Los peces gordos se encogieron.

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Algún día la fotografía del Rey de España junto al elefante que cazó en Botsuana no será sólo motivo de indignación, sino también una referencia para los historiadores de la naturaleza. Una nueva y curiosa disciplina científica llamada Ecología Marina Histórica utiliza desde recortes de periódicos hasta menús de restaurantes como pistas para descifrar el pasado de los ecosistemas marinos. Una forma práctica de aprender sobre los océanos sin entrar al agua. Loren McClenachan es una bióloga marina que comparó las fotos de docenas de turistas aficionados a la pesca en una región del Golfo de México. McClenachan buceó en los archivos de la biblioteca pública de Cayo Hueso en Florida y encontró un registro muy completo de fotografías desde los años cincuenta, tomadas todas en los mismos barcos que utilizaban los turistas. Cuando las puso en orden cronológico se sorprendió.

Cayos de Florida, 1956-1960.

En la primera fotografía de 1957 podía verse a un grupo de pescadores que posaban satisfechos con varias piezas que alcanzaban el metro y medio de longitud, al más puro estilo de Hemingway en su faceta de aficionado a la pesca. En otra, tomada al año siguiente, aparecía una familia rodeada de peces del mismo tamaño. Pero, al llegar a la década de 1970, las piezas ya eran bastante menores. En las fotografías de los años ochenta los turistas sujetaban con sus manos peces de escasos cuarenta centímetros, y en las de hace unos pocos años ya ni se molestaban en aparecer junto a sus vulgares pescados de veinte centímetros. En menos de medio siglo, subirse a un barco y atrapar un mero se había vuelto tan ordinario como visitar la pescadería de la esquina. La investigación de McClenachan demostró que la «pesca del día» de 2007 pesa un noventa por ciento menos que la de 1957. En los últimos cincuenta años, la sobreexplotación pesquera de esa área del golfo de México ha eliminado las especies más gigantes, cuyo valor en la cadena trófica es vital.

Cayos de Florida,1956-1960.

Cayos de Florida, 1965-1979.

Las sonrisas de los pescadores en las fotos que revisó McClenachan evidencian algo más: sin importar la década a la que pertenecen, todos los turistas están orgullosos con su pesca. Es el logro del día. El ser humano se contenta con lo que ahora le ofrece el mar porque ignora lo que había antes. A esto se llama diminishing baseline, es decir, que cada generación se contenta con menos en el mar, porque no saben lo que se ha perdido. Es como una amnesia colectiva sobre cómo debería ser la naturaleza. McClenachan comentó después de su estudio que las personas hoy no se asombran de la degradación del océano porque no lo han conocido de otro modo. Si los turistas dejaran de pescar podrían pasar dos cosas: que con el tiempo el ecosistema se reestableciera, o que ya estuviera tan dañado que nunca recuperara las especies que en él habitaban.

Cayos de Florida, 1965-1979.

Cayos de Florida, 1980-1985.

La pesca de los turistas de Cayo Hueso en los años cincuenta es el escandaloso equivalente a cazar un elefante en la sabana africana. Pero como el interior de los océanos no está a la vista, parece menos grave. La irritación que despierta la fotografía de un elefante recién cazado debería ser similar a la de un gran marlín o un pez espada junto a su orgulloso captor. Pero las criaturas marinas aún nos son extrañas. Si actuáramos como un depredador más, comiendo pescados pequeños como sardinas o calamares, no sería un problema grave, pero nos obsesionamos con cazar las especies más frágiles y cuya desaparición desequilibra más los ecosistemas.

Cayos de Florida, 1980-1985.

Cayos de Florida, 2007.