Literatura Testimonial Del Holocausto

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Memoria y olvido, la literatura testimonial del holocausto1

Me preguntaba si Adorno tena razn cuando dijo que despus de Aushcwitz no era posible escribir poesa. Boris Pahor no comparta esta opinin y describa esos estados lmite entre la vida y la muerte, al borde de lo soportable. Lo mismo pasaba con Music, que no esquivaba las imgenes de los cadveres que, aos ms tarde, afloraron del suelo. Comprend entonces la lucha obligada entre la memoria y el olvido, que es el deseo de revivir y de reprimir para siempre la barbarie del siglo XX.2

Consideraciones generales Como todas las fuentes, la literatura testimonial del holocausto merece ser tratada con especial cuidado dada la intencin del autor de mostrar una realidad que se vivi llena de sufrimiento; esto es, a partir de un testimonio creado ex profeso para dar fe de ciertos hechos histricos concretos cuya naturaleza corre el peligro de ser minimizada, tergiversada u olvidada por las generaciones venideras. Sin poder hacer de lado la carga tica y moral que pueda implicar el tratamiento de un tema de esta naturaleza, el historiador debe definir el objetivo de su investigacin y de ah establecer los lmites o sesgos de sus fuentes.

En este trabajo se retoman muchas de las ideas y los postulados de Maud Mannoni, parafraseando incluso, algunos prrafos que se aplicaron a situaciones completamente distintas de las expuestas por la autora; especialmente buscando las similitudes que pudieron existir en los casos particulares que ella expone y los procesos sociales analizados en esta investigacin. Maud Mannoni, Amor, odio, separacin. Reencontrarse con la lengua perdida de la infancia, Buenos Aires: Ediciones Nueva Visin, 1993, coleccin FreudLacan. De los captulos que ms se retomaron ideas y citas (con sus debidas referencias y notas), son Los sobrevivientes del genocidio, La escena del fantasma, y algunas de Trauma y creacin. Evgen Bavcar, Struthof, entre la memoria y el olvido, en: La Jornada semanal [suplemento cultura de la Jornada], nm. 589, 18 de junio de 2006.2

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Toda la literatura testimonial tiene un objetivo determinado que antecede al producto mismo de la obra, pues al enunciar las atrocidades vividas, el testigo busca colectivizar su discurso para sensibilizar al lector y la sociedad en general con la idea ltima de alcanzar la condena unnime para que no se vuelvan a repetir hechos semejantes; aunque no se plantee explcitamente, existe el imperativo de combatir los fantasmas del olvido y/o la indiferencia; podramos decir que el mvil central del autor es de fungir como testigo de su propia historia, y a partir de ah de una historia nacional o de mayor alcance. En casos como el holocausto (o las dictaduras militares y los regmenes totalitarios), los procesos de memoria y olvido revisten una complejidad que encierra una paradoja. Por un lado, mientras se genera un reclamo social de condena hacia unos la oficialidad del rgimen y sus colaboradores, se ignora o minimiza la responsabilidad de otros de aquellos presos que cometieron actos aberrantes contra sus mismos compaeros o de aquella parte de la sociedad que se avino al rgimen. De este modo, los personajes directamente involucrados en las matanzas, la tortura, las detenciones clandestinas, las experimentaciones con personas y los encargados de los campos de concentracin, rpidamente son sealados por su responsabilidad; en cambio, los presos involucrados en el control del campo (con las muestras de brutalidad, egosmo o franca colaboracin que se dieron) as como la aparente indiferencia mostrada por gran parte de la poblacin, no han merecido una reflexin equivalente en trminos cuantitativos ni cualitativos a lo que se ha hecho para juzgar a los responsables; bien sea porque la actitud de unos y de otros se inscribe en el terreno de la moralidad y la valoracin de las trasgresiones ticas en momentos de excepcin, extremos por su naturaleza; bien sea por la significancia y el peso que revisti para la sociedad misma y el dolor que sigui afectando a las generaciones venideras. 2

Qu explicaciones se pueden dar en aquellos casos cuando la mayora de la poblacin call o ignor las atrocidades; indiferente, temerosa, quizs aterrada o dispuesta a manifestar su anuencia y apoyo explcitos al sistema de control mediante los campos de concentracin y exterminio, ante los rumores existentes sobre la desaparicin de miles de personas, e incluso, cuando hubo un conocimiento ms preciso sobre las cmaras de gas en los campos de exterminio? En el momento que el investigador, en este caso historiador, pretende realizar un trabajo de corte histrico debe tener en cuenta que no son mnimos los problemas que deben sortearse cuando se quiere utilizar la literatura testimonial. Si bien es cierto que la trascendencia de la misma guerra, as como de los juicios que despus se hicieron en Nremberg rompieron importantes paradigmas sostenidos hasta entonces, tambin se debe tomar en cuenta otras implicaciones como la demanda social que se generaliz sobre la conservacin de la memoria y las exigencias de justicia.3 Reflexin aparte merece saber qu pas y cul fue el uso poltico que hicieron los pases vencedores con esa demanda de justicia.4 De este modo, el discurso histrico, en tanto construccin social,5 recae sobre los hombros del investigador como un imperativo y la recuperacin del pasado cobra una

3 Alon Confino, Collective Memory and Cultural History: Problems of Method, en: The American Historical Review, vol. 102, nm. 5, (December, 1997), pp. 1386-1387.

Gisela A. Oscs Said, Nuremberg, 45 aos despus (apuntes para un Ius post bellum), en: Revista de Investigaciones Jurdica, aos 14, nm. 14, 1990, pp. 333-377. Robert Gellately Introduccin: Nremberg: voces del pasado, en: Len Goldensohn, Las entrevistas de Nremberg (edicin e introduccin de Robert Gellaterly), Mxico: Taurus, 2005, historia, pp. 9-17. Alon Confino, Collective Memory and Cultural History: Problems of Method, en The Historical American Review, vol. 102, nm. 5, (December, 1997), p. 1394. H. Koselleck, ya haba sealado las funciones polticas y sociales que se le haban asignado a la historia desde el siglo XVIII y subraya La disputa en torno a la historia, especialmente en torno al concepto de la misma, no era slo una disputa metodolgica, epistemolgica o de poltica cientfica. Llegaba muy hondo, hasta la dimensin social y poltica del campo lingstico; pues, en cuanto concepto general de movimiento, le era inherente tambin esa fuerza integradora y distanciadora que poda motivar la accin poltica, p. 138.5

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dimensin moral que lo sobrepasa; porque si no toda la sociedad, al menos una parte, reclama de l un relato cientfico que reafirme el sentido de condena emanado de antemano Y qu sucede cuando se encuentran explicaciones o hechos que incomodan al agraviado, o a los agraviados? Qu pasa cuando el relato histrico no cumple las expectativas creadas de antemano? O cuando se somete al testimonio a la tradicional crtica de fuentes sin salir indemne? Qu podemos historiar?, Qu podemos tomar del testimonio ms all de la vivencia personal expresada por el autor? Cmo puede, al final de cuentas, proceder el historiador para no caer en relativismos, ni sesgos evidentes. Tratar de utilizar la literatura testimonial para reconstruir sucesos, ms all de la experiencia individual y personal, es sumamente problemtico porque los procesos de seleccin de la memoria as como la ponderacin subjetiva y, de ah, con diferentes grados de distorsin de la realidad impiden tomar estos relatos con un grado suficiente de confiabilidad, al menos para basarse en ellos de forma preponderante en la reconstruccin de hechos fcticos; adems, es sabido que las experiencias traumticas se fijan en los sujetos de distintas maneras, dependiendo de su personalidad y los mecanismos de defensa utilizados por el yo para mantener el equilibrio.6 El problema de trabajar el testimonio como fuente histrica, es de suyo complejo; por ejemplo, muchas de las entrevistas y dems material que fueron obtenidos de los nazis durante los juicios de Nremberg, como apunta Leon Goldensohn, tenan la intencin de mantener un frente comn para defender la respetabilidad del Estado nazi, pasando porMaud Mannoni relata la experiencia vivida por 26 nios que fueron secuestrados durante el verano de 1976 en California y cmo algunos de ellos, por efecto de la angustia, creyeron haber visto un cuarto raptor inexistente, (23-26) En Lo siniestro, Freud trat precisar el mecanismo por el cual una emocin puede transformarse en angustia por efecto de la represin y cmo la ficcin puede crear nuevas formas de este sentimiento de lo siniestro inexistentes en la vida real (pues es caracterstico de la imaginacin poder prescindir de la prueba de realidad); de ah que en ocasiones sea muy difcil distinguir entre realidad material y realidad psquica. Maud Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit., pp. 14-15; Sigmund Freud, Connaissance del linconscient, en: Linquitante tranget et autres essais, Pars: Gallimard, 1985, pp. 209-263.6

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alto las atrocidades, la poltica belicista y la corrupcin del rgimen.7 As mismo, se aprecia un sesgo evidente entre aquellos acusados que buscaron exculparse ante toda responsabilidad, culpando a Hitler por haber engaado al pueblo alemn para que realizara una guerra justificada como defensiva, pero que en realidad no lo era, y responda ms a las ambiciones personales del Fhrer. As mismo, inculpaban y sealaban a otros altos mandos como Himmler, encargados de poner en marcha la llamada solucin final, la cual aseguraban haber desconocido; no obstante y como apunta Robert Gelatelly, pese a todo, los acusados dieron a conocer una gran parte de s mismos y de lo que les atrajo de Hitler y del nazismo.8 Con ello no queremos decir que todas las entrevistas se pueden considerar como testimonios; aunque stas podemos tomarlas as, pese a lo extremoso del ejemplo, con la finalidad de llamar la atencin sobre la importancia de tomar en cuenta los intereses personales, cuando el sujeto se sabe un testigo protagonista de un acontecer, dada la relevancia y el contexto del momento. En esta ocasin, el testimonio forzado les permiti a los entrevistados dar una verdad distinta a la que asentaran las fuentes oficiales manejadas por los vencedores; mas habra que considerar otra particularidad: exista un inters especial de los acusados para evitar que sus declaraciones fueran usadas en su contra durante su proceso en el Tribunal.9 De ah, que la carga de verosimilitud del testimonio depender tambin de la intencin ltima del autor: reivindicar, explicar, condenar, denunciar, compartir su experiencia, exculparse, etctera. En los testimonios vemos pues, el relato de una condicin histrico-social que parte de la vida y opinin de una voz que narra en primera persona los hechos acaecidos (sea o7 8 9

Goldensohn, Las entrevistas de Nremberg..., op. cit. Vase por ejemplo la entrevista a Hans Fritzsche, Goldensohn, Las entrevistas..., op. cit. Gelatelly, Introduccin, op. cit.

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no, strictus sensu, en primera persona), que ante todo se sabe TESTIGO y sujeto actuante de la historia. Todo esto nos lleva a confrontar, como dice Paul Ricoeur, la pretensin que tiene la memoria de ser fiel y la que tiene la historia de decir la verdad, pues esta reivindicacin de la verdad est condenada a una oscilacin sin fin entre confianza y sospecha10. La disparidad de los testimonios fcilmente nos enfrenta a la disyuntiva de omitir aquellos datos imposibles de comprobar o enfatizar el carcter provisional y objetable de nuestras afirmaciones por la parcialidad de los juicios o la desconfianza de las fuentes (as como por nuestra propia interpretacin)11; de este modo, los resultados corren el peligro de ostentar un sesgo evidente (a favor o en contra). Tambin puede mostrase una falta de sensibilidad y humanidad para muchos ominosa si hacemos nfasis en el carcter provisional de las conclusiones. Aunque nos escudemos o justifiquemos bajo la llamada objetividad, con la cual deben regirse los historiadores, al final podemos salir mal librados. As tambin, hacer nfasis en el carcter subjetivo de la fuente, puede ocasionarnos la descalificacin por parte del lector que espera un apego al discurso vctima-verdugo, y por lo tanto, una sancin completa a esa verdad elaborada por quienes vivieron el holocausto y se asumen como vctimas. Las pretensiones cientificistas con las que diversos personajes de la extrema derecha (antisemitas, anticomunistas o de clara filiacin nazi) negaron los asesinatos de los judos en las cmaras de gas, o las dimensiones de las matanzas y la poltica de exterminio del rgimen hitleriano, nos hace ver los peligros que se corren ante la intencin de negar todo aquello que, por voz de los testigos ocurri, pero careca de respaldos materiales para10 11

Paul Ricoeur, La marca del pasado, en: Historia y Grafa, UIA, nm. 13, 1999, p. 160.

V. Steven G. Crowell, Mixed messages: The Heterogeneity of Historical Discourse, en: History and Therory, vol. 37, nm. 2, (May, 1998), pp. 221-223.

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comprobarse.12 Debemos cuidarnos de querer buscar la reconstruccin de los hechos fcticos a cualquier precio: un sentido implcitamente sin sentido, perseguido prematuramente,13 pues El presente, es verdad, est implicado en la paradoja de la presencia de lo ausente, paradoja comn a la imaginacin de lo irreal y a la memoria de lo anterior14. * En torno a la representacin Otra de las paradojas encerrada en la postura de los narradores supervivientes del holocausto, radica en la intencin de compartir su experiencia, al tiempo que asumen la imposibilidad de otros para vivirla y comprenderla en toda su complejidad;15 de ah, surge una actitud de descalificacin hacia quienes han pretendido acercarse al tema sin contar con los elementos suficientes para relatar lo inenarrable, y los hagan aparecer como simples diletantes, sencillamente porque no vivieron el horror de la experiencia 16 Querer compartir al mundo aquello que nunca podr entenderse a cabalidad? Es entonces, cuando Jean-Luc Nancy afirma cmo parece surgir un halo de ilegitimidad en torno a la representacin del Shoah, que remite a la idea de la prohibicin religiosa, como la prohibicin bblica de la representacin, y afirma:La prohibicin de la representacin no tiene nada (o poco) que ver con la interdiccin de producir obras figurativas. Tiene todo que ver, en cambio, con la realidad o con la verdad ms firme del arte, es decir, tambin y en ltima instancia, con la verdad de la representacin que esa prohibicin saca a la luz de un modo paradjico.17 Recurdese la polmica que desat la defensa que hicieron Noam Chomsky y Jean Beaufret del artculo Robert Faurisson, en aras de defender la libertad de expresin. Mannoni hace el comentario para el psicoanalista, al hablar del tratamiento del paciente, pero creo que la reflexin se aplica perfectamente al caso.14 15 13 12

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Paul Ricoeur, La marca del pasado, op. cit., p. 161. Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit.

De acuerdo con la Dra. Herminia Miranda, (Seminario Anlisis del discurso) en trminos estrictos nadie los poda comprenderlos, porque comprender es quedar atrapado en la demanda del otro.16

V. los testimonios de Imre Kertsz y Adorno.

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Qu es al final de cuentas lo que puede sacar a la luz esa prohibicin? Cul es la verdad que no se puede representar y se vuelve inenarrable, y parece tener que ver con la experiencia ms ntima en torno a la humillacin y el horror vividos? Posiblemente esto se relacione con la culpa que siguieron sintiendo los supervivientes, incluso despus de muchos aos de haber salido de los campos de exterminio y, debido a ello, por ms que alguien ajeno tratara de imaginar y representar el horror vivido, y las situaciones lmites a las cuales se vieron sometidos, nunca podra saber realmente lo que signific aquello ni aprehender esa realidad tan compleja: un enorme sufrimiento seguido de la culpabilidad que los persigui por haber seguido vivos y por todo lo que pudieron haber perdido de ellos mismos en aquella experiencia.A la salida de la oscuridad se sufra por la conciencia recobrada de haber sido envilecidos. Habamos estado viviendo durante meses y aos de aquella manera animal, no por propia voluntad, ni por indolencia ni por nuestra culpa: nuestros das haban estado llenos, de la maana a la noche, por el hambre, el cansancio, el miedo y el fro, y el espacio de reflexin, de raciocinio, de sentimientos, haba sido anulado.18

El problema de la representacin va ms all de las producciones cinematogrficas o de otro tipo de acercamientos que se han hecho al tema (por quienes no lo vivieron), e igualmente, abarca los estudios acadmicos que se han realizado, buscando algn tipo de explicacin a partir de la comparacin con otros fenmenos donde tambin se presentaron problemas de genocidio, racismo, exclusin, y dems efectos nocivos para la poblacin por las atrocidades cometidas contra ella19 En qu medida podemos pensar que el fenmeno puede ser asimilado por la sociedad si no se rompe el halo prohibitivo que lo reviste? YaJean-Luc Nancy, La representacin prohibida, en: La jornada semanal [suplemento cultural de la Jornada], nm. 589, 18 de junio de 2006, p. 4. Primo Levi, en: Triloga de Auschwitz (Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados), Mxico: ocano / El Aleph, 2005, p. 533. Catherine Bischoping y Andrea Kalmin, Public Opinion about Comparisons to the Holocaust, The Public Opinion Quarterly, vol. 63, nm. 4, (Winter) 1999, pp. 485-487.19 18 17

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William Shawcross haba dicho, only when something can be compared, perhaps rightly, perhaps wrongly, but anyway plausible, with the Holocaust Hill it assume truly disastrous proportions in our perceptions20; la necesidad de romper las cadenas que envuelven este pasaje tan doloroso de la historia humana, bien sea permitiendo los estudios comparativos, bien sea a travs de otros acercamientos, no significa consentir o aceptar su trivializacin; antes bien, debe aumentar su exigencia y se precisa hacerlo para rescatar su singularidad; una singularidad tan siniestra que ha querido ser olvidada o minimizada.21 Slo a partir del examen exhaustivo de lo que sucedi ah, la sociedad podr ser consciente, y saber por qu y bajo qu circunstancias aquello pas y podra volver a suceder; ya que nadie sali indemne de la experiencia; todos los que callaron se volvieron cmplices con su silencio: pases, regmenes, comunidades e individuos.Al hacerse cmplice mudo de cierto orden, un pueblo corre el riesgo de no atreverse a hacer franquear a sus hijos la puerta de la vida, del espacio necesario para invencin y la creacin. La sumisin del individuo a la ley slo tiene sentido cuando la ley no es transforma en mquina de suplicios, ni en el aniquilamiento del ser o la individualidad; por lo tanto, las bases sobre las que se funda una sociedad son [y deben ser] distintas de las del terror y la exclusin. Si la ley se vuelve la encarnacin de una mquina de matar, se ingresa en un mundo donde el mundo excluye al hombre, en un espacio donde queda suprimida toda diferencia.22

Y con ello se anula al hombre mismo pues si hay algo que caracteriza a las personas, al ser humano, es la singularidad, la diferencia, como fuente de conflicto s, pero tambin de enriquecimiento e intercambio. Pero las sociedades-cmplices que han querido olvidar, terminan sucumbiendo ante sus propios fantasmas. Maud Mannoni sostiene No se puede borrar el pasado. Los fantasmas de nuestro pasado no tardan en atraparnos e irrumpir20 21

Ibdem, p. 486.

Claude Lanzmann comenta El acontecimiento humano del que fui testigo [] es rechazado por su inhumanidad misma y el espanto que inspira y que lo lanza a una distancia estelar a un in illo tempore casi legendario como si estuviera fuera de la duracin humana. Esto no pas. No pudo haber pasado hace cuarenta aos. Claude Lanzmann, El presente y lo inmemorial, en: La jornada semanal [suplemento cultural de la Jornada], nm. 589, 18 de junio de 2006, p. 10.22

Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit., p. 40-41.

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en lo real. Las comunidades que vivieron la experiencia del nacionalsocialismo y que quisieron guardar el silencio para olvidar, fueron alcanzadas por su fantasma. Cuanto ms pes el silencio sobre el trauma, ms pagaron las sociedades en sntomas diversos: movimientos neonazis, individuos que vivieron al margen de una sociedad a la cual repudiaban, odio y sed de venganza, imposibilidad de reconciliarse, etctera. Freud denunci el efecto de esta muerte, la muerte matada con el silencio producto de todas las guerras, que genera un empobrecimiento de la vida.23 Constituye una necesidad insoslayable realizar un anlisis exhaustivo sobre lo que sucedi en el holocausto con la finalidad universalizar la reflexin de la experiencia, y para ello, el individuo y la sociedad no deben cegarse (el primero por ese yo que lo protege; y la segunda mediante ese olvido-indiferencia) para que no sufran ms all de lo que pueden soportar, y deben ver lo que ocurri ah: con tal de vivir, aceptar todo. Si no se reflexiona sobre esto, el fenmeno se repetir pero con caractersticas diferentes. Nunca debe olvidarse que la condicin humana no puede, ni debe, aceptar su propia degradacin, ni las comunidades deben sancionarlo bajo ninguna circunstancia. Primo Levi comenta la leccin que recibi de uno de los internos en Auschwitz, cuando le replic el sinsetido que tena tratar de mantener el nimo en el LagerPero Steinlauf me hace callar [] que precisamente porque el Lager es una gran mquina para convertirnos en animales, nosotros no debemos convertirnos en animales; aunque en este sitio se puede sobrevivir, y por ello se debe querer sobrevivir, para contarlo, para dar testimonio; y que para vivir es importante esforzarse por salvar al menos el esqueleto, la armazn, la forma de civilizacin [] tenemos una facultad y debemos defenderla con todo nuestro vigor porque es la ltima: la facultad de negar nuestro consentimiento [] Debemos andar derechos, sin arrastrar los zuecos [] para seguir vivos, para no empezar a morir.24

Por lo mismo, no se trata de recordar por recordar, se trata de dilucidar lo que sucedi para poder resignificarlo, con el fin de no repetirlo y sancionar un espacio vital que23 24

Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit.,p. 40. Primo Levi, La iniciacin, en: Triloga de Auschwitz, op. cit., p. 64-65.

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les permita vivir a las vctimas y a las nuevas generaciones. Tampoco se pretende que la historia funja como maestra de la vida, porque conocer, saber, o simplemente enterarse de los hechos nunca ha evitado que stos vuelvan a repetirse. Se trata, en ltima instancia, de un examen profundo sobre aquel acontecer, para recuperar ese pasado y darle por fin forma, y el sentido de una herencia cultural para las generaciones venideras.25 Sin embargo, para convertir al holocausto en parte de la conciencia pblica europea, se produjo otra paradoja: al tiempo que se dio una sobre-representacin por la abundancia de escritos y dems producciones, tambin se lleg a una estilizacin del holocausto que hoy en da ya adquiere dimensiones insoportables, como lo indica Kertsz, pues haba que pagar el precio que la opinin pblica exige. As, trminos como campos de exterminio o solucin final perdieron sentido y relevancia bajo la palabra misma de holocausto26; del mismo modo que la sociedad rechazaba el acontecimiento por el horror que encerraba, le impuso al superviviente cmo deba pensar sobre aquella vivencia, con independencia de si tal pensamiento coincide con sus experiencias reales,27 a grado tal que[] el testigo autntico pronto se convierte en escollo, hay que apartarlo como un obstculo y al final se confirman las palabras de Amry: Nosotros, las vctimas, apareceremos como los verdaderamente incorregibles e irreconciliables, como los reaccionarios, en el sentido estricto de la palabra, opuestos a la historia y el hecho de que algunos de nosotros sobreviviramos se presentar por ltimo como una avera28

Nadie quiere a los portadores de la verdad y menos si con su verdad cuestionan a todo el orden social; pero tal como lo afirma Kertsz, el holocausto es una cuestin vital

Mannoni comenta sobre la imposibilidad de las vctimas del genocidio de proporcionar esa herencia cultural para sus hijos, cuando quisieron refugiarse en el silencio. Debido a esto, existe una corriente que reivindica el concepto Shoah, en vez de Holocausto, para hablar de la destruccin y el aniquilamiento del que fueron objeto los judos y dems vctimas durante el rgimen nazi. Y la pelcula de Claude Lanzmann es la mejor muestra de ello. V. Jos Gordon, Claude Lanzmann. Shoah: morir una segunda vez para evitar el abandono absoluto, en: Acta Sociolgica, dossier Reflexiones sobre el significado del Holocausto, nm. 26-27, mayo-diciembre de 1999, pp. 225-261.27 28 26

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Kertsz, Un instante de silencio, op. cit., p. 88. Kertsz, Un instante de silencio, op. cit., p. 89.

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para la civilizacin y la conciencia europea (e internacional), pues si no se reflexiona sobre l, se convertira en una civilizacin averiada, en un invlido en estado terminal que se dirige, impotente, hacia la desaparicin. En este sentido, entender la maldad humana no debe llevar a las personas a horrorizarse para quedarse ah, sino a saber en qu momento se perdi el punto de referencia sobre la centralidad del sujeto; una centralidad que siempre debe prevalecer, pues es necesaria e insoslayable; el ser humano es, y debe de ser el punto nodal y centro de partida para todo, sea el orden social, la relacin familiar o la vida misma. Existe un imperativo que no puede deshacerse con relativismos: la dignidad del hombre es infinita. 29 Pero eso no significa que se rescate al hombre, por el hombre mismo, sin reconocer su naturaleza animal y su maldad intrnseca; antes bien, AMAR,30 es reconocer la maldad del otro, pero tambin la propia; de ah surge la necesidad de que el hombre controle y someta su naturaleza animal mediante la educacin y la cultura, pues slo por sometimiento a lo tico se suprime esta esencia animal y la tica puede volverse su segunda naturaleza.31 As, cualquier individuo, Estado o sociedad podr asumir que ante el enemigo debe actuar con respeto, porque si existe el imperativo de no dejar que el enemigo le dae o destruya, en ningn caso se le puede contestar de la misma manera. En otras palabras, actualmente bajo ninguna circunstancia es admisible la Ley del Talin.

* Sobre la modernidad

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Jos Porfirio Miranda, Hegel tena razn. El mito de la ciencia emprica, Mxico: Universidad Autnoma Metropolitana Iztapalapa, 1989. Me refiero al sentido genrico y social que puede referir el trmino, no al enamoramiento entre dos personas.31 30

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Miranda, Hegel tena razn, op. cit., p. 21.

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Admitir que la modernidad tan aclamada en las sociedades occidentales, no condujo a la superacin, ni a la libertad del hombre y que la razn instrumental junto con la ciencia, se convirtieron en las armas ms poderosas del Estado,32 para someter al individuo, nos lleva a regresar a la centralidad del sujeto. El rompimiento de los paradigmas de la modernidad sobre la objetividad del conocimiento y su capacidad para abstraerse de toda contaminacin subjetiva (entindase humana y por lo tanto contingente), adems de ser falaz, es sumamente peligroso cuando se lleva hasta sus ltimas consecuencias. Materias tan esencialmente humanas como la ley, el derecho y la ciencia, consiguieron alcanzar un alto grado de sofisticacin que condujeron a su deshumanizacin, pero despus de la Segunda Guerra Mundial muchos hombres de letras realizaron una honda reflexin y un profundo cuestionamiento de su funcin y fin ltimo. Por un lado, los cientficos dejaron de concebir la neutralidad de su conocimiento, despus de la explosin de dos las bombas nucleares en el Japn y la difusin de todos los experimentos que se realizaron con seres humanos en los campos de concentracin, y comprendieron que el saber, por el saber, nunca permanece aislado en su pureza abstracta sin posibilidad de entrar en contacto con lo vivo y lo humano, y que siempre tiene formas, medios o canales de bajar a lo pedestre y tocar de alguna forma a la sociedad. De ah, que no puede soslayarse que el conocimiento siempre debe ponerse a disposicin y a favor de la vida, para evitar el peligro de anteponer otros intereses como el dinero, el poder, la poltica, o la razn de Estado frente al imperativo de mantener la centralidad y el respeto de la vida y la humanidad.33

Blanca Solares, El lazo indeleble de la memoria, en: Acta Sociolgica, op. cit., pp. 128-129; Judit Bokser y Gilda Waldman, El ghetto: historia y memoria, en: Acta Sociolgica, op. cit., pp. 56-57.

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Por su parte los juristas comprendieron que el absolutismo jurdico imperante desde mediados del siglo XIX (tal como lo ha denominado el historiador Grossi), haba desembocado en la ms increble aberracin en el siglo XX: un Estado de derecho, constitucional, y legalmente establecido pudo poner en prctica una poltica de exterminio sin violar sus principios normativos: atendiendo a la ley (que l mismo creaba, bajo la potestad que legtimamente ostentaba). La exclusin de los judos y su confinamiento en los Ghettos, la disposicin de los campos de concentracin, la solucin final misma respondieron a un eufemismo legalmente vlido la supervivencia del Estado nazi.34 Las desviaciones ocasionadas por tal concepcin del Derecho se aprecian claramente en esta entrevista realizada por Len Goldensohn a Rudolf Hss, el teniente coronel de la SS, que tuvo a su cargo el campo de concentracin de Auschwitz como comandante en jefe, de 1942 al 1 de diciembre de 1943.Le he preguntado que cuntas personas haban sido ejecutadas en Auschwitz en todo ese tiempo (mayo de 1940 al 1 de diciembre de 1943) El nmero exacto es difcil determinarlo. Yo calculo que alrededor de dos millones y medio de judos Slo judos? S. Mujeres y nios? S Y eso qu le parece? Hss se queda impvido e indiferente. Le repito la pregunta y aado si a l le pareca bien lo que ocurra en Auschwitz. Yo reciba rdenes personales de Himmler. V. Dorotea Barns y Alfonso Mondragn. Manuel Sandoval Vallarta. Obra cientfica, Mxico: Universidad Nacional Autnoma de Mxico / Instituto Nacional de Energa Nuclear, 1978.34 Como respuesta a esto, importantes juristas como Gustav Radbruch, Francesco Carnelutti y Alfred Verdross hicieron rplicas jurdicas que para muchos signific una clara mudanza de su pensamiento para contestar y rechazar tal errneo. V. A. Verdross-Drossberg, Void and Punishable Acts of State in International Law, en: The Western Political Quarterly, vol. II, nm. 2, June 1949, pp. 183-192. 33

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Protest alguna vez? No poda hacerlo. Las razones que me daba Himmler las tena que aceptar. En otras palabras, usted cree que estaba justificado matar a dos millones y medio de hombres, mujeres y nios? No es que estuviese justificado, pero Himmler me dijo entonces que si no se exterminaba a los judos, el pueblo alemn sera exterminado para siempre por los judos. Cmo podan los judos exterminar a los alemanes? No lo s, eso es lo que dijo Himmler. Himmler no me lo explic. Usted no tiene opinin propia? S, pero cuando Himmler nos deca algo, era tan correcto y tan natural que nosotros obedecamos sin cuestionarle. Tiene usted algn sentimiento de culpa por todo ello? S, ahora, naturalmente, me hace pensar que no fue correcto hacerlo.35

Y seguramente su formacin militar, as como su educacin, le impidieron desobedecer las rdenes de un superior; ni siquiera para cuestionar la validez de las razones que le dieron (independientemente de que las creyera o no), aunque fueran inmorales e inhumanas y trasgredieran todos los principios ticos; la obediendiencia a la ley se superpona a cualesquiera otras razones. Y si las rdenes venan de un superior, esto es, como si fueran del Estado mismo, adquiran la connotacin de algo correcto y natural; el Estado entonces poda convertirse en una mquina asesina para cumplir su funcin: la conservacin del pueblo alemn por encima de los judos y de cualquier otra amenaza, como si se retrogradara en el tiempo hasta llegar a ese estado descrito hace tantas centurias por Thomas Hobbes: la lucha a muerte del hombre contra el hombre. Y ese Estado omnisciente (que reduce su sabidura a la destruccin de todo lo que no perfeccione la raza aria, invlidos, enfermos mentales, homosexuales, comunistas, razas inferiores, etctera, etctera) slo necesit de soldados obedientes e incapaces de pensar por s35

Len Goldensohn, Las entrevistas de Nremberg, Mxico: Taurus, 2005, pp. 366-367, historia.

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mismo, sometidos a una disciplina capaz de anular toda razn; morir por la Patria es tan vlido como matar por ella?Eichmann confes en el juicio de Jerusaln no haber sido nunca antisemita, y si bien el pblico presente en la sala se ech a rer, yo no considero en absoluto improbable que dijera la verdad. Al fin y al cabo, para asesinar a millones de judos, el estado total no necesita antisemitas, sino buenos gestores.36

A partir de esto, podemos comprender que el Estado y la sociedad cuando logran crear en su seno individuos que pueden prescidir de valores ticos o morales para cumplir las leyes, se ha perdido el sentido y la razn de ser, tanto del Estado como del orden jurdico. El Derecho es y ha sido, primero que nada, una cultura que ha legitimado el orden existente de cada sociedad, porque cada cultura ha dado sentido a las reglas, a su formulacin y al orden jurdico que las sustenta (orden jurdico que, a su vez, sirve de garante y sostn del Estado).37 Pero cuando se pierde la mira de alcanzar la justicia, y la ley alcanza una supremaca por encima de las razones ticas, morales y los hombres mismos, entonces su razn de ser se desdibuja, porque los hombres en el poder (que son los detentadores de ese Estado) son capaces de servir a otros intereses aunque estn por encima de la humanidad. La razn de Estado, no es otra cosa que la razn de unos cuantos por encima de la mayora Cmo se puede servir a la Ley o al Estado por encima de las personas y de la vida misma, si es la propia sociedad quien les ha dado sentido y las ha creado para s, para su proteccin y salvaguarda? Ya Imre Kertsz haba sealado que cuando el totalitarismo expuls y puso fuera de la Ley al ser humano, dicha situacin fuera de la ley, constituy

36 37

Kertsz, Un instante de silencio, op. cit., p. 80.

Carlos Garriga, Historia y derecho, historia del derecho, en: Istor, dossier Historia y derecho, ao IV, nm. 16, primavera del 2004, p. 3-4.

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una muerte masiva que trajo a la mente del hombre aquello de lo que fue despojado: la ley, la columna bsica de su cultura y de su existencia.38 Gustav Radbruch seal que cuando el positivismo jurdico se impuso, al creer que esto validaba o sancionaba imperativos como la ley es la ley, se estaba perdiendo de vista la teora y sus fundamentos, al confundir el todo por una parte; mientras que el argumento una orden es una orden, deba carecer de validez para el soldado cuando aquello que se le ordenaba era un crimen. Adems puntualizaba que, en adelante, en vez de pensar que el Derecho beneficia al pueblo, se deba tener en cuenta que slo lo que beneficia al pueblo es Derecho. * * *

38

Kertsz, Un instante de silencio, op. cit., p. 70-71.

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[] una terrible angustia se aadi al holocausto: la angustia por el posible olvido. Esta angustia fue ms all de los hombres, de las vidas y las muertes individuales, [y] de la insaciable necesidad de justicia.39

EL TESTIGO: Primo Levi Primo Levi fue un qumico italiano que se uni a las fuerzas partisanas de su pas, para luchar en contra del rgimen nazi en septiembre de 1943 y en diciembre del mismo ao fue detenido y encerrado en un campo de concentracin en Italia. Despus fue trasladado a Auschwitz en febrero de 1944, donde permaneci hasta que los soldados rusos llegaron al campo de exterminio abandonado por los alemanes, hacia finales de enero de 1945.40 Levi comenz a escribir las experiencias sobre su vida en el Lager antes de su liberacin, gracias a que pudo obtener un puesto como qumico durante los ltimos meses de su estancia en Auschwitz (lo cual le permiti tener acceso a lpiz y papel, as como a poder guardar sus manuscritos). Public su primer libro en 1946, Si esto es un hombre, donde narra el difcil y degradante proceso de aprendizaje y desvalorizacin sufridos en el Lager; este libro respondi a La necesidad de hablar a los dems, de hacer que los dems supiesen, pues esta urgencia haba tomado el carcter de un impulso inmediato y violento, hasta el punto de que rivalizaba con nuestras dems necesidades ms elementales, incluso antes de su liberacin.41 Su segundo libro, La tregua, lo escribi 15 aos despus y fue publicado en 1963; en l narra todas las vicisitudes y aventuras que

39 40

Kertsz, Un instante de silencio, op. cit., p. 74.

Antonio Muoz Molina, Primo Levi: el testigo sin descanso, en Levi, Triloga de Auschwitz, op. cit., pp. 14-15.41

Levi, Triloga de Auschwitz, op. cit., p. 28.

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vivieron los exprisioneros del campo, su penoso y corto periodo de supervivencia durante los diez das que mediaron, entre la huda de los alemanes y el arribo de los rusos, cuando muchos sucumbieron o se vieron al borde de la muerte ante la falta de alimentos, agua, medicinas y el contagio de las enfermedades entre todos los enfermos; hasta que fueron trasladados provisinalmente a diversos territorios rusos y finalmente regresados a sus pases, en un penoso viaje que dur ms de veinte das, sin provisiones, agua, ni servicios sanitarios. Su timo libro lo escribi cuarenta aos despus de haber sido liberado, Los hundidos y los salvados, y en l se hallan numerosas reflexiones que reflejan un profundo pesimismo y un examen sobre las experiencias sufridas durante su estancia en Auschwitz. Levi, al igual que muchos supervivientes que nos han legado sus testimonios, vivi siempre con la angustia de padecer la indiferencia de los otros; de hecho, en las vctimas del genocidio La dificultad de establecer una comunicacin con los dems se evidencia en la prdida de esperanza de ser odos42. Pese a su incansable labor de difusin acerca de su vivencia en Auschwitz, Levi tambin estaba convencido sobre la imposibilidad de que los otros pudieran comprenderla a cabalidad; y finalmente ese sentimiento de incomprensin termin por atraparlo; incluso, lo que pudo constituir una de sus razones principales despus de su liberacin: testificar, termin desdibujndose con el tiempo:[] no somos nosotros, los sobrevivientes, los verdaderos testigos [] Los sobrevivientes somos una minora anmala [] que por sus prevaricaciones, o su habilidad, o su suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho [] no ha vuelto para contarlo, o ha vuelto mudo; son ellos, los musulmanes, los hundidos, los verdaderos testigos, aquellos cuya declaracin habra podido tener un significado general.43

A pesar de haber tomado la palabra para narrarle al mundo lo que vivi, en realidad ninguna palabra poda sostenerlo desde que lo haban separado de los vivos, inesperadamente, de la noche a la maana para recluirlo en Auschwitz. Porque cuando Levi42 43

Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit., p. 35. Levi, Triloga de Auschwitz, op. cit., p. 541-542.

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sufri la interdiccin de saber en el campo de exterminio, Levi, el sujeto (annimo como los dems), perdi la palabra: hemos aprendido, ms o menos rpidamente, segn el carcter de cada cual; a responder Jawohl, a no hacer preguntas, a fingir siempre que hemos entendido44. Desde el momento en que Levi perdi la palabra, extravi sus puntos de referencia y qued en situacin de desamparo, no pudiendo distinguir entre l mismo y el mundo exterior. Y el desamparo que acompaa al sentimiento de extraeza, se vuelve algo angustiante e indefinible que siempre sale de nuevo a la superficie.45Sobamos en las noches feroces Sueos densos y violentos Sobamos con el alma y con el cuerpo: Volver; comer, contar lo sucedido. Hasta que se oa breve, sofocada La orden del amanecer: Wstawc; Y el corazn se nos haca pedazos. Ahora hemos vuelto a casa, Tenemos el vientre ahto, Hemos terminado de contar nuestra historia. Ya es hora. Pronto escucharemos de nuevo La orden extranjera: Wstawc46

Otra de las caractersticas presentes en l, como en los dems liberados, fue el sentimiento de culpa que lo acompa a lo largo de su vida y termin por abatirlo; de ah44 45

Ibdem, p. 55.

Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit., 15-16. Creo que Franz Kafka logra transmitir claramente ese desamparo que acompaa el sentimiento de extraeza, confusin e impotencia ante un mundo incomprensible en su libro El proceso.46

Primo Levi (poema introductorio al libbro La tregua, en: Triloga de Auschwitz..., op. cit.

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que no pudiera encontrar un asidero capaz de liberarlo de esto (su muerte, en caso de haber sido accidental, as lo sugiere:47 una muerte digna para la indignidad de una vida que no se tolera, ni se olvida).48 Cuando un amigo suyo asegur al mismo Levi que ste haba sobrevivido gracias a la divinidad, en vez de haber sido por suerte o casualidad, pues haba sido un mandato de la Providencia misma para que diera testimonio, Levi coment (en su ltimo libro):Esa opinin me pareci monstruosa. Me doli como cuando se toca un nervio al descubierto, y resucit la duda de que [] estuviese vivo a costa de otro [] Los salvados en Auschwitz no eran los mejores, los predestinados al bien, los portadores de un mensaje; cuanto yo haba visto y vivido me demostraba precisamente lo contrario. Preferentemente sobrevivan los peores, los egostas, los violentos, los insensibles, los colaboradores de la zona gris, los espas. No era una regla segura (no haba, ni hay, en las cosas humanas reglas seguras), pero era una regla [] Yo me senta inocente, pero enrolado entre los salvados, y por lo mismo en busca permanente de una justificacin, ante m y ante todos los dems. Sobrevivan los peores, es decir, los ms aptos; los mejores han muerto todos.49

Los campos de exterminio y de concentracin mostraron que se poda reducir al hombre a su estado de naturaleza: a su ms completa animalidad, regresndolo al egosmo que lo hace capaz de sobrevivir a costa del otro; pues como ya lo haba dicho Porfirio Miranda (retomando a Hegel y a otros autores): Por naturaleza el hombre, no slo no es bueno, por naturaleza ni siquiera es hombre50; porque la condicin humana sin civilizacin y sin cultura orilla a la supervivencia descarnada: qu importaba robar el pan o los zapatos al otro, aunque con esto se le fuera la vida al hurtado, si poda aprovecharse para aliviar un

Freud sostiene que los lapsus, los olvidos y los accidentes no son fortuitos ni casuales y tienen una razn de ser, susceptible de ser analizada, lo cual no implica que el sujeto sea consciente de ello (Seminario, Anlisis del discurso impartido por la Dra. Herminia Miranda Olvera) Kerts est seguro que Levi termin suicidndose, el holocausto no slo alcanz a sus vctimas elegidas en los campos de concentracin, sino tambin dcadas ms tarde. Como si la disolucin de los campos slo hubiera aplazado la sentencia, que luego, los elegidos para morir ejecutaron quitndose ellos mismos la vida: se suicidaron Paul Celan, Tadeusz Borowski, Jean Amry. Y hasta Primo Levi. Kertsz, Un instante de silencio, op. cit., p. 81.49 50 48

47

Levi, Triloga de Auschwitz, op. cit., p. 540-541.

Jos Porfirio Miranda, Hegel tena razn. El mito de la ciencia emprica, Mxico: Universidad Autnoma Metropolitana Iztapalapa, 1989, p. 20.

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poco el hambre crnica y otorgaba alguna mejora pasajera en aquel infierno? Debido a eso, muchos encontraron en el suicidio la liberacin de aquella realidad inhumana que haban conocido y del peso de la vida que debieron llevar desde entonces; de suyo, en el fondo siempre estara latente esa verdad inenarrable que los atormentaba y nadie poda concebir ni imaginar porque no la vivieron en carne propia, y esa fue la razn que hizo escribir a Levi cuarenta aos despus de su salida de Auschwitz:[] pasas revista a tus recuerdos, esperando encontrarlos todos [] nunca has golpeado a nadie (pero habras tenido fuerzas para hacerlo?), no has quitado el pan a nadie; y sin embargo no puedes soslayarlo. Se trata slo de una suposicin, de la sombra de una sospecha: de que todos seamos el Can de nuestros hermanos, de que todos nosotros (y esta vez digo nosotros en un sentido muy amplio, incluso universal) hayamos suplantado a nuestro prjimo y estemos viviendo su vida. Es una suposicin, pero remuerde; est profundamente anidada, como la carcoma; por fuera no se ve, pero roe y taladra.51

Esa verdad anunciada por otros que todos somos el Can de nuestros hermanos, fue la revelacin ms dura del Lager, de Auschwitz, de nacionalsocialismo y de la callada o abierta, velada o explcita cooperacin con el rgimen. Freud nos dice El hombre que se cree inocente, en realidad es culpable. La culpabilidad y la angustia de lo siniestro hizo estragos mayores en los sobrevivientes: la posibilidad de haberse hecho cmplices del sistema desde el momento que le negaron la palabra al recin llegado (como otros lo hicieron con ellos), cuando se volvieron tambin intolerantes y trataron sin indulgencia a los derrotados: a los musulmanes; a esos muertos vivos que nadie quera ver y todos rehuan, y cuando aceptaron ser derrotados por el sistema y sucumbieron ante esa mquina que los converta en animales; todo ello hizo que los sobrevivientes tuvieran grandes dificultades para no sentirse culpables de todas las muertes de los campos: como si debieran su vida precisamente a esas muertes.52 Porque la vida en el Lager era un orden infernal, porque todos vean cmo el nacionalsocialismo, ejerce un espantoso poder de51 52

Levi, Triloga de Auschwitz, op. cit., p. 540. Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit., p. 38.

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corrupcin del que es difcil escapar. Degrada a sus vctimas y las hace semejantes a l porque impone complicidades grandes y pequeas53. De qu forma podra vivir alguien para sentirse bien consigo mismo despus de haber conocido esto? * En busca de la identidad El reto ms difcil de las comunidades que vivieron el nacionalsocialismo fue regresar a su vida normal y enfrentarse con sus hijos, con sus jvenes y las nuevas generaciones que no vivieron la misma experiencia, pero sufrieron los efectos colaterales de la guerra: familias separadas, hijos que despus no pudieron reconocer (ni reconocerse en) sus padres; el cuestionamiento silencioso de aqullos que preguntaban y nunca obtuvieron una respuesta. Y los familiares en espera del posible retorno de quienes nunca volvieron; as como el regreso de los muertos vivos que constituyeron la avera, ms que la alegra del hogar.54 Pero quizs lo ms caracterstico de individuos y comunidades fue la intencin de olvidar. De acuerdo con Stefan Gandler se ha mantenido un acuerdo implcito en Alemania para no dar mayor importancia al pasado alemn del periodo 1933-1945, y sobre todo a la matanza de los judos europeos.55 Esta falsa idea que se ha construido sobre la lejana de los crmenes nacionalsocialistas, tanto en el tiempo como en el espacio, se ha edificado sobre el silencio: casi nadie en ese pas quiere que se vean las svsticas que estn en los ticos, guardadas.56 Guardadas, la sociedad alemana todava guarda un pasado del que no quiere hablar. * *

53 54 55 56

Levi, Triloga de Auschwitz, op. cit., p. 526. V. Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit., pp.35-45. Stefan Gandler, Alemania antes y despus de Shoah, en: La jornada semanal, op. cit., p. 5. dem.

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Esta supuesta lejana slo pudo existir en nuestras cabezas por el silencio y la oscuridad en que nuestra sociedad nos haba mantenido y de los que no habamos logrado zafarnos, aunque nos considerramos muy crticos.57

La sociedad alemana, como la polaca, la hngara, la francesa, etctera, al igual que todos aqullos que vivieron la experiencia nacionalsocialista, buscaron la forma de superar el pasado mediante el olvido o a travs de evocaciones y ceremonias que trivializaban la experiencia; las palabras vacas,58 podan aliviar, al menos momentneamente, esa demanda de justicia que buscaba establecer responsabilidades sociales. Mas los gobiernos no quisieron establecer un compromiso entre el pretrito y sus problemticas actuales, sobre todo si stas eran un producto ms del dao social que implic el retorno a la vida sin mayores reflexiones. Los juicios de Nremberg (y algunos procesos posteriores) sirvieron para que los gobiernos descargaran la responsabilidad, tras el castigo a los culpables, aunque hubiese constituido un fenmeno que prcticamente a nadie satisfizo y estuvo plagado de irregularidades y violaciones jurdicas.59 Esta falta de atencin y reflexin sobre el holocausto y la guerra todava la seguan sealando personajes como Imre Kertsz, quien apuntaba que Auschwitz segua siendo:[] la tenebrosa aparicin universal de una mente trastornada, [que] surge en el horizonte detrs de nosotros y sus contornos no se difuminan al tiempo que nos alejamos de ella, sino que, paradjicamente, parecen ampliarse y crecer. Hoy en da ya resulta obvio que la supervivencia no es un problema personal de los sobrevivientes, pues la sombra larga y oscura del holocausto se proyecta sobre toda la civilizacin en que ocurri y que debe seguir viviendo con el peso de lo ocurrido y con sus consecuencias.60

Particularmente entre los judos europeos se evidencia el problema que signific reconstituir su identidad. Los trastornos no slo se dieron a partir del rechazo o cuestionamiento sobre la identidad religiosa, aunque tambin se presentaron casos57

dem.

58 Lacan opone la palabra vaca, aqulla que gira para no decir nada, a la palabra llena, sa que apunta, que forma verdad tal como se establece en el reconocimiento del uno por el otro, Mannoni, op. cit., p. 84. 59 60

Gisela A. Oscs Said, Nuremberg, 45 aos despus, op. cit., pp. 333-377. Kertsz, Un instante de silencio, op. cit., p. 83.

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contrarios (de una mayor adhesin), sino en la recomposicin misma de las familias: las tasas de natalidad y nupcialidad, la preservacin y transmisin de la cultura, las prdidas de la posicin y el ingreso econmicos, y el envejecimiento prematuro de los supervivientes, entre otros. As tambin las migraciones, y con ello, el cambio de la distribucin poblacional, implic un viraje completo de los hbitos e identidades culturales comunitarias (no es lo mismo ser judo en Europa, que en Estados Unidos de Norteamrica o Israel). 61 A largo plazo, las dinmicas sociales y el ndice de crecimiento de la poblacin tambin se vieron alterados.62 Igualmente para las comunidades y, en especial para las jvenes generaciones, no era fcil asimilar que muchos de sus conocidos (incluso sus familiares o sus mismos padres) haban vivido las razias y el encierro en los campos de concentracin sin haberse rebelado, ni hacer algo para evitarlo. Cuando fue el caso de los padres, quienes trataron de desterrar de s la experiencia, y reprimir los recuerdos de los encierros en los campos de concentracin, finalmente la vivencia retorn y, literalmente, los posey.63 Mannoni refiere,Los testimonios de los sobrevivientes de los campos de concentracin exhiben todos ellos los efectos mortferos del silencio del secreto de los padres en la segunda y hasta en la tercera generacin. Lo no dicho por los padres sobre el terror vivido en los campos pesa sobre sus hijos aunque los hayan criado ellos mismos en la seguridad de Nueva York u otros sitios. En uno y otro progenitor la imposibilidad de decir va acompaada de intolerables sentimientos de culpa y el sufrimiento de sus hijos pone esto al descubierto. La neurosis de los hijos testimonia los efectos del corte de los padres con su pasado: sus descendientes han quedado profundamente afectados por la prohibicin de saber respecto de una pgina histrica que fue de humillacin y horror para la generacin de la que nacieron.64

La afectacin lleg a tal grado que los hijos, e incluso los nietos, tambin llegaron a sentir la supervivencia (de sus padres y la propia) como una falta. Los hijos (y/o nietos)Sergio DellaPergola, Entre ciencia y ficcin: notas sobre la demografa del holocausto, en: Acta Sociolgicaop. cit., pp. 202-206.62 63 64 61

Ibdem, 209-222. Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit., p. 35. Ibdem, p. 39.

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terminaron sintindose sobrevivientes de los padres que subsistieron o de los padres muertos que nunca retornaron. De este modo, sufran en sus vidas el peso de la falta cometida, especialmente al alcanzar la misma edad de sus padres cuando murieron o cuando comenzaron la vida-muerte en los campos de concentracin. 65 Para muchos, esto signific la necesidad del fracaso o la cada, e igual que sus padres, deban comenzar desde cero, pero tambin desde la desolacin y el desencanto, es decir, desde la vida percibida como una falta y no como un goce.66 Para las jvenes generaciones de otras comunidades cuya colaboracin con el rgimen signific el peso de una culpa, la dificultad resida en aceptar la buena disposicin que hubo para colaborar con el poder; esto hizo que muchos se alejaran del seno hogareo, de sus mismos padres o sus comunidades y definieran su vida en funcin de ello: haciendo todo lo contrario de sus padres (o sus conocidos). Pero el repudio que sentan hacia stos, era un repudio que se volcaba a s mismos: su falta constituy haber nacido de ellos. As mismo, los sobrevivientes de los campos tambin sufrieron otro tipo de afectaciones, Kertsz seala:La necesidad de sobrevivir nos acostumbra a falsificar todo el tiempo posible la realidad asesina [ a la cual] tenemos que imponernos, mientras que la necesidad de recordar nos seduce a introducir de contrabando en nuestro recuerdo una suerte de satisfaccin, el blsamo de la autocompasin y la autoglorificacin de la vctima.67

Freud se pregunt si la representacin del sufrimiento poda ser fuente de placer.68 En esta evocacin del horror, el espectador no deja de ser tenido en cuenta; su sufrimiento est ligado no obstante a una prima de placer: 69 la compasin del espectador, y del que65 66

Ibdem, p. 40-44.

Octave Mannoni sita la nocin de salud del lado de la esperanza, del sufrimiento y de una posibilidad de creacin, gracias a la cual pueden transponerse el dolor y la alegra, Ibdem, p. 8.67 68 69

Kertsz, Un instante de silencio, op. cit., p. 88 Octave Mannoni, Freud, Seuil: 1968, p. 157; apud Maud Mannoni, p. 18. Mannoni, Amor, odio, separacin, op. cit., p. 18.

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escucha; esto permite que el sujeto vuelque la responsabilidad del sufrimiento en el otro: el opresor, al tiempo que l se deslinda de la que pueda corresponderle. La compasin hacia s mismo le permite evitar una posible confrontacin con una realidad que duele y podra mover a la reflexin. El sobreviviente puede oscilar del coraje contra la sociedad70, a la culpa y/o la autocompasin; pero tambin la falta sigue estando presente: existe la obligacin de vivir (incluso en aquellas condiciones del Lager), no de sobrevivir. Su derrota en el Lager tambin los hizo cmplices del sistema, porque siguieron el camino que ste les marcaba: el abandono de s mismos.

70

Como se mostraba claramente en el caso de Jean Amry.

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Conclusiones Se ha transformado profundamente la historia y actualmente se utilizan diversas fuentes que anteriormente hubiesen sido descalificadas de inmediato, pero todava se mantiene la importancia de someterlas a la crtica y el examen riguroso, bien sean fuentes orales, diarios, memorias, testimonios, autobiografas, etctera. Pese a todas las dificultades que implican el uso de la literatura testimonial del holocausto, creo que es susceptible de utilizarse para la reconstruccin histrica. Sin embargo, para este caso en particular, creo que el historiador no se puede quedar en un nivel meramente descriptivo, ni del examen sociopoltico ni del cultural, para saber que pas durante el holocausto, pues es imprescindible el anlisis de las dimensiones morales y ticas del suceso. Auschwitz, como el holocausto y nacionalsocialismo, son importantes no slo por la cercana temporal, sino porque forman parte de esa modernidad que persiste hasta nuestros das y no hemos querido elucidar a profundidad, y esto va ms all del examen sobre el extravo de la ciencia, la poltica, el poder, el Estado o la ley, sino que debe enfocarse en la prdida y degradacin del sujeto individual y su dimensin tica, as como de la condicin humano-cultural del hombre. Debemos hacernos concientes que slo el imperativo tico puede destruir la razn instrumental; slo el reconocimiento de la dignidad humana sin lmites ni cortapisas, puede confrontar al Estado y la ley, combatir el relativismo cultural, la aprobacin de prcticas degradantes, o cualquier cosa que atente contra el ser humano, sea por razones de Estado o en aras de preservar las tradiciones y cultura de los pueblos. Disiento completamente de autores como Esther Cohen71 que vindican que Auschwitz se quede en la dimensin literaria y artstica, como se ha hecho hasta ahora.71

Esther Cohen, Los narradores de Auschwitz, Mxico: Editorial Fineo, 2006.

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Tampoco estoy de acuerdo que se trate de un acto de resistencia o rebelda, ni Auschwitz, ni el holocausto, ni el fenmeno social que los acompa y permiti el nacionalsocialismo, se pueden quedar en la literatura (o el arte) porque sta apela al sentimiento, a la emocin, al disgusto / al agrado o desagrado, no a la razn. Auschwitz y lo que permiti su existencia necesita ser valorado desde la filosofa, porque la filosofa apela ante todo a la razn. 72 Si la literatura y el arte han sido las primeras en tratar de aprehenderlo, no deben, ni pueden ser las nicas. El nazismo no fue producto de Adolf Hitler, el nazismo fue producto de una sociedad enferma y enajenada,73 y Hitler, slo fue uno de sus sntomas, quizs uno de los peores. Cuando una sociedad permite que se asesinen, bajo su anuencia, a uno, a cien, a miles o millones de hombres, mujeres y/o nios, destruye su moralidad y se est matando a s misma. Por eso nadie, ni las comunidades, ni los Estados, ni los seres humanos deben perder de vista queEl hombre es lo que tiene que ser, solamente mediante cultura,74 mediante disciplina; lo que el hombre inmediatamente es, es slo la posibilidad de serlo, i. e., slo la posibilidad de ser racional y libre, slo la destinacin y el deber de serlo75

Ahora bien, en Auschwitz, las vctimas fueron objeto de arbitrariedades, de horrores y la maldad ms descarnada e inimaginable; pero tambin tuvieron responsabilidades y omisiones consigo mismos, aunque no podamos comparar las dimensiones de stas, tampoco podemos negarlas. De ah, que ni el testimonio, ni la palabra dicha pudieran72 73

V. Miranda, Hegel tena razn, op. cit.

No hablo exclusivamente de Alemania, sino de todos los pases europeos donde surgieron movimientos fascistas. V. Aqu no refiero a los debates que han girado en torno al trmino cultura y la ponderacin que han hecho los antroplogos de las diferentes culturas existentes y la validez inherente que les atribuyen a todas ellas; ni al cultivo de la alta cultura a travs de las artes, sino a ese singular colectivo (Koselleck), que se circunscribe a una dimensin del desarrollo humano y de una forma de vida que se valida por s misma en tanto racional y centrada en el individuo. Niklas Luhmann, La cultura como un concepto histrico, en: Historia y Grafa, UIA, nm. 1992, p. 19-20. Miranda, Hegel tena razn, op. cit., pp. 10-16.75 74

Miranda, Hegel tena razn, op. cit., p. 21.

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liberarlos, porque la palabra que ha podido narrarse, no es de ninguna forma la palabra resignificada. Y cuando el sufrimiento no termin por abatir a los liberados (antes de regresar a la vida con la sociedad), fue heredado a las siguientes generaciones. La palabra dicha, no es la palabra reelaborada. Las cargas del dolor humano no deben permanecer inalteradas, porque de lo contrario, el sujeto nunca podr integrase al mundo ni a su vida, compleja y problemtica, pero ms o menos normal; i. e., a la vidaplacer en vez de la vida-muerte. Las identidades perdidas, las vidas destrozadas, los gobiernos con palabras vacas, la indiferencia y el silencio, los sentidos sinsentidos, todo permanecer mientras no comprendamos qu sucedi en Auschwitz, en el holocausto, en el nacionalsocialismo y en una Europamundo, y un mundo inmerso sin comprometerse con lo que suceda antes, durante y despus de la Segunda Guerra Mundial; en resumen, mientras no analicemos qu pas con esa descarnada y deshumanizada modernidad.

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