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LICEO TECNOLÓGICO COPIAPÓ LENGUA CASTELLANA Y COMUNICACIÓN CUARTO AÑO MEDIO LECTURA OBLIGATORIA Seis personajes en busca de autor Título original: Sei personaggi in cerca d'autore Luigi Pirandello EL AUTOR Luigi Pirandello (1867-1936), escritor y premio Nobel italiano, considerado como el más importante autor teatral de la Italia del periodo de entreguerras. Pirandello nació el 28 de junio de 1867 en Agrigento, Sicilia, y estudió en las universidades de Roma y Bonn. Fue profesor de literatura italiana en la Escuela Normal Femenina de Roma, entre los años 1897 y 1921, cuando su creciente reputación como escritor le permitió dedicarse por completo a su carrera literaria. Se hizo mundialmente conocido en 1921, a raíz de la publicación de Seis personajes en busca de autor (1921) y obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1934. Falleció dos años más tarde, el 10 de diciembre de 1936, en Roma. Las obras más sorprendentes de Pirandello, son las teatrales, cuyos protagonistas, profesores, propietarios de pensiones y curas, entre otros, suelen pertenecer a la clase media-baja. En estas obras se reflejan las ideas filosóficas del autor, como la existencia de un arraigado conflicto entre los instintos y la razón, que empuja a las personas a una vida llena de grotescas incoherencias; igualmente considera que las acciones concretas no son ni buenas ni malas en sí mismas, sino que lo son según el modo en que se les mire; y, por último, cree que un individuo no posee una personalidad definida, sino muchas, dependiendo de cómo es juzgado por los que entran en contacto con él. Sin fe en ninguno de los sistemas morales, políticos o religiosos establecidos, los personajes de este autor encuentran la realidad sólo por sí mismos y, al hacerlo, descubren que ellos mismos son fenómenos inestables e inexplicables. Pirandello expresó su profundo pesimismo y su pesar por la condición confusa y sufriente de la humanidad a través del humor. Sin embargo, éste es singularmente macabro y desconcertante. La sonrisa que despierta procede más bien de lo embarazoso, y a veces amargo, que resulta reconocer los aspectos absurdos de la existencia. Fue un importante innovador de la técnica escénica e, ignorando los cánones del realismo, prefirió usar libremente la fantasía con el fin de crear el efecto que deseaba. Ejerció una gran influencia al liberar al teatro contemporáneo de las desgastadas convenciones que lo regían, y preparar el camino al pesimismo existencialista de Anouilh y Sartre, así como a las absurdas comedias de Ionesco y Beckett, y al teatro en verso, de carácter religioso, de Eliot. Entre las restantes obras de Pirandello destacan El placer de ser honrado (1917), Así es si así os parece (1917), Enrique IV (1922), y Esta noche se improvisa (1930). Paralelamente escribió narraciones breves que fueron reunidas bajo el título general Cuentos para un año (1933) y la novela La excluida (1901). SEIS PERSONAJES EN BUSCA DE AUTOR PREFACIO Hace muchos años sirve a mi arte (aunque parece que fuera ayer) una criadita agilísima, y por eso nada primeriza en el oficio. Se llama Fantasía. Es un poco despectiva y burlona. Aunque le gusta vestir de negro, nadie le negará que no tiene sus ocurrencias, así como nadie creerá que todo lo hace siempre en serio y sólo de esa manera. Mete la mano en el bolsillo, saca de él un gorrito de cascabeles, rojo como una cresta, se lo pone y desaparece. Hoy está aquí, mañana allá. Y se divierte llevando a casa, para que yo componga relatos, novelas y comedias, a la gente más insatisfecha del mundo: hombres, mujeres, muchachos, vinculados a extraños problemas de los cuales no saben cómo librarse; contrariados en sus proyectos, frustrados en sus esperanzas, y con quienes, en fin, de verdad que es muy fastidioso conversar. 1

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Luigi Pirandello

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LICEO TECNOLGICO COPIAP

LENGUA CASTELLANA Y COMUNICACIN

CUARTO AO MEDIOLECTURA OBLIGATORIA

Seis personajes en busca de autor

Ttulo original: Sei personaggi in cerca d'autore

Luigi Pirandello

EL AUTOR

Luigi Pirandello (1867-1936), escritor y premio Nobel italiano, considerado como el ms importante autor teatral de la Italia del periodo de entreguerras.

Pirandello naci el 28 de junio de 1867 en Agrigento, Sicilia, y estudi en las universidades de Roma y Bonn. Fue profesor de literatura italiana en la Escuela Normal Femenina de Roma, entre los aos 1897 y 1921, cuando su creciente reputacin como escritor le permiti dedicarse por completo a su carrera literaria. Se hizo mundialmente conocido en 1921, a raz de la publicacin de Seis personajes en busca de autor (1921) y obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1934. Falleci dos aos ms tarde, el 10 de diciembre de 1936, en Roma.

Las obras ms sorprendentes de Pirandello, son las teatrales, cuyos protagonistas, profesores, propietarios de pensiones y curas, entre otros, suelen pertenecer a la clase media-baja. En estas obras se reflejan las ideas filosficas del autor, como la existencia de un arraigado conflicto entre los instintos y la razn, que empuja a las personas a una vida llena de grotescas incoherencias; igualmente considera que las acciones concretas no son ni buenas ni malas en s mismas, sino que lo son segn el modo en que se les mire; y, por ltimo, cree que un individuo no posee una personalidad definida, sino muchas, dependiendo de cmo es juzgado por los que entran en contacto con l. Sin fe en ninguno de los sistemas morales, polticos o religiosos establecidos, los personajes de este autor encuentran la realidad slo por s mismos y, al hacerlo, descubren que ellos mismos son fenmenos inestables e inexplicables.

Pirandello expres su profundo pesimismo y su pesar por la condicin confusa y sufriente de la humanidad a travs del humor. Sin embargo, ste es singularmente macabro y desconcertante. La sonrisa que despierta procede ms bien de lo embarazoso, y a veces amargo, que resulta reconocer los aspectos absurdos de la existencia. Fue un importante innovador de la tcnica escnica e, ignorando los cnones del realismo, prefiri usar libremente la fantasa con el fin de crear el efecto que deseaba. Ejerci una gran influencia al liberar al teatro contemporneo de las desgastadas convenciones que lo regan, y preparar el camino al pesimismo existencialista de Anouilh y Sartre, as como a las absurdas comedias de Ionesco y Beckett, y al teatro en verso, de carcter religioso, de Eliot.

Entre las restantes obras de Pirandello destacan El placer de ser honrado (1917), As es si as os parece (1917), Enrique IV (1922), y Esta noche se improvisa (1930). Paralelamente escribi narraciones breves que fueron reunidas bajo el ttulo general Cuentos para un ao (1933) y la novela La excluida (1901).

SEIS PERSONAJES EN BUSCA DE AUTOR

PREFACIO

Hace muchos aos sirve a mi arte (aunque parece que fuera ayer) una criadita agilsima, y por eso nada primeriza en el oficio.

Se llama Fantasa.

Es un poco despectiva y burlona. Aunque le gusta vestir de negro, nadie le negar que no tiene sus ocurrencias, as como nadie creer que todo lo hace siempre en serio y slo de esa manera. Mete la mano en el bolsillo, saca de l un gorrito de cascabeles, rojo como una cresta, se lo pone y desaparece. Hoy est aqu, maana all. Y se divierte llevando a casa, para que yo componga relatos, novelas y comedias, a la gente ms insatisfecha del mundo: hombres, mujeres, muchachos, vinculados a extraos problemas de los cuales no saben cmo librarse; contrariados en sus proyectos, frustrados en sus esperanzas, y con quienes, en fin, de verdad que es muy fastidioso conversar.

Pues bien, esta criadita, Fantasa, tuvo hace ya muchos aos la perversa inspiracin o el desafortunado capricho de llevar a mi casa a toda una familia, no s de dnde ni cmo recogida, pero de quienes ella pensaba que yo habra podido sacar el tema para una magnfica novela.

Me encontr a un hombre que rondaba los cincuenta aos, vestido con chaqueta negra y pantaln claro, de un aire tenso y de ojos malhumorados por alguna mortificacin; a una pobre mujer con vestido de luto, que agarraba con la mano a una chiquilla de cuatro aos y con la otra a un nio de poco ms de diez; a una muchacha osada y procaz, tambin vestida de negro pero con una ostentacin equvoca y agresiva, toda ella una crispacin arrogante e incisiva dirigida contra aquel viejo mortificado y contra un veinteaero que permaneca aparte y ensimismado, como si despreciara a todos.

En resumen, aquellos seis personajes que suben al escenario al principio de la comedia. O bien uno u otro, pero con frecuencia uno desautorizando al otro, empezaban a contarme sus tristes asuntos, cada uno gritando sus razones, aventndome en la cara sus descontroladas pasiones, casi del mismo modo como ahora lo hacen en la comedia con el desdichado Director.

Qu autor podr contar alguna vez cmo y por qu un personaje naci en su fantasa? El misterio de la creacin artstica es el mismo misterio del nacimiento. Puede ser que una mujer, amando, desee convertirse en Madre, pero el deseo por s slo, por ms intenso que sea, no basta. Un afortunado da ella ser Madre, sin advertir de manera precisa la concepcin. De igual modo un artista, viviendo, recibe muchos motivos de la vida, y no puede jams decir cmo y por qu, en determinado momento, uno de estos motivos vitales entra en su fantasa y se convierte en una criatura viva, en un plano de vida superior a la voluble existencia diaria.

Slo puedo decir que sin saber que los haba buscado me encontr delante de aquellos seis personajes, tan vivos como para tocarlos, como para orlos respirar, que ahora se pueden ver en escena. Y aguardaban, all presentes, cada uno con su secreta tortura y unidos por el nacimiento y desarrollo de sus mutuos percances, que yo los introdujera en el mundo del arte, haciendo de ellos, de sus pasiones y de sus casos una novela, un drama o, por lo menos, un relato.

Haban nacido vivos y queran vivir.

Ahora sera conveniente saber que a m no me ha bastado representar la figura de un hombre o de una mujer, por ms especiales y caractersticos que sean, ni narrar una aventura peculiar, amena o triste, por el slo gusto de narrarla, o describir un paisaje por el slo gusto de describirlo.

Hay algunos escritores (y no son pocos) que tienen este gusto y, conformes, no exploran otro. Son escritores de naturaleza especficamente histrica.

Pero hay otros que ms all de ese gusto experimentan una necesidad espiritual ms profunda, por la cual no admiten figuras, acontecimientos, paisajes que no se embeban, por decirlo as, de un particular sentido de la vida, y no adquieran con ello un valor universal. Son escritores de naturaleza especficamente filosfica.

Yo tengo la desgracia de pertenecer a estos ltimos.

Odio el arte simblico, para el que la representacin pierde cada movimiento espontneo y se convierte en una mquina, en una alegora. Es un esfuerzo vano y equvoco, porque el slo hecho de dar sentido alegrico a una representacin revela claramente que ya se sobreentiende en ella un valor de fbula que no tiene por s misma ninguna verdad, ni fantstica ni real, y que ha sido hecha para demostrar cualquier tipo de verdad moral. Esa necesidad espiritual de la que hablo no se puede satisfacer con ese simbolismo alegrico, sino es ocasionalmente y debido a una irona sublime (por ejemplo, en Ariosto) Este simbolismo parte de un concepto, e incluso de un concepto que se hace o intenta convertirse en imagen. Aquella necesidad, en cambio, busca en la imagen, que debe permanecer viva y libre en toda su expresin, un sentido que le d valor.

Ahora, por ms que lo buscara, yo no lograba descubrir este sentido en esos seis personajes. Consideraba por lo tanto que no vala la pena hacerlos vivir.

Pensaba para m mismo: Ya he agobiado tanto a mis lectores con centenares y centenares de relatos: por qu tendra que agobiarlos todava ms con la narracin de los casos tristes de estos seis desafortunados?

Pensando as los alej de m. O, mejor dicho, haca lo posible por alejarlos.

Pero no se da vida en vano a un personaje.

Criaturas de mi espritu, las seis ya vivan una vida que era suya y ajena a m, una vida que yo no poda seguir negndoles.

Es tan cierto que, a pesar de insistir en excluirlos de mi espritu, ellos, casi del todo distanciados de cualquier tipo de soporte narrativo, personajes de novela surgidos prodigiosamente de las pginas que los contenan, seguan viviendo por su cuenta. Aprovechaban ciertos momentos del da para acercarse a m en la soledad de mi estudio, y uno u otro, o al unsono, me tentaban y me proponan sta o aquella escena para representar o describir, hablaban del impacto que se podra lograr, del inters nuevo que despertara una situacin inslita, y as sucesivamente.

Por momentos me renda, y bastaba cada vez mi condescendencia o el dejarme llevar, para que ellos ganaran un poco ms de vida y aumentaran su presencia. Tambin, por eso mismo, lograban persuadirme con mayor eficacia. De esta manera, poco a poco, se me haca ms difcil librarme de ellos y se les haca ms fcil tentarme. Tanto es as que lleg a convertirse, en cierto momento, en una tremenda obsesin. Al menos hasta que encontr, casi al mismo tiempo, el modo de resolverlo.

Por qu no represento me dije esta novedosa situacin de un autor que se niega a dar vida a ciertos personajes que, a pesar de haberles infundido vida, no se resignan a quedar excluidos del mundo del arte? Ellos se han separado de m, viven por su cuenta, han logrado voz y movimiento, a la fuerza se han hecho a s mismos personajes dramticos en esta lucha sostenida conmigo por su propia vida, personajes que pueden moverse y hablar por s mismos, se ven ya como tales y han aprendido a defenderse de m, por lo que tambin sabrn defenderse de los dems. Pues, entonces, dejmoslos ir a donde deben ir los personajes dramticos para cobrar vida: sobre un escenario. Y veamos qu ocurre

As lo he hecho. Y, como era de esperarse, ha ocurrido lo que tena que ocurrir: es una mezcla de tragedia y comedia, de fantasa y realismo, en una situacin humorstica completamente nueva y, como nunca, compleja. Por un lado, un drama que en s y a travs de sus personajes extremados, locuaces y autosuficientes, que lo llevan a cuestas y lo sufren en ellos mismos, quiere alcanzar al precio que sea el modo de ser representado. Por otro, una comedia sobre el vano intento de esta improvisada ejecucin escnica. Desde un comienzo, la sorpresa de aquellos pobres actores de una compaa dramtica, que ensayaban de da una comedia sobre un escenario despojado de bastidores y decorados; sorpresa e incredulidad al ver aparecer a aquellos seis personajes que se anunciaban como tales buscando un autor; despus, casi de inmediato, la inesperada ausencia de la Madre enlutada, el instintivo inters en el drama que entrevean en ellos y en los otros miembros de esa extraa familia; un drama oscuro, ambiguo, que se abata sin pensarlo sobre aquel escenario vaco e inadecuado para recibirlo, y poco a poco el aumento de este inters cuando prorrumpieron las pasiones contrastadas, bien del Padre o de la Hijastra, del Hijo, o de aquella pobre Madre; pasiones que buscan, como dije, imponerse entre s con una furia trgica y lacerante.

Y entonces aquel sentido universal, buscado en vano al comienzo en estos seis personajes, lo alcanzaron ellos mismos una vez que subieron al escenario, encontrndolo en s mismos al concitar la lucha desesperada de cada uno contra el otro, y todos contra el Director y los actores que no los comprenden.

Sin quererlo, sin saberlo, en el ajetreo de sus atormentados espritus, para defenderse de las acusaciones mutuas, expresan como si fueran suyas las exaltadas pasiones y el tormento que, en realidad, han sido durante tantos aos pesares de mi espritu: el engao que supone la comprensin recproca, basado de modo irremediable en la vaca abstraccin de las palabras, y en la personalidad mltiple de cada uno de acuerdo con todas las posibilidades de ser que subyacen en nosotros. Y, finalmente, el trgico conflicto inmanente entre la vida que se mueve sin pausa, transformndose, y la forma inmutable que la detiene.

Sobre todo dos de aquellos seis personajes, el Padre y la Hijastra, hablan de esta atroz e inevitable fijeza de su forma, en la cual el uno y la otra consideran expresada para siempre su esencia, sin que pueda modificarse, y que en uno representa castigo y, en la otra, venganza. Defienden su esencia de los gestos ficticios y la inconsciente volubilidad de los actores, tratando de imponerse al vulgar Director que quisiera alterarla y acomodarla a las llamadas exigencias del teatro.

No todos los seis personajes estn aparentemente en el mismo grado de conformacin, pero no porque exista entre ellos figuras de primer o segundo plano, es decir protagonistas y comparsas que sera una perspectiva elemental y necesaria para una composicin escnica o narrativa, ni tampoco porque todos no estn debidamente conformados para su propsito. Los seis estn en el mismo grado de realizacin artstica y en el mismo plano de realidad: lo fantstico de la comedia. Tanto el Padre como la Hijastra e incluso el Hijo estn realizados como espritus; la Madre como naturaleza; y como presencia el jovencito que mira y gesticula y la nia por completo inerte. Este hecho crea entre ellos una perspectiva indita. Inconscientemente, yo haba tenido la impresin de que en algunos casos necesitaba revelarlos ms acabados (artsticamente), en otros menos, y en el resto apenas o un poco configurados como elementos de un hecho por narrar o escenificar: los ms vivaces y logrados, el Padre y la Hijastra, que obviamente vayan por delante, guen e incluso arrastren el peso casi muerto de los otros: uno, el Hijo, rebelde; el otro, la Madre, como una vctima resignada en medio de esas dos criaturitas que casi no tienen consistencia de no ser por su apariencia y por depender de que los lleven de la mano.

Tal cual! Definitivamente, cada uno deba aparecer en ese estadio de creacin, alcanzado en la fantasa del autor, en el momento en que iba a expulsarlos de s.

Si ahora lo pienso, haber intuido esta necesidad y haber encontrado el modo de resolverla con una nueva perspectiva, y de la manera cmo lo logr, me parece un milagro. El hecho es que la comedia fue de verdad concebida en una espontnea iluminacin de la fantasa, cuando prodigiosamente se corresponden y obran elementos del espritu en una concertacin divina. Ningn cerebro humano, por ms calculador o por ms afanoso, habra logrado jams penetrar y satisfacer todas las necesidades de su forma. Por eso, las razones que expondr para esclarecer sus valores no se deben tomar como intenciones preconcebidas por m cuando me dispona a su creacin, y de la que ahora asumo su defensa, sino slo como hallazgos que yo mismo, luego, con la mente clara, he podido hacer.

He querido representar seis personajes que buscan un autor. El drama no alcanza a escenificarse precisamente porque falta el autor que buscan, y se representa, en cambio, la comedia de su intil tentativa, con todo lo que tiene de trgica por el hecho de que estos seis personajes han sido rechazados.

Pero se puede representar un personaje rechazndolo? Evidentemente que para representarlo se necesita, al contrario, acogerlo en la fantasa y luego expresarlo. Yo, en efecto, he acogido y realizado aquellos seis personajes: pero los he acogido y realizado como rechazados: en busca de otro autor.

Es necesario ahora comprender qu rechac de ellos; no a ellos mismos, obviamente, sino a su drama, que sin duda les interesa sobre todo a ellos, pero que no me interesaba a m en absoluto por las razones expuestas.

Qu es, para un personaje, su propio drama?

Cada fantasma, cada criatura del arte, para llegar a existir debe tener su propio drama. Es decir, un drama del cual sea personaje y por el cual es personaje. El drama es la razn de ser del personaje, es su funcin vital: lo necesita para existir.

Yo, de los seis, he acogido el ser, pero rechazando la razn de ser; he tomado el organismo para confiarle, en vez de su funcin inherente, otra funcin ms compleja, en la cual apenas s entraba como una simple ancdota. Situacin terrible y desesperada de manera especial para dos personajes el Padre y la Hijastra quienes viven ms que los dems y poseen una conciencia mayor de ser personajes, es decir, seres absolutamente necesitados de un drama, del suyo propio, un drama en el que slo ellos pueden imaginarse a s mismos y que, por lo pronto, lo ven rechazado. Es una situacin imposible de la cual sienten que deben salir cueste lo que cueste, como si se tratara de un asunto de vida o muerte. Lo cierto es que, en cuanto razn de ser, en cuanto funcin, yo les di otra, justamente esa situacin imposible, el drama de estar a la busca de un autor por haber sido rechazados: pero ni siquiera sospechan que sta sea una razn de ser y que haya devenido para ellos, que ya tenan una vida propia, la funcin necesaria y suficiente para existir. Si alguien se lo dijera, no lo creeran; porque no es posible creer que la nica razn de nuestra vida se cifre en un tormento que nos parece injusto e inexplicable.

No logro imaginar, por eso, con qu fundamento se me hizo la observacin de que el personaje del Padre no fue aquel que deba ser, porque prescinda de sus cualidades y posicin de personaje al invadir, en ciertas ocasiones y haciendo suyos, los atributos del autor. Yo, que comprendo a quienes no me comprenden, supongo que la observacin se deriva del hecho de que aquel personaje expresa como suya una inquietud que es reconocidamente ma. Lo que es muy natural y no significa nada en absoluto. Aparte de especificar que la inquietud padecida y vivida por el personaje del Padre se debe a causas y razones que no tienen nada que ver con el drama de mi experiencia personal, consideracin suficiente para desautorizar la crtica, quiero aclarar que una cosa es la inquietud inmanente de mi espritu, inquietud que de manera legtima puedo reflejar en un personaje hasta el punto de hacerla orgnica, y que otra cosa es la actividad de mi espritu dedicada a la creacin de este trabajo, es decir, la actividad que logra establecer el drama de esos seis personajes en busca de un autor. Si el Padre fuera partcipe de esta ltima actividad, si concurriera a crear parte del drama del ser de aquellos personajes sin autor, entonces s, y slo entonces, sera justificado decir que l sea en ocasiones el mismo autor, y, por lo tanto, no aquel que debera ser. Pero el Padre, en su posicin de personaje en busca de autor, lo sufre y no lo crea, lo sufre como una fatalidad inexplicable y como una situacin frente a la cual busca rebelarse con todas sus fuerzas y remediarla: lo que es propio de un personaje en busca de un autor, y nada ms, aunque exprese como suya la inquietud de mi espritu. Si fuera parte de la actividad del autor, se explicara perfectamente su fatalidad. Se sentira vinculado, incluso como personaje rechazado, porque siempre sera acogido en la matriz fantstica de un poeta, y no tendra ms motivo para padecer la desesperacin de no encontrar quien afirme y componga su vida de personaje: quiero decir que aceptara sin inconvenientes la razn de ser que le da el autor y, sin ninguna queja, renunciara a la que tena, despachando al Director y a aquellos actores a los que debe recurrir, por el contrario, como nica posibilidad.

Hay un personaje, en cambio, el de la Madre, al cual no le importa de hecho tener vida, considerando el tenerla como un fin en s mismo. Ella no tiene la menor duda de estar viva, ni se le ha ocurrido jams la idea de preguntarse cmo y por qu, o en qu modo, lo est. No tiene, en suma, conciencia de ser personaje: esto en cuanto no est jams, ni siquiera por un momento, desencajada de su papel. No sabe que tiene un papel.

Esto la hace perfectamente orgnica. De hecho, su papel de Madre no genera, por su naturalidad, movimientos espirituales. Ella no vive como un espritu: vive en un sentimiento continuo que no tiene progresin, y por lo tanto no puede adquirir conciencia de su vida, en lo que respecta a ser personaje. Pero, con todo eso, tambin ella busca a su modo y para sus propios fines un autor; hasta cierto punto parece sentirse contenta de haber sido llevada ante el Director. Quiz porque tambin ella espera cobrar vida debido a l. Pero no: porque ella espera que el Director la haga representar una escena con el Hijo, en la cual pondra mucho de su propia vida; pero es una escena que no existe, que jams ha podido ni podr existir. Es inconsciente de ser personaje, es decir, inconsciente de la vida que podra tener, fijada y determinada toda, segundo a segundo, en cada gesto y cada palabra.

Ella se presenta con los dems personajes en el escenario pero sin entender lo que la obligan a hacer. Evidentemente, imagina que la obsesin por vivir que empuja al marido y a la hija, y por la cual ella tambin se encuentra en un escenario, no es ms que una de las frecuentes e incomprensibles extravagancias de aquel hombre atormentado y atormentador, y horrible, horrible una nueva y equvoca arrogancia de la pobre y descarriada muchacha. Es por completo pasiva. Los acontecimientos de su vida y el valor que stos han adquirido, incluso su carcter, son cosas que se dicen los dems y que ella slo contradice una vez, porque el instinto materno surge y se rebela en ella para aclarar que no quiere abandonar ni al Hijo ni al marido, porque el Hijo le fue arrancado y el marido la oblig a abandonarlo. Pero slo rectifica simples datos: no sabe y no se explica nada.

Es, en resumen, naturaleza. La naturaleza fijada en la figura de una Madre.

Este personaje me ha dado una satisfaccin inesperada, que debo explicar. Casi todos mis crticos, en vez de definirla como acostumbran de inhumana lo que parece ser el carcter peculiar e incorregible de todas mis criaturas, sin distincin han tenido la bondad de sealar, con verdadera complacencia, que finalmente haba surgido de mi fantasa una figura humansima. El elogio me lo explico as: estando mi pobre Madre ceida a su carcter de Madre, sin posibilidad de libres movimientos espirituales, es decir, casi como si fuera un pedazo de carne completamente viva en todas sus funciones de procrear, dar de mamar, cuidar y amar a su prole, sin necesidad de recurrir al cerebro, ella realiza en s misma el verdadero y perfecto tipo humano. Es cierto que ocurre as, porque nada parece ms superfluo en un organismo humano que el espritu.

Pero los crticos, a pesar de aquel elogio, han despachado a la Madre sin preocuparse por dilucidar el ncleo de valores poticos que, en la comedia, representa el personaje. Humansima figura, de acuerdo, porque carece de espritu, es decir, inconsciente de lo que es o despreocupada por explicrselo. Pero el hecho de ignorar que es un personaje no la priva de serlo. se es su drama en mi comedia. Y la expresin ms viva de eso se manifiesta en aquel grito que da al Director, cuando l quiere persuadirla de que todo ya ha ocurrido y que, por lo tanto, no puede haber motivo de un nuevo llanto: No! Ocurre ahora, ocurre siempre! Mi dolor no es falso, seor! Estoy viva y presente en cada momento de mi dolor, que se renueva y est siempre presente y vivo. Esto lo siente ella sin conciencia, y, por lo tanto, como cosa inexplicable: pero lo siente de manera tan terrible que no piensa siquiera que pueda explicrselo a s misma o a los dems. Lo siente y punto. Lo siente como un dolor, y este dolor inmediato es el que grita. As, en ella se refleja la fijeza de su vida en una forma que, de otro modo, atormenta al Padre y a la Hijastra. stos son espritu; ella, un carcter de la naturaleza. El espritu se rebela contra esa fijeza, o busca, de la manera que sea, aprovecharla. La naturaleza, si no es instigada por los estmulos sensitivos, llora.

El conflicto inmanente entre el movimiento vital y la forma es una condicin inexorable no slo de orden espiritual sino tambin natural. La vida que se ha fijado para que exista en nuestra forma corporal, poco a poco mata la forma adquirida. El llanto de esta naturaleza detenida es el irreparable y continuo envejecer de nuestro cuerpo. El llanto de la Madre es, del mismo modo, pasivo y perpetuo. Expuesto en tres fases, valorado en tres dramas diversos y contemporneos, aquel inmanente conflicto encuentra en la comedia, de esta manera, la expresin ms lograda. Y ms an, porque la Madre tambin declara el valor especfico de la forma artstica en aquel grito suyo al Director: la forma no abarca ni siega su vida, y la vida, a su vez, no termina por agotar a la forma. Si el Padre y la Hijastra acometieran cien mil veces seguidas su escena, siempre en el punto establecido, en el instante en el que la vida de la obra de arte debe expresarse con aquel grito suyo, el grito siempre volvera a estallar: sera inalterado e inalterable en su forma, pero no como una repeticin mecnica, ni como una repeticin obligada por necesidades exteriores, sino todo lo contrario, cada vez vivo, como si fuera nuevo, como si siempre naciera de improviso: embalsamado vivo en su forma imperecedera. De esta manera, cada vez que abrimos el libro, encontraremos a Francesca viva confesando a Dante su dulce pecado, y si volviramos cien mil veces seguidas, Francesca dira de nuevo sus palabras, sin repetirlas jams de manera mecnica, sino dicindolas como si fuera la primera vez, con una pasin tan viva y brusca que Dante desfallecer cada vez que la escuche. Todo lo que tiene vida, por el hecho de vivir, tiene forma, y por eso debe morir: salvo la obra de arte, que precisamente vivir por siempre porque es forma.

El nacimiento de una criatura de la fantasa humana, nacimiento que es el paso del umbral entre la nada y la eternidad, puede ocurrir de golpe, cuando su gestacin responde a una necesidad. Para un drama imaginado se necesita un personaje que haga o diga algo preciso y necesario; por eso aquel personaje naci, y es eso exactamente lo que tena que existir. As nace Madama Paz entre aquellos seis personajes, y es como un milagro. Incluso es un artilugio sobre aquel escenario representado de manera realista. Pero no es artilugio. El nacimiento es real, el nuevo personaje est vivo no porque ya estaba vivo sino porque felizmente naci, como corresponde a su naturaleza de personaje obligado, por decirlo de alguna manera. Ha ocurrido un resquebrajamiento, una mutacin indita en el plano de realidad de la escena, porque un personaje slo puede nacer de ese modo en la fantasa del poeta y no sobre las tablas de un escenario. Sin que nadie se percate, ha cambiado de golpe la escena: la he vuelto a acoger en ese momento en mi fantasa sin necesidad de privrsela a los espectadores; les he mostrado, en vez del escenario, pero bajo la imagen del mismo escenario, el acto de creacin de mi fantasa. La mutacin inesperada y fuera de control de una apariencia, desde un plano de la realidad a otro, es un milagro parecido a los realizados por aquel santo que hace mover su estatua, que en ese momento ya no es por cierto ni de madera ni de piedra, pero tampoco es un milagro arbitrario. Aquel escenario, por acoger tambin la realidad fantstica de los seis personajes, no existe por s mismo como un hecho fijo e inmutable, como nada en esta comedia existe con un lugar asignado o preconcebido: todo deviene, todo gira, todo se improvisa. Tambin el plano de realidad del lugar, en el cual se transforma y vuelve a transformar esta vida informe que busca una forma, llega a modificarse orgnicamente. Cuando conceb que naciera all Madama Paz, en el escenario, sent que poda hacerlo y lo hice; si hubiera advertido que este nacimiento descuadraba y modificaba silenciosamente y casi sin advertirlo, en un slo segundo, el plano de realidad de la escena, seguro que no lo hubiera intentado, detenido por la aparente falta de lgica. Habra infligido un defecto a la belleza de mi obra, de la que me salv el fervor de mi espritu: porque contra una falsa apariencia lgica, aquel nacimiento fantstico est sustentado por una verdadera necesidad, que tiene una misteriosa y orgnica correspondencia con toda la vida de la obra.

Que alguien me diga ahora que sta no tiene todo el valor que podra tener, porque su expresin no es coherente sino catica, porque peca de romanticismo, y me har sonrer.

Comprendo por qu se me hizo esa observacin. Porque en mi trabajo la representacin del drama en el cual se ven implicados los seis personajes parece tumultuosa y no procede de acuerdo a un orden establecido: no hay desarrollo lgico, no hay una concatenacin de los acontecimientos. Es muy cierto. Ni por ms que lo buscara hubiera podido encontrar un modo ms desordenado, estrambtico, arbitrario y complicado, es decir, ms romntico, de representar el drama en que se ven implicados los seis personajes. Es muy cierto, pero yo, a propsito, no he representado ese drama: he representado otro y no voy a repetir cul! en el que, entre las otras cosas bellas que cada uno encontrar de acuerdo a sus gustos, hay una discreta stira de los procedimientos romnticos. La stira radica en el hecho de que mis personajes se desesperan por desautorizarse en el papel que tiene cada uno en su drama, mientras yo los presento como personajes de una comedia distinta, que ellos no saben ni sospechan, de manera que su agitacin pasional, propia de los procedimientos romnticos, est tratada humorsticamente, montada en el vaco. Y el drama de los personajes, representado no como se hubiera dispuesto en mi fantasa si yo lo hubiera acogido, sino de esta manera, como drama rechazado, no poda hallar lugar en mi trabajo si no fuera como una situacin a desarrollarse, y no poda aparecer si no fuera por indicios, tumultuosamente, desordenadamente, en escorzos violentos, de manera catica: interrumpido a cada rato, descaminado, contradictorio, e incluso negado por uno de sus personajes, y por otros dos ni siquiera vivido.

Justamente, hay un personaje el que niega el drama que lo hace personaje, el Hijo que todo su realce y valor deriva del ser personaje no de la comedia por escenificar que como tal casi no aparece sino de la representacin que 70 realic. Es, en resumen, el nico que vive como personaje en busca de autor; tanto es as que el autor que busca no es un autor dramtico. Tambin esto no poda ser de otro modo; tanto la actitud del

personaje es orgnica en mi concepcin cuanto es lgica que, en la situacin, establezca mayor confusin y desorden y otro motivo de contraste romntico.

Pero precisamente este caos, orgnico y natural, es el que yo quera representar. Representar un caos no significa en absoluto representarlo caticamente, sino romnticamente. Que mi representacin no sea en absoluto confusa, sino incluso clara, simple y ordenada, lo demuestra la evidencia con que, a ojos de todos los pblicos del mundo, se ha comprendido la trama, los caracteres, los planos fantsticos y realistas, dramticos y cmicos del trabajo, y hasta para quienes tienen una mirada ms penetrante resaltan los valores inesperados que encierra.

Es enorme la confusin de lenguas entre los hombres, si crticas como las imputadas consiguen palabras para expresarse. Es tan grande esta confusin cuan perfecta la ntima ley del orden que, respetada del todo, hace clsica y ejemplar mi obra, y niega cualquier palabra de fracaso. Cuando resulta evidente para todos que por un artificio no se crea vida, y que el drama de los seis personajes no se puede representar al faltar el autor que le infunda espritu, el Director, ansioso por conocer cmo se desarroll la historia, instiga al Hijo a que recuerde los hechos, y ste, privado de razn y de voz, se abalanza torpe e intilmente cuando escucha la detonacin de un arma de fuego en el escenario. Con eso se quiebra y dispersa el estril intento de los personajes y de los actores, aparentemente no asistido por el poeta.

Slo que el poeta, sin que ellos lo sepan, casi observando todo el tiempo de lejos aquel intento, ha logrado entretanto crear con l, y de l, su obra.

LOS PERSONAJES DE LA COMEDIA POR ESCENIFICAR

el padre

la madre

la hijastra

el hijo

el muchacho

la nia

(estos dos ltimos no hablan)

madama paz (Luego, evocada)

LOS ACTORES DE LA COMPAA

el director

la primera actriz

el primer actor

la segunda actriz

la actriz joven

el actor joven

otros actores y actrices

el director de escena

el apuntador

el guardarropa

el tramoyista

el secretario del director

el conserje

montadores y ayudantes de escena

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De da, sobre un escenario de teatro.

Nota bene: La comedia no tiene actos ni escenas. La representacin ser interrumpida por primera vez, sin bajar el teln, cuando el director y el primer personaje se retiren para acordar el escenario y los actores desaparezcan del escenario; la segunda vez, cuando el tramoyista haga caer el teln por error.

Al entrar en la sala del teatro, los espectadores encontrarn el teln levantado y el escenario tal como est de da, sin bastidores ni decorados, casi a oscuras, vaco, para que tengan desde el principio la impresin de un espectculo no preparado de antemano.

Dos escalerillas, una a la derecha y otra a la izquierda, comunicarn el escenario con la sala. Sobre el escenario, la concha del apuntador estar junto al foso. Al otro lado, cerca del proscenio, una mesita y un silln de espaldas al pblico, para el DIRECTOR.

Otras dos mesitas, una ms grande, una ms pequea, con muchas sillas alrededor, colocadas para tenerlas a mano, si hubiera necesidad, en el ensayo. Otras sillas, aqu y all, a derecha e izquierda, para los ACTORES, y un piano, en el fondo, a un costado, casi oculto.

Apagadas las luces de la sala, se ver entrar por la puerta del foro al TRAMOYISTA con un mono azulado y una bolsa atada a la cintura; coger de un rincn al fondo algunos listones, los colocar en el proscenio y se arrodillar para fijarlos. Al escucharse los martillazos, saldr de la puerta de los camerinos el DIRECTOR DE ESCENA.

EL DIRECTOR DE ESCENA. Qu haces?

EL TRAMOYISTA. Qu hago? Estoy clavando.

EL DIRECTOR DE ESCENA. A estas horas? (Mirar el reloj.) Son las diez y media. En un momento llegar el Director para el ensayo.

EL TRAMOYISTA. Bueno, yo tambin necesito mi tiempo para trabajar!

EL DIRECTOR DE ESCENA. Lo tendrs, pero no ahora.

EL TRAMOYISTA. Cundo, entonces?

EL DIRECTOR DE ESCENA. Cuando no sea la hora de ensayo. Apresrate y llvatelo todo. Djame disponer la escena para el segundo acto de El juego de los papeles.

EL TRAMOYISTA. Resoplando, refunfuando, recoger los listones y se ir. Entretanto, por la puerta del foro, empezarn a aparecer los ACTORES de la compaa, hombres y mujeres, primero uno y despus otro, despus dos al mismo tiempo, a su gusto: nueve o diez, los que se supone que deban formar parte en los ensayos de la comedia de Pirandello El juego de los papeles, prevista para ese da. Entrarn, saludarn al DIRECTOR DE ESCENA y se saludarn entre ellos, desendose un buen da. Algunos irn a los camerinos; otros, entre los cuales estar el APUNTADOR, que tendr el guin enrollado bajo el brazo, permanecern en el escenario esperando al DIRECTOR para dar inicio al ensayo, mientras que, sentados en crculo o de pie, cruzarn palabras; alguno encender un cigarrillo, otro se quejar del papel asignado, aquel leer en voz alta a sus compaeros la noticia de una revista teatral. Sera bueno que tanto las ACTRICES como los ACTORES vistieran ropas claras y alegres, y que esta primera escena improvisada tuviera mucha vivacidad. En un determinado momento, uno de los cmicos se podr sentar al piano y tocar una msica bailable; los ms jvenes entre los ACTORES y ACTRICES bailarn.

EL DIRECTOR DE ESCENA. (Batiendo palmas para llamarlos al orden.) Vamos, vamos, orden. Ha llegado el Director!

La msica y el baile cesarn al mismo tiempo. Los ACTORES se volvern para mirar hacia la sala del teatro, por cuya puerta se ver entrar al DIRECTOR, quien, con un sombrero de copa, el bastn bajo el brazo y un grueso puro en la boca, cruzar el pasillo de butacas y, saludado por los cmicos, subir al escenario por una de las dos escalerillas. El SECRETARIO le entregar el correo: un peridico y un guin sellado.

EL DIRECTOR. Cartas?

EL SECRETARIO. Ninguna. Esto es todo.

EL DIRECTOR. (Entregndole el guin sellado.) Llvelo al camerino. (Despus, mirando alrededor y dirigindose al DIRECTOR DE ESCENA.) Pero aqu no se ve nada. Por favor, que nos den un poco ms de luz.

EL DIRECTOR DE ESCENA. De inmediato! Ir a dar la orden. Y poco despus el escenario se iluminar con una intensa luz blanca en la parte de la derecha, donde estarn los ACTORES. En tanto, el APUNTADOR habr tomado su lugar en el foso, habr encendido la lamparita y extendido ante s el guin.

EL DIRECTOR. (Dando palmadas.) Vamos, vamos, que tenemos que empezar. (Al DIRECTOR DE ESCENA) Falta alguien?

EL DIRECTOR DE ESCENA. Falta la Primera Actriz.

EL DIRECTOR. Como siempre! (Mirar el reloj.) Estamos atrasados diez minutos. Antelo, hgame el favor. As aprender a ser puntual en los ensayos.

No habr terminado la amonestacin, cuando del fondo de la sala se escuchar la voz de la PRIMERA ACTRIZ.

LA PRIMERA ACTRIZ. No, no, por favor! Aqu estoy! Aqu estoy! Est toda vestida de blanco, con un sombrero excntrico y un gracioso perrito entre los brazos; correr a travs del corredor de la sala y subir apresuradamente por una de las escalerillas.

EL DIRECTOR. Usted insiste en hacerse esperar.

LA PRIMERA ACTRIZ. Disclpeme. Busqu desesperadamente un automvil para llegar a tiempo! Pero veo que todava no han empezado. Y yo no aparezco al comienzo de la obra. (Luego, llamando por su nombre al DIRECTOR DE ESCENA, le encarga el perrito.) Por favor, djelo en el camerino.

EL DIRECTOR. (Renegando.) Tambin el perrito! Como si furamos pocos los que parecemos mascotas aqu. (Dar palmadas otra vez y se dirigir al APUNTADOR) Vamos, vamos, el segundo acto de El juego de los papeles. (Sentndose en la butaca.) Atencin, seores. A quin le toca la escena?

Los ACTORES y las ACTRICES despejarn el proscenio y se irn a sentar a un costado, salvo los tres que participarn en el ensayo y la PRIMERA ACTRIZ, que sin hacer caso de la pregunta del DIRECTOR se sentar delante de una de las mesitas.

EL DIRECTOR. (A la PRIMERA ACTRIZ) Interviene usted en la escena?

LA PRIMERA ACTRIZ. Yo no.

EL DIRECTOR. (Molesto.) Entonces muvase, por Dios!

La PRIMERA ACTRIZ se levantar y se ir a sentar junto a los otros ACTORES que ya estarn acomodados aparte.

EL DIRECTOR. (Al apuntador) Comience, comience.

EL APUNTADOR. (Leyendo el guin.) En casa de Leone Gala. Un extrao saln, comedor y despacho al mismo tiempo

EL DIRECTOR. (Dirigindose al director de escena.) Pondremos la sala de color rojo.

EL DIRECTOR DE ESCENA. (Apuntndolo en un papel.) De color rojo, de acuerdo.

EL APUNTADOR. (Sigue leyendo el guin.) Mesa puesta y escritorio con libros y papeles. Estanteras de libros y vitrinas con lujosas vajillas y utensilios de mesa. Puerta al fondo por la cual se llega a la habitacin de Leone. Puerta lateral a la izquierda por la cual se va a la cocina. La puerta principal est a la derecha

EL DIRECTOR. (Levantndose e indicando.) Por lo tanto, presten atencin: all, la puerta principal. Aqu, la cocina. (Dirigindose al ACTOR que har el papel de Scrates.) Usted entrar y saldr por este lado. (Al DIRECTOR.) Colocar la mampara en el fondo y luego colgar las cortinas. (Se vuelve a sentar.)

EL DIRECTOR DE ESCENA. (Anotndolo.) De acuerdo.

EL APUNTADOR. (Leyendo el guin.) Primera escena. Leone Gala, Guido Venanzi, Filippo, llamado Scrates (Al DIRECTOR) Debo leer tambin las acotaciones?

EL DIRECTOR. S, s! Se lo he dicho mil veces!

EL APUNTADOR. (Leyendo el guin.) Al levantarse el teln, Leone Gala, con gorrito de cocinero y delantal, trata de batir un huevo en un cuenco con un cucharn de madera. Filippo bate otro, tambin vestido de cocinero. Guido Venanzi escucha, sentado

EL PRIMER ACTOR. (Al director.) Disculpe, pero me tengo que poner el gorrito en la cabeza?

EL DIRECTOR. (Fastidiado por el comentario.) Obviamente! Est escrito all! (Sealar el guin.)

EL PRIMER ACTOR. Pero si es ridculo!, usted perdone.

EL DIRECTOR. (Ponindose de pie, furioso.) Ridculo, ridculo! Qu quiere que yo haga si de Francia no vienen ms comedias buenas y nos tenemos que resignar a poner en escena comedias de Pirandello, que nadie comprende y parecen creadas a propsito para que ni los actores, ni los crticos, ni el pblico queden contentos? (Los actores reirn. Y entonces l, levantndose y acercndose hacia el PRIMER ACTOR, gritar.) El gorrito de cocinero, s seor! Y batir los huevos! Usted cree que no tiene que hacer nada ms que batir los huevos con sus manos? Pues no. Tendr que representar el papel de la cscara de los huevos que est batiendo! (Los ACTORES reirn de nuevo y harn comentarios irnicos entre ellos.) Silencio! Y presten atencin cuando estoy hablando! (Se dirige de nuevo al primer ACTOR.) S, seor, la cscara. Lo que quiere decir la forma vaca de la razn, sin la plenitud del instinto, que es ciego! Usted es la razn y su esposa el instinto, en un juego de papeles asignados, por lo que usted, al representar su papel, es voluntariamente el ttere de s mismo. Comprendido?

EL PRIMER ACTOR. (Abriendo los brazos.) Yo no!

EL DIRECTOR. (Volviendo a su sitio.) Yo menos! As que mejor seguimos. Despus me elogiar el resultado! (En tono confidencial.) Le aconsejo que se ponga siempre de medio perfil, porque si no, entre las complicaciones del dilogo y usted que no se dejar escuchar por el pblico, nadie entender nada. (Dando palmadas de nuevo.) Atencin, atencin! Empezamos.

EL APUNTADOR. Disculpe, seor Director. Me permitira cubrirme con la concha? Corre un aire!

EL DIRECTOR. Cmo no, hgalo!

El CONSERJE del teatro habr entrado mientras tanto en la sala, con su gorrita galoneada, en la cabeza, y atravesando el pasillo de butacas, se acercar al escenario para anunciar al DIRECTOR la llegada de los SEIS PERSONAJES, quienes tambin han entrado en la sala y lo han seguido a cierta distancia, un poco desorientados y perplejos, mirando a su alrededor.

Quien vaya a intentar una puesta en escena de esta comedia debe valerse de todos los medios disponibles para lograr un efecto gracias al cual estos SEIS PERSONAJES no se confundan nunca con los ACTORES de la compaa. La disposicin de unos y otros, indicada en las anotaciones, cuando ya se encuentren en el escenario, ser sin duda til; tanto como una intensidad luminosa variada de reflectores especiales. Pero el medio ms eficaz e idneo que se sugiere ser el uso de mscaras especiales para los PERSONAJES: mscaras especialmente elaboradas con una materia que el sudor no ablande, as que no sern ligeras para los actores que debern llevarlas; se confeccionarn de tal modo que dejen libres los ojos, la nariz y la boca. Se interpreta de esta manera el sentido ms profundo de la comedia. Los PERSONAJES no debern, por lo tanto, aparecer como fantasmas, sino como realidades creadas, elaboraciones inalterables de la fantasa: y por lo tanto ms reales y consistentes que la voluble naturalidad de los ACTORES. Las mscaras ayudarn a dar la impresin de la figura construida artsticamente y fijada de manera inalterable en la expresin del propio sentimiento fundamental, que es el remordimiento en el PADRE, la venganza en la HIJASTRA, el desdn en el HIJO, el dolor en la MADRE, con lgrimas de cera, fijas en lo ms lvido de las ojeras y las mejillas, como se puede ver en las imgenes esculpidas y pintadas de las Mater dolorosa de las iglesias.

Y que incluso la vestimenta sea de pao y corte particular, sin extravagancia, con pliegues rgidos y de un volumen estatuario. En resumen, que no d la idea de estar confeccionada con una tela, que se pueda comprar en cualquier tienda de la ciudad y en cualquier sastrera.

El PADRE rondar los cincuenta aos: de frente amplia, pero no calvo, de cabello rojizo, con bigote espeso y crespo alrededor de una boca fresca, dispuesta a una sonrisa incierta y vana. Plido, especialmente en la amplia frente; ojos azules y ovalados, centellantes y agudos; vestir pantalones claros y chaqueta oscura: en ocasiones ser melifluo, en otras tendr gestos duros y speros.

La MADRE estar aterrada y sobrecogida por el intolerable peso de la vergenza y de la humillacin. Cubierta por un tupido velo de viuda, vestir humildemente de negro, y cuando se levante el velo, mostrar un rostro nada atormentado, pero como si fuera de cera, y siempre estar con los ojos bajos.

La HIJASTRA, de dieciocho aos, ser desvergonzada, casi impdica. Bellsima, ella tambin, vestir de luto, pero con una elegancia vistosa. Mostrar desprecio por el aire tmido, afligido y casi desorientado del hermanito, un esculido MUCHACHO de catorce aos, tambin de negro; y en la. hermanita, en cambio, una NIA de aproximadamente cuatro aos, habr una ternura vivaz y estar vestida de blanco con una cinta de seda negra en la cintura.

El HIJO, de veintids aos, alto, casi inmovilizado en un contenido desdn por el PADRE y en una indiferencia ceuda hacia la MADRE, llevar un sobretodo morado y una larga cinta verde alrededor del cuello.

EL CONSERJE. (Con el gorrito en la mano.) Disculpe, seor.

EL DlRECTOR. (Brusco, despectivo.) Y ahora qu ocurre?

EL CONSERJE. (Tmidamente.) Han llegado unos seores que preguntan por usted.

El DIRECTOR y los ACTORES se dan la vuelta sorprendidos para mirar desde el escenario hacia abajo, en la sala.

EL DIRECTOR. (De nuevo enojado.) Estamos ensayando! Y usted sabe muy bien que no debe entrar nadie mientras estamos ensayando! (Dirigindose hacia el fondo.) Quines son ustedes? Qu quieren?

EL PADRE. (Dando un paso adelante, seguido por los dems, hasta llegar a una de las escalerillas) Hemos venido en busca de un autor.

EL DIRECTOR. (Entre sorprendido e iracundo.) De un autor? Qu autor?

EL PADRE. Del que sea, seor.

EL DIRECTOR. Pero si aqu no hay ningn autor, porque no estamos ensayando ninguna comedia nueva.

LA HIJASTRA. (Con una alegre vivacidad, subiendo rpidamente la escalerilla.) Mucho mejor, mucho mejor entonces, seor! Nosotros podramos ser su nueva comedia.

ALGUNO DE LOS ACTORES. (En medio de los comentarios bulliciosos y las risas de los dems.) Escchenla, escchenla!

EL PADRE. (Siguiendo sobre el escenario a la HIJASTRA.) Bueno, pero si no hay autor? (Al DIRECTOR.) A menos que usted quiera serlo...

La MADRE, con la NIA de la mano, y el MUCHACHO subirn los primeros peldaos de la escalerilla y se quedarn a la espera. El HlJO se quedar abajo, enojado.

EL DIRECTOR. Estn bromeando?

EL PADRE. Cmo se le ocurre, seor? Todo lo contrario, le traemos un drama doloroso.

LA HIJASTRA. Y podramos ser su fortuna!

EL DIRECTOR. Hganme el favor de largarse, que no tenemos tiempo para perderlo con locos!

EL PADRE. (Herido y melifluo.) Pero seor, usted sabe muy bien que la vida est llena de infinitos absurdos, que, descaradamente, ni siquiera tienen necesidad de parecer verosmiles, porque son verdaderos.

EL DIRECTOR. Pero, qu diablos dice?

EL PADRE. Digo que puede considerarse una locura, s seor, esforzarse en hacer lo contrario; es decir, crear lo verosmil para que parezca verdadero. Pero permtame hacerle la observacin de que, si fuera locura, sta es la nica razn de su oficio. Los ACTORES se agitarn, molestos.

EL DIRECTOR. (Levantndose y retndolo.) Ah, s? De manera que nuestro oficio le parece cuestin de locos?

EL PADRE. Bueno, dar la apariencia de verdadero a aquello que no lo es, sin necesidad de hacerlo, seor; como un juego... O acaso no es el oficio de ustedes dar vida en la escena a personajes fantasiosos?

EL DIRECTOR. (Rpidamente, hacindose portavoz de la irritacin creciente de sus ACTORES.) Yo le aseguro que la profesin del cmico, estimado seor, es una noble profesin! Si hoy por hoy los nuevos seores comedigrafos nos dan a representar comedias banales y a tteres en lugar de hombres, sepa que es nuestro orgullo haber dado vida aqu, sobre estas tablas a obras inmortales! Los ACTORES, satisfechos, aprobarn y aplaudirn a su DIRECTOR.

EL PADRE. (Interrumpiendo con vehemencia.) Eso es! Muy bien! A seres vivos, ms vivos que aquellos que visten y calzan! Menos reales, quiz; pero ms verdaderos! Somos de la misma opinin! Los ACTORES se miran entre s, sin entender.

EL DIRECTOR. No entiendo? Pero si antes dijo...

EL PADRE. No me interprete mal. Lo deca por usted, seor, que nos ha gritado no tener tiempo para perderlo con locos, cuando nadie mejor que usted sabe que la naturaleza se sirve de la fantasa humana como instrumento para continuar, a un mayor grado, su obra creada.

EL DIRECTOR. Est bien, est bien. A qu quiere llegar con eso?

EL PADRE. A nada, seor. Slo a demostrar que se nace a la vida de diferentes maneras, y en muchas formas: rbol o piedra, agua o mariposa... o mujer. Y que tambin se nace como un personaje!

EL DIRECTOR. (Con un fingido e irnico estupor.) Y usted, junto a quienes lo acompaan, han nacido como personajes?

EL PADRE. Exacto, seor. Y vivos, como puede comprobarlo.

El DIRECTOR y los ACTORES se ren a carcajadas, como si se burlaran.

EL PADRE. (Herido.) Me apena que se burlen as, porque llevamos en nosotros, repito, un drama doloroso, como los seores pueden deducir al ver a esta mujer vestida de luto.

Diciendo esto le ofrecer la mano a la MADRE para ayudarla a subir los ltimos escalones y, guindola todava, la conducir con una solemnidad trgica hacia el otro lado del escenario, que se iluminar de inmediato con una luz fantstica. La NlA y el MUCHACHO seguirn a la MADRE; despus el HlJO, que se mantendr aparte, al fondo; y tambin la HIJASTRA, que se colocar en el proscenio, apoyada sobre el borde del escenario. Los ACTORES, primero estupefactos, luego admirados por esta evolucin de los hechos, reventarn en aplausos como si les fuera ofrecido un espectculo.

EL DIRECTOR. (Primero sorprendido, luego fastidiado.) Djenlo! Cllense! (Luego, dirigindose a los PERSONAJES.) Y ustedes vyanse de aqu! Despejen el lugar! (Al DIRECTOR DE ESCENA.) Por Dios, squelos de aqu!

EL DIRECTOR DE ESCENA. (Acercndose, pero luego detenindose como si lo retuviera una rara turbacin.) Fuera! Fuera!

EL PADRE. (Al director) Mire, nosotros...

EL DIRECTOR. (Gritando.) Basta, tenemos que trabajar!

EL PRIMER ACTOR. No es posible que alguien se burle as...

EL PADRE. (Resuelto, adelantndose.) Me sorprendo de su incredulidad! Acaso no estn los seores acostumbrados a ver cmo aparecen casi vivos aqu, uno frente a otro, los personajes creados por un autor? O a lo mejor no tienen (sealar la concha del APUNTADOR) un guin que nos contenga?

LA HIJASTRA. (Colocndose frente al DIRECTOR, risuea, zalamera.) Puede creer, seor, que somos de verdad seis personajes interesantsimos. Lamentablemente frustrados.

EL PADRE. (Apandola.) S, frustrados, eso es! (Al director, de inmediato.) En el sentido, claro est, de que el autor que nos dio vida, despus no quiso o no pudo materialmente introducirnos en el mundo del arte. Y de verdad que fue un delito, seor, porque quien ha tenido la suerte de nacer como personaje vivo, puede rerse incluso de la muerte. No morir jams! Y para vivir eternamente ni siquiera necesita de dotes extraordinarias o realizar prodigios. Quin era Sancho Panza? Quin era don Abundio? Y, sin embargo, son eternos, porque semillas vivientes tuvieron la suerte de encontrar una matriz fecunda, una fantasa que supo nutrirlos y desarrollarlos, darles vida eterna!

EL DIRECTOR. Todo lo que dice est bien! Pero qu quieren aqu?

EL PADRE. Queremos vivir, seor!

El DIRECTOR. (Irnico.) Por toda la eternidad?

EL PADRE. No, seor. Por lo menos un momento, a travs de ustedes.

UN ACTOR. Qu ocurrencia!

LA PRIMERA ACTRIZ. Quieren vivir en nosotros!

EL ACTOR JOVEN. (Sealando a la HIJASTRA) Por m no hay problema, si a m me toca ella.

EL PADRE. Fjense, fjense: todava hay que hacer la comedia; (al DIRECTOR) pero si usted quiere y sus actores estn dispuestos, la organizamos rpidamente entre nosotros.

EL DIRECTOR. (Molesto.) Pero qu quiere organizar? Aqu no se hace nada de eso! Aqu se interpretan dramas y comedias!

EL PADRE. Por eso mismo! Hemos venido con usted justamente por eso!

EL DIRECTOR. Y dnde est el guin?

EL PADRE. Est en nosotros mismos, seor. (Los ACTORES reirn.) El drama est en nosotros, somos nosotros, y estamos impacientes por representarlo, as como dentro nos urge la pasin.

LA HIJASTRA. (Sarcstica, con la prfida gracia de una oscura desvergenza.) Mi pasin, si la conociera, seor! Mi pasin... Por l! (Sealar al PADRE e intentar abrazarlo, pero estallar en una carcajada estruendosa.)

EL PADRE. (Con un arranque de ira.) Por ahora qudate en tu sitio! Y no te ras de esa manera!

LA HIJASTRA. No? Y ahora permtanme: si bien hurfana hace apenas dos meses, miren los seores cmo canto y cmo bailo!

Sugerir maliciosamente que est bailando con paso de baile la primera estrofa de Prends garde a Tchou-Tchin-Tchou de Dave Stamper en la adaptacin a Fox-trot o One-Step lento de Francis Salabert.

Les chinois sont un peuple malin,

De Shangai Pekin,

Ils ont mis des criteaux partout:

Prenez garde Tchou-Tchin-Tchou!

Los ACTORES, de manera particular los jvenes, mientras ella canta y baila, como atrados por una extraa fascinacin, se desplazarn hacia ella y apenas levantarn las manos como si la quisieran atrapar. Ella se har la escurridiza. Cuando los ACTORES estallen en aplausos, y despus de que el DIRECTOR le llame la atencin, se quedar como abstrada y lejana.

LOS ACTORES Y LAS ACTRICES. (Entre risas y aplausos.) Muy bien! Bravo! Bravo!

EL DIRECTOR. (Iracundo.) Silencio! Creen que estn en un cabaret? (Hacindose a un lado con el PADRE, y con cierta consternacin.) Pero, dgame. Est loca?

EL PADRE. Loca? No. Algo peor!

LA HIJASTRA. (Corriendo rpidamente hacia el director.) Peor! Peor! Mucho peor, seor! Peor! Escuche, si es tan amable: haga representar en breve este drama, porque ver que en cierto momento, yo, cuando esta pequea preciosa... (Tomar de la mano a la NIA, que habr estado junto a la MADRE, y la llevar delante del DIRECTOR.) Ve lo preciosa que es? (La levantar en brazos y la besar.) Cario mo, cario mo! (La dejar de nuevo en el suelo y aadir, casi involuntariamente, conmovida.) Y bien, cuando a esta preciosa se la quite Dios a su pobre Madre, y cuando este bobalicn (tirar hacia delante del MUCHACHO agarrndolo sin miramientos por la manga) haga la estupidez ms grande, propia del estpido que es (lo devolver junto a la MADRE de un empujn), entonces s podr verse cmo volar! S, seor! Volar! Muy alto! Y no veo el momento de hacerlo, crame, no lo veo! Porque despus de lo que ocurri ntimamente entre l y yo (sealar al PADRE con un guio atroz) no puedo seguir junto a todos ellos, presenciando el tormento de aquella Madre por aquel granuja. (Sealar al Hijo.) Mrelo! Mrelo! Indiferente y fro, porque l es el Hijo legtimo! Lleno de desprecio por m, por aquel, (sealar al MUCHACHO) por aquella criaturita. Y sabe por qu? Porque somos bastardos. Queda claro? Bastardos. (Se acercar a la MADRE y la abrazar.) Y a esta pobre Madre, que es la Madre de todos nosotros, l no la quiere reconocer como Madre suya. l la desprecia y la considera Madre nicamente de nosotros tres, los bastardos. Es vil!

Dir todo esto rpidamente, excitadsima, y al llegar al vil final, despus de haber inflado la voz en bastardos, lo pronunciar despacio, como si escupiera la palabra.

LA MADRE. (Se dirige al DIRECTOR con una angustia infinita.) Seor, le suplico en nombre de estas dos criaturitas... (Se sentir desfallecer y vacilar.) Dios mo...

EL PADRE. (Se aproxima para sostenerla mientras casi todos los ACTORES estn aturdidos y consternados.) Por favor, una silla, una silla para esta pobre viuda.

LOS ACTORES. (Acercndose.) Entonces, es verdad? Desfallece?

EL DIRECTOR. Una silla, rpido!

Uno de los ACTORES ofrecer una silla; los otros la rodearn presurosos. La MADRE, sentada, intentar impedir que el PADRE le retire el velo que esconde su rostro.

EL PADRE. Mrela, seor, mrela...

LA MADRE. No, no, djame.

EL PADRE. Djate ver! Le quitar el velo.

LA MADRE. (Irguindose y cubrindose desesperadamente el rostro con las manos.) Seor, le suplico que impida a este hombre utilizarme para sus propsitos. Sera horrible para m!

EL DIRECTOR. (Impresionado, aturdido.) Qu est pasando? De quin se trata? (Al PADRE) Es su esposa o no?

EL PADRE. (De inmediato.) S, seor, mi mujer.

EL DIRECTOR. Entonces por qu es viuda, si usted vive?

Los ACTORES desahogarn todo su aturdimiento en una estruendosa carcajada.

EL PADRE. (Herido, con un spero resentimiento.) No se burlen! No se ran as, por amor a Dios! ste es justamente su drama, seor. Ella tuvo otro hombre. Otro hombre que debera estar aqu!

LA MADRE. (Dando un grito.) No! No!

LA HIJASTRA. Por suerte para l, est muerto: hace dos meses, se lo dije. Llevamos su luto, como puede ver.

EL PADRE. Pero fjese que no est aqu porque haya muerto. No est aqu porque... Mrela, seor, por favor, y lo comprender de inmediato. Su drama no consiste en el amor a dos hombres, por quienes ella es incapaz de sentir nada, ms all que un poco de reconocimiento. No para m, sino para el otro. Porque no es una mujer. Es una Madre! Y su drama terrible, seor, terrible consiste, de hecho, en estos cuatro hijos de esos dos hombres que tuvo.

LA MADRE. Que yo los tuve? Tienes el valor de decir que fui yo quien los tuvo, como si los hubiera deseado? Fue l, seor! Me los dieron l y el otro, a la fuerza! Me oblig, me oblig a largarme con aqul!

LA HIJASTRA. (Cortante, indignada.) No es cierto!

LA MADRE. (Aturdida.) Cmo que no es cierto?

LA HIJASTRA. No es cierto! No es cierto!

LA MADRE. Y t qu sabes?

LA HIJASTRA. No es cierto! (Al DIRECTOR) No se lo crea! Sabe por qu lo dice? Por se... (Sealar al HlJO) Lo dice por l! Porque se mortifica y sufre por la indiferencia de ese hijo, a quien quiere explicarle que si lo abandon a los dos aos fue porque l (sealar al PADRE) la oblig.

LA MADRE. (Decidida.) Me oblig, me oblig! Pongo a Dios por testigo! (Al DIRECTOR.) Pregnteselo a l (sealar al marido) si no es verdad! Que l se lo diga!... Ella (sealar a la HIJASTRA) no puede saber nada.

LA HIJASTRA. S que con mi Padre, mientras vivi, t viviste en paz y contenta. Nigalo, si puedes!

LA MADRE. No lo niego...

LA HIJASTRA. Siempre amoroso y preocupado por ti! (Al MUCHACHO, con rabia.) No es verdad? Dilo! Por qu no hablas, tonto?

LA MADRE. No lo molestes! Por qu quieres hacerme parecer una ingrata, hija ma? Nunca quise ofender a tu Padre! Slo he dicho que no fue por mi culpa ni por mi propio deseo que abandonara su casa y a mi hijo!

EL PADRE. Es verdad, seor. Fui yo,

Pausa.

EL PRIMER ACTOR. (A sus compaeros.) Pero mira t que espectculo!

LA PRIMERA ACTRIZ. Nos lo dan ellos, a nosotros!

EL ACTOR JOVEN. Por una vez.

EL DIRECTOR. (Que comenzar, a interesarse en el asunto.) Presten atencin! Presten atencin! Y diciendo esto bajar por una de las escalerillas a la sala y se quedar de pie delante del escenario, como si quisiera recoger las impresiones de la escena tal como lo hara un espectador.

EL HIJO. (Sin moverse de su lugar, fro, pausado, irnico.) Escuchen ahora el discursito filosfico! Hablar el demonio de los experimentos.

EL PADRE. Eres un cnico imbcil, te lo he dicho mil veces! (Al DIRECTOR, que ya est en la sala.) Se burla, seor, por las palabras que us en defensa propia.

EL HIJO. (Despreciativo.) Palabras.

EL PADRE. Palabras! Palabras! Como si no diera alivio a cualquiera frente a lo inexplicable, frente a un mal que nos consume, el dar con una palabra que nada dice pero que nos da calma!

LA HIJASTRA. Calma sobre todo el remordimiento!

EL PADRE. El remordimiento? Eso no es verdad. No lo he calmado en m slo con las palabras.

LA HIJASTRA. Tambin con algo de dinero. S, s, tambin con un poco de dinero! Con la miseria que iba a ofrecerme de paga, seores!

Reaccin de indignacin de los actores.

EL HIJO. (Con desprecio hacia su hermanastra.) Eso es una canallada!

LA HIJASTRA. Canallada? Si estaba all, en un sobre azulado sobre la mesita de caoba, en la trastienda de Madama Paz. Usted sabe, una de esas seoras que con el pretexto de vender Robes et Manteaux atraen a sus atelliers a chicas pobres y de buena familia como una...

EL HIJO. Y se ha comprado el derecho a tiranizarnos a todos con ese dinero que l estaba a punto de pagar, y que por suerte esccheme bien despus ya no tuvo motivo para pagarlo.

LA HIJASTRA. Estuvimos a punto, a punto, para que lo sepas! (Estalla en risas.)

LA MADRE. (Indignada.) Es una vergenza, hija! Una vergenza!

LA HIJASTRA. (Cortante.) Vergenza? Si es mi venganza! Me muero de ganas, seor, de revivir esa escena! La habitacin... por ac la vitrina de los mantos; all, el sof cama; el tocador; un biombo; y delante de la ventana esa mesita de caoba con el sobre azulado del dinero. Puedo verlo! Hasta podra tomarlo! Pero los seores deberan dar media vuelta porque estoy casi desnuda! No me sonrojo ms porque es l quien debe sonrojarse! (Sealar al PADRE.) Pero les aseguro que estaba muy, muy plido en ese momento! (Al DIRECTOR.) Crame, seor!

EL DIRECTOR. Yo no me entrometo ms!

EL PADRE. Lo desafo a que lo haga! No se deje engaar! Imponga un poco de orden, seor, y djeme hablar sin hacer caso a la afrenta que con tanta ferocidad ella quiere imputarme, sin las debidas aclaraciones del caso!

LA HIJASTRA. Aqu nadie est inventando nada!

EL PADRE. Yo tampoco, quiero decirte!

LA HIJASTRA. S, cmo no! Haz lo que te parezca!

El DIRECTOR, en este punto, volver a subir al escenario para poner un poco de orden.

EL PADRE. Aqu est todo el dao! En las palabras! Llevamos todos por dentro un mundo de cosas, en cada uno el suyo propio. Cmo es posible que nos entendamos, seor, si en las palabras que yo digo incluyo el sentido y el valor de las cosas tal como yo las considero, mientras quien lo escucha, las asume inevitablemente con el sentido y el valor que tienen para l, de acuerdo al mundo que lleva en su interior? Creemos que es posible entendernos, pero no nos entendemos nunca! Mire: mi piedad, toda mi piedad por esta mujer (sealar a la MADRE), ella la asume como la peor de las crueldades.

LA MADRE. Pero si me alejaste t!

EL PADRE. Se da cuenta? Alejarla yo! A usted le parece que yo la haya despreciado!

EL MADRE. T sabes hablar y yo no... Pero crame, seor, que despus de haberse casado conmigo... quin sabe por qu..., yo era una pobre y humilde mujer...

EL PADRE. Exactamente por eso, por tu humildad me cas contigo, y eso es lo que am en ti, creyendo... (Se detendr por los desmentidos de ella, abrir los brazos en alto, desesperado, ante la imposibilidad de que lo comprenda, y se dirigir hacia el DlRECTOR Se da cuenta? Dice que no! Horrenda, seor, crame, (se golpear la frente) es horrenda su turbacin, su turbacin mental. Tiene corazn, s, pero para sus hijos! Y no atiende a razones, seor, es desesperante!

LA HIJASTRA. Cmo no! Pero que le diga tambin la suerte que nos acarre su inteligencia.

EL PADRE. Si se pudiera anticipar todo el mal que puede nacer del bien que creemos estar haciendo!

Llegados a este punto, la PRIMERA ACTRIZ, que se habr molestado viendo al PRIMER ACTOR coqueteando con la HIJASTRA, se adelantar y preguntar al DIRECTOR.

LA PRIMERA ACTRIZ. Disculpe, seor Director, continuaremos el ensayo?

EL DIRECTOR. S, s, cmo no. Ahora djeme escuchar!

EL ACTOR JOVEN. Es un caso tan indito!

LA ACTRIZ JOVEN. Muy interesante!

LA PRIMERA actriz. Al que le interese! (Y lanzar una mirada cargada, al PRIMER ACTOR)

EL DIRECTOR. (Al PADRE.) Es necesario que se explique usted con claridad. (Se sentar.)

EL PADRE. Cmo no! Mire, seor, trabajaba conmigo un pobre hombre, subalterno mo, mi secretario, lleno de devocin, que se entenda muy bien con ella (sealar a la MADRE), sin ninguna mala intencin faltaba ms!, un tipo bueno, humilde como ella, incapaz tanto el uno como la otra no slo de hacer el mal, sino incluso de pensarlo.

LA HIJASTRA. Pero en cambio s lo pens l contra ellos. Y lo hizo!

EL PADRE. No es verdad! Mi intencin fue hacerles un bien, y tambin hacrmelo, lo confieso. Es que yo haba llegado al punto, seor, en que no poda decirles ni una palabra a ninguno de los dos sin que ellos intercambiaran una mirada inteligente y cmplice, sin que ella no buscara rpidamente los ojos del otro para recibir consejo sobre el modo en que deba tomar mis palabras para no hacerme enojar. Eso era suficiente, como comprender, para mantenerme enojado, en un estado de intolerable exasperacin!

EL DIRECTOR. Y entonces por qu no despeda a su secretario?

EL PADRE. Lo hice! Lo desped! Pero luego me encontr con que esta pobre mujer se quedaba en casa como perdida, como uno de aquellos animales sin dueo a los que se acoge por compasin.

LA MADRE. Y cmo no!

EL PADRE. (Volvindose rpidamente hacia ella, adelantndose.) Nuestro hijo, no?

LA MADRE. Me arranc primero el hijo de los brazos, seor!

EL PADRE. Pero no por crueldad! Sino para hacerlo crecer sano y robusto, en contacto con la naturaleza.

LA HIJASTRA. (Sealndolo, irnica.) Se ve!

EL PADRE. (De inmediato.) Tambin es culpa ma si despus creci as? Lo dej en manos de una nodriza, seor, en el campo, en manos de una campesina, al no parecerme ella lo bastante fuerte pese a su origen humilde. La misma razn por la que me cas con ella. Prejuicios, quiz, pero qu puedo hacer? Siempre he tenido estas malditas aspiraciones a una firme salud moral! (La HIJASTRA, en este punto, estallar de nuevo en risas escandalosamente.) Hgala callar! Es insoportable!

EL DIRECTOR. Cllese! Djeme escuchar, por Dios!

De inmediato, a raz de la llamada de atencin del director, ella se quedar callada y absorta, cortando la risa. El DIRECTOR bajar del escenario para ver mejor la escena.

EL PADRE. Yo no poda seguir junto a esta mujer. (Sealar a la MADRE.) Pero no tanto por el fastidio que senta, por la sofocacin verdadera sofocacin, sino por la pena, la pena angustiosa que senta por ella.

LA MADRE. Y por eso me ech de casa!

EL PADRE. La envi con aquel hombre, sin que le faltara de nada. S, seor. Lo hice para librarla de m!

LA MADRE. Y para librarse l!

EL PADRE. S, seor. Yo tambin, lo admito. Y lo que vino fue un gran malestar. Pero lo hice con buena intencin... y ms por ella que por m. Lo juro! (Cruzar los brazos sobre el pecho; despus, rpidamente, se dirigir a la MADRE.) Dilo si dej de tenerte presente. Dilo! Di si te abandon hasta que l no te llev a otra ciudad, de un da para otro, sin yo saberlo, estpidamente impresionado por mi inters puro, crame que puro, seor, sin ninguna otra intencin. Me interes con una ternura increble por la nueva familia que iba surgiendo. Ella misma se lo puede asegurar! (Sealar a la HIJASTRA)

LA HIJASTRA. Y ms que eso! Yo era muy pequea, sabe? Llevaba trencitas a la espalda e incluso con el vestidito corto as era de pequea y me lo encontraba a l delante del portn de la escuela cada vez que sala. Vena a ver cmo creca.

EL PADRE. Eso es una calumnia! Infame!

LA HIJASTRA. Seguro? Por qu?

EL PADRE. Infame! Infame! (De inmediato se dirigir al DIRECTOR explicando con vehemencia.) Mi casa, seor, una vez que se fue ella (sealar a la MADRE), me pareci espantosamente vaca. Era una pesadilla. Ella al menos la llenaba! Una vez que estuve solo, me encontr en casa desorientado. se (sealar al HlJO), criado lejos de m, no s, cuando volvi a casa ya no pareca mi hijo. Ausente entre l y yo la Madre, creci a solas, por su cuenta, sin ninguna relacin afectiva ni espiritual conmigo. Y ahora es extrao, seor, pero es as, me dio curiosidad por esa familia que se form por mi culpa. Pensar en esa familia llen el vaco en el que viva. Tena necesidad, verdadera necesidad de saberla en paz, toda entregada a los detalles ms sencillos de la vida, y afortunada al estar alejada de los complicados tormentos de mi espritu. Y para constatarlo, iba a ver a esa nia a la salida de su escuela.

LA HIJASTRA. Seguro! Me segua por la calle, me sonrea y se despeda con un saludo de mano cuando llegaba a mi casa, as. No le quitaba los ojos de encima, enojada como estaba. No saba quin era! Se lo dije a mam. Y ella supo de inmediato de quin se trataba. (La MADRE asentir con un movimiento de cabeza.) Desde un principio no quiso mandarme ms a la escuela, al menos varios das. Cuando volv, lo encontr de nuevo a la salida, ridculo! con un paquete en las manos. Se me acerc, me acarici, y extrajo de aquel paquete un bello y enorme sombrero florentino, de paja, con una guirnalda de florecitas primaverales. Era para m!

EL DIRECTOR. Pero todo esto no es ms que un cuento, seores!

EL HIJO. (Despectivo.) Por supuesto, literatura y ms literatura!

EL PADRE. Cmo que literatura? Esto es pura vida, seor! Pasiones!

EL DIRECTOR. No lo dudo. Pero es irrepresentable!

EL PADRE. Desde luego, seor. Todo esto es una presuposicin. No digo que necesariamente haya que escenificarlo. Como ve, de hecho, ella (sealar a la HIJASTRA) no es ms esa niita de las trencitas.

LA HIJASTRA. Y con el vestidito corto!

EL PADRE. El drama viene ahora, seor. Nuevo y complicado.

LA HIJASTRA. (Sombra, feroz, dando un paso adelante.) Apenas muerto mi Padre.

EL PADRE. (Rpido, para no dejarla hablar.) La miseria, seor! Volvieron a ella, sin yo saberlo. Por las tonteras de ella. (Sealar a la MADRE) Apenas sabe escribir, pero poda escribirme a travs de la hija o de ese muchacho que estaban pasando necesidades!

LA MADRE. Dgame usted, seor, si yo hubiera podido adivinar que l tena esos sentimientos.

EL PADRE. Justamente se es tu error. No haber adivinado nunca ninguno de mis sentimientos!

LA MADRE. Despus de tantos aos de alejamiento y de todo lo que haba ocurrido...

EL PADRE. Es culpa ma, entonces, si aquel buen hombre se los llev? (Dirigindose al DIRECTOR) Ya le digo, fue de un da al otro... porque haba encontrado en otro sitio un trabajo. No me fue posible seguirles el rastro, y entonces, por fuerza, se apag mi inters, durante tantos aos. El drama quema, seor, imprevisto y violento, a su regreso; adems, que yo, lamentablemente, arrastrado por las limitaciones de la carne que todava vive... Ah! Miseria, de verdad que es miseria la de un hombre solo que nunca quiso ataduras que lo envilezcan. No tan viejo como para prescindir de una mujer, pero tampoco tan joven como para ir fcilmente y sin vergenza a la busca! Miseria? Pero qu digo! Es un horror, un horror porque ninguna mujer le dar amor. Y cuando se comprende esto, uno debera desistir... Bueno, seor, cualquiera se viste de dignidad frente a los dems, en lo exterior, pero dentro de s sabe todo lo que hay de inconfesable en su intimidad. Se cae, se cae en la tentacin, para luego erguirse rpidamente, quiz con un poco de prisa, para restituir entera y slida, como una lpida sobre la tumba, nuestra dignidad, para ocultar y sepultar a nuestros propios ojos cualquier rastro y el recuerdo mismo de la vergenza. Y as somos todos! nicamente falta el coraje para decir estas cosas!

LA HIJASTRA. Porque eso, de hacerlo, a fin de cuentas, lo hacen!

EL PADRE. Todos lo hacen! Pero a escondidas! Y por eso se necesita coraje para decirlo! Porque basta con que uno slo lo diga, y ya est hecho. Le dirn que es un cnico! Y no es verdad, seor. Es como todos los dems. Incluso mejor. Es mejor porque no tiene miedo a descubrir, con la luz de la inteligencia, el rubor de la vergenza. Descubrirla all, en su humana bestialidad, frente a la que cierra siempre los ojos para no verla. La mujer, ah est, la mujer, de hecho, cmo es? Nos mira, insinuante, coqueta. Atrpela y, apenas la estreche en sus brazos, cerrar los ojos rpidamente. Es la seal de su rendicin voluntaria. La seal con la que dice al hombre: Enceguece, que yo ya estoy ciega!

LA HIJASTRA. Y cuando no los quiere cerrar ms? Cundo no siente ya la necesidad de esconderse a s misma, cerrando los ojos, el rubor de su vergenza, y en cambio mira con los ojos ridos e impasibles el rubor del hombre que, incluso sin amor, ha enceguecido? Qu asco me dan todas estas complicaciones intelectuales, esta filosofa que descubre la bestia y luego la salva y la justifica... No puedo escucharlo ms, seor! Porque cuando se reduce la vida a una simplificacin as, bestial, dejando a un lado el compromiso humano de cada aspiracin pura, de cada sentimiento puro, de ideales y deberes, del pudor y la vergenza, nada es ms repugnante y despreciable que ciertos remordimientos. Lgrimas de cocodrilo!

EL DIRECTOR. Vayamos al hecho! Vayamos al hecho, seores! Esto no son ms que rodeos!

EL PADRE. De acuerdo, seor! Pero recuerdo que un hecho es como un saco: si est vaco no se sostiene. Para que se mantenga en pie, primero es necesario que entren las razones y los sentimientos que lo han determinado. Yo no poda saber que, muerto all aquel hombre y ellos de regreso en la miseria, para alimentar a sus hijitos, ella (sealar a la MADRE) haya ido a trabajar de modista, y que precisamente fuera de esa... de esa Madama Paz!

LA HIJASTRA. Modista fina, si los seores necesitan saberlo! Serva aparentemente a las mejores seoras, pero estaba todo dispuesto para que luego estas seoras la sirvieran a ella... sin prejuicio de las otras, no tan dignas.

LA MADRE. Debe creerme, seor, si le digo que no me pas ni remotamente por la cabeza que esa vbora me daba trabajo porque tena puesto el ojo en mi hija...

LA HIJASTRA. Pobre mam! Sabe, seor, qu cosa haca esa mujer cuando le llevaba los trabajos de mam? Deca que mi madre desperdiciaba la tela que le daba para coser, e iba restando y restando. As que, como comprender, terminaba pagando yo, mientras que la pobre de mam crea sacrificarse por m, y por esos dos, cosiendo hasta la noche los encargos de Madama Paz. (Movimientos y exclamaciones de indignacin de los ACTORES)

EL DIRECTOR. (Rpido.) Y all encontr usted a...

LA HIJASTRA. (Sealando al PADRE.) A l, a l, s seor! Un viejo cliente! Mire qu escena para representar! Magnfica!

EL PADRE. Con la aparicin de ella, de la Madre.

LA HIJASTRA. (Rpido, con maldad.) Casi a tiempo!

EL PADRE. (Gritando.) No! Fue justo a tiempo! Porque por suerte la reconoc a tiempo! Y me los llev a todos a casa, seor! Usted se imagina ahora mi situacin y la de ella, uno frente al otro. Ella, as como la ve, y yo que no puedo mirarla a los ojos.

LA HIJASTRA. Ridculo! Es posible, seor, pretender que yo, despus de eso, me comporte como una seorita modesta, bien criada y virtuosa, de acuerdo con sus malditas aspiraciones a una slida salud moral?

EL PADRE. Aqu radica todo mi drama, seor: en la conciencia que tengo. Cualquiera de nosotros, como ver, se cree nico, pero eso no es cierto. Somos muchos, seor. Muchos segn las posibilidades de ser que tenemos en nosotros: uno con ste, uno con aqul. Muy diversos! Y con la ilusin, mientras tanto, de ser siempre el mismo para todos, y siempre el mismo para cada uno en todos nuestros actos. Y eso no es verdad! No es verdad! Sabemos muy bien que en cualquiera de nuestros actos, por alguna circunstancia desafortunada, nos quedamos sorprendidos y como en suspenso. Y es que nos percatamos de no estar completos en ese acto, y que por lo tanto es una injusticia que se nos juzgue slo por ese acto, que nuestra vida quede reducida a ese acto, como si nada ms se debiera a l! Comprende ahora la malicia de esta chica? Me ha sorprendido en un lugar, en un acto, en el cual y por el cual no deba conocerme, como yo no deba presentarme a ella, y por eso me quiere atribuir una realidad que nunca hubiera querido representar para ella. Todo por culpa de un momento fugaz y vergonzoso de mi vida! Esto, seor, esto es lo que ms lamento. Y por esto mismo se puede dar cuenta de que el drama adquiere un gran valor. Pero luego tambin est la situacin de los dems! La suya... (Sealar al HlJO.)

EL HIJO. (Alzando los hombros desdeosamente.) A m djame en paz! Yo no tengo nada que ver!

EL PADRE. Cmo que no?

EL HlJO. No tengo nada que ver ni quiero tenerlo! Sabes muy bien que no he sido creado para figurar en medio de ustedes!

LA HIJASTRA. Nosotros, vulgares! El, muy fino! Pero dse cuenta, seor. Cada vez que lo miro para mostrarle mi desprecio, l baja los ojos, y eso es porque sabe el mal que me ha hecho.

EL HIJO. (Casi sin mirarla.) Yo!

LA HIJASTRA. S, t! T! Por ti me qued en la calle! Por ti! (Reaccin de espanto entre los ACTORES) Dime si con tu desdn no hiciste imposible, no digo ya la intimidad de la casa, sino la discrecin que hace sentir menos incmodos a los que son recogidos? Fuimos los intrusos que venan a invadir el reino de tu legitimidad! Si usted hubiera visto, seor, ciertas escenitas entre nosotros dos. Dice que yo los he tiranizado a todos. Se da cuenta? Ha sido precisamente por su desdn por el que me tuve que valer de esa razn que l llama vil; la misma razn por la cual entr en su casa como lo haba hecho mi madre que tambin es su madre, como si yo fuera la duea.

EL HIJO. (Avanzando lentamente.) Todos hacen un buen juego, seor, el fcil papel de estar contra m. Pero usted se imagina a un hijo que, tranquilo en casa, le toca ver llegar a una seorita altiva, con la mirada petulante, que pregunta por su padre y a quien tiene que decirle no s que cosa, para luego verla regresar acompaada de esa pequeita de all, y finalmente verla pedir dinero al padre quin sabe porqu de un modo ambiguo y apremiante, con un tono que sobreentiende que debe drselo, porque tiene toda la obligacin de hacerlo.

EL PADRE. Pero de verdad que tena la obligacin! Por tu madre!

EL HIJO. Y yo qu s de todo eso! Cundo he visto a esa mujer, seor? Cundo he escuchado hablar de ella? Hasta que un da la veo aparecer con ella (sealar a la HIJASTRA) con ese muchacho, con esa nia, y me dicen: Lo sabes? Ella tambin es tu madre! Me doy cuenta por sus maneras (sealar de nuevo a la HlJASTRA) del motivo por el cual han entrado en casa de un da para el otro... Lo que experimento y siento, seor, no puedo y no quiero expresarlo. Quiz pueda confesarlo, pero no lo quiero hacer ni conmigo mismo. Por eso no puede haber ninguna posibilidad, como ve, de que yo participe en modo alguno. Crame, seor, que yo soy un personaje no acabado dramticamente hablando, y que me siento mal, psimo, en compaa de ellos! Djenme en paz!

EL PADRE. Qu dices? Si precisamente porque t eres as...

EL HlJO. (Violentamente exasperado.) Y t qu sabes cmo soy! Cundo te preocupaste por m?

EL PADRE. Est bien, est bien! Pero no es sta tambin una situacin dramtica? Este alejamiento tuyo, tan cruel conmigo como con tu madre, que, apenas de regreso a casa, te ve casi por primera vez as de grande y no te reconoce, pero sabe que eres su hijo... (Sealar la MADRE al DIRECTOR) Ah lo tiene, mrela! Est llorando!

LA HIJASTRA. (Rabiosa, dando un golpe en el suelo con el pie.) Cmo una estpida!

EL PADRE. (Sealndola rpidamente.) Y ella no puede soportarlo! (Volver a referirse al HlJO.) Dice que no quiere tener nada que ver en el asunto, si es l el centro de la accin! Mire a ese muchacho, que siempre est apegado a la madre, temeroso, humillado... Es as por culpa de l! Quiz la situacin ms triste sea la de l. Se siente extrao ms que los dems. Y vive, pobrecito, una angustiosa mortificacin al haber sido acogido en casa como si recibiera caridad. (Aparte, discretamente.) Se parece al padre! Es humilde, no habla...

EL DIRECTOR. No crea que vale la pena! No imagina los problemas que dan los nios en el escenario.

EL PADRE. l no le dar molestias! Y tambin la nia, que incluso ser la primera en irse...

EL DIRECTOR. Perfecto! Y le aseguro que todo esto me interesa, me interesa mucho. Intuyo que hay materia para hacer un excelente drama!

LA HIJASTRA. (Intentando entrometerse.) Y con un personaje como yo!

EL PADRE. (Apartndola, ansioso por lo que decidir el DIRECTOR) Cllate!

EL DIRECTOR. (Prosiguiendo su discurso, sin hacer caso de la interrupcin.) Una materia nueva, s...

EL PADRE. Novedosa! Verdad?

EL DIRECTOR. Se necesita mucho coraje de todas maneras, como para venir y soltarlo as...

EL PADRE. Usted comprender, seor, nacidos para la escena...

EL DIRECTOR. Son cmicos aficionados?

EL PADRE. No, en absoluto. Digo nacidos para la escena porque...

EL DIRECTOR. No le creo! Usted tiene que haber interpretado antes!

EL PADRE. Pues no, seor. Cada uno interpreta el papel que se ha asignado a s mismo, o que los dems le han asignado en la vida. En m es la misma pasin que se vuelve siempre un poco teatral apenas se exalta, como a todos...

EL DIRECTOR. Olvidmoslo!... Pero debe comprender, estimado seor, que sin autor... Yo podra recomendarle alguno...

EL PADRE. No, no... Sea usted el autor!

EL DIRECTOR. Yo? Qu dice?

EL PADRE. S, usted! Usted mismo! Por qu no?

EL DIRECTOR. Porque nunca he sido un autor!

EL PADRE. Disculpe, pero no podra serlo ahora? No se necesita nada especial. Mucha gente lo hace. Su trabajo tiene la ventaja de que ya estamos todos aqu, vivos delante de usted.

EL DIRECTOR. Pero eso no basta!

EL PADRE. Cmo que no basta? Vindonos vivir nuestro drama...

EL DIRECTOR. S, s, pero se necesita alguien que lo escriba.

EL PADRE. Ser que lo transcriba, porque lo tiene delante de usted, en vivo, escena por escena. Para comenzar apenas bastar un borrador y ensayar.

EL DIRECTOR. (Volviendo a subir, tentado, al escenario.) Bueno... casi casi me est tentando... As, por jugar... Se podra probar...

EL PADRE. Pues claro, seor! Ya ver qu escenas! Se las puedo sugerir de inmediato!

EL DIRECTOR. Me tienta... Me tienta. Hagamos una prueba... Venga conmigo a mi camerino. (Dirigindose a los ACTORES.) Descansen un rato, pero no se alejen mucho. En un cuarto de hora o veinte minutos, estaremos de nuevo aqu. (Al PADRE) Veamos, probemos... Puede ser que salga algo verdaderamente extraordinario...

EL PADRE. Sin duda! Pero, no cree que sera bueno que ellos vinieran tambin? (Sealar a los otros PERSONAJES)

EL DIRECTOR. Que vengan, que vengan! (Comenzar a salir pero antes se dirigir a los ACTORES.) Sean puntuales, eh! En un cuarto de hora.

El DIRECTOR y los SEIS PERSONAJES cruzarn el escenario y desaparecern. Los ACTORES se quedarn, como perplejos, mirndose entre s.

EL PRIMER ACTOR. Estaba hablando en serio? Que ir a hacer ahora?

EL ACTOR JOVEN. Eso es locura pura y dura!

UN TERCER ACTOR. Querr que improvisemos un drama, de buenas a primeras?

EL ACTOR JOVEN. Eso mismo! Cmo improvisadores de la Comedia del Arte!

LA PRIMERA ACTRIZ. Ah, no! Si cree que yo me voy a prestar a bromas de ese tipo!...

LA ACTRIZ JOVEN. Yo tampoco!

UN CUARTO ACTOR. Lo que quisiera es saber quines son esos. (Aludir a los PERSONAJES.)

EL TERCER ACTOR. Quines quieres que sean? Locos o estafadores!

EL ACTOR JOVEN. Y el Director se presta para escucharlos?

LA ACTRIZ JOVEN. La vanidad! Es la vanidad de convertirse en autor...

EL PRIMER ACTOR. Sorprendente! Si el teatro, seores, si el teatro termina reducindose a esto...

UN QUINTO ACTOR. A m me divierte!

EL TERCER ACTOR. En fin! Ya veremos qu ocurre con todo esto.

Conversando as entre ellos, los ACTORES abandonarn el escenario, algunos saliendo por la puertecita del fondo, algunos regresando a sus camerinos. El teln quedar levantado. La representacin se interrumpir durante veinte minutos.

El timbre avisar que contina la representacin.

De los camerinos, por la puerta y tambin de la sala, volvern al escenario los ACTORES, el DIRECTOR DE ESCENA, el TRAMOYISTA, el APUNTADOR, el GUARDARROPA. Al mismo tiempo, vendr del camerino el DIRECTOR con los SEIS PERSONAJES.

Se apagarn las luces de la sala y el escenario volver a iluminarse como antes.

EL DIRECTOR. Vamos, vamos, seores! Estn todos? Atencin, atencin. Comenzamos!... Tramoyista!

EL TRAMOYISTA. Aqu estoy!

EL DIRECTOR. Arregle rpido la escena de la salita. Bastarn dos bastidores y un teln con la puerta. Rpido, por favor!

El TRAMOYISTA correr deprisa a hacerlo, mientras el DIRECTOR se las arreglar con el DIRECTOR DE ESCENA, el GUARDARROPA, el APUNTADOR y los ACTORES para la representacin inmediata, y dispondr ese simulacro de la escena indicada: dos bastidores y un teln con la puerta, con listones rojos y dorados.

EL DIRECTOR. (Al GUARDARROPA) Mire si tenemos una meridiana en el almacn.

EL GUARDARROPA. S, seor. La verde.

LA HIJASTRA. Verde? Era amarilla, floreada, de felpa y muy grande, comodsima.

EL GUARDARROPA. Eso no lo tenemos.

EL DIRECTOR. No importa. Traiga la que haya.

LA HIJASTRA. Cmo que no importa? Si es la famosa meridiana de Madama Paz!

EL DIRECTOR. Es slo para el ensayo! Le ruego que no se entrometa. (Al DIRECTOR DE ESCENA) Mire si hay una vitrina alargada y baja.

LA HIJASTRA. La mesita, la mesita de caoba para el sobre azulado!

EL DIRECTOR DE ESCENA. (Al DIRECTOR) Tenemos uno pequeo, dorado.

EL DIRECTOR. Est bien. Traiga se!

EL PADRE. Un tocador.

LA HIJASTRA. Y el biombo! Un biombo, por favor. De lo contrario, cmo lo har?

EL DIRECTOR DE ESCENA. S, seora. Tenemos muchos biombos, no se preocupe.

EL DIRECTOR. (A la HIJASTRA) Y algunos percheros, verdad?

LA HIJASTRA. S, muchos, muchos!

EL DIRECTOR. (Al DIRECTOR DE ESCENA) Mire cuntos hay y que los traigan.

EL DIRECTOR DE ESCENA. Yo me encargo!

El DIRECTOR DE ESCENA tambin correr por lo suyo. Mientras, el DIRECTOR seguir hablando con el APUNTADOR y luego con los PERSONAJES y los ACTORES; el DIRECTOR DE ESCENA har que lleven los muebles solicitados por los AYUDANTES DE ESCENA y las dispondr como crea oportunos.

EL DIRECTOR. (Al APUNTADOR) Usted, en tanto, coja su sitio. Tenga, ste es el borrador de las escenas, acto por acto. (Le dar varias cuartillas.) Pero ahora es necesario que nos haga un favor.

EL APUNTADOR. Taquigrafiar?

EL DIRECTOR. (Alegremente sorprendido.) No me diga! Sabe taquigrafiar?

EL APUNTADOR. Puede que no sea un buen apuntador, pero la taquigrafa...

EL DIRECTOR. Mejor que mejor! (Dirigindose a uno de los AYUDANTES DE ESCENA) Vaya a mi camerino y coja todo el papel que encuentre. Cuanto ms, mejor.

El AYUDANTE DE ESCENA saldr corriendo y poco despus volver con una muy buena cantidad de papeles, que le entregar al APUNTADOR.

EL DIRECTOR. (Al APUNTADOR) Siga las escenas a medida que se vayan representando y trate de anotar los dilogos, al menos los ms importantes. (Luego, dirigindose a los ACTORES) Despejen, seores! Eso, colquense de este lado (sealar a su izquierda) y presten mucha atencin!

LA PRIMERA ACTRIZ. Disculpe, pero nosotros...

EL DIRECTOR. (Previnindola.) Qudese tranquila! No tendrn que improvisar!

EL PRIMER ACTOR. Qu tenemos que hacer?

EL DIRECTOR. Nada! Por ahora slo qudense mirando y escuchando. Despus cada uno tendr su parte debidamente escrita. Ahora haremos un ensayo, como salga. Lo harn ellos! (Sealar a los PERSONAJES)

EL PADRE. (Como sorprendido en medio de la confusin del escenario.) Nosotros? Cmo es eso de un ensayo?

EL DIRECTOR. Un ensayo. Un ensayo para ellos! (Sealar a los actores)

EL PADRE. Pero si los personajes somos nosotros...

EL DIRECTOR. Est bien, ustedes son los personajes Pero aqu, estimado amigo, no actan los personajes. Aqu actan los actores. Los personajes estn all, en el guin (sealar al foso del APUNTADOR), cuando haya un guin!

EL PADRE. Por eso mismo! Ya que no lo hay y tienen la suerte de tener vivos a los personajes delante de ustedes...

EL DIRECTOR. Genial! Quieren entonces hacerlo todo ustedes? Actuar y presentarse por s solos delante del pblico?

EL PADRE. Claro, tal y como somos.

EL DIRECTOR, Ah! Le aseguro que haran un bonito espectculo!

EL PRIMER ACTOR. Entonces qu estamos haciendo nosotros aqu?

EL DIRECTOR. No imaginarn acaso que ustedes van a representar los papeles! Si ustedes dan risa... (Los ACTORES, en efecto, reirn.) Ah lo tiene, mire, se ren! (Recordando.) A propsito! Ser necesario asignar los papeles. Es fcil. Ya estn asignados por s mismos (a la SEGUNDA ACTRIZ): Usted, seora, ser la Madre. (Al PADRE) Habr que darle un nombre.

EL PADRE. Amalia, seor.

EL DIRECTOR. Pero es el nombre de su esposa. No querr que la llamen con su verdadero nombre!

EL PADRE. Y po