Los géneros de la tv y el orden del contacto
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Los géneros de la TV y el orden del contacto1
¿Cómo empezar a orientarnos en un universo tan vasto y variado como el que circula por las pantallas de nuestros
televisores? Justamente, esta complejidad –así como la cotidianidad que tiene este medio para nosotros– es lo que lo
vuelve un objeto imprescindible para la reflexión y el trabajo en el aula.
Evidentemente, no podemos usar los mismos criterios cuando nos interrogamos sobre los formatos del noticiero que los
que nos servirían para el teleteatro, las entrevistas de actualidad o los reality shows. Todos ellos son géneros
televisivos que requieren modos de abordaje diversos, del mismo modo que usamos criterios diferentes para analizar
un poema que cuando tratamos de trabajar sobre una novela.
Una primera distinción entre los géneros televisivos tiene que ver con el hecho de que haya o no un presentador que
mira a cámara, que nos habla directamente a nosotros, teleespectadores. Nos interpela con su mirada y, a la vez, pone
en evidencia el dispositivo de la cámara, ocasionalmente se refiere de manera explícita a su presencia (“¿Qué cámara me
está tomando?”) o agradece la tarea de los técnicos. La convención televisiva indica que cuando están presentes estos
recursos y la figura del presentador estamos ante un género no ficcional –no importa, por ahora, que sea un programa
de entretenimientos o de información–. El presentador está “de verdad” ahí, con su “verdadera” identidad y también son
“verdaderos” los invitados que hablan de cosas “reales”2.
Los géneros de ficción, en cambio, mantienen la convención teatral de la “cuarta pared”: los actores en el teatro se
mueven como si estuvieran “entre cuatro paredes”: como si ignoraran que el público está allí, mirándolos. De la misma
manera, en las telecomedias y teleteatros, las reglas del género imponen que los actores no miren a la cámara, ni
interpelen al espectador.
Al analizar los recursos de la prensa gráfica nos referimos al orden del contacto como mecanismo que orienta nuestra
mirada y capta nuestra atención. En este sentido, señala Eliseo Verón: “Lo que está en juego en el contacto es el
acercamiento o el alejamiento, la confianza o la desconfianza. En el fondo, lo esencial no es tanto lo que me dice o las
imágenes que me muestra (que recibo frecuentemente de una manera distraída): lo esencial es que él esté allí, en el
lugar de la cita, todas las noches, y que me mire a los ojos. Por esta mediatización, la puesta en discurso de la actualidad
está fundada sobre la puesta en contacto entre dos cuerpos que se produce en el espacio imaginario del piso: la
credibilidad del discurso que así se produce depende enteramente de las reverberaciones de un cuerpo significante”.
Por cierto que los modos de funcionamiento cambian no sólo de un género a otro sino también entre lo que diversos
autores han denominado paleo y neo TV.
1 Extraído de http://coleccion.educ.ar/coleccion/CD19/contenidos/gpamm/losgenerosdelatv.html
2 Las ideas aluden a conceptos expresados por el semiólogo argentino Eliseo Verón en un artículo clásico de su obra titulado
“Está ahí, lo veo, me mira”. En dicho artículo, Verón interpreta que el vínculo fundamental que propone el noticiero es el de “los ojos en los ojos” (entre el enunciador y el destinatario).
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El noticiero en la paleo y en la neo TV3
Si tuviéramos que trazar un árbol genealógico del noticiero televisivo, el ancestro más cercano sería el noticiero
cinematográfico. Los primeros noticieros de TV mantenían ese estilo de documental, pero rápidamente la televisión crea
su marca distintiva: el presentador, cuya mirada nos convoca y organiza el espacio informativo. Cuando el conductor del
noticiero deja de mirar a cámara es porque algo sucede en otro lado, el centro de atención del espectador se desplaza,
ya sea porque:
Hay una situación de entrevista y el presentador mira al interlocutor. Su función cambia. Ya no informa sino que
interroga al visitante. El cambio nos invita a centrar nuestra atención en el entrevistado.
Aparece otro enunciador. Por ejemplo, recibe una nota vía satélite y gira su cabeza hacia un monitor.
Presenta notas en exteriores y desaparece de la pantalla. Asistimos “directamente” al desarrollo de los hechos:
quien ahora narra es la cámara. Se ha abandonado el lugar habitual; algo excepcional ocurre.
Sin embargo, los rasgos que caracterizaban a esa figura eran bastante diferentes de los que vemos hoy.
La paleo TV se regía por un modelo pedagógico: suponía una relación asimétrica de saber entre el presentador y
el televidente: uno transfería su saber al otro.
En la neo TV, en cambio, es frecuente que los presentadores den señales de que reciben la información al mismo
tiempo que nosotros: se asombran, se formulan preguntas, dudan.
El paleo noticiero era presentado por figuras rígidas, que nunca gesticulaban ni sonreían. El ideal era reducir la
gestualidad a un grado cero. La cámara lo recortaba por debajo de los hombros, presentándolo como un busto
parlante recortado sobre un fondo neutro.
En la neo TV la cámara se aleja y vemos un escritorio, el presentador que maneja papeles, valora con sus gestos
la información que transmite, ocasionalmente bromea, como podríamos hacer nosotros en nuestras casas, nos
interpela directamente, explicita que está en su lugar de trabajo.
El espacio de la neo TV adquiere profundidad; frecuentemente vemos monitores o el espacio de una redacción
periodística; en otros casos los ventanales nos permiten ver como fondo las luces de la ciudad.
El noticiero de la neo TV es más “hospitalario” hacia el televidente, cuya presencia es representada a través de
llamados, teleencuestas y, últimamente, blogs.
3 Los conceptos Paleo y Neo TV fueron desarrollados por el semiólogo italiano Umberto Eco a principios de los años 80.