LOS TROVOS - UAM

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LOS TROVO S CASIMIRO BONMATI L1MORTE Quienquiera que pretenda aproxi- marse al conocimiento de un pueblo ha de escudriñar necesariamente sus tradiciones. Y en este sentido tengo para mí que de todo el acervo de va- lores espirituales acumulados a lo largo de los siglos por los cartage- neros, nada refleja tan especifica- mente su alma, como los trovos , fe- nómeno profundo que desborda el simple plano folklórico-lingüístico. Son las gentes de esta tierra di- characheras y barrocas , con una sensibilidad a flor de piel, pronta a responder a estímulos mínimos con un amplio repertorio; acostumbran a mostrarse más bien mordaces, pero sin mala intención, tan sólo por en- tretenimiento o como simple ejercicio del ingenio, y aunque poseen un in- nato sentido del orden, suelen de- jarlo todo a la improvisación... Lo que, en definitiva, equivale al esbozo de cuanto debe caracterizar a un buen trovero. l. A MODO DE DEFINICION Al margen de cuestiones semánti- cas u otros significados históricos, aquí se llama trovar a un arte popu- lar, propio de los naturales de la co- marca conoc ida como Campo de Cartagena -y especialmente arrai- gado en su cuenca minera, en las sierras de Cartagena y La Unión- que consiste en repentizar poesía. No se trata , por consiguiente, sólo de versificar, sino que hay que hacerlo -y esto es, precisamente , lo más importante- de forma improvisada. A los que practican este arte se les denomina TROVEROS ; y sus com- posiciones, en términos generales, reciben el nombre de TROVaS. Y, aunque el hecho no puede atri- buirse exclusivamente a nuestra tie- rra, es lo cierto que por estos pagos son muy abundantes los repentistas que - careciendo, a veces, de cul- tura y en algunos casos, incluso, sin saber ni leer- poseen una singular facilidad para improvisar poesía y pueden contestar en verso a cual- quier pregunta o tema que se les proponga . De tal forma que, dentro de lo extendida que ha estado siem- pre la versificación popular , decla- mada o cantada, por la geografía pa- tria , este trovo del campo cartagenero es, sin duda, la expre- sión poética repentizada de mayor brío y vigencia que existe en la ac- tualidad. Para definir lo mejor posible la per- sonalidad de nuestros artistas popu- lares, conviene insistir en las diferen- cias entre trovero y poeta. Porque si un trovero , en vez de im- provisar, se tomara tiempo para ela- borar su verso, retocándolo una y otra vez .cuidada y parsimoniosa- mente, dejaría de ser trovero para quedarse simplemente en poeta. El trovero ha de vencer mayores dificul- tades que el poeta y está obligado a una absoluta apertura, a la mayor sinceridad en su quehacer; mientras que el poeta nunca descubre su inti- midad y sólo ofrece su obra después de que la ha ido trabajando recata- damente hasta que la considera bien acabada y en condiciones de ser mostrada en público. El poeta es culto; el trovero popu- lar. No se le pueden exigir mayores aliños literarios, pero su obra es más natural y cautiva precisamente por su pureza y su sencillez. Y es que -como se ha dicho- el trovo, aun- que imperfecto. tiene siempre la be- llezade las flores silvestres, su aroma y su color . La poesía culta, aunque muy elaborada, puede quedar, a ve- ces. pálida e inodora, como las flores de papel. En su forma primigenia, los versos - por lo general para ser cantados y ajustándose siempre a ciertas reglas métricas que luego veremos- bro- tan espon táneamente como expre- sión de un sentimiento del trovero. de una tensión de su espíritu. Es una necesidad casi irrefrenable: el dolor ha de desahoga rse, la alegría tiene que comunicarse... Así cantaba, hace un siglo. el hom- bre de nuestra sierra la amargura de su trabajo, protestando ante la ex- plotación de que era objeto: 39

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LOS TROVOSCASIMIRO BONMATI L1MORTE

Quienquiera que pretenda aproxi­marse al conocimiento de un puebloha de escudriñar necesariamente sustradiciones. Y en este sentido tengopara mí que de todo el acervo de va­lores espirituales acumulados a lolargo de los siglos por los cartage­neros, nada refleja tan especifica­mente su alma, como los trovos , fe­nómeno profundo que desborda elsimple plano folklórico-lingüístico.

Son las gentes de esta tierra di­characheras y barrocas , con unasensibilidad a flor de piel, pronta aresponder a estímulos mínimos conun amplio repertorio; acostumbran amostrarse más bien mordaces, perosin mala intención, tan sólo por en­tretenimiento o como simple ejerciciodel ingenio, y aunque poseen un in­nato sentido del orden , suelen de­jarlo todo a la improvisación... Lo que,en definitiva, equivale al esbozo decuanto debe caracterizar a un buentrovero.

l. A MODO DE DEFINICION

Al margen de cuestiones semánti­cas u otros signif icados históricos,aquí se llama trovar a un arte popu­lar, propio de los naturales de la co­marca conoc ida como Campo deCartagena -y especialmente arrai­gado en su cuenca minera , en lassierras de Cartagena y La Unión­que consiste en repentizar poesía. Nose trata , por cons iguiente , sólo deversificar, sino que hay que hacerlo-y esto es, precisamente , lo másimportante- de forma improvisada.

A los que practican este arte se lesdenomina TROVEROS ; y sus com­posiciones, en términos generales,reciben el nombre de TROVaS.

Y, aunque el hecho no puede atri­buirse exclusivamente a nuestra tie­rra, es lo cierto que por estos pagosson muy abundantes los repentistasque - careciendo, a veces, de cul­tura y en algunos casos, incluso, sinsaber ni leer- poseen una singularfacilidad para improvisar poesía ypueden contestar en verso a cual-

quier pregunta o tema que se lesproponga . De tal forma que, dentrode lo extendida que ha estado siem­pre la versificación popular , decla­mada o cantada, por la geografía pa­tria , este trovo del campocartagenero es, sin duda, la expre­sión poét ica repentizada de mayorbrío y vigencia que existe en la ac­tualidad.

Para definir lo mejor posible la per­sonalidad de nuestros artistas popu­lares, conviene insistir en las diferen­cias entre trovero y poeta.

Porque si un trovero, en vez de im­provisar, se tomara tiempo para ela­borar su verso , retocándolo una yotr a vez .cuidada y parsimoniosa­mente, dejaría de ser trovero paraquedarse simplemente en poeta . Eltrovero ha de vencer mayores dificul­tades que el poeta y está obligado auna absoluta apertura, a la mayorsinceridad en su quehacer; mientrasque el poeta nunca descubre su inti­midad y sólo ofrece su obra despuésde que la ha ido trabajando recata­damente hasta que la considera bienacabada y en condiciones de sermostrada en público.

El poeta es culto; el trovero popu­lar. No se le pueden exigir mayoresaliños literarios, pero su obra es másnatural y cautiva precisamente por supureza y su sencillez. Y es que-como se ha dicho- el trovo, aun­que imperfecto. tiene siempre la be­llezade las flores silvestres, su aromay su color . La poesía culta , aunquemuy elaborada, puede quedar, a ve­ces. pálida e inodora, como las floresde papel.

En su forma primigenia, los versos- por lo general para ser cantados yajustándose siempre a ciertas reglasmétr icas que luego veremos- bro­tan espon táneamente como expre­sión de un sentimiento del trovero. deuna tensión de su espíritu. Es unanecesidad casi irrefrenable: el dolorha de desahoga rse, la alegría tieneque comunicarse...

Así cantaba, hace un siglo. el hom­bre de nuestra sierra la amargura desu trabajo , protestando ante la ex­plotación de que era objeto:

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«Los mineros son leonesque los bajan enjaulados ,trabajan entre peñonesy allí mueren sepu ltadospa darle al rico mlllones.»

Pero como, en medio de tanta tra­gedia, el alma del rudo trovero eraalegre, también cantaba sus alegríaspor aquellas veredas pardas y poraquellas cuestas de lajas:

«Tengo una novia en Portmán,otra tengo en Herrerías.Con la una me anochece ,con la otra me pilla el día.»

Muchas veces, aunque no empujeun determinado sentimiento, los ver­sos improvisados nacen como bor­botón irreprimible de la estética queahoga al hombre levantino o comorespuesta ingeniosa y ajustada a lasmás diversas situac iones que vanocurriendo. Los ejemplos son nume­rosos; he aquí uno reciente: acudió ami consulta del Seguro un paciente aquien debió agradarle la enfermera.Se ve que al hombre le interesabasaber si era soltera o casada y,cuando ya se marchaba, se dirigió ami así:

«Don Cásimiro: quisierade esta mujer tan bonitaque tiene usted de enfermera,que ella misma me dijerasi es señora o señoríta.»

11. FUNCION SOCIALDE LOS TROVOS

El trovero se dedica, fundamental­mente, a observar lo que acontece ensu entorno -verdadero poeta de sugente- va recog iendo en rústicascadencias sus sufrimientos e ilusio­nes, cantando cuanto vive y viviendocuanto canta; lo que le confiere talautent icidad, que el pueblo se reco­noce a sí mismo, como si tuviera de­lante un espejo, cuando se ve retra­tado en el trovo.

Por eso, el trovero, además de re­pentizar sobre el amor, la muerte, lapatria y los restantes temas eternosde la poesía popular, ha ido regis­trando y - a modo de cronista- lossucesos locales, importantes o no:

cEI Sirio, correo italianoque para América iba,naufragó de agosto el cuatro ,frente al faro de la Horrníqa.s

Cuarte ta que recoge, efectiva­mente, el naufragio del mentado bu­que, frente al litoral cartagenero,cerca de Cabo de Palos.

O la siguiente quintilla, improv i­sada cuando aquel «Manco» de LaUnión enloqueció y le dio por atacarcon un cuch illo a cuantos hombresencontraba al paso:

«Como corral sin gallinasse está quedando La Unión:unos que matan las minas,otros que se lleva Diosy los que "El Manco" asesína.s

Pero, de este modo, por encimadelo puramente anecdótico, los trovostambién reflejan profundas realida­des de la psicohistor ia de nuestrasgentes. Véase otro ejemplo:

«Cartagena de Levante,bien te puedes alabar,que Murc ia, con ser tan grande ,no tiene puerto de rnar.s

Versos que ponen de manifiesto elviejo orgullo de los cartageneros porsu puerto, al tiempo que muestran latradicional rivalidad entre la capital dela huerta y la del mar. Y esto, verda­deramente , es mater ia de estudiopara quienes desean adentrarse en lahistoria de los habitantes de nuestraregión.

y aún hay otra función más impor­tante . El trovo, como el cante , haservido de desahogo lírico a nume­rosos oprimidos. El hombre de nues­tra tierra ha resuelto muchas vecessu amargura en ironía, gracias a untrovo . Porque el auge de los trovoscoincidió con el apogeo de las minas,en plena revolución industrial, y conunas circunstancias de gran injusticiasocial, de triste explotación del hom­bre por el hombre . El trovo consti­tuyó entonces un movimiento socio­político e innumerables coplas hansido expresión de protestas y rebel­días, desempeñando el papel de asi­dero dialéctico y evitando más de unareyerta. Si un minero es capaz de ha­cer versos, logrará vencer los impul­sos de su resentimiento:

«De la entrañ a de la minasale el rico miñeralpara que tengan berlinalos hijos de don Pascual»

No se precisa el asesinato de donPascual, ni el secuestro de esos sushijos. Nuestro buen minero se vengadel mal trato que recibe, cantandosimplemente una cuarteta y queda yasatisfecho con su desahogo poético.Por eso Alberto Colao inventó un re­frán: «Quien afila versos no afila na­vajas.»

Yerro grave sería ignorar todas es­tas misiones hominizadoras de lapoesía popular cartagenera. El trovohace que hombres sencillos ejerzanla función de pensar, y que vocescampesinas -que ignoran la cien­cia- nos transmitan sabiduría. Y,sobre todo, el trovo -formativo, hu­mano y apaciguador- reduce laagresividad a algo manejable e, in­cluso, agradable.

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Memorable velada de trovas en el Barrio Peral de Cartagena en que comp itieron dos veteranos troveros , yadesaparecidos, Pepe «Picardías. y David Castejón. «Picardías» va dictando al «cantao'" «El Levantino» susimprovisaciones. Toca la guita rra Juan «El Calala».

111. LAS VELADAS

Aparte de las situaciones ya des­critas, lo más frecuente en este pin­toresco mundo de la poesía popularrepentizada -y lo que constituye sugenuina manifestación- es que lostrovas tengan que ser improvisadossobre temas intencionadamente im­puestos (por un competidor, por unjurado o por los mismos espectado­res) y que, naturalmente, no han po­dido ser estudiados - y ni siquieraconocidos- de antemano. De estamanera, se establ ecen diálogos enverso entre los troveros, animadascontroversias sobre los más variadosasuntos, dando lugar a las clásicasVELADAS DE TROVaS , torneos deagilidad mental y de agudezas, quesuelen durar muchas horas, por logeneral nocturnas , y que hacen lasdelicias de un público --en gran partecampesino y socarrón- que siem­pre acude deseoso de escuchar yaplaudir la oportunidad de una ré­plica, el contenido festivo -o filosó­fica-- de una copla y la capacidad desus ídolos para ironizar, denostar ymaltratar en verso a sus contrincan­tes. Porque -como se ha indi­cada-- las veladas de trovas son unaadmirable muestra de agresividad ri­tualizada en las que un trovero puedeafrentar y vituperar en verso a suoponen te, desempeñando un papelque le convierte en auténtico símboloy le exime de toda personalización enel duelo.

Son numerosas las veladas que,casi íntegras, conservan en su me­moria los buenos aficionados. Tal vezla más recordad a sea la que sostu­vieron en Portmán -allá por la se­gunda década de este siglo- Mariny «El Minero», dos famosas figuras dela historia del trovo, sobre la cuestiónsocial. A guisa de ejemplo, repro­duzco una muestra a continuación.

Conviene advertir que, en toda ve­lada, los troveros inician su actua­ción dedicando alguna copla para sa­ludar a la concurrencia; pero enseguida - sea cual sea el asunto adiscut ir- empiezan las alusionespersonales en la contienda verbal:

MINERO:«Suelen en La Unión llamarte"rey de la improvisación",y yo he venido a buscartecon la intención de arrancartede tu corona un ñorón.s

MARIN:«Si de rey calificarmelos unionenses supieron,al justamente elogiarme,la gloria que ellos me dieronno podrás tú arreba tarme.•

De este modo, quintilla a quintilla,se va entrando en el tema de cadanoche (a la sazón, repito, de caráctersocial) y se van delimitando los pa­peles: en esta velada «El Minero»de­fiende al obrero; Marín al patrono:

MINERO:«Yo del rico nada quiero,ni aún la felicidad.

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Monumento erig ido por sus paisanos al troveroMarin en el pob lado cartagenero de La Palma.

De todo el que no es obrerodesprecio yo la amistadlo mismo que su dinero.»

MARIN:«Yo, cuando vaya pedirun trabajo y me lo dan,pudiendo así conseguirllevar a mis hijos pan,al burgués sé bendecir.»

Y, centrado ya el debate, conti­núan blandiendo sus ideas sin pararde improvisar coplas y más coplas,entusiasmando a los hombres y mu­jeres de esta tierra que asisten, in­cansables, a una lucha en que sólo seemplea el más excelso instrumentohumano: la palabra.

Y, en todos los casos, la naturali­dad, la rapidez y la improvisación sonlas singulares características denuestra poesía popu lar en la que- como es obvio- nada puede lle­varse escrito ni pensado previa­mente y en la que no caben apoya­turas ni trucos.

IV. LA «METRICAllTROVERA

Hay que afirmar que el trovo car­tagenero tiene sus características in­dividuantes y su personalidad propiarespecto a toda otra juglaría. Su es­tructura forma l, verbi gratia, ha deajustarse a determinados cánones yreglas. Son las llamadas «leyes» del

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trovo, que nuestros artistas siguen arajatabla. Merece la pena reseñarlas,siquiera sea someramente.

Por los ejemplos que anteceden, ellector ya habrá podido percatarse deque nuestros troveros usan exclusi­vamente el verso octosñabo. Y si unverso quedara corto o largo, ese in­sobornable tribunal popular queconstituyen los aficionados asisten­tes a las veladas, lo desaprobaría deinmediato. A fin de cuentas, esto esconsecuencia natural del habla es­pontánea de las gentes de esta tie­rra, cuya cadena sonora está com­puesta por grupos fónicos que casisiempre tienen ocho sílabas.

Los versos (que aquí también sellaman «tercioss) se agrupan, como esnorma en poesía, formando estrofas,que en nuestro arte popular recibenel nombre común de «coplas» (eltrovo - ya lo dije- es poesía que seimprovisa para ser cantada). Las es­trofas que tradicionalmente empleanlos troveros son cuartetas, quintillas.décimas y «trovas».

• En el arte de trovar se admitenlas siguientes clases de cuartetas:

Cuarteta redondilla: riman en con­sonante el primer verso con el cuartoy el segundo con el tercero. Lleva,pues, un pareado: esquema ABBA.

«Aún de tu tierra el filón Ano está muerto ni agotado. BIgual que en tiempo pasado Bvolverás a ser, La Unión.» A

(Marín)

Cuarteta cruzada (o alterna): noexiste pareado y por consiguiente, elesquema es ABAB, también con rimaconsonante:

«Huye noche velozmente, Asiquiera por compasión, Bdel preso que es inocente Ay no duerme, en su prisión.» B

(Castillo)

Cuartetas cojas: reciben este nom­bre aquellas cuartetas cruzadas enque no son consonantes todas las ri­mas. La condición para que resultenválidas en los trovas es que los ver­sos pares (segundo y cuarto) han derimar siempre, sea en consonante oen asonante; pero el primero y el ter­cero (los impares) pueden quedar, in­cluso, libres. Por lo tanto , se distin­guen varias modalidades. aBaB,AbAb, abab, -B-B, -b-b. Valgan unpar de ejemplos:

«Llevadme a La Unión volando,daos prisa, tartaneros, Bque ha empezado el festivaldel cante de los mineros.» B

(Alfredo Marqueríe)

«El trapo que me preparapara subir a la sierra btiene un perfume tan suyoque más que el pan me alimenta.» b

(Popular)

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• Las quintillas constituyen unmolde adecuado para la versificaciónagresiva y mordaz, por lo que resul­tan las coplas más usadas por lostroveros y son las que siempre seemplean para las controversias, detan profundo arraigo popular. Losmás perfeccionistas suelenexigir rimaexclusivamente consonante para lasquintillas que, por lo general, adop­tan dos modalidades:

Quintilla redondilla, que respondeal esquema ABAAB, es decir, con unpareado:

«Desconoce la riqueza Ami musa de campesino, Bpues tan basta es de corteza Aque, mostrando su pobreza, Amendiga por el camino.s B

(Gregorio Madrid)

Quintilla alterna, sin pareado y deacuerdo con el esquema ABABA:

«Cuando la muerte se inclina Aa llevarse a los mortales, Bno valen la Medicina Ani los grandes capitales; BilOmanda la ley dlvinal.» A

(Marín)

• Otra estrofa habitual en la poe­sía repentizada del Campo de Car­tagena es la Décima tro vera, similara la espinela clásica, con esquemaABBAACCOOC. El trovero ManuelGonzález improvisó así cómo debecomponerse :

«Para hacer de buena tinta Auna décima cualquiera, Brima la línea primera Bcon la cuarta y con la quinta; Ay de manera distinta Arima la dos con la tres, Csexta y séptima, después, Criman con la diez en todo; Oocho y nueve de otro modo; Oy así la décima es.» C

• Empero donde esta poesía tra­dicional entraña la máxima dificultady alcanza, a la vez, su más alta cotaartística es en el llamado trovo. Por­que, aunque esta palabra -comoquedó dicho- sirve para designar demodo genérico cualquier repentiza­ci ón de los troveros, antonomástica­mente TROVO es el nombre que seda a una composición estrófica, for­mada por una cuarteta y cuatro quin­tillas, al modo de la glosa clásica: lacuarteta debe exponer un tema quetiene que ser explicado, ampliado yratificado a lo largo de las cuatroquintillas. Y estas quintillas han deimprovisarse de forma que cada unade ellas vaya acabando -por elmismo orden- en cada uno de losversos de la cuarteta.

Se comprenderá mejor su cons­trucción repasando el siguiente trovo,repentizado a primeros de siglo, so­bre la mujer; por cierto , muy de

acuerdo con las ideas imperantes enla época al respecto:

«HIZO DIOS A LA MUJERPARA CIRINEO DEL HOMBRE ;NO MERECE DE HOMBRE EL NOMBREQUIEN NO LA SABE QUERER.

No miréis con faz siniestraa tan delicioso ser;lIévela el hombre a su diestra,que no para esclava nuestraHIZO DIOS A LA MUJER .

Vedla siempre resignadaa sufrir, aunque le asombresaber que fue destinada,por la autoridad sagrada,PARA CIRINEO DEL HOMBRE.

No hay una que con su huellanuestro camino no alfombre.Si es buena, sea o no sea bella,el que hace escarnio de ellaNO MERECE DE HOMBREEL NOMBRE.

De ellas nace la ilusiónque nos convida al placer.O jamás sintió pasióno no tiene corazónQUIEN NO LA SABE QUERER.»

(Castillo)

Aunque un trovero puede improvi­sar un trovo completo , lo más fre­cuente, sin embargo, es que se le en­tregue , de pronto, una cuartetainédita para que él la glose, «le hagalas coplas.» Y preciso es reconocerque repentizar sobre la marcha, a pieforzado y en un santiamén, cuat roquintillas bien medidas, bien rimadasy con un contenido enjundioso, aun­que le falten méritos literarios, es ta­rea harto difícil y que no está al al­cance de cualquiera.

V. EL CANTE DEL TROVO

El trovo - lo he venido repi­tiendo- es poesía para ser cantada.y como las modalidades de trovarque han llegado hasta nosotros sonlas que tuvieron su mayor auge haceun siglo, con el esplendor minero deesta sierra , lógicamente, el soportemusical del trovo tiene que estar enrelación con la música popular denuestras gentes en aquellas fechas.

Consecuentemente, dos son loscantes que usan nuestros troveros:para las cuartetas y las quintillas em­plean la «malagueña del trovo», y lasdécimas se cantan por «guajiras tro­veras.»

La malagueña del trovo, tambiénllamada«cante del trovo», es un cantede persona lidad bien definida, mássobrio y desgarrado que otras mala­gueñas y deriva de un cante autóc­tono, el «cante de la madrugá», queentonaban los mineros por la sierraunionense hace más de cien años.

La guajira trovera es una agrada-

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ble variante del conocido cante afla­mencado de origen antillano. La gua­jira es un cante de ida y vuelta(<<guajiro» es el nombre de los cam­pesinos cubanos) que, cuando nues­tros «cantaores» fueron a aquellastierras, adoptaron, a su manera, delos indígenas y luego trajeron a Es­paña,.haciéndose muy popular poresta zona en el siglo pasado . Perohay que hacer notar que la auténticay tradicional guajira trovera no es tanadornada ni tiene tantos melismascomo las que actualmente se escu­chan con mayor frecuencia. Y decíaPepe «Picardías» que casi todas lasque hoy se cantan son «flamenque­rías.»..

El cante es imprescindible en lasveladas. Tan es así, que cuando untrovero no sabe cantar, se hace ayu­dar en las controversias de un «can­taor»a quien -verso a verso- le vadictando lo que improvisa para que selo cante.

Y, por lo general, se cuenta tam­bién con el acompañamiento de unaguitarra; lo que todavía añade mayorbelleza al espectáculo.

VI. UNA PINCELADA HI5TORICA

Se ha venido afirmando que eltrovo nació en nuestra cuenca mi­nera el último tercio del siglo pasado.Sin embargo, esto no es así: el trovopertenece a la manifestación poéticaprimitiva del hombre y las coplas -enuna u otra forma- han servido paraexpresar los sentimientos de nues­tros antepasados desde los tiemposmás remotos. Porque la poesía naciócon el ser humano, al menos encuanto este ser fue capaz de palabraordenada y de emociones. Y, comola escritura constituyó un logro muyposte rior , durante siglos y siglos lapoesía fue sólo oral , cantada e im­provisada, sirviendo con frecuenciafines lúdicos y, entre ellos, muy tem­pranamente, el entablamiento decontroversias, como se ha compro­bado en los pueblos primitivos actua­les.

Esta primera poesía existente, estetronco único, dio lugar con el trans­currir de los tiempos a que de él seseparase una rama culta, reflex iva,compleja, que es la poesía que se haescrito. La otra rama, la popular, dela que apenas hay noticia, porque noha pasado a la escritura, ha seguidoevolucionando de forma diferente encada pueblo, de acuerdo con las ca­racterísticas de las distintas razas ytierras.

El trovo es, en nuestro pueblo, lasupervivencia evolucionada, la conti­nuación de aquel tronco común por

su rama popular, es decir, el trasuntoactual de la más primitiva expresiónde la poesía.

Por eso, mucho antes de la explo­sión minera, en la novela costum­brista del siglo XVII, «Gustos y dis­gustos del Lentiscar de Cartagena»,escrita por Campillo de Bayle, ya sedescriben, entre otros entretenimien­tos de nuestros campesinos, «diálo­gos de poesías cantadas.»

Tampoco es que el trovo abando­nara posteriormente el campo. Eltrovo se desplazó del campo a lasminas en la medida en que nuestroscampesinos acudieron a trabajar a lasierra. Fueron languideciendo la vidasencilla y las pequeñas reuniones enel campo: las nuevas urbes se con­vierten en protagonistas de la vidahistórica y social y es en las tabernasdonde ahora van a reunirse y van atrovar, preferentemente, nuestrasbuenas gentes.

Las circunstancias, antes aludidas,que se dieron en La Unión hace unsiglo, impulsaron con toda fuerza atrovar y nuest ra poesía popular al­canzó entonces su máximo esplen­dor, adquiriendo unas modalidadesque son las que han llegado hastanosotros.

Con estas premisas ya se puedenestablecer varias etapas en la histo­ria de los trovas:

Hay una época protohistórica queabarca toda esa larga serie de siglosdurante los que nuestras gentes tro­vaban - hecho sobradamente do­cumen tado- pero de la que sólotenemos not icia anónima, sin cono­cimiento de obras o artistas concre­tos.

La primera época histórica co­mienza sobre la mitad del siglo XIX.

Aparte de la tradición oral sin fallo deeslabones, nos han llegado suficien­tes documentos escritos: es el mo­mento de la producción de numero­sas coplas populares y de la mayoríade las letras que se conservan en elcante de las minas que actualmenteescuchamos, así como de la consa­gración de las primeras figuras deeste arte, entre ellas, algunos trove­ros analfabetos - como Pedro «elMorato»- y otros cultos -comoRequena, un maestro de escuela.

A partir de la última década del pa­sado siglo, en pleno auge minero, sepuede hablar de la época de oro deltrovo. Coincide con importantescambios socioeconómicos y con laaparición de los más conspicuos yprolíficos representantes de nuestroarte, especialmente José Maria Ma­rín, el más famoso trovero de todoslos tiempos, un hombre magnífica­mente dotado para la repentización yque había gustado el sabor de las

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Los troveros de La Alpujarra almeriense suelen actuar con acompañamiento de diversos instrumentosmusicales. Pero también se ajustan a las «leyes» del trovo cartagenero en sus improvisaciones.

humanidades, porque se estuvo pre­parando para ingresar en el Semina­rio, antes de que las necesidades fa­miliares le pusieran a trabajar, desdemuy joven, en las minas. Fue Marínquien impuso las «leyes del trovo»,cuyo cumplimiento exigía a sus con­trincantes para distinguir los auténti­cos troveros de los que en la jerga delarte se conocen como simples «quin­tilleros» o «rutineros», incapaces deimprovisar correctamente esa com­posición estrófica llamada «trovo» porantonomasia.

En esta época dorada -que seprolonga hasta el año 1936, con elinicio de nuestra última guerra civil­brillaron , junto a Marin, numerosostroveros de extraord inaria valía, des­tacando entre todos ellos, José Cas­tillo y Manuel «El Minero .» Precisa­mente, Marín, Castillo y «El Minero»son conocidos por todos los aficio ­nados a esta poesía popular como«los tres puntales del trovo.»

La época actual comienza conunos años de latencia en que -trasla decadencia de las minas, con losavatares de la guerra civil, la muertede unos, el exilio de otros y el silen­cio de los demás- parecía que eltrovo iba a desaparecer en este pue­blo milenario.

y aunque volvieron a nuestra ciu­dad viejos troveros de la época an­terior, como José Maria Ballesta, Pe­dro «Cantares» o Pepe «Picardías», yseguían, en la huerta murciana, Da­vid Castejón y, en Pacheco, GregorioMadrid, fue, sin embargo, la irrupciónde nuevos valores del campo carta-

genero , allá por los años cincuenta-y, sobre todo, el advenimiento deAngel Roca- lo que reavivó el fuegodel arte y condicionó la peculiar con­figuración que ahora ha adquirido eltrovo.

Efect ivamente, se ha contado enestos años actuales con una pléyadede buenos troveros: en Cartagena,junto a Roca , Serrano Nieto, Cere­zuela, Fernando Pastor , «El Pulga»,«El Taxista », Baranda , «El Palme­sano» , Roca 11, entre otros no me­nos meritorios; en La Unión, «El Co­nejo»; en Fuente Alama, «El Lotero»;en Totana, Ponce; en Aguilas , «ElMiope», «El Chillaeras», Rabal y Paco«el Ramonetero»; en Murcia, «El Re­puntín» y «Patiñero». Y en las provin­cias limítrofes, Miguel «Candiota», deAlmería, o Pepe «el Santapolero», deAlicante.

y la verdad es que hoy día el pa­norama del trovo es bien distinto al delas épocas anteriores: nuestro artepopular ha despertado interés en losintelectuales y ha alcanzado atenciónoficial. Consecuentemente, ahoracuenta con certámenes solemnes ,mantenedores, homenajes , libros ,simposios...

Pero el auténtico trovo cartage­nero, el que , como siempre, siguecautivando por el ambiente ingenua­mente zumbón de sus veladas, esesa expres ión poética primitiva que- libre de intelectualizaciones­mantiene la frescura de lo natural yque todav ía subyace en el alma denuestras gentes más sencillas.

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