Los Indios, "La grave cuestión del Malón como origen de la conquista del desierto".

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    Los indios

    La grave cuestin de los malones que originan las campaas al desierto

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    Los orgenes del conflicto, el comercio de ganado robado con Chile y la decisin estratgica de

    ocupacin de la Patagonia en defensa de la soberana.

    Claudio Di Pardo Figueroa

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    Los indios pampas que se amparaban en las reducciones eran una escasa proporcin de los

    que habitaban la llanura. Los dems que se mantenan en indmita libertad y que tampoco

    formaban un nmero muy crecido, se resistan a ser catequizados, habiendo fracasado todo

    intento de reducirlos. En partidas errantes, siempre al lomo de sus fogosos potros, recorran la

    llanura a su albedro, cazando venados, caballos y vacas de las grandes manadas silvestres y

    fijando sus tolderas, temporariamente, donde ms abundaba la caza.

    Estas hordas se mantenan alejadas de todo contacto con el espaol, sin haberlos inquietado

    seriamente, exceptuando el levantamiento de los indios de servicio capitaneados por el

    cacique Bagual, provocado por la opresin a que se le someta. Por eso, no hay que cargar al

    indgena todo el saldo desfavorable de sus violentas reacciones. El trato desptico del

    colonizador, incit al indio a la venganza.

    Los Antecedentes:

    En 1626, cuando entr a ejercer el gobierno Francisco de Cspedes, los indios, sublevados,infestaban los caminos de la campaa, cometiendo tropelas contra los viajeros. El mandatario

    logr apaciguarlos atrayndolos con obsequios y trato amable, pues, aseguraba que si los

    aprietan se levantan y estn mal seguros los caminos.

    Los Serranos

    Aquietados los indios vecinos, gracias a los medios convincentes de que se vali el gobernador,

    el peligro vino entonces de ms lejos. En 1628, 500 serranos, bien montados y armados de

    lanzas, arcos y flechas, bolas y hondas, avanzaron desde el lejano sur acampando por las

    cercanas de la ciudad. Aunque simularon el propsito de conversin, llegaban con siniestros

    planes de invadir y saquear el poblado. La presencia de estas huestes, sin embargo, parece

    que no pas de simple amago, a juzgar por el silencio que guarda el gobernador, aunque

    consider imprescindible proceder manu militari contra estas intentonas.

    Cspedes era partidario de ensayar una poltica diferente con pampas y serranos. Para los

    primeros, ms pacficos y dciles, los medios persuasivos; para los serranos, de indmita

    fiereza, la ley de la guerra. Marcadas diferencias distinguan estas dos naciones de indios. Los

    primeros vivan en los lugares ms vecinos a la ciudad, carecan de armas de guerra, pues las

    que posean estaban destinadas a la caza, aunque naturalmente, las empleaban en veces para

    su defensa.

    Habitualmente eran gentes pacficas que entraban en acuerdos con los espaoles, llegando a

    atacar slo cuando se los oprima. Sabido es que el trmino pampas, no significaba una

    clasificacin tnica, sino una determinacin geogrfica, porque as se denominaba la extensa

    llanura que arrancando desde el mismo Buenos Aires, se extenda hasta el ro Negro y desde el

    mar hasta la cordillera.

    Los serranos, habitantes de las zonas vecinas a los Andes, eran gente de guerra que viva en

    continua actitud blica. El predominio de las armas de combate dentro del miserable ajuar

    domstico, seala sus hbitos guerreros.

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    Las primeras incursiones de los indios

    Despus de aquel amago de invasin de 1628, los pobladores se rodearon de precauciones.

    Las matanzas de ganado vacuno silvestre, que como se sabe, era una de las ms pinges

    ocupaciones y por lo tanto a la que se entregaban la mayor parte de los habitantes, se hizo

    desde entonces faena arriesgada. En 1629, los campesinos reunidos para salir a vaquear,tuvieron que hacerlo al frente del capitn Amador Baz de Alpoin, para evitar tropelas de los

    salvajes. De la poca en que entran los serranos por primera vez en la campaa de Buenos

    Aires, debe datar su fijacin en la llanura bonaerense. Las continuas luchas que sostenan en

    su territorio de origen, y los escasos medios de vida, los impulsaron a emigrar a un suelo

    donde la abundancia de ganado vacuno y caballar silvestre, venados, andes y armadillos, y la

    ausencia de tribus guerreras, les ofrecan una vida tranquila y de abundancia.

    Pronto los serranos hicieron alianza con los pampas de las reducciones, incitndolos a que

    cometieran tropelas. Descubierto el pacto en 1635, se tomaron enrgicas medidas para

    cortar tan peligrosas comunicaciones. Pero la intervencin no surti mayor efecto, pues los

    indios comenzaron desde entonces a cometer depredaciones en las estancias, mientras las

    autoridades de la ciudad contestaban con expediciones de castigo. La inquietante situacin se

    agrav en 1659, cuando una partida de serranos en unin de los tubichaminies que haban

    abandonado la reduccin, se dedicaron descaradamente a saquear las estancias fronterizas. El

    pnico cundi en la ciudad de la que sali una partida de soldados para recomendarles

    pacficamente que desistieran de sus propsitos vandlicos. Los serranos, lejos de obedecer

    las rdenes, atacaron a la partida, siendo detenidos y alojados en prisin.

    Aunque el indio no cej en sus incursiones vari de tctica para hurtarse los ganados sin

    riesgo. Para ello, entraron en simulada amistad con los pobladores, prestndoles algunos

    servicios. Luego se presentaban en partidas numerosas en las cercanas de la ciudad

    reclamando el pago que reciban en armas, yerba, tabaco y vino, y al retirarse a sus tierras, se

    dividan en pequeos grupos, arrendose el ganado de las estancias. Algunas veces esos

    desmanes haban sido castigados militarmente, pero los espaoles trataban de evitarlo por

    temor a recibir mayores perjuicios. La relativa tolerancia con que se contemplaba ese estado

    de cosas, fomentaba las depredaciones, habiendo llegado a saquear las carretas que hacan el

    trfico comercial con las provincias del interior. Durante el gobierno de Alonso de Mercado y

    Villacorta (1660-1663) continu la poltica de peligrosa tolerancia, que colocaba al indio en

    situacin de superioridad.

    Envalentonado por la actitud tmida del espaol, en 1663 dos parcialidades irrumpieron

    violentamente en la campaa, armados con lanzas, flechas y bolas arrojadizas y provistos de

    coletos protectores, arrollando a una tribu de indios amigos acampada al norte del ro Salado.

    Las autoridades de la ciudad contestaron esta vez con una expedicin que castig duramente a

    los salvajes, escarmentndolos. Pero en 1670, pampas y serranos, volvan a invadir con

    frecuencia las estancias, manteniendo a los campesinos en continua alarma, en tanto que las

    autoridades se limitan a hacerles reconvenciones y amenazas, sin lograr contener las

    renovadas incursiones. Se repitieron estas con tanta frecuencia y llegaron a ser tan graves,

    que en 1672 las autoridades de Buenos Aires, de acuerdo con el vecindario, procedieron a

    enviar una expedicin punitiva.

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    La severa medida iba dirigida contra los serranos que estaban en constante comunicacin

    con los araucanos de Chile, que eran quienes los impulsaban a la invasin, y contra los

    tubichaminies, que en vida libre, se aliaban con partidas errantes en el desierto, para

    saquear las haciendas. Dos aos ms tarde, ante la repeticin de los desmanes, un solemne

    cabildo abierto resolvi llevarles la guerra defensiva.

    Campaa civilizadora del gobernador Andrs de Robles

    Durante la gobernacin de Robles (1674-1678), el tratamiento del indio tom orientaciones

    muy distintas a las que llevaba. Contrario a las medidas violentas para sujetarlo, despleg una

    poltica de atraccin espiritual, encuadrndola dentro de los justos lmites marcados por

    cdulas y ordenanzas. Protegi primero a los indios de encomienda, amparndolos contra los

    abusos de que se les haca objeto. Asegurado sobre esa firme base su trato pacfico, inici una

    nueva poltica para incorporar a la vida civilizada las hordas errantes, y recoger a los dems

    encomendados que andaban dispersos por el territorio. Tom con tal empeo la plausible

    iniciativa, que sin garantas para confiarla a nadie, sali en persona a realizarla. El 1 de mayo

    de 1675, se intern resueltamente en el territorio de la provincia, con slo seis hombres de

    escolta, para dar a entender al indio que iba en misin de paz. La campaa tuvo un resultado

    insospechado. Despus de haber recorrido unas 90 leguas a la redonda, alejndose unas 30 o

    40 al sur de la ciudad, visitando todas las tolderas indgenas establecidas dentro de ese

    circuito, regres al frente de 8.000 indios dispuestos a vivir bajo normas civilizadas. Agrupados

    por naciones y parcialidades, los estableci en tres distintos sitios: unos en la laguna de Aguirre

    a ocho leguas de la ciudad; otros a las mrgenes del ro Lujn, distantes diez leguas, y, los

    dems a orillas del ro Areco en el lugar llamado Bagual, que debi ser, sin duda alguna, el sitio

    donde estuvo establecida la primitiva reduccin del cacique de ese nombre.

    Gracias al trato paternal que les dio el dignatario, consigui que se prestaran gustosos a

    permanecer asentados en los lugares sealados. Pero si confiaban personalmente en el

    gobernador, recelaban de los colonizadores, contra quienes pidieron ser defendidos y no

    maltratados como lo haban sido anteriormente.

    La primera medida destinada a asegurar su arraigo en el lugar y aplicarlos a la vida de orden y

    trabajo, fue la distribucin de arados, bueyes y semillas para el cultivo de la tierra y ganado

    vacuno para el procreo y consumo.

    En los ocho meses que permanecieron asentados, no consigui, a pesar de sus esfuerzos,encontrar religiosos dispuestos a hacerse cargo de la enseanza, por querer primero que se

    les ponga casa, iglesia y renta. Al cabo de ese tiempo en que se estaba por dar comienzo al

    cambio de los toldos porttiles por habitaciones fijas, para borrar el ltimo vestigio de su

    nomadismo, se propag una violenta epidemia de viruela que diezm las embrionarias

    poblaciones. Los pocos sobrevivientes que quedaron en los sitios despus del desbande que

    sobrevino, fueron licenciados a volver a sus tierras para evitar el contagio.

    Pens el gobernador reunirlos nuevamente una vez pasado el mal, aunque ya no cifraba

    grandes esperanzas, pues saba que la vida errante en aquel medio salvaje, donde la ociosidad,

    la libertad indmita, la facultad de unirse a las mujeres que deseaban y el fcil alimento erannormas imperantes, era la vida que prefera el indio, tanto como despreciaba la civilizacin.

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    Sin embargo, decidido a tentar nuevamente su laudable propsito, a fines de diciembre de

    1677, envi al interior de la provincia una partida de 100 soldados de caballera y 50 infantes

    para que los buscaran. Los escasos 300 indios que lograron reunirse, fueron una prueba

    evidente de su resistencia a la conversin, confirmando la desconfianza del gobernador. No

    debi dar otra interpretacin a la elocuencia de los nmeros. As parece demostrarlo, al

    menos, el que su primitivo plan de reduccin y conversin, se redujera a reunirlos al lado de la

    estacada del fuerte con los pocos que haban quedado en la laguna de Aguirre despus del

    desastre, emplendolos en las obras pblicas y sometiendo a consulta sobre el destino

    definitivo que haba de drseles, a una junta que se celebr en casa del Obispo y que nada

    resolvi.

    Justo es reconocer que si Andrs de Robles no pudo llevar a feliz trmino su magra obra de

    catequizar y reducir a poblaciones estables a las hordas salvajes, se debi a la vida indmita de

    las tribus y en parte, a la falta de apoyo de los religiosos y de las dems autoridades. Pero

    despleg una poltica eficaz para proteger a los indios de encomienda. Fue un ejemplo de

    espritu civilizador y el cabildo se encarg de encomiar ante el rey la labor personal realizada a

    favor de los naturales.

    La poca de Garro

    Con la entrada del nuevo gobernador, Jos de Garro (1678-1682), las relaciones con las tribus

    libres tomaron orientaciones diferentes. Alejado del gobierno el escrupuloso Robles, el Obispo

    de Buenos Aires pudo el 8 de agosto de 1678- expresar sin temores al rey su opinin acerca

    de la cristianizacin de los pampas. Manifestaba que la imposibilidad de realizarla se deba a

    que eran tribus nmadas, que vagando de continuo por las abiertas llanuras sin lugares fijos de

    asiento, los ministros no podan predicarles la palabra del evangelio. Para mayor

    abundamiento, las declaraciones del Obispo eran corroboradas al ao siguiente por otras del

    P. Toms Donavidas, Procurador General de la Compaa de Jess en las provincias de

    Paraguay y Buenos Aires. En su informe, afirmaba el religioso que estas agrupaciones errantes,

    vivan brutalmente sus costumbres abominables, no conocen dios ni rey, son enemigos de los

    espaoles, hostilizando sus ciudades y no quieren or la doctrina de Cristo. Semejantes

    hostilidades, eran motivos bastantes conclua- para hacerles la guerra.

    Las aseveraciones del Obispo y el Procurador iban a tener confirmacin. Despus de la tregua

    dada a sus incursiones durante el gobierno de Robles y principio del de Garro, en 1680 fue

    reanudado el perodo de hostilidades por pampas y serranos, gento muy bravo segn

    deca el gobernador, con una violenta irrupcin sobre los campos, causando la muerte de

    varios pobladores y la prdida de numerosas haciendas. Cuando llegaron a la ciudad los

    clamores de los campesinos, el ayuntamiento cuya misin era velar por el bienestar pblico-

    pidi medidas enrgicas para castigar la osada. Una expedicin enviada desde la ciudad, los

    escarment rudamente y apres a muchos de ellos.

    Los cautivos fueron distribuidos, con acuerdo del Obispo, entre los principales hombres de la

    expedicin, para que los adoctrinaran. Pero a poco sobrevino una fuga general de los

    prisioneros.

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    El temperamento adoptado en esta oportunidad origin una severa reclamacin del Monarca

    inspirada por el Consejo de Indias, ordenando entregar los indios retenidos indebidamente, a

    los sacerdotes doctrineros y sent el principio de que bajo ningn concepto era lcito hacer

    semejantes repartimientos y que los indios gentiles que por cualquier accidente se apresaren,

    se entreguen a los doctrineros para que usando de todos los medios de suavidad, los instruyan

    en nuestra Santa Fe, guardando en todo, la disposicin de las leyes que hablan en razn del

    buen tratamiento de los indios.

    El Monarca continu siempre con igual firmeza incitando a la conversin de los indgenas. En

    1683, contestando el Obispo a las nuevas exhortaciones, volvi a poner de manifiesto las

    dificultades que ofreca la empresa, debido a su natural inconstancia y horror que tienen a la

    vida poltica. El gobernador Jos de Herrera y Sotomayor (1682-1691), que sucedi a Garro,

    comparti la opinin del Obispo, basado en la experiencia de las autoridades que lo haban

    precedido. La gran rudeza mental de estos indgenas, les impeda comprender el alcance de la

    religin, aunque no perdan detalle del ceremonial.

    Los aucas: sus ataques sistemticos

    Mientras las reducciones desaparecan y las encomiendas iban reducindose cada vez ms, se

    acreca la poblacin en la pampa circundante y aumentaba con ella el peligro de las invasiones.

    Como ninguna de las intervenciones tendientes a cortar los continuos avances de la indiada,

    era de resultado estable, motiv una intervencin del cabildo dando una nueva orientacin a

    la defensa. Fue en 1686, en que los pampas capturados en una expedicin de castigo,

    fueron arrancados en masa y deportados a la reduccin de Santo Domingo Soriano, situada en

    la Banda Oriental.

    Pero las cosas fueron de mal en peor. El estrecho comercio que los serranos y pampas

    mantenan con los aucas o araucanos de Chile, llevndoles caballos y vacas cazados en

    las manadas cerriles de la provincia, los impulsaron a ocupar el territorio. A principios del

    siglo XVIII comenzaron a desplazarse hacia la provincia, tal como antes lo haban hecho los

    serranos.Siendo los aucas el pueblo ms indmito de cuantos habitaban las regiones de la

    cordillera, llegaron al suelo bonaerense imponindose a las dems tribus y utilizndolas

    muchas veces como instrumento ejecutor de sus proyectos vandlicos. Dueos del territorio,

    comenzaron a explotar el ganado vacuno silvestre, dispuestos a impedir que los colonizadores

    penetraran en l a realizar vaqueras. Ignorantes los pobladores del cambio que se haba

    operado, en octubre de 1711 sali una partida de campesinos para efectuar las acostumbradas

    matanzas de vacas y toros. Cuando estaban entregados a reunir el ganado, fueron atacados de

    improviso por una numerosa indiada de aucas que los despojaron de los animales que

    haban reunido, hiriendo a algunos hombres en la arremetida. Aunque el gobernador, de

    acuerdo con el cabildo, lanz contra ellos una expedicin de castigo, los ataques siguieron

    sucedindose con nuevos bros.

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    La suspensin de las vaqueras

    En 1714 quedaron paralizadas por completo las matanzas que surtan de cueros, grasa y sebo a

    la ciudad. La suspensin de tan vital actividad, aparte de provocar la miseria de los que la

    practicaban, hizo que se agotaran las existencias de grasa y sebo del mercado, causando un

    verdadero trastorno en la poblacin de la ciudad. La necesidad de poner fin a la gravsimasituacin planteada, fue estudiada por todas las autoridades de la ciudad, resolviendo enviar

    una fuerte expedicin al interior del territorio, bajo cuya proteccin iran los vecinos a

    proveerse de grasa y sebo, tratando de alcanzar una paz amistosa con los indios, o en todo

    caso, castigarlos militarmente. Como la medida salvadora no pudo realizarse por la gran sequa

    reinante, la crisis se hizo ms aguda. En 1716, el procurador general de la ciudad pidi que la

    grasa y sebo que se introduca de la Banda Oriental, se destinara al exclusivo consumo local.

    La solucin aconsejada por el procurador no poda ser ms que una medida transitoria para

    suavizar la crisis, pero no un corte definitivo que dejara abandonada a manos de los indios la

    enorme riqueza que representaba el ganado silvestre. Las autoridades, que comprendieron

    esta situacin, dispusieron la reanudacin de las vaqueras tomando precauciones. Estas

    descansaban en una alianza establecida con los caciques pampas Mayupilquian y Yati que les

    ofrecan buena correspondencia. Mientras se les permita establecer sus viviendas al norte del

    ro Salado donde encontraban abundante caza para su sustento y permanecan a cubierto de

    los ataques de las tribus enemigas, respondan, denunciando la proximidad de los indios

    rebeldes, para que la poblacin tomara precauciones.

    A pesar de la alianza establecida, el peligro era idntico y pocos los que se aventuraban a

    penetrar en el territorio. Disminuy as en tal forma la recoleccin de cueros, que en 1717 se

    resolvi autorizar a que se realizara una parte de las faenas en la Banda Oriental. Y tres aos

    ms tarde, en vista de que no cejaban en sus hostilidades, fue enviada una expedicin de

    castigo para que los escarmentara.

    Nuevas medidas para contener a los indios

    Ya puede comprenderse que estas campaas militares hechas de tarde en tarde, no eran de

    fruto slido. Volvan las expediciones de vaqueras a internarse en el territorio, y los indios

    contestaban con nuevos ataques. Al cabildo correspondi estudiar con calma la situacin,

    tratando de conjurar el peligro en forma definitiva. En 1722 proyect hacer dar batidas

    peridicas con un destacamento de milicias de la ciudad. La falta de fondos del municipio y lanegativa de los vecinos a costearlo con nuevos impuestos, hizo fracasar el proyecto. Sin

    embargo, el cabildo entenda que haba que proceder con rigor contra las huestes brbaras, y

    de ello qued constancia en el acta del 21 de agosto, en que se haca fuerte en solicitar al

    gobernador, el avo de 200 espaoles y 100 indios amigos y mulatos libres, para salir a la

    corredura de los campos.

    Los hechos vinieron a comprobar que la medida solicitada tena su lgico fundamento.

    Esperaban realizarla, cuando los aucas y pehuenches, tomando la delantera, cometieron

    la osada y atrevimiento de asaltar y saquear unas carretas que llegaban de Mendoza. Una

    expedicin lanzada en persecucin de sus agresores no obtuvo resultado.

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    La poca eficacia de estas expediciones, convenci a todos que era necesario tomar medidas

    preventivas para evitar las devastaciones. Respondiendo a ese criterio, en 1724, cinco

    patrullas de milicianos montaron vigilancia en puntos avanzados de la abierta frontera. Pero

    quitadas al poco tiempo, los aucas y serranos golpeaban las puertas de la propia ciudad.En

    1722 haba dicho el cabildo que los aucas y serranos merodeaban el territorio por el

    inters de las pocas vacas que han quedado, pues las enormes matanzas que se realizaban de

    esas especies salvajes, las llevaban camino de su exterminio. Mientras las vacadas cerriles se

    extinguan, las estancias atravesaban por un perodo floreciente, con muchos miles de cabezas

    de ganado que se apacentaban en las amplias praderas cubiertas de ricos pastos y aguadas en

    abundancia.

    Desaparicin del ganado silvestre: las grandes invasiones

    Con la desaparicin del ganado vacuno silvestre, al verse los indios privados de su comercio

    con Chile, planearon invasiones a las estancias. Preparados los serranos para dar el golpe,

    en agosto de 1737, con corta diferencia, talaron dos veces las haciendas de Arrecifes,

    contestndose con aprestos blicos en la ciudad. Una expedicin salida a castigar los

    desmanes, provoc represalias de parte de los indios. Convocados 2.000 aucas de guerra,

    llegaron en agosto de 1738, causando grandes estragos en los campos de Arrecifes, donde se

    estableci un fortn para contener nuevas invasiones, pero con escaso resultado, pues los

    desmanes se sucedieron con leves intermitencias.

    La reduccin de Nuestra Seora de la Concepcin

    En 1739, una fuerte expedicin entr a fondo en el territorio para apaciguar a las tribus.

    Castigados los indios belicosos, se estableci un pacto de paz con los ms dciles que seprestaron a recibir misioneros. En cumplimiento a lo capitulado, en 1740 llegaron a las

    cercanas de Buenos Aires 300 indios pampas pidiendo misioneros. Con ellos se estableci la

    reduccin de Nuestra Seora de la Concepcin que dirigieron los padres Manuel Quirini y

    Matas Strobel. El pueblo se estableci sobre la banda sur del ro Salado a unas 7 leguas de su

    desembocadura, en unos terrenos bajos y anegadizos, de los que hubo que mudarlo a una

    loma situada a corta distancia al sudoeste, adonde estaba en 1748. Esta reduccin no dio los

    resultados que se esperaban. Inclinados ya los indios a los robos de ganados, se comunicaban

    con los emisarios enemigos para planear las invasiones, hasta que en 1752 las autoridades

    extinguieron el pueblo para librarse de tan peligrosos amigos.

    Nuevas invasiones

    Mientras el indio arreciaba en sus malones, la ciudad, sin armas, sin municiones y sin fondos

    para adquirirlas, paraliz las medidas defensivas. Producido ese estado de inactividad militar,

    los indios llevaron con mayor empuje y temeridad, sus incursiones devastadoras. Entre los

    meses de agosto y noviembre de 1740, en el transcurso de 30 das. Los serranos realizaron

    tres invasiones sobre Fontezuelas, Lujn y Matanza. En Matanza, la entrada lleg hasta siete

    leguas de la ciudad, detenindose el maln a tres leguas del oratorio de San Antonio del

    Camino (hoy Merlo), donde se haban refugiado varias familias campesinas, escapando de la

    ferocidad de los salvajes.

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    Mientras la ciudad se debata en medio de una pobreza desesperante, los indios,

    entusiasmados con el abundante botn de cautivos y ganados que les proporcionaban sus

    malones, se decidieron a ejecutar la ms formidable invasin de cuantas haban hecho hasta

    entonces.

    En la madrugada del 26 de noviembre, cuando los campesinos se preparaban para iniciar lasfaenas rurales, la numerosa indiada cay de improviso sobre la floreciente regin de la

    Magdalena, asolando los campos en varias leguas a la redonda, sin que se les ofreciera la

    menor resistencia, a pesar de que el gobernador haba dado rdenes anticipadas para que las

    milicias montaran vigilancia. El balance de la triste jornada no poda ser ms agobiador. Cerca

    de 100 infelices campesinos perdieron la vida a manos del salvaje, quedando cautivas

    numerosas mujeres y nios y perdindose gran cantidad de ganado, mientras las autoridades

    de la ciudad sin fondos del erario, quedaban imposibilitadas de hacer frente a la situacin.

    Pero como una nueva campaa militar era ya de todos puntos de vista imprescindible, a

    principios de 1741 se hizo una colecta pblica que encabez el gobernador, para reunir fondos

    destinados a su preparacin. La necesidad de expedicionar vino a hacerse ms urgente, al

    saberse que el 19 de julio haba sufrido una invasin la campaa lujanense y que los

    campesinos, con escaso armamento, haban salido en persecucin de los salvajes sin resultado.

    Tratado de paz con el cacique Bravo

    Con ms de 500 hombres parti Cristbal Cabral a fines de setiembre, con rdenes del

    gobernador de alcanzar una paz firme con los indios, penetrando a fondo en el territorio hasta

    las sierras de Cayr (Sierra Chica) y de Casuati (Sierra de la Ventana) por donde los indios

    tenan sus guaridas, y donde nunca haban llegado los espaoles, por la distancia y fragoso de

    las sierras. La expedicin tuvo buen resultado. Las capitulaciones firmadas con los indios,

    colocaban al cacique Bravo, jefe de los pampas como la suprema autoridad de todos los

    otros indgenas y por consiguiente, a l incumba la vigilancia de toda la poblacin que viva al

    sur del Salado, lmite fijado como la divisin entre las tierras indias y el dominio espaol. El

    cacique Bravo era reconocido y respetado por las tribus pampeanas por su ferocidad y su

    valenta, y fue sincero y servicial amigo de los blancos.

    Las medidas de defensa del gobernador Ortiz de Rozas

    Cuando inici su gobierno Domingo Ortiz de Rozas (1742-1745), inici una poltica de amistad

    con los indios, atrayndolos por medio de presentes. As logr aquietarlos, estableciendoprimero acuerdos con los pampas y despus con otras naciones. Ya a fines de 1743 eran

    cuatro o seis naciones comarcanas las que hacan convivencia con los espaoles, llegando los

    caciques hasta la ciudad a recibir sus gratificaciones en retribucin de cesacin de hostilidades.

    Pero era evidente que el indio no haca alianza con el espaol por sincera amistad o temor de

    castigos, sino para conseguir aguardiente con que mantener sus borracheras constantes, que

    los mismos espaoles haban fomentado.

    El gobernador Ortiz de Rozas, aunque se mostr satisfecho del resultado alcanzado, que pona

    coto a los malones, no se confi de la amistad jurada de los indios, sino que con buen tacto,

    sigui manteniendo las precauciones.

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    Sus fundadas sospechas tuvieron amplia confirmacin, pues los mismos que haban

    establecido la alianza y podan situar sus tolderas en los campos de Lujn para comerciar sus

    productos (lazos, ponchos, plumeros, etc.), se aprovechaban de esta situacin para saquear las

    estancias vecinas. Este estado de cosas cre una situacin tan llena de peligro a los lujanenses,

    que muchos se vieron obligados a abandonar sus campos, para refugiarse en Buenos Aires o

    emigrar a otras tierras libres de la asechanza indgena. En las continuas acciones de guerra

    contra los indios, se empleaban casi exclusivamente los campesinos enrolados

    obligatoriamente en las milicias, dentro de la edad de 14 a 60 aos. Pero en algunas ocasiones

    intervenan las tropas del ejrcito regular.

    Ya se ha ido viendo que la tctica seguida corrientemente en la lucha contra los indios, no

    alcanzaba soluciones definitivas. Correspondi al gobernador Ortiz de Rozas reorganizar y

    armar las milicias, ordenando la defensa del territorio de la provincia con nuevas medidas.

    Estas consistan en el establecimiento de fortines avanzados. En enero de 1745 quedaron

    establecidos varios reductos a corta distancia de las ltimas fincas rurales. Las partidas que los

    ocupaban batan la zona en continuas recorridas, conteniendo eficazmente los intentos de la

    indiada.

    Abandono de la defensa de las fronteras

    Contenidas las invasiones, pudo el gobernador Jos de Andonaegui (1745-1755), decir al Virrey

    del Per en 1746: La guerra con los indios en habiendo cuidado es de ms molestia que

    peligro, esta gente habita la campaa, no tiene gnero alguno de caseras ni hace sementeras,

    son diestrsimos a caballo (como que toda la vida lo ejercitan), vienen a hacer correras a los

    pagos y a las estancias, hurtan el ganado y de camino, matan o cautivan las personas que

    pueden, y luego se retiran. Por el trabajo rudo de defender las fronteras, que les obligaba a

    mantenerse casi exclusivamente a su costa, y dejar abandonadas durante el perodo de

    servicio sus labores, los milicianos iban teniendo horror a la vida de fronteras. La desercin

    comenz a cundir entre las milicias hasta que en 1750 la campaa qued indefensa,

    reinicindose las correras devastadoras, contra las cuales se hubo que poner nuevos medios

    de defensa.

    La poltica de Rosas con los indios, dice Jos Mara Rosas, tuvo tres bases: tomarles el camino

    de los chilenos y mantener guarniciones en el Colorado y Ro Negro; cumplir con las

    prestaciones anuales de alimentos y vicios y unificar a los indios haciendo responsables de sus

    gltenes de ms prestigio: Calfucur y Payn.

    Al caer Rosas, el camino fue abandonado, levantados los fortines de Negro y Colorado y no

    cumplidas las prestaciones. El aparato de los blancos que Rosas haba construido para

    defensa de los blancos se volvi contra ellos y Calfucur, en parte por codicia, al ver abierto

    el mercado chileno de carne robada, en parte porque le era necesario mantener su imperio,

    y en parte porque no tuvo otro medio para alimentar a los suyos, se lanz en grandes

    malones de borogas, pampas y ranqueles confederados. En 1854 arrasa Tres Arroyos y el

    maln llega hasta Baha Blanca; al ao siguiente eran desvastadas las estancias de la zona

    del Bragado y de 25 de Mayo.

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    Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engaado. Yo y todos mis indios moriremos por l. Si no

    hubiera sido por Juan Manuel no viviramos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos.

    Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras

    esposas e hijos. Todos los que estn aqu pueden atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha dicho y

    aconsejado ha salido bien

    (El cacique pampa Catriel en Tapalqu celebrando la llegada de Rosas al poder en su segundo gobierno).

    Nuestro hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el

    Samborombn y el Salado y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que

    nos regal vacas, yeguas, caa y prendas de plata, mientras l fue Cacique General nunca los indios

    malones invadimos, por la amistad que tenamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y

    lo desterraron, invadimos todos juntos.

    (Expresiones del Cacique Catriel, extradas del libro Roca y Tejedor de Julio A. Costa).

    Hasta 1852, Rosas haba mantenido a los indios en paz relativa, y la frontera sur se haba

    alejado, dejando que las estancias prosperaran sin susto. Pero cuando ces esa poltica de

    astucia, ddivas y concesiones, los indiosal caer Rosas- volvieron a alzarse y la paz fronteriza

    retrocedi hasta donde se encontraba en 1823, cuando fundaran Tandil.

    Rosas logr, en su primera campaa al desierto, escarmentar a algunas parcialidades de

    aborgenes renuentes a transaccin alguna, y pactar con otras. En 1834, llegado desde Chile,

    el araucano Calfucur someti brbaramente a los borogas y se transform en una especie

    de emperador de la pampa, recibiendo la adhesin y la subordinacin de ranqueles y

    picunches. Rosas pact con Calfucur en 1836, Paz del Pino: a cambio de determinadas

    prestaciones, como animales, bebidas, ropas, yerba, azcar, tabaco, logr mantenerlo en paz y

    hacerlo colaborar mediante la denuncia del propsito de malonear de algunas tribus hostiles.

    Luego de Caseros, con la anarqua que subsigui, volvieron los malones. Ya en abril de 1852,

    Calfucur invadi con 5.000 hombres las estancias del sur de Buenos Aires y hasta lleg a sitiar

    a Baha Blanca. De all en ms, adems de Buenos Aires, soportaron las depredaciones las

    provincias de Santa Fe, San Luis, Crdoba y Mendoza. En 1855, el propio ministro de guerra de

    la provincia de Buenos Aires, Bartolom Mitre, fue derrotado por Calfucur en Sierra Chica.

    Cuando se produce Cepeda, los indios aprovecharon para caer con malones sobre 25 de Mayo,

    Azul, Tandil y Baha Blanca.

    Las cosas continuaron mal luego de Pavn, a pesar del esfuerzo de Mitre para ocupar la isla

    de Choele-Choel, como lo haba hecho Rosas, a fin de cortarle el camino a Chile a la indiada,

    que haca las ventas del ganado robado en ese pas. El objetivo no fue logrado, porque

    Calfucur intim la desocupacin de la isla y no fue posible contradecirlo. Durante la

    presidencia de Sarmiento, el problema se agrav, a pesar del arreo de gauchos a defender la

    frontera con el indio, con elementos tcnicos, caballos y armas de inferior calidad, slo se

    conseguira que murieran en gran cantidad. Jos Hernndez, en el Martn Fierro, hace

    alusin al drama del gaucho llevado para servir en los fortines.

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    Se calcula que, en 1870, unas 200.000 cabezas de ganado trasponen la cordillera llevadas por

    las huestes de Calfucur para ser vendidas en Chile. Los 13 malones de 1870, son 29 al ao

    siguiente, y 35 en 1872. Hubo que reaccionar, y en marzo de 1873 se logr derrotar a

    Calfucur, con el auxilio de los caciques Cipriano Catriel y Coliqueo, en la feroz batalla de San

    Carlos, luego de la cual, en ese mismo ao, fallecera el jefe araucano cuando contaba con ms

    de cien aos. Pero la Confederacin indgena no habra de desaparecer: Namuncur, hijo de

    Calfucur, lo sucedido en el poder.

    Los malones continuaron en 1873 y 1874. El ministro de Avellaneda, Adolfo Alsina, debi

    soportar, entre 1875 y 1876, la invasin grande, cuando atacan cerca de diez mil lanzas.

    Zeballos recuerda: los indios se retiran con un botn colosal de 300.000 animales y 500

    cautivos, despus de matar 300 vecinos y quemar 40 casas. Tal era el cuadro a que asista con

    horror la Nacin entera!

    A principios de 1876, las fuerzas nacionales, que cuentan con un fusil demoledor, el

    Rmington, logran sucesivos xitos que remataron con el de Paragil, en marzo de ese ao.

    Comenzaba a hacerse realidad la solucin de uno de los problemas ms graves que poseamos:

    el de las fronteras interiores, puesto que, como se ha dicho: La arquitecturacin poltica

    definitiva del pas, su expansin econmica, la defensa del territorio, exigan la posesin plena

    de la Pampa y de la Patagonia

    Alsina tena el proyecto de cavar una zanja a todo lo largo de la frontera con el indio, de 3

    varas y media de ancho y dos varas y media de profundidad. Luego de la invasin grande se

    cavaron 42 leguas, unos 200 kilmetros, construyndose asimismo 82 fortines y 5 fuertes en el

    sur de la provincia de Buenos Aires, proximidades de Baha Blanca. Evidentemente, la zanja

    era un buen obstculo para el arreo de ganado, que los indios conseguan salvar abriendo

    portillos, pero perdiendo un tiempo precioso que facilitaba su represin por las fuerzas

    nacionales. La zanja era un recurso meramente defensivo que no cont con la aprobacin del

    general Roca, quien describiera: Qu disparate la zanja de Alsina! Avellaneda la deja hacer.

    Es lo que se le ocurre a un pueblo dbil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos.

    As pensaron los chinos y no se libraron de ser conquistados por un puado de trtaros,

    insignificantes, comparados con la poblacin china. Si no se ocupa la pampa, previa

    destruccin de los nidos de indios, es intil toda precaucin y plan para impedir las

    invasiones. El plan de Roca es el de Rosas, segn lo reconoce aqul al escribirle a Adolfo

    Alsina: A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios, ya sea extinguindolos o

    arrojndolos al otro lado del ro Negro, es el de la guerra ofensiva, que es el mismo seguido

    por Rosas, que casi concluy con ellos.

    Lo dicen Avellaneda y Roca, conjuntamente con los anteriores conceptos, cuando enviaron el

    correspondiente proyecto de ley al Congreso implementando el plan propuesto por el

    segundo: La importancia poltica de esta operacin se halla al alcance de todo el mundo.

    No hay argentino que no comprenda, en estos momentos en que somos agredidos por las

    pretensiones chilenas, que debemos tomar posesin real y efectiva de la Patagonia,

    empezando por llevar la poblacin al Ro Negro.

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    El 5 de octubre de 1878, el Congreso, mediante ley 947, aprob el proyecto de Roca, de

    conquista del desierto, y por la ley 954, cre la gobernacin de la Patagonia. La ejecucin del

    plan se hizo en dos etapas. La primera fue preparatoria, realizada a partir de julio de 1878,

    mediante operativos aislados que fueron limpiando de tolderas todo un inmenso escenario,

    obligando a la indiada a dejar su hbitat y a refugiarse en zonas an no exploradas. Fue una

    campaa de malones invertidos, pues ya no era el maln indio el que atacaba poblaciones

    indefensas robando, sino que eran cuerpos de ejrcito los que caan sobre los toldos

    rescatando cautivos.

    En 1879 se realiz la segunda parte del plan, tendiente a ocupar el camino a Chile, que

    facilitaba la negociacin del ganado robado, y desde donde podan llegar otros contingentes

    araucanos, como haba ocurrido con Calfucur en 1834. Unos 6.000 hombres, divididos en

    cinco cuerpos de ejrcito, convergieron a todo lo largo del Ro Negro acompaados de

    misioneros, ingenieros, agrimensores, hombres de ciencia, periodistas, fotgrafos, etc. El 25

    de mayo de aquel ao se tom posesin de la isla Choele-Choel. En junio, se llega a la

    confluencia del ro Limay con el ro Neuqun, mientras la columna de Napolen Uriburu

    acceda al alto Neuqun.

    Se incorporaban 15.000 leguas cuadradas a la produccin agrcola-ganadera; y se afirmaba la

    soberana nacional sobre la Patagonia, en momentos en que subsista el conflicto limtrofe con

    Chile en esa zona.

    Comienzo de las hostilidades

    Los pobladores saban: el indio ataca cuando hay Luna Llena. Y esa noche del 13 de febrero de

    1855, pareca que el atardecer se haba prendado de la belleza de la pampa, y con la Luna alta,uno hubiera credo que no haba anochecido an. El centinela del Fuerte de San Serapio

    Mrtir, del Azul, cabeceaba. Los ranchitos del pueblo dorman profundamente de las fatigas

    de una jornada agotadora de Sol. De pronto, sin saber de dnde, la tierra se raj en un grito

    brbaro. La pampa se incendi de chuzas, de hedores insoportables y de sangre; y el tropel

    entero de la pampa cay sobre el pueblito. Era el maln.

    Cuando el general Manuel Hornos lleg al lugar, los indios haban capturado 60 mil vacunos, y

    150 familias marchaban camino del cautiverio. Los ranchos ardan y todo lo dems estaba

    destruido. Hornos logr hacerlos retirar, pero se hicieron fuertes en Sierra Chica. Desde all,

    comenzaron a salir partidas volantes de indios a los campos del Tandil y la Lobera. El terrorcundi en el sur. El xodo campesino se fue haciendo cada vez ms presuroso. Al promediar

    el ao, no quedara nadie en aquellas poblaciones. La mayora buscara refugio en Dolores.

    Despus de la revolucin separatista del 11 de setiembre de 1852, Buenos Aires qued librado

    a su suerte por propia voluntad. Calfucur y Urquiza negociaron un pacto. El cacique se

    empe en una lucha sin cuartel con la retaguardia portea ubicada en las pampas

    bonaerenses. Urquiza lo dejaba hacer porque de ese modo se debilitaban las posiciones de la

    arrogante Buenos Aires. Y los porteos enloquecan soportando presiones por todos lados:

    indios, confederados, conspiradores.

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    La sangrienta entrada de Calfucur a los campos del Azul en aquella trgica noche de febrero

    de 1855 era el testimonio de lo temible que resultaba el desguarnecimiento de las fronteras

    pampeanas. Hasta dnde llegaran los indios con sus ataques? Y si se le daba a Urquiza por

    apoyarlos con sus tropas, o ensayar un ataque combinado? El alarido pampa lleg a Buenos

    Aires y conmovi a la Legislatura. El escndalo estuvo en la boca de todos los parlamentarios.

    Bartolom Mitre, coronel y ministro de la Guerra, prometi solemnemente escarmentar a los

    infieles: su metfora fue muy directa, recuperara dijo- hasta la ltima cola de vaca de la

    provincia. Con sus encendidas palabras vibrando an en el recinto de la Legislatura, Mitre

    parti para combatir a los indgenas.

    Combate de Sierra Chica

    Mitre sali de Buenos Aires el 27 de mayo de 1855. Hizo una marcha de flanco juzgada como

    perfecta por los analistas. Lleg a la Sierra Grande Tapalqu el da 28, donde se ocult con la

    intencin de sorprender al enemigo, que supona ubicado a unos 20 kilmetros de distancia.

    Cuando lleg la noche del 29 sigui avanzando creyendo que caera sobre el enemigo al

    amanecer, pero cuando aclar el da 30, golpe en el vaco: sus vaqueanos haban errado el

    clculo. Las tolderas estaban ms lejos. Esta maniobra previno a los indios. Los de Catriel se

    sumaron a los de Cachua, que fueron concentrndose a orillas del Arroyo Sauce.

    La lectura del propio parte de Mitre revela que la conduccin flaqueaba, que la indisciplina era

    corriente, y que un triunfo poda trocarse en derrota, tan pronto como se descuidasen los

    comandos. Mitre mand a dos escuadrones de Coraceros desplegarse en lnea oblicua. Pero

    las milicias, sin habrselo ordenado, hicieron lo mismo. La Infantera qued, entonces, a

    retaguardia. El terreno era inadecuado para la maniobra. Mitre cambi el plan y orden

    entonces el ataque sobre las tolderas, para arrebatarles cerca de un millar de caballos. Indios

    amigos cargaron, pero la confusin que reinaba en la tropa prometi un triunfo demasiado

    fcil. La caballada indgena fue capturada, pero el desplazamiento indisciplinado de otros

    grupos desorganiz el cuadro de milicias. En esta confusin, las compaas de la vanguardia

    cristiana penetraron profundamente en el terreno enemigo. Los indios huan despavoridos.

    Los soldados entonces entraron a saquear los toldos, desoyendo los urgentes llamados del

    Trompa de Ordenes, que convocaba a reunin.

    En los continuos y confusos desplazamientos de las tropas, 60 soldados vinieron a quedar

    aislados. Para salvarlos hubo que hacer dos cargas, que provocaron muertos y heridos entre

    los blancos. La situacin haba cambiado por completo: ahora eran amenazadas las caballadas

    cristianas.

    Los indios, reagrupados y concentrados, lanzaron un ataque sobre la izquierda de Mitre, y

    aunque sta recibi con entereza el choque, luego se dio a la fuga, mientras quedaban tras de

    s muertos y heridos. La huida de estas fuerzas arrastr a todos los escuadrones. Aquello era

    un desorden lamentable. La Infantera, que haba sido penosamente formada en cuadro para

    resistir una nueva embestida india, fue desarticulada por los fugitivos. No obstante, pudo

    rehacerse, y rompi un fuego cerrado sobre las huestes pampas. Los indios se acercaron a

    pesar de ello a vente pasos y llegaron a arrojar bolas perdidas, pero debieron retirarse.

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    El estruendo de la fusilera espant a la caballada indgena recin capturada. Y en el pnico

    arrastr a la de los cristianos, de modo que lo que quera evitarse se produjo. Y las tropas al

    mando de Mitre quedaron a pie. Era lo peor que poda pasarles: la evidencia de una tremenda

    derrota. Mitre evalu la situacin del campo. Los indios haban vencido. Haba que salvar la

    situacin ahora, rescatar lo que quedara de las fuerzas, acudir al ingenio y al sigilo, para

    reparar siquiera en parte, lo que el desorden, la indisciplina y la ineptitud de su mando haban

    destrozado en contados momentos.

    Lentamente pudo restablecer los cuadros. Luego, desalojaron al enemigo de una pequea

    elevacin, y se instalaron all, suficientemente fortificados. En el centro coloc las caballadas

    que pudieron rescatarse. Los heridos comenzaron a ser atendidos. Y se dispusieron a esperar

    la noche, mientras pelotones aislados de indios libraban escaramuzas en las cercanas del

    campamento.

    Los bomberos de las tropas de Buenos Aires descubrieron que los indios iban

    concentrndose sigilosamente. Quiz tan pronto como rompiera el amanecer iban a descargar

    su ataque decisivo, para exterminar por completo a las fuerzas blancas. Mitre esperaba la

    incorporacin de la Primera Divisin del Centro, al mando del coronel Laureano Daz. Oa sus

    caonazos reiteradas veces. Pero luego el fuego de artillera ces, y no hall respuesta a sus

    propios disparos de llamada. Pero cuando lleg el da el ataque no se produjo. El cerco de

    lanzas apareca prcticamente cerrado. Cincuenta mil cabezas de ganado fruto de su robo,

    pacan tranquilamente en las cercanas. Los blancos deban comer carne de yegua y buscar

    febrilmente los manantiales que brotaban de las sierras para beber.

    Mitre sigui aguardando intilmente el apoyo de la Primera Divisin. Un movimiento en el

    horizonte le hizo abrigar la esperanza de que llegaba, pero cuando al caer la tarde, regresaron

    sus bomberos, se anotici de la triste realidad: era Calfucur que vena con sus tropas para

    reforzar el ataque final contra las fuerzas de Buenos Aires. Con las tropas porteas cercadas y

    desmoralizadas, ahora la retirada era inevitable. Esa debi ser una triste noche para el

    entonces coronel Bartolom Mitre. Las 50 mil vacas, con sus colas respectivas, que tan

    arrogantemente haba prometido devolver, quedaran all, sin rescate posible.

    Haba que acudir al ingenio para salvarse de una muerte segura. Se us toda la grasa de potro,

    derramndola sobre los fogones, para que alimentaran el fuego el mayor tiempo posible. Se

    dejaron en pie algunas tiendas de campaa. Mil doscientos caballos encerraban el cuadro para

    dar la ilusin de fuerzas preparadas. El mayor de los silencios cubri la retirada. Con las

    monturas al hombro, y buena parte de la caballera abandonada, la tropa inici una penosa

    marcha a pie hasta el Azul. Slo quedaban montados dos escuadrones de caballera, para

    cubrir cualquier ataque de flanco.

    Al frente marchaba la Infantera en el centro la Artillera, los heridos y los bagajes. Las

    caballadas que pudieron traerse marchaban al costado derecho. El batalln 2 de Lnea cubra

    la marcha. No era una huida. Pero era la ms lamentable retirada de que hubiera memoria en

    la antigua lucha del blanco contra el indio de la pampa.

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    Silenciosamente, y por el camino ms peligroso (y por consiguiente menos vigilado por los

    indios), avanzaron cinco leguas y media, hasta el arroyo de las Nievas. All consiguieron

    caballos. Cuando amaneca hasta el mismo Mitre haba venido a pie. Cada uno tom un

    infante y se lo llev en ancas. A las 8 de la maana, llegaba el ejrcito derrotado al Azul. Era el

    1 de junio. Doscientas cincuenta bajas festoneaban cruelmente la derrota.

    Regreso sin gloria

    Mitre sigui de inmediato para Buenos Aires, donde es agasajado por Sarmiento en un

    banquete, donde el coronel dice: El desierto es inconquistable Mitre disimul pblicamente

    esta derrota, aunque en los partes no pudo ocultar nada, y el 12 de junio le informa a

    Obligado:

    Para ocultar la vergenza de nuestras armas he debido decir que la fuerza de Calfucur ascenda a 600,

    aun cuando toda ella no alcanzase a 500; as como he dicho que la Divisin del Centro no pasaba de 600,

    aun cuando tuviese ms de 900, dos piezas de artillera y 30 infantes el da que tuvo lugar su encuentro

    en el que Calfucur debi quedar destruido, he dicho tambin que por falta de caballos, pero debo

    declarar a usted confidencialmente que ese da los tenia regulares, hasta ahora sabamos que era un

    buen partido un cristiano contra dos indios, pero he aqu que ha habido quien haya encontrado

    desventajoso entre dos cristianos contra un indio.

    (Scobie. La lucha.p.132 / JMR.t.VI.p.151).

    A esta derrota sigui la de San Antonio de Iraola el 13 de septiembre, que extermin por

    completo un cuerpo completo mandado por el comandante Otamendi. Las consecuencias del

    contraste fueron funestas. Durante ms de un ao, Calfucur y sus gentes sentaron sus reales

    en la zona. El temor cundi por toda la campaa. Las economas lugareas quedaronseriamente deterioradas. La gente tema volver. Estancias al sur de Tandil se hicieron taperas.

    Debi transcurrir todo el ao 1855 y parte de 1856 para que los exiliados del Tandil y la Lobera

    refugiados en Dolores- se animaran a retornar. Fue una situacin penosa y de graves

    consecuencias.

    Calfucur inici lentamente su regreso a Salinas Grandes, cuando juzg que haba que dar

    nueva tregua a los blancos para que apacentaran nuevos rebaos que luego seran robados

    por los malones.

    Consecuencias

    Estas ideas, que se resumen, en las propias expresiones de Roca, de no ir eliminando las

    hormigas una por una, sino de llevar la guerra al propio hormiguero, esto es, a la toldera, tuvo

    oportunidad de realizarlas al ser designado para suplantar a Alsina en el ministerio de guerra.

    El proyecto del tucumano era llevar la frontera con el indio hasta los ros Negro y Neuqun, es

    decir, oponerle al aborigen no una zanja abierta en la tierra por la mano del hombre, sino la

    grande e insuperable barrera del ro Negro, profundo y navegable en toda su extensin, desde

    el ocano hasta los Andes. Para avanzar la frontera hasta la cordillera, Roca aprovechara

    que Chile estaba enfrascado hacia 1879 en una guerra con Bolivia y Per, ocupando el

    inmenso territorio cuya posesin podra eventualmente discutirnos Chile en el futuro.