Lo Dicho, Lo Escrito, Lo Ignorado,

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/lo dicho, lo escrito, lo ignorado/ (ensayos mínimos entre la educación, la filosofía y la literatura) Carlos Skliar

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/lo dicho, lo escrito, lo ignorado/

/lo dicho, lo escrito, lo ignorado/

(ensayos mnimos entre la educacin, la filosofa y la literatura)

Carlos Skliar

/ndice/

/presentacin/

/amistad/ /amorosidad/ /annimo/ /ao/ /argumentar/ /cansancio/ /cine/ /ciudad/ /comn/ /conmover/ /contradiccin/ /conversar/ /convivir/ /coyuntura/ /cuerpo/ /cuestionario/ /decidir/ /desconocido/ /diccionario/ /diferencia/ /discapacidad/ /diverso/ /dolor/ /efmero/ /ensayar/ /ensear/ /equivocar/ /especialista/ /estadstica/ /evaluar/ /experiencia/ /explicar/ /fracasar/ /generacin/ /herencia/ /hospitalidad/ /humillar/ /identidad/ /imagen/ /incompleto/ /infancia/ /joven/ /jugar/ /leccin/ /lector/ /leer/ /lenguaje/ /ley/ /literatura/ /locura/ /mentir/ /miedo/ /mnimo/ /mirar/ /monolinge/ /morir/ /normalidad/ /nostalgia/ /noticia/ /pensar/ /poema/ /poltica/ /preguntar/ /presencia/ /presente/ /rebelin/ /rer/ /robar/ /saber/ /silencio/ /temblar/ /tiempo/ /tolerar/ /traducir/ /travesa/ /violencia/ /presentacin/

La palabra presentacin parece inicialmente estruendosa, pero peca enseguida de exceso de timidez. Vuelve algo, alguien presente, en el presente. Casi siempre se pronuncia con un ademn que indica otra presencia que no la de uno. Puede estar rodeada de justificaciones o de advertencias o, sencillamente, darse a ver sin ms como es o cree ser. Con ella, el lenguaje se desplaza hacia fuera. Cuando lo hace hacia dentro (me presento) exige algo de valor, un poco de honestidad y muchsimo de ficcin. O viceversa.

Por lo general ste es un lugar reservado al prologuista, esa figura emblemtica del mundo de los libros que comenta desde cierta exterioridad la interioridad del contenido a seguir. Quise reservar para m, esta vez, ese raro privilegio.

Presentar un libro propio crea una cierta sensacin de extraeza: pareciera que el autor deber expresar todo aquello que este texto no pudo contener y que an desborda, an rebalsa. Pareciera que se escribir aqu lo que no se pudo escribir ms all. Que se explicar lo inexplicable para que el lector pueda comprender lo incomprensible. Que le ofrecer algn atajo o trampa o un guio, aunque: Lo que el lector tambin puede, djaselo a l, escribi Wittgenstein.

Toda presentacin que se expone como prlogo suele parecerse a aquello que Georg Lichtenberg escribi en un aforismo ya bien conocido: una suerte de pararrayos, es decir: un conjunto de advertencias, excepciones, salvedades, justificaciones, explicaciones que en algunas oportunidades, inclusive, parecen ir en la direccin opuesta al texto que se invita a leer. En verdad, este texto de presentacin del libro ya es el libro mismo y no su introduccin.

En vez de apostar al prlogo como prolegmeno, como una suerte de defensa de lo ya escrito, comienzo este libro por el ms concreto de los principios que lo guiaron: el propio ensayo de la palabra presentacin en el nico lugar que le cabe: al inicio de esta serie de escritos sobre aquello que hay en las palabras; el desafo de sentir y pensar lo que nos pasa cuando ciertas palabras son pronunciadas, cuando somos nosotros quienes pronunciamos esas palabras, cuando intentamos asumir los sonidos de nuestra existencia. As lo escribe Edmond Jabs: por mi parte, he intentado, al margen de la tradicin y a travs de los vocablos, recobrar los caminos de mis fuentes. Para existir se necesita primero ser nombrado; pero para entrar en el universo de la escritura, es necesario asumir, con el propio nombre, la suerte de cada sonido, de cada signo que lo perpetan.

Buena parte de los textos aqu reunidos fueron reescritos intensamente para este libro. Son retazos, fragmentos, notas, prrafos, pginas y artculos deshilachados que, bajo la forma de apuntes de clases, comentarios a algunas citas de autores, textos para presentacin de otros libros, guiones de programas de radio y escrituras sin destino aparente -publicados o no- se reencuentran ahora bajo otra intencin: hacer resurgir la forma en que la voz dice ciertas palabras en medio de la difcil o casi imposible pronunciacin de ese lenguaje a veces educativo, a veces filosfico, a veces literario. Los textos que siguen estaban en alguna parte, pero fueron ensayados de nuevo, una y otra vez. No en el nombre de la Idea o de la Verdad o de la Luminosidad. Los textos originales siguieron esa misma estela. Todo fue hecho en nombre de una cierta pronunciacin, de la voz en la escritura.

Decir una palabra es ponerle voz, darle voz. Hacerla escuchar. Y la voz est en el cuerpo, est encarnada. Decir una palabra y hurgar por dentro de lo dicho es el nico modo que disponemos para impedir que una palabra se nos imponga como lo que debera ser, se volatilice en el frenes voraz de estos tiempos y se pierda, irremediablemente, pues ya nadie puede o desea pronunciarlas. Hay muchas palabras que se han cado al suelo. Y las pisoteamos o disimulamos que no estn all o las escondemos impunemente debajo de la alfombra de la voracidad del progreso hasta abandonarlas, polvorientas, en nombre de la razn creciente y progresiva. Tal vez no hemos advertido que somos nosotros mismos quienes estamos cados, quienes nos escondemos detrs de las palabras cadas, quienes nos abandonamos en la pronunciacin demasiado fugaz o quienes formamos parte de ese lenguaje que no conversa, un lenguaje deshabitado, despoblado como dice Jos Luis Pardo: un lenguaje sin voz.

Tiene razn el poeta Roberto Juarroz: las palabras estn por el suelo y habra que hacer un lenguaje con las palabras cadas: Tambin las palabras caen al suelo / Como pjaros repentinamente enloquecidos / Por sus propios movimientos () Entonces desde el suelo / Las propias palabras construyen una escala / Para ascender de nuevo al discurso del hombro / A su balbuceo / O a su frase final. / Pero hay algunas que permanecen cadas / Y a veces uno las encuentra / En un casi larvado mimetismo. / Como si supieran que alguien va a ir a recogerlas / Para construir con ellas un nuevo lenguaje / Un lenguaje hecho solamente con palabras cadas.

Pese a las apariencias ste es y no es un libro de definiciones. Es y no es un diccionario. Es y no es un libro que intenta decidir, establecer y fijar un lxico, un vocabulario que pretenda ensear algo. Tampoco es cierto que sea un libro que slo tiene que ver con el ejercicio de la escritura, mucho menos con esa prctica autmata y cerrada sobre s mismo con la que muchas veces pronunciamos el cdigo estrecho de lo acadmico. La escritura que se ha puesto en juego es una escritura de frontera. A veces inclasificable. Lo que no la hace ni mejor ni peor que otras escrituras. Hay, por cierto, una presencia respirable de la lectura, de los efectos de la lectura, de la compaa de la lectura, de esa lectura peculiar que se hace presente cuando es convocada por la escritura. Y hay ensayos sobre ciertas palabras, en el sentido ms filosfico y ms literario: la idea de experiencia y no la nocin de categora; la asuncin de una determinada posicin antisistemtica y anti-ceremonial, en los trminos utilizados hace algn tiempo por Walter Benjamin.

No hay definiciones pero s hay definiciones: a cada palabra ensayada le precede, en primer lugar, un breve intento por pensar su sonoridad y su resonancia; y le sigue, hacia el final, una trada de definiciones cada vez ms alargadas y menos precisas: comienza con una definicin austera tomada del diccionario, una definicin quiz ms expresiva de autores y autoras de la filosofa y la educacin, y una ltima definicin ms literaria o, quiz, ms potica. Lo que se intenta es el progresivo desvanecimiento de un posible sentido nico de una u otra palabra. Pronunciar la palabra bajo la mltiple posibilidad de su punto de partida, sin ningn anclaje de llegada, en una encrucijada trazada por el encuentro y el desencuentro entre la pedagoga, la filosofa y la literatura.

Tengo, como otras personas, algunas palabras preferidas; palabras a las cuales quiero particularmente y por eso tiendo a soltarlas a su libre albedro para no apresarlas o amarrarlas en definiciones toscas o torpes, para no limitarlas a la soberbia y la altura del saber, para no someterlas a la hostilidad moralizante del saber. Pero tambin hay palabras que no me gustan tanto, palabras que por lo general se presentan como mscaras de la retrica, que confunden su semblante con el rostro limpio que pretenden para s. S, como dice Nietzsche, que las palabras dependen de las bocas que las pronuncian, pero hay algunas palabras recubiertas de una suerte de pronunciacin unnime algo sospechosa, voces impostadas y demasiado enfticas, altisonantes; palabras que se dicen sin un cuerpo que las enuncie y sin que se hagan presentes a la hora de su anunciacin, en fin, una anegacin de las palabras: Hoy estamos anegados en palabras intiles, en cantidades ingentes de palabras y de imgenes.() El problema no consiste en conseguir que la gente se exprese, sino en poner a su disposicin vacuolas de soledad y de silencio a partir de las cuales podran llegar a tener algo que decir. Las fuerzas represivas no impiden expresarse a nadie, al contrario, nos fuerzan a expresarnos () Lo desolador de nuestro tiempo no son las interferencias, sino la inflacin de preposiciones sin inters alguno.

Me gustara que estas palabras que ensayo pudieran ser rumiadas lentamente y no digeridas de una vez y ya dadas como emblemas ineludibles de la verdad; me gustara que esas palabras dancen en la bsqueda provisoria de sus sentidos, que no se queden inmviles a la espera de los cazadores de definiciones nicas y ltimas. No quisiera ser partcipe de la extremauncin de las palabras. Me gustara que en ellas se pudiese entrever los gestos que las sostienen y acompaan, los tonos con que se pronuncian, el ardor o las cenizas que originan, la vida que las acoge y les da lugar. Y an ms: me gustara que esas palabras eviten la gravedad solemne, la errtica vehemencia del orador, la perfeccin extrema del gramtico apenas preocupado por la correccin de las formas, la de una verdad mayscula all puesta como si se tratase de un arma de guerra.

Gustar, por cierto, significa muchas cosas. No supone apenas una relacin estricta de mero afecto o musicalidad con las palabras; tiene mucho ms ver con la afeccin, la conmocin, la perplejidad, el asombro. Ms que gustar dira que tiene que ver con una sensacin de tocar: la forma con que tocamos las palabras y el modo en que somos tocados por ellas. Sobre ello escribe el poeta Jos Emilio Pacheco: La palabra codicia tiene garras, tentculos / La palabra ambicin va suelta por el mundo con las fauces abiertas / La palabra deseo est desnuda.

Est claro que aqu no estn todas las palabras que me gustan o me disgustan, que toco o que me tocan, pero s estn aquellas palabras cuya percepcin posterga, retrasa, detiene aunque sea por un instante, el horadar del concepto vaco, esa espada envenenada que tritura la vitalidad de las palabras. Sobre la diferencia entre percepcin y concepcin, la poetisa rusa Marina Tsvietieva escribe: Yo no tengo una concepcin del mundo. Yo tengo una sensacin del mundo. No est mal plantear esa negacin inicial, no est mal afirmar que lo humano tiene que ver con una sensacin del mundo y que bien podra prescindir, al menos provisoriamente, de conceptualizarlo. Y no est mal, en otro sentido, decir que primero se siente -y sentir, tambin, quiere decir tantas cosas: desde las ms banales hasta las ms misteriosas, desde el padecimiento al estremecimiento- y que luego, si fuera necesario, sera posible aquietar las aguas de las sensaciones bajo el estanque de un concepto.

Y quiz lo que ms se juegue en este libro es la aplicacin a una distincin voluntaria y deseada entre el hay y el es de las palabras; entre aquello que hay en algo, y aquello que es algo. Se sabe que en ciertos medios acadmicos el hay tiene mala prensa y el es siempre su buena reputacin. Al filsofo Wittgenstein le ocurri que luego de preguntarse durante demasiados aos qu es el lenguaje?, la cuestin termin por parecerle la ms ineficaz e innecesaria de todas las que hubiera podido hacerse. Y la transform, desencantado por la bsqueda estril de las esencias metafsicas, en una pregunta mucho ms interesante, ms vital, aunque ms pantanosa: qu hay en el lenguaje?: No nos damos cuenta de la prodigiosa diversidad de juegos de lenguaje cotidianos porque el revestimiento exterior de nuestro lenguaje hace que parezca todo igual. Por ello, este libro es un profundo e incierto intento de enunciacin de lo que hay en las palabras, en algunas palabras. No de aquello que las palabras son. Y ese hay no debe pronunciarse como el es lo que hay, como si no hubiera otra cosa, con los hombros encogidos en seal de lo que parece ser irremediable, infrtil, de prdida del deseo y de insatisfaccin. Eso que hay en las palabras, lo que all existe, no es otra cosa que el tiempo y el ritmo de la vida. La vida que est entre el deseo y la perplejidad. Entre el pronunciamiento y la renuncia. Entre la renuncia y el silencio. Entre la experiencia y el silencio. Entre el deseo y la memoria. La vida, en fin, que est entre el recuerdo, el olvido y un hilo minsculo de voz que quiz, todava, sea capaz de pronunciar lo que an nos es imprescindible decir, sabindolo casi indecible: el infinito y ambiguo fuego de lo que sentimos cuando decimos, escribimos, leemos: Amigo mo, a propsito de las palabras. No s de palabras que puedan perdernos: Qu es una palabra para poder destruir un sentimiento? No le adjudico una fuerza as. Para m todas las palabras son minsculas. Y la inmensidad de mis palabra no es sino una tenue sombra de la inmensidad de mis sentimientos.Escritura, entonces, lectura tambin; la existencia, la conmocin y el temblor de las palabras en su mltiple pronunciacin, en sus diferentes entonaciones, en sus imprecisas tonalidades.

Y dejo hacia el final de esta presentacin quiz lo ms relevante y lo menos visible del libro que aqu comienza: los innmeros actos de amistad que posibilitan que una palabra se sostenga en pie, perviva, no sea secuestrada, se levante del suelo, provoque una sensacin del mundo. Es que las palabras no pueden ser slo pronunciadas en soledad, eso lo sabe cualquiera: se olvidan o se muerden hasta la erosin; la cuestin es que tampoco pueden ser pronunciadas en multitud: se evaporan hasta hacerse sonidos inanimados sin cuerpo. Requieren siempre de un nimo de amistad que discurre entre conversaciones y es all donde se reparan para darse respiro. O para salir a flote: Volver a las palabras / Creer en ellas. Poco. Slo un poco / Lo bastante como para salir a flote y coger aire / y as poder aguantar, luego, en el fondo.

Buena parte de las palabras que configuran estos ensayos mnimos provienen de ese gesto nada pretencioso que nos llega de la amistad y de la conversacin. De all han nacido o renacido estas palabras. All todava estn. De all se irn algn da.

La gratitud es y ser, entonces, infinita, inagotable.

PRESENTACIN (1):

(Dellat.praesentato, -nis). Accin y efecto de presentar o presentarse. Aspecto exterior de algo.En las representaciones teatrales, arte de hacerlas con propiedad y con la mayor perfeccin. Fiesta que celebra la Iglesia catlica el da 2 de febrero, en la que se conmemora lapresentacinde Jess por sus padres en el templo de Jerusaln. Forma farmacutica de los medicamentos, como las cpsulas, los jarabes, los inyectables, etc. Parte del feto que se encaja en la pelvis y aparece al exterior en el parto.PRESENTACIN (2):

No hay definiciones. Toda definicin es una abstraccin, un conato de soberbia, un atentado contra la realidad. Toda definicin es un agrupamiento parcial de atributos, ni siquiera una seleccin rigurosa, porque para que fuera esa seleccin sera preciso haber conocido antes todo los aspectos de lo definido, lo cual es imposible. Algo anlogo ocurre con todo conocimiento. Slo van ms lejos la meditacin, la contemplacin y la creacin. Ante ellas, todo anlisis es miope (Roberto Juarroz, Poesa y creacin).

PRESENTACIN (3):

Toda flor no es sino noche

que finge haberse acercado

Pero no puedo esperar entrar

en el lugar de donde surge su perfume

por eso me perturba tanto

y me mantiene tanto tiempo despierto

ante esa puerta cerrada

Todo color, toda vida

nace donde se detiene la mirada

Este mundo no es sino la cresta

de un incendio invisible. (Philippe Jaccottet, Aires). /amorosidad/

La palabra amorosidad pretende un lugar en los diccionarios. No es amor, ni amoroso, ni amoro. Sugiere una vasta y minuciosa extensin en el paisaje de los afectos. No hay apenas ternura, sino concernimiento, implicacin, disponibilidad. Su profundidad es mayor que la sensacin que la determina. A veces abusa de la docilidad. Otras veces su ausencia nos arroja al agotamiento de la propia soledad. Toma la forma de una palmada en el hombro, de un gesto imperceptible pero duradero, de una palabra dicha en el momento justo, de un silencio que suele recordarse durante toda la vida.

Del amor hacia los nios, del amor hacia la enseanza, del amor hacia los ideales educativos, del amor hacia la primera maestra y a la segunda madre, del amor hacia la lectura, del amor al arte y a la vocacin, est repleta y quiz satisfecha la educacin. Sin embargo, algo queda en tinieblas, en suspenso, inclusive un silencio molesto, incmodo, cuando a toda pregunta sobre lo educativo sobreviene, como primera o ltima respuesta, como primer o ltimo aliento, quiz como nica posibilidad de pensamiento, el por amor educativo. Que el amor es fuente de verdad, bien lo saben los enamorados, los desenamorados, los poetas, los exiliados y los noblemente arrepentidos. Pero: es fuente de verdad el por amor educativo? Permtaseme extender, alargar, hacer durar un poco ms, hacer resonar ms extensamente la palabra amor hasta convertirla en amorosidad y ver cmo resuenan sus sentidos. Una pelcula: De nens (De nios) del cineasta cataln Joaqun Jord. Un rumor de vecindad. Un juicio contra un maestro acusado de pedofilia. Todo el poder jurdico, el poder meditico y el poder poltico contra la ya decidida monstruosidad de un hombre que ha cometido el peor de los pecados: sentir amor por los nios, quererlos hasta lmites difusos, imprecisos. Su testimonio ante el juez: jams les hara dao, porque les quiero. Un periodista que publica un libro: Del amor a los nios y que revela otra monstruosidad; ya no del supuesto pedfilo acusado, sino el del aparato que lo juzga. Condena a cadena perpetua. Al maestro.

Cmo pensar la amorosidad si a la vez los preceptos moralizantes sugieren acortar, estrechar, reducir las sensaciones? Es posible una idea de amorosidad que no se repliegue hacia el por amor?

Para Jacques Derrida la amorosidad es un gesto que traduce la posibilidad de agarrrselas con algo y con alguien. Agarrrselas, porque eso algo (lo otro), ese alguien (el otro) provoca a la vez pasin, ira, temor, atencin, desolacin, pesadillas, consternacin, inclinacin hacia su cuerpo, memoria de su rostro, tica, justicia. La amorosidad se revelara contra toda la indiferencia, todo el descuido, toda la pasividad y todo el olvido en relacin a lo otro y al otro. Pero la amorosidad educativa tiene, enseguida, su propia contra-imagen opaca, velada: en nombre del amor hacia el otro, se define bruscamente el contorno de su identidad, su ropaje; entonces, se afila demasiado el ojo con que lo miramos, se ensaa la firma con que lo diagnosticamos, se vuelve hueco el nombre que le damos, el silencio que le atribuimos, la desdicha en que lo suponemos, el herosmo con que lo ensalzamos, se empequeece su otra lengua, su otra cultura, su otro cuerpo, su otro aprendizaje, su otra existencia.

Se pasan muchsimos aos, demasiados aos escuchando, hablando, informndonos, opinando, leyendo y escribiendo acerca de los otros especficos de la educacin -los discapacitados, los pobres, la infancia, los que parece que no aprenden, los mal comportados, los extranjeros, las nias, los jvenes, y tantos y tantas otras- como si de eso se tratara toda la amorosidad educativa de la que somos capaces. Es cierto que sera ms fcil, ms cmodo -pero sin ninguna amorosidad- pensar al otro en trminos de pura negatividad -el otro es lo que yo no soy, siempre el otro es aquello que nosotros no somos-. Pero: sabemos por acaso qu somos y qu hay en el nosotros? Tenemos alguna idea, por ms pequea que sea, sobre qu quiere decir nosotros? Qu exorcismo, qu olvidos, qu sortilegios, qu masacres, qu brujeras realizamos cada vez que pronunciamos ese nosotros?

Desde luego que sera mucho ms fcil, mucho ms cmodo y mucho ms profesional si comprendisemos al otro slo como una temtica -el otro se transforma en un tema, siempre es un tema: as, por ejemplo, no hay nios ni nias sino infancia, no hay sordos sino sordera, no hay pobres sino pobreza, indigencia, excluidos a ser incluidos, etc.- Tal vez por eso festejamos, casi siempre sin obstculos, casi siempre sin remordimientos, el da del indio, el da de la mujer, la semana de la deficiencia, el mes de la tolerancia, el ao de los pueblos sometidos. Claro est: sera ms fcil, mucho ms cmodo y ms funcional pensar y sentir al otro como aquello que no tiene, como aquello que le falta -el otro es lo que no tiene y le falta, los otros siempre son lo que no tienen y les falta-.

Entonces era eso? Slo eso? Que el otro est fuera de nosotros? Que el otro es pura negatividad? Que el otro es aquello que pensamos y decimos que le falta? Que el otro es un tema de nuestra especialidad? Que el otro es un discurso anterior a una relacin? Que la experiencia del otro es banal si comparada con la nuestra, si asimilada a la nuestra? Esta es toda la amorosidad que nos queda?

Pero: Y si la alteridad fuera entonces interioridad? Los otros que nos habitan? Una positividad, en tanto que (nos) produce algo? La imposibilidad absoluta de transformarla en una temtica, de tematizar al otro? Una experiencia inasimilable, que no es nuestra sino del otro? Una relacin sin un dispositivo de racionalidad que le anteceda?

Una idea algo altisonante, pero inquietante a la vez: la alteridad no es tanto lo que no somos, sino tal vez todo aquello que an no hemos sido capaces de ser. Y una idea menos enftica, pero tal vez algo ms audaz: la alteridad no es tanto aquello que no somos, sino ms bien todo aquello que no sabemos. Sin embargo, pensar la alteridad como aquello que no sabemos, no significa que algn da lo sabremos.

Supone, en cierta medida, seguir no sabindolo todo el tiempo.

AMOROSIDAD (1):

(La palabra amorosidad no figura en el diccionario. Aparece, en cambio, el trmino amoroso, amorosa): Que siente amor. Perteneciente o relativo al amor. Que denota o manifiesta amor.Blando, suave, fcil de labrar o cultivar. Templado, apacible.AMOROSIDAD (2):

() Cierta obligacin de amar es insoportable y ya no tiene nada que ver con el amor. Pero cierta confusin de amor es invisible y ya no tiene nada que ver con la educacin (Laurence Cornu, Moverse en las preguntas). AMOROSIDAD (3):

Sabe, Pntik? Todava no acabo de decidir de qu estaba enamorada, si de usted o de mis ganas de amar. La vida es despreciable y es fra, lo que la hace clida y luminosa es el amor. Eso dice la gente. Y yo quera saber si era capaz de amar o no. Pero todas las personas con las que me topaba eran tan desagradables, tan mezquinas, tan ruines que, al verlo a usted, pens: S, a alguien as podra amarlo!. Ms an -sent que lo amaba (Marina Tsvietieva, Confesiones. Vivir en el fuego)./annimo/

La palabra annimo existe porque hay quienes desconocen cmo nombrar su identidad. Encuentro ocasional con alguien que no dice de dnde procede ni qu posee, aunque diga muchsimas otras cosas. A veces se pronuncia en nombre de las innmeras vctimas que no pueden ser reconocidas porque han sido desfigurados su rostro y su intimidad; otras veces es el nombre de un disfraz que un nombre sobrepone a su propio nombre. En las grandes ciudades: nmero casi equivalente a sus habitantes. En pequeas ciudades: la corta duracin del nombre del recin llegado. Millones de frases recordadas por gentes con nombre fueron escritas con ese nombre sin nombre. Modo en que algunos prefieren no ser vistos ni escuchados. Ni escuchar.

La exuberancia y el desborde de cada identidad. El debe de decir yo soy y aqu estoy yo. Tener que sobreactuar la presencia y la existencia. Deber ser algo en la vida. Anunciarse y enunciarse. Tener que representarse y narrarse a cada minuto. Decir presente. Dar el presente. Imperativos de la poca: nada ni nadie puede abandonar el centro, quitarse, replegarse, anonimarse. Nada ni nadie puede asumir para s invisibilidad, ni arrogarse algn derecho de no pertenecer. Todos y todas en la celebracin del nombre propio, a partir del cual todo puede decirse, desdecirse y contradecirse. Razn de la poca: si no se es nombre y apellido se es ninguno, se es nadie. Si no hay profesin, actividad, lenguaje jurdico, posicin, decisin, ascensin, los dems comienzan con su impaciencia, su exigencia, su reclamacin. Ley de la poca: no dejar a nadie en paz, hacer de lo comn un embudo, un sendero abismado por el vaco y las serpientes y los muchos consejos y las alimaas del progreso. Espritu de la poca: mostrarse, hacerse ver, publicar, producir, proceder, notarse, hablar. No hay espectador que desee, expectante, su anonimato.

Sin embargo: annimo puede ser otra cosa. No el que no tiene nombre, sino quiz el que no desea opinar cuando se le exige, el que no quiere estar sumergido en el aqu y ahora voraz como un relmpago. Ni mediocre ni perezoso ni tmido. Es otra cosa. Ser annimo habla de un pedido de silencio hacia uno mismo y sin comentarios despus. Habla de una posicin indescifrable para los que slo perciben el mundo como arriba-abajo-medio, o dentro o fuera, o centro-periferia. Habla, tal vez, de un deseo persistente de no ser molestado, de no ser convocado, de no ser llamado, de no ser involucrado, de no ser partcipe ni participante, de no ser incluido y no por ello quedarse con el mote de excluido. Bartleby, el escribiente, aquel personaje de la novela de Melville, tambin podra ser una ajustada expresin del carcter annimo. En su nica expresin: I would prefer not to (preferira no hacerlo), no slo habita lo cmico, lo literal, la indisposicin, el ceder a otro, el abandono de la conversacin, la sospecha de demencia y lo incomprensible de la frase para todos los dems, sino tambin un deseo de retirarse, de no tener que hacer todo lo que le piden, de no responder siempre con un s, de no someterse a la repeticin de una tarea determinada y ya reconocible y ya exigible.

Habr un lugar, un tiempo, una percepcin justa para lo annimo, una tica y una poltica del anonimazgo? Santiago Lpez-Petit escribe: () no sabemos qu puede el hombre annimo. Este hombre annimo que somos todos y cada uno de nosotros, ese hombre que se rebela y que, a la vez, negocia con la realidad, que huye de s mismo porque tiene miedo de su fuerza del anonimato.

El mundo ha estado lleno de annimos importantes, entre otros: el annimo de Rvena (conocido, luego, como la compilacin de textos de un cosmgrafo cristiano del siglo III); el Gallus Anonymus (cronista que influy sobre la poltica de Polonia); ms recientemente, el nombre Anonymous (una comunidad o subcultura de usuarios de Internet que realiza atentados en la red).

El annimo es, literalmente, ser sin nombre. Pero ser. Existencia. Por ejemplo: Anonyumus IV, aquel estudiante ingls que cumpli tareas en la Catedral Notre Dame en Pars, hacia 1270. Nadie sabe quien fue, nadie sabe su nombre, pero existen sus escritos. Dio nombre a otros nombres, an quedndose en el anonimato. Por l se supo de la Escuela de polifona y de dos grandes compositores, Leonn y Perotn, que de otro modo hubieran quedado annimos.

El annimo es, literalmente, ser sin identidad. Pero con vida. Viviente. Por ejemplo: Michael K, aquel personaje de labio leporino que construy el escritor John Maxwell Coetzee, hacindolo atravesar toda una Sudfrica en guerras con la nica voluntad de esparcir las cenizas de su madre y, enseguida, iniciar el mayor viaje de inadvertencia y ansiado anonimato que se conozca en la literatura contempornea. Michael K se esconde una y mil veces y no logra cumplir con su deseo de no ser perturbado en su perturbacin; prefiere no conversar con nadie, pero es interrumpido por infinitas preguntas, informaciones, internaciones, inquisiciones. Prefiere la soledad, pero siempre hay alguien ms. Es la metfora de la imposibilidad del quitarse, del preferir no estar y no poderlo, una pesadilla interminable donde nadie parece quisiera dejarlo en paz. Es un nadie acribillado a incgnitas que otros no pueden soportar para s; es un sin nombre al que nadie dejar de etiquetar insistentemente: () Quiero conocer tu historia escribir el mdico de un internado-. Quiero saber por qu precisamente t te has visto envuelto en la guerra, una guerra en la que no tienes sitio. No eres un soldado, Michael, eres una figura cmica, un payaso, un monigote () No podemos hacer nada aqu para reeducarte () Y para qu te vamos a reeducar? Para trenzar cestas? Para cortar csped? Eres un insecto palo () Por qu abandonaste los matorrales, Michael? Ese era tu sitio. Deberas haberte quedado toda la vida colgado de un arbusto insignificante, en un rincn tranquilo de un jardn oscuro.

El desprecio por el anonimato de Michael K es evidente. Como si el ser annimo fuera sinnimo de ltima fragilidad, de desperdicio, de estircol. Como si el annimo no pudiera vivir entre los nombres y debiera quitarse de la vista del mundo. Como si fuera imposible ensearle algo al annimo. Annimo que ya es considerado muerto y, a la vez, testigo insoportable de otros modos de lenguaje, de comportamiento, de vida.

Pero ser el mismo mdico del internado quien encontrar la posicin tica desde la cual describir a Michael K, de apreciarlo tal como es an sin ser para los dems. Una manera de hacer justicia con quien se sabe y se quiere nada ni nadie y no pretende cambiar ni transformarse ni ser mejor ni peor: Soy el nico que ve en ti el alma singular que eres () Te veo como un alma humana imposible de clasificar, un alma que ha tenido la bendicin de no ser contaminada por doctrinas ni por la historia, un alma que nueve las alas en ese sarcfago rgido () Eres el ltimo de tu especie, un resto de pocas pasadas.

Quiz Michael K sea como millones y millones de nios, jvenes, ancianos: seres singulares que desean apenas susurrar, descontaminarse de su tiempo, imaginar otro tiempo y otro lugar posible. Seres singulares que, tal vez, no tengan nada para transmitir o para contar. O, simplemente, seres singulares que apresados, como Michael, entre la tirana paterna y la ausencia mortal de la madre, ya no desean sino ser annimos. Dejados en paz, fuera de las cosas innecesariamente necesarias de este mundo: Mi madre fue aquella cuyas cenizas devolv a este lugar () Mi padre fue el reglamento del dormitorio () Por eso est bien que yo, que no tengo nada para transmitir, pase mi vida aqu, apartado de todo.

Las cenizas, ya esparcidas, son annimas. En una tierra o en un ocano annimo. De un cuerpo annimo que alguien, tal vez, recordar o no. Hay en el mundo quienes quieren apartarse, retirarse, no tener nada que decir y nada para hacer. De eso se trata la virtud del anonimato; de quererse annimo. Y no de ser anonimado por el vrtigo insufrible de una permanente e inexpresiva necesidad de accin, necesidad de enunciacin, necesidad de estar, siempre, presente en el presente. De querer confrontar, incluso sin quererlo, al barullo reinante con el suave murmullo que nunca se sabr de dnde sali.

ANNIMO (1):

Delgr., sin nombre. Dicho de una obra o de un escrito: que no lleva el nombre de su autor. Dicho de un autor: cuyo nombre se desconoce.Dicho de una compaa o de una sociedad: que se forma por acciones, con responsabilidad circunscrita al capital que estas representan. Carta o papel sin firma en que, por lo comn, se dice algo ofensivo o desagradable. Secreto del autor que oculta su nombre.ANNIMO (2):

Se puede imaginar una cultura en que los discursos circularan y fueran recibidos sin que apareciera nunca la funcin de autor. Todos los discursos, fueran cuales fueren su condicin, su forma, su valor o el tratamiento a que se les sometiera, se desarrollaran en el anonimato del murmullo () De esta forma, la justa preocupacin por descartar el falso problema "quin habla?", ha impedido formular la pregunta -completamente diversa e inevitable: Qu sucede en el individuo viviente en el momento en que ocupa el "puesto vaco" del sujeto, en el punto en que, al entrar en un proceso de enunciacin, descubre que nuestra razn no es ms que la diferencia de los discursos, que nuestra historia no es ms que la diferencia de los tiempos, que nuestro yo no es ms que la diferencia de las mscaras?" (Giorgio Agamben, El archivo y el testigo). ANNIMO (3):

Cada uno tienesu pedazo de tiempoy su pedazo de espacio,su fragmento de viday su fragmento de muerte.

Pero a veces los pedazos se cambiany alguien vive con la vida de otroo alguien muere con la muerte de otro.

Casi nadie est hechotan slo con lo propio.Pero hay muchos que sonnada ms que un error:estn hechos con los trozostotalmente cambiados.

(Roberto Juarroz, Poesa Vertical). /lo dicho, lo escrito, lo ignorado/Cita I

Ah!, djeme hablar. Olvdese por un momento de todo ese saber de ciencias infectas, jurdicas, con las cuales intenta hundir su cabeza bajo lecturas de poca que usted tiene y que no domina (Pascal Quignard, El lector)

Cita II

Me ejercit para reaccionar sbitamente por medio del lenguaje ante todo lo que se topaba conmigo y me di cuenta de cmo, durante la vivencia, tambin la lengua cobraba vida en esa inmediatez y se volva transmisible; un momento despus ya habra sido la lengua cotidiana, que de tan familiar no dice nada, la desamparada lengua del ya sabes lo que opino, la lengua de la era comunicacional (Peter Handke, El peso del mundo). Cita III

A ti esto te parecer una tontera, porque, para qu vamos a discutir por las palabras si hay bombardeos, gente destripada y ciudades destruidas? Yo, en cambio, estoy acostumbrada a pelear por las palabras y, repito, creo que lo que ahora llaman guerra no lo es, como lo que ahora llaman trabajo no es trabajo, ni lo que llaman sacrificio es sacrificio, ni lo que llaman estudios superiores son estudios superiores. Ser que estoy muy mayor, pero creo que los padres deben ensear a hablar a sus hijos en eso consiste su autoridad sobre ellos, y que aprender a hablar es aprender a llamar a las cosas por su nombre (Jos Luis Pardo, Mother & Child Reunion).Cita IV

Ocupo mucho de m con mi desconocer / Soy un sujeto letrado en diccionarios / No tengo ms que cien palabras () (Manoel de Barros, Todo lo que no invento es falso). Ludwig Wittgenstein. Aforismos. Cultura y Valor. Madrid: Coleccin Austral, 1995, pg. 142.

Edmond Jabs. El libro de las preguntas. Madrid: Ediciones Siruela, 2006, pg. 27.

Roberto Juarroz. Octava Poesa Vertical. Buenos Aires: Emec, 2005, pg. 401 (fragmento).

Gilles Deleuze.Conversaciones. Valencia: Pre-textos, 1996, pg. 206.

Jos Emilio Pacheco. El silencio de la luna. Mxico: Ediciones Era / Casa de Poesa Silva, 1996, pg. 22.

Marina Tsvietieva. Confesiones. Vivir en el fuego. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2008, pg. 437.

Ludwig Wittgenstein. Investigaciones filosficas. Madrid: Editorial Crtica, 2008 (II, 224).

Marina Tsvieteiva. Ob. Cit., pg. 219.

Chantal Maillard. El pez (fragmento). En Hilos. Barcelona: Tusquets, 2007, pg. 55.

Todas las primeras definiciones de las palabras pertenecen al Diccionario de la Lengua Espaola de la Real Academia Espaola, vigsima segunda versin y/o a la pgina web: wordreference.com (Online Language Dictionaries).

Cuenta Joaqun Jord acerca del inicio de la historia del pederasta de El Raval de Barcelona, el acusado y protagonista de la pelcula: S, el clic que puso esa maestra del barrio, borracha, aburrida, solitaria, triste, que no saba nada de nada. Es su mujer de limpieza que le dice en Babia: "No sabe usted lo que est pasando en este barrio? Estn pasando cosas terribles!". Y le habla de un nio, un alumno suyo, al cual la maestra le compra besos a cambio de 20 duros. Le cuenta que este nio se sube de vez en cuando a un coche rojo de un seor y quin sabe lo que pasa en este coche... Esta seora que simplemente ha odo rumores es la que pone en marcha toda esta historia y llama a la polica. En Revista Lateral n 114 ao 2004.

Jacques Derrida & Elizabeth Roudinesco. Y maana qu. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 2004, pg. 12.

Entrevista a Santiago Lpez-Petit por el Colectivo Situaciones, a ser publicada en Impasse. Buenos Aires: Tinta Limn Ediciones (en prensa).

Lo primero que advirti la comadrona en Michael K cuando lo ayud a salir del vientre de su madre y entrar en el mundo fue su labio leporino. El labio se enroscaba como un caracol, la aleta izquierda de la nariz estaba entreabierta. Le ocult el nio a la madre durante un instante, abri la boca diminuta con la punta de los dedos, y dio gracias al ver el paladar completo. A la madre le dijo: -Debera alegrarse, traen suerte al hogar (John.Maxwell Coetzee. Vida y poca de Michael K. Barcelona: Literatura Mondadori, 2006, pg. 9).

Ibdem, pgs. 155-156.

Ibdem, pg. 158.

Ibdem, pgs. 111-112.