Localización de uno de los arrabales noroccidentales de la Córdoba califal. .

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3 Cuadernos de Madı ¯nat al-Zahra ¯' 6 Córdoba, 2008 CONSEJERÍA DE CULTURA Conjunto Arqueológico Mad¯ ınat al-Zahra ¯'

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Autores: Laura Aparicio Sánchez, José Antonio Riquelme Cantal. Cuadernos de Madinat al-Zahra [año 2008, Número 6]. Revista de difusión científica del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra. Título completo: Localización de uno de los arrabales noroccidentales de la Córdoba califal. Estudio urbanístico y zooarqueológico.

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Cuadernos de Madınat al-Zahra'

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Córdoba, 2008

CONSEJERÍA DE CULTURA Conjunto Arqueológico Madı nat al-Zahra'

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EDITA:

JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura

© JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura© Los autores

Imprenta San Pablo, S. L. - CórdobaSor Ángela de la Cruz, 12 - Teléfono 957 283 306

ISSN: 1139-9996Depósito Legal: CO. 1.605/2009

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Cuadernos de Madinat al-ZahraRevista de difusión científi ca del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra

CONSEJO DE REDACCIÓN(Miembros de la Comisión Técnica de Madinat al-Zahra):

Presidente: D.ª GUADALUPE RUIZ HERRADOR Directora General de Bienes Culturales Vocales: D. JOAQUÍN DOBLADEZ SORIANO Delegado Provincial de Cultura de Córdoba

D. ANTONIO VALLEJO TRIANO Director del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra

D. MANUEL ACIÉN ALMANSA Universidad de Málaga D.ª CARMEN BARCELÓ TORRES Universidad de Valencia D. EDUARDO MANZANO MORENO Profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científi cas

D. JUAN SERRANO MUÑOZ Arquitecto

D.ª RUBÍ SANZ GAMO Conservadora del Museo Arqueológico Nacional

COMITÉ CIENTÍFICO

D. PATRICE CRESSIER Casa de Velázquez

D. PIERRE GUICHARD Universidad de Lyon II

D. ESTEBAN HERNÁNDEZ BERMEJO Universidad de Córdoba

D.ª M.ª ANTONIA MARTÍNEZ NÚÑEZ Universidad de Málaga

D. ALASTAIR NORTHEDGE Universidad de París I

D. VÍCTOR PÉREZ ESCOLANO Universidad de Sevilla

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El 24 de agosto de 2006 falleció en Madrid el arquitecto y arqueólogo especializa-

do en el estudio del mundo islámico, Chris-tian Ewert. Inició su carrera investigadora en la década de los años sesenta en España como miembro del Instituto Arqueológico Alemán. Su relación con Madinat al-Zahra se remonta a esos años. Desde 1987 hasta el 2000 formó parte de la Comisión Técnica del Conjunto Arqueológico, que es el órgano de consulta y asesoramiento técnico y científi co del mismo, desde donde realizó una importante labor y contribuyó notablemente al desarrollo del Con-junto Arqueológico. A partir de diciembre de 2001, hasta su fallecimiento, fue miembro del Comité Asesor de la Revista Cuadernos de Ma-dı –nat al-Zahra–’.

A lo largo de su actividad investigadora rea-lizó importantes aportaciones para el estudio de la arquitectura islámica entre las que cabría destacar, para el ámbito de Madı –nat al-Zahra–’, “Elementos decorativos en los tableros parietales del Salón Rico de Madinat al-Zahra” y “Elementos de la decoración vegetal del Salón Rico de Madı–nat al-Zahra–’: Los tableros parietales”, que culmina-ron en el estudio específi co “Die Dekorelemente der Wandfelder im Reichen Saal von Madı –nat al-Za-hra–’: eine Studie zum westumaiyadischen Bauschmuck des hohen 10. Jahrhunderts”. En esta obra lleva a cabo un profundo y detallado análisis de cada uno de los tableros que conforman la decoración del Salón Rico, hecho que la convierte en referencia imprescindible para la compresión de este extraor-dinario edifi cio y de la propia ciudad califal.

Lamentamos enormemente su fallecimiento ya que supone una gran pérdida para la historia de la arquitectura islámica y para el propio Conjunto Arqueológico, que fue objeto de su invewstigación y con el que mantuvo una fructífera colaboración.

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SUMARIO

• ESTUDIOS

J. M. HITA RUIZ,J. SUÁREZ PADILLA,F. VILLADA PAREDESCeuta, puerta de al-Andalus. Una relectura de la historia de Ceuta desdela conquista árabe hasta la fi tna a partir de los datos arqueológicos Pág. 11

J. I. BARRERA MATURANANuevos graffi ti en Madı –nat al-Zahra–’ Pág. 53

L. APARICIO SÁNCHEZ,J. A. RIQUELME CANTALLocalización de uno de los arrabales noroccidentales de laCórdoba califal. Estudio urbanístico y zooarqueológico Pág. 93

C. DÉLÉRYLa cerámica de cuerda seca de Madı–nat al-Zahra–’: descripción y propuesta de valoración histórica Pág. 133

A. POLVORINOS DEL RÍO,J. CASTAING,S. ROEHRS,A. VALLEJO TRIANO,J. ESCUDERO ARANDAEstudio arqueométrico de loza dorada de Madinat al-Zahra, Córdoba Pág. 165

F. ARNOLD,A. CANTO GARCÍA,A. VALLEJO TRIANOLa Almunia de al-Rummaniyya. Resultados de una documentaciónarquitectónica Pág. 181

A. LEÓN MUÑOZ,A. ZAMORANO ARENASEl puente de los Nogales, Córdoba. Contribución al estudio de lainfraestructura viaria de Madı–nat al-Zahra–’ Pág. 205

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J. B. SALADO ESCAÑOEl puente califal del Cañito de María Ruiz, Córdoba. Resultados de la intervención arqueológica en apoyo a su restauración Pág. 235

A. J. MONTEJO CÓRDOBAResultados de la intervención arqueológica en los terrenos de la nueva sede institucional del Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra Pág. 255

J. I. CANO MONTEROSeguimiento arqueológico realizado en los terrenos ocupados por elfuturo edifi cio de la nueva Sede Institucional de Madinat al-Zahra Pág. 265

J. I. CANO MONTEROResultados preliminares de la intervención arqueológica puntual enun sector del muro norte de las viviendas fronteras a la Mezquita Aljama de Madinat al-Zahra Pág. 275

• CRÓNICA DEL CONJUNTO

A. VALLEJO TRIANO,J. ESCUDERO ARANDAA. GARCÍA CORTÉSJ. M. MUÑOZ DÍAZCrónica del Conjunto, años 2004-2007 Pág. 305

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LOCALIZACIÓN DE UNO DE LOS ARRABALES NOROCCIDENTALES DE LA CÓRDOBA CALIFAL.ESTUDIO URBANÍSTICO Y ZOOARQUEOLÓGICO

LAURA APARICIO SÁNCHEZÁrea de Historia Medieval, Universidad de Córdoba

JOSÉ ANTONIO RIQUELME CANTALDpto. Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada

RESUMEN

En este estudio ofrecemos algunas de las carac-terísticas más destacables de los arrabales norocci-dentales de Córdoba en el período califal, cuando la aglomeración urbana ocasionada por su capita-lidad hizo necesaria la creación de nuevas super-fi cies urbanizadas. Importante es el desarrollo de un urbanismo ortogonal preconcebido, surgido a raíz de la prioridad otorgada a los principales ejes de comunicación que vertebraran el nuevo espa-cio, que dará una solución rápida y organizada al importante desbordamiento que sufrió la ciudad amurallada.

Se aporta además, y de forma novedosa para el caso de los arrabales califales de Córdoba, un es-tudio zooarqueológico del yacimiento investigado que establece que la dieta alimentaria estaría con-formada principalmente por la cabaña ovicaprina, estando la fauna silvestre escasamente representada.

Palabras clave

Califal, arrabal, ortogonal, zooarqueología, dieta, ovicaprina.

ABSTRACT

In this study, we off er some of the charac-teristics of Cordova’s north-western suburbs in the caliphal period, when the urban sprawl that was produced by its capital status made the new built-up superfi cies necessary. It is important the orthogonal urban development design, which ap-peared because of the priority that was given to the main communication axles, which are the essen-tial structure of the new space, because it will give a quick and organized solution to the important overfl owing that the walled city suff ered.

Moreover, it is brought, and in a new way talk-ing about the Cordova’s caliphal suburbs, a zoo-archaeological study of the investigated site which establish that the food diet would be mainly con-stituted by the ovine-goatish livestock, whereas the wild fauna would be scantily represented.

Key words

Caliphal, suburb, orthogonal, zoo-archaeolo-gical, diet, ovine-goatish.

Cuadernos de Madinat al-Zahra 6 (2008), pp. 93-131ISSN: 1139-9996

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1. INTRODUCCIÓN

Este artículo pretende ser un avance del estudio que desde hace varios años venimos desarrollando sobre uno de los arrabales noroccidentales de la Córdoba Califal, situado en los terrenos defi nidos como Plan Parcial E-1.1.1 del PGOU de Córdoba (Fig. 1). En concreto, recogemos aquí buena par-te de los resultados obtenidos tras la actuación ar-queológica2 que realizáramos en las Parcelas 29, 30 y 31 de la Manzana I de citado Plan (Fig. 1).

Esta zona, hasta su actual proceso urbanizador, estaba destinada a cultivo de regadío intensivo y es conocida como la «Huerta de santa Isabel», pero en época medieval islámica se vio afectada por uno de los ensanches urbanísticos más importantes que sufrió Córdoba en el siglo X: los arrabales occiden-tales (Fig. 2).

El nuevo arrabal localizado debió formar parte de los nueve que las fuentes sitúan al oeste de la ciudad. Éstos tuvieron su razón de ser en la gran expansión espacial que sufre la ciudad en el siglo X, al convertirse en la capital del Califato Omeya, pa-sando a ser una de las urbes más importantes y po-bladas de la Europa Occidental. Ello ocasionó una aglomeración urbana que desbordó con rapidez los límites de la medina, siendo necesaria la creación de nuevas superfi cies urbanizadas que dieran cabi-da a la creciente población (ESCOBAR, 1989: 33). La vida de estos arrabales, a excepción de parte de la al-Sharqiyya, fue corta, debido en gran medida a que no fueron amurallados, quedando expuestos al fácil asalto y saqueo. Por ello, las revueltas prolon-gadas causadas por las luchas civiles de principios del siglo XI acabaron rápidamente con ellos (TO-RRES BALBÁS, 1985: 80 y 181). En los siglos si-guientes la zona quedará como ejido.

Por otra parte, en el presente trabajo se pre-sentan los resultados del estudio zooarqueológico realizado sobre los restos óseos (mamíferos, aves y moluscos) recuperados en la intervención arqueo-lógica. Hemos de indicar que, salvo la excepción del Conjunto Arqueológico de Madinat al-Zahra’, (AGÜERA, E. et alii, 2005: 39-58), se trata del pri-mer estudio de estas características realizado en un yacimiento de cronología califal en Córdoba. Esta investigación ha sido sufragada por VIMCORSA, empresa municipal de nuestra ciudad, propietaria

de los terrenos en los que se ha practicado la in-tervención, que atendió con entusiasmo nuestra petición, dado el interés científi co que suponía un estudio de este tipo para los “Arrabales Occidenta-les” de Córdoba califal. Excepcional patrocinio que debe ser reconocido.

2. PLANTEAMIENTO Y METODOLOGÍA DE LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA. DESARROLLO DE LOS TRABAJOS

PLANTEAMIENTO. El planteamiento de la intervención se ha ajustado a las afecciones pre-vistas por la actuación urbanística: un edifi cio de viviendas en altura con una planta de sótano para aparcamiento de vehículos por parcela, siendo la superfi cie total objeto de afecciones 7.140 m2. So-bre ella planteamos una 1.ª Fase consistente en la apertura de 12 sondeos de 10 x 28 m. y, en caso de arrojar resultados positivos éstos, una 2.ª Fase en la que se pasaría a la excavación en extensión uniendo aquellos sondeos que ofrecieran tal resultado, con-forme a la legislación vigente.

Los sondeos, en base a la ocupación prevista, podían alcanzar la cota de -3 m de profundidad, con respecto a la rasante de los acerados que cir-cundan el solar, los cuales se han referenciado en coordenadas UTM3. No obstante esta cota no se ha agotado para ningún sondeo, al aparecer a cotas muy altas el terreno geológico.

Iniciamos la excavación por la Parcela 29, si-tuada en el lado este de la Manzana I (Fig. 3). El Sondeo 1 arrojó resultado positivo, continuando además sus restos estructurales hacia el Sondeo 2, por ello decidimos continuar la excavación en ex-tensión hasta el Sondeo 3. Sucesivamente esta fue la tónica hasta el Sondeo 4 de la Parcela 29. Pero, a partir del Sondeo 4 los restos se interrumpieron, no apareciendo en los sondeos previstos para la Parcela 30. Igual ocurrió para los de la Parcela 31, a excepción del último, si bien en pésimo estado de conservación y que han de ponerse en relación con los hallados en los de la 29.

METODOLOGÍA. En primer lugar desmon-tamos la capa vegetal que cubría los restos, de unos 0,40 m de espesor. A continuación, para la puesta al descubierto de los niveles arqueológicos, se pro-

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cedió a la excavación manual por unidades estra-tigráfi cas hasta agotar la secuencia estratigráfi ca o, en su caso, hasta la aparición de niveles geológicos no alterados. La técnica de excavación arqueológica aplicada se ha basado en los principios científi cos establecidos por E. C. Harris, diferenciando cada una de las Unidades Estratigráfi cas resultantes de la evolución de los depósitos arqueológicos docu-mentados. A cada sedimento (depósito, interfacies, elemento interfacial, estructura, etc.) se le ha asig-nado un número de referencia. Para la distinción de cada uno de estos sedimentos hemos ma-nejado criterios directos como el color, textura, grado de compactación, composición, morfología, etc. En aquellos casos en que esto no ha sido posi-ble, debido a la homogeneidad del relleno, hemos recurrido a procedimientos indirectos, tales como el tipo de material asociado (artefactos y ecofactos).

DESARROLLO DE LOS TRABAJOS. Una vez autorizada la Intervención Arqueológica de Ur-gencia por Resolución de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de 14 de enero de 2003, iniciamos los trabajos el día 3 de marzo de 2003, concluyéndose el 30 de junio del mismo año4. Como parte del equipo técnico, hemos contado además con A. M.ª Aparicio Le-desma, dibujante-delineante y F. J. Rodríguez Váz-quez, topógrafo, ambos colaboradores indispensa-bles sin los que este trabajo no habría sido posible, a los que reiteramos nuestro agradecimiento.

3. ESTRATIGRAFÍA Y FASES OCUPACIONALES

ESTRATIGRAFÍA. La estratigrafía documen-tada para todo el yacimiento –parte de un arrabal de la Córdoba califal– es la que sigue:

Nivel I: Capa vegetal. Antes de acometer los trabajos arqueológicos, las tres parcelas presenta-ban este nivel. Se trata de un nivel de origen antró-pico ocasionado por la utilización del terreno como ejido y huerta a partir de su abandono en época medieval-cristiana.

Nivel II: Colmatación y abandono. Cubre los restos arqueológicos conservados del arrabal de cronología califal. Los diferentes restos se en-cuentran sepultados no sólo por el desplome de techumbres y paredes tras la destrucción del arra-

bal califal a principios del siglo XI sino también por estratos de relleno ocasionados tras el saqueo de parte del material constructivo –elementos de sillería, columnas, basas, etc.–, acaecido a raíz del abandono del arrabal.

Nivel III: Estratos de habitación. Correspon-den a parte de un arrabal califal, en concreto a edi-fi caciones de carácter doméstico.

Nivel IV: Estratos geológicos. Los restos del arrabal se hallan sobre estratos geológicos sin al-terar. Éstos consisten en arcillas pardas muy com-pactas con nódulos de cal, bajo las cuales aparecen fi lones de gravas y arenas que, en ocasiones, llegan a forman vetas de conglomerados naturales al com-pactarse por la acción del agua, ocasionada por un manto freático activo.

FASES OCUPACIONALES. Reconocemos dos fases ocupacionales para los terrenos que ocu-pan las Parcelas 29, 30 y 31 de la Manzana I:

Fase I. Época Medieval-Cristiana a Época Contemporánea. Durante ese tiempo la zona se dedica a huertas y ejido, siendo el resultado una importante capa vegetal. No obstante, en época re-ciente –fi nales del siglo XX en la que la «Huerta de santa Isabel», como se conoce a la zona, se ha desti-nado al cultivo intensivo– con la mecanización de la agricultura, esta capa se ha visto alterada debido a la roturación del terreno por lo que no es posible distinguir las diferentes épocas. El grosor medio de esta fase ocupacional es de unos 0,40 m.

Fase II. Época Medieval-Islámica, Período Ca-lifal. Retirada la capa vegetal se extiende parte de un arrabal de cronología califal, en el que se han reconocido 29 edifi caciones de uso doméstico, no hallándose edifi cios de carácter público como zo-cos, baños, mezquitas, etc. El grosor medio de esta fase ocupacional es en torno a 0,80 m, salvo los po-zos de agua y los pozos ciegos que alcanzan mayor profundidad.

4. RESULTADOS OBTENIDOS. DESCRIPCIÓN DE LAS UNIDADES DOMÉSTICAS Y DEL TRAZADO URBANÍSTICO

Finalizados los trabajos de excavación, se han documentado un total de 29 edifi caciones de uso

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doméstico o viviendas, articuladas en torno a cinco calles (Fig. 3 y Lám. 1).

4.1. Las casas

4.1.1. Superfi cies y plantas

De las 29 casas identifi cadas conocemos la su-perfi cie de 25, no siendo posible determinar ésta para las Casas 7, 15, 16 y 21. La superfi cie de me-nor extensión corresponde a la Casa 2 y es de 44,82 m2 (Fig. 4 y Lám. 2) y la de mayor extensión a la Casa 26, con 208,08 m2 (Fig. 7 y Lám. 6).

En relación a las plantas de las viviendas es importante destacar que son mayoritariamente de planta rectangular salvo dos casos, las Casas 22 y 23 que presentan planta cuadrada (Fig. 6 y Lámina 6). Caso excepcional es la Casa 16, con un saliente en su lado sur, donde la estancia ubicada en este lado parece haber invadido parte del Callejón D (Fig. 6).

4.1.2. Fachadas y orientación

Todas las casas cuentan con una fachada, salvo la Casa 16 que presenta fachada principal a la Calle B y secundaria al Callejón D, y las Casas 18 y 19, con fachada principal a la Calle B y secundaria a la Calle C (Fig. 6).

De las 29 casas, 14 están orientadas al sur, 13 al norte, 1 al oeste y 1 al este. Las fachadas de mayor longitud corresponden a las Casas 26 con 11,60 m y 28 con 10,50 m, y las de menor longitud a las Casas 2 y 8 con 3,60 m y a la Casa 9 con 3,90 m.

4.1.3. Tipos de vivienda

Distinguimos tres tipos de vivienda en función de la distribución espacial.

–Tipo 1: Tripartita y longitudinal. Es el pre-dominante, reconociéndose en 24 de las casas. El espacio, alargado, se compartimenta en tres partes. El desarrollo es longitudinal, ocupando el patio el centro y las crujías los extremos. Inmediato al vano de acceso a la vivienda hallamos el vestíbulo. Éste ocupa el primer cuerpo o espacio y presen-ta en uno de sus lados un lugar acotado para la letrina. No siempre se han conservado los muros que delimitan esta pieza pero su constatación en la mayor parte de los casos hace muy probable que

se encuentre aislada dentro del vestíbulo. Ello se ve confi rmado en cuantiosas ocasiones por el acce-so desde el patio a esta zona, haciéndola aún más reservada. Algunas casas también destinan en este primer cuerpo una pequeña zona a cocina (Casas 2, 3, 5, 8, 9, 10?, 11, 19?, 24).

En las casas más amplias, en el lado opuesto del lugar reservado a la letrina, hallamos otra habita-ción, generalmente espaciosa, que bien se destina a salón, dejando las estancias del fondo para alcobas, o bien tendría las funciones de taller, despacho, al-macén, incluso establo o alguna tienda (Casas 4, 12, 13, 16, 17, 19, 20, 28 y 29). Se dan además dos casos en los que hallamos una segunda estancia antes de alcanzar el patio, paralela al vestíbulo. Se trata de las Casas 5 y 28, obligadas a dejar espacio para un pasillo o corredor que permita el acceso desde el vestíbulo al patio sin atravesar esta estancia (Figs. 4 y 7. Lám. 3).

Desde el vestíbulo se accede al patio, elemen-to organizador que ocupa el espacio central y de mayores dimensiones, pudiendo representar en muchas ocasiones la mitad de la superfi cie de la vi-vienda. De forma generalizada los vanos de los mu-ros de fachada y del vestíbulo no están afrontados, de manera que quede preservada la intimidad de la parte más privada de la casa. En el patio se localiza el pozo de agua y se realizan las tareas relacionadas con la elaboración de los alimentos, en ocasiones diferenciando una zona especial para ello, como en las Casas 1 y 7 (Fig. 4 y Láms. 2 y 3). En otros casos, la presencia de concentraciones de cenizas nos indica el lugar del patio en el que se cocina-ban estos alimentos en hogares móviles como son los anafes (Casas 16 y 25, Fig. 6). Como salvedad destacar la Casa 16 que reserva un pequeño espacio para ubicar su letrina.

Al fondo del patio se encuentra la estancia, de mayores dimensiones que el vestíbulo pero en nin-gún caso que el patio, del que recibirá luz y venti-lación. Hace las funciones de salón y alcoba. Otros casos presentan una compartimentación interior en la estancia, como la Casa 4 (Fig. 4 y Lám. 2), con dos alcobas o las Casas 28 y 29 con tres (Fig. 7). También, en el caso de las dos últimas, esta separa-ción puede responder a una división de funciones, disponiendo por separado las alcobas y el salón, el que suele ser de mayor superfi cie. Esta distinción la observamos en las viviendas de superfi cie más hol-

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se dispone en los lados del muro. Las hiladas se cal-zan a veces con fragmentos de tejas y como relleno interno se añaden también éstos, piedras menudas de diversa consistencia y cantos de río. El diferente tamaño y talla de las piedras de calizas ofrece esca-sa variedad a los muros, siendo aportada más bien cuando se opta por la mayor presencia de pequeños cantos de río (muros de separación de los patios y estancias de las Casas 5 y 6, Fig. 4 y Lám. 3). Los muros de mampostería suelen incluir algunos sillares en las hiladas superiores y de forma amplia para la defi nición de los vanos. Las jambas de éstos están levantadas con pequeños sillares superpuestos en posición horizontal, paralelos en posición ver-tical y otra serie de combinaciones en las que se incluye la alternancia con mampuestos de caliza de los citados.

El aparejo de sillería, muy escaso, aparece siem-pre en combinación con tramos de mampostería (muro medianero entre las Casas 6 y 7; muro me-dianero entre las Casas 21 y 22, y muro medianero entre las Casas 26 y 27). Contados son los ejemplos con algún segmento de tapial: los pertenecientes a las estancias de las Casas 5 y 6 y los de la estancia de la Casa 26.

Muros defi nitorios de espacios. Al delimitar los principales cuerpos de la casa se asemejan a los an-teriores. Su anchura es más variada, entre 0,50 y 0,30 m. Hallamos muros de mampostería y mam-postería con elementos de sillería. Los primeros si-guen siendo los más numerosos frente a los otros, de los que destacamos el muro de separación entre el patio y la estancia de la Casa 27 (Fig. 7).

Muros de compartimentación de espacios. Suelen ser de menor entidad e inferior construcción. Algu-nos son simples muretes de tabiquería de 0,20-0,25 m de ancho. En tapial el único ejemplo es el muro que separa el vestíbulo del almacén de la Casa 13.

– Revestimientos Algunos de los muros y como generalidad para

los de tapial, aparecen revestidos de un fi no morte-ro de cal, de entre 2 y 0,5 cm de grosor, pintado a la almagra. Las casas que conservan revestimiento parietal son escasas: Casa 4, estancia norte o salón y ángulos NE y SO del patio; Casa 5, estancia sur; Casa 6, la estancia; Casa 13, estancia y almacén; Casa 26, estancia norte, y Casa 28, estancias del norte.

gada. Por último comentar un único caso en el que la cocina se ubica en la crujía destinada a estancias, como es en la Casa 17 (Fig. 6).

–Tipo 2: Tres crujías. Frente a la tipología anterior, las tres casas que responden a este tipo se diferencian por presentar una tercera crujía en el patio, que mantiene la función de vertebrar el resto de la casa. El vestíbulo, situado en la primera crujía, no varía su estructura, con una zona reser-vada a la letrina (Casa 18, Fig. 6) y en ocasiones con una habitación en el lado opuesto a ésta (Ca-sas 26 y 27, Fig. 7). La estancia o estancias ocupan las otras dos crujías de la casa.

–Tipo 3: Planta cuadrada. Las Casas 22 y 23 son las únicas de planta cuadrada de las excavadas (Fig. 6 y Lám. 6). Si bien disponen de dos crujías como el Tipo 1, la que ocupaba el fondo de la casa pasa ahora a situarse en un lateral junto al patio. Junto al vestíbulo y la letrina hallamos una estan-cia espaciosa que podría corresponder al salón, y la alcoba o estancia restante ocuparía el otro lateral de la casa. Cabe señalar para la Casa 23 la ubica-ción de la cocina junto al salón y no en el vestíbulo o en el patio.

4.1.4. Muros y revestimientos parietales

– Muros Pueden ser defi nitorios de la vivienda –de fa-

chada y medianeros–, de los espacios o cuerpos que la integran –vestíbulo, patio y estancias– y de separación o compartimentación interior de estos espacios. Todos siguen orientación cardinal5.

Muros de fachada y medianeros. En líneas gene-rales tanto los muros de fachada como los media-neros con otras viviendas destacan por estar mejor construidos y disponer de mayor anchura. Además se ha de resaltar que los muros de fachada obede-cen a un único trazado y, salvo excepciones, a una misma obra constructiva. Suelen tener entre 0,50 y 0,55 m de anchura y 0,35 m de media de altura. Algunos llegan a alcanzar 0,60 m de anchura, los menos y sólo en la hilada de base que sobresaldrá siempre en uno de los lados del muro.

En cuanto al aparejo, el más utilizado es el de mampostería, de una a cinco6 hiladas, no siempre regulares. En el material empleado predominan las piedras calizas sin tallar o con una cara tallada que

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4.1.5. Vanos

Pueden estar centrados, desplazados a ambos lados del centro del muro e incluso abrirse en sus extremos. Las jambas suelen reforzarse con elemen-tos de sillería, algunos en forma de mocheta. Tan-to los vanos a la calle como los interiores pueden presentar bordillos o rebates elevados para evitar la entrada de agua de lluvia. Éstos pueden ser de sillarejos, cantos de río y otras piedras de superfi cie alisada, fragmentos de ladrillos, losas de caliza e in-cluso piezas únicas de sillería.

Las puertas son en su mayoría de dos hojas. En los umbrales se mantienen las quicialeras, prevale-ciendo las piezas de lajas de pizarra irregulares, a las que se unen las de caliza talladas y otras de mármol reutilizadas, siendo excepcionales las de la estancia norte de la Casa 28 que corresponden a las dos mi-tades de una rueda de molino. La mayoría presen-tan el rebaje circular para los goznes de la puerta.

4.1.6. Vestíbulos y letrinas

Vestíbulos. Se sitúan en el primer cuerpo de la casa y es su espacio menos privado. El tamaño difi ere y suele estar unido a las dimensiones de la vivienda. De forma generalizada, en uno de los lados, se reserva una pequeña zona dentro de él donde se ubica la letrina, con la salvedad de la Casa 16 que ubica ésta en el patio (Fig. 6).

En las viviendas más complejas ocupa la zona inmediata a la puerta de entrada, compartimen-tándose el resto del primer cuerpo para salones u otras dependencias secundarias como talleres o almacenes.

Algunos presentan pavimentos: – diferentes piedras irregulares de caliza, la-

jas de pizarra, pudingas y cantos de río, rellenándose los huecos con guijarros, fragmentos de tejas y ripios (Casas 4, 12, 19 y 23).

– gravas y gravillas (Casas 1, 9 y 16).Elementos comunes que aparecen en los ves-

tíbulos son los canalillos de desagüe que condu-cen el agua sobrante desde los patios hacia la calle. Por último, añadir que se ha registrado un caso de un banco o poyete de mampostería adosado a uno de los lados del vestíbulo, como es en la Casa 2 (Fig. 4 y Lám. 2).

Letrinas. Se ha mencionado en varias ocasiones que ocupan una zona acotada dentro del vestíbulo o próxima a él, en uno de los ángulos del primer cuerpo de la casa. Disponen de muros de tabique-ría que las aíslan, privacidad que se ve favorecida en la mayoría de los casos por tener el acceso desde el patio. Excepción a destacar es la letrina de la Casa 16, situada en el patio aunque en una zona aparta-da, y quizás la de la Casa 19 que aunque no se ha localizado, todo apunta a que estaría junto al muro este de su patio.

Las letrinas se ubican perpendiculares al muro de fachada para facilitar el drenaje a los pozos cie-gos en los que desaguan. Para ello atraviesan estos muros mediante canales o tejas. Algunas cuentan con un pavimento que las antecede o rodea. En su mayoría están formados por losas de caliza (Casas 13, 22, 23 y 24) pero los hay más rudimentarios, a base de sillarejos, cantos de río y otras piedras (Casas 11 y 14).

En cuanto a las tipologías documentadas son la que siguen:

– Dos losas alargadas de caliza paralelas y afrontadas, tallándose en las caras yuxta-puestas un canal central para la evacua-ción, o bien separadas quedando el espacio resultante como canal.

– Paredes fabricadas con sillarejos, ripios y otros. Son más rudimentarias y suelen co-locar tejas en el fondo del canal interior.

– Losas de caliza paralelas en posición hori-zontal cerradas en su cabecera con un silla-rejo u otros.

– Baldosas de barro cocido (sólo la letrina de la Casa 25).

De otras letrinas sólo conocemos su existencia por el canal de desagüe practicado en el muro de fachada (Casas 19, 28 y 29). En total suman 22 las letrinas localizadas o conservadas. De ellas la mejor conservada es la letrina perteneciente a la Casa 13 (Lám. 5). Podría darse un caso de dos letrinas para una sola casa, la Casa 28, por la existencia de dos pozos ciegos frente a su muro de fachada.

4.1.7. Patios: pozos de agua y cocinas

Patios. Es el espacio al que se concede más im-portancia de la casa y en torno al que gira la vida

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cotidiana. Todas las viviendas le ceden un impor-tante terreno, incluso la Casa 29 pose dos (Fig. 7). El piso suele ser de gravas o gravillas, siendo el me-jor conservado el de la Casa 25 (Fig. 6). También hallamos un caso de un patio (Casa 19) con una zona pavimentada con un empedrado (Fig. 6).

Algunos patios disponen o conservan andenes, ocupando de uno a sus cuatro lados. Los hay que emplean losas de caliza rectangulares (Casa 10: cuatro lados, Lám. 4; Casa 12: dos lados y Casa 13: tres lados, Lám. 5). El patio de la Casa 20 combina el andén de losas en dos de sus lados con un an-dén empedrado en un tercero (Fig. 6). Único es el ejemplo de andén de ripios calizos y cantos de río, perteneciente al patio de la Casa 29 (Fig. 7).

Pozos de agua. Elemento fundamental que en-contramos en el patio es el pozo de agua. Puede ocupar el centro, los laterales o los ángulos de éste. Se han localizado 11 pero cada vivienda debió con-tar con el propio. Son circulares, con la salvedad del pozo de la Casa 23 que es oval. Los encañados son de piedras calizas sin tallar y/o careadas al inte-rior, cantos de río y ripios. En superfi cie podemos hallar la boca del pozo bordeada por sillares talla-dos (Casas 7, 12, 13, 28 y 49) e incluso por una plataforma de losas de caliza rectangulares (Casas 12 y 13, Lám. 5). La plataforma de la Casa 12 con-serva aún un rebaje curvo en los sillares próximos a la boca, para insertar el brocal. Sólo se ha hallado in situ el arranque de un brocal de cerámica en el pozo de la Casa 14, decorado con un cordón con impresiones digitales.

Cocinas. El anafe está ampliamente representa-do en todo el yacimiento y por los restos de cenizas hallados conocemos que ejercían de cocina peque-ños espacios junto al vestíbulo y algunos rincones del patio (Casas 1, 7, 16 y 25).

4.1.8. Estancias: alcobas, salones y otras dependencias

El tercer gran espacio de la vivienda lo consti-tuyen las estancias, de una a tres según la comple-jidad de las primeras. Se dedicaban a alcobas y a salones o zonas de estar. Otras dependencias secun-darias y más escasas se reservarían a talleres, despa-chos, almacenes y despensas (Casas 12, 13, 18, 26, 27, 28 y 29) e incluso a cocinas (Casas 17 y 23).

Las alcobas y salones apenas han conservado algún pavimento si bien debieron ser muchas las que se cubrieron con esteras o alfombras. De for-ma previa los suelos se aislaban con capas de lé-ganos. Contados son los pavimentos que nos han llegado:

– de baldosas de barro cocido en las estancias del Norte de la Casa 29,

– con base de picadura de sillar en la estancia de la Casa 2,

– y de mortero de cal y arena pintado a la al-magra en las estancias situadas en el Norte de las Casas 4 y 13.

En cuanto a las otras dependencias secunda-rias hallamos un pavimento de picadura de sillar en el almacén de la Casa 13.

Habitaciones propiamente reservadas a coci-na se han reconocido en las Casas 17 y 23, y a almacenes-despensas en la casa situada al Este de la Casa 1, con tres tinajas de almacenamiento, y en la Casa 13.

4.1.9. Canalillos de desagüe y pozos ciegos

Canalillos de desagüe. Las aguas de lluvia y ex-cedentes de las labores domésticas se evacuan a la calle mediante sistemas de canalización. Éstos par-ten del patio y recorren el vestíbulo hasta alcanzar la cloaca o atarjea de la calle, bien atravesando el muro de fachada bien circulando bajo el umbral de la puerta de acceso a la vivienda. En ese recorrido conservan un trazado rectilíneo, siendo excepción el canal de la Casa 20 con un trazado quebrado (Fig. 6). También se da el caso de una casa con dos canalillos, la 23 (Fig. 6).

De los 20 conductos de desagüe registrados, ocho mantienen parte de su cubierta, de sillarejos, losas de caliza o lajas de pizarra. En cuanto a las paredes y fondo ofrecen varios tipos:

– Piezas de caliza rectangulares, de 0,50 x 0,33 x 0,12 m de media, con canal interior tallado en forma de artesa, de 0,10 x 0,06 m de media (Casas 2, 3, 4, 6, 8, 12, 14, 20, 23, 24, 25 y 26).

– Conductos de atanores de cerámica, de 0,70 m de longitud media y de 0,10-0,16 m de diámetro medio, ensamblados (Casas 9, 11, 16, 17, 22).

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– Canalillos rudimentarios de piedras de ca-liza, cantos de río, lajas de pizarra y ripios. Suelen presentar el fondo de gravas o tejas (Casas 1, 10).

– Conducto de losas de caliza y tejas (Casa 13).

Pozos ciegos. A ellos vierten las letrinas. Se si-túan en la calle frente a éstas y junto a los muros de fachada. Son de encañado circular y de los 15 documentados todos, salvo el de la Casa 8, conser-van cubierta, consistente en grandes lajas de pizarra o sillares de caliza. Están fabricados con calizas sin tallar y cantos de río, siendo algunos muy toscos. Sólo se ha registrado un caso de dos pozos ciegos para una casa, la 28.

4.1.10. Piso superior

Los indicios son vagos y delicados de interpre-tar.

4.2. El trazado urbanístico

El entramado urbanístico lo conforman cin-co vías o calles de orientación cardinal. Tanto su orientación como trazado rectilíneo denotan un diseño previo. Una de ellas destaca por su mayor anchura, la Calle o Avenida E, tratándose de una arteria principal, junto a la que se articula la pri-mera manzana de casas, la manzana sur que en-globa las Casas 16 a 29. A partir de esta manzana hacia el norte surge otra, defi nida por otras dos ca-lles menores, las Calles A y B. Esta manzana norte comprende las Casas 1 a 15. Como resultado, esta ordenación del espacio origina todo un reticulado (Fig. 3 y Lám. 1).

Como hemos apuntado, la ocupación del es-pacio por las diferentes viviendas debió iniciarse a partir de la Avenida E. A ella presentan fachada las casas de mayor extensión (26 a 29) cuyos propie-tarios tendrían ocasión de elegir los terrenos mejor situados y por tanto de más fácil comunicación o acceso (Figs. 3 y 7).

4.2.1. Manzana Sur

Comprende el espacio urbanizado entre la Ca-lle E y la Calle B y engloba 14 viviendas (Casas 16 a 29. Lám. 6).

La Calle o Avenida E: defi ne el arrabal por el Sur (Fig. 7 y Lám. 7). Tiene orientación E-O y unos 9 m de anchura. En cuanto a su longitud, se han puesto al descubierto 40 m continuando fuera del solar tanto en su extremo este como oeste, se-gún se ha constatado en excavaciones colindantes. El piso, conservado sobre todo en los extremos, es de gravas, gravillas y fragmentos cerámicos, de unos 6-8 cm de grosor. La línea de fachada norte la constituyen las Casas 26, 27, 28 y 29. En cambio el límite sur es el propio campo abierto. Destacar que, al igual que para el resto de las calles, en ella se sitúan los diferentes pozos ciegos de las casas, siempre ubicados junto a la línea de fachada.

La Calle B: tiene entre 3 y 3,20 m de anchura y orientación este-oeste (Figs. 5 y 6, Lám 9). Como en el caso anterior, se han excavado 31 m de su longitud, continuando en ambos extremos hacia otros solares. Se conserva buena parte del piso, de unos 4 cm de grosor. Está formado por fragmentos cerámicos, gravas y otras pequeñas piedras. Dispo-ne de atarjea que recorre el eje central de la calle en sentido E-O. Sus paredes están compuestas por una o dos hiladas de mampuestos y cantos de río y el fondo, apenas conservado, es de gravilla. A ella desaguan los canalillos de las casas que la delimitan (Casas 8 a 20), frente al vertido de las correspon-dientes letrinas que lo hacen a pozos ciegos prac-ticados en la calle, como se ha comentado arriba.

Además de estas dos vías principales, la manza-na sur cuenta con dos calles menores que facilitan el acceso a su interior, dando salida a una serie de viviendas que no cuentan con fachada a las prime-ras vías, como son las Casas 21, 22, 23, 24 y 25. Las dos primeras se abren al Callejón D y las res-tantes a la Calle C.

Frente a las dos anteriores, la Calle C es de orientación N-S y se ha podido excavar por com-pleto (Fig. 6). Su longitud total es de 18,16 m y tiene 2-2,40 m de ancho. Presenta atarjea en el tramo sur, en el eje central y de orientación N-S. Es muy rudimentaria, a base de diferentes piedras irregulares para las paredes y base de gravas para el fondo. Recibe las aguas residuales de las Casas 20, 23, 24 y 25. En cuanto a los pozos ciegos se han localizado dos, el de la Casa 23 y otro compartido para las Casas 24 y 25.

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El Callejón D: de orientación E-O, es algo más estrecho que el resto de las calles, alcanzando ape-nas los 2 m de anchura (Fig. 6). Sólo se han podido excavar 2,80 m de su longitud, continuando hacia el E. En el oeste queda cerrado por la Casa 16. En él se han documentado los dos pozos ciegos corres-pondientes a las Casas 16 y 22.

4.2.2. Manzana norte

Comprende el espacio urbanizado entre la Ca-lle B y la Calle A y engloba 15 viviendas (Casas 1 a 15, Lám. 8). La Calle A articula la mitad norte de la manzana (Casas 1 a 7, Fig. 4) y la calle B la mitad sur (casas 8 a 15, Fig. 5).

La calle A: tiene orientación E-O y el piso es de gravas, gravillas y fragmentos cerámicos (Fig. 4 y Lám. 2). Su anchura mide, al menos, 2 m y aunque se han documentado 13,50 m de su longitud, con-tinúa en sus dos extremos. A ella presentan fachada las Casas 1 a 7 que verterían sus aguas a los pozos ciegos abiertos en la misma. Recibiendo de igual forma el agua de los canalillos.

Finalizamos este apartado indicando que en cuanto a otros edifi cios de carácter público como zocos, baños, mezquitas o cementerios no se han hallado en estas parcelas de la Manzana I pero no cabe duda que los hubo en las proximidades ya que estos arrabales funcionaban como pequeñas ciuda-des.

5. ESTUDIO ZOOARQUEOLÓGICO

5.1. Material y métodos

Los restos de fauna analizados suman un total de 2.096 fragmentos, de los que 1.446 (68,99%) han podido ser identifi cados anatómica y zooló-gicamente, conformando el número de restos de-terminados (NRD). Los restantes 650 fragmentos (31,01%) forman el grupo de los no identifi cados debido, principalmente, a su pequeño tamaño y a la falta de zonas diagnósticas, por lo que las carac-terísticas específi cas no eran demasiado claras o no

existían por tratarse fundamentalmente de esquir-las y restos muy fragmentados. Sin embargo, parece claro que la mayoría de los mismos pertenecerían a animales de talla media (mesomamíferos), hecho que vendría a reforzar la posición del ovicaprino como cabaña más importante dentro del consumo alimentario.

La identifi cación y clasifi cación taxonómica de la muestra ósea se ha realizado con nuestra propia colección comparativa. La bibliografía comple-mentaria empleada ha sido la siguiente: Barone (1976), Morales (1976), Pales, Lambert (1971).

Dentro de la categoría de ovicaprino se han incluido los restos en los que no ha sido posible diferenciar la oveja y la cabra, por tratarse de frag-mentos que carecían de zonas diagnósticas para su clasifi cación o éstas eran poco claras. De ahí que, en general, pueda observarse cierta complementa-riedad entre las piezas asignadas a ovicaprino y las de oveja y cabra, siendo en el primer caso costillas, vértebras y fragmentos de diáfi sis de huesos largos fundamentalmente. En los casos en que sí ha sido posible su diferenciación, se han seguido los crite-rios de Boessneck et alii (1964).

La estimación del número mínimo de indivi-duos (NMI) se ha calculado siguiendo el criterio de escoger entre los huesos pares aquellos que con-taran con mayor número de piezas de uno de los dos lados. El NMI obtenido de esta forma se ha modifi cado cuando la determinación de edades y sexos no concordaba con la primera estimación. Todo el material óseo, tanto el identifi cado como el no determinado, se ha pesado dando en gramos los resultados.

El cálculo de la edad de sacrifi cio se ha reali-zado en función de la fusión de las epífi sis en los huesos largos y el desgaste y reemplazo de las piezas dentales, siguiendo los criterios elaborados por el Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Madrid.

La edad se expresa en meses del modo siguien-te:

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Se han medido todas aquellas piezas óseas que no se encontraban quemadas, presentaban señales de manipulación antrópica o estaban deforma-das patológicamente. Las medidas se han realiza-do con calibres convencionales (error estimado± 0,5 mm), siguiendo la metodología propuesta por Driesch (1976). Para hallar los valores de la al-tura media en la cruz hemos utilizado los criterios unifi cados de Driesch y Boessneck (1974), utili-zando los índices de Fock (1966) para el ganado vacuno.

5.2. Análisis faunístico

En este apartado vamos a analizar la presencia de los distintos taxones representados al objeto de valorar su cuantía, su tamaño en los casos en que esto sea posible, y su importancia dentro de la eco-nomía del yacimiento. Los restos empleados para este análisis vienen especifi cados en la Descriptiva del material óseo (apartado 5.4.). La distribución del NRD, NMI y peso por especies aparece en las Tablas 1 y 2, y Gráfi co 1, respectivamente. Salvo en el caso de los équidos y animales de compañía (perro y gato), donde no queda claro debido a la escasez del material identifi cado, las demás especies de mamíferos y aves representadas formaron parte del consumo alimentario.

5.2.1. Mamíferos

Los mamíferos se encuentran representados por diez especies: caballo, asno, vaca, oveja, cabra, perro, gato, ciervo, conejo y liebre.

5.2.1.1. Caballo, Equus caballus

Pertenecientes a esta especie se han determina-do un total de 20 fragmentos óseos (1,38%) que re-presentan a un número mínimo de dos individuos (1,43%). El peso del material determinado, por su parte, sólo alcanza el 3,04% del total (Tabla 1). En este caso las cohortes de edad representadas son la juvenil y la adulta respectivamente. Las porciones esqueléticas mejor representadas son las craneales seguidas de axiales y apendiculares (Tabla 2). No se aprecian indicios claros en el material óseo que indiquen su inclusión en el consumo alimentario.

5.2.1.2. Asno, Equus asinus

El asno se encuentra representado en base a un único fragmento de metápodo que presenta unas reducidas dimensiones. El único resto determi-nado supone un 0,07% del NRD, el 0,71% del NMI y un 0,06% en cuanto al peso del material óseo determinado (Tabla 1). En este caso también se trataría de un individuo adulto. Como ocurría con la especie anterior no se aprecian indicios de su inclusión en el consumo alimentario.

5.2.1.3. Vaca, Bos taurus

La cabaña bovina se encuentra bien represen-tada. A este respecto, con 98 fragmentos óseos determinados (6,78%) se sitúa en el segundo lu-gar, tras el ovicaprino, en lo que a NRD se refi ere de todas las especies determinadas. Igual posición ocupa en cuanto al número mínimo de individuos (5 que suponen el 3,58%), y también ocurre igual en lo referente al peso del material óseo determina-

infantil juvenil subadulto adulto senil

caballo 0-9 / 12 9-12 / 12-24 24 - 28 48 - 250 + 250

vaca 0-5 / 9 5-9 / 24 24 - 60 60 - 180 + 180

ovicaprino 0-5 / 9 5-9 / 24 24- 60 60 - 180 + 180

perro 0-4 / 5 4-5 / 6-7 6-7 / 9-12 9-12 / 120 + 120

ciervo 0-5 / 12 5-12 /12-24 12-24/ 23-27 23-27 / 150 + 150

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do (24,48%) (Tabla 1). Los restos recuperados han sido clasifi cados por cohortes de edad dependiendo del estado de fusión epifi saria y del desgaste y reem-plazo de las piezas dentales. De esta forma hemos constatado sólo la presencia de individuos juveni-les, subadultos y adultos, con un claro predominio de los animales sacrifi cados en edad adulta.

Las porciones esqueléticas mejor representadas son las pertenecientes al esqueleto apendicular, se-guidas por axiales y craneales (Tabla 2 y Gráfi co 2). Las huellas de fracturas, cortes y desmembramien-to presentes en el material óseo indican que estos animales fueron utilizados principalmente por su carne. También las cohortes de edad representadas podrían estar indicando un sacrifi cio preferente de animales que habían alcanzado la madurez, en un intento de obtener un benefi cio óptimo, ya que a esta edad proporcionarían la mayor cantidad de carne al haber alcanzado su pleno desarrollo.

Debido principalmente a la fragmentación del material óseo no ha sido posible realizar ninguna diferenciación sexual. El único hueso largo com-pleto (un metacarpo) que ha permitido obtener su longitud máxima ha proporcionado la siguiente altura en la cruz:

Metacarpo

Longitud máxima Factor Altura en la cruz

170,0 mm 6.0 102,0 cm

Se trataría, por tanto, de un animal de talla pe-queña en base a la talla obtenida (Lám. 10).

5.2.1.4. Ovicaprino, Ovis aries / Capra hircus

Dentro de esta categoría hemos incluido todos los restos determinados de oveja y cabra junto a los que no pudieron ser clasifi cados a especie y que se engloban bajo el epígrafe de ovicaprino. Esta cabaña ganadera se encuentra bien representadatanto a nivel de número de restos determinados(88,79%), número mínimo de individuos (84,29%) y peso del material óseo (71,94%), si-tuándose en primer lugar de todas las especies ani-males determinadas en los tres índices calculados (Tabla 1).

Las porciones esqueléticas mejor representadas son las apendiculares (principalmente fragmentos distales de tibia y proximales de radio), seguidas por axiales (fundamentalmente fragmentos de cos-tillas) y craneales (piezas dentales aisladas en su ma-yoría) (Tabla 2, Gráfi co 3 y Láms. 11 a 14).

En cuanto a la proporción oveja/cabra exis-tente en la composición de los rebaños, pese a la escasez de material y a la fracturación observada en el mismo, parece que fue la oveja la especie más numerosa en la composición de los mismos y la base del consumo cárnico.

Aunque no ha sido posible recuperar ningún hueso largo completo que nos permita calcular la altura en la cruz de ovejas y cabras, las escasas me-didas obtenidas apuntarían a la presencia de ani-males de talla mediana (apartado 5.3.).

En cuanto a la edad de sacrifi cio observada en estos animales, aunque se encuentran representa-das todas las cohortes (infantiles, juveniles, suba-dultos, adultos), existiría un marcado predominio de los individuos sacrifi cados en edad juvenil y adulta sobre las demás. Esta composición de edad en el material recuperado podría responder a un control y reemplazo del ganado. Por una parte, el mayor número de individuos sacrifi cados en edad adulta podría responder a la obtención de leche y lana principalmente, así como de carne una vez cumplida su función reproductiva. Por otra, la re-lativa abundancia de animales infantiles y juveni-les podría responder a un sacrifi cio selectivo de los machos ( ), asegurando así el consumo de carne tierna y el reemplazo del rebaño no sacrifi cando las hembras ( ), por lo general, hasta alcanzar la edad adulta.

5.2.1.5. Perro, Canis familiaris

A perro sólo se ha atribuido un único frag-mento óseo (0,07%) que representa a un número mínimo de 1 individuo adulto (0,71%). El peso del material óseo (0,02%) es irrelevante (Tabla 1). La única porción ósea representada (metacarpia-no) pertenece al esqueleto apendicular (Tabla 2). Aunque escasa en cuanto a número de restos óseos determinados, la presencia de esta especie parece atestiguada en las huellas de mordeduras que pre-senta el material óseo analizado.

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a un número mínimo de 5 individuos (3,58%). El peso del material determinado, en clara contrapo-sición a lo que ocurre con las cabañas ganaderas, es muy poco signifi cativo alcanzando sólo un 0,19 % del total (Tabla 1).

Las únicas porciones óseas representadas son las pertenecientes al esqueleto apendicular, des-tacando los fragmentos de fémur (Lám. 17) y ti-biotarso respectivamente (Tabla 2). Las fracturas y cortes presentes en el material óseo indican que es-tos animales fueron utilizados principalmente por su carne. También son evidentes marcas de dientes que, por las características que presentan, nos incli-nan a pensar en el gato doméstico como autor de las mismas.

Todos los individuos determinados fueron sa-crifi cados en edad adulta y sólo en un caso ha sido posible realizar una determinación sexual gracias a un tarsometatarso, tratándose de un ejemplar ma-cho ( ).

5.2.2.2. Perdiz, Alectoris rufa

Sólo 3 restos se han determinado como perte-necientes a esta especie (0,21%) que representan a un único individuo adulto (1,43%). El peso del material determinado (0,01%), como ocurría en el caso de los animales de compañía, es insignifi cante (Tabla 1). Las porciones óseas recuperadas pertene-cen al esqueleto apendicular (Tabla 2).

5.2.3. Moluscos

En el análisis de la muestra ósea también se ha documentado la presencia de valvas de moluscos marinos representados por las siguientes especies, siendo las dos primeras las mejor representadas: al-mendra de mar, Glycymeris Glycymeris; berberecho, Cardium edule, almeja, Venerupis sp. y ostra, Ostrea edulis.

5.3. Medidas osteométricas

Bd: anchura distal; BT: anchura de la tróclea; Bp: anchura proximal; GL: longitud máxima; SD: anchura menor de la diáfi sis.

5.2.1.6. Gato, Felis catus

Como ocurría en el caso anterior, el gato tam-bién se encuentra representado por un único frag-mento óseo determinado (0,07%) que representa a un individuo adulto (0,71%). El peso del material óseo determinado supone el 0,01% del total (Tabla 1). La única porción ósea representada (húmero, Lám. 15) pertenece, asimismo, al esqueleto apendi-cular (Tabla 2). También en este caso la presencia de huellas de mordeduras en huesos de gallina, indica-ría la presencia de gatos en un ámbito doméstico.

5.2.1.7. Ciervo, Cervus elaphusEsta especie, como ocurría con perro y gato, ha

proporcionado un único fragmento determinado (0,07%) perteneciente a un único individuo adulto (0,71%). El peso del material determinado supone el 0,18 % del total determinado (Tabla 1). La única porción ósea recuperada (metacarpo, Lám. 16) per-tenece también al esqueleto apendicular (Tabla 2).

5.2.1.8. Conejo, Oryctolagus cuniculusLa presencia de conejo en la muestra ósea es es-

casa, ya que sólo se han determinado 7 restos óseos (0,48%) pertenecientes a un número mínimo de 3 individuos (2,14%). El peso del material deter-minado sólo supone un 0,05% del total (Tabla 1). Todas las porciones óseas determinadas pertenecen al esqueleto apendicular (Tabla 2). Todo el material determinado pertenece a individuos adultos.

5.2.1.9. Liebre, Lepus granatensisDos fragmentos óseos (0,14%) pertenecien-

tes al esqueleto apendicular, que representan a un único individuo (0,71%), se han asignado a esta especie. El peso del material determinado supone el 0,02% del total (Tablas 1 y 2).

5.2.2. AvesLos restos de avifauna determinados en la

muestra ósea pertenecen sólo a dos especies, una doméstica (gallina) y otra silvestre (perdiz).

5.2.2.1. Gallina, Gallus gallusLos restos recuperados asignados a esta especie

se elevan a un total de 28 (1,94%) que representan

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Vaca

Metacarpo Metatarso

GL 170.0

Bp 54.0 56.0 44.0

SD 28.0

Bd 56.0 53.0

Oveja

Húmero

Bd 34.0 34.0 30.0 30.5 32.0 29.0 36.0

BT 33.0 32.0 29.0 29.0 28.0

Bd 33.0 31.0 32.0 27.0 29.0 30.0 34.0

BT 26.0 28.0 29.0

Bd 30.0 32.0 27.0 31.0 32.0 36.0 34.0

BT 31.0 26.5 29.5 33.0 32.5

nº variación x

Bd 21 27.0 – 36.0 31.6

BT 13 26.0 – 33.0 29.7

Radio

n.º variación x

Bp 36.0 33.0 30.0 30.0 33.0 33.0 6 30.0 – 36.0 32.5

Tibia

Bd 28.0 28.0 27.0 27.0 29.0 27.0 27.0 27.5 30.0

Bd 28.0 29.0 28.0 28.0 n,º variación x

Bd 13 27.0 – 30.0 28.0

Metatarso

Bp 23.0

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106

Cabra

Radio

n.º variación x

Bp 32.5 34.0 35.0 34.0 4 32.5 – 35.0 33.9

Húmero

n.º variación x

Bd 36.0 35.5 30.0 29.0 30.0 35.0 6 29.0 – 36.0 32.6

BT 34.0 34.0 28.5 27.0 29.0 33.0 6 27.0 – 34.0 30.9

Metacarpo

Bp 27.0

Tibia

n.º variación x

Bd 25.0 28.0 25.0 25.5 26.0 25.0 27.0 7 25.0 – 28.0 25.9

Liebre

Radio

Bp 8.0

5.4. Descriptiva del material óseo analizado

1. Caballo. costillas: 2; escápula: 1. Vaca. costi-llas: 2; metatarso: 1; falange 10: 1.Oveja. es-cápula: 1; húmero: 1. Ovicaprino. mandíbula: 6; costillas: 38; escápula: 4; húmero: 6; ulna: 1; radio: 15; metacarpo: 12; pelvis: 6; fémur: 5; tibia: 19; calcáneo: 1; falange 10: 2; metatarso: 5. Cabra. escápula: 1. Gato. húmero: 1. Galli-na. coracoides: 1. Indeterminados: 25.

2. Ovicaprino. dientes inferiores: 1; tibia: 1. In-determinados: 8.

3. Ovicaprino. axis: 1; vértebras: 2; costillas: 5; húmero: 1; radio: 2. Indeterminados: 5.

4. Ovicaprino. mandíbula: 1; costillas: 8; húme-ro: 2; radio: 1; metacarpo: 1; fémur: 1; calcá-neo: 1. Gallina. tibiotarso: 1. Indetermina-dos: 12.

5. Ovicaprino. vértebras: 1; costillas: 1; tibia: 1. Indeterminados: 1.

6. Oveja. húmero: 1. Ovicaprino. dientes infe-riores: 1; costillas: 1; escápula: 1; húmero: 2; radio: 1; fémur: 2. Indeterminados: 2.

7. Ovicaprino. vértebras: 1; costillas: 2; húmero: 2; tibia: 2; calcáneo: 1.

8. Oveja. ulna: 1. Ovicaprino. dientes inferiores: 1; vértebras: 1; costillas: 3; radio: 1; metacarpo: 1; tibia: 2; metatarso: 3; falange 10: 1. Indeter-minados: 18.

9. Ovicaprino. costillas: 3; escápula: 1; húmero: 3; radio: 2; metacarpo: 1; tibia: 1; calcáneo: 1; falange 10: 1. Indeterminados: 25.

10. Vaca. astrágalo: 1.11. Oveja. húmero: 1; tibia: 1. Ovicaprino. costi-

llas: 1; escápula: 1; húmero: 3; radio: 3; meta-

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carpo: 2; pelvis: 2; tibia: 6; metatarso: 4. Inde-terminados: 10.

12. Vaca. falange 10: 1. Ovicaprino. tibia: 2. In-determinados: 2.

13. Vaca. húmero: 1; metacarpo: 1. Ovicaprino. tibia: 3. Gallina. fémur: 1. Indeterminados: 5.

14. Ovicaprino. falange 10: 1.15. Ovicaprino. húmero: 2; radio: 1; tibia: 1; me-

tatarso: 1. Indeterminados: 10.16. Ovicaprino. atlas: 1; costillas: 3; escápula: 1;

metatarso: 1. Indeterminados: 15.17. Ovicaprino. dientes superiores: 2; vértebras:

1; costillas: 1; húmero: 1; radio: 1; metacarpo: 1; tibia: 1. Conejo. fémur: 1. Indetermina-dos: 12.

18. Vaca. metacarpo: 1. Ovicaprino. costillas: 1; metacarpo: 1.

19. Ovicaprino. escápula: 1; radio: 3; tibia: 3. In-determinados: 8.

20. Vaca. vértebras: 1; falange 10: 1. Oveja. tibia: 2. Ovicaprino. costillas: 1; radio: 3; pelvis: 1; tibia: 1; metatarso: 1. Indeterminados: 2.

21. Vaca. vértebras: 1; costillas: 1; húmero: 1. Ovicaprino. mandíbula: 1; dientes inferiores: 2; vértebras: 1; costillas: 4; húmero: 2; radio: 4; tibia: 4. Perdiz. tibiotarso: 1. Indetermina-dos: 20.

22. Vaca. vértebras: 1; costillas: 1; húmero: 1; ulna: 1; fémur: 1. Oveja. húmero: 1. Ovica-prino. dientes superiores: 1; dientes inferiores: 2; vértebras: 7; costillas: 16; escápula: 1; hú-mero: 1; radio: 2; metacarpo: 4; pelvis: 1; tibia: 2; metatarso: 2. Gallina. radio: 1; fémur: 1. Indeterminados: 14.

23. Ovicaprino. costillas: 1; escápula: 2; húmero: 1; ulna: 1; pelvis: 1. Indeterminados: 4.

24. Vaca. costillas: 3; escápula: 1; húmero: 1; ra-dio: 1. Oveja. ulna: 1. Ovicaprino. mandí-bula: 1; vértebras: 4; costillas: 18; escápula: 1; húmero: 2; radio: 3; metacarpo: 4; pelvis: 1; fémur: 2; tibia: 3; metatarso: 2. Gallina. es-cápula: 1; tibiotarso: 1; tarsometatarso: 1 (%). Indeterminados: 25.

25. Vaca. mandíbula: 1; vértebras: 1; costillas: 5; tibia: 1. Oveja. húmero: 3; radio: 1; tibia: 1. Ovicaprino. mandíbula: 1; costillas: 8; húme-ro: 2; radio: 1; metacarpo: 2; pelvis: 2; tibia: 4;

falange 10: 1. Cabra. radio: 1. Indetermina-dos: 5.

26. Vaca. tibia: 1. Ovicaprino. vértebras: 2; cos-tillas: 1; húmero: 2; tibia: 1.

27. Ovicaprino. radio: 1. Indeterminados: 4.28. Ovicaprino. fémur: 1.29. Ovicaprino. dientes superiores: 1; costillas: 1.

Indeterminados: 14.30. Oveja. radio: 1. Ovicaprino. costillas: 2; ulna:

1. Gallina. húmero: 1; radio: 1; tarsometatar-so: 1. Indeterminados: 2.

31. Oveja. húmero: 1. Ovicaprino. costillas: 1; ti-bia: 1. Indeterminados: 2.

32. Oveja. escápula: 1; tibia: 1. Ovicaprino. dien-tes superiores: 1; vértebras: 3; costillas: 4; hú-mero: 1; radio: 1; fémur: 2; calcáneo: 1. Ca-bra. metacarpo: 1. Indeterminados: 12.

33. Asno. metápodo: 1. Vaca. falange 10: 1. Ovi-caprino. vértebras:1; escápula: 2; fémur:2; me-tatarso: 1. Gallina. fémur: 1. Indeterminados: 4.

34. Ovicaprino. dientes superiores: 3; dientes inferiores: 1; atlas: 1; costillas: 1; escápula: 1; húmero: 1; radio: 2; metacarpo: 1; pelvis: 1; fémur: 1; tibia: 1. Indeterminados: 6.

35. Ovicaprino. costillas: 3; húmero: 1; radio: 1. Indeterminados: 3.

36. Vaca. costillas: 1; falange 10: 1. Ovicaprino. costillas: 1; escápula: 1; fémur: 1; tibia: 1; cal-cáneo: 1; falange 10: 1.

37. Ovicaprino. costillas: 3; húmero: 3; radio: 2; fémur: 1; tibia: 1; calcáneo: 1; astrágalo: 1; fa-lange 10: 1. Indeterminados: 1.

38. Ovicaprino. costillas: 1; húmero: 1; radio: 2; tibia: 3. Indeterminados: 4.

39. Ovicaprino. costillas: 3; metacarpo: 1.40. Vaca. mandíbula: 1; fémur: 1; metápodo: 1.

Ovicaprino. costillas: 4; radio: 2; metacarpo: 1; fémur: 1; tibia: 2. Gallina. coracoides: 1. Indeterminados: 15.

41. Vaca. costillas: 1. Oveja. ulna: 1. Ovicaprino. costillas: 2; escápula: 1; metacarpo: 1; calcá-neo: 1.

42. Ovicaprino. tibia: 1; calcáneo: 1; metatarso: 1. Indeterminados: 1 (hueso trabajado).

43. Oveja. tibia: 1. Ovicaprino. fémur: 1; tibia: 1.

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44. Oveja. húmero: 1. Ovicaprino. costillas: 5; ra-dio: 1; metacarpo: 1; pelvis: 1; fémur: 1; tibia: 1. Cabra. húmero: 1. Indeterminados: 3.

45. Vaca. costillas: 1; ulna: 1. Oveja. húmero: 1. Ovicaprino. costillas: 1; metacarpo: 1; pelvis: 1; fémur: 1; tibia: 2; metatarso: 1. Indetermi-nados: 4.

46. Ovicaprino. costillas: 1; fémur: 1; calcáneo: 1. Indeterminados: 10.

47. Ovicaprino. dientes superiores: 2; vértebras: 1; escápula: 1; metacarpo: 1; pelvis: 1; tibia: 1; calcáneo: 1; falange 10: 1. Perdiz. tibiotarso: 1. Indeterminados: 2.

48. Ovicaprino. tibia: 2.49. Caballo. metacarpo: 1. Vaca. radio: 1; fémur:

1. Oveja. tibia: 1. Ovicaprino. costillas: 1; hú-mero: 2; tibia: 2; calcáneo: 2. Cabra. tibia: 1. Indeterminados: 6.

50. Ovicaprino. costillas: 2; húmero: 1; radio: 1; metacarpo: 2; fémur: 1; tibia: 2; calcáneo: 1.

51. Oveja. húmero: 1. Ovicaprino. mandíbula: 1; vértebras: 1; costillas: 3; radio: 2; metacarpo: 1; tibia: 2. Ciervo. metacarpo: 1. Perdiz. coracoi-des: 1. Indeterminados: 4.

52. Ovicaprino. mandíbula: 1; costillas: 2; escápu-la: 1; radio: 2; fémur: 1. Indeterminados: 3.

53. Ovicaprino. dientes inferiores: 1; húmero: 1; radio: 1; calcáneo: 1. Indeterminados: 1.

54. Caballo. dientes superiores: 7; metacarpo: 1. Vaca. viscerocráneo: 1; vértebras: 1; costillas: 1; escápula: 1; húmero: 1; radio: 1; metacarpo: 2; tibia: 1; metatarso: 4; falange 10: 2. Oveja. escápula: 3; húmero: 5; radio: 2; tibia: 3. Ovi-caprino. dientes superiores: 4; mandíbula: 4; vértebras: 4; costillas: 16; escápula: 5; húmero: 11; ulna: 1; radio: 18; metacarpo: 10; pelvis: 10; fémur: 2; tibia: 25; calcáneo: 4; astrágalo: 1; metatarso: 4; falange 10: 3. Cabra. tibia: 4. Indeterminados: 50.

55. Vaca. mandíbula: 1. Oveja. ulna: 1. Ovica-prino. mandíbula: 1; vértebras: 1; costillas: 2; escápula: 1; húmero: 1; metacarpo: 1; pelvis: 1; fémur: 1; tibia: 3; metatarso: 2. Indetermi-nados: 2.

56. Vaca. fémur: 1; metatarso: 1. Ovicaprino. es-cápula: 1; húmero: 1; radio: 2; metacarpo: 1; pelvis: 1; fémur: 2; tibia: 4; metatarso: 1. In-determinados: 3.

57. Ovicaprino. costillas: 3; radio: 1; fémur: 1; ti-bia: 3. Indeterminados: 3.

58. Oveja. húmero: 1. Cabra. escápula: 1.59. Vaca. vértebras: 2; costillas: 1; radio: 1. Ove-

ja. húmero: 2; ulna: 1; tibia: 1; metatarso: 1. Ovicaprino. dientes superiores: 1; costillas: 4; tibia: 2; calcáneo: 1; falange 10: 3. Indetermi-nados: 5.

60. Ovicaprino. dientes superiores: 1; costillas: 1; radio: 1; tibia: 2; falange 10: 2. Indetermina-dos: 1.

61. Ovicaprino. dientes superiores: 2; pelvis: 2; tibia: 1. Conejo. tibia: 1.

62. Ovicaprino. vértebras: 1; húmero: 1; metacar-po: 1; tibia: 1. Indeterminados: 1.

63. Vaca. dientes inferiores: 1; costillas: 4; húme-ro: 1; ulna: 1. Oveja. húmero: 1. Ovicaprino. mandíbula: 1; costillas: 11; húmero: 2; radio: 6; pelvis: 2; tibia: 3; calcáneo: 1. Indetermi-nados: 10.

64. Oveja. húmero: 1; astrágalo: 1; metatarso: 1; falange 10: 1. Ovicaprino. mandíbula: 1; vér-tebras: 2; costillas: 2; radio: 1; tibia: 3. Inde-terminados: 4.

65. Oveja. radio: 1. Ovicaprino. dientes supe-riores: 1; mandíbula: 1; axis: 1; vértebras: 1; costillas: 8; escápula: 3; metacarpo: 1; pelvis: 1; fémur: 1; tibia: 2; calcáneo: 1; metatarso: 1; falange 10: 1. Cabra. ulna: 1; radio: 1. Pe-rro. metacarpo: 1. Conejo. húmero: 1; tibia: 1. Gallina. coracoides: 1. Indeterminados: 5.

66. Oveja. tibia: 1. Ovicaprino. dientes superio-res: 3; dientes inferiores: 2; vértebras: 2; costi-llas: 4; escápula. 2; húmero: 1; ulna: 1; radio: 3; metacarpo: 5; fémur: 2; tibia: 1. Cabra. hú-mero: 1; ulna: 1. Indeterminados: 15.

67. Ovicaprino. escápula: 1; húmero: 2; radio: 3; metacarpo: 1; tibia: 2. Gallina. tibiotarso: 1. Indeterminados: 10.

68. Oveja. húmero: 1. Ovicaprino. dientes su-periores: 1; escápula: 2; húmero: 2; radio: 1; fémur: 1; tibia: 1. Cabra. tibia: 1. Indetermi-nados: 10.

69. Vaca. pelvis: 1. Ovicaprino. neurocráneo: 1; dientes superiores: 1; costillas: 8; escápula: 1; húmero: 1; radio: 1; metacarpo: 2; fémur: 1; tibia: 1; falange 10: 1. Indeterminados: 6.

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70. Vaca. pelvis. 1. Ovicaprino. vértebras: 1; cos-tillas: 9; escápula: 2; húmero: 2; tibia: 1; me-tápodo: 1. Indeterminados: 5.

71. Ovicaprino. costillas: 1; húmero: 1; tibia: 1. Conejo. tibia. 1. Gallina. escápula: 1.

72. Ovicaprino. vértebras: 1; húmero: 1; radio: 1; metacarpo: 3; tibia: 2; metatarso: 2; falange 10: 1. Indeterminados: 20.

73. Ovicaprino. dientes superiores: 1; vértebras: 1; costillas: 1; escápula: 1; húmero: 1; radio: 3; ti-bia: 3. Gallina. fémur: 1. Indeterminados: 5.

74. Ovicaprino. costillas: 1; escápula: 1; húmero: 1; fémur: 1; astrágalo: 1; metatarso: 1.

75. Vaca. vértebras: 1; costillas: 2; pelvis: 1; pa-tella: 1.Ovicaprino. vértebras: 2; costillas: 2; escápula: 1; radio: 3; metacarpo: 1; fémur: 1. Gallina. tibiotarso: 1. Indeterminados: 6.

76. Ovicaprino. tibia: 2; falange 10: 1. Indeter-minados: 1.

77. Oveja. húmero: 1. Ovicaprino. vértebras: 1; costillas: 6; escápula: 3; radio: 2; metacarpo: 2; pelvis: 1; fémur: 2; tibia: 4; metatarso: 2. Ca-bra. húmero: 1. Indeterminados: 7.

78. Ovicaprino. tibia: 1.79. Oveja. húmero: 1. Ovicaprino. escápula: 1;

tibia. 2; metatarso: 1. Gallina. fémur: 1.80. Vaca. tibia: 1. Oveja. tibia: 1. Ovicaprino. cla-

vija: 1; costillas: 1; húmero: 2; calcáneo: 1.Indeterminados: 8.81. Ovicaprino. dientes inferiores: 1; radio: 2; pel-

vis: 1; tibia: 1. Conejo. tibia: 1. 82. Ovicaprino. húmero: 1; radio: 2; pelvis: 1; fé-

mur: 2. Gallina. ulna: 1.83. Oveja. húmero: 5; ulna: 1; radio: 1. Ovicapri-

no. dientes superiores: 1; dientes inferiores: 2; vértebras: 1; costillas: 10; escápula: 4; húme-ro: 4; ulna: 1; radio: 3; metacarpo: 2; pelvis: 4; fémur: 3; tibia: 3; calcáneo: 1; falange 10: 3. Cabra. húmero: 1; radio: 1. Gallina. ulna: 1; radio: 1; fémur: 1; tibiotarso: 1. Indetermi-nados: 25.

84. Ovicaprino. ulna: 1; tibia: 1; calcáneo: 1. Ca-bra. tibia: 1.

85. Oveja. tibia: 1. Ovicaprino. húmero: 1.86. Ovicaprino. dientes superiores: 1; fémur: 1;

tibia: 1.87. Ovicaprino. costillas: 1; escápula: 1; radio: 2;

metápodo: 2. Indeterminados: 2.

88. Ovicaprino. dientes superiores: 1; dientes in-feriores: 2; costillas: 1; escápula: 2; húmero: 3; ulna: 1; radio: 1; metatarso: 1. Indetermi-nados: 1.

89. Vaca. húmero: 1; radio: 1. Ovicaprino. cos-tillas: 2; pelvis: 1; tibia: 2; calcáneo: 1; astrá-galo: 1. Indeterminados: 3.

90. Ovicaprino. costillas: 1; radio: 2; húmero: 1; tibia: 1. Indeterminados: 1.

91. Oveja. tibia: 1. Ovicaprino. vértebras: 1; costillas: 1; radio: 1; pelvis: 1; tibia: 2. Cone-jo. radio: 1. Indeterminados: 5.

92. Ovicaprino. costillas: 2; escápula: 1; húme-ro: 1; ulna: 1; tibia: 1. Indeterminados: 5.

93. Caballo. dientes inferiores: 1. Ovicaprino. dientes superiores: 1; costillas: 1; tibia: 2; me-tatarso: 1.

94. Ovicaprino. húmero: 1. Indeterminados: 2. 95. Caballo. dientes inferiores: 1; costillas: 2;

pelvis: 1. Vaca. mandíbula: 1; costillas: 3; me-tatarso: 1. Oveja. escápula: 1; húmero: 3; ra-dio: 1; tibia: 1. Ovicaprino. neurocráneo: 2; viscerocráneo: 10; dientes superiores: 6; man-díbula. 2; vértebras: 1; costillas: 8; escápula: 3; húmero: 8; ulna: 1; radio: 4; metacarpo: 8; pelvis: 1; fémur: 3; tibia: 7; calcáneo: 1; metatarso: 4. Cabra. clavija: 1; escápula: 1; húmero: 3; ulna: 1; radio: 1; pelvis: 1; tibia: 2. Gallina. fémur: 1; tibiotarso: 1. Indeter-minados: 54.

96. Vaca. radio: 1. Ovicaprino. dientes superio-res: 1; vértebras: 1; costillas: 2; húmero: 1; radio: 1; fémur: 1; metatarso: 1. Cabra. hú-mero: 1. Indeterminados: 19.

97. Ovicaprino. vértebras: 1; húmero: 1; radio: 1; metacarpo: 1; tibia: 2. Liebre. radio: 1; ti-bia: 1. Indeterminados: 5.

98. Vaca. costillas: 3; falange 20: 1. Ovicaprino. costillas: 1; escápula: 1; húmero: 1; radio: 2; metacarpo: 1; fémur: 1; tibia: 1; falange 10: 1.Cabra. radio: 1. Gallina. fémur: 1; tibio-tarso: 1. Indeterminados: 4.

99. Caballo. dientes superiores: 2. Vaca. falan-ge 10: 1.Oveja. ulna: 1; húmero: 1; tibia: 1. Ovicaprino. costillas: 2; radio: 3; pelvis: 1; fémur: 1; tibia: 1; metatarso: 1; metápodo: 1. Indeterminados: 4.

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100. Caballo. escápula: 1. Ovicaprino. metatar-so: 2. Indeterminados: 1.

101. Ovicaprino. costillas: 1; radio: 1; tibia: 1. In-determinados: 10.

102. Ovicaprino. metatarso: 1. Indeterminados: 1.

103. Ovicaprino. tibia: 1.104. Vaca. mandíbula: 1; sacro: 1; tibia: 1. Ovica-

prino. húmero: 1; tibia: 1; calcáneo: 1; meta-tarso: 1.

105. Ovicaprino. costillas: 2; metacarpo: 1; tibia: 1. Indeterminados: 2.

106. Ovicaprino. dientes superiores: 1; escápula: 1; radio: 1; fémur: 1.

5.5. Discusión

Los restos pertenecientes a équidos han sido escasos, hecho que ha impedido profundizar más allá de la mera distinción de especie, caballo y asno. No se han apreciado evidencias claras de cortes en el material óseo que pudieran indicar su inclusión en el consumo alimentario. También algunos auto-res árabes indican su escaso empleo como alimento (Díaz García, 1982-83). Por ello nos inclinamos más a pensar en cuestiones relacionadas con trans-porte y trabajo agrícola como ocupación principal de estos animales.

El ganado vacuno es la segunda cabaña gana-dera mejor representada tras el ovicaprino. En este caso si se encuentran presentes en el material óseo analizado tanto fracturas como huellas de cortes, que indicarían su inclusión en el consumo alimen-tario. Se ha determinado la presencia de animales juveniles, subadultos y adultos. Según distintos au-tores árabes: “en cuanto a las carnes de vacas adultas, son frías, recias y difíciles de digerir, generan el humor melancólico o de bilis negra, y producen enfermedades melancólicas, siendo adecuadas para los que realizan trabajos pesados. En cuanto a las carnes de vacas jóvenes, son frías, más bien algo húmedas, y tienen una mejor complexión, produciendo mejor quimo. La carne de ternera lechal es un alimento equilibrado, por cuanto la humedad propia de edad modera la se-quedad de su complexión. La sangre generada por ella es excelente. Esta carne es como la de cordero añal en bondad y excelencia. Y tiene un aroma que indica la calidad de su quimo. Las hembras son mejores que

los machos. La ternera produce una carne excelente, aunque es un poco pesada” (Díaz García, 1982-83). “Los bueyes, por su condición de animales de tiro, te-nían un precio elevado y, por tanto, su carne era poco empleada en la alimentación; sólo cuando ya no eran útiles para el trabajo, su precio bajaba ostensiblemen-te. Tras la carne de choto y borrego, Averroes señala la de ternero, más aromática que la de choto, aunque ésta última genera un quimo de más calidad que la de cordero” (García Sánchez, 1983-86).

La cabaña ovicaprina se confi gura como la base alimentaria de la población, con un consumo más signifi cativo de oveja que de cabra. Para intentar profundizar en esta situación volvemos a recurrir a los escritos de diversos autores árabes. “La me-jor carne de ganado es la de cordero añal, de un año cumplido. Es la de sabor más agradable, y al mismo tiempo la que contiene un mayor alimento. La sangre generada por ella es excelente. Esta carne es rápida de digerir, y de mucha afi nidad con nuestros cuerpos. A la carne de cordero añal le sigue en calidad la carne de carnero que ha echado sus primeros dientes, ya que es menos jugosa, y de complexión más proporcionada que la carne de borrego y de oveja. Se transforma en una sangre excelente, sin producir fl ema, y no nece-sita en absoluto ser corregida. La carne de borrego es caliente, húmeda, más jugosa que la carne de carnero de dos años. La carne de carnero viejo es la más seca y desabrida de las carnes de carnero. La sangre que genera es densa. Tiene un sabor desagradable, por pre-dominar en ella la sequedad. Por último, la carne de ovejas lactantes es más jugosa que la carne de borregos pequeños, menos caliente y más viscosa. Y si es añal, su carne es mejor, aunque menos húmeda y jugosa” (Díaz García, 1982-83).

En lo que se refi ere a la cabra encontramos lo siguiente: “La carne de cabras viejas no es bue-na, genera enfermedades melancólicas y es muy seca. En cuanto a la carne de cabras jóvenes, constituye un buen alimento, próximo al punto de equilibrio, y pro-ducen una sangre buena, aunque algo seca. Es necesa-rio comerla con mucha grasa. En cuanto a la carne de choto lechal, son de agradable sabor y muy nutritivas, y la sangre que generan es buena. Son equilibradas y exentas de todo mal, porque la jugosidad debida a su edad compensa la natural sequedad de su complexión. Igualmente, de todo animal de complexión seca sus crías son preferibles a los adultos, pues la humedad de su edad contrarresta la sequedad de su complexión y

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su naturaleza. Además de eso, la carne de choto es de fi na contextura, y saludable para quienes tienen poca humedad y débil digestión, como los convalecientes de enfermedades” (Díaz García, 1982-83).

Los animales de compañía se encuentran re-presentados por perro y gato, aunque su importan-cia dentro de la muestra ósea sea testimonial. Sin embargo, la presencia de la última especie en ámbi-tos domésticos queda testimoniada por las marcas de mordeduras sobre huesos de gallina (Lám. 17).

Las especies de mamíferos silvestres (ciervo, conejo, liebre) muestran también una escasez de material determinado que hace de su presencia algo testimonial. Para algunos autores árabes: “En cuanto a la carnes de liebre, conejo, ciervo y onagro, todas ellas son malas y generan un humor melancó-lico” (Díaz García, 1982-83). “En lo que respecta a las carnes de caza (liebre, conejo, ciervo, onagro, gacela, etc.) todos los autores, tanto andalusíes como orientales, las consideran bastas, secas y dañinas, sal-vo raras excepciones. Sin embargo la carne de caza, abundante en la Andalucía islámica, constituía un considerable suplemento alimenticio de buena parte de su población. Junto con el conejo doméstico, el de monte era una carne muy apreciada desde un punto de vista económico, dada su frecuente y masiva venta en los zocos” (García Sánchez, 1983-86).

Las aves, por último, se encuentran bien repre-sentadas sobre todo en el caso de la gallina, animal muy apreciado tanto por árabes como por cristia-nos. A este respecto: “Las mejores carnes de aves para el cuerpo humano, especialmente para aquéllos que hacen poco ejercicio, son las carnes de gallina” (Díaz García, 1982-83). “Dentro del grupo de las volátiles, la carne más apreciada era la de gallina, especialmen-te la de gallinas jóvenes; Averroes la antepone a todas las carnes, incluidas las de ganado. En efecto, la car-ne de gallina tiene un contenido relativamente bajo de grasa, aunque algo más elevado que la de pollo, y un alto grado de digestibilidad. Tras ella, los distintos autores colocan la de perdiz” (García Sánchez, 1983-86).

Como parece obvio por el registro arqueoló-gico al que pertenecen los restos óseos analizados (época califal), no se ha recuperado ningún resto óseo de cerdo. “Del cerdo, animal considerado impu-ro dentro de las leyes religiosas musulmana y judaica, no sabemos si se consumiría, al menos en los ambien-tes rurales, dada la alimentación tan económica que

exige y su aprovechamiento total. Aparte de la prohi-bición del consumo de carne de cerdo, los musulmanes no podían comprar carne en las carnicerías de los cris-tianos y judíos” (García Sánchez, 1983-86).

6. CRONOLOGÍA

El material mueble recuperado certifi ca la cro-nología califal del arrabal puesto al descubierto pues sus formas y tipologías se encuadran en este período. Los fragmentos cerámicos pertenecen en gran número a formas elaboradas en cerámica co-mún y vidriada. Anafes, lebrillos, ollas, marmitas, cazuelas, tinajas, orzas, cántaros, botellas, jarros, jarritos y tapaderas, realizadas en cerámica común se emplearían en la cocina y cuencos en diversos vidriados, ataifores decorados con la técnica “verde y manganeso”, redomas y jarritos vidriados y otros, en la mesa. La cerámica pintada y con engobe es más escasa. Comunes son los candiles de piquera alargados y con decoración de goterones de vedrío verde.

Junto a este material, en metal, destacan los herrajes de puertas, alcayatas y hojas de cuchillo en hierro y las despabiladeras de candiles en bronce.

7. CONCLUSIONES

Nos encontramos pues ante parte de un exten-so arrabal de la Córdoba del siglo X y principios del XI, delimitado al sur por esta gran arteria o Avenida E (Fig. 3 y Lám. 1). El límite este se perfi la como el propio lienzo oeste de la muralla, pues otros res-tos de arrabal se han localizado en las avenidas de Medina Azahara y Arroyo del Moro y en la conti-gua zona del MA-3. Por último, en cuanto al límite oeste, los restos se extienden de momento hasta la urbanización de Miralbaida. Todo apunta a que la Avenida E sería la vía de comunicación del arrabal con una de las puertas de la ciudad, la de Amir al Qurashi o actual Puerta de Gallegos (Fig. 2).

Por tanto, este arrabal sería uno de los nueve que los investigadores citan para el ensanche occi-dental (CASTEJÓN, 1929: 44; CABRERA, 1994: 117) que, junto a otros, experimenta la ciudad a raíz de convertirse en capital del Califato Omeya, cuando la aglomeración urbana surgida hizo nece-saria la creación de nuevas superfi cies urbanizadas (Fig. 2). Las fuentes relatan este amplio ensanche

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urbanístico del siglo X, materializado en un denso cinturón de carácter netamente urbano en torno al recinto murado, conformado por arrabales inde-pendientes entre sí y a la vez estrechamente subor-dinados al gobierno y autoridad de la madina, cre-cimiento, por otra parte, que no fue arbitrario sino que se gestó desde la planifi cación estatal (ACIÉN, VALLEJO, 1998, MARFIL, P., 2001: 364).

Se trata de un urbanismo ex novo y preconce-bido, pero en el que contrasta el rudimentario sis-tema de saneamiento con el que se dotó a toda la urbanización, una primaria red de atarjeas y pozos ciegos a los que vertían las aguas de los canalillos y las letrinas (APARICIO, 2008: 256).

El arrabal no disponía de muralla, ausencia de defensa que acarrearía su fácil asalto en la guerra civil o fi tna (1009-1031) de principios del siglo XI (TORRES BALBAS, 1985: 181) que le llevaría a su destrucción total y posterior abandono, siendo aún visibles las huellas de ese violento aconteci-miento en la Casa 29 (Fig. 7).

Añadir que si bien presentamos como novedo-so este tipo de urbanismo, nos referimos a Córdoba en el período Califal, de la que conocemos bien su medina, de estructura laberíntica e intrincada, caracterizada por la irregularidad de su parcelario y anarquía de su callejero aunque caso aparte, es-timamos, contaríamos con la ciudad palatina de Madinat al-Zahra´, donde la construcción de re-des de abastecimiento de agua y de saneamiento, así como la organización del viario interno de la ciudad y del alcázar indican su planifi cación ur-bana (VALLEJO TRIANO, 2001: 390). Así, son bien conocidos numerosos ejemplos de urbanismo ortogonal en ciudades islámicas, baste citar algu-nos: Vascos (Toledo) (IZQUIERDO, 1990: 147-163), Bayyana-Pechina (Almería), cuyas viviendas se agrupan en manzanas delimitadas por calles de trazado rectilíneo, respondiendo la trama urbana a una estructura claramente ortogonal (CASTILLO GALDEANO, MARTÍNEZ MADRID, 1990: 111-112), o Saltés (Huelva) con una trama orto-gonal relativamente uniforme que parece seguir un proyecto preestablecido que habría impuesto la orientación y el trazado de los principales ejes de comunicación, siendo la calle anterior a la casa (BAZZANA, BEDIA GARCÍA, 1993: 30).

En cuanto al origen de este tipo de urbanismo ortogonal en las ciudades islámicas, la mayoría de

los autores establece que se lleva a cabo en las ciu-dades de nueva planta, o bien en aquellas en las que un aumento considerable de la población aca-rrea un desbordamiento importante de la ciudad amurallada, siendo necesario la creación de nuevos espacios urbanizados de forma rápida y organizada, pero también hay quienes ven en este principio de organización la respuesta a unos imperativos de se-guridad e higiene, indispensables para la existencia de un poblamiento bastante denso y por tanto no se trate de una verdadera preocupación urbanística sino una solución lógica y coherente ante un pro-blema a resolver (MAZZOLI GUINTARD, 2000: 177 y 197).

Volviendo a nuestra ciudad, cada día son más numerosos los ejemplos constatados de urbanismo ortogonal en los arrabales de Córdoba que certi-fi can una planifi cación urbanística previa al desa-rrollo de los ensanches, éstos caracterizados por vías principales rectilíneas y de orientación, en general, cardinal que defi nen manzanas muy re-gulares (APARICIO, 2009: 1130; CAMACHO, 2002: 124; CAMACHO, 2009: 1085-1088; CAS-TRO, 2001: 241; FUERTES, HIDALGO, 2001: 170; RUIZ, 2005: 63-64; ZAMORANO, LUNA, 1995: 173, etc.).

En relación al estudio zooarqueológico, las propias limitaciones de la muestra analizada impo-nen unas necesarias precauciones a la hora de plan-tear hipótesis explicativas. El objetivo de nuestro trabajo se ha reducido a contemplar en los datos obtenidos solamente indicios de fenómenos que, en cualquier caso, deberán ser constatados y com-parados de nuevo en yacimientos de características similares.

La fauna doméstica conforma la base cárnica de la dieta alimentaria, basándose principalmente en oveja y cabra en cuanto a la biomasa aportada. La silvestre, por su parte, está escasamente repre-sentada, siendo el conejo la especie más cazada.

En las especies de macromamíferos (vacuno, équidos) existe un claro predominio de los anima-les sacrifi cados en edad adulta, mientras que en los mesomamíferos (ovicaprino principalmente) ade-más de adultos es muy importante el sacrifi cio de individuos infantiles y juveniles, lo cual indicaría en todos los casos la existencia de técnicas de con-trol y reemplazo de las cabañas ganaderas.

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NOTAS

1. Los terrenos defi nidos en el citado PP E-1.1 están ubicados en la zona oeste de la ciudad y cuentan con una superfi cie de 254.534,94 m2. Sus límites son la barriada del Parque Figueroa por el norte, el Sector MA-3 por el este, la barriada de la Electromecánica por el oeste y la antigua carretera de Palma del Río por el sur.

2. La actividad arqueológica en ellas desarrollada ha consistido en una Intervención Arqueológica de Urgencia, autorizada por Resolución de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de 14 de enero de 2003.

3. Como BASE de referencia se han tomado las coordenadas: X: 1909, Y: 1909-1 y Z: 1910 de la Avda. del Mediterráneo en la cercana MA-3 o zona de Noreña.

4. Todo ello sufragado por la empresa propietaria del solar, VIMCORSA (Viviendas Municipales de Córdoba, S.A.), a quien reiteramos nuestro agradecimiento por habernos fa-cilitado todos los medios humanos y materiales necesarios para llevar a cabo nuestra labor así como por su entera dis-ponibilidad en todo momento.

5. La excepción es el muro UE 497 cuya orientación no se ajus-ta al resto del arrabal.

6. Único ejemplo de cinco hiladas es el muro de fachada al Callejón D UE 321 de la Casa 16.

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ANEXOS

TABLAS Y GRÁFICOS

NRD % NMI % PESO %

caballo 20 1.38 2 1.43 329 3.04asno 1 0.07 1 0.71 6 0.06vaca 98 6.78 5 3.58 2.645 24.48oveja 79 5.46 16 11.43

7773 71.94ovicaprino 1173 81.12 94 67.14cabra 32 2.21 8 5.72perro 1 0.07 1 0.71 2 0.02gato 1 0.07 1 0.71 1 0.01ciervo 1 0.07 1 0.71 20 0.18conejo 7 0.48 3 2.14 5 0.05liebre 2 0.14 1 0.71 2 0.02gallina 28 1.94 5 3.58 21 0.19perdiz 3 0.21 2 1.43 1 0.01

Determinados 1146 100 140 100 10805 100Indeterminados 650 1408Total 2096 12213

Tabla 1. Número de restos determinados (NRD), número mínimo de individuos (NMI) y peso de las especies animales representadas con sus respectivos porcentajes.

A B C D E F G H I J K L Mclavija 1 2neurocráneo 3viscerocráneo 1 10dientes sup. 9 37mandíbula 5 22dientes inf. 2 1 16atlas 2axis 2vértebras 8 48costillas 4 29 272escápula 2 2 6 58 3 2húmero 7 33 97 8 1 1 1ulna 3 8 9 3 2radio 6 8 132 5 1 1 3metacarpo 2 4 80 1 1 1pelvis 1 3 46 1fémur 4 53 1 8patella 1tibia 5 19 177 9 4 1calcáneo 28

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A B C D E F G H I J K L Mastrágalo 1 1 4metatarso 7 3 47falange 1ª 8 1 25falange 2ª 1sacro 1metápodo 1 1 4coracoides 3 1tibiotarso 7 2tarsometatarso 2TOTAL 20 1 98 79 1173 32 1 1 1 7 2 28 3

Tabla 2. Desglose anatómico de las especies animales representadas: A-caballo; B-asno; C-vaca; D-oveja; E-ovicaprino; F-cabra; G-perro; H-gato; I-ciervo; J-conejo; K-liebre; L-gallina; M-perdiz.

Gráfi co 1. NRD, NMI y Peso de las especies animales determinadas: A-équidos; B-bóvidos; C-ovicaprino; D-animales de compañía; E-animales silvestres; F-aves.

Gráfi co 2. Desglose anatómico en el ganado vacuno. Gráfi co 3. Desglose anatómico en la cabaña ovicaprina

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Lám. 1: Arrabal vista general desde el oeste.

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Lám. 2: Casas 1 a 4, desde el oeste.

Lám. 3: Casas 5, 6 y 7, desde el oeste.

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Lám. 4: Casas 8, 9, 10 y 11, desde el oeste.

Lám. 5: Casas 12, 13 y 14, desde el oeste.

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Lám. 6: Manzana Sur.

Lám. 7: Avenida E, desde el oeste.

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Lám. 8: Manzana Norte.

Lám. 9. Calle B, desde el oeste.

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Lám. 10: Metacarpo completo de vaca, Bos taurus.

Lám. 11: Hemimandíbulas de ovicaprino.

Lám. 12: Fragmentos distales de humero de ovicaprino. Lám. 13: Fragmentos distales de tibia (adultosy subadultos) de ovicaprino.

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Lám. 14: Fragmento proximal de húmero de ovicaprino con marcas de cortes.

Lám. 15: Fragmento de húmero de gato, Felis catus.

Lám. 16: Fragmento de metacarpo de ciervo, Cervus elaphus, con incisiones intencionadas.

Lám. 17: Fémur de gallina presentando mordeduras de gato doméstico.

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Fig. 1: Ubicación de las Parcelas 29, 30 y 31 de la Manzana I del Plan Parcial E-1-1 del PGOU de Córdoba.

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Fig. 2: Expansión urbana de Córdoba en el s. X

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Fig. 3: Planimetría de la excavación de la Parcela 29, al este de la Manzana I.

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Fig. 4: Planimetría de la m

itad norte de la Manzana N

orte. Casas 1 a 7 y C

alle A.

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Fig.

5: P

lani

met

ría d

e la

mita

d su

r de l

a M

anza

na N

orte

. Cas

as 8

a 1

5 y C

alle

B.

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Fig. 6. Planimetría de la mitad norte de la Manzana Sur. Casas 16 a 25. Calles B y C y callejón D.

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131

Fig.

7. P

lani

met

ría d

e la

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26

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alle

E.

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