Los Orígenes de la Cetrería Mexicana

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1 Los Orígenes de la Cetrería Mexicana El águila siendo animal se retrató en el dinero, para subir al nopal pidió permiso primero. (Me he de comer esa tuna, Esperón y Cortázar) El Hombre y las Águilas en las Culturas Precolombinas. El estrecho contacto en que los pueblos mesoamericanos vivían con la flora y la fauna silvestres que los rodeaban, influyó en la formación de su ideología y de su concepción del mundo, con las que regían sus particulares formas de vida. Por lo que no es de extrañar que aquellas especies notables por su vuelo y cazadoras por excelencia simbolizaran un gran poder y valor para sus sociedades. Una de las evidencias arqueológicas de que los indígenas precolombinos manipularon aves de presa, quedó patente en el códice Nuttall, documento que forma parte de la formidable colección del Museo Británico y narra la biografía del personaje más notable de la historia mixteca; el gran señor 8 Venado de Suchixtlán, quien nació en 1063 d. C. En la esquina inferior derecha de una de las láminas de dicho códice, aparece la representación de un indígena portando un águila. Sin embargo, no existen evidencias de que los mesoamericanos precolombinos hayan cazado con sus rapaces. Pues en las ilustraciones de los códices prehispánicos no aparecen águilas con pihuelas, caperuzas u otro de los accesorios utilizados en cetrería. Al parecer, el vínculo de aquellos indígenas con las águilas era meramente ceremonial. Pero no cabe duda de que ellos relacionaban a las águilas con el poder político, como se manifiesta en los nombres de algunos personajes como; el Señor 8 Viento, a quien llamaban “Veinte Águilas” y el gran Señor 10 Águila, príncipe de Tilantongo y príncipe consorte de la reina 9 Viento. Y se corrobora con la existencia de la estirpe de los cuauhtecuhtli (guerreros águilas), quienes junto con los ocelotecuhtli (guerreros jaguares) formaban la élite de la complicada jerarquía militar de los mexicas, la que era comandada por el cuauhtlahto (el que habla como águila), quien fungía como jefe de armas. Cuando los aztecas llegaron al Valle de México procedentes de Aztlán, tenían un gobierno teocrático y el águila tenía un lugar muy especial en su vida cotidiana, puesto que ya formaba parte de su compleja estructura social y religiosa. Parada sobre un nopal devorando a una serpiente, el águila representa el momento en que se manifestó la señal que el pueblo azteca esperaba para fundar una nueva ciudad por designio de Huitzilopochtli.

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Los Orígenes de la Cetrería Mexicana

El águila siendo animal se retrató en el dinero, para subir al nopal pidió permiso primero. (Me he de comer esa tuna, Esperón y Cortázar)

El Hombre y las Águilas en las Culturas Precolombinas. El estrecho contacto en que los pueblos mesoamericanos vivían con la flora y la fauna silvestres que los rodeaban, influyó en la formación de su ideología y de su concepción del mundo, con las que regían sus particulares formas de vida. Por lo que no es de extrañar que aquellas especies notables por su vuelo y cazadoras por excelencia simbolizaran un gran poder y valor para sus sociedades. Una de las evidencias arqueológicas de que los indígenas precolombinos manipularon aves de presa, quedó patente en el códice Nuttall, documento que forma parte de la formidable colección del Museo Británico y narra la biografía del personaje más notable de la historia mixteca; el gran señor 8 Venado de Suchixtlán, quien nació en 1063 d. C. En la esquina inferior derecha de una de las láminas de dicho códice, aparece la representación de un indígena portando un águila. Sin embargo, no existen evidencias de que los mesoamericanos precolombinos hayan cazado con sus rapaces. Pues en las ilustraciones de los códices prehispánicos no aparecen águilas con pihuelas, caperuzas u otro de los accesorios utilizados en cetrería. Al parecer, el vínculo de aquellos indígenas con las águilas era meramente ceremonial. Pero no cabe duda de que ellos relacionaban a las águilas con el poder político, como se manifiesta en los nombres de algunos personajes como; el Señor 8 Viento, a quien llamaban “Veinte Águilas” y el gran Señor 10 Águila, príncipe de Tilantongo y príncipe consorte de la reina 9 Viento. Y se corrobora con la existencia de la estirpe de los cuauhtecuhtli (guerreros águilas), quienes junto con los ocelotecuhtli (guerreros jaguares) formaban la élite de la complicada jerarquía militar de los mexicas, la que era comandada por el cuauhtlahto (el que habla como águila), quien fungía como jefe de armas. Cuando los aztecas llegaron al Valle de México procedentes de Aztlán, tenían un gobierno teocrático y el águila tenía un lugar muy especial en su vida cotidiana, puesto que ya formaba parte de su compleja estructura social y religiosa. Parada sobre un nopal devorando a una serpiente, el águila representa el momento en que se manifestó la señal que el pueblo azteca esperaba para fundar una nueva ciudad por designio de Huitzilopochtli.

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Con este hecho, terminó la penosa peregrinación de la tribu, que duró 165 años. De acuerdo con una de tantas versiones, una leyenda azteca cuenta que, en un lago se encontraría un islote, en el islote un peñón, sobre el peñón un nopal con tunas en flor y posada sobre el nopal, un águila devorando a una serpiente. Esta escena, está representada en el actual escudo nacional de México, obra del pintor potosino Francisco Eppens Helguera, el mismo que al nopal dibujó enterito. - ¿En dónde manito? Preguntó Don Pepe Guízar, en su inmortal Acuarela Potosina.

Donde el águila paró y su estampa dibujó. ¡En el lienzo tricolor! Cuyo significado tiene un encanto muy singular, pues según el presagio de varios sacerdotes indígenas: “La honra y la gloria de la gran Mēxíhco-Tenōchtítlān, jamás podrán ser borradas”. Por eso, la bandera de Los Estados Unidos Mexicanos fue reconocida en julio de 2008, como la bandera más bella del mundo. Según los códices Cuautitlán y Vaticano, dicha señal se manifestó el 18 de julio de 1318 d. C., cuando Tenoch (1325-1376) era el cuauhtlahto y el gran sacerdote de Huitzilopochtli. Aunque según la cronología mexica, los aztecas fundaron la gran Tenochtitlan en el año 1 caña, el que corresponde al 1325 d. C. Entonces los aztecas cambiaron su gobierno teocrático

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por un régimen monárquico, proclamando a Tenoch como el primer Huey (gran) Tlatoani (rey azteca). También se dice que los aztecas creían que Huitzilopochtli, la principal deidad de los mexicas, materializado en el sol, daba la luz y la vida. Pero, además se convertía en águila para salir a cazar estrellas. Esta majestuosa ave volaba a diario de oriente a poniente, combatía a la noche y renacía victoriosa al amanecer. Pero, para lograrlo, tenía que alimentarse con tunas, frutos del nopal, porque estas a su vez, simbolizaban el corazón de los hombres. El águila posada sobre el nopal representa; la mano de dios tocando al corazón del hombre. Fundamentándose en esto, el padre Diego Durán reinterpretó la leyenda de tal manera que, el águila representara al bien, mientras que la serpiente representaba el mal, lo perverso y al pecado. A pesar de su imprecisión, este significado fue adoptado porque coincidía con la tradición heráldica europea. Por ello, aunque esta visión no corresponde con las tradiciones precolombinas, aquel argumento fue utilizado por los misioneros para la catequesis y la conversión de los pueblos indígenas al cristianismo.

Las tribus Nahuatlacas apreciaban la sensación de poderío que provoca el vuelo en picado de una rapaz cayendo desde las alturas, como lo confirma el nombre del último Huey Tlatoani; Cuauhtémoc, cuyo nombre está oficialmente traducido como “Águila que Cae”, pues de acuerdo a sus raíces etimológicas en náhuatl, cuāuh significa “águila” y témōhuia

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quiere decir “que baja”, por lo que se deduce que el significado de su nombre se refiere a un águila cayendo en picada, como cuando ataca mortalmente a su presa. Cuauhtémoc nació en el año 1495, fue hijo de Ahuízotl, el octavo Tlatoani y sobrino de Motecuhzoma Xocoyotzin, mejor conocido como Moctezuma II. Cuauhtémoc se enfureció por la sumisión de su tío ante los invasores españoles, fomentó el descontento popular contra los conquistadores y asumió el poder después de que mataran a Moctezuma II y que Cuitláhuac, el penúltimo Huey Tlatoani de la Gran Tenochtitlan, falleciera a causa de una epidemia de viruela. El último de los Huey Tlatoanis murió ahorcado por Hernán Cortés después de haber sido martirizado, durante la expedición a las Hibueras, hoy Honduras, según se relata en; “De Tenochtitlan a las Hibueras”, en la Quinta carta de relación de Hernán Cortés y en el diario del capitán de navío, Alonso de Ávila.

Y otro espectro me dijo:

—En nuestros cielos las águilas y yo fuimos gemelos: ¡Soy Cuauhtémoc!

Luchando sin desmayo caí... ¡porque Dios quiso que cayera!

Mas caí como águila altanera: viendo al sol, y apedreada por el rayo.

El español martirizó mi planta sin lograr arrancar de mi garganta

ni un grito, y cuando el rey mi compañero temblaba entre las llamas del brasero:

— ¿Estoy yo, por ventura, en un deleite?, le dije, y continué, sañudo y fiero,

mirando hervir mis pies en el aceite…

Fragmento de “La Raza de Bronce”, de Amado Nervo. Leyenda Heroica. Pronunciada el 19 de julio de 1902 en la Cámara de Diputados.

Moctezuma II, fue el noveno monarca azteca y el más poderoso de todos los Huey Tlatoanis, pues a la vez de ser emperador, era general en jefe de los ejércitos y sumo sacerdote. A él se debe el gran lujo y esplendor del gran imperio mexica. Él recibió y alojó a Hernán Cortés, quien, aceptó su hospitalidad, pero quedó horrorizado por sus costumbres macabras y las prácticas antropofágicas de los aztecas. Razón por lo que lo hizo su prisionero y en alianza con los tlaxcaltecas, le quitó su poderío, haciendo que su pueblo le perdiera el respeto. Lo que provocó su muerte.

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El Nacimiento de la Cetrería en la Nueva España.

México y España. Dos pueblos a quienes dividen sus semejanzas y unen sus diferencias. (El Rediezcubrimiento de México, Marco A. Almazán.)

En España, donde se cazaba por deporte, la cetrería jugó un papel muy importante entre la realeza y la nobleza.

Después de la llegada de Cristóbal Colón, a suelos americanos, los reyes católicos, quienes practicaban cetrería, le encargaron a éste en 1494: “Los más halcones de allá, se pudieran enviar”.

Fernando de Aragón, el católico, fue uno de los monarcas que impuso multas y castigos muy severos a quienes cazaran con rapaces sin su consentimiento, quedando este género de cacería reservado para la realeza y la nobleza, pues aquel que practicara cetrería de manera furtiva, corría el riesgo de perder su libertad y su hacienda, además de su halcón. Sólo los halconeros con cargo oficial en la corte gozaban de una posición privilegiada y tenían derecho a ejercer la cetrería, estando exentos de pagar los tributos correspondientes. Tal vez, aquel factor de exclusividad fue lo que denominó a esta actividad como “cetrería”. Durante la edad media y el renacimiento, en Europa, un ave de presa posada sobre el puño de un miembro de la Casa Real era considerada “cetro”, aunque éste no practicara la cacería con aves de presa. Inclusive en el libro de St Albans, cuya primera impresión data de 1486 y la autoría se le adjudica a la dama inglesa Juliana Berners, las rapaces tenían una jerarquía de acuerdo con el rango social dentro de la realeza y la nobleza. Por ejemplo; el águila era para el emperador, el gerifalte sólo podía ser portado por un rey, el halcón peregrino y el azor correspondían a los príncipes, infantes y distintos rangos de nobleza, el halcón sacre era para los caballeros mientras que el halcón lanario era para el escudero, el esmerejón para las damas, el clero tenía derecho de utilizar al gavilán y solamente el cernícalo vulgar podía ser usado por los sirvientes y los plebeyos. Tal vez por esta categorización, al cernícalo común Falco tinnunculus se le haya denominado en España; cernícalo “vulgar”, pues según las jerarquías de aquellos tiempos, sólo de este halconcito podía disponer el vulgo. O sea, cualquier súbdito de la corona que no perteneciera a la nobleza. Sin embargo, también se dice que los españoles designaron cetrería a la halconería, al ver que los moros portaban a sus aves en una mangala (rollo forrado de alfombra) o en un wakir (banco portátil, parecido a un cetro), en vez de llevarlas posadas sobre el puño enguantado.

En la carta de relación de Hernán Cortés, dirigida a Carlos V, fechada el 30 de octubre de 1520, se informaba que, en las plazas de la Gran Tenochtitlán habían mercados donde se

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vendían todo tipos de aves, entre ellas; águilas, halcones, gavilanes y cernícalos. Razón por lo que Cortés recibió órdenes del Consejo de Indias de: Enviar cada año a la corte “cincuenta aves de caza”.

En el México prehispánico no se practicaba la cetrería como tal. Sin embargo, Francisco López de Gómara narra en su obra, “Hispania Victrix”, la visita a uno de los palacios de Moctezuma II, conocido como “La Casa de las Aves para Caza”, para explicar la atracción que el gran Tlatoani sentía por las aves, especialmente por las rapaces. En ese mismo libro, López de Gómara expone la afición de Moctezuma II por la altanería. La que practicó después de haber sido sometido por los conquistadores y se dice que era preciso que lo acompañaran ocho o diez españoles y tantos mexicas como hicieran falta, para asistirle durante sus expediciones.

Considerando que Moctezuma II era muy aficionado a las artes cinegéticas, es entendible que la altanería se hubiera convertido en uno de sus pasatiempos. Francisco López de Gómara, se convirtió en el capellán de Hernán Cortés, cuando éste fue nombrado Marqués del Valle de Oaxaca y acompañó a Cortés en 1541, junto con sus hijos Martín y Luís, cuando Cortés capitaneaba una galera llamada “Esperanza”, que formaba parte de la gran armada que organizó Carlos V, para combatir a un grupo de piratas argelinos que asolaban la costa del Mediterráneo. Misión que se frustró por causa de vientos y tormentas que evitaron que Cortés conquistara Argel, a pesar de que él le había asegurado al rey de España y emperador del Sacro Impero Romano Germánico que, con un reducido ejercito era capaz de tomar la ciudad, ya que contaba con gran experiencia en este tipo de batallas, adquirida desde el sitio de la Gran Tenochtitlan. Aquella fue la última gran empresa guerrera del conquistador, fracaso que le costó el menosprecio del rey y emperador y, de su corte. Haciendo que los argumentos de sus enemigos en su contra se fortalecieran. Hecho que tuvo que tolerar hasta sus últimos días, a pesar de que no murió en la pobreza.

Sin embargo, es preciso aclarar que López de Gómara jamás pisó suelo americano, por lo que los compañeros de Cortés, en la conquista de la nueva España, consideraron a su obra una crónica malintencionada, destinada a exaltar la acción personal del ya entonces Marqués del Valle de Oaxaca y la acusaron de estar llena de inexactitudes. Uno de tales compañeros fue el explorador militar y cronista, Bernal Díaz del Castillo, quien se sintió obligado a restablecer la exactitud histórica, redactando “La Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España”. Obra de pesada lectura, en la que se hacen notar muchos de los errores de la narrativa del capellán. En “La Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España”, Bernal Díaz del Castillo narra que, Francisco de Acebedo, el “Pulido”, uno de los cetreros que acompañaba a Cortés, quedó fascinado por un gavilán que capturó una codorniz en el corredor de una de las casas de Moctezuma II. Entonces, el monarca lo hizo capturar y se lo obsequió.

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También se sabe que, en su viaje a las Hibueras, Cortés incluyó en su séquito a tres halconeros: Perales, Garci Caro y Álvarez Montañez. Francisco Cervantes de Salazar, escritor español que en 1551 se convirtió en el rector de la Universidad de México y murió en 1575 siendo el Canónigo de la Catedral de México, publicó en Alcalá en el año 1546, con una dedicatoria a Hernán Cortés, su libro “Desde la Noche Triste al Sitio de Tenochtitlan”. En el capítulo XXVIII de esa obra se puede leer el siguiente párrafo: La caza, a que Moctezuma iba por agua, era a tirar a pájaros y a conejos con cerbatana, de la cual era gran tirador. Otras veces salía a los montes a caza de fieras con redes, arcos y flechas y a caza de altanería, aunque no la usaba mucho, aunque por grandeza, como dije, tenía muchas águilas reales y muchas otras aves muy hermosas, de rapiña. En el capítulo titulado “Los Ejercicios Ecuestres, la Caza y los Juegos” de la obra “Herencia Medieval en México”, Luis Weckmann menciona que hubo dos virreyes que cazaron con sus halcones en México durante la colonia. Ellos fueron Luís de Velasco y Ruiz de Alarcón “el viejo”, Virrey de la Nueva España de 1550 a 1564 y de su hijo Luís de Velasco II, Marqués de Salinas, Octavo Virrey de la Nueva España de 1590 a 1595, quien repitió su puesto en el gobierno, de 1607 a 1611 como undécimo Virrey. El historiador español Juan Suárez de Peralta (1537-1592), en uno de sus escritos, publicados casi tres siglos después de su muerte, en 1878, confirma que en los tiempos de Velasco II, la cetrería estaba incluida en los pasatiempos de la aristocracia colonial, pero con el pasar de los años la cetrería se fue quedando aletargada, tanto en la Nueva España como en la Vieja España, hasta que entró en estado de coma, sumida en un largo sueño que duró más de siglo y medio . El Renacimiento de la Cetrería en México. En 1940 Guillermo José Tapia fundó la primera Asociación Mexicana de Cetrería, como primer intento por recuperar la afición a este arte en México. Tapia redactó dos cartas en las que exponía que tenía un azor y un aguililla de Cola Roja. Así mismo fue amigo de halconeros legendarios como el Dr. Robert M. Stabler, Pete Asborno y el coronel Russell Luff Meredith, el padre de la cetrería estadounidense. Desafortunadamente se sabe muy poco de tal asociación.

Sin lugar a duda, el Movimiento Muralista es el fenómeno artístico mexicano más trascendente del siglo XX, por su alto contenido político y social. En 1950 el arquitecto Don Gonzalo Garita y el muralista Don José Clemente Orozco tuvieron la idea de decorar, con un mural, las paredes del pasillo principal del “Centro Deportivo Chapultepec” en la ciudad de México, proponiendo a Ramiro Romo, un joven y apenas conocido artista, para realizar tan importante tarea. La obra se tituló “Pasado, Presente y Futuro del Deporte en México”

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y consta de ocho frescos en los que están representados los juegos y los deportes practicados, en lo que hoy es México, en distintas épocas. Desde que los Aztecas salieron de Aztlán, hasta el México contemporáneo. En el fresco IV, titulado “El Virreinato”, destaca un halconero a caballo con un halcón encaperuzado sobre el puño izquierdo, dando constancia del nacimiento de la cetrería en la Nueva España.

En 1964, el Sr. Roberto Behar, el auténtico pionero de la cetrería mexicana contemporánea, se inició en este deporte. En 1967 lo siguieron el Ing. Federico Medrano, el Sr. Enrique Guerrero, el M.V.Z. Eduardo Bessoudo, los hermanos Eduardo y Héctor Apellaniz, el Arq. Joaquín Álvarez, el M.V.Z. Juan Ramírez, el M.V.Z. Roberto de Uslar, además de Raúl Pacchiano y Juan Carlos Rojo, quienes en aquel entonces eran estudiantes de secundaria. Todos ellos, junto con Roberto, formaron el extinto “Centro de Investigación y Conservación de las Aves de Presa en México”, cuya sede era la misma casa de Behar, en el pueblo de Santo Tomás Ajusco. Un dato interesante proporcionado por Bill Seager, investigador de la migración de los halcones peregrinos, es que estableció contacto con el Dr. Bessoudo en los años 70s, después de capturar un halcón peregrino de la tundra F. p. tundrius que portaba un anillo, con su nombre y dirección, en Assateague Island, Maryland, en los Estados Unidos de América. Para 1970, México ya contaba con más de veinte halconeros, quienes tuvieron muchas dificultades para conseguir la información necesaria y el equipo adecuado. Al final de esta década otros halconeros comenzaron a sobresalir, entre ellos; Enrique Valverde y Martha Soledad Torres Tafolla, la primera mujer que practicó cetrería en México, quien contrajo matrimonio en octubre de 1979, con el M.V.Z. Raúl Pacchiano, adoptando su apellido por lo que desde entonces se le conoce

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como Marisol Pacchiano, quien se volvió famosa como halconera y mundialmente reconocida como pintora, por sus obras de temática cetrera.

Durante la década de los años 70s, Nicolás Trillo publicó “La Cetrería, un Arte Desconocido en México”. Esta monografía redactada por Tulio Ortiz Uribe fue la primera obra seria sobre este deporte, escrita por un mexicano. Nicolás necesitó seis números de su revista “Caza, Tiro y Pesca” para publicar el texto completo.

En aquellos años, Roberto Behar viajó a Japón donde conoció al legendario Asaji Kuzusawa el último halconero de la corte del Emperador Hirohito y a Europa, donde se relacionó con muchos otros halconeros, entre ellos al legendario Dr. Rodríguez de la Fuente, en España y al famoso pintor Renz Waller, en Alemania.

Renz, fue el halconero que en 1945 crio a “Ritano”, uno de los primeros halcones peregrinos nacidos de forma natural dentro de una cámara de reproducción. Este hecho, junto con el nacimiento de otro halcón híbrido peregrino X sacre criado en cautiverio por Ronald Stevens y John Morris, fueron los primeros grandes pasos en la reproducción de rapaces en cautiverio que revolucionó la cetrería y los métodos de conservación de las aves de presa en el mundo entero.

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Una de las acciones más atinadas y transcendentales de Behar fue entrevistarse con el halconero estadounidense Harold Melvin Webster, de quien adquirió un ejemplar de “North American Falconry and Hunting Hawks”. Obra que Webster escribió al alimón con el canadiense Frank Lyman Beebe. Roberto tuvo el acierto de mandar traducir el texto de aquel libro. Dicha traducción fue hecha por alguien que sabía mucho sobre el idioma inglés, pero muy poco o nada sobre los términos técnicos utilizados en cetrería. Sin embargo, ese tomo fue un tesoro único del que nos valimos muchos halconeros mexicanos novatos para reforzar los conocimientos que habíamos adquirido del libro de Félix, cuya aportación es invaluable para la cetrería mundial, aunque no toda su información es aplicable en América. Con esa traducción del libro de Beebe y Webster se complementó la información sobre especies de caza y de aves de presa disponibles en México.

Esa magnífica obra ha sido aumentada y actualizada nueve veces entre 1964 y 2013. En cada edición se da a conocer más información novedosa, valiosa e interesante.

Un dato curioso es que, Roberto Behar es un extraordinario director de arte. Entre sus creativas realizaciones, realizó un par de anuncios para la TV en los que se utilizaron aves de presa. El primero promovía el whisky “Old Tory’s”, en dicho anuncio aparecía en la pantalla, una hermosa aguililla de cola roja que, gracias al enorme talento de Behar, transmitía una sensación de señorío al posarse en el puño de su maestro después de volar en tornos. En el segundo anuncio, se promocionaba al coñac “Martell”. En dicho comercial, los modelos caracterizaban a Luís XV y su séquito montando hermosos caballos tordillos y portando halcones peregrinos durante una partida de caza.

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En la misma década de los 70s, los hermanos Ricardo y Jorge Velarde se iniciaron en la práctica de la cetrería. Jorge voló con mucho éxito un par de halcones peregrinos de la tundra F. p. tundrius, mientras que la habilidad de Ricardo como clavadista olímpico, hizo que la Bringham Young University en Provo, Utah, lo becara después de representar a México en las olimpiadas de Montreal en 1976. Razón por la que se trasladó a los Estados Unidos de América, donde realizó sus estudios universitarios y allá se quedó a vivir.

La pasión de Ricardo por la cetrería lo llevó a conocer a un sinnúmero de halconeros y gracias a su simpatía, se hizo amigo cercano de halconeros legendarios como Harold Melvin Webster, Gerald Richards (el creador de los Sky Trials), Ed Pitcher (el coautor de su libro “The Flying of Falcons”) y Steve Chindgren, uno de los máximos exponentes de la cacería de urogallos de las artemisas o gallos de salvia (Centrocercus urophasianus), con halcón gerifalte en Norteamérica. Fue por medio de Velarde como se fue fortificando la relación de los halconeros mexicanos, con la cetrería estadounidense y con la NAFA (North American Falconers Association).

Cada vez que Ricardo visitaba México, llevaba caperuzas confeccionadas por él y cascabeles fabricados por Pete Asborno. Con el tiempo Velarde se convirtió en el sucesor del famoso fabricante de cascabeles para cetrería. Cada par de esos cascabeles tiene la peculiaridad de ser “bordón y prima, para hacer buena melodía”. Parafraseando al refrán medieval.

A principios de los años 80s, salió al aire una serie de comerciales para la televisión promocionando al brandy “Cheverny”. “Atila”, una aguililla de Harris, fue la protagonista de aquellos anuncios que tuvieron un efecto muy singular. El público compró más aguilillas en el mercado negro, que aguardiente de uva en el comercio establecido. ¡Aquello era el colmo! ¡Sólo faltaba que se vendieran más caballos que tabaco, gracias a los anuncios de Marlboro!

Aquel incremento accidental del interés por las aves de presa tuvo un efecto muy lamentable, pues quienes habían comprado aguilillas, pensando que podrían ser mascotas vulgares, no tardaron en aburrirse ellas. Algunas de estas aves murieron enjauladas y abandonadas, otras fueron extraviadas o liberadas, trayendo como consecuencia que se haya implantado, involuntariamente, una población de aguilillas de Harris que crece y se reproduce, anidando en los árboles de los parques y los jardines en la ciudad de México y sus suburbios. Antes de aquel suceso, no se avistaba esta especie de rapaces en el Valle de México.

Otra secuela, aún más triste, de aquella campaña publicitaria, es que hizo que el tráfico de rapaces progresara, principalmente en el Mercado de Sonora, en la Ciudad de México y en Charco Cercado, San Luís Potosí, y lo peor es que sigue habiendo pseudo - halconeros que, desprestigiando a tan noble arte, promueven el tráfico de fauna silvestre y el comercio ilegal de rapaces continúa impune.

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Sin embargo, no todo fue malo. Entre quienes por este medio conocieron a la cetrería, destacó gente muy deportista y ordenada, pero sobre todo con mucha ética y diciplina, a pesar de que, por inexperiencia, hayan conseguido su primer pájaro en el lado oscuro de la piratería de nidos. En la década de los ochentas se fundó, por segunda ocasión la Asociación Mexicana de Cetrería A. C., Esta vez presidida por el Ing. Federico Medrano, a quien lo sucedió el M.V.Z. Francisco Vázquez, quien con los años se volvería en uno de los cetreros mexicanos más conocidos y distinguidos en el ámbito mundial. Mientras duró dicha agrupación, se publicaron algunos números de su revista; “Aves de Puño”. Ahí se formaron la mayoría de los halconeros veteranos de la cetrería contemporánea.

En aquel entonces, en el alto vuelo, el Dr. Miguel Palomar, “se sacó de la manga una tercia de ases”; el torzuelo de las praderas “Tizoc”, la prima de peregrino “Duna” y su torzuelo peregrino “Pepe”. Y, el M.V.Z. y actor de cine y televisión Francisco (Pancho) Avendaño Lührs, completó el Póker, con “UFO”, un torzuelo peregrino de la Tundra, que volaba tan alto, que hasta “se hablaba de tú con las nubes”, lo que hacía casi imposible de identificarlo cuando volaba. También destacó el célebre halconero estadounidense Harry McElroy, (autor de la saga; “Desert Hawking”) con “E. Zapata” y “Jerónimo”, dos de los halcones aplomados con los que cazó codornices, durante su estancia en la ciudad de Querétaro, por más de dos años y Luís Felipe “el Cocuyo” Romero, quien participó en el rodaje de la película “The Falcon and the Snowman” (El juego del Halcón), con uno de sus halcones.

En el bajo vuelo sobresalió Alejandro Franco, manejando sublimemente a “Benito” un gavilán de Cooper, mientras que Jorge Carvajal, con “Lula”, el MVZ Francisco Vázquez, con “Kiri”, Jesús Ávila con “Chuchín”, Antonio Calderón de la Barca con “Shaft” y Kenneth Müench con “Panchito”, se cansaron de llenar sus morrales, con los conejos, las codornices y otras piezas que cobraban con sus aguilillas de Harris.

Muchos otros halconeros alcanzaron grandes logros en la cetrería desde aquel entonces, entre los que figuran: Juan Berumen, Martín Guzmán, Víctor Saucedo, Javier López King, Valentín Rodríguez, Hernán Mendoza, Héctor Verdejo, Raúl Ducoing, Rafael Sánchez, Víctor Hugo Villafañe, Sergio Aguilar y Daniel Rassvetaieff.

Sin embargo, el mayor logro de la cetrería mexicana, en la década de los 80s, fue alcanzado por un grupo de diez halconeros muy entusiastas. Me refiero, a los primeros nacimientos de rapaces en cautiverio en México; una aguililla de Harris y un halcón peregrino, criados en las cámaras de reproducción de Héctor Zurita.

Cabe mencionar que, desde entonces, algunos halconeros mexicanos han publicado artículos, revistas completas y hasta un manual básico de cetrería. Pero no se puede omitir que, en el libro del autor español, Manuel Diego Pareja-Obregón de los Reyes, “Un Duende Llamado Gavilán, Cetrería y Aves de Presa” publicado en 1997, hay un capítulo muy bien

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documentado sobre la cetrería en México. Así mismo se reconoce la participación del Dr. Rodrigo Munro-Wilson en el Libro “La Leyenda del Águila de Harris”, obra del mismo autor, lo que confirma una vez más, la estrecha relación que existe entre México y España, países que los divide sus semejanzas, pero los une sus diferencias.

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