LiNGua eXPReSSa nº 69

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Revista literaria del Colegio Los Peñascales

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AQUÍ ESTAMOS y LiNGua eXPReSSa son re-vistas escolares editadas por el Colegio Los Pe-ñascales con la financiación de la Asociación deMadres y Padres de Alumnos.

Colegio “Los Peñascales”Avenida del Pardo, s/n28291 Los Peñascales (Madrid)Tfnos 91_630.05.63 / 91_630.02.13Fax: 91_630.12.37La Redacción de AQUÍ ESTAMOS y LiN-

Gua eXPReSSa agra dece a toda la comu-

nidad educativa (alumnos, padres y

profesores) el envío de originales para su

publica ción.Se ruega que los originales se envíen por

correo electrónico a:

[email protected]

Si no es posible, se solicita manuscritocla ra mente redactado, que será tecleadopor al guno de los colaboradores, a quienagradece mos su trabajo.

Esta Revista es una vía de libre expre -

sión. El Co legio no se hace necesaria men -

te solida rio con las opiniones verti das por

los autores de los artículos.

HELENA ALBA Y FERNANDA DEAN se

han ocupado de la coordinación editorial.

El colegio agradece muy especialmente a

todos los que, las tardes de los martes, en

el Taller de Prensa, han hecho posible la

salida de este y de los anteriores números

de la Revista.

Han colaborado en la edición del presente número:

Álvaro HernándezAlberto MataRaúl Martín Silvia NietoAna Gómez Iñaki PalacioJimena Romero-ToroMarta Millán Álvaro MartínPaula MuñozKike JodraAlberto MarquézSergio NavasJaime Gonzalo

EditorialEl pasado 23 de abril celebramos el día del libro. Fue un gran día, el

motivo lo merecía: no sólo se conmemoraba el día de las letras sino que

fallábamos nuestro concurso literario. La emoción estaba servida y se

palpaba en el ambiente. Los profesores encargados del festejo ultimaban

los detalles, conteniendo cierta tensión.

Y es que el día del libro es, sin duda, una fecha especial. Sobre todo

para aquellos profesores de lengua y literatura que ven reflejados en

esa jornada única los variopintos contenidos de sus atribuladas exposi-

ciones en el aula. Así, al menos, me sentía yo, que apenas estrenaba mi

cargo, emocionada, con grandes expectativas y algún que otro nervio.

Este año hemos querido homenajear a dos grandes escritores. Recordar

un centenario y una muerte. Eran dos “Migueles”. Miguel Hernández.

Miguel Delibes. Alicantino uno, vallisoletano el otro, verso y prosa,

cuerpo y alma y Arte, mucho arte. Dos escritores sencillos que acom-

pañaban al otro Miguel, a nuestro inmortal Cervantes, el cual les hacía

un hueco, en ese día dedicado a él, para que alumnos y profesores pu-

diéramos escuchar versos como estos: La cebolla es escarcha/ cerraday pobre./Escarcha de tus días/ y de mis noches…

Sin embargo, y con permiso de todos los Migueles, este fue el día de la

creación literaria, sí, pero con unos protagonistas mucho más cercanos

y entrañables. Nuestros chicos. Ellos, que vencían el síndrome de la pá-

gina en blanco y daban lo mejor de sí mismos, ofreciéndonos sus pala-

bras: desde esas primeras composiciones escritas, llenas de ingenuidad,

puramente surrealistas, a esas otras palabras que cuentan historias des-

lumbrantes, que crean insólitas imágenes, finales sorprendentes o au-

ténticos ensayos de estilo. He visto calidad en el concurso literario. Y

me he alegrado de poder impartir clase de lengua y literatura a estos

chicos del colegio Los Peñascales, adalides de la creatividad y de la

cultura del futuro.

En fin, como diría Shakespeare: “palabras, palabras, palabras”. Palabras

hermosas, palabras duras, palabras tristes, palabras alegres… Palabras

llenas de palabras, que crecerán y evolucionarán. Como sus jóvenes

dueños.

Permitidme mostraros algunas de ellas.

Mª Fernanda Dean Bermejo.

Profesora de Lengua y Literatura de Secundaria y Bachillerato.

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PRIMARIA

Este año, muchos alumnosde Primaria han participadoen el concurso literario. Hansido trabajos de gran calidady creatividad.

Aquí, nuestro director, RafaelValbuena, presenta a los ga-nadores del concurso literariode los alumnos de 1º a 4º dePrimaria. Fue un momentomuy emocionante.

¡Gracias a todos por vuestraparticipación y enhorabuenaa los ganadores!

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2ºPREMIO

1º PRIMARIA

Juan Tejerina es el flamanteganador del primer premio.

1er

PREMIO

Miguel Duat se alzó con elsegundo premio.

LA BURBUJA- BUBU

Había una vez una burbuja que quería subir a una mon-taña con mucho agua y jabón “porque si no me exploto”,pero lo que pasó fue que no pudo subir porque se resba-laba, entonces cogió unos bastones de burbujas que leayudaron a subir y entonces vivió feliz.

Juan Tejerina, 1º de Primaria.

EL MONSTRUO QUE NOASUSTABA

Había una vez el monstruo Ramón. Asustó a un brujo y el brujose desmayó, vio una gelatina de color rojo, sus preferidas. Ramón,como era tan listo y tan rápido cogió la gelatina y rápidamente sela llevó, se la comió y se volvió pequeño, pequeño, muy pequeño,de la altura de un microbio. Y se hizo amigo de otro microbio quese llamaba Microbito y Microbito era amigo de Pícara. Y al des-pertar, el brujo se preguntó: ¿y mi gelatina ZR33? Y se puso a llo-rar y debajo suyo había el brujo y se rompió porque se le cayeronsus gafas encima. Y se puso sus gafas de agua. Dejó de llorar yse fue a la piscina. Después al circo. Al día siguiente a Andorra, adormir, a comprar y después al parque de escalada a jugar.Cuando volvió Ramón se puso muy contento porque era 21 deAbril, su cumpleaños, pero solo lo pudieron hacer Microbito, Pí-cara y Ramón.

Miguel Duat. 1º de Primaria.

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LAS CHISPAS YLAS GOTAS

Érase una vez unas gotas y unaschispas que no se llevaban bien. Seestaban gastando bromas parasaber quién era mejor, si las gotas olas chispas. Un día decidieron hacerun juego para saber quién era mejor, yel juego se llamaba patear el tomate,que era como el fútbol, solo que con untomate. Al día siguiente el partido empezóy más de uno o pisaban el tomate cuandole daban o le daban con la cabeza y el tomate se ex-plotaba.De repente, un troll gigante se los llevo a su cueva y losató. Pero una gota y una chispa se desataron, porquela chispa echó a arder la cuerda y la gota apagó elfuego.Al final escaparon e hicieron las paces y montaron unafiesta.

Luis Muñoz

Luis Muñoz y Miguel Castañeda, los dosganadores de 2º, leyendo sus relatos.

2º PRIMARIA

1er

PREMIO

2ºPREMIO

EL NIÑO QUE NO SABÍAMONTAR EN BICI

Había una vez un niño que se llamaba Miguel y que nosabía montar en bici. Un día quería ir a una carrera.Había 19 participantes y con él, 20.Estuvo meses ensu casa y al final practicó y practicó y se dispuso aechar otra carrera. Era la final. Consiguió ganar y ledieron la copa. Sus padres se alegraron mucho y Mi-guel fue el mejor niñodel mundo. Fin

Miguel Castañeda

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EL LIMÓN MUDO

Érase una vez, un limón mudo y todo el mundo se reía de él. Era verano. Mástarde, llegó una carta a su buzón. La abrió, la leyó y ponía: “Limón mudo, sédonde está tu voz. Está en el castillo tenebroso robado por el Trol Roba-voces.Ten mucho cuidado. Un beso, tus padres”.El limón mudo anduvo durante días, hizo muchos amigos que le acompañarontodo el viaje. Entraron en el castillo, no veían nada, de repente algo hablabade forma solitaria en la parte más baja del castillo. ¡¡ Era su voz !!. Pero había un problema: ¡El Trol! Bajaron las escaleras peroel Trol les vio y les encerró.Una hora más tarde aparecieron el gato con botasy el flautista de Hamelín. El flautista se llevó al Trol y le quitó las llaves y selas dió al gato para que les sacara de allí. Volvieron a casa, el limón con suvoz y el Trol en su mazmorra.

Daniel Izquierdo

Las divertidas historias deJaime Yofrey Daniel Izquierdo han ganado en lamodalidad de 3º y 4º de Primaria.

3º y 4º PRIMARIA

TODAS LAS HAM-BURGUESAS ACA-BAN SIENDOPAPILLA

En el MC Donald estaban las patatas en labolsa de papel pidiendo su salsa especial. Luego llegó la patata sabelotodo y se enteróde una noticia buena y una mala y se fue a labolsa de papel, y le dijo a sus amigas las patatas: - ¡Amigos, ami-gas me he enterado de una noticia buena y una mala! La buenaes que la salsa especial se llama Ketchup y la mala es que no noslo echan para que nos quedemos a gusto, lo hacen por los huma-nos, porque nos van a comer a todos ¡Ahhh!- luego vino la ham-burguesa y dijo: - Os estáis gastando la voz para nada, es verdadque nos van a comer a todos, pero no hoy, porque esta cerrado.Y dicen todas las patatas: – Maldita hamburguesa, ¿por qué nohas venido antes?-.Pasó todo y las patatas se pusieron la medicina patatera para lavoz: una pizca de sal.Un mal día, nuestras amigas las patatas y las hamburguesas mu-rieron ante un menú extra.

Jaime Yofre

1er

PREMIO

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La ranita presumida

Este cuento lo

escribo para que disfru-ten las personas a lasque les gusten los rela-tos breves, aunque yoprefiero llamar al mío,como ya he dicho,cuento. Mi cuento se remonta aprincipio de los añosveinte, en una charquitade un arroyo cerca de lavía del tren que pasabapuntualmente a las11:50. Era una ranitallamada Lengua. Sumadre le había llamadoLengua porque tenía lalengua más larga y pegajosa detodas las ranas. La pequeña Len-gua tenía la voz más bonita detodas las charcas, pero no debíaforzarla. Para colmo de males,Lengua tenía la piel más bonita detodo el mundo, su piel era bonitay delicada. Aparte de eso, Lenguaera una rana normal, verde, conojos saltones y patas palmeadas.A Lengua le gustaba jactarse desus cualidades, y hacía que lasdemás ranitas se pusieran tristes.Un día se estaba pavoneando desu lengua, su voz y su piel,cuando las demás vieron en elreloj de la estación que eran las11:48, al acordarse del tren salie-ron corriendo todas, todas menos

5º y 6º PRIMARIA1erPREMIO

una, Lengua. Lengua siguió pavoneándose y, al enseñarla lengua se le quedo pegadas a las vías del tren. Al in-tentar despegarla, se le hizo un nudo gordísimo. De re-pente, oyó el sonido del tren y pensó:“Debería pedir ayuda, pero entonces mi voz se dañaría.” “Debería apartarme, pero sin lengua quedaría.”“Debería tumbarme, para no ser aplastada, pero mi piela sucia tornaría”.Y entre pensamientos en vano y pensamientos en vano,de nuestra protagonista solo quedó un anca: Este cuentotiene una bonita moraleja:

Córtate la lengua, no seasvanidoso y serás más feliz.

Julia Cachinero, 5º de Primaria.

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Christan Rande

Esta historia empieza en la época

medieval, cuando un príncipe (no muy joven)estaba a punto de ser coronado. Su nombre eraChristian Randee, era un buen caballero ya quetenia una gran habilidad con la espada. Tenía un es-cudero un tanto mugriento, con el que compartíasus aventuras. Un buen día, se fue con su carruajea dar un paseo. De repente, se encontró en un lugardistinto, ¡una ciudad moderna! No había árboles, encambio, se encontraba rodeado de edificios. Sequedó perplejo al verlo. De repente, la gente quetenía alrededor se fue alejando ya que vestía lasropas de aquella época: unas sandalias de cuero,una falda de color amarillo, un cinturón con unafunda que tenía en su interior una afilada espada,una cota de malla, encima, una peto y una caparoja. De inmediato se acercó a una persona y legritó:-“¡Eh!”, inclínate ante mí y dime, ¿qué constructorha sido el que ha mandado construir ésto en mi te-rritorio? El pobre ciudadano se puso a andar rápi-damente para alejarse de él lo antes posible, perono le sirvió de mucho porque nuestro caballero sepuso a perseguirlo y, cuando cruzó una calle, le pitóun conductor.Entonces se acercó al coche y creyó que era unacatapulta. Le gritó a su escudero y empezaron a lle-var una piedra muy grande encima del coche y gri-tando:

2ºPREMIO

5º y 6º PRIMARIA

- ¡Tira esta piedra a esa persona!El conductor, muy enfadado abrió la puerta y Christiany su escudero se asustaron tanto que se fueron gri-tando al museo británico rompieron los cristales y pa-saron a la parte de la Edad Media. Se tumbó en unacama que estaba de exposición y se puso a escribirun poema. Mientras, sin que se diese cuenta, suspies se iban petrificando. Cuando acabo se echó adormir. Al amanecer, despertó en su cama, mientras,en el museo, estaba su cuerpo petrificado con elpoema en la mano:

“ Llegué a este lugar, con un aspecto singular, surgíde la nada, como si fuera un hada y no me trataronbien, sino de una forma muy cruel. Ya quiero volver ami tierra, mi castillo, mi planeta”.

Diego Fernández Rueda, 5º de Primaria

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De repente, me encontré en la cola de un su-permercado, de esos mal iluminados que huelen a hor-talizas y cuyos dependientes jamás cruzan una palabrani una mirada, ni siquiera un ínfimo gesto de amabili-dad. De esos lugares en los que sientes frío, simple-mente por el hecho de encontrarte solo en un suciopasillo de cereales, sin saber bien si tienes algo quecomprar o tan solo vas allí porque sabes que necesitasun sitio donde aceptar que estás deprimido. Reflexionésobre la razón por la que me encontraba allí, solo, es-cuchando el ruido de la pistola del dependiente al pasarpor el código de barras. Pagué por lo que había com-prado sin llegar a creerme mi situación. Anduve durantehoras dando vueltas por los límites de un parque paraperros. Perdí la noción del tiempo mientras andaba sinrumbo, tan solo dando vueltas. Con la mirada fijada enel horizonte pero sin ver nada. Solo me veía a mí mismoen mi espiral de oscura soledad. Después de intermi-nables horas de vagar ininterrumpidamente por el par-que, comprendí mi desgracia y encontré la cura. Dejélas bolsas de la compra en el suelo y comencé a correrhacia mi casa. Comencé a mirar lugares exóticos quevisitar en Internet. Pero todos eran destinos convencio-nales y de ofertas para familias numerosas. Hasta queencontré una página en la que decía: “Destinos exóti-cos para hombres solitarios”. Desde el avión se veía todo muy pequeño. Estaba muy

nervioso pensando en los peligros que podía correr allí. Sin saber hablar el idioma local ni haber leídouna sola frase sobre su cultura religión o forma de vivir. No sabía cómo sería el sitio al que me dirigía,solo sabía que allí ocurriría la aventura de mi vida.Aterricé en un aeropuerto chileno. Era espacioso y limpio, pero daba la sensación de enorme desordenen cada rincón. Supongo que así son todos los aeropuertos, pero nunca he viajado después de aquelloni nunca había viajado antes, por eso no lo sé. Acabé exhausto. Tardé mucho en encontrar transportehasta la isla de Tierra del Fuego, pero acabé por encontrarlo. Aquella avioneta verde con un lazo a modo de bandera era un transporte moderno, rápido y ligero. Mellevó desde Chile hasta Isla de Tierra del Fuego en apenas dos horas. La mujer que me llevó no mecobró demasiado por el vuelo. Pero tampoco me regaló nada. El vuelo fue como un trayecto en taxi,uno de esos en los que el viajero va inmerso en sus asuntos mirando abstraído a través de la ventanillay el conductor se limita a decir sonriente -Hemos llegado- y cobrar.Tierra del Fuego era un lugar espectacularmente bello. Era un punto entre el Atlántico, el Pacífico y elAntártico en la punta más baja de Sudamérica. Tierra del Fuego, Isla Nova y la isla de la Desolacióneran tres islas que formaban el Archipiélago del Fuego. Estaban dispuestas en una especie de triángulo.Isla Nova era posesión chilena; la Isla de la Desolación eran tierras olvidadas de los argentinos, peroallí no vivían más que nativos de las islas. Tierra del Fuego era una isla dividida. Parte de la isla perte-

1erPREMIO 1º y 2º Secundaria

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necía a Chile y la otra parte a Argentina. La bandera de la zona argentina de la isla representaba un águila. Porencima de sus alas se extendía la noche estrellada y por debajo de ellas quedaba el amanecer. La leyenda cuentaque el águila era la encargada de arrebatarle el día a la noche. La bandera de la zona chilena de Tierra del Fuegorepresentaba una constelación capaz de guiar a los nativos de las islas del fuego. Las estrellas que la formabanbrillaban sobre un cielo azul echado sobre los montes Darwin en el horizonte. Por toda la isla se extendía un grueso manto de hielo, escarcha y nieve. La

gente trabajaba silenciosamente, todos ellos con las lágrimas a flor de piel.Esto le restaba encanto al lugar y a mí, que intentaba huir de mi ruin vida,no me gustó nada. Harto de ver la desolación en los rostros de la gente,me acerqué a una mujer y le pregunté cuál era el motivo de su llanto.La mujer tenía unos ojos verdes profundos y francos, que reflejaban latristeza más honda que jamás pude contemplar. Su rostro moreno ysus mechones de pelo negro y ondulado se grabaron en mi mente afuego. Nunca olvidaré el rostro de esa joven. Cuando habló su voz sonódulce pero teñida de la más honda pena. -El águila, el águila está herida y no vuela más.-me dijo apenada -No te preocupes, seguro que tu mascota se pondrá bien- respondí pensandoqué clase de persona tendría un águila.-No es mi mascota, es el águila, es Ketre. La de la leyenda, el águila que ha de arrebatarle la noche al cielo pararegalarle el día. ¿Es que no te has fijado que ya no amanece? Miré al cielo desconcertado, apenas eran las dos de la tarde y el cielo estaba sumido en la más profunda negrura. –Dice la leyenda que esta águila es eterna, que nunca morirá. Pero los que han ido a buscarla para darle un re-medio, no lo han conseguido. Todos dicen que morirá. Y si ella muere todos la seguiremos, pues el frío de la nocheno alberga otra opción. Pero aún queda esperanza, existe otra leyenda, que dice que sólo una persona puedeayudarnos. Dicen que en sus ojos se puede leer la verdad, que aquello que piensa se refleja en sus pupilas. Dicenque ha vivido una vida desfavorable y que viene aquí para emprender una nueva. Dicen que el águila morirá. Perose reencarnará en aquél que ha venido a construirse una nueva vida. Dime extranjero, ¿eres tú esa persona?El miedo corroía mi cuerpo. Era cierto que la noche se cernía por encima de mi cabeza a pesar de ser mediodía.Era cierto que yo había venido con el fin de encontrar un hogar y de empezar de cero. Y también era cierto quedesde pequeño mis ojos transmitían todo en lo que yo pensaba. Todo era cierto. Miré con el terror inculcado enmis ojos y la indecisión en mis venas. La mujer miró en mis ojos y leyó la verdad.Horas después me encontraba en el viejo bólido del marido de aquella mujer. Antes de salir de mi casa en Toledo,me había prometido que correría una aventura. Y allí estaba yo, en un coche de los años sesenta, dispuesto asubir hasta la cueva del águila y aguardar a su muerte para dejar que su cuerpo y mi alma se fundiesen es unsolo ser. Apenas unos días después, llegamos a la cima de la montaña; fue entonces cuando descubrí que lamontaña en realidad era un volcán. Dentro no había lava ni nada aparentemente peligroso así que me metí. El volcán estaba lleno de salientes colocados a modo de escalera. Bajé durante horas preguntándome si JulioVerne encontró allí el centro de la tierra, pero en vez de eso, desemboqué en una amplia habitación. Era uncírculo en cuyo centro se hundía un pequeño cráter. Y entonces lo vi. De sus alas emanaba un suave brillo naranja,como un halo. Tenía un pico poderoso y unas garras afiladas y mortales, pero solo me fijé en esto mucho tiempodespués. Lo más llamativo eran sus ojos, unos ojos del color de la miel, como ámbar, como la luz del amanecer.Estos ojos no tenían pupila, solo eran un círculo de oro líquido que parecía capaz de derretir cualquier cosa. Supico se entreabrió y su voz retumbó por toda la cueva. -Me muero -dijo con una voz clara y firme pero afectada -. No estoy herida como dice la gente de la isla, es soloque ya soy muy mayor. Nací con el mundo pero no moriré con él, el mundo necesita seguir adelante y yo no puedoaguantar más. Pero necesito un sucesor, alguien que continúe con lo que yo he empezado o al final… - Hizo una

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pausa cerró los ojos y suspiró, cuando volvió a abrir los ojos parecía más cansada que nunca. La fuerzavital se escapaba rápidamente de su ser y con sus últimas fuerzas añadió: - Te necesito.Acto seguido murió. Y yo sentí de repente una enorme tristeza pero a la vez un enorme júbilo en mi

interior. Abrí los ojos y observé alrededor. Había un cadáver a mi lado. Un cadáver humano, mi cadáver.–Ahora soy Ketre, el águila -pensé. Era fuerte rápido y ágil. Pero sentía un enorme vacío en mi interior.Salí de la cueva. Enterré el cadáver de mi antiguo cuerpo y eché a volar. Por delante, la fría noche de in-vierno, manto capaz de helar el corazón del dios más malévolo, por detrás de mis plumas de fuego se ex-tendía un amanecer tan bello y lleno de luz que era capaz de enternecer hasta el más duro corazón, losrayos de luz del sol penetraban en cada una de mis fibras haciéndome sentir vivo de nuevo.

Desde algún punto de la isla unos ojos verdes profundos y francos observaban con aprobación el vuelodel águila que debe arrebatarle la noche al cielo para entregarle el día, Ketre, yo.

Beatriz de la Puente, 1` de secundaria.

1º y 2º Secundaria

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1º y 2º Secundaria

2ºPREMIO La última batalla

Siete años llevo sin ver la luz o a ningún ser vivo en este oscuro mundo asolado por la guerra. Latierra está muerta y unas extrañas criaturas llamadas Sombras campan a sus anchas acabandocon cualquier loco que se aventure por los áridos parajes, lejos de los fuertes y castillos.

Nuestras fuerzas se preparan para la última batalla de los hombres, pues nadie sobrevivirá, todossucumbiremos al fuego y al acero. Todos los soldados piensan lo mismo, pero no se atreven a de-cirlo, pues prefieren aprovechar sus últimas horas con sus seres amados. Ahora reina la quietud yel silencio, solo se oye el relincho de los alterados caballos. Por mucho que nos quejáramos al ge-neral de que éramos demasiado pocos, él insistía en que éramos más que suficientes. En los últimosaños la caballería ha pasado de siete mil hombres a solo treinta; nuestras fuerzas, contando caba-llería e infantería, han quedado reducidas a quinientos hombres. Quinientos hombres contra másde diez mil bestias con armas mucho más avanzadas que nuestros arcos, lanzas y espadas.

Al amanecer, partimos hacia una muerte segura. Nadie tuvo el valor de decir nada durante el viaje,se limitaban a mirar a los Sombra que nos acechaban desde los cerros, esperando para cazar alos rezagados.

Después de largo tiempo caminando hacia la nada, rompió el silencio un ligero silbido y, tras unleve chasquido, un soldado se desplomó, y mientras exhalaba su último suspiro en aquel desfiladerotodos nos giramos, viendo una flecha teñida del color de la muerte atravesando su torso y su cotade malla.

La caballería pusimos lanzas al frente y acariciamos por última vez las crines de nuestros caballos.

Cabalgamos con los ojos cerrados, deseando que todo hubiera sido una pesadilla, pero me vi obli-gado a abrirlos cuando mi lanza atravesó a una de esas bestias.

Las flechas volaban sobre nuestras cabezas y el choque de los aceros nos ensordecía, los soldadoscaían abatidos atravesados por flechas y espadas.Los cuerpos de hombres y bestias se apilaban a nuestro alrededor. Mi corazón latía desbocadocuando vi a mi compañero de toda la vida caer. Me aproximé a él y bajé de mi herida montura. Alarrodillarme junto a su agonizante cuerpo, noté un ligero pinchazo. Él me miraba atónito al pechomientras yo presionaba su herida. Cuando dejó de respirar, me miré el pecho, que cada vez medolía más, y vi la punta roja de una flecha. Mi vista se tiño de rojo, miré a mi alrededor viendo loscuerpos de mis compañeros tendidos sobre el árido suelo. Mi corazón latía despacio y cada vezme costaba más respirar. La luz me hacía daño, por lo que cerré los ojos para no volver a abrirlosnunca.

David Villares, 2º de Secundaria.

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3erPREMIORELATO DEL PIRATA

Cuenta un relato de cuyo nombre no puedo acordarmeque un famoso pirata muy temido, pues rey del mar era;tras haber surcado mundo entero ahora sobre el Medite-rráneo destrozado estaba. No por culpa del trayecto, sinoque como se dice, “navegante enamorado es naveganteahogado”.Pues tal era su amor que su vida varias veces había arries-gado. Normal, tan bella era ella…de cabello ondulado,suave a pesar de su largo. Todo el mundo decía que susojos eran faros. Cierto es que tenía un defecto era dema-siado salada, pero aun así, él la amaba. Se creía que po-seía poderes, mas cuando enfadaba, las aguas turbiasquedaban y el capitán pirata gritaba: “Navega velero mío que ante el frío y tormentanuestra proa sigue recta,y aunque mi amada enfadada se la pueda ver,daño no me quiere hacerpor ello nuestro camino no se ha de torcer”.Pero si ella alegre estaba el pirata la cantaba:“Tan hermosa tú eres debes caer en mis redes así conmigo estarías,¡mi esposa serías!”Su amor cada día era más fuerte, hasta que no lo soportó y aun jugándose la vida, a por ella selanzó. Ella, le suplicó, le rogó, pero él no lo aceptó, pues un velero les separaba. Acabó enojada ycomo es de suponer el oleaje se empezó a torcer. El pobre capitán ciego de amor no vio lo que ocu-rría pues su dulce melodía se perdía por las profundidades del mar… Poco tiempo tuvo para recordarsu valiosa vida:Fue su barco; sus hazañas, su espíritu; la libertad,su única razón: su amadajunto a la que permanecerá:la mar.

Yolanda Martín 2º Secundaria

1º y 2º Secundaria

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3º y 4º Secundaria1erPREMIO

EL SECRETO DE LAVIDA

El sol despuntaba entre las montañas yel cielo se adivinaba de un color azulclaro, manchado de nubes blancas. Es-taba acabando de afeitarme cuando ad-vertí que alguien llamaba a la puerta.-Es la hora-dijo una voz apagada.

Rápidamente me abroché el cinturón yagarré por la culata el rifle que se encon-traba cercano a la puerta. Aunque fuesemi deber, sabía que lo que iba a hacer seencontraba fuera de toda lógica humana.El sargento ya estaba preparado junto ala puerta, impecable. Con ese rostro in-expresivo marcado por varios años deexperiencia en el campo de batalla.Nos esperaba a mí y a mis compañeros.Eran las siete y media, los prisioneros se

alinearon dándole la espalda a una pared blanca agujereada por el tiempo y por la locura de ge-neraciones de odio y miedo.-¡Carguen!

Observé uno a uno a aquellos hombres, de rasgos polacos, y todos parecían asustados, todosmenos uno. Era robusto y de cabello rubio. Sus ojos verdes no mostraban ningún temor. Yo ya leconocía, habíamos tenido una conversación días antes. Uno frente a otro, separados por una rejade metal fría y áspera, ambos sentados sobre taburetes de madera carcomida. Me explicó contristeza que pertenecía a un grupo de campesinos que, al verse sorprendidos por el enemigo, ha-bían intentado revelarse sin éxito alguno.Dio la impresión de que le inspiraba confianza, pues me confesó que su familia huía hacia el Su-reste.Nunca olvidaré aquella serenidad y seguridad que reinaba en su rostro.-¡Apunten!

Yo no había tenido ningún hijo hasta entonces, puesto que la cárcel y un manchado historial me

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lo habían impedido, y arrastraba un asunto pendiente desde hacía años. Por eso, después de aqueldía me juré a mí mismo que haría todo lo posible por ayudar a su mujer y a su único hijo. -¡ Fuego!

Su cuerpo se desplomó sobre la tierra húmeda.

* * *

Al finalizar mis servicios como soldado, dediqué todo mi tiempo a la búsqueda de aquel hijo que nuncatuve, con el fin de ayudarle económicamente y de que así pudiera tener una vida, desde mi punto devista, digna. Para mí, la aventura no hizo más que comenzar, y sabía que pronto la policía de Berlín meencontraría y me declararía culpable de un asesinato en el que nunca tomé partido, y de cuya acusaciónhabía huido, alistándome en el ejército.

Los rayo de sol dibujaban manchas sin formarsobre los árboles, y pude oír el despertar de lamañana.La naturaleza me ofrecía un espectáculo no soloaudible, sino también palpable y visible. Habíadormido a la sombra de un viejo roble, a mitad decamino entre la frontera de Alemania y la capitalde Polonia, Varsovia. Aquel día lo dediqué ente-ramente a andar. Ni rápido ni lento era mi ritmo,ni desinteresado se me hacía mi propósito.Cuando cayó la noche decidí descansar en unaposada a unos kilómetros de Varsovia para poder

llegar temprano a mi destino.Ya en la capital, sentado en un antiguo y poco cuidado café, situado en la plaza mayor, fui testigo dealgo que alertó todos mis sentidos. Dos policías entraron en la estancia. Uno era alto y corpulento, yme miraba fijamente. El otro, bajito y sudoroso, consumía un cigarro a medio acabar con tranquilidad,al no percatarse de la situación. Rápidamente pedí la cuenta y eché a correr. El policía de porte anchopareció reconocerme, y avisó a la Gendarmería.Allí habían informado de que un sospechoso asesino había llegado a la ciudad, junto con un informeen el que aparecía la foto del supuesto criminal. Para mí, los minutos siguientes fueron confusos. Sabíaque me habían estado siguiendo, pero no que me sorprenderían de aquel modo. Corrí entre las calle-juelas de una ciudad transformada por los alemanes, dormida y entristecida por los rusos, y tuve lasuerte de dar con la estación de tren de aquel barrio. Pedía un billete cualquiera, con tal de salir deaquella situación tan incómoda, pero justo en ese instante, me percaté de que mi cartera se hallabavacía, y tuve que saltar el vallado para introducirme en uno de los trenes que allí estacionaban. “ Habíaganado la batalla, pero no la guerra” pensé, confuso.Me desperté en un viejo asiento del vagón tres. Era de noche, había pasado toda la noche durmiendo.Me levanté y me dirigí hacia el bar.

3º y 4º Secundaria

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-Perdone, ¿me podría decir cuál es la última paradade este tren?- le pregunté con suavidad a la jovenque estaba al otro lado de la barra. Entonces, ob-servé cómo dos figuras extrañamente familiares seaproximaban hacia mí. Salté, y eso es lo único querecuerdo.Me desperté con una herida en el hombro derecho yuna magulladura en la cabeza. Caminé sin rumbo fijohasta que di con un pequeño y extraño pueblo, sa-cudido por las sombras. Me alojé en un discreto ysencillo hostal, cuyo nombre parecía ilegible.Día más tarde ya había conseguido hacerme con unviejo coche usado, y me encaminé hacia el sureste.Tuve poca suerte con los dos primeros pueblos, puesen ninguno se conocía el apellido Stefaniac. Tam-poco en el tercero hallé lo que andaba buscando. Yasin esperanza, di con un peculiar pueblo a orilla delVístula. Llamé a la primera casa, con la intención deque me dieran algo de comer, y resulté encontrarmecon un rostro que se me antojaba familiar. Rubio,aunque de ojos marrones, aquel hombre se llamabaPawel Stefaniac. Me acogieron y me invitaron a sen-tarme a su mesa. Aproveché ese momento para con-tarles mi historia y mi encuentro con su padre. Pawel,entristecido y sorprendido, me ofreció alojamientotemporal. En esos días vi lo mismo que había visto en el rostrode su padre, y entonces comprendí que aquel hom-bre no necesitaba dinero alguno, que había encon-trado el secreto de la felicidad. No tengo palabraspara agradecerles lo que hicieron él y su madre pormí desde entonces. Y durante aquellos años de pazreflexioné sobre aquella frase que pensé un día, yllegué a la conclusión de que daba igual ganar o per-der la guerra, y de que si aquellos hombres me en-contraban, iba a estar en paz estuviese dondeestuviese.

Javier Borén. 3º de Secundaria

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MIÉRCOLES, 17:09

Aquel día, la cuesta me parecióinterminable.

Justo cuando, al fin,logré llegar arriba, vi unautobús pasar de largo.Evidentemente, se tra-taba del mío.Me paré en seco. Miré lahora: las cinco y diez.Normalmente pasa a lascinco y cuarto.

Me sentía profunda-mente indignada. Por al-guna extraña razón, elautobús que tenía quepasar prácticamente porla misma puerta de doscolegios a la hora en queacababan las clases, sehabía adelantado cincominutos. Inexplicable.Miré a mi alrededor, lagente pasaba sin más,sin percatarse de la gra-vedad de la situación.Crucé la calle cabizbaja yme senté en la parada, dispuesta a esperar (du-rante una hora) al siguiente autobús. Saqué unlibro de la mochila y me puse a leer un relato deCortázar.

Un hombre leía una novela sentado en un sillónde terciopelo verde, de espaldas a la puerta para,de algún modo, evitar posibles interrupciones. Lanovela trataba sobre dos amantes que se encon-traban en un bosque y planeaban matar al maridode ella. El amante, siguiendo las instrucciones quele había dado previamente la mujer, entraba en lacasa, provisto de un cuchillo, subía lentamente porlas escaleras y abría la puerta del salón, donde en-contraba a su víctima, leyendo una novela, sentado

en un sillón de terciopelo verde, de espaldas ala puerta…

Me gustaba el cuento, en especial su finalabierto, que daba pie a que el lectorse imaginase el desenlace. Demodo que como tenía tiempo (gra-cias a la bendita puntualidad suizaque, de la noche a la mañana,había desarrollado aquel conductorde Albacete), eso fue exactamentelo que hice: decidí continuar el re-lato.

Al leer aquello, el hombre, sobresal-tado, cerró el libro, se levantó del si-llón y se dio la vuelta, con el objetode comprobar si había alguien en lapuerta y, en caso de que fuera ne-cesario, plantarle cara. Nadie. Seatrevió incluso a abrir la puerta yechar un vistazo al resto de la casa:nada. Se encaminó de nuevo haciala sala de estar, pensativo, inten-tando convencerse a sí mismo deque se trataba tan solo de una coin-cidencia, asombrosa, sí, pero solouna coincidencia. Le temblaban lasmanos. Temeroso, cogió el libro, loabrió por la página cuarenta y dos y

siguió leyendo.

El asesino se aproximó a su víctima que per-manecía sentado en el sillón de terciopeloverde. El suelo chirriaba bajo sus pies…

Oyó un ruido, tiró el libro, se dio la vuelta y, denuevo, vio que no había nadie, estaba comple-tamente solo. Entonces trató de tranquilizarsey analizar fríamente la situación: ¡Le dabamiedo una novelilla romántica! Se rió de símismo, recogió el libro del suelo y siguió le-yendo.

Cuando el asesino ya estaba lo suficientemente

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cerca de su víctima, le asestó una violentapuñalada en el costado.

Dejó de leer de nuevo. Sentía un intensísimodolor punzante en el abdomen, en el lado iz-quierdo, justo debajo de las costillas. Seacabó. Temiendo por su vida, tiró el libro porla ventana y decidió ir a hablar con el mismoautor de la novela: J. K. Calvin, cuyo para-dero, como buen escritor de novelas román-ticas de moda, era por todos conocido.

Un par de horas y de secretarias sobornadasmás tarde, se encontraba en el salón delmismo Calvin, disfrutando de un té con pas-tas.

Fue una conversación extraña, cuantomenos, la que mantuvieron, pues el señorCalvin no pareció sorprenderse lo más mí-nimo cuando nuestro protagonista le expusosu problema. Calvin le explicó que la litera-tura, como toda forma de arte, se encontrabasujeta a la apreciación de cada individuo, eneste caso, del lector.

- El texto literario - prosiguió, al ver la carade su anonadado interlocutor - está condicio-nado…, es más, me atrevería a decir quedepende completamente de la interpretaciónque uno quiera darle, de la forma en quecada uno “represente” la trama en su imagi-nación, del modo en que vea a los persona-jes, e incluso de la propia vida y experienciaspersonales previas del lector; es precisa-mente ahí donde reside la magia de la litera-tura. Por eso precisamente soy escritor ytambién por ese motivo intento hacer quemis novelas estén, por así decirlo, lo más“abiertas” posible y que, de este modo, ellector pueda involucrarse en ellas hasta elpunto de poder llegar a convertirse en unpersonaje más…

Levanté la cabeza, acababa de llegar el autobús.Guardé el cuaderno en la mochila, subí y después deuna media hora de trayecto, un trasbordo en Moncloa,otros diez minutos y una conversación en el ascensorcon la vecina del 5ºB acerca del tiempo, de la crisis y delcollar periesofágico del que, en el sistema nervioso anu-lar de la gran mayoría de los equinodermos, parten cinconervios radiales hacia otras tantas partes del cuerpo, lle-gué a casa.

Aquella misma tarde, cuando escribía una disertación enfrancés sobre la repercusión estética de las hombrerasen la sociedad española de los años 70, sonó el teléfono,alguien preguntaba por mí.

No tardé en darme cuenta de que se trataba del mismí-simo Julio Cortázar que, enfadado, llamaba para ha-blarme de su cuento. Por lo visto, le parecía fatal el finalque me había inventado para su relato, en primer lugar,porque acababa con el misterio y la intriga del mismo aleliminar su ingenioso final abierto y, en segundo lugar,porque encontraba de muy mal gusto que hubiera in-cluido una reflexión sobre la importancia de la interpre-tación subjetiva de la literatura en boca de un escritor denovelas románticas de tres al cuarto, a quien lo único quele importaba era vender ejemplares, como si de merosproductos comerciales se trataran; él no buscaba el arteen la escritura, sino beneficio personal, fama y dinero.

- Y sé de lo que estoy hablando - añadió Cortázar - . Yomismo creé a ese escritorcillo a través de los lujuriosospersonajes de su novela.

Avergonzada, le pedí perdón, jamás habría querido ofen-derlo, y menos a través de la creación literaria. Pero,cuando me estaba disculpando, empezó a cantar. Al prin-cipio no lo entendía muy bien, algo relacionado con acel-gas…Reconocí la canción, era la de mi despertador.

Abrí los ojos, miré la hora y me dispuse a vestirme parair al colegio.

Irene Cerdá, 2º de Bachillerato.

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OUDE KERKSe abre y se cierra el telón, detrás la decapitación de un serinferior. Las mofas de su alrededor se oían hasta el cerrar desus ojos contra la pared, la sangrefluía y no paraba, aún así nadie ledio importancia.

Delante una prostituta, con labiosde carmín, redondeadas caderas,corsé apretado que le hacía unossenos firmes, arropada con unacapa parda. Era su amante, su cararepleta de sangre le hacía un ros-tro de aspecto melancólico. Leechaba de menos, se tiró a suspies sin saber muy bien qué hacer,quiso llorar pero no pudo, la irahacia el ejecutor le nublaba la ca-beza.

La gente no sabía a quién mirar sia la prostituta o al cadáver, unamujer se acercó a ella y le puso lamano en el hombro, quería darleánimos.

“No pienses más en ello, era su destino”- dijo lamujer.

La prostituta se giró cabizbaja, ella pensaba cómo se habíapodido llegar a ese punto. A nadie le pueden matar poraquel error, aunque ella no sabía el error, como todos losamantes se ocultaban cosas.

-“ No se lo merecía”- dijo la prostituta.

Comenzó a llover, la gente se fue. La sangre se diluía y corriósobre el suelo, la prostituta no se movió, notaba la extrañapresencia de un hombre que la observaba. Era verdad, al-guien en la esquina la estaba observando, estaba embozado,en cuanto ella fijó la mirada en él, él desapareció. Entre

trompicones corrió y sus tersos pechos ame-nazaban con salirse mientras se teñían de ro-sáceo de la sangre diluida.

Dobló una esquina y sintió que alguien la aga-rraba, el hombre embozado la subió a su es-palda y comenzó a correr por las transitadas

calles de Amsterdam,hasta llegar a un os-curo callejón, el únicotranseúnte era unpobre al que le propinóuna estocada que leatravesó el corazón.

Entró en su morada y latumbo en la cama, ellamuy cansada perdió elconocimiento.

…Se despertó, al ladode su cama encontróun té y unas pasas decolores, el hombre sen-tado al otro lado de lahabitación fumabaopio en su pipa, ella nosabía qué decir, lo

único que se pudo articular fue: -“¿Qué ha pa-sado?”.

El hombre no daba síntomas de responder,tras la ventana se podía ver la catedral de Ou-dekerk en construcción, la mujer repitió la pre-gunta con un tono más enfático: -“¿Qué hapasado?”-.

El hombre se levantó, dejó la pipa y se desem-bozó, era su amante.

“Cariño, por fin estamos solos”-.

Julio De La Cámara Hernández, 1º Bachillerato

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