Lógica Del Capital y Marxismo Revolucionario y Humanista
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Rolando Astarita Lógica del capital y marxismo revolucionario y humanista
Lógica del capital y marxismo revolucionario y humanista
En una larga nota anterior defendí la idea de que existe una lógica del capital (ver aquí,
aquí, aquí y aquí). En esta entrada señalo la importancia de la cuestión para la política
revolucionaria y el programa socialista.
Dado que la vinculación entre la existencia de una lógica del capital y la política
socialista revolucionaria ha sido expuesta por Tony Smith de una manera con la que no
puedo estar más de acuerdo, reproduzco aquí los pasajes claves. Los tomo de The Logic
of Marx’s Capital. Replies to Hegelian Criticisms (1990, State University of New York
Press), pp. 38-40. Escribe entonces Smith:
“La política revolucionaria puede ser definida de dos maneras: 1) política revolucionaria
siempre está orientada al objetivo de largo plazo de cambiar las estructuras
fundamentales de la sociedad (aun cuando sea necesario preocuparse por objetivos
transicionales aquí y ahora); y 2) la política revolucionaria contra el capitalismo implica
la afirmación de que las estructuras fundamentales a ser cambiadas son inherentemente
y necesariamente explotadoras. En contraste, el reformista es alguien que está
preocupado con cambiar estructuras que no son fundamentales, y/o siente que las
estructuras fundamentales pueden ser convertidas en no explotadoras si son arregladas
(tinkered, también puede traducirse por “toqueteadas”) de la manera correcta. En los
dos puntos una fundamentación teórica de la perspectiva revolucionaria requiere la
lógica dialéctica.
1) Las transformaciones revolucionarias atacan las estructuras fundamentales de un
sistema social. Pero la distinción entre estructuras fundamentales y no fundamentales
solo puede ser elaborada adecuadamente dentro una teoría categorial sistémica.
Algunos creen que medidas tales como manipular las rentas monopólicas a través
de regulaciones estatales incrementadas, o regular estrechamente las transacciones
del capital financiero, y semejantes, constituyen un paso radical hacia el socialismo.
Un marxista revolucionario, por el contrario, sostiene que solo el salir de la forma
mercancía, de la forma dinero, de la relación capital / trabajo asalariado, cuenta
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realmente como una transformación revolucionaria hacia el socialismo. La base teórica
de la posición marxista se encuentra en El Capital. En la medida en que la forma
mercancía, la forma dinero y la relación capital / trabajo asalariado son categorías
abstractas que sirven como principios para la derivación de categorías más avanzadas
en una reconstrucción del modo de producción capitalista, articulan estructuras y
tendencias estructurales que definen ese sistema. Esto implica que transformar otras
tendencias, tematizadas en la reconstrucción sistemática por categorías posteriores,
más concretas, deja el corazón del sistema intacto. Sin una lógica dialéctica que
establezca esta conexión –una conexión que es, por esta vía, verificada prácticamente
en el fracaso continuo de las regulaciones con respecto a los beneficios de monopolio y
las transacciones bancarias para transformar de manera significativa el sistema- sería
imposible una acción revolucionaria consciente guiada por la teoría. En ese caso, la
única respuesta al capital serían reacciones sin dirección, ad hoc, espontáneas y, en
última instancia, inútiles. Una teoría dialéctica de las categorías es una condición de
posibilidad de una transformación revolucionaria consciente (lo cual, por supuesto, no
es decir que sea una condición suficiente)”.
En un pasaje anterior Tony Smith señala que, según la teoría de Marx, “existe una
conexión sistemática y necesaria (y por lo tanto una conexión lógica, en el sentido de
una lógica dialéctica), entre las categorías ‘capital’ y ‘explotación’” (p. 38). A partir de
esto, afirma, 2) que este punto teórico tiene conclusiones prácticas:
“El separar la conexión entre la lógica dialéctica de Hegel y El Capital tiene el costo de
socavar el intento de Marx de proveer un fundamento para el rechazo de la práctica
liberal reformista. El liberal reformista sostiene que las deficiencias del intercambio
generalizado de mercancías no son inherentes a la misma forma valor. Se deben a
condiciones contingentes. El reformista sostiene que si solo esas condiciones pudieran
ser cambiadas (a través de regulaciones estatales, relaciones laborales no adversarias, o
lo que sea) entonces en principio esas deficiencias podrían ser superadas. En contraste,
la posición de Marx era que los problemas residen en la forma misma del valor, y no en
algún conjunto específico de condiciones. Solo la transformación de esa forma puede
encarar de manera adecuada esas deficiencias. Para justificar esta posición Marx tuvo
que establecer que fenómenos tales como la explotación y las crisis están inherente y
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necesariamente conectados con la forma valor”.
A lo anterior solo quiero agregar un énfasis: esta crítica a la forma valor y a la
explotación del trabajo es el fundamento del proyecto liberador y humanista del
marxismo. Es volver a la idea de la “negatividad absoluta como el principio motriz y
creador”, como decía Raya Dunayevskaya (Filosofía y revolución. De Hegel a Sartre
y de Marx a Mao, México, Siglo XXI, 1989). Y citaba al joven Marx: “el comunismo
es el humanismo conciliado consigo mismo mediante la superación de la propiedad
privada. Solo con la superación de esta mediación- que es, sin embargo, una premisa
necesaria- se llega al humanismo que comienza positivamente consigo mismo, al
humanismo positivo”. Agregaba Dunayevskaya que era a esto precisamente a lo que
temía el comunismo oficial, “a la negatividad absoluta en pleno funcionamiento no
solo contra el capitalismo privado sino también contra el capitalismo de estado que se
hace llamar comunismo” (p. 66). Dejando de lado el hecho de que no considero que la
URSS stalinista haya sido un régimen de capitalismo de Estado (pero sí burocrático y
explotador del trabajo), de nuevo debo decir que no puedo estar más de acuerdo con
este mensaje.
Para que quede lo más claro y explícito posible: en estos puntos están contenidas
las diferencias esenciales que mantengo con las corrientes de izquierda (muchas
consideradas marxistas) que buscan remendar el sistema capitalista; que adoptan
posiciones políticas nacional estatistas; o que apuestan a reactualizar el programa
socialista a través del apoyo (“crítico”, faltaba más) a regímenes burocráticos-
capitalistas y explotadores del trabajo, como el chavista venezolano; o burocráticos
no capitalistas, como el de Corea del Norte. No es casual el afán de muchos autores
de estas corrientes de negar la existencia de una lógica del capital, y las consecuencias
político-prácticas que se desprenden de la misma.
En definitiva, no hay posibilidad de acabar con el trabajo alienado, con la explotación,
con el extrañamiento del ser humano ante el mundo mercantil, si no se va a la raíz
del mal. Y si no se denuncia, sin componendas ni oportunismos varios, toda forma
de opresión y sometimiento de los pueblos, sea por el capital, o por el Estado y su
burocracia (así se autotitule “socialista y revolucionaria”).
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