Los años felices

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Publicada por primera vez por la editorial Pánico el Pánico, Buenos Aires, 2011.Novela de Sebastián Robles sobre los años 90 en Argentina.

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  • Una primera versin de este libro fue publicada entre agosto de 2008y noviembre de 2009 en el blog Los noventa. Durante ese tiempoy an despus muchas personas ayudaron a que esta historia tuvie-ra la forma que hoy finalmente tiene. De este lado del espejo: Lucia-na Ravazzani, Facundo Garca Valverde, Federico Matas Pailos, ArielIdez, Juan Terranova, Francisco Marzioni, Luciano Lutereau, MarinaGersberg, Leopoldo Brizuela y Casa de Letras, Claudia Bologna, Flo-rencia Franco y Beto Camelli, entre otros. Del otro lado: Directorade Orquesta, Lupe, Figo, Lin, Ava Gardner, Jade, Lord Khyron, Bel,Natxus, Esdian, Liblula, Paula de Bera, Natalia Alabel, Paula la Mal-vada, Toms Mnzer, Minerva, el Lic. Jasper, Lola y todos los que daa da escriban la direccin del blog en su navegador y se suban con-migo a esta historia. A todos ellos, muchas gracias. Hoy ya no distin-go entre uno y otro lado del espejo.

    Diseo de tapa:Yamila Kliczkowski para Estudio Guapabombonwww.guapabombon.com.ar

    Ilustracin de tapa: Nani [email protected]

    [email protected]

    Queda hecho el depsito que marca la Ley N 11.723Impreso en Argentina

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    Robles, SebastinLos aos felices1 ed. Buenos Aires: Pnico el Pnico, 2011248 p.; 13 x 20 cm.

    I.S.B.N.: 978-987-27091-1-2

    1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Ttulo.CDD A863

    Fecha de catalogacin: 13/09/2011

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  • Las cosas ms importantes son siempre las ms dif-ciles de contar. Son cosas de las que uno se avergen-za, porque las palabras las degradan. Al formular demanera verbal algo que mentalmente nos pareca ili-mitado, lo reducimos a tamao natural.

    El cuerpoSTEPHEN KING

    Y, sin embargo, cuntas cosas dejaba all para siem-pre! Dejaba mi infancia entera, con las profundas ig-norancias de la vida, con los exquisitos entusiasmos deesa edad sin igual, en la que las alegras explosivas, elmovimiento nervioso, los pequeos xitos reemplazanla felicidad, que ms tarde se suea en vano!

    JuveniliaMIGUEL CAN

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  • 1En la Biblia, Dios mat a Onn porque eyaculaba sobre la tie-rra. Lejos de temer las consecuencias, los varones de mi curso nosentregamos a esa tradicin. La costumbre se inici a los doce, tre-ce aos. A comienzos del secundario era un tpico en cualquierconversacin masculina, especialmente en las que tenan lugar enel vestuario, despus de gimnasia o natacin.

    A Marcos no le salta me inform Rodrigo una vez.Cmo sabs? le pregunt.Es obvio dijo. Mir.Marcos era flaco y plido, se enfermaba cada dos por tres. Lo

    observ vistindose, con las vrtebras marcadas en la espalda. To-si un par de veces sin parar. Al final se golpe el pecho con el pu-o cerrado, para recuperar el aliento. Despus se cepill los dien-tes era el nico que lo haca en el vestuario y guard todas suscosas excepto un tupper con dos sndwiches adentro.

    Che, quers venir a ver una porno con nosotros? dijo Ro-drigo.

    Marcos se dio vuelta, nos mir unos segundos y sali silbandoun tema de Roxette.

    Tens razn asent.Adems de las revistas porno, Rodrigo y yo usbamos desodo-

    rante Axe, hablbamos de minas y conocamos las diferentes tc-nicas en profundidad: la mano muerta, la acutica, la arenosa y lade lujo, que inclua la utilizacin de un preservativo, un elemen-to que sospechbamos importante para nuestro futuro sexual.

    Pero el nuevo hbito tambin trajo otros cambios. En la horadel almuerzo, mientras Marcos y los otros chicos se quedaban enel patio o en el comedor, Rodrigo, Hernn, Diego y yo salamosa comer a una pizzera que quedaba a unas cuadras. La mayor

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  • ventaja de comer ah era que se poda hablar con tranquilidad, sintemor a que algn profesor o compaera escucharan la conversa-cin.

    Siete veces deca Rodrigo.En un solo da?And a cagar.Dos o tres aos despus nuestras costumbres que seguan

    siendo las mismas ya no eran tan fciles de confesar. Rodrigo erael soldado ms fiel a la causa.

    Che dijo una vez, mis viejos me dejan solo el fin de sema-na. Alquilamos una porno?

    Entendimos de inmediato lo que eso significaba.Paja colectiva dijo Hernn.Y suspir.Llegu a lo de Rodrigo a las cuatro, como habamos quedado.

    La idea era pasar la tarde y la noche ah. Diego y l ya haban al-quilado dos o tres pelculas en el videoclub.

    No le dice a mis viejos, el tipo es copado.Pusimos los Simpsons mientras esperbamos a Hernn. Lleg

    un rato ms tarde, con una remera de Nirvana que le veamos porprimera vez.

    Estoy harto de la paja dijo.Nos miramos.Esta noche vamos a Cemento agreg.

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  • 2Habamos escuchado muchas leyendas sobre Cemento, queera el lugar donde tocaban algunas bandas que empezaban a gus-tarnos, pero hasta entonces nunca nos habamos animado a ir. Enrealidad, ni siquiera se nos haba cruzado por la cabeza esa posi-bilidad, hasta que Hernn la mencion.

    Somos pendejos dijo Diego.Mi primo es amigo del hijo de un conocido de Chabn di-

    jo Hernn. Pero igual no pasa nada.El viaje desde Villa Ballester era la primera odisea. Fuimos a la

    casa de Juan, el primo de Hernn, que viva en Almagro y tenados o tres aos ms que nosotros, y nos quedamos esperando aque se haga la hora. Escuchamos un disco de Sumo y tomamosun poco de cerveza. Yo dej el vaso por la mitad, porque no megustaba.

    Se arma quilombo en la puerta? pregunt Diego.De vez en cuando dijo el primo de Hernn.Llegamos en un taxi, asustados. En la puerta se haba juntado

    una pequea multitud de gente. Remeras negras, algn punkie devez en cuando. Aunque ramos los menores, haba un par ms denuestra edad. Eso nos alivi bastante. La polica pasaba a cada ra-to, nos miraba, pero no haca nada. Entramos a los empujones,media hora despus. Adentro hubo una corrida. Alguien se habaagarrado a trompadas. Un hombre se subi al escenario.

    Pajeritos dijo el hombre al micrfono. Qu hacen, pajeri-tos, ac?

    Quin es el boludo ese? pregunt Rodrigo.Es Chabn, el dueo dijo el primo de Hernn.Era como si nos hablara a nosotros. Lo escuchamos un rato sin

    entender lo que deca, mientras la gente iba llegando. Despus

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  • pens que nos hablaba a todos, a los que le prestbamos atenciny a los que no, a los pajeros y a los que no. Pareca enojado. A mme qued la sensacin de que dijo que tenamos una vida demierda, lo cual era bastante cierto, pero no entend del todo. Enalgn momento empezaron a volar los escupitajos. En lugar de es-quivarlos, l segua ah parado, hablndonos. Como si le gustara.

    Es un artista dijo Hernn.Pens que eso explicaba las cosas. Mir a mi alrededor. Ce-

    mento era una mezcla de boliche y galpn. Chabn haba empe-zado en los ochenta, con muy poca plata, y esto era la continua-cin de ese reviente, slo que ya no haban veinte gatos locos si-no mil, dos mil, quin sabe cuntos. Pero el lugar segua igual.

    Despus de un rato, Chabn se fue a las puteadas. El recital ve-na retrasado. La gente segua llegando. Haca calor. Nos queda-mos los cinco apretados, cerca del escenario. Los plomos iban yvenan. Un grupo de chicas se apretaba cerca nuestro. Tenannuestra misma edad, y los ojos delineados. Una con remera deSoundgarden, otra de Pearl Jam. Entonces se apag la luz. Salie-ron Los Brujos al escenario.

    Fin de semana salvajedestapando botellas.

    Fin de semana salvajecon el cerebro pisado.

    El pogo nos empuj de un lado a otro. Sent que alguien meagarraba de la mano. Mir de costado. Era la chica de la remerade Pearl Jam, medio petisa, flaca, ahogada entre la multitud. Nosmiramos.

    Ests bien? le pregunt.Ella dijo que no. La ayud a salir a un costado. Vimos el reci-

    tal hasta el final. Despus se encendi la luz.Me separ de mis amigas dijo.A m me haba pasado lo mismo, pero a ninguno de los dos le

    import.

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  • 3Existan desde mucho antes, pero explotaron a comienzos delos noventa, cuando los recitales se multiplicaron por todas par-tes. Lo bueno era que, a diferencia de los pantalones chupines ylas camisas a cuadros, las remeras le gritaban al mundo tu prefe-rencia por una banda o estilo de msica, sin que hiciera faltaninguna decodificacin. Mi vieja las odiaba porque se estiraban,encogan o se les borraba el estampado en el primer lavado. Yolo aceptaba como parte del asunto. Si destie, es rock. Si enco-ge, es rock.

    La primera remera de una banda que yo tuve fue una de IronMaiden, comprada en Villa Gesell, con mi nombre estampadodebajo. Yo tena once, doce aos, y nunca haba escuchado a Mai-den, pero me gustaba Eddie porque pareca escapado de algunapelcula de terror. En poco tiempo la remera encogi casi hastadejarme el ombligo al aire, as que la dej de usar. Despus mevolv ms riguroso. Entend que la remera me defina ante los ojosde los dems, as que tard un tiempo en elegir la segunda, que re-sult ser de Pearl Jam. La compr en un local de Munro donde losvendedores tenan un par de aos ms que yo y escuchaban laRock & Pop, mientras mi vieja esperaba en la puerta. Cuando vioel estampado una foto de Eddie Vedder en blanco y negro y to-c la tela dijo:

    Es una calidad de mierda.Y yo dej de hablarle por un par de cuadras.Si la noche de Cemento no la llevaba puesta, era porque los

    planes haban sido otros. Tena una de UFO Jeans. Va a pensarque soy un pelotudo, pens. La chica con la que me haba escapa-do del pogo llevaba una remera de Pearl Jam.

    Est buena dije sealndosela.

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  • El estampado era de buena calidad. Los colores se vean firmesy no pareca haber encogido nada. Incluso el diseo era mejor. Enla ma, fabricada en algn taller de Once, se vea una foto mal re-cortada de alguna revista. Ac estaban el logo de Pearl Jam en elpecho, y la lista de temas de Ten en la espalda.

    Es importada? pregunt.Ella dud antes de responder.Creo que s dijo al final.La multitud nos arrastr hasta la salida. Nos quedamos con-

    versando mientras esperbamos a nuestros amigos, apoyados con-tra el capot de un auto estacionado. Me dijo que se llamaba Vero.Tena el pelo castao atado. Ojos grandes. Estaba en cuarto, igualque yo. Hablaba poco, sonrea de vez en cuando. Era la primeravez que vea a Los Brujos. Viva en capital. Despus de un ratoaparecieron sus amigas. Antes de que se fuera, le pregunt dndehaba comprado la remera. Ella me anot su nmero de telfonoen un boleto de tren.

    Llamame dijo y te paso la direccin del lugar.Mucho despus me confes que su remera era prestada. Una

    amiga se la dio porque ella no tena ninguna, y estaban yendo alrecital.

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  • 4A comienzos de los noventa, hubo un breve pero intenso fu-ror por la herldica y la genealoga, especialmente por parte delos nuevos ricos, quiz para justificar de alguna manera que susapellidos provenan de un linaje cuyo nivel de vida acababan derecuperar, y no de las alcantarillas como todos los dems. Losque viajaban a Miami volvan con el escudo de la familia impre-so en lminas de cartulina, una atraccin que luego algunos trans-portaran al pas. En la exposicin de Amrica 92, realizada enPuerto Madero antes de su remodelacin, el interesado podaconsultar en una computadora los datos del barco en que habanllegado sus antepasados inmigrantes. Me acuerdo de las filas degente, horas y horas esperando. Se confeccionaban rboles genea-lgicos que llegaban hasta la Edad Media, y no faltaron las edicio-nes de autor en las que algn ilustre desconocido, como un Buen-da sin encanto, relataba su historia familiar.

    En mi familia tambin haba un escudo, pero descansaba des-de haca aos en el fondo de un bal. No era muy distinto de losescudos familiares que haba visto hasta el momento, y muchomenos vistoso que el que haba colgado el padre de Hernn en lapared del quincho, al lado de las herramientas para manejar el car-bn. Un hombre con armadura, dos banderines y el escudo conla imagen de una ciudad medieval.

    Vero mencion el tema cuando la llam por primera vez, en elcurso de una charla que haba arrancado tmida tres cuartos dehora atrs.

    Mi apellido es griego dijo. ramos tejedores en Creta. Pa-p lo averigu hace poco, cuando estuvimos all.

    Nosotros ramos pastores dije.Nos remos.

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  • En serio dijo. A mi viejo le encanta esa pelotudez.Pens en lo estpidos que me haban parecido hasta entonces

    los rboles genealgicos que llegaban hasta la antigedad. Peroahora me venan bien, as que le hice un resumen de mi pasadofamiliar. Despus le pregunt por el suyo, hasta que junt corajepara invitarla a salir. Quedamos en vernos el fin de semana. Du-rante la cena la interrogu a mi vieja por nuestros antepasadospastores.

    De dnde sacaste eso? pregunt.Y yo no pude responder.

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  • 5Fuimos a ver El mundo segn Wayne. Durante la pelcula, yo laespiaba de reojo. Ella se rea en algunas partes, en otras se queda-ba seria, como tensa, y yo tena la sospecha de que haba adivina-do que la estaba mirando. Va a pensar que soy un psycho, pens.Entonces me daba vuelta y volva a concentrarme en la pantalla,con la sensacin de que ahora era ella la que me miraba. Un parde veces me di vuelta de repente, como para sorprenderla, peroentonces me daba cuenta de que me haba equivocado. Cerca delfinal me dijo algo al odo. Adivin que era sobre una escena, perono la escuch. Como ella se rea, me re tambin.

    Es verdad dije.Despus salimos a la calle. Todava era de da y caminamos por

    la vereda del sol un rato, sin saber adonde ir. Que Vero me gusta-ra me haca doler la boca del estmago, como eso si me obligara aalgo que no saba cmo hacer. Estbamos de jeans y zapatillas, losdos. Yo me haba llevado la remera de Pearl Jam. A ella se la veams arreglada que en el recital. Sospech que eso era una buena se-al. Si no para qu vino, pens despus. Eso me dio una ligera sen-sacin de irrealidad. Hernn me lo haba dicho el da anterior:

    Si acept, es porque te tiene ganas.Sonaba lgico, pero no se vea tan claro en ese momento,

    mientras caminbamos por la vereda de Cabildo esquivando a lagente que se cruzaba con nosotros, de ac para all.

    Vamos a la feria artesanal? dijo ella.Me pareci bien. Cualquier otra cosa me hubiera parecido

    igual de bien.Esa tarde me di cuenta de que Vero no era tan fantica de Pearl

    Jam como haba pensado al principio, lo cual en el fondo me pa-reci mejor, porque yo en aquel entonces tampoco lo era, y con

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  • el poco conocimiento que tena hasta el momento me bastaba pa-ra impresionarla. Iba a un colegio de monjas en Belgrano, cercadel cine donde habamos visto la pelcula. Dijo que tena muchosamigos hombres. Despus me habl de su mejor amiga.

    Y amigos varones, tens? pregunt.S dijo. Te acabo de decir.Tiene carcter, pens.Se haca de noche y las cosas no iban bien, aunque no saba

    por qu. Me imagin volviendo a casa, con la cabeza baja, sin nin-guna novedad. Le dije de ir a tomar algo en un bar. Ella acept.Pedimos dos gaseosas. En la mesa de al lado, haba una pareja deviejos conversando. La mujer lo agarraba al hombre de la mano.Hablaban del pasado. Nos quedamos escuchando, en medio delos murmullos del bar. Al principio pensamos que eran un matri-monio. Despus que eran dos viejos novios. Ella enviud, l tam-bin, y ahora se estaban reencontrando.

    Vero se sirvi Coca. Yo le roc la mano. Sonri.Bueno, pens. Empecemos otra vez.Le pregunt si haba tenido novio. Me dijo que s, despus que

    no, despus que s otra vez. Cuando me pregunt a m le respon-d con algo crptico. La Coca-Cola se estaba terminando. Los vie-jos de al lado se haban aburrido de su propia conversacin. Se ha-ca de noche, en cualquier momento me iba a decir que ya era tar-de y seguamos igual que al principio, o peor.

    Tengo que volver a casa dijo mirando el reloj.Quedaba a unas cuadras, me ofrec a acompaarla. En el ca-

    mino me pregunt si me haba enamorado alguna vez. Yo meacord de una compaera de primer ao que me haba gustado.Despus ella me cont una historia sobre un amigo con el que ha-ba pasado algo, que termin porque l se haba mudado no en-tend si a otro pas o a otro barrio. Pasamos enfrente de una roti-sera, donde un pollo lento giraba al spiedo en la vidriera. Ella do-bl en la esquina y se me adelant unos pasos. Pens que estabaapurada por llegar a su casa, llamar a una amiga, encender el tele-visor.

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  • No se lo reproch: a m me pasaba igual. Era lgico. Aparte dela remera de Pearl Jam, no tenamos nada en comn. A Vero no legustaban los libros, el ftbol, ni la ciencia ficcin. Tampoco era unamodelo o una actriz de televisin, aunque tuviera esa mirada. Lopeor de todo era que no la conoca. Ms all de lo que habamosconversado, yo no saba que el dulce de frutillas le gustaba ms queel dulce de leche, que dorma con la boca apenas entreabierta o queestaba indecisa entre Psicologa y Letras, dos carreras que al finalnunca sigui. En algunos casos, ella misma lo ignoraba.

    Vos qu opins? me pregunt.Me agarr de sorpresa, otra vez.Creo que tens razn dije.Ella asinti.Llegamos dijo en la entrada del edificio.Me qued mirndola. Ahora, pens.Te llamo dije.Dale.Calcul la distancia.Podemos salir la semana que viene, si quers.Me parece bien.Pas una ambulancia.Bueno dijo. Tengo que subir.Se acerc para despedirse.Ahora dije en voz alta sin querer.Qu dijiste? pregunt.La bes. Nos separamos uno, dos minutos despus.Te llamo entonces?S dijo.Me fui caminando hasta la estacin de tren.

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  • 6El inalmbrico nunca me vino tan bien como en esos prime-ros tiempos de la relacin. Despus de la cena, mientras mi fami-lia miraba la serie, yo me encerraba en mi dormitorio para hablarcon Vero:

    Qu comiste? preguntaba.Tarta de calabaza. Y antes unas Pringles. Vos?Al rato se agotaba la conversacin. Entonces pasbamos al en-

    torno familiar.Qu hacen tus viejos?Estn mirando a Corky dijo ella una vez.Ac tambin dije.La msica de la tele Ob La Di Ob La Da, de los Beatles lle-

    gaba desde el comedor. El captulo haba empezado media horaantes, cuando me encerr a hablar. El ttulo original de la serie,Life goes on, se ajustaba ms al argumento que su versin en espa-ol. Era la historia de una familia muy polticamente correcta enlos albores de la era Clinton. En algn captulo, la hija empieza asalir con un tipo con HIV. Corky, el hijo mayor, tiene sndromede Down. Se pone de novio, va a la escuela y aprende a manejar.No bombardean Irak.

    Mi vieja no se pierde ni un captulo dije. No s por qu legusta tanto.

    Por ah se identifica con la madre dijo Vero.Me qued pensando. Se ri.Es un chiste dijo.Y se volvi a rer.A m no me gustaba la serie, pero la semana anterior, despus de

    encontrarme con Vero, haba visto un par de escenas de la primeracita de Corky. Primero me emocion, despus cambi de canal.

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  • Qu quisiste decir con eso?Es que la semana pasada me hizo acordar a... se interrum-

    pi sobre la marcha Bueno, nada.Y eso qu tiene de malo?Quin dijo que tiene algo de malo?No s, me pareci dije.Era un chiste dijo. Cortala.Despus le pregunt si nos veamos el fin de semana.Te dije que s me respondi. Que duermas bien.Vos tambin.Colgs vos? pregunt.No, vos dijo.Vos.Y me colg.

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  • 7Una tarde de verano y Rock & Pop, despus de hablar con Ve-ro y con Hernn por telfono y que ninguno tuviera ganas de ha-cer nada, ni siquiera de moverse un centmetro debajo de sus res-pectivos ventiladores de techo, encontr una pila de revistas quehaban sido de mi viejo en un placard de la casa. Eran ejemplaresde Primera Plana, con titulares sobre Ongana y Lanusse en latapa. A quin podan interesarle esas revistas, ms de veinte aosdespus. Cuando las volv a guardar, algo se desliz al suelo. Eraun paquete color verde oscuro, sin abrir, de una marca que yonunca haba escuchado mencionar. Tena un forro adentro.

    No s cmo habr llegado a ese lugar. Despus de darle vuel-tas un rato a la idea de que si yo exista, era porque mi viejo no lohaba encontrado, me fij en la fecha de vencimiento: 10 de juniode 1983. En esa poca yo tena cuatro y miraba al Coyote y al Co-rrecaminos por televisin. Haban pasado ms de diez aos. Aho-ra miraba los mismos dibujos animados, pero todo el resto habacambiado. Iba al secundario, escuchaba a Nirvana y sala con Ve-ro, o al menos tena la sensacin de que estbamos saliendo. Du-rante todo ese tiempo, el forro haba permanecido en el mismolugar.

    Ms all de la fecha de vencimiento, el paquete pareca recincomprado. Y yo que pensaba que los preservativos eran un inven-to reciente. Hasta poco tiempo atrs slo se conseguan en farma-cias. Ahora haban empezado a venderlos tambin en los quios-cos. Se hacan campaas publicitarias donde lo sealaban como lamanera ms efectiva de prevenir el contagio del HIV. Y en el tri-buto a Freddie Mercury se lo vea por todas partes. Era como sidijeran: Ves? Si hubiera usado forro no estara muerto. La pu-blicidad en el rock siempre me llegaba. Era el canal a travs del

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  • cual se comunicaban conmigo las empresas y los organismos esta-tales. Y eso s era algo bastante reciente, pero funcionaba.

    Pens en tirarlo. Al final me lo guard. Durante un tiempo lollev en la billetera a todas partes, como un talismn. Un da, des-pus de invitarla a Vero a comer algo en un McDonalds, se medesliz al suelo.

    Ella se agach para levantarlo. Dmelo dije con dos pasteles de manzana en las manos. Est un poco vencido dijo antes de drmelo. Ya s. Nos sentamos a una de las mesas que quedaban libres. Pens

    en cambiar de tema, contarle la verdad. Comprate unos nuevos dijo ella. Dejate de joder.

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  • 8Despus de Freddie Mercury le toc a Cobain, cuyo suicidioveamos venir, a menos que todo en l fuera un invento de laMTV. Hasta la muerte del abuelo de Kevin, de alguna manera,me marc. Eran historias cerradas, con un comienzo y un final.Pero la de Rodrigo fue, de lejos, la peor.

    No puede ser le dije a Hernn cuando me cont por telfo-no.

    Empec a creerle la tercera vez que me lo repiti. Fue en unaccidente de trnsito, cerca de la estacin de tren. l vena en elasiento del acompaante. El padre manejaba. Un colectivo losagarr de costado, en una bocacalle. El padre haba quedado in-ternado. Rodrigo no lleg al hospital.

    Esa tarde nos juntamos en mi casa. Diego jugaba en la com-putadora. Hernn puso un disco de Pearl Jam.

    Qu hacemos? dijo Vamos?Nadie respondi.La madre nos conoce insisti.Yo no voy dijo Diego. Los velorios me hacen mal.Es por Rodrigo dije.l se encogi de hombros. Yo me acord de cuando ellos dos

    se haban agarrado a trompadas, el ao anterior. La pelea se inicipor una discusin acerca de un captulo de los Simpsons. No scmo se les fue a las manos, pero los tuvimos que separar entretres. Despus se arreglaron aunque cada vez que uno poda, ha-blaba mal del otro. Era una cuestin de piel, supongo. Ningunode los dos hubiera sabido explicarlo mejor. La ltima vez que sejuntaron, fuera del colegio, fue en la salida a Cemento. Se lleva-ron bien.

    Sos un hijo de puta dijo Hernn.

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  • Diego agach la cabeza.Puede ser. Fuimos Hernn y yo. Saludamos a los familiares que conoca-

    mos, y a los que no.Ah estn los amigos murmur alguien atrs.Despus nos sentamos en el cordn de la vereda.Se haca cinco pajas diarias dijo Hernn.Desde adentro se escuchaban los murmullos de la gente. Ro-

    drigo era algo que nos haba pasado, y de ah en ms iba a ir apa-gndose. Una foto mal sacada, un papel. Primero pens que cadauno hablaba de un personaje distinto, y slo nosotros conocamosal real. Despus pens que ya no haba nada real.

    Diego me llam por telfono a la noche. Le cont cmo habasido todo.

    No s qu me pasa dijo. Despus me llam Vero. Me gust escuchar su voz. Pareca le-

    jos de todo, y tan cerca a la vez.No s qu me pasa dije.Ests triste.Le dije que s. Pero lo que pasaba, en realidad, era algo mucho

    ms difcil de explicar. Tena que ver con Rodrigo pero tambincon nosotros, y algo que sin darnos cuenta estbamos dejandoatrs.

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  • 9Antes de que el trmino empezara a utilizarse con frecuencia,en algn momento de los noventa, el fracaso era una miseria n-tima, poco propensa a ser compartida con los dems. El loser an-da por la vida dudando de todo, aunque sabe que est condena-do de antemano, cualquiera sea su eleccin. Su identidad estfundada en el fracaso. Las cosas le salen mal por un nico moti-vo: l. Si eventualmente le va bien en algo, se lo atribuir a la ca-sualidad o, en la mayora de los casos, a un error en el funciona-miento del cosmos, que regresar pronto a su estado habitual.

    En qu ests pensando? me pregunt Vero.En nada dije.Salamos del cine. No recuerdo qu habamos ido a ver, porque

    la pelcula no le interes a ninguno de los dos. Nuestras ltimasdos salidas haban consistido en eso: matarnos en un cine y des-pus en alguna plaza o Mc Donalds, hasta que empezaba a hacer-se de noche y yo la acompaaba hasta la puerta de su casa otra vez.

    Mientras caminbamos, yo me preguntaba por cunto tiempoms podra sostener la situacin. Vero me daba la mano, me be-saba en las esquinas, me contaba de su vida y sus amigas como sia m me importara. Y me importaba, slo que me pareca raro queella lo hubiera adivinado.

    Voy a conocer tu casa uno de estos das? pregunt.Le dije que s. La verdad era que no lo tena decidido. Hasta

    el momento, el nico que saba de su existencia era Hernn. Erael menos loser en mi grupo de amistades. Si Vero me dejaba a latercera salida, me iba a resultar difcil explicrselo a los dems. Es-pecialmente a mi familia, que hasta el momento no saba nada.Hernn, en cambio, slo me pregunt si Vero tena amigas parapresentarle. Y eso era lo nico que yo poda responder.

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  • Mam se va a enamorar de vos dijo ella en la plaza.Sonre.Claro dije.Y pap no es muy simptico pero es buen tipo, le vas a caer

    bien.Gracias dije.De qu?La bes. Despus la acompa hasta su casa.No quers pasar un rato? dijo.Le dije que estaba apurado.Mis viejos no estn.El departamento era grande, con largas cortinas blancas y al-

    fombras peludas en el suelo. El dormitorio de Vero pareca el lugarms desordenado, pero el descuido era intencional: los psters col-gaban torcidos y se vean compacts por todas partes. Attaque 77,Nirvana y Pearl Jam. Haba un oso de peluche sobre la cama. Allado del telfono inalmbrico, un papel con mi nmero anotado.

    Y no haba nadie ms que nosotros dos.Entonces se abri la puerta de entrada. Me qued sin tiempo

    para reaccionar.Vero? dijo una voz desde el pasillo.Eric dijo ella, te presento a mam.

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  • 10

    Susana dijo, encantada.La madre de Vero se acerc, me bes en la mejilla y despus se

    qued parada en frente mo, esperando que dijera algo.l es Eric dijo Vero.Me imaginaba.Sonri.Claro dije.Me sorprendi lo poco que se pareca a Vero. Era alta, escu-

    lida y con el pelo rubio platinado, bronceada y con arrugas comosurcos que le atravesaban la cara.

    La pasaron bien en el cine? pregunt.Vero dijo algo. Yo asent, escuchando. La puerta de entrada se

    abri otra vez.Lleg tu padre dijo Susana. Permiso.Y desapareci en el pasillo.El padre entr a saludarme un rato despus. Estaba en camisa

    y con el nudo de la corbata desajustado. Me apret la mano.Cmo es tu nombre?Eric dije.De qu origen sos?Me mir.Es alemn, pap dijo Vero.De qu parte?Villa Ballester dije.Son una bocina.Te queds a cenar con nosotros?Eric est apurado intervino Vero.El padre se mordi el labio inferior. No me soltaba con la

    mirada.

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  • Me quedo dije.l asinti.Pasen al living, por favor.Me sent con Vero en el sof. El padre en frente nuestro, con

    un vaso de whisky en la mano.No tens que avisar en tu casa? pregunt.En casa ni saban de la existencia de Vero. Dije que no.Despus cont de su trabajo. Era abogado. Me pregunt por

    mi familia. Le expliqu lo que pude, sin tartamudear. Cuando nossentamos a la mesa, Vero me apret la mano. El padre no la vio.La madre nos sonri. Tengo suegros, pens. Una novia. Una fami-lia poltica. Yo estaba contento. Y me agarr acidez.

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  • 11

    La cena con mis nuevos suegros fue tranquila. El padre nodijo nada. La madre me pregunt por la ma, mis estudios, c-mo nos habamos conocido con Vero, las pelculas que me gus-taban. Despus del postre, el padre me pidi un remis. Lleg unRenault 19 blanco, con los vidrios polarizados. Me desped deVero, que me haba acompaado hasta la puerta, y me sentatrs. El chofer iba de camisa y corbata. Tena tres anillos grue-sos y dorados en los dedos de una mano. Le dije la direccin demi casa.

    Vos sos el novio de la piba? pregunt sealndola a travsde la ventanilla del auto.

    S dije.Me mir por el espejo retrovisor.Te sacaste la grande dijo.Y me cont su vida, desde el secundario en adelante. De a ra-

    tos lo escuchaba, de a ratos no. El aroma del producto de limpie-za que haban usado para lavar el auto me mareaba, pero no meatreva a bajar las ventanillas por el aire acondicionado. Yo estabaacostumbrado a los autos destartalados de las remiseras de Balles-ter, que haban proliferado en los ltimos aos. Casi siempre metocaba el mismo remisero, que se quejaba de su suerte hasta el fi-nal del viaje. ste era todo lo contrario.

    Yo estoy contento de tener este laburo dijo.Qu bien.El remis cumple una funcin social. Ac en capital hay taxis,

    pero en provincia si no tens auto cmo hacs. Vas caminando,porque los colectivos te dejan en las avenidas noms. Y si tensque salir de noche, cagaste. Ms con los afanos que hay. Ya no escomo antes.

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  • Cruzamos la General Paz. Las calles estaban oscuras y plagadasde baches.

    Derecho por la avenida dije. En diez minutos llegamos.Mejor me meto por sta dijo. Parece mejor cuidada.Gir a la derecha, a ltimo momento, por una calle desolada.

    Las casas eran bajas, por todas partes se vean galpones y fbricasabandonadas. Yo haba estado slo una vez por esa zona, y de da.No tena buena fama.

    Yo gano bien. Tengo para mantener a mi familia, y me sobracomo para ahorrar unos mangos. Antes, cuando trabajaba en laoficina, andaba todo el da tensionado. Ahora hago lo que se meda la gana.

    No deberamos volver a la avenida?La gente que se queja no entiende nada.Se ri. Imposible saber si lo suyo era cinismo o felicidad. El

    auto rodaba sobre el asfalto. Cruzamos una calle de tierra. A lo le-jos se oy un petardo, o un disparo.

    Unos perros ladraron.Me parece que estamos yendo mal por este lado.Tengo un fierro, pibe dijo. No pasa nada.Abri la guantera, donde asomaba una culata, y me gui el

    ojo en el espejo retrovisor.Yo cerr los ojos. Me acord de Betina, la hija de una amiga de

    mi vieja, con la que toda mi familia me intentaba hacer ganchodesde un ao atrs. Era flaca, estirada y desagradable, Vero le ga-naba en todos los aspectos, pero al menos esto no hubiera pasado.Cerr los ojos y esper.

    Al rato estbamos en la puerta de casa.Cunto es? pregunt.El tipo se ri.Sos el yerno del trompa dijo. Vos no pags.

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  • 12

    Lo bueno de cenar en lo de Hernn era que las papas fritaseran Pringles, la pizza nunca vena de muzzarella sola y el heladoera siempre artesanal, algo que no pasaba en las casas de mis otrosamigos y mucho menos en la ma. La noche despus de la expe-riencia con mis nuevos suegros, acababa de comprarse el repro-ductor de laser disc.

    Lo puse en mi cuarto dijo cuando entr, con el amplifica-dor y los parlantes. Tambin me compr un televisor.

    Vimos algunas escenas de Terminator 2. La pelcula vena enun sobre grande, como el de los discos de vinilo. Ocupaba dosdiscos, grabados de ambos lados, que cada media hora haba quedar vuelta o cambiar.

    Mir la calidad de la imagen dijo. Es digital.Ms tarde encendi la luz y nos quedamos conversando un ra-

    to. Le cont de la cena con los viejos de Vero y el remis que mehaba tomado para volver a casa. Para l yo estaba exagerando elproblema.

    Vos ves demasiadas pelculas.Pero tena un fierro dije.Despus vimos El Padrino. El tiroteo donde muere Sonny hi-

    zo temblar los vidrios en las ventanas.El sonido es en sourround dijo.Me explic que George Lucas estaba remasterizando las tres

    pelculas de Star Wars para su lanzamiento en laser disc. Dijo queel formato se iba a estandarizar pronto.

    Dentro de dos aos opin, en cada casa va a haber un re-productor de laser disc.

    Ver una pelcula ya no sera sinnimo de una imagen empas-tada y con mal sonido, como en las comedias estudiantiles o las

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  • porno que veamos en VHS hasta poco tiempo atrs. Lentamen-te, el cine se transformaba en una experiencia real.

    Qu hago con Vero? le pregunt antes de irme.l se qued pensando.A vos te gusta la mina?Le dije que s.Y dale para adelante dijo. Qu puede pasar?Le hice caso. Es un pibe sensato, pens. Siempre tiene razn.

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  • 13

    Durante un tiempo nuestro punto de encuentro antes de lassalidas fue el minimercado de una estacin de servicio, en la es-quina de lo de Vero.

    No prefers pasar por casa? deca ella.Mis respuestas nunca eran convincentes: que no quera moles-

    tar, que me haba hecho amigo del empleado, que me gustaba elcaf de la mquina. La verdad era que me caa simptico que enlas estaciones de servicio, lugares que hasta uno o dos aos atrsyo asociaba con el olor a combustible y los derrames de aceite, hu-biera ahora tambin un espacio cmodo y ms o menos aspticocomo el minimercado. Adems, en las ltimas semanas habanpuesto un par de mesas y sillas de plstico que, sumadas al aireacondicionado, ayudaban bastante en mi argumentacin.

    Vos tens algn problema con mis viejos? me pregunt Ve-ro una vez, mientras yo terminaba mi caf.

    La mir a los ojos que me miraban fijos, delineados por unmaquillaje oscuro y algo recargado.

    Qu problema voy a tener? dije. Si los vi slo una vez.Entonces es conmigo dijo.Me pregunt si el maquillaje sera resistente a las lgrimas. No

    est bueno llorar en un lugar neutral, como un minimercado. Lasluces fluorescentes, los paquetes de snacks, la gente que entra y seva. Pero mucho peor, pens, era estar en un minimercado con al-guien llorando.

    Quers que salgamos a dar una vuelta? dije.Sacudi la cabeza. Yo levant la mirada. Del otro lado del vi-

    drio del minimercado haba un Renault 19 blanco, con los vidriospolarizados. Estaba estacionado a un lado de los surtidores, juntocon otros autos.

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  • De qu labura tu pap?Ya te dije. Es abogado.Decid que al menos por el momento, no tena sentido con-

    tarle nada. Tampoco estaba seguro de que fuera importante loque tena para contar. Las prioridades pasaban por otro lado. Ve-ro estaba a dos minutos de levantarse y dejarme solo en el mini-mercado.

    Tu familia no sabe ni que existo dijo.Aunque era cierto, lo negu.Yo los quiero conocer dijo.Acced. De alguna manera, tena razn. Presentarle a mi vieja

    tambin me facilitara las cosas a m, que hasta el momento tenaque inventar excusas cada vez que la vea.

    Eso la tranquiliz un poco.Quers un pauelo? dije.Para qu? me pregunt.La mir de cerca. No haba estado llorando. Era slo el brillo

    que se haba puesto en la cara.

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  • 14

    Algunos sbados a la noche, mi vieja y su amiga Ana, tambinviuda, se gastaban una parte del sueldo en el Bingo que se habainaugurado en la zona un tiempo atrs. Arrancaban en los traga-monedas y despus pedan unos cartones y se quedaban jugandohasta la una, dos de la maana, a menos que estuvieran con suer-te. En esos casos, el regreso poda demorarse hasta lo que les die-ra el coraje o el sentido del riesgo, bien estimulado por la canti-dad de Pronto Shake que hubieran tomado hasta el momento. Aveces las ganancias eran grandes, especialmente en las mquinastragamonedas, y en ese caso los domingos almorzbamos afuera.Otras veces perdan todo, lo cual se transformaba en un silenciotenso en todos los rincones de la casa. Pero ni mi vieja ni su ami-ga eran jugadoras compulsivas. En general las ganancias no supe-raban las prdidas y para ellas eso era suficiente, siempre y cuan-do la hubieran pasado bien.

    Tanto mi vieja como Ana conocieron a algunas de sus parejasde aquellos aos en el Bingo que frecuentaban.

    Yo conoc a dos.Uno se llamaba Roberto y era el barman de un sector del Bin-

    go. Viva en Banfield y se quejaba de las horas que perda en via-jar a su lugar de trabajo. Vino a cenar un par de veces a casa, an-tes de ir a trabajar. Me traa chocolates. Cont que haba trabaja-do en Segba hasta unos aos atrs. Era medio pelado y bastantemusculoso, deca que levantaba pesas en su casa. Una vez cambilos tapones en la nuestra, porque haban saltado. Mi vieja le decaRobi. A m me costaba tutearlo.

    Un da Robi no llam.Llamalo vos le dije a mi vieja.No tengo el telfono dijo.

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  • Yo no pregunt ms.El sbado lo fue a buscar al Bingo. Un camarero le cont que

    haba renunciado. Ella le pidi el telfono o la direccin de Ro-berto. El camarero dud un rato largo y al final, despus de idasy vueltas, le cont.

    No pierdas el tiempo dijo incmodo. Te lo digo de onda,porque me cas bien. El tipo es casado.

    Unos meses ms tarde conoci a Juan.Era bastante ms simptico que el anterior. Un tipo con suer-

    te. Los empleados del Bingo trataban de mantenerlo alejado de lasmquinas tragamonedas, porque cada dos por tres ganaba. Estabadesocupado, a menos que sus visitas a los Bingos del conurbano,que realizaba cuatro o cinco veces por semana, contaran como untrabajo. l se las tomaba muy en serio. Estudiaba estadstica y as-trologa. Pasaba ocho horas jugando, ni ms ni menos, y se retira-ba con lo que hubiera perdido o ganado hasta el momento. En ge-neral le iba bien. El problema era cuando las cosas salan mal unpar de das seguidos, y se quedaba sin un centavo en la billetera.Aunque nunca me lo cont, siempre me qued la sensacin de queen esos casos, mi vieja le prestaba. No s si le habr devuelto la pla-ta alguna vez. Teniendo en cuenta lo fluctuante de su economa,supongo que no. Un da de la semana mi vieja cay de sorpresa alBingo, para visitarlo, y lo encontr con otra. se fue el final.

    Qu mala suerte le dije cuando me enter.No es tan fcil suspir.Cuando Vero la conoci, se puso un vestido que compr con

    lo que haba ganado en las tragamonedas la semana anterior. To-m algo con nosotros, conversamos un rato y despus se fue.

    Es divina tu mam dijo Vero.La prxima te presento a mis amigos dije yo.

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  • 15

    El problema era el lugar. Alguien nos haba dicho que en los te-los pedan documento y no dejaban pasar a los menores de edad.La casa de Vero estaba descartada. Mis suegros hacan cada tantouna escapada a un country de Tortuguitas, pero la mucama queda-ba firme como ltima lnea de defensa. Adems, la sola posibilidadaunque fuera remota de que se abriera la puerta y mi suegro meencontrara desnudo en la cama de su hija, alcanzaba para disuadir-me del todo. Mi casa era un lugar un poco ms potable, pero des-de su ltimo noviazgo frustrado, mi vieja haba limitado las salidas.Incluso cuando iba al bingo, no haba manera de saber si volva alas dos horas o al da siguiente, lo cual nos hubiera transmitido unainquietud que era precisamente lo que buscbamos evitar.

    Otra alternativa era pedirle prestada la casa alguien.Yo tengo una amiga que se queda sola algunos fines de sema-

    na dijo Vero. Le podra preguntar.Dale dije.Al da siguiente trajo la respuesta:Se puso de novia. Slo queda libre el dormitorio de los pa-

    dres, pero no lo quiere prestar.Como en el programa Peor es Nada, se me fue transformando

    en un hbito escuchar los relatos acerca de la primera vez de miscompaeros del colegio. Al principio los protagonistas eran uno odos aos mayores que yo. Despus, muy de a poco, les empez atocar a los de mi misma edad. Algunos se los contaban a los doso tres amigos ms ntimos, que despus eran los encargados de di-fundir la noticia. A otros les gustaban los auditorios, y para eso nohaba mejor lugar que el vestuario despus de las clases de gimna-sia. Uno esper durante meses que los viejos se fueran a Miami.Otro se fue hasta la casa de la abuela de la novia, que dorma co-

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  • mo un tronco y tena un dormitorio de ms. Los relatos se cen-traban en el antes y el despus, como si el pudor los agarrase en lamejor parte. Para saber lo que haba sucedido durante el encuen-tro, haba que fantasear un poco.

    Nunca viste una porno? dijo Diego. Bueno, as.Me costaba pensar en Vero y en m en la misma situacin. La ha-

    ba imaginado desnuda muchas veces, casi todos los das desde quesala con ella, pero hasta ah llegaba. Una vez nos habamos tiradosobre el pasto de una plaza, ella encima mo, y eso fue lo ms pare-cido al sexo que habamos tenido hasta el momento. Bastante poco,teniendo en cuenta que, al fin y al cabo, el sexo era lo que mantenaunidas a las personas. Y no solamente a las parejas. Ese era mi des-cubrimiento ms reciente. Qu otro inters podan tener en comnuna modelo de la revista Caras, un desocupado, un cartonero, unaminita de Parada Cero, un nuevo rico y yo? Cul era el secreto delrating y las grillas de programacin? Pero ese da, en la plaza, ella meacarici la cara. Podra haber sido otro, pero me haba tocado a m.Y eso nos volva distintos a todos los dems. A Matas Torelli, quehaba contado su iniciacin en el vestuario, la novia le haba dichoque lo suyo era una prueba de amor. Vero me deca:

    En el cine?No.En el subte?No.Una noche so con Rodrigo. Tena la cara llena de barro y de

    races y segua hacindose la paja en el ms all. No est tan mal deca y se rea como burlndose de m.Al da siguiente se me ocurri la solucin. La vi al costado de

    la vereda, volviendo del colegio. Todava no la haban demolido,y a esta altura era probable que no lo hicieran ms. Se lo dije a Ve-ro con cuidado, por temor a que me respondiera que no. Ella tor-ci la boca, como siempre cuando se quedaba pensando en algo.El sbado siguiente guard unas frazadas y unas almohadas en unbolso, compr una caja de forros y la esper en la estacin de tren.Lleg puntual. Entonces fuimos a la casa embrujada.

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  • 16

    Hasta las telaraas parecan viejas. Muebles, sillas rotas, unapava oxidada que me haca acordar a la que haba en la casa de miabuela paterna, que haba muerto diez o doce aos atrs. Tododesparramado por el suelo, como la utilera en un teatro abando-nado. Entramos por la misma ventana por donde nos habamosmetido la primera vez, con Diego y Hernn. Haba pasado msde un ao desde entonces, pero todo segua igual.

    Vero me agarraba fuerte de la mano. Caminaba pisndome los ta-lones, como si temiera que en cualquier momento fuera a pasarle al-go. Haba aceptado la idea de la casa embrujada sin vacilaciones, pe-ro ahora estaba asustada. Afuera se haba nublado y entraba poca luz.

    Trajiste linterna? pregunt.Yo negu con la cabeza. Haba estado pensando en llevarla

    hasta ltimo momento, pero al final me la olvid. La verdad esque nos hubiera hecho falta. El lugar pareca ms lgubre sin luz,con sus retratos mal colgados y las sombras de los rboles sobre lasparedes. Elegimos un lugar en la sala de estar, al otro lado de la es-calera. Tir las frazadas y los almohadones sobre el suelo. Vero sesobresalt.

    Vos me tocaste? pregunt.Le dije que no.Quin fue entonces?Nos miramos un rato largo. Me re.Qu tarado dijo.Me acord de la leyenda que me haban contado una vez so-

    bre la casa. Haca aos que no pensaba en eso. Era la tpica histo-ria que se cuenta, con alguna que otra variante, en todos los ba-rrios sobre las casas abandonadas. Una pareja se haba mudadodespus de casarse. Al principio las cosas iban bien, despus no

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  • tanto. Los vecinos se quejaban de los gritos y los ruidos y algunavez llamaron a la polica. A ella la encontraron golpeada. El tipopas una noche en la comisara, pero lo soltaron al da siguienteporque la mujer no quiso hacer la denuncia. Decan que andabacon otro. Dos das despus los encontraron muertos a los dos. Eltipo le peg un tiro y despus se suicid. A partir de entonces lacasa qued deshabitada y empezaron los rumores sobre gritos a lanoche, luces que se encendan solas y una mujer que apareca ca-minando en camisn por el jardn. Todava faltaban unas horaspara la noche, pero las nubes oscurecan el cielo. Pens en contar-le a Vero la historia de la casa, pero me arrepent a ltimo mo-mento. Eso es para los amigos, pens.

    Nosotros estbamos ah por otra razn. Las sombras le caansobre la cara. Llevaba puesta una remera blanca y un pantaln dejean, y estaba sentada con las piernas cruzadas sobre una frazadade lana. Le voy a tener que sacar la ropa? Se la quitar ella? Y siacabo demasiado pronto?

    Hablamos de cualquier cosa. Mi boca se mova sin que yo tu-viera el control. Cada vez que deca algo, me quedaba con la sen-sacin de que me estaba enterrando un poco ms. Ella me habla-ba con la misma expresin de frustracin en la cara. No era a esoa lo que habamos venido.

    Despus, el silencio. Ella me bes. Nos dejamos caer sobre lafrazada. Ahora, por lo general, vena la parte en que llegbamos aun lmite y nos tenamos que separar, acomodarnos el pelo, respi-rar hondo y hacer de cuenta que no haba pasado nada.

    Trajiste forros? pregunt Vero.Estir la mano y los busqu en el bolso. Haba estado practi-

    cando en casa como ponrmelos. Nos separamos. Escuch cmola tela del pantaln se deslizaba por sus piernas, hacia abajo. Yome quit el mo. La vi boca arriba, con la remera puesta, sobre lafrazada. No me miraba a m, sus ojos estaban en el techo, o en lapared, en otra parte. Me pareci escuchar ruidos en la planta altade la casa, pero ella no se movi. Era un grito de mujer, y unospasos que corran de un lado a otro.

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  • Ests asustada? pregunt.Un poco dijo.Yo tambin.Me acord de la pareja feliz que haba vivido en la casa y de

    cmo haba terminado. Todo pas rpido. Ella grit un poco,aunque despus me dijo que no haba dolido tanto. Cuando ter-minamos, nos tapamos con la frazada. La bes. Los nicos ruidoseran de los pjaros y de los autos. Tenamos hambre. Nos dola laespalda. El olor a encierro y humedad era insoportable. Me pare-ci que haba demasiada luz.

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  • blanca

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  • 17

    Salimos de la casa embrujada con todo el hambre y las con-tracturas encima.

    Vamos al maxiquiosco dije.Vero asinti. Me apretaba fuerte la mano. Sonreamos los dos.El maxiquiosco de Luis haba empezado como un improvisa-

    do expendio de golosinas y cigarrillos en la ventana de su casa,menos de dos aos atrs. Luis era el hijo de una conocida de mivieja, nueve o diez aos mayor que yo, que se haba ganado algu-na fama en el barrio por sus aventuras en moto, sus escapadas dela polica y sus escandalosas relaciones con las mujeres de otros.Ms all de sus criterios siempre divergentes, los vecinos de VillaBallester estaban de acuerdo en algo: a Luis no le gustaba laburar.

    l mismo no lo hubiera negado. Un da empezaron a suceder-se una serie de acontecimientos que, en la versin oficial de la his-toria, ayudaron a cambiarle la cabeza. Lo primero fue que el pa-dre de Luis muri. Era un viejo oficial de la marina que, segn secontaba, le haba pedido mesura en su lecho de muerte. Y lo se-gundo fue que, en una de sus aventuras nocturnas, dej embara-zada a Carolina Gaitn, que en aquel entonces todava era menorde edad. Luis abandon todo y se fue un par de semanas comomochilero al Norte, de donde volvi cambiado. Se cas con Ca-rolina y abri el quiosco en la ventana de su casa, que atenda delunes a lunes y empez a crecer con inusitada velocidad. Al aoalquil un local, contrat un empleado y abri un maxiquiosco,que estaba abierto las 24 horas. Fue el primer maxiquiosco de Vi-lla Ballester.

    Ese chico cambi mucho comentaba mi vieja con admira-cin.

    Yo le compraba seguido. No slo porque me quedaba cerca, si-

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  • no ms que nada porque me gustaba quedarme conversando conLuis. Era uno de esos tipos que la vivieron, y que por eso la tie-nen clara. Siempre tena una historia distinta para contar. Histo-rias con mujeres, en las que de una forma u otra siempre sala ga-nando.

    Y vos? me preguntaba Cmo va el levante?Entonces yo le peda consejo o le inventaba algo, de acuerdo

    al humor que tuviera en ese momento.De Vero todava no le haba contado nada. Por eso me pareci

    una buena idea que ese da nos diramos una vuelta por ah.Vens bien acompaado dijo Luis cuando nos vio.Compramos alfajores, galletitas y dos latas de Coca-Cola. Me

    pregunt si se nos notara algo. En los movimientos, la mirada ytal vez incluso en la sonrisa inocultable de los dos. Yo actuabade la manera ms desenvuelta posible. Sealaba las golosinas, con-sultaba con Vero acerca de la compra y dos o tres veces la bes.Despus me susurr algo al odo.

    Tens bao? le pregunt a Luis.La dej pasar. Nos quedamos solos, esperando. Qu anduvieron haciendo? pregunt Luis.Yo me re.Tanto se nota?Lo tens en la cara dijo. Ella tambin.No se te escapa nada.Dnde fue?En la casa embrujada.Se ri.Es un buen lugar.Luis sac algo de un cajn y me lo apret en la mano.Tom dijo. La prxima, comprs ac.Vero sali del bao. Saludamos y salimos a la calle. En la es-

    quina abr la mano. Era una bolsita de celofn, con un poco demarihuana adentro.

    46

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  • 18

    Vamos a tomar unas birras? pregunt Hernn. Mir quetenemos para festejar.

    Se refera a lo mo con Vero y a que l haba empezado a salircon una mina de cuarto, que le gustaba desde un ao atrs.

    No me gusta la cerveza dije.Una vieja leyenda familiar cuenta que mi bisabuelo inmi-

    grante, que trabaj hasta su jubilacin en la antigua fbrica dela cervecera Palermo, casi se ahoga en un barril de cerveza. Enaquel entonces cada obrero reciba tres litros diarios durante elhorario de trabajo, a los cuales mi ilustre antepasado sumaba to-do lo que pudiera tomarse de contrabando, cuando el capatazmiraba para otro lado. La cerveza se guardaba en barriles enor-mes, y la mayora de las veces el procedimiento consista enhundir la cabeza adentro y tragarse todo lo que fuera posible.Un da resbal y se hundi hasta el fondo. Lo sacaron de laspiernas, boqueando, dos o tres minutos despus. Mi abuelocontaba la ancdota con una mezcla de orgullo y simpata siem-pre que destapaba una botella, en cada reunin familiar. Que am no me gustase la cerveza aunque mi vieja todava vigilabaque nadie me sirviera un vaso, me transformaba en una espe-cie de incipiente oveja negra.

    Ese da nos juntamos en casa de Hernn, porque los viejos sehaban ido a alguna parte. Empezaba el calor. Nos sentamos en eljardn.

    Por qu birra? Se llama cerveza protest.As le dicen ahora contest, tomando el primer sorbo con

    una mueca de placer en la cara. A m me result amargo. Por su gesto al empinar el vaso, adi-

    vin que a Diego le pasaba algo. Escupi un poco sobre el pasto.

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  • Despus volvi a tomar. Ese da haba llegado con la cabeza baja,casi sin hablar.

    La Quilmes es mejor dijo Hernn.Esta cul es? pregunt.Budweiser dijo. No la conoca. Y seal la botella, que dorma en el pasto.Tambin est la Heineken.Son todas iguales dijo Diego con el vaso casi lleno en la mano.Despus de la primera botella Hernn trajo otra, y despus

    otra ms. El sabor amargo empez a ceder, reemplazado por otroms confuso, y que slo podra definirse como las ganas de seguirtomando. se no estaba mal.

    Cmo te fue con Vero? me pregunt Diego.Le cont del maxiquiosco y de la casa embrujada. Entonces le

    pregunt a Hernn, que habl de la chica con la que haba empe-zado a salir. Yo me levant para ir al bao, y me ca de espaldas so-bre el pasto. Hernn se ri. Diego nos miraba, con el vaso toda-va lleno en la mano.

    Yo estoy solo murmur.

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    Prob con el rubro 59 dijo Hernn.Cada vez que caa un Clarn cerca, leamos los clasificados. En

    el rubro 59 podan leerse avisos tales como:

    Colegiala. 22 aos. Completa. Bucal s/globito.Paraguayita viciosa te espera en su dpto.

    La cantidad de avisos, que cuando estbamos en primero nosuperaba los treinta o cuarenta, haba aumentado en los ltimosaos.

    Est bien dijo Diego despus de un rato largo.Hicimos una primera clasificacin. Elegimos las que estaban

    sola en su dpto. Nos quedaron unos cincuenta avisos. Habanmaduritas, colegialas y dominicanas.

    Y ahora?Las seleccionamos por barrio, de acuerdo a la caracterstica te-

    lefnica. No haba ninguna en Ballester. Diego se qued con lasde Belgrano, Palermo y Barrio Norte. Entonces empez a llamar.Despus de un par de intentos ya conoca la jerga.

    Hola, qu tal deca. Vi tu nmero en el aviso de Clarn.S Aj Y el arancel? Cincuenta pesos Completo cun-to me sale?

    Se qued con una que atenda a la vuelta del Alto Palermo. Sellamaba Natalia. En el aviso acusaba veintin aos.

    Tena voz de mina que est buena dijo.Nos pidi que lo acompaemos hasta el lugar. Lo espiamos

    desde la cuadra de enfrente. Una chica baj a abrirle en jeans y za-patillas. Era rubia, bastante alta y pareca tres o cuatro aos ma-yor que nosotros. A Hernn no le gust.

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  • Es una mina comn y corriente dijo.Lo esperamos a Diego en el patio de comidas del shopping.

    Una hora despus, apareci con una lata de Coca en la mano.Cmo te fue? le preguntamos.Empez por el principio. En el ascensor, la chica le habl del

    tiempo. l dijo algo de las lluvias de verano. Una vez arriba, sesentaron en los sillones del living y ella le ofreci algo para tomar.Diego dijo que no, a ver si le metan algo en el vaso. Habamosvisto una pelcula donde decan que a las putas haba que pagar-les antes, as que le pregunt otra vez cunto cobraba.

    Hace mucho que te dedics a esto? dijo.La chica respondi que menos de un ao. Le pregunt qu

    edad tena. l minti: diecisiete, dijo. Vas al colegio todava. Esolo afloj. Hablaron de matemticas y qumica. A ninguno de losdos les gustaban. Ella cont que en educacin cvica era la mejor,pero que el resto de las materias siempre se las llevaba. Exceptogimnasia, claro.

    Quers pasar al bao a higienizarte? dijo entonces.Despus fueron al cuarto. Ella lo esperaba en ropa interior.

    Hablaron de las amonestaciones Diego tena dos, ella haba ter-minado con cinco mientras l se desnudaba. Todo el resto pasbastante rpido. En el medio hicieron una pausa. Comentaron elcaptulo de los Simpsons en que Homero le regala a Marge unabola de bowling con su nombre grabado. Despus la chica le pre-gunt si tena novia. Diego estuvo a punto de preguntarle lo mis-mo, pero a ltimo momento se arrepinti. La bes en los labios.

    No tenas que hacer eso dijo Hernn.Mientras se vestan, ella le pregunt dnde viva. Ballester, di-

    jo, no s dnde queda. Cont que era de San Fernando, aunqueahora viva en Capital. Trabaj como manicura en un saln de be-lleza, antes de empezar en el departamento. El saln haba cerra-do y en el resto le ofrecan muy poca plata.

    Pero en cualquier momento vuelvo dijo y se quedaron ahabajo, mirndose en la puerta del edificio, sin decirse nada mshasta que l se fue.

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    Boludos, me enamor dijo Diego con un vaso de birra en lamano.

    Me ests jodiendo dijo Hernn.l sacudi la cabeza.De verdad.Hernn y yo nos miramos. Cont dije.Cuenta conmigo dijo Hernn.No seas boludo, es algo serio.Y dijo que segua pensando en la mina.Cmo pensando? Te gusta o te la quers coger de vuelta?Me gusta dijo. Me gusta mucho.No pods enamorarte de esa mina dijo Hernn.Por qu no?Ya sabs por qu.Es una puta dijo Diego. Pero qu tiene que ver.Hernn le puso una mano en el hombro.No tengo nada en contra de ella, al contrario. No es discri-

    minacin. Pero no pods enamorarte de esa mina.No te tengo que pedir permiso a vos. Adems, por qu no

    puedo? se cruz de brazos Explicame.Qu quers que te explique, boludo, est claro.Yo medi con mi habitual voz narradora:Lo que quiere decir Hernn dije, es que es muy difcil lle-

    var adelante una relacin con una persona de ese oficio. Nadams.

    Diego respir hondo.Imaginate que sals con la mina, sabiendo que se la estn gar-

    chando otros todo el tiempo.

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  • Yo pens inmediatamente en Vero. El da anterior me habacontado que un compaero del colegio le haba elogiado el peina-do, y yo tuve una pesadilla donde iba en carreta por el campo, sa-caba el puo por la ventana y gritaba lo cago a trompadas.

    Lo peor de todo es que la mina ni siquiera se debe acordar dem dijo Diego.

    Nos callamos un rato.Bueno, hay una sola manera de saberlo dijo Hernn. Garp.Destapamos otra botella. En el aire se senta el olor del pasto

    hmedo, unos meses antes del verano. Es porque te la cogiste dije.No creo dijo Diego.Ser copada, todo lo que quierasUstedes dos me quieren cagar.Se levant de un salto. No se bancaran que yo tambin est con una mina.Discutir era arriesgar demasiado, aunque tuviramos razn. Y

    Hernn y yo nos decidimos por lo mismo, sin decirnos nada.Queda ms cerveza? pregunt.Hay otra en el freezer dijo Hernn. And a buscarla.Cuando volv hablaban de ftbol. Despus nos quedamos tira-

    dos en el pasto. A las tres o cuatro de la maana pedimos un remis.

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  • 21

    Se encontraron un sbado a la tarde. Caminaron un rato porFlorida, abajo del sol. Ninguno de los dos hablaba. Al final se me-tieron en un bar de manteles blancos y ventana a la calle. En fren-te tenan un negocio que venda panchos. O pancho, deca elcartel. En el dibujo, dos salchichas: una con minifalda, pelo riza-do y como bailando samba, y la otra con sombrero de mexicano.

    El aire acondicionado no funcionaba.Quers que vayamos a otro lado? dijo Diego.No, dej, est bien ac.Ella abri la cartera y sac un abanico chino, de esos que se

    vendan en los locales de Todo por $2.Es prctico.A ver dijo Diego.Lo examin un rato y se lo devolvi.Qu copado.El mozo les ofreci la carta.Quers pedir algo raro? pregunt Diego.Ella sonri.Una lgrima, por favor le dijo al mozo.Diego solt una carcajada.Yo pido siempre lo mismo.Era la primera vez que invitaba a alguien a tomar algo, no so-

    lamente a una mujer, sino a alguien en general. Tiempo despusme cont que, adems de eso, era la primera vez que se sentabasin la compaa de sus padres o de algn adulto responsable enun lugar que no fuera de fast food. Le caus gracia que el mozo,un viejo de treinta mil aos, lo tratase de usted.

    Est todo bien dijo, pods tutearme.El mozo no dijo nada.

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  • Me gusta salir al centro de vez en cuando.Ella sonri.Diego pens que estaba buena. Ms que eso: era un ngel.Mir, yo te invit porque quera... Perdoname.Ella abri fuerte los ojos.Qu cosa? pregunt.A los veinte minutos, salieron del bar.Ese lugar tena algo dijo ella.l coincidi.Vos tenas diecisis, me habas dicho?S.Pasaron por la puerta de un cine que haba cerrado. El ltimo

    afiche que haba en la vitrina era el de la pelcula Mujer Bonita.Vos la viste? pregunt ella. De qu se trata?Diego no la haba visto. Tena la teora de que no vala la pe-

    na ver pelculas que no formaran parte de una saga o que noapuntaran a formarla en algn momento.

    Se larg a llover. Una lluvia tibia, casi de verano. Se refugiaronen la entrada del cine, con los vendedores ambulantes.

    Cuando afloj la lluvia se metieron en el ltimo Pumper Nicque quedaba. Diego cont que haba ido a ese local unos aosatrs, despus de ver la pelcula de He-Man.

    Esa la viste?Ella neg con la cabeza.l se qued pensando unos segundos. Despus se ri. Fuerte,

    a las carcajadas. A veces le pasaba. Le agarraban ataques de risaque lo recomponan al instante, como si entendiera todo al me-nos por un rato.

    Hoy no la embocamos, eh? No hay caso.No coincidi ella. Ni a palos. Quiero decir cosas pero no

    me sale nada.A m tambin me pasa.Charlaron un rato acerca de cmo era el lugar donde viva ca-

    da uno. Ella le cont que conviva con la madre y una hermana.A Diego le pareci que era grande. Cuatro, cinco aos eran un

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  • abismo de diferencia, pero no se notaba tanto. Diego se pregun-t qu opinara su madre al respecto.

    Anocheci rpido, dentro de todo.Bueno, nos vemos dijo l.Se quedaron parados en la esquina, mirndose.Diego se acerc, retrocedi y al final le dio un beso en la me-

    jilla. Estuvo pensando en ese momento toda la noche, el da si-guiente y el resto de la semana. La oportunidad desperdiciada. Lasvidrieras, la mugre. El fracaso. Todo se le vino encima de repentecuando se fue caminando por Florida y ella se perdi en Lavalle.De su lado, los cines. Ac, la estacin de tren.

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    Para los padres de Diego, el estado civil era importante. Elmundo se divida en personas divorciadas y matrimonios estables.El resto no importaba.

    Los das siguientes fueron extraos. Adems de ir al colegio,Diego no haca nada. Falt a orientacin vocacional, no tocabaun libro y ni siquiera miraba televisin. Se quedaba tirado en sucama, mirando el techo. Pensaba en ellos dos viviendo juntos,desnudos todo el tiempo. Se acord de la propaganda de una mar-ca de colchones. Imagin que vivan en un country. Ella se pare-ca un poco a Beln Blanco, la de El caso Mara Soledad. Aunqueera rubia. Y ms alta. Y un poco mayor.

    A la noche tuvo una cena familiar.Me voy a casar con una puta dijo al pasar.El padre se ri. La madre le pidi que se calle. La hermana me-

    nor opin que era un tarado.Al da siguiente la visit a Natalia. Le dio la plata ni bien en-

    tr al departamento. Eso le debe haber molestado, reflexiondespus.

    Ella le ofreci algo para tomar. Esta vez, l acept.Estuvo lindo el otro da dijo ella.Diego asinti.Cmo puede ser que no tengas novia?l balbuce alguna explicacin.Las chicas de tu edad estn en la pavada dijo ella.Diego trat de imaginrsela a esa edad, pero no pudo hacerlo.

    Cada vez que la vea, le pareca mayor. O mejor dicho: diferente,como si su memoria y el presente nunca se pusieran de acuerdo.

    Y qu te gustara hacer ahora?A Diego la pregunta le pareci una ingenuidad, hasta que se

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  • dio cuenta de que la respuesta no era simple. Ya le haba dado laplata. Pens que eso lo habilitaba para decirle: vamos al dormi-torio, o alguna frase por el estilo. La otra opcin era quedarseah. Invitarla a dar una vuelta, algo.

    Charlemos un rato dijo.Sos divertido.Te parece?Ella asinti.Pero sos chico.No soy tan chico.A m me parece que s.Probame.Ya lo hice. No te acords?Estuvo a punto de preguntar cundo, pero entendi antes de

    hablar. Entonces le sali contarle lo de la cena.Lo que pasa es que mis viejos me presionan todo el tiempo

    dijo.Claro, eso es complicado.A vos te deben contar cada historia ac.Lo tuyo no es tan grave.Diego se estir sobre el sof, para acercarse un poco.Sos as con todos tus clientes?Casi no termin de formular la pregunta, por temor a que la

    incomodase, pero ella le respondi sin problemas.No dijo, slo con vos.Pens que tal vez no fuera cierto, pero no le importaba tanto.A m tambin me gusts sigui diciendo ella. Sos un buen

    pibe. Pero no s qu hacer. Entends lo que digo?Me pasa lo mismo.Yo vivo de esto... vos vas al colegio.Y, entonces, qu hacemos? pregunt Diego.Saba muy pocas cosas concretas. Una era que Natalia le gus-

    taba. Lo dems haba quedado, de repente, oscurecido y en segun-do plano.

    Se miraron.

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  • No nos vamos a casar.No vamos a ir al cine juntos.Diego se qued pensando.Bueno, de vez en cuando...No me vas a presentar a tus amigas.Igual no tengo.Ella se ri.

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    En Villa Ballester haba una estacin de tren. Cuando yo erachico era un lugar de borrachos, delincuentes y vagos. Despuslo enrejaron. Cerraron los bares de mala muerte, abrieron nue-vas boleteras, pintaron un poco. Lo haban privatizado. El pro-blema era que antes al tren no lo gestionaba nadie (o sea: el Es-tado), y ahora lo hacan unos seores muy vidos de ganancias,que iban a cuidar de l porque se haba transformado en algo ca-si propio.

    Yo me lo tomaba para ir al centro. Me bajaba en Retiro, des-de donde me tomaba el subte para ir al cine, porque en Ballesterla nica sala se haba transformado en una sucursal de alguna igle-sia evangelista, bien al comienzo de los noventa. La primera vezrepartieron un librito con los horarios del tren. Yo perd el mo ya partir de entonces pregunt, durante aos, en diferentes oficinasy boleteras en todas las estaciones por las que pas, pero nuncavolv a conseguirlo. El librito se transform en un incunable, co-mo las primeras ediciones del Quijote o de la Biblia.

    Era la lnea Mitre, Retiro-Surez. Renovaron los vagones y lospintaron de otro color. Quitaron el vagn fumador. Pusieronasientos de plstico, porque los de cuerina verde con relleno siem-pre terminaban a la miseria. Los guardas controlaban cada tantoque uno tuviera el boleto. En la poca de Ferrocarriles Argentinosera muy fcil colarse. En los comienzos de TBA, no tanto.

    Despus me enter de que las lneas de trenes se haban mo-dernizado en todo el conurbano. Y las que iban al interior, las ce-rraron. Slo quedaba el de Mar del Plata, que me tom un par deveces para ir de vacaciones con Diego y Hernn. El tren era laconstante entre Ballester y capital, Tigre y capital, e innumerablescombinaciones que no se me ocurren en este momento. Era si-

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  • gue siendo algo en comn: en todas partes, en el conurbano bo-naerense, hay una estacin de tren.

    Los vendedores ambulantes empezaron de a poco. Al princi-pio era raro encontrarse con alguno. Despus se transformaron enpersonajes habituales. Cuando uno haca siempre el mismo tra-yecto y en los mismos horarios, se terminaba acostumbrando a lascaras. Estaba el que venda marcadores, el que reparta estampitasde la virgen, los que repartan flores. Entonces, quizs, le daba porinventarles nombres, o imaginar una mafia de vendedores ambu-lantes que muelen a palos a los nuevos, algo bastante probable.Uno nunca saba bien por qu las ruedas aceitosas y oscuras deltren estaban manchadas con sangre.

    En las estaciones, los alambrados nuevos se fueron oxidando.La iluminacin se arruinaba y no la arreglaban. La suciedad au-mentaba. En el programa El otro lado, Polo entrevistaba a un ma-quinista que le contaba de los suicidios. Lo peor, deca el tipo, eraque l los vea unos segundos antes, y no poda hacer nada paraque el tren se detuviera a tiempo. Unos meses despus, Polo sesuicidaba en las vas del tren.

    La primera vez que el tren se qued parado entre dos estacio-nes porque alguien se haba suicidado, yo me angusti. Quin erael muerto? Por qu haba saltado? Pero despus se fue transfor-mando en costumbre. Esa inquietud pas a un segundo plano. Alfinal siempre llegaba tarde.

    En algunos trayectos, entre estaciones, volaban piedras desdelos costados. A m me gustaba el tren, con su aire de progreso grisy deterioro suburbano. Fue el que me tom para ir al centro, a lode mis tos, ms adelante a la facultad. Y fue el que me tom pa-ra ir a visitarla a Vero cuando me llam, dos das antes de Navi-dad, para decirme que tal vez estaba embarazada.

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    Una semana dijo. Es mucho.Qu es un atraso?Me explic.Despus dijo que haba tenido nuseas. Y que el otro da le ba-

    j la presin.Los dos nos miramos.Cada tanto se escuchaba de alguien. Nunca haba sido, hasta

    el momento, nadie muy cercano. Pero al sobrino de Marta, unaamiga de mi vieja, le haba pasado. Sali con una mina y la dejembarazada. Despus ella abort. Pero eran mayores que yo. Te-nan diecisiete aos. Otro caso haba sido mi primo segundo, Pa-blo. l se cas con la mina. Yo era chico todava, pero fui al casa-miento. Ella de novia, embarazada. Eran dos trminos incompa-tibles que de repente se juntaban. A mis siete, ocho aos, yo erams conservador que los miembros de la Real Academia o el Pa-pa. Ahora el hijo de Pablo tena esa misma edad. La mitad que yo.Y Pablo era apenas un par de aos ms grande.

    Compr un Evatest.Miramos el captulo de los Simpsons donde instalan el mono-

    rriel en Springfield. Fue raro, porque no estaba planeado. Yo en-cend el televisor mientras ella prenda la luz del bao, y cuandovolvi se qued conmigo, en el sof blanco.

    Viniste en tren? me pregunt.Dije que s.Mucho quilombo?Ms o menos.Nos abrazamos un rato.Si usamos forro dije. No entiendo nada.Ella se encogi de hombros.

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  • Mis viejos llegan en un rato.Ley las instrucciones en voz alta. Tiene voz de maestra, pens.

    Clara, concisa y resaltando los momentos importantes. Me tran-quilizaba. Yo asent un par de veces, con naturalidad.

    Mi vieja contaba que la primera noticia que tuvo de mi exis-tencia lleg a travs de un anlisis de sangre. Ahora, el Evatest.Cinco minutos de espera, nada ms.

    Nos agarramos de la mano. Los dos pensbamos en lo queninguno haba mencionado. Ese silencio entre los dos quiz tenaforma, y en algn momento habra que ponerle un nombre. Yonunca haba saltado con paracadas, pero me imaginaba una sen-sacin bastante similar. Despus pens que no tena paracadas.Simplemente no me imaginaba teniendo un beb. No estaba enlos planes. Y por la manera en que me apretaba la mano, sospe-ch que en los de Vero tampoco estaba.

    Levant la vista.Ya pasaron los cinco dijo.No nos movimos por un rato. Despus le la tira a contraluz.Qu era dos rayitas? pregunt.Pero haba una sola.

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    A comienzos de los noventa, empec a sospechar que la Navi-dad no era el evento mgico que yo haba credo hasta poco tiem-po atrs. Pap Noel no exista, pero a la mesa navidea se sumotro invitado rodeado de un misticismo ms enigmtico, peroigual de particular: el amigo invisible.

    Era la solucin que haba encontrado mi familia antes del au-ge de los Todo por $2 para que sonara divertido hacer slo un re-galo, y no diez. Y que nadie se pusiera celoso.

    El sorteo se organizaba en algn evento anterior, a comienzosde diciembre, entre mi vieja, mis tos y tas. Cada uno sacaba unpapelito con el nombre del destinatario de su regalo. El portadorse transformaba en un amigo invisible relativamente inoperanteporque no estaba obligado a escribir cartas con pistas denotandosu identidad, como se haca en algunas oficinas. Se limitaba acomprar un regalo y entregarlo despus de la cena de Navidad.Un amigo invisible de la clase media.

    Los chicos no participbamos. Ms all de que esa categorano me gustaba, yo me senta aliviado.

    Yo nunca iba a ser un amigo invisible.Eso tena sus ventajas. En primer lugar: siempre ligaba unos

    cuantos regalos. Algunos no eran interesantes, pero mi abuelasiempre me daba plata, y una ta vieja tambin. No eran fortunaspero algo sumaban. Y en segundo lugar, no ser amigo invisibleimplicaba no tener la obligacin de regalar nada. Al menos yo loentenda de esa manera. Como yo no era invisible, poda pasardesapercibido. Adems no tena plata, haba pasado de ao locual ya era bastante y no trabajaba.

    En las cenas navideas, no importa en casa de quin se reali-zaran, haba dos mesas: la de los grandes, y la de los chicos. Al

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  • principio nos sentamos exiliados, despus empezamos a formarnuestra propia identidad de mesa. Hablbamos de las mismas co-sas, no nos interesaba la poltica por el momento, y nadie ha-ca preguntas molestas.

    En la mesa de los grandes, de vez en cuando se escuchaba:El nombre de mi amigo invisible no empieza con J.Y la gente se rea secndose los labios con la servilleta.Despus de las doce se revelaban todas las incgnitas. El mis-

    terio se transformaba en un artefacto importado, un libro, un dis-co o algo de ropa.

    Ese ao, mientras los dems salan a ver los fuegos artificiales,yo me qued adentro y la llam a Vero por telfono. Me atendiella directamente.

    Feliz Navidad dije.Ella se ri. Atrs se entrechocaban copas.Gracias dijo. Para vos tambin.Tomaste mucho?Bastante.Le pregunt si haba amigos invisibles en su casa.Ac son todos invisibles dijo.

    Se ri otra vez, pero no tanto. Te mando un beso grande.

    Nos quedamos en silencio, como esperando algo. Chau.Chau.Despus sal a la vereda. Algunos seguan con sus copas de si-

    dra en la mano. Mi abuela miraba al cielo. Mi ta cantaba en vozbaja. Todava sonaban los fuegos y los petardos, pero con menosintensidad. Alguno deca:

    Entramos?Y en la suave borrachera que vena despus, ninguno la pasa-

    ba mal.

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  • 26

    Cmo ser el futuro? me pregunt Vero una tarde despusde la fiesta, mientras mirbamos el ventilador de techo de mi dor-mitorio, que chillaba por la falta de aceite desde por lo menos unao atrs.

    La pregunta me sorprendi un poco. En primer lugar, porqueno era el tipo de cuestiones que uno hablara todos los das. Y ensegundo lugar, porque venamos de discutir sobre las vacaciones.Vero iba a pasar veinte das de enero en Pinamar, donde los pa-dres tenan una casa y me haban invitado. Mi suegro no iba a es-tar durante la mayor parte del tiempo. La condicin era que dur-miramos en habitaciones separadas. Le dije que lo iba a pensar.A ella no le gust que se lo dijera. Discutimos sobre qu tan im-portante era extraarnos. Es horrible, dijo, ms todava teniendola posibilidad de pasarla juntos. Pens que yo no la extraara dela misma manera que ella a m. O por lo menos, no me parecatan malo. Pero eso no lo poda decir.

    Discutimos y despus nos quedamos callados, sin haber llega-do a ningn acuerdo. Los dos un poco enojados con el otro, queno haba respondido de la manera deseada. Entonces, sin una no-ta de malhumor en la voz, Vero me hizo la pregunta.

    Nuestro futuro? dije.Ella dud un segundo.El futuro en general.La palabra me traa imgenes de la saga de Volver al Futuro.

    Haba visto la primera siete, ocho aos atrs. Casi la mitad de mivida con Marty McFly. Y desde que contratamos el cable la vea,junto con las dos secuelas, todos los fines de semana en un canaldistinto.

    Creo que van a existir los autos voladores reflexion en voz alta.

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  • Ella se agarr la cabeza.Qu tarado.Vos me preguntaste dije.Pero no estoy hablando de eso.Y de qu ests hablando?Se qued pensndolo.Nada, dej.No, decime.Vero se levant de un salto.No se puede hablar con vos.Pasamos unos das sin vernos. Los viejos de Hernn compra-

    ron una casa en Pinamar y nos invitaron a Diego y a m a irnosunos das all. La fecha de la estada, en enero, era dos semanasantes de que Vero viajara. Eso significaba que poda pasar casi to-do el mes en la playa, con mis amigos primero y con ella despus.

    La llam para contarle. Le pareci una buena idea.Despus hablamos de la fiesta de Ao Nuevo. Ella lo iba a pa-

    sar en lo de sus viejos, yo en lo de mis tos que vivan cerca, asque podamos vernos despus de las doce. Se nos venan encimalas vacaciones. En enero la ciudad se vaciaba. Calor. Despus, Pi-namar. Ms adelante, volver a clases. Ese ao bamos a empezarun curso de ingls juntos, cerca de la casa de Vero. Haba rumo-res de que en junio vena Pearl Jam. Tambin se hablaba de losRamones, otra vez.

    El resto del ao era un mapa en blanco. Nos quedamos al te-lfono, callados. Porque seguro haba algo. Ms vacaciones, mscolegio, ms salidas de sbado. Pero ese da, a fines de diciembre,ninguno de los dos vea nada.

    No me dejes dijo ella.Y yo quise tenerla en frente, para apretarle la mano.

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    No s en qu momento me di cuenta de que mi short de ba-o me dejaba las rodillas demasiado expuestas. Fue antes de via-jar a Pinamar, eso seguro. Antes de ao nuevo, porque nos fuimosel 1 de enero. La idea de que necesitaba unas bermudas se meinstal con tanta fuerza, que me pareca tenerla desde siempre.Usar short de bao me resultaba infantil, como si la adolescenciaviniera con un par de centmetros extra de tela. Adems, todo elmundo usaba bermudas.

    Las bermudas supuse tenan ms levante. Hernn haba co-nocido a su novia en la pileta de un amigo. Hernn tena levante.Y un pantaln bermudas negro que usaba hasta cuando no se ba-aba.

    Yo estaba de novio, claro. Pero seguro que a Vero le gustabanms las bermudas que mi viejo y desteido short.

    As que ah andaba yo, solo, viendo vidrieras en la calle Alvearde Villa Ballester, buscando mi boleto a la adultez. Me entretuveun rato en el local de msica, mirando cds. Estuve a punto de de-jar mi sueo de lado por el ltimo de los Stone Temple Pilots, pe-ro todava no haba llegado. Me llam la atencin. En MTV ya loestaban promocionando. A Ballester siempre llegaba todo tarde.

    Entr en Casa Fernando, el local donde mi vieja me compra-ba ropa. Fernando haba muerto un ao atrs. Ahora atendan loshijos, uno de pelo corto y el otro de pelo largo, que me caa bienporque no hablaba. Cambiaron el toldo marrn por uno blanco,pusieron ms espejos en la vidriera y reforzaron la iluminacinadentro. Colgaron carteles de publicidad por todas partes. Unono saba si se estaban fundiendo o la haban pegado.

    Quiero eso dije sealando unas bermudas azules de la vi-driera.

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  • Qu talle tens? Como para m dije. Me mir de arriba abajo. Ya vengo. Desapareci por un pasillo. En la pared de enfrente, un chico

    uno o dos aos menor que yo descorra la cortina del probador.La madre lo miraba a un costado. Me hizo acordar a cuando salaa comprar ropa con mi vieja, hasta poco tiempo atrs. Estaba encueros, vestido con un short de bao color naranja. Debajo de lasvrtebras asomaba una leve panza.

    Me aprieta dijo estirndose la tela de la entrepierna haciaabajo.

    La madre lo cubri con el cuerpo. Parece que te ests rascando. El vendedor de pelo largo sali del fondo con las bermudas en

    la mano. Pas por ac dijo y seal un probador vaco. La madre intentaba convencer al chico de que se llevara el

    short. Qu hay de malo? dijo El to Coco tiene uno igual. l me mir como pidiendo auxilio. Yo conoca esa mirada. Eran

    los ojos del adolescente en frasco chico, embutido en el short a supesar. Durante un segundo, sent pena por l. Despus se me pas.Las bermudas me quedaban bien. Tena suficiente aire en la entre-pierna. Ni se las mostr al vendedor, que igual no pregunt nada.

    Me lo llevo dije. Adelante mo, en la caja, la madre pagaba con tarjeta de crdi-

    to. A travs del nylon blanco de la bolsa con el logo renovado deCasa Fernando, adivin la tela anaranjada del short. El chico mededic otra mirada antes de salir. Paciencia, pens mientras saca-ba el efectivo de mi billetera. Vas a tener que esperar un ao ms.

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  • 28

    El primer recuerdo que tengo de los noventa en realidad no esde los noventa. La fiesta se organiz en un club de barrio que pre-sida mi abuelo. Las mujeres de los socios servan la comida enmesas largas. Pollo a la parrilla y ensalada de papas. Dos nenasbailaban en el centro de la pista, agarradas de la mano. Como de-corado, unos globos de cumpleaos. Un perro se cruzaba entre lagente. Lo echaban y volva a entrar.

    Se iba el ochenta y nueve, y para m eso significaba varias co-sas: que pasaba a sexto grado, que cumpla aos la semana si-guiente y que la dcada del noventa empezaba un ao ms tarde,en 1991, como haban explicado en televisin y por la radio has-ta un rato atrs. El locutor haba sido claro:

    No existe el ao cero dijo. Jesucristo naci el primer dadel ao uno. Por lo tanto, la dcada comienza en 1991.

    Yo imagin a los padres de Jess ella, embarazada perdidosen el ao cero, que era un ojo ciego donde estaba todo junto. Selo coment a una prima de mi vieja que se sent en nuestra mesa.

    Sos muy inteligente dijo.Y cambi de tema.El saln estaba repleto. Los dilogos se unan y se disgregaban

    como en un murmullo permanente, con la msica de fondo.Lo echaron deca uno. Est buscando laburo.a San Clemente, seguroEste ao repuntamos bastante, al menos en comparacin con

    el ao pasado.Parece que el tipo adivin la frmula de la Coca-Cola y aho-

    raUn infarto. Nadie se lo esperaba.Despus de las doce, alguien prendi un globo y lo solt en la

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  • vereda. El globo qued entre las ramas de un rbol. Pensamos quese iba a quemar todo.

    Un par de aos despus, con Vero, vimos otro globo. Se elevdesde un jardn en el fondo de una casa. Haba mucha pirotecniaese ao. Caas voladoras ms ruidosas y de ms colores. Nosotrosnos quedamos mirando al globo un buen rato, esperando que pa-sara algo, hasta que se perdi en alguna parte.

    Por lo menos no se qued en un rbol.Qu dijiste?Seguimos caminando.Vero se haba robado un Fresita de la casa de los padres. La

    gente festejaba. En las casas, en los autos, en las discotecas queabran sus puertas otra vez. Algunos tambaleaban. Nosotros tam-bin. Alguien nos toc bocina. Le devolvimos el saludo, con labotella en la mano.

    Adnde estamos yendo? pregunt despus de algunas cua-dras.

    Vero se sent en el borde de un cantero con plantas.Ac est bien.Los ojos se le cerraban. Me gustaba su manera de estar borra-

    cha, parecida al sueo pero ms pesada. Se apoy contra m hom-bro. Tena puesta una vincha negra, y un perfume que no supedistinguir. Al da siguiente yo me iba de viaje con mis amigos.Cambiar de ao es como atravesar el espejo de Alicia. Nadie sabelo que hay del otro lado.

    Fue el ao nuevo de 1995. El ao cero haba quedado muyatrs, y el prximo segua tan lejano. Pasaron un par de autos co-rriendo picadas. Despus, y por un largo rato, no escuch msnada.

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  • PINAMAR

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  • blanca

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  • 1A los catorce, quince aos, las vacaciones en familia eran peo-res que el verano en la ciudad. Una solucin intermedia hubierasido invitar a algn amigo, pero en el departamento de Villa Ge-sell que nos prestaban unos parientes slo entrbamos nosotrostres. Haba que correr una de las camas para comer, o sentarse di-rectamente sobre el colchn. Dormir hasta el medioda era impo-sible. A las nueve de la maana, mi vieja y mi hermana se iban ala playa a tomar sol y me despertaban con el reproche de que es-taba desperdiciando las vacaciones. Despus me quedaba dandovueltas en la cama hasta las doce, sin poder dormirme otra vez. Ala tarde iba un rato a la playa, me guardaba en la memoria algu-na que otra cara femenina, y a la noche cenbamos en la JirafaAzul. Despus, cuando mi vieja y mi hermana volvan al departa-mento, yo me quedaba dando vueltas por la peatonal. Tiraba unospesos en los fichines y terminaba sentado en un cantero o en al-guna librera que a esa hora empezaba a vaciarse de gente.

    Una noche descubr una librera que hasta entonces no habavisto, sobre la avenida 3, en la parte donde ya no era peatonal.Adentro estaba el vendedor solo, despus entr alguien ms. Erauna chica, ms o menos de la misma edad que yo, aunque en esemomento me pareci un poco mayor. Estaba vestida como lashippies que vendan artesanas en la plaza, muy distinta de las quehacan cola para entrar en Chamaco o Le Brique. Andbamos porel mismo sector de los anaqueles. La mir un par de veces de reo-jo mientras hojeaba Las venas abiertas de Amrica Latina, que al-guien me haba recomendado. Me pareci un libro difcil peroigual lo compr, quizs para hacerle una seal. Despus sal y meacomod en el cantero de la esquina, que se haba transformadoen mi lugar en el mundo ese verano.

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  • Hola escuch a mis espaldas. Me puedo sentar un ratocon vos?

    Ms que sorpresa, fue terror. Le contest que s con la mayornaturalidad de la que fui capaz.

    Vi los libros que mirabas dijo. Son muy raros esos gustosen alguien de nuestra edad. Ac, ms todava.

    Seal a un grupo de pibes que saltaban en cueros en direc-cin a la peatonal. Uno revoleaba la remera mientras cantabaMatador.

    Claro dije.No saba si preguntarle el nombre o esperar. Es linda, pens. Y

    eso me angusti todava ms.Me cont que iba al Nacional Buenos Aires. Viva en Alma-

    gro. Yo le dije que era de Ballester y le expliqu dnde quedaba.Despus dimos una vuelta por las calles laterales, que eran menostransitadas.

    Qu vas a estudiar cuando termines el colegio? pregunt.Sociologa dije. O algo as.Es una buena carrera. Pero es difcil decidirse, ms en este

    pas que tiene un cartel enorme que nos dice andate.Me llam la atencin esa primera persona del plural. No ha-

    blaba slo de ella y de m. Hablaba de nosotros. Quines? Losque estbamos ah. Eso inclua a los que hacan cola en los boli-ches, los que tomaban cerveza en la playa, los que recorran libre-ras y los que saltaban en cueros por la peatonal. Tambin los dePinamar, San Clemente y Mar del Plata, y hasta los que no se ha-ban ido a ningn lado ese verano. Ella hablaba de nosotros comosi hubiera algo en comn, aparte de la edad.

    Tengo que volver al departamento dijo despus de unascuadras. Maana voy al recital de Charly en el autocine.

    Quedamos en encontrarnos en la puerta. Al da siguiente sa-qu mi entrada. Llegu puntual, pero no la vi entre tanta gente.Me la encontr cuando Charly cantaba Cerca de la revolucin,en medio de la masa que bailaba y saltaba y se empujaba como enun pogo de baja intensidad.

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  • Abajo del cartel de isenbeck, a la salida alcanz a decir.Pero ese da Charly toc hasta las cuatro de la maana, y la

    gente se iba yendo de a poco. De tres mil personas quedamos cin-cuenta, y yo abajo del cartel. Cuarenta y nueve eran fanticos re-calcitrantes. Yo no.

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  • blanca

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  • 2Frambuesa es de putos dijo Hernn.Yo me encog de ho