Los Buscadores

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Novela corta

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    BLIZZARD ENTERTAINMENT

    Los buscadores de jade

    Matt Burns

    La Reina regente Moira Thaurissan solicita tu presencia. Inmediatamente.

    Fenella Virunegro se qued parada unos instantes ante la enorme puerta de roble que

    daba a los aposentos reales, repitiendo mentalmente las palabras. Se humedeci los

    labios resecos y se sec las manos, sudorosas y manchadas de holln, en su sayo de

    trabajo metalrgico. Estaba martillando un yunque en el centro de Forjaz cuando un

    consejero real le entreg el mensaje. Le habra gustado tener tiempo de ponerse algo

    ms presentable.

    Pero a Moira no se la haca esperar.

    Fenella llam a la puerta.

    Pasa respondi desde dentro una voz apagada.

    Qudate aqu, Koveth. Fenella gir ligeramente la cabeza, lo suficiente para ver al

    enorme glem que se alzaba detrs de ella. Una montaa de metal, brujera e ingenio de

    los Hierro Negro.

    Afirmativo contest el ensamblaje con voz retumbante.

    La puerta cruji al abrirla Fenella. Nunca haba estado en los aposentos reales. Muy

    pocos haban estado all. Las paredes estaban cubiertas con exquisitos tapices de los

    enanos que representaban acontecimientos histricos. Moira estaba sentada con la

    espalda erguida tras una mesa de madera que, por su tamao, bien podra haber sido un

    barco mercante. Por su superficie haba desperdigados pergaminos y plumas rotas,

    vctimas de batallas libradas con promesas, amenazas y medias verdades. La guerra de

    la poltica.

    Fenella trag saliva, preguntndose si deba ser ella la primera en hablar. Haba visto a

    Moira muy pocas veces. Una de ellas fue despus de que Fenella hubiera terminado la

    construccin del ya famoso Cristalario de rub de Ciudad Forjatiniebla. Aun as,

    encontrarse en presencia de la reina la pona nerviosa.

    Fenella dijo Moira al fin, luciendo una sonrisa relajada. En sus manos sostena

    cuidadosamente un pequeo objeto: una estatuilla de un jade intenso con la forma de un

    dragn enroscado.

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    Su Alteza.

    Gracias por venir. Supongo que ya conoces a estos muchachos. Moira seal con un

    gesto hacia un lado de la estancia.

    Fenella haba estado tan centrada en la reina que no haba reparado en los otros enanos

    de la sala. Uno era un Barbabronce; un Barbabronce inslitamente grande que sacaba

    dos cabezas al resto de los suyos. El segundo era un corpulento Martillo Salvaje de piel

    rojiza y manchada con docenas de tatuajes azules. En su espalda, un martillo gigantesco

    colgaba de una correa. Hizo una mueca al ver a Fenella.

    Me temo que no, Su Alteza minti Fenella, ms por mortificar a los otros enanos

    que por engaar a su reina. Por supuesto que los conoca. Desde que los clanes Martillo

    Salvaje, Hierro Negro y Barbabronce se haban reconciliado, Forjaz estaba saturada de

    herreros y mamposteros que se crean predestinados a la fama y la gloria. Cada da vea

    a esos dos deambulando por La Gran Fundicin como si fueran los dueos del lugar,

    menospreciando el trabajo de todos los dems.

    Entonces habr que presentaros dijo Moira.

    Fenella sinti una punzada de inquietud. Por qu la haban hecho venir? Por qu

    estaban ellos aqu?

    Este es Carrick Hierrisa indic Moira sealando con un gesto al Martillo Salvaje.

    Herrero y minero de fuerza legendaria. Tambin dicen que puede hablar con las piedras.

    Es eso cierto, Carrick?

    Por supuesto que s.

    Y aqu tenemos a Fendrig Barbarroja, la "Mano de Khaz". Moira se gir hacia el

    Barbabronce. Miembro de la Liga de Expedicionarios. Ha excavado las profundidades

    de Uldaman, la Tundra Boreal, Bael Modan y muchos otros sitios peligrosos. A decir de

    todos, su valor no tiene parangn.

    Fendrig dej escapar un largo suspiro, como si su presencia aqu fuera una absoluta

    prdida de tiempo para l.

    Por ltimo, Fenella Virunegro, de mi propio clan Hierro Negro Moira hizo una

    pausa. Mampostera, herrera, ingeniera y una arquitecta consumada.

    Y la hija de un traidor. Esa parte la haba omitido. Pero tampoco es que importara. Todo

    el mundo saba que Fenella era hija de Finoso Virunegro, el difunto arquitecto jefe del

    clan Hierro Negro. Un enano vilipendiado por cmo haba conseguido su codiciado

    cargo mediante engaos. O, por lo menos, eso se deca.

    Carrick murmur algo entre dientes. Fenella lo ignor. Al ser una Hierro Negro y,

    adems, la hija de Fineous, estaba acostumbrada a los desprecios. No la molestaban.

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    Haca mucho tiempo que haba aprendido que trabajaba mejor sola. As las cosas eran

    ms fciles para ella y para los dems.

    Os preguntaris por qu os he llamado aqu. Moira retorci la estatuilla en sus

    manos. Os he seleccionado a los tres para formar un equipo especial, para un trabajo

    que requiere a los mejores mamposteros de Forjaz.

    Un equipo? explot Carrick. Con estos dos?

    Espera que los dirija? se carcaje Fendrig.

    No. Moira seal con la cabeza a Fenella. Espero que lo haga ella.

    A Fenella se le tens el estmago. Casi grit en seal de protesta, pero se mordi la

    lengua para contener las palabras. Nada bueno saldra de desobedecer abiertamente a

    su reina.

    Una Hierro Negro? Ni hablar! bram el Martillo Salvaje.

    En eso estoy de acuerdo. Fendrig sacudi la cabeza indignado y se dirigi hacia la

    puerta. Tengo cosas mejores que hacer que perder el tiempo con esta majadera.

    Estoy segura de que a Muradin le interesar saber lo que piensas de esta idea. Una

    idea que l apoya sin reservas dijo Moira.

    La mencin del nombre del lder del clan de los Barbarbronce hizo detenerse a Fendrig.

    Se dio la vuelta lentamente.

    El Consejo de los Tres Martillos ha acordado este proyecto por unanimidad

    prosigui Moira. A m se me ha encargado la tarea de supervisar los detalles. La

    reina dej cuidadosamente la estatua serpentina a un lado y desenroll un largo

    pergamino. Luego hizo seas a los mamposteros para que se acercaran.

    Fenella y los dems se agolparon a empellones alrededor del escritorio. La parte inferior

    del papel mostraba claramente los sellos de Muradin, Moira y el lder del clan de los

    Martillo Salvaje, Falstad. Tambin constaban los nombres de los tres mamposteros,

    escritos en lneas gruesas, negras e indelebles.

    Mi nombre Yo no he acordado nada. Carrick frunci el ceo. Qu tontera es

    esta?

    Esta es una oportunidad de demostrar a la Alianza nuestra grandeza, de certificar que

    ya no somos una nacin de rivales enfrentados, sino un pueblo unido. Y si os negis

    Moira se inclin hacia delante. Este decreto dejar constancia de que os opusisteis a

    los intentos del consejo de forjar un nuevo futuro para todos los enanos.

    Fendrig se cruz de brazos y arrug la frente. Esto apesta a chantaje.

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    El chantaje es una apuesta. Un instrumento para desesperados. Moira mostr una

    sonrisa ms amplia, pero sus ojos eran puales de hielo. Yo voy a lo seguro,

    muchacho. Inclu vuestros nombres porque saba que no serais tan insensatos como

    para anteponer vuestras mezquinas rencillas al bien de nuestro pueblo.

    La mirada de la reina altern entre Carrick y Fendrig, desafindolos a que demostraran

    que se equivocaba. El Martillo Salvaje cambi de postura sin moverse, pero se qued

    callado. Lo mismo hizo el Barbabronce. Moira mir entonces a Fenella. Por ms que la

    perspectiva la sola idea de trabajar con un Barbabronce y un Martillo Salvaje la

    asqueara, qu poda hacer? Moira era su reina, la guardiana de su clan.

    Fenella se oblig a asentir con la cabeza, con la esperanza de que esta "misin"

    terminara rpido.

    Bien. Ahora que ya hemos aclarado eso, pasemos a los detalles. Moira cogi la

    estatuilla de jade de la mesa mientras se reclinaba en su silla. Qu sabis de

    Pandaria?

    * * *

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    Una aclita pandaren de los Augustos Celestiales pregunt una vez: Fue la tierra la que

    dio a luz a los Celestiales, o fueron ellos quienes insuflaron vida a la tierra?

    Su maestro se ri de manera cmplice, pues tambin l se haba planteado esa misma

    cuestin. Pero el tiempo le haba otorgado sabidura. Tengo una pregunta mucho ms

    sencilla; una pregunta cuya respuesta solucionar este enigma tuyo contest. Qu

    fue primero, el amanecer o el ocaso?

    Los pergaminos de los Celestiales

    El trabajo era simple: reconstruir la estatua del Corazn del Dragn. Cualquier aprendiz

    de mampostero con una pizca de talento podra terminarlo en muy poco tiempo. Fenella

    llevaba tres semanas en el Bosque de Jade y no se notaba. Los mamposteros pandaren

    con los que trabajaba iban a paso de tortuga, pero la Hierro Negro no se decida a

    presionarlos. Ella era, segn Moira, una "embajadora".

    Haz que me sienta orgullosa de ti le haba ordenado la reina a Fenella antes de que

    esta se fuera de Forjaz.

    Fenella reflexion sobre aquellas palabras mientras se diriga a la zona de construccin,

    un claro en la parte oriental del bosque. El supervisor Raiki, el jefe de los mamposteros

    pandaren, haba pedido una reunin. La Hierro Negro no tena idea de a qu vena

    aquello. Simplemente, tena la esperanza de que la cosa avanzase.

    Los pandaren estaban all aglomerados cuando ella lleg. Esto promete. Fenella

    entrecerr los ojos para protegerse del sol cegador mientras se recostaba contra una

    roca. El Templo de Jade se alzaba hacia el cielo a lo lejos, con las ondas de calor vibrando

    contra su techumbre de tejas verdes.

    Raiki avanz lentamente hacia el centro de la reunin. Todos sabis de la tarea que

    nos espera! grit, sealando con un gesto un campo de escombros cercano.

    Una inmensa columna circular de piedra se alzaba a sus espaldas. Alrededor de esta

    yacan los pedazos rotos del Corazn del Dragn. La estatua se haba construido a

    imagen del Dragn de Jade, uno de los cuatro Augustos Celestiales legendarios. Por lo

    que Fenella recordaba, eran seres divinos originarios de Pandaria, pero ella an no

    haba visto a ninguno en persona. El Corazn del Dragn haba sido destruido cuando la

    Alianza y la Horda entablaron guerra en la regin. Segn la historia que Moira le cont,

    en cuanto los mamposteros finalizaran la reconstruccin, el Dragn de Jade transferira

    su esencia vital a la estatua y "renacera", aunque Fenella no estaba muy segura de qu

    significaba eso.

    Necesitamos ms jade para la reconstruccin continu Raiki. Por eso propongo

    una Gran Bsqueda de Jade!

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    Un murmullo recorri la multitud, pero Fenella no entenda tanta emocin. Sus ojos

    deambularon por los mamposteros hasta divisar a Fendrig, que destacaba como sangre

    sobre nieve invernal recin cada. El Barbabronce le devolva la mirada, tan petulante y

    condescendiente como siempre. Al otro lado de la zona de construccin, Fenella

    descubri a Carrick, observndola con el rostro crispado por la ira.

    La ltima vez que haban hablado fue durante la travesa martima a Pandaria. Los muy

    desgraciados no soportaban que Fenella estuviera al mando. Por ms que en Forjaz se

    hablara de igualdad, no resultaba fcil olvidar viejos odios. Que los dirigiera una Hierro

    Negro se les haca una montaa.

    Mejor as, se deca Fenella a s misma. Termina el trabajo y a otra cosa.

    La bsqueda comenzar al amanecer y finalizar al atardecer. Est prohibido usar

    vagonetas; las bolsas y las carteras, en cambio, s estn permitidas. Buena suerte!

    Raiki levant la sesin entre aplausos.

    Fenella! El supervisor se acerc pesadamente a la Hierro Negro mientras los

    pandaren formaban corrillos. Tienes alguna duda acerca de la bsqueda?

    No contest. Todo entendido.

    Yo no me lo tomara muy en serio. Es una especie de tradicin para levantar el nimo.

    Una Hierro Negro nunca se toma un desafo de excavacin a la ligera, muchacho

    afirm con total naturalidad.

    Raiki solt una risita amistosa. Eso dicen. Por eso tengo ganas de ver la famosa

    habilidad de los enanos en accin. Ech una mirada a Fendrig y luego a Carrick,

    ninguno de los cuales se haba movido. Necesitis t y tu equipo algn consejo sobre

    dnde excavar?

    Fenella percibi un deje de vacilacin en lo de "equipo". A los pandaren no se les

    escapaba la tensin existente entre los enanos, pero, simplemente, eran demasiado

    educados para indagar sobre el problema.

    Ya me las arreglar.

    Buena bsqueda, pues. Que el Dragn de Jade vele por vosotros. Raiki hizo una

    profunda reverencia y se march.

    Antes de regresar a su campamento, Fenella lanz una mirada a Fendrig y Carrick. Eran

    enanos. Se tratara o no de un asunto formal, esta Gran Bsqueda de Jade haba atizado el

    fuego de la competicin en la sangre de todos. La Hierro Negro mir largamente a

    ambos con los ojos entrecerrados y se hizo crujir el cuello.

    Fendrig bostez. Carrick escupi en el suelo, pate un trozo de hierba hacia ella y luego

    se fue echando chispas.

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    Comenzaba el juego.

    Koveth aguardaba en el campamento, iniciados los protocolos de guardia. Fenella

    rebusc entre sus cosas hasta encontrar una pila de mapas con yacimientos mineros

    conocidos. Raiki le haba dado el paquete a su llegada a Pandaria. Estudi

    minuciosamente los pergaminos, sealando los lugares que ms prometan con un

    pedazo de carbn, calculando el tiempo de viaje, las provisiones necesarias, y

    Hola.

    Al borde del campamento se encontraba una cachorra pandaren con un vestido azul y el

    pelo, de color obsidiana, recogido en dos moos.

    Oh. La Hierro Negro ri nerviosamente. Me has asustado.

    Eres una de los enanos. De Forjaz dijo la cachorra, curiosa.

    S.

    No parece que os llevis muy bien.

    Tienes mucho que aprender sobre los enanos, muchacha. Fenella lo dej ah y

    volvi a sus mapas, esperando que la nia la dejara en paz.

    Ensame.

    Qu?

    Explcame cosas de los enanos.

    Fenella suspir. Qu poda decir? Hace mucho tiempo, vivamos todos en Forjaz.

    Luego tuvimos una especie de discusin y nos fuimos cada uno por nuestro lado. Ahora

    hemos vuelto todos a Forjaz. Decidi omitir las partes ms "polmicas", como el

    hecho de que los Hierro Negro hubieran sido esclavizados hasta haca poco por el seor

    del fuego elemental, Ragnaros, y conducidos inexorablemente por la senda del mal.

    Pero en realidad no estis juntos.

    Somos diferentes respondi la Hierro Negro, dejndose llevar por la rabia.

    Siempre lo seremos.

    O sea, no te irs a la bsqueda con ellos?

    Cuntas preguntas iba a hacer esa chica? Pueden venir conmigo si quieren. No

    importa. Sacar ms jade del que los dos podran extraer en una semana.

    La chica frunci el ceo. Ya veo. Avanz cautelosamente hacia la enana y seal el

    mapa que esta tena en la mano. En ese caso, deberas evitar todos esos sitios. Estarn

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    llenos de pandaren. Y all han extrado el jade de zonas muy profundas. Pero s de un

    buen lugar al que no va nadie

    Ah, s?

    Ah. La muchacha indic un punto en el mapa, al noroeste del Corazn de Jade. La

    entrada est cubierta de maleza y piedras, pero la encontrars si buscas bien. Es una

    mina antigua, llena de un jade ms bello y puro que cualquier otra cosa que vayan a

    traer los dems.

    Fenella marc el lugar. Si tan especial es, cmo es que el resto de mineros no va all?

    Tienes mucho que aprender sobre los pandaren. La chica sonri burlona. Van a

    los sitios que conocen. Se sienten cmodos con la rutina.

    Fenella asinti con la cabeza. Bscame al atardecer, muchacha. Tal vez

    Se par en seco al fijarse en la chica, reparando por primera vez en sus ojos. Eran unos

    ojos extraos, rojos. Unos ojos antiguos como el elementium. No encajaban en aquella

    cachorra pequea e inocente.

    La Hierro Negro se sobrepuso y dijo: Tal vez te guarde un poco de jade.

    Ojal. Tras una inclinacin corts, la chica se fue correteando.

    Fenella se pas la siguiente hora revolviendo mapas, pero siempre acababa volviendo al

    que haba marcado por indicacin de la cachorra. Un jade ms bello y puro que cualquier

    otra cosa que vayan a traer los dems. No le gustaba aceptar instrucciones de

    desconocidos y menos de nios, pero en esta tierra ella era una extranjera. Poda

    ser la ventaja que necesitaba. Nada grande se consigue sin un poco de riesgo.

    Koveth llam Fenella. Listo para darle a la pala, muchacho?

    Los ojos del glem brillaron con un tono violceo. Afirmativo.

    * * *

    Fenella parti siendo an de noche. Las reglas estipulaban que la bsqueda comenzaba

    al amanecer, y consider que si con ello se referan a los preparativos o a la excavacin

    en s era algo abierto a interpretacin. Poco antes de salir el sol, dio con la mina. La

    entrada estaba parcialmente cubierta con rocas y una maraa de gruesas enredaderas

    con espinas. Una pequea silueta verde se desliz por un lado de la abertura.

    Una araa de esquisto.

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    Fenella hizo una mueca. Los pandaren tenan un mote apropiado para esos bichejos

    repugnantes: "mordisqueadores". Podan masticar e ingerir piedra maciza. La criatura

    se detuvo y se irgui ante Koveth. Sus mandbulas chasqueaban frenticamente.

    Anlisis: quiere devorar a Koveth. El golem era tan conciso como siempre.

    S. Pero no vamos a dejar que lo haga, verdad?

    Koveth respondi abalanzndose y haciendo fosfatina a la araa con un puetazo

    certero.

    Ve t delante. Fenella se alegraba de tener a Koveth con ella. El glem era el nico

    "equipo" que necesitaba: era de fiar, no pona peros y poda excavar ms piedra que diez

    mamposteros juntos.

    El glem despej los restos de rocas y enredaderas con un golpe de su mano de hierro y

    luego desapareci en la inmensa oscuridad. Una vez dentro, Fenella se sac un pequeo

    cristal violeta de una faltriquera que llevaba al cinto y la golpe unas cuantas veces

    contra la pared. La gema, creada por una hechicera Hierro Negro de Forjaz, vibr y se

    encendi, iluminando el pasadizo. No encontr nada destacable mientras se abran

    camino por el tnel, y su mente comenz a divagar.

    Por qu estaba ella aqu?

    Los Hierro Negro se haban ganado recientemente un respeto en Forjaz por su

    importante participacin en el rechazo de una brutal invasin de trols, gracias a la cual

    se salvaron un buen nmero de enanos de los otros clanes. Tras una victoria as, Fenella

    estaba perpleja de que Moira la hubiera elegido a ella una Virunegro, nada menos

    para encabezar la expedicin.

    Se le pasaba algo por alto?

    Jade. Koveth seal al suelo.

    Haba una docena de objetos pequeos desperdigados por el suelo, cubiertos por una

    capa de polvo. Uno era una figurilla del Dragn de Jade. Los otros eran el resto de los

    Augustos Celestiales: Xuen, el Tigre Blanco; Niuzao, el Buey Negro y Chi-Ji, la Grulla Roja.

    Fenella cogi la estatua del Dragn de Jade. La talla desprendi calor. Un calor extrao,

    lo bastante intenso como para notarlo a travs de los guantes de cuero.

    Brujera. Parte de su ser le gritaba que se marchara. La adverta de que aquel no era

    lugar para ella.

    Tpico de una Hierro Negro

    Fenella dio un respingo. Koveth se agazap en posicin defensiva.

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    Carrick surgi ante ella de entre las sombras con una sola llama ardiendo en su casco de

    acero.

    Qu haces t aqu? pregunt Fenella.

    Yo podra hacerte la misma pregunta, solo que ya s la respuesta. Me has seguido!

    Intencin hostil detectada gru Koveth. Lo destruyo?

    Como tu amiguito intente tocarme, lo hago trocitos. Carrick sac su martillo para

    demostrar que no iba de farol. Una energa de color azul claro crepit a su alrededor. La

    mayora de mineros usaban piquetas o picos para roca para llevar a cabo su trabajo.

    Fenella saba que Carrick era diferente. l tena un martillo de tormenta puntiagudo,

    imbuido del poder del rayo. Un arma como la que llevaban encima muchos de los

    miembros de su clan.

    Quieto, Koveth orden Fenella, y luego le dijo al Martillo Salvaje: He encontrado

    este sitio por mi cuenta, cretino testarudo.

    De veras? Bueno, pues para m la palabra de la hija de Finoso el Falso vale tanto

    como lo que salga del trasero de un grifo.

    Basta de parloteo. Ninguno de los dos habis encontrado este sitio solos. La voz

    spera de Fendrig reson desde el lugar por el que haba venido Fenella. El enorme

    Barbabronce avanz calmadamente a grandes zancadas hasta alzarse imponente sobre

    los otros enanos. Por lo visto los tres recibimos una visita de esa muchacha pandaren.

    La chica Carrick golpe su martillo contra la pared. Qu pretende con esto?

    Intentaba ayudar dijo Fenella. No entiende nuestra enemistad.

    Los tres enanos se quedaron en silencio, lanzndose miradas fulminantes unos a otros,

    cavilando con los rostros constreidos. Fenella saba que todos se enfrentaban al mismo

    dilema. Un jade ms bello y puro que cualquier otra cosa que vayan a traer los dems. Irse

    equivaldra a ceder, a darse por vencido. Ninguno de ellos se movi.

    Y bien? dijo Carrick con sorna. Ya os podis marchar.

    En esta tierra todos somos extranjeros replic Fendrig. Tenemos tanto derecho a

    esta mina como t.

    Las venas de las sienes sudorosas de Carrick se hincharon. Si me queris seguir, all

    vosotros. Pero no os interpongis en mi camino! grit, y luego se adentr en el tnel

    dando pisotones.

    Fenella capt un atisbo de inquietud de miedo en la cara de Fendrig, como tierra

    oscura asomando entre la nieve de finales de invierno. Cuando este not que la Hierro

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    Negro lo miraba, sus rasgos se volvieron a endurecer. Ser divertido veros a los dos

    intentando excavar. Inici su avance, lento y pesado.

    La Hierro Negro se qued a solas con Koveth, mordisquendose el labio. Calcul que el

    sol ya habra salido. Tal vez tardara unas cuantas horas en encontrar siquiera otra mina

    adecuada. Y eso con suerte.

    Vamos indic con un gesto a Koveth.

    El glem sigui a Fenella, quien prosigui el descenso por la garganta de la montaa.

    * * *

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    Un episodio oscuro se cierne sobre la historia de los pandaren: el imperio mogu. Es difcil

    para nosotros imaginar lo mucho que sufrieron nuestros ancestros durante esa poca. Los

    espantosos mogu pisotearon la cultura pandaren. Prohibieron todo culto a los Celestiales.

    La mera mencin de sus nombres se castigaba con la tortura y la muerte. Con el tiempo,

    incluso quienes mejor haban conocido a los Celestiales olvidaron sus sabias enseanzas.

    Los pergaminos de los Celestiales

    Debera haber ignorado el consejo de esa chica y haberme buscado mi propia mina, buf

    Carrick.

    El pesado silencio a su alrededor no hizo sino avivar su ira. De joven, sus padres haban

    advertido su don, su capacidad para hablar con las piedras. Un Martillo Salvaje anciano

    solicit que se sometiera a entrenamiento chamnico, pero aquella no era vida para

    Carrick. l tena alma de minero, y su conexin innata con los elementos lo convirti en

    uno de los mejores del clan. Uno de los mejores del mundo.

    Por lo menos as haba sido cuando an poda or a las piedras. Su silencio actual era

    para l como si tuviera clavado un objeto punzante entre las costillas, un constante y

    doloroso recordatorio de lo bajo que haba cado.

    Sobre estas cosas meditaba Carrick mientras segua avanzando hasta que sali a una

    gran sala circular. La llama de su casco envi un halo de luz al otro lado de la cueva. Las

    paredes estaban cubiertas con murales agrietados y descoloridos, todos ellos con

    representaciones de Xuen, el Tigre Blanco. En un mural, Xuen luchaba con un gigantesco

    mogu con armadura cuyo cuerpo crepitaba con relmpagos. En otro, el Tigre Blanco

    apareca encadenado en lo alto de una montaa. La criatura forcejeaba con sus grilletes,

    con el rostro contrado por su rabia incontrolada. El bruto mogu observaba desde lejos,

    con los brazos alzados en seal de victoria.

    Qu es este lugar? pregunt Fenella cuando su glem y ella entraron en la estancia.

    La Hierro Negro agit de aqu para all la gema que llevaba en la mano, proyectando un

    plido tono morado por toda la cueva.

    Fendrig lleg al poco. A ninguno de los dos se os ocurri investigar un poco antes de

    venir? No me extraa nada. El Barbabronce suspir y se acerc a una serie de runas

    pandaren grabadas en la pared. Se sac un largo pergamino que llevaba metido en el

    cinturn; el papel desgastado estaba marcado con smbolos similares. A su lado

    aparecan letras de los enanos.

    Carrick mir la clave. Bueno, y qu dice?

    Si quieres saberlo, bscate la vida. Fendrig le dio la espalda al Martillo Salvaje y

    sigui examinando las runas.

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    Carrick abri y cerr las manos en rpida sucesin. Una imagen agradable le vino a la

    cabeza: su puo golpeando los descomunales morros de Fendrig y borrndole esa

    sonrisa engreda de la cara.

    Fenella maldijo y chasque la lengua. Estaba al otro lado de la sala. Una piedra

    monstruosa, cincelada con la forma de un rostro de mogu gruendo, bloqueaba lo que

    pareca la nica va para seguir descendiendo por la mina. La muchacha no dijo nada

    de esto.

    Nadie ha estado aqu desde hace generaciones. Seguramente no queran a nadie

    husmeando respondi Fendrig. Habr que romperla.

    Carrick inspeccion la roca. Maciza. Resistente. Se acerc ms y coloc la palma encima

    para darle un empujn de prueba. Al tocar su piel, la piedra le propici una dolorosa

    sacudida de energa que le recorri la espalda. De repente el aire de la sala se volvi ms

    clido, crepitando con una fuerza parecida a la magia.

    Ante sus ojos, la cara del mogu se transform lentamente en otra cosa.

    Un rostro horroroso y lleno de cicatrices. Un orco Faucedraco.

    Carrick se ech hacia atrs y sacudi la cabeza.

    El orco segua all. Verlo ah, ver a su enemigo devolverle la mirada con sus ojillos de

    piedra, desafindolo, hizo que a Carrick se le acelerara el pulso. Retorci el cuello y

    extendi los brazos. Sus msculos asomaron. Cogi su enorme martillo y lo blandi

    hacia delante, poniendo toda su fuerza en el golpe.

    El metal impact en la piedra con un sonido atronador y un destello de luz cegadora. A

    Carrick se le escap el martillo, que sali despedido.

    Fendrig se ri. No sabra decir si le has dado a la piedra o la piedra te ha dado a ti.

    El Barbabronce levant su piqueta como si tal cosa. Deja que te ensee cmo se hace,

    muchacho.

    T tampoco la rompers. Ya me encargo yo. Fenella hizo una sea a ese infernal

    glem suyo.

    Carrick agarr su martillo y se volvi hacia los otros enanos. Atrs!

    Sin esperar a que respondieran, dio otro golpe al Faucedraco.

    Luego otro.

    Y otro.

  • Pgina | 14

    No le hizo ni un rasguo, pero Carrick no se daba cuenta de ello. Su ira se agitaba en su

    interior, encendida al rojo vivo, transformndolo todo a su alrededor. Al cabo de no

    mucho, se encontraba de nuevo entre lomas verdes. De vuelta en Northeron.

    El olor a humo le inundaba la nariz, y los sonidos de la batalla, los odos. Jinetes de grifos

    enanos surcaban los cielos repletos de ceniza, intercambiando golpes con orcos a lomos

    de sus malditos dragones Rojos esclavos. Carrick observaba a un enjambre de

    Facedraucos lanzarse sobre una aldea en llamas colina abajo.

    Su aldea.

    Estos recuerdos se haban repetido mil veces en su cabeza: cmo sala corriendo de la

    mina cuando se enter del ataque, cmo bajaba la colina a toda prisa en direccin a su

    hogar incendiado. Pero por ms rpido que corriera, o fueran cuales fueran los atajos

    que tomara, nunca lograba regresar a tiempo. Esta vez, en cambio, pareca diferente. El

    recuerdo era ms visceral que los anteriores, lo cual lo llenaba de confianza.

    Hola dijo una vocecilla.

    Una joven Martillo Salvaje ataviada con una tnica blanca y con un penacho de plumas

    de grifo marrones sobresalindole entre el cabello rojizo se acerc a Carrick.

    No puede ser, pens. Se frot los ojos, pero la chica segua all.

    Rhona! Carrick levant a su hija y la abraz con fuerza. En algn rincn de su

    interior saba que aquello era una ilusin. Ella nunca haba aparecido en sus otros

    sueos o recuerdos de aquel da. Pero ahora poda sentirla. Poda oler el polen de las

    margaritas de la colina en su pelo.

    Qu haces? pregunt la chica cuando la dej en el suelo.

    Carrick mir a la base de la loma, hacia la aldea ardiendo.

    Intento llegar dijo.

    Es demasiado tarde. Rhona se cogi una pluma del pelo y juguete con ella.

    No. Esta vez es diferente. Lo noto.

    Es como siempre. Rhona ri inocentemente, como si todo aquello fuera una especie

    de juego para ella.

    Algo se rompi en el interior de Carrick; algo muy dentro de l sobre lo cual no tena

    control.

    No digas eso! rugi. La furia disminuy rpidamente, y un sentimiento de culpa

    corri a ocupar su lugar.

    Rhona retrocedi lentamente con los ojos llenos de lgrimas.

  • Pgina | 15

    Lo lo siento. Carrick se arrodill y extendi las manos. Por favor, pequea,

    perdname.

    Si me prometes algo.

    Lo que sea.

    Rhona se acerc y rode el cuello de su padre con los brazos. El aroma a polen de las

    margaritas de la colina desapareci. El olor acre de la muerte, de carne quemada y de un

    sueo hecho cenizas envolvi a Carrick. La vocecilla de su hija susurr: Mrchate.

    Aqu ya no hay nada para ti.

    Rhona le bes la mejilla y se fue dando saltitos. De repente se levant viento y la pluma

    se le escap de entre los dedos. Ri y se fue tras ella colina abajo.

    Espera! grit Carrick.

    Intent seguirla, pero unas manos lo agarraron por detrs y tiraron de l. Carrick

    parpade y Northeron se desvaneci. Volva a encontrarse en aquel maldito agujero

    debajo de Pandaria, retorcindose en el suelo. Un dolor le suba por los brazos. Los

    nudillos le chorreaban sangre. Su martillo estaba tirado a unos cuantos metros.

    Eh! dijo Fenella. T ests mal de la cabeza? Intentas romper esa piedra a

    puetazos?

    Qu? alcanz a decir Carrick en el estado de confusin que se haba apoderado de

    l.

    Qu era todo eso de los Faucedraco? pregunt Fendrig.

    Les gritabas como si estuvieran aqu en la sala aadi Fenella.

    Carrick se plante sacudrselos de encima, se plante replicarles con un grito. Pero

    cuando se mir a s mismo, tirado en el suelo polvoriento, magullado y ensangrentado,

    se desinfl. El poderoso Carrick Hierrisa. Ya no poda ocultar lo pattico e intil que se

    haba vuelto.

    No le haba hablado a nadie sobre el ataque de los Faucedraco en aos, pero en cuanto

    abri la boca para hablar, las palabras salieron solas, y se senta demasiado cansado

    para frenarlas. Comprendi que llevaban demasiado tiempo encerradas. Como el agua

    en una presa, queran fluir libremente. As que las dej hacerlo.

    Desde ese da, no he podido escuchar a las piedras dijo al finalizar su relato.

    Los otros enanos se mostraron inescrutables, pero no lo abochornaron como haba

    supuesto que haran.

    T espera ah suspir Fendrig. Yo me ocupo de la roca.

  • Pgina | 16

    Espera. Carrick se sacudi el polvo y se acerc a la roca. El orco que grua segua

    ah. Contempl su mirada ptrea, preguntndose durante cunto ms tiempo permitira

    que su ira lo consumiera, a cuntos amigos ms alejara por culpa de su mal genio. Por

    ms que fanfarroneara, lo cierto era que no haba construido nada que valiera la pena

    desde aquel da en Northeron. Ya no tena paciencia para ello.

    Poda culpar a los Faucedraco cuanto quisiera, pero a fin de cuentas eso no cambiara

    nada de nada.

    Carrick respir hondo e intent calmar sus nervios. Puso la palma de su mano sobre la

    piedra y mir fijamente al orco. La expresin desdeosa del Faucedraco se intensific.

    La ira regres, con el humo inundando las fosas nasales de Carrick. El impulso de

    dominar esos recuerdos, de convertirlos en algo mejor, como piedra extrada y

    preparada para darle forma, lo abrum. Cerr los ojos, combatiendo ese deseo, y dej

    que los recuerdos siguieran su curso.

    Se acab.

    Algo se movi y le toc la piel. La roca vibraba, aquella sensacin antigua y familiar de

    que las piedras le cantaban. El torrente de emocin y alivio casi hizo que Carrick retirara

    la mano, pero la mantuvo. Se abri a los elementos, dej que lo guiaran como antao

    haban hecho. Toda roca, toda montaa, tena un punto dbil. Eso era lo que le haban

    enseado.

    Cuando Carrick abri los ojos, el mogu lo estaba mirando. Su palma tocaba un punto a la

    derecha de la nariz de la escultura. Ah ests. El Martillo Salvaje blandi su martillo,

    mordindose el labio por el dolor de sus manos.

    CRACK.

    En lugar de desmenuzarse, la roca gigante rod a un lado, dejando al descubierto un

    pasadizo oscuro ms all.

    Carrick dej a los otros enanos pasar primero por la abertura. Cuando ya no los vea, se

    apoy en la pared durante largo rato, con cada msculo de su cuerpo temblando

    violentamente. Se senta como si hubiera estado cargando con un saco de hierro a la

    espalda y, por fin, hubiera encontrado un sitio donde dejarlo.

    * * *

  • Pgina | 17

    Algunos pandaren queran venganza. Acumularon fuerzas para el da en que pudieran

    atacar a los mogu. La rabia era lo que les daba un motivo para respirar. Pero qu es la

    fuerza sin control? Esos pobres esclavos pronto se convirtieron en instrumentos de la ira, y

    dirigieron su odio hacia todo y todos. Haban olvidado la leccin ms importante de Xuen:

    El nico enemigo eres t mismo.

    Los pergaminos de los Celestiales

    Gotas de sudor se deslizaban lentamente por el cuello de Fendrig. El miedo volva a

    aflorar poco a poco, hacindole un nudo en el estmago, rugiendo como un trueno

    lejano. En las profundidades de esta montaa abandonada por la Luz, se preguntaba si

    la tormenta acabara abrumndolo. Su capacidad para mantenerla a raya tena un lmite.

    En su cabeza resonaban pensamientos sombros. Quin saba lo estable que era este

    lugar? Qu tipo de medidas de seguridad tomaban los pandaren para sus minas?

    Quizs ninguna al construir estos tneles. Tal vez por eso los mamposteros pandaren no

    venan aqu.

    Fendrig se maldijo por no haberse quedado en el campamento, pero de qu habra

    servido? La Hierro Negro y el Martillo Salvaje habran regresado y habran visto que l

    no haba extrado nada. Y entonces, tal vez, descubriran que la "Mano de Khaz" no haba

    entrado en una mina desde haca ms de un ao.

    Ah delante hay otra cmara! exclam la Hierro Negro.

    Fendrig sinti un gran alivio. Esas paredes dentadas se haban ido haciendo ms

    angostas, estrechndosele a su alrededor cada vez ms. Dificultndole la respiracin. Se

    tom un momento para serenarse, para volver a ponerse esa mscara de calma que con

    tanto xito haba sabido mantener todos los das.

    La larga sala rectangular era mucho mayor que la anterior. Por suerte, haba una

    entrada al otro extremo, y estaba abierta. El techo y las paredes estaban anormalmente

    nivelados, minuciosamente labrados.

    Pese a sus investigaciones, Fendrig no haba descubierto el propsito de estas cmaras.

    Estaba claro que los pandaren las haban construido en honor a los Celestiales. Pero

    por qu? Las runas talladas en las paredes no aportaban ninguna respuesta. Eran

    crpticas e imprecisas. Bsicamente, viejos proverbios pandaren.

    En el centro de la sala, en el suelo, haba incrustada una talla plana de la cabeza de

    Niuzao, del tamao de la rodela de un guerrero. Los ojos de zafiro del buey brillaban,

    reflejando la luz de la llama desnuda que Fendrig llevaba sobre el casco.

  • Pgina | 18

    Fenella pis el disco al cruzar la sala, con el glem siguindola pesadamente. Carrick

    entr en la estancia y, tras inspeccionar brevemente el entorno, fue por donde la Hierro

    Negro.

    Fendrig apenas se fij en ellos. Su atencin estaba puesta en uno de los intrincados

    murales trabajados en las paredes de la cueva. En l se representaba a Niuzao, el Buey

    Negro. Fendrig haba ledo acerca de esta criatura en la travesa a Pandaria. Era un ser

    poderoso, capaz de hacer frente a ejrcitos enteros. No le extraaba que los pandaren

    adoraran al buey con la esperanza de conseguir su misma entereza.

    Pero en este mural Niuzao era cualquier cosa menos intrpido. El Buey Negro estaba

    encogido de miedo en lo alto de una colina, rodeado de una multitud de guerreros mogu.

    Tras examinar la obra ms detenidamente, Fendrig se dio cuenta de que los soldados

    eran falsos; estatuas de arcilla. Los mogu de verdad observaban encantados la escena

    desde los extremos del mural.

    De repente el aire crepit lleno de energa, una energa que se aferr a la boca del

    estmago de Fendrig. Este lugar no era natural. Se pregunt si se le habra pasado algn

    detalle en sus investigaciones. Tal vez los mogu haban hallado estos tneles. Tal vez los

    hubieran maldecido.

    Fendrig sinti un escalofro cuando vio que estaba solo. Eh! Dnde os habis

    metido?

    En el tnel! reson la voz de Fenella desde la otra entrada.

    El Barbabronce corri hacia la abertura. Golpe con el pie una hendidura del suelo. Mir

    abajo y descubri que se encontraba sobre el emblema de Niuzao. La cara del Buey

    Negro, antes estoica, haba adoptado la misma expresin aterrorizada que en el mural.

    Fendrig retrocedi de un salto mientras el disco giraba y daba toda una vuelta antes de

    detenerse. El rugido de la piedra rechinando contra la piedra sacudi la sala. Fendrig

    oy un sonido como de ruedas y poleas detrs de las paredes, el crujir de madera

    antigua y la tirantez de una fuerte soga tensndose.

    Qu ha sido eso? grit Fenella desde el tnel.

    Essss A Fendrig no le salan las palabras.

    El estruendo se volvi ensordecedor. Losas de roca gruesa descendan sobre las dos

    aberturas de la estancia a una velocidad alarmante. Fendrig dio un paso y sinti como si

    sus piernas fueran dos yunques. Tropez y se estrell contra el suelo. Su casco de

    minero cay repiqueteando y el impacto apag la llama que arda sobre l.

    Barbabronce! grit Fenella.

  • Pgina | 19

    Fendrig levant la cabeza y vio la luz violcea de la gema de la Hierro Negro. La losa de

    piedra segua descendiendo. Fenella estaba agazapada junto a Carrick y el glem, con

    sus caras apenas visibles en la distancia. Los tres intentaban impedir que la entrada se

    cerrara, pero era intil.

    Podra haber corrido hasta all. En vez de eso, contempl como un corderito indefenso

    cmo se cerraba la puerta. La oscuridad se lo trag. Pero en su cabeza segua sonando el

    ruido chirriante de la piedra. Se convirti en un sonido distinto. El sonido del mundo

    rompindose, de una montaa y su ira ancestral derrumbndose.

    Fendrig! Dnde ests, muchacho? llam una voz invisible.

    La reconoci. No la haba odo desde haca ms de un ao. No desde

    DERRUMBE! grit otro.

    Fendrig trat de levantarse, pero las piernas le fallaron. En la oscuridad perdi toda

    orientacin. La nuseas que le sobrevinieron hicieron que le diera vueltas la cabeza. Sus

    pulmones se llenaron de un fro glido y supo exactamente dnde se encontraba.

    El Desfiladero de Crestanevada.

    No. Aqu no aqu no mascull Fendrig mientras miraba alrededor. Segua

    estando a oscuras, pero sinti una nueva enormidad en la cmara. Ya no estaba en

    Pandaria; se hallaba en aquel cavernoso tnel de montaa en lo ms profundo del

    territorio enano. Estaba trabajando all con otros doce mineros cuando se produjo el

    Cataclismo, cuando los terremotos destruyeron su mundo.

    Por la estancia titilaba una luz de antorcha cuya procedencia era imposible determinar.

    En los breves instantes de iluminacin que esta propiciaba, vea sombras gigantescas

    caer, piedras del tamao de carros lloviendo del techo.

    Dnde est Fendrig?

    De nuevo aquella voz. Ms fuerte. Seguida de un coro de otras voces familiares.

    Sigue ah! Voy a por l!

    Voy contigo!

    No pronunci apenas Fendrig. Salvaos vosotros!

    No lo escucharon. Sus antorchas eran cada vez ms brillantes. Cada vez ms cercanas.

    Por aqu! exclam uno de ellos. Est

    Un ruido seco y escalofriante silenci la voz para siempre.

  • Pgina | 20

    Aun as, los dems siguieron adelante, gritando el nombre de Fendrig. Una a una, oy

    caer las grandes piedras. Oy chillar a los mineros, vio cmo el fulgor de sus antorchas

    se desvaneca lentamente hasta quedar en nada.

    Y durante todo ese tiempo, Fendrig se qued inmvil, demasiado asustado incluso para

    levantarse o buscar a los muertos y moribundos. Temblando pero a salvo en un hueco

    natural formado por las piedras que caan. Pura y bochornosa suerte.

    El terremoto termin tan repentinamente como haba comenzado. Todo estaba en

    silencio.

    Fendrig parpade, dicindose que aquello no era ms que una pesadilla. Pero a su

    alrededor nada haba cambiado. El aire segua siendo seco y glacial en su garganta, y su

    lengua continuaba cubierta de polvo de piedra pulverizada.

    Eh. Una bota le dio una patada en las costillas.

    Fendrig levant la vista, esperando ver al grupo de rescate que lo haba encontrado en

    los escombros del puerto de montaa. De los trece mineros que entraron aquel da, solo

    l sali con vida, y ni siquiera por su propio pie. Los rescatadores haban cargado con l

    porque no tena fuerzas para andar.

    Aquel, no obstante, no era el grupo de rescate que l recordaba.

    Un grupo de formas vaporosas, brillando con una leve luz iridiscente, lo rodearon. Haba

    doce en total, todas ataviadas con un equipo de minero. Los doce enanos ms valientes

    que Fendrig hubiera conocido jams.

    * * *

    Basta, Koveth. Fenella se apoy contra la pared del tnel con la frente llena de

    sudor.

    Su glem se alej de la puerta de piedra que daba a la cmara sellada. La haba estado

    aporreando un rato en vano. Mientras, Fenella y Carrick haban registrado el tnel en

    busca de algn modo de abrir la puerta. No haban encontrado nada.

    Idiota farfull Carrick desde cerca. Por qu no ha corrido cuando poda?

    Fenella neg con la cabeza. Carrick y ella haban estado avanzando por el tnel cuando

    la puerta comenz a cerrarse. Para cuando haban vuelto, la losa de piedra ya estaba a

    medio bajar, y ni siquiera con la fuerza bruta de Koveth haban logrado evitar que se

    cerrara.

  • Pgina | 21

    Fenella comprendi que ahora mismo no podan hacer nada por Fendrig. Tendran que

    regresar con plvora o con ayuda de los pandaren antes de que se le acabara el aire.

    La Hierro Negro hizo una sea a Koveth y ech a andar por el tnel.

    Lo vas a dejar ah, sin ms? pregunt Carrick.

    Necesitamos ayuda para sacarlo, y no la conseguiremos hasta que sepamos cmo salir

    de aqu.

    Carrick se qued parado unos instantes delante de la puerta, cabizbajo, y luego sigui a

    Fenella.

    * * *

    Fendrig se qued mirando a los fantasmas de los mineros, preguntndose si habran

    venido aqu a vengarse. Al fin y al cabo, qu haba hecho l para honrar sus sacrificios?

    Hasta que no vino a Pandaria, no se haba aventurado en una mina. Menta para

    escaparse de tareas de ese tipo. Se pasaba el tiempo explicando historias de sus antiguas

    hazaas mineras, esforzndose por mantener su fachada de valenta. Ahora ya era lo

    nico que se le daba bien.

    Qu queris de m? dijo Fendrig entre dientes.

    Los fantasmas se acercaban sin responder. El Barbabronce les lanz un golpe a la

    desesperada.

    No vamos a hacerte dao, muchacho dijeron los fantasmas al unsono. Hemos

    venido a ayudarte a levantarte. Llevas demasiado tiempo aqu tirado.

    Fendrig respir hondo para calmar los nervios. Dej que las formas imprecisas lo

    agarraran y sinti como si unos remolinos de aire alzaran su cuerpo. Levantaron al

    Barbabronce hasta que estuvo en pie.

    Eso es.

    Lo siento, chicos. Fendrig baj la cabeza, demasiado avergonzado para mirar a los

    fantasmas. Debera haber venido a por vosotros en el puerto de montaa. Debera

    haber hecho algo. Lo que fuera. Tuve tuve miedo.

    Nosotros tambin. Solo que no dejamos que el miedo nos atenazara. Ya va siendo

    hora de que t hagas lo mismo. Ahora te vamos a soltar. Los fantasmas lo sujetaron

    con menos fuerza y una punzada de terror atraves a Fendrig.

    No! La palabra salt de su boca. Estoy atrapado aqu. No s cmo salir.

  • Pgina | 22

    Lo nico que podemos hacer es levantarte, muchacho. Si luego te vuelves a echar o te

    quedas en pie, ya es cosa tuya.

    Fendrig trag saliva, con su garganta en carne viva por el aire helado del puerto de

    montaa. Es que Busc algo que decir, pero saba que no era ms que una excusa

    para que los fantasmas siguieran junto a l.

    Es hora de volver a vivir continuaron. Listo?

    Fendrig senta el corazn aporrendole el pecho. Su respiracin se aceler. Cuando

    llegara su hora y pasara al reino del ms all, qu les dira a los fantasmas de los doce?

    Era algo que se haba preguntado a menudo. Les dira que haba vivido el resto de sus

    das acobardado? O que haba llevado una vida con sentido, con los ojos abiertos, con el

    fuego ardiendo en su sangre?

    Y ahora, all los tena.

    Se aclar la garganta. Adelante.

    Los fantasmas lo soltaron.

    Fendrig se desplom ligeramente y se reincorpor a trompicones, luchando por

    estabilizarse. Encontr el equilibrio, encontr esa parte de s mismo que segua

    encerrada bajo las piedras de Crestanevada. Estaba cansado y los msculos de las

    piernas le dolan por el esfuerzo. Pero era un dolor bueno. Autntico.

    Una dbil luz azul comenz a brillar desde algn punto de la sala. Fendrig vio la talla de

    Niuzao a poca distancia. Los ojos de zafiro del buey refulgan intensamente, cada vez

    ms brillantes.

    Sin mirar atrs, avanz y plant firmemente un pie en el disco.

    * * *

    Fenella llevaba un rato caminando por el tnel cuando oy el chirriar de piedras a sus

    espaldas. Volvi corriendo con Koveth y Carrick a tiempo de ver cmo se abra la

    entrada a la sala de Niuzao. La Hierro Negro se desliz cautelosamente al interior de la

    cmara, sosteniendo la gema brillante, y vio a Fendrig.

    Una sonrisa traviesa se dibuj en el rostro del Barbabronce.

    Qu ha pasado? Carrick entr a toda prisa en la estancia.

    Fendrig solt una buena carcajada. Ojal lo supiera, muchacho. Seal el grabado

    de Niuzao sobre el que estaba parado. Es algn tipo de mecanismo. Lo debo de haber

    activado al pasar por aqu.

  • Pgina | 23

    Fenella mir el disco, recelosa. Recordaba haberlo pisado al cruzar la sala sin que

    hubiera ocurrido nada. La talla no pareca distinta ahora. Era un simple grabado del

    Buey Negro, con su gesto estoico, severo e impvido.

    Entonces ests bien? pregunt. Estabas paralizado.

    S. Es solo que me he desorientado un poco. Fendrig mir a los ojos de la Hierro

    Negro. La frialdad anterior del Barbabronce haba desaparecido, reemplazada por otra

    cosa. Algo real. Hay magia en este sitio. Eso est claro.

    Fendrig mir a Carrick, quien asinti con una breve inclinacin.

    Pero ahora todo va bien dijo Fendrig. El gigantesco enano golpe un pedernal,

    prendi de nuevo la llama de su casco de metal y luego, con la cabeza bien alta, fue el

    primero en proseguir el descenso por las entraas de la montaa.

    * * *

  • Pgina | 24

    Otros pandaren estaban aterrorizados. La sola mencin del nombre de sus torturadores

    los paralizaba. Este miedo cal en todos los aspectos de la vida. Se asustaban por cualquier

    sombra, por cualquier sonido. Cogieron miedo a la vida misma, satisfechos con consumirse

    en una prisin que ellos mismos se haban construido. Si por lo menos hubieran recordado

    el mantra de Niuzao: El miedo pretende reducirte. En vez de eso, djate revelar por l.

    Los pergaminos de los Celestiales

    El tnel serpenteaba sin cesar. Murales de Chi-Ji, la Grulla Roja, brillaban en las paredes

    a ambos lados. El celestial un smbolo de esperanza, explic Fendrig mientras

    caminaban sobrevolaba multitudes de esclavos pandaren entusiasmados en los

    primeros murales. Pero a medida que Fenella avanzaba por el tnel, las descripciones se

    volvan ms lgubres: guerreros mogu capturando a Chi-Ji, atndole las alas con

    cadenas y haciendo desfilar luego a la Grulla Roja entre los pandaren, que bajaban la

    mirada y lloraban al ver aquello.

    El nmero de mosaicos disminuy gradualmente, dando paso a un mar de gemas

    refulgentes. Las paredes y el techo estaban recubiertas de cristales de rub que

    reflejaban el resplandor de las luces de los enanos.

    Qu maravilla dijo Fenella en voz baja. Esto s que era belleza de verdad, y no los

    bosques y las flores que crecan en la superficie. Estos cristales, estas piedras, esto eran

    cosas que resistan el paso del tiempo.

    Repar en una mancha de color verde oscuro en la pared y se acerc. Encajada entre dos

    cristales haba una piedra de gran tamao. Fenella orient su gema brillante hacia el

    techo y descubri ms de aquellas rocas extraas de forma casi perfecta. Ya las haba

    visto antes en algn otro sitio

    Movida por la curiosidad, extendi la mano para tocar una.

    La piedra chill.

    Fenella se ech hacia atrs mientras unas patas largas y flacas se desplegaban desde

    debajo del cuerpo de la araa de esquisto. Su caparazn vibr. Un grupo de ojos verdes

    brill en la oscuridad. El alboroto despert a los dems mordisqueadores. Docenas de

    ellos cobraron vida en techo y paredes, con sus patas chasqueando y repiqueteando.

    Koveth! grit Fenella. Ataca!

    Afirmativo. El glem golpe al grupo de araas ms cercano, aplastndolas contra

    la pared.

    Pero haba ms. Cayeron sobre los enanos, hundindoles sus patas afiladas como

    cuchillos en la piel. Parte del techo se derrumb, y un grupo de araas gigantes, la mitad

    de grandes que Fenella, se precipit al suelo.

  • Pgina | 25

    Son demasiadas! Carrick blandi su martillo y parti el caparazn de una de las

    araas ms grandes. Corred!

    Fendrig y l huyeron por donde haban venido. Fenella intent seguirlos, pero el

    hervidero de araas le cortaba el paso. Parte de aquella masa se separ y se fue a por el

    Barbabronce y el Martillo Salvaje. Fenella mir en la otra direccin; el camino estaba

    despejado por all.

    Koveth dijo entre dientes. Retirada defensiva!

    Fenella sali a todo correr, con el sonido de las pisadas del glem atronando detrs de

    ella. No se par a pensar adnde iba o cunto haba corrido. Continu hasta llegar a una

    bifurcacin en el pasadizo. En lo alto de las paredes de cristal haba fijada una estatua de

    Chi-Ji. Las alas de la Grulla Roja estaban atadas, y la cabeza del celestial miraba hacia el

    tnel de la derecha con los ojos anegados en lgrimas.

    Fenella se detuvo a recuperar el aliento. Nada la segua salvo Koveth, cuyo cuerpo de

    hierro estaba carcomido con boquetes irregulares.

    Un grito estridente lleg desde la direccin por la que haban venido. Un grito de enano.

    A Fenella se le pusieron los pelos de punta. De pronto el aire de la caverna se volvi ms

    clido, con un punto de brujera.

    No puedo hacer nada por ellos. El pensamiento brot en Fenella, salido de alguna parte

    oscura en su interior. Si regreso y morimos los tres, traer la vergenza a mi clan. Moira

    me puso al mando. La gente de Forjaz cuchichear sobre la chapuza que hice, sobre cmo

    conduje a un Barbabronce y a un Martillo Salvaje a la muerte. Pero si sigo adelante y

    sobrevivo, una Hierro Negro habr triunfado all donde los otros fracasaron.

    Cuanto ms consideraba la idea, ms lgica le pareca. Carrick y Fendrig haran lo

    mismo con ella si se diera la ocasin. La odiaban. Lo llevaban arraigado en lo ms hondo

    de sus seres, algo que ni el tiempo ni la experiencia extirparan jams.

    Fenella mir hacia el pasadizo que se bifurcaba.

    Haz que me sienta orgullosa de ti le haba dicho Moira, a ella en concreto. Era a esto

    a lo que se refera, no? Por qu otra razn habra pedido que la hija de Finoso

    Virunegro liderara este equipo?

    Algo que se mova llam la atencin de Fenella. En las paredes, reflejadas en cada faceta

    de los cristales, haba imgenes de ella misma. Le hacan seas, la llamaban, la instaban

    a ir por el desvo de ms a la derecha en el tnel.

    Fenella sigui los reflejos, apenas consciente de que Koveth imitaba sus zancadas. El

    tnel descenda en espiral sin parar, cada vez ms fro. Casi cay al tropezar con algo

    esparcido por el suelo: huesos. Por la forma del crneo, pareca el esqueleto de un

    pandaren.

  • Pgina | 26

    Por aqu no hay nada para ti, muchacha. Terminars corriendo en crculos aqu abajo.

    La voz era prcticamente inaudible, apenas un susurro.

    Fenella se dio la vuelta con el corazn desbocado. Quin anda ah?

    Vaya. Ya ni te acuerdas de tu propio padre?

    Entonces lo vio. Finoso Virunegro, reflejado en las superficies de una docena de

    cristales. El infame mampostero llevaba su monculo y traje favoritos, vestido para

    impresionar, como siempre haba sido propio de l. Se encendi una pipa con un

    pedernal y le dio una larga calada. El dulce olor del humo le vino a la memoria. La ltima

    vez que lo haba visto fue haca aos, justo antes de que una banda de forasteros

    invadiera el territorio de los Hierro Negro y asesinara a los miembros ms indignos de

    su clan. Incluido su padre.

    No es real. Fenella neg con la cabeza, pero Finoso segua all.

    Vas a dar a esos dos por muertos, muchacha? la pinch.

    Fenella no le hizo caso y sigui avanzando con dificultad. Sus reflejos le seguan

    haciendo seas, pero sus movimientos eran ahora ms insistentes y apremiantes, casi

    frenticos. Date prisa.

    Te doy una segunda oportunidad y esto es lo que haces con ella?

    Fenella se gir furiosa, abriendo la boca para maldecir a Finoso por su hipocresa.

    Pero haba desaparecido. En los cristales donde haba estado vio a una versin ms

    joven de s misma, con trenzas de un naranja flamgero hasta la cintura. Esta otra

    Fenella andaba sigilosamente por los corredores de Ciudad Forjatiniebla con un hatajo

    de esquemas bajo el brazo. Se los haba robado a una serie de destacados arquitectos y

    los haba falsificado con el sello de su padre. Fenella observ a su reflejo deslizarse por

    la capital de los Hierro Negro y presentarle los esquemas al emperador, Thaurissan.

    El lder del clan qued tan impresionado por el trabajo que enseguida nombr a Finoso

    arquitecto jefe. Surgieron rumores de que no fue l quien cre personalmente los

    esquemas. Thaurissan inici una investigacin, pero nadie pudo nunca demostrar nada.

    Fenella se haba asegurado de que as fuera. Su delito haba sido pulido tan

    minuciosamente como un diamante mil veces tallado.

    Y lo haba hecho todo por voluntad propia.

    Finoso no se enfad cuando se enter, pero Fenella recordaba haber visto un destello de

    algo en sus ojos. No era arrepentimiento, culpa o tristeza en concreto. Era una

    combinacin de las tres cosas, una mezcla de emociones que se abri camino en la

    oscuridad que gobernaba su corazn.

  • Pgina | 27

    Nunca le dije a nadie lo que hiciste. El reflejo de Finoso reapareci. Cargu con la

    culpa y el desprecio. Al final, mor como un villano. No me quejo. No fui un buen enano,

    eso ya lo sabes. Pero por un momento, parte de m lo fue. Poda hacer algo bueno. Darte

    un futuro.

    Fenella era incapaz de mirar a Finoso a los ojos, aunque solo fuera un reflejo o el

    producto de alguna clase de brujera. Lo cierto era que no pasaba ni un solo da sin que

    pensara en lo que haba hecho, y en lo que l haba hecho por ella. Cada vez que oa

    hablar de su padre en torno a los yunques, que oa cmo su nombre era arrastrado por

    el fango, la culpa la golpeaba con toda su fuerza. Se daba cuenta, una vez ms, de que no

    haba hecho nada por cambiar, nada por honrar el noble acto de su padre.

    Pero qu alternativa haba? Intentarlo era dejar la puerta abierta al fracaso. Intentarlo

    significaba tener que confiar en otros y esperar que ellos hicieran lo mismo con ella.

    Aquello no pareca tener ningn sentido, cuando en lo ms hondo de su ser saba que,

    hiciera lo que hiciera, siempre sera aquella ladrona que se escurri a hurtadillas por

    Forjatiniebla dispuesta a engaar a una nacin.

    Soy una Virunegro dijo.

    El nombre no es excusa. El caso es que yo nunca tuve una oportunidad real de

    cambiar. T s. Solo hace falta dar el paso, muchacha. Es extrao que no puedas hacer

    algo tan sencillo, cuando has conseguido tantas otras cosas.

    Finoso dio la vuelta a la pipa para vaciar el contenido. Ascuas fantasmales se esfumaron

    entre los cristales. Bueno, eso es todo lo que tengo que decir, muchacha. Me ha

    alegrado volver a verte.

    Poco a poco, se desvaneci. Cuando ya no estaba, Fenella an poda oler el humo en el

    aire.

    * * *

    Un callejn sin salida.

    Fendrig apoy la espalda contra la pared de cristal. Las heridas de sus brazos

    bombeaban la sangre caliente que le haba empapado los guantes de cuero.

    Carrick se encontraba cerca, enseando los dientes. Fendrig nunca haba sentido mucho

    aprecio por los enanos Martillo Salvaje, pero el muchacho que tena a su lado vala

    mucho. Valiente y fogoso.

    Aqu vienen otra vez! Fendrig sujet la piqueta con fuerza.

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    Una oleada de araas de esquisto avanzaba hacia ellos. Carrick arroj su martillo contra

    las criaturas. Lneas dentadas de relmpagos salieron del arma al golpear a una araa

    especialmente grande, reducindola a una cascarilla en medio de una explosin de luz y

    sonido. Cuando se esfumaron las manchas en la visin de Fendrig, vio cmo el martillo

    describa un arco y regresaba a la mano de Carrick.

    Pero las araas no cejaban en su feroz ataque. Por muchas que los enanos mataran, ms

    y ms de aquellas criaturas salan de todos los rincones del lugar.

    Un breve destello violeta llam la atencin de Fendrig. Una forma monstruosa surgi de

    la oscuridad.

    El glem Hierro Negro carg contra las araas, despachurrando a decenas con los pies y

    aplastando a otras con sus gigantescas manos. Los mordisqueadores se concentraron en

    aquella nueva amenaza. Se encaramaron por las piernas del glem, masticando su

    pellejo de hierro entre chillidos ensordecedores.

    Fenella grit desde detrs del ensamblaje, agitando su gema brillante. Moveos,

    muchachos!

    Fendrig y Carrick se pusieron en marcha, saltando por encima de las araas y yendo

    hacia Fenella. La siguieron de vuelta por el pasadizo hasta acabar detenindose en un

    desvo del tnel. Ante ellos se alzaba una talla enorme de la Grulla Roja con las alas

    extendidas sobre los dos caminos que tenan delante. La cabeza de Chi-Ji miraba hacia la

    izquierda, con su fino pico abierto como si cantara.

    Qu hay del glem? pregunt Carrick, preocupado.

    No podemos arriesgarnos a esperar o a volver. La voz de Fenella era recia como el

    acero, pero Fendrig percibi un brillo de humedad en sus ojos. Esta es nuestra nica

    oportunidad.

    Carrick inclin la cabeza. Cerr el puo y se lo puso reverentemente en el pecho, en un

    gesto que Fendrig interpret como un saludo de los Martillo Salvaje.

    No crea que fueras a volver a por nosotros le dijo Fendrig a Fenella entre jadeos.

    Ella lo mir durante un largo instante. Yo tampoco.

    La Hierro Negro no le dio ninguna otra explicacin sobre a qu se refera, pero Fendrig

    tampoco se la pidi. Fue consciente de que, para su sorpresa, se alegraba de verla.

    Bueno, pero lo has hecho. Eso es lo que cuenta.

    An no nos hemos salvado dijo Carrick. No sabemos por qu pasadizo ir.

    Yo s. Fenella mir a la talla de Chi-Ji y luego al tnel de la derecha. Fendrig sigui

    su mirada pero no vio nada raro, tan solo la luz violeta de su gema titilando en las

    paredes de cristal.

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    Por aqu dijo la enana enfilando el camino de la izquierda.

    * * *

  • Pgina | 30

    Sin embargo, otros pandaren vean en los mogu a un enemigo invencible. Perdieron toda

    ambicin. Se volvieron insensibles a cualquier emocin, encorsetados en una crislida de

    autodesprecio. Se dice que estos esclavos perdieron incluso la capacidad de soar. Pues,

    de qu habran de servir los sueos cuando su sino estaba ya decidido? Pero solo tenan

    que abrir sus corazones, creer en su propio poder, para ver que no era as. Como Chi-Ji

    suele decir: La esperanza es el sol detrs de un cielo tormentoso. Est siempre presente en

    el corazn, aunque se oculte a los ojos.

    Los pergaminos de los Celestiales

    El estrecho pasadizo ascenda gradualmente con una pendiente empinada pero

    constante en su inclinacin. Apenas haba giros y recodos; el camino era relativamente

    recto. Al cabo de poco, los tres enanos llegaron a un umbral. Un Dragn de Jade

    enroscado, tallado en piedra, enmarcaba el acceso.

    Fenella fue la primera en cruzar y entrar en una enorme caverna. Se qued sin

    respiracin.

    Del suelo y de las paredes brotaban depsitos de jade. Incluso sin estar trabajada, la

    piedra era lustrosa y de un verde intenso. Reluca en la profunda oscuridad como si

    vibrara con una fuerza vital propia. Un reguero de refulgente zafiro describa un arco en

    el techo siguiendo un patrn irregular parecido a un relmpago.

    Carrick silb. Esa muchachita no menta, eh?

    Los tres enanos se pasearon admirados por la caverna. En el centro se hallaba una gran

    columna circular con smbolos pandaren grabados. Apoyado en ella haba un largo trozo

    de caa de bamb tan grueso como el brazo de Fenella.

    Fendrig cogi el trozo de bamb y lo observ con curiosidad. Meti la mano dentro y

    sac un rollo de pergaminos. El Barbabronce se sent en una roca cercana y desenroll

    cuidadosamente los papiros, dejando al descubierto hileras de elegante escritura

    pandaren. Fendrig se sac la clave y estudi las runas detenidamente.

    Qu es? pregunt Fenella.

    Los pergaminos de los Celestiales respondi Fendrig. Os lo leo?

    S dijo Fenella. Carrick hizo un gesto de asentimiento mientras se sentaba en el

    suelo junto al Barbabronce.

    Fendrig ley con voz vacilante, consultando su clave cada dos por tres. Los pergaminos

    hablaban de la historia de los Celestiales, de la ascensin del imperio mogu y de cmo,

    cuando aconteci aquella poca terrible, los pandaren se volvieron seres destrozados

    que sucumbieron a la ira, el miedo, la desesperacin y la duda.

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    Los Celestiales, cada uno a su manera, intentaron ayudar a los esclavos dijo

    Fendrig. Pero eso provoc la furia del Rey del Trueno. El emperador mogu subyug

    uno a uno a los Celestiales entrometidos hasta que solo qued Yu'lon, el Dragn de Jade.

    Este haba comenzado a difundir su sabidura entre los mineros del Bosque de Jade,

    haciendo que algunos abandonaran sus obligaciones en busca de conocimiento. Durante

    uno de los viajes de Yu'lon a un campamento de esclavos, el Rey del Trueno lanz un

    rayo a travs del cielo que le perfor el costado. El Dragn de Jade se estrell contra los

    matorrales del bosque y perdi la nocin de todo.

    Cuando despert, se encontraba muy por debajo del mundo. Unos mineros pandaren

    lo haban hecho desaparecer llevndoselo a su lugar ms sagrado, unas cmaras cuya

    existencia ignoraban sus caciques mogu. Inspirados por las enseanzas recientes de

    Yu'lon, estos pandaren haban construido un refugio donde adorar a los Celestiales en

    secreto. El Dragn de Jade, conmovido por lo que vio, imbuy de su magia el lugar para

    ayudar a los mineros a encontrar la sabidura, la esperanza, la entereza y la fuerza que

    haban perdido en la vida. Luego hizo una peticin

    Que hicieran una estatua de l interrumpi Fenella. Palp con la mano el pilar de

    piedra. Era un trabajo magnfico, casi idntico al de la zona de construccin del Corazn

    del Dragn.

    As es dijo Fendrig. Generaciones de mineros trabajaron duro durante cien aos.

    Mientras, el Dragn de Jade se resenta an del ataque del Rey del Trueno y estaba cada

    vez ms cerca de la muerte. En el momento en que el trabajo finaliz, exhal su ltimo

    aliento. Los mineros sollozaron. Crean que no haban logrado salvarlo. Pero, justo

    entonces, la estatua se movi. Sus ojos se abrieron. Su cola se enrosc. Se haba

    convertido en un nuevo Dragn de Jade. Este Yu'lon renacido contempl a los mineros

    que lloraban y les dijo: Una sola certeza hay: todo final seala un nuevo principio.

    Los mineros difundiran posteriormente la sabidura de Yu'lon, inculcando a otros

    pandaren los excelsos rasgos de los Augustos Celestiales; lo bastante, al menos, para que

    sobrevivieran hasta el da en que el legendario esclavo Kang, el Puo del Primer Alba, se

    alz y condujo a su pueblo a la libertad. Muchos aos despus, cuando el emperador

    Shaohao ense a todos los pandaren cmo superar su miedo, su duda, su

    desesperacin y su ira, los descendientes de los mineros construyeron inmensos

    templos en honor de los Celestiales y fundaron una orden dedicada a conservar sus

    enseanzas: la orden de los Augustos Celestiales.

    Fenella cerr los ojos para absorberlo todo, dejndose envolver por el aire antiguo de

    este lugar.

    El silencio se prolong hasta que Carrick se ri. Sabis? Mi intencin era venir aqu y

    poneros a los dos en evidencia. En vez de eso, solo he conseguido hacer el ridculo.

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    Todos hemos hecho el ridculo respondi Fendrig. No somos ms que tres

    mamposteros acabados. Lo que no entiendo es por qu el consejo nos escogi para este

    trabajo.

    S, por qu? Fenella no estaba segura. En parte se preguntaba si todo esto no sera

    alguna tctica poltica de Moira y el consejo. Juntar a los mamposteros ms venidos a

    menos de Forjaz y confiar en que salieran de una pieza. Si fracasaban, sera simplemente

    otro ejemplo de la lamentable tensin entre los clanes. Si tenan xito, la victoria no

    tendra precio.

    Entonces le vino a la cabeza otro pensamiento. Lo cierto era que los tres haban

    conseguido grandes cosas en el pasado. Tal vez, solo tal vez, todos crean que volveran

    por sus fueros.

    Todos menos ellos mismos.

    Quin sabe lo que pasa por sus cabezas? dijo Fenella. Pero aqu estamos.

    Seguramente falta poco para el atardecer aadi Carrick. No hay tiempo

    suficiente para excavar.

    Eso ya no me preocupa. Fenella extendi sus manos enguantadas, una hacia cada

    uno de los enanos sentados. Tenemos una estatua que construir, si es que estis

    dispuestos, muchachos.

    Carrick y Fendrig se quedaron observndole las palmas abiertas durante un instante y

    luego se miraron uno a otro. Con un ligero encogimiento de hombros, el Martillo Salvaje

    agarr el brazo de Fenella y se incorpor. Lo mismo hizo el Barbabronce.

    A construir, pues dijo Carrick.

    Fenella se acerc a un brote de jade para tantearlo. Le dio un hbil golpe con el martillo,

    haciendo que se desprendiera un pedazo tan grande como su puo. Podemos

    comenzar con esto. Le tir el trozo a Carrick.

    El Martillo Salvaje se meti el jade en una faltriquera del cinturn. Esperemos que

    salir sea ms fcil que entrar.

    No creo que eso sea un problema, muchacho. Fendrig sostena an Los pergaminos

    de los Celestiales, examinando algo. Aqu dice que se construy otro pasadizo que

    daba directamente a esta sala.

    Los tres enanos se desplegaron rpidamente, examinando las paredes en busca de

    cualquier abertura.

    Aqu! exclam Carrick desde un extremo de la caverna.

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    Fenella y Fendrig corrieron a su lado. Incrustada en el lecho de roca haba una losa de

    piedra circular, el doble de alta que la Hierro Negro. Fenella se quit uno de los guantes

    y puso la mano desnuda cerca del borde. Not en la piel una suave corriente de aire. La

    gran roca en s no tena ninguna caracterstica especial, salvo un pequeo grabado de

    Yu'lon en el centro.

    Carrick suspir. Habra estado bien que la chica nos contara esto.

    Yo solo lo he visto mencionado en esos pergaminos. Fendrig se encogi de

    hombros.

    Vamos, muchachos. Fenella se apoy contra la piedra.

    Carrick se escupi en sus magulladas manos y coloc las palmas sobre la roca. Fendrig

    se puso en cuclillas, reclinando la parte superior de su enorme cuerpo contra la roca.

    Tres dos uno dijo Fenella. Ya!

    La roca cedi ligeramente.

    Vamos!

    La roca se desliz hacia el interior del tnel con un crujido. Un torrente de aire entr en

    la estancia y ba a Fenella. Delante, la luz del da cabrilleaba en aquel pasadizo oscuro

    como boca de lobo.

    * * *

    Para cuando los enanos regresaron, el concurso ya haca mucho que haba acabado y se

    haba hecho de noche. Haba ganado un equipo liderado por un pandaren llamado Hao

    Mann, que haba trado cinco bolsas repletas de jade. Por cmo lo celebraban los

    mamposteros, no obstante, era imposible saber si haba habido vencedores o

    perdedores.

    El supervisor Raiki se qued atnito al ver la roca que los enanos haban trado. Reuni

    a los dems pandaren a su alrededor y el jolgorio se detuvo momentneamente. Los

    mamposteros se quedaron boquiabiertos mirando el reluciente jade. Ninguno de ellos

    haba visto nunca una piedra tan hermosa.

    En medio de las felicitaciones que vinieron a continuacin, Fenella descubri a la chica

    pandaren al otro lado del campamento.

    Muchachos. Fenella dio un ligero codazo a Fendrig y a Carrick. Es la muchacha.

    Creis que deberamos darle las gracias?

    S respondieron los otros dos enanos.

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    Cuando se dirigieron hacia la chica, esta ech a correr hacia el norte.

    Eh! grit Fenella. Espera!

    Los enanos se abrieron paso zigzagueando entre los mamposteros pandaren, pero

    cuando llegaron al borde de la zona de construccin la chica haba desaparecido. Solo

    una colina vaca se extenda ante ellos.

    Adnde ha ido? pregunt Fendrig.

    Fenella ya abra la boca para hablar cuando, fugazmente, vio pasar algo por el aire por

    encima de ellos. El Dragn de Jade mir desde lo alto a los enanos. Fenella cruz

    brevemente su mirada con l y qued absorta ante los extraos ojos de Yu'lon, unos ojos

    antiguos como el elementium.

    La Hierro Negro se qued parada junto a los otros enanos durante largo rato,

    contemplando en silencio cmo el celestial ascenda ms y ms, un reguero de jade

    contra el cielo de diamante.