Luis Aceituno Conversa Con Lucia Escobar

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Entrevista de Lucía Escobar a Luis Aceituno para la colección "Pensamiento" de la CCE Guatemala

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  • COLECCINPENSAMIENTO

    conversa

    LUIS ACEITUNO

    LUCA ESCOBAR

    con

  • {2} {3}

  • COORDINACIN DE PROYECTOSilvia Trujillo

    COORDINACIN EDITORIALGemma Gil

    DISEOLuca Menndez

    FOTOGRAFAAndrs Asturias

    CONCEPTO ORIGINALRosina Cazali

    IMAGEN CONTRAPORTADABasada de una ilustracin de Antonio Frasconi

    El LibrovisorEdiciones alternativas del Centro Cultural de Espaa en Guatemala

    Octubre, 2008

    Todos los derechos reservados

    Centro Cultural de Espaa / GuatemalaVa 5, 1-23 zona 4, 4Norte, Ciudad de Guatemala, 01004 (502) 2385-9066 [email protected] www.centroculturalespana.com.gt blog: cceguatemala.blogspot.com

    Coleccin Pensamiento II : Luis Aceituno conversa con Luca Escobar / coord. Silvia Trujillo y Gemma Gil. - - Guatemala : El Librovisor, Ediciones Alternativas del Centro Cultural de Espaa en Guatemala, 2008. 64 p. (Coleccin Pensamiento ; V.2 Tomo 2)

    ISBN 9922-985-8-8

    1. Intelectuales guatemaltecos Entrevistas 2. Pensamiento intelectual guatemaltecos I. Coaut.

    CDU 008 (728.1)

    CONVERSALuis Aceituno

    Luca EscobarCON

  • 5La idea que me propuso el Centro Cultural de Espaa de entablar un dilogo con Luis Aceituno para la Coleccin Pensamiento ii me pareci un premio ms que un reto. Cmo negarse a unas horas de buena conversacin con el escritor antigeo?

    Conozco a Luis como catedrtico universitario, he apren-dido de l como periodista, respeto su amplia cultura general, y la manera en que defiende el suplemento El Acorden, como un espacio que valora la informacin cultural ms all del espectculo y la banalidad. De su afi-cin por el cine y por la msica, ha acumulado un amplio conocimiento que no duda en compartir en programas de radio, talleres de apreciacin cinematogrfica o en sus columnas de opinin de los martes en El Peridico de Guatemala. He visto tambin su lado cotidiano, don-de destaca su valoracin de la amistad, del humor y del conocimiento, de tal manera que platicar con l suele ser una experiencia enriquecedora.

    Por Luca Escobar

    Un divn para Luis

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    Tengo la sensacin de que esta entrevista, sali incons-cientemente, como una sesin de psicoanlisis. Luis se someti al divn de mis dudas, que se inclinaron a hurgar en su niez, adolescencia y primera juventud.

    As que lo acompa desde su primer recuerdo traumtico, tras la muerte de su to en casa, y luego lo vi en la plaza de San Martn Jilotepeque, asistiendo de nio al cine Mejoral, lo imagin transitando por las calles de Antigua, diri-giendo obras de teatro en Quich, escuchando rock en su cuarto, espiando las baratijas de las empleadas de antao, recopilando textos para La Moxca o la pgina literaria de El Imparcial, devorando libros y escupiendo versos, y luego empacando sus cosas para largarse de un pas asfixiante y hacerse la vida escribiendo, empapndose de cultura y realizando toda una serie de oficios para ganarse la vida en Francia.

    A pesar de que Luis no comparte mucho el concepto de generaciones, en esta entrevista busqu un dilogo con su generacin, compuesto por mis propias dudas o vacos de informacin sobre esta poca oscura de la que no ter-minamos de salir del todo. Me interes profundizar en la parte irreverente de Luis, en la agudeza crtica con la que desnuda esas realidades que a veces preferiramos obviar. Reconozco que nos falt tocar ms a fondo el tema de la literatura, a pesar de que es el bastin en el que Luis edifica

    su existencia. Apenas abordamos la poca en que escri-bi La puerta al cielo (1982) y su libro de cuentos Los aos sucios (1993), lo dejamos para una segunda parte.

    Encontramos, entonces, a Luis periodista, al maestro, al melmano y cinfilo, al coleccionista del peor kitsch, al crtico y al derribador de mitos.

    LUC A ESCOBAR: Me gustara saber, cul es el recuerdo ms lejano que tens.

    LUIS ACEITUNO: El que tengo ms consciente, el primero que me viene a la cabeza es una casa en La Antigua, con un patio grande y corredores. Yo tena un peluche que tiraba al techo y el chiste era que mi to Ernesto se su-biera a rescatarlo. Verlo subirse, por alguna razn, me causaba una gracia profunda. En esa casa vivamos mi mam, mi abuela y yo, tambin este to hermano de mi abuela que estaba de paso. Luego, nos fuimos a San Martn Jilotepeque, donde mi mam fue a encar-garse de la escuela de prvulos. Me acuerdo que entr a una habitacin de la casa donde vivamos y que encon-tr al to Ernesto tirado en el piso con la boca y los ojos abiertos. Estaba muerto, pero yo no comprenda lo que pasaba, supongo que fui a avisar a mi abuela. Creo que tena un poco ms de 30 aos y muri de un ataque al corazn. Yo lo quera mucho.

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    LE: Cmo eras de nio?

    LA: Me recuerdo como un nio muy retrado. Fui hijo nico hasta los cinco aos y tena un mundo interior al que muchas veces me abandonaba. Era un nio normal, co-mn y corriente, pero desubicado. Senta que no enca-jaba en las cosas, me senta separado de la vida corriente por alguna razn. Era activo, como todos los nios, pero muy tmido.

    LE: Decas que te fuiste con tu familia, muy pequeo, a San Martn Jilotepeque Qu recuerdos tens de ah?

    LA: San Martn Jilotepeque era un lugar de mayora indge-na, pero la vida social la dominaban los ladinos. Yo me iba con mi mam y pasaba todo el da en la escuela. Era una escuela multicultural como les gusta decir aho-ra con muchos nios indgenas y ladinos. Lo que me alucinaba eran las ferias de San Martn, con su rueda de Chicago, y de caballitos y una nia que partan en tres. Se llamaba Sandra y creo que me enamor un poco de ella, era una estrella, a sus cinco o seis aos tena esce-na. Era este tipo de espectculos totalmente miserables, pero que me causaban una fascinacin que muy pocas veces he vuelto a sentir. Aprend, tambin, a cantar la lotera. Haba un tipo que era una leyenda en las ferias de pueblo, all a principios de los sesentas, tena un in-

    genio extraordinario para elaborar rimas a partir de las figuras de la lotera. Yo lo escuchaba embebido y repeta de memoria todas sus versificaciones, lstima que las olvid todas.

    LE: No eras muy pequeo para sentirte separado de la vida, como decs?

    LA: Yo senta que no encajaba en nada, ni en La Antigua, ni en San Martn. Adems, pasaba parte de las vacaciones con una ta abuela que viva en El Rancho, un pueblo perdido por El Progreso, Guastatoya. Ella viva en una casa grande de costa, al lado del ro Motagua, y eso era el trpico, no tena nada que ver con lo otro.

    Los nios de La Antigua eran diferentes a los de San Martn; y los de La Antigua y San Martn, diferentes a los de El Rancho. Eso para m fue muy importante, me dio una visin amplia del mundo que me rodeaba, me familiariz con paisajes humanos y geogrficos dis-tintos. Yo era un nio sobreprotegido de clase media, viviendo en un mundo de mujeres. En San Martn y El Rancho tuve una relacin muy estrecha con las emplea-das. En los aos de infancia, la cocina era un centro de reunin muy importante, un lugar de tertulia, se escu-chaba mucha msica de la que pasaban por la radio. Me fascinaban los cuartos de las empleadas, los espejitos,

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    las cajitas, las brillantinas, los frasquitos de los perfu-mes; creo que de ah viene mi obsesin por el kitsch. Me alucinaban tambin las salas de las casas de pueblo, los adornos, los tapetes, las fotos viejas, los muebles, las salas que parecan santuarios.

    LE: Hblame de tu familia, cmo era?

    LA: La familia de mi mam, a la que me senta ms cercano, era de abolengo, pero ya llevaba algunos aos de vivir su momento de decadencia. Era una familia repleta de ge-neraciones ociosas que haban dilapidado fortunas. Las generaciones de mi abuela y de mi mam tuvieron que trabajar, as que de abolengo solo les quedaba el nom-bre. En La Antigua Guatemala esto del abolengo era una especie de fachada, eran familias viviendo de un antiguo esplendor, a las que solo les quedaban los recuerdos y los muebles viejos.

    LE: Records tu primer acercamiento a la esfera de lo cultu-ral, de lo artstico?

    LA: Recuerdo el cine Mejoral, en la plaza central de San Martn, donde presentaban pelculas de Jess. Al prin-cipio el cine me daba terror; que hubiera gente detrs de una manta mostrndote otros mundos era algo que no poda concebir ni relacionar con nada. La primera

    pelcula que vi en un cine de verdad, en una sala os-cura, fue La noche de las narices fras. Pasados unos 20 minutos, comenc a dar gritos: eso de que la bruja se fuera a comer a los perritos me pareci espantoso. Luego, mi mam prob a enviarme otra vez, la cinta era La noche de un da difcil de Los Beatles. Lo mismo, unos cuates1 extraos, con pelo largo, como venidos de otro mundo, tambin me tuvieron que sacar.

    Luego en primero primaria, y ya de regreso en La Antigua, mi mam me llev a ver De aqu a la eter-nidad, y fue algo as como una revelacin. La vi en la tele casi 20 aos despus, y an me queda la duda de cmo a un nio de cinco o seis aos pudo fascinarle una pelcula de temas ms bien escabrosos. A partir de ah, y desde esa corta edad, no hubo para m mayor placer que mantenerme sentado dentro de una sala oscura. En La Antigua, en aquella gloriosa poca, po-das ver alrededor de unas 300 pelculas al ao, cada da proyectaban una o dos diferentes, que bien podan ser gringas, italianas, mexicanas, cine contemporneo, cine clsico, era como un repaso a la historia reciente del cine.

    1. Usualmente en Guatemala se utiliza como camarada, amigo ntimo. En este caso se usa como sinnimo de sujeto.

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    LE: Qu sentas al vivir en una ciudad rodeada de ruinas?

    LA: No lo vea como algo extrao, se corresponda con las historias familiares, sas de un pasado de esplendor. Te daba la sensacin de ser un sobreviviente de alguna oscura catstrofe. Por otra parte, estaba la certeza de que el mundo se poda desmoronar de un momento a otro, el miedo a los temblores, a las inundaciones, vivas con la sensacin de que todo se te iba a caer de repente en la cabeza.

    LE: Eras religioso?, tenas un altar?

    LA: Jams.

    LE: Ni en tu primera infancia?

    LA: Mi relacin con la religin era muy particular y un tanto catica. Mi familia era catlica, pero de un catolicismo muy pintoresco. Mi ta abuela, la de El Rancho, tena un montn de santos alrededor de su cama, y haba dos cromos que me inquietaban: el del Arcngel Gabriel y el de las nimas del Purgatorio. En La Antigua haba una relacin con el catolicismo, no solo como religin, sino como cultura: la arqui-tectura de los templos, las pinturas, las imgenes, los decorados, las escenografas de las velaciones, las pro-

    cesiones. Comenc a cargar 2 como a los dos aos, soy cucurucho3 desde entonces. Para m era una manera de relacionarme con otros nios, de pasarla bien. Mi familia no era de ir a la iglesia todos los das, ni siquiera a misa los domingos (iban para los 15 aos, matrimonios, primeras comuniones), pero yo siem-pre estudi en colegios religiosos y particip de buena gana en muchos rituales, era parte del ser antigeo. Supongo que del catolicismo me viene gran parte de mis traumas, es decir, no fue lindo pasar el ao 68 encerrado en un colegio religioso.

    LE: Dnde estudiabas?

    LA: La primaria, en el Constancio C. Vigil. Era un cole-gio mixto, en una poca en que los colegios mixtos eran algo extrao. Para m fue importante, aprend a convivir con hombres y mujeres por parejo. Era un colegio muy particular, a los hombres nos ensea-ban a coser, lo que por supuesto nos condenaba al

    2. Durante la celebracin de Semana Santa hombres y mujeres caminan en procesin cargando las imgenes que veneran.

    3. Se llama as a los hombres que cargan en Semana Santa porque usan un sombrero de forma cnica con una tela exterior que cubre la cara y el cuello, y que desciende hasta los hombros, dejando solo un par de orificios para los ojos. Forma parte de las vestimentas de las cofradas en Semana Santa.

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    escarnio pblico. Hubo otras cosas que me marcaron, por ejemplo, siendo profundamente conservador, era a la vez un colegio antimilitarista, que se opona a que marchramos el 15 de septiembre4 como los soldados.

    LE: Tenas acceso a libros, a la msica?

    LA: Mi familia, sin llegar a ser intelectual, tena muchos libros en casa y en el colegio la lectura era muy importante. Leamos los clsicos espaoles en voz alta, por supuesto, cosas para nuestra edad, esto te iba afinando el odo y construyendo un lenguaje ms elaborado, un lenguaje capaz de producir otros mundos, otras formas de decir, un universo de interpretaciones para las palabras. Como las rimas de la lotera.

    LE: Te acords del momento en que descifraste por primera vez las palabras?

    LA: Yo amo a mi mam, mi mam me ama. Yo me la pas muy bien, me gustaba todo aquello, era una sensacin de que estabas empezando a descifrar el mundo, acer-cndote a cosas que tenas vedadas.

    LE: Y la msica?, alguna vez dijiste que el rock and roll te salv la vida.

    4. Se conmemora en Guatemala el da de la Independencia.

    LA: Cmo mnimo me salvo del tedio y del aburrimiento. El rock le dio direccin a un malestar que senta desde nio. Me hizo darme cuenta de que ese malestar no sola-mente lo senta yo, sino que haba otra gente que senta lo mismo, y que adems lo poda expresar de una forma que en esa poca me pareca maravillosa. Ese malestar poda ser parte de tu fuerza, sa es una enseanza del rock. En La Antigua era muy importante, por el mismo encierro, sentir que pertenecas a algo ms amplio y en el rock tambin est la cuestin de la fuga, de la huida.

    LE: Polticamente, cmo era esa poca?

    LA: Era un pas donde el peso que haba sobre la libertad era horroroso, donde expresar lo que sentas te poda meter en situaciones muy delicadas. El hecho de vestirte de determinada manera, de dejarte el pelo largo, aunque es una estupidez, te enfrentaba a algo muy jodido, al orden inamovible de las cosas. Durante veintitantos aos viv en un pas en perenne estado de excepcin: nac cuatro aos despus de la cada de rbenz y de la llegada de Castillo Armas, los liberacionistas y el anticomunismo. Viv en San Martn un lugar que para el 54 fue uno de los bastiones de la extrema derecha, donde las tensio-nes entre la mayora indgena y la minora ladina eran muy fuertes. De nio no tena mucha conciencia de eso, pero lo intua.

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    Luego, vino toda la experiencia de la primera guerrilla guatemalteca, algo de lo que me enter por las plticas familiares, pero no estaba muy claro, porque se hablaba en voz baja. Yo tena siete aos cuando muri Turcios Lima y, aunque en ese momento no tena idea de quin era, las fotos de portada en la prensa me quedaron gra-badas en la cabeza. Por alguna razn, yo siempre les tuve un terror inmenso a los policas y a los militares, era la imagen de un poder muy oscuro. Me aterrorizaba que alguien tuviera el poder de decidir sobre tu vida, me daba la sensacin de estar en una situacin de debilidad frente a un orden de las cosas que me ahogaba. Todo eso me hizo refugiarme, desde muy nio, en una serie de quimeras.

    LE: En cules?

    LA: La msica, el cine, en una necesidad de canalizar todo ese disgusto, toda esa rebelda, a travs de algo. Viva una situacin familiar que era todo menos fcil, mi mam y mi pap siempre haban vivido separados. Yo tena una relacin directa, estrecha, con mi padre, pero eran dos mundos divididos, y el hecho de no venir de una familia convencional, en un pueblo como La Antigua, te marca. La situacin de ser un hijo ilegtimo, como se deca en aquellos tiempos tan polticamente incorrectos, te hace vivir al margen, aunque no lo quieras. Tampoco era una

    tragedia, mi infancia fue normal, pero tena la sensacin de estar peleando solo contra un orden de las cosas que me sobrepasaba.

    LE: Pero eso fortaleca tu posicin de no pertenecer a nada.

    LA: El rock, el cine, la cultura en fin, se vuelve una fuerza desde la que se desprende una actitud que ms all de integrarme, me desintegra totalmente de todo. De los 15 aos en adelante se volvi una actitud retadora, de querer reivindicar esa marginalidad, de querer imponer ese orgullo un poco dandi, de no pertenecer al rebao, pero en el fondo yo era alguien medio perdido que no se ubicaba en nada, que buscaba una ruta para llegar a hacer algo importante, algo que me justificara.

    LE: Hubo algn amigo que fuera importante para com-prender ciertas cosas.

    LA: Roberto Prez, desaparecido en el 81. Tuvimos una amistad muy intensa, nos gustaban los mismos libros, la misma msica, me senta acompaado. Es mi primera gran amistad intelectual, compartamos pensamientos, preocupaciones, preguntas, la misma fascinacin por la msica, por el cine. Es un tema muy doloroso para m.

    LE: Nunca se supo qu fue de l?

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    LA: Nunca, l no tena una militancia poltica que lo hubiera podido llevar a la desaparicin, tan corriente en aquellos aos. Fue de esta gente que de repente se vio envuelta en esa avalancha de desesperacin y muerte, sin saber muy bien por qu estaba ah. La historia es muy compli-cada. Desde antes de su desaparicin habamos tomado rumbos diferentes. Mi rechazo a la droga viene de eso, l se meti muy profundo en esas cuestiones, y era una aventura en la que yo no lo poda seguir.

    LE: Empezaban a consumir drogas muy jvenes?

    LA: Se fumaba mucha marihuana, se tomaban muchas anfe-taminas. De repente tens conciencia de que vivs en un mundo jodido. Por supuesto que esa conciencia no era poltica, lo nico que sentas era que lo que te rodeaba te oprima y te condenaba a las soluciones desesperadas. Una de ellas era la droga, que lleva implcito un rollo muy depresivo, de mantenerse anestesiado frente a una realidad que no comprends, que cada vez se vuelve ms oscura.

    LE: Tu relacin con el arte no era un poco tambin aneste-siarte de la realidad que te rodeaba?

    LA: No necesariamente. El cine, la msica, la lectura me abrieron hacia otras cosas, a comprender que la vida es

    mucho ms amplia, que hay otros espacios, otros luga-res donde pods vivir de una manera ms plena, ms acorde a tus deseos, y eso es importante.

    LE: Alguna vez te sentiste atrado por lo decadente?

    LA: No s, siempre hubo una seduccin por la decadencia, una decadencia elegante, como de dandi, no necesaria-mente alguien metindose piedra en un cuarto de un hotel miserable. A m me deprima, y me deprime, la gente drogada. Me jodi que tantos amigos, gente que yo quera mucho, se hundieran en toda esa mierda. Adems, est la sensacin de impotencia, de que alguien se est cayendo en el abismo y que vos no sos lo sufi-cientemente gil o fuerte para rescatarlo. Era gente con la que yo haba compartido experiencias muy intensas, todos estos deseos de cambio, de vidas diferentes, de sociedades ms libres. De repente mirabas que todo se desmoronaba, que chocaba frente a una realidad bas-tante cruda. Todo ese desencanto lo sent muy pronto, a los 15 aos, pero tambin fue parte de la formacin de mi carcter, me ayud a tomar una posicin desde la que empezaron a surgir otras cosas, otros intereses.

    LE: Cmo lleg a vos la literatura?

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    LA: Debo de reconocer que, a pesar de todo, eso se lo debo a los hermanos de La Salle, que me hicieron descubrir ciertas lecturas siendo muy joven. Tuve un profesor que fue determinante, el hermano Gerino, que me dio litera-tura en 4 Magisterio. Yo no tena una atraccin especial por la materia, pero este tipo me descubri un universo, algo que yo sent que poda llegar a cambiarme la vida. A l le apasionaban los clsicos, el Siglo de Oro espaol, la novela rusa del siglo xix. Te haca recitar en clase a Manrique, a los griegos... Era casi un anciano, pero haba en l un optimismo infinito que te contagiaba, tena una gran devocin por la cultura y el mundo de las ideas, lo que es casi inslito en un religioso. Influy mucho en m y siempre le voy a agradecer que me descubriera el teatro.

    LE: Estudiaste Magisterio?

    LA: Era como continuar una tradicin familiar: mi mam y mis abuelas eran maestras. El Magisterio no era una ca-rrera para gente con ambiciones, pero para m era optar por otra va, pensaba que era una carrera con un sentido social mucho ms fuerte. Ah comenc a relacionarme con ciertas realidades latinoamericanas, con ciertos autores y ciertas pedagogas que llambamos de cambio, de avan-zada. Luego, ocurri el terremoto del 76 y empezaron a surgir ante nuestros ojos todas las contradicciones socia-les que la dictadura militar haba querido escondernos.

    LE: Cmo te afect el terremoto?

    LA: Toda la labor social que empezamos a hacer desde el co-legio fue fundamental para m: ir a trabajar a las comu-nidades, comprender que el problema no era solamente la destruccin causada por un fenmeno natural, sino la pobreza. Luego me involucr en las misiones estu-diantiles que fueron a alfabetizar a las comunidades del Quich y tom contacto con problemas ms concretos. Comprend que las cosas no iban a cambiar con solo ensear a leer a la gente. Salir de la rutina de nio pri-vilegiado me cambi todo el casete, me llev a intere-sarme por lo que pasaba en Guatemala. A partir de ah tuve una radicalizacin poltica muy inclinada hacia la izquierda, as como la necesidad de leer todo lo que no haba ledo hasta entonces.

    LE: El mundo indgena del Quich te recordaba al de San Martn?

    LA: Las condiciones sociales no eran las mismas. El Quich era como un viaje a otro mundo, pero la vivencia de San Martn me ayud a no sentirme extranjero, a sentir que poda y que deba involucrarme. Mi experiencia con la gente fue muy real, muy acogedora.

    LE: Cmo concebas el mundo indgena en esa poca?

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    LA: Posiblemente no conoca los cdigos, pero tampoco vea ese mundo como algo extrao, separado de m. Por supuesto, haba una idealizacin romntica, heredada del post-hippismo, pero, ya viviendo la cotidianidad, involucrndome de cerca en las historias de la gente, comprend que aquello no tena ni mierda de ese pin-toresquismo pendejo y medio mariguano. Lo que veas era suciedad, miseria, atraso, enfermedad, una injusti-cia que te golpeaba, que te produca una rabia terrible. Comprend que ese peso sobre la libertad, esa asfixia que senta desde nio, era algo que se extenda a un nivel ms amplio, resultado de una historia criminal, de una sociedad podrida y enferma.

    LE: Eso de alguna manera te obligaba a tomar partido...

    LA: Sabas que si queras cambiar las cosas tenas que tomar una posicin, ir hacia una aventura colectiva, hacia un cambio radical. Que las reivindicaciones de ciertas po-siciones polticas, si quers de la izquierda extrema, de la guerrilla, tenan un fundamento, y que si ibas a estar al lado de alguien era del lado de los jodidos, no de los criminales.

    LE: En ese momento no exista todava en la izquierda esa desilusin que se extendi despus?

    LA: La izquierda, la revolucin, todava era algo posible, una aventura en la que te podas implicar. Es ms, te sentas obligado a implicarte. Si ibas a estudiar era para cambiar el orden de las cosas, para cambiar la realidad y cambiar la vida, como deca Rimbaud. Todo ese deseo de algo diferente de los primeros aos de adolescencia empez a tener sentido, a tener un contenido poltico, un contenido menos egosta, menos individual. A los 16 o 17 aos se defini en m un pensamiento, una actitud frente a la vida, una posicin poltica determinada, se definieron mis batallas personales. Mi disgusto ya no tena nicamente una dimensin personal, sino que me senta incluido en un malestar colectivo. Me di cuenta de que haba tenido una educacin privilegiada con res-pecto a otros estratos sociales y que eso implicaba una responsabilidad que no era precisamente llenarme de plata.

    LE: Esto era un sentimiento generacional?

    LA: No s, es algo muy complejo de responder. Dentro del medio del que yo provena, una clase media ms o me-nos acomodada, la generacin del setenta era profunda-mente reaccionaria. Esa glorificacin del dinero como valor nico, ese espritu de rechazo total hacia los cam-bios sociales, esa ceguera, ese acomodamiento al orden establecido, esa mezquindad individualista, esa apolo-

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    ga de la estupidez no es algo que surgiera en los ochenta o en los noventa, sino que tiene su origen en los aos setenta. La contracultura era cuestin de cuatro o cinco pendejos que andbamos por ah perdidos. Ahora bien, cuando llegu a la Universidad de San Carlos (usac), en el 78, encontr un deseo real por querer implicarse en un cambio. Por ms que con los aos pueda criticar ciertas posiciones dogmticas y errticas de la izquierda estudiantil, en el fondo encontr una entrega sincera a una causa que en ese momento consideraba noble.

    LE: Y sentas que podas implicarte en la guerrilla o no era lo tuyo?

    LA: Todo eso tena un halo heroico y de sacrificio que fran-camente no era lo mo. Yo no sirvo ni para hroe ni para mrtir, para eso se necesita un sentido del deber y de la disciplina que yo no poseo. Adems, me horrorizan las armas. Yo escriba, haca teatro, mi asunto era ms bien la agitacin cultural. A partir de eso, pensaba que podas abrir los ojos a la gente, hacerla pensar en otras cosas, hacer un juicio crtico de la sociedad que te rodeaba. Viv a fondo, eso s, el entusiasmo poltico de esos aos y sus implicaciones. Si tenas ciertas preocupaciones no po-das pasar sin tocar la poltica, era algo que te envolva. Te sentas implicado en un proceso de cambio, fuera lo que quisiera decir eso.

    LE: Me da la impresin de que con el teatro te uniste a una causa comn y empezaste a conocer la colectividad.

    LA: Hay muchas cosas que se conjugan en ese momento. Para m, descubrir el teatro fue, adems, descubrir la literatura y la escritura. Yo era una persona a la que la aventura colectiva lo seduca mucho. El hecho de haber sido un nio sobreprotegido en una ciudad, digamos, encerrada, me daba cierta fascinacin por la calle, por la pandilla. En esos aos, en el teatro, an exista ese sentido de la colectividad.

    LE: Qu tipo de obras montaban?

    LA: La primera aventura teatral en la que yo me impli-qu fue el montaje de un entrems de Cervantes, con Gerino, el profesor del que te habl. A partir de ah comenc a tener un inters por descubrir qu era todo aquello. Luego vino otro profesor de literatura, otro re-ligioso, el hermano Carlos Lanez, alguien que me abri los ojos hacia muchas cosas, me descubri a Camus y a Sartre, me introdujo al existencialismo francs. Con l organizamos un grupo de teatro ms estructurado y empezamos a montar obras contemporneas, sobre todo teatro del absurdo. Nos implicamos en eso muy a fondo. Luego vino el terremoto. Cuando pas lo ms

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    crtico, nos dijimos que la gente en las comunidades no solo necesitaba que les descombraran las casas, ne-cesitaba comprender qu haba pasado en realidad, as que nos pusimos a trabajar en un teatro ms ligado a lo social. se fue el inicio de todo un despertar poltico, haciendo teatro y trabajando en las comunidades.

    LE: Y as te naci la conciencia...

    LA: Me surgi otra visin de las cosas, del pas donde viva y un deseo de descubrir a la gente otro tipo de posibili-dades en sus vidas. Todo esto, en un principio, ligado a grupos muy cercanos al catolicismo, a la Teologa de la Liberacin. En ese tiempo se llamaba apostolado social, la iglesia tena que tener una opcin por los pobres.

    LE: Suena muy utpico, cundo te vino el desencanto?

    LA: Eso del desencanto es un clich de los noventa.

    LE: Es que no te veo pensando que el teatro puede cambiar la realidad de un pas.

    LA: Te puede sorprender, pero yo he cambiado muy poco desde esa poca, es decir, mi disgusto frente a la realidad guatemalteca sigue siendo el mismo. Lo que vos llams desencanto posiblemente provenga de haberme confron-

    tado muy rpido con la otra cara de la utopa, una cara que se pareca demasiado al horror, y que estaba ligada a la muerte, a la tortura, a vivir en un pas espantoso, un pas que me desechaba, que me empujaba al exilio. Eso no tena nada de fascinante.

    LE: Pero s pensabas que en Guatemala las cosas podan cambiar?

    LA: Por qu diablos cres que yo me impliqu en todo eso? No fue por idiota. Por supuesto que crea, quera creer. Si yo no hubiera credo que las cosas podan cambiar, que se poda construir un pas ms amable, oxigenan-te, acogedor, justo, puta, me hubiera pegado un tiro! Si vos decs: Esta mierda no va a cambiar, va a seguir siendo horrorosa es como sentirte atrapado en uno de los nueve crculos del infierno.

    LE: Volveras al teatro?

    LA: Creo que el teatro, como lo conceb en ese momento, ya no existe. Los grupos teatrales de hoy en da no nece-sariamente andan buscando cmo cambiar la realidad o cmo cambiar la vida. Yo no me veo haciendo teatro ahora, aunque me gustara que hubiera un movimiento teatral importante.

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    Creo que el teatro cumple ciertas funciones sociales que otro tipo de arte no cumple, creo que es una aventura en la que vale la pena involucrarse. Yo anduve en eso ms o menos diez aos. En ese momento cre que era lo mo, que poda hacer cosas importantes. Hice teatro experimen-tal, independiente, marginal, alternativo, como quieras llamarlo. Mis dioses titulares eran Chjov, Meyerhold, Brecht, Ionesco, Beckett, Adamov, Gombrowicz. En Pars estudi en la universidad, con discpulos de Jerzy Grotowski, Tadeusz Kantor, Julien Beck, que proponan un teatro con contenido, pero adems con una investiga-cin rigurosa de la forma, de la propuesta esttica. Todo eso se fue al carajo con esa avalancha de banalizacin que se nos vino encima en los noventas, con la llegada de la cultura del entretenimiento y del espectculo. Yo no me veo haciendo de payaso para complacer y divertir a la gente.

    LE: Pero, volviendo al compromiso poltico, imagino que tu entrada a la Universidad de San Carlos de Guatemala fue determinante.

    LA: Yo entr en la San Carlos en el 78 y la universidad ms bien me reafirm ciertas convicciones, me dio herra-mientas tericas. Era una universidad muy diferente a la que conocemos hoy. Yo todava tuve la suerte de estudiar con maestros inteligentes, algunos brillantes (Elizabeth

    lvarez, Francisco Toralla), gente bastante seria, que te obligaba a involucrarte, no solo en el proceso de co-nocimiento, sino en algo ms amplio que te obligaba a tener un pensamiento crtico frente a lo que te rodeaba. Cuando yo llegu, eso era un hervidero de agitacin poltica. Desde el 76 el movimiento estudiantil haba tenido un repunte en las secundarias y en la universi-dad, en el 77 haban asesinado a Robin Garca, a Leonel Caballeros, gente que tena mi edad. Eso signific un resurgimiento importante de las luchas estudiantiles, que llegaron a tomar una fuerza inusitada.

    LE: Y entraste a la carrera de Periodismo...

    LA: Yo siempre haba querido ser periodista. Escribir sobre teatro, cine, msica. Pensaba que por medio del perio-dismo cultural poda dar una visin alternativa de las cosas. Aunque te ras, yo an tena la idea de que podas cambiar el mundo a base de canciones, poesa, obras de teatro...

    LE: Y ahora no penss eso?

    LA: Digamos que las canciones no pudieron acallar o dete-ner las balas, y si lo pensara en este momento sera un imbcil, o vos me consideraras como tal. Creo que la li-teratura y las artes pueden hacer un mundo ms vivible,

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    y eso ya es mucho, pero entonces crea que todo coinci-da. Para m, no haba mucha diferencia entre el mundo del teatro, de la msica, de la literatura, y el mundo de la agitacin poltica. Todo era parte del mismo combate, como diran los franceses.

    Por supuesto, el mundo ya no es lo que era en ese mo-mento, han pasado demasiadas cosas que me han obliga-do a replantearme todo desde un sentido crtico. Ha sido un proceso muy doloroso, pero a pesar de todo, pienso que el arte, la msica, el teatro, la literatura tienen an un sentido en el mundo. Posiblemente no lo transfor-men, pero s pueden llegar a transformar algunas con-ciencias.

    LE: Volvemos al desencanto, ves?, de ah te vendr lo de crtico?

    LA: Desencanto?, de qu, por ejemplo?

    LE: Yo te veo muy crtico con la realidad, con todo, desen-cantado, pues...

    LA: Ser crtico no es necesariamente estar desencantado. No creo que para ser positivo te tengs que apuntar a todo tipo de causas desde una perspectiva acrtica, ciega, fantica. Creo que la falta de un sentido crtico llev a

    muchas causas al fracaso. No te puedo decir que estoy desencantado de la doctrina marxista, pues yo en mi puta vida fui doctrinario. As como jams cre que la Santsima Virgen y el Sagrado Corazn de Jess podan salvar a Guatemala de la ignominia. Mira, hay dos cosas que a m me hicieron superar ciertas crisis personales muy jodidas: el sentido crtico y el sentido del humor, ambos te obligan siempre replantearte, a poner en duda todo tipo de certezas.

    LE: Y ese espritu contestatario y ese sentido del humor te vienen desde nio?

    LA: Yo siempre he mantenido una distancia frente a todo tipo de acontecimientos. Desde pequeo fui descredo, tal vez para balancear cierta ingenuidad pueblerina que descubra en mi carcter, que me molestaba, que se re-verta en mi contra, que me llevaba a desbordarme. Por otra parte, cuando crecs inmerso en una educacin religiosa y dirigida al dogma, generas anticuerpos. Yo no sal de un dogma para irme a meter a otro. Toda mi crisis viene del rechazo a lo dogmtico, a la solemnidad, a la fe de carbonero.

    LE: Supongo que esa posicin te pudo haber creado proble-mas en un mundo que miraba todo en blanco y negro.

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    LA: El pensamiento crtico, en sociedades como la nuestra, siempre ha sido considerado como un pensamiento disidente. Esa ebullicin, esa crudeza con que se daban los acontecimientos, te llevaba al fanatismo, a posiciones radicales. Yo tena un rechazo visceral hacia el fanatismo y el dogma, que generalmente te orillan a la inconsciencia. Puedo comprenderlo en aquellos aos, porque se viva inmerso en una realidad muy dura y se necesitaba de ese fanatismo por pura cuestin de supervivencia, pero, en el fondo, yo no lo poda aceptar, no poda involucrarme en eso.

    LE: Y la irona cuando te naci?

    LA: La irona te la vas ganando, por supuesto, haba una pre-disposicin de origen. Mi madre, mis abuelas, eran muy ingeniosas con el lenguaje, a su manera tenan una visin muy crtica de la realidad revestida de un humor negro, casi brutal. Adems, yo saqu mucho del carcter de mi padre, una persona, a primera vista, muy callada, reserva-da, con una seriedad que poda llegar a intimidarte, pero con un sentido del humor a ratos delicioso. Yo descubr tarde, como a los 15 aos que mi padre era un gran contador de historias y que era muy divertido contndo-las. Durante algunos aos almorzamos religiosamente todos los sbados y, ms que sentirme obligado, eran encuentros muy relajados que yo disfrutaba mucho.

    LE: Cundo empezaste a escribir realmente?

    LA: Mi historia en el periodismo, y este dato me lo acaba de recordar Gerardo Ros, un amigo de la secundaria, comenz en el 77, a partir de una revista de sensibilidad rockera que sacbamos en el colegio y que se llamaba La Moxca. Es una de las razones por las que fui a parar a la Escuela de Periodismo. Luego empec a escribir, como todo el mundo, unos poemas de verdad horrorosos. En el fondo, era una persona que no poda adaptarse del todo a su medio, que se senta en desventaja, sin ma-yor atractivo para poder seducir a travs de lo fsico. Y, por supuesto, pars o en los billares, como deca Tito Monterroso, o escribiendo poemas lastimosos sin nin-gn valor literario. Qu poda escribir un antigeo de 14 aos con escasas referencias sobre las cosas?

    Hay un poeta que fue muy importante para m, y no tengo ningn empacho en reconocerlo en esta poca en que est de moda negar toda influencia que provenga de la poesa poltica o romntica. Es Ernesto Cardenal, a quien yo le debo mucho. Yo no era un iletrado, pero tampoco tena una formacin literaria fuerte, no esta-ba muy enterado de lo que pasaba en el mundo en ese sentido. La poesa que te hacan leer en ese entonces no me deca mayor cosa. Un poeta como Cardenal fue una revelacin para m, por l me lleg la poesa moderna,

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    toda la tradicin de la poesa estadounidense. Eso ocurri al mismo tiempo que me hicieron descubrir el Siglo de Oro y, de repente, empezaron a sonarme cosas que yo en mi puta vida cre que me iban a sonar. Algo que te hace clic en el odo, en el estmago, en el cerebro. Para m, la poesa estaba muy relacionada con esa cultura municipal, tipo juegos florales, toda esa grandilocuencia, todo ese lenguaje rimbombante, pomposo, que a m me sonaba retrico, vaco.

    Antes del Magisterio mis profesores de literatura no eran lo que se puede llamar unas lumbreras, era gente que se ganaba la vida dando clases, pero que no mane-jaba muchas referencias ms all de los programas de estudio. Todos ellos tenan tendencia a esas babosadas rimbombantes, medio cursilonas, medio apalabradas. Era un lenguaje que a m, que vena del rock y que, por lo tanto, tena una sensibilidad ms bien auditiva, me sona-ba completamente desfasado. Descubrir a Cardenal fue como que la modernidad de pronto me empezara a dar bofetadas, es decir, haba otra clase de poesa que poda expresar una sensibilidad diferente. Yo empec a escribir por l. Si este seor puede expresar las cosas as me deca, por qu yo no puedo expresarlas de la misma manera. Adems, tom conciencia de que mis problemas de expresin desaparecan con la poesa, poda decir co-sas que no poda expresar de una manera normal.

    Jean Paul Sartre deca que l haba empezado a escribir porque era tan feo como un sapo. A los 13 o 14 aos yo me senta tan feo como un sapo, solo los idiotas no se sienten tan feos como un sapo, pero descubr que tambin era posible seducir por medio de las palabras. Cuando le las memorias de Casanova, me di cuenta que los dos habamos empezado a escribir por las mismas razones, por esa necesidad de seducir, de conquistar mujeres, de mostrar un lado tuyo que no podas mos-trar de otra manera.

    Luego vino lo del Quich, que tambin me oblig a es-cribir sobre ciertas cosas, sobre todo para comprender-las yo mismo. Una vez nos quedamos con el grupo de teatro sin nada para montar, y yo dije pues voy a escri-bir algo, y comenc a escribir pequeas piezas de teatro que eran unas cosas enredadsimas, un plagio total de lo que me gustaba en ese momento, mucho Camus, mucho Ionesco, mucho Tennessee Williams, mucho Beckett, un refrito de todas mis lecturas, de todas mis tempranas influencias. A partir de ah empec a caminar con los Cuerpos Sin Lugar.

    LE: Esto era un movimiento cultural, una generacin?

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    LA: ramos un grupo de cuates, la mayora antigeos, a quienes nos interesaba la literatura, el teatro, el cine y pasarnos las tardes y las noches tomando caf y plati-cando de cualquier cosa. Hacamos un poco de agitacin cultural y poltica, tenamos un programa de radio don-de pasbamos mucho rock y hablbamos de lo que nos interesaba, queramos tener una presencia ms all de lo que las revistas marginales nos ofrecan. Entonces junta-mos una serie de materiales, escribimos un manifiesto de presentacin, pues en ese momento todo grupo que se respetara tena que tener un manifiesto, y lo llevamos a las oficinas del diario El Imparcial, que tena esta pgina literaria fundada por Cesar Braas.

    La sorpresa fue que a la semana estaba todo publicado e ntegro. ngel Ramrez, que era el editor de la pgina luego de la muerte de Braas, comenz a mirarnos con mucha simpata y ofreci darnos la pgina entera todos los jueves, caban como seis o siete materiales. Ah an-dbamos Adolfo Mndez Vides, Silvia y Rodolfo Arvalo, que son hermanos; ms tarde se uni Mariel Schlesinger, que escriba poesa; un cuate que acaba de morir, al que le tuve mucho afecto, ngel Gaitn, que haca teatro; Vinicio lvarez, que luego se convirti al alpinismo y fue conocido como el Quetzal; Arturo Monterroso, que Adolfo y yo conocimos en la San Carlos; Gustavo Rosales que ahora es un mdico bastante respetado en Estados

    Unidos; Julio Castelln, tambin mdico, que vive ahora en Nueva York, un amigo entraable con el que sal para Francia.

    LE: Y eran solo ustedes o era ms bien un ambiente cultural que se respiraba?

    LA: De repente haban empezado a surgir cosas por todos lados: cuentistas, poetas, crticos, ensayistas interesantes. Estaba la gente del primer Rin 78: Dante Liano, Franz Galich, Vctor Muoz, Lucrecia Mndez de Penedo... Estaban los de la revista Qu pasa calabaza, en donde Roberto Pea escriba unas excelentes crticas de teatro y donde tambin colaboraba Moiss Barrios. Estaba la gente del grupo La Galera, Marco Antonio Flores, que acababa de publicar Los compaeros, y editaba un suplemento cul-tural donde escriba Mario Roberto Morales. Estaba todo lo que hacan Enrique Noriega, Luis Eduardo Rivera, Ana Mara Rodas. Todos ellos eran mayores que nosotros, pero participbamos plenamente de su actitud de contestacin. Haba un clima interesante, no era un movimiento, pero te daba la sensacin de que estaban pasando cosas. De toda la experiencia de la pgina de El Imparcial, de Cuerpos Sin Lugar, salieron dos libros que todava me siguen gustando mucho: Escritores famosos y otros desgraciados, de Mndez Vides, que resume muy bien el espritu de la poca, y La puerta del cielo, que es mi primer libro de cuentos.

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    LE: Qu penss ahora de ese primer libro?

    LA: Es una obra ms bien mala, con errores e ingenuidades de principiante, pero, en el fondo, como te dije, me si-gue gustando. Reivindicaba un espritu contestatario y desenfadado, con mucha voluntad de bsqueda en el lenguaje y un afn de desdramatizacin, de sacar la lite-ratura nacional de su sentido de culpa, de un tonito que te sonaba a sesin de psicoanlisis.

    Por muy pobre que hubiera sido mi experiencia vital hasta ese momento, yo senta que haba algo que se po-da contar. La puerta del cielo, por supuesto, no es un libro que vaya a pasar a la historia de la literatura, pero me cae bien el tipo que lo escribi, lo hizo con mucha sinceridad, a pesar de sus torpezas y, adems, se salva por el sentido del humor. Es una especie de homenaje a un escritor que en ese tiempo era muy poco conocido en Guatemala, pero que me fascinaba, Boris Vian. Es un libro donde yo aprend a narrar, a transmitir cosas, a contar historias y que me permiti conocer a gente muy importante en mi vida y en mi formacin.

    LE: Y cmo los recibi la crtica literaria?

    LA: Tuvimos suerte de encontrar buenos lectores, lectores que de una u otra manera empezaron a sintonizar con lo

    que nosotros escribamos. Posiblemente no eran ms de diez, pero eso nos haca sentir acompaados. La crtica acadmica nos vio con benevolencia. Albizres Palma nos incluy generosamente en su Diccionario de autores guatemaltecos. Adems, nos ganamos el desprecio de gente como Mario Alberto Carrera, que en ese entonces era como ganarte un ttulo honorfico. Yo escriba un poco a ciegas, no me lo tomaba muy en serio, es decir, no crea que lo que yo escribiera pudiera tener algn efecto. Para nosotros escribir esas cosas, que podan parecer muy extraas, era un acto que se conjugaba mucho con la poltica, con una actitud ante la vida. Con ese libro tom conciencia de que yo po-da implicarme en muchos otros asuntos pero que, en esencia, lo que quera era escribir y que iba a defender esa libertad ante todo. Era una de las pocas certezas que tena en mi vida, en todo lo dems, la confusin era total.

    LE: Segus pensando as?

    LA: S, yo escribo porque es lo que he querido hacer toda mi vida y es la nica causa que estoy dispuesto a defen-der. Si lo que escribo tiene algn efecto, pues bienveni-do sea, pero en el fondo its only rock and roll, y a veces me gusta.

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    LE: Tuviste alguna vez cargo de conciencia por haber deci-dido escribir y no ser un mrtir de la guerra?

    LA: Lo tuve por mucho tiempo, estas situaciones de shock siempre te llevan a una crisis de culpa. El hecho de ha-berte salvado de la muerte, de la tortura, del exterminio, te hace sentir muy mal, te destruye. Empezs a cargar con los muertos.

    Por otra parte, dentro de la cultura de la izquierda siempre hubo una manipulacin de la culpa. Te cul-pabilizaban por tu origen, tenas que redimirte de tu condicin de pequeoburgus y el solo hecho de saber expresarte de manera correcta te haca uno de ellos. Estabas determinado de nacimiento a pertenecer a los opresores, ya que no provenas de la clase obrera o del campesinado, o no eras indgena. Escribir, por supues-to, se consideraba un pecado pequeoburgus. En fin, era una serie de manipulaciones que te empujaban al sacrificio, a la inmolacin, es decir, a sacrificar lo que vos eras en realidad. Yo crec en un ambiente religioso, en una ciudad donde el catolicismo era muy fuerte, as que conoca la historia.

    LE: Tal como lo plantes, entrar a la izquierda era casi como convertirte a una religin...

    LA: La religin catlica era culpabilizadora por naturaleza y, a ratos, el discurso de la izquierda no se diferenciaba mucho del de la Iglesia. Yo creo que todos los discursos sectarios, de una u otra manera, llevan a una especie de puritanismo. Yo estoy de acuerdo, es ms lo he defen-dido durante buena parte de mi vida, con que ciertas posiciones polticas, religiosas o vitales te exigen ante todo una tica personal, pero ni a la izquierda ni a la Iglesia Catlica les interesaba la tica, sino la pureza. Los hombres (y las mujeres, por supuesto) tenan que ser puros, incorruptibles, devotos de la doctrina, estar dispuestos al sacrificio para salvar a las masas del pe-cado o del capitalismo, y nada ms alejado de la condi-cin humana.

    Para m, acercarme a la izquierda era una trasgresin a mi educacin religiosa, pero si me iba a encontrar con lo mismo, pues tena que tomar distancia por pura ti-ca personal y fidelidad a mis principios, por enredados que fueran. Fuimos una generacin, y aqu s creo que el concepto es correcto, pues nos afect a todos pare-jo, que vivi con una gran opresin sobre la libertad individual y colectiva, sobre la libertad corporal y la libertad de pensamiento.

    LE: Ahora pasemos a tus diez aos en Pars Cmo comen-z ese autoexilio?

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    LA: Yo sal a Europa a principio de los aos ochenta, estuve ah aproximadamente una dcada. Era una de las pocas ms negras de la historia de este pas, el terrorismo de Estado se aplicaba en su mxima expresin. El 81 fue un ao oscuro, macabro, donde los muertos amanecan tirados en las banquetas. Podan ser tus familiares, tus vecinos, tu mejor amigo. La poltica de exterminio se aplicaba a un nivel masivo y la represin se extenda sobre toda la poblacin para crear un clima de terror, un estado de shock y de psicosis, o as lo viva yo, porque, se-gn me he enterado, tambin podas amanecer parran-deando en las discotecas, bebiendo tragos de colores, aunque el molesto estallido de las bombas y las sirenas de las radiopatrullas interrumpiera a ratos la msica. Todas las tentativas culturales que se haban abierto a mediados de los setenta se apagaban. La gente, la que no bailaba disco music, se esconda, sala de Guatemala, muchos de ellos desaparecieron en esa larga noche del terror. En fin, no era el mejor pas para vivir.

    LE: Tuviste alguna amenaza o pasaste algn peligro que te obligara a irte?

    LA: Sin estar implicado en la subversin, o en los movimien-tos polticos armados, de una u otra manera, me mova en un ambiente de la cultura que empez a ser tocado por la represin. Artistas, intelectuales, gente de teatro o

    de las letras desaparecieron y fueron vctimas de muerte o de tortura. A m se me cerraban una serie de puertas, empezando por las de la universidad, el solo hecho de ir a clases pona en peligro tu vida. Yo haca periodismo, teatro, escriba, y eso me pona en una situacin difcil. Entrabas a un tnel negro donde no veas una salida, y la nica forma de salvar el pellejo era salir huyendo.

    LE Por qu Pars?, tenas todava el halo mgico del exilio latinoamericano.

    LA: Yo no quera vivir en Guatemala y escog Francia por-que ah tena amigos que podan ayudarme. Por otra parte, Pars era el paso obligado si queras ser escritor, si queras tener una experiencia vital relacionada con la literatura, con las artes, todo esto alimentado por el mito de los escritores del boom y de la imagen del artista expatriado del siglo xx. Pars era el lugar donde se refugiaban todos los parias, y yo me consideraba uno de ellos.

    LE: Cmo era Pars en esos aos?, todava tena el encanto de pocas anteriores?

    LA: Llegu a Pars cuando una serie de mitos empezaban a desvanecerse. Pero haba an cosas muy atractivas, muy seductoras, para un guatemalteco de veintitantos aos.

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    Llegu a una ciudad donde estaba pasando todo y donde podas gozar de una independencia que no conocas, que te envolva. Franois Mitterrand acababa de ser elegido como presidente y era un momento en que la sociedad francesa tena an una gran esperanza en el futuro. La llegada de los socialistas al poder era la culminacin de todo aquello que haba ocurrido polticamente luego de mayo del 68. Me atrevo a decir que en ninguna otra ciudad del mundo, salvo, tal vez, en Madrid, hubo tanta libertad como la que existi en Pars durante buena par-te de los aos ochenta.

    Por el otro lado, era el inicio de la administracin de Reagan, la vuelta al conservadurismo ms negro, a la fuerza bruta como opcin poltica, al fanatismo de las iglesias fundamentalistas... frente a eso, Pars segua siendo un espacio posible para las utopas, lo que a pesar de la condicin de aptrida, de exiliado, te daba un lugar para estar en el mundo. En un momento en el que tens la sensacin de que lo perdiste todo, pas, familia, amigos, en el que tu historia personal se quiebra, el hecho de encontrar una ciudad donde pods situarte y reconstruirte es algo que se agradece. Era una ciudad que te ofreca una serie de vivencias muy intensas en el campo del conocimiento, de la experiencia vital, de la cultura, sentas que podas inyectarte de una fuerza enorme. Tambin te planteaba un reto para salir de la

    inercia que, en lo personal, me ofreca la posibilidad de vivir todo aquello que habra querido vivir en los aos anteriores.

    LE: Y supongo que aprovechaste para llenar todas tus la-gunas?

    LA: El viaje, el desplazamiento, el hecho de hundirte en una serie de experiencias vitales e intelectuales, de lle-gar a una ciudad en donde hay una cultura de la discu-sin, donde pods encontrarte con gente de todos los lugares posibles en el mundo, en donde la experiencia cultural es una cosa cotidiana que te encontrs en la calle, eso, en los primeros aos, me deslumbr.

    LE: El mundo de la cultura, el mundo de las ideas era algo accesible?

    LA: Pienso que en ninguna otra ciudad, en esos aos, hubo un acceso tan democrtico a la cultura. Econmicamente mi situacin era muy precaria, pero siempre encontr la manera de estar ah, donde estaban pasando las cosas. Por otra parte, no era un pas como Guatemala, que vea en la juventud una amenaza, era un pas que trataba bien al sector joven, que lo protega, que le proporcionaba un clima para oxigenarse, que le ofreca oportunidades para que se

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    cultivara. Yo me recorr Europa sin un centavo en la bol-sa y vi todo el teatro, todo el cine, le todos los libros y escuch toda la msica que me fue posible.

    LE: Cmo te sentas durante esos aos?

    LA: La condicin de exiliado tampoco era fcil. No era la poca del exilio dorado, cuando al desterrado lo reves-ta un aura heroica. Fuimos una generacin que fue a limpiar escaleras y a hacer todos los trabajos de mierda que podan hacerse. Fui albail, carpintero, redactor de noticias internacionales, velador de noche, guardin de un condominio.

    Por otro lado, el hecho de haber dejado un pas en estado de guerra, te da el sentimiento de que sos una especie de trnsfuga que abandona el barco cuando est hundin-dose, te crea conflictos personales, culpas, angustias que te paralizan. Te sents culpable, sobre todo, de estar vivo, viniendo de una generacin exterminada, frustrada, quebrada en el momento mismo en que estaba surgien-do a la vida. sa es una serie de cuestiones que te anulan como persona. Me salv la escritura, en aquellos aos pens que lo nico correcto y honesto que poda hacer era escribir.

    LE: Te dedicaste por entero a la escritura?

    LA: Estudi, le, vagu todo el tiempo que las actividades de subsistencia me lo permitan. Pars era un espacio ideal para la divagacin y la escritura, en Guatemala siempre haba cosas ms urgentes que resolver. Llegar a un lugar donde poda alimentar mi oficio era algo indito en mi vida, pero tampoco pods olvidar tus orgenes, y eso me llev a una serie de conflictos y a la responsabilidad, sobre todo tica, de asumir un compromiso para que las cosas cambiaran en Guatemala. Eso s, yo estaba muy consciente de que desde donde yo poda aportar era desde la escritura. Yo no soy poltico, ni guerrillero, y el poder me importa un comino. Adems, yo siempre mantuve una posicin crtica frente al proceso de lucha armada en Guatemala. No crea que las cosas iban a cambiar solo por la fuerza de las armas, y eso, que ahora resulta hasta lgico, me llevaba a ciertos enfrentamien-tos con la gente comprometida en ese proceso.

    LE: No eran muy bien vistos ese tipo de pensamientos?

    LA: Por supuesto que no, pero esa posicin crtica frente a la lucha armada era importante, porque se convirti y de esto se ha hablado muy poco en una resistencia contra el dogmatismo y contra la visin cada vez ms estrecha de la izquierda guatemalteca. Cre un espritu de contestacin dentro de esa misma izquierda, porque vos no estabas con el enemigo, ni eras un provocador

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    o un agente de la cia ni toda esa serie de estupideces de las que se te acusaba cuando no estabas dispuesto a seguir ciegamente los lineamientos que defina la orga-nizacin, esa especie de poder omnipresente y oculto como en las pelculas de 007. Defendas, y eso era todo, tu independencia y libertad de criterio, la libertad de disentir. Para m, y esto me converta en sospechoso, lo ms importante no eran las grandes causas, sino los seres humanos, y stos son seres complejos que no responden de manera automtica a una doctrina.

    LE: Son cuestiones de las que te diste cuenta solo estando afuera?

    LA: En Guatemala las cosas eran definitivas: o estabas con unos o estabas con otros. El hecho de tomar distancia me dio la libertad de ejercer un criterio dentro de una posicin y de una sensibilidad de izquierda, de darme cuenta de que haba gente que tena una posicin similar a la ma, y de que exista la posibilidad de discusin, de dilogo; algo que en Guatemala se cerraba, al igual que en Mxico o Nicaragua, que era donde se encontraban las bases ms importantes del exilio poltico. Ah la mi-litancia de izquierda te encuadraba dentro de posiciones de una gran rigidez, la discusin se daba muy poco o era imposible.

    LE: Cundo comenzaste a pensar en la posibilidad de volver a Guatemala?

    LA: Cuando sent que la experiencia se haba agotado. Vivir desde la marginalidad te da mucho, pero lo que te da en diez aos, si persists, te lo puede quitar en pocos meses. En otras palabras: la mierda es una excelente escuela, a condicin de que no te queds ah mucho rato.

    LE: A qu te refers con marginalidad?

    LA: A defender y a vivir con ciertas posiciones que choca-ban con lo establecido. La marginalidad era vivir lo ms lejos posible de los mitos y fantasas de una clase media de la que yo provena. Yo reivindicaba ciertas posicio-nes y actitudes frente a la vida, que no te llevaban a la estabilidad econmica y al xito, es decir, a todo lo que te ofrecen los manuales de superacin y autoayuda, esa especie de catecismos del capitalismo postindustrial. Eran los aos ochenta, el xito, la riqueza y el conser-vadurismo empezaban a convertirse en los nuevos valores de funcionamiento social. Yo no me reconoca ah. Implicarme a fondo en aventuras, como la escri-tura, no era una cosa rentable, ni yo lo miraba en esos trminos. No me interesaba ser escritor para figurar o hacer fortuna, para convertirme en rico y famoso, es ms, eso era algo que yo despreciaba, y desprecio hasta

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    la fecha. Ahora eso es cada vez ms normal, ms lgico, ahora ya no se quiere ser escritor, sino tener una carrera literaria. Ahora la literatura ya no pertenece al dominio de las grandes empresas humanas, sino al mundo del entretenimiento.

    LE: Qu te dejaron los aos de Pars, los aos del exilio?

    LA: Son diez aos definitivos en mi formacin, en mi vida. Es una dcada que me da todo lo que me permite ser ms adelante: desde ganarme la vida, hasta el hecho de proponer ciertas lneas de accin y de pensamiento. Mralo como una especie de retiro en el Himalaya, una oportunidad de tener un tiempo de reconstruccin, de hilvanar muchas cosas que estaban dispersas, que subsistan de forma muy intuitiva, muy desordenada. Paradjicamente, es el desorden vital en el que me hun-do en esos aos lo que me permite ordenar cosas en mi vida. Me plantea dos cuestiones que no por bsicas dejan de ser importantes: Qu es lo que quiero ser? y qu es lo que no quiero ser? Eso vena acompaado de la con-viccin de que vale la pena dar un poco de batalla por aquello que vos quers ser. Eso te empieza a reconciliar con vos mismo, te reconforta. Por supuesto, no es algo que fui adquiriendo de una manera metdica, fueron cosas que salieron del desorden, del desasosiego, de ese estar a contracorriente siempre.

    LE: Cmo te afect estar lejos de la familia?

    LA: El exilio fue para m la experiencia del desclasamiento total, no era absolutamente nada, no perteneca a nada, ni a un pas ni a ningn estrato social. Era como estar viviendo dentro de Trpico de Cncer, de Henri Miller: pobre, annimo, aptrida. Eso, al principio, puede llegar a provocarte una angustia profunda, pero luego te da la sensacin de una gran libertad. Sos vos frente a vos mis-mo. No hay impostura ni apariencia ni representacin.

    LE: Te reconciliaste con Guatemala en Pars?

    LA: Lo nico valioso que permaneca en Guatemala era mi familia, algunos amigos, algunos recuerdos. En todo lo dems me pareca un pas espantoso, violento, patn, criminal, un pas del que me haba expulsado a patadas. Al principio no es fcil reconciliarse con todo eso. Luego llegs a extraar paisajes, personas, momentos, pero un pas es una condicin, una realidad que va ms all de la cuestin geogrfica o de los afectos. Yo sigo sintiendo que ste es un pas que te expulsa, que se revierte contra vos o, por lo menos, que no quiere nada que ver con vos. Si lo consideramos as, no es amable. Es un pas que te niega, que te oprime, un fardo de plomo sobre tu libertad individual, donde vivs determinado por todo: por tu clase social, por tu edad, por tu generacin, por

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    el colegio donde estudiaste, por el sitio donde vivs o no vivs, y todo eso te va empobreciendo existencialmente, te orilla a vivir en guetos, a aferrarte a dogmas, a un pensamiento estrecho, cerrado. No es un pas que te abra, que te ayude a respirar.

    LE: Pero algo hizo que te decidieras a regresar...

    LA: El exilio me ense que, a pesar de todo, soy un guate-malteco, es decir, no puedo ser francs, chino o escandi-navo; tambin te ensea a no mirar esa determinacin de ser guatemalteco como una fatalidad. Regres por-que, en ese momento, tena la necesidad de enfrentar-me conmigo mismo, con mis fantasmas, mis miedos, mis obsesiones. Un da me despert y me di cuenta de que todo se haba ido al carajo. Posiblemente fue una sensacin que se desprendi de la cada del Muro de Berln, aunque yo nunca fui un entusiasta de la Unin Sovitica. Me pareca un territorio gris y macabro, y el muro, una aberracin, una muestra de la estupidez y del gran absurdo universal. Sin embargo, de manera simb-lica, esa cada se llev por delante muchas utopas por las que habamos echado a perder los mejores aos de nuestra vida. Cuando se te cae la idea de que todos los seres humanos pueden llegar a ser iguales, es horroroso, es aceptar una historia de dominacin, de autoritaris-mo, de injusticia. Ese derrumbe conllevaba una serie de

    derrumbes internos, la sensacin de que todo por lo que has peleado en tu vida no tiene sentido alguno.

    LE: Te arrepents de algo?

    LA: Creo que si nosotros, es decir, la gente con la que com-partamos este tipo de preocupaciones, hubiramos sido ms firmes en nuestras convicciones no hubira-mos dejado el espacio tan libre a esa mediocridad que se fue adueando de todo. Hay un momento en que sents un desprecio profundo por lo terrenal conseguir un trabajo, hacer una carrera, tener un mnimo de estabili-dad material, como si estuvieras por encima de todo eso, y no es tan as. Uno, de una u otra manera, est inmerso en eso, la realidad, el da a da, te exige estarlo. El mundo no camin para donde nosotros queramos, sino todo lo contrario, pero tampoco veo eso desde el fracaso. Ante las mismas circunstancias, yo volvera a responder de la misma forma.

    LE: Cres que las cosas han cambiado algo en Guatemala?

    LA: Este pas tiene una capacidad de regresin sorprenden-te. Aqu no hemos superado del todo los aos setenta. Cada vez veo las cosas ms polarizadas, ms dadas al fanatismo, ms irracionales. A veces, les ciertas opinio-nes en la prensa y cres que no has salido de esas pocas

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    luis aceituno conversa con luca escobar

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    oscuras. Aqu se acab formalmente la guerra, pero ha continuado en otro tipo de espacios, sobre todo ideolgi-cos. El pensamiento rector de este pas sigue viviendo en la Guerra Fra, sigue viendo el mundo desde esa lgica.

    El pensamiento crtico sigue siendo un pensamiento di-sidente y, por lo tanto, molesto, algo que hay que sofocar. Si realmente hubiera dependido de lo justo de nuestras causas, las cosas hubieran sido diferentes, pero no lo son. Tampoco te vas a poner a llorar por eso, pero tens que ser consciente de lo que pasa. Si a eso le llamamos un pensamiento negativo o desencantado, pues yo lo prefiero a esa posicin acrtica y poco histrica de que si penss en positivo las cosas van a cambiar como por arte de magia. Eso est bien para la gente que se mueve, qu s yo, en el mundo del mercadeo, pero para los ciudadanos es un pensamiento fatal.

    LE: A muchas personas les sorprende enterarse de que en Semana Santa cargs en la procesin del Viernes Santo en La Antigua Guatemala. Explcame un poco eso.

    LA: Lo de cucurucho... A m, no hay nada que me cause ms placer que llevarle la contraria a los papanatas. Por mu-cho tiempo lo hice por joder a mis amigos comunistas, tan ateos ellos, tan cientficos, tan materialistas dialcti-cos. ltimamente tambin me ha dado por joder a los

    posmodernos, que consideran estas manifestaciones tan poco fashion, tan costumbristas, tan del gusto del pueblo, pero ya que insists, te lo explico.

    Cuando yo regres a Guatemala, en los aos noventa, esto era un pramo cultural, un cementerio. Toda expe-riencia colectiva estaba sofocada, por no decir muerta. Yo, por pura cuestin de principios, no me iba a inscri-bir en un partido poltico o en un sindicato, y el ftbol nunca ha sido mi asunto. Lo nico que haba sobrevivi-do a la guerra eran ciertas manifestaciones de la cultura popular, entre ellas las procesiones. Cargar fue la ma-nera ms digna, menos cnica y macabra, que encontr para reintegrarme a una comunidad, de reconciliarme con mi pasado, con mi ciudad, con La Antigua. Lo hizo Luis Buuel cuando regres a Calanda, luego de mu-chos aos de exilio, se fue a tocar un tambor detrs de las procesiones.

    LE: As que ests orgulloso de ser antigeo?

    LA: Ser antigeo es algo complejo. Vivs con un pie en el si-glo xix y otro en el siglo xxi. Eso puede ser nefasto, pero por otro lado te da un espritu atormentado, a lo Pepe Batres Montfar. Te da ese desasosiego de donde sale la buena literatura, una visin aguda de lo que te rodea. Yo soy completamente antigeo y miro el mundo casi

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    siempre desde una perspectiva atormentada, que se va compensando con un sentido del humor, la mayora de las veces muy negro. A pesar de esa gran determinacin religiosa, el antigeo es alguien que ve el mundo desde el descreimiento, que aprendi a ver las cosas desde el otro lado, desde la marginalidad. Durante varios siglos, La Antigua fue una ciudad marginada del desarrollo, llammoslo, nacional, una ciudad que subsisti entre ruinas, encerrada entre cerros. Sus habitantes se vieron obligados a crear su propio universo, su propio humor, su propio funcionamiento social, y eso humanamente fue muy rico.

    LE: Crees en Dios?

    LA: Alguna vez le hicieron la misma pregunta a Eugne Ionesco. Te respondo con sus palabras: Dios est muer-to, Marx est muerto y, ltimamente, yo tampoco me he sentido muy bien.

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    LUIS ACEITUNO

    Es escritor y periodista. Licenciado en Periodismo por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Tiene estudios de teatro y cinematografa en la Universidad de Pars viii y un diplomado en escritura creativa por la Escuela de la Sociedad General de Autores de Mxico.

    Mantuvo una columna de crtica cinematogrfica en la primera poca de Magazine Veintiuno, revista cultural del diario Siglo Veintiuno, para la cual adems realiz entrevistas y reportajes de profundidad y fue editor de las pginas culturales. Desde 1996 es editor de la seccin cultural diaria de El Peridico de Guatemala y del suple-mento cultural dominical El Acorden.

    Es catedrtico en las universidades de San Carlos de Guatemala, Rafael Landvar y Francisco Marroqun. De 2004 a principios de 2008 dirigi el cine club Nervio ptico Gran Reserva del Centro Cultural de Espaa. Actualmente, est a cargo del Taller permanente de apre-ciacin cinematogrfica en la misma institucin.

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    LUCA ESCOBAR

    Naci en Guatemala, tres meses antes del terremo-to que devast el pas en 1976. Estudi Ciencias de la Comunicacin en la Universidad Rafael Landvar y casi al mismo tiempo comenz a escribir para peridicos nacio-nales. De eso hace ya 12 aos. Confiesa que la experiencia de trabajar en la seccin cultural de El Peridico, con Luis Aceituno como jefe, enriqueci su cultura general y su sentido crtico. Desde hace seis aos, cada mircoles, puede leerse su columna de opinin, Lucha Libre, en ese rotativo. Los martes publica El Quetzalteco.

    Fue fundadora del captulo Guatemala de la Red Andi Amrica Latina, con La Nana, la agencia de noticias a favor de la niez y adolescencia. Ha recibido algunos reconocimientos por su labor periodstica, como la Beca Avina a la investigacin periodstica en el ao 20062007, por el tema de justicia maya en Guatemala. Desde hace ocho aos escribe y es parte del consejo editorial de la revista feminista La Cuerda.

    Tambin ha publicado en medios escritos de Brasil, Argentina, Colombia y Estados Unidos. Es cofundadora y editora de Ati, la revista del lago, organizadora de los Festivalitos de Panajachel, y cuenta con algunos cuentos y poemas publicados en diversos medios.

  • Carmen Dez OrejasEmbajadora

    Diego NuoConsejero Cultural

    Francisco SanchoCoordinador OTC

    CENTRO CULTURAL DE ESPAA GUATEMALA

    Jorge Castrilln CastnDireccin

    Matxalen DezLaura LujaMaya LemusChlo Bourretngela CostasGestin Cultural

    Margarita Prez CruzEvelyn SeteSandra SolaresBiblioteca

    Pedro RaxnContabilidad

    Eric GarcaGladis HernndezMainor MonterrosoAsistencia Tcnica

    COLECCIN PENSAMIENTO II

    rodolfo abularach conversa con marivi vliz

    luis aceituno conversa con luca escobar

    emma chirix conversa con ana cofio

    edgar esquit conversa con teresa laines

    jess garca ruiz conversa con ral de la horra

    guzmn bckler conversa con perdomo orellana

    amlcar pop conversa con irma alicia velsquez

    gustavo porras conversa con dina fernndez

    isabel ruiz conversa con anabella acevedo

    edelberto torres-rivas conversa con marcela gereda

  • Coleccin Pensamiento II consta de diez volmenes. El tiraje es de 1,000 copias por cada volumen. En la elaboracin de este libro se utilizaron las fuentes Minion y News Gothic.

    Impreso en los talleres de PrintStudio.

    Este libro es un proyecto editorial del Centro Cultural de Espaa en Guatemala, entidad que asume todos los gastos de edicin, publicacin y distribucin. Se enmarca dentro de la Estrategia de Cultura y Desarrollo de la Agencia Espaola de Cooperacin Internacional para el Desarrollo, y por ello es absolutamente gratuito. Queda, por tanto, prohibida su venta.

    Se autoriza la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, conocido o por conocer, comprendidas la reprografa y el tratamiento informtico, siempre y cuando se cite adecuadamente la fuente y los titulares del copyright.