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191 En las dos últimas décadas se ha recuperado en el sector occidental del valle del Tajo, tanto en excavaciones como en revisiones historiográfi- cas, un registro arqueológico que se interpreta como el resultado de un proceso de contacto y reelaboración por las comunidades indígenas de una serie de elementos e influjos de proce- dencia colonial. La llegada, aceptación y reelaboración de es- tos influjos, según los condicionantes de cada comunidad, se desarrolló en un proceso dialéc- tico, en el que las respuestas que se generaban en el seno de los grupos indígenas condiciona- ban y modificaban los sucesivos procesos de contacto e interacción. Este proceso no se pue- de separar del marco geográfico en el que se desarrolla, caracterizado entre otras cosas por la confluencia estratégica de los vados que permi- ten cruzar el Tajo, cuyo curso es a la vez frontera y vía de comunicación. Como se ha señalado en otros foros, las mani- festaciones del proceso de interacción que ca- racterizan el periodo orientalizante parecen su- gerir un escenario en el que en un periodo de tiempo que abarca desde los siglos VIII al VI a.C., se produjeron distintos procesos de acultura- ción con un cierto matiz de convergencia for- mal entre comunidades tan alejadas como las del territorio tartéssico clásico y las de su hinter- land, como el valle del Tajo. El desarrollo de es- tos procesos en el sector occidental del valle del Tajo, en la transición de la provincia de Toledo a la de Cáceres, configura los objetivos de un pro- yecto de investigación que desde hace unos años se viene desarrollando, a partir de un regis- tro arqueológico, fragmentario, escaso, excep- cional aunque aislado, y en ocasiones ambiguo o sujeto a diferentes transformaciones (Fernán- dez-Miranda, Pereira, 1992). La mayoría de los elementos que presenta- mos en este trabajo ya han sido publicados, pero en el marco del proyecto de investigación que hemos señalado veremos como se articulan como jalones de un proceso de contactos entre comunidades indígenas y grupos o individuos procedentes de territorios caracterizados por una influencia colonial más directa. El elemento que enmarca este proceso está vinculado a las características geográficas del relieve de los te- rritorios noroccidentales de la Meseta Sur, en la que se localizan tres vados que permiten el cru- ce del río Tajo hacia los valles y los pasos de la vertiente sur de Gredos, que permiten acceder a los territorios de la cuenca del Duero. Estos tres vados del Tajo se localizan con una distribución bastante regular por lo que se refie- re a la distancia entre ellos en la transición de las tierras toledanas a las cacereñas (véase mapa). El primero de ellos se localiza en la confluencia del Alberche en el Tajo en las cercanías de Tala- vera de la Reina (Álvarez Sanchís, 2003), pasan- do por el de Puente Pinos en la confluencia del río Uso con el Tajo en las cercanías de Alcolea de Tajo (Chapa, Pereira, 2006) y situándose el ter- cero en las inmediaciones de la antigua pobla- ción de Talavera la Vieja, en la actualidad bajo las aguas del embalse de Valdecañas (Jiménez Ávila, González, 1999). Nuevos escenarios en el circuito de intercambios de época colonial: los vados del Tajo JUAN PEREIRA SIESO Facultad de Humanidades. UCLM. Área de Prehistoria. Toledo GARCIA I RUBERT, D.; MORENO MARTÍNEZ, I.; GRACIA ALONSO, F. (coords.) (2008). Contactes. Indígenes i fenicis a la Medi- terrània occidental entre els segles VIII i VI ane. Ajuntament d’Alcanar / Signes disseny i comuncació.

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En las dos últimas décadas se ha recuperado enel sector occidental del valle del Tajo, tanto enexcavaciones como en revisiones historiográfi-cas, un registro arqueológico que se interpretacomo el resultado de un proceso de contacto yreelaboración por las comunidades indígenasde una serie de elementos e influjos de proce-dencia colonial.

La llegada, aceptación y reelaboración de es-tos influjos, según los condicionantes de cadacomunidad, se desarrolló en un proceso dialéc-tico, en el que las respuestas que se generabanen el seno de los grupos indígenas condiciona-ban y modificaban los sucesivos procesos decontacto e interacción. Este proceso no se pue-de separar del marco geográfico en el que sedesarrolla, caracterizado entre otras cosas por laconfluencia estratégica de los vados que permi-ten cruzar el Tajo, cuyo curso es a la vez fronteray vía de comunicación.

Como se ha señalado en otros foros, las mani-festaciones del proceso de interacción que ca-racterizan el periodo orientalizante parecen su-gerir un escenario en el que en un periodo detiempo que abarca desde los siglos VIII al VI a.C.,se produjeron distintos procesos de acultura-ción con un cierto matiz de convergencia for-mal entre comunidades tan alejadas como lasdel territorio tartéssico clásico y las de su hinter-land, como el valle del Tajo. El desarrollo de es-tos procesos en el sector occidental del valle delTajo, en la transición de la provincia de Toledo ala de Cáceres, configura los objetivos de un pro-yecto de investigación que desde hace unos

años se viene desarrollando, a partir de un regis-tro arqueológico, fragmentario, escaso, excep-cional aunque aislado, y en ocasiones ambiguoo sujeto a diferentes transformaciones (Fernán-dez-Miranda, Pereira, 1992).

La mayoría de los elementos que presenta-mos en este trabajo ya han sido publicados,pero en el marco del proyecto de investigaciónque hemos señalado veremos como se articulancomo jalones de un proceso de contactos entrecomunidades indígenas y grupos o individuosprocedentes de territorios caracterizados poruna influencia colonial más directa. El elementoque enmarca este proceso está vinculado a lascaracterísticas geográficas del relieve de los te-rritorios noroccidentales de la Meseta Sur, en laque se localizan tres vados que permiten el cru-ce del río Tajo hacia los valles y los pasos de lavertiente sur de Gredos, que permiten acceder alos territorios de la cuenca del Duero.

Estos tres vados del Tajo se localizan con unadistribución bastante regular por lo que se refie-re a la distancia entre ellos en la transición de lastierras toledanas a las cacereñas (véase mapa).El primero de ellos se localiza en la confluenciadel Alberche en el Tajo en las cercanías de Tala-vera de la Reina (Álvarez Sanchís, 2003), pasan-do por el de Puente Pinos en la confluencia delrío Uso con el Tajo en las cercanías de Alcolea deTajo (Chapa, Pereira, 2006) y situándose el ter-cero en las inmediaciones de la antigua pobla-ción de Talavera la Vieja, en la actualidad bajolas aguas del embalse de Valdecañas (JiménezÁvila, González, 1999).

Nuevos escenarios en el circuitode intercambios de época colonial:los vados del Tajo

JUAN PEREIRA SIESOFacultad de Humanidades. UCLM. Área de Prehistoria. Toledo

GARCIA I RUBERT, D.; MORENO MARTÍNEZ, I.; GRACIA ALONSO, F. (coords.) (2008). Contactes. Indígenes i fenicis a la Medi-terrània occidental entre els segles VIII i VI ane. Ajuntament d’Alcanar / Signes disseny i comuncació.

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NUEVOS ESCENARIOS EN EL CIRCUITO DE INTERCAMBIOS DE ÉPOCA COLONIAL: LOS VADOS DEL TAJO

Localización de los vados del Tajo. 1: Talavera de la Reina. 2: Puente Pinos. 3: Talavera la Vieja.

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La principal característica de las comunidadesinstaladas en estos territorios durante el BronceFinal es su pérdida de visibilidad en el registroarqueológico, tanto por la escasez de los asenta-mientos y el abandono de poblados anterior-mente ocupados, como por la desaparición enlos territorios occidentales peninsulares del re-gistro arqueológico funerario, debido probable-mente a rituales, como la deposición del cadá-ver en las aguas, que no dejan huella en elregistro arqueológico (Ruiz-Gálvez, 1995).

Estrictamente no se puede hablar de un des-censo del contingente demográfico sino másbien de un patrón de asentamiento más difusocon ocupaciones más cortas, que son más difíci-les de detectar en el registro arqueológico. Vin-culadas directamente a los asentamientos, lasestructuras funerarias son un elemento simbóli-co y visual que refuerza la vinculación y reclama-ción de derechos de propiedad sobre un territo-rio, frente a los extraños. Cuando la ocupaciónde un territorio es de tipo estacional o difusa, lafunción de los rituales, cuyas evidencias materia-les modelan o configuran el paisaje, deja de te-ner sentido. En las comunidades de los territo-rios occidentales el modo de vida se va acaracterizar por un fuerte componente de movi-lidad, debido a una orientación económica en laque la ganadería tendría un mayor protagonis-mo, con una agricultura de subsistencia en lasinmediaciones de los asentamientos, que secompletaba con el aprovechamiento de un re-curso tan abundante en el ecosistema de la zonacomo las bellotas. Estas no solo se aprovecharíande modo estacional sino que serían el recursoprincipal en los primeros momentos de ocupa-ción de sucesivos pastos en un circuito de explo-tación de un amplio territorio a largo plazo.

Durante la fase Ría de Huelva del Bronce Finalcomienza a hacerse evidente la transformaciónde los modos de vida de las comunidades autóc-tonas, caracterizados por un fuerte índice demovilidad, que comienzan a territorializar suespacio. El interés por los puntos de acceso a unterritorio muestra el interés por controlarlo y lasrelaciones de distinto tipo que produzcan en él.El marco en el que se desarrolla este proceso secaracteriza por la intensificación de los primeroscontactos con influjos externos, fruto de la posi-ción de confluencia de los territorios peninsula-

res entre los ejes de expansión de las metalur-gias atlántica y mediterránea.

Las evidencias del registro arqueológico nosmuestran como en el entorno de los vados delTajo se puede constatar este proceso de territo-rialización a partir de una serie de elementosvinculados directamente con la metalurgia delhorizonte Ría de Huelva. En el caso del vado deTalavera de la Reina cabe destacar los hallazgosmetálicos de su área de influencia, como el ha-cha de apéndices laterales y los moldes metalúr-gicos de Arroyo Manzanas (Urbina, Urquijo,García Vuelta, Sánchez, 1992) y el puñal debronce de «lengua de carpa» de Carpio de Tajo(Jiménez de Gregorio, 1966).

En el vado de Talavera la Vieja se documen-taron materiales procedentes de dos contextosarqueológicos diferentes, que se correspondenpor un lado con hallazgos de tipo casual efec-tuados durante una de las bajadas de nivel delembalse de Valdecañas. Esta circunstancia, supermanencia bajo las aguas y la posterior baja-da del nivel durante la sequía de 1995, afectóde manera importante a la conservación de loscontextos arqueológicos, que proporcionaronentre otros materiales los fragmentos corres-pondientes al menos a tres fíbulas de codo debronce tipo Huelva (Jiménez Ávila, González,1999: 183-184) valoradas como pertenecien-tes al grupo más antiguo de este tipo de fíbulasdel repertorio peninsular (Carrasco, Pachón,2006). Completa este panorama de los mo-mentos finales del Bronce Final las referen-cias del hallazgo en el vado de Puente Pinos,situado en la confluencia del Uso con el Tajo,de dos espadas de bronce (Ruiz-Gálvez, Galán,1991).

Todos estos elementos citados se asocian a lametalurgia del llamado grupo Ría de Huelva, alque pertenecen las espadas procedentes delCarpio de Tajo y del vado de Puente Pinos vin-culados a los contactos con el mundo atlántico,mientras que las piezas adscritas al adorno per-sonal, como las fíbulas de codo del vado de Ta-lavera la Vieja, valoradas como precedentes desus paralelos en el depósito de la Ría de Huelva,se corresponden con la llegada de los primerosproductos de clara influencia mediterráneaoriental. Las espadas del Tajo representan untipo de hallazgo característico del Bronce Final

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que ha sido estudiado detalladamente por Ruiz-Gálvez (Martín, 1998), quien lo asocia al intentosimbólico y material de controlar en ciertas re-giones del suroeste aquellos puntos de acceso aterritorios o a vías de comunicación. Son puntoscuyo control es una fuente de poder, de modoque serían escenarios donde a través de cere-monias de exhibición de riqueza y renovaciónde vínculos con los antepasados se reclaman de-rechos para establecer controles, peajes, etc.,sobre los puntos de paso.

Junto con las espadas, el segundo objeto másconocido son las hachas, entre las que cabe des-tacar las de talón con una o dos anillas y las deapéndices laterales, como la de Arroyo Manza-nas, que junto con las espadas parecen habercirculado a través de redes de intercambio deobjetos de prestigio. Son objetos de larga dura-ción, lo que plantea dificultades para su atribu-ción cronológica exacta, con un importante va-lor simbólico aparte del funcional. Este valor vaunido al de ser la manifestación de la acumula-ción de metal por parte de su propietario. Estoexplica su utilización en los rituales de deposi-ción en las aguas, o la aparición de las hachasenteras o partidas en puntos estratégicos de lasvías de comunicación (Galán, 1993). En el casodel ejemplar de Arroyo Manzanas sus caracterís-ticas tipológicas y tecnológicas permiten encua-drarla en el Bronce Final, con una cronologíaentre los siglos VIII y VII a.C. que no entra en con-tradicción con la presencia en el mismo yaci-miento de crisoles y moldes de arcilla para rega-tones y puntas de flecha a los que se les haatribuido una cronología más reciente, ya quelos regatones son elementos metálicos caracte-rísticos del Bronce Final (Montero, Velasco,2001-2002: 9).

Otra de las manifestaciones vinculadas al pro-ceso de consolidación del patrón de asenta-miento que caracteriza estos momentos son lasllamadas «estelas de guerrero», de las que con-tamos con cinco ejemplares en los territoriosaledaños de los vados del Cerro de la Mesa y Ta-lavera de la Reina. Los ejemplares conocidoshasta el momento (fig. 1) proceden de Aldea-nueva de San Bartolomé (Pacheco, Moraleda,Alonso, 1999), Herencias (Fernández-Miranda,1986), Arroyo Manzanas (Moreno, 1990a) y Ba-rranco del Águila (Portela, Jiménez, 1996), y

constituyen por sí mismos un conjunto con lasuficiente entidad para configurar el límiteoriental de la distribución de este tipo de ele-mentos iconográficos en el valle del Tajo.

El núcleo central de las estelas sería según al-gunos autores (Pavón, 1998), las penillanurascacereñas entre el Tajo y las sierras de San Pedroy Montánchez, estableciéndose una cierta co-rrelación entre este núcleo central y los recursosmineros de las penillanuras. Algunos autorescomo Celestino (2001) consideran que su inter-pretación como marcadores de vías de comuni-cación no es la que más se ajustaría a su verda-dera funcionalidad y significado. En la mismalínea Escacena (2000) propone que si bien ladistribución de las estelas vista desde fuera delas comunidades que las utilizan muestra unavinculación con vías y puntos de comunicación,no es menos cierto que por lo general las distin-tas comunidades que las utilizan se vinculan ensu utilización del territorio a las vías de comuni-cación. En estos territorios las comunidades quelas utilizan y se sirven de ellas están experimen-tando un proceso de jerarquización. Los indivi-duos o grupos que emergen de esta jerarquiza-ción son los que controlan los distintos circuitoso redes de intercambio, lo que explicaría las se-mejanzas iconográficas de los distintos gruposde estelas, que comparten los mismos códigosde exhibición de estatus.

Las diferencias en la distribución de las estelasen las cuencas del Tajo y el Guadiana, cuya pro-yección temporal conlleva un programa icono-gráfico cada vez más complejo, parece corres-ponderse con movimientos poblacionales que,tomando como ejes los dos ríos, se orientan ha-cia la Meseta y el valle del Guadalquivir, en losque se advierte una cierta gradación o diferen-cia entre la cuenca del Guadiana y la del Tajo,constatándose una cierta marginalidad de estaúltima frente a la del Guadiana. Los cinco ejem-plares toledanos que se conocen por el momen-to parecen ilustrar ese movimiento poblacionalque pretende controlar los vados de este sectorde la cuenca del Tajo, y que parece conseguirsecon toda claridad en el caso de Talavera de laReina. No hay por lo tanto que descartar que enun futuro se localicen en el caso de los otros dosvados la evidencia del control y cruce de losmismos, como parece confirmar el registro ar-

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queológico documentado en ambas márgenesdel río en época inmediatamente posterior. Asípues, en este momento, que algunos autorescaracterizan con el apelativo de precolonial(Portela, Jiménez, 1996), las comunidades delsector occidental del valle del Tajo parecen prio-rizar en su patrón de poblamiento el control delos puntos de cruce del río, vértices de atracciónen los circuitos de intercambio que se modifica-rán de manera importante al entrar como catali-zador de los mismos la expansión comercial delos asentamientos coloniales fenicios (Aubet,1991).

En el marco de una paulatina decadencia delos contactos con el mundo atlántico y el augepropiciado por la intensificación de los contac-

tos en cantidad y calidad con el mundo colo-nial, los grupos indígenas van a experimentarimportantes transformaciones. Liderados hastaeste momento por una clase identificada en elprograma iconográfico de las estelas, se veráninmersos en una coyuntura favorable que propi-cia no solo la intensificación de los contactossino que refuerza el proceso de territorializacióny reorganización de los recursos económicosbásicos de estos territorios como los ganaderosy mineros, a los que habría que añadir tambiénlos directamente relacionados con la renova-ción de la producción agrícola (Ruiz-Gálvez,1995: 154). La intensificación de los contactosexteriores, la expansión económica y poblacio-nal y el aumento de la capacidad de acumular

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Figura 1. Estelas de guerrero.1: Barranco del Águila.2: Arroyo Manzanas. 3: LasHerencias. 4: Aldeanueva deSan Bartolomé I. 5: Aldeanuevade San Bartolomé II.

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riqueza, desencadenará la competitividad entrediferentes comunidades, así como la necesidadde un mayor control del territorio, que se plas-mará en un modelo de poblamiento más esta-ble (Martín, 1999).

El proceso de territorialización se va a confi-gurar en un poblamiento caracterizado por há-bitats situados en puntos dominantes o estraté-gicos como los vados, sin descartar el carácterestacional o temporal de algunas de estas ocu-paciones. Esta territorialización se enmarcará enel denominado periodo orientalizante, duranteel cual, al igual que otros territorios peninsula-res, las cuencas del Guadiana y del Tajo se inte-gran en un nuevo marco económico que seconfigura a partir de las relaciones que se esta-blecen entre el mundo colonial fenicio y las co-munidades autóctonas peninsulares. Hasta elmomento se viene manteniendo por un sectorde la investigación como eje principal de la lle-gada para estos territorios del fenómeno orien-talizante, que con una orientación Sur/Norte seproyectará desde los asentamientos fenicios delsuroeste peninsular hacia los territorios extre-meños. En esta propuesta se sugiere que la den-sidad y distribución de los asentamientos se vahaciendo cada vez más reducida en su progre-sión hacia el norte, de modo que según nos va-mos aproximando al curso del Tajo, la presenciadel fenómeno orientalizante se localiza en pun-tos concretos que faciliten o controlen los inter-cambios con los territorios de la cuenca delTajo. Esto explicaría el interés por establecerfuertes vínculos con las comunidades indígenasque controlan territorios estratégicos por sus re-cursos o sus accesos (Fernández-Miranda, Perei-ra, 1992; Portela, Jiménez, 1996).

Sin embargo, en el momento actual de la in-vestigación asistimos a una progresiva matiza-ción de la interpretación del desarrollo y carac-terísticas de la colonización fenicia en las costasmeridionales y occidentales de la Península, enla que se va admitiendo un mayor protagonis-mo a los enclaves fenicios portugueses (Arruda,2000) en detrimento de una Vía de la Plataorientalizante como eje Sur/Norte. En esta pro-puesta de interpretación se considera que la pe-netración de las influencias orientalizantes en eloccidente peninsular debió de ser más factiblesiguiendo un eje Oeste/Este, por las cuencas del

Sado-Guadiana, Tajo y Mondego, ya que exis-ten mayores dificultades de comunicación des-de el área nuclear tartéssica hacia Extremadura,atravesando el Guadalquivir y Sierra Morena si-guiendo el reseñado eje Sur/Norte. Un accesomás fácil a las metalizaciones de oro y estaño delas cuencas del Tajo y el Guadiana sería el moti-vo principal de esta trayectoria alternativa.

En el territorio que nos ocupa contamos conla evidencia de la llegada de distintos elementosencuadrados en el establecimiento de nuevoscircuitos de intercambio del periodo orientali-zante. En el vado más occidental contamos conlos hallazgos de Talavera la Vieja (Celestino,Blanco, 2006), localizados de manera casual, yvalorados inicialmente como un tesorillo deépoca orientalizante. Un análisis más detalladode los materiales depositados en el Museo deCáceres, permite suponer su correspondenciacon ajuares funerarios, de una necrópolis de in-cineración, relacionados con la presencia de es-tructuras de encachados con paralelos en la ne-crópolis de Medellín (Martín, 1999: 151). Elconjunto de materiales encontrado constaba deocho vasos cerámicos, entre los que destacauna urna o ánfora, en cuyo interior se encontróun conjunto de joyas de oro y plata junto conrestos de cenizas y huesos. El avance del estudiodel conjunto de los restos antropológicos, cuyocontexto por el momento no se localiza conprecisión, señala la presencia de restos de indivi-duos adultos de ambos sexos y un infantil. Lafalta de contexto claro debido a las circunstan-cias de su hallazgo y la ausencia de excavacio-nes que permitieran comprobar las caracterís-ticas del mismo y su ubicación exacta, nopermiten precisar la tipología del yacimiento yla distribución en el mismo de los distintos con-juntos de materiales.

El conjunto de piezas de joyería se clasificapor el momento en dos grupos. El primero inte-grado por arracadas de oro y plata decoradascon adornos en forma de «trompetilla», un es-carabeo, un anillo y un sello de bronce decora-do con un león, a los que se puede adscribir unalanza de bronce, constituirían el conjunto decronología más antigua, que se fija en la prime-ra mitad del siglo VII a.C., reforzada por la pre-sencia de los vasos cerámicos que formabanparte del hallazgo (Martín, 1999: 155; Celesti-

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Figura 2. Ajuar de la tumba de la Casa del Carpio.

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no, Jiménez, 2004). En el caso de las arracadas,se valoran como los elementos más antiguos dela joyería orientalizante (Martín, 1999: 152), an-teriores al tesoro de la Aliseda (Bandera, 1989) ycontemporáneas de las del tesoro de Gaio (Cos-ta, 1973). El segundo conjunto estaría integra-do por una arracada de oro decorada con capu-llos de flor cerrados y brazaletes arriñonados deoro y plata con una cronología más tardía.

En el área de influencia del vado de Puente Pi-nos, en la desembocadura del Gévalo en el Tajo,se documentó a partir de una excavación de ur-gencia en el lugar denominado Casa del Carpio,un volumen importante de restos arqueológicosen una compleja estructura funeraria que habíasido recientemente expoliada, que inicialmentefue interpretada como un enterramiento derango principesco (Pereira, De Álvaro, 1986;1988; Pereira, 1989). El conjunto de informa-ción recuperada y los estudios efectuados hastael momento han permitido reconstruir unatumba de planta rectangular y sección escalo-nada en tres niveles, en los que se documenta-ron los restos de los personajes enterrados y lasevidencias materiales de su ajuar y de las cere-monias funerarias realizadas. Este registro mues-tra no solo un complejo panorama en cuanto amateriales arqueológicos, sino también en lo re-ferente a lo ideológico, fruto de los procesos decontacto, interacción y reelaboración de las in-fluencias del mundo colonial y las comunidadesindígenas de estos territorios de la cuenca delTajo.

En el nivel más profundo de la tumba se de-sarrolló la primera ceremonia del ritual funerarioen el enterramiento de Casa del Carpio, consis-tente en el depósito del ajuar personal de losdifuntos. El ajuar, integrado por una serie de ob-jetos metálicos, recipientes de perfumes y cuen-cos pintados, fue depositado en el interior deun recipiente cerámico de perfil troncocónicoque a su vez se encontró en el interior de unaimitación a mano de un pithos del repertorio ce-rámico colonial fenicio. Este tipo de recipienteaparece en la costa malagueña tanto en hábi-tats como en contextos funerarios en el siglo VIII

a.C., (Belén, Pereira, 1985; Delgado, Párraga,Ruiz, 1991) para utilizarse con mayor frecuenciacomo recipiente cinerario durante el siglo VII

a.C., destacando en la fachada occidental de la

península Ibérica los ejemplares procedentes deAliseda, Medellín (Almagro Gorbea, 1977) yHuerta del Murciano (Mérida) (Enríquez, Do-mínguez, 1991). En este caso conviene destacarsu uso como contenedor del ajuar de los perso-najes inhumados y el hecho de tratarse de unaimitación a mano de la forma colonial a torno,de la que solo conocemos tres casos en toda elárea de expansión colonial. En la fachada atlán-tica contamos con el ejemplar de Santa Olaya(Figueira da Foz), donde se han documentadodistintos tipos anfóricos a torno del horizontecolonial fenicio, como el pithos y una imitacióna mano de este tipo cerámico (Santos, 1907),mientras que en la mediterránea se ha docu-mentado este tipo de imitaciones en los Villaresy Aldovesta (Mascort, Sanmartí, Santacana,1991).

En el ajuar funerario (figura 2) de los persona-jes inhumados, que constaba de una serie deobjetos de cerámica y metal, cabe destacar enprimer lugar las piezas cerámicas, entre las quedestacaban dos pequeños recipientes. La mor-fología del primero de ellos corresponde a la delos alabastrones documentados en los asenta-mientos coloniales entre los siglos VIII y VII a.C.Su función debió de ser la de contenedor deaceite perfumado, para uso personal o ritual.Una función parecida pudo tener la jarrita depasta gris, con un perfil similar a algunas «redo-mas» andaluzas como la procedente de El Ca-rambolo (Mata Carriazo, 1973). En el ejemplarde Casa del Carpio, hay que destacar su decora-ción en zig-zag a base de botones de cobre in-crustados, sistema decorativo característico delBronce Final de Andalucía (Pereira, 1989; LucasR. 1995), que se extenderá hacia la Meseta Surpor una doble vía: la extremeña por Medellín yde allí a la cuenca del Tajo, y a través de SierraMorena, como parecen indicar los hallazgos deAlarcos (Ciudad Real) (García Huerta, Rodrí-guez, 2000).

Completan los elementos cerámicos del ajuardos cuencos a mano con restos de decoraciónpintada postcocción y una pieza de funcionali-dad desconocida, de forma rectangular con re-borde como si fuera la tapadera de un recipien-te, y de la que por el momento desconocemosla existencia de paralelos formales.

En cuanto a los elementos metálicos, un pe-

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queño brazalete o pulsera de extremos abiertosy ligeramente apuntados pertenecería posible-mente a un individuo infantil, mientras que elresto formaría parte del ajuar personal de unadulto. Destacan en este conjunto los restos deun «brasero», una fíbula tipo Alcores, un bro-che de cinturón de un garfio, un brazalete y va-rios anillos, todos ellos de bronce. Una conside-ración especial por lo exótico de la materiaprima empleada o la calidad de la manufactura,debieron merecer dos posibles cuchillos de hie-rro, un brazalete y un pequeño vasito de pla-ta, que con toda seguridad se trata de importa-ciones.

En el caso de la presencia de objetos de hie-rro, las piezas de Casa del Carpio han sido valo-radas hasta fecha muy reciente como unas delas más antiguas de la Meseta Sur, hasta la pu-blicación de las fechas de C-14 de la necrópolisde Palomar de Pintado, en la que una tumba dela primera fase de la necrópolis, correspondien-te con un enterramiento de incineración enurna con un ajuar formado por un brazalete debronce y un cuchillo afalcatado, se fecha en losinicios del siglo IX a.C. (Pereira, Ruiz Taboada,Carrobles, 2003). Esta cronología convierte elhallazgo de Palomar de Pintado en uno de losmás antiguos de la Meseta Sur, junto con el es-coplo de la Muela de Alarilla (Guadalajara)(Méndez, Velasco, 1986) y la pieza de la tumba32 de Arroyo Culebro (Leganés, Madrid) (Pe-nedo, Sánchez, Martín, Gómez, 2001). Tantoen el caso de la Muela, como en el de ArroyoCulebro, que cuenta con una fecha de termolu-miniscencia que permite llevar su cronología alsiglo IX, como en el de Palomar de Pintado losejemplares de Casa del Carpio son valoradoscomo claras importaciones, tanto para la Mese-ta Sur como para los ejemplares documentadosen la Meseta Norte, vinculados en la mayoría delos hallazgos al horizonte Soto (Romero, Ramí-rez, 1996). Los ejemplares de Casa del Carpio seintegran en la discusión científica sobre la tem-prana llegada de elementos de hierro a la Penín-sula, que cuenta con una serie de hallazgos enel área portuguesa sobre todo en Las Beiras, enlas que se han documentado cerca de 30 hallaz-gos con fechas de C-14 anteriores al siglo IX a.C.(Vilaça, 2006). Estas altas cronologías se inter-pretan por algunos como el resultado del esta-

blecimiento de redes indígenas de intercambioscomerciales atlánticos-mediterráneos (Ruiz-Gál-vez, 1998) o, como defienden otros, de una se-cuencia de contactos precoloniales (AlmagroGorbea, 1993) (Almagro Gorbea, 1992).

En el caso de Casa del Carpio el contexto y elanálisis tipocronológico no permiten por el mo-mento remontar la cronología más allá del sigloVII a.C., por lo que cabría considerar la presenciade los objetos de hierro como importacionesprocedentes del área colonial fenicia.

En el segundo nivel del enterramiento se rea-lizó la inhumación de dos individuos (una mujery un recién nacido) en el nivel intermedio de latumba. Este ritual de amplia pervivencia en elvalle del Tajo se complementó con el depósitode restos de fauna, también de larga tradiciónen las prácticas funerarias de la Meseta, que fue-ron interpretados como ofrendas alimenticias.En este caso se identificaron restos pertenecien-tes a una oveja adulta y a un cordero de pocosdías.

Es en el tercer nivel del enterramiento donde,con toda probabilidad, se realizó la última cere-monia del ritual funerario, una vez depositadoslos cadáveres en el nivel intermedio de la fosa.Los materiales documentados in situ en el tercernivel del enterramiento, el más superficial,comprendían seis grandes recipientes de alma-cenaje a mano, una clepsidra (Pereira, 2006) yun numeroso conjunto de cuencos a mano dedelicada factura, decorados con motivos deco-rativos geométricos con pintura bicroma, post -cocción, similares a los documentados en elajuar de los individuos inhumados. Terminadala ceremonia, la tumba se cerró posiblementecon un túmulo, del que quedan pocas eviden-cias por la acción de las aguas del embalse deAzután, que desde el año 1966 cubren habi-tualmente la zona donde se localizó el enterra-miento.

La propuesta de reconstrucción de un ritualde libación para esta última fase del enterra-miento de la Casa del Carpio, se fundamenta enla funcionalidad de los elementos cerámicoscontextualizados en el nivel superficial del ente-rramiento. Los cuencos, depositados formandopequeños grupos, presentan una cuidada factu-ra, una decoración bicroma de complejos moti-vos geométricos, junto con perforaciones post -

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cocción en el estrangulamiento del borde, quepermitían la suspensión del cuenco y la exhibi-ción de su decoración con un cierto carácter he-ráldico. Estas características hacen suponer quela funcionalidad de dichos cuencos era mera-mente ceremonial. Su utilización cotidianacomo recipiente eliminaría su rica decoraciónpintada postcocción. Su hallazgo en el nivel su-perficial de la tumba es coherente con su carác-ter ceremonial y se puede interpretar como laúltima ofrenda de los asistentes al sepelio. Laasociación de los cuencos con grandes vasijasde almacenaje y una clepsidra –cuya etimologíaliteral es la de captador o ladrón de agua– per-mite proponer la utilización de los cuencos an-tes de su depósito en un ritual en el que se utili-zaron como recipientes de algunos de loslíquidos contenidos en las vasijas, que fuerondistribuidos con la clepsidra.

Una primera propuesta de interpretaciónapunta hacia un ritual de procedencia colonialcomo sería la libación, celebrado con elementosde clara tradición indígena, salvo algunos de los

motivos decorativos documentados. Sin embar-go, se podría manejar otra interpretación, comola utilización e intercambio de vasos con rica de-coración geométrica en el transcurso de ban-quetes en los que se consumen alimentos y be-bidas en el marco de ceremonias en las que seestablecen o reafirman acuerdos, personales,comerciales o políticos. Desde esta óptica el ri-tual celebrado en el enterramiento de la Casadel Carpio se identificaría más con una tradiciónautóctona que con influencias de los rituales delcomplejo colonial oriental.

Sin embargo, en este por el momento unicumque constituye el enterramiento de la Casa delCarpio, una de las características de los elemen-tos de ajuar que más destaca es la impresión dehallarnos ante uno de los múltiples resultadosde un proceso de contacto, interacción y reela-boración de influencias del mundo colonial (fi-gura 3). Esta interpretación, que se basa en laevidencia tipológica del ajuar personal, en elque destacan dos piezas de hierro, un vaso deplata, un alabastrón, elementos de adorno per-

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Figura 3. Recepción y reelaboración de influencias del ámbito colonial a partir de los materiales del enterramientode la Casa del Carpio.

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sonal típicos del área tartéssica y un caldero obrasero de bronce, ha sido significativamentematizada a partir de un estudio de su composi-ción y tecnología. Los resultados del estudio se-ñalan como centro de producción de las piezasde bronce analizadas un taller extremeño (Mon-tero, 2001: 288), a lo que habría que añadir queel análisis de los fragmentos de lo que se identi-ficó como un brasero o caldero pertenecen enrealidad a dos recipientes distintos, en uno delos cuales la metalografía identificó áreas quehabían estado expuestas a la acción del fuego,al igual que el vaso de plata y un brazalete debronce (Montero, Rovira, 2002). Este tipo dehuellas se han interpretado no como el uso re-gular del recipiente bajo la acción del fuego enun ritual o actividad doméstica, sino como pro-ducto de un accidente o una acción enmarcadaen un ambiente de conflicto. Si a estos resulta-dos añadimos un análisis pormenorizado de lamorfología y contexto del resto de los materia-les, nos encontramos con una serie de elemen-tos que se pueden interpretar en el marco de unproceso de imitación, como los grandes reci-pientes cerámicos a mano que, como en el casodel pithos, es el segundo caso junto con el de Fi-gueira da Foz en el que se constata la fabrica-ción a mano de un prototipo fenicio a torno.

A estos elementos podemos sumar otrasevidencias, como las complejas decoracionesbicromas y monocromas que presenta el nume-roso lote de cuencos a mano –más de 30 ejem-plares–, entre las que cabe destacar una decora-ción en greca bicroma de uno de los cuencos.Este motivo tan inusual en el repertorio indíge-na permite volver a plantear la hipótesis de lallegada de motivos decorativos en materialespoco resistentes, como los tejidos, que pudie-ron ser incorporados como en este caso a so-portes más duraderos como la cerámica (Rome-ro, Ramírez, 1996). Otros elementos, como ladecoración de botones de bronce en una piezaque parece una imitación de redomas de perfu-mes, o una pieza de cerámica que recuerda elemblemático lingote o piel de toro extendida,muestran una iconografía con indudables vin-culaciones con el mundo colonial meridional.

La interpretación que centra en un solo per-sonaje la responsabilidad de la llegada de distin-tos tipos de influencias se va desdibujando en el

análisis del contexto funerario, pero también enla reflexión de que en el ritual funerario el prota-gonismo activo lo detentan distintos personajesque participan de ceremonias que les han de serfamiliares en su desarrollo y significado por lomenos para un sector de los mismos. La com-plejidad del contexto funerario de Casa del Car-pio, en el que se documentó un ritual de largatradición en el valle del Tajo como la inhuma-ción y el depósito de ofrendas alimenticias, quese combina con los elementos materiales que seinterpretan como pertenecientes a un ritual delibación, ilustra perfectamente este momento.Así pues, pese al reducido volumen de las evi-dencias arqueológicas, el análisis de las mismasdesvela el desarrollo de un proceso de interac-ción en la cuenca del Tajo, frontera septentrio-nal u occidental según optemos por uno de losdos ejes responsables de la transmisión de in-fluencias coloniales, en el que no cabe descartarla presencia de un contingente demográfico nolocal. Este proceso evidencia una cierta comple-jidad en cuanto a variedad y ritmo en las trans-formaciones, y con paralelos muy sugerentes enalgunos de los conjuntos funerarios clásicos delárea nuclear tartéssica, como Setefilla (Pereira,2002).

Un elemento más a tener en cuenta para ma-tizar este complejo proceso procede del entor-no del vado de Talavera de la Reina, y está for-mado por una serie de piezas metálicas quehistoriográficamente constituyen la primeranoticia sobre la toréutica orientalizante en lapenínsula Ibérica (Pereira, 2001). El conjunto deLas Fraguas está formado por varias piezas debronce –jarro, brasero y timiaterio– que, en opi-nión de algunos investigadores, eran privativasde los individuos principales de las elites locales,tanto en el área tartéssica como en su hinterland(Aubet, 1984).

En el caso de las dos primeras piezas, la aso-ciación jarro-brasero parece formar un conjuntobásico en los ajuares de los contextos funerariosmás relevantes del periodo orientalizante penin-sular (figura 4). En estos contextos los investiga-dores han resaltado su doble papel, como biende prestigio usado en vida por su propietario ycomo elemento protagonista de algunas de lasceremonias funerarias vinculadas al fallecimien-to de este (Jiménez Ávila, 2002). En distintos lu-

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Figura 4. Conjunto de las Fraguas. Timiaterio E.2/3. Jarro E. 1/2. Según Jiménez Ávila (2002).

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gares del Mediterráneo interconectados por elcomercio fenicio, estos objetos de lujo se adscri-ben a personajes de elevado rango, lo que lleva-ría a considerar que en las comunidades indíge-nas de la Península este «equipo ritual» apareceno solo como objetos de lujo sino como un vec-tor de transmisión de una concepción y simbo-logía del poder que se difunde entre las elites lo-cales del área tartéssica y su hinterland. En elcaso concreto de Las Fraguas, se suma a esteajuar canónico de las elites tartéssicas, un timia-terio, que suele interpretarse como un indicati-vo del carácter sacro de su propietario (Pereira,2006: 165 y ss.). Podemos especular sobre esteconjunto que si formara parte de un ajuar fune-rario debería corresponder a un personaje deelevado estatus, similar al del único paralelo do-cumentado hasta el momento, la tumba 17 dela necrópolis de La Joya, en Huelva (Garrido,Orta, 1978).

Sin embargo, las referencias sobre la exactalocalización y el contexto del hallazgo de LasFraguas son escasas ya que sólo se indica la pre-sencia en superficie, junto con los fragmentosdel «brasero», de restos cerámicos cuyas carac-terísticas técnicas no se precisan. Por lo tanto,su posible pertenencia a un enterramiento esuna hipótesis por confirmar. Las excavacionesde los años 1987 y 1988 han permitido delimi-tar distintos tipos de estructuras de habitaciónen la parte superior del cerro de Las Fraguasdentro del complejo de Arroyo Manzanas. Sehan documentado restos de muros, manchasde ceniza, escasos restos metálicos, faunísticos ycerámicas a mano pintadas con decoración bi-croma semejantes a las documentadas en el en-terramiento de Casa del Carpio. En la ladera delcerro las estructuras se hacen más complejas, yaque corresponden a dos fases de ocupación deun asentamiento caracterizado por la reutiliza-ción de estructuras y su posición dominante so-bre la amplia vega del Tajo, que se extiende asus pies, en un paisaje que recuerda a Los Alco-res de Carmona (Moreno, 1990b).

La interpretación contextual y funcional delconjunto de Las Fraguas sigue pues abierta, yaque sin descartar su posible pertenencia a unenterramiento, podemos proponer a partir delpanorama de la investigación actual su utiliza-ción y depósito en lugares relacionados con el

poder político, económico o religioso (AlmagroGorbea, 1996; Izquierdo, Escacena, 1998). Porlo que se refiere al conjunto de bronces de LasFraguas, en el mapa de dispersión de los parale-los de sus dos piezas mejor documentadas –ja-rro y timiaterio– destaca su distribución tan in-dividualizada, tanto en el Bajo Guadalquivir,salvo el caso de La Joya, como por las cuencasdel Guadiana y el Tajo, llegando a cruzar el Sis-tema Central. Esta distribución tan puntuadapermite plantear la hipótesis de que se trata debienes, destinados a un cliente concreto, cono-cido o no, del que se supone su preeminenciaen la estructura social de su comunidad, lo quefacilita su adquisición, bien por su capacidadeconómica, bien como tributo o «presente di-plomático». Dicho cliente es muy posible queno adopte sensu stricto las implicaciones ideoló-gicas de este tipo de ajuares sacros, destinándo-los, bien en el ámbito cotidiano bien en el delmás allá, a la consolidación de su estatus perso-nal (Pereira, 2002: 273).

Sin embargo, más allá de su interpretaciónparticular, tanto el conjunto de las Fraguascomo el enterramiento de la Casa del Carpio,muestran la existencia de una clase dirigente enlas comunidades indígenas que ejerce un con-trol no solo en el ámbito territorial y social, sinotambién en el de los intercambios con el exte-rior, haciendo exhibición de bienes de prestigioprocedentes del ámbito de las relaciones de in-tercambio, así como la asunción o reelabora-ción de nuevos elementos simbólicos que con-soliden la estructura social jerarquizada en laque ejercen el poder. Esta estructura se mani-fiesta también en la ocupación consolidada delterritorio, cuyos centros preferenciales van a serlas áreas inmediatas a los vados del Tajo, comoes el caso de Arroyo Manzanas en el de Talaverade la Reina y el Cerro de la Mesa en el vado dePuente Pinos.

El caso del Cerro de la Mesa resulta particular-mente significativo (figura 5). Localizado en lamargen derecha del Tajo, en una clara posiciónde dominio del vado de Puente Pinos, con unescarpe de más de 20 metros de diferencia so-bre la cota del río, este asentamiento con unaextensión de unas 2 hectáreas se configuracomo un poblado, fortificado con un sistema demurallas y bastiones de planta rectangular y se-

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micircular, documentados con mayor precisiónen el sector oriental del mismo (Ortega, Del Va-lle, 2004). La muralla y la propia configuracióndel cerro hacen que su silueta sea perfectamen-te distinguible del entorno y que se aprecie bienla distancia y desnivel que lo separaban del cur-so del río. Si bien los trabajos de excavación ar-queológica han descubierto prioritariamente es-tructuras de habitación y urbanismo de la fasede ocupación del Hierro II atribuible a la culturavettona, en algunos sectores del yacimiento seha podido documentar la fase inicial de la ocu-

pación del asentamiento en la que se constata laconcepción del mismo como un asentamientofortificado. Ubicado en una posición estratégicade control del vado, justo en el lugar donde setienen referencias del hallazgo de una o dos es-padas tipo Ría de Huelva, la inversión de trabajoque supone en un momento inmediatamenteposterior al depósito fluvial la construcción desu perímetro amurallado, se corresponde conun mayor control y organización del pobla-miento por las comunidades asentadas en el te-rritorio de los vados del Tajo.

El mayor control del territorio, reclamado nosolo por la ubicación de los asentamientos, sinotambién por la ubicación de manifestaciones fu-nerarias de especiales características por su enti-dad estructural –no se descarta la existencia deun túmulo sellando la tumba de Casa del Car-pio–, supone para la clase dirigente de estas co-munidades el control de los ámbitos de inter-cambio y el acceso a una serie de bienes deprestigio que contribuyen a reforzar su posicióntanto en su ámbito de actuación diaria como enla relación y control con los agentes comercialesexteriores en los primeros momentos del perio-do orientalizante.

La fase siguiente del proceso de contacto en-tre las comunidades indígenas de estos territo-rios y los distintos tipos de influencias directas oindirectas procedentes de un horizonte colonialque también ha evolucionado, supone un ma-yor grado de aceptación y posiblemente dereelaboración en un proceso interactivo, de ele-mentos tanto del nivel material como del sim-bólico.

En el caso del asentamiento que controlaba elvado del Tajo en Talavera la Vieja (Jiménez Ávila,González, 1999: 186), las evidencias arqueoló-gicas procedentes de hallazgos superficialesefectuados durante una bajada del nivel de lasaguas del embalse de Valdecañas, muestran enprimer lugar que la proporción de cerámicas amano frente a las fabricadas a torno es neta-mente inferior, con perfiles y tratamientos clara-mente enmarcados en la tradición alfarera indí-gena del valle del Tajo y la Meseta Sur. Lascerámicas a torno se encuadran en tres catego-rías. La primera corresponde a cerámicas sin es-pecial tratamiento superficial dedicadas al alma-cenaje, y actividades de cocina. La segunda

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Figura 5. 1: El Cerro de la Mesa sobre el vado de PuentePinos. 2: Situación del Cerro de la Mesa con la cota delembalse de Azután en el límite occidental delyacimiento. 3: Vista desde el oeste de las excavacionesen el Cerro de la Mesa.

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comprende las cerámicas de pastas rojizas, su-perficies con acabados espatulados y coloresentre pardo y castaño más o menos claro, mien-tras que tipológicamente dominan los platos deperfil semiesférico y labio ligeramente engrosa-do, con paralelos abundantes en el área extre-meña tanto durante la fase orientalizante comopostorientalizante (Lorrio, 1988-1989; Celesti-no, Jiménez, 1993). El conjunto de cerámica atorno más numeroso es la cerámica gris, en di-versas tonalidades y tratamientos superficiales,mientras que en el apartado formal predominansobre todo los cuencos de borde engrosado li-geramente vuelto, y los platos de perfil carena-do, cuyos paralelos más claros nos remiten a losyacimientos extremeños de Medellín y CanchoRoano (Lorrio, 1988-1989). La cronología atri-buida a este conjunto de cerámicas se corres-ponde con la fase II de Medellín, que se fecha amediados del siglo VI a.C. (Lorrio, 1988-1989:309).

El otro asentamiento donde se ha documen-tado la consolidación del Orientalizante durantela primera edad del hierro es el ya citado Cerrode la Mesa, en el vado de Puente Pinos. La exca-vación en un pequeño sector de la fortificaciónmeridional documentó dos estancias de una es-tructura más amplia, separadas por una estruc-tura de adobe que podía ser un poyete o unmuro de separación. En una de estas estanciasse localizaron dos pavimentos de arcilla quepresentaban huellas de endurecimiento por ca-lor. El pavimento más reciente presenta una pla-ca de arcilla enmarcada por un reborde de ado-bes de color amarillento que en planta muestrael diseño característico de una piel de bovinoextendida o «lingote chipriota», en cuya super-ficie se aprecian cuatro líneas que se cruzan enel centro de la placa de arcilla (Jiménez Ávila,González, 1999: 178). Este tipo de placas queaparecen vinculadas a espacios sacros tiene unalto valor simbólico en todo el Mediterráneo, yen la península Ibérica, como en Coria del Río,El Carambolo Alto (Escacena, Izquierdo, 2001)o Cancho Roano (Celestino, 1994). Un recienteestudio cuestiona el tópico de que los altares enforma de piel de buey sean indicativos mecáni-cos de la religión fenicia, apuntando como ex-plicación más probable el carácter sagrado quese confiere a la piel del animal, que se considera

la ofrenda más prestigiosa en un sacrificio o elbien más apreciado de los intercambios comer-ciales (Marín, 2006) en el ámbito del Mediterrá-neo.

En la estancia vecina al lugar donde se en-contró la placa en forma de piel se documenta-ron una serie de vasijas de almacenaje a torno yuno a mano que presentaban la particularidadde utilizar cuencos y platos de cerámica gris decuidada factura como tapaderas de los mismos.El recipiente a mano presenta unas característi-cas en cuanto a su morfología y tratamiento di-ferenciado de las superficies, que tienen comoparalelos más directos las urnas de almacenajedel nivel superficial de la tumba de la Casa delCarpio. En cuanto a los recipientes a torno, lamayoría corresponden a vasijas de tipo anforoi-de de base plana con juegos de tres y cuatroasas de doble y triple sección que arrancan des-de un hombro más o menos marcado. Se com-pleta este repertorio formal con una pequeñaurna derivada del tipo Cruz del Negro con lasalvedad de que las asas no arrancan desde elcuello sino también desde el hombro, como enel prototipo andaluz. Presentan una decoraciónpintada a base de bandas horizontales y parale-las que delimitan amplias zonas sobre las queaparecen otros motivos decorativos como círcu-los y semicírculos concéntricos, ondulados ver-ticales, y un motivo en zigzag (Pereira, 2006:lám. III). Los cuencos y el plato de cerámica grisque actuaban como tapaderas presentan unacuidada factura, y en dos de los casos presen-tan también sendos grafitos incisos en forma deaspas. La cronología propuesta para la fase a laque pertenece este interesante conjunto de po-sible funcionalidad ritual sería la de inicios delsiglo VI a.C, y se vería confirmada en parte porla tipología de los platos y cuencos grises quetienen sus paralelos más claros en la Fase II deMedellín (Lorrio, 1988-1989).

Por último, para cerrar el panorama conocidosobre la primera edad del hierro, cabe reseñar elhallazgo de dos enterramientos de incineraciónen la Calera de Fuentidueña, término de Azu-tán, en la margen izquierda del Tajo a menos deun kilómetro del Cerro de la Mesa. Las noticiasque hay sobre el hallazgo mencionan dos vasijascerámicas que contenían cenizas y huesos condos fíbulas de bronce como único ajuar, que a la

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postre son lo único que se conserva del hallaz-go. De las dos fíbulas anulares se conserva casicompleta una de ellas, a la que solo falta la agu-ja, mientras que de la segunda solo se conservael puente decorado con puntos, líneas paralelasy enrejados romboidales, y parte de la mortaja.Si bien la cronología para este tipo de piezas esde difícil precisión por su larga pervivencia, unacronología de mediados del siglo VI a.C. pareceprobable para los ejemplares de Azután (Fer-nández-Miranda, Pereira, 1992: 70).

Como señalábamos al principio el registro ar-queológico que ilustra la transición del bronce

final a la primera edad del hierro de las comuni-dades del sector occidental de la Cuenca delTajo, todavía presenta importantes lagunas eimprecisiones, así como una necesidad perento-ria de prospecciones y excavaciones sistemáti-cas que permitan encuadrar y matizar este pro-ceso. Sin embargo, sí parece que a partir de esteregistro arqueológico podemos sugerir con bas-tante fundamento los territorios que desarrolla-ron un mayor protagonismo en dicho proyectoy el agente catalizador de dicho proceso: los va-dos del Tajo y los contactos con el mundo colo-nial fenicio.

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