LOS INMIGRANTES, POESÍAS COMPLETAS DE NORBERTO JAMES RAWLINGS, REP. DOMINICANA
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Título del Libro
BIBLIOTECA
DIGITAL DE
AQUILES JULIÁN
Muestrario de
Poesía 68 Biblioteca Digital
Norberto James
Los inmigrantes -Poesías completas-
Rawlings
2
Edición Digital Gratuita
distribuida por Internet
Coeditores: MÉXICO
Fernando Ruiz Granados ARGENTINA
Francisco A. Chiroleu Patricia del Carmen Oroño
Ángel Balzarino Fernando Sorrentino Claudia Martin Trazar ESTADOS UNIDOS José Acosta Aníbal Rosario
José Alejandro Peña César Sánchez Beras
ESPAÑA Henriette Wiese Giulia De Sarlo María Caballero Elena Guichot
Teresa Sánchez Carmona Losu Moracho Rocío Parada HONDURAS
Dardo Justino Rodríguez VENEZUELA
Milagros Hernández URUGUAY
Marta de Arévalo APLA Uruguay COLOMBIA
Ernesto Franco Gómez Julio Cuervo Escobar
PERU Luis Daniel Gutiérrez
Nicolás Hidrogo Navarro Juan C. Paredes Azañero REPÚBLICA DOMINICANA Eduardo Gautreau de Windt
Félix Villalona Cándida Figuereo Enrique Eusebio Efraím Castillo
Oscar Holguín-Veras Tabar Carmen Rosa Estrada Roberto Adames Valentín Amaro
Juan Freddy Armando Sélvido Candelaria NICARAGUA
Radhamés Reyes-Vásquez CHILE
Claudio Vidal Eliana Segura Vega Astrid Fugellie Gezan
SUIZA Ulises Varsovia HOLANDA
Pablo Garrido Bravo PUERTO RICO
Mairym Cruz-Bernal ECUADOR Anace Blum EL SALVADOR Manuel Sigarán COSTA RICA
Ramón Mena Moya
Los inmigrantes Poesías Completas Norberto James, Rep. Dominicana
Editor: Aquiles Julián,
República Dominicana. Primera edición: Abril 2011 Santo Domingo, República Dominicana
Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se envía por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han escrito los textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes calzan con su firma los artículos. Agradecemos la benevolencia de permitirnos reproducir estos textos para promover e interesar a un mayor número de lectores en la riqueza de la obra del autor al que homenajeamos en la edición.
Este e-libro es cortesía de:
Libros de Regalo
EDITORA DIGITAL GRATUITA
Escríbenos al e-mail [email protected]
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Los inmigrantes
Poesías completas
Norberto James Rawlings
Muestrario de
Poesía 68
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© 2011 Libros de Regalo, editorial digital sin fines de lucro.
Colección Muestrario de Poesía.
Edición a cargo de Aquiles Julián.
1ª edición, abril 2011
Editado en Rep. Dominicana
Se autoriza la reproducción parcial o total de esta obra y su difusión.
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A Beth y a mis herederos Malva, Ruth, Tito y mi
nieto Rey
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Índice
Las Poesías Completas de Norberto James Rawlings / Aquiles Julián 8 SOBRE LA MARCHA 23 Sobre la marcha 25 II 26 III 27 IV 28 V 29 VI 30 VII 31 VIII 32 IX 33 X 34 XI 35 XII 36 XIII 37 XIV 38 XV 39 XVI 40 Poema 1 42
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II 44 Poema 2 45 Poema 3 46 Poema 4 47 Retorno inesperado 49 Si me ves llegar 50 Te sentí venir 51 Tendrás derecho 53 Silencio para el canto 55 Canto para ahuyentar el miedo 57 Los vencidos 59 El precio 60 Uno a uno 61 II 62 Los inmigrantes 64 Quien no recuerde 68 LA PROVINCIA SUBLEVADA 70 I 72 II 73 III 74 IV 75 V 76 VI 77 VII 78 VIII 79 IX 80 X 81 XI 82 XII 83 XIII 84 XIV 85 XV 86 XVI 87
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XVII 88 XVIII 89 XIX 90 I 91 II 92 III 93 IV 94 V 95 VIVIR 96 Recién llegados 98 Lo recuperable del pasado 99 Quién ha de rescatar el grito 100 Noviembre 101 Ejercicio de ternura 102 A orillas del Sena 103 Pavesas 104 Bandada 105 No sé quién sea 106 Vedado 107 A un niño vietnamita 108 Fuego en que ardemos 109 Hábito de sueños 110 Tu ciudad 111 Ozama 112 Deja caer una flor 113 Aire propicio 114 Flor de fuego 115 Pequeña elegía a Joe Bass 116 Pasajera 118 LECCIONES PARA UNA AUSENCIA 119 Los márgenes del sueño 120
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Historia propia 121 Cada noche 122 Postdata 123 Primera carta 124 Amuleto 126 De tu pelo 127 Nosotros 128 Tu habitación 129 Guardo cielo en los ojos 130 Las nostalgias también cambian de lugar 131 Oscuro mapa es mi espalda 132 Ganancias y pérdidas 133 Domingo 134 Mirada seca 135 La casa 136 De tarde en tarde 138 Imagen lejana 139 LA URDIMBRE DEL SILENCIO 140 Prioridades 143 Sparks street 144 Voluntad de luz 145 Vía Crucis 146 No olvido nada 147 Torre del deseo 148 Señal de identidad 149 En estas aguas 150 ¿Quién desvía nuestra columna de luz? 151 Asta de vientos 152 Pugna interna 153 Extranjero 154 ¿Qué tedios (re)cubren las rendijas de tu casa? 155 Mano derecha 156 Apuntes para el poema 157
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Árbol 158 Beechwood road 159 Pensar la rosa 161 Retrato 162 Esbozo de tu tristeza 163 Simple recuerdo 164 Sin título 165 Estatuas 166 Piedra de la noche 167 Genealogía 168 II 169 III 170 Árbol de mis juegos 171 Ejercicio de jardinería 173 Pike 174 Antonio Álvarez 175 Sello de agua 176 Cansancio visible 177 Jardinera 178 Siempre cercanas 180 En tus cabellos 182 (Re)posesión 183 Algo en mí 184 Conocía el mar 185 La urdimbre del silencio 186 Ante la puerta 188 Impromptu 189 II, III, IV 190 Giraldilla 192 Invierto 194 Toda mano 195 Aire verde 197 Chichigua 198 ¿What do I do now? 199 Transeúnte 200
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Si se miran los espejos 201 Negros espejos 203 Álbum familiar 204 Paisaje 205 Aire anclado 206 Mi almohada 207 OSCURO AMOR 208 Llamas de la noche 211 Retorno 212 Lo que no sabe el cuchillo 213 Silencio 214 Premonición 215 (Re)encuentro 216 Creencias de la rosa 217 Cuando te alcance 218 Otra manera 219 Desatado fervor 220 Oscuro amor 221 Lugar incierto 222 Oscura transparencia 223 Descubrimiento 225 Esos que arrastran 226 Trueque 227 Cartografía sentimental 228 Ausencia 229 Como beso fresco 230 Recuerdos que no fueron 231 Tu partida 232 Beso a beso 233 Mañana 234 Nada 235 Escudo 236 Mis manos 237
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Reclamo 238 Excúseme señora 239 Sobrevives 240 Mitad de semana 241 Tu retrato 242 Ventana 243 Segunda ventana 245 For ever you 246 Ceremonia 247 Despedida 248 Habitar los pronombres 249 Parquecito del Cacán 250 Al principio 251 Casi haikú 252 La otra mujer 253 Nota al pie 255 La distancia 256 Estado de reposo 257 Presente 258 Valle de tus brazos 261 Mía 262 Muchacha triste 263 Como un país anclado 264 Tenue luz 265 Ahora 266 Domingo por la mañana 267 PAÍS PORTÁTIL 268 Lección 270 Encuentro 271 Bardo 272 Testamento 273 Sintaxis del olvido 274 Palabras en desuso 275
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Da igual 276 Confesión 277 Casi biografía 278 Compañera 279 Mi calma 280 Las casas 281 Cuando hablas 282 Opción 283 Repatriado 284 Definición del miedo 285 Anécdota 286 Patría portátil 287 Animal acorralado 289 Naufrago 290 ¿Qué hago? 291 En el Callejón de Regina 292 Viejo patio 293 Mambrú no fue a la guerra 294 Los primeros desterrados 295 No mienten los árboles 296 Destino final 297 Siempre tú 298 El peso del recuerdo 299 Puerta trasera 300 Norberto James Rawlings / biografía 302
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Las Poesías Completas de Norberto James
Rawlings
Por Aquiles Julián
“…aferrados a la esperanza
de recibir algún mensaje
que anuncie que en el país
algo ha cambiado.”
Noberto James Rawlings
Iniciamos Muestrario de Poesía como un acto de fe en la palabra y una misión de compartirla. Si la cultura digital nos abría amplias puertas: a la edición, a la difusión
allende nuestras costas, al contacto y al intercambio ¿por qué no aprovecharla para crearle a la poesía un nuevo caballo verde cibernético? ¿Por qué no desafiar el infeliz concepto de que la poesía no vende, proponiéndonos, entonces, regalarla? ¿Por qué no distribuirla, implicar a otros en esta conspiración y desatar la poesía sobre un mundo cada vez más
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enloquecido, atrapado en los discursos delirantes, en la exaltación de la frivolidad y el vicio, en siniestras matanzas y los mismos abusos de siempre? Lo empecé también como un ejercicio del Poder de Uno, la prueba de que no hay que esperar que otro: una persona, una institución, el Estado, la ONU o quien sea a quien le endilguemos la responsabilidad, haga. Hay que proponerse y ponerse a hacer. La voluntad puede más que la posición o el presupuesto. Lo mejor de la cultura dominicana se ha hecho al margen del Estado y al margen de los generosos presupuestos públicos. ¿Por qué habría de ser distinto hoy?
Poco a poco Muestrario de Poesía ha ido creándose un espacio de respeto. Hemos tenido, desde el inicio, la colaboración desinteresada de amigos como el poeta Alexis Gómez Rosa. Y hemos hecho nuevos amigos, como el poeta mexicano Fernando Ruiz Granados. Acopiamos, con paciencia y amor, poemas y reunimos en un espacio de desprendimiento y generosidad de autores, traductores y colaboradores las voces de poetas relevantes, en especial algunos que no solían ser amplificados por los circuitos editoriales impresos, que no aparecían en nuestras librerías, que no eran conocidos más allá de sus países.
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Tuve la bendición, vía la mano amiga de Alexis Gómez Rosa, de arrancar con una antología del poeta mayor de Honduras, Roberto Sosa, quien aprobó nuestra iniciativa. Y he recibido un desprendido apoyo de los poetas dominicanos radicados en los Estados Unidos y otros países. Y para más regocijo, el gran poeta argentino Carlos Barbarito nos concedió la primicia de un libro inédito para que lo diéramos a conocer por este medio, que es el próximo a editar. Hoy nos engalanamos con un número que marca un hito: las Poesías Completas de Norberto James Rawlings. Norberto James fue, más que nadie, el poeta de referencia para los que iniciábamos en los afanes del verso para la década de los años ´70. Tiempos feroces, marcados por el diálogo a balazos de los extremismos: terrorismo de izquierda, que se complacía en bombas, atracos y muertes viciosas de infelices policías y soldados; terrorismo de Estado, dedicado a descabezar a la izquierda, certero y letal. Discursos seudorradicales, negación de la democracia y el pluralismo, exaltación de la dictadura y la fuerza, del odio y la barbarie. Fuimos comparsas de una guerra de la que no conocíamos sus intríngulis; simplemente nos dejamos usar, coreamos las consignas y aportamos nuestra ración de irracionalidad.
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Estábamos convencidos de marchar del lado luminoso de la Historia. Hoy sabemos que no había lado luminoso alguno, ningún sendero luminoso, sino crimen de un lado y del otro. Cuando no eran los cinco clubistas del “Héctor J. Díaz” asesinados por una patrulla de la Policía Nacional, era Miriam Pinedo descuartizada por sus propios camaradas. O el billetero de la esquina. Fuimos más que ingenuos, más que comparsa, de aquella orgía de sangre. Al final, unos salieron con grandes obras físicas y grandes crímenes que exhibir. Otros, sólo con crímenes: ningún aporte. Y algunos, de atracar billeteros y cambiacheques dieron el gran salto a atracar el presupuesto del Estado y hoy muestran las mieles de la bonanza sin pudor alguno. Estos juicios, aclaro, son míos. En nada comprometen e implican a Norberto James. No los consulto. No pido permiso a nadie para exponerlos. Tampoco abarcan a nadie a nadie más fuera de mí. Es mi evaluación, sólo mía, aclaro. A Norberto se le quiso encuadrar como el “gran
poeta proletario” que el momento requería. Él llegaba de San Pedro de Macorís, del batey, hijo de inmigrantes negros de las Antillas inglesas venidos a estas tierras, acicateados por la necesidad, a trabajar en las zafras azucareras y que aquí se afincaron,
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echaron raíces y construyeron una identidad: los cocolos, y una historia de decoro humilde, de paciente trabajo, de modestia y respeto que les distinguió y apartó de la cultura local tan dada a la molicie, los vicios y el jolgorio. Era, lógicamente, una trampa. La instrumentalización de la poesía para fines siniestros por quienes asesinaron y siguen dispuestos a asesinar a poetas, escritores, artistas y a todo el que disienta. Y de alguna forma su razón o su instinto le permitió escapar a ella. Se fue a Cuba, aprovechando una beca, a concluir sus estudios universitarios. Y se graduó en Filología en la Universidad de La Habana, en 1978. Vio cómo los viejos discursos caían desmantelados y las antiguas máscaras dieron paso a otras; un nuevo viento frío recorría la República: un viento de oportunismo y de indecencia y de descaro. Entonces se marchó hacia el Norte revuelto y brutal. Allí, como sus padres acá, se afincó, hizo familia, se dedicó a la docencia y a añorar, desde el frío de Boston, Massachusetts, cercano a la frontera de Canadá, la tibieza de la isla, su infancia sin bicicletas ni libros. Allí completó su Maestría y su Doctorado. Y allí ha seguido escribiendo, desde la nostalgia y el amor.
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Su poesía posee un tono lírico que alcanza, en ocasiones, la fuerza épica de un poema como Los
emigrantes, oda a la raza de humildes braceros que cruzaron el mar para fundar familia en nuestras costas y hoy son tan dominicanos como el que más. En otras se hace íntimo. Y en muchas otras cosas escarba entre los trastos y fotos de la añoranza y la rememoración y nos atrapa en ella. En algunos de sus temas e imágenes se siente el hálito, el vocabulario, los recursos de La Poesía
Sorprendida, como este título: Desatado fervor. ¿No hay un hondo homenaje a Franklin Mieses Burgos en esas Creencias de la rosa? Otro de sus títulos es: Palabras en desuso, y lo quiero emplear para decir que hay otras palabras en desuso relativa a las esperanzas abortadas, a los sueños frustrados, al futuro que envejeció y no fue. Esas palabras que habitan los primeros poemarios de Norberto siguen vivas. Y hay que recuperarlas de quienes las instrumentalizaron. Tenemos que seguir propiciando la democracia, la libertad, los derechos civiles, la tolerancia, un país de oportunidades y apego a las normas civilizadas de convivencia, ya sin la amenaza del autoritarismo que quería colarse usándolas, para quitarnos aún las
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magras libertades que la acción viril de los héroes del 30 de Mayo nos legaron. No vamos a renunciar ni a un país mejor ni a una sociedad más justa y decorosa. Tampoco a dejarnos manipular por quienes se apoyan en los anhelos redentores de tantos para estafarnos y despojarnos y devolvernos a la tiranía. ¿Y qué decir de su generosidad? Cuando le envié un
número de Muestrario de Poesía que dediqué a su obra y le pedí su colaboración, me sorprendió otorgándome el honor de publicarle sus Poesías Completas para regalarlas al público. Helas aquí, el pan de la palabra, para alimentar una época sedienta de poesía y de sueños y de esperanzas; aturdida en discursos estentóreos y cañonazos, en la frivolidad y la insensatez que nos promueven y en las que nos educan. Y nos enclaustran. Alguien las leerá y apreciará, las atesorará en su corazón y se enriquecerá con ellas, ampliando su visión y nutriendo su propia voz. En alguien retoñarán estos versos y serán la progenie de Norberto James como lo fui yo, como los fuimos tantos de los poetas que hacíamos nuestros pininos a comienzos de la década de los ´70. Gracias a ti, querido amigo, por el altísimo honor que nos concedes.
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Sobre la marcha Santo Domingo, 1969
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Escribo para el pueblo
aunque no pueda leer mi
poesía
con sus ojos rurales.
Pablo Neruda
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Sobre la marcha
Sobre la marcha Vamos construyendo el canto articulando lentamente los pesados peldaños de nuestra sangre. (En cada caída que acontece hay un imperceptible pero seguro ascenso).
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II
Sobre la marcha vamos venciendo la angustia derrotando pausadamente la tristeza que antecede la tierna dulce ingenua carcajada juvenil reprimida aun antes de nacer.
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III
Sobre la marcha propiciamos el hundimiento de las oscuras rutas de la derrota. Las persistentes posibilidades del llanto más allá de nosotros mismos más acá del sueño concluido.
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IV
En medio de esta ambición crecen las rígidas espigas buscadoras de luz peinando la brisa caminando aun sin rastro en lo alto. En el mismo centro de nuestro sueño se elevan apaciblemente como crecida esperanza que -sobre la marcha- nos damos.
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V
La tristeza nos precede.
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VI
Siempre que intentamos cantar la gloria de estos pueblos compartir la poca dulzura de los días sonreír junto a los niños en lo etéreo de su mundo ingenuo encontramos siempre el áspero e invisible muro de la angustia alzándose cortándonos el paso perturbándonos la marcha.
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VII
Siempre que alguien nos cobija de afecto procura albergue a nuestras palabras trata de aminorarnos lo escabroso de esta marcha. Siempre que procuramos hacer menos pesadas las alforjas del sueño menos densa la oscuridad de noches perdiéndose perdiéndonos. Nos sale al paso lo triste con sus terribles y amargas consecuencias para el amor que preservamos -a pesar del llanto-.
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VIII
Los que te soñamos paisaje amplio creciente de laboriosa alegría.
Los que ofrendamos osamenta y sangre para edificar los escalones que ahora sirven a la muerte al destierro prematuro de los defensores del sueño somos burlados por quienes en un momento juntaron su canto con el nuestro.
La traición extendió sus raíces en la débil contextura de su fe y ya no fue suyo el riguroso tormento que sobre la marcha abolimos.
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IX
Cada paso dado en esta marcha. Cada caída. Cada nuevo grito. Cada ramalazo del dolor constante -casi doblegándonos- llenan de sentido el huevo y torpe vocablo.
En realidad no es sólo una palabra. No es sólo la agredida y mínima geografía de talada luz que nos sostiene que nos recibe es: abierto portón hacia la vida hacia la desconocida estación del amor el sosiego que forjamos a cada paso en cada caída en cada grito desatándose y esta fijo amargor.
Esta llama de adulta pena que extinguimos sobre la marcha.
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X
No sé si el tiempo será capaz de ofrendarnos la tranquilidad que buscamos.
Sé que ahora hoy somos como objetos de obligada sumersión --raíces quizás-- constantemente hundidas en el intacto material de la angustia y este cósmico dolor llenándolo todo. Todo.
(Por ahora dejamos este amargo alfabeto con la única permanente y cierta explicación de nuestro anhelo.)
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XI
Sólo habrá final para esta marcha cuando cada mujer posea su sonrisa y cada hombre recobre su arrebatada dignidad.
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XII
Al final nadie echará de menos el rumbo de las mariposas ni la exigua alegría del niño. Junto al hombre liberado de la angustia poblarán una misma estación todos dulcemente apaciblemente llenaremos la interminable estación del amor.
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XIII
No es culpa nuestra -Maggy- que los niños ignoren la casi inexplicable ternura de la flor la ida constante de los ríos que nuestras casas tengamos que numerarlas con la vencida savia de los ausentes para distinguirnos de los demás porque la verdad Maggy no es sólo la tristeza nuestro signo.
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XIV
Yo sé y lo sabes tú también que no es culpa nuestra el que nadie en el barrio ahora hoy pregunte con justificada precaución: -¿Qué tal...cómo te va? -Ahí ahí... Y sé como lo sabes tú también que es justa esta ira que no es posible la alegría mientras exista tanta pena por vencer mientras no sean cumplidos los estatutos del amor y en el amplio e invencible corazón del hombre se instaure la definitiva morada de la paz.
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XV
El agujerado techo de zinc. Las apretujadas paredes de madera vieja y este piso de tierra muy nuestro son los únicos testigos reales de nuestra nocturna derrota ante el pan ausente el abundante sexo.
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XVI
Yo no soy un extranjero más. Soy sencillamente uno de ustedes con la mínima diferencia de los libros subrayados con una sonrisa brevemente trazada.
En mí -como en ustedes- no hay paz sólo la insistente y milenaria angustia que heredamos sólo el aprendido miedo a las palabras que sobre la marcha vencemos.
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Poema 1
Qué difícil se me hace permanecer en calma estar alegre sabiéndote flagelada por la severidad del exilio. -Tu autoexilio-,
Te marchaste precisamente cuando me aprendía tu voz el calor de tus manos en mi frente de hombre abatido por la angustia y es inexplicable la dureza de esta soledad.
En este instante - mujer - detenido ante esta puerta despojada de tu inalterable mirada me propongo a entrar a permanecer solo con la fija presencia de la melomanía y estas penas lancinantes que casi no me advertiste.
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Me dispongo a entrar y sé que estará todo en orden. Lleno de tu ausencia repleto de tu preocupación por nosotros por esta ruda lucha que libramos por esta brega que por momentos crees inútil.
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II
Tengo la certeza de tu doble dolor: de madre de mujer exiliada.
Espera persistente forjadora de nuestra primitiva alegría.
Espera que pronto iremos juntos hombro con hombro. Marcharemos sobre la noche aplastaremos su oscuridad sus innombrables bestias.
(La infinita extensión del llanto tendrá su convergencia en la sangre).
Espera. Pronto el sosiego en toda su amplitud será nuestro aprenderás a amar sabiamente esta Patria porque otra no conoces.
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Poema 2
Desde lo profundo de los altos barrios llega tu protesta.
- Aquí - nos levantamos en obligado apoyo de estas simientes ante la amenaza del enemigo que pretende excluir de ruta a los seguros continuadores de la jornada.
Nos levantamos contra quienes te piden que mates el natural producto de nuestra sangre que sumes indiferencia a la oscuridad que combatimos que des la espalda a nuestro grito que es el tuyo propio.
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Poema 3
Después del tiempo muerto no tendremos que sumirnos en el alcohol para evadir la horrible amargura de estos días esta horrible angustia que nos fatiga.
Ya habremos dado pruebas de la firmeza de este odio que nos unifica.
Después - cada mañana - la ardorosa alegría de los niños la apacible dulzura de la amada todo el oro del alba.
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Poema 4
Yo soy dolor y
primavera abierta. Contra
mí
están los viejos
cuchillos levantados.
Andrés L. Mateo
Si en medio del fuego ves extinguirse repentinamente el vivo símbolo que soy.
Si a mitad de camino me pierdes de vista sientes que mi voz la sepulta el dolor - amargo gajo que no he procurado - vuelve presurosa por el tiempo reinventa para los dos aquella vieja alegría que compartimos. Busca en la amarga penumbra de las cárceles solitarias en los pasillos en el escaso silencio de las aulas en cada libro subrayado.
Busca - sobre todo -
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en el origen de la triste calma de las provincias. Busca en la abulia misma quizá allí encuentres la razón de este silencio repentino.
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Retorno inesperado
Tú que vienes de lejos con los pasos elásticos y traes viejas humedades en los ojos. Tú que llevas la boca untada de cantos en la vestimenta polvo de caminos dime antes que nada ¿qué de la alegría? Detente y responde. ¿Bajo las alas de qué mariposas se esconden tus palabras que hoy vienes callada y casi cansada con tus pasos elásticos? Mi estancia es sólo sombras como las que ajaron tu blusa y tu cuerpo y cambiaron tu ruta. Yo recuerdo el día que partiste y las palabras que iban contigo como agua perdida. Hoy llegas y no sé de dónde quizás del otro lado de la noche y traes la inseguridad de tu palabra ausente cansada ajada la blusa manchada de llanto.
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Si me ves llegar
Si me ves llegar -sonriente- con un libro bajo el brazo beso tu niña te pido me cuentes de tus viajes y sonrío mientras hablas alegremente de la primera vez que te perdiste en Riverside no me creas. -Aquí- junto a estos cuadros y la sonora presencia de Für Elise te siento ligada a cada objeto y por momentos me veo obligado a aceptar que te he perdido y que realmente no eres la misma colegiala del amor breve que no supe buscar a tiempo.
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Te sentí venir
Te sentí venir con tu lento acopio de luz cargada de alegrías quise compartirlas ignorando quizás tu brevedad en mi tiempo.
No pude darte más que amor y la limpia timidez que de niño me acompaña mas ¿qué puede dar un triste muchacho sin paz que no sea su heredada calma su duro silencio de batey en tiempo muerto?
De alegrías no podría contarte porque no las conozco sin embargo ahora que estás ahí -inmutable- situada exactamente en el sitio donde no sé si los invisibles brazos de mi amor pueden asirte
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-levemente siquiera- o sentir la discreta seda de tu cabello anudándose a mis dedos siento la extraña alegría de tener la continuidad de tu afecto que por momentos confundo con tu amor mismo.
Ahora no sé si será mejor resistir en silencio esta tibia agresión de tu luz o esperarte calladamente.
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Tendrás derecho
Tendrás derecho a preguntar ¿quién escribió esto? Tendrás derecho a no llorar -quizás- como hacemos nosotros en la entrada misma de las estaciones detrás de cualquier pared no hoyada por las balas no manchada por la sangre libre de las consignas que proclamamos continuamente para que después de todo este llanto sea justa la razón de tu risa sin el constante temor a la tristeza que a nosotros nos ha precedido siempre cada mañana cada despoblado mediodía cada noche pendiendo peligrosamente sobre nuestras cabezas sobre nuestras casas como guardiana terrible y segura
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de un tormentoso amanecer. Tendrás derecho -lo sé- a interrogarnos a interrogarte no importe nuestra ausencia no importen los años pasados Cuando la inquietud de conocernos en nuestra distancia se torne preguntas en tu voz este triste acento que nos distingue de los demás se habrá tornado alegre Este odio necesario que poseemos perderá toda su razón de ser y el hombre no será más enemigo de sí mismo.
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Silencio para el canto
Pídanles que hagan silencio es hora de iniciar el canto y lo haremos por esta generación irrenunciable Que hagan silencio Que sepan que no tienen derecho a oírnos o dejar de oírnos siquiera Esta es la hora de la esperanza la hora de fijar la mirada y encaminarnos como los ríos Ya es hora de que el silencio deje de ser -entre nosotros- y de que el grito nazca libremente Pídales que hagan silencio No tuvieron tiempo para esgrimir el hacha derribar el árbol encender la hoguera sembrar la luz -peor aún- se negaron a cantar Se negaron a cantar
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precisamente cuando nacíamos Hoy nos sobran las palabras y nos piden que bajemos la voz Que callen Es hora de iniciar el canto y lo haremos por esta generación irrenunciable.
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Canto para ahuyentar el miedo
Jamás la esperanza fue tuya No podrás adueñarte del cansancio nuestro ni podrás escuchar este canto escrito en un aula de silencio para ahuyentar el miedo
Tú jamás podrás escuchar esta nueva voz que me nace sangrante cansada
Ya no tendrás esperanza la dulce esperanza de ver el día del triunfo No la tendrás no podrás tenerla la muerte te ha cerrado el paso
Quien fuiste o quieras ser -no importa- para ti escribo este débil canto en nombre de estas tierras para ti escribo
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y mi corazón abarrotado de interrogantes te sufre mis labios -poblados de dolor- te nombran.
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Los vencidos
a Ernesto “Che” Guevara
Los vencidos somos siempre los poseedores de la esperanza a pesar de todo.
Toda la tierra del mundo la ineluctable sombra del sepulcro son insuficientes para opacar la luz de nuestro pensamiento.
Los vencidos de hoy somos los inexorables edificadores del nuevo orden.
Somos los mismos con la misma trayectoria de ira sangre muerte unidos por el vínculo común de la Paz la Emancipación la Alegría.
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El precio Jamás dudaste que el precio sería el silencio la eterna soledad. No quisiste nunca el florecimiento de las palabras que luego fueran elogios. Ahora estás solo con tu pedazo de Patria sobre el corazón palpando por siempre el precio.
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Uno a uno
A Juancho Lamouth*
Uno a uno han silenciado los perros. Una a una se han apagado las lámparas amargas amargas lámparas que rodearon tu borrascosa existencia.
Ahora desciendes hermano. Ahora se escapa raudo tu cuerpo de obrero apaleado por la angustia.
Ahora cesa la oscura lluvia que abatía tu corazón de hombre sencillo crece el racimo de hojas apagadas que siempre quisiste para los hombres y que para ti no tuviste.
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II
Ya no te alcanzan las sales del viento. Ya no te alcanzan los continuos dolores que aquí permanecen te ha ausentado la muerte hermano. Estás exento del odio y lo amargo que nos toca vencer del largo trayecto que nos toca recorrer.
No descanses hermano esa que ahora tienes no es la paz que mereces.
*Juan Sánchez Lamouth
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Los inmigrantes
Aún no se ha escrito la historia de su congoja. Su viejo dolor unido al nuestro.
No tuvieron tiempo -de niños- para asir entre sus dedos los múltiples colores de las mariposas atar en la mirada los paisajes del archipiélago conocer el canto húmedo de los ríos.
No tuvieron tiempo de decir: -Esta tierra es nuestra. Juntaremos colores. Haremos bandera. La defenderemos.
Hubo un tiempo -no lo conocí- en que la caña los millones y la provincia de nombre indígena de salobre y húmedo apellido tenían música propia
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y desde los más remotos lugares llegaban los danzantes.
Por la caña. Por la mar. Por el raíl ondulante y frío muchos quedaron atrapados.
Tras la alegre fuga de otros quedó el simple sonido del apellido adulterado difícil de pronunciar la vetusta ciudad el polvoriento barrio cayéndose sin ruido la pereza lastimosa del caballo de coche el apaleado joven requiriendo la tibieza de su patria verdadera.
Los que quedan. Estos. Los de borrosa sonrisa lengua perezosa par hilvanar los sonidos de nuestro idioma son la segura raíz de mi estirpe vieja roca
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donde crece y arde furioso el odio antiguo a la corona a la mar a esta horrible oscuridad plagada de monstruos.
Óyeme viejo Willy cochero fiel enamorado de la masonería. Óyeme tú George Jones ciclista infatigable. John Thomas predicador. Whinston Broodie maestro. Prudy Ferdinand trompetista. Cyril Chalanger ferrocarrilero. Aubrey James químico. Violeta Stephen soprano. Chico Conton pelotero.
Vengo con todos los viejos tambores arcos flechas espadas y hachas de madera pintadas a todo color ataviado de la multicolor vestimenta de “Primo” el Guloya-Enfermero.
Vengo a escribir vuestros nombres junto al de los sencillos ofrendaros
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esta Patria mía y vuestra porque os la ganáis junto a nosotros en la brega diaria por el pan y la paz por la luz y el amor.
Porque cada día que pasa cada día que cae sobre vuestra fatigada sal de obreros construimos la luz que nos deseáis aseguramos la posibilidad del canto para todos.
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Quien no recuerde
Quien no recuerde que las campanas son construidas por estas manos las mismas que rascan con amor la oscura cáscara del suelo de igual modo pasará inadvertida la alegría final del hombre.
Quien ignore siempre nuestras ansias el redondeo silencio del tiempo la sencillez del guerrillero abatido no podrá al final cantar con nosotros.
(Hablo de nosotros: Los identificados por el silencio los tatuados por la angustia).
Cuanto hemos amado y perdido cuanto edificamos a golpe de amor y ternura y vemos destruir violentamente regresa a cada momento recreando singulares imágenes golpeando fuerte recordándonos
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que no hemos perdido que es imposible llegar desunidos.
¿Qué estandarte defender sino el de los sencillos? ¿Qué fronteras violar sino las del odio cotidiano? ¿Con qué luz desterrar la oscuridad de este tiempo sino con la del canto encendido que descansa en las fauces del fusil? A lo mejor no me comprendas -lo sé- pero más que este pan diminuto más que este techo con su multiplicación de agujeros más que este sólo y único derecho a morir sin nada más que la angustia -injusta heredad que combatimos- está el amor suma de fraternidades ondeantes como única bandera posible del hombre.
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La provincia sublevada Santo Domingo, 1972
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A Marino*
Porque casi al mismo tiempo
nos fueron cerradas las puertas
hacia la infancia.
*Maximiliano Gómez (El Moreno)
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I
En la honda ternura de manos lavanderas. En el insomnio a la temprana edad de mis noches. Por el crecido amor a la vida. No morirá la lumbre que disminuye las sombras.
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II
¿Quién con el hielo de esta angustia no siente la ausencia de tus manos no advierte lejanía en tu voz deshaciéndose a cada momento?
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III
Aquí arden las sales de tu presencia en cada empresa frustrada triunfadora.
Aquí se levantan los cimientos más puros con que te fundó la sangre se renueva -a cada momento- la herida de la piedra del hierro se agiganta el dolor crece la ausencia de quienes preservaron tu pureza con su sangre.
Aquí se multiplican los metales que defienden tu heredad. Se alza la decidida voluntad de fundar -aquí- la arrebatada paz del hombre.
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IV
A partir de ti empieza la vida. A partir de ti la inconmensurable extensión de la patria se encienden los ondeantes colores de las banderas se comprende el amplio idioma de tantos gestos reprobatorios.
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V
No será jamás necesario recuento alguno de esta historia. El grito se eleva a la ruidosa estatura del cañaveral y dolorosamente recordamos -todos - el momento exacto el tiempo justo de la ausencia sin ninguna condición previa para el recuerdo.
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VI
Si se estancan las aguas a la entrada de tu puerta si la telaraña recubre tu ventana y la lluvia fría hincha la madera de su marco si se apagan tus lámparas y aumenta tu dolor ten fe y canta -muchacho- que en la sencillez de tu canto aguarda la necesaria muerte de todo lo triste.
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VII
Si pudieras percibir -como yo- el casi invisible polvo ígneo que riega el sol sobre la ciudad la repentina dulzura de unos ojos de mirada huidiza. Si pudieras sentir aún la tibieza de unas manos en tus hombros en momentos en que todo parece inútil será porque heredas lo puro del amor que defendemos.
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VIII
Es como si regresaras cansado. Es como si al llegar no te esperara nadie y creyeras encontrarlo todo en orden todo trastornado todo deshecho. Y ahora cuando justamente buscas la salida -el escape mejor- te encuentras como atrapado en la vieja foto.
Ahí permaneces. Ahí te quedas para siempre. Ahí te quedas por cuanto dure por todo el tiempo que resistas verla. Ahí estás con partituras de viejas músicas que casi olvidas. ¿Quién hubiera pensado que este verdísimo césped serviría como alfombra a la derrota en tantos días? Así es -muchacho-.
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IX
Si conocierais el reverso de nuestros toscos escudos si tan sólo poseyéramos lo nuestro -lo que nos arrebatáis- algo de alegría el sosiego que por siglos reclamamos pudierais compartir la pureza de la luz que construimos aprehender la música de los días. Toda la tibieza de estas sonrisas retenidas.
Si pudierais si tan sólo pudierais -como nosotros- asir la dulce mano de la victoria vuestro no sería este final que os espera.
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X
Insisto en reclamar para nosotros la adolescente ternura de la flor. El imaginado sosiego del sitio donde guarda el viejo río las raíces de sus aguas. Insisto mas no sin antes derribar los altos muros del; odio esta terrible mole de angustia que nos circunda. Insisto mas no sin antes asegurar el dulce disfrute de la vida libre de todo lo triste (seguro límite de nuestras deudas de alegrías de amor no compartido).
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XI
Yo no tuve libros ni bicicleta. Toda la poesía de los días logré captarla en difusos colores de lápices ajenos sólo fue mía la temprana edad de lo triste la antiquísima soledad del hombre las tibias noches del puerto la sal marina la brisa y un incansable amor a la vida y a la música que la hace posible.
Yo para mis sueños no tuve protección suficiente y como hojarasca rodaron muchos anhelos. (Sabor de almendra tierna tuve por muchas horas). La angustia fue como ineludible signo heredado la soledad marco permanente de toda alegría en asomo.
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XII
La música que yace a ras de mis dedos esta que ahora puebla mis versos llena mi risa de hombre triste con algo del sabor dulce que en ti conocimos asciende en medio del canto conforma el himno final.
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XIII
Por la vastedad del mar que de tarde en tarde sube como queriendo mezclar su azul con el cielo subieron mis ansias de niño buscando la tibieza no habida. Me figuré el invierno incierta estación que de tiempo en tiempo nos golpea con su viento y su agridulce alegría.
El tiempo pasa y no sé por qué tendrán mis manos este permanente gesto de supinación si me llega tu luz si conservo lo que has podido darme si no pido más de lo que me has dado.
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XIV
De mi padre conservo igual manera de contar las cosas. Sé buscarle música al paso de la multitud en protesta al crujir de la vieja puerta de madera al cobertor de luz anaranjada de cada tarde.
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XV
Quizá no sepas nunca que aquí no hubo grandes retratos rígidos rostros octogenarios abuelos almidonados. Orgullosos. La sencillez fue norma inviolable como o fue el abierto amor a lo humano.
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XVI
¿De qué latitudes vendrán los vientos a borrar estas imágenes? ¿De qué desconocido cielo caerá lluvia que lave la sal de nuestros rostros estos ojos fijos en el camino por donde sé que vendrás porque estás entre nosotros entre quienes pretendemos buscarte a cada instante en cada acto o gesto de pureza porque te sabemos pura? No vendrás. No. Estás aquí -entre nosotros- esperando tu rescate definitivo.
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XVII
Esta estancia sin luz -que nos confieren- no es lo que merecemos. Si hemos reclamado el más alto azul de los días no creáis tan insaciable nuestra sed. El hombre merece más que oxígeno le es preciso tiempo espacio para recorrer los luminosos trayectos de la paz no esta fría soledad y este silencio a que cotidianamente lo condenáis.
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XVIII
La calamidad de no estar de acuerdo nos cuesta bien caro. El viento sopla a muerte calle arriba calle abajo a las puertas de no abrirlas se les hincha la madera y no hay forma ni manera de conciliar el sueño.
Entonces viene el recuerdo de la Biblia abierta de la vieja piedra que reposaba en ella como antiguo e inmóvil corazón. El antiquísimo pañuelo de madrás el delantal impecable las continuas lecturas de aquel salmo de martilleante número y raudas sentencias:
“Dios de las venganzas
muéstrate” la mansedumbre del hombre es pisoteada.
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XIX
Altas columnas de garzas surcando lo gris de la tarde noche cayendo difuminado gajo de luna ventanas que se cierran con cuidado suave brisa marina viejo reloj de agujas rotas rostros tristes o alegres tibios corazones en actitud de espera.
Ventana sur flexible forma geométrica por donde penetran lentos la fría brisa el gris de los días, el aroma de la yerba recién cortada del parque la agridulce risa de la muchedumbre que tu amor ató a mis pasos. Altas columnas de garzas noche cayendo ventanas que se cierran con cuidado.
91
I
Cuando un hombre cercano a tu corazón cae pierde su sombra es inútil que escondas -presuroso- entre papeles viejos tu tristeza o salgas a mostrarla por la calle como ropa recién estrenada.
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II
Cuando un hombre que crecido en tu amor se aleja -sientes el vacío- no lo llores la tarea que en él termina en nosotros apenas comienza.
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III
Yo sé que esta breve lenta historia podría resumirse en una sola pregunta. Sé que ningún ángel puede detener la diestra sangrante. ¿Pero qué ángel da estas señales de exterminio cuando apenas es botón la flor de fuego que encarnamos?
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IV
Lo que sobre el corazón descansa lo que el tiempo no logra explicar esto que gravita pesadamente sobre la frágil alegría de los días a lo que podría renunciar a ras de piel es lo combatido lo negado.
¿De qué paz hablarían estos hombres cuando sobre cráneos y banderas derribadas levantan sus monumentos al odio?
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V
Te levantas cada día con el mismo rostro padeciendo la misma historia los mismos dolores y esperas paciente porque nada puede doblegar la joven espiga de tu fe. Porque de tu amor del mío del nuestro pervive la esperanza en la esperanza del pueblo a pesar de la ira y el odio.
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Vivir Santo Domingo, 1982
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…quien quiera que seas
y en cualquier circunstancia
prepárate a vivir
como si nunca tuvieras que morir.
Nazim Hikmet
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Recién llegados
No siempre los recién llegados arribamos a las terminales sobrecogidos de asombro. En el equipaje cargamos materiales para fundar lo que en noches y tedios acumulados fueron sueños.
Nuestros más recientes asombros se solidarizan al pie de los monumentos en medio de larguísimas avenidas. Se reconocen a sí mismos en las enormes vidrieras recreando el pasado.
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Lo recuperable del pasado
Lo recuperable del pasado no es la escasa alegría. Lo triste del momento en que dimos -sin mediar palabras- la otra mejilla.
Ocurre -ciertamente- que de él permanecen objetos abandonados ciudades de cuyos nombres saltan imágenes como el resplandor de la brasa.
Lo que del pasado ha de recuperarse no son los grises metales del invierno sino el oro que de repente encuentras acuñando monedas entre los dedos.
Lo recuperable del pasado no es la alegría inicial lo premonitorio de tus trazos en la arena al amparo de las más antiguas sombras del almendro.
100
Quién ha de rescatar el grito
¿Quién ha de rescatar el grito quebrado de los vencidos? ¿Quién la dignidad del héroe aplastada por la bota enemiga?
Del pasado ha de recuperarse lo que tiene de valor la ira del torturado la cólera del desterrado la milenaria brega las pautas del sacrificio.
101
Noviembre
Por una vez el día se viste de igual sonido que mis ruidos familiares -anárquicos y dulces- en los que ruedan invisibles monedas con que alguna vez he soñado comprar nuevas alarmas ante el eventual asalto de la nostalgia. Noviembre en París se reviste de mayor penumbra como también es mayor en su penúltima profundidad de niebla mi creciente y circular soledad de extranjero y de poeta.
102
Ejercicio de ternura
Inicio nuevas realidades y a diario asumo mi escondida ternura. La ejerzo en cada gesto posible que cursan mis manos sobre las cosas. Nuevas realidades inicio y a viva voz pido -para mitigar lo oscuro de mis soledades internas- el impalpable oro del sol que de tarde en tarde confundo con su pelo pese al obstinado y terco invierno y sus múltiples grises.
103
A orillas del Sena
Tentado a regresar a mi infancia a retrotraerla libre de sus casi naturales interrogantes siento deseos de desnudarme de correr bajo la lluvia ver mis piedras quebrar las ventanas del río en lentos repetidos y semicirculares saltos. Invierno. París. Orillas del Sena. Releo el casi incomprendido capítulo sin advertir que lo poco que pudo liberarse del fuego se me ha extraviado en la estación de Austerlitz al arribo del último tren.
104
Pavesas
Siempre serán menos las llamas que las cenizas de algún fuego apagado. Ellas persisten invaden el aire
se hunden en la débil luz de las habitaciones orbitan las cosas como pequeños y artificiales astros flotan libremente incapaces de alumbrar como llamas que las precedieron en incierta permanencia de pavesas sin rumbo fijo.
105
Bandada
Cualquiera diría que las aves tienen deseos de transparencia y que por eso vuelan contra el sol.
106
No sé quién sea
No sé quién sea esta mujer. Llega cada noche batiendo palabras doblegando -a fuerza de su feroz ternura- mi reestrenada timidez pidiendo que le cuente de mí de mi tierra.
Carezco de historia y cuento la de abril y su crueldad. Le hablo de mi media isla que no es media sino una con la sola demarcación de un orden en declive y otro que emerge amorosamente.
107
Vedado
Calles escalonadas cifras como golpeándose. Calles como inmensas cintas de agua. Luz desparramándose sobre las casas. Andamios que se levantan contra el cielo. Aquí y allá la violencia de los colores. Aquí y allá el aire jugueteando brindando canciones. Aquí y allá -de manos con la alegría- hombre que se tutean con la muerte por el asfaltado alfabeto de las calles camino a casa cargado del blanco sosiego de la única estrella.
108
A un niño vietnamita
Tú no tienes cielo. Tu parcela azul tu pedazo lo ocupan en constante descenso rudos emisarios de la muerte. Tú no tienes cielo. Tu cielo lo harás tú mismo -aquí- sin la risible condena al infierno que ya conoces porque no tienes cielo.
109
Fuego en que ardemos
¿Cuál es el secreto de tu limpia armonía? ¿Cuál la que sólo yo encuentro? Aterra la inexactitud de las cosas antes de ti. La preestablecida forma de los días en su discurrir. Si de repente te fueras si de pronto no estuvieras te buscaría primero en la ondulante y azul llama de este fuego en que ardemos casi sin advertirlo.
110
Hábito de sueños
A René del Risco
Ahora es tan tuya la certidumbre de lo circunstancial y eterno del tiempo nadie mejor que tú para negarle utilidad a los badajos.
¿De qué sirve el redoblar de campanas ante tanta ausencia precipitada?
A lo mejor debía ser más reverente al abordar el tema. Quizá no debía decir nada. Pero ¿quién puede reprimir nuestros hábitos de sueños y esperanzas?
Después de todo la obediencia será siempre norma deleznable para nuestras almas.
111
Tu ciudad
A Antonio Lockward
Grande y alegre es tu ciudad en medio del día Mas si llega la noche cae empequeñecida y los años recientes dejan a su paso esta hojarasca -como de muerte- que a-toda-máquina la recorre. Ahora nadie camina solo. Cada cual va con su miedo que a veces lo empuja hasta la tibia boca de los callejones cuando la oscuridad de adueña del breve espacio entre poste y poste. Grande y alegre es tu ciudad de día. Con la oscuridad empequeñece crecen su ira y el terror que la acordona.
112
Ozama
La ciudad puede cotidianamente despertar y morir en su horizontal crecimiento. Pueden los mondos funcionarios del régimen multiplicar sus espejos renovar sus roperos sin que los líquidos de tu cólera laven de sus solapas los colores de la sangre. Esa es su marca: señal convenida.
Cuando los diminutos ángeles populares rescaten nuestras banderas pisoteadas ignoro qué escondidas muertes qué húmedas y oscuras historias podrán retener tus aguas.
Pierden majestuosidad las lilas en tus espejos. Pienso que no tendrías razón de existir a no ser por la aleve aridez que recorre el corazón de esta isla.
113
Deja caer una flor
Deja caer una flor a la fosa de los caídos. Si crees en “el poder de la oración.” Si eres creyente reza. Recoge al igual que los niños en el cementerio la cera tibia y hazte velas que alumbren más. Aléjate de coro de quienes burlan a vivos y a muertos. Honra sencillamente la memoria de los héroes y espera. Yo sé que pese al resbaladizo tramo de tu razón conservas tu noción de patria.
114
Aire propicio
Siempre que abres tu puerta y suenan diminutas campanas -como tocadas por ángeles en descuidado cuelo- invado tu recuerdo. Hago mío y comparto tu más amplia sonrisa de aire propicio a mi incontenible ternura. Amiga cercana a los orígenes de mis deseos ¿sumergida en cuáles inciertas aguas te encuentras que para mi sed de viandante baste imaginar e hueco húmedo de tus manos?
115
Flor de fuego
El apagado hueco que en el aire se establece por cada flor derribada es espacio propicio a ser llenado de amor -hecho piedra o plomo- para romper los cercos del odio. ¿En cuáles circunstancias puede ser útil una flor en tantas y tan amargas rutas del hombre? La sal de los caminos hemos sido hoy somos flor de fuego para las más puras sombras.
116
Pequeña elegía a Joe Bass
Porque no conocí tu voz. Porque nadie podrá retomar de su sonido los tristes matices de un blues que aprendieras de tus mayores. Yo -pequeño Joe Bass negro no niño ni muerto aún- digo por ti la palabra clave que silenció en tu garganta el blanco escopetazo que aún resuena en Newark.
Porque me duele tu sangre cabalgando el oscuro asfalto. Porque siento crisparse tus manos como caricia sobre las borras de algodón no vacilan las mías en señalar los artífices de tu caída. Joe Bass pequeño forjador de albas diminuto peldaño
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por donde ascenderá la dignidad del hombre. ¿En qué inexistente lugar estaría el Ángel de la Guarda a la hora de tu muerte? A lo mejor Dios no tuvo tiempo para crear un ángel de la guarda para los niños de Newark y Harlem de Little Rock y Biafra.
118
Pasajera
Yo era como signo errante -indescifrable- cuando tu estremecimiento tocó los límites de mi hastío.
Era tan sólo un viandante más cuando tu noche me sobrecogió y el peso del sueño me cerró los ojos.
Ahora tu voz me viene alada color de mariposa y la dulce tosquedad del polen es su única huella.
Queda tu aliento. Mueve las hojas del recuerdo ya caídas.
119
Lecciones para una ausencia
Santo Domingo, 1999
120
Las márgenes del sueño
No sé realmente quién sea esta mujer. Sé que puede flamear en la oscuridad y puede arder invisible su fuego sin tocar las márgenes del sueño. Puede su vigencia de luz llenar los recintos intocados del día. Puede ir río arriba atravesar paredes romper aguas caudalosas confundirse con los peces. Al doblar de la esquina en salas de espera en medio de la multitud -puños alzados contra el cielo- esta mujer existe late y flamea sus colores orbita dulcemente nuestras pupilas.
121
Historia propia
Carezco de historia propia y cuento la de abril que bien pudiera ser la misma un horizonte de herrumbre la carroña río abajo el horror orbitando las pupilas el incendio de verdor abatido en el parque la palabra del combatiente sus flaquezas su coraje su entereza lo palpitante de la palabra Patria.
122
Cada noche
Se cruzaron con las mías sus interrogantes y por momentos no supe si contarle de más inmensa caravana de estrellas de este ruido que trae el mar adherido a sus olas. Cada noche como quien asegura llaves joyas o secretos guardo signos suyos bajo mi almohada.
123
Postdata
Releo siempre tus poemas y siempre descubro nuevos aspectos de tu realidad imposibles de explicar. Ahora comprendo la terrible autoridad de tu cariño siempre ejercido a impuesto a mis temores. Cuánto daría por la libertad de tus manos por tus caricias.
124
Primera carta Si el horror del olvido toca a tu puerta no vaciles en llamarme. No entristezcas si crees verme en medio de la multitud y la certidumbre de tu creencia te hace correr llamándome. No te abismes cuando el invierno en nieve cabalgue tus trenzas y no estén mis manos -siempre aptas- a sumergirse en ellas despeinarte y tejer la más efectiva red para sus caricias. No dejes que de tu sonrisa se apaguen los soles. No te canses no ni te aísles de mis recuerdos. No temas a la lluvia toma para ti las múltiples y efímeras coronas que lanza contra el suelo y sé siempre mi reina.
125
No reniegues tus debilidades. Reconócelas. Combátelas. Véncelas. No seas como estos abuelos estériles y conformes con su inmundicia que muy orondos proclaman la bondad de su tiempo “aquel tiempo.” No te descuides de la codicia. Yo si tu nombre brilla entre mis cosas lo bajaré no sea que nos descubran el amor. Haz tú lo mismo.
126
Amuleto
“You can connect me with
your life here
because I’ve loved being
part of it however brief.”
Jane Norling
Tu caracola de música muerta pende de mi cuello. A veces cuando el día toma de los ígneos estanques del sol su mejor calidez su difícil color suelo revisar con especial febrilidad tus diminutos papeles tus últimos signos tu presencia fija apetecida.
127
De tu pelo
Supe que mis besos cumplían su edad en tu pelo que la oscuridad toma de él su textura de innegable manto cada vez que cae la noche.
128
Nosotros
Tú y yo no somos los únicos habitantes de la tierra aunque así me parezca cada vez que pecho a pecho nuestros corazones parecen iniciar el primer y único diálogo hasta entonces posible. Lo cierto es que no somos los únicos porque los relojes marcan el tiempo y tu tardanza o la mía en algún lugar del mundo llena de impaciencia salas de espera sobresalta corazones funda – por así decirlo- funda la angustia. Amiga tú y yo -evidentemente- no somos os únicos habitantes de la tierra.
129
Tu habitación ¿En qué resquicio de tu habitación tramas la dicha para mí la alegría para mí tu alegría que es nuestra? Cada vez que la noche lanza sus redes sobre la ciudad yo soy el atrapado a quien formas que no le son dadas a elegir se le aglomeran al borde mismo de los sueños.
130
Guardo cielo en los ojos Guardo cielo en los ojos para toda tu luz retenida. Días en mi tiempo para todo tu calor de derretido sol. Aguas en mis manos tibias y profundas aguas para toda tu sal ardiente viva.
131
Las nostalgias también cambian de lugar Cuando arriban las lluvias de la tarde con inapreciable puntualidad desandamos presurosos las calles de una ciudad cualquiera. El extranjero el desterrado tiene la impresión de que sus nostalgias también han cambiado de lugar entonces a lo mejor un poco tarde al amparo de los más próximos brazos quien sabe en qué rincón o esquina de barrio pone a resguardo la poca alegría que atesora en una sonrisa en un te/eché/de/menos.
132
Oscuro mapa mi espalda
Dos pasos más y me doy de cara contra mi nostalgia mi miedo o sencillamente mi tristeza.
Reconstruyo tu imagen que se me disuelve entre el tiempo y la distancia. Me imagino tendido en tu regazo y que lees con tus manos el oscuro mapa de mi espalda. A estas horas ¿qué extraños mundos qué figuras alfabetos trazas sobre la piel del aire? ¿Quién trata de leer en tu sonrisa -ahora- lo que fue para mí cotidiano alimento?
133
Ganancias y pérdidas
La soledad en este país es mucho más que el tiempo para vivir. No pocos habitantes advertimos su creciente presencia cortejando con prolongada insistencia a jóvenes viudas ilusos solterones solteronas insomnes agresivos dipsómanos militares retirados políticos viejos quienes –sin rubor- confiesan por ella sus ganancias y pérdidas.
134
Domingo Terso tenso mediodía de la isla. Dulce y cálido estanque al que vienen a mirarse el sol y las invisibles estrellas que al acecho se bañan en la luz del día. Suave brisa que con firmes e intactas columnas sostiene banderas. Con la frente entre las manos oigo partir el domingo ahíto de abulia que en cuestión de horas regresará todo lunes apresurado con mil asuntos.
135
Mirada seca
Las estatuas miran y su mirada parece perdida en no se sabe qué lugar del horizonte. Saben sin embargo que lo que en realidad observan eternamente es su indescriptible desolación interior.
136
La casa
La casa en que vivo es un pequeño recinto de sombras viejas lámparas de agotado aceite empolvados tomos que a ratos releo subrayo comento. Las sombras que llenan la casa que habito son gárrulos y deleznables inquilinos de oscuro lenguaje que nadie logra descifrar a no ser los antiguos habitantes.
La casa que ahora habito llena de viejas lejanas y ajenas sombras está también poblada de augurios que navegan de una a otra habitación. Al pasar ante los espejos se detienen fijan en ellos antiquísimas imágenes se bañan en el silencio cada vez que veo repetidos mis gestos
137
en la misma luz. Esta casa entristece. No quiero evocar sus antiguos ruidos no sea que me empujen el recuerdo hacia la infancia.
138
De tarde en tarde Para cuando sean las cinco puede que mi más franca sonrisa falte en algún lugar de la vieja Habana y el aire opaco y frío ablande los más firmes hombros. bien pudiera ser que en un ómnibus repleto de becarios no se advierta mi presencia en tu mirada en el tiempo perdiéndose.
139
Imagen lejana Sabía que callaba tu nombre que no era otra sino la tuya esta historia que reinvento y reconstruyo. Junté madurez y coraje para olvidar lo que ahora tiene en mí de angustiante tu imagen lejana y sola.
140
La urdimbre del silencio Santo Domingo, 2000
Primera Mención de Honor del II Premio Internacional de Poesía
Nicolás Guillén
141
NO AMO mi patria. ( ... )
Pero (aunque suene mal) daría la vida
por diez lugares suyos, ciertas gentes, ( ... )
varias figuras de su historia,
montañas
(y tres o cuatro ríos).
José Emilio Pacheco
Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Jorge Luis Borges
A scar remembers the wound.
The wound remembers the pain.
Mark Strand
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143
Prioridades
En presurosa retirada mi memoria abandona el campo para diseñar su gran ofensiva. Sobre mi mesa reposan antiguos mapas de la ciudad. Libros, viejas cartas que exhiben el desgaste del tiempo y de mis manos huellas. En el televisor blanco-y-negro Miles Davis chorrea partículas de labios y viento negro. En medio de los comerciales cambio el canal y Steve Wonder narra, con cierta tristeza, su dolor de no haber podido cantar con los Beatles. Prioridad de músico. Apago el televisor y se me oscurece el recuerdo. Descubro entonces que debo cambiar la cinta de mi Underwood, para escribir el poema que inicié, casi sin querer, entre otras palabras que acentúan mi prioridad de hoy.
144
Sparks street En el poema se consigna que una mañana de nieve el anciano poeta dobló por Craigie Street, tentando aceras y paredes con su cansada sombra. A pocas cuadras, montan protesta jóvenes estudiantes, mientras algunos intelectuales se mesan la barba y acarician volúmenes usados de Nietzsche y Ginsberg. Más adelante, en la penumbra de Memorial Drive, el verde y circular trillo de las ardillas, los rizos del río con sus atletas, pinos y sicomoros, la luz chata, escasamente habitual y la extensión de la tarde. Todos exigen lugar en este poema, mientras en la acera opuesta en Brattle Street, como cada día, yo doblo por Sparks Street, navego las profundidades de su silencio evocando y rumiando los versos que he de escribir.
145
Voluntad de luz Me veo de niño jugando con el eco que llena el vacío de estas casas. Me veo caminar por el frío acero del tren como quien sortea su ruta por cuerda floja. De la sombra del jabillo, árbol de mis juegos, imagino el nacimiento de invisibles monstruos, tupidos bosques, parajes y paisajes no soñados, tierras lejanas y mías, muertos pidiendo sepultura o escapándose en los faroles de luciérnagas que por las noches construíamos. Ahora, nadie cabalga el oscuro y dócil potro de la noche, sólo el miedo, y nada la traspasa, a no ser mi voluntad de luz. ¡Nada puedo contra estas imágenes que me asaltan!
146
Vía Crucis
Se diluye la claridad del día. Bella es la luz nocturna que entre pinos y abedules se filtra. Un rojo-naranja aletea el cielo de la tarde y se desliza sobre la ciudad. Bajo la bóveda mortecina de las oficinas, aburridos funcionarios en Harvard Square esperan el tren de las siete. En el ancho bostezo de la noche el transeúnte beberá los aires del día siguiente, porque entonces no estará solo (será uno más entre la multitud). Camino a su escritorio, con su traje adecuadamente de negocios y sus mentidas ansias de soledad que nadie, excepto él mismo (re)conocerá, podrá reinstalar su autodesprecio, su ocioso temor, cuando en su despacho (re)inicie su vía crucis y empiece nuevamente a odiar la hora de partir.
147
No olvido nada
No olvido el rastro de tus manos las huellas de tu boca, el níveo paisaje de tus senos obstinados, desafiantes. ¿Cómo olvidar la fibra de tus dedos, si a cada paso me las sugiere esta yedra indomable que permuta su verdor por la sangre reseca de los ladrillos? Tu recuerdo sigue adherido a la memoria, como la sombra al cuerpo, como el vaivén a la ola.
148
Torre del deseo
Líquido vertido sobre la cofia del día rocío reciente. Me conjugo en las vastas parcelas de la memoria y busco los embriagados mangles del tiempo, el escurridizo pez de tu cuerpo. Procuro ahogar esta robusta sed en tus más copiosas aguas. Sed de tu voz, algodón neutro, felpa, seda,
terciopelo, discreto ángel, flor encubierta,
torre del deseo, bóveda de mis noches.
149
Señal de identidad Me niego a habitar mi nombre en el nombre de mi padre y de mi propio espíritu que en él se guarece. Me niego a negar este rostro que como bandera enarbolo, esta voz que proyecto en el vacío de mis muertos, estos gestos que encarno inmerso en estas raíces por las que me nutro y soy.
Me niego a negarme desasociándome de este mortal que exhibe sus flaquezas.
Me niego a volver la mirada destruir mis tambores, impugnar mis dioses, ignorar mis colores. Si a mi memoria erigieran monumento alguno, que sea dolmen al amor que profesé, no obelisco a la desidia o al desamor.
150
En estas aguas Hay en estas aguas un lugar donde saltan delfines y vagan mansos manatíes. Un lugar donde se confirma el valor de la vida, las formas del delirio, las perplejas márgenes del miedo. Allí reposan esencias del silencio, envejecimiento del tiempo, urgencia de ti de que me completes de que termines de forjar esta sonora diadema de luz que mi sed irá a calmar.
151
¿Quién desvía nuestra columna de luz? Perros mudos al acecho del relámpago que los puebla. Caracoles que en noches y sal, descuelgan los más refinados laúdes,
escudos, apellidos, linajes.
Quien tiende sábanas al sol, procura alejar toda impureza posible, todo peligro a la labrada blancura de tales banderas. Nadie desciende al fondo de estos fríos laberintos, provoca estos perros, desentierra estos caracoles.
¡Oscurece!
152
Asta de vientos
Al fondo de mi patio se alza un tierno abedul, asta de pájaros y ardillas que se extiende entre las sedosas cortinas.
Si llueve, el abedul renueva la textura de su corteza, reinventa su blancura.
Al fondo de mi patio, entre la seda de los días, hay un bejuco que se mece, allí octubre iza su amplia corona de hojarasca y aves migratorias y el invierno indiscreto y voraz se anuncia.
153
Pugna interna
Las flores que de la nada nacen, son testigo de mi indecisión. Viejo músico de jazz, mi capacidad de improvisación se pone a prueba, siempre que como música quieta, este camino me conduce a ella. Casi todo me arrebata y su belleza enorme eco sobre las aguas, me roba la voz, me nubla de deseos.
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Extranjero Ya no navega sonámbulo por los mares interiores buscándote, amor. No escudriña las rayas de sus manos, por quién sabe cuál secreto para encontrarte. No le sirve ya la ciega guitarra, el herido bandoneón, ni el piano derritiéndose en notas lastimeras. ¿Para qué este reloj gelatinoso? ¿Para qué paraguas si no llueve ni hace sol? Hoy todo es diferente. Tu silbante corazón envejece junto al mío, ajado de distancia y espera. Cascada de luz, origen del asombro. Dulce gozne de lo irreversible.
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¿Qué tedios (re)cubren las rendijas de tu casa?
Qué tedios (re)cubren las rendijas de tu casa, vieja y polvorienta, de casi muertos sonidos, en cuyo mañanero sopor pacen exangües jarrones de aguerridos dragones muebles antiguos, retratos cuyo color original permuta el tiempo, por esta amarillez que habita tu piel y que de ti dice malestares que callas? ¿Qué tiempo pierdes, que de las estaciones no percibes su inadvertido discurrir por las islas, el grácil vuelo de las aves, las empinadas chichiguas?
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Mano derecha La mano que a tu puerta toca, no es aquella del agua de los espejos en que te mirabas, que saltó muros,
rasgó cortinas, para desfallecer luego entre tus pechos. No es esta que en lento vuelo, llena de oscuras palabras páginas que astutamente me irá a copiar otro poeta. Esta escampa sin llover, hace descansar indescriptibles colores al pie de tus balcones, desatando nudos que supones irremediables. Esta que de izquierda a derecha rasga, discurre, procrea, seduce, anhela. Esta que cae vencida, a la altura de tus azules, es mi siempre fiel mi bien amada mano derecha, que toma apuntes y dispone, con celo, las palabras en que me ahogo.
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Apuntes para el poema Hice apuntes para escribir un poema a la primavera, y de tanto (re)escribirlo, sólo quedó de las flores, el recuerdo de su aroma, y mi asombro ante tanto verdor.
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Árbol
La caída del árbol le
distingue. José Lezama Lima
Yerta raíz de ausente savia, tu detenido rumbo y la oscuridad que paces en precaria verticalidad, se alimentaron antes del fulgor que ahora de tu piel rebota. Seguirás inadvertido, aunque en la mar del viento giren tus ramas, tristes aspas desheredadas, en medio del fértil bullicio de la noche.
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Beechwood road Del furtivo amor que entre vencidas hojas yace, oyes pasos bajo la invisible losa de saudade.
Bajo el mismo ubicuo azul plomizo del cielo. Bajo el mismo sol que en obediencia a Josué, se detuvo en medio de la batalla, se repiten hoy tus sueños en todas sus formas posibles.
Como luminosa mañana de la isla, aroma de cundeamor,
guarapo, y desbocados ruidos, recreas y acoges la tarde en medio del tapón.
En los deliciosos zaguanes de Ciudad Nueva o del Vedado, se perciben restos de diálogos a medias, conversaciones truncas o por elaborar,
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risas no acontecidas, planes por establecer, citas incumplidas. Sientes el atardecer que asoma su húmedo y frío hocico, con pronóstico de nieve, “algunos chubascos dispersos a
ratos tornándose hielo que hará
peligroso el tránsito en las grandes
autopistas.”
Wellesley, Massachusetts por las breves aceras de Beechwood Road divagas, desandando en el pensamiento los restos de la tarde.
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Pensar la rosa En la mesa de trabajo con todo el instrumental necesario, planeo la rosa, capto al vuelo sus formas, a vuelo de pluma, a vuelo de mano, a mano libre, a vistazo leve.
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Retrato Sin perro ni residencia fija, en el débil rumor de los días, sobrevivo al peso de mí mismo, anclado en ese otro que me empuja a ramonear el árbol del tiempo.
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Esbozos de tu tristeza Trepidación, monotonía, sombra de luz que no alumbra. Tu orilla está repleta de invisibles puentes. Como diminuto y opaco sol, la soledad brilla en el horizonte, la tristeza es eclipsada por la alegría de la multitud, el ruido, la música. Ocurre que estás sola. Ocurre que tu alrededor es de soledad, tumulto, follaje, paz y fiera guerra. Torres y estiradas sombras, que a la vez se disputan el poco espacio y reconstruyen el paisaje,
edades, ecos que se anulan, triunfos que relegan la importancia de ciertas alturas, sin importar la presencia de flores o pájaros y, pese a todo siguen importando los callejones, el maíz tierno, un buen trago, un paseo por Juan Dolio.
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Simple recuerdo Más temprano que tarde, en tu memoria, yo he de asumir la forma pura de un soberano temblor.
Todos los fragmentos de mi ser, que durante tiempo innombrado te buscan, se recomponen en un pasado en que habitas, las agotadas provincias de la memoria. Más temprano que tarde, lo palpable que soy se tornará memoria, mentida espuma en vaivén, simple recuerdo.
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Sin título Nadie se mira en unos ojos, dos veces, con igual deseo.
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Estatuas Las estatuas, mueren también, si nadie las mira.
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Piedra de la noche Piedra de la noche. Luz compartida.
¿Dónde los azúcares de tu esfuerzo, la dulce dentellada de tu voz a mis silencios?
¿Dónde, oscura, espesa bóveda , estarán los ecos soñados de tus aguas, los tibios manotazos de la pasajera lluvia de la isla, los arrogantes limos, las caracolas, los guijarros del río, su resbaladiza vestimenta, su discreto monólogo por las aguas?
¿Dónde, sino sobre el pecho del día, podría descansar la fija ternura de mis manos? Interrogo sin ilusión este vacío que te nombra y espero.
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Genealogía
A mis abuelos ¿yorubas,
gelofes, mandingas?
Al principio todo fue foráneo, ajeno. Signo ajeno, ajena música. Ajenas la omnipotencia y bondad de los dioses. Poca la tierra que habitamos,
ergástula, sepulcro de guerreros, carimbados hombres y mujeres.
Junto a la vacada cohabitamos los boscosos llanos del norte. Permutamos signos y tambores. Hermanados en la anochecida neblina del Bois Caimán, invocamos a nuestros dioses, sin rayas ni pirámides que nos separaran.
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II
Donde paren ríos y arroyos sus líquidos puros, en las más encumbradas cimas de la isla, aprenden las aves melodías de su canto, y ensayan los aires invisibles piruetas, nos refugiamos.
Lejos de las estampidas y las llamas, bajo yagua y palma, bajo el salobre y tibio azul del tiempo, guarecimos sueños y añoranzas del Dahomey.
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III
Desde el principio ayunamos, donde la luz de los días, en casi monótona repetición inaugura la entrada de cada jornada, ata a la corona de la mañana su resuelta fosforescencia, y enciende lo que de los días queda, en sus densos habitáculos. Ahora, árboles somos de repartidas raíces aquí, allá y todo nos pertenece.
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Árbol de mis juegos El árbol de mis juegos se sacude la luz del día, sobre las cúpulas de la mañana.
No da frutos que satisfagan a los golosos. Percute sus frágiles y acompasadas castañuelas, en la fragante bruma del mediodía de febrero.
No viste de yodo y salitre, como el vociferante y sediento mangle o la dócil uva playera. Exhibe la aguda parsimonia de sus espinas, anuncia, arrogante, la robustez de sus sombras. (No le conciernen pesadillas de mobiliario alguno).
La penumbra es también fruto suyo, sombra dulce que adormece y disuelve sopores, desata follajes que iluminan las noches del trópico
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y domeñan la fogosa voracidad del día.
No duerme el árbol de mis juegos. En su prudencia se establece un faro vegetal, que en la oscuridad vigila.
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Ejercicio de jardinería Sin dirección ni sombra posibles, avanzan las raíces, por los callados vericuetos de la tierra.
Ríe a solas el poeta, recordando el sermón que por Internet le enviara su amigo el arquitecto.
Manotazo invisible, descuelga el recuerdo un antiguo refrán: “Yerba mala nunca muere.”
Descansa y advierte que, lo que hace es eco visible de anteriores esfuerzos, y que pese al estival abrazo del día no es ese su espacio definitivo, tierra que puede amorosamente nombrar suya, sin embargo, cuida su jardín, corta el césped.
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Pike Alguna vez anhelé la vasta tranquilidad de estos prados, la anárquica simetría de estos árboles, su arrebatado verdor, la robusta limpidez de tus aguas.
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Antonio Álvarez Atrapado en el estrecho círculo de luz de la lámpara, juegas con la proyectada sombra de tus dedos, mientras el pensamiento empozado en el recuerdo, atina sólo a reconstruir tu imagen de hombre ante sí, lleno de interrogantes. ¿Por cuáles calles de La Habana vieja vagas, rumiando versos, o tratando de escribir lo que crees será tu mejor poema?
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Sello de agua Inadvertida presencia, tu mudez embriaga la página. Creces a lo largo de ti misma y en tu propio reflejo te estableces. En breve espacio fundas tu discreto imperio y soberano reinas, sobre tu propio confín. Sello de agua, inadvertida presencia.
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Cansancio visible Hay cierto cansancio visible, cierto hollín de modorra, nube que cuelga interminable, obstruyendo luces del placer. Existen olores oscuros, señas de identidad, que cuelgan de la vestimenta de los objetos, atareados con su propio decaimiento, zozobrantes de sí mismos (prefiero la palabra driftwood
con sus bordes mellados) en lo profundo de su abandono.
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Jardinera Entre rocas el mar y la ciudad. En el brevísimo borde, donde el rumor del barrio da paso al de las olas y las escuelas llevan nombres de tus héroes y artistas.
Paralelo a las intocables paredes de sal que erige el mar ante la ciudad, hibiscos, girasoles, claveles, geranios y rosas, a su cuidado se disputan las brevísimas parcelas soleadas.
Nadie imaginaba sus destrezas, el poder de sus manos rastreando las profundidades del suelo, entre acera y contén.
Nadie pudo suponer que florecerían sus dedos, en los tiernos pétalos de luz que hoy iluminan su cuadra.
Existe en La Habana una cuadra
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que se alumbra con la luz que un día sembró esa dulce y callada mujer. Su nombre no recuerdo pero poco importa.
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Siempre cercanas Siempre cercanas, inexplicablemente misteriosas, mis hijas irán a jugar entre mis libros, hasta el momento exacto en que empiece yo a leer y a descubrir que las subrayo, como cada idea releída o palabra memorizada, rebuscada en los más conspicuos diccionarios. Tiempo vendrá en que no tendrán que entrar al mar, tomadas de mi mano, como quien se aferra al más sólido suspiro, o como quien ata grave, reverente, los nudos de la driza, con tal que su bandera dé al viento sus colores, los mejores estallidos de su lienzo, sobre el invisible lomo del día y en los fríos truenos de su ondear
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deje perplejos los ecos de las capillas del aire.
Tiempo vendrá, en que se revertirá este inenarrable cariño, que, más que flor, es semilla.
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En tus cabellos En tus cabellos anida un silencio no previsto. Si salgo a contemplar las estrellas, a otear con el índice la cruz del sur... Si en la más densa oscuridad navego tratando de verificar los murientes brazos de tu lejano y leve corazón, el ulular de la brisa entre los abandonados anillos de la noche, en cenizas se anulan tus huellas, y me pierdo en mi propia bruma.
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(Re)posesión Son míos esta luz chata del mediodía, esta brisa blanda, juguetona, los callados y extensos flamboyanes, las guajanas enhiestas y orgullosas, la guásima diseñadora de sombras, el jabillo tronante, el impávido guayacán, acuchillando uno, frotando el otro, los invisibles bordes del día, su bóveda impalpable, su copioso esplendor.
Míos son estos pastos. estas tierras, aquellas montañas, su estirada y muda deposición de siglos, arroyuelos y ríos en su anegada danza de burbujas, y guijarros pulidos por la espera. Todo es mío!
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Algo en mí A tientas desciendo del sueño. La luz mañanera me escarba las pupilas, y se derrama en luminosos chorros secos, como sílabas truncas, disimuladas entre el polvo de mis huesos. Muere algo en mí, como badajo sin campana, como lo oscuro en el resplandor cuando acrecienta su población el desasosiego, y el vacío hace de la página su dominio.
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Conocía el mar Conocía el mar. De sus sales conocía los amargos acentos, el tintineo de sus espumas escurridizas y breves. No conocía la melancolía hasta perderte.
Tu noche azul, descamisada, se hizo tarjeta postal un buen día, y en tus impalpables espejos me vi distante, dolorido,
callado.
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La urdimbre del silencio
Una hilera de montañas se eleva en el traspatio, como quien levanta la mano para despedirse. En la casa, las cortinas caen en forma de lluvia tropical. Los muebles, mi escritorio, mis libros, el ordenador, como corteza de árbol talado, callados rememoran a los ausentes.
(Está sola esta casa ahora, solos estos espacios, mas no vacíos.) El vacío de la tarde se incrementa, y nunca sabré con certeza el porqué dieron nuestras vidas estos giros bruscos.
En la urdimbre del silencio que apuntala la ausencia, apresadas las manos entre las rodillas, permanezco junto a mi hijo.
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En su voz oteo viejas interrogantes. En el eco de sus porqués, habitan los míos, sin respuestas posibles, y tolerante espero.
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Ante la puerta
Ves ante ti la puerta que bien pudiera dar al ámbito esperado, al simple vacío o a la nada. Ante ti está cerrada, pero bastan tus deseos de atravesarla, y se transforma lo que pudiera ser, el otro lado, los siempre ambiguos planes de la noche, el aire, a veces, siniestro de calles y callejones, de salas de espera. Como turista entre alborotadas palomas, con las manos sumergidas en la penumbra de los bolsillos, permaneces ante la puerta indeciso.
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Impromptu
Yo soy el que a la vez me delato y revelo nuestros más íntimos deseos, en la blanca desnudez de la página. En mí, conmigo, se gesta un diálogo que nos identifica. Tú desde la densa pradera de los días, yo desde el carcomido dintel de la espera.
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II
Los discretos demonios de mis iras, como guijarros de mis frustraciones, lanzo contra las aguas del tiempo, para que destrocen los líquidos ventanales del lago de mi colérico silencio.
III
Relámpago, vino, fuego que del mar provienen... Luz lenta. Miel de luz vespertina... El rumor de la Singer sin pedal, pespunteando canciones de silencio, que repiten los aires tibios del puerto.
IV
Para pillar al sol en vespertino desliz, saltan tejiendo redes, los peces de mi búsqueda, mientras en el chinchorro de luz
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atrapadas, como dilatadas velas, mis manos esparcen las cálidas sombras de su ámbar.
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Giraldilla
Para Miguel, que
también sabe
La noche despliega sus espesas y frías sombras sobre todas las cosas.
El sólido aburrimiento de las rocas, la sigilosa pasividad del Almendares rumbo a la mar, nada tienen que ver con esta ciudad que nos crece en la memoria, y se nos agranda en lo más íntimo. Nada tienen que ver, los laboriosos elementos que corroen viejos muros y edificios, los mismos contra los que revientan las acorraladas olas, los maléficos nortes que apalean pinares, arrodillan los dóciles platanales, despueblan barrios y calzadas, y a fuerza de su herrumbre,
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diluyen la desdibujada sonrisa de la Giraldilla. Por las alfabéticas cintas de asfalto y números, discurren nuestros amigos, sin advertir nuestro palpable deseo de presencia. ¡Cuánto quisiéramos no anhelar esta ciudad, sino poseerla!
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Invierno Sumergidos en su jaula de humedad, los grises árboles por donde el invierno transita los hielos de su luz, esparcen clorofila y un polvillo invisible sobre la melena del césped.
Sin mucha suerte, recorremos calles de helados rostros y nombres ilustres, y se me antoja que el poema recién comienza, que los muros de los cementerios no tendrían razón de ser, si respetáramos a nuestros muertos.
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Toda mano
“toda mano requiere ir hasta su deseo”
Andrés Sánchez
Robayna
Toda mano endurecida debería sublevarse.
Toda mano sublevada debería hacer arder las aguas de su puerto, desencadenar los aluviones de un escalofrío inédito.
Toda mano de asombro sedienta, debería diluirse entre temblores y penumbras, (re)inventar la sequedad de la luz domeñada, que a lomo de los días, eclipsa los grises matutinos.
Si una mano solitaria en amoroso rapto decide consignar códigos y claves, en la rígida transparencia de la ventana,
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y los veloces y borrosos árboles ignoran el húmedo brillo del día, de nada sirven mensajes y códigos secretos, al paso de estos trenes sin rumbo.
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Aire verde En el aire verde, la sombra de cuerpo entero del recuerdo se extiende sobre los días. Como cantando en la ciudad, a oscuras, la noche orbita y desanda. Inspecciona jardines, cuestiona de los edificios nuevos el contorno. Inadvertido desciende un oscuro rumor, que entre las rendijas resecas, se cuela y se establece.
Los pinos, en coro habitual, rasgan la piel del silencio.
Los pájaros, silfos impostores, con silbidos y canciones que los niños tratan de imitar, afilan sus picos mellados por el resol.
Junio se corona de aire verde, y sobre cada objeto, deja el relente de su paso.
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Chichigua
Por sobre el azul húmedo y salobre de la isla, entre las leves sábanas del viento, asciende por los andamios del día nuestra chichigua cantarina. Cuerpo de invisibles extremidades, desanda caminos y veredas por el aire que la sustenta, recreando mapas que perfila el sol. Mapas que, mucho antes, la luz que ahoga estas islas, había recorrido sin obstáculos, sin sombras posibles que la atenuaran.
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¿What do I do now? En el resplandor morado y ardiente de la mañana, las aves del bosque (re)estrenan su trinar, y el arroyo nuevas fórmulas del cristal de sus aguas. Mi vecino, como héroe anónimo, se lanza al mercado de trabajo, mientras sentado al borde de mi cama, debato conmigo mismo, mis tareas del día. Desde el cuarto, advierto el eco de mi hijo negociando con su madre, que hoy es un buen día para quedarnos en casa,
imagino entonces su letanía de la jornada: “What do I do now?”
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Transeúnte He retrasado los relojes. A orillas del camino, he dejado mis zapatos, no por el sólo placer de la tierra como agua cálida escurriéndose entre los dedos, o la caricia de las dóciles briznas, o la discreta humildad de los hibiscos.
He querido dejar volar libres mis pies, apresurados potros, piafando por todo el trayecto.
Mi ropa, paredes ondeantes en el aire de la noche, rozan contra las inagotables minas de deseos de mis manos.
No ignoro el poder blanqueador del sol sobre las casas, sobre abandonados osarios, avanzo simplemente.
201
Si se miran los espejos
Yo temo ahora que el
espejo encierre
el verdadero rostro de
mi alma, lastimada de
sombras y de culpas, el
que Dios ve y acaso ven
los hombres.
Jorge Luis Borges
Si se miran los espejos, se retuerce y multiplica su mirada dócil, súbita.
Si se miran los espejos, y el sol atina acercarse a sus orillas, se apoderan los destellos de todos los sonidos que pueda emitir la luz en su profundo goce.
Cuando se miran los espejos, tú y yo somos otros, numerosos otros. Otros y, a la vez, los mismos, repetidos, atascados
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en nuestra propia perplejidad.
Si se miran los espejos, desnuda la sombra su trayecto, se sumerge en lo más oculto de sí misma, abjura de sus orígenes, si se miran los espejos.
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Negros espejos En los negros espejos de las pupilas de mi hijo me veo, quisquilloso, perfeccionista implacable. Inquisidor impaciente, sumiso, dulce. Ignora él la profunda ternura que lo habita, en la que nos regodeamos tú y yo.
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Álbum familiar Sucesión de sollozos, el viento piel de todo, transcurre con los años.
Yo observo viejas fotografías que desatan aluviones de memorias . Me veo de niño endomingado en mi traje de “sharkskin” y zapatos blancos.
Marion Peters y su Singer sin pedal en el patio de tierra liza, barrida con escoba dulce.
En la última foto, tímida, junto al mar, me mira la colegiala de risa nerviosa.
205
Paisaje La noche desanda, el oscuro viento del sur cabalga el agresivo cacto del mediodía. Bayahondas, chivos, iguanas, engañosamente sedientos, repiten nombres, señalan osamentas blanqueadas a puro sol, descoloridas a olvido puro.
206
Aire anclado
En su propia sal anclado el aire espanta los pájaros mudos de las sombras. Entre las nubes trazan nombres, y en su silente lenguaje, baten sus alas de viejos y obtusos cuchillos. Este aire resplandece, no canta. No traspasa las columnas de furtiva y lejana luz de los vastos paisajes de la espera, en su propia sal pervive inmóvil.
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Mi almohada
Residen dentro de mi almohada sueños que no cesan de invadir los míos. Suntuoso bosque de sueños es mi almohada. En su jaula de ramas atrapa al viento, y lo obliga a cantar.
De alguna manera, sé que ese suave aleteo que a veces escucho, no es más que las alas desperdigadas de difuntas aves en su afán de (re)estrenar vuelo, y gráciles planear en los cielos de mis sueños.
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Oscuro
amor
209
Te amo como se aman ciertas cosas obscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.
Pablo Neruda
Donde quiera que estés,
te gustará saber
que te pude olvidar y no he querido.
Joan Manuel Serrat
La admiración mata el amor porque viene del entendimiento,
el asombro lo exacerba porque viene del alma.
Federico Fellini
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Para Beth,
que me ha carimbado*
con el fuiego de su amor.
*Carimba. Hierro para marcar reses o esclavos
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Llamas de la noche EN presencia del fuego
en el ardoroso mapa de sus llamas tu rostro asume nuevas formas y te pareces a ti misma (re)inventada
En la indetenible carrera del sopor otoñal emigran las hojas a lomos del viento Insectos de ámbar y luz Perros mudos que afligen al poeta ante el arribo del alba permutan sus ladridos por el repique de campanas
¿Quién extinguirá las llamas de la noche? ¿Qué sombras darán cobijo a estas perennes y cambiantes luces?
212
Retorno
MEDIODÍA puño de luz sopor extendido golpean como quien salda cuentas
Mediodía luz desparramada en invisibles paredes pospone sombras de sí misma y anuncia tu retorno.
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Lo que no sabe el cuchillo
NO sabe el cuchillo la profundidad de la herida en que navega su filo las oleadas de dolor que a su paso (des)encadena
Nada sabe el dolor de las tinieblas que lo engendran ni de los alcoholes que destilan sus propias sombras.
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Silencio
SILENCIO de ataúd Oscuridad de ataúd El silencio diseña su propia distancia la distancia su singular sombra la sombra la espesura de su propia noche No hay aguas que desemboquen en estas rampas No hay soledad que defina y justifique esta angustia La angustia florece aunque los niños salgan a jugar conmoviendo al día.
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Premonición
ANTES de que se extinga de inercia su corazón esa mujer que hice mía me habrá de negar repetidas veces y en medio del sopor de su agua de colonia --ya lo sé— habré de perdonarla porque la que me invade es la misma soledad que diluye su sonrisa y la de la Giraldilla es la misma que colma mis días.
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(Re)encuentro
EN alas del aire ágil blando y frío de Nueva Inglaterra navegan noches de febrero y octubre confundiendo bordes En los congelados filos del invierno la espera articula el encuentro Al amparo de la espera rejuvenecen corazones maduros.
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Creencias de la rosa LA rosa se cree mariposa
porque ostenta colores La rosa se cree mariposa pero sólo viste fragancia y es breve su color
La fragancia se cree estrella porque refulgen sus matices y es infinita la extensión de su alcance
¡Qué de rosas!
218
Cuando te alcance MÁSCARA del olvido
Triste máscara del recuerdo Asidero no le diste a mi descarrilado amor Sonido oscuro Cuando te alcance te voy a llevar donde nada nos separe ni las nubes ni el viento ni el filo voraz de la luz ni las más densas sombras ni los discretos muros que levanta el día alrededor del viento ¡Cuando te alcance amor
cuando te alcance!
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Otra manera
¿DE qué otra manera he de tenerte plena mía cereal de mis días luz vespertina que muriendo sin saberlo exhibe su alegría?
¿Cómo he de regresar el tiempo si hemos partido y el torpe y desgastado pañuelo del adiós sigue ondeando mientras en otros corazones hurgamos buscándonos?
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Desatado fervor
DESATADO fervor Oscuro amor que me corroe la vida Amor distante que fortalece y agrieta los cansados cristales del día Amor más triste que el llanto de la lluvia gris Amor desenterrado salvaje y loco perpetua flor de días medio acaecidos Apodérate de cuanto queda es tuyo
sólo tuyo.
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Oscuro amor
OSCURO amor que desde luminosas ventanas deleitas y renuevas mi arrebatado corazón Ahora que regresas a mí de distante viaje ahora que te deshaces de las furtivas huellas sin dejar rastro visible ningún dios posible podrá doblegar ni trocar mis sueños como te he soñado mía sin límites ni ataduras
Ya no será abril el mes triste del que hablan algunos poetas Para nosotros será mes de tiernos recuerdos a puro corazón forjado
Amor en tu sangre en la mía arden los mismos fuegos se derraman iguales luces El viento que guía tus naves es el mismo que se despliega en las sedientas sombras diurnas de mi desfasado anhelo.
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Lugar incierto
YA no quedan silencios No quedan más banderas por desplegar
centros límites por alcanzar ni dioses celosos o neutros Se han ausentado todos y las indeclinables aves del adiós no baten alas y ya no hieren inclementes los puñales de la despedida Adiós lugar incierto deshabitada luz.
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Oscura transparencia
Lo mejor
no es la caricia en sí misma
sino su continuación.
Mario Benedetti
AHORA puedo caminar junto a ti
sin que estés conmigo Puedo oírte sin que me hables Tu signo es la oscura transparencia de la lluvia Tu luz la de este exiguo y breve sol de Nueva Inglaterra Riachuelos de caliche y guarapo nos irrigan la sangre Provincias de olvido y recuerdo somos Comarcas de desbocado amor nuestras vidas ¿De qué materiales está hecha la transparencia que te concibe albor de mis días? ¿Cómo se construye el alba sin luz que te contenga? ¿Cómo las espesas paredes de soledad que te cercan?
224
Ternura salvaje sedienta de entrega.
225
Descubrimiento
COMO pecio en aguas de su propio naufragio como pozo seco en la noche repitiendo los ecos de su aridez ambula este corazón de ti sediento y en medio de la densa tristeza que le atribuyen al mes de abril me diste miel de las penumbras vacías de los tambores me diste a beber del sonoro hueco que escuda tu corazón errante me diste pequeña mía de tu amor el más ávido el para mí reservado.
226
Esos que arrastran
ESOS que arrastran las oscuras aguas de tus ojos son escombros de mi pasado desilusiones inadvertidas duelo entre resplandor y sombra tierno desafío guirnalda de luz flor de viento sollozo reprimido Ahora por tus silencios trepan los míos Todo se llena de ti y te siento crecer vigorosa irrepetible más allá de ti misma como número momento o cifra de día no vivido como pregunta extendida
sin signos sin fin.
227
Trueque
TÚ me das tu corazón yo en cambio te doy las mieles de mi alma de poeta errante sin singladuras (pre)establecidas sin anclas sin ataduras.
228
Cartografía sentimental
COMO moneda refulgente en la vastedad de las arenas Como luz diluida en el bosque silente del día repaso los mapas de tus sentimientos los croquis del adiós que no pronunciaste.
229
Ausencia
EL sonido alma y cáscara de lo palpable forma que asume su dureza repite los días y sus nombres Repite tu agresivo y silente adiós el eco de tu abrupta partida Hoy lo que queda es tu imagen de mujer herida como empedrada orilla de mar como el centro mismo de una estrella de corta vida y en lo profundo de tu mirada leo el mapa de agua seca que desvía tu camino En mí pervives a tu pesar.
230
Como beso fresco
COMO beso fresco recién dado Como beso que no se apaga el día recobra luz y la brisa escala edificios solitarios por estrenar calles vacías de tu barrio esquinas pobladas de risas y recuerdos.
231
Recuerdos que no fueron
LA muerte vierte sus ecos en metálicas copas mientras las campanas ensayan loas a la mudez de sus badajos
La muerte pasa sin pasar y a su paso sólo quedan silencios dolorosos silencios que matan de tu presencia todos los recuerdos que no fueron.
232
Tu partida
LAS aguas rotas esconden en espumas sus heridas y lloran desolados los cangrejos la sal que se dispersa en el aire Las arenas repletas de silencio se niegan a albergar más resplandor del asignado por el día y las aves sobrevuelan el silencio de tu partida.
233
Beso a beso
BESO a beso por los invencibles andamios del encuentro fuimos edificando las que son ahora ruinas del recuerdo discreto camino que desemboca en furiosas aguas de amor no consumido.
234
Mañana
ESTA luz estrictamente fiel ilumina las débiles y circunstanciales aguas que bañan la tarde arremolinan la noche y hacen preparativos para mañana
Mañana será muy tarde Mañana habré optado por otro camino otro sendero partirá pan conmigo Otro será mi techo otro mi lecho.
235
Nada
NADA tengo Nada te puedo dar Nada puedo contra los turbios lienzos de tu pasado El amor que te ofrezco nada tiene que ver con los valores del mercado.
236
Escudo
EN la dehesa del día donde pastan los unicornios del deseo una sábana blanca al sol ondea como bandera de armonía como apacible vela henchida En la suave y dulce caoba se desliza Bach con todos sus teclados luego Vivaldi revisa el curso de las estaciones
¿Adónde irán a parar las ciguas en el invierno de la isla?
¿Adónde irás tú cuando tu “preciada” soledad ya no te sirva para escudar tu nostalgia de mí?
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Mis manos
MIS manos sólo quieren salir a cazar las circulares palomas que reposan en tu pecho inundar de tibieza los dulces cerros de tus caderas represar los desbocados ríos de tu pubis y saciar los potros de su sed.
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Reclamo
MITAD ruego mitad demanda esta mujer reclama lugar en mi vida.
239
Excúseme señora
EXCÚSEME usted señora por haberme tardado tanto bajo su piel por haber desatado la sed que ahora la habita por no advertir que mi sol no se ponía en sus cielos como creí Fue sin querer señora que queriéndola yo la indiferencia inauguró distancia entre nosotros dejó en la mesa sus mejores frutos
Excúseme usted señora que mi frente quiera descansar entre las opacas lunas que alberga en su pecho y que la sombreada isla de mis deseos se vea nutrida de abulia.
240
Sobrevives
SOBREVIVES la transformación de tus propias sombras la cascada de angustia sin fin el cataclismo de amor no correspondido
Oscuro amor en derroche sobrevives la inundación de tu propia luz el vendaval despierto de tus días la negación de ti misma Fruta madura pueblas de aromas la noche del transeúnte Fruta jugosa te espero junto a la flor arraigada en soledad.
241
Mitad de semana
MIÉRCOLES mitad no pensada de tiempo Jueves y se aproxima el final
Se acerca la luz de tus cosas al sonido exhausto de sordos badajos
Viernes última estación anuncia el conductor Los pasajeros del día deberían sentir nostalgia por la noche pero sencillamente la ignoran.
242
Tu retrato
COMO cuadro de aire y luz tu retrato preside las densas salas de mis recuerdos ilumina mis pensamientos y con su silenciosa música distrae los restos de mis noches.
243
Ventana
Desde tu corazón me dice adiós un niño
y yo le digo adiós.
Pablo Neruda
PARA cuando te llegue este mensaje
yo tristemente me habré resignado a recordar que entre nosotros
no todo el amor fue consumido que de tu ternura no pudimos
transitar todos los senderos que aunque beso a beso
conquisté las rotundas y blancas alturas de tus caderas y tú mis más densos bosques de caoba la avidez que hasta entonces habitaba mi boca como el azul de las noches de Cuba
que no conoces derramó sobre mis días fragor y luz que ahora tu diminuta mano blanca repentinamente clausura silencia con el índice del adiós
Me resignaré a recordar
244
de tus desatados placeres sumergidos en el albor de imparciales sábanas sus lentos y audaces salmos el enriquecido ámbar de tus ojos las tardías aguas de su firme y pedagógica
mirada y tu agridulce admonición hundida en mi silencio
“no quiero irme pero me tengo que ir.”
245
Segunda ventana ¿QUÉ hago con lo escaso que me dejas de vida
cuando en los innumerables corazones del viento no florezca mi risa y en mis versos no habiten los claros y nobles sonidos de la tuya?
¿Qué haré solitario obvio cuando mis palabras ya no te acosen y el álgebra de mi soledad interior se subleve contra tu silencio?
¿Qué haré cuando tu persistente transparencia se imponga “al verso aquél
que no podemos recordar” desborde las orillas de parques y
estacionamientos baldíos y reine tu imagen en urticante recuerdo tornándose sombra de beso robado bajo las cenizas de las tardes de Nueva Inglaterra? Dicho de manera simple
¿Qué voy a hacer sin ti?
246
For ever you
Yo vivo […]
con tus ojos, tu cuerpo,
tus besos, sí, con todo
lo tuyo menos tú.
Pedro Salinas
MIENTRAS vivas
viviré yo por tu implicado y voraz cariño porque yo no sólo soy
lo sabes tú lo sé yo
tu hombre sino tu hombre múltiple todos los hombres habidos y por haber en tu vida.
247
Ceremonia
SOLEMNEMENTE arrodillado unjo de oscuros besos los azules riachuelos de tus pies y mientras avanzo las invertidas campanas anuncian la próxima estación
el centro el núcleo mismo del placer el ámbito breve de mi momentánea muerte
abrevadero donde desata mi lengua una y otra vez sus tibias y húmedas oleadas de caricias hasta derretir la medianoche de tu apasionado sol.
248
Despedida
APENAS te marchas y no es posible librarme de tu presencia espesa nube que sobre el día se erige
Te marchas y se descompone mi celular y ya no me es posible verificar la temperatura del día siguiente hacer cosas simples sin que la ausencia de tu aroma como fruta fresca lo sobrecoja todo neutro hibisco de mi alba
Apenas cesas de florecer en mis días y los mellados bordes de luz retoñan en tristes campanadas
¿Dónde estás mujer que no me escuchas? ¿Será que “mi voz no te toca”?
249
Habitar los pronombres
ME tiembla con violencia la mano y no te puedo escribir No te puedo (re)tener y en compensación te pienso continua e intensamente
por eso reconstruyo tu resbaladiza imagen y te evoco entre las sonoras y dulces hendiduras que a lomos de la tarde abren a ritmo de jazz Bill Evans y Stan Getz (Ay de ti poeta que sólo atinas a contemplar el teclado y gritar a toda voz tu alegría de habitar en los pronombres.)
250
Parquecito del Cacán
YERMO espacio donde la nostalgia fue prematura La nostalgia era el presente. Espacio preferido. Pisoteadas riveras del río donde vaga sin rumbo el silencio y los atletas ignoran, por obvia, nuestra presencia, nuestra risa, mi velado llanto por tu extenso adiós, los alargados debates sobre el empleo propicio del modo subjuntivo. Cacán, ni tú, ni yo sabíamos que era “lengua que hablaban diaguitas,1” como tampoco advertíamos que eras life line de cuanto se me escapa que yo era el tuyo.
1 Indio americano que en la época de la conquista habitaban el noroeste de la Argentina
251
Al principio
EN el principio fue la tristeza luego viniste tú a regar las flores de mis días a abrir vigorosas ventanas de amor
Al principio todo era tentativo inseguro provisional Luego crecieron raíces y verte bajo el velo de amor donde siempre te he tenido fue como quemarse en llama de espejo ardiendo hoja de calendario desplazándose entre los cerros del viento Quise entonces -tonto yo- hacerte mía por siempre
sin conocerte.
252
Casi haikú Y te escapas como puño de agua así mi alegría.
253
La otra mujer
LA otra mujer podría sin dificultad conciliar el sueño con la presencia de estos ruidos armoniosos que se te agolpan en la mente con fechas y horarios como arroyuelo de ternura desbordado como eco de caricias incompletas
La otra mujer se lanzaría a mis brazos e inmóvil me escucharía repetir como si abrigara interés en enumerar las sílabas
-I want you back
y ella ignorando la coherencia del momento -Am not mad at you it’s your
circumstance
y se hundiría en el más compacto silencio Esa otra mujer se niega a sí misma en las palabras en el armazón de la palabra misma A esa otra mujer le sienta bien el negro los pendientes grandes circulares las gafas negras en contraste con sus carnes casi transparentes pobladas de pecas que alguna vez han explorado mis besos
La otra mujer te aseguro
254
sabría reconocerse en el poema tú no porque no eres no podrías ser ella eres única irrepetible
Aquella podría descifrar sin esfuerzo nuestra madeja de códigos DR LIB T K M/ T E M/ M H M F M A Esa otra mujer sabría la duración exacta de un beso la extensión de una caricia tú no.
255
Nota al pie
HAS sido tú la primera en recordarme a qué se parece la soledad, cómo sentir su presencia, cuáles son sus efectos secundarios, que el color que prefiere es el menos osado, el más inepto gris y cómo a Elvira Madigan nadie le advirtió que jamás bailaría este vals porque aquella bala llevaba inscrito su nombre.
256
La distancia
LA distancia está hecha de un fino y frágil cristal que refleja el pasado viejo filme blanco y negro en que discurrimos brevemente felices
La distancia es el momento en que no consigo reconstruir los sonidos de tu voz es el instante en que me declaro culpable de haber espantado las sedientas y erguidas palomas de tu pecho.
257
Estado de reposo
PLANO denso como la abismal y engañosa profundidad de un espejo en mi más reciente tiniebla tus ojos se niegan a alumbrar extienden la ancha y honda tristeza que habita el azucarado ámbar de tu mirada
No se dejan oír los alegres cascabeles de tu risa ni estremece el rock las paredes de la casa De repente todo parece haber silenciado. }
258
Presente Ahora confirmo
sé que estas calles me vuelven nostálgico que el enfermizo cuidado del césped de los perros del vecindario me enternecen y que es hermoso releer cartas viejas
recortes, notas
sobre todo aquellas en las que dices que te hago falta que tus días ya no son iguales sin mí sin mi risa que no es igual la amarga penumbra de tus noches
Ahora que sé el origen de mis nostalgias puedo adivinar el de las tuyas puedo descifrar esta loca caravana de detalles incorregibles que pudieran ser parte de la conquista de tus suelos
259
Recuerdo tus primeros besos tus tímidas caricias anochecidas tus pactos con la luz moribunda de noviembre la acentuada exhibición de colores del otoño los inhibidos atletas del río y los alegres e indiscretos amantes del parque Son demasiadas las cosas que puedo enumerar como causantes de esta nostalgia Es un mundo tu mundo atropelladamente tierno
dulce ¿o es la timidez del sol de Nueva Inglaterra que me hace alucinar?
Te apetezco y no estás Si estuvieras ese sonido metálico que se desprende de la noche sería menos hosco, menos acre
No estás y te apetezco Me apetece un trago de single malt pero no puedo tomar alcohol Me queda no obstante el alivio de rastrear entre mis discos las aciagas baladas que interpretan
260
Ben Webster Keith Jarret
o Stan Getz que podrían menguar esta sed colmar este vacío.
261
Valle de tus brazos
EN el tibio, diminuto valle de tus brazos dejé volar los ariscos pájaros de mi imaginación y así ha nacido el poema
Palabra a palabra he tendido los puentes que ahora llegan hasta ti y que por faltarme valor tesón no intento cruzar.
262
Mía
“Tú no eres ajean porque vas conmigo.” Mi pensamiento te invade, se adueña de ti y esos suspiros desproporcionados, esos que oscilan entre ira y desesperación no son más que inadvertidos testigos de mi presencia que en cada latido murmura tu afligido corazón.
263
Muchacha triste
MUCHACHA triste yo soy el extranjero que locamente te amó El que bajo tu techo ante igual espejo nombró hogar tu casa Hoy te invoco como poeta que frente a las olas adivina los múltiples azules que crea el mar para en profundidad igualarse al cielo y ser Ahora soy yo mismo y otro a la vez.
264
Como un país anclado
COMO país anclado en un mapa esa mujer ha dejado huellas y al pasar los días me ha hecho saber que lo quiere todo no sólo la blanca claridad que la dimensión de mis días le dispensan sino la entraña de la madera de mi vida
Ahora que cae la tarde y el sol desdibuja la silueta de la ciudad ahora que los empleados municipales se disponen a abordar los atestados autobuses los estirados trenes me asalta obsesionante su recuerdo.
265
Tenue luz REPLETO de la tenue luz de la noche caribeña sigo tan triste como el crepúsculo
La espera me entra por los poros y no sé si esta tranquilidad que me empuja a recordar mi infancia es la paz que he anhelado o la que forjo cada mañana al imaginarte aun dormida en nuestra cama
No sé si el ruido de los cencerros de las vacas carreteras se integre al concierto de sonidos que aguarda el discurrir del día.
266
Ahora
AHORA habitas los sueños que aun no he soñado como luz que se enredada entre las ramas de la tarde Ahora voy excavando poco a poco con honda ternura los vericuetos más sencillos de la ausencia de tu cuerpo impalpable eres ahora oscura sílaba que navega el cielo de mi memoria negándose a formar palabras Palabras que edifican tu imagen que se deshace en el horizonte del recuerdo.
267
Domingo por la mañana
ES domingo por la mañana y al parecer la rutina será la misma Escribiré algún boceto para un poema leeré el suplemento cultural de uno que otro periódico quizás la recuerde triste
callada insegura de su propia desbordante ternura que mal disimulada despliego como sueño que no acabo de soñar.
268
Patria portátil
269
Todo país es patria para un hombre y exilio para otro. Donde un hombre muere
valientemente en unidad con su destino) ese suelo es suyo.
Que lo recuerde su aldea.
T. S. Eliot
Alguna vez tuvimos un país y nos gustaba Todavía lo podemos ver en los atlas. Pero
ahora no podemos ir allá mi amor ahora no podemos ir allá
W. H. Auden
Quizá mi única noción de patria sea esta urgencia de decir nosotros.
Mario Benedetti
270
Lección
Observa hijo como rasguña el mar las
orillas de la playa
como a dentelladas húmedas impone su reino salobre
Cuando canta el mar
se embriaga de sol la brisa
se cuela su música amarga entre blancas cortinas de agua y construye la distancia
con invisibles partículas
de transparencia diurna.
271
Encuentro
Bajo el mismo toldo esperando a que
escampe
en el brillo moribundo de la tarde me mira esquiva
la muerte
y yo provocador sonrío.
272
Bardo
Por calles heridas de luz la frente
bruñida por el sol
con aires de amargo acordeón va
enmudeciendo el grito que lo habita con el
dorso de la mano Estrenando sonidos salvajes
va bosquejando satisfactorios silencios
Apresurado iba sin saber hacia dónde hasta que el ámbar de tu luz
le traza ruta.
273
Testamento
Cuando sea dueño de la
suprema carencia
y vado el corazón
no me retumbe
tal vez regrese
excavando sueños
renovando intentos reclamando
desgastados sonidos
de resplandores diluidos
Cuando sea dueño de la suprema carencia quizá
me desprenda
de la culpa heredada que me ondea en la sonrisa.
274
Sintaxis del olvido
Desconozco la sintaxis del olvido por eso
no logro articular
con coherencia el tuyo
Tu olvido es mi muerte si las
músicas no te entonan ni te enarbolan
las guitarras de sal y de sol
yo muero.
275
Palabras en desuso
Mi amiga la lexicógrafa colecciona
palabras
las define las saborea
las digiere
luego las usa como dardos como
verdaderos petardos que implosionan
en la memoria
y desparraman
recuerdos.
276
Da igual
«Han cambiado las formas de mi sueño» las
orillas melladas de mis ríos
El múltiple azul de mi cielo ha cambiado
Son más espesas mis noches y la
primavera cuando llega
se anuncia en las múltiples alergias de mi hijo
Ahora no sé y da lo mismo si los espejos de
este lago en que se disuelve
y pierde nitidez el día
son del Armington o del Enriquillo
porque sencillamente vago sin prisa
doblo esquinas que a ratos no sé si son ajenas o mías
y da igual
277
Confesión Nunca supe el origen de mi fascinación
con la tinta china
quizá sea
1a profunda humedad de su
negrura o quizá a los
recuerdos desenterrados
por esta mujer
en el transcurso de sus sueños
y mi congelación en su
recuerdo o del suyo
espejándose en el mío
Nunca entendí las oscuras fronteras
que trazaba Rouault delimitando las
naciones de los colores y las texturas del sonido de las formas
captadas quizá todo esto sólo lo sepa
adabalcácer* con sus secretas fórmulas para domeñar galipotes y ciguapas.
*Pintora dominicana
278
Casi biografía
Mi infancia son recuerdos
Antonio Machado
Infancia sin julio verne ni salgari
Infancia sin infancia
Infancia de jabillo
de cañaveral y riachuelo
Infancia de chichiguas y bill elliot
Infancia que no quiero recordar.
279
Compañera
En lo más hondo de tus entrañas edifico mi
morada
lugar al que pertenezco
Levanto paredes
que habrá de garabatear mi hijo
con los vivos colores de sus canciones
En ti fundo mi hogar creo mi patria y en el
ámbar frágil de tus ojos invoco mis
despojados cielos mi arrebatado
horizonte verdemar
Mi luz
mi viento salobre mi perenne primavera.
280
Mi calma
Mi calma indiscreta mentira que a voces grita mis tormentos hibisco encendido
que sólo con música disipa su ancestral dolor.
281
Las casas La casa roja
la de ladrillos la solitaria aguarda nuestra llegada
e1 peculiar ruido de nuestra presencia Aquella casa
la que hunde el maderamen de sus pies en el
agua perfora los espejos del lago
se mofa de su propia imagen La casa vieja
amarilla y centenaria
que atesora recuerdos y retratos
la huella de algún diamante travieso en el cristal de la ventana alguna fecha memorable
ruidos familiares
también
es mi casa Las casas
cualesquiera nos
aguardan con calor porque más que casas son para mi hogar.
282
Cuando hablas
Cuando hablas es otro tipo de silencio el
que agobia al día Si hablas de nosotros
cada palabra es piedra angular de
lo que será nuestra historia Si cuentas el transcurrir de las horas
los días se estremecen de asombro Se
prolongan las noches y el verano a la mañana cede su ardor
Nada permanece
igual después que tú lo hayas nombrado
con el oro de tus palabras Nada.
283
Opción
Callo no porque prefiera el silencio No por
renegar de la palabra
Los árboles de mi infancia las raíces de sus sombras alargan en mi garganta
No culpo al jabillo a la
guásima al almendro
al cañaveral de mi silencio Culpar
podría a la herrumbre de los molinos de las viejas locomotoras
de machetes y azadas abandonadas a orillas de la trocha mas opto por el silencio.
284
Repatriado
Con casi absoluto dominio de la rutina
ensayo de tarde en tarde
mi individualidad compartida
No hay sonidos que no me conozcan
ni aires que en mi soledad me amedrenten
Cuando declina el día
suelo salir a caminar silbando viejos
boleros como quien en lo oscuro
camina próximo a cementerio
y procura espantar
sus propios demonios
sus propios temores inéditos
sus vados su soledad labrada. Regreso sin regresar.
285
Definición del miedo
No sienten miedo los cobardes solo los
héroes los genuinos
Solo los verdaderos héroes sienten miedo el que arruga corazones y de golpe
trae recuerdos rostros queridos voces
instantes No sienten miedo los cobardes sólo los héroes.
286
Anécdota
Ya no hay ángeles que habiten en la punta de los alfileres
Sobreviven todos en el destierro nostálgicos
insomnes canosos
obesos pendientes
de las pantallas de sus computadoras aferrados a la esperanza de recibir algún mensaje
que anuncie que en el país algo ha cambiado.
287
Patria portátil
Había que olvidar las esquinas del barrio la
heladería el parque
las iglesias
la librería
los colmados la
playa
el sastre el barbero
el zapatero remendón
Había que cultivar nuevos amores
nuevos amigos
Había que acostumbrarse a un nuevo sol a
una nueva luna Yo inventé los míos
Invente para mí esta patria portátil que me cuelga bien adentro con sus ríos montanas valles y héroes
Me busqué otra luna Seguí adorando el mismo sol los hibiscos
los almendros los callejones
y las palmas
288
Mi hijo
aunque desconoce del sol sus ardores y de la caña
la dulzura
que veneraban sus abuelos la reverencia
al pargo
a la ciguapa la majestuosidad del framboyán es sacerdote de las palmeras.
289
Animal acorralado
Animal acorralado por chorros de viento y luz se rebela el día difumina
rostros ademanes
traza nuevas rutas a la recién estrenada estación
¿Cuál sería el destino de un día que sólo encuentre consuelo en las horas vacías
en el ondear de los trinos?
Si el día se baña en su propio
resplandor
¿quién cuida de su pureza
quién ordena los rayos?
290
Naufrago
Naufrago en sincopados silencios y prosigo
por tu piel
como música desatada
como arpegio luminoso del mediodía y me interrogo.
291
¿Qué hago?
¿Qué hago con estos pasos que
repetidamente
me resuenan en el corazón desatando ventarrones?
¿Qué hago con este fuego que me
cabalga la lengua
me revienta el silencio? ¿Qué hago con esta sedienta guitarra que se niega a ser rasgada?
292
En el Callejón de Regina
En el Callejón de Regina habita
un eco tuyo
que los ruidos del día
ni la algarabía de los niños logran
opacar
En el Callejón de Regina
una vía arroyuelo de penumbras
ella espera en la otra orilla como
transeúnte cualquiera que mide su
sombra
al caer la tarde sin advertir que estás ausente.
293
Viejo patio
Por ti gimen los violoncelos de la nostalgia
viejo patio despoblado
En tus agrias sombras
permanecen sueños acumulados
el cansancio de agotadas escobas
promesas no cumplidas
amores no declarados no consumados.
294
Mambrú no fue a la guerra
Mambrú no fue a la guerra.
«Esta no es mi guerra» dijo
Concluidas las hostilidades fijó residencia en el Alto Manhattan Allí vendió llamadas telefónicas ilegales fórmulas de cómo ser residente legal
Mambrú se hizo jodedor
y eventualmente se llenó de dolor mucho dolor
mas no de pena Un buen día cuando el servicio meteorológico
pronosticaba tormentas de hielo y nieve elaboró una lista y «multó» a amigos y conocidos y regresó a combatir en su propia guerra cargado de dolor
sobrecogido de pena y «dicen los que lo vieron> que en el Callejón de Regina cada tarde se refocila viendo estirar su muda sombra de fatigado combatiente rumiando palabras y expresiones en desuso.
295
Los primeros desterrados
Los primeros desterrados Caín
Odiseo entre
ellos inauguraron
esta vasta nostalgia
No es invención nuestra
Los primeros desterrados
Hatuey
Juan Pablo no
pudieron prever todo esto
Intuyeron no obstante la proyección de estas frías sombras.
296
No mienten los árboles
Los árboles como los días como la
luz
como los vientos
no mienten su edad
No mienten los árboles
las penumbras que esparcen
ni los fulgores
que en su interior
cobija la firmeza de sus anillos
Los árboles no mienten sus
cortezas
escudos contra el albor del invierno en medio
del abrazo
de las llamas
liberan resplandores inéditos canciones
idilios secretos.
297
Destino final
La piedra recién lanzada no
sospecha ni intuye
la perfección de los círculos
que su caída habrá de desencadenar
Nunca sabrá la piedra recién lanzada que
al completar su trayectoria
abrirá en los espejos del agua
heridas
e impondrá el caos
su indeseada presencia
Nadie adivina de la piedra recién lanzada
su destino final sólo las calladas profundidades.
298
Siempre tú
Estancado el tiempo en la memoria
te veo resplandecer cada día
y en el edificio de tu presencia más breve que un chispazo salmodia del aire
luz recalcitrante te vuelvo a nombrar y reapareces.
299
El peso del recuerdo
Pesa más el recuerdo que el
olvido
Pesa más porque descansa su peso en
la sombra
de los días
El recuerdo pesa más porque
viven abiertas
sus ventanas hacia el mañana
y no hay forma de espantar los pájaros
de tristeza
que vienen a posarse en los derruidos dinteles de la soledad.
300
Puerta trasera
Entre la tela metálica atrapadas
reposan sus soleados cuerpos las
sombras del día a orillas de la invicta luz
Nadie cuestiona tu importancia cuando a
la mesa nos convocan o cuando los gatos
de la casa deciden perseguir sus propias sombras y como
carteros sortean charcos tendidos por las lluvias No todas las puertas clausuran limitan.
301
302
Norberto James Rawlings / biografía
Nació en San Pedro de Macorís el 6 de febrero de 1945. Hijo de un inmigrante jamaiquino y una dominicana. Poeta, ensayista y educador. Hizo los estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. Licenciado en Filología por la Universidad
de La Habana (1978); Maestría en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Boston (1992) y Doctor en Lengua y Literatura Hispánica del referido centro académico (1996). Fue profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en la Universidad de Boston, en los Estados Unidos de Norteamérica, país donde reside desde hace varias décadas. Editó Directory of Dominicanists para The CUNY Dominican Studies Institute. Ha obtenido varios premios literarios. “Es Norberto
303
James el poeta dominicano que recoge el alma del cocolo y lo lleva a la poesía en su poema Los inmigrantes”, dice Orlando Inoa. Aparece incluido en varias antologías. OBRA:
Sobre la marcha (1969
La provincia sublevada (1972)
Hago constar (1983)
Denuncia y complicidad (1997)
Obras 1969-2000 (2000)
La urdimbre del silencio (2000, 2005 y 2007)
Patria portátil (2008)
Selected poems (inédito)
Poesías completas (2011)
304
305
1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa
2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo
3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos
4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza
5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos
6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz
7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado.
8. Haikus / Matsuo Basho
9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish
10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas
11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound
12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade
13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger
14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire
15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes contemporáneos
16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego
17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Raworth
18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú
19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Rawlings
20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott
21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza
22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters
23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Martínez Rivas
24. Antología esencial / Joseph Brodsky
25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla
26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova
27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome Rothenberg
28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio Pacheco
Muestrario de
Poesía
306
29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot
30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas Elytis
31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth Rexroth
32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz
33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert
34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo Rojas
35. El animal que llora y otros poemas / Antonio Gamoneda
36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo
37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa
38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores
39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa Szymborska
40. Desde la república de la conciencia y otros poemas / Seamus Heaney
41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas / Eugenio Montejo
42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela
43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño
44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano Brull
45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum
46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir Holan
47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas / Gastón Baquero
48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón
49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín Giannuzzi
50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados
51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas
52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo Torres
53. Territorios Extraños /José Acosta
54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam
55. La traición de los sueños / Francisco de Asís Fernández
56. Quemaremos los días por venir / Radhamés Reyes-Vásquez
57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén
58. Días de Carne / César Sánchez Beras
59. Bajo la noche enemiga y otros poemas / Ulises Varsovia
59ª. Elevación de los elementos / David Huerta
60. La imperfección es la cima / Yves Bonnefoy
61. Voluntad de la luz / Luis Armenta Malpica
62. Ciudad en llamas y otros poemas / Oscar Hahn
63. Iniciación final / José Alejandro Peña
307
64. Gente desarraigada y otros poemas / Cesare Pavese
65. La luz interrumpida y otros poemas / Luis Rosales
66. Una raya larga y roja en el polvo de la historia / Pablo Antonio Cuadra
67. El poeta regañado por la musa / Héctor Carreto
68. Los inmigrantes, poesías completas / Norberto James Rawlings
308
Colección
Muestrario de
Poesía 2011