Los Inmigrantes

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Los inmigrantes, el avance tecnológico y el crecimiento de la ciudad de Santa Fe La inmigración fue otro de los factores determinantes en la transformación de la ciudad. En la foto de la colección Birri, un grupo de inmigrantes polacos que trabajó en la construcción del puente ferroviario sobre la laguna Setúbal. Por Blanca María Isabel Gioria El aumento de la población de Santa Fe, durante los años 1856 a 1930, tiene su correlato en el crecimiento urbano; esa evolución, debido a la llegada de los inmigrantes y a la innovación tecnológica en los medios de transportes, fue asombrosa. ¿Qué fuerzas interactuaron para provocar transformaciones estructurales tan profundas en los espacios rurales y urbanos? El historiador José Carlos Chiaramonte, en su libro “Problemas del europeísmo en Argentina”, considera que fueron los efectos propios de la Revolución Industrial, reflejados en: los movimientos migratorios europeos; la demanda de materias primas; la búsqueda de mercados para colocar sus productos manufacturados y el capital acumulado. El economista Aldo Ferrer, en “La economía argentina”, considera, a su vez, dos factores concurrentes: la expansión e integración creciente de la economía mundial y la gran extensión de tierras fértiles, escasamente pobladas, en la zona pampeana argentina. Sostiene que la revolución tecnológica en Europa a fines del siglo XVIII, y la industrialización de los países más avanzados del Viejo Mundo, determinaron, entre otras, el desarrollo de los territorios aptos para la producción agropecuaria de clima templado. La fértil llanura pampeana se constituyó, así, en un centro natural de atracción de los intereses europeos. Estos “territorios inútiles” de la época colonial que, en la etapa de transición fueron asiento del modesto desarrollo de la ganadería, se constituyeron en un núcleo de vigoroso desarrollo. Desde mediados del siglo XIX, la intensidad e integración de Argentina en la expansiva economía mundial, revolucionó en pocas décadas la fisonomía social, política y económica del país. En ese contexto, Santa Fe se une a los acontecimientos mundiales. Como el área de influencia de nuestra localidad se dedicó a la producción de cereales y oleaginosas para la venta en el mercado mundial, necesitó que la ciudad le proveyera insumos y servicios, le transforme la materia prima y la conecte a través de caminos y vías del ferrocarril. Estos hechos facilitaron el desarrollo socioeconómico de la zona, el ascenso general de la población, el acceso a la propiedad de la tierra, y la utilización de los avances de la ciencia y la técnica. Por consiguiente, las migraciones, el modelo económico, las producciones, inversión de capital, nuevas tecnologías e infraestructura, son las variables que irán tejiendo la trama de cambios y reorganización en la ciudad.

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Los inmigrantes, el avance tecnolgico y el crecimiento de la ciudad de Santa Fe

Los inmigrantes, el avance tecnolgico y el crecimiento de la ciudad de Santa Fe

La inmigracin fue otro de los factores determinantes en la transformacin de la ciudad. En la foto de la coleccin Birri, un grupo de inmigrantes polacos que trabaj en la construccin del puente ferroviario sobre la laguna Setbal.

Por Blanca Mara Isabel Gioria

El aumento de la poblacin de Santa Fe, durante los aos 1856 a 1930, tiene su correlato en el crecimiento urbano; esa evolucin, debido a la llegada de los inmigrantes y a la innovacin tecnolgica en los medios de transportes, fue asombrosa.

Qu fuerzas interactuaron para provocar transformaciones estructurales tan profundas en los espacios rurales y urbanos?

El historiador Jos Carlos Chiaramonte, en su libro Problemas del europesmo en Argentina, considera que fueron los efectos propios de la Revolucin Industrial, reflejados en: los movimientos migratorios europeos; la demanda de materias primas; la bsqueda de mercados para colocar sus productos manufacturados y el capital acumulado.

El economista Aldo Ferrer, en La economa argentina, considera, a su vez, dos factores concurrentes: la expansin e integracin creciente de la economa mundial y la gran extensin de tierras frtiles, escasamente pobladas, en la zona pampeana argentina.

Sostiene que la revolucin tecnolgica en Europa a fines del siglo XVIII, y la industrializacin de los pases ms avanzados del Viejo Mundo, determinaron, entre otras, el desarrollo de los territorios aptos para la produccin agropecuaria de clima templado. La frtil llanura pampeana se constituy, as, en un centro natural de atraccin de los intereses europeos. Estos territorios intiles de la poca colonial que, en la etapa de transicin fueron asiento del modesto desarrollo de la ganadera, se constituyeron en un ncleo de vigoroso desarrollo.

Desde mediados del siglo XIX, la intensidad e integracin de Argentina en la expansiva economa mundial, revolucion en pocas dcadas la fisonoma social, poltica y econmica del pas. En ese contexto, Santa Fe se une a los acontecimientos mundiales. Como el rea de influencia de nuestra localidad se dedic a la produccin de cereales y oleaginosas para la venta en el mercado mundial, necesit que la ciudad le proveyera insumos y servicios, le transforme la materia prima y la conecte a travs de caminos y vas del ferrocarril. Estos hechos facilitaron el desarrollo socioeconmico de la zona, el ascenso general de la poblacin, el acceso a la propiedad de la tierra, y la utilizacin de los avances de la ciencia y la tcnica.

Por consiguiente, las migraciones, el modelo econmico, las producciones, inversin de capital, nuevas tecnologas e infraestructura, son las variables que irn tejiendo la trama de cambios y reorganizacin en la ciudad.

Los inmigrantes y las modificaciones en el plano de la ciudad

Los inmigrantes fueron la caracterstica ms sobresaliente de esos aos. Al respecto, Gabriel Carrasco, director y comisario General del Primer Censo General de la Provincia de Santa Fe, manifiesta en 1887: La provincia de Santa Fe recibe diariamente numerosa inmigracin que inmediatamente encuentra trabajo y bienestar en las grandes colonias agrcolas que por todas partes surgen en el suelo....

La tabla muestra la cantidad de inmigrantes que entraron por el puerto de Santa Fe, durante los aos 1871 a 1887. A lo largo de 16 aos, llegaron 43.990 personas. Si se los compara con los 15.099 habitantes que la ciudad tena en 1887 se aprecia que ingresaron tres veces ms que la poblacin existente. Sin duda, muchos fueron a poblar las colonias, pero el dato nos da la pauta sobre la magnitud del movimiento poblacional.

Hacia 1912, la urbanizacin haba llegado a la esquina de calle Mendoza y vas del Ferrocarril (calle Gaboto); otro pequeo grupo de casas se ubicaban detrs del Regimiento 12 y, hacia el sur, unas 30 manzanas formaban el barrio Centenario.

El nmero de manzanas habitadas en el ejido urbano era de 219 en 1887 y, en 1907, llegaban a 350. En tan slo 20 aos se urbanizan 131 manzanas y se realizan 4 censos municipales, lo que demuestra que efectivamente se vea el crecimiento extraordinario de la poblacin.

La importancia de la posicin geogrfica

El crecimiento de todo centro urbano est condicionado por su posicin geogrfica, y por su relacin con el espacio que lo rodea; ... su capacidad de crecimiento autnomo es slo si se ubica en sitios de encrucijada. Es decir, reas de confluencia de vas de transporte; reas nodales, reas de atraccin y dispersin de trnsito, lugares dnde tienden a establecerse los mercados de intercambio. (Cervera F.1997). Es la funcin de encrucijada, que obra como una propiedad permanente del lugar, la que le permite crecer y acrecentar su duracin en el tiempo.

Adems, el dictado del reglamento que autoriz a abrir los ros a la navegacin internacional, y estableci su libre circulacin (1852), impactar en los puertos santafesinos como Rosario, Santa Fe, Coronda y Helvecia, permitiendo a las economas litoraleas prescindir de la intermediacin de la aduana de Buenos Aires.

La necesidad de un puerto de ultramar

Desde sus comienzos, la ciudad de Santa Fe consider la presencia dominante del agua. El agua es el hilo argumental de nuestra historia, de nuestro presente y de nuestro futuro. En su propio objetivo fundacional la ciudad vio en su puerto la justificacin de su existencia, su referencia y orientacin. Posteriormente, lo percibi como un instrumento potencial de desarrollo. La comprensin de esta circunstancia es decisiva para interpretar lo hecho en esos aos: la construccin del puerto de ultramar artificial ms septentrional del pas, a 625 km de la salida al mar, y a tres cuadras de la calle principal de la ciudad.

Al embarcadero de la ciudad arribaban toda clase de veleros, bergantines, carabelas y barcas empleadas para el cabotaje y traslado de pasajeros. Cuando a los barcos le colocaron el motor a explosin interna, las compaas de navegacin se consolidaron y ofrecieron vapores con sus servicios a las ciudades puerto. El transporte fluvial representaba progreso y civilizacin, y todas las poblaciones ribereas lo ambicionaban. Las colonias agrcolas comenzaron a mandar sus producciones en carretas que llegaban al Paso del Salado (Santo Tom); desde all eran transbordadas en barcos de pequeo calado, que navegando por el riacho Santa Fe, llegaban al atracadero de Colastin y depositaban la carga en los ultramarinos. Pero la sociedad santafesina, aliment el deseo de disponer de un puerto de ultramar ms seguro y ms cercano.

Por ello, en julio de 1904 se firm el proyecto y, das despus, el contrato entre el Ministerio de Obras Pblicas de la Nacin y el Gobierno de Santa Fe. Comenzaron las obras en la misma zona donde se encontraban los antiguos amarraderos (a la altura de calle Rioja y la avenida Diagonal, que luego se llamar Leandro N. Alem). A pocos meses de iniciadas las tareas, stas se paralizaron debido a la gran creciente de 1905 y, dado el nivel que alcanzaron las aguas (7,83 m, superando en ms de 30 cm el nivel proyectado), se decide levantar 45 cm las cotas planeadas, a fin de impedir que futuras crecientes del ro cubran las edificaciones.

Para su funcionamiento se construy un canal de acceso artificial de 7 km que uni el ro Colastin con el Santa Fe; se rectific y desvi hacia el este, haciendo desaparecer la isla Tacur, y rellenando el codo que el ro haca hasta calle 25 de Mayo. Al crearse los diques y la amplia red ferrovial, se configur la fisonoma de la Santa Fe actual.

El 1 de enero de 1911 -hace 100 aos-, dieron comienzo las actividades portuarias que lograron el mximo de movimiento en 1929. En ese ao, entre importacin, exportacin y removido, se lleg a 2.633.599 toneladas, y arribaron ms de 430 buques de ultramar.

Los medios de transporte reorganizaron la planta urbana

Con la puesta en marcha del modelo agroexportador, cuyo fundamento era producir para exportar, se promueve la actividad agrcola en el rea de influencia de nuestra ciudad/puerto, y el ferrocarril va a ser el motor y nervio del progreso. (Ensinck, O.)

Este medio de transporte nace y crece tan explosivamente que, en menos de 30 aos, opera como fuerza de atraccin demogrfica, de servicios e industrias, impulsando a la ciudad a una condicin jerrquica mayor. Las lneas frreas fueron trazadas en la periferia de la ciudad pero, a medida que se urbaniza, las traspasaron rpidamente. Comienza la era ferrocarrilera, y su desarrollo tuvo un extraordinario impacto: gener una nueva morfologa urbana, acrecent el trfico y flujos entre las reas de produccin y consumo, cambi el movimiento y la vida de ciudad, y produjo la aparicin de un amplio equipamiento de estaciones, galpones, y una compleja organizacin integrada por talleres metalrgicos, mecnicos, de electricidad, carpintera metlica y de madera, que producan y reparaban equipos, as como diversas herramientas inevitables para el tendido de las lneas. Estimul la apertura de hoteles, bares, restaurantes y negocios vinculados con el movimiento de pasajeros.

La floreciente economa moviliz capitales nacionales y extranjeros, que introdujeron otras formas de trabajo, emplearon nuevas tecnologas -tanto en la organizacin productiva como en los servicios-, necesitaron mano de obra, y ampliaron la oferta: adoquinado, gas, luz elctrica, red cloacal, agua filtrada, telgrafo, telfono. La transformacin espacial era evidente. En el ao 1886 se adoquinan 40 cuadras y, en 1923 llegaban a 564, mejorando el trnsito, la higiene, la edificacin y la esttica.

Los servicios de alumbrado pblico se difundieron notablemente como tambin el uso de esa energa en los tranvas a traccin elctrica.

Con la construccin de sistemas de agua potable y de cloacas, se beneficiaron 130 manzanas de la ms importante y densa zona de la ciudad. Ambos servicios prosiguen en continuo e interrumpido desdoblamiento, radiando sus beneficios a todos aquellos barrios cuya densidad de poblacin lo requiere, menciona el Anuario estadstico de la ciudad de Santa Fe de 1935. El artfice fue el doctor Marcial Rafael Candioti, como titular de Obras Sanitarias de la Nacin. Desde ese sitial promovi la construccin de un acueducto hasta el ro Colastin, que incluy al Puente Colgante, que en su honor, lleva su nombre.

Conclusin: Nos preguntarnos acerca de las fuerzas que provocaron transformaciones estructurales tan profundas en nuestro espacio urbano. Hablar de la ciudad implica, ante todo, establecer un marco de referencia totalizador, que integre la dinmica local a la nacional-mundial, y considere las interrelaciones de los componentes para comprender el desarrollo espacial de la ciudad dentro de los procesos globales.

Se repasaron 75 trascendentales aos de nuestra ciudad. En ellos, se concretaron obras que impactaron de manera definitiva su distribucin y organizacin como resultado de las relaciones entre el Estado, la sociedad, el capital y el territorio.

Las formas urbanas actuales muestran herencias de la poca colonial, ms el conjunto de las nuevas construcciones, como monumentos, edificios, plazas pblicas, calles, vas de circulacin y lugares de paseo, entre otras. A medida que aumentaba la produccin del campo y se empleaba ms tecnologa, se expanda la ciudad y emprenda el camino hacia la actual complejizacin urbanala construccin del puerto de ultramar ms septentrional del territorio argentino, a 625 kilmetros de la salida al mar, demand seis aos. El canal de acceso al puerto se hizo a pico y pala. La tierra recolectada se destin a elevar el albardn de Alto Verde.

El Puerto de Santa Fe poco antes de su inauguracin oficial, en 1910. Su construccin haba comenzado en 1904 y la inundacin de 1905 oblig a modificar las previsiones originales. La estacin fluvial fue factor determinante para el desarrollo econmico, social y urbano de la ciudad. Foto: Archivo El Litoral

Varias casas de comercio santafesinas, todas instaladas por descendientes de inmigrantes, publicitaron en El Litoral, al cumplirse un aniversario de la fundacin del puerto. Foto: Archivo El Litoral

IVIENDA EN HISPANOAMRICA El caso de Santa Fe - Luis Mara Calvo

1. INTRODUCCIN

Este trabajo es slo un avance de una investigacin ms amplia y sistemtica sobre el tema de la vivienda y la ciudad de Santa Fe durante el dominio hispnico, cuyo objetivo final es el de estudiar el tejido urbano colonial y su resultante morfolgica a partir de las relaciones establecidas entre los hechos arquitectnicos singulares y sus formas de ocupacin de los lotes.

Habiendo concluido la etapa de relevamiento de informacin en fuentes inditas, la investigacin se encuentra en una etapa que nos permite adelantar algunas conclusiones sobre la cuestin.

Entendemos que el estudio de la arquitectura domstica es el camino necesario para comprender el tejido urbano que genera, el cual a su vez constituye el mbito en que se desarrolla el proceso de la historia de un pueblo, tanto en su cotidianeidad como en sus acontecimientos ms relevantes.

Sin duda se trata de un tema complejo en el que confluyen desde las condiciones geogrficas, topogrficas y climticas, hasta las tecnolgicas, econmicas y operativo-productivas, y en donde tambin intervienen cuestiones de gusto, requerimientos, necesidades, aspiraciones personales o grupales establecidas por las costumbres, los usos y necesidades de determinados grupos, estamentos o clases sociales.

La determinacin de los tiempos de estudio siempre puede resultar arbitraria. En nuestro caso proponemos como fecha inicial la de la fundacin de la ciudad en 1573, y como tope el momento en que, a partir de la gran inmigracin propiciada desde 1853, se produce una profundas transformacin en los modos de produccin, en los gustos, usos y costumbres, luego de que -an producida la ruptura con la metrpoli- persistieran durante dcadas modos e imgenes arquitectnicas procedentes de la tradicin colonial.

Concluiremos con algunos avances respecto a las formas de produccin arquitectnica, que resultan fundamentales ya que el abordar una temtica como la de la vivienda implica incorporar al estudio modalidades de produccin que -particularmente para nuestro perodo colonial- son en su generalidad no-profesionales, empricas o populares, naturalmente relacionadas con la generacin de soluciones tipificables.

Hemos querido complementar el presente trabajo con referencias sobre las formas de adquisicin de las propiedades y no desestimamos mencionar algunos hechos anecdticos que pueden transmitir reflejos de la vida cotidiana y de las relaciones suscitadas entre los pobladores de la ciudad.

2. LOS TIPOS DE VIVIENDA EN SANTA FE

Sobre la traza fundacional asignada por Garay, constituida en soporte bidimensional y apriorstico de la ciudad, los primeros pobladores comenzaron a construir sus viviendas y a gestar espacios domsticos cuya interrelacin y su relacin con otros tipos singulares (iglesias y cabildo) determinaron el paisaje urbano.

Las condiciones del medio posibilitaron y condicionaron las experiencias constructivas: las influencias del pasado peninsular y la nueva realidad indiana, los modos de vida, las formas de uso, los materiales y tcnicas se materializaron arquitectnicamente mediante un proceso productivo emprico, popular y artesanal.

An cuando el producto de esa praxis ha desaparecido por la constante renovacin urbana dejando tan slo algunos "retazos" o fragmentos inconexos y descontextualizados, el estudio exhaustivo de la documentacin permite relevar un corpus importantsimo de informacin. Estos datos, debidamente procesados, y la tipificacin de la arquitectura domstica a partir de determinadas constantes espaciales, aportan elementos suficientes como para intentar comprender el espacio urbano y arquitectnico generado desde la fundacin de la ciudad hasta el momento en que la gran inmigracin transform la sociedad y sus modos de produccin.

Como hemos dicho, el estado actual de nuestra investigacin nos permite adelantar algunas conclusiones sobre los tipos de vivienda santafesina durante el dominio hispnico, que hemos de agrupar en dos series. Para caracterizarlos tomaremos como parmetro de referencia el de la forma de ocupacin del lote, aspecto que nos permite analizar las relaciones establecidas entre lo construido y lo no-construido dentro del terreno y con su entorno, y como consecuencia, su necesaria incidencia en la definicin del tejido e imagen urbanos.

En un segundo orden de importancia, entonces, atenderemos las cuestiones tecnolgico-constructivas y siempre con vistas a su gravitacin en trminos espaciales.

Primera serie tipolgica: Viviendas con patio a la calle.Esta primera serie se caracteriza por contar con un primer patio o patio principal que se vincula directamente a la calle, aunque separado de esta por una pared o tapial. La investigacin documental nos permite reconocer una progresiva complejizacin de la forma de ocupacin del lote, en estrecha correlacin tanto con el momento histrico como con la posicin socio-econmica de los propietarios.

Segunda serie tipolgica: Viviendas construidas sobre la calle.En una segunda serie englobamos aquellas viviendas que se caracterizan por una predominante ocupacin de los frentes de los lotes, con formas de apropiacin del terreno muy diferentes a lo largo del perodo estudiado.

2.1. Primera Serie: Viviendas con patio a la calle

La primera de las series que hemos reconocido comprende, al menos, tres tipos de vivienda con un comn denominador: un patio a partir del cual se genera funcional y espacialmente toda la casa.

La particularidad es que ese patio antecede al cuerpo principal de la casa-habitacin con un acceso directo desde la calle, definiendo un espacio interno, de uso domstico, que acta como elemento de transicin entre lo pblico y lo privado.

Ese "primer patio", al cual se abren los locales de mayor importancia de la casa -salas y aposentos de mayor jerarqua-, nuclea los usos de "representacin" familiar, y alcanza diversos grados de definicin espacial segn la situacin social y econmica de sus ocupantes.

Desde los tiempos de Santa Fe la Vieja, el tapial que lo separa de la calle y el cuerpo principal de la vivienda constituyen los lmites materiales que definen visual y funcionalmente al primer patio. Lmites que sern ms o menos precisos de acuerdo a las caractersticas de lo construido, comenzando por las simples tiras de habitaciones a las que se han de aadir otras alas que terminan por conformar cuerpos en forma de L o de U.

A esta serie corresponden las viviendas de Juan Gonzlez de Ataide (tira de habitaciones), de Narciso Javier de Echage y Anda (cuerpo, en L) y de Joaqun Maciel (cuerpo en U), que hemos descrito en un artculo publicado en la revista DANA N 20 (1). Los tres casos corresponden a familias de primer orden dentro de la estructura social santafesina, y la secuencia tipolgica establecida tiene su correlato temporal. La vivienda de Gonzlez de Ataide fue edificada en Santa Fe la Vieja en la primera mitad del siglo XVII, la de Echage y Anda es de mediados del siglo XVIII y la de Maciel es algo posterior.

Desde ya, la evolucin y definicin de nuevos tipos, no es excluyente de la persistencia de instancias tipolgicas.

2.2. Segunda Serie: Viviendas a la calle

Esta serie de tipos engloba viviendas en las que bsicamente podemos detectar dos situaciones muy diversas.

En primer lugar, aquellas casas conformadas por una tira de habitaciones construidas sobre el frente del lote, dejando en su parte posterior espacios abiertos, no construidos, sin jerarquas de uso con claras diferencias espaciales: traspatios, corrales, etc.. Se trata, en general, de viviendas corrientes que pueden pertenecer a pequeos comerciantes, mercaderes y artesanos.

En segundo lugar encontramos casos con un mayor grado de complejidad funcional y espacial que presentan una sucesin de patios en tomo a los cuales se estructura la vivienda. Se trata de casas principales que no pierden la introspeccin sealada en la primera serie tipolgica, con la diferencia de que se accede al primer patio a travs de un zagun, abierto en medio o a un lado de locales con frente a la calle, destinados a usos comerciales. Estas tiendas, cuando no son explotadas por la familia propietaria, son fuente de recursos a travs de alquileres y arrendamientos a mercaderes, comerciantes y artesanos. Las habitaciones de uso domstico por lo contrario, se vuelcan a los patios y traspatios interiores, preservadas de toda interferencia a la vida familiar.

De todos modos, en ambas situaciones el comn denominador con respecto al espacio pblico son las construcciones ubicadas directamente hacia la calle, que constituyen un elemento morfolgico fundamental para la generacin y definicin espacial de las calles.

Esta serie tipolgica no parece contar con ejemplos representativos en Santa Fe la Vieja, salvo algunos pocos casos en que se hace referencia a atiendas sobre la calle" o en esquina. A partir del traslado de la ciudad, en cambio, son ms frecuentes las descripciones documentales que permiten identificar varios casos de viviendas con estas caractersticas: casas de D. Francisco Javier de Echage y Anda y de D. Pedro del Casal entre otras.

3. VIVIENDAS SUBURBANAS - Las Quintas

A partir de 1750, aproximadamente, detectamos un tipo de vivienda suburbana en terrenos que en la traza fundacional haban sido repartidos como manzanas enteras para el cultivo de frutales. Durante algunas dcadas -en Santa Fe la Vieja- se las haba poblado particularmente con vias, pero al momento de la mudanza en su mayora estaban desiertas. Durante un siglo no encontramos mayores referencias sobre las formas de ocupacin de estas reas marginales de la ciudad.

En la segunda mitad del siglo XVIII Santa FE todava se desarrolla alrededor de la Plaza Mayor, centro donde converge la vida de la ciudad y se extiende hacia el sur en los barrios de San Francisco y Santo Domingo y al norte en el llamado de "Cantarranas", prximo al Puerto.

Ms all de lo que hoy es calle 4 de Enero, hacia el oeste, comenzaban los terrenos de "extramuros" que el Cabildo, administrador del ejido urbano o "tierras del comn", conceda en merced a aquellos vecinos que se comprometan a poblarlos en un plazo determinado.

Es en esta poca cuando aparecen las Quintas, con caractersticas propias no slo en cuanto a la forma de ocupacin del terreno sino tambin en lo que se refiere a su explotacin y economa.

Las quintas ocupaban terrenos ms amplios que los que eran habituales dentro de la traza urbana. Aunque sus frentes se implantaban -precisamente- sobre las manzanas perifricas de la misma, sus fondos -en cambio- se extendan por varios centenares de varas hacia el oeste, en tierras del ejido urbano concedidas por merced a sus peticionantes.

En ese contexto, las construcciones se organizaban sin responder a patrones de asentamiento preestablecidos, generando espacios muy diferentes en los que el comn denominador estaba dado, naturalmente, por grandes superficies libres y por la explotacin de la tierra con plantaciones de rboles frutales y algunos cultivos.

En esta oportunidad, en lugar de tipificarlas, hemos de mencionar algunas de las primeras quintas santafesinas que se ubicaban en la zona suroeste de la ciudad.

Quinta de Larramendi, luego de Gaviola y Pujato

A mediados del siglo XVIII esta Quinta perteneci a Juan Jos de Larramendi, y ms tarde a Pedro de Brbara Gaviola.

Precisamente, se conserva una carta de Gaviola fechada el 6 de julio de 1791, dos semanas antes de su fallecimiento, en que comunica y expone a un pariente los motivos de la compra:

"... para mi recreo, pues me dicen los mdicos que me conviene la campaa, y por cuyo motivo me retiro a dicha quinta a vivir" (2)

Esta referencia permite reconocer el carcter casi rural de un sector ubicado no muy lejos de la Plaza Mayor. La quinta comprenda las manzanas actualmente delimitadas por las calles 4 de Enero (hacia la que daba su frente), Uruguay, Juan Jos Passo y sus fondos hasta Boulevard Dr. Zavalla: esa es al "campaa" a la que se refiere en su carta.

Estaba poblada de toda clase de rboles frutales: naranjos, higueras, limoneros, nogales, limas dulces, almendros, perales, manzanos, membrillos, granados, olivos, albarillos, duraznos y una sidra, adems de vides y plantos de algodn y alfalfa.

La parte edificada la constitua una casa principal con dos piezas de adobe, cubiertas de teja y enladrilladas, cada una de diez por cuatro varas; un almacn de "cuatro naves" de 17 varas de largo por 10 de ancho, y una casita compuesta de dos cuartos "que sirve para criados", y un horno de amasar.

Dentro del terreno tambin haba un horno para cocer tejas, ladrillos y baldosas, con un galpn "que sirve para cortar y tender material", un pisadero de barro y otras instalaciones. Un extenso cerco de pared cerraba buena parte del solar en tanto que el resto estaba cercado de palo a pique de algarrobo y espinillo.

En 1793 esta quinta fue vendida a Don Quirce Pujato.

Quinta de Aldao

Con frente sobre la misma calle 4 de enero, siguiendo hacia el norte se encontraba la quinta de Juan Francisco Aldao y su mujer Leonor Candioti, con una cuadra de frente y seis de fondo, cercadas las tres primeras con pared y el resto con palo a pique, todo de espinillo.

En 1799 en esta quinta haba una casa cubierta de buen enmaderado y teja, compuesta de sala, un aposento, una cochera y otros cuartos, rodeada en sus contornos por corredores con pilares de ladrillos. Ciento cuarenta rboles frutales "de muchas clases" poblaban buena parte del terreno, y el resto del fondo, tres cuadras, estaba cubierto por un alfalfar.

Quinta de Antonio Surez

La siguiente propiedad hacia el norte era la quinta de Antonio Surez y Da. Antonia Toledo, su mujer, que tuvo "sus rboles fructferos, estanque de agua que sirve de beneficio al horno de cocer materiales".

Quinta de Tarragona

Llegando ya a lo que hoy es avenida General Lpez hubo otra quinta, cuya memoria a quedado ligada a la historia santafesina del siglo XIX con el nombre de Aduana Vieja. Su terreno comprenda originariamente una cuadra de frente -sobre 4 de Enero- y seis de fondo -hasta Bvd. Zavalla-, entre Amenbar y Gral. Lpez. Haba sido otorgado en merced a Jos de Tarragona en 1770.

Este, cuando solicit la merced, manifest: "Es uno de los adornos y beneficios de sus vecinos el que multipliquen las quintas y huertas, que en sus ejidos se fundan, as por el alivio que de sus frutos reciben, como del recreo y paseos que en ella logran, tan tiles y provechosos para la salud" (3).

Al poco tiempo, en la manzana que hoy ocupa la Legislatura Provincial, Tarragona construy una vivienda de caractersticas sin precedentes en la arquitectura domstica santafesina por su magnitud, resoluciones tipolgicas y tecnolgicas: "una finca sin igual en este pueblo" segn manifestacin del Tesorero de la Real Hacienda.

La casa completa lleg a contar con veintiocho habitaciones principales y trece de servicio en la parte del oeste "fuera de alguna piezas bajo las escalas, de firme, para tinajeras y otros destinos".

4. MODOS DE PRODUCCION ARQUITECTNICA - 4.1. Santa Fe la Vieja y los tiempos fundacionales

La historia de la arquitectura del perodo hispnico santafesino una historia de arquitectura sin arquitectos, cuyas caractersticas son compartidas con la mayora de las ciudades hispanoamericanas, particularmente las rioplatenses.

Ramn Gutirrez reconoce dos etapas de esa arquitectura si arquitectos que tiene su origen en los inicios del dominio hispnico en Ro de la Plata. En una primera instancia, que denomina de "arquitectura espontnea", la falta de antecedentes de asentamientos aborgenes susceptibles de ser reutilizados por los espaoles, an en la emergencia, obligare a los conquistadores a un aprendizaje pragmtico que perfeccionare mediante el mtodo de "ensayo-error", dejando abierto el camino para manifestacin, en una segunda etapa, de una "arquitectura popular", igualmente annima y carente de fundamentaciones tericas.

En la transicin entre ambas instancias encontramos que en los documentos aparecen algunos nombres de quienes participaron en este proceso: por citar un caso, en su testamento de 1606, Feliciano Rodrguez refiere haber construido una casa en el paraje de Miraflores, y otra en la ciudad; la mano de obra haba sido la de los indios de su propia encomienda.

Pero una vez organizada la vida de la ciudad, a medida que avanza el siglo XVII y superada la emergencia fundacional, como bien lo destac el Dr. Zapata Golln, fueron los carpinteros quienes asumieron la tarea constructiva entre los artesanos que se instalan en Santa Fe, y practican, ensean y transmiten su oficio (4).

Los carpinteros son quienes reciben los encargos para la construccin de edificios por cuanto son los ms capacitados para controlar y ejecutar las diversas fases del proceso constructivo, desde la seleccin y corte de la madera para el ensamble de la estructura de la cubierta, pasando por el labrado de umbrales, aberturas y rejas, y el indispensable armado de les aparejos de "tapiales" (tablas que servan de enconfrado) para apisonar la tierra de los muros de tapia.

El 6 de agosto de 1646 el alfrez Juan de Vargas Machuca, alcalde provincial de la Santa Hermandad, contrata a Juan Cabrera, carpintero.

Cabrera se obliga a entregar una casa de cuatro aguas para el mes de octubre venidero, cumpliendo con las siguientes condiciones:

- "de la hacer y armar de toda la madera necesaria, la cual dicha madera ha de labrar sin dejarla de la mano, con llaves, tirantes y canes sobrado y cumbrera y todo lo dems necesario".

- "y ha de asentar las puertas y corredores por las dos partes de este y poniente con doce horcones que el dicho Juan Cabrera ir a cortar al monte, y traer algarrobo o espinillo que ha de labrar y asentar con todo lo necesario y canes".

- "de le hacer y que liar dos pares de puertas para dicha casa, las unas de dos batientes y el otro par de puertas de un batiente, labradas de formn los cuadros como una que est en la Sacrista de la Iglesia y Convento de Santo Domingo de esta ciudad que cae hacia dicha Iglesia".

En tanto su contratante, Vargas Machuca, adems del pago del trabajo se compromete a:

- "darle para ir por dichos horcones tres indios pagados a su costa por tres das y una carreta y bueyes... ms un indio a su costa para que le ayude (en la construccin) y ms ha de traer del monto los palos que fueren y hubiere menester para umbrales y trasumbrales".

- "los umbrales y trasumbrales se han de aserrar con dos indios que para ello se obliga a darle el dicho Juan de Vargas".

Aunque tambin aparecen personajes que a modo de contratistas proveyeron de mano de obra (consta que en la dcada del 1640 el capitn Jos Zervn, tena por su cuenta indios y negros empleados en la construccin por encargo), durante el resto del siglo XVII, ya en la ciudad trasladada, la tradicin maderera parece afianzarse dentro de un mbito geogrfico ms amplio, vertebrado por el Paran, en el que las ciudades ribereas comparten un fluido y constante intercambio de experiencias quo se manifiestan en el carcter regional de nuestra arquitectura colonial.

Todava a fines del siglo, el 1 de diciembre de 1694, el capitn Bartolom Mrquez contrata al capitn Juan de Vera, ambos vecinos moradores. En este caso la descripcin de la casa es minuciosa en cuanto a medidas y detalles de terminacin.

Podemos agregar a los nombres, los de Juan Gmez de Salinas que en 1665 aparece como "oficial de carpintera", y el de Antonio Coronel, que en 1677 figura como "oficial maestro de carpintera" con largos aos de servicio en "obras pblicas", representantes de una tradicin maderera comn a otras ciudades litoraleas. Sabemos incluso de la actuacin como carpintero de un santafesino, Pedro Domnguez de Obelar, en importantes obras del Paraguay.

Por otra parte, debemos sealar que la reiteracin de modelos, modificados y adecuados segn los requerimientos y posibilidades del medio y sus habitantes fue determinando algunos tipos de edificios, particularmente en la arquitectura domstica.

4.2. El siglo XVIII

A principios del siglo XVIII, la inestabilidad en las fronteras santafesinas provoca un perodo crtico que repercute necesariamente en los procesos constructivos, interrumpiendo algunas obras en marcha y retardando nuevos emprendimientos (5).

Superada esta circunstancia, cuando se reactiva la produccin arquitectnica puede notarse que los carpinteros, si bien todava mantienen su vigencia en la tarea constructiva, han perdido el control de la obra completa debiendo circunscribirse a la resolucin y ejecucin de algunas de sus partes. An podremos encontrar trabajos destacables, especialmente en las cubiertas, pero la elaboracin y aplicacin de nuevos materiales (adobes y ladrillos de barro cocido) los desplazan de tareas fundamentales que pasan a desempear albailes o alarifes.

El plano de Santa Fe de 1824 delineado por Marcos Sastre denota la configuracin del tejido urbano a partir de la interrelacin de las diversas tipologas de arquitectura domstica que podemos identificar, en conjuncin con los grandes complejos conventuales del entorno de la Plaza Mayor.

En el plano de Santa Fe de 1789 se delinean las quintas que al suroeste de la ciudad avanzaban sobre el amanzamiento urbano.

Estos cambios, antes de que alcancen a generalizarse, se pueden detectar en las obras de mayor importancia, retomadas o iniciadas en la cuarta dcada del siglo.

En la produccin arquitectnica del siglo XVIII santafesino encontramos protagonistas como el Maestre de Campo Manuel Maciel, propietario de hornos de cocer ladrillos y tejas, que tuvo a su cargo otras obras adems de la Iglesia Matriz. Sus intervenciones en este sentido permiten reconocer un tipo particular de constructor que, perteneciendo a los grupos de poder, no encuentra menoscabo en la prctica arquitectnica. Entre otros, podramos agregar los nombres de Gabriel de Lassaga, Jos Teodoro de Larramendi (5) y Jos de Tarragona.

Pero en la segunda mitad del siglo tambin encontramos maestros albailes -en contados casos con alguna formacin terica, por lo comn con conocimientos empricos- comprometidos en la produccin arquitectnica como medio de vida. Entre ellos, Jos Lpez de Arretegui ha de tener directa intervencin en algunas obras de la ciudad y en la fbrica del convento franciscano de San Carlos, en San Lorenzo; y el cataln Esteban Tast se vincula a los comienzos de la fbrica de un nuevo edificio del Cabildo.

En general, sin olvidar los cambios sealados entre los siglos XVII y XVIII, y an en el perodo poscolonial, podemos reconocer un modo de produccin artesanal, en donde las experiencias compartidas comunitariamente se materializan en prcticas constructivas y en soluciones espaciales y formales que se tipifican dentro una arquitectura popular expresada sin grandes contrastes, aportando un carcter homogneo y unitario a la imagen urbana.

5. MODALIDADES DE TENENCIA: propietarios e inquilinos - 5.1. Propietarios

Los primeros vecinos de la ciudad fueron los expedicionarios que acompaaron a Juan de Garay en la fundacin de Santa Fe, pobladores de los solares repartidos por el fundador: un cuarto de manzana en los que cada uno edific su casa y se estableci con su familia.

Con el tiempo, los solares -enteros o fraccionados- se traspasaron y enajenaron por herencias o ventas a sucesivos propietarios, a veces forasteros que adquiran con su matrimonio y casa la calidad de vecinos.

Son abundantes las escrituras de venta asentadas ante escribanos o cabildantes (en tiempos en que la ciudad careca de notario). Podemos decir que se conservan sistemticamente desde 1640. En esas escrituras, no siempre labradas en el momento de la venta, se asentaban las medidas del terreno, sus linderos y una descripcin ms o menos detallada de lo construido.

Otra manera habitual de adquirir derecho a un inmueble lo era por herencia o como parte del capital que la mujer entraba a su matrimonio, asentado en escrituras de cartas dotales.

An cuando era preocupacin de los notarios asentar y conservar debidamente las escrituras, muchas veces sta se perdan o traspapelaban. Es interesante sealar que los mayores inconvenientes parecen haber sido ocasionados por las invasiones soportadas por la ciudad en las primeras dcadas de la emancipacin:

- En 1824 D. Juan Alberto Basalda declara haber comprado una casa (M. 2 d2) en pblica subasta y solicita producir sumaria informacin en razn de que por "las turbulencias acaecidas en esta ciudad ha padecido extravo el expediente de la materia" (6).

- En 1825 Mara Josefa Ledesma vende un terreno (M. 61) del que hubo merced, y dice "cuyo documento se ha perdido en los trastornos de las revoluciones" (7).

- En 1827 D. Antonio Coyto Barbosa pide testimonio de la compra que hizo de una casa (M. 35. b2) en razn de que el escribano no localiza la escritura "siendo notorio que las tropas porteas han dispersado porcin de papeles de aquellas escrituras que ciertamente faltan" (8).

- En 1828 Da. Mara Ignacia Puentes deja un sitio (M. 23. b1) a una de sus hijas, y dice: "del que ignoro sus linderos por haberse pedido la escritura en el trastorno general que sufrieron con los porteos" (9).

- En 1852 el teniente D. Manuel Arias vende una casa (M.50.c4) cuyas escrituras de propiedad (...) se le perdieron el ao '40 cuando fueron derrotados con el General Lavalle en el Quebracho Herrado" (10).

En cuanto a las transacciones, algunas veces estuvieron acompaadas de altercados que habrn conmovido al corto vecindario:

En 1833 Da. Josefa Tarragona entabl pleito a Don Antonino Cabal sobre rescisin de un contrato. Haban tratado la venta de una casa (M. 18 d.2.2.), cuya escritura se otorgara al completarse el pago; mientras tanto Da. Josefa mantena alquiladas dos habitaciones a Fontn "el Santero". No hubo inconvenientes hasta que, segn ella misma declara en el expediente que se form: "comenzaron mis trabajos con este hombre terrible por sus maneras, volvi con la furia de un len porque haba encontrado en la oficina orden de V.E. para que yo no pudiese vender la casa". En su furia, quit al santero Fontn una onza que tena para pagar el alquiler de tres meses, "desde aquella hora, sin convenio ni inteligencia alguna conmigo, se apoder de las llaves y clav en el acto la puerta que corresponde a mi habitacin", pasando a ocupar esa casa por tiempo de cuatro aos (11).

En las transacciones de compra y venta no siempre aparecan las verdaderas partes interesadas. En 1834 D. Juan Francisco Segu compr una vivienda (M. 1 .a1) en nombre de Jos Mara Uzn, no obstante ser el real comprador. Ms tarde Uzn declara que "si yo me avine a aparecer en el contrato fue nicamente por salvar al Dr. ciertos escrpulos que para l amagaban las relaciones de amistad y de armona con otra persona" (12).

En cuanto a los traspasos por herencia, se dio alguna vez un caso como el de la vivienda que el Dr. Pedro Jos del Casal leg a sus sobrinos, los menores Mara Francisca y Manuel Francisco Maciel. Del Casal muri "de achaque contagioso originado de calentura maligna" al igual que algunos de sus hermanos. El padre de los menores Maciel se present ante la justicia solicitando que la casa fuera destechada y picada para eliminar las posibilidades de contagio, temiendo que por habitar una casa lindera se transmitiese a travs de las paredes divisorias que son "porosas" (13).

5.2. Inquilinos

Desde los primeros tiempos hubo casas destinadas para el alquiler, o tan slo cuartos que se alquilaban. Estantes -mercaderes y tratantes- que abundaron cuando el intercambio comercial comenz a intensificarse, solan alojarse en casa de los vecinos con quienes realizaban sus negocios y, en caso de prolongarse sus estadas, alquilaban cuartos para vivir, mercar o almacenar sus mercaderas.

En Santa Fe la Vieja, en 1648 Don Felipe de Argaaraz y Murgua tena unas casas en que vivan "en arrendamiento el capitn Pedro de Giles y Pedro Vicente, mercader". Anteriormente haban pertenecido al Gobernador Hernandarias de Saavedra, por cuyo "mandato y orden se aderezaban y alquilaban".

Los mercedarios tambin tuvieron, dentro de solar de su convento, "ranchera y casas de vivienda (...) que algunas personas tuvieron por alquiler y prstamo".

El mismo Cabildo, en su solar, en la parte de la esquina de las actuales calles San Martn y 3 de Febrero, tuvo para beneficio de los Propios unos cuartos de alquiler. En 1701 los solicita en arrendamiento D. Toms de Usedo y Beunza, quien se compromete a componerlos a su costa "as en retejar los que estn maltratados como en hacer en ellos todo lo dems que fuere necesario para poder vivir yo, mi mujer y familia, como son ponerle una puerta y una ventana de que necesita".

Cuarenta aos ms tarde, Don Juan Ignacio Freyre de Andrade solicita alquilar los mismos cuartos "hallndome sin casa propia en que vivir".

Algunos de estos alquileres fueron objeto de graves problemas, a causa del mal uso dado a los cuartos arrendados.

En 1815 Da. Estefana de Vera y Pintado se presenta ante la Justicia diciendo que Don Jos Antonio Teisera, vecino, haba celebrado contrato de alquiler de una casa de su propiedad (M. 14.bs) "para ocuparla con su tienda de comercio y botica, pero posesionado de ella no solamente la ocup con esos efectos sino que introdujo varios combustibles que por el mucho incendiarse no pueden ser permitidos dentro de la poblacin, cuales fueron tres barriles de plvora, cartuchos sueltos de lo mismo, una barrica de brea y cantidad grande de estopa. En efecto acaeci que en una de las noches pasadas se incendi con una vela dicha estopa de que result arruinarse enteramente el techo de una pieza, con deterioro de la otra que se halla contigua, cuya ruina hubiera sido mucho mayor y an trascendente a la vecindad si la gente que acudi al incendio hubiera tenido noticia de la cantidad de plvora que all haba, pues en tal caso nadie se atrevera a subir a los techos, ni an permanecer en la inmediacin". En estas circunstancias el mismo Teisera, deseando ocultar la plvora "mantuvo las puertas sin permitir .6 la gente auxiliar entrase, hasta que tomando mucho cuerpo el incendio se vieron precisados los de afuera a romper una ventana, siendo ya por lo mismo irremediable la ruina" (14).

CONCLUSIOn

Para el caso de Santa Fe la Vieja ya hemos ensayado una lectura morfolgica en trabajos anteriores os, pero para el resto del perodo hispnico y poscolonial preferimos dejar para otra oportunidad el procesamiento de la informacin que, como ya hemos adelantado, pretendemos que forme parte de un trabajo ms amplio y sistemtico. Sin embargo y a modo de reflexin, en este breve trabajo sobre el tema de la vivienda nos interesa detectar la relacin existente entre la imagen urbana y la configuracin de las casas desde la captacin que hace un viajero en los primeros aos de vida independiente, cuando todava persisten modalidades espaciales y productivas del perodo hispnico.

Juan Parish Robertson en su carta XVII (16) nos describe a Santa Fe segn la impresin recibida a su llegada, cruzando el histrico Paso del Salado. Una vez vadeado el ro, encaminado por lo que hoy es Avda. Juan Jos Paso, Robertson entra a la ciudad desde el sur y la describe as:

"Llegu justamente despus de la hora de la siesta, que durante el calor del verano se prolonga desde la una hasta las cinco. Se present a mis ojos una escena muy primitiva, cuando (...) recorr las estrechas calles de la ciudad. Previamente he de decir que las puertas de las casas se abren directamente de las habitaciones principales a la calle, y donde no est as dispuesto, un corto, pero ancho zagun que se entra por un portn conduce al patio, en cuyos costados estn alineados los aposentos. Cada habitacin tiene generalmente su puerta que da al patio.

"Todos los portones, todas las puertas en todos los patios, todas las salidas de todos los cuartos a la calle, estaban completamente abiertos, y los habitantes, hombres y mujeres, con todo el lujo del "deshabill" sentados en las entradas de sus respectivas moradas...".

La referencia sobre estas primeras viviendas que ve, seguramente pertenecientes al barrio de Santo Domingo al sur, indica la predominancia de construcciones edificadas directamente sobre la calle, las mejores con un zagun de comunicacin al patio.

Ya cuando entra al casco ms cntrico y cercano a la Plaza Mayor encuentra "una casa de mejor apariencia" en la que habra de alojarse. Como algunas de las que ha visto, tiene su amplio zagun donde la familia se expande fuera de su propia intimidad:

"Despus de doblar por dos o tres calles (...) llegamos a una casa de mejor apariencia que las que habamos pasado. El postilln me dijo que sa era la morada del seor Aldao, para quien yo tena una carta de recomendacin. Baj del caballo y encontr a su familia, como todas las dems, sentada en el zagun, con sus sandas, mate y cigarros...".

El relato de Robertson nada nos dice de los tapiales que ocultaban los patios y huertas, ni de los grandes espacios abiertos entre los que se desgranaban las construcciones cuanto ms se alejaban de la Plaza. El inters de Robertson es otro, fundamentalmente el de recoger la viva impresin que le producen las costumbres de sus pobladores. La sencillez de hbitos en cuanto al uso del espacio es compartida por los diferentes estratos sociales, lo que contribuye a una lectura de le ciudad con un carcter homogneo que no alcanzan a desarticular las distintas materializaciones de las casas ya que, aunque responden a las diversas posibilidades econmicas de sus propietarios, se inscriben todas en formas de produccin tradicionales que determinan una morfologa en donde volmenes, texturas, colores, relacin de llenos y vacos, prescinden todava de recursos lingsticos que han de generalizarse una vez modificada profundamente la estructura socio-cultural de origen hispnico.