Lucio Anneo Floro - Compendio De Las Hazañas Romanas

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, BIBLIOTECA CLASICA TOMO LXXXIV COMPENDIO DE LAS HAZAAS ROMANAS ESCR1'l"' EN LATIN l'UU. LUCIO ANNEO FL{1ft0 ,. PUESTO Bl'( LENGUA CASTKLLAI{A (l fJll. J. ELOY D1AZ JIMNEZ Oireetor del lanhu.&o de Len MADRID LUIS NAVARRO, EDITOR COLEGIATA, HM:, 6 r88S CUATRO PALABRAS SOBRE EL NOMBRE, POCA, PATRIA Y MERITO DE LUCIO ANNEO FLORO. l. _ n t r ~ l o ~ escasos testimonios que respecto la personalidad de Lueio Anneo Floro han llegado hasta nosotros, ni u no tan solo aparece q.ue nos presente, de una manera directa, al escritor his-pauo-romano como autor del conocido y clebre escrito que corre con el t tu lo de Compendio de la historia de Roma. Lactancia, apologista del siglo IV de la Iglesia, expone la divisin en cuatro edades, que en su concepto hizo Sneca el filsofo, de la historia romana. La conformidad que guarda la idea ca pi-VIII tal de aqulla con la que Floro sirve de princi-pio para desenvolver el contenido de su obra, dio lugar que no pocos crticos le identificaran con el hijo de Marco Sneca el retrico. Aun no considerando que nuestro historiador se muestra menos arrebatado en el empleo de las imgenes que el maestro de Nern, y que flore-ci, po'r lo menos, en los ltimos tiempos de Tra- jano, el solo cotejo de los dos pasajes en que uno y otr0 escritor exponen respectivamente anloga idea, bien las claras diferencias de al ndole, que acusan la existencia de dos distin-tos autores. Como el pensamiento de Floro puede apreciarse en la presente traduccin, nos limitaremos tras-cribir el pasaje del filsofo cordobs. He aqu las palabras citadas por Lactancia: La infancia, primera edad, corri bajo Rmulo, por quien Roma fue constituida y como educada. La niez se desarroll en tiempo de los reyes que le sucedieron, siendo por stos engrandecida y organizada la ciudad con muchas leyes insti-tuciones; mas comenzando su adolescencia en el IX reinado de Tarquino, y no. pudiendo soportar la servidumbre, sacudi el yugo de la altiva domi-nacin de aqul, prefiriendo someterse, ms que. los monarcas, las leyes. Terminada su adoles-cencia y vigorizada al espirar la guerra pnica, di principio su juventud. Destruida Cartago, que fu por largo tiempo su riv"l, extendi su dominio terrqueo y martimo por. todo el mundo, hasta que, una vez subyugados todos los reyes y todos los pueblos, no pudiendo hacer guerra al-guna, y abusando de sus propias fuerzas, se destruy s misma. lnicise por este modo su senectud, y, herida por las luchas civiles intes-tinas discordias, fu de nuevo gobernada por mo-narcas, como si tornara una segunda infancia. Perdida la libertad que Bruto haba defendido, de tal modo envejeci, que no pudiendo sostenerse por s sola, le fu necesario el apoyo del imperio. Entre . el citado fragmento y el prlogo de Floro existe gran analoga y hasta identidad del pensamiento que en uno y otro se desenvuelve; pero cotejndolos con alguna detencin, aparecen diferencias bastante marcadas. X Sneca admite, entre la edad de la infancia y la de la adolescencia, el perodo de la niez, que segn su opinin tuvo lugar bajo el reinado de los sucesores de Rmulo; mas Floro denomina infan-cia todo el tiempo que dur en Roma la mo-nar Y Sneca, lJe Benej. 3: ( (-t ). La concisin de su estilo, que a veces le hace degenerar en oscuro, contri bu y e no pocas que de un solo rasgo caracterice un personaje, des-criba un acontecimiento trace el ms acabado cuadro de la vida de un pueblo (2). (1) Amador de los Ros, Historia critica de la literatura e&paola, pg. 188. (2) ''En pocas palabras nos representa los defectos de Annibal: ubrcruancra pata l'eferir la Cdmpa IJUe este llel'O del pucstas, las razones que tuvieron en cm,.ideraciJu los crlticos paro desechar cumo cscrit.. pnr Snee l tragedia o,(avia. Veamos si la de Antouiu ::\larln re- en su fovor prob.hiliiladcs que la En ''"" ousearemos P.n Oct.avi oin;unc de lo caracleres delineado por el e9.paol co (l) Vase ei> lo Ocl4ie, w ", e..eeno todo lo re hei volueres cas-tra) quasi jam saa circum\:olabant.- {2}. Pocos son los autores la ti nos de cu ya se han hecho tan y modernos ante amero tan consi,le-rable, se vieron en la precisin de agru1.1arlas por edades, cuy limites rnarcarun con los nombras de lo ms doctos co.mentudurP.s. Iniciase la primera en el ao H70, po cuya fecha se cree que a pareci la edicin impresa en Pars e o Sorbooa, y termina en el de 1 iiHI, e,n que se public la anotada y seguida 1le un !udiec .luan Ricucio Vellino, conocido vulgarmente por el noml.re le Camcrs. Fu ste, sin duda alguna, el ue inausur los comeo\11-ricos il Lucio An11eo t'\oro, procurando, aunque (lJ Ormia, act. " {'l) i"l()I'O, l!.pil. lib. JV, VIl. LVII no siempre con buen xito, restaurar la genuna leccin del texto; sin embargo, contribuy faci-litar su inteligencia con notas de carcter hist-rico, en las que compara muchos lugares de Floro con otros de varios escritores latinos. La ltima edicin de este periodo es la que vi la luz en Lyn el ao 1552 y en la que se publica el Com-pendio unido los escritos de varios historiado-res romanos. lnaugrase la edad llamada Vnetiana en 155i. Elas Vineto, excelente critico y hombre de ma-yores conocimientos que Camers, enmend mu-chos pasajes del texto, y puso la vista algu-nas inexactitudes cometidas por Lucio Anneo. Juan Stadio sigui el mismo camino, y anot va-rios errores histricos en que aqul haba incu-rrido. Cirrase esta edad en 1 596 con la edicin en 16. O, impresa en Leiden, y da principio la cuarta en 1597, llamada Grutero-Salmasiana, de luan Grutero y Claudio Salmasio, quienes si-guieron en sus tareas Isaac Pantano y Boxhornio. Entre todos stos, se distingui Salmasio, el cual tuvo la vista los cdices Nazariano y los dos Pa-LVIII latinoE. Con auxiliares tan poderosos, corrigi muchos lugares adulterados por la incuria poca per.icia de los copists, iluminado por su claro talento y nada comn erudicin, obtuvo loable fruto de sus constantes y detenidos trabajos. Con-cluyen los de aquellos treinta y seis aos con dos nuevas ediciones: la publicada en Leiden, en 1632, y corregida por Marco Zuevio Boxhornio, y la que se di luz en 1633, decorada con obser-vaciones polticas, morales, histricas y filosficas, por el poeta Santiago Zevecott. Desde esta fecha hasta la de 1680, se extiende la edad que recibe el nombre de Freinsehmio. Guiado el bibliotecario de la Reina de Suecia ms por la agudeza de su ingenio que por la consulta de Ruevos cdices, present el texto de nuestro historiador mucho ms correcto que hasta entonces se babia Jedo, ilustrndole con observaciones tan a t i n a d a ~ , que juicio de Andrs Dukero, ningn otro le trat con ms acierto, si se excepta Claudio Sal-. m8sJO. Dentro de este mismo periodo, merecen citarse Isaac Pontano, que s1gui el texto de la edicin LIX Comeliniana y aadi al c,aptu lo xv del libro 1 algunas observaciones de escasa importancia. De ]a edicin in usum _Delphini, puede decirse, con el erudito antes citado, que ni debe elogiarse sobremanera ni despreciarse por completo. La ltima etapa bibliogr4fica de Floro abraza desde el ao 1680 hasta nuestros das, y recibe la denominacin de Grevio-Du keriana. Juan Jorge Grevio castig cuidadosamente el texto, valindose del cdice que, segn confiesa el mismo, le facilit el fillogo Teodoro y del concurso del ilustre Nicols Heinsio. La edi-cin que con el titulo de Florus reeensitus et illustratus, etc. se publico en Utrech en 1680, contiene sabias netas y muchos facsmiles de mo-nedas, objetos y monumentos de la antigedad romana, con el fin de aclarar las referencias, no escasas, que el historiador hace las costumbres del pueblo latino. EJ prlogo que precede la obra contiene una critica, incompleta por cierto, pues si bien pone sumo cuidado en notar todos los defectos del his-toriador, en cambio no cita ni una soJa de las LXI latinidad de Floro. A 1 final lleva unido el Libro memo-rial de Lucio Ampelio, ms accediendo al deseo del editor, que por voluntad de Dukero, segn confiesa este mismo en su largo prefacio. A ste siguieron preferentemente cuantos en los tiempos modernoB han reproducido las ediciones del escritor que constituye el objeto de nuestro estudio. Dentro de esta sexta y ltima edad editorial deben citarse los trabajos encomisticos de Lo-renzo Bejero, consejero ulico de Federico Gui-llermo, ~ l e c t o r de Brandeburgo. Su edicin, pu-blicada en Colonia en el ao 17 O 4., slo compren-de los libros primero y segundo del Compendio: la muerte sorprendi al autor sin poder publicar los dos restantes. En el prologo que precede su escrito constituye en blanco de su crtica las ase-veraciones de Grevio acerca de la diccin de Flo-ro, vindicando ste de los cargos que aqul le hace como corruptor de la lengua del Lacio. Para Bejero apenas si existe nada en Lucio Anneo que merezca tildarse de defectuoso, presentandole como acabado modelo de elegancia y correccin. LXII De las posteriores ediciones citaremos la que en 1819 se public en Praga, anotada por mister Titze, y en la que este escritor pone formal em-peo en demostrar que el autor del Compendio vivi en los tiempos de Augusto} no debiendo ser otro que el Lucio Julio Floro quien Horacio de-dic dos de sus epstolas. Por ltimo, no existe coleccin alguna moderna en que no aparezca la obra de Floro, siendo la ltima la de Tauchnitz, correcUsima por cierto y de la que, en unin de la Dukeriana segunda, nos hemos valido para la presente traduccin. J. Etov DAz JIMNEZ. ELOGIOS TRIBUTADOS A LUCIO ANNEO FLORO. Salmasio, comentando la vida de A driano, escrita por Elio Esparciano: Floro di luz, imperando Adriano, este elegantsimo compen-dio de la Historia de Roma. l> Felipe Beroaldo, en sus cartas Pedro Mara Rubeo: Leyendo conocers las guerras que hizo el pueblo romano, as dentro como fuera de Ita-lia; por medio de qu varones y por qu artes di origen al Imperio, y una vez formado ste, cmo se acrecent, y acrecentado, de qu manera lleg su apogeo por sus propias y una vez elevado, cmo le erigi sub}ime altura Csar Augusto. Lucio Floro re!ilumi6 tan sabiamente todos estos hechos en cuatro libros compendio-LXJV sos; los distingui con tal Cla al Je-lnut r.l dn $.1l puoblo dic.i('IDdo que .scmt'jauie movimino biD$ comalCI\1104. E\Cl b:1J u !Oda la Halia. CA l'ITULO. X. pulsado lo rcyc&. COIObat i6 el pur.l>lo por f U u-hcrbd. PorsctJa, rey dt\ l oe Etrurio:;, n;vauzal,R :\ ht Ue podCl'OOO eu 911 ia i A un o.uaol.lo el pueblo J)()f lu atmas y 16 ocupoo;J.o por ""!el monte Janiculo y cen:adll$ la;; do lu sin embargo, rCS1iti6 y rech0126 a1 Pon;eDu dn tf\1 t!.;:tupoJl". Camilo los atac por la espalda, causando tal mortandad, que el torrente de la sangre derramada por los Galos apag los ltimos restos del incendio. Gracias deben darse . los Dioses aun en nombre de este infortunio, porque el fuego hizo desaparecer las cabaas de los pastores y la llama ocult la pobreza de Rmulo. El incendio de la ciudad destinada ser morada de dioses y hom bres ;,acaso no sirvi ms para que se consagrara Y purificara que de ruina y destruccin'? (72). As fu que salvada por Mu.nlio y restablecida por Camilo, Roma se volvi con mayor fiereza y coraje contra los pueblos comarcanos. Antes de acometer empresa alguna, el pueblo, no contento con haber arrojado los Galos fuera de los muros de la ciudad, persigui, bajo las rdenes de Ca milo, los restos de aquellos que an vagaban por Italia, hasta el punto que ni vestigio queda hoy de los Seno-nes. Fueron derrotados por vez primera cerca del ro Anio. donde en combate singular Maullo venci LIBRO I. 23 uno de los jefes de los Galos y le arranc, entre otros despojos, un collar de oro, por cuyo hecho se le di el sobrenombre de Torcuato. Quedaron vencidos por segunda vez en los campos Pontinos, y en lucha se-mejante la de Manlio, I.ucio Valerio, ayudado por un cuervo q1:1e se pos sobre el casco del Galo, venci y despoj ste; por lo que aquel recibi el nombre de Corvino. Por fin, Dolabela aniquil los restos de aquellos en la Etruria junto al lago Vadimn (7d), para que de tal gente ni uno solo quedara que pudie-ra gIoriarse de haber incendiado Roma. CAPTULO XIV. Siendo cnsules Manlio Torcuato y Decio Muro, el pueblo romano, exterminados los Galos, se volvi contra los Latinos, los que impulsados siempre por la emulacin del poder y en aquella ocasin por el des-precio que les inspiraba la incendiada ciudad, se atre-vieron ms que guerrear, esto es, pedir el dere-cho de ciudadana y participacin en el poder y la magistratura. ;,A quin causar asombro que en tal ocasin fuera vencido el enemigo? Uno de los cnsu-les di muerte su hijo, que pesar de haber obte-nido un triunfo, combati, no obstante, contra lo que su padre haba ordenado, y para quien la observancia de la disciplina era de mayor monta que la misma victoria; y el otro, impulsado como por inspiracin divina y velada la cabeza, se sacrific colocndose en la primera lnea del ejrcito y lanzndose en medio de los espesos dardos arrojados por el enemigo; mar-cndonos con el rastro de su sangre un nuevo camino que nos condujera la victoria. CAl'lTULO XV. \o'cmeid(l!' Latinog, Roma iu. gucru con la gr.Jltc 8A.ltnfl., que, del pacto cele lmulu llajo 'fito hizo C.:tl!l)a comn con uquJJcu, lmt)l$\idorlQJ pur mtdio de armaf:l. apel al Mruut qnrimer tea-tro de la guerra civil, cuyas plazas fuertes ocup Pompeyo con escasas guarniciones; t.odas cedieron al brusco impetu de Csar. En Rmini se dejaron escu-char los primeros sonidos .de la militar trompeta. Li-bn fu arrojado de la Etruria, Termo de la Umbria y Domicio de Corfinio (16). Terminado hubiera la guerra sin efusin de sangre. con tal que Csar aprisionara Pompeyo en Brundusio (17), reciente-mente sitiada; mas este escap durante la noche, franqueando los diques que deban cerrar el puerto. Vergjienza inaudita! el que poco ha era el primero de los senadores, rbitro de la paz y de la guerra, hua por el mismo mar en que haba obtenido sus bordo de una rota y casi desarbolada nave. No bien hubo Pompeyo salido de Italia, cuando ya el Senado abandon Roma. Csar penetr en la ciudad, que ante el temor de su aproximacin qued casi desier-ta, y se nombro cnsul. Resistindose los tribunos el erario sagrado, forz sus puertas, y antes que del poder se posesion del censo y del patrimo nio del pueblo romano. Despus de la expulsin y fuga de Pompeyo, antes que en perseguirle pens Csar en organizar los asun tos de las provincias. Envi sus lugartenientes cilia y Cerdea con el objeto de asegurar las subsis-tencias. Ningn temor poda inspirarle la Galia, que l mis-mo haba pacificado: slo Marsella os cerrarle las puertas en ocasin de verse obligado pasar por ella para combatir los ejrcitos que en Espaa tena Poiil UBRO IV. 135 peyo. La desdichada, codiciosa de la paz, di en la guerra por huir de ella. Estaba defendida por fuerte muralla, y Csar di orden para que fuera sometida durante su ausencia. La ciudad que . pesar de su origen helnico no conoca la negligencia, se atrevi romper el cerco, incendiar las mquinas de guerra y pelear en el mar; mas Bruto, quien se encomend la direccin de esta campaa, sujet los Marsiliotas, vencindolos por mar y por tierra. Una vez rendidos, todo les fu arrebatndo, menos la libertad, prenda para ellos de grande estima. Cruel, varia y dudosa en su xito se presentaba en Espaa la guerra con Petreyo y Afranio, lugartenien-tes de Cneo Pompeyo. Csar i n t e n ~ sitiarlos en el mismo campamento que tenan constitudo cerca de Ilerda (18), junto al ro Scoris (19), y cerrarles las co-municaciones con la ciudad. En estas operaciones las lluvias de la primavera aumentaron el caudal del ro, interceptando la llegada de los convoyes. El hambre se dej sentir en el campamento, y Csar, de sitiador se convirti en sitiado. Mas luego que el rio vohri su cauce, dejando abiertos los campos los combates y las escursiones, Csar los atac con ms energia, persiguindoles en su retirada hasta la Cel-tiberia. dondet encerrados entre estacadas y trinche ras, les oblig capitular antes de experimentar los horrores de la sed. De este modo fu subyugada la Espaa citerior, corriendo, no mucho despus, la ulterior idntica suerte. Qu poda hacer de provecho una sola legin despus que cinco sucumbieron? (20). As que Ba-rrn hubo cedido voluntariamente de su empeo, Cdiz, el Estrecho, el Ocano, todo, en fin, sigui f- cilmente la buena estrella de Csar (21). Sin embar-go, durante su ausencia, parece que la fortuna le fu 136 HAZAAS ROMANAS. de intento algn tanto adversa en Iliria y frica para que los reveses hicieran resaltar an ms su prospe-ridad. H8.biendo recibido Dolabela y Antonio orden de ocupar las entradas del Adritico, aqul coloc sus reales en las costas de Iliria, ste en el litoral de Cu-ricta (22). Dueo Pompeyo de todo el mar, su lugar-teniente Octavio Libo cerc uno y otro con gran-des fuerzas navales. Slo el hambre hizo que Antonio se rindiera. Las barcas que falta de navos despach Basilio en auxilio de aqul, fueron aprision'actas como en una red por los cables que losdiestros Cilicios, partidarios de Pompeyo, tendieron bajo el mar. Dos de las barcas fueron deshechas por la corr.ientet y otrat que bordo conduca los de Opitergio (23), encall en la arena y pereci, dejando un glorioso recuerdo la posteri-dad. Los mil jvenes escasos que la tripulaban, ro-deados por todo un ejrcito, sostuvieron por espacio de un da los asaltos de q uc fueron objeto, hasta quet viendo la inutilidad de sus hcroieos esfuerzos y si-guiendo los eonsejos del tribuno Voltego, antes que rendirse, prefirieron darse muerte los unos los otros. En Afriea corrieron parejas el valor y la desgracia deCurin. Enviado para recobrar esta provincia, ven-ci Varo, y engredo con su persecucin fu sor-prendido por el rey Juba, no smdole posible soste-ner el empuje de la caballera mauritana. La derrota le dejaba francas las puertas de la retirada; mas el honor le aconsej morir al frente del ejrcito cuyo desastre haba causado su temeridad (24). Mas la fortuna exiga ya la presencia de dos atletas en ]a arena. Pompeyo eligi el Epiro como teatro de la guerra; Csar no se hizo esperar. Una vez que' hubo ordenado cuanto en pos de s dejaba, lnzase cam LIBRO IV. 137 l)aa travs de las tormentas, y despreciando todos los obstculos que le oponan los rigores del invierno, coloea sus r eales cerca de Orico (25). Como demorara su arribo una parte del ejrcito, que por faJ.ta de nv.-vos dejara en Brindis las rdenes de Antonio, im-paciente con el deseo de dar vista sus soldados, pe-netra durante una noche oscura en el mar, agitado por los vientos, intentando pasarle slo en un frgil esquife. Conocidas son las palabras que dirigi al pi-loto, trmulo ante peligro tan eminente: !c1l,Por qu temes? Csar va contigo. Reunironse por fin t.odas l&.s fuerzas que estaban esparcidas, y se colocaron los campamentos uno frcute otro; pero los planes de ambos capitanes eran distintos. Csar, fogoso por naturaleza, y deseando terminar su empresa, presenta la batalla Pompeyo. le provoca irrita, ora sitiando sus campamentos con una empalizada de diez y seis millas de extensin {mas qu cuidado poda darles los pompeyanos por tal bloqueo, cuando tenan abierto el mar, recibiendo por l todo gnero de socorros'?); ora atacando sin xito alguno Dirrachio (26), inexpugnable por su misma situacin; ya combatiendo frecuentemente los enemigos en sus brillando en semejantes .encuentros el valor del centurin Sceva, en cuyo es-cudo se clavaron ciento veinte dardos; cundo por fin saqueando y destruyendo las ciudades aliadas de Pompeyo, taJes cor.lQ Orico, Gomphos (27) y otras fortalezas de Tesalia. Pompeyo, siguiendo opuesta conducta, difera el combate y trastornaba los p1anes de sus adversarios Para que, encerrados stos por todas partes, desmaya-ran (28) ante la escasez de viveres y languideciera el mpetu del fogoso capitn. N"o pudo Pompeyo aprovecharse largo tiempo de 138 HAZAAS ROMANAS. las ventajas que tan acertado plan le ofreca: ech ronle en cara los soldados su inaccin; los aliados su morosidad; y los jefes sus miras ambiciosas. ImpelidO' por tales exigencjas, eligi la Tesalia como teatro de la guerra, y en los llanos de FiUpos (29) se jug6 la suerte de Roma, del imperio y del gnero humano. Jams vi la Fortuna que Roma reuniera en un solo lugar tanta grandeza y tan poderosos ejrcitos (30) . Ms de trescientos. mil hombres encontrbansc frente frente de una y otra parte, sin contar los ejrcitos auxiliares de los reyes y de los pueblos aliados. N i n ~ guna catstrofe se vi precedida de tan patentes pro digios: huyeron las vctimas; las abejas se posaron en las banderas; sombras tenebrosas oscurecieron el da, y el mismo Pompeyo) trasportado en suees d u ~ rante la noche, escuch en su teatro resonar en torn() suyo aplausos que tenian algo de siniestro, vindo sele de maana (presagio funestor) en. medio de la plaza de armas de su campamento, cubierto con la toga de 1 uto. En ninguna ocasin mostr el ejrcito de Csar tanto valor y alborozo: en sus filas se di la primera seal de pelea, y de ellas salieron los primeros tiros. Notable se hizo la lanza de Orastlno, inaugurador del combate: bien pronto se le encontr entre los cad-veres con nna espada atravesada por la boca, ponien do de manifiesto herida tan extraa el encarniza miento y furor con que babia peleado. No menos admirable que el principio fu el resul tado de la batalla. Confiado Pompeyo en su nume rosa caballera, crey envolver Csar; mas l mismo se vi6 rodeado. Largo tiempo haca que se peleaba con igual fortuna; la caballeria se despleg por man-dato de Pompeyo y cay sobre el ala enemiga que tena su frente; mas una seal repentina, las co-LlBRO IV. 139 hortes de los Germanos atacaron con tal mpetu los esparcidos jinetes, que no pareca sino que stos eran infantes y que aqullos peleaban caballo. Al des trozo causado en la caballera sigui la derrota de las tropas ligeras. Esparcido por do quiera el terror in-troducida la confusin en el ejrcito, el desastre apa-reci cual si hu blera sido ocasionado por un solo brazo. La misma grandeza del ejrcito de Pompeyo contribuy su ruina. Csar se multiplic en esta jornada, combatiendo ora como general, ya co.mo simple soldado. Dos frases pronunciadas al recorrer sus filas ca-ballo llegaron hasta nosotros: la una cruel, pero ati-nada y eficaz para obtener la victoria: ~ < H e r i d al ene-migo en el rostro;>> la otra jactanciosa, pues al excla-mar: c1Perdonad los ciudadanos,>> l mismo les iba dando alcance. Por dichoso se hubiera tenido Pompeyo en medio de sus infortunios, si hubiera corrido la misma suerte que cupo su ejrcito. Sobreviv..> su grandeza para huir vergonzosamente caballo por los valles de la Tesalia y refugiarse en Lesbos (31), conducido por frgil barquilla; para ser arrojado Syedra (32), pe-lada roca en el desierto de Cilicia, y deliberar si en-caminara sus fugitivos pasos Parta, A frica 6 Egip-to; muriendo por fin asesinado, ante la vista de su mujer y de sus hijos, en Pelusio (33), por orden dic-tada, instigacin de los eunucos, por e1 ms vil de los reyes, y, lo que aun es ms triste, ejecutada por la espada de Septimio, desertor de sus fiJas. ;,Quin no hubiera dado por terminada la guerra con la muerte de Pompeyo? Y sin embargo, de las cenizas de Thesalia surgi un incendio ms terrible Y Vehemente que el anterior. El Egipto, sin haber to-rnauo partido en favor de Pompeyo, hizo la guerra 140 HAZAAS ROMANAS. Csar. Tolomeo, rey de Alejandra, cometi el mayor de los crmenes de la guerra civil y sancion su amistad y alianza con Csar, entregndole como ga ranta la cabeza de Pompeyo. No tard en presentrsele al hado ocasin de satis-facer los manes de tan esclarecido varn. Cleopatra, hermana del Rey, se arroj las plantas de Csar reclamando la parte que del reino la corresponda. Todo hablaba en su fav.or: la hermosura, que acre ca en proporciones bajo la apariencia del ultraje, Y el odio que inspiraba el Monarca egipcio, que asesin Pompeyo movido por la infausta suerte de su cau-sa, no por la amistad de Csar, quien tambin hu bicra sacrificado en aras de su propio inters. Tan luego como Csar orden que se adjudicara el reino Cleopatra, vise al punto cercado en su pala cio por los mismos asesinos de Pompeyo. Heroica mente resisti con un puado de hombres la acome tida de un poderoso ejrcito. Rechaz primero el ata que de los enemigos pegando fuego los edificios contiguos, al arsenal y al puerto; gan lugo con suma prontitud la pennsula de Faros (34), desde donde se arroj al mar y lleg nado con gran feli cidad bordo de su escuadra que la vista se hallaba, , desprendindose de su manto casualmente 6 de in ten to para que sirviera de blanco los disparos de arco Y de honda dirigidos por sus enemigos. Unido su tri pulacin, les atac sbitamente por todas partes, lo granda vengar los manes de su yerno con la derrota de aquella gente villana. Teodoto, maestro del Rey Y promovedor de la guerra, Patino y Ganimedes, ver daderos monstruos, vagaron fugitivos por mar y tie tierra hasta que al fin murieron. El cuerpo del Rey fu hallado sumergido en el lodo, y reconocido gracias la coraza de oro que le cubra. LIBRO IV. 141 En Asia fu el Ponto teatro de nuevas revueltas, como si el destino reservado tuviera de intento al reino de Mitrdates, que el padre fuera vencido por Pompeyo y derrotado el hijo por Csar. Confiado ms en nuestras discordias que en su valor} Farnaces invadi con numerosas gentes la Ca-padocja (35); mas Csar, en una jornada-y no com-pleta-le aniquil, cual el rayo que en un solo i n ~ tante cae, hiere y se disipa. Con verdad pudo decir Csar que venci al enemigo antes de verle (36). Estos fueron los sucesos que tuvieron lugar con los pueblos extranjeros. En Africa tuvo Csar que pelear con sus conciudadanos con ms crueldad que en Far-salia. El vendaval de la indignacin arroj sobre las costas africanas los restos del ejrcito de Pompeyo. qu digo restos? todo un apresto militar. Las fuerzas enemigas haban quedado ms bien dispersas que aniquiladas (37), y el desastre de su jefe contribuy estrechar los vnculos que unan . sus partidarios. Ko faltaron capitanes dignos de tal em Presa; los nombres de Escipin y Catn sustituyeron honrosamente al de Pompeyo. Juba, rey de Mauritania, 8e les incorpor con sus tropas tan slo para que Csar ensanchara el crculo de sus triunfos. No en otra cosa se diferenciaron Tapsos (38) y Farsalia sino en que los cesarianos desplegaron en aqulla mayor y ms terrible mpetu que en stat in-dignados al considerar que la guerra tom mayores Proporciones con la muerte de Pompeyo. Contra toda costumbre, y anticipndose al mandato del Generalt las cornetas dieron por s mismas la se-al del ataque. El estrago di principio por Juba; sus elefantes, I>Oco ha trados de las selvas y no acostumbrados 142 HAZAAS ROMANAS. la guerra, se espantaron ante el repentino estruendo de los clarines, y el ejrcito se puso en precipitada hu da: los jefes, si bien envueltos en la fuga no pu dieron dar muestras de su valor, buscaron sin em bargo una muerte honrosa. Esclpin, que encomend su salvacin una nave, como fuera alcanzado por sus enemigos, se atraves con la espada, y preguntndole uno de ellos dnde se encontraba el General, rc::;;pondi: ((El General est ya seguro. Juba se retir su palacio, y en una esplndida comida celebrada al siguiente da en unin de Pe-treyo, su compaero de huda, y en medio del festin. le present el pecho desnudo para que le hiriera; aqul le mat, dndose despus s mismo la muerte: de este modo la sangre del Monarca, mezclada con la del Romano, roci las viandas aun no consumidas en este fnebre banquete. Catn no tom parte en la batalla; acampaba junto Bgrada con el fin de proteger tica (39), que po-da considerarse como la segunda llave del frica. Conocedor de la derrota de los pompeyanos, sin te mor alguno y hasta con la alegra propia de un sabio, llam en su auxilio la muerte. Despus de abrazar su hijo y sus amigos, y de leer duran te la noche la luz de una lmpara el libro de Platn, en que se prueba la inmortalidad del alma, descans algunos instantes, y muy de maana, desnudando la es pada, hiri por dos veces su descubierto pecho. Los mdicos se atrevieron con sus remedios profanar las heridas de este gran hombre (40). Catn sufri con paciencia sus cuidados fin de que se retiraran; lJlali una vez que as lo hicieron, volvi descubrir sus lla-gas, de las cuales manaba la sangre con abundancia., dejando metidas en ellas sus moribundas manos. LIBRO IV. 143 Con el mismo vigor cual si jams se hubiera pe-leado, vuelve el partido vencido tomar las armas, superando en esta contienda Espaa al frica tanto como creces llev sta la Tesalia. Favoreca extraordinariamente (41) al partido pom-peyano tener dos jefes que eran hermanos: dos Pom-peyos en lugar de uno; as es que no se conoci cam-paa tan sangrienta ui victoria tan disputada. Inauguraron la lucha en la embocadura misma del Ocauo los lugartenientes Varo y Didio: no tanto tre s cuanto con el mar tuvieron que combatir sus naves. Una tempestad deshizo ambas escuadras; como si el Ocano se hubiera propuesto castigar la ira de los contendientes. Qu horroroso espectculo no sera ver luchar en-vueltos y un mismo tiempo las olas, los vientos, los hombres, los buques y todos los pertrechos nava-les! (42). Completaba semejante cuadro lo espantoso del lugar: de un lado se vean las pla:yas de Espaa, y del otro las costas africanas flUe amenazaban unirse por su proximidad; los mares interior y exterior jaban ferviente espuma con el choque de sus aguas, Y las columnas de Hrcules se levantaban con as-pecto amenazador. Por todos lados apareca simult-neamente el furor de la guerra y de la tormenta. Procedise al punto por una y otra parte sitiar de las ciudad es, y estas infortunadas sufrieron por su alianza con Roma crueles castigos J e los jefes de una Y otra bandera. La ltima de las hazaas de Csar fue la batalla de Munda (43). Su buena suerte le aban-don algun tanto en esta ocasin; pues el combate fu dudoso y present por largo tiempo un aspecto No s qu era lo que la fortuna poda de hberar consigo misma (44). Csar se entristeci antes de inaugurarse la lucha; ya ante la consderacin de 144 HAZAAS ROMANAS. la humana fragilidad, ya porque la misma persisten-cia de su prosperidad se le hiciera sospechosa. bien porque le asaltara la idea de experimentar el fin de Pompeyo, puesto que como ste haba llegado al col-mo de la gloria. En medio del combate, y despus de hacer por una y otra parte iguales prodigios de valor, de repente (cosa que nadie record haber visto en ocasin algu-na) rein profundo silencio en lo ms fogoso de Ja pelea y la carnicera, como si ambos ejrcitos, ani-mados de un mismo sentimiento, hubieran conveni-do en ello. Con asombro vi Csar que el cuerpo de veteranos perda terreno, no obstante su valor de-mostrado en catorce aos de campaa. Aun cuando los veteranos no huan. conocase que era el pundo-nor el que les contena, mas que su propio esfuerzo. Csar lanza impetuosamente su caballo la primera lnea de batalla; contiene los que huyen y alienta los que desfallecen con su mirada, su actitud y su pa labra. Se asegura que en tan crtico momento cruz por su mente la idea de la muerte y que en su rostro se reflej el propsito del suicidio: le hubiera perpetrado, no ser porque se tuvo por retirada la marcha de cin-co legiones enemigas que destac Labieno para soco-rrer su campamento seriamente amenazado. Sea que Csar participara de esta creencia que fuer de perto militar sacara partido de ella, lo cierto fu que atacando al enemigo, como si realmente huyera, la vez que levant el nimo de los abati el de los contrarios; pues aqullos creyndose vencedores per-siguen con empeo los pompeyanos, y stos en la inteligencia de que los suyos abandonan el campo se pronuncian en retirada. Cun numerosas fueron las prdidas de los venci-dos y basta dnde ray la ira y la rabia de los vence-LIBRO IV. 145 dores, puede apreciarse por el siguiente hecho. Como los fugitivos se refugiaran en Munda y ordenara C-sar que fueran sitiados, se levant una trinchera con montones de cadveres clavados unos . otros con los mismos dardos y flechas q11e los habian atravesado. Hecho afrentoso aun entre los mismos brbaros! Los hijos de Pompeyo desconfiaron conseguir la victoria. Cesonio alcanz cerca de Laurn C n e o ~ que herido en una pierna y fugitivo de la accin va-gaba por lugares desiertos y extraviados; dile muer-te, no sin que se defendiera como el que aun no ha perdido la esperanza. El destino ocult Sexto en la Celtiberia, reservndole para nuevas guerras des-pus de muerto Csar. Este regres victorioso su patria. . La Galia fu el objeto de su primer triunfo, y en l adems del Rhin y del Rl'lano, se vi al Ocano en la imagen de un cautivo esculpida en oro. El Egipto constituia el segundo lauro, y con este triunfo apare-cieron las imgenes del Nilo, de Arsinoe y del mismo. Pharo (45), que brillaba como con sus mismos fuegos. Objeto del tercero fueron Farnaces y el Ponto; y del cuarto, Juba, los Mauritanos y la Espaa, por dos ve-ces subyugada. Entre los trofeos no se vieron ni Farsalia, ni Tapsos, ni Munda; y sin embargo, de cunta ma yor importancia no fueron estas victorias de que no triunf! Las armas cesaron por algn tiempo: la paz fu in-cruenta, y el vencedor compens con su clemencia la crueldad de la guerra. A nadie se arrebat la vida por orden suya, ex-cepcin de Afranio, quien una vez haba otorgado el perdn, y Fausto Sila, pues Csar llegaron inspi-rar recelo sus yernos (4:6), y la hija de Pompeyo en 10 146 HAZAAS ROMANAS. unin de los primos hermanos por parte de Sil a, con el fin de asegurar en lo sucesivo la tranquilidad. No se mostraron desconocidos Csar sus conciu-dadanos; as fu que acumularon sobre su persona todo gnero de honores: cerca de los templos erigie-ron sus estatuas; se le autoriz para que se presen-tara en el teatro con la cabeza ceida por una corona radiada; en el Senado se le concedi un puesto pree-minente y fastigio en la morada; se di su nombre uno de los meses del ao ( 47), agregndose todas es. tas distinciones los ttulos de padre de la patria y dicta-dorperpetuo, y por ltimo,-igranse si con su aquies-ciencia,-el mismo Antonio le entreg en la tribuna las insignias de la autoridad real. Todos estos honores parecan las galas con que se adornaba la vctima destinada al sacrificio. La cle-mencia de Csar no fue suficiente calmar el odio de sus mulos, y la profusin de sus beneficios se convir-ti en carga insoportable para los ciudadanos libres. No se dilat por mucho tiempo la hora fatal: Bruto y Casio en unin de otros senadores conspiraron con tra su vida ... Oh fuerza incontrastable del hado! aun cuando se dejaron sentir los rumores de tan vasta conspiracin, y Csar recibi un annimo en que se le prevena contra el peligro, y de cien vctimas sacri-ficadas, ni una di un presagio favorable; sin embar-go Cesar se encamin al Senado preocupado con la idea de realizar una expedicin contra los Partos. Apenas tom asiento en la silla curul, cuando asalta-do por los senadores di en tierra atravesado por vein-titres pualadas. De este modo reg con su sangre la sala del Senado, aquel hombre que haba inundado el mundo con la de sus conciudadanos. LIBRO IV. 147 CAPTULO III. Muertos Csar y Pompeyo, era de esperar que el pueblo romano volviera su estado de primitiva li-bertad; y la hubiera ciertamente recuperado si Pom-peyo no dejara hijos, ni Csar heredero, 6, lo que aun es ms de lamentar, si Antonio, compaero de ste y mulo de su poder, no hubiera sobrevivido tan slo para producir la agitacin y encender la tea de la discordia en el siguiente siglo. El terror que por los mares esparci Sexto, reclamando la herencia pa-terna; la conmocin suscitada segunda vez en Tesa-lia por Octavio, con el fin de vengar la muerte de su padre, y el carcter inconstante de Antonio, indig-nado unas veces al ver Octavio sucesor de Csar, y otras vido del poder real por su amor Cleopatra, redujeron Roma tal estado, que no pudo encon-trar salvacin ms que en la aervidumbre (48). Debi. no obstante, alegrarse de que en medio de tanta per-turbacin el supremo poder viniera manos de Octa-vio Csar Augusto, quien, con su habilidad y talento, di paz la Repblica, por doquiera revuelta y que-brantada. Imposible, no dudarlo, hubiera sido acor-dar y unir fracciones tan opuestas, no ser aqulla regida por la voluntad de un solo hombre que fu como su alma y su cabeza (49). Trasladado por la fortuna manos de los Csares el poder de Roma, bajo el consulado de Marco AntO-nio y Publio Dolabela, produjronse en la Repblica varias y mltiples conmociones. Asi como en la anual revolucin celeste el cambio y movimiento de los ~ t r o s se anuncia por el trueno y la tormenta, .del 148 HAZANAS ROMANAS. mismo modo la alteracin de gobierno experimentada por Roma, 6, mejor dicho, por todo el munio, hizo temblar por sus fundamentos al coloso del imperio agitado por todo gnero de trastornos y de guerras civiles as terrestres como navales. CAPTULO IV. El testamento de Csar fu el primitivo origen de los' disturbios civiles. Irritado Antonio por la prefe-rel!cia que Octavio se conceda, hizo una guerra sin tregua la adopcin de ste. No viendo ms que al joven de diez y ocho aos, cuya tierna edad tan slo le haca apto para entregarse la injusticia, y plenamente posedo del prestigio que le daba por ha ber sido compaero de armas de Csar, Antonio no perdon medio de mermar con usurpaciones la he rencia de OctavioJ de perseguirle con ultrajes, de impedir, valindose de todo arte, su adopcin en el seno de la familia Julia; y, por ltimo, levantndose en armas para concluir con aquel joven, aprest un ejrcito y siti en la Galia Cisalpina Dcimo Brutot que se oponia sus proyectos. Csar Octavio, que por su edad. las injurias de que era objeto y la dignidad de su nombre se haba gran-jeado la estimacin pblica, llam en rededor suyo los veteranos, y siendo uh simple ciudadano-quin lo creyera!-se atrevi combatir al mismo Cnsul. Libr Bruto del asedio de Mdena, y cae en su po der el campamento de Antonio. Valiente apareci en esta jornada: herido y ensangrentado se le vi diri-girse al campamento llevando sobre sUB hombros el guila que al morir le entreg un porta-estattdarte. LIBRO IV. CAPTULO V. El pretexto de repartir entre los veteranos (50) los territorios que Csar les haba asignado como recom-pensa por sus servicios en la milicia, produjo otra campaa. Fulvia, mujer de nimo varonil, cindose la espada, animaba su esposo Antonio, cuyo cora-zn siempre propenda al mal. Este lzase en armas por segunda vez, sublevando . los colonos que fueron despojados de sus campos. Declarado enemigo de la patria, no por los votos de unos cuantos particulares, sino por los de todo el Se-nado, es atacado por Csar; le encierra en los muros de Perusa, y reducindole experimentar todos los horrores del hambre, le fuerza rendirse discre-cin. CAPTULO VI. Como si Antonio por s solo no fuera un obstculo para la paz y el Estado, se le asoci Lpido no de otro tnodo que la lea al fuego. Qu resistencia po-da oponer Csar (51) dos ejrcitos? Le fu necesario tomar parte en aquella cruel alianza. Miras diversas les movan. Lpido estaba agitado por la codicia, que pensaba saciar favorecido por la perturbacin de la Repblica: impulsaba Antonio el deseo de vengarse de los que le declararon enemigo de la patria, y C-sar slo trataba de vengar la muerte de su padre, sa-Crificando sus manes Bruto y Casio. Tales fueron 150 HAZAAS ROMANAS. las condiciones de la alianza celebrada por los tres jefes. En la confluencia de dos rios, entre Pe rusa y Bolonia, se estrecharon las manos y se saludaron re-cprocamente sus ejrcitos. Siguiendo un funesto ejemplo, formaron un triun-virato (52). Roma qued oprimida bajo el peso de sus armas, y se renovaron las proscripciones manera d.e-las de Sila. La muerte de ciento cuarenta senadores fu el acto menos cruel de esta persecucin. Los pros-criptas, en su huda por todo el mundo, sufrieron una muerte afrentosa y sensible . Q u i n podr dolerse lo bastante de semejantes medidas'? Antonio destierra Lucio Csar, su to materno} y Lpido su hermano Lucio Paulo. Por ms que Roma estaba acostumbrada ver cla-vadas en la tribuna las cabezas de los que eran ase-sinados, no pudo contener sus lgrimas al encon-trarse con la de Cicern en aquel mismo lugar que haba constituido su gloria: la concurrencia para verle no fu menor que la que acudia o ir su elocuente pa-labra. Todas las vctimas estaban designadas de an-temano en las listas formadas por Lpido y Antonio. En cuanto Csar, se satisfizo con el castigo de los asesinos de su padre, y por justa se tuviera esta ven-ganza, no haber sido en demasa sangrienta. CAPTULO VII. Inmolado Csar, no pareca sino que Bruto y Casi() arrojaron de Roma otro Tarquina, y sin embargo, la misma libertad que trataron de restablecer pereci-con aquel atentado. Consumado el hecho, abandona-ron la Curia y se acogieron al Capitolio, temiendo, D() LIBRO IV. . 151 sin motivo los veteranos de Csar. No faltaba stos valor para vengar la muerte de su capitn, pero ca-recian de un jefe que les dirigiera. Ante la consideracin de que nuevos trastornos pu-dieran amenazar al Estado, no se pens en la vengan-za, y el Cnsul public un decreto de amnista. A pe-sar de esto, Bruto y Casio, no pudiendo soportar los testimonios de dolor dados por el pueblo ante la muer-te de Csar, mar-charon la Siria y Macedonia, provin-cias cuyo gobierno les haba aqul otorgado. Estas circunstancias hicieron, no que se abandonara, sino que se aplazara la venganza de la muerte de Csar. Ordenados los asuntos ue la Repblica, no cual de-bieran, sino del modo que fu posible, y encargado Lpido de la custodia de Rom, Csar y Antonio mar-charon contra Bruto y Casio. stos reunieron nume-rosas fuerzas y acamparon en el mismo sitio que fu tan funesto para Cneo Pompeyo. No lo ocultaron las evidentes seales precursoras del desastre que esta-ban prximos sufrir. En derredor del campamento, cual sobre segura presa, se cernan las aves de rapa acostumbradas saciarse en los cadveres; y al diri-girse ambos caudillos al campo de batalla, encontr-ronse con un EtiopeJ seal por dems infausta. Bruto, que la luz de una lmpara se entregaba como de costumbre durante la noche las meditaciones, vi levantarse ante s un negro fantasma, y habindole preguntado quin era, le respondi: Tu mal Genio;), desapareciendo repentinamente de la vista del at-nito Bruto. El vuelo de las aves y las entraas de las vctimas presagiaron ms en el campamento de Csar (53); pero ningn vaticinio hubo tan nota-ble como aquel en que el mdico de Csar fu ad-vertido en sueos para que sacara de los reales su 152 HAZAAS ROMANAS. caudillo, prximo caer en manos de los enemigos, como asi se verific. Empeada la lucha, se combati por algn tiempo con igual ardor, . pesar de no hallarse presente nin-guno de los dos jefes: el uno se encontraba enfermo; al otro se lo impedan el temor y el desaliento. In-decisa estuvo la victoria en un principio, y las ven-tajas fueron iguales por una y otra parte. como lo de muestra el hecho de que fueron tomados los campa mentos de Csar y de Casio. Cunto ms poderosa es la suerte que el valor! y qu verdaderas son las ltimas palabras pronun-ciadas por el moribl..!ndo Brutof (!El valor no es ms que va?ta palabra., Un error di la victoria Csar. Ob servando Casio que el ala derecha de su ejrcito se replegaba, y que su caballera despus de tomar el campamento enemigo regresaba precipitadamente, crey que hua; entonces se de una altura, desde cuyo punto el polvo, el estrpito y la proximi dad de la noche no le permitieron apreciar el hecho en su realidad, y unindose todo esto la tardanza de un explorador por l enviado, se persuadi de que su causa estaba perdida y entreg la cabeza al filo de la espada de uno de los que le acompaaban. Falt el nimo Bruto con la muerte de Casio, y fiel la pro-mesa que mutuamente se hicieron de no sobrevivir a la derrota, present su pecho la espada de uno de sus compaeros de armas. ;.Quin no extraar que hombres tan sabios no pusieran por s mismo trmino su existencia? Tal vez se persuadiran de que no deban manchar sus manos con el suicidio, y que bastaba desearle para salvar sus almas encomendando otros el cri 1nen de su ejecucin. LIBRO IV. 153 CAPTULO VIII. Quitados de en medio los matadores de Csar, falta-ba an luchar con la familia de Pompeyo. Uno de SUf; hijos muri en Espaa (54); el otro debi su salvacin la fuga, y una vez que hubo reunido los restos de aquella guerra desdichada y arm hasta los mismos esclavos, domin la Cerdea y la Sicilia y ocup con su escuadra el Mediterrneo. Oh, y cun distinto del padre fu el hijo! aqul extingui los piratas Cili-cios; ste hizo causa comd con ellos. El joven Pompeyo sucumbi por completo en el estrecho de Sicilia bajo el peso abrumador de seme-jante guerra. A no haber despus intentado empresa otra alguna, hubiera adquirido al morir el renombre de gran capitn; mas propio es de grandes caracteres no perder jams la esperanza. Malograda aquella em-presa, huy dirigiendo su rumbo al Asia, donde vino dar en las mc:c.nos y cadenas de sus ad versar os y, lo que es ms afrentoso para un hombre esforzado, mo-rir bajo el golpe de un pual asesino, preparado por sus mismos enemigos. Despus de la de J erjes, no se tiene noticia de otra fuga tan desastrosa como sta: el que poco ha era dueo de trescientos cincuenta. navos huy con seis 6 siete, vindose en la precisin de extinguir la luz de la nave pretoriana, de sepultar sus anillos en el mar (55) y de dirigir por do quiera inquietas inciertas miradas, temiendo cada ins-tante la muerte. 154 HAZAAS ROMANAS. CAPTULO IX. Si bien es cierto que, muertos Bruto y Casio, Csar concluy con el partido de Pompeyo y horr hasta su nombre con la catstrofe de Sexto, no lo es menos que an nada haba hecho en favor de la consolida-cin de la paz; pues dificultaba su afianzamiento An-tonio, que era un escollo, un obstculo, una rmora para la seguridad pblica. Los vicios precipitaron su ruina, pues entregndose los escesos de la ambicin y la lujuria, sucumbi, librando de su terrible exis-tencia, primero sus enemigos; despus sus con-ciudadanos, y por ltimo al mismo siglo en que viva. Enorgullecidos los Partos con la derrota de Casio, vieron con fruici6n las discordias civiles del pueblo romano. Dispuestos no perder la primera ocasin que se les presentara, no dudaron en hacer armas contra nosotros, instigados por Lavieno, quien Ca sio y Bruto, en medio del delirio de su crimen, enva ron para que reclamara el auxilio de los mismos ene migos de Roma. Capitaneados por Pacoro, joven de estirpe regia, baten las fuerzas de Antonio, y su legado Saxa logra salvarse de las manos del enemigo cortando con su propia espada el hilo de su existencia. Arrebatada la Siria y vencedores los Partos ttulo de aliados (si bien lo fueron por s mismos), el mal amenazaba t o-mar mayores proporciones, si Ventidio, otro de los lugartenientes de Antonio, por un evento increble no hubiera destrozado las tropas de Lavienot las del mismo Pacoro y toda la caballera de los Partos en el extenso llano comprendido entre el Orontes (56) y el Efrates. LIBRO IV. 155 Perecieron ms de veinte mil hombres; resultado que se debi la pericia de nuestro General, pues ha-biendo simulado temer al enemigo, dej que ste se aproximara al campamento, de tal suerte que no que-dndole espacio suficiente para tender sus arcos, in . utiliz por completo el empleo de sus dardos. El Rey muri peleando esforzadamente; su cabeza fu paseada por las poblaciones rebeldes, y la Siria. qued subyugada sin derramamiento de sangre. Con la muerte de Pacoro qued vengado el desastre de Craso. CAPTULO X. Despus que Craso y Pacoro dieron de una y otra parte muestras de valor durante la guerra entre Par tos y Romanos, admirndose mutuamente ambos pueblos, renovaron su alianza, firmndola el mismo Antonio con el Rey de los Partos. Pero, oh vani-dad del hombre! vido este triunviro de nuevos ttu-los, y celoso porque bajo sus estatuas se escribieran los nombres del Araxis y del Efrates; sin causa, sin premeditacin, sin el ms pequeo pretexto para de-clarar la guerra, y como si el fraude encontrara carta de naturaleza en la estrategia de un caudillo, aban don repentinamente la Siria y cay sobre los Partos. Esta gente astuta, confiada en sus armas, finge asombro y se retira los llanos. Antonio, creyndose vencedor, se engolfa en la persecucin, hasta que al declinar la tarde un cuerpo no muy numeroso de ene-migos cae manera de una nube sobre nuestros solda-dos, fatigados por la marcha, y envuelve dos legio-nes en las flechas lanzadas por todas partes. Pequeo 156 HAZAAS ROMANAS. fu este contratiempo ante el inminente peligro que hubimos de correr al siguiente dia, no haberse com padecido los Dioses de nosotros. Un Romano que se libr del desastre sufrido por Craso se aproxim ca-ballo, vestido con el traje parto, nuestro campo, y despus de saludar en latn al General para inspi-rarle confianza, le avis del peligro que le amenazaba, diciendo: () cuya pregunta se le contest: ((Somos los Romanos. seores del mundo. Replicando aqul: Lo seris realmente si sois capaces de vencernos.)) Marco Cra-SCI tom el hecho como feliz presagio. Los enemigos. despus de inmolar un caballo delante de su ejrcito, hicieron voto de ofrecer los Dioses las entraas de los jefes muertos en la pelea y alimentarse con ellas. Entiendo que debieron los Dioses escucharles: ni pu-dieron soportar el sonido de los clarines, ni fu menor el espanto que entre ellos introdujo el centurin Do-micio, hombre extravagante, de un valor brutal y digno adversario de los brbaros: coloc sobre el cas-co una antorcha encendi9,a, cuya llama agitada por los movimientos de su c.uerpo se esparca cual si ar-diera su propia cabeza. Antes de stos, los Besios (71 ), que formaban el pueblo ms poderoso de la Tracia, se haban rebela-do. Adoptaron la disciplina, las armas y las insignias militares de los Romanos, lo cual no impidi que fue-ran dominados por Pisn. En la cautividad mostraron su furor mordiendo las cadenas que les aprisionaban, castigando de esta ma-nera su misma rabia . . Apegados sus montes vivan los Dacios; mas 11 162 HAZAAS ROMANAS. siempre que el Danubio, congeladas sus aguas, comu nicaba ambas orillas, guiados por su rey Cotisn, ha-can correras devastando los territorios de los pueblos circunvecinos. Parecile Csar Augusto provechoso arrojar estas gentes, cuyo pas era de difcil acceso. Encargado Lntulo de este cometido, rechaz los Dacios ms all de 1a opuesta ribera del ro, y en la del lado de ac estableci guarniciones. La Dacia por entonces no fu vencida, pero s rechazada y diferida su conquista. Siempre caballo aparecen los Srmatas (12) por sus dilatadas llanuras: dems hizo Lntulo al cerrar-les los pasos del Danubio. quedando de este modo re-ducidos sus montes cubiertos d ~ uieve y una que otra selva: Bon tan feroces que ni an siquiera com-prenden el estado de paz. Ojal que Octavio no hubiera formado tanto em-peo en someter la Germana! Se perdi con ms des-honra que con gloria se hubo conquistado; mas como aqul no ignorara que Csar, pasando por dos veces el Rhin. trat de llevar la guerra dicha comarca, quiso honrar su memoria convirtiendo aqulla en pro vincia de Roma: as lo hubiera realizado, de poder los brbaros soportar nuestroa vicios como sufrir nuestra dominacin (73). Enviado Druso contra los Germanos, primero sujet los U s petes (74), despus persigui los Tencteros y Catos (75), y coloc sobre un elevado monte. agru-pndolos en forma de trofeo, los ricos despojos de los Marcomanos (76). Atac sucesivamente pueblos o ~ derosos como los Cheruscos (77), Suevos y Sicambros. los cuales, despus de quemar veinte centuriones. como que se conjuraron para hacer esta guerra a n i ~ mados con tal esperanza de triunfar, que de ante-mano determinaron el modo con que haban de re LIBRO IV. }63 rpartirse la presa: eligieron los Chcruscos los caba-.Uos; los Suevos el oro y la plata y los Sicambros los prisioneros; mas todo aconteci de muy distinta .suerte: Druso, una vez que los hubo derrotado, distri-,buy6 y vendi los caballos, los ganados y los collares y basta sus mismos poseedores. Sin embargo, pa.ra .-seguridad de las provincias instal guarniciones y euerpos de observacin por todos los puntos de los ros Mosela, Elba y Weser, y levant en las mrgenes del Rhin ms de cincuenta castillos; uni por medio de puentes las ciudades de Bohemia y Gesonia (78) y las defendi con escuadras; abri el paso de la selva Hercinia hasta entonces desconocida inaccesible para los Romanos; en una palabra, apacigu de tal .modo la Germania, que sus habitantes parecan e m u ~ (65) Galos Senones. Llambase Galos todos los pueblos que habitaban la Galia (Francia), regin que tena por lmites, al N. y E. el Rhin y una parte de los Alpes, al S. el Mediterrneo, al SO. los Pirineos y al O. y N. el mar Atlntico. Los Galos Senones ha hitaban lo que hoy se llama Campaa (Champagne). (66) Este sentido tiene el participio natus, a, u-m, Y en el mismo le emplearon, Cicern, en su Orat. pro Ligario, cuando dijo: Africam natam ad bellum contra hanc urbem gerendum;>) y Tito Livio, que dijo hablan-do de Anbal: tcDe duce Annibale nato adversus Romanot hoste.>> (67) Clusium (Chi11si), ciudad de Etruria (Luca Y parte de Toscana). (68) Nu,lla prmsidiaJ dice el texto latino, y hernos traducido estas palabras por la del romance, desg11Jlr necida, por ser comprensiva y propia del tecnicismo militar; y en efecto, con tiene en s cuanto respecto al mismo hecho refiere Tito Livio: ctPorta clausa non erat, nulla pro portis statio, nulli in muris armatis. (69) ccCon vocero mpetu tan grandes, cual antes lo fuera su pavor. Pues el par del texto no establece la semejanza entre vocero mpetu, sino entre estos NOTAS.-LIBRO l. 187 dos conceptos y el antecedente, trepidi: lo que fcil-mente se comprender con la lectura del pasaje com- ' pleto: Aderant interim Galli, apertamque urbem pri-mo trepidi, ne quis subesset dolus, mox urbis vident,. pari clamore et impetu invadent. Confirmase esta opinin si se tiene en cuenta que casi rengln seguido usa },loro de la misma frase, al referir la sorpresa que caus los Galos la respeta-ble inmvil actitud de los cnsules, sentados en sus silla.s curules y revestidos de todas las insignias de la magistratura: ubi sedentes in curulibus suis prre-textatos, senes, velut Deos Geniosque venerati, alio-qui nihil respondere dignantes, pari vecordia mac-tant, etc. (70} Algunos traducen el pependerunt del texto por estar suspendidos, lo que es defectuoso, pues el verbo pependere tiene en el caso presente la fuerza y signifi-cacin de luerere: en el mismo sentido le emple Vir gilio cuando dijo: Pe.odent opera interrupta minreque murorum ingentes . .!Eneid., vt, 88. (71) Este arranque de confianza por parte de los si tiados, no se verific sin conocimiento de causa; pues no se les ocultaba que la situacin de los bloqueado-res no era muy lisonjera, en cuanto que careciendo de vveres para racionar tan inmensa muchedum-bret se vean precisados enviar por todas partes forrajeadores armados, que atacados por los soldados romanos y la guarnicin de Ardea, no llevaban muy buena parte en estas parciales refriegas. (72) Cicern, in Venem. IV, 31, expresa la misma idea: Ut illa flama divinitus extitisse videatur, non qure deleret Jovis Optimi Maximi templum, sed qure preclarius magnificentiusque deposceret. 188 HAZAAS ROMAMAS. (73) Vadimon, hoy lago Basano, situado al Oeste de Falerices (Falari), en la Etruria. (74) Nar (Nera), ro que tiene su origen en los Apeninos; separa la Umbra de la Sabinia y muere en el Tber. (75) Anio (Tevern), ro del Lacio, riega la campa-a de Roma y vierte sus aguas en el Tber tres millas de esta. (76) Fuentes Velinas, origen del lago Velino, en la Umbra. (77) Gaeta, ciudad del nuevo Lacio, situada sobre el mar; era punto muy concurriJo. (78) Miseno (Capo .ZJ!iseno), ciudad de la Campanis, que constitua uno de los lugares que tenan los Ro-manos para su recreo. En su puerto estaba de ordina .rio surta una escuadra de guerra. ( 7 ~ ) Bayas (Bayes), ciudad de bellos alrededores Y situada sobre el golfo de su nombre. (80) Lucrino, estaba entre Puteoli y Bayas, y cer cana aqulla la ciudad de Averno. (81) Jordanes cambi la leccin qumdam maris otia, por la siguiente: quadam nutris ostia, fundndose en que Lucrino y Averno estn situadas en lugar que se comunican con el mar, por aberturas manera de entradas 6 puertos; mas Floro expuso con ma yor elegancia este pensamiento, pues ocio reposo del mar son estos golfos que se llenan con el caudal de las aguas marinas y bajo cuyo resguardo fondean las naves, libres de todo movimiento y de toda b o ~ rrasca. De semejante manera describe Homero el puerto de Ithaca, cuya descripcjn traducimos con Gonzalo Prez: cHay un puerto muy grande en aquel viejo Phoreyno, qua en el mar tiene morada, NOTAS.-LlBRO I. En la marina de Ithaca monto8a, Que dos montes que salen igualmente Contrarios en el mar, y hacia las puntas Venen cuasi juntarse, hacen puerto Tan seguro y guardado de los viantos Que corren por de fuera tempestQsos Que estn dentro las naves tan seguras Que solas sin amarras se sostienen Sin que pueda venirles dao alguno. (LtBRO m.) 189 Virgilio, del puerto africano canta la manera que de Ithaca lo hace Homero. c geminique minantur. In crnlum scopuli, quorum sub vertice l!!te .iEquora tuta silent; y finalmente, Plinio, en el cap. Lxxxvnr de su Pane-gl1-ico dice: Quantum dissimilis illi, qui non Albani lacus otium, Bajanique porporem et silentium ferre, non puJsum fragoremque remorum perpeti poterat. (82) Gauro (Mmtte-Barbaro), en la Campania. (83) Clebres montes de la Campania. (84) Conocase por los antiguos con los nombres .de Vesubus Vesvius. Su primera erupcin se veri-fic en el ao 81 de J. C. bajo el imperio de Tito. No parece que la desconoci Floro, pues en este pasaje en que se habla del Vesuvio dice de l: ct pvi-ckerrimus omnium Vesuvius ..Etnai igns imitator; pasaje en que se funda M. de Rozoir, pata afirmar que nues-tro historiador debi florecer medio siglo despus del imperio de Trajano. (Vease nuestra Introduccin). {85) Formia, proxima Nola; ciudad de la Cam-:pania. (86) Cumas, sobre el golfo del mismo nombre y muy notable por sus sibilas, las que tenan su cueva cerca de la ciusad. 190 HAZAAS ROMANAS. (87) Poteoli (Pouzzole), sobre el golfo de su nombre. (88) Fu fundaua por los Griegos con el nombre deParthnope, y destruda por los Cumeos, sustitu-yeron su nombre con el de Nepolis (ciudad nueva). (89) Herculano estaba no muy distante de Porti ei; fu destruda por la erupcin del Vesubio. (90) Pompeya, distante ocho kilmetros del Vesu-bio y que sufri la misma suerte que la de Hercula-no. Notable por sus hermosas plazas y caprichosas fuentes. (91) El !tune se em-plea en este lugar refirindose Melio, y por lo tanto en la significacin de aqul, propia asimismo del de-mostrativo kic, hoc. De dos modos distintos refiere la tradicin la muerte de Casio: algunos creen que fu muerto por su propio padt'e, y otros que ejecutaron la sentencia pblica los cuestores Fabio y Valerio. Tito Livio, despus de hacerse eco de ambas opinio-nes, y de aparentar inclinarse la segunda, deja sin resolver este punto, como puede observarse en las ltimas palabras del t exto, que la letra dice: (ufian> Operis portv.,s nudatus, vale tanto como limpiar el puerto de sus defensores, por lo cual intil es que Freinshemio forme empeo en sustituir el opera por operibus, pues adems de que el nudatus nada dira res-pecto los muros, pues ellos son de por s obras de defensa, el nudari muros tiene el sentido de arrojar de las murallas los que las guarnecen: nudari defensori-bus mu?os (Csar, ne bello Gallico, II, 6). (92) Byrsa, ciudadela: de Cartago sobre una colina. desde la cual dominaba eJ ma:r y la ciudad; estaba ce ida por doble muro y dentro de ella se encontra-ban los templos de Essum-Esculapio, Astarte y Baal-Moloch. (93) Compulsis in unam arcem lwstibus, portum quoque maris Romanus obsederat. nArrojado el enemigo la ciudadela, Escipin obstruy el puerto exterior.)) Para la. acertada inteligencia de este lugar. es pre-ciso tener en cuenta que Cartago posea dos puertos. uno mercaL te y otro militar. El primero comunicaba 222 HAZAAS ROMANAS. inmediatamente con la marina y formaba una elipse prolongada; el segundo no tena entrada propia, sir-vindose de la del puerto mercante, por el que comu nieaba por un canal abovedado. Con estos datos comprenderemos que al decir Floro portum maris, etc., habla del puerto mercante, cuya comunicacin con el mar, una vez cerrada, in-validaba el uso martimo del puerto militar. No hay motivo para alterar la lectura de este pasaje suprimiendo la voz maris sustituyndola por mari, 6, lo que es peor, por la palabra Mars. (94) Corinto, ciudad de Ja Acaya, estaba al pie de una montaa defendida por la naturaleza y el arte, y la una una doble muralla con el puerto de Le chaeo (Atica). Es una de las mejores de Grecia por su comercio y riqueza. (95) Nos valemos para traducir de la leccin que dice: Oum mar.cim8, que los Romanos usaban en sentido de al presente, la sazn. (96) Numancia, cerca de Soria, en la ladera de un monte de escasa altura: perteneca esta ciudad la provincia Tarraconense. Sus montaas la cercaban por todas partes excepcin de la del Medioda, en que por un llano regado por el riachuelo Ter, se lle-gaba la poblacin. En medio del recinto formado por el casero se elevaba una Ciudadela que en tiempos de apuro serva los Numantinos para guardar sus riquezas y de ltimo baluarte de defensa. (97) uNunca pens Espaa levantarse en masa contra nosotros, ni medir sus fuerzas con las de Roma, ni sustentar con las armas su libertad: si tal se propusiera, ni aun osado hubiramos subyugarla, encontrndose-como se encontraba-fuertemente defendida por el mar y los Pirineos. Demuestra todo este perodo el conocimiento que 224 HAZAAS ROMANAS. Flacco (ao 571 de Roma), abri sus puertas al Cnsul romano despus de la derrota que experimentaron los Celtberos. Mayor fu la resistencia que .Metelo opuso en tiempo de Viriato, pues aqul se vi obli-gado en el asalto dar la orden de que fueran pasa-dos a cuchillo cuantos volvieran la es-palda. (lOO) Nertobriga (Riela). El rasgo de clemencia de. Metelo no tiene el alcance ni el inters que el histo riador le concede. Se extendi tan slo los habitan-tes de Nertobriga, no los de Contrebla; y si los arie .. tes cesaron de conmover los muros de aquella, fu por no querer el Cnsul que murieran aplastados entre los escombros los hijos de un tal Retgenes. que serva en las filas romanas y quienes los Nerto-brigenses colocaron en el sitio ms peUgroso de la muralla. (101) Trdulos. Llambanse asimismo Turdetanos. Su origen debi ser celta. Los nombres de Tourtos. Tourtoutanos y de Titanes, con el que dominaban los Griegos los Pelasgos, primeros pobladores de la H Jada, traen su procedencia etimolgica de las pala bras This, Teus 6 Teuth (Dios), radical comn va-rios idiomas asiticos. Igual filiacin atribuyen es-tas gentes los historiadores griegos. Herodoto dice que los Celtas se extendan hasta las columnas de Hrcules, y Erats.tenes y Eforo, citados por Estra-bn, dicen que los Galos se extendan hasta Gades. La rudeza cltica de los Trdulos se suaviz, an-dando el tiempo, por las frecuentes relaciones que mantuvieron con los Fenicios, hasta el punto de lle-gar constituir una propia civilizacin. Extendase este pueblo desde el Betis (Guadalqui vir) ha.sta el Fretrum Herculeum (Estrecho de Gi-braltar). NOTAS.-LIBRO 11. 225 (102) ocupaban el territorio situado al Norte del Duero. Celtas por su procedencia, conser-vaban en mayor pureza que los Trdulos sus primi. tivas costumbres. Silio Itlico dice que su vida era nmada. Latique vagantes Vaccooi. .......... . Se dedicaban la agricultura, pero no sedentaria-mente, sino cambiando anualmente de comarca y dividiendo los terrenos y sus productos: Vaccaei qu.o-tannis reuimtem diviaentes, eam colunt, etfructus communes faciunt, etc. (Diodoro.de Slcilia.) . (103) Lusitanos: segn las conjeturas ms veros-miles, procedan de Aquitania. El nombre de El usa-tos que se daba los moradores de sta, es muy an logo al de. Lusitanos. Por la descripcin detallada que hace Estrabn de sus costumbres, parece que se inclina esta opinin, y llega decir que los Lusitanos se servan de vasi-jas de tierra, manera de los Galos, y que sus muje-res usaban mantos y vestidos bordados. Desde la Aquitania se dirigieron nuestra penn-sula, y debieron instalarse en las fu en tes del Tajo, en donde aparecen con la denominacin de Lusones, y en su movimiento de avance recorrieron todo el curso de aquel ro hasta su desembocadura. El gran territorio en que se constituyeron de un modo definitivo comprenda las provincias de Beyra, Extremadura portuguesa, parte de Alentejo, la. Extre madura hispana y una buena porcin cie la provincia de Sal aman ca. (104) Rfo del Olr;ido. Estrabn cree fuera el Limia, y refiere el origen de aquel nombre deJa siguiente manera: cit; en cnyo caso debia traducirse: aSi bien en vano siti por largo tiempo Zama. Dukcro, quien hemos tenido en cuenta para la versin de este pasaje, dice que debe mantenerse la primera leccin en toda su pu-reza, suplindose el infinitivo capere: Et Zamam quiem frustra iu (capere) 1Joluit. (7) Mawitania: comprenda el territorio que hoy constituye el reino de Fez y una parte del imperio de Marruecos. (8) Getulia, comarca de la Libia interior, en la par te que corresponde al desierto de Sabara . . (9) Capsa (Gafsa); ciudad fuerte , situada en un oasis, en el centro del beilikato de Tnez y prxima al gran Desierto. (10) Mulw::ka, fortaleza levantada en una montaa de extraordinaria elevacin; dominaba el ro Mulu-chat (Moloia), lmite entre la Numidia y la Mauri-tania. 232 HAZAAS ROMANAS. (ll) Cirta (Constantina). Capital de la Numidia y residencia de sus reyes; las ruinas excitan la curio-sidad del viajero. (12) Aun cuando en muchas ediciones aparece escrito: Nihil kac plaga infestius, atro::c cr.elum, pervicaci ingenia, nos servimos de la Gruteriana, que escribe: Nihil hac plaga injestius, atro::c er.elum, perinde ingenia. La vozperinde .expresa la relacin en que suele encon-trarse el carcter de los pueblos con el clima y dems condiciones fsicas de los territorios que ocupan. Floro alude en este lugar al pensamiento desenvuelto por Quinto Curcio, en estas palabras: Ubique, locorum situs ingenia hominum jormat. (13) Refirese el historiador las guerras sosteni-das por los Romanos con los pueblos de la Tracia y la Iliria situados al Oriente de Italia. (14) Alude el escritor los Galos y Germanos. (15) Salios, llamados tambin Saluvios; tenian su asiento en las inmediaciones de Aix y valle de Du-ranzo. Por los aos de 629 y 630 luch contra ellos el cnsul Marceo Fulvio Flaco. (16) Masalia (Marsella), fundada por los Focenses en las costas del Mediterrneo por los aos 600 6 604 antes de Jesucristo. Mantuvo estrechas y- amistosas relaciones con Roma, por lo que no es de extraar que Floro la honre con los titulas de tidissima atque amicissima. En efecto, sirvi de punto estratgico y de cuartel general para los Romanos todo el tiempo que dura ron las guerras pnicas. Extendi su poder martimo por todo el litoral comprendido entre los Alpes y el Pirineo. Pompeyo, antes de penetrar en Espaa para hacer la guerra Sertorio, la honr haciendo sus tri-butarios los Volscos, Arecmicos y Helvecios. La Galia debe Masalia los primeros grmeue.s de NOTAS.-LIBRO III. 233 la cultura helnica. A pesar de la antigedad im portancia de esta ciudad, apenas si en la actual Mar-sella se encuentran monumentos que recuerden su prstino esplendor. (17) Alobroges, pueblo cltico que habitaba el terri torio que se extiende entre los ros Rdano Iser. Los A rvernos procedan de la Galia aquitania: lle-garon, en la poca que historia Floro, ejercer pre-dominio en toda la regin que se extiende entre los Pirineos, el Rhin y el Mediterrneo. Nemosius, cerca de la actual Clermn, era su capital. (18) Eduos; habitaban la Borgoa. (19) Varo (Var), ro de las Galias. (20) Isara (Iser), afluente del Rdano. (21) Vindelico (Sorga); llamado por Estrabn Sul-gal. Floro llama Vindelico por correr junto la ciu-dad de Vindelium. Coloca nuestro escritor la batalla de Vinde1ium des-pus de la que se libr cerca del Ise!', en contra de lo que hace el abreviador de Tito Livio, y con razn, pues, segn se lee en los Fastos capitolinos, Mximo obtuvo el triunfo antes que Domicio, y su victoria la alcanz sobre los Alobroges y Arvernos. (22) pueblos de raza germnica, al decir de Piteas y de Csar; ste expresamente les concede asiento entre los Germanos: vivieron en un principio en Dinamarca. (23) Teutones, de origen germnico; habitaban la parte septentrional de Alemania. en las playas islas del Bltico. (24) Tigurinos, pueblos. de Helvecia; habitaban . orillas del lago Morat, al pie del monte Jura. (25) Segn la opinin ms autorizada, en el texto latino debe leerse este pasaje del modo siguiente: ab emtremis GermanitE (non Galire) projugi, etc .. pues ZJ4 HAZAAS ROMANAS. rengln seguido nos dice el escritor que taJes pue-blos fueron rechazados de la Qalia y Espaa, por cuya causa penetraron en Italia. Estas palabras demues-tran bien las claras que la Galia no fu el lugar de su procedencia, sino objeto de sus irrupciones. (26) A las luchas sostenidas por los partidarios de Mario contra el Senado y la fraccin oUgrquica, con motivo de las leyes Apuleyas, se refiere el historia-dor, no las que con anterioridad las incursiones cmbricas se mantuvieron en Roma por los Gracos; en su consecuencia, carece de fundamento la acusa-cin que Freinshemio dirige Floro, de haber sacri-ficado la verdad cronolgica ante el capricho de dar cabida en su relato un pensamiento sentencioso. El empleo del participio dimicaturus pone de mani-fiesto que se refiere las contiendas que amenaza-ban Roma, una vez que Mario, vencidos los Cim- brios, se present como jefe del partido popular y como continuador de las reformas iniciadas por los Gracos. (27) El verbo hahere tiene aqu el significado de te-ner, poseer, pues dice relacin !tuna cualidad, no un juicio, por lo cual no es equivalente de creer, afir-mar, juzgar, etc. Autoriza esta traduccin lo que dice Sneca al mismo propsito: Quid Cimbrorum Theu-tonorumque tot milia superfusa Alpibus ita sustulit ... nisi quod erat illis ira pro ?Jidute?J) (r, .De Ira). (28) Aqum-Se:ctia (Aix). La guerra sostenida por los Romanos con los Alobroges y Arvernos y 1a derrota de stos, dieron por resultado el establecimiento de una nueva provincia entre los Alpes martimos y los Pirineos, la que se design con el nombre de Galia Narvonense Romana. y de la que Aqure-Sextire fu, en un principio, una de tantas fortalezas levantadas sobre la va militar por Domicio, no tardando en NOT AS.-LIBRO III. 235 agruparse en su rededor la ciudad romana de aquel nombre. (29) Tito Livio, hablando de los Nmidas, dice que tenan costumbre de usar dos caballos y que sa1taban, sin abandonar sus armas, de uno otro, cuando el que cabalgaban se fatigaba con la pelea. (30) Athesis (Adigio), ro de la Galia Transpadana, que vierte sus aguas en el Adritico. (31) Arrojaron los rboles sobre la corriente del ro, no con el fin de atravesarlo, sino para destruir el puente que el cnsul romano Lutacio Ctulo haba tendido con objeto de asegurar su retirada. (32) 30 de julio del ao 653. (33) Rautlio (Rh), vasta llanura en la Galia Trans padana, doce kilmetros de Miln. (34) No es exagerada la cifra de las prdidas que sufrieron los brbaros, ni la ac las que los ejrcitos consulares experimentaron: al menos los datos de Floro estn de con los de Plutarco, segn los cuales murieron seis mirladas de brbaros, y con los de Eutropio, que slo hace subir la prdida de los Roma-nos trescientos hombres: En el mis mo libro que anotamos, cap. x: : ant $UCccswrmn iudignatu1' aut amor Clt-opatrEe in .salvue uon prolutt, nisi arJ ,,, correctores interpolaron 1" pnrticul:. tlam. cnt.rc re,tem y aliler, camb:nnrlo por el sentido d"l pt!riodo. cue las d"s ltima-s complementarias oc rnflricuaa . A11tOtdo, y no al pur.bJ() ro!nauo. F.ata h1 opini6u. .sustcntarln por Frei11sUernto, ltl! pcrto, y otros flxposit.orto:s. las palabr:v: t\Jnplca "l'.f..ito: lJnmn rejpuhtic:P. corpus, uniuo:> auiloo (1. J 2) 4.. ), (!iO) castri.., val o tnnto como toldaaot oel) pues Virgi-lio en el lib. v de su Bneida, hablando de los escua-drones troyanos, perseguidos impelidos por Aquiles contra las murallas y de los millares de guerreros que fueron inmolados, dice: Y geman los ros atestados de cadveres,)) ... , . gemerentq u e repleti amnes .... etc. (60) Paretonio, puerto de la Marmrica en frica. (61) Pelu.Yio (Tinch), situada en la margen derecha de brazo del Nilo Jlamado Pelusiaco. (62) Nrieos, habitantes que ocupaban una gran parte del antiguo Circulo de Austria, de )a Baviera y. el Tiro!. (6.1) Panonios; ocuparon el Occidente de la Bohe-mia, arrojando los Boios; procedan de las montaas de la Iliria. (64) Dlmatas, pueblo de la Iliria propiamente di-cha, que se extenda por el Norte de la Albania, Dal-macia y Croacia. (65) Misios Mesios; se extendan entre el Hemo y el Ister; eran muy diestros en el manejo del arco. (66) Breunos, lese en los textos, por lo general, Brennos; de be ser una adulteracin, pues no aparece en ]a Germania pueblo alguno de este nombre. Los Brennos eran pueblos que habitaban el Norte de la Rhretia. 268 HAZAAS ROMANAS. (67) Semnones; poblaban parte de la Silesia: si as es, Floro no anda muy acertado, pues los Semnones no pueden colocarse entre los pueblos Rhticos. T-cito cuenta los Semnones entre los Suevos, y Ve-leyo jos .:;ita al Norte de la Germania, la derecha del rio Elba. ~ e b a referirse }'loro los Vennones, pueblo del Sur de la Rhetia. (68) Vindelicios, pueblos de la Rhretia, llam.ados hoy Bbaros. (69) Delminio, ciudad de Dalmacia. (70) Asinius PoUio ... (hic secundus orator). El histo-riador llmale segundo orador en el sentido de ser tal en mrito con relacin Cicern, y en efecto alban-lP Sneca y Plinio, y con sus lecturas pblicas di6 origen las declamaciones, ejerciendo notable in-fluencia en el desarrollo de la oratoria romana. (71) Din Casio, lib. LIV' dice: ce Habindose rdena do L. Pisn, gobernador de la Pamfilia, que hiciera la guerra, condujo su ejrcito la regin de Besios: conocedores stos de su llegada, se retiraron, y la pri-mera batalla fu siniestra para Pisn; mas obtenida despus la victoria, devast los campos de los Besios y los de los pueblos circunvecinos que les auxiliaron.)} (72) Habitaban toda la parte de Europa compren-dida entre el Vistula, el Don y la cordillera de los Krpatos. La parte mejor conocida de los antiguos era la del S. Los Griegos conocan la Sarmacia con el nombre de Scytia. El nombre de Srmatas Scytas designaba un gran nmero de pueblos de distinto origen. (73) Tcito, en su Vida de Julio Agrcola, expresa anlogo pensamiento con respecto los Britanos. ((Los Britanos, dice, dan de buena gana tributos) gen-te y todas las cosas que se les ordena cuando no les hacen ultrajes, que stos sufren muy mal, pues estn NOTAS.-LIBRO IV. 269 sujetos para obededer, pero no para servir.)) cin de Manuel SueyroJ edic. de 1614. Madrid). (74) Usipetes, pueblo que se extenda en el territo-rio comprendido entre los ros Issela y Rhin. (75) Tencteros y Cattos; los primeros estaban al S. de los Usipetes, y los segundos, situados ms al E., po-blaban el territorio del ducado de Brunswick. (76) Marc01rta/ltos. antiguos pueblos de la Germana; ocupaban casi toda la Bohemia. (77) Cheruscos; poblaban el territorio que se de entre los ros Weser y Elba. .. (78) Bonna, la moderna Bonn de la provincia Rhe niana, situada en la ribera izquierda del Rhin. En la plaza de San RemigiO en un mo11umento notable se encuentra la inscrlpcin Def8 Victori(}J sacrum. Gesonia, situada estaba frente la ciudad anterior y sobre la margen izquierda del ro antes citado. Aun cuanto la frase de Floro, .Ront'ttam et Geroniam c-um pontibus funa:it, no sea de pura latinidad, pues ba desaparecer la preposicin, sin embargo, como as apareca en los manuscritos. debe conservarse, en cuyo caso, bien puede traducirse: ccuni por medio de puentes las ciudades de Bonna y Gesonia, cual lo hemos verificado. (79) El mdico historiador Cuspiniano, natural de Schweinfurt, asegura que se posean en su poca las guilas romanas que en tan aciaga jornada para Roma arrebataron los Germanos, asegurando que jams se devolvieron los emperadores romanos. En contra militan los testimonios de Tcito en sus An.ales y de Din en su Historia. (80) Musulanos. 1Wisulanos MusiluwSj pueblo de la Getulia (desierto de Sahara), situados al S. del monte Atlas. (81) Gtulos, al O. de los Garamantas; comprenda 270 HAZAAS ROMANAS. esta nacin distintos pueblos, entre los cuales se encontraban los que en la nota anterior hemo3 ci-tado. (82) Syrtis; conocanse bajo este nombre dos gol-fos formados en .A.frica por el mar Mediterrneo, co nacidos hoy con los nombres de golfos de Gabs y Sidra; al primero le daban los antiguos el nombre de Syrtis minor, y al segundo el de Syrtis major. :Floro se refiere los pueblos que habitaban estas costas del Africa. El simple cambio de lugar de una partcula con-juntiva en el pasaje que vamos anotando, di origen que se acusara Floro de haber cometido una inexac titud geogrfica al contar los Musulanos y Gtulos como habitantes de las costas de los golfos de Syrtes; pero si se reconstruye tal cual debi escribir este pa-saje su autor, se conocer al punto lo injusto de se-mejante acusacin. El texto primitivo no debi de cir Musulanos afque Gretulos, accolas Syrtium, Cosso duce, sino del modo siguiente: nos Gretulos atque accolas Syrtium,1> etc. Y en efecto, as parece indicarlo el orden que sigue el historia-dor a,l dar cuenta de las guerras sostenidas con estos pueblos del Africa, pues continuacin dice: ccMs all se extendieron los triunfos de Csar: encarg Curino la sumisin de los Marmridas y Garaman-tast etc. Sigue Floro su orden de exposicin en rela-cin con la mayor proximidad de los citados pueblos la parte de Africa dominada por los Romanos; en este sentido nos primero de los pueblos de la Gutulia, despus de los de las Syrtest y por ltimo de los Marmridas y Garamantas, situados inmensa distancia de las regiones dominadas y ms conocidas de los Romanos. (83) Jfarmridas poblaban en Africa la regin NOTAS.-LIBRO IV. 271 comprendida entre el Egipto y la Cirenaica, conoci-da hoy con el nombre de Desierto de Barca. (84) Garamantas; poblaban el territorio que se ex-tiende al S. del Africa propia: la capital de aquellos pueblos era Garama, llamada actualmente Gherun. (85) ilfassilia (Marsella), ciudad de la Galia Karbo-nense, colonia griega situada en el Mediterrneo y de gran importancia comercial. (86) Vasceos, habitaban las orillas del Pisuerga y parte de la. provincia de Segovia. Sus poblaciones ms notables eran: Arbocala, Helmntica, Viminiacum, Dessobriga, Lacobriga y Brigecia. Su origen parece ser galo-celta, y conservaron durante siglos las cos-tum brcs de la vida nmada. En las guerras que sos-tuvieron contra Roma se aliaron frecuentemente con los Celtberos. (87) Autrigones, pueblos que en unin de los Br dulos y Caristos habitaban las provincias Vasconga-das; mas los Autrigones se extendan hasta la misma provincia de Santander, y, segn Plinio, hasta la pro-vincia de Burgos, pues enumera entre sus ciudades Yirovesca (Briviesca). (88) Segisama, segn lo que Floro nos dice, de que Augusto viniendo de Tarragona sent sus reales en aquella ciudad, desde la cual atac los Cntabros invadiendo su territorio, Se gis ama lindaba con la parte oriclltal de la Cantabria. Segn lo que se dedn ce de la comparacin de los testimonios de Ptolomeo y Plinio, debi ser ciudad perteneciente los Turmo-digos, pueblo limtrofe con los Vacceos. En el pueblo de A maya, provincia de Burgos, situa-do al pie de la elevada pea de su nombre, cree el Sr. Madrazo ver la antigua poblacin celtbera; ex-plicando la formacin del nombre A maya, de Segisa-ma Julia; por contraccin, Segisamaiulia; por afre-HAZAAS ROMANAS. ss (Segs), Amaiulia, y por sncopa Amai (uli) a. (89) Vellica (Yelilla de Guardo), provincia de Pa-lencia, al Norte de Saldaa, en una llanura prxima al ro Carrin; fu poblacin de los Cntabros. (90) Vinio 6 Vindio. La parte de cordillera conocida hoy bajo el nombre de Cantabro-Astrca que, para-lela la costa Norte de Espaa, se extiende de Este . Oeste desde Len Lugo, hasta morir bifurcndose en el cabo de Ortega! y el de Finisterre, conocidos en lo antiguo respectivamente bajo las denominaciones de promontorium Trileclcum y promontorium Ar-tabrum. (91) Atacillum 6 Ar'tacillum, del que dijo Paulo Orosio: