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Chile es un país de caracterís- ticas muy singulares. Territorial- mente, ocupa dentro del conti- nente americano algo más de 747.000 kilómetros cuadrados, es decir, su superficie es mayor que la de la generalidad de los países europeos. Para los efectos que nos interesan, no resulta relevante referirse a su territorio –aun más amplio- en el continente antártico. Poblacionalmente, su densi- dad es, a la inversa, muy baja (20 h / km.c.), por lo cual se convier- te paradójicamente en un país pe- queño, muy inferior en el número de sus habitantes a la mayoría de los de Europa. Ello se debe, entre otras razo- nes, a su extensión en el sentido de los paralelos, desde el 17º al 56º sur, es decir, a lo largo de más de 4.000 kilómetros, en los cuales se alternan los más variados pai- sajes naturales: montaña, desier- tos, bosques vírgenes, archipiéla- gos, ventisqueros, algunos con climas extremos y condiciones muy poco acogedoras. Salvo un limitado número de grandes cen- tros urbanos, la población está dispersa, a veces en pequeñas lo- calidades de difícil acceso por su altura o su ubicación. Esto puede ayudar a explicar su reacción es- pontáneamente acogedora cuan- do es visitada. En esos 4.000 kilómetros, el país se extiende entre la Cordille- ra de los Andes y el Océano Pací- fico, dos inmensas fronteras natu- rales que le imprimen insularidad, si no en el sentido estrictamente geográfico, sí en el de su idiosin- crasia, su autodesarrollo y sus difí- ciles comunicaciones con otros, respecto de la mayoría de los cua- les se halla a inmensas distancias. La línea del mar y las costas, con sus naturales sinuosidades, se acerca a los 10.000 kilómetros y cataliza el carácter insular. Étnicamente, presenta el caso más completo de mestizaje en el 167 RIDAA. Núm. 52-53-54. Otoño 2008 LOS CAMBIOS DE MODERNIZACIÓN Y PARTICIPACIÓN EN CHILE CARLOS LIVACIC ROJAS 1 1 Académico de la Universidad de Los Lagos de Chile, Doctor en Sociología.

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Chile es un país de caracterís-ticas muy singulares. Territorial-mente, ocupa dentro del conti-nente americano algo más de747.000 kilómetros cuadrados, esdecir, su superficie es mayor quela de la generalidad de los paíseseuropeos. Para los efectos quenos interesan, no resulta relevantereferirse a su territorio –aun másamplio- en el continente antártico.

Poblacionalmente, su densi-dad es, a la inversa, muy baja (20h / km.c.), por lo cual se convier-te paradójicamente en un país pe-queño, muy inferior en el númerode sus habitantes a la mayoría delos de Europa.

Ello se debe, entre otras razo-nes, a su extensión en el sentidode los paralelos, desde el 17º al56º sur, es decir, a lo largo de másde 4.000 kilómetros, en los cualesse alternan los más variados pai-sajes naturales: montaña, desier-tos, bosques vírgenes, archipiéla-gos, ventisqueros, algunos con

climas extremos y condicionesmuy poco acogedoras. Salvo unlimitado número de grandes cen-tros urbanos, la población estádispersa, a veces en pequeñas lo-calidades de difícil acceso por sualtura o su ubicación. Esto puedeayudar a explicar su reacción es-pontáneamente acogedora cuan-do es visitada.

En esos 4.000 kilómetros, elpaís se extiende entre la Cordille-ra de los Andes y el Océano Pací-fico, dos inmensas fronteras natu-rales que le imprimen insularidad,si no en el sentido estrictamentegeográfico, sí en el de su idiosin-crasia, su autodesarrollo y sus difí-ciles comunicaciones con otros,respecto de la mayoría de los cua-les se halla a inmensas distancias.La línea del mar y las costas, consus naturales sinuosidades, seacerca a los 10.000 kilómetros ycataliza el carácter insular.

Étnicamente, presenta el casomás completo de mestizaje en el

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LOS CAMBIOS DE MODERNIZACIÓN YPARTICIPACIÓN EN CHILE

CARLOS LIVACIC ROJAS 1

1 Académico de la Universidad de Los Lagos de Chile, Doctor en Sociología.

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continente americano. Su pobla-ción es fundamentalmente homo-génea, con no más un 5% de indí-genas, en manifiesto proceso deintegración, aunque no del todoexenta de esporádicos conflictos.

Desde el punto de vista cívico,destaca entre los países de Améri-ca. Ha presentado, dentro delconjunto de éstos, la mayor esta-bilidad democrática, con un brevelapso de anarquía al constituirsecomo república y con dos perío-dos dictatoriales que no alcanzana sumar 20 años en casi dos siglosde vida independiente.

Con todo, esto no significaque su conducción política hayaobedecido a una sola línea parti-daria: hubo 3 decenios de predo-minio conservador y 7 de hege-monía liberal entre 1830 y 1927, yhacia mediados del siglo XX tu-vieron resultados cada vez dife-rentes 5 elecciones presidencialessucesivas, las que respectivamentefavorecieron a un candidato radi-cal (izquierda), a un independien-te populista, a un independientede derecha, a un demócrata cris-tiano (centro) y a un socialista (iz-quierda). Hay una clara vocaciónnacional hacia la democracia, consu juego de alternancias.

Ello se evidencia al constituir-se, hacia fines del Gobierno Mili-

tar, la Concertación de Partidospor la Democracia, fórmula plura-lista que conduce el país desde1990, en tres gobiernos sucesivos.

También es muy singular sueconomía. Potencialmente ricopor sus recursos naturales, espe-cialmente los de la minería, quehan sido durante mucho tiempoexplotados por capitales extranje-ros, Chile ha experimentado perí-odos de auge y decadencia en losque sucesivamente han constitui-do sus grandes rubros producti-vos: el salitre y el cobre. Comoellos corresponden a momentosdistintos en el tiempo, su econo-mía como nación ha sido mono-productora y monoexportadora.Dado el carácter constitutivamentealeatorio de las vetas metalíferas,en particular de oro y de plata,esta actividad imprimió en el chi-leno la “psicología del minero” ca-racterizada por la ilusión del enri-quecimiento súbito, con sus con-trapartidas de derroche a manosllenas y retorno a la miseria.

En cuanto a la microecono-mía, ella ha sido tradicionalmentede subsistencia, a base de mate-rias primas de consumo directo(productos alimenticios prove-nientes del campo y del mar) ocomerciados a nivel primario, esdecir, sin elaborar.

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Desde este punto de vista, hasido un país subdesarrollado du-rante larga parte de su historia re-publicana.

Estas circunstancias se asociancomprensiblemente, hasta haceunos 100 años, con la distribuciónmayoritaria de la población ensectores rurales y con los niveleseducativos promedio de su pobla-ción.

La población del país entoncesllegaba apenas a los 3.220.531 ha-bitantes (Censo de 1907), distribui-da en un 43,2% en medios urbanos(1.394.737) y 56,8% en medios ru-rales (1.833.821) (Corporación deFomento de la Producción, 1966).

Si bien Chile ha mantenidouna posición de liderazgo educa-cional en América, ha sido másbien a través de un grupo de se-lección. Para la mayoría de los tra-bajos, no se requería calificación,ni siquiera alfabetización, durantemucho tiempo. Particularmenteescasa era la preparación de la po-blación femenina. Gran parte deesta última carecía de atención es-colar.

En estas circunstancias, el in-greso a la administración públicaconstituía un promisorio horizon-te, sobre todo en provincias, paralos jóvenes que alcanzaban unaEducación Secundaria completa,

situación de selección en aquelentonces. En efecto, sus estudian-tes no pasaban de 8.835 en 1909,y sólo un 64% de ellos aprobaba,en todo el país. (Soto, 2000).

La Evolución Nacional. Al-gunos Hitos.

La situación va cambiando sig-nificativamente a través de diver-sos hitos, de entre los cuales ne-cesitan ser particularmente desta-cados los siguientes:

La dictación de la ley Nº 3.654de Instrucción Primaria Obligato-ria (1920) para la población entre7 y 15 años de edad, con caráctergratuito, lo que 40 años despuéspermitía contar con un promedionacional de 4,2 años de escolari-dad, que en los ámbitos ruralesllegaba a 2,4 (Ministerio de Educa-ción Pública, 1970);

El vigoroso impulso dado des-de los años 30 a la industrializa-ción del país, para lo cual se cons-tituyó la Corporación de Fomentoa la Producción (CORFO), se cre-aron empresas estatales y se pro-movió la formación de privadas.“El triunfo del Frente fue decisivopara la implantación de un mode-lo de desarrollo en el cual el Esta-do se consolidó como promotor ygestor de un proceso de industria-lización cuyos objetivos eran, por

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una parte, la “sustitución de im-portaciones” a través de un desa-rrollo técnico-económico estable y,por otra, la generación de un pro-ceso social y cultural para mejorarlos niveles de vida y reducir los al-tos índices de cesantía” (Aylwin,Bascuñan, Correa, Gazmuri, Serra-no y Tagle, 2002, p.165);

No obstante, la medida suscitóen su momento críticas de secto-res que “rechazaban la creaciónde la entidad porque temían laampliación de la actividad estatal.En definitiva, lo que estaba en jue-go era la reformulación del papelque el Estado asumiría en lo eco-nómico, lo que significaba una re-adecuación en las esferas de po-der” (Aylwin, Bascuñan, Correa,Gazmuri, Serrano y Tagle, 2002,p.166). ;

La subsecuente implantaciónde un sistema de planificación in-tegral del desarrollo nacional en loeconómico y en lo social, a cuyocargo quedó inicialmente la pro-pia CORFO, para pasar posterior-mente a una Oficina de Planifica-ción Nacional (Odeplan), asesorade la Presidencia de la República(1965), y finalmente al actual Mi-nisterio de Planificación Nacional(Mideplan), desde 1990;

La migración de los campos alas ciudades, donde, por lo dicho

en los dos párrafos precedentes,se ofrecían mejores expectativasde vida. Ello se tradujo en querápidamente, según el censo de1940, la población urbana pasó asuperar a la rural: 2.564.634(52,5%) y 2.320.384 (47,5%), res-pectivamente, (Corporación deFomento de la Producción,1966).Por cierto, parte importante delos migrantes no vieron satisfe-chas sus aspiraciones, porque elritmo de demanda de sus servi-cios no lo permitía así, y pasarona formar cinturones de pobreza ymarginalidad en la periferia delas principales ciudades;

El programa gubernamentalde “Promoción Popular” impulsa-do en la década de los 60, y lleva-do a cabo, con significativo apoyoeconómico externo, para incorpo-rar efectivamente a la sociedad adichos sectores y a otros en situa-ción desmejorada;

La reforma agraria que, porlos mismos años, subdividió lasgrandes haciendas para hacerlasmás productivas y para transfor-mar en nuevos propietarios acampesinos que, de este modo,se mantuvieran arraigados a latierra;

La reforma educacional de1965, que extendió en dos años laduración de la enseñanza básica y

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amplió sus servicios de modo deacoger efectivamente en ella atoda la población en edad escolar,lo que posteriormente tuvo reper-cusiones en los niveles medio ysuperior, como oportunamenteilustraremos;

La creación de la Escuela Na-cional de Adiestramiento (ENA)para funcionarios públicos, en1964, que, aunque de menor pro-yección en el tiempo, constituyóel primer intento sistemático reali-zado en el país para mejorar el ni-vel cualitativo de la administraciónestatal;

La masificación de los mediosde comunicación social, señalada-mente de la televisión, en el últi-mo tercio del siglo XX;

La liberalización de la econo-mía chilena a partir del gobiernomilitar de 1973-1990, y su inser-ción en los mercados internacio-nales en una perspectiva de glo-balización.

El creciente consumismo, cata-lizado muy directamente por losfactores recién mencionados: elprimero, por los efectos de de-mostración de los medios de co-municación social; el segundo,por los atrayentes incentivos ofre-cidos para ello en una economíaliberal.

Efectos de los cambios departicipación en Chile y susciudadanos

Los fenómenos que acabamosde reseñar no sólo contribuyen ala macrohistoria de la nación, sinotambién a la intrahistoria de susciudadanos y habitantes, en loscuales van condicionando nuevasaptitudes y expectativas.

Entre otros aspectos relevantes,en lo cultural estos cambios impli-can que hoy no exista casi analfa-betismo en Chile; que su EducaciónBásica tenga una cobertura “prác-ticamente universal” (Tironi,2003, p.33), la Enseñanza Media deun 90% (Tironi, 2003, p.33), y laEducación Superior de un 33% (Zu-nino, 2004); que sus estudiantesuniversitarios superen los 560.000,con una meta gubernamental de1.000.000 para el año 2010 (Zuni-no, 2004), y que el país cuente conun 10% de profesionales y técnicossobre el total de su fuerza de traba-jo, “debiendo llegar al 20% para po-der tener niveles de productividadcomo la de los países desarrollados”(Zunino, 2004).

En esos diferentes rubros, seha dado en la práctica la igualdadentre hombres y mujeres, lo queevidentemente repercute en elcampo laboral.

La gran aspiración no es ya in-

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gresar a la administración pública(si bien ésta sigue siendo paramuchos una considerable pers-pectiva real), sino desempeñarseindependientemente o en el sec-tor privado.

Contra una mayor vigencia deesto último, conspira el escaso es-píritu emprendedor del chilenomedio. Ya en un clásico libro de1912 (cuando aún no se habíaacuñado el término “subdesarro-llo”), Francisco Antonio Encinadenunciaba la falta de iniciativa delos chilenos y la responsabilidaddel sistema educacional en tal sen-tido (Encina 1972).

Hoy, por otra parte, el 99,7%de los chilenos es usuario de tele-visión, con 27 horas semanalesdedicadas a su consumo; el 92%,de radios, con un 25,5%; el 77%,de diarios pagados, con un 2,8%;el 60,1% de revistas, con 1,7%; el28,2%, de Internet, con un 3,2%(Mediática 2004).

Al amparo de la política neoli-beral, la chilena se transforma enuna de las más notables economí-as emergentes, de acuerdo con losíndices macroeconómicos. “Desde1990, más o menos, Chile, en laimagen propia e internacional,dejó de pertenecer al Tercer Mun-do y pasó a compartir una comu-nidad más selecta y pequeña den-

tro de los países periféricos: la delos países en vías de desarrollo másexitosos” (Larraín, 2002, p.12).

No se trata, sin embargo, deun país que se haya industrializa-do, sino que ha diversificado susexportaciones primarias: frutícola,vitivinícola, forestal, de productosmarítimos, etc y los mercados dedestino de las mismas. Con todo,el cobre continúa aún represen-tando el 38% del total de las ex-portaciones.

En lo macroeconómico, los ín-dices han mejorado, como el de larenta per cápita, que pasó de US.$2.805 en 1990 a US.$ 4.726 en elaño 2.000 (Banco Central de Chi-le, 2001), es decir creció en un68,5%, en moneda de igual valor(dólar de 1999).

Pero se trata de promedios en-tre componentes muy desigualesen su distribución real. Casi el60% de la población activa recibecomo remuneración el salario mí-nimo legal, el cual asciende ape-nas al equivalente de unos 160 eu-ros mensuales, mientras el gerentegeneral de una empresa puedepercibir hasta 160 veces más. Poreso, en la distribución del ingreso,un 56,1% se ubica en el quintilmás bajo, mientras sólo un 4,6%se ubica en el más alto, con mani-fiesta inequidad. En los países de-

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sarrollados, apenas se llega al 25%en el último quintil (Moulian,1997, p.93).

El problema de la pobrezadista de haber sido superado enChile. Por mucho que se hayaavanzado en tal sentido, aúnafecta al 20% de su población(que persiste en la situación deeconómica y socialmente margi-nada) y constituye la principalpreocupación nacional. Aún hayun 7,3% de desempleo según lascifras oficiales (INE 2004), gravesdéficits en vivencia y en atenciónde salud, por señalar algunos delos aspectos más sensibles de laprecaria calidad de vida de unamplio sector.

Incluso así, se trata de una si-tuación relativamente privilegiadadentro de América Latina: “Esti-maciones del PNUD para fines dela década de los 80 se refieren a270 millones de pobres en Améri-ca Latina, más del 60% de la po-blación” (Larraín, 2000, p.235).

Así, pues, el proceso de libe-ralización económica, junto congatillar la globalización y elevarlos índices promedio de bienestar,generó un costo social que se haprocurado compensar posterior-mente en los gobiernos democrá-ticos.

Una repercusión directa de

este punto sobre nuestro tema, esla revisión de las funciones y es-tructura del Estado, y a partir deella el diseño de propósitos y ac-ciones en un sentido conducentea su modernización.

Para entender cabalmente lascondicionantes nacionales de esteproceso, deben tenerse en cuentalas líneas de despolitización y de-sestatización impulsadas por elGobierno Militar, las que implica-ron la atomización de muchas or-ganizaciones sociales e incidieronen un menor interés de la ciuda-danía por los asuntos públicos, si-tuación que todavía subsiste enapreciable medida. A la vez, hoy“el Estado no tiene una activa par-ticipación en la economía, sólomaneja una decena de empresaspúblicas, estando constreñido auna débil función regulatoria”(Huneeus,2003, p.121).

Con todo, podría estimarse unexceso, aunque comprensible, elatribuir tales fenómenos sólo a he-rencia de la dictadura militar. Ac-tualmente, más bien se consideraque “desde los años ochenta, enChile, y desde los noventa en elresto de América Latina, se ha im-puesto una nueva estrategia demodernización que llaman “mo-netarización”, de acuerdo con lacual el subsistema económico ad-

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quiere autonomía con respecto aotros subsistemas, especialmente elpolítico, articulándose y autorre-gulándose monetariamente. Unavez autonomizado el subsistemaeconómico, la política pierde lacapacidad de observar e intervenirsobre la economía y, por ende,abandona su pretensión de situar-se en el punto de vista de la totali-dad. La redemocratización enChile, mediatizada por el procesode monetarización, ha significadola muerte de la politización” (La-rraín, 2000, p.240).

Por otra parte, estas situacionesde contingencia no quitan valideza un planteamiento mucho másamplio, más bien encuentran en élsu explicación contextual profun-da. Esta surge de operacionalizar“la idea de estabilidad/inestabili-dad con el concepto expectativa. Lacuestión resulta así, en primer lu-gar, si en una sociedad en trans-formación pueden formarse expec-tativas de futuro ciertas o inciertas.En tiempos de cambios rápidos, quedurante el ciclo de vida de una per-sona revelan profundas transfor-maciones, la incertidumbre en tor-no a las expectativas es mucho másprobable, y esto se acentúa cuandoexiste una mayor interdependenciae imprevisibilidad de las expectati-vas. En este sentido, hoy el proble-

ma no es ya el cambio social (alque es posible adaptarse positiva onegativamente), sino la inestabili-dad social. La inestabilidad puedeser suscitada por un cambio dema-siado grande o demasiado peque-ño, y hoy probablemente esté con-dicionada por ambos. En tal senti-do ni el programa progresista ni elconservador son demasiado con-vincentes. De ahí que el público serepliegue del sistema político cuan-do ve confrontado a esta única al-ternativa” (Luhmann, 1997, p.85).

Como consecuencia, en lo aní-mico y conductual de los ciuda-danos, se dan situaciones de com-prensible disparidad y divergen-cia, toda vez que la última etapade los cambios es su interioriza-ción a través de un discernimien-to crítico personal.

En esos planos, los chilenosaún fluctúan entre la idiosincrasiay tradición, por una parte, y la asi-milación de la modernidad y laglobalización, por otra.

Siguen siendo más emotivos,acogedores e improvisadores queprevisores, emprendedores o sis-temáticamente esforzados (MORI2002). En ese sentido, hay aúnmucho de conservadurismo en suescala valórica, pero ha disminui-do la confianza en las personas yen muchas instituciones. “Mien-

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tras las sociedades más prosperastienen 8 de cada 10 que confíanen el prójimo, en Chile es sólo 2 decada 10” (MORI, 2002).

Por este camino, se visualizanincluso inauditos rasgos de pérdi-da de identidad: “Sólo 1 de cada 3chilenos cree que el esfuerzo perso-nal lleva al éxito, mientras elmundo desarrollado más de 7 u 8personas de cada 10 creen que esasí” (MORI, 2002).

En dieciocho años de recupe-rada la democracia, la vida coti-diana se llena de paradojas. Loschilenos han podido disfrutar undesarrollo notable en el nivel y lacalidad de la vida cotidiana. Nocabe duda que se ha logradotransformar el rostro del país bus-cando compatibilizar democracia,crecimiento económico e igualdadsocial. “Pero, a la par con las opor-tunidades reconocidas, los cam-bios en los modos de convivenciase perciben a veces como procesosajenos, sustraídos de las decisioneshumanas. El desconcierto acercade quienes somos los chilenos dejaentrever cuán frágil se ha vuelto laidea de un sujeto colectivo capazde conducir el proceso social. Pe-recería que muchos chilenos noposeen una imagen de sí mismoscomo un Nosotros. Este es el desa-fío cultural de Chile. Esta percep-

ción también se manifiesta a tra-vés de la relación de sus ciudada-nos con las distintas entidades so-ciales u organizaciones que lestoca relacionarse. Queda la sensa-ción de que no se puede entenderuna sociedad como una estructu-ra de partes que funcionan deacuerdo a sus propios lineamien-tos u objetivos, y no de acuerdo alas necesidades de las personascon las cuales debe trabajar yatender” (Programa de las Nacio-nes Unidas para el Desarrollo,2002).

Tienden a aflorar muchos ras-gos de individualismo en el com-portamiento diario, y el cultivo dela solidaridad queda –cada vezmás- restringidos al enfrentamien-to de catástrofes naturales o a laocasional respuesta a campañascomunicacionalmente muy bienmanejados ante urgentes necesi-dades de grandes grupos socialesdesfavorecidos.

Los sindicatos y las organiza-ciones comunitarias son casi re-cuerdos del pasado. El desinteréspor la política es manifiesto, sobretodo en los jóvenes, reacios a ins-cribirse en los registros electora-les, el 84,3% de ellos precisa quelos políticos no representan susintereses y un 88,7% declara queno les interesa participar en un

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partido político. (Instituto Nacio-nal de la Juventud, 2001).

Como contrapartida, se detec-ta “una mediatización crecien-te de la cultura chilena” (Larra-ín 2002, p.8). Debilitadas las fuen-tes ideológicas, son los medios decomunicación quienes transmitene imponen criterios y temas.

La meta es el bienestar indivi-dual o, a lo más familiar, procuran-do para ello aumentar los ingresos(ojalá el enriquecimiento inmediatoa través de los juegos de azar, nue-va expresión de la psicología delminero), aprovechar las oportuni-dades de crédito y acceder a bene-ficios. Esto último asumirá con fre-cuencia la peculiaridad de combi-nar la indiferencia por lo públicocon el aprovechamiento particularde las oportunidades que brinda elaparato estatal y, en menor medida,el sector privado.

“La incorporación y recluta-miento de nuevos miembros del es-tado, las universidades y los mediosde comunicación se continúa ha-ciendo a través de redes clientelísti-cas o personalistas de amigos y par-tidarios. No existen o están muypoco desarrollados los procesos delconcurso público, o cuando se in-troducen, habitualmente funcionande manera nominal y los procedi-mientos se “arreglan” para favore-

cer a la persona pre-indicada. Estosprocedimientos clientelísticos o per-sonalistas de reclutamiento florecenen Chile tanto en la esfera públicacomo en la privada y muestran laausencia de canales normales demovilidad social como la estrechez yalta competitividad de los mediosculturales políticos”

La educación, las habilidadesadquiridas y los logros personales noson suficientes para asegurar el ac-ceso de las personas a ciertos traba-jos políticos y culturales. Se requieretener fundamentalmente “contac-tos”, “padrinos” o “amigos” bienubicados que faciliten la entrada.Dado que este sistema depende delpoder de patronazgo de ciertas per-sonas que ejercen poder institucio-nal, asegura la lealtad de los así re-clutados y favorece la inmovilidadinstitucional. Se crean así verdade-ros feudos institucionales que por sucarácter discriminatorio son casiimpenetrables para aquellos que nopertenecen al grupo de los que con-trolan” (Larraín, 2002, pp. 1 y 2).

“La primera meta de la na-ción es acumular bienes”(MORI, 2002).

“El consumo ha sido centralen el espíritu de los 90. ha permiti-do que gran parte de la poblaciónacceda a bienes y servicios que les

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estaban vedados hace pocos años,y que eran privilegio exclusivo delas elites” (Tironi, 1999, p.16)

Ello lo ha constituido, para unsector importante de chilenos, enun factor de identidad y de obten-ción de prestigio social.

Para uno de los autores quecomentan este fenómeno, “todaidentidad se forma en relacióncon elementos materiales talescomo el propio cuerpo y otras po-sesiones materiales que le dan alsujeto un sentido de autoconoci-miento. La idea es que al poseer oadquirir cosas materiales los sereshumanos proyectan en ellas supropio sí mismo, sus propias cuali-dades. Se ven a sí mismos en esascosas. Por eso y que la identidadde las personas inevitablemente serelaciona con el consumo” (Larra-ín, 2001, p.247).

“A través de la masificacióndel crédito se ejerce una forma dela ciudadanía, la del <ciudadanocredit-card>, interesado en unagigantesca cadena de consumocon pago diferido. Ella expande elpoder del dinero-salario. Este, ade-más de ser un medio de pago <ac-tual>, emite señales sobre la capa-cidad de compromiso financierode un individuo en el futuro”(Moulian, 1997, pp. 102-103).

“En el Chile actual se combi-nan un mercado laboral flexible,con poderes sumamente acotadosdel sindicato enclaustrado en elámbito de la empresa, y una masi-ficación crediticia, que operacomo la forma más eficiente deacercamiento al sueño del confort.El crédito, mucho más que el sin-dicato, aparece como el instru-mento de progreso. La estrategiaindividual de la pureza financie-ra es considerada mucho más ren-table que la estrategia asociativa.En el Chile actual el individuo estápor encima del grupo” (Moulian,1997, p.105).

Con todo, “muchos chilenos sesienten inseguros e infelices porniveles muy altos de estrés en susvidas, por el endeudamiento, porla congestión y polución de lasciudades, por la delincuencia cre-ciente. La muestra de FLACSOconsignaba opiniones mayorita-rias significativas en el sentido deque Chile era una sociedad cadavez más egoísta, más individualis-ta, menos respetuosa de los demás,más ofensiva y menos sana moral-mente a pesar de reconocer porotro lado los avances económicosobtenidos. El informe del PNUDpor su lado mostraba como, muymayoritariamente, los que percibí-an que el país estaba económica-

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mente mejor al mismo tiempo esti-maban que la gente no era más fe-liz” (Larraín, 2002, p.15).

En este contexto, “en Chile, al-gunos sectores precisan que la glo-balización, especialmente en sudimensión cultural, está amena-zando la chilenidad, nuestraidentidad nacional” (Larraín,2002, p.16), actitud que Brunnerha denominado “macondismo”(Brunner, 1994, p.167).

Ello lleva aparejada “una mo-lestia con procesos de moderniza-ción que aparecen a las personasconcretas como una suerte de ma-quinaria social que prescinde desu concurso, voluntad o participa-ción deliberados, esto es, de di-mensiones relevantes de la subjeti-vidad” (Salvat 1999, p.7).

De esta manera, pese a sus in-dudables éxitos inmediatos, “ elneoliberalismo, concebido comocosmovisión, fracasó en su objeti-vo de producir un profundo cam-bio de la mentalidad económicade los chilenos, que los llevaramuy lejos de la tradición estatistaque los caracterizó por décadas”(Huneeus, 2003, p.165).

“Llama la atención la conti-nuidad de los valores económicosen un país que ha tenido profun-dos cambios institucionales y so-ciales de carácter objetivo desde

hace tres décadas, que se han ex-presado en importantes modifica-ciones en la estructura económi-ca, social y política. Los resultadosdel censo 2002 han mostrado unaparte de la magnitud de esos cam-bios. Sin embargo, los cambiossubjetivos no responden automáti-camente a las transformacionesdel sistema político y económico,sino que tienen una cierta estabi-lidad en las opiniones y actitudesde los individuos. Por ejemplo, loschilenos continúan siendo estatis-tas en su mentalidad económica,esperando que el Estado cumplauna amplia variedad de funcio-nes, aunque el discurso de las au-toridades económicas es que el es-fuerzo individual, la empresa pri-vada y la competencia son valoresfundamentales que deben guiar alpaís. A la luz de los resultados delas encuestas, queda en evidenciaque estas últimas afirmacionesson más bien de carácter ideológi-co y no es lo que piensa la inmen-sa mayoría de las personas” (Hu-neeus, 2003, pp.163-164).

“Lo propio de una sociedadcomo la chilena hoy es su comple-jidad. Ello porque en su seno con-viven rasgos modernos, pre-mo-dernos y, progresivamente, “post-modernos” o de una modernidadavanzada. Una situación de este

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tipo aparece inevitable cuandouna sociedad ha estado enfrenta-da a un proceso de desarrollo tanacelerado, el cual no es nunca ho-mogéneo, ni se distribuye unifor-memente. Esto plantea grandes de-safíos a las instituciones que de-ben gobernar una sociedad dondeconviven patrones de conducta yexpectativas tan diversos” (Tironi,2003, p.57).

Es dentro de tan abigarradomarco donde se ha venido gestan-do, desarrollando y discutiendo,en los años recientes y hasta hoy,una política de modernización delEstado chileno.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Si bien en el papel se cuentacon el respaldo y el reconoci-miento de gran parte de la socie-dad chilena, todavía el procesoestá expuesto al riesgo de una re-gresión, ya que no basta con sólotrabajar en el planeamiento de ini-ciativas y medidas para dicho sec-tor, sino que es menester hacerlotambién en la implantación deuna nueva cultura de trabajo y deacción para el sector público.

“Lo paradojal es que en Chile,donde actualmente no existen laspresiones coyunturales que handebido enfrentar otros países, re-

sulta más difícil abrir paso a laspolíticas innovadoras” (Marcel,1997, p.5).

Pese a la inexistencia de si-tuaciones complicadas o críticas alinterior del Estado en Chile, exis-ten al menos dos argumentos parapensar que éste requiere de cam-bios profundos que es necesarioencarar con la debida urgencia.

El primero, es que el sectorpúblico chileno ha sido concebidosobre la base de los valores de laestabilidad y uniformidad, en tan-to que el país avanza hacia la di-versidad y la integración global.La dificultad de las estructuras pú-blicas para adaptarse a los cam-bios que el país aceleradamenteestá viviendo, es evidente. A esterespecto, baste con pensar quehay una gran cantidad de materiasde gestión que no son suscepti-bles de modificarse si no es porcurso legal, materias que están so-metidas permanentemente a ten-siones por cambios externos a laadministración pública.

Pero está, sobre todo, la lla-mada “cultura funcionaria”. Susformas tradicionales de recluta-miento sin exigencia de capacidadespecífica, su carencia de iniciati-va –reafirmada por el sistema- ysu consagración de la inmovilidaden el cargo, confluyen en que el

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camino del cambio “por todo ello,se halla sometido al interés comúnde todos los funcionarios inserta-dos en tal mecanismo, para quesiga funcionando y persista el do-minio socializado ejercido por laburocracia” (Kaufmann, 1995,pp.141-142).

Dentro de esta situación, qui-siera citar una descripción quehace Isabel Allende en un libroque no es de las características delos autores a los que hemos veni-do haciendo referencia, pero quees muy ilustrativo en cuanto a larealidad que efectivamente operay amenaza seguir operando en elaparato estatal.. Explicando la ló-gica de los funcionarios del sectorpúblico de mi país, señala que“el funcionario público chileno,debe comprender desde su primerdía en la oficina que cualquieramago de iniciativa será el fin desu carrera, porque no está parahacer mérito, sino para alcanzardignamente su nivel de incompe-tencia. El propósito de mover pape-les con sellos y timbres de un ladopara otro no es resolver problemas,sino atascar soluciones. Si los pro-blemas se resolvieran, la burocra-cia perdería poder y mucha gentehonesta se quedaría sin empleo;en cambio, si empeoran, el Estadoaumenta el presupuesto, contrata

más gente y así disminuye el índi-ce de cesantía y todos quedan con-tentos. El funcionario abusa de supizca de poder, partiendo de labase de que el público es su enemi-go, sentimiento que es plenamentecorrespondido. Fue una sorpresacomprobar que en Estados Unidosbasta tener una licencia de con-ducir para moverse por el país y lamayoría de los trámites se hacepor correo. En Chile el empleadode turno le exigirá a la solicitanteprueba de que nació, no está pre-so, pagó sus impuestos, se registrópara votar y que sigue vivo, por-que aunque patalee para probarque no se ha muerto, igual debepresentar un certificado de super-vivencia. Cómo será el problema,que el gobierno ha creado una ofi-cina para combatir la burocracia.Ahora los ciudadanos pueden re-clamar por el mal trato y acusar alos funcionarios ineptos...... en pa-pel sellado con tres copias, por su-puesto. Esta sola definición delproceso de funcionamiento de losservicios públicos y sus funciona-rios desde la perspectiva de unaficción que recorre Chile, es la se-ñal más clara de la efectividad yfuncionalidad en esta relación”(Allende, 2003, pp.115-116).

Es desde el interior de la pro-pia burocracia, como de su tradi-

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cional sostenedora –la clase políti-ca-, de donde provienen las máscercanas oposiciones a la moder-nización. Para ellas, “la moderni-zación es una tendencia contra-cultural pues se tiene que lucharcontra una enorme resistencia,por ejemplo de los gremios, queven la modernización como unapermanente amenaza, y en elplano de los partidos políticos elEstado sigue siendo visto como unenorme botín al cual no es fácilrenunciar y es claro que esa mira-da clientelista, de cuoteo y rígidaes inviable en las actuales exigen-cias de la sociedad” (Jofré, 2003,p.3).

“Estas percepciones puedencontrastarse con los resultados deestudios efectuados entre el perso-nal de la administración pública.Dichos estudios han revelado unabaja autoestima, desconfianzarespecto de las autoridades y unmarcado escepticismo frente a lasposibilidades de cambio. Si bienlos funcionarios reconocen a lamodernización de sus institucio-nes como un proceso real e inevi-table, aún la enfrentan con desco-nocimiento, incertidumbre y te-mor, asociándola con lostraumáticos episodios de arbitra-riedad y despidos del pasado régi-men.

En buena medida las apren-siones de los funcionarios se fun-dan en las actitudes y prácticas delos directivos. Si bien un númeroimportante de directores generalesde servicios cuentan con experien-cia, vocación y aptitudes paraconducir un proceso de moderni-zación institucional, las capaci-dades del conjunto de los cuadrosdirectivos del Estado son aún limi-tados. Entre estos sectores tiendena primar la jerarquía, el autorita-rismo y la defensa del poder buro-crático por sobre el liderazgo, lacooperación y el manejo de técni-cas de gestión moderna.

El sistema político, por su par-te, no revela aún una clara volun-tad de enfrentar las exigencias ylos conflictos que inevitablementerodean todo proceso de cambio.Como es común, los dirigentes,parlamentarios y autoridades po-líticas, tienden a estar fuertemen-te motivados por consideracionesde corto plazo, lo que hace que lamodernización de la gestión pú-blica se encuentre en clara des-ventaja para incorporarse comouna prioridad en sus agendas”(Marcel, 1997, p.8).

En segundo lugar, es necesarioadaptar las estructuras del Estadopara adecuarlas a las necesidadesy las demandas que hoy tiene el

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país. La pregunta a este respectoes si la misma institucionalidadque soportó la expansión de la co-bertura de bienes y servicios pú-blicos básicos es adecuada paracontribuir a los desafíos que Chiletiene ahora por delante. Entre és-tos se puede mencionar, sin inten-tar un análisis sistemático, el mejo-ramiento de los índices de equidadsocial con políticas compatiblescon la economía de mercado; elaumento de la competitividad y,por ende, adaptabilidad del siste-ma productivo; la consolidación yampliación de la inserción interna-cional de la economía chilena; ladescentralización administrativa;el mejoramiento de la calidad delos servicios, el fortalecimiento deinstancias autónomas de la socie-dad civil y de los derechos ciuda-danos; la apertura del debate so-bre materias valóricas y culturales,y la definición de políticas que ga-ranticen sustentabilidad al desarro-llo en el largo plazo.

Tal como hoy se le conoce, elEstado chileno necesita superar al-gunas debilidades que presentapara enfrentar las tareas señaladasen el párrafo anterior.

Las más evidentes dicen rela-ción con el centralismo y la rigi-dez atávicos que todavía caracteri-zan su funcionamiento, pero hay

otras: algunas de las tareas plante-adas implican un contacto perma-nente con el mercado, sea para fa-cilitar su funcionamiento, para re-gularlo o para contratar en élservicios, y eso requiere de cua-dros técnicos tanto o más capaci-tados que sus contrapartes exter-nas, cuadros que están siendocada vez más difíciles de reclutary retener.

Otras suponen mayor atencióna los problemas de calidad que decobertura de los servicios que seentregan, pero la cultura del sec-tor público, sus formas de pro-ducción y sus precarios sistemasde evaluación son poco adecua-dos para este cambio de énfasis.

Por último, varias de las tare-as mencionadas sólo pueden rea-lizarse con éxito si las institucio-nes públicas tienen al frente unusuario exigente y consciente desus derechos, que cuente con ca-nales para procesar sus opinionesy puntos de vista.

Puede ser provechosa, en estesentido, la percepción recogida deéstos respecto de la efectividadde la modernización hasta el pre-sente:

“Los usuarios de los públicos noperciben aún avances sustantivosen la calidad de los servicios quereciben del Estado. Una encuesta

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reciente indica a este respecto quemenos de la mitad de los usuariosconsidera que se han producidoavances en la modernización delos servicios públicos a los que recu-rren con mayor frecuencia. La eva-luación de estos mismos usuarios essignificativamente más favorablepara los servicios prestados por elsector privado.

Si bien los usuarios valoranpositivamente algunos aspectospropios de los servicios públicos,como la gratuidad y su disponibi-lidad en todo el país, éstos apre-cian claras desventajas en lo refe-rente a la falta de libertad de elec-ción y la calidad de la atenciónque éstos prestan al público. Pese aello, existe una perspectiva opti-mista respecto del futuro, porcuanto cerca de un 60% de los en-

cuestados estima que los serviciospúblicos mejorarán en el futuropróximo.

Existe un marcado contrasteentre la percepción de avances enlos aspectos materiales respecto defactores cualitativos en el funcio-namiento de los servicios públicos.Así, mientras la mayoría de losusuarios reconoce avances en lainfraestructura y el uso de la in-formática, su percepción de la ca-lidad de la atención prestada porlos funcionarios es mayoritaria-mente negativa” (Marcel, 1997,p.8).

Éste es, al presente, el estadode la cuestión. En medio de susluces y sombras, intentando des-cribir y analizar el desarrollo desus manifestaciones en un serviciopúblico específico.

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