Luce Fabbri El Camino Hacia Un Socialismo Sin Estado

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Luicci Fabri Socialismo sem Estado.

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  • Luce Fabbri

    El camino: Hacia unsocialismo sin Estado

    1952

  • 2ndice general

    Prlogo a la primer edicin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3Justicacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3De ayer a hoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5Hoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Socialismo sin Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24Antecedentes y posibilidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

  • 3Prlogo a la primer edicin

    En todos los rincones del mundo se ven chocar las consignas simplistas yfalaces que lanzan los gobiernos empeados en ganar el apoyo popular para lacausa militar de la U.R.S.S. o de los EE.UU. La rivalidad entre los dos bloquesya est costando miles de vidas en Corea; uno y otro bando quieren justicaresta matanza y preparar un clima favorable para la guerra total; la propagandabelicista no descansa unmomento; este mismo estado de guerra fra, o de guerraparcial, da pretexto a continuos retaceos de la libertad, incrementando la opresinestatal, que ya viene mostrando, tanto en Oriente como en Occidente, que esel principal enemigo de una vida digna. Hay urgencia, pues, en llegar hasta losque no quieren permanecer indiferentes con un planteo que ayude a ver claro, aorientarse, para hacer mas ecientes todos los esfuerzos de resistencia creadora.

    Entendiendo que el presente trabajo de Luce Fabbri es til auxiliar en el cum-plimiento de este deber ineludible, juventudes Libertarias considero oportunoeditarlo, para lo cual ha sido traducido del original en italiano que se titulo LaStrada y apareci a comienzos de este ao, con el sello de Edizioni Studi Sociali.

    Juventudes Libertarias del Uruguay Montevideo, septiembre de 1952

    Justicacin

    Hay grupos, movimientos, tendencias, partidos. Son creaciones algo articiales,pero cmodas para la accin, para sumar tilmente esfuerzos que persiguen obje-tivos similares; y en el seno de estas se crea una especial atmsfera colectiva, unasolidaridad especial que acerca el hombre al hombre mas ntimamente de lo quepudiera hacerlo el simple calor de la comn condicin humana. Algunos partida-rios se han vuelto prisiones, otros iglesias; casi todos han tomado el carcter deejrcitos, y, surgidos de una comn aspiracin ideal, tienden a sustituir las ideaspor palabras de orden y no contar a los hombres, sino a los votos, los carnets, olos fusiles. Tales son los partidos organizados para la conquista del poder. Hayadems tendencias loscas, movimientos literarios, cuyo elemento cohesivo estenue, impalpable y completamente espontneo. Su objetivo esta fuera del campomaterial.

    El movimiento anarquista, esto es, el conjunto de los individuos que quieren elmximo desarrollo de la persona humana en el seno de las comunidades creadaspor el esfuerzo solidario y el libre acuerdo, sin Estado, sin dogmas y sin privilegios,tiene un objetivo practico y poltico (y, respecto a este objetivo, es en su sectormas importante un movimiento organizado), pero no tiene la conquista delpoder, sino a la creacin de muchsimas cosas y a la destruccin de muchsimas

  • 4otras, en los mas variados aspectos, materiales y espirituales, de la vida. Esto haceque ni siquiera su parte organizada tenga un verdadero carcter de partido: nicarnets, ni votos, ni palabras de orden. Y entonces la gente, que frecuentementese pregunta: Qu quieren los anarquistas?, y desea una respuesta clara y concisade catecismo, queda desorientada y se alza de hombros.

    Por esto, de tiempo en tiempo es necesario dar una denicin. Las hubo ylas hay, pero, aunque el anarquismo es una actitud permanente y, en el fondo,elemental del alma humana, su denicin debe ser dad, momento por momento,en funcin de los caracteres de tal momento (las construcciones abstractas yfuera del tiempo, como la de Rousseau y pese a su apariencia historicistael marxismo, siempre han llevado a la dictadura); y debe ser dada adems enfuncin del individuo que la elabore. Sobre este terreno, se pueden conciliar muybien las dos diversas interpretaciones del anarquismo, por una parte como unaconstante del pensamiento y de la moral (y, como tal, existente en los mas lejanosperiodos histricos) y por otra como movimiento organizado que se desprendecomo una rama del gran tronco del movimiento socialista y obrero del siglo XIX.La polmica, surgida en estos ltimos tiempos a propsito de Godwin, podrahaber surgido a propsito de muchos otros escritores anteriores a Bakunin, yha sido benca. Pero no hay razn a mi parecer de prolongarla demasiado, yaque creo habr que terminar por reconocer que la palabra anarquismo, comohumanismo, romanticismo y muchas otras, tiene un signicado amplio y devalor permanente, y una o mas localizaciones histricas que, por otra parte, noagotan su contenido.

    El elemento individual esta siempre presente en una formulacin de este tipo:en realidad, cada uno tiene su socialismo, su catolicismo, su liberalismo o su ma-nera privada y sus particulares motivos para ser, pongamos, monrquico. Pero ladiferencia esta en el hecho de que mientras las iglesias y los partidos ponen suacento sobre la etiqueta comn, tratando de dejar en la sombra las races perso-nales, un anarquista no tiene necesidad alguna de etiquetas y sin inconvenientepuede denir el anarquismo comenzando: yo pienso as, ya que la esencia de estepensamiento es justamente el deseo de liberacin y armacin para todos de aquelelemento individual, que se arma sin embargo y aun se refuerza a travs de lacolaboracin solidaria con los dems.

    Me interesaba hacer preceder estas lneas a mi tentativa de exposicin de ladoctrina anarquista, la de siempre, la de todos, pero vista y sentida como necesariapor m, y en este particular periodo que atravesamos, porque no quiero que seinterprete lo que pueda haber en ella de personal como deseo de armacin pol-mica. En la construccin de mi sistema de ideas, en este momento el anarquismose coloca en la conuencia de la tradicin liberal y de la tradicin socialista. Hayen las dos experiencias histricas del liberalismo y del socialismo un elemento

  • 5negativo (estatal para el segundo, capitalista para el primero) que ha desembocadoen el fracaso de las democracias burguesas y del variado socialismo de Estado; yhay un elemento positivo que no ha sido agotado por la historia reciente y que sepresenta hoy (o se me presenta) como la conclusin lgica de dos siglos de lucha,entusiasmos y desilusiones.

    Otros podrn llegar a resultados similares (y es ms: llegan) a travs de snte-sis diferentes y diferentes experiencias; pero cada uno de nosotros para hacerpropaganda no puede sino ofrecer su propia sntesis y su propia experiencia.Mejor dicho: la propaganda no es ms que esta oferta, y despierta tanto mayoresasentimientos, cuanto mas difundidos y generales sean en el momento losdatos y las premisas que constituyen el contenido de la experiencia misma.

    Tratando de trazar esta visin ma del anarquismo de hoy (visin que creocoincida en su mayor parte con la de muchos compaeros de ideas, por lo menosen la medida incompleta en que unmismomomento coinciden los campos visualesde personas sucientemente vecinas) por fuerza deber repetir cosas ya dichasotras veces. Y me excuso de hacerlo, aunque no mucho, ya que una idea, como unapalabra, aun quedando idntica as misma, toma un valor preciso y siempre unpoco diferente al relacionarse con otras ideas a las que esta lgicamente ligada.

    De ayer a hoy

    En el siglo pasado el socialismo surgi como una exigencia de justicia contrala explotacin de las fuerzas del trabajo por parte del capitalismo privado, vidode benecios. El Estado defendi la propiedad (propiedad, orden, familia, eranlas palabras de orden de los jefes de polica) contra el socialismo naciente yel joven movimiento obrero. El mes de junio de 1848 en Francia fue el puntode divergencia de los dos caminos: el de la burguesa que haba triunfado enla Revolucin Francesa y cuyas romnticas banderas con las mgicas palabrasIgualdad, Libertad, Fraternidad, se arrugaban y perdan sus colores en el humode las chimeneas industriales, y la del proletariado que vea en el movimientode 1789 no una conquista ya realizada, sino una premisa lgica para conquistasulteriores. Los fusiles de Cavaignac, apuntados al pecho de los obreros de Pars,defendan la propiedad contra el avance del socialismo. El socialismo, por su parte,luchaba simple y globalmente contra el gobierno y los patrones. Si bien es ciertoque algunos tericos socialistas haban pensado en una especia de dictadura yhasta en algo parecido a una teocracia, para imponer el bienestar universal, porel momento este problema era acadmico. Todos los gobiernos estaban contrael socialismo; el socialismo estaba objetivamente contra todos los gobiernos. Suarma era la revolucin, concebida como una continuacin de la Francesa del 89.

  • 6(Vendr el 89 era expresin de uso comn; mucho despus se dir VendrLenin, con tono anlogo).

    El que entonces vino fue Marx, que, estudiando la estructura del mundo capita-lista, encontr en ella grmenes de muerte y describi el proceso de su enfermedadfatal. Y, como consecuencia, el socialismo se transformo, de aspiracin liberadora,en una interpretacin ms o menos determinista de la historia.

    Pero Marx se equivoco en la segunda parte de su diagnostico, cuando dijoy todos lo aceptaron que la muerte del capitalismo privado signicaba eltriunfo del socialismo. Esta falsa previsin derivaba de la funcin central quedesempeaba en el sistema de Marx el factor econmico y de la sobreestimacinque en el se hacia de la importancia de las clases.

    Uno y otro criterio fueron aceptados por todos o casi todos los socialistas de lasdiversas tendencias, pues no solo constituan una reaccin natural contra el libe-ralismo burgus, sino que respondan a los aspectos ms visibles de condicionesde hecho que duraron bastante tiempo como para esconder su efectivo carctertransitorio.

    Pero no todos, no siquiera entonces, aceptaron los desarrollos marxistas deesta teora: el Estado es la expresin de la clase privilegiada; el proletariado, cons-truyendo a travs de su propia dictadura el socialismo (que es por denicinuna sociedad sin clases) se niega a si mismo como clase y, destruyendo las clases,destruye al Estado. Esta es evidentemente la armacin ms utpica que jams sehaya hecho en el campo socialista. La divergencia entre Marx y Bakunin, conti-nuada a travs de la escisin de la 1 Internacional, tiene por centro este problema.Bakunin describe profticamente, hablando de la dictadura del proletariado, elEstado totalitario moderno.

    Frente al socialismo cientco, la corriente bakuniniana pareci fuera de modapor el hecho de conservar las caractersticas y en parte el vocabulario del so-cialismo sin adjetivos de amplia base popular, y de continuar combatiendo contrael gobierno y los patrones. Pero los hechos hoy han revelado a todos el carcterutpico de la teora de la autodestruccin del Estado. Todos los socialistas, mas omenos abiertamente, se han resignado a reconocerlo; desde el punto de partida deeste tcito reconocimiento se ramican las derivaciones actuales del socialismotradicional: la que introduce el socialismo en el Estado democrtico (socialdemo-cracia); la que acepta la dictadura como sistema permanente conservando algunaocasional reserva terica, enunciada por deber de ocio y sin conviccin a pro-psito del socialismo del ao 2000 (stalinismo); y, en n, la que quiere realizar elsocialismo fuera del Estado y contra el (anarquismo).

    Las experiencias de las dos primeras de estas corrientes en el campo guberna-tivo han ayudado a disipar un equivoco natural en el siglo pasado, periodo de

  • 7relativa estabilidad, en el cual los poderes constituidos eran, segn la normali-dad histrica, los defensores del orden existente. Entonces no existan ni eranconcebibles, Ministros del Interior socialistas, que durante una huelga pudiesendirigirse a los huelguistas en la doble calidad de compaeros suyos de partido yde superiores jerrquicos del Jefe de Polica, encargado de defender las fabricascontra posibles tentativas de ocupacin. No haba ningn Estado Socialista conuna G.P.U. (o N.K.V.D. o cualquier otra sigla), tambin ella socialista y encargadaesencialmente de eliminar a socialistas.

    Los desarrollos naturales de la dictadura han llevado a la corriente bolchevique,no al socialismo, sino al totalitarismo; la crisis mortal del sistema capitalista (alcual la democracia burguesa esta demasiado ligada), lleva a la socialdemocraciaal mismo camino.

    Ambas tendencias han salido del campo del socialismo. Y he aqu que si quieresobrevivir (y las esperanzas de las grandes multitudes nos dicen que no est muer-to), el socialismo se vuelve a encontrar en la vieja posicin: contra el gobierno ylos patrones. Muy pronto en muchos pases como ya en algunos la formulapodr simplicarse mas todava y ser: contra el gobierno patrn. Este retorno,que quiere decir que el socialismo suprstite esta representado por la tercera delas tendencias enumeradas, la anarquista, no anula, ni siquiera ideolgicamente,un siglo de historia, sino que atesora sus enseanzas, ya que representa la su-peracin de seudo-soluciones fracasadas, y no, como en el socialismo del periodode los orgenes, una visin demasiado nebulosa, o una ignorancia total, de losproblemas futuros. Estos problemas han sido ahora iluminados por la dialcticade la historia que no es marxista con tal fuerza de evidencia que la exigenciade una claricacin se hace sentir cada vez mas urgentemente en los distintospartidos socialistas y comunistas, con un trgico resultado de escisiones y purgas.

    Creo pues que el periodo del predominio marxista (vinculado doctrinariamentecon el apogeo capitalista) esta ya lgicamente superado en el campo socialista.Fracasado el socialismo estatal en el totalitarismo sangriento de Stalin y en lalicuefaccin de los partidos social-demcratas occidentales, tironeados entre laizquierda y la derecha, despus de haber perdido por los ministerios la justiciasocial y el internacionalismo, no queda repito en el horizonte de las posibili-dades lgicas, mas que el socialismo antiestatal con su debilidad numrica y sufuerza moral, justamente en el momento en que el viejo enemigo de la libertad, elEstado, se esta identicando con el viejo enemigo del socialismo: la explotacincapitalista.

    Todos nuestros conceptos sobre el desarrollo de la historia se encuentran encrisis. La vida se desliza por entre las mallas de las construcciones tericas, escapaa las clasicaciones y niega a cada paso las generalizaciones y las sntesis. Sentiresta multiplicidad, signica sentir el valor que para la vida tiene la libertad (que

  • 8hace posible la variedad innita). El reconocimiento, el respeto de esta variedad esla verdadera senda del liberalismo. Digo liberalismo y no democracia: esta ultimaes dominio de la mayora, mientras el primero es esencialmente respeto por laminora, valorizacin del individuo (microcosmos que reeja en si la dignidad delmacrocosmos), esfuerzo por dejar a cada uno la mxima posibilidad de desarrollo,de autodeterminacin, de iniciativa esto es: de responsabilidad, conciliandoestas posibilidades con las necesidades colectivas por medio de la descentraliza-cin y las mltiples autonomas. Los jacobinos eran democrticos y dictadores;Jeerson era democrtico y liberal. Este dualismo y esta diferencia estn en lasraces de la lucha de Artigas contra la oligarqua portea.

    El liberalismo solo tuvo aplicaciones prcticas parciales y un desarrollo truncocomo doctrina. En las corrientes y en los sistemas que llevan su nombre fue en elmejor de los casos incompleto, pero con ms frecuencia sencillamente hipcritay falso, cuando reclamaba para el individuo la libertad jurdica y no la libertadreal. Hoy existe acuerdo casi unnime en admitir que una libertad real no esposible en tanto exista predominio econmico de unos hombres sobre otros. Lariqueza privada, que no es nunca, ni siquiera desde un punto de vista individual,instrumento de liberacin, es siempre, en cambio, instrumento de opresin. Eneste terreno el liberalismo, si es que debe llegar a sus consecuencias lgicas, asu completa expresin, conuye con el socialismo. La pretendida antinomia (quealgunos socialistas liberales italianos se han esforzado por superar con tentativasde conciliacin, tratando por ejemplo de establecer un modus vivendi entreun sector planicado de la sociedad y un sector libre) es una consecuencia de lacontraposicin tradicional entre socialismo e individualismo capitalista, basadaa si vez sobre la arbitraria identicacin (legitima solo, y aun parcialmente, en undeterminado momento histrico) entre el mal llamado liberalismo econmico y elliberalismo poltico. En realidad el capitalismo jams ha sido individualista y nose llega al socialismo a travs de la estatizacin.

    Todava hoy la identicacin de la defensa de la libertad con la de la libreempresa tiene mucho crdito en el sector de la opinin pblica enrolado entrelas fuerzas del bloque occidental. Pero no pasara sin duda mucho tiempo que elfracaso progresivo del liberalismo capitalista en el campo econmico y polticoobligar a disolver el binomio. Quienes lo deenden porque se sienten ligados alsistema capitalista de produccin basado en el benecio (que, compatible en untiempo con la libertad formal, pona sin embargo en manos de los privilegiadosun invisible bastn de mando) dejaran caer su liberalismo para conciliarse con losnuevos regmenes mas o menos totalitarios en formacin, que salvan la jerarquasocial, creando una casta superior y privilegiada de funcionarios. A su vez, aquellosque en el binomio libertad-capitalismo ven sobre todo los valores del primertrmino y sufren el segundo como una necesidad histrica inherente al primero,

  • 9al reconocer al carcter falaz de este vinculo, sern llevados naturalmente a dejarde defender el privilegio econmico.

    Ejemplos abundantes del primer caso se encuentran en el partido conservadoringles, sucientemente impregnado de liberalismo como para constituir un buenobjeto de experiencia a este respecto. El ao pasado, en vsperas de las eleccionesinglesas, aunque la lucha periodstica entre los dos principales partidos tocabanfrecuentemente el espinoso problema de las nacionalizaciones, las diferencias en-tre los dos programas justo sobre este punto les parecieron a los observadoresmuy atenuadas respecto a periodos anteriores y en suma mas de grado que deesencia. Esto se pudo comprobar ya antes, en la campaa electoral de 1950. Elmaniesto conservador prometa continuar la prestacin de los servicios sanita-rios nacionales adems mantener una parte considerable del programa laboristade nacionalizacin de las industrias . . . En otra parte se hablaba de una retiradarelativa, pero no total en la poltica de nacionalizacin . . . de una radio de accinmucho mayor que se le concedera a la iniciativa privada . . . . Los dos partidosdiferan absolutamente en cuanto a la poltica de centralizacin. Los socialistasproyectaban, como es obvio, conservar todos los controles en Londres. Los conser-vadores habran querido una industria carbonfera nacionalizada, pero controladaen su mayor parte por juntas regionales (de los diarios del 26 de enero de 1950).Llegados al poder no en 1950, pero si en 1951, los conservadores han limitadoa la industria del acero su restauracin de la empresa privada, buscando, esosi, de disminuir el carcter socialista ya escaso de las nacionalizaciones, consu programa de austeridad. Manchester Guardian en 1950 atribua el nuevocontenido del maniesto conservador al progreso vertiginoso del pensamientosocial provocado por la guerra. Y ciertamente tena razn, siempre que se cambiela palabra progreso por transformacin, ms neutra, ya que lo que muchosconsideran un deslizamiento a la izquierda no es ms que la puesta al da gradualde una tradicional orientacin conservadora y fundamentalmente reaccionaria.Lo que no excluye (en Inglaterra, de la Carta Magna en adelante, el fenmeno esmas elocuente que en otras partes) que paradojalmente el deseo de conservar lomas elmente posible la tradicin (descentralizacin, juntas locales), que frena elpretendido progreso de las ideas sociales de los torys, sea en este caso justamenteel germen de una posicin mas avanzada que la de los laboristas mayoritariosDigo mayoritarios, ya que existen elementos de oposicin interna en el partidolaborista, y corrientes socialistas independientes que ven mucho mas lejos.

    Ahora es de observar que, mientras sobre el terreno lgico de las consecuenciasque se pueden extraer de la experiencia del ultimo siglo, la conuencia del socia-lismo con el liberalismo se opera sobre el plano antiestatal, en el terreno articialde la llamada vida poltica, ha habido en el mundo occidental un acercamiento

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    entre los partidos socialistas democrticos y la democracia liberal burguesa, so-bre un plano gubernamental con el resultado de sumar las contradicciones y lasdicultades caractersticas del mundo actual planicaciones, barreras legales,complicaciones diplomticas, proteccionismos, maniobras nancieras, fronterasarticiales: todos contrastes no de pueblos, sino de gobiernos con las contradic-ciones ideolgicas de una dialctica marxista periodsticamente interpretada. Deaqu la perdida tanto del socialismo como de la libertad en estos acercamientos, yel fracaso de las tendencias del socialismo liberal o de liberalismo socialista (Silote,Garosi, Pivert, etc.) que, aun en los casos en que se han mantenido ajenas a laatmsfera gubernativa, no han podido sustraerse a los esquemas de partido, niresolver en modo claro el problema del Estado. Justamente para subrayar estadiferencia, los anarquistas no se denen como liberales sino como libertarios.

    Tanto el liberalismo como el socialismo han sido falseados, desviados por elhambre de poder: los liberales no vacilaron en hace esclavos a los hombres apode-rndose de su pan; los socialistas tienden hoy a la tirana poltica a travs de laestatizacin de la propiedad. La lucha entre el falso liberalismo (bloque occidental)y el falso socialismo (bloque oriental) es una lucha en el vaco, que sin embargoamenaza arrollar a todos y a todo, comprometiendo la adhesin en un sentido yen el otro de todos los que verdaderamente desean un mundo mas justo y maslibre.

    La historia de hoy repite con la terrible leccin de los hechos lo que los anar-quistas siempre han dicho: que quien quiere el socialismo debe no conquistar, sinodestruir el Estado. Hoy los dominadores tienen cada vez ms rmemente en susmanos no solo a los ejrcitos y las policas, sino la produccin y la distribucin.Aplastan y exprimen la vida del hombre. Son rivales entre si y cada uno de losgrupos aspira al gobierno mundial. Si logran regimentarnos, se lo disputaranquizs por siglos, siempre que la ciencia aplicada a la guerra deje durar tanto lalucha.

    Pero en todos ellos no hay mas que una desesperada voluntad de poder, undeseo violento de mantener aquel control sobre las masas, que los mltiples pro-gresos tcnicos estn amenazando, a travs de la disminucin de las horas detrabajo, la mayor facilidad de las comunicaciones, la mayor accesibilidad de losproductos materiales y de las fuentes culturales. Las distintas jerarquas, natural-mente, se deenden contra esta posibilidad progresivamente igualitaria (y se tratade una igualdad no niveladora, sino mucho mas sustancial y potencialmente mul-tiforme, variada y fecunda que las pirmides escalonadas que tienen en su cspidea una fortuita o hereditaria en los dos casos, articial elite poltico-econmica).Existen contra este empuje que tiende a derribar las clases muchos medios dedefensa, unos antiguos, otros recientsimos: la produccin de armamentos o ladestruccin de los productos acumulados son sucedneos de la disminucin de las

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    horas de trabajo como medida contra la desocupacin, la censura y el monopolioocial de las noticias y de la cultura contrarrestan los progresos en el campo delas radiocomunicaciones y de la televisin; las diversas cortinas, la semiclausuraaun de las menos importantes fronteras, y la creacin de barreras internas, tratande compensar la creciente rapidez de los medios de transporte, as como el protec-cionismo econmico, en un mundo en que una racional, fraterna especializacinen el campo productivo podra ya probablemente cubrir los sectores suprstitede real escasez, mantiene en pie las dicultades materiales que mas directa-mente comprensibles facilitan la admisin de las medidas anteriores por partede grandes masas humanas. Naturalmente, no se trata de planes maquiavlicos,hbilmente acordados y sincronizados, sino ms bien del encuentro sobre elplano actual de la voluntad de poder, no siempre plenamente consciente, de castashegemnicas viejas y nuevas, de los residuos de una realidad que esta en suocaso, con los grmenes de nuevas realidades. Estos elementos se organizan entorno a los intereses inherentes a tal voluntad de poder, que los hace digmosloas precipitar. Y, a pesar de la complejidad de los detalles, el proceso de conjuntome parece claro. Ahora, todas estas defensas parciales contra las consecuenciasantijerrquicas de aquel madurar de la vida del hombre, no pueden ser duraderassino en un clima de escasez econmica, preparacin militar, omnipotencia delEstado. De aqu el totalitarismo que se presenta como alternativa frente al socialis-mo libre (esto es: sin fronteras, sin propiedad privada, hacia el no-Estado a travsdel menos Estado) en el proceso de disolucin de la sociedad capitalista.

    Por esto es que el anarquismo, que es actitud bsica, elemental, permanente,tiene hoy histricamente su hora, o mejor, para no hipotecar el porvenir, ni muti-larle al pasado sus hipotticas posibilidades no realizadas, una de sus horas. Estadeterminada posibilidad de hoy esta en la identicacin de un completo socialismocon un completo liberalismo en la catarsis de la voluntad de poder. Aprovecharesta hora puede ser obra de pocos, siempre que sean conscientes y plenamentedesinteresados.

    HoyHoy, como ayer, sociedad anrquica quiere decir sociedad libre, sin gobierno.

    Hoy como ayer la mayora de los anarquistas conciben tal sociedad como unafederacin coordinativa de ncleos geogrcos (ejemplo, los municipios), o fun-cionales (ejemplos: consejos de fabrica, sindicatos, cooperativas de consumos,instituciones culturales, sanitarias, etc.), en la cual la vida material sea aseguradapor un sistema econmico basado en la propiedad colectiva de los medios deproduccin y en la distribucin gratuita de los medios de produccin y en la dis-tribucin gratuita de los productos de acuerdo a las necesidades. Se podra hablar

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    de federacin de entes autnomos, no administrados por representantes de lospartidos que tienen en sus manos, aunque sea gracias al voto popular, el poderpoltico (como en el Uruguay), sino directamente por sus respectivos trabajadoresy usuarios.

    La descentralizacin coordinada para la que el progreso tcnico, que ha dadoorigen a las ciudades tentaculares y a las fabricas monstruosamente grandes,se encamina a ofrecer, por natural superacin, condiciones excepcionalmentefavorables permite un retorno maduro a la originaria democracia directa denuestra1 comuna medioeval, antecedente histrico no despreciable para nosotros,que, no teniendo a nuestra disposicin el engaoso instrumento de la dictaduracon la cual parece fcil crear un mundo nuevo sobre las ruinas de todo el pasado yel presente, debemos tratar de liberar en el presente aquello que hay de mas libre,vivo y espontneo (y las races en el pasado son una garanta de espontaneidad).Entre las cosas que hay que revisar, acaso ocupen un lugar importante nuestrasrelaciones con la tradicin.

    De todos modos, sin nada ha cambiado en la habitual denicin del anarquismo,que solo se ha acercado progresivamente al centro lgico de los acontecimientos,han cambiado los factores histricos en medio de los cuales este debe conducir subatalla. Una continua revisin es por eso necesaria en el orden de las relacionescon estos factores. Los acontecimientos transforman las teoras en experienciasvividas (y que dolorosamente vividas!) y descubren inesperadas cercanas conunos, distancias abismales con otros.

    Por ejemplo, habra sido difcil en el siglo pasado, cuando los anarquistas acepta-ban una gran parte de la visin marxista de la economa, ver claramente el peligroque se esconde en las tcticas y programas basados en una teora general de lahistoria. De la Ciudad de Dios de San Agustn (base de una losofa catlicade la historia) a Torquemada, existe una lnea de derivacin directa: la mismaque lleva del materialismo dialctico a los campos de concentracin stalinianos.Quien se siente interprete de la historia, como quien se cree inspirado por Dios,sacrica la vida presente a la futura. Y no se puede sacricar el presente de loshombres que estn vivos y aman a pesar de todo la vida sin el ms brutalejercicio de la autoridad. Es esta una de las verdades obvias que se comprendenconcretamente solo bajo el peso de la experiencia. A su luz se revela articialel seudo-historicismo de la misin revolucionaria de la clase trabajadora y deotros mitos que no han sido ms que ideas-fuerzas, es decir, en denitiva, ideasutilizadas como instrumentos de dominio.

    1 Como la edicin original de este folleto estuvo destinada a Italia, en este caso alude a una institucinexperimentada en aquel y otros pases europeos, pero de la que no hay antecedentes en el Uruguay.(Nota del Traductor).

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    Hoy es moda en Italia denir a los anarquistas como iluministas supervivientesque continan en pleno siglo XX los ideales de los lsofos franceses del sigloXVIII. Es siempre difcil y no siempre til buscarse antepasados, pero, aun re-conociendo que hay algo de verdad en tal denicin, seria necesario limitar sualcance, por cuanto en la losofa de la ilustracin exista tanto la herencia delliberalismo revolucionario ingles del siglo anterior (ceido a la realidad), como lajusticacin del despotismo ilustrado, y una concepcin abstracta y absoluta d lalibertad, que negaba todo el pasado y se colocaba fuera de la historia. Es necesariocuidarse muy bien de identicar posiciones parecidas, pero lejanas en el tiempo,que corresponden, unas a la prehistoria de un determinado problema (en este casoel problema del capitalismo burgus y de la lucha de clases) y otras a la superacinde este problema, despus del anlisis que los acontecimientos mismos han hechode el. En este caso recurre un parcial retorno a las posiciones anteriores, queno es una regresin sino un progreso, producido por la ms madura conscienciacon que se vuelven a pensar y actualizan ideas pertenecientes al pasado. En estesentido se puede hablar de retorno al siglo XVIII; en este sentido, y considerandosu aspecto liberal y no el jacobino, se puede vincular ideolgicamente con el a losanarquistas.

    Lo mismo sucede en el terreno de las ideas econmicas; es admisible considerara los anarquistas como herederos del socialismo utpico, esto es, premarxista, ensus sectores menos autoritarios, siempre que se vea que la lnea de descendenciapasa a travs de la experiencia de un siglo que, entre otras cosas, comprende elfracaso del socialismo marxista. Esta experiencia nos lleva hoy a marcar nuestraposicin en el mar en borrasca.

    En este mar en borrasca el capitalismo privado se ha debilitado mucho; elEstado ha heredado su fuerza y parte de la del antiguo movimiento obrero; elfactor poltico ha tomado de nuevo la preeminencia sobre el econmico, que yano es sino un instrumento del primero; el socialismo autoritario se ha insertadoen este proceso que lleva al capitalismo privado a transformarse en capitalismode Estado; en los pases democrticos se esta formando y en los totalitarios yaesta formada una nueva casta dirigente de tcnicos de la organizacin a la quelos tcnicos de la industria y la agricultura estn absolutamente subordinados, yque tiene en sus manos el poder poltico y el monopolio de la economa (que esla nueva forma burocratizada de la propiedad, o mejor dicho, del privilegioeconmico).

    Veamos los principales de estos hechos nuevos y las consecuencias que puedentener sobre las futuras orientaciones del movimiento anarquista.

    I) El sistema econmico capitalista del salariado para los obreros, del beneciopara los empresarios, de la distribucin comercial parta los consumidores, haperdido su vitalidad y esta transformndose lentamente, por mas que la guerra

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    terminada en 1945, su apndice coreano y las probabilidades de prximo conictole prolonguea articialmente la existencia.

    II) Las consignas falsamente simples de los partidos y de los Estados en conic-to han tenido por resultado el popularizar la contraposicin de socialismo o, msvagamente justicia social y libertad poltica. No es un hecho nuevo; es un acentonuevo sobre una seudoidea polmica que se remonta a tiempos muy anteriores, enlos tiempos en que comenz a hacerse cmodo combatir el socialismo hacindoloconsistir todo en su degeneracin autoritaria. Hoy que esta degeneracin autorita-ria se llama totalitarismo, nosotros tambin debemos poner un acento mas fuertesobre la inseparabilidad, para nosotros obvia, entre la libertad y el socialismo.

    Este ltimo ofrece de hecho a la primera las bases materiales para su desarrollo.La falsa oposicin que entre ellos se pretende establecer es para mi uno de los maspeligrosos sosmas de nuestro tiempo, Tal falsa oposicin, con todas las corres-pondientes engorrosas tentativas de conciliacin mencionadas en la primera partede este escrito, desempea en los ambientes cultos la misma accin paralizadoraque el mito ruso entre las masas obreras.

    Cuando decimos que el capitalismo privado es individualista, nos referimos aunos de sus aspectos econmicos, a una carencia de coordinacin en la produc-cin y la distribucin (que por otra parte fue la caracterstica de solo un breveperiodo de auge en el curso de la historia del capitalismo); no nos referimos auna particular concepcin de la vida que se traduzca en un modo de vivir. Lasposibilidades de desarrollo y de iniciativa de una pequea minora de individuosprivilegiados signicaban y signican el sofocamiento de las posibilidades dearmacin individual en la mayora de la poblacin regimentada en el trabajo encadena, amontonamiento bajo la presin de sus necesidades vegetativas. Decirque la llamada libre empresa es una garanta de libertad individual es comosostener que una oligarqua tirnica equivalga a una democracia perfecta, porqueen las personas de los oligarcas tal identicacin parece vericarse, por cuantoquien ejerce la autoridad suele creerse y ser credo libre. La empresa privadacapitalista fue pues, en el momento de su apogeo, la exaltacin (mas aparenteque real) del individualismo de algunos pocos, basado sobre el embrutecimientoamorfo de las masas obreras, que solo a travs de su organizacin en los sindicatos(usados entonces como instrumentos de lucha, degenerados hoy casi totalmenteen rganos de militarizacin) encontraron el medio de restituir a cada uno de suscomponentes su valor individual de hombre.

    Naturalmente cuando hablo de propiedad privada me reero especialmente ala posesin de los medios de produccin, y no a la simple riqueza, que puede serun fenmeno de parasitismo socialmente poco importante y poco peligroso.

    Vuelvo aqu sobre un concepto que me es querido, porque me parece llegadoo, mas bien retornado, el momento de hacer de l el eje de nuestra tarea de

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    propaganda. Estoy ms que nunca convencida de la importancia enorme que tieneen la historia la voluntad de poder, que esta en germen en el aspecto expansivodel instinto vital, y existe tanto en el individuo como colectivamente en laespecie.

    El instinto vital conservamanifestaciones primitivas, bestiales, que el hombreenlamedida en que se distingue de todos los otros animales, trata de superar; presentadegeneraciones morbosas que el hombre normal trata de combatir; pero es enesencia un instinto sano. Se trata solo de cultivarlo, canalizarlo, llevarlo a la medidadel hombre.

    Hoy por hoy el aspecto primitivo y el degenerativo del instinto se confundenfrecuentemente y no hay ninguna razn para distinguirlos. Esta forma morbosa obestial de la voluntad de poder consiste en el deseo individual de dominar a losdems en el placer, muchas veces sdico, de doblegar la voluntad ajena, de ponerel pie sobre las cabezas ajenas inclinadas. Este deseo no es individualista mas queen las personas que ejercen tal poder; los dems constituyen eso que se llamala masa, en la cual el individuo por ese espritu de servidumbre voluntaria quefrecuentemente no es mas que el ansia de poder reprimida, se anula a si mismo.

    El instrumento mas evidente de esta degeneracin morbosa del instinto vital esel poder poltico, que se reduce siempre, en ltimo anlisis, al uso de la violenciamaterial (si no hubiera policas y ejrcitos no existira autoridad poltica). Otro deestos instrumentos es el poder econmico. La tendencia del individuo o del grupoa dominar a los otros hombres a travs de las armas o de las leyes, equivale a laque lleva a dominarlos a travs de la posesin de los medios de produccin y decambio.

    Creo que nuestro tiempo nos ha ilustrado sucientemente respecto de la necesi-dad de invertir la formula corriente y de reconocer el valor poltico de la propiedad.En la mayor parte de los casos, los magnates del capitalismo privado no tratan deaumentar sus dividendos para procurarse mayores goces materiales. En generalson incansables trabajadores y a veces se creen de buena fe benefactores de lahumanidad por el hecho de destinar parte de sus ganancias para obras de interscolectivo, que no hacen sino ampliar su esfera de accin y de inuencia. Su ver-dadero n, del que evidentemente no siempre son conscientes, es el de apretaren sus manos la vida de los hombres, de los que venden su fuerza de trabajo, delos que compran para consumir, de los invlidos de sus asilos, de los sabios y susinstitutos. Qu signica la conquista de un mercado sino la conquista del controlsobre un sector de consumidores? Qu es lujo, sino el smbolo exterior de unajerarqua, el uniforme de los dominadores?

    Por esto la lucha por la libertad del hombre no puede ser dirigida solo contrala tirana poltica, sino que debe ser extendida al mismo tiempo contra el control

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    de la vida econmica por parte de una casta privilegiada, sea esta compuesta porcapitalistas particulares o por los burcratas del Estado propietario.

    La libertad de la persona no solo es inseparable de la justicia social, sino quese identica con ella.

    Si llamamos socialismo a la propiedad colectiva de los medios de produccin yde cambio (y socialismo es trmino amplio que admite una pluralidad de ulterioresdeterminaciones econmicas) podemos tranquilamente decir que no hay mejorgaranta de la libertad.

    Pues bien, el socialismo no niega aquella manifestacin expansiva del instintovital que se suele llamar voluntad de poder; la satisface en cambio en lo que tiene demas alto, y dira de mas humano, si no temiese que deberamos avergonzarnos antetantos ejemplos de solidaridad animal que nos da Kropotkin en su Apoyo Mutuoy que encontramos da a da en la naturaleza. Una sana voluntad de poder setraduce en el deseo de libertad y de autodominio, en el ansia de plegar la naturalezahostil y la materia inerte a las necesidades del hombre, en el apetito de trabajo, decreacin, de conocimiento; y sobre todo en la asociacin que multiplica y extiendehasta los limites del universo conocido las posibilidades y las irradiaciones de laaccin individual, en la solidaridad que, partiendo del subconsciente colectivo dela especie, llega a ser, en la esfera de la conciencia, fraternidad, amor, espritu desacricio.2

    En el individuo, un instinto vital sano conduce tanto a dar y a hacer, comoa tomar y a gozar; y en este dar y en este hacer busca, en ltimo termino, unasuperioridad.

    Se puede decir que esto es moralismo, palabra de la que es moda burlarse.Y tambin esta fcil irona antimoralista es una inconsciente herencia marxista,combinada sin embargo con la lectura epidrmica deMaquiavelo.Que las reglas deuna accin poltica dirigida a la conquista y a la conservacin del poder no tengannada que ver con las normas morales, o ms bien sean moralmente negativas, esmuy verdadero. Pero esta verdad no es aplicable a los que repudian todo poder ypara quienes la historia verdadera es la historia de la libertad y es por lo tanto unaconcatenacin de hechos que brotan del humus de la vida moral. La autoridadque atomiza la sociedad bajo el peso de una uniformidad inorgnica, disfrazada

    2 El ejemplo mas tpico de colaboracin necesaria y sin embargo libre y completamente espontneapara aumentar el poder del individuo est dado por el lenguaje. El hombre solo no sabe hablary por eso no puede pensar: no tiene ms que una personalidad rudimentaria. Su plenitud comoindividuo se logra slo en las relaciones sociales y tiene, como todas las cosas humanas, un preciode renuncias. Cuanto ms voluntaria esta renuncia (es decir, basada sobre un sentimiento ms deamor que de obligacin o de necesidad), tanto ms libre. De aqu la gama de los diversos valores dela asociacin y del pacto que constituye su base, entre los dos lmites opuestos de la fuerza bruta ydel amor, pasando por la estricta y medida justicia.

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    de organizacin, y la solidaridad espontnea que construye en la base los rganosvitales de la vida asociada cuyo proceso culmina en la libertad, son los dos polosopuestos de la voluntad de poder natural en el hombre. No se quiere volver aexplicar la historia, como en el cristianismo primitivo, como una lucha entreDios y Satn; pero es necesario reconocer la importancia por demasiado tiempoolvidada que el elemento divino y el demonaco (o, si se preere, el elementohumano y el bestial) tienen en el corazn y en la accin de los hombre.

    Ahora bien; se puede decir que el socialismo tiene su misma base en esteaspecto sano de la voluntad de poder, cuyo instrumento es la asociacin quemultiplica al innito las proyecciones del esfuerzo individual. Hoy las exigenciasde la vida material, hbilmente explotadas por unos pocos que se hacen dueosde las conciencias comprndolas con el indispensable pan, representan para losms una barrera insuperable que los amontona en la ignorancia y en la miseria.Dando a los productores y a los consumidores la posesin colectiva de los mediosde produccin y de los bienes de consumo, el socialismo libera a las comunidadeshumanas del predominio obsesivo del factor econmico, transformando la codiciahostil en un comn esfuerzo de explotacin de las riquezas naturales. El socialismoes por esto la verdadera liberacin del individuo, liberacin que hemos vistoiniciarse (ya que la lucha, la aspiracin, son ya una liberacin) a travs de muchastentativas insurreccionales y a travs de movimiento obrero y el cooperativo,dos formas diversas fcilmente degenerables, pero sanas en las fuentes dela defensa de la vida y la dignidad de la persona contra el sistema del beneciocapitalista. As en la comuna medioeval, campesinos y artesanos armaban suposibilidad de ser hombres contra la casta privilegiada de los seores feudales. Enla medida que una comunidad as creada oprime y trata de anular al individuo,pierde su poder funcional en el sentido de la justicia social y se vicia de unasecrecin morbosa y parasitaria: la autoridad de algunos individuos (que creanpara si o protegen en otros posiciones econmicamente privilegiadas) sobre unamasa cada vez mas amorfa y esclava.

    Trasladar la voluntad de potencia desde el plano bestial al humano, del planode la fuerza al de la inteligencia, del plano de la autoridad al de la solidaridad quelibera y multiplica las posibilidades individuales, signica, es cierto, cumplir unarevolucin moral, pero no signica, como podra parecer a un lector apresurado,separarse del campo de las realidades practicas, ni caer en el reformismo. Existen,en acto o en germen, o se pueden concebir como posibilidades para realizar en elfuturo, los rganos de este poder del hombre. Liberarlos de los bajos intereses queestorban o pervierten su accin o les impiden nacer, hacer de ellos los ncleoscoordinados de la sociedad del futuro, es obra revolucionaria.

    Son justamente los nuevos desarrollos de la tcnica y las nuevas formas de vidaasociada, para las que estos desarrollos unidos a la decadencia del capitalismo

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    crean las condiciones favorables, que nos hacen insistir ms sobre este aspectoque sobre otros del pensamiento anarquista. Estas nuevas formas pueden ser, obien el totalitarismo, que ya hay necesidad de denir desde que Orwell ha hecho,en una novela de gran valor poltico 1984 su descripcin exasperada pero nocaricaturesca, o bien manifestaciones de socialismo mas o menos libre, susceptiblede evoluciones y revoluciones en un sentido anrquico.

    III) El socialismo no es por ende necesariamente el heredero del capitalismoprivado en proceso de decaimiento. El heredero del capitalismo parece ser, segntodas las probabilidades, el totalitarismo estatal. Contra este ltimo es necesariocontinuar la lucha iniciada en el siglo pasado por la clase obrera contra la burguesacapitalista. Tres son las grandes lneas del proceso totalitario: una, parte de estamisma burguesa capitalista y ha tenido su primera manifestacin en el fascismoy el nazismo; la otra comienza con el sofocamiento de la revolucin socialistarusa por parte de la dictadura bolchevique y desemboca en el rgimen que sesuele llamar stalinismo; la tercera, todava incipiente, consiste en un progresivoreforzamiento del Estado en los pases llamados democrticos no tanto aunsobre el terreno poltico, como sobre el menos visible terreno econmico y enla formacin de la nueva clase de funcionarios estatales que tienen en sus manos,no la propiedad, pero si el control de la riqueza nacional.

    En los Estados Unidos el Estado tiende, a travs del income tax, a distribuirseuna parte preponderante del benecio capitalista; en los pases mas desarrolladosde la Amrica del Sur, el Estado incide sobre los precios de los artculos de consumoy sobre los salarios mucho mas que la ganancia del empresario. La clase en parteparasitaria de los empleados pblicos se encamina a ser en muchos de estos pasesuna fuerza socialmente ms peligrosa que las manifestaciones del imperialismoextranjero o del capitalismo local de tipo anticuado.

    En los ltimos tiempos esta transformacin ha sido bastante estudiada pero sindar el suciente relieve al alcance poltico del fenmeno. En realidad todo nuestrovocabulario se esta volviendo anticuado vacilante: los gobiernos burgueses noson mas esencialmente burgueses, la democracia capitalista, que jams ha sidoverdadera democracia, se encamina a no ser ya ni siquiera capitalista, las clasesno han desaparecido pero se encuentran en proceso de rpida transformacin ytienden, en los pases totalitarios, a transformarse en castas mas o menos cerradas.En los pases llamados democrticos, los dirigentes efectivos (no necesariamentemiembros del directorio) de un gran trust bancario estn mucho mas cercanos alos dirigentes de ciertas enormes organizaciones sindicales o a los funcionariosgubernativos encargados de regular pongamos el comercio exterior, que algrueso de la que todava suele ser llamada burguesa capitalista. De la sed de poderde esta nueva clase viene hoy el peligro de guerra y la oposicin al socialismo,

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    cuando este no sea el seudo-socialismo de las nacionalizaciones. Una verdadera so-cializacin quitara en efecto, a esta casta dirigente, aquel control de la producciny de la distribucin que es siempre el principal instrumento del dominio poltico.El clima de guerra, con la correspondiente desviacin del progreso tcnico ha-cia las exigencias de la preparacin militar, obedece al temor de perder, a travsdel normal desarrollo de la explotacin de las fuerzas naturales por parte de loshombres, el dominio sobre esa incgnita que llamamos personalidad individual.En este temor, que impide buscar, por ejemplo, en la disminucin de las horasde trabajo un paliativo a la desocupacin, coinciden los cuadros dirigentes delos grandes partidos y de las organizaciones sindicales, los magnates del capitalindustrial y nanciero suprstite (que no saben no siquiera ellos hasta que puntoson independientes, hasta que punto son sus ruedas) y los altos burcratas de lasadministraciones estatales y de los ejrcitos. Este temor hacia la mas pequeaautonoma domina el panorama del totalitarismo tpico, el ruso, pero ejerce unainuencia fortsima, por mas que no siempre sea consiente, en las altas esferas delllamado bloque occidental, cuyas clases privilegiadas no vacilaran en arrojarseen brazos de Stalin si sus respectivos pueblos demostrasen excesivas tendenciasa emanciparse. Esto no es una paradoja; basta estudiar el color poltico-socialde las adhesiones que anduvo recogiendo durante la guerra civil de 1936 al 39el minsculo partido comunista espaol en la parte republicana de la PennsulaIbrica, o, recprocamente, el apoyo dado por el partido comunista italiano a lasfuerzas mas retrogradas (monarqua y clero) en el momento mas revolucionariode la resistencia, en la Italia todava empeada en la guerra antifascista, paradarse cuenta que el antagonismo entre Oriente y occidente es en el fondosimple y acaso efmera rivalidad,3 y que la lucha verdadera, a travs de la cual to-dava se puede salvar el destino de la humanidad, no es la guerra, sino el esfuerzorevolucionario contra los totalitarismos en acto o en gestacin en todas partes delmundo.

    Este esfuerzo, no solo no tiene nada que ver con la guerra, sino que es en sumismo la nica posible lucha contra la guerra misma, siempre que sea esfuerzocreador, esto es, en este momento, siempre que sea orientado en sentido socialista.

    IV) No hay que hacerse ilusiones: si el capitalismo esta perdiendo vitalidad, eltotalitarismo es fuerte, ms fuerte que el rgimen llamado burgus en su pocade auge. Es capaz de negar todos los valores humanos, capaz de un retorno a la

    3 Como, en la vspera de la ultima guerra, una parte del gran capital norteamericano era nazistlo,as ahora un sector importante de Wall Street, en desacuerdo con el gobierno de su propio pas,es partidario de un acercamiento del Oeste al Este en el terreno comercial. Ver a este respecto laspalabras de Charles Wilson, en fecha 20 de Noviembre de 1951 y lo que ha publicado en el mismoperiodo en el Wall Street Journal y en el U. S. News and World Report segn el breve resumenque da de ellos Ch. Devancon en el N.291 del Libertaire de Pars.

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    bestialidad primitiva con todos los renamientos del progreso cientco. Por otrolado, despus de la terrible depuracin sufrida, despus que el totalitarismo rusoha devorado al socialismo bolchevique y a la utopa marxista del Estado que sedestruye a si mismo, el socialismo consciente es dbil, a pesar de la responsabilidadsobrehumana que pesa sobre sus espaldas en esta hora de decisivo peligro.

    Las multitudes de obreros y campesinos y una parte del proletariado de cuelloblanco aspiran vagamente al socialismo, pero no saben donde est. Lo buscan comobuscan la libertad, fuera de si mismos. Y as ha sucedido, como dice un escritorcontemporneo en un articulo autobiogrco, que muchos italianos asqueados delfascismo han entrado al partido comunista por una exigencia, al mismo tiempo,socialista y liberal y son llevados exactamente en direccin contraria a aquella enque quieren marchar. Cuando despus lo advierten, en su mayora se encierrandescorazonados en los limites de su egosta vida privada diciendo que la polticaes una porquera, los diarios estn llenos de mentiras, todos los partidos soniguales. Todas cosas justas, pero que en el fondo no son mas que un pretextopara la pereza de quien espera que le regalen un mundo nuevo, por el que estaradispuesto a veces hasta a dar la vida, pero por cuya construccin no se sientepersonalmente responsables.

    Todo esto es humano, pero es perpetuado, transformado de instinto en hbito,por la propaganda negativa de los grandes partidos de masas. Las multitudesregimentadas se mueven en varias direcciones, pero siempre en contra: contrala guerra, contra el capital, contra los extranjeros, contra los hebreos, contralos negros, contra los comunistas . . . Es fcil unir en el odio fuerzas humanasheterogneas y utilizadas comomasas demaniobra o como carne de can. Y comotales las utilizan las castas dominantes, orientadas todas hacia el totalitarismo.

    Y as vamos hacia la guerra que los hombres odian en todas sus bras, como elenfermo grave odia la enfermedad que lo lleva a la tumba.

    V) La lucha contra la guerra ya no puede basarse ms sobre la propagandatradicional de los partidos de izquierda. Se ha discutido mucho en estos ltimostiempos en los ambientes anarquistas un artculo de Ernestan que, continuandola posicin que Rocker sostuviera durante el ltimo conicto mundial, se traducesustancialmente en un apoyo a las democracias occidentales. Contra esta actitudque tienen algo de suicida y desesperada no se pueden oponer evidentemente laspalabras de hace cincuenta aos.

    En efecto, no es nuestra posicin la que ha cambiado, sino la naturaleza mismade los factores que arrastran a la humanidad hacia la guerra. Nuestra posicines fundamentalmente idntica, pero hay que dar de ella una nueva denicin enrelacin con el ambiente que la rodea, en el cual la guerra misma se ha vueltoun peligro totalitario, porque ya no amenaza a un sinnmero de vidas, sino ala vida en si misma. Por otra parte, el nacionalismo ya no es la principal entre

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    las pasiones que ciegan a los hombres y los arrastran a matarse. La amenazainminente de la guerra se mezcla en todas las luchas internas. Las dos partes enfuturo conicto ya estn combatiendo en el interior de cada Estado. La prximaguerra ser esencialmente (como ya en parte la pasada) una guerra de quintascolumnas. En estas condiciones ya no basta ignorar las fronteras, aliarse a lasdistintas Internacionales pacistas, tratar de unir a todos los que odian a la guerra,cosa bastante fcil en tiempos de paz.

    El problema que debemos plantearnos es el de la lnea de accin que tenemosque seguir para preparar, a travs de los prximos cataclismos, la accin futuraen sentido federativo y anti-estatal.

    En efecto, la negativa de tomar posicin bajo una de las dos banderas quecon sus dos sombras parecen cubrir al mundo, no puede ser solo una actitudnegativa, para salvar el alma, es decir eximirse de la responsabilidad de tantasinjusticias muertes futuras y poderse presentar maana con las manos puras antelos hombres torturados por la larga angustia y asqueados de sangre.

    La repugnancia difusa por todo lo que recuerde en cualquier forma el conictopasado o haga pensar en el conicto futuro es, seguramente, la base mas elementaly, por lo tanto mas amplia para la lucha contra la guerra, pero es base inerte, quesolo puede adquirir un valor positivo si se transforma el horror en entusiasmo, elfatalismo en iniciativa. Y si el no une, el si divide.

    En otras palabras, la lucha contra la guerra no puede ser pacista, ni unitaria;implica una actitud, no de simple resistencia, sino de ofensiva, es decir, de creacin.

    La construccin de un mundo en que las causas de los conictos violentos decarcter colectivo hayan sido eliminadas, no es obra de paz. Aun iniciada con m-todos y medios paccos, tarde o temprano ser considerada por los privilegiadosdel poder y del dinero como un ataque directo a sus intereses y obstaculizada, pues,con la violencia. Por eso la lucha contra la guerra es en si lucha revolucionaria.Esto, los anarquistas siempre lo han dicho.

    Siendo la guerra un corolario obligado de la injusticia social y de la voluntadde poder, solo puede ser eliminada en funcin de la conquista de la justicia socialy de la libertad del hombre, y no simplemente en nombre de la paz.

    Una posicin puramente negativa conserva una aparente unidad alrededordel mnimo comn denominador pacista solo hasta la vspera de la crisis. Ymientras tanto adormece los espritus y sumerge la iniciativa creadora en aqueldeseo colectivo de quietud y de inercia en el cual, en los momentos decisivos,cualquier poder constituido encuentra su mejor sostn.

    La lucha contra la guerra debe, pues, ser conducida en sentido positivo y sobreel terreno social.

    Es un lugar comn que la guerra es una consecuencia natural del rgimencapitalista. Esta armacin correspondi a la realidad durante cierto tiempo, a

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    partir de la Revolucin Francesa; hoy ya no es sino una media verdad. En estemomento nos lleva a la guerra mucho ms el Estado, que el capitalismo privado.

    Toda nacionalizacin es, en el fondo, una militarizacin. Inversamente, cadapaso hacia la descentralizacin, hacia el contralor y la gestin directa de losorganismos econmicos por parte de los interesados y en la base, es una garantacontra la guerra.

    Esta comprobacin no implica una defensa del capitalismo privado, que en sufase imperialista, causo la guerra del 14-18 y que, a partir de 1930 a travsde su crisis, nos esta arrastrando, aun resistindose a veces contra el, haciael totalitarismo estatal. Ella es, simplemente, el reconocimiento de una nuevasituacin, en la cual la empresa capitalista, que los occidentales parecen quererdefender, si continua siendo una monstruosa injusticia, ya no es el principalpeligro para la vida fsica de la humanidad, sino solo el prefacio de este peligro.Aun en los pases en que conserva gran parte de su fuerza, su importancia en eljuego de los factores que nos arrastran a la guerra es dada, sobre todo, por susrelaciones a menudo forzosas, con el Estado.

    El miedo a la desocupacin en lo interno (que es un miedo tpicamente guber-namental), mucho ms que el deseo de dividendos, contribuye junto con lascausas de carcter internacional a mantener en plena actividad las fbricas dearmamentos.4

    Luchar contra la guerra quiere decir colocar el acento en el hombre y en los or-ganismos que el naturalmente crea: familias, aldeas y ciudades (entendidas comoncleos mas o menos vastos de habitantes, vinculados por necesidades socialescomunes espontneamente sentidas y voluntariamente reconocidas), fabricas, es-tablecimientos rurales, cooperativas de produccin y de consumo, escuelas, liceos,universidades, etc.; quiere decir: trabajar con medios adecuados para que los vncu-los entre estos organismos bsicos sean de coordinacin y no de subordinacin.Solo en la medida en que nos acerquemos a este ideal, la humanidad del hombre,sustrada a la regimentacin de masas y transformada en consciente factor dehistoria, podr ser una garanta contra los horrores atmicos.

    Ahora bien, todo esto, a pesar de oponerse directamente a la guerra no tiene aunnada que ver con la paz, no con lo que generalmente se entiende por pacismo.

    4 En la asamblea de 39 economistas reunida en Mnaco bajo la gida de la Unesco en septiembre de1959, sir Hubert Henderson deca que la consagracin de gastos considerables a las necesidadesde la defensa, constituir por un periodo indeterminado el clima econmico normal del mundooccidental y que el asunto de Corea y las medidas de rearme que la guerra de Corea ha provocadohan quitado toda actualidad a la opinin segn la cual el principal peligro del tiempo presente esten la desocupacin generalizada, en la depresin cclica y en la insuciencia de demanda global(citado por el Libertaire del 14-XII-1951). Palabras que indican, tambin de parte capitalista, mstemor de la crisis denitiva, que avidez normal.

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    Cuanto mas totalitario es un Estado, tanto mas es agresivo. La lgica misma desu naturaleza lo lleva a obrar en el terreno internacional con los mismos mtodoscon los que elimina a la oposicin en el interior. Se les ha hecho a menudo alos movimientos pacistas la objecin de que toda accin dirigida a debilitarel esfuerzo de preparacin militar en los pases en que existe una, aun relativa,libertad, se traduce en indirecta colaboracin con los posibles agresores totalitarios,que no toleran a ningn movimiento pacista dentro de sus fronteras. El reparono carece de fuerza, si razonamos en los trminos que se nos quiere imponer(bloque occidental o bloque oriental).

    Por otra parte, la necesidad de evitar la expansin del imperialismo stalinianoes el slogan (ecaz, porque responde a una exigencia difusamente reconocida)con que se prepara la guerra en occidente; y la lucha anticomunista es pretextopara medidas de represin que nos encaminan lentamente hacia el absolutismoestatal en los pases en que este no ha triunfado aun.

    Mientras tanto, el arma principal del imperialismo ruso, ms ecaz que la bombade hidrgeno, es la idea-fuerza del socialismo, que no corresponde a ningunarealidad detrs de la cortina de hierro, pero es cmoda bandera de reclutamientoentre las masas explotadas de occidente.

    Defender contra los gobiernos la libertad DE TODOS (inclusive de los enemigosde la libertad) como si se tratase de la nuestra; hacerles comprender a los trabaja-dores la esencia antisocialista, absolutista, inhumana del bolchevismo stalinista ycombatirlo EN LA BASE, en la misma forma que a los dems totalitarismos; heaqu dos aspectos complementarios de nuestra tarea.

    Si la quinta columna stalinista es derrotada por las fuerzas revolucionarias enel terreno de la propaganda y no por los gobiernos en el terreno de la represin,habr mucha probabilidad de evitar el conicto armado al que todos se preparanbajo la obsesin del miedo reciproco.

    La lucha simultanea contra el Estado centralizador, contra el Capitalismo enproceso de transformacin y contra el Partido Comunista, vanguardia del ejrcito,es la lucha contra la guerra.

    En la medida en que consigamos crear y defender, contra la opresin estataly el privilegio capitalista, una realidad de justicia social y destruir entre los tra-bajadores el mito ruso, podremos oponernos verdaderamente a la guerra, sin serinstrumentos en manos de ninguno de los bloques gubernamentales en pugna.Hacia estos dos nes, y no hacia un pacismo genrico, debe ser dirigido, a miparecer, el mximo esfuerzo.

    La libertad no puede ser salvada por un retorno a la empresa privada, porqueel salario es por si mismo esclavitud y porque el capitalismo privado ha dejado deser vital; la libertad no puede ser salvada por el monopolio estatal de la economa,estrictamente ligado al absolutismo poltico; los dos polos opuestos entre los que

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    oscila nuestro porvenir de seres humanos en este momento (y a cada uno denosotros le toca dar su empuje) son, de un lado el monopolio de la economa porparte de un Estado cada vez mas absoluto, centralizado e inhumano, y por el otrodiversas formas de socialismo libre, federativo, antiestatal, en que la economasea un aspecto de la vida y no un instrumento de opresin.

    Socialismo sin Estado

    Para precisar este concepto bsico, debemos abrirnos paso entre una maraade falsos dolos, de dilemas articiales, de axiomas aceptados universalmente sinanlisis. Uno de estos ltimos es el de la necesidad de unidad, de uniformidad en laplanicacin. A este respecto se confunden muchas veces dos cosas: el orden y laindependencia de los diferentes engranajes, necesarios hoy en muchos sectores dela agricultura y de la industria, y la uniformidad en el sistema, no solo no necesaria,sino, se es impuesta, sencillamente suicida. Se puede tener una preferencia tericao incluso, moral, por un determinado sistema econmico; quien trate de imponerlouniformemente por la fuerza a vastas y complicadas colectividades no escaparaal destino de muerte del bolchevismo ruso. La experiencia de los ltimos treintaaos debe ponernos en guardia contra cierto fantico misticismo revolucionarioque lleva directamente a resultados opuestos a aquellos a que se quiere derribar.

    Estamos, por ejemplo, contra la propiedad privada de los medios de produccin,pero la expropiacin forzada de la pequea propiedad rural sin asalariados, seraun error peligroso y una injusticia, porque tal forma de propiedad econmi-camente menos renditiva que la socializada en la llanura, pero probablementems apta para ciertas zonas montaosas no implica explotacin y se podradenir ms propiamente como una gestin familiar (y la familia es en este casouna especie de cooperativa) que se puede perfectamente incluir en una economasocializada.

    Esto no es ms que un ejemplo; se podra encontrar cien ms. Ya ahora, enmedio de todos los obstculos que la sociedad capitalista y el creciente predominioestatal oponen a las iniciativas de individuos o colectividades, podemos reconocerel valor creador de la experimentacin (y hasta de los errores) y la vitalidad delos sistemas mixtos. Lo esencial es que el hombre sea libre y el trabajo no seaexplotado.

    Esto no quiere decir que se deba creer fatalsticamente en el valor mgico de laespontaneidad. No se trata de abandonar al azar el nacimiento de la sociedad quedeber surgir de entre las ruinas en las cuales nos estamos moviendo.

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    Y aqu surge otro problema que atormenta desde hace tiempo a los anarquistas,pero parece hacerse sentir en forma ms aguda en este momento, reejndose enel pudor con que se evita denir idealmente el futuro.

    El primer sentimiento que nos asalta cuando se trata de delinear el plano de lasociedad en la cual nos gustara vivir y que soamos para nuestros hijos es el te-mor del ridculo. Los constructores de utopas no han sido, en general, afortunadoscon sus previsiones, no gozan de popularidad y vendran ganas de ponerles el so-brenombre afectuoso que Gustavo Mdena haba endilgado a Manzini: Machacael agua (Pestalacqua). Una utopa anarquista tiene adems otro inconveniente;cuando menos autoritario sea un rgimen, tanto mayor ser la expresin de aque-lla variedad ilimitada que es inherente al espritu humano, y por consiguientetanto menos reducible a un esquema. Los esquemas son tiles, sobre una basematerial concreta, limitada en el tiempo y en el espacio (como los que fueronhechos en Espaa en vsperas de la Revolucin) y sirven entonces como experien-cia previa y dira casi como ejercicio, aun cuando la realidad se muestra siempremucho ms grande que ellos. Pero a esto se limita su ecacia.

    En el polo opuesto de los constructores de ciudades solares, estn los destruc-tores, los que piensan que todo est podrido en la sociedad actual y hay quebarrerlo todo, dejando a la Revolucin o a la Humanidad Futura (con maysculas)en encargo de reconstruir. Son los fatalistas de la espontaneidad.

    Estn despus los fatalistas de las leyes histricas, que quieren obrar de acuerdocon estas leyes, para no colocarse fuera de la realidad; desprecian a los utpicos,de los que en realidad se distinguenmuy poco. Hay en n otra actitudmsmodestay realista, aunque pueda ser juzgada menos revolucionaria o hasta reformista, queme parece la mejor y por esto la he puesto en el ltimo trmino.

    Consiste en repudiar el todo o nada, en respetar aquello que pueda haberde bueno en lo que el esfuerzo humano ha creado en los siglos, en acentuar ymejorar todo lo que tenga de libertario y solidario, combatiendo en cambio todaslas manifestaciones autoritarias que lo deforman y desnaturalizan. Este no es unn ultimo al que tienda una nica revolucin: es un camino en el cual evolucionesy revoluciones (llamando revoluciones los periodos de crisis violenta o no enque el proceso histrico toma un ritmo mas rpido y el trabajo silencioso de siglosmuestra de pronto sus frutos) se alternan, camino sobre el cual es posible verseobligados a retroceder en los momentos de derrota, pero que sin embargo el quese quiere seguir.

    As, denir un programa de accin es, a mi parecer, trazar este camino, msimportante en s mismo que su punto de llegada, porque es en cada uno de sustramos una realizacin por la que atraviesa la vida presente, que es mas vivaque la futura.

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    Tiraremos entonces La tierra Prometida de William Morris y otras descrip-ciones de la ciudad anrquica idea? No; tenemos necesidad, para orientar nuestrocamino, de un punto de llegada, al que sea posible acercarse cada vez ms aunquese tenga la conciencia de que la perfeccin no es cosa humana y est por consi-guiente, como el paraso de las distintas religiones, fuera de la Tierra. Hermoso,pero irrealizable repite la gente. Por que irrealizable, si tiene una realidad en lamente del hombre y llega a orientar su accin en una cierta medida? Esta medidaes tambin la de su realidad.

    Justo por este especial carcter sito, el pinto de llegada no cambia. Cambia, s,los obstculos a travs de los cuales debe pasar el camino, que es, esencialmente, elcamino de la libertad. Y ya he empleado hasta demasiadas palabras para demostrarque la libertad implica hoy el socialismo.

    Nosotros queremos ir, pues, hacia una sociedad descentralizada, pero articulada,constituida por federaciones de ncleos funcionales, integrados por las personasinteresadas y que se gobiernen a s mismos con el sistema de la democraciadirecta, sin delegaciones de soberana. Cuando hablo de ncleos, me reero a lasinnitas formas de asociacin que para diversos nes ha encontrado el hombre enlos diferentes pases para multiplicar el resultado de sus esfuerzos combinndoloscon los de sus semejantes. Muchos de estos ncleos se pueden crear, obedeciendo alas necesidades propias de cada ambiente, sobre las ruinas del benecio capitalistaque ha envenenado un periodo tan largo de nuestra civilizacin y como baluartescontra la amenaza de la nueva realidad totalitaria que se nos viene encima, bajodiversas formas, desde el Este y desde el Oeste. Pero otros de estos ncleos yaexisten, distintos en los distintos pases. Se trata de liberarlos de sus escorias, derestituirles la savia de la accin popular cuando la hayan perdido, de sustraerlos ala intervencin del Estado y a la inuencia de los partidos polticos, de coordinarlos,de hacer de ellos los engranajes de la vida real de un pas. Esto es socializacin(todo lo contrario de nacionalizacin): esto conduce directamente a la abolicin delsalario y del sistema de los precios, conduce al trabajo asociado y a la distribucingratuita.

    En Europa ocupan el primer puesto en cuanto a estas posibilidades de futuro losmunicipios, los sindicatos, los consejos de fbrica, las cooperativas. En Amrica(o por lo menos en Amrica del Sur) la realidad es mas dctil y las experienciasposibles mas variadas. Pienso en colectividades agrarias, en cooperativas de consu-mo,5 en la gestin sindical de sectores de la produccin y, aqu en Uruguay, en una

    5 Quisiera repetir aqu, en la esperanza de que alguien ms competente que yo la recoja y discuta,la idea de que la cooperacin de consumo es mucho ms fecunda en sentido revolucionario yanticapitalista que la cooperacin entre productores que no elimina el benecio no la explotacinindirecta, y crea categoras privilegiadas de trabajadores. La cooperativa de consumo es accesible atodos, puesto que todos son consumidores, y responde mejor a la perspectiva de un prximo futuro

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    transformacin de los Entes Autnomos. Lo importante es tener el sentimientode las posibilidades y de las oportunidades locales. Nuestra misin de militantes,que en el fondo es educativa aun cuando se despliegue a travs de una actividadrevolucionario, se asemeja (como deca Scrates respecto de su enseanza) a lade la partera: ayudar a nacer.

    Antecedentes y posibilidades

    A partir de la Comuna de Pars se ha denido con fuerza cada vez mayor elcarcter concreto, practico, de esta tendencia hacia un socialismo de base, con osin etiqueta libertaria. Es cierto que se han vuelto ms claras y ms implacablestambin las tendencias opuestas: esta claridad en las deniciones contrarias es unsntoma de maduracin. Lo que sucedi en el siglo pasado con la igualdad, conla libertad jurdica o la repblica, sucede hoy con el socialismo. Las premisas deantes llegan ahora a sus ltimas consecuencias y vemos que el socialismo se anulaen la autoridad como antes la libertad se anulaba en el capitalismo. Este procesode maduracin nos permite hoy distinguir mejor el camino.

    Lo que se hace con medios y en un ambiente de libertad es frecuentemen-te menos espectacular y monumental que lo que se construye rpidamente porimposicin; pero es tambin ms real y slido. Todos estn cansados de las ma-nifestaciones ocenicas en que las multitudes no saben gritar ms que nombrespropios, a veces simplicados con este objeto y que desaparecen en el tiempocon huellas sobre la arena; el hombre no quiere saber ms nada, en su historiafutura, de pirmides faranicas y de imperios donde no se pone el sol; existe unadifundida saciedad de rascacielos y planes quinquenales . . .

    Sabemos que entre estas fuerzas implacables la voluntad del hombre libre esunas veces como una hoja dbil y liviana en la tormenta y otras veces como lamisma tormenta que rompe los diques. Pero sabemos adems que slo lo que ellaconstruye tiene un valor positivo.

    La Comuna de Pars fue una primera armacin colectiva y popular en el sen-tido del que estamos hablando; la Rusia de 1917, con sus soviets de obreros ycampesinos, muy pronto sofocados por un Estado que por irona se llama soviti-co, es otra; despus hemos tenido Espaa con sus sangrienta experiencia de tresaos, durante los cuales slo aquel poco de socialismo, creado y mantenido por elpueblo a travs de los sindicatos y de las colectividades agrcolas, pudo asegurar la

    en el que los problemas de la distribucin sern probablemente ms importantes e inquietantes quelos de la produccin. No sera el caso de examinar la conveniencia de sustituir la frmula la fabricaa los obreros por la de el control de las fbricas a los consumidores o en trminos ms actuales:la produccin en manos de las cooperativas de consumo.

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    continuidad de la vida material; en muchas comunidades autnomas de Palestina,aunque ahora semisofocadas por el predominio de las fuerzas estatales, podemosestudiar otro ejemplo constructivo del socialismo libre. Son todas tentativas, aisla-das y por el momento efmeras, pero sucientemente frecuentes y amplias comopara sealar un camino de la personalidad humana para llegar a la justicia sinanularse en el Estado.

    Volvemos a preguntarnos es utopa? Todo lo humano es utpico antes detraducirse en realidad; y todo lo que depende de la voluntad es realizable. Lo queimporta es tener un camino orientado. Y cuando este camino pasa entre la genteque trabaja y come y ama y piensa, pasa entre sus casas y sus industrias y entretodo aquello que su espontnea fraternidad ha creado en los siglos, recogiendoy depurando tradiciones, coordinando esfuerzos, derribando las barreras queaprisionan la vida e imponen la uniformidad, reconocemos en l el camino de lahistoria real, de la que solo fugaces destellos llegan hasta los textos de enseanza;no es el camino de la utopa.

    Utopa es querer fabricar una sociedad desde posiciones de gobierno, utilizandoa los hombres como materia prima a fuerza de leyes aplicadas por la violencia.6

    Hecho el balance de estos ltimos aos, encontramos, pues, un proceso to-talitario en pleno desarrollo, que resuelve provisoriamente el problema socialtransformando las clases en castas, burocratizando el privilegio, militarizando lavida de las masas, centralizando enormemente el poder, monopolizando la inicia-tiva, eliminando al individuo como fuerza creadora, negando, en una palabra, alhombre.

    Contra la amenaza totalitaria contamos casi exclusivamente con el deseo, la sedque grandes multitudes tienen de socialismo, como medio de liberacin. Existe elenorme peligro de que estos deseos de construccin socialista sean canalizados(y en parte ya lo han sido) dentro del proceso totalitario. La nica esperanza laesperanza que el ms pesimista de nosotros conserva mientras sienta en s o asu alrededor fuerzas que luchan est en dar al mundo otros ejemplos como el

    6 El concepto mismo de ley, aplicado a los seres humanos est hoy en crisis, ya sea que se lo tome ensentido jurdico, o que se d a la palabra un sentido cientco en el mbito de las disciplinas queestudian al hombre. En esta poca de extrema mecanizacin material nuestra visin de la vida seha hecho ms realista; la nica realidad verdaderamente concreta es el individuo, la nica fuerzaconcrete su fuerza fsica y espiritual. As las leyes histricas, econmicas, fonticas, que parecangobernar la evolucin de las instituciones humanas, de la produccin y el consumo, o de las lenguas,se reducen a simples indicaciones estadsticas y ayudan a hacer clculos de probabilidades, que pue-den ser contradichos en cualquier momento por imprevisibles intervenciones, no del factor hombreen abstracto, sino de determinados hombres en concreto, muchos o pocos, dbiles o poderosos. Sihemos de ser lgicos, trasladando este mismo criterio al terreno jurdico, debemos volver desde lateora jacobina de la omnipotencia de la ley establecida por una pretendida mayora, hacia la liberaldel mximo respeto por los derechos del individuo.

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    espaol, esta en creaciones socialistas libres y coordinadas, que disipen el ncubode la inevitabilidad de la polica secreta, del balazo en la nuca, de los campos deconcentracin y de la esclavitud.

  • La Biblioteca AnarquistaAnti-Copyright27 de junio de 2014

    Luce FabbriEl camino: Hacia un socialismo sin Estado

    1952

    Recuperado el 20 de junio de 2014 desde portaloaca.com

    Prlogo a la primer edicin Justificacin De ayer a hoy Hoy Socialismo sin Estado Antecedentes y posibilidades