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LOS MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN EN LA ARQUITECTURA INDUSTRIAL TEXTIL: LAS FÁBRICAS DE ALGODÓN LA COLMENA Y BARRÓN, SIGLOS XIX Y XX | 119 E l financiamiento que se le inyectó a la industria en México a partir de la segunda mitad del siglo XIX, primero por el Banco de Avío y después por los inversionistas extranjeros, permitieron la modernización de los esta- blecimientos fabriles. Diversas fábricas adquirieron maquinaria para opti- mizar el proceso productivo en sus diferentes ramos. Dichas adquisiciones requirieron no sólo de la ampliación y modificación de los edificios que las albergaron, sino también de la edificación de recursos constructivos como presas, canales y tanques contenedores que permitieron el mayor aprovechamiento de ríos y veneros. Las técnicas constructivas variaron según el giro productivo, los materiales de la región, el tipo de energía motriz empleada y el tipo de estructuras accesorias que com- plementaban a los centros manufactureros. El Porfiriato se caracterizó, por ejemplo, por las técnicas constructivas innovadoras, el uso del metal permitió levantar galerías para Los materiales de construcción en la arquitectura industrial textil: las fábricas de algodón La Colmena y Barrón, siglos XIX y XX Las técnicas constructivas variaron según el giro productivo, los materiales de la región, el tipo de energía motriz empleada y el tipo de estructuras accesorias que comple- mentaban a los centros manufactureros. El Porfiriato se caracterizó, por ejemplo, por las técnicas constructivas innovadoras; el uso del metal permitió levantar galerías para máquinas más amplias, resistentes e incombustibles, sostenidas por esbeltas columnas y techados con lámina de zinc, aligerando el peso y volumen de los edificios. El propó- sito de este trabajo es identificar el tipo de materiales constructivos que se emplearon para edificar los diferentes espacios que integraron las fábricas textiles Barrón y La Colmena. Para ello se hará un recorrido por la historia de estas dos fábricas para iden- tificar los momentos en que se construyeron y modificaron sus espacios de producción. Finalmente, tenemos la intención de mostrar el uso de los materiales de construcción a partir de un estudio de caso representativo de la industria textil mexicana. Palabras clave: historia industrial, arquitectura fabril, textiles, siglos XIX-XX. GUSTAVO BECERRIL* * Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, INAH.

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El financiamiento que se le inyectó a la industria en México a partir de lasegunda mitad del siglo XIX, primero por el Banco de Avío y después porlos inversionistas extranjeros, permitieron la modernización de los esta-blecimientos fabriles. Diversas fábricas adquirieron maquinaria para opti-mizar el proceso productivo en sus diferentes ramos. Dichas adquisiciones

requirieron no sólo de la ampliación y modificación de los edificios que las albergaron,sino también de la edificación de recursos constructivos como presas, canales y tanquescontenedores que permitieron el mayor aprovechamiento de ríos y veneros.

Las técnicas constructivas variaron según el giro productivo, los materiales de laregión, el tipo de energía motriz empleada y el tipo de estructuras accesorias que com-plementaban a los centros manufactureros. El Porfiriato se caracterizó, por ejemplo, porlas técnicas constructivas innovadoras, el uso del metal permitió levantar galerías para

Los materiales de construcción en la arquitectura industrial textil:

las fábricas de algodón La Colmena y Barrón, siglos XIX y XX

Las técnicas constructivas variaron según el giro productivo, los materiales de la región,el tipo de energía motriz empleada y el tipo de estructuras accesorias que comple-mentaban a los centros manufactureros. El Porfiriato se caracterizó, por ejemplo, porlas técnicas constructivas innovadoras; el uso del metal permitió levantar galerías paramáquinas más amplias, resistentes e incombustibles, sostenidas por esbeltas columnasy techados con lámina de zinc, aligerando el peso y volumen de los edificios. El propó-sito de este trabajo es identificar el tipo de materiales constructivos que se emplearonpara edificar los diferentes espacios que integraron las fábricas textiles Barrón y LaColmena. Para ello se hará un recorrido por la historia de estas dos fábricas para iden-tificar los momentos en que se construyeron y modificaron sus espacios de producción.Finalmente, tenemos la intención de mostrar el uso de los materiales de construccióna partir de un estudio de caso representativo de la industria textil mexicana.Palabras clave: historia industrial, arquitectura fabril, textiles, siglos XIX-XX.

GUSTAVO BECERRIL*

* Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, INAH.

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máquinas más amplias, resistentes e incombusti-bles, sostenidas por esbeltas columnas y techadoscon lámina de zinc, aligerando el peso y volumende los edificios. El ladrillo y el granito ayudaron aobtener un mejor clima interior, a aislar el ruido ya resolver el problema de almacenamiento de ma-teriales inflamables que se guardaban en compar-timentos separados y a prueba de fuego.1 Durantelos cortos lapsos de paz antes de 1887 se alentó laconstrucción, pero el mayor auge fue entre 1896 y1905, lo cual no es coincidencia: 1896 es el primeraño fiscal del México independiente con superá-vit, y 1905 marca el comienzo de la crisis económi-ca que hace frenar la construcción privada.2

El propósito de este trabajo es identificar el tipode materiales constructivos que se emplearon pa-ra edificar los diferentes espacios que integraronlas fábricas textiles Barrón (figura 1) y La Colme-na. Para ello se hará un recorrido por la historia deestas dos fábricas para identificar los momentosen que se construyeron y modificaron sus espa-cios de producción. Al mismo tiempo, destacare-

mos áreas complementarias como bodegas, ca-nales, presas y viviendas de trabajadores y admi-nistradores, entre otras. Finalmente, tenemos laintención de mostrar el uso de los materiales deconstrucción a partir de un estudio de caso repre-sentativo de la industria textil mexicana.

Las fábricas textiles Barrón y La Colmena

El ámbito económico de México en la década de1840 no fue lo suficientemente propicio para laconformación de grandes negocios en la industriatextil debido, en primera instancia, a la política li-beral de importaciones que provocó desequilibriosen las industrias menos capitalizadas, y posterior-mente porque el débil mercado de capitales abriópocas posibilidades de invertir en el ramo indus-trial y en mayor medida la intención de fundarnuevos establecimientos.

En este panorama sobresalió Archibaldo Hope,quien logró encontrar un territorio acorde para elemplazamiento de un giro industrial factible detrascender dentro del mercado de la produccióntextil mexicana. Este fue sólo el comienzo, ya quealgunos años después, de la mano de Hope, la

1 Guadalupe de la Torre y Leticia Talavera, “Arquitectura parala producción”, en Atlas cultural de México: Monumentos Histó-ricos, México, SEP/INAH/Planeta, 1987, pp. 111-112.2 Israel Katzman, Arquitectura del siglo XIX en México, México,UNAM, 1973, p. 19.

Figura 1. La fábrica Barrón en dos diferentes momentos. a) Siglo XIX. Margarita García Luna, Los orígenes de la industria en el Estado de México, Toluca, InstitutoMexiquense de Cultura, 1998, p. 68. b) Siglo XXI. Fotografía de José Gustavo Becerril Montero, 2002.

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municipalidad de Monte Bajo destacaría por suscaracterísticas industriales a partir de la construc-ción de tres fábricas textiles que, dicho sea depaso, hasta la fecha siguen en pie.

El municipio de Monte Bajo, en Tlanepantla,aunque disponía de tierras poco productivas, des-tacó por otras condiciones adecuadas y suficientespara instalar una fábrica de hilados y tejidos dealgodón. En concreto nos referimos a un caminode herradura que comunicaba a dicho municipiocon la ciudad de México. También a la existenciade cerros de tepetate —piedra— para la construc-ción y los ríos para el movimiento de ruedas hi-dráulicas que permitieron constante generaciónde energía para determinado tipo de maquinaria.

Con la fundación de la fábrica La Colmena, enlos terrenos de la hacienda de San Ildefonso, quepor cierto la compañía de Hope alquiló, cabe decirque inició la trasformación parcial de este munici-pio de agrícola a industrial. El nuevo impulso quelas fábricas alcanzaron desde la década de 1880trajo aparejada la construcción de una vía férrea

que comenzó a tenderse en 1898 y para el año si-guiente ya partía de Nonoalco y llegaba hasta SanPedro Azcapotzaltongo, inmediato a San Ildefonso.

Anteriormente, en 1885, y como se puedeapreciar en el mapa de la figura 2, el municipio deMonte Bajo estaba comunicado con Tlalnepantlapor un camino o vereda de herradura que conec-taba a San Pedro Azcapotzaltongo con México,uniendo puntos importantes como Tacuba, Azca-potzalco, la hacienda del Pedregal, Molino Viejo ySan Ildefonso. El tendido de la vía de Monte Altofue muy importante pues, en primera instancia,retomó parte de la ruta del camino de México aMonte Bajo y, a continuación, por el entronque deésta con las líneas del Ferrocarril Mexicano y elCentral Mexicano en Tlalnepantla.

Así, tenemos que estos terrenos guardaban lascondiciones para instalar una fábrica; entre ellasestaban los inmuebles de la hacienda y del antiguomolino de trigo de San Ildefonso. En concreto,podemos mencionar la existencia de grandes gale-rones donde se podían acondicionar talleres y salo-

Figura 2. Ubicación de los municipios de Monte Bajo y Monte Alto en el distrito de Tlalnepantla. Atlas geográfico y esta-dístico de los Estados Unidos Mexicanos por Antonio García Cubas, México, Debray y Sucesores, 1885.

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nes para la actividad fabril. En este mismo sentido,se reutilizaron al mismo tiempo las edificacionesdel casco de la hacienda para situar las bodegas dealmacenamiento de mercancía y materias primas.También el sistema para que funcionaran las rue-das hidráulicas del molino y la posibilidad deampliar este recurso motriz para generar energíapara la manufactura de textiles.

Otro factor tan importante y trascendente paraLa Colmena fue la abundancia de recursos natu-rales y suficientes para proveer de materiales deconstrucción, como tepetate, madera y ladrillo y,sobre todo, el caudal de agua provisto por dos ríosprincipales en la zona, como eran el río Grande yel río Chico, así como las vertientes de ambos poruna gran parte de los terrenos de la hacienda.

Con las condiciones necesarias y el capital sufi-ciente el fabricante-empresario Archivaldo Hopelogró transformar parte del entorno en un nuevomunicipio industrial que podría alcanzar el nivelparecido al de los municipios del sur de la ciudadde México: Tlalpan y San Ángel. La experienciaadquirida por Hope en esos años, y su capacidadpara relacionarse con otros fabricantes-empresa-rios, le permitió desarrollar emprendedores pro-yectos con perfil industrial. Así Hope destaca,entre las décadas de 1830 y 1850, por haber sidoaccionista industrial de la compañía La Magdale-na, Carbiere, Fama y sus Anexas,3 erigió la fábricade algodón La Colmena,4 emplazó el taller de teji-dos La Abeja en la plazuela de San Pablo y admi-nistró, igualmente, una hilandería o protofábricatextil que estaba en el Hospicio de Pobres, ambosestablecimientos en la ciudad de México. Todo in-dica que Hope decidió trasladar La Abeja a Tlalne-

pantla y ahí modificó el giro de producción al crearuna hilandería con el mismo nombre. Finalmente,junto con su hermano Cutberto fundó la fábrica delana San Ildefonso.

La instalación de su taller de tejidos La Abeja,en Tlalnepantla, y su posterior transformación enhilandería llevó a Hope a complementarla conuna factoría que tejiera los hilos manufacturadosen ella. La Colmena fue pensada como un esta-blecimiento fabril bien armado con sus distintosdepartamentos, salones y talleres para la produc-ción y manufactura de artículos de algodón. Aun-que no podemos precisar la fecha de construcciónde La Colmena, al menos sabemos que en 1846,cuando se estableció la compañía de comercio delos hermanos Hope y Mac Keon, ya estaba funcio-nando.

Al año siguiente —junio de 1847— los socios,necesitados de capital para el fomento de sus fábri-cas, acudieron al comerciante financiero españolJuan Antonio Beistegui mediante la venta de unatercera parte de la sociedad en 80,000 pesos. Hayque decir que la llegada de Beistegui contribuyóprimero en la capitalización de la sociedad paraadquirir bienes de capital importados de Euro-pa que sirvieron para refaccionar la hilandería LaAbeja con una rueda hidráulica para la generaciónde energía motriz, carreteros para devanar el hilo,y una prensa para elaborar paquetes de hilaza.5 Ladisolución de la compañía de Archibaldo Hope sehizo en 1855. El valor de estas propiedades sumó300,000 pesos.6 Ya con la administración y elfinanciamiento que otorgó Juan Antonio Beiste-gui, entre 1847 y 1854, se logró consolidar La Col-mena como una fábrica importante de la zona yno sólo eso, pues con motivo del reparto de las

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3 Mario Trujillo Bolio, Operarios fabriles en el valle de México,1864-1880. Espacio, trabajo, protesta y cultural obrera, México,El Colegio de México, 1997, p. 249.4 Junto con La Abeja alcanzó un valor de 500,000 pesos.Archivo de Notarias de México (ANM), Ramón de la Cueva,vol. 1023, f. 802.

5 Contrato de venta de una parte de la sociedad ArchibaldoHope y Compañía a Juan Antonio Beistegui, ANM, notarioRamón de la Cueva, vol. 1007, junio de 1847, fs. 590-593.6 ANM, Eduardo Galán, vol. 1911, f. 162.

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propiedades de la sociedad, Beistegui comenzó laconstrucción de otro centro fabril. La cláusulanovena de la escritura de disolución menciona:

El bordo de la presa que toma el agua para la fábri-ca de San Ildefonso queda en el dominio y propie-dad de don Archivaldo Hope y tiene derecho paraconducir desde dicho bordo toda el agua del río porla zanja de la fábrica pero sin dar al expresado bor-do mayor altura que la que hoy tiene para evitar elperjuicio que por poco ella fuese podría ocasionaral señor Beistegui el derrame del agua en el terre-no de su propiedad, principalmente por estar cons-truyendo allí una nueva fábrica.7

Beistegui dio inicio a la construcción de la fá-brica de hilados que nombró Barrón y que fue laresponsable de manufacturar el algodón que pos-teriormente tejió La Colmena. En consecuencia,dicha situación mantuvo separados los procesosproductivos principales.

Y todo parece indicar que se inició la construc-ción de Barrón en los primeros años de 1850 y quepudo ser, en un principio, de pequeñas dimensio-nes. Así lo sugiere el plano que se presenta en lafigura 3. No obstante, según los inventarios de ladécada de 1880, debió haberse ampliado durantela administración de Francisco Azurmendi. Recorde-mos que una hilandería sólo requería mecanizarel área de hilado para desarrollar las otras activida-des sin complicados sistemas tecnológicos.

En consecuencia, desde el inicio de actividadesde La Colmena encontramos muy definida la pro-ducción manufacturera. El proceso de limpieza,batanado, cardado e hilado era realizado en lafábrica Barrón, mientras que el proceso de tejido yacabado se efectuaba en la otra factoría.

Definitivamente, la cercanía territorial quetenían ambas fábricas —como se observa en el pla-no topográfico— garantizó el desplazamiento de

materias primas y manufacturas de una factoría aotra. Esto se dio a partir de carretas jaladas por ca-ballos a través de caminos de herradura y veredasque comunicaban a ambas fábricas. El coordinadofuncionamiento permitió que Barrón y La Colme-na fueran una unidad productiva, pero no cons-tructiva; es decir, hasta bien entrado el siglo XX elproceso productivo no se realizó bajo un solo te-cho, como era común en otras fábricas.

Años más tarde, con la llegada del ferrocarril aMonte Bajo, se construyó una estación en la fábri-ca La Colmena, lo que agilizó el arribo de recursoscomo materias primas, madera y carbón para elabastecimiento de calderas, la migración de traba-jadores y por supuesto la salida a otras regiones demanufacturas de ambas fábricas.

La imagen de la figura 3 muestra el plano topo-gráfico que resulta muy interesante en cuanto asímbolos que registran lo accidentado del terrenoy que, por sí mismo, permiten entender las condi-ciones geográficas de la región: los relieves de lasmontañas, el movimiento sinuoso de los ríos, ladensidad de las tierras de cultivo y la vegetación;la orografía e hidrografía en conjunción absolutacon las dos fábricas.

Destacan como elemento principal los amplioscampos repletos de magueyes que reflejan un terre-no agreste y seco. Esto contrasta con la abundanciade agua que corría por el río Grande y las vertientesque se formaban en torno a él. Debemos agregartambién que se distinguen los caminos de herradu-ra que entrelazaban ambas factorías entre sí y a suvez con el camino que llevaba al pueblo de Tlalne-pantla. El mismo plano permite conocer las dimen-siones de ambas fábricas; podemos distinguir, en elcaso de La Colmena, los patios que la integraban, elcamino para la ciudad de México y su vereda queconducía a Barrón, las huertas que al exterior teníay las viviendas de los operarios, que guardaban unacomún alineación a las afueras de la fábrica.

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7 ANM, Ramón de la Cueva, vol. 1023.

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El asentamiento de estos dos centros producti-vos textiles al interior de la hacienda de San Ilde-fonso terminó por conformar un entorno agrícola-industrial donde las fábricas lograron, a cortoplazo, proveerse de los recursos naturales sufi-cientes para hacer funcionar el engranaje produc-tivo y, al mismo tiempo, distribuir sus manufactu-ras mediante sistemas de comunicación que sereforzaron a finales del siglo XIX con el trazo de lalínea férrea que enlazó la región de Monte Bajocon Tlalnepantla y, por medio del ferrocarrilCentral Mexicano, con la ciudad de México. Así,tenemos que las fábricas de Beistegui compartie-ron los límites con ranchos como El Gavilán y elde San Miguel —y el pueblo—. Asimismo tuvovecindad con varias haciendas, como la deGuadalupe, San Mateo, el Pedregal, Sayavedra y laEncarnación.8

A la muerte de Juan Antonio Beistegui los bie-nes pasaron a manos de sus herederos, y las fábri-cas Barrón y La Colmena se contaban entre dichosbienes.9 Para ese momento el comerciante espa-ñol Francisco Azurmendi manejaba la administra-ción de ambas fábricas. El 8 de octubre de 1873 seconfirmó el remate a favor de Luciana, Genaro yNicanor Beistegui, así como de Juana Beistegui deJourdanet y doña Loreto Beistegui de Danó.

Francisco Azurmendi fue un empresario de ori-gen vasco que llegó a México en la década de1860.10 Azurmendi, conocedor de las condicionesen que se encontraban las fábricas y de su funcio-namiento administrativo y productivo, ofreció52,000 pesos por las dos quintas partes de las tie-

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8 ANM, Mariano Vega, vol. 5037, f. 247.

9 Parte de la compraventa de estas fábricas está registrada enRosa María Meyer, “Los Beistegui, especuladores y mineros,1830-1869”, en Formación y desarrollo de la burguesía en México.Siglo XIX, México, Siglo XXI, 1981, p. 125.10 http://www.arts-history.mx/banco/?id_nota=07072004133944.

Figura 3. Ubicación de las fábricas Barrón y La Colmena en el municipio de Monte Bajo, 1873. Archivo Histórico del Agua (AHA), fondoAprovechamientos Superficiales, caja 4492, exp. 59435.

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rras, agua, maquinarias y demás objetos que cons-tituyen las fábricas de algodón.11 De esta formaBarrón y La Colmena trascendieron a una terceraetapa de funcionamiento bajo la administración deFrancisco Azurmendi y, aunque la venta se diode forma fragmentada, estas fábricas lograron cre-cer bajo la mano de este empresario español.

La prosperidad de las fábricas bajo la administración de Francisco Azurmendi

En la historia industrial del Distrito Federal definales del siglo XIX la región de Monte Bajo co-menzó a sobresalir entre las regiones más impor-tantes del sur, oriente y norte del valle de Méxicopor su producción de textiles de lana y algodón.En esta demarcación las fábricas de Barrón y LaColmena —de la mano de Francisco Azurmen-di— destacaron rápidamente entre los centrostextiles más importantes del Distrito Federal ydel Estado de México. De hecho, las condicionestecnológicas y constructivas que alcanzaron en ladécada de 1880 ambas fábricas textiles les dieronun perfil funcional que se mantuvo buena partedel siglo XX.

A pesar de que Azurmendi fue propietario enun corto lapso, falleció el 19 de octubre de 1884,en ese tiempo logró desarrollar una producciónnada despreciable en ambas fábricas y consolidar-las entre las más importantes del Estado de Méxi-co, pero sobre todo elevó su valor desde el puntode vista tecnológico y comercial.

En 1885, con motivo de la división de los bie-nes de la testamentaría de Francisco Azurmendi,sus herederos formaron una sociedad mercantildenominada Viuda e hijos de Azurmendi. De lamisma manera que los herederos de Francisco dePaula Portilla se constituyeron en sociedad para

administrar la fábrica de San Ildefonso, los here-deros del comerciante español entraron al relevoadministrativo al morir éste. La experiencia de la ad-ministración de los familiares herederos congrega-dos en sociedades normalmente resultaba benéficapara el funcionamiento de las fábricas. Si observa-mos nuevamente el caso de la fábrica de lana deSan Ildefonso, la viuda e hijos de Portilla lograronsalvarla de la quiebra y el abandono técnico enque la tenían sus anteriores propietarios. En elcaso de Barrón y La Colmena, los herederos deAzurmendi no sólo las mantuvieron funcionando,sino que también lograron venderlas en un buenprecio a quien se convertiría en un magnate de laindustria textil en el valle de México a finales delsiglo XIX: Iñigo Noriega.

Bajo la administración de los herederos deAzurmendi las fábricas alcanzaron un valor fiscalde 190,000 pesos que amparaban edificios y maqui-naria: 8,000 husos y 400 telares que se movían conenergía de vapor e hidráulica. Esta capacidad tec-nológica consumía 8,000 quintales de algodón quese traían de Veracruz y Estados Unidos, los cua-les se transformaban en 50,000 piezas de algodón yempleaba 500 obreros —entre hombres, mujeresy niños— que percibían salarios de entre 37 y 25centavos. Para ese momento la sociedad erogaba44,000 pesos anuales de salarios, de 3,000 a 4,000pesos por fletes de ferrocarril, y pagaba contribu-ciones por un valor mayor a los 1,500 pesos.12

Barrón y La Colmena en el gran consorcio de los hermanos Noriega

La historia del cambio de propietario y la integra-ción de ambas fábricas en una sociedad anónimase dio cuando el 4 de febrero de 1896 la viuda de

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12 Margarita García Luna, El movimiento obrero en el Estado deMéxico. Primeras fábricas, obreros y huelgas, 1830-1910, México,UAEM, 1984, p. 166.11 ANM, Mariano Vega, vol. 5037.

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Francisco Azurmendi y sus herederos vendieronlas fábricas al comerciante y empresario asturianoIñigo Noriega. Este acontecimiento marcó un par-teaguas en la historia de estas fábricas por dosrazones: la primera, porque formaron parte de unconglomerado productivo textil; su participaciónfue importante pues se les consideró dentro de lanueva denominación cuando en 1901 se le identi-ficó como Compañía Industrial de Hilados, Tejidosy Estampados San Antonio Abad y anexas Ba-rrón y La Colmena, Sociedad Anónima. Y la se-gunda, porque dispusieron del capital y los recursosmateriales necesarios para modificar su infraes-tructura, proveerse de materia prima suficiente ydisponer de los medios de comunicación para ladistribución de sus productos.

Esta compra también redituó a los propietariosde la Compañía de San Antonio Abad porque las fá-bricas no requirieron modificaciones costosas paramejorar su funcionamiento, además que aportaronbuena parte de la producción de textiles y ventasde piezas de algodón en la estadística productiva deesta compañía.

Desde que comenzaron las actividades en Ba-rrón y La Colmena, se adquirió sistemáticamentelo necesario para manufacturar el algodón. Conta-ron, pues, con todas las innovaciones tecnológicasque se habían producido en la Revolución In-dustrial, desde finales del siglo XVIII primero enInglaterra, después en Francia y Alemania, y alpoco tiempo en Estados Unidos, lo que permitió alos propietarios dividir el proceso productivo entrelas dos unidades fabriles, de manera que en Ba-rrón —mediante el impulso hidráulico y el em-pleo de un gasómetro— se realizaron labores delimpieza, batanado, cardado e hilado del algodón,y finalmente se devanaba para entregarse a LaColmena.

En La Colmena, para la generación de energíacontaron con una turbina ubicada al interior de la

fábrica, que era abastecida por el túnel-canalconectado a una presa, ubicada en la corriente delrío La Colmena, de grandes dimensiones, cons-truida de mampostería y con una capacidad de4,500 metros cúbicos. Durante el estiaje echabanmano de una caldera multitubular marca Galaury,hecha en 1881, y un motor de vapor de CharretaHermanos, fabricado en 1883.

Barrón también dispuso de un sistema hidráu-lico articulado por una presa de menor extensión,inserta en la corriente del río Barrón y un canal deabastecimiento para la turbina. La existencia de ungasómetro nos permite pensar en que era el auxi-liar para iluminar la fábrica; sin embargo, la gene-ración de gas a partir de brea bien podría haberseutilizado para dar movimiento a mecanismos de-terminados.

La arquitectura se adecuó entonces a la fun-ción de la misma fábrica a medida que se iba defi-niendo y precisando el proceso productivo. Unaserie de fotografías tomadas por Juan AntonioAzurmendi deja testimonio de las condiciones quetenía La Colmena a finales del siglo XIX. Para 1890ya presentaba el aspecto que, por cierto, mantienehasta nuestros días.

Resulta interesante cómo se modifica el panora-ma de La Colmena según lo registran las imágenesde Juan Antonio Azurmendi. En ellas destacan lascaracterísticas rurales por la presencia de los sem-bradíos de magueyes que pudimos identificar en elcroquis de ubicación de las fábricas. En el mismosentido, encontramos otros elementos como lasmontañas y los árboles que arropan el edificio.También es claro el camino de herradura que dabaacceso a la fábrica y la simetría del edificio donde seencontraban los dos salones principales construi-dos con muros de tepetate y ladrillo intercalado, yque alcanzaban los cuatro metros de altura. El tallerde maquinistas y las instalaciones de la turbinacomplementaban el cuerpo del edificio.

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La chimenea es el elemento que sobresale dela construcción y nos indica el lugar donde seencontraba el departamento de la caldera. Segúnel documento de 1885 dicho departamento teníamuros de seis y cuatro metros de alto hechos deladrillo, piso enlozado y tragaluces y vidrieras parasu iluminación y ventilación.13

Esta imagen (figura 4), al igual que las queregistran fábricas en regiones predominantemen-te rurales, deja de manifiesto la manera como seadaptaron estos inmuebles a su entorno, a tal gra-do que parecen formar parte del panorama natu-ral. Otro elemento que identificamos es el caseríoque estaba junto al camino principal de la fábrica.

La arquitectura textil a partir de la tipología decada fábrica la podemos dividir en dos. La prime-ra fue en función de las características generalesque tenían las industrias de la época. En este sen-tido, encontramos elementos característicos comolos amplios salones, los talleres de reparación, lasbodegas para almacenaje y los patios entre los edi-ficios. La segunda estuvo relacionada con el desa-rrollo que habían alcanzado las fábricas como paramodificar su entorno; en concreto, la disposiciónde vías de comunicación entre las que encontra-mos las líneas férreas, caminos de herradura o ríos

navegables. De igual forma, algunas de estas fábri-cas podían disponer de viviendas para los admi-nistradores, los empleados o los trabajadores.

Se obtiene igualmente una edificación com-pleta de dos niveles, donde sobresale la típica chi-menea del departamento de calderas. Al exterior,edificaciones semejantes a los caseríos de obrerosseparan la fábrica del pueblo que se fundó poste-riormente.

Panorama general de los materiales de construcción en las fábricas textiles

Las fábricas textiles de finales del siglo XIX consti-tuyeron un verdadero catálogo de materiales deconstrucción. No obstante, la prosperidad de laarquitectura en los últimos años del Virreinato fueparalela al auge de la minería, el comercio y laindustria. La labor de Lucas Alamán al frente delBanco de Avío produjo cierto incremento en lasconstrucciones fabriles.14

Algunas de estas fábricas se instalaron en anti-guos edificios construidos durante el Virreinato dela Nueva España. La solidez que proyectaban ensus muros estas construcciones estuvo estrecha-mente ligada con la idea de una fábrica de grandesdimensiones y con la fuerza necesaria para alber-gar varias toneladas de maquinaria, así como gran-des contingentes de obreros. Sin embargo, otrosfueron diseñados ex profeso para la manufactura detextiles, por lo que fueron empleados diversosmateriales constructivos. Estos establecimientoscontaron con sólidos talleres de piedra de unaplanta y edificios que albergaron varios salones, dedos o tres niveles, con muros de ladrillo y colum-nas de hierro.

La madera, por su ligereza, predominó en lospisos en plantas altas o en techos de viguería. La

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13 ANM, José María Ocampo, vol. 3335. 14 Israel Katzman, op. cit., p. 18.

Figura 4. Vista general de la fábrica La Colmena, 1900. Sinafo, colección JuanAntonio Azurmendi, ca. 1900.

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lámina sustituyó a la madera en techos, sobre todoen las áreas de trabajo. La loza fue la soluciónideal para las áreas de trabajo en niveles bajos. Noolvidemos la importante cantidad de vidrio engrandes vanos para la entrada de luz solar.

La mampostería de piedra, material tradicionalde construcción, continuó como estructura enbuena parte de las fábricas de finales del siglo XIX.Aunque el ladrillo y el tepetate ganaron terreno enlos muros de edificios fabriles enteros, la piedra semantuvo en los cimientos y arranques de variadasáreas de trabajo. La ligereza que brindaba el tepe-tate, material abundante en el valle de México,permitió la construcción de edificios de varios ni-veles que, complementado con los pisos de made-ra y los techos de lámina, optimizaron las fincasindustriales.

Aunque las innovaciones tecnológicas en ma-teria de construcción adoptaron materiales másresistentes como el hierro, la madera continuósiendo el material por excelencia en las áreas detrabajo de las fábricas textiles. A sus cualidadesnaturales de aislamiento térmico y acústico se leaunaron la facilidad de instalación y la economíaen costo.15 Fábricas como Barrón y La Colmena,en la municipalidad de Monte Bajo, se construye-ron con madera de la región: oyamel en la duela delos departamentos de trabajo y columnas de cedroalternadas con columnas de hierro.16 El bosque dela Sierra de las Cruces dotaba a esta región de im-portantes cantidades de madera, y estas fábricas nosólo la aprovechaban como material de construc-ción sino también como combustible para máqui-nas de vapor, como fue el caso del ocote. Ambostipos de madera17 constituían la base de construc-

ción más común en la ciudad de México y sus alre-dedores.

La losa alternó su uso junto a la madera paralos pisos de los salones y talleres. Poco a poco lalosa fue sustituyendo a la madera que requeríacuidados especiales contra la humedad y su des-trucción por putrefacción. La resistencia de la losay su terminado alternó, al mismo tiempo, durabi-lidad y belleza para espacios productivos, tallerescomo carpinterías y herramientas, y hasta en áreasdonde el material se sometía a usos rudos como elgasómetro y los depósitos de brea.18

Las fábricas Barrón y La Colmena: sus áreas arquitectónicas y materiales de construcción

El desarrollo tecnológico y productivo que alcan-zaron estas fábricas quedó de manifiesto en docu-mentos de la época. Esto lo constata, además delas estadísticas, el inventario de sus existenciasque se practicó el 31 de diciembre de 1884, y quese hizo con el objetivo de dividir los bienes de latestamentaría de Francisco Azurmendi con moti-vo de su muerte, y quien sobresalió como un pro-pietario emprendedor de estas fábricas entre 1874y 1884.

Hay que destacar que cuando se elaboró elinventario en ambas fábricas La Colmena estabapor alcanzar los 40 años de funcionamiento, ycomo lo podemos verificar ambas fábricas se en-contraban perfectamente equipadas y con ma-quinaria aceptable. Aunque identificamos en lamaquinaria un equilibrio entre los artefactos re-cientemente adquiridos y los que el valuadordenominó como “antiguos o muy usados”, no obs-tante el inventario de Barrón y La Colmena esenriquecedor para la historia de la tecnología y la

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15 G. Baud, Tecnología de la construcción, Barcelona, Blume,1978, p. 182.16 ANM, José María Ocampo, vol. 3335.17 El Arte y la Ciencia. Revista mensual de Bellas Artes e Ingenie-ría (1899-1907), México, Imprenta Fototipia de la Secretaría deFomento, 1907, pp. 71-72. 18 ANM, José María Ocampo, vol. 3335.

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innovación textil para conocer lo que fueron loscentros textiles de la comarca en esos momentos.

La valía de este documento radica no sólo ensu extensión, sino también en la especificidad de sudescripción, ya que nos da a conocer cómo eranlas fábricas de la zona norte del valle de Méxicoprevio al despegue industrial de la rama de los tex-tiles en México; en este caso, el inicio de la meca-nización de prácticamente todo el proceso produc-tivo. Lo anterior contrastó de manera importantecon la incursión de la energía eléctrica, lo que dioun mayor nivel tecnológico a esta industria.

Para ello debemos hacer referencia, en prime-ra instancia, a las dimensiones de las instalacionesde las plantas productivas de Barrón y LaColmena. De igual forma hay que identificar pun-tualmente la situación en que se encontraban sumaquinaria y equipo, la diversidad de los materia-les de construcción implementados en sus edifi-cios y las medidas de cada área de trabajo. Lavariedad de manufacturas que producía e infor-mación sobre las materias primas utilizadas desdelas pacas de algodón hasta los químicos y refac-ciones necesarias para la maquinaria.

Encontramos, por ejemplo, que para 1884 la fá-brica de hilados Barrón contaba con una plantaconstituida por dos niveles que daba cabida a dosdepartamentos, en la planta baja, y tres más en elprimer nivel. Ambos departamentos suficiente-mente amplios para dar cabida a la producción dehilo de algodón que posteriormente era enviado,para tejerse, en La Colmena. Aquella factoría, aun-que de menores dimensiones que la última, contócon despacho, guardarropa, carpintería, hojalate-ría y herrería para refaccionar maquinaria.Además, se distinguen habitaciones para los em-pleados y administrador de la fábrica, y obras hi-dráulicas como presa de mampostería y cañosconductores de agua.19

Por otra parte, La Colmena era de mayores di-mensiones, como lo podemos ver en la figura 5. Se-gún el inventario, la misma disponía de tres edifi-cios: dos para la manufactura y acabado de piezasde algodón y la otra para almacenamiento y talleresde refacción. Así, el edificio de mayores dimensio-nes lo ocuparon dos salones donde se repartían los

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19 Idem.

Figura 5. Plano de distribución de las construcciones de la fábrica La Colmena, 1873. ANM, Juan M. Villela, vol. 1 de1896, f. 101.

Camino hacia la fábricaBarrón

Río Chico

LaColmena

Camino para México

AHNM, Juan M. Villela, vol. 1 de 1898, f. 101.Plano tomado del Plano Topográfico de la Hacienda deSan Ildefonso llamada de Molino Viejo en la cual se ha-llan ubicadas las fábricas de hilados de algodón La Col-mena y Barrón. Municipalidad de Monte Bajo. Distrito deTlalnepantla, Estado de México.Levantado por el ingeniero Fco. de Garay en enero de1873.

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más de 400 telares que manufacturaban el hilo pro-veniente de la fábrica Barrón. El taller de maqui-nistas complementaba este edificio. Un segundoedificio tenía una variedad de departamentos, salo-nes y despachos para la preparación de la trama, elalmacenamiento y los departamentos de la calderay maquinaria. Contaba también con las bodegas deartefactos; el leñero y los talleres de carpintería,herrería y hojalatería complementaban las plantasde producción y reparación en esta factoría.

Un elemento constante que registró el ingenie-ro Garay en el plano de la figura 5 son las vivien-das o caseríos de los trabajadores que se ubicaronen las inmediaciones de la fábrica, cerca del cami-no hacia México y del río Chico. Este elemento,como ya se ha mencionado, fue recurrente en lasfábricas que ya hemos abordado; sin embargo, elejemplo que nos presentan estas fábricas nos per-miten ir más a fondo en torno a este elementoconstructivo de las fábricas textiles del siglo XIX.

Las condiciones de vida que tenían los obrerosen sus viviendas estaban muy alejadas de lo quepromovían propietarios e ingenieros en Europa afinales del siglo XIX. Durante el Congreso de higieneindustrial realizado en París en 1899, el ingenieroCacheux proponía dos opciones para resolver el pro-blema de insalubridad de las viviendas obreras: 1)generalizar la construcción de pequeñas casas vendi-das en anualidades, y 2) la fundación de cajas deahorros populares para facilitar la construcciónde viviendas a bajo costo. La idea principal, como locomentaba Cacheux, era la construcción de exten-sas ciudades espaciosas y “bien airadas”, según elmodelo de las ciudades inglesas.20

Para el caso mexicano, entre 1864 y 1884, lospropietarios contaron con terrenos que destinarona la construcción de viviendas que albergaban una

proporción considerable de trabajadores y susfamilias; el alquiler de cuartos era parte del sistemacoercitivo que aseguraba mano de obra a las fábri-cas. Algunos años después la demanda de opera-rios era tal que los asentamientos se extendieron alos pueblos vecinos de los centros manufacture-ros.21 Fábricas como La Magdalena Contreras, LaHormiga, Miraflores, La Colmena y San Ildefonsodestinaron, durante los trabajos de ampliación ensus instalaciones, lugares para albergar a los nue-vos contingentes de obreros.22

Los caseríos de obreros normalmente estabancompuestos de uno o dos cuartos. El caserío de lafábrica de papel Santa Teresa, por ejemplo, disponíade dos tipos diferentes de viviendas; ambos teníandos cuartos con pequeñas ventanas que medíanentre los cuatro metros de largo y los tres de ancho,y estaban techados con teja o lámina. Sin embargo,tenían malas condiciones de conservación, ya queaparecían goteras en los techos que humedecíanpisos y paredes, o disponían de láminas viejas.23

Estas casas se rentaban a los obreros, y en muchasocasiones la insuficiencia de las mismas provocabaaglomeraciones en su interior, lo que ocasionabaque varios trabajadores durmieran sobre el suelo.

Inmediata a la fábrica Santa Teresa, en la fábricade Peña Pobre encontramos algunas diferencias.Aquí los obreros y sus familias vivían en rancherías

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20 La Gaceta Comercial: diario mercantil, industrial y de noticias(1899-1901), México, Imprenta de Fernando Luis J. De Elizal-de, 1899, p. 1.

Figura 6. Casa de los administradores y propietarios en San Ildefonso. Compa-ñía de San Ildefonso, S. A., s/f. Biblioteca del Archivo Histórico del Palacio deMinería, fondo Asociación de Ingenieros y Arquitectos (BAHPM-AIA).

21 Mario Trujillo Bolio, op. cit., p. 90.22 Ibidem, p. 92.23 Verena Radkau, “La Fama” y la vida, una fábrica y sus obre-ras, México, CIESAS, 1984, p. 62.

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que les proporcionaba la empresa. Estas vivien-das, que constaban de un cuarto grande y una “co-cinita de humo”, se encontraban frente a la fábri-ca y disponían de cierta cantidad de surcos dondesembraban maíz, fríjol y calabaza que se repartíansegún el tamaño de cada familia.24

La Colmena también dispuso de viviendas se-mejantes. Sin embargo, destacó más por la casaque ocupaba la familia Azurmendi. Ésta se distin-guía por encontrarse al interior de la fábrica y contarcon lujosas recámaras perfectamente amuebladasy dispuestas con todos los servicios.25 Este tipo deviviendas fueron representativas en fábricas comoSan Ildefonso y El Caballito. La casa de la fábricaLa Colmena destacó porque se inventarió en undocumento notarial y, a partir del mismo, pode-mos conocer un ejemplo de la tipología de vivien-das que habitaban propietarios y administradores.Sus características son de por sí interesantes, perodestacan más porque sabemos muy poco dedichas casas. Por ejemplo, la casa de la fábrica SanIldefonso (figura 6) disponía de dos entradas conescalinatas y varios ventanales. Actualmente esteespacio lo ocupan las oficinas administrativas.

Esta casa, propiedad de la familia Azurmendi,tenía cinco recámaras. La principal disponía de uncatre de latón, sofá, ropero, baño con tina, vestidory accesorios, que en total alcanzaban un valor de139 pesos. Las demás recámaras contaban concatres de hierro, cama de latón, candeleros de pla-qué, tocadores con cómodas, mesas, sillas de beju-co y capulín, sillones, espejos, cuadros de santos,sofás, tapetes, bacinicas de porcelana y peltre,escupideras y cómodas, entre otras cosas.

Complementaba a esta casa bien amueblada,una sala con sillas de bejuco, mesa tortuga y sofá

de tafilete. Además, otros accesorios como espejos,tapetes, floreros, consolas, cuadros, floreros y ca-nastillas de flores, así como lo necesario para jugarajedrez y lotería. Su comedor estaba equipado contodo lo necesario para la alimentación de sus habi-tantes y algunos invitados, pues disponía de unamesa con 12 sillas americanas y utensilios comoplatos trinches, soperos, platones y cafeteras depeltre. Además detentaban artículos de lujo comoensaladeras, compoteras, raboneras, dulceras decristal y copas para champagne. Inmediato se en-contraba la cocina, dotada con molinos, destilade-ras de agua, parrillas, metates y un semillero.

De igual manera que la fábrica El Caballito, dis-puso de espacios singulares como la biblioteca y elinvernadero. La Colmena tenía dispuesta una salade billar con una mesa con un valor de 100 pesos,un cuarto de planchas, cochera, mirador y un ora-torio. Este último estaba equipado con un lienzode la virgen de Guadalupe, una escultura de LaDolorosa, y se complementaba con crucifijos, flo-reros, ornamentos y todo lo necesario para oficiarceremonias religiosas, incluido un confesiona-rio.26 El lujo de todos los muebles y accesorios dela casa de La Colmena alcanzó un valor de 1,798pesos, significativo si consideramos que la maqui-naria estaba valuada en 9,000 pesos.

Las listas del inventario indican, de maneraseparada, con lo que contó cada uno de los com-plejos industriales. En primer término, mencione-mos que La Colmena poseía una amplia área de12,900 metros cuadrados, mientras que Barróntenía una superficie menor con un total de 4,800metros cuadrados. La misma descripción nos llevaa conocer las partes estructurales de ambas fábri-cas, desde los espacios administrativos y producti-vos hasta los mecanismos de impulso motriz o lasáreas de vivienda. Algo que resulta interesante es la

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24 Victoria Novelo, “Fábricas de papel”, en Arqueología de laindustria en México, México, Museo Nacional de las CulturasPopulares/SEP, 1985, pp. 242-243.25 Verena Radkau, op. cit., p. 19. 26 ANM, José María Ocampo, vol. 3335.

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posibilidad de identificar los nombres de los espa-cios, las dimensiones de cada uno y los materialesconstructivos empleados en ellos.

En consecuencia, tenemos que las fábricasBarrón y La Colmena se componían de amplios eiluminados salones con muros de ladrillo e hilerasde ventanas, cuartos y despachos de menores di-mensiones para manufacturar y almacenar la tra-ma del tejido, talleres con abundantes pilares quesostenían sus techumbres, departamentos de tra-bajo con pisos de diferentes materiales de cons-trucción con columnas de hierro e iluminados contragaluces, construcciones accesorias para refac-cionar maquinaria como carpintería, herrería yhojalatería, así como bodegas para almacenar le-ña, refacciones para maquinaria, materia prima ypiezas manufacturadas.

Barrón se componía de dos patios. En el pri-mero se encontraba el edificio donde se desarro-llaban las actividades productivas principales ytenía las siguientes características: un gran salónen planta baja formado por varios departamentos(el primero de carretes y devanadores, el segundode pabiladores y cardas, y el último de herra-mientas). En otra sección los departamentos debatientes y cochinos, donde se limpiaba el algo-dón, antecedían al taller de carpintería y a algunashabitaciones; las amplias bodegas separaban estaparte de las áreas de hojalatería y el gasómetro. Elportal de un segundo patio daba entrada al depósi-to de brea que abastecía al gasómetro.27 El comple-jo productivo era complementado por los lugarescomunes, el cárcamo, el depósito de herrería y lahabitación del propietario que tenía dos departa-mentos.

Las principales características que encontra-mos en los edificios industriales era la solidez enla base y la estructura de los edificios, la ligereza

en sus muros, pisos y techos, mayor ventilación eiluminación en ventanales y techos, el aprovecha-miento de sus propiedades térmicas, aislantes oinflamables, pero sobre todo que existiera en lasinmediaciones del municipio y fuese lo más eco-nómico posible.

Las paredes de los departamentos eran cons-truidos en piedra, misma que se colocaba desde labase de los muros para dar fuerza a los edificios. Loanterior se reforzaba con columnas de mamposte-ría. El tepetate era el complemento ideal, ya que ofre-cía ligereza, pero sobre todo economía, porqueera uno de los materiales más baratos que se em-pleaban en la construcción y se obtenía en la mis-ma zona donde se instaló la fábrica. La zona nortedel Distrito Federal se caracterizó por disponer debuenos yacimientos de tepetate; Monte Bajo y Mon-te Alto disponían de terrenos y cerros tepetatosos28

que abastecieron lo necesario para la construcciónde estas fábricas, y cercano a la capital por el rum-bo de Azcapotzalco se encontraba una veta impor-tante de tepetate de buena calidad.29

Los pisos normalmente se recubrían con ma-dera y losa. La madera, además de ser económica,era fácil de instalar y de moldear y proporcionabaescaso peso propio;30 por ello no es extraño encon-trar además de pisos, escaleras, columnas y pilas-tras de madera, sobre todo en los últimos pisos delas fábricas, pues no agregaba demasiado peso a labase de los edificios. En el municipio donde seencontraban Barrón y La Colmena abundaban losárboles como el ocote y el oyamel; su madera eracomúnmente utilizada en el país para la elabo-ración de duela; por lo tanto, los pisos de estasfábricas llegaron a ser de este tipo. La madera propor-

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27 Idem.

28 Manuel Orozco y Berra, Apéndice al diccionario universal dehistoria y de geografía. Colección de artículos relativos a la Repú-blica Mexicana, México, Imprenta de J. M. Andrade y F.Escalante, 1856, t. II, p. 875.29 El Arte y la Ciencia…, op. cit., vol. VI, núm. 4, 1904, p. 54.30 G. Baud, op. cit., pp. 182-183.

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cionaba tres características a las construcciones:sencillez en su instalación, facilidad para darle for-ma y escaso peso propio. Además ofrecía cualida-des naturales de aislamiento térmico y acústico.31

El hierro también se empleó para las estructurasde los edificios; de esta forma podemos encontrar pi-lastras, columnas, puertas y rejas. En la década de1880, el uso del hierro colado estaba en pleno auge.La característica primordial del hierro fundido era sumaleabilidad, lo que permitió la elaboración de lasformas más complejas para adaptarlas a las necesi-dades de las construcciones industriales.32 En 1907las publicaciones periódicas registraban la edifi-cación de fábricas y talleres como síntoma de la evo-lución de la implementación del hierro y el acero:“[…] el acero se utilizaba perfectamente para las ci-mentaciones, postes, trabes, viguetas, placas y demáselementos constructivos del esqueleto metálico”.33

Finalmente, la combinación de la teja, el ladrillo y elhierro garantizaban la resistencia al fuego, funda-mental para la seguridad en estas fábricas.34

El ladrillo es otro material característico de lasfábricas del siglo XIX, y en Barrón se empleó estematerial en algunos pisos de departamentos, aun-que en menor grado de los que podríamos esperar.No obstante algunas imágenes de fábricas, y con-forme lo manifestaban los manuales de ingenierosy arquitectos, se podía encontrar el ladrillo en los án-gulos de los edificios, pilastras, cornisas, contornosde las puertas y ventanas, arcos, cisternas o algi-bes, y en todas las penetraciones de los muros(tabla 1).

Como podemos observar, la presencia de la pie-dra es constante, mientras que el ladrillo sólo seaplica en pisos. La alternancia de materiales,como columnas de madera y hierro, será más cla-ra. El tepetate se explica a partir de la abundanciade dicho material en la zona inmediata a donde seestableció esta fábrica.

Por otra parte, La Colmena también fue cons-truida con los mismos materiales. En esta otra fá-brica, a diferencia de la anterior, se implementó eltepetate y el ladrillo intercalados en los muros deledificio mayor, que se componía de dos salones yun taller de maquinistas. La madera se utilizó paralos pisos y pilares de ambos salones, mientras queen el taller el piso era de losa. Inmediato a este edi-

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31 Eureka. Cómo y cuándo se realizaron los grandes inventos,Madrid, Labor, 1975, pp. 182-183.32 El Arte y la Ciencia…, op. cit., 1907, p. 91.33 Ibidem, p. 89.34 Eureka, op. cit., p. 85.

Tabla 1. Materiales de construcción en la fábrica Barrón, 1885

Techos y soportes

n/en/eColumnas de madera y hierroColumnas de madera y hierron/en/en/eLáminas de zincTejamanil

Pisos

Losa y maderaMaderaMaderaMaderaLosaLadrillo y losaLosaLosaLosa y empedrado

Área

GuardarropaCarretes y devanaderasPabiladores (42 ventanas)CardasCochino y batientesCarpinteríaBodegasGasómetroDepósito de brea

Muros

PiedraPiedraPiedra y tepetateTepetate y piedraTepetateTepetatePiedra y tepetatePiedraTepetate

Fuente: ANM, José María Ocampo, vol. 3335. n/e: no especifica.

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ficio se encontraba el cubo de mampostería queguardaba la turbina y las conexiones de tubos dehierro para el abasto del agua del río La Colmena.

En las siguientes áreas destacaron elementosconstructivos variados, de tal forma que el patioque daba entrada a los salones anteriores disponíade muros enlosados con su techumbre de hierro;el departamento de engomado tenía columnas dehierro colado y cuatro tragaluces; el departamentode caldera estaba construido en ladrillo, y el demaquinaria ostentaba, además de los dos tragalu-ces, dos lienzos de vidriera para iluminar esteespacio; los pasillos y patios eran enlosados, mien-tras el leñero era de tabique con tejado de zinc; lasbodegas del taller de maquinistas contenían pila-res de madera, el de carpintería piso de madera, elde herrería chimenea y fragua (tabla 2).35

A diferencia de la anterior, en La Colmena elladrillo es el material base para la mayor parte delos edificios, y en conjunto con el tepetate propor-cionaban ligereza a la construcción. Los materia-les tradicionales como la madera siguen siendoimportantes, sobre todo en los acabados y en los

pisos superiores, mientras que el piso de losa erael complemento a dichos acabados en los diferen-tes salones y talleres. Las columnas de hierro y lostechos de zinc aportaron la parte novedosa a estasconstrucciones.

Las diferentes técnicas constructivas y los mate-riales que identificamos en ambas fábricas indican,por un lado, que se dispuso de materiales de origendel municipio, y la presencia del hierro, el ladrillo yla lámina de zinc nos habla de una posible actuali-zación de algunos departamentos y salones entre lasdécadas de 1870 y 1880. En este sentido podemoshablar de fábricas modernas e innovadoras en el usode nuevos materiales de construcción, pero mante-niendo los tradicionales materiales de la región.

La identificación de los materiales de construc-ción en documentos escritos es fundamental nosólo para el estudio de la construcción de estasfábricas en diferentes etapas históricas, sino tam-bién para la restauración de los edificios y, por lotanto, se convierten en lectura obligada para losarquitectos y restauradores que intervienen di-chos monumentos históricos.

Tabla 2. Materiales de construcción en la fábrica La Colmena, 1885

Techos y soportes

Pilares de maderaPilares de maderan/eColumnas de hierro vaciadosLáminas de zinc

Pisos

MaderaMadera y enlosadosEnlosadoEnlosadon/e

Área

Primer salónSegundo salónTaller de maquinistasEngomadorLeñero

Muros

Tepetate y ladrillo intercaladoTepetate y ladrillo intercaladoTepetate y ladrillon/eTabique

Fuente: ANM, José María Ocampo, vol. 3335. n/e: no especifica.

35 ANM, José María Ocampo, vol. 3335.