LOS CÁNTAROS DEL ENSUEÑO

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 LOS CÁNTAROS DEL ENSUEÑO (CUENTO) Javier Lajo Estaba seguro de encontrar lo que  buscaba… tenía que estar en alguna parte, alguna alquimia literaria, un antídoto general, una historia o cuento absoluto, vacío en su parte exterior. Un objeto que absorba toda la luz y la sombra, que sea invisible a los ojos profanos, cuyo contenido maravilloso solo pueda ser tocado por hombres sagrados. ¿Será posible encontrar tal maravilla?... ¿Algún remedio total y perfecto contra la vulgaridad, la mezquindad y el egoísmo humano?, ¿Un elixir contra el para sitismo?  Algún relato que encerrándose en sí mismo, nos pueda proteger contra todo el mal, algo recubierto en un manto de palabras, como una burbuja impenetrable, inaccesible a los ojos vulgares.  Pregunté a todos los místicos, sacerdotes y sabios conocidos y todos me remitieron al cielo, al Altísimo… ¡que contradicción! pero no, aquello que buscaba, debía... debería estar en algún sitio del planeta.  Al fin, desencantado cuando casi ya había tomado el camino de la apatía y de la religión, encontré por casualidad en las calles de Lima a aquel distraído vendedor de curiosidades, que entre sus ofertas v endía algo estremecedor: Una pequeña figurilla cóncava de barro cocido, como una ocarina pero de boca grande, cuya propiedad maravillosa consistía en repetir exactamente, como un eco, cualquier palabra que se pronunciara cerca de su boca. Consultado este singular mercachifle, me contesto algo también sorprendente. Entre otras cosas me dijo que lo que estaba buscando era un relato que me describiera o explicara la sustanc ia misma del pensamiento, porque según dijo, todo está hecho de pensamiento, pero de pensamientos libres, de sueños; y porque luego... querría yo fabricar un depósito o jaula capaz de atrapar allí 

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LOS CÁNTAROS DEL ENSUEÑO(CUENTO)Javier Lajo

Estaba seguro de encontrar lo que buscaba… tenía que estar en alguna parte,alguna alquimia literaria, un antídotogeneral, una historia o cuento absoluto,vacío en su parte exterior. Un objeto queabsorba toda la luz y la sombra, que seainvisible a los ojos profanos, cuyocontenido maravilloso solo pueda sertocado por hombres sagrados. ¿Seráposible encontrar tal maravilla?...

¿Algún remedio total y perfecto contra lavulgaridad, la mezquindad y el egoísmohumano?, ¿Un elixir contra el parasitismo?

Algún relato que encerrándose en sí mismo, nos pueda proteger contra todo elmal, algo recubierto en un manto depalabras, como una burbuja impenetrable, inaccesible a los ojos vulgares.

Pregunté a todos los místicos, sacerdotes y sabios conocidos y todos meremitieron al cielo, al Altísimo… ¡que contradicción! pero no, aquello quebuscaba, debía... debería estar en algún sitio del planeta.

Al fin, desencantado cuando casi ya había tomado el camino de la apatía y de lareligión, encontré por casualidad en las calles de Lima a aquel distraído vendedorde curiosidades, que entre sus ofertas vendía algo estremecedor: Una pequeñafigurilla cóncava de barro cocido, como una ocarina pero de boca grande, cuyapropiedad maravillosa consistía en repetir exactamente, como un eco, cualquierpalabra que se pronunciara cerca de su boca.

Consultado este singular mercachifle, me contesto algo también sorprendente.Entre otras cosas me dijo que lo que estaba buscando era un relato que medescribiera o explicara la sustancia misma del pensamiento, porque según dijo,todo está hecho de pensamiento, pero de pensamientos libres, de sueños; yporque luego... querría yo fabricar un depósito o jaula capaz de atrapar allí

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cualquier pensamiento y guardar allí ese mensaje inmortal... eterno, que essiempre el inicio de la enfermedad primordial del individuo, punto de partida yclave de la vanidad y mezquindad de nuestra pequeña y humilde existencia.

¿Sería aquello, lo que estaba yo buscando? Pero, cuidado, me advirtió, “solo si lo

entiendes podrás distinguir la verdad, y apartarla de la fantasía, y si no loentiendes, considérate un vulgar orate mas en el mundo”. Afiebrado por el tema,le insistí en que me hablara más de aquel relato, y me sorprendió cuando meinvitó a comer a su humilde casa en una barriada periférica de la ciudad. Luegode devorar su frugal comida, y ante mi ansiedad, vino su increíble relato.

Empezó así, en primera persona:

Rumbo a la biblioteca de mi pequeño pueblo, cruzaba su lúgubre zaguán alencuentro de la tétrica sala de los libros más antiguos del lugar. En un rincón ycon ojos desorbitados, babeaba un pobre muchacho al parecer muy atormentado,completamente insano, en quien reparé por un solo instante, pues luego dirigí lavista hacia el enorme libro que apenas sostenía con sus pálidas manos; susilustraciones y letras inmensas aparecían ridículas en aquel tamaño de hojas.Pronto la curiosidad, que es mi mayor virtud, se apoderó completamente de mi ysin darme cuenta estuve sentado junto al joven orate suplicándole que me dejaraleer y entender aquel libro misterioso.

Repentinamente el bibliotecario, hombre extraño y algo parco para su oficio, mealerto sobre la extraña fama que rodeaba la presencia de aquel extraño libro en labiblioteca:

"Sus lectores tornaban su pasión por la lectura en una triste locura de ensueño...".

Esto, al contrario de asustarme, atizó más mi curiosidad de por sí exagerada.Lejos de pensar en lo terrible que sería caer en la locura, ávidamente empecé arepasar aquellas amarillentas páginas, plagadas de ilustraciones que encendíanmás y más mi imaginación...decía así:

...Aquel era un poblado de campesinos, una comunidad indígena con las mismas

alegrías y tristezas de cualquier otra de la región, pero por sobre todo tenían larealidad de su pobreza en una mano y el tesón del trabajo de la tierra en la otra.

Bucólicos y soñadores, adictos a las historias y relatos de los viajeros y pastoresque visitaban ocasionalmente el pueblo. Además de sus labranzas, no faltaban losoficios de artesanos, entre otros picapedreros, talladores y alfareros, que ágiles ensus tareas manuales y crédulos, hacían caso a cual consejo escuchaban de sus

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ocasionales visitantes, consejos que en la mayoría de los casos servían paramejorar sus obras y artesanías...; aunque algunas veces, rompían su serenacotidianidad, con algún visitante extraviado.

Era invierno; caía al atardecer la helada, entrando ya la noche y luego de unafuerte tempestad en la que rayos y truenos estremecieron los techos y loscorazones de los lugareños, tocó a la puerta de mi casa un hombre de miradaprofunda y risueña; parecía un sacerdote, duende o algo así, quien me despertópara pedir que lo alojara por el resto de la noche.

Mi ocasional huésped curiosamente era un alfarero como yo, que traía en sualforja algunos tachos muy bien logrados y con un engobado de color oro y rojo,algunos de los cuales me los intentó regalar como muestra de su gratitud;obviamente yo me rehusé a aceptar tal ofrecimiento, pues me pareció unaobligación darle alojamiento aquella noche de lluvia y de truenos.

A la mañana siguiente a la hora del alba, encontré a mi huésped ya despierto,observando los innumerables cantaros y demás obras de alfarería que guardabaen mi patio, comprendiendo así que yo tenía su misma ocupación.

En tan corto tiempo simpatizamos tanto que no pude contener mis ganas deinvitarlo a quedarse en mi casa y conocer los paisajes circundantes de mi pueblo.Además conocería después por mis relatos, la característica más resaltante de loslugareños..., mi pueblo estaba lleno de cuentos basados en sueños a cual mejor;era el deporte favorito de mis paisanos, soñar, soñar y soñar; era como un escapea lo cotidiano y bucólico de la realidad de trabajo y sacrificio por lasupervivencia de un poblado de campesinos.

¡Hasta que al fin!...dijo: ¡llegue al pueblo de los soñadores...¡

Su entusiasmo fue indescriptible. Desde que lo supo, terminó su larga búsqueda ydio rienda suelta a su fascinación extraordinaria por la diversidad de sueños quele contaban mis paisanos; muchos de ellos sucediéndose en capítulos eranverdaderas novelas difíciles de memorizar para quien escuchaba su contenido.

Día a día, mi huésped se maravillaba más y más de los sueños que tenían y de lahabilidad de mis paisanos para contarlos; tanto fue así, que un buen día meconfió su más grande secreto de artesano, extrayendo del fondo de sus alforjasunas pequeñas bolsas de cuero, cuyo misterioso contenido era como cieno devarios colores… y dijo: Esta vez, se trata de hacer cántaros que atrapen lossueños. Buscó y buscó entre sus pequeñas bolsas de tierras extrañas. Buscaba yrecordaba, hasta que al fin con un leve suspiro dio con la bolsa deseada.

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¡Acá está!, dijo..., ¡polvo de las estrellas de los sueños !;

- Estrellas de los sueños? ¿Acaso existen? pregunté;

¿Existen los sueños?, contesto. Si no existieran esas estrellas, nosotros nosoñaríamos jamás; pero si los sueños existen, es porque tienen una sustancia queproviene de algún recóndito lugar del universo, en donde se halla concentradaesta propiedad maravillosa: Son las Extrellas. Sino existieran “Esas extrellas”nosotros mismos no existiríamos. Estas “extrellas” a veces estallan esparciendopor nuestro universo estelar y fecundando de sueños todo lo existente en estadimensión.

Para mí era difícil aceptar esa lógica, pero tenía sentido y un buen criterio..., ono?.

¿Y cómo llegó a tus manos ese polvillo?...volví a interrogarlo.

Existe una tribu Lakota que a través de generaciones ha ido juntando el polvillo“extelar” que captura una pequeña telaraña de un arácnido con su tela o redecillay que solo existe en su territorio; polvo “extelar” que llega al planeta arrastradopor el viento solar...

Ancestrales alfareros de su “orden” canjearon aquel polvillo que según los indiosusaban para volver locos a sus enemigos.

Luego de mostrar en alto la bolsita llena de aquel polvo maravilloso, frenético yansioso con su posesión, empezó a explicarme cómo haríamos para que aquellapequeña bolsa nos alcance para innumerables cántaros, donde mis paisanos,soñadores empedernidos, pudieran atrapar y guardar uno a uno sus miles y aveces extraños sueños.

Tendrían que ser cántaros de tamaño apropiado para contener a un hombre enposición cómoda y soñadora.

No terminó de decir esto, que yo ya tenía a la mano el primer fardo de la mejorarcilla para la hechura del primer cántaro; juntos amasamos el barro, luego vinola torneada y la cocida.

Apenas terminó de enfriar aquel primer cántaro, pasé la noche entera adentro desu vientre esperando mis sueños; al amanecer había soñado tanto que el cántarorepleto quedó lleno de mis sueños.

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Y como dudando que aquello fuera cierto, la siguiente noche volví a dormirdentro de mi cántaro y fui dichoso sintiendo nuevamente cada segundo de missueños anteriores.

Luego fabricamos muchos cántaros más, con aquel mágico polvillo “extelar” y

sus resultados fueron iguales. Tenían, la cualidad de encerrar un sueño producidopor un durmiente y reproducirlo luego en la mente de él mismo o de otro que seintrodujera en el cántaro y durmiera en él. Las sensaciones eran las mismas, loscolores, las aventuras y las fantasías. En realidad se trataba de algo estremecedor,nunca antes experimentado por ningún pueblo, ni hombre alguno.

Todos mis paisanos se dedicaban al sueño y sus fantasías y las repetían a sugusto, pasaban noches enteras soñando dentro de los cántaros y atrapando así sussueños. Habían sueños para todos los gustos: de gigantes, de duendes, defilósofos, de religiones y dioses insospechados; de amantes e infieles, sueños deniños, de mujeres y de ancianos, de matemáticas, geografía, y hasta de cocina, deotros planetas y de otros seres; por capítulos, tomos y volúmenes, etc, etc.

Un paisano se soñó una noche atrapando una sirena !al fin!, y que la amabainterminablemente, y ya no quiso salir mas de aquel dichoso cántaro; igualsucedió con un pobre hombre que nunca comía bien hasta que soñó con grandesbanquetes y comilonas. Estos paisanos, quedaron por propia voluntadmomificados y enterrados en los cántaros del ensueño... por siempre.

Al cabo de un tiempo, la cantidad de cántaros quedo ínfima frente a los miles deensueños que florecieron en mi pueblo.Tenían también los cántaros, por no se sabe que razones, la propiedad de sustituirel sueño guardado por otro nuevo; por intensidad tal vez, por perfección delsueño quizás, por su belleza u horripilancia; no sé. Lo cierto es que a veces, eldurmiente no soñaba el sueño contenido en el cántaro, sino que lo sustituía porun nuevo y flamante sueño.

Con el tiempo, mi habilidad para combinar miligramos de aquel polvillo celestialcon la arcilla y las otras materias primas de los cántaros, fue en aumento y antelos pedidos, no hacíamos mas que fabricar y fabricar cántaros y más cántaros. Yacasi todas las casas y sus patios estaban repletos de cántaros, igual la plazacentral, la cancha de fútbol y hasta la capilla, la escuela y todo, todo estaba llenode cántaros y de sueños. La gente con sus sueños se había olvidado hasta detrabajar, y como era de esperarse, había aparecido un nuevo tipo de oficio: el de"ensoñador", que era una persona que se dedicaba exclusivamente a informar a

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los interesados sobre los sueños que les convenía mas o cuáles eran lascaracterísticas y señas de uno u otro ensueño....

Pero como las cosas buenas duran poco, tuvo que ocurrir lo inevitable.

Moisés, “Cheche” para los amigos, era un borracho empedernido; alcohólicodesde la infancia, si el pueblo lo soportaba era por su capacidad para contar lasatrocidades y las fantasías que se le ocurrían, tanto dormido como despierto,seguramente por los efectos del alcohol. ¿O tal vez…se habría topado acasoalguna vez con polvillo “extelar”?

Un buen día había estado bebiendo desde el anochecer hasta la mañana siguientey como el cuerpo no le daba para más, buscó a su amante, una bruja conocida ydueña de la picantería (una fonda típica o restauran tradicional) del pueblo paraque le diera refugio sanatorio, afecto y algo de comer, con tan mala suerte queella sólo pudo conseguir algo de arroz con una olla de frijoles especiales quehabía preparado para sus hechizos y brujerías. Cheche devoró totalmente aquelembrujo en un santiamén… luego buscó un buen sitio para dormir… y noencontró algo mejor que el vientre fresco y seco de un cántaro del ensueño.

El vértigo de la borrachera más los efectos terribles de la digestión de los frijolesencantados ocasionaron en el pobre Moisés el sueño mas horrible que borrachoalguno pudiera haber tenido; era una pesadilla horripilante donde en la noche, lasestrellas y constelaciones chocaban una con otra, destrozadas por remolinososcuros que bajaban de lo alto y se convertían en un viento turbio quedestrozaban todo, oscureciendo y enredando la realidad en una formahorripilante. De pronto, el cerebro de Moisés quedó convertido en una madejarevuelta, indescifrable, tanto así que los remolinos de su sueño le provocaron unasuerte de convulsiones que finalmente desequilibraron su cerebro y al cántaro,haciéndolo rodar de su soporte, destrozándolo contra el suelo; mas pronto Moisésy su sueño de borrachera y sus vómitos de frijoles y su terrible espanto, quedaronlibres de su cántaro…esparciéndose por el mu ndo inexorablemente.

Moisés escapaba como alma que lleva el diablo; despertándose bien de supesadilla, tuvo mayor susto cuando se percató de que los horribles remolinos desu sueño rompían los demás cántaros chocándolos unos contra otros; los de lascasas, patios y techos, todos eran destrozados por los remolinos, quedando libreslos sueños, vagando libres los personajes, paisajes, deseos, sentimientos, coloresy fantasmas. Todos los sueños de los cientos de cántaros rotos se arremolinabanpor las calles y plaza de mi pueblo.

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Mis paisanos despertaron aquella mañana y al salir de sus casas no pudieronnunca más distinguir entre la realidad y sus sueños, porque todo estaba mezcladoirremediablemente.

Pasada las cuatro de la tarde, confundido y mareado por los remolinos de cosas ysueños que ocupaban mi pueblo y mi mente, pude distinguir dificultosamente ami huésped amigo; el alfarero misterioso que me hacia señas, orientándome haciael único cántaro sin romper, al centro de la plaza mayor de mi puebloconflagrado por sus sueños y fantasías, pues él mismo lo había enterrado hasta elcuello. Dejando su abertura bien tapada por un pequeño tronco; me gritó al oído:¡Entra a su vientre, allí encontrarás el único relato nunca soñado, la única historia jamás contada, la única verdad que jamás podrás confundir con las fantasías detus sueños!.

Apresuradamente, seguí su consejo, me introduje sin mas reparos en el cántaroseñalado y allí en su vientre, cansado dormí y soñé, y soñando encontré... estamisma historia, o cuento, o ensueño..., o no sé que... que acabo de contarte.

Era tarde y estaba lloviendo. Recuerdo la comida invitada, mi escasa hambre y sucasa de esteras y calamina en aquella barriada. Cuando salí de allí, no éramos yaiguales, ni yo, ni el mundo que dejé atrás luego de escuchar este extraño relato,que sin embargo está allí, completo, en mi ensueño, o en mi memoria, o en estepapel con letras... y pensé que no debí escribirlo jamás, ahora que lo recuerdomuy poco, me arrepiento por haberlo hecho.