Lutero: de la angustia a la liberaciôn deI pecado

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Lutero: de la angustia a la liberaciôn deI pecado 1. INTRODUCCION Quiza no haya existido, en la historia deI misterio deI pecado, ningu- na época tan sensibilizada ante él coma la que determina la transicion de la Baja Edad Media a la Modernidad. La vieja forma de hacer la his- toria, esencialmente polftica, y la reciente, obsesionada par los fenomenos economicos y sociales, suelen olvidar otros moviles profundos, y, entre ellos, algo tan cordial al hombre deI siglo XV y comienzos deI XVI coma fue la sensacion de pecado, condicionante de sus formas de vida, de tan- tas reacciones no solo personales, sino colectivas, inexplicables sin el son- cleo de factores que trascienden de 10 escuetamente material. En el gozne de la transicion a nuevas formas de ver al hombre y al mundo y, sobre todo, de captar el dialogo del hombre con Dios, se situa la figura de Lutero. No es que, como se sabe, fuesen deI todo originales las soluciones que ofrecio y que divulgo, bien ayudado par los medios modernos de influir en la opinion publica; pero, gracias a él, a su entu- siasmo desmedido, a las posibilidades aludidas y a tantas circunstancias, a veces sin nada 0 con poco que ver con la religiosidad -si es posible se- parar los sectores de la vida en aquel primer veintenio de la centuria-, un gran sector de Europa se veria "liberado" de la acongojante angustia que suponia el vivir sofocado y atormentado el hombre bajo medieval por su complejo de culpabilidad. Esta fue la modernidad fundamental deI medieval Lutero; modernidad paradojica, pues al tiempo que prestaba un argumento de optimismo sintonizante con el Renacimiento, partia deI presupuesto mas radicalmente pesimista en su concepcion deI hombre 1. 1 Es muy discutida esta doble facies medieval y moderna deI reformador. Aunque s610 par- clalmente aborde nuestro tema, es obligado citar el sugestivo e iluminador ensayo de E. TROELTSCH, El protestantismo y el mundo moderno, México-Buenos Aires, 1968.

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Lutero: de la angustia a la liberaciôn deI pecado

1. INTRODUCCION

Quiza no haya existido, en la historia deI misterio deI pecado, ningu­na época tan sensibilizada ante él coma la que determina la transicion de la Baja Edad Media a la Modernidad. La vieja forma de hacer la his­toria, esencialmente polftica, y la reciente, obsesionada par los fenomenos economicos y sociales, suelen olvidar otros moviles profundos, y, entre ellos, algo tan cordial al hombre deI siglo XV y comienzos deI XVI coma fue la sensacion de pecado, condicionante de sus formas de vida, de tan­tas reacciones no solo personales, sino colectivas, inexplicables sin el son­cleo de factores que trascienden de 10 escuetamente material.

En el gozne de la transicion a nuevas formas de ver al hombre y al mundo y, sobre todo, de captar el dialogo del hombre con Dios, se situa la figura de Lutero. No es que, como se sabe, fuesen deI todo originales las soluciones que ofrecio y que divulgo, bien ayudado par los medios modernos de influir en la opinion publica; pero, gracias a él, a su entu­siasmo desmedido, a las posibilidades aludidas y a tantas circunstancias, a veces sin nada 0 con poco que ver con la religiosidad -si es posible se­parar los sectores de la vida en aquel primer veintenio de la centuria-, un gran sector de Europa se veria "liberado" de la acongojante angustia que suponia el vivir sofocado y atormentado el hombre bajo medieval por su complejo de culpabilidad. Esta fue la modernidad fundamental deI medieval Lutero; modernidad paradojica, pues al tiempo que prestaba un argumento de optimismo sintonizante con el Renacimiento, partia deI presupuesto mas radicalmente pesimista en su concepcion deI hombre 1.

1 Es muy discutida esta doble facies medieval y moderna deI reformador. Aunque s610 par­clalmente aborde nuestro tema, es obligado citar el sugestivo e iluminador ensayo de E. TROELTSCH, El protestantismo y el mundo moderno, México-Buenos Aires, 1968.

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Pero, en Lutero, 10 parad6jico se habia tornado en la constante de su ac­tuaci6n y de su lucha.

Este trabajo quisiera presentar en forma accesible y clara todo 10 que supuso este cambio lleVëdo por obra de Lutero. No nos interesa desen­tranar nociones y conceptos de pecado, de justificaci6n y tantas cosas mas como seria imprescindible tener delante. Es que, en realidad, todos los distingos a este respecto, muchas de las profundidades, que sonarian a escolâstica -de la que él nunca pu do desentenderse deI todo a pesar de su sana contra ella- no iban con el talante de Lutero. Ademas, otros se han encargado ya de hacerlo 2. Lo que de verdad nos interesa es acentuar el giro radical que para un enorme sector de la Cristiandad supuso el nuevo estilo espiritual que, partiendo de la angustia ante el pecado, situaba al hombre en un clima de alegre confianza en la Misericordia.

II. EL PECADO EN LA VIDA RELIGIOSA DE LA BAJA EDAD MEDIA

1. Sensibilizaci6n ante la sabrenatural.

Afortunadamente, se puede decir que la historia actual ha relegado a un pIano muy secundario el material fundamental que nutria hast a no hace mucho el obligado capitulo de las "causas" de la Reforma; corrup­ci6n en el pontificado, mundanidad de la Curia, preocupaciones s6lo secu­lares por parte deI episcopado alejados de los compromisos pastorales, cle­ro lacrado por todos los vicios posibles y un pueblo cristiano alimentado s6lo por desviaciones paganas 0 supersticiones, son t6picos quiza basa­dos en una realidad, pero demasiado manidos por una vieja apologética protestante ya superada 3, y que, ademas de encubrir todos los aspectos positivos en este abigarrado cuadro sombrio, investigaciones mas serenas van relegando a la categoria de la fabula. El propio Lutero, con su pluma mordaz y directa, cuando habla en sus obras polémicas -y cual de ellas

2 Es muy densa la bibliografia que existe en torno a estos capitulos imprescindibles de la teologia luterana. Cfr., ademas de los que Iran apareciendo, los siguientes estudios: R. HERMANN, Zu Luthers Lehre von Sünde und Rechtfertigung, Tübingen, 1962. Dentro de la escasa biblio· grafla en castellano, A. TuRRADO, «Lutero, intérprete de la doctrina de San Agustin sobre el pecado originah>, en El pecado original. XXIX Semana Espaflola de Teologfa, Madrid, 1970, pp. 233·258; M. GESTEIRA GARZA, «El sacramento de la penitencia en Lutero hasta el afio 1521», en El sacramento de la penitencia. XXX Semana Espaflola de Teologfa, Madrid, 1972, pp. 251· 302, 0 los datos escuetos y claros de J. M. G. G6MEZ HERAS, Teologfa protestante. Sistema e historia, Madrid, 1972, pp. 67 SS.

3 Esto puede verse incluso en una de las ultimas obras traducidas al castellano: J. ATKINSON, Lutero y el nacimiento dei protestant/smo, Madrid, 1971, actitud chocante en un autor que conoce bien la figura y obra deI refonnador, aunque natural por su desconocimiento de la situaci6n de la Iglesia entonces; es antol6gica, por 10 disparatada y febrilmente apasionada, la descripci6n de Roma en la visita de Lutero (PP. 68·72). En Espafia contamos desde ahora con la obra de Ricardo GARCfA VILLOSLADA, Martin Lutera. I. El 'raile hambriento de Dios; II. En lucha contra Roma, Madrid, BAC, 1973.

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no 10 fue 4_ de la Babilonia pontifical, deI hijo de p ... deI Papa, deI anticristo, etc., etc., dia pie a la interpretacion clasica, aceptada tantas veces sin reserva y sin el conocimiento de 10 que, en un siglo acogedor coma nunca a la invectiva, significaban estos "slogans", propiciados a diestro y siniestro por su car acter violento, incontenible, por la conviccion profética de su causa, y despilfarrados generosamente contra cualquiera que no estuviera de acuerdo con él, Ilamese Eck, Karlstad, Zwinglio, Thomas Munzer, Erasmo 0 tantos hombres 0 movimientos como se cru­zaron en el camino emprendido par el reformador 5.

Sin querer decir que la Iglesia, en sus diversos estamentos, no estu­viera pidiendo a gritos una reforma inmediata, hoy dia se puede afirmar que los asendereados "abusas" no justificaron, y mucho menos determi­naron eficientemente, la actitud de Lutero. Si Trento tardo en Ilegar mas de la cuenta, muchas personas e instituciones antes que Lutero, y en el sena de la Iglesia, se esforzaron por purificarla, en una brega que, si no tuvo la fortuna de Wittenberg, fue debido a otras causas mucho menos simples. Tiene su interés contrastar como en la circunstancia cri tic a de la Confesion de Ausburgo, cuando los campos se hallaban ya delimitados, la queja protestante se centro, mas que en abusos, en echar en cara cierto rigorismo a Roma; da la sensacion de "que al catolicismo se le reprocho no el encontrarse demasiado relajado, sino el ser en exceso exigente" 6.

El desaliento de Lutero ante la disolucion de mujeres y estudiantes en su ciudadela reformada, la ironica observacion de Erasmo sobre 10 nada 10-grada en este sentido, todo nos habla de que el mensaje se dirigîa a sec­tores mas profundos que a los abusos morales.

La conclusion fecunda de Lucien Febvre de que a "reforma teologica causas teologicas", es algo cada vez mas evidente, a medida que el his­toriador va penetrando en los repliegues deI "joven Lutero". Si al dia siguiente de la divulgacion de sus noventa y cinco tesis contra las indul­gencias (el escrito mas desmadejado de cuantos salieron de su pluma fe­cunda), los medios de difusion se apoderaron de su desafio, io lanzaron a los cuatro vientos e hicieron popular al oscuro doctor que habia ense­fiado cosas mucho mas sustanci0sas, solo puede tener una explicacion: que habia tocado una fibra sensible de la religiosidad colectiva, avida de hallar un cauce a su angustia existencializada. Lutero, es claro, encontro un campo abonado y expectante, al menos en amplios marcos geogrâficos germanos; si fecundo su semilla, se debio precisamente, no a una piedad adormecida y solo desviada, sino al grado critico de sensibilizacion espi-

4 Bien estudiada esta actitud en la «Introducci6n de K. G. STECI{, Luther fUr Katholilcen, Mtinchen, 1969, por no citar otras rnonograffas.

5 Cfr. nuestro trabajo Lectura de los reformadores protestantes, en REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 31 (1972) ~19-333.

• J. DELUMEAU, La civilisation de la Renaissance, Paris, 1967, p. 155; L. CRISTIANI, Reforme, en DTC, t. XIII/2, col. 2023, y en Les causes de la Réforme, en «Rev. d'histoire de l'Eglise de France» 21 (1935) 323-354.

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ritual a que habia llegado el cristiano (es decir, el hombre) de aquella Eu­ropa en cri sis multiforme. En visperas de la Reforma, igual que los cuer­pos estaban hambrientos, el alma deI cristiano se hallaba sacudida "por un inmenso apetito de 10 divino" 7. Lutero tuvo la fortuna y la audacia de f8cilitar el alimento que podia saciar el hambre espiritual y conferir una tranquilidad -una certidumbre- que se pedia a gritos. Lastima que los radiealismos, connaturales en un tiempo impermeable a las toleran­cias, que la coyuntura polltica, social, econ6mica y religiosa tornasen en ruptura insalvable algo que pudiera haberse encauzado remansadamente y sin violencias de haber reaccionado Roma a tiempo, y de no haber tar­dado tanto en captar 10 que de verdad estaba bullendo en un rinc6n, de­masiado alejado, de Sajonia.

2. La angustia deI pecado.

Prescindiendo de absurdas discusiones sobre si el hombre deI siglo XV y principios deI XVI era mas 0 menos pecador que el de otras tiempos, es inevitable recordar que el de entonces "se sinti6" profundamente pe­cador, y si la obra artistiea y literaria yale camo documento hist6rieo para recrear el ambiente de una época, los "Manu ales de confesores", los "Mis­terios", las creaciones deI Bosco 0 Durero, por no citar mas testigos, nos repiten clamorosamente que la sensaci6n terrible deI pecado se habia he­cho omnipresente 8. Sin una mentalidad hist6rica elemental, al hombre de la segunda mitad deI siglo XX le tiene que resultar muy dificil el revivir 10 que esta simple afirmaci6n puede entranar. Por el contrario, si no se olvida 10 que suponia una existencia sacralizada coma la de entonces, en la que la autonomia mundana y humana s610 se iba afirmando en escasi­simas minorias afectadas por una civilizaci6n de élites como la dei Rena­cimiento, y en la que para la mayoria el "aqui" seguia teniendo s610 un sentido de transito efimero, es posible entender la angustia que suponia la conciencia deI pecado para mas deI noventa y nueve por ciento de la cristiandad; una angustia quiza, seguramente, m6rbida, pero excitada por muchos elementos que se encargaron de agitar la conciencia de culpabi­Iidad y el terror de la condenaci6n eterna.

Entre estos elementos ocupa el primer lugar la muerte. Ella se convir­ti6 en eI personaje inevitable y vecino, tan temido coma esperado. Se ha

7 L. FEBVRE, Au coeur religieux du XVIe siècle, Paris, 1957, p. 37. La tesis de este autor ya era popular desde 1929, afio en que public6 su sugestivo articulo Une question mal posée: les origines de la Réforme française et le problème des causes de la Réforme, en lcRev. histo· rique» 161 (1929) 1·73, Incluido en la obra antes cltada.

8 Aunque superada en muchos aspectos, slgue slendo valida para penetrar en esta sensl· billdad colectlva bajomedleval la obra hermosa de J. HUIZINGA, El otono de la Edad Media, Madrid, 1967.

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estudiado y se estâ estudiando por la demografia historica el peso cuanti­tativo de la mortalidad; el peso sicologico puede adivinarse por muchos datos comprobados: por ejemplo, por la seguridad de todos de que en circunstancias normales la asombrosa mortandad infantil privaba a los padres de la mitad de los recion nacidos por 10 menos; de que, una vez superado el primer ries go, la peste y la epidemia aguardaban a los super­vivientes, con predileccion en las ciudades, mermando la poblacion en proporciones alarmantes e increibles, sobre todo desde que pocos anos antes de la irrupcion de Lutero hiciera acto de presencia en Europa la slfilis. No es exagerada la presuncion de que la esperanza de vida al naeer, en este régimen demogrâfico antiguo, no pasara de los veinticinco anos. La existencia, ante las crisis ciclicas inevitables, se torno en una tragedia constante, y es bien conocido el cuadro, recordado por el poco apasionado Braudel, de las ciudades de calles desérticas, frecuentadas solo por las carretas de cadâveres, el saeerdote, las rondas vigilantes, en las que era dificil en estas sacudidas repetidamente cîclicas que se salvasen los que habian quedado en ellas (es decir: los pobres) 9. Ante el flagelo, la inexis­tente medicina no podia haeer nada; el europeo tenia que enfrentarse impotente y solo con la muerte inexorable, enemiga familiar y siempre a la vuelta de la esquina. Para recordarlo, alli estaban las creaciones plâsti­cas geniales 0 de matiz popular directo, las danzas macabras con su de je de protesta social y engendro peculiar deI siglo XV. Ante la impotencia humana, no quedaba mâs remedio que prepararse para el trance, a base de llevar a la prâctica los numerosos "Artes moriendi" que facilitasen el encuentro con Dios 10. La obra de Lutero -y su existencia- refleja esta congoja en muchas de sus cartas y en un precioso tratadito sobre la ac­titud dei cristiano ante la peste 11.

Este fenomeno influyo en la vision dei mundo y de la vida. Pero tam­bién en el planteamiento consciente de la traseendencia dei encuentro deI hombre con Dios. Tras la muerte al alcanee de la mana estaba esperan­do el Dios justiciero. El miedo ante el juicio era una secuela de la con­ciencia de pecado que forzosamente tenia que ser castigado por un Dios insobornable. Para Lutero -y 'para quién no- las pestes, las hambres, los turcos amenazantes, después el mismo papado, pero también las hor-

B F. BRAUDEL, La Méditerranée et le monde méditerranéen à l'époque de Phillipe II, 2e. édit., Paris, 1966, vol. l, 237 ss. Existen, como es natural, innumerables monografias demogràflcas, donde se podran encontrar las cifras y documentaci6n que nosotros no podemos ofrecer aqu!. Cfr., por ejemplo, R. MOLS, Introduction a la démographie historique des villes d'Europe du XIVe au XVIIIe siècle, II, 1955; M. REINHARD-A. ARMENGAUD-J. DUPAQUIER, Histoire générale de la population mondiale, Paris, 1968, etc.

10 Cfr. A. TENENTI, La vie et la mort à travers l'art du XVe siècle, Paris, 1952. H. ROSENFELD, Der mittelalterliche Totentanz, Munster, 1954. J. M. CLARK, The dance od Death in the Midle Age and the Renaissance, Glasgow, 1950. R. RUDOLF, Ars mor/endi, KOln, 1959.

11 El Tratado Si es posible huir ante la muerte (h. 1527), en Luthers Werke, Edici6n Weimar (en adelante cltaremos LWA), t. 23, pp. 339-ss. En muchas de sus cartes se reflere a este pro­blema tal coma se vivfa en su entorno geograflco, y mas concretamente en Wittenberg: A J. Lang, 26, 10, 1516; A Spalatin, 19, 8, 1527; A N. Hausmann, 7, 11, 1527; A J. Propst, 23, 8, 1535, etc.

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das de los campesinos soliviantados a su conjuro, constituian el trasunto terreno deI enfado divino, dejando el mundo a disposici6n deI diablo que el reformador estaba siempre muy dispuesto a identificar con sus enemi­gos. Sin embargo, el castigo decisivo dei pecado aguardaba después de la muerte. Era facil trasvasar imaginariamente las escenas deI enojo divino de los "juicios finales" de los artistas al momento deI juicio personal, 0

de la condenaci6n previa, como se encargaba de alimentar tronadoramente la nube de predicadores apocaHpticos que, si no pudieron imitar la gran­deza de los maestros Vicente Ferrer 0 Savonarola, si supieron infundir un clima universal de panico.

Ante esta conciencia de culpabilidad, el temor primordial era eI de la dificil salvad6n. Incierta, todo eI mundo quiso asegurarsela. Por el an­hein de no dejarla a la ventura incierta, se recurri6 a tantas f6rmulas entre 10 trivial, 10 cordial y 10 pintoresco. Se crearon santos avizores de cual­quier necesidad; las peregrinaciones, las reliquias increibles (una de cuyas principales reservas centroeuropeas se encontraba precisamente en Witten­berg), los tesares de indulgencias que habia que conquistar coma fuese, las devociones multiformes, entranaron el sentido primario de "seguro de salvaci6n" en el mar proceIoso de la vida y, sobre todo, de la muerte. Desfigurados y todo, es posible que para muchos resultaran suficientes estos remedios; para otros, era evidente que, al verse privados deI sentido teo16gico hondo, los mirasen como excrescencias grotescas de la piedad popular de una época en crisis. Los sarcasmos de los humanistas contri­buyeron a sembrar la convicci6n de que en muchos casos se trataba de remedios ineficaces, de "idolos" que estaban ocultando a Dios, 0 difumi­nandole de tal modo que resultaba inaprehensible en la marafia abigarra­da de sucedaneos.

Cuando Lutero, de espaldas a casi todos los postulados sustanciales deI humanismo, par otra parte, potenci6 el valor de la Escritura, cuanclû par ella aboc6 al conocimiento de la misericordia de Dios revelada en Cristo, y por el individualismo renacentista vio la posibilidad de librarse de la angustia ante la salvaci6n por el encuentro personal -sin interme­diarios- deI creyente en Cristo, ofreci6 al hombre atormentado 10 que necesitaba: la certeza de la salvaci6n por la fe, no en titanicos esfuerzos, sino en la misericordia de Dios 12.

12 Para un cuadro mas completo deI ambiente que explica esta situaci6n colectiva bajome­dieval, cfr., ademas de los citados, los estudios siguientes que insisten en matices de los que nosotros hemos tenido que prescindir por brevedad: B. MOELLER, «Das religiOse Leben im deut­schen Sprachgebiet am Ende des 15. und am Ende des 16. Jahrhunderts», en XII Congrés Inter­national des Sciences Historiques, Rapports III, 1965, Horn-Wien, pp. 129-151. ID., Frommigkeit in Deutschland um 1500, en «Archiv für Reformationsgeschichte)), 56 (1965) 5-30. H. BORNKAMM, Das Jahrhundert der Reformation, Gestalten und Krafte, Gi:ittingen, 1961. E. DELARUELLE, «La pietà popolare alla fine deI medioevo», en Congrès Internat. des Sc. Hist., 1955, III, pp. 515-537. F. RAPP, L'Eglise et la vie religieuse en Occident à la fin du Moyen Age, Paris, 1971. R. GARcfA VILLOSLADA, Ratees hist6ricas deI luteranismo, Madrid, 1969.

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III. LA LIBERACION DEL PECADO

Lutero llegô en una época de transiciôn, expectante y angustiada ante el problema de la salvaciôn personal, como consecuencia del problema deI pecado, sentido intimamente y encamado en la vida como espectro acongojante; fue hijo y vÎctima de esta angustia, como fue hijo de la vi­siôn medieval deI hombre y del mundo. Por ello, hasta su "hallazgo", su existencia constituyô una brega desesperada por dar con la "certeza de salvaciôn", por la que luchaban todos, recorriendo los mismos pasos que cualquier alma sensible de su tiempo. Sin este condicionante histôrico sera muy dificil -por no decir imposible- comprender la and ad ur a de Lu­tero, inmerso en las preocupaciones de la época, desde su situaciôn inti­ma tragica hasta su explosiôn gozosa posterior. Bajo esta luz de aproxi­maciôn histôrica se puede percibir con menos dificultad la grandeza y la miseria de su actitud, de su teologia y el éxito sorprendente de su Re­forma.

Capacitados ahora para sondear determinados aspectos de aquel tiem­po, se ve con mas claridad cômo esta angustia de la mayorîa de las aImas fue personificada, vivida y sufrida dramâticamente por Lutero, si no des­de su infancia, como se empenan en afirmar algunos siquiatras lanzados a la arriesgada busqueda de sintomas le jan os, en un esfuerzo original y pintoresco, si desde que a raÎz de su noviciado en los agustinos de Erfurt comenzô a tomar la realidad religiosa con toda seriedad. No es que se tengan que excluir interferencias personales patolôgicas, pero sin olvidar que su casa configuraba un pathos colectivo de la espiritualidad bajome­dieval enfrentada con el pecado y ansiosa de la salvacÎôn.

1. La crisis de Lutero.

En muchas ocasiones volverîa Lutero, ya maduro, sobre los tiempos crîticos anteriores a 1517. Todos sus recuerdos, en especia110s recogidos por sus oyentes ocasionales en las tertulias de Wittenberg y vertidos en las Tischreden ("ConversacÎones de sobremesa"), y las confesiones tar­dias que brotaban espontaneas cada vez que recordaba sus tiempos pa­pistas, dejan la impresiôn de que fue el panico su vivencia atormentada: 10 que le llevô a1 convento, 10 que le sumiô en la angustia hasta que so­nase la hora de la liberaciôn gozosa. "En cuanto a mi, diria un ano antes de su muerte, actuaba de la forma mas seria; tenia un temor terrible por el ultimo dia; no obstante, desde 10 mas profundo de mi mismo deseaba la salvaciôn" 13.

13 Pr6logo a la edici6n de sus obras latinas (Wittenberg, 1545). LWA, 54, 179.

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Todo se recrudecio en sus primeros anos de mon je. La escena vio­lenta de la primera misa, tan explotada pOl' los siquiatras historia dores 14, no fue sino una explosion mâs de su angustia espiritual, provocada en un momento emotivo, pero encuadrada en una tension mâs amplia. Hoy no se puede dudar de la honradez de Lutero al reiterar que su vida monacal prerreformadora fue deI todo "irreprochable"; su misma sinceridad, de­masiado cerrada, fue una de las causas de su depresion espiritual y se­guramente fisica, y estâ fuera de duda que el apasionado Denifle en su afân polémico falseo las cosas en una obra, pOl' otra parte, envidiable y esclarecedora 15. Recordando la época, une de los comensales pOl' los anos 1531-1533 reflejo en sus apuntes esta exclamacion de Lutero: "Lle­gué a convertirme en una especie de cadâver sin vida" 16. La preocupa­cion de Fray Martin debio hacerse enfermiza al parecer de sus confeso­res, hasta el punto de que todos huian de sus confidencias espirituales.

Para cualquier observador de la fenomenologia espiritual -como ha sucedido con tantos historiadores- estas preocupaciones morbosas y ani­quilantes habrian constituido un simple casa agudo y tipico de escrûpulos. El mismo Staupitz, superior y confidente, debio creerlo asi en un momento inicial. Es clâsica ya la imagen deI Lutero de este periodo intermedio, transmitida por él en estilo paulino:

"También yo conocf de cerca a un hombre que decfa haber padecido con frecuencia estos suplicios. Pero la tortura era tan enorme, tan infernal, que no podrian describirla lengua ni pluma de ninguna clase, ni podrâ imaginârsela quien no la haya pasado. Si hubiera que sufrirla hasta el final, si se alargara s610 media hora, l,qué digo?, la décima parte de una hora, perecerîa uno enteramente, incluso los huesos se verîan reducidos a cenizas [ ... ] Dios se muestra coma terriblemente airado y todo 10 crea­do tiene la apariencia de un enemigo feroz y enojado. No hay resquicio ni consuelo de ninguna clase. Solo se encuentra dentro de uno mismo odio y acusacion. El atormentado gime con el versîculo: "Prospectus sum a facie oculorum tuorum", pero ni osa murmurar: "Domine, ne in furore tuo arguas me" 17.

La briosa descripcion procede de 1518, cuando ya se habia superado la crisis, y se necesita poco esfuerzo para recordar los tonos gemelos de los mlsticos. Pero la de Lutero no era un alma mistica, ni su problema se redujo al simple escrupulo (aunque contuviese toda su sintomatologfa). Se trataba de una brega mâs colosal pOl' dar con la clave deI problema

14 Cfr., por ejemplo, el capitulo que E. H. Erikson dedica a la «Première Messe et impasse» y su interpretaci6n freudiana, en Luther avant Luther, Psychoanalyse et histoire, Paris, 1968, pp. 147-199.

15 H. DENIFLE, Luther und Luthertum in der ersten Entwicklung quellenmlissig dargestellt, 2 vols., Mainz, 1904-1909. Para el sabio dominlco, Lutero habria sida un fruto de la piedad medleval en cuanto tuvo de negativo, como el colof6n de todas las corrupciones.

16 Tischreden, citamos por las series de Weimar, LWA, I, 122: «Da ward ich ais ein todte Leich».

17 Resoluciones sobre las indulgencias, LWA, I, 557.

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deI pecado y de la salvaci6n en este enfrentamiento deI hombre con Dios. Sus tentaciones y "Anfechtungen" no teruan nada que ver con la casti­dad, al parecer; era todo el misterio de la gracia el Hamado a cuesti6n pOl' el joven agustino 18. En vano el paternal Staupitz querîa convencerle de 10 providencial de las tentaciones; para nada sirvi6 la recomendaci6n de aquel confesor (lotra vez Staupitz?) ante el tormento de pecados es­tupidos: "tu estas loco; Dios no esta aira do contigo, sino tu con El". Mas tarde, el propio Lutero recordara esta evangélica y magnîfica adverten­cia 19; pero entonces result6 deI todo inutil. Como un Hércules abatido, fîsica y moralmente, Lutero no admiti6 en principio (no admitirîa nunca) nad a que proviniera deI exterior:

"Me senti a pecador ante Dios, con la conciencia conturbada, y mis sa­tisfacciones eran incapaces de darme la paz; cada vez odiaba mâs al Dios justo que castiga a los pecadores; me indignaba contra este Dios, ali­mentando secretamente, si no una blasfemia SI al menos una violenta murmuracion: "l,no bastarâ con que los pecadores miserables fuesen cas­tigados con toda c1ase de males por la ley deI Decâlogo? l.Por qué es necesario entonces que Dios afiada nuevos sufrimientos y dirija contra nosotros, inc1uso a través deI Evangelio, su colera y su justicia?" En estas circunstancias, yo estaba fuera de mi, intratable, y mi corazon agitado y rabioso" 20.

Todo el conflicto, a estas alturas, habîa saltado por el encuentro re­petido con Rom 1, 17: "La justicia de Dios se revela en él (evangelio)." La herencia teol6gica le hacîa entender esta justicia s610 desde su mani­festaci6n unilateral: Dios es justo y castiga a los pecadores. Obraban en esta concepci6n todos los t6picos de la pied ad bajomedieval, pero tam­bién corrientes ocultas infantiles, que darîan buena materia para las in­terpretaciones freudianas: "Desde la nifiez se habîa acostumbrado al de­ber de atemorizarse y echarse a temblar cada vez que oîa pronunciar el nombre de Cristo; se le habîa ensefiado a ver en Cristo un severo y airado juez", dirîa Lutero, coma en otras ocasiones, hablando de sî mismo en tercera persona 21.

En este concepto de Dios, coma en el del hombre luchador pOl' una liberaci6n, palpita toda la inquietud de su época. Y en el esfuerzo tita­nico por asegurar la sentencia favorable deI Iuez, Lutero, coma tantos otros, no ahorr6 esfuerzos: penitencias, mortificaciones, al parecer exce­sivas, confesiones interminables e inquietantes; hasta su peregrinaci6n cir­cunstancial (e intrascendente) a Roma, se puede induir en este cataIogo de exacerbaciones y "obras de la ley".

18 «Doktor Staupitzen habe ich oft gebeichtet, nlcht von Weibern, sondern die rechten Knoten. Da sagte er: «ich verstehe es nicht». Tischreden, LW A , l, 122.

19 Ibid. 20 Pr6logo cit., LWA, 54, 185·186. 21 En F. GOGARTEN, Luthers Theologie, Tübingen, 1967, p. 36.

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DE LA ANGUSTIA A LA LIBERACION 171

La lucha extenuante debi6 convencerle, aunque tardase algo en for­mular su convicci6n, de la inutilidad de los esfuerzos humanos para apa­ciguar la ira de la justicia divina ante el pecado. ImpHcitamente, Hegarîa a identificar en una las dos realidades deI hombre y deI pecado, en una visi6n que escandalizarîa al optimismo humanista, aunque no fuesen mu­chos los que de momento captasen la destrucci6n deI hombre, es decir, de su libertad. Asî, el pecado no es s610 una obra, un deseo malo cir­cunstancial, sino el mismo hombre en cuanto portador deI fermento ra­dical, indeleble y compaiiero inexorable de su existencia (y de su esen­cia) 22. Vîctima deI desaliento, deI maniqueîsmo pesimista, deI furor anti­escolastico, deI ambiente preocupado, de su medievalismo, la del primer Lutero no es sino una visi6n deI hombre incapacitado para presentarse ante Dios con un bagaje positivo que sirviese de "garantîa" para su sal­vaci6n (0 justificaci6n); l,de qué podîan servir en este casa las avisadas advertencias de sus hermanos, la Hnea teol6gico-espiritual tradicional con su Hamada constante a la misericordia de Dios?

2. La experiencia de la torre.

Su obsesi6n le torn6 en un sordo que s610 podîa percibir su propia voz. y la de la Biblia. Muchas veces se que jar a de la ausencia de la Es­critura en la piedad anterior a él. Roy se sabe que la queja es una de las exacerbaciones de suextremismo congénito; podrîa haberse reducido a decir que hasta entonces, y en grandes sectores, la Biblia se habîa tor­nado en instrumento escolastico, 0, para algûn humanista, en atractivo filol6gico; 0, sencillamente, que no todos habîan sabido sintonizar en la Baja Edad Media con ella, que se habîa oscurecido el calido ardor deI contacto de Dios con el hombre. Lo que no habria de confesar Lutero serîa que gracias al Libro que le colocaron en sus manos al ingresar en el noviciado darîa con el "descubrimiento" que le liberarîa a él, y después a tantos secuaces, de la angustia ante el pecado y la salvaci6n 23.

En efecto, alli estaba, y en concreto en la Carta a los Romanos, la primeramente odiada "justicia de Dios", su tormento întimo. Rasta que, a fuerza de volver y revolver sobre ello, encontraria la conexi6n con otros pasajes, dando con el verdadero resorte y "deus ex machina" para su an­gustia. El mismo 10 narrarîa mucho después con sus conocidas y ya his­t6ricas palabras:

22 Para captal' en su hondura hwnana y teol6gica la noci6n y vivencia deI pecado en Lutero, cfr. F. GOGARTEN, Destina y esperanzas dei munda maderna, trad. esp., Madrid-Barcelona, 1971, pp. 53-70.

23 A este respecto de la presencia de la Biblia antes de Lutero, asi coma la «instrumentaci6n» que de ella haria consciente 0 inconscientemente el refonnador, cfr. H. ROST, Die Bibel im Mittelalter, Ausburg, 1939. H. VOLZ, Bibel und Bibeldruclc in Deutschland im 15. und 16, Jahr­undel't, Mainz, 1960.

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172 TEÔFANES EGIDO

"Hasta que, al fin, par la piedad divina, y meditando noche y dia, me apercibi de la concatenacion de las palabras: la justicia de Dios se ha revelado en él, conforme esta escrito: "el justo vive de la fe"; entonces comencé a darme cuenta de que la justicia de Dios no es otra sino aquella por la cual el justo vive deI don de Dios, es decir, de la fe, y que su significacion era la siguiente: por media deI Evangelio se revela la jus· ticia de Dios, 0 sea: la justicia pasiva, en virtud de la cual el Dios mise· ricordioso nos justifica por la fe, segun esta escrito: "el justo vive de la fe". Me senH entonces un hombre renacido y, abiertas las compuertas, dentro deI mismo paraiso. En ese instante, la Escritura se me aparecio con cara nueva. La repasé, tal como la recordaba de memoria, y me con· firmé en la analogia con otras expresiones, tales coma "la obra de Dios es la que Dios opera en nosotros", "la potencia divina es la que nos hace capaces", "la sabiduria de Dios es por la que nos hace sabios", "la fuerza de Dios", "la salvacion de Dios", "la gloria de Dios". Desde entonces, cuanto mayor habfa sido mi odio anterior hacia la expresion "justicia de Dios", con tanto mas amor exalté esta palabra infinitamente dulce. Asi, este pasaje de Pablo en realidad fue mi puerta deI parafso" 24.

Escritas mucho después deI acontecimiento, en el contenido de estas palabras clasicas hay que ver un suceso crucial, narrado con fuerza y que marca una transici6n no s6lo en la existencia de Lutero, sino en la teologîa, en el estilo espiritual; de la angustia medieval, ante el fantasma inevitable deI pecado y el riesgo ante la salvaci6n, se ha pasado a la ale­grîa ante la justificaci6n divina, antes obsesivamente temida. Se trata, ni mas ni menos, deI "gran descubrimiento" de Lutero. l,Qué de extrafio, por tanto, que él confiriese al hecho todo un revestimiento escenogrâfico, como un montaje teatral, cada vez que mas tarde le recordaba con evi­dente intencionalidad? Este inconsciente falseamiento puede traducirse si atendemos a que nos encontramos ante un género literario, con nuevas afiadiduras y detalles expresivos en cada una de sus multiples redaccio­nes: que si la "inspiraci6n" sucedi6 en el "lugar secreto" de los frailes, "en la cloaca", en el "hipocausto". Todo ello ha hecho correr mucha tinta en las historias "evenementielles", olvidadas por un momento deI talante deI reformador y de su pIasticismo irresistible. Hoy, por fortuna, se han superado todas las dificultades planteadas por la narraci6n de la anécdota: ni el cambio sucedi6 en 1519, coma da a entender Lutera, ni fue una revelaci6n instantanea y pentecostal esta de la denominada "ex­periencia de la torre", ni aconteci6 en ningun lugar vergonzoso, a des­pecha de algo que vino tan bien para pasados apologetas cat6licos 25.

Las cosas sucedieron de manera mas natural, lenta y compleja; el

24 Pr6logo, LWA, 54, 186. En otras muchisimas ocasiones alude a esta experiencia, antes de 1545, a 10 largo de sus obras. En sus Tischreden, cfr. LWA, 2, n. 1681; 3, 3232 a y c; 4, 4007; 5, n. 5518, 5553 ...

2; Dlscusi6n sobre la «Turmerlebnis»: H. BORNKAMM, Luthers Bericht über seine Entdeckung der iustitia Dei, en «Archiv für Reformationsgeschichte», 37 (1940) 117-128. A. PETERS, Luthers Turmerlebnis, en «Neue Zeitschrift für systematische Theologie und Religions·philosophie)), 3 (1961) 203.236.

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suceso que Lutero adorna con ese halo de sobrenaturalidad fue el resul­tado de la crisis prolongada y vivida en un largo proceso en el que fueron tomando cuerpo sus ideas revolucionarias sobre los motivos centrales deI angustioso enfrentamiento deI hombre medieval con Dios: el pecado, la justicia divina, la certeza de la justificaciôn. Y aunque la formulaciôn de­cisiva tardase en llegar, "el descubrimiento" se anunciaba ya con clari­dad en la primera exposiciôn sobre los Salmos que el joven y brillante profesor de la reciente universidad de Wittenberg dictô en 1513. Los tan­teos se codificaron en el Comentario de la Carta a los Romanos (1515-1516); ignorada casi hasta nuestro siglo, esta real "constituciôn de la Re­forma", coma se la ha llamado quiza un poco hiperbôlicamente 26, con­tiene en todo rigor la postura teolôgica de Lutero, deshace el mito de una experiencia sobrenatural instantanea y, por supuesta, prueba que la ruptura intima, las soluciones trascendentes deI verdadero 1uterismo, se adoptaron mucho antes de que su "reforma interiar", teolôgica, se com­plicase en el carrusel de los acontecimientos pollticos posteriores aIS 17, 1519 Y 1521.

Si el hallazgo se contiene en sus primeras "grandes obras", quiza don­de mas claramente se farmularon los elementos de su sistema nuevo, fue en un acto relativamente rutinario: la disputa de Heidelberg (1518); en aquel capitulo agustiniano, ante numerosos espectadores, explotara todo el entusiasmo y el gozo deI invento, si bien contenidos en el laconismo impuesto por un género de controversia con resabios escolasticos. Las proposiciones mantenidas bajo la presidencia deI ya famoso doctor Martin Lutero se suceden vertiginosamente, iluminando la nueva teologia y la nueva piedad: "las obras humanas, aunque se revistan bajo una hermosa apariencia, aunque parezcan buenas, son, no obstante, con toda probabi­lidad, pecados mortales" (Prop. 3). "Las obras de los justos serian mor­tales, si, realizadas par un pia temor de Dios, estos mismos justos no te­mieran que sus obras son martales" (Prop. 7). "El hombre que cree po­der alcanzar la gracia haciendo 10 que puede por si mismo, aftade el pe­cado al pecado, de manera que se hace doblemente pecador" (Prop. 16). "Las obras de los hombres son pecados mortales en tanta mayor medida, cuanta que se realizan sin temor, en una seguridad perniciosa" (Prop. 8).

Son demasiado conocidas las causas de esta actitud negativa, pro­fundamente maniquea, de Lutero. Pero no es sôlo, aunque repitamos ma­chaconamente la idea, una corriente doctrinal 10 que actua sobre esta visiôn; en ella palpita toda su derrota personal y el espectaculo ofrecido por la cristiandad delirante y obsesa pOl' librarse de la hidra deI pecado con el arma desnuda del esfuerzo personal. Si todo ello se profesaria en

26 J. AKTINSON, O. C., p. 1l8, siguiendo con sus hipérboles, compara su descubrimiento con el de los Rallas dei Mar Muerto en 1947. Ibid., p. 121.

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174 TEOFANES BOlDO

su obra, quiza la de mayor madurez, "de servo arbitrio", sin tanto apa­rato y con mayor calma se enuncia su conviccion en otra de las proposi­ciones de esta Disputa, que si le consiguio adictos incondicionales, cuan­do se divulgo contribuyo a alejarle de algunos grupos de humanistas: "El libre albedrio, después de la caida, no es mas que un simple nom­bre, y peca mortalmente siempre que ha ce 10 que depende de si mismo." Esta proposicion 13 sera brevemente explicitada: "el libre albedrio es un cautivo y siervo deI pecado después de la caida; no es que no exista [!], sino que no es libre salvo para el mal".

Como contrapunto, la cascada de alegria que salta ante el descubri­miento de que algo que bastaria para sumir en la desesperacion no debe ser sino un cauce de gozo exuItante; el desaliento se trueca en garantia de gracia: "Hablar asi no supone en manera alguna ofrecer al hombre un motivo para desesperarse, sino para humillarse, para excitar su ardor a la busqueda de la gracia de Cristo" (Prop. 17), porque "es necesario que el hombre desespere totalmente de si mismo para hacerse capaz de recibir la gracia de Cristo" (Prop. 18).

Aqui se encuentran perfectamente formulados los extremos de la dia­léctica espiritual de Lutero: destruccion deI hombre y posesion de Dios como verdadera antitesis; cuanto mas profundamente se hunda el elemen­to humano (y su producto: las obras de la ley), tanto mas esplendente surgira Dios con su justicia, es decir, con su misericordia perdonante y acogedora. Y la sintesis: Cristo, poseido y operante pOl' la fe: "Dice la Ley: haz ésto y ésto nunc a se realiza; la gracia dice: "cree en Este", y todas las cosas se han hecho ya" (Prop. 26). Y en la correspondiente ex­planacion: "Cristo esta presente en nosotros por la fe; mejor: es unD con nosotros. Es asi que Cristo es justo y cumple todos los mandamientos de Dios, luego también nosotros cumplimos todo por El, puesto que él se hace nuestro por la fe" 27.

Este es el término de un proceso de transmutacion en la sensibilidad de Lutero. Los anos inmediatamente posteriores se veran demasiado agi­tados para él; después, la pristinez de su pensamiento, de su actitud, se veran comprometidos con otros avatares con poco que ver con una re­forma espiritual, aunque se la tome como bandera, de manera involuta­ria e inevitable. El "descubrimiento" puede cerrarse al haber dado, a tra­vés de la lectura personal de la Escritura (San Pablo), con los tres resor­tes liberadores: el hombre pecador, profunda y sustancialmente pecador; Dios justo, y cuanto mas justo mas misericordioso; y, en el centro de los dos polos, Cristo, "identificado" con el hombre por la fe.

27 La disputa de Heidelberg, en LWA, !, 350-365.

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3. De la angustia del pecado a la alegria del perdon.

"Era un remedio el que el mon je necesitaba; fue un remedio el que encontro 0, mas exactamente, una terapéutica [ ... ] Esas angustias que le dejaban destrozado y anonadado, esas angustias de las que él mismo ha­bia experimentado todo el horror, sabia que otros hombres las sentian coma él. Lutera no pensaba guardarse su remedio. El secreta que Dios le permitio hurtar la ensefia, la predica a todos con una alegria evangé­lica, en sus cartas, en sus cursos, en sus sermones" 28.

Salido de la tortura de su entomo, estaba capacitado para llegar a sus oyentes, un mundo subitamente ampliado gracias a la imprenta. Tuvo, ademas, la fortuna de estar auxiliado par instrumentas formidables, ex­plotados por él y sus adictos de manera magistral: obras populares, es­critas para el pueblo, poco voluminosas par la general, claras y directas, en contraste con los anteriores mamotretos; la lluvia martilleante de slo­gans; la invectiva, la satira y el sarcasmo, llenos tantas veces de saI grue­sa; los sermones vibrantes y de nuevo estilo dei reformador; la musica, sus cartas, todo, en una alianza de la lirico y la grosero (muy compren­sible en el estilo de su época). Pero el instrumenta principal fue su con­viccion: la conciencia sincera de poseer la verdad, y en una posesion pro­fética agresiva. Todo ello, con la presentacion en un lenguaje cercano, habria sida mas que suficiente para explicar un éxito, bien aupado por la coyuntura politico-social deI Imperio.

Y, sin embargo, todos estas factores se habrian vista reducidos a algo demasiado temporal y localizado si Lutero no hubiese llevado un conte­nido que ansiaba con verdadera avidez el cristiana de un tiempo critico: la alegria de la liberacion deI pecado par la fe, tanto mas confiada cuanto mas humilde, en la obra redentora de Cristo, superabundante, camo se proclama en el Evangelio y en el acta central de la Cruz.

Este fue el gran hallazgo. Y el mensaje liberador de Lutera: el pre­dicar a los cuatro vientos la certidumbre de algo a 10 que nunca podria llegar el hombre, eliminarle para dejar todo el camino libre a Dios, sin ademanes de entrometerse en sus designios y en sus dominios. Y tras la certeza de la liberacion deI pecado, el canto de alegrîa, solemne y a ve­ces escandalosamente entonado por Lutera y las mil voces de sus predi­cadores. De esta suerte, la Reforma se troco en la pregonera "deI gozo, de la confianza y de la consolacion deI Evangelio coma antidoto deI ries­go de desesperanza engendrada por la altura deI ideal moral deI cristia­nismo" 29. Si en tantas ocasiones sus seguidores empequefiecieron el sen-

28 L. FEBVRE, Martin Lutero, un destino, 2." edic. esp., México-Buenos Aires, 1966, pp. 57 Y 70. 29 Th. Süss, Actualité de la justification par la foi, en «Rev. d'hist. et de Philosophie reli­

gieuses», 48 (1968) 204.

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tido deI mensaje deI Reformador, e incluso 10 desfiguraron, él se entrego con su enorme capacidad y su temperamento de profeta para hacerle lle­gar a todos, fuese coma fuese. Antes hemos aludido a los tonos bajos de muchas de sus expresiones; de su altura llrico-mlstica puede dar ide a este pasaje de su obra mas deliciosa y -de no haber sido por su Carta de­dicatoria al Papa Leon X- la menos polémica, el Tratada de la libertad deI Cristiana (1520):

"Contemplad el mas emocionante de los espectaculos: Cristo es inven­cible. Es él quien, en fuerza de los desposorios por la fe, toma los peca­dos, la muerte y el infierno de la esposa. l.Qué digo? Los hace enteramente suyos, como si le pertenecieran y en realidad fuera él el pecador. El sufre, muere, desciende al infierno; pero 10 hace para superarlo todo. Porque ni el pecado, ni la muerte ni el infierno podran engullirle; al contrario: es él quien, en combate prodigioso, tiene que aniquilarlos. Porque su jus­ticia es mas poderosa que la muerte y su salvacion mas invencible que las profundidades deI infierno.

Por las arras de la fe en Cristo, su esposo, el alma fiel se libra de todo pecado, se halla al abrigo de la muerte, asegurada contra el infierno y enriquecida con la eterna justicia, la vida y la salvacion de Cristo, su esposo. Es aSI como él toma una esposa gloriosa, sin tacha ni arruga, la purifica en el bano de su palabra, en su vida, en su justicia, en su sal­vacion ...

l,Quién podra hacerse una digna idea de este real matrimonio? l,Quién podra abarcar las gloriosas riquezas de tal gracia? Ved que Cristo, el esposo rico y santo, acepta por esposa a esta prostituta mezquina, pobre e impfa; la rescata de todos sus males y la enriquece con todos sus bienes. Es imposible que sus pecados la pierdan, porque estos pecados reposan en Cristo y son asumidos por él. En cuanto a ella, posee en Cristo la jus­ticia que puede considerar coma suya propia, como valladar de todos sus pecados ...

Ved, de nuevo y con c1aridad, por qué se tiene que dar una porcion tan hermosa a la fe, y decir que solo ella cumple la ley y que justifica sin necesidad del concurso de obra alguna" 30.

Esta pieza antologica puede eximirnos de ofrecer la avalancha de tex­tas encendidos que proclaman la "reencontrada" alegrla de la liberacion deI pecado en la obra de Lutero, desde las exposiciones a los primeros salmos, pasando par sus obras mayores, hasta las explosiones de intimi­dad de su epistolario. Es interesante contrastar coma el descubrimiento de la misericordia se refleja hasta en la misma evolucion fîsica de refor­mador: agotado, casi escualido en la primera reproduccion conocida de su figura (en la portada de un sermon predicado en Leipzig en 1519) 31,

a medida que se aleje de la angustia ira adquiriendo su conformacion consistente y rotunda, magnlficamente transmitida pOl' la serie de retratos

30 LWA, 7, 55.

31 Bibliothèque Nat. et Universit. de Strasburgo, R. 103.139.

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elaborada por Cranach, en constante testimonio gn'ifico hasta el lecho de su muerte 32.

Insistamos en que hoy es muy dificil imaginar la trascendencia hu­mana de estas vivencias de una sociedad tan espiritualmente sensibiliza­da coma la de principios deI siglo XVI. Quiza pueda dar una idea el he­cho de la expansion fulgurante deI primer luteranismo: deI nucleo origi­nario de Wittenberg irradio prodigiosamente y en unos quince aîios habia invadido la gran parte nordica deI Imperio, Prusia, Suecia, Dinamarca, grandes sectores de los Paises Bajos, buena parte de los Cantones Suizos, de Alsacia. Los secuaces trabajaban clandestina, pero febrilmente en ca si todos los puntos de Europa, a despecho de distancias y comunicaciones dificiles, de excomuniones, de Dietas, Interins y demas frenos de las au­toridades civiles y religiosas 33. La penetracion no pudo ser solo fortuita; si elementos mas humanos aprovecharon la nueva doctrina coma estimulo de sus inquietudes y posibles ambiciones, muchas veces sordidamente eco­nomicas, es indudable que el determinante fundamental de la recepcion de Lutero hay que verle en que dio la respuesta -0 parte de ella- an­helada "por los interrogantes y necesidades de un tiempo determinado; y, ademas, que supo trasmitirla en e1lenguaje de su tiempo" 34. Nada de extraîio, por tanto, que los reformados, embargados por un agresivo mi­sionerismo, antes adormecido, se lanzasen a un proselitismo a ultranza, forzando la contaminacion de todos los reductos accesibles, incluso los de los reinos peninsulares de Espaîia, supliendo asi la impaciente confi­nacion deI reformador en Sajonia 35.

4. Los condicionantes de la nueva libertad.

Se ha discutido mucho sobre la originalidad y los fallos de la adqui­sicion. Es indiscutible que proviene de una interpretacion -a veces poco rigurosa- deI pensamiento paulino, a través "de su fiel intérprete san Agustin", con un exclusivismo muy de Lutero, que profundizo en la Bi­blia durante su primer magisterio a partir deI Viejo Testamento y de las Cartas de San Pablo; de haberlo hecho a través deI Evangelio, posible­mente su punto de partida no hubiera sido el "juez terrible", sino el "pa­dre". Por otra parte, su raigambre agustiniana le impidio captar las co-

32 Interesantes datos sobre los distintos retratos de Lutera en «Rev. d'histoire et de Philo-sophie religieuses», L. c., pp. 219-ss.

33 E. G. LÉONARD, Histoire générale du Protestantisme, I, La Réformation, Paris, 1961, p. 112. 34 F. GOGARTEN, Luthers Theologie, p. 13. 35 Es interesante ver este poder de penetraci6n a medida que se van descubriendo nuevos

documentos de los primeros tiempos de la reforma luterana. Cfr. a este respecto la muy significativa carta que el emperador Carlos V dirigia a su Consejo a los pocos dfas de la dieta de Worms (1521): <<Porque somos informados que el dicho Luterio y algunos socios y c6mplices suyos con osadia diab6lica han enviado 0 quieren enviar los dichos sus libros e obras a esos nuestros reinos». Publicado por J. 1. Tellechea Idigoras, en «Ya», 14, 4, 1973.

4

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rrientes profundas que habian llevado el agua cristalina de una justifica­ci6n muy gemela a la de su "descubrimiento"; en tonos menos violentos que los de Denifle, esta falta de originalidad parece una conclusion in­contrastable 36.

En el fondo, 10 que suce dia es que todo 10 no personal le traia sin cuidado, relegando cualquier fenomeno espiritual que no se quedase en el reducto de la experiencia directa, deI diâlogo entre Dios y solo un hombre. Fue inaccesible a 10 de fuera de él: no s6lo a la tradicion que se empefio en ignorar cuando le convino y que en tonos distintos habia dicho 10 mismo que él predicaba, sino que se hizo sordo también a las sugerencias paternales de Staupitz (coincidentes con su posterior "descu­brimiento"), al contacto con catolicos irenistas, al acercamiento preconi­zado por su mismo querido Felipe Melanchton, etc. Y es que estaba con­vencido de la posesion de la Palabra, como un monopolio; nadie tenia derecho a una interpretacion que no coincidiese con la suya, proviniese aquélla de la Iglesia de Roma 0 de sus allegados mas 0 menos disidentes.

Esta sordera para 10 exterior nos introduce en el fallo sustancial de toda la teologia espiritual de Lutero: su incomprension ante el papel que, tanto en el pecado como en su perdon, juega la Iglesia coma comunidad de creyentes. La justificacion se realiza al margen de los demas, solo en­tre el pecador y Dio s, en aislamiento, coma un acontecimiento gozoso, pero intimo, muy en consonancia con el individualismo del Renacimiento y mas de espaldas atm al fenomeno ecIesial. El perdon (0 la justificacion, que a veces tiene que ver tan poco con el perdon) se hace asi mas directo y existencial, pero la brega tranquila por disfrutarle da la sensacion de una pacifica lucha en solitario. Todo el mundo que quedase al margen de este predio reducido deI creyente seria un feudo inmenso del pecado, del demonio, encastillado no solo en la Babilonia romana, entre los turcos o los judios, sino ensenoreado deI universo a sus anchas. Esta es la pa­radoja (mejor dicho, una de tantas) deI contradictorio reformador: trans­mitir la alegria de la liberacion, pero sancionar la conviccion deI pecado radical de todos los hombres, en una mezcla que tan pronto abocaria al pesimismo antropologico coma a un desconcertante optimismo posterior, logica consecuencia de una justificacion puramente externa, forense, bajo cuya apariencia pervive la realidad de Un hombre tan pecador (tan peca­do) como antes 37.

Este encerramiento en la experiencia personal hizo que todo se orde­nase a ella, e igual que el primer Lutero no vibro sino ante la angustia

36 Cfr. claramente expuesto el contenido idéntico, en términos quiza diferentes, de los evan· geIios sin6pticos, deI mismo Juan, en V. VAJTA, L'actualité de la doctrine de la justification par la foi, en «Rev. d'hist. et de phil. religieuses», 48 (1968) 200.

37 B. GHERARDINI, «El pecado en el pesimismo de la Reforma», en El pecado en la filosofla moderna, Madrid, 1963, pp. 29·87.

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deI pecado, asi en el segundo todo se dirigira hacia la justificaci6n mise­ricordiosa por la fe en Cristo, no parando ni ante la mutilaci6n e inexac­titudes de la Biblia, su gran regalo al pueblo aleman, si sus pasajes deja­ban intuir cualquier desviaci6n de su toma de postura 38.

Hay que reconocer que el contenido de su mensaje fue predicado mu­chas veces s6lo a base de slogans, ampliamente derramados: "sola fides", "sola scriptura", "unus redemptor", "el cristiano es libre", "fuera las obras". Ello indica, coma hemos dicho, el matiz moderno de la nueva predicaci6n y una llamada de atenci6n sobre aspectos vitales deI cristia­nismo algo abandonados en determinados sectores: la vuelta a la Biblia, el teocentrismo y cristocentrismo un poco ocultos en complicadas y ele­mentales f6rmulas de piedad; a la actitud fiducial humilde y confiada; pero, por otra parte, la misma acelerada expansi6n deI luteranismo, los exabruptos deI propio Lutero (recordemos sus cartas a Melanchton, a WeIler, con las explicitas recomendaciones al pecado para experimentar la gn;n misericordia) 39, incidieron en las desviaciones contra las que bra­maria el reformador, ya fuesen las aplicaciones antinomistas, los caballe­ros, los campesinos. La reacci6n brutal de Lutero ante algunos de estos grupos manifiesta la debilidad, pero también la cohesi6n de su pensa­miento y de su actitud: el temperamental saj6n no puede admitir por un momento que su mensaje, pura y exclusivamente espiritual, fuera alzado coma bandera de implicaciones terrenas de un reino que nada tenia que ver con el que él predicaba. Y, sin embargo, era éste un riesgo con se­cuente al énfasis puesto en el nulo valor de las obras, resorte atractivo para la masa y muy capaz de ocultar la exigente "teologia de la Cruz", subfondo de todo el "luterismo".

IV. CONCLUSION

Hemos querido exponer, de la forma 10 mas objetiva posible, 10 que supuso de verdadero "tournant" en la historia de la espiritualidad deI pecado la figura y la obra de Lutero. Hemos intentado abstenernos de emitir los antihist6ricos y clasicos juicios de valor sobre algo que esta ya de sobra juzgado, al menos desde el punto de vista dogmatico. A pesar de todo, habria que evitar el ver s6lo determinantes negativos en aras de una apologética desfasada; pero tampoco un ecumenismo irracional, tam­bién superado, ni el entusiasmo desbordado tendrian derecho a oscurecer

38 Sobre este verdadero saqueo de la Escritura, realizado por Lutero en aras de su principio supremo de la justificaci6n, cfr. datos de E. Moreau, P. Jourda, P. Janelle, en La crise religieuse du XVI siècle, de Histoire de l'Eglise, de Fliche-Martin, t. 16, Parîs, 1960, pp. 94-97.

39 Cfr. algunos de estos exabruptos, verdaderas incitaciones al pecado para burlar al diablo, asî como su contexto y sentido, benévolamente expuestos por J. LORTZ, Historia de la Reforma, trad. esp., t. I, Madrid, 1963, 317-ss.

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los fallos de una actitud puramente personaIista, tremendamente indivi­dual deI reformador, que vertebra toda su existencia y su predicaciôn sôlo en torno a este problema suyo (que 10 era de muchos) vertido aI exterior. Desde una ôptica posterior, es innegable el influjo marcado en un estilo de vida espiritual basado en la fe, en la confianza profundamente humiIde y cristocéntrica; asi coma hay que afirmar que tuvo la cualidad y la ha­bilidad de ofrecer a un mundo inquieto el tranquilizante que le urgia en­contrar. Lutero 10 hallô; mejor dicho: se habia hallado mucmsimo antes. Por eso es de lamentar que se situase fuera de la IgIesia tradicional. Como 10 encontraria Trento desde otra ladera, para el otro sector de la cristian­dad al que el concilio satisfizo plenamente. La lâstima es que Trento lle­gase tarde, quizâ demasiado tarde. Como por ninguna de las dos partes existia (muy comprensiblemente para entonces) una intencionalidad de tolerancia, dos corrientes que podrian haberse encontrado se tornaron en divisorias definitivas de dos formas diametralmente opuestas de concebir y vivir el problema deI pecado.

TEOFANES EGIDO, ocd Departamento de Historia Moderna Universidad de Valladolid