Literatura Española Medieval El Mío Cid y el Exemplum en el Libro del Buen Amor

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Monsalvo Basaldua María Fernanda. Literatura Medieval Española Trabajo Final La caracterización del Cid como personaje literario en el Cantar y en el Romancero. El Cid es el personaje más representativo de España, el arquetipo hispánico en todas sus acepciones y como tal cumple dos funciones fundamentales: iniciar una tradición y representar los valores ideales dentro de un contexto, es por esto que su caracterización e incluso su historia se han modificado con el paso del tiempo. Según Gómez Redondo las líneas argumentales de la materia cidiana sufren ajustes a los diferentes procesos de recepción, ligados básicamente a los intereses nobiliarios (El Cid humanístico, 328). Ejemplo de esto es la obra de teatro Anillos para una dama escrita por Antonio Gala en 1973 donde a partir Cantar del Mío Cid se inserta la ideología propia de una España que vive el ocaso del franquismo. Sin embargo, no es necesario alejarse tanto del siglo XIII para notar las modificaciones ocurridas al

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Trabajo escolar con enfoque en tres textos medievales: El Cantar del Mío Cid, El Romancero Viejo (específicamente la parte que refiere al Cid) y el Libro del Buen Amor.

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Monsalvo Basaldua María Fernanda.

Literatura Medieval Española

Trabajo Final

La caracterización del Cid como personaje literario en el Cantar y en el Romancero.

El Cid es el personaje más representativo de España, el arquetipo hispánico en todas sus

acepciones y como tal cumple dos funciones fundamentales: iniciar una tradición y

representar los valores ideales dentro de un contexto, es por esto que su caracterización e

incluso su historia se han modificado con el paso del tiempo. Según Gómez Redondo las

líneas argumentales de la materia cidiana sufren ajustes a los diferentes procesos de

recepción, ligados básicamente a los intereses nobiliarios (El Cid humanístico, 328).

Ejemplo de esto es la obra de teatro Anillos para una dama escrita por Antonio Gala en

1973 donde a partir Cantar del Mío Cid se inserta la ideología propia de una España que

vive el ocaso del franquismo. Sin embargo, no es necesario alejarse tanto del siglo XIII

para notar las modificaciones ocurridas al personaje del Cid, la tradición folclórica con su

propiedad oral incurre en modificaciones de las obras con la misma velocidad con la que

vemos modificarse el habla “la oralidad del mundo estético puede todavía vislumbrarse en

el testimonio” (Soler, “Historia y Ficción el poema del Cid”, 201). Se trata de una relación

de correspondencia, en algunas ocasiones los textos se ven obligados a modificarse estética

e ideológicamente por cuestiones de recepción y en otras lo hacen de manera casi

automática porque la sociedad también ha modificado dichos aspectos “Both, the use of the

tradition and its modification seem to be conscious artistic choices” (Deyermond, “Epic

Tradition”,s.p. ).

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El Cid es un héroe que modifica el paradigma, se aleja de la tradición clásica, para

crear, como ya se ha mencionado, un arquetipo español “Rodrigo ya no es un héroe de la

antigua épicas sino un moderno paladín” (Gómez Redondo, “El Cid humanístico, 336)

debido a que no representa los valores propios de la antigüedad clásica. El Cid del Cantar

es un personaje que se apega a su contexto feudal, tiene clara la jerarquía estamental y

actúa de manera ejemplar en torno a ella: es un vasallo ideal cuyo comportamiento es leal a

pesar de las circunstancias “El Cid es la validación del pacto vasallático como elemento

esencial estructurante de la sociedad medieval hispánica” (González, “Los sentimientos del

Cid”, 108) también es un cristiano fiel que pelea contra los moros y recupera territorios en

nombre de los representantes de Dios: el rey y la iglesia, a propósito de esto David Hook

escribe “El Cid crea un microestado cristiano, a la vez paga a sus vasallos y subraya su

condición de caudillo ideal” (El Cantar del Mío Cid y el contexto europeo, 320). Acorde

con su situación social y la ejemplaridad de su carácter el Cid no es altivo con aquellos que

se encuentran debajo de él en la jerarquía medieval, contrariamente, es un hombre que

recompensa y cuida a sus vasallos. También es un hombre modelo en la esfera familiar, se

muestra afectivo aunque siempre de manera mesurada con su esposa y sus hijas, es fiel a su

esposa ya que “no se ve tentado (…) por el amor erótico de una mujer exótica, en una

forma heroica de ‘prueba moral’” ( Hook, “El Cantar y el contexto”, 324) como solía

ocurrir en la épica clásica, protege a sus hijas como ocurre en el episodio de los Infantes de

Carrión y es capaz de conmoverse hasta las lágrimas aunque nunca hasta la desesperación

“la presencia de sentimientos en el personaje del Cid lo redimensiona como personaje, lo

aproxima al receptor y le da trascendencia humana” (González, “Los sentimientos del Cid”,

109). El comportamiento del Cid ante aquellos que se encuentran posicionados debajo y

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sobre él socialmente lo convierten en un personaje cuya ejemplaridad prevalece a pesar de

injusticias como lo fue su destierro.

Por su parte, el Cid del Romancero tiene una configuración distinta, mucho menos

ejemplar e idealizada, es un personaje de mayor soberbia y menos cristiandad. Ésta

modificación no ocurre únicamente al Cid, también Jimena y los reyes se ven afectados al

darles una caracterización más errabunda y humana que la presentada en el Cantar. “Los

personajes del romancero rebajados en su dimensión heroica, muestran una cómica

humanidad que los acerca a sus deseos y frustraciones” (Zanderenko, “El Cid”, 236).

Dichas modificaciones podrían deberse a diversas razones, entre ellas: la

espectacularidad propia de la oralidad y la tradición folclórica que busca aproximar los

textos a la época en que se están contando, lo que permite explicar la arrogancia del Cid al

ser desterrado y su altivez al presentarse con Al-Motamid en el Romancero cuyo contexto

histórico es un declive progresivo del sistema feudal. Sin embargo, más allá de las

modificaciones del paradigma heroico, el Cid continúa siendo un personaje que se adapta a

nuevas realidades histórico-sociales y se reinstaura como arquetipo.

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El exemplum en el Libro del Buen Amor

La Edad Media tiene una fuerte intención didáctica en todas las manifestaciones artísticas:

la pintura, escultura y arquitectura representan simbólicamente lecciones religiosas que la

sociedad medieval era capaz de codificar. Los textos se convierten en vehículos de

transmisión que recurren a la narrativa por su practicidad doctrinal y el autor muchas

veces se desconoce ya que se privilegia la enseñanza religiosa y por ende moral dentro de

las obras. La iglesia es el principal, acaso el único aleccionador de la época, por lo que en

principio “Los exempla son muestra patente de ese didactismo expuesto en forma

deleitosa” (Urbina, “Los macroactos”, 615) empleados por los clérigos.

Aunque hay distintas opiniones acerca del carácter moralista doctrinal del Libro del

Buen Amor ya que algunos como Ménendez Pelayo defienden que se trata de una

ironización del didactismo donde se defiende los placeres mundanos (Murillo, “El

didactismo en el Libro del Buen Amor”,), otra parte de la crítica literaria se inclina sostener

que se trata de un texto didáctico por sus recursos.

La concepción general funciona como sentencia, como idea básica que se intenta transmitir al auditorio. El relato funciona como ejemplo [como exeplum (…) según la tradición retórica clásica y medieval], apto para facilitar la comprensión de la doctrina y aceptación en el receptor. (Murillo, “El didactismo en el Libro del Buen Amor”, 45)

La dificultad al interpretar la obra proviene de que el Arcipreste no aclara las intenciones

subyacentes de la obra, quizá motivado porque el lector descubra por sí mismo la diferencia

entre los actos deleznables y los honrados “El punto parece ser que una vez que el pecador

aprenda a distinguir entre bien y mal, Dios le adoctrinará en los caminos del bien” (Naylor,

“El Intellectum Fibi Dabo”, 19).

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Me inclino a pensar que se trata de un texto doctrinal debido a que su estructuración es una

secuencia con un final que vuelca hacia la redención “la lujuria, la hipocresía, la codicia y

la mentira, entre otros pecados, van combinándose para configurar redes estructurales de

los sucesivos relatos” (Carrizo, “El Libro del Buen Amor desde las teorías hermenéuticas,

s.p.). Es notable también el empleo de recursos que similares a la fábula tienen una función

primigenia que consiste en aleccionar “Para sustentar una idea, para apoyarla, para facilitar

su transmisión y aceptación se utilizan una serie de elementos externos (cuentos, apólogos,

exempla, dichos, alusiones históricas, etc)” (Murillo, “El didactismo en el Libro del Buen

Amor”,47). Estos elementos aunados al contexto histórico me motivan a creer que el texto

es efectivamente una serie de exempla, aunque la ambigüedad del texto y la intención no

explicita del autor abran la posibilidad a otras interpretaciones.

CARRIZO, SOFÍA, Un abordaje del Libro del Buen Amor, desde las teorías

hermenéuticas de Paul Ricoeur, s.p, extraído de Cervantes Virtual:

http://cvc.cervantes.es/literatura/arcipreste_hita/01/carrizo.htm

DEYERMOND, ALAN, The Close of the “Cantar de Mío Cid”: Epic Tradition and

Individual Variation. Kraus International Publications, 1982, s.p. extraído de

Cervantes Virtual: http://www.cervantesvirtual.com/obra/the-close-of-the-

cantar-de-mio-cid-epic-tradition-and-individual-variation/

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GÓMEZ REDONDO, FERNANDO, El Cid humanístico: La configuración del paradigma

caballeresco, Olivar, 8, 2007, 327-345.

GÓNZALEZ, AURELIO, Los Sentimientos del Cid, Olivar, 8, 2007, 107-118.

HOOK, DAVID, El Cantar del Mío Cid y el contexto europeo, Olivar, 8, 2007, 313-325.

MURILLO, JESÚS, Algunas observaciones sobre el didactismo en el Libro del Buen Amor

(Notas tras una lectura atenta),Anuario de Estudios Filológicos, 16, 1995, 41-

52.

NAYLOR, ERIC, El Intellectum Fibi Dabo del prólogo del Libro del Buen Amor,

SOLER, MAXIMILIANO, Historia y Ficción en el poema del Mío Cid: Hacia un concepto

de tiempo en la épica española, Olivar, 8, 2007, 193- 202.

URBINA, RAÚL, Los macroactos literarios de ficción y las relaciones intertextuales

diferidas en la constitución de la literatura: A propósito de la literatura

medieval, Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 2002-2003.

ZANDERENKO,  IRENE, Épica y Romancero del Cid, La Coronica, 33:2, 2005, 231-245.