Los periodistas y el asesinato

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Crónica de la protesta de periodistas y fotógrafos después de la muerte del profesional Jorge Aguirre en pleno cumplimiento de su labor periodística. El Mundo (Abril 2006)

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07/04/06 11:49 Composite MJGONZALEZ ELMUNDO - ELMUNDO1 - 3 - 07/04/06

“Hay que sentar un precedente que salvaguarde la vida de quienes, comoustedes, están trabajando, buscando información para el país,

eso merece respeto”Fiscal Isaías Rodríguez

JESÚS GIL

“No queremos volver a usar chalecos antibalas”Lorena Pineda, reportera de Últimas Noticias

Ellos salieron de casa conuna pauta segura: llegarhasta la Fiscalía para exi-gir “No más impuni-

dad”. Ellos sabían que se reencon-trarían con rostros conocidos en elcamino, a fin de cuentas los que res-ponden a las convocatorias profe-sionales son siempre los mismos.Esta vez, también portaban los gra-badores, las cámaras y las libretas,pero apenas alcanzaban a pregun-tarse, con poco aliento: “¿estás cu-briendo?”. Ellos son periodistas yestaban reunidos para recordarsecon miradas “el valle de balas” enel que saldrán a trabajar hoy.

Estaban los puntuales, los quesalieron de la Torre la Prensa conpancartas en mano y repartían cal-comanías en la puerta. Estaban losacostumbrados a las ruedas deprensa, ésas en donde nada comien-za a la hora pautada, y los que se su-maban en distintos puntos del reco-rrido por la avenida Urdaneta. Es-taban, también, los decididamentenoticiosos, que se presentaron deuna vez, a las puertas del Ministe-rio Público. Pero todos se saluda-ban con cautela, con precisión, sinmediar muchas palabras y sin pre-guntarse demasiado sobre la muer-te de Jorge Aguirre, porque algu-no podía caer en la tentación de lalágrima o del miedo.

La proclama -no muy difundidaentre los asistentes- era solicitar elnombramiento de un fiscal espe-cial, para la investigación del casodel fotógrafo que, al mejor modode los teatreros, murió en el escena-rio y con una imagen de legado.Mientras se hacían las paradas an-te la sede principal del Cuerpo deInvestigaciones Científicas, Pena-les y Criminalísticas (Cicpc) y elMinisterio del Interior y Justicia, al-guno que otro preguntaba si no seiba a gritar algo. Y, en su mayoría,los puntuales respondían: “no, setrata de una protesta silenciosa”.

Un silencio azabache que cabíacompleto en un solo canal entre lasesquinas de Ánimas a Platanal.

Ninguno tenía una ubicación fi-ja, a fin de cuentas había que salu-dar a los ex compañeros de traba-jo, a los acompañantes en los plan-tones de las pautas, a los colegasque ahora parecen distanciadospor la inclinación política del me-dio que llevan en sus carnets, a losque se lleva más de 10 años sin very a los que se les ve la cara todoslos días, pero que toca repetirles, acada rato, “cuídate”.

En el camino, cualquier espacioservía para encender la cámara yconvertir al habitual entrevistadoren el nombre del generador de ca-racteres. Sin embargo, ninguno pa-recía demasiado cómodo de ese la-do del micrófono. En contraste,“tiempo sin verte”, “¿qué es de tuvida?”, “¿en dónde trabajas aho-ra?”, se convirtieron en las frases pa-ra romper el silencio y detonar la in-dignación en la siguiente pregunta.

Aquéllos que recordaban las tar-des de pautas, las conversas en elvehículo de vuelta al periódico ylas infaltables anécdotas que Agui-rre contaba sobre su juventud, reci-bieron su espacio ante el micrófo-no, pero también el abrazo respec-tivo. Aquéllos, sólo impulsadospor la solidaridad, se permitieronenarbolar sus derechos ciudadanosen medio de argumentaciones lógi-cas, no en vano, se dice que un pe-riodista no abandona su afán porla verdad en ninguna parte.

Pero los verdaderos compadres,los fotógrafos, estaban todos deguardia. Ninguno abandonó suusual posición al frente de la mar-cha, a los lados de la movilizacióny al frente de los voceros. Losclicks de las cámaras no se escucha-ban en el tránsito callejero, pero sevolvieron los dueños del acto cuan-do las cámaras se detuvieron en elsuelo, justo delante de las cercasque preparó la Guardia Nacionalen la entrada de la Fiscalía.

Uno de los fotógrafos resaltabapor encima del resto, el único queaprendió el oficio del propio home-najeado, pero que olvidó su posi-ción detrás del lente en medio dela consternación. Fernando Agui-rre estaba para dar el anuncio cor-to, el necesario, el imprescindible:fecha, hora y lugar del velorio desu padre. De la mano de los directi-vos de la Cadena Capriles alcanza-ron a darle las condolencias y a pre-sentarle a parte de la otra familia:la de los reporteros.

Precisamente, a ésos que Am-brose Bierce en El Diccionario delDiablo definiera como sujetos“que a fuerza de suposiciones seabren camino hasta la verdad, y ladispersan en una tempestad de pa-labras”. Los protestantes, los inne-gables periodistas, por esas horassólo se aferraron a las preguntas.“¿Cuántos más?”, interrogaban laspancartas. “¿Por qué le dispararonsi el vehículo estaba identifica-do?”, debatían las voces. “¿Es ver-dad que tienen un video donde seve bien al asesino?”, sondeaban losperiodistas en el mejor tributo quepueden rendirle a su profesión:cuestionar la realidad que les toca.

Sin embargo, la pregunta nuncapronunciada, con la que se devol-vieron a las palabras, a las redaccio-nes y con la que se unieron a otrasprotestas en la ciudad es, segura-mente, la que sus familiares sí leshicieron cuando se enteraron delasesinato: ¿Y si te hubiese tocadoa ti? De pronto, como escribió Ja-net Malcolm en El periodista y elasesino “todo periodista que no seademasiado estúpido o demasiadoengreído para no advertir lo queentraña su actividad sabe que loque hace es moralmente indefendi-ble”. Pero sabe también que unapromesa del fiscal general de “pre-sentar, a más tardar en un mes, lasprimeras conclusiones del caso”no es suficiente para un hechoque les removió no sólo el sentidohumano.

“Mi papá fue un gran profesional, gran amigo estaba, como todos los días,trabajando para hacer llegar la información a tiempo”

Fernando Aguirre, hijo del fotógrafo

ÁNGEL COLMENARES

Margaret López

Nadie como sus fieles cómplices de pauta para exigir justicia y celeridad en la investigaciónJESÚS GIL

El mejor tributo a un fotógrafo: ofrecerle las cámaras de sus compañeros y volver con rapidez a detener el tiempo en un cuadro

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VIERNES / Caracas, 7 de Abril de 2006 / EL MUNDO / SUCESOS 3