Los naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

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Naufragios

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NAUFRAGIOS DE ALVAR NUÑEZ: DEL DISCURSO DEL FRACASOA LA AVENTURA ANTROPOLÓGICA

BEGOÑA LETICIA GARCÍA SIERRA

ÍES El Cañaveral, Madrid

En todos los tiempos, la atracción ejercida por lugares lejanos e inexplorados ha desarrollado laimaginación de las gentes a propósito de los seres extraños que los podían habitar. La cartografíamedieval se ilustraba, en lo que eran los confines del mundo conocido, con dragones, sirenas,gigantes, tritones... y muchas veces eran los mismos exploradores los que con sus relatos avivabanla fantasía de unas gentes ansiosas por materializar fábulas inmemoriales. Desde que se produjoel descubrimiento colombino el interés por lo encontrado en el Nuevo Mundo atrajo la curiosaatención de toda Europa. Para describir e interpretar la nueva realidad se emplearon, de maneraconsciente o no, numerosos antecedentes literarios que condicionaron la visión ulterior de América,pero que a la vez revirtieron en la creación de unos textos plagados de estereotipos reconociblespor el público lector.

Fue el mismo Colón, con su Diario de a bordo y las Cartas del descubrimiento, quien comenzóla tarea de dar noticias de América, y sin duda el almirante interpretó la tierra a la que habíallegado con su memoria llena de las maravillas narradas por viajeros como Marco Polo o Johnde Mandeville, por las lecturas de Imago Mundi de Pierr d'Ailly, de la Historia Rerum UbiqueGestarum de Aeneas Sylvius Piccolomini, por la de la Biblia o de los historiadores clásicos comoPlinio el viejo o Herodoto. Tal bagaje referencial dio como resultado que creyera haber llegadoa un paraíso terreno, y que pusiera en circulación dos apreciaciones que pronto pasaron a serlugares comunes: la de América como bella tierra de abundancia y la de un indio manso y feliz.Así, podemos leer en la carta que Colón escribe en 1493 a Luis de Santángel: «[...] ellos son tansin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creerá sino el que lo viese. Ellos de cosaque tengan, pidiéndosela, jamás dicen que no, antes convidan a la persona con ello y muestrantanto amor que darán los corazones [...I».1

El hecho de interpretar la realidad con el recuerdo de lo leído puede ocasionar desajustesentre lo esperado y lo encontrado, así le ocurre a Colón cuando dice haber visto 4res sirenas quesalieron bien alto de la mar» e inmediatamente añade que no eran «tan hermosas como las pintan».2

Igualmente escribió que en las islas a las que había llegado no encontró «hombres monstrudos,como muchos pensaban» (pág. 227), entendiendo que en el siglo XVI monstrudo era sinónimo deser anormal y extraordinario, y lo que él había hallado eran sólo otros seres humanos, distintos,pero no anormales. Si Colón insistió en presentamos a aquellos primeros indios tainos que lo

1 Cristóbal Colón, Diario de a bordo, ed. conmemorativa V centenario descubrimiento de América, Barcelona,Instituto Gallach, 1992, pág. 224.

2 Diario de a bordo, ed. conmemorativa (1992), pág. 184.

Actas del VII Congreso de la AISO, 2006, 287-292

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recibieron como individuos pacíficos y bondadosos «no tienen hierro ni acero ni armas ni sonpara ello»,3 otros, como Américo Vespuccio, se encargaron de reforzar la leyenda de la existenciatanto de caníbales como de gigantes.4 De esta manera muy pronto surgió la dualidad interpretativaen torno al mundo americano y a sus habitantes, que llevó a desarrollar mitificaciones sobre laexistencia de seres terroríficos o edénicos, en un mundo bárbaro o inocente.

«VERDADES» DE ALVAR NÚÑEZ

Al hablar de Alvar Núñez Cabeza de Vaca hablamos de una de las más célebres figuras de laaventura hispana en el Nuevo Mundo. La narración de su periplo brota del fracaso de la expedi-ción capitaneada por Panfilo Narváez en 1527,5 fracaso que le llevó a vivir en situación extremadurante 8 años. Con su relato se convirtió en informador consciente de la realidad humana conque se encontró y en la que se vio obligado a sobrevivir: «Esto he querido contar porque allendeque todos los hombres desean saber las costumbres y ejercicios de los otros, los que algunasveces se vinieren a ver con ellos estén avisados de sus costumbres y ardides, que suelen no pocoaprovechar en semejantes casos».6 Su intención última no fue contar el fracaso y la deshonra detoda una expedición, sino hacerse merecedor del reconocimiento por la victoria que supone ha-ber regresado a los límites del Imperio después de recorrer cerca de dieciocho mil kilómetros deterritorio virgen y tras protagonizar una hazaña de resistencia física y adaptación cultural. Comoprueba de méritos y servicios quiso dar testimonio de lo visto y lo vivido describiendo nuevosespacios, nuevos modos de relación humana, desde su propia experiencia, siendo cautivo, merca-der, curandero, recorriendo millas solo o en compañía, integrándose, en definitiva, en un mundoprimitivo con una cultura radicalmente distinta de la de procedencia. Pero con su regreso y conel relato informativo de sus penalidades también consiguió que se tambalearan algunas célebresfabulaciones sobre América. Rompió con la creencia de que los conquistadores perdidos acababan,al pasar los años, aindiándose hasta integrarse tanto entre los nativos que llegaban incluso a serlos caciques de sus comunidades. Igualmente resultará trastocado el mito de la existencia de indiosantropófagos. Si bien había testimonios refiriendo casos de canibalismo, sobre todo en el Caribe,lo cierto es que en los Naufragios son los indígenas quienes muestran su estupor al enterarse delacto de antropofagia que efectuaron algunos de los náufragos cristianos acuciados por el hambre.Del mismo modo, en lo referente al papel del todopoderoso conquistador frente al desvalimientoindígena queda claro que en el continente americano no hay nada decidido, no están repartidoslos roles, y por ello el supuesto vencedor quedará literalmente desnudo y desarmado a mercedde los que iban a ser sometidos. La inversión de destinos es clara, y la desnudez real que sufrenNúñez y sus compañeros se convierte en la desnudez metafórica del conquistador conquistado.Es la constatación del «mundo al revés», con salvajes que lloran al ver la desgracia del blanco,con blancos caníbales que horrorizan al indio, con soldados españoles que son hechos esclavos eindios convertidos en sus amos; un mundo jamás concebido por las pulidas mentes renacentistas;un mundo con culturas enfrentadas, y donde la conquista se convierte en viaje de supervivencia através de la calamidad y el sufrimiento que ocasionan el hambre, el frío y el maltrato físico: «Fuetan extremada el hambre que allí se pasó, que muchas veces estuve tres días sin comer ningunacosa, y ellos también lo estaban y parecíame ser cosa imposible durar la vida [,..]».7

3 Carta de Colón a Luis de Santángel, en Diario de a bordo, ed. conmemorativa (1992), pág. 224.4 Colón informó en sus primeros escritos de que los indios hablaban de otros que vivían en una isla, la «segunda

a la entrada de las indias», que eran feroces y comían carne humana.5 El título originario abreviado de la edición príncipe (Zamora, 1542) es: Relación que dio Alvar Núñez Cabera

de Vaca de lo acaescido en las Yndias en la armada donde iva por govemador Pámphilo de Narbáez desde el añode veinte y siete hasta el año de treynta y seis que bolbió a Sevilla con tres de su compagnia. La alusión a Naufragiosocurre por primera vez en el encabezamiento de la paginación de la edición vallisoletana de 1555.

6 Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, ed. Juan Francisco Maura, Madrid, Cátedra, 2001, cap. XV, pág. 170.7 Naufragios, ed. Maura (2001), pág. 130.

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Otro de los mitos que la obra de Cabeza de Vaca deshizo fue el de la abundancia de oro yriquezas. La obsesión por el dorado metal había comenzado con el mismo Colón, pero lo contadopor Núñez respecto al tema resulta bastante austero, así en el capítulo III refiere haber visto unasonaja de oro, más adelante, en el XXXI, dice que recibió de los indios de un pueblo bautizadocomo «Corazones» cinco esmeraldas hechas punta de flecha, y no volverá a mencionar la existen-cia de oro hasta que ya está próximo su reencuentro con otros españoles, en el XXXII. El pro-ceso experimentado por los supervivientes de la expedición de Narváez es bastante significativo,pues si llegaron a la Florida con la idea previa de la existencia de oro, finalmente lo que másbuscan será el maíz, un maíz dorado como el oro, que los librará del hambre y sobre todo losacercará a pueblos agricultores. La América utópica de abundancia, riqueza y felicidad se desdi-buja leyendo los Naufragios para transformarse en una tierra pobre, de naturaleza hostil y durascondiciones de vida. No hay nada más que leer la obra para constatar que el paraíso soñado setrocó en infierno de penalidades, inclemencias climatológicas, escasez de alimentos y maltrato desus moradores.

Por lo que se refiere a la existencia de seres gigantescos en aquellas tierras, sí cita Cabeza deVaca haberse topado en varias ocasiones con indios de grandes proporciones, «como gigantes»,aunque tal comparación queda matizada, al menos una vez, al reconocer que quizá fuera el mu-cho miedo que tenía lo que le hizo percibir a los indios como seres descomunales: «y después demedia hora acudieron otros cien indios flecheros, que ahora ellos fuesen grandes o no, nuestromiedo les hacía parecer gigantes» (pág. 117).

Por último, hay que advertir que si los Naufragios desbarataron varios de los tópicos de laépoca, también se encargaron de alimentar la fábula de las 7 ciudades de Cíbola,8 que llevó aorganizar expediciones en su busca, como la del franciscano Marcos de Niza (1539) y la de Fran-cisco Vázquez Coronado (1540).

DEL FRACASO COLECTIVO AL CONOCIMIENTO PERSONAL

Muchos son los temas de debate que se abren a la hora de acercarse a una obra complejacomo los Naufragios, pero dejando a un lado valoraciones sobradamente tratadas por la crítica noscentraremos en las informaciones que convierten esta obra en fuente de conocimiento humano yetnográfico. Descendiendo desde la situación de privilegio y poder a la de esclavitud forzada ysupervivencia dramática, Núñez conoció como nadie el nuevo mundo, en un proceso epistemológicoo de aprehensión de la realidad circundante vivido desde dentro y en primera persona. No hizo,como otros, la crónica de las tierras conquistadas, sino de las que recorrió desnudo, y con elloaportó luz sobre gentes y lugares desconocidos. Dibujó un mosaico humano y cultural a lo largode un espacio a veces difícil de precisar; hay que tener en cuenta que él mismo confiesa haberseperdido en varias ocasiones, y también que escribe de memoria y que el texto que nos llega esun relato de muchos años de su vida reconstruido con recuerdos, donde combinaría informacióny ficción, lo cual por otro lado era habitual en el discurso histórico del siglo XVI, ya que según lapreceptiva clásica poeta e historiador no se obligaban a escribir verdad, sino verosimilitud.

Si bien la ruta exacta que siguió es un tema discutido, sí se puede afirmar que entre 1528 y1536 viajó por la geografía americana de este a oeste, atravesando territorios de los actuales estadosde Florida, Texas, Nuevo México, Arizona, Chihuahua y Sonora. Toda la expedición de Narváez llegóa la costa oeste de Florida en abril de 1528 y tras 56 días, lo hicieron a la región que los mismosindios llamaban de Apalache. A partir de ese momento las dificultades orográficas y la adversidadles llevaron a dispersarse, naufragando el grupo de Alvar Núñez, el 6 de noviembre de 1528, enuna isla que llamaron de Mal Hado, y que se sitúa en la actual bahía de Galveston.

8 En el siglo XVI se creyó que en los territorios del norte de México existían 7 ciudades que encerraban mag-níficas riquezas.

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La variedad de nombres de grupos humanos con los que tuvo contacto es más valiosa debidoal hecho de que, tras la conquista de aquellas mismas tierras por los ingleses, la mayor parte deesos grupos desaparecieran por extinción. Por ello la información legada antes de una posteriorcolonización europea más sistemática y arrolladura ha sido alabada por historiadores, antropólogosy filólogos. En tal sentido se muestran los juicios de Barrera cuando declara que esta obra «es unode los documentos más jugosos de un conquistador sobre el mundo indígena contemporáneo de laconquista [...]».' O de Carreño al decir que «ni sus experiencias, ni el contorno en que se situabanhabían sido previamente descritos».10 O el de Adorno afirmando que «sus descripciones de los gru-pos nativos son tan específicas que constituyen uno de los primeros testimonios importantes de lasculturas karankawa, avavar-caddo, coahuilteca, jumana, suma, ópata, seri, nabime y otras».11

Si enumeramos los pueblos citados por Núñez encontramos: apalaches, autes, chorrucos (chami-cos),12 quevenes, mariames (mareames), iguaces (iguases), guaycones, danguanes (deaguanes),anagados, camones (camoles), avavares, quitóles, cutalches (cutalchiches), maliacones, coayos, sau-solas (susolas), cornos, atayos, arbadaos, doguenes, mendicas, acubadaos, cuchendados, capoques(coaques), han... Por la diversidad de nombres aportados alcanzamos el primer dato informativo yvalioso: la riqueza étnica y la división social, que también será lingüística, existente en las tierraspor las que anduvo Cabeza de Vaca.13 Este hecho es destacado por Pupo-Walker cuando dice: «[• • •]el texto de Cabeza de Vaca confirmaba un vasto espectro de diversidad cultural; datos estos quediferían, en extremo, de las concepciones generalizadas que los europeos tenían de los aborígenesamericanos».14

Estos pueblos y culturas, que no fueron objeto de estudio hasta al menos 150 años después,fueron mostrados a Europa gracias al náufrago Alvar Núñez, quien no sólo dio noticia de suexistencia sino que relató aspectos referentes a sus relaciones sociales y familiares, alimentación,aspecto físico, ornamentación personal, organización social, régimen de propiedad, ritos funerarios,creencias religiosas, estrategias guerreras y armas, concepto de medicina..., en definitiva, a su cul-tura y forma de vida.15 En la obra, los primeros indios citados con precisión son los apalaches, enel capítulo V,16 y quizá los mejor descritos son los mariames, con los que estuvo 18 meses, entre1533 y 1534, y que suponen un punto de inflexión en su particular viaje, pues de ellos escapaemprendiendo su definitiva ruta de regreso a la civilización occidental.

Es interesante detenerse en comentar la visión dual que aporta Núñez sobre la naturaleza últimadel ser americano, sobre su condición humana o animal. Como hombre de su tiempo y culturaparticipaba de la dicotomía interpretativa acerca del habitante del nuevo mundo, y así combinaesas dos visiones en su obra, aunque partiendo para ello del dato fidedigno por él vivido. Laconcepción del indio como salvaje, como hombre fiero, sin sociedad ni religión, se hace manifiestaen los Naufragios cuando su autor se refiere a ellos como brutos y sin razón: «[...] sería tierra muyfructífera si fuese labrada y habitada de gente de razón» (pág. 149); <•[•••] otros hombres sin razóny tan crudos, a manera de brutos» (pág. 121). Pero las doctrinas clásicas de la Edad de Oro habíancreado la teoría interpretativa del hombre que en contacto directo con la naturaleza permanecíaen estado de primitiva inocencia. En la obra de Núñez la doble corriente interpretativa abandona

' Trinidad Barrera, «Alvar Núñez C. de Vaca, Naufragios», en Notas y comentarios sobre Alvar Núñez Cabeza deVaca, coord. Margo Glantz, México D.F., Grijalbo, 1993, pág. 182.

10 Antonio Carreño, «Naufragios, de Alvar Núñez C. de Vaca», en Glantz (1992), pág. 243.11 Rolena Adorno, «La negociación del miedo en los Naufragios de C. de Vaca», en Glantz (1992), pág. 318.12 Las alteraciones que se encuentran en los gentilicios se pueden achacar a que la obra fue escrita durante

varios años después de la aventura. Aún así sorprende el número de datos precisos que se aportan.13 Á. Núñez aprendió seis lenguas que resultaban insuficientes porque «no nos podíamos aprovechar de ellas,

porque hallamos más de mil diferencias» (pág. 195).14 Enrique Pupo-Walker, «Notas para la caracterización de un texto seminal: los Naufragios de Alvar Núñez C. de

Vaca», en Glantz (1992), pág. 288, nt. 64.15 Mariames y avavares son los grupos de Texas meridional mejor estudiados gracias a lo aportado por Núñez.16 Antes, cap. II, pág. 83, habla de indios pero sin gentilicio concreto.

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el ámbito teórico para materializarse en una realidad dual, una realidad donde hay indios cruelesy también bondadosos, donde coexiste la humanidad y la barbarie. Tras su relato no cabe unaúnica y exclusiva interpretación del indio en uno u otro sentido; tras su testimonio habrá queconsiderar la existencia de distintos tipos de indios, unos mejores que otros, pero ya no es válidala dicotomía excluyente.

Muchos fueron los indígenas que recibieron a los náufragos disparando flechas, igual que ac-tuarían con cualquiera de sus enemigos, pues hay que tener en cuenta que eran pueblos guerreros:«Todas estas gentes cuando tienen enemistades particulares [...] se matan por asechanzas y usanunos con otras grandes crueldades» (pág. 168). Por su mayor crueldad destacan los quevenes y losmariames. De los primeros huyó Lope de Oviedo por no aguantar el trato que le daban, y estosmismos mataron a Diego Dorantes, a Valdivieso y a Diego de Huelva: «[...] estando sirviéndolesfueron tan maltratados de ellos, como nunca esclavos ni hombres de ninguna suerte lo fueron. Deseis que eran, no contentos con darles muchas bofetadas y apalearlos y pelarles las barbas por supasatiempo, por sólo pasar de una casa a otra mataron tres [...]» (pág. 142).

En cuanto a los mariames, mataron a Esquivel por un sueño premonitorio que tuvo una india.Tal práctica era habitual entre ellos y les llevaba a matar incluso a sus propios hijos. De otrascrueles costumbres de este pueblo también se da noticia en el relato: arrojan a sus hijas reciénnacidas a los perros para evitar que engendren enemigos, desprecian a las mujeres y no quierentanto a sus hijos como otras tribus.

Sobre los iguaces dice que son ladrones, borrachos, mentirosos y reservan las cargas máspesadas para mujeres y ancianos; a ellos les pegaban con palos para que se ocuparan de man-tener encendidos los fuegos nocturnos y así ahuyentar los mosquitos. También crueles son loscamones, que mataron a toda la gente que iba en la barca de Peñalosa y Téllez. Pero frente a losabundantes testimonios del maltrato infligido y las brutales costumbres de algunos grupos indíge-nas, encontramos otros indios que acogen, que auxilian ofreciendo agua o comida, como los dela isla de Mal Hado (capoques y han) que lloraron de lástima más de media hora al ver cómolos cristianos perdían simultáneamente ropas y embarcación, es decir, todo. De ellos dice son 4agente del mundo que más aman a sus hijos y mejor tratamiento hacen» (pág. 126); todo el pueblollora la muerte de un vastago durante un año llegando incluso a no buscar qué comer en los tresprimeros meses tras el fallecimiento. También de los chamico, con quienes ejerció de mercader,recibirá un buen trato: «me daban de comer y me hacían buen tratamiento» (pág. 133). Lo ciertoes que tras escapar de los mariames C. de Vaca y sus compañeros empezaron a contactar connativos más amistosos, como los avavares, los agenes, y otros más, pero también hay que teneren cuenta que ya se había difundido su fama de sanadores, de chamanes, y por ello eran recibi-dos con respeto y reverencia allí donde llegaban. Y cuando por fin Alvar Núñez y los otros tressupervivientes (Alonso del Castillo, Andrés Dorantes y el negro alárabe Estebanico) cruzan el ríoSinaloa y consiguen establecer contacto con españoles o, lo que es lo mismo, consiguen regresara su civilización, se encuentra con el comportamiento violento e inhumano no de los indígenassino de las huestes de Diego Alcaraz, lo que llevará a Núñez a hacer una apología del indio enuna línea crítica y de denuncia ante los excesos que ve cometer, defendiendo la necesidad de darun trato humano a los nativos para conseguir así una conversión pacífica y no traumática que losintegre en el imperio español.

Se podría decir que Alvar Núñez se encuentra en una posición axial en el momento del reen-cuentro con su civilización, pues es un español desnudo que ha visto mudar su piel por efecto delsol, es un conquistador aindiado que no soporta el calzado, que ha cambiado su régimen alimen-ticio de manera radical y que no puede dormir ya sino en el suelo. Pero no es, sin embargo, unindio, sino un español que carece de todos los atributos del conquistador soldado; un español queno es identificado por los indios como un cristiano más porque «nosotros no teníamos codicia deninguna cosa [...] y los otros no tenían otro fin sino robar todo cuanto hallaban [...]» (pág. 205).Momentáneamente, en la ansiada circunstancia final de su aventura no pertenece ni a unos ni aotros, no es un indio, pero tampoco un conquistador español, y por ello es observado con ojos

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atónitos por los compatriotas con que se encontró. Desde esa posición interracial e intercultural, él,que ha sido un español sometido, puede entender el sufrimiento de unos indígenas violentamentetratados que necesitan huir «porque los cristianos no les matasen y hiciesen esclavos» (pág. 200);puede afirmar sentir «gran lástima» por ver gentes huidas y tierras abandonadas por temor; y tambiénpuede valorar los métodos empleados por sus compatriotas conquistadores porque él lo era.

Alvar Núñez Cabeza de Vaca, a lo largo de los años de penalidades, ha realizado un viajeespacial recorriendo miles de kilómetros, pero también ha realizado un viaje de conocimiento,conocimiento del otro, del indio y su cultura ignota, y a la vez ha realizado un reconocimiento desí mismo y de los valores que deben guiar a los españoles en la empresa americana; ha pasadode ser conquistador a convertirse en un ser humano desvalido. De ahí que, a pesar de todos lossufrimientos y penalidades soportadas, no albergue ningún rencor y abogue por una conquista deconvencimiento y no de violencia, con lo que se anticipó al famoso espíritu lascasiano: «[...] hande ser llevados con buen tratamiento, y que éste es camino muy cierto y no otro» (pág. 199).

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