Louisa May Alcott La Liebre Y La Tortuga V1 0 Juan

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Louisa May Alcott - La liebre y la tortuga - v1.0

LA LIEBRE Y LA TORTUGA Louisa M. Alcott Tras, tras, tras ! Ese ruido lo provocaban muchachos, al bajar a toda prisa. Bum, bum! Esa era la bicicleta, al ser conducida por la sala. Bang! Esa fue la puerta de calle al cerrarse al paso de los muchachos y la bicicleta. Entonces la casa qued silenciosa por un rato, pese a que afuera, un rumor de voces sugera que tena lugar una viva discusin.

La fiebre ciclstica, que haba llegado a Perryville, domin durante todo el verano. Ahora el pueblo se pareca mucho a una laguna, antes tranquila, invadida por las zanquilargas chinches de agua, que cruzan la superficie en todas las di recciones. En efecto; ruedas de todas clases iban para aqu y para all, espantando a los caballos, atropellando a los pequeos, y arrojando de cabeza a sus jinetes de la manera ms entretenida.

Los hambres abandonaban sus negocios para ver cmo los jovencitos probaban sus muchos vehculos: las mujeres se volvan hbiles en el vendaje de heridas y en el arreglo de ropas desgarradas; las muchachas ms alegres pedan ser llevadas en el estribo posterior, y los muchachos clamaban por bicicletas para poder unirse al ejrcito de mrtires de la nueva moda.

Sidney West, que era el orgulloso poseedor de la mejor bicicleta del pueblo, exhiba su tesoro con enorme satisfaccin, ante los ojos admirados de sus condiscpulos. Como haba aprendido a conducirla en un patinadero de la ciudad, se jactaba de que no le quedaba nada por aprender, salvo las hazaas llevadas a cabo solamente por los gimnastas profesionales. Montaba con gil pericia, avanzaba con tanta elegancia como permita el movimiento circular de las piernas, y se arreglaba para mantenerse erguido sin demasiado peligro para s mismo o para los dems. No mencionaba los revolcones que se llevaba de vez en cuando, ni los magullones que tenan a sus miembros de luto perpetuo, sino que ocultaba heroicamente sus dolores, y comprometa el silencio eterno de su hermano menor sobornndolo con alguna vuelta ocasional en la bicicleta vieja.

Hugh, que era un jovencito leal, consideraba a su hermano mayor como la persona ms notable del mundo. Por eso perdonaba a Sid sus modales dominantes, como esclavo voluntario, admirador devoto y fiel imitador de todas las virtudes, actitudes y dones masculinos de su hermano mayor. Solamente disentan en cuanto a un detalle: la negativa de Sid a regalarle a Hugh su bicicleta vieja cuando lleg la nueva. Hugh haba abrigado la esperanza de que sera suya, pues Sid lo haba sugerido cada vez que deseaba pedirle algo. De modo que, durante semanas, el menor esper y trabaj con paciencia seguro de que su recompensa sera la pequea bicicleta, que le permitira ocupar orgullosamente su puesto como miembro del club recin formado, y partir con ellos en uniforme azul, entre toques de bocina, resplandor de insignias y movimientos de piernas, para un largo paseo del cual regresaran despus de oscurecer, como misteriosa lnea de altas sombras, "con el apagado brillo de las lmparas", y anunciando su presencia con silbidos. Por lo tanto, grande fue su desilusin y su clera cuando descubri que Sid haba accedido a vender su bicicleta a otro si as le convena, dejando al pobre Hugh como el nico muchacho de su grupo que no tena vehculo. A pesar del afecto que senta hacia Sid, no poda perdonarle esta transaccin tan subrepticia y mercenaria. Pareca indigno de un hermano haber requerido favores durante tanto tiempo, y alentado tan ardientes esperanzas, para luego traicionar tan ciega confianza por puro lucro; y una vez cometida esa accin, rer al partir muy alegre sobre la esplndida bicicleta Desafo Ingls, de seada por todos los corazones y todas las miradas.

Aquella maana, Hugh expuso sin rodeos sus sentimientos ofendidos, y Sid pretendi tomar la cosa a la ligera, aunque consciente de que haba sido poco amable e injusto al mismo tiempo. Iba a tener lugar un certamen ciclstico en la ciudad, que distaba veinte kilmetros, y los miembros del club se disponan a ir. Sid. que deseaba distinguirse, pensaba ir en bicicleta, para lo cual se preparaba con mucho cuidado. Hugh estaba enloquecido por ir, pero como se haba gastado su dinero de bolsillo y tena prohibido pedir prestado, no poda ir en coche como los dems.

Tampoco tena caballo a su disposicin; su propia caballeriza consista de un burro viejo, que de nada le habra servido en tal situacin. Por lo tanto, el pobre estaba desesperado. Sentado en el poste de la puerta, contemplaba a Sid que acicalaba a su mimada, para que cada manubrio, vara, tuerca y eje brillara como de plata. -S que podra haber manejado la Estrella, de no haber sido porque t se la diste a Joe. Opino que fue una mezquindad de su parte, y lo mismo la ta Ruth y pap, slo que l no quiere decirlo, porque los hombres siempre se ponen de acuerdo para dejar de lado a los jvenes.

Era un lenguaje fuerte para el manso Hugh, pero es que se vea obligado a exponer de alguna manera su angustia, o llorar como una nia... y tal ignominia deba ser evitada, aunque para ello tuviera que faltar el respeto a sus mayores.

Sid silbaba por lo bajo mientras aceitaba y frotaba, pero no se senta tan tranquilo como aparentaba, y deseaba de todo corazn no haberse comprometido con Joe, pues habra sido agradable llevarse consigo al "pequeo", como llamaba a su hermano de catorce aos, y hacerle los honores del patinadero en tan importante ocasin. Como ya era demasiado tarde afect una actitud descuidada y agreg insulto a la injuria al responder a los reproches de su hermano con el aire bromista que tan exasperante resulta en tales ocasiones.

-Los nios no deben jugar con fsforos, ni los pequeos con bicicletas... No quiero cometer un asesinato, y eso hara si te permitiera manejar veinte kilmetros, cuando no puedes recorrer uno sin estar a punto de romperte el pescuezo y las rodillas -declar Sid, mientras contemplaba sonriente los remiendos que decoraban los pantalones de su hermano sobre esas partes de sus largas piernas. -Cmo va uno a aprender, si no se le permite probar? Lo mismo podras decirme que me mantuviera lejos del agua hasta que aprendiera a nadar... Dame una oportunidad y ya vers si no s manejar tan bien como otros ms grandes, que se han dado sus buenos porrazos antes de intentar un viaje de veinte kilmetros -replic Hugh, ocultando los remiendos delatores con las manos. -Si Joe no la quiere, podrs utilizar la bicicleta vieja hasta que decida qu hacer con ella... Supongo que tengo derecho a vender mi propia propiedad si as lo quiero -objeto Sid, algo picado por la alusin a sus propias tribulaciones pasadas. -Claro que s, pero el que prometi regalar algo, debera hacerlo, en vez de cerrar trato subrepticiamente, despus de haber exigido mucho trabajo en pago... Eso es lo que me enfurece, pues te cre y contaba con ello, y me duele ms tu engao que la prdida de diez bicicletas -exclam Hugh, que se ahog un poco al pensarlo, pese a su tentativa de demostrar su indignacin. -Tienes derecho a tener tu opinin, pero yo que t no llorara por ello... Juega con otros de tu edad y no anses lo que es propiedad de hombres. Si tanto deseas ir, ve en coche y deja de importunarme -repuso Sid, malhumorado porque estaba equivocado y no deseaba reconocerlo. -Ya sabes que no puedo! No tengo plata ni debo pedirla prestada... Qu ganas con burlarte de m de esa manera? Y Hugh se contuvo con gran dificultad de patear el casco nuevo, que se acerc a su pie cuando Sid se inclin a fin de inspeccionar el brillante eje de la bicicleta. -Entonces, llvate a Sancho; quizs llegues antes de que concluya el espectculo, si es que llevas ltigo, alfileres y galletas en cantidad suficiente como para mantenerlo en marcha... Serais una buena pareja. Esta alusin al asno intil fue cruel, pero Hugh se aferr al ltimo resto de su buen carcter y formul una propuesta desesperada -No seas t un asno... Oye, por qu no nos turnamos? He probado esta bicicleta y la manejo a la perfeccin. Al ir conmigo, podras vigilarme, y nos turnaramos. Hazlo, Sid ! Estoy ansioso por ir, y si accedes, no volver a mencionar a Joe. Pero Sid, como un desalmado, se ro del plan. -No, gracias ... No pienso caminar un solo paso cuando puedo ir en bicicleta, o prestrsela a quien apenas sabe mantenerse sobre la vieja. Supongo que a ti te parecer un plan excelente, pero yo no opino lo mismo, jovencito. -Espero que cuando tenga diecisiete aos no me habr convertido en un bruto egosta... Ya tendr una bicicleta, una nmero uno, y entonces vers que la prestar como un caballero, sin insultar a los dems slo porque tienen dos o tres aos menos. -Tranquilzate, hijo mo, y no insultes... Si tan listo eres, por qu no vas de a pie, a falta de bicicleta y burro? No son ms que veinte kilmetros... nada del otro mundo, en realidad. -Bueno; si as lo quisiera, podra hacerlo. He caminado dieciocho kilmetros sin cansarme tanto como t ni mucho menos... Cualquiera puede recorrer distancias en bicicleta, pero para hacerlo de a pie, se requiere vigor y coraje. -Intntalo... -Ya lo har algn da. -No cacarees con tanta fuerza, que an eres un pollito. -Pero no sera capaz de ensaarme con un cado... Y temeroso de dar un puntapi a la bicicleta que estaba tentadoramente cercana, Hugh se alej, tratando de silbar, pese a que sus labios se inclinaban ms a temblar que a fruncirse. -Treme la merienda, quieres? Ta est preparndola y debo partir -lo llam Sid, tan habituado a dar rdenes que lo hizo an en momento tan inoportuno. -Bscala t mismo... No pienso seguir siendo tu esclavo; tirano -gru Hugh, pues el gusano pisoteado se defenda por fin, como buen gusano. Esto era una rebelin abierta, a tal punto que Sid comprendi que las cosas iban mal, aunque no pudo detenerse a remediarlo en ese momento. -Caramba! He aqu una tormenta en un vaso de agua... Bueno; es una pena, pero ahora nopuedo evitarlo. Maana lo enmendar y lo conquistar con un buen relato del espectculo. Hola. Bemis!, vas al pueblo? -pregunt en voz alta al ver a un vecino que pasaba en bicicleta.. -En parte; tomar el coche en Lawton. Resulta difcil pedalear colina arriba y una molestia conducir por las calles. Si ests listo, vamos... -Muy bien -exclam Sid que, incorporndose, parti sin recordar su merienda. Oculto tras las lilas, Hugh oy lo sucedido, y en cuanto ellos partieron, corri hasta la puerta para seguirlos con la mirada anhelante hasta que se perdieron de vista; luego se alej, preguntndose abatido cmo iba a pasar el feriado que su hermano aprovechara tan bien.

En ese momento, la ta Ruth apareci corriendo y agitando un bolso de cuero, bien repleto de emparedados. caf fro y torta.

--Sid olvid su bolso. Corre, llmalo, detnlo ! -grit, mientras trotaba sendero abajo con las cintas de la cofia agitadas al viento. Por espacio de un instante, Hugh vacil, pensando, malhumorado: "Se lotiene merecido... No correr tras l...". Despus su buen corazn venci y tomando el bolso, ech a correr, ansioso de amontonar brasas sobre la orgullosa cabeza de Sid... sin mencionar su propio deseo de ver nuevamente a los ciclistas.

"Tendrn que subir despacio la cuesta larga; entonces podr alcanzarlos", reflexion mientras cubra terreno con celeridad, pues era buen corredor, orgulloso de sus giles piernas.

Desdichadamente para sus buenas intenciones, los ciclistas haban tomado un atajo para evitar la colina, perdindose de vista en un sendero por donde Hugh ni siquiera soaba que se atreveran a ir, montados en tales vehculos.

-Pues han cumplido una proeza al llegar a la cima de la colina a esta velocidad... No creo que puedan seguir as mucho tiempo - jade Hugh, detenindose de golpe al no ver seales de los muchachos.

El camino se extenda tentador delante de l; la carrera le haba devuelto el nimo, y la curiosidad por ver qu era de sus amigos lo atraa a la cima, donde lo aguardaba la tentacin. Y hacia all se encamin, hallando tan plancenteros el aire fresco, el cielo soleado, el sendero cubierto de hojas rojas y amarillas, y la sensacin de libertad, que cuando lleg al punto ms alto y vio todo el mundo ante l, como podra decirse, concibi un audaz proyecto, que casi le quit el aliento con sus mltiples encantos.

"Camina", me dijo Sid... y por qu no? Por lo menos hasta Lawton, desde donde podra ir en coche, como piensa hacer Bemis.

Cmo se sorprenderan los amigos al verme aparecer en el patinadero! Ya son las ocho y cuarto, y el espectculo comenzar a las tres. Podra llegar con bastante facilidad... y lo har, por Jpiter! Tengo aqu la merienda, y creo que dinero suficiente para pagar ese pasaje. Si no lo tengo, ir un poco ms all y tomar un tranva de caballos.

Qu divertido! All voy.

Y con un alarido de juvenil deleite al romper sus ataduras, parti colina abajo, como un potro escapado.

Los otros estaban a corta distancia de l, delante, pero como los vericuetos del camino los ocultaban, todos siguieron avanzando, sin advertir su mutua proximidad. La carrera de Hugh le daba una buena ventaja, y por espacio de cinco o seis kilmetros, adelant muy bien. Despus sigui con mayor lentitud, pensando que le sobraba tiempo para alcanzar determinado tren. Pero como no tena reloj, al llegar a la estacin tuvo el placer de ver cmo el tren parta por un extremo de la estacin al tiempo que l entraba por el otro.

-No me dar por vencido, seguir a pie... Podr jactarme de ello cuando los dems cuenten sus hazaas. Ver a qu velocidad puedo ir, puesto que no estoy fatigado, y puedo comer por el camino. Le agradezco mucho a Sid la sabrosa merienda...

Y, riendo para s ante su buena suerte, Hugh volvi a partir, sin detenerse ms que para beber un buen trago en la bomba municipal. Esos trece kilmetros no le parecan muy largos al pensar en ellos, pero al caminar tuvo la idea de que se volvan cada vez ms largos, hasta que imagin haber recorrido unos cincuenta. Tena buena prctica, y por fortuna llevaba puestos zapatos cmodos, pero tanta era su prisa por llegar a tiempo, que no se permiti descanso alguno, y sigui adelante, colina arriba y colina abajo, con la actitud resuelta de quien cumple una apuesta. Aqu lo dejaremos, para ver lo sucedido a Sid, pues sus aventuras fueron ms interesantes que las de Hugh, pese a que todo le pareca tan fcil al partir. En Lawton se separ de su amigo y sigui solo, despus de haber adquirido una provisin de pan de jengibre en un carro de panadero, y de haberse detenido a comer, beber y descansar junto a un arroyuelo. Pocos kilmetros ms adelante pas cerca de un grupo de muchachas que jugaban al tenis, y cuando avanzaba con lentitud, observndolas desde su elevado asiento, una exclam sbitamente: -Pero, si es nuestro vecino, Sidney West ! Cmo vino a aparecer aqu?

Y, agitando su raqueta, Alice corri dispuesta a averiguarlo. Dispuesto de buena gana a detenerse y lucir su uniforme nuevo, que le quedaba muy bien, Sid desmont, se quit el casco y sonri a las damiselas, inclinndose por sobre el seto como un caballero de antao.

-Ven a jugar una partida y merendar un poco. Tendrs tiempo de sobra, y algunos de nosotros iremos al patinadero dentro de poco. Ven, nos hace falta alguien que nos ayude, pues Maurice es demasiado haragn, y Jack se lastim la mano con ese estpido bisbol -insisti Alice, con persuasivo ademn, mientras las dems asentan y sonrean esperanzadas.

Atrado de esa manera, el juvenil Ulises prest odos a la voz de la pequea Circe de sombrero redondo, y entr en el bosquecillo encantado, donde olvid el paso del tiempo mientras retozaba entre las ninfas. No fue transformado en bestia, como en el relato inmortal, pese a que los tres caballeros adoptaron actitudes algo serviles, y Alice agitaba la raqueta como si fuera una varita mgica, mientras sus amigas ofrecan vasos de limonada a los hroes reclinados en el csped durante las pausas del juego. En tan paradisacas ocupaciones pas el tiempo, de modo que Hugh se adelant a su hermano sin saber que ste reposaba en la carpa que result tan invitadora para el polvoriento muchacho al pasar, fatigado, pero contando cada mojn consatisfaccincreciente.

-Si llego a casa de to Tim a la una, habr cumplido bien... Cuatro kilmetros por hora es un buen paso, y con una sola parada. En cuanto llegue enviar un telegrama a mi ta, aunque no se inquietar; est acostumbrada a vernos aparecer en el momento adecuado pens Hugh, agradecido porque ninguna mam excesivamente ansiosa lo esperaba durante su larga ausencia. Los hermanos no tenan madre, y la ta Ruth era una anciana comprensiva, que les dejaba hacer lo que queran, para gran satisfaccin de ellos. Al acercarse el final de su jornada, el viajero se reanim, y olvid las ampollas que tena en los talones ante la dramtica escena pintada por su fantasa, cuando Sid lo descubriera en casa del to Tim, o muy tranquilo sentado en el patinadero. Silbando con alegra, pasaba por un tramo boscoso cuando oy voces, y al volverse vio que se aproximaba un carruaje lleno de muchachas, escoltadas por un ciclista cuyas piernas azules parecan curiosamente familiares. Ansioso por conservar su secreto hasta el ltimo instante, y comprendiendo que no estaba presentable, Hugh se ocult en el bosque, mientras el alegre grupo pasaba de largo. En cuanto una curva los ocult, volvi al camino.

-De no haber sido tan mezquino Sid, yo habra estado con l, compartiendo la diversin. No me apresurar a perdonarlo por obligarme a ir a pie como un vagabundo, mientras l lo pasa tan bien.

De haber sabido lo que estaba a punto de ocurrir, mientras l murmuraba estas palabras para s, se enjugaba la cara sudorosa y beba el ltimo sorbo de caf para saciar su sed, pronto habra lamentado el haberlas pronunciado, perdonando todo a su hermano.

Mientras l ascenda laboriosa ylentamente la ltima colina, Sid se lanzaba por el otro lado, ansioso por demostrar su coraje y habilidad ante las muchachas, ya que estaba en una edad en la cual los muchachos comienzan a desear complacer y asombrar a esos seres ms suaves, a quienes hasta ese momento trataron con indiferencia o con desprecio. Al hacerlo, cometi una tontera, pues el camino era desparejo, con empinadas laderas de cada lado y una curva cerrada al final, pero Sid sigui camino alegremente, con uno que otro batacazo, hasta que una serpiente, al cruzar el camino, hizo encabritar al caballo, chillar a las muchachas y volverse al ciclista, que al hacerlo perdi el equilibrio en el preciso momento en que le habra hecho falta esquivar una piedra grande. Y all fue Sid, cay la bicicleta con estrpito, se elev una nube de polvo, y las nias guardaron sbito silencio al presenciar el desastre. Esperaban que su gallardo acompaante se pondra de pie, riendo por su accidente, pero cuando lo vieron tendido de espaldas, inmvil, despus de un salto mortal, con la bicicleta encima como un pao mortuorio, se alarmaron y se precipitaron al rescate.

Le sangraba un tajo en la frente; adems, era evidente que el impacto lo haba aturdido un momento. Por suerte, haba una casa cercana, y un hombre que presenci el accidente acudi a ofrecer una ayuda ms eficiente que la que las jvenes atinaron a proporcionar en la primera confusin. En efecto, las cuatro se limitaban a azotar desatinadamente a Sid con sus pauelos. mientras gritaban

-Qu haremos? Est muerto? Traigan agua!.. . Rpido, llamen a alguien! -No se asusten, chicas; para romper la cabeza de un muchacho hacen falta muchos porrazos. No se hizo mucho dao; est un poco mareado, nada ms. Levantar esta mquina molesta y lo pondr en pie, si es que no se hiri las piernas.

Animndolas con tales palabras, el granjero despej las ruinas y apoy al ciclista cado contra un rbol. Dicho tratamiento tuvo tan buen efecto, que Sid no tard en recobrarse, y mostrarse muy disgustado por la situacin.

-Esto no es nada, un topetazo, nada ms; estoy bien, gracias. Partamos en seguida, lamento muchsimo haberlas alarmado, nias. Eso fue lo que dijo, pero aunque comenz su discurso con valor, concluy con dbil sonrisa y aferrndose al rbol, mareado y descompuesto otra vez.

-Venga conmigo... Lo arreglar a usted y a su carrindanga, jovencito. Intil que insista en seguir camino, porque esta cosa est rota, y a usted le hace falta quedarse quieto un rato. Sigan ustedes, nias; yo me ocupar de l, y mi mujer podr cuidarlo mejor que una docena de jovencitas medio muertas de miedo.

Tomando el caso en sus propias manos, el granjero tard apenas cinco minutos en tener bajo su techo al ciclista y la bicicleta. Y con vanas ofertas deayuda, muchas lamentaciones y promesas de comunicar su paradero al to Tim por si no llegaba, las muchachas partieron a regaadientes, sin dejar otras seales de la catstrofe que un camino pisoteado y una serpiente muerta. Acababa de restaurarse la paz, cuando lleg Hugh por la colina, sin soar siquiera en lo que acababa de ocurrir, y por segunda vez se adelant a su hermano, que en ese momento se hallaba tendido en un sof de la granja. Una bondadosa anciana le adornaba la frente con un amplio vendaje negro, mientras sugera papel oscuro empapado en vinagre para los diversos magullones de sus brazos y piernas.

"Parece que alguien hizo mucho alboroto para matar una serpiente", djose Hugh al observar los rastros de desorden, pero resistiendo su inters juvenil por tales asuntos, siguicamino con decisin, aspirando las rfagas de aire marino que llegaban de vez en cuando a su nariz, anuncindole la cercana de' su ansiada meta. Para su satisfaccin no tardaron en aparecer a su vista las torres de la ciudad. Solamente el largo puente y una o dos calles se interponan entre l y el silln del to Tim, donde pronto esperaba descansar.

Se encontraba en medio del puente, cuando lo pas una carreta de granjero, con una bicicleta cuidadosamente tendida sobre los barriles de vegetales para el mercado. Hugh la contempl con afecto. anhelando pedirla prestada para un corto viaje hasta el final del puente. De haber sabido que se trataba de la bicicleta de Sid, rota y que sera reparada sin prdida de tiempo gracias a la visita al pueblo del bondadoso granjero, habra hecho una pausa para rerse con ganas, pese a su juramento de no detenerse hasta que concluyera su viaje.

En el preciso momento en que Hugh tomaba por la calle donde habitaba el to Tim, pas un tranva tirado por caballos, en un rincn del cual viajaba un plido adolescente, con un sombrero estropeado echado sobre los ojos, que entreg su boleto con la mano izquierda y que cuando el coche se sacuda, frunca el entrecejo, como si sintiera dolor. De haber mirado por la ventana habra visto a un muchachito muy polvoriento, que bolso al hombro, avanzaba a buen paso por la calle donde viva su pariente. Pero Sid volvi la cabeza a un lado, temiendo ser reconocido, pues se diriga a cierto club al que perteneca Bemis, porque prefera su simpata y su hospitalidad antes que la humillacin de que su desdicha fuera relatada en casa por su to Tim, quien con seguridad se pondra de parte de Hugh y celebrara la cada de los orgullosos. Y menos mal que evit aquella cmoda mansin, pues en el umbral de la misma se encontraba Hugh, quien sonri satisfecho cuando el reloj dio la una, proclamando que haba recorrido sus veinte kilmetros en poco menos de cinco horas.

-No est tan mal para un "pequeo", aunque sea un "asno" -ri el muchacho, mientras se limpiaba los zapatos, se frotaba la cara, y se acicalaba lo mejor posible, a fin de presentar buen aspecto al aparecer a la vista de su atnito hermano.

Cuando se abri la puerta, entr para encontrarse con su to y dos sonrosadas primas, que en ese momento se disponan a cenar. Como siempre se alegraban de ver a los hermanos, le ofrecieron una cordial bienvenida y le preguntaron por Sid.

-No ha llegado todava! -exclam Hugh, sorprendido, aunque satisfecho de ser el primero.

Como nada se saba de l, Hugh relat sus propias andanzas, para deleite de su jovial to y admiracin de Meg y Mey, las sonrosadas primitas. Todos aplaudieron la hazaa e insistieron en seguida en que el caminante deba recobrar fuerzas con un bao, una abundante comida y un buen descanso en el silln grande, donde repiti su historia a pedido particular.

-Te mereces una bicicleta, y la tendrs, como que me llamo Timothy West. Me gusta el valor y la perseverancia, y t las tienes, as que, dime cul es la bicicleta que prefieres. Sid necesita que -se le quiten los humos, como dicen ustedes. Yo tambin soy hermano menor, por eso conozco tus penurias. Mientras su to formulaba tan agradables comentarios, Hugh pareca haber dejado atrs sus propias penurias, pues su cara brillaba por el jabn y la satisfaccin; su apetito estaba saciado por una esplndida cena; sus pies cansados gozaban de un par de amplias chinelas, y la bendita certeza de poseer una bicicleta de primera calidad colmaba sus aspiraciones. Era imposible expresar con palabras su gratitud, y solamente la esperanza de comunicar tan gloriosas novedades a Sid podra haberlo arrancado de ese paraso, donde anhelaba permanecer. Valor y perseverancia, adems de crema fra en los talones ampollados, le permitieron volver a calzarse los zapatos y partir en busca de su hermano en un tranva tirado por caballos, como en un carruaje triunfal.

-No me jactar, pero la verdad es que me siento muy satisfecho con lo hecho hoy...

Qu tal le habr ido a l? Supongo que habr llegado en dos o tres horas, y ahora se pavonea en el patinadero, con sus compaeros del club. Entrar y esperar a que me encuentre, como si no me enorgulleciera ni un poco por lo que hice ni me importara un bledo el elogio de nadie. Con este plan en la cabeza, Hugh goz en grande aquella tarde, sin dejar de mantenerse alerta en la bsqueda de Sid, aun mientras se cumplan, ante sus ojos admirados, las ms asombrosas hazaas. Pero no vio por ninguna parte a su hermano, pues buscaba un uniforme azul y un casco provisto de cierta insignia, mientras que Sid permaneca en un rincn, ataviado con un sombrero y una chaqueta prestadas, y observando las proezas de las que haba pensado participar, cada vez que se lo permitan su cabeza y sus huesos doloridos.

Recin al concluir el espectculo se encontraron los hermanos, a la salida, y entonces la expresin de Sid fue tan cmica, que Hugh ech a rer hasta que la multitud que los rodeaba se puso a mirarlos, preguntndose cul sera la broma.

-Cmo diablos llegaste aqu? -pregunt el mayor, bajndose el sombrero para ocultar el vendaje. -Caminando, tal como me aconsejaste. Imposible expresar con palabras el placer que experiment Hugh al responder as, o el jbilo que intent vanamente contener, pues los ojos le brillaban y una sonrisa de gozo juvenil iluminaba su tostada tez. -.Acaso esperas que me lo crea? -Como te parezca... Quise alcanzarte para darte tu bolso, y como no pude, se me ocurri seguir camino. Llegu a eso de la una, cen en casa de to y desde entonces estoy gozando de esta jarana. -Para empezar, muy bien. Sigue as y algn da sers un campen de ciclismo... Y dime, muchachito, qu crees t que dir pap cuando se entere? -Poca cosa... To se ocupar de eso. El consider que me haba portado con mucho valor, y tambin lo pensaron sus hijas. Y t, cundo llegaste? -inquiri Hugh, algo picado ante la falta de entusiasmo demostrado por Sid, aunque era evidente que lo impresionaba la diablura del "muchachito". -Cuando Bemis se fue, segu despacio... De paso jugu al tenis en casa de los Blanchard, cen en el club, y vine aqu con mis amigos... Como me dola la cabeza, no me senta con ganas de andar mucho. Mientras Sid hablaba, Hugh iba notando las seales que delataban los percances sufridos por Sid. -Ja, ja! -ri mientras le palmeaba las rodillas-. Te has visto en aprietos ! Lo s, lo veo... Confisalo y no me vengas con evasivas, pues lo averiguar de alguna manera. -No hagas tanto escndalo en la calle... Sube a este tranva y te lo contar, pues s que no me dejars tranquilo hasta que lo haga -repuso Sid, sabiendo bien que Alice no guardara el secreto.

Difcil expresar el inters de Hugh por el relato que extrajo poco a poco de la vctima, pero despus de una perdonable burla por las penurias sufridas por su opresor, cedi a la compasin que experimentaba hacia su hermano y se port muy bien con l.

Esto emocion a Sid y lo colm de remordimiento por su anterior falta de amabilidad, pues quien recorre el Valle de la Humillacin ve con claridad sus propios defectos y no se avergenza de confesarlos.

-Mira, te dir lo qu pienso hacer -anunci cuando bajaban del tranva y Hugh le ofreca el brazo con gesto amistoso-. Te dar la bicicleta vieja, y que Joe consiga otra donde pueda... De todos modos, es pequea para l, y dudo que la quiera. En verdad, creo que fuiste muy animoso al caminar esos veinte kilmetros, y sin guardarme rencor, de modo que digamos "A lo hecho, pecho".

-Te lo agradezco mucho, pero to me regalar una nueva, de modo que no har falta desilusionar a Joe. S que eso es duro, y me alegro de evitarselo puesto que es pobre y no puede adquirir una nueva.

Tal respuesta fue la nica venganza de Hugh por sus mortificaciones, y Sid la sinti, aunque se limit a decir, palmendole el hombro: -Me alegro de enterarme... To es una maravilla, y t tambin. Tomaremos el ltimo tren de vuelta a casa y yo pagar tu boleto. -Gracias... Pobre, te diste un buen porrazo, eh? -exclam Hugh cuando se quitaron los sombreros en la sala y el vendaje apareci en toda su extensin. -Mi cabeza estar bien dentro de uno o dos das, pero me aboll el casco y me hice agujeros en las rodillas de mis pantalones nuevos... Tuve que pedir prestada una muda en casa de Bemis y dejar all mis harapos. No hace falta mencionar ms de lo necesario a las chicas; no me agrada causar molestias repuso Sid, tratando de quitar importancia al asunto.

Hugh tuvo que detenerse a rer otra vez, al recordar las burlas provocadas por sus propios contratiempos. Sin embargo, no se veng, y Sid no lo olvid nunca. Su estada fue breve, y Hugh result el hroe del momento, eclipsando por completo a su hermano, quien sola ocupar el primer lugar, pero que ahora pasaba humildemente a segundo plano, consciente de que no era una figura muy imponente, con su chaqueta demasiado grande, una venda en la frente, un magulln purpreo en una mejilla, y un aspecto general de abatimiento poco habitual en l.

Cuando partieron, el to Tim palme la cabeza de Hugh; una licencia que lo habra ofendido, a no ser porque el amable anciano la acompa diciendo, con una generosidad temeraria y digna de ser destacada -Hijo mo, elige la bicicleta que te guste, y envame la cuenta. -Y encarndose con Sid agreg, en tono que hizo enrojecer su plida cara-: Y t, recuerdas que la tortuga venci a la liebre en la vieja fbula que todos conocemos? fin