Los exilios de juan josé hernandez

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1. LOS EXILIOS DE JUAN JOS HERNNDEZ Prlogo a "La seorita Estrella y Otros Cuentos", de Juan Jos Hernndez Juan Jos Hernndez pertenece a ese conjunto de escritores del interior, a los que Roa Bastos, en 1966, defina as: "Por caminos tcnicos, estticos y aun ideolgicos diferentes, estos escritores entre los veinte y los cuarenta aos, sin formar grupos ni escuelas, han coincidido en la preocupacin comn de superar las limitaciones del regionalismo, en sus formas ms epidrmicas y tpicas. Bajo el signo de una conciencia crtica y artstica muy aguda, se empean en ahondar en los valores de su singularidad y trascenderlos a una dimensin ms universal; en lograr, en suma, una imagen del individuo y de la colectividad frente a sus propias circunstancias, lo ms completa y comprometida posible con la totalidad de la experiencia vital y espiritual del hombre de nuestro tiempo." Veamos ahora cmo vivan y escriban esos escritores del interior, entre los que me incluyo. En nuestras provincias tenamos dos horizontes visibles: por un lado, casi encima de nosotros, un folklorismo mentiroso que no compartamos, apoyado ms en el paisaje que en el hombre; por otro, una cultura ciudadana que vena de Buenos Aires, va radial, a la que, lo sabamos muy bien, no pertenecamos. Bastaba, para saberlo, ornos pronunciar las erres o aspirar las eses. Lo gauchesco inmediato y falso, al menos a m me desesperaba. Palabritas como velay, ahijuna, geso. Como si uno fuera Patoruz. Cuando ramos chicos, la literatura regional estaba llena de eso. Entre esos dos polos sonoros, era como si no tuviramos referencias orales para escribir. Los locutores de radio tucumanos, riojanos o cordobeses, no se hacan ningn problema. Directamente hablaban como los porteos. Y mal, claro; siempre haba una tonadita que se escapaba por ah. En La Rioja, oyendo al locutor sin conocerlo, uno se lo imaginaba rubio y poderoso, con una perfecta dentadura tipo Kolynos, seguro, enorme y triunfador. Casi un yanqui, digamos. Despus uno se lo encontraba en el bar de la esquina, con su pinta de negrito recin venido del monte, y daban ganas de llorar. La radio era una cosa demasiado seria para permitir que se hablase con la tonadita local y subdesarrollada. Y los locutores de provincias tenan que hacer malabarismos para poder imitar a los de la Capital Federal. Trabajo insalubre si se quiere, porque despus, con los aos, los locutores terminaban hablando en sus casas y en la calle un hbrido del que todo el mundo se rea y que no permita expresar con claridad los pensamientos. Y a los escritores nos pasaba ms o menos lo mismo. Cmo hacer para meter nuestra propia voz en la literatura nacional sin parecemos a nadie y fieles a nuestras circunstancias? Nacimos alrededor del treinta, cuando se iba acabando la Argentina apacible de los ganados y las mieses cantados por Lugones. Para seguir los ejemplos del poeta cordobs, nacimos justamente en la hora de la espada, cuando el pndulo democracia-inestabilidad, que lleva 2. medio siglo, empezaba a moverse. Nosotros vivamos en Belgrano. Se lo llevaban a Yrigoyen. Quince aos despus, mi padre me cont: "Casi naciste el 6 de septiembre; de un susto. Tuvimos que internar a tu madre, que era extranjera y no entenda bien lo que pasaba. La cosa se arregl y naciste en trmino, justo un mes despus. Al poco tiempo las cosas se pusieron duras, la crisis mundial y todo eso, y resolvimos volver a las sierras de Crdoba". La realidad nacional y mundial que habitbamos pasaba lejos de nosotros, sin rozarnos. La escuchbamos por radio. No tenamos edad para darnos cuenta de lo que significaban los titulares de los diarios. La pinza aliada se cierra sobre el Bltico. Bomba atmica en Hiroshima. Acuerdo en Yalta. Y Pern asomado al balcn. Por ese entonces andbamos hondeando pajaritos en el monte, o buscando miel de avispa, para no aburrirnos en las interminables siestas provincianas, en los interminables veranos del norte postergado, chagsico y folklrico. La concentracin de la riqueza y la cultura en Buenos Aires y la acumulacin reiterativa de la pobreza y las enfermedades endmicas en el interior, obligaron a la gente a bajar hacia la reina del Plata en forma de aluvin zoolgico. Lo que en trminos llanos se llama exilio. Juanjo lo cuenta muy bien en La ciudad de los sueos. Porque l tambin se fue a Buenos Aires, siguiendo el xodo tucumano. Creo que esas circunstancias de desarraigo nos ayudaron a saber que no ramos ni la Buenos Aires cosmpolis intuida por Rubn Daro, ni el rico estanciero Patoruz diciendo ahijuna; ni norteos aislados en tonaditas mal disimuladas por los locutores radiales de provincias. Todo eso nos ense que si ramos algo, ese algo era Amrica Latina. Ayuda milagrosa: la voz de Rulfo ya estaba en el aire. Entonces, cada locutor, salvo prejuicios o autoimposiciones, estaba en condiciones de usar sin avergonzarse su propia circunstancia oral. Las tonaditas, de un modo o de otro, pasan al lenguaje escrito. Son musicalizaciones que se sostienen por sus ritmos, por ciertas asociaciones, por una manera de encarar el lenguaje. Funcionan como las hierbas aromticas en las comidas: un toque de sabor, un ingrediente que se gusta pero que no se puede precisar. Hay tambin una mirada, o una manera de mirar, que ha pasado al lenguaje escrito. Y todo esto, aparte su perfeccin formal, es el encanto siempre sostenido de los cuentos de Juanjo. En la historia de las migraciones, tan constantes en nuestros pases, es normal que se abandone la aldea cuando ya es intolerable; normal que se la empiece a evocar o reconstruir como quien habla del infierno del que se ha salido; y tambin es normal que poco a poco, por imposiciones de la realidad que se va nombrando, ese infierno aparente y lejano se transforme en un paraso. La obra de Juan Jos, como la de Poe, es la bsqueda de un paraso. Y no me estoy refiriendo ni a Tucumn ni a ningn paisaje fsico. Su tema central, tanto en la poesa como en la prosa, es el exilio. Subrayo la palabra intentando quitarle su significado circunstancial. Me refiero al exilio de una totalidad, de un fundamento, de una posible perfeccin, donde "la vida es una costumbre parecida a la dicha", pero no la dicha, donde la vida es una mezcla de inmolacin, sueo y ternura, regida por una crueldad que parece eterna. Por esta eternidad de la crueldad, Juanjo no intenta crearse un condado faulkneriano donde ubicar provisionalmente sus criaturas; se limita a remover los escombros tratando de darles un aspecto decoroso, mientras dure la bsqueda. 3. Ms que bsqueda, sentimiento o percepcin del paraso. Y ms que percepcin de un paraso, encuentro con evidencias que surgen simultneas con el hallazgo del uso natural de la tonada entre las dudas del locutor provinciano. El desencanto poltico, la historia escamoteando lo real, y la circunstancia personal, hacen que la nica patria posible a recuperar sea la infancia. El recuerdo, entonces, se convierte en categora real, y funciona como conciencia del destierro. Removiendo los escombros, Juanjo arma cuidadosamente su mundo. Un mundo cruel regido por mujeres dulces y melodiosas que actan como principio constructivo-destructivo. Esas mujeres que aparecen en los balcones, en las siestas provincianas, soltndose el pelo retinto, sabedoras de los bales donde estn los vestidos de las novias enterradas, y de los patios donde revientan flores lechosas y carnales, son la tierra; la madre tierra de la que surgen los inocentes que, cada vez que intenten una salida de ese orden maternal y secreto, se convertirn en vctimas. Da lo mismo que estas vctimas sean personas o animales: para la mtica abuela tucumana que contempla el mundo desde su balcn intocado, con sabidura biolgica, esa diferencia no altera la mecnica. Mujeres que generan dulzura, saciedad, olvido, pero tambin futuros gusanos, con crueldad eterna. J. J. Hernndez busca su paraso transitando escrupulosamente los caminos del infierno, donde sus personajes van perdiendo la inocencia, el pas, la identidad. Ellos no quieren prostituirse por una felicidad efmera, porque despus de todo aman la vida, "aunque sea una enfermedad". Los cuentos de las dos colecciones publicadas hasta ahora son variaciones de un mismo tema. En este juego que solo parece conocer bien esa abuela del balcn, se entrelazan los diversos "temas" del narrador: la pubertad como castigo a la inocencia, los ritos vinculados a su prdida; el calor y los insectos generando vida y destruccin; la relacin entre el bienestar y la corrupcin; lo social como simple escenario de la tragedia, basurero o degolladero; lo femenino cruel; el placer generando miseria; la farsa de vivir; la madre fuerte y eterna. Visiones que resultan de mirar el mundo desde una posicin difcil, franca y comprometida con una totalidad diversa y contradictoria. No hay crueldad ni piedad en esta ptica; hay lucidez doloroso, pintando no el mundo que se desea sino el que es. El que el autor desea est detrs del texto, y es un residuo moral. Para llegar al paraso no queda otro remedio que cruzar el infierno. Juan Jos Hernndez no es cruel como se ha dicho alguna vez. Es fiel a la circunstancia. Le pide algo ms a la realidad, que es lo que han hecho siempre los grandes escritores. Desde su exilio le habla a la tierra, a la madre, a la abuela misteriosa pidindoles lo que no han podido darle. O lo que le ocultaron, como al personaje de As es mam, aislndolo en un altillo separado del resto de la casa por una escalera de madera que retiran por las noches para que el nio no se entere de la prostitucin de su madre, cuya blancura se mezcla y se confunde con el bien supremo. Mujeres blancas y bellas, identificadas con un poder abstracto, poderosas y ultrajadas a la vez, pero capaces de acabar con todo, incluso con el poder histrico, cuando la belleza comprada por los dueos de la riqueza se rebela contra ellos hasta destruirlos, y ellos, con los gusanos de sus cuerpos, tratan de imitar el estremecimiento del placer total y destructivo. Juanjo, un exiliado en el aluvin zoolgico, busc entre los escombros de la infancia una patria 4. verdadera, y logr nombrarla sin impostaciones, con fidelidad, en su tonada natal, precisa y perfecta, incorporando a la geografa cultural del pas un rea postergada, en un idioma con olor a yuyos del monte y del mundo. Con ese sabor idiomtico donde se apoya la belleza de sus visiones, ha acercado un poquito ms una realidad futura de la que sus cuentos y poemas son una anticipacin. Realidad a salvo de la historia, por el camino de una escrupulosa reconstruccin espiritual. Daniel Moyano Fuente: Hernndez, Juan Jos (1992): La seorita Estrella y otros cuentos, Buenos Aires, CEAL, pp. I-V.