Llamamiento a La Paternidad Espiritual

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PLENARIA 2: LLAMAMIENTO A LA PATERNIDAD ESPIRITUAL Por Eleuterio Uribe Villegas Introducción Indudablemente, la Biblia nos muestra que la paternidad espiritual es un ministerio de primera necesidad en los planes de Dios. Esto se debe a que Dios quiere ser un Padre muy cercano y especial para su pueblo a través de nosotros. Pero, también, a través de nuestra paternidad espiritual, Él quiere llevar a cabo sus proyectos salvíficos de levantar nuevos líderes que en cada nuevo reto histórico poseen la capacidad, unción y autoridad espiritual de heredar el conocimiento del verdadero Dios a las siguientes generaciones, formar a nuevos líderes y madurar a los nuevos creyentes en Cristo, a fin de que ejerzan sus ministerios. Es tan notable esta importancia de la paternidad espiritual, de principio a fin en todas las etapas históricas del pueblo de Dios, que podríamos mostrar, sin temor a equivocarnos, que existe un llamamiento divino a ejercer esta paternidad como un ministerio clave que desempeña un papel importante y esencial en la Missio Dei (Misión de Dios). Por lo anterior, ejercer la paternidad espiritual con excelencia, es un compromiso que reviste una importancia especial hoy para la iglesia, a fin de cumplir con los propósitos salvíficos de Dios para nuestros barrios, ciudad, país y el mundo entero respectivamente. Veamos a continuación este llamamiento divino a ejercer esta paternidad espiritual y asumamos el compromiso de que Dios sea un Padre cercano y especial de los demás a través nuestro. 1. EL LLAMADO A LA PATERNIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

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PLENARIA 2: LLAMAMIENTO A LA PATERNIDAD ESPIRITUAL

Por Eleuterio Uribe Villegas

Introducción

Indudablemente, la Biblia nos muestra que la paternidad espiritual es un ministerio de primera necesidad en los planes de Dios. Esto se debe a que Dios quiere ser un Padre muy cercano y especial para su pueblo a través de nosotros. Pero, también, a través de nuestra paternidad espiritual, Él quiere llevar a cabo sus proyectos salvíficos de levantar nuevos líderes que en cada nuevo reto histórico poseen la capacidad, unción y autoridad espiritual de heredar el conocimiento del verdadero Dios a las siguientes generaciones, formar a nuevos líderes y madurar a los nuevos creyentes en Cristo, a fin de que ejerzan sus ministerios.

Es tan notable esta importancia de la paternidad espiritual, de principio a fin en todas las etapas históricas del pueblo de Dios, que podríamos mostrar, sin temor a equivocarnos, que existe un llamamiento divino a ejercer esta paternidad como un ministerio clave que desempeña un papel importante y esencial en la Missio Dei (Misión de Dios).

Por lo anterior, ejercer la paternidad espiritual con excelencia, es un compromiso que reviste una importancia especial hoy para la iglesia, a fin de cumplir con los propósitos salvíficos de Dios para nuestros barrios, ciudad, país y el mundo entero respectivamente. Veamos a continuación este llamamiento divino a ejercer esta paternidad espiritual y asumamos el compromiso de que Dios sea un Padre cercano y especial de los demás a través nuestro.

1. EL LLAMADO A LA PATERNIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Abraham. La Escritura afirma que Dios le extendió un llamamiento a Abraham a salir de su tierra y parentela, a la tierra que Él le mostraría, y que de esta manera le bendeciría y en él serían benditas todas las familias de la tierra (Gn. 12:3). La exégesis paulina de este pasaje fue que el llamamiento a Abraham a ser bendición a todas las naciones, consistía en ejercer una paternidad espiritual de transmisión eficaz de la fe a las siguientes generaciones y no solamente a ser padre biológico. Como padre espiritual, Abraham se convertiría en padre de todos los creyentes, incluyendo a los gentiles mismos. Pablo lo explicó así: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gal.3:7-9). Así, pues, Abraham experimentó un llamamiento divino a ejercer una paternidad espiritual, que sería clave para la misión divina, de ser bendición a todas las

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naciones. Y así fue, en Cristo, su simiente, las promesas a Abraham están llegando a todos los rincones del mundo.

Moisés. Ahora bien, no sólo en Abraham es posible mostrar el papel clave y vital que ejerce la paternidad espiritual en la Missio Dei (misión de Dios), sino también en Moisés mismo, personaje central del legado doctrinal, profético, cultual, normativo, ministerial, y por si fuera poco, del legado escritural de la revelación divina. Él mismo vio la importancia de la paternidad espiritual, es decir, de líderes que engendran hijos en la fe y el conocimiento de Dios, y la transmiten con poder a las siguientes generaciones. Por eso, demandó de los padres biológicos a que impartieran en sus propios hogares el conocimiento del verdadero Dios, enseñaran el verdadero culto a Jehová e inculcaran el rechazo a los falsos dioses: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Ex.20:2-6). El mismo pasaje tan conocido de Deuteronomio 6:4-9, demanda que la paternidad espiritual en el hogar transmita, no sólo el conocimiento y la fe del verdadero Dios, sino también el amor a Dios, y esta actitud interior en los hijos empieza primero en los padres: “… Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón… Y se las enseñarás a tus hijos…”.

En Moisés, pues, podemos ver a un líder que se siente llamado a ejercer una paternidad espiritual que conduce en la fe y el conocimiento de Dios a todo el pueblo de Israel, que forma líderes, que les transfiere autoridad y liderazgo, les hereda bendición, rumbo, proyecto, visión, etc. Asimismo, vemos en él todo un modelaje y una enseñanza que demanda en los hogares y de cada líder del pueblo, una paternidad espiritual que engendre hijos en la fe y que levante una generación de líderes en sus propios hogares que transmitirán el conocimiento del verdadero Dios, darán crecimiento, formación espiritual y levantarán nuevos líderes que enfrentarán los retos que las siguientes generaciones y contextos históricos traigan consigo. ¿No será esta nuestra responsabilidad ahora también? ¿No estaremos siendo llamados y convocados por Dios a ejercer una paternidad espiritual de este calibre hoy? Yo creo que sí, sobre todo, con los vaivenes de la historia, de los pensamientos, ideas, creencias, vientos de doctrina que hoy abundan, más que nunca, en nuestra sociedad globalizada.

Elías. Al profeta Elías le toca desarrollar su liderazgo en una época de apostasía. La paternidad espiritual de los liderazgos de Israel, (profetas, sacerdotes, reyes, padres de familia), habían fracasado. La transmisión de la fe y el conocimiento del verdadero Dios había fracasado por 70 años aproximadamente. Cuando Elías restaura el altar de Dios en el Monte Carmelo, pone doce piedras que representan a los doce patriarcas

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(padres) de las doce tribus de Israel. El Dios de los doce patriarcas es Jehová, pero el dios falso que los hijos de Israel en la época de Elías adoraban, era Baal. Elías se siente llamado a ejercer un ministerio que haga volver el corazón de los hijos hacia los padres y el de los padres hacia los hijos. Es decir, que padre e hijo y las siguientes generaciones adoren al mismo Dios vivo y verdadero que es Jehová, y no a un dios falso, ni sigan preceptos o enseñanzas que se aparten de la palabra del pacto con el Dios de Israel. Ya que, Elías sabe que si la paternidad espiritual falla en su tarea de transmitir la fe y en la formación de nuevos líderes, el pueblo de Dios se hundirá en maldición, pues, Dios visita la maldad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que le aborrecen (Éxodo 20:2-6); y esto es algo que los demás profetas también saben (Mal. 4:4-6).

2. LA PATERNIDAD ESPIRITUAL EN EL NUEVO TESTAMENTO

Jesús. El ministerio mismo de Jesús tiene características eminentemente de paternidad espiritual. Su ministerio se desarrolla con la obediencia y amor con que se conduce y sujeta un hijo a su Padre. Así, Jesús ejerce su ministerio sujeto al plan, formación, unción y autoridad que ha recibido de su Padre. Con esta misma lógica enseña, forma, empodera y transfiere autoridad y unción a sus discípulos: “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:21-23).

Sin duda, los hijos deben imitar a sus Padres, por esta razón, los apóstoles deben hacer nuevos discípulos en todas las naciones, tal y como fueron discipulados y enseñados por el Maestro de Galilea, y Jesús mismo promete estar con ellos, y su iglesia, todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28:19-20). Todo esto habla de una cadena, sin fin, de discipulado y paternidad espiritual, hasta que él venga.

Así, pues, cada nueva generación tiene una gran responsabilidad de ejercer una paternidad espiritual que traiga como resultado una multiplicación de nuevos creyentes y nuevos líderes con unción, autoridad, paternidad espiritual y poder de Dios para enfrentar los retos del contexto histórico que les toque vivir, hasta que Cristo venga. Pues, si fracasa la paternidad espiritual existe el peligro de que la maldición caiga sobre toda la tierra como lo dijo Malaquías 4:5-6: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”.

Ahora bien, ¿No es ésta la crisis de la sociedad actual? Es una sociedad que está viviendo una ruptura constante, vez tras vez, de una generación actual con las anteriores en el orden moral, ético, creencias, valores, actitudes, etc. Ruptura que no tiene que ver con una mejoría de la conducta, valores o ética, sino con una mayor

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depravación moral y espiritual del ser humano, camuflajeados con el ropaje de ser la defensa de los derechos humanos y la llegada a la madurez de la humanidad actual; pero, en realidad, se trata de la apostasía y la maldición de una paternidad mal ejercida del ser humano en su totalidad. Nosotros, la iglesia, estamos llamados a restaurar una paternidad espiritual poderosa, eficaz y multiplicadora de un pueblo que conoce al Dios vivo y verdadero.

Pablo. Entre los apóstoles, es Pablo quien posee una claridad extraordinaria de la paternidad espiritual que se debe ejercer al predicar el evangelio, engendrar hijos espirituales y formar nuevos líderes. Lo anterior, lo hace desarrollar un liderazgo, no sólo de multiplicación de creyentes, sino de formar a nuevos líderes e instalarlos en lugares claves de crecimiento de la obra de Dios. Así lo hace con Timoteo y Tito, a quienes trata como sus verdaderos hijos en la fe (1 Timoteo 1:2; Tito 1:4), pues, es a ellos a quienes Pablo ha discipulado, formado y capacitado para el liderazgo con una unción, autoridad espiritual y acompañamiento especial para capacitarlos. Por eso, a ellos delega los retos históricos - eclesiológicos que vendrán cuando llegue el momento de su partida. Les encarga conservar la sana doctrina, reproducir líderes fieles que sean idóneos para enseñar también a otros, los envía a resolver problemas doctrinales, de liderazgo, etc.

En vista de lo anterior, se puede ver que Pablo está consciente que son los padres espirituales los que deben atesorar para los hijos; y no al revés (2 Co. 12:14). Por eso, trata a aquellos que ha engendrado en el evangelio de una manera mucho muy especial: “Aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido ser exigentes con vosotros, os tratamos con delicadeza. Como una madre   que amamanta y cuida a sus hijos, así nosotros, por el cariño que os tenemos, nos deleitamos en compartir con vosotros no sólo el evangelio de Dios sino también nuestra vida. ¡Tanto llegamos a quereros!... Sabéis también que a cada uno de vosotros lo hemos tratado como trata un padre a sus propios hijos” (1 Tes.2:7-8,11; BAD).

Sin duda, lo anterior es una de las cosas de primera importancia que le permite a Pablo ser exitoso en engendrar hijos, plantar iglesias, formar líderes con unción, autoridad y valentía. Pues, el hecho de ejercer un liderazgo de paternidad espiritual no lo hace formar líderes débiles, sino maduros, fuertes y sabios que logran desarrollar un equilibrio entre capacidades a ejercer y carácter a implementar en cada necesidad de la obra de Dios: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Ti. 1:6-7). Los desafíos históricos actuales del mundo y la misión de Dios ¿no están necesitando acaso una paternidad espiritual así? Dios está esperando que nosotros la ejerzamos.

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3. NUESTRO LLAMADO Y COMPROMISO HOY

¿Estás oyendo su llamado? Indudablemente, el llamado a ejercer una paternidad espiritual de grande bendición, nos llega principalmente por la revelación de su palabra, como de manera breve y resumida lo hemos explicado ya aquí.

Sin embargo, en un segundo momento, el llamamiento a ejercer la paternidad espiritual se nos hace evidente también a través de la multitud de gente sin Cristo, al ver la profunda necesidad que tienen de reconciliarse con Dios, su Padre celestial. Pues, mientras no retornen a Él, vivirán hundidos en la ruina moral y en el fracaso del pecado, sin alcanzar la vida plena a la que tienen derecho, como personas y como familias, cuando viven bajo la cobertura y la herencia de bendición del Padre amoroso; tal y como lo explicó Jesús en la parábola del hijo pródigo.

Así, para todas esas personas sin Cristo, tú y yo estamos llamados a ser Padres espirituales que les ayudemos a experimentar la bendición, el amor, el acompañamiento, la dirección, el perdón y la herencia que tienen en el Padre celestial, por la gracia de Cristo en el calvario. Pues, el ministerio de Cristo reconcilia a los hijos hundidos en el pecado con el Padre celestial, cuando se arrepienten y retornan a Dios.

Los fariseos y líderes religiosos de la época de Jesús, no pudieron ser padres espirituales de “publicanos y pecadores”, como ellos les llamaban. Pero, tú y yo estamos desafiados a serlo, siguiendo el ejemplo de Cristo, de una humanidad que vive en la orfandad espiritual, y que no están muy lejos de nosotros: viven en nuestros barrios, colonias y ciudades ¿Podremos oír su llamamiento y ejercer la paternidad que los tiempos de hoy nos demandan?

¿Estás comprometido con el ministerio de la paternidad espiritual? La gente necesita un guía. Alguien que los ayude a crecer en el conocimiento de Dios. Alguien que vele por ellos, que los proteja, que los forme y los capacite para servir al Dios vivo y verdadero. Necesitan a alguien que se comprometa a cuidar de ellos, que los trate como trata un padre a un hijo a quien ama. Alguien que vele por ellos, hasta que lleguen a la madurez de carácter, ministerio y misión de engendrar hijos espirituales. Necesitan, sin lugar a dudas, un padre espiritual que los engendre como hijos espirituales, y cuide de ellos hasta su pleno desarrollo en Cristo, para gloria de Dios. ¿Estarás dispuesto a ser tú? Dios te está llamando a ejercer la paternidad espiritual con eficacia, poder y autoridad hoy, porque el mundo sufre, vive perdido, no tiene vida plena, le hace falta reconciliarse con su Padre celestial en Cristo Jesús, y tu paternidad espiritual es clave para que suceda eso en sus vidas.

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CONCLUSION

La paternidad espiritual es y ha sido un ministerio y herramienta clave desde siempre en el cumplimento de la misión de Dios. Abraham, Moisés, Elías, Jesús y Pablo, entre muchos otros personajes bíblicos, la ejercieron. Su importancia sigue estando vigente hoy para la missio Dei; sin duda, esto no tiene discusión. Sin embargo, lo que sí está en discusión es si tú y yo vamos a asumir el reto de este llamamiento a la paternidad espiritual. El mundo está quebrantado por el pecado. Vaga perdido y fracasado de la vida plena que anhela, porque vive lejos del Padre celestial, sin reconciliarse con Él y sin derecho a sus bendiciones y herencia paterna. Vayamos a ellos y ejerzamos una paternidad espiritual que sea reflejo de la paternidad que Dios quiere manifestar sobre ellos, en Cristo Jesús.