Los Buscadores
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BLIZZARD ENTERTAINMENT
Los buscadores de jade
Matt Burns
La Reina regente Moira Thaurissan solicita tu presencia. Inmediatamente.
Fenella Virunegro se qued parada unos instantes ante la enorme puerta de roble que
daba a los aposentos reales, repitiendo mentalmente las palabras. Se humedeci los
labios resecos y se sec las manos, sudorosas y manchadas de holln, en su sayo de
trabajo metalrgico. Estaba martillando un yunque en el centro de Forjaz cuando un
consejero real le entreg el mensaje. Le habra gustado tener tiempo de ponerse algo
ms presentable.
Pero a Moira no se la haca esperar.
Fenella llam a la puerta.
Pasa respondi desde dentro una voz apagada.
Qudate aqu, Koveth. Fenella gir ligeramente la cabeza, lo suficiente para ver al
enorme glem que se alzaba detrs de ella. Una montaa de metal, brujera e ingenio de
los Hierro Negro.
Afirmativo contest el ensamblaje con voz retumbante.
La puerta cruji al abrirla Fenella. Nunca haba estado en los aposentos reales. Muy
pocos haban estado all. Las paredes estaban cubiertas con exquisitos tapices de los
enanos que representaban acontecimientos histricos. Moira estaba sentada con la
espalda erguida tras una mesa de madera que, por su tamao, bien podra haber sido un
barco mercante. Por su superficie haba desperdigados pergaminos y plumas rotas,
vctimas de batallas libradas con promesas, amenazas y medias verdades. La guerra de
la poltica.
Fenella trag saliva, preguntndose si deba ser ella la primera en hablar. Haba visto a
Moira muy pocas veces. Una de ellas fue despus de que Fenella hubiera terminado la
construccin del ya famoso Cristalario de rub de Ciudad Forjatiniebla. Aun as,
encontrarse en presencia de la reina la pona nerviosa.
Fenella dijo Moira al fin, luciendo una sonrisa relajada. En sus manos sostena
cuidadosamente un pequeo objeto: una estatuilla de un jade intenso con la forma de un
dragn enroscado.
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Su Alteza.
Gracias por venir. Supongo que ya conoces a estos muchachos. Moira seal con un
gesto hacia un lado de la estancia.
Fenella haba estado tan centrada en la reina que no haba reparado en los otros enanos
de la sala. Uno era un Barbabronce; un Barbabronce inslitamente grande que sacaba
dos cabezas al resto de los suyos. El segundo era un corpulento Martillo Salvaje de piel
rojiza y manchada con docenas de tatuajes azules. En su espalda, un martillo gigantesco
colgaba de una correa. Hizo una mueca al ver a Fenella.
Me temo que no, Su Alteza minti Fenella, ms por mortificar a los otros enanos
que por engaar a su reina. Por supuesto que los conoca. Desde que los clanes Martillo
Salvaje, Hierro Negro y Barbabronce se haban reconciliado, Forjaz estaba saturada de
herreros y mamposteros que se crean predestinados a la fama y la gloria. Cada da vea
a esos dos deambulando por La Gran Fundicin como si fueran los dueos del lugar,
menospreciando el trabajo de todos los dems.
Entonces habr que presentaros dijo Moira.
Fenella sinti una punzada de inquietud. Por qu la haban hecho venir? Por qu
estaban ellos aqu?
Este es Carrick Hierrisa indic Moira sealando con un gesto al Martillo Salvaje.
Herrero y minero de fuerza legendaria. Tambin dicen que puede hablar con las piedras.
Es eso cierto, Carrick?
Por supuesto que s.
Y aqu tenemos a Fendrig Barbarroja, la "Mano de Khaz". Moira se gir hacia el
Barbabronce. Miembro de la Liga de Expedicionarios. Ha excavado las profundidades
de Uldaman, la Tundra Boreal, Bael Modan y muchos otros sitios peligrosos. A decir de
todos, su valor no tiene parangn.
Fendrig dej escapar un largo suspiro, como si su presencia aqu fuera una absoluta
prdida de tiempo para l.
Por ltimo, Fenella Virunegro, de mi propio clan Hierro Negro Moira hizo una
pausa. Mampostera, herrera, ingeniera y una arquitecta consumada.
Y la hija de un traidor. Esa parte la haba omitido. Pero tampoco es que importara. Todo
el mundo saba que Fenella era hija de Finoso Virunegro, el difunto arquitecto jefe del
clan Hierro Negro. Un enano vilipendiado por cmo haba conseguido su codiciado
cargo mediante engaos. O, por lo menos, eso se deca.
Carrick murmur algo entre dientes. Fenella lo ignor. Al ser una Hierro Negro y,
adems, la hija de Fineous, estaba acostumbrada a los desprecios. No la molestaban.
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Haca mucho tiempo que haba aprendido que trabajaba mejor sola. As las cosas eran
ms fciles para ella y para los dems.
Os preguntaris por qu os he llamado aqu. Moira retorci la estatuilla en sus
manos. Os he seleccionado a los tres para formar un equipo especial, para un trabajo
que requiere a los mejores mamposteros de Forjaz.
Un equipo? explot Carrick. Con estos dos?
Espera que los dirija? se carcaje Fendrig.
No. Moira seal con la cabeza a Fenella. Espero que lo haga ella.
A Fenella se le tens el estmago. Casi grit en seal de protesta, pero se mordi la
lengua para contener las palabras. Nada bueno saldra de desobedecer abiertamente a
su reina.
Una Hierro Negro? Ni hablar! bram el Martillo Salvaje.
En eso estoy de acuerdo. Fendrig sacudi la cabeza indignado y se dirigi hacia la
puerta. Tengo cosas mejores que hacer que perder el tiempo con esta majadera.
Estoy segura de que a Muradin le interesar saber lo que piensas de esta idea. Una
idea que l apoya sin reservas dijo Moira.
La mencin del nombre del lder del clan de los Barbarbronce hizo detenerse a Fendrig.
Se dio la vuelta lentamente.
El Consejo de los Tres Martillos ha acordado este proyecto por unanimidad
prosigui Moira. A m se me ha encargado la tarea de supervisar los detalles. La
reina dej cuidadosamente la estatua serpentina a un lado y desenroll un largo
pergamino. Luego hizo seas a los mamposteros para que se acercaran.
Fenella y los dems se agolparon a empellones alrededor del escritorio. La parte inferior
del papel mostraba claramente los sellos de Muradin, Moira y el lder del clan de los
Martillo Salvaje, Falstad. Tambin constaban los nombres de los tres mamposteros,
escritos en lneas gruesas, negras e indelebles.
Mi nombre Yo no he acordado nada. Carrick frunci el ceo. Qu tontera es
esta?
Esta es una oportunidad de demostrar a la Alianza nuestra grandeza, de certificar que
ya no somos una nacin de rivales enfrentados, sino un pueblo unido. Y si os negis
Moira se inclin hacia delante. Este decreto dejar constancia de que os opusisteis a
los intentos del consejo de forjar un nuevo futuro para todos los enanos.
Fendrig se cruz de brazos y arrug la frente. Esto apesta a chantaje.
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El chantaje es una apuesta. Un instrumento para desesperados. Moira mostr una
sonrisa ms amplia, pero sus ojos eran puales de hielo. Yo voy a lo seguro,
muchacho. Inclu vuestros nombres porque saba que no serais tan insensatos como
para anteponer vuestras mezquinas rencillas al bien de nuestro pueblo.
La mirada de la reina altern entre Carrick y Fendrig, desafindolos a que demostraran
que se equivocaba. El Martillo Salvaje cambi de postura sin moverse, pero se qued
callado. Lo mismo hizo el Barbabronce. Moira mir entonces a Fenella. Por ms que la
perspectiva la sola idea de trabajar con un Barbabronce y un Martillo Salvaje la
asqueara, qu poda hacer? Moira era su reina, la guardiana de su clan.
Fenella se oblig a asentir con la cabeza, con la esperanza de que esta "misin"
terminara rpido.
Bien. Ahora que ya hemos aclarado eso, pasemos a los detalles. Moira cogi la
estatuilla de jade de la mesa mientras se reclinaba en su silla. Qu sabis de
Pandaria?
* * *
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Una aclita pandaren de los Augustos Celestiales pregunt una vez: Fue la tierra la que
dio a luz a los Celestiales, o fueron ellos quienes insuflaron vida a la tierra?
Su maestro se ri de manera cmplice, pues tambin l se haba planteado esa misma
cuestin. Pero el tiempo le haba otorgado sabidura. Tengo una pregunta mucho ms
sencilla; una pregunta cuya respuesta solucionar este enigma tuyo contest. Qu
fue primero, el amanecer o el ocaso?
Los pergaminos de los Celestiales
El trabajo era simple: reconstruir la estatua del Corazn del Dragn. Cualquier aprendiz
de mampostero con una pizca de talento podra terminarlo en muy poco tiempo. Fenella
llevaba tres semanas en el Bosque de Jade y no se notaba. Los mamposteros pandaren
con los que trabajaba iban a paso de tortuga, pero la Hierro Negro no se decida a
presionarlos. Ella era, segn Moira, una "embajadora".
Haz que me sienta orgullosa de ti le haba ordenado la reina a Fenella antes de que
esta se fuera de Forjaz.
Fenella reflexion sobre aquellas palabras mientras se diriga a la zona de construccin,
un claro en la parte oriental del bosque. El supervisor Raiki, el jefe de los mamposteros
pandaren, haba pedido una reunin. La Hierro Negro no tena idea de a qu vena
aquello. Simplemente, tena la esperanza de que la cosa avanzase.
Los pandaren estaban all aglomerados cuando ella lleg. Esto promete. Fenella
entrecerr los ojos para protegerse del sol cegador mientras se recostaba contra una
roca. El Templo de Jade se alzaba hacia el cielo a lo lejos, con las ondas de calor vibrando
contra su techumbre de tejas verdes.
Raiki avanz lentamente hacia el centro de la reunin. Todos sabis de la tarea que
nos espera! grit, sealando con un gesto un campo de escombros cercano.
Una inmensa columna circular de piedra se alzaba a sus espaldas. Alrededor de esta
yacan los pedazos rotos del Corazn del Dragn. La estatua se haba construido a
imagen del Dragn de Jade, uno de los cuatro Augustos Celestiales legendarios. Por lo
que Fenella recordaba, eran seres divinos originarios de Pandaria, pero ella an no
haba visto a ninguno en persona. El Corazn del Dragn haba sido destruido cuando la
Alianza y la Horda entablaron guerra en la regin. Segn la historia que Moira le cont,
en cuanto los mamposteros finalizaran la reconstruccin, el Dragn de Jade transferira
su esencia vital a la estatua y "renacera", aunque Fenella no estaba muy segura de qu
significaba eso.
Necesitamos ms jade para la reconstruccin continu Raiki. Por eso propongo
una Gran Bsqueda de Jade!
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Un murmullo recorri la multitud, pero Fenella no entenda tanta emocin. Sus ojos
deambularon por los mamposteros hasta divisar a Fendrig, que destacaba como sangre
sobre nieve invernal recin cada. El Barbabronce le devolva la mirada, tan petulante y
condescendiente como siempre. Al otro lado de la zona de construccin, Fenella
descubri a Carrick, observndola con el rostro crispado por la ira.
La ltima vez que haban hablado fue durante la travesa martima a Pandaria. Los muy
desgraciados no soportaban que Fenella estuviera al mando. Por ms que en Forjaz se
hablara de igualdad, no resultaba fcil olvidar viejos odios. Que los dirigiera una Hierro
Negro se les haca una montaa.
Mejor as, se deca Fenella a s misma. Termina el trabajo y a otra cosa.
La bsqueda comenzar al amanecer y finalizar al atardecer. Est prohibido usar
vagonetas; las bolsas y las carteras, en cambio, s estn permitidas. Buena suerte!
Raiki levant la sesin entre aplausos.
Fenella! El supervisor se acerc pesadamente a la Hierro Negro mientras los
pandaren formaban corrillos. Tienes alguna duda acerca de la bsqueda?
No contest. Todo entendido.
Yo no me lo tomara muy en serio. Es una especie de tradicin para levantar el nimo.
Una Hierro Negro nunca se toma un desafo de excavacin a la ligera, muchacho
afirm con total naturalidad.
Raiki solt una risita amistosa. Eso dicen. Por eso tengo ganas de ver la famosa
habilidad de los enanos en accin. Ech una mirada a Fendrig y luego a Carrick,
ninguno de los cuales se haba movido. Necesitis t y tu equipo algn consejo sobre
dnde excavar?
Fenella percibi un deje de vacilacin en lo de "equipo". A los pandaren no se les
escapaba la tensin existente entre los enanos, pero, simplemente, eran demasiado
educados para indagar sobre el problema.
Ya me las arreglar.
Buena bsqueda, pues. Que el Dragn de Jade vele por vosotros. Raiki hizo una
profunda reverencia y se march.
Antes de regresar a su campamento, Fenella lanz una mirada a Fendrig y Carrick. Eran
enanos. Se tratara o no de un asunto formal, esta Gran Bsqueda de Jade haba atizado el
fuego de la competicin en la sangre de todos. La Hierro Negro mir largamente a
ambos con los ojos entrecerrados y se hizo crujir el cuello.
Fendrig bostez. Carrick escupi en el suelo, pate un trozo de hierba hacia ella y luego
se fue echando chispas.
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Comenzaba el juego.
Koveth aguardaba en el campamento, iniciados los protocolos de guardia. Fenella
rebusc entre sus cosas hasta encontrar una pila de mapas con yacimientos mineros
conocidos. Raiki le haba dado el paquete a su llegada a Pandaria. Estudi
minuciosamente los pergaminos, sealando los lugares que ms prometan con un
pedazo de carbn, calculando el tiempo de viaje, las provisiones necesarias, y
Hola.
Al borde del campamento se encontraba una cachorra pandaren con un vestido azul y el
pelo, de color obsidiana, recogido en dos moos.
Oh. La Hierro Negro ri nerviosamente. Me has asustado.
Eres una de los enanos. De Forjaz dijo la cachorra, curiosa.
S.
No parece que os llevis muy bien.
Tienes mucho que aprender sobre los enanos, muchacha. Fenella lo dej ah y
volvi a sus mapas, esperando que la nia la dejara en paz.
Ensame.
Qu?
Explcame cosas de los enanos.
Fenella suspir. Qu poda decir? Hace mucho tiempo, vivamos todos en Forjaz.
Luego tuvimos una especie de discusin y nos fuimos cada uno por nuestro lado. Ahora
hemos vuelto todos a Forjaz. Decidi omitir las partes ms "polmicas", como el
hecho de que los Hierro Negro hubieran sido esclavizados hasta haca poco por el seor
del fuego elemental, Ragnaros, y conducidos inexorablemente por la senda del mal.
Pero en realidad no estis juntos.
Somos diferentes respondi la Hierro Negro, dejndose llevar por la rabia.
Siempre lo seremos.
O sea, no te irs a la bsqueda con ellos?
Cuntas preguntas iba a hacer esa chica? Pueden venir conmigo si quieren. No
importa. Sacar ms jade del que los dos podran extraer en una semana.
La chica frunci el ceo. Ya veo. Avanz cautelosamente hacia la enana y seal el
mapa que esta tena en la mano. En ese caso, deberas evitar todos esos sitios. Estarn
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llenos de pandaren. Y all han extrado el jade de zonas muy profundas. Pero s de un
buen lugar al que no va nadie
Ah, s?
Ah. La muchacha indic un punto en el mapa, al noroeste del Corazn de Jade. La
entrada est cubierta de maleza y piedras, pero la encontrars si buscas bien. Es una
mina antigua, llena de un jade ms bello y puro que cualquier otra cosa que vayan a
traer los dems.
Fenella marc el lugar. Si tan especial es, cmo es que el resto de mineros no va all?
Tienes mucho que aprender sobre los pandaren. La chica sonri burlona. Van a
los sitios que conocen. Se sienten cmodos con la rutina.
Fenella asinti con la cabeza. Bscame al atardecer, muchacha. Tal vez
Se par en seco al fijarse en la chica, reparando por primera vez en sus ojos. Eran unos
ojos extraos, rojos. Unos ojos antiguos como el elementium. No encajaban en aquella
cachorra pequea e inocente.
La Hierro Negro se sobrepuso y dijo: Tal vez te guarde un poco de jade.
Ojal. Tras una inclinacin corts, la chica se fue correteando.
Fenella se pas la siguiente hora revolviendo mapas, pero siempre acababa volviendo al
que haba marcado por indicacin de la cachorra. Un jade ms bello y puro que cualquier
otra cosa que vayan a traer los dems. No le gustaba aceptar instrucciones de
desconocidos y menos de nios, pero en esta tierra ella era una extranjera. Poda
ser la ventaja que necesitaba. Nada grande se consigue sin un poco de riesgo.
Koveth llam Fenella. Listo para darle a la pala, muchacho?
Los ojos del glem brillaron con un tono violceo. Afirmativo.
* * *
Fenella parti siendo an de noche. Las reglas estipulaban que la bsqueda comenzaba
al amanecer, y consider que si con ello se referan a los preparativos o a la excavacin
en s era algo abierto a interpretacin. Poco antes de salir el sol, dio con la mina. La
entrada estaba parcialmente cubierta con rocas y una maraa de gruesas enredaderas
con espinas. Una pequea silueta verde se desliz por un lado de la abertura.
Una araa de esquisto.
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Fenella hizo una mueca. Los pandaren tenan un mote apropiado para esos bichejos
repugnantes: "mordisqueadores". Podan masticar e ingerir piedra maciza. La criatura
se detuvo y se irgui ante Koveth. Sus mandbulas chasqueaban frenticamente.
Anlisis: quiere devorar a Koveth. El golem era tan conciso como siempre.
S. Pero no vamos a dejar que lo haga, verdad?
Koveth respondi abalanzndose y haciendo fosfatina a la araa con un puetazo
certero.
Ve t delante. Fenella se alegraba de tener a Koveth con ella. El glem era el nico
"equipo" que necesitaba: era de fiar, no pona peros y poda excavar ms piedra que diez
mamposteros juntos.
El glem despej los restos de rocas y enredaderas con un golpe de su mano de hierro y
luego desapareci en la inmensa oscuridad. Una vez dentro, Fenella se sac un pequeo
cristal violeta de una faltriquera que llevaba al cinto y la golpe unas cuantas veces
contra la pared. La gema, creada por una hechicera Hierro Negro de Forjaz, vibr y se
encendi, iluminando el pasadizo. No encontr nada destacable mientras se abran
camino por el tnel, y su mente comenz a divagar.
Por qu estaba ella aqu?
Los Hierro Negro se haban ganado recientemente un respeto en Forjaz por su
importante participacin en el rechazo de una brutal invasin de trols, gracias a la cual
se salvaron un buen nmero de enanos de los otros clanes. Tras una victoria as, Fenella
estaba perpleja de que Moira la hubiera elegido a ella una Virunegro, nada menos
para encabezar la expedicin.
Se le pasaba algo por alto?
Jade. Koveth seal al suelo.
Haba una docena de objetos pequeos desperdigados por el suelo, cubiertos por una
capa de polvo. Uno era una figurilla del Dragn de Jade. Los otros eran el resto de los
Augustos Celestiales: Xuen, el Tigre Blanco; Niuzao, el Buey Negro y Chi-Ji, la Grulla Roja.
Fenella cogi la estatua del Dragn de Jade. La talla desprendi calor. Un calor extrao,
lo bastante intenso como para notarlo a travs de los guantes de cuero.
Brujera. Parte de su ser le gritaba que se marchara. La adverta de que aquel no era
lugar para ella.
Tpico de una Hierro Negro
Fenella dio un respingo. Koveth se agazap en posicin defensiva.
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Carrick surgi ante ella de entre las sombras con una sola llama ardiendo en su casco de
acero.
Qu haces t aqu? pregunt Fenella.
Yo podra hacerte la misma pregunta, solo que ya s la respuesta. Me has seguido!
Intencin hostil detectada gru Koveth. Lo destruyo?
Como tu amiguito intente tocarme, lo hago trocitos. Carrick sac su martillo para
demostrar que no iba de farol. Una energa de color azul claro crepit a su alrededor. La
mayora de mineros usaban piquetas o picos para roca para llevar a cabo su trabajo.
Fenella saba que Carrick era diferente. l tena un martillo de tormenta puntiagudo,
imbuido del poder del rayo. Un arma como la que llevaban encima muchos de los
miembros de su clan.
Quieto, Koveth orden Fenella, y luego le dijo al Martillo Salvaje: He encontrado
este sitio por mi cuenta, cretino testarudo.
De veras? Bueno, pues para m la palabra de la hija de Finoso el Falso vale tanto
como lo que salga del trasero de un grifo.
Basta de parloteo. Ninguno de los dos habis encontrado este sitio solos. La voz
spera de Fendrig reson desde el lugar por el que haba venido Fenella. El enorme
Barbabronce avanz calmadamente a grandes zancadas hasta alzarse imponente sobre
los otros enanos. Por lo visto los tres recibimos una visita de esa muchacha pandaren.
La chica Carrick golpe su martillo contra la pared. Qu pretende con esto?
Intentaba ayudar dijo Fenella. No entiende nuestra enemistad.
Los tres enanos se quedaron en silencio, lanzndose miradas fulminantes unos a otros,
cavilando con los rostros constreidos. Fenella saba que todos se enfrentaban al mismo
dilema. Un jade ms bello y puro que cualquier otra cosa que vayan a traer los dems. Irse
equivaldra a ceder, a darse por vencido. Ninguno de ellos se movi.
Y bien? dijo Carrick con sorna. Ya os podis marchar.
En esta tierra todos somos extranjeros replic Fendrig. Tenemos tanto derecho a
esta mina como t.
Las venas de las sienes sudorosas de Carrick se hincharon. Si me queris seguir, all
vosotros. Pero no os interpongis en mi camino! grit, y luego se adentr en el tnel
dando pisotones.
Fenella capt un atisbo de inquietud de miedo en la cara de Fendrig, como tierra
oscura asomando entre la nieve de finales de invierno. Cuando este not que la Hierro
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Negro lo miraba, sus rasgos se volvieron a endurecer. Ser divertido veros a los dos
intentando excavar. Inici su avance, lento y pesado.
La Hierro Negro se qued a solas con Koveth, mordisquendose el labio. Calcul que el
sol ya habra salido. Tal vez tardara unas cuantas horas en encontrar siquiera otra mina
adecuada. Y eso con suerte.
Vamos indic con un gesto a Koveth.
El glem sigui a Fenella, quien prosigui el descenso por la garganta de la montaa.
* * *
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Un episodio oscuro se cierne sobre la historia de los pandaren: el imperio mogu. Es difcil
para nosotros imaginar lo mucho que sufrieron nuestros ancestros durante esa poca. Los
espantosos mogu pisotearon la cultura pandaren. Prohibieron todo culto a los Celestiales.
La mera mencin de sus nombres se castigaba con la tortura y la muerte. Con el tiempo,
incluso quienes mejor haban conocido a los Celestiales olvidaron sus sabias enseanzas.
Los pergaminos de los Celestiales
Debera haber ignorado el consejo de esa chica y haberme buscado mi propia mina, buf
Carrick.
El pesado silencio a su alrededor no hizo sino avivar su ira. De joven, sus padres haban
advertido su don, su capacidad para hablar con las piedras. Un Martillo Salvaje anciano
solicit que se sometiera a entrenamiento chamnico, pero aquella no era vida para
Carrick. l tena alma de minero, y su conexin innata con los elementos lo convirti en
uno de los mejores del clan. Uno de los mejores del mundo.
Por lo menos as haba sido cuando an poda or a las piedras. Su silencio actual era
para l como si tuviera clavado un objeto punzante entre las costillas, un constante y
doloroso recordatorio de lo bajo que haba cado.
Sobre estas cosas meditaba Carrick mientras segua avanzando hasta que sali a una
gran sala circular. La llama de su casco envi un halo de luz al otro lado de la cueva. Las
paredes estaban cubiertas con murales agrietados y descoloridos, todos ellos con
representaciones de Xuen, el Tigre Blanco. En un mural, Xuen luchaba con un gigantesco
mogu con armadura cuyo cuerpo crepitaba con relmpagos. En otro, el Tigre Blanco
apareca encadenado en lo alto de una montaa. La criatura forcejeaba con sus grilletes,
con el rostro contrado por su rabia incontrolada. El bruto mogu observaba desde lejos,
con los brazos alzados en seal de victoria.
Qu es este lugar? pregunt Fenella cuando su glem y ella entraron en la estancia.
La Hierro Negro agit de aqu para all la gema que llevaba en la mano, proyectando un
plido tono morado por toda la cueva.
Fendrig lleg al poco. A ninguno de los dos se os ocurri investigar un poco antes de
venir? No me extraa nada. El Barbabronce suspir y se acerc a una serie de runas
pandaren grabadas en la pared. Se sac un largo pergamino que llevaba metido en el
cinturn; el papel desgastado estaba marcado con smbolos similares. A su lado
aparecan letras de los enanos.
Carrick mir la clave. Bueno, y qu dice?
Si quieres saberlo, bscate la vida. Fendrig le dio la espalda al Martillo Salvaje y
sigui examinando las runas.
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Carrick abri y cerr las manos en rpida sucesin. Una imagen agradable le vino a la
cabeza: su puo golpeando los descomunales morros de Fendrig y borrndole esa
sonrisa engreda de la cara.
Fenella maldijo y chasque la lengua. Estaba al otro lado de la sala. Una piedra
monstruosa, cincelada con la forma de un rostro de mogu gruendo, bloqueaba lo que
pareca la nica va para seguir descendiendo por la mina. La muchacha no dijo nada
de esto.
Nadie ha estado aqu desde hace generaciones. Seguramente no queran a nadie
husmeando respondi Fendrig. Habr que romperla.
Carrick inspeccion la roca. Maciza. Resistente. Se acerc ms y coloc la palma encima
para darle un empujn de prueba. Al tocar su piel, la piedra le propici una dolorosa
sacudida de energa que le recorri la espalda. De repente el aire de la sala se volvi ms
clido, crepitando con una fuerza parecida a la magia.
Ante sus ojos, la cara del mogu se transform lentamente en otra cosa.
Un rostro horroroso y lleno de cicatrices. Un orco Faucedraco.
Carrick se ech hacia atrs y sacudi la cabeza.
El orco segua all. Verlo ah, ver a su enemigo devolverle la mirada con sus ojillos de
piedra, desafindolo, hizo que a Carrick se le acelerara el pulso. Retorci el cuello y
extendi los brazos. Sus msculos asomaron. Cogi su enorme martillo y lo blandi
hacia delante, poniendo toda su fuerza en el golpe.
El metal impact en la piedra con un sonido atronador y un destello de luz cegadora. A
Carrick se le escap el martillo, que sali despedido.
Fendrig se ri. No sabra decir si le has dado a la piedra o la piedra te ha dado a ti.
El Barbabronce levant su piqueta como si tal cosa. Deja que te ensee cmo se hace,
muchacho.
T tampoco la rompers. Ya me encargo yo. Fenella hizo una sea a ese infernal
glem suyo.
Carrick agarr su martillo y se volvi hacia los otros enanos. Atrs!
Sin esperar a que respondieran, dio otro golpe al Faucedraco.
Luego otro.
Y otro.
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No le hizo ni un rasguo, pero Carrick no se daba cuenta de ello. Su ira se agitaba en su
interior, encendida al rojo vivo, transformndolo todo a su alrededor. Al cabo de no
mucho, se encontraba de nuevo entre lomas verdes. De vuelta en Northeron.
El olor a humo le inundaba la nariz, y los sonidos de la batalla, los odos. Jinetes de grifos
enanos surcaban los cielos repletos de ceniza, intercambiando golpes con orcos a lomos
de sus malditos dragones Rojos esclavos. Carrick observaba a un enjambre de
Facedraucos lanzarse sobre una aldea en llamas colina abajo.
Su aldea.
Estos recuerdos se haban repetido mil veces en su cabeza: cmo sala corriendo de la
mina cuando se enter del ataque, cmo bajaba la colina a toda prisa en direccin a su
hogar incendiado. Pero por ms rpido que corriera, o fueran cuales fueran los atajos
que tomara, nunca lograba regresar a tiempo. Esta vez, en cambio, pareca diferente. El
recuerdo era ms visceral que los anteriores, lo cual lo llenaba de confianza.
Hola dijo una vocecilla.
Una joven Martillo Salvaje ataviada con una tnica blanca y con un penacho de plumas
de grifo marrones sobresalindole entre el cabello rojizo se acerc a Carrick.
No puede ser, pens. Se frot los ojos, pero la chica segua all.
Rhona! Carrick levant a su hija y la abraz con fuerza. En algn rincn de su
interior saba que aquello era una ilusin. Ella nunca haba aparecido en sus otros
sueos o recuerdos de aquel da. Pero ahora poda sentirla. Poda oler el polen de las
margaritas de la colina en su pelo.
Qu haces? pregunt la chica cuando la dej en el suelo.
Carrick mir a la base de la loma, hacia la aldea ardiendo.
Intento llegar dijo.
Es demasiado tarde. Rhona se cogi una pluma del pelo y juguete con ella.
No. Esta vez es diferente. Lo noto.
Es como siempre. Rhona ri inocentemente, como si todo aquello fuera una especie
de juego para ella.
Algo se rompi en el interior de Carrick; algo muy dentro de l sobre lo cual no tena
control.
No digas eso! rugi. La furia disminuy rpidamente, y un sentimiento de culpa
corri a ocupar su lugar.
Rhona retrocedi lentamente con los ojos llenos de lgrimas.
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Lo lo siento. Carrick se arrodill y extendi las manos. Por favor, pequea,
perdname.
Si me prometes algo.
Lo que sea.
Rhona se acerc y rode el cuello de su padre con los brazos. El aroma a polen de las
margaritas de la colina desapareci. El olor acre de la muerte, de carne quemada y de un
sueo hecho cenizas envolvi a Carrick. La vocecilla de su hija susurr: Mrchate.
Aqu ya no hay nada para ti.
Rhona le bes la mejilla y se fue dando saltitos. De repente se levant viento y la pluma
se le escap de entre los dedos. Ri y se fue tras ella colina abajo.
Espera! grit Carrick.
Intent seguirla, pero unas manos lo agarraron por detrs y tiraron de l. Carrick
parpade y Northeron se desvaneci. Volva a encontrarse en aquel maldito agujero
debajo de Pandaria, retorcindose en el suelo. Un dolor le suba por los brazos. Los
nudillos le chorreaban sangre. Su martillo estaba tirado a unos cuantos metros.
Eh! dijo Fenella. T ests mal de la cabeza? Intentas romper esa piedra a
puetazos?
Qu? alcanz a decir Carrick en el estado de confusin que se haba apoderado de
l.
Qu era todo eso de los Faucedraco? pregunt Fendrig.
Les gritabas como si estuvieran aqu en la sala aadi Fenella.
Carrick se plante sacudrselos de encima, se plante replicarles con un grito. Pero
cuando se mir a s mismo, tirado en el suelo polvoriento, magullado y ensangrentado,
se desinfl. El poderoso Carrick Hierrisa. Ya no poda ocultar lo pattico e intil que se
haba vuelto.
No le haba hablado a nadie sobre el ataque de los Faucedraco en aos, pero en cuanto
abri la boca para hablar, las palabras salieron solas, y se senta demasiado cansado
para frenarlas. Comprendi que llevaban demasiado tiempo encerradas. Como el agua
en una presa, queran fluir libremente. As que las dej hacerlo.
Desde ese da, no he podido escuchar a las piedras dijo al finalizar su relato.
Los otros enanos se mostraron inescrutables, pero no lo abochornaron como haba
supuesto que haran.
T espera ah suspir Fendrig. Yo me ocupo de la roca.
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Espera. Carrick se sacudi el polvo y se acerc a la roca. El orco que grua segua
ah. Contempl su mirada ptrea, preguntndose durante cunto ms tiempo permitira
que su ira lo consumiera, a cuntos amigos ms alejara por culpa de su mal genio. Por
ms que fanfarroneara, lo cierto era que no haba construido nada que valiera la pena
desde aquel da en Northeron. Ya no tena paciencia para ello.
Poda culpar a los Faucedraco cuanto quisiera, pero a fin de cuentas eso no cambiara
nada de nada.
Carrick respir hondo e intent calmar sus nervios. Puso la palma de su mano sobre la
piedra y mir fijamente al orco. La expresin desdeosa del Faucedraco se intensific.
La ira regres, con el humo inundando las fosas nasales de Carrick. El impulso de
dominar esos recuerdos, de convertirlos en algo mejor, como piedra extrada y
preparada para darle forma, lo abrum. Cerr los ojos, combatiendo ese deseo, y dej
que los recuerdos siguieran su curso.
Se acab.
Algo se movi y le toc la piel. La roca vibraba, aquella sensacin antigua y familiar de
que las piedras le cantaban. El torrente de emocin y alivio casi hizo que Carrick retirara
la mano, pero la mantuvo. Se abri a los elementos, dej que lo guiaran como antao
haban hecho. Toda roca, toda montaa, tena un punto dbil. Eso era lo que le haban
enseado.
Cuando Carrick abri los ojos, el mogu lo estaba mirando. Su palma tocaba un punto a la
derecha de la nariz de la escultura. Ah ests. El Martillo Salvaje blandi su martillo,
mordindose el labio por el dolor de sus manos.
CRACK.
En lugar de desmenuzarse, la roca gigante rod a un lado, dejando al descubierto un
pasadizo oscuro ms all.
Carrick dej a los otros enanos pasar primero por la abertura. Cuando ya no los vea, se
apoy en la pared durante largo rato, con cada msculo de su cuerpo temblando
violentamente. Se senta como si hubiera estado cargando con un saco de hierro a la
espalda y, por fin, hubiera encontrado un sitio donde dejarlo.
* * *
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Algunos pandaren queran venganza. Acumularon fuerzas para el da en que pudieran
atacar a los mogu. La rabia era lo que les daba un motivo para respirar. Pero qu es la
fuerza sin control? Esos pobres esclavos pronto se convirtieron en instrumentos de la ira, y
dirigieron su odio hacia todo y todos. Haban olvidado la leccin ms importante de Xuen:
El nico enemigo eres t mismo.
Los pergaminos de los Celestiales
Gotas de sudor se deslizaban lentamente por el cuello de Fendrig. El miedo volva a
aflorar poco a poco, hacindole un nudo en el estmago, rugiendo como un trueno
lejano. En las profundidades de esta montaa abandonada por la Luz, se preguntaba si
la tormenta acabara abrumndolo. Su capacidad para mantenerla a raya tena un lmite.
En su cabeza resonaban pensamientos sombros. Quin saba lo estable que era este
lugar? Qu tipo de medidas de seguridad tomaban los pandaren para sus minas?
Quizs ninguna al construir estos tneles. Tal vez por eso los mamposteros pandaren no
venan aqu.
Fendrig se maldijo por no haberse quedado en el campamento, pero de qu habra
servido? La Hierro Negro y el Martillo Salvaje habran regresado y habran visto que l
no haba extrado nada. Y entonces, tal vez, descubriran que la "Mano de Khaz" no haba
entrado en una mina desde haca ms de un ao.
Ah delante hay otra cmara! exclam la Hierro Negro.
Fendrig sinti un gran alivio. Esas paredes dentadas se haban ido haciendo ms
angostas, estrechndosele a su alrededor cada vez ms. Dificultndole la respiracin. Se
tom un momento para serenarse, para volver a ponerse esa mscara de calma que con
tanto xito haba sabido mantener todos los das.
La larga sala rectangular era mucho mayor que la anterior. Por suerte, haba una
entrada al otro extremo, y estaba abierta. El techo y las paredes estaban anormalmente
nivelados, minuciosamente labrados.
Pese a sus investigaciones, Fendrig no haba descubierto el propsito de estas cmaras.
Estaba claro que los pandaren las haban construido en honor a los Celestiales. Pero
por qu? Las runas talladas en las paredes no aportaban ninguna respuesta. Eran
crpticas e imprecisas. Bsicamente, viejos proverbios pandaren.
En el centro de la sala, en el suelo, haba incrustada una talla plana de la cabeza de
Niuzao, del tamao de la rodela de un guerrero. Los ojos de zafiro del buey brillaban,
reflejando la luz de la llama desnuda que Fendrig llevaba sobre el casco.
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Fenella pis el disco al cruzar la sala, con el glem siguindola pesadamente. Carrick
entr en la estancia y, tras inspeccionar brevemente el entorno, fue por donde la Hierro
Negro.
Fendrig apenas se fij en ellos. Su atencin estaba puesta en uno de los intrincados
murales trabajados en las paredes de la cueva. En l se representaba a Niuzao, el Buey
Negro. Fendrig haba ledo acerca de esta criatura en la travesa a Pandaria. Era un ser
poderoso, capaz de hacer frente a ejrcitos enteros. No le extraaba que los pandaren
adoraran al buey con la esperanza de conseguir su misma entereza.
Pero en este mural Niuzao era cualquier cosa menos intrpido. El Buey Negro estaba
encogido de miedo en lo alto de una colina, rodeado de una multitud de guerreros mogu.
Tras examinar la obra ms detenidamente, Fendrig se dio cuenta de que los soldados
eran falsos; estatuas de arcilla. Los mogu de verdad observaban encantados la escena
desde los extremos del mural.
De repente el aire crepit lleno de energa, una energa que se aferr a la boca del
estmago de Fendrig. Este lugar no era natural. Se pregunt si se le habra pasado algn
detalle en sus investigaciones. Tal vez los mogu haban hallado estos tneles. Tal vez los
hubieran maldecido.
Fendrig sinti un escalofro cuando vio que estaba solo. Eh! Dnde os habis
metido?
En el tnel! reson la voz de Fenella desde la otra entrada.
El Barbabronce corri hacia la abertura. Golpe con el pie una hendidura del suelo. Mir
abajo y descubri que se encontraba sobre el emblema de Niuzao. La cara del Buey
Negro, antes estoica, haba adoptado la misma expresin aterrorizada que en el mural.
Fendrig retrocedi de un salto mientras el disco giraba y daba toda una vuelta antes de
detenerse. El rugido de la piedra rechinando contra la piedra sacudi la sala. Fendrig
oy un sonido como de ruedas y poleas detrs de las paredes, el crujir de madera
antigua y la tirantez de una fuerte soga tensndose.
Qu ha sido eso? grit Fenella desde el tnel.
Essss A Fendrig no le salan las palabras.
El estruendo se volvi ensordecedor. Losas de roca gruesa descendan sobre las dos
aberturas de la estancia a una velocidad alarmante. Fendrig dio un paso y sinti como si
sus piernas fueran dos yunques. Tropez y se estrell contra el suelo. Su casco de
minero cay repiqueteando y el impacto apag la llama que arda sobre l.
Barbabronce! grit Fenella.
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Fendrig levant la cabeza y vio la luz violcea de la gema de la Hierro Negro. La losa de
piedra segua descendiendo. Fenella estaba agazapada junto a Carrick y el glem, con
sus caras apenas visibles en la distancia. Los tres intentaban impedir que la entrada se
cerrara, pero era intil.
Podra haber corrido hasta all. En vez de eso, contempl como un corderito indefenso
cmo se cerraba la puerta. La oscuridad se lo trag. Pero en su cabeza segua sonando el
ruido chirriante de la piedra. Se convirti en un sonido distinto. El sonido del mundo
rompindose, de una montaa y su ira ancestral derrumbndose.
Fendrig! Dnde ests, muchacho? llam una voz invisible.
La reconoci. No la haba odo desde haca ms de un ao. No desde
DERRUMBE! grit otro.
Fendrig trat de levantarse, pero las piernas le fallaron. En la oscuridad perdi toda
orientacin. La nuseas que le sobrevinieron hicieron que le diera vueltas la cabeza. Sus
pulmones se llenaron de un fro glido y supo exactamente dnde se encontraba.
El Desfiladero de Crestanevada.
No. Aqu no aqu no mascull Fendrig mientras miraba alrededor. Segua
estando a oscuras, pero sinti una nueva enormidad en la cmara. Ya no estaba en
Pandaria; se hallaba en aquel cavernoso tnel de montaa en lo ms profundo del
territorio enano. Estaba trabajando all con otros doce mineros cuando se produjo el
Cataclismo, cuando los terremotos destruyeron su mundo.
Por la estancia titilaba una luz de antorcha cuya procedencia era imposible determinar.
En los breves instantes de iluminacin que esta propiciaba, vea sombras gigantescas
caer, piedras del tamao de carros lloviendo del techo.
Dnde est Fendrig?
De nuevo aquella voz. Ms fuerte. Seguida de un coro de otras voces familiares.
Sigue ah! Voy a por l!
Voy contigo!
No pronunci apenas Fendrig. Salvaos vosotros!
No lo escucharon. Sus antorchas eran cada vez ms brillantes. Cada vez ms cercanas.
Por aqu! exclam uno de ellos. Est
Un ruido seco y escalofriante silenci la voz para siempre.
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Aun as, los dems siguieron adelante, gritando el nombre de Fendrig. Una a una, oy
caer las grandes piedras. Oy chillar a los mineros, vio cmo el fulgor de sus antorchas
se desvaneca lentamente hasta quedar en nada.
Y durante todo ese tiempo, Fendrig se qued inmvil, demasiado asustado incluso para
levantarse o buscar a los muertos y moribundos. Temblando pero a salvo en un hueco
natural formado por las piedras que caan. Pura y bochornosa suerte.
El terremoto termin tan repentinamente como haba comenzado. Todo estaba en
silencio.
Fendrig parpade, dicindose que aquello no era ms que una pesadilla. Pero a su
alrededor nada haba cambiado. El aire segua siendo seco y glacial en su garganta, y su
lengua continuaba cubierta de polvo de piedra pulverizada.
Eh. Una bota le dio una patada en las costillas.
Fendrig levant la vista, esperando ver al grupo de rescate que lo haba encontrado en
los escombros del puerto de montaa. De los trece mineros que entraron aquel da, solo
l sali con vida, y ni siquiera por su propio pie. Los rescatadores haban cargado con l
porque no tena fuerzas para andar.
Aquel, no obstante, no era el grupo de rescate que l recordaba.
Un grupo de formas vaporosas, brillando con una leve luz iridiscente, lo rodearon. Haba
doce en total, todas ataviadas con un equipo de minero. Los doce enanos ms valientes
que Fendrig hubiera conocido jams.
* * *
Basta, Koveth. Fenella se apoy contra la pared del tnel con la frente llena de
sudor.
Su glem se alej de la puerta de piedra que daba a la cmara sellada. La haba estado
aporreando un rato en vano. Mientras, Fenella y Carrick haban registrado el tnel en
busca de algn modo de abrir la puerta. No haban encontrado nada.
Idiota farfull Carrick desde cerca. Por qu no ha corrido cuando poda?
Fenella neg con la cabeza. Carrick y ella haban estado avanzando por el tnel cuando
la puerta comenz a cerrarse. Para cuando haban vuelto, la losa de piedra ya estaba a
medio bajar, y ni siquiera con la fuerza bruta de Koveth haban logrado evitar que se
cerrara.
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Fenella comprendi que ahora mismo no podan hacer nada por Fendrig. Tendran que
regresar con plvora o con ayuda de los pandaren antes de que se le acabara el aire.
La Hierro Negro hizo una sea a Koveth y ech a andar por el tnel.
Lo vas a dejar ah, sin ms? pregunt Carrick.
Necesitamos ayuda para sacarlo, y no la conseguiremos hasta que sepamos cmo salir
de aqu.
Carrick se qued parado unos instantes delante de la puerta, cabizbajo, y luego sigui a
Fenella.
* * *
Fendrig se qued mirando a los fantasmas de los mineros, preguntndose si habran
venido aqu a vengarse. Al fin y al cabo, qu haba hecho l para honrar sus sacrificios?
Hasta que no vino a Pandaria, no se haba aventurado en una mina. Menta para
escaparse de tareas de ese tipo. Se pasaba el tiempo explicando historias de sus antiguas
hazaas mineras, esforzndose por mantener su fachada de valenta. Ahora ya era lo
nico que se le daba bien.
Qu queris de m? dijo Fendrig entre dientes.
Los fantasmas se acercaban sin responder. El Barbabronce les lanz un golpe a la
desesperada.
No vamos a hacerte dao, muchacho dijeron los fantasmas al unsono. Hemos
venido a ayudarte a levantarte. Llevas demasiado tiempo aqu tirado.
Fendrig respir hondo para calmar los nervios. Dej que las formas imprecisas lo
agarraran y sinti como si unos remolinos de aire alzaran su cuerpo. Levantaron al
Barbabronce hasta que estuvo en pie.
Eso es.
Lo siento, chicos. Fendrig baj la cabeza, demasiado avergonzado para mirar a los
fantasmas. Debera haber venido a por vosotros en el puerto de montaa. Debera
haber hecho algo. Lo que fuera. Tuve tuve miedo.
Nosotros tambin. Solo que no dejamos que el miedo nos atenazara. Ya va siendo
hora de que t hagas lo mismo. Ahora te vamos a soltar. Los fantasmas lo sujetaron
con menos fuerza y una punzada de terror atraves a Fendrig.
No! La palabra salt de su boca. Estoy atrapado aqu. No s cmo salir.
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Lo nico que podemos hacer es levantarte, muchacho. Si luego te vuelves a echar o te
quedas en pie, ya es cosa tuya.
Fendrig trag saliva, con su garganta en carne viva por el aire helado del puerto de
montaa. Es que Busc algo que decir, pero saba que no era ms que una excusa
para que los fantasmas siguieran junto a l.
Es hora de volver a vivir continuaron. Listo?
Fendrig senta el corazn aporrendole el pecho. Su respiracin se aceler. Cuando
llegara su hora y pasara al reino del ms all, qu les dira a los fantasmas de los doce?
Era algo que se haba preguntado a menudo. Les dira que haba vivido el resto de sus
das acobardado? O que haba llevado una vida con sentido, con los ojos abiertos, con el
fuego ardiendo en su sangre?
Y ahora, all los tena.
Se aclar la garganta. Adelante.
Los fantasmas lo soltaron.
Fendrig se desplom ligeramente y se reincorpor a trompicones, luchando por
estabilizarse. Encontr el equilibrio, encontr esa parte de s mismo que segua
encerrada bajo las piedras de Crestanevada. Estaba cansado y los msculos de las
piernas le dolan por el esfuerzo. Pero era un dolor bueno. Autntico.
Una dbil luz azul comenz a brillar desde algn punto de la sala. Fendrig vio la talla de
Niuzao a poca distancia. Los ojos de zafiro del buey refulgan intensamente, cada vez
ms brillantes.
Sin mirar atrs, avanz y plant firmemente un pie en el disco.
* * *
Fenella llevaba un rato caminando por el tnel cuando oy el chirriar de piedras a sus
espaldas. Volvi corriendo con Koveth y Carrick a tiempo de ver cmo se abra la
entrada a la sala de Niuzao. La Hierro Negro se desliz cautelosamente al interior de la
cmara, sosteniendo la gema brillante, y vio a Fendrig.
Una sonrisa traviesa se dibuj en el rostro del Barbabronce.
Qu ha pasado? Carrick entr a toda prisa en la estancia.
Fendrig solt una buena carcajada. Ojal lo supiera, muchacho. Seal el grabado
de Niuzao sobre el que estaba parado. Es algn tipo de mecanismo. Lo debo de haber
activado al pasar por aqu.
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Fenella mir el disco, recelosa. Recordaba haberlo pisado al cruzar la sala sin que
hubiera ocurrido nada. La talla no pareca distinta ahora. Era un simple grabado del
Buey Negro, con su gesto estoico, severo e impvido.
Entonces ests bien? pregunt. Estabas paralizado.
S. Es solo que me he desorientado un poco. Fendrig mir a los ojos de la Hierro
Negro. La frialdad anterior del Barbabronce haba desaparecido, reemplazada por otra
cosa. Algo real. Hay magia en este sitio. Eso est claro.
Fendrig mir a Carrick, quien asinti con una breve inclinacin.
Pero ahora todo va bien dijo Fendrig. El gigantesco enano golpe un pedernal,
prendi de nuevo la llama de su casco de metal y luego, con la cabeza bien alta, fue el
primero en proseguir el descenso por las entraas de la montaa.
* * *
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Otros pandaren estaban aterrorizados. La sola mencin del nombre de sus torturadores
los paralizaba. Este miedo cal en todos los aspectos de la vida. Se asustaban por cualquier
sombra, por cualquier sonido. Cogieron miedo a la vida misma, satisfechos con consumirse
en una prisin que ellos mismos se haban construido. Si por lo menos hubieran recordado
el mantra de Niuzao: El miedo pretende reducirte. En vez de eso, djate revelar por l.
Los pergaminos de los Celestiales
El tnel serpenteaba sin cesar. Murales de Chi-Ji, la Grulla Roja, brillaban en las paredes
a ambos lados. El celestial un smbolo de esperanza, explic Fendrig mientras
caminaban sobrevolaba multitudes de esclavos pandaren entusiasmados en los
primeros murales. Pero a medida que Fenella avanzaba por el tnel, las descripciones se
volvan ms lgubres: guerreros mogu capturando a Chi-Ji, atndole las alas con
cadenas y haciendo desfilar luego a la Grulla Roja entre los pandaren, que bajaban la
mirada y lloraban al ver aquello.
El nmero de mosaicos disminuy gradualmente, dando paso a un mar de gemas
refulgentes. Las paredes y el techo estaban recubiertas de cristales de rub que
reflejaban el resplandor de las luces de los enanos.
Qu maravilla dijo Fenella en voz baja. Esto s que era belleza de verdad, y no los
bosques y las flores que crecan en la superficie. Estos cristales, estas piedras, esto eran
cosas que resistan el paso del tiempo.
Repar en una mancha de color verde oscuro en la pared y se acerc. Encajada entre dos
cristales haba una piedra de gran tamao. Fenella orient su gema brillante hacia el
techo y descubri ms de aquellas rocas extraas de forma casi perfecta. Ya las haba
visto antes en algn otro sitio
Movida por la curiosidad, extendi la mano para tocar una.
La piedra chill.
Fenella se ech hacia atrs mientras unas patas largas y flacas se desplegaban desde
debajo del cuerpo de la araa de esquisto. Su caparazn vibr. Un grupo de ojos verdes
brill en la oscuridad. El alboroto despert a los dems mordisqueadores. Docenas de
ellos cobraron vida en techo y paredes, con sus patas chasqueando y repiqueteando.
Koveth! grit Fenella. Ataca!
Afirmativo. El glem golpe al grupo de araas ms cercano, aplastndolas contra
la pared.
Pero haba ms. Cayeron sobre los enanos, hundindoles sus patas afiladas como
cuchillos en la piel. Parte del techo se derrumb, y un grupo de araas gigantes, la mitad
de grandes que Fenella, se precipit al suelo.
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Son demasiadas! Carrick blandi su martillo y parti el caparazn de una de las
araas ms grandes. Corred!
Fendrig y l huyeron por donde haban venido. Fenella intent seguirlos, pero el
hervidero de araas le cortaba el paso. Parte de aquella masa se separ y se fue a por el
Barbabronce y el Martillo Salvaje. Fenella mir en la otra direccin; el camino estaba
despejado por all.
Koveth dijo entre dientes. Retirada defensiva!
Fenella sali a todo correr, con el sonido de las pisadas del glem atronando detrs de
ella. No se par a pensar adnde iba o cunto haba corrido. Continu hasta llegar a una
bifurcacin en el pasadizo. En lo alto de las paredes de cristal haba fijada una estatua de
Chi-Ji. Las alas de la Grulla Roja estaban atadas, y la cabeza del celestial miraba hacia el
tnel de la derecha con los ojos anegados en lgrimas.
Fenella se detuvo a recuperar el aliento. Nada la segua salvo Koveth, cuyo cuerpo de
hierro estaba carcomido con boquetes irregulares.
Un grito estridente lleg desde la direccin por la que haban venido. Un grito de enano.
A Fenella se le pusieron los pelos de punta. De pronto el aire de la caverna se volvi ms
clido, con un punto de brujera.
No puedo hacer nada por ellos. El pensamiento brot en Fenella, salido de alguna parte
oscura en su interior. Si regreso y morimos los tres, traer la vergenza a mi clan. Moira
me puso al mando. La gente de Forjaz cuchichear sobre la chapuza que hice, sobre cmo
conduje a un Barbabronce y a un Martillo Salvaje a la muerte. Pero si sigo adelante y
sobrevivo, una Hierro Negro habr triunfado all donde los otros fracasaron.
Cuanto ms consideraba la idea, ms lgica le pareca. Carrick y Fendrig haran lo
mismo con ella si se diera la ocasin. La odiaban. Lo llevaban arraigado en lo ms hondo
de sus seres, algo que ni el tiempo ni la experiencia extirparan jams.
Fenella mir hacia el pasadizo que se bifurcaba.
Haz que me sienta orgullosa de ti le haba dicho Moira, a ella en concreto. Era a esto
a lo que se refera, no? Por qu otra razn habra pedido que la hija de Finoso
Virunegro liderara este equipo?
Algo que se mova llam la atencin de Fenella. En las paredes, reflejadas en cada faceta
de los cristales, haba imgenes de ella misma. Le hacan seas, la llamaban, la instaban
a ir por el desvo de ms a la derecha en el tnel.
Fenella sigui los reflejos, apenas consciente de que Koveth imitaba sus zancadas. El
tnel descenda en espiral sin parar, cada vez ms fro. Casi cay al tropezar con algo
esparcido por el suelo: huesos. Por la forma del crneo, pareca el esqueleto de un
pandaren.
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Por aqu no hay nada para ti, muchacha. Terminars corriendo en crculos aqu abajo.
La voz era prcticamente inaudible, apenas un susurro.
Fenella se dio la vuelta con el corazn desbocado. Quin anda ah?
Vaya. Ya ni te acuerdas de tu propio padre?
Entonces lo vio. Finoso Virunegro, reflejado en las superficies de una docena de
cristales. El infame mampostero llevaba su monculo y traje favoritos, vestido para
impresionar, como siempre haba sido propio de l. Se encendi una pipa con un
pedernal y le dio una larga calada. El dulce olor del humo le vino a la memoria. La ltima
vez que lo haba visto fue haca aos, justo antes de que una banda de forasteros
invadiera el territorio de los Hierro Negro y asesinara a los miembros ms indignos de
su clan. Incluido su padre.
No es real. Fenella neg con la cabeza, pero Finoso segua all.
Vas a dar a esos dos por muertos, muchacha? la pinch.
Fenella no le hizo caso y sigui avanzando con dificultad. Sus reflejos le seguan
haciendo seas, pero sus movimientos eran ahora ms insistentes y apremiantes, casi
frenticos. Date prisa.
Te doy una segunda oportunidad y esto es lo que haces con ella?
Fenella se gir furiosa, abriendo la boca para maldecir a Finoso por su hipocresa.
Pero haba desaparecido. En los cristales donde haba estado vio a una versin ms
joven de s misma, con trenzas de un naranja flamgero hasta la cintura. Esta otra
Fenella andaba sigilosamente por los corredores de Ciudad Forjatiniebla con un hatajo
de esquemas bajo el brazo. Se los haba robado a una serie de destacados arquitectos y
los haba falsificado con el sello de su padre. Fenella observ a su reflejo deslizarse por
la capital de los Hierro Negro y presentarle los esquemas al emperador, Thaurissan.
El lder del clan qued tan impresionado por el trabajo que enseguida nombr a Finoso
arquitecto jefe. Surgieron rumores de que no fue l quien cre personalmente los
esquemas. Thaurissan inici una investigacin, pero nadie pudo nunca demostrar nada.
Fenella se haba asegurado de que as fuera. Su delito haba sido pulido tan
minuciosamente como un diamante mil veces tallado.
Y lo haba hecho todo por voluntad propia.
Finoso no se enfad cuando se enter, pero Fenella recordaba haber visto un destello de
algo en sus ojos. No era arrepentimiento, culpa o tristeza en concreto. Era una
combinacin de las tres cosas, una mezcla de emociones que se abri camino en la
oscuridad que gobernaba su corazn.
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Nunca le dije a nadie lo que hiciste. El reflejo de Finoso reapareci. Cargu con la
culpa y el desprecio. Al final, mor como un villano. No me quejo. No fui un buen enano,
eso ya lo sabes. Pero por un momento, parte de m lo fue. Poda hacer algo bueno. Darte
un futuro.
Fenella era incapaz de mirar a Finoso a los ojos, aunque solo fuera un reflejo o el
producto de alguna clase de brujera. Lo cierto era que no pasaba ni un solo da sin que
pensara en lo que haba hecho, y en lo que l haba hecho por ella. Cada vez que oa
hablar de su padre en torno a los yunques, que oa cmo su nombre era arrastrado por
el fango, la culpa la golpeaba con toda su fuerza. Se daba cuenta, una vez ms, de que no
haba hecho nada por cambiar, nada por honrar el noble acto de su padre.
Pero qu alternativa haba? Intentarlo era dejar la puerta abierta al fracaso. Intentarlo
significaba tener que confiar en otros y esperar que ellos hicieran lo mismo con ella.
Aquello no pareca tener ningn sentido, cuando en lo ms hondo de su ser saba que,
hiciera lo que hiciera, siempre sera aquella ladrona que se escurri a hurtadillas por
Forjatiniebla dispuesta a engaar a una nacin.
Soy una Virunegro dijo.
El nombre no es excusa. El caso es que yo nunca tuve una oportunidad real de
cambiar. T s. Solo hace falta dar el paso, muchacha. Es extrao que no puedas hacer
algo tan sencillo, cuando has conseguido tantas otras cosas.
Finoso dio la vuelta a la pipa para vaciar el contenido. Ascuas fantasmales se esfumaron
entre los cristales. Bueno, eso es todo lo que tengo que decir, muchacha. Me ha
alegrado volver a verte.
Poco a poco, se desvaneci. Cuando ya no estaba, Fenella an poda oler el humo en el
aire.
* * *
Un callejn sin salida.
Fendrig apoy la espalda contra la pared de cristal. Las heridas de sus brazos
bombeaban la sangre caliente que le haba empapado los guantes de cuero.
Carrick se encontraba cerca, enseando los dientes. Fendrig nunca haba sentido mucho
aprecio por los enanos Martillo Salvaje, pero el muchacho que tena a su lado vala
mucho. Valiente y fogoso.
Aqu vienen otra vez! Fendrig sujet la piqueta con fuerza.
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Una oleada de araas de esquisto avanzaba hacia ellos. Carrick arroj su martillo contra
las criaturas. Lneas dentadas de relmpagos salieron del arma al golpear a una araa
especialmente grande, reducindola a una cascarilla en medio de una explosin de luz y
sonido. Cuando se esfumaron las manchas en la visin de Fendrig, vio cmo el martillo
describa un arco y regresaba a la mano de Carrick.
Pero las araas no cejaban en su feroz ataque. Por muchas que los enanos mataran, ms
y ms de aquellas criaturas salan de todos los rincones del lugar.
Un breve destello violeta llam la atencin de Fendrig. Una forma monstruosa surgi de
la oscuridad.
El glem Hierro Negro carg contra las araas, despachurrando a decenas con los pies y
aplastando a otras con sus gigantescas manos. Los mordisqueadores se concentraron en
aquella nueva amenaza. Se encaramaron por las piernas del glem, masticando su
pellejo de hierro entre chillidos ensordecedores.
Fenella grit desde detrs del ensamblaje, agitando su gema brillante. Moveos,
muchachos!
Fendrig y Carrick se pusieron en marcha, saltando por encima de las araas y yendo
hacia Fenella. La siguieron de vuelta por el pasadizo hasta acabar detenindose en un
desvo del tnel. Ante ellos se alzaba una talla enorme de la Grulla Roja con las alas
extendidas sobre los dos caminos que tenan delante. La cabeza de Chi-Ji miraba hacia la
izquierda, con su fino pico abierto como si cantara.
Qu hay del glem? pregunt Carrick, preocupado.
No podemos arriesgarnos a esperar o a volver. La voz de Fenella era recia como el
acero, pero Fendrig percibi un brillo de humedad en sus ojos. Esta es nuestra nica
oportunidad.
Carrick inclin la cabeza. Cerr el puo y se lo puso reverentemente en el pecho, en un
gesto que Fendrig interpret como un saludo de los Martillo Salvaje.
No crea que fueras a volver a por nosotros le dijo Fendrig a Fenella entre jadeos.
Ella lo mir durante un largo instante. Yo tampoco.
La Hierro Negro no le dio ninguna otra explicacin sobre a qu se refera, pero Fendrig
tampoco se la pidi. Fue consciente de que, para su sorpresa, se alegraba de verla.
Bueno, pero lo has hecho. Eso es lo que cuenta.
An no nos hemos salvado dijo Carrick. No sabemos por qu pasadizo ir.
Yo s. Fenella mir a la talla de Chi-Ji y luego al tnel de la derecha. Fendrig sigui
su mirada pero no vio nada raro, tan solo la luz violeta de su gema titilando en las
paredes de cristal.
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Por aqu dijo la enana enfilando el camino de la izquierda.
* * *
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Sin embargo, otros pandaren vean en los mogu a un enemigo invencible. Perdieron toda
ambicin. Se volvieron insensibles a cualquier emocin, encorsetados en una crislida de
autodesprecio. Se dice que estos esclavos perdieron incluso la capacidad de soar. Pues,
de qu habran de servir los sueos cuando su sino estaba ya decidido? Pero solo tenan
que abrir sus corazones, creer en su propio poder, para ver que no era as. Como Chi-Ji
suele decir: La esperanza es el sol detrs de un cielo tormentoso. Est siempre presente en
el corazn, aunque se oculte a los ojos.
Los pergaminos de los Celestiales
El estrecho pasadizo ascenda gradualmente con una pendiente empinada pero
constante en su inclinacin. Apenas haba giros y recodos; el camino era relativamente
recto. Al cabo de poco, los tres enanos llegaron a un umbral. Un Dragn de Jade
enroscado, tallado en piedra, enmarcaba el acceso.
Fenella fue la primera en cruzar y entrar en una enorme caverna. Se qued sin
respiracin.
Del suelo y de las paredes brotaban depsitos de jade. Incluso sin estar trabajada, la
piedra era lustrosa y de un verde intenso. Reluca en la profunda oscuridad como si
vibrara con una fuerza vital propia. Un reguero de refulgente zafiro describa un arco en
el techo siguiendo un patrn irregular parecido a un relmpago.
Carrick silb. Esa muchachita no menta, eh?
Los tres enanos se pasearon admirados por la caverna. En el centro se hallaba una gran
columna circular con smbolos pandaren grabados. Apoyado en ella haba un largo trozo
de caa de bamb tan grueso como el brazo de Fenella.
Fendrig cogi el trozo de bamb y lo observ con curiosidad. Meti la mano dentro y
sac un rollo de pergaminos. El Barbabronce se sent en una roca cercana y desenroll
cuidadosamente los papiros, dejando al descubierto hileras de elegante escritura
pandaren. Fendrig se sac la clave y estudi las runas detenidamente.
Qu es? pregunt Fenella.
Los pergaminos de los Celestiales respondi Fendrig. Os lo leo?
S dijo Fenella. Carrick hizo un gesto de asentimiento mientras se sentaba en el
suelo junto al Barbabronce.
Fendrig ley con voz vacilante, consultando su clave cada dos por tres. Los pergaminos
hablaban de la historia de los Celestiales, de la ascensin del imperio mogu y de cmo,
cuando aconteci aquella poca terrible, los pandaren se volvieron seres destrozados
que sucumbieron a la ira, el miedo, la desesperacin y la duda.
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Los Celestiales, cada uno a su manera, intentaron ayudar a los esclavos dijo
Fendrig. Pero eso provoc la furia del Rey del Trueno. El emperador mogu subyug
uno a uno a los Celestiales entrometidos hasta que solo qued Yu'lon, el Dragn de Jade.
Este haba comenzado a difundir su sabidura entre los mineros del Bosque de Jade,
haciendo que algunos abandonaran sus obligaciones en busca de conocimiento. Durante
uno de los viajes de Yu'lon a un campamento de esclavos, el Rey del Trueno lanz un
rayo a travs del cielo que le perfor el costado. El Dragn de Jade se estrell contra los
matorrales del bosque y perdi la nocin de todo.
Cuando despert, se encontraba muy por debajo del mundo. Unos mineros pandaren
lo haban hecho desaparecer llevndoselo a su lugar ms sagrado, unas cmaras cuya
existencia ignoraban sus caciques mogu. Inspirados por las enseanzas recientes de
Yu'lon, estos pandaren haban construido un refugio donde adorar a los Celestiales en
secreto. El Dragn de Jade, conmovido por lo que vio, imbuy de su magia el lugar para
ayudar a los mineros a encontrar la sabidura, la esperanza, la entereza y la fuerza que
haban perdido en la vida. Luego hizo una peticin
Que hicieran una estatua de l interrumpi Fenella. Palp con la mano el pilar de
piedra. Era un trabajo magnfico, casi idntico al de la zona de construccin del Corazn
del Dragn.
As es dijo Fendrig. Generaciones de mineros trabajaron duro durante cien aos.
Mientras, el Dragn de Jade se resenta an del ataque del Rey del Trueno y estaba cada
vez ms cerca de la muerte. En el momento en que el trabajo finaliz, exhal su ltimo
aliento. Los mineros sollozaron. Crean que no haban logrado salvarlo. Pero, justo
entonces, la estatua se movi. Sus ojos se abrieron. Su cola se enrosc. Se haba
convertido en un nuevo Dragn de Jade. Este Yu'lon renacido contempl a los mineros
que lloraban y les dijo: Una sola certeza hay: todo final seala un nuevo principio.
Los mineros difundiran posteriormente la sabidura de Yu'lon, inculcando a otros
pandaren los excelsos rasgos de los Augustos Celestiales; lo bastante, al menos, para que
sobrevivieran hasta el da en que el legendario esclavo Kang, el Puo del Primer Alba, se
alz y condujo a su pueblo a la libertad. Muchos aos despus, cuando el emperador
Shaohao ense a todos los pandaren cmo superar su miedo, su duda, su
desesperacin y su ira, los descendientes de los mineros construyeron inmensos
templos en honor de los Celestiales y fundaron una orden dedicada a conservar sus
enseanzas: la orden de los Augustos Celestiales.
Fenella cerr los ojos para absorberlo todo, dejndose envolver por el aire antiguo de
este lugar.
El silencio se prolong hasta que Carrick se ri. Sabis? Mi intencin era venir aqu y
poneros a los dos en evidencia. En vez de eso, solo he conseguido hacer el ridculo.
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Todos hemos hecho el ridculo respondi Fendrig. No somos ms que tres
mamposteros acabados. Lo que no entiendo es por qu el consejo nos escogi para este
trabajo.
S, por qu? Fenella no estaba segura. En parte se preguntaba si todo esto no sera
alguna tctica poltica de Moira y el consejo. Juntar a los mamposteros ms venidos a
menos de Forjaz y confiar en que salieran de una pieza. Si fracasaban, sera simplemente
otro ejemplo de la lamentable tensin entre los clanes. Si tenan xito, la victoria no
tendra precio.
Entonces le vino a la cabeza otro pensamiento. Lo cierto era que los tres haban
conseguido grandes cosas en el pasado. Tal vez, solo tal vez, todos crean que volveran
por sus fueros.
Todos menos ellos mismos.
Quin sabe lo que pasa por sus cabezas? dijo Fenella. Pero aqu estamos.
Seguramente falta poco para el atardecer aadi Carrick. No hay tiempo
suficiente para excavar.
Eso ya no me preocupa. Fenella extendi sus manos enguantadas, una hacia cada
uno de los enanos sentados. Tenemos una estatua que construir, si es que estis
dispuestos, muchachos.
Carrick y Fendrig se quedaron observndole las palmas abiertas durante un instante y
luego se miraron uno a otro. Con un ligero encogimiento de hombros, el Martillo Salvaje
agarr el brazo de Fenella y se incorpor. Lo mismo hizo el Barbabronce.
A construir, pues dijo Carrick.
Fenella se acerc a un brote de jade para tantearlo. Le dio un hbil golpe con el martillo,
haciendo que se desprendiera un pedazo tan grande como su puo. Podemos
comenzar con esto. Le tir el trozo a Carrick.
El Martillo Salvaje se meti el jade en una faltriquera del cinturn. Esperemos que
salir sea ms fcil que entrar.
No creo que eso sea un problema, muchacho. Fendrig sostena an Los pergaminos
de los Celestiales, examinando algo. Aqu dice que se construy otro pasadizo que
daba directamente a esta sala.
Los tres enanos se desplegaron rpidamente, examinando las paredes en busca de
cualquier abertura.
Aqu! exclam Carrick desde un extremo de la caverna.
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Fenella y Fendrig corrieron a su lado. Incrustada en el lecho de roca haba una losa de
piedra circular, el doble de alta que la Hierro Negro. Fenella se quit uno de los guantes
y puso la mano desnuda cerca del borde. Not en la piel una suave corriente de aire. La
gran roca en s no tena ninguna caracterstica especial, salvo un pequeo grabado de
Yu'lon en el centro.
Carrick suspir. Habra estado bien que la chica nos contara esto.
Yo solo lo he visto mencionado en esos pergaminos. Fendrig se encogi de
hombros.
Vamos, muchachos. Fenella se apoy contra la piedra.
Carrick se escupi en sus magulladas manos y coloc las palmas sobre la roca. Fendrig
se puso en cuclillas, reclinando la parte superior de su enorme cuerpo contra la roca.
Tres dos uno dijo Fenella. Ya!
La roca cedi ligeramente.
Vamos!
La roca se desliz hacia el interior del tnel con un crujido. Un torrente de aire entr en
la estancia y ba a Fenella. Delante, la luz del da cabrilleaba en aquel pasadizo oscuro
como boca de lobo.
* * *
Para cuando los enanos regresaron, el concurso ya haca mucho que haba acabado y se
haba hecho de noche. Haba ganado un equipo liderado por un pandaren llamado Hao
Mann, que haba trado cinco bolsas repletas de jade. Por cmo lo celebraban los
mamposteros, no obstante, era imposible saber si haba habido vencedores o
perdedores.
El supervisor Raiki se qued atnito al ver la roca que los enanos haban trado. Reuni
a los dems pandaren a su alrededor y el jolgorio se detuvo momentneamente. Los
mamposteros se quedaron boquiabiertos mirando el reluciente jade. Ninguno de ellos
haba visto nunca una piedra tan hermosa.
En medio de las felicitaciones que vinieron a continuacin, Fenella descubri a la chica
pandaren al otro lado del campamento.
Muchachos. Fenella dio un ligero codazo a Fendrig y a Carrick. Es la muchacha.
Creis que deberamos darle las gracias?
S respondieron los otros dos enanos.
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Cuando se dirigieron hacia la chica, esta ech a correr hacia el norte.
Eh! grit Fenella. Espera!
Los enanos se abrieron paso zigzagueando entre los mamposteros pandaren, pero
cuando llegaron al borde de la zona de construccin la chica haba desaparecido. Solo
una colina vaca se extenda ante ellos.
Adnde ha ido? pregunt Fendrig.
Fenella ya abra la boca para hablar cuando, fugazmente, vio pasar algo por el aire por
encima de ellos. El Dragn de Jade mir desde lo alto a los enanos. Fenella cruz
brevemente su mirada con l y qued absorta ante los extraos ojos de Yu'lon, unos ojos
antiguos como el elementium.
La Hierro Negro se qued parada junto a los otros enanos durante largo rato,
contemplando en silencio cmo el celestial ascenda ms y ms, un reguero de jade
contra el cielo de diamante.