente lo es 

la enviaron los religiosos a la ermita, llevando a otra parte la que allí estaba, si alguna 

había: y cuando los españoles la vieron le dieron ese nom bre por lo que ant es he 

dicho."  Debió, a nuestro juicio, asentar el señor García Icazbalceta, conforme a

documentos históricos, que la ermita se labró antes de 1554, sin conjeturar que al

principio no se pusiera ninguna imagen, cual si ésta pudiera faltar en una iglesia

católica, como en los templos protestantes. Eso tiene un objeto aparente, el de dar

lugar a que hubiera indio Marcos que la pintara. Lo imaginado así tenía que haber

sucedido de 1524, en que llegaron los primeros religiosos, a 1554, en que vino el señor

Montúfar y ya encontró muy difundida la devoción guadalupana. Pero entonces no

hubiera el P. Bustamante, provincial de franciscanos, afirmado que carecía de

fundamento; no hubiera igorado que la instituyeron sus propios hermanos, los primeros

religiosos que vinieron. De éstos fue Motolinía, que menos podía ignorarlo y tenía que

darle cabida en su Historia, como hazaña propia de su Orden. Lo hubieran sabido

también de cierto los cronistas franciscanos Sahagún y Mendieta. Sahagún, sobre todo,

queda maltrecho. ¿Cómo se escandaliza de que los indios honrasen a la Madre de Dios

en la ermita por sus cofrades erigida, precisamente para reemplazar, y con título

análogo, la romería idolátrica de la Tonantzin? Increíble, por otra parte, es que la

imagen de Guadalupe, "bastante bien pintada, devota y atractiva", y milagrosa,

añadimos, fuese enviada por los frailes a una ermita que nunca estuvo a su cargo, sino

al del clero secular. Siendo allí grande y general el culto, la habrían defendido por suyalos frailes con el tesón que solían, y mas aún contra el señor Montúfar, a quien en tales

casos y por menores cosas se opusieron. Años lucharon por retener los templos y

conventos que habían fundado, en que vinculaban sus privilegios y exenciones. Al P.

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Bustamante, provincial, tocaba reclamar la ermita para su Orden y mantener la

devoción ya encendida con la fama de los milagros, en vez de pretender aniquilarla con

enojo. Y de ser cierto que los españoles impusieron a la Imagen y ermita el nombre de

Guadalupe, ¿lo habrían hecho sin conocimiento y aprobación de los franciscanos

fundadores? ¿hubieran mostrado en ese punto contrariedad los frailes parciales de

Bustamante?

"Hacia los años de 1555 y 1556 comenzó a encenderse la devoción con motivo de la 

curación milagrosa que refería el ganadero, y se contó también la aparición simple (á ese ó á otro indio) de que hablan Juana Martín y Suárez de Peralta. Estaban entonces 

en boga y continuaron mucho después las representaciones sacras de autos o misterios,

a que los indios eran aficionadísimos. D. Antonio Valeriano... tenía capacidad suficiente 

para esta clase de composiciones. él u otro aprovecharon la relación de los milagros de 

Ntra. Sra. de Guadalupe, y tomando por base la Aparición que se refería, añadieron 

circunstancias que dieron forma y animación a la pieza, sin intención de hacerlas pasar 

por verdaderas, como suelen hacer todavía los autores dramáticos. La historia de la 

Aparición tiene una contextur a dr amática que á prim era vista se advierte... Esta seria la 

pieza o relación mexicana que cayó en manos de Sánchez, quien la tomó al pie de la 

letra y la dió por historia verdadera." 

Notaremos de paso que ya Sánchez es mero copista, no inventor ni aun de las

circunstancias de la historia: tomó la relación al pie de la letra . Tuvo, por consiguiente,

los papeles que dijo en su prólogo.

"Hizo lo demás el espíritu de la época, propenso a aceptar sin examen, como obra 

meritoria todo lo milagroso. Se había contado la aparición de Ntra.Sra. de Guadalupe a 

un pastor, y la sabrían por sus antepasados los testigos indios de las informaciones de 

1666, fácilmente le acomodaron las circunstancias. que corrían ya con general 

aceptación." 

Cont r a su au t o r se vue lve es ta con j e tu r a . Señalado como punto capital el de la

aparición de Nuestra Señora de Guadalupe a un pastor, a eso tenían que acomodarselas circunstancias, pero de suerte que siempre se distinguieran. Y no fue así; no era

pastor Juan Diego, del cual dijeron los testigos que vió y habló a la Reina del cielo; ni

ganadero el obispo, a quien se apareció la Santa Imagen. Confesar que las

circunstancias declaradas por los testigos, corrían ya con general aceptación, es

confesar que su declaración es verdadera: afirmaron lo que habían oído, lo que sabían

por sus antepasados . Se justifica, pues, a los testigos indios y mayormente a los no

indios. Corrían las circunstancias, repetiremos, con general aceptación, con la misma

que mereció y con que ha corrido hasta hoy la declaración de los testigos, por fuerza

descargados de las tachas de contagio moral y extravío del sentimiento religioso:

porque tales circunstancias, que Sánchez copió al pie de la letra, no proceden del

espíritu de la época o de una muchedumbre anónima: están todas, absolutamente

todas, en la Relación primitiva, no formada a pedazos, del modo que presumiño

también don Juan Bautista Morales, sino hecha de una pieza, y de la que es autor don

Antonio Valeriano.

Tiene contextura dramática. Cierto, como toda historia. Pero no representable, porque

en ella habla siempre el historiador. Por lo cual no cabe confundirla con los autos

sacramentales o misterios, a que los indios eran aficionados.

Ni admitimos que haya sido compuesta tomando por base la Aparición a que se refería,

"con motivo de la curación milagrosa que refería el ganadero", cuando se contó

"también la Aparición simple (a ese o a otro indio) de que hablan Juana Martín ySuárez de Peralta".

Ignoramos de dónde saca el señor García Icazbalceta que el ganadero fuese indio y

que se le haya aparecido la Santa Virgen. Nada de eso escribió el virrey Enríquez, único

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en informar del caso. La imagen devotísima, que ha hecho muchos milagros, aparecióse

entre unos riscos: es la aparición original narrada por Suárez de Peralta. Y que se

apareció a Juan Diego en Tepeyácac la amada Señora Santa María, leemos en el

testamento llamado de Juana Martín. Donde intervienen documentos, ya no valen

conjeturas. Aquí se ve el alma de la tradición. Las circunstancias que el testamento

citado no tiene y se hallan en Valeriano, corrían con general aceptación: luego son

igualmente tradicionales, pues que de sus antepasados las supieron los testigos indios y

no indios de 1666.

Referenc ias ( t odas o r ig ina les de l L ic . Ve lázquez)

[ 1 ] CARD. VIVES, Compendium Theologiae Dogmaticae, Romae , 1905, núm. 649.

[ 2 ] VERA. Informaciones sobre la milagrosa aparición de la Santísima Virgen de 

Guadalupe , recibidas en 1666 y 1723, Amecameca, 1889, págs. 23 y 29

[ 3 ] MENDIETA, Historia Eclesiástica I ndiana , lib. III, cap. XLIX, MOTOLINíA, Memoriales ,cap. 36, J. GARCíA ICAZBALCETA, Don Fray Juan de Zumárraga , Documentos, núm. 6.

[ 4 ] J.G.ICAZBALCETA, Don Fray Juan de Zumárraga , Documentos, núm. 1 y 10 §§ 13º y25º.

[ 5 ]  Historia Eclesiástica I ndiana , lib. V, Pte. 1ª, cap. XXVIII.

[ 6 ] J.G.ICAZBALCETA, Códice Franciscano , México, 1889, pág. 291.

[ 7 ]  Don Fray Juan de Zumárraga , Documentos, págs. 178, 204 y 195.

.

Bib l iograf ía :

VELáZQUEZ Primo Feliciano, La Aparición de Santa María de Guadalupe, Edit. JUS, edición facsimilar de la primera edición de 1931, 1981

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