Lo que le debemos a Don Quijote

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LO QUE LE DEBEMOS A DON QUIJOTE por PEDRO SALINAS Se celebra este año, y en estos días justamente, el cente- nario del nacimiento de Miguel de Cervantes. Toda ocasión es buena para la celebración cervantina, sobre todo para esa forma de celebración que es la que más le cumple a todo autor: la lectura. No encuentro, realmente, mejor modo de celebrar ningún libro que leerlo con amor. Pero, parece que ha de ren- dirse culto a Cervantes en otras formas que no sean sólo éstas. Yo he pensado en traer ante ustedes una especie de balance del Quijote. La posición contemporánea ante los grandes clásicos es un poco confusa. De una parte, ante los llamados grandes clásicos, de Homero a Tolstoi, se suele adoptar una posición puramente idolátrica. Estos clásicos, son clásicos eterna y per- manentemente; son indiscutibles, su autoridad se impone y nadie tiene derecho a alzarse contra ellos, ni a poner en !tela de juicio su clasicismo, es decir, su excepcional valor, su perte- nencia a un reducido grupo de libros que son el mayor honor del espíritu humano. Esa posición idolátrica es un poco la academisista, un poco la escolar. Indudablemente no es desea- ble porque se emplean muchas veces los clásicos que, de ser algo, son autores vivos, precisamente para detener la corriente de la vitalidad literaria de la innovación. Dijo con mucha gra- cia Oscar Wilde que las autoridades, las llamadas autoridades literarias, los académicos, solían emplear los clásicos como los guardias emplean la porra para oponerse a una manifestación subversiva, es decir, a una forma de innovación revolucionaria. De suerte que no conviene esta posición de santificación de los clásicos, o mejor dicho, de beatería ante los clásicos. No. Frente a esa hay otra, es la de los escépticos de los clásicos. Las gentes 7 97

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  • LO QUE LE DEBEMOS A DON QUIJOTE

    por PEDRO SALINAS

    Se celebra este ao, y en estos das justamente, el cente-nario del nacimiento de Miguel de Cervantes. Toda ocasin esbuena para la celebracin cervantina, sobre todo para esaforma de celebracin que es la que ms le cumple a todo autor:la lectura. No encuentro, realmente, mejor modo de celebrarningn libro que leerlo con amor. Pero, parece que ha de ren-dirse culto a Cervantes en otras formas que no sean slo stas.Yo he pensado en traer ante ustedes una especie de balancedel Quijote. La posicin contempornea ante los grandes clsicoses un poco confusa. De una parte, ante los llamados grandesclsicos, de Homero a Tolstoi, se suele adoptar una posicinpuramente idoltrica. Estos clsicos, son clsicos eterna y per-manentemente; son indiscutibles, su autoridad se impone ynadie tiene derecho a alzarse contra ellos, ni a poner en !telade juicio su clasicismo, es decir, su excepcional valor, su perte-nencia a un reducido grupo de libros que son el mayor honordel espritu humano. Esa posicin idoltrica es un poco laacademisista, un poco la escolar. Indudablemente no es desea-ble porque se emplean muchas veces los clsicos que, de seralgo, son autores vivos, precisamente para detener la corrientede la vitalidad literaria de la innovacin. Dijo con mucha gra-cia Oscar Wilde que las autoridades, las llamadas autoridadesliterarias, los acadmicos, solan emplear los clsicos como losguardias emplean la porra para oponerse a una manifestacinsubversiva, es decir, a una forma de innovacin revolucionaria.De suerte que no conviene esta posicin de santificacin de losclsicos, o mejor dicho, de beatera ante los clsicos. No. Frentea esa hay otra, es la de los escpticos de los clsicos. Las gentes7

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  • que dicen: "Pero cmo, esos libros tan viejos, esos libros quenos dan a leer en las escuelas, por qu, por qu esos libroshan de ser tan buenos?" Tendencia, no ya al escepticismo sinoal ataque frvolo y vano de los clsicos, y a su sustitucin porla primera novelucha contempornea que se presente. He con-tado alguna vez una graciosa ancdota acaecida entre una es-tudianta de 20 aos, un espritu muy libre y desenfadado, quebuscaba su independencia espiritual, y un viejo profesor. Estaestudianta, quera estar siempre a la page, como dicen losfranceses, es decir, a la ltima moda, y le pregunta un da asu profesor: No ha ledo usted tal novela? Y el profesor, hom-bre no muy dado a novedades, sobre todo a modas, la contest:"No". "Pero cmo, si ya hace tres meses que ha salido?"repuso la muchacha. Esto, claro, era una forma de reproche aun profesor que tan mal se mantena al tanto de la actualidadliteraria; y el profesor, con toda mansedumbre, se limit adecir a esta seorita: "Usted ha ledo la Divina Comedia?""No". "Pues ya hace varios siglos que ha salido".

    De modo que, aqu tenemos, ninguna de las dos posicionesme es muy grata. Para m, un clsico tiene que estar siempredispuesto a rendir cuentas de su valor; tiene que estar siem-pre, permanentemente, en actitud de presentar lo que llama-ramos sus credenciales de clasicidad. Ningn clsico es indis-cutible, al contrario, sucede que los mejores clsicos son'constantemente discutidos. Por qu? Pues, porque el valorde .los clsicos es su valor vital. Si el Quijote vale algo, no espor lo que en l veamos los profesores, o los cervantistas, olos eruditos, o los acadmicos, no. El Quijote vale, nicamente,por su capacidad de infundir vida; de suscitar raudales nuevosde vida en cada uno de sus lectores. Libro que eso haga, siem-pre que la que infunde es una forma de vida superior, es unlibro clsico.

    De suerte que yo quisiera hoy celebrar este centenariocon la modestia que cumple, claro, a este celebrante, procu-rando ajustar las cuentas al Quijote. Expresin desmedida,ustedes dirn, vulgar, acaso brutal. Porque en primer lugar losvalores de una gran obra literaria no son materia de contabi-lidad, no son ponderables ni contables, estn ms all delnmero y de la balanza. Yo llamo ajustar las cuentas, el ajus-tarlas nosotros frente al Quijote, es decir, el colocarnos frentea ese libro inmortal y hacer un balance de lo que le debemos,

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  • porque nosotros somos, claro, siempre los deudores de los gran-des libros.

    No voy a hacer, ni muchsimo menos, una absurda tenta-tiva de intentar recoger todo lo que debemos a Don Quijote.Cada cual debe a cada libro, cosas particularsimas que nadiesabe. Tan slo el lector individual puede, l mismo, en su fuerointerno, en el seno de su conciencia, sentir lo que debe a unPetrarc:a, lo que debe a un Rabelais, o lo que debe a un Cer-vantes. Esto es tan respetable que ninguna persona que aspirea un cierto grado de delicadeza intentara ajustar esas cuentaspersonalsimas e ntimas, no; son las otras, las objetivas.

    Qu debemos hoya Don Quijote de la Mancha? Entiendoque le debemos, en primer lugar, un nuevo concepto de la no-vela. Si nosotros nos asomamos al panorama de la novela es-paola, que es casi como decir la novela universal en el sigloXVI, nos encontramos con tres o cuatro tipos novelescos.

    Primero, la novela de caballeras, las novelas de los caba-lleros andantes, novelas en que la imaginacin se entrega a todognero de desafueros, tan desaforados, que se alejan por com-pleto de cualquier raz vital y se dedican a unos vanos arabescosaventureros por el aire. Pero esta novela de caballeras, cuyovalor mayor quiz fue la de dar nacimiento al Quijote, esadems, una novela de clase, es una novela del caballero an-dante y nada ms. Recoge, yeso es lo que me interesa hacerresaltar, recoge nicamente un aspecto parcial de lo humano:lo caballeresco. Aspecto magno, indudablemente; pero de talmanera lo recoge, que le quita autenticidad. Es un tono parcialde la gran coloracin de lo humano.

    Viene luego lo pastoril. Las novelas de los pastores. Estasnovelas significan, sobre todo, el predominio de la vida senti-mental, amores y amoros entre pastores y pastoras que biensabido es, no son tales pastores ni pastoras, sino cortesanos,gente muy letrada, muy culta y muy fina, que adopta esa figu-racin de pastores para vivir as en un mundo aparte, en unmundo fuera de lo real, sus vidas amorosas. Corresponden to-das a la misma frmula: pastores enamorados y no correspon-didos y pastoras tambin enamoradas y no correspondidas.Se entregan a lamentaciones, a quejas, en prosa o en verso, yrepresentan, otro sector, otra forma parcial de lo humano; lavida dedicada a las disquisiciones sentimentales.

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  • Podramos an citar una tercera forma de novela muycuriosa, muy hispnica: la novela morisca, la novela granadina;esa novela, al fin y al cabo, no es ms que una novela histrica,retrospectiva, con un fondo humano tambin sentimental. Cu-riosa como es, tampoco nos entrega ninguna novedad humanaesencial.

    y aqu que entonces, cuando no se ve, del hombre, msque esas tres cosas, Espaa acomete una empresa verdadera-mente grandiosa. Esta empresa consiste en algo que nadie sehaba atrevido a hacer hasta entonces. Haba habido en la lite-ratura, hasta el siglo XVI, gentes de baja condicin, pobresgentes de las que se llaman insignificantes, sin ningn ttuloa grandeza social alguna; haba habido esos personajes menores,pero eran justamente personajes menores. En la literaturamedioeval, o en la renacentista, cojan ustedes por ejemplo eseespejo de la sociedad humana que representa Chaucer en losCuentos de Canterbury, claro, hay personajes menores, peroson marginales.

    De pronto, la Espaa del siglo XVI, coge al hombre nfimoen la escala social, al desvalido, al que no es nada, al que notiene ningn mrito, al que no es caballero, al que no es culto,ni refinado, ni sentimental, al pobre hombre, lo llama pcaro ylo coloca en el centro de la accin novelesca; es decir, hace del un hroe. Extraordinaria novedad, obra de profunda signifi-cacin, y para m pgina de honra en la historia del esprituespaol. Por qu? Porque significa nada menos que la entrada,el acceso de esta otra fase de lo humano, fase de lo humano nu-mricamente mucho mayor que las otras, a la estimacin litera-ria y sobre todo en la compasin del lector. Leer es sentir conlos personajes; es, en ese sentido, compadecer. La lectura esuna forma de compasin. Cuando nosotros seguimos al pcaropor las posadas y los caminos, le compadecemos. Gran hecho!El hombre por primera vez, el caballero, el culto, comienza acompadecer al hombre que no es nada y que no vale nada.

    Muy bien est que se hable hoy de esa novela social quese creen muchos que arranca de Los Miserables, de VctorHugo, que se desarrolla luego en el siglo XIX y que en algunasnovelas francesas, rusas y luego latinoamericanas y norteame-ricanas cobra tnto auge, la novela del desvalido, del "under-dog", como dicen los americanos. Pues, bien: fue Espaa, esaEspaa a la que se llama fantica, esa Espaa de clases, la que

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  • ensalz al desvalido y al pobre hombre al centro del intershumano y al centro de la accin literaria novelesca.

    Damos, pues, con otra forma de novela: la del pcaro. Pero,el pcaro, tambin es un sector de lo humano; tambin es ni-camente una fase de lo humano.

    y entonces, cul es el valor de la novela cervantesca?Pues, crear la novela "surnma". Empleo esta palabra "summa"tal como la usaba y la practicaba la Edad Media; edad de gran-des construcciones ordenadoras, de grandes compilaciones, yafuesen mentales, como la "summa" Teolgica, ya fuesen ptreascomo las catedrales gticas. "Summa", es decir, el intento derecoger todas las aspiraciones de lo humano, todos los conoci-mientos humanos en un majestuoso y soberbio cuerpo. Eso haceCervantes; crear la novela "summa"; tomar todos esos aspec-tos, lo picaresco, lo sentimental, lo caballeresco, y reunirlos ensu obra. Pero al decir que Cervantes lleva a su obra, como seha dicho ya muchas veces, lo picaresco, lo sentimental, lo ca-balleresco, hasta lo morisco, no se quiere decir que lo que hacees simplemente adicionar, superponer, en la suma; en el n-mero 10, por ejemplo, hay un dos, hay un tres, hay un cinco,pero ese nmero, ellO, no es ni 2, ni 3, ni 5; es algo nuevo. Enese sentido es el Quijote novela "summa", porque reuniendotodos esos factores parciales, logra no tan slo la visin pica-resca, caballeresca, pastoril, etc., sino una visin de muchoms alcance y de mucha ms profundidad. Novela "summa" entodos los sentidos.

    Pero adems, por primera vez, Don Quijote lleva la novelaa su verdadero terreno. En la novela, el individuo tiene queestar en constante referencia a la sociedad. La novela es ungnero fatal y necesariamente social. La novela es la penetra-cin y la revelacin de ese infinito mundo de posibilidades decontacto que hay entre un ser humano, el protagonista, y lo quele rodea. La novela es, pues, el drama o la comedia del individuoy la sociedad.

    H aqu lo que Don Quijote hace antes que nadie. Ques Don Quijote sino eso; el gran drama de un individuo frentea la sociedad; el gran drama de este hombre solo, con todaslas gentes de todas clases que le rodean? H aqu, pues, otrainmensa novedad en el concepto de lo novelstico, situar 10novelesco en su verdadero lugar. En el Quijote, individuo y

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  • sociedad, se conjugan o trgica o armoniosamente como en lavida.

    y naturalmente, al entrar en juego la sociedad, la autnticasociedad, qu es lo que entra en juego en el Quijote? Entrandos cosas: toda sociedad es un conjunto de personas, una comu-nidad humana, un pueblo asentado en una tierra. En el Quijoteentran el pueblo y la tierra. Entran, la tierra espaola, ine-quvoca, porque hasta cuando quiere ser Cervantes utpico, ydice, "en un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quieroacordarme", nos est diciendo que no recuerda el lugar, perorecuerda la Comarca, La Mancha; es decir, entra ya una regindel planeta, una regin definida con su nombre, con sus carac-tersticas. Por algo deca Flaubert que cuando lea el Quijotele pareca que salan de sus pginas las polvaredas de los cami-nos espaoles. Entra la tierra y entra el pueblo, todo el pueblo.Apenas sale Don Quijote empieza a encontrarse con gentes detoda condicin; y no con gentes ilustres, ni de gran significacinsocial; va a parar a la venta y lo primero que ve son dosmozas del partido y un porquero. Estn abiertas de par en parlas puertas de la novela, y como deca antes, de la compasinhumana, para todos. Luego se encontrar en sus correras congaleotes, con pcaros como Ginesillo, con el Duque, con caba-lleros; el pueblo, en su acepcin completa, penetra por derechopropio, y penetra con vitalidad indestructible y prodigiosa enla novela, por el Quijote.

    En el Quijote est empleado el realismo instrumentalmen-te, pero el Quijote trae a la novela el otro sentido que no puedefaltar a ninguna gran novela; el sentido trascendente de la rea-lidad, el sentido simblico. Toda gran novela deriva hacia unaforma simblica. No es ya que el arte sea, l solo, forma sim-blica, como asegura Cassirer, no; es que toda novela nos lanzamucho ms all de la aventura, de la trama, del personaje. Noslanza a una finalidad de pensamiento o de sentir, que atravie-san, por decirlo as, la simple materia novelesca; nos colocafrente a un temblor humano, ya desprendido del propio asuntode la novela. La gran novela, Thibaudet lo deca muy bien, esnovela simblica. H aqu otra gran aportacin del Quijote:es la primera gran novela simblica, y yo dira, no slo primeraen el tiempo; yo sigo creyendo que primera novela en el valorde esas grandes novelas trascendentales y simblicas.

    Un gran autor, escribe en prosa o en verso, al tener como

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  • tema el hombre y la sociedad, necesita tener una VlSlOndelhombre; sentir al hombre de algn modo. En este respecto,qu debemos a Cervantes? Cervantes nos da una visin en-carnada, es decir, corporizada en personajes literarios, de esoque llamamos la naturaleza humana, la condicin humana, elmodo de ser humano. Frente a esto del modo de ser humanoo de la naturaleza humana, hay tambin mltiples posiciones.Recordemos tres: una, la pesimista, la que considera que elhombre es un animal de baja especie, la de Homo - Hominis-Lupus, que cree que el hombre es un amasijo de malas pasionesy de vicios. Otra, la que por el contrario considera que el hom-bre es un haz de virtudes y que no existen en este mundo nadams que seres dotados de nobles intenciones, de colores son-rosados y de abiertas sonrisas: la concepcin de "la novelarosa". Abominable gnero literario, que yo no s por qu razncastiga preferentemente al grupo femenino y particularmenteen su edad moza. Hay muchas asociaciones feministas en elmundo; todava no conozco ninguna contra la novela rosa, quesigue llegando, segn tengo entendido, de la Pennsula Ibrica,a razn de dos o tres por mes. Pues bien, esta novela rosa esun sub-producto de esa concepcin puramente, ingenuamenteoptimista de la naturaleza humana. Es el otro extremo de aque-lla de "el hombre es un ser feroz". Y en medio est la raciona-lista, la equilibrada; el hombre no es ni ngel ni bestia; par-ticipa de esas dos naturalezas que en l se conjugan.

    Cul es la visin del ser humano que Cervantes nos daen el Quijote? Para eso hay que pensar en quines son los per-sonajes del Quijote. Si nos atuviramos a la interpretacin tra-dicional de Don Quijote veramos que tenemos de un lado aDon Quijote, de otro a Sancho Panza; Don Quijote est encar-gado de asumir el papel de lo ms noble y excelso de la natu-raleza humana, y en cambio Sancho tiene, por el contrario,la desgracia de llevar sobre sus anchos hombros toda esa otrapesada cargazn de las miserias, de las vulgaridades y de logrosero del hombre. Naturalmente eso es falso. Falso porqueSancho, como se va viendo conforme se entra en la novela,rebosa b0I!dad, inocencia de alma; es profundamente bueno,sobre todo se hace profundamente bueno. Es prodigioso seguiren el Quijote la historia de Sancho y ver lo que es cuando salede su pueblo, en sus primeras conversaciones con Don Quijotey lo que es al pie del lecho de Don Quijote: otro hombre. San-

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  • cho es una creacin de Don Quijote. Y no es otra cosa, es sucriatura. Dice el refrn espaol: "arrmate a los buenos y sersuno de ellos". Por eso Sancho, arrimado da y noche al bonsimoentre los buenos, a Don Quijote, llega tambin l a la sumabondad.

    De modo que no vale decir que Cervantes da dos in-terpretaciones extremistas de la naturaleza humana: Don Qui-jote y Sancho. Para m el personaje de Don Quijote no es niDon Quijote ni Sancho, es Don Quijote ms Sancho, o Sanchoms Don Quijote. Un personaje dual, la compenetracin, la .convivencia de Don Quijote y Sancho, el caminar, juntos, deestas dos formas de la naturaleza. En suma, la visin que nosda Cervantes de la naturaleza humana, es, poco ms o menos,lo que llamaramos la fatal, la ineludible unin en nosotros delo que se llamaba antes lo sanchesco y lo que se llamaba lo qui-jotesco, de lo cimero y de lo nfimo. Unin indestructible; unonecesita al otro. Cuando Don Quijote sale l solo, primero, porqu regresa luego, en busca de Sancho? Unamuno, en una desus grandes genialidades, dijo que volvi a buscar a Sanchopara tener con quin hablar. Unamuno cala muy hondo; por-que en efecto, si Don Quijote sale solo por el mundo, la novelano sera como es, porque todo lo que' Don Quijote dice en susconversaciones con Sancho, cundo y cmo lo iba a decir?Pero hay ms. Si Don Quijote vuelve en busca de Sancho esporque Don Quijote vuelve en busca de lo que en todos nosotroshay de inferior; y tenemos que cargar con ello por la vida. Eneste personaje dual -que yo no llamo pareja, sino Quijote-Sancho, o Sancho-Quijote, un solo ser, hecho de dos personas-,nos ha dado Cervantes la visin de la naturaleza humana enlo que tiene de mejor y de peor, de posibilidad, de salvacin yde perdicin. Visin autntica y sincera de lo que es el hom-bre; ni la desengaada, ni la envanecida, ni la orgullosa, ni ladesesperada: clara y franca visin de lo que todos somos enmayor o menor cuanta.

    No se rechaza nada de lo humano, no. Pero esa conviven-cia, no es una convivencia que pudiramos llamar neutra, indi-ferente. Por algo Cervantes ha hecho de Don Quijote el seor yde Sancho el servidor. Qu quiere decir? Pues que, dentro delo posible, lo representado por el concepto sanchesco antiguo,ha de ser siempre dominado, y en ltimo trmino vencido porlo representado por lo quijotesco. 'Debe mandar, siempre que

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  • sea posible, Don Quijote, debe mandar lo superior a lo infe-rior. Las dos cosas s, compenetradas, indisolubles, pero launa por debajo de la otra. Hay, pues, un sentido, no simple-mente imparcial, neutro, de la condicin humana, sino un sen-tido ya decididamente selectivo y moral.

    Por eso ya nosotros no despreciamos a Sancho como an-tes; le queremos como a Don Quijote, lo mismo que queremosa nuestros defectos, y por eso tambin cuando nosotros come-temos una mala accin, tenemos remordimientos. Deca Niezst-che: "el remordimiento es la mordedura de un perro en unapiedra". Monstruosa opinin de aquel extraordinario espritu.Realmente, el remordimiento ante una accin fea, ante una fe-chora de las muchas que cometemos, no es nada ms que elrecuerdo que tiene Sancho de su amo Don Quijote y la ver-genza que siente ante l.

    Este individuo dual, este Don Quijote y Sancho ya lanza-dos al mundo y a la vida, cmovan a vivir? H aqu otra cosaque Cervantes nos trae en el Quijote; la franca y clara decisinde que el hombre debe vivir con normas, conforme a normas;que no puede rodar por el mundo a la deriva, al garete, capri-chosa ni frvolamente; que debe ir movido por una serie denormas de conciencia, que sean los motivos de todos sus pasosy de todas sus hazaas.

    Un gran socilogoalemn, Georg Simmel, dice, refirin-dose al hombre contemporneo, que casi siempre sustituye lasfinalidades por los objetivos; esto es, casi todo el mundo vivepensando en objetivos; estos objetivos son, por ejemplo, ir alteatro el sbado por la noche, terminar la carrera dentro dedos aos, encontrar un emple~ despus, hacer un viaje. Todosobjetivos localizadosy de radio corto. Y se va viviendo as, deobjetivo en objetivo, como el salta-montes. (El hombre moder-no es muy parecido al salta-montes, a pesar de que vayamospor los aires, en los aviones.) Salta-montes, de una semanaa otra, de un mes a otro, de ao en ao; objetivos limitados ydelimitados, interesados todos por referencia al bienestar delpropio individuo. Pero, y los fines? Y las finalidades. La ac-cin que no termina en la semana que viene, ni en la otra, esoque llama Unamuno "ultratumberas", eso que se llama laaccin por encima de nosotros, de nuestro expreso inters per-sonal, la accin desinteresada, esa es la accin quijotesca. Por-que la norma de vida de Don Quijote es el servicio de la bon-

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  • dad. Unamuno que ha dicho de Don Quijote acaso las mejorescosas que se han dicho, Unamuno le ha llamado el "Caballerode la Bondad". Esa es la virtud excelsa de Don Quijote, el serbueno. Y no slo el ser bueno sino el tener la pretensin extra-ordinaria e inslita de que todos los hombres sean buenos comol. No busca nada para s; al contrario, cuando busca algo paral, le da esa forma verdaderamente extraordinaria: Dulcinea!Todo lo que l pide es simplemente que se acate a Dulcinea oque se vaya. a ver a Dulcinea. Ese es el nico inters de DonQuijote, la forma de inters supremamente interesada, lo quel llama Dulcinea. Vive en servicio a los dems, servicio enfuncin de amor y de justicia, esto es, para ms all de s mismo,haciendo de la propia vida algo que supera los estrechos lmi-tes del egosmo personal e individual. Tiene, pues, su norma, y,adems, ajusta cada hecho a la norma. Los hechos de Don Qui-jote no son hechos sueltos, hechos de inconsciente. Este hombre,este loco, era un supremo consciente. Que ciego hace faltaestar para creer que Don Quijote no saba lo que haca! Alcontrario, nunca perda de vista ese ideal suyo, todos sus actosestn engranados, estn ensartados como en un maravillososartal en el hilo de su deseo de bondad y de justicia.

    Tal empeo, tal afn, es arduo y es costoso. Por eso DonQuijote pone una virtud "ancilaria", una virtud servicial, alservicio de su norma: la paciencia. Yo confieso que la palabrapaciencia antes me irritaba un poco; pero, ahora, la pacienciapara m, y para muchos de nosotros, es el "pan nuestro decada da". Algunos espaoles que yo me s vivimos de pacien-cia, nos hemos dado cuenta de todo lo que representa esa fuerzade la paciencia. Don Quijote siempre por los suelos, siemprederrotado, siempre apaleado, nunca es vencido. A fuerza depaciencia; si le vencen hoy, se pone en pie, contina maana.De suerte que lo que hace Don Quijote es convertir el fracasoen algo como una etapa, como un escaln hacia el deseadotriunfo futuro.

    Quisiera aadir, si se me permite que rompa un poco elhilo de mi disertacin, otra deuda que con Don Quijote tienela novela moderna. Hace muy poco un poeta ingls distinguid-sima, tambin crtico, Stephen Spender, al hablar de los dospaisajes de la novela, hace este descubrimiento. (Es porten-tosa la cantidad de libros que se han escrito y que se escriben,y que probablemente se escribirn sobre la novela, sin que al

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  • autor se le ocurra pensar que ha existido el Quijote. Yo ya enesto confieso que soy un poco parcial. Cuando yo cojo un librosobre la novela, me voy a la lista de nombres, y si no est Cer-vantes, no lo leo. Esto no es naturalmente nacionalismo, peroparece que es una falta de conciencia de lo que es la novelalanzarse a hablar de ese gnero y no referirse a Cervantes comosu padre.)

    Pues bien, dice Stephen Spender: "en las novelas de Bal-zac, Dickens, etc., los personajes se mueven en un ambientecomn, en una atmsfera comn; aceptan las leyes que esteambiente les impone y los supuestos de ese mundo que hacreado el novelista y del que nadie duda". "La mirada delnovelista, sigue diciendo Spender, observa y acepta l tambinese mundo, pero en los nuevos, al decir los nuevos se refierea Proust, a James Joyse, a Virginia Woolf, Vesinialbut, a Kafka,ya no hay esa visin unitaria y concorde, cada uno de los perso-najes se asoma a una perspectiva distinta y sus puntos de vistase confunden. El personaje no est solo en relacin con sumundo, sino que hace por asegurarse un equilibrio con losdems y con el suyo mismo. Tentativa de equilibrio que acada paso vacila". Parece que est hablando de Don Quijote dela Mancha. Recurdese, por ejemplo, el famoso caso del yelmoy de la baca. Rigurosamente, Cervantes es el primero que,bastante antes de Proust y de Joyce, crea a un personaje queno vive en el ambiente de los dems personajes sino que viveen el suyo y que intenta a cada instante buscar ese equilibrioque casi nunca encuentra. Y a su vez el autor se coloca en unaatmsfera que no es ni la del uno ni la del otro. Es decir, estamultiplicidad de ambiente, algo de lo que Amrico Castro llam"la realidad oscilante", y que Spender encuentra como gran-dsima novedad de la novela moderna, se da ya en el Quijote.

    y por ltimo, debemos al Quijote la invitacin al ejerci-cio de una facultad humana sin par, al ejercicio de la libertad.La lectura de Don Quijote de La Mancha es para m una cons-tante exhortacin al hombre a que acte libremente. Muchosautores empujan violentamente al lector al amor a un perso-naje y alodio al otro. Por eso el melodrama es tan malo. Por-que en l ya est todo, prefijado, de antemano; todo lo quehaga fulanito de tal es bueno, todo lo que haga menganito decul, es malo. El lector se ve forzosamente obligado a admirartodo lo del uno y a odiar todo lo del otro. El autor nos impone

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  • una actitud determinada frente a cada personaje, apenas loinventa.

    La maravilla del Quijote es que Cervantes no nos dice enninguna parte que Don Quijote es bueno, ni que Sancho esmalo. No; los pone a caminar y nos deja a nosotros en perfectalibertad de conciencia para que sintamos simpata por uno opor el otro, para que creamos que Don Quijote est loco o nolo est. En suma, para que estemos, a cada instante, ejercitandola prodigiosa capacidad de elegir y de prefirir. Y cmo haceesto? Yo tengo mi interpretacin sobre el sentido del humoris-mo del Quijote. Para m, el humorismo del Quijote es la tcnicade libertad que emplea Cervantes. Porque al dar Cervantes asus personajes esos sesgos, esas coloraciones indecisas, al mi-rarlo siempre al bis, de suerte que nos hagan rer y al mismotiempo no nos hagan rer, que nos parezcan locos y no nosparezcan locos, al envolverlos a todos en esa prodigiosa atms-fera del humorismo, lo que est haciendo es precisamente di-ciendo: "yo no impongo nada, all ustedes con ellos". Y poreso el Quijote es una constante operacin de elegir, una cons-tante fuente de elecciones y de preferencias. El nio prefiereunas cosas, el mayor otras, el idealista aquellas, el realista lascontrarias. Es decir, con el Quijote se puede demostrar casitodo. El positivista demostrar que Don Quijote era un insen-sato, que perdi la vida; el idealista al contrario, que era unhombre cargado de razn, que la gan y la gan para nosotros.

    El Quijote es una invitacin a la libertad. Cervantes, sabe-mos muy bien de qu lado est. Qu duda cabe que Cervantesest del lado de Don Quijote? Esa paradoja de Unamuno deque Cervantes no entendi el Quijote, es paradoja genial peroinadmisible. En el fondo de su alma Cervantes est por DonQuijote. Pero no nos dir nunca que lo est, no. Parece decira su lector: "t puedes estar con quien quieras, yo aqu loslanzo; no s quin es bueno y quin es malo. All t!" Pero eseall t no es indiferencia, es simplemente el decir: "Escoge,ejerce tu libertad. T decidirs entre el mejor y el peor, entresi la locura es locura, o es cordura.

    Y aqu acabara yo si no hablase en tierra de lengua espa-ola; pero aqu, en Colombia, tengo ms que decir. S. AlQuijote debemos, los colombianos, los americanos, y nosotroslos espaoles, un entendimiento comn. En el Quijote, nosentendemos todos. Diferiremos en muchas cosas, pero sospecho

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  • cquenos encontramos acordes en el Quijote. Y no es por enten-der su lengua, el idioma en que est escrito; es por entenderms la querencia vital que en l late. Algo quijotesco comnme temo que tenemos ustedes y nosotros. Algo quijotesco alia-do a veces con impura ganga, pero perceptible siempre su oro,entre ella, tenan los conquistadores. Arciniegas ha dichomucho y bien de eso. Qu duda cabe que en Corts, que enPizarro, que en Jimnez de Quesada, haba mucho quijotesco:empeo, afn de aventura, desprecio del peligro, fe en el ha-llazgo final?

    De las empresas de la conquista ledas en las crnicas salenhoy para el lector unas especies de humaredas fabulosas queen el aire van tomando formas de fantasmas quijotescos. Yaluego, es un espaol, es Unamuno el que ha hecho este paralelo,un palpitar quijotesco es el que pone en pie y lanza por todaSur Amrica el alma y el propsito de Simn Bolvar. Quijo-tesca la conquista, quijotesca la independencia. No es ciertoque nos encontramos todos en paz quijotesca, americanos, es-paoles, en el Quijote? As nos encontramos ayer. Mi esperanzaes que en las muchas faenas dolorosas y arduas que nos esperan,nos encontremos tambin en ese augusto lugar de cita y reu-nin para la faena de la vida: Don Quijote de la Mancha y todolo que l significa!

    Y yo no tengo nada ms que decir de Don Quijote, pero stengo algo que decir de m, y de ustedes. Es decir, de Colombiay de este espaol andante, aunque no caballero, que ha venidopor estas tierras. Lo que voy a decir, no lo quiero decir conpalabras mas, lo voy a decir con palabras de un colombianoeminente y con ellas quiero despedirme, espero que no paramucho tiempo, de Bogot y de Colombia. Estas palabras sonde Nario, las escribi en una carta, y decan as: "Si los desti-nos han querido que la Espaa se vea envuelta en tntas cala-midades, salvemos a lo menos a esta bella parte del mundopara que sirva de asilo a los mismos espaoles que no quierenser esclavos del tirano de Europa."

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