Lucrecio - Sobre la naturaleza de las cosas

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DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS TITO LUCRECIO CARO

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  • 1. D EL A N A T U R A L E Z AD E L A S C O S A ST I T OL U C R E C I OC A R O

2. Traduccin: D. Jos Marchena 3. DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS ICuanto se sabe de la vida de Lucrecio puede de-cirse o en breves lneas. Fidelsimo sectario de lafilosofa de Epicuro, puso sin duda en prctica unode los preceptos de sta, el de ocultar la propiaexistencia a la vista de los contemporneos y al es-tudio de la posteridad.No cabe duda de que naci en Roma el ao 95antes de nuestra era; que perteneca a la antigua fa-milia patricia de Lucrecia, cuya violacin por SextoTarquino ,ocasion la cada de la monarqua, y quemuri a los cuarenta y cuatro aos.Se dice, pero sin pruebas, que, siguiendo la cos-tumbre de los jvenes de las familias ricas de Roma.fue a Atenas y estudi all la doctrina de Epicurocon Zenn, jefe entonces de esta escuela filosfica.Asegura tambin San Jernimo que padeci Lucre-3 4. T IT O L UC RE C I OC AROcio ataques de demencia producidos por un filtroque le dio una mujer celosa, y en sus intervalos luci-dos escribi algunos libros, terminando su vida porel suicidio. Puede ponerse en duda este aserto, noslo porque San Jernimo escriba tres siglos des-pus de muerto Lucrecio, sino porque el poema LANATURALEZA, como didctico y comprensivo delos ms arduos problemas que puede investigar elentendimiento humano, es la obra menos propia deuna inteligencia enferma. Si los escritores contemporneos inmediata-mente posteriores, a excepcin de Ovidio, no citana Lucrecio ni su poema, debe atribuirse al ardi-miento con que en ste se combaten las ideas yprcticas religiosas del paganismo. Ni Horacio niVirgilio desconocieron el poema de Lucrecio, muyal contrario, sus repetidas imitaciones de ste, a ve-ces copiando no slo ideal, sino frases, demuestrancunto lo haban estudiado; pero una obra franca-mente antipagana, que con tanta energa censurabalas ideas, preocupaciones y supersticiones de la so-ciedad romana en aquella poca, no poda ser elo-giada, ni siquiera citada sin ofender los sentimientos,sino de las personas ilustradas, que saban a qu 4 5. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASatenerse respecto a las prcticas y misterios del pa-ganismo, de la. inmensa multitud que crea en ellos.Guardar silencio y dejar en olvido al airado cen-sor de una idolatra predominante era hasta medidade buen gobierno, quin sabe si recomendada alcomensal de Mecenas y al autor de las Gergicaspor los hbiles polticos del reinado de Augusto.Explicara esta sospecha que Virgilio considere di-choso a quien conoce las causas de las cosas, y nonombre a Lucrecio, que las explica ms menoserrneamente, pero de un modo nuevo entoncespara los romanos.Vive Lucrecio en los aos de la terrible agona dela. repblica; desde el principio de las luchas entreMario y Sila hasta la muerte del sedicioso Clodio,perodo de grandes calamidades para Roma, en quelas guerras civiles desatan todas las ambiciones, to-das las codicias, saciadas con la sangre el destierrode millares de ciudadanos de los ms ilustres; pero-do de corrupcin Poltica y moral, de desdichas p-blicas y privadas, del que fue testigo y acaso vctimael autor del poema LA NATURALEZA.Si en ste, consagrado a explicar grandes pro-blemas de fsica, no tiene ocasiones frecuentes Lu-crecio para expresar sus personales sentimientos, 5 6. T IT O L UC RE C I O C AROtampoco faltan frases y conceptos que permitenformar idea de ellos. Objeto principal de sus enrgicos ataques son laambicin, el amor mundano y las creencias religio-sas. Los desastres de la poca en que vivi le aleccio-naban bien para condenar la ambicin cuyos terri-bles estragos a la vista tena. La pintura que hace delos peligros y daos del amor acaso la inspiren sus propios desengaos;quin sabe si la noticia del filtro dado por la mujercelosa, de que antes hablamos, fue errnea explica-cin de alguna otra calamidad que el amor ocasiona Lucrecio. Sus invectivas contra esta pasin no sonpropias de un discpulo del apacible Epleuro, queaconseja dulcemente huir del amor para evitar peli-gros a la tranquilidad del espritu, sino de quien hasufrido acerbas penas y est dolorosamente arre-pentido. Otro sentimiento que palpita en todo el poema aes el odio a as supersticiones religiosas, como sidespus, de vencidas en su nimo, se acordara, ren-coroso, del tiempo que le haban estado mortifican-do. No es en este punto la serena razn del filsofoquien habla; la airada elocuencia de sus afirmaciones6 7. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASprueban un espritu convencido, pero no un nimotranquilo.Sin ambicin, y sin amor, que detestaba, sin cre-encias religiosas, que aborreca, no poda encontrarLucrecio, dentro de aquella sociedad descreda otroaliciente a la vida que el ofrecido por la filosofa deldeleite, llamada, as la de Epicuro, y no con verda-dera propiedad, porque si se encaminaba a encon-trar el reposo, la quietud el alma y del cuerpo poruna especie de muerte prematura, por el alejamientode cuanto pudiera causar malestar en el cuerpo y elalma, no falt quien la interpretase en el sentido desistema, que permita y aun ordenaba la satisfaccinde los placeres mundanos.Este equvoco en la interpretacin de la filosofade Epicuro fue sin duda causa ocasional del descr-dito, la adquiri entre los que no la conocan bien.Lucrecio lo saba, y expuso en su poema con todo elvigor y toda la osada de un romano. en poca enque las perturbaciones sociales y polticas permitanhablar con completa franqueza, la doctrina de Epi-curo.El paganismo no era refugio ni ofreca consueloa las almas deseosas de perfeccin moral, por serreligin a cuyos dioses poda acudirse lo mismo en 7 8. T IT O L UC RE C I O C AROdemanda de vicios que de virtudes, que de unos yotros ofreca ejemplos el Olimpo. Los que por de-sengao cansancio de la lucha de las pasionesbuscaban mejor vida, acoganse a los sistemas filo-sficos, eligiendo el que ms se acomodaba a sutemperamento educacin cientficaSe iba de la religin a la filosofa, porque aquellaningn consuelo ofreca al alma, vctima de propias ajenas ambiciones, como ahora se va de la filoso-fa a la fe cristiana, porque el cristianismo es unareligin y una moral, donde encuentran consuelo yconsejo las almas perturbadas por la duda, heridaspor las pasiones.De las escuelas filosficas de la antigedad, nin-guna se acomodaba mejor al espritu de Lucrecio, dbil por la lucha, desesperanzado del triunfo, vencido por grandes desventuras que el espicuris-mo, doctrina triste y severa que preceptuaba la indi-ferencia para todas las agitaciones mundanas, asilopara las almas tmidas, prudentes desalentadas alas que ofreca como remedio a sus pasiones y te-mores el quietismo y la vida contemplativa de lanaturaleza.Esta tranquilidad, no exenta de egosmo, laenaltece Lucrecio en los siguientes versos: 8 9. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASPero nada hay ms grato que ser dueoDe los templos excelsos, guarnecidosPor el sabor tranquilo de los sabios,Desde do pueda distinguir a otrosY ver cmo confusos se extravanY buscan el camino de la vidaVagabundos, debaten por nobleza,Se disputan la palma del ingenio,Y de noche y de da no sosieganPor oro amontonar y ser tiranos.Oh mseros humanos pensamientos!Oh pechos ciegos! Entro qu tinieblasy a qu peligros exponis la vidaTan lpida, tan tenue! Por venturaNo os el grito de naturaleza,Que alejando del cuerpo los dolores,De grata sensacin el alma cerca, Librndola demiedo y de cuidado? Lucrecio ha encontrado para s, en el seno delepicurismo la paz que pide para su patria y la quedesea para su ntimo amigo Memmio, a quien dedi-ca e1 poema. Su nimo slo se apasiona para cantaresta paz9 10. T IT O L UC RE C I O C AROfirme y constante y enaltecer al fundador, de ,ladoctrina filosfica que se la ha dado. IIEpicuro fue sin duda quien tuvo mayor nmeroy ms fieles discpulos, pero ninguno tan entusiastacomo Lucrecio, para quien el filsofo era un diosque ha hecho suceder la calma y la luz a la tempes-tad y las tinieblas.Este entusiasmo le induce a escribir un poemasobre asunto de ndole ms apropiada al raciocinioy a las demostraciones cientficas, que al desplegarlos vuelos de la imaginacin del poeta.La doctrina de Epcuro, expuesta compendio-samente al final del torno en las tres cartas de estefilsofo que forman el Apndice, es una exposicinde la fsica de Demcrito, para deducir de ella que lamateria es eterna aunque no lo sean los cuerpos conellas formados y que la muerte trmino en todoslos seres, incluso el humano, no es ms que unatransformacin, una disgregacin de los tomos quela forman, tomos imperecederos, cuyas repulsiones10 11. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASy afinidades son origen de todos los seres animados inanimados. Aunque Epicuro no admite una providencia di-rectora, y menos an dioses que de continuo se es-tn ocupando de lo que los seres humanos hacen,no es, sin embargo, ateo. Los dioses en el epicuris-mo gozan en mansin de la perfecta tranquilidad aque el sistema filosfico aspira. Son como la repre-sentacin ideal de la suma quietud Las cosas de estemundo en nada les afectan, y en ningn caso seocupan de ellas..Aceptada esta explicacin de la divinidad, natu-ral era que el epicreo Lucrecio clamara contra losdioses del paganismo, cuya intervencin en los actoshumanos, hasta en los ms insignificantes, era con-tinua; y sobre todo contra las supersticiones quetanto acibaraban la vida en la sociedad pagana. Segn Epicuro, el alma era material como elcuerpo y mortal como l, aunque formada por to-mos ms tenues y sutiles. Para la humanidad no ha-ba otra vida que la de este mundo, y la muertecomo trmino de la lucha de las pasiones Y de lasdolencias corporales y espirituales, era un bien que,si no se haba de procurar quebrantando las leyes dela naturaleza, tampoco, se deba temer. 11 12. T IT O L UC RE C I O C ARONo desconoce Lucrecio que de esta fsica se de-ducen gravsimos problemas morales, y que si elhombre acaba con la muerte, el premio castigo desus acciones ha de estar en este mundo, y as lo pro-clama, asegurando que para el malvado estn lossuplicios y, cuando de ellos logra escapar, el roedorde su propia conciencia.El entusiasmo del poeta por, Epicuro, es tangrande, que casi le proclama Dios, y al lado de losdems filsofos le considera sol cuya luz obscurecela de los dems astros. Los principios de su doctrinalos estima como infalibles y las objeciones contraellos las rechaza, sin dignarse a discutirlas.La idea de hacer un -poema con materia tan ri-da, de explicar poticamente lo que slo se presta ademostraciones cientficas, prueba el firme conven-cimiento del poeta y su deseo de infundirlo tambinen el nimo de sus compatriotas y sobre todo deMemmio. Claramente lo manifiesta en el principiodel libro IV cuando dice: Los sitios retirados del Piero Recorro, por ninguna planta hollados; Me es gustoso llegar a ntegras fuentes, Y agotarlas del todo; y me da gusto,12 13. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASCortando nuevas flores, rodearmeLas sienes con guirnaldas brilladoras,Con que no hayan ceido la cabezaDe vate alguno las divinas musas:Primero porque ense cosas grandesY trato de romper los fuertes nudosDe la supersticin agobiadora;Despus, porque tratando las materiasDe suyo obscuras con pieria gracia,Hago versos tan claros: ni me apartoDe la razn en esto, k la maneraQue cuando intenta el mdico A los niosDar el ajenjo ingrato, se preparaUntndoles los bordes de la copaCon dulce y pura miel, para que pasenSus inocentes labios engaadosEl amargo brebaje del ajenjo,Y la salud los torne a queste engaoY d vigor y fuerza al dbil cuerpo; As yo ahora,pareciendo austeraY nueva y repugnante esta doctrinaAl comn de los hombres, exponerteQuise nuestra sistema con cauciones Suaves delas Musas, y endulzarloCon el rico sabor de poesa:13 14. T IT O L UC RE C I O C ARO Si por fortuna sujetar pudiera Tu alma de este modo con enlabiosArmnicos, en tanto que penetrasEl misterio profundo de las cosasY en tal estudio el nimo engrandeces!Poca confianza deba tener Lucrecio en que elepicurismo en toda su pureza, como lo explic suautor y como e1 lo comprenda, tuviese grandeaceptacin en Roma, y en que los romanos, mspreocupados de la vida pblica que de la privada, seavinieran de buen grado a cambiar de costumbres ya dedicarse a la filosfica contemplacin de la natu-raleza, cuando les compara con el nio enfermo aquin se engaa para darle la amarga medicina queha de curar su dolencia.La miel de la poesa era sin duda necesaria paraconvertir en partidarios de la filosofa del deleite, enel buen sentido de esta palabra, a los ciudadanos delos ltimos turbulentos aos de la repblica romana,y Lucrecio casi duda conseguir la conversin de sultimo amigo Memmio.No era, en efecto, Memmio de los ms inclina-dos por su vida y costumbres a despreciar los place-res y desdear los goces de la ambicin satisfecha. 14 15. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASDescendiente de una de las familias ms ilustres,hijo y sobrino de insignes oradores y orador lmismo, desde muy joven intervino en los negociospblicos. Nombrado para gobernar la Bitynia, llevcon 61 al gramtico Nicias y. al poeta Catulo, si-guiendo la costumbre de los personajes polticos deentonces, para quienes era a la vez til y honrosocontar entre sus allegados literatos de fama. A. suvuelta a Roma le acus Csar. Defendise enrgica-mente, prodigando las alusiones a las poco edifi-cantes costumbres de su adversario. Acusador a suvez en no pocas ocasiones, quiso impedir el honordel triunfo a L. Lculo, el vencedor de Mitrdates.Fue questor y pretor, y lleg hasta pretender la dig-nidad de cnsul en lucha con otros tres candidatos.Acusados l y sus contrincantes por emplear el so-borno, todos fueron condenados a destierro, y des-terrado muri.Esto por lo que hace a la vida pblica de Me-mmio; la privada no fue ms tranquila ni ms con-forme con las predicaciones de Epicuro y deLucrecio. Sus costumbres licenciosas tuvieron bas-tante resonancia para que se aluda a ellas en librosque han llegado a nosotros. Se sabe que pretendi ala esposa de Pompeyo, hija de Csar, y que sta en- 15 16. T IT O L UC RE C I OC AROtreg a su marido la carta amorosa de Memmio; setiene noticia de otro escndalo aun ms ruidoso, elde no haberse podido celebrar una fiesta pblica,que sin duda deba presidir Memmio, porque, segndice Ciceron en una de sus cartas a Atico, estabaocupado en mostrar otros misterios a la mujer deM. Lculo, y aade: El nuevo Menelao lo ha to-mado a mal, y ha repudiado a su Helena.Cicern le tacha tambin de perezoso, diciendode l: este orador ingenioso y de frase seductora,esquiva la molestia de hablar y hasta la de pensar.Amante de la literatura y del arte griego, corno loeran entonces todos los romanos que presuman decultos, en Atenas, donde se refugi cuando el des-tierro, cultiv tambin la poesa, y sus versos, si nobrillaban por la inspiracin, abundaban en licencias.no siempre poticas.Tal era el, personaje a quien quiso convertir Lu-crecio al epicurismo, y que, si adopt esta doctrina,fue en el sentido de los que entenda la filosofa, deldeleite, no como Lucrecio y Epicuro sino como sis-tema que autorizaba la satisfaccin de vicios y pa-siones.16 17. DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS IIITan grande es el entusiasmo de Lucrecio por ladoctrina de Epicuro y tan profundo el deseo deconvencer a los dems de su certeza, que constan-temente acude a su razn y a su ingenio para expo-ner poticamente un asunto refractario a la poesa.Si con tanta pasin expone un sencillo tratado defsica, no es tanto por amor a la ciencia como porlas deducciones que de ella hace.La base de la fsica de Epicuro consiste, como yahemos dicho en que el universo es eterno y a mate-ria de que est formado se deshace y rehace porvirtud de combinaciones de tomos y conforme aleyes naturales preexistentes. Los fenmenos de lanaturaleza tienen por ste sistema, a juicio de losepicreos, tiene explicacin racional, y la interven-cin en ellos de los dioses del paganismo, origen detoda clase de supersticiones y terror de las almas.cae por tierra, Esto es lo que extingue el miedo a lospoderes celestiales, lo que devuelve la paz los esp-ritus perturbados, lo que entusiasma a Lucrecio, loque le infunde tan poderoso aliento para propagarsu doctrina, lo que trasciende en todo el, poema deLA NATURALEZA.17 18. T IT O L UC RE C I OC AROCiertamente el materialismo de Lucrecio es con-trario a todos los cultos, pero sus ataques son con-tra, el paganisrno y no contra las doctrinasespiritualistas, que desconoca, Pone un error frentea otro error, un materialismo cientfico frente a unmaterialismo religioso, y si en sus afirmaciones nopodan seguirle los doctores del cristianismo, de susargumentos contra la religin pagana mas de unavez se valieron.Adems, ni Epicuro ni Lucrecio niegan en abso-luto, la existencia de un poder divino; lo que hacenes negarle su intervencin en los actos de la natura-leza y da la humanidad. Lucrecio lo explica clara-mente diciendo: Pues la naturaleza de los dioses Debe gozar por si con paz profunda De la inmortalidad; muy apartadosDe los tumultos de la vida humana, Sin dolor, sin peligro, enriquecidos Por s mismos, su nada dependientes De nosotros; ni acciones virtuosas Ni el enojo y la clera les mueven. 18 19. DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS Podr asegurarse que este poder ocioso es per-fectamente intil, pero no peor que la falange dedioses del, paganismo con intervencin perpetua ycaprichosa en os actos humanos. Pero empieza Lucrecio su poema entonando unhimno a Venus tan naturalmente inspirado, que nopuede creerse sea servil imitacin de las acostum-bradas invocaciones a la divinidad puestas al frentede esta clase, de monumentos literarios. Para algu-nos es una flagrante contradiccin del poeta enemi-go de los dioses; para otros una hbil concesinhecha a las supersticiones populares; para Mr.Martha, que ha escrito un excelente estudio de Lu-crecio y su poema no hay en esta invocacin niinconsecuencia, ni engao, ni desfallecimiento de lapropia incredulidad. Venus es para Lucrecio el sm-bolo de la generacin, el poder fecundo de la natu-raleza, que propaga y conserva la vida en el mundo. Y bien poda Lucrecio cantar esta Venus univer-sal sin, contradecirse puesto que en todo su poemahaba de ser objeto de su culto filosfico. El poetaproclama, al comenzar, uno de los principios msimportantes de su sistema, y a poco que se levanteel velo de la alegora y se investigue el oculto senti-do de esta personificacin divina, advertirse que las19 20. T IT O L UC RE C I O C ARObellas imgenes inspiradas en el culto nacional en-cubren una profesin de fe y un dogma fundamen-tal de la filosofa epicrea.Fuerza da a esta opinin el hecho de seguir alhimno a Venus y al elocuente ruego para que pongatrmino a las sangrientas guerras civiles de los ro-manos, la declaracin de fe materialista que contie-nen los siguientes versos:...............Sern materia de mi cantoLa mansin celestial, sus moradores;De qu principios la naturalezaForma todos los seres; cmo crecen,Cmo los alimenta y los deshaceDespus de haber perdido su existencia;Los elementos que en mi obra llamoLa materia y los cuerpos genitales,y las semillas, los primeros cuerpos,Porque todas las osas nacen de ellas. El elogio de Epicuro que sigue a esta profesinde fe materialista fndase principalmente en haberosado este filsofo levantar la vista hacia las man- 20 21. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASsiones celestiales y declarar guerra sin tregua al fa-natismo que de ellas vena a oprimir la vida humana.No es el entusiasmo por el descubrimiento deverdades cientficasque inspira a, Lucrecio; es el entusiasmo por habervencido las supersticiones del paganismo. Oigamoslo que de Epicuro dice: El valor extremado de su alma Se irrita ms Y ms con la codicia De romper el primero los recintos Y de Natura, las ferradas puertas, La fuerza vigorosa de su ingenio Triunfa y se lanza ms all los muros Inflamados del mundo, y con su menteCorri la inmensidad, Pues victorioso Nos dice cules cosas nacer pueden,Cuales no pueden, cmo cada cuerpoEs limitado por su misma esencia: Por lo que el fanatismo envilecido A su voz es hallado con desprecio, Nos iguala a los dioses la victoria!Bien se ve que no es la fsica de Demcrito, to-mada por Epicuro como arma de combate contra la21 22. T IT O L UC RE C I OC AROperniciosa influencia de la religin pagana en lascostumbres pblicas y privadas, sino la victoriacontra esta influencia, el triunfo de ideas y senti-mientos irreligiosos lo que a juicio de Lucrecioiguala a los hombres coro los dioses. Supone Lucrecio en su maestro una ira contra elfanatismo pagano que ni de los escritos que de Epi-curo quedan ni de lo que se sabe de su tranquilaexistencia y morigeradas costumbres puede dedu-cirse. El iracundo es Lucrecio, y se explica la calmadel filsofo griego, y el arrebato del poeta romanopor el distinto carcter del paganismo en Grecia yRoma. Entre los griegos era esta religin casi unaleyenda potica, porque los poetas adornaban a losdioses con nuevos atributos siempre que acomoda-ba a su fantasa. No era sin duda el Olimpo mansinde buena vida y costumbres; pero tampoco aterrori-zaba a los fieles con la amenaza de terribles inme-diatos dolores. El culto tributado a los dioses delpaganismo griego, smbolos de las grandes fuerzasnaturales y de las pasiones humanas, era un culto,agradable y simptico, pues las ceremonias religiosasconvertanse en fiestas populares. La incredulidad Do tena motivo para encoleri-zarse. Contra deidades que sufran con paciencia 22 23. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASindiferencia las negaciones de los filsofos y lasburlas de los satricos.Pero el paganismo en Roma tena otro carcter.Con los pueblos vencidos haban ido a la ciudadeterna sus dioses y sus cultos, y con dioses y cultoslas supersticiones ms extravagantes y hasta las msodiosas. Tales dioses, interviniendo en todos losactos de la vida, civil y domstica. dioses sin bondadni justicia, ni seriedad , que vengativos crueles en-tretenanse en mortificar a los hombres, a veces porpuro capricho, deban ser odiados por todas las al-mas elevadas, y de aqu que la impiedad de Lucreciosea ms violenta que la de Epicuro, y que su fana-tismo cientfico parezca inspirado por una especiede venganza personal contra las supersticiones desus compatriotas.Adase a esto lo poco que los romanos aten-dan a la religin durante el agitadsimo perodo delas guerras civiles, cuando Lucrecio escriba supoema, y en rigor, siendo los dioses tan indiferentesa los males de la patria, motivo tena el pueblo deRoma Para cuidarse le ellos lo menos posible, y ra-zn haba para que la incredulidad creciese. La pro-testa contra los dioses en los infortunios pblicos yprivados era tan frecuente en la antigedad, que se23 24. T IT O L UC RE C I O C AROlee hasta en las obras de los escritores menos im-pos.Y no se crea que el escepticismo religioso de laparte ms culta de la sociedad romana, de aquellaque mas fcilmente poda leer la obra de Lucrecio,excusaba a ste de la vehemencia con que anatema-tiza las supersticiones, Porque frecuentemente, antelas contrariedades de la vida, volvan a incurrir enaquellas los mismos que se burlaban antes delOlimpo y sus dioses. Lucrecio pretende, pues, contoda la energa de un espritu convencido, librar asus compatriotas de la pesada servidumbre religiosa,dicindoles que las supersticiones han sido causa decrmenes, como lo eran los sacrificios humanos paraconseguir de los dioses los que estos no podan ha-cer; porque ni el mundo es creacin de ellos ni deellos depende lo que en la naturaleza sucede con-forme a leyes fijas y preexistentes, leyes fsicas decuya exposicin se vale para destruir la terrible fan-tasmagora de la religin pagana, sin cuidarse de queaniquila un error por medio de otro, de que arrojade los altares los dolos, no a nombre de las ideasespiritualistas de Anaxgoras y Platn, sino al de untristsimo y desconsolador materialismo.24 25. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASPara Lucrecio. el origen de las religiones es el te-rror que al hombre inspiran los fenmenos natura-les. La humanidad no saba explicarlos sinoatribuyndolos a un poder sobrenatural, a un poderdivino; explicados estos fenmenos, como l creoque lo estn, por medio del sistema fsico de Epicu-ro, las religiones no tienen base ni razn de ser. Pe-ro mientras el terror religioso dura, el alma humanano podr vivir en paz ni gozar las dulzuras de unaexistencia tranquila. As se comprende que, al atacara los dioses, lo hiciera Lucrecio en defensa de supropio reposo y con todo el vigor de quin defiendelo que le es ms caro, tanto, que el miedo a queatribuye la religin es el que produce su increduli-dad.Lucrecio, sin embargo, no es ateo. Admite y pro-clama, como su maestro Epicuro, divinidades, perocolocndolas tan apartadas de ste mundo y tan aje-nas a lo que en l pasa, que no exigen ni adoracinni templos. En verdad, nada hay pedir a quien nadaha de dar, Lucrecio, como Epcuro, niegan la exis-tencia de las divinidades con pasiones humanas delpaganismo; pero no la providencia de Scrates, ni lade los estoicos, ni que haya una potestad divina ni-ca y universal, sino que sta se encuentre fracciona- 25 26. T IT O L UC RE C I OC AROda entre distintos dioses que ejerciendo un podermezquino, injusto y capricho atormentan a la hu-manidad. La teologa de Epicuro y Lucrecio es sin dudainaceptable; pero ms inaceptable es la del paganis-mo, y siempre tendr aqulla el mrito de haber ser-vido para combatir errores ya manifiestos Y reducirel problema de la vida del universo a los trminosprecisos de hacerla depender de un poder divinocreador y director, de un ciego inconsciente me-canismo. El sentimiento universal y la ciencia rechazanque todo dependa de casual atraccin repulsin delos tomos, pero Do debe olvidarse que, conformecon los mviles de la doctrina epicrea, el senti-miento universal rechaza tambin los poderesocultos, dainos y ridculos que dictaban su volun-tad a los hombres por medio de los orculos y losaugores; que la religin verdadera combate, comoEpicuro y Lucrecio, las supersticiones paganascuando en cualquier forma renacen, y que la cienciamoderna ha progresado cuando, conforme a ladoctrina epicrea, crey en las leyes invariables deluniverso. 26 27. DE LA NATURALEZA DE LAS COSAS IVAsunto capital del libro tercero del poema LANATURALEZA es el gran problema de la vida fu-tura Lucrecio expone en l todos los argumentos delos antiguos materialistas para demostrar que no hayms vida que la de este mundo; que en ella encuen-tran los actos humanos premio castigo, y portanto suprime y niega en absoluto el infierno, com-batiendo el instintivo temor a la muerte, que es, se-gn dice, un bien, porque conduce al eterno reposo,a la perfecta tranquilidad, y nos libra de las penali-dades de este mundo. La fe y elentusiasmo con que predican los espiritualistas laesperanza en una vida futura, vida que para el justoes de perpetua dicha, la emplea Lucrecio en soste-ner que siendo el atina material como el cuerpo, conl perece, y que el destino del hombre se cumple enla tierra.Tngase en cuento, para juzgar este famoso librotercero, arsenal de donde sacaron sus argumentoslos materialistas del siglo XVIII, cuales eran lasideas predominantes en la antigedad acerca delalma y de la vida futura. Excepcin hecha de las27 28. T IT O L UC RE C I O C AROdoctrinas de Pitgoras y de Platn, las escuelas filo-sficas y las religiones de la antigedad proclamabanel principio de la materialidad del alma, y a lo msconcedan que fuese de materia incorruptible. Lu-crecio, pues, acepta, una doctrina generalmente ad-mitida, y deduce de ella la consecuencia lgica deque el atina perece con el cuerpo, y el ser humanose extingue en este mando como todos los demsseres, obedeciendo a la ley universal de la transfor-macin de la materia. La idea de la vida futura en la antigedad era va-ga y confusa, y para los filsofos romanos resultabauna especie de privilegio en favor de las clases ilus-tradas. En stas ningn crdito tena el infierno delpaganismo pintado por los poetas de acuerdo conuna religin interesada en mantener las supersticio-nes populares, y Cicern y Sneca censuran a los epicreos porperder el tiempo en combatir lo que nadie defenda, Adems, los cuadros de desolacin y de miseriaque para condenados y justos ofreca el paganismoen la vida futura, ms bien eran causa de terror quede esperanza en la divina justicia, y difcilmente po-dan aceptarse como base de moral pblica y priva-da. Los tipos fabulosos que expan, sus maldades en28 29. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASel Averno, no resultan vctimas de la justicia, sino dela venganza de los dioses, vencidos en su intento delucha contra las divinidades. La especie de inmorta-lidad admitida por algunos filsofos para los hom-bres clebres no llegaba al vulgo, privado de premio castigo en la vida futura, que para l era eterna yobscura noche de miserias y sufrimientos. As secomprende que Lucrecio estime esta vida futuracausa de espanto, y diga Con toda violencia estirparemos De raz aquel miedo de Aqueronte Que en su origen la humana vida turba. Pero si esta vida futura era poco halagea parael vulgo, responda en cierto modo a las aspiracio-nes del alma humana, no satisfecha de s " peregri-nacin en este mundo ni convencida de que debevolver a la nada. Lucrecio encuentra una supervi-vencia que es continuacin de las aflicciones terre-nales, encuentra tambin el miedo al aniquilamientoabsoluto del hombre con la muerte, y combate lavida futura, y combate este miedo proclamando quecon la muerte acaba todo y que la muerte es un bien29 30. T IT O L UC RE C I OC AROsupremo, por ser el trmino de las desdichas huma-nas. Ni Lucrecio ataca las ideas espiritualistas de Pla-tn, de las cuales prescinde, ni las creencias del vul-go, de largo tiempo atrs desacreditadas. Susargumentos van dirigidos a la masa social que nialcanza las sublimidades de la filosofa, ni cree en lassupersticiones vulgares; pero que no ha substituidocon otras creencias las perdidas, y dudosa insegu-ra, acude corno refugio, en las tribulaciones de lavida, a una religin que no satisface su sentimientoni su conciencia. Para tranquilizar estos espritusvacilantes y, en bien suyo, segn asegura, exponeLucrecio los razonamientos contra el temor a lamuerte y contra la vida futura. No debe perderse de vista que si, conforme anuestra moral religiosa, el temor a la vida futura essaludable, porque en ella ha de encontrarse el pre-mio el castigo, y de tal suerte dicha vida alienta lavirtud y contiene el pecado, la idea de una supervi-vencia ajena a toda regla de justicia, supervivenciatemerosa para justos y malvados, necesariamentecorrompa las costumbres; porque no encontrandolos hombres fuera de este mundo premio a su abne-gacin y a sus sacrificios, procuraban satisfacer aqu 30 31. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASsus pasiones, y codiciaban la riqueza y los honores,sin cuidarse de los medios para lograrlos, y apelandohasta a los ms reprobados procedimientos. Cuantoms teman a la muerte, despus de la cual nadagrato esperaban, mayor era su anhelo por los place-res de la vida. Sin hacer esta distincin esencial; sinadvertir la inmensa diferencia que existe entre lavida futura, segn la moral cristiana y la del paga-nismo, no se comprendern bien los argumentos deLucrecio contra una supervivencia sin justicia, quetan funestas pasiones engendraba en esta vida.Las ideas materialistas de Lucrecio, fundadas enser el alma corprea y sufrir las mismas vicisitudesque el cuerpo, nada valen frente al espiritualismomoderno; pero contra las preocupaciones y supers-ticiones antiguas, tienen fuerza incontrastable. Unade stas, nacida sin duda de la creencia instintiva enla inmortalidad del alma, era la de la prolongacinde la vida dentro del sepulcro, y el temor a los su-frimientos en esta silenciosa existencia, si no se ha-ban cumplido los ritos fnebres, temor disipadopor la doctrina epicrea de Lucrecio, segn la cual lamuerte era la insensibilidad absoluta del cuerpo ydel alma, no debiendo preocuparse nadie de lo queha de sucederle despus de la muerte, que para el31 32. T IT O L UC RE C I O C AROepicurismo es un sueo eterno. No admitiendo estesistema una causa ordenadora del universo, nacien-do por acaso y muriendo lo mismo, ni cabe en lconformarse con la voluntad divina, ni resignarse,como los estoicos, que tambin negaban la inmor-talidad del alma, a una ley suprema, a un orden es-tablecido por los diosesVerdad es que entre los epicreos desempea aveces la naturaleza el papel de divinidad creadora yordenadora; porque la idea de una cansa primeratiene tan profundas races en el entendimiento hu-mano, que se abre paso aun a travs del Poemamaterialista de Lucrecio.La NATURALEZA, pues, censura a los hom-bres el temor a la muerte en los siguientes versos,que contienen toda la moral del libro tercero:Si de repente, en fin, la voz alzaraNaturaleza, y estas reprensiones A cualquier de nosotros dirigiera;Por qu oh mortal! te desesperas, tanto? Por qu te das a llanto desmedido?Por qu gimes y lloras t la muerte? Si la pasada vida te fue grata,Si como en vaso agujereado y roto 32 33. DE LA NATURALEZA DE LAS COSASNo fueron derramarlos tus placeres, E ingrata pereci tu vida entera,Por qu no te retiras de la vidaCual de la mesa el convidado ahto;Oh necio! y tomas el seguro puertoCon nimo tranquilo? Si, al contrario, Has dejado escapar todos los bienesQue se te han ofrecido, y si la vidaTe sirve de disgusto, por qu anhelasMultiplicar los infelices das Que en igual de, placer sern pasados?Por qu no pones trmino a tus penasy a tu vida ms bien? Pues yo no puedoInventar nuevos modos de deleitePor ms esfuerzos que haga: siempre ofrezco,Unos mismos placeres: si tu cuerpoNo se halla an marchito con los aosNi tus ajados miembros se consumen,Vers, no obstante, los objetos mismos,Aun cuando en tu vivir salgas triunfanteDe los futuros siglos, y aunque nuncaA tu vida la muerte sujetare.Qu responder , la naturaleza,Si no que es justo el pleito que nos pone Y es clara la verdad de sus palabras? 33 34. T IT O L UC RE C I O C AROMas si sumido alguno en la miseria Al pie de su sepulcro se lamenta, No ser su clamor mucho ms justoY nos reprender con voz robusta? Vete de aqu, insensato, con tus llantos;No me importunes ms con tus quejidos:A este otro, empero, que los aos rinden,Que en sus ltimos das aun se queja: