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Diego Hernández Arias EL INFIERNO DANTESCO O LA EFIGIE DE UN POETA «Perché mi scerpi? non hai tu spirto di pièta alcuno? Uomini fummo, e or siam fatti sterpi: ben dovrebb’esser la tua man piú pia, se state fossimo anime di serpi». Infierno XIII, 35-39 Una lectura del primer libro de La Comedia de Dante Alighieri vista como dos sujetos osados que reman una balsa en medio de ríos infernales resulta interesante, dado que el contenido de aquellos cantos es altamente metafórico y en ellos se respira la alegoría de la vida del hombre. En los versos del Infierno salta a la vista la imagen de un poeta visionario; un serio maestro de la imagen dotado de destreza que logró perpetuar silogismos en un lienzo realista escéptico. Se intentará en este escrito, proponer un acercamiento a la siguiente hipótesis: ¿Es acaso más real o verosímil el relato que nos cuenta Dante por el solo hecho de ser el mismo uno de sus personajes o, en el mejor de los casos, lo que hace es que nos perdamos a mitad del camino de la lectura y nos hallemos eclipsados all’interno di una selva? L’inferno silenzioso El ritmo, el palpitar vertiginoso de los músculos con que escribe el poeta, obedece al desespero por detallar con precisión los ambientes turbios y los rostros luctuosos que se ven pasar mientras descendemos por cada círculo en nuestra lectura bajo la sombra del maestro Virgilio. No obstante, Dante guarda una lealtad y un culto a la cultura clásica que hace de la eternidad del relato algo más apacible: su alusión a la musa Calíope, por solo citar un ejemplo, pone de manifiesto su conservación por la aventura épica. La incorporación de la diosa Venus en el pre albor del paraíso, nos hace respirar con júbilo un aire puro que emana lirismo en su extensión. Se podría pensar que el viaje de Dante tiene entre sus propósitos, uno, el periplo por los arroyos de la libertad casi perdida y dos, inmortalizarse a sí mismo a través de las letras. Según Virgilio, Dante deseaba una libertad política y a su vez una libertad espiritual, así que bien podría pensarse en una catarsis experimentada por el mismo escritor y revivida en acto poético mediante nuestra lectura. Las anécdotas que los residentes del Infierno le relatan al genio florentino dan cuenta de sucesos perturbadores que alientan nuestro impacto, nos cautivan e informan de hechos históricos acaecidos en tiempos medievales, es el caso del destino trágico de Francesca da

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Diego Hernández Arias

EL INFIERNO DANTESCO O LA EFIGIE DE UN POETA

«Perché mi scerpi? non hai tu spirto di pièta alcuno?

Uomini fummo, e or siam fatti sterpi: ben dovrebb’esser la tua man piú pia,

se state fossimo anime di serpi». Infierno XIII, 35-39

Una lectura del primer libro de La Comedia de Dante Alighieri vista como dos sujetos osados que reman una balsa en medio de ríos infernales resulta interesante, dado que el contenido de aquellos cantos es altamente metafórico y en ellos se respira la alegoría de la vida del hombre. En los versos del Infierno salta a la vista la imagen de un poeta visionario; un serio maestro de la imagen dotado de destreza que logró perpetuar silogismos en un lienzo realista escéptico. Se intentará en este escrito, proponer un acercamiento a la siguiente hipótesis: ¿Es acaso más real o verosímil el relato que nos cuenta Dante por el solo hecho de ser el mismo uno de sus personajes o, en el mejor de los casos, lo que hace es que nos perdamos a mitad del camino de la lectura y nos hallemos eclipsados all’interno di una selva?

L’inferno silenzioso

El ritmo, el palpitar vertiginoso de los músculos con que escribe el poeta, obedece al desespero por detallar con precisión los ambientes turbios y los rostros luctuosos que se ven pasar mientras descendemos por cada círculo en nuestra lectura bajo la sombra del maestro Virgilio. No obstante, Dante guarda una lealtad y un culto a la cultura clásica que hace de la eternidad del relato algo más apacible: su alusión a la musa Calíope, por solo citar un ejemplo, pone de manifiesto su conservación por la aventura épica. La incorporación de la diosa Venus en el pre albor del paraíso, nos hace respirar con júbilo un aire puro que emana lirismo en su extensión.

Se podría pensar que el viaje de Dante tiene entre sus propósitos, uno, el periplo por los

arroyos de la libertad casi perdida y dos, inmortalizarse a sí mismo a través de las letras. Según Virgilio, Dante deseaba una libertad política y a su vez una libertad espiritual, así que bien podría pensarse en una catarsis experimentada por el mismo escritor y revivida en acto poético mediante nuestra lectura. Las anécdotas que los residentes del Infierno le relatan al genio florentino dan cuenta de sucesos perturbadores que alientan nuestro impacto, nos cautivan e informan de hechos históricos acaecidos en tiempos medievales, es el caso del destino trágico de Francesca da

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Rimini; los actos transgresores de esta noble, cuyo marido está condenado a sufrir en el reino de Caína por sus oscuras pasiones, son rememorados por el mismo Tchaikovsky bajo la armonía procedente de diversos instrumentos, entre ellos, tres flautas, dos trompetas y una tuba, por supuesto en períodos más románticos pero con la similar cadencia tan propia del maestro Dante. El argumento de Francesca, o mejor, el del poeta, más allá de despertar intriga y generar polémica tiempo después por los críticos es ejemplar. La risa incitadora, el beso fulminante, el afán por dejar a un lado la tinta del Lancelot y el ser incapaces de resistir su atracción carnal, hicieron que los versos se escribieran por sí solos:

«Mentre che l'uno spirto questo disse, l'altro piangea, sí che di pietade

io venni men cosí com'io morisse; e caddi come corpo morto cade»1

Un’anima ai piedi dell’arbusto

El alma de Virgilio, a pesar de advertirse indigna en el Paraíso, le sirve de escudo a Dante, la figura del blasón presente en el fino broquel que lleva Dante consigo por orden divina, le indica que su deber es transitar por unos cauces para él y nosotros aún desconocidos. No cualquier mortal, sin capacidad de discernir ni acompañamiento de un guía de tal magnitud, hubiese podido descender entre los círculos, vencer a los demonios y ser capaz de relatarlo de forma magistral. Dante puede considerarse como un ser lúgubre, dada su naturaleza trágica y mortal; su carni maciullate se vierte en lágrimas y éstas circundan el seno de los miserables condenados que braman entre la tempestad perenne del suplicio y se rehúsan a contemplar su reflejo en las heladas aguas del Aqueronte o el Estigia. Al convertirse en uno de sus personajes referentes a su Comedia, el poeta hizo maximizar la realidad de cada una de sus palabras. Alguna vez Nietzsche escribió que Dante es la hiena que gime en las sepulturas cristianas, tal vez haya algo de certeza en esa declaración, si bien, el Dante personaje no solo cantó al lado de un poeta, también revivió los infortunios de muchos en las bolgias opacas del Infierno a través del inusitado diálogo.

En la selva de los suicidas apenas se percibe el susurro del follaje: decenas de bilis negras

sangran y se suman al llanto cada vez que a alguna se le hiere con piel mortal. La lectura del canto XIII del primer libro de La Comedia nos hace dar un alto y recordar aquel verso esculpido

1“Mientras un alma hablaba, la otra era/ presa del llanto; entonces, apiadado,/ lo mismo me sentí que si muriera;// y

caí como cuerpo inanimado.” (DANTE, ALIGUIERI, 1973, pp. 30-31).

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con severidad en el vestíbulo del Infierno, muchos versos atrás: «Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate», ¿les queda acaso un vestigio de esperanza a aquellas almas convertidas en espinas ponzoñosas?, ¿habrá al menos un juez infernal que les desenrede para que no se asfixien más entre ellas mismas con sus nudosas ramas? Pareciera que no, la distruzione no es total, se eterniza para causar más aflicción. El camino se bifurca, se hace cada vez más estrecho y la atmósfera se torna asfixiante. Es curioso igualmente, advertir hielo en el subfondo del Infierno en lugar de fuego, ¿qué hay más aterrador que ver los pies de Judas moviéndose vertiginosos por la imposibilidad de no librar el grito?, ¿existe algo más abrumador que el mismo Lucifer devorando a tres pecadores mientras la mitad de su cuerpo se hunde bajo el suelo?

Il ricordo di un poeta

Dante se las arregló para relatar aquello que le “sucedió”, esa visión que le perturbó por

un instante y que lo hizo narrar sin consecuencia su historia: “Repetir no sabría cómo entré/ pues

me vencía el sueño el mismo día// en que el veraz camino abandoné”2. Su relato, acompañado de

sutiles símbolos y referencias clásicas, es quizá uno de los más ambiciosos y eruditos escritos que han visto la luz. El poeta hace que nos perdamos a mitad del camino de la lectura, sus referencias son tantas, que se puede asegurar una lectura histórica de su obra, incluso con tintes antropológicos, y es más, se llega a inferir que su cosmovisión era bastante amplia; el mismo Auerbach, un estudioso de La Comedia, declara en uno de sus extensos ensayos que existe un orden físico del espacio ficcional que recrea Dante, en el que:

En el interior de la Tierra, o mejor dicho, del hemisferio norte, estrechándose en forma de embudo hacia el centro de la Tierra, está el Infierno; en su punto más bajo (…) está la residencia eterna de

Lucifer que en su caída, inmediatamente después de la Creación, perforó la Tierra desplazando un impresionante pedazo de su interior hacia arriba.3

Vemos cómo el poeta dantesco obtuvo antes de escribir sus más de catorce mil versos un claro plano casi que astronómico y astrofísico del Universo, donde luego, decidió lanzar sus personajes sobre él y quiso volcarse a sí mismo en ese cosmos ficcional para recrear la efigie de su poesía: magia del terceto, elevación de su pensamiento; negación del tiempo en un Infierno que apenas se sostiene en sí mismo, merced a los lamentos que emanan de las bocas ajadas de los 2 ALIGHIERI, Dante (1973) Infierno. Barcelona: Seix Barral. p. 3. 3 AUERBACH, Erich (2008) Dante, poeta del mundo terrenal. Barcelona: Acantilado, p.p. 167-168.

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inmortales. El hacedor de este averno literario nos cuestiona, nos hace indagar acerca de nuestro fatum; altera los “principios religiosos y morales” de quienes leen, y no solo eso, Dante hace un rescate de lo poético: los temas que resultan triviales para muchos, él los transforma en versos, en delicadas imágenes poéticas y realidades intangibles, hace de nuestro fatum poesía. Sin embargo, no hay, según Auerbach, un poeta más terrenal que Dante, dado que: “La Comedia representó la

unidad física, ética y política del cosmos escolástico-cristiano en una época en la que comenzaba a perder su integridad ideológica”

4.

Dante alude a temas escatológicos y metafísicos, pensó escribiendo, por lo mismo escribió y pensó distinto. Se preguntó por aquello que hay más allá y encontró muchas conjeturas, muchas selvas oscuras de naturaleza polifónica. Al saberse humano antes que caracter de ficción, el poeta supo que iba a triunfar al hacer su relato más verosímil de lo común. Dante es mucho más que la voz del cristianismo entero hablando, todo en este poeta funciona así. No es gratuito que su obra sea ubicada por muchos justo en la transición del Medioevo al Renacimiento, del paso de una concepción monoteísta al resurgir del antropos. Podemos caracterizar a Dante como la representación plena del pecado: un ser extraviado que se halla adherido a las paredes del Infierno desnudando su alma mortal, deshaciendo pasos hacia la redención. También podemos acudir a la imagen de Virgilio como el maestro o guía que no solo lleva la luz de la sabiduría sino que por sus creencias y virtudes es el más indicado para llevar a Dante por los anales de su destino. Finalmente, podemos ubicar la representación de la gracia y la fe, la teología misma si se quiere, en una mujer portadora a nuestro parecer, de la conciencia histórica y ontológica del Ser-en-el-mundo y a quien no es digno mencionar en este texto: solo su nombre pronunciado sea en las níveas puertas del Paraíso.

Bibliografía

ALIGHIERI, Dante (1973) Infierno. Barcelona: Seix Barral. AUERBACH, Erich (2008) Dante, poeta del mundo terrenal. Barcelona: Acantilado.

4 Ibíd., p. 281.