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Chávez "Carapintada" , golpista, dictatorial, reencarnación de Juan Perón, o del general Torrijos, aliado de Fidel Castro, son las suspicacias con que el establishment político y financiero mundial envuelve la figura del comandante Hugo Chávez, ungido presidente por la abrumadora mayoría de los venezolanos, que apoyan sus drásticas medidas contra la Corte Suprema y el Congreso. Sólo el desarrollo de los hechos resolverá la incógnita planteada por este hombre que declara buscar un equilibrio entre Estado y mercado en un país opulento, cuya población ha sido reducida a la miseria por la gestión de la dirigencia política. Un nombre obsesiona a América Latina: el de Hugo Chávez. Este comandante de 45 años, que en 1992 protagonizó un intento de golpe de Estado, fue electo presidente de Venezuela en diciembre de 1998. Apoyándose en las fuerzas de izquierda y los desheredados, Chávez inició apenas asumido el cargo, tal como había anunciado, una "revolución pacífica y democrática" que inquieta a los propagandistas de la mundialización. Esta voluntad de cambiarlo todo traduce la exasperación de una mayoría de ciudadanos ante el engaño y la corrupción que reinaron durante cuarenta años y cuyos responsables son los dos partidos que se alternaron en el poder: Acción democrática (AD), socialdemócrata, y Copei, democristiano. Estos partidos, cuya índole democrática nadie discute, permitieron que se desarrollara en Venezuela una de las sociedades más corruptas y desiguales del mundo. "Rara vez se habrá visto un país tan opulento saqueado hasta tal punto por unos cientos de familias que desde hace décadas, e independientemente de los avatares políticos, se reparten sus fabulosas riquezas" , afirma el escritor Arturo Uslar Pietri 1 . Un abismo separa a una minoría de adinerados del resto del pueblo. Esto resulta tanto más chocante cuanto que Venezuela, segundo exportador mundial de petróleo, recibió en los últimos 25 años, en concepto de venta de hidrocarburos, alrededor de 300 mil millones de dólares, el equivalente a veinte años del plan Mar-shall… Sin embargo, más de la mitad de los habitantes sigue viviendo en la pobreza, la cuarta parte de la población activa está desocupada, un tercio sobrevive gracias a la economía informal y más de 200 mil niños subsisten mendigando. Muerte y nacimiento ¿Es de extrañar entonces que en las elecciones presidenciales los partidos AD y Copei hayan sido barridos (entre los dos sacaron menos del 9% de los votos) y que el programa de Chávez haya atraído al 57% de los votantes? ¿Cabe asombrarse de que en abril pasado el 88% de los venezolanos haya aprobado su propuesta de convocar a una Asamblea constituyente, encargada de redactar una nueva Constitución y de terminar con el régimen corrupto de los partidos tradicionales? En su despacho del palacio presidencial, rodeado de los retratos de los libertadores Bolívar, Miranda y Sucre, Hugo Chávez cita de buena gana a Gramsci: "Estamos viviendo al mismo tiempo una muerte y un nacimiento. La muerte de un modelo agotado, detestado; y el nacimiento de un nuevo rumbo político, diferente, que lleva la esperanza de un pueblo… El viejo tarda en morir, y el nuevo todavía no ocupó sus marcas, pero esta crisis alumbra una revolución". ¿Cuál es la naturaleza de esta revolución? "Además de la crisis económica -explica el comandante Chávez- Venezuela padecía sobre todo de una crisis moral, ética, debido a la falta de sensibilidad social de sus dirigentes. Pero la democracia no es solamente la igualdad política. Es también, y sobre

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  • Chvez "Carapintada" , golpista, dictatorial, reencarnacin de Juan Pern, o del general

    Torrijos, aliado de Fidel Castro, son las suspicacias con que

    el establishment poltico y financiero mundial envuelve la figura del comandante

    Hugo Chvez, ungido presidente por la abrumadora mayora de los venezolanos,

    que apoyan sus drsticas medidas contra la Corte Suprema y el Congreso. Slo el

    desarrollo de los hechos resolver la incgnita planteada por este hombre que

    declara buscar un equilibrio entre Estado y mercado en un pas opulento, cuya

    poblacin ha sido reducida a la miseria por la gestin de la dirigencia poltica.

    Un nombre obsesiona a Amrica Latina: el de Hugo Chvez. Este comandante de 45 aos, que en 1992 protagoniz un intento de golpe de Estado, fue electo presidente de Venezuela en diciembre de 1998. Apoyndose en las fuerzas de izquierda y los desheredados, Chvez inici apenas asumido el cargo, tal como haba anunciado, una "revolucin pacfica y democrtica" que inquieta a los propagandistas de la mundializacin.

    Esta voluntad de cambiarlo todo traduce la exasperacin de una mayora de ciudadanos ante el engao y la corrupcin que reinaron durante cuarenta aos y cuyos responsables son los dos partidos que se alternaron en el poder: Accin democrtica (AD), socialdemcrata, y Copei, democristiano. Estos partidos, cuya ndole democrtica nadie discute, permitieron que se desarrollara en Venezuela una de las sociedades ms corruptas y desiguales del mundo. "Rara vez se habr visto un pas tan opulento saqueado hasta tal punto por unos cientos de familias que desde hace dcadas, e independientemente de los avatares polticos, se reparten sus fabulosas riquezas" , afirma el escritor Arturo Uslar Pietri1.

    Un abismo separa a una minora de adinerados del resto del pueblo. Esto resulta tanto ms chocante cuanto que Venezuela, segundo exportador mundial de petrleo, recibi en los ltimos 25 aos, en concepto de venta de hidrocarburos, alrededor de 300 mil millones de dlares, el equivalente a veinte aos del plan Mar-shall Sin embargo, ms de la mitad de los habitantes sigue viviendo en la pobreza, la cuarta parte de la poblacin activa est desocupada, un tercio sobrevive gracias a la economa informal y ms de 200 mil nios subsisten mendigando.

    Muerte y nacimiento

    Es de extraar entonces que en las elecciones presidenciales los partidos AD y Copei hayan sido barridos (entre los dos sacaron menos del 9% de los votos) y que el programa de Chvez haya atrado al 57% de los votantes? Cabe asombrarse de que en abril pasado el 88% de los venezolanos haya aprobado su propuesta de convocar a una Asamblea constituyente, encargada de redactar una nueva Constitucin y de terminar con el rgimen corrupto de los partidos tradicionales?

    En su despacho del palacio presidencial, rodeado de los retratos de los libertadores Bolvar, Miranda y Sucre, Hugo Chvez cita de buena gana a Gramsci: "Estamos viviendo al mismo tiempo una muerte y un nacimiento. La muerte de un modelo agotado, detestado; y el nacimiento de un nuevo rumbo poltico, diferente, que lleva la esperanza de un pueblo El viejo tarda en morir, y el nuevo todava no ocup sus marcas, pero esta crisis alumbra una revolucin".

    Cul es la naturaleza de esta revolucin? "Adems de la crisis econmica -explica el comandante Chvez- Venezuela padeca sobre todo de una crisis moral, tica, debido a la falta de sensibilidad social de sus dirigentes. Pero la democracia no es solamente la igualdad poltica. Es tambin, y sobre

  • todo, la igualdad social, econmica y cultural. Esos son los objetivos de la revolucin bolivariana. Quiero ser el presidente de los pobres. Pero tenemos que aprender la leccin de los fracasos de otras revoluciones que afirmando perseguir sus objetivos los traicionaron, o bien los lograron, pero liquidando de paso la democracia".

    Cierta prensa internacional no tard en acusar a Chvez de "jacobinismo autoritario" , de "desviacin autocrtica" y de "preparar una forma moderna de golpe de Estado"2. Sin embargo, y a pesar de la atmsfera apasionada que vive Venezuela (la riqueza de las discusiones y debates polticos recuerda a la Francia de mayo del 68), no hubo hasta el momento violencias graves, ni vctimas, ni censura alguna contra la oposicin poltica, los periodistas o los medios, que no se privan de criticar violentamente al nuevo Presidente.

    "Esas acusaciones son afligentes. Porque al contrario, queremos pasar de la democracia representativa, a la que no hay necesariamente que despreciar, a una democracia participativa, directa. Con mayor intervencin del pueblo en todas las instancias del poder. Para oponerse mejor a toda violacin de los derechos humanos" , alega Chvez. En efecto, el proyecto de Constitucin que se discute actualmente prev dar ms poder y autonoma a las comunas; instaurar el referendum a iniciativa popular y someter a todos los electos (el presidente de la repblica incluido), a una nueva eleccin una vez transcurrida la mitad de su mandato, si sa es la voluntad popular. La nueva Constitucin, cuya redaccin estar concluida el prximo mes de noviembre y ser sometida a referendum, prev tambin, entre otras cosas: el derecho a la objecin de conciencia; la prohibicin de las "desapariciones" practicadas por las fuerzas del orden; la creacin de un defensor del pueblo; la instauracin de la paridad mujeres-hombres; y la instauracin de un "poder moral" encargado de combatir la corrupcin y los abusos de todas clases.

    Razones de una demonizacin

    En el plano econmico, el comandante Chvez desea alejarse del modelo neoliberal y resistir a la mundializacin. "Tenemos que buscar un punto de equilibrio entre el mercado, el Estado y la sociedad, dice. Hay que hacer confluir la mano invisible del mercado y la mano visible del Estado en un espacio econmico dentro del cual exista el mercado tanto como sea posible, y exista el Estado tanto como sea necesario" . La propiedad privada, las privatizaciones y las inversiones extranjeras estn garantizadas, pero dentro de los lmites del inters superior del Estado, que velar por mantener bajo su control a sectores estratgicos cuya venta significara una transferencia de una parte de la soberana nacional.

    Ante la simple enunciacin de estos proyectos, pueden los protagonistas de la mundializacin hacer otra cosa que demonizar al comandante Chvez y a su revolucin antiliberal?

    1. Arturo Uslar Pietri, "Le Venezuela au seuil dun grand changement" , Le Monde diplomatique, diciembre de

    1998.

    2. The New York Times, 21-8-99, e International Herald Tribune, 1-9-99.

    Repblica, o pas mafioso 1 La democracia argentina asume este mes su cuarta eleccin general desde el fin

    de la dictadura. Sin embargo, oscuros nubarrones se ciernen sobre la Repblica:

    una sociedad escptica y desencantada ante la crisis econmica, la corrupcin en

    los tres poderes del Estado, las fuerzas de seguridad y la clase poltica; la

    creciente desigualdad y el desmantelamiento de una estructura social que supo

  • estar a la altura de los paises desarrollados. La "transicin democrtica" ha

    tomado un peligroso rumbo, que debera ser corregido por el prximo gobierno

    para evitar una crisis grave (ver dossier pgs. 20 a 27).

    Es difcil suscribir ahora la afirmacin que alguna vez los argentinos inspiraron a Georges Clemenceau: "Un pueblo capaz de poner en lnea desarrollos de pensamiento y de carcter como aquellos cuya manifestacin me ha llamado a veces la atencin durante mi viaje, puede abordar con plena esperanza los problemas del porvenir"2. Ocurre que nada en las instituciones ni en la poltica, casi nada en la sociedad, autoriza hoy aquel optimismo.

    Hace noventa aos, Clemenceau pudo asistir en la ciudad de Rosario a la construccin de unas instalaciones portuarias "magnficas, con una capacidad prevista para los proximos treinta aos" . El mes pasado, un Boeing 737 provoc una catstrofe con ms de setenta muertos al salirse de pista en el aeropuerto ubicado en pleno Buenos Aires y estallar a pocos metros de las instalaciones de un campo de golf, luego de atravesar envuelto en llamas, en hora punta, una avenida atiborrada de coches. A raz de esta tragedia, la segunda de gravedad en un ao, se hicieron pblicas las denuncias de Enrique Pieyro, un piloto de la compaa privada LAPA, que dos aos antes habia renunciado a su puesto alegando que los aeropuertos argentinos son extremadamente riesgosos ya que no hay radares modernos, los aviones vuelan excedidos de peso, la informacin meteorolgica es errnea y las privatizaciones apresuradas y la desregulacion han convertido el sistema areo argentino -hasta hace poco uno de los ms seguros y eficientes- en una grave amenaza3. Entretanto, sigue inactiva la pista de aterrizaje para aviones de gran porte, dotada de todos los adelantos tecnolgicos, que el presidente Carlos Menem hizo construir cerca de su casa de campo en Anillaco, un pueblecito de 1.200 habitantes en la lejana provincia de La Rioja. A pesar del escndalo, el Presidente an no ha dado explicaciones satisfactorias sobre los recursos con que se financi la obra, aunque s las hubo para justificar el millonario gasto: la pista se utilizar para exportar aceitunas.

    En algun momento entre aquellas previsiones de futuro y este presente de republiqueta bananera, el poeta Csar Fernandez Moreno, fallecido en Pars hace unos aos, resumi las dcadas de golpes de Estado, frustraciones y decadencia nacionales con un aforismo cruel: "ser argentino es como tener una madre idiota" . Ahora han pasado diecisiete aos desde que acab la dictadura militar, pero ni la sociedad, ni sus instituciones, ni la clase poltica parecen prximas a sacudirse su herencia.

    Sin embargo, el pas tiene posibilidades. En 1984, en el pico de la crisis mundial de la deuda provocada por la cesacin de pagos mexicana, la revista de negocios estadounidense Business Week dedic su portada a Ral Alfonsn, preguntndose si ese flamante Presidente democrtico pagara la deuda externa. Con cierta angustia, la revista aseguraba que ese pas enorme, excedentario en alimentos y energa, con una poblacin culta, integrada y sin problemas religiosos, raciales o lingsticos, un inmenso territorio an por ocupar y explotar, una industria ligera desarrollada y otra pesada de apreciable desarrollo -incluyendo el nuclear- provisto de un sistema educativo pblico y cientficos y tcnicos de alto nivel, "podra poner una alambrada alrededor de s mismo y mandarnos al infierno"4.Le faltaba agregar que esa -la de 1984- era la gran oportunidad argentina de sentar las bases de su soberana real, porque la ltima dictadura y la derrota en la guerra de Malvinas haban dejado knock out a las fuerzas armadas y la oligarqua argentinas -los "socios" habituales de los centros hegemnicos de poder mundial- y la sociedad estaba en efervescencia, sedienta de democracia y proyectos de futuro.

    Pero la preocupacin de Business Week result infundada. Los dos gobiernos democrticos que sucedieron a la dictadura (uno radical y otro peronista; entre ambos el 90% del electorado), se esmeraron tanto por satisfacer al FMI y la banca internacional que obtuvieron crdito ilimitado: la deuda externa pas de 43.500 millones de dlares al acabar la dictadura a 63.000 millones cuando asumi Carlos Menem en 1989, quien a su vez la dejar en el orden de los 150.000 millones a fines de

  • este ao, al entregar el gobierno5. Entretanto, el Estado ingres 39.600 millones de dlares por privatizaciones desde 1990 y la lite nacional tiene depositados 90.000 millones de dlares en el exterior6.

    Radicales y peronistas acentuaron el desmantelamiento de una estructura social que hasta los aos sesenta se aproximaba al nivel de los pases ms desarrollados. El sistema educativo pblico, verdadero orgullo nacional y ejemplo americano hasta hace tres decadas, est en ruinas. En uno de los diez pases ms caros del mundo, un maestro con 20 aos de servicio gana 400 pesos (1 peso=1 dlar). La desercin escolar es del 30% en la escuela primaria, del 49% en la secundaria y del 51% en la superior y universitaria7. Unos 50.000 cientficos de primer nivel han abandonado el pas en los ltimos treinta aos8. Los mecanismos de asistencia social estn en quiebra: miles de jubilados, que cobran entre 150 y 250 pesos mensuales, protestan semanalmente ante el Congreso y la Casa de Gobierno, junto a las Madres de Plaza de Mayo. En 1995, el Poder Ejecutivo anul (por decreto!) los procesos judiciales iniciados por los jubilados para que se actualicen sus haberes9. El nivel de paro llega al 16%; el subempleo, al 14%; uno de cada tres argentinos vive en la pobreza10. Dos de cada tres de las ms grandes empresas del pas estn bajo control del capital extranjero11.

    Jvenes sin futuro, personas mayores desamparadas, trabajadores empobrecidos, clase media en descomposicin, marginalidad, inseguridad, corrupcin, desnacionalizacin Dnde ha quedado el "granero del mundo" , el pas de futuro que vislumbr Clemenceau?

    La decadencia argentina no puede explicarse solamente por el fenmeno mundial de la globalizacin, las desregulaciones y los problemas sociales que traen aparejados. La reflexin de Business Week sobre las posibilidades del pas sigue siendo pertinente. Pero en lugar de afirmarse en un proyecto de saneamiento institucional y desarrollo autnomos, la democracia se ha ido deslizando hacia un cuadro de situacin ms parecido al de Colombia o Paraguay que al de Chile -por citar dos ejemplos regionales- a pesar de que sus posibilidades y recursos son muy superiores.

    La actividad poltica, social y econmica transcurre entre la tragedia y el esperpento. Las instituciones, desde los tres poderes del Estado hasta los sindicatos, pasando por las fuerzas armadas, la polica y los partidos polticos, son motivo frecuente de escndalos de corrupcin, clientelismo, procedimientos antidemocrticos y todo tipo de delitos de una envergadura y desfachatez tales que si no provocaran tan trgicos resultados bien podran ser motivo de un culebrn televisivo o de una opereta italiana. Es imposible detallar todos los hechos, pero baste decir que unos 150 altos funcionarios, legisladores y jueces se encuentran procesados por diversos delitos; que en plena guerra entre Per y Ecuador, siendo Argentina miembro del grupo mediador entre los dos pases, oficiales del ejrcito vendieron clandestinamente armas (caducas!) a Ecuador, con el presunto conocimiento del entonces ministro de Defensa; que al poco tiempo se produjo una terrible explosin en un polvorn del ejrcito ubicado en plena ciudad de Ro Tercero, de donde habran salido las armas hacia Ecuador (las victimas fueron todas civiles, ninguna militar; en julio pasado, un juez dictamin que la explosin fue intencional). Zulema Yoma, la ex esposa del presidente Menem, aparece regularmente en los medios reclamando que le restituyan los restos de su hijo Carlos Menem, muerto en un dudoso accidente de helicptero hace cuatro aos. La seora alega que su hijo "investigaba el narcotrfico y el contrabando de armas" y que "fue asesinado por el poder" , en alusin al entorno de su ex marido. En cualquier caso, once de las personas que deban declarar como testigos o estaban vinculadas a la causa judicial abierta por este suceso han muerto desde entonces en extraos accidentes o asesinadas.

    En este marco, si algo define hoy a la sociedad argentina, es un estado entre el estupor y la indiferencia. Sentado al sol de invierno en un bar del barrio norte de Buenos Aires que an conserva huellas del pasado esplendor argentino, el periodista Jacobo Timerman12 se muestra no obstante optimista."Hay un importante cambio de nimo en la sociedad, que en este momento est expectante y desconfa de todo, pero empieza a creer que algo puede hacerse. Estamos a las puertas de una verdadera revolucin pacfica, porque una vez instalada la Alianza en el poder, la sociedad se

  • movilizar para impulsar un pacto entre el gobierno y sectores peronistas opuestos a Menem, de fuerte contenido democrtico y antimafioso. Las mafias existen en todas partes, el problema es que se las combata y no tengan piedra libre para cualquier cosa, como ocurre ahora".

    Un punto de vista similar, aunque desde otro ngulo, mantienen algunos sectores liberales. Un importante banquero -que solicit el anonimato- estima que "nadie sino el peronismo menemista poda hacer lo que se hizo aqu: quebrar la resistencia de los sindicatos y la burocracia estatal para privatizar y modernizar este pas. Algo parecido, guardando las proporciones, hicieron los socialistas en Espaa y Francia en los aos 80. El precio fue una alta corrupcin y postergar el fortalecimiento de las instituciones. El prximo gobierno enmendar y equilibrar las cosas".

    Pero "las cosas" no se presentan tan simples. Los cuerpos de seguridad pblicos y privados (unos 200.000 hombres armados, excluyendo a las Fuerzas Armadas y los diversos servicios de inteligencia, a los que tambin les caben las generales de la ley), son focos de corrupcin ligados al trfico de drogas, el juego, el contrabando, la prostitucin, robos, secuestros, atentados y crmenes13. Constituyen el soporte armado, la mano de obra sucia -o en todo caso el correlato- del entramado poltico, jurdico, empresario y financiero de la corrupcin, hasta ahora funcional al neoliberalismo privatizador y desregulador, a las fabulosas ganancias de las grandes empresas y especuladores internacionales14. Poco importan para el diagnstico -aunque s para el futuro- las numerosas excepciones. Se trata de una tendencia, hasta ahora irreprimible, que incluye a la oposicin15.

    Las culpas de la sociedad

    La alternativa del prximo gobierno ser entonces recuperar las instituciones de la Repblica y disear un proyecto econmico abierto al mundo pero autocentrado y justo, o seguir resbalando por la pendiente de una institucionalidad de fachada y el desaliento de ciudadanos sometidos a la pobreza, ignorancia e inseguridad. La sociedad deber salir de su marasmo actual y asumir sus responsabilidades. En 1978, en plena dictadura, una mayora de argentinos se mostr triunfalista durante el mundial de futbol y aprob la consigna militar "somos derechos y humanos" ; en 1982 no vacil en embanderarse otra vez con la dictadura detrs de la insensata invasin a las islas Malvinas; en 1990 asumi el disparatado y presuntuoso slogan de Carlos Menem: "pertenecemos al primer mundo" ; en 1995 reeligi a una de las administraciones ms corruptas y desvergonzadas de la historia del pas.

    Una sociedad tan sensible a los cantos de sirena tarde o temprano se estrella con la realidad y acaba por merecer lo que le ocurre. Despus de todo, funcionarios y dirigentes polticos son slo el reflejo de la sociedad que los sustenta. Sern incultos, ineptos y muchas veces venales, pero ante las elecciones saben interpretar a la mayora. Por eso el debate actual no incluye temas como el funcionamiento del Congreso, el financiamiento de los partidos, la corrupcin generalizada, la deuda, el dinero en el exterior, la soberana, las verdaderas causas del desempleo

    Todas las sociedades suben y bajan, tienen raptos de nobleza y momentos de ignominia; todas deben luchar con sus propios demonios, como el organismo con las bacterias y el genio con la locura. Pero algunas aprenden; otras no, o tardan demasiado y las oportunidades se les hacen raras. Algunas saben encontrar, entre los escombros de sus desatinos y desgracias, la semilla aleteante de su identidad; medir el desastre con la vara de la propia necedad; recuperar los escritos de sabios desdeados; humanizar a sus hroes; castigar con la justicia y perdonar con la razn; ponerse a trabajar con humildad, aceptando sacrificios, reparando injusticias y confiando en sus propias fuerzas. Otras no.

    A pesar de algunos logros, el rumbo de la "transicin democrtica" se ha tornado errtico, peligroso. Estas elecciones definen la prxima oportunidad, quiz la ltima, para la democracia argentina, antes

  • de que la decadencia resulte irreversible por varias generaciones o suene la hora de los depredadores del caos.

    1. Una versin en francs de este artculo se publica simultneamente en Le Monde diplomatique, Pars.

    2. Georges Clemenceau, La Argentina del Centenario, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1999.

    3. Quintin, "Descontrol fatal" revista trespuntos N 114, Buenos Aires, 8-9-99.

    4. Business Week, 14-2-84

    5. Ismael Bermudez, "Cmo pagar y no morir en el intento" , Clarn, Buenos Aires, 4-7-99. Eric Toussaint,

    "Quebrar el crculo infernal de la deuda" y Jorge Beinstein "Tomar distancia de los centros de dominacin"

    , el Dipl N 3, septiembre de 1999. Sobre el estado de la economa, J. Beinstein, "La coartada de la

    globalizacin" , el Dipl N 1, julio de 1999.

    6. Clarn, Buenos Aires, 25-4- y 4-7-99.

    7. Guillermo Jaim Etcheverry, La tragedia educativa, Fondo de Cultura Econmica, Buenos Aires, 1999 y Juan

    Carlos Hidalgo y otros autores, La Universidad actual, Ediciones de la Cortada, Universidad Nacional del

    Litoral, Santa Fe, 1992.

    8. Maximiliano Seitz, "Enfrentar la fuga de cerebros" , La Nacin, Buenos Aires, 25-7-99. El 29 de julio de

    1966, el general dictador Juan Carlos Ongania viol con sus tropas la autonoma universitaria, procediendo

    a la detencin masiva de estudiantes y profesores. Miles de universitarios y cientficos de alto nivel

    emigraron del pas. Esa fecha, conocida como "la noche de los bastones largos" , marca el inicio de la

    decadencia del sistema educativo y de la investigacin cientfica en Argentina.

    9. "El ejecutivo no legisla" , Ricardo Gil Lavedra, Clarn, Buenos Aires, 24-2-95.

    10. Ismael Bermudez y Olga Viglieca, "La estampida de la pobreza" , Clarn, 13-6-99. En Argentina hay 13

    millones de pobres (sobre 36 millones de habitantes), de los cuales 3,5 millones viven en la indigencia

    absoluta. "Uno de cado dos nios come, se educa y se cura mal" , segn este informe. Tambin Ismael

    Bermdez, "El trabajo no ha terminado" , Clarn, Buenos Aires, 27-9-99.

    11. Ismael Bermdez, Sebastin Campanario, "El good bye a las empresas nacionales" , Clarn, Buenos Aires,

    12-9-99.

    12. Jacobo Timerman fue fundador y director del diario La Opinin de Buenos Aires.

    13. La bonaerense, historia criminal de la polica de Buenos Aires, Carlos Dutil y Ricardo Ragendorfer, Ed.

    Planeta, Buenos Aires, 1997.

    14. Pablo Ferreira, "Superganancias de las empresas en la mira" , Pgina 12, Buenos Aires, 12-8-99. En 1998,

    264 empresas obtuvieron utilidades que duplican en promedio el 10% considerado como razonable en los

    pases desarrollados.

    15. Carlos Gabetta "Descrdito y necesidad de la politica" , el Dipl, julio de 1999.

    Ni factora, ni Nacin La disminucin de la calidad de la enseanza y del tiempo de escolaridad, sumada

    a la tendencia actual del Estado a desprenderse de su funcin tradicional de

    garantizar la educacin para todos, abriendo la brecha a la aplicacin de la

    ortodoxia econmica neoliberal a la escuela, comprometen la viabilidad misma del

    pas como nacin.

    A comienzos de la dcada de 1980, se public en Estados Unidos de Amrica el informe titulado Una Nacin en peligro, elaborado por un grupo de lderes sociales de muy diversa extraccin. En su introduccin deca: "Nuestra Nacin est en peligro. Nuestra preeminencia en el comercio, la industria, la ciencia y la innovacin tecnolgica, que en algn momento no reconoci rivales, est pasando a manos de competidores de todo el mundo. Los pilares educativos de nuestra sociedad estn siendo

  • erosionados por una marea creciente de mediocridad que amenaza nuestro futuro como Nacin y como pueblo. Si una potencia extranjera enemiga hubiera intentado imponer sobre nuestro pas la actual mediocridad educativa, lo hubiramos visto como un acto de guerra. Cada generacin de estadounidenses ha sobrepasado a sus padres en educacin, en cultura y en logros econmicos. Por primera vez en la historia de nuestro pas, las habilidades educativas de una generacin no superarn, no igualarn, ni siquiera se aproximarn a las de sus padres".

    Habr muchas personas en la Argentina actual que consideren que la existencia misma del pas est en peligro debido a su profunda crisis educativa? Es ms, habr quienes, advirtiendo ese riesgo, lo consideren tan grave como los lderes estadounidenses? En caso de hacerlo, les importar lo suficiente como para lanzarse decididamente a la accin para evitarlo?

    La decadencia actual es manifiesta si se la contrapone a la situacin en la segunda mitad del siglo pasado, cuando la dirigencia argentina percibi con lucidez un desafo similar. Cuando aquella generacin de dirigentes promovi obstinadamente la educacin para todos, lo hizo consciente del efecto que tendra tanto para el desarrollo del pas como para la conformacin de una sociedad democrtica. Es preciso recordar que en 1869 el 78 % de la poblacin argentina era analfabeta, pero a comienzos de este siglo lo era el 35 %. En ese momento, el 59 % de la poblacin de Espaa era analfabeta, el 48 % en Italia y entre el 60 y el 80% en la mayora de las naciones de Amrica del Sur1. La trascendencia social asignada a la educacin se manifest en la magnitud de los presupuestos que se le asignaron: a un siglo de distancia, quedan como testimonios mudos de aquella epopeya los edificios monumentales que alojaron a las escuelas de entonces. Esos mismos edificios que hoy el Estado no est en condiciones de mantener o, peor an, ni siquiera interesa conservar, porque se prefiere convertirlos en modernos palacios de la "cultura" : los shoppings.

    La situacin ha cambiado dramticamente. Argentina tiene serios problemas, tanto en la calidad de la educacin que demuestran haber recibido sus nios y jvenes, como en la magnitud del capital educativo -en trminos de aos de escuela- acumulado por sus ciudadanos.

    A partir de 1993, Argentina desarrolla un operativo nacional destinado a evaluar en forma sistemtica el conocimiento de la lengua y la matemtica adquirido en distintas etapas del ciclo escolar. Los resultados de las evaluaciones se refieren a la competencia de los alumnos, expresada en una escala de 1 a 10, en la que el nivel mximo no corresponde a la excelencia, sino tan slo al mnimo que cabe esperar de un alumno que se encuentre en el curso investigado.

    A fines del ciclo lectivo de 1997 se evaluaron, por primera vez en forma censal, los conocimientos de lengua y matemtica de los jvenes que concluyen sus estudios secundarios. El rendimiento promedio en ese censo fue de 6,50 en lengua y de 6,23 en matemtica. En 1998, los rendimientos respectivos fueron de 6,69 y 6,702. Las deficiencias se registran a propsito de conocimientos elementales, que no representan grandes proezas intelectuales, sino operaciones y conceptos imprescindibles para el desempeo normal en la vida cotidiana.

    Como en todos los operativos de evaluacin, se registraron importantes diferencias de acuerdo con la jurisdiccin del pas considerada. Por ejemplo en 1997, en el caso de matemtica el rendimiento fue de 6,7 en la provincia de Buenos Aires y de 4,7 en Catamarca. En lengua, la calificacin promedio fue de 7,2 en la ciudad de Buenos Aires y de 5,0 en La Rioja.

    Confianza en lo privado

    A pesar de reiteradas comprobaciones de ese tipo, cuando los padres de los alumnos opinan en forma general sobre el rendimiento acadmico, solo el 47% considera que ste es bueno o aceptable. Pero cuando se trata del rendimiento de sus propios hijos, el 81% lo considera bueno, el 15% regular y slo el 3 % malo. Esta sorprendente disociacin entre la percepcin del estado general de la educacin y la de la situacin personal, confirma una actitud que ha sido puesta de manifiesto en forma

  • sistemtica por una serie de estudios realizados durante la dcada de 1990 por Enrique Zuleta Puceiro3 y confirmados en una reciente investigacin dirigida por Juan Llach4. As, por ejemplo, en 1994 el 65% de los entrevistados en todo el pas consideraba que la educacin en la Argentina era regular, mala o muy mala. Pero en cambio, si se requera de esas mismas personas una evaluacin del colegio al que concurran sus propios hijos, se comprobaba que un 76% se consideraba satisfecho o muy satisfecho. Esa conformidad fue del 84% en 1991 y del 73% en 1993, mientras slo un 7% de los padres se manifestaba poco o nada satisfecho con el colegio de sus hijos. La satisfaccin con la escuela a la que concurren los hijos es algo mayor entre quienes los envan a establecimientos privados (88%) que entre quienes lo hacen a escuelas pblicas (79%) y tambin lo es entre las personas de mayor nivel socioeconmico: 92% en el nivel alto, 81% en el medio y 81% en el bajo.

    Los resultados coincidentes de estos estudios, realizados utilizando mtodos diferentes, en grupos de poblacin diversos y en distintos momentos, permiten concluir inequvocamente que los padres argentinos consideran que la educacin en el pas atraviesa una profunda crisis de la que ellos y sus hijos han logrado escapar. Ms an, los padres dicen estar satisfechos con la escuela a la que asisten sus hijos porque, en un porcentaje que siempre supera el 75%, advierten en ellos positivos logros acadmicos, fundamentalmente en los campos de la lengua y la matemtica que son, como se ha visto, aquellos en los que las deficiencias son alarmantes.

    Esa conformidad no es similar cuando se comparan las actitudes de los padres provenientes de diferentes culturas. Cuando se investiga la satisfaccin de los padres con el colegio en el que sus hijos cursan el quinto grado de la educacin elemental, sta alcanza el 75% en los EE.UU., el 50% en Taiwan y el 33% en Japn5. El hecho de que estos ltimos pases logren un buen rendimiento educativo seala la importancia de las expectativas sociales en esos logros.

    A pesar de que los padres demuestran una confianza creciente en la educacin privada, una de las observaciones ms interesantes realizadas en las evaluaciones es que el rendimiento de los alumnos de escuelas estatales y privadas no se diferencia en la forma notable que cabra esperar. La diferencia en el rendimiento observada en alumnos provenientes de escuelas de gestin privada fue de un punto en comparacin con los de escuelas de gestin estatal, es decir, un 10 % superior. El rendimiento promedio en lengua en el censo de 1998 fue de 6,33 en los colegios de gestin estatal y de 7,33 en los de gestin privada, mientras que en matemtica fue de 6,20 y 7,28 respectivamente.

    En la evaluacin de 1997 se comprob que entre las 10 escuelas medias de la provincia de Buenos Aires cuyos alumnos tuvieron el mejor rendimiento en matemtica, hay 4 pblicas y entre las 10 de peor rendimiento hay 4 privadas. Resulta demostrativa la posicin que en el orden de logros de sus alumnos obtuvieron algunas escuelas de gestin privada del Gran Buenos Aires consideradas como de lite: una de la zona norte ocup el lugar 55 en matemtica y el 74 en lengua, otra el 82 y 150 respectivamente y una tercera, en la zona sur, se ubic en los puestos 342 y 289 respectivamente.

    Los jvenes saben menos

    Estos resultados, confirmados por otras investigaciones, sealan que el problema educativo responde a causas mucho ms profundas que el rgimen de gestin de la escuela, estatal o privado.

    Hay evidencias que confirman la sensacin generalizada de que el nivel de conocimientos alcanzado por los jvenes al concluir el secundario ha disminuido en forma sostenida en el transcurso de los ltimos veinte aos. Un estudio realizado por la profesora lida de Gueventter6 a partir de la dcada de 1970, compara el rendimiento ante las mismas pruebas de jvenes escolarizados, de clase media, entre 17 y 22 aos de edad, que encaran la eleccin de un proyecto de vida profesional y laboral una vez finalizados sus estudios secundarios. Si se analiza globalmente el rendimiento del conjunto del grupo estudiado, en la dcada de 1970 el 71,1 % alcanz el nivel aceptable, el 25,6 % uno mediocre y

  • el 3,3 % uno no deseable. Las cifras obtenidas a comienzos de la dcada de 1990 fueron: 17,8 % rendimiento aceptable, 56,2 % mediocre y 26 % no deseable.

    El inters singular de esta investigacin reside en el hecho de que se estudia la respuesta de jvenes de distintas generaciones a cuestionarios similares. Vale decir que ao tras ao responden peor a iguales preguntas. En el mismo estudio se demostr que, entre otras razones, el menor rendimiento de los jvenes de hoy se debe a que su valoracin del conocimiento es menor.

    Sin embargo, es universalmente aceptado que para poder desempearse en la sociedad actual resulta imprescindible completar, como mnimo, la educacin media. A este respecto, la situacin en la Repblica argentina es alarmante7. Si se analiza el total de la poblacin, el 64% de quienes tienen entre 25 y 34 aos no complet el colegio secundario. A ttulo comparativo, en el conjunto de los pases de la Organizacin del Comercio y Desarrollo Econmico (OCDE, que nuclea a los 21 pases ms ricos), slo el 28% de las personas de esa edad est en la misma situacin. En Canad, el 15%, en EE.UU. el 13 %; en Alemania el 14%; en Suecia el 13% y en Francia el 26%.

    Importancia del origen social

    Cuando se analiza el mximo nivel educativo de las personas de entre 25 y 64 aos que integran la fuerza de trabajo, los datos correspondientes a Argentina y los pases de la OCDE son, respectivamente, los siguientes: 69 y 33% no completaron el secundario; 20 y 41% completaron el secundario como mximo nivel; 5 y 11% completaron educacin terciaria no universitaria; 6 y 15% completaron la educacin universitaria.

    Las carencias socio-econmicas no son las nicas responsables de la importante desercin que registra el sistema educativo argentino. Tambin se registra un importante nivel de repitencia. Se genera as una grave distorsin en la igualdad de oportunidades: mientras que el 70% de los estudiantes de las clases medias y altas terminan el secundario, slo lo hace el 14% de quienes provienen de las clases bajas. En otras palabras, el origen social de los jvenes sigue siendo un factor determinante de sus posibilidades de educarse y el capital educacional del hogar constituye un factor principal de transmisin de las oportunidades de bienestar de una generacin a la siguiente.

    La clave para superar el estado en que se encuentra hoy la educacin reside en recrear la confianza social en su valor. La situacin actual slo podr mejorar si un nmero creciente de ciudadanos logra comprender que la educacin encierra la nica posibilidad de conseguir personas ms completas y economas ms competitivas, as como sociedades democrticas ms responsables y justas.

    Posiblemente, el nuevo contrato con la escuela debera acentuar el nfasis en el regreso al conocimiento concreto. Muchos de los intentos de reforma educativa actualmente en marcha en el mundo no parecen apuntar a este objetivo. Porque lo que parecen no haber apreciado los pedagogos, ni siquiera los que sinceramente pretenden educar para un futuro ms solidario y tolerante, es que la crisis de nuestro tiempo es, precisamente, una crisis de la experiencia, del sentido comn, de la admiracin por el conocimiento y la memoria histrica, los valores del pasado que resulta de inters conservar. El verdadero fin de este nuevo diseo de la enseanza parece ser acostumbrar a los individuos, aislados y desprovistos de todo conocimiento y conciencia, al manejo ciego de las mquinas y a la prdida de lo real, o mejor, a su suplantacin por el mundo digital y la realidad virtual.

    La pregunta sigue siendo: quin se apropiar de la autntica realidad? Lo que realmente despreciamos de cierta educacin tradicional es su carcter impositivo, autoritario, manipulador, castrante, vergonzante y vergonzoso, basado en la ocultacin del conocimiento y la ostentacin de la irracionalidad8.

  • Tal vez el factor ms importante para conseguir revertir estas tendencias sea el retorno a la concepcin, hoy desprestigiada, que sostiene que la educacin demanda esfuerzos sostenidos, no slo por parte de quien se educa y de docentes y padres que deben estimularlo, sino tambin del conjunto de la comunidad. Si no se recupera la idea de que uno de los ms importantes objetivos debe ser proporcionar a todos la mejor educacin posible, la estabilidad social corre grave peligro. Esto implica vencer la arrolladora tendencia actual a considerar que el Estado moderno debe desprenderse precipitadamente de las que fueron tradicionalmente sus funciones, entre ellas garantizar la educacin de todos.

    Aunque siempre se la concibi como un poderoso igualador social y la ms formidable herramienta para asegurar la igualdad de oportunidades, muchos empresarios y economistas contemporneos piensan que la educacin es responsabilidad privada: que se eduque quien quiera, como quiera y como pueda. Es indudable que avanza la tendencia a sustituir un sistema educativo que, hasta ahora, consider a la educacin como un bien pblico, un derecho ciudadano y una responsabilidad social del Estado, por un sistema gobernado por las fuerzas del mercado. Numerosos experimentos contemporneos van en ese sentido, como el concesionamiento de las escuelas pblicas o el financiamiento de la demanda.

    En este ltimo caso, se propone asignar los fondos pblicos directamente a los padres, para que stos salgan a "comprar" educacin en un mercado que se concibe crecientemente privatizado. Curiosamente, ni siquiera quienes estn hoy en condiciones de decidir el tipo de educacin que recibirn sus hijos, parecen hacerlo movidos por consideraciones de calidad acadmica.

    Es posible superar la crisis?

    Ser posible sostener durante mucho tiempo esta brecha creciente en la sociedad argentina? Cules sern las consecuencias del avance de la exclusin educativa? No es casual que en EE.UU. la iniciativa privada haya aportado 14.000 millones de dlares a la educacin pblica durante 1994. Tal vez no sea el altruismo lo que gue a la dirigencia de ese pas, sino la conciencia de lo que, en su poca, adverta Sarmiento: "No queris educar a los nios por caridad? Pero hacedlo por miedo, por precaucin, por egosmo! Movos, el tiempo urge; maana ser tarde!"Y agregaba: "Vuestros palacios son demasiado suntuosos, al lado de barrios demasiado humildes. El abismo que media entre el palacio y el rancho, lo llenan las revoluciones con escombros y con sangre. Pero os indicar otro sistema de nivelarlo: la escuela" . O, tambin: "El solo xito econmico nos transformar en una prspera factora, pero no en Nacin. Una Nacin es bienestar econmico al servicio de la cultura y de la educacin".

    Concretar ese sueo supone garantizar a todos la mejor educacin posible. La crisis actual no pasa por los objetivos o los mtodos pedaggicos. Reconoce una raz ms profunda: la carencia de una voluntad democrtica; el rechazo a la responsabilidad de tomar seriamente a los nios, las escuelas, el futuro.

    Se debera privilegiar la inversin educativa por sobre cualquier otra, porque si se acaba el futuro, ni siquiera el dficit importa. Se la debera ubicar por encima de toda otra poltica pblica, porque sin educacin pblica no hay pblico cuyo bien se deba perseguir. Slo recuperando esa poderosa voluntad que Argentina supo exhibir un siglo atrs, podr atisbarse la solucin de la tragedia en que amenaza convertirse la crisis educativa actual.

    1. A. Bunge, Una Nueva Argentina, Editorial Kraft, Buenos Aires, 1940.

    2. Operativo Nacional de Evaluacin de Finalizacin del Nivel Secundario, Ministerio de Cultura y Educacin,

    1997, 1998.

    3. E. Zuleta Puceiro, Expectativas y demandas sociales respecto a la reforma del sistema educativo.

    Fundacin Banco Crdito Argentino, 1991, 1994, 1996.

  • 4. J.J.Llach, comunicacin personal, 1999.

    5. H.W.Stevenson and J.W.Stigler, The Learning Gap, Nueva York, Touchstone, 1992.

    6. E.L.de Gueventter, Historia para el Futuro. Jvenes en los ltimos 25 aos, Academia Nacional de

    Educacin, 1997.

    7. "Education at a Glance" , OECD Indicators, Paris 1998.

    8. C. Fernndez Martorell, "La reforma educativa, la era digital y otras servidumbres" . El Viejo Topo,

    Barcelona, abril 1998

    Puede la educacin ser democrtica?

    Vassallo, Marta

    La tragedia educativa

    Guillermo Jaim Etcheverry, Fondo de Cultura Econmica, Buenos. Aires, 1999.

    Educar entre el acuerdo y la libertad

    Adriana Puiggrs, Ariel, Bs. As. 1999.

    Estos dos libros de autores argentinos coinciden en su nocin de la educacin como inversin prioritaria de un pas para asegurarse un lugar en el mundo, y en el alerta contra las posiciones que colocan a la educacin a merced de las leyes del mercado. Los dos, en determinado momento del desarrollo de su obra, se ocupan de la problemtica relacin entre democracia y vnculo pedaggico. Etcheverry zanja la cuestin drsticamente: "por la naturaleza de la tarea que realiza, la escuela no puede ni debe ser una democracia () A una sociedad democrtica le resulta difcil tolerar () las jerarquas vinculadas con la transmisin" . La reivindicacin de esas relaciones jerrquicas es indisociable de su reivindicacin del esplendor de la tradicin educativa argentina. Tambin Puiggrs considera que "la emergencia de nuevos sujetos sociales al escenario de los derechos de la humanidad plantea nuevos problemas a la educacin" . Pero aborda esos problemas con otro criterio: "Cuando los chicos surgen como sujetos de derecho, los grandes nos quedamos en silencio, los abandonamos a su suerte, como si educarlos fuera sinnimo de someterlos y al tornarse inactual el autoritarismo perdiramos la palabra. Como si la educacin democrtica fuera imposible" . Puiggrs deja abiertas preguntas cruciales: tienen derecho los jvenes a decidir sobre el modo de ser educados? Necesitan los menores de edad estar representados? Pero propone abiertamente la necesidad de llegar a nuevos acuerdos intergeneracionales, dado que si los jvenes no estn convencidos de que necesitan ser educados, nadie los educar.

    En cualquier caso, dos obras que aunque abordan los mismos problemas desde ngulos diferentes, comparten el mrito de plantearlos y proponer soluciones ante una sociedad que parece ignorar la gravedad de la crisis educativa.

  • Ms diputadas; no ms logros Una investigacin realizada por Cotidiano Mujer de Uruguay (ver pgs. 28-29),

    Cecym de Argentina e Instituto de la Mujer de Chile, con el auspicio de la

    Fundacin Heinrich Bll de Alemania, muestra que las campaas electorales slo

    conciben a las mujeres en los roles tradicionales de madres y esposas, en el

    marco de la exaltacin de un modelo familiar que ignora los profundos cambios en

    la condicin femenina.

    Las elecciones presidenciales argentinas de 1999 se enmarcan en el proceso de democratizacin poltica que cobr nuevo impulso con la Reforma Constitucional sancionada en agosto de 1994. El pacto convena en la posibilidad de la reeleccin del Presidente (motor fundamental de la Reforma) y como contrapartida introduca leyes que garantizaban un mayor control ciudadano del poder Ejecutivo, a travs de nuevas instituciones y nuevos mecanismos.

    Desde el punto de vista de las mujeres, ya antes haba comenzado a regir la Ley de Cuotas o de Cupos1, que les asegurara una tercera parte de los cargos electivos. Con las elecciones de 1995 comenz un proceso destinado a lograr una mayor representacin de las mujeres en el parlamento, en los consejos provinciales y municipales en todo el pas. La Reforma inscribi en el texto mismo de la Constitucin la Convencin sobre la Eliminacin de todas las Formas de Discriminacin contra la Mujer (1979), cuyo propsito es implantar la igualdad real de mujeres y varones.

    Existen logros a nivel de la representacin, pero no tanto en igualdad de oportunidades. Las mujeres, que representaban poco ms del 6% entre los diputados y 8% en senadores, comenzaron a recuperar su nivel de participacin como resultado de la Ley de Cupos, aunque slo en la Cmara baja, donde superaron incluso los mayores niveles histricos (23% en diputados y 22% en senadores, entre 1952 y 1955)2. Actualmente representan casi un 30%, aunque en el Senado hay slo una mujer entre 65 miembros.

    La Ley de Cupos garantiz la presencia de las mujeres en la Asamblea Constituyente, lo que evit la inclusin en el texto de una norma que de modo expreso prohibiera el aborto sin excepciones, derecho que la legislacin argentina contempla para casos de violacin o cuando peligra la salud de la madre.

    Qu lugar ocupan las mujeres en los discursos de campaa, en los programas de gobierno? La tradicin las relega en nombre de los temas "serios" : en los 70 eran la revolucin o al menos la atencin prestada a la cuestin social. En los 80 fue la recuperacin de la democracia. En los 90, salir de la hiperinflacin. Como si una perspectiva de gnero no otorgara una dimensin indispensable a cualquiera de esas cuestiones. Sobre el filo del 2000 las encuestas determinaron que en una primera etapa de la campaa los ejes deban ser desocupacin y seguridad, ignorando la especificidad femenina en esos temas. En efecto, en cuanto a seguridad slo se consideran la propiedad privada o los ataques de extraos. Como dice Franoise Collin, es hora de considerar la violencia especfica sobre las mujeres "como un atentado fundamental al orden pblico y una amenaza para la democracia"3.

    Las situaciones abusivas, el maltrato conyugal, las violaciones, el acoso sexual, la prostitucin y el trfico de mujeres, por citar slo las manifestaciones ms crudas del sexismo, no figuran en los discursos polticos, aunque el Estado argentino es firmante de la Convencin Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Ley 24 632/96)4. Las mujeres aparecen hoy algo ms en los medios, pero el planteo sobre democracia de gnero5 est ausente de la campaa presidencial, aunque figure en la plataforma de los partidos.

  • En una campaa electoral reida, ni a Fernando de la Rua (Alianza), ni a Eduardo Duhalde (Partido Justicialista) se le ha ocurrido buscar el voto de las mujeres, ni ha concedido a las mujeres de su partido espacio para obtenerlo. Han evitado encarar los temas de mujeres, ya que aparecen como conflictivos en relacin a los votos que se consideran propios. Ninguna encuesta prelectoral fue diseada en base a las prioridades especficas de la mujer, del mismo modo que no se abordaron temas relevantes para allegar votos de indecisos.

    A pesar de los grandes escndalos prostibularios recientes, no se manifest la menor iniciativa poltica contra la explotacin organizada, ni siquiera cuando involucra a nias y adolescentes, a pesar de que la ley la penaliza. Las recientes experiencias con el Cdigo de Convivencia, al poner en evidencia el podero de los intereses del proxenetismo -que cualquier intervencin hara peligrar- parecen haber convencido a los polticos (tambin a las polticas) que de eso "mejor no hablar".

    Consagrada la ley de cuotas, tampoco hay proyectos para seguir avanzando en otros espacios inconmovibles, por ejemplo la Corte Suprema (nueve hombres y ninguna mujer), los Consejos Universitarios, etc.

    Yo abort

    Por ltimo, es notable la ausencia de reivindicaciones laborales y proyectos sociales, de cara a las votantes que trabajan. Aunque la plataforma de la Alianza enuncia el compromiso de impulsar un plan de igualdad entre los gneros y la incorporacin de la perspectiva de gnero en la planificacin de todas las polticas pblicas, su candidato no incluy ninguna de estas propuestas como tema de campaa. Ningn candidato se pronunci con respecto a la creacin de mecanismos institucionales que puedan garantizar e implementar la equidad entre mujeres y varones.

    Hasta ahora el nico pronunciamiento concreto de los candidatos presidenciales se refiere a la prohibicin del aborto, una rendicin incondicional ante la Iglesia catlica.

    Las trayectorias de De la Ra y Duhalde hacan predecible esa definicin, pero adems ha prevalecido el clculo electoral (dudoso, ya que muchos ciudadanos apoyan la promulgacin de una ley progresista) ante un tema conflictivo. Pero la "confesin" de haber abortado realizada por la ex mujer del presidente Menem, Zulema Yoma, explot en la cara de los candidatos y del propio Presidente, desnudando la profunda hipocresa de la clase politca6.

    No parece ser con estos hombres que las mujeres seguirn avanzando en sus reivindicaciones sociales.

    1. Aprobada por la Cmara de Senadores el 24-11-91.

    2. Archenti, Nlida y Patricia Gmez, "Las legisladoras argentinas. Su quehacer en la transicin democrtica

    1983-1991, Revista Latinoamericana, Hoy, N 9 Universidad Complutense de Madrid, Universidad de

    Salamanca, noviembre 1994.

    3. Franoise Collin, Cahiers du Grif, Pars, 1998.

    4. Existen tres proyectos en el Parlamento para dar jerarqua constitucional a esta ley.

    5. Democracia de gnero es un concepto usado para designar una democracia igualitaria para mujeres y

    varones.

    6. Mariana Carbajal, "Yo tuve un aborto" , Pgina 12, 17-9-99.

  • Un terreno frtil, pero arrasado Segn el ltimo censo de 1994, las pequeas y medianas empresas argentinas

    son alrededor de 890.000. Emplean al 68% de la poblacin activa. Su

    participacin en la produccin es del 54%. Son consideradas universalmente

    como "motor de la economa" , pero las "pymes" que han logrado sobrevivir a la

    salvaje apertura econmica de los 90 deberan llevarse el mote de "milagro

    argentino" . Un balance peligroso para una economa en busca de mecanismos

    que la saquen de la recesin.

    La situacin de muchas pequeas y medianas empresas (pymes) argentinas puede considerarse crtica. El conjunto de la economa argentina est sumida en una profunda recesin, pero un anlisis pormenorizado permite advertir que existe una gran heterogeneidad en el comportamiento empresario, segn el tamao de las firmas.

    Un claro indicador de la gravedad de la situacin es la cantidad de cierres de cuentas corrientes. En los primeros siete meses de este ao se han cerrado 5.495 cuentas de empresas (una altsima proporcin corresponde a pymes), o sea un 54% ms que el mismo perodo del ao anterior. Las causas no derivan exclusivamente de la fuerte recesin econmica iniciada en el segundo semestre de 1998. Para justificar semejante cuadro, hay que remontarse al menos hasta el inicio de esta dcada, cuando comienza el modelo configurado por la convertibilidad cambiaria y las reformas estructurales que la acompaaron.

    La brusca apertura econmica, la poltica de privatizaciones, la concentracin de los recursos financieros y el proceso de desregulacin generaron un entorno adverso para las pequeas y medianas empresas. Una verdadera conmocin, dada la velocidad y profundidad del cambio.

    Los ltimos datos disponibles del sector corresponden al Censo Econmico de 1994. Desde entonces, se operaron importantes transformaciones. Segn el Instituto Nacional de Estadsticas y Censos (Indec) haba en esa fecha 890.000 firmas pymes, correspondientes a los sectores de la industria manufacturera, el comercio y los servicios personales1. Estas empresas contribuan con el 54% de la produccin y el 68% del empleo de estos sectores (ver cuadro).

    En estos ltimos aos las pymes industriales se vieron afectadas por la apreciacin del peso, la disminucin de aranceles, las restricciones en el financiamiento, el elevado costo del crdito y el costo de los servicios pblicos privatizados, entre otros factores. Segn una encuesta realizada por Fundes Argentina entre 600 pymes, las dificultades de acceso al crdito y el elevado costo de los servicios pblicos privatizados encabezan el ranking de los principales obstculos que enfrentan estas firmas en la actualidad2.

    La rpida y severa apertura econmica explica por s sola el 40% de los cierres de pymes (pequeas y medianas empresas industriales), que se contaron por miles en esta dcada. Mientras que las exportaciones de pymes se multiplicaron por dos, las importaciones de los rubros donde predominan las pymes se multiplicaron por cuatro. Los rubros mas afectados fueron los de prendas de vestir, calzados, productos de caucho, plstico y goma; insumos y partes metalmecnicos3. Desde antes de la apertura, muchas pymes tenan deficiencias estructurales: escasa inversin, insuficiente innovacin y actualizacin tecnolgica, fragilidad financiera, estrecha especializacin productiva y reducida cooperacin con otras empresas. En esas condiciones no pudieron resistir el aluvin de productos importados, ms an teniendo en cuenta que muchos artculos entraban a precios de dumping o violando las normas aduaneras y fiscales.

  • Tambin el Mercosur, con su exigencia de mayores escalas de produccin, requerimientos superiores en materia de calidad y eficiencia y nuevas formas de comercializacin, result daino y en ocasiones letal para muchos pequeos emprendimientos. En los aos en que el real brasileo sobrevaluado favoreca a los exportadores argentinos, un nmero considerable de pymes consigui colocar sus productos en ese vasto mercado interno. Sin embargo, la devaluacin en Brasil deterior significativamente la competitividad de las pymes argentinas4.

    No obstante, muchas pymes sortearon con xito los obstculos y lograron expandirse, entre ellas las 9.500 empresas pequeas y medianas que en este perodo pudieron colocar sus productos en el exterior. Aun en los contextos ms adversos siempre hay empresas exitosas, eficientes, que exportan. Pero estos casos no deben ocultar el panorama general.

    Slo un 5% de las pymes argentinas produce en condiciones de excelencia en trminos internacionales. En el otro extremo, un 30% tiene escasas posibilidades de sobrevivir en un contexto macroeconmico similar al actual. El 65%, es decir la mayora, enfrenta desafos de envergadura para asegurar su viabilidad5. Se deduce entonces que para la mayora de las pymes el contexto macroeconmico y las polticas oficiales en relacin al sector son decisivas para asegurar tanto su supervivencia como su desarrollo.

    Tambin las pymes del comercio y los servicios se vieron enfrentadas a severos obstculos para su evolucin. Puede estimarse que decenas de miles fueron incapaces de superarlos. En este segmento, los factores ms crticos fueron el aumento explosivo de la cantidad de super e hipermercados, la brusca cada del consumo en los perodos de recesin, los cambios en las formas y canales de comercializacin, las restricciones financieras, el elevado costo del crdito, el incremento en el costo de los servicios y la mayor presin impositiva. Las cmaras del comercio minorista han expuesto las numerosas ventajas diferenciales con que operan las grandes cadenas: desgravaciones de impuestos y tasas municipales y menores descuentos en los sistemas de tarjetas de crdito; adems de los menores costos financieros y los precios inferiores de proveedores, obtenidos gracias a su enorme poder de negociacin6.

    En cuanto al sector agropecuario, para muchos pequeos y medianos productores resultaron crticos la dramtica cada en los precios internacionales luego de la crisis asitica, el elevado costo financiero, el abultado endeudamiento y el aumento del costo real de los insumos, los servicios y el peaje.

    Desnacionalizacin aguda

    Las dificultades de las pymes durante estos aos fueron la contracara de un formidable proceso de concentracin y extranjerizacin de la produccin, los servicios y las finanzas. Un reciente estudio del Indec aporta datos contundentes sobre este proceso. Las 500 ms grandes empresas aumentaron un 10% su participacin en el PBI en slo cuatro aos, hasta alcanzar el 40% del total en 1997. El capital extranjero concentra el 60% de la actividad de esas 500 firmas. Estas firmas, que aportan slo el 4,6% del total de empleo, redujeron la cantidad de personal ocupado, lo que demuestra las limitaciones que impone la concentracin empresaria para la generacin de puestos de trabajo. Las 500 mayores empresas concentran el 65% de las exportaciones, obtuvieron utilidades por 11.262 millones de pesos en 1997 (un 68% superior al nivel de utilidades de 1993) y destruyeron 63.523 puestos de trabajo en ese mismo perodo7. En 1998, 264 grandes empresas obtuvieron utilidades que duplican en promedio el 10% considerado como un ndice razonable en los pases desarrollados8.

    Las corporaciones transnacionales y los grupos econmicos locales crecieron en un clima sumamente propicio para el desarrollo de sus negocios. Las caractersticas del proceso de privatizaciones, la expansin y concentracin del mercado de capitales, el proceso de desregulacin, la flexibilizacion (legal y de hecho) del mercado de trabajo, el sesgo de la poltica fiscal y la consolidacin del Mercosur, convirtieron a la Argentina de los 90 en una localizacin privilegiada para estas firmas.

  • En la experiencia del mundo industrializado -por ejemplo la Unin Europea- los cambios estructurales, tales como transiciones entre modelos distintos de desarrollo industrial, procesos de liberalizacin comercial y fenmenos de integracin regional, son acompaados por polticas industriales hacia las pymes que facilitan su reconversin productiva. La batera de cursos de accin comprende medidas para favorecer la asociacin y cooperacin entre pymes, asistencia al desarrollo tecnolgico y la innovacin, apoyo a la internacionalizacin de las empresas, financiamiento, entrenamiento, capacitacin, beneficios fiscales, regmenes de compras pblicas especficos para pymes y promocin para la creacin de nuevas empresas9.

    En Argentina, por el contrario, las pymes se vieron enfrentadas simultneamente a cambios en el modelo de desarrollo industrial, a un proceso de liberalizacin comercial y a un proceso de integracin regional (Mercosur), sin programas especficos para su proteccin y desarrollo por parte del sector pblico.

    En el ao 1992 se restableci la Subsecretara de Pequea y Mediana Empresa. En 1997 se le dio rango de Secretara de Estado, segn lo dispuesto por la Ley 24.467, de Promocin de las pymes. Esta norma legal fue sancionada en marzo de 1995, al calor de la campaa por la reeleccin del presidente Carlos Menem.

    Sin embargo, el gobierno careci de una poltica integral destinada a facilitar la reconversin y expansin de este segmento de empresas. Slo se instrumentaron medidas aisladas, entre las que pueden mencionarse un rgimen de subsidio a las tasas de inters, lneas de crdito de la banca pblica, la creacin de las Sociedades de Garanta Recproca, programas de apoyo tecnolgico por parte del Instituto Nacional de Tecnologa Industrial, del Instituto Nacional de Tecnologa Agropecuaria y del Fondo Tecnolgico Argentino; la creacin del monotributo y diversas actividades de informacin, asesoramiento y capacitacin. Pero estas iniciativas resultaron por completo insuficientes para contrarrestar el ambiente negativo para el sector. Adems de no tener un carcter integral, los recursos involucrados fueron notoriamente escasos y el nmero de pymes involucradas en las iniciativas fue relativamente pequeo.

    Una reforma crucial

    En realidad, la falta de una adecuada poltica pblica hacia las pymes tiene una raz ms profunda en la concepcin ideolgica del gobierno. Para el pensamiento neoliberal, el libre funcionamiento de los mercados, la iniciativa privada y un marco de estabilidad macroeconmica son suficientes para asegurar el crecimiento econmico y el desarrollo social. La propia nocin de "polticas activas" era hasta hace poco severamente criticada por los principales funcionarios econmicos y sus mentores ideolgicos.

    La actitud opuesta de promover polticas industriales y de apoyo a las pymes se fundamenta en la conviccin de que existen fallas en el funcionamiento de los mercados que, en ausencia de esas polticas pblicas, conducen a una excesiva concentracin econmica, a una ineficiente asignacin de recursos, a un mayor desempleo y a una distribucion ms regresiva del ingreso.

    En el actual debate econmico electoral la problemtica pyme tiene una participacin preponderante. De los seis puntos del programa de Concertacin expuesto por el candidato oficialista del Partido Justicialista, Eduardo Duhalde, dos se refieren especficamente al tema (exencin impositiva durante un ao para las nuevas pymes y refinanciacin de las deudas bancarias del sector) y los otros cuatro tendran -de aplicarse- tambin un impacto positivo sobre las firmas de menor tamao.

    En el programa de la opositora Alianza existen definiciones categricas, que supondrn un compromiso serio para su eventual gestin de gobierno. El impulso a las pymes aparece como uno de los ejes de la gua de polticas: "() se implementarn polticas efectivas que apunten a expandir y a fortalecer al empresariado nacional, y en especial a las pequeas y medianas empresas, que sern la

  • palanca del crecimiento argentino" . El programa expone en detalle las herramientas para mejorar el acceso al crdito y a los servicios tcnicos, integrar a las pymes en las estructuras productivas locales y promover sus exportaciones10.

    Cambiar de rumbo econmico

    Revitalizar a las pymes y asegurar su crecimiento es esencial para contribuir a superar buena parte de las deficiencias estructurales de la sociedad argentina. Su aporte resulta decisivo en la generacin de empleos, en el aumento de la produccin, en el desarrollo regional, en la innovacin tecnolgica, en la democratizacin del poder econmico y en el mejoramiento de la distribucin del ingreso.

    Pero eso es imposible sin adoptar un rumbo econmico en muchos aspectos en los antpodas del recorrido en la "era menemista" . La nueva orientacin debe contemplar, entre otros elementos, una proteccin razonable del valor agregado y el empleo nacional, abordar los desequilibrios existentes en el seno del Mercosur, una legislacin antimonoplica que ponga un lmite al poder de las grandes corporaciones (incluyendo la particular situacin de los servicios pblicos privatizados y de las grandes cadenas comerciales), un sistema financiero que potencie la actividad de la banca pblica y cooperativa, un rgimen tributario progresivo y una reduccin de la transferencia de recursos que provoca el endeudamiento pblico externo.

    El perfil de las polticas activas hacia las pymes debe contemplar -como ensea la experiencia internacional- el desarrollo de programas descentralizados (ms cercanos a las necesidades regionales y locales), el impulso a la formacin de redes de empresas, cmaras empresarias, universidades y municipios y la promocion de proyectos asociativos y de colaboracin empresaria (cooperativas, consorcios, etc.).

    En este sentido se deben instrumentar medidas concretas, tales como lneas de crditos especiales y sistemas de garantas que comprometan recursos pblicos, participacin prioritaria en compras del sector pblico, programas de informacin, capacitacin, asistencia tecnolgica y promocin de exportaciones.

    Pero es necesario advertir que para transformar estos proyectos en realidad hay que superar importantes obstculos. No slo se requieren organismos estatales capacitados y eficientes -lo que en muchos casos implicar una ardua tarea de reconstruccin sobre tierra arrasada- sino tambin una cantidad considerable de recursos fiscales, algo no tan sencillo cuando las declaraciones de los referentes econmicos de los principales candidatos permiten augurar un perodo de severo ajuste.

    La alternativa para evitar la repeticin de un nuevo ajuste tradicional requiere obtener los recursos entre los sectores que en los ltimos aos aumentaron su riqueza y su participacin en el ingreso: los grandes grupos econmicos extranjeros y locales, los acreedores externos, las personas fsicas de altos ingresos, los grandes evasores y los corruptos.

    1. Se considera Pymes (en realidad micro, pequeas y medianas empresas) a las firmas industriales de

    comercio y servicios de hasta 50 personas ocupadas. Se computan slo los rubros de servicios personales,

    por lo que no se incluyen los servicios pblicos privatizados ni los servicios financieros.La definicin de

    "empresa pequea y mediana" es objeto de debate metodolgico. El Ministerio de Economa ha adoptado

    como clasificacin una frmula polinmica que toma en cuenta tres atributos: personal ocupado, valor de

    las ventas anuales y valor de los activos productivos ( Resoluciones N 401/89 298/93 y 52/94). El criterio

    del Ministerio de Economa es ms abarcativo que el utilizado en esta nota.

    2. El Cronista, Buenos Aires, 26-3-99.

    3. Francisco Gatto, "Las pequeas y medianas empresas en el 2000"en Las Pymes. Clave del Crecimiento con

    equidad, Socma, 1998.

  • 4. La devaluacin brasilea afect con particular intensidad a las empresas de pequea y mediana

    dimensin, ya que las grandes empresas tienen mayores recursos y vas alternativas de accin para

    afrontar esta desventaja relativa. Salvatore, N. "Impacto de la crisis brasilea en los sectores de actividad

    econmica" , Realidad Econmica N164, 1999.

    5. Bernardo Kosacoff y Andrs Lpez, "Cambios organizacionales y tecnolgicos en las pequeas y medianas

    empresas" en Las Pymes. Clave del Crecimiento con equidad, Socma, 1998.

    6. En la Argentina han desembarcado y estn en plena expansin los gigantes de la comercializacin

    minorista mundial. Entre ellos, los dos ms grandes: Wal Mart de EE.UU., con ventas por 160.000 millones

    de dlares anuales y Carrefour-Promodes de Francia, con ventas por 78.970 millones.

    7. "Grandes Empresas en la Argentina 1993-1997 ", Indec, 1999. Ver asimismo Ismael Bermdez, Sebastin

    Campanario, "El good bye a las empresas nacionales" , Clarn, Suplemento econmico, Buenos Aires, 12-

    9-99.

    8. Pablo Ferreira, "Superganancias de las empresas en la mira" , Pgina 12, Buenos Aires, 12-8-99.

    9. Alberto Ford, Poltica industrial y pymes, Mimeo, 1999.

    10. Gua de Polticas de la Alianza. mayo de 1999.

    La desigualdad, enemiga cabal del crecimiento Las polticas econmicas aplicadas en los ltimos veinte aos en Amrica Latina

    han acrecentado las desigualdades ya existentes, al punto de convertirla en la

    regin "ms desigual del mundo" . Se trata de millones de personas cuya vida

    est signada por la inequidad econmica y social, que afecta su circunstancia

    familiar, laboral y psicolgica. Pero la inequidad no es slo un problema moral,

    sino tambin un factor de atraso, un freno al desarrollo.

    Amrica Latina es unnimemente considerada la regin ms desigual del planeta. El 5% ms rico de la poblacin recibe el 25% del ingreso, contra el 13% en los pases desarrollados. Del otro lado de la escala el 30% ms pobre de los latinoamericanos recibe el 7,5%. En los pases desarrollados, el 13%. Las cifras de la regin son peores an a las de Africa (24% y 10,5%, respectivamente). El tema no puede seguir siendo marginado, o tomado como una curiosidad, ya que una oleada de investigaciones indica que la inequidad es un obstculo fundamental para el desarrollo. Adems de sus enormes efectos regresivos sobre el perfil de sociedad y de su conflicto en mltiples planos con la tica, es ineficiente en trminos macroeconmicos. Se ha constatado que reduce el ahorro nacional, estrecha el mercado interno, atenta contra la formacin de capital humano, debilita la gobernabilidad democrtica, afecta la productividad e incide fuertemente en el aumento de la pobreza. En la regin ms desigual de todas causa, lisa y llanamente, estragos.

    Las investigaciones internacionales consideran a Amrica latina como "el antiejemplo ideal" . Una regin con tantas potencialidades en trminos de recursos naturales, materias primas estratgicas, fuentes de energa baratas, ubicacin geoeconmica, tiene como contraparte cerca del 50% de la poblacin por debajo del nivel de pobreza e indicadores sociales deprimentes, en un marco de creciente desigualdad. El coeficiente de Gini (utilizado para medir la desigualdad en los ingresos) latinoamericano es el peor del planeta. El de los pases ms equitativos del mundo, como los nrdicos, est en 0,25, el promedio mundial en 0,40, el de Amrica Latina se estima en 0,57. Brasil tiene uno de los peores coeficientes Gini del mundo. Mxico presenta elevadas polarizaciones sociales y brechas amplsimas entre zonas rurales y urbanas. Su coeficiente de Gini viene ascendiendo continuamente desde 1984.

  • A esto se suman otras inequidades muy relevantes, por ejemplo en los activos productivos o el acceso al crdito. El Gini de la tierra en la regin es 0,78. Las empresas medianas y pequeas, abrumadora mayora, slo acceden al 5% del crdito. Tambin existe una seversima desigualdad en cuanto al acceso a la educacin. Los jefes de hogar del 10% ms rico de la poblacin alcanzan 11,3 aos de escolaridad, los del 30% ms pobre, siete aos menos.

    En Argentina, segn indican las estadsticas oficiales del Instituto Nacional de Estadsticas y Censos (Indec), el 20% ms rico de la poblacin tiene el 53,2% del ingreso nacional, y el 20% ms pobre el 4,2%. Usualmente se trata de relativizar estas dramticas cifras argumentando que siempre fue as en la regin. Esto no es cierto. El problema se ha agudizado severamente en las dos ltimas dcadas. Estimaciones economtricas recientes atribuyen a la desigualdad la mitad del aumento de la pobreza en la regin en ese perodo1. La investigacin de las causas de la escalada de la desigualdad debe profundizarse pero diversos anlisis coinciden en sus conclusiones. Segn Albert Berry, de la Universidad de Toronto, Canad, "la mayora de los pases latinoamericanos que han introducido reformas econmicas promercado en el curso de las dos ltimas dcadas ha sufrido tambin serios incrementos en la desigualdad. Esta coincidencia sistemtica en el tiempo de los dos eventos, sugiere que las reformas han sido una de las causas del empeoramiento de la distribucin" . Este especialista estima que junto con las reformas se produjo un aumento del coeficiente de Gini de 5 a 10 puntos. Oscar Altimir, de la Comisin Econmica para Amrica Latina (CEPAL), sostiene que "hay bases para suponer que la nueva modalidad de funcionamiento y las nuevas reglas de poltica pblica de estas economas pueden implicar mayores desigualdades de ingreso" . Para la Comisin Latinoamericana y del Caribe sobre el Desarrollo Social, presidida por el ex presidente de Chile Patricio Aylwin, "los procesos de ajuste y reestructuracin de los aos 80 acentuaron la concentracin del ingreso y elevaron los niveles absolutos y relativos de la pobreza"2.

    Desigualdad y capital social

    Era el "capital olvidado" . Ahora es objeto de intensas investigaciones. A partir de los estudios de Robert Putnam y James Coleman, que demostraron su existencia, el capital social se ha convertido en una de las reas ms indagadas de la ciencia social. En qu consiste? Bsicamente se verific y midi que ciertos "intangibles" de una sociedad tienen un fuerte peso en el desarrollo econmico y la estabilidad poltica. El capital social est compuesto por factores como el clima de confianza entre los actores sociales, el grado de asociatividad (la capacidad de la sociedad de generar asociaciones, concertaciones, sinergias), el nivel de "conciencia cvica" , de actitudes y conductas en favor de las metas colectivas, la cultura y los valores ticos. Numerosos estudios indican que hay correlacin entre esas variables y el crecimiento econmico de mediano y largo plazo. El Premio Nobel de Economa Amartya Sen postula que "los valores ticos de los empresarios y de los profesionales de una sociedad son parte de sus recursos productivos"3. Si esos valores son positivos favorecern el desarrollo, si son negativos, como la proclividad a la corrupcin, lo dificultan fuertemente.

    Hoy se plantea la pregunta: cmo construir capital social? Hay sociedades con altos niveles de movilizacin, como Noruega, que ha creado una Comisin Nacional de Valores Eticos para discutir los desafos ticos de la sociedad en cada municipio y en cada aula. O Israel, donde un 25% de la poblacin realiza trabajos voluntarios, principalmente en reas sociales, generando el 8% del Producto Bruto Nacional.

    La desigualdad destruye el "capital social" . Afecta fuertemente el clima de confianza interno en la sociedad, segn han demostrado estadsticamente Stephan Knack y Philip Kieffer, entre otros4. Lleva al retraimiento social perjudicando la asociatividad. Atenta contra la conciencia cvica, por cuanto genera prdida de credibilidad en las autoridades y en las instituciones, e impulsa comportamientos individualistas. Es conflictiva con la educacin hacia valores ticos solidarios. En Amrica Latina est daando cotidianamente el capital social. As la encuesta LatinoBarmetro indica que en toda la regin

  • ms del 75% de las personas son conscientes del alto grado de desigualdad, lo padecen. Ello parece estar incidiendo en el bajo nivel de confianza interno entre los actores sociales y el marcado descreimiento hacia las instituciones y los partidos polticos en diversos pases.

    La desigualdad est influyendo de manera negativa en la familia -un componente central del capital social de un pas-donde se forjan las bases de conductas asociativas, conciencia cvica y valores. Nuevas investigaciones sobre la familia la estn redescubriendo como un poderoso factor de desarrollo, lo que se suma a sus vitales funciones espirituales y afectivas. Tiene efectos directos sobre el rendimiento educativo de los nios, hecho estrechamente correlacionado con el grado de organicidad de la familia, el capital educativo que los padres aportan a los hijos, el tiempo que dedican a seguir sus estudios y el nivel de hacinamiento de la vivienda. La familia incide, asimismo, sobre las capacidades crtico-creativas5, la inteligencia emocional y la adquisicin de una conducta de salud preventiva. Es una de las ms eficientes redes de proteccin social.

    La pobreza y la desigualdad estn erosionando la unidad familiar en Amrica Latina. Ms del 20% de las familias, en su gran mayora pobres, slo tiene la madre al frente. El estrs socioeconmico agudo que sufren los sectores humildes y amplios sectores de las clases medias est incidiendo en la destruccin de familias, y la renuencia a formarla, en el aumento de hijos extramatrimoniales y de la violencia domstica. La desigualdad determina mltiples condiciones diferenciales en cuanto a las "oportunidades" para formar familias normales, que van desde la posibilidad de acceder a una vivienda, hasta la de tener trabajo estable para sustentar las necesidades bsicas.

    La inequidad impacta duramente en la salud pblica latinoamericana. Afecta el clima de confianza, tensa las relaciones interpersonales, destruye la cohesin social y deteriora, en definitiva, la calidad de la salud personal y la esperanza de vida posible. Junto a esos efectos, los niveles de desigualdad latinoamericanos tienen una fuerte presencia en otros factores de riesgo bsicos para la salud pblica. El acceso a bienes bsicos para la salud es totalmente diferenciado: 130 millones de latinoamericanos no tienen agua potable. Por otra parte el costo del agua para los pobres es mucho mayor que para los otros estratos sociales. En Lima, una familia pobre paga a los vendedores de agua 3 dlares por metro cbico, 20 veces ms que lo que una familia de clase media paga por el agua que consume en su casa6. Amplios sectores pobres carecen de acceso a electricidad e instalaciones sanitarias; 160 millones no tienen acceso consistente a servicios de salud: se hallan en "indigencia mdica" . A todo esto deben sumarse las carencias alimentarias.

    El informe de la Comisin Aylwin estima que el 41% de la poblacin padece de algn grado de desnutricin. OPS-CEPAL observan "en casi todos los pases un incremento en enfermedades no transmisibles crnicas asociadas con alimentacin y nutricin" y destacan que "las medidas de ajuste implementadas por los pases han afectado la disponibilidad nacional de alimentos y han tenido repercusiones negativas sobre el poder de compra de los grupos ms pobres"7.

    Todos estos factores de inequidad influyen en las agudas brechas de salud. Mientras en Costa Rica la esperanza de vida es de 76,3 aos, en Hait slo llega a 56,6 y en Bolivia a 59,3. En tanto que Costa Rica redujo la mortalidad infantil a 13 por mil, en Brasil es de 57,7, en Per 55,5, en Nicaragua 52,3. En la regin 2.250.000 madres pobres dan a luz sin asistencia mdica de ningn tipo. La mortalidad materna, inferior a 28 por 100.000 en Costa Rica, sube a 97 en Guatemala, se estima en 286 en barrios marginales de Lima, y en 414 en comunidades mapuches.

    Es hora de reaccionar

    Cmo enfrentar la desigualdad? El pensamiento econmico ortodoxo tiene una visin sobre el problema. En el denominado "modelo del derrame" que ha preconizado desde los 80, todos los esfuerzos deben ponerse en ajustar y crecer, puesto que luego el crecimiento se derramar sobre los sectores pobres, que dejarn de serlo. En la primera etapa habr aumento de la desigualdad, pero

  • luego tambin ella se ir estrechando cada vez ms. Pero segn los estudios sobre desarrollo humano de Naciones Unidas en ms de 130 pases, no hay ningn caso donde esto haya funcionado as. El crecimiento, desde ya imprescindible, no soluciona por s mismo la pobreza. Puede no llegar a los pobres, y ello ha sucedido con frecuencia. Con altos niveles de inequidad como los latinoamericanos, la pobreza se hace inelstica al crecimiento. Por otra parte, la experiencia histrica comparada evidencia que la desigualdad no se reduce sola, tiende a tener sus propios mecanismos reproductores. El modelo del derrame ha conducido normalmente a grados de desigualdad crecientes y a ms pobreza.

    Amartya Sen sugiere que el aumento del Producto Bruto per capita no implica mecnicamente mayor bienestar para la poblacin. Hay otras condiciones muy influyentes, como el grado de equidad y el nivel de universalidad y de calidad de los servicios de salud, educacin, agua, saneamiento y otros servicios bsicos. Ello explica por qu pases con un producto bruto per capita mucho menor que otros tienen mejor esperanza de vida. Es el caso de pases como Sri Lanka, Costa Rica, y el Estado de Kerala en la India, en donde la gente vive ms aos que en pases con un per capita muy superior como Brasil, Sudfrica y Gabn. Hay diferencias muy importantes en la equidad y la organizacin social de unos y otros8.

    En la experiencia histrica internacional de las ltimas dcadas, la mejor equidad aparece claramente como una clave para potenciar el crecimiento econmico, enfrentar la pobreza y crear democracias estables. Algunos de los pases con mejores resultados de largo plazo del mundo en materia econmica, social y tecnolgica tienen, al mismo tiempo, buenos ndices de equidad, que han protegido cuidadosamente. Es el caso, entre otros, de Noruega, Suecia, Dinamarca y Holanda. En todos ellos se han dado grandes pactos sociales sobre variables fundamentales para la equidad, como los salarios, los sistemas fiscales, la universalizacin de la educacin y salud de buena calidad y polticas pblicas activas.

    En Amrica Latina se impone poner en el centro del debate pblico el tema de la desigualdad, investigar sistemticamente sus consecuencias y buscar polticas para enfrentarla. Debern atacarse los diversos rdenes de inequidad: ingresos, activos, crditos, educacin y otros. De lo contrario, la inequidad seguir destruyendo capital social, generando brechas crecientes en salud pblica y conformando una sociedad cada vez ms desintegrada socialmente, con vastos sectores de la poblacin excluidos del trabajo, la cultura y del mismo mercado9. La exclusin no es marginalidad, va ms lejos, son personas que estn "afuera" de todo, como seal Ernesto Sbato10.

    La inequidad no es un hecho de la naturaleza, un fenmeno inevitable. Resumiendo muchos resultados de investigaciones recientes, Klaus Deininger y Lyn Squire sealan: "Ms que estar gobernada por una ley histrica inamovible, la evolucin del ingreso y la desigualdad es afectada por las condiciones iniciales y las polticas posibles"11. Dejaremos que la inequidad siga avanzando silenciosamente en la regin, o generaremos desde la democracia un gran movimiento de opinin y amplias concertaciones sociales que obliguen a discutirla y encararla a fondo?.

    1. N. Birdsall, L. Londoo, "Assets inequality matters: an assessment of the World Banks approach to

    poverty reduction" , American Economic Review, mayo 1997.

    2. A. Berry, "The income distribution threat in Latin Amrica" , Latin American Research Review. No. 2, 1997;

    O. Altimir, "Distribucin del ingreso e incidencia de la pobreza a lo largo del ajuste" , Revista de la CEPAL,

    abril de 1994; P. Aylwin y otros, "Informe de la Comisin Latinoamericana y del Caribe sobre el Desarrollo

    Social" , CEPAL/BID/PNUD, 1995.

    3. A. Sen, "Economics, business principles and moral sentiments" , The Journal of the Society for Business

    Ethics, Julio, 1997.

    4. S. Knack, P. Keefer, "Does social capital have an economic payoff? ", The Quarterly Journal of Economics,

    Noviembre, 1997.

  • 5. El tema es investigado en detalle en Nam Kliksberg, "Prcticas de interaccin y de pensamiento

    democrtico y autoritarios en la familia y la escuela" , Revista Venezolana de Gerencia, N 7, 1999.

    6. "Report of the World Commission on Water" , World Bank, Washington, 1999.

    7. Organizacin Panamericana de la Salud-CEPAL, "Health, social equity and changing production patterns in

    Latin America and the Caribbean" , 1998.

    8. A. Sen, "Mortality as an indicator of economic success and failure" , The Economic Journal, January, 1998.

    9. Diversos analistas plantean la necesidad de estudiar los efectos de la desigualdad sobre el estrechamiento

    del mercado. Roberto Lavagna seala en un estudio reciente que, por ejemplo en el caso argentino, el

    20% ms rico de la poblacin representa el 53% del consumo privado total, en cambio el 50% de la

    poblacin consume el 19,1%. Ello tiene efectos regresivos en trminos de "escala de mercado y capacidad

    de absorcin de productos y servicios de mayor valor agregado" . El estudio afirma que "lograr tasas de

    crecimiento sostenidas del orden del 5% anual no es compatible con la actual distribucin del ingreso"

    (Ecolatina, 1999). En la misma direccin, pero refirindose no slo al problema del mercado, sino a los

    efectos generales de la desigualdad, Nancy Birdsall seala: " tal vez los ndices de crecimiento en

    Amrica Latina sencillamente no puedan exceder el 3 o el 4% hasta que la mitad inferior de la poblacin

    empiece a participar y a contribuir (en la economa)"Ver "Enseanzas del Japn: la estrategia de la poltica

    industrial y el experimento de Asia oriental" , en El desarrollo econmico y social en los umbrales del siglo

    XXI, L. Emmerij, J. Nez del Arco, comp., BID, 1998.

    10. Ernesto Sbato, Antes del fin, Seix Barral, Buenos Aires, 1998.

    11. K. Deininger, L. Squire, "New ways of looking at old issues: inequality and growth" , World Bank,

    Washington, 1996.

    Grave riesgo para la salud pblica

    Recientes estudios de la Escuela de Salud Pblica de Harvard determinaron que la desigualdad reduce la esperanza de vida1. Se investig una pequea ciudad americana, Roseto, que presentaba tasas de esperanza de vida mayores a los promedios nacionales y un 40% menos de ataques cardacos. En Roseto, los habitantes, descendientes de inmigrantes italianos, tenan relaciones sociales intensas, un buen clima de confianza mutua, haba proteccin intergeneracional y las distancias sociales eran reducidas. En todos los estados de EE.UU. se estudi la correlacin entre tres variables: nivel de desigualdad, clima de confianza y esperanza de vida. Cuanto menor la desigualdad mejor es el clima de confianza, mayor la cohesin social y mayores son las tasas de esperanza de vida. Los investigadores estiman que un aumento de un punto en la desigualdad puede significar dos o tres puntos ms de ascenso en la mortalidad promedio respecto a la que debiera tener esa sociedad, segn sus otros parmetros.

    La pregunta de los investigadores era por qu EE.UU., a pesar de tener el ingreso per capita ms alto del mundo, tiene menor esperanza de vida promedio que Espaa u Holanda. Una de las causas principales residi en el hecho de que los grados de equidad son mayores en esos pases que en EE.UU. El historiador econmico Richard Wilkinson (Sussex), plantea que la desigualdad es el mayor riesgo para la salud pblica en los pases desarrollados.

    1. I. Kawachi, B. Kennedy, y K. Lochner "Long life community. Social capital as public health" , The American

    Prospect, Nov-Dic 1997.

  • La Repblica Popular, un Estado autoritario pero dbil Este 1 de octubre, la Repblica Popular China (RPC) celebra su 50 aniversario

    en un clima de incertidumbre. La economa est sacudida desde hace meses y

    crece el descontento por los trastornos econmicos y sociales derivados de la

    privatizacin de las empresas pblicas. Atascado en las contradicciones del

    "socialismo de mercado" y entrampado en un nacionalismo que l mismo suscit,

    el Partido Comunista Chino (PCC) espera superar las numerosas dificultades,

    sobre todo en el terreno socio-econmico, y conservar as su monopolio del poder.

    Bajo el pretexto de la realizacin de grandes obras de embellecimiento (aunque los burlones pobladores de Pekn saben de qu se trata), el acceso a la clebre plaza de Tiananmen est cerrado desde hace varios meses. Desde junio, el control policial evita todo tipo de manifestaciones en la plaza, aunque no algunas demostraciones individuales. En un ambiente nada favorable a la protesta poltica abierta, prosiguen las iniciativas en contra de la dictadura del PCC y su autoritarismo.

    La sorpresa lleg del lugar menos esperado, sobre todo para el rgimen. El 25 de abril, en una capital bajo discreta pero muy estrecha vigilancia, miles de personas reunidas en torno a la "secta" Fan Lu Gong realizaron una manifestacin silenciosa delante de las narices de las autoridades. Segn fuentes diplomticas de Pekn, el presidente Ziang Zemin se habra acercado personalmente a la plaza de Tiananmen, en un vehculo particular, para evaluar la dimensin del fenmeno, imprevisto y desconcertante.

    La "secta" , que mezcla el espiritualismo chino tradicional con un nacionalismo a ultranza, logr despertar el temor de un resurgimiento de las "sociedades secretas" adiestradas en artes marciales. Secularmente activas en China, fueron erradicadas a partir de 1949, pero reaparecieron en la poca post-maosta, aunque quizs nunca hayan desaparecido realmente. Si Fan Lu Gong puede ser comparada en algunos aspectos con estas antiguas sociedades secretas, su aparicin pblica refleja la evolucin de la sociedad china: imperceptiblemente, el pueblo fue adquiriendo espacios de autonoma frente al rgimen. Hoy el poder cae en la cuenta de que esta autonoma tiene un alcance mayor que el que estaba dispuesto a conceder, y que podra representar una amenaza.

    De tragedias y farsas

    Al dejar atrs las referencias marxistas-leninistas para sustituirlas por una ideologa nacionalista que glorifica el pasado, el propio rgimen suscit lo que hoy teme. En la televisin proliferan con gran xito -sobre todo en el medio rural- las miniseries sobre episodios clebres de la historia china, o las que exaltan los valores tradicionales del confucianismo. El poder encuentra ms nacionalismo y "pasatismo" en el pueblo que en s mismo. Al punto de volver a cuestionar el ncleo racionalista y occidentalizado de un marxismo originario que, por cierto, desde hace mucho tiempo ha sido fuertemente moldeado por la cultura china.

    Pero este regreso al pasado y a las concepciones antiguas, con su concomitante irracionalidad y xenofobia -la reaccin particularmente violenta al bombardeo de la embajada china en Belgrado es un ejemplo- representa tambin una crtica hacia la China atrapada en el torbellino de los cambios, profundamente no-igualitaria y muchas veces despiadada con los relegados del desarrollo, especialmente numerosos entre los campesinos. Esta poblacin frustrada se ve fcilmente atrada por las promesas maravillosas de las diversas sectas y los charlatanes de todo tipo, que proponen el

  • acceso a otro estilo de vida y la autoestima a travs de tcnicas fsicas "liberadoras" que contrastan con la impotencia ante los problemas del pas y la inmoralidad de la vida social. China experimenta un "gran resurgir religioso, cada vez ms difcil de controlar"1.

    Indudablemente, los crculos dirigentes sobrestiman la amenaza representada por Fan Lu Gong. Su gua, el maestro Li, proclama su apoliticismo2, a pesar de lo cual, el 23 de julio, luego de algunas oscilaciones, las autoridades reaccionaron reprimiendo y proscribiendo al movimiento. Hubo miles de arrestos en treinta ciudades3 y se lanz una vigorosa campaa contra la laxitud "ideolgica" del PCC, ya que la influencia de Fan Lu Gong se extiende al ejr