Luis Alberto Granada: un ejemplar participante AFS
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Transcript of Luis Alberto Granada: un ejemplar participante AFS
Liliana Valencia R.
912101017
Me fui de la casa a los 7
años y más pronto de lo
que pensaba me volví
gamín.
Yo vengo de una familia
prácticamente monopa-
rental porque mi papá nos
abandonó cuando tenía
como un mes de nacido.
Entonces puedo decir que
no conocí a mi papá…
creo que en mis casi 30
años, si he hablado con él
20 veces es mucho.
Mi mamá siempre me pro-
tegió, pero de alguna for-
ma descargaba su resenti-
miento, su rabia su deses-
peranza, sus frustraciones
en mí. Ella se unió a otra
persona, conformó una
familia; por eso tengo más
hermanos por parte de mi
madre.
Mi familia era muy
humilde, y mis papás –le
digo papá a mi padrastro-,
eran trabajadores ambos,
y fue esa falta de cariño,
esa falta de palabra amo-
rosa, esa falta de comuni-
cación lo que hizo que se
fueran rompiendo los la-
zos con mi familia.
Cuando iba a cumplir sie-
te años fui cogiendo malas
amistades, ya no iba al
colegio y empecé a mendi-
gar. En mi casa era muy
precaria la situación, pero
mis papás jamás, jamás
me obligaron ni me sugi-
rieron que fuera a pedir
plata.
Esa transición fue muy
rápida. En cuestión de 15
días empecé a andar con
niños que estaban acos-
tumbrados a pedir, y si
íbamos 15 niños y entrá-
bamos a algún sitio y nos
regalaban una hambur-
guesa, pues eso en mi ca-
sa no se veía. En mi casa
no había ni televisor, to-
dos dormíamos en una
cama y era muy precaria
la situación, y claro, eso
me sedujo, la calle me se-
dujo y terminé en la calle.
Un día simplemente de-
cidí no volver por miedo a
que me reprimieran, a
que me castigaran, y me
le desaparecí a mi
mamá… pobrecita, ella
pensaba que me habían
robado, pobrecita. Y yo
empecé a pedir, y luego
me dieron a conocer el
cigarrillo, y el pegante y,
entonces, ya después em-
pecé a robar.
Yo cogí el mal camino des-
de muy joven. Tenía siete
años no más. Mi mamá
me vino a encontrar al
año, y en un año es mucho
lo que se aprende en la
calle. Volví a la casa y
algún día me puso a lavar
la loza, y yo me volví a ir
a la calle. Ya mi vida era
la calle. Ya conocía las
drogas, y eso pues lo ancla
a uno a esa vida que no es
una vida de rosas; es una
vida bastante desagrada-
ble.
Recuerdo que ya cuando
empecé a crecer un poqui-
to, la gente me miraba
feo, me sacaban de todos
los lados. Yo nunca había
ido a cine, y por allá en el
año 91 estaban pasando
una película de Peter Pan,
Cuando me volví
gamín
1
La Fundación me
salvó
3
Con AFS cambió mi
vida
4
Mi vida en Francia 4
La Javeriana llegó a
mí
4
El trabajo 5
Mis sueños 6
Contenido:
Cuando me volví gamín
Un voluntario ejemplar
29 de octubre de 2010 Fundación Universitaria Konrad Lorenz Maestría Psicología del Consumidor
En la calle aprendí la soli-
daridad, aprendí a ser va-
liente.
y yo me metí al Bulevar Niza, que
estaba de moda en esa época, y logré
que un señor, rogándole, me com-
prara la boleta. Y yo allá feliz, sen-
tado en la sala, todo sucio, harapien-
to, oliendo a feo, y nadie se me sen-
taba al lado. Cuando ya había empe-
zado la película, llegaron dos seño-
res y me dijeron „usted porqué está
acá‟, y no me creyeron que un señor
me había comprado la boleta, y me
sacaron, y para mí eso fue una mar-
ca de rechazo muy dura. Eso me ge-
neró rechazo hacia la gente, y a
otras cosas que fui viviendo en la
calle… como cuando llegaba la polic-
ía y nos llevaban a La Calera y nos
disparaban.
En esa época en que yo viví en las
calles había grupos de limpieza so-
cial, los famosos „Muerte a
Gamines‟. Había una cantidad de
cosas que me generaron una coraza
y que me fueron metiendo más en el
vicio. La dinámica de la calle te me-
te en el vicio, y un día terminé meti-
do en las alcantarillas. Sí es una
realidad eso de los niños de las al-
cantarillas. Yo me conozco todas las
alcantarillas del sector de Unicen-
tro, de la 127. Yo fui itinerante, es-
tuve en el Quirigua, en el Centro, en
el Cartucho, en Unicentro, en el
Prado; en la calle uno nunca está en
un mismo sitio.
A los 10 años ya había ido a Carta-
gena, viajaba por el país, me colgaba
de las tractomulas. En el tren de
carga viajábamos hasta Ciénaga…
durábamos como 15 días metidos en
ese tren porque esa vaina no anda
nada. Uno en la calle tiene muchas
experiencias buenas y malas. Eso
nos tocó huirle a la muerte… la tu-
vimos de frente, y metido en la dro-
ga te vuelves una persona desconfia-
da.
Con los grupos de limpieza terminas
metido dentro de las alcantarillas,
que es llegar al punto más bajo en la
escala de degradación a la que pue-
de llegar una persona, porque es
estar viviendo en la oscuridad, en
un lugar donde tú no sabes si es de
día o es de noche; siempre está oscu-
ro, en medio de ratas, de excremen-
tos, de desperdicios, de todo lo que
la sociedad bota, y estás ahí, y eres
un ser humano con alma, con co-
razón, con sentimientos, y ahí es
que se pierde esa capacidad de sen-
tir, de amar, de vivir. Ahí estás ro-
deado de desesperanza, es algo que
no le deseo a nadie, en realidad es
muy triste sentirse como parte de
esa basura que transita a través de
esas cloacas.
En la calle aprendí a valorar cada
cosa que tengo, a valorar a las per-
sonas. Dentro de mis anécdotas re-
cuerdo estando en Cartagena a la
edad de 10 años. Estaba en el mar y
unos niños me botaron los zapatos
al mar, y yo traté de salvar mis za-
patos, pero yo los veía y nadaba pero
no alcancé y pensé „o son los zapatos
o soy yo‟. Perdí mis zapatos y no pu-
de encontrar a esos niños, porque yo
los quería acabar a golpes. Me quedé
sin zapatos en ese calor infernal, y
veía cualquier charco y allá metía
los pies, porque era caminar en el
pavimento hirviendo. Las plantas de
los pies se me abrieron. Duré casi
un mes caminando descalzo, ahí
aprendí a valorar todo lo que tengo,
así sea un par de zapatos, la comi-
da… yo tuve que comer muchas ve-
ces de la basura. Ahora que tengo
otro nivel de vida, si vale la comida,
por plata no me duele pagarla, por-
que sé lo que es no tenerla. Aprendí
a ser leal, a ser valiente a enfrentar
los problemas, a poner la cara.
En casos de supervivencia uno siem-
pre tiende a sacar la mejor tajada.
Aprendí qué era compartir y ver al
otro como un igual. Eso difícilmente
lo hubiera aprendió en otro lugar.
Lo peor que hice fue robar a la gen-
te, quitarle su sueldo en una billete-
ra.
Yo era raponero, con cuchillo íbamos
dos o tres y les quitábamos las cosas
a las mujeres. Cogíamos a los mu-
chachos de colegio y les quitábamos
los tenis. De eso me arrepiento. Pero
afortunadamente no tengo grandes
pecados de qué arrepentirme. Nun-
ca llegué a herir a nadie, a matar a
nadie. Eso me hubiera pesado
muchísimo en la conciencia, pero eso
hace parte de la dinámica de la ca-
lle.
Cuando me volví gamín
Página 2 Un voluntario ejemplar
Es muy triste sentirse como parte
de esa basura que transita a través
de esas cloacas.
Cuando uno está drogrado,
enbazucado, no piensas en
nada, tú vas por lo que vas
y ya, uno no se pone a pen-
sar, a reflexionar. Simple-
mente te robas un reloj, y
vas y lo cambias por cinco
gramos de bazuco. El valor
de la vida se pierde de una
manera impresionante. Yo
vi personas que las mata-
ron por deudas de 200 pe-
sos.
Pero afortunadamente, y doy gra-
cias a Dios por eso, porque él siem-
pre ha puesto personas en mi cami-
no. Cuando yo ya estaba en el fondo,
en medio de esa droga, y medio de-
cepcionado de la vida, llegó Papá
Jaime y la Fundación, y muchas
personas que estuvieron ahí apoyán-
dome que me invitaron a ir a la
Fundación Niños de los Andes, que
me motivaron a cambiar. Eso fue un
proceso lento. Cuando tú eres adicto
a las drogas, rehabilitarse es compli-
cado, porque uno genera dependen-
cia física a las drogas, y salir de ahí
es muy difícil, se requiere más que
voluntad.
Ingresé a la Fundación a los 11 años
y tuve un reintegro a mi casa cuan-
do iba a cumplir 15. Me volvía a ir
por un tiempo, y ahí tuve una expe-
riencia muy dura. Me dispararon a
quema ropa por estar robando, y
después de eso reflexioné y pensé
que ése no podía ser el camino que
yo fuera a coger, y fue cuando volví
a la Fundación y les pedí todo el
apoyo. Ahí mi vida cambió radical-
mente.
La primera vez era un niño y no
quería aconductarme. Generar hábi-
tos positivos es complicado. Es un
proceso lento, de aceptación. El
hecho de querer estudiar, quererse
asear… un niño que vive en la calle
se baña por ahí cada 15 días, e ir a
un sitio donde le digan “tienes que
bañarte todos los días, tienes que
lavar tus medias, tu plato, comer”…
generar reglas de conducta no es
fácil. Yo quise por mí mismo salir de
eso porque en seis meses vi morir
mucha gente de una forma muy ab-
surda, y pensaba que si no me salgo
a tiempo me van a matar. Ya había
una motivación, y eso cambió mi
vida.
Me ingresaron a un colegio militar,
y eso también ayudó a amoldar mi
conducta. Tenía espejos. Vi otros
niños que empezaban a cambiar su
vida, y tenían la oportunidad de irse
al extranjero, de conseguir un buen
empleo, de hacer algo útil con
su vida, y pensé que si ellos
pudieron, yo también puedo, y
me metí juicioso a estudiar, a
sacar buenas calificaciones, a
hacer muchas cosas útiles en
mi vida que me dieron muy
buenos frutos.
Papá Jaime me ha enseñado
que si tú tienes poder, es para
servir; que si tú eres un líder,
tienes que ayudar a que los
demás lleguen a la cima contigo.
Eso es un buen líder. A mí la calle
me sirvió para ser solidario. Noso-
tros, si conseguíamos un pan y éra-
mos 20, lo repartíamos entre 20. Si
veíamos que a un compañero, a un
parcerito le estaban pegando los
policías, uno se metía, uno genera
un vínculo de solidaridad por la con-
vivencia más que si me cae bien o
no. En la calle, cuando todos éramos
niños entre 8 y 15 años, el único que
sabía leer era yo. Yo les leía cuen-
tos, historias. Para coger el bus es-
taba pilas para saber el bus que
había que coger. Yo sabía multipli-
car, restar. Yo era el líder.
La Fundación me salvó
“He podido trabajar con
Papá Jaime como
motivador, enseñándole a
los niños que sí se puede
tener un sueño y
cumplirlo.”
Edición Especial Página 3
AFS fue sorpresivo para mí; es la
conclusión de un sueño. Yo estaba
mentalizado en que quería ir a otro
país y que iba a dar todo de mí para
llegar. Antes de que yo viajara, ya
había en la Fundación la experien-
cia de unos estudiantes que viajaron
al exterior becados por AFS, y me
metieron en el proceso, y yo
me fui convencido de que
eso es para mí, hasta que
me llamaron para decirme
“quedaste seleccionado”.
¡Me iba de intercambio!
En un principio me dijeron
que para Eslovaquia, y des-
pués me dijeron que no, que
para Francia. Ésa es la for-
taleza de un sueño. Cuando
tienes ganas de algo y lo
sientes con el corazón, se te
ve. Esa energía la logran
percibir los demás. Cuando
alguien tiene ganas de su-
perarse, no hay nada que lo
detenga.
Cuando regresé había mu-
cho niño nuevo, y para esos
niños yo era un ejemplo a
seguir y eso me pareció
muy chévere. Y pensé, cla-
ro, yo puedo ser un líder, y
con mi ejemplo lograr que
otras personas salgan de su
vida monótona, de falta de
sueños. Ese modelo de vida
que yo estaba mostrando se
convirtió en un modelo de vida para
muchos jóvenes que estaban en re-
habilitación, y eso para una persona
que no tiene un norte en su vida es
muy importante. Ver una persona y
pensar „si esa pudo, yo también lo
puedo lograr‟.
Con AFS cambió mi vida
Página 4 Un voluntario ejemplar
Sentí miedo. Todo era confuso.
Cuando llegué donde mi familia en
Francia, a un pueblito de 1200 habi-
tantes, yo era el único extranjero,
todo el mundo me saludaba.
La familia que tuve fue una familia
muy especial. Yo me fui muy preve-
nido con ellos, obviamente uno a esa
edad, 16 años… les eché un chorrero
de mentiras. Me daba vergüenza
decir que yo era de la calle. Ellos lo
sabían. Ellos tenían un hijo que se
fue de intercambio a Estados Unidos
y decidieron tener a alguien de in-
tercambio ese año, y ellos tenían un
catálogo: el niño coreano que toca
muy bien el piano, la niña que es
excelente en el colegio, todos desta-
cados y al final de la lista, un colom-
bianito que había estado en la calle.
Y el papá dijo “es éste o no es ningu-
no, y vamos a jugárnosla con él.
Ésta es la persona.”
Fue una experiencia de locura.
Ellos, mis papás, me enseñaron to-
do. Me dijeron que no me querían
por lo que yo tuviera, sino por quién
era, por la valentía que tuve de lo-
grar salir de donde salí. Fue una
gran experiencia, hice amigos,
aprendí francés, me llevaron de via-
je por diferentes países, y pode cum-
plir mi sueño de conocer Inglaterra,
donde me invitaron a dictar una
charla.
Para mí fue un renacer, una nueva
vida, tenía mi propio cuarto, con
televisión, con escritorio, una casa
gigantesca, con un paisaje hermoso,
lleno de árboles. Todos ayudábamos
a servir la mesa, a barrer. Para mí
fue un cambio radical. Lo más im-
portante de esta experiencia de vida
fue que aprendí que la gente te
aprecia, te escucha, te aconseja. El
lazo que se creó con ellos fue un lazo
muy, muy fuerte, indisoluble. Los
que viajan de intercambio ven a sus
papás como sus papás, y ellos a su
hijo de intercambio como si en reali-
dad fuera su hijo. Se vuelve una re-
lación para toda la vida.
Cuando yo estaba en Francia, mi
mamá colombiana, que a duras pe-
nas llegó a cuarto de primaria, me
escribía cartas. Para ella esto era un
orgullo y generó gran cercanía con
ella. Volver a la realidad no fue fácil
porque yo allá lo tenía todo, vivía
como un rey, no me faltaba nada.
El intercambio definitivamente po-
tenció todas mis habilidades, mi vi-
sión de la vida, tener un propósito
claro en la vida y ser más líder; ser
consciente de que tú puedes dar pa-
ra los demás, así sean cosas como un
consejo, una palabra que en algún
momento le cambian la vida a una
persona. Terminé el bachillerato,
entré a la universidad, saqué un
excelente Icfes.
Un año después de habar vuelto a
Colombia, en el 99, mis papás fran-
ceses vinieron y crearon una asocia-
ción que buscaba dinero para la
Fundación Niños de los Andes y pa-
ra mí. Se llama „Tournassol por la
Colombie‟, porque mi papá decía que
los girasoles son como los niños de
la calle, porque es una planta que
en un principio tiene que aguantar
la intemperie, la oscuridad, el es-
tiércol, pero es una planta que cuan-
do empieza a salir esa flor, nunca
pierde la dirección de la luz del sol.
Los niños que salen de la calle son
como ese girasol, porque han tenido
que pasar muchas situaciones ad-
versas, pero cuando logran salir,
salen con todo y nunca van a perder
el norte de su vida, esa luz. La aso-
ciación se conformó con 30 personas
y ahora tiene más de mil y pico de
miembros: mucha gente que no me
ha visto en su vida, pero que conoce
mi historia.
Edición Especial Página 5
Mi vida en Francia
El padre Álvarez, Decano de la Fa-
cultad de Derecho en la Javeriana y
miembro de la Junta Directiva de
Niños de los Andes, fue un día a
Subachoque, a la Fundación. Yo es-
taba en la biblioteca leyendo algo de
Platón porque yo quería aprender, y
nos pusimos a hablar. Me dijo “si
usted termina su bachillerato muy
bien, le voy a dar una beca para que
estudie lo que quiera en la Javeria-
na.”
Yo pensé que tengo que prepararme
muy bien, así que no fue casualidad
sacar un buen Icfes, yo iba prepara-
do y logré pasar en la Javeriana a
Derecho. Ésa era mi pasión dese
muy niño. Siempre fui conciliador
con los compañeros del parche.
Siempre supe que quería ser aboga-
do y bueno, logré entrar, tenía que
mantener un promedio de notas al-
to, no perder materias, y eso impli-
caba una exigencia adicional.
Siempre he mantenido ese bajo per-
fil de no contarle a todo el mundo.
No porque me avergüence, todo lo
contrario. Es una historia de vida
que se debe contar una y otra vez
para mostrar que si uno quiere algo
en la vida lo puede lograr, no impor-
tan los obstáculos que se interpon-
gan. Hay que ser testarudo e ir en
pos de ese sueño.
En el año 2000, cuando estaba ter-
minando mi segundo año de dere-
cho, me llama una persona del pe-
riódico El Colombiano de Medellín, y
me dice que en virtud de mi historia
de vida y de todo lo que estaba
haciendo con la Fundación me había
ganado el premio Colombiano Ejem-
plar. Fui el colombiano más joven en
recibir ese premio. Con eso salí en
muchos periódicos en primera pági-
na, me llamaban a programas de
radio y obviamente la gente del cur-
so se enteró y lo recibieron muy
bien.
Es que cuando regresé de Francia
en 1998, papá Jaime estaba comen-
zando a ser motivador y yo empecé a
andar con él. Él me decía “si tienes
palabra, tienes que replicarla con
los hechos”, y me sugirió que empe-
zara a ir a las brigadas de volunta-
rios, o sea patrullas de rescate que
dan de su tiempo a los niños de la
calle. Mi caso era especial porque
muchos de los que yo iba a visitar
habían estado conmigo en la calle, y
lograba engancharlos. Verme bien
vestido les generaba un choque de
“uy, ¡yo qué estoy haciendo acá!”
En la Javeriana me hicieron un aga-
sajo muy bonito, pero no me salí de
ser un estudiante normal, sentí mu-
cho apoyo de ellos.
Yo tenía mi novia, quedó embaraza-
da y no era uno, sino gemelos y
cuando mis hijos nacieron me hicie-
ron baby showers, una cantidad de
pañales como para un año. En esa
época las cosas se dificultaron por-
que el padre Álvarez tenía otra ex-
pectativa para mi vida, que yo fuera
ministro. Entonces me cambió a me-
dia beca. Sentía que me había tirado
mi vida. No lo voy a sacar de la uni-
versidad porque no le ha ido mal,
pero no le voy a ayudar más.
Yo estaba entrando a tercer año y
me toqué puertas. En La Sabana me
dijeron que me daban la beca 100%,
pero tendría que volver a empezar
de cero. Pero no, yo no iba a volver a
empezar, yo me graduaba javeriano.
Empecé con muchas dificultades.
Hice rifas; un profesor que no conoc-
ía mucho me ayudó con una parte
del semestre, y también mi familia
de Francia para completar la media
beca. Así fueron seis semestres has-
ta que me gradué contra viento y
marea, Fue una prueba de fuego.
Yo no voy a repetir lo de mi papá de
dejarme botado. Lo asumo desde el
comienzo. Me casé. Luego cuando
los gemelos tenían nueve meses,
otra vez quedó embarazada Fue
muy duro; hacíamos chocolatinas y
vendía en la calle. Como sabía
francés, dicté clase de francés a me-
dio curso, y lo logré. Me pude gra-
duar.
Mi esposa tenía ya otros dos hijos.
Ella es mayor que yo nueve años, y
su hija mayor ya tiene dos hijos
también. A mi esposa la conocí en la
Fundación; ella es un complemento
especial de mi vida. Ya llevo 20 años
con ella.
Edición Especial Página 6
La Javeriana llegó a mí
una parte colaboro con la Fundación
Niños de los Andes, sobre todo dan-
do a conocer mi historia y sirviendo
de ejemplo para muchos niños. Tam-
bién estoy con AFS donde hago par-
te del comité de selección de beca-
rios para irse de intercambio.
Es que en el mundo puedes ser un
equis para mucha gente, pero para
esa persona a quien tú le das tu ma-
no, puedes convertirte en su mundo.
Acá soy la mano derecha e izquierda
de mi jefe, y eso me consume tiem-
po, pero no estoy alejado del volun-
tariado. A veces nos acostumbramos
a abrir los brazos y recibir, pero nos
olvidamos de dar. Nos olvidamos de
que cuando estuvimos en un mo-
mento difícil, mucha gente nos dio la
mano.
Yo vine a tomar conciencia del vo-
luntariado después de vivir la expe-
riencia de AFS y haber conocido otra
cultura. De ver mi especial expe-
riencia de vida y haber salido de ahí.
No fue fácil conseguir trabajo, pero
no me puedo quejar. He sido afortu-
nado, y siempre he trabajado en
buenos sitios, buenos buffets. Ahora
estoy con Monroy & Bernal Aboga-
dos. Allí manejamos cosas importan-
tes de derecho administrativo.
Tengo que decir que la vida profesio-
nal me ha dado grandes enseñanzas.
Me especialicé en derecho adminis-
trativo en la Javeriana, ésa sí la pa-
gué. La profesión me da todo, mi
casa, mi carro, poder compartir con
mi familia.
Hace poco compre una casa sencilla
y grande, y ahora todos vivimos jun-
tos con en Mosquera, con mi familia,
mis papás, la hija de mi esposa, sus
hijos. Si antes cabíamos todos, pues
ahora también. Mis papás están en
una situación difícil, sin trabajo, y
yo estoy buscando comprarles otra
casa. Además de eso, en 15 días me
entregan mi carro, un Hyundai. Eso
me tiene feliz.
Además de mi trabajo saco tiempo
para seguir como voluntario. Por
Eso no le pasa a todo el mundo. La
familia con la que viví en Francia y
el mismo papá Jaime me han refor-
zado la idea del compromiso, de dar
y servir, y eso creo que lo he replica-
do en mi vida, y es rico sentir que
uno le ayuda a alguien y que es útil,
que no necesariamente tiene que ser
económicamente, sino hay muchas
formas a través de las cuales tú pue-
des servir y ser un factor de multi-
plicación.
Creo que un voluntario debe tener
disposición, no es algo obligado. De-
be haber un por qué y un para qué.
El voluntariado ayuda para enalte-
cer el espíritu y también para retri-
buir. Si tú eres afortunado en la vi-
da vas a retribuir eso en las demás
personas. Vas a ser un factor de
multiplicación.
Cuando uno da lo hace con el mayor
de los gustos. No hay nada que rego-
cije más el espíritu que servir a otro
sin condiciones; dar desinteresada-
mente sin condiciones.
El trabajo
tan testarudo.
Bueno, me considero una persona
con estrella, Creo que Dios tiene
una meta especial para mi vida, y
ahora busco ser perseverante, afecti-
vo, solidario y buen jefe. Creo que
son las más cosas buenas que tengo
para dar que las malas. Antes que
ser un buen profesional, hay que ser
una buena persona; la gente valora
a las personas. Ser persona es un
reto.
Sobre mis sueños, voy a mandar a
mis niños de intercambio. Mi meta
en lo profesional es montar mi buf-
fet, tener mis clientes, seguir estu-
diando. Quiero ayudarles a mis
papás para que tengan su propia
casa, y ahorrar para la universidad
El día en que me gradué hace cinco
años les conté a mis hijos la historia
de un niño que había vivido en las
calles, que había pasado muchas
dificultades y que había logrado sa-
lir adelanto con la ayuda de muchas
personas. Ellos me dijeron “papi, esa
historia es muy linda, pero si no nos
equivocamos, esa es la historia de tu
vida”… yo solamente lloraba de feli-
cidad. Yo he sido el modelo de mi
casa porque estuve en una situación
muy difícil, pero logré salir adelan-
te, sacar adelante a mis hijos…
Simplemente creo que hay que fijar-
se una meta e ir por ella. Siempre
va a haber dificultades; las cosas
valiosas en la vida requieren de un
esfuerzo, de ser perseverantes. Yo
hoy estoy viendo los frutos de ser
de mis tres hijos. También, viajar a
Perú, a Praga y recorrer Italia.
También quiero que mis hijos conoz-
can el mar.
Mis sueños