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Don Fabio Pallotta, SDC Los penúltimos pasos y el paso extremo de Don Luis Guanella 9 CUADERNOS DE FORMACIÓN Instituto Hijas S. María de la Providencia IN TUA PROVIDENTIA NOSTRA SPES

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Don Fabio Pallotta, SDC

Los penúltimos pasosy el paso extremo

de Don Luis Guanella

9CUADERNOS DE FORMACIÓN

Instituto Hijas S. María de la Providencia

IN TUA PROVIDENTIANOSTRA SPES

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Don Fabio Pallotta, SDC

LOS PENÚLTIMOS PASOSY EL PASO EXTREMO DE

DON LUIS GUANELLA

9CUADERNOS DE FORMACIÓN

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LOS PENÚLTIMOS PASOSY EL PASO EXTREMO

DE DON LUIS GUANELLA

(Excursus temático y crónica de los últimos meses)

1. Conciencia de la hora y sus reflejos: las memorias au-tobiográficas

Es difícil decir en qué medida Don Guanella sintiócerca la hora del final y desde cuándo; cierto, se prepa-raba para ella: la edad y la salud, como es natural, lahacían vislumbrar1.

De vez en cuando hablaba de ello, casi con deseo;pero al mismo tiempo continuaba proyectando, no siem-pre a corto plazo2. Don Mazzucchi había anotado cier-tas confidencias breves:

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1 Cfr. Cartas de L. Guanella a Giuseppe Francesco Trinca, 24de diciembre de 1914; Maria Escary, 3 de enero de 1915; AristideLeonori, 29 de marzo de 1915; Francesco Rusca, 29 de marzo de1915; Don Samuele Curti, 30 de marzo de 1915; Don FrancescoDonada, 14 de abril de 1915; Giuseppe Francesco Trinca, 19 deabril de 1915; Don Paolo Panzeri, 23 de abril de 1915; P. VittorioGregori, 11 de julio de 1915; Don Paolo Panzeri, 9 de agosto de1915; Card. Basilio Pompili, 4 de septiembre de 1915: ArchivoGuanelliano, Como [desde ahora en adelante AG Como].

2 Cfr. Cartas de L. Guanella a Don Beniamino Giacomini, 17de marzo de 1914; Don Samuele Curti, 11 de noviembre de 1914;Francesco Rusca, 7 de enero de 1915; Luigi Zerbo, 27 de junio de1915: AG Como.

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«Dijo un día (1911): podría vivir a lo más unos ocho odiez años. Pero repetidamente en el 1912 se decía cansa-do, viejo, no lejos de la muerte: conduciros a Roma mate-rialmente y moralmente y después marcharme»3.

Algún tiempo después, en la segunda mitad de 1913,en el precioso “Vieni Meco” [“Ven Conmigo”], otra in-sinuación:

«Vuestros superiores, que recibieron vuestras promesas –está hablando de sí mismo – están ya en el declinar de lavida y pueden ya decir con el mismo apóstol Pablo: “He-mos recorrido nuestro viaje... hemos hecho el poco debien que pudimos con la ayuda de Dios... Ahora espera-mos del Señor bueno, justo y misericordioso, la retribu-ción”»4.

En el mismo año 1913 había puesto en marcha laCruzada de oración por los moribundos: una última di-rección de su sentir espiritual: el encuentro con el Padreno es poca cosa, ha de ser preparado, sostenido, ayuda-do. Una nota de pedagogía espiritual que sería profundi-zada: el sistema preventivo, aplicado a la vida, no es des-cuidado sobre todo en vista de la muerte.

En agosto de 1913 Don Luis quiso volver a Fraciscioy fue su última visita; ya entonces, en el boletín sucesivo,Don Mazzucchi escribía:

«...parecía asistir a una escena penosamente conmovedorade adiós de uno que parte; pero la triste nube fue des-pejada del ánimo por los derechos de afecto filial, en el

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3 L. MAZZUCCHI, Fragmenta vitae et dictorum sac. Aloysii Gua-nella, manuscrito, 1912-1915, pp. 6-7, AG Como.

4 L. GUANELLA, Vieni Meco, en «Scritti per le Congregazioni»,Roma, Nuove Frontiere, 1988, p. 802.

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ver la vigorosidad física y moral del hombre, en el conocerlos trabajos todavía por resolver que la Providencia le haconfiado, por la mirada a los bosques enmarcables, aque-llos montes donde caen los troncos viejos cuando han sali-do los nuevos, frondosos y altos, que mantienen la vitali-dad benéfica de la foresta...»5.

En agosto del año siguiente, en una carta suya a DonLucchinetti, fundador de las hermanas religiosas de Me-se, comunicaba que había celebrado la Misa de sufragiopor un hermano que acababa de morir y añadía:

«Pronto vendrá el mío también y venga en buen momentoy confiamos en la Divina Providencia en todo caso...»6.

Pero el reflejo más consistente de lo que experimen-ta en los últimos tiempos está contenido totalmente enlas memorias autobiográficas; al menos los tres gruposfundamentales que poseemos, los “Bozzetti” [“Boce-tos”], “Le vie della Provvidenza” [“Los caminos de laProvidencia”], y los “Fragmenta” [“Fragmentos”], se re-montan todos a los últimos cuatro o cinco años de vida.En los “Fragmenta” Don Mazzucchi anotaba:

«En este período su hablar es particularmente atrayente, lle-no de unción, sembrado de anécdotas, recuerdos persona-les, resúmenes de lo ya dicho, preguntas a unos y a otros, ges-tos expresivos, características expresiones dialectales...»7.

Es claro que en estos últimos años está releyendo suvida, un poco para retomar la dominante y entregarla a

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5 L. MAZZUCCHI, Lassù in alto, en «La Divina Provvidenza»,Septiembre 1913, p. 139.

6 Carta de L. Guanella a Don Primo Lucchinetti, 14 de agostode 1914, AG Como.

7 L. MAZZUCCHI, Fragmenta, o.c., 9 de marzo de 1914, p. 21.

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sus hijos, que le preguntaban sobre el camino hecho ytrascribían con fidelidad cada fragmento; un poco poresa noción de resumen de sí de la que todo hombre ten-dencialmente introspectivo siente necesidad.

Sería interesante retomar ciertas cartas de los prime-ros tiempos desde Savogno, Turín, Traona, Olmo, Pia-nello, y releerlas a la luz de las memorias autobiográfi-cas.

Allí está toda la tensión del hombre que busca el ca-mino: ¿habré hecho bien? ¿Querrá esto el Señor? ¿Que-darme con Don Bosco? ¿Volver a la Diócesis? Y todaslas dudas tras los fracasos: el temor de haberse equivoca-do totalmente, de haber actuado a capricho.

Aquí, en las memorias, está todo el reflejo de estatensión de búsqueda leído sin embargo ‘ex alto’; la Pro-videncia había hecho todo:

«La Providencia nos ha elegido, y nos ha guiado ella mis-ma. Es el “infirma mundi elegit Deus” [Dios eligió lo débildel mundo]. Ella me ha dado padres virtuosos que me haninfundido espíritu de trabajo y de sacrificio: de ellosaprendí a trabajar siempre... La Providencia me guió alColegio Gallio... me dio un párroco familiar: Don Gauden-zio Bianchi, que hizo crecer en Campodolcino generacio-nes de curas... – después concluye – Si he hecho el bien:Dios lo tendrá en cuenta; el mal: Dios lo perdonará»8.

Sobre todo la memoria confiada en “Los caminos dela Providencia” es la lectura de sí mismo, desapegada,simple, sin exageraciones: un examen lúcido de los mo-mentos significativos y de las personas encontradas, conuna precisión en el recuerdo a veces sorprendente, espe-cialmente en la secuencia de los acontecimientos. No fal-

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8 L. MAZZUCCHI, Ibídem, 26 de mayo de 1915, pp. 38-39.

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tan lagunas y errores, pero son pocos y poco significati-vos. Un estudio cuidado de estas memorias, provisto denotas documentadas, revelaría esta frescura de memoriay, a la vez, este balance equilibrado, maduro.

El discurso, a veces, se hace repetitivo, casi comouna letanía: el término ‘Providencia’ y sus derivados, enpoco más de cien páginas, aparecen más de cien veces;también el tema del ‘volver a los inicios’ aflora a menu-do como dominante. No hay nostalgia o huida del pre-sente; se trata de un volver a los inicios en un modo másreflexionado porque había percibido que allí se encon-traba lo Esencial, elegido con fatiga, conservado, amado.Evidentemente, en estas memorias autobiográficas esfuerte la perspectiva finalística que atribuye retrospecti-vamente un significado preciso a ciertos hechos.

Qué ocurrió en él y en qué modo, para llevarlo a unarelectura tan interior, casi revelada, de su vida, podría-mos saberlo sólo si se nos concediera poder vislumbrar,dentro de él, el trabajo imperceptible de la gracia deDios. Ya no estaba solo, como en los inicios, cuando to-davía responsable de la parroquia de Pianello – y ya fun-dador – hacía de recadero a lo largo del lago para seguirla Casa Madre y mientras tanto escribía, organizaba,proyectaba; entonces había que proveer de todo: bo-letín, benefactores, formación, gestión, economía, rela-ciones... Ya había colaboradores, y algunos por ciertomuy fiables. No es que faltasen los problemas, pero sepercibe en él una tendencia más espiritual, estimuladapor la edad avanzada y por la memoria del camino he-cho. Si los inicios estuvieron marcados por el deseo deuna laboriosa santidad, ‘per manus’, a vivir más entretrabajo y sacrificio, la perspectiva del final era el deseode la ‘sanctitas in corde’, del ‘tesoro precioso’ que hayque guardar para entregarlo intacto.

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Todo había construido su vida, también las críticas,el aislamiento, ciertos fallos, las primeras incertidum-bres:

«A las contradicciones hay que habituarse, no hay queamilanarse nunca. Yo me he refortalecido siempre en ellascomo un remero al que se le hacen fuertes los brazos bo-gando en medio de la tempestad.Yo no he hecho nada: es la Providencia quien ha hecho to-do. Yo hasta ahora me he inclinado siempre temeroso antequien tiene una mitra. Demasiado tarde me he dado cuentade que algunas veces se equivocan. No hay que maravillar-se ni que escandalizarse. “Ubi sunt homines, ibi sunt mise-riae” [donde hay hombres, allí hay miserias] ...»9.«En las peripecias que he tenido, he experimentado siem-pre y he practicado que cuanto mayores eran las dificultadestanto más me fijaba en la idea de aquello que quería hacer...Hay que temer más la bonanza que la adversidad. Las bar-cas cargadas sobre el lago en calma avanzan con dificultad afuerza de brazos; si soplan los vientos corren empujadas porlas velas. Las dificultades nos hacen correr...»10.

Me parecen emblemáticos, por lo que a nosotros res-pecta, los primeros cuatro capítulos de “Los caminos dela Providencia”, cuando Don Luis se para a describir suambiente, la familia, los primeros años: recuerda a su pa-dre, a su madre, sus hermanos y hermanas, los amigos,los sacerdotes y concluye:

«Ya están todos muertos...»11.

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9 L. MAZZUCCHI, Ibídem, 20 de junio de 1914, pp. 32-33; cfr.también Carta a Don Francesco Donada, 14 de abril de 1915, AGComo.

10 L. MAZZUCCHI, Ibídem, 11 de julio de 1915, p. 45.11 L. GUANELLA, Le vie della Provvidenza. Memorie autobiografi-

che, Nuove Frontiere, Roma, 1988, p. 15.

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Les había visto morir uno tras otro; en la familiahabían muerto todos: padre, madre y once de los docehermanos.

¿Cuándo llegaría su turno?En 1915, unos meses antes que le afectara la paráli-

sis, había iniciado su año 50º de sacerdocio; quizás todosse felicitaban de poder celebrar esta Misa de Oro en elSantuario del Sagrado Corazón que, por aquel entonces,habría debido ser terminado. Pero ya el año precedente,en 1914, en la misma ocasión, Don Guanella se encon-traba en su iglesia de Porta Trionfale en Roma; se re-cordó en el último momento el aniversario – cumplía el48º – y se celebró con una fiestecilla improvisada, quesalió bien. Sin embargo, cuando en el brindis, se le au-guró de poder festejar la Misa de Oro, respondió:

«No demos dos pasos en uno: año por año, y sobre todoque podamos estar en paz con el Señor»12

2. De 1914 a 1915: el principio del final

El 1914 no se cerraba alegremente. El inicio del con-flicto mundial suscitó no pocas aprensiones, también enDon Guanella; en agosto, pues, moría el Papa Pío X y,en octubre, el Card. Ferrata nombrado hacía poco Pro-tector del Instituto: dos muertes inesperadas, no desea-das, en un momento delicado en el que estaba todavíaen suspenso la cuestión de la aprobación, al menos paralos Siervos de la Caridad. También para las ‘Causas’ dela hermana Catalina y de Sor Clara, habiendo pasado ya

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12 M. A. CROSTA, Messa quasi d’oro, en «La Divina Provviden-za», Junio 1914, p. 88.

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de Como a Roma, nacía algún temor; había que reanu-dar los contactos y, en cierto sentido, recomenzar. Lasobras abiertas recientemente merecían alguna atención:en los Estados Unidos un solo sacerdote, en Calabriatantas cosas que plantear.

Con motivo de la muerte de Pío X, Don Guanellahabía bajado a Roma desde Suiza, donde se encontrabapara tener un poco de reposo; llegó el 22 de agosto y lefue concedido celebrar, a mediodía, cerca de los restos.Después estuvo casi durante cuatro horas junto al difun-to, hasta la hora de la sepultura. Cuando Benedicto XVsubió al trono pontificio, Don Guanella volvió a Romapara obsequiarlo, el 19 de octubre13; después se entretie-ne todavía un poco en sus casas, porque el día 25 sería lainauguración de los locales parroquiales en el Trionfale.

El mes de noviembre que siguió fue, para él, el mesde los muertos, no sólo en la devoción, sino también enla realidad. El 1º de noviembre tuvo que correr a S.María de Lora, junto a la cabecera de la novicia AngelaStrada, 21 años; ya afectada desde hacía algunos meses,sufrió un violento ataque de meningitis 14 que la llevó ala muerte. Don Guanella recibió de ella ‘in extremis’ laprofesión religiosa. Tres días después otra jovencísima:Sor Pierina Giudici 15, 28 años. El 10 de noviembre to-davía de luto, esta vez en casa masculina, en Como: Do-

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13 Cfr. Notizie e confidenze di casa, en «La Divina Provviden-za», Noviembre 1914, p. 164.

14 Cfr. Necrologia, en «La Divina Provvidenza», Diciembre1914, p. 189. También: Congregación de las Hijas de S. María de laProvidencia, Con Maria verso la casa del Padre, Roma 1988, p. 161.

15 Cfr. Necrologia, en «La Divina Provvidenza», Diciembre1914, p. 189 y Congregación de las Hijas de S. María de la Provi-dencia, Con Maria verso la casa del Padre, Roma 1988, p. 98.

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menico Tamassia, 16 años, profeso apenas hacía un año;también le tocó ‘el mal sutil’ – así era llamada la tuber-culosis –. Había entrado para ser sacerdote pero habíadesistido por debilidad intelectual y física16. Iban lostres a unirse a una serie larga de hijos e hijas ya trunca-dos, con frecuencia en edad precoz.

La muerte del Card. Ferrata había dejado al Institu-to – particularmente al masculino – sin apoyos; cierta-mente Don Guanella habló de ello con Benedicto XV enla audiencia de octubre, y así, ya el 19 de noviembre eranombrado el nuevo Cardenal Protector en la persona deFilippo Giustini 17 que el nuestro había conocido algúnaño antes, cuando Giustini era Secretario de la Congre-gación para los Obispos y Regulares. Con el nombra-miento de Protector, valiéndose de su experiencia, po-dría finalmente llevar a buen puerto el decreto de apro-bación; y se encendieron de nuevo las esperanzas.

Entre tanto había salido el 1º número del nuevo bo-letín «La Santa Cruzada», periódico de la Pía Unión delTránsito, que empezaba como folleto cuatrimestral, conocho páginas.

Se acercaba la Navidad y el Fundador escribió unacarta circular a sus Siervos de la Caridad: en ella reco-mendaba una vida religiosa más regular, el cuidado de laformación y de las vocaciones, una economía de ‘Provi-dencia’... Bello el recuerdo para los lejanos:

«Será obra exquisita de caridad y medio precioso de con-

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16 Cfr. Necrologia, en «La Divina Provvidenza», Diciembre1914, p. 189 y Leo Brazzoli, Profili Biografici, Roma 1993, p. 31.

17 Cfr. La benevolenza del Santo Padre, en «La Divina Provvi-denza», Diciembre 1914, pp. 185-186.

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cordia fraterna el mantener correspondencia con los her-manos aislados y lejanos»18.

Dos cartas de primeros de enero son útiles para en-cuadrar todavía su estado de ánimo en relación con elpensamiento del ‘final’: la primera es del 3 de enero, auna benefactora de Chiasso, que lo había invitado a sufiesta de cumpleaños. Don Luis se excusa por no habercorrespondido a la invitación y promete:

«Nos encontraremos muchas veces en la jornada delantede Dios, al cual ofrecemos también los días de vida quenos quedan...»19.

La otra carta es del 7 de enero, dirigida al queridísi-mo amigo Francesco Rusca, también él suizo, que habíapasado momentos muy delicados por su salud incierta:

«Cuídese como yo lo hago y viviremos todavía un pocosobre esta mísera tierra»20.

3. El terremoto de Avezzano: más de dos meses en Ro-ma (enero - mitad de marzo)

Si el 1914 no se había cerrado con un balance positi-vo, el 1915 se abría con una tragedia.

A las 7.55 horas del 13 de enero la tierra abrucense,en zona marsicana, tiembla pavorosamente; Avezzano es

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18 L. GUANELLA, Circular XXVII, 11 de diciembre de 1914, en«Scritti per le Congregazioni», o.c., p. 1421.

19 Carta de L. Guanella a Maria Escary, viuda de Monza, 3 deenero de 1915, AG Como.

20 Carta de L. Guanella a Francesco Rusca, 7 de enero de 1915,AG Como.

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arrasada. Un telegrama comunica a Roma la catástrofe; secuentan cerca de 30.000 víctimas, 5.000 de ellas niños.

Don Luis se encontraba ya en Roma, para otras cues-tiones. El día 10 de enero, de hecho, había enviado untelegrama al amigo Leonori que partía para los EstadosUnidos:

«Mañana estaré allí deseándole feliz viaje - Guanella»21.

Era importante para él encontrarse con Leonori, seapor las Obras en los Estados Unidos, sea por el proyectoa realizar en el Santuario de Como – la reproducción delos Santos Lugares – cuyo original había sido realizadopor el mismo Leonori en Washington. Así había venido aRoma, no previendo en la agenda de sus compromisos el‘programa añadido’ que surgió a lo largo de 70 días.

Los socorros desde Roma no pudieron partir ense-guida porque la línea ferroviaria había sufrido daños conel terremoto y a causa de la nieve abundante en aquellosdías. Don Guanella, sin embargo, junto con Don Baccia-rini, el 17 de enero ya partía para el Abruzzo y escribía aDon Mazzucchi:

«Fui a Avezzano con Don Bacciarini para ver la enormi-dad de pueblos y aldeas arrasados como el heno bajo laguadaña... Comunicaciones desde Roma con los Abruzziinterrumpidas, lentísimas, el camino normal de dos horasprolongado hasta diez horas. Las personas supervivientesdel terremoto atontecidas. En el viaje de retorno en uncarro de heridos Don Bacciarini asistió a tres moribundos.Heridos graves tirados sobre el suelo de los trenes de mer-cancías como mercancías. Se repartían por nosotros losúnicos víveres, de pan, salchichón, azucarillos...

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21 Carta de L. Guanella a Aristide Leonori, 10 de enero de1915, AG Como.

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Esta mañana yo habría retornado con Don Aurelio perolo estimé inoportuno y peligroso para mi edad... Mi saludparece que mejora»22.

Cuenta Don Bacciarini en su intervención en el Pro-ceso:

«... el Siervo de Dios estaba enfermo de la garganta. Yono hubiese querido que en aquellas condiciones y a suedad fuera de viaje, pero él quiso y se fue... Hicimos no-che en el tren. La imposibilidad de un refugio para él, en-fermo, me hizo insistir hasta que le convencí de volver lamisma tarde en un tren de heridos»23.

El día después de este primer viaje al lugar del desas-tre Don Luis informaba todavía a Don Mazzucchi de supaso por Ferentino:

«Mientras Don Aurelio recorría ayer los Abruzzi, yo mevine a Ferentino donde he encontrado huellas del terre-moto, espantos, pasan la noche al raso»24.«La nieve circunda la estribación de este Apenino y el fríose deja sentir»25.

Volvió a Roma, la tarde del 20, y se quedó para organi-zar la situación de los huérfanos: había que encontrarotros locales, acercarse al Ministerio para las varias autori-zaciones, coordinar los equipos de socorro, recoger dona-

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22 Carta de L. Guanella a Don Leonardo Mazzucchi, 18 de ene-ro de 1915, AG Como.

23 Test. Mons. Aurelio Bacciarini, Positio super virtutibus, Sum-marium, Roma 1950, p. 276.

24 Carta de L. Guanella a Don Leonardo Mazzucchi, 19 de ene-ro de 1915, AG Como.

25 Carta de L. Guanella a Don Leonardo Mazzucchi, 20 de ene-ro de 1915, AG Como.

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tivos y solicitar subsidios. Seis días de trabajo masacrantepara Don Guanella que, el día 26 de enero, partía en su se-gundo viaje al lugar del desastre y llevaba consigo un sa-cerdote porque en Avezzano había quedado vivo uno sólo.

Una de las religiosas de San Pancracio describía suregreso en esos días:

«Don Luis ha venido aquí todo mojado y con tos, tenía lahabitación caliente y podía quedarse; pero no quiso...»26.

A fin de mes Don Luis siente la necesidad de hacerrelación de ello a su Obispo de Como:

«Le doy noticias mías que son buenas respecto a la saludaunque estamos todos ocupadísimos con estos menores deedad del terremoto que ya tocan en nuestras casas el cen-tenar»27.

Obviamente la tensión lo tenía cargado, pero los ex-cesos y molestias se harían notar más adelante. Las cró-nicas de esos días, en efecto, describen entre las mayoresdificultades para los socorros también la rígida estación,por el frío más intenso que nunca. Don Guanella se loconfiaba a su amigo el Padre Genovesi:

«En Avezzano... Don Aurelio por primera vez celebró enaquella ciudad cementerio: el vino se congeló en el cáliz,tanto frío hacía»28.

Los problemas que Don Guanella quería hacer fren-te eran dos: la organización de los supervivientes, gene-

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26 L. MAZZUCCHI, Luigi Guanella, la nostra opera e il terremoto,en «La Divina Provvidenza», Febrero 1915, p. 21.

27 Carta de L. Guanella a Mons. Alfonso Archi, 29 de enero de1915, AG Como.

28 Carta de L. Guanella al Padre Enrico Genovesi, 5 de febrerode 1915, AG Como.

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ralmente huérfanos, y el restablecimiento del servicio re-ligioso: si el primero era importante, no menos lo era elsegundo, porque el Obispo de Pescina, Mons. Pio Ba-gnoli, se había quedado casi solo.

No había pasado todavía un mes desde la desgracia,cuando Don Luis quiso volver por tercera vez a Avezza-no, llevando consigo también a dos religiosas que habi-tarían durante todo el tiempo en una barraca levantadacomo se pudo; el 11 de febrero estaba de nuevo en Ro-ma y escribía sus impresiones a Maddalena Albini Cro-sta y a Sor Marcellina:

«Ayer llegué de Avezzano aterrorizado»29.«Vengo de Avezzano donde hay muchas miserias. Nue-stras hermanas allí demuestran especial fortaleza. En losalrededores de sus barracas, tres lobos fueron matados ycomidos»30.

En los días 18 y 19 de febrero, Don Luis vivió dosjornadas intensas: la audiencia con el Santo Padre Bene-dicto XV y la visita al Protector Card. Giustini; es fácilsuponer que la conversación se centró en la aprobacióndel Instituto. Después permaneció todavía en Roma algu-nos días para seguir la organización de los salvados delterremoto en las casas de S. José, S. Pancracio, Ferentino.En la correspondencia el número de los afectados por elterremoto hospedados en nuestras casas varía continua-mente: prevalentemente se habla de 300 refugiados, perode hecho, quizás, fueron poco más de 200. De todas for-mas es difícil de precisar, porque sobre todo los niños

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29 Carta de L. Guanella a Maddalena Albini Crosta, 11 de fe-brero de 1915, AG Como.

30 Carta de L. Guanella a Sor Marcellina Bosatta, 11 de febrerode 1915, AG Como.

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iban y venían, en cuanto que el Ministerio había dispues-to la publicación periódica de boletines informativos, enlos cuales se debía poner la fotografía de los pequeñoshuérfanos. Así muchos de ellos eran retirados por even-tuales parientes supervivientes y llegaban otros nuevos, yes fácil imaginar el barullo que esta inestabilidad creaba.Hay una cuestión que merece alguna reflexión: ¿por quéDon Guanella no permaneció con una obra suya enAbruzzo? ¿Por qué las hermanas enviadas allá para so-correr, el 20 de marzo ya estaban de vuelta?

Como es sabido, las ayudas a los afectados erancoordinadas por el “Patronato Reina Elena”, el mismodel terremoto de Regio y Messina; formaba parte del co-mité también Don Luigi Orione, amigo de Don Guanel-la. De él había escrito D. Guanella en aquellos días aMons. Brera:

«Nuestro D. Liugi Orione... trabaja incansable sin miedo alos peligros. El otro día atravesando el monte Bove se en-contró con cinco lobos que afortunadamente le dejaron pa-sar. Nosotros le echamos una mano cuando se puede...»31.

Por desgracia el comité coordinador iba laicizándosecada vez más y se encontró con las hostilidades del Obis-po Mons. Bagnoli; Don Orione, naturalmente, intenta-ba mediar y arreglar las incomprensiones, pero fue ma-linterpretado por el mismo Obispo. Nació también unacierta tensión porque Bagnoli había enviado para los so-corros a ciertas religiosas suyas, las Celadoras del S. Co-razón, y quería que éstas aparecieran más que otras.

También Don Guanella fue víctima de las mismas in-comprensiones (¿quizás porque salió en defensa de Don

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31 L. MAZZUCCHI, Luigi Guanella, la nostra opera..., o.c., p. 21.

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Orione?), pero ni sus memorias, ni otras fuentes en nue-stro poder hacen referencia con precisión al asunto; elhecho es que Don Guanella primero y Don Orione pocodespués, dejaron Avezzano. Sólo dos breves notas hacenreferencia a estas incomprensiones; una está tomada delos “Fragmenta”, la otra de una carta de Don Orione alos nuestros.

«Discurriendo (Don Guanella) de cuánto ha hecho en Ro-ma por el terremoto marsicano, no habla más que de laProvidencia de Dios; dice: “Hay que esperar recibir el maltambién por el bien que se hace”. Se expresa a propósitoasí: “El bien que la Providencia ha hecho por medio nues-tro”. Hace notar en honor a la verdad: “Ninguna institu-ción ha hecho por el terremoto ni la mitad de cuanto hahecho la nuestra: en Avezzano las Celadoras del SagradoCorazón llegadas después, celosas por el bien hecho porlas nuestras, que ellas no eran capaces de hacer, consiguie-ron del Obispo de Pescina que las nuestras partiesen des-pués que habían sido las primeras en implantar cada cosacon gran sacrificio”»32.«¡Qué contento estoy de poder escribir desde estas tierrasdesoladas del terremoto, que en la hora de su desgraciavieron a vuestro anciano Padre, ya encorvado y en el últi-mo año de su santa vida, llevar en persona a través de estosescombros, su conforto de Sacerdote de Dios, de Sacerdo-te santo! ¡Subir por los montes, ir a Val Roveto con otrossacerdotes suyos! Enviar aquí sus Hermanas, las primerasen presentarse aquí entre las nieves y las ruinas, a recogerlas huerfanitas, a sufrir en silencio con alegría cada moles-tia y también, por desgracia, la ingratitud de los hombres,por amor de Jesucristo Crucificado, Señor nuestro»33.

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32 L. MAZZUCCHI, Fragmenta, o.c., 25 de marzo de 1915, p. 36.33 A. TAMBORINI - G. PREATONI, Il Servo della Carità, Beato Lui-

gi Guanella, Ancora, Milán, 1964, pp. 546-547.

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Una vez más la caridad pagaba el precio de la humi-llación. Y Don Guanella partió de Avezzano: «No co-nocí nunca los caminos torcidos» había dictado en susmemorias34; había sido siempre determinado en susprincipios y testarudo en sus pensadas elecciones, era sucarácter. Pero también obediente hasta niveles heroicos.De esta manera dejó el asunto.

4. El retorno a Como y los trabajos en el Santuario (fi-nal de marzo - abril)

Celebrada la fiesta de San José en la parroquia dePorta Trionfale, tomó el camino de retorno, remontandola Adriática: quizás le habían advertido desde Fratta quela novicia Isolina Scavazzini, de 25 años, estaba en el fi-nal de sus días y, sin duda, llegó a tiempo para recibir deella la profesión religiosa desde el lecho de muerte, el 20de marzo35. Mientras se encontraba en Roma habíanmuerto otras dos Hijas de S. María, Sor Maria Aiazzi, 42años, y Sor Giuditta Virtuani, 29 años; también ellas portuberculosis36.

Llegado a Como retomó su ritmo de trabajo, perolentamente porque a finales de marzo, escribiendo aLeonori decía:

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34 Cfr. L. GUANELLA, Le vie della Provvidenza, o.c., p. 40.35 Cfr. Necrologia, en «La Divina Provvidenza», Mayo 1915, p.

72; como también: Congregación de las Hijas de S. María de la Pro-videncia, Con Maria verso la casa del Padre, Roma 1988, p. 11.

36 Cfr. Necrologia, en «La Divina Provvidenza», Marzo 1915,pp. 44-45; como también: Congregación de las Hijas de S. María dela Providencia, Con Maria verso la casa del Padre, Roma 1988, p.177.

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«Yo estoy bien, pero estoy débil y necesito reposo. Lossíntomas de mi mal – diabetes – habrían desaparecido deltodo»37.

Y el mismo día al otro amigo Rusca:

«El médico quiere que me tome al menos una semana dereposo, y me impide volar hasta Bellinzona»38.

Estuvo en reposo durante dos semanas – entre finalesde marzo y principios de abril – que coincidían con la Se-mana Santa y la Octava de Pascua: y aunque no fue fácildigerir el cansancio acumulado, su humor no bajó nuncade tono. Simpática la carta de mitad de abril a FrancescoRusca, que había estado a punto de morir. Le aconsejareposo, una buena copa, dos dulcecitos y un paseíto:

«Ha hecho bien en no marcharse sin mi permiso y se loagradezco. Ahora continúe obedeciéndome con el cuida-do de una buena convalecencia: leche roja para ancianos,añejo, llamado también Málaga, poco y a menudo mojan-do en él los panecillos, los bollitos de almendras, que megusta también a mí, y además huevos y leche naturales, ydespués algún que otro paseíllo...»39.

El día después debía salir corriendo para Milán dondeel “mal sutil” se había cobrado otra víctima entre los Sier-vos de la Caridad: H. Italo Spaiani, de dieciocho años40.

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37 Carta de L. Guanella a Aristide Leonori, 29 de marzo de1915, AG Como.

38 Carta de L. Guanella a Francesco Rusca, 29 de marzo de1915, AG Como.

39 Carta de L. Guanella a Francesco Rusca, 14 de abril de 1915,AG Como.

40 Cfr. Necrologia, en «La Divina Provvidenza», Mayo 1915,pp. 72-73; como también: Leo Brazzoli, Profili Biografici, Roma1993, p. 32.

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De nuevo en Como, en una carta a Don Panzeri que se en-contraba en Ferentino, daba todavía noticias de sus condi-ciones:

«Yo estoy mejor de salud, pero no puedo decirme cura-do... los años y los achaques son muchos»41.

El mismo día, el 23 de abril, encontrándose reunidoen Como con los hermanos volvió sobre el pensamientodel final; fue una confidencia que Don Mazzucchi citaráen el Proceso de beatificación, por la impresión que dejóen todos42; y fue anotada fielmente entre las memorias:

«Cursum consummavi [he terminado la carrera]. Un pocode bien se ha hecho. Se ha hecho también el mal, se sabe:tuve siempre recta intención: confianza en el Señor. Quisperavit in Domino no minorabitur [Quien esperó en elSeñor no será humillado]. In te Domine speravi, non con-fundar in aeternum [En ti Señor confié, no me veré de-fraudado para siempre]. No ha habido nunca y no haypreocupación ni por las deudas, ni por una sucesión. Enlos tiempos de Don Bosco se decía: ¿qué ocurrirá, muertoél? Mientras vivía Cottolengo que dejaba 300.000 liras dedeuda - ... Las deudas son del Señor.No es que yo me equipare a ellos, al contrario...»43.

Después del largo paréntesis romano, el retorno aComo fue útil para acelerar la reanudación de los tra-bajos en el Santuario, ya que la interrupción duraba mu-cho tiempo. Los trabajos debían proceder en dos ver-tientes: antes de nada la ampliación perimetral de la igle-sia, que había sido empezada varios años antes confian-

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41 Carta de L. Guanella a Don Paolo Panzeri, 23 de abril de1915, AG Como.

42 Test. L. Mazzucchi, Positio..., o.c., p. 588.43 L. MAZZUCCHI, Fragmenta, o.c., 23 de abril de 1915, p. 37.

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do la responsabilidad de ello a Don Aurelio Bacciarini;además la reproducción monumental de los Santos Lu-gares de Palestina. Este segundo proyecto estaba todavíapor iniciar y vino a empujar al primero, de alguna mane-ra; gracias a... un encuentro que fue providencial.

Cuenta Don Guanella:

«La Providencia hizo encontrarse a Don Guanella en casadel Ing. Com. Aristide Leonori en Roma con el PadreSchilling, Comisario de Tierra Santa, residente en Wa-shington capital de los Estados Unidos; y fue entoncescuando supo del Santuario erigido en Washington por elIng. Leonori, que se trasladó a Tierra Santa, tomó las di-mensiones y el diseño preciso del Calvario y del S. Sepul-cro e hizo el facsímil en América. El Santuario del S. Se-pulcro en Washington se convirtió bien pronto en Santua-rio mayor, visitado desde 45 Estados de la Unión Ameri-cana.Ahora hace dos años, el Sac. Guanella se trasladó allá per-sonalmente y, tomadas las debidas ideas, inició en Comola ampliación de la iglesia del Sagrado Corazón»44.

Don Guanella, en efecto, en su viaje a América,había visitado en Washington en enero de 1913 el San-tuario llamado “Mount of the Holy Sepulchre” [Montedel Santo Sepulcro]: le vino la idea de hacer lo mismoen Como; así se iniciaron los trabajos de ampliación y laprimera piedra fue puesta el 24 de julio de 1913. Seavanzó un poco, pero después, a causa de la guerra, hu-bo que interrumpir45; faltaba prácticamente comenzar la

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44 L. GUANELLA, Ricordi, en «La Divina Provvidenza», Mayo1915, pp. 67-68.

45 Cfr. Sesión Consejo Superior de los Siervos de la Caridad,XVIII, en Registro de Actas, 29-30 de septiembre de 1914, nº 18,trascripción dactilográfica de Paolo Cappelloni, CSG Roma.

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reproducción monumental. El viaje de Leonori en enerode 1915 estaba también en función de la reanudación delos trabajos; después el terremoto y todo lo que siguióhabía retardado la cosa. Así, a finales de abril, se reanu-dan los trabajos.

Estos son los hechos: pero para nosotros lo quecuenta es la finalidad de tal proyecto. ¿Sólo estética? Im-pensable conociendo a Don Guanella.

La razón más recurrente para poner manos a la obraen un proyecto similar parece ser clara: invocar la pazsobre el mundo para que se pusiera fin a la violencia y alodio. Un monumento religioso pero de inspiración casisocial.

En filigrana, sin embargo, me parece vislumbrar unarazón menos inmediata, más ‘interna’ si se quiere; pero,por esto, más carismática, más nuestra, porque está másen conexión con la historia del Instituto. Y es la relaciónque Don Guanella esboza aquí y allá entre este proyectode los Santos Lugares y su tema de las ‘Víctimas’: enotras palabras, así como los Santos Lugares son el testi-monio del sacrificio de la Gran Víctima del Calvario, Je-sucristo, así también su reproducción en el Santuario deComo debería hacer referencia a todos los que por laobra fueron víctimas, seguidores de la Víctima.

Un tema, éste de las ‘Víctimas’, que sería profundi-zado: habiendo despuntado en los primeros años de Co-mo y teorizado en el “Estatuto de las víctimas del divinoamor” (1889-1890), aflora un poco por todas partes has-ta lo último. Me parece emblemático, por ejemplo, unpasaje del opúsculo escrito por Don Guanella a las Hijasde S. María de la Providencia, en 1913:

«En la santa Pascua venid a las casas mayores durante al-gunos días a vigorizar el espíritu. Os deseo que en la

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próxima Pascua podáis venir un buen número y visitéisnuestra iglesia del Sagrado Corazón en Como.¿Quién de vosotras lo habría pensado hace unos años?Y también los Lugares Santos de Belén, Nazaret, del Cal-vario y del Santo Sepulcro hacen digno, de modo se-mejante, el venir a nuestra iglesia del Sagrado Corazón.Vosotras habéis rezado, orad más y más fervorosamente;desead venir a Como en calidad de víctimas.Víctima es quien se ofrece a sí mismo de buen ánimo aDios, y éste es víctima perfecta. Hay otras víctimas que,un poco por amor un poco por fuerza, se ofrecen; y hayotras que con mal ánimo se apoltronan, y finalmente se re-signan a ello. Vosotras venid como víctimas de gratitud yde dolor al santo pesebre...Acerquémonos al Calvario y pidamos espirar nuestra almacon Jesús y dispongámonos a reposar con Jesús en el se-pulcro en el último de nuestros días. Sobre este sepulcrono está escrito el “aquí yace”, sino que está escrito: “¡Haresucitado, ha resucitado!”. Y nosotros resucitaremos conJesús si nos hacemos como él víctimas de amor y de do-lor...»46.

Del mismo período, recuerdo, es el famoso pasaje re-cogido en “Los caminos de la Providencia”, donde DonGuanella vuelve sobre el tema de las víctimas:

«El principio se dice fundamento de las cosas. Fundamen-to de las casas de la Divina Providencia es para nosotrosla letra F repetida cuatro veces para decir: hambre, frío,humo, fastidios [en italiano todas empiezan por f: fame,freddo, fumo, fastidii]. Esta letra, repetida así cuatro vecescon el ánimo dispuesto a practicarla según fe y razón, con-stituye la base de una piedra piramidal dada la vuelta queevoca la letra V y esta letra V significa “víctima”. Se re-

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46 L. GUANELLA, Alle Figlie di S. Maria della Provvidenzanell’Opera degli asili, en «Scritti...», o.c., pp. 829-830.

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quieren víctimas para todo, y se requieren sobre todo víc-timas conformes a la gran Víctima del Calvario, para le-vantar torres de salvación para las almas. Y ahora que he-mos cumplido un primer jubileo de la fundación de lascasas de la Divina Providencia, podemos contar con unnúmero precioso de víctimas en el Instituto masculino delos Siervos de la Caridad y con un número mayor de vícti-mas en la cuenta más abundante de las Hijas de SantaMaría de la Providencia»47.

Más adelante continúa con la descripción de éstassus víctimas: una página que va meditada en clave de‘retorno a los orígenes’; meditada y puesta al día, porquela misma historia no se repite. Es leída, entendida ytransformada en referencia a lo que se ha llegado a ser,por gracia de Dios. Entonces estaba toda la riqueza de la“primigenia inspiratio” que suscitaba impulsos impensa-dos hasta llegar a formas de donación que eran un ver-dadero y propio deseo de martirio. Algunos momentosde los inicios, nosotros no podremos nunca vivirlos conla misma intensidad, y quizás no sería ni siquiera justo: aellos el Señor les pidió aquello, a nosotros nos pide otracosa, para que en la construcción cada uno dé lo suyo.Lo que podemos hacer nuestro es eso que está ‘detrás’,más bien ‘dentro’ de aquellas horas, en aquellas existen-cias consumadas.

«El amor no siente ningún peso por las fatigas: caminaalegre hasta el extremo de las fuerzas; la gracia de Dios lasconduce y es difícil el contenerlas»48.

Don Guanella lo había aprendido en la escuela delCottolengo: “Charitas Christi urget nos”: sólo el amor

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47 L. GUANELLA, Le vie della Provvidenza, o.c., pp. 65-66.48 Ibídem, p. 67.

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de Cristo puede urgir a tanto. El ofrecerse como ‘vícti-mas’ no es masoquismo espiritual, ni ascesis en cuantoheroica: hay una razón teológica más precisa, de reper-cusiones desconcertantes. Y es la razón que tiene elnombre de “caridad”; ésta es la dimensión interior delhacerse víctimas: es el hacerse todo para todos porque...la “caridad” lo pide. Dedicación absoluta, gratuita. Congrados de intensidad diversa, obviamente.

Sí, ciertamente el tema de las víctimas era estimadoen toda la espiritualidad del siglo XIX europeo quehabía exaltado el tipo de hombre héroe; como tambiénera tema de la época del Resurgimiento italiano quehabía exaltado a ultranza el valor del coraje y del don desí mismo por un bien mayor (la patria, la libertad...). El“hacerse víctima”, sin embargo, tiene como motor inte-rior la caridad; está también la dimensión externa deldar la vida, la sangre... pero porque la caridad puede pe-dirlo todo, también la vida.

Don Guanella, efectivamente, cuando habla de vícti-mas no se encuentra ante una realidad poética, sino anteuna fila de féretros de los que dar razón de algún modo.Comenzando desde Sor Clara, en poco más de 18 años,118 hermanas y 13 hermanos precedieron al Fundadoren la tumba: casi 140 muertos, de los cuales muchos ex-tremadamente jóvenes. Historias trágicas, que habríanpodido desorientar, desanimar... Detrás tantas impruden-cias y superficialidad de carácter higiénico, quizás algúnexceso de virtud en las penitencias y sacrificios, un tra-bajo duro, la alimentación escasa y poco sustanciosa, laproximidad a tantos enfermos contagiosos.

El monumento de los Santos Lugares en el Santuariono fue, entonces, un proyecto cualquiera para Don Gua-nella y los suyos: sabía de fatigas, sangre y muchos llan-tos. Sacrificios pequeños, escondidos; vidas ofrecidas

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que habían constituido un poco el Viernes Santo de laobra y que merecían ser consideradas, interrogadas, imi-tadas: si estaban ofrecidas y ahora participaban en lagloria de la Víctima resucitada. Así a finales de abril sepuso manos a la obra para realizar el proyecto y a me-diados de agosto estaría ultimado el rústico; la parálisisdel Fundador llevó de pronto a suspender los trabajos.

5. Italia en guerra: resonancias internas (mayo - junio)

El conflicto mundial había comenzado ya en el vera-no del 14, pero Italia se había declarado neutral, hacien-do aflorar enseguida la división entre neutralistas e inter-vencionistas.

Don Guanella, en agosto del 14, había invitado a lossuyos con una circular49 a intensificar la oración y lasobras de caridad para que cesara el estrago de la guerra.Pero el 25 de abril de 1915, desde Como, escribía otracarta circular y se dolía de que, a pesar de tanta intensi-dad de oraciones y sacrificios

«la guerra se enciende cada vez más atroz y amenazadora;y por desgracia hay que temerse que no cese y extiendasus desastres todavía más y también a nuestra patria»50.

El 6 de mayo se encontraba en Pianello, para una vi-sita a las casas de la zona del Lago y de la Valtellina; seacercó hasta Vicosoprano y Promontogno, donde se en-contraba solo el hermano Don Samuele Curti. En total

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49 Cfr. L. GUANELLA, Circular XXVI, 15 y 16 de agosto de 1914,en «Scritti...», o.c., pp. 1418-1419.

50 L. GUANELLA, Circular XXVIII, 25 de abril de 1915, en«Scritti...», o.c., p. 1423.

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estuvo fuera de casa quince días; pero el pensamiento dela guerra lo tenía preocupado; desde Milán escribió aDon Previtali que estaba en el Trionfale:

«Aquí es grande el pánico a la guerra, pero confiamos enla Divina Providencia»51.

Y al día siguiente al amigo Ing. Leonori:

«Aquí estamos con angustia por las amenazas de la guerray por sus consecuencias no menos que por las nuevas per-secuciones, que se esperan, a la Iglesia y a las Congrega-ciones religiosas»52.

Mientras estaba en Milán, el 21 de mayo, estuvo atiempo de asistir a la muerte de otra de sus hijas, SorMaria Marcassola de 29 años53.

En aquellos días de mayo, entre tanto, llegó lo irrepa-rable, temido y conjurado. Italia rompía las resistenciasneutralistas y se decidía por la entrada en la guerra; el día19 Don Guanella escribía preocupado a Don Previtali:

«Son soldados Dondoni y Borghi y se teme que tambiénDon Riva y Bonacina. El pobre Don Bormetti también hapartido y repite: también al soldado se puede hacer unpoco de bien»54.

En la correspondencia que siguió casi en cada carta

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51 Carta de L. Guanella a Don Luigi Previtali, 19 de mayo de1915, AG Como.

52 Carta de L. Guanella a Aristide Leonori, 20 de mayo de1915, AG Como.

53 Cfr. Necrologia, en «La Divina Provvidenza», Junio 1915, p.93.

54 Carta de L. Guanella a Don Luigi Previtali, 19 de mayo de1915, AG Como.

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hacía referencias a la guerra55; los asistidos crecían,mientras el personal menguaba entre los llamados a lasarmas y los que, en el arrebato del momento, decidieronsalir. ¿Cómo ocupar estos vacíos? Y además: ¿qué seríade ellos? ¿Qué sería del Instituto?

Después de apenas dos semanas, el 10 de junio, yaescribía al Padre Gregori:

«Estamos empantanados en la guerra lo que promete ma-les muy graves. Varios de nuestros Sacerdotes, clérigos ylaicos han tenido que tomar las armas»56.

A Don Curti, pocos días después, le precisaba el nú-mero: ¡dieciséis!57 Que llegarían en breve a veinte: vein-te hermanos sobre poco más de noventa era un númeropreocupante58.

En estos meses trepidantes toma cuerpo otro proyec-to: la erección del Santuario dedicado a Nuestra Señorade la Paz; sería utilizado para ello un antiguo oratorioque estaba junto a la casa de Stimianico. El diseño y la

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55 Cfr. Cartas de L. Guanella a Don Samuele Curti, el 21 demayo de 1915; Don Giovanni Tam, el 22 de mayo de 1915; DonPaolo Panzeri, el 23 de mayo de 1915; Don Sperandio Filisetti, el25 de mayo de 1915; Don Cesare Pedrini, el 8 de junio de 1915; P.Vittorio Gregori, 10 de junio de 1915; Don Samuele Curti, 18 dejunio de 1915; Don Samuele Curti, 4 de agosto de 1915; Don Sa-muele Curti, 10 de agosto de 1915; Don Costantino Guanella, 10 deagosto de 1915; Aristide Leonori, 14 de agosto de 1915; AristideLeonori, 20 de agosto de 1915; AG Como.

56 Carta de L. Guanella al Padre Vittorio Gregori, 10 de juniode 1915, AG Como.

57 Cfr. Carta de L. Guanella a Don Samuele Curti, 18 de juniode 1915, AG Como.

58 Cfr. BRUNO CAPPARONI, Strategia di diffusione delle opere didon Guanella e loro organizzazione, relación 1º Curso de la escuelapara formadores guanellianos, Roma 1989.

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realización fueron confiados al Prof. Mantegazza, que enel ábside pintó, además, la imagen de la Virgen con elNiño llevando en la mano una ramita de olivo; sería untemplo para invocar la paz, contra la guerra.

Más adelante, hacia mediados de agosto, Don Guanellahabría escrito al Ing. Leonori que sus hermanos en la guerra

«gozan de buena salud y escriben sobre el gran bien quela guerra hace a las almas inspirando sentimientos de fe yconfianza»59.

Increíble: al miedo y a la preocupación de los prime-ros meses suplantaba un sentimiento casi de optimismo;como decir: también en guerra se puede servir. Una cari-dad diversa, imprevista y menos ordinaria quizás, perono menos evangélica.

Y de allí en adelante habló siempre menos de laguerra y de la política. Desde hacía tiempo, ya habíaaprendido a vivir una forma de alejamiento de ciertapolítica. En los tiempos de Savogno y de Traona no ce-dería nunca a aceptar injusticias y atropellos; respon-dería a propósito, provocador e insinuante, sin pulir laspalabras, en público, quizás también desde el púlpito.

No era imprudencia, entonces. Como no era unapérdida de tensión el estar al final distanciado de unaimplicación política tan directa y frontal.

Era el nuevo modo de vivir el Evangelio y el Sacer-docio más maduro, más sufrido, por una elección de ca-ridad hecha lo mejor posible, pero en voz baja, respon-diendo con la propia vida, si fuera necesario. Quizás noera ya un sacerdocio de empuje, vanguardista, pero re-quería una fuerza no inferior.

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59 Carta de L. Guanella a Aristide Leonori, 14 de agosto de1915, AG Como.

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6. La aprobación del Instituto: de la tempestad a las“Normas” (julio)

A principios de julio, en la Casa madre de Como setuvieron los Ejercicios espirituales para los hermanos.

En aquella ocasión Don Guanella recopiló las «Nor-mas para practicar en las casas de los Siervos de la Cari-dad para un funcionamiento más ordenado de las mismasy una observancia más íntegra de la vida regular»60.

¿Por qué otro texto normativo? Había escrito yamás de quince, al menos para la Congregación masculi-na... ¿Quién lo había pedido? ¿Y por qué aquel título:mayor orden, mejor observancia?

Es necesario partir desde lejos.Antes de nada, la Congregación masculina no estaba

todavía aprobada por la S. Sede. Había, sí, recibido el“Decretum laudis”; pero no era aprobación formal;aventuraría la hipótesis de que tal “decretum laudis”,concedido en el 1912, fuera más un estímulo para mejo-rar que una forma de reconocimiento; pienso, además,que fue concedido por impulso de Pío X y de todos losque, apoyando a Guanella, influían en la Sagrada Con-gregación competente.

Sostengo que para el Fundador entre las preocupacio-nes más íntimas y más sufridas de los últimos tiempos, lacuestión de la aprobación era la más importante. Todo pa-recía que estuviera para allanarse: después la muerte dePío X y del Protector Card. Ferrata hicieron caer las espe-ranzas; el Card. Giustini, por cuanto respecta a la profun-didad de los problemas, apenas había sido nombrado...

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60 L. GUANELLA, Norme a praticarsi..., en «Scritti...», o.c., pp.1355-1367.

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Cuando en enero del 15 Don Guanella llegó a Romapara saludar a Leonori que partía, ciertamente pasó porla Sagrada Congregación de los Regulares y solicitó quese acelerase el procedimiento; al mismo tiempo – inteli-gentemente – invitó al Card. Giustini a visitar las casasde Roma61.

La comisión especial para el examen de los institutosnuevos, órgano interno del dicasterio romano para losreligiosos, en la sesión del 14 de enero tomó en consi-deración la situación de los Siervos de la Caridad62 y,pocos días después, comunicaba sus observaciones aMons. Balconi de Milán, desde hacía tiempo nombradoVisitador Apostólico de nuestro instituto. Se pedían trescosas63:

– separación neta entre los dos institutos: «InstitutumServorum Charitatis omnino et plane separetur ab In-stituto Filiarum»;

– revisión de las Constituciones en base a las Normas deRoma y más neta indicación de la finalidad: «scopusInstituti concludatur oportet in certa quaedam piaopera bene circumscripta»;

– abandono del asilo de ancianos: «Guanella et Consi-liarii Generales animum suum advertant» en cuanto ala asistencia a los ancianos.

Sobre este último punto, en realidad, ya anterior-mente, se había escrito desde Roma a los nuestros:

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61 L. MAZZUCCHI, Luigi Guanella..., o.c., p. 19.62 Cfr. Minuta di segreteria, en Archivo Sagrada Congregación

de los Religiosos e Institutos Seculares, C 46.63 Cfr. Carta de la S. Congregación de los Religiosos a Mons.

Francesco Balconi, 26 de enero de 1915, ibídem.

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«Debiéndose ocupar también del Ministerio Apostólico,será demasiado para ellos ocuparse también del asilo a losancianos. Podrían restringir su obra al alojamiento de loshuérfanos solos y de otros niños abandonados: en cuantoque para la asistencia a los ancianos será a menudo indi-spensable la colaboración de la mano de obra femenina, yno se debe dejar pretexto para admitir mujeres en casa»64.

Está claro que las tres peticiones indicadas llegaroncomo un rayo a un cielo casi sereno; sutilezas Romasiempre nos había encontrado – ¡y era quizás su tarea! –pero el mismo Mons. Balconi, comunicando la nota aDon Guanella, escribía estupefacto:

«El grave documento me ha sorprendido mucho porquecontiene mandatos, de los que no se ha dicho palabra has-ta ahora y en los cuales yo no he pensado nunca.Yo he debido reflexionar sobre si no habré faltado yomismo a mi deber de Visitador reclamando desde el prin-cipio cuanto se reclama aquí desde la S. Congregación,pero me he confortado pensando que la S. Congregaciónhabía aprobado mis peticiones sin añadidos. Ahora, por elcontrario, pide todavía tres cosas, todas ellas graves»65.

En conclusión, aconsejaba a Don Guanella resolverlas cosas en persona, en Roma – sin saber que estaba yaallí – y al mismo tiempo escribía a la S. Congregaciónpara pedir aclaraciones: la separación de las Hijas, ¿teníaque ser sólo de gestión y de dirección o implicaba tam-bién la suspensión de los servicios de cocina, de ropero,de limpieza por parte de las hermanas? Y añadía una li-gera ‘estocada’, interesante para nosotros:

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64 Ibídem.65 Carta de Mons. F. Balconi a L. Guanella, 6 de febrero de

1915, ibídem.

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«...no se maraville su Exc. que yo pida estas explicacionescomo en un argumento nuevo, porque en las conversacio-nes tenidas por mí a propósito de los Siervos de la Cari-dad con el llorado Emin. Card. Vives y también con el S.Pontífice Pío X de santa memoria, no he advertido nuncaque se desease esta absoluta separación que por otra partereconozco útil y necesaria en nuestros días».

¿Quién era Mons. Balconi? ¿Quién le había queridoy por qué? ¿Era una praxis o una excepción? Es útil re-portar la intervención del redentorista Padre Benedettien el Proceso del Fundador:

«Las cosas procedían bien, y del Siervo de Dios no sepodía esperar más de cuanto hacía. No obstante ocurrióentonces que le fue impuesto un Visitador; pero quienquisiera deducir que hacía mal, estaría lejos de la verdad.He aquí cómo fueron las cosas....La Congregación de los Obispos y Regulares había sido,al menos de nombre, suprimida; y en la parte que respec-ta a los Regulares, había sido sustituida por la Congrega-ción de los Religiosos. Debía pues el Siervo de Dios paralos asuntos de sus Institutos, tratar no ya con aquellos Su-periores que lo conocían y lo estimaban, sino con Superio-res nuevos, que no lo conocían... Debía tratar con el Card.Vives, Prefecto para los Religiosos. Éste tuvo un recursoque provenía de uno de los Siervos de la Caridad. Impre-sionado por este recurso, sin reflexionar, propuso en elCongreso semanal el mandar un Visitador. No habiendorecibido oposición... lo propuso al Papa. El Papa al oírlose turbó, pero después de breve reflexión respondió: “Sí,mandad también el Visitador; pero escribid al Arzobispode Milán que lo elija él, y sea un hombre prudente y beni-gno”»66.

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66 Test. P. Claudio Benedetti, Positio..., o.c., pp. 124-125.

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Del nombramiento del Visitador se sucedieron encadena algunas cuestiones, que llevaron a veces a dificul-tades y dilaciones en el procedimiento; Balconi se revelóun poco distinto de la persona auspiciada por Pío X:prudente lo fue sin lugar a dudas; benigno, un poco me-nos. Pero era su trabajo de Visitador, que no podía serresuelto sino con escrúpulo, a veces cicatero. Y esto blo-queó un poco las relaciones entre él y las Congregacio-nes, enfriándolas.

Cada comunicación salía de Roma, pasaba por lasmanos de Balconi y llegaba a Don Guanella que, gene-ralmente, se sometía al consejo del citado Padre Bene-detti que le había sido sugerido años antes por el Card.Ferrata como hombre apto para ayudarlo.

Así, cuando las peticiones de Roma llegaron a DonGuanella, él se dirigió al Padre Benedetti, pero le rogabaque esperara antes de dar nuevos pasos:

«Es necesario que el Eminentísimo Giustini haya disipadola tormenta»67.

Una tormenta: así lo percibió. Y lo comprendía:Mons. Balconi mismo, sólo algún mes antes de que lle-gase la ‘tormenta’, había expresado su parecer favorablea la aprobación. ¿Qué significaba esta marcha atrás?

Siguió un período de silencio epistolar: probable-mente Giustini y Benedetti trabajaban para remover losobstáculos; en mayo la Comisión romana se reúne to-davía y más tarde comunica la decisión a Balconi que,puntualmente transmite a Don Guanella. En cuanto a laseparación: a las hermanas ningún encargo, ni siquiera

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67 Carta de L. Guanella al Padre Claudio Benedetti, 12 de mar-zo de 1915, AG Como.

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doméstico; en cuanto a los ancianos, por el contrario, seconsentía.

Dos días después en Como, el 12 de junio, DonGuanella reúne al Consejo Superior: entre otras cosas sedecide

«publicar, al servicio de los Hermanos, algunas normas re-glamentarias para una mejor andadura moral y disciplinarde las casas; normas sugeridas por el Superior general, re-dactadas por el Secretario general y aprobadas por todoslos miembros del Consejo»68.

Que después fueron las “Normas” de julio, con lascuales se intentó adecuarse posteriormente a las peticio-nes de Roma. Así pues, obediencia, pero esta vez conextrema claridad de posiciones. De hecho un mes des-pués, el 17 de julio, Don Guanella convocó una vez más el Consejo Superior y se decidió, de común acuer-do, enviar una respuesta colectiva a la Sagrada Congre-gación, dirigiéndola a Mons. Balconi. Salió un documen-to largo, de 9 páginas, firmado por los miembros delConsejo, ausente sólo Don Bacciarini: tono templado,defensa atenta y puntual de las propias posiciones. Sehabía obedecido siempre: ¿por qué entonces estas nue-vas prevenciones? ¿Por qué esta inversión de la marchapor parte de la S. Congregación?

Merece ser citada, entre otras cosas, la objeción delos nuestros acerca de la asistencia a los ancianos, deci-dida, sin atenuantes:

«Nos pareció ser demasiado característico de nuestro Insti-tuto, desde sus orígenes, el dar asilo a los ancianos abando-

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68 Sesión Consejo Superior de los Siervos de la Caridad, XIX,o.c., 12 de junio de 1915.

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nados, como para que ahora pudiéramos renunciar a ello.A nuestro fin específico de asistencia fue añadido, es ver-dad, el de la vida apostólica: ésta, sin embargo, es una ra-ma de actividad concedida ya, por las necesidades de lasalmas y para el ejercicio útil de las aptitudes de los miem-bros sacerdotes de un Instituto, a casi todas las Congrega-ciones en diversa medida y confirmada a nosotros por elmismo Sumo Pontífice también conocedor de la finalidadespecífica de nuestro Instituto. El dar asilo a los ancianosfue siempre fin principal y razón nuestra, puesto en evi-dencia, en su unidad de concepto con la asistencia de la in-fancia abandonada, por nuestras Constituciones...»69.

Más adelante el documento avanzaba la insinuaciónsubyacente a todos los embrollos interpuestos: habíannacido prevenciones o algún malentendido en contra delInstituto. ¿Celos? ¿Enfados?

Don Guanella ya estaba habituado a ello; en un desa-hogo de algunas semanas antes había hablado a los suyos

«a propósito de estorbos tenidos en Roma y de prevencio-nes y debilidades encontradas en personas de autoridad,también Cardenales: se dice esto en honor a la verdad.Por lo demás todo es providencial»70.

Sobre la separación de las hermanas – concluía eldocumento – sería llevada a cabo cuanto antes, pero gra-dualmente, siendo momentos críticos y necesitando to-davía por algún tiempo la ayuda de las hermanas

«aun cuando... nos debiera costar el retraso de la aproba-ción que tuvo un tiempo en el que ni se pensó siquiera

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69 Carta del Consejo Superior de los Siervos de la Caridad aMons. Francesco Balconi, 25 de julio de 1915, Archivo SagradaCongregación de los Religiosos e Institutos Seculares, C 46.

70 L. MAZZUCCHI, Fragmenta, o.c., 25 de junio de 1915, p. 44.

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pedir, en la idea de confiarnos del todo a la Divina Provi-dencia con el ejemplo de la obra del Cottolengo»71.

Balconi, apenas recibió la carta, la transmitió a Romainmediatamente, añadiéndola interesantísimas observa-ciones personales: sobre todo que la práctica normal, almenos en Lombardía, era precisamente lo que se contes-taba a los nuestros (por todas partes había hermanas eninstitutos masculinos); además él mismo había oído dePío X la concesión oral hecha a Guanella de manteneresta praxis; en fin tal prevención habría sido demasiadogravosa para el balance incierto y fatigoso en el que de-sembocaba la Congregación.

Hay una pregunta que aflora en la lectura de estasrelaciones entre Don Guanella y la S. Congregación:¿qué hay detrás de las resistencias del Fundador? Loque estaba detrás de ciertas peticiones de la S. Congre-gación es evidente: nivelar las nuevas congregaciones,planificar sus direcciones de actividad y, según la necesi-dad, insertarlas en el normal ministerio pastoral... de su-plencia, dada la escasez de clero secular. Pero, ¿tras laposición de Don Guanella? ¿Por qué desde hacía másde veinte años se obstinaba en no querer reducir el cam-po de acción, en no renunciar a la idea de mantener uni-das, de algún modo, las dos congregaciones?

Desde que, veinte años antes, había enviado a Romalas prácticas para la aprobación, ciertas peticiones deRoma habían sido constantes, como la de la separaciónde los dos institutos: en los últimos años tales peticionesse habían atenuado un poco; ¿quizás la resistencia deGuanella les había vencido? ¿Quizás Pío X influía otambién habían finalmente conocido al Fundador y em-

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71 Carta del Consejo, o.c.

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pezaban a apreciarlo, dejando a un lado prejuicios y ha-bladurías...?

Evidentemente en esta tensión emerge para nosotrosel empuje carismático de Don Guanella, aquello a lo quese sentía llamado por Dios y a lo que no quería renun-ciar. Dejarse encuadrar en las ‘vías’ normales de aposto-lado le habría abierto el camino de la aprobación ins-tantánea, pero era justamente lo que no quería: el donde Dios – carisma – es vivido en lo que pide, debe síadaptarse, pero sin atenuantes.

Estaban ya muy lejos los tiempos de la pastoral ‘nor-mal’ para Don Guanella y la suya no fue nunca tan ‘nor-mal’; pero ahora se encontraba en otra vertiente: la deuna caridad sin territorio y sin jurisdicciones, tendiendoa ensancharse a medida de las necesidades más que delderecho canónico. Quizás este extenderse del campo pe-caba de imprecisión, de desorden. Pero Don Guanellano ignoraba este límite; anota Don Mazzucchi entre lasmemorias últimas:

«Incansable en los viajes... Deseo de hacer pronto, de ha-cer mucho y de mover a hacer. Decía: “Yo estoy hechopara llamar, para suscitar; otros ordenarán, comple-tarán...”»72.

Así también la reclamada separación de los dos insti-tutos fue un pan duro de masticar: se había ido conven-ciendo hasta el Fundador de que cada uno debería tenervida propia, con autonomía directiva y administrativa;esto lo había aceptado, no sin cierta perplejidad inicial.Pero las Hijas y los Siervos habían sido pensados juntos,al menos en referencia a la misión: si uno de los temas

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72 L. MAZZUCCHI, Fragmenta, o.c., p. 6.

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clave de nuestro proyecto hombre es el de construir ‘fa-milia’ en torno a quien la ha perdido, a quien no la hatenido nunca, el componente masculino y el femeninodebían integrarse. Y, por el contrario, la comisión exami-nadora continúa cortando y reduciendo.

Es importante tomar este camino trazado por DonGuanella de frente a los mandatos a ‘normalizarse’ por-que este camino nos da, más allá de la realidad, tambiénla utopía del Fundador: ¿qué quería realizar? ¿Sobrequé vertientes se hubiera movido si no le hubieran obli-gado a ‘ponerse en fila’? Surgiría más nítida la ‘primeraidea’, la seguida durante toda la vida, gracias a la cualexistimos también nosotros. Sin embargo, su disponibili-dad a las directrices de la Autoridad nos queda a noso-tros como una última dirección del camino: la caridad sevive dentro de los límites que nos han impuesto; el gra-no de trigo debe morir en la tierra, pero sería absurdoque quisiera elegir la tierra donde debe morir.

Los asuntos con Roma, después de la larga carta del25 de julio, no se movieron más; un último documentoqueda por mencionar. El día antes de la muerte del Fun-dador, el 23 de octubre, Mons. Balconi enviará una car-ta útil para la comprensión de tantos elementos:

«Ya la esperanza de salvar la vida de Don Luis Guanellase ha desvanecido, y mientras lamento el irse de un hom-bre, que fue en las manos del Señor instrumento de unbien incalculable, siento también el deber de advertir...que por una parte Don Luis Guanella deja su Instituto ex-tremadamente necesitado de coordinación y de consolida-ción moral, disciplinar y financiera, y por otra parte elúnico hombre del Instituto que, a mi juicio es capaz deuna obra similar es Don Aurelio Bacciarini... Todos losdemás miembros del Instituto han acogido y reciben losmandatos de esta Sagrada Congregación como cargas po-

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co justificadas, acostumbrados como están a hacer el biencon libertad a su manera; y tal era también la divisa deDon Luis Guanella, tanto que el Visitador Apostólico – esdecir, él mismo – recibido al principio como un protector,fue después considerado siempre como un vínculo moles-to. Don Bacciarini, por el contrario...»73.

...Don Bacciarini habría ciertamente caminado conmás orden y disciplina, concluía Balconi; y pedía ser re-levado del encargo por la edad, ya incapaz de una tareatan comprometida y por la falta de confianza en él porparte de los nuestros. Fue el epílogo.

Sólo la muerte del Fundador, el eco de su santidad y,probablemente, una acción ‘frenante’ de sus sucesoreshacia una vida más en consonancia con las peticiones deRoma, obtuvieron el decreto de aprobación.

7. De las vacaciones a la parálisis (agosto - septiembre)

Julio se cerraba con todos los problemas que hemosseñalado. A principios de julio, en realidad, había habi-do un bonito gesto con respecto de Don Guanella, unreconocimiento civil: medalla de oro y premio de 200 li-ras por su compromiso en las obras de beneficencia.

Ya el año precedente, y de últimas, algún mes antes,él había estado pidiendo subsidios para su obra de Nuo-va Olonio74; le fueron denegados por no estar permiti-

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73 Carta de Mons. Francesco Balconi al Card. Prefecto de la Sa-grada Congregación de los Religiosos e Institutos Seculares, 23 deoctubre de 1915, Archivo de la misma S. Congregación, C 46.

74 Cfr. Carta de L. Guanella a la Diputación Provincial de Co-mo, 25 de abril de 1915, Archivo del Estado de Como, cart. 22-278,fasc. I-II.

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dos por las disposiciones legales vigentes. Y, en lugar delos subsidios, el 2 de julio llegó esta benemerencia, queno debió resultarle tan agradable si, algún día después,confiándose a propósito de ello con los suyos, decía:

«El liberalismo nos hace monerías: acaricia a los católicospara herirlos: la medalla que me han dado me hace estaren guardia: no servilismos, no atarme... Se tenga cuidadode no poner la pierna bajo la mesa de los ricos si no seaceptan sus principios...A veces me veis pesimista de frente a la política, porque sécuánto el liberalismo y la revolución se infiltran por todaspartes para arruinar las ideas...»75.

Entre tanto esperaba ir a descansar como ya el añoanterior a Val Calanca y Val Mesolcina, y al párroco, quelo había invitado a ir allá arriba también para predicar,escribe el 23 de julio desde Como:

«Estamos cercanos al primero de agosto e intentaré no fal-tar, pero estoy con poquísima voz, y será casi mejor queme sustituya con uno de los suyos o con otro de los nues-tros de aquí...»76.

Se fue, quedándose cerca de dos semanas; pasó prime-ro algún día en Roveredo y después se dirigió a Arvigo: enla quietud de aquellos valles descargaría las tensiones acu-muladas y se restablecería con el aire balsámico de los pi-nares suizos. Quiso pasear y visitar los pueblos del valle;desde Arvigo se acercó hasta Selma y después a Rossaacompañado por Don Pozzi, párroco de Arvigo y queridí-

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75 L. MAZZUCCHI, Fragmenta, o.c., 11 de julio de 1915, pp. 46-47.

76 Carta de L. Guanella a Don Francesco Donada, 23 de juliode 1915, AG Como.

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simo amigo. Fue una estancia merecida y necesaria, y se locontaba por carta a Leonori justo el último día:

«Le confieso que habría correspondido a la caritativa invi-tación de acompañarlo en el viaje, pero además de servirde estorbo, me sentía poco bien, y estoy por estos montespara reponerme en salud un poco...»77.

El día fijado para la partida era la víspera de laAsunción, sábado; Don Pozzi cuenta:

«No faltan más que un par de horas para la partida. “Va-mos, dice Don Luis, a terminar el rezo del Breviario”.Estamos a la puerta de la iglesia: abro el postigo y me re-tiro para dejarlo entrar el primero. “No, dice, coge unabanqueta y un par de sillas y estamos aquí fuera como dospobres publicanos. Jesús nos escucha lo mismo”... Aquellaescena, después de dos años, permanece todavía grabadamuy viva en mi mente... Terminado el rezo del Breviario...subimos a casa... “Coge la pluma y escribe”. Me dictó elpoético inspirado adiós a Calanca...»78.

Una página memorable: después dictaría todavía al-guna otra cosa, probablemente, pero este “Adiós” fue laúltima verdadera composición. Y nos queda como sifuese su “Cántico de las criaturas”; la primera palabradictada es “adiós”, la última “hasta la vista”, pequeñacorrección para hacer menos nostálgica la partida:

«Adiós, Valle Calanca.Tú me has abierto tus angostas puertas y me has introdu-

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77 Carta de L. Guanella a Aristide Leonori, 14 de agosto de1915, AG Como.

78 En L. MAZZUCCHI, La vita, lo spirito e le opere di Don LuigiGuanella, Scuola Tipografica Casa Divina Provvidenza, Como 1920,pp. 540-541.

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cido entre gargantas y collados, a lo largo del río que to-ma tu nombre; me has hecho ver las riquezas de tus bos-ques, la poesía de tus verdes prados, todos en escarpadapendiente, y me has abierto ante la mirada los fértiles pas-tos de tus extensos montes; me has hecho gustar la taci-turnidad silenciosa de tu estación estival y me has abiertola mente a vislumbrar y a admirar en ti la majestad deDios que manifiesta “in montibus” [en los montes] su su-blimidad, su bondad, su providencia admirable...Horrible y pavoroso tu valle, oh Calanca, para el peregri-no que por primera vez se introduce en él, pero tanto másquerido por tu variedad con la que te manifiestas monu-mento admirable de la naturaleza, monumento ante elcual enmudecen y, quisiera decir, se ocultan todos y cadauno de los más grandes monumentos del arte humano.¡Adiós Valle Calanca! Te despido con el propósito de ver-te de nuevo y con el deseo de que otros entendidos y vo-luntariosos me acompañen...Entonces yo te quisiera admirar en la variedad de tus ri-quezas en el reino de los minerales, de los vegetales, de losanimales. Entonces quisiera saludar uno por uno, y a to-dos juntos, a tus augustos moradores, y, si me lo permitie-ras, ofrecerles amistosos consejos para añadir virtud a vir-tud en el orden religioso, fuerza moral en los propósitosfirmes como el duro pedernal hacia un progreso civil yeconómico. ¡Adiós, Valle Calanca! Hazte amar como túmereces, y que los hijos de tu seno no sean fáciles a sepa-rarse de ti y permitir que una madre gloriosa disminuyaen sus hijitos... No te digo por tanto “adiós” sino ¡”hastala vista”!»79.

Era ya entrada la tarde y Don Luis quiso bajar pa-sando por Roveredo; tantos problemas lo reclamaban “ala fatiga acostumbrada”. Sobre todo el Instituto San

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79 Ibídem, pp. 538-539.

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Gaetano de Milán le daba algo que pensar; así, vuelto deSuiza, pasó algún día en Como y después se trasladó aMilán donde se quedó, a intervalos, durante algunosdías. Escribía al amigo Ing. Leonori:

«Yo estaba bien en los montes, pero fui llamado para lostratos con el Municipio de este Instituto de San Gaetanopara el cual ofrecerían a duras penas la mitad del preciopuesto por usted aquí, porque se obstinan en decir que esun terreno sometido al plan regulador de no pagarlo bienpoco para el uso vial. Veremos...»80.

Los problemas relativos al San Gaetano duraban des-de hacía casi diez años y consistían en el hecho de que elInstituto, en base al plan regulador de Milán, estaba enzona destinada a la demolición; se trataba de vender elinmueble, pero todos ofrecían sumas irrisorias, sabien-do cómo podía venir a acabar. Se decidió entonces acep-tar una permuta con el Ayuntamiento, pero las condicio-nes no satisfacían a Don Guanella. Grandes problemas,en cierta manera sin salida. Por esto Don Guanella, ex-ceptuando un brevísimo viaje a Balerna para la firma deun contrato y un breve retorno a Como, estuvo algunosdías en Milán, al menos hasta el 31 de agosto.

Al día siguiente se encontraba ya en Roma; una vuel-tecita por las casas, algún saludo a los amigos y despuéssalida para Ferentino donde, en los días 6, 7 y 8 de sep-tiembre, tuvo un triduo de predicación a modo de ejer-cicios para dos hermanos que el día 9 de septiembreharían ante él su profesión: se trataba de Santino Busnel-li, de 25 años, natural de Saronno, que hizo la profesión

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80 Carta de L. Guanella a Aristide Leonori, 20 de agosto de1915, AG Como.

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perpetua, y de Gaetano Bassani, de 29 años, nacido enMerate, que profesó para un trienio.

Era un período mejor para su salud; el mismo día delas profesiones, desde Ferentino, escribía de hecho alamigo Francesco Rusca jr.:

«Yo he recorrido ya la mitad de Italia y me siento bien ycon ganas de concluir algunas cositas»81.

Volvió a Roma. El 15 de septiembre tuvo audienciacon el Santo Padre, y fue el último encuentro con el su-cesor de Pedro; ¿cuántas veces había entrado en aque-llos palacios? Ya era conocido y su nombre, a menudo,era un salvoconducto. Venía, y sería la última vez, paragolpear en el mismo clavo: la aprobación del Instituto82.

Un breve saludo en sus casas; después el viaje de re-greso por la Adriática. El 18 de septiembre se encontra-ba en Gatteo; extraordinariamente se quedó allí tresdías83, después partió a la vuelta de Fratta y, finalmente,el 23 de septiembre estaba en Milán84. Don Silvio Van-noni, superior de la casa de Milán, narró esta última visi-ta, en el Proceso: antes de volver a salir para Como, DonGuanella convocó a Don Vannoni, Don Pontoglio, la su-periora de las hermanas y la vice:

«Nos dio una especie de testamento moral, recordándo-nos brevemente sus enseñanzas y en particular recomendó

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81 Carta de L. Guanella a Francesco Rusca jr., 9 de septiembrede 1915, AG Como.

82 Cfr. L. MAZZUCCHI, La Malattia di don Luigi Guanella, en«La Divina Provvidenza», Octubre 1915, p. 145.

83 Cfr. MARTINO CUGNASCA, Don Guanella uomo straordinarionelle opere e nelle virtù, Nuove Frontiere, Roma, 1989, p. 231.

84 Cfr. Carta de L. Guanella a Don Francesco Deleide, 23 deseptiembre de 1915, AG Como.

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la caridad entre nosotros y la caridad y la ayuda recíprocaentre sus dos Institutos masculino y femenino, y terminódiciendo que éstas eran las últimas recomendaciones por-que “aunque yo parezca que esté bien, sin embargo voy adurar poco”»85.

La tarde misma del 23, volviendo de Milán, fue aLora, donde las hermanas y se quedó algún día para de-scansar. El 26 de septiembre – era domingo – escribió suúltima carta, a Don Mazzucchi:

«Durante la semana iré a saludarte y a ver las cosas dePianello y de las casas vecinas. Creo que podrás acom-pañarme».

Es ciertamente de aquellos días también el telegramaal párroco de Berbenno:

«La semana venidera iré a Berbenno - Guanella»86.

Programas que quedaron sin cumplir.

8. La enfermedad: complicaciones y proceso hasta lamuerte (27 de septiembre - 24 de octubre)

El domingo 26 de septiembre se había trasladadocon el pintor Prof. Mantegazza a Stimianico, donde esta-ba en restauración el pequeño templo dedicado a Nue-stra Señora de la Paz87 y estaba bastante en forma. El lu-

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85 Test. Don Silvio Vannoni, Positio, o.c., p. 397.86 Carta de L. Guanella a Don Beniamino Giacomini, Septiem-

bre de 1915, en A. TAMBORINI - G. PREATONI, Il Servo..., o.c., p. 555.87 Cfr. Test. Sor Marcellina Bosatta, Positio, o.c., pp. 29-30; te-

st. Sor Rosa Bosatta, p. 160; test. Don Silvio Vannoni, p. 397.

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nes 27, después de haber hablado a las Hermanas de losAsilos reunidas en Lora, volvió a la calle Tomaso Grossi;habría comido antes porque a mediodía partía el botepara Menaggio. Se presentó en casa el Prof. Mantegazzay Don Luis, por entretenerse con él, retrasó la partidapara la tarde y permaneció en casa, almorzando con loshermanos, los cuales, cuenta Sor Marcellina

«se dieron cuenta de que Don Luis no comía, y mandarona llamarme, para que bajase a ver sin hacer notar nada.Así de hecho bajé al refectorio, di una vuelta con indife-rencia, en torno a la mesa, y llegada a él le pregunté decerca así: “¿No come, Don Luis?”. Y él respondió: “Notengo ganas, me siento cansado”. Entonces yo añadí: “Esmejor que se vaya arriba a descansar”. Él hizo por levan-tarse pero no podía sostenerse; entonces fue cuando sushermanos lo agarraron para sostenerlo y lo llevaron a suhabitación...»88.

Fueron llamados el médico de casa Dr. Marzorati yel Prof. Fumagalli; el diagnóstico no fue difícil: parálisis.Naturalmente vino a sumarse a tantos achaques que des-de hacía tiempo se incubaban; quizás es útil reportar eldetallado informe médico que el Prof. Fumagalli exten-dió para Don Mazzucchi y que fue añadido a las actasdel Proceso:

«Don Luis tenía por naturaleza una constitución sana yrobusta, pero abusó de ella minándola poco a poco.Desde hacía varios años, antes todavía que se iniciase laúltima enfermedad, que después lo llevó a la tumba, pa-decía de diabetes melita, por metabolismo alterado, causa-do por desórdenes dietéticos y por emociones graves:pues Don Luis, que se ocupaba tanto de los demás, no

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88 Test. Sor M. Bosatta, ibídem, p. 30.

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tenía ningún cuidado de sí: usted Don Leonardo sabráque era de una frugalidad extraordinaria; un poco de po-lenta, un plato de patatas, y leche eran su comida; teníaademás la mala costumbre de ocuparse enseguida despuésde comer o en la mesa, o haciendo visitas, o también su-biéndose enseguida al tren... No vigiló otro mal que pocoa poco le venía minando y que era una iscuría prostática,que por excesivo pudor no se atrevía a comunicar y sufríapor sí mismo.Cuando advertí el mal, estaba tan avanzado que su cura-ción daba pocas esperanzas. Una operación de próstata noera posible por su estado diabético, y todo se reducía a te-ner vacía la vejiga: ésta estaba tan dilatada que sobrepasa-ba en cuatro dedos el ombligo, y del continuo esfuerzopor orinar salía más sangre que orina, que eran amoniaca-les y con pus. De noche este trastorno continuo no ledejaba descansar, de día ocupado siempre con ejerciciocontinuo, aversión a la comida y calenturiento, bien pron-to desmejoró...»89.

A este cuadro va añadido que la parálisis afectó tam-bién al habla y, en esta situación, era difícil entenderle:trasposición de palabras, uso de sílabas y vocablos desar-ticulados...

Al día siguiente de la parálisis comenzó el cortejo delas visitas y un cúmulo de tarjetas, cartas, telegramas;por parte de todos era un deber, para Don Guanella fueun segundo Calvario: el esfuerzo de autocontrolarse, pa-ra él impulsivo e inmediato en las reacciones; la fatiga deresponder, a causa de la parafasia, con la desilusión deno ser entendido y de tener que repetir; la conmociónque le provocaban ciertas visitas y ciertas cartas. Aflora-

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89 Carta del Dr. Achille Fumagalli a Don L. Mazzucchi, 3 dejunio de 1919, en Positio, o.c., De Documentis, pp. 794-795.

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ban recuerdos, vínculos, tensiones... La complicación re-nal con el envenenamiento de la sangre vinieron a com-pletar un cuadro ya dramático, dentro del cual hay quecolocar algunas reacciones del paciente que crearon ma-ravilla y escándalo en algunos, y tantas discusiones, des-pués, en sesión de procedimiento.

Don Orione estuvo entre los primeros en correr, dosdías después de la parálisis; tenemos un afortunadísimotestimonio de ello en su diario:

«Desde Como. Hoy, 29 de septiembre de 1915, he venidoa visitar a Don Luis Guanella, afectado el 27 del corrientepor una parálisis. Lo vi dos veces en su habitación. La pri-mera no le hablé, estaba adormilado y no quise molestar-lo; recité el Santo Rosario de rodillas a los pies de la camae hice tocar a su mano derecha, que besé, el breviario y lacorona. No me conoció... Don Guanella estaba asistidopor dos hermanas y por dos hermanos laicos.Tiene paralizados el brazo y la pierna de la izquierda. Meacompañó Don (...) que repetidamente me dijo que no lehiciera hablar....Después, fuera, solicito hablar con Don Bacciarini;cuando él bajó al locutorio y me vio, me acogió con granafecto y reconocimiento. Quiso llevarme de nuevo, con losotros sacerdotes de la casa, a la habitación del santo – loque yo esperaba que sucediese – porque quería que le ha-blase y le diese el consuelo de saber que había venido aposta a verlo: el consuelo verdaderamente fue el mío y eramuy deseado.Yo entonces lo llamé y él me reconoció enseguida y abriólos ojos, aunque con dificultad y no bien, especialmente elizquierdo. Y me tendió la mano que yo le besé con devo-ción más veces... Yo le rogué darme su bendición... y élalzó la mano y dio la bendición con el signo de la cruz ycon las palabras... Después D. Bacciarini, Don Silvio yotros sacerdotes suyos quisieron que yo lo bendijera y yo,

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en voz baja, casi resistiéndome por vergüenza de mi indi-gnidad, lo he bendecido... Después me tendió la mano de-recha abierta, intentando saludarme y me dijo: “Hastapronto en el cielo”. Pero yo estaba conmovido y le tendí,no la mano, sino el corazón y toda el alma he puesto enesa mano de Santo. Sí, querido Don Guanella, siervo de lasanta caridad, hermano dulcísimo, hermano mío, ¡hastapronto en el cielo! Muere un Santo... ¡Es un Santo! Mue-re como vivió, en una gran simplicidad...»90.

Don Orione salió de la Casa de Como y, antes devolver a Tortona, envió un telegrama a todos los direc-tores de sus casas:

«Rezad por Don Guanella que está gravísimo. Os envío subendición. Muere un Santo»91.

También el Santo Padre se mantenía informado cons-tantemente de las condiciones de Don Luis y participócon diversos mensajes. La primera vez el 4 de octubre,con telegrama firmado por el Card. Gasparri:

«Santo Padre condolido recibir noticia grave enfermedadveneradísimo Don Luis Guanella envía de corazón apostó-lica bendición haciendo votos que el Señor conserve to-davía al Instituto su benemérito fundador»92.

El día después enviaba otra bendición con firma desu capellán Mons. A. Bianchi.

Se quiso organizar una consulta médica entre exper-tos, para que se intentase lo posible; así la tarde del 6 de

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90 En GIOVANNI VENTURELLI, Il novello Beato Don Orione e DonGuanella, en «La voce dei poveri di Don Guanella», 1980, 3, pp. 6-7.

91 Ibídem, p. 7.92 L. MAZZUCCHI, La Malattia..., o.c., p. 146.

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octubre se tuvo este “summit”, presidido por el Prof.G.B. Lasio, llamado desde Milán:

«curable la parálisis: demasiado arraigado el mal que lacausó como para esperar su curación»93.

También el amigo Card. Ferrari, desde Milán, seguíael curso de los acontecimientos y el día 8 escribió unacarta conmovedora, de la que sólo una parte fue leída aDon Guanella para evitar emociones desmesuradas:

«En todo momento pienso en el queridísimo canónigoDon Luis Guanella y, desde mi indignidad, rezo por él yhago rezar a otros. ¡Oh! que el buen Dios nos lo devuelvacon buena salud, y para muchos años; pero si no fuera talel divino beneplácito, ¡ah!, que no falte nunca hasta el úl-timo respiro esa gracia tan grande que hace preciosa lamuerte en presencia de Dios, esto es, la perfecta resigna-ción a los santísimos deseos divinos, es decir, la perseve-rancia final en el amor de Dios.A nuestro queridísimo enfermo y venerado Sacerdote yPadre amoroso y benefactor insigne de tantos pobres hijosy hermanos nuestros mando de nuevo, y de todo corazón,una especial bendición – lo que sigue no fue leído a DonGuanella – y si no fuera demasiado querría pedirle la cari-dad de un suspiro suyo por mí al Señor (también el suspi-ro de un santo es un precioso tesoro)...»94.

Además de las visitas, de las emociones, de los sufri-mientos no faltaron los problemas: uno, particularmente,no estaba resuelto. El amigo Mons. Barge le había pres-tado 200.000 liras; si Don Guanella muriese sin decla-rar por escrito que el préstamo había sido concedido sin

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93 Ibídem.94 Ibídem, p. 148.

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intereses, a puro título de favor, se habría topado con laspersecuciones del fisco, tanto la Congregación comoBarge. Era suficiente que Don Guanella pusiera una fir-ma y visara tal declaración con un “bueno” o “se aprue-ba”: intentos inútiles, hojas de protocolo para tirar... fi-nalmente el 10 de octubre Don Luis fue capaz de escri-bir con letra fatigosa y aproximada, pero suficiente a talfin. Es fácil imaginar cuántos daños psicológico – físicospudo causar este asunto en el paciente: desilusión, hu-millación, depresión...

El día después fue capaz de componer alguna frase ypronunciarla a los presentes que la anotaron “ad litte-ram”, y nos queda como apéndice al testamento:

«Creo que mi enfermedad me la ha mandado la Providen-cia de Dios para llover sobre la Casa gracias extraordina-rias: padecimientos extraordinarios, gracias extraordina-rias...¡Oh, me las entiendo con Dios por el Instituto, porvosotros: no desisto en el decir a Dios “palabras de fuego”!De mi curación tengo ante la mente la idea alguna vez co-mo de un purgatorio para mí por vosotros: pero piensotambién que mi mal es de los que hacen subir al Paraíso.Dios pensará en vosotros: nadie aquí abajo es necesario:¡está la Providencia que os ayudará!... ¡Morir! ¡Paraíso!Yo estoy “in manu Domini”... ¡Desead todos seguirme!Seguirme con el seguimiento de este programa: ¡Orar ypadecer! ¡oración y padecimiento! ¡orar y padecer!»95.

El Obispo de Como, Mons. Alfonso Archi, vino mu-chas veces a visitarlo y el día 12 de octubre envió unacircular a todo el clero de la Diócesis donde invitaba atodos a redoblar las súplicas y establecía que, de enton-ces en adelante, en la S. Misa se suspendiera la “Colecta

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95 Le sue parole!, ibídem, p. 150.

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pro tempore belli” y sería recitada en su lugar la oraciónde la Misa “pro infirmo”:

«¡Que así el Señor nos conceda todavía hominem iustum,y nos devuelva hominem sanctum, Deo carum, iustum,mansuetum et pium!»96.

Merece una referencia, siquiera rápida, la gran cues-tión de las reacciones de Don Guanella en la enferme-dad; al menos ciertas reacciones porque, referidas en elProceso, fueron impugnadas e hicieron retrasar y compli-car el procedimiento97. Las intervenciones que dividierona los examinadores fueron esencialmente dos, a las cualesse deberían añadir otras que sin embargo reflejan aspec-tos diversos, por ejemplo la del sobrino Don Pietro Buz-zetti. Las dos declaraciones indicadas fueron la de DonLuigi Bravi, Siervo de la Caridad, que declaró:

«Don Luis Guanella se mostraba pacientísimo... pero tan-to porque era activísimo como porque sufría bastante porla retención de orina, a veces estaba sobresaltado poralgún ímpetu de impaciencia; pero apenas se daba cuentade ello o lo advertía se reprendía, enseguida se le caían laslágrimas de los ojos y pedía perdón temiendo quizás haberdado mal ejemplo... Una mañana, se hizo dar 20 liras porla superiora de sus religiosas, Sor Marcellina Bosatta, y ha-biéndola alejado, me llamó a mí, dándome el dinero ymandándome comprarle un revólver, con el que poner fina sus dolores... Otra vez me pidió llevarle un pesado Cru-cifijo, con el que decía querer romperse la cabeza: el Cru-cifijo se encontraba en la habitación del enfermo: yo tuve

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96 L. MAZZUCCHI, Il grande lutto, en «La Divina Provvidenza»,Noviembre 1915, p. 165.

97 Para una reflexión más detallada cfr. PIERO PELLEGRINI, Itempi e la vita di Don Luigi Guanella, Roma 1990, pp. 425 ss.

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la impresión y la tengo todavía de que los dos hechos su-cedieron mientras el enfermo no era “compos sui”, tantoes así que, apenas le llamé la atención pareció despertarsede un sueño y volver a ser él mismo»98.

y la del Prof. Carlo Mariani que, habiéndolo oído deBravi, declaró:

«Yo fui testigo cuando el Siervo de la Caridad Don LuigiBravi, saliendo de la habitación, donde estaba Don LuisGuanella muy grave, llegó a decir: “Sufre inmensamente y,lo que es más, soporta mal que también sus Siervos de laCaridad le presten los cuidados necesarios. Se le debeinyectar a su pesar en medio de fuertes padecimientos. Enun momento de exaltación mental llegó a decir: Saca 50 li-ras de mi cartera y vete a comprar un revólver con el queacabar mi vida...”En mí no cesaba y no cesa, la grave impresión, no sabien-do entender cómo una persona que se querría elevar a loshonores de los altares, haya podido pronunciar antes demorir, aunque sea en caso de enajenación mental, tales pa-labras»99.

También Don Alippi, que entonces era el Superiorde la Casa Madre, en el Proceso declaró algo parecidosobre el revólver, pero fue justamente su testimonio elque, en cierto sentido, ayudó a superar el problema:

«Soportó con indecible resignación los dolores y tambiénlas tentaciones del demonio. Recuerdo que en mis fre-cuentes visitas me decía: “¿No ves al diablo allí bajo la ca-ma? Tráeme aquí un revólver que lo mato”»100.

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98 Test. Don Luigi Bravi, Positio..., o.c., pp. 207-208.99 Test. Prof. Carlo Mariani, ibídem, Responsio ad Animadver-

siones, p. 75.100 Test. Don Salvatore Alippi, ibídem, p. 459.

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Otros hermanos que también habían estado cercadel paciente, juraron no haber oído nunca un hecho así:Don Calvi, que lo asistía de noche, Don Mazzucchi, DonBianchi. Resultó algo difícil de entender. Algunos nohabían nunca oído nada, estando siempre presentes.Otros lo habían oído, pero cada uno lo había entendidode una manera... Afortunadamente los testimonios de losmédicos llegaron a disipar las dudas del promotor de lafe (o “abogado del diablo”), Mons. Natucci, que recela-ba por estos testimonios y por otras cuestiones procesa-les. El doctor Buschi declaró:

«El sacerdote Don Guanella estaba afectado por una in-toxicación urinaria y, sea por la hemiplegia, sea por la ure-mia, no era ya responsable de sus actos y de sus pala-bras»101.

Pero más completo y articulado fue el juicio del mé-dico legal doctor Nicola Gentile que trazó un “status”clínico detallado en el que se sostenía que la hemiplegiaizquierda que sufría Don Guanella había ido complicán-dose y degenerando en una situación toxicoinfecciosacaracterizada por dos elementos: la uremia, esto es, unaautointoxicación derivada de las sustancias tóxicas de laorina no eliminadas; y la cistopielonefritis ascendente,una infección de venenos bacterianos a causa de la cisti-tis purulenta creada por las retenciones urinarias.

«Ahora bien, una enfermedad surgida a partir de un ata-que cerebral y proseguida en condiciones de envenena-miento de la sangre y de los centros nerviosos por doblecausa, ¿puede mantener íntegro el estado mental del pa-ciente? Ciertamente no.

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101 Carta de atestación del Dr. A. Buschi, ibídem, De Documen-tis, pp. 795-796.

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Las condiciones psíquicas deben resultar por ello profun-damente deterioradas, y más todavía si el paciente es deedad avanzada y en condiciones por tanto de mayor fragi-lidad en los centros nerviosos corticales»102.

La descripción del Dr. Gentile continuaba elencandolas perturbaciones psíquicas que se derivaban de tal si-tuación: sopor y entorpecimiento psíquico, amnesia, la-gunas en la memoria, alucinaciones, delirio. Así pues,exponía analíticamente la presencia de tales perturbacio-nes en Don Guanella, rebatiendo y refutando las expre-siones de los testigos y concluyendo:

«Algunos de sus actos o palabras excluyen completamentecualquier tipo de responsabilidad, mas deben encontrarnecesariamente su explicación en la anormalidad de lascondiciones psíquicas»103.

Don Guanella quizás no pronunció nunca aquellasfrases, o las pronunció como fueron oídas y testimonia-das por Don Alippi – éste fue también el parecer del Dr.Gentile – , a pesar de ello, si tales expresiones le salie-ron, no podían serle imputadas como culpa.

Volviendo a hablar de la enfermedad, uno de losproblemas más consistentes venía dado por el continuooscilar de las condiciones: ahora está mejor, entusiasmo,ánimo, esperanzas; ahora recae, desconfianza, disminu-ción de tensión...

El 18 de octubre parecía haberse repuesto, pero el 20tuvo una recaída posterior. Dolores atroces, para los quese hizo indispensable una intervención quirúrgica; en latarde del día 20 se llamó al Dr. Buschi, médico jefe del

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102 Juicio médico legal del Dr. Nicola Gentile, ibídem, p. 806.103 Ibídem, p. 815.

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S. Ana de Como: éste, no pudiendo introducir la sonda enla vejiga, a causa de una falsa vía uretral abierta preceden-temente, debió practicar una inyección suprapúbica queno trajo ningún éxito positivo. Comenta Don Mazzucchi:

«Durante el dolorosísimo inútil corte quirúrgico llevadoa cabo por el eximio Prof. Buschi, el admirable pacien-te apretaba con fuerza las manos de Don Bacciarini, pe-ro no emitía un gemido: ofrecía a Dios su martirio, ven-ciendo con heroísmo poco común las fuerzas de la na-turaleza»104.

La mañana siguiente el Consejo Superior de los Sier-vos de la Caridad enviaba a todas las casas una carta quecomunica toda la gravedad del momento:

«Hoy ha llegado por desgracia la hora de deciros una pa-labra más triste y más grave, porque si Dios no hace unmilagro de su potencia, no os llegue inesperado el anunciode una muerte, que no será nunca bastante llorada...Ayer, 20 del corriente,... sobrevino una nueva crisis... seha creído oportuno renovar una consulta médica, que fuede hecho urgentemente llevada a cabo por el Dr. Fuma-galli y por el Dr. Buschi...Pero por desgracia su juicio no sólo no fue favorable, sinoque fue tal que hace prever con la más triste probabilidaduna no lejana catástrofe.Y para nosotros, que somos tristes testigos del estado delenfermo, es menester constatar que el juicio de los médi-cos corresponde a la dolorosa verdad.A pesar de ello, no queremos perder toda esperanza derecuperar al Hombre de Dios...Sin embargo, si el Señor en sus designios inescrutables hu-biese establecido otra cosa, es necesario que esta gran des-ventura nos encuentre preparados y fuertes.

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104 L. MAZZUCCHI, La vita..., o.c., p. 545.

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Nunca como en esta hora suprema fue tan necesaria lacompenetración de todos, nunca como ahora fue necesa-rio elevar los corazones y mirar con serena confianza elporvenir, acordándonos que en el blasón de nuestro Insti-tuto está escrito: “Obra de la Divina Providencia”, de esaProvidencia que no muere sino que sobrevive a los desti-nos del hombre...»105.

El mismo día, 21 de octubre, Don Bacciarini seapresuró a telegrafiar a Don Orione para que intercedie-ra en Roma ante las autoridades y se obtuviese el privile-gio de la sepultura de Don Guanella en el Santuario.Don Orione respondió inmediatamente:

«Haré cuanto me sea posible, velaré esta noche el Santísi-mo, por mi queridísimo Don Guanella; Nuestra Señora loasista; con devoción de hijo le beso santas manos y piesbenditos; bendígame; de mañana estaré en Como; abrazoa todos los Siervos de la Caridad. Confortaos, queridoshijos de Guanella: tenéis un Padre Santo. Adelante unidosen la caridad de Cristo. Don Orione»106.

La mañana siguiente, probablemente, Don Orioneno pudo mantener la promesa de visitarlo; pero lo habíahecho algún día antes y tenemos memoria de ello. DonOrione se trasladó a Como – era la segunda vez – lle-vando consigo a su aspirante Bianchi, que después fuesacerdote, que era natural de Como. Será Don Bianchimismo quien deje memoria escrita de aquella visita; DonGuanella estaba gravísimo:

«Entramos: en la pequeña estancia reinaba un ambientede profunda tristeza y a la vez de paz y oración...

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105 L. MAZZUCCHI, Il grande lutto, o.c., p. 167.106 En G. VENTURELLI, Il novello..., o.c., p. 7.

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Don Guanella, inmóvil, calmado en sus dolores... algunosde sus hijos lo rodeaban tristes, doloridos, impotentes...Le fue anunciada la visita: al oír el nombre de Don Orio-ne se impresionó e intentó incorporarse; éste entoncesavanzó: Don Guanella quiso besarlo más veces y de aque-lla expresión de ternura se comprendía el dulce vínculo decaridad, el vivo, fuerte, verdaderamente fraterno afectoque les unía...Me arrodillé, me presentaron. Pocas fueron las palabrasdel moribundo... Después se dirigió a Don Orione: “Estoyaquí – le dijo – sufro... rece”. “Pedimos – fue la respuesta– lo que el Señor y Nuestra Señora quieran...”.Don Orione puso dulcemente la mano sobre la mejilla delsanto: éste fijó sus ojos, llenos de lágrimas de consolación,de amor, en los ojos de Don Orione, y se miraron.Todos alrededor lloraban.Una última palabra del moribundo: “In... Charitate Chris-ti...”. Toda la vida y el programa de Don Guanella»107.

Quizás nunca apreciaremos bastante la intensidad desentimientos que ligaban a Don Guanella con Don Orio-ne, como con otros que pasaron ante su lecho: volvían ala mente horas dramáticas, fatigas compartidas que noconoceremos nunca, y que en aquella última hora toma-ban una luz más clara, la luz que el final de la vida, engeneral, proyecta en las memorias importantes haciendovislumbrar cómo todo fue gracia.

El 22 de octubre fue el día de la última Comunión:había ya recibido la Extremaunción de manos de Mons.Zaboglio, rector del Seminario de Como; fue, sin embar-go, Don Bacciarini quien le dio por última vez laEucaristía y tuvo que partir la hostia y mojarla en unacucharilla con un poco de agua, porque Don Luis no era

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107 Ibídem.

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capaz de abrir suficientemente los labios. Fue el últimodía de lucidez, después perdió el conocimiento y ya nolo recuperó.

El sábado 23, por la tarde, se temía el final de unmomento a otro; duró, sin embargo, toda la noche y lamañana siguiente. Durante toda la mañana del día 24 lascampanas de S. Orsola, S. Bartolomeo y de la Catedralacompañaron la agonía y, a las 13.30 horas, mientras losnuestros habían bajado al refectorio a comer algo, losdos amigos Don Gianera y Don Crosta, que asistían aDon Luis, se apresuraron a llamarles: es el final. DonBacciarini leyó las oraciones para los moribundos.

Todavía unos pocos minutos de lucha; después llegó elfinal. Y sólo aquel final podía, de verdad, revelar el inicio:un inicio también fatigoso, lleno de luchas, de la descon-fianza a la murmuración, del aislamiento a la calumnia.

Ahora, desde aquel lecho no hablaban ya solamentesus obras, sino también su martirio; el Señor lo habíaquerido así. Como cualquiera de sus mil pobres, sentíacrecer la muerte dentro de sí, para que fuera al mismotiempo la hora última y la primera de la realidad nueva:la de la Promesa mantenida, por el Padre con esfuerzobuscado, desde tiempo amado, largamente deseado.

Pero, ¿qué sería para él la muerte? ¿A qué muerte sehabía preparado?

En la teología de sus primeros ensayos la muerte

«es madre que se abraza al hijo... es consejera que guía...es amiga que acompaña... la muerte es el ángel que nos re-conduce a la patria»108

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108 L. GUANELLA, Un Angelo Salvatore. S. Gottardo Vescovo, Co-mo, Tipografia dell’Ordine di Cavalleri e Bazzi, 1882, pp. 25-26.

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y al mismo tiempo la muerte es madrastra, en la imagenclásica de aquélla que siega y que pide la vida al trigo yamaduro109.

Después su teología se fue desarrollando y profundi-zando, sobre el paradigma de las parábolas evangélicas. Latragedia consumada por el pródigo – abandono de la Casadel Padre y drama del exilio – había empujado al Padre alsacrificio del Hijo primogénito que, haciéndose hermanoy aceptando el exilio de la muerte, podía rescatar al hom-bre de la lejanía y reconducirlo al Padre. En este cuadroteológico la muerte aparece siempre más como la ‘ianuacoeli’, la puerta que permite el paso del exilio a la patria.Justo ésta me parece la imagen más recurrente en su re-flexión: la muerte como retorno a la patria110. También enlos “Bocetos” el capítulo dedicado a los Siervos de la Cari-dad muertos lo había titulado: “de los hermanos que delexilio fueron llamados a la patria”111.

Y ahora le tocaba a él, desterrado, entrar en la sendadel retorno, a través del último, crucial, pero muy espe-rado repecho del exilio.

Eran las 14.15 horas cuando Don Guanella murió,en aquel domingo 24 de octubre que, algunos años des-

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109 Cfr. L. GUANELLA, Vieni Meco. La dottrina cristiana espostacon esempi in quaranta discorsi famigliari, Milán, Eusebiana, 1883,p. 92.

110 Cfr. L. GUANELLA, Il Pane dell’anima. Primo corso di omeliedomenicali esposte in una massima scritturale, Milán, Eusebiana,1883, p. 340; ÍDEM, Cenni intorno alla vita di Anna Succetti, Milán,Eusebiana, 1884, p. 59; ÍDEM, Un poverello di Cristo, Como, Tipo-grafia dell’Ordine di Cavalleri e Bazzi, 1882, pp. 56-58; ÍDEM, Nelmese dei fiori, Milán, Eusebiana, 1884, p. 209.

111 L. GUANELLA, Appunti sulla storia della Casa di Provvidenza,manuscrito (1910-1911), AG Como, p. 51.

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pués, pocas horas antes, sería el momento de la gloria:santo entre los santos, junto a su Señor.

La herencia inmediata que Don Guanella dejabaestaba a la vista de todos: pobres, casas, congregaciones,algún problema... Pero la herencia menos inmediataestaba por descubrir poco a poco, haciendo camino; a lolargo de ese camino que llega hasta nosotros y que to-davía hoy, de vez en cuando, impone a todos un descan-so de búsqueda y de oración. Don Luis: ¿cómo has vivi-do, por quién y para qué, qué experiencias te han mar-cado más, qué pasos darías de nuevo? Y además: ¿cómohas encontrado a Dios, qué espacios le has abierto, quéte ha pedido, cuánto le has dado?

Háblanos de ti...don FABIO PALLOTTA

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ÍNDICE

1. Conciencia de la hora y sus reflejos: las me-morias autobiográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . pág. 3

2. De 1914 a 1915: el principio del final . . . . . . » 9

3. El terremoto de Avezzano: más de dos me-ses en Roma (enero - mitad de marzo) . . . . . » 12

4. El retorno a Como y los trabajos en el San-tuario (final de marzo - abril) . . . . . . . . . . . . . . » 19

5. Italia en guerra: resonancias internas (mayo- junio) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . » 27

6. La aprobación del Instituto: de la tempe-stad a las “Normas” (julio) . . . . . . . . . . . . . . . . » 31

7. De las vacaciones a la parálisis (agosto -septiembre) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . » 41

8. La enfermedad: complicaciones y procesohasta la muerte (27 de septiembre - 24 deoctubre) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . » 47

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