Los Mercedarios en Orihuela

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Asociación de Fiestas de Moros y Cristianos Stas. Justa y Rufina

Antonio José Mazón Albarracín

Durante centurias de hostilidades con las huestes musulmanas en todas sus varian-

tes (berberiscos, granadinos, turcos, etc.), los viajeros y po-bladores de las zonas fronte-rizas se enfrentaban al grave peligro de ser tomados como cautivos; un negocio que se mantuvo pujante hasta el siglo XVIII. Esta psicosis se agudizó en nuestra gobernación por su doble frontera con el islam: la piratería berberisca por mar y las incursiones granadinas por tierra. En el apogeo de “la cruzada ibérica” nacieron dos órdenes religiosas dedicadas a la redención de presos cristia-nos, y ambas fundaron casa en Oriola: la de la Merced y la de la Santísima Trinidad.

La pésima recomposición de la portada instalada en el museo de Semana Santa y el escudo tallado sobre una co-chera en la calle Alfonso XIII nos recuerdan que, ocupando toda esa manzana, existió un impresionante convento de

LA IGLESIA Y EL CONVENTODE LOS MERCEDARIOS

mercedarios, el primer ceno-bio oriolano.1

Dicho escudo presenta en la parte superior la cruz de la catedral de Barcelona, y en la

1 BELLOT, Pedro. Anales de Orihuela II: El más antiguo de los que se conservan, exceptuando dos de templarios: uno de freires donde estaba el granero (calle López Pozas) y otro de monjas en lo que es el Hospital.

inferior las barras de Aragón; completa la talla una corona real en honor a su benefac-tor Jaume I; y es que, aunque a algunos les cueste asumir el pasado, la coyuntura territorial de Oriola al abandonar Castilla para erigirse en Gobernación General de la Corona de Ara-gón, hizo aflorar una profunda identidad catalana incremen-

Escudo mercedario del siglo XVIII en calle Alfonso XIII. (Foto: Antonio J. Mazón).

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tada durante los siglos XIV, XV y XVI en contraposición a la cultura e idioma de sus veci-nos de Murcia. A poco que se rasque en la superficie de esta Orihuela castellano-parlante, aparecen símbolos y costum-bres que permanecen escondi-dos evocando el linaje de una ciudad que, obviando la trans-formación fonética, adoptó como patrona a la mismísima virgen de Montserrat.

La orden mercedaria ysu llegada a Oriola

La orden real y militar de Nuestra Señora de la Merced nació en el primer cuarto del siglo XIII de la mano del seglar Pedro Nolasco, un mercader barcelonés obsesionado con la liberación de cautivos. Con el apoyo de Raimundo de Pe-ñafort –confesor del rey Jaume I–, fundó la orden de Santa Ma-ría de la misericordia o de la merced de los cautivos. En la catedral de Barcelona, ante su obispo, Nolasco hizo los tres votos habituales: castidad, po-breza y obediencia; añadiendo un cuarto juramento: dedicar su vida a liberar esclavos cris-tianos de manos de los segui-dores de Mahoma hasta “que-dar rehén, si fuere preciso, en lugar de un cautivo”; esta prác-tica se fue extendiendo hasta llegar a considerarse como un específico y distintivo cuarto voto de los mercedarios.

Gregorio IX la confirmó el 17 de enero de 1235 siguiendo la regla de San Agustín con las constituciones propias de una orden laical hasta que, un siglo después, se redactaron nuevas; desde entonces, la Merced es canónicamente una orden cle-rical. En poco tiempo sus fun-daciones se multiplicaron por

Aragón, Cataluña y Valencia, llegando a la villa de Oriola en torno al cambio de centuria.2

Se instalaron inicialmente en el Ravalet, concretamente en el solar que ahora ocupa San Juan de la Penitencia, con-vento de clarisas que acabó dando nombre al arrabal.3 El terreno les fue entregado por el Consell con algo de dinero que los mercedarios emplea-ron en la construcción de un convento, provisto de capilla y huerto, bajo la advocación de Santa Eulalia, la patrona de Bar-celona. Pero el modesto ceno-bio quedó fatalmente emplaza-do; la proximidad del pantano-

2 La fecha concreta depende del cronista, barajándose hasta ocho posibles: 1243, 1249, 1251, 1256, 1257, 1265 y 1286. Yo comparto la opinión de Juan Bautista Vilar que sitúa la fundación en los albores del siglo XIV, cuando Oriola se incorpora a la corona de Aragón. Así es fácil comprender la donación que les hace el Consell por recomendación real.

3 BELLOT, Pedro. “Anales de Orihuela II”: Año 474 (1474). Hizo el consejo ordenación que se fundase en Orihuela un convento de monjas, y cometió a los jurados buscasen puesto acomodado, y les pareció el mejor la casa de Santa Eulalia, donde solía estar el convento de la Merced, y allí se fundó con título de San Juan.

so Vallet4 y de las acequias de Almoradí, de Callosa, Escorrata y Escorratel configuraban un paraje insano. A ello se unió su situación extramuros, muy peligrosa durante las guerras del siglo XIV entre Castilla y Aragón.

El largo asedio a Oriola por parte del castellano Pedro I “el cruel” en 1365, dejó el monas-terio y todo el arrabal prácti-camente arruinado;5 la llama-da “Guerra de los dos Pedros” convenció a los mercedarios de que, fuera de la muralla, es-taban a merced de las enfer-medades, de los castellanos y de las correrías de los moros granadinos. Terminada la con-tienda, pasaron varios años re-clamando sin éxito una indem-nización del Consell por los estragos sufridos.

4 La que hoy conocemos como calle Ballesteros Villanueva, fue titulada originalmente como del Vallet, nombre de una zona insalubre por la acumulación de aguas muertas que comenzó a ser nivelada y desaguada en 1356.

5 La devastación de este barrio fue tal, que durante muchos años fue conocido como “el arrabal destruido”. Aprovechando la fundación del convento de clarisas y para fomentar su repoblación, el Consell lo apellidó en 1499 como: “Arrabal Moderno de San Juan Bautista”.

Esquina del convento a las calles Alfonso XIII y Ballesteros Villanueva. (Colección: Javier Sánchez Portas).

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En 1377 la villa había pro-gresado mucho; Pedro IV “el Ceremonioso” se comprome-tió a no separar más a los orio-lanos de la Corona de Aragón, otorgándoles en 1366 su con-cesión más preciada: la Gober-nación General Ultra Sexona; o lo que es lo mismo: el control independiente de los territo-rios del reino de Valencia por debajo de la línea de Jijona; en este contexto, una orden tan catalana, auspiciada por el mis-mísimo Jaume I, pronto encon-tró nuevos apoyos.

El poderoso caballero Pere Roca les cedió unas casas in-tramuros, junto a la Torre de Navalflor; pero edificar tan cerca de la muralla les acarreó algunos problemas con las ordenanzas municipales; difi-cultades que solventaron con el aval de Roca. De esta forma crecieron y se consolidaron

en un espléndi-do monasterio cuya primera iglesia fue con-sagrada en el siglo XV.6

Pero la Gue-rra de los dos Pedros no fue la única vez en que los merce-darios sufrie-ron el acoso de los castellanos. El 30 de agosto de 1521, duran-te la Guerra de las Germanías, un poderoso c o n t i n ge n t e militar, forma-do por 200 ji-netes y 6.000 infantes apoya-dos por artille-ría de campaña y gruesos ca-

ñones, marchó sobre Oriola al mando de Pedro Fajardo, mar-qués de los Vélez. En el Rin-cón de Bonanza se desarrolló una feroz batalla en la que las tropas reales aplastaron a los agermanados falleciendo más de 3.000 rebeldes; bien en la lucha, o ahogados en las aguas del Segura y sus azarbes. Te-miendo las represalias, los in-surrectos huyeron dejando la ciudad semidesierta, en manos de las tropas murcianas que se emplearon con saña, no sólo contra los agermanados, sino contra toda una ciudad a la que detestaban, un sentimien-to incrementado en los últi-mos años a consecuencia del pleito del obispado.

Los 35 revolucionarios cap-turados fueron ahorcados y

6 Hacia el año 1600 el cuarto obispo de Orihuela, José Esteve les consagró una nueva iglesia.

desmembrados; la cruel rapiña de los castellanos se mantuvo durante todo el mes de sep-tiembre con plena impunidad. Autorizados para saquear las casas de los agermanados –de las que se llevaron hasta los clavos–, pronto sus miradas se dirigieron a las ricas residen-cias de caballeros y nobles lea-les a la causa real. No pudiendo contener éstos a los murcianos que les superaban en número; armas, ropas, trigo, bestias y esclavos, todo fue susceptible de ser robado. Una vez despo-jadas las viviendas se emplea-ron con los edificios eclesiásti-cos y no cesaron hasta que no quedó absolutamente nada de valor. Toda esta epopeya y el odio visceral entre murcianos y oriolanos están magistral-mente detallados en los traba-jos del doctor en Historia Mo-derna, Antonio Carrasco.7

En el convento de la Mer-ced, que es el que nos interesa, encontraron una inesperada resistencia por parte de los frailes; está documentado el caso de un mercedario llama-do Nicasio Olivares que se en-frentó a un grupo de soldados que habían robado los corpo-rales sagrados de la sacristía para usarlos como pañuelos y que fue pisoteado. El marqués de los Vélez, según su costum-bre, entró en el templo mon-tando a caballo y arropado por mucha gente armada. Mientras paseaba por la iglesia, un sol-dado trató de arrebatar la ropa a un pobre desgraciado. Ofus-cado por la crueldad de los saqueadores, otro mercedario llamado Pedro Gómez salió en su defensa y el marqués acu-dió para increpar al fraile que, en un descuido, se hizo con la

7 h t t p : / / we b s . o n o . c o m / a n t o n i o .carrasco/06.htm

Reconstrucción de la torre en 1.911. (Colección: Javier Sánchez Portas).

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ropa y la arrojó a una sepultura abierta fuera del alcance de la soldadesca. Ante la osadía del religioso, el marqués montó en cólera y, echando mano de su lanza, intentó golpear al fraile que, evitando la lanzada y cie-go de rabia, se abalanzó sobre el noble armado con una pica. El de Fajardo, experimentado soldado, esquivó la acometida del mercedario y se dispuso a dar cuenta de él; pero Gómez desapareció por una porte-zuela que daba al claustro, es-capando de la ira de “el de los Vélez”.8

Anécdotas aparte, la fun-dación mercedaria se fue ha-ciendo más y más poderosa, monopolizando las limosnas dedicadas a los cautivos; cir-cunstancia que les enfrentó a los trinitarios, instalados en 1558 y dedicados a la misma función.9

Pero siempre pesó su anti-güedad y su origen catalán; en el siglo XVIII era una de las órdenes más acaudaladas sólo comparable a la de los predi-cadores. Los arriendos de sus tierras arrojaban pingües be-neficios, caudales que utiliza-ban para comprar más tierras, que a su vez generaban nuevos arrendamientos; en una época de auge agrícola, las cúpulas y portadas de los edificios re-ligiosos rivalizaron con las de los palacios de la nobleza; era el momento de reformar su convento que, por aquellas fe-

8 CARRASCO RODRÍGUEZ, Antonio. «Una aportación al estudio de las Germanías valencianas: El Saco de Orihuela de 1521», en Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, num. 17 (1998-99), pp. 215-230.

9 Terminaron la portada en 1580, fecha que quedó impresa en la misma; por una curiosa coincidencia, en mayo de ese año llegaba a Argel Fray Juan Gil, procurador general de los trinitarios y, tras entregar el correspondiente rescate, Miguel de Cervantes fue puesto en libertad.

chas, albergaba a 40 religiosos.

En 1747, Luis Roca y Moncada edi-ficó una “casa principal, en el sitio que es-taban las per-tenecientes a su mayorazgo” hermoseando el frontis y dan-do línea recta al edificio; la construcción del actual hotel Tudemir cam-bió la fisono-mía de la zona de los Hostales al sacar una “casa noble” al arrabal por encima de la muralla que, convertida en un obstáculo, fue desapareciendo para con-formar la que ahora es la calle Alfonso XIII. Quizás siguiendo su ejemplo, los mercedarios emprendieron la restauración de su enorme edificio conven-tual cambiando la orientación de su portada principal hacia los Hostales, en línea con el ex-tremo del palacio; lo cierto es que estas obras finalizaron en 1773.10

Desamortización y ventade iglesia y convento.

Aunque la desamortización de bienes eclesiásticos se ini-ció en 1798, el fin de esta in-solente acumulación de pro-

10 Inicialmente, la portada principal del convento debió estar anexa a la de la iglesia, como era costumbre, con salida a la plazuela. La de los Hostales se abrió en el siglo XVIII adaptándose a la nueva fisonomía de la zona.

piedades llegó bien entrado el siglo XIX. En Real Cédula publicada en la primavera de 1807, Pío VIII facultó a la arrui-nada Monarquía española para que enajenase en pública su-basta, parte de las propiedades eclesiásticas de carácter rústi-co y urbano. En esta ocasión, los mercedarios salieron bien parados con solo 15 tahúllas de huerta expropiada; sobre todo si tenemos en cuenta que al clero oriolano le desamor-tizaron más de 4.000 tahúllas, 2.000 de ellas al cabildo cate-dralicio; ojo, sólo la mitad de las que poseía.11

La puntilla llegó en marzo de 1836; por Real Decreto, los conventos y monasterios de religiosos varones quedaron

11 RAMOS VIDAL, Juan A. Democracia, economía y sociedad en la comarca del Bajo Segura durante el siglo XVIII. Caja de Ahorros de Alicante y Murcia 1980.

Retablo del altar mayor de la iglesia de la Merced anterior a la Guerra Civil. (Colección: Javier Sánchez Portas).

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suprimidos y todo su patrimo-nio, convertido en “Bienes Na-cionales”, pasó a poder del Go-bierno. Los mercedarios fue-ron exclaustrados y su conven-to e iglesia acabaron en manos de un próspero capitalista de Barcelona llamado Juan Vilare-gut que los adquirió para utili-zarlos como almacén y posada.

La iglesia permaneció ce-rrada y despojada de sus orna-mentos hasta que tres religio-sos encabezaron una piadosa empresa: a base de donativos y limosnas pretendían comprar el edificio y devolverlo al cul-to.12 Desanimados por lo cos-toso del proyecto, recurrieron al canónigo Juan Alfonso Albur-querque para que apelase ante sus parientes –la ilustre familia Roca de Togores–, recordándo-les que, antaño, tenían la sepul-tura en la Merced, en el lado del evangelio, justo debajo de la media naranja.

En 1846, Mariano Roca de Togores y Carrasco (el que dos años después fue primer mar-qués de Molins), intercedió

12 Los religiosos eran: Monserrate Linares, ex mercedario; Pedro Miravete, medio racionero de la Catedral; Trinitario Ruiz Lozano, Parroquia de Santiago.

ante su suegro Juan Roca de Togores y Alburquerque, mar-qués de Asprillas y alcalde de Valencia, que decidió, no sólo comprar el camposanto de sus antepasados, sino también costear su rehabilitación. El 11 de mayo, ante el notario de Madrid, Manuel María de Paz, formalizó la compra de la igle-sia, la sacristía y un pedazo del patio conventual por doce mil reales.

El 7 de julio comenzó la obra de restauración y embe-llecimiento del templo. Bajo los auspicios del maestro ar-quitecto Francisco Regidor y la supervisión del canónigo Alburquerque, un ejército de profesionales trabajó durante dos meses.13 Para vestirlo, in-tentaron recuperar sus orna-mentos e imágenes que esta-ban repartidos por conventos y casas particulares; el órgano, llevado a Rojales, fue sustitui-do por otro, propiedad de los trinitarios, que permanecía en

13 Los maestros alarifes Antonio García y José Andrés con sus respectivas cuadrillas; José Puerto y Mariano Mateo como herreros cerrajeros; Raimundo Córdova como pintor; José Rufete, latonero; Miguel Xaraco, organero; por último, Rafael Plá se encargó de pintar el escudo de armas de los Roca de Togores.

Santa Lucía; el crucifijo de la capilla de Letrán, depositado en Santa Justa, fue trasladado en procesión.

La fecha escogida para su reapertura con misa cantada por el canónigo Alburquerque fue –no podía ser otra–, el 24 de septiembre, festividad de la Merced. La víspera, por la no-che, tuvo lugar el traslado más importante: utilizando unas an-das, llevaron la imagen mariana que el medio racionero de la catedral Pedro Miravete, había custodiado durante ocho años en su casa de la calle Timor. Para la solemne ceremonia Miravete invitó por escrito al Ayuntamiento al completo, al Cabildo, a los cleros y a todas las autoridades civiles y milita-res, en una espectacular pro-cesión en la que participaron más de trescientas personas.14

Esta actuación demostró ser sólo un lavado de cara; abierta de nuevo al culto, tardó vein-te años en volver a amenazar ruina; tan deteriorada estaba que, en 1887, previa denuncia, el Ayuntamiento determinó que “el templo de la Merced era un peligro constante para los transeúntes y para las casas próximas”; así pues ofició al gobernador eclesiástico para que, a la mayor brevedad, pro-cediese a demoler el edificio, amenazando con hacerlo de oficio la corporación munici-pal, en el caso de no cumplir lo acordado.15

Las obras de restauración, a cargo del obispado, comen-zaron ese mismo año, abrién-dose de nuevo al culto el 4 de junio de 1893 con una misa cantada por Fernando Boné

14 ALBURQUERQUE, Juan Alfonso, Las memorias de Orihuela.

15 El Diario de Orihuela, núm. 299, 22 de Julio de 1887.

Entierro del obispo Maura contemplado por los inquilinos del exconvento mercedario en 1.910. (Colección: Javier Sánchez Portas).

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García, a quien el obispo Mau-ra nombró capellán de la Mer-ced cuatro meses después. Él mismo se encargó de consoli-dar la obra con la reparación del campanario, efectuada en 1911. Durante el siglo XX su-plió varias veces a la Catedral, actuando de parroquia cuan-do fue necesario como iglesia más cercana a la del Salvador. Abandonada a su suerte, su cú-pula se desplomó a principios de los ochenta.

Las peripecias que acaba-ron dinamitando el edificio conventual, ya convertido en viviendas, comenzaron en 1856. El comerciante catalán Juan Vilaregut había muerto y su viuda, Bibiana González Deghamante, visitó Orihuela en viaje accidental efectuado el 2 de enero. Aprovechando su estancia, apoderó a Julián Espinosa ante el notario Ma-nuel Bosca,16 para encargar-se de gestionar los múltiples arriendos de tres edificios; gra-cias a esa escritura descubri-mos que Vilaregut, además del convento de la Merced, poseía

16 AMO. Protocolo 2065, escritura 1.

otros dos, el de San Agustín y el de San Gregorio, que tras sufrir drásticas reformas, se habían convertido en viviendas, alma-cenes, tiendas, posadas y plaza de toros.17

Las propiedades del falleci-do Vilaregut acabaron en una junta de acreedores, y los tres conventos desamortizados fueron adquiridos por Antonia y Petra Vilar Pablo, dos oriola-nas de origen riojano que fir-maron la escritura ante el nota-rio de Barcelona Miguel Martí Saguita, el 28 de julio de 1869.

El 25 de junio de 1870, ante el notario Ramón Roca, las dos hermanas decidieron poner fin a la próspera sociedad llamada “Antonia Vilar y hermana”, por el matrimonio de Antonia con un sombrerero alicantino lla-mado Vicente López Durana. Petra se asoció con sus tías Braulia y Feliciana formando la

17 MAZÓN ALBARRACÍN, Antonio J/Belmonte Bas, Jorge, “Aportaciones para el estudio de los conventos de La Merced, San Agustín y San Gregorio”, Revista de Orihuela, núm. 9, año 2007. Todo el proceso de compra, partición y venta del edificio, está detalladamente explicado en el artículo. http://www.facebook.com/ajomalbaoriola.

mercantil “Petra Vilar y tías” y finalmente Petra contrajo ma-trimonio en mayo de 1875 con Ramón Pastor Crespo, factor de comercio y vecino de Ori-huela.

En agosto, Antonia reclamó su parte quedándose con el convento de San Gregorio más un trozo que segregaron del edificio más valioso, el de la Merced. Para ejecutar la com-plicada partición, contrataron a los peritos José Guardiola Picó, arquitecto municipal de Alicante, miembro de la Aca-demia de Nobles Artes de San Fernando y a Jerónimo Ros Ji-ménez, arquitecto municipal de Murcia perteneciente a la misma academia.

El 1 de octubre llevaron el acuerdo a escritura, aceptando Antonia la siguiente fracción del edificio: cincuenta metros de fachada incluyendo el cha-flán: mitad a los Hostales, mi-tad al Vallet; con cuatro casas situadas a un lado y dos y me-dia al otro; la pared divisoria interna corría desde el alféizar derecho de la puerta principal hasta la esquina de la casa de la

Iglesia de la Merced con la cúpula desplomada a principios de los ochen-ta. (Colección: Javier Sánchez Portas).

Interior del templo a principios de los ochenta. (Colección: Javier Sán-chez Portas).

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portería; allí tomaba dirección a levante por el muro del patio (incluyendo la cuadra de los civiles) hasta buscar la señal roja pintada en la fachada para dividir la casa compartida en la calle del Vallet..18

La segunda partición del edificio mercedario fue enco-mendada al maestro de obras de Alicante, Francisco Arques, encontrando muchas dificulta-des para repartirlo en igualdad por su figura irregular y anó-mala. A Petra le correspondió el fragmento comprendido desde la casa colindante -pro-piedad los herederos de Rufi-no Cascales- hasta el alféizar izquierdo de la puerta princi-pal, utilizando como linde el muro que seguía hacia el norte desde la entrada hasta la pared divisoria entre convento e igle-sia; esto incluía: cuatro casas con puerta a los Hostales; la entrada a un establecimiento de Instrucción Primaria; la co-chera de Francisco Almodóvar;

18 Este fragmento se corresponde en la actualidad a la esquina entre Alfonso XIII y Ballesteros Villanueva; comprende desde la derecha de la entrada de carruajes hasta la peluquería.

cuatro habitaciones interiores más las conocidas como Ar-chatas y Tribunal; y las mitades de la entrada principal, de los corredores, del patio, del pozo, así como de otra habitación si-tuada sobre la entrada que era parte de una fonda..19

Por último, las tías se queda-ron con la mitad de la entrada, de los corredores, del patio y del pozo; con cuatro casas completas y la compartida con Antonia todas con salida al Va-llet; con dos cocheras, una de ellas con salida a la plazuela de la Merced; con diez habita-ciones interiores a las que se accedía por la puerta principal de la calle Hostales, más otra conocida como la Carbonera.20

Resulta fácil distinguir los tres fragmentos, ya que en la actualidad están claramente di-ferenciados en aspecto y altu-

19 Esta parte es el fragmento de fachada que, muy deteriorada, se mantiene en la actualidad exceptuando el trozo en el que se construyó una casa en el primer cuarto del siglo XX.

20 En la actualidad se corresponde con el trozo que comprende desde la casa anexa a la peluquería de la calle Ballesteros Villanueva, hasta el museo de Semana Santa.

ra; cada trozo siguió un destino diferente; del correspondiente a Antonia, sabemos que su ma-rido, Vicente López Durana, presentó en el Ayuntamiento una solicitud de obras meno-res a realizar en el edificio de la Merced en septiembre de 1902.

El escaso fragmento de fa-chada que se conserva perma-nece mutilado, con su frontón y cornisas picados; de la iglesia sólo queda una burda caricatu-ra de la portada; en cuanto a su claustro conventual, inicia-do en la década de 1560 por el maestro picapedrero Her-nando Veliz, tras muchos años de ser utilizado como cuadra-cochera,21 sus añejas columnas fueron desmontadas, traslada-das y adaptadas al antiguo fo-sar de la catedral para conver-tirse en el homenaje oriolano a los “caídos por Dios y por España” en 1942.

21 En el claustro se guardaba el coche de caballos que recogía a los viajeros en la estación para trasladarlos a los Hostales.

Plano del maestro Joaquín Sánchez Ballesta en 1.902. (Archivo Municipal de Orihuela. Foto: Ajomalba).