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LOS PINTORES DEL AÑO 1949 Por- RAMON D. FAR.ALDO S I yo digo que la actual coyuntura del arte de filiación ma- drileña me da derecho a un comentario esperanzador, no creo formular nada excesivo, nada apasionado, nada que los hechos no razonen. Estoy muy lejos de proclamar la madurez de un estilo, pero muy cerca de creer en una germinación sugestiva, promete- dora, en la que los artistas y hasta el llamado público —un pú- blico, es cierto, más sustancial por su calidad que por su número— empiezan a contribuir a partes iguales. Por lo demás, también comprendo que los «hechos» —el am- plio incremento de los locales de exposición, el cuantioso número de expositores, las recompensas, la afición creciente e ineducada, todo esto— no iban a sacarnos de dudas. Ni mucho menos. Los he- chos de la vida artística madrileña son bastante azarosos, no signi- fican nada definitivo. Esos ciclos de exposiciones de nuestras Gale- rías siguen siendo como fueron. Sea cual sea mi optimismo a estas alturas, no se me oculta que las razones comerciales y personales son todavía fuerzas temibles, activivamente despiertas y beligeran- tes en nuestros medios artísticos. 83

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LOS PINTORESDEL AÑO 1949

Por- RAMON D. FAR.ALDO

S

I yo digo que la actual coyuntura del arte de filiación ma-

drileña me da derecho a un comentario esperanzador, no

creo formular nada excesivo, nada apasionado, nada que los hechos

no razonen. Estoy muy lejos de proclamar la madurez de un estilo,

pero muy cerca de creer en una germinación sugestiva, promete-

dora, en la que los artistas y hasta el llamado público —un pú-

blico, es cierto, más sustancial por su calidad que por su número—

empiezan a contribuir a partes iguales.

Por lo demás, también comprendo que los «hechos» —el am-

plio incremento de los locales de exposición, el cuantioso número

de expositores, las recompensas, la afición creciente e ineducada,

todo esto— no iban a sacarnos de dudas. Ni mucho menos. Los he-

chos de la vida artística madrileña son bastante azarosos, no signi-

fican nada definitivo. Esos ciclos de exposiciones de nuestras Gale-

rías siguen siendo como fueron. Sea cual sea mi optimismo a estas

alturas, no se me oculta que las razones comerciales y personales

son todavía fuerzas temibles, activivamente despiertas y beligeran-tes en nuestros medios artísticos. 83

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Pero aparte de esos hechos, tantas veces desdeñables, hay unarealidad alegre, más atractiva aún por su carga de posibilidades

que por otra cosa. Me refiero a la existencia de un grupo o pro-

moción de artistas nuevos, cada vez más coherentes en su voluntad,más orgánico en su línea de acción. Este grupo se ha propuesto algode excepcional trascendencia para el arte español, algo, en fin, den-tro de la temperatura del tiempo en que vivimos. O en que desea-

ríamos vivir. La característica profunda de este grupo, frente alarte caótico de la preguerra y de la postguerra, sería tal vez el darcomienzo allí donde el arte llamado museal termina, atribuyendoa éste el respeto que le es debido, pero dando por definitivamentee incomparablemente realizados los principios que lo nutrieron.Prefiriendo la modestia, el oficio esencial y la dicción genuina a

la antigua grandilocuencia, al preciosismo y a la domesticación aca-

démica.

En cuanto a su punto de partida, diríase que los viejos residuos

grecolatinos de que se abastecía —desde siempre— nuestra pintura

empiezan a ser suplantados por elementos de aparente filiación

francesa o de primaria ascendencia ibérica. Claro que tal solera«francesa, viene a ser más aparente que real. Porque lo curioso esque los hombres que desde París han dado origen al fenómeno delas nuevas estructuras artísticas procedieron en su casi totalidad—desde luego, en sus nombres más ilustres— de España. De ma-nera que, en todo caso, nuestros artistas de última hora no usur-pan, sino que rescatan lo que es nuestro, lo que nos pertenece, mal

o bien que nos pese.

En fin, nuestros artistas —o algunos de ellos, los más sanos y

sagaces de entre ellos— han comprendido que, o nuestro arte seenfrenta decididamente con el hombre nuevo y con su sistema emo-tivo peculiar, con su retina y su corazón ávidos de estímulos y ha-llazgos a la cadencia de su fiebre y de su vida, o bien debe resig-narse a un ostracismo de consecuencias mortales a corto plazo. Aim ostracismo en que muchos hombres habilidosos, desaprensivos—no siempre carentes de talento, desde luego—, podrían vivir re-galadamente de la pintura, de algo llamado pintura, pero tan dis-

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tinto de ésta, a pesar de parecérsele tanto, como un ser vivo de uncadáver. Que también se parecen.

El grupo a que me refiero ha preferido la «Vida». Para bien delarte de España.

LOS INICIADORES

Fueron Gutiérrez Solana, intuitivo prodigioso, brote salvaje yviolentamente vivo de un medio artístico inerte, y Daniel VázquezDíaz, los primeros que alentaron y presintieron el riesgo y el reme-

dio. Aquél con su insólita fuerza, capaz de hacer sana y feraz unapaleta pútrida en gran parte y una mentalidad divagatoria, inge-nuamente insana y adorable. Y el andaluz, con su voluntad de ac-tualidad y de enseñanza, con su explicación —una explicación queabsorbe una vida— de lo que ocurría en el mundo cuando éste in-ventaba un nuevo dogma plástico, del que él nos trajo, en primerlugar, los rudimentos.

LOS MAESTROS

Benjamín Palencia y Pancho Cossío me parecen ser, hoy porhoy, las dos grandes certidumbres. Palencia llega ahora a su apo-geo, un apogeo inaudito. Sus últimas obras prestigian los dones ex-cepcionales, los hallazgos de mucho saños de trabajo tiránico, lasobtenciones más audaces del arte actual del universo, instrumen-tando un presupuesto inexorable de fidelidad a la raza y a la tierranativas. Su obra y su esfuerzo se dirigen hacia la formulación deuna suerte de Renacimiento ibérico, una vez demostrada la inefi-cacia de la solución «pintura del Renacimiento italiano», a cuyosproblemas está ya dando feliz término la cámara oscura. Su valor

reside en su lenguaje universal, en la fiereza y el peso que le pres-

tan la antigüedad de una raza de dólmenes al sol, de fresquistasmilenarios y plásticos modernos, que amasan el cerúleo y la arcillamachacada, incorporándolas al ser, al animal y al paisaje ibéricos.

Pancho Cossío se me dibuja como la otra personalidad lograda

y trascendente de la nueva promoción en su línea más madura por

la obra y por la edad. Sus maravillosas naturalezas muertas lo son 85

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en un grado casi lapidario, como exquisitos testamentos de lo quefué creado, parados, fosilizados todos sus elementos en un mito demármol y silencio, sobre escrituras de sugerencias tumulares. Sus

retratos se han cargado con tal lastre de eternidad, con tal reduc-ción a calidades perpetuas de lo que debe sucumbir, que una suerte

de serenidad legendaria, de orden no corruptible, parece impreg-nar las siluetas, siluetas de destinos y de espíritus más que de cria-turas perecederas.

LA PROMOCION «INTERMEDIA»

Rafael Zabaleta, José Frau, Juan Antonio Morales, Pedro Bueno,Pedro Mozos, Ortega Muñoz, Francisco Mateos y Francisco Lozanointegran el grupo de edad intermedia ; un grupo éste escasamenteunitario, nutrido por hombres de apetencias y objetivos muy diver-sos, pero identificados por el mismo arranque noble y por la mis-ma inminente madurez.

Rafael Zabaleta envuelve en nimbos cegadores de consistentefrescura un humor muy aldeano y un estudio muy serio del artemoderno. En él se mezcla cierta enredosa ironía de cepa andaluzacon una dignidad de oficio y de concepto que define perfectamenteel estilo del hombre, la intensa, ardiente y apartada existencia delsolitario que firma estas telas centelleantes.

Si Palencia es el cantor jerárquico de Castilla y Rafael de lasjaras andaluzas, yo no veo en torno nuestro quién podrá discutira José Frau —hoy con residencia en el Plata— la potestad gráficay lírica del paisaje celta, al que ha conferido estado militante enla pintura española.

Ortega Muñoz y Francisco Mateos cultivan dos originales mane-

ras de expresionismo : aquél, lírico, ingenuo, con seductoras suge-rencias mfantilísticas; éste, de orden onírico-fantasmal, creandoapocalipsis y mascaradas de punzante sentido elegíaco.

Francisco Lozano continúa su apasionante lucha por hallar unrigor y una osamenta rítmica de la luz mediterránea, tan deplo-rablemente deshecha y embastecida por promociones plásticas an-teriores.

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Con ellos coexiste otra dimensión de pintores con elementostambién sugestivos. Se trata de una dimensión posromántica, consus típicas gamas térreas y plomizas, la impregnación literaria y laelegancia lánguida de los modelos sabiamente estilizados, según nor-mas que nos sugieren, junto a otros aglutinantes de menor consis-

tencia, las enseñanzas del Goya más acariciador y hasta del más

mórbido Esquivel.Juan Antonio Morales ha prestado a esta tendencia su máximo

empaque, extremando el refinamiento tonal y la gracia aristocrá-tica de sus retratos, confiriendo a la elegancia dignidad plástica,elevando los aterciopelados de sus penumbras, las sedas y las epi-dermis a un verdadero prestigio neoclásico. En este terreno, singu-larmente difícil, Morales ha obtenido una maestría cierta y deslum-bradora, con exquisitos juegos de gamas y pincel. Con este trabajosirnultanea una obra de bodegonista y paisajista urbano, en la quesus medios habituales conviven con simbolismos y decorativismosde una extraña magia, de una soledad y una calma impresionantes.

El cordobés Pedro Bueno arrancó de la misma línea décimo-nónica, a la que ha ido agregando, a través de una tarea incesantey profunda, una suerte de prestancia sajona a la que un Whitsler,por ejemplo, no se nos antoja ajeno. Sus últimos trabajos han ga-

nado en salud, en honradez y en alegría.Pedro Mozos es un enigma para el que escribe. Yo no sé lo que

busca este inquieto pintor con sus revisiones grequistas, su extrañamanera de componer, sus simbolismos legendarios y su voluntad,«al margen de nuestro tiempo». Lo que sí sé es que su obra no esvulgar ni innoble, y que a algo puro y bello acabarán llevándole

—seguramente —sus pinceles.

LOS JOVENES

En torno a este grupo de pintores más hechos se mueve un nú-

cleo de jóvenes, muchachos más bien, unidos por una misma con-ciencia de responsabilidad y de seriedad, por la misma compren-sión heroica de la profesión plástica, vivida y sentida como acto

de amor, no como acto de lucro : como testimonio de fe desintere- 87

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sada en el destino de las formas y en su grave servicio. Luis GarcíaOchoa, Menchu Gal, Alvaro Delgado, María Teresa Sánchez Ga-vito, Martínez Novillo, Francisco Arias, Francisco San José, Vicente

Clavo, Barandiarán, Redondela y algún otro le otorgan cierta den-sidad numérica, aunque su preponderancia resida más en la cohe-sión del esfuerzo y en la seriedad de sus realizaciones.

Luis García Ochoa trata con una sensibilidad casi musical, conuna ternura casi cruel, sus originales temas de vegetaciones aluci-nantes, de pájaros y piedras que, en verdad, requieren un grantalento para ser reducidos a equivalentes plásticos. En MartínezNovillo la fuerza es de índole instintiva, biológica, galvanizandoun oficio lleno de humildad y de aspereza, a la par de una intui-ción para lo plástico que no se engaña casi nunca, que se apoderaferozmente del tema hasta vaciarle su último sentido.

Alvaro Delgado, con una extraordinaria capacidad realizadora,resuelve los temas más arduos sin titubeo, apoyado en su fuerza di-bujística y en su natural inteligencia de la forma. Sobre esta saga-cidad de mano y de visión busca ahora su verdad a través de expe-

riencias que son ya poderosas realizaciones. El interés de esta obracrece cada día, acrecienta incansablemente su lucidez y su vigor.

Menchu Gal, la pintora eúscara, intenta aquella «reconstrucciónde Poussin sobre el natural» que soñaba Pablo Cézanne. Su intensapintura, de un colorismo macizo y solemne de voltaje emotivo muyalto, flúida y profunda, contrasta vivamente con el verbo seco y

ávido de los pintores de la meseta. Su técnica actual acusa unaciencia creciente, junto a una frescura de visión que el trabajo yel incremento técnico no marchitan.

María Teresa Sánchez Gavito es otro ejemplo de artista dotada,exigente consigo misma, escrupulosa con lo que quiere y con lo queno quiere. Su tentativa es de las más difíciles y de las más nobles :esta tentativa pretende conjugar las calidades coloristas modernascon los conceptos clásicos de composición y de oficio. De ella vanaciendo una personalidad plástica vigorosa, clásica y contemporá-nea a un tiempo.

Francisco San José es otra personalidad de primer interés. Una

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vocación indomable, una especie de voluptuosidad técnica, puestas

al servicio de una auténtica idolatría por la naturaleza ibera, con-

fieren una apasionante sugestión a la aventura plástica de este en-

trañable, áspero pintor.

Recuerdo, en fin, algunas otras fuertes individualidades: Clavo,

Barandiarán, Arias Redondela, pintores incuestionables todos. Y el

grupo de excelentes pintores al aceite y a la acuarela —cuyo rena-

cimiento es un hecho de bulto entre nosotros—, en el que cuento

a Lago Rivera, a Guerrero, Valdivieso, Palazuelo, Capuletto y al-

gún otro, que trabajan, a su vez, con fe y con energía sobre supues-

tos más o menos personales, pero absolutamente plásticos.

En fin, no debo dejar de mencionar la presencia activa, entre

nosotros, de un gran plástico argentino, el pintor Ernesto Scotti,

cuyo trabajo en España —sólo parcialmente exhibido en Madrid—

puede significar algo de cuantiosa trascendencia en el arte de los

últimos arios. Con la natural complacencia de que esa obra tan ro-

tunda, tan amplia de ámbito y de fuerza auroral, se haya produ-

cido por estímulo de los paisajes y los maestros de nuestros siglos

áureos.

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